Bioética de La Clonación Reproductiva Humana y Terapéutica
Bioética de La Clonación Reproductiva Humana y Terapéutica
Bioética de La Clonación Reproductiva Humana y Terapéutica
RESUMEN
En la actualidad la clonación posee dos ramas bien definidas: la reproducción del organismo
mediante la copia de su genoma y la finalidad terapéutica, que incluye la clonación de órganos
y tejidos usados generalmente para el trasplante de órganos dañados por otros en buenas
condiciones.
El presente trabajo tiene como objetivo explicar las diferentes posturas científicas, legales,
económicas y sociales sobre la clonación, de manera que puedan ser usadas como
herramientas del profesional cubano en sus pesquisas diarias y dilucidar cómo la bioética
enfoca la clonación reproductiva de forma negativa o ilícita, por las implicaciones sociales y
morales que presupone. La clonación terapéutica es considerada importante e interesante
desde el punto de vista científico y ético, ya que puede conducir a resolver varios problemas de
salud.
INTRODUCCIÓN
La clonación, proceso equivalente a la fabricación artificial de gemelos homocigóticos, dio lugar
en el año 1997 a la oveja Dolly, primer mamífero clonado con éxito la cual no sólo “inauguró”
un amplio zoológico de duplicados genéticos al que se sumaron luego cabras, vacas, cerdos,
ratones, gatos etc. (Copycat, el primer gato clonado, Prometeo el caballo clonado) sino que
supuso una advertencia de que podría llegarse a lo ahora anunciado por la empresa Clonaid: la
clonación humana. Sin embargo, aunque el proceso técnico de la clonación es sencillo, a los
escrúpulos éticos y religiosos, sociales y políticos que puede aducirse en su contra, se suma
que los clones parecen ser muy susceptibles de padecer graves problemas de salud entre ellos
el envejecimiento prematuro, semejante a lo observado en la oveja Dolly y otros mamíferos
clonados.
Este tema a pesar de ser muy joven en la vida social a traído grandes conflictos éticos en la
sociedad, sobre todo lo relacionado con la clonación humana por las consecuencias que
provoca. De forma general en la población existe un alto grado de desconocimiento del tema.
En el presente trabajo se realiza un análisis bibliográfico relacionado con el tema para
determinar las ventajas y desventajas que ofrecen los diferentes tipos de clonación, mostrando
algunas consideraciones bioéticas que propician que algunos países acepten y otros
denieguen su participación en investigaciones relacionadas con la clonación reproductiva o
terapéutica.
DESARROLLO
De acuerdo con su aspecto reproductivo, clonar es aislar y multiplicar un segmento del
genoma, sin embargo, en un contexto más amplio, significa obtener uno o varios individuos a
partir de una célula de otro individuo, de modo que las especies clonadas son idénticas o casi
idénticas al original.
Con la clonación se consigue que el individuo posea los mismos genes que el padre o la
madre.
Se puede obtener entonces lo mismo hombre o mujer con esta técnica, la reproducción sexual
es sustituida por la artificial, sin embargo, los genes los aporta un único individuo cuyo
descendiente tendrá los mismos genes, aunque esté demostrado científicamente que es
posible que sus rasgos puedan variar. No es posible conseguir una copia exacta respecto al
físico, cada persona tiene grupos de células que se activan en un determinado momento, que
dan lugar a cambios en su imagen.
Su personalidad por suerte, tampoco sería idéntica, puesto que se encuentra influenciada en
parte por el modo de educación, las motivaciones que reciba y el entorno en que crezca y se
desarrolle, además, si una persona tuviera una determinada enfermedad hereditaria, mientras
que con la reproducción sexual sólo hay un determinado porcentaje de transmisión a los
descendientes, con la clonación este porcentaje sería del 100 % de que la contraigan, puesto
que con la manipulación genética no es posible corregir los defectos. Al ser tratados los genes
humanos, puede producirse más fácilmente una mutación.
Tipos de clonación:
La clonación se puede clasificar en dos tipos según su finalidad.
· Reproductiva: Con el objetivo de crear personas idénticas.
Mundialmente la clonación ha tomado estas dos vertientes muy distintas: la clonación para
lograr un ser idéntico al donante de la información genética, ambicionada por personas que
pierden un ser querido y desean una copia del mismo, aunque también se plantea que se
pudiera clonar personalidades e la ciencia para que su conocimiento perdure a otras
generaciones, aunque es sabido que los experimentos demuestran que solo se copian sus
características físicas y no intelectuales. La otra rama de obtención de embriones con fines
terapéuticos.
Uno de los campos que mayoritariamente utiliza la clonación es la medicina, pero sus
investigaciones deberán estar encaminadas a beneficiar la salud y el bienestar del pueblo,
mejorar el conocimiento genético y psicológico, posibilitar un mejor estudio de las
enfermedades que atacan a los seres humanos, producir proteínas, sustancias importantes
para el desarrollo y órganos o tejidos para trasplantes.
El desarrollo de la ciencia, pone en nuestras manos mucho poder, su mal uso podría llevarnos
a la autodestrucción. En el contexto del descubrimiento de Einstein de la teoría de la
relatividad, que fue utilizada por otros científicos para lograr la fisión del átomo y la creación y
puesta en práctica de la bomba atómica, surge el descubrimiento de la biología molecular y con
ello la manipulación genética y técnicas de clonación.
Con la clonación se alimenta la idea de que algunos hombres pueden tener un dominio total
sobre la existencia de los demás, hasta el punto de programar su identidad biológica la cual se
selecciona sobre la base de criterios arbitrarios.
Una aplicación positiva de la clonación seria con el fin de perpetuar animales con
características especiales, para la producción de alimentos, fármacos, órganos para
trasplantes.
El Comandante habló muchas veces de la clonación de la vaca Ubre Blanca que implanto
record de producción de leche. La clonación de especies como esta contribuiría en gran
medida a aliviar la situación imperante actualmente con los alimentos.
Resulta necesario experimentar con las técnicas de clonación, existe una decisión estratégica
de continuar en nuestro país, con esta línea de investigación. La Bioética traza las pautas para
conciliar los valores que aporta una solución científica, con los peligros que ésta puede
reportar, la finalidad de la ciencia debe ser servir a la humanidad, y no causarle prejuicio.
COCNCLUSIONES
Si bien la clonación puede beneficiar al ser humano a encontrar la cura a numerosas
enfermedades y trastornos, es necesario realizar un seguimiento a nivel mundial de las
actividades que se realizan en materia de clonación, generalmente cuando los experimentos
son aplicados en animales solo es cuestión de tiempo y dinero que se apliquen en seres
humanos, lo que provocaría una violación a los principios éticos, además los resultados pueden
ser utilizados en contra del propio hombre, se ha estudiado que se puede obtener seres
humanos con características físicas especiales, si le unimos que la conciencia gira en torno a la
educación y el ambiente que rodea al individuo, resultaría peligroso si no se controla.
En el caso de la clonación terapéutica puede ayudar a mejorar el nivel de vida de los seres
humanos, al igual que la clonación de especies que permitan la obtención de sustancias
necesaria para la salud y los alimentos.
BIBLIOGRAFÍA
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LA CLONACIÓN HUMANA Y SUS IMPLICACIONES ÉTICAS
Son muchas las consideraciones éticas que pueden hacerse en torno a la clonación humana.
Una aproximación sería considerar el fin de la clonación : si es obtener un nuevo ser
desarrollado (clonación con fines reproductivos) o un embrión que será destruido para
proporcionar células o tejidos (clonación humana con fines terapéuticos).
Existe entre la comunidad científica una actitud bastante generalizada de rechazo hacia la
clonación humana con fines reproductivos, aunque sólo sea por consideraciones prácticas:
bajo porcentaje de éxitos, alto número de óvulos requerido, posibilidad de alteraciones o
enfermedades en los clones... Estas objeciones, que se centran en las consecuencias negativas,
no parecen tener suficiente fundamento, y con frecuencia se oye a investigadores afirmar que
si hubiese un motivo realmente importante para clonar seres humanos no verían
inconvenientes en que se hiciera. Los argumentos con un fundamento de tipo antropológico, y
por tanto más sólido, podrían resumirse del siguiente modo:
El clonado sería seleccionado positivamente por otros, que han decidido cuál va a ser su
dotación genética y sus características biológicas.
El clonado sería generado con un fin: emular a alguien cuyas características interesan por algún
motivo: un hijo fallecido al que se pretende sustituir, un genio cuyas habilidades interesa
mantener, etc. Las consecuencias psicológicas de esa presión serían imprevisibles.
Se puede formular positivamente lo expuesto diciendo que, cualquier ser humano tiene
derecho a que:
Ser querido por sí mismo y no para conseguir un fin, como emular o reemplazar a alguien
(planteamiento que supone, además, un desconocimiento total de cómo son los seres
humanos).
Tener un padre y una madre de los que procede, también biológicamente y que son
responsables de él.
Dicho de otro modo: la clonación reproductiva atenta a la libertad del clon, fija sus condiciones
biológicas según el criterio de otros, y en ese sentido es un ejemplo difícilmente superable de
manipulación del hombre por la técnica (manejada por terceros).
¿En qué consiste entonces la propuesta de clonación humana con fines terapéuticos?
Consistiría en combinar la técnica de clonación con la de obtención de células madre
embrionarias, para curar a adultos que tuviesen una enfermedad que pudiera resolverse
mediante transplante celular. Esto se haría de la siguiente manera:
1. Mediante la técnica empleada en Dolly se generaría un embrión a partir de células
diferenciadas de la persona que se quiere curar.
2. El embrión obtenido por clonación se destruiría a los 6 días para obtener a partir de él
células madre embrionarias.
3. Esas células se especializarían hacia el tipo celular necesario para curar a la persona en
cuestión.
1. Introducción.
7. Clonación.
1. Introducción.
Los humanos hemos manipulado la reproducción de animales domésticos desde los tiempos
prehistóricos con el fin de seleccionar los individuos que presentaran las caracterí-sticas más
deseables. Gracias al impulso tecnológico que tiene por finalidad la eficacia a bajo coste se ha
ido progresando en la tecnologí-a reproductiva animal. En este aspecto de la manipulación de
embriones es tal el desarrollo actual que sólo nos centraremos en aquellas manipulaciones
que afectan directamente a la especie humana. En la literatura cientí-fica, podemos ver que
antes que naciera la primera bebé probeta la transferencia de embriones o la inseminación se
estaba ya utilizando por ejemplo en animales. Así-, en 1951 nació el primer ternero producto
de una transferencia de embriones, y por citar un dato reciente en 1989 en U.S.A., se
contabilizó la transferencia de unos 60.000 embriones de vaca o unos 132000 en Europa de los
cuales 25.277 fueron congelados y conservados. Hoy en dí-a en el campo ganadero es cada vez
más importante la Fecundación “in vitro” y Transferencia de Embriones (FIVET). Se puede
contabilizar que el 27 % de las vacas y el 44% de los toros utilizados para la producción son
producidos por transferencia de embriones en U.S.A. Junto a la FIVET son ya habituales en
veterinaria otros técnicas, como son: la crioconservación, el sexaje de embriones o la
clonación, y otros están todaví-a en fase de elaboración aunque ya con resultados, como la
formación de animales transgénicos.
La primera de las intervenciones sobre el embrión humano, es la relación que existe entre la
producción de éstos en la FIVET y su posterior destrucción. Es decir, la utilización de un
numero elevado de embriones para la consecución de un embarazo. Pero las cosas no acaban
aquí-, pues aceptado que los embriones humanos pueden ser un medio para alcanzar un fin
“terapéutico”, el mismo impulso biotecnológico requiere necesariamente como en cualquier
otra área de la biomedicina una investigación para ir perfeccionando dicha técnica o crear
variantes mucho más eficaces. Este hecho fue propuesto desde el principio de la FIVET. Se ha
mantenido, por muchos que ligado a estas técnicas era necesario la producción de embriones
humanos para uso de la investigación y experimentación. Es una “exigencia científica”, no solo
para maximizar los resultados de la FIVET sino para alcanzar un conocimiento mejor del
desarrollo embrionario, investigar enfermedades, etc.
Edwards decía en 1984 “en algunos laboratorios son recogidos ovocitos pre-ovulatorios de
mujeres no estériles que consienten en ello. Estos ovocitos son fecundados “in vitro” sin
intención alguna de transferir esos embriones al útero; son usados exclusivamente con fines
de investigación, para estudios de observación y experimentación. Estos no son embriones de
reserva como los que se obtienen en las clí-nicas para el tratamiento de infertilidad mediante
la FIVET sino que son utilizados de una manera semejante a los embriones utilizados para
investigación”. Esta afirmación, es hoy un hecho en progresión. Muchos de los datos que
conocemos sobre la biologí-a del desarrollo se están obteniendo en investigaciones sobre
embriones humanos que no tienen nada que envidiar desde el punto de vista metodológico y
práctico a las que se hacen con embriones no humanos. Sólo quedan fuera aquellas prácticas
que conllevan partición o combinación de embriones o alteraciones de su patrimonio genético,
por los efectos desconocidos que pudieran derivarse. Es cierto que muchas legislaciones sobre
todo Europeas impiden la fabricación directa de embriones para uso directo de investigación
como material biológico, pero no es menos cierto que en las clí-nicas de FIVET, y
departamentos adscritos a ellas, se realizan con embriones viables o no viables y sobrantes
(huérfanos), numerosas investigaciones que tienen el mismo rigor metodológico e igual trato
de que si se trataran embriones de ratón o cerdo. Esta tendencia es manifiesta en diversos
artí-culos. Recientemente se defendí-a en uno de ellos que la investigación con embriones
humanos era una fase crí-tica para el desarrollo de terapias para la infertilidad, contracepción
u oncologí-a. Sostení-a además que los utilizados hasta ahora son las sobras de la FIVET y que
su baja calidad no es suficiente para hacer rigurosos estudios. Fruto de esta presión en 1990 en
Gran Bretaña la “Human Fertilization and Embryology Authority” ha aprobado el poder crear
embriones para ser usados en áreas especificas de investigación : a) promover avances en el
tratamiento de la infertilidad, b) aumentar el conocimiento sobre las causas de enfermedades
congénitas, c) conocer las causas de los abortos espontáneos, d) desarrollar técnicas más
efectivas para la contracepción, e) desarrollar métodos para detectar la presencia de un gen o
anormalidad cromosómica en embriones antes de su implantación. El artí-culo finalizaba con
una afirmación que describe a las claras el objetivo de estos investigadores: sin investigación la
proporción de éxitos de la FIVET estará estancada en el nivel actual y el conocimiento básico
de las fases tempranas del desarrollo humano se atrofiarí-a. Además, no todas las aplicaciones
tecnológicas alcanzarán su perfeccionamiento y realización.
Pero todaví-a hay más. La espiral tecnológica tiene sus derechos, y no puede consentir que en
el proceso surjan seres defectuosos. La FIVET tiene que tener un grado de eficacia tal que no
permite la presencia del anormal. Ni el cientí-fico lo quiere, porque serí-a una chapuza de su
hacer tecnológico, ni los padres lo desean, porque ya que quieren un hijo a la carta, no se
puede aceptar lo que venga. Surge entonces la exigencia eugenésica. No solo quiero un hijo,
sino además sin defecto o de un determinado sexo. Los que no cumplen los requisitos son
eliminados.
Salta a la vista a cualquier observador, que la primera de las manipulaciones sobre el embrión
humano es la relación que existe entre la producción de embriones en la FIVET y su posterior
perdida o destrucción. Es decir, la utilización de un número elevado de embriones para la
consecución de un embarazo. Este fin se suele justificar por la decisión autónoma de una
mujer que por problemas de esterilidad desea tener descendencia. Pero como hemos indicado
las cosas no acaban aquí-, si aceptamos que los embriones humanos pueden ser un medio
para alcanzar ese fin, vamos a llamarle “terapéutico”, ese mismo deseo o derecho a
descendencia puede servir de paraguas a toda investigación necesaria para perfeccionar dicha
técnica de la FIVET. Así-, desde el principio de la FIVET se ha mantenido por muchos que ligado
a estas técnicas era necesario la producción de embriones humanos para uso de la
investigación y experimentación, como dijimos anteriormente. Esta claro pues, que la actitud
de dominio sobre el embrión, se apoya en el deseo de adquirir un cierto grado de calidad de
vida por parte de los padres a través de éste. Esto lleva a valorarlo desde el marco del
relativismo y subjetivismo. El embrión pasa a ser objeto indefenso que tiene que superar un
determinado tope de calidad. Sino, no hay derecho a vivir.
Dos son las justificaciones para hacer esta degradación del embrión y así- aceptar la perdida y
destrucción de ellos.
b) desposeer del carácter humano al embrión mediante un hábil truco lingí¼í-stico, acuñando
un nuevo termino como es el de “prembrion”, para designar una etapa que ellos crean, y
durante la cual existirí-a algo distinto al embrión y que no tendrí-a carácter humano. Esta
táctica ya fue puesta en practica en la década de los 70 para conseguir el poder experimentar
con fetos. Así- se distinguió entre fetos viables o inviables, siendo los segundos desposeí-dos
de derechos (por su baja calidad de vida) y susceptibles de ser usados para la investigación o
para el transplante de tejidos. De esta forma el concepto de preembrión se ha convertido para
muchos investigadores en el “calmante de sus conciencias”. De un plumazo y con argumentos
muy débiles han degradado al embrión en sus primeras fases del desarrollo al mundo de lo
prehumano o subhumano, siendo un material biológico desprovisto de dignidad humana.
A continuación vamos a analizar con más detalle los otros dos campos de muerte de
embriones humanos. Me gustarí-a insistir que la crí-tica que haré no tiene por qué hacerse
extensiva en algunos casos a las técnicas que se utilizan, sino al mal uso que de ellas se esta
haciendo. De hecho en veterinaria todas ellas son de gran utilidad.
Las exigencias de la investigación entorno a la FIVET y su puesta a punto son varias y algunas se
han puesto en evidencia en la introducción de este trabajo. Así-, hay cientí-ficos que afirman
que la destrucción de embriones es necesaria para averiguar, cual es la causa de que solo del
20 al 42 % de los ovocitos fecundados “in vitro” lleguen al estado de blastocisto a los 5-6 dí-as
después de la fecundación en el medio de cultivo. Conocer el porque, es imprescindible para
resolver cual es la razón por la que muchos embriones que son transferidos al útero no se
implantan y se pierden. Estudios realizados sobre esta cuestión con embriones obtenidos con
fecundación “in vitro” FIV (sobrantes o no viables), demuestran que la máxima frecuencia de
detención en el desarrollo se produce cuando el embrión empieza a producir sus primeras
proteí-nas. Además, otros estudios indican que el 40% de los ovocitos obtenidos por
superovulación tienen un cariotipo alterado y que el 37 % de los zigotos y el 21% de los
embriones obtenidos por FIV padecen de anomalí-as graves.
También es necesario para la puesta a punto de la FIVET investigar sobre el tipo de
metabolismo que tienen los embriones durante las primeras semanas del desarrollo para
poder elaborar unas condiciones de cultivo optimas que permitan tener desarrollándose
durante varios dí-as los embriones. Esto permitirí-a obtener un mayor numero de embriones
normales para ser transferidos o crioconservados o la posibilidad de ser mejor diagnosticados
y eliminar los defectuosos. Así- se busca facilitar la identificacion de los embriones más sanos y
también que la probabilidad de que los transferidos se implanten aumente, cosa que
recientemente parece confirmarse.
Otro campo de indudable interés es todo lo relacionado con el proceso de implantación de los
embriones, pues a nadie escapa que un conocimiento de este proceso conllevarí-a
incrementar la eficacia de la transferencia e incrementar las tasas de éxitos de la FIVET, así-
como evitar los numerosos embarazos múltiples que la acompañan. Se trata pues de conocer
para dominar y no ir a ciegas como ocurre en la actualidad, donde existe una incertidumbre
total sobre el resultado final de la transferencia de embriones.
Por ultimo en este campo de experimentación ligado directamente a la FIVET no hay que
olvidar las investigaciones realizadas para la puesta a punto de técnicas como la de la inyección
intracitoplasmatica de espermatozoides (ICSI) o el diagnostico genético de enfermedades
hereditarias en embriones preimplantatorios: diagnostico preimplantatorio.
Pero junto a estas lineas de investigación relacionadas con la FIVET, han surgido durante estos
últimos años muchas más que tienen un carácter inminentemente básico.
En el terreno morfológico son usuales estudios con microscopí-a electrónica de barrido de los
embriones humanos en sus primeras fases de desarrollo, con el fin de determinar mejor el
momento de la compactación de los embriones.. En los estudios sobre patologí-a son
habituales los dedicados a determinar la presencia de anormalidades citogenéticas en los
embriones preimplantados y determinar la tasa de incidencia de estas así- como la relación
que pueda existir con la morfologí-a de los embriones.
Hoy en dí-a, la FIVET posibilita realizar el diagnóstico genético incluso antes de la implantación
con las obvias ventajas que esto entraña. Este DP, está todaví-a en fase experimental, pero se
han obtenido ya resultados importantes y con amplias perspectivas. Su desarrollo está
estrechamente relacionado por un lado, con la Tecnologí-a de la Reproducción Asistida, y por
otro con la Genética Prenatal. Además, también se investiga en métodos no invasivos que
permitan extraer conclusiones sobre la salud de los embriones. De esta manera se puede
hablar en el DP de técnicas 1) no invasivas: aquellas que respetan la integridad celular del
embrión y de 2) invasivas: en los que se practica la biopsia de células del embrión. En este
segundo tipo de DP existen tres técnicas generales para la obtención de células para el
diagnóstico genético del embrión preimplantado : A) Biopsia del corpúsculo polar (extracción
del producto haploide no funcional, resultante de la meiosis I) B) Extracción de una o dos
células (blastómeros) del embrión cuando se encuentra en el estadio de 4-8 células. C) La
Biopsia de células citotrofoblásticas (las que van a formar la placenta, no el cuerpo del
embrión).
De los actuales estudios, puede concluirse que en humanos la biopsia de un cuarto de masa
celular del embrión al tercer dí-a después de la fecundación puede ser el estadio óptimo para
la biopsia. Obtenidas las células los blastomeros se pueden estudiar principalmente mediante
tres análisis: citogenético a través del cariotipo, por hibridación “in situ” con el uso de sondas
génicas y estudio de los genes mediante la técnica de la Reacción en Cadena de la Polimerasa
(PCR).
Hasta la fecha el DP se ha utilizado “con éxito” para enfermedades hereditarias ligadas al sexo
y algunas autosómicas, pero las técnicas son adaptables en principio al creciente número de
enfermedades genéticas en las que se conocen las oportunas secuencias de ADN. La aspiración
del diagnóstico prenatal para algunos autores es dar a los padres la oportunidad de
interrumpir los embarazos de fetos con anomalí-as. Para la mayorí-a de enfermedades
hereditarias ligadas al sexo (más de 200) el diagnóstico especí-fico (directo de la enfermedad)
no es posible, por ello la única opción según su parecer, es abortar todos los fetos masculinos,
la mitad de los cuales pueden no estar afectados. El DP ofrece “la alternativa” consistente en
seleccionar los embriones femeninos obtenidos por FIVET en parejas con riesgo de transmitir
enfermedades hereditarias y solamente éstos ser transferidos a la madre. La amplificación de
los fragmentos de ADN desde una o varias células ha permitido el estudio del DP de variados
defectos genéticos tales como: 1) Fibrosis quí-stica cuya incidencia en nacimientos vivos es de
1/1.600 para los Caucasianos. 2) Distrofia muscular de Duchenne cuya incidencia en
nacimientos vivos es de 1/3.000 varones (ligado al X). 3) Enfermedad de Tay-Sachs cuyo gen
mutado es el de la hexoaminidasa A y cuya incidencia es de 1/3.500 para los Judí-os Ashkenazi
y de 1/35.000 para otros. 4) Hemofilia A (factor VIII de la coagulación defectuoso) cuya
incidencia es de 1/10.000 varones. 5) Sí-ndrome de Lesch-Nyham cuyo gen mutado es la
hipoxantina fosforibosil transferasa.
7. Clonación.
Decí-a antes que hasta aquí- es lo que se esta micromanipulando en el campo humano y esto
no es del todo cierto, pues si decí-amos que los experimentos que podrí-an afectar al
patrimonio genético solo estaban limitados a animales, hace unos años se abrió la primera
brecha, en los embriones humanos con las experiencias de clonación que sobre embriones no
viables se han realizado. Existen múltiples técnicas aplicadas en animales para producir la
clonación. Por ejemplo un método utilizado es obtener blastomeros de embriones de 4 a 32
células que son introducidos junto a ovocitos que se les ha desprovisto del núcleo.
Posteriormente con un impulso eléctrico se estimula la fusión de ambas células, resultando un
zigoto reconstituido con el material genético del embrión a clonar. De esta manera pueden
obtenerse teóricamente hasta 32 copias del embrión original, aunque con diferencias en el
ADN mitocondrial. En el hombre este tipo de experiencias u otras menos delicadas como la
partición de embriones, habí-an sido objeto de un pacto cientí-fico para no realizarse. Como es
conocido dos investigadores americanos realizaron un experimento de clonación de
duplicación gemelar que llevo a desarrollar dos embriones idénticos hasta el estadio de 32
células. El experimento se realizo con 17 embriones que presentaban diversas anomalí-as y
que se encontraban en diversos estados de división, a los que se les extrajo blastomeros que
fueron introducidos en zonas pelucidas artificiales. Solo los blastomeros procedentes de
embriones de 2 células llegaron a desarrollarse hasta embriones de 32 células. Esta
investigación que se presento en el congreso anual de American Fertility Society no tení-a el
rango de innovación cientí-fica sino que fundamentalmente se trataba de presionar en la
comunidad cientí-fica para introducir este tipo de prácticas.
La noticia sobre la clonación de la oveja Dolly hace unos meses, pues, no tendrí-a un fuerte
impacto en los medios cientí-ficos sino supusiera haber conseguido, por primera vez,
demostrar experimentalmente algo que en teorí-a se ha estado sosteniendo durante muchos
años y no se habí-a logrado: la capacidad de totipotencia de los núcleos de las células de un
organismo adulto y haber conseguido por lo tanto la clonación de un ser vivo adulto, es decir
un gemelo de un padre: un hijo por reproducción asexuada. Más en concreto, las experiencias
de Wilmut y colaboradores recientemente publicadas tienen por eje responder si se puede
llegar a desarrollar a término un organismo partiendo de núcleos de células donadoras que se
encuentran en el estadio G0, es decir, de células diferenciadas derivadas de tejido fetal o de
adultos. En el experimento los autores consiguen ocho nacimientos, de los cuales uno procede
de un núcleo de una célula de glándula mamaria de una oveja introducido en un ovocito
enucleado (no fecundado) de otro tipo de raza de oveja, naciendo por transferencia del
embrión en una oveja de raza similar a la que aportó el ovocito. La nueva oveja es
morfológicamente similar a la donadora del núcleo y no a la donadora del citoplasma del
ovocito. La conclusión del trabajo es que la diferenciación de la célula parece no producir
modificaciones irreversibles en el material genético, que lo incapaciten para desarrollar un
adulto a término, produciéndose el primer nacimiento de un mamí-fero de un núcleo
diferenciado. Una oveja clónica que muestra sólo diferencias con su progenitor hermano en
cuanto al ADN de sus mitocondrias.
Son muy variadas pero a modo de sí-ntesis se puede indicar que en todas ellas los derechos de
la ciencia o de los usuarios han prevalecido en función de un baremo de calidad de vida sobre
los indefensos embriones humanos. Es patente que bajo el paraguas de solucionar el problema
de la esterilidad se están destruyendo numerosos seres humanos y poco a poco se está
filtrando una mentalidad eugenésica que tiende a seleccionarlos en función de parámetros
diversos. De esta forma se está conculcando y poniendo entre paréntesis de forma progresiva
la aplicación del derecho a la vida al grupo de seres humanos que se encuentran en las
tempranas fases de su desarrollo.
Estamos ante una prueba palpable de como la alianza entre las posibilidades que tiene el
“logos técnico” y una libertad humana autónoma, despoja o priva a determinados individuos
de la especie humana de la dignidad que les es debida. Todo ello justificándose en razones de
avance de la ciencia medica.
Así-, se trata de evitar diagnósticos prenatales y aborto en fases más tardí-as, para el
diagnóstico preimplantatorio, o para la clonación perfeccionar la FIVET en situaciones
especiales o conseguir copias de uno mismo o de un ser querido.
En conclusión se puede afirmar que hoy en dí-a en diversas zonas del planeta, al embrión
preimplantatorio principalmente se le instrumentaliza, se le selecciona y se le puede privar de
su propia identidad en la clonación.
¿Como hemos llegado a generar esta situación? ¿Es posible que lleguemos a la conclusión de
que el embrión humano se ha convertido hoy en un objeto sobre el cual la experimentación se
lleva a cabo del mismo modo, a como se realizaba hasta ahora con embriones y fetos de
animales?
Es evidente que hay una causa fí-sica, en esta situación, como es el hecho de las posibilidades y
ocasiones que permite la FIVET para actuar sobre el embrión. Pero también considero que hay
otras causas. El impacto de la investigación biomédica y sus progresos en la sociedad son
moderados y regulados por los paradigmas éticos que existen en la cultura del momento. Es
cierto que los primeros experimentos en FIVET se realizaron en animales con intención
terapéutica pero su aplicación en la clí-nica solo se pudo producir en una sociedad en la que
progresivamente se habí-a debilitado principalmente por la aceptación del aborto la defensa
de la vida humana. Además, en la actualidad, aplicaciones que estaban teniendo lugar en el
campo de la veterinaria se van intentando presentar hoy como adecuadas también para la
medicina. Está claro, pues, que los planteamientos antropológicos y éticos que sostenga una
determinada sociedad sobre la vida humana, afectan y condicionan a todos a los cientí-ficos y
a los que cosumimos los productos de la ciencia. Dos pienso que son las coordenadas
culturales que influyen más fuertemente sobre la concepción que tiene nuestra sociedad sobre
la vida humana y que llevan a que ésta sostenga un modelo que podí-amos denominar de ética
de la calidad de la vida humana.
b) Es cada vez más evidente que en nuestra sociedad se concibe la libertad humana como
desvinculada de la naturaleza biológica. Esta ultima no presenta exigencias o deberes a la
libertad. La autonomí-a de la conciencia es total, por lo que ésta misma queda reducida a la
aceptación de los deseos del sujeto que se convierten en imperativos éticos que son puestos
en acción por la libertad.
Estas ideas aquí- resumidas llevan en el plano individual y colectivo a tratar a la vida humana
desde un subjetivismo y relativismo cada vez mayor y a tener una concepción de la ciencia
como un instrumento de poder en la linea de lo que podemos denominar “cientifismo
tecnológico”. Un instrumento de poder y dominio sobre la naturaleza biológica incluida la
humana. Todo ello al servicio de una conciencia cada vez más sumida en deseos subjetivos,
sobre todo de maximización del bienestar y del placer personal que llevan a plantearse: ¿por
qué todo lo que es posible en el plano tecnológico no va a ser posible en el plano ético, si
siempre hay alguna situación razonable que puede ser invocada por alguna conciencia o
grupos de ellas? Desde esta perspectiva la “vida humana acaba siendo como un terreno donde
es posible intervenir siempre y cuando la libertad del individuo o la sociedad lo determine. No
hay límites éticos absolutos, pues la vida humana está en el campo del “tener”, de la
propiedad. La vida humana se cosifica, es terreno para la técnica y la ciencia, según los deseos
de la libertad”. Confluyen sobre ella “el poder de la ciencia y una ética autónoma que justifica
al uso de la ciencia, no en beneficio de la vida humana, sino en función de las directrices y
apreciaciones de una conciencia autónoma”. La vida humana queda así reducida a términos
de “utilidad biológica: solo es valida la vida humana que tiene una cierta calidad, según unos
parámetros, la vida “per se” no tiene un valor absoluto, es relativa a algo. Con este
presupuesto se pierde el respeto a la diversidad biológica, y se concibe la vida humana, bajo el
prisma eugenésico, con los peligros que esto conlleva”.
Con estos presupuestos culturales es entendible declaraciones como la de Edwards “yo estoy
convencido que los embriones humanos deben ser respetados, pero en los primeros estadios
no se les debe proteger tanto que no podamos estudiarlos….creo que la necesidad de conocer
es mayor que el respeto que hay que dar a un embrión precoz” o como dice Walton
refiriéndose a la experimentación embrional “el potencial beneficio para la sociedad y el
sufrimiento humano es incalculable. Si se rechazara esta sensible y humana posibilidad se
habrí-a realizado un golpe devastador en el futuro de la medicina y de la ciencia biológica”.
Como se ve estamos ante argumentos de tipo consecuencialistas que siempre son susceptibles
de construirse. En la actualidad pues, no se manipula más en embriones humanos no por
respeto a estos seres sino por el miedo a la ley, a lo desconocido o a las consecuencias que se
podrí-an derivar.
¿Cabe solo esta posición ante la vida humana inocente? ¿existe otra forma de tratarla?
Evidentemente si. Junto a la ética de la calidad de la vida humana existe una de la
inviolabilidad de la vida humana, que tiene raí-ces muy fuertes desde Grecia hasta la sociedad
actual y que ha inspirado la ciencia biomedica y sus códigos deontológicos durante 2000 años.
Muchos consideran que hay que reencontrarse con ella y es más, el debate bioético actual se
centra en el reeencuentro con ella o la completa asunción del modelo de ética de calidad de
vida. Expondré sucintamente el criterio básico de esta postura de respeto absoluto a la vida
humana inocente y apoyándome en ella realizare una crí-tica de las micromanipulaciones de
embriones, indicando cuales son los criterios en mi opinión que deben regular las actuaciones
con los embriones humanos.
A) No es razón suficiente, decir que en la naturaleza hay perdidas de embriones, porque este
hecho no concede ningún derecho a provocarlas voluntariamente o a poner a los embriones
en situaciones de padecerlas con una alta probabilidad. En la naturaleza acaecen multitud de
fenómenos que ponen en peligro la vida humana como son infecciones, epidemias,
terremotos, accidentes fortuitos de diversa indole y nadie claro esta tiene derecho por eso a
provocarlos libremente o a crear directamente situaciones similares en las que exista una alta
probabilidad de que sucedan. Es contrario, pues, a la dignidad humana mantener en vida
embriones humanos para fines experimentales o comerciales y exponer deliberadamente a la
muerte a embriones humanos obtenidos “in vitro”. La experimentación con embriones para
optimizar la técnica de la FIVET es una reducción del ser humano como medio para otros fines,
es el sacrificio de unos por otros, la explotación de unos seres indefensos.
La congelación de estos se presenta también como una ofensa sobreañadida pues se le expone
a graves riesgos de muerte o de daño de su integridad de vida y se le priva al menos
temporalmente de la acogida y de la gestación materna, exponiéndole a situaciones de nuevas
lesiones y manipulaciones. La congelación es un atentado también a la propia teleologí-a de
desarrollo inmanente que presenta autónomamente el embrión, una limitación al derecho a
desarrollarse y buscar su propio fin. Como afirman algunos autores solo se puede contemplar
la congelación de un embrión como licita si fuera la única alternativa existente para salvar la
vida de un embrión y siempre claro esta no fuéramos nosotros los causantes directos de esa
situación peligrosa. Es evidente que estar en contra de los bancos de embriones no es una
postura de tipo confesional ni una ignorancia de la embriologí-a actual. Somos muchos los
embriólogos y bioeticistas que pensamos que esta situación es un atropello a seres humanos
inocentes. Para demostrarlo sólo hay que acudir a las revistas cientí-ficas y ver la discusión
existente sobre el particular. Es sorprendente y denota una ignorancia de la embriologí-a
despachar esta cuestión como si fueran gambas lo que se está congelando. Nadie considera los
embriones humanos como unos coágulos, hacer eso es demagogia.
A todas luces el problema ético que se plantea en los embriones huérfanos es una cuestión
espinosa que muestra con claridad como la congelación de un embrión puede ser para este
una sentencia de muerte por caducidad. En este caso el olvido o el desinterés de los padres
deja a estos seres humanos ante tres disyuntivas o “pudrirse”, ser descongelados para
utilizarlos con fines de investigación o destruirlos. Frente a estas situaciones que para muchos
son el callejón sin salida ante algo que nunca se debió hacer, consecuencia lógica de un ilí-cito,
y que muestran que hay un error de partida, algunos plantean que al igual que en otros hechos
lamentables de la vida, se puede mantener por un lado una firme defensa en recomendar que
no se haga lo que conduce a esas situaciones y al mismo tiempo dar soluciones lí-citas y lo más
positivas posibles que minimicen los efectos negativos. En este caso serí-a conseguir la posible
supervivencia de esos embriones que mantiene aun congelados su derecho a la vida. Es así-
como ante algunas iniciativas en este sentido se ha abierto un cierto debate bioético sobre la
conveniencia de esas alternativas. En concreto la más barajada ha sido la conveniencia de
utilizar en estos casos la posibilidad legal o no de donación de los embriones a otras parejas
dispuestas a llevar adelante el embarazo.
Partiendo del hecho de que estos embriones son seres humanos hay que buscar una
alternativa ante su situación crí-tica que este de acuerdo a su dignidad y que la salvaguarde en
la situación en la que se encuentran. Para muchos autores favorecer la vida de estos
embriones es darles una oportunidad para que en un útero femenino – lugar de acogida-
puedan desarrollarse. Se tratarí-a de una situación similar biológicamente a la maternidad
subrogada o de alquiler, pero de naturaleza ética distinta, pues estarí-amos ante un caso de
adopción prenatal. Según esta postura que comparto, el objeto ético serí-a una acción de
ayuda, acogida o solidaridad por parte de alguien que da algo de sí- (la madre adoptante) y
que es esencialmente similar a la acción de adopción de un niño huérfano al que se le da una
posibilidad de una educación adecuada a su dignidad. Es más, en esta situación y dada la
gravedad de la situación esta adopción presenta una mayor altura moral pues se trata de un
intento in extremis de salvar la vida de otros seres humanos.
1) Unas centradas en el estatuto del embrión y las manipulaciones de embriones que conlleva
el DP.
2) Las otras centradas en las posibles aplicaciones eugenésicas. Selección genética de la
descendencia.
a) Todo diagnóstico realizado sobre el embrión debe ser utilizado en su propio beneficio.
Además el peligro que supone ese nuevo diagnóstico sobre su integridad para ser asumido
debe estar en proporción a los beneficios que le pueda reportar.
b) En la actualidad, por todo lo que hemos indicado en los apartados anteriores, el DP supone
una técnica que no está encaminada a la curación del embrión y que además presenta unos
riesgos desproporcionados a su integridad. Es más, la destrucción y pérdida de embriones no
sólo se produce en relación a la FIV, viabilidad en cultivo de los embriones y destino incierto en
la transferencia, sino que las propias técnicas suponen en mayor o menor medida todaví-a una
pérdida de embriones
c) Para la eticidad de esta práctica clí-nica, deberí-an darse varias circunstancias: 1) Que el
embrión no sufriera consecuencias indeseables para su integridad y supervivencia durante su
recogida en trompa y útero, posterior cultivo y desarrollo. 2) Que la transferencia asegurara su
posterior implantación. 3) Por último, como ya indicamos, que exista una proporción entre los
riesgos que hay que asumir, pues siempre existirán, y el resultado beneficioso del diagnóstico
para el embrión, es decir, la consecuencia terapéutica que se deriva de ese diagnóstico.
d) Está claro que la puesta a punto de estas técnicas se debe realizar, como ocurre con
cualquier otro tipo de investigación humana, primero en animales y sólo puede realizarse una
experimentación en embriones humanos cuando ésta sea la única forma terapéutica
disponible -aunque esté en fase de experimentación, ante una enfermedad incurable- con el
consentimiento de los padres. Es evidente que junto al perfeccionamiento del DP se requiere
un perfeccionamiento de terapias adaptadas a los embriones.
e) Es innegable que en la actualidad, sobre los embriones humanos se están realizando todo
tipo de investigación y experimentación sin haber realizado la puesta a punto de esta técnica al
lí-mite con animales (sobre todo con primates). El fácil uso de embriones sobrantes de la FIVET
ha generado la explotación de ésta como material de experimentación en la puesta a punto de
unas técnicas para servir al deseo de los padres o de los cientí-ficos. Claramente se manifiesta
en el estado actual del DP, la “veterinización” que ha sufrido el embrión preimplantatorio
después de que semánticamente se le desposeyera de la cualidad de embrión al denominarlo
preembrión y trasladarlo del mundo de los humanos al de las cosas.
f) Junto a esta mentalidad de falta de respeto a la vida humana, el planteamiento actual del
DP, es marcadamente eugenésico. Se está convirtiendo en un arma de selección por la que se
sentencia después del diagnóstico a muchos embriones a ser “chatarra biológica” y no tener
derecho a la existencia, incumpliendo así- el principio de igualdad de todos los seres humanos.
Pienso que frente a una ética de calidad de vida, la ética de la inviolabilidad de la vida humana,
supone no solo que el hombre no sea lobo para el hombre, sino también que el desarrollo
armónico de la ciencia sea a la medida del hombre.
g) El futuro de las aplicaciones del DP puede ser la selección genética y que esta se haga por
razones cada vez de menor importancia, bien para enfermedades menores (colesterol,
hipertensión etc.) e incluso criterios no médicos como género, color de los ojos, del pelo etc.
Es necesario adquirir mayor experiencia clí-nica en biopsia de embriones en animales puesto
que existe una enorme pérdida de ellos durante el proceso diagnóstico. Su desarrollo en el
futuro depende de una concepción ética diferente a la actual. Si verdaderamente se pretende
que el DP sea útil a la medicina, debe abandonarse la actual utilización eugenésica de esta
técnica y ponerla más bien al servicio de la curación de los embriones humanos a los que hay
que respetar como pacientes.
La tecnologí-a no es neutral, puede calificarse éticamente en si misma, por los fines que
persigue y por las consecuencias que puede alcanzar. Nos encontramos en el mundo de los
lí-mites o mejor en el mundo de la responsabilidad humana. ¿Cómo conseguir que esa
tecnologí-a, que como todas es creadora de poder y dominio, sirva al hombre y no se revuelva
contra él? A mi modo de ver es evidente que es un problema que afecta a toda la sociedad y es
necesaria la intervención de los poderes públicos a través de la ley. Como se ha dicho en las
informaciones sobre el particular hay paí-ses, entre ellos España, en los que previendo la
posibilidad de la clonación, que técnicamente era posible desde hace tiempo en embriones,
estaba prohibida en humanos. Ciertamente se podrí-a argí¼ir que el legislador quizás pensaba
en este tipo de clonación y no la de un adulto, pero parece lógico pensar que lo que la ley
pretende evitar es la producción intencionada de copias biológicas de seres humanos. Pero
junto a la ley es necesario también una reflexión ética que dé fundamento a tales legislaciones
y dote de criterios deontológicos a los propios cientí-ficos, para que ellos mismos ayuden al
cumplimiento de la ley autoregulándose. La simple penalización de una conducta no elimina en
la práctica la posibilidad de que alguien pueda cometerla. También en el caso que nos ocupa el
hecho de su penalización no impide inmediatamente que nadie realice una clonación. Es más,
la sola posibilidad de que puede realizarse hace muy probable de que suceda, aún existiendo
leyes prohibitivas. ¿Significa ésto claudicar ante el poder de la tecnologí-a? No,
evidentemente, sino que es necesario junto a la instancia penal otra de orden ético que
impregne a los cientí-ficos y a la sociedad y minimize los efectos de posibles desaprensivos.
Esta sirve de dique a una posible expansión de conductas injustas con el ser humano o lo que
es lo mismo contrarias a su dignidad. Sólo la instancia penal es insuficiente para protegernos.
Evidentemente dar una respuesta ética a base de miedos o consecuencias es un arma de doble
filo y que además puede aparentar una cierta desconfianza frente a la ciencia. Pero al mismo
tiempo, es muy frí-volo decir que los que han denunciado posibles consecuencias indeseables
a estas técnicas sean ayatolas o pastores que pretenden paralizar el conocimiento cientí-fico.
Las consecuencias evidentemente son importantes a la hora de evaluar éticamente cualquier
tecnologí-a y es necesario ponerlas sobre el tapete de la discusión, aunque a mi modo de ver
no tienen la palabra definitiva. Tampoco las intenciones, muy unidas a las circunstancias, pues
siempre junto algunas que a todos nos parecen repugnantes, podemos encontrar otras bien
intencionadas que ejercen de paraguas protector para introducir la excepción. En concreto en
el orden de las consecuencias se ha barajado mucho una de ellas que harí-a ilí-cita la
clonación: la de tipo medio-ambiental. Según éstas la clonación supondrí-a la posibilidad de
dar un espaldarazo a un tipo de reproducción asexual que pondrí-a en peligro la biodiversidad
del mundo animal y el propio equilibrio ecológico. Se podrí-a imponer una cierta tiraní-a de los
especí-menes clonados que a la larga irí-a en detrimento de la variabilidad genética y de la
adaptación de una determinada especie. Pero junto a estas circunstancias negativas se pueden
colocar otras positivas. Por ejemplo, esta técnica supondrí-a poder perpetuar animales con
caracterí-sticas interesantes desde el punto vista ganadero o animales trasgénicos productores
de sustancias altamente interesantes desde el punto de vista farmacológico y sanitario o
portadores de órganos para trasplantes en un futuro próximo (xenotrasplantes). En mi opinión
estas pegas no son muy consistentes. Plantear el problema de una forma dialéctica, como una
confrontación tenologí-a-naturaleza biológica, me parece una sacralización excesiva de la
segunda. Es cierto que tenemos que minimizar los posibles efectos deletéreos de un abuso de
la naturaleza, o lo que es lo mismo de una manipulación irracional e injustificada de ella pero
no es menos cierto que el hombre, por su propia í-ndole natural, es un ser modificador de su
entorno que, si sabe hacerlo con sabidurí-a, puede al mismo tiempo extraer nuevas
potencialidades a la naturaleza y conservarla. En mi opinión la clonación sea cualquiera la
técnica utilizada es totalmente lí-citas en los animales, salvaguardando una serie de
condiciones. Las alteraciones del patrimonio genético en animales y vegetales plantean algún
problema ético pero no de muy difí-cil solución. Como principio ético general podemos decir
que siempre estas alteraciones deben estar orientadas al servicio del hombre o la naturaleza
de forma directa o indirecta.
Como consecuencia de esto no se puede tener por parte del investigador una intención de
hacer daño con la manipulación del genoma, con la clonación en este caso, como por ejemplo
podrí-a ser la producción de animales para dañar al hombre, que serí-an fines ilí-citos. Como
hemos dicho la creciente conciencia ecológica es un lí-mite a este tipo de clonaciones, pues es
evidente que cabe una cierta posibilidad de producir perturbaciones irreversibles en el
planeta. Esto es cierto, pero si se consigue evitar los riegos de estas técnicas y queda
compensado el riesgo residual, que siempre existirá en la aplicación de éstas, por los altos
beneficios que puede aportar a la humanidad, entonces hay justificación para estas prácticas.
Además, algunos investigadores consideran que el uso y manipulación del genoma de animales
y vegetales puede ser uno de los principales instrumentos para acabar con el hambre en el
mundo o aportar excelentes fábricas vivas de numerosas sustancias quí-micas valiosí-simas
para el hombre. Es más, algunos denuncian que los paí-ses ricos obstruyen a los paí-ses pobres
la adquisición de estas nuevas tecnologí-as para evitar que su superproducción deje de ser
comprada por los pobres.
Una cosa es ser gemelo accidentalmente y otra como consecuencia de la decisión de alguien.
La pérdida de autonomí-a en todo tipo de clonación es doble: por un lado se conculca el
derecho del producido a ser procreado a través del acto sexual humano, única forma adecuada
a la dignidad del hombre y tener un padre y una madre; por otra se conculca la independencia
biológica en el generante y generado. Para el primero se atropella el derecho a no ser copiado,
para el otro el derecho a la originalidad, a no convertirse en un ser copiado; en ambos casos la
dignidad del hombre es usurpada por el libre arbitrio del investigador o por una actitud
narcisista que no respeta los limites de autodisposición del propio cuerpo. En conclusión, hay
que defender con fuerza la ilicitud de la clonación humana e impedir experiencias, que pueden
ser la avanzadilla de investigaciones que rompan la barrera de la identidad biológica, sobre la
que se basa la diferencia de los humanos y su misma personalidad por la unión sustancial que
existe entre lo corporal y mental en el hombre.
En consecuencia a los principios antes enunciados, considero que con el embrión humano hay
seguir los siguientes criterios de conducta:
2) Serán licitas las intervenciones sobre el embrión humano siempre que respeten su vida y su
integridad y que no se le exponga a riesgos desproporcionados. Tendrán que tener como fin su
curación, mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual y que exista en
estas situaciones el consentimiento informado de los padres. Por lo tanto la experimentación
no terapéutica -en la que el embrión es cosificado a material biológico- por los riegos que
conlleva y el daño que puede suponer en unos seres con una fuerte labilidad biológica no se
debe practicar. Sólo la investigación que no suponga riesgos y que tenga por fin promover la
observación sistemática de un proceso humano, sin verifí-car el efecto de un determinado
tratamiento puede ser lí-cita. Como es lógico la utilización de embriones muertos en los que
esta certificada su muerte pueden ser utilizados para experimentación siguiendo los mismos
criterios éticos que se toman con otro ser humano muerto.
Por otro lado en la intervención genética sobre los embriones habrí-a que afirmar los
siguientes puntos:
a) Hay que desechar la idea de que tratar genéticamente al embrión está prohibido. Habrí-a
que extender al embrión y al feto las prerrogativas y derechos que la bioética reconoce a todo
ser humano adulto pues el embrión debe ser respetado como tal.
c) La medicina embriofetal es una especialidad que como otras debe beneficiarse del progreso
medico, el embrión es un paciente más ,”no es un objeto biológico de rango inferior que
pueda ser desechado en buena conciencia. El embrión humano esta abierto a todas las
iniciativas cientí-ficas, con la condición que sea respetado. La moratoria a las intervenciones
genéticas sobre células germinales tiene carácter provisional, está condicionada por lo
rudimentario de nuestra tecnologí-a. No puede ser una decisión permanente, expresiva de la
carencia de valores éticos del embrión”. La investigación en biología moderna hace esperar
que el traslado y la mutación de los genes puedan mejorar las condiciones de cuantos son
golpeados por enfermedades cromosomicas y puedan así- sanar los más pequeños y débiles
entre los seres humanos durante su vida intrauterina y en el periodo inmediato a su
nacimiento.
¿Responde la situación social actual a estos criterios? No, pero existe un enconado debate que
responde en mi opinión al choque entre dos planteamientos bioéticos irreductibles y que
antes he descrito someramente. Como indique al inicio de este trabajo algunos paí-ses como
Gran Bretaña o Estados Unidos mantienen una polí-tica que permite la creación de embriones
humanos con fines de experimentación. Esto impide que el primero pueda aceptar la reciente
Convención Europea de Bioética. De hecho la elaboración de este documento a puesto sobre
el tapete nuevamente el debate sobre el “estatuto” del embrión humano con posturas
enfrentadas. En Estados Unidos el debate también ha sido enconado con posicionamientos de
claro carácter utilitarista frente a otros que defienden la inviolabilidad de toda vida humana y
por lo tanto su no instrumentalización. Este debate ha tenido como telón de fondo la creación
de un comité o jurado el “Human Embryo Research Panel” encargado por los Institutos
Nacionales de Salud (NIH) y la postura adoptada por el presidente Clinton. En sí-ntesis se
debatí-a si era posible dar financiación federal a proyectos de investigación utilizando
embriones humanos.
Antes de terminar este estudio quizá convendrí-a preguntarse otra vez cómo hemos llegado
hasta aquí-. Yo sólo encuentro por ahora una respuesta: romper el absoluto ético de que la
única forma de venir a este mundo es la procreación natural está siendo vital para desposeer
al embrión de su dignidad y poder instrumentalizarlo. Si podemos generar técnicamente seres
humanos en el laboratorio, en función de determinados intereses, ¿cómo no vamos a
considerarlos inferiores en dignidad a lo adultos?. Volviendo al tema, pienso que el problema
de los embriones huérfanos plantea poner sobre el tapete y discutir la reproducción asistida
en nuestra sociedad y detectar los efectos indeseables que produce. En el registro de la
American Fertility Society de 1992 nos encontramos que de 37.955 ciclos con recuperación de
ovocitos, 29.404 corresponden a la FIVET con un 16,8% de niños nacidos. La conclusión de este
trabajo es significativa. En ese año hay más programas que se ofrecen, más ciclos de
tratamientos, pero la media de éxitos exhibe un pequeño incremento comparado con los datos
de años anteriores. En el reciente registro perteneciente a 1993 las cifras cambian poco de
43.975 ciclos hubo 8741 partos lo que representa una eficacia del 17,19 %. Esta tecnologí-a ha
producido efectos muy espectaculares, pero parece encontrarse en una fase de
enlentecimiento de sus resultados o agotamiento de sus posibilidades. Salir de esta espiral
tecnológica es difí-cil, la eficacia priva y por ello los investigadores buscan desbloquear la
situación a base de más investigación con más gasto de embriones humanos. Técnicamente se
podrí-a decir que:
2) La situación que se está creando con este mundo procreático no sólo afecta a cuestiones
éticas sino también económicas. ¿Tienen un costo efectivo adecuado estos procedimientos?
Para muchos son unas técnicas caras que además se acompañan ya con un alto gasto por
embarazos múltiples y complicaciones. La solución propuesta para el futuro es clara: reducir
los ciclos, aumentar la tasa de embarazos por ciclo y bajar el riesgo de embarazos múltiples.
Esto sólo se puede hacer con más investigación y por lo tanto con leyes que amplí-en la
posibilidad de manipular con impunidad los embriones.
Pero junto a estas razones no hay que olvidar el fondo de las TRA: ¿qué consecuencia trae
consigo la separación entre sexualidad y vida?, ¿qué situación se crea cuando no se respeta la
estructura natural del acto procreativo? La primera, y considero más fundamental es la
desprotección en que queda sumido el embrión. Y los bancos de embriones son una prueba de
ello. Por el hecho de que la FIVET es una producción, un servicio técnico que se ofrece a los
padres y que está en función de sus deseos, engendra en las conciencias de ellos un falso
derecho del hijo. Por un lado, el hijo es cosificado por los padres, cuando nadie debe de tener
derecho sobre una persona que nunca es objeto de propiedad. Por otra parte, la medicina
cosifica también al embrión en aras de mejorar la técnica, pues hay que presentar mejores
productos a los padres o satisfacer los deseos de los investigadores. La lógica que se instaura
con la FIVET es la de “la producción de objetos”, una lógica que constituye una relación de
desigualdad entre el técnico que produce y aquello que es producido, y, por lo tanto, también
una relación de dominio del uno sobre el otro. De esta forma, el embrión, el hombre, pierde su
derecho a ser concebido en un contexto personal y se ve sometido a venir al mundo como
consecuencia de un contrato mercantil. Podrí-amos decir que quitada la barrera y sustraí-do el
embrión del lugar donde se procrea de forma natural, las tentaciones y las intervenciones
reales sobre él son numerosas y se incrementan imparablemente . El embrión se ha quedado
desnudo y al aire, flotando en la placa petri, a merced de los hombres adultos y sus deseos. En
definitiva si se quiere respetar al hombre como algo inviolable hay que salvarguardar que su
venida al mundo no dependa del dominio y control instrumental de unas técnicas. En el fondo,
no respetar la estructura natural de la procreación deviene en una serie de consecuencias
negativas para el nasciturus, así- como también para el propio amor conyugal y la institución
familiar. Quitada la barrera y sustraí-do el embrión del lugar sacro donde se forma de modo
natural, el embrión se queda indefenso, se queda en alta mar, pero no solo el embrión, sino
también el hombre adulto queda en peligro, como lo pone de manifiesto la clonación.
Intervenir sobre nuestros hermanos más pequeños es modificar el futuro de la humanidad,
pues en la vida hay continuidad y los embriones no son una subespecie de hombre; nosotros
fuimos embriones y ellos son los hombres del futuro. ¿Quien los defenderá? ¿Tendremos
suficiente sensibilidad para rescatarlos? Son preguntas que el futuro nos contestará y del cual
todos somos responsables.
https://www.bioeticaweb.com/bioactica-de-la-manipulaciasn-embrionaria-humana-dr-lm-
pastor/
No cabe duda que todo el proceso de desarrollo del embrión humano en sus primeros
momentos es escasamente conocido, y que, por supuesto, el ir desentrañando las claves,
tanto genéticas como bioquímicas del mismo, es una apasionante desafío para la
investigación biomédica, a la vez que una potencial fuente de conocimiento para posibles
aplicaciones terapéuticas. Por ello, crear embriones humanos para ser utilizados como
material de investigación constituye una gran herramienta de trabajo. Consecuentemente,
existen investigadores que, al considerar al embrión humano como un medio, si no
indispensable, al menos útil, para su investigación defienden con entusiasmo la necesidad
de crearlos.
Establecido esto conviene reflexionar sobre tres puntos: ¿es ésta la única posibilidad para
abordar dicha investigación? ¿Es ético hacerlo? ¿Es la utilización del embrión humano el
único camino para poder tratar determinadas enfermedades, como Parkinson, Alzheimer o
diabetes? ¿0 dicho de otro modo, no se estará utilizando esta posibilidad terapéutica, y el
natural interés de los pacientes porque se encuentren nuevas posibilidades curativas a sus
dolencias, para abrir una puerta a la utilización de embriones humanos como material de
experimentación?
Con respecto al primer punto, estimo que, como en cualquier otra área médica, antes de
empezar con la experimentación humana, hay que utilizar la vía animal. Sin duda, utilizando
embriones animales y células madre de ellos obtenidas, se podría seguir profundizando en
las claves genéticas y bioquímicas del desarrollo humano en sus primeros días de vida, e
incluso en los procesos de anidación del embrión, lo que podría aportar nuevas luces para
la solución de problemas reproductivos de muchas parejas. Pero cuando haya que pasar a
la investigación con seres humanos, habrá que hacerlo con todas las salvaguardias éticas
que la dignidad de un embrión humano requiere.
Con respecto al segundo punto, que enlaza con el final del anterior, la eticidad de utilizar
embriones humanos para tales experiencias radica en el carácter humano o no de ese
embrión de pocos días. Sin duda, éste es el punto crucial. Yo creo que hay pocos
investigadores que duden de que de ese ente biológico que es el ser humano unicelular, se
deriva, por un proceso sin solución de continuidad, y regido genética y bioquímicamente por
sí mismo, un ser humano adulto. Naturalmente si se le permite vivir. Ante esta afirmación no
parece fácil desposeer a ese ente biológico primigenio del carácter de ser humano, aunque
esté en su primera etapa de desarrollo. Otra cosa es, que por intereses no siempre loables,
se le quiera privar de ese carácter. Pero profundizar en esto, requeriría, al menos, otra
colaboración específica.
Con respecto al tercer punto, ¿son las células madre embrionarias humanas el único camino
para la medicina regenerativa y reparadora?. Rotundamente no. Existen diversas
alternativas. Pero, sin duda, la más atractiva es la utilización de células madre adultas, sobre
cuya plasticidad y posibilidades clínicas abundan recientes y espectaculares hallazgos, que
las presentan como un material óptimo para tal fin. Incluso, en algunos campos, como puede
ser el de la diabetes, se piensa que pueden ser una posibilidad más real que la utilización
de células madre embrionarias.
Por ello, y paso a la última pregunta que me hacía, estoy convencido que, en muchas
ocasiones, el poner como justificación de la ineludible necesidad de utilizar células madre
embrionarias humanas para tratar determinadas enfermedades, y el presentarlo así a los
enfermos que las padecen, no es sino una inaceptable excusa que trata de apoyarse sobre
los sentimientos y necesidades de esos pacientes, para así, abrir una puerta a la utilización
de embriones humanos, con fines experimentales. Sino es ésta la razón última que mueve
a muchos investigadores a defender con tanta fuerza el uso de las células madre
embrionarias humanas, difícilmente puede existir otra. Y en este sentido habría que añadir
que, aunque siempre hay que respetar la libertad de investigación, nunca habrá que hacerlo
a costa de cercenar la libertad de un ser humano, especialmente cuando de lo que se le
priva es de la libertad de vivir.
índice
2. Células Madre de personas centenarias.
Es sabido el interés que actualmente tiene buscar fuentes de células madre que puedan ser
utilizadas en la medicina regenerativa y reparadora. Sucintamente se puede decir que las
células madre pueden ser embrionarias o adultas y también obtenidas de la sangre de
cordón umbilical, que tienen una condición prácticamente intermedia entre ambas. Además
están las células iPS, que se obtienen por reprogramación de células adultas y que muestran
una condición biológica similar a las células madre embrionarias.
Pues bien, ahora se plantea la posibilidad de que las células madre de personas centenarias
puedan tener unas particulares condiciones biológicas que las haga especialmente útiles
para regenerar tejidos lesionados.
Como se ha comentado, los autores del artículo en cuestión sugieren que con el inusual
grupo de personas centenarias se podía plantear un estudio científico para analizar las
condiciones biológicas de sus células madre, afirmando que las células madre de estas
personas deberían ser estudiadas con la misma intensidad con la que se estudian las células
madre embrionarias o las iPS o cualquier otro tipo de células madre, para tratar de
determinar su potencial desarrollo, el contenido de mutaciones genéticas, la longitud de sus
telómeros (componentes del extremo libre de los cromosomas lineales celulares, que al
parecer juegan un papel fundamental en el envejecimiento celular) y de los marcadores
propios de las células madre. Así mismo deberían ser escaneados sus genomas para
detectar la proporción que tienen de genes que es sabido afectan a la longevidad, como es
el FOX03A, así como las interacciones entre los distintos genes.
Estos conocimientos podrían aumentar nuestro conocimientos sobre los límites de edad de
la vida humana e incluso descubrir una nueva fuente de células madre utilizable para
aplicaciones terapéuticas.
índice
3. Diferencias entre las células madre embrionarias y las células iPS.
Durantes los últimos años se ha suscitado una viva polémica entre los investigadores
expertos en el área de las células madre sobre si las células madre embrionarias son
biológicamente iguales a las células iPS, que como se sabe son obtenidas por
reprogramación de células adultas, generalmente de fibroblastos de piel. En este sentido,
es conocido que las células iPS se dividen más lentamente y son menos robustas que las
células madre embrionarias.
Ahora, y según se comenta en un artículo de Nature, publicado el pasado mes de abril, (464;
663, 2010), parece que ha podido ser descubierta alguna de las razones sobre las
diferencias genéticas encontradas entre las células madre embrionarias y las células iPS,
cuando esto es valorado en ratones. Si estos hallazgos se confirmaran en humanos podrían
contribuir a ayudar a los clínicos para seleccionar las células iPS más adecuadas para la
finalidad terapéutica que deseen alcanzar.
Para demostrar lo por ellos comunicado, realizan una imaginativa experiencia incorporando
ambos tipos de células, madre embrionarias e iPS, a embriones de ratones de diferente
color. Cuando los ratones se desarrollaban, el color de su pelaje revelaba la cantidad de
células madre que habían contribuido a formar este tejido.
Por otro lado, cuando comparan la expresión del genoma entre los dos tipos de células
encuentran un pequeño aumento del tamaño del DNA en la rama larga del cromosoma 12,
lo que conlleva una diferente actividad génica. En esta región del ADN, dos genes y un
conjunto de micro RNAs, fueron consistentemente activados en las células madre
embrionarias y sin embargo silenciados en las células iPS, con independencia de que las
células iPS fueran obtenidas de piel, cerebro, sangre u otros tejidos. Aunque la función de
estos genes es desconocida esta región está usualmente silenciada en las células
espermáticas de los ratones y activada en otro tipo de células, por lo que la reprogramación
podría remedar este proceso de silenciación.
Este hecho podría dar luz a la identificación de las diferencias que pueden existir entre las
células madre embrionarias y las iPS, ya que éstas últimas podrían ser portadoras de
secuencias silenciadas que las hacen menos efectivas que las células madre embrionarias.
Sin embargo, esto, que experimentalmente es muy interesante, podría no tener mucha
importancia en relación con la posibilidad de derivar tejidos de las células iPS, pues como
Matthias Stadtfeld, uno de los autores del trabajo manifiesta, esta diferencia podría no influir
en la obtención de tejidos en los cuales los genes afectados no juegan un determinado
papel.
En conclusión, y según Elie Dolgin, autor de la nota de Nature que estamos comentando,
los hallazgos encontrados en ratones no siempre se pueden aplicar a humanos, aunque
podrían contribuir a identificar qué células iPS no deben ser utilizadas y cuales pueden ser
las mejores para producir los tejidos que se desean; por ello, el equipo de Hochedlinger, ha
comenzado a realizarse estas experiencias con células madre e iPS humanas, para
comprobar si encuentran similares alteraciones a las encontradas en ratones.
Justo Aznar
índice
6.1.2 Aplicaciones terapeuticas y experimentales. Aspectos técnicos. Efectos
secundarios.
1. Utilidad terapéutica de las células madre embrionarias humanas
No cabe duda la gran importancia que la terapia celular tiene en el momento actual, y
sobretodo que puede tener en los próximos años. Pero existen dificultades objetivas para
poder utilizarla. La primera de ellas es no poder disponer del suficiente número de células
compatibles con las del paciente que necesita el transplante, la segunda es el rechazo
inmunológico que las células transplantadas pueden desencadenar, y la tercera la
posibilidad de que se desarrollen tumores en el huésped.
Con respecto al rechazo inmunológico, como es sabido, se debe a que el paciente percibe
que las células que se le transplantan, probablemente obtenidas de embriones humanos
sobrantes de la fecundación in vitro, son elementos extraños a su propio cuerpo y
consecuentemente intenta destruirlas. Por tanto, un paso importante para poder utilizar las
células madre embrionarias humanas para transplante celular, es tratar de eliminar o reducir
sustancialmente la respuesta inmunógena del paciente. Ello se puede lograr desactivando
su sistema inmune por medio de terapia inmunosupresora, pero esta práctica puede
ocasionar objetivos problemas médicos, por lo que debe ser evitada en la medida de lo
posible.
Otra posibilidad es reducir los efectos de la reacción inmune utilizando células compatibles
con el sistema inmunológico del paciente que las va a recibir. Esto se podría lograr
disponiendo de un banco universal de células madre embrionarias humanas en el que se
pudieran encontrar células con un perfil inmunológico compatible con el del enfermo. Pero
esta solución requeriría, para ser útil, un número tal de líneas celulares que por el momento
la hacen inasequible. De todas formas, aún así no sería posible eliminar totalmente la
reacción inmune, aunque sí lentificarla, por lo que en este caso también habría que utilizar
la terapia inmunosupresora en el paciente que recibe el transplante celular.
¿Pero existe alguna otra solución para reducir la reacción inmunológica derivada del
transplante celular? Se han propuesto varias. La primera es tratar las células que se van a
transplantar con terapia génica para intentar eliminar o reducir su capacidad inmunógena.
Esto se puede conseguir limitando la expresión de los complejos I y II de histocompatibilidad,
para evitar que las células trasplantadas puedan ser detectadas por el sistema inmune del
paciente receptor. Sin embargo, esta posibilidad es de inciertos resultados, además de ser
la terapia génica una práctica dificultosa y consecuentemente no fácil de aplicar en todos los
casos. Por otro lado, no se sabe si sería médicamente prudente reducir todo el potencial
inmunológica de las células que se van a transplantar, de forma que el paciente no sea
capaz de detectarlas.
Otra posibilidad sería “educar” el sistema inmunológico del paciente para que fuera capaz
de tolerar las células que se le transplantan. Para ello se puede utilizar el quimerismo
hematopoyético, que, como es sabido, consiste en reducir la capacidad de respuesta del
sistema inmune del paciente transplantándole células madre sanguíneas de otro donante un
poco antes de llevar a cabo el transplante de las células derivadas de las células madre
embrionarias humanas. En teoría lo que se estaría intentando es conseguir eliminar o reducir
la capacidad de respuesta de los linfocitos T del paciente, ya que estos, como es sabido,
son los encargados de generar sustancias tóxicas que van a propiciar la destrucción de las
células transplantadas.
Pero esta práctica tiene una dificultad negativa grave y es que puede favorecer que se
induzca la “enfermedad de injerto contra el huésped”, la cual, como se sabe, se debe a que
los linfocitos T que se pueden transplantar al donante son capaces de atacarlo, al
considerarlo un cuerpo extraño, reacción ésta de graves consecuencias, que incluso puede
llegar a producir la muerte.
Por todo ello, sin duda, el mejor método para prevenir el rechazo inmunológico es utilizar
células para el transplante que sean inmunológicamente compatibles con las del receptor.
Esto sería igual que transplantar órganos entre hermanos gemelos, que, como es sabido,
en la mayoría de los casos no inducen respuesta inmunológica alguna. Ello requeriría crear
líneas celulares genéticamente idénticas a las del receptor, y esto, hoy día, solamente se
puede conseguir generando embriones clónicos del paciente, utilizando la transferencia
nuclear somática, la comúnmente denominada clonación terapéutica.
Por ello, los comentarios de Lyle Armstrong sobre la gran dificultad para utilizar, de cara a
la medicina regenerativa y reparadora, células madre embrionarias humanas obtenidas de
embriones sobrantes de fecundación in vitro, nos parecen de extraordinario interés, por
proceder de un investigador que no tiene reparos éticos para utilizar embriones humanos
para sus trabajos experimentales, hasta el punto que es, como anteriormente se ha
comentado, uno de los propulsores de la hibridación hombre-animal.
Lástima que cuando Lyle Armstrong elaboró su informe para el Parlamento británico, en julio
de 2007, no se hubieran publicado ya los trabajos de Yamanaka y Thomson sobre la
reprogramación de células somáticas adultas para obtener células pluripotenciales
inducidas, las denominadas células iPS, pues si así hubiera sido, podría haber sabido que,
no solamente las células derivadas de las células madre embrionarias humanas obtenidas
de embriones sobrantes de fecundación in vitro, no son las idóneas para la terapia celular,
aunque fueran tratadas para reducir su capacidad inmunógena, sino que tampoco lo son las
por él propuestas, derivadas de cíbridos obtenidos en el laboratorio, pues las células iPS,
son técnicamente más fáciles de conseguir, se obtienen por procedimientos más
económicos y su generación no conlleva ninguna dificultad ética, es decir, son las idóneas,
por lo que las células madre embrionarias humanas, a mi juicio, serán en los próximos años
un material biológico olvidado en los laboratorios de investigación biomédica (Justo Aznar.
Diario Médico, 17-VII-2008)
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2. Fracaso del uso clínico de las células madre embrionarias.
Cinco años después de que California destinara un presupuesto de 3.000 millones de
dólares a la investigación con células madre embrionarias no ha habido aún ninguna terapia
y los progresos son muy pequeños. De ahí que los defensores de esta técnica estén
volviéndose hacia la investigación a la que antaño se opusieran.
Esto puede ser interpretado como un cebo clásico, un intento de arrebatar el éxito de las
fauces del fracaso y el mérito de los descubrimientos y avances logrados por la investigación
una vez que los partidarios de la Proposición 71 han sido caballerosamente desacreditados.
Cuando se necesitaba financiación se utilizó la frase “las células madre embrionarias”.
Cuando se discutieron los progresos reales, la palabra “embrionario” se eliminó porque las
ESC nunca salieron del laboratorio.
La Proposición 71 tenía una vigencia de diez años y en 2008, cuando las terapias milagrosas
parecían cada vez más improbables, se contrató un director de la agencia con un buen
historial de traslación del laboratorio a la clínica. “Si estuvimos diez años y no hallamos
ningún tratamiento clínico, fue un fracaso” dice el director del instituto, Alan Trounson,
pionero australiano de las células madre. “Tenemos que demostrar que estamos iniciando
una nueva revolución en la medicina general”.
El instituto está tratando de hacer eso financiando la investigación con células madre
adultas. El pasado octubre repartió unos 230 millones de dólares a 14 equipos de
investigación; sólo cuatro de los proyectos implican células madre embrionarias.
Bernadine Healy, director de los Institutos Nacionales de Salud en la época de Bush, escribió
en U. S. News & Worid Report que “las células madre embrionarias, una vez analizadas
para el Alzheimer, el Parkinson y la diabetes, están obsoletas”.
Incluso pueden ser peligrosas. Son difíciles de controlar, de reconvertir al tipo específico de
tejido deseado, y, a diferencia de las células madre adultas extraídas del propio paciente,
requieren el uso de fármacos inmunosupresores. Y el auge cada vez mayor de las células
pluripotentes inducidas (iPS) está relegando aún más a las embrionarias (investors.com.
Traducido y publicado por DM, 20-I-2010).
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6.1.3 Alternativas para la obtención de células madre similares a las embrionarias.
Partenogénesis. Reprogramación de células adultas diferenciadas. Aplicaciones
clínicas.
1. ¿Es posible conseguir células madre embrionarias humanas sin tener que destruir
al embrión del cual se obtienen?
El problema ético fundamental para poder utilizar células madre embrionarias humanas es
que hay que destruir al embrión del cual se obtienen. Esto hace que cualquier experiencia
que se pueda realizar con ellas merezca una valoración ética negativa. Pero como estas
experiencias pueden ser, desde un punto de vista experimental importantes, se están
intentando buscar alternativas para poder disponer de dichas células sin tener que destruir
los embriones humanos que las donan.
En realidad, la única posibilidad que no tendría dificultad ética para conseguir células madre
embrionarias, sería que estas células pudieran extraerse de embriones humanos generados
naturalmente, pero sin tener que destruirlos. En este caso se podría tratar éticamente el
tema como se trata el de la donación de órganos por parte de donante vivo, tema que,
sometido a las cautelas éticas más elementales, sería moralmente aceptable. Pero esta
posibilidad es, por el momento, técnica y éticamente inviable.
Desde un punto de vista experimental son varias las soluciones técnicas que se han
propuesto para conseguir células madre embrionarias sin tener que destruir a los embriones
de los que se obtienen y que podrían resumirse en las cuatro sugeridas por el Consejo de
Bioética que asesora al gobierno de Estados Unidos (Provida Press,
www.provida.es/valencia; nº 199, septiembre 2005): a) obtenerlas de embriones
congelados, y posteriormente descongelados, sobrantes de técnicas de fecundación in vitro,
a los que se considera técnicamente muertos pero que aun pudieran conservar células vivas
útiles para experimentaciones biomédicas; b) extraerlas de un embrión en fase muy
temprana de su desarrollo, lo que podría evitar su destrucción; c) crear híbridos no
embrionarios, pero a partir de los cuales se pudieran obtener células madre y d) reprogramar
células adultas hasta el estado de indeferenciación genómica propia de las células
embrionarias para de ellas poder obtener las correspondientes líneas celulares. Las tres
primeras soluciones pueden plantear dificultades éticas importantes, y las cuatro objetivos
problemas técnicos para que realmente puedan constituir en la actualidad una posibilidad
objetiva para obtener las correspondientes células madre. De todas formas, lo que parece
indudable es que está empezando a entreabrir una puerta para solucionar el problema de la
consecución de células madres embrionarias humanas por procedimientos éticamente
válidos, aunque dicha posibilidad hay que valorarla con todas las cautelas de una
investigación biomédica incipiente.
Antes de seguir adelante conviene remarcar que, desde un punto de vista ético, las tres
primeras presentan una importante dificultad moral derivada del hecho de que los embriones
a utilizar, sean destruidos o no, tienen que ser generados por fecundación in vitro, técnica
que en si misma conlleva objetivas dificultades morales. Sin embargo, en la cuarta solución
se obviaría este problema.
Entrando ya a analizar cada una de las cuatro soluciones propuestas por el Consejo de
Bioética estadounidense, la primera, como se ha comentado era obtenerlas a partir de
embriones descongelados muertos. Esto se puede conseguir utilizando embriones
sobrantes de fecundación in vitro, de los que actualmente están congelados, más de un
millón y medio en todo el mundo. Sin embargo, por el momento existen indudables
dificultades técnicas para poder obtener y cultivar estas células en adecuadas condiciones
de uso (Provida-Press, www.provida.es/valencia; nº 191, mayo 2005).
La tercera posibilidad, que ahora se acaba de abrir para obtener células madres
embrionarias, es conseguirlas a partir de células madres de tejidos adultos, que tras
fusionarlas con células madre embrionarias, pueden llevarse a un estado de indiferenciación
genómica similar al embrionario. Pero como estas últimas células, las embrionarias se tienen
que obtener de embriones humanos que hay que destruir, su valoración ética es así mismo
negativa.
A nuestro juicio, la única posibilidad real para conseguir células similares a las embrionarias,
sin tener que destruir un embrión humano, sería “rejuvenecer” células madre de tejidos
adultos de la persona que debe recibir el trasplante celular para, tras reprogramar su
genoma, obtener de ella las correspondientes líneas celulares, pero esto, por el momento
es aún técnicamente imposible.
Sin embargo, este método, además de grandes incertidumbres biológicas, puede tener
también definidas objeciones morales. En efecto, aunque la entidad biológica generada
produce una desorganizada colección de células madre, es posible que esto se consiga
después de un periodo en el que ese ente biológico podría haber tenido una etapa de
desarrollo embrionario normal, circunstancia que esta experimentalmente sin comprobar.
Por ello, es difícil conocer con certeza si una entidad ANT ha sido o no un embrión humano
en algún momento de su evolución biológica.
Para salvar este inconveniente, la propia profesora Condic, comenta otra posibilidad
recientemente propuesta que combina la ANT con la reprogramación del núcleo adulto para
llevarlo a una situación de indiferenciación similar a la que tiene una célula embrionaria. Esta
célula reprogramada se introduce en el ovocito enucleado, por un mecanismo que se ha
venido en denominar Transferencia Nuclear Alterada-Reprogramación Asistida del Ovocito
(ANT-OAR). En contraste con la ANT, que implica la modificación de la información genética
para prevenir la formación de un embrión, en la ANT–OAR se instruye activamente al núcleo
adulto para que llegue directamente a un estado genómico similar al de célula madre
embrionaria sin pasar por ningún estadio de desarrollo previo. Así se evita la cuestión de si
se ha originado o no en algún momento un embrión.
De todas formas, en el mundo de las cosas reales, el debate aquí suscitado parece un tanto
irrelevante, pues a la gran mayoría de los investigadores que trabajan en este campo no les
preocupa cual pueda ser el origen de las células que utilizan, lo único que exigen es que
sean de buena calidad, y esto, de momento, lo pueden conseguir por el simple
procedimiento de comprarlas.
A él nos hemos referido en varias ocasiones en Provida Press (nº 181,191,199 y 207), pero
nos parece que puede ser útil para nuestros lectores refundir y actualizar toda esta
documentación en un único informe.
El problema ético fundamental para poder utilizar células madre embrionarias humanas es
que hay que destruir al embrión del cual se obtienen (Journal Clinical Investigation 114;
1184, 2004). Esto hace que cualquier experiencia que se pueda realizar con ellas merezca
una valoración ética negativa. Pero como estas experiencias pueden ser, desde un punto
de vista biomédico importantes, se está intentando buscar alternativas para poder disponer
de dichas células sin tener que destruir los embriones humanos que las donan.
En realidad, la única posibilidad que no tendría dificultad ética alguna para conseguir células
madre embrionarias, sería que dichas células pudieran extraerse de embriones humanos
generados por vía natural, pero sin tener que destruirlos. En este caso se podría tratar
éticamente el tema como se trata el de la donación de órganos por parte de donante vivo,
tema que, sometido a las cautelas éticas más elementales, sería moralmente aceptable.
Pero esta posibilidad es técnicamente inviable.
Desde un punto de vista experimental son varias las posibilidades que se han propuesto
para conseguir células madre embrionarias sin tener que destruir a los embriones de los que
se obtienen, que podrían resumirse en las siguientes: a) obtenerlas de embriones
congelados, y posteriormente descongelados, sobrantes de técnicas de fecundación in vitro,
a los que se considerara técnicamente muertos, pero que aun pudieran conservar células
vivas útiles para experimentaciones biomédicas; b) extraerlas de un embrión en fase muy
temprana de su desarrollo, menos de 16 células, lo que no requeriría la destrucción del
embrión que las dona; c) crear estructuras biológicas no embrionarias, por transferencia
nuclear somática, a partir de material cromosómico genéticamente modificado obtenido de
células somáticas adultas, de las cuales se pudieran obtener las correspondientes células
madre; d) reprogramar células somáticas adultas fusionándolas con células madre
embrionarias; e) obtenerlas de embriones aneuploides y f) reprogramar directamente células
somáticas adultas hasta el estado de indeferenciación genómica propia de las células
embrionarias pluripotenciales, para de ellas poder obtener las correspondientes líneas
celulares.
Las cuatro primeras soluciones pueden plantear sustanciales dificultades éticas y todas ellas
problemas técnicos de importancia suficiente para que realmente puedan constituir, en la
actualidad, una posibilidad objetiva para obtener las correspondientes células madre. De
todas formas, lo que parece indudable es que se está empezando a entreabrir una puerta
para solucionar el problema de la consecución de células madres embrionarias humanas
por procedimientos éticamente válidos, aunque dicha posibilidad, en cualquiera de sus
variantes, hay que valorarla con todas las cautelas de una investigación biomédica
incipiente.
Antes de seguir adelante conviene sin embargo remarcar que, desde un punto de vista ético,
las soluciones a), b) y d) presentan una importante dificultad moral añadida, derivada del
hecho de que los embriones a utilizar, sean destruidos o no, tienen que ser generados por
fecundación in vitro, técnica que en si misma conlleva objetivas dificultades morales.
Entrando ya a analizar cada una de las seis soluciones anteriormente apuntadas, la primera
era obtener las células madre embrionarias a partir de embriones descongelados muertos.
Esto se puede conseguir utilizando embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro,
de los que actualmente hay más de un millón y medio en todo el mundo.
En este caso se estaría ante una situación similar a la obtención de órganos de cadáveres
humanos para transplantes. Sin embargo, entre ambos casos existe una diferencia técnica
sustancial, cómo determinar la muerte del ser humano adulto o del embrión utilizados.
En el primer caso, en el del ser humano adulto, se admite que la muerte del cerebro es
legalmente equivalente a la muerte del individuo, por lo que cuando aquella ocurre,
determinada según los procedimientos técnicos actualmente existentes para ello
(Neurology; 45, 1912, 1995), se puede considerar a aquel individuo como un cadáver y por
tanto podría ser un donante legal de sus órganos. Pero cuando nos referimos al embrión,
establecer su muerte es más dificultoso, al no poder utilizarse el criterio neurológico, pues
como es sabido, en ese momento evolutivo del embrión aún no se ha desarrollado el sistema
nervioso. Por tanto, habrá que utilizar otros parámetros.
Pero, a nuestro juicio son muchas las preguntas que todavía quedan por responder antes
de concluir que se ha encontrado una solución éticamente correcta, científicamente válida y
socialmente adecuada, para la obtención de células madre a partir de embriones humanos
muertos. Entre ellas las siguientes: a) ¿es en el momento actual científicamente posible
determinar que un embrión está verdaderamente muerto, pero que conserva algunas de sus
células (blastomeros) vivas?; b) ¿en caso de que así sea, existen garantías científicas de
que dichas células serán realmente útiles para iniciar costosas y difíciles investigaciones
biomédicas?; c) ¿aceptarán los científicos estas células para sus experiencias o darán
preferencia a las generadas a partir de líneas celulares de garantía técnica reconocida?; d)
otro aspecto importante a considerar es que en todas las experiencias a que nos estamos
refiriendo se parte de embriones de 4 a 8 células, pues, como ya se ha comentado, este
estado de división celular suelen tener los embriones sobrantes de fecundación in vitro; pero
dado que es sabido que las células embrionarias útiles para obtener células madre se
consiguen de la masa granulosa interna de los blastocistos, es decir cuando el embrión tiene
entre 64 y 200 células aproximadamente, difícilmente puede servir las células de un embrión
humano de 4 a 6 células madre, pues éstas no son adecuadas, por lo que habrá que
cultivarlo hasta la fase de blastocisto, procedimiento que indudablemente conlleva la
revitalización del embrión, por lo que las células embrionarias serán ineludiblemente
obtenidas de un embrión vivo que hay que destruir.
Estas y otras preguntas, son las que habrá que responder antes de proponer como
éticamente correcto y científicamente válido el uso de células embrionarias humanas
obtenidas de embriones muertos, para experimentaciones biomédicas.
Una última dificultad, es que la eficiencia de esta técnica es muy baja, pues solamente un
3% de los embriones descongelados parece que pueden ser útiles para investigaciones
biomédicas (Lancet 364; 115, 2004). Por ello, si actualmente se utilizaran todos los
embriones congelados existentes en Estados Unidos, solamente se podrían conseguir 275
líneas celulares, número absolutamente insuficiente para las demandas de investigación de
ese país.
Todo lo anterior parece indicar que el uso de embriones descongelados muertos no es una
posibilidad adecuada para obtener células madre embrionarias.
Si estas experiencias se confirmaran, y parece que existe una gran probabilidad de que así
sea, se podrían obtener células madre embrionarias sin tener que destruir al embrión que
las dona, por lo que se evitaría la principal dificultad ética para obtenerlas.
Pero esta técnica tiene, además de la ya comentada dificultad moral de que los embriones
deben ser generados por fecundación in vitro, la dificultad humana de que es muy
improbable que un a pareja que tenga problemas de infertilidad y que desee tener un hijo,
por lo que acude a la fecundación in vitro, acceda a que el embrión generado sea
manipulado, con los riesgos que esto presupone para dicho embrión. Por tanto, no parece
que esta posibilidad, por el momento, sea factible. Además, el uso de las células así
obtenidas, por proceder de otro individuo distinto al que se le va a practicar el trasplante
celular, conllevaría, sin duda, problemas de rechazo similarmente a lo que ocurre con los
trasplantes en los que un paciente recibe el órgano de otra persona distinta.
En efecto, parece que se puede abrir una nueva posibilidad de generar entidades biológicas
no embrionarias que podrían servir como fuente de células madre por el sistema
denominado ANT, propuesto por William B Hurlbut, de la Universidad de Stanford, en
California. Según comenta Maureen L Condic (First Things 155; 12, 2005), esta metódica
conlleva tres etapas, en la primera se toma una célula somática adulta del paciente que
requiere el trasplante celular y se altera su ADN cromosómico para dirigir la expresión
genética del núcleo hacia un objetivo biológico determinado, que en este caso, tiene como
finalidad que el embrión creado no sea viable. Después, este núcleo alterado se fusiona con
un ovocito enucleado, lo que da lugar a una nueva célula distinta del ovocito originario y de
la célula adulta alterada, es decir, se produce un híbrido que exhibe las propiedades génicas
programadas en el núcleo alterado en la célula somática adulta. Finalmente, la célula ANT,
tras estimularla adecuadamente, puede desarrollarse hasta dar lugar a un blastocisto
alterado que es incapaz de implantarse y del cual se podrían extraer las células madre que
serían genéticamente idénticas a las del paciente del que se tomó la célula original, células
que podrían usarse, tanto para investigaciones biomédicas en general, como
terapéuticamente para tratar al paciente que donó la célula somática adulta.
La cuarta posibilidad que ahora se acaba de abrir para obtener células madre embrionarias,
es conseguirlas a partir de células madre de tejidos adultos que tras fusionarse con células
madre embrionarias, pueden llevarse a un estado de indeferenciación genómica similar al
embrionario.
En relación con ello, conviene recordar que para que la transferencia nuclear somática
(clonación terapéutica), pueda utilizarse para la obtención de células madre embrionarias,
el núcleo de la célula somática, antes de ser transferido al ovocito, debe reprogramarse
hasta un estado cromosómico más indiferenciado, parecido al embrionario. Los mecanismos
que rigen este proceso son todavía poco conocidos, pero se sabe que cuando el núcleo de
la célula somática se inyecta en el óvulo enucleado, el citoplasma de dicho óvulo tiene
capacidad para reprogramar el material cromosómica de la célula adulta (Nature 415; 1035,
2002), dando lugar a una célula con un estado de indiferenciación similar al de las células
embrionarias pluripotentes, y con una estructura cromosómica similar a la de la célula
somática que ha donado el núcleo. Además, como la estructura génica del núcleo de estas
células, es prácticamente idéntica a la del donante, si dichas células son trasplantadas a
éste, no sufrirán rechazo, por lo que podrían ser utilizadas para terapia celular. Esto es lo
conseguido recientemente por W S Hwang (Science 308, 1777, 2005) al crear 11 líneas
celulares a partir del material genético obtenido de células somáticas adultas de otros tantos
pacientes.
Pues bien, una posibilidad de obtener células pluripotentes de tipo embrionario sin
necesidad de tener que utilizar ovocitos humanos para que las células adultas se
reprogramen a células pluripotentes, es la propuesta por Cowan y col (Science 309; 1369,
2005), quienes sugieren y después confirman, que si las células somáticas adultas se
fusionan con células madre embrionarias, estas pueden ejercer un papel similar al que
desarrolla el citoplasma del ovocito para conseguir la reprogramación del material
cromosómico de las células somáticas adultas a células indiferenciadas de tipo pluripotente.
Para conseguir esto, los autores, fusionan fibroblastos, un tipo de célula somática adulta,
con células madre embrionarias, tras cultivar ambos tipos de células en un medio que facilita
la fusión de sus membranas obtienen un híbrido dotado de un único núcleo. Pero como esta
nueva célula procede de dos células, fibroblasto y célula madre embrionaria, con un núcleo
diploide, la célula resultante tendrá el doble de dotación cromosómica de las células adultas
normales, es decir, será una célula tetraploide con 92 cromosomas.
Las células tetraploides así obtenidas se comportan de forma muy similar a como lo hacen
las células madre embrionarias pues tienen marcadores protéicos propios de dichas células;
ofrecen el mismo carácter de “inmortalidad” (de hecho, en estas experiencias concretas, las
células sufrieron más de 50 pases de cultivo); pueden diferenciarse en cuerpos embrioides,
como hacen las células madre embrionarias y también desarrollar teratomas, pudiendo
ambos, teratomas y cuerpos embrioides expresar actividad de las tres capas germinales
(endodermo, mesodermo y ectodermo). Es decir, parece que las células madre embrionarias
humanas, cuando se fusionan con células somáticas adultas, asimismo humanas, pueden
reprogramar el núcleo de estas últimas, para transformarlas en células pluripotentes
similares a las embrionarias, lo que ya se había conseguido experimentalmente utilizando
ratones (Current Biology 11; 1553, 2001).
Los resultados aquí comentados sugieren que las células madre embrionarias
probablemente contienen los factores de reprogramación nuclear necesarios para modificar
el núcleo de las células somáticas adultas llevándolas a un estado de pluripotencialidad
(Cell, DOUI 10.1016/j:cell.2005.08.023), por lo que podrían sustituir a las células madre
embrionarias obtenidas de blastocistos generados por fecundación in vitro o por
transferencia nuclear somática. Incluso, según M Azim Surani comenta en el mismo artículo
de Cell anteriormente referido, es posible que las células madre embrionarias sean incluso
más eficientes para reprogramar el material cromosómico de las células somáticas adultas
que el propio citoplasma de los ovocitos.
Pero a pesar de estas esperanzadoras posibilidades, uno de los autores del grupo de
Cowan, también firmante del trabajo, Kevin Eggan, según recoge un reciente editorial de la
prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine (353; 1646, 2005), manifiesta
que ellos aún no han podido poner a punto una metodología para generar células que
puedan reemplazar a las células madre embrionarias, aunque sin duda, dichos estudios,
pueden ser la base para futuras experiencias que permitan ir conociendo mejor los
complicados mecanismos de la reprogramación cromosómica de las células somáticas
adultas.
Sin embargo, un aspecto negativo de estas experiencias es que los híbridos así generados,
al ser tetraploides su potencial terapéutico es prácticamente nulo, por lo que podrían
utilizarse para experiencias biomédicas, pero no para terapia celular. Por ello, como
comentan los propios autores (Science 309; 1369, 2005), y también recoge un editorial de
JAMA del pasado mes de octubre (294; 1475, 2005), para hacer terapéuticamente útiles
estas técnicas habría que desarrollar un método para eliminar el ADN sobrante, que
proporciona la célula madre embrionaria, para así convertir la célula tetraploide obtenida en
diploide, circunstancia, que como el propio Eggan reconoce, por el momento parece
técnicamente muy difícil de conseguir.
La quinta posibilidad es obtener las células madre de cigotos aneuploides. Como se sabe,
los cigotos normales tienen dos pronúcleos, uno procedente del padre y otro de la madre.
Sin embargo, tras la fecundación in vitro se pueden obtener cigotos que tienen uno o tres
pronúcleos, a estos cigotos se les denomina aneuploides y son inviables.
A nuestro juicio, la única posibilidad real para conseguir células similares a las embrionarias,
sin tener que destruir un embrión humano, sería poder desdiferenciar (rejuvenecer) células
madre de tejidos adultos de la persona que debe recibir el trasplante celular, para así, tras
reprogramar su genoma, obtener de las células generadas, las correspondientes líneas
celulares.
Por el momento este método no parece técnicamente posible. Sin embargo, según comenta
ML Condic (First Things 155; 12, 2005) un nuevo camino se ha abierto para conseguir este
fin con la introducción de la denominada Transferencia Nuclear Alterada- Reprogramación
Asistida del Ovocito (ANT-OAR). Esta propuesta, según Condic, está siendo refrendada por
un número significativo de científicos y bioéticos de prestigio en un documento denominado
“Creation of Pluripotent Stem Cell by Oocyte Assisted Reprogramming”.
A diferencia de la ANT que propone suprimir del genoma de la célula adulta la información
expresada por algún gen necesaria para que el embrión generado sea viable, en la ANT-
OAR lo que se propone es una modificación genética del material cromosómico de la célula
somática adulta para que ésta sólo se pueda desdiferenciar hasta un estadio evolutivo de
célula pluripotente, pero sin llegar nunca a un estadio de célula totipotente. En este caso, a
partir de la célula generada solamente se podrán derivar células de diversos tejidos pero
nunca un embrión humano. De esta forma se habrían solventado las dificultades inherentes
a la necesaria destrucción de un embrión para obtener células madre embrionarias.
Para conseguir que la célula somática adulta se reprograme, en este caso se utiliza la
capacidad que para ello tiene el citoplasma de los ovocitos. Así pues, al transferir el núcleo
de la célula somática adulta a un ovocito enucleado, no se pretende generar una célula
totipotente, aunque si estuviera modificada como la ANT no podría dar lugar a un embrión,
sino únicamente reprogramar la célula somática adulta a célula pluripotente. Sin embargo,
la posibilidad de poner la técnica ANT-OAR a disposición de la clínica humana, exigirá
primero una amplia experimentación con células animales, para delimitar mucho mejor todo
el procedimiento técnico, pero cuando la técnica ANT-OAR pueda estar disponible se tendrá
la posibilidad de obtener células madre embrionarias por un método éticamente aceptable
al no requerir éste la destrucción de embriones humanos.
De todas formas, en el mundo de las cosas reales, todo el debate aquí suscitado,
encaminado a obtener células madre sin tener que destruir embriones humanos parece un
tanto irrelevante, pues a la gran mayoría de los investigadores que trabajan en este campo
no les preocupa cual puede ser el origen y el método para conseguir las células madre
embrionarias que utilizan, sino que lo único que exigen es que éstas sean de buena calidad,
y esto, de momento, lo pueden conseguir bien obteniéndolas de los bancos de embriones
actualmente congelados o simplemente comprándolas a los bancos comerciales
actualmente existentes.
El problema ético fundamental para poder utilizar células madre embrionarias humanas es
que hay que destruir al embrión del cual se obtienen (Journal of Clinical Investigation 114;
1184, 2004). Esto hace que cualquier experiencia que se pueda realizar con ellas merezca
una valoración ética negativa. Pero como estas experiencias pueden ser, desde un punto
de vista biomédico, de interés, se está intentando buscar alternativas para poder disponer
de células madre embrionarias o de células de similares características biológicas, sin tener
que destruir embriones humanos.
Desde este punto de vista son varias las posibilidades que se han propuesto para conseguir
células madre embrionarias o similares sin tener que destruir embriones: 1) obtenerlas de
embriones congelados, y posteriormente descongelados, sobrantes de técnicas de
fecundación in vitro, a los que se considerara técnicamente muertos, pero que aun pudieran
conservar células vivas útiles para experimentaciones biomédicas; 2) extraerlas de
embriones en fase muy temprana de su desarrollo, normalmente de menos de 16 células, lo
que no requeriría la destrucción del embrión del cual se obtienen; 3) crear estructuras
biológicas no embrionarias, por transferencia nuclear somática, a partir de material
cromosómico genéticamente modificado obtenido de células somáticas adultas, de las
cuales se pudieran obtener células de características biológicas similares a las células
madre embrionarias; 4) reprogramar directamente célula somáticas adultas hasta un estadio
de indiferenciación similar al de las células pluripotentes; 5) reprogramar células somáticas
adultas fusionándolas con células madre embrionarias; 6) obtenerlas de pseudoembriones,
como pueden ser los embriones aneuploides, los partenotes o los y androgenotes; 7)
obtenerlas de células germinales del propio paciente que requiere el trasplante celular y 8)
otras posibilidades.
La gran mayoría de estas soluciones plantean objetivas dificultades éticas y todas ellas
problemas técnicos de importancia suficiente para que puedan constituir, en el momento
actual, una posibilidad real para obtener células madre o similares. Sin embargo, lo que
parece indudable es que se está empezando a entreabrir una puerta para solucionar el
problema de la consecución de este tipo de células por procedimientos éticamente válidos,
aunque dicha posibilidad, en cualquiera de sus variantes, haya que valorarla con todas las
cautelas de una investigación biomédica incipiente.
Antes de seguir adelante conviene remarcar que, desde un punto de vista ético, varias de
estas soluciones presentan una importante dificultad moral añadida, derivada del hecho de
que los embriones humanos a utilizar, sean destruidos o no, tienen que ser generados por
fecundación in vitro, técnica que en si misma conlleva objetivas dificultades morales.
En este caso se estaría ante una situación similar a que se plantea con la donación de
órganos de cadáveres humanos para transplantes. Sin embargo, entre ambos casos existe
una diferencia técnica sustancial, al ser muy diferente el procedimiento requerido para
determinar la muerte del ser humano adulto o de los embriones utilizados.
En el primer caso, en el del ser humano adulto, se admite que el cese de la actividad cerebral
es legalmente equiparable a la muerte del individuo, por lo que cuando esta circunstancia
se da, determinada según los procedimientos técnicos actualmente existentes para ello
(Neurology 45; 1912, 1995), se puede considerar al individuo que se encuentra en esta
situación como un cadáver, por lo que podría donar legalmente sus órganos. Pero cuando
nos referimos al embrión, establecer su muerte es más dificultoso, al no poder utilizarse el
criterio neurológico, pues como es sabido, en ese momento evolutivo del embrión humano
aún no se ha desarrollado el sistema nervioso. Por tanto, habrá que utilizar otros parámetros.
Pero, a nuestro juicio son muchas las preguntas que todavía quedan por responder antes
de concluir que se ha encontrado una solución éticamente correcta, científicamente válida y
socialmente adecuada, para la obtención de células madre a partir de embriones humanos
muertos. Entre ellas las siguientes: a) ¿es en el momento actual científicamente posible
determinar que un embrión está verdaderamente muerto, pero que conserva algunas de sus
células (blastómeros) vivas?; b) ¿en caso de que así sea, existen garantías científicas de
que dichas células serán realmente útiles para iniciar costosas y difíciles investigaciones
biomédicas?; c) ¿aceptarán los científicos estas células para sus experiencias o darán
preferencia a las generadas a partir de líneas celulares de calidad técnica reconocida?; d)
otro aspecto importante a considerar es que en todas las experiencias a que nos estamos
refiriendo se parte de embriones de 4 a 8 células, pues, como ya se ha comentado, este
estadio de división celular suelen tener los embriones sobrantes de fecundación in vitro, pero
dado que es sabido que las células embrionarias útiles para obtener células madre se
consiguen de la masa granulosa interna de los blastocistos, es decir cuando el embrión tiene
entre 64 y 200 células aproximadamente, difícilmente pueden servir las células de un
embrión humano de 4 a 6 células para los fines experimentales que se persiguen, por lo que
estos embriones descongelados habría que cultivarlos hasta la fase de blastocisto,
procedimiento que indudablemente conlleva la revitalización del embrión, por lo que las
células embrionarias serían ineludiblemente obtenidas de un embrión vivo que hay que
destruir.
Estas y otras preguntas, son las que habría que responder antes de proponer como
éticamente correcto y científicamente válido el uso de células embrionarias humanas
obtenidas de embriones muertos para experimentaciones biomédicas.
Una última dificultad, es que la eficiencia de la técnica es muy baja, pues solamente un 3%
de los embriones descongelados parece que pueden ser útiles para investigaciones
biomédicas (The Lancet 364; 115, 2004). Por ello, si actualmente se utilizaran todos los
embriones congelados existentes en Estados Unidos para la obtención de células madre,
solamente se podrían conseguir 275 líneas celulares, número absolutamente insuficiente
para las demandas de investigación de ese país.
En resumen, parece que todo lo anteriormente referido indica que el uso de embriones
descongelados muertos no es actualmente una posibilidad real para obtener células madre
embrionarias.
Pero esta técnica, si se trata de utilizarla en humanos, tiene además de la dificultad moral
de que los embriones deben ser generados por fecundación in vitro, la dificultad social de
que es muy improbable que una pareja con problemas de infertilidad y que desee tener un
hijo, por lo que acude a la fecundación in vitro, acceda a que el embrión generado sea
manipulado, con los riesgos que esto presupone para dicho embrión (New England Journal
of Medicine 353; 2321, 2005). Por tanto, no parece que esta posibilidad, por el momento,
sea factible. Además, el uso de las células así obtenidas, por proceder de otro individuo
distinto al que se le va a practicar el trasplante celular, conllevaría problemas de rechazo
inmunológico, similarmente a lo que ocurre con los trasplantes de órganos procedentes de
donantes.
Pero además de todo lo anteriormente referido, esta técnica tiene otra dificultad ética más y
es que hay que congelar los embriones de 7 células que se producen tras la extracción del
blastómero durante el tiempo requerido para comprobar que dicho blastómero está en
adecuadas condiciones para ser utilizado para generar células de distintos tejidos, lo que
presupone otra manipulación más de esos seres humanos vivos incipientes.
Adicionalmente a todo ello, para garantizar la idoneidad ética de está técnica, siempre
haciendo la salvedad moral de que los embriones generados lo son por fecundación in vitro,
habría que asegurar que cada embrión generado y utilizado para extraerle el consabido
blastómero fuera después implantado, lo que, por el momento, no parece factible, pues con
esta metódica se genera un elevado número de embriones a los que no es posible
garantizarles su implantación.
Pero a todo lo anteriormente referido, aún se puede añadir una última incertidumbre ética y
es la manifestada por algunos autores que consideran que destruir un blastómero, del cual
hipotéticamente podría generarse un ser humano adulto ¿no es lo mismo que destruir un
embrión humano desarrollado?
Esta posibilidad teórica ha sido recientemente llevada a la práctica por Meissner y Jaenisch
(Nature 439; 213, 2006), este último, como se sabe, uno de los máximos expertos actuales
en técnicas de clonación y experimentación con células madre. Pues bien, dichos autores
proponen crear, blastocistos alterados a partir de un tipo de células somáticas adultas, los
fibroblastos, cuyo material cromosómico se ha modificado para que no puedan expresar un
gen, el Cdx2, necesario para que el blastocisto generado pueda implantarse. Así pues, estos
embriones serían prácticamente inviables al carecer de un trofoblasto funcionalmente activo,
que les impediría implantarse en el útero. Sin embargo, si que podrían ser fuente de células
madre embrionarias pluripotenciales.
Por el momento este método no parece técnicamente posible. Sin embargo, según comenta
ML Condic (First Things 155; 12, 2005), un nuevo camino se ha abierto para conseguir este
fin con la introducción de la denominada Transferencia Nuclear Alterada- Reprogramación
Asistida del Ovocito (ANT-OAR). Esta propuesta, según Condic, ha sido refrendada por un
número significativo de científicos y bioéticos de prestigio en un documento denominado
“Creation of Pluripotent Stem Cell by Oocyte Assisted Reprogramming”.
A diferencia de la ANT que propone suprimir del genoma de la célula adulta la información
expresada por algún gen necesaria para que el embrión generado sea viable, en la ANT-
OAR lo que se propone es una modificación genética del material cromosómico de la célula
somática adulta para que ésta sólo se pueda desdiferenciar hasta un estadio evolutivo de
célula pluripotente, pero sin llegar nunca a un estadio de célula totipotente. En este caso, a
partir de la célula generada sólo se podrían derivar células de diversos tejidos, pero nunca
un embrión humano. De esta forma se habrían solventado las dificultades inherentes a la
necesaria destrucción de un embrión para obtener células madre embrionarias.
Para conseguir que la célula somática adulta se reprograme, en este caso se utiliza la
capacidad que para ello tiene el citoplasma de los ovocitos. Así pues, al transferir el núcleo
genéticamente modificado de la célula adulta a un ovocito enucleado, no se pretende
generar una célula totipotente, como se consigue en la transferencia nuclear somática, sino
únicamente reprogramar la célula somática adulta a célula pluripotente. Sin embargo, la
posibilidad de poner la técnica ANT-OAR a disposición de la clínica humana, exigirá primero
una amplia experimentación con células animales, para delimitar mucho mejor todo el
procedimiento técnico, pero si la técnica ANT-OAR pudiera estar disponible se tendría la
posibilidad de obtener células madre embrionarias por un método éticamente aceptable al
no requerir éste la destrucción de embriones humanos.
Sin embargo, esta técnica tiene la grave dificultad social de que para practicarla requieren
ovocitos humanos, lo que presupone la utilización de un gran número de mujeres donantes
de sus óvulos, cosa no fácil de conseguir, especialmente por el peligro que para cada una
de esas mujeres puede suponer la importante estimulación hormonal que sufren, que en
ocasiones, puede incluso desencadenar en ellas el grave síndrome de hiperestimulación
ovárica.
Por este procedimiento se consigue una célula con un estado de indiferenciación genómico
similar al de las células embrionarias pluripotentes, y con una identidad génica similar a la
de la célula somática que ha donado el núcleo. Por ello, si las células de distintos tejidos
generadas a partir de estas células son trasplantadas al paciente donante del núcleo de la
célula somática adulta, no sufrirán rechazo, por lo que hipotéticamente serían de gran
utilidad en terapia celular.
Pues bien, esta hipotética posibilidad ha sido recientemente llevada a la práctica por Cowan
y col (Science 309; 1369, 2005), quienes comprueban, que si las células somáticas adultas
se fusionan con células madre embrionarias, se puede conseguir la reprogramación del
material cromosómico de las células somáticas adultas hasta un estadio de células
indiferenciadas de tipo pluripotente. En su experiencia concreta, los autores, fusionan
fibroblastos, un tipo de célula somática adulta, con células madre embrionarias y tras cultivar
ambos tipos de células, en un medio que facilita la fusión de sus membranas celulares,
obtienen una célula híbrida dotado de un único núcleo. El principal inconveniente de esta
técnica es que como la nueva célula procede de dos células, fibroblasto y célula madre
embrionaria, que tienen un núcleo diploide (núcleo de 46 cromosonas), la célula resultante
tendrá el doble de dotación cromosómica que las células adultas normales, es decir, será
una célula tetraploide, con 92 cromosomas. Las células tetraploides así obtenidas se
comportan de forma muy similar a como lo hacen las células madre embrionarias, pues
tienen marcadores protéicos propios de dichas células; ofrecen el mismo carácter de
“inmortalidad” (de hecho, en estas experiencias concretas las células sufrieron más de 50
pases de cultivo); se activa en ellas la expresión del gen OCT-4, que está reprimida en los
fibroblastos y que únicamente se detecta en las células similares a las embrionarias; pueden
generar cuerpos embrioides, como hacen las células madre embrionarias y también
desarrollar teratomas, pudiendo ambos, teratomas y cuerpos embrioides expresar actividad
de las tres capas germinales (endodermo, mesodermo y ectodermo). Es decir, parece que
las células somáticas adultas, cuando se fusionan con células madre embrionarias
humanas, pueden reprogramar su núcleo y transformarse en células pluripotentes similares
a las embrionarias, lo que ya se había conseguido experimentalmente en ratones (Current
Biology 11; 1553, 2001).
Los resultados aquí comentados parecen confirmar que las células madre embrionarias
contienen los factores de reprogramación que existen en el citoplasma de los ovocitos
necesarios para modificar el núcleo de las células somáticas adultas llevándolas a un estado
de pluripotencialidad (Cell, DOUI 10.1016/j:cell.2005.08.023). Por ello, este procedimiento
podría servir para obtener células madre similares a las embrionarias conseguidas a partir
de blastocistos generados por fecundación in vitro o por transferencia nuclear somática.
Incluso, según comenta M Azim Surani en el artículo de Cell anteriormente referido, es
posible que las células madre embrionarias sean incluso más eficientes para reprogramar el
material cromosómico de las células somáticas adultas que el propio citoplasma de los
ovocitos.
Pero a pesar de estas esperanzadoras posibilidades, uno de los autores del grupo de
Cowan, también firmante del trabajo, Kevin Eggan, según recoge un reciente editorial de la
prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine (353; 1646, 2005), manifiesta
que ellos aún no han podido poner a punto la metodología necesaria para generar células
madre similares a las que se obtienen de los blastocistos, aunque sin duda, sus estudios,
pueden ser la base para futuras experiencias que permitan conseguir dicho objetivo al ir
conociendo mejor los complicados mecanismos de la reprogramación cromosómica de las
células somáticas adultas.
Sin embargo, un aspecto negativo de esta metódica es que los híbridos así generados, al
ser tetraploides su posible potencial terapéutico es prácticamente nulo, por lo que podrían
utilizarse para experiencias biomédicas, pero no para terapia celular. Por ello, como
comentan los propios autores (Science 309; 1369, 2005), y también recoge un editorial de
JAMA del pasado mes de octubre (294; 1475, 2005), para hacer terapéuticamente útiles
estas técnicas habría que desarrollar un método para eliminar el ADN sobrante, que
proporciona la célula madre embrionaria, para así convertir la célula tetraploide obtenida en
diploide, circunstancia, que como el propio Eggan reconoce, por el momento parece
técnicamente difícil de conseguir.
Como se sabe, los cigotos normales tienen dos pronúcleos, uno procedente del padre y otro
de la madre. Sin embargo, tras la fecundación in vitro se pueden obtener accidentalmente
cigotos que tienen uno o tres pronúcleos, a estos cigotos se les denomina aneuploides y
parece que son inviables. Pues bien, recientemente se ha comprobado que de blastocistos
de embriones aneuploides se pueden obtener células madre de tipo embrionario normales
(Human Reproduction 19; 670, 2004). En la experiencia concreta que se describe en este
artículo de Human Reproduction, los autores utilizaron 9 blastocistos obtenidos de cigotos
aneuploides, de los cuales pudieron obtener una línea de células madre embrionarias. Si
estas experiencias se confirmaran se tendría otra posibilidad más de conseguir células
madre embrionarias sin tener que destruir un embrión viable. De todas formas la valoración
ética positiva de esta técnica hay que realizarla con prudencia, pues con anterioridad ha sido
demostrado (Human Reproduction 10; 132, 1995 y 12; 321, 1997) que tras la fecundación
de ovocitos por inyección intracitoplasmática de espermatozoides, entre un 10% y un 30%
de los cigotos aneuploides obtenidos pueden generar blastocistos normales, que por tanto
podrían dar lugar a embriones asimismo normales.
Se denominan androgenotes a embriones a los que les faltan los genes maternos, como se
sabe necesarios para un adecuado desarrollo del embrión. Son, por tanto, cuerpos
embrioides con un cariotipo 46, YY. A partir de estos pseudoembriones, debido a la ausencia
del cromosoma X y de la impronta genómica materna, no se puede generar un individuo
adulto y sí en cambio una mola hidatiforme completa.
Los partenotes, en cambio se forman por duplicación del material cromosómico del ovocito
y su posterior activación en ausencia de espermatozoides. En ellos, por tanto, faltan los
genes de origen paterno, necesarios, al igual que los maternos, para el adecuado desarrollo
del embrión. En la reproducción natural los partenotes se pueden generar por una alteración
de la impronta masculina, al igual que los androgenotes por la alteración de la femenina. A
partir de los partenotes no se puede generar un individuo normal. Por ello, para algunos
expertos, desde un punto de vista ético, no habría dificultad para obtener células madre de
tipo embrionario a partir de androgenotes y partenotes, aunque ello conllevara su
destrucción. Sin embargo, otros afirman que, tanto androgenotes como partenotes, son
simplemente embriones anormales, como se demuestra porque pueden recuperar la
normalidad por técnicas de ingeniería genética, lo que ya se ha conseguido, tanto en ratones
como en humanos, por lo que no estaría garantizada la bondad ética de destruir un embrión
que se puede considerar enfermo, pero que con un adecuado tratamiento podría recuperar
la normalidad.
Con respecto a las células de corazón comprueban asimismo que las células germinales
tienen muchas de las características bioquímicas propias de las células cardiacas, como
puedan ser la existencia de a-actina, troponina t y troponina b. Además también presentan
una proteína, la conexina 43, que facilita la unión intercelular, lo que da al conjunto celular
generado el aspecto de tejido cardiaco funcionante. Sin duda, a partir de las células maGSC,
y utilizando como fuente biopsias testiculares, se podrían obtener células de diversos tejidos
útiles para ser trasplantados a ese mismo paciente, sin problemas inmunológicos, ni por
supuesto éticos, a la vez que células similares a las células madre embrionarias que se
pudieran utilizar para experimentaciones biomédicas. En opinión de George Q Daley,
profesor de la Escuela Médica de Harward, en declaraciones realizadas el pasado mes de
abril, “si estas experiencias funcionaran sería un excitante avance de cara a la medicina
regenerativa”. Asimismo, a juicio de P Tadens, del National Bioethics Center de Filadelphia,
“es este un importante avance que se desarrolla en la dirección adecuada”. Sin embargo,
hasta el momento esta tecnología, con fines terapéuticos, sólo podría aplicarse a varones,
lo que significa una importante limitación, que sin duda habrá que tratar de resolver en un
futuro próximo.
X. CONCLUSION
De todas formas, en el mundo de las cosas reales, todo el debate aquí comentado,
encaminado a obtener células madre embrionarias sin tener que destruir embriones
humanos, parece un tanto artificial, pues a la gran mayoría de los investigadores que
trabajan en este campo no les preocupa cual puede ser el origen y el método para conseguir
las células madre embrionarias que utilizan, sino que lo único que exigen es que éstas sean
de buena calidad, y esto, de momento, lo pueden conseguir bien obteniéndolas de los
bancos de embriones actualmente congelados procedentes de fecundación in vitro o
simplemente comprándolas en los bancos comerciales actualmente existentes. Además,
hay que recordar que la utilidad de estas células madre embrionarias o similares a las
embrionarias así obtenidas sólo tienen utilidad para fines experimentales, pues para fines
terapéuticos son las células madre de tejidos adultos la única posibilidad real.
4. Alternativas para obtener células madre embrionarias sin tener que destruir
embriones.
Una de las posibilidades que se tiene para obtener células madre sin tener que destruir un
embrión humano es conseguirlas de partenotes.Un partenote es un “seudoembrión”
obtenido por activación de un ovocito, sin requerir a la colaboración de espermatozoides.
En algunas especies inferiores puede ser el mecanismo habitual para generar nuevos
individuos. Sin embargo, en los mamíferos superiores, los partenotes, es decir los
“seudoembriones” obtenidos por partenogénesis, pueden desarrollarse hasta que el
“seudoembrión” tiene varias células, más o menos según la especie, pero nunca
dan lugar a un individuo a término (J Exp Clin Assist Reprod 1; 3, 2004).
Por ello se ha propuesto (ver Provida Press nº 199 y 223) la utilización de partenotes para
conseguir células madre embrionarias por un mecanismo ético, pues si estos
“seudoembriones” nunca pueden generar un individuo adulto, no se estará destruyendo, al
utilizarlos, una vida humana. Después volveremos sobre la ética de este proceso.
La dificultad biológica es que los partenotes raramente pasan del estadio de “seudoembrión”
de 8 células, por lo que no podran obtenerse de ellas células madre útiles, ya que éstas se
obtienen de los blastocistos, el embrión de 60 a 200 células.
Sin embargo, recientemente (J Regenerative Med 2; 25, 2001; Stem Cells 21; 152, 2003 o
Reproduction 128; 697, 2004) si que se han podido desarrollar partenotes hasta la fase de
blastocisto. Si esto fuese realmente así se podrían obtener células madre de ellos sin, en
principio, destruir una vida humana.
Esto se confirma, en un reciente trabajo (Fertility and Sterility 87; 77, 2007), en el que se
describen unas interesantes experiencias, en las que los autores, modificando el
procedimiento de activación de los ovocitos, consiguen, en fecto, obtener blastocistos. En
sus experiencias, el 8,6 % de sus “seudoembriones” generados alcanzaron la fase de
blastocisto. Esto quiere decir que estos “seudoembriones” podrían utilizarse para obtener
células madre embrionarias de un ente biológico que nunca puede llegar a generar un
individuo adulto.
También otro reciente trabajo (Science 2006, DOI; 10.1126/ science.1133542) presenta
experiencias que apuntan en la misma dirección que el anterior. En efecto, en este último,
un equipo del Hospital Infantil de Boston, ha conseguido células madre embrionarias de
ratones, igualmente a partir de ovocitos activados, sin requerir la cooperación de
espermatozoides. La peculiaridad de este último trabajo y lo que le da especial relevancia,
es que en él se identifican antigénicamente las células madre producidas para así
trasplantarlas a animales que sean inmunológicamente compatibles con ellas y así tratar de
evitar el rechazo.
A partir de las células madre obtenidas de los ovocitos activados se pueden conseguir
células de todo tipo de tejidos, por lo que estas experiencias, aunque ahora se han realizado
en ratones, abren indudablemente una nueva posibilidad terapéutica para humanos.
Pero desde un punto de vista ético habría que matizar brevemente las anteriores
consideraciones, pues surgen dos dificultades, a mi juicio, objetivas. La primera es que esta
técnica, si se pretende utilizar con fines terapéuticos, sólo podría aplicarse a mujeres, lo
cual, indudablemente, es una evidente limitación. La segunda es que, aunque por el
momento los partenotes no han conseguido desarrollarse a individuos adultos, tampoco se
sabe cual es su condición vital antes de que su desarrollo se detenga. ¿Son realmente
“seudoembriones”?¿son embriones que en una etapa de su desarrollo detienen su
evolución?. Por tanto, por un principio de precaución, es posible que haya que abstenerse
de utilizar los partenotes hasta que no se tenga la convicción experimental firme de que en
ningún momento de su desarrollo estos entes biológicos han tenido carácter de seres
humanos vivos.
Pero junto a esta dificultad ética otro hecho irrefutable es que las células madre embrionarias
humanas constituyen un material biológico precioso para estudios de biología del desarrollo,
de la diferenciación celular, etc., a partir del cual se pueden realizar importantes experiencias
biomédicas.
La dificultad por tanto estriba en como compatibilizar el interés biológico de su uso, con la
dificultad ética de su obtención a partir de embriones humanos.
De aquí que, como al principio se comentaba, tratar de armonizar estos dos objetivos
constituye un reto biológico y ético de primordial interés.
Hasta ahora, se han propuesto distintos procedimientos para conseguir células similares a
las embrionarias humanas sin que se requiera destruir a los embriones que las donan, pero
la gran mayoría de ellos presentan dificultades técnicas o éticas que los alejan de la
idoneidad buscada.
Estos datos indicaban que en las células iPS conseguidas por Takahashi y Yamanaka (1),
únicamente se había conseguido una reprogramación celular incompleta.
Después de este trabajo (1), ya en 2007, se han publicado otros tres (2, 3, 4), por dos grupos
norteamericanos y otro japonés, que vienen a completar y ampliar las experiencias de
aquellos autores, abriendo nuevas e interesantes perspectivas en el tan apasionante campo
de producir células madre embrionarias sin utilizar embriones.
El paso fundamental dado por estos tres últimos grupos estriba en que además de conseguir
células iPS, estas son competentes para generar híbridos adultos con capacidad procreativa
y para producir líneas celulares germinales así mismo híbridas. Para conseguir esto, han
utilizado un marcador de desdiferenciacion celular de mayor calidad, el Nanog. Incluso en
uno de los tres trabajos, el de Okita y col (3), se consigue transmitir la alteración celular
obtenida a una progenie de ratones híbridos. De esta forma, las células Nanog- iPS
generadas son prácticamente indiferenciables de las células madre embrionarias en su
capacidad de expresión génica global (3), metilación de DNA y modificación de sus histonas
(2,4). Así mismo, las células Nanog-iPS generadas a partir de células híbridas muestran
reactivación del cromosoma X silenciado y después presentan inactivación aleatoria para
conseguir la ulterior diferenciación (2), algo característico del proceso de reprogramación de
las células germinales femeninas.
Estos datos demuestran que en los últimos tres trabajos referidos se ha conseguido una
reprogramación total de las células iPS, cuando se utilizaron los cuatro factores de
transcripción anteriomente comentados.
Como se resume en una magnífica revisión sobre los distintos procedimientos para
conseguir células iPS (6), de la cual hemos tomado parte de los resultados anteriormente
expuestos, cada uno de los métodos utilizados tiene ventajas e inconvenientes. En efecto,
una reprogramación del genoma casi completa de las células somáticas se puede conseguir
por transferencia nuclear o generación de células iPS, pero este ultimo procedimiento
muestra la gran ventaja que para conseguirlas no se requiere la utilización de ovocitos. El
inconveniente, en cambio, es que estas técnicas no han dado todavía resultados positivos
en humanos, lo cual únicamente se ha conseguido fusionando las células somáticas adultas
con células madre embrionarias, por lo que las células iPS parece que serán especialmente
útiles para investigaciones básicas, puesto que para aplicaciones terapéuticas, por el
momento, únicamente son útiles las células madre adultas. Además, y como principal
inconveniente para aplicarlas en humanos está el escollo, por ahora insalvable, de su
tumorogenicidad. Además con las células iPS se pueden transmitir infecciones víricas
animales, ya que para conseguirlas se requiere la utilización de retrovirus. Por otro lado, con
el método que utiliza la fusión de las células adultas con células madre embrionarias, la gran
dificultad biológica es que las células obtenidas son tetraploides. Según los autores de la
revisión que se comenta (6) “en el momento actual es prematuro discutir qué método será
en un futuro próximo más adecuado para su aplicación clínica”, incluso “se podría pensar
que el desarrollo de los métodos actuales podría dar lugar a una nueva y unificada
tecnología”.
Finalmente, otra interesante posibilidad para conseguir células similares a las embrionarias
sin tener que destruir embriones, es generar células pluripotentes a partir del cultivo de
células germinales, como recientemente han propuesto Shinohara y col (7), obtenidas de
testículos de fetos de ratones. A las células así obtenidas las denominan células madre
germinales multipotentes o células mGS, de su denominación inglesa “multipotent
germenline stem cell”. Las células mGS son similares a las células madre embrionarias en
morfología, capacidad de proliferación, formación de teratomas e incluso, en ocasiones, en
la posibilidad de generar híbridos adultos. La principal dificultad técnica que tienen es la baja
eficiencia para obtenerlas, pues para conseguir una única línea celular los autores utilizaron
testículos de 30 animales. Estas experiencias han sido complementadas recientemente por
Guam y col (8), quienes han sido capaces de obtener células madre pluripotentes similares
a las embrionarias a partir de testículos de ratones adultos. Como es obvio, para su posible
aplicación clínica esta técnica tiene la dificultad insalvable que solo podría ser utilizada en
varones.
Desde un punto de vista ético el principal objetivo es alcanzar un método que no requiera la
destrucción de embriones humanos para la obtención de células similares a las
embrionarias, lo que no lo consigue ni la transferencia nuclear ni la fusión con células madre
embrionarias, por lo que el camino abierto con la generación y utilización de células iPS
puede ser el más esperanzador, aunque, como ya se ha referido, todavía no se han realizado
experiencias con humanos, pues hasta ahora las llevadas a cabo siempre han sido
desarrollas en ratones, lo que hace que la posible aplicación clínica de estas técnicas
parezca todavía lejana.
BIBLIOGRAFÍA
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show global epigenetic remodelling and widespread tissue contribution. Cell Stem Cell 1, 55-
70.
3) Okita, K., Ichisaka, T., and Yamanaka, S. (2007). Generation of germiine competent
induced pluripotent stem cells. Nature. Published omine June 6, 2007. 10.1038/nature05934.
4) Wemig, M., Meissner, A., Foreman, R., Brambrink, T., Ku, M., Hochedlinger, K., Bemstein,
B, E., and Jaenisch, R. (2007). In vitro reprogramming of fíbroblasts into a pluripotent ES
cell-like state. Nature. Published omine June 6, 2007. 10.1038/nature05944.
5) Silva J., Chambers I., Pollard S., Smith A., Nanog promotes transfer of pluripotency after
cell fusión. Nature doi 10.1038/nature 04914. Published oniine 14 June 2006.
6) Yamanaka, S. (2007) Strategies and new developments in the generation of patient-
specific pluripotent stem cells. Cell Stem Cell 1,39-49.
7) Kanatsu-Shinohara, M., Inoue, K., Lee, J., Yoshimoto,M., Ogonuki, N., Miki, H., Baba, S.,
Kato, T., Kazuki, Y., Toyokum, S., et al. (2004). Generation of pluripotent stem cells from
neonatal mouse testis. Cell 119,1001-1012.
8) Guan, K., Nayemia, K., Maier, L.S., Wagner, S., Dressel, R., Lee, J.H., Nolte, J., Wolf, F.,
Li, M., EngeC W., and Haseníüss, G. (2006). Pluripotency of spermatogonial stem cells from
adult mouse testis. Nature 440, 1199-1203.
Justo Aznar. Director del Observatorio de Bioética y Director de Investigación del Instituto
de Ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia.
Revisado por los miembros del Observatorio de Bioética UCV: Luis Franco Vera (Valencia),
Nicolás Jouve de la Barreda (Madrid), José Luis Pérez Requejo (A Coruña) y Alvaro Vázquez
Prats (Zaragoza).
No cabe duda de que este hallazgo científico puede tener una potencial utilidad clínica, por
lo que ha sido saludado con gran esperanza, no solo por parte de la ciencia médica, sino
también por la ciudadanía en general.
Además, al interés científico que sin duda este hallazgo tiene, se añade la circunstancia de
que para obtener las referidas células similares a las embrionarias no se requiere destruir
embriones humanos, lo que soslaya la grave dificultad ética que el uso de células madre
embrionarias conlleva, pues, como es sabido, para obtenerlas hay que crear y destruir los
embriones humanos de los cuales proceden.
Esta triple vertiente, interés científico, posible utilidad clínica y bondad ética, ha hecho que,
como anteriormente se ha comentado, el trabajo de los investigadores japoneses y
norteamericanos haya merecido una muy importante atención de los medios de
comunicación social.
Pero el actual trabajo, realizado utilizando células de piel humanas, ha tenido su prólogo
experimental con animales e incluso su etapa de formulación teórica.
En realidad todo nació cuando hace unos años se planteó el dilema de obtener células
similares a las embrionarias por procedimientos éticamente correctos, es decir, por
mecanismos que no requirieran la destrucción de embriones humanos, pues muchos
investigadores estiman que las células madre embrionarias constituyen un precioso material
biológico para importantes investigaciones biomédicas básicas (Best Practical Research
Clinical Obstetrics and Gynecology 18; 929-940, 2004 Stem Cells 8; 502-507, 2007), por lo
que la búsqueda de otras fuentes de células madre se convirtió en un objetivo investigador
de primer orden.
Antes de utilizar la reprogramación de células de tejidos humanos adultos para conseguir
células similares a las embrionarias se habían explorado para este mismo fin otros caminos,
que vamos a resumir brevemente.
La primera posibilidad propuesta fue obtener las células madre a partir de blastómeros de
embriones generados por fecundación in vitro. En efecto, si a un embrión de 4 o 8 células
se le extrae una, ésta se puede cultivar para generar células madre, y este embrión, aún con
una célula menos, puede sobrevivir si se implanta en el útero.
Esta técnica fue utilizada por primera vez en el año 2004 por Strelchenko y colaboradores,
del Instituto de Genética Reproductiva de Chicago, dirigido por Y Verlinsky (Reproduction
BioMedicine Online 9; 623-629, 2004), los cuales consiguieron obtener diversas líneas
celulares a partir de una célula pluripotente extraída de un embrión de 4 días (de 60 a 70
células) generado por fecundaciónin vitro, es decir inmediatamente antes de que alcanzara
el estadio evolutivo de blastocisto, que como ya se ha referido se logra aproximadamente a
los cinco días de vida del embrión. Cuando se utiliza esta técnica, la mayor parte de las
veces, la extracción de la célula que va servir para generar las células madre no conllevaba
la muerte del embrión. Sin embargo, para legitimar éticamente esta técnica habría que
garantizar que el embrión del cual se extrae el blastómero que se utiliza para generar las
células madre fuera posteriormente implantado para evitar su destrucción, cosa a nuestro
juicio es difícil de garantizar.
En esta misma dirección se dió posteriormente un paso hacia adelante, cuando Cheng y el
grupo de investigadores de la empresa californiana ACT (Advanced Cell Technology) que
dirige Robert Lanza, sin duda uno de los pioneros en este tipo de investigaciones,
consiguieron obtener, a partir de blastómeros de embriones de solamente ocho células,
líneas celulares de distintos tejidos, como hueso, cartílago, tejido nervioso y células de
epitelio respiratorio (Nature 439; 216-219, 2006).
Pero aun cuando estas experiencias abrieron indudables expectativas terapéuticas no
parecía que las células así obtenidas hubieran podido ser utilizadas para fines terapéuticos
por proceder de otro individuo distinto del que requería el trasplante celular, lo que podría
conllevar problemas de rechazo inmunológico, similarmente a lo que ocurre con los
trasplantes de órganos procedentes de donantes.
Con esta técnica lo que se trataba era conseguir reprogramar células madre de tejidos
adultos hasta convertirlas en células madre pluripotentes, de las cuales se pudieran obtener
células de todo tipo de tejidos, pero sin que la reprogramación llegara nunca a convertirlas
en células madre totipotentes, de las que si se pudiera desarrollar un embrión humano
completo.
Esta técnica, desde un punto de vista ético, no parece que ofrezca dificultades objetivas, por
lo que ha sido refrendada por un número significativo de científicos y bioéticos de prestigio
en un documento denominado Production of Pluripotent Stem Cell by Oocyte Assisted
Reprograming. (http://www.eppc.org/publications/pubID.2374/pub_detail.asp).
Sin embargo, si que tiene la grave dificultad de que para ser llevada a cabo se requieren
ovocitos humanos, lo que presupone la utilización de un gran número de mujeres donantes
de óvulos, cosa no fácil de conseguir, especialmente por el peligro que para cada una de
esas mujeres puede suponer la importante estimulación hormonal que sufren que, en
ocasiones, puede incluso desencadenar en ellas el grave síndrome de hiperestimulación
ovárica.
La cuarta posibilidad es la creación de estructuras biológicas pseudoembrionarias por fusión
de las células somáticas adultas genéticamente modificadas con células madre
embrionarias.
Para solventar el grave problema del uso de ovocitos humanos que la ANT-OAR conlleva
se propuso fusionar el núcleo de las células somáticas adultas genéticamente modificadas
con células madre embrionarias en lugar de hacerlo con ovocitos, pues las células madre
embrionarias producen en el genoma de la célula somática adulta el mismo efecto
reprogramador que produce el citoplasma de los ovocitos en la transferencia nuclear
somática. Incluso, según comenta M Azim Surani (Cell 122; 653-654, 2005), es posible que
las células madre embrionarias sean más eficientes para reprogramar el material
cromosómico de las células somáticas adultas que el propio citoplasma de los ovocitos. De
esta forma, las células somáticas adultas resultantes, por algunos denominadas cíbridos (N
Strelchenko et al Reproductive BioMedicine Online 12; 107-111, 2006), podrían llevarse a
un estado de indeferenciación genómica similar al de las células pluripotentes, para así
poder derivar de ellas células madre similares a las embrionarias.
Pues bien, esta hipotética posibilidad, que ya había sido propuesta por M Tada y
colaboradores (Current Biology 11; 1553-1558, 2001), fue llevada a la práctica por Cowan y
colaboradores (Science 309; 1369-1373, 2005), quienes comprobaron que si las células
somáticas se fusionan con células madre embrionarias se puede conseguir la
reprogramación del material cromosómico de las células adultas hasta un estadio de células
indiferenciadas de tipo pluripotente.
Pero a pesar de esta esperanzadora posibilidad, uno de los autores del propio grupo de
Cowan, también firmante del trabajo anteriormente comentado, Kevin Eggan, según recoge
un editorial de E Phimister (New England ]ournal of Medicine 353; 1646-1647, 2005),
manifestaba que aún no se ha podido poner a punto la metodología necesaria para generar
células madre similares a las que se obtienen de los blastocistos, aunque sus estudios
pueden ser la base para futuras experiencias que permitan conseguir dicho objetivo.
En efecto, el principal inconveniente biológico de esta técnica es que como la nueva célula
procede de dos células, fibroblasto y célula madre embrionaria, que tienen un núcleo diploide
(núcleo de 46 cromosomas), la célula resultante tendrá doble dotación cromosómica que las
células adultas normales, es decir, será una célula tetraploide con 92 cromosomas. Las
células tetraploides así obtenidas, aunque se comportan de forma muy similar a como lo
hacen las células madre embrionarias, tienen un potencial terapéutico prácticamente nulo,
por lo que solo podrían utilizarse para fines experimentales biomédicos, pero nunca con
fines terapéuticos. Consecuentemente, como comentan los propios autores (Science 309;
1369-1373, 2005), y también recoge un editorial delJAMA (BM Kuehn JAMA 294; 1475-
1476, 2005), para hacer terapéuticamente útiles estas técnicas habría que desarrollar un
método para eliminar el ADN sobrante que proporciona la célula madre embrionaria, para
así convertir la célula tetraploide obtenida en diploide, circunstancia, que como el propio
Eggan reconoce, por el momento parece técnicamente difícil de conseguir.
Desde un punto de vista ético existe una dificultad, a mi juicio insalvable, dado que para la
obtención de este tipo de células tetraploides, hay que utilizar células madre embrionarias
que se obtienen de embriones humanos que hay que destruir, por lo que con esta técnica
no se habría resuelto la dificultad ética que la utilización de células madre embrionarias
conlleva, que precisamente es que para obtenerlas hay que terminar con la vida del embrión
que las dona.
Sin embargo, hasta el momento, esta técnica, sólo podría aplicarse con fines terapéuticos a
varones, lo que significa una importante limitación, que sin duda habrá que tratar de resolver
en un futuro próximo.
En este sentido, hace ya algún tiempo se habían realizado dos intentos para obtener líneas
celulares humanas similares a las embrionarias a partir de partenotes (óvulos activados
partenogenéticamente), uno por el equipo de JB Cibelli (Journal of Regenerative Medicine
2; 25-31, 2001) y otro por el grupo de H Lin (Stem Cells 21; 152-161, 2003), pero sin
conseguir resultados concretos. Ahora, parece que un equipo de investigadores rusos y
norteamericanos lo han logrado (ES Revazova et al Cloning and Stem Cells 9; 432-450,
2007). En efecto, el grupo de Revazova ha obtenido líneas celulares pluripotentes a partir
de blastocistos generados partenogenéticamente. Las células así producidas tienen una
morfología similar a las células madre embrionarias humanas, expresan marcadores
específicos de estas células poseen un alto nivel de fosfatasa alcalina y telomerasas y
expresan un cariotipo normal de 46 cromosomas. Es decir, son células similares a las células
madre embrionarias humanas, que pueden ser utilizadas para generar células de diferentes
tejidos y que potencialmente podrían ser usadas con fines terapéuticos. Estas células han
podido ser cultivadas durante 21 a 35 pases. Sin embargo, el uso de estas células tiene
varias limitaciones. La primera, es que, para conseguirlas se requiere la utilización de un
gran número de ovocitos humanos, lo que, como ateriormente se ha comentado, tiene
indudables objeciones éticas, pues no es fácilmente admisible que la mujer pueda ser
utilizada como fuente de ovocitos. La segunda, y en contraposición al procedimiento
propuesto por Guan y colaboradores(Nature 440; 1199-1203, 2006) que solo podría ser
aplicado a varones, es que las células obtenidas solo podrían ser utilizadas para tratar a las
mujeres donantes de sus óvulos. En este caso, por tratarse de un trasplante autólogo se
evitaría el rechazo inmunológico, como ya ha sido demostrado en ratones (K Kim, Science
315; 482-486, 2007).
De todas formas, Revazova y colaboradores (Cloning and Stem Cells 9; 432-450, 2007)
están convencidos de haber desarrollado un método para “crear partenogenéticamente
células madre embrionarias humanas y de haber demostrado que estas células pueden
diferenciarse en células funcionales que pueden ser de gran valor en el futuro para tratar
enfermedades humanas degenerativas, así como para investigaciones biomédicas”.
En la misma línea que Revazova y colaboradores, un grupo de investigadores de la
Universidad de Milán, afirma haber producido células madre
embrionarias partenogenéticamente, pero sus resultados todavía no han sido publicados,
según se comenta en Nature (441; 1038, 2006).
La última posibilidad que, en lo que alcanza nuestro conocimiento, se ha utilizado es la
obtención de células similares a las células madre embrionarias por reprogramación directa
de células somáticas adultas, propuesta por K Takahashi y S Yamanaka (CeII 126; 652–
655, 2006). Este equipo japonés analiza cuales son los factores presentes en los ovocitos
humanos o en las células madre embrionarias que inducen la reprogramación de las células
somáticas adultas e identifican varios de ellos, utilizando cuatro: el OCT3/4, SOX2, c-
Myc y Klf4. Estos cuatro genes codifican cuatro proteínas específicas, conocidas como
factores de transcripción, que son las que se transfieren a la célula somática. Estas proteínas
inducen la expresión de otros genes que reprograman las células somáticas hasta un estado
de pluripotencialidad. Utilizando estos cuatro genes consiguen reprogramar células
somáticas adultas de ratón a células que expresan el marcador de pluripotencialidad Fbx15,
de las cuales se pueden conseguir directamente células de todo tipo de tejidos, sin tener
que destruir ningún embrión, pues en ningún momento de la reprogramación inducida se
llegan a generar verdaderas células embrionarias, ya que siempre se detiene el proceso de
reprogramación en el estadio evolutivo de célula pluripotente. A estas células las denominan
células madre pluripotentes inducidas o células iPS (de las siglas de su nombre en inglés).
Sin embargo, las células iPS generadas difieren de las células madre embrionarias en su
expresión génica y en los patrones de metilación del ADN. Cuando las células iPS así
formadas se inyectaron en blastocistos de animales normales, no consiguieron producir
quimeras viables.
Estos resultados fueron ampliados y confirmados en un trabajo posterior del mismo grupo
(K Okita et al Nature 448; 313-317, 2007), en el que, consiguen a partir de células iPS,
controlando la expresión del Nanog y del Oct 3/4, generar células iPS germinales con
expresión genética y patrones de metilación del ADN comparables a los de las células madre
embrionarias. También logran obtener quimeras adultas de ratones si las inyectan en
blastocistos murinos, que pueden transmitir sus características genéticas a la siguiente
generación, aunque aproximadamente un 20% de los ratones generados desarrollaron
tumores, posiblemente por la utilización del c-Myc, que como se ha comentado
anteriormente es un oncogén. También R Jaenisch comprueba que algunas quimeras
generadas con células iPS desarrollaron tumores (citado por J Rossant Nature 448; 260-
262,2007).
Es decir, las células iPS obtenidas de los fibroblastos murinos pueden generar quimeras con
capacidad de transmitir sus características génicas a la siguiente generación.
En el mismo número de Nature (448; 318-324, 2007), Wernig y colaboradores, del grupo de
Jaenisch, también consiguen la reprogramación in vitro de fibroblastos a células
pluripotentes, utilizando los mismos genes reprogramadores, el Oct 4 (también
denominado Oct ¾ o Pou 5f1), SOX2, c-Myc yKlf4, comprobando que el patrón de
metilación del ADN, la expresión génica y el estado de la cromatina de las células
pluripotentes generadas son similares a los de las células madre embrionarias. Igualmente
consiguieron formar quimeras, a partir de las que desarrollan embriones vivos a término, si
las inyectan en blastocistos murinos.
Así mismo Maherali y colaboradores (Cell Stem Cell 1; 55-70, 2007), han conseguido
reprogramar fibroblastos en células pluripotentes inducidas (iPS) y generar quimeras
viables.
Hasta aquí lo realizado previamente a la publicación de las recientes experiencias de los
grupos estadounidenses y japoneses que han dado motivo a esta revisión.
Pero el paso que había que dar para trasladar estas experiencias a humanos no parecía
fácil, ni mucho menos próximo. Así, Janet Rossant se preguntaba el pasado mes de julio en
Nature (448; 260-262, 2007) ¿serán eficientes los mismo mágicos factores moleculares para
generar células iPS en humanos? Diversos grupos están intentándolo, pero trasladar estas
pruebas a humanos tiene muchas dificultades”.
En efecto, el gran avance que ahora han conseguido los grupos de Shinya Yamanaka, de la
Universidad de Kyoto y de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin, es que las
experiencias de Takahashi y Yamanaka anteriormente comentadas, realizadas con
fibroblastos murinos (Cell 126; 652-655, 2007), las han realizado ahora utilizando como
material celular para ser reprogramado células de piel humana. De esta forma, de cara a su
posible utilización clínica, se ha dado un paso adelante fundamental, de ahí el interés que
las experiencias a las que nos estamos refiriendo han suscitado.
El equipo de Thomson, que como se sabe fue el investigador que en 1988 (Science 282;
1145-1147, 1998), consiguió por primera vez cultivar células embrionarias humanas, publica
sus experiencias en Science (J Yu et al DOI: 10.1126/Science.1151526, publicado el 20-
XII).Estos autores, para conseguir la reprogramación de las células de piel han utilizado un
lentivirus como vector para introducir los 4 genes que usan para reprogramar los
fibroblastos. Los genes reprogramadores usados, son elOCT3/4, SOX2, LIN28 y NANOG.
Por este procedimiento los investigadores norteamericanos, obtienen 8 líneas de células
iPS, similares a las embrionarias, permitiendo que algunas de ellas se cultivaran durante 22
semanas. Finalmente consiguen generar una célula iPS de cada 10.000 células somáticas
reprogramadas. Las fuentes de las células de piel utilizadas fueron prepucio de un recién
nacido y piel de un feto.
Takahashi y Yamanaka han utilizado (Cell 131, 861-872, 2007) el mismo sistema que los
norteamericanos, pero usando un retrovirus para transferir los genes reprogramadores, y
además estos no fueron los mismos que los utilizados por Thomson, ya que usaron
el OCT3/4, el SOX2, el c-Myc, y el KLF4, que por otro lado fueron los mismos que ellos ya
habían utilizado en sus experiencias previas con ratones (Cell 126; 663-676, 2006),
ayudándose en este caso de un receptor protéico, el SLc7a1, para mejorar la eficiencia de
la técnica. Con esta metódica experimental obtuvieron una célula iPS por cada 5000 células
somáticas reprogramadas, es decir, que consiguieron duplicar la eficiencia del equipo de
Thomson. Esto significa que con diez centímetros de piel cultivada se podrían producir varias
líneas celulares iPS.
Sin embargo, el uso por Takahashi y Yamanaka del c-Myc, un oncogén, añadía a su
metódica una dificultad grave para que las células obtenidas a partir de las iPS pudieran ser
utilizadas en la clínica humana, ya que en este caso se podría favorecer el desarrollo de
tumores en los hipotéticos pacientes trasplantados. Pero, en un trabajo posterior (M
Nakagawa et al Nature Biotechnology DOI: 10.1038/nlt1374; 30-XI-2007) el mismo grupo
consigue similares efectos, tanto en humanos (usando células de piel de un adulto de 36
años), como en ratones, cuando no utilizan el c-Myc, es decir usando solamente los otros
tres genes reprogramadores, consiguiendo que ninguno de los 26 animales a los que se
transfirieron células iPS obtenidas sin utilizar c-Myc desarrollaran tumores, mientras que 6
de 37 animales transferidos con células que utilizaron el c-Myc si los produjeron.
En las experiencias del equipo japonés se utilizó como fuente de células adultas piel de la
cara de una mujer de 36 años y tejido sinovial articular de un varón de 69 años.
Las células iPS obtenidas por el grupo de Yamanaka mostraban las características propias
de las células embrionarias, tanto en lo que se refiere a su apariencia morfológica, como a
su multiplicación en cultivos, similar funcionalidad, capacidad de producir teratomas, y sobre
todo los mismos marcadores genéticos, aunque la expresión génica de las células iPS y los
patrones de metilación del ADN eran diferentes y sobre todo fallaron en la producción de
quimeras vivas.
A partir de las células iPS así obtenidas pudieron conseguir estructuras biológicas de las
tres capas germinales, de las cuales se derivan todas las células de nuestro organismo, pero
además cultivadas adecuadamente consiguieron generar también células neuronales y
cardíacas, con la particularidad de que estas últimas tras unos días de cultivo comenzaron
a latir.
Sin ninguna duda, la principal ventaja del uso de las células iPS es ética, al no requerir para
obtenerlas la destrucción de embriones humanos. Esto ha sido reconocido por un gran
número de expertos en bioética, así como de investigadores que desarrollan su trabajo en
esta apasionante área.
Pero también, tienen indudables ventajas biológicas con respecto a las células madre
embrionarias, si la finalidad de su uso es terapéutica. En efecto, si se utilizan células madre
obtenidas de embriones sobrantes de fecundación in vitro, por ser el embrión utilizado un
individuo humano distinto del que se pretende que se beneficie del trasplante, con gran
probabilidad se puede inducir rechazo inmunológico. Como es obvio, es ésta una grave
dificultad para el uso de las células madre embrionarias con fines terapéuticos. Esto
se solucionaría con las células iPS, pues al proceder del mismo individuo que requiere el
trasplante celular no se produciría rechazo. Sin embargo, aun no se pueden echar las
campanas al vuelo cuando de buscar una finalidad terapéutica se trata, pues son objetivos
los inconvenientes que hay que salvar antes de poder usar las células iPS en humanos con
fines clínicos.
El primero de ellos es que para insertar los cuatro (ó incluso solo tres) genes reguladores de
la reprogramación (genes que producen proteínas que a su vez controlan la actividad de
otros genes) utilizan virus, retrovirus en el caso de Takahashi y Yamanaka y lentivirus en el
caso de Thomson, y el material genético de estos virus, potencialmente patógeno, puede
insertarse en el ADN de la célula que se va a reprogramar, por lo que se podrían transmitir
al hipotético receptor patologías virales.
La segunda dificultad es que al ser las células iPS muy indiferenciadas, aunque menos que
las embrionarias, tienen como éstas, aunque en menor medida debido a su menor
indiferenciación, posibilidad de desarrollar tumores en los potenciales receptores.
También puede ser una dificultad adicional la intensa modificación genómica que supone la
introducción de los cuatro genes reguladores de la transcripción, cuyas consecuencias
genéticas por el momento son impredecibles.
De todas formas, nos parece pertinente un comentario final. Hasta que las dificultades que
se han comentado se solventen para poder utilizar las células iPS con fines terapéuticos en
humanos, estas células pueden ser un material biológico de gran interés para fines
experimentales, los que ahora se tratan de conseguir utilizando células madre embrionarias,
sin que su uso conlleve ninguna dificultad ética. Así pues, utilizando las células iPS se podrá
seguir investigando en la regulación biológica de las primeras etapas de la vida humana,
profundizando en el mecanismo patogénico de muchas enfermedades y utilizarlas como
medio biológico para evaluar nuevos fármacos.
Finalmente, conviene señalar que la importancia de estos hallazgos, puede inferirse del
hecho de que varios de los pioneros en el uso de células madre embrionarias hayan
manifestado su intención de dejar de usarlas para reconducir sus investigaciones con células
iPS. Entre ellos, Robert Lanza, director de Advanced Cell Technology, una de las empresas
punteras en la experimentación con embriones humanos y Ian Wilmut, el padre de la oveja
Dolly, quien tras manifestar que las investigaciones que puedan derivarse del uso de las
células iPS son “cien veces más interesantes” que las que se llevan a cabo con células
madre embrionarias, ha manifestado su intención de dejar de utilizar células madre
embrionarias para pasarse a usar células iPS (The Daily Telegraph, 16/11/2007).
Sin duda, por lo tanto, es este un gran avance experimental, que hay que saludar como una
gran esperanza para encontrar caminos éticos que permitan el desarrollo que la
medicina reparadora y regenerativa requiere. Por ello, el propio Thomson comentaba
(Gina Kolata The New York Times, 22/11/2007) que probablemente “dentro de una década
la guerra de las células madre será solo una nota al pie de una página curiosa de la historia
de la ciencia”.
Justo Aznar.
7. De las células madre a las células iPS. Un recorrido científico y ético apasionante
LAS CÉLULAS MADRE
Pocos temas en la medicina han suscitado en los últimos años tanto interés como las células
madre, y esto, no solamente entre los estudiosos de esta área médica, sino también en la
sociedad en general.
Por ello, cabe preguntarse al comienzo de este parlamento el por qué de este inusitado
interés. A nuestro juicio, varias son las razones, aunque creo que podrían resumirse a
cuatro: 1) porque su uso puede ser importante para variados estudios biomédicos,
especialmente aquellos relacionados con el mejor conocimiento de las primeras etapas del
desarrollo del embrión humano y por constituir un inigualable medio experimental para
diversos fines científicos; 2) por sus hipotéticas aplicaciones terapéuticas en el seno de la
denominada medicina regenerativa y reparadora; 3) por los importantes problemas éticos
que su utilización conlleva, y finalmente 4) por la posibilidad de rentabilizar económicamente
su uso.
Pero ¿qué son las células madre? Las células madre, también denominadas células
troncales, estaminales o en ingles células ´stem´, son células que tienen la capacidad, no
solamente de poder cultivarse y reproducirse a si mismas, sino también de generar células
adultas de diferente progenie, es decir de diferentes tejidos.
Por su origen, las células madre pueden ser: embrionarias o de tejidos adultos.
La fuente de células madre embrionarias son los embriones, que se pueden obtener a partir:
1) de los sobrantes de la fecundación in vitro; 2) de los generados por transferencia nuclear
somática, la erróneamente denominada clonación terapéutica, o por partenogénesis a partir
de ovocitos humanos.
Las células madre de tejidos adultos se pueden obtener: 1) de diferentes tejidos adultos; 2)
de la sangre del cordón umbilical; 3) de la placenta; 4) de células madre germinales
obtenidas de fetos abortados y 5) de teratocarcinomas u otros carcinomas, especialmente
los testiculares.
Las primeras experiencias de clonación animal de las que existe referencia escrita parecen
ser las propuestas por Hans Spemann, de la Universidad de Friburgo, realizadas en 1938.
Posteriormente en 1952, Robert Briggs y Thomas King, de la Universidad de Filadelfia,
clonaron ranas utilizando núcleos de ovocitos de ese mismo animal con células somáticas
de renacuajos. Hasta 1984 no parecen existir nuevas aportaciones de interés en este
apasionante campo de la biomedicina. Desde entonces se han clonado, por cronológico
orden, carpas, corderos, ovejas, ratones, terneras, vacas, cerdos, gatos, caballos, mulas,
ratas, perros y lobos.
Así se llega a la clonación humana. Según los datos que he podido reunir, extraídos de la
bibliografía más reciente, al parecer son nueve los intentos de clonación humana, hasta el
momento, realizados. Aunque no podemos detenernos en cada uno de ellos, si comentar
que la primera vez que se anunció en el mundo una clonación humana fue en el año 2001,
cuando Cibelli, del equipo de Robert Lanza, comunicó que habían logrado obtener un
blastocisto humano por partenogénesis. Posteriormente dos equipos chinos afirmaban
haber alcanzado el mismo logro, pero sin que esto fuera plenamente admitido por el mundo
científico.
Siguiendo esta apasionante y apasionada carrera, fue en 2004, cuando el coreano Woo Suk
Hwang comunicaba, tras publicarlo en Science, que había clonado el primer ser humano a
partir de material genético de células de tipo similar al embrionario. Pero, dado el carácter
alogénico de las células madre que de los embriones clonados se podían obtener, no
parecía que este logro fuera útil para su posible aplicación a la clínica humana. Sin embargo,
en mayo de 2005, el mismo Hwang anunciaba, después de publicarlo igualmente en
Science, que habían logrado clonar embriones humanos por transferencia nuclear somática
a partir de células adultas de 11 pacientes. Como es de todos conocido, estas experiencias
tuvieron una enorme repercusión mediática y abrieron una objetiva esperanza de que las
células obtenidas de los embriones clonados pudieran ser utilizadas para tratar diversas
enfermedades, a la vez que colocaron a Hwang en la cumbre de la investigación mundial.
Sin embargo, como asimismo es sabido, a finales de 2005, se demostró que las experiencias
de Hwang habían sido fraudulentas, lo que hacía que se volviera a poner en duda el que
hasta ese momento se hubiera logrado la clonación humana, cosa que, en el mes de agosto
de 2005, Miodrag Stojkovic, del equipo de Allison Murdoch, de la Universidad de Newcastle,
y actualmente Subdirector del Instituto de Investigación Príncipe Felipe, de nuestra
Comunidad Valenciana, anunciaba que lo habían conseguido. Según ellos, serían los
primeros, en haber logrado, la ansiada, por algunos, clonación de seres humanos.
Por ello, en opinión de la gran mayoría de los expertos en esta área médica, seguía
existiendo la duda razonable de que hasta ese momento se hubiera logrado clonar un ser
humano, opinión que viene apoyada por el hecho de que en ninguna de las anteriores
experiencias se consiguieron obtener líneas celulares embrionarias a partir de los
blastocistos clonados.
Pero, desde un punto de vista médico, es necesario tener en cuenta que si se obtuvieran
estas células de embriones congelados, por ser alogénico el material celular utilizado para
el transplante celular, se podrían producir problemas de rechazo inmunológico que
obligarían de por vida a un tratamiento inmunosupresor del paciente que va a recibir el
transplante. Además, como ya se ha referido, sería grande la probabilidad de desarrollar
tumores en el paciente trasplantado.
Por ello, dado que existen otras alternativas más favorables para ser utilizadas en la clínica
médica, no parece que por el momento sea adecuado proponer el uso de células madre
embrionarias con fines terapéuticos. Como hasta ahora no se ha hecho.
Pero, si las células madre embrionarias humanas no es el material biológico idóneo para
promover aventuras terapéuticas, si en cambio se están abriendo nuevas posibilidades para
conseguir este objetivo utilizando células madre de tejidos adultos, o incluso, como más
adelante referiremos, usando células somáticas adultas reprogramadas.
De entrada, nos parece necesario volver a afirmar que son las células madre de tejidos
adultos las únicas que hasta el momento se han utilizado en humanos con fines terapéuticos
en ensayos clínicos. En efecto, según se recoge en el número de enero de 2007 de Science,
hasta esa fecha, había 1238 ensayos clínicos aprobados por la Food and Drug
Administration norteamericana, la FDA, utilizando células madre de tejidos adultos, de ellos,
más de 250 en infarto de miocardio, 24 en linfomas de tipo no-Hodgkin y 5 en tumores
testiculares.
Pero para confirmar el amplio uso de las células madre adultas en ensayos clínicos, en
contraposición a la nula utilización de las embrionarias, nos parece que el mejor medio es
referirnos a los datos recogidos en una página web en la que se enumeran los ensayos
clínicos actualmente en desarrollo llevados a cabo con células madre. En ella, se constata
que, en abril de 2007, existían 73 patologías distintas en las que se estaban llevando a cabo
ensayos clínicos con células madre adultas. De ellas, en 26 tipos de cánceres; en
enfermedades autoinmunes; en la enfermedad cardiovascular aguda y crónica; en
trastornos oculares, como es la regeneración corneal; en diversos tipos de
inmunodeficiencias; en enfermedades nerviosas neuro-degenerativas, como el Parkinson o
traumáticas como la lesión de medula espinal; en diferentes enfermedades hematológicas;
en enfermedades que cursan con cicatrización dificultosa; en la reparación de tejido óseo;
en varias enfermedades metabólicas; en patología hepática, especialmente en la cirrosis y
en diversos trastornos de la vejiga urinaria. Sin embargo, en ese mismo registro, no se refiere
ni un solo ensayo clínico llevado a cabo con células madre embrionarias.
Creo que estos datos confirman de forma objetiva, yo me atrevería a decir que irrefutable,
que hasta la fecha, con células madre embrionarias no se ha curado a nadie, en contra de
lo que desde algunos cenáculos, más ideológicos que científicos, se intenta de difundir.
Otra posible utilización de las células madre es su uso para la creación bioartificial de
órganos. Es sabido que una de las dificultades más importantes del transplante de órganos
es la carencia de órganos disponibles, por lo que la creación de órganos bioartificiales se
ofrece como una atractiva posibilidad de futuro.
En este sentido son varias las tentativas que hasta ahora se han realizado en diversas
patologías, especialmente en la creación de válvulas cardíacas, pero sin duda, a nuestro
juicio, son las experiencias del grupo de Doris Taylor, de la Universidad de Minessota,
publicadas en Nature Medicine, en el pasado mes de abril, las más sugerentes, pues en
ellas consiguen, por primera vez en el mundo, crear un corazón bioartificial. Para lograr este
objetivo, los autores parten de la descelularización de corazones de cadáver de rata por
perfusión con detergentes, hasta eliminar todo el material celular y dejar únicamente la
matriz extracelular con su estructura espacial propia. Posteriormente, esta estructura
cardiaca celular hueca la rellenan con células madre cardíacas neonatales o células madre
endoteliales aórticas de rata. Seguidamente, las estructuras cardíacas a las que se han
transferido las células madre, se cultivan durante 28 días para permitir la recelularización
del nuevo órgano. A los 4 días de finalizar la reperfusión celular, los autores comprueban
que la estructura generada empieza a contraerse y a los 8 días adquiere la función propia
de la bomba cardiaca. Es decir, habían conseguido crear un corazón bioartificial nuevo.
No hace falta dejar correr la imaginación de una forma científicamente incontrolada, para
darse cuenta de lo que estas experiencia del grupo de Doris Taylor significan, pues no es
necesario ser muy imaginativo para considerar que, a un paciente con un importante fallo
funcional cardíaco se le pueda extraer su corazón lesionado, se le pueda mantener bioactivo
por un sistema extracorpóreo independiente, se pueda posteriormente eliminar de su
corazón enfermo el tejido celular patológico y después recelularizar su corazón con sus
propias células madre y finalmente pueda ser, una vez adquirida su nueva condición de
corazón sano funcionante, retransplantado al paciente en cuestión. Todo ello, algo que hace
solamente unos meses parecería ciencia ficción, pero que hoy se abre como una objetiva
posibilidad terapéutica, que, aunque es seguro tardará algunos años en poder ser aplicada
a la clínica humana, no cabe duda que llegará a serlo.
Para generar células madre embrionarias, ineludiblemente hay que destruir al embrión del
cual se obtienen, lo que constituye un insalvable problema ético. Por ello, hace unos años
se planteó el reto de obtener células madre similares a las de los embriones humanos por
procedimientos que no requirieran su destrucción.
Pero todos estos intentos, aunque loables, no han logrado desarrollar un método que técnica
y éticamente haya sido ampliamente aceptado.
Así se llegó a agosto de 2006. Fue entonces cuando Takahasi y Yamanaka, el primero un
doctorando del investigador japonés, publicaron un trabajo en Cell, en el que describieron,
por primera vez en el mundo, la posibilidad de reprogramar células somáticas adultas a
células pluripotentes, abriendo de esta forma un camino que, sin duda, se prometía
altamente esperanzador para generar células similares a las embrionarias sin tener que
destruir a los embriones que las donan. Habían nacido las células iPS.
A nuestro juicio, el principal mérito de Yamanaka fue analizar cuáles eran los factores
presentes en los ovocitos humanos o en las células madre embrionarias, que inducen la
reprogramación de las células somáticas adultas a formas más indiferenciadas, e identificar
veinticuatro de ellos. De éstos, utilizaron cuatro: el Oct 4, Sox2, c-Myc y Klf4. Estos cuatro
genes codifican cuatro factores de trascripción, que transferidos a la célula somática,
inducen en ella la expresión de otros genes que la reprograman hasta un estadio de
pluripotencialidad celular. Utilizando estos cuatro genes, Takahasi y Yamanaka,
consiguieron reprogramar células somáticas adultas de ratón a células que expresaban el
marcador de pluripotencialidad Fbx15, de las cuales pudieron a su vez derivar directamente
células de todo tipo de tejidos, y todo ello, sin tener que destruir ningún embrión, pues en
ningún momento de la reprogramación se llegaban a generar verdaderas células
embrionarias, ya que el proceso de reprogramación se detenía, como ya se ha comentado,
en el estadio evolutivo de célula pluripotente. A estas células las denominaron células madre
pluripotentes inducidas o células iPS. Sin embargo, las células iPS, en aquel momento
generadas, diferían de las células madre embrionarias en su expresión génica y en los
patrones de metilación del ADN, pero además cuando las células iPS así formadas se
inyectaron a blastocistos de animales normales, no consiguieron producir quimeras viables.
Pero, ¿podría ser posible dar este nuevo paso y conseguir células iPS a partir de células
adultas de un paciente que requiriera un trasplante celular? En ese momento, esto no
parecía fácil, ni mucho menos próximo. Así, Janet Rossant se preguntaba el pasado mes de
julio en Nature “¿serán eficientes los mismos mágicos factores moleculares para generar
células iPS en humanos? Diversos grupos lo están intentando, pero trasladar estas pruebas
a pacientes tiene muchas dificultades”.
Sin embargo, esto, que parecía un objetivo investigador difícil de alcanzar a corto plazo, se
consiguió a finales de 2007, cuando los grupos de Shinya Yamanaka, de la Universidad de
Kyoto y de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin, repitieron las experiencias
realizadas por el propio Yamanaka con células murinas, pero esta vez utilizando como
material celular para ser reprogramado células de piel humana. De esta forma, de cara a la
posible utilización clínica de las células iPS se había dado un paso adelante fundamental.
Por tanto, tan recientemente como solamente hace seis meses, se comenzaba escribir el
futuro de la terapia celular, al conseguir generar células iPS a partir del material genómico
de células humanas somáticas adultas. De ahí el inusitado interés y las esperanzadoras
expectativas que las experiencias de Yamanaka y Thomson despertaron, pues se había
abierto una tercera vía para la generación y utilización de células madre, tanto en el campo
experimental como clínico.
Por su parte, Takahashi y Yamanaka usaron el mismo sistema que los norteamericanos,
pero utilizando un retrovirus para transferir los genes reprogramadores, y además estos no
fueron los mismos que los utilizados por Thomson, ya que usaron el Oct 4, el Sox2, el c-
Myc, y el Klf4, que por otro lado fueron los mismos que ellos ya habían utilizado en sus
experiencias previas con ratones. Con esta metódica experimental obtuvieron una célula iPS
por cada 5000 células somáticas reprogramadas, es decir, consiguieron duplicar la eficiencia
del equipo de Thomson. Lo que significaba que con diez centímetros de piel cultivada se
podrían producir varias líneas celulares iPS.
En sus experiencias, publicadas en Cell, el equipo japonés utilizó, como fuente de células
adultas, piel de la cara de una mujer de 36 años y tejido sinovial articular de un varón de 69.
Las células iPS obtenidas por el grupo de Yamanaka mostraban las características propias
de las células embrionarias, tanto en lo que se refiere a su apariencia morfológica, su
multiplicación en cultivo, funcionalidad, capacidad de producir teratomas, y sobre todo, los
mismos marcadores genéticos, aunque la expresión génica de las células iPS y los patrones
de metilación del ADN eran diferentes, además de fallar en la producción de quimeras vivas.
Sin embargo, a partir de las células iPS así obtenidas pudieron conseguir estructuras
biológicas de las tres capas germinales, de las cuales pudieron derivar células neuronales y
cardíacas, con la particularidad de que estas últimas, tras unos días de cultivo, comenzaron
a latir.
Sin embargo, aún no se pueden echar las campanas al vuelo cuando de buscar una finalidad
terapéutica se trata, pues existen determinados inconvenientes técnicos que hay que
solventar antes de poder utilizar las células iPS en humanos con fines clínicos.
El primero de ellos es, que para insertar los cuatro genes reprogramadores se utilizan virus,
retrovirus en el caso de Yamanaka y lentivirus en el caso de Thomson, y el material genético
de estos virus, potencialmente patógeno, puede insertarse en el ADN de la célula que se va
a reprogramar, por lo que se podrían transmitir al hipotético receptor patologías virales,
además de propiciar una intensa modificación génica, cuyas consecuencias son por el
momento impredecibles.
Pero de forma sorprendente, por la rapidez en conseguirlo, esta dificultad ya la han resuelto
Yamanaka y sus colegas, al publicar en Science, hace escasamente tres meses, que habían
logrado reprogramar células de estómago e hígado murinas utilizando un retrovirus, sin que
el material génico viral penetrara en la célula adulta y por tanto sin alterar su genoma y
evitando además la posible contaminación patógena viral.
Otro inconveniente es el uso por Takahashi y Yamanaka del c-Myc, un oncogen, pues al
utilizarlo se podría favorecer el desarrollo de tumores en los hipotéticos pacientes
trasplantados. Pero, unos meses más tarde, ya en 2008, el mismo grupo, conseguía
solventar este problema al lograr similares resultados, tanto en humanos como en ratones,
no utilizando el c-Myc, es decir usando solamente los otros tres genes reprogramadotes. En
estas experiencias, publicadas en Nature Biotechnology, consiguieron que ninguno de los
26 animales a los que se transfirieron células iPS obtenidas sin utilizar c-Myc desarrollaran
tumores, mientras que 6 de los 37 animales transferidos con células que utilizaron el c-Myc,
sí los produjeron.
Por otro lado, Wernig y colaboradores demuestran, en un trabajo publicado el pasado mes
de abril en PNAS, que las células iPS se pueden diferenciar a células madre precursoras
neurales, que en cultivo pueden generar células neurales o de glia. Pero además, que las
células precursoras neurales así generadas, si se transfieren al cerebro de fetos de ratones,
migran a distintas regiones del mismo y ahí se diferencian a glia y neuronas, algunas de
ellas dopaminérgicas. Cuando las neuronas dopaminérgicas generadas se trasplantan a
cerebros de ratas con Parkinson, consiguen mejorar sus síntomas clínicos. Como afirman
los propios autores, estos resultados demuestran el potencial terapéutico de las células iPS
procedentes de fibroblastos para el reemplazo de células neuronales patológicas en un
modelo animal, lo que sin duda abre también las puertas para su posible aplicación en
humanos.
Pero, a nuestro juicio, seguramente una de las primeras aplicaciones prácticas de las células
iPS podrá ser la posibilidad de obtener modelos celulares de enfermedades genéticas
humanas, derivando líneas celulares a partir de enfermos que las padezcan. De esta forma
se podría, tanto profundizar en su patogenia, como avanzar en su tratamiento.
No quiero terminar sin comentar algo que considero de especial interés. Como muchos de
ustedes conocen, Shiniya Yamanaka, el descubridor de las células iPS, es un biólogo
molecular, que por razones personales decidió trabajar durante ocho años en la Sección de
Oncología de su propio hospital. Pues bien, Yamanaka comenta en una entrevista también
recientemente concedida al New York Times, que realizando su trabajo clínico, un colega le
invitó a observar un embrión humano al microscopio. “Cuando vi el embrión, refiere
Yamanaka, me di cuenta de que no había diferencia entre él y mis dos hijas adolescentes,
por lo que pensé que no podemos permitirnos destruir embriones para nuestras
investigaciones. Tiene que haber otra posibilidad”.
Así es, como Yamanaka inició la búsqueda de una vía experimental para obtener células
similares a las embrionarias sin tener que destruir embriones humanos. Así es, como
comenzó su andadura hacia las células iPS, andadura que duró ocho largos años, durante
los cuales tuvo, como él mismo refiere, momentos de gratas alegrías científicas, pero
también de desánimos, que estuvieron en ocasiones a punto de hacerle desistir de su
empeño. Pero su ilusión científica y ética le hizo encontrar fuerzas para llevar sus
investigaciones a buen puerto, al puerto científico de las células iPS.
Creo que este puede ser para muchos de los que nos movemos en el campo de la
investigación científica un ejemplo a seguir. Perseguir un objetivo experimental por una
motivación científica y ética y perseverar hasta conseguirlo. Es decir, tratar de realizar
nuestras investigaciones dentro del marco ético que cualquier acción humana requiere.
Ya en un terreno más concreto, y de una forma teórica, para poder generar células iPS que
pudieran ser aplicadas a enfermos individuales, hay que obtenerlas del propio paciente y
esto apenas se había conseguido, sin embargo son cada vez más concretos los pasos que
se están dando en esta dirección y algunos de ellos son recogidos en un magnifico artículo
publicado en la prestigiosa revista Cell (134; 877-886, 2008) el pasado 5 de septiembre.
Hasta ahora prácticamente el único procedimiento existente para conseguir este fin
terapéutico que comentamos era utilizar la transferencia nuclear somática (la denominada
clonación terapéutica) utilizando material genético del propio paciente que se pretende
tratar. Pero este procedimiento, además de tener indudables dificultades éticas, de entre
los cuales no es la menor el gran número de ovocitos humanos que se necesitarían, cosa
que la hace inviable en la realidad la clínica, hasta la fecha, según se comenta en la propia
revista Cell “nunca ha tenido éxito en humanos”. Así pues, para aquellos defensores de la
clonación terapéutica habría que hacerlos descender al terreno de lo experimentalmente
posible y hacerles deambular por la vía de una tecnología técnicamente no alcanzada y
éticamente insostenible.
Por ello, es el campo de las células iPS la gran esperanza de la medicina regenerativa y
reparadora y esa esperanza la resume bien el trabajo que comentamos.
No creo que se requiera una desbordada imaginación para vislumbrar lo que estos
hallazgos pueden suponer para un gran número de pacientes que hoy día sufren
enfermedades muy graves, gran parte de ellas incurables.
Justo Aznar.
índice
9. Últimos avances y algunas preguntas sobre la reprogramación celular, es decir
sobre las células iPS.
En un interesante artículo, Monya Baker y Natalie de Witt revisan algunos de los últimos
avances y se hacen algunas preguntas sobre la reprogramación celular (Nature Reports
Stern Cells, DOI; 10.1038/sterncells. 2008.108. publicado el 17.VII-2008).
Aunque el interés en este campo no decrece, nuevas preguntas están aflorando como se ha
podido constatar en algunas de las comunicaciones presentadas este mismo año en el
Congreso de la Sociedad Internacional para la Investigación con Células Madre, celebrado
en Filadelfia.
Seguramente la principal de ellas es que se presentaron datos que parecen indicar que los
genomas de células reprogramadas al estado de pluripotencialidad retienen algún carácter
de su forma primitiva tras la reprogramación. John Gurdon, del “Cancer Research UK
Gurdon Institute”, de Cambridge, estima que esta memoria celular se mantiene no por la
acción de los factores de trascripción sino por histonas capaces de retener sus funciones
durante los procesos de división celular.
También Shinya Yamanaka, el padre de las células iPS, presentó datos mostrando que las
células iPS generadas conservan información genómica de las células originales. Así
mismo Yamanaka mostró que ratones reprogramados utilizando el oncogen c-Myc tenían
generalmente mayor índice de tumores y morían antes. Esto ocurría especialmente cuando
las células reprogramadas procedían de células de hígado o estómago, que cuando lo eran
de fibroblastos. Creen que esta tendencia puede ser debida a que estas células estén más
metiladas.
Pero seguramente la noticia fundamental de este año es que probablemente las células no
necesitan ser reprogramadas para poder generar a partir de ellas células de distintos tejidos,
sino que puede “transdiferenciarse” directamente.
En efecto, Douglas Melton, del “Harward Stem Cell Institute”, de Cambridge, Massachusetts,
ha dirigido su atención al estudio de factores de trascripción que pueden generar
directamente células beta pancreáticas. Así, utilizando tres factores de trascripción en el
páncreas de ratones vivos ha podido convertir directamente, sin necesidad de
reprogramación, células exocrinas en células endocrinas, que se parecen mucho a las
células beta pancreáticas que segregan insulina. Cuando estas células fueron trasplantadas
a ratones con diabetes inducida, se pudieron reducir los niveles de glucosa en la sangre al
segregar , las células transplantadas, insulina. Sin embargo, según afirma Melton las células
reprogramadas no son, por el momento, clínicamente utilizables porque la liberación de
insulina no está regulada por los niveles de glucosa, aunque así mismo estima que es
cuestión de profundizar con nuevas investigaciones para poder obtener células clínicamente
útiles.
Justo Aznar.
índice
10. Se obtienen ratones vivos a partir de células iPS.
Un tema debatido es si a partir de las células iPS se podrían conseguir células de todos los
tejidos, pero no un organismo vivo completo. Es decir, si las células iPS eran pluripotentes
o totipotentes.
Como manifiesta a El Mundo (24-VII-2009) Carlos Simón, director del Instituto Valenciano
de Infertilidad: “se tomaron embriones modificados cromosómicamente para que sólo
tuvieran la cobertura externa, lo que popularmente suele conocerse como huevos hueros.
De ellos se extrajeron blastocistos que, al seguir desarrollándose, sólo generaron la
estructura externa o la placenta y no la masa interna o feto.
A continuación, se inyectaron las células iPS de distintas líneas en los blastocistos y éstos,
a su vez, se implantaron en el vientre de varias hembras de ratón. El resultado fue que tres
de estas líneas lograron descendencia. Esta vez fuera de la pipeta, en un experimento in
vivo, del que nacieron 27 roedores, todos ellos del color propio de las células que
descendían.
Por tanto, además de lograr crear vida a partir de células adultas inducidas o reprogramadas,
los expertos demuestran que las iPS son las únicas responsables de la creación del feto,
que hereda su línea germinal (características genéticas). La función del blastocisto en este
caso es la de aportar el nido en el que albergar al ser vivo durante su gestación pero nada
más, ya que carece de masa granulosa interna.
Este linaje se mantuvo en una segunda generación. A las siete semanas de nacer, uno de
estos ratones, hijos de las células iPS, se apareó con una hembra. Como consecuencia,
tuvieron crías y, de nuevo, se mantuvo la línea genética. Fueron roedores marrones, fruto
de la combinación del color negro del macho, nacido a partir de las células iPS y del blanco
de la madre”.
Otro equipo chino (Cell Sterm Cell DOI 10.1016/j.stem.2009.07.001. 2009) ha obtenido
también, por un procedimiento similar, cuatro crías de ratón a partir de células iPS.
Según de comenta también en el mismo número de El Mundo: “estos experimentos sin duda
volverán a desencadenar un nuevo debate sobre los potenciales riesgos de esta línea de
investigación. «Ahora tenemos una tecnología eficaz en la que cualquiera, joven o mayor,
fértil o infértil, heterosexual u homosexual, puede transferir sus genes. Para ello, sólo hacen
falta unas cuantas células de la piel. Esto acelera al presente la era de los bebés a la carta»,
indica a El Mundo Robert Lanza, jefe científico de Advanced Cell Technology, pero este
experto considera que este uso de la técnica está completamente injustificado: «Utilizar esta
tecnología con fines reproductivos seria una irresponsabilidad ética y científica».
Estas experiencias merecen una breve reflexión ética. No hay duda que muchos avances
científicos llevan en si mismos una negativa carga moral, como pueden ser la clonación
humana o la utilización de células madre embrionarias, ya que, como es sabido, para
obtenerlas hay que destruir un embrión humano.
Otras técnicas, sin embargo, en si mismo son neutras. Dependerá su eticidad de la finalidad
de tales experiencias. Por ejemplo, el diagnóstico prenatal, que realizado en las debidas
condiciones y convenientemente utilizado, no presenta dificultad moral alguna, pero si
pudiera tenerla si se utiliza explícitamente para diagnosticar el síndrome de Down con la
intención última de abortar al feto si lo padece.
Otras técnicas han nacido con una finalidad ética claramente positiva, como pueden ser las
células iPS, pero el uso que se haga de las mismas puede cambiar radicalmente la
valoración ética de su utilización.
Esto es lo ocurrido con las experiencias que aquí se describen. Utilizar las células iPS para
prevenir el uso de células madre embrionarias no puede tener una valoración ética nada
más que positiva. Sin embargo, utilizarlas para producir seres humanos clónicos, si esto
llegara a ser técnicamente factible, no podría ser éticamente admitido. Por tanto, en la
mayoría de los casos, el juicio moral que un avance científico merezca, será consecuencia
de la finalidad para la que sea utilizado. Es decir, el juicio ético de cualquier avance
experimental dependerá del uso que los investigadores hagan de él. La eticidad de los
avances científicos está, sin duda, en manos de sus usuarios.
Esto nos lleva a considerar que lo más importante para salvaguardar la moralidad del uso
de los avances científicos es la adecuada formación ética de los investigadores. Ello es
acorde con lo expuesto por Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi (nº 22) al referirse al
progreso humano, en donde se lee: “la ambigüedad del progreso resulta evidente.
Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades
abismales para el mal, posibilidades que antes no existían. Todos nosotros hemos sido
testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido
de hecho, en un terrible mal. Si el progreso técnico no se corresponde con la formación
ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso sino una
amenaza para el hombre y para el mundo”, reflexión que sin cambiar lo más mínimo puede
ser aplicada a la investigación científica. ¿Pasará lo mismo con las células iPS?
Justo Aznar.
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11. Fuentes de células adultas para obtener más rápida y fácilmente células iPS.
La reprogramación de células de piel, la fuente más utilizada, es desgraciadamente bastante
ineficiente. Se invierte aproximadamente un mes para derivar unas células iPS a partir de
10.000 fibroblastos (Nature, 7 de Septiembre 2009 doi: 10.1038/news.2009.883). Por ello,
se está intentando buscar otras fuentes celulares que permitan obtener las células iPS más
rápida y fácil y eficientemente. Existen diversas alternativas como pueden ser las células
de la sangre, cabellos, médula ósea y células madre neuronales, pero con la mayoría de
estas células no se consiguen resultados suficientemente eficientes. Una excepción son las
células de cabellos similares a los queratinocitos obtenidos del prepucio del niño (Nat
Biotechnol 26; 1276-1284, 2008).
Ahora dos grupos de investigación separadamente han conseguido obtener células iPS,
en la mitad de tiempo y más eficazmente utilizando células de grasa y células de
melanocitos, un tipo de células que hay en las de la piel. El primer grupo, trabajando en la
Universidad de California, ha obtenido células de grasa (Proc. Natl. Acad. Sci. Usa. Doi:
10.1073/pnas. 0908450106, 2009). El segundo del Hospital General de Boston, las han
obtenido de melanocitos. El grupo de Standfor, a partir de un par de litros de grasa sobrantes
de tratamientos de belleza de personas obesas, consiguen obtener células iPS. El proceso
de reprogramación sólo necesitó dos semanas y fue 20 veces más eficiente que si, utilizando
la misma técnica, se usaban fibroblastos, lo que indica que las células grasas son las más
eficientes y efectivas para generar células iPS, pues más del 1 % de dichas células grasas
se pueden reprogramar a células iPS.
Por otro lado, según opinan los autores, en América desgraciadamente, hay una gran
cantidad de grasa humana, que puede ser utilizada para fines de investigación y curativos.
índice
12. Diferencias entre las células madre embrionarias y las células iPS.
Durantes los últimos años se ha suscitado una viva polémica entre los investigadores
expertos en el área de las células madre sobre si las células madre embrionarias son
biológicamente iguales a las células iPS, que como se sabe son obtenidas por
reprogramación de células adultas, generalmente de fibroblastos de piel. En este sentido,
es conocido que las células iPS se dividen más lentamente y son menos robustas que las
células madre embrionarias.
Ahora, y según se comenta en un artículo de Nature, publicado el pasado mes de abril, (464;
663, 2010), parece que ha podido ser descubierta alguna de las razones sobre las
diferencias genéticas encontradas entre las células madre embrionarias y las células iPS,
cuando esto es valorado en ratones. Si estos hallazgos se confirmaran en humanos podrían
contribuir a ayudar a los clínicos para seleccionar las células iPS más adecuadas para la
finalidad terapéutica que deseen alcanzar.
Para demostrar lo por ellos comunicado, realizan una imaginativa experiencia incorporando
ambos tipos de células, madre embrionarias e iPS, a embriones de ratones de diferente
color. Cuando los ratones se desarrollaban, el color de su pelaje revelaba la cantidad de
células madre que habían contribuido a formar este tejido.
Por otro lado, cuando comparan la expresión del genoma entre los dos tipos de células
encuentran un pequeño aumento del tamaño del DNA en la rama larga del cromosoma 12,
lo que conlleva una diferente actividad génica. En esta región del ADN, dos genes y un
conjunto de micro RNAs, fueron consistentemente activados en las células madre
embrionarias y sin embargo silenciados en las células iPS, con independencia de que las
células iPS fueran obtenidas de piel, cerebro, sangre u otros tejidos. Aunque la función de
estos genes es desconocida esta región está usualmente silenciada en las células
espermáticas de los ratones y activada en otro tipo de células, por lo que la reprogramación
podría remedar este proceso de silenciación.
Este hecho podría dar luz a la identificación de las diferencias que pueden existir entre las
células madre embrionarias y las iPS, ya que éstas últimas podrían ser portadoras de
secuencias silenciadas que las hacen menos efectivas que las células madre embrionarias.
Sin embargo, esto, que experimentalmente es muy interesante, podría no tener mucha
importancia en relación con la posibilidad de derivar tejidos de las células iPS, pues como
Matthias Stadtfeld, uno de los autores del trabajo manifiesta, esta diferencia podría no influir
en la obtención de tejidos en los cuales los genes afectados no juegan un determinado
papel.
En conclusión, y según Elie Dolgin, autor de la nota de Nature que estamos comentando,
los hallazgos encontrados en ratones no siempre se pueden aplicar a humanos, aunque
podrían contribuir a identificar qué células iPS no deben ser utilizadas y cuales pueden ser
las mejores para producir los tejidos que se desean; por ello, el equipo de Hochedlinger, ha
comenzado a realizarse estas experiencias con células madre e iPS humanas, para
comprobar si encuentran similares alteraciones a las encontradas en ratones.
Justo Aznar
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6.1.4 Declaraciones o acciones y actitudes personales o institucionales sobre su uso.
1. Controversia sobre la experimentación con células madre embrionarias humanas
entre la Junta de Andalucía y el Gobierno central de la nación.
En la ley de Reproducción Asistida aprobada por el Gobierno el pasado 23 de noviembre,
se propone la creación de un Centro Nacional de Transplantes y Medicina Regenerativa,
que se encargará de coordinar la investigación que en nuestro país se realice con células
madre. Ello significa que la investigación biomédica española en esta área utilizará las líneas
celulares generadas y conservadas en dicho Centro, lo que, sin duda, presupone una cierta
centralización de la investigación con células madre.
Al margen de los problemas científicos que conlleva la puesta en marcha de un Centro como
éste, su nacimiento ha sido acompañado de una importante polémica política, al entender el
Consejo de Salud de la Comunidad Autónoma andaluza que el Gobierno central se ha
extralimitado en sus competencias al crear un Centro Nacional, ya que a su juicio “el Estado
puede coordinar la investigación nacional pero nada más”. Sin embargo, por parte del
Gobierno de la nación, la Ministra de Sanidad, Ana Pastor, manifestaba en las mismas
fechas en las que el Consejo de Sanidad andaluz hacía sus declaraciones, que los Servicios
Jurídicos del Ministerio estaban valorando las posibles irregularidades de la ley andaluza,
para evaluar si la misma era compatible con la normativa de carácter nacional promulgada
por el Gobierno. Es decir, el conflicto entre ambas administraciones, la nacional y la
autonómica, estaba servido, habiendo ambas manifestado su intención de recurrir la norma
legal propuesta por el otro.
De acuerdo con ello, el Consejo de Ministros del 28 de noviembre pasado, acordó llevar al
Tribunal Constitucional un recurso contra le ley andaluza, por considerar que ésta
menoscaba las competencias del Estado. A la vez diversos partidos andaluces (PSOE, IU,
PA y Grupo Mixto) convocaron un pleno extraordinario del Parlamento de esa Comunidad
para promover otro recurso de inconstitucionalidad, pero en este caso contra le ley estatal,
por considerar que la misma invade las competencias de la Comunidad Autónoma andaluza
para legislar en materia de investigación biomédica.
Con motivo del recurso de inconstitucionalidad presentado por el Gobierno, el proyecto para
investigar con células madre promovido por el Gobierno andaluz debería haber quedado en
suspenso, sin embargo el Consejero Presidente de la Junta de Andalucía, Gaspar Zarrías,
restó importancia a la decisión del Gobierno central de presentar un recurso ante el
Constitucional, anunciando que el Gobierno autonómico proseguirá con sus planes de
investigación, que se cumplirán en los plazos previstos, añadiendo además que la postura
de la Junta de Andalucía se ajusta a derecho, por lo que el gobierno de su Autonomía no
tiene duda de que la decisión de la justicia les será favorable. De acuerdo con esta postura
ya han presentado cinco proyectos de investigación para ser desarrollados a partir de finales
de 2004, destinando para esta finalidad un presupuesto anual de 4.000.000 de euros.
Inicialmente estas investigaciones serán coordinadas por José López Barneo, Bernat Soria,
José Becerrra, Enrique Guerado, Fernando Rodríguez Fonseca y Ángel Concha, siendo los
objetivos médicos más inmediatos abordar el tratamiento del Parkinson, la diabetes y los
procesos reumáticos.
Este galimatías judicial, con profundas implicaciones éticas, aún se ha complicado más si
cabe, al presentar el presidente del Parlamento andaluz, Javier Torres Vela, con fecha 5 de
febrero, otro recurso de inconstitucionalidad contra la ley de Reproducción Asistida
propuesta por el Gobierno, por considerar que dicha norma legal invade las competencias
legislativas de la Junta de Andalucía en un tema de investigación y que “vulnera derechos y
principios constitucionales substantivos, así como competencias autonómicas”. Además de
esta propuesta de recurso de inconstitucionalidad contra la ley de reproducción Asistida
propuesta por el Gobierno central, Torres Vela presentó ante el Tribunal Constitucional las
alegaciones de su Cámara regional contra el recurso de inconstitucionalidad presentado por
el Gobierno central contra la ley andaluza que regula la investigación con embriones
humanos y con las células madre de ellos obtenidas.
¿Alguien puede ofrecer un embrollo legal mayor? Y detrás de todo él el problema que no se
debate, pero que es el fundamental, son esas vidas humanas que se van a perder, tanto si
se aplica la ley andaluza, como la del Gobierno central. Este es el verdadero escollo, no solo
legal, si no de profundo calado ético, que va a plantearse en España, cuando por uno u otro
camino, se inicie la investigación con células madre obtenidas de embriones sobrantes de
fecundación in vitro.
Como comenta Bruce Goldman, en Nature Reports Steml Cells (published online: 1 may
2008/doi: 10.1038/stem cells 2008.67), el entusiasmo de los científicos en relación con las
células madre crece día a día, siendo cada vez más los que reconocen las indudables
ventajas que las células iPS tienen, no sólo para investigaciones biomédicas, sino también
de cara a su uso en la clínica médica.
Son varios los aspectos que se revisan en el artículo de Goldman que vamos a ir
comentando, pero obviaremos incluir las citas bibliográficas que en él son referidas.
Este gran interés hace que las investigaciones avancen a gran velocidad, hasta el punto,
que cuando Thomson incorporó a su proyecto de investigación a un becario post-doctoral,
planificaron un proyecto de investigación para 20 años, pero, como afirma Thomson,
“nosotros nunca hubiéramos podido creer que nuestros objetivos se pudieran alcanzar tan
fácilmente”.
La tercera posibilidad, la cual parece ser la más lejana en conseguir, es utilizarlas para la
medicina regenerativa, produciendo células inmunocompatibles con el enfermo que requiere
el trasplante celular. Esto ya se ha conseguido en el terreno experimental al tratar animales
con anemia falciforme, o al utilizar células iPS a los cuales se les ha transferido previamente
el adecuado gen o creando células iPS productoras de dopamia para tratar ratas con
enfermedad de Parkinson.
7. Un problema que se plantea para el uso clínico de las células iPS es la posibilidad de
que puedan transmitir enfermedades virales o causar anomalías en el genoma de la célula
receptora, como consecuencia de los vectores víricos utilizados. Pero, ¿se pueden generar
células iPS sin utilizar los actuales vectores víricos?. Esto parece que se conseguirá antes
de lo que ahora se piensa. R Young, del equipo de R Jaenisch, propone la posibilidad de no
utilizar vectores víricos, introduciendo directamente los factores de trascripción unidos a
ciertos aminoácidos que facilitan que las proteínas puedan atravesar las membranas
celulares más fácilmente.
Como conclusión y en relación a la posibilidad de utilizar las células iPS, según comenta
James Thomson, el que hayan transcurridos diez años realizando investigaciones con
células madre embrionarias, ha hecho que se hayan generado una gran cantidad de
conocimientos que ahora se pueden transferir a las células iPS. Si además se tiene en
cuenta que cultivar un tejido es más simple que generar un embrión y que la piel es más
barata que un ovocito, crear células iPS que sean inmunológicamente compatibles con el
paciente que las requiere, es mucho más atractivo que obtener células madre embrionarias
de embriones generados por transferencia nuclear somática. Si a ello se añade que para
obtenerlas, al contrario de lo que ocurre con las células madre embrionarias, no hay que
destruir embriones, las ventajas éticas son indudables, por lo que la valoración global se
decanta de forma absolutamente favorable hacía las células iPS. De ahí, el entusiasmo de
los científicos por las mismas.
JUSTO AZNAR.
índice
6.1.5 Disposiciones legales sobre su uso.
6.1.6 Aspectos económicos relacionados con su utilización. Patentes.
(J Clin Invest 114; 1184, 2004). Por ello, si no se encuentra una fuente alternativa difícilmente
podrá hacerse compatibles la utilización de células madre embrionarias humanas con una
actitud experimental éticamente correcta.
A nuestro juicio son tres las posibilidades que se abren para tratar de solucionar este
apasionante problema, que no solamente afecta al buen hacer de los científicos que trabajan
en este campo concreto, sino que trasciende a la sociedad en general.
La primera posibilidad podría ser el utilizar embriones muertos que aún tuvieran células
vivas, que pudieran ser usadas para experimentación biomédica. La segunda, obtener
células madre embrionarias de fuentes distintas a los embriones humanos, por ejemplo
quimeras o híbridos, y la tercera, obtenerlas de embriones humanos, pero sin que su
obtención presupusiera la destrucción del embrión que las dona.
1. Posibilidad de obtener células madre embrionarias humanas sin tener que destruir al
embrión que las dona.
De vez en cuando la ciencia nos sorprende con hallazgos que pueden cambiar conceptos
que parecían casi inamovibles. Esto es lo que a mi juicio puede provocar el artículo que se
acaba de publicar por un grupo de investigadores del Instituto de Genética Reproductiva de
Chicago, dirigido por el doctor Verlinsky, en la versión electrónica de la revista Reproductive
BioMedicine Online (htp://www.rbmonline.com/Article 1558). En esencia en él se describe la
posibilidad de obtener células madre embrionarias a partir de embriones humanos de cuatro
días, es decir en fase de mórula, sin que ello requiera la destrucción del embrión que los
dona.
En el momento actual las células madres embrionarias humanas se obtienen de los
blastocistos, es decir, de embriones de 64 a 100 o más células. Para conseguir éstas hay
que eliminar la cubierta externa del blastocisto y acceder a las 20 o 30 células que
constituyen su masa celular interna, que es la parte del embrión que va a dar lugar al cuerpo
del futuro niño. Esta maniobra conlleva ineludiblemente la destrucción y muerte del embrión
que dona las células. De ahí la dificultad ética que la obtención de células madre
embrionarias humanas tiene, pues no parece admisible destruir una vida humana para
realizar experiencias biomédicas, por muy interesantes que sean los fines experimentales
que se puedan conseguir.
Pero ahora, parece que ésto puede cambiar. En efecto, el equipo de Verlinsky ha
desarrollado una nueva técnica que permite obtener células madre embrionarias humanas
a partir de embriones de cuatro días, es decir de embriones de 60 a 70 células. Por tanto,
uno o dos días antes de que se formen los blastocistos actualmente utilizados. Ello permite
que a estos embriones se les pueda extraer una célula, a partir de la cual se puede
desarrollar la línea celular que va a dar origen a las células madres embrionarias, sin tener
que destruir al embrión donante. Si estas experiencias se confirmaran, y parece que existe
gran probabilidad de que así sea, se podría dar un cambio radical a la valoración negativa
que ahora tiene el uso de células madre embrionarias humanas, ya que no existiría ninguna
dificultad ética para utilizarlas cuando se obtuvieran de embriones de cuatro días, pues para
su consecución no sería necesario destruir al embrión donante. Únicamente existiría la
dificultad moral de tener que utilizar la fecundación in vitro, ya que para la creación de los
referidos embriones habría que recurrir a esta técnica de reproducción asistida, o utilizar los
embriones sobrantes de prácticas de diagnóstico preimplantatorio. Por tanto, si la pareja que
se somete a la fecundación in vitro lo autorizara, se podrían obtener, de alguno de los
embriones generados, las correspondientes células que pudieran dar lugar a las células
madre embrionarias, y después el embrión que las ha donado se podría implantar en su
madre biológica. Esta acción tendría la misma valoración ética que la donación de órganos
o tejidos a partir de un donante vivo. Es decir, tendría la catalogación moral positiva que hoy
se da a esta práctica.
Sin embargo, el relación con la reproducción asistida conviene recordar que “la unión
corporal del varón y de la mujer en el matrimonio es la expresión de un amor por el que se
entregan mutuamente de tal modo que esa donación recíproca llega a constituir una
auténtica comunión de personas, la cual al tiempo que planifican sus existencias, es el lugar
digno para la acogida de nievas vidas personales” (Comité Ejecutivo de la Conferencia
Episcopal Española, 15-VII-2004).
Otra posibilidad sería la utilización de embriones muertos, pero que aún tuvieran células
vivas útiles para generar las nuevas líneas celulares, destinadas para uso experimental. En
este caso se estaría ante una situación similar a la obtención de órganos de cadáveres
humanos para transplantes. Sin embargo, entre ambos casos existe una diferencia técnica
sustancial, el cómo determinar la muerte del ser humano adulto o del embrión, utilizados.
En el primer caso, en el caso del ser humano adulto, se establece que la muerte del cerebro
es legalmente equivalente a la muerte del individuo, por lo que cuando aquella ocurre,
determinada según los procedimientos técnicos actualmente existentes para ello
(Neurology; 45,1912,1995), se puede considerar a aquel individuo como un cadáver y por
tanto podrá ser un donante legal de sus órganos. Pero cuando nos referimos al embrión,
establecer su muerte es más dificultoso, al no poder utilizarse el criterio neurológico, pues
como es sabido, en ese momento evolutivo del embrión aún no se ha desarrollado el sistema
nervioso. Por tanto, habrá que utilizar otros criterios.
Actualmente se asume que un embrión de 4 a 8 células está vivo cuando tiene capacidad
de una división celular contínua e integrada que garantice su crecimiento y su evolución
hacia estructuras más definidas. Cuando un embrión ha perdido irreversiblemente esta
capacidad se considera que está orgánicamente muerto. De todas formas es posible que
aunque se considere que está muerto todavía tenga alguna célula viva que pudiera ser
utilizada para generar nuevas líneas celulares. Sin embargo, precisamente los métodos para
determinar si ese embrión cumple los criterios que determinan fehacientemente que está
muerto es el principal problema, pues en el momento actual no existen técnicas directas
para ello, por lo que hay que utilizar métodos inductivos basados en la observación, en
muchas ocasiones, de lo que ocurre cuando un embrión pierde la capacidad de dividirse, o
en métodos deductivos basados en determinar los defectos bioquímicos que ocurren en
estas circunstancias.
Tratando de certificar la muerte de un embrión Landry y Zucker (J Clin Invest 114; 1184,
2004) proponen que para definir ésto se podrían seguir los siguientes criterios: los embriones
congelados que no se dividen a las 24 horas de su descongelación, tras el subsiguiente
calentamiento, son desechados para fines reproductivos por considerarlos inviables. Estos
embriones deberán ser observados con intervalos de pocas horas, durante las 24 siguientes.
Según los autores se puede razonablemente concluir que los embriones que no se han
dividido en este periodo de tiempo ya no se dividirán más, por lo que se puede considerar
orgánicamente muertos. Adicionalmente estos embriones orgánicamente muertos se
deberán estudiar para detectar marcadores celulares que indiquen que se ha producido una
parada del crecimiento celular. De todas formas estos marcadores de muerte celular aún no
están bien establecidos. Pero si fueran fidedignos se podría suponer que se estaba ante un
embrión muerto. A estos embriones se les podrían extraer las células hipotéticamente vivas
para experimentación.
Hasta aquí la opinión Landry y Zucker, sobre la eticidad de obtener células madre a partir
de embriones humanos, pero a nuestro juicio son muchas las preguntas que todavía faltan
por responder antes de concluir que se ha encontrado una solución éticamente correcta,
científicamente válida y socialmente adecuada, para la obtención de células madre a partir
de embriones humanos. Entre ellas las siguientes: a) ¿es en el momento actual
científicamente posible determinar que un embrión está verdaderamente muerto, pero que
algunas de sus células (blastomeros) están vivas?; b) ¿en caso de que así sea, existen
garantías científicas de que dichas células serán realmente útiles para iniciar costosas y
difíciles investigaciones biomédicas; c) ¿aceptarán los científicos estas células para sus
experiencias o darán preferencia a las obtenidas a partir de líneas celulares obtenidas con
todas las garantías técnicas de calidad reconocida?; d) un aspecto importante es que en
todas las experiencias a que nos estamos refiriendo se parte de embriones de 4 a 8 células,
pues son los habitualmente congelados sobrantes de fecundación in vitro, cuando es sabido
que las células madre útiles se obtienen de la masa celular de los blastocistos, es decir
cuando el embrión tiene entre 64 y varios centenares de células; por tanto, difícilmente
puede servir un embrión humano de 4 a 6 células como fuente de células madre, pues éstas
no son adecuadas, habrá que cultivarlo hasta la fase de blastocisto, procedimiento que
indudablemente conlleva la revitalización del embrión, por lo que las células serán obtenidas
de un embrión vivo que hay que destruir. Estas y otras preguntas son las que habrá que
responder antes de proponer como éticamente correcto y científicamente válido el uso de
células embrionarias humanas como fuente para la obtención de líneas celulares destinadas
a experimentación biomédica, pues su aplicación con fines terapéuticos está aún más lejana,
pues como bien se sabe, para que las células embrionarias humanas puedan usarse para
terapia celular, es decir, con fines curativos, es imprescindible clonar un embrión humano a
partir del material genético del paciente al que se le quiere practicar el trasplante celular.
Esto, hasta el momento, no se ha realizado, pues solamente se han clonado embriones
humanos por un equipo de Corea del Sur, y éstos no fueron utilizados para la obtención de
células madre útiles clínicamente. Es decir, las técnicas anteriormente descritas no van a
permitir usar células madre embrionarias con fines curativos, únicamente experimentales, y
ésto si son salvados todos los inconvenientes técnicos anteriormente comentados.
2. El debate ético sobre el uso de células madre embrionarias se centra que para obtenerlas
hay que terminar con la vida del embrión que dona dichas células. Es decir, hay que terminar
con una vida humana. De ahí la catalogación ética negativa que su uso merece, cualquiera
que pueda ser el uso que a esas células madre embrionarias se les de, incluso aunque de
su utilización pudieran derivarse beneficios para otros seres humanos o pudieran realizarse
importantes experimentos científicos, que a la larga pudieran repercutir en incuestionables
adelantos médicos. Por ello, y dado que en sí mismo, el uso de las células madre
embrionarias no conlleva ninguna dificultad ética, antes bien sin duda sería positivo, se trata
de buscar la posibilidad de encontrar otras fuentes para la obtención de este preciado
material biológico, que no requieran la destrucción de un embrión humano.
Esto es lo que se aborda en un reciente artículo de la prestigiosa revista JAMA (293; 2990,
2005), en el que se revisan las alternativas al uso de embriones humanos para la obtención
de células madre embrionarias humanas, y ello se hace a la luz de lo sugerido por el Consejo
de Bioética que asesora al presidente norteamericano en estas materias.
Un primer aspecto que conviene resaltar, y que también nosotros lo hemos puesto de relieve
anteriormente (Provida Press nº 191, www. provida.es/valencia), es que a juicio del autor del
artículo Mike Mitka, en el mundo de las cosas reales este debate parece irrelevante,
seguramente porque a la gran mayoría de los investigadores que trabajan en este campo
no les preocupa lo más mínimo cual pueda ser el origen de las células que utilizan, sino la
calidad de las mismas.
Para obtener células madre embrionarias humanas útiles para su uso en medicina
reparadora, la primera condición es poder crear un embrión humano clónico a partir de
material genético obtenido de alguna célula del paciente que requiere el transplante celular.
Por ello, una de las consecuencias inmediatas de la creación del primer embrión humano
clonado obtenido por transferencia nuclear somática a partir del material genético
conseguido de 11 pacientes distintos que padecían diversas enfermedades degenerativas y
traumáticas, experiencias realizadas, como ya se sabe, por un equipo
coreano/norteamericano y publicado en la edición electrónica de la revista Science de 19 de
mayo de 2005, ha sido acelerar el debate ético, sobre el uso terapéutico de las células
madre.
Pero, antes de pasar adelante conviene realizar alguna puntualización sobre el uso de las
células madre embrionarias. Estas, en esencia, pueden utilizarse para dos fines distintos:
experimentaciones biomédicas o para crear células de distintos tejidos, para poder ser
transplantadas a un paciente. Para la primera finalidad, experimentaciones biomédicas, en
teoría sirven las células de cualquier embrión. Para la segunda, la finalidad curativa,
solamente sirven las células obtenidas de un embrión creado por clonación a partir de
material genético del propio paciente, caso del embrión clonado por los coreanos, o las
obtenidas a partir de células madre adultas de su propio cuerpo que se hayan podido
desdiferenciar hasta un estadio celular similar al embrionario. Por ello, de las cuatro
propuestas realizadas por el Consejo de Bioética norteamericano, solamente la última tiene
una clara posibilidad de aplicación terapéutica, y sin embargo, las cuatro serían útiles para
obtener células para experimentaciones biomédicas.
De todas formas, por nuestra parte, conviene añadir, aunque más adelante volveremos
sobre ello, que, en efecto, sobre todo aquello que signifique o pueda significar una
manipulación de la vida humana, hay que ser muy prudentes, por lo que no nos extraña que
el Consejo de Bioética norteamericano, no haya considerado por el momento éticamente
correcto, utilizar las soluciones b) y c).
El artículo que nos estamos refiriendo vuelve a continuación, y aunque de una forma muy
sucinta, a considerar algunos de los inconvenientes o ventajas éticas o biológicas que tiene
el utilizar cada una de las fuentes alternativas de células madre embrionarias que se están
comentando. En relación con el uso de células obtenidas a partir embriones muertos, éstos
se pueden conseguir a partir de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro. Si
estos embriones, después de descongelarlos adecuadamente, no se dividen dentro de las
siguientes 24 horas, se pueden desechar como útiles para los fines reproductivos para lo
que habían sido creados. Si siguen sin dividirse en las siguientes 24 horas, se puede afirmar
que están muertos. Para poder crear líneas celulares embrionarias a partir de estos
embriones muertos es necesario que existan en ellos algunas células viables con capacidad
para desarrollarse normalmente. Si así fuera se estaría ante un caso similar al de la
extracción de órganos para transplantes procedentes de cadáveres.
Sin embargo importantes investigadores ya han mostrado sus dudas acerca de la utilidad
práctica de estas técnicas, cuando se pueden actualmente utilizar células embrionarias vivas
de calidad contrastada para este tipo de experimentación. En este sentido, Lawrence B
Goldstein, presidente de la Sociedad Internacional para la Investigación con Células Madre,
ha manifestado recientemente que aprecia los quijotescos esfuerzos del Consejo al
proponer estas opciones para la generación de células madre, pero que esto no impide que
se siga intentando conseguirlos por los métodos actualmente utilizados. “Si hay científicos,
afirma, que se oponen moralmente al uso de células madre embrionarias para
investigaciones biomédicas, y estos quieren dedicar sus energías a descubrir nuevas
alternativas, este es su problema, pero si esto no funciona habría que preguntar a la
comunidad científica y a los pacientes si están dispuestos a esperar para ver si estas
alternativas funcionan”.
En esencia, parece que la polémica sobre la posibilidad de encontrar vías alternativas para
la obtención de células madre embrionarias con fines de investigación o terapéuticos, es un
tanto quijotesca, como comenta Goldstein, pues la gran mayoría de los investigadores que
ahora trabajan con células madre embrionarias obtenidas de blastocistos humanos, no
tienen ninguna inquietud ética para usarlas, y son únicamente los preocupados por la
moralidad de estas cuestiones, sin duda una minoría, los interesados en encontrar estas
líneas alternativas. De todas formas no existe ninguna duda de que es la desdiferenciación
de células de tejidos adultos el camino que, libre de trabas éticas, ofrece las mejores
posibilidades de cara a la obtención de líneas celulares de distintos tejidos que puedan ser
utilizados en el apasionante campo de la medicina regenerativa y/o reparadora.
3. ¿Es ético obtener una célula (blastómero) de un embrión de pocos días para obtener
de ella células madre?
Con gran afluencia de medios de comunicación se presentó el pasado 23 de agosto (2006)
el trabajo del grupo de Robert Lanza (Klimanskaya et al. Nature DOI: 10.1038/nature 05142;
2006), en el que refieren que habían sido capaces de desarrollar, a partir de un blastómero
extraído de un embrión de 8 células, una línea de células madre embrionarias útiles para
experimentaciones biomédicas.
El trabajo ha suscitado grandes expectativas éticas, pues al parecer puede ser ésta una
posibilidad para generar células madre embrionarias humanas sin tener que destruir los
embriones de los que se obtienen. Tal fue el eco mediático, que la compañía que dirige
Lanza, la Advanced Cell Technologies (ACT) en Worcester, Massachussets, en 10 horas
aumentó 5 veces el precio de sus acciones (Nature 6-IX-2006; doi: 10.1038/443012a).
Sin embargo, no todo es tan ético en las experiencias de Lanza como se había hecho ver.
En primer lugar hay que tener en cuenta que el equipo de Lanza, para realizar sus
experiencias, extrajo obtenido 91 células de 16 embriones, que posteriormente fueron
destruidos. De estas células solamente consiguieron dos líneas de células madre
embrionarias, que sobrevivieron ocho meses y de las cuales pudieron obtener células de
diferentes tejidos.
De todas formas, Lanza y su equipo arguyen que la mayoría de los embriones sobreviven a
la extracción de una célula, como ocurre en el diagnóstico genético preimplantacional. Sin
embargo, como se cita en el trabajo de Naure anteriormente referido las cosas no son tan
claras pues “otros grupos han intentado un camino similar, pero sin lograr hasta ahora éxito”.
Es decir, se puede afirmar que la técnica tiene indudables dificultades éticas (Nature 437;
1076, 2005), pués además de lo anteriormente comentado, al quitar una célula a un embrión
de pocos días disminuyen las posibilidades de que se pueda implantar con normalidad en el
útero de su madre, o que su desarrollo se realice con normalidad o que existan problemas
de salud en los niños nacidos tras este procedimiento.
Incluso otros autores estiman que el blastómero que se extrae del embrión de 8 a 10 células,
tiene la capacidad potencial de que a partir de él se pueda desarrollar un nuevo embrión,
por lo que destruirlo no sería éticamente aceptable.
Según Tom Murray, presidente del prestigioso “Hastings Center”, “ninguno de los métodos
propuestos para obtener células madre embrionarias, satisface todas las críticas que se les
puedan hacer”.
Además de las dificultades éticas anteriormente comentadas, otra limitación técnica que
tiene el método de Lanza es su baja eficiencia, solamente de alrededor del 2 %, es decir
“mucho menor de lo que en principio se esperaba” (Nature 26-IX-2006; doi:
10.1038/443012a).
JUSTO AZNAR