Resumen Del Hombre Mediocre

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ÍNDICE

INTRODUCCION - LA MORAL DE LOS IDEALISTAS. .........Error! Bookmark not defined.


I. La emoción del Ideal – II. De un idealismo fundado en la experiencia. - III. Los
temperamentos Idealistas. - IV. El idealismo romántico. - V. El Idealismo estoico. -
VI. Símbolo. ........................................................................................................... 2
CAPÍTULO I - EL HOMBRE MEDIOCRE. .......................................................................... 3
I. ¿"Áurea Mediocritas"? - II. Los hombres sin personalidad. – III. En torno del
hombre mediocre. - IV. Concepto social de la mediocridad. - V. El espíritu
conservador. - VI. Peligros sociales de la mediocridad. - VII. La vulgaridad. .......... 3
CAPÍTULO II - LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL. ........................................................ 4
I. El hombre rutinario. - II. Los estigmas de la mediocridad intelectual. - III. La
maledicencia: una alegoría de Botticelli. - IV. El sendero de la gloria..................... 4
CAPÍTULO III - LOS VALORES MORALES ...................................................................... 5
I. La moral de Tartufo. - II. El hombre honesto. - III. Los tránsfugas de
la honestidad. - IV. Función social de la virtud. - V. La pequeña virtud y
el talento moral. - VI. El genio moral: la santidad. ...................................... 5
CAPÍTULO IV - LOS CARACTERES MEDIOCRES ......................................................... 7
I. Hombres y sombras. - II. La domesticación de los mediocres. - III. La vanidad. -
IV. La dignidad. ...................................................................................................... 7
CAPÍTULO V - LA ENVIDIA.................................................................................................. 8
I. La pasión de los mediocres. - II. Psicología de los envidiosos. III. Los roedores
de la gloria - IV. Una escena dantesca: su castigo. ................................................ 8
CAPÍTULO VI - LA VEJEZ NIVELADORA ......................................................................... 9
I. Las canas. - II. Etapas de decadencia. - III. La bancarrota de los Ingenios. - IV.
Psicología de la vejez. - V. La virtud de la Impotencia. .......................................... 9
CAPÍTULO VII - LA MEDIOCRACIA ................................................................................. 11
I. El clima de la mediocridad. - II. La patria. - III. La política de las piaras. - IV. Los
arquetipos de la mediocracia. - V. La aristocracia del mérito. .............................. 11
CAPÍTULO VIII - LOS FORJADORES DE IDEALES ..................................................... 13
I. El clima del genio. - II. Sarmiento. - III. Ameghino. - IV. La moral del genio ...... 13
EL HOMBRE MEDIOCRE DE JOSÉ INGENIEROS

CRÍTICA GENERAL
Esta obra trata sobre temas sociológicos, filosóficos, psicológicos y literatos.
Como objetivo principal José Ingenieros pretende educar a la juventud para que
tenga un pensamiento idealista y así pueda rechazar todas las formas de
servilismo, prejuicios, hipocresía, rutina, entre otras.

Aquí el autor nos muestra que las personas idealistas son quienes en su manera
de alagar, venerar a filósofos, artistas y pensadores tienden una visión hacia
grandes acciones, o sea que si nosotros tenemos también ese ideal como estos
grandes intérpretes del ser y de la eternidad que volaron más allá de lo real,
somos quienes formamos otra clase de raza aparte de las personas que obvian
ese pensamiento hacia lo misterioso, y si seguimos con esa mira nuestro ideal
es un gesto del espíritu hacia alguna perfección.

El autor tiene mucha verdad en su libro, porque quienes tenemos esa emoción
de leer a distintos pensadores, literatos, filósofos, etc. Nos dejan con el
pensamiento de una mira a un futuro mejor, de hacer cambios en nuestra vida y
quizá para nuestra sociedad.

José Ingenieros nos muestra tres tipos de hombre inferior, mediocre e idealista,
pienso que si fusionáramos a los tres encontraríamos la perfección de nuestro
ideal.

Ponernos a pensar que ser mediocre no es un buen camino para seguir, porque
nos limita en la forma de pensar e imaginar. La gente vive de la rutina y los
prejuicios, y es así tal como dice la obra. Para poder salvarnos de todo este
veneno, tenemos la gran herramienta que es nuestro pensamiento y sabiendo
que ser mediocre no, nos lleva a nada y teniendo un ideal nos sacaría de lo
rutinario, de las cosas a medias, o sea de ver la vida con una mente abierta,
disfrutarla de lo mejor manera posible y llegar a la perfección de pensamiento.
CAPÍTULO I - EL HOMBRE MEDIOCRE.

I. ¿"Áurea Mediocritas"?

El hombre al fijarse a su alrededor no se pregunta el porqué del mundo, de la


naturaleza, para él todo ha sido siempre así y seguirá siéndolo. Así es como la
masa de los hombres se queda con ese pensamiento de estar sujetos a dogmas
que otros les imponen tal es que son esclavos de sus rutinas y sus prejuicios.
Por tal razón no conciben perfecciones se suman al hecho de que se cierran en
una pequeña burbuja, en su propio mundo.

II. Los hombres sin personalidad.

Cada persona se diferencia de los demás pero en muchos hombres esto es


imaginario. Porque caminan en el mundo siendo temerosos, mendigando
favores, crecen moldeados por el mismo ambiente en el que crecen y se
desarrollan, por esa razón su existencia es negativa. La falta de personalidad
hace a los hombres incapaces de iniciativa de resistencia, van por la vida sin
aprender, ni enseñar. Como dice el autor muchos nacen, pocos viven.

III. En torno del hombre mediocre.

El hombre mediocre es dócil, se acomoda a todas las pequeñas oportunidades,


se derrumba siempre, es un hombre que piensa bajamente, no habla nunca,
repite siempre, juzga a los hombres.

IV. Concepto social de la mediocridad.

Aquí el hombre mediocre piensa con la cabeza de la sociedad, y el hombre ideal,


creador es quien piensa con su propia cabeza y que el hombre mediocre es una
sombra proyectada por la sociedad, es por esencia imitativo y está
perfectamente adaptado a sus prejuicios y dogmatismos, su característica es
imitar a cuantos le rodean, o sea piensa con cabeza ajena y es incapaz de formar
ideales propios.

V. El espíritu conservador.

El conservador se divide en dos categorías uno es rutinario y el otro es de espíritu


rebelde, pero la humanidad es imposible que se divida así no se sabría cuales
interpretan mejor la vida. La imitación conservadora debe ser juzgada por su
función de resistencia, destinada a contener el impulso creador de los hombres
superiores y las tendencias destructivas de los sujetos antisociales.
VI. Peligros sociales de la mediocridad.

La incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal. Son rutinarios,


honestos y falsos, piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena
hipocresía moral y ajuntan su carácter a las domesticaciones convencionales. El
horror de lo desconocido los ata a mil prejuicios, carecen de iniciativa y miran
siempre al pasado, por eso la mediocridad es moralmente peligrosa.

VII. La vulgaridad.

La vulgaridad florece cuando las sociedades se desequilibran en desfavor del


idealismo. Los hombres se vulgarizan cuando reaparece en su carácter lo que
fue mediocridad, la vulgaridad nos lleva a la avaricia, falsedad, avidez, se asoma
al antepasado salvaje que conspira en su interior.

CRÍTICA:

Ser mediocre nos ciega, no florecemos, vivimos en una falsedad, somos poco
imaginativos y nuestras miras son siempre al pasado, carecemos de
personalidad, en cambio el hombre ideal es quien tiene mira hacia un mundo
mejor con deseos de grandeza.

CAPÍTULO II - LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL.

I. El hombre rutinario.

Evita salir y cruzar espacios nuevos, repite que es preferible lo malo conocido a
lo bueno por conocer, tiende a copiarse los prejuicios del medio en que viven.
Los rutinarios razonan con la lógica de los demás, no intentan estudiar, prefieren
confiar en su ignorancia para adivinarlo todo. La lectura les produce efectos de
envenenamiento. Llaman ideales a sus preocupaciones. No tienen afán de
perfección. Todos los rutinarios son intolerantes, llaman hereje al que busca una
verdad o persigue un ideal. Los hombres rutinarios desconfían de su
imaginación. Si la humanidad hubiera contado solamente con los rutinarios,
nuestros conocimientos no excederían de los que tuvo nuestro ancestral
homínido. Los espíritus rutinarios se pueblan de prejuicios, que los esclavizan.

II. Los estigmas de la mediocridad intelectual.


Hace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no le envenenan
la vanidad y la envidia, diríase que duerme sin soñar. Vive entre los engranajes
de la rutina.

III. La maledicencia: una alegoría de Botticelli.

La calumnia invita a meditar con doloroso recogimiento, es así que lo hombres


mediocres, más inclinados a la hipocresía que al odio, prefieren la maledicencia
sorda a la calumnia violenta. El calumniador desafía el castigo, maldiciendo la
esquiva. Los maledicentes hablan a media voz, con recato. Sin cobardía no hay
maledicencia.

IV. El sendero de la gloria.

La popularidad o la fama suelen dar transitoriamente la ilusión de la gloria. La


gloria nunca ciñe de laureles. El éxito es benéfico si es merecido, exalta la
personalidad. Destierra la envidia. La gloria depende de ellos mismos. El éxito
les parece un simple reconocimiento de su derecho.

CRÍTICA:

El hombre tiende a seguir sus prejuicios, se deja llevar por lo rutinario, se suma
a eso la vanidad y la envidia pero con el sendero de la gloria, aumenta más su
mediocricidad.

CAPÍTULO III - LOS VALORES MORALES

I. La moral de Tartufo.

Es prosperar en la mentira, los hombres viven en ensueños, ocultando sus


intenciones, enmascarando sus sentimientos, esquivan la responsabilidad de
sus acciones, son audaces a la traición y tímidos en lealtad.

II. El hombre honesto.

Puede tener el crimen sin admirar la santidad, sus prejuicios son los documentos
arqueológicos de la psicología social, se puede ser honesto con sentir un afán
de perfección, es pasivo, se limita a respetar los prejuicios que le asfixian,
admirar al hombre honesto es rebajarse. No son asesinos, pero no son héroes,
no roban, son traidores, pero no son leales, no asaltan en descubierto, pero no
defienden al asaltado.
III. Los tránsfugas de la honestidad.

Son rebeldes a la domesticación, desprecian la prudente cobardía de Tartufo.


Ignoran su equilibrismo, no saben simular, actúan en la sociedad como insectos
dañinos en la naturaleza. Carecen de la aptitud que permite al hombre mediocre
imitar los prejuicios y las hipocresías de la sociedad.

IV. Función social de la virtud.

Es activa, excede infinitamente en variedad, en derechez, en coraje, a las


prácticas rutinarias que libran de la infamia o de la cárcel. Ser honesto implica
someterse a las convenciones corrientes, ser virtuoso significa menudo ir contra
ellas, exponiéndose a pasar como enemigo de toda moral. La evolución de las
virtudes depende de todos los factores morales e intelectuales.

V. La pequeña virtud y el talento moral.

La bondad es el primer esfuerzo hacia la virtud, el hombre bueno, esquivo a las


condescendencias permitidas por los hipócritas, lleva en si una partícula de
santidad. El buenísimo es la moral de los pequeños virtuosos. Está bien
perdonar una vez y seria inicuo no perdonar ninguna pero el que perdona dos
veces se hace cómplice de los malvados. Enseñemos a perdonar, pero
enseñemos también a no ofender. Esas pequeñas virtudes son usuales, de
aplicación frecuente. Cotidiana, sirven para distinguir al bueno del mediocre y
difieren tanto de la honestidad como el buen sentido difiere del sentido común.
La moralidad es tan importante como la inteligencia en la composición global del
carácter. Cuanto más fino y culto es un hombre, tanto más repulsivo y
sospechoso se vuelve si pierde su reputación de honesto.

VI. El genio moral: la santidad.

Los genios morales son los santos de la humanidad. Toda santidad es excesiva,
desbordante, obsesionadora, obediente, incontrastable, se es santo por
temperamento y no por calculo, la santidad crea o renueva la extensión o
desarrollo de los sentimientos sociales y morales.

CRÍTICA:
Teniendo ética el hombre reconoce que es de gran importancia que nos
acompañe en nuestro yo interno, porque nos hacer ser mejores personas de
sentimientos nobles.
CAPÍTULO IV - LOS CARACTERES MEDIOCRES

I. Hombres y sombras.

Atraviesan el mundo cuidando su sombra e ignorando su personalidad. No


existen solos. Su amorfa estructura los obliga a borrarse en una raza, en un
pueblo, en un partido, en una secta, en una bandería, siempre a embadurnase
de otros. Conquistan honores y alcanzan dignidades. Viven de los demás y para
los demás. El hombre que piensa con su propia cabeza y la sombra que refleja
los pensamientos ajenos, parecen pertenecer a mundos distintos. Hombres y
sombras difieren como el cristal y la arcilla. Los hombres evolucionan según
varían sus creencias y pueden cambiarlas mientas siguen aprendiendo, las
sombras acomodan las propias a sus apetitos y pretenden encubrir la indignidad
con el nombre de evolución.

II. La domesticación de los mediocres.

La costumbre de obedecer engendra una mentalidad doméstica. Las vidas


iniciadas en la servidumbre no adquieren dignidad. Los antiguos tenían mayor
desprecio por los hijos de los siervos. Los pobres de carácter no resisten, ceden
a esa hipnotización y la pérdida de su dignidad. Aunque ya no hay servidumbre
legal, muchos sujetos, libres de la domesticidad forzosa.

III. La vanidad.

El vanidoso vive comparándose con los que le rodean, evitando toda excelencia
ajena y carcomiendo toda reputación que no puede igualar, el orgullo no se
compara con los que juzga inferiores y pone su mirada en tipos ideales de
perfección que está muy alto y encienden su entusiasmo.

IV. La dignidad.
La dignidad implica valor moral. Estimula toda perfección del hombre. La
dignidad es un afán de autonomía, lleva a reducir la independencia de otros
a la medida de lo indispensable, siempre enorme.

CRÍTICA:
Aquí el autor describe las características de un hombre mediocre, quien no
crece en su ideal vive en las sombras, sólo juzga. Como dice ahí en una
característica la domesticación de los mediocres en los tiempos donde los
negritos quienes era esclavos Vivian en la sumisión y tal como describe José
Ingenieros sufrían y los forzaban a que obedecieran su mandato a los de raza
blanca y esto ya se ha superado en nuestro tiempo todos los humanos ya
sean de distinta raza o religión tienen derechos y todos deben tratarse por
igual.

CAPÍTULO V - LA ENVIDIA

I. La pasión de los mediocres.

La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del mérito por la
mediocridad. Reconocer la propia envidia implicaría, a la vez, declararse
inferiormente al envidiado, la envidia alcanza a los hombres más famosos por su
carácter y por su virtud. El envidioso es ingrato. La envidia es de corazones
pequeños, el hombre que se siente superior no puede envidiar, la envidia sin
duda arraiga como ellas en una tendencia efectiva, pero posee caracteres
propios que permiten diferenciarla. La envidia nace del sentimiento de
inferioridad respecto de su objeto, los celos derivan del sentimiento de potencia
que acompaña a toda noble afirmación de la personalidad.

II. Psicología de los envidiosos.

El envidioso pertenece a una especie moral raquítica, mezquina, digna de


compasión o de desprecio. Sin coraje para ser asesinado. Rebaja a los otros,
desesperado de la propia elevación. Son capaces de envidiar a los grandes
muertos. El motivo de la envidia se confunde con el de la admiración, siendo
ambas dos aspectos de un mismo fenómeno. Sólo que la admiración nace en el
fuerte y la envidia en el subalterno. Envidiar es una forma aberrante de rendir
homenaje a la superioridad. Toda culminación es envidiada, en la mujer la
belleza, el talento y la fortuna en el hombre. En ambos la fama y la gloria,
cualquiera que sea su forma.

III. Los roedores de la gloria

El que se siente capaz de crearse un destino con su talento y con su esfuerzo


está inclinado a admirar el esfuerzo y el talento en los demás, el deseo de la
propia gloria no puede sentirse cohibido por el legítimo encubrimiento ajeno. El
que tiene méritos, sabe lo que le cuestan y los respeta, estima a los otros lo que
desearía se le estimara a él mismo. El mediocre ignora esta admiración abierta,
muchas veces se resigna a aceptar el triunfo que desborda las restricciones de
su envidia. Pero aceptar no es amar. Resignarse no es admirar. Estos saben que
los dones naturales no se transmutan ya que es la medida de su mérito. Saben
que cada paso hacia la gloria ha costado trabajos y vigilias, meditaciones hondas
y que tuvieron que renunciar al reposo o al pan, sacrificándose y ganar tiempo
para meditar o para comprar un libro para iluminar sus meditaciones. El
envidioso, que ignora, ve el resultado a que otros llegan y él no, sin sospechar
de cuántas espinas está sembrando el camino de la gloria.

IV. Una escena dantesca: su castigo.

El envidioso es la única víctima de su propio veneno, la envidia le devora como


el cáncer a la víscera, le ahoga como la hiedra a la encina. Dante consideró a
los envidiosos indignos del infierno. En la sabia distribución de penas y castigos
los recluyó en el purgatorio, lo que se aviene a su condición mediocre. El sol les
niega su luz tiene los ojos cosidos con alambres, porque nunca pudieron ver el
bien del prójimo. Llevan todos el castigo en su culpa. El espartano Antistenes, al
saber que le envidiaban, contestó con acierto: peor para ellos, tendrán que sufrir
el doble tormento de sus males y de mis bienes. Los únicos gananciosos son
los envidiados; es grato sentirse adorar de rodillas. La mayor satisfacción del
hombre excelente está en provocar la envidia, estimulándola con los propios
méritos, acosándola cada día con mayores virtudes, para tener la dicha de
escuchar sus plegarias. No ser envidiado es una garantía inequívoca de
mediocridad.

CRÍTICA:
Dejarnos llevar por tener envidia pienso que mata sin darnos cuenta a nuestros
ideales, lo que deberíamos ser libres de pensamiento, nos tiene sujetos a un
laberinto sin salida, no tenemos moral y seguimos siendo del montón.

CAPÍTULO VI - LA VEJEZ NIVELADORA

I. Las canas.

Las canas son un mensaje de la Naturaleza que nos advierte la proximidad del
crepúsculo, y no hay remedio. Ser viejo es ser mediocre, con rara excepción. La
máxima desdicha de un hombre superior es sobrevivirse a sí mismo, nivelándose
con los demás. La decadencia del hombre que envejece está representada por
una regresión sistemática de la intelectualidad. Al principio el hombre mediocriza
a todo hombre superior, más tarde, la decrepitud inferioriza al viejo ya mediocre.
Es una excepción muy rara en los hombres de ingenio excelentes, si son
longevos: suele confirmarse cuando mueren a tiempo, anotes de que la fatal
opacidad crepuscular empañe los resplandores del espíritu. El hombre envejece
cuando el cálculo utilitario reemplaza a la alegría juvenil. Quien se pone a mirar
si lo que tiene le bastará para todo su porvenir posible. Ya no es joven cuando
opina que es preferible tener de más a tener de menos, está viejo, cuando su
afán de poseer excede su posibilidad de vivir, ya está normalmente decrépito. La
avaricia es una exaltación de los sentimientos egoístas propios de la vejez. La
avaricia como pasión envilecedora, iguala a la envidia. Es la pústula moral de los
corazones envejecidos.

II. Etapas de decadencia.

El proceso de evolución intelectual sigue el mismo curso que el de su


organización, pero invertido. Primero desaparece la “mentalidad individual”, más
tarde la “mentalidad social”, y por último, la “mentalidad de la especie”. El anciano
se inferioriza, vuelve poco a poco a su primitiva mentalidad infantil, conservando
adquisiciones más antiguas de su personalidad, que son, por ende, la mejor
consolidada, es notorio que la infancia y senectud se tocan, todos los idiomas
consagran esta observación en refranes. Esto explica las profundas
transformaciones psíquicas de los viejos, el cambio total de sus sentimientos, la
pereza progresiva para acometer empresas nuevas.

III. La bancarrota de los Ingenios.

Esto no es exagerado ni esquemático, los que sólo habían logrado adquirir un


reflejo de la mentalidad social, poco tienen que perder en esta inevitable
bancarrota, es el empobrecimiento de un pobre y cuando en plena senectud, su
mentalidad social se reduce a la mentalidad de la especie, inferiorizándose, a
nadie sorprende ese pasaje de la pobreza a la miseria.

IV. Psicología de la vejez.

El viejo tiende a la inercia, busca el menor esfuerzo, asi como la pereza es una
vejez anticipada, la vejez es una pereza que llega fatalmente en cierta hora de
la vida, su característica es una atrofia de los elementos nobles del organismo,
con desarrollo de los inferiores, a medida que envejece se torna infantil, la
sensibilidad física se acompaña de analgesia moral, en vez de participar del dolor
ajeno, el viejo acaba por no sentir ni el propio, la ansiedad de prolongar su vida
parece advertirle que una fuerte emoción puede gastar energía y se endurece
contra el dolor como la tortuga se retrae debajo de su caparazón cuando
presiente un peligro. Asi llega a sentir odio oculto por todas las fuerzas vivas que
crecen y avanzan, un sordo rencor contra todas las primaveras. La psicología de
la vejez denuncia ideas obsesivas absorbentes. Todo viejo cree que los jóvenes
le desprecian y desean su muerte para suplantarle.

V. La virtud de la Impotencia.
La ley es dura, pero es ley. Nacer y morir son los términos inviolables de la vida,
ella nos dice con voz firme que lo anormal no es nacer ni morir en la plenitud de
nuestras funciones, nacemos para crecer, envejecernos para morir, todo lo que
la naturaleza nos ofrece para el crecimiento, nos lo substrae preparando la
muerte. Los viejos protestan que no se les respete bastante, mientras los jóvenes
se desesperan por lo excesivo de ese respeto. La experiencia viril complica la
tontería de los mediocres, pero puede convertirlos en genios, la madurez ablanda
al perverso, lo torna inútil para el mal.

CRÍTICA:

La vejez no se escapa de ser mediocre, como nos explica José Ingenieros es


más peor la mediocridad al llegar a ser viejo, poco a poco nuestra mente se
reduce y olvidamos nuestros ideales, volvemos a ser niños.

CAPÍTULO VII - LA MEDIOCRACIA

I. El clima de la mediocridad.

Los genios pronuncian palabras definitivas, plasman los estadistas sus planes
visionarios, ponen los héroes su corazón en la balanza del destino. La obsesión
de acumular tesoros materiales, o el torpe afán de usufructuarlos en la holganza,
borra del espíritu colectivo todo rastro de ensueño. Los países dejan de ser
patrias, cualquier ideal parece sospechoso. Los filósofos, los sabios y los artistas
están de más, la pesadez de la atmosfera estorba a sus alas, y dejan de volar.
Su presencia mortifica a los traficantes, a todos los que trabajan por lucro, a los
esclavos del ahorro o de la avaricia. Cada hombre queda preso entre mil
sombras que lo rodean y lo paralizan. La aspiración de lo mejor no es privilegio
de todas las generaciones.

II. La patria.

Los países son expresiones geográficas y los estados son formas de equilibrio
político. Una patria es mucho más y es otra cosa, es el sincronismo de espíritus
y de corazones, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la
humillación y en el deseo de la gloria. Cuando falta esa comunidad de
esperanzas, no hay patria, hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos
grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la seguridad de marchar
todos en pos de un ideal y así nadie se quedaría en medio camino. Cuando no
hay patria no puede haber sentimiento colectivo de la nacionalidad, inconfundible
con la mentira patriótica explotada en todos los países por los mercaderes y los
militaristas. Cada patria es un elemento de la Humanidad, el anhelo de la
dignificación nacional debe ser un aspecto de nuestra fe en la dignificación
humana. Asciende cada raza a su más alto nivel, como Patria, y por el esfuerzo
de todos remontará el nivel de la especie, como humanidad. Mientras un país no
es patria, sus habitantes no constituyen una nación. Las naciones homogéneas
son las que cuentan hombres capaces de sentirlo y servirlo. Cuando las miserias
asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han
sabido amarlo como patria, de todos los que vivieron de ella sin trabajar para
ella.

III. La política de las piaras.

La política se degrada, en los pueblos sin ideales, los espíritus subalternos


medran con torpes intrigas de antecámara. Nadie piensa, donde todos lucran,
nadie sueña, donde todos trabajan. Lo que antes era signo de infamia o cobardía,
ahora es título de astucia. Ricos terratenientes o poderosos industriales pagan
a peso de oro los votos coleccionados por agentes impúdicos, asnos
enriquecidos aspiran a ser tutores de pueblos, sin mas capital que su constancia
y sus millones. Los deshonestos son legión, asaltan el parlamento para
entregarse a especulaciones lucrativas. Vendes su voto a empresas que
muerden las arcas del estado, prestigian proyectos de grandes negocios con el
erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto, pagan con destinos y dadivas
oficiales a sus electores, comercian su influencia para obtener concesiones en
favor de su clientela. Lacayos de un grande hombre, o instrumentos ciegos de
su piara, no osan discutir la jefatura del uno o las consignas de la otra, no les
pide talento, elocuencia o probidad. Viven de luz ajena, satélites sin color y sin
pensamientos.

IV. Los arquetipos de la mediocracia.

El genio crea instituciones y el bárbaro las viola, los mediocres las respetan,
impotentes para forjar o destruir. Esquivos a la gloria y rebeldes a la infamia, se
les reconoce por una circunstancia inequívoca. Las mediocracias evitan las
cumbres de los abismos. Temen la originalidad y la juventud, adoran a los que
nunca podrán volar. Los arquetipos suelen interrumpir sus humillados silencios
con innocuas pirotecnias verbales. El favoritismo es su esclavitud frente a cien
intereses que los acosan, ignoran el sentimiento de la justicia y el respeto del
mérito. El verdadero justo resiste a la tentación de no serlo cuando en ello tiene
un beneficio, el mediocre cede siempre. Nunca, absolutamente, puede haber
justicia en preferir el lacayo al digno, el oblicuo al recto, el ignorante al estudioso,
el intrigante al gentilhombre, el medroso al valiente. Esa es la corruptela moral
de las mediocracias, anteponer el valimiento al mérito. No puede ser juez quien
confunde el diamante con la bazofia, cuando se acepta la responsabilidad de
gobernar, “equivocarse es una culpa” como sentencio Epicteto. En las
mediocracias se ignora que la dignidad nunca llega de hinojos a los estrados de
los que mandan.

V. La aristocracia del mérito.

Las castas aristocráticas no son mejores, en ellas hay, también crisis de


mediocridad y tornase mediocracias, los demócratas persiguen la justicia para
todo y se equivocan buscándola en la igualdad, los aristócratas buscan el
privilegio para los mejores y acaban por reservarlo a los más ineptos. Aquellos
borran el mérito en la nivelación, estos lo burlan atribuyéndolo a una clase. Toda
aristocracia pudo ser selectiva en su origen, suele serlo, es respetable el que
inicia con sus méritos una alcurnia o un abolengo. Es evidente la desigualdad
humana en cada tiempo y lugar, hay siempre hombres y sombras. Los hombres
que guían a las sombras son la aristocracia natural de su tiempo y su derecho
es indiscutible, es justo porque es natural. En cambio la sociedad como un botín
reservado a una casta, que usufructúa sus beneficios sin estar compuesta por
los mejores hombres de su tiempo. En la democracia del mérito corresponde
tanta parte a la virtud y al carácter como a la misma inteligencia, de otro modo
incompleto y su esfuerzo ineficaz. Un régimen donde el mérito individual fuese
estimado por sobre todas las cosas, sería perfecto. Excluiría cualquier influencia
numérica u oligarquía. No habría intereses creados. Los hombres se esforzarían
por ser cada vez más desiguales entre sí, prefiriendo cualquier originalidad
creadora a la más tradicional de las rutinas. Sería posible la selección natural y
los méritos de cada uno aprovecharían a la sociedad entera. El privilegio se
mediría por la eficacia de las aptitudes y se perdería con ellas.

CRÍTICA:

Aquí el autor nos muestra a la mediocricidad como un ingrediente infalible, que


está sembrado en todo lo que participa el hombre como es la patria y en las
distintas acciones que realizan los políticos y creo que debemos combatir desde
la raíz, encontrándonos a nosotros mismos, meditando sobre la vida.

CAPÍTULO VIII - LOS FORJADORES DE IDEALES

I. El clima del genio.

La genialidad es una coincidencia. Surge como chispa luminosa en el punto


donde se encuentran las más excelentes aptitudes de un hombre y la necesidad
social de aplicarlas al desempeño de una misión trascendental. El hombre
extraordinario sólo asciende a la genialidad si encuentra clima propicio. Todo
filósofo necesita condiciones favorables de tiempo y de lugar para que su aptitud
se convierta en función y marque una época en la historia. El ambiente constituye
el “clima” del genio y la oportunidad marca su “hora”. Sin ellos, ningún cerebro
excepcional puede elevarse a la genialidad, pero el uno y la otra no basta para
crearla. El genio es una fuerza que actúa en función del medio.

II. Sarmiento.

Sus pensamientos fueron tajos de luz en la penumbra de la barbarie americana,


entreabriendo la visión de cosas futuras. Pensaba en tan alto estilo que parecía
tener, como Sócrates, algún demonio familiar que alucinara su inspiración, vivía
obsesionado por el afán de educar, tenía la clarividencia del ideal y había elegido
sus medios: organizar civilizando, elevar educando. Todas sus fuentes fueron
escasas para saciar su sed de aprender. Miro siempre hacia al porvenir, como
si el pasado hubiera muerto a su espalda, el ayer no existía, para él, frente al
mañana. Vivió inventando doctrinas o forjando instituciones, creando siempre,
en continuo derroche de imaginación creadora.

III. Ameghino.

Revelo y creo. Diríase que el genio florece mejor en las regiones solitarias,
acariciado por las tormentas, que son su atmosfera propia. La obra de Ameghino
tiene los caracteres de un fenómeno natural. Su pupila supo ver en la noche,
llego a ser maestro en la escuela. Cuando Ameghino descubre una verdad
parecía que en sus pupilas brillara una luz eterna, sin saberlo y sin quererlo nadie
crea cosas que valgan o duren. La imaginación no basta para dar vida a la obra,
la voluntad la engendra.

IV. La moral del genio

El genio es excelente por su moral, o no es genio. Pero su moralidad no puede


medirse con preceptos corrientes en los catecismos. La conducta del genio es
inflexible respecto de sus ideales. Si busca la verdad, todo lo sacrifica a ella. Si
la belleza, nada lo desvía. Si el bien, va recto y seguro, por sobre todas las
tentaciones. Y si es un genio universal, poliédrico, lo verdadero, lo bello y lo
bueno se unifican en su ética ejemplar, que es un culto simultáneo por todas las
excelencias, por todas las idealidades. Los genios amplían su sensibilidad en la
proporción que elevan su inteligencia, pueden subordinar los pequeños
sentimientos a los grandes, los cercanos a los remotos, los concretos a los
abstractos. Entonces los hombres de miras estrechas los suponen apáticos y
escépticos.
CRÍTICA:

Llevando a nuestra vida diaria estos ideales, podríamos ser como los grandes
filósofos. Nuestro pensamiento seria abierto al mundo, no tendríamos
prejuicios ni viviríamos en la rutina de nuestra vida aburrida, encontraríamos
lo que siempre hemos buscado ser uno mismo, sin buscar a alguien más
para que nos pueda complementar, tendríamos personalidad, y
encontraríamos mejores soluciones a nuestro porvenir.
VOCABULARIO
1. AMORAL: Desprovisto de sentido o finalidad moral.
2. ANTAGONISTAS: Persona o cosa contraria u opuesta.
3. ARQUETIPOS: Tipo ideal o modelo, que contiene las características
esenciales de algo.
4. ARISTOCRACIA: Ejercicio del poder por una clase privilegiada,
generalmente hereditaria.
5. BAZOFIA: Cosa despreciable.
6. MEDIOCRE: De calidad media. *Bastante malo. *No tiene capacidad
para la actividad que realiza.
7. MEDIOCRACIA:
8. METAFÍSICA: Abstracto, elevado difícil de comprender.
9. DOCTRINA: Enseñanza que se da a una persona sobre una materia
determinada.
10. MORAL: De las acciones o conductas de las personas con respecto del
bien y el mal.
11. IDEAL: Que no es real que está sólo en la mente.
12. IDEALISTA:
13. ESTIGMATIZAR: Marcar con hierro candente. *afrentar o infamar.
14. LACRA: Defecto o vicio físico o moral.
15. QUIMERA: Lo que uno imagina.
16. ENTELEQUIA: Estado de perfección.
17. ESTÉTICO: Trata de la belleza y de la teoría fundamental y filosófica del
arte.
18. FALACÍA: Engaño, mentira.
19. LOGOMAQUIAS: Discusión en que atiende a las palabras y no al fondo
del asunto.
20. DOGMÁTICO: Conjunto de principios o dogmas de una disciplina o
ciencia.
21. DOGMA: Principio básico e innegable de una ciencia.
22. OBTUSOS: Lenta en discurrir.
23. ESTOICO: Fuerte, sereno ante la desgracia.
24. ESTOICISMO: Fortaleza de carácter ante la adversidad y el dolor.
25. MALEDICENCIA: Acción de maldecir, murmurar.
26. PÚSTULA: Cualquier herida que presenta pus o costra.
27. PIARAS: Manada de cerdos.

(1911)
Fuente: Ingenieros, José (1926). El hombre mediocre, Buenos Aires :
Gráficos Argentinos.

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