Sztompka

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Sztompka, P. Sociología del cambio social.

Madrid, Alianza, 1993, p. 93-109.

La Modernidad y más allá (resumen)

Desde fines del siglo XVIII se ha ido expandiendo gradualmente la conciencia de que se
está viviendo una época distinta, radicalmente diferente a cualquier época anterior. Se ha
utilizado el concepto de modernidad para designar esa época, y el adjetivo de moderno para
señalar aquellos rasgos específicos y novedosos que la caracterizan.

¿Cuándo comenzó la modernidad, y cuáles son sus rasgos característicos? Sobre ambas
cuestiones no existe una sola opinión entre los pensadores que, desde fines del siglo XVIII, se han
ocupado de este tema. Pese a ello, existen un conjunto de elementos que son comunes en las
distintas reflexiones sobre la modernidad. Para algunos autores, la modernidad comenzó hacia el
siglo XVI, con la llegada de los europeos a América y los profundos cambios que esto comenzó a
operar en las sociedades europeas. Para otros, comienza a fines del siglo XVIII. Veamos el criterio
de dos autores; Giddens dice: “Como primera aproximación, diremos simplemente lo siguiente: la
modernidad refiere a los modos de vida social o de organización que surgieron en Europa
alrededor del siglo XVII en adelante y que posteriormente se hicieron más o menos universales en
su influencia” (Consecuencias de la modernidad). Para Krisham Kumar, la modernidad “tuvo lugar
entre el siglo XVI y el XVIII, y comenzó en los países noroccidentales de Europa % especialmente en
Inglaterra, los países bajos, el norte de Francia y el norte de Alemania”. (The Raise of Modern
Society,1198).

En todo caso, es criterio generalizado que la existencia de la modernidad se hace clara a


través de procesos revolucionarios que significan cambios visibles y dramáticos: revoluciones
políticas (los procesos revolucionarios en la Inglaterra del siglo XVII, la revolución de las 13
colonias y la revolución francesa en el siglo XVIII), y la revolución industrial, también en la segunda
mitad del siglo XVIII.

Está claro que el surgimiento y despliegue de la modernidad fue el resultado de procesos


de cambios sociales en la estructura económico-productiva, en la organización político-
institucional y en los paradigmas simbólicos-legitimadores.

Podemos señalar un conjunto de características de la modernidad apreciables en cualquier


análisis que se haga de la misma, constatables empíricamente:

1. Crecimiento demográfico (para más detalles, ver: Susan George, El informe Lugano,
Ciencias Sociales, La Habana, 2002; p. 94-101, 111-121)
2. Urbanización.
3. Industrialización.
4. Auge de las comunicaciones.
5. Incremento de la movilidad social.
6. Expansión de la movilidad psíquica.
7. Desarrollo tecnológico sin precedentes.
8. Burocratización.
9. Aceleración y generalización del cambio social.
Sztompka señala lo que él considera las características generales de la modernidad:

1. Individualismo.
2. Diferenciación.
3. Principio de la racionalidad.
4. Economicismo
5. Expansión

Estas nuevas características tuvieron hondas repercusiones en diversas áreas de la vida social:

En la economía:

1. Velocidad y alcance sin precedentes en el crecimiento económico.


2. Cambio de la producción agrícola a la industria como sector central de la economía,
3. Concentración de la producción económica en las ciudades y en las aglomeraciones
urbanas.
4. Aprovechamiento de fuentes no vivas de energía para reemplazar la fuerza humana y
animal.
5. Eclosión de innovaciones tecnológicas que abarcan todas las esferas de la vida social.
6. Apertura de mercados de trabajo formalmente libres y competitivos.
7. Concentración del trabajo en fábricas y en grandes empresas industriales
8. Papel esencial de los empresarios en la dirección de la producción.

En la estructura de clase:

1. La situación de propiedad y la posición en el mercado devienen los determinantes


principales del estatus social.
2. grandes segmentos de la población sufren el proceso de proletarización y
depauperización; se convierten en fuerza de trabajo no propietaria, obligada a vender su
fuerza de trabajo como mercancía.
3. En el extremo opuesto, poderosos grupos de propietarios capitalistas adquieren una
riqueza considerable, por lo que las diferencias sociales se hacen aún más marcadas.
4. Aparece una “clase media” en expansión, que incluye a diversas profesiones.

En lo político:

1. Papel creciente del Estado, que toma nuevas funciones al regular y coordinar la
producción, redistribuyendo la riqueza, protegiendo la soberanía económica
y estimulando la expansión en mercados exteriores.
2. Difusión del imperio de la ley, que obliga tanto al Estado como a los ciudadanos.
3. Creciente inclusividad de la ciudadanía, que proporciona categorías sociales más amplias
con los derechos políticos y civiles.
4. Extensión de la organización burocrática racional, impersonal, como sistema dominante
de gestión y administración en todas las áreas de la vida social.

En la cultura:

1. Secularización.
2. Centralidad del papel de la ciencia.
3. Democratización de la educación.
4. Aparición de la cultura de masas.

En la vida cotidiana:

1. Notable extensión del dominio del trabajo y su separación de la vida familiar.


2. Creciente privatización de la familia.
3. Separación del trabajo y del tiempo de ocio.
4. Impregnación de la vida cotidiana con la preocupación por la adquisición y consumo de
bienes, que asume un papel no sólo utilitario sino también simbólico.

Refiriéndose al dinamismo de la modernidad, A. Giddens afirma que éste “… deriva de la


separación del tiempo y del espacio y de su recombinación de tal manera que permita una precisa
<regionalización> de la vida social; de desanclaje de los sistemas sociales (Un fenómeno que
conecta estrechamente con los factores involucrados en la separación del tiempo y el espacio); y
del reflexivo ordenamiento y reordenamiento de las relaciones sociales, a la luz de las continuas
incorporaciones de conocimiento que afectan las acciones de los individuos y los grupos)”
(Giddens, ob cit, p.28).

La personalidad moderna.

El desarrollo de la modernidad requiere la existencia de determinadas características de la


psiquis individual como social. Estas características, a la vez, no sólo son requisitos de la
modernidad, si no también consecuencias de ella. La “personalidad moderna” tiene los siguientes
rasgos, tal como detalla Sztompka:

1. Predisposición a las experiencias nuevas y apertura hacia las innovaciones y el cambio.


2. Predisposición a formar o sostener opiniones sobre una gran cantidad de temas de
naturaleza amplia; a reconocer la diversidad de opiniones existentes, e incluso a valorar tal
diversidad de forma positiva.
3. Orientación específica hacia el tiempo: énfasis en el presente y en el futuro en lugar de en
el pasado, aceptación de horarios, puntualidad.
4. Eficacia
5. Planificación
6. Confianza en la regularidad y predictividad de la vida social.
7. Sentido de justicia distributiva (creencia de que las recompensas deben estar de acuerdo
con reglas de lugar de capricho, y que la estructura de recompensas debe estar de
acuerdo con la pericia y la contribución relativa).
8. Alta valoración de la escolarización y la instrucción.
9. Respeto por la dignidad de los otros.

Modernidad y modernización

El concepto de modernización refiere al cambio social que se considera progresivo. Es un


concepto que se ha utilizado mucho, y con un sentido ideológico muy claro, en las teorías sociales
modernas. Se ha tendido a establecer una homologación entre la idea de “modernización” y
“progreso”. Se apela a una interpretación de la modernidad que la identifica con el capitalismo.
Por modernización se entiende la “occidentalización” o “norteamericanización”, la copia del
modelo de desarrollo y estructuración social de Europa Occidental y los EE.UU. La concepción
sobre la modernización tiene un sentido evolucionista, y está marcada por el determinismo
tecnológico.

Las teorías sobre la modernización tenían como objetivo primordial el de llevar a cabo en
pocos años, en los países atrasados, cambios sociales de la tradición a la modernidad que en el
mundo occidental habían tardado varios siglos en producirse. Estas teorías operaban con una
imagen idealizada de las sociedades capitalistas occidentales. En esencia, se reducía el término
“modernización” a los procesos de industrialización y urbanización. El concepto de modernización,
en este contexto, y a diferencia del de “cambio social”, lleva implícita la idea de superioridad de un
modelo social específico (en este caso el de las sociedades capitalistas occidentales) sobre
cualquier. El supuesto estatuto superior de estas sociedades no está basado en criterios morales,
sino manifiestamente instrumentales. La idea de modernización trata de evitar las claras
connotaciones éticas presentes en la idea de progreso.

La concepción tradicional de la modernización ha sufrido fuertes críticas. La aplicación de


las políticas encaminadas a lograr esa modernización no sólo ha producido los resultados
esperados, sino que se han creado efectos secundarios patológicos. También se han criticado los
presupuestos y etnocéntricos subyacentes a estas teorías.

El pensador italiano Pietro Barcellona diferencia entre la modernidad y modernización.


Concibe la modernidad, esencialmente, como lo vínculos de dependencia personal, de las
jerarquías y de los poderes absolutos, mediante la construcción de un ordenamiento jurídico
fundamentado en la primacía de la ley, en la igualdad formal y en la generalización de las
relaciones dinerarias de mercado, como etapa en el proceso de las transformaciones de la
coacción político-personal en coacción económica basada en la necesidad de conseguir dinero
para adquirir los bienes indispensables
para sobrevivir. Como resultado, se logra la mercantilización generalizada de las relaciones entre
los individuos, la construcción de un inmenso aparato neutralizador de las diferencias y
la disolución de todo vínculo de solidaridad personal.

La modernización disuelve la estructura contradictoria de lo moderno, su ambivalencia


entre la asunción fuerte del individuo libre y la racionalidad objetivada en la forma del cálculo de
la relación entre medios y fines. Es decir, disuelve la contradicción a favor del os elementos que
enajenan al individuo. La modernización tiende a superar las aporías de lo moderno. Es la
unilateralización de la modernidad. La pérdida del potencial que se desprende de su dialéctica.

Además, es la abolición de la dicotomía entre apariencia y realidad, entre mundo


verdadero y mundo aparente, y ello a favor de este último.

La modernización es también la eliminación definitiva del problema de lo “natural”. ¿En


qué consistía ese problema? La tensión entre lo natural y lo creado por el hombre (lo social). La
modernización rompe esa dialéctica. Es la resolución de toda polaridad entre artificio y naturaleza
en la autosuficiencia y la circularidad de la artificialidad; es la reducción del mundo de la
naturaleza y de la vida, de la experiencia individual y social al único mundo considerado en
adelante posible: el mundo artificial. Habitamos exclusivamente el mundo del artificio, que es
producto de la técnica. La modernización se presenta así como el acabamiento de la modernidad.

Por eso es que la modernización conlleva un cambio de función de la teoría. La teoría


siempre es separación y opción, establece distinciones y diferencias, criterios de juicio y distancia
del objeto. Pero ahora se ha transformado en apología de lo existente. Es decir, la modernización
implica el surgimiento del pensamiento positivista. Como ya se dijo, la modernización se presenta
a sí misma como el acabamiento de la modernidad. Resultado natural de la propia dinámica de
funcionamiento de ella. Pero Barcellona cree que con semejante conclusión se “fuerza” el
paradigma de la modernidad. La relación entre modernidad y modernización no es lineal, de
continuidad pura, sino de discontinuidad y ruptura. La modernidad y su estructura contradictoria
no están “destinadas” a resolverse en la unidad de la razón tecnológica.

Se puede distinguir entre las teorías “liberales” sobre la modernización y las teorías
marxistas críticas sobre la misma. De importancia son las concepciones expresadas por Ernest
Mandel, Samir Amin y su teoría del intercambio desigual, y las teorías de la dependencia, iniciadas
en la obra de André Gonder Frank y en la de Fernando Henríquez Cardoso y Enzo Faletto. También
es de gran importancia la idea de Emmanuel Wallerstein sobre el sistema económico mundial.

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