La Cadena Titulativa
La Cadena Titulativa
La Cadena Titulativa
Cadena Titulativa
La ley señala que el INTI tiene derecho a rescatar las tierras de su
propiedad que estén ocupadas ilegalmente.
En el artículo 82 que el INTI podrá rescatar las tierras "aun en los
casos en que la propiedad sea atribuida a particulares, cuando, al
efectuar el análisis documental de los títulos requeridos a aquel que se
atribuye el derecho de propiedad, éste no lograre demostrar una
perfecta secuencia y encadenamiento de las titularidades del dominio
y demás derechos alegados, desde el desprendimiento otorgado por la
nación, hasta el título protocolizado de adquisición por parte de quien
alega propiedad"
"...De ello resulta pues, que al ser una carga fundamental del actor, la justificación
de la propiedad del objeto de la demanda de reivindicación y al denunciar éste en
su propio libelo, que el demandado igualmente ostenta un título a su entender
fraudulento sobre el terreno que afirma de su propiedad, correspondía
ineludiblemente al juzgado de instancia, realizar una análisis de la cadena de
transmisión de la propiedad, ya que si bien para la demostración del derecho de
propiedad, la parte accionante debió justificar no sólo el título que dice tener, sino
también acreditar el dominio de la serie de causantes anteriores, esto es, que
justifique el derecho del causante que le transfirió el dominio y los derechos de la
serie de causantes precedentes, que es lo que originaría lo que la doctrina ha
denominado la “probatio diabolica”, correspondía correlativamente al juez la
obligación de ponderar sobre la base de los elementos de convicción que
cursaban en autos, inclusive y especialmente, efectuar tal análisis en relación a la
cadena titulativa derivada del referido documento de compraventa, para así
determinar a cuál de las partes en el juicio correspondía la propiedad del bien en
litigio por “aparecer con mayor derecho” (Cfr. MAZEAUD, HENRI, LEÓN Y JEAN.
Lecciones de Derecho Civil, tomo II-4, p. 358, en KUMEROW, GERT. Bienes y
Derechos Reales, quinta edición, Mc Graw Hill, Caracas, 1999, p. 366).
Además, con la prueba documental como sucede en el caso de autos, hay que
hacer una acotación, ya que frente a ella basta sólo su promoción, para ser parte
del haz de medios probatorios que serán valorados posteriormente por el juez, ya
que la misma se incorpora al proceso automáticamente y no requiere de
evacuación (Cfr. Sentencia de esta Sala N° 1915/03).
(...)
Igualmente, esta Sala considera oportuno resaltar además, que los ciudadanos
José Nicolás Méndez y María Flérida Galavis de Méndez, en el escrito libelar
contentivo de la demanda de nulidad de venta, acción de reivindicación y
responsabilidad civil extracontractual, alegaron que el terreno cuya reivindicación
solicitaron formaban parte de lo que se denominaba Resguardos Indígenas de
Santa Rosa.
Asimismo, expusieron, que los terrenos que formaban parte del resguardo
indígena y que no habían sido adjudicados, por ley se transformaron en ejidos, por
lo que el Municipio Iribarren del Estado Lara es el encargado de velar el desarrollo
que se pretenda realizar dentro de los mismos.
Ello así, esta Sala observa que en la época colonial el dominio de las tierras
descubiertas correspondía por derecho de conquista, a la Corona y, sólo a través
de las Mercedes Reales y otros títulos, los conquistadores las podían obtener
jurídicamente, siendo que los mismos habían sido despojados a quienes los
detentaban originariamente, los indígenas.
A los indígenas también les era reconocido su derecho a la tierra, pero sin ningún
instrumento jurídico, sólo el respeto exigido a los conquistadores para con ella. Sin
embargo, las respuestas del Reino ante las denuncias de los abusos de los
conquistadores, fueron tomando forma hasta constituir un cuerpo de normas que
se conoce como Leyes de Indias, despojando de los mismos a los indígenas.
En 1865, la Constitución Federal decreta como baldíos “(…) las tierras que
estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen de otro dueño, es
decir, que no pertenecen a ejidos, a antiguos resguardos de indígenas, a
corporaciones, ni a personas particulares” (Vid. ARMELLADA, F.C. Fuero
Indígena. UCAB. Caracas, 1977. p. 135).
Pero, posterior a ello, surge la Ley de 1885, que consideró a los indígenas los
propios dueños de sus tierras a cambio de dividirlas en el término de dos años, so
pena de perderlas si no lo hacían. Transcurrieron los años y al no haberse
consumado las divisiones, el Ejecutivo en 1889, resolvió que los indígenas podían
continuar en la posesión pacífica y ordenada de sus resguardos hasta tanto se
reglamentara la mencionada Ley.
Es así como, el ejido fue asumiendo una acepción hacia un bien que aunque se
preservaba para usos comunales, comenzó a ser explotado económicamente sin
que su propiedad fuera traspasada, de modo tal que de bienes comunales propios
protegidos por la inalienabilidad, se fueron transformando en un género que
comprendía igualmente tierras sometidas al dominio de los municipios, pero
económicamente explotadas.
Dicha norma, también declara ejidos los terrenos sin dueño situados en el
perímetro del área urbana de las poblaciones del Municipio, respetando los
legítimos derechos de terceros válidamente constituidos, y las tierras baldías
ubicadas en dicha área urbana; excluyéndose de dicha condición ejidal las tierras
correspondientes a las comunidades y pueblos indígenas.
“Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce,
disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las
contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de
utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés
social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá
ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes”.
En igual sentido, debe citarse sentencia del 6 de abril de 2001 (caso: “Manuel
Quevedo Fernández”), en la cual se estableció:
“...el núcleo del derecho de propiedad está configurado, no sólo por lo que
subsiste de la noción individualista que hizo fortuna a la sombra del Estado
Liberal, la cual consideraba al derecho de propiedad desde una noción abstracta
como mero ámbito subjetivo de libre disposición o señorío sobre el objeto del
dominio reservado a su titular, sometido únicamente en su ejercicio a las
limitaciones generales que las leyes impongan para salvaguardar los legítimos
derechos o intereses de terceros o del interés general. Por el contrario, la
Constitución reconoce un derecho de propiedad privada que se configura y
protege, ciertamente, como un haz de facultades individuales sobre las cosas,
pero también, y al mismo tiempo, como un conjunto de deberes y obligaciones
establecidos, de acuerdo con las leyes, en atención a valores o intereses de la
colectividad, es decir, a la finalidad o utilidad social que cada categoría de bienes
objeto de dominio esté llamada a cumplir.
Esta noción integral del derecho de propiedad es la que está recogida en nuestra
Constitución, por lo que los actos, actuaciones u omisiones denunciados como
lesivos del mismo, serían aquellos que comporten un desconocimiento de la
propiedad como hecho social, a lo que se puede asimilar situaciones que anulen el
derecho sin que preexista ley alguna que lo autorice”.
“Pero, debe señalarse que el juez, en esta sede, debe interpretar, si bien de
manera casuística pero con fundamento en los límites internos y externos que
perfilan toda actividad hermenéutica, el núcleo esencial de los derechos
fundamentales, los cuales se encuentran contenidos en normas de diversos
instrumentos jurídicos, lo que origina que la antijuridicidad constitucional respecto
a ellos involucre diversos planos normativos, sean legales o sublegales; u opere
en la ejecución de diversos tipos de relaciones jurídicas en cuyos elementos
subjetivos intervengan tanto personas jurídicas individuales, colectivas, públicas o
privadas”.
Al hilo de las anteriores consideraciones, esta Sala reitera que al no revestir los
derechos fundamentales una dimensión exclusiva de reacción frente a la
intervención estatal, sino también de derechos de protección, que exigen
conductas positivas eficaces de todos los órganos y entes que ejercen el Poder
Público, garantizando su eficacia frente a sus propias actuaciones y a la de
terceros, es por lo que toda ley sectorial en materia de propiedad, bien sea de
naturaleza agraria urbana o penal, se erige como una medida que el Estado debe
implementar para proteger los derechos fundamentales y demás principios
constitucionales.
Ver Sentencia:
http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Junio/881-26612-2012-10-0782.html
Última modificación: jueves, 3 de julio de 2014, 18:50