Algunas Conclusiones Sobre La Vida Emocional Del Bebé
Algunas Conclusiones Sobre La Vida Emocional Del Bebé
Algunas Conclusiones Sobre La Vida Emocional Del Bebé
(1952)
· Mi estudio de la mente del niño me ha hecho tomar cada vez más conciencia de la
asombrosa complejidad de los procesos que actúan, en gran parte simultáneamente, en los
estadíos tempranos del desarrollo.
· Tratémos de dilucidar tan sólo algunos aspectos de la vida emocional del bebé durante su
primer año, seleccionando los más estrechamente ligados a las ansiedades, defensas y relaciones
de objeto.
· La acción interna del instinto de muerte produce el temor al aniquilamiento, y que esto es la
causa primaria de la ansiedad persecutoria. La primera causa externa de ansiedad puede hallarse
en la experiencia del nacimiento.
· Esta experiencia que, según Freud, proporciona el patrón de todas las situaciones de
ansiedad ulteriores, marca las primeras relaciones del bebé con el mundo exterior.
· Parecería como si el dolor e incomodidad sufridos por él, así como la pérdida del estado
intrauterino, fueran sentidos como un ataque de fuerzas hostiles, es decir, como persecución.
· La ansiedad persecutoria entra desde un principio en la relación del bebé con los objetos, en
la medida en que está expuesto a privaciones.
· En “Inhibición, Síntoma y Angustia” Freud declara que "existe mayor continuidad entre la
vida intrauterina y la primera infancia de lo que nos permite creer la impresionante cisura del
nacimiento".
· La lucha entre los instintos de vida y de muerte ya entra en la experiencia dolorosa del
nacimiento y refuerza la ansiedad persecutoria provocada por ella.
· La hipótesis de que las primeras experiencias del lactante con el alimento y la presencia de la
madre inician una relación de objeto con ella es uno de los conceptos básicos presentados en este
libro.
· Esta relación es primeramente una relación con un objeto parcial, porque las pulsiones oral-
libidinales y oral-destructivas están dirigidas desde el principio de la vida hacia el pecho de la
madre en particular.
· En períodos libres de hambre y tensión, existe un equilibrio óptimo entre las pulsiones
libidinales y agresivas.
· Este equilibrio se altera cada vez que, debido a privaciones de origen interno o externo, las
pulsiones agresivas son reforzadas.
· Esta alteración del equilibrio entre libido y agresión es causa de la emoción que llamamos
voracidad, la cual es primeramente y sobre todo de naturaleza oral.
· Esta marcada antítesis entre el pecho bueno y el pecho malo se debe en gran parte a la falta
de integración del yo, así como a los procesos de escisión dentro del yo y en relación con el objeto.
· Aún durante los tres o cuatro primeros meses de vida, el objeto bueno y el objeto malo no
son totalmente distintos el uno del otro en la mente del lactante.
· El pecho de la madre, en sus aspectos bueno y malo, también parece estar unido para él a su
presencia corpórea, y su relación con ella como persona se construye así gradualmente a partir de
este primer estadio.
· El lactante proyecta sus pulsiones de amor y las atribuye al pecho gratificador (bueno), así
como proyecta sus pulsiones destructivas al exterior y las atribuye al pecho frustrador (malo).
· Simultáneamente, por introyección, un pecho bueno y un pecho malo se instalan en el
interior.
· En esta forma la imagen del objeto, externa e internalizada, se distorsiona en la mente del
lactante por sus fantasías, ligadas a la proyección de sus pulsiones sobre el objeto.
· El pecho bueno, externo e interno, llega a ser el prototipo de todos los objetos protectores y
gratificadores; el pecho malo, el prototipo de todos los objetos perseguidores externos e internos.
· Si consideramos la imagen que existe en la mente del lactante encontramos que el pecho
odiado adquirió las cualidades oral-destructivas de las propias pulsiones del lactante cuando éste
atraviesa estados de frustración y de odio.
· En sus fantasías destructivas muerde y desgarra el pecho, lo devora, lo aniquila, y siente que
el pecho lo atacará en la misma forma.
· Como los ataques fantaseados dirigidos contra el objeto son fundamentalmente influidos
por la voracidad, el temor a la voracidad del objeto, debido a la proyección, constituye un
elemento esencial de la ansiedad persecutoria: el pecho malo devorará al bebé con la misma
voracidad con que él desea devorarlo.
· Sin embargo, aun durante el estadío primitivo, la ansiedad persecutoria es en cierta medida
contrarrestada por la relación del lactante con el pecho bueno.
· Es característico de las emociones del niño muy pequeño ser extremas y poderosas.
· El objeto frustrador (malo) es sentido como un perseguidor terrible; el pecho bueno tiende a
transformarse en el pecho ''ideal" que saciaría el deseo voraz de gratificación ilimitada, inmediata
e incesante.
· De esta manera se origina la sensación de que hay un pecho perfecto, inagotable, siempre
disponible, siempre gratificador.
· Otro factor que interviene en la idealización del pecho bueno es la fuerza del temor a la
persecución en el lactante; esto crea la necesidad de ser protegido contra los perseguidores y por
lo tanto viene a incrementar el poder de un objeto totalmente gratificador.
· (Pero tarde o temprano, la sensación de hambre vuelve al bebé al mundo externo y entonces
la frustración, juntamente con todas las emociones que origina, es nuevamente vivenciada.)
· Uno de ellos es el control omnipotente del objeto interno y externo, porque el yo asume la
posesión total de ambos pechos, externo e interno.
· Además, en la alucinación, el pecho perseguidor es mantenido bien separado del pecho
ideal, y la experiencia de ser frustrado de la de ser gratificado.
· Parece ser que este clivaje que lleva hasta la escisión del objeto y de los sentimientos hacia
él, está ligado al proceso de negación.
· La situación de ser frustrado, el objeto que causa la frustración, los malos sentimientos
originados por ésta (así como las partes escindidas y apartadas del yo) son sentidos como
inexistentes, aniquilados, y en esta forma se consigue la gratificación y el alivio de la ansiedad
persecutoria.
· La tendencia del yo a integrarse puede considerarse, por lo tanto, como una expresión del
instinto de vida.
· La síntesis entre sentimientos de amor y pulsiones destructivas hacia un mismo objeto -el
pecho- origina ansiedad depresiva, culpa y necesidad de reparar el objeto bueno dañado, el pecho
bueno.
· Esto implica que la ambivalencia es a veces vivenciada en relación con un objeto parcial -el
pecho de la madre-.
· Durante los primeros meses de vida, esos estados de integración son de corta duración.
· En este estadío, la capacidad de integración del yo es naturalmente muy limitada aún y a ello
contribuye la fuerza de la ansiedad persecutoria y de los procesos de escisión, que se hallan en su
apogeo.
· Esto, sin embargo, conduce a una disminución efectiva de la ansiedad, lo cual constituye una
condición fundamental del desarrollo normal.
· Juntamente con la escisión del pecho en dos aspectos, amado y odiado (bueno y malo),
existe una escisión de distinta naturaleza que origina la sensación de que el yo, así como su objeto,
están despedazados; tales procesos subyacen a los estados de desintegración.
· En otros términos, la medida en que las distintas partes de la mente permanecen "porosas"
unas para otras es determinada en gran parte por la fuerza o debilidad de los tempranos
mecanismos esquizoides.
· Los factores externos desempeñan un papel vital desde el principio; todo lo que estimula el
temor a la persecución refuerza los mecanismos esquizoides, es decir, la tendencia del yo a
escindirse a sí mismo y al objeto, mientras que toda experiencia positiva fortalece la confianza en
el objeto bueno y contribuye a la integración del yo y a la síntesis del objeto.
· Este pecho interno bueno -que también forma el aspecto auxiliador y benigno del superyó
temprano- fortalece la capacidad de amar del bebé y la confianza en sus objetos, exalta los
estímulos hacia la introyección de objetos y situaciones buenos y es por lo tanto una fuente
esencial de reaseguramiento contra la ansiedad, llega a ser el representante interior del instinto
de vida.
· El objeto bueno llena estas funciones solamente si es sentido como no dañado, lo cual
implica que haya sido internalizado con sentimientos predominantes de gratificación y amor.
· Estos sentimientos presuponen que la gratificación al mamar ha estado relativamente
exenta de perturbaciones provenientes de factores externos o internos.
· La fuente principal de disturbios internos se halla en las excesivas pulsiones agresivas que
aumentan la voracidad y disminuyen la capacidad de tolerar la frustración.
· Cuando en la fusión de los dos instintos el instinto de vida predomina sobre el instinto de
muerte -y por lo tanto la libido sobre la agresión-, el pecho bueno puede instalarse en forma más
firme en la mente del lactante.
· Los deseos sádico-orales del lactante, activos desde el principio de la vida y fácilmente
despertados por la frustración de origen externo e interno, le producen inevitablemente una y
otra vez la sensación de que el pecho se halla destruido y despedazado en su interior, como
consecuencia de sus voraces ataques devoradores.
· La capacidad del yo para tolerar la tensión y la ansiedad y por lo tanto, en cierta medida,
tolerar la frustración es un factor constitucional.
· Mi hipótesis de que la libido oral expresada en la función de mamar capacita al lactante para
introyectar el pecho (y el pezón) como objeto relativamente no destruido, no contradice la
suposición de que las pulsiones agresivas son más potentes en los estadíos primitivos.
· En relación con el primer objeto -el pecho- el yo es a veces capaz, mediante la escisión, de
separar la libido de la agresión.
· La otra -predominantemente anal- consiste en llenar el cuerpo materno con sustancias malas
y partes del yo que fueron escindidas y proyectadas en el interior de la madre.
· Estas sustancias y partes malas son principalmente representadas por los excrementos, que
se transforman en instrumentos para dañar, destruir o controlar al objeto atacado.
· O bien todo el sí-mismo -sentido como "malo"- entra en el cuerpo materno y lo controla.
· Esta hipótesis concuerda con la opinión a menudo expresada por mí de que la introyección y
la proyección interactúan desde el principio de la vida.
· Así pues la relación con ambos mundos, interno y externo, mejora simultáneamente, y el yo
adquiere mayor fuerza e integración.
· Con la creciente integración del yo, las experiencias de ansiedad depresiva aumentan en
frecuencia y duración.
· Describí hasta ahora ciertos aspectos de la vida mental durante los primeros tres o cuatro
meses.
· La relación con el pecho amado y odiado -bueno y malo- constituye la primera relación de
objeto del lactante.
· Estos dos aspectos del pecho materno son introyectados y constituyen el núcleo del superyó.
· Estos primeros métodos de defensa son de naturaleza extrema, de acuerdo con la intensidad
de las emociones tempranas y la limitada capacidad del yo para tolerar la ansiedad aguda.
· Al mismo tiempo que estas defensas, en cierto modo, obstruyen el camino de la integración,
son esenciales para el total desarrollo del yo, porque alivian una y otra vez las ansiedades del
bebé.
· La presencia en la mente del objeto bueno (ideal) permite al yo conservar por momentos
fuertes sentimientos de amor y gratificación.
· El objeto bueno también ofrece protección contra el objeto perseguidor porque el lactante
siente que lo ha reemplazado.
· Estos procesos subyacen, según creo, al hecho observable de que los niños pequeños oscilan
con suma rapidez entre estados de completa gratificación y estados de gran aflicción.
· En este estadío primitivo, la capacidad del yo para manejar la ansiedad mediante la unión de
las emociones contrastantes hacia la madre y por lo tanto de los dos aspectos de ésta, es aún muy
limitada.
· Esto implica que la atenuación del temor al objeto malo por medio de la confianza en el
objeto bueno y la ansiedad depresiva sólo surgen durante fugaces vivencias.
· La relación del bebé con partes del cuerpo de la madre, centrada en su pecho, se transforma
gradualmente en una relación con ella como persona.
· Estos procesos presentes en la más temprana infancia pueden ser considerados bajo los
siguientes aspectos:
· Relaciones de objeto, moldeadas por la libido y la agresión, por el amor y el odio, y penetradas
por una parte por la ansiedad persecutoria y por la otra por el corolario de ésta: el
reaseguramiento omnipotente que deriva de la idealización del objeto.
· Introyección y proyección, ligadas a la vida de fantasía del lactante v a todas sus emociones, y
por lo tanto objetos internalizados de naturaleza buena y mala, que inician el desarrollo del
superyó.
· A medida que el yo adquiere mayor capacidad para tolerar la ansiedad, los métodos de
defensa se modifican paralelamente.
· A ello contribuye el creciente sentido de realidad y la mayor variedad de gratificación,
intereses y relaciones de objeto.