Manifiestos de Huidobro
Manifiestos de Huidobro
Manifiestos de Huidobro
El Creacionismo
Más tarde, hacia 1913 o 1914, yo repetía casi igual cosa en una pequeña entrevista aparecida
en la revista Ideales, entrevista que encabezaba mis poemas. También en mi libro Pasando y
pasando, aparecido en diciembre de 1913, digo, en la página 270, que lo único que debe
interesar a los poetas es el "acto de la creación", y oponía a cada instante este acto de
creación a los comentarios y a la poesía alrededor de. La cosa creada contra la cosa cantada.
En mi poema Adán, que escribí durante las vacaciones de 1914 y que fue publicado en 1916,
encontraréis estas frases de Emerson en el Prefacio, donde se habla de la constitución del
poema:
Un pensamiento tan vivo que, como el espíritu de una planta o de un animal, tiene una
arquitectura propia, adorna la naturaleza con una cosa nueva.
Pero fue en el Ateneo de Buenos Aires, en una conferencia que di en junio de 1916, donde
expuso plenamente la teoría. Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho
en mi conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda, crear, y la tercera,
crear.
Recuerdo que el profesor argentino José Ingenieros, que era uno de los asistentes, me dijo
durante la comida a que me invitó con algunos amigos después de la conferencia: "Su sueño
de una poesía inventada en cada una de sus partes por los poetas me parece irrealizable,
aunque usted lo haya expuesto en forma muy clara e incluso muy científica."
Casi la misma opinión la tienen otros filósofos en Alemania y dondequiera yo haya explicado
las mismas teorías. "Es hermoso, pero irrealizable."
¿Y por qué habrá de ser irrealizable?
Respondo ahora con las mismas frases con que acabé mi conferencia dada ante el grupo de
Estudios Filosóficos y Científicos del doctor Allendy, en París, en enero de 1922:
Si el hombre ha sometido para sí a los tres reinos de la naturaleza, el reino mineral, el vegetal
y el animal, ¿por qué razón no podrá agregar a los reinos del universo su propio reino, el reino
de sus creaciones?
El hombre ya ha inventado toda una fauna nueva que anda, vuela, nada, y llena la tierra, el
espacio y los mares con sus galopes desenfrenados, con sus gritos y sus gemidos.
Lo realizado en la mecánica también se ha hecho en la poesía. Os diré qué entiendo por
poema creado. Es un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un
hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquiera otra realidad que no
sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y distinto
de los demás fenómenos.
Dicho poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso
porque recuerde algo, no es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni
porque des criba hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en si y no admite
términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.
Nada se le parece en el mundo externo; hace real lo que no existe, es decir, se hace realidad
a sí mismo. Crea lo maravilloso y le da vida propia. Crea situaciones extraordinarias que jamás
podrán existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el poema para que existan
en alguna parte.
Cuando escribo: "El pájaro anida en el arco iris", os presento un hecho nuevo, algo que jamás
habéis visto, que jamás veréis, y que sin embargo os gustaría mucho ver.
Un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él.
Los poemas creados adquieren proporciones cosmogónicas; os dan a cada instante el
verdadero sublime, este sublime del que los textos nos presentan ejemplos tan poco
convincentes. Y no se trata del sublime excitante y grandioso, sino de un sublime sin
pretensión, sin terror, que no desea agobiar ni aplastar al lector: un sublime de bolsillo.
El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de
conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él
dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse, en absoluto de la realidad ni
de la veracidad anteriores al acto de realización.
Así, cuando escribo:
El océano se deshace
Agitado por el viento de los pescadores que
[silban
presento una descripción creada; cuando digo: "Los lingotes de la tempestad", os presento
una imagen pura creada, y cuando os digo: "Ella era tan hermosa que no podía hablar," o bien:
"La noche está de sombrero," os presento un concepto creado.
En Tristan Tzara encuentro poemas admirables que están muy cerca de la más estricta
concepción creacionista. Aunque en él la creación es generalmente más formal que
fundamental. Pero el hombre que ha escrito los siguientes versos es, sin la sombra de una
duda, un poeta:
En porcelaine la chanson pensée, je suis fatigué - la chanson des reines l´arbre crève de la
nourriture comme une lampe.
Je pleure vouloir se lever plus haut que le jet d'eau serpente au ciel car il n' existe plus la
gravité terrestre à l'école et dans le cerveau.
A veces, Francis Piccabia nos abre en sus poemas ventanas sobre lo insospechado,
probándonos que no sólo es pintor:
También Georges Ribémont Dessaignes tiene versos que nos sacan de lo habitual:
Y Paul Eluard nos hace a menudo temblar como un surtidor que nos golpeara la espina dorsal:
Il y a des femmes dont les yeux sont comme des morceaux de sucre
il y a des femmes graves comme les mouvements de l'amour qu' on
[ne surprend pas,
Los dos poetas creacionistas españoles, Juan Larrea y Gerardo Diego, han dado
sendas pruebas de su talento. Cuando Gerardo Diego escribe:
...Ambos poetas han probado a los españoles escépticos hasta qué grado de emoción puede
llegar lo inhabitual, demostrando todo lo que de serio contiene la teoría creacionista. Nunca
han hecho burlarse (como aquellos pobres ultraístas) a las personas de espíritu realmente
superior.
...Si para los poetas creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía
creacionista se hace traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en
todas las lenguas.
...Es difícil y hasta imposible traducir una poesía en la que domina la importancia de otros
elementos. No podéis traducir la música de las palabras, los ritmos de los versos que varían de
una lengua a otra; pero cuando la importancia del poema reside ante todo en el objeto
creado, aquél no pierde en la traducción nada de su valor esencial. De este modo, si digo en
francés:
o en inglés:
Hay en el hombre una dualidad que se manifiesta en todos sus actos, dos corrientes
paralelas en las que se engendran todos los fenómenos de la vida. Todo ser humano es un
hermafrodita frustrado. Tenemos un principio o una fuerza de expansión, que es femenina, y
una fuerza de concentración, que es masculina.
En ciertos hombres domina una en detrimento de la otra. En muy pocos aparecen ambas en
perfecto equilibrio.
En el fondo, es en esto donde hallaremos soluciones para el eterno problema de románticos
y clásicos.
Todo sigue en el hombre a esta ley de dualidad. Y si llevamos en nosotros una fuerza
centrífuga, también tenemos una fuerza centrípeta.
Poseemos vías centrípetas, vías que nos traen como antenas los hechos que ocurren a sus
alrededores (audición, visión, sensibilidad general), y poseemos vías centrífugas, que semejan
aparatos de emisiones y nos sirven paya emitir nuestras ondas, para proyectar el mundo
subjetivo en el mundo objetivo (escritura, palabra, movimiento).
El poeta, como todos los hombres, tiene dos personalidades, que no son, hablando con
propiedad, dos personalidades, sino por el contrario la personalidad en singular, la única
verdadera.
La personalidad total se compone de tres cuartos de personalidad innata y de un cuarto de
personalidad adquirida.
La personalidad innata es la que Bergson llama yo fundamental; la otra es el yo superficial.
También Condillac distinguía entre un yo pensante y un yo autómata.
En el creacionismo proclamamos la personalidad total.
Nada de parcelas de poetas.
El infinito entero en el poeta, el poeta íntegro en el instante de proyectarse.
La obra de arte tiene como cuna estos dos elementos, que también constituyen una dualidad
paralela: la sensibilidad, que es el elemento afectivo, y la imaginación, que es el elemento
intelectual.
En el dictado automático, la sensibilidad ocupa mayor espacio que la imaginación, pues el
elemento afectivo se halla mucho menos vigilado que el otro.
En la poesía creada, la imaginación arrasa con la simple sensibilidad.
Nada me afirmó más en mis teorías que la crítica violenta, que los comentarios burlescos de
mis poemas, sobre todo los hechos a mi libro La gruta del silencio, publicado en 1913. Todos
los críticos sufrían una crisis nerviosa precisamente ante los versos que me gustaban, y sin
saber tal vez por qué.
Nadie adivinará nunca cuánto me hizo pensar este hecho sin importancia. Sin proponérselo,
los críticos me ayudaron mucho en mi trabajo al recortar con tijeras precisas versos o
imágenes como las siguientes:
o bien:
Las horas que caen silenciosas como gotas de agua por un vidrio.
La alcoba se durmió en el espejo.
El estanque estañado.
Una tarde me aproximé hacia la orilla del libro.
¿Sabéis qué poetas citaba yo en la primera página de ese libro? Rimbaud y Mallarmé. ¿Y sabéis
qué citaba de Rimbaud?
Las pocas palabras que explican mi concepto de la poesía, en la primera página del libro de
que hablamos, os dirán qué quería hacer en aquellos poemas. Decía:
Crear un poema sacando de la vida sus motivos y transformándolos para darles una vida
nueva e independiente.
Nada de anecdótico ni de descriptivo. La emoción debe nacer de la sola virtud creadora.
Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol.
Notas
1 Podéis verlo anunciado en la lista de Obras del autor de mi librito: El espejo de agua,
publicado en 1916 en Buenos Aires.
Total
Basta ya de vuestros pedazos de hombre, de
vuestros pequeños trozos de vida. Basta ya de
cortar el hombre y la tierra y el mar y el cielo.
Basta de vuestros fragmentos y de vuestras
pequeñas voces sutiles que hablan por una parte
de vuestro corazón y por un dedo precioso.
No se puede fraccionar el hombre, porque hay
todo el universo, las estrellas, las montañas, el mar,
las selvas, el día y la noche.
Basta de vuestras guerras adentro de vuestra piel o
algunos pasos más allá de vuestra piel.
El pecho contra la cabeza, la cabeza contra el
pecho.
El ojo contra la oreja, la oreja contra el ojo.
El brazo derecho contra el brazo izquierdo, el brazo
izquierdo contra el brazo derecho.
El sentimiento contra la razón, la razón contra el
sentimiento.
El espíritu contra la materia, la materia contra el
espíritu.
La realidad contra el sueño, el sueño contra la
realidad.
Lo concreto contra lo abstracto, lo abstracto contra
lo concreto.
El día contra la noche, la noche contra el día.
El Norte contra el Sur, el Sur contra el Norte.
¿No podéis dar un hombre, todo un hombre, un
hombre entero?
El mundo está harto de vuestras voces de canario
monocorde. Tenéis lengua de príncipes y es preciso
tener lengua de hombre.
Es preferible oír los discursos de un picapedrero,
porque él al menos siente su cólera y conoce su
destino, él está en la pasión y quiere romper las
limitaciones.
En cambio, vosotros no dais la gran palabra que se
mueve en su vientre. No sabéis revelarla.
La gran palabra que será el clamor del hombre en
el infinito, que será el alarido de los continentes y
los mares hacia el cielo embrujado y la tierra
escamoteada, el canto del ser realizando su gran
sueño, el canto de la nueva conciencia, el canto
total del hombre total.
El mundo os vuelve las espaldas, poetas, porque
vuestra lengua es demasiado diminuta, demasiado
pegada a vuestro yo mezquino y más refinada que
vuestros confites. Habéis perdido el sentido de la
unidad, habéis olvidado el verbo creador.
El verbo cósmico, el verbo en el cual flotan los
mundos. Porque al principio era el verbo y al fin
será también el verbo.
Una voz grande y calma, fuerte y sin vanidad.
La voz de una nueva civilización naciente, la voz de
un mundo de hombres y no de clases. Una voz de
poeta que pertenece a la humanidad y no a cierto
clan. Como especialista, tu primera especialidad,
poeta, es ser humano, integralmente humano. No
se trata de negar tu oficio, pero tu oficio es oficio
de hombre y no de flor.
Ninguna castración interna del hombre ni tampoco
del mundo externo. Ni castración espiritual ni
castración social.
Después de tanta tesis y tanta antítesis, es preciso
ahora la gran síntesis.
Nuestra época posee también sus bellas cabezas de
algodón. De algodón con pretensiones explosivas,
pero absolutamente hidrófilo.
¡Ah, ya sé! La medida, la famosa medida. Sois todos
muy medidos. Si a veces esto no fuera un pretexto,
si a veces ello no sirviera sino para esconder
vuestro vacío.
Habéis nacido en la época en que se inventó el
metro. Todos medís un metro sesenta y ocho, y
tenéis miedo, miedo de romperos la cabeza contra
el techo.
Pero necesitamos un hombre sin miedo. Queremos
un ancho espíritu sintético, un hombre total, un
hombre que refleje toda nuestra época, como esos
grandes poetas que fueron la garganta de su siglo.
Lo esperamos con los oídos abiertos como los
brazos del amor.