Medianoche para Charlie Bone 04 - El Castillo de Los Espejos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 143

1

CHARLIE BONE
Y EL
CASTILLO DE LOS ESPEJOS
Traducción sin fines de lucro
“Los hijos del Rey Rojo”

Libro 4

Jenny Nimmo

2
Para David,

Que me llevó al castillo,

Con amor.

J.N

3
Índice

Los niños dotados 5


Prologo 7
Un estornudo fatal 8
El caballo fantasma 14
El muchacho con papel en el cabello 20
Detención para Charlie 28
El juramento de Billy 35
Alice Angel 43
El libro de Amadis 52
La polilla blanca 59
Un hombre atrapado en cristal 65
El pájaro en la jaula 73
La casa que pasa 79
La rotura del campo de fuerza 85
La batalla de juramentos y espíritus 91
Niños de la reina 97
La capa encantada 104
La pared de historia 111
El tejo negro 117
Perdiendo el equilibrio 124
El talento de Olivia 131
El guerrero 138
La historia de los captivos 142

4
Los niños dotados
Los dotados son todos los descendientes de los diez hijos del Rey Rojo, un rey-mago
que dejó África en el siglo doce, acompañado de tres leopardos.

El Rey Rojo que ya había vivido varios siglos, creó una maravillosa esfera de cristal en
la que introdujo recuerdos de su vida y sus viajes por todo el mundo. Utilizaba la esfera
para desplazarse a través del tiempo, visitando el pasado y el futuro.

En cualquier otra mano, el desplazador Temporal es peligroso e impredecible.

5
Los hijos del Rey Rojo, llamados los dotados:

Manfred Bloor: Asistente de la Academia Bloor. Es un hipnotista. El es descendiente


de Borlath, el hijo mayor del Rey Rojo, Borlath era un tirano sádico y brutal.

Charlie Bone: Charlie puede escuchar las voces de la gente de las fotografías y
pinturas. El desciende de los Yewbeams, una familia con muchas dotes mágicas.

Idith e Inéz Branko: Mellizas telequineticas, son primas de Zelda Dobinski que ha
dejado la Academia Bloor.

Dorcas Loom: Una niña dotada cuyo don es la de hechizar la ropa.

Asa Pike: Un hombre bestia, el es descendiente de la tribu que vivía en los bosques del
norte y que cuidaba extrañas bestia. Asa puede cambiar de forma en cuando anochece.

Billy Raven: Billy puede comunicarse con los animales. Uno de sus antepasados
conversaba con los cuervos que se colocaban el patíbulo de los ahorcados. Por este
talento fue desterrado del pueblo.

Lysander Sage: Desciende de un hombre sabio africano. Él puede invocar los espíritus
de sus antepasados.

Gabriel Silk: Gabriel puede sentir escenas y emociones de las ropas de otras personas,
el desciende de una línea de clarividentes,

Joshua Tilpin: Joshua está dotado con el magnetismo. Sus orígenes son en la
actualidad, un misterio. Incluso los Bloors no están seguros de donde viene. Llegó a su
puerta el solo y se presento. Su matrícula se paga con el dinero de un banco privado.

Emma Tolly: Emma puede volar. Su apellido se deriva de un caballero de Toledo cuya
hija se caso con el rey Rojo. Este espadachín por tanto, es un antepasado de todos los
niños dotados.

Tancred Torsson: Un portador de tormentas. Su ancestro escandinavo fue llamado el


Dios del Trueno, Thor. Tancred puede llevar el viento, los truenos y relámpagos.

6
Prólogo

El Rey Rojo y su reina estaban cabalgando por la costa. Era la época del año cuando el
viento traía una estela de frío. Las nubes de la tarde estaban empezando a aparecer, y
cuando el sol pudo encontrar un camino a través del crepúsculo, golpeó el mar con
rayos de luz.

El rey y la reina guiaron sus caballos hacia su hogar, pero en ese momento, la reina tiró
de las riendas y en absoluto silencio empezó a cruzar el agua. El rey, siguiendo su estela
llegó a una isla de una increíble belleza rodeada de un aura luminosa, con miles de
destellos azules.

―Oh‖ suspiró la reina con voz de espanto.

―¿Qué pasa, mi amor?‖ preguntó el rey.

Con respecto a sus hijos la intuición de la reina era mayor que la del Rey, y cuando vio
la Isla de los Mil Azules, fue como si una mano helada le atenazara el corazón ―Los
niños‖. Su voz era apenas un susurro.

El rey le preguntó cuál de sus nueve hijos le preocupaba, pero la reina no se lo pudo
decir. Una vez que estuvo en el Castillo Rojo y vio a sus dos hijos, Borlath, el cual tenía
el pelo castaño, y el rubio Amadis, la reina tuvo un terrible presentimiento. Vio humo
negro saliendo de la isla azul y las llamas convirtiendo la tierra en cenizas. Vio un
castillo de resplandeciente cristal apareciendo en una tormenta de nieve, y cuando el ojo
de su alma atravesó el muro de cristal, vio a un niño con el pelo del color de la nieve
escalando de un pozo y cerrando los ojos frente a la muerte que estaba a su alrededor.

―No debemos permitir que nuestros hijos vean aquella isla‖, le dijo al rey. ―Nunca
debemos permitir que penetren esas azules tierras encantadas‖.

El rey se lo prometió. Pero en menos de un año la reina moriría y el rey, desolado por la
pérdida, dejaría el castillo y a sus hijos. La reina murió nueve días después de dar a luz a
su décima hija, una niña llamada Amoret. Una niña a la que nadie pudo proteger.

7
Capítulo 1: Un estornudo fatal

En el centro de la ciudad la Academia Bloor se alza oscura y silenciosa bajo las


estrellas. Mañana 300 niños volverán a subir los escalones entre las dos torres, cruzarán
el vestíbulo y atravesarán las grandes puertas de roble. Pero por ahora, el viejo edificio
está aparentemente desierto.
Y sin embargo, si estuvieras en el patio, en el otro lado del colegio, no podrías haber
dejado de notar las extrañas luces que cada cierto tiempo aparecían en las ventanas de la
buhardilla. Y si fuese capaz de mirar a través de alguna de esas ventanas, habrías visto a
Ezekiel Bloor, un hombre muy viejo, maniobrando su antigua silla de ruedas en una
habitación extraordinaria.
El laboratorio de Ezekiel, como a él le gustaba llamarlo, era una profunda buhardilla
con suelos de madera y grandes vigas en el techo. Diversas mesas, llenas de botellas,
libros, hierbas, huesos y armas, se encontraban apoyadas contra los muros, y debajo de
ellas, pilas de cajas polvorientas que amenazaban con hacer tropezar a cualquiera que se
cruzara en su camino.
Plantas secas y mustias colgaban de las repisas, y piezas de una armadura suspendidas
de los amplios travesaños, que chocaban entre ellas, produciendo un inquietante sonido,
como ahora, cuando Ezequiel se movía a través de la habitación.
El bisnieto del anciano hombre, Manfred, estaba de pie junto a una mesa de caballete en
el centro de la habitación. Manfred había crecido durante las vacaciones de verano, y
Ezekiel se sentía orgulloso de que este alto joven hubiera elegido trabajar con él en
lugar de ir a la universidad, como los otros alumnos mayores. Eso sí, a pesar de su
altura, Manfred tenía una apariencia delgada, con una cara angulosa y con acné.
En ese momento, su cara se tornó en una mueca de concentración mientras manejaba
una pila de huesos que se encontraba en la mesa enfrente suyo. Por encima de él
colgaban siete chorros de gas puestos en una rueda de hierro, cuyas llamas azuladas
producían un tenue ronroneo. Cuando miró a su bisabuelo, Manfred puso una cara de
irritación y exclamó, ―Es superior a mí, odio los puzles.‖
―No es un puzle‖ le espetó Ezekiel. ―Son los huesos de Hamaran, un caballo de guerra
de excepcional fuerza y coraje‖.
―¿Y qué? ¿Cómo van a traer unos huesos podridos de vuelta a la vida a tu ancestro?‖
Manfred dirigió una mirada desdeñosa a Ezekiel quien inmediatamente bajó la mirada.
No quería ser hipnotizado por su propio bisnieto.
Manteniendo sus ojos fijos en los huesos, el viejo acercó su silla de ruedas a la mesa.
Ezekiel Bloor tenía 101 años de edad, pero otro hombre de su edad se vería
considerablemente mejor conservado. La cara de Ezekiel era poco más que un cráneo.
Los pocos dientes que le quedaban estaban negros y rotos, y unos pocos mechones de
pelo blanco colgaban por debajo de un gorro de terciopelo negro. Peros sus ojos todavía
estaban llenos de vida; negros y brillantes, y miraban con una salvaje intensidad.
―Tenemos suficiente‖, dijo el anciano, señalando los otros objetos de la mesa: una cota
de malla, un casco, una capa de piel negra y un broche de oro. ―Eran de Borlath. Mi
abuelo los encontró en el castillo, envueltos en cuero dentro de la tumba. El esqueleto
había desaparecido.‖ Acarició la piel negra casi con cariño.

8
Borlath había sido el héroe de Ezekiel desde que había escuchado de niño las historias
de su violento ancestro, con el que había luchado en su imaginación, hasta el punto que
empezó a creer que Borlath podía solucionar todos sus problemas. Más tarde había
soñado que le podía levantar de su silla de ruedas y juntos ir a aterrorizar la ciudad
mientras Charlie Bone y su detestable tío solo podían mirar.
―¿Qué pasa con la electricidad – ya sabes- para el momento de la resurrección? Aquí no
hay nada‖, dijo Manfred mirando los chorros de gas.
―Oh, ¡eso!‖ Ezekiel agitó su mano desestimándolo. Se giró hacia otra mesa y cogió una
pequeña lata con dos astas en la parte de arriba. Giró una manivela en un lado de la lata
y dos rayos azules aparecieron entre las astas. ―¡Voilà! ¡Electricidad!‖ anunció
alegremente. ―Ahora ponte en ello. Los niños volverán mañana y no queremos que
ninguno de ellos se meta en nuestro pequeño experimento‖
―Especialmente Charlie Bone,‖ gruñó Manfred.
―¡Charlie Bone!‖ Ezekiel escupió su nombre. ―Su abuela dijo que podría sernos de
ayuda, pero ha sido todo lo contrario. Pensé que casi había conseguido que se pasar a
nuestro lado el pasado semestre, pero tuvo que continuar indagando sobre su padre
desaparecido y culpándome a mí.‖
―No estaba equivocado en eso,‖ murmuró Manfred.
―Piensa en lo que podría hacer con un talento como el suyo‘‘ Ezekiel continuo
‗‘Mira dentro de una imagen y, bingo, está ahí, hablando con gente que lleva mucho
tiempo muerta. Lo que yo daría…‘‘ Ezekiel sacudió su cabeza. ‗‘Además tiene la sangre
de ese maldito mago galés. Y el don‘‘
‗‘Tengo planes para eso‘‘, dijo suavemente Manfred ‗‘Será mío pronto - solo espera‘‘.
‗‘De todos modos‘‘ dijo Ezekiel. Empezó a impulsarse alrededor de la habitación
mientras su bisnieto se concentraba en el delicado trabajo de unir los huesos.
Mientras Ezekiel se movía entre las oscuras sombras del lejano final de la habitación,
sus pensamientos se dirigieron hacia Billy Raven, el huérfano de pelo blanco que solía
espiar a Charlie Bone. Billy se había vuelto rebelde al final. Se negó a contrale a Ezekiel
qué tramaban Charlie y sus amigos. Como resultado Ezekiel y los Bloors estaban en
peligro de perder el control de todos los dotados del colegio. Había que hacer algo.
‗‘Padres‘‘ Ezekiel murmuró para sí mismo ‗‘ Tengo que hacer que Billy sea adoptado.
Le prometí al huérfano unos padres y nunca se los di. Me está abandonando. Bueno,
Billy tendrá a sus amables y ansiados padres‘‘.
‗‘No demasiado amables‘‘, dijo Manfred que lo había escuchado todo.
‗‘ No temas. Tengo la pareja perfecta. No sé por qué no pensé antes en ellos‘‘. Ezekiel
giró su cabeza expectante ‗‘ ¡Ah, estamos a punto de recibir ayuda!‖.
Un distante sonido de pasos se dejo escuchar, y unos pocos segundos más tarde, la
puerta se abrió y tres mujeres entraron en la habitación. La primera era la más vieja. Su
pelo gris estaba recogido en un alto moño y sus ropas eran tan negras como sus ojos.
Lucretia Yewbeam era el ama del colegio y una de las tías abuelas de Charlie.‖ He
traído a mis hermanas‘‘ le dijo a Ezekiel. ‗‘ Dijiste que necesitabas ayuda‘‘.
‗‘¿Dónde está la cuarta?‘‘ Preguntó Ezekiel.‘‘ ¿Dónde está Grizelda?‘‘.
"Es mejor dejarla fuera de esto por ahora," dijo Eustacia, la segunda hermana.
―Después de todo, ella debe de vivir en el mismo lugar que nuestro molesto hermano —

9
y debe espiar al muchacho, accidentalmente por supuesto."
Eustacia, la clarividente, camino hacia la mesa. Su cabello gris aún tenía algunos
mechones negros, pero en la mayoría de los aspectos recordaba al de su hermana mayor.
Sus pequeños ojos negros recorrieron los objetos en la mesa y en su rostro se dibujo una
sonrisa. "Entonces, ¿qué es lo que tramas, viejo demonio? ¿Quién es él?"
"Mi ancestro Borlath," respondió Ezekiel. "El mayor de los hijos del Rey Rojo. El más
magnífico, poderoso, y sabio."
"El mas ruin y sanguinario seria más apropiado," dijo la tercera hermana, dejando sobre
la mesa una larga bolsa de cuero. Su cabellera gris caía sobre sus hombros, y unas ojeras
ribeteaban sus fríos ojos negros como el carbón. Comparada con sus hermanas, ella
lucia desaliñada. Su abrigo era una talla más grande, y su blusa gris parecía necesitar un
buen lavado. Nadie podría imaginar que esta desagradable criatura hubiese sido una
orgullosa e inmaculadamente arreglada mujer.
"Venetia ha estado esperando por algo como esto," dijo Eustacia. "Desde que el odioso
Charlie Bone incendio su casa."
"Yo pensaba que lo hizo tu hermano" masculló Manfred.
"Y lo hizo," Venetia gruñó, "pero Charlie es el responsable, ese pequeño gusano. Espero
acabar con él. Hacerlo temblar de miedo — torturado, atormentado y muerto."
"Calma, Venetia." Ezekiel se acercó rápidamente a su lado. "Nosotros no buscamos
deshacernos de él completamente."
"¿Por qué? ¿Qué uso puede tener? ¿Puedes imaginar cómo es perderlo todo?, ¿el ver tus
posesiones — el trabajo de toda tu vida — convertirse en humo?".
Ezekiel golpeó la mesa con su bastón. "No seas patética, mujer. Charlie puede ser
usado. Puedo obligarlo a que me lleve hacia el pasado. Puedo cambiar la historia ¡piensa
en ello!".
"Tú no puedes cambiar la historia bisabuelo," dijo desafiantemente Manfred.

"¿Cómo lo sabes?" ladró Ezekiel. "Nadie lo ha intentado."


Se impuso un embarazoso silencio. Nadie se atrevió a sugerir que esto ya había sido
intentado infinidad de veces, sin éxito. Venetia humedeció sus labios, mientras seguía
pensando en vengarse. Ella podía esperar, pero un día encontraría la manera de acabar
con Charlie Bone – para siempre.
"Porque yo tengo los huesos," chasqueo Ezekiel. "Su caballo, Hamaran" — se perdió en
sus recuerdos — "Era una magnífica criatura, dicen todos los relatos. Y un hombre
montado en un caballo puede ser muy amenazador, ¿no estás de acuerdo?".
Los otros asintieron.
"El chico será aterrorizado," Ezekiel se regocijó "Hará todo lo que le pidamos."
Venetia dijo ―¿Y cómo harás para controlar a este fenómeno?".
Ezekiel esperaba que nadie le hiciera esa pregunta, debido a que no tenía una respuesta
satisfactoria para dar. "Él es mi ancestro," dijo en tono confidencial.
"¿Por qué no iba a ayudarme? Pero primero, lo primero. Dejemos que se levante y
corra. ¡Ha-ha!".
Mientras Lucretia estaba sentada en el brazo apolillado de una silla, sus hermanas
desempaquetaron la bolsa de cuero. Frascos llenos de líquidos comenzaron a aparecer

10
en la mesa; cucharas de plata, bolsas con hierbas; pequeñas, piezas de cuarzo brillante;
una mano y su mortero de mármol negro; y cinco velas. Ezekiel observaba el proceso
con ojos ansiosos.
Una hora después los huesos de las patas del caballo galopante habían sido colocados en
la mesa. La cota de malla brillaba debido a un líquido asqueroso, y la capa de piel había
sido cubierta con pequeñas semillas.
Las cinco velas proyectaban siniestras sombras sobre los muros. Una de ellas había sido
puesta sobre el casco, otras dos al final de cada una de las mangas de la cota de malla, y
las últimas dos descansaban en lugar de las inexistentes pezuñas delanteras del caballo.
Venetia disfrutaba del trabajo muy a su pesar. Era bueno para ella poder estar
entrometida en algo destructivo de nuevo. Entonces acarició la capa negra, y pequeñas
flamas chisporrotearon en las puntas de sus dedos. ―¿Estamos listos?" preguntó.
"Aún no." con una sonrisa taimada, Ezekiel puso su mano debajo de la manta de su
regazo extrayendo un estuche dorado. En el centro de la tapa enjoyada, una ostra de
rubíes, con la forma de un corazón, iluminaba el oscuro cuarto con un brillo
deslumbrante. "El corazón," dijo Ezekiel, su voz sonó como un profundo y estrangulado
gorgoteo. "Asa el chico bestia lo encontró en la ruina. Estaba fuera escavando, es un
mal habito suyo, y encontró una lápida con una ‗B' grabada. Escavó más profundo y
encontró esto" — dijo golpeando ligeramente el estuche — "Enterrado mucho más
abajo de la piedra."
Desde su silla entre la sombras, Lucretia pregunto, "¿Porqué no estaba esto en la
tumba?"
"¿Por qué? ¿Por qué?" Ezekiel parecía sufrir un ataque de bronquitis. "Tal vez era un
secreto. Pero le pertenecía. Lo sé. Borlath era el único de los hijos del Rey Rojo cuyo
nombre empezaba con la letra 'B‘." Abrió el estuche.
"Aaaaah!" Eustacia se alejó de la mesa, en el interior del estuche se encontraba una
bolsita de cuero que parecía contener de verdad un corazón.
"¿Veis? un corazón," dijo triunfantemente Ezekiel "Ahora, vamos a ponerlo con esto."
Tomando la bolsita del estuche, lo puso en el interior de la armadura, justo a la
izquierda del centro, donde juzgó que el corazón se debería encontrar. Luego desenrolló
un alambre de su caja eléctrica y enrolló la punta una, dos, tres veces alrededor de la
bolsa.
Una calma expectante se instaló en la habitación mientras el anciano comenzaba a girar
la manivela de la caja plateada. Más y más rápido. Su vieja mano de convirtió en una
mancha borrosa, sus ojos negros ardieron con excitación. Una chispa saltó entre las
astas de acero y bajaron hasta el corazón de Borlath. Ezekiel emitió un graznido de
triunfo y su mano se quedó inmóvil.
Las tres hermanas estuvieron tentadas a exclamar con emoción, pero sabían que el
silencio era esencial ese tipo de situaciones. Los huesos de Hamaran comenzaron a
moverse.
Ezekiel y las Yewbeams se encontraban mirando la mesa tan intensamente que no se
dieron cuenta de Manfred sacaba un pañuelo y lo presionaba contra su nariz. Su cara se
puso roja mientras luchaba tratando de contener un estornudo. Pero no pudo.
―¡Achoo!"

11
Ezekiel retrocedió como si le hubieran golpeado. Cubrió sus orejas y chilló, "No,"
mientras Manfred trataba de contener otro estornudo. Las hermanas miraban
horrorizadas al muchacho mientras se cubría de nuevo la cara y, ―¡Achoo!"
Los huesos dejaron de moverse. Un desagradable vapor negro salía de la piel, y la cota
de malla se retorcía dentro del líquido asqueroso.
―Achoo!"
Hubo un estallido ensordecedor, y una apestosa cortina de humo llenó el cuarto.
Mientras los observadores estaban pasmados y farfullantes, una gran figura ascendió de
la mesa y se desvaneció entre una oleada de nubes negras. Oculto bajo una de las mesas
al final de la habitación, un enano y gordo perro temblaba con los ojos cerrados.
Por segunda vez un violento estallido sacudió toda la habitación, y Lucretia chilló
"¿Qué está pasando?"
"Ese idiota incompetente ha estornudado" chilló Ezekiel.
"Perdón, perdón, no he podido evitarlo," gimoteó Manfred. "Fue el polvo."
"No es suficiente," lo regañó Venetia. "Deberías sacar tu torcida nariz fuera de aquí.
Todo arruinado. Una pérdida de tiempo."
"Tal vez no," Eustacia señaló. "Mirad la mesa. Los huesos se han ido."
El humo se dispersó rápidamente gracias a una repentina ráfaga de aire helado, y todos
ellos pudieron ver que los huesos de Hamaran se habían desvanecido. Pero la armadura
de Borlath, casco, capa, y broche dorado seguían ahí, solo una parte del hechizo había
funcionado.
"¡Maldición!" chilló Ezekiel golpeando la mesa con sus puños, y las prendas quemadas
se estremecieron. "No ha funcionado."
"Mi parte está hecha," anunció Manfred. "El caballo esta allá fuera." Dijo apuntando a
un enorme agujero en la pared.
"¡Maldito!" chilló Ezekiel. "Mi laboratorio está destruido, y tenemos a un caballo de
guerra suelto por ahí."
―Un caballo de guerra con el corazón de un tirano," dijo Venetia. "Mira, ¡se ha ido!"
Donde debería estar el corazón, ahora solo quedaba un enorme agujero negro en la
quemada armadura.
―¿Qué significa esto?" preguntó Manfred en voz baja.
Ezekiel acarició su larga nariz. "Eso quiere decir que no está todo perdido. Pero voy a
necesitar ayuda. Pienso que podría llamar a un amigo mío, alguien con una meta por
lograr."

Todos se quedaron mirándolo, esperando un nombre, pero el anciano no estaba


dispuesto a aclararlo.
Un caballo de guerra puede ser muy útil," dijo Venetia en voz alta "Si consigues a
alguien que lo conduzca."
Todos observaban fijamente el espacio dejado por los huesos, tratando de decir algo,
entonces Manfred dijo, "Billy Raven es bueno con los animales."

************************************

12
En el enorme dormitorio tres pisos abajo de la buhardilla de Ezekiel, Billy Raven se
despertó, un tanto asustado. Se giró hacia la ventana para dar un desconfiado vistazo a
la luna — y vio un caballo blanco viajando a través de las nubes, para luego
desaparecer.

13
Capítulo 2: El caballo fantasma

En el primer día del semestre, Charlie Bone bajó corriendo a desayunar con un peine
atascado en el pelo.
―¿Qué crees que estás haciendo?‖ le preguntó la abuela Bone desde su asiento al lado de
la estufa.
―¿Disfrazarme de dinosaurio?‖ sugirió Charlie ―He tirado y tirado, pero el peine no ha
salido‖
―Tienes el pelo hecho un desastre‖ gruñó su esquelética abuela ―Arréglate niño, en la
Academia Bloor no toleran el desorden‖.
―Ven aquí, pequeño‖ la abuela más amable de Charlie dejó su taza de té en la mesa y
tiró del peine. Este salió con un mechón del pelo de Charlie.
―¡Maisie! ¡Ay!‖ gritó Charlie.
―Lo siento pequeño‖ dijo Maisie ―Pero tenía que hacerlo‖.
―Está bien‖ Charlie se frotó su adolorida cabeza. Se sentó en la mesa de la cocina y se
sirvió un tazón de cereales.
―Estás retrasado. Perderás el autobús del colegio‖ dijo la abuela Bone. ―El Doctor Bloor
es un maniático de la puntualidad‖
Charlie se metió una cucharada de cereal en la boca y dijo, ―¿Y qué?‖
―No hables con la boca llena‖, dijo la abuela Bone.
―Déjale en paz, Grizelda,‖ dijo Maisie. ―Tiene derecho a un buen desayuno.
Probablemente no volverá a tener una comida decente en cinco días.‖
La abuela Bone resopló y comió un poco de su plátano. No había sonreído en tres
meses, desde que la casa de la tía Venetia se quemó.
Charlie se bebió su taza de té, cogió su chaqueta y subió los escalones para coger sus
cosas del colegio.
―¡La capa!‖ dijo para sí mismo recordando que su capa azul continuaba colgando en el
armario. Charlie tiró de la capa y una pequeña fotografía cayó al suelo. Charlie la
recogió. ―Benjamín Brown,‖ dijo con una sonrisa. ―¿Dónde estás?‖
La fotografía mostraba a un chico rubio arrodillado al lado de un gran perrazo amarillo.
Charlie había tomado la foto él mismo, justo antes del décimo cumpleaños de Benjamín.
No había ninguna razón para que Charlie usara su don para entrar en aquella fotografía.
No le podría contar nada que no supiera ya.
En su afán por utilizar su extraño talento, Charlie solía olvidar que la gente que él
―visitaba‖ podía verlo también. Independientemente de donde estuvieran cuando Charlie
miraba sus fotos, ellos verían su cara flotando en algún lugar cercano. Así que
Benjamín, quien estaba tomando una bebida en Hong Kong, vio la cara sonriente de
Charlie en su zumo de naranja.
Benjamín aceptó con normalidad la aparición mágica de Charlie, pero Judía Corredora,
su perro, nunca podría acostumbrarse.
El enorme perro estaba a punto de desayunar en el Café de las Mascotas cuando la cara
de Charlie le miró desde su tazón de comida.
Judía Corredora dio un salto aullando; esto hizo que una rata negra se metiera bajo un
armario, que una serpiente azul se deslizara de nuevo hasta su canasta, y provocó que a
una mujer muy alta llamada Onoria Onimoso se le cayera un plato lleno de bollos recién
horneados. Sin embargo, los tres coloridos gatos que descansaban en lo alto de una
nevera bostezaron y cerraron los ojos.
Charlie puso la foto en su bolsillo, metió la capa azul en su bolsa y corrió escaleras
abajo.

14
―No te olvides de…,‖ gritó Maisie, pero Charlie salió de la casa por la puerta principal y
corrió hasta lo alto de la calle Filbert.
Un autobús de colegio azul estaba a punto de irse, cuando la puerta se abrió súbitamente
y un niño con una mata de cabello castaño rizado, asomó la cabeza fuera. ―Te vi venir,‖
dijo el chico ―El conductor dijo que no podía esperar, pero yo conseguí que lo hiciera‖
―Gracias, Fido.‖ Charlie le pasó una de sus bolsas a su amigo Fidelio y subió los
escalones del autobús.
―¿Tienes tu capa?‖ le preguntó Fidelio.
Charlie tiró de la capa arrugada y la sacó de su mochila. ―Odio llevarla cuando camino
por la calle Filbert. La gente se ríe de mí. Hay un chico en el número veinte que siempre
grita ―¡Ahí viene, el Pequeño Niño Azul, listo para irse a la Academia Bloor, como una
cacatúa!‖ Pero yo nunca quise ir a la Academia Bloor.‖
―No eres una cacatúa,‖ dijo Fidelio riendo. ―Apuesto a que se te olvidó peinarte el pelo
esta mañana otra vez‖
―Lo intenté.‖
El autobús había llegado a la parada, por lo que los dos niños saltaron a una plaza
empedrada y se unieron a la multitud de niños. Pasaron por delante de la fuente de los
cisnes de piedra y llegaron hasta las escaleras que conducían a la Academia Bloor.
Cuando Charlie atravesó la sombra de la Torre de Música, se encontró observando el
último piso de la torre. Se había convertido en un hábito y no sabía porque lo hacía. Una
vez, su madre le había dicho que había sentido como alguien la miraba desde la pequeña
ventana bajo los aleros. Charlie se estremeció involuntariamente y siguió a Fidelio a
través del gran arco de la entrada.
Rodeado de niños con capas de color azul, púrpura y verde, Charlie buscó a Emma
Tolly y Olivia Vertigo. Vio a Emma con su capa verde, su largo pelo rubio peinado en
dos limpias trenzas, pero se quedó momentáneamente desconcertado por la chica que
tenía a su lado. Conocía su cara, pero… ¿podría ser Olivia? Llevaba una capa púrpura,
como todos en teatro, pero la cara de Olivia solía estar cubierta de maquillaje, y siempre
teñía su pelo de un color chillón. Esta chica tenía una apariencia normal: mejillas
sonrosadas, ojos grises y pelo corto y castaño.
―Deja de observarme, Charlie Bone‖, dijo la chica del pelo castaño mientras caminaba
hacia él.
―¿Olivia?‖ exclamó Charlie. ―¿Qué te ha pasado?‖
―Estoy haciendo una audición para una película,‖ le contó Olivia. ―Tengo que parecer
más joven de lo que soy en realidad.‖
Subieron otro grupo de escalones de piedra, y pasaron por dos enormes puertas
tachonadas con figuras de bronce. Cuando los niños estuvieron dentro, Weedon, el
jardinero, cerró y bloqueó las puertas. Estas continuarían cerradas hasta la tarde del
viernes, cuando los niños podrían volver a sus casas durante el fin de semana.
Charlie entró al enorme vestíbulo enlosado de la Academia Bloor ―¿De qué va la
película?‖ le preguntó a Olivia.
―¡Shhh!‖ siseó una voz desde algún lugar cercano a la oreja de Charlie.
Charlie descubrió un par de ojos negros como el carbón y por poco pegó un salto por la
sorpresa. Pensaba que Manfred Bloor había dejado el colegio.
―¡Espero que no te hayas olvidado de las reglas, Charlie Bone!‖ ladró Manfred.
―N-no, Manfred‖ Charlie no sonó demasiado seguro.
―Vamos, entonces…‖Manfred chasqueó los dedos y miró a Charlie, quien bajó la
mirada hasta sus pies. No le gustaba luchar contra la mirada hipnotizadora de Manfred a
una hora tan temprana.
―Vamos ¿Cuáles son las reglas?‖ demandó Manfred.

15
―Eh…Silencio en el vestíbulo, no se puede hablar, no se puede llorar o llamar, incluso
si te caes…Eh…‖ Charlie no podía recordar la última regla.
―¡Escríbelo cien veces y tráemelo a mi oficina después de la hora del descanso!‖
Manfred sonrió malvadamente.
Charlie no sabía que Manfred tenía una oficina, pero no tenía intención de prologar
aquella conversación tan desagradable. ―Sí, Manfred,‖ masculló.
―Deberías avergonzarte de ti mismo. Ahora estás en tu segundo año. No eres muy buen
ejemplo para los nuevos, ¿verdad Charlie Bone? ‖
―No‖ Charlie alcanzó a ver como Olivia rodaba los ojos, y se las arregló para contener
la risa. Afortunadamente, Manfred le estaba gritando a uno que iba sin capa, por lo que
aprovechó la situación para alejarse.
Olivia había desaparecido entre un mar de capas moradas cuyos dueños se apretujaban
para pasar por la puerta que se encontraba bajo las dos máscaras de bronce. Más allá de
la puerta abierta, Charlie vislumbró un caos de colores que se acumulaba en el
guardarropa de teatro. Se apresuró a entrar a la habitación a la que conducía la puerta
bajo el símbolo de las dos trompetas cruzadas.
Fidelio le estaba esperando dentro del guardarropa azul. ―¡Vaya! ¡Qué shock!‖ exclamó
Fidelio. ―Pensé que Manfred se había ido.‖
―Yo también‖ dijo Charlie. ―Eso era una de las cosas buenas de volver a la Academia
Bloor. Pensé que al menos Manfred ya no estaría aquí.‖ ¿Cuál era el nuevo rol de
Manfred? ¿Estaría permanentemente en sus talones, observando, escuchando e
hipnotizando?
Los dos chicos discutieron el problema de Manfred mientras caminaban hacia la
asamblea. En el primer día de todos los años, la asamblea se realizaba en el teatro, el
único sitio que era lo suficientemente grande para los 300 estudiantes. Charlie no se
había unido a la Academia Bloor hasta mediados del último semestre; esto era una
nueva experiencia para él.
―Porras, debería darme prisa‖ dijo Fidelio, mirando su reloj. ―Debería estar
preparándome.‖
El Dr. Saltweather, jefe del área de música, le dirigió a Fidelio una mirada severa
cuando este subió al escenario y se colocó en su lugar de la orquesta. Charlie se colocó
al final de la segunda fila y se encontró justo detrás de Billy Raven. El chico se giró
con el ceño fruncido.
―Tengo que estar en primer año otros doce meses,‖ le susurró a Charlie, ―pero ya lo he
hecho dos veces.‖
―¡Qué mala suerte! Pero es que solo tienes ocho años.‖ Charlie observó la fila de niños
nuevos que tenía delante. Todos parecían normales, pero no podías asegurarlo. Alguno
de ellos podría estar dotado, como él o Billy, descendientes del Rey Rojo.
Durante el resto de la mañana, Charlie caminó por el enorme y sombrío edificio,
encontrando sus nuevas aulas, recogiendo libros y buscando al señor Paltry, quien
supuestamente tenía que darle su clase de trompeta.
Para cuando el cuerno de caza sonó avisando que era la hora de la comida, Charlie
estaba completamente exhausto. Se dirigió al comedor, evitando mirar los retratos que
colgaban en el poco iluminado pasillo – por si acaso querían mantener una conversación
con él – y llegó al comedor azul.
Charlie se unió a la fila. La pequeña y fornida mujer tras el mostrador le guiñó el ojo.
―¿Todo bien Charlie?‖ preguntó.
―Sí, gracias Cocinera,‖ dijo Charlie. ―Pero me tomará un tiempo acostumbrarme al
segundo año.‖

16
―Probablemente,‖ dijo la Cocinera. ―Pero ya sabes dónde encontrarme si me necesitas.
¿Guisantes Charlie?‖
Charlie aceptó un plato de macarrones con queso y guisantes, y caminó por las mesas
hasta que encontró a Fidelio, sentado junto a Billy Raven y Gabriel Silk. El pelo castaño
de Gabriel colgaba delante de su cara, casi tapándola por completo.
―¿Qué tal, Gabriel?‖ preguntó Charlie. ―¿Tu jerbos están bien?‖
Gabriel levantó la mirada tristemente. ―No puedo tomar clases de piano este semestre.
El señor Pilgrim se ha ido.‖
―¿Ido?‖ Charlie estaba inesperadamente consternado. ―¿Por qué?, ¿A dónde?‖
Gabriel se encogió de hombros. ―Sé que el señor Pilgrim era peculiar; pero, bueno, él
era brillante.‖
Ninguno pudo negarlo. El sonido del piano del señor Pilgrim se solía escuchar por la
torre de Música. Charlie se dio cuenta de que iba a echarlo de menos. Y también echaría
de menos ver al señor Pilgrim mirando al vacío, con su pelo negro cayendo sobre sus
ojos.
Fidelio se giró hacia Billy. ―¿Qué tal estuvo tu verano, Billy?‖ le preguntó
cuidadosamente. ¿Cómo podía pasarse uno todas las vacaciones de verano en la
Academia Bloor sin volverse loco?
―Mejor que los demás‖, dijo Billy alegremente ―La Cocinera cuidó de Rembrandt como
prometió, y pude verlo todos los días. Además, Manfred se fue algunos días, así que
estuve bien realmente, excepto…‖- una sombra atravesó su cara- ―algo sucedió la
última noche. Algo muy raro.‖
―¿Qué pasó?‖ preguntaron los otros tres.
―Vi a un caballo en el cielo.‖
―¿Un caballo?‖ Fidelio alzó las cejas. ―¿Te refieres a una nube que parecía un caballo?‖
―No. Definitivamente era un caballo.‖ Billy se quitó las gafas y las limpió con su
servilleta. Sus ojos rojos se posaron sobre Charlie. ―Estaba flotando de alguna manera,
fuera de la ventana, y luego desapareció.‖
―Las estrellas pueden hacer eso,‖ dijo Gabriel, quien se había animado un poco. ―Las
estrellas pueden crear ilusiones y parecer animales o cosas.‖
Billy lo negó con la cabeza. ―NO. Era un CABALLO.‖ Volvió a colocarse las gafas y
frunció el ceño ante su plato. ―No estaba muy lejos. Estaba justo afuera de la ventana.
Se puso a dos patas y pateó el aire, como si estuviera luchando por escapar, y luego solo
– desapareció.‖
Charlie se encontró diciendo, ―Quizás se estaba yendo a otro mundo.‖
―Puede ser,‖ dijo Billy entusiasmado ―Tú me crees, ¿no Charlie?‖
Charlie asintió con la cabeza lentamente ―Me pregunto dónde estará ahora.‖
―¿Vagando por la ruina con el resto de los fantasmas?‖ preguntó irónicamente Fidelio.
―Venga, vamos a tomar un poco de aire fresco. Quizás veamos al caballo galopando por
el jardín.‖
Por supuesto, él solo bromeaba, pero cuando los cuatro chicos caminaron a través de la
puerta del jardín, Fidelio se dio cuenta de que sus palabras eran fantasmalmente ciertas.
Él era el único de los cuatro que no estaba dotado. Fidelio podía ser un músico brillante,
pero su don no podía considerarse como mágico.
Fue Charlie el que se dio cuenta primero, un débil sonido sordo en la hierba seca. Miró
a Gabriel. ―¿Puedes oírlo?‖
Gabriel negó con la cabeza. No podía oír nada, pero había una presencia en el aire que
no podía definir.

17
Billy era el más afectado. Dio un paso hacia atrás, y de repente una brisa que solo él
pudo sentir le erizó el cabello. Levantó la mano como para protegerse de un golpe ―él
vino directo del pasado,‖ susrró.
Fidelio dijo, ―¿Estás de broma, no?‖
―Me temo que no,‖ dijo Charlie. ―Quizás solo quería que supiéramos que estaba aquí,
pero ahora se ha ido.‖
Empezaron a cruzar la gran extensión de hierba a la cual el doctor Bloor le gustaba
llamar ―el jardín‖. En realidad, no era más que una colina rodeada por un impenetrable
bosque. Al final de la colina, las rojas piedras de la ruina se vislumbraban entre los
árboles: el castillo del Rey Rojo. Los cuatro chicos dirigieron sus pasos instintivamente
hacia los altos muros rojos.
El tío de Charlie, Paton, le había contado, como tras la muerte de la Reina Berenice,
cinco de los hijos del Rey Rojo se vieron forzados a dejar el reino de su padre para
siempre. Con el corazón roto, el Rey se exilió a los bosques del norte, y Borlath, su
primogénito, tomó el castillo. Él controló el reino con una crueldad barbárica, que
provocó que muchos de sus habitantes murieran o huyeran poseídos por el terror.
―Bueno‖ comentó Fidelio. ―¿Crees que el fantasma del caballo está aquí?‖
Charlie dirigió la vista a los enormes muros. ―No lo sé.‖ Se volvió hacia Billy.
―Sí,‖ susurró ―Está aquí.‖
Los chicos escucharon con atención. Podían oír a la distancia los gritos y risas de los
niños en la colina, el golpeteo de los balones de fútbol, la llamada de los pájaros
carpinteros, pero nada más.
―¿Estás seguro Billy?‖ preguntó Charlie.
Billy se abrazó a sí mismo. Estaba temblando. ―Yo pienso que le gustaría hablar, pero
está atrapado en el lugar equivocado.‖
―¿Qué lugar equivocado?‖ preguntó Fidelio.
Billy frunció el ceño. ―No lo puedo explicar.‖
Charlie se dio cuenta de que alguien estaba parado detrás de ellos. Se giró justo a
tiempo para ver como una pequeña figura se daba la vuelta y se unía a un grupo de
niños nuevos que jugaban al fútbol.
―¿Quién era ese?‖ preguntó Gabriel.
―Un chico nuevo‖ dijo Charlie.
Era imposible averiguar si el chico estaba en arte, teatro o música ya que no estaba
llevando su capa. Hoy hacía un día cálido y soleado, el verano todavía no se había ido.
El sonido del cuerno, les llegó del otro lado de la colina y los cuatro chicos corrieron de
regreso al colegio.
Para Charlie, la tarde no fue mejor que la mañana. Al final encontró al señor Paltry,
pero llegó tarde a su clase. ―¿Cómo es posible que vengas a la clase sin la trompeta?‖
gruñó el viejo profesor. ―Eres una pérdida de tiempo, Charlie Bone. Dotado, y un
cuerno. ¿Por qué no usas lo que tú llamas ―talento‖ para localizar tu trompeta? Ahora
vete, y no vuelvas hasta que la encuentres.‖
Charlie se largó rápidamente. Tenía una idea sobre dónde mirar. ―¿La torre de Música?‖
se preguntó a sí mismo. A lo mejor uno de los limpiadores había encontrado su
trompeta y la había puesto en la sala del señor Pilgrim, en lo alto de la torre.
El pasadizo que llevaba a la torre de la Música le condujo hasta una pequeña puerta
cerrada con aspecto antiguo, que daba al jardín. Charlie se preparó, abrió la puerta y
comenzó a bajar el largo y húmedo pasaje. Estaba tan oscuro que apenas podía ver sus
pies. Mantuvo sus ojos en la distante ventana de la pequeña habitación al final del
pasadizo.

18
A medida que se acercaba a la habitación, comenzó a oír voces muy enfadadas –
hombres discutiendo. Había un sonido de pisadas. Charlie se detuvo hasta que
cualquiera que estuviese ahí llegó al final de la larga escalera de caracol. Una figura
apareció al final del pasadizo y alzó sus alas moradas hacia Charlie, bloqueando el paso
de la luz.
En medio de la oscuridad, Charlie gritó.

19
Capítulo 3: El chico con papel en el cabello

―¡Silencio!‖ siseó la voz.


Charlie se encogió contra la pared mientras la persona, o cosa, pasaba de largo y se
dirigía hacia la puerta que llevaba al vestíbulo.
Charlie no sabía qué hacer. ¿Debía volver por donde había venido o arriesgarse a entrar
a la torre? La persona que había pasado a su lado podía estar en el pasillo, esperándole.
Escogió la torre.
Tan pronto como llegó a la habitación redonda y soleada que se encontraba al final del
pasillo, Charlie se sintió mejor. Esas alas púrpuras habían sido los brazos de una capa,
razonó. Y la persona enfada era probablemente alguien del servicio del colegio
discutiendo con alguien. Comenzó a subir por la larga escalera de caracol hacia lo alto
de la torre. La Academia Bloor tenía cinco pisos, pero la clase de música del señor
Pilgrim estaba en otra ala.
Charlie llegó al pequeño rellano donde los libros de música rebosaban las estanterías,
llenaban cajas y formaban altas pilas en el suelo. Entre las hileras de estanterías, una
pequeña puerta de roble permitía el acceso a la sala de música. Un mensaje había sido
clavado en el centro de la puerta:
El señor Pilgrim se ha ido.
Charlie rebuscó en las cajas, levantó pilas de partituras y buscó detrás de pesados libros
en las estanterías. Encontró una flauta, un puñado de cuerdas de violín, una caja de
galletas y un peine, pero ninguna trompeta.
¿Había algún punto en intentar buscar en la habitación tras la puerta? Charlie recordaba
haber visto un gran piano y un taburete, nada más. Volvió a mirar a la nota. El señor
Pilgrim se ha ido. Tuvo el presentimiento de que había otro mensaje detrás de esas
cinco palabras: ―No entres, no eres bienvenido aquí‖.
Pero Charlie era un chico que no solía hacerle mucho caso a lo que decían las señales.
En ese momento, aún así, llamó a la puerta antes de entrar. Para su sorpresa, obtuvo
respuesta.
―Si‖ dijo una voz cansada.
Charlie entró.
El doctor Saltweather estaba sentado en el taburete. Sus brazos estaban plegados el
interior de su capa azul, y su delgado pelo se encontraba colocado de una manera
descuidada. Tenía una expresión que Charlie nunca había visto antes en su cara: una
mirada de preocupación y consternación.
―Perdóneme señor‖ dijo Charlie ―Estaba buscando mi trompeta‖
―Eso parece" Dr. Saltweather miró a Charlie.
―Pero supongo que no está aquí‖
―Nada está aquí‖ dijo el doctor Saltweather.
―Lo siento señor‖ Charlie estaba a punto de irse cuando algo le hizo preguntar, ―¿Dónde
está el profesor Pilgrim, señor?‖
―¿Dónde?‖ el doctor Saltweather miró a Charlie como si acabara de verlo. ―Ah, Charlie
Bone‖
―Sí, señor‖
―No sé dónde se ha ido el señor Pilgrim, es un misterio‖
―Oh‖ Charlie estaba a punto de irse otra vez, pero en ese momento se encontró a sí
mismo diciendo ―Me encontré con alguien en el pasillo, pensaba que podría ser él‖.
―No Charlie‖ El profesor habló de manera forzada. ―Seguramente era el señor Ebony,
vuestro nuevo profesor‖

20
―¿Nuestro profesor?‖ Charlie tragó saliva. El pensó en las alas púrpuras y la voz
silabeante.
"Sí. Es un poco preocupante, por decirlo de alguna manera." El doctor Saltweather le
dirigió a Charlie una mirada escrutadora, como preguntándose si podría decir más. "El
señor Ebony vino aquí a enseñar historia" continuó, "pero se presentó con una carta de
renuncia del señor Pilgrim que no sé cómo consiguió y ahora esto… El hombre quiere
enseñar piano" el doctor Saltweather alzó la voz. "Él viene aquí, coloca un mensaje en
la puerta, y trata de mantenerme fuera de una habitación en mi propio departamento....
¡Es intolerable!"
―Sí señor‖ asintió Charlie. ―Pero estaba llevando una capa púrpura, señor‖
―Ah, sí, ¡eso!‖ el doctor Saltweather se pasó la mano por su pelo canoso. ―Parece que el
señor Tantalus Ebony está en el departamento de Teatro, luciendo el púrpura.‖
Charlie dijo, ―Ya veo‖, aunque en aquel momento estaba bastante confuso. Él nunca
había oído hablar de un profesor que enseñara en tres departamentos a la vez.
―Son los arreglos del doctor Bloor, así que, ¿qué puedo hacer yo?‖ el doctor Saltweather
extendió sus manos. ―Es mejor dejarlo correr; Charlie. Siento lo de tu trompeta. Prueba
en una de las salas de arte, ahí siempre están dibujando nuestros instrumentos
musicales.‖
―Arte. Gracias señor‖ dijo Charlie agradecido. Solo se podía llegar a las salas de arte
subiendo por la escalera principal, y cuando Charlie puso el pie en el primer escalón,
Manfred Bloor salió de una puerta del vestíbulo.
―¿Has terminado de escribir tus líneas?‖ preguntó Manfred fríamente.
―Eh… no‖
Manfred se acercó a Charlie. ―No te olvides o tendrás que escribir otras cien.‖
―Sí Manfred, digo no.‖
Manfred hizo un gesto de irritación y se largó.
―¡Perdona!‖ dijo Charlie de repente, ―¿pero tú continúas siendo, eh…, un alumno,
Manfred?‖
―¡No, no lo soy!‖ le espetó el joven. ―Soy un asistente de los profesores. Y llámame
señor‖
―Sí señor‖ La palabra señor le sonaba rara aplicada a Manfred, pero Charlie sonrió,
esperando haberlo dicho de la forma correcta.
―Y no lo olvides‖ Manfred se marchó de vuelta a la sala de los prefectos y cerró de
golpe la puerta.
Charlie todavía no había encontrado la oficina de Manfred. Ahora tenía que encontrar su
trompeta y escribir cien líneas. Pero se dio cuenta de que no conocía la última línea de
las reglas del vestíbulo. ―Emma me la dirá‖ se dijo a sí mismo y comenzó a subir las
escaleras.
Emma solía encontrarse en la galería de arte, una larga y aireada habitación con vistas al
jardín. Pero hoy, la habitación parecía estar vacía Charlie buscó en el armario de las
pinturas e inspeccionó las estanterías del fondo de la habitación, luego cruzó la galería y
descendió por unas escaleras de caracol metálicas que le llevaban al estudio de
escultura.
―¡Hola Charlie!‖ le llamó una voz.
―Ven aquí con nosotros‖, le llamó otra voz.
Charlie miró a su alrededor y descubrió a dos chicos con capas verdes que le sonreían
desde el otro lado de un gran bloque de piedra. Uno tenía la piel morena y el otro era
muy pálido. Los dos amigos de Charlie estaban ahora en tercer curso. Los dos habían
crecido considerablemente durante el verano, y también lo había hecho su pelo.

21
Lysander ahora tenía rastas en el pelo decoradas con cuentas multicolores, mientras que
Tancred había llenado de gel su pelo hasta convertirlo en un bosque de rígidas espinas.
―¿Qué te trae por aquí Charlie?‖ le preguntó Tancred.
―Estoy buscando mi trompeta, a propósito, casi no os he reconocido.‖
―Tú no has cambiado,‖ dijo Lysander con una gran sonrisa. ―¿Qué tal el segundo
curso?‖
―No lo sé, creo que estoy en un pequeño lío. Sigo yendo al lugar equivocado. He
perdido mi trompeta‖ dijo Charlie. ―He tenido problemas con Manfred y hay, eh…, una
cosa en el jardín.‖
―¿A qué te refieres con una ―cosa‖?‖ los azules ojos de Tancred relampaguearon.
Charlie les contó acerca del caballo que Billy había visto en el cielo y las huellas de
cascos en el jardín.
―Interesante‖, dijo Lysander.
―Siniestro‖, añadió Tancred. ―No me gusta cómo suena esto‖ Las mangas de su camisa
se estremecieron. Era difícil para Tancred no influir en su entorno. Era como una veleta
andante, sus estados de ánimo afectaban el aire a su alrededor hasta el punto de que
podías decir que él tenía su propio clima.
―Mejor sigo buscando mi trompeta‖, dijo Charlie. ―Oh, ¿cuál es la última línea de las
reglas del vestíbulo?‖
―Seas alto o bajo‖ dijo rápidamente Lysander.
―Gracias Sander. Tengo que escribir las reglas enteras cien veces antes de cenar y
dárselas a Manfred, si es que consigo encontrar su oficina. ¿Vosotros no sabríais dónde
está, no?‖
Tancred negó con la cabeza y Lysander dijo, ―Ni idea.‖
Charlie estaba a punto de continuar su camino cuando Tancred le sugirió que probara en
otro lugar. ―Por ahí‖, dijo Tancred, indicando una puerta al final del estudio de
escultura. ―Los niños nuevos están dando su primera clase de arte. Creo que uno de
ellos llevaba una trompeta.‖
―¡Gracias Tanc!‖ Charlie entró en una habitación que nunca había visto anteriormente.
Alrededor de quince silenciosos niños estaban sentados a lo largo de una enorme mesa,
dibujando. Todos estaban muy concentrados en su trabajo, y ninguno de ellos levantó la
vista hacia Charlie cuando este entró.
―¿Qué es lo que quieres?‖ Un hombre delgado, rubio y pecoso le habló desde el final de
la mesa. Sería un profesor de arte nuevo, supuso Charlie.
―Mi trompeta, señor‖ dijo Charlie.
―¿Y por qué piensas que está aquí?‖ preguntó el profesor.
―¡Por qué está ahí!‖ Charlie acababa de ver una trompeta exactamente igual a la suya. El
instrumento estaba siendo dibujado por un pequeño niño con pelo grisáceo como el de
los ratones y orejas que le sobresalían. El chico miró a Charlie.
―Joshua Tilpin‖ dijo el profesor, ―¿de dónde has sacado esa trompeta?‖
―Es mía señor Delf‖ Joshua Tilpin tenía unos pequeños ojos de un pálido gris. Los
entrecerró y arrugó la nariz mientras miraba a Charlie.
Charlie no pudo pararse. Dio un salto hacia delante, cogió la trompeta y la giró. En el
último semestre había marcado un pequeño ―cb‖ al lado de la boquilla. La trompeta era
la suya. ―Tiene mis iniciales, señor‖
―Déjame ver‖ El señor Delf extendió su mano.
Charlie le pasó la trompeta. ―Mi nombre es Charlie Bone, señor ¿Ve? Esas son mis
iniciales.‖
―No deberías desfigurar los instrumentos musicales de esta manera, pero parece que es
tuya. Joshua Tilpin, ¿por qué mentiste?‖

22
Todos miraron a Joshua. Él no se puso rojo, como Charlie esperaba que hiciera. En
cambio, le dirigió una gran sonrisa, dejando al descubierto una hilera de dientes
pequeños e irregulares. ―Lo siento señor, de verdad lo siento Charlie. Solo fue una
broma. Perdóname, ¡por favor!‖
Ni Charlie ni el profesor sabían qué decir ante esto. El señor Delf le pasó la trompeta a
Charlie, diciendo ―Será mejor que vuelvas a tu clase.‖
―Gracias señor‖ Charlie agarró su trompeta y caminó hacia la puerta. Le dirigió una
última mirada a Joshua Tilpin mientras caminaba. Tenía el presentimiento de que aquel
niño estaba dotado. Las mangas y el pelo de Joshua estaban cubiertas con trozos de
papel y pequeños restos de goma de borrar. Incluso, cuando Charlie miraba, un pedazo
de lápiz roto saltó de repente de la mesa y se quedó pegado al pulgar del niño. Joshua le
dirigió a Charlie una sonrisa irónica y arrojó el lápiz. Charlie sintió como si un hilo
invisible estuviera tirando de él con dirección al extraño chico.
Abandonó rápidamente la habitación, y el hilo se rompió.
En el estudio de escultura se oía el sonido del acero contra la piedra. Tancred y
Lysander no eran los únicos que estaban rompiendo rocas. Charlie hizo una floritura con
su trompeta en el aire. ―La tengo‖, dijo en voz alta.
―Lo sabíamos‖, respondió Tancred.
La siguiente prioridad de Charlie eran las cien líneas. ¿Dónde debería escribirlas?
Decidió que lo haría en su nueva clase. Mientras cruzaba el pasillo, se vio rodeado por
grupos de niños, algunos provenientes del patio, otros que bajaban las escaleras, y otros
muchos salían de las aulas. Todos parecían saber exactamente a dónde tenían que ir,
exceptuando a Charlie. Algo había salido terriblemente mal con su horario. Se dio prisa,
esperando al menos encontrar a algunos compañeros de su curso en la clase.
Había una nota colgada en la puerta de la clase. Estaba escrita con la misma letra
anticuada y escrita a mano que la nota que colgaba en la puerta del señor Pilgrim:
Tantalus Ebony
Música, Mímica e Historia Medieval.
Charlie apoyó su oreja en la puerta. Ningún sonido le llegó desde el interior. Entró.
•••
No había ningún niño en la habitación, pero había un profesor. Estaba sentado en un
alto pupitre en frente de la ventana, tenía una larga y delgada cara y unas negras cejas
que se juntaban por encima de su nariz. Su oscuro pelo cubría sus orejas y el flequillo
llegaba justo hasta sus cejas. Llevaba una capa púrpura.
―¿Sí?‖ dijo el profesor, levantando la vista de su libro.
Charlie tragó saliva ―He venido a escribir unas líneas señor.‖
―¿Nombre?‖ La voz del hombre retumbaba como si proviniera del inframundo.
―Charlie Bone, señor‖
―¡Acércate!‖ El profesor hizo una seña con un largo y blanco dedo.
Charlie caminó hacia el escritorio. El hombre le observó detenidamente durante un
largo minuto. Su ojo izquierdo era gris y su ojo derecho marrón. Era de lo más
desconcertante. Charlie tuvo la tentación de mirar hacia otro lado, pero se mantuvo
firme y miró primero un ojo y luego el otro. Un gesto de enfado cruzó la cara del
hombre, quien se echó para atrás, como si temiera que Charlie hubiera descubierto una
parte de él que deseaba mantener en secreto. En aquel momento, el profesor dijo ―Soy
Tantalus Ebony‖
―Eso suponía, señor‖
―Que presuntuoso. Quédese quieto.‖
Charlie estuvo a punto de decir que él no se había movido, cuando el señor Ebony
continuó. ―¿Por qué no estás con el resto de tu clase?‖

23
―Estoy un poco confundido, señor‖
―¿Confundido?, la confusión es para los estudiantes de primero. No es un comienzo
muy prometedor para tu segundo año, ¿verdad Charlie Bone? Y dijiste que tenías que
escribir unas líneas, me pregunto por qué.‖
―Estaba hablando en el vestíbulo, señor‖
La respuesta del señor Ebony fue asombrosa. Se rio a carcajadas, sacudido por una risa
desenfrenada.
―Aha‖ El profesor tosió ligeramente. ―Ve y escribe tus líneas. Y no me molestes. Me
voy a dormir‖ El señor Ebony se echó su capa púrpura sobre la cabeza y cerró los ojos.
Todavía sentado muy tieso, comenzó a roncar.
¿Es posible ser observado por alguien que no te está mirando? Charlie tenía la
impresión de que el extraño profesor todavía estaba despierto. O que alguien, detrás de
la cara durmiente, estaba todavía en guardia.
Tras esperar un par de segundos, Charlie se dirigió de puntillas hasta su pupitre, sacó un
cuaderno y empezó a escribir las reglas del vestíbulo. Acababa de completar la última
línea cuando el cuerno sonó, avisando de que era la hora de la merienda. El señor Ebony
abrió sus ojos, tiró de su capa y gritó ―¡FUERA!‖
―Sí señor‖ Charlie recogió sus papeles y salió apresuradamente de la clase.
************************************
―¿Dónde has estado todo este tiempo?‖ preguntó Fidelio cuando vio a Charlie en la
cafetería.
―¿Dónde has estado tú?‖ dijo Charlie.
―Tuve inglés, luego juegos.‖
Charlie vio una semana de castigo en su horizonte. El señor Carp, el profesor de inglés
no le perdonaría que se hubiera saltado una clase. ―Estaba escribiendo mis líneas para
Manfred‖ dijo con pesimismo ―Y todavía no he encontrado su oficina.‖
Fidelio no pudo ayudarle, así como tampoco pudo Gabriel cuando llegó a su mesa.
―¿Qué es lo que pasa entonces?‖ dijo masticando una barra de Choclix. ―Quiero decir,
¿Qué se supone que es Manfred? Ya no es un alumno del último curso, y tampoco es un
profesor, así que, ¿qué es?‖
―Es un hipnotizador‖ dijo Charlie sombríamente. ―Siempre lo ha sido y siempre lo será.
Probablemente se quedará aquí para siempre, perfeccionando su talento hasta que se
convierta en un rancio y viejo mago como su bisabuelo.‖
―Mientras se mantenga lejos de mi camino, me da igual lo que sea.‖ Gabriel tragó el
resto de su barrita Choclix y se limpió los dedos con su servilleta. ―A propósito, he
decidido tomar clases de piano con el señor Ebony, no me puedo rendir, y de hecho, es
bastante bueno.‖
―Yo que tú, tomaría clases con la señorita Chrystal‖ Charlie le avisó a Gabriel. ―El
señor Ebony no… no es lo que parece. Creo que es peligroso.‖
Los demás le observaron con expresión interrogante, pero Charlie no fue capaz de
expresar sus sentimientos.
Después de la hora de la merienda, Charlie llevó su trompeta a la sala del señor Paltry.
El viejo profesor estaba tomando una tranquila taza de café. ―No puedo darte la lección
ahora‖ dijo con irritación ―Pon tu trompeta en la estantería y déjame en paz‖
―Sí señor‖ Charlie colocó su trompeta en la estantería con otras cinco trompetas,
esperando que no se le volviera a perder o que alguien se la robara. ―Disculpe profesor,
¿pero sabe dónde está la oficina de Manfred Bloor?‖
―No sé dónde está cada habitación del edificio, Bone‖ El señor Paltry agitó su mano
pecosa. ―Ahora vete.‖

24
A los niños se les aconsejaba dejar sus capas en el edificio cuando había días soleados.
Lo creyeran o no, hacía más frío en el interior de la oscura academia que en el exterior.
Tras dejar su capa en el guardarropa, Charlie salió al jardín y le preguntó a tanta gente
como pudo si sabían dónde se encontraba la oficina de Manfred. Nadie lo sabía, por lo
que Charlie corrió hacia el interior otra vez. Cuando se puso su capa azul, deslizó sus
dedos hasta los bolsillos. Las tres páginas habían desaparecido.
―¡No!‖ gritó Charlie, justo al mismo tiempo en el que Gabriel entraba en el guardarropa.
―¿Qué pasa?‖ preguntó Gabriel.
Charlie le contó lo que había sucedido, y durante los siguientes quince minutos Gabriel
ayudó a Charlie a buscar por el guardarropa, pero no encontraron las tres hojas. Fidelio
apareció y se unió a la caza. Buscaron en clases vacías e incluso bajaron hasta la
cafetería. Y entonces el cuerno sonó avisando la cena.
―Alguien quiere meterme en problemas‖ gimió Charlie. ―He perdido todo, mi trompeta,
mis líneas… ¿Qué está pasando?‖
―Ven y come‖ dijo Fidelio ―La comida ayuda al cerebro.‖
―¡Hug!‖ gruñó Charlie.
Los tres chicos caminaron hacia el largo y cavernoso salón de cena y se sentaron en sus
sitios al final de la mesa de música.
El personal de la academia estaba sentado en una mesa en una plataforma elevada al
final de la habitación, y Charlie se dio cuenta de que Manfred estaba sentado al lado de
su padre. Así que él era ahora un miembro oficial del personal. ―Al menos ya no hará
los deberes con nosotros‖ pensó Charlie.
La cena estaba a punto de acabar cuando el doctor Bloor se puso de pie y golpeó sus
manos, aplaudiendo. Hubo un instante de silencio. El enorme hombre caminaba hacia el
frente de la plataforma y observó a las líneas de niños que había debajo. Era una figura
impresionante con su capa negra, sus anchos hombros, su pelo gris bien recortado, y su
bigote tan recto como una regla. Sus ojos estaban prácticamente escondidos bajo
gruesos pliegues de carne, y era difícil decir de qué color eran. Ahora parecían negros,
aunque Charlie sabía que eran grises.
Pasó un tiempo antes de que el director hablara. Los niños le miraban expectantes. Al
final dijo ―A aquellos que estéis dotados, quería deciros unas palabras. Ya sabéis
quienes sois, así que no necesito mencionaros por vuestros nombres. Haréis vuestros
deberes en el Salón del Rey. Alguien os enseñará el camino ¿Habéis entendido?‖
Charlie escuchó tres finas voces pronunciar las palabras ―Sí señor‖ No podía decir de
dónde provenían aquellas voces, pero ninguna pertenecía a alguien de la mesa de
música.
Repentinamente, el doctor Bloor gritó ―¡DISPERSAOS!‖
Los niños entraron en acción como un reloj. Los bancos chirriaron en el suelo de
baldosas, los platos se colocaron en pilas, los vasos chocaron, la cubertería sonó, y cada
uno se dirigió a la puerta que le correspondía. Mientras Charlie subía las escaleras hacia
el primer piso, se le unieron Gabriel y Billy, Emma Tolly estaba delante de él, y
acababa de ver a Tancred y Lysander llegando a la segunda planta.
Emma esperó a Charlie para hablar con él. ―Encontré esto en el suelo de nuestro
guardarropa‖ dijo, en su mano tenía tres hojas arrugadas. ―Oí por ahí que las estabas
buscando.‖
―Mis líneas‖, gimió Charlie agarrando sus hojas. ―Gracias Em. ¿Pero cómo llegaron al
guardarropa de arte?‖
―Ni idea‖ dijo Emma.
Charlie metió las hojas en su mochila. El sonido de unos pesados pasos detrás de él
hicieron que se girara, y vio a Dorcas Loom caminando lentamente por las escaleras.

25
Era una chica gordita con el pelo rizado y corto y una complexión saludable. Dorcas era
una ferviente admiradora de la tía abuela de Charlie, Venetia, y con su don, podía hacer
ropas que tenían una magia mortal.
―¿Qué estás mirando?‖ preguntó ella hoscamente.
―Nada Dorcas‖ dijo Charlie.
―Ah‖ dijo Dorcas disgustada, luego continuó subiendo las escaleras.
Charlie y sus amigos llegaron al extraño y circular Salón del Rey, con su mesa redonda
y sus estanterías de libros curvadas.
Manfred se encontraba de pie al otro extremo de la mesa, mirando directamente a las
puertas. El corazón de Charlie se tambaleó, y poco después, la decepción se apoderó de
él en una ola de repugnancia cuando vio una figura encorvada sentada junto a Manfred.
Era Asa Pike, el devoto esclavo de Manfred, el chico que podía convertirse en bestia
con el crepúsculo. Debería haber abandonado el colegio. ¿Por qué todavía seguía ahí?
También habían tres niños nuevos en la habitación. Joshua Tilpin era uno de ellos.
―Vamos, vamos‖ ordenó Manfred impacientemente ―Dejar de bloquear la puerta. Tengo
un importante anuncio que daros.‖
Charlie se recompuso y rodeó la mesa hasta que llegó al sitio que estaba al lado de
Tancred. Desde allí podía ver el retrato del Rey Rojo: una antigua pintura de una rancia
figura con una capa roja y una delgada corona de oro. Gabriel, Billy y Emma siguieron
a Charlie, mientras que Dorcas cerró la puerta con el pie.
―¡Muestra algo de respeto por la casa de mi padre!‖ ladró Manfred.
Dorcas frunció el ceño, pero no se atrevió a mirar a Manfred a los ojos ―Alguien se está
sentando en mi sitio‖, murmuró.
―No seas estúpida, Dorc‖ dijo Manfred.
Asa rio, ―Dorc, muy bueno.‖
Manfred le ignoró. ―Siéntate en cualquier sitio niña, y date prisa.‖
Si Dorcas hubiera querido sentarse al otro lado de Manfred, no habría podido hacerlo.
Apretadas entre Manfred y Joshua Tilpin, habían dos chicas con apariencia
extraordinaria. Las dos tenían un pelo muy brillante y negro, cortado justo por debajo de
sus orejas, con un largo flequillo, y una complexión que era tan pálida y suave, que
parecían hechas de porcelana.
―Gemelas, obviamente‖ pensó Charlie ―Si es que son reales‖ Las caras de las chicas
eran tan inexpresivas, y sus cuerpos tan rígidos, que podrían haber sido muñecas.
Dorcas caminó arrastrando los pies, rodeando la mesa, y colocó sus libros al lado de
Joshua. Él le dedicó una de sus radiantes sonrisas con sus dientes torcidos, y Dorcas se
la devolvió.
―Ahora que estamos todos aquí‖ dijo Manfred mirando a Dorcas ―Quiero decir un par
de cosas. Primero, probablemente no esperabais volverme a ver. Bueno, estoy pegado a
vosotros‖ Ninguno realizó ninguna clase de sonido exceptuando a Asa, quien resopló.
―Ahora soy un profesor asistente‖ Manfred continuó dándose importancia ―Mi trabajo
consiste en supervisar vuestros deberes, monitorizar vuestros progresas, supervisaros
durante los exámenes, y ayudaros con cualquier problema, sea personal o relacionado
con el colegio‖ Paró para tomarse un respiro, y Charlie se preguntó a quién se le
ocurriría ir a pedirle ayuda al ex-monitor.
―Ahora; las presentaciones‖ Manfred nombró a cada uno de la mesa hasta que llegó a
las imperturbables chicas que se encontraban a su lado. ―Y estas son las gemelas Inez e
Idith Branko.‖
Tan pronto como sus nombres fueron mencionados, las gemelas inclinaron sus cabezas
y dirigieron sus miradas a los libros que se encontraban frente a ellas. Con una

26
alarmante velocidad, los libros volaron a través de la mesa. Una pila aterrizó en el
regazo de Charlie y otro en el de Tancred.
―¡Oh, no!‖ gruñó Tancred ―Telequinesis‖ Las mangas de su capa se dispararon, su pelo
rubio crujió, y una ráfaga hizo que las hojas sueltas de la mesa volaran.
―Veo que las vacaciones de verano no han mejorado tu autocontrol, Tancred‖ dijo
Manfred con un tono burlón.
Tancred y Charlie se levantaron y dejaron los libros de las gemelas en la mesa otra vez.
Las niñas no dijeron una palabra y sus caras permanecieron completamente
inexpresivas.
Charlie no pudo resistirse a añadir ―Es de buena educación dar las gracias.‖
Idith e Inez permanecieron en silencio, pero una de las dos, quién sabe cual, le dirigió
una mirada muy desagradable.
―Intenta ser amable con las nuevas chicas, Bone‖ dijo Manfred, ―Las gemelas están
relacionadas con Zelda Dobinski, quien nos ha dejado. Al parecer es un genio en las
matemáticas, así que se ha marchado a la universidad a una edad muy temprana.
Desafortunadamente, Asa es lo opuesto a un genio. Todavía está aquí porque a
suspendido todos sus exámenes.‖
Con el ceño fruncido por la vergüenza, Asa se inclinó aún más hacia abajo en su
asiento, y Charlie sintió una extraña punzada de simpatía por él. Ser ridiculizado por
alguien que admiras debía de ser muy doloroso.
―Y para finalizar pero no por eso menos importante, Joshua Tilpin‖ anunció Manfred.
Al escuchar su nombre, Joshua se levantó de un salto e hizo una reverencia. Cualquiera
habría creído que era un príncipe. Y sin embargo, parecía un desastre. Su capa verde
estaba cubierta con polvo, había hojas y césped en su pelo, y una telaraña colgaba de
una de sus orejas.
―Siéntate Joshua‖ dijo Manfred ―No eres un estrella del pop.‖
Joshua le sonrió, y para la sorpresa de todos, Manfred le devolvió la sonrisa. Conseguir
una sonrisa de Manfred era como sacar agua de una piedra.
―¿Qué será lo siguiente?‖ pensó Charlie. Estaba a punto de empezar sus deberes cuando
Manfred dijo, ―Charlie Bone, no me has traído tus líneas.‖
―Oh, lo siento Manfred, las tengo aquí‖ Charlie buscó en su mochila.
―Te dije que me las trajeras a mi oficina.‖
―Pero… No sé dónde está‖ confesó Charlie.
Manfred suspiró. Miró el techo y declaró, ―Estoy detrás de las palabras…en el camino
hacia la música…debajo de un ala….y antes de las trompetas, máscaras y pinceles…‖
Él paró para darle más efecto y dirigió su mirada de nuevo hacia Charlie ―¿Me he
explicado claramente?‖
En otras circunstancias, Charlie habría dicho ―Claro como el barro‖, pero como la
situación ya era lo bastante sombría, optó por decir ―Sí, Manfred.‖
―Bien. Entonces trae tus líneas a mi oficina antes de la hora de dormir, o estarás
castigado.‖

27
Capítulo 4: Detención para Charlie

Charlie tenía suerte de tener un amigo como Lysander Sage. Lysander siempre
terminaba sus deberes rápido y ese día, tan pronto como terminó su trabajo, se dedicó a
descifrar el enigma de Manfred.
Cuando Charlie salía del Salón del Rey, Lysander le agarró del brazo. ―Creo que ya sé
dónde está la oficina de Manfred‖ le susurró. ―Vamos a los dormitorios y te lo explico.‖
Billy Raven se había deslizado hacia ellos. ―¿Puedo ir con vosotros?‖ le preguntó a
Charlie.
―Billy Raven, quiero hablar contigo‖ Manfred estaba parado en la puerta del Salón del
Rey, mirando a los tres niños.
Billy se encogió de hombros con resignación y caminó de vuelta hacia Manfred.
―Pobre niño‖ dijo Lysander en voz baja. Empezó a explicar cómo había descifrado el
enigma de Manfred.
―Empecé por el final‖ dijo ――Trompetas, máscaras y pinceles‖ debe referirse a los
símbolos que hay sobre nuestros guardarropas. Así que la oficina de Manfred está antes
de llegar a los guardarropas. Si está ―en el camino hacia la música‖ entonces debe estar
en algún sitio de ese largo pasadizo que hay hacia la Torre de Música, eso está ―debajo‖
del ―ala‖ oeste, ¿lo pillas?‖
―Mm‖ dijo Charlie ―¿Pero qué hay de las palabras ―Estoy detrás de las palabras‖?‖
preguntó.
―Las palabras están en los libros‖ dijo Lysander ―Supongo que si encuentras un mueble
con libros en el pasillo, la oficina de Manfred se encontrará detrás de ella. Las
estanterías son a menudo puertas hacia habitaciones secretas.‖
―¡Vaya! Ya sé dónde está. Vi una estantería de libros allí abajo. ¡Brillante! ¡Gracias!‖
―De nada, espero que te ayude.‖
Habían llegado a los primeros dormitorios y empezaron a mirar las listas de nombres
que se encontraban pegadas en cada puerta. Lysander descubrió que todavía compartía
cuarto con Tancred, y para alivio de Charlie, vio que su nombre estaba en la misma lista
que el de Fidelio. El nombre de Billy estaba al final.
Fidelio ya estaba deshaciendo su maleta. Había guardado una cama para Charlie. El
dormitorio era prácticamente igual al del año pasado. Seis estrechas camas dispuestas a
lo largo de una sombría habitación, con una única luz colgando en el centro.
Charlie empujó rápidamente todas sus posesiones en el armario que estaba al lado de la
cama y colgó su capa en una percha. ―Voy a intentar encontrar la oficina de Manfred‖ le
dijo a Fidelio. ―¿Puedes cubrirme cuando el ama venga?‖
―Le diré que estás en el cuarto de baño‖ le dijo Fidelio. ―Buena suerte.‖
Charlie estaba a mitad de camino del vestíbulo cuando se encontró con un emocionado
Billy Raven viniendo desde la otra dirección.
―He sido adoptado. Manfred me lo acaba de decir‖.
―¡Eso es genial!‖ gritó Charlie.
El pequeño chico se tocó su blanco pelo. ―Me pregunto por qué me quieren. Quiero
decir, podrían haber elegido algún chico con aspecto agradable, alguien diferente.‖
―¿Quiénes son?‖ Preguntó Charlie, repentinamente preocupado por Billy.
―Se llaman Señor y señora De Grey, son un poco más mayores de lo que había
esperado, Manfred me ha enseñado una foto. Pero dijo que eran muy buenos y
agradables. Y tienen una casa adorable. Tendré mi propia habitación con todo lo que
quiera, me dijo que incluso tendría una televisión. Imagina, mi propia televisión.‖
A Charlie le hubiera gustado ver la foto de los Grey. Quizás sería capaz de saber un
poco más sobre ellos si escuchaba sus voces. ―¿Te dio Manfred la foto?‖ preguntó.

28
Billy negó con la cabeza.
―Bueno, son grandes noticias Billy.‖
Charlie iba a continuar su camino cuando Billy le preguntó ―¿Has traído la varita a la
escuela?‖
―Sí, yo…‖ Charlie se interrumpió. ―¿Por qué lo quieres saber?‖
―Es que acabo de pensar, ya sabes, que estaría bien que la tuvieras contigo – para
protegerte ¿La guardas en el armario que está al lado de la cama?‖
―No‖ Charlie guardaba su preciosa varita bajo su colchón, pero no se lo iba a decir a
Billy. Ya había dicho suficiente.
―No, es demasiado larga para el armario‖ dijo Billy ―¿La tienes bajo el colchón?‖
Charlie se sentía incómodo ¿Estaría Billy espiando todavía para los Bloor? ―Me tengo
que ir, Billy‖ dijo rápidamente ―Tengo que entregar mis líneas en la oficina de Manfred.
Nos vemos luego.‖
Charlie se dio prisa. Toda la actividad del colegio se había desplazado a los dormitorios,
y en el gran vestíbulo enlosado resonaban los pasos solitarios de Charlie. Por segunda
vez en el día abrió la antigua puerta de la Torre de Música. Se introdujo en el oscuro
pasaje y examinó las paredes de piedra. A mitad de camino, en su derecha, vio un
pequeño hueco. Charlie se arrastró en la oscuridad hasta que encontró un conjunto de
estanterías grises con libros de aspecto serio.
―Hmm ¿Entonces, eres una puerta?‖ Charlie empujó un lado de la estantería, luego el
otro. Nada se movió. A lo mejor no era una puerta entera. Uno por uno, Charlie
comenzó a retirar los libros, buscando un mando o una palanca para abrir la supuesta
puerta. Pero no había nada.
―¿Qué estás haciendo?‖
Charlie se sobresaltó. Una figura con una capa púrpura se deslizó hacia él ―¿Porqué
estas aquí?‖ Preguntó Tantalus Ebony.
―Estaba buscando la oficina de Manfred‖ tartamudeó Charlie.
―Ya veo‖ El señor Ebony le dirigió a Charlie una mirada de odio tan abrumadora, que
Charlie tuvo que dar un paso atrás, mareado por el shock. Una mezcla de
olores sofocantes llenaron sus fosas nasales: el aire viciado, velas de cera, cosas
podridas, el moho y el hollín.
―Haces bien asustándote, Bone‖ dijo el profesor fríamente ―Eres un niño muy molesto,
¿o no pequeño diablillo?‖
Antes de que Charlie pudiese responder la expresión del hombre pareció disolverse, y
una serie de expresiones cruzaron su cara de palo. Por una fracción de segundo, Charlie
sintió que detrás de la máscara en continuo cambio, alguien le miraba con infinita
ternura. Sin embargo, estaba seguro de que lo había imaginado cuando la mirada de de
altiva indiferencia volvió a la cara del profesor.
―Buscabas la oficina‖ Mr. Ebony presionó un nudo de la madera en lo alto de la
estantería. Inmediatamente se abrió hacia un lado revelando el oscuro interior de una
pequeña oficina.
―Gracias‖ dijo nervioso Charlie al entrar.
―Te dejo con ello, Toodle-oo‖ La extraordinaria voz del profesor cambió
completamente, ondeó sus largos dedos y se fue corriendo tatareando una canción
familiar.
Charlie miró alrededor de la habitación. Estaba muy sucia. Una fotografía de un joven
señor Bloor con un niño pequeño y una mujer de pelo negro colgaba sobre la repisa de
la chimenea. Manfred y sus padres. Bajo la ventana había un escritorio con una silla de
cuero regulable de cara al patio. Charlie avanzó hasta el escritorio y puso sus líneas en
un montón de papeles. Estaba a punto de volver cuando algo capto su mirada. Un

29
pequeño dibujo de un caballo yacía junto a los papeles. Charlie la recogió. Había otras
fotografías de esqueletos de caballos debajo.
En este punto, Charlie debería haber dejado la habitación, pero se fijo en un paquete de
fotografías al final del escritorio. Charlie no era la clase de chico que se va cuando ve
algo interesante. Y a él siempre le interesaban las fotografías. Mientras levantaba
cuidadosamente el paquete no escuchó un deslizamiento detrás de él.
Las fotos fueron decepcionantes. Solo había dos personas en ellas: un hombre y una
mujer. Ambos de mediana edad en un lugar cualquiera. El hombre tenía el pelo delgado
y llevaba gafas; la mujer tenía una cara redondeada con el pelo corto y recto y sus
dientes eran muy largos. En todas las fotografías ella estaba sonriendo. No, sonriendo
no, decidió Charlie. Era más bien como si ella estuviese ocultando algo invisible entre
sus dientes.
En muchas de las fotografías la pareja estaban sentadas de lado a lado del sofá, pero
había dos tomadas en el jardín y dos más en una cocina. Charlie estaba escrutando la
cocina aparentemente vacía cuando repentinamente oyó a la mujer hablar.
Sonríe, Usher. Queremos traer al niño con facilidad.
No me gustan los niños. La voz del hombre era ligeramente nasal. Nunca lo han
hecho.
Vendrá dentro de poco.
¿Por cuánto tiempo?
Hasta que haga lo que ellos quieran. Tienes que usar tu talento— ya sabes –
impedirle que se vaya.
¿Talento? Dijo el hombre con voz quejumbrosa. Qué remedio…
Charlie oyó unas pisadas. Rápidamente devolvió las fotos al paquete y las colocó de
vuelta al final del escritorio. Pero cuando volvió a la puerta se dio cuenta de que estaba
atascado. No había palancas, cerraduras o pestillos. Estaba atrapado.
Charlie golpeó la puerta ―¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Soy yo, Charlie Bone.‖
No hubo respuesta.
Charlie golpeó de nuevo ―¿Mr. Ebony está usted ahí? ¿Manfred?‖
Charlie continuó golpeando y llamando durante varios minutos hasta que se dio por
vencido. Comenzaba a oscurecer. Charlie se sentó en la silla y pensó en las fotografías.
De repente, una idea le vino a la mente, eran los nuevos padres de Billy Raven. Él
siempre había querido tener unos buenos padres y un hogar real ¿Cómo podía Charlie
contarle la verdad?
Sentado en la penumbra, luchando con este dilema, las luces del otro lado del patio se
fueron apagando una a una hasta dejar a Charlie en la más completa oscuridad. Se abrió
camino por la habitación buscando a tientas un interruptor de luz. No parecía haber
alguno. Empujó la puerta y golpeó y llamó pero nadie vino. El reloj de la catedral dio
las nueve. Charlie se sentó en el suelo y dormitó.
Un sonido en el patio le hizo levantarse. ¡Clop! ¡Clop! ¡Clop! Charlie agitó su cabeza
adormilada. Cascos. Había un caballo en el patio. Charlie se puso en pie. Podía ver justo
detrás del rectángulo de luz de la ventana, pero era imposible ver nada más allá, en la
hierba.
El reloj de la catedral dio las diez y las pisadas se desvanecieron. Charlie estaba a punto
de gritar de nuevo cuando la puerta se abrió y un rayo de luz le bañó la cara.
―¿Qué diablos estás haciendo aquí?‖
Charlie reconoció la profunda voz del Doctor Bloor. ―Vine para entregarle a Manfred
unas líneas, señor, y entonces la puerta se cerró.‖
―¿Y cómo entraste?‖
―El señor Ebony me dejó entrar, señor.‖

30
―¿Eso hizo?‖
―Sí señor‖ Charlie rogó para que el Doctor Bloor apartara aquella brillante luz de sus
ojos.
―Bueno, estás castigado Charlie Bone. Te quedarás en el colegio una noche extra. Ahora
vuelve a tu dormitorio.‖
El Doctor Bloor sacó a Charlie de la habitación y le dio un empujón con dirección al
pasillo. Charlie ya casi había llegado a su habitación cuando el ama apareció por una
esquina y le cogió del hombro.
―¡Ouch!‖ gritó Charlie ―Si pensabas ponerme un castigo, no te molestes. Ya tengo uno.‖
Charlie podía oír a Lucretia Yewbeam rechinando los dientes. ―No hables hasta que te
lo diga. ¿Dónde has estado?‖
―Atrapado en la oficina de Manfred‖ dijo Charlie con un suspiro. ―Me dijo que tenía que
entregarle mis líneas.‖
―¿Líneas?, ¿en el primer día del semestre? No tienes remedio. No puedo creer que
seamos familia.‖
―Yo tampoco‖ masculló Charlie.
―¿Qué has dicho?
―Dije, perdóname por ser tu familia.‖
―Vete a la cama‖ gruñó su tía abuela Lucretia.
A la mañana siguiente, en su camino hacia el desayuno, Charlie le contó a Fidelio todo
lo que había sucedido la noche anterior. Su amigo escuchó con atención hasta que
Charlie empezó a hablar sobre las fotografías.
―Así que has estado escuchando otra vez‖ dijo Fidelio irónicamente.
―No pude evitarlo‖ admitió Charlie ―Eran una pareja desagradable, Fido. Pero… ¿cómo
se lo puedo decir a Billy?‖
―Será mejor que pensemos que estabas equivocado y que esos no eran los Greys.‖
Los dos chicos entraron en la cafetería y se sentaron en sus sitios en la mesa de música.
―Lo del caballo es interesante‖ dijo Fidelio mientras untaba mantequilla en una tostada.
Billy Raven levantó la vista desde su tazón de cereales ―¿Has dicho caballo?‖
―Luego te lo contamos Billy‖ dijo Charlie ―A propósito, tengo castigo este fin de
semana, así que te haré compañía.‖
―Mis nuevos padres vendrán a recogerme el sábado‖ dijo Billy.
―¿Tan pronto?‖
―¡Tendré mi propia casa!‖ Billy dio saltitos de emoción en su silla ―¡Yujuuu!‖
Charlie sonrió levemente. No quería acabar con la esperanza de Billy, pero estaba
seguro que las adopciones de verdad no pasaban de esa manera. ¿Cómo habían
conseguido los Bloors salirse con la suya? Ellos mantenían a los niños escondidos de
sus familiares, movían a los huérfanos sin que ellos pudieran opinar nada, incluso
hacían desaparecer padres.
―¡Charlie!‖ Fidelio le dio un codazo ―Si no quieres tu desayuno me lo comeré yo.‖
Charlie se metió una cucharada de cereales en la boca tan rápido como pudo ―¿Supongo
que no tienes ganas de pasar un día de castigo conmigo?‖ le preguntó a su amigo.
Fidelio parecía avergonzado. ―Lo siento pero no puedo. He prometido que tocaría en la
banda de mi hermano en la mañana del sábado.‖
―Por lo menos puede que vea a los padres de Billy Raven. Eso puede ser interesante‖
dijo Charlie.
Durante el primer recreo, Charlie vio a Emma y Olivia corriendo por el patio.
―¡Oye, vosotras dos!‖ gritó Charlie mientras jadeaba tras las chicas. ―Estáis, eh…
¿ocupadas este sábado?‖
―¡Tienda de libros!‖ dijo Emma ―Es el día con más trabajo de mi tía Julia.‖

31
―¿Tienes un castigo otra vez, Charlie?‖ le preguntó Olivia, reduciendo su velocidad.
―Sí. Entonces, ¿estarás ocupada?‖
Olivia paró de correr y Emma frenó a su lado.
―¿Entonces?‖ preguntó Charlie, respirando profundamente.
―De hecho‖ dijo Olivia solemnemente ―Probablemente el sábado será el día más
importante de toda mi vida.‖
―Definitivamente‖ aseguró Emma.
―Voy a hacer una audición para una película. Es una película realmente importante. Hay
por lo menos tres grandes estrellas en ella, y voy a ser la hija de Tom Winston, o al
menos espero serlo.‖
―¿Tom Winston?‖ preguntó Charlie.
―No me digas que nunca has oído hablar de Tom Winston‖ dijo Olivia mientras fruncía
el ceño. ―¡Es una GRAN estrella!‖
―Oh, vale. Bueno, buena suerte entonces.‖ Dijo Charlie ―¡Hey, quizás te vuelves
famosa, Livvy!‖
―Está destinada a serlo‖ dijo lealmente Emma.
―Quizás‖ añadió Olivia con una sonrisa rebosante de confianza.
―¿Y hablarás con nosotros aunque seas famosa?‖ preguntó Charlie.
―¿Tú qué crees?‖ La sonrisa de Olivia se hizo más grande.
El cuerno de caza sonó y Charlie no pudo responder la pregunta de Olivia, porque las
dos chicas se giraron y corrieron hacia la puerta mucho antes que él. Charlie llegó a la
conclusión de que ellas debían de haber estado entrenando durante las vacaciones.
―¿Sabes una cosa?‖ dijo Charlie mientras entraba en el guardarropa ―Olivia Vertigo va a
ser una estrella del cine.‖
Fidelio estaba sentado en un banco, cambiándose los zapatos. ―¿Cómo es eso?‖
preguntó, dejando a un lado una de sus zapatillas de deporte.
Varios niños observaron a Charlie, y Gwyneth Howells, la arpista, dijo ―Olivia Vertigo
piensa que es tan brillante.‖
―Pero ella es brillante‖ dijo Rosie Stubs amablemente ―Digo, seguramente terminará
siendo famosa.‖
Gwyneth le dirigió a su mejor amiga una mirada fulminante, y Rosie añadió ―Oh, venga
Gwyn, debes admitir que es una actriz fantástica.‖
―Va a hacer una audición el sábado‖ le contó Charlie. ―Va a actuar en una película
enorme. Va a ser la hija de Tom Winston.‖
―Si consigue el papel‖ dijo Gwyneth con un suspiro.
―Lo conseguirá‖ dijo Fidelio ―No hay ninguna duda.‖
Pronto, el colegio entero estaba hablando de la inminente fama de Olivia Vertigo. Y
Olivia empezó a desear haber mantenido su audición en secreto.
De alguna manera, Charlie se las arregló para no meterse en líos el resto de la semana, y
cuando llegó el viernes, se encontró con que no le desagradaba tanto la idea de pasar
una noche extra en la escuela. Bajó al recibidor principal para desearle a Olivia buena
suerte antes de que se fuera, pero ella ni se lo agradeció.
―Ojalá no se lo hubieras dicho a tanta gente‖ le increpó ―Da mala suerte‖ y ella se alejó
sin mirar atrás.
―Está nerviosa‖ le explicó Emma. ―Lamento que estés castigado, nos veremos el
domingo, ¿vale?‖
―En el Café de las Mascotas a las dos en punto‖ dijo Charlie.
―Allí estaré‖ Emma corrió detrás de Olivia, con sus largos rizos rubios rebotando contra
su capa.

32
Un olor familiar asaltó a Charlie cuando entró en el dormitorio y no le sorprendió ver al
perro de la Cocinera, Bendito, sentado frente a los pies de la cama de Billy. En aquel
momento, el viejo perro parecía más deprimido de lo normal. Charlie asumió que la
causa era su edad y su mala salud (Bendito estaba extremadamente gordo), pero Billy le
corrigió rápidamente.
―Está triste‖ dijo Billy, quien estaba intentado empaquetar sus cosas en una maleta de
aspecto maltrecho. ―En parte porque he sido adoptado, pero mayormente porque ha
visto una cosa terrible.‖
―¿Oh?‖ Charlie se sentó en la cama que estaba al lado de Billy ―¿Qué vio?‖
Billy observó a Bendito, quien soltó una serie de gruñidos similares a un zumbido.
―Es difícil de explicar. Continuó pensando que he entendido mal y que quiere decir algo
diferente, pero entonces dice, ―¡Verdad!, ¡Verdad! Caballo volando a través del muro‘‘
―¿Qué?‖ Charlie alzó la mirada.
Billy dejó de empaquetar y se sentó en su cama ―Él dice que estaba en lo alto de la casa
en una habitación muy, muy larga. Manfred estaba ahí, y el viejo señor Ezequiel, y tus
tres tías abuelas, Charlie. Él dice que había cosas en una mesa: piel y cosas de metal y…
unos huesos muy, muy viejos.‖
A Charlie se le erizó el pelo. ―¿Qué tipo de huesos?‖
―Huesos de caballo.‖
Súbitamente, Bendito dio un agudo ladrido.
―Dice que los huesos se convirtieron en un caballo‖ Billy hablaba muy despacio, como
esperando que Charlie le parara. Pero Charlie solo podía escuchar, boquiabierto.
―Dos de tus tías abuelas le hicieron cosas a los objetos que habían en la mesa‖ continuó
Billy, ―y el señor Ezequiel tenía una lata que hacía rayos. Hubo una gran explosión y un
montón de humo, y un caballo saltó de la mesa y atravesó el muro.‖
―¿Qué pretenden con todo esto? No sabía que mis tías podían hacer cosas como esas.‖
―Eran tres, recuerda. Manfred y el señor Ezequiel también. Quizás eso los hizo más
poderosos‖ Billy frunció el ceño y sacudió la cabeza. ―Debe de haber sido el caballo que
yo vi en el cielo.‖
Charlie se dio cuenta de que esta extraña conversación explicaba mucho: la imágenes en
el escritorio de Manfred, por ejemplo; la presencia fantasmal en el jardín; y el sonido de
cascos que oyó Charlie en el patio. ―¿Pero cuál es la finalidad de todo esto?‖ murmuró.
Billy se encogió de hombros ―Quizás nunca lo sabremos‖
―Oh, creo que sí. De hecho, puedes apostar tu vida en ello.‖
―Si pudiera ver al caballo, podría hablar con él‖ dijo Billy.
―Quizás puedas hablar con él de todas formas‖ sugirió Charlie.
Billy miró fijamente a Charlie a través de los gruesos cristales de sus gafas redondas.
―Sí‖ dijo pensativamente. Saltó de la cama y reanudó su equipaje. La pequeña pila de
ropa que descansaba en la cama ocupaba solo la mitad de la enorme maleta.
―No tengo nada más. Esto es todo.‖ Billy cerró la maleta y la bajó hasta el suelo.
―¿Nada más?‖ Charlie estaba consternado. ¿Dónde estaban los juguetes de Billy, los
libros, los juegos, las zapatillas y su ropa de fin de semana? En su casa, el armario de la
habitación de Charlie estaba hasta arriba de cosas. ¿Eso era todo lo que Billy poseía en
el mundo?
―Hay algo más‖ Billy tiró de una bolsa de plástico que se encontraba en el armario al
lado de su cama y la vació en esta. Junto con los cinco libros que la Cocinera le había
regalado, había un paquete de cartas, un pequeño osito con una sola oreja y algo
envuelto en un papel amarillento.
―Los Bloors solían darme comida como regalo‖ dijo Billy mientras desenvolvía con
cuidado el papel amarillento ―así que muchas de mis posesiones ya han sido comidas.‖

33
Billy sonrió tímidamente. ―Pero yo guardo esto‖ Quitó la última hoja que quedaba,
revelando cuatro velas blancas ―Las encontré en la alacena de mi tía antes de ser
enviado a los Bloors. Su perro me contó que las velas venían con una tarta de
cumpleaños, pero ella nunca las puso en la tarta, y nunca he sabido quién me las envió.‖
Charlie observó las cuatro pequeñas velas que se encontraban en la mano de Billy.
Parecía como si cada una de ellas hubieran sido hechas con plumas enroscadas. Los
delicados filamentos de cera en espiral alrededor de la vela las hacían parecer
misteriosas y mágicas.
―Nunca las encendí‖ dijo Billy suavemente.
―Puedo verlo‖ Charlie entrecerró sus ojos y se acercó más a las velas ―Me pregunto
quién las habrá enviado.‖
―Ojalá lo supiera.‖ Billy las envolvió cuidadosamente y las guardó en su bolsillo.
Fue una suerte que las guardase, porque en el minuto siguiente, Lucretia Yewbeam
entró en el dormitorio y comenzó a examinar el equipaje de Billy.
―Esto es un desastre,‖ dijo tirándolo todo al suelo. ―Guarda tus ropas apropiadamente
Billy Raven. Tus nuevos padres no aceptarán un equipaje tan desastroso como ese.‖
―¿Quiénes son los nuevos padres de Billy?‖ preguntó Charlie.
―No es de tu incumbencia‖ le espetó su tía abuela.
―Pero es de incumbencia para Billy‖ argumentó Charlie. ―Él solo sabe sus nombres, no
de donde son, o si tienen más familia, o si viven…‖
―Tú no necesitas saber esas cosas‖ dijo el ama. ―Billy lo sabrá pronto. Ahora péinate el
pelo antes de cenar, chico. Parece como si te acabaras de levantar.‖
Charlie dio un gruñido de enfado. Seguramente Lucretia había adivinado que se le había
olvidado empacar su cepillo de pelo.
Cuando el ama se fue, Charlie ayudó a Billy a empaquetar otra vez las cosas en su
maleta. No se veía mucho mejor que la primera vez que lo guardaron todo.
―Lo tendremos que hacer‖ dijo Billy alegremente ―Solo piénsalo, ¡tengo un hogar al que
ir!‖
Charlie se preguntó si el pequeño chico estaba tan feliz como parecía. Es noche Billy se
revolvió en su cama. Comprensible, empezar una nueva vida con unos padres
desconocidos no solía ocurrir todos los días.

34
Capítulo 5: El juramento de Billy

Los Greys llegaron justo antes de la comida del sábado. Billy y Charlie habían pasado la
mañana haciendo sus deberes en el salón del rey. Afortunadamente, Manfred no estaba
ahí para verlos, por lo que no trabajaron demasiado duro. Billy no mencionó la varita de
nuevo, y Charlie pensó que las preguntas de Billy habían sido inocentes.
A las doce en punto, Manfred asomó la cabeza por la puerta y ladró ―Billy, coge tu
maleta y baja al vestíbulo.‖
―Sí, Manfred.‖ Billy tenía los ojos como platos. Parecía feliz y asustado al mismo
tiempo.
―Le echaré una mano‖ se ofreció Charlie.
―No, no lo harás. Esto es asunto de Billy.‖
Charlie siguió Billy hasta las escaleras cuando fue a llevar su maleta.
―Adiós‖ dijo Billy. Su cara estaba sonrojada por la emoción, pero era difícil saber en lo
que estaba pensando ―Tal vez te vea el domingo.‖
―Buena idea. Dile a tus padres que te traigan a mi casa, y yo te llevaré hasta el café de
las Mascotas‖ dijo Charlie.
―Oh‖ Billy soltó su maleta ―¿Qué va a pasar con mi rata, Rembrandt? ¿Crees que me
dejarán llevármela conmigo?‖
―Quizás no. Pero no te preocupes, conseguiré que la Cocinera arregle las cosas para ti.
Ella la llevará al café.‖
Billy sonrió ―Te veo el domingo entonces.‖
Pocos minutos después de que Billy abandonara la habitación, Charlie oyó voces en el
patio. Miró fuera y vio a un hombre y a una mujer hablando con el doctor Bloor. No
había ninguna duda, eran las mismas personas que salían en las fotos de Manfred. El
director les hizo pasar por la puerta principal, pero justo antes de que desaparecieran de
su vista, el hombre levantó la vista hasta la ventana en la que se encontraba Charlie, este
se escondió detrás de la cortina. Él había aprendido que los dotados podían percibir a
sus semejantes, y por la característica seriedad del señor Grey, Charlie podía afirmar
que el hombre tenía un poderoso don, un talento que podía significar un problema para
Billy Raven. ―¿Pero qué será?‖ se preguntó Charlie.
A la una en punto, se dirigió al comedor. No había nadie ahí, ni siquiera Manfred.
Charlie se colocó delante del mostrador vacío. No había ni un plato, ni un cuchillo o
tenedor a la vista.
La pequeña y redonda figura apareció a través de la puerta de la cocina. ―¡Charlie,
Charlie, Charlie!‖ exclamó. ―No sabía que estabas aquí, ¿quieres algo de comer?‖
―Sí por favor‖ dijo Charlie fervientemente ―Me estoy muriendo de hambre.‖
La Cocinera le introdujo en la cocina ―Si estás solo tú, Charlie, podemos comer juntos-
en mi habitación.‖
Charlie siguió a la Cocinera a través de la puerta rotatoria que estaba tras el mostrador,
y en cinco minutos, estaba bebiendo un cuenco de deliciosa sopa de zanahoria. ―He
hecho litros para los Bloor‖ dijo la Cocinera ―Siento que no haya quedado ternera, pero
hay pastel de merengue de chocolate.‖
Los rollitos caseros de la Cocinera estaban calientes y crujientes, ella le animó a que se
pusiera toda la mantequilla que quisiera. Después de dos cuencos de sopa, cuatro rollos
con mantequilla y un gran trozo del pastel especial de la cocinera, sintió que había
comido lo suficiente para sobrevivir hasta el domingo.
―Esta es la sopa favorita de Billy‖ dijo la Cocinera con nostalgia ―Siempre comíamos
juntos los fines de semana‖ sacó un gran pañuelo blanco y se sonó la nariz
vigorosamente.

35
―Cocinera, ¿no te preocupa un poco que Billy haya sido adoptado tan súbitamente?‖
preguntó Charlie.
―Claro que lo estoy. No me gusta la apariencia de esos Greys‖ ella agitó su cabeza. ―No
son el prototipo de padres, Charlie.‖
―¿Crees que dejarán que Billy se quede con Rembrandt?‖
―Lo dudo. Pero llevaré el pequeño compañero al café de las Macotas. Los Onimosos lo
mantendrán a salvo, y Billy podrá visitarlo los fines de semana.‖
La Cocinera era uno de los pocos adultos en el colegio de los que Charlie sabía con
certeza que había heredado uno de los misteriosos poderes del rey Rojo. Aún así, los
Bloors no tenían ni idea de quién era ella realmente, y ella tenía intención de que
siguiese siendo así. Ella había elegido pasar su vida cuidando de los niños dotados en la
Academia Bloor, pero no podía protegerlos siempre, y eso la entristecía
considerablemente.
Unos momentos después, la Cocinera se acercó más a Charlie y le confesó, ―Tengo una
carta de alguien cercano a Billy.‖
―¿Quién?‖ preguntó Charlie instantáneamente.
La Cocinera miró por encima de su hombro ―No puedo decirte su nombre aún Charlie.
Es un pariente lejano de Billy, y cuando los padres del pobre chico murieron, esta, mm,
persona, intentó adoptarlo. Pero él y los Bloor, bueno, digamos que no se llevaban bien.
Es lo mismo que con tu familia. Las Yewbeams casi consiguieron matar al pobre
hombre, así que tuvo que desistir.‖
La mandíbula de Charlie cayó ―¿Asesinato?¿ Estás diciendo que mi familia….?‖
―¿Estás sorprendido, Charlie?‖
―No‖ confesó, pensando en sus tías abuelas. ―Supongo que no. ¿Pero por qué los Bloors
se quedaron con Billy?‖
―Su tía solamente firmó – tan simple como eso‖ la Cocinera soltó un suspiro lleno de
desprecio. ―Una mujer débil. Ellos probablemente le pagaron.‖
―¿Pero por qué deseaban hacerse con él de semejante manera?‖
―Su don, Charlie. Aunque no apareció hasta que tuvo seis años, ellos lo sospechaban.
Los Raven son una familia llena de dones. Además, el familiar de Billy me dijo que es
el poseedor del Castillo de los Espejos.‖
―¿El Castillo de los Espejos?‖ preguntó Charlie sorprendido ―Vaya, cuéntame más.‖
―Charlie, tienes esa mirada en tus ojos. No metas las narices en sitios que no te
conciernen.‖
―Solo quiero saber dónde está‖ dijo Charlie inocentemente.
―Para serte sincera, no sé dónde está‖ admitió la Cocinera. ―Quizá tu tío Paton pueda
decírtelo. Es un caballero muy sabio, ahora que hablamos de él.‖
A Charlie le hubiera gustado escuchar más, pero fueron abruptamente interrumpidos por
el jardinero, el señor Weedon. Con la luz reflejándose en su cabeza afeitada, le dijo
desde la puerta de la cocina ―Ahí estás Bone. Tienes solo cinco minutos para estar
listo.‖
Charlie se levantó ―¿Qué pasa? Pensaba que iba a estar aquí hasta la hora de la
merienda.‖
―¿Qué pasa? ¿Qué pasa?‖ repitió el señor Weedon con un tono burlón ―Porque a tu tiita
le viene bien recogerte- ese es el porqué. Quizás no te hayas dado cuenta de que los
buses del colegio no funcionan los fines de semana, y parece que nadie más en tu
familia puede conducir, al menos no con la luz del día.‖
Oh‖ Charlie se sintió avergonzado en nombre de su tío ―Adiós entonces Cocinera.
Gracias por la comida.‖

36
Charlie siguió a Weedon a través de los mostradores de la cocina, los fregaderos vacíos,
las estanterías de platos y las filas de cacerolas relucientes.
―Date prisa‖ dijo Weedon. ―Ella no te esperará eternamente.‖
―Pero mi mochila‖ dijo Charlir acelerando mientras seguía la fornida silueta de Weedon
―Tengo que guardar mis pijamas y demás cosas.‖
―La matrona lo ha hecho‖ dijo Weedon.
Llegaron al recibidor, donde Charlie encontró a su tía- abuela Eustacia paseando ante
las puertas principales.
―¡Vamos, vamos!‖ dijo Eustacia ―Te hemos estado buscando por todos lados.‖
Una desagradable sensación embargó a Charlie, el estómago del niño se revolvió.
Eustacia conducía como una maníaca. Ella era la única conductora capaz de hacer que
se mareara en el coche. ―Tengo que coger mis cosas‖ dijo Charlie pensando en la varita
que había escondido debajo de su colchón.
―¡Están aquí!‖ Eustacia pateó la mochila tendida a sus pies ―La tía Lucrecia la hizo
amablemente para ti.‖
―Pero…pero…Tengo deberes que guardar‖ dijo Charlie desesperado.
―Date prisa entonces‖ Su tía abuela dio un gruñido, con un suspiro de contrariedad.
Charlie agarró su maleta y corrió hacia el dormitorio, levantó el colchón, parecía como
si alguien hubiera estado hurgando antes. La varita no estaba ahí. Su ansiedad se
incrementó, levantó ambos lados del colchón. Llegó a tirar el colchón de la cama. La
varita había desaparecido.
Charlie colocó el colchón de vuelta a su lugar y arregló las sábanas. El desagradable
sentimiento de su estómago empeoró.
―¿Qué se supone que has estado haciendo?‖ le gritó Eustacia cuando Charlie finalmente
arrastró su mochila al recibidor de nuevo.
―No lo podía encontrar‖ dijo Charlie miserablemente ―Mi trabajo, eso es todo.‖
―Tsk, no puedo esperar mucho más‖ su tía abuela consultó su reloj. ―Le dije a Venetia
que estaríamos de vuelta a las dos. Ven aquí rápidamente.‖
Weedon, quien había estado al acecho en la puerta principal, dijo, ―¿Estamos listos
entonces? Un, dos, tres.‖
La tía abuela Eustacia tarareó impacientemente mientras Weedon cogía un manojo de
llaves que colgaba de una cadena de su cinturón. Seleccionó una enorme llave de hierro
y la introdujo en la cerradura, luego la giró dos veces. Las puertas se abrieron.
―Madame‖ dijo Weedon, ladeando su cabeza.
―Basta de eso‖ le cortó Eustacia.
Mientras Charlie la seguía hacia el exterior, se dio cuenta de que la maleta de Billy
Raven estaba en una esquina del recibidor. Así que todavía continuaba en la Academia
Bloor. ¿Podría ser que estaban esperando a que Charlie se fuera para que no pudiera
darle un vistazo más de cerca a los Greys?
El coche negro de Eustacia estaba mal aparcado al lado de la fuente del cisne. Tan
pronto como Charlie hubo subido al asiento trasero, ella había acelerado, saltándose
señales de stop, chocando con cubos de basura, metiéndose por calles de un solo sentido
en la dirección contraria, asustando a gente en los pasos de cebra, acercándose
peligrosamente a ciclistas, excediendo el límite de velocidad y pasando muy cerca de
los coches aparcados (haciendo eso se cargó tres retrovisores).
Para disgusto de Charlie, Eustacia condujo hacia Viento Oscuro, un siniestro callejón
donde sus tres tías abuelas vivían en unas casas adosadas, todas con el número trece. La
tercera casa estaba cubierta con una carpa, pero detrás de las telas, un edificio
ennegrecido y sin tejado podía ser intuido- era todo lo que quedaba de la casa de
Venetia.

37
―Mírala bien Charlie‖ dijo Eustacia, parándose un momento ante la casa ―Tú eres el
responsable de esta ruina.‖
―No exactamente‖ objetó Charlie.
―No en un sentido estricto‖ le concedió su tía abuela ―Pero tú estabas con mi diabólico
hermano cuando hizo esto, animándolo, sin hay duda.‖
―¿Y qué esperabas que hiciera?‖ dijo Charlie desafiantemente. ―Tía Venetia intentó
matar a la señorita Ingledew.‖
Eustacia abrió la puerta y puso sus piernas en el asfalto. ―Fuera‖ le gruñó, cerrando la
puerta de un golpe.
Charlie estuvo encantado de hacerlo. Saltó del coche arrastrando su mochila detrás
suyo.
―Ahora vete‖ dijo Eustacia apuntando hacia la salida del callejón ―Tienes tus propias
piernas, puedes andar hasta casa.‖
Charlie se giró y echó una carrera callejón abajo. No se molestó en agradecerle a su tía
abuela por dejarle a medio camino de su casa. Pero cuando escuchó su puerta principal
dando un portazo, se paró y miró hacia atrás, hacia la casa en ruinas. Recordaba el piano
que había quedado al descubierto en la parte superior, cuando la pared del edificio en
llamas cayó y recordó la terrible caída del instrumento, la misteriosa nota que había
tocado cuando se estrelló en las escaleras del sótano y se rompió en cientos de piezas.
¿Quién había tocado ese piano, escondido en el ático de la casa de la tía Venetia? ¿Era
Lyell Bone, su padre, prisionero e hipnotizado? ¿Y si lo era, dónde estaba ahora?
―¡Vuelve papá!‖ el susurro de Charlie hizo eco en el callejón vacío ―Por favor,
inténtalo.‖
Mientras Charlie caminaba de vuelta a casa, Billy Raven estaba tomando su primera
comida con Usher y Florence de Grey en la Academia. Ellos le habían dicho a Billy que
prefería que les llamara por sus nombres de pila, ya que pensaban que era demasiado
tarde para ellos para que les llamara Mamá y Papá. Ellos nunca se acostumbrarían. Billy
había estado esperando con ansia el momento para decirle Mamá a alguien, pero decidió
que lo haría lo mejor que pudiera.
El comedor de los Bloors quedaba a dos puertas de la oficina del doctor Bloor en el ala
oeste. Era una habitación estrecha con una gran ventana con vistas al jardín. Las paredes
estaban cubiertas con papel de rayas rojas y doradas y el techo estaba tan alto que Billy
apenas podía distinguir las formas extrañas que rodeaban a la lámpara. Pensó que
podían ser gárgolas.
Un candelabro colgaba encima de la majestuosa mesa ovalada, y aunque era un día
cálido, un fuego crepitaba tras los barrotes de la gran chimenea. Incluso en verano, el
señor Ezekiel se arropaba con una manta de lana. Era tan mayor que tenía el frío metido
hasta dentro de su alma.
Aquel día, el anciano hombre estaba sentado a la cabecera de la mesa, de espaldas a la
ventana. Masticaba con la boca abierta, y a veces, trozos de comida caían en su regazo.
Al otro lado de la mesa, el doctor Bloor mantenía una conversación sin pausa con los
Greys, en intento por distraer la atención de los asquerosos hábitos de comida de su
abuelo.
Billy estaba embutido entre la matrona y Manfred, frente a sus futuros padres. La
comida humeante de su plato había empañado sus gafas, y cuando él intentó limpiarlas
con su servilleta, la matrona siseó, ―¡Pañuelo!‖
Billy no tenía un pañuelo. Se giró hacia la inmensa pila de platos llenos de carne y
vegetales. Obviamente, los Bloors estaban intentando impresionar a sus invitados. El
aburrimiento de Billy empezó a crecer con la monótona conversación. Lanzó miradas

38
furtivas a través de la mesa a su nueva ―madre‖ y ella le devolvía sus miradas con
rápidas y dentonas sonrisas que nunca subían hasta sus ojos.
Sonreír era demasiado trabajo para el señor de Grey. Lo más que podía hacer era una
sonrisa torcida. Billy se preguntaba si era una decepción para su nuevo ―padre‖. Quizás
ese hombre de aspecto sombrío había esperado a un chico con brillante pelo marrón y
una complexión fuerte. Un chico con ojos ordinarios que no necesitara llevar gafas.
Si era cierto que los Greys siempre habían querido adoptar a un niño, cómo habían
dicho, ¿por qué se habían decidido ahora? ¿Y por qué no se les había ocurrido antes a
los Bloors que Billy podía ser un buen candidato?
―Come Billy‖ dijo Lucretia Yewbeam ―Queremos nuestro postre.‖
Billy introdujo otro pedazo de patata en su boca e intentó tragarlo. Parecía que había
una especie de pared en su estómago que no le permitía tragar la comida. Se rindió y
depositó su cuchillo y su tenedor pulcramente atravesando su plato.
La matrona dio un suspiro y retiró su plato ―Está emocionado‖ le dijo a los Greys.
―Darle un huevo esta noche. Le encantan.‖
Billy se preguntó qué había llevado a la matrona a decir eso. ¿Cómo podía saber ella
qué le gustaba? Nunca antes se habían sentado en la misma mesa.
Lucretia continuó retirando los platos y hubo un murmullo de placer cuando el señor
Weedon apareció con un gran pastel de merengue de chocolate. Billy adoraba el
chocolate, pero no pudo comer el pastel. Ni un poquito. Se quedó mirando a la enorme
porción que la matrona había plantado enfrente suyo. Deseó poder darle la tarta a
Rembrandt, pero no se atrevía a mencionar a la rata. Se suponía que no tenía una. Los
Bloors la habrían matado.
La matrona retiró la intacta porción de pastel de Billy con una mirada de irritación. Y
entonces la mesa quedó completamente limpia. La gente se levantó y se volvió a sentar
mientras Billy se quedaba dónde estaba, la pared de su estómago se hacía más pesada
por momentos.
La señora de Grey puso una mochila gris en la mesa. Ella sacó tres hojas de papel y los
puso delante de Billy.
―Ahora para tu juramento, Billy‖ dijo el doctor Bloor con un tono solemne.
―¿Juramento?‖ preguntó Billy extrañado.
―De hecho‖ continuó el doctor Bloor ―Las adopciones no pasan simplemente. Tiene que
haber un acuerdo. Las promesas deben ser hechas.‖
Ezekiel se inclinó hacia delante, sus codos descansaban en la mesa, sus mejillas se
apoyaban en sus puños. ―La señora de Grey es un guardador de juramentos Billy, ¿sabes
lo que es eso?‖
Billy negó con la cabeza.
―¡Ella guarda los papeles!‖ Ezekiel rió desagradablemente. ―Antes de que te vayas a tu
nuevo y agradable hogar, debes firmar un juramento para hacer algunas cosas que están
escritas en esos papeles que tienes delante. ¿Entiendes?‖
―Sí señor‖
―Rellena la casilla de ―Sí‖ y firma con tu nombre al final‖ dijo la señora de Grey con un
tono profesional. Con una larga uña, señaló una línea de puntos al final de uno de los
papeles, y entonces se acordó de sonreír.
―¿De verdad tengo que hacerlo?‖ preguntó Billy valientemente.
―Si quieres ser adoptado‖ dijo Manfred, con sus negros ojos fijos en la cara de Billy.
La señora de Grey le pasó a Billy un bolígrafo y él empezó a leer el primer papel.
No. Sí.
1. Prometo decir siempre la verdad.

39
2. Prometo estar en silencio después de las siete en punto (mis padres necesitan diez
horas de sueño).
3. Prometo llevar las ropas que han sido elegidas para mí (y son muy bonitas).
4. Prometo nunca pedir comida (porque se me dará suficiente).
5. Prometo nunca hablar con otros niños sobre lo que pasa en la casa.
6. Prometo contestar con la verdad a cualquier pregunta relacionada con los hijos del
Rey Rojo, especialmente Charlie Bone.
Billy levantó la mirada. ―¿Por qué?‖ preguntó. ―¿Por qué tengo que responder preguntas
sobre Charlie específicamente?‖
―Es una condición Billy‖ dijo el doctor Bloor ―Marca la casilla.‖
Billy la marcó.
No. Sí.
7. Prometo bañarme los viernes, sábados y domingos.
―No tienes porqué leer toda la lista‖ dijo la señora de Grey ―Solo marca el resto de las
casillas… cariño.‖
El papel tenía un tacto extraño para Billy los bordes eran ásperos y parecía que
quemasen al tocarlos.
Billy completó su misión y empujó los papeles lejos de sí. Florence de Grey los guardó
rápidamente en su mochila, en la que Billy descubrió montones de contratos como el
que él había firmado, archivados y ordenados. Ella cerró la mochila, satisfecha. ―Sano y
salvo‖ dijo, tras lo cual añadió dirigiéndose a Billy
"I keep the oaths, / And thus they are kept. / No breaking of oaths, / Of which I am
the keeper." *

*―Yo guardo los juramentos/ Y así ellos son guardados/ No se rompen los juramentos/ Que son guardados por mí.‖

Y en esta ocasión la sonrisa sí llegó hasta sus ojos.


―Será mejor que tengas cuidado, Billy‖ dijo Ezekiel con una risa disimulada ―Muchas
personas han intentado romper alguno de los juramentos que se encuentran en la
mochila, y cómo han sufrido por ello.‖
―¿De verdad?‖ preguntó Billy, nervioso.
Los eventos se desarrollaron con tranquilidad a partir de aquel momento. Todos se
levantaron exceptuando Ezekiel, quien insistió en estrechar la mano de Billy y felicitarle
―Que te vaya bien, pequeño‖ le dijo, dándole a Billy un empujón.
El doctor Bloor guió a los demás hasta el recibidor, donde le dio una palmadita a Billy
en la espalda y le dijo que era extremadamente afortunado por haber encontrado unos
padres tan buenos. Weedon abrió las puertas principales, Manfred, por su parte, alzó la
gran maleta y se la dio a Billy, quien siguió a sus nuevos padres a través de la plaza
hasta un pequeño coche gris.
Billy se sentó en el asiento trasero del coche con su maleta, y tan pronto como Florence
se sentó en el asiento del copiloto, el señor de Grey arrancó. Usher era un conductor
cuidadoso y el viaje de Billy a través de la ciudad fue mucho más agradable que lo que
había sido el de Charlie.
Aparcaron al final de un oscuro callejón pavimentado con piedra, Billy se bajó del
coche. Una densa niebla se había instalado y el niño perdió de vista a los de Grey
mientras caminaba con prisa callejón arriba. Pasó al lado de una rústica señal que ponía
Pasaje de Crook. Un poco más allá, un gran cartel clavado en una puerta ponía Se
avisa a los peatones que no crucen.
El Pasaje de Crook se hizo cada vez más pronunciado. De vez en cuando, Billy
tropezaba con alguna piedra escondida y la gran maleta saltaba sobre los adoquines.

40
Ahora le parecía mucho más pesada, y Billy empezó a arrastrarla detrás de él- ¡pum,
pum, pum! Parecía que los de Grey no se habían dado cuenta.
La pared en el estómago de Billy se había trasladado a su pecho. Había imaginado su
nuevo hogar como una casa luminosa y soleada con un vasto césped, no un lugar oscuro
y secreto como aquel. Una señal de madera crujió sobre su cabeza, Billy retrocedió para
poder leerla.

*―Yo guardo los juramentos/ Y así ellos son guardados/ No se rompen los juramentos/ Que son guardados
por mí.‖

Las palabras ―Casa de paso a diez metros‖ habían sido pintadas en negro sobre un fondo
rojo. Esos diez metros eran los más empinados. La respiración de Billy se transformó en
un gemido mientras levantaba su maleta hasta la puerta en la que se encontraban sus
nuevos padres observándole.
―Estamos aquí Billy‖ dijo Florence.
Sobre la puerta, las palabras ―La casa de paso‖ habían sido grabadas en la piedra. Usher
introdujo una enorme llave de hierro en una igualmente enorme cerradura. Se escuchó
un fuerte chasquido metálico y la puerta se abrió levemente. Billy subió los dos
escalones y entró en la casa.
El recibidor era sorprendentemente grande para una casa que empezaba en un callejón
oscuro. Estaba revestido con mármol blanco y mármol negro, y las paredes grises
estaban decoradas con figuras de escayola. Un espejo con un gran marco dorado
colgaba sobre una vitrina de cristal vacía, pero cuando Billy se miró en el espejo, solo
vio una gota de blanco. ¿Era su pelo? El resto de su cuerpo estaba engullido por una
niebla gris. ¿Los había seguido la niebla hasta ahí?
―¡Ven, Billy!‖ le llamó Florence, señalando desde un peldaño de piedra.
Billy atravesó las losas de mármol. Su maleta se deslizó y chirrió detrás de él. Caminó a
través de dos altas columnas de mármol y empezó a subir los peldaños. Uno, dos, tres.
Hizo una pausa para respirar, agarrado a la barandilla de hierro. Usher de Grey había
desaparecido en una de las puertas del piso de abajo.
―¡Vamos, vamos!‖ le llamó Florence desde el rellano. ―Te va a encantar tu habitación‖
Billy hizo un último esfuerzo y subió los escalones que le quedaban, tras lo cual siguió a
Florence por un largo pasillo. Cuando llegaron al final, ella abrió una puerta, diciendo
―¡Aquí estamos!‖
Billy dio un paso y entró en su habitación: la primera habitación que era realmente suya
y de nadie más. Era incluso mejor de lo que se había imaginado. Dejó su maleta en el
suelo y observó lo que le rodeaba.
La cama era mucho más grande que los estrechos catres de la Academia Bloor. Tanto la
colcha como la funda de almohada eran de un color azula cuadros, la cama remataba
con un cabecero de pino. Había también un alto armario de pino y una mesilla con
cajones a conjunto, pero Billy apenas se fijó en esos detalles. El niño no podía apartar la
mirada de la televisión, en su negro estante, y luego en el ordenador, que se encontraba
en el escritorio de pino. ¿Todo eso era suyo?
―¿Son míos?‖ preguntó Billy, sin aliento.
―Todo tuyos‖ dijo Florence. Todavía llevaba la mochila, e hizo sonar sus dedos sobre
ella mientras le dedicaba a Billy otra de sus extrañas sonrisas ―Siempre y cuando
mantengas tus promesas‖
―¿Mis juramentos?‖ dijo Billy.
―Exactamente, ahora vas a conocer tu nueva casa Billy. Hay un lavamanos en tu cuarto.
¿Lo ves, detrás de esa pantalla?‖ Florence apuntó a una pantalla blanca que se
41
encontraba en una esquina. ―Así que no hay excusa para venir a comer con las manos
sucias. ¿Entendido?‖
Billy asintió.
―La cena es a las seis‖ Ella indicó un reloj que había sobre el ordenador. ―Así que
tampoco hay excusas para llegar tarde a la cena‖ Florence giró sobre sus talones y salió
de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Billy se sentó en la cama. Era demasiado para asumirlo de golpe. Estaba deseando
hablar con a alguien sobre aquello. Charlie. Quizás Charlie podría venir. Se quedaría tan
sorprendido.
Solo eran las cuatro en punto, tenía tiempo de sobra hasta la cena. Billy decidió
preguntarle a Florence si podía traer a un amigo. Corrió escaleras abajo y miró en las
habitaciones del piso inferior: una cocina, un comedor, un salón muy elegante y una
oficina. Los de Grey no estaban en ninguna de las habitaciones en las que había
buscado.
―¡Hola!‖ llamó Billy.
No hubo respuesta.
Billy se giró hacia la puerta principal. Quizás debería simplemente salir y buscar a
Charlie. Mientras el niño bajaba hasta el nivel del espejo del salón, algo muy raro
sucedió. Se dio cuenta de que no podía avanzar más allá. Una barrera invisible le
retenía. Una y otra vez, Billy intentó deslizar sus pies hacia delante, pero se en
encontraban con una sólida pared invisible. Era imposible alcanzar la puerta principal.
Intentó empujar la barrera invisible con sus manos, pero era como empujar contra una
barrera de hierro.
Billy retrocedió y se sentó en una silla al lado de la vitrina vacía. No podía creer lo que
estaba sucediendo. Pensó que sí esperaba unos cuantos minutos, quizás la fantasmal
barrera se desvanecería.
Mientras echaba una mirada a su alrededor, se dio cuenta de que no había ningún abrigo
colgando en el colgador, no había ningún sombrero en el sombrerero, ningún bastón,
paraguas, botas o bolsas en el recibidor. De hecho, parecía que no había vida alguna en
la Casa de Paso. En ese momento, Billy se dio cuenta de que había algo negro al final
de la escalera.
Se levantó y fue a echar un vistazo. Era un gato muy pequeño con un hocico gris y una
cola delgada. Por fin, alguien con quien Billy podía hablar. Se arrodilló al lado de la
pequeña criatura y dijo, ―¡Hola! Soy Billy, he venido a vivir aquí‖
―Hola Billy‖ dijo el gato con una frágil voz. ―Yo soy Claudia. Me alegro por mí misma
de que hayas venido, aunque me entristezco por ti.‖

42
Capítulo 6: Alice Angel

Cuando Charlie abandonó Viento Oscuro, no fue derecho a su casa, si no que se dirigió
hacia una calle que llevaba a la librería Ingledew.
La librería se encontraba en una calle llena de antiguos edificios que bordeaban la plaza
de la catedral. Mientras Charlie caminaba a través de los antiguos adoquines hacia la
librería, escuchó el sonido de un órgano al ser tocado dentro del enorme edificio
abovedado. Su padre había sido el organista de la catedral, hasta el día en el que
desapareció súbitamente de aquel mismo lugar. Quizás Charlie estaba justo de pie en el
último sitio en el que su padre había sido visto. Lyell Bone había intentado evitar que
los Bloor secuestraran a Emma Tolly, y por ello, había sido tremendamente castigado:
hipnotizado, atrapado, escondido, y prácticamente perdido para su esposa y su hijo.
Ellos decían que Lyell estaba muerto, pero Charlie estaba mejor informado de lo que se
creían.
Charlie se encogió de hombros, se dijo a si mismo que no tenía que pensar en cosas tan
tristes y volvió a dirigirse a la tienda de libros.
Emma se encontraba detrás del mostrador, examinando una pila de libros forrados con
cuero. La niña levantó la vista cuando la campanilla de la puerta tintineó al entrar
Charlie.
―Hola Charlie, has salido de tu castigo pronto‖
―No querían que estuviera cerca‖ dijo Charlie ―Es el día en el que adoptan a Billy‖
―Oh, claro. ¿Viste a sus nuevos padres?‖
―Sí, y no me gusta su aspecto. En realidad no quieren a Billy, vi unas fotos en el
escritorio de Manfred y… bueno… estoy preocupado, Em. Estoy seguro de que la
forma en la que esas personas aparecieron de golpe y se llevaron a Billy no es normal.‖
―Los Bloor hacen un montón de cosas anormales‖ dijo Emma sombríamente ―Pero se
salen con la suya porque son una de las familias más antiguas de la ciudad y todo el
mundo se asusta de ellos, incluso el alcalde y los concejales.‖
―Ellos piensan que Manfred y Ezekiel pueden hacer cualquier cosa, pero se equivocan‖
murmuró Charlie. ―A propósito, alguien ha robado mi varita.‖
―¿Qué?‖ a Emma se le cayó un libro. ―Charlie, ¿qué vas a hacer ahora?‖
―No lo sé todavía. No debí haberla llevado al colegio, pero pensé que quizás podía
servirme de ayuda.‖
―Aún así…‖ Emma negó con la cabeza ―Oh, Charlie, esto es serio.‖
―Ya lo sé, pero en cualquier caso, es mía Em. Es mía de verdad. No tiene nada que ver
con los Yewbeam o los Bloor, y no funcionará para ellos.‖
―Pero si no pueden utilizar la varita, ellos la destrozarán.‖
―Eso es lo que más temo.‖
Antes de que Charlie pudiera decir nada más, un hombre extremadamente alto con pelo
negro y gafas oscuras entró a través de las cortinas de la puerta que había detrás del
mostrador.
―Ah Charlie, pensaba que había escuchado tu voz‖ Súbitamente, miró la luz que colgaba
sobre el mostrador, ―Oh, maldición‖, dijo, y empezó a retroceder.
Emma corrió hacia el interruptor de la luz, el cual se encontraba detrás de la cortina,
pero fue demasiado tarde. Se escuchó una fuerte ―pop‖ y la bombilla explotó,
esparciendo una lluvia de cristal por todos los libros antiguos.
―¡Oh Paton, en serio!‖ exclamó una voz femenina y exasperada detrás de cortina.
―Lo siento Julia, ¡lo siento!‖ dijo Paton Yewbeam. ―¿Cómo iba a saber que la luz estaba
encendida? El sol todavía está alumbrando el interior.‖

43
―Yo encendí la luz para ver mejor‖ se disculpó Emma ―No te preocupes, enseguida lo
limpio‖ Se agachó bajo el mostrador para coger la escoba y el recogedor, los cuales
habían dejado a mano desde la primera visita de Paton a la librería.
La tía de Emma, Julia, apareció detrás del mostrador. ―Podría haber sido peor,
supongo.‖
Charlie estaba muy sorprendido de ver a su tío en la tienda tan pronto, por lo general,
Paton nunca salía antes de la puesta del sol. Estaba avergonzado de su don y le asustaba
verse explotando las luces de tráfico accidentalmente o las iluminaciones de los
escaparates de las tiendas - incluso las luces de las casas privadas eran un riesgo para él.
Tenía que haber sucedido algo muy urgente que provocara que tío Paton visitase la
librería. A menos, por supuesto, que fuera por causa de Julia Ingledew. Era una mujer
muy hermosa y el tío Paton había caído enamorado de ella en el primer momento en el
que la vio.
―¿Puedo ayudar?‖ se ofreció Charlie, mientras observaba como Emma y la señorita
Ingledew recogían los pequeños pedazos de cristal.
―Solo ve y habla con tu tío‖ dijo la señorita Ingledew ―y mantenle alejado de las
travesuras‖ sonrió irónica.
Charlie atravesó la cortina hasta la habitación trasera de la señorita Ingledew. Aquí,
estanterías llenas de libros cubrían todas las paredes. Los libros estaban apilados en
mesas, en el suelo, en sillas y en el gran escritorio caoba de la señorita Ingledew. Toda
la habitación brillaba con los cálidos colores de las antiguas cubiertas y el oro de las
herramientas; olía a cuero y a papel viejo. Se habían colocado velas en todos los
espacios vacíos porque la pequeña ventana dejaba pasar muy poca luz, y aquel día, Julia
no quería poner en riesgo las lámparas de las mesas.
El tío Paton se sentó en un pequeño sofá rodeado por periódicos, carpetas, y por
supuesto, más libros. Cuando Charlie apareció, su tío se quitó las gafas y se frotó los
ojos. ―No hay manera‖ dijo con tono torturado. ―Aún así, juraría que estas gafas han
evitado un par de accidentes.‖ Colocó las gafas en el bolsillo de su chaqueta negra de
pana. ―Charlie, tu madre me ha dicho que te han castigado otra vez.‖
―Sí, y tía Eustacia tuvo que llevarme‖ le reprochó Charlie.
Paton se encogió de hombros. ―Lo siento mi querido niño, pero sabes que no puedo
conducir con la luz del día.‖
―Por lo menos sigo vivo‖ dijo Charlie. ―Me ha sorprendido verte aquí tío P.‖
―¡Ah! Vine antes del amanecer‖ dijo el tío Paton, eludiendo los ojos de Charlie. ―Julia
me llamó anoche. Alguien puso una carta bajo su puerta, dirigida a mí. Todo muy
intrigante. Así que vine tan pronto como pude. De hecho, la carta le concierne a uno de
tus amigos.‖
―¿A cuál?‖ Charlie se sentó al lado de su tio.
―Billy Raven. Es muy raro.‖ Tío Paton sacó un arrugado paquete de su bolsillo. Estaba
dirigido al señor Paton Yewbeam, con una frágil, incluso elegante letra. ―Me gustaría
saber qué piensas al respecto, Charlie.‖
Paton le pasó dos hojas de papel. Al hacerlo, una pequeña vela cayó, Charlie la atrapó y
la sostuvo. ―Es exactamente como las velas que tiene Billy. No sabe de dónde vienen.‖
―Obviamente del hombre que escribió esta carta. Prueba su relación.‖ Paton observó la
vela. ―Es preciosa.‖
En ese momento, Emma entró en la habitación. Le dijeron que se sentara y escuchara.
El tio Paton carraspeó para limpiar su garganta y empezó a leer la misteriosa carta.
―Querido señor Yewbeam,

44
Perdóneme por presentarme en su vida de esta forma tan poco convencional, pero
de verdad, no tenía más opción. Si el contenido de esta carta cayera en manos de
cierta persona de su casa, sería una catástrofe.‖
―Se refiere a la abuela Bone‖ dijo Charlie.
Paton asintió sombríamente y continuó.
―Su nombre, señor Yewbeam, me lo dio una de las pocas personas que conozco en
esta ciudad en las que puedo confiar. Y tengo entendido que la señorita de cuyo
buzón he tenido que hacer uso es también una amiga de los niños. ¿Sabe a los niños
a los que me refiero? Sí, los descendientes dotados del Rey Rojo, esos niños
indefensos que están intentando hacer uso de sus talentos de una forma que honre
la memoria de su ancestro, su más estimada majestad, el rey-mago en persona.
Hay otros, lo sé, quienes deshonran su nombre y abusan de sus talentos heredados.
En cualquier caso, el niño que es mi principal preocupación no pertenece ni a un
lado ni al otro. Soy el guardián de Billy Raven. Cuando el padre del niño, Rufus
Raven, y su preciosa mujer (los dos eran Raven, ya sabe, primos segundos) se
dieron cuenta de que no había escapatoria de los Bloor y sus malévolas (perdone el
adjetivo) hermanas, me rogaron para que me convirtiera en el guardián de Billy,
para vigilarlo, protegerlo y guiarlo; para salvarlo de convertirse en alguien como
los Bloor. Pero cuando Billy se quedó huérfano, fue enviado a una tía que tenía
muy poco interés en cuidar del corazón esencialmente bueno con el que había
nacido. En cambio, eligió ignorar al niño hasta que reveló su don, y entonces y
para desgracia de Billy, fue enviado a los Bloor.‖
―Señor Yewbeam, debe estar preguntándose por qué he llevado a cabo mi tarea de
una forma tan negligente. ¿Dónde ha estado este supuesto guardián durante seis
años? Debe estar diciéndose.
En prisión, señor Paton.‖
En ese momento, hubo un jadeo de parte de la señorita Ingledew, quien acababa de
entrar en la habitación. ―¿En prisión?‖ dijo. ―¡Paton, no me habías dicho que había
estado en prisión!‖
―Un pequeño detalle que omití anteriormente para mantener la paz de tu mente, Julia‖
dijo Paton.
La señorita Ingledew se sentó en el brazo del sofá. ―Tu tío solo me ha leído la mitad de
esa carta‖ le contó a Charlie ―Será mejor que escuche el resto.‖
Paton le dedicó una sonrisa tensa. ―Nos beneficiaremos con tu opinión Julia.‖
―Oh, por favor, sigue leyendo‖ le rogó Charlie.
―¿Por dónde estaba?‖ Paton recorrió la carta con su dedo de una forma casual y
enloquecedora.
―¡La prisión!‖ gimió Charlie. ―Acababa de decir que había estado en prisión.‖
―Ah, sí. Aquí estamos‖ Paton pinchó el papel con su dedo y continuó.
―En prisión, señor Yewbeam‖
―Permítame asegurárselo – yo no era culpable. Fui engañado por ese desgraciado
de Weedon, que seguía las órdenes de su amo, por supuesto. Ese desgraciado bruto
intentó asesinarme (un golpe en la cabeza en la oscuridad cuando yo estaba
sacando al gato fuera). Pero tras haber fallado, me acusó de haber cometido un
robo a mano armada. ¡A mí, de toda la gente! Soy un impresor. Trabajo con papel
fino, tintas preciosas, una línea pura. Mi mundo ideal eran las palabras, los
anillados, los titulares, los panfletos, etcétera. En cualquier caso, fui atrapado en la
escena de un robo viciado y enviado a prisión. Salí la semana pasada gracias a mi
buen comportamiento.‖

45
―Mi primer pensamiento fue hacia Billy, por lo que contacté a un amigo leal en la
Academia Bloor. Para mi horror, descubrí que Billy estaba a punto de ser
adoptado por Florence y Usher de Grey. No puedo expresar lo desastroso que esto
sería para Billy.‖
―¿Señor Yewbeam, me ayudará? ¿Podría conseguirme un encuentro clandestino
con Billy? Sé que su sobrino nieto, Charlie, ha sido un buen amigo para el chico, y
quizás podría ayudar en la trama. En cualquier caso, tenemos que alejar a Billy de
los de Grey, pero semejante acción tendría que ser planeada con el más extremo
cuidado, y el más absoluto silencio.‖
―Contactaré con usted pronto, señor Yewbeam. Mientras tanto, espero con ansias
nuestra futura colaboración.‖
―Suyo, con esperanza.
C. Crowquill.‖
―¡Bueno!‖ exclamó la señorita Ingledew ―Es extraordinario.‖
―Debe haber sido la Cocinera‖ dijo pensativamente Charlie. ―La Cocinera es el amigo
del señor Crowquill en la Academia. Me dijo que había recibido noticias de un pariente
de Billy. Y dijo algo de un Castillo de los Espejos. ¿Sabes dónde está tío P? El ancestro
de Billy provenía de ahí, y puede ser importante para él.‖
―Nunca he oído hablar de ese castillo‖ dijo el tío Paton ―Charlie, ¿has visto a alguno de
estos de Grey?‖
―Sí, los he visto‖ dijo Charlie ―Y he, eh…, ya sabe – escuchado sus voces. El señor de
Grey dijo que no le gustaban los niños. Así que obviamente, no quería adoptar a Billy.‖
―¿Esta él ahora con los de Grey?‖ preguntó la señorita Ingledew.
―Hoy vinieron a por él‖ respondió Charlie. ―Pero va a venir a mi casa el domingo para
que podamos ir al Café de las Mascotas juntos. Le hablaré sobre el señor Crowquill,
¿debo hacerlo tío P?‖
―No‖ el tío Paton sujetó su mano ―Todavía no, Charlie. Debo pensar detenidamente
sobre este encuentro. Por ahora, sería mejor que Billy no supiera nada sobre su
guardián. Si soltamos algo de información sin querer, el señor C. Crowquill se verá en
un grave peligro otra vez.‖
―Está bien, no le diré nada por ahora. Puede que los de Grey no sean muy buenos
padres, pero al menos Billy ha salido de la Academia Bloor.‖
―Fuera de la sartén para caer en el horno, si quieres mi opinión,‖ dijo Emma
gravemente.
En la mañana del domingo, mientras Charlie esperaba que Billy llegara, la abuela Bone
bajó las escaleras vistiendo lo traje de domingo: un sombrero hecho con plumas negras,
un abrigo voluminoso de color azabache y gris, y una estola con la forma de dos visones
muertos. Las colas de los visones colgaban por su espalda, mientras que sus cabezas se
encontraban la una a la otra bajo su barbilla. Los ojos de cristal de los animales, llenos
de reproche, siempre le producían escalofríos a Charlie, e intentó no mirarlos cuando se
encontró con su abuela en el recibidor.
―¿Abuela, sabes…?‖ empezó Charlie.‖
―Fuera de mi camino‖ ladró ella. ―Eustacia ha venido a recogerme.‖
Seguramente, se produjo un horrible chirrido de frenos cuando el coche de la tía
Eustacia golpeó la verja que se encontraba fuera del número nueve de la calle Filbert.
―Solo quería preguntar si sabías dónde vive ahora mi amigo Billy Raven‖ Charlie
persistió.
―Por supuesto que lo sé‖ respondió la abuela Bone. ―Pero no te lo voy a decir‖ Empujó
a Charlie fuera de su camino, abrió la puerta principal y la cerró de un portazo tras ella.

46
Unos segundos después, Charlie escuchó el familiar chirrido de neumáticos y un fuerte
ruido sordo mientras Eustacia retrocedía hasta un poste de luz. Hubo un grito ahogado
proveniente de la abuela Bone, y el coche aceleró.
Charlie se dirigió a la cocina murmurando ―Viejo murciélago. No me dirá dónde vive
Billy ahora.‖
―No te preocupes Charlie‖ dijo Maisie. ―Seguramente tu pequeño amigo está teniendo
un agradable almuerzo con sus nuevos padres. Vendrá más tarde.‖
―Supongo‖ respondió Charlie.
Casi todas las tardes de domingo, Charlie y sus amigos se encontraban en el Café de las
Mascotas. Aquel día, Charlie esperó a Billy hasta las cuatro, y luego abandonó la casa
solo. Cuando llegó a la calle de la Rana, pudo oír los ruidos del café subiendo desde el
final del estrecho callejón: ladridos, aullidos y graznidos.
El café se encontraba entre las rocas de una enorme y antigua pared; de hecho, el sitio
estaba excavado justo en la roca y parecía como si hubiera sido parte de la pared durante
cientos de años. Las palabras ―El Café de las Mascotas‖ habían sido pintadas sobre una
gran ventana, y para enfatizar que aquel era un café estrictamente para animales
acompañados por humanos, dibujos de colas, garras, bigotes, alas y patas decoraban
cada letra de la señal.
Charlie caminó a través de una puerta verde y se encontró de golpe con un enorme
hombre que llevaba una camiseta decorada con loros.
―Ah, Charlie Bone‖ dijo Norton, el portero. ―Un poquito tarde, ¿no? Tus amigos casi se
habían cansado de esperarte, al igual que tu perro, se está poniendo nervioso.‖
―Para un momento‖ dijo Charlie ―Judía Corredora no es mi perro.‖
―Lo es mientras ese amigo tuyo continúe en Hong Kong.‖
Se escuchó un ladrido lleno de alegría desde detrás del mostrador, y un gran perrazo
amarillo corrió hacia Charlie, estando a punto de tirarlo al suelo.
―¡Hola Judía!‖ Charlie le dio al perro un abrazo y miró a sus amigos. Emma y Gabriel
estaban sentados en la esquina de la mesa, compartiendo un plato de galletas. Ambos
estaban bebiendo vasos de un líquido brillante y rosa, y tres de los jerbos de Gabriel
estaban bebiendo lo que había derramado el chico.

―Flor de Cereza" le explicó Gabriel mientras Charlie ataba a Judía Corredora a la mesa.
―¡A los jerbos les encanta!‖

―Ya veo‖ observó Charlie mientras se sentaba entre sus dos amigos. ―Uno está a punto
de caerse.‖

―Oops, sí que estaba a punto‖ Gabriel recogió jerbo y lo colocó en su bolsillo. ―Se
recuperará‖ dijo con tono confidencial. ―Es la nueva receta del señor Onimoso.
Realmente poderosa. ¿Quieres un trago?‖

―No gracias, pero tomaré una galleta.‖ Charlie cogió dos galletas, una para él y otra para
Judía Corredora.

El enorme perrazo la masticó ruidosamente con agradecimiento y luego apoyo su


barbilla en las rodillas de Charlie, pidiendo más.

―¿Dónde están los demás?‖ preguntó a Charlie mientras le deba otra galleta a Judía
Corredora.

47
―Tanc y Sander no pudieron esperar‖ dijo Emma ―Has tardado siglo, Charlie. Pensaba
que ibas a traer a Billy‖

―Nunca apareció. ¿Qué hay de Olivia? ¿La has visto? ¿Consiguió el papel?‖

Emma se encogió de hombros. ―La llamé a su casa dos veces pero nadie respondió.
Prometió encontrarse conmigo aquí pero – no lo sé, tiene que haber pasado algo.‖

―Quizás ahora que es una estrella ya no habla con los que son como nosotros‖ dijo
Gabriel.

―Livvy no‖ Emma negó con la cabeza. ―Ella no es así, vendrá.‖

Pero Olivia nunca apareció. Tampoco Billy. Los tres amigos se cansaron de esperar.
Emma y Gabriel se fueron a sus casas y Charlie llevó de paseo a Judía Corredora. El
chico y el perro estaban acercándose a la calle de la Rana tras un buen paseo de media
cuando Judía Corredora dio un fuerte ladrido y agitó la cola.

Al otro lado de la calle, Charlie vio a Olivia introduciéndose en un callejón. Le dirigió a


Charlie una mirada rápida y furtiva y luego desapareció. Su extraño comportamiento
picó la curiosidad de Charlie, quien cruzó la calle rápidamente. Para cuando alcanzó el
callejón, Olivia había desaparecido, pero Judía Corredora guió a Charlie por todo el
callejón atravesando una plaza adoquinada, y luego a través de un área de pequeñas
tiendas.

En la distancia, una chica con una camiseta blanca y unos vaqueros negros se giró hacia
Charlie y empezó a correr otra vez. Pero no era suficiente para despistar al perro.
Soltando su correa de la mano de Charlie, Judía Corredora aceleró por la calle y pronto
atrapó a Olivia. Salto hacia ella y empezó a ladrar emocionado.

―¡Bájate! ¡Vete!‖ gritaba la chica.

―Tranquilízate Liv‖ dijo Charlie. ―Es solo Judía Corredora. ¿Qué pasa contigo?‖

Olivia se apartó contra la pared mientras Charlie corría y sujetaba el collar del perro.
―No te hará daño, Liv. Él solo estaba contento de verte‖ Charlie paró. ―¿Qué te sucede?
Estás fatal.‖

―¡Muchas gracias!‖ Olivia hizo una mueca de enfado.

―No me refería a eso, solo decía que te veías…diferente‖ dijo Charlie rápidamente.

El rostro de Olivia estaba surcado de lágrimas, tenía los párpados hinchados y su pelo
era un desastre. Llevaba zapatillas, y su camiseta lucía arrugada. Habían desaparecido
los brillantes colores y las ropas atrevidas que solía vestir. Charlie nunca había visto a
su amiga vestir tan normal y el mismo tiempo tan angustiada. Sintió que tenía que
preguntar sobre la audición; sería peor si evitara un asunto tan importante.
―¿Conseguiste el papel?‖

48
Los labios de Olivia formaron una línea tirante. Pateó el suelo con la punta de su zapato
y replicó a través de los dientes apretados, ―¡No!‖

―Oh, vaya, lo siento‖ Eso le sonaba inadecuado pero, ¿qué más podía decir?

―No lo sientas‖ dijo Olivia furiosa ―No quiero que la gente lo sienta por mí.‖

―Está bien, ¿pero qué paso?, ¿quieres hablar sobre ello?‖

Olivia se lo pensó por unos instantes y luego decidió que sí quería hablar sobre ello.
Quería hablar y hablar hasta que toda la humillante experiencia y toda la vergüenza que
había pasado salieran de su interior, al ser compartidas al menos con un ser humano – y
un perro.

El día había empezado bien. Olivia había terminado en la lista de las finalistas con otras
cinco chicas. ―Todas eran más pequeñas que yo‖ dijo frunciendo el ceño, ―pero mamá
dijo que eso no importaba. Estaba esta niña sentada al lado mío, tenía trenzas y pecas y
una vocecita molesta. Tenía trece Charlie, pero era PEQUEÑA.‖ Olivia frunció aún más
el ceño. ―No paraba de decir que yo estaba obligada a conseguir el papel porque mi
madre era famosa.‖

―Eso no es algo muy agradable‖ remarcó Charlie.

―No, pero yo tenía demasiada confianza en mí misma para darme cuenta. Entré en
aquella habitación y representé mi monólogo – por Dios, actué realmente bien, SÉ que
lo hice. Estaba segura de que había conseguido el papel. Había cuatro personas sentadas
en la mesa, dos hombres y dos mujeres. Ni siquiera tomaron nota. Y cuando terminé, el
director, un amigo de papá de hecho, me sonrió y me dijo ―Gracias Olivia. Ha estado
muy bien, pero no es exactamente lo que estamos buscando‖ Una lágrima rodó por la
mejilla de Olivia ―Cola de cerdo obtuvo el papel‖ añadió sombríamente.

―¡No!‖ exclamó Charlie. ―No puedo creerlo.‖

―Lo peor de todo es que lo pagué con mamá. Tuvimos una pelea terrible y yo le dije que
era culpa suya. Ahora ella está más triste que yo. Le dije que iba a quedar con vosotros
en el Café de las Mascotas, pero no me atreví a contarle esto a nadie. Pensé que sería
buena idea comprarle unas flores a mamá para hacer las paces, y alguien me dijo que
había una floristería abierta, en algún lugar por aquí.‖

―¡Está justo aquí!‖ Charlie señaló una tienda que se encontraba al otro lado de la calle.
Era tan llamativa, se preguntó cómo era posible que no se hubieran fijado en ella antes.
La puerta y el marco de la ventana eran verde oscuro, y las palabras sobre la ventana
estaban impresas con unas letras doradas y rizadas: Flores de Ángel.

―¡Son todas blancas!‖ observó Olivia, su expresión sombría se suavizó.

Era la verdad. Todas y cada una de las flores de la ventana eran blancas: las lilas, las
rosas, las margaritas, unas plantas muy raras que Charlie nunca había visto en su vida.

49
―Vamos a ver si la tienda está abierta‖ Charlie bajó de la calzada pero Olivia se quedó
atrás.

―Vamos‖ Charlie cogió su mano. Judía Corredora ya estaba tirando de él a través de la


calle, finalmente, el desordenado trío consiguió llegar a la tienda de flores.

Mirando a través de las flores blancas del escaparate, Charlie dijo, ―Está abierta. Puedo
ver a alguien‖ se acercó a la puerta.

―No‖ dijo Olivia ―He cambiado de idea‖

―¿Por?‖

―No quiero entrar ahí dentro‖ Se quedó clavada en el suelo, con los ojos fijos en un
ramo de lilas.

―Oh, venga. Solo una lila‖ dijo Charlie. ―No costará demasiado.‖

―¿Cómo lo sabes?‖ demandó Olivia.

Charlie no podía entender su súbita renuencia a entrar a la tienda. ―No lo sé, pero puedo
dejarte algo de dinero si es demasiado caro. De hecho, la compraré por ti‖ Charlie
intentó abrir la puerta, que terminó cediendo, dando paso a una multitud de olores de
flores.

―¡Mmm!‖ Charlie olió el aire. ―Es fantástico.‖

―¡Lo es!‖ respondió una voz. Una mujer había aparecido al fondo de la tienda. Judía
Corredora se dirigió a toda velocidad hacia ella, agitando la cola con fuerza.

―Qué perro tan encantador‖ le rascó las orejas a Judía Corredora, que se sentó en el
suelo gruñendo de placer.

―Nosotros querríamos unas, eh…lilas, supongo‖ dijo Charlie.

―¿Nosotros?‖ preguntó la mujer. Tenía el pelo blanco con unos grandes ojos verdes.

―Sí, nosotros. Mi amiga quiere unas cuantas para su madre‖ Charlie miro detrás de él y
vio a Olivia entrando lentamente a la tienda.

―Ah, ahí estás‖ dijo la mujer ―Estoy tan contenta de que al final hayas venido.‖

―¿Qué quiere decir?‖ Olivia se quedó de piedra. ―Yo no la conozco.‖

―Pero yo si te conozco a ti‖ dijo la mujer ―Soy Alice Angel‖ la mujer le tendió la mano.
―Y tú eres Olivia.‖

Olivia siguió sin moverse, así que Charlie le estrechó la mano a Alice Angel. ―Vamos,
Liv. No pasa nada‖ Volvió a girarse para ver a Olivia, quien ahora mostraba un ceño
oscurecido.

50
Alice Angel sonrió. ―No hay ninguna prisa. ¿Cuántas lilas queréis?‖

―¿Cuánto cuestan?‖ preguntó Charlie.

Alice no contestó. Colocó un dedo pensativo bajo su barbilla y dijo ―Diez estaría bien.
Una por cada uno de los hijos del rey. Aunque algunos no merecen tal apelativo. Sí,
diez con unas cuantas ramitas verdes‖ Sus ojos eran tan verdes como los tallos de las
flores. ¿Y cómo es que sabía sobre el rey y sus diez hijos?

―¿Cuánto cuestan?‖ preguntó Charlie ansiosamente.

―Son gratis‖ dijo Alice mientras arreglaba con agilidad las lilas en el mostrados. Las
envolvió con un tejido plateado y ató el ramo con una cinta de raso satinado. ―¡Aquí
tienes!‖ le entregó las flores.

Charlie cogió el ramo ―¿Está segura de que son gratis?‖

―Completamente‖ Alice dirigió su mirada hacia Olivia. ―¿Volverás pronto, no?


Tenemos mucho que descubrir juntas.‖

Olivia se giró y abandonó rápidamente la tienda.

Charlie empezó a sentirse muy inquieto. Había algo raro en Alice Angel. Su nombre,
para empezar, y su pelo era del mismo tono blanco que las lilas. Dijo, ―Muchas gracias
por las flores, señora – señorita Angel. Siento lo de mi amiga… bueno, ella ha recibido
un golpe muy grande. Normalmente no es así.‖

―Lo sé. ¿Quieres una manzana? Las planté yo en mi jardín y están muy buenas‖ Alice
sonrió alentadoramente.

―No, gracias‖ respondió Charlie con tono de sospecha. ―Mi madre trabaja en un
mercado.‖

―Por supuesto‖ dijo Alice. ―Adiós Charlie.‖

―Adiós‖ Charlie salió de la tienda con Judía Corredora pegado a sus talones. Solo
cuando salió de la tienda se dio cuenta de que Alice Angel había utilizado su nombre.

―¿Cómo sabía mi nombre?‖ preguntó con tono desconcertado.

―¿Cómo sabía el mío?‖ Olivia cogió las flores que tenía Charlie en la mano. Parecía
asustada y confusa. ―Esa mujer puede ver dentro de mí‖ dijo, casi suspiró. ―Sabe cosas
sobre mí que no conozco ni yo misma.‖

51
Capítulo 7: El libro de Amadis

Charlie llevó a Judía Corredora de vuelta al Café de las Mascotas, donde le preguntó a
los Onimosos si conocían una tienda llamada ―Flores de Angel.‖
―Claro que sí‖ dijo el señor Onimoso. ―Es uno de esos sitios que viene y va, si sabes a lo
que me refiero.‖
Charlie no lo sabía.
―Suceden más cosas en esta ciudad de lo que cualquier persona pensaría‖ dijo la señora
Onimoso.
―Oh, ahora creo cualquier cosa‖ dijo Charlie. ―De hecho, no me sorprendería si usted
me dijera que Judía Corredora era una hada de cien años.‖
Esto hizo reír tanto al señor Onimoso que su cara se volvió de un rojo brillante y tuvo
que sentarse rápidamente en el suelo.
Charlie le dio un abrazo de despedida a Judía Corredora, se despidió de los Onimoso y
se dio prisa por llegar a casa. Ya eran las seis en punto y su madre empezaría a ponerse
nerviosa.
―¿Dónde has estado?‖ gimió la madre de Charlie, Amy Bone, cuando lo vio entrar en la
cocina.
―Hemos llamado a los Gunn pero Fidelio dijo que no te había visto‖ añadió su abuela
Maisie.
Charlie les contó su visita a la tienda de flores. ―Esa Alice Angel me conoce mamá,
¿pero cómo? ¿Alguna de vosotras ha estado en Flores de Angel?‖
―Nunca había escuchado hablar de esa tienda‖ dijo Maisie.
―Yo tampoco‖ afirmó Amy. ―Oh Charlie, ojalá no te pasaras la vida metiéndote en sitios
raros de la ciudad tu solo.‖
―Estaba con Judía, y Olivia también estaba ahí, así que no estaba solo.‖
―De todos modos‖ suspiró Amy
Charlie se sentó, sintiéndose culpable y Maisie le sirvió una taza de té. ―No ayudamos
preocupándonos‖ dijo ella. ―Vino tu tía abuela Venetia.‖
―¡Venetia!‖ El cuchillo de Charlie cayó y produjo un sonido metálico al chocar con su
plato. ―¿La abuela Bone la dejó entrar?‖
―No, debe tener una llave. Abrí la puerta de la cocina, y ahí estaba ella, parada en el
recibidor. Estaba horrible, con el pelo revuelto y las ropas hechas un desastre. Ella solía
cuidar tanto su aspecto. Creo que está perdiendo la cabeza. Aquel incendio en su casa la
ha dejado destrozada.‖‖
Traía los brazos llenos de ropa‖ dijo la madre de Charlie. ―Quería saber si nos gustaba.‖
―¡Sí, claro!‖ resopló Maisie ―Seguramente las había envenenado.‖
―Le dijimos que se fuese, y luego cerré todas las habitaciones con llave por si acaso.
Aquí está la tuya, Charlie‖ Amy Bone empujó una llave a través de la mesa. ―Cierra tu
puerta cuando te vayas al colegio mañana y dale tu llave a Maisie.‖
Charlie se quejó. Como si no tuviera suficientes cosas que recordar, ahora tenía que
cerrar su puerta.
―No queda más remedio‖ dijo Maisie. ―No queremos acabar con veneno en nuestros
pantalones o serpientes en nuestras mangas, ¿verdad?‖
Cuando el tiempo de merendar se acabó, Charlie se sentó a ver su show favorito en la
tele. The Barkers, una historia sobre hombres perro. En contra de los deseos de su
abuela Bone, Maisie había insistido en tener una pequeña televisión en lo alto del
mueble de la cocina. No quería perderse sus telenovelas, le dijo a la abuela Bone, y si
tenía que pasar todo su tiempo trabajando como un burro en la cocina, al menos le podía

52
permitir un pequeño entretenimiento mientras lo hacía. A menos, claro, que algunas
personas quisieran trabajar un poco también.
La abuela Bone se quedó horrorizada ante la idea de tener que trabajar y accedió a
comprar la televisión.
El show de Charlie acababa de empezar cuando el tío Paton se asomó y exclamó ―¡Lo
tengo!‖
―¿Tienes qué?‖ preguntó Charlie, esperando que los destellos en los ojos de su tío no
significaran que una de sus tías le había pasado una enfermedad desagradable.
―EL Castillo de los Espejos, querido niño‖ dijo el tío Paton. ―Sube las escaleras y te lo
mostraré.‖
―Pero mi programa acaba de empezar‖ dijo Charlie, retorciéndose incómodamente en su
silla.
―Bueno, si prefieres la tele, ¡que así sea!‖ el tío Paton se fue dando un portazo detrás
suyo.
Charlie vio The Bakers otros cinco minutos, pero no se podía concentrar. Nada era
divertido hoy. Maisie y su madre estaban cotilleando sobre un artículo de una revista.
Era una distracción horrible. Charlie dio un sonoro suspiro, apagó la tele y dejó la
cocina. Corrió escaleras arribas y golpeó la puerta de su tío.
―¿Qué?‖ dijo Paton.
―Dijiste que tenías algo que enseñarme, acerca del Castillo de los Espejos.‖
―¿Lo hice? Entonces será mejor que entres.‖ Dijo Paton un poco a regañadientes.
Charlie entró. La habitación de su tío estaba en su habitual estado de caos. Libros en el
suelo, papeles en la cama y estanterías combándose bajo el peso de manuscritos y
enciclopedias. Paton estaba sentado en su escritorio. Llevaba sus gafas de media luna y
estaba leyendo uno de los libros más viejos que Charlie había visto jamás. Las páginas
eran de un color mostaza oscuro y sus bordes eran ásperos y rizados. La cubierta de
cuero era suave y cálida y apenas podía sujetar los papeles, que parecían derramarse por
el libro. ―

La brillante Julia lo encontró entre sus tesoros. Tiene una memoria increíble, y cuando
tú mencionaste el Castillo de los Espejos ella supo que había visto ese nombre antes.‖
El tío Paton cerró cuidadosamente el libro, y Charlie leyó el título ―El libro de Amadis‖,
impreso en dorado en la portada.

―¿Amadis?‖ dijo Charlie.

―Era el segundo hijo del Rey Rojo‖ Paton repicó sus dedos sobre la portada del antiguo
libro. ―Este libro lo cuenta todo. Amadis se vio forzado a huir del castillo de su padre
cuando Borlath, el mayor, emprendió su malvada búsqueda de poder. Destruyó a todo
aquel que se puso en su camino, ayudado por cuatro de sus hermanos. Los otros cinco
restantes, incluyendo a Amadis, intentaron prevenir la terrible masacre que estaban
llevando a cabo en los alrededores. Pero Borlath y sus seguidores eran fuertes, e incluso
los más honorables de los hermanos abandonaron el castillo temiendo por sus vidas.‖

―¿Y Amadis es el ancestro de Billy?‖ preguntó Charlie.

―Parece ser que sí.‖

―¿Y quién es nuestro ancestro? El que inició los Yewbeams. ¿Era bueno o malvado?‖

53
―Según lo que he podido descubrir, fue Amoret, la hermana preferida de Amadis.‖

―¿Una chica?‖ Charlie nunca había considerado esa opción.

―Sí Charlie, una chica‖ Paton abrió el antiguo libro otra vez. ―Ella huyó con Amadis,
pero cuando viajaban hacia el norte se separaron. Amoret se perdió y Amadis navegó
hacia una isla en el noroeste. Era muy querido, y muchos de los que vivían en los
estados del rey prefirieron dejar sus hogares y seguir a Amadis antes que sufrir la cruel
tiranía de Borlath…‖

Charlie le interrumpió, ―¿Pero qué pasó con Amoret? Dijiste que se perdió, ¿no sabes
qué pasó con ella?, ¿nadie lo sabe? Digo, quizás podría descubrirlo…tal vez en
internet.‖

Paton suspiró de impaciencia. ―No encontrarás a Amoret en tu ordenador Charlie. Su


historia es demasiado secreta para eso, nadie sabe toda la verdad. Somos nosotros los
que debemos descubrirla. Y eso es lo que yo he estado intentando en los últimos veinte
años.‖ Paton trazó un arco con su brazo, indicando las estanterías de libros y papeles
deteriorados. ―Cuando conocí a Julia Ingledew fue como encontrar un tesoro – alguien
más que estaba fascinada por el pasado, a la que no le importaba pasar una semana
entera persiguiendo un pequeño y escurridizo hecho para poder completar el puzzle.
Para mí una persona así es una joya, Charlie, incluso si ella no fuera la persona más
agradable y encantadora que he conocido nunca.‖

Charlie nunca había oído a su tío hablar de una manera tan apasionada. ―¿Te vas a casar
con ella?‖ Le preguntó.

Paton parpadeó y luego dijo en voz baja, ―No me atrevo siquiera a pensar en ello.‖

―¿Por qué no? A mí me parece una buena idea,‖ dijo francamente.

El tío Paton tosió delicadamente. ―Estábamos hablando del Castillo de los Espejos, no el
futuro de Paton Yewbeam‖ dijo con tono plano. ―¿Estás interesado en el libro sí o no?‖

―Claro que sí‖ dijo Charlie seriamente. ―¿Puedo sentarme por favor? Ha sido un día
largo.‖

―Por supuesto, siéntate.‖ Indicó Paton con la cabeza, y Charlie, después de mover varios
libros, se acomodó en la gran y desordenada cama. Paton giró su cálida silla de cuero
hacia Charlie y empezó a leer. Mientras la tarde se difuminaba y una temprana luna
aparecía en el oscuro cielo, Charlie se dejó arrastrar por la historia del príncipe Amadis
y el Castillo de Cristal Brillante. El desorden de la habitación de su tío abuelo
desapareció y, a través de sus ojos entrecerrados, empezó a ver un castillo alzándose en
el centro de una isla azul en un mar brillante.

―Decían que era el castillo más bello del mundo‖ El tío Paton era el perfecto narrador de
historias. Convertía las palabras escritas en suyas, y su profunda y melodiosa voz
llenaba la habitación con brillantes imágenes: magníficos caballeros, caballos, copas
doradas, relucientes espadas, escudos, banderines colgando, el oleaje furioso – y el
fuego.

54
―Cuando Amadis y sus seguidores construyeron su precioso castillo, hubo quince años
de paz. La tierra era fértil y ellos prosperaron. El príncipe se casó con una de sus
seguidoras y tuvieron cuatro niños. El más joven fue llamado Owain.‖

―¿Y los otros tres?‖ preguntó Charlie tentando a la suerte.

―No son relevantes‖ dijo su tío. Paton procedió a explicar porqué esos tres pobres niños
no participaban en la historia. ―Era inevitable que Borlath oyera hablar del castillo de la
isla y lo quisiera para él. Con un millar de salvajes mercenarios, cruzó el mar y rodeó el
castillo, exigiéndole a Amadis que se rindiera.‖

―¿Y Amadis se negó?‖ preguntó Charlie.

―Por supuesto. Él sabía que si se rendía y le entregaba su castillo a su hermano, su


familia probablemente sería asesinada. Pero fue una decisión difícil de tomar, Amadis
conocía muy bien el terrible talento de Borlath.‖

Charlie se inclinó hacia adelante con entusiasmo. ―Eso es lo que iba a preguntar, tío P.
Todos los hijos del Rey Rojo estaban dotados, ¿no? Entonces, ¿qué podía hacer
Amadis?, ¿y qué hay de Borlath?‖

―Amadis conocía el lenguaje de los pájaros y las bestias. Podía hablar con cualquier
criatura del mundo, pero eso no importó demasiado cuando tuvo que defender a su
gente de Borlath.‖

Charlie esperó con expectación hasta que por fin su tío se lo dijo. ―Borlath tenía fuego.
Cuando fijaba su vista en algo, podía quemar cualquier cosa que se pusiera en su
camino. Pero no quería destruir un edificio tan asombroso; lo quería para sí mismo, así
que sitió el castillo. Eso no significa que simplemente se sentara a esperar que Amadis
se rindiera. ¡Oh, no! Primero, la armada de Borlath intentó escalar las paredes. Los
arqueros de las almenas pronto los pararon. Luego los mercenarios intentaron forzar la
gran puerta de roble con un ariete, pero una nube de murciégalos se abalanzó sobre ellos
y casi los cegó. Al final de la décima semana, Amadis y un centenar de hombres dejaron
el castillo en la oscuridad de la noche y atacó al ejército de Borlath, que estaba
durmiendo. La sorpresa le dio a Amadis una ventaja, pero pronto su pequeña fuerza fue
superada por los sanguinarios guerreros de Borlath, expertos en matar que disfrutaban
con cada cabeza y miembro cortado.‖

Charlie se estremeció. ―¿Entonces Amadis fue asesinado?‖

―Fue herido fatalmente‖ replicó el tío Paton. ―Una lanza se le clavó en el hombro‖
señaló el libro y añadió, ―La mayoría de sus hombres fueron asesinados, pero los pocos
que sobrevivieron se las arreglaron para llevar al príncipe de vuelta al castillo y vivió –
hasta el final.‖

―Quizás, en su interior, Amadis siempre supo que Borlath lo encontraría un día. Así que
dentro del castillo había almacenado una gran cantidad de grano y provisiones. También
tenían un pozo muy profundo. Cuando las provisiones empezaron a escasear, Amadis
habló con los animales.‖ Paton sonrió para sí mismo. ―Un ejército de ratas invadió las

55
provisiones de Borlath. Lobos atacaron a los centinelas, los pájaros hicieron agujeros en
sus tiendas y por la noche, volvieron los murciélagos, llenando el cielo de chillidos y
haciendo imposible conciliar el sueño. Las vidas de los soldados de Borlath se volvieron
intolerables. El tiempo se volvía cada vez más frío, empezó a llover. El ejército había
tenido suficiente, querían volver a casa.‖

―Y fue entonces cuando Borlath utilizó el fuego, ¿no?‖ dijo Charlie.

Paton asintió. Volvió a mirar el libro. ―En la base del castillo, había una muralla exterior
y otra interior hechas de gruesas estacas de madera. Pero entre las murallas madera y
elevándose por encima de ellas había una pared de piedra amarilla. En un gesto de furia
y desprecio, Borlath levantó sus puños y llamó al fuego. Las estacas de madera se
convirtieron en llamas y todos aquellos que se encontraban dentro del castillo se vieron
envueltos en un anillo de fuego. Algunos se tiraron desde las almenas, otros murieron
antes de poder trepar tan lejos. Cada hombre, mujer y niño, cada criatura dentro del
castillo pereció – exceptuando una.‖

―¿Quién?‖ exclamó Charlie saliendo del terrible mundo de llamas que su tío había
conjurado. ―Quiero decir… ¿cómo pudo alguien…?‖

―¡Espera!‖ le ordenó su tío. Charlie se calló. ―El intenso calor de aquellas estacas
ardientes provocaron que las piedras se vitrificaran; en otras palabras, las pareces se
convirtieron en cristal, en un grueso y negro cristal.‖ Los ojos oscuros de Paton
brillaron animadamente. ―Ahora, esta es la parte realmente interesante, Charlie. Yo creo
que puede contener una pista sobre la otra parte de tu familia.‖ Paton pasó la hoja.
―Durante sus viajes, Amadis se había hecho amigo de un mago galés, un hombre
conocido como Mathonwy. Este mago vivió en el continente al sur, lejos de la isla del
príncipe, pero el fuego que creó Borlath fue tan feroz que iluminó el cielo a kilómetros a
la redonda. Las nubes se volvieron naranjas, los pájaros negros y el mar, rojo como la
sangre, hervía como una caldera. Desde muy lejos, Mathonwy vio el incendio y adivinó
lo que había pasado. ¿Sería muy tarde para salvar a su amigo, el príncipe Amadis?
Mathonwy hizo lo único que podía hacer. Causó una nevada. Una alfombra de nieve
avanzaba hacia el castillo ardiente. Cuando llegó a la isla, la nieve cayó y al tocar las
paredes quemadas, una cosa extraña sucedió. Las piedras vitrificadas comenzaron a
brillar.‖

―Un castillo de cristal brillante,‖ dijo Charlie. ―Pero tío P, ¿cuál es la conexión con mi
familia?‖

―Mathonwy‖ dijo Paton bruscamente. ―¿Recuerdas aquel nombre en el árbol familiar


que te dio Maisie?, ¿tus ancestros galeses?‖

―Oh‖ dijo Charlie lentamente. ―Pero la fecha no sería correcta.‖

―El nombre es suficiente. Los galeses utilizaban el nombre de sus ancestros una y otra
vez.‖

―Oh‖ repitió Charlie, pensando en su ancestro galés había recordado la varita. ―Tío
Paton, he perdido la… ya sabes… la varita.‖

56
―¡Qué!‖ las gafas del tío Paton se deslizaron hacia el final de su nariz.

―La llevé al colegio, fue una estupidez de mi parte. La puse debajo de mi colchón y
desapareció.‖

―¿Sospechas de alguien en particular?‖

―Sí, y si es quien yo creo, probablemente la recuperaré. Por favor, continúa con la


historia.‖

El tío Paton sacudió la cabeza. ―A veces, tu falta de cuidado me deja atónito Charlie.‖
Volvió a mirar el libro. ―Las paredes del castillo se volvieron tan suaves y tan brillantes
que los soldados de Borlath vieron a un ejército que los observaban. Era una visión
horrible y aterrorizante. Creyendo que el príncipe Amadis y sus hombres habían
sobrevivido al incendio y eran por lo tanto sobrenaturales, los mercenarios corrieron a
sus botes. Solo Borlath se dio cuenta de que el brillante ejército era el suyo, pero no
intentó tomar el castillo, por alguna razón, las resplandecientes murallas le horrorizaban
y dejó también la isla.‖

―Entonces estaban todos muertos ahí dentro‖ dijo Charlie, ―excepto por uno. Debió
haber sido como una gran tumba brillante. No me habría gustado ser aquel que
sobrevivió. ¿Quién fue tío P?‖

Paton volvió a buscar en el libro, pasando muchas páginas antes de llegar a una casi al
final. ―Hubo un único superviviente, el hijo más joven del príncipe, el joven de pelo
blanco Owain, quien era albino y conocía el lenguaje de las bestias y los pájaros.
Entonces Owain, sin tener ni hogar ni familia, se fue de la isla avisado por un cuervo. Y
el cuervo viajó con él.‖

―Suena como Billy‖ dijo Charlie asombrado. ―Exactamente igual a Billy.‖

―Exacto‖ dijo Paton. ―Es raro como algunas características pasan de generación en
generación. Desgraciadamente, no pone cómo se las arregló para sobrevivir el chico,
pero voy a leer el final porque es muy interesante. Se dice que el Príncipe Amadis será
visto otra vez en el Castillo del Cristal Brillante por uno de los descendientes de
Owain.‖

―¿Billy?‖ dijo Charlie. Paton le miró sobre sus gafas.

―Quizás‖ Volvió al libros. ―Y Owain viajó por todo el Sagrado Imperio Romano y tuvo
dos hijos. El mayor se convirtió en escriba – en otras palabras, una persona que escribe
documentos o copia manuscritos – mientras que el menor podía hablar la lengua de las
bestias y los pájaros. Este último fue expulsado de su aldea por hablar con los cuervos
que se posaban en horcas donde colgaban los hombres muertos.‖

Charlie se estremeció. ―Horrible. Aún así fue cruel expulsarlo.‖

―Los hábitos inusuales eran considerados obra del demonio en aquellos días‖ dijo el tío
Paton. ―Y ahora para acabar‖ puso su dedo en el último párrafo. ―El primer hijo de
Owain se llamaba Crowquill, ya que utilizaba las plumas de los grajos para realizar su

57
trabajo. Y estas palabras, que hasta donde yo sé son ciertas, fueron escritas por un
descendiente de ese tal Crowquill, en el año de nuestro Señor, 1655.

―Así que…‖ dijo Charlie pensativamente, ―estaban conectados incluso en ese momento
– los Ravens y los Crowquills. Hay tantas cosas raras sucediendo en esta ciudad tío P.‖

―Cierto‖ coincidió su tío.


―Es como si la ciudad lo estuviera atrayendo todo de nuevo, todas las personas cuyas
historias empezaron justo aquí, en el suelo bajo nuestros pies, bajo todas las casas y las
calles y los parques‖

―Incluso debajo de esta casa‖ añadió Paton.

―Incluso nosotros, somos como cuerdas, cada vez más tensadas y juntas.‖

―Que elocuente te estás volviendo, Charlie‖ dijo el tío Paton con una sonrisa.

―Hoy‖ continuó Charlie, ―Fui a una tienda de flores, y la mujer que atendía sabía mi
nombre. Y estaba muy interesada en mi amiga Olivia. Pero dudo que Livy vuelva a la
tienda. Dijo que la mujer sabía más sobre ella que ella misma.‖

―¿Esa chica está dotada?‖

―No, no de la manera en la que tú piensas, pero es una actriz brillante. Lo que pasa es
que acababa de fallar en una audición y estaba – no puedo describirlo – estaba como
diferente, desesperada, ¡furiosa!‖

―Parece problemático, Charlie. Las mujeres desesperadas pueden ser peligrosas.‖

―¿En serio?‖ Charlie bostezó en contra de su voluntad. ―Gracias por leerme el libro tío
P. Está siendo como poner cosas en un bastidor, y de ese modo verlas mejor. Me
pregunto qué va a pasar ahora.‖

―Yo también me lo pregunto, Charlie‖ dijo el tío Paton. ―Yo también.‖ Cerró el libro y
lo empujó cuidadosamente dentro de uno de los cajones de su escritorio. ―Será mejor
que encuentres esa varita antes de que caiga en manos equivocadas.‖

Charlie estaba pensando en que probablemente, ya lo había hecho.

58
Capítulo 8: La polilla blanca

Manfred Bloor estaba perdiendo su poder. Era consciente de ello desde hacía un año,
desde que Charlie Bone se las había ingeniado para resistírsele. Charlie había reunido
fotografías de su padre perdido, un hombre al que Manfred había encontrado fácil de
hipnotizar cuando tenía nueve años de edad. Cuando Manfred tenía nueve, había estado
en la cumbre de sus poderes, ahora estaban decayendo.

Nadie había adivinado lo que le estaba sucediendo. Manfred todavía era capaz de
asustar a los niños cuando les dirigía una mirada desagradable. Y el experimento del
caballo había prácticamente restaurado su confianza, ya que su actuación en el
procedimiento había sido la más exitosa, o quizás no. Quizás habían sido las apestosas
pociones de Venetia Yewbeam las que habían hecho el truco.

Otra cosa, ¿dónde estaba el caballo ahora?, ¿y cómo iban a controlarlo? Manfred estaba
secretamente asustado del caballo ―no-muerto‖ y de su brutal corazón. Necesitaba algo
para protegerse.

Había sido fácil persuadir a Billy Raven para que robara la varita de Charlie. Asustado
de que esta única oportunidad de ser feliz le fuera arrebatada en el último minuto, Billy
había encontrado la varita y se la había entregado.

El pequeño Billy había hecho mucho bien. Ahora estaba atrapado en la Casa de Paso, y
los amables padres con los que siempre había soñado no eran más que unos fríos
villanos con unos poderes extremadamente desagradables.

―Oh, vaya un estúpido, Billy‖ canturreó Manfred mientras daba vueltas en su oficina,
girando el delgado palo blanco en sus manos. ―Y ahora, para la prueba, ¿qué vas a hacer
para mí pequeño palito?‖ El chico vio a una mosca que se arrastraba por su escritorio y
la tocó con la punta de plata de la varita. ―Conviértete en una rana‖ demandó.

Manfred sintió un agudo pinchado en la palma de su mano y soltó la varita, la mosca era
todavía una mosca. El insecto voló hasta el techo y ahí se quedó boca abajo y muy
quieta. Manfred tuvo el desagradable sentimiento de que se reía de él.

―Conviértete en una rana‖ gritó, tirando a varita al techo. En el mismo momento en el


que la varita dejaba su mano, un ardiente dolor bajó por el brazo de Manfred.
―¡Aaaaaaaaaaaaau!‖ gritó.

La varita golpeó a la mosca y cayó al suelo. La mosca voló indemne y se posó en la


ventana
.
―¡Convierte esa cosa en una rana!‖ gritó Manfred, apoderándose de la varita y señalando
con ella a la ventana. Esta vez, el dolor que sacudió su mano se sentía como si la varita
misma estuviera ardiendo. De hecho, había una gran y delgada línea roja que cruzaba su
palma.

Mientras Manfred gritaba, la mosca zumbaba detrás de la cortina, y una vez más la
varita cayó al suelo. No había ninguna duda en la mente de Manfred de que la varita no

59
trabajaría para él. De hecho, cuanto más intentaba utilizarla, más daño le hacía por
atreverse a intentarlo.

―Tú…tú…‖ sudando horriblemente, Manfred recogió la varita y la puso en la chimenea


vacía. Luego, reunió todo el papel que pudo encontrar y lo colocó en la chimenea. Lo
último que hizo Manfred fue encender todas las cerillas que fue capaz y tirarlas sobre el
papel.

Las llamas que rugieron en la chimenea fueron gratificantes, pero hubo un momento de
pánico de parte de Manfred cuando estas empezaron a saltar a la habitación. Manfred se
quitó su capa negra y la colocó sobre el fuego, ahogando las llamas. La capa humeaba y
una nube de apestoso humo empezó a elevarse. Tosiendo y asfixiándose, Manfred subió
hasta la ventana y la mantuvo abierta.

En ese momento, Tantalus Ebony entró en la habitación, riéndose alegremente, ―¿Qué


estás haciendo jovencito?‖

Manfred se giró, tosiendo todavía y señaló al fuego. ―La varita…ugh… la varita de


Charlie Bone…yo…ugh…la estoy quemando.‖ Manfred limpió su garganta
produciendo un sonido ronco y chirriante. ―No trabajará para mí, así que la he destruido.
Al menos ese pequeño desgraciado ya no podrá usarla ahora.‖

―¡Oooo!, que temperamento Manfred.‖ Rió Tantalus. ―Tendrás que aprender a


controlarlo mi viejo amigo.‖

―Yo no soy tu viejo amigo‖ replicó Manfred. ―Me gustaría que pudieras decidir quién
eres.‖

―Hoy soy…‖ Tantalus levantó su mirada hacia el techo. ―Un poco de Vincent Ebony, el
cartero – llamaba a
todos viejo amigo – pero también soy parte del severo director Tantalus Wright. No me
había divertido tanto en años.‖

―Espero que no hayas olvidado la razón por la que estás aquí‖ dijo Manfred con
amargura.

―¡Oh, ESO!‖ Tantalus entrecerró sus ojos de distinto color y se lamió su labios
delgados. ―No, no me he olvidado de ESO.‖

El fuego de la chimenea se estaba convirtiendo en una pila de cenizas, y los dos


hombres observaron con satisfacción cómo los restos de la varita achicharrada
finalmente se deshacían en polvo. Una súbita ráfaga de viento proveniente de la ventana
abierta levantó las cenizas, y una pequeña nube de ellas flotó en la habitación. Poco a
poco, la nube fue tomando la forma de una polilla blanca con unas delicadas alas
plateadas.

―¡Atrápala!‖ rugió Tantalus.

Manfred saltó, pero fue demasiado tarde. La polilla salió flotando por la ventana,
seguida muy de cerca por la escurridiza mosca.

60
En el cuarto de baño del número nueve de la calle Filbert, Charlie Bone, vestido con su
pijama, se encontraba al lado del lavabo sintiéndose muy enfermo. Su cuerpo entero
parecía estar en llamas. ¿Sería la gripe? Sentía que algo horrible acababa de pasar, ¿pero
qué? Quizás uno de sus amigos había tenido un accidente.

Charlie puso sus manos bajo el frío chorro de agua, de sus dedos comenzó a elevarse
vapor, como su fueran las placas de una plancha al rojo vivo. ―¡Au!‖ Charlie estaba
temblando. ―Ay, ¿qué está pasando?‖

―En efecto, ¿qué está pasando?‖ dijo una voz gruñona desde la puerta. La abuela Bone
se encontraba ahí, fijando su mirada en Charlie. ―Has estado en el cuarto de baño
durante veinte minutos. Las demás personas también tenemos necesidades, ya sabes.‖

―¡Sí…!‖ Charlie apretó los dientes mientras otra nube de vapor se elevaba de las puntas
de sus dedos.

―Pero tengo mucho calor, abuela. ¡Mira, vapor!‖

―La maldad se pone de manifiesto‖ gruñó su abuela. ―Llévate tus desagradables manos a
otro lado.‖

Charlie abandonó el cuarto de baño, sacudiendo sus humeantes dedos en el aire. Fue a
su habitación, abrió la ventana tanto como pudo y sostuvo sus manos en el frío aire. Era
una noche extraña. Una niebla otoñal se estaba extendiendo por la ciudad, amortiguando
el sonido del tráfico y difuminando el contorno de las murallas y las verjas. Había un
fuerte olor a flores en el aire.

Una brillante mota de polvo flotó en el cielo. A medida que se acercaba, Charlie pudo
distinguir dos alas blancas terminadas en plata, una polilla blanca. La pequeña criatura
voló hasta la mano extendida del niño y se posó en su dedo índice.

―¡Wow!‖ dijo Charlie. ―Eres asombrosa.‖ Llevó la polilla al interior y la dejó ir hasta su
mesilla de noche, donde cerró sus alas y se sentó perfectamente quieta. Charlie tuvo la
impresión de que la polilla se sentía como en casa en su habitación. Se dio cuenta
además de que sus manos ya no le quemaban y que su fiebre había desaparecido. Estaba
perfectamente bien otra vez.

En una casa no muy lejana a la de Charlie, Olivia Vertigo estaba sentada en el borde de
su cama, pelando una manzana. Era la quinta manzana que había intentado pelar aquel
día, y este intento estaba resultando igual de inútil que los demás. Cada vez que pensaba
que había llegado al final, otro centímetro de piel aparecía, y hasta ahora la hebra que
colgaba de la manzana tenía por lo menos un metro de largo

En un ataque de furia, Olivia tiró el cuchillo y lanzó la manzana, que voló a través de la
habitación. La chica escondió la cara entre sus manos y se preguntó, ―¿Qué me está
pasando?‖

La puerta se abrió y su madre asomó la cabeza. Vivienne Vertigo (o Viva Valery, como
la conocían en el mundo del espectáculo) podía ser una estrella de cine, pero eso nunca

61
había impedido que fuera una madre amable y considerada. Siempre se las había
arreglado para ayudar a su hija cuando pasaba por uno de sus ―enfados mágicos‖, como
ella los llamaba. Pero el estado de ánimo de Olivia en las últimas veinticuatro horas
estaba empezando de poder con ella.

―Las flores son preciosas Olivia, ¡gracias!‖ dijo Vivienne.

Olivia no levantó la vista.

―Oh, pobre Livy.‖ La señora Vertigo fue hacia donde estaba su hija y se sentó a su lado
en la cama. ―Yo también fallé en mi primera audición, ya lo sabes. Simplemente no era
el papel adecuado para ti. Habrá más oportunidades, no tienes por qué estar tan
cabizbaja.‖

―No lo estoy‖ gruñó Olivia.

―¿Entonces qué te pasa?‖

―Algo me está pasando mamá.‖

―Estás creciendo, querida.‖

―¡No es ESO!‖ gritó Olivia. ―Es algo diferente. Me está haciendo…oh, no lo sé, pero lo
odio. No quiero que suceda.‖

La señora Vertigo se paró a sí misma antes de hacer un gesto dramático. En cambio, se


encogió de hombros modestamente y dijo. ―No te entiendo del todo, querida.‖

Olivia suspiró profundamente. ―Cuando vine con las flores, me dieron muchas ganas de
comerme una manzana, así que cogí una del cuenco de la cocina. Pero no pude pelarla.
Lo intenté cuatro veces más pero…la piel nunca se acaba.‖

―¿Y por qué no te comes la piel querida?‖ le preguntó la señora Vertigo. ―Se dice que es
bueno para el pelo.‖

―No me gusta la piel‖ gimió Olivia, exasperada por la falta de comprensión de su


madre. ―Pero ese no es el punto. ¿Por qué la piel nunca se acaba? Le he dado la vuelta a
la manzana una y otra vez y NUNCA SE ACABA.‖

Al final, la señora Vertigo dijo ―Esas manzanas vienen del árbol que hay al final del
jardín. Nunca antes había tenido problemas con ellas.‖

Olivia se rindió y dejó de insistir en el tema de las manzanas. ―Y también están las
flores.‖

―Son preciosas‖ dijo su madre. ―¿Dónde las encontraste? Pensaba que estabas en el Café
de las Mascotas. Me preocupé tanto cuando el señor Onimoso me dijo que no habías
estado ahí.‖

62
―Esa es la cosa mamá. Las flores me encontraron. Había un callejón que yo nunca había
visto antes, y sentía que tenía que entrar ahí. Y entonces, encontré la tienda de flores,
Flores de Ángel. Cuando entré, la mujer que había dentro dijo que me conocía, eso me
dio mucho miedo porque yo no sabía quién era. Su nombre es Alice Angel.‖

―Alice Angel, Alice Angel‖ la señora Vertigo repitió el nombre lentamente. ―Por
supuesto‖ dijo al final.
―Alice Angel hace las flores – bodas, bautizos, celebraciones. Ella decoró la casa para tu
bautizo, Livy. No la había visto desde entonces, pero vive justo ahí abajo.‖

―¿Dónde?‖ Olivia saltó de la cama y siguió la dirección que señalaba el dedo de su


madre hasta la ventana.

―¿Dónde?, ¿dónde?‖

―Al otro lado de la pared hay un jardín, colinda con el nuestro. Alice Angel vive en una
casa que está al final de ese jardín, o al menos vivía ahí.‖

―Mamá, voy a echarle una mirada ahora mismo.‖

―Está bien Livy.‖ La señora Vertigo estaba encantada de ver que la triste cara de su hija
volvía a la vida una vez más. ―Pero por favor no trepes por la muralla. La casa podría
pertenecer a un extraño ahora.‖

―No te preocupes‖ dijo Olivia alegremente. Bajó corriendo las escaleras y salió al
jardín.

Una niebla blanca de septiembre reposaba sobre el césped, el aire era cálido y lleno de
olor a flores. Olivia se acercó a los arbustos que había al final del jardín. Podía ver la
pared alzándose sobre ellos, pero antes de que pudiera llegar a ella, tropezó con una
manzana caída. Había más yaciendo alrededor, de hecho, el suelo estaba cubierto con
ellas. Pero no había manzanos en el jardín de los Vertigo. La fruta venía de una larga
rama que colgaba sobre la muralla. El árbol nacía en el otro lado.

Olivia avanzó con dificultad a través de los densos arbustos, no era lo suficientemente
alta para ver por encima de la pared, así que se subió a la muralla y se sentó en lo alto.
Cuando le echó una mirada al otro jardín, pensó que había habido una nevada súbita,
aunque el blanco en realidad era de las abundantes flores que lo cubrían todo. Trepaban
por los árboles, llenaban los bordes y se deslizaban por el estrecho camino de piedra.
Los pétalos blancos estaban por todas partes, como copos de nieve.

Al final del prado, una casa muy pequeña se encontraba sepultada bajo una manta de
rosas blancas. Solo la
puerta y una ventana podían ser vislumbradas. Incluso la chimenea estaba atrapada en el
verdor.
Olivia apenas había terminado de absorber aquella extraordinaria escena cuando sus
ojos fueron atraídos hacia una estructura redonda de madera que a duras penas podía
distinguir sobre el mar de flores. Olivia entrecerró los ojos en la oscuridad, era una
caravana, una caravana de gitanos de verdad.

63
En ese momento la puerta de la casa se abrió y la luz inundó el prado. Una figura se
asomó, era pequeña y muy delgada; vestía un largo abrigo con capucha. Arrastró los
pies hasta el prado con la cabeza inclinada y los hombros encorvados. Entonces
abandonó el camino de piedra y caminó a través de las flores hasta la llegar a la
caravana. Olivia escuchó unos pies que subían los escalones de madera, la niña entornó
los ojos y se inclinó más por encima del muro, intentando distinguir si la extraña figura
era un hombre o una mujer.

Dijo una voz ―Duerme bien, querido*‖ Enmarcada en la entrada de la casa cubierta de
rosas se encontraba una mujer con un brillante pelo blanco. Alice Angel.

―¡Que Dios te bendiga!‖ replicó la figura encapuchada, quien entró en la caravana y


cerró la puerta.

Alice recordó dónde estaba por un momento. Y luego dijo, ―¿Olivia, eres tú?‖

Olivia se estremeció y saltó a su propio jardín.

*Por ahora no se sabe el género de la persona que vive en la caravana, lo he puesto en


masculino por poner, ya que también puede ser una mujer.

64
Capítulo 9: Un hombre atrapado en el cristal

El lunes por la mañana, Charlie esperaba ver a Billy en el autobús del colegio, pero no
había ni rastro de él.
Finalmente, Charlie se encontró con Billy en la asamblea. El pequeño niño parecía
exhausto, tenía unas oscuras sombras bajo sus ojos y su cara estaba más delgada, como
si hubiera pasado hambre.
―¿Cómo son las cosas en casa Billy?‖ le susurró Charlie cuando la orquesta empezó a
tocar.
―Bien‖ dijo Billy. ―Es genial, de verdad.‖
―Te esperé ayer. Pensaba que tus padres te traerían al Café de las Mascotas.‖
―No, es que… ya sabes… estábamos ocupados‖ dijo Billy solemnemente.
Un centenar de niños con capas azules se dispersaron para ir a la primera clase, y
Charlie dejó de hacer preguntas temporalmente, aunque después del primer recreo,
encontró a Billy en el guardarropa azul.
―Billy…‖ empezó Charlie.
Billy gimió. ―¡Para!‖
Charlie observó a Billy sorprendido. ―Está bien.‖
―Por favor, no me preguntes nada sobre mi casa o mis padres, porque no te contestaré‖
bajando la voz, añadió ―No puedo.‖
Por un momento, Charlie estaba perdido. Los de Greys habían obviamente amenazado a
Billy, y Charlie no quería causarle problemas. ―Está bien. ¿Y podrías decirme si fuiste
tú quien robó mi varita?‖
El pálido rostro de Billy se volvió rojo ―Yo…‖ el niño luchó con su respuesta. Al final,
dijo en voz baja. ―Lo siento Charlie, de verdad lo siento.‖
―Supongo que se la diste a Manfred.‖
En silencio, Billy asintió.
―Déjame adivinar. Te amenazó de alguna manera, quizás te dijo que no irías a tu nuevo
hogar después de todo.‖
Billy volvió a asentir sin decir ni una palabra.
Charlie suspiró. ―Desearía que no hubieras hecho eso, Billy, pero supongo que no puedo
culparte.‖ Charlie abandonó el guardarropa y corrió hacia su clase. El sonido de la risa
llegó hasta él mientras se acercaba a la clase de Tantalus Ebony. Cuando entró en ella,
se encontró con todos los niños sacudidos por ataques de risa.
Tantalus Ebony estaba sentado en su escritorio con su barbilla apoyada en su pecho. Su
capucha morada estaba echada sobre su cabeza, sus ojos estaban cerrados y roncaba
fuertemente.
Charlie se sentó en su sitio al lado de Fidelio, quien estaba extendido sobre su mesa,
sacudido por una imparable risa. Charlie no pudo evitar echarse a reír también, aunque
mantuvo un ojo atento en el profesor.
Súbitamente, la cabeza del señor Ebony se levantó bruscamente y les espetó
―¡Silencio!‖ Su voz sonaba completamente diferente. La semana pasada, era una voz
agua y melodiosa, ahora su voz sonaba como un ruido proveniente de una caverna. Fue
un shock tan grande que la clase entera se calló inmediatamente.
El señor Ebony parecía un poco agitado por la profunda voz que acababa de salir de él.
―Aha‖ dijo, limpiando su garganta. ―¡Hmmm!, ¡Hmmm!‖
Era difícil mantener una cara seria mientras el extraordinario profesor se abría camino a
través de una serie de toses, silbidos, pitos y resoplidos, pero ninguno de los niños
permitió que un destello de sonrisa atravesara su rostro. Tenían miedo de que les
castigaran.

65
Al final, el profesor encontró una voz adecuada para su lección, y en un agradable pero
autoritario tono, anunció ―Historia Medieval. Abrir vuestros libros en la página cuarenta
y tres, los Plantagenet.‖
Durante cuarenta minutos, la clase escuchó a Tantalus Ebony describir el reino de
Enrique II y el asesinato de Tomas Becket. Fue la lección más interesante que Charlie
había escuchado nunca. La lección casi había llegado a su fin cuando, para su sorpresa,
el señor Ebony preguntó ―¿Y dónde estaba el Rey Rojo mientras todas estas batallas,
asesinatos e intrigas se estaban llevando a cabo?‖
Ninguno de los niños sabía qué decir.
El señor Ebony miró directamente a Emma Tolly y dijo, ―Tú deberías saberlo, Emma la
Dotada ¿no? Tú, que tienes la sangre del rey en tus venas, el talento del rey en tus
dedos‖ – el profesor se inclinó sobre su escritorio y susurró con voz ronca – ―en tus
alas.‖
Todos miraron a Emma, quien tartamudeó. ―Yo…yo no lo sé señor.‖
―Estaba justo aquí, niña estúpida. Viviendo confortablemente en esa vieja ruina que
podéis ver en el borde de los terrenos. ¿Quién habría pensado que un sombrío castillo
como ese pudiera haber sido un feliz hogar familiar? Pero lo fue. El rey y la reina y sus
diez hijos vivían ahí felizmente hasta que la reina murió – hey-ho, eso pasa. Así que el
rey se fue abatido por el bosque, abandonando a su hijos, incluso al bebé.‖ El señor
Ebony sacudió su cabeza. Tenía una extraña sonrisa que resplandecía de satisfacción.
―Por supuesto había suficientes sirvientes para cuidarlos, pero no es lo mismo, ¿no? No
es lo mismo que tener a mami y a papi, ¿verdad Emma?‖
―No señor‖ Emma parecía a punto de llorar.
Charlie se preguntaba por qué Tantalus Ebony había elegido a Emma. Habían otros dos
chicos dotados en la clase: él y Gabriel, quien estaba sentado al final, tirando
nerviosamente de su pelo. Sin pensarlo, Charlie preguntó, ―¿Está usted dotado, señor?‖
Ignorando la pregunta, el señor Ebony dirigió su mirada gris y marrón hacia Charlie y
preguntó, ―¿Cómo va la vida animal en la calle Filbert, señor Bone?‖
Charlie estaba completamente estupefacto, ―¿Qué?‖ exclamó.
―La vida animal, Charlie. Venga, vamos. ¿Has visto alguna mariposa inusual
últimamente?, ¿alguna polilla?, ¿y qué hay de un caballo?‖
La boca de Charlie se mantuvo abierta, pero no salió ni un sonido. ―No‖ murmuró el
niño.
―No, ¿qué?‖
―No señor‖ dijo Charlie.
―Niño estúpido, me refiero a cuál. ¿No has visto una polilla o no has visto un caballo?‖
La mente de Charlie aceleró. ¿Era una pregunta con trampa? Antes de que Charlie
pudiera decidirse, Fidelio dijo ―No ha visto ninguno de los dos.‖
―¿Y quién te ha preguntado a ti, niño insolente?‖ gritó el profesor. De repente, cambió
de humor. Juntó los dedos de las manos y estiró los brazos hacia arriba, con las palmas
mirando a la clase. Se escuchó un horrible crujido de huesos, y el señor Ebony dijo
alegremente, ―La clase ha terminado.‖
Apenas creyendo su suerte, Charlie recogió sus libros y se dirigió a la puerta. Mientras
salía de la habitación, escuchó al señor Ebony silbar una conocida canción.
―¿Ese hombre está loco o qué?‖ dijo Fidelio.
―Es como si fuera dos personas diferentes‖ le corrigió Charlie.
―Tres‖ añadió Gabriel, quien acababa de alcanzarlos. ―Cuando enseña piano, es
completamente diferente – calmado y serio y toca fantásticamente.‖

66
Emma y Olivia estaban caminando por delante de los chicos, pero justo antes de que
llegaran al pasillo, Olivia se giró hacia Emma y gritó ―¡Oh, cállate ya! No quiero hablar
de ello‖ y salió corriendo en dirección al guardarropa de teatro.
―¿Qué le pasa?‖ preguntó Fidelio.
Emma paró de caminar hasta que los chicos llegaron a donde estaba ella. ―Supongo a
estas alturas que todos saben que falló en la audición. Lo comentan todos en el colegio.‖
―Me había olvidado de ello‖ admitió Gabriel.
―Pobre chica‖ dijo Fidelio ―Debe sentirse fatal.‖
Charlie confesó que había visto a Olivia después de la audición. Les contó a los demás
sobre la mujer de las Flores de Ángel, quien parecía conocerles a Olivia y a él.
Asa Pike, quien estaba rondando por el pasillo, les dijo ―Eh grupo, dejar de cotillear en
las esquinas. Se supone que deberíais estar preparándoos para la comida.‖
Haciendo caso de la regla que imponía silencio, los cuatro niños caminaron por el
pasillo y fueron a sus respectivos guardarropas.
Billy Raven se encontraba al final de la fila para la comida cuando Charlie y sus amigos
entraron en el comedor. ―¿Puedo sentarme en tu mesa?‖ le preguntó Charlie.
―Supongo que sí‖ Charlie sonrió, Billy parecía tan nervioso que era imposible continuar
enfadado con él.
Hoy tocaba sopa de tomate y rollitos. Los demás niños empezaron a comer la sopa
muertos de hambre, mientras que Billy solo miraba el plato.
―¿Estás bien, Billy?‖ le preguntó Fidelio.
―Oh, sí, estoy bien‖ afirmó rápidamente Billy. ―Mis padres son geniales, me dan cosas
maravillosas para comer. Tuve un desayuno tan gigantesco que ya no puedo comer nada
más.‖
Los demás le miraron fijamente, sorprendidos por su entusiasta discurso. Pero aparte de
eso, Billy no dijo nada más hasta el final de la comida. Estaban apilando sus platos,
listos para llevarlos al mostrador cuando Billy preguntó tímidamente ―Gabriel, ¿podrías
decirme una cosa? Es sobre una prenda que ha sido llevada por alguien, pero no es un
tipo usual de prenda.‖
―Enséñamelo fuera‖ dijo Gabriel, interesado por un objeto que no era usual.
El objeto resultó ser un botón. Billy lo sacó de su bolsillo, murmurando. ―No es como si
yo te dijera algo, ¿no? Quiero decir, no estoy hablando de mi casa, ¿no?‖
―Claro que no‖ dijo Gabriel tomando el botón.
Los cuatro chicos se sentaron en el césped en el borde del patio, con las paredes rojas de
la ruina detrás.
―¿Dónde lo encontraste Billy? ¿Y qué hay de especial con él?‖ preguntó Fidelio.
―No te lo puedo decir‖ Billy apretó sus labios.
El botón era bastante ordinario, era grande y negro, el tipo de botón que podía venir de
un abrigo o un traje.
―Necesito saber un poco más sobre él‖ dijo Gabriel. ―¿Lo encontraste en tu nueva casa?,
¿en un armario?, ¿en el suelo?, ¿tienes idea de quién llevaba la ropa del que proviene?‖
Billy asintió dos veces y luego negó con la cabeza otras dos.
―Está bien, estamos un poco más cerca‖ Gabriel giró el botón. ―Supongo que tendré que
trabajar con lo que tengo‖ Colocó el botón en diferentes posiciones en el centro de su
cuerpo y luego a cada lado. ―Es difícil‖ dijo ―Verás, no me lo puedo poner encima, así
que no creo que esto vaya a funcionar… ¡ugh!‖ El cuerpo alto y delgado de Gabriel se
sacudió hacia atrás, el niño bajó su mirada al botón, el cual sostenía sobre el bolsillo
izquierdo de su camiseta. Un callado y rítmico latido era audible cuando presionaba el
botón más cerca de su corazón.

67
Billy observó a Gabriel con los ojos abiertos como platos, mientras el chico mayor
lanzaba una serie de exclamaciones escandalizadas.
―Es increíble‖ Gabriel cerró los ojos y los otros tres escucharon en absoluto silencio
mientras decía ―Hay cristal por todas partes. Paredes de cristal. No, son
espejos…espejos con…con un hombre oscuro mirando en ellos. Y hay música, música
de piano, pero no puedo ver el piano. Creo que el hombre está atrapado…dentro de los
espejos…‖
De repente, el silencio fue roto por un grito inhumano. Un montón de cascos tronaron
alrededor del círculo de chicos, los niños se inclinaron, agachando sus cabezas y
temiendo ser aplastados por aquellos cascos iracundos. Solo Fidelio se mantuvo normal,
completamente inconsciente de los sonidos que aterrorizaban a sus amigos.
Gabriel, con la cara pálida y sin color, tiró el botón al alto césped que rodeaba la ruina y
el animal invisible pareció seguirlo. Charlie levantó rápidamente la mirada y una
imagen pasó por su vista: un caballo blanco con la cola al viento, y luego, se fue. No
podía saber si había huido a la ruina o si simplemente se había desvanecido.
―¿Qué está pasando?‖ preguntó Fidelio.
Antes de que alguno de ellos pudiera responder, Billy Raven gimió y agarró su
estómago. Doblado a causa del terrible dolor, rodó sobre sí mismo y se tumbó gimiendo
en el césped.
―¿Qué te pasa, Billy?‖ Charlie le tocó con cautela el hombro.
―No he dicho nada‖ gimió Billy. ―No he dicho nada sobre la Casa de Paso…aau…
aaaah…no lo hice, ¿verdad? Lo del botón no era decir algo, ¿no? No he roto mi
juramento, de verdad. Mmmm… aaaaaaaaah… creo que me estoy muriendo.‖
Charlie corrió hacia la señorita Chrystal, quien estaba encargada de vigilar el recreo.
―Es Billy Raven‖ gritó cogiéndola del brazo. ―Dice que se está muriendo.‖
La señorita Chrystal corrió por el patio mucho más rápido de lo que Charlie hubiera
pensado nunca. Inclinándose sobre Billy, dijo. ―Oh, pobre niño. ¿Qué es lo que te pasa
cariño? ¿es tu estómago? Oh Dios, ¿puedes ponerte de pie, Billy?‖
En ese momento, Billy tenía tanto dolor que apenas podía hablar. Ayudada por los otros
niños, la señorita Chrystal se las arregló para poner a Billy de pie, pero aún estaba
doblado de dolor. Con mucho cuidado lo llevaron por el patio y entraron en el colegio.
El señor Weedon, quien estaba sentado al lado de la puerta, levantó la vista de su
periódico y preguntó ―¿Qué le pasa al niño?‖
―No se encuentra muy bien, señor Weedon‖ dijo la señorita Chrystal. ―¿Podría
ayudarme a llevarle a la enfermería?‖
―No hay problema‖ gruñó el jardinero. Levantó a Billy del suelo y cargó con él.
Esa misma tarde, Charlie le preguntó a la ama de llaves si podía visitar a Billy.
―De ninguna manera‖ dijo Lucretia Yewbeam. ―Está demasiado enfermo.‖
―¿Pero qué es lo que le pasa?‖ le preguntó Charlie. ―¿Es que comió algo en mal
estado?‖
La ama de llaves le respondió con una fría sonrisa. ―No es fuerte, muchas cosas le
sientan mal. Ahora, vete a la cama y no interfieras.‖
Charlie no se iba a rendir tan fácilmente. El día siguiente, cuando estaba en la fila de la
comida, se inclinó sobre el mostrador y le preguntó a la Cocinera si había visto a Billy.
―Le llevé un poco de caldo al pobre chico, Charlie, pero no pudo comerlo‖ le respondió.
―¿Qué le pasa, Cocinera?
―No tengo ni idea, no podía decir una sola palabra. Simplemente estaba ahí tumbado,
mirándome aterrorizado.‖
―Bueno, yo sé dónde vive ahora Cocinera, en algún lugar llamado la Casa de Paso.‖

68
―¿La Casa de Paso?‖ las cejas de la Cocinera se arquearon, pero antes de que pudiera
decir algo más, Gweneth Howells, que se encontraba detrás de Charlie, le dio una
patada en los tobillos.
―Muévete Bone‖ se quejó ―Quiero mis patatas.‖
Charlie se vio obligado a avanzar.
Ninguno vio a Billy durante el resto de la semana, y Charlie tenía el desagradable
presentimiento de que lo había vuelto a llevar con aquellos antipáticos padres que no
sentían ningún afecto por él. ¿Y a qué se refería con lo de que no había roto su
juramento? ¿Tenían los Greys algún misterioso control sobre Billy? ¿Estaban enterados
de todo lo que decía y hacía?
Charlie decidió que tenía que saber más cosas sobre el botón negro. Durante todos los
descansos del resto de la semana, bajó al gran prado de altas hierbas que rodeaba la
ruina. Fidelio iba con él siempre que podía escaquearse de sus prácticas de música, y a
veces también venía Gabriel a ayudar, pateando el césped de un lado a otro mientras
murmuraba ―Casi preferiría que no lo encontráramos, no es más que un problema, sí que
lo es.‖ Y miraba sobre su hombro, esperando que un semental salvaje saliera de la nada
y lo aplastara hasta la muerte.
Una tarde, cuando Charlie estaba buscando solo, notó que alguien lo miraba, y al
levantar la vista, vio a Olivia, con su vista fija en el suelo bajo los pies del chico.
―¿Qué estás haciendo?‖ le preguntó hoscamente. Estaba incluso peor que normalmente.
Su pelo estaba grasiento, su camiseta estaba sucia y las zapatillas blancas que llevaba
eran ahora de un color marrón ceniciento.
―Liv, ¿por qué ya no te arreglas el pelo?‖ le preguntó Charlie. ―Ya sabes, como antes,
con todos esos colores.‖
―No es de tu incumbencia‖ replicó Olivia. ―Te he preguntado qué estabas haciendo.‖
Charlie suspiró. ―Estoy buscando un botón,‖ dijo. ―¿Quieres ayudarme?‖
Olivia empezó a empujar la tierra con la punta de su deportiva. ―¿Y por qué lo quieres?,
¿no puedes conseguir otro?‖
―No. Billy lo encontró en su nueva casa, y Gabriel, ya sabes…encontró su historia, pero
yo quiero saber más.‖
―Toda esa mística es estúpida‖ dijo Olivia de mala gana. ―Vosotros nunca os rendís,
¿no?‖
Charlie no podía creerlo. ―Liv, tú solías ayudarnos. Te gustaba estar involucrada. ¿Cuál
es el problema contigo?‖
―Así que realmente quieres saberlo. No puedo pelar manzanas, y estoy harta de todo el
tema de los dones…‖ la niña se calló y fijó su mirada en la ruina. ―¿Qué ha sido eso?‖
―¿Qué ha sido qué?‖
―Pensaba que había oído una especie de gruñido, ¡cómo de un caballo!‖
―¿Lo has oído? Liv eso significa…‖
―¡No quiero saber lo que significa!‖ gritó Olivia. Salió corriendo dejando a Charlie con
muchas cosas en las que pensar.
Cuando el cuerno de caza sonó, Charlie era reacio a abandonar la búsqueda, encontrar el
botón negro se estaba convirtiendo en algo muy importante para él. Gabriel había
descrito a un hombre oscuro atrapado entre espejos, con música de piano en el fondo.
¿Podía ser su padre, Lyell Bone, el hombre oscuro? Gabriel ya había visto a su padre
antes, cuando Charlie le dio una corbata de su padre. Así que necesitaba
desesperadamente que Gabriel mirara otra vez a su padre y le dijera si las dos imágenes
coincidían.
Charlie caminó por el césped, fue el último en dejar el patio. Al poner el primer pie en
el pasillo, Manfred Bloor salió de su habitación de prefecto.

69
―Ah, justo la persona a la que estaba buscando‖ dijo Manfred. ―Me gustaría hablar un
momento contigo Charlie Bone.‖
―Es la hora de dormir‖ objetó Charlie. ―Llegaré tarde y me castigarán.‖
―Esto es más importante.‖ Manfred entró por la puerta de la torre de Música le hizo
señas a Charlie para que le siguiera. ―No te preocupes, te daré una nota para la ama de
llaves.‖
Charlie siguió a regañadientes a Manfred por el pasadizo hasta su oficina. Cuando
llegaron a la polvorienta estantería de libros, Manfred dijo ―Supongo que ya conoces mi
entrada secreta.‖ El chico empujó con sus dedos la madera entre dos libros en la balda
de arriba, y la estantería giró.
―Después de ti Charlie‖ Manfred entró tras Charlie en la habitación y la estantería
volvió a su posición original.
Charlie se sentía atrapado. ¿Qué desagradable sorpresa le había preparado Manfred? Al
echarle un vistazo a la oficina, notó una pila de cenizas en la chimenea, el olor a papel
quemado todavía permanecía en la habitación, y Charlie se preguntó por qué Manfred
había necesitado fuego en un clima tan cálido. Algo le hizo decir ―Creo que tienes algo
que me pertenece Man…- digo señor.‖
―¿Y qué sería eso?‖
―Un palo blanco. Billy Raven te lo dio.‖
―Ah, te refieres a tu varita. No seas tímido Charlie, todo el mundo sabe que es una
varita. Bueno, te la he confiscado.‖
―¡No puedes hacer eso!‖ gritó Charlie.
―No seas estúpido, claro que puedo. Las varitas están prohibidas, es una regla nueva.‖
Charlie no sabía qué decir. Un listado de palabras malsonantes le vinieron a la mente,
pero sabía que si las usaba solo le daría una excusa a Manfred para castigarle.
El nuevo asistente de profesor invitó a Charlie a que se sentara mientras él caminaba por
la habitación, acariciando pensativamente la escasa barba de su mentón. De repente,
paró un momento y dijo ―Hay un retrato de nuestro ilustre ancestro en el Salón del
Rey.‖
―Sí‖ Charlie se sentía nervioso cuando Manfred se movía detrás de él, fuera de su vista.
―He notado que lo miras‖ continuó Manfred.
―¿En serio?‖
―No te hagas el inocente‖ dijo Manfred secamente. ―Claro que lo miras, todo lo
hacemos de vez en cuando. Pero tú, Charlie Bone, tú tienes un motivo, ¿no?‖
―¿Lo tengo?‖
―Venga ya, Bone‖ dijo Manfred de mal humor. ―Tú quieres escucharlo, ¿no? Y
probablemente lo harías si no hubiera algo en el cuadro que te bloquea, ¿verdad?‖
―¿Eh?‖ Charlie estaba intrigado. Así que Manfred sabía algo sobre la sombra oscura
detrás del hombro de del rey, la persona o la cosa que impedía que Charlie entrara en la
pintura.
―¿Has oído algo alguna vez de esa imagen, Charlie?‖ el tono de Manfred se volvió
suave y persuasivo, y Charlie se encontró respondiendo a aquella súbita cortesía con una
voz normal y fría.
―Sí, he escuchado el susurro de los árboles, caballos, el sonido de un arreo. A veces
escucho el acero chocando, y lluvia.‖
―¿Nunca la voz del rey?‖
―No, nunca.‖
Manfred se acercó y se sentó en la silla que había al otro lado de su escritorio.
Colocando sus manos en el borde, se inclinó acercándose a Charlie y le preguntó. ―¿Y
sabes por qué no puedes escuchar al rey, Charlie?‖

70
―Hay una sombra‖ replicó Charlie en voz baja.
―Es más que una sombra, Charlie. Es la forma oscura de mi ancestro Borlath, el hijo
mayor del rey. Y Charlie, ¡él ha vuelto!‖
―¿Qué?‖ Charlie se incorporó bruscamente. ―¿Qué quieres decir?‖ Una ola de miedo lo
sacudió.
―Mi abuelo realizó un experimento de lo más interesante, ayudado por tus tías abuelas y
por supuesto, por mí. Encontramos los huesos del caballo de Borlath, y también, lo más
importante de todo, su corazón.‖
―¿El corazón de Borlath?‖ dijo Charlie.
―Su corazón‖ Manfred acercó tanto su cara a la de Charlie, que el niño podía ver las
venas azul oscuro que rodeaban los párpados del hipnotizador. ―Fue en un ataúd, debajo
de una lápida marcada con una ―B‖. Para ser sinceros, fue Asa quien lo encontró. Le
gusta escarbar cuando él – no es él mismo – si sabes a lo que me refiero.‖
―Lo entiendo‖ Charlie apartó su mirada de la cercana cara de Manfred.
―El caballo volvió a la vida‖ continuó Manfred ―en el laboratorio del ático de mi
bisabuelo, y también lo hizo el corazón. Se habían fusionado, o al menos eso parecía, y
salieron rompiendo la pared – todavía puedes ver el agujero desde fuera si miras hacia
arriba. Así que ahora hay caballo en los terrenos, con un corazón salvaje, y va detrás de
ti.‖
―¿Detrás de mí?‖ Charlie se levantó de un salto y la silla se golpeó contra el suelo.
―Pensé que te gustaría saberlo.‖ Manfred estiró sus manos. ―Porque si te pasas de la
línea, el caballo solo buscará castigarte. Por cierto, te recuerdo que los cascos pueden
infligir unas terribles heridas.‖
Charlie se negó a darle a Manfred la satisfacción de ver lo asustado que estaba. Se
encogió de hombros y dijo ―Creo que debería irme a la cama ahora.‖
―Por supuesto.‖ Manfred hizo girar la estantería de libros y Charlie salió
apresuradamente de la habitación. Todavía podía sentir la mirada de burla de Mandred
mientras salía al pasillo y corría hasta los dormitorios sin volver la mirada atrás.
En el cuarto piso, Billy Raven estaba acostado en una estrecha cama blanca al final de la
enfermería. Era una habitación muy larga, y ninguna de las otras quince camas estaba
ocupada. Los horribles retortijones de estómago habían parado, pero Billy no tenía
ninguna duda de que volverían tan pronto como susurrara algo sobre su nuevo hogar.
¿De verdad había roto el juramento al darle el botón negro a Gabriel?, ¿y cómo lo
sabían los juramentos?
El ama de llaves asomó la cabeza y le dijo a Billy que al día siguiente volvería a la Casa
de Paso. ―Un pequeño descanso de tus amigos es aconsejable,‖ le dijo con su voz
chillona. ―Te ayudará a arreglar las cosas, Billy‖ Se fue sin dedicarle una sola palabra
de ánimo o incluso un relajante vaso de leche.
Billy miró la oscuridad, incapaz de dormir. La luna llena navegaba por el cielo y su
brillo entraba por la ventana sin cortinas. Billy escuchó el sonido de unas uñas raspando
las tablas del suelo en su dirección. Una voz familiar dijo ―Billy, ¿enfermo?‖
―Bendito‖ Billy bajó la mano y acarició la cabeza arrugada del perro. ¿Contará si le
cuento a un perro las cosas que no puedo contarle a nadie más? Se preguntó.
―Caballo‖ gruñó Bendito. ―En el jardín.‖
―¿Un caballo?‖ Billy se sentó en la cama.
―Caballo fantasma‖ dijo Bendito.
Billy salió de la cama y corrió hacia la ventana. El caballo estaba justo debajo de él. No
en una forma fantasmal y sutil, si no que parecía muy real esta vez. Su cuerpo era de un
deslumbrante blanco bajo la luz de la luna, y cada pelo de sus espesas crines y su cola
brillaba como hilos de plata.

71
Billy abrió la ventana y bajó la vista hacia el caballo, sus miradas se encontraron y el
animal habló. ―Niño‖ dijo. ―Mi niño.‖
―Ayúdame‖ le rogó Billy.

72
Capítulo 10: El pájaro enjaulado

Charlie encontró el botón negro el viernes al final del recreo de la comida. Gabriel lo
había tirado más lejos de lo que había pensado, porque estaba entre dos piedras que
cubrían el interior del gran arco de la ruina.
Mientras Charlie introducía el botón en su bolsillo, una voz dijo ―¿Qué es eso, Bone?‖
Asa Pike estaba vigilando alrededor del arco.
―¿Qué es qué?‖ preguntó inocentemente Charlie.
―Has cogido algo.‖
―¡Oh, eso!‖ Charlie metió su mano en el bolsillo y descubrió que por un golpe de suerte
se había dejado una canica dentro. ―Es solo una canica‖ La sacó fuera y la sostuvo a
contraluz. ―¿Lo ves? Estábamos jugando aquí ayer y rodó hacia una grieta. Pensaba que
nunca la sacaría de ahí.‖
Asa observó la canica, ―¿De dónde la has sacado?‖
―No puedo recordarlo, la he tenido por años. Es como una mascota.‖
―Hmm‖ Asa se giró y se alejó del chico. La extraña manera de caminar de Asa siempre
le daba escalofríos a Charlie, y tuvo la desagradable visión de Asa convertido en bestia,
cavando en la ruina. ¿Dónde encontró el corazón?, se preguntó Charlie. ¿Y tenían la
total certeza de que se trataba del corazón de Borlath?
Charlie se estremeció involuntariamente y abandonó la ruina. Mientras deslizaba la
canica en su bolsillo, sus dedos tocaron el botón negro, y brotó en él una oleada de
esperanza. Quizás, por fin, se estaba acercando a su padre.
Cuando estaba en la fila del autobús por la tarde, Charlie le pidió a Gabriel que se
reuniera con él en el Café de las Mascotas el sábado. ―He encontrado el botón‖ le
susurró. ―¿Podrías intentarlo otra vez, Gabriel?‖
Gabriel se encogió de hombros enigmáticamente. ―No estoy seguro de que quiera
encontrarme otra vez con ese caballo.‖
―El botón no tiene nada que ver con el caballo‖ dijo Charlie. ―Confía en mí, te lo
explicaré mañana.‖
―Más te vale‖ dijo Fidelio. ―Y todavía no nos has contado por qué llegaste tarde a la
hora de acostarte ayer.‖
―Todo será revelado‖ prometió Charlie.
El tío Paton había adquirido últimamente el hábito de ordenar comida deliciosa de un
restaurante elegante de la ciudad. La herencia de uno de los ricos familiares franceses de
su madre había hecho eso posible, y se aseguraba de que todos en el número nueve de la
calle Filbert se beneficiaran de su buena fortuna.
Por supuesto, esto solo le daba a las hermanas Yewbeam otra razón para odiar a su
hermano. Pero mientras la abuela Bone hervía de indignación en privado, no paraba de
disfrutar de las delicias. A Grizelda Bone le encantaba la buena comida, especialmente
el foie gras y el caviar. Aquel día, mientras Paton, Maisie y Julia Ingledew estaban
sentados en la cocina comiendo pastel de venado, la abuela Bone, reclinada en su
mecedora del salón, comía caviar con tostadas y tomaba un vaso de oporto. No le
gustaba comer con las visitas, especialmente con la señorita Ingledew, quien ella
imaginaba estaba persiguiendo a su hermano, aunque cualquiera le podría haber dicho
que a la inversa.
―¡Vaya!‖ exclamó Charlie al entrar a la cocina. ―Que olor tan delicioso, ¿puedo tomar
un poco de lo que sea que lo haya causado?‖
El tío Paton le cortó una gran rebanada de pastel, y Maisie empujó una olla con salsa
picante en su dirección.

73
―Prueba un poco. Es mejor que lo que solemos comer‖ dijo Maisie con un guiño. ―Tiene
ron.‖
Charlie se dio cuenta de que su tío llevaba una chaqueta nueva. ―¿Vas a algún sitio
especial?‖ le preguntó.
Paton puso un dedo en sus labios. ―¡Shhh! No queremos que cierta persona lo sepa.‖
―De hecho planeábamos llevarte con nosotros‖ dijo Julia en voz baja.
No se dijo nada más sobre el asunto, y aunque Charlie ardía en curiosidad se dio cuenta
de que todo el mundo estaba esperando a que la abuela Bone se fuera a dormir la siesta.
Unos minutos después Amy Bone volvió de trabajar y se unió a los demás en la cocina.
Le dijeron a Charlie que llevara la botella de oporto al salón.
―Charlie – qué agradable – ¿me traes más oporto?‖
Charlie reprimió a duras penas una sonrisa al escuchar la dificultad con la que la abuela
Bone arrastraba las palabras. Claramente, ya había bebido más de un vaso de oporto.
Llenó cuidadosamente el vaso y le preguntó si le gustaría un poco de pastel de venado.
―Pastel – mmm – vale.‖ La abuela Bone se relamió los labios y puso los pies en el sofá.
Charlie volvió a la cocina, colocó una porción de pastel en un plato y lo cubrió con
abundante salsa de ron y albaricoque. ―Está cabeceando‖ dijo suavemente.
Diez minutos más tarde, escucharon unos enormes ronquidos provenientes del salón.
―Estará fuera de combate por horas‖ dijo Maisie. ―Yo me iría ahora si fuera vosotros.‖
―¿A dónde vais?‖ preguntó Amy.
―Ah…a una casa cerca de aquí‖ le dijo Paton. ―Y nos gustaría llevarnos a Charlie.‖
―¿Por qué?‖ preguntó Amy. ―No…no es peligroso, ¿verdad?‖
―Oh, mamá. Claro que no‖ dijo Charlie, quien no tenía ninguna idea de si era peligroso
o no.
―¿Y tú cómo lo sabes?‖ su madre le dirigió a Paton una mirada cautelosa.
Paton se rascó la cabeza. ―Bueno, no debería ser peligroso.‖ Consultó una nota que
había sacado de su bolsillo. ―Está a solo unos bloques de aquí y hasta donde yo sé, es un
vecindario muy tranquilo.‖
―Hasta donde tú sabes‖ murmuró Amy, ―Paton, tú siempre estás yendo a sitios
peligrosos.‖
―Mamá por favor‖ le rogó Charlie.
―Vamos a conocer a un familiar de Billy Raven‖ explicó la señorita Ingledew. ―El pobre
hombre lo está pasando mal. Ha tenido que mandarme unas cartas destinadas a Paton
para evitar que cayeran en las manos equivocadas.‖
Amy sonrió a regañadientes. ―Está bien Charlie.‖
Todavía no había la oscuridad suficiente para que el tío Paton se arriesgara a salir, pero
tras esperar otra media hora, una atenta nube negra empezó a cubrir el cielo. Para
cuando la pequeña expedición dejó el número nueve, pesadas gotas de lluvia caían en la
calle.
El tío Paton abrió un gran paraguas azul, que los cubría a él y a la señorita Ingledew,
pero que dejaba que a Charlie le mojaran la mayoría de las gotas. Despreocupado,
Charlie corrió hacia delante. Siguiendo la calle hacia el parque, giraron a la izquierda
como decían las instrucciones. Aquí, una avenida de altos plataneros le otorgó un poco
más de protección de la lluvia, que se había vuelto muy fuerte. Caminaron otros
quinientos metros antes de que el tío Paton gritara ―Hay que girar a la derecha. Es el
número quince.‖
Charlie rodeó una esquina que daba a parar a un camino que casi podría describirse
como una calle de pueblo. Frondosas ramas se arrastraban por el pavimento y la
mayoría de las casa estaban escondidas detrás de altos arbustos.

74
La puerta del jardín del número quince necesitaba urgentemente una mano de pintura y
le faltaba una bisagra. Charlie apenas podía ver la casa – estaba cubierta de hiedra y
rosas blancas. Un aroma delicioso flotaba desde el jardín, y la señorita Ingledew declaró
que era el aroma más delicioso del mundo.
―Lo tendré que embotellar para ti‖ dijo el tío Paton afectuosamente.
Empujaron la desvencijada puerta y caminaron por el sendero hasta una puerta blanca.
No había ninguna campana o aldaba, así que Charlie tiró de una cadena que colgaba al
lado de la puerta. Una campanilla se oyó al otro lado de la puerta.
Poco después, Alice Angel estaba en el marco de la puerta. ―Charlie, tú también has
venido‖ dijo. ―Oh, estoy tan contenta.‖
Charlie estaba sin palabra, nadie le había dicho que iban a ver a Alice Angel, estaba
bastante confuso. Pero el tío Paton y la señorita Ingledew entraron a la casa y se
presentaron como si Alice fuera una persona perfectamente normal, así que Charlie
decidió seguirles.
Alice tomó sus húmedos abrigos y chaquetas y los condujo a un bonito salón. Debido a
todas las plantas que cubrían las ventanas, la habitación estaba casi a oscuras, y Alice
buscó inmediatamente el interruptor de la luz.
―¡No lo haga!‖ gritó Paton.
Su grito llegó demasiado tarde. Las bombillas de la pequeña araña de luces que colgaba
en el centro de la habitación explotaron una a una y una ducha de cristal cayó sobre la
alfombra, sin tocar a Alice por centímetros.
―Lo lamento tanto‖ se disculpó Paton. ―Tendría que haberla advertido, qué tonto, qué
negligente.‖
―Ha sido totalmente mi culpa‖ dijo Alice. ―Esto está demasiado oscuro. Iré a traer el
recogedor mientras ustedes hablan con Christopher.‖
Charlie miró la penumbra, intentando localizar a Christopher, mientras el tío Paton y la
señorita Ingledew discutían con Alice sobre quién debería barrer los cristales rotos.
Alice insistía en que los invitados tenían que ponerse cómodos mientras ella buscaba el
recogedor.
Mientras ellos tomaban sus asientos, una suave risa vino de una esquina de la
habitación, luego una voz dijo ―Así que es usted un elevador de voltaje señor Yewbeam.
Siempre he querido conocer a uno.‖
Todos miraron hacia la esquina y vieron a un hombre pequeño y delgado con pelo
escaso y una ropa que le venía grande. El extraño se puso de pie y avanzó hacia ellos,
extendiendo su mano. ―Christopher Crowquill‖ dijo ―Sé quiénes son ustedes.‖
Mientras se estrechaban las manos, Alice volvió con un recogedor y una escoba, que
Paton le arrebató enseguida. Empezó a barrer el suelo y Alice volvió a la cocina a por
tarta y velas. Cuando estuvieron todos sentados confortablemente en la habitación
iluminada por velas y con un pedazo de tarta, Christopher Crowquill empezó a
preguntar por Billy Raven.
―Billy está enfermo, señor Crowquill‖ dijo Charlie.
―¿Enfermo?‖ Christopher parecía alarmado.
―Acababa de enseñarnos un botón que había encontrado, cuando súbitamente empezó
rodar por el suelo presa de una horrible agonía. No paraba de murmurar sobre un
juramento y de que no lo había roto. Lo llevaron a la enfermería y no lo he visto desde
entonces.‖
―¡Los juramentos son mortales!‖ declaró Christopher. ―Florence tiene una bolsa llena de
ellos. La mayoría los firmó gente que pidió prestado dinero. Desgraciadamente, una vez
que un juramento ha sido firmado Florence nunca los devuelve, incluso cuando el
dinero ha sido devuelto. Si alguien rompe un juramento, experimenta un horrible dolor.

75
A veces, la agonía es tan grande que la víctima se queda lisiada de por vida. El papel es
sumergido en veneno y luego imbuido en lo que yo creo que es un espíritu malvado. A
Billy le han hecho firmar un juramento, apostaría mi vida por ello.‖
―Por eso le asustaba tanto contarme algo‖ dijo Charlie pensativamente. ―Pero creo que
sé el nombre de su nuevo hogar. Se llama la Casa de Paso.‖
―¡La Casa de Paso!‖ Christopher se llevó la mano a la cabeza. ―Dios mío, la Casa de
Paso nunca podría ser descrita como un hogar. Los Bloors la utilizan de vez en cuando
para sus huéspedes ocasionales: gente que necesita algún lugar en el que esconderse u
otros que los Bloors quieren esconder. Si Usher de Grey está involucrado, entonces
Billy no podrá dejar la casa a menos que Usher decida permitir que se vaya. Oh, el
pobre niño, debo ayudarle.‖
―¿Pero cómo puede Usher mantener al niño prisionero?‖ preguntó indignada la señorita
Ingledew.
―Querida mía, puede crear campos de fuerza.‖ Christopher miró sus manos arrugadas y
agitó su cabeza. ―Su don es muy poderoso, además de desagradable. El pobre Billy
nunca será capaz de escapar, la pared invisible de Usher es más fuerte que el hierro.‖
Aquella información hizo que todo el mundo se sintiera pesimista, un silencio absoluto
se instaló en la habitación hasta el tío Paton dijo súbitamente ―El botón Charlie, ¿cuál es
su importancia?‖
Charlie explicó que Billy había encontrado el botón en la Casa de Paso y sentía
curiosidad por saber si el botón diría algo. ―Tenemos un amigo llamado Gabriel‖ le
explicó a Alice y Christopher, ya que ambos parecían un poco descolocados. ―Gabriel
puede sentir cosas, también puede ver cosas si se pone la ropa de otra persona. Le aflige
mucho, así que se mantiene alejado de la ropa vieja y todo eso la mayoría del tiempo. Al
principio, no pensábamos que funcionaría con un botón, porque no te lo puedes poner,
¿no? Pero sí que funcionó.‖
Había un ambiente de expectación, eventualmente roto por el tío Paton, quien dijo
―¿Y…?‖
―Y…‖ Charlie se sentía inesperadamente avergonzado. ―Vio un hombre con el pelo
oscuro, atrapado dentro de murallas de cristal – espejos – y escuchó un piano, pero no
pudo verlo. Y luego…luego…‖ Charlie describió la terrorífica experiencia del caballo
fantasma y el terrible experimento en el laboratorio de Ezekiel.
La habitación se llenó de inmediato con exclamaciones de horror y consternación. De
hecho, las indignadas voces se volvieron tan altas y tan fieras, que Charlie se sintió
abrumado y preguntó si tenía permiso para salir y tomar un poco de aire fresco.
Alice le enseñó la puerta trasera, y Charlie se adentró en un calmado mar de flores.
Había parado de llover por fin y un maravilloso vapor perfumado llenaba el jardín.
―¡Vaya! Y eso que no les he contado que el caballo va detrás de mí,‖ murmuró Charlie.
La vista de una caravana de gitanos de verdad sacó su mente de sus problemas
inmediatos, Charlie se metió por las flores hasta que llegó a unos escalones de madera
que subían a la puerta de la caravana. Estaba a punto de subir los escalones cuando un
movimiento al final del jardín llamó su atención. Para su sorpresa, vio a Olivia
mirándole desde lo alto de una gran pared.
―¡Liv!‖ la llamó. ―Olivia, ¿qué estás haciendo ahí?‖
Olivia saltó al otro lado.
―¡Que sea así, entonces!‖ gritó Charlie. Saltando por las plantas empapadas por la
lluvia, llegó hasta la pared y la llamó otra vez. ―¿Liv, estás ahí?, ¿qué estás haciendo?‖
Charlie se elevó hasta lo alto de la pared y miró hacia el otro jardín, este despojado de
flores. La suave ladera verde terminaba en una gran casa blanca que Charlie reconoció

76
inmediatamente. La casa pertenecía a los Vertigo. Alice Angel era la vecina de Olivia.
Qué raro que Olivia no la conociera.
No había ni rastro de Olivia, así que Charlie saltó la muralla, cogió una brillante
manzana roja y caminó hasta el interior de la casa de Alice.
―Ah, has encontrado una manzana‖ Alice le sonrió a Charlie cuando este entró ―Esas
manzanas son tan buenas.‖
Las cosas se habían calmado un poco, aunque el tío Paton y Christopher Crowquill
estaban ahora discutiendo algo en un tono bajo aunque agitado.
―Vi a mi amiga Olivia‖ le contó Charlie. ―No sabía que vivía al otro lado de tu pared.
No ha querido hablar conmigo.‖
―Está teniendo una crisis‖ dijo Alice gravemente. ―A veces pasa cuando la gente pelea
en contra de su verdadera naturaleza. Espero que acepte esto pronto. Marcaría tanto la
diferencia – para todos vosotros.‖
―¿De verdad?‖ Charlie estaba desconcertado. ―¿Cómo lo?…Quiero decir, ¿está usted
dotada, señorita Angel?‖
―Alice por favor‖ sus ojos grises parpadearon. ―Sí, estoy dotada.‖
A Charlie le habría gustado poder hacerle una cuantas preguntas, pero en aquel
momento, el tío Paton se puso de pie, limpiándose los restos de de tarta de sus
pantalones, y dijo ―Debemos irnos‖
Mientas se iban, Christopher Crowquill les agradeció su visita y les estrechó
cálidamente las manos. ―No puedo deciros lo que significa esto para mí‖ dijo. ―Me
quedan pocos amigos en esta ciudad desdichada, y haber sido un pájaro enjaulado me ha
enseñado quienes son. Alice Angel es fiel a su nombre, ella ha sido como un ángel. No
ha habido una semana durante mi larga estancia en la cárcel en la que no haya venido a
visitarme. Ella me dio esperanza y ahora me está dando cobijo. Pero os ruego que
mantengáis mi localización en secreto, o ella estará en mucho más peligro de lo que
estoy yo.‖
Ellos prometieron no contarle a ningún alma nada sobre si visita, tío Paton de una
manera mucho más vehemente que los demás. ―Estaremos en contacto‖ le dijo a
Christopher ―No pierdas la esperanza.‖
La puerta blanca se cerró firmemente detrás de Paton, seguido por Charlie y la señorita
Ingledew hacia el camino. La calle estaba desierta, pero Christopher no quería correr
riesgos.
La farolas se habían encendido, y aunque había parado de llover, el tío Paton tuvo la
precaución de esconder su cabeza debajo del paraguas por si había otro accidente. El
paraguas cubría también a Julia, por eso ninguno de los dos vio la extraña figura gris
que se lanzó hacia los arbustos al otro lado de la rejas del parque. Charlie tampoco
estaba seguro de haberlo visto, pero empezó a estar más y más seguro de que había sido
real y que no era un zorro o un perro, sino una bestia gris y contrahecha. Espiar era la
ocupación favorita de Asa Pike, así que si los había seguido, el número quince de Park
Avenue era ahora una casa marcada.
Charlie se dijo a sí mismo que Asa probablemente no había adivinado porqué él y su
tçío habían visitado a Alice Angel. Para cuando llegaron a la calle Filbert, se sentía
seguro, pero había algo que necesitaba saber, y le preguntó a su tío porqué el señor
Crowquill había llamado a la ciudad ―desgraciada.‖
―Imagino que para él será una ciudad desgraciada porque él fue enviado a prisión‖ dijo
el tío Paton. ―Es algo terrible que te pase cuando eres inocente.‖
―No, es mucho más que eso‖ añadió Julia en voz baja ―Pensar en todas las tragedias que
han tenido lugar aquí, desde el mismo momento en el que los hijos del Rey Rojo
empezaron a matarse unos a otros. Tengo más de cien libros antiguos que describen la

77
eterna lucha que se ha llevado a cabo aquí a través de los siglos. La gente buena pierde
y los malvados prevalecen.‖ Ella sonrió ―Pero aún así amo esta ciudad. Creo que es
porque al sobrevivir entre todos esos hechos oscuros, el bien adquiere mucha más fuerza
y vigor.‖
Charlie pensó en su padre, derrotado y perdido porque intentó luchar contra los Bloor
―Tú encontraste el Libro de Amadis‖ dijo. ―¿Piensas que era mi padre a quién Gabriel
vio cautivo en el Castillo de los Espejos? Sé que él tenía el cabello oscuro y sé que está
atrapado en algún lugar, y también está la música del piano.‖
―No te lo puedo asegurar Charlie‖ dijo amablemente Julia ―Pero es posible.‖
Habían llegado al número nueve, y Paton cerró el paraguas mientras Charlie corría a
apagar la luz del recibidor y muchas otras que podían suponer un riesgo.
La abuela Bone se había despertado ―¿Dónde habéis estado?‖ gritó desde el comedor.
―Paseando‖ dijo Paton.
―¿Paseando?, ¿está aquí esa mujer de nuevo?‖
―Si te refieres a Julia, sí está aquí‖ dijo Paton enfadado. ―Vamos a tomarnos una taza de
té, y luego voy a acompañarla andando hasta su casa.‖
―Será mejor que tengas cuidado con las luces‖ su hermana se rio desagradablemente.
―No creo que vaya a quedarme a tomar té‖ dijo Julia rápidamente. ―Emma está en casa
de una amiga, pero volverá dentro de poco.‖
El tío Paton acompañó a la señorita Ingledew hasta las escaleras, ella gritó antes de irse
―Emma tiene una nueva mascota, Charlie.‖
―¿Qué es?‖ preguntó Charlie.
―Lo descubrirás mañana‖ dijo la señorita Ingledew, cogiendo el brazo de Paton.
―Cuando lo lleve al Café de las Mascotas.‖

78
Capítulo 11: La casa de paso

Charlie corrió durante casi el camino hacia el Café de las Mascotas. Tenía la correa de
Judía Corredora en su bolsillo y un plan excelente en su cabeza. La ciudad estaba llena
de compradores domingueros y esto hizo que Charlie bajara el ritmo.
Giró en la calle de la Rana al mismo tiempo que Dorcas Loom y sus dos hermanos
mayores. Albert y Alfred Loom eran unos chicos grandes con pinta de agresivos.
Disfrutaban robando mochilas, atormentando gatos y haciendo trucos con sus skates.
Eran también los orgullosos dueños de cuatro rottweilers, lo que les permitía entrar en el
Café de las Mascotas. Normalmente, Dorcas esperaba en un banco fuera. A ella le
daban miedo los animales, y Charlie solía pensar a menudo en cómo aguantaba vivir
con dos criaturas tan agresivas- por no mencionar a los dos rottweilers.
Con un rápido ―¡Hola!‖ Charlie pasó por delante de los Looms y entró en el Café de las
Mascotas.
―¿Qué pasa Charlie?‖ dijo Norton. ―¿Te has encontrado con el Jinete sin cabeza o qué?‖
―Lo sabrás en un minuto‖ dijo Charlie.
Vio la cabeza rubia de Emma en la distancia y dejando que Norton se enfrentara a los
Looms, se dirigió hacia ella. Para su sorpresa, la mesa estaba llena. Lysander y su loro
Homer se habían girado. Tancred estaba sentado a su lado con uno de los jerbos de
Gabriel, y Gabriel estaba alimentando a la rata negra de Billy, Rembrandt.
―¡Charlie, siéntate aquí!‖ Fidelio hizo un hueco para Charlie, mientras su gata sorda se
aferraba a su hombro.
Tan pronto como Charlie se sentó, Judía Corredora, quien había estado dormitando
debajo de la mesa, saltó a su regazo, agitando la mesa de semejante manera que se
inclinó hacia un lado, mandando muchos platos y vasos al suelo.
Hubo varios gritos de ―Ese perro‖ ―¿No puedes controlarlo, Charlie?‖ ―Estaba
comiéndome esa tarta‖ ―¡Ahí va mi zumo!‖ mientras Charlie se excusaba ―Nadie me
dijo que Judía Corredora estaba debajo de la mesa.‖
Casi al mismo tiempo, los chicos Loom llegaron, causando una conmoción casi mayor
con sus rottweilers. Los cuatro grandes perros empezaron a intentar morder a cualquier
criatura que tuviese la mala suerte de encontrarse en su camino.
El ruido en el café era tal que el señor Onimoso tuvo que saltar a una mesa y gritar
―¡Silencio por favor! El mal comportamiento no es aceptado en este establecimiento.‖
Homer, el loro de Lysander, graznó, ―¡Bien dicho señor!‖
A lo que Alfred Loom gritó ―¿Cuál es su problema querido?‖
El señor Onimoso fijó su mirada en el joven con incredulidad ―¿Disculpa?‖ dijo.
―He dicho ¿Cuál es su problema?‖ repitió Alfred.
Estirándose en toda su estatura de 149 centímetros (más la mesa, la cual le hacía 195.58
centímetros más alto), el señor Onimoso replicó ―Considere a los animales pequeños,
señor. Puedes ver lo asustados que están. Tus perros crean problemas cada vez que los
traes aquí.‖
―No somos nosotros, es él‖ Albert Loom señaló a Charlie. ―Él y ese loco perro amarillo.
Es más grande que los nuestros.‖
Judía Corredora lanzó un profundo ladrido y se precipitó sobre los rottweilers, mientras
Homer graznaba. ―¡Dales su merecido!‖
Una pelea terrible se inició. Muchos de los otros perros no pudieron resistirse a unirse a
la pelea y el escándalo se volvió ensordecedor. Multitud de pájaros chillones volaron
hacia el techo, los gatos maullaron, las serpientes se enrollaron sobre sí mismas, lo
monos saltaron sobre los extraños y una iguana salió corriendo por la puerta. Cualquier
cosa pequeña simplemente se escondió.

79
Norton fue mordido varias veces mientras trataba de separar a los perros y Charlie fue
tirado al suelo por un aterrorizado pony, justo cuando consiguió agarrar el collar de
Judía Corredora.
La señora Onimoso saltó al lado de su marido (lo cual la hizo tener una altura de 259
centímetros) y empezó a agitar un tarro de galletas vacío. Su cabeza estaba tocando el
techo, y podrías haber pensado que la imagen de una persona tan enorme habría
detenido la pelea. Pero no hoy. Solo el sonido de una sirena acercándose tuvo algún
impacto. Tan pronto como los Looms oyeron la sirena sacaron a sus perros de la pelea y
dejaron el café. Dos minutos después los oficiales Wood y Singh llegaron a la escena.
Las cosas se habían calmado considerablemente por ese entonces, pero el señor y la
señora Onimoso estaban todavía de pie en la mesa.
El oficial Singh se abrió camino a través de los platos rotos y se dirigió al propietario.
―¿Podríamos hablar un momento, señor?‖ le preguntó al señor Onimoso. ―En privado.‖
El señor Onimoso saltó de la meas y cuando hubo ayudado a su esposa a bajar de la
forma más digna posible, la pareja desapareció en la cocina con los dos policías.
Norton, cuyas manos sangraban profusamente caminó tras ellos.
―Los Looms desaparecieron a la velocidad de la luz cuando oyeron la sirena‖ remarcó
Tancred.
―Y ellos han causado todo este problema‖ añadió Emma ―No es justo.‖
Charlie se las había arreglado para traer a Judía Corredora de vuelta a la mesa y todo el
mundo le aclamó por ser tan valiente. Homer incluso gritó ―¡Croix de Guerre!‖ aunque
ninguno sabía qué significaba.
―Es una medalla francesa al valor‖ explicó Lysander. ―Lo aprendió de mi madre.‖
Compartieron las galletas que quedaban en la mesa mientras esperaban la vuelta del
señor y la señora Onimoso. Muchos de los animales más ruidosos se habían ido, y ahora
había el silencio suficiente para que Charlie pudiera oír un distintivo y persistente quack
viniendo de alguna parte. Miró hacia abajo y vio un pato blanco sentado debajo de la
silla de Emma. ―Así que es un pato‖ dijo. ―Tu tía me contó que tenías una nueva
mascota.‖
―Voló a nuestro patio ayer‖ dijo Emma ―La he llamado Nancy, como mi madre. Ella
murió, ya lo sabes.‖
―Sí por supuesto. Es un pato muy bonito.‖ A Charlie no se le ocurría nada más que
decir.
―Olivia no ha venido, otra vez‖ observó Fidelio. ―¿Cuál es el problema con ella, Em?‖
Emma se encogió de hombros. ―No lo sé. Apenas habla conmigo, y cuando lo hace,
siempre está de mal humor.‖
―Está hecha un desastre‖ dijo Lysander.
―Y ella solía estar fantástica‖ añadió Tancred tristemente.
Charlie pensó que ya era hora de hablarles sobre Alice Angel y la tienda de flores.
―Creo que Olivia está dotada‖ dijo. ―Pero no quiere admitirlo. Incluso oyó al caballo
fantasma y hasta donde yo sé, solo los dotados pueden oírlo.‖
Fidelio estuvo de acuerdo. Él nunca había visto, oído o sentido al caballo, incluso
cuando los otros estaban huyendo de él.
Lysander demandó saber más acerca del caballo fantasma, así que Charlie le puso al día
añadiendo los detalles del terrible experimento de Ezekiel.
―¡Un corazón!‖ gritó Tancred cuando Charlie hubo acabado. ―¡Eso es tan asqueroso!‖
―Hay más‖ Sin mencionar a Christopher Crowquill, Charlie comenzó a contarle a sus
amigos acerca de Billy Raven y los espantosos talentos de sus nuevos padres.
―¿Así que vas a arriesgar tu vida y quizás la nuestra para intentar rescatar a Billy el
Tonto, es eso?‖ preguntó Tancred.

80
―Eso es lo que intento‖ dijo Charlie. ―Pero Billy no es tonto, simplemente ha tenido
mala suerte.‖
―Ya lo veremos‖ murmuró Gabriel sombríamente.
Parecía un buen momento para mencionar el botón de nuevo. Charlie se lo pasó a
Gabriel y le rogó que visitara el mundo de los espejos una vez más. ―Quizás si escuchas
el piano de nuevo, reconocerás la música. ¡Cualquier cosa que me pueda decir algo más
acerca del lugar y del hombre atrapado ahí!‖
Gabriel cogió el botón con un suspiro y una vez más lo sostuvo sobre su corazón. Cerró
los ojos y todos observaron en silencio como su ceño se fruncía y en su larga cara se
instalaba una expresión de solemne concentración. Una vez más, su cuerpo se
estremeció y su boca se crispó. Después de cinco minutos, Gabriel abrió sus ojos y tiró
el botón a la mesa.
―Rachmaninoff‖ dijo. ―Preludio en Do. Y es una grabación – uno de esos pequeños y
rayados vinilos.‖
―¿Y el hombre?‖ preguntó Charlie.
―Su cara estaba muy distorsionada. Había muchos espejos – los detalles se me siguen
escapando, lo siento Charlie.‖
Pero Charlie no estaba muy decepcionado. Ahora tenía el nombre de la música y era
algo con lo que continuar.
La charla en el café se tornó en un susurro cuando los oficiales Singh y Wood salieron
de la cocina y abandonaron el café. Unos momentos después, el señor Onimoso
apareció y anunció que habían cerrado por aquel día y que Norton sería llevado al
hospital para que le dieran puntos y le pusieran la inyección del tétano.
Cuando Charlie y sus amigos se levantaron para irse, el señor Onimoso se acercó a su
mesa. ―Lo siento chicos‖ dijo. ―No abriremos mañana. Norton ha quedado muy herido y
mi pobre esposa todavía tiene escalofríos. La policía nos ha avisado de que quizás
cierren nuestro precioso café. Esos chicos, los Looms, provocan problemas siempre que
vienen y la gente está empezando a quejarse.‖
―Debería prohibirle la entrada a los perros, señor Onimoso‖ dijo Lysander. ―Mi padre
podría hacerlo.‖
―Tu padre podrá ser un juez pero no sabe nada de llevar cafés de mascotas‖ dijo el señor
Onimoso gravemente ―No puedo empezar a prohibirle la entrada a perros, joven
Lysander. A los dueños quizás, pero a los perros no.‖ Se inclinó sobre la mesa y cogió
la rata negra. ―Será mejor que lo lleve de vuelta a la cocina. Echa mucho de menos a
Billy.‖
―Billy vendrá a visitarle muy pronto‖ Charlie parecía tener más confianza de la que
sentía. ―La cosa es, señor Onimoso, que necesito encontrar un sitio llamado la Casa de
Paso.‖
―¿Para qué?‖ le preguntó el señor Onimoso, sorprendido.
Charlie le habló sobre la adopción de Billy, y mientras escuchaba, el sabio rostro del
señor Onimoso se llenó de surcos de preocupación. ―¡Qué desgracia!‖ declaró. ―¿Qué
tiene el mundo contra ese niño que le impide llevar una vida sin preocupaciones? La
Casa de Paso está en el Pasaje de Crook*, Charlie. Subiendo hacia la catedral en la parte
antigua de la ciudad. ¡Pero ten cuidado! No me gustaría enfrentarme a esos de Grey.‖
―Me llevaré a Judía‖ dijo mientras ataba la correa al collar de Judía Corredora.
―No te irás sin mi‖ dijo Fidelio.
―Yo iré con vosotros también‖ Emma metió a Nancy en una canasta de mimbre.
Gabriel, Tancred y Lysander vivían en la dirección contraria, en una colina boscosa
llamada Los Altos, pero todos querían que los llamaran si necesitaban su ayuda. El pelo

81
rubio de Tancred crepitaba debido a la electricidad y unas pequeñas brisas continuaban
rondando sus tobillos mientras subían por la calle de la Rana.
―Tengo un mal presentimiento Charlie‖ dijo Tancred. ―La tormenta estará esperando tu
señal.‖
―Al igual que mis ancestros‖ añadió Lysander.
Cuando llegaron la calle Mayor, los tres chicos mayores giraron hacia la derecha,
mientras que Charlie, Fidelio y Emma giraron a la izquierda, hacia la catedral. Una vez
más, una pesada niebla había empezado a deslizarse por la ciudad, pero no era la
agradable niebla de ayer. Era más como un vapor que venía de lo más profundo de la
tierra: fría y siniestra, se hacía más espesa con cada paso que daban los niños hacia la
catedral.
Cuando pasaron por la librería Ingledew, Emma entró un momento y puso la cesta de
Nancy en el mostrador. Su tía estaba hablando con un cliente, así que Emma saludó con
la mano y dijo ―¡Volveré pronto!‖ luego volvió a salir. En ese momento, Fidelio entró
también y dejó a su anciana gata en lo alto de la cesta.
―No será por mucho tiempo‖ le dijo a la perpleja señorita Ingledew.
Cuando Fidelio salió de la tienda, se dieron cuenta de que tres brillantes criaturas se
acercaban a ellos a través de la niebla. ―¿Vosotros sabíais que las Llamas nos estaban
siguiendo?‖ le preguntó a Charlie.
Charlie volvió a mirar a los tres resplandecientes gatos ―Deben tener un motivo‖ dijo.
―Siempre lo tienen. ¡Hola Aries, hola Sagitario y Leo!‖
Los gatos contestaron a su saludo con unos profundos y amigables maullidos. Judía
Corredora les ladró como advertencia pero los gatos no le hicieron caso. Cuando todo se
hubo calmado, los siguieron a una distancia prudencial, respetando los instintos del
enorme perrazo.
Detrás de la catedral, la ciudad se volvía un laberinto de callejones estrechos y pasos
húmedos y sombríos. Los carteles de la ciudad estaban agrietados y descoloridos, y
algunos de ellos ni siquiera se podían leer. Para encontrar el Pasaje de Crook, Charlie se
tuvo que adentrar en el callejón más oscuro que jamás había visto.
―Es aquí‖ dijo en voz baja.
―Que sitio tan tenebroso‖ remarcó Fidelio, siguiéndolo cautelosamente.
―Y huele fatal‖ Emma arrugó su nariz.
Empezaron a subir una empinada cuesta, tropezando con escalones que aparecían de la
nada mientras avanzaban hacia la oscuridad. Judía Corredora gemía continuamente, lo
que ponía a todos al borde de los nervios. Los gatos se adelantaron a los niños y
abrieron la marcha con su brillante pelaje resplandeciendo en la niebla.
Después de pasar dos carteles oxidados, Charlie encontró por casualidad las palabras
―La Casa de Paso‖ grabadas en piedra sobre una gran puerta de roble.
―¿Qué es lo que vas a decir?‖ le preguntó Emma cuando Charlie llegó a la aldaba, una
mano de bronce de gran tamaño.
―Diré ¿Dónde está Billy? Eso debería ser suficiente‖ dijo Charlie.
Sin embargo, cuando la puerta finalmente se abrió después de varias llamadas, el
discurso de Charlie se evaporó, ya que el hombre que se encontraba en el marco de la
puerta le dirigió una mirada tan feroz que le quitó el aliento.
―¿Qué queréis?‖ preguntó el hombre tensamente.
Charlie tragó saliva y Fidelio dijo. ―Nos gustaría ver a Billy señor.‖
―¿Billy?‖ el hombre parecía indignado ―¿Billy?‖
―Vive aquí, ¿no?‖ le preguntó Emma.
―¡Fuera!‖ gritó el hombre. Empezó a cerrar la puerta, pero Charlie puso su pie en el
umbral, al mismo tiempo, Judía Corredora vio un gato negro correr como una bala por

82
el recibidor detrás del hombre. Con un ladrido jubiloso, Judía Corredora se lanzó tras él,
o al menos lo intentó, porque su nariz se estampó contra algo y lo envió hacia atrás
aullando.
―¿Qué le ha hecho a mi perro?‖ gritó Charlie.
Usher de Grey pateó el pie de Charlie apartándolo del umbral y cerró la puerta de un
portazo.
―Es aquí‖ susurró Emma. ―Estoy segura, pobre Billy.‖
―Es aquí, está bien‖ dijo Charlie. ―Ese es el hombre que vi en el despacho de Manfred,
el hombre al que no le gustan los niños.‖
―¿Y ahora qué?‖ preguntó Fidelio.
El gemido angustiado de Judía Corredora le impedía a Charlie pensar con claridad.
Golpear tu nariz contra algo invisible puede ser muy aterrador para un perro, y Charlie
no sabía cómo describir un campo de fuerza en el idioma de los animales, solo Billy
podía hacerlo.
―Pensaré en algo‖ dijo Charlie tan alegremente como pudo.
Todos eran reacios a abandonar la Casa de Paso mientras Billy siguiera atrapado ahí
dentro, pero no podían hacer nada más. Tendrían que hacer otro plan.
Mientras Charlie salía del pasaje de Crook, miró hacia atrás. Las Llamas no se habían
movido. Estaban sentadas en fila fuera de la Casa de Paso. Quizás ellas tenían la clave
para el escape de Billy.
Billy estaba viendo su tele cuando escuchó al perro. Al principio, el sonido era solo una
serie de ladridos angustiados, pero entonces Billy empezó a reconocer la voz de Judía
Corredora y a entender lo que decía el perro.
―¡Puerta fantasma!‖ ladró Judía Corredora. ―¡Pared de hielo!, ¡pared de fuego!, ¡muralla
dañina!, ¡ha sido un truco del gato! ¡Dolor!, ¡Charlie, ayúdame!‖
Billy saltó de la cama y corrió hacia la ventana, todo lo que podía ver a través de la
espesa niebla era una muralla de piedra gris. Su ventana estaba cerrada con llave y no
tenía ninguna oportunidad de abrirla. Salió al pasillo fuera de su habitación y caminó de
puntillas hasta el rellano. Mirando hacia el recibidor, llegó justo a tiempo para ver cómo
Usher de Grey cerraba la puerta de golpe. Billy corrió de vuelta al pasillo y permaneció
con su espalda pegada a la pared, apenas atreviéndose a respirar. Charlie estaba fuera,
¿le traería problemas su visita? Solo pensar en más dolor hizo que el niño cerrara los
ojos lleno de miedo.
―¡Billy!‖ dijo una voz suave.
Billy abrió los ojos y vio a la pequeña gata negra en sus pies. ―Amigos‖ dijo con la voz
más baja.
Billy se deslizó hacia su habitación, seguida por la gata. Sin hacer sonido alguno, cerró
con cuidado la puerta.
―Lamento haberle hecho daño al perro‖ dijo la gata. ―Clawdia tenía que mostrarle el
peligro a los amigos de Billy. Tenía que enseñarles la pared secreta de Usher. Por favor,
dile al perro que Clawdia lo lamenta.‖
―Se lo diré si alguna vez lo vuelvo a ver,‖ dijo Billy.
―Mis amigos están ahí‖ la pequeña gata continuó. ―Todavía están. Ayudarán a Billy a
escapar. Esta noche, Billy debe estar listo.‖
―¿Esta noche?‖ Billy sacudió su cabeza lleno de miedo. Y sin embargo, el deseo de
escapar era tan grande, el pensamiento de la libertad era tan embriagador, que empezó a
reír con emoción.
―¡Shhh!‖ le silenció la gata. ―Todavía no.‖
―¿A dónde iré?‖ preguntó Billy. ―Si dejo este lugar.‖
―Mis amigos te enseñarán.‖

83
―¿Quiénes son tus amigos?‖
―Gatos, naturalmente. Pelaje cobrizo, pelaje naranja y pelaje dorado.‖
―¡Las Llamas!‖ jadeó Billy.
―Llamas, sí. Clawdia se va ahora.‖
Billy abrió la puerta y la gata negra salió al rellano. ―No te olvides‖ dijo. ―Esta noche.‖
―¿Cómo iba a olvidarme?‖ susurró Billy.

*Crook significa ladrón, luego el Pasaje de Crook se traduciría como el Pasaje del
Ladrón

84
Capítulo 12: Rompiendo el campo de fuerza

Billy siempre cenaba solo en su habitación. Cuando hubiera terminado, llevaría su plato
a la cocina, y luego tendría que fregar todos los platos mientras los de Grey, sentados en
la mesa, trabajaban en sus asuntos.
En la noche en la que Billy esperaba escapar, se dio cuenta de que Florence tenía una
pila de documentos delante de ella. Ojeaba los papeles, lamiendo su pulgar y sonriendo
con satisfacción.
Juramentos, pensó Billy. Se dio cuenta de que de alguna manera, tendría que destruir
su propio juramento si quería escapar de verdad de los de Grey. Pero, ¿dónde estaba la
bolsa en la que se guardaban los juramentos? Tendría que descubrirlo.
Billy secó el último plato y lo colocó en la vitrina. ―¡Buenas noches mamá!, buenas
noches papá‖ dijo (No conseguía llamarles por sus nombres de pila como le habían
demandado) ―Gracias por mi deliciosa cena‖ añadió.
―¿Qué era?‖ preguntó Florence sin levantar la vista.
―Un sándwich‖ dijo Billy.
―¿Y qué tenía?‖ preguntó Usher.
Billy tuvo que pensar un rato para responder a esa pregunta. ―Creo que era margarina‖
dijo.
―¿Se ha ido ya el dolor, querido?‖ Florence le dedicó una mirada cursi.
―Sí, gracias mamá.‖
―Esperemos que no vuelvas a enfermar otra vez‖ dijo Florence, revisando uno de sus
papeles.
―Sí, buenas noches.‖
Ninguno de los de Grey le prestó atención alguna a Billy cuando dejó la cocina. Caminó
a través del recibidor de azulejos, diciéndole a sus pies que se comportaran con
normalidad, pero en su cabeza había semejante revuelo que ni siquiera podía recordar
cómo caminaba usualmente. Una vez que llegó a las escaleras, subió saltando dos
escalones al mismo tiempo, dispuesto a hacer los preparativos para la noche que tenía
por delante.
Los de Grey nunca vigilaban a Billy por la noche, pero solo por si acaso, se puso uno de
sus pijamas sobre su ropa normal. En vez de meterse en la cama, se deslizó hasta el
rellano y esperó a que Florence dejara la cocina. A las siete en punto, salió llevando su
bolsa gris. Billy se escondió en las sombras mientras ella cruzaba el recibidor y entraba
en un pequeño despacho al otro lado. Salió sin la bolsa.
Billy caminó de puntillas de vuelta a su habitación. Dejando la puerta entreabierta, se
quitó sus gafas, las dejó en su mesilla de noche y luego se metió en su cama. Fue la
noche más larga que Billy había pasado nunca. El reloj de la catedral dio las doce, luego
la una, las dos y las tres. Habiendo perdido toda esperanza de que le rescataran, Billy
cayó en un sueño irregular.
Mientras Billy dormía, las nubes nocturnas se alejaron, revelando un cielo de suave y
perlado gris. La ciudad se encontraba todavía inmersa en le niebla, solo los tejados de
los edificios más altos podían ser vistos desde arriba, con su pizarra húmeda brillando
con la luz del amanecer.
Desde la masa de hojas amarillas que coronaban un fresno, un gato naranja emergió.
Con una agilidad asombrosa saltó hasta un tejado alejado por varios metros, seguido
por un gato amarillo y luego otro gato, del color de una llama oscura. Los tres gatos
aceleraron por los tejados hasta que llegaron a un tragaluz abierto. Uno detrás de otro,
los tres gatos saltaron a una habitación vacía en lo alto de la Casa de Paso.

85
Usher de Grey tenía tanta confianza en su campo de fuerza que nunca se había
molestado en cerrar con llave las puertas. Las Llamas no tuvieron ningún problema al
abrirse camino a través de la casa, pero eran conscientes de que el sitio estaba atado con
una peligrosa magia. Para ellos, de todas maneras, romper un campo de fuerza era tan
fácil como pasar a través del papel.
La pequeña gata negra estaba esperando a sus amigos en el rellano ―Iré a por el chico‖
dijo.
Billy se despertó de golpe cuando Clawdia saltó a su cama.
―¡Es hora de irse Billy!‖ le susurró. El chico se frotó sus ojos y se puso las gafas.
Luego, tras deslizarse fuera de la cama, se quitó el pijama. Súbitamente, la enormidad
de lo que iba a hacer le hizo temblar con aprensión. Le echó un vistazo al cuarto, a la
televisión, el ordenador, los libros y los juegos, todo suyo si se quedaba ahí para
siempre. Se estaba adentrando en lo desconocido debido a una pequeña gata, ¿podía
confiar en ella?
Cuando vio a las Llamas los nervios de Billy se tranquilizaron por sus reconfortantes
ronroneos y sus cálidos colores, ahora, sentía que podía hacer cualquier cosa.
Florence y Usher de Grey dormían muy ruidosamente probando que el viejo dicho ―El
mal nunca descansa‖ no era demasiado cierto. Cuando Billy y los gatos pasaron por
delante de su habitación, continuaron durmiendo, disfrutando alegremente la clase de
sueños que la mayoría de las personas habrían considerado como pesadillas.
Gracias al extraordinario brillo de los gatos, Billy podía ver el campo de fuerza de
Usher. Centelleantes líneas azules se entrecruzaban por el recibidor como los hilos de
una telaraña gigante. Las líneas azules eran especialmente gruesas cuando cubrían las
puertas, y el corazón de Billy se hundió cuando vio la puerta de la habitación en la que
Florence había dejado los juramentos.
Los gatos bajaron dando saltos las escaleras, y cuando llegaron a la primera hebra negra
la atravesaron, dejando los extremos rotos colgando en el aire.
―Vamos Billy, ¡es seguro!‖ dijo Aries.
Billy corrió al recibidor y siguió cuidadosamente a los gatos por el camino que habían
abierto a través del campo de fuerza. ―Antes de irme tengo que entrar en esa habitación‖
señaló el despacho.
Los tres gatos dirigieron su mirada dorada hacia aquella puerta. Fue Sagitario, el gato
amarillo, quien se movió el primero. Apoyado en sus patas traseras, rasgó los hilos que
cubrían la puerta del despacho. Billy alcanzó el picaporte y la puerta se abrió. La bolsa
gris estaba en el suelo, justo delante de él. Cuando Billy la cogió, notó que el cierre se
abrió tan pronto como lo presionó. Obviamente, Florence confiaba en el poder de su
marido para proteger su colección de juramentos.
Billy buscó rápidamente en los papeles de la bolsa, y al encontrar los documentos que él
había firmado, los sacó. Los iba a poner debajo de su jersey cuando notó la mirada de
los gatos clavada en él. Levantó la mirada, dándose cuenta de lo que querían de él.
―Debería llevármelos todos, ¿no?‖ preguntó. ―Así todos serían libres.‖
―Sí Billy‖ replicaron los gatos al unísono. ―Todos.‖
―Date prisa‖ añadió Leo. ―Se despertarán dentro de poco.‖
Mientras salía corriendo de la habitación Billy volvió a poner sus documentos en la
bolsa gris y la colocó debajo de sus brazos. Las Llamas ya estaban rompiendo todas las
hebras que cubrían la puerta principal. Cuando rompieron todos los hilos, Billy alcanzó
la manija. Un gritó espeluznante se oyó por toda la casa cuando abrió de golpe la puerta
y la gata negra gritó ―¡Volar amigos, se ha despertado!‖
Billy se abalanzó hacia la calle con el furioso rugido de Usher en sus oídos. ―¡El chico
está fuera! ¡Levántate!, ¡levántate!‖

86
Corriendo por las rugosas piedras del pasaje de Crook, Billy se alegró de tener la
brillante luz de las Llamas para mostrarle el camino, aunque seguía terriblemente
asustado. ¿A dónde iría ahora?, ¿y cómo iba a llegar?
―Coraje‖ dijo Leo, quien corría detrás de él.
Sagitario, el más brillante abría camino, mientras que Aries cerraba la marcha, girando
de vez en cuando la cabeza para observar el callejón oscuro detrás de ellos.
Ahora estaban la calle principal corriendo hacia la catedral. Mientras aceleraban por la
plaza adoquinada, el reloj de la gran cúpula marcó las cinco en punto y una bandada de
grajos se elevó, graznando en el cielo. Billy miró nostálgicamente la librería Ingledew:
sabía que Emma vivía ahí, pero Leo le advirtió ―No pares Billy, no estás seguro
todavía.‖
Al bajar por la calle Mayor y corriendo por la ciudad, el corazón de Billy estaba
latiendo con fuerza y empezó a pensar que si el juramento no lo mataba, aquella carrera
probablemente sí lo haría. El murmullo de un motor se escuchaba cada vez más cerca,
segundo a segundo. Sin disminuir la velocidad de su carrera, Billy se giró y vio un
coche gris emergiendo de la niebla detrás de él. Los de Grey.
―¡Por aquí!‖ le ordenó Sagitario, entrando en un callejón.
Cómo llegaron al camino a Los Altos, Billy nunca lo supo. Nunca había sido un buen
corredor, pero aún así no había dejado de correr desde que dejó la Casa de Paso. ¿Le
habían dado los gatos parte de su fuerza mientras le guiaban a través de las calles llenas
de niebla?
Leo respondió esa pregunta no formulada. ―Es la fuerza del Rey Rojo, Billy.‖
Cuando empezaron a subir por el camino que llevaba a Los Altos, pasaron por una casa
de ladrillos rojos con una alta muralla y una puerta enorme y protegida.
―LOOMVILLA‖ decía la señal en la puerta. Billy estaba a solo unas yardas de la casa
cuando la puerta del jardín se abrió y cuatro perros negros aparecieron en la carretera.
En vez de correr más rápido, Billy se paró, demasiado aterrorizado para moverse. Los
salvajes ojos negros de los perros estaban fijos en él y sus grandes mandíbulas se
abrían, revelando unos largos y peligrosos dientes.
Las Llamas rodearon a Billy silbando peligrosamente y los perros bajaron sus cabezas y
gruñeron.
―Sigue corriendo Billy‖ dijo Aries.
Billy retrocedió arrastrando los pies, sus rodillas temblorosas apenas podían soportarlo.
Justo cuando pensaba que le iban a dejar pasar definitivamente, un violento trueno hizo
que los perros pararan por completo. Un rayo iluminó el cielo y los perros se dirigieron
a toda velocidad a su casa, aullando de terror.
―¡Ahora Billy, corre por tu vida!‖ dijo Leo.
Billy podía ver los rallos crepitando a través de la niebla, y agarrando con fuerza la
bolsa de los juramentos, corrió. La carretera se volvió más empinada, pero eso no
impisió que siguiera corriendo. Su corazón golpeaba su pecho, su cabeza le daba vueltas
y sus piernas temblaban pero él estaba corriendo por su vida, y ahora no podía parar. El
coche seguía viniendo, cada vez más cerca a través de la niebla. Pronto los habría
alcanzado.
La lluvia caía sobre la carretera, los truenos retumbaban sobre su cabeza y las lágrimas
de Billy se mezclaban con las gotas de lluvia que caían por su rostro. ―No puedo ir más
rápido que un coche‖ sollozó. ―No puedo, no puedo. Van a atraparme.‖
―No‖ gruñó Leo. Levantó la vista mientras una bola de fuego bajaba atravesando el
cielo tormentoso. La bola chocó el capó del coche gris con un enorme estruendo, el
motor se incendió.

87
Sin poder creer lo que acababa de ver, Billy se giró y subió corriendo lo que le quedaba
de cuesta. ―Ha sido Tancred, ¿no?‖ jadeó. ―Tancred y sus tormentas.‖
―El mismo‖ afirmó Leo.
La carretera giraba profundamente, y a Billy, quien caminaba encorvado sobre la bolsa
de los juramentos, le parecía que era una espiral hacia el cielo. La lluvia caía más
suavemente ahora y llevado por una repentina ráfaga de viento, llegó un grito terrible,
mortal. ―No puedes ganar Billy Raven. ¡Nunca, nunca, nunca!‖ Florence de Grey
todavía le seguía, y aunque ya no tenía el coche, la carrera todavía no había terminado.
En un gesto de rebeldía, Billy coronó la colina, donde el viento era más fuerte, abrió la
bolsa gris y sacó un puñado juramentos. Sujetándolos sobre su cabeza, los soltó y los
dejó volar, nunca se había sentido tan vivo y jubiloso como en ese momento. Volvió a
meter la mano en la bolsa gris y sacó otro puñado de juramentos, y otro y otro, hasta
que la bolsa estuvo vacía y el aire estuvo lleno de de papeles flotantes. Y Billy estaba
seguro de que podía oír los susurros de esperanza de los engañados, los desposeídos y
los arruinados cuyos nombres estaban siendo borrados ahora por la lluvia
―¡Bien! ¡Bien!‖ le vitorearon los gatos.
Con una gran sonrisa, Billy tiró la bolsa gris a la tormenta, una voz lejana gritó.
―¡Estúpido niño! ¡Serás castigado por esto! ¡Solo espera!‖
Charlie no se despertaba muy a menudo a las seis en punto de la mañana un domingo.
De hecho, no podía recordar una sola vez en la que lo hubiera hecho, por lo que tuvo
que acercar mucho su reloj a sus ojos somnolientos para asegurarse de ello. El castaño
del jardín se debatía en el viento y los truenos retumbaban en la distancia. Y el timbre
sonó.
Bajando sus pies al suelo, Charlie se dirigió a la ventana y se asomó. Se quedó muy
sorprendido al ver un familiar Toyota aparcado fuera del número nueve. Ahí, en el
umbral de la puerta, se encontraba un hombre mojado e impaciente. Era el señor Silk, el
padre de Gabriel.
―¡Hola señor Silk!‖ saludó Charlie.
―Ah Charlie‖ el señor Silk se rascó la nuca como si no estuviera seguro de que quisiera
estar haciendo lo que estaba haciendo. ―He venido a buscarte.‖
―¿A buscarme?‖ ahora Charlie estaba incluso más sorprendido.
―Parece que…‖ empezó el señor Silk.
No pudo continuar porque la puerta fue abierta abruptamente por la abuela Bone.
―¿Qué?‖ le preguntó groseramente. En aquel momento, sonaba incluso más grosera de
lo habitual.
―He venido a…‖ el señor Silk lo intentó otra vez.
Y otra vez le impidió seguir. ―¿Tiene idea de qué hora es?‖ le preguntó la abuela Bone.
Completamente despierto ahora, Charlie empezó a vestirse. Quizás le había pasado algo
a Gabriel, o a algún otro de los amigos que vivían en Los Altos, Tancred y Lysander.
Charlie corrió por las escaleras hasta el recibidor donde la abuela Bone todavía estaba
regañando al señor Silk por haber despertado egoístamente a las personas de la casa en
aquella mañana de domingo. El señor Silk estaba completamente empapado y parecía
muy deprimido.
―Ah Charlie, vámonos‖ dijo, escapando de la mujer tiránica.
―¿Qué tengo que decirle a su madre?‖ gritó la abuela Bone.
―Dile que estoy en casa de Gabriel‖ dijo Charlie, siguiendo rápidamente al señor Silk.
Charlie notó un contenedor del yogurt favorito de cacahuete del tío Paton sobresaliendo
del bolsillo de la bata de la abuela Bone, y solo para molestar añadió, ―Seguro que te
has levantado pronto para poder acabarte el yogurt del tío P.‖
La abuela Bone le dirigió una mirada llena de odio y cerró la puerta de un portazo.

88
Charlie entró al coche y el señor Silk arrancó. Los truenos y los relámpagos los
acompañaron por su camino hacia Los Altos, debido a ellos y al sonido del motor y la
lluvia repicando sobre el techo, Charlie tuvo que gritar para que le oyeran.
―¿Qué ha pasado señor Silk?‖ le preguntó.
―Es difícil de decir‖ el señor Silk era demasiado distraído para ser un escritor de libros
de suspense. Recordaba a Gabriel, con su larga cara y aquella expresión de desamparo.
Incluso tenían el mismo pelo largo y lacio, aunque el del señor Silk estaba empezando a
escasear, pero lo compensaba con un espeso bigote. Después de pensárselo un rato, dijo
―Hay un chico en la casa de los jerbos de Gabriel.‖
―¿Qué chico?‖
―Un chico pequeño, con pelo blanco y gafas.‖
―¡Billy‖ gritó Charlie. ―¡Así que ha escapado!‖
―Dice que tiene que verte, Gabriel me rogó que fuera a buscarte. Bueno, no podía
dormir de todos modos con esa tormenta. El chico de las tormentas, Tancred, dijo que
se calmará pronto. Al parecer tarda un tiempo en calmarse después de que se han
conseguido truenos fuertes. Es comprensible supongo.‖
―Sí‖ Charlie estaba sorprendido por la comprensión del señor Silk.
Media milla después de haber pasado las puertas de la villa de los Loom (donde los
cuatro rottweilers ladraban como locos), el Toyota pasó al lado de un coche destrozado
rodeado de señales de policía. El capó se había hundido, el parabrisas roto y los
neumáticos eran solo fragmentos carbonizados de goma.
―¡Vaya! ¡Parece como si a ese coche le hubiera alcanzado un rayo!‖ dijo Charlie.
―Es lo que ha pasado‖ dijo el señor Silk. ―El conductor está en el hospital, pero su
esposa no resultó dañada, aunque parece que se ha vuelto completamente loca.‖
―Es una buena idea para un libro, ¿no lo cree señor Silk?‖ preguntó Charlie.
―¡Mmm!‖ el escritor de libros de suspense tiró de su bigote pensativamente.
Charlie le echó un rápido vistazo a la casa de Lysander mientras pasaban por delante de
unas altas puertas de hierro. El padre de Lysander era el famoso juez Sage y la casa
reflejaba su importante posición.
―El chico está en nuestra casa‖ le dijo el señor Silk. ―Y Tancred Torsson. Nunca hemos
tenido tantas vistas tan pronto en un domingo.‖ Metió el choche en un jardín
extremadamente embarrado y se detuvo ante una ruinosa casa.
Charlie saltó del Toyota y cayó directamente en un profundo charco. Deseó haberse
acordado ponerse botas pero ya era muy tarde para pensar en ello. El señor Silk apuntó
a un lado de la casa donde un estrecho camino llevaba a un jardín trasero. ―Están en la
casa de los jerbos‖ dijo. ―No me preguntes porqué.‖
―Está bien‖ Charlie avanzó por el barro hacia un gran almacén en el que Gabriel pasaba
mucho de su tiempo libre, criando a los jerbos. Las palabras ―LOS JERBOS DE
GABRIEL‖ habían sido pintadas en rojo en la puerta. Charlie podía oír un suave
murmullo proveniente del almacén, pero este paró cuando intentó abrir la puerta, la cual
estaba cerrada.
―¿Quién es?‖ preguntó Gabriel.
―Soy yo‖ respondió Charlie.
Después de un momento de chillidos y de pasos que se acercaban, Gabriel abrió la
puerta y Charlie entró al almacén. Encontró a Tancred y a Lysander sentados en un
banco bajo una estantería con jaulas de jerbos. El banco era una de los pocos lugares
donde no había jaulas, que llenaban toda la pared desde el suelo al techo. Los había
blancos, negros, marrones, de pelo largo, de pelo corto, grandes y pequeños. El olor era
fuerte.

89
Billy Raven estaba sentado con las piernas cruzadas. Parecía satisfecho de sí mismo y
cuando Charlie entró, le dedicó una enorme sonrisa.
―¡Billy estás fuera!‖ exclamó Charlie. ―¿Cómo lo conseguiste?‖
―Las Llamas me ayudaron, rompieron el campo de fuerza.‖ Detrás de su sonrisa, Charlie
notaba que Billy estaba muy nervioso.
―La cosa es, ¿qué hacemos ahora?‖ dijo Lysander. ―Billy dijo que tú sabrías qué hacer.
Por eso estás aquí Charlie.‖
―No puede quedarse aquí demasiado tiempo‖ dijo Gabriel ―Esa mujer, de Grey, no
parará hasta descubrir a dónde se ha ido.‖
―¡Yo digo que acabemos con ella!‖ Tancred golpeó su palma con su puño y una fuerte
brisa atravesó el almacén, removiendo el pelo de los niños y haciendo de que los jerbos
huyeran chillando a buscar refugio.
Billy cubrió sus orejas con sus manos ―No puedo pensar cuando hablan así‖ se quejó.
―Hay demasiado jerbos aquí, no me dan ni un segundo de descanso.‖
―¿Qué están diciendo?‖ preguntó Gabriel. ―Siempre he querido saberlo.‖
Billy le observó, con sus manos sobre sus orejas. Lysander apartó una de sus manos y
gritó. ―Gabriel quiere saber qué dicen los jerbos.‖
―Dicen ―¡Ayuda! ¡Whoops! ¡Aquí viene otra vez! ¡Vigila a los niños! ¡Eso es mío!
¡Quítate de encima!‖‖ Billy hizo una pausa. ―Cosas aburridas.‖
―No para mí‖ dijo Gabriel.
Lysander levantó la mano para parar la conversación con un gesto dominante.
―¿Podemos volver al problema? No va a ser fácil encontrar un sitio seguro para Billy –
un sitio en el que a nadie se le ocurriría buscarle. Obviamente, todas nuestras casas son
sospechosas porque estamos dotados. Desgraciadamente, mi padre está fuera, de lo
contrario podríamos pedirle consejo.‖
Gabriel sugirió que un buen desayuno los ayudaría a pensar, y abandonó la casa de los
jerbos, prometiendo que volvería con huevos, beicon y tostadas.
Mirando por una pequeña ventana entre las jaulas, Charlie observó a Gabriel mientras
entraba en su casa por una puerta trasera. ―¿Por qué tenemos que comer aquí?‖
preguntó.
―Para proteger a la familia de Gabriel‖ dijo Lysander. ―No se pueden defender de lo que
sea que esa gente mande tras Billy. Y mandarán algo, créeme. Pero al menos nosotros
estamos todos dotados, tenemos una oportunidad.‖
Las palabras de Lysander resultaron ser proféticas, porque la luz de la mañana que había
empezado a filtrarse a través de la pequeña ventana desapareció súbitamente y se
encontraron sumidos en una oscuridad tenebrosa. Incluso los jerbos se callaron mientras
que unos golpecitos suaves se empezaron a escuchar en el techo.
―¿Qué demonios…?‖ dijo Tancred.
El sonido se intensificó hasta convertirse en un fuerte tamborileo. Parecía como si
millones de pequeñas manos estuvieran golpeando toda la superficie del almacén, que
empezó a gemir y a sacudirse bajo el asalto.
Desesperado por saber qué estaba pasando ahí fuera, Charlie alcanzó el pomo de la
puerta. Se dijo a sí mismo que quizás no era buena idea abrir la puerta, pero era
demasiado tarde, y se encontró a sí mismo asomándose.
Una nube de remolinos de papel se abalanzó sobre Charlie, quien tuvo la rápida visión
de Gabriel saliendo de su casa y siendo engullido por los papeles voladores. El chico
cayó al suelo y el desayuno se deslizó de sus dedos y se estrelló en el patio adoquinado,
enviando la comida en todas las direcciones.
Mientras los papeles entraban en la casa de los jerbos, Billy Raven se puso de pie,
gritando ―¡Son los juramentos!‖

90
Capítulo 13: La batalla de los juramentos y los espíritus

Charlie cerró de un portazo la puerta de la casa de los jerbos, pero muchos juramentos
ya habían entrado. Se dirigieron directamente hacia Billy y se aferraron a él. Billy gritó,
si fue de dolor o de miedo, Charlie no lo podía saber. Pero cuando intentó tirar de los
papeles que se aferraban a Billy vio que todos tenían un brillante borde verde que
mordían su carne al momento que lo tocaban.
Tancred y Lysander también estaban tirando de los documentos y también eran
mordidos por el malvado espíritu, o lo que fuera que tuvieran los letales juramentos de
Florence de Grey. Una y otra vez, tiraron los papeles lejos de Billy, solo para que se
volvieran a acercar al niño. Intentaron cortar los juramentos, pero los pequeños pedazos
volvían volando hacia Billy. Redujeron el papel a bolas mientras se retorcía en sus
manos, mordiendo sus dedos y quemando sus palmas. Pero el arrugado papel siempre se
desplegaba y volvía al ataque.
―¡Tendremos que sacarlos de aquí!‖ gritó Lysander, mientras Billy daba vueltas,
gritando y tirando de su pelo.
―Abre la puerta Charlie, solo un poco‖ gritó Tancred ―y los sacaré fuera.‖
―¿Y si entran más?‖ preguntó Charlie sin aliento.
―Tendremos que intentarlo‖ le dijo Tancred.
―Hay doce, los he contado‖ dijo Lysander. ―Así que vamos, tenemos que intentarlo.‖
Todos los juramentos que no estaban sujetos a Billy se verían arrastrados por una fría
ráfaga de aire frío que se escaparía por el pequeño hueco que iba a dejar Charlie.
Charlie cerraría entonces la puerta, la maniobra no iba a ser fácil, ya que Tancred
necesitaba mucho espacio para reunir una brisa fuerte y cuando Charlie llegó a la
puerta, tuvo que tener cuidado de mantenerse lejos del brazo del chico de las tormentas,
que giraba con fuerza.
Avanzaban angustiosamente lento, pero al final, todos los documentos fueron sacados al
exterior y los agotados ocupantes de la casa del los jerbos colapsaron en el banco, libres
al menos por un tiempo. Sus manos estaban cubiertas con verdugones rojos, pero la cara
de Billy estaba peor que sus manos. Su palidez hacía que las rayas de color carmesí
resaltaran aún más. Escondiendo su cara en sus manos, el pequeño niño se hundió y
empezó a llorar.
―Vamos Billy‖ dijo Lysander dando palmaditas en el hombro del pequeño niño ―Ya
estamos bien.‖
―No, no lo estamos‖ lloró Billy. ―Y es por mi culpa.‖
―No es tu culpa‖ declaró Tancred. ―Aunque tienes razón en algo, no estamos bien. Para
empezar, ¿cómo vamos a llegar al desayuno? Me muero de hambre.‖
Lysander le lanzó una mirada de advertencia mientras la expresión de Billy empezaba a
desmoronarse otra vez.
Los juramentos cubrieron la ventana. Observando por un pequeño hueco entre los
papeles, Charlie tuvo una pequeña vista del jardín. No había rastro de Gabriel, pero
podían verse cuatro huevos fritos, varias rebanadas de pan tostado y un delicioso y
crujiente beicon, todo en el barro, era muy deprimente. Estaba a punto de girarse cuando
vio la cara de Gabriel asomándose por la ventana de la cocina, el chico le hizo una señal
levantando los pulgares y Charlie tuvo la esperanza de que se le hubiera ocurrido un
plan para rescatarlos.
Una nube de papeles descendió súbitamente, destrozando las esperanzas de Charlie al
ver cómo el rostro choqueado de Gabriel desaparecía detrás de los bordes verdes y
pegajosos de los juramentos. Los papeles cubrieron la ventana de la cocina como una
banda de murciélagos chillones.

91
―Gabriel no puede llegar hasta nosotros‖ dijo Charlie sombríamente. ―Pero quizás los
juramentos envenenados se agotarán después de un rato. Quizás se irán a dormir – ¡o se
morirán!‖
―Nunca morirán‖ susurró Billy.
―Si las tormentas no pueden frenarlos, no sé qué lo hará‖ se lamentó Tancred.
Un silencio abatido se instaló en los cuatro prisioneros. El estómago de Tancred rugió,
Billy se limpió las lágrimas de la cara con el dorso de la mano y Charlie se desplomó en
el suelo, sintiéndose impotente.
Después de un rato, Lysander anunció. ―¡Los juramentos tendrán que ser destruidos!‖
Todo el mundo le miró y Charlie dijo, ―¿Cómo?‖
―Mis ancestros‖ respondió Lysander. ―Son más poderosos que los que contienen los
juramentos. Pero para llamarlos, tendré que salir fuera.‖
Tancred se levantó de un salto. ―No puedes hacer eso Sander‖ protestó. ―Sería un
suicidio. Debe de haber cientos de juramentos ahí fuera. Te comerán vivo o…te
golpearán hasta matarte.‖
―No‖ el chico sonrió. ―Mis ancestros africanos me protegerán‖ Se paró ante la puerta.
―Tancred, tendrás que ayudar. Si esos malvados intentan entrar cuando abra la puerta,
una ráfaga de viento deberá impedir que lo consigan, ¿estás listo?‖
¿Cómo podría alguien estar listo para una acción tan dramática? Aunque la mente de
Lysander no estaba del todo lista, no dudó. Antes de que Charlie tuviera tiempo para
ordenar sus pensamientos, la puerta se abrió y Lysander salió. Tancred por su parte, giró
su brazo formando un arco hacia los juramentos que se atrevían a intentar entrar. Uno
consiguió entrar antes de que la puerta fuera cerrada, pero mientras la malvada cosa se
dirigía hacia Billy, Tancred la atrapó y con la ayuda de Charlie, la sacó por la puerta con
otra ráfaga de aire.
―¡Ay! Esas cosas se están volviendo cada vez más fuertes‖ dijo Tancred, examinando
sus manos. ―¡Mira! Los cortes son más profundos.‖
Charlie se quedó mirando los cortes lacerantes de los dedos de Tancred, necesitaban
urgentemente un vendaje.
―Aquí, tengo un pañuelo‖ Billy sacó un pañuelo excepcionalmente blanco de su bolsillo
y se lo dio a Tancred. ―Florence decía que siempre tenía que tener un pañuelo a mano,
supongo que tenía razón.‖
Charlie vendó la mano de Tancred, pero la sangre empezó a traspasar el pañuelo y Billy
gimió. ―Oh no. Espero que no te desangres hasta la muerte.‖
―Claro que no lo haré idiota‖ Tancred escondió su mano detrás de él. ―¡Piensa en
Sander! Está mucho peor que yo.‖
―¡Sander!‖ gritó Charlie.
Los tres chicos se asomaron por la ventana. Instantes atrás esta había estado cubierta de
papeles pero ahora estaba limpia y los horrorizados espectadores vieron que los
juramentos se habían reunido en un gran ejército que intentaba atacar a una figura
inmóvil en la niebla.
El patio estaba tan oscuro como si hubiera atardecido de pronto, pero aún así podían ver
que Lysander había enterrado su rostro entre sus manos, mientras que las hojas acabadas
con aquellos bordes verdes pululaban a su alrededor, golpeando y cortando todo lo que
encontraban a su paso. La masa de papel emitió un zumbido enfadado que fue
aumentando cada vez más hasta que Billy Raven no pudo soportarlo.
―Van a matarlo‖ gritó Billy.
―¡Shh!‖ le silenció Charlie. ―Escucha.‖
Muy suave al principio, pero más fuerte con cada segundo que pasaba, el sonido de los
tambores llegó hasta ellos flotando en el aire.

92
―Los ancestros de Lysander están viniendo‖ dijo Charlie.
Una sonrisa iluminó el rostro de Tancred. ―¿Has oído eso Billy?‖
Billy asintió, ya había visto una vez a los ancestros de Lysander en combate, sabía que
ahora tenían una oportunidad.
Cuando el sonido de los tambores reverberaba en el jardín, los juramentos parecieron
perder su energía. Algunos se alejaron flotando del grupo, como si estuvieran confusos.
El cielo se volvió negro como la tinta, y Charlie se preguntó su los ancestros estaban
trayendo la noche con ellos para resaltar su propio brillo.
El sonido de los tambores se incrementó y los espectadores se acercaron aún más a la
ventana, esperando a que aparecieran los espíritus. Muchos juramentos estaban
abandonando sus lugares. Se alejaron flotando de Lysander y se perdieron sin rumbo
por el cielo.
Una niebla dorada se deslizó por la oscuridad, y Lysander levantó su cabeza mientras el
último de los juramentos abandonaba su ataque y se cernía la incertidumbre sobre él.
Unas siluetas misteriosas empezaron a tomar forma en la niebla: altas figuras, vestidas
de blanco con sus manos ocultas, hasta un último redoble de tambor, en el que todas las
figuras sacaron sus brillantes armas. Lanzas, espadas y hachas salieron a la luz y un
zumbido misterioso recorrió el aire.
Cuando los juramentos notaron que se enfrentaban a la muerte, atacaron a sus enemigos
con una furia salvaje, pero una y otra vez los juramentos fueron reducidos. Los
brillantes bordes verdes estallaban y luego desaparecían cuando los juramentos se
convertían en ceniza. Algunos de ellos intentaron escapar volando hacia la oscuridad;
pero los espíritus también podían volar y todos los escapes eran cortados rápidamente
con una brillante espada o una lanza resplandeciente.
―Parecen fuegos artificiales, ¿no creéis?‖ preguntó Billy.
Charlie y Tancred estuvieron de acuerdo.
Nadie podía decir con certeza cuánto duró la batalla, parecía que solo habían pasado
unos segundos hasta que la radiante niebla empezó a desvanecerse y la última y enorme
silueta desapareció.
Fue el silencio lo que convenció a Charlie de que estaban a salvo. Los tambores habían
parado y el zumbido enfadado de los papeles había muerto. Lysander saltó en el aire con
un grito triunfal. ―Están muertos y no volverán. Vamos chicos, ¡salir!‖
Charlie abrió la puerta del almacén con un poco de cautela. Las nubes de plomo se
habían ido y ahora se podía ver el cielo de la mañana teñido de azul y oro.
―¡Venga!‖ volvió a decir Lysander.
Los niños esperaban que su cara estuviera cubierta de cortes, pero parecía estar
complemente limpia. Sus propios cortes se habían desvanecido, incluso las marcas de la
cara de Billy se habían empequeñecido al tamaño de pequeños hilos que estaban
desapareciendo rápidamente.
―Una medicina poderosa‖ dijo Tancred, dándole a Charlie un empujón amistoso para
que avanzara.
Mientras Charlie avanzaba por el jardín, vio que este estaba cubierto con ceniza. La
capa debía tener un par de centímetros de grosor y se deslizaba suavemente bajo sus
pies.
―¡Lo has conseguido, Sander!‖ gritó Tancred.
La puerta de atrás de los Silk se abrió y con un fuerte grito de alegría, Gabriel aceleró
para unirse a los demás. Los cuatro chicos corrieron por el patio, pateando la ceniza
hasta convertirla en nubes polvorientas muertos de risa. El alivio de Charlie era tan
grande que no podía respirar bien y su risa se mezclaba con cortas explosiones de hipo.

93
El hipo paró cuando notó que Billy estaba parado solo en la puerta de la casa de los
jerbos. Estaba sonriendo, pero sus grandes ojos rojos lucían casi tan asustados como
cuando los juramentos volaban a su alrededor.
―¿Qué pasa Billy?‖ preguntó Charlie.
Gradualmente, la risa paró, y Charlie y los otros rodearon al pequeño niño de pelo
blanco.
―Ahora estás a salvo, Billy‖ dijo Tancred, pero aunque dijera eso, él y todos los demás
se dieron cuenta de que no era cierto.
―¿A dónde voy a ir ahora?‖ Billy levantó su mirada preocupada hacia los cuatro chicos
mayores.
Su pregunta fue resuelta temporalmente por el señor Silk, quien les dijo que entraran
para tomar el desayuno.
Había una gran excitación en la casa de los Silk. Las tres hermanas de Gabriel
mantuvieron una nerviosa charla ya que todavía rozaban la histeria mientras comían el
enorme y delicioso desayuno. ¿A qué se debía el papel volador? ¿Quién lo había
quemado? ¿Quién tocaba los tambores? La batalla del jardín había sido tapada por una
oscura niebla y ninguno de los habitantes de la casa había podido ver lo que había
pasado. Lo único que sabían era que era demasiado peligroso salir.
El señor Silk, quien había estado escribiendo en su gran libreta frenéticamente, paró un
momento y gritó ―¡Silencio niñas! ¡Un hombre no puede pensar en estas condiciones!‖
―¿Pero QUÉ era eso?‖ persistió April, la niña más pequeña.
―Ha sido un fenómeno del que ahora en adelante no podemos hablar‖ dijo el padre.
―Incluso con tus mejores amigas.‖
―¿Tiene algo que ver con la rareza de Gabriel?‖ preguntó Mai, la hermana del medio.
―Ya te lo he dicho muchas veces, ¡no lo llames mi rareza!‖ gritó Gabriel. No se llevaba
demasiado bien con Mai.
Charlie se preguntó cómo se las arreglaba la señora Silk para repartir a la perfección el
delicioso desayuno y servir las tazas de té que siempre tenían el tono ideal. Se movía
por la cocina tarareando en voz baja y sonriendo para sus adentros, Charlie decidió que
debía ser el alivio lo que la hacía tan feliz. No debía haber sido fácil haber tenido
juramentos furiosos y espíritus de ancestros batallando en su jardín.
Tancred, quien había devorado su desayuno en tiempo récord, preguntó qué iba a pasar
con la comida que se había quedado en el jardín.
La señora Silk levantó la mirada sorprendida y June, la mayor de las hermanas de
Gabriel preguntó, ―No pretenderás comértela, ¿no?‖
Los amigos de Tancred esperaron ansiosamente su respuesta, pero antes de que pudiera
abrir la boca, el señor Silk dijo firmemente. ―Las gallinas se encargarán de ella.‖
Las gallinas habían huido tan pronto como aparecieron los juramentos, pero ahora se las
podía ver a través de la ventana, escarbando alegremente en la ceniza. Gabriel se acordó
de sus jerbos, y salió corriendo para asegurarse de que se habían recuperado del ataque a
su casa. Volvió diciendo que estaban todos bien exceptuando a Rita, su favorita, que
inesperadamente había dado a luz a más bebés de los que podía contar de una mirada.
Lysander tenía que volver a casa. Agitó la mano alegremente en un gesto de despedida
diciendo ―Os veo luego chicos.‖
Charlie siempre se sentía seguro cuando Lysander estaba cerca. Ahora se había ido,
justo cuando más necesitaban su compañía y consejo. Tancred era un poderoso aliado,
por supuesto, pero el chico de las tormentas era un poquito más impredecible. Tenían
que tomar una decisión sobre Billy, la casa de los Silk no estaría a salvo de Florence o
los Bloor por mucho tiempo.
El teléfono sonó y la señora Silk fue a cogerlo. ―Charlie es tu madre.‖

94
Charlie corrió al recibidor y cogió el teléfono. ―¡Hola mamá!‖
―Charlie, ¿qué está pasando?‖ dijo la mujer. ―¿Está Gabriel en problemas? ¿Vas a venir
para…?‖
―Espera un momento mamá‖ dijo Charlie firmemente. ―Yo estoy bien, pero Billy tiene
unos cuantos problemas y estamos intentado solucionarlos. Ha huido.‖
―¿Huido?‖ el mensaje de Charlie no sirvió para calmar a su madre. ―Pero Charlie…‖
―Puede que tarde un rato en volver, no sé cuánto tardaré en solucionar esto.‖
―¿Pero cuánto tardarás?‖
―Solo dile al tío Paton lo que ha pasado, ¿lo harás mamá? Y por favor, no te preocupes,
estoy bien, de verdad.‖
Mientras Charlie colgaba el teléfono notó una polilla blanca sentada en su manga. Batió
sus alas, revelando sus puntas plateadas.
―Otra vez tú‖ dijo Charlie.
La polilla voló, pero Charlie no pudo ver a dónde se había ido. Corrió otra vez hacia la
cocina. ―Creo que Billy y yo deberíamos irnos ahora‖ le dijo a la señora Silk. ―Gracias
por el gran desayuno.‖
La señora Silk dijo que siempre era un placer ver a Charlie, pero quería saber
exactamente a dónde tenían intención de ir él y Billy. Charlie había estado pensando en
el tema y no sabía cómo responder a su pregunta.
―Vienen a mi casa conmigo‖ declaró Tancred. Se puso de pie tan súbitamente que una
brisa flotó sobre el mantel, mandando ráfagas de azúcar al aire. Las hermanas de
Gabriel aplaudieron fuertemente y le rogaron que lo volviera a hacer, pero Tancred,
sonriendo tímidamente, dijo que no podía hacerlo. ―¡Así de simple!‖ después de lo cual
una disimulada ráfaga provocó que los cubiertos, los platos y los platillos chocaran con
suaves tintineos.
En ese punto, la señora Silk se puso muy ansiosa. ―Si Billy ha sido maltratado,
deberíamos avisar a alguien‖ dijo ―A la policía…o…a los servicios sociales‖ Se giró
hacia Billy. ―Quizás podrías volver a la Academia, Billy. Al menos ahí estarías a salvo.‖
―¡No!‖ Billy negó con la cabeza vehementemente.
―Déjalo estar‖ le avisó el señor Silk a su esposa. ―Estará a salvo en la Casa del Trueno.‖
Tanto Tancred como su padre controlaban las tormentas, y siempre había un viento
salvaje y un redoble de truenos alrededor de su casa, era probablemente el sitio más
seguro en la ciudad en aquel momento, y Charlie se sentía muy aliviado de que Tancred
hubiera tomado esa decisión por él.
―Mi tío Paton les explicará porqué Billy no puede volver‖ le dijo a los Silk.
La familia entera los acompañó hasta la puerta para ver marchar a los tres chicos.
Parecía como si se fueran de vacaciones más que huir hacia un sitio seguro.
Cuando llegaron a la puerta del jardín, Billy se volvió de pronto y preguntó, ―¿Qué pasó
con los gatos?‖
―¿Cuáles gatos querido? Yo no he visto ningún gato‖ dijo la señora Silk.
―Oh, deben haberse ido a casa‖ dijo Billy tristemente.
Para cuando empezaron la larga caminata cuesta arriba, Billy ya estaba exhausto debido
a su carrera más temprano aquella mañana. Los otros dos tuvieron que ir parando
mientras él caminaba detrás de ellos, jadeando y silbando. Al final Tancred le dijo a
Billy que se subiera a su espalda y le llevó por la áspera y sinuosa carretera que llevaba
a los bosques de lo alto.
Charlie suspiró de alivio cuando la puerta de Tancred apareció ante su vista. Había dos
carteles clavados en la puerta, uno decía LA CASA DE LOS TRUENOS y el otro
TENGA CUIDADO CON EL TIEMPO. Mientras se acercaban a la puerta, Charlie
escuchó unos cascos. Intentó ignorar el sonido, pero no pudo soportar la tensión durante

95
más tiempo, así que miró hacia atrás. La carretera estaba vacía, pero el sonido de los
cascos se estaba haciendo cada vez más fuerte.
Tancred se giró, y Billy, mirando por encima de su hombro, dijo. ―Es el caballo
fantasma otra vez. Está siguiéndonos.‖
Charlie dio un grito y corrió hacia la puerta. No se molestó en desenganchar el cerrojo,
sino que saltó sobre la puerta cayendo sobre el suelo de piedra del otro lado.
―¿Qué bicho te ha picado Charlie?‖ gritó Tancred.
―¡Es Borlath!‖ gimió Charlie. ―Va detrás de mí, ¡correr, por favor!‖
Billy se bajó de la espalda de Tancred y empezó a escalar por la puerta. ―¡No creo que
te haga daño!‖ gritó.
―¡Sí claro!‖ gritó Charlie. Empezó a correr hacia el camino.
Un salvaje y ensordecedor relincho perforó sus tímpanos. El caballo debía de haber
saltado la valla, porque Charlie podía escuchar sus cascos volando sobre el camino
detrás de él.
―¡Corre al bosque!‖gritó Tancred. ―No puede atraparte ahí. Al menos, no tan
fácilmente.‖
Charlie se salió del camino. ―Es un caballo fantasma‖ se lamentó. ―Me encontrará vaya
a donde vaya.‖ Charlie se tambaleó entre los árboles y se apoyó en un amplio tronco,
intentando recuperar el aliento.
Había un silencio sepulcral en el bosque. El viento había amainado, y cada rama, cada
hoja y cada brizna de hierba estaba quieta. Charlie cerró los ojos. Quizás estaba seguro.
Empezó a escuchar a Tancred y a Billy tropezando a través de la maleza hacia él. Una
brisa cálida recorrió su mejilla, ¿era el aliento de alguien? Algo húmedo y pegajoso tocó
su oreja.
Un profundo gruñido atravesó el cuerpo de Charlie, el niño se desplomó en el suelo.

96
Capítulo 14: Los niños de la reina

Charlie levantó la vista hacia los dos rostros preocupados.


―Hey Charlie, creo que te desmayaste‖ dijo Tancred.
―¿En serio?‖ Charlie se puso de pie.
―¿Qué pasó?‖ le preguntó Billy, frunciendo el ceño alarmado.
―El caballo‖ graznó Charlie. ―Estaba justo aquí, resoplando en mi cara. Ha sido
horrible.‖
―Bueno, no eres el que ha salido peor parado del encuentro‖ dijo Tancred riéndose.
―Probablemente aterrorizaste al pobre animal al gritar de semejante manera.‖
Charlie no recordaba haber gritado. Los árboles le rodeaban y había un leve rumor de
truenos sobre su cabeza.
―Hay una polilla en tu cabeza‖ observó Billy, mirando el pelo despeinado de Charlie.
―Tiene plata en sus alas.‖
―¿En serio?‖ Charlie levantó sus manos pero la polilla blanca se alejó flotando en las
sombras.
―Venga vamos‖ dijo Tancred impacientemente. ―Iremos por el bosque, por si acaso la
mujer de Grey viene buscando a Billy.‖
―O los Bloor‖ añadió Billy. ―¿Puedo quedarme en tu casa durante un tiempo, Tancred?‖
―Tanto como quieras‖ dijo Tancred despreocupadamente. ―A mi madre le encantará.
Vamos, diez minutos y estaremos dentro.‖
Empezaron a caminar por los árboles, siguiendo un camino bien marcado utilizado por
las ovejas que pastaban por la ladera. Tancred lideraba la marcha mientras que Charlie
la cerraba. Charlie empezó a preguntarse a dónde podía ir Billy luego. La pregunta sin
formular colgaba en el aire cuando una extraña solución se le ocurrió. ―Siempre quedará
el Castillo de los Espejos‖ dijo Charlie, prácticamente para sí mismo.
―¿Qué?‖ Billy dejó de andar.
―Es a donde perteneces. Tu propio castillo, Billy.‖
―La Cocinera me dijo que el Castillo de los Espejos pertenecía a mi familia‖ dijo Billy
lentamente. ―¿Crees que podría vivir ahí hasta que creciera?‖
―¿Por qué no? Quizás podrías vivir seguramente para siempre‖ dijo Charlie.
Tancred gritó. ―¡Eh, vosotros dos! ¡Moveos!‖
Billy y Charlie corrieron hasta alcanzarle. Mientras se acercaban a la Casa del Trueno,
la brisa se convirtió en una ráfaga y los truenos se intensificaron.
―Papá está en buena forma‖ dijo Tancred.
La sonrisa de Charlie se congeló. Una enorme silueta que no había visto hasta entonces
pasó galopando a su lado. Podía sentir su gran peso y su poder al golpear la tierra. Los
otros eran conscientes de ello ahora. Los niños se acercaron mientras el caballo
fantasma los rodeaba, relinchando y resoplando mientras corría alrededor del pequeño
grupo.
Las hojas cayeron de los árboles cuando la criatura se irguió. Podían sentir sus patas
delanteras golpeando el aire, y Charlie pensó En cualquier momento, uno de esos
cascos va a ir directo a mi cabeza y no habrá más Charlie Bone.
Entonces Billy Raven hizo algo completamente inesperado. Se salió del camino y
caminó hacia el caballo fantasma, gruñendo gentilmente.
―Está loco‖ Tancred agarró el hombro de Charlie.
―¡Sí!‖ susurró Charlie, Billy podía tener un don con los animales, ¿pero cómo iba a
hablar con un monstruo como Hamaran con el corazón de Borlath?

97
Una vez más, los truenos pararon y los árboles se quedaron quietos. Hubo un largo y
gentil relincho y luego silencio. Y en el silencio, Billy Raven se arrodilló y agachó la
cabeza.
―¿Qué demonios…?‖ la voz de Tancred rota por el horror.
―¡Shh!‖ Charlie tiró de la chaqueta de Tancred.
La polilla blanca había vuelto a aparecer, y ahora flotaba justo un poco más allá de
Billy, con sus brillantes alas terminadas en plata moviéndose tan deprisa que parecían
estar dibujando una forma en el aire. La forma empezó a coger profundidad y algo
grande empezó a aparecer entre las alas plateadas, y ahí estaba: un alto caballo blanco
con una noble cabeza y una espesa crin.
Charlie jadeó y retrocedió tirando de Tancred.
―No parece malvado‖ dijo Tanred en el oído de Charlie.
―No lo es‖ dijo Billy.
―¿Cómo lo sabes?‖ demandó Charlie ―¿Has hablado con él?‖
―Sí‖ Billy miró sobre su hombro y le sonrió a los chicos. ―Está bien, en realidad…ella
es la reina.‖
―¿LA REINA?‖ dijeron Tancred y Charlie.
―¿Quieres decir que…?‖ la mente de Charlie trabajaba rápidamente. Intentó recordar lo
que había dicho Manfred sobre el experimento: una lápida marcada con una ―B‖, los
huesos de un caballo enterrados al lado y el corazón en un cofre.
―No era Borlath‖ murmuró ―sino Berenice‖ Una sonrisa cruzó su cara y se acercó a
Billy. ―Ese estúpido anciano se equivocó otra vez.‖
Tancred, que se movía cautelosamente, preguntó, ―¿Cómo ha llegado hasta aquí?‖
―El viejo Ezekiel la trajo a la vida. No era el corazón de Borlath, era el de la reina. La
reina Berenice.‖
Ahora estaban justo detrás de Billy, quien se puso de pie lentamente.
―Ha estado siguiéndonos‖ dijo Billy. ―Dice que somos sus niños y quiere protegernos.
Alguien la trajo aquí desde el otro mundo, pero su espíritu seguía desvaneciéndose,
llevándosela de vuelta, hasta que tu varita de alguna manera la mantuvo aquí.‖
―¿Mi varita?‖ Charlie estaba asombrado. ―Pensaba que Manfred la había destruido, a
menos que…‖ miró a la polilla blanca, sus alas solo eran visibles como un pequeño
destello entre las orejas del caballo.
―Se dice que las varitas pueden tomar diferentes formas‖ dijo Tancred ―si tienen que
hacerlo.‖
―Oh‖ Charlie parpadeó. Tancred sabía más de lo que pensaba.
El caballo blanco empezó a gruñir, suavemente esta vez, pero con una fluida secuencia
de sonidos, casi humana. Billy escuchó intensamente y cuando el caballo se calló, les
dijo a los demás ―Nos oyó hablar sobre el Castillo de los Espejos y eso la asustó. Ella
vio la isla en la que se construyó y sabía lo qué pasaría ahí.‖
―Así que ella sabe dónde está‖ dijo Charlie pensativamente.
―Supongo que sí‖ era obvio que Billy no conocía la terrible historia del castillo.
―Charlie, por favor dime que no vas a hacer lo que yo creo que vas a hacer‖ le rogó
Tancred.
Charlie sonrió. ―Solo era una idea.‖ Pero la idea se estaba desarrollando.
Los tres chicos se quedaron en silencio y observaron a la señorial criatura pastando. Era
difícil de creer que había sido una reina, aunque hubiera sido cientos de años atrás. El
viejo Ezekiel había cometido un error, pero lo que había hecho era un milagro al mismo
tiempo. Todavía era un poderoso mago y no tardaría mucho en encontrar a Billy y
llevarlo de vuelta a la Academia, a menos que… La idea en la mente de Charlie creció
hasta convertirse en un plan. Y el plan, de alguna manera, se convirtió en la única

98
solución. Charlie sabía que en el fondo, encontrar a su padre era lo principal en su
mente, pero la seguridad de Billy estaba muy igualada en importancia.
―Pregúntale si nos llevará a la isla‖ le dijo Charlie a Billy.
―¡Charlie!‖ protestó Tancred. ―¡No puedes hacer eso!‖
―Creo que tenemos que hacer eso.‖
Billy estaba ansioso por intentarlo. Se arrodilló otra vez y empezó a gruñir suavemente
a la yegua. Ella levantó su cabeza, con sus orejas echadas hacia atrás y sus grandes ojos
rebosantes de miedo.
―No le gusta la idea‖ susurró Billy.
―Háblale de mi padre‖ le urgió Charlie. ―Dile que tienes que encontrar un lugar seguro.‖
Billy volvió a empezar otra vez, y esta vez le añadió unos relinchos quejumbrosos a su
lenguaje.
Súbitamente, la yegua se encabritó. Con un chillido de terror, salió corriendo entre los
árboles. Escucharon el sonido de los cascos disminuyéndose hasta desaparecer y los
únicos sonidos que se escucharon fueron los truenos y los árboles debatiéndose contra el
viento.
―Eso ha sido todo pues‖ dijo Tancred. ―Volvamos a mi casa‖
―No‖ dijo Charlie. ―Ella volverá.‖
―Estás de broma, ¿no? La yegua es solo un animal asustado, Charlie. Nunca te llevará al
Castillo de los Espejos.‖
―Lo hará‖ insistió Charlie. ―Ella piensa que somos sus hijos, tiene que protegernos.‖
A Billy no le gustaba discutir con chicos como Tancred, pero mientras dirigía su mirada
del chico de las tormentas a Charlie, dijo tímidamente ―Creo que Charlie tiene razón.‖
―Puede que la tenga‖ dijo Tancred ―Pero yo me largo‖ Mientras se alejaba gritó. ―Os
traeré algo de comida dentro de un rato, si todavía estáis aquí, y creo que seguiréis.‖
―¿Crees que Tancred tiene razón?‖ le preguntó Billy a Charlie.
―No‖ Charlie se sentó y se acomodó en el amplio tronco de un árbol.
Hubo un fuerte trueno seguido de un súbito aguacero, y Billy se apretó contra Charlie.
―Tancred está enfadado‖ dijo Billy.
―Lo superará‖ le dijo Charlie.
Pero, a pesar de todo, la tormenta empeoró. El viento surgió de los árboles, enviando
hojas y ramas muertas contra el suelo produciendo un fuerte traqueteo. Ortigas
arrancadas, zarzas y pasto seco rodearon silbando a los niños mientras se acurrucaban
en el amplio roble, escudándose con sus brazos. Después de lo que parecieron horas de
tormenta ensordecedora, el tiempo se calmó y los chicos se durmieron, agotados por la
extraordinaria mañana que habían vivido.
Charlie se despertó justo a tiempo para ver a Tancred caminando hacia él con una gran
bandeja. ―Sabía que todavía seguiríais aquí‖ dijo Tancred, dejando la bandeja en el
suelo al lado del árbol. Charlie vio platos de pollo asado, verduras y salsa de carne y tres
cuencos de pastel de ciruela y crema. El desayuno de la señora Silk parecía haber
sucedido hace horas y el olor del festín que tenía delante fue suficiente para que el
hambriento chico lanzara un grito de alegría, despertando de paso a Billy, quien se cayó
de lado sobre la hierba.
―Menuda tormenta‖ murmuró Charlie mientras mordía una pata de pollo.
―Lo siento, mi padre y yo tuvimos una pelea‖ dijo Tancred. ―Dijo que vosotros dos
deberíais estar comiendo en una mesa, no sentados en el bosque como un par de
fugitivos, así que yo dije que no comería con él si iba a continuar diciendo eso. Mi
padre casi explotó, pero mi madre dijo que los niños son niños y recordó a mi padre y a
ella haciendo un picnic en el bosque en sus lejanos días de juventud. Eso lo calmó.‖

99
Cuando todos los platos y los cuencos estuvieron escrupulosamente limpios, Tancred
preguntó sí Charlie y Billy estaban listos para ir a casa con él. ―Es bastante obvio que la
yegua no va volver‖ dijo. ―Probablemente ya ha galopado de vuelta al otro mundo.‖
Charlie lamió un último y delicioso bocado de sus dedos y replicó. ―No, ella volverá.‖
―Dios, eres más terco que una mula, Charlie Bone‖ dijo Tancred poniéndose de pie,
aunque esta vez parecía más resignado que enfadado. ―¿Qué voy a hacer contigo?‖
―Llama a mi tío Paton‖ le dijo Charlie. ―Intenta explicarle lo que ha pasado. Todo. Y
dile que probablemente pasaré la noche contigo, solo por si acaso mamá se preocupa.‖
―Lo haré lo mejor que pueda. Pero volveré al atardecer y si vosotros dos todavía seguís
aquí, os echaré de la Casa del Trueno, me da igual lo que digáis. No os podéis quedar en
el bosque de noche.‖
―No‖ dijo Billy en voz baja. ―Porque Asa Pike estará rondando.‖
Charlie se había olvidado de Asa. ―No estaremos aquí‖ dijo firmemente ―La reina
volverá.‖
―Está bien, eso ya lo veremos‖ Balanceando la bandeja sobre su puntiagudo pelo rubio,
Tancred se fue haciendo cabriolas a través de los árboles y Billy se las arregló para reír
por primera vez aquel día.
Durante las siguientes horas, los dos chicos jugaron al Veo, veo, persiguieron hojas,
treparon árboles y dormitaron. Pero mientras las sombras se alargaban, el corazón de
Charlie empezó a hundirse. Se dio cuenta de que había soñado con demasiadas cosas.
¿Qué esperaba?, ¿Qué un frágil lazo de familia podía mantenerse a pesar de que pasaran
miles de años?
Todavía somos los niños del Rey Rojo, pensó Charlie desesperado, Así que somos los
niños de la reina también.
Para Billy, finalmente la decepción fue demasiado. Se dejó caer en el camino, llorando.
―No va a venir, ¿no?‖
Charlie solo pudo encogerse de hombros. ―Y tiene mi varita‖ dijo, intentando iluminar
la situación. ―Si es que es eso la polilla blanca.‖
La noche empezó a caer demasiado rápido. El bosque se volvió húmedo y frío, y
Charlie supo que tenía que tomar una decisión. Entonces vio la pálida cabeza de
Tancred acercándose a la distancia y gritó. ―Está bien Tanc, ya vamos.‖
Billy se levantó, feliz por abandonar el oscuro bosque por fin. Pero Tancred paró
súbitamente y dijo en voz baja ―Charlie – ¡detrás de ti!‖
Charlie se giró muy lentamente esperando descubrir la forma de hombre lobo gris que
Asa tomaba al atardecer. Pero no era Asa. Era la reina.
―Ha vuelto‖ dijo Billy, suspirando de alivio.
El pelaje de la yegua era de un resplandeciente blanco en el atardecer. Esta quieta
mirándolos, con sus pies plantados firmemente en el camino, su noble cabeza estaba
levemente girada para poder verlos con un gran y oscuro ojo. Charlie se alegró al ver a
la polilla blanca brillando en su larga crina.
―Vuelve a hablar con ella, Billy‖ dijo Charlie suavemente. ―Dile cuánto la
necesitamos.‖
Billy se acercó a la yegua, y dejándose caer sobre una rodilla, le narró dos historias con
una voz lírica que tarareaba y relinchaba: la historia de la muerte de sus padres y su vida
solitaria, y la historia del padre perdido de Charlie. Mientras el niño hablaba, Charlie
observaba la cara del caballo. Estaba seguro de que vio caer una lágrima de su brillante
ojo marrón.
Cuando Billy realizó su última súplica desesperada la yegua bajó su cabeza y relinchó
suavemente.

100
Billy se giró hacia Charlie. ―Lo hará. Dice que sus miedos son irrazonables cuando van
en contra de nuestra felicidad.‖
Charlie estaba desconcertado. ―¿Qué ha dicho qué?‖ Y miró a la yegua, preguntándose
cómo iban a subir él y Billy y una vez arriba, cómo se iban a mantener.
Para su sorpresa, Tancred ya había pensado en eso previamente. Cuando finalmente
entró en el claro, Charlie vio que llevaba consigo una silla enorme y varias tiras largas
de cuero. ―Son de mi padre‖ dijo Tancred. ―Solía montar huracanes, no me preguntes
cómo.‖
―Tú creías que vendría después de todo, ¿no?‖ dijo Charlie.
―Pensé que su venía, no podríais ir galopando poro ahí sin todo esto‖ respondió
Tancred, sonriendo.
La yegua blanca les permitió que la ensillaran, ayudando de todas las maneras que pudo,
y cuando hubieron terminado, Tancred subió a Charlie a su espalda y luego a Billy,
quien se colocó detrás de Charlie, aferrándolo fuertemente por la cintura.
―¿Ya está todo?‖ preguntó Charlie, sin poder creer lo que estaba a punto de pasar.
―Adiós Tancred. Y gracias.‖
―Buena suerte‖ dijo Tancred, su tono de voz ronco fue incapaz de disimular un ligero
malestar.
La yegua empezó a trotar a través de los árboles, y mientras cogía velocidad, Charlie
gritó. ―¿Tancred, hablaste con mi tío?‖
―No estaba ahí. Le dije a tu madre que te quedarías a dormir conmigo.‖
―Tienes que hablar con mi río. ¡Jura que lo harás, Tancred!‖
―¡Lo juro!‖ gritó Tancred. Esperó hasta que la yegua blanca estuviera fuera de vista y
luego corrió de vuelta a casa.
La oscuridad cayó rápidamente y Tancred no vio a la bestia gris agazapada en el suelo,
observando y escuchando.
Durante un segundo, Charlie se preguntó si no tendría que haber reflexionado un poco
más sobre su aventura antes de lanzarse a la oscuridad – montado en un caballo. Pero no
estaba en su naturaleza preocuparse por los errores pasados, así que se aferró a las
riendas y se preparó para disfrutar de la carrera de su vida.
Una vez que estuvo fuera del bosque, la yegua siguió el estrecho camino que llevaba al
final de Los Altos, sobre la colina. Desde ahí, la ciudad descansaba delante de ella como
una constelación distante. El Rey Rojo y la Reina Berenice habían subido a menudo a
aquella colina, y sabía exactamente dónde se encontraba su castillo. Incluso en aquel
nuevo mundo de luces y ruido y altos edificios, podía ver el perfil de las murallas del
que fuera su hogar, detrás de la gran casa gris en la que vivían los niños descendientes
de su dotado linaje.
La ciudad palpitaba con su doloroso pasado, la reina podía sentirlo mientras caminaba
por la superficie. Aquello la entristecía, a ella, que había pasado tantos años felices en el
Castillo Rojo.
En los meses anteriores a que su décima hija naciera, una enfermedad terrible se había
extendido por el país. La reina se contagió, y aunque luchó contra la enfermedad, se
volvió tan débil que cuando nació su hija Amoret, sabía que no viviría para protegerla a
ella ni a los más vulnerables de sus hijos. Pero ahora tenía a dos de sus niños de vuelta,
y utilizaría la nueva y extraña oportunidad que le había sido concedida para ayudar a
esos niños tan valientes.
Durante prácticamente mil años la reina Berenice había habitado el reino de la muerte –
el otro mundo – y desde ahí se había traído algunos poderes a su nueva vida que ni ella
ni su yegua favorita habían tenido nunca. Aquellos poderes le permitían subir los

101
acantilados más empinados, pasar sobre los abismos más profundos y volar con
facilidad sobre el oleaje espumoso.
Viajaron bajo una luna llena y hacia la costa, en una ruta que la reina conocía bien.
Charlie sedaba cuenta de que él y Billy estaban viviendo una aventura encantada aquella
noche. Entraron en un mundo incluso aún más extraño que los sitios que había visitado
cuando viajaba a las imágenes. No había carreteras ni casas, luces o ruidos en aquella
tierra: era antigua, salvaje y vacía.
Muchas veces, Charlie cayó dormido, pero cuando se despertaba siempre subido en la
yegua, con la cabeza Billy adormilada de Billy sobre su espalda y la polilla blanca
brillando delante de él, como una pequeña corona entre las orejas del caballo. Hasta
donde él sabía, la yegua nunca paró – ni una vez – hasta que entró trotando en una gran
bahía en la que la playa brillaba con conchas y arena plateada.
La yegua relinchó suavemente y Billy dijo ―Ya hemos llegado.‖
―¿En serio?‖ Charlie miró a su alrededor. Todo lo que podía ver era el brillante océano
y la playa; detrás de ellos, había un alto acantilado alzándose en la oscuridad.
―¡Está ahí!‖ Billy se deslizó del caballo y corrió hacia el borde del agua. ―¡Ahí!‖ señaló.
―No puedo ver nada‖ Charlie sacó sus pies de los estribos y saltó a la arena. ―¿Dónde?‖
Buscó en el oscuro horizonte y vio un lejano y misterioso resplandor, como el reflejo de
las estrellas en el agua. ―Creo que lo veo ahora‖ dijo. Y se preguntó si había alguien en
aquel distante castillo sujetando una vela. Su padre, quizás.
La yegua relinchó, fue un sonido alto y urgente.
Billy dijo ―Ella dice que no debemos ir ahora, que debemos esperar a la mañana.‖
―¿Y cómo vamos a llegar hasta ahí?‖ se preguntó Charlie. Pero estaba demasiado
cansado como para pensar más. El sueño hacía que sus párpados pesaran horriblemente
y sus piernas estaban a punto de desplomarse bajo su peso.
Durmieron en una cueva acogedora en la base del acantilado, y la yegua se colocó
delante de ellos, protegiéndolos del viento nocturno.
Se despertaron con un cielo azul y el mar estaba limpio y en calma. ¿Pero dónde estaba
la isla? El horizonte se había perdido en la niebla. Los niños se quitaron los zapatos y
los calcetines, remangaron sus pantalones y se metieron en el mar, dirigiendo su mirada
hacia la bruma seductora. El agua llegaba hasta sus rodillas y el estómago de Charlie
rugió. No podía abandonar la esperanza de que si conseguían llegar hasta el esquivo
castillo, su padre quizás contara con lo medio para hacerle un agradable desayuno
caliente. Poco después pensó que hasta un desayuno frío le serviría.
Por ahora la situación no era muy prometedora. El distante brillo de la noche pasada
podía haber sido cualquier cosa: un barco que pasaba, una estrella caída, incluso un
espejismo. Los pies de Charlie estaban empezando a entumecerse. Volvió a la costa con
Billy salpicando detrás de él.
Se sentó en la playa llena de conchas, secando sus pies mojados con sus calcetines.
Charlie se sorprendió al ver la cara sonriente de Billy, llena de emoción. Pensó que
debería advertirle de que la situación era completamente desesperanzadora. ―Imagina
que nunca encontramos el castillo‖ dijo Charlie.
Billy no perdió su sonrisa. ―No he visto el mar en años. De hecho, apenas podía
recordar cómo era.‖
Aquello no se le había ocurrido a Charlie. Al mismo tiempo, había traído a Billy de
vuelta a la tierra. ―Quizás estemos en el lugar equivocado.‖ Charlie dirigió su mirada a
la yegua blanca que pastaba en el acantilado, y bajando la voz dijo ―Solo digo, fue hace
miles de años cuando ella…estaba viva. Puede que lo recuerde mal.‖
―No lo creo‖ Billy limpió sus gafas y entrecerró los ojos mirando al mar.

102
Charlie levantó la mirada. La niebla estaba empezando a alzarse, y en el océano, una
isla quedó al descubierto. Una distante, hermosa isla azul con una brillante corona. Un
castillo de resplandeciente cristal.
Cuando ella vio la isla, la yegua blanca lanzó un grito que fue casi humano. Sus cascos
lanzaron oleadas de conchas al aire y corrió por la playa, saltando sobre un promontorio
rocoso y desapareciendo de la vista. Pero su voz todavía podía ser escuchada,
llamándole mientras se alejaba galopando del mar.
―Dice que no nos está dejando‖ dijo Billy ―pero que su corazón no le permite mirar la
isla en la que sus hijos murieron. ¿A qué se refiere?‖
Charlie decidió de que ya era hora de contarle a Billy la verdadera historia del Castillo
de los Espejos. ¿Pero querría Billy vivir ahí una vez que supiera lo que le había pasado
al príncipe Amadis?

103
Capítulo 15: La capa encantada

―¡Qué! ¡La REINA!‖


Manfred retrocedió para esquivar el escupitajo que había lanzado su bisabuelo. Aún así,
una gran salpicadura cayó en su bonito y limpio zapato. Asa, gimiendo a su lado, se las
arregló para reprimir una risita.
Este se estaba convirtiendo en uno de los peores lunes de Manfred. El fin de semana ya
había sido lo suficientemente malo, con aquel renacuajo, Billy Raven, escapando de la
Casa de Paso y Usher de Grey envuelto en un accidente casi fatal. Sin mencionar la
pérdida de los juramentos y a Florence volviéndose loca. Sus gritos cuando la habían
encerrado en el congelador todavía sonaban en sus oídos. Con un poco de suerte, ya se
había congelado.
En lo alto de todas esas desgracias, Asa Pike había venido con la noticia de que el gran
experimento no había funcionado exactamente como ellos habían pensado. En lugar de
un caballo de guerra con un corazón brutal, habían traído a la vida a una yegua blanca
con el corazón de una reina y madre amorosa.
―Mira el lado positivo, abuelo‖ dijo Manfred, quitando con asco el escupitajo de su
zapato izquierdo con el talón del derecho. ―Después de todo, es un gran logro.‖
―¡Yo no QUERÍA a la REINA!‖ gritó Ezekiel. ―Yo quería a Borlath.‖
―Bueno, pero tenemos a la reina‖ dijo Manfred categóricamente. ―O más bien, Charlie
Bone la tiene, y ahora él y Billy se dirigen hacia el Castillo de los Espejos.‖
―Se dirigen hacia ahí‖ repitió Asa, excesivamente encantado consigo mismo.
―Es culpa tuya‖ bramó Ezekiel, señalando con un huesudo dedo a Asa. ―Tú encontraste
la tumba, tú me trajiste el corazón.‖
―Yo no sabía lo que era‖ se quejó Asa. ―Solo había una B en la lápida. Nadie me dijo
que la reina se llamaba Berenice.‖
―¡Ugh!‖ gruñó Ezekiel.
Asa se volvió más atrevido. ―Lo he hecho bien‖ insistió. ―Seguí a Paton Yewbeam, y
encontré a ese hombre, Crowquill. He pasado horas escondido en el asqueroso jardín de
los Silk y luego en cuclillas en aquel espeso bosque, por lo que me duelen los huesos de
una manera horrible. Si no fuera por mí, ni siquiera sabríais a dónde ha ido Billy,
¿verdad?‖
―¡Está bien!‖ gritó Ezekiel. ―Tómate el día libre.‖
―No quiero el día libre‖ murmuró Asa enfurruñado. ―Solo quiero el reconocimiento.‖
―Lo tienes‖ Manfred le dio un codazo en las costillas a Asa.
―Se están cubriendo unos a otros‖ gruñó Ezekiel. ―Todos ellos. Lysander, Torsson,
Gabriel Silk. Esto tiene que ser parado. ¡Tráeme al chico Tilpin!‖
―¿Joshua?‖ Manfred enarcó las cejas. ―¿Qué puede hacer él?‖
―Te sorprenderías, Manfred‖ dijo su bisabuelo. ―Pero pronto lo averiguarás. Ahora,
desaparecer de mi vista, los dos.‖
Manfred se negaba a ser tratado como un niño. Se merecía algo mejor. Con el ceño
fruncido bajó por los muchos corredores y escaleras que llevaban a las habitaciones de
su bisabuelo mientras Asa arrastraba los pies detrás de él, lloriqueando.
―¿Para qué querrá a Tilpin?‖ se quejó Asa. ―No puede hacer nada. Es demasiado
pequeño y no tiene experiencia.‖
―Sabemos que tiene magnetismo‖ respondió Manfred. ―Supongo que dependerá de qué
haga con él. Puede ser interesante.‖
―¡Hmff!‖ resopló Asa.
Manfred atrapó a Joshua justo cuando estaba saliendo del vestuario verde. La asamblea
había terminado y los niños tenían que ir a sus primeras clases.

104
―El señor Ezekiel quiere verte‖ dijo Manfred, agarrando al pequeño niño del hombro.
―¿Oh?‖ Joshua le dedicó a Manfred una de sus extraordinarias sonrisas con sus dientes
separados, y una vez más, Manfred sintió un peculiar hormigueo que le hizo devolverle
una sonrisa al niño incluso cuando momentos atrás, sonreír era lo último que le pasaba
por la mente.
―¿Sabes dónde encontrar la habitación del señor Ezekiel?‖ le preguntó Manfred
amablemente.
―Sí señor. Está en el ala oeste, justo en lo más alto.‖
―Buen chico. Vete entonces. Y será mejor que te des prisa.‖
―Sí señor.‖
Era muy gratificante ser llamado señor. Manfred mantuvo su sonrisa en cada paso que
daba a través del gran recibidor, pero se desvaneció abruptamente cuando patinó en una
piel de manzana y casi perdió el equilibrio.
―¡AAAAAARGH!! Rugió Manfred.
El recibidor estaba ahora vacío exceptuando al doctor Saltweather, quien estaba bajando
lentamente las escaleras principales con un periódico debajo del brazo y una
desconcertada expresión en su cara.
―Es esa chica, Vertigo, de nuevo‖ le gritó Manfred al doctor Saltweather ―Está dejando
pieles de manzana por todo el lugar. Hay que hacer algo al respecto.‖
―No es de mi departamento‖ murmuró el doctor Saltweather. ―Soy el jefe de música.‖
Se alejó paseando luciendo aún más agitado que antes.
Manfred soltó un gemido de irritación y se dirigió a su oficina.
El doctor Saltweather estaba ahora caminando por el corredor de los retratos. Estaba tan
preocupado que se había olvidado de a dónde estaba yendo supuestamente. En su
periódico había un alarmante artículo. Dos personas habían desaparecido de una
pequeña ciudad del nordeste. Normalmente esta clase de noticias habrían causado
pequeño revuelo de preocupación: tenía esa clase de corazón al que le incluso la más
pequeña desgracia ajena le afectaba. Pero las noticias de hoy eran aún más inquietantes.
Los dos hombres en cuestión eran un director llamado Tantalus Wright y un cartero
cuyo nombre era Vincent Ebony. Esto podía ser una coincidencia, por supuesto, pero
eran los peculiares hábitos de aquellos hombres lo que habían causado que el doctor
Saltweather encontrara esas desapariciones demasiado siniestras para ser mera
coincidencia. La especialidad del director era Historia Medieval y sufría narcolepsia. En
otras palabras, caía dormido sin ningún aviso en los sitios más inusuales, causando la
alegría de muchos de sus alumnos.
El doctor Saltweather abrió el periódico y releyó el pequeño artículo de la última
página. ―El señor Vincent Ebony es un hombre alegre con un gran sentido del humor.
Se ríe inmediatamente en las bromas más tontas y se le suele escuchar cantando
―Gershwin Bess, eres ahora mi mujer‖. La esposa del señor Ebony, Bess, estaba
demasiado afectada para hacer comentarios.‖
Los dos hombres habían desaparecido a finales de agosto en las cercanías de la ciudad
de Yorwynde. Tantalus Wright, un ávido excursionista, nunca había vuelto de su
domingo de caminata y la camioneta de Vincent Ebony había sido hallada abandonada
al borde de un pequeño bosque. No había señales del cartero. Los dos hombres habían
estado desaparecidos durante tres semanas.
―¡No puede ser! ¿Cómo podría ser?, ¿dos en uno? ¡dos en uno!‖ el doctor Saltweather
deambuló, sacudiendo su cabeza. Seguramente no podría discutir el asunto el director,
ya que había sido el doctor Bloor el que había insistido en la designación de Tantalus
Ebony. Era difícil saber quién era quién en la Academia Bloor – o quién era qué, cuando
llegaba el caso.

105
―¡Buenos días!‖ la Cocinera pasó barriendo al lado del doctor Saltweather por el oscuro
corredor. ―Parece preocupado, doctor.‖
―Sí‖ el doctor Saltweather se giró rápidamente y miró a la Cocinera apresurarse por el
pasillo. Se dio cuenta de que ella era una persona en la que podía confiar. No había
ninguna duda en su mente de que la Cocinera estaba en el lado de los buenos, aunque
apenas sabía que quería decir aquello.
―¡Cocinera!‖ la llamó el doctor Saltweather suavemente. ―¿Podríamos hablar?‖
La Cocinera miró a su alrededor, sorprendida por el tono furtivo del doctor. ―Por
supuesto, doctor.‖ Volvió andando hacia él.
El doctor Saltweather alisó la última página de su periódico y lo se lo entregó a la
Cocinera, señalando la pequeña columna cerca del final. ―¿Qué opina de esto?‖
La Cocinera leyó rápidamente el artículo y jadeó. ―¿Qué qué opino?‖ dijo
trémulamente. ―Opino que significa problemas, doctor Saltweather. Un problema muy
gordo, especialmente para algunas personas de esta ciudad.‖
―¿Cómo quiénes?‖ el doctor estaba intrigado.
―Como Charlie Bone y su tío‖ dijo la Cocinera.
―Ah‖ el doctor Saltweather se acarició la barbilla. ―Charlie no estaba en la asamblea
esta mañana, al igual que el pequeño Billy Raven.‖
‗‘He oído algo sobre el tema‖ dijo la Cocinera ―pero esto‖ – ella golpeó el periódico –
―esto es extremadamente serio. Tengo que hacer una llamada inmediatamente‖
―Pero, Cocinera, ¿cómo puede ser posible?‖ preguntó el doctor Saltweather, más
agitado que nunca. ―Dos personas en una, ¿cómo ha podido pasar?‖
―Créeme, eso puede hacer esa clase de cosas‖ dijo la Cocinera, volviendo por donde
había venido.
―¿ESO?‖ exclamó el doctor Saltweather.
―Sí, ESO‖ replicó la Cocinera, corriendo aún más rápido. ―Se lo explicaré en otro
momento. Pero ahora mismo, tengo que hacer una llamada. Gracias doctor, gracias.
Tenemos razones para estar muy, muy agradecidos por esta información.‖ Su voz dejó
de escucharse cuando giró en la esquina.
El doctor Saltweather recordó súbitamente de que debería estar en una reunión en la sala
de los instrumentos de viento, con el señor Paltry y Tantalus Ebony. El jefe de música
llegaba tarde, pero cuando llegó a la habitación de Viento, Tantalus Ebony no estaba
ahí.
―No está en el colegio‖ dijo el anciano señor Paltry, limpiándose los dientes con un
palillo. ―¿No se dio cuenta? No fue a la asamblea.‖
―No, no me di cuenta‖ el doctor Saltweather se sintió tonto, ansioso y confuso, todo al
mismo tiempo. ―Desearía que usted no fumara‖ le dijo al viejo flautista. ―Da un mal
ejemplo.‖
―Yo no fumo‖ el señor Paltry deslizó el palillo en su bolsillo.
―Puedo olerlo, Reginald‖ dijo Saltweather. ―No es de extrañar que esté usted falto de
aliento últimamente‖ Dio un suspiro de irritación. ―Será mejor que nos las arreglemos
sin el señor Ebony.‖
Una Cocinera sin aliento entró corriendo en la cocina y levantó el auricular de un
teléfono situado en la pared junto a la puerta giratoria. Los trabajadores de la cocina
estaban charlando en la parte de atrás y la Cocinera no tuvo miedo de ser escuchada.
Marcó rápidamente y esperó a que escucharan el teléfono en el número nueve de la calle
Filbert.
―¿Sí?‖ dijo una voz irritada.
La Cocinera agravó su voz, y hablando como un hombre viejo, dijo ―Me gustaría hablar
con el señor Paton Yewbeam.‖

106
―No está aquí‖ dijo la abuela Bone.
―La señora Jones, entonces‖ dijo la Cocinera ―Ella servirá.‖
―¿De qué se trata?‖ demandó la abuela Bone.
―Eh…es la tintorería…‖
―¿No será sobre mi mejor abrigo? El negro con el cuello de terciopelo‖ esto fue gritado
tan fuerte que la Cocinera tuvo que alejar el auricular de su oreja.
―No, no. El artículo en cuestión es rojo y…‖
―¡Maisie, teléfono! Tu ropa está en problemas‖ el auricular fue dejado en la mesa y la
Cocinera oyó pisadas corriendo en un suelo de baldosas. Momentos después, la voz
ansiosa de Maisie dijo ―¿Sí? ¿qué ha pasado?‖
―Maisie, soy yo, la Cocinera. Pero no des muestras de ello‖ dijo la Cocinera con su voz
normal. ―Quiero hablar con el señor Yewbeam, pero aparentemente ha salido.‖
―No solo ha salido‖ dijo Maisie, bajando la voz. ―Ha desaparecido. Amy y yo estamos
muy preocupadas. Tenía noticias acerca de Charlie, y entonces él y… y, ya sabes, ese
señor Crowquill se fueron muy pronto esta mañana.‖
―Querida, oh querida‖ la Cocinera no sabía qué pensar de todo esto. ―¿Tienes alguna
idea de a dónde han ido?‖
Maisie puso su boca justo encima del auricular y susurró ―Al Castillo de los Espejos.‖
―De mal en peor. Tengo el temor de que alguien más se dirija hacia ahí ahora mismo.
¿Tienes alguna manera de contactar con el señor Yewbeam?‖
―Ninguna‖ dijo Maisie. ―Ha dejado atrás su teléfono móvil.‖
Una voz detrás de Maisie preguntó ―¿Por qué estás cuchicheando con la tintorería?‖
―No lo hacía. Perdí mi voz, ha habido una tragedia con la chaqueta roja‖ La voz de
Maisie se volvió tan baja que la Cocinera no pudo escucharla, pero de repente volvió.
―Muchísimas gracias por informarme‖ le dijo a la Cocinera. ―Iré a recoger lo que queda
de ella más tarde. Adiós.‖
La Cocinera colgó el auricular. ―Nada puede hacerse‖ murmuró.
―Yo creo que se puede hacer mucho‖ Uno de los asistentes de la cocina llegó hasta la
Cocinera portando una bandeja de pasteles quemados. ―Tendremos que hornear unos
más.‖
―Tú tendrás que hacer unos cuantos más‖ replicó la Cocinera. ―Yo no los he quemado.‖
Fidelio Gunn se ponía más nervioso con cada segundo que pasaba. Gabriel le había
susurrado algo en la asamblea pero apenas había entendido lo que le había dicho. Las
únicas palabras que había comprendido fueron ―Charlie…un castillo…y Billy Raven‖
Fidelio no podía imaginarse qué le había pasado a Charlie. No era común en su amigo
escaparse a algún lugar sin decírselo a él.
―Fidelio, no te estás concentrando‖ dijo la señorita Chrystal, quien le estaba
acompañando con el piano.
Fidelio bajó el volumen de su violín y estudió la partitura que había en el estrado
delante de él. ―Lo siento, señorita Chrystal, me he perdido.‖
―¿Cuál es el problema?‖ la señorita Chrystal giró en el taburete de música. ―Tocaste esta
pieza casi perfecta la semana pasada.‖
La señorita Chrystal era una profesora muy joven. Tenía el pelo rubio y la clase de
rasgos que prácticamente invitaban a los niños a confiar en ella. Ella guardaba sus
secretos y nunca había sido conocida por traicionar a ninguno de ellos.
―Estoy preocupado por mejor amigo‖ confesó Fidelio.
―¿Charlie Bone?‖
―Sí. No está en el colegio y no sé qué ha pasado con él.‖

107
―Quizás el doctor Saltweather ha escuchado algo sobre el tema. Investigaré un poco y te
haré saber mis descubrimientos durante el recreo de la comida, ¿te parece?‖ la señorita
Chrystal sonrió envalentonando al chico.
―Gracias señorita Chrystal‖ Fidelio colocó su violín bajo la barbilla y se preparó para
volver a tocar.
La lección no fue precisamente un éxito, y tan pronto como sonó la campana, salió
corriendo de una manera un tanto ruda y se dirigió hacia el guardarropa para colgar su
capa. Estaba a punto de salir al exterior cuando vio a Dorcas Loom acercándose a la
puerta de la Torre de Música. Llevaba una capa azul doblada bajo su brazo.
Fidelio sospechaba de ella. ―¿Qué es eso Dorcas?‖ le preguntó.
La niña gruñó levemente ―Oh, es la del señor Pilgrim‖ dijo, recobrando la compostura.
―Fue encontrada en la biblioteca así que la llevo de vuelta a su clase de música.‖
―Pero el señor Pilgrim se ha ido.‖
Dorcas se encogió de hombros ―¡Y qué!‖
―Que…‖ Fidelio dudó. La expresión maliciosa de Dorcas le asustaba. Tenía una
reputación por embrujar ropas. ¿Podría haber hecho algo con la capa azul?
―Da igual‖ Fidelio salió al jardín.
Gabriel no estaba por ninguna parte, pero Fidelio descubrió a Tancred hablando con el
niño nuevo, Joshua Tilpin. Fidelio corrió hacia ellos. ―Tancred, ¿puedo hablar contigo
un momento en privado?‖ El chico clavó su mirada en Joshua.
Tancred palmeó el hombro de Joshua y dijo, ―Hasta luego Josh. Y gracias por encontrar
el libro.‖
Joshua le sonrió a Tancred. ―Cuando quieras, Tancred. Nos vemos luego.‖ El pequeño
chico se fue paseando con aquellas piernas que parecían incapaces de soportar siquiera
el peso de un pájaro, dejando solos a los chicos.
―Es raro‖ remarcó Fidelio enarcando las cejas.
―No tanto‖ dijo Tancred. ―Es un buen chico. Muy útil.‖
Fidelio cambió de tema. ―Me preguntaba si tú sabías lo que le había pasado a Charlie.‖
―De hecho, lo sé. Caminemos un poco.‖
Fidelio siguió a Tancred hacia las murallas del castillo, donde encontró a Emma y a
Olivia sentadas en lo alto de un gran montículo. Olivia parecía tener una reserva
interminable de manzanas, porque ahí estaba una vez más, pelando otra manzana con el
pequeño cuchillo de plata que llevaba a todas partes. Emma observaba a su amiga con
un ceño fruncido que ya estaba haciendo permanente.
―Estas dos saben qué ha pasado‖ dijo Tancred, sentándose en uno de los escalones más
bajos.
―Siempre soy el último en enterarme de lo que pasa últimamente‖ Fidelio se sentó en
uno de los escalones del medio.
―Eso es porque no estás dotado‖ dijo Olivia. ―Yo tampoco lo estoy. Y no quiero
estarlo.‖
Fidelio la ignoró. ―Tancred, por favor, dímelo ¿a dónde se ha ido Charlie?‖
Tancred respiró profundamente antes de empezar. ―Empezaré por la mañana del
domingo, cuando Billy Raven se escapó de sus nuevos padres‖ y comenzó a contarle
todo a Fidelio.
―¡Vaya!‖ Fidelio fijó su mirada en las brillantes paredes rojas. ―Esa es la causa de todo
aquel caos. Me despertó. Perros ladrando, coches estrellándose, sirenas de policía,
truenos – eso fuiste tú, supongo‖ le dijo a Tancred.
―¡Culpable!‖ Tancred alzó su mano con una sonrisa. ―Pero Sander salvó el día. Si no
fuera por él, no creo que yo estuviera aquí ahora.‖

108
Podían ver a Lysander discutiendo con Asa Pike al otro lado del campo de juego, y
Tancred dijo ―Asa está molestando un montón a Sander hoy. Primero, dijo que la
corbata de Sander no estaba recta, luego dijo que estaba siendo demasiado ruidoso
cuando no lo era y ahora míralos.‖
―Tengo un mal presentimiento sobre hoy‖ dijo Emma en voz baja.
Fidelio sabía a qué se refería. Quizás tenía algo que ver con la ausencia de Charlie.
―¿Qué es todo eso del Castillo de los Espejos?‖ preguntó.
―Mi tía leyó sobre él en un libro‖ dijo Emma. ―Cientos de años atrás, uno de los hijos de
Rey Rojo le prendió fuego al castillo, con la familia de su hermano todavía dentro. Pero
uno de ellos escapó, y ese fue el ancestro de Billy. Las paredes del castillo se
convirtieron en cristal brillante. ¡Imagínatelo!‖
―Y Charlie piensa que encontrará a su padre ahí‖ añadió Tancred.
Olivia saltó súbitamente y lanzó su manzana a los arbustos. ―Desearía que Charlie
estuviera aquí‖ dijo, mientras se alejaba andando de ellos.
Fidelio se sentía de la misma manera.
Aquella noche, la atmósfera en el Salón del Rey era especialmente hostil. Era una
hostilidad que corría por los huesos de los niños, y Emma no podía parar de temblar.
Temblaba tanto que su bolígrafo se le caía constantemente de la mano. La tercera vez
que se le cayó, el bolígrafo rodó por la mesa, y Emma estaba segura que Inez o Idith lo
habían empujado. Las gemelas continuaban mirando a Emma con sus rasgados ojos
azules de muñeca china, y apenas podía concentrarse con ellas observándola.
Joshua Tilpin, que se había sentado en el asiento vacío de Charlie al lado de Emma, se
inclinó sobre la mesa, cogió su bolígrafo y se lo devolvió. Le dedicó una pequeña
sonrisa que la obligó a devolverle la sonrisa. Pero Joshua quería más que una sonrisa,
quería que ella volara. Súbitamente, Emma se imaginó a ella misma convertida en un
gran halcón, planeando sobre sus amigos, atacando sus cabezas, sus manos…¿Pero por
qué haría ella algo tan terrible? Apartó su mirada de Joshua, le daba escalofríos.
Gabriel, sentado al otro lado de Emma, le susurró. ―¿Estás bien, Em?‖
Emma asintió.
―¡Silencio!‖ dijo Manfred. ―No se puede susurrar.‖
Inez e Idith dirigieron su fría mirada hacia Gabriel, los ojos amarillos de Asa se
entrecerraron y Dorcas Loom soltó una molesta risita.
Emma miró hacia su lado. Gabriel, Tancred y Lysander estaban inclinados sobre sus
libros. Sus brillantes ceños fruncidos la hacían sentir aún peor.
Cuando los deberes se terminaron, los niños dotados empezaron a salir en fila del Salón
del Rey encabezados por Manfred. Emma esperó a Gabriel, a quien le estaba llevando
más tiempo de lo normal recoger las cosas. Lo mismo le pasaba a Tancred y a Lysander.
Los libros se les caían, otros no querían cerrarse. Los lápices se alejaban rodando y el
papel se iba flotando de sus manos.
―Algo malo está pasando‖ dijo Emma.
―Y que lo digas‖ gruñó Lysander.
―Estamos en desventaja‖ dijo Gabriel. ―Cuatro contra cinco, seis, si contamos a
Manfred.‖
Los tres chicos se las arreglaron para guardar todo al fin, y Emma salió con ellos en
dirección a los dormitorios. Cuando estaban cruzando el pasillo, Gabriel se giró y se
alejó corriendo del grupo en dirección al recibidor.
―¿A dónde vas Gabe?‖ gritó Lysander. ―¡La ama de llaves te pillará!‖
―Tengo permitido practicar durante media hora en la Torre de Música‖ dijo Gabriel. ―El
señor Ebony me dio un permiso especial el viernes.‖ Sacó una nota de su bolsillo. ―Así
que la ama de llaves tendrá que admitirlo.‖

109
Esto hizo aparecer una sonrisa en el rostro de sus amigos, pero todos se sentían
inexplicablemente inquietos mientras veían a Gabriel cruzar el recibidor hacia la puerta
de la Torre de Música.
Gabriel también tenía un presentimiento, pero adoraba practicar en el gran piano, y era
precisamente a causa de aquel sentimiento de que algo malo se avecinaba que apenas
podía esperar a perderse en la música.
Era una larga subida hasta lo alto de la torre, y cuando Gabriel llegó a la habitación de
música, tuvo que sentarse en un taburete para recobrar el aliento. Mientras se acercaba a
la tapa del piano, notó una capa azul en una silla al lado de la ventana. Seguramente
había sido la del señor Pilgrim. Gabriel siempre había sido muy cercano al señor
Pilgrim. El extraño profesor era un brillante pianista, y aunque apenas hablaba, Gabriel
siempre había contado con la cálida aprobación del señor Pilgrim.
¿Dónde estaba el profesor de piano ahora?, ¿qué había pasado con él? Gabriel raramente
usaba su don. Podría dañarse a sí mismo si se pusiera las ropas de alguien que hubiera
sufrido dolor o tortura. Pero en esta ocasión la curiosidad de Gabriel pudo más que él y
se sintió impulsado a ponerse la capa.
Tan pronto como se colocó la capa sobre su cabeza, la realidad se empezó a desvanecer
y Gabriel se vio prisionero en una oscuridad extremadamente profunda y sombría de la
que no podía escapar. Intentó quitarse la capa pero sus brazos eran inútiles, y se vio
obligado a enfrentarse al horror hasta que cayó sin sentido en el suelo.

110
Capítulo 16: Las paredes de la historia

En una playa con olas plateadas muy, muy lejos de los problemas de sus amigos,
Charlie se encontraba en una situación difícil. Billy se había enfadado y asustado mucho
cuando escuchó la historia del príncipe Amadis. Con la cabeza agachada y las manos
metidas profundamente en sus bolsillos, el chico de pelo blanco paseaba por la playa,
pateando la arena y las conchas. ―¿Por qué no me lo contaste?‖ gimió acusatoriamente.
―¿Por qué no me hablaste sobre mi guardián y el libro y todas esas cosas terribles que
pasaron – ahí fuera?‖
―Lo siento Billy. Mi tío dijo que sería más seguro para ti que no lo supieras. Y luego
conocimos a la reina, y de alguna manera, fue demasiado tarde.‖ Charlie mantenía un
ojo vigilando el mar. La marea estaba subiendo rápidamente, y pronto no habría
ninguna forma de salir de la playa. Estaban en una pequeña bahía que tenía unas paredes
de rocas con apariencia peligrosa en ambos lados y con un acantilado prácticamente
vertical detrás de ellos. Y había otro problema. ¿Cómo llegarían a la isla?
Ignorando a Billy por el momento, Charlie empezó a buscar algún bote o embarcación
en las rocas y en la base del acantilado. Porqué había de haber uno en un lugar tan
apartado, no lo consideró. Lento pero seguro, el mar reptaba sobre la arena.
―¡Charlie!‖ gritó Billy, súbitamente consciente del acercamiento del agua. ―¿Qué está
pasando?‖
―La marea está subiendo‖ Charlie estaba investigando una profunda cueva. Era tan
oscura, que no podía ver dónde acababa. Si solo tuviera un poco de luz…Pero ni
siquiera había traído una caja de cerillas. Una suave luz flotó sobre su cabeza y flotó
hacia el fondo de la cueva. Era muy débil, pero le permitió a Charlie vislumbrar algo
que semejaba a un bote, yaciendo de lado en lo alto de una pared inclinada. La luz se
movió, atravesando la cueva, revelando una brillante pared negra a causa del agua.
―¡Charlie!, ¿qué vamos a hacer?‖ gritó la voz dominada por el pánico de Billy.
―Ven y ayuda‖ gritó Charlie. ―He encontrado un bote.‖
Billy llegó a su lado en un momento. ―¿Cómo lo encontraste?‖
―Hay una luz‖ Charlie observó la brillante silueta, tenía alas terminadas en plata. ―Es la
polilla blanca.‖
―Tu varita‖ exclamó Billy ―y mira, está sentada en algo.‖
―Un remo‖ dijo Charlie. ―Hay dos.‖
Era una embarcación pequeña, pero necesitaron todas sus fuerzas para deslizarlo por el
suelo resbaladizo de la cueva y sacarlo a la plaza. Para cuando llegaron al exterior, el
agua ya llegaba hasta la boca de la cueva.
Después de quitarse los zapatos y los calcetines, Charlie enrolló sus pantalones para que
no se le mojaran y le dijo a Billy que hiciera lo mismo.
―¿A dónde vamos?‖ le preguntó Billy.
―¿A dónde crees? A la isla‖
―¡N-n-noooooo!‖ gimió Billy. ―No quiero ir. No iré. Habrá fantasmas ahí después de lo
que pasó. Por favor, no me hagas ir.‖
―No seas idiota‖ dijo Charlie en un alarde de tacto. ―No hay a dónde más ir. Nos
ahogaremos si esperamos más tiempo.‖
El bote ya estaba empezando a flotar mientras lo empujaban hacia la playa, y Charlie le
ordenó a Billy que saltara antes de que fuera demasiado tarde. Todavía temblando, Billy
se encaramó por un lado mientras Charlie mantenía estable el bote, y pronto, Charlie
estuvo dentro también. Sentado al lado contrario de Billy metió los remos en sus
argollas y empezó a remar alejándose del acantilado.
―¿Sabes remar?‖ le preguntó Billy removiéndose en su estrecho asiento.

111
―Como un campeón‖ dijo Charlie. ―Mi bisabuelo vive al lado del mar.‖
―¡Oh!‖ exclamó Billy con un deje de admiración.
Era cierto. Charlie se había convertido en un excelente remero durante sus visitas al mar
con su tío Paton. Pero nunca había cubierto una distancia tan larga como la que tenía
por delante. Se colocó contra la marea y el mar se embraveció. Una y otra vez las
grandes olas chocaban contra los lados de la barca y provocaban que Billy gritara de
terror. Intentando esconder su propio miedo, Charlie le ordenó a Billy que mantuviera
sus ojos cerrados hasta que estuvieran a salvo.
―¿Estaremos alguna vez seguros?‖ la aterrada voz de Billy estaba empezando a poner a
Charlie de los nervios.
―Si no puedes animarme, ¡entonces cállate!‖ le ladró.
Dándose cuenta de que su vida estaba en manos de Charlie, Billy no volvió a abrir la
boca. Los brazos de Charlie le quemaban ya de tal manera que pensó que no duraría
hasta que llegara a la isla. Cada vez que miraba sobre su hombro, la silueta azul grisácea
con su corona de cristal parecía estar a la misma distancia. En cualquier caso, parecía
estar retrocediendo y Charlie empezó a dudar de su existencia. Quizás era un espejismo
que nunca alcanzarían – una broma cruel que lo mantenía remando, alejándose más y
más del continente y adentrándose más y más en el océano abierto.
Charlie decidió que no volvería a mirar atrás hasta que hubiera contado hasta
quinientos. Hizo un pequeño descanso, respiró profundamente y luego vio a la polilla
blanca descansando en su manga. Recordando que su transformada varita necesitaba
instrucciones en galés, Charlie dijo ―¡Helpi vee!, ¡Ayúdame!‖
No estaba seguro de qué tenía que esperar, pero no pasó nada milagroso. Las olas
gigantes todavía chocaban contra el bote y rompían sobre la borda, lanzando chorros de
agua sobre la espalda de Charlie. Pero mucho antes de que hubiera llegado a los
quinientos, el bote chocó sobre la roca, y esta vez, cuando Charlie miró sobre su
hombro, estaban ahí.
Observando cuidadosamente la roca, Charlie bajó del bote, ordenándole a Billy que se
mantuviera sentado mientras él tiraba de la embarcación por el agua poco profunda.
Los ojos de Billy estaba abiertos ahora, y no pudo esperar a bajarse de bote.
Produciendo una enorme salpicadura, aterrizó al lado de Charlie, metido en el agua
hasta la cintura.
El alivio hizo que ambos empezaran a reír. Empujaron el bote fuera del agua hasta un
banco de hierba, agitados por la risa y temblando por el frío.
―Secaremos nuestra ropa en el castillo‖ dijo Charlie. ―No quiero llegar vestido solo con
mi ropa interior.‖
―No es como si el rey fuera a estar ahí‖ remarcó Billy con otra risa.
Fue una suerte que sus zapatos estuvieran secos, ya que el suelo estaba cubierto con
piedras y guijarros. Según el Libro de Amadis, los campos que rodeaban al castillo
habían estado llenos de cultivos bien cuidados. Pero ahora, el tosco césped crecía casi
hasta la cintura. Era como moverse por un mar espinoso.
El suelo empezaba a inclinarse hasta una colina rocosa poblada de pequeños árboles.
Alzándose sobre los árboles, las brillantes paredes de cristal cortaban el cielo
produciendo unas extrañas dentelladas. Si hubiera alguna ventana en el misterioso
edificio, debía estar hecha del mismo cristal reflectante, ya que no se veía nada que
recordara siquiera que recordara a una.
Los chicos empezaron a andar a través de los árboles sin hojas, retorcidos por la fuerza
del viento, mientras el sol calentaba sus espaldas y secaba sus ropas. Cada vez más
cerca, se dirigieron al castillo. Cada vez más alto. Charlie se dio cuenta de que estaba

112
temblando a causa de la aprensión. Un nudo se había formado en su garganta y no
confiaba en su capacidad para hablar.
De pronto, Billy aceleró y corrió hacia el castillo. Tocó la brillante pared y dijo sin
aliento ―Está realmente hecha de cristal.‖
Rodearon el castillo, buscando alguna entrada, pero solo se veían a ellos mismos
reflejados en las murallas de espejos. El castillo era mucho más grande de lo que
Charlie se había imaginado, y se dio cuenta de que solo habían llegado a las paredes
exteriores. Dentro tendría que haber un gran patio de armas y luego el castillo en sí.
Solo podía ver lo alto de una enorme torre a una distancia de la muralla.
Casi habían llegado al punto desde el que había empezado cuando Billy, que iba unos
metros por delante de Charlie, desapareció súbitamente.
Charlie avanzó corriendo y gritando, ―¿Billy, dónde estás?‖
―¡Aquí!‖ dijo una voz.
Prácticamente a sus pies, Charlie notó un agujero que previamente había sido cubierto
con una áspera maleza. Se arrodilló y al observar en el interior, descubrió el pálido
rostro de Billy sonriéndole.
―Estoy bien‖ dijo Billy. ―Hay un pasadizo y puedo ver una luz al final.‖
Charlie se introdujo en el agujero y se deslizó en la oscuridad. Era muy emocionante
flotar sobre una superficie tan brillante y resbaladiza, por ello aterrizar en una basta roca
en el fondo fue un poco sorprendente.
―¡Ay!‖ Charlie se incorporó y golpeó su cabeza contra el bajo techo. ―¡Ay otra vez!‖
Estaba de pie en un pequeño espacio bajo tierra con apenas el espacio suficiente para los
dos.
―¡Mira, mira!‖ demandó Billy. ―Un pasadizo.‖
Charlie se giró y vio un sombrío hueco en la roca. Se inclinó y miró dentro. Un estrecho
túnel llevaba a un distante destello de luz. ―No es un pasadizo, es un túnel‖ le corrigió
Charlie.
―Es lo mismo.‖
―No, no lo es. Vamos a tener que gatear.‖
―Gateemos entonces.‖ Billy se arrodilló y empezó a gatear por el túnel. Su resistencia a
visitar el castillo se había desvanecido y ahora estaba incluso más entusiasmado que
Charlie.
Cuando estaban a mitad de camino por el túnel, Charlie empezó a escuchar el sonido de
un piano. Su corazón latió a toda velocidad y dudó antes de trepar fuera del túnel.
Estaba asustado de lo que quizás vería. Finalmente, emergió de la oscuridad, y se
encontró a sí mismo en un vasto patio, cubierto con brillantes y relucientes piedras. La
música provenía de una torre cuadrada ubicada en el centro del patio. Un tramo de
estrechos escalones llevaba a una puerta rematada con un arco en la torre; tanto la
puerta como los escalones estaban hechos de un cristal negro y tosco.
Los escalones eran tan rugosos como lija y fáciles de subir. Billy fue primero y cuando
llegaron a lo alto, llamó educadamente a la puerta.
La música paró pero nadie apareció. Charlie empujó cuidadosamente la puerta y esta se
balanceó hacia el interior. Juntos, los niños entraron en la habitación.
La primera visión que tuvo Charlie del hombre que estaba dentro fue un reflejo
fragmentado, las paredes de la habitación estaban cubiertas con rectángulos de cristal
nebuloso y su ocupante estaba detrás del niño. Muy lentamente, Charlie se giró. Vio a
un hombre de media altura con pelo negro y grandes ojos verdes. Tenía una larga nariz
aquilina y una gran boca. Su piel estaba cetrina y parecía como si hubiera pasado un
largo tiempo en el interior. Había algo familiar en aquel hombre que le dio a Charlie un
brote de esperanza.

113
El extraño sonrió tentativamente ―¿Qué me habéis traído?‖ les preguntó.
―Nada‖ Charlie estaba a cuadros. ―¿Estabas esperando algo?‖
―A veces, ellos envían comida‖ el hombre se sentó en una de aspecto desvencijado silla
y suspiró. ―Un chico la trae del continente.‖
Consciente de que su padre había perdido la memoria, Charlie le preguntó ―¿Cómo le
llaman, señor?‖
―Me llaman Albert Tuccini pero, por supuesto, ese no es mi nombre real.‖
―¿Sabe usted…sabe su nombre real?‖
Albert Tuccini negó con la cabeza. ―No puedo ayudarte en ese sentido.‖
Charlie se acercó un paso al hombre. ―Creo que le conozco señor.‖
El hombre agachó la cabeza. ―Mucha gente me conoce, soy un famoso pianista.‖
―¿Entonces por qué está usted aquí señor?‖ le preguntó Billy.
―Ah‖ Albert Tuccini puso un dedo sobre sus labios. ―No es seguro para mí estar fuera.
Yo no pertenezco aquí, ¿sabes? He perdido mi país, mi hogar y mi nombre.‖
Charlie pensó que había detectado un acento extranjero en el habla de Albert, pero se
dijo a sí mismo que aquello podía ser explicado por aquel hombre que no sabía quién
era. Se acercó a Albert Tuccini y tocó su hombro. ―Creo que sé cuál es su verdadero
nombre, señor. Quizás yo pudo ayudarle a recordar.‖
―¿En serio?‖ un pequeño destello de esperanza brilló en los tristes ojos verdes del
hombre.
―Creo que su nombre es Lyell Bone.‖
―Lyell Bone‖ repitió el hombre. ―Es un buen nombre.‖
―Y yo soy Charlie, tu hijo‖ dijo Charlie apresuradamente.
Billy tiró de su manga. ―Tú eso no lo sabes‖ dijo en voz baja.
―Lo sé‖ dijo Charlie. ―Estoy seguro de ello.‖
El hombre parecía sorprendido. ―¿Un hijo?‖ preguntó lleno de dudas. ―No es posible‖
―¡Sí, sí!‖ gritó Charlie, totalmente convencido de que aquel era, de hecho, su padre. ―Y
ahora que te he encontrado, todo va a salir bien. Te llevaré a casa, y volverás a ver al tío
Paton otra vez. ¿Te acuerdas de él? Paton Yewbeam.‖
―¿Paton?‖ repitió el hombre ―Me acuerdo de Yewbeam. Fue la señorita Yewbeam la
que me trajo aquí. La señorita Eustacia Yewbeam. Es ella la que a veces me trae
comida.‖
―¡Por supuesto!‖ Charlie estaba tan emocionado que apenas podía mantener la cabeza
fría. ―Hay tres señoritas Yewbeam. Son mis tías abuelas, y sé que ellas te hicieron
desaparecer.‖
El hombre dijo ―Bien, bien‖ y negó con la cabeza. ―Por favor, ¿podrías llamarme Albert
por ahora? Estoy acostumbrado a ello.‖
―Solo por ahora‖ accedió Charlie.
Súbitamente, Billy dijo ―¡No puedo vivir en este lugar! No si las Yewbeam vienen
aquí.‖
Charlie se dio cuenta de que la situación de Billy era tan mala como siempre.
―Encontraremos otro lugar‖ le dijo a Billy ―tan pronto como podamos.‖
Pero mientras hablaban, había habido un cambio dramático en el tiempo. Un viento del
norte había empezado a aullar alrededor del castillo, y ráfagas de granizo golpeaban las
paredes de cristal. Una travesía a través del mar sería demasiado peligrosa. Tendrían
que esperar hasta que la tormenta se calmara.
Albert les ofreció a los chicos una comida. Cargando con la tapa de una gran bandeja de
roble, sacó una gran cantidad de latas y las vació en una sartén. Un pequeño hornillo de
parafina se encontraba en la esquina de la habitación y Albert procedió a calentar la

114
comida. Cuando acabó, Billy y Charlie terminaron sujetando dos cuencos de judías
asadas y dos cucharas.
―Yo usaré la sartén‖ dijo alegremente su anfitrión hundiendo una cuchara de madera en
las judías restantes. ―La comida de lata puede estar muy buena, ¿sabéis?‖
―Sí‖ dijo Charlie, mientras se preguntaba si su padre vivía solo a base de judías.
Los niños se sentaron en la cubierta de paja que tapaba parcialmente el suelo de duro
cristal y el señor Tuccini se sentó en la única silla. Mientras comía, Charlie le echó un
vistazo a la habitación con paredes de espejos. Estaba escasamente amueblada. Contra
una de las paredes había un colchón con una pila de mantas en lo alto. Una maltratada
vitrina se encontraba al lado del colchón, y Charlie asumió que contenía todas las
posesiones de su dueño, aunque no se veía ninguna, excepto por unos pocos libros,
algunos platos y cucharas, y una pila de papel en una mesa redonda. Debajo de la mesa
había un gran cuenco, un cántaro y varias jarras. Un gramófono había sido colocado en
el suelo justo al lado de la puerta.
A un lado de la puerta, un tramo de altos escalones llevaba a lo alto de la torre. Billy
había estado observando aquellos escalones todo el rato durante la comida; de hecho, no
podía apartar sus ojos de ellos. ―¿A dónde llevan?‖ preguntó, señalándolos con la
cabeza.
―Llevan a las paredes de la historia‖ dijo Albert. ―Yo ya he estado ahí pero las paredes
no me dijeron nada. A veces, escucho risas y canciones, alguna que otra palabra que no
puedo entender y – sonidos de los que prefiero no hablar.‖
―¿Fantasmas?‖ preguntó Charlie.
―Quizás‖ dijo Albert evasivamente.
―Me gustaría subir hasta ahí‖ dijo Billy.
Pero cuando hubieron terminando la comida, los ojos de los niños empezaron a cerrarse
y pronto se quedaron dormidos.
Cuando Charlie se levantó, la habitación de los espejos brillaba con las luces de las
velas que se reflejaban en la pared. Yacía cubierto con una manta con Billy al lado suyo,
todavía dormido.
―Estabais cansados‖ dijo Albert, bajando la mirada hacia Charlie. ―Habéis hecho un
largo viaje.‖
―Muy largo‖ dijo Charlie. ―Te lo contaré si te apetece.‖
―Me gustaría mucho. Escuchar tu voz sienta tan bien.‖ Albert se acercó y se sentó en el
borde del colchón.
Antes de que Charlie describiera su viaje con la reina Berenice, sintió que Albert debía
saber sobre los hijos del Rey Rojo y la Academia Bloor. Albert giró levemente du
cabeza cuando Charlie mencionó la Academia, como si el nombre despertaba algo en su
interior. Después de ello, el oyente de Charlie se sentó muy recto, dedicándole a Charlie
una mirada de pensativa concentración.
―Supongo que suena todo un poco difícil de creer‖ dijo Charlie cuando llegaron a la
parte en la que la polilla blanca había descubierto el bote.
―Nada es imposible para alguien que no recuerda su propia vida‖ dijo Albert con una
triste sonrisa. ―Y mira, ahí está tu polilla.‖
Charlie vio a la polilla posada cerca de la cabeza blanca de Billy.
―Ha estado ahí todo el rato mientras dormíais‖ le dijo Albert a Charlie ―como si
estuviera en guardia.‖
Billy se despertó y automáticamente echó de menos sus gafas. Podía distinguir muy
pocas cosas sin ellas, siempre se sentía perdido hasta que estaban firmemente asentadas
sobre su nariz.

115
―Pensaba que había estado soñando‖ dijo Billy mientras se sentaba. ―Pero todo es
verdad, ¿no?‖
―Todo es verdad. Estamos en el Castillo de los Espejos‖ aseguró Charlie.
Billy inmediatamente dirigió su mirada a la escalera que había al lado de la puerta. ―Y
yo iba a subir por ahí, ¿no? Realmente es más como que siento que tengo que subir por
ahí.‖ Tiró de su manta y se puso de pie, todavía con la vista clavada en los escalones,
que parecían atraerle como un imán.
―Iré contigo‖ dijo Charlie.
Albert le alcanzó a Billy una de las muchas velas que reposaban en latas vacías por toda
la habitación. ―Necesitaréis esto, está oscuro ahí arriba‖ dijo.
―Mis ancestros vivieron aquí‖ dijo Billy orgullosamente ―y Charlie cree que seré capaz
de verlos. Estaba asustado ayer, pero ya no.‖ Se dirigió a los escalones y los empezó a
subir. Charlie le siguió más lentamente.
Los peldaños estaban espaciados desigualmente y se sentían rugosos bajo sus pies.
Charlie los consideró difíciles de subir. La escalera se retorcía a medida que ascendían,
volviéndose más empinada y los escalones más estrechos al mismo tiempo. Charlie
perdió de vista a Billy, pero podía escuchar sus pasos subiendo por la torre. La luz de la
vela se hacía cada vez más débil mientras Billy se alejaba; al poco tiempo, Charlie solo
tenía el sonido de los pasos de Billy para guiarse. ―¡Billy, no puedo ver!‖ le gritó.
Billy había llegado a las paredes de la historia. Apenas notó el grito de su amigo, y
Charlie tuvo que subir guiándose con las manos para no caerse hasta que consiguió
llegar a la extraordinaria habitación de lo alto. Aquí, los paneles de cristal reflectante
que formaban la pared reflejaban el pelo blanco de Billy, sus brillantes gafas y la
vacilante llama de la vela en cientos de sitios diferentes. Cuando Charlie se colocó al
lado del pequeño niño, su reflejo lucía débil y sombrío.
―Están viniendo‖ susurró Billy. Se mantuvo en la entrada, con la mirada fija en la pared
de cristal.
Charlie empezó a vislumbrar unas formas indistinguibles detrás del reflejo de Billy.
―¿Qué ves?‖ le preguntó suavemente.
―Gente‖ dijo Billy en voz baja. ―Una familia entera. Un hombre – con una especie de
armadura – pero sin el yelmo. Y una dama rubia, riendo. Están sentados a la mesa y –
comen – sí, es un festín. Están hambrientos y felices. Uno de ellos es igual a mí – pero
igualito. ¿Puedes escucharlos, Charlie?‖
―No, no escucho nada.‖
―Escucho nombres. Y alguien está cantando.‖
―¿Qué nombres?‖ le preguntó Charlie.
―La dama rubia llama al hombre Amadis – y al niño que es igual a mí le llama Owain.
Y luego Amadis dice ‗Otra vez Amoret. Me encanta esa canción.‘‖
―¡Amoret!‖ gritó Charlie.
―¡Shhh! Los asustarás.‖
―¿Amoret?‖ dijo Charlie, bajando la voz. ―¿Estás seguro de que ha dicho Amoret?‖
―Sí‖ susurró Billy. ―La dama que canta es Amoret. Tiene el pelo negro y es muy
hermosa.‖
Charlie observó las paredes de la historia, observó y observó, obligándose a ver a
alguien, alguien que pudiera ayudarle a entrar. Al final, empezó a escuchar una canción
distante y se encontró a sí mismo flotando hacia un rostro pálido enmarcado con unos
rizos negros.
―¡Charlie!‖ gritó Billy. ―No vas a entrar, ¿no? ¡No lo hagas, no! ¡Nunca volverás a
salir!‖

116
Capítulo 17: El tejo negro

*Os recuerdo que Yew significa Tejo, por lo que Yewbeam significa Semilla de Tejo
**Grajo es Crow y Raven es Cuervo

Charlie buceaba a través de la imagen como un nadador por debajo del agua. Viajar por
un reflejo era muy diferente a entrar en una pintura o en una fotografía. El rostro de
Amoret continuaba desapareciendo. Era como si estuviera intentando enviarle de vuelta.
Pero Charlie no se iba a ir. Luchó por avanzar, aguantando aquel pesado aire, pateando
contra la corriente que lo enviaban de vuelta. Al final, consiguió entrar de golpe en una
habitación en la que una mujer se encontraba agarrando dos niños. El príncipe Amadis
se había ido y Amoret miraba directamente a Charlie.
―Vete‖ gritó Amoret. ―¡Seas quien seas, debes irte!‖
Solo ahora, Charlie se había dado cuenta de los terribles sonidos que provenían del
exterior de la habitación. El choque de las rocas contra una pesada puerta, el siseo de las
flechas y los gritos y gemidos de la batalla. Salió flotando al patio de armas, y en el
medio de una multitud atrapada por el pánico, vio a un pequeño niño con el pelo blanco
y con un cuervo en el hombro. El niño corrió hacia una almena y subió por su interior.
Al siguiente momento, las paredes del castillo estaban en llamas y Charlie se vio
rodeado por una muralla de fuego.
―¡Ayuda, ayuda!‖ gritó Charlie.
Algo lo arrastró hacia abajo. No podía escapar, no podía respirar.
Hubo un ensordecedor crujido, seguido del sonido de cristal rompiéndose. A Charlie le
recordó a los accidentes del tío Paton, e inmediatamente se tranquilizó ¿Estaba seguro
en su hogar?
―¡Charlie! ¡Charlie, vuelve!‖ gritó una voz distante.
Charlie pestañeó y se encontró a sí mismo mirando un espejo roto con luces bailando en
cada pequeña fisura. Había cristal roto alrededor suyo, brillando como si fuera oro.
―¿Charlie?‖ Billy estaba detrás de él, sosteniendo una vela. ―¿Estás de vuelta?‖
Charlie volvió a parpadear y se abrazó a sí mismo. ―Sí, he vuelto.‖
―El señor Tuccini tuvo que romper el cristal. Pensamos que te habías quedado atrapado
en la pared de la historia.‖
―Parecía la única manera de sacarte de ahí‖ Albert Tuccini bajó la mirada hasta Charlie.
―Es algo extraño lo que haces, estos viajes. No siempre salen bien, me temo.‖
―No, no siempre‖ admitió Charlie. ―Pero es que tenía que entrar ahí, mi ancestro
Amoret estaba ahí dentro también. Ella tiene que haber estado en el castillo cuando fue
prendido en llamas, antes de que se convirtiera en cristal. Pero, ¿dónde estaban sus
hijos?‖
―No siempre es posible encontrar una respuesta‖ dijo Albert un poco triste. ―Ven. Has
experimentado cosas horribles. Debes descansar.‖
―La pared de la historia está rota, y es por mi culpa‖ se lamentó Charlie, sintiéndose
culpable.
―Solo la superficie‖ dijo Albert. ―Las paredes son gruesas, pueden soportar mucho más
que mi viejo zapato.‖ El hombre alzó un zapato negro, que procedió a ponerse en su pie
izquierdo, atándolo firmemente antes de acercarse a la escalera.
Cuando Charlie descendió a la habitación de Albert Tuccini, la luz del amanecer estaba
empezando a brillar a través de las paredes de cristal. La tormenta se había ido y Albert
anunció que haría un día precioso. Si se iban pronto, la marea los llevaría a salvo hasta
la bahía.
―Vendrá con nosotros, ¿no?‖ le rogó Charlie.

117
Albert extendió sus manos. ―Me temo que no.‖
―¿Pero por qué? Te mantendremos a salvo‖ declaró Charlie. ―Debes volver con nosotros
– por mamá – y por todo.‖
―¿Tengo una esposa?‖ Albert lucía asombrado.
―Por supuesto. ¿Cómo te crees que llegué yo aquí entonces?‖ dijo Charlie indignado.
Empezó a sentir un pánico que crecía por momentos. Temía que su padre se quedara en
un sitio en el que no volvería a verlo, si la abuela Bone descubría la visita de Charlie a
la isla, las Yewbeam moverían a su padre a un lugar incluso más inaccesible.
Fue Billy el que convenció a Albert que tenía que venir con ellos. ―No podemos llevar
el bote nosotros solos‖ dijo, con sus ojos agrandándose por la ansiedad. ―Le
necesitamos, señor Tuccini. Charlie no es lo suficientemente fuerte para remar todo el
camino de vuelta.‖
Albert mesó su rizado cabello. ―Muy bien. Quizás es lo que debo hacer.‖ Guió a los
chicos fuera de la torre y cruzó el patio de armas hasta una puerta situada en las paredes
de cristal. Un empujón y el panel de cristal se balanceó hasta abrirse. Cuando hubieron
salido, Albert cerró el panel. Ahora era completamente indistinguible del resto de la
muralla. ―Solo puede ser abierta desde el interior‖ les contó Albert a los chicos. ―Para
entrar uno debe usar el canal del vertedero.‖
La visión de la tía Eustacia deslizándose por el vertedero apareció en la cabeza de
Charlie e hizo que sonriera para sí mismo.
Mientras caminaban de vuelta a la costa, Charlie le habló a Billy sobre el niño de pelo
blanco que había visto trepando en la torre. ―Así fue como sobrevivió‖ le dijo a Billy.
―Trepó fuera después de que empezara el fuego, de alguna manera llegó al continente y
viajó hasta el centro de Europa con su cuervo. De ahí proviene tu apellido. Y tu
guardián, Christopher Crowquill – su ancestro era el hermano de tu ancestro.‖
―Quizás puedo vivir con Christopher Crowquill‖ dijo Billy lleno de esperanza.
Charlie se mantuvo en silencio. El pobre Christopher estaba en tanto peligro como
Billy. Probablemente no podría cuidarlo. ―Mi tío Paton sabrá qué hacer‖ murmuró
Charlie.
Albert Tuccini iba delante de los niños. Les dijo que solía caminar hasta la costa todos
los días. ―Para hacer ejercicio, sabes‖ les gritó. ―Para llenar mis pulmones y mantener
mis piernas en forma.‖
Por suerte la tormenta había empujado el bote más hacia el interior en vez de al mar.
Albert y los niños remangaron sus pantalones y se quitaron los calcetines y los zapatos.
Empujaron el bote hasta el agua y mientras Charlie y Billy se apretaron en un asiento,
Albert se sentó en el contrario y cogió los remos. Su espalda daba a los altos acantilados
de tierra firme, así que no pudo ver a las dos figuras que se encontraban en la distante
playa.
Charlie fue el que los vio primero. Su corazón dio un bote. ¿Eran las Yewbeam? Billy
vio las figuras también y tiró de la manga de Charlie. ―Han venido a por mí‖ lloriqueó.
―Debería haberme quedado en la isla.‖
―No habrías estado seguro de todos modos‖ le dijo Charlie. ―Cálmate, puede que no
sean ellas.‖
Albert miró sobre su hombro. ―Gente. ¿Puedes ver quiénes son, Charlie? ¿Queréis
volver al castillo?‖
Charlie entrecerró los ojos y fijó su vista en la playa. ―No‖ dijo lentamente. ―Creo – sí,
sí, estoy seguro de que sé quién es.‖ Una de las figuras se estaba empezando a distinguir
claramente. Un hombre alto con pelo y abrigo negro. ―¡Sí!‖ gritó Charlie. ―Es mi tío
Paton. No sé quién es la otra persona, pero es muy pequeño y está como encogido. No
creo que sea peligroso.‖

118
La emoción de Charlie pudo con él, haciendo que diera saltitos en su asiento,
provocando que el bote se balanceara.
―¡Wow!‖ gritó Albert. ―¡Por poco nos hechas al agua, Charlie Bone!‖
Ayudados por la marea que subía, se acercaban cada vez más rápido a la playa. Charlie
no podía esperar a ver la cara de su tío cuando Albert pisara la arena, Lyell Bone había
sido el mejor amigo del tío Paton, y seguramente Paton podría ayudarle a recordarle
quién era en verdad.
―¡Tío Paton!‖ gritó Charlie. ―¡Adivina a quién he encontrado!‖
Paton agitó sus manos y exclamó. ―Veo que tienes que Billy Raven contigo. Y aquí está
el señor Crowquill.‖
―¡No, no! No lo entiendes.‖ Charlie no podía soportar el suspense.
Albert volvió a mirar a la playa, pero el tío Paton no dio signo alguno de haberlo
reconocido. El bote chocó contra un banco de arena y Albert y los chicos salieron de él,
salpicando a través del agua poco profunda mientras tiraban del bote hasta la playa.
Charlie no pudo esperar más. ―Mira tío Paton, he encontrado a mi padre.‖
El tío Paton le regaló a Albert un ceño fruncido. De pronto, dijo ―Charlie, este no es tu
padre.‖
Charlie estaba tan sorprendido que ni siquiera podía hablar.
―Me llaman Albert Tuccini‖ dijo Albert, extendiendo su mano. ―Estoy encantado de
conoceros.‖
El tío Paton se presentó a sí mismo y a Christopher y todos se estrecharon las manos.
Charlie se sentía como si hubiera un enorme peso en su pecho. Le causaba tanto dolor
que no podía pensar, no podía moverse. La inmensa nube de decepción convertía las
voces a su alrededor en un sordo murmullo. Se daba cuenta vagamente de que
Christopher Crowquill estaba abrazando a Billy. Y vio al tío Paton escuchando a Albert
y alzando su mirada sobre el mar hasta el Castillo de los Espejos. Su tío debía de haber
persuadido a Albert para que no volviera a la isla, porque al siguiente momento el feliz
grupo estaba andando por la playa.
―¿Charlie, estás bien?‖ El tío Paton volvió la mirada y esperó a su sobrino.
―Yo…yo… sí‖ dijo Charlie miserablemente. Caminó hasta su tío.
―Has sufrido una terrible decepción. Lo lamento tanto Charlie‖ el tío Paton apretó su
hombro.
―Está bien, estaba siendo un tonto. Sabía que no podía ser realmente él.‖
―Un día lo será‖ dijo el tío Paton.
Charlie observó a su tío y a Albert mientras empujaban el bote para meterlo en la cueva.
Y luego pronto estaban todos trepando las paredes de roca hasta llegar a otra bahía en la
que un estrecho camino subía hasta lo alto de los acantilados.
Christopher Crowquill lideraba la marcha con Billy detrás de él. Luego venía el tío
Paton seguido por Charlie. Albert Tuccini cerraba la marcha. Era una subida peligrosa,
y cuando estaban a mitad de camino, el tío Paton dijo ―Deberíais habernos visto
bajando, Charlie. La mitad del tiempo estábamos de rodillas.‖
Charlie se las arregló para sonreír levemente. Volvió su mirada al Castillo de los
Espejos, estaba sumergido en la niebla, pronto sería invisible. Pero sus preciosos
secretos continuarían ahí, escondidos en las paredes de la historia y algún día Charlie
volvería para encontrarlos.
Para cuando llegaron a lo alto del acantilado, la marea había subido, y al mirar hacia
abajo, Charlie vio las espumosas olas chocando contra la barrera de melladas rocas
negras.
Albert Tuccini había estado observando a Charlie ansiosamente. Puso una mano en el
brazo de Charlie y dijo ―Lamento que yo no sea tu padre.‖

119
―Está bien‖ dijo Charlie sin convicción.
Estaban caminando por lo alto del acantilado hacia la carretera en la que el tío Paton
había aparcado su coche. Mientras se alejaban del mar, un pájaro dio un súbito graznido
y se alejó volando por el cielo. Girando para ver qué había asustado al pájaro, Charlie
vio una silueta oscura en el medio del sendero.
El tío Paton ando más lentamente. ―Pero que…‖ sacudió la cabeza. ―Es un árbol‖
avanzó hasta adelantar a los demás.
Cuando se acercaron al árbol, vieron que era rechoncho y curiosamente contrahecho.
Sus torcidas ramas estaban pobladas de conjuntos de finos agujeros, agujas
ennegrecidas, y la corteza de su nudoso tronco estaba hendido con cicatrices.
―Un tejo negro‖ la voz de Paton estaba teñida de horror.
Delante de sus ojos, una cara similar a la de un gnomo apareció en la rugosa corteza.
Las ramas se sacudieron, haciendo caer sus agujas como una lluvia oscura, y el
retorcido tronco lentamente asumió la forma de un hombre alto. Era Tantalus Ebony.
Observó al inmóvil grupo, sus delgados labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.
Charlie no podía creer lo que veían sus ojos. ¿Tantalus Ebony era un cambiador de
forma?
El hombre habló. ―Nos encontramos de nuevo, Paton Yewbeam.‖
―¿Qué…?‖ empezó Paton.
―Ven, ven Paton. No me digas que no has estado esperando este momento. Te lo
advertí, ¿no te acuerdas?, ¿no te acuerdas de que si le hacías daño a mi Yolanda lo
pagarías con tu vida?‖ Su voz era familiar, y parecía provenir de lo más profundo de la
tierra. ―¡TÚ MATASTE A MI QUERIDA!‖ rugió súbitamente el cambiador de forma.
―¡Yorath!‖ exclamó Paton lleno de miedo ―Tu hija era un monstruo.‖
El cambiador de forma dio un grito de furia y cargó contra el tío Paton. Charlie veía
venir lo que iba a pasar. Sin importarle su propia vida, Tantalus llevaría a su tío hasta el
acantilado. Charlie se agarró fieramente a Paton, pero su tío apartó sus manos y avanzó
un paso.
En un súbito instante, un pequeño cuerpo voló hasta Tantalus. Por un momento,
estaban luchando juntos, y luego, asombrosamente, Christopher Crowquill estaba
empujando con todas sus fuerzas al cambiador de forma hacia el acantilado. Todo
sucedió tan deprisa que ningún grito, ningún movimiento fue lo suficientemente rápido
para parar su precipitada carrera hacia el borde del acantilado – ¡y sobre él!
Hubo un grito, un sollozo, y luego el silencio.
Paton corrió hasta el lugar por el que habían desaparecido las dos figuras. Agitó sus
brazos al ver que Charlie y Billy avanzaban hacia él. ―¡No!‖ les ordenó, forzándoles a
que retrocedieran. Pero Charlie ya había visto el mar burbujeante y las oscuras rocas.
No había anda más, exceptuando un pájaro negro flotando en las olas. ¿Un grajo?, ¿un
cuervo?, ¿o un cambiador de forma?
―El pobre hombre dio su vida por mí‖ dijo Paton roncamente.
―¿Por qué?‖ gimió Billy ―¿Por qué lo ha hecho? Era mi único pariente. Mi guardián.
Ahora no queda nadie otra vez.‖
―Nos tienes a nosotros‖ dijo Charlie.
―¿Por qué?, ¿por qué?‖ Paton negó con la cabeza. ―No tiene sentido.‖ Encuadró sus
hombros y pareció como si tirara de sí mismo. ―Debemos irnos de aquí. Alertaré a los
guardacostas cuando nos hayamos alejado un poco de este terrible lugar. No podemos
hacer nada más.‖
En un silencio aturdido, continuaron caminando hasta que llegaron al coche de Paton.
Charlie y Billy se sentaron en el asiento trasero, mientras que Albert se colocaba en el
asiento del pasajero.

120
Mientras conducía, el tío Paton le explicó el ataque del cambiador de forma al
desconcertado Albert Tuccini. ―Es tan viejo que no tiene forma propia y tiene que
tomarla prestada de otros seres, y a veces también toma su mente. Su hija era igual de
mala. Mató a mi madre y luego intentó deshacerse de una persona muy querida por mí.‖
Charlie susurró ―¿La señorita Ingledew?‖
Billy se alejó y se acurrucó en una esquina, era la viva imagen de la miseria.
―Menudo demonio debe de ser esa Yolanda‖ dijo Albert.
―Era, la electrocuté‖ añadió Paton categóricamente.
Si Albert estaba asombrado, no lo mostró. Quizás alguno de sus recuerdos estaba
volviendo a él. Recuerdos que quizás eran tan malos, que nada podía sorprenderle de
nuevo.
Después de haber viajado un rato, pararon a un café al borde de una pequeña ciudad.
El día era cálido y soleado y el tío Paton escogió sentarse en una de las mesas
del exterior. Le dio a Charlie una lista y suficiente dinero para pagar las cuatro comidas.
Billy, quien parecía haberse recobrado un poco, siguió a Charlie a una habitación
escasamente iluminada por muchas luces suaves.
―Que bien que tu tío no entró‖ dijo Billy, tirando del codo de Charlie mientras este le
leía la lista a una mujer con el pelo morado que había al otro lado del mostrador.
Charlie le dedicó al pequeño niño una mirada de advertencia, y Billy preguntó con tono
culpable ―No he dicho nada malo, ¿no?‖
Charlie le sonrió a la mujer de pelo morado y ella le devolvió la sonrisa con una mueca
de sorpresa antes de desaparecer detrás de una cortina hecha de semillas.
Cuando Charlie y Billy volvieron a su mesa, el tío Paton estaba en un teléfono público
al otro lado de la carretera.
―Le está contando a la policía lo del accidente‖ dijo Albert. ―Es una cosa terrible.‖
―Una cosa mala y una cosa muy buena realmente‖ dijo Charlie sin pensar.
Billy le dirigió una mirada de dolor. Albert no dijo nada. Unos instantes después, una
chica con un vestido negro muy corto apareció con una bandeja con sándwiches, agua,
zumo de naranja y café. El tío Paton volvió de la cabina de teléfono, diciendo que había
intentado explicar lo que había pasado con todas sus fuerzas, pero la policía parecía
creer que era un engaño.
―No sé qué más puedo hacer‖ el tío Paton lanzó una mirada inquieta en la dirección de
Billy. ―Es por Alice, ¿cómo se lo voy a decir? Se le romperá el corazón.‖
―Como a mí‖ dijo Billy, con la mirada fija en un sándwich de jamón que no podía
comer.
―Billy, querido niño, no sé si esto te ayudará, pero tu guardián se preocupaba mucho,
mucho por ti. Hizo lo que hizo por una buena razón. De hecho, creo que se sacrificó por
ti. Durante siete largos años, esperó para verte. No habría desperdiciado tan fácilmente
una oportunidad para estar contigo.‖
Con una débil voz, Billy dijo ―Oh.‖
Albert Tuccini se mantuvo callado durante la comida. Había una extraña mirada distante
en sus ojos, y parecía apenas consciente de los demás. Cuando los sándwiches se
terminaron (Charlie se comió el de Billy) Albert anunció que se iba dentro para
encontrar el cuarto de baño de hombres.
Muchos minutos pasaron. Cuando pasó un cuarto de hora y Albert Tuccini todavía no
había vuelto, el tío Paton empezó a ponerse ansioso y envió a Charlie a mirar lo que
pasaba en el cuarto de baño. No había nadie dentro.
El tío Paton frunció el ceño cuando escuchó las noticias. ―¿Nadie?, ¿estás seguro?‖
―Más o menos‖ dijo Charlie.
Paton se levantó. ―Iré a echar un vistazo.‖

121
―¿Crees que deberías? Hay muchas luces ahí dentro…‖ empezó Charlie.
Pero su tío ya estaba atravesando la puerta del café. Charlie rezó porque no hubiera un
accidente. Unos momentos después, se escuchó la voz de un hombre gritando ―Sue, las
luces del baño se han ido. Hay un desastre tremendo aquí dentro, hay cristal por todas
partes.‖
El tío Paton salió apresuradamente. Estaba bastante ruborizado. ―¡Menuda molestia!‖
murmuró. ―A pesar de todo, estoy seguro de que nadie nos puede señalar.‖
Había sido seguido por la mujer de pelo morado, quien parecía extremadamente irritada.
―¿Es usted el señor Paton Yewbeam?‖ le preguntó.
―Eh… sí‖ respondió el tío Paton nerviosamente.
―Aquel hombre dejó una nota para usted‖ le pasó a Paton una nota doblada y se alejó
gruñendo que ya tenía suficiente trabajo como para encima tener que llevar notas y
limpiar cuartos de baño.
El tío Paton desdobló la nota. Su expresión se volvió muy grave mientras la leía. ―No
puedo decir que esto me sorprenda. Pobre hombre.‖
―¿Qué dice?‖ le rogó Charlie.
Su tío leyó la nota en voz alta.
―Querido señor Yewbeam
He disfrutado mucho al conocerle a usted, a Charlie y a Billy. Pero ahora, debemos
tomar caminos separados. No se preocupe por mí, se lo ruego, es mejor de esta
manera. Quizás nos volvamos a encontrar en tiempos mejores
Su humilde amigo
Albert Tuccini (así llamado).‖
―¿A dónde irá?‖ preguntó Charlie. ―Si ni siquiera sabe quién es.‖
El tío Paton se encogió de hombros y guardó la nota en su bolsillo. ―Tengo entendido
que es un magnífico pianista, Charlie. Debemos tener la esperanza de que encontrará un
lugar en el mundo.‖
Caminaron de vuelta hasta el coche e iniciaron otro largo viaje hacia el sur, hacia la
calle Filbert y la Academia Bloor.
La súbita y espantosa partida de Christopher Crowquill había trastocado todos los
planes que maquinaba la mente de Charlie, pero ahora, el recuerdo de su viaje con la
reina Berenice volvió flotando y no sabía cómo se le había olvidado contárselo a su tío.
―No me preguntaste cómo encontramos la isla‖ le dijo, inclinándose sobre el asiento de
Paton.
―Tu amigo Tancred me habló sobre el caballo blanco, si es eso a lo que te refieres‖ dijo
el tío Paton. ―No conseguía que dejara el teléfono, me lo contó todo: los juramentos y
los ogros, los espíritus y la tormenta. Y ese chico habría seguido hablando si no le
hubiera parado. No estaba interesado en ello. Vosotros dos ciertamente habéis pasado
por el escurridor durante estos días.‖
―¿Escurridor?‖ preguntó Billy.
―Exprimidos, destrozados, escurridos," explicó el tío Paton.
"Destrozados," dijo Billy en voz baja "Sí, me siento destrozado.‖
―Chicos, yo debería…‖ el tío Paton dudó, y luego añadió ―Da igual‖ Charlie se
preguntó qué iba a decir su tío. En su voz había detectado una nota de advertencia, pero
quizás pensaba que ya habían pasado por suficientes cosas por un día.
Hubo un largo silencio y luego Charlie dijo ―La reina huyó cuando vio la isla. Me
pregunto a dónde se fue.‖
Al mencionar a la reina, Billy se incorporó y una sonrisa cruzó su rostro. ―Ella dijo que
no nos abandonaría. Creo que volveremos a verla. De hecho, sé que volveremos a verla.
Es como una especie de madre.‖

122
Charlie estaba feliz por escuchar a Billy hablando de una manera tan esperanzada.
Deseó sentirse de la misma manera.
Un pequeño punto de luz brillante se trasladó a su manga, e inclinándose hacia delante,
Charlie dijo ―Tío Paton, he encontrado mi varita. O ella me encontró a mí. Se ha
convertido en una polilla.‖
―Estaré atento. ¿Qué será lo siguiente?‖
La compañía de la polilla era reconfortante para Charlie, que en esos momentos sentía
grandes necesidades de apoyo. ―No le dirás a mamá lo que pensé, ¿no?‖ le preguntó a su
tío. ―¿Sobre mi padre?‖
―No Charlie. Me guardaré eso para mí.‖

123
Capítulo 18: Perdiendo el equilibrio

Ya era tarde cuando llegaron a la ciudad. El tío Paton no condujo directamente a la calle
Filbert, como esperaba Charlie. Aparcó, en cambio, al lado del familiar y
extremadamente ruidoso edificio en el que vivía la familia de Fidelio. La casa Gunn.
―¿Qué estamos haciendo aquí?‖ preguntó Charlie.
El tío Paton se giró en su asiento. ―Parece ser la mejor solución‖ dijo mirando a Billy.
Billy se había mantenido en silencio durante la mayor parte del viaje. Incluso había
parado de preguntarse a dónde iría o dónde estaría a salvo. Quizás había esperado vivir
en el número nueve, pero incluso aunque la abuela Bone no rondara por ahí, habría sido
imposible esconderlo por mucho tiempo. Ahora, de pronto, Billy entendió lo que quería
decir el tío Paton.
―¿Quiere decir que voy a vivir aquí?‖ dijo Billy.
―No se me ocurre un sitio mejor‖ respondió Paton ―De hecho, el señor y la señora Gunn
ya han aprobado el plan. Difícilmente serás advertido en una casa en la que ya hay siete
niños. Fue una sugerencia del señor Crowquill‖ la voz de Paton se suavizó. ―Y una
muy buena. Nunca estuviste fuera de sus pensamientos, Billy.‖
Fue entonces cuando Charlie se dio cuenta de que Christopher Crowquill había salvado
la vida de su tío Paton. Christopher ya estaba enfermo, cualquiera podía verlo. Era una
víctima fácil para los Bloor. No era el caso del tío Paton, quien estaba dotado con un
talento letal. Christopher había salvado a la única persona que podía proteger a Billy
Raven.
Billy ya parecía más contento. ―Sí, es una buena idea. Ya me he quedado con Fidelio
antes.‖
Tan pronto como se bajaron del coche, el ruido desde la casa de los Gunn llegó volando
hacia ellos. Instrumentos musicales de todo tipo y condición estaban siendo aporreados,
soplados, rasgados y golpeados. La potente voz de bajo del señor Gunn y un la voz de
contralto de la señora Gunn competían con los instrumentos de sus hijos, y el edificio
entero se sacudía por la música.
―Al menos la casa está alejada‖ dijo el tío Paton. Golpeó la puerta con la aldaba.
Inmediatamente una voz previamente grabada gritó ―¡PUERTA! ¡PUERTA!
¡PUERTA!‖ Obviamente, un timbre nunca habría sido escuchado sobre semejante
bullicio.
El hermano mayor de Fidelio, Felix, abrió la puerta, ―¡Charlie Bone!‖ exclamó al verlo.
―Fidelio ha estado muy preocupado por ti, ¿dónde has estado?‖
―Es una larga historia‖ Charlie entró en la casa, seguido muy de cerca por Billy.
―¡Billy Raven! Así que estabais juntos todo el tiempo‖ dijo Felix, cerrando la puerta de
un portazo.
―¡Espera!‖ dijo Charlie. ―Mi tío todavía está ahí fuera. ¿Te importaría apagar las luces?‖
―¡Oh Dios mío! ¡Señor Yewbeam!‖ Felix apagó rápidamente todas las luces del
recibidor. ―¡Papá! ¡Las luces!‖ gritó. ―¡El señor Yewbeam está aquí!‖ abrió la puerta del
recibidor y el tío Paton entró en el oscuro recibidor.
El señor y la señora Gunn continuaron con sus asuntos, mientras Felix continuaba
gritando, ―¡Las luces papá! ¡Las luces! Paton, el que eleva la tensión, está aquí.‖
Charlie no podía ver la cara de su tío Paton, pero sabía que su tío se estaba ruborizando
por la manera por la que se aclaraba la garganta.
Todavía cantando, la señora Gunn asomó su cabeza por la puerta de la cocina. ―¿Qué,
qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué?‖ preguntó en la escala de D mayor.
―¡EL SEÑOR YEWBEAM MAMÁ!‖ gritó Felix. ―Está el señor Yewbeam, apaga las
luces.‖

124
―¡Cielos!‖ cantó la señora Gunn, apagando las luces de la cocina.
Esto provocó un musical grito en el señor Gunn cuando pisó la gata sorda, y un gemido
por parte de la gata, cuya cola había sido pisada.
―Así que Billy ha sido encontrado‖ dijo la señora Gunn cuando le vio entrar cautamente
en la cocina. ―Bienvenido Billy, estarás seguro aquí querido. Tantos niños, tanta música.
Estarás bien escondido.‖
Los tres visitantes se sentaron en la mesa de la cocina, y mientras comían una selección
de los exóticos sándwiches de la señora Gunn, Felix les comunicó las noticias de la
Academia Bloor. Felix había obtenido el grado de música recientemente y estaba a
punto de embarcarse en un tour mundial con su grupo cuando había sido llamado por la
Academia para ocupar el puesto que un profesor de música había dejado vacante al
desaparecer misteriosamente. ―Se llamaba Ebony‖ dijo Felix.
―Lo sabemos‖ dijo Charlie.
―No pude resistir la oferta‖ añadió Felix. ―La paga es realmente buena.‖
―Seguramente‖ dijo el tío Paton. ―Así que, ¿qué más ha pasado?‖
―¿Qué no ha pasado?‖ dijo Felix dramáticamente. ―Gabriel Silk está en coma. Ha
dejado el colegio.‖
―¿Qué?‖ exclamó Charlie ―¿Cómo pasó?‖
―No lo sé, escuché algo sobre una capa‖ dijo Felix. ―Pero tu otro amigo, el de las
tormentas…‖
―¿Tancred?, ¿qué ha pasado con él?‖ Charlie dejó caer su sándwich y el gato se
abalanzó sobre él.
―Se le ha ido la olla‖ dijo Felix. ―No para de llover sobre sus amigos. Fidelio se ha
quedado empapado varias veces, al igual que Lysander, y esa chica, Emma Tolly pasó
un rato muy malo. Un rayo le dio en los dedos.‖
―¡No en sus dedos!‖ Charlie apenas podía creerlo. ¿Qué podía haberle pasado a Tancred
para que desatara tormentas sobre sus amigos de esa manera? Charlie había estado
pensando en tomarse unas pequeñas vacaciones y faltar al colegio durante el resto de la
semana, pero eso estaba fuera de cuestión ahora. Tenía que descubrir qué estaba
pasando en la Academia Bloor. Las palabras de la Cocinera brotaron en su mente. ―Yo
soy la piedra angular Charlie, yo mantengo el equilibrio. Si se va, estamos
perdidos.‖
Entonces, ¿qué había pasado con la Cocinera?
―Tres contra seis‖ dijo para sí mismo Charlie. ―Siete si contáis a Manfred.‖
―¿Qué pasa Charlie?‖ preguntó el tío Paton.
Charlie levantó la mirada ―Tengo que volver a la Academia Bloor.‖
―No esta noche, querido niño‖ dijo su tío. ―Las luces estarán apagadas. Probablemente
ni siquiera te abrirán la puerta.‖
―Mañana entonces‖ dijo Charlie. ―Tan pronto como sea posible. Iría andando si fuera
necesario.‖
―No te preocupes‖ dijo Felix. ―Yo te llevaré.‖
Cuando Charlie y el tío Paton se levantaron para irse, hubo un desagradable ruido bajo
la mesa y el señor Gunn cantó. ―¡Pusskins se ha comido una chirivía otra vez!‖
Charlie se quedó aliviado al ver que Billy se unía a las risas. Estaba definitivamente en
el lugar adecuado – al menos por ahora.
Tan pronto como Charlie entró en el número nueve y apagó las luces del recibidor, la
abuela Bone le gritó desde el salón. ―No te molestes en decirme dónde has estado. Ya
lo sé niño estúpido.‖
―Cállate Grizelda‖ gruñó Paton.

125
Charlie fue atrapado por Maisie, quien lo arrastró a la cocina iluminada por velas y le
dio un enorme abrazo de oso. Su madre se unió al abrazo, y cuando Charlie ya había
sido lo suficientemente sofocado, le permitieron sentarse a la mesa y beber un vaso de
coca cola.
Naturalmente, Amy y Maisie querían saber todo lo que había sucedido, pero el tío Paton
insistió en que Charlie debía irse a la cama mientras él les hablaba sobre el Castillo de
los Espejos.
Los ojos de Charlie se cerraban mientras se subía a al cama. La última cosa que vio
antes de caer dormido, fue el suave brillo de la polilla blanca cuando esta se posó en su
mesilla de noche.
Felix Gunn cumplió su palabra y apareció con un pequeño coche de marca francesa, que
aparcó fuera de la casa justo cuando Charlie terminó el desayuno.
―¿Quién es ese?‖ demandó la abuela Bone, mientras Felix llevaba a Charlie a la
Academia Bloor.
―Nadie que te incumba‖ dijo Maisie.
Pero por supuesto, la abuela Bone estaba dispuesta a descubrir lo que pasaba. Si fue la
visita de Felix lo que dirigió su atención hacia los Gunn, Charlie nunca lo supo. Quizás
los Bloor nunca habían considerado a la familia Gunn como unos aliados serios de
Charlie hasta que el hermano de Fidelio llegó al número nueve. Pero una vez que los
Bloor empezaran a interesarse en la casa Gunn, las consecuencias serían desastrosas.
Charlie podía sentir la tensión en el aire tan pronto como entró en la asamblea. Fidelio
le apoyó haciéndole una señal con los pulgares levantados desde el escenario, pero
todos los demás le observaban sospechosamente. Sintió como si tuviera monos en la
cabeza o algo así ―Y solo he estado fuera dos días‖ se dijo a sí mismo.
Charlie finalmente consiguió llegar hasta Fidelio durante el primer recreo.
―No sé quién ha estado expandiendo los rumores, pero han estado rondando unas
historias salvajes sobre tú y Billy‖ dijo Fidelio mientras caminaban por el césped juntos.
―La gente decía que habíais sido expulsados.‖
―Será mejor que te cuenta la verdad‖ dijo Charlie.
Fidelio sugirió que siguieran caminando ya que había fisgones por todas partes. Unos
pocos minutos después, Lysander se unió a ellos. Charlie nunca le había visto tan
cabizbajo. Había sido él el que había encontrado a Gabriel sin sentido debajo de la capa
azul.
―Estaba preocupado cuando subí a la sala de música‖ el contó Lysander a Charlie.
―Especialmente porque Fido había visto a Dorcas Loom llevando una capa a la torre.
Tan pronto como encontré a Gabriel, se lo conté al doctor Saltweather. Él llamó a la
ambulancia.‖
―Se lo contaste a la persona correcta‖ dijo Fidelio gravemente. ―Si se lo hubieras
contado a la ama de llaves, el pobre Gabriel probablemente nunca habría llegado al
hospital.‖
Era un pensamiento aterrador.
―Hubo una especia de terremoto esa noche‖ añadió Fidelio después de una pausa. ―Un
gran redoble bajo tierra. Pero por la mañana todo parecía normal.‖
―¿Bajo tierra?‖ preguntó Charlie frunciendo el ceño.
―Y ahora mira a Tancred‖ Lysander apuntó al otro lado del campo. ―Tancred y esa
pequeña sabandija.‖
Charlie vio a Tancred y a Joshua riendo junto a Dorcas y el resto de la gente. El jersey
de Joshua estaba plagado de hojas secas.
―¿Pero cómo…?‖ empezó Charlie.
―¡Magnetismo!‖ masculló Lysander entre dientes.

126
―¿Joshua?‖ Charlie estaba incrédulo.
―No deberías sorprenderte‖ dijo Lysander sombríamente. ―Mi madre sabe todo sobre
ello. No tienes que ser fuerte, o guapo, ni siquiera inteligente. Algunas personas
simplemente lo tienen. Pueden retorcerte entre sus pequeños dedos.‖
―Pero Tancred‖ dijo Charlie incrédulo. ―Estaba ayudándonos. ¿Cómo pudo volvernos la
espalda – así de fácil? Digo, a ti no te ha pasado.‖
―Yo estaba preparado‖ dijo Lysander. ―Pero el magnetismo es un don poderoso. Tienes
que haberlo sentido, Charlie. Cuando Joshua te sonríe, hay una especie de corriente que
te hace desear ser su amigo, sin importar lo que pienses o creas.‖
―He sentido algo‖ admitió Charlie. ―Pero no le permitiré que me atrape.‖
Lysander asintió y en un tono sabio y pensativo añadió. ―Al igual que Emma.‖
―Emma es más fuerte de lo que parece‖ dijo Charlie. ―Pero Tancred. ¿Cómo puede ser
Tancred – tan fácil de atrapar?‖
Lysander suspiró. ―Tancred es un buen tío, pero es un poco vanidoso. Joshua se
aprovechó de ello. Y ahora Tancred está en sus manos.‖
―No puedo creerlo‖ dijo Charlie. Al otro lado del patio, alguien gritó. Una de las niñas
del primer curso había sido golpeada por un gran tronco. Idith e Inez estaban sonriendo
a unos pocos metros más allá.
―Han sido ellas‖ dijo Lysander. ―Son malvadas, esas dos.‖
Olivia y Emma habían visto a los chicos y se estaban acercando a ellos cuando una nube
explotó justo encima de las cabezas de las chicas. Cuando corrían hacia los chicos, la
lluvia se movía con ellas, por lo que los tres chicos se giraron y corrieron hacia los
árboles. Charlie tuvo la fugaz imagen de la cara sonriente de Tancred y a Joshua Tilpin
temblando de risa.
―Lo ha hecho a propósito‖ gritó Olivia mientras corría a ponerse a cubierto. ―Me alegro
de que estés de vuelta Charlie. Quizás puedes hacer algo con respecto a Tancred.‖
Charlie no sabía qué podía hacer. Giró observando el círculo de caras. Se sentía bien
saber que todavía tenía amigos en los que podía confiar. Y luego se dio cuenta de las
manos de Emma. La punta de cada dedo estaba vendada. Solo sus pulgares se habían
salvado del rayo, o lo que fuera que la hubiera dañado.
―¿Fue realmente Tancred?‖ preguntó Charlie con la mirada fija en los vendajes.
―No lo sé‖ dijo Emma. ―Un momento estaba al lado de la gran pila, hablando con Liv y
al siguiente instante hubo un traqueteo de truenos, un flash y todo el mundo gritó y
corrió hacia el interior. Sentí una especie de escozor en mis dedos…‖
―Y yo miré sus manos‖ dijo Olivia, señalando los dedos de Emma ―Y estaban de un rojo
brillante.‖
―Están mejor ahora‖ Emma flexionó sus dedos. ―Y no puedo probar que fue Tancred.‖
―Fue él‖ insistió Olivia. ―¡Tienes que hacer algo, Charlie!‖
―¿Yo?‖ dijo Charlie mientras todo el mundo le miraba.
―Puedes empezar por contarnos dónde has estado‖ dijo Lysander.
―Está bien.‖
Charlie les ofreció a sus amigos una amplia descripción de su jornada en la playa de
conchas y luego el extraordinario Castillo de los Espejos. Hubo un grito de horror
cuando les habló sobre Tantalus Ebony y Christopher Crowquill. Nadie sabía qué decir
hasta que Fidelio produjo un pequeño gruñido y dijo ―¿Así de simple? Es demasiado
horrible.‖
Charlie no les contó que había creído que Albert Tuccini era su padre. Su decepción era
todavía demasiado dolorosa.

127
―Es horrible, está bien‖ dijo Lysander. ―Pero también es muy posible. Todos conocemos
a Albert Tuccini, ¿no? Vino a darnos un recital de piano durante el semestre de
primavera. ¿No os acordáis?‖
El recuerdo vino flotando hacia ellos. ―Por supuesto‖ dijo Charlie lenta y tristemente.
―Y la cara en la ventana de mi tía abuela, y el piano en lo alto, después del fuego. Era
Albert Tuccini todo el rato, no…no alguien más.‖
―¡Esas tías tuyas, las Yewbeam!‖ Lysander alzó sus grandes ojos marrones al cielo.
―Son criminales Charlie. Han estado sacando beneficio del pobre pianista, pretendiendo
ayudarle pero todo el tiempo han ganado dinero con sus conciertos. Que puñado de
espantos.‖
―Y que lo digas‖ dijo Charlie con una mueca.
La misteriosa ducha de Tancred había parado para el final del recreo y los cinco amigos
pudieron correr de vuelta al colegio sin empaparse más.
Charlie decidió que tenía que encontrar a la Cocinera. Solo ella era lo suficientemente
sabia para aconsejarle. Pero no apareció a la hora de la comida y Charlie temió que
incluso la Cocinera hubiera caído presa de las siniestras fuerzas que habían estado
rondando por la Academia Bloor.
La hora de la merienda era la única oportunidad de introducirse en la cocina, así que
mientras que Fidelio vigilaba, Charlie saltó el mostrador y entró en la ruidosa cocina.
―¿Qué es lo que quieres jovencito?‖ le preguntó una de las asistentes de la Cocinera, una
delgada joven con la cara roja y pelo esponjoso.
―Estoy buscando a la Cocinera‖ dijo Charlie.
―No se ha estado encontrado bien, querido. Se fue a acostar.‖
―Oh‖ Charlie no estaba seguro de qué hacer ahora. Las habitaciones secretas de la
Cocinera estaban detrás de un insignificante armario de escobas. Ninguno de los
miembros del personal de la cocina sabía de su existencia. Quizás la Cocinera estaba
escaleras arribas en la fría habitación en la que los Bloor pensaban que dormía. Charlie
tenía un fuerte presentimiento de que se había ido a su acogedor apartamento bajo tierra.
―Gracias‖ le dijo a la ayudante. Se fue hacia la puerta de la cafetería, pero tan pronto
como la mujer se dio la vuelta, se giró y se introdujo rápidamente detrás de uno de los
mostradores. Tuvo que esperar hasta que otro asistente se fuera a los fregaderos; luego
avanzó hacia el armario de escobas, abrió la puerta y se inclinó hacia dentro, cerrando la
puerta detrás de él.
Una pequeña clavija al fondo del armario servía como pomo de la puerta, y cuando
Charlie la giró, una puerta se abrió revelando un pasadizo, Charlie cerró la segunda
puerta. Ahora estaba rodeado por una absoluta oscuridad. La Cocinera solía dejar una
suave luz ardiendo en el pasadizo, pero no aquel día. La inquietud de Charlie se
transformó en un mal presentimiento.
Continuando su camino pegado a la pared, bajó dos escalones y luego siguió caminando
hasta que sintió un pequeño armario. Abrió la puerta y entró en lo que anteriormente
había sido una acogedora sala de estar. Aquel día estaba irreconocible. Para empezar, el
suelo resbalaba alarmantemente. Todos los muebles estaban tirados por el suelo y
hechos un desastre, apilados al final de la habitación.
La débil luz de una lámpara volcada le mostró a Charlie una figura yaciendo flácida en
el suelo frente de la fría estufa negra. El perro, Bendito, estaba sentado a su lado.
―¡Cocinera!‖ gritó Charlie.
Bendito le dirigió una mirada lúgubre a Charlie mientras avanzaba hacia él.
La Cocinera tenía un aspecto terrible. Su pelo gris se había vuelto completamente
blanco. Su usualmente sonrosado rostro ahora estaba pálido y sin color y parecía haber
perdido gran parte de su peso.

128
―Charlie‖ gimió la Cocinera. ―Has vuelto.‖
―¿Qué ha pasado Cocinera?‖ gimió Charlie.
―El equilibrio se ha ido. Te lo dije, ¿no? Debemos mantener el equilibrio.‖
―Pero yo pensaba que tú mantenías el equilibrio. Dijiste que eras la piedra angular‖ dijo
Charlie enfadado.
―No puedo mantenerlo si tú no estás aquí, ¿no crees?‖ la Cocinera habló con una suave
y resentida voz. ―Tú y Billy, los dos desaparecidos, y ese espantoso niño del
magnetismo, tomando el control.‖
―Lo siento‖ murmuró Charlie. ―Llevé a Billy al Castillo de los Espejos.‖
―Eso escuché. Alice Angel me lo contó todo. Ese pobre señor Crowquill. Te lo creas o
no, sabía que había algo raro sobre Tantalus Ebony. Ayúdame a levantarme, Charlie.‖
Mientras Charlie la ayudaba a ponerse de pie, la Cocinera dijo ―Me estaba sintiendo tan
mal que decidí echarme una siesta. La estufa se salió y luego todo sucedió‖ – indicó el
revoltijo de muebles al final de la habitación – ―y no la pude volver a meter en su sitio.‖
El suelo resbalaba de semejante manera que Charlie tenía dificultades para mantener el
equilibrio, intentar ayudar a la Cocinera a ponerse de pie era impensable. Mientras ella
se aferraba a la repisa de la chimenea, Charlie rápidamente cogió una silla y empujó
algunos periódicos debajo de las patas delanteras. Cuando la silla estaba razonablemente
estable, Charlie ayudó a la Cocinera a sentarse.
Ella se sentó, hundiéndose en ella, y acarició su barbilla. ―¡Aah! Esto está mejor‖
Bendito arrastró los pies hasta colocarse cerca de su silla. ―Este viejo perro me ha hecho
compañía, bendito sea‖ acarició la cabeza arrugada del perro.
―¿Cuándo pasó todo esto?‖ preguntó Charlie.
―La noche del lunes. Después de que encontraran al pobre Gabriel. Y no puedo decir
que me sorprendiera, contigo fuera y el chico Torsson portándose mal.‖
―Pensaba que estaba haciendo lo correcto, llevándome a Billy al Castillo de los
Espejos‖ dijo Charlie.
―No digas eso, Charlie Bone‖ dijo la Cocinera enfadada. ―No estabas pensando en Billy.
Te creíste que encontrarías a tu padre. Tiraste la razón y el control por la borda, ¿no
crees? Una vez más, te fuiste por ahí sin pensar en nadie más.‖
Charlie suspiró profundamente. ―Yo quería ayudar a Billy, enserio. Es solo que…bueno,
también quería encontrar a mi padre.‖
La Cocinera fijó su mirada en él. ―No puedo culparte, Charlie‖ dijo gentilmente.
―Lamento que no hayas encontrado a tu padre.‖
Charlie esquivó los ojos de la Cocinera y miró sus pies. ―Así que, ¿qué puedo hacer
ahora?‖
―Sinceramente, no lo sé. Necesitamos otro niño dotado. Alguien que puedo poner la
amistad antes de sus propios intereses. Alguien que trabaje con nosotros. Quizás
entonces, las cosas se equilibrarán.‖
―Creo que sé de alguien que quizás tenga un don‖ dijo Charlie. ―Pero ellos no lo
admitirán.‖
―Bueno, independientemente de si lo está, necesitaremos un talento sumamente
poderoso para restablecer el equilibrio está vez‖ la Cocinera se puso de pie y estiró su
arrugado delantal. ―Será mejor que vuelvas a hora, Charlie. Bendito y yo te seguiremos
a un paso más lento.‖
Cuando Charlie finalmente se las ingenió para salir por la puerta de la cocina, encontró
a Fidelio sentado solo, mientras la asistente del pelo esponjoso limpiaba las mesas
vacías. ―¿Y de dónde sales tú?‖ le ladró a Charlie.
―Fue a buscar un trapo‖ dijo Fidelio, quien había hecho un desagradable charco de
migas y zumo de naranja en su mesa.

129
―Niños‖ gruñó la mujer. ―Mis hijas no hacen esa clase de desastres.‖
―Me alegro de escucharlo señora‖ dijo Fidelio. ―Buenas tardes‖ y luego arrastró a
Charlie, quien estaba sin palabras, fuera de la cafetería.
―Así que, ¿qué está pasando?‖ le preguntó Fidelio en voz baja mientras los dos chicos
se alejaban por el pasillo de los retratos.
―La Cocinera está mal‖ dijo Charlie sombríamente. ―Y tengo que encontrar a alguien
que pueda darle la vuelta a todo esto.‖
―Es una tarea imposible‖ gruñó Fidelio.
Los niños casi habían llegado al recibidor, y al ver a Manfred bajando por las escaleras,
Charlie susurró ―Quizás no.‖
Hacer los deberes en el Salón del Rey aquella noche fue incluso más desagradable de lo
que Charlie había esperado.
―Me alegro de que hayas vuelto con nosotros, Bone‖ dijo Manfred cuando Charlie
entró.
Charlie tomó asiento al lado de Emma mientras seis rostros poco amigables le
observaban desde el otro lado de la mesa. Tancred se sentaba solo, notó Charlie, así que
todavía cabía la esperanza de que Joshua no lo controlara por completo. Al otro lado de
Emma, Lysander se mantenía con la cabeza baja. Se ocupaba de su trabajo, reusando
mirar a nadie más.
Las gemelas empezaron los problemas: los libros de Charlie fueron enviados volando
lejos de la mesa y Emma fue golpeada por un estuche de lápices. Cuando el libro de
ejercicios de Lysander fue rasgado por la mitad y lanzado hacia el techo, el chico perdió
la paciencia.
―¡Parar de una vez, basura!‖ le gritó a las gemelas, arrojando un libro en su dirección.
Las gemelas se agacharon juntas. No lloraron, ni siquiera fruncieron el ceño. Sus rostros
se mantuvieron completamente vacíos.
Manfred ladró ―La próxima vez que abras la boca te ganarás un castigo, Sage.‖
Lysander produjo un sonido ambiguo y se sentó.
Joshua le sonrió a Tancred, y durante los siguientes minutos, Charlie, Emma y Lysander
fueron víctimas de una ligera llovizna que empapó su pelo y su trabajo.
Sorprendentemente, Manfred vino a su rescate.
―Para eso sabelotodo‖ le ladró a Tancred.
De alguna manera, Charlie sobrevivió a aquella noche y también todo el día siguiente.
Pero la noche del jueves estuvo despierto, hasta mucho después de que se apagaran las
luces, intentando decidir cuál sería su siguiente movimiento.
Se escuchó la puerta de un coche cerrarse de golpe. Hubo pasos apagados en el patio de
abajo. Charlie corrió hacia la ventana y miró hacia abajo. Manfred y Weedon estaban
arrastrando a un pequeño niño de pelo blanco hasta las puertas principales.
Billy había sido encontrado.

130
Capítulo 19: El talento de Olivia

Felix Gunn fue despedido de la Academia Bloor. A pesar de ello, se las arregló para
relatarles los siniestros eventos de la captura de Billy a Fidelio y a Charlie antes de irse.
En la mitad de la noche, un lobo – o algo parecido a uno – había saltado por la ventana
abierta de una de las habitaciones. Los chicos Gunn no se asustaban fácilmente, de
hecho, eran valientes y formaban un grupo audaz. Atacaron a la bestia con todo lo que
tenían a mano. Cellos, atriles, baquetas, e incluso un cuerno francés había sido utilizado
para golpear la horrible criatura, que les gruñía y se arrastraba.
Pero para cuando el señor y la señora Gunn habían acudido al rescate de sus hijos, Billy
Raven había salido huyendo por la puerta principal – derecho a los brazos de Manfred
Bloor.
―Lo sacaron fuera‖ dijo Fidelio ―como a un pobre conejo.‖
Tan pronto como habló Fidelio, apareció Manfred en el umbral de la puerta del
guardarropa azul, en la que Felix había relatado su espeluznante historia.
―Felix Gunn, has sido despedido‖ dijo Manfred fríamente.
―Lo sé‖ Felix hizo un pequeño saludo. ―Adiós chicos. Y buena suerte, la necesitaréis.‖
Cogió su guitarra y cruzó el recibidor hasta llegar a donde estaba el señor Weedon,
quien se había visto obligado a abrir el cerrojo las pesadas puertas.
―Vosotros dos, cerrar esas bocas, o se os meterán moscas dentro‖ gruñó Manfred. ―Iros
a vuestras clases.‖
Charlie y Fidelio obedecieron sin rechistar.
Billy no apareció por el colegio. No fue visto hasta la tarde del viernes, cuando todo el
mundo salía apresuradamente para coger los autobuses del colegio. Charlie levantó la
mirada cuando pasaba al lado de la escalera, y ahí estaba, una pequeña figura de pie en
una sombra en la parte más alejada del rellano. Charlie alzó su mano, pero antes de que
Billy pudiera responder, Manfred empujó a Charlie por la puerta.
Cuando Charlie llegó a casa, la fiesta del té del viernes ya estaba en marcha. La abuela
Bone estaba ausente, así que la atmósfera era considerablemente más relajada que la de
la semana anterior. De todas formas, Charlie vio al tío Paton mirando ligeramente
pensativo entre bocado y bocado de su helado de pistacho. Al final, su tío le explicó que
había ido a ver a Alice Angel. Cuando escuchó la narración del valiente sacrificio del
señor Crowquill, se había afligido extremadamente. Había cerrado su tienda, puesto su
casa a la venta y se estaba preparando para dejar la ciudad para siempre aquel fin de
semana.
―¡Pero no puede irse!‖ gritó Charlie, con una cucharada llena de helado a medio camino
hacia su boca. ―Ella es la única que sabe cómo salvarnos.‖
―Me atrevería a decir que tú sabes a lo que te refieres pero nosotros no‖ dijo el tío Paton
secamente.
Charlie se había guardado los acontecimientos de aquella horrible semana para disfrutar
aquel momento, pero ahora se dio cuenta de que tendría que explicarse.
Cuando la familia de Charlie escuchó la captura de Billy, la deserción de Tancred y la
habitación destrozada de la Cocinera, apartaron los restos de la deliciosa comida de
ellos, declarando que su apetito se había evaporado.
Maisie pensaba que Charlie debía dejar la Academia inmediatamente. Amy no para de
murmurar ―No, no, no, es demasiado.‖ El tío Paton se puso de pie y caminó por la
cocina, golpeando el puño de su mano izquierda en la palma de su mano derecha. De
pronto, se giró y dijo ―¿Qué te hace creer que Alice Angel puede ayudar?‖
―Sabe sobre el don de alguien‖ dijo Charlie ―Alguien que quizás sea capaz de volver a
dejar las cosas como estaban antes.‖

131
―¿Quién?‖ demandó Paton.
―Creo que es Olivia, pero no estoy completamente seguro‖ replicó Charlie.
―Entonces descúbrelo querido niño‖ ordenó Paton. ―Mañana, lo primero, o Alice estará
fuera de tu alcance. ¿Qué planes tienes?‖
Charlie admitió que no tenía ninguno.
―Humm‖ el tío Paton volvió a andar. Empezó a dictar instrucciones mientras estaba en
movimiento. ―Esto es lo que debes hacer, Charlie. Mañana por la mañana te encontrarás
con Emma en la tienda de libros. Juntos, iréis a visitar a la amiga de Emma, Olivia, y
persuadiréis para que os acompañe a la casa de Alice. Está a un tiro de piedra de la casa
de los Vertigo según tengo entendido.‖
―¿Qué hay de Judía Corredora?‖ dijo Amy ―Charlie siempre le saca a dar un paseo los
fines de semana.‖
―Le diré al chico de los Gunn que lo haga‖ dijo el tío Paton. ―Llamaré a los Gunn
después de que haya arreglado las cosas con Julia – la señorita Ingledew. ¿Está todo
claro, Charlie?‖
Charlie asintió, luego bostezó. ―Estoy listo para mañana.‖
―¡Una polilla!‖ gritó Maisie, golpeando fuertemente el hombro de Charlie.
―¡NO!‖ exclamaron Charlie y el tío Paton al unísono.
―Cielos‖ la mano de Maisie paró y cayó en su costado ―Menudos gritos por una polilla
tan pequeña.‖
―Es mi varita‖ dijo Charlie tranquilamente.
―Vaya, que boba soy, tendría que habérmelo imaginado‖ dijo Maisie enrabietada. ―¿Por
qué no puede solucionar tus problemas, Charlie? Eso es lo que se supone que hacen las
varitas, ¿no?‖
―Sí que me ayuda‖ Charlie se quitó gentilmente la polilla de su hombro. ―Pero no de
una manera obvia. Tiene que escogerlo.‖
―Perdóname por preguntar algo tan tonto‖ dijo Maisie con una sonrisa.
En la mañana del sábado, Fidelio y Judía Corredora aparecieron en el número nueve de
la calle Filbert.
―No creo que esto estuviera en el plan del tío Paton‖ se dijo Charlie mientras Fidelio y
Judía Corredora entraban en la cocina.
Maisie estaba encantada de ver a su viejo amigo Judía. Se le dio rápidamente una
comida de restos, mientras Charlie y Fidelio comían huevos duros.
La abuela Bone bajó las escaleras justo cuando los tres estaban abandonando la casa.
―No ese perro otra vez‖ gritó.
Judía Corredora se lanzó sobre los tobillos de la Abuela Bone, y hubo una indignada
pelea antes de que Charlie se las arreglara para sacar al inmenso perrazo amarillo por la
puerta delantera.
Emma estaba esperando a Charlie en la tienda de libros, así que al menos esa parte del
plan había salido como lo planearon. Pero por qué Fidelio y Judía Corredora iban a
unirse a ellos en su paseo hasta la casa de Olivia, Charlie no estaba seguro.
―Somos el equipo de apoyo‖ dijo Fidelio antes de que Charlie pudiera platear sus dudas
―Y Judía Corredora puede oler todas las bestias peludas y acechantes que nos espíen.‖
Cuando los tres niños y el perro llegaron a la casa de Olivia, la señora Vertigo lucía
muy ansiosa. ―Nunca hemos tenido un animal tan grande en nuestra casa‖ dijo.
―Se portará bien, mamá‖ gritó Olivia desde lo alto de las escaleras. ―Déjale entrar.‖
―Si tú lo dices Liv‖ la señora Vertigo se mantuvo en la puerta mientras el grupo entraba
en la casa y subía las escaleras hasta la habitación de Olivia. Estaba bastante
desordenada. La cama de Olivia, el suelo y las sillas estaban cubiertos con ropas,
zapatos, sobreros, cuentas y pelucas de varios colores.

132
―Me he rendido con todas estas cosas‖ declaró Olivia. ―Lo voy a dar todo.‖
―No puedes‖ dijo Charlie, rodeando una pila de ropas coloridas. ―Tú no eres tú – sin
todos tus… tus…‖
―¿Disfraces?‖ sugirió Fidelio.
―Ya no quiero ir disfrazada más‖ dijo Olivia ―No soy una actriz.‖
―¡Claro que lo eres!‖ insistió Emma.
Olivia se encogió de hombros ―¿Por qué estáis aquí chicos?‖
Sus cuatro visitantes se sentaron en la cama y Charlie explicó la situación en la
Academia y porqué necesitaban saber si Olivia estaba dotada.
Olivia se sentó en una silla y escuchó impávida a Charlie. Solo cuando describió la
desesperada situación de Billy Raven notó que su expresión se suavizó y sintió un
destello de esperanza.
―¿No podrías visitar simplemente a Alice Angel?‖ urgió Charlie ―¿Antes de que
abandone la ciudad?‖
―No te haría daño solo verla, Liv‖ dijo Emma.
Olivia frunció el ceño. Se puso de pie y miró por la ventana. ―Podría saltar por la
muralla‖ dijo.
Antes de que tuviera tiempo para cambiar de opinión, los otros la llevaron escaleras
abajo y fuera al jardín. Olivia y Charlie subieron la pared mientras Emma, Fidelio y
Judía Corredora esperaban en el jardín de los Vertigo.
Charlie llamó en la puerta trasera de Alice, pero no hubo respuesta alguna. Miró por las
ventanas, todas las habitaciones del piso de abajo parecían estar vacías. Olivia fue a la
parte de delante de la casa y llamó con la campana. Nadie respondió en la puerta. Notó
un cartel de SE VENDE en la puerta del jardín y corrió de vuelta hasta Charlie.
―¡Se ha ido!‖ gritó Olivia. ―Ahora nunca lo sabré.‖
―Para un momento Liv, no puede haberse ido‖ Charlie estaba mirando a través de una
ventana que había a un lado de la casa. ―Puedo ver dos maletas en el salón. Y un
chubasquero en el respaldo de una silla.‖
―Así que todavía está en la ciudad, ¿pero dónde?‖ Olivia ahora parecía estar
desesperada por encontrar a Alice Angel. Corrió de vuelta a la pared con Charlie detrás
de ella y ambos treparon de vuelta al otro lado.
―¿Y bien?‖ dijo Fidelio mientras Judía Corredora ladraba entusiásticamente.
―No está ahí‖ dijo Charlie.
―¿Cómo vamos a encontrarla?‖ Olivia retorció sus manos dramáticamente.
―Su tienda ha sido cerrada, así que no estará ahí‖ dijo Charlie.
―Tenemos que peinar la ciudad‖ dijo Fidelio.
―Es demasiado grande‖ objetó Charlie. ―Podríamos buscarla durante días y nunca la
encontraríamos.‖
―Creo que yo puedo ayudar‖ dijo Emma tranquilamente. ―¿Cuál es el aspecto de Alice
Angel?‖
Todos miraron a Emma y Olivia dijo, ―Tiene un montón de pelo blanco y es muy
guapa.‖
Charlie tuvo una inspiración y añadió, ―Puede que lleve algunas flores, blancas.‖
―Me hago una idea‖ dijo Emma. ―Ahora, ¿os importaría iros adentro? Porque no me
gusta hacer lo que voy a hacer en público.‖ Bajó la mirada hasta sus dedos vendados.
―Creo que Joshua hizo que Tancred dañara mis dedos a propósito.‖
―Para que no pudieras volar‖ Olivia estaba preocupada. ―No te hagas daño a ti misma,
Em. Si es demasiado doloroso – simplemente no lo hagas. Puedes caerte.‖
Emma se despidió agitando la mano ―Estaré bien.‖

133
Entraron dentro de la casa y se colocaron detrás de las ventanas francesas, intentando no
mirar hacia el patio, pero era imposible no echar un vistazo ocasional. Emma estaba
escondida por un arbusto, y solo cuando vieron a un pequeño pájaro marrón volar a
través del manzano supieron que estaba de camino. Vieron cómo se perdía el pequeño
pájaro en el cielo y Olivia dijo ―Ahí va, si hay alguien que puede encontrar a Alice
Angel, esa es Emma Tolly.‖
El borde de las alas de Emma le estaba empezando a dar problemas. Aleteó llena de
incertidumbre sobre la calle Filbert y finalmente recuperó el equilibrio cuando planeó
hacia una nube sobre la catedral. Tomando ventaja de las cálidas temperaturas del
otoño, voló a través de la ciudad observándola con sus agudos ojos de pájaro y tomando
cada detalle de los ocupados ciudadanos caminando, deambulando y corriendo bajo ella.
Incluso voló sobre la Academia Bloor y la ruina. Vio a Billy Raven caminando por el
patio con Bendito detrás de él y le habría gustado parar y hablar con él, pero el tiempo
era escaso.
El pájaro, Emma, estaba a punto de alejarse volando de la ruina cuando vio algo que
hizo que perdiera la concentración, y empezó a caer hacia la tierra.
En lo profundo de la ruina, unas altas murallas cubiertas de hiedra rodeaban un verde
patio secreto. En el centro había un árbol con las hojas de un rojo brillante. Un sonido
provenía del árbol, un tipo de música que Emma nunca había escuchado. Aterrizando en
una pared, vio a un caballo blanco pastando al lado del árbol. Emma no tuvo ninguna
dudad de que el árbol y caballo se pertenecían el uno al otro y que eran parte de un
mundo diferente al suyo.
El caballo levantó la mirada y vio al pájaro. ―Niña‖ dijo. ―Mi niña.‖
―Vuelo‖ dijo Emma.
―Que la suerte vaya contigo‖ dijo el caballo. Una suerte de esperanza alzó a Emma
hacia el cielo. Sus alas ya no le dolían más y se sentía profundamente feliz. Con
renovada energía continuó buscando por la ciudad, hasta que llegó al parque al final de
la calle Filbert. Bajo ella, una mujer de pelo blanco se sentaba sola en un banco. Su
cabeza estaba inclinada sobre un ramo de flores blancas que había en su regazo.
Emma dio un agudo grito y la mujer levantó la vista. Tenía un bello pero triste rostro.
Emma giró y voló de vuelta hasta el jardín de Olivia. Sus tres amigos todavía estaban
detrás de la ventana cuando ella corrió por el camino, niña otra vez, gritando ―¡La he
encontrado, la he encontrado! Está en el parque.‖
Los cuatro niños y el perro corrieron hacia el parque, atravesaron las puertas y
aceleraron por el césped hasta el banco en el que Alice Angel estaba sentada sola.
Cuando vio a Olivia, la cara triste de Alice se transformó con una sonrisa. ―Olivia, ¿has
venido a despedirte?‖
―He venido a pedirte perdón‖ espetó Olivia. ―Lo siento tanto, por todo, por no creerte y
porque tu amigo se haya ido.‖
Alice se llevó las flores blancas a su rostro y aspiró su aroma. ―Quería poner estas en su
lápida, pero por supuesto, no tiene una. Pobre Christopher.‖
―Lo siento tanto, tanto‖ gimió Olivia, llena de remordimiento.
―Has venido a verme, no es demasiado tarde‖ Alice se puso de pie. ―Y tú Charlie, ¿has
sido tú la que la ha traído aquí?‖
―Hemos sido todos nosotros‖ dijo Charlie. ―Mi amigo Fidelio‖ – Fidelio hizo un saludo
– ―pero principalmente ha sido Emma. Ella te encontró.‖
―¡Ah!‖ Alice le dirigió a Emma una sabia mirada, luego colocó cuidadosamente las
flores en el banco y se giró hacia Olivia. ―¿Así que ya has aceptado tu legado?‖
―Supongo que sí‖ dijo Olivia.
―¿Y a quién te gustaría enseñarle lo que puedes hacer?‖ le preguntó Alice.

134
―A mis amigos por supuesto‖ replicó Olivia.
―¿A nadie más?‖ preguntó Alice gravemente. ―Puedes escoger a quién mostrarle tus
revelaciones.‖
―¿Puedo?‖ el rostro ansioso de Olivia empezó a ponerse serio. Notó al ciclista que
pedaleaba por el camino circular, a dos niños que jugaban fútbol y a una mujer que
paseaba a su perro. ―Bueno, por ahora solo quiero que mis amigos y tú veáis lo que
puedo hacer – oh, y Judía Corredora, por supuesto.‖
―¡Muy bien! Piensa en algo, lo que sea. Piensa en ello con todas tus fuerzas. Velo en tu
mente, con cada detalle.‖
―Espera un momento, no me voy a convertir en lo que veo, ¿verdad?‖ preguntó Olivia.
―No‖ replicó Alice.
―Está bien, aquí va‖ la frente de Olivia se frunció por la concentración y un familiar y
misterioso brillo apareció en sus ojos. Todo el mundo se quedó muy quieto, incluso
Judía Corredora, quien parecía haberse dado cuenta de la gravedad de la situación.
Después de un minuto de total silencio, Alice dijo, ―¡Ahora Olivia, mira detrás de ti!‖
Olivia miró. Todo el mundo siguió su mirada. En el medio del parque una gran nube
turbia apareció. Gradualmente, asumió una forma indistinta y temblorosa.
―No‖ dijo Alice ―No lo has hecho bien, Olivia, ¡relájate! Lo estás intentando con
demasiada fuerza.‖
Olivia sonrió y entrecerró sus ojos. La temblorosa forma se transformó en algo
horriblemente real.
Fidelio fue el primero en gritar, luego Judía Corredora dio un primitivo y aterrador
aullido. La mandíbula de Charlie cayó pero estaba demasiado asustado para proferir un
sonido. Sabía que lo que estaba viendo no era real, pero parecía real, olía como si fuera
real y sonaba real. Un enorme dinosaurio, un Tiranosaurio Rex por su aspecto, estaba a
unos pocos metros de ellos. Su enorme boca estaba abierta, su aliento era horrendo y su
mandíbula sangrienta produjo un rugido que solo podía ser escuchado en las peores
pesadillas.
Todavía aullando, Judía Corredora fu el primero en moverse. Se giró corriendo hacia las
puertas del parque con los tres niños gritando detrás de él. Cuando el ciclista los vio
exclamó ―¿Qué diablos…?‖ y terminó cayendo de su bicicleta. Los dos niños cogieron
su pelota y corrieron hacia los árboles preguntando a gritos ―¿Es un fantasma?‖ El
pequeño perro se introdujo en un cubo de basura que estaba volcado y su dueña
proclamó que se habían vuelto todos locos.
―¡Niños parar!‖ les gritó Alice ―No puede haceros daño.‖
Desde una distancia segura, se giraron y miraron a la espantosa criatura. Las risas y las
carcajadas llegaron hasta ellos a través del parque mientras Olivia se bambaleaba hacia
delante y hacia atrás, incapaz de parar. Alice pasó su brazo sobre los hombros de la niña
y le habló suavemente.
Olivia asintió, paró de reír y miró por encima de sus hombros. Detrás de ella, la
horrenda imagen había perdido su forma. Poco a poco, se desvaneció en una nube de
partículas que flotaron en el cielo como una ducha de hojas muertas.
Olivia aplaudió emocionada y realizó un par de pasos de baile. Antes de que sus amigos
se recuperaran de su primera ilusión, otra tomó su lugar. Un festín servido con unos
brillantes platos de plata apareció sobre una larga mesa. Y ahí estaban el Sombrerero
Loco, la Liebre de Marzo y el pequeño Ratón Dormido, medio metido en una tetera.
Luego un arcoíris se extendió por todo el parque, y cuando desapareció, un caballero de
brillante armadura galopó por el césped con un enorme caballo de batalla negro, con
plumas en su brida y una capa escarlata bordada con oro. Charlie podía oír el sonido de
los cascos, el crujido del cuero y el sonido de las espuelas.

135
Olivia bailó alrededor de Alice con los brazos abiertos y la cabeza echada para atrás
―Mirar lo que puedo hacer‖ gritó. ―¡Mirar, mirar, mirar!‖
―Muy impresionante‖ le susurró Fidelio a Charlie. ―No sé ella, pero yo estoy exhausto.‖
Judía Corredora se derrumbó sobre el suelo con un lamento y cubrió sus ojos con su
enorme pata.
Alice volvió a hablar con Olivia y cuando el caballero y su caballo abandonaron la
escena, la nada tomó su lugar. Olivia se tiró al césped. ―¡Vaya! Ha sido alucinante,
¿verdad?‖
Alice le sonrió ampliamente. Los demás se le acercaron cautelosamente pero Judía
Corredora se mantuvo en donde estaba, con su pata todavía cubriendo sus ojos.
Cuando estuvieron todos confortablemente sentados en el banco e intentando volver a la
realidad Olivia le preguntó a Alice porqué le había costado tanto tiempo descubrir lo
que podía hacer. ―¿Y por qué tú sabías sobre ello? ¿Y por qué la manzana?‖
Alice miró las flores de su regazo. ―Es difícil expresarlo en palabras‖ dijo. ―Siempre he
sabido que algún día vería a alguien que necesitaría de mi ayuda para encontrarse a sí
mismo. Es un don extraño, podéis pensar‖ miró a Charlie, que estaba sentado al lado de
ella.
Charlie respondió ―Son extraños, todos los dones.‖
Alice le dedicó una sonrisa de agradecimiento. ―Eso es verdad. Para resumir, fui
requerida para decorar una habitación para el bautizo de cierta niña‖ miró a Olivia. ―La
madre de la niña quedó tan encantada con mis flores que me invitó a que me uniera a la
fiesta. Yo no tenía ni idea de que aquel sería uno de los días más importantes de mi
vida. Trajeron al bebé y todo el mundo te rodeó, arrullándote, hablándote y llamándote
Olivia.‖
―¿Era un bebé bonito?‖ preguntó Olivia.
―Para ser sincera eras un poco rechoncha, pero‖ – miró severamente a Fidelio y a
Charlie, quienes no podían aguantar la risa – ―pero tan pronto como te vi, Olivia, mi
corazón se detuvo. Me pregunté qué me estaba pasando. Más tarde, te acostaron en una
adorable cuna blanca, y cuando bajé la mirada hacia ti, supe que eras especial. También
supe que tardarías doce largos años en aceptar tu legado.‖
―¿Cómo lo supiste?‖ preguntó Olivia formalmente.
―Esto va a sonar realmente peculiar‖ dijo Alice.
―No nos importa‖ dijo Charlie ―Todo es peculiar.‖
―Bueno, hay un manzano al final de mi jardín. Es mío porque crece ahí, pero también es
tuyo, Olivia, porque una rama cuelga sobre tu jardín. Había trece manzanas en la rama
aquel día y… y…‖ Alice hizo una pausa, y luego, en una voz tan suave que todos
tuvieron que inclinarse hacia ella para escucharla, continuó ―una voz en mi cabeza me
dijo ―En el décimo tercer año del manzano, aceptará su legado con gracia‖.‖
―¡Oh!‖ dijo Olivia, sacudida de golpe por un súbito pensamiento. ―Yo tenía doce al
principio del semestre. Así que supongo que estoy en mi décimo tercer año. Y las
manzanas… no serían peladas hasta que yo creyera, hasta que lo aceptara. ‖
―Y eso es todo‖ añadió Alice. ―Espero que estés feliz Olivia.‖
―Bueno, por supuesto que lo soy. Pero me siento un poco rara, porque yo nunca he sido
uno de ellos‖ le dedicó a Charlie una sonrisa arrepentida. ―Y ahora no sé qué voy a
hacer con este talento bizarro.‖
―Estoy segura de que tus amigos te ayudarán a descubrirlo‖ Alice miró a Charlie.
Fidelio, quien había perdido su habitual sonrisa, preguntó súbitamente ―¿Es usted una
bruja, señorita Angel?‖

136
Alice rió. ―Supongo que sí. Pero soy una bruja blanca‖ hizo una pausa, tras lo cual
añadió gravemente. ―Niños, no quiero alarmaros, pero deberíais saber que si hay una
bruja blanca, siempre hay otra con una naturaleza más oscura.‖
―¿Y quién es?‖ preguntó Charlie.
―Me temo que no tengo ni idea‖ Alice se puso de pie. ―Y ahora, tengo que dejaros‖ dijo
con tono profesional. ―Tengo un tren que coger.‖
―¿Te vas de verdad?‖ exclamó Olivia.
―Aquí ya he completado mi destino – al menos uno de ellos.‖ Alice suspiró levemente.
―Ahora tendrás que ir sola, Olivia. Pero estoy segura de que lo harás muy bien.‖
Olivia se inclinó y la abrazó con fuerza. ―Gracias‖ le dijo. ―Gracias por ser mi ángel
guardián.‖
―Me has hecho tan feliz‖ replicó Alice.
Emma preguntó ―Antes de que irse, ¿podría decirnos si la otra bruja, la negra, la
seguirá?‖
Alice se encogió de hombros levemente ―No tengo ni idea de eso. Adiós queridos niños,
por ahora.‖
Observaron a Alice Angel alegarse y desaparecer por las puertas del parque. Ella no
miró a atrás, y su desaparición fue justo eso, desvanecerse en el aire, como si nunca
hubiera estado realmente ahí. Las flores se quedaron donde ella las había dejado.
―Se las daré a mi madre‖ dijo Olivia ―Adora las flores blancas.‖
La mente de Charlie ya había vuelto a los problemas en la Academia Bloor, y estaba
empezando a pensar un plan para Olivia. ―Creo que deberíamos mantener tu talento en
secreto‖ le dijo ―¿Estamos todos de acuerdo?‖
Fidelio exclamó ―¡Arma secreta!‖
―¿Quieres decir que nadie debería saberlo excepto nosotros?‖ preguntó Emma.
―Nadie‖ respondió Charlie.
―Por mí bien‖ dijo Olivia ―¿Pero cómo voy a ayudar?‖
―¿Has estado en el Salón del Rey por la tarde?‖ preguntó Charlie.
―Muchas veces, cuando he estado castigada‖ replicó Olivia.
―Bien. Lo primero que tenemos que hacer es conseguir que Joshua Tilpin tenga una
apariencia repulsiva, tan repulsiva‖ continuó Charlie, revelando lo que estaba planeando
―que Tancred se verá repelido por él. De hecho, estaría bastante bien que todos los
dotados se vieran repelidos por él.‖
―Yo tengo una idea‖ dijo Fidelio. ―Todos sabemos qué es lo que más teme Tancred.‖
―Arañas‖ dijo Emma.
―Arañas‖ Charlie estuvo de acuerdo. ―Lo segundo es asustar un poco a Ezekiel Bloor.
Tendré que trabajar en ese asunto.‖
―¡Oh sí!‖ gritó Fidelio, golpeando el aire con su puño. ―Esto va a estar bien. Esto va a
estar muy, muy bien.‖

137
Capítulo 20: El guerrero

El tío Paton dijo que sería muy estúpido usar la casa de la calle Filbert para un
encuentro y que la librería Ingledew era bastante mejor. El nuevo talento de Olivia
debía mantenerse en secreto. Nadie pensaría que era raro o inusual que entrara en la
tienda de libros. Emma era su amiga y solían pasar los fines de semana juntas.
En la tarde del sábado, Charlie y el tío Paton se dirigieron a la librería. La abuela Bone
no les prestó atención. Ya tenían la partida ganada, pensó. Charlie y sus problemáticos
amigos ya habían aprendido la lección, Billy Raven estaba bajo el poder de los Bloor de
nuevo y Charlie estaba bajo el suyo – más o menos.
Fidelio insistió en estar dentro del plan, y cuando Charlie y su tío entraron en la
acogedora habitación trasera de la señorita Ingledew, Fidelio ya estaba ahí, sentado en
el sofá entre las dos chicas. Charlie se sentó al lado de Olivia apretándose como pudo y
el tío Pato se adueñó de uno de los grandes sillones. La señorita Ingledew entró con un
plato de galletas y se sentó en el reposabrazos del sillón de Paton.
El encuentro empezó.
―El tiempo es el aspecto más importante de este plan‖ dijo el tío Paton. ―¿Tienes todo
claro, Olivia?‖
Olivia dijo ―Mi reloj nunca se equivoca‖ y alzó su muñeca para que todo el mundo
pudiera admirar su gran reloj plateado con su moderna pantalla.
―Muy bonito‖ remarcó el tío Paton ―siempre y cuando puedas consultarlo en el
momento adecuado.‖
―Sí‖ dijo Olivia dócilmente.
―Y ahora tienes que estar completamente segura de la posición de todo el mundo en el
Salón del Rey. Charlie, describe como suele lucir la habitación usualmente cuando
estáis todos haciendo vuestros deberes.‖
Charlie describió la posición de todo el mundo como mejor pudo.
―Depende de ti y de Emma asegurarte de que todos están en sus puestos correctos, para
que Olivia pueda visualizarlos‖ dijo el tío Paton severamente. ―¿Está bien?‖
―Bien‖ dijeron Charlie y Emma.
El tío Paton continuó explicando la siguiente parte del plan. Una hora después, el
encuentro se acabó. Felix Gunn llegó para llevarse a Fidelio a casa, mientras Charlie y
el tío Paton caminaban de vuelta a la calle Filbert. Olivia iba a quedarse a dormir con
Emma. Necesitaba estudiar alguno de los libros de historia de la señorita Ingledew.
―Espero que los Bloor no adivinen lo que estamos haciendo‖ dijo Charlie mientras su
tío y él subían los escalones del número nueve.
―Charlie, nunca lo adivinarán‖ dijo Charlie confiadamente ―Ni en un millón de años.‖
Charlie encontraba muy difícil actuar de una manera normal el lunes. El pavoneo
emocionado de Fidelio le ponía nervioso. ―Se supone que debemos lucir deprimidos‖ le
dijo a su amigo.
―Tú quizás‖ dijo Fidelio. ―Pero yo no soy una de las víctimas dotadas. En cualquier
caso, yo siempre actúo así.‖
Había una persona a la que Charlie tenía que alertar. Lysander no había estado en el
encuentro, pero Charlie sentía que tenía que avisarle sobre lo qué quizás iba a pasar.
Desgraciadamente, no pudo hablar a solas con Lysander hasta después de la cena
cuando estaban subiendo las escaleras hasta el Salón del Rey. Charlie tiró los libros de
los brazos de Lysander deliberadamente y dejaron de subir.
―¿Qué te ha llevado a hacer eso, so torpe?‖ gruñó irónicamente Lysander, mientras se
agachaba para recoger los libros.
Charlie se inclinó junto a él para ayudarle. ―Tenía que advertirte‖ le susurró.

138
―¿Advertirme?‖
―¡Shhhh!‖ le silenció Charlie. ―Algo le va a pasar a Joshua en unos minutos. Tancred se
va a asustar bastante de él, pero no es real, ¿está bien? Es solo una ilusión.‖
―¿Qué…?‖ empezó Lysander.
―¿Os vais a mover o voy a tener que pasar por encima de vosotros?‖ Dorcas Loom los
observó desde el fondo de la escalera.
―Tranquila, Dorc‖ dijo Lysander alzando sus libros.
Los dos chicos terminaron de subir las escaleras seguidos por Dorcas, quien estaba
resoplando como una máquina de vapor.
Charlie le echó un rápido vistazo al Salón del Rey antes de sentarse. Se quedó muy
aliviado al descubrir que todo el mundo estaba en los sitios que le había descrito a
Olivia. La cara de Asa estaba cubierta con moratones, notó.
Charlie miró a Emma, que estaba al lado suyo, pero ella reusó a hacer contacto visual.
Probablemente no se atrevía. Ahora todo dependía de Olivia.
El reloj sonó, como siempre hacía. El Rey Rojo los observó desde su retrato, como
siempre hacía, y – era la imaginación de Charlie, ¿o los ojos del rey estaban más
brillantes esa noche?, ¿y había un brillo extra en su corona?
―El rey no puede ayudarte, Bone‖ le ladró Manfred.
Charlie bajó la mirada. Asa soltó una risilla malévola y Joshua le sonrió a Tancred. Una
fuerte lluvia cayó en el libro abierto de Charlie, y luego otra. Tiró su libro, alejándolo y
un charco se formó en la mesa delante de él. Charlie lo limpió con la manga de su
jersey.
Lysander dijo ―¡Para ya Tanc!‖ y se vio recompensado con una ráfaga de aire que le
lanzó sus papeles a la cara.
Vamos Olivia, pensó Charlie. ¡Hazlo ahora!
El bolígrafo de Emma empezó a gotear. La tinta se derramó por una página escrita con
su preciosa y limpia letra. Tenía tinta en las manos, en su capa y en su cara. Idith e Inez
tenían su mirada fija en ella.
Emma les devolvió la mirada. ―¡Para ya!‖ gritó.
Dorcas empezó a reírse y le dio un codazo a Joshua. Súbitamente, se apartó de él.
Charlie vio una gran araña negra arrastrarse por lo alto de la cabeza de Joshua. Otra más
reptó sobre su hombro. Tancred se puso de pie gritando. Corrió hacia la puerta mientras
Manfred gritaba ―Torsson, ¿te has vuelto loco?‖
La sonrisa de Joshua empezó a desaparecer. Sus dos mangas estaban cubiertas con
arañas. Se puso de pie e intentó sacudírselas de encima, pero todo el mundo había visto
las arañas. El Salón del Rey se vio lleno de gritos y todo el mundo corrió hacia la
puerta. Joshua tropezó y las gemelas corrieron sobre él mientras el niño yacía gimiendo
en el suelo. Un poderoso viento atravesó la habitación mientras los dedos temblorosos
de Tancred luchaban contra el pestillo de la puerta. Al final, las puertas se abrieron y
nueve niños se abalanzaron al pasillo.
Manfred intentó mantener la compostura, pero al final incluso él se vio inmerso en el
pánico.
Tancred estaba ahora completamente fuera de control. El viento y la lluvia recorrían el
edificio, los truenos retumbaban sobre sus cabezas y los rayos atravesaban las ventanas.
Los deberes se terminaron mientras el personal de la Academia corría con trapos,
fregonas y cubos.
Cuando terminó, Charlie corrió a toda velocidad hasta el comedor. La habitación estaba
a oscuras, pero a lo lejos, pudo escuchar un profundo redoble. El suelo del comedor
estaba estremeciéndose; las sillas y las mesas se deslizaban por el suelo chocando unos
contra otros. Y luego, hubo silencio.

139
Charlie estaba a punto de entrar en la cocina cuando la Cocinera emergió, sujetando una
vela.
―¿Eres tú, Charlie?‖ preguntó mientras observaba la oscuridad.
―Sí, Cocinera. ¿Eres tú verdad?‖
―Por supuesto. No sé cómo lo has hecho, Charlie, pero el equilibrio ha vuelto. Mi suelo
está perfecto y recto.‖
―Vaya. Esas son buenas noticias.‖
―¿Verdad que sí?‖
―Perdóname Cocinera, pero hay algo que tengo que descubrir.‖
―Adelante, ¡bendito seas!‖
En la cumbre de la conmoción, un fuerte estruendo proveniente de las puertas
principales pudo ser escuchado.
El señor Weedon, confundido por el caos, se olvidó de todo y abrió las puertas. Una alta
figura entró en el recibidor.
―Quiero ver al señor Ezekiel Bloor‖ demandó el extraño.
―No puede hacer eso‖ dijo el señor Weedon gritó más alto que el viento. ―Está
prohibido.‖
―No sea estúpido‖ el tío Paton pasó sobre Weedon y se dirigió hacia la puerta del ala
oeste.
Olivia, asomándose en el recibidor desde el guardarropa morado, consultó su reloj.
Ezekiel y el doctor Bloor estaban disfrutando un una copa de oporto en la habitación en
la que Billy Raven se había visto forzado a firmar el juramento. Los dos hombres
ignoraban lo que estaba pasando ya que no escuchaban el ruido que retumbaba por toda
la academia. Estaban sentados cerca de la ventana, en la que se veía una magnífica
puesta de sol. Al otro lado de la larga mesa, la cabeza blanca de Billy Raven estaba
inclinada sobre sus deberes.
El doctor Bloor se puso de pie mientras Paton atravesaba la puerta. ―¿Qué demonios
estás haciendo aquí, Yewbeam?‖ rugió el director.
―He traído unos documentos para que los firmes‖ dijo Paton.
―¿Documentos?‖ chilló Ezekiel. ―¿Qué documentos?‖
―Conciernen a Billy Raven. Quiero que le des permiso para pasar los fines de semana
dónde y con quién él quiera.‖
―Estás loco‖ se burló el doctor Bloor.
―No del todo‖ Paton colocó dos papeles delante de ellos. ―Firmar aquí y aquí‖ señaló al
fondo de los dos documentos.
―¿Y qué te hace pensar que firmaré?‖ dijo el doctor Bloor, empujando los papeles lejos
de él.
Paton acarició su barbilla. ―Doctor Bloor, su abuelo hizo recientemente un pequeño
experimento.‖
Una sombra cruzó el rostro de Ezekiel, este se relamió sus labios.
―¿Y qué pasa con eso?‖ preguntó el director.
―Pensé que le gustaría saber que fue todo un éxito – excepto por un pequeño detalle. La
criatura – por llamarla de alguna manera – está ahora bajo mi control.‖
―¿Qué? ¿Cómo…?‖ Ezekiel intentó levantarse de la silla.
―¡Pruébalo!‖ ordenó el doctor Bloor.
―Muy bien‖ Paton abrió la puerta.
No había ninguna duda de que la imaginación de Olivia era realmente maravillosa.
Enmarcado por los bordes de la puerta, había un enorme caballo de guerra negro.
Alzando su gran cabeza, dio un aterrador bramido y empezó a entrar en la habitación. El
guerrero que iba encima suyo tuvo que agachar la cabeza para pasar por la puerta.

140
Cuando se volvió a alzar, Ezekiel Bloor se desplomó hacia delante en un desmayo
mortal.
Paton observó al caballero con armadura con admiración. Llevaba un gran yelmo
plateado con una asombrosa visera y la parte inferior de su cara estaba cubierta con una
espesa barba negra. Sus bastas mejillas estaban cubiertas con sangre, mientras que su
traje era una brillante cota de malla. En su mano no llevaba una elegante espada, sino
una enorme y muy sangrienta hacha.
―¡HAAAAAA!‖ rugió el terrible guerrero, alzando su arma.
Billy emitió un chillido de terror, pero Paton, girándolo rápidamente, le guiñó el ojo.
El doctor Bloor, a punto de perder la conciencia, preguntó débilmente ―¿Dónde tengo
que firmar?‖
Paton, sorprendido por la velocidad a la que se desarrollaban los eventos, sacó un
bolígrafo y lo sujetó firmemente entre los dedos temblorosos del doctor Bloor. ―Mejor
firma dos veces. Tu abuelo parece estar fuera de batalla.‖
Con el rostro más blanco que una hoja de papel, el director se las arregló para firmar
ambos documentos antes de dejar caer el bolígrafo y colapsar sobre la mesa.
―¡Ouch!‖ dijo Paton al ver que la cabeza del doctor Bloor golpeaba contra la mesa.
―Gracias príncipe, ¡puedes irte ahora!‖ Se despidió agitando la mano a la horrible
aparición y el guerrero y su caballo desaparecieron gentilmente.
―¿Qué…qué ha sido eso?‖ tartamudeó Billy.
―Un ilusión‖ susurró Paton. Palmeó la cabeza de Billy. ―Nos vemos el viernes, Billy.‖
Charlie estaba sentado en el recibidor cuando su tío volvió del ala oeste. Paton alzó los
papeles sobre su cabeza. ―Todo ha salido a la perfección‖ declaró triunfantemente ―Ha
funcionado.‖
―¡Hurra!‖ exclamó Charlie haciendo caso omiso de las reglas. Después de todo, había
tanto ruido en el edificio, ¿que quién se daría cuenta de unas pocas palabras dichas en el
recibidor? ―Tengo que encontrar a Billy y contarle las buenas noticias.‖
―Ya las sabe, querido niño. Ya las sabe‖ dijo el tío Paton.

141
Capítulo 21: El relato de los capturados

En la mañana del sábado, Paton Yewbeam se sentó su coche fuera del hospital de la
ciudad. Era un oscuro día tormentoso, pero no tenía nada que ver con Tancred Torsson,
quien en aquel momento estaba viendo un partido de fútbol por la tele con su amigo
Lysander.
Paton llevaba sus oscuras gafas como era usual en él, pero un artículo en el periódico
hizo que se sobresaltara tan violentamente que las gafas se deslizaron por su nariz y
cayeron en su regazo. Paton estaba leyendo sobre un sitio que él había conocido cuando
era pequeño, un sitio que recordaba con horror.
Esto era lo que leía:
―Unas felices celebraciones se desarrollaron ayer en la villa de Yorwynde, ya que
en la mañana del jueves, el director Tantalus Wright y el cartero Vincent Ebony
entraron en sus hogares después de una ausencia de tres semanas. En sus
narraciones, ambos hombres nos contaban que habían estado capturados en el
Castillo Yewbeam, un lugar conocido por su truculento pasado.
Los dos hombres habían vivido en un estado de semiinconsciencia, incapaces de
moverse o hablar. Ambos confesaron que sintieron como si sus mentes hubieran
sido usadas. Experimentaron extraños sueños en los que estaban rodeados por
niños con capas de diferentes colores.‖
―¡Oh dios!‖ Paton acercó aún más el periódico a su cara.
―El señor Wright dijo que parecía que se habían mantenido en un estado de
animación suspensa y, por lo tanto, no sufrían la falta de comida o de agua.
También dijo que se podían escuchar pasos sobre ellos. Una o dos veces, una voz
gritaba, y a veces había un zumbido melodioso. Estaba convencido de que hay un
tercer prisionero en el edificio.
En la mañana del jueves, el señor Ebony y el señor Wright fueron
inexplicablemente liberados. ‗Simplemente nos llegó‘ dijo el señor Ebony
‗Podíamos movernos, podíamos hablar. Llegamos hasta la puerta y luego
estuvimos fuera. En cualquier caso, no sé si el otro hombre salió.‘
La policía ha realizado una concienzuda búsqueda por el castillo, pero nadie ha
sido encontrado.‖
Paton bajó el periódico. ―¡Oh dios!‖ repitió.
Dentro del hospital, Charlie, Billy, Fidelio, Emma y Olivia se dirigían hacia la sala en la
que Gabriel se estaba recuperando.
―¿Cinco niños?‖ dijo la enfermera con tono de duda ―No, son demasiados. Tres como
mucho.‖
―Nosotras esperaremos fuera, ¿verdad Liv?‖ dijo Emma.
―Por supuesto‖ respondió su amiga. ―En cualquier caso, no estoy segura de que quiera
ver a un montón de chicos enfermos.‖ Ya casi parecía ella misma con una falda de
terciopelo naranja, una camiseta plateada y el pelo discretamente teñido de rosa.
―Entonces entremos‖ le dijo Charlie a los dos niños.
Gabriel estaba sentado, pero lucía delgado y demacrado. Sonrió un tanto débil pero
encantado cuando vio a sus amigos entrar, los tres niños se acercaron a la cama. Fidelio
era el que estaba más relajado. ―¿Qué tal estás?‖ le preguntó, agarrando las manos
blancas de Gabriel.
Charlie solo sonrió. Los hospitales le ponían nervioso, estaban demasiado limpios,
demasiado ordenados y demasiado silenciosos.
Billy estaba teniendo problemas con sus bolsillos. Desde el momento en el que había
sido liberado de la Academia Bloor el viernes, no había parado de insistir para que

142
fueran a recoger a Rembrandt al Café de las Mascotas. Charlie le había dicho que
escondiera bien a la rata, o la encontrarían en la sopa de la abuela Bone. Así que Billy
tenía una rata en un bolsillo y un jerbo en el otro.
El jerbo había sido idea de la señora Silk. Pensó que ayudaría a la recuperación de
Gabriel. ―A él le encantaría saber qué es lo que dice su jerbo‖ le dijo a Billy.
Billy se acercó aún más a la cama de Gabriel y puso en jerbo en la increíblemente
blanca sábana del chico.
―¡Rita!‖ exclamó Gabriel, alzando el jerbo hasta su mejilla. ―¡Te quiero Rita!‖
Rita lanzó un montón de chillidos.
―Dime lo que está diciendo Billy‖ le rogó Gabriel.
Billy estaba en un apuro ya que Rita parecía estar jurando. Entre otras cosas, estaba
diciendo ―¿Dónde estoy? ¿Quién me ha metido en este lío?‖
―Dice que ella también te quiere‖ dijo Billy.
―Oh Rita, ¡eres el mejor jerbo en el mundo!‖ exclamó Gabriel.
Hubo un súbito grito proveniente del niño de la cama de al lado. ―¡Enfermera!, ¡tiene
una rata! ¡Hay una rata aquí dentro!‖
―¿QUÉ?‖ dijo una voz muy severa.
Billy cogió a Rita y los tres chicos salieron corriendo de la sala, mientras los gritos de
―¡Rata!‖ ―Son unos bichos desagradables‖ ―¿Dónde? ¡Yo quiero verla!‖ los seguían por
el pasillo.
Pero más alto que todos los gritos, era el sonido de la risa de Gabriel.

143

También podría gustarte