Porno

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rno es un modo abreviado de referirse a la pornografía o a

lo pornográfico. La pornografía es el conjunto de obras que


presentan contenidos sexuales explícitos, con el objetivo de provocar la
excitación del receptor. Debido a sus características, los materiales porno no
son aptos para menores de edad, cuyo acceso a este tipo de contenidos está
prohibido por la ley.
Las películas porno, también conocidas como triple X o XXX, muestran
todo tipo de relaciones sexuales reales. Esto quiere decir que los actores no
simulan las relaciones, sino que efectivamente concretan el acto sexual frente
a las cámaras. Las fotografías exhibidas por las revistas porno tienen las
mismas características.
Por lo general, se distingue entre softcore (cuando se evitan ciertas
imágenes: por ejemplo, no se muestran los genitales o la penetración)
y hardcore (es posible ver la totalidad de la relación sexual y de
los cuerpos sin ninguna censura).
El porno también puede clasificarse de acuerdo al tipo de escenas retratadas.
De esta manera, puede hablarse de porno heterosexual, porno gay, etc.
Es habitual que el porno sea criticado por presentar una visión
cosificada de la mujer (la mayoría de las películas y revistas están
orientadas a satisfacer las fantasías masculinas) y por fomentar conductas
poco saludables (como las relaciones sexuales sin protección contra el
SIDA). En ciertas culturas, el contenido pornográfico se considera una falta
de respeto hacia la moral o la religión, razón por la cual está prohibido.
Los defensores del porno, en cambio, creen que su producción
y difusión entre adultos debe enmarcarse dentro de la libertad de expresión
y, por lo tanto, no puede condenarse. Desde este punto de vista, la
pornografía no es diferente a cualquier otro tipo de contenido, ya que
mientras sea apreciado por el público adecuado, no puede causar ningún
daño.

La oposición y el desprecio hacia el porno


suele asociarse a una forma de concebir el sexo meramente reproductiva,
generalmente como resultado de una represión que poco tiene que ver con
los tiempos que corren (o deberían correr). Esta percepción de la sexualidad
va de la mano del rechazo por las relaciones homosexuales y por cualquier
orientación que no conduzca a la “clásica” unión de un hombre y una mujer
cortando el pastel de bodas.
Pero del mismo modo que ocurre con las campañas de homofobia que tanto
empañan los avances culturales de muchas naciones, el rechazo a la
pornografía se pone en ridículo cuando se descubre que muchos de sus
representantes la consumen o están casados con personas que lo hacen.
Siempre que se trate de obras que expongan a hombres y mujeres por igual,
tanto heterosexuales como homosexuales, sin fomentar el machismo o la
explotación de ningún tipo, resulta difícil enumerar perjuicios reales de esta
forma de expresión.
Sin embargo, el porno puede estar ligado a ciertas prácticas reprobables para
la sociedad, y en esos casos se debería hacer una distinción: el
exhibicionismo, por ejemplo, si bien algunos lo consideran una patología,
puede afectar a personas que no desean o que no deberían exponerse a esta
conducta, como ser transeúntes que se ven atacados espontáneamente o
menores de edad. En los cibercafés, por ejemplo, es común encontrarse con
jóvenes que se masturban mientras miran vídeos pornográficos, algo que
puede resultar inapropiado para el resto de los clientes.
Sin duda, la clase de pornografía que no debería ser aprobada por ningún ser
humano es la infantil, que consiste en la explotación de niños y niñas para
la realización de vídeos y fotografías, además de su exposición frente a los
consumidores, destruyendo así su infancia y reduciendo a límites difíciles de
imaginar sus probabilidades de llevar una vida equilibrada y feliz en la
adultez para los pocos que la alcanzan.

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