Los Loros Disfrazados

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Las águilas disfrazadas

Adaptación de la antigua leyenda de Ecuador

Hace muchos años atrás en tierras muy lejanas, un día normal comenzó a
llover intensamente, tanto así que llegó afectar a los campos y los poblados a
su paso, obligando a las personas y a los animales a buscar refugio
desesperadamente.

Cerca de esa zona, vivían dos hermanos pequeños, Jorge y Ana, la lluvia era
tan fuerte que vieron que la corriente del río cercano a su casa les alcanzaba,
por lo que corrieron a protegerse en la cima de una montaña. Allí, en las
alturas, encontraron una cueva seca y confortable que se convirtió en su
improvisado refugio hasta que pasara la tempestad.
Una vez dentro se acurrucaron para darse calor y contemplaron atónitos cómo
los ríos subían monte arriba a gran velocidad.

De pronto vieron a un oso perezoso mal herido que intentaba salvarse, al ver
que el animal no lograba salir del agua decidieron ayudarlo, al principio
sintieron pánico al ver que en cualquier momento el agua desbordada podía
alcanzarlos, pero por suerte había un árbol gigante que era mágico, como si
tuviera vida propia, cuando el agua estaba a punto de arrástralos a ellos y al
oso perezoso, el árbol estiro una rama y los agarro a los 3 y los llevo al refugio.

Al pasar las horas, el oso perezoso comenzó a aullar como pidiendo ayuda,
pero no dejaba que se acercaran a revisar su herida, y de tanto aullar el oso se
durmió, en ese momento los niños aprovecharon en revisarlo y observaron
que tenía una astilla enterrada en la planta de su pie.

Por lo que procedieron a quitársela con mucho cuidado; al cabo de unas horas
comenzó anochecer y tenían mucha hambre, lo malo era que se encontraban
en una cueva sobre el pico de una montaña altísima rodeados de agua, el cual
era un inconveniente porque no había ningún lugar donde buscar alimento.

Aguantaron mucho tiempo sin probar bocado, y cuando estaban a punto de


desfallecer, dejó de llover.

A lo que Jorge dice, ¡Mira, hermanita! parece que las lluvias han llegado a su
fin, pero todo a nuestro alrededor aún sigue inundado. Esperemos que bajen
pronto las aguas y podemos volver a casa.

A lo que Ana responde, Sí pero mientras tanto ¿qué comeremos?, llevamos


horas sin llevarnos nada a la boca.
Su hermano la miró con tristeza y la abrazó, pues para eso no tenía solución.

Lo siento pero solo nos queda confiar en que el agua desaparezca rápido para
poder bajar la montaña y buscar algo que comer.

Al llegar la noche la pasaron arrimados el uno al otro para no pasar frío y el


oso perezoso estaba tan débil que no podía levantarse. Al amanecer, un rayito
de sol se coló por la cueva y despertó a la muchacha. Abrió los ojos y su
corazón empezó a latir muy fuerte de alegría.

– ¡Hermano, hermano, mira esto!

El joven se sobresaltó.

– ¡Dios Mío!… ¡Pellízcame por si todavía estoy soñando!

¡No se lo podían creer! Alguien había ingresado a la cueva mientras dormían


y había colocado varios platos de comida sobre un mantel fabricado con hojas.
¡Jamás habían imaginado poder darse semejante banquete en esa horrible
situación!

Se lanzaron sobre los platos como lobos hambrientos y empezaron a


devorarlas. Comieron hasta que estuvieron a punto de reventar luego
apartaron frutas para dárselas a su compañero de cueva el cual reacciono igual
que ellos, comió con mucha voracidad, luego todos después se tumbaron boca
arriba, con las manos extendidas y una sonrisa de oreja a oreja.

¡Ha sido la mejor comida de mi vida, hermanita!

¡Ay, qué delicioso estaba todo! Me pregunto quién la habrá traído… ¿Tal vez
alguien que nos vigila?

No tengo ni idea ¡Todo esto es muy raro!


Sí, lo es. Esta noche nos quedaremos despiertos esperando y le daremos las
gracias.

Esperaron los 3 impacientes a que terminara el día y la luna llena apareciera


en lo alto del cielo. Entonces se escondieron atrás de una roca que había en la
cueva y protegidos por la oscuridad esperaron la visita del misterioso amigo.

De repente oyeron unos extraños ruiditos y de entre las sombras vieron unas
ramas del árbol ingresar, y el hermano recordó que el árbol les había salvado
la vida y entre ellos estaban varias águilas disfrazados de humanos.

¡La escena fue impactante para ellos! ¡Quienes les habían dejado la comida
eran las águilas que iban cubiertos con ropas de personas!… los cuales volvían
cargados con más alimentos.

Asombrados, los 3 salieron de su escondite para darles las gracias, pero en vez
de eso, se comenzaron a reír de manera burlona inclusive el oso perezoso ¡Las
águilas tenían una pinta tan graciosa que era imposible aguantar las
carcajadas!

¡Ja, ja, ja! ¿Pero qué hacen estos animales vestidos así?

Sí… ¡Ja, ja, ja! ¡En mi vida he visto cosa igual! Se ve que vienen de una fiesta
de disfraces o algo así.

Al escuchar las burlas, el árbol mágico y las águilas se sintieron muy


ofendidos. Sin decir ni una palabra se miraron a los ojos y desaparecieron en
un abrir y cerrar de ojos.

Los chicos y el oso salieron disparados hacia la entrada de la cueva y


comenzaron a gritar con lágrimas en los ojos.

¡Oh, no, no se vayan por favor! ¡Sentimos mucho haberlos ofendido!


¡Por favor, vuelvan! Ustedes nos salvaron la vida y estamos muy agradecidos
inclusive el oso, dijo el niño ¡Le suplicamos, perdón!

Al ver a los hermanos muy desconsolados el árbol mágico se les acercó, ya


que las águilas volaron al cielo muy cerca de las nubes. El árbol mágico de
manera telepática le comento a las águilas como estaban los hermanos y le
indico que vengan, los cuales no pudieron evitar sentir mucha pena por ellos
y como eran animales de buen corazón, hicieron una pequeña pirueta en el
aire y regresaron a la cueva de la montaña donde estaba el árbol mágico.

– ¡Gracias por volver, amigos! Hemos sido muy desconsiderados con vosotros
y les prometemos que no volverá a suceder.

– Mi hermano tiene razón… ¡No volverá a suceder! Y el oso perezoso hizo


una pirueta en agradecimiento

El árbol y las águilas se sintieron valorados y supieron perdonar. Desde


entonces empezaron a acudir cada día a la cueva, siempre disfrazado de
personas, cargado de comida ya que las aguas aun no bajaban.

El tiempo fue pasando y el nivel del agua que lo cubría todo fue bajando poco
a poco. El sol, cada vez más brillante e intenso, ayudó a secar la tierra y a que
el paisaje recuperara el esplendor de antaño.

Por fin, una mañana los dos hermanos y el oso perezoso descubrieron que
todo volvía a su normalidad, los ríos y la ladera de la montaña volvía a estar
a la vista ¡No quedaba ni rastro de la inundación!

Esperaron a que el árbol mágico y las aves fueran a visitarlos y el muchacho


les anunció con emoción:

– Es hora de que regresemos a casa y reanudemos nuestra vida. Le vamos a


echar mucho de menos… ¡Sin ustedes no habríamos podido sobrevivir!
Su hermana también estaba conmovida.

Por lo que los hermanos le pidieron al árbol mágico 2 deseos. El primero era
de que el oso perezoso lo convierta en un niño ya que ellos se habían
encariñado mucho con él y el oso igualmente , además ellos deseaban tener
otro hermano para jugar y el segundo era de que las águilas se vayan con
ellos .

-Por lo que el árbol les respondió:

-Niños he visto como han tratado al oso con mucho cariño y amor y lo han
cuidado como uno de ustedes , por lo que les cumpliré el deseo pero con una
condición :

-¿Cuál dijeron los hermanos ¿

-Deberán de proteger a los otros osos perezosos y al resto de animales que


habitan por la zona.

-Por lo que ellos encantado aceptaron la condición, y sobre las águilas es


decisión de ellos si desean ir con ustedes, ellos han sido mis compañeros
desde hace mucho tiempo .

-por lo que las águilas no dijeron ni reaccionaron nada ……

– ¡Ojalá pudieran venir con nosotros a nuestro pueblo, queridas águilas

Entonces el árbol invoco a la madre naturaleza en una oración y el oso al


escuchar esa oración en un instante se convirtió en un niño.

Al ver a los hermanos se abrazaron.


Se despidieron de los generosos animales con lágrimas en los ojos y los 3
comenzaron a descender la montaña donde tantos días habían pasado.

Caminaron unos minutos cuesta abajo y sentían como que alguien los miraba
fue por lo que observaron la vista atrás con melancolía ¡Su sorpresa fue
mayúscula cuando vieron que las águilas les seguían como perritos falderos!

El chico exclamó entusiasmado:

– Mira, hermana, se ha cumplido tu deseo… ¡Se vienen con nosotros!

Los tres continuaron felices con la pequeña comitiva detrás, y al llegar a su


poblado ¡oh, sorpresa!…Las águilas se transformaron en seres humanos de
verdad ¡Sin duda, al igual que el árbol , ellos también eran seres mágicos!

Según cuenta esta antigua leyenda, las águilas eran en realidad una pareja de
esposos que perdieron a sus 2 hijos en una inundación por lo que ellos le
pidieron a los dioses de la selva que los conviertan en águilas para poder volar
y cuidar de los animales, por lo que ellos ya con el tiempo superaron la tristeza
de la pérdida de sus hijos y con esta experiencia con los hermanos, decidieron
seguir a los hermanos al pueblo y adoptar forma humana de verdad para vivir
entre hombres y mujeres de carne y hueso.

Y también cuenta esta leyenda que se integraron muy bien con sus nuevos
vecinos, tuvieron hijos que heredaron la belleza y los poderes de sus
antepasados, los hermosos loros .
LAS AGUILAS DEL HACENDADO

Había una vez un hombre muy rico, que vivía en una parte del Ecuador. Era
bien conocido en todo el sector, ya que era un gran amante de los animales,
en cierta ocasión, recibió por su cumpleaños un regalo que lo hizo muy feliz,
se trataba de dos simpáticas crías de águilas.
El hacendado se entusiasmó, eran muy bonitas y parecían dos bolitas de
algodón.

¡Qué suaves son! dijo a su familia mientras las acariciaba ¡Voy a hacer de
ellas unas expertas cazadoras! ¡Que venga ahora mismo el maestro de cetrería!

En cuestión de minutos, un hombre bajito pero con apariencia fuerte como un


toro apareció en la sala. Era el maestro de cetrería más experimentado del
sector. Su trabajo consistía en cuidar y amaestrar a las águilas desde que
nacían. El hacendado confiaba plenamente en su trabajo, pues no había nadie
que supiera más de aves.

Acaban de regalarme estas 2 águilas, sé que las cuidarás y entrenarás con


mucho esmero dijo el hacendado con una sonrisa, llévatelos y mantenme
informado de su aprendizaje.

Así lo haré, patrón…respondió el experto.

Pasado un tiempo, el maestro cetrero fue a visitar al hacendado y éste le


recibió sentado en su silla preferida en la antesala.

Patrón, tengo algo muy importante que decirle. Verá… Llevo semanas
cuidando sus nuevas águilas y procurando que aprendan el arte de volar. Las
dos han crecido y están hermosas, pero sucede algo muy extraño. Una de ellos
vuela con destreza y gran rapidez, pero la otra no se ha movido de una rama
desde el primer día.

¿Y a qué crees que se debe ese extraño comportamiento? le pregunto el


hacendado poniendo cara de asombro.

No lo sé, señor… Jamás había visto a un águila comportarse así.

Está bien, llamaremos a los mejores cuidadores del poblado para que la vean
y nos aconsejen, sentenció el hacendado
Y así fue. Hasta nueve cuidadores pasaron por la hacienda para hacer una
revisión del animal, pero ninguno encontró algún motivo que explicara por
qué el ave se negaba a moverse del árbol. El hacendado tomó entonces la
decisión de ofrecer una buena recompensa a la persona que fuera capaz de
hacer volar a su águila.

Al día siguiente un rayo de sol entró por la alcoba del hacendado mientras
dormía plácidamente. La luz se reflejó en su cara y le despertó. Con los ojos
todavía entrecerrados, se asomó a la ventana como cada día para ver
amanecer. A lo lejos distinguió la figura de un ave que se acercaba batiendo
sus alas para acabar posándose en el alféizar junto a él ¡El halcón miedoso
había volado y le miraba con sus curiosos ojitos! ¡Qué alegría! Descalzo y en
pijama corrió hacia la puerta de su casa. Salió y encontró al maestro cetrero
charlando con un joven que sujetaba su sombrero junto al pecho. El hombre
le miró fijamente, y le dijo:

¿Has sido tú quien ha conseguido que mi águila logre volar, muchacho?

El joven se puso rojo como un tomate y contestó con timidez.

Sí, señor – dijo bajando la cabeza.

¡Fantástico! ¿Cómo lo has hecho? ¿Acaso tienes algún poder o algo así?

No, señor, nada de eso. Sólo corté la rama y el halcón no tuvo más remedio
que abrir sus alas y echar a volar.

El hacendado entendió que el miedo a lo desconocido a menudo nos paraliza,


nos hace aferrarnos a lo que ya tenemos, a lo que consideramos seguro, y eso
nos impide volar libres. Ahora veía claro que, al igual que la. miedosa águila,
todos somos capaces de hacer más cosas de lo que pensamos y que es cuestión
de tener confianza en nosotros mismos.
El hacendado respiró hondo y agradeció al joven por su importante enseñanza.
Le entregó una buena recompensa y le invitó a sentarse con él en el jardín, a
contemplar el magnífico vuelo de sus dos águilas.

Y colorín colorado, el cuento ha terminado.

DEDICATORIA

Este cuento lo dedico a todas las personas

que le gustan los animales y a mi familia

por brindarme el apoyo necesario

para que mi educación y agradecerles

por que ellos forman parte de mí día a día,

y me ayudan a descubrir lo hermoso del mundo y la vida

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