Festines y Ritualidades Indígenas
Festines y Ritualidades Indígenas
Festines y Ritualidades Indígenas
5. P
27. A :
R F
Stanislaw Iwaniszewski
53. E
M G, M
Samuel L. Villela Flores
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Para una discusión al respecto, en particular de problemáticas comunes en la arqueología al em-
plear nociones sociológicas o antropológicas como religión y ritual, véanse Insoll [2001, 2004],
Renfrew [1985, 1994] y Brück [1999].
FESTINES Y RITUALIDADES
Así, la religión2 puede conceptuarse como una parte crítica del sistema
social que consta de representaciones colectivas que son fuente de solida-
ridad e identificación, es un medio de comunicación y de cohesión de los
sujetos creando una clasificación del mundo entre lo sagrado y lo profano
[Durkheim, 1993]. La religión es un conjunto de creencias y prácticas me-
diante las cuales la sociedad se representa a sí misma y para sí misma; es una
institución con un complejo de dimensiones teóricas, prácticas, sociológicas
y vivenciales que se distingue por objetos característicos, metas y funciones.
Se trataría entonces de sistemas de acciones colectivas públicas que se fun-
damentan en reglas, de la expresión de credos que emanan de una mezcla
de ideas y predisposiciones conducentes a organizar el mundo en términos de
lo que se considera sagrado. Incluye lo intangible, irracional, indefinible, que
resulta de una tradición de pensamiento acerca de los problemas fundamen-
tales que enfrentan las personas, o sea la vida, lo positivo o benigno, lo
negativo o maligno, la muerte, en fin, las principales preocupaciones de la
condición humana [Insoll, 2004].
La religión constituye un sistema de símbolos que establecen estados aní-
micos y motivaciones en los individuos, que formulan concepciones acerca
del orden general de existencia, mismas que se enmarcan en un halo de efec-
tividad en forma tal que los estados anímicos y motivaciones parecen quedar
investidos de realismo [Geertz, 1987].
Cualquier religión se caracteriza por ser social, dado que conecta a los
seres humanos con númenes y entre sí, además de que es pública pues im-
plica prácticas de esa clase y creencias y, por último, es sistemática ya que
representa un conjunto de credos, sentimientos y prácticas que tienen como
objeto a seres o fuerzas invisibles e intangibles que un grupo determinado
reconoce como superiores, de los que depende y con los cuales se relaciona
ya sea mediante alabanzas interiores como la oración, meditación, o bien
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El lector interesado en ahondar en estudios seminales acerca de la religión puede recurrir tanto
a la obra de Durkheim [1993], publicada originalmente en 1912, como a la de Weber [1977] que
saliera a la luz póstumamente en 1921. Por otra parte, Bowie [1999] presenta un detallado com-
pendio acerca de las diversas aproximaciones teóricas en el estudio de la religión en el seno de la
antropología, caso análogo al de Cantón Delgado [2001], mientras que varios de los volúmenes
de autoría de Rappaport [cfr. 1979, 2001] incluyen, desde su particular perspectiva, múltiples
aspectos de lo religioso y de la ritualidad.
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PRESENTACIÓN
exteriores a través de actos litúrgicos. Precisamente por el hecho de que la
religión refiere a seres casi naturales y no naturales con los que las personas
entablan relaciones especiales de amor/temor, númenes de los que se pue-
den recibir ya sea beneficios o perjuicios, se vuelve indispensable complacer-
los, rehuirlos o someterlos para recibir favores o bien prevenir infortunios.
En consecuencia, en el ámbito de lo sagrado se diseñan prácticas religiosas
fijadas en el tiempo, conforme a ciclos festivos, celebraciones que represen-
tan actos performativos públicos y formales que intervienen activamente en
el proceso social, que tienden a posicionarse en lo liminar respecto a la vida
diaria pues constituyen rupturas en la cotidianeidad. Se trata, entonces, de
rituales3 que son un medio para reafirmar periódicamente al grupo social,
que festejan o conmemoran aspectos asociados con las fuerzas sobrenatura-
les que para los creyentes son la causa de los fenómenos naturales y cultura-
les [Durkheim, 1993; Rodríguez Becerra, 2000; Tambiah, 1979; Turner, 1992;
Turner y Turner, 1982].
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El lector puede buscar mayores detalles respecto al ritual así como diversos abordajes teóricos
en el campo de la antropología, en estudios fundacionales como el de Van Gennep [1986]; la
obra de Turner [cfr. 1968, 1977, 1982a, 1982b, 1984, 1988, 1992] que ha sido la de más impacto
en el pensamiento antropológico de fines del siglo y hasta la fecha aunque ha sido sometida
a críticas [Grimes, 1987, 1990, 2004]; los tratados y compendios de La Fontaine [1972], Ker-
tzer [1988], Le Coppet [1992], Bell [1992, 1997], Díaz Cruz [1998], el ya citado de Rappaport
[2001] así como el de Kreinath, Hartung y Deschner [2004]; sin que se pretenda agotar con
estas referencias la literatura existente. En lo que compete a la arqueología, Conkey [1985] fue
de las primeras en preocuparse por el tema y recientemente Ross y Davidson [2006] presen-
taron una relevante reelaboración y aplicación de los planteos de Rappaport. Para estudios
centrados en Mesoamérica, pueden consultarse los volúmenes editados por Plunket [2002],
Gonlin y Lohse [2007] así como por Wells y Davis-Salazar [2007], mientras que para enfoques
interdisciplinarios en estudios efectuados en Iberoamérica está el compendio de Lienhard
[2003], entre otros. Cabe destacar que no es nuestra intención entrar en polémicas acerca de
la diferente connotación que autores como Grimes [1990] encuentran en términos como rito,
ritual, ritualizar y ritualización, sin embargo para quien se interese, incluimos las definiciones
pertinentes. Así, rito en una acción específica que se ubica en un tiempo y espacio concretos
y que reconocen como distinta a la experiencia ordinaria los integrantes de un grupo dado.
Por otra parte, un ritual es la idea general de la cual un rito es un ejemplo específico. Ritualizar
refiere a un ritual emergente o de reciente construcción, es la actividad de “incubación” del
ritual de manera conciente y deliberada o en forma acumulativa, en tanto que la ritualización
es una clase de práctica, una búsqueda de un estilo específico de estar en nuestros cuerpos y
en el mundo.
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El mito puede definirse de múltiples formas si bien, en aras de la brevedad, puede considerarse
como una narrativa que presenta una visión del mundo como una totalidad de significados,
simbólica y metafóricamente [cfr. Gadamer, 1999].
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PRESENTACIÓN
simbólico [Díaz Cruz, 1998; Douglas, 1978; Gluckman, 1962; Mèlich, 1996;
Parkin, 1992; Turner, 1984].
Los rituales son dispositivos nemotécnicos que contienen información
práctica y de las relaciones de poder, entre otros aspectos, fijan además las
percepciones culturales del tiempo y espacio, de intervalos cíclicos e irre-
gulares; gracias a que son reiterativos, su contenido es identificable pues “la
repetición es el medio por el cual aparecen configuraciones inconscientes”
[Galinier, 1990:33].
Los rituales, las creencias religiosas y los símbolos están íntimamente
relacionados y, desde la perspectiva de Turner5 (1977), el ritual es una se-
cuencia estereotipada de actividades que involucran gestos, palabras, ob-
jetos, que se ejecutan en lugares específicos y que se diseñan para influir
en entidades o fuerzas sobrenaturales conforme a los fines e intereses de
los actores. Los rituales son depósitos de símbolos significativos a través
de los cuales se revela y considera información de índole autoritaria acerca de
valores cruciales en una comunidad, de símbolos sociales y religiosos [Tur-
ner, 1968]: los ritos son reguladores del cambio social y del poder, dramas
sociales cuya función principal es lograr un equilibrio, aun cuando sea
conflictivo, en el seno de la sociedad.
Es incuestionable que existe una relación estrecha entre múltiples fes-
tividades6 y la religión, además de que, de hecho, las fiestas constituyen
escenarios rituales, son uno de los contextos para el ritual religioso aunque
no quedan excluidas de lo mundano y secular [Bricker, 1986; Rodríguez
Becerra, 2000]. El evento festivo es un punto de referencia en el cual lo
extraordinario remite a lo ordinario e inclusive, cuando la fiesta no raya
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Hay que hacer notar que independientemente de que en el planteamiento turneriano se restrin-
ge lo ritual a actos performativos religiosos, los rituales abarcan múltiples aspectos de la vida
cotidiana y su estudio no es simplemente la investigación de la religión [cfr. Grimes, 1990]. De
hecho, los ritos marcan la relación de los grupos sociales con toda clase de esferas cognitivas,
desde lo divino, el tiempo, la naturaleza y el contexto f ísico, las costumbres cíclicas en las fes-
tividades y los pasos o tránsitos en la vida de los sujetos [Jiménez de Báez, 2003], si bien otros
autores han propuesto categorías taxonómicas distintas [Bell, 1997; Grimes, 1987, 1990].
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El estudio antropológico, etnográfico e histórico de las fiestas es un tema prolífico en investiga-
ciones que se han efectuado en todo el orbe de años a la fecha. Véanse, por ejemplo, las obras de
Vogt [1955], Aijmer [1964], Hill [1972], Kirsch [1973], Metraux [1976], el compendio editado
por Turner [1982], o bien en relación con enfoques de índole teórica y el tratamiento de casos
específicos a Velasco [1982a], Ariño [1996] y Torres Cisneros [2003].
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FESTINES Y RITUALIDADES
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En el sentido que plantea Durkheim [1993], la efervescencia colectiva surge como un estado
temporal del simple hecho de congregarse como vía de estimulación, de exaltación, que llega a
ser de tal intensidad que los sujetos sienten la necesidad de ir más allá de los cánones estable-
cidos trastocando las conductas ordinarias; por su naturaleza comunal, remarca las emociones
asociadas con las actividades de culto y los participantes se involucran en relaciones más ínti-
mas y dinámicas.
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PRESENTACIÓN
acciones, que se expresan a través de actividades y rituales con significados
específicos en un contexto que se separa del cotidiano en lo relativo a la in-
teracción social; estas celebraciones forman parte del sistema de ordenación
del tiempo, de estructuración y reestructuración social, al denotar el trán-
sito entre una secuencia temporal y la siguiente. Incluso se llega al desen-
freno extremo en esencia dionisiaco, como ocurre con motivo del carnaval,
cuando se rompe con el orden social, se violenta el cuerpo, se abandona la
personalidad y los individuos se hunden en una especie de subconsciente
colectivo [cfr. Caro Baroja, 1979; Cox, 1969].
Como remarca Velasco respecto a la creación del “ambiente de fiesta”:
… la fiesta es un contexto complejo en el cual tiene lugar una intensa interacción
social, y un conjunto de actividades y de rituales, junto con una profusa transmi-
sión de mensajes, algunos de ellos trascendentes, otros no tanto, y un desempeño
de roles particulares que no se ejerce en ningún otro momento de la vida comu-
nitaria [Velasco, 1982b:8].
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Douglas [1984, 1987] compendia varios análisis al respecto.
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FESTINES Y RITUALIDADES
Por medio de la comida común se renuevan los lazos sociales del grupo entre
sí y con sus divinidades, demostrando un origen común, una cercanía... Los
dioses y sus fieles, de esta manera... dependen de un tronco común [Cadenas de
Gea, 2005:173].
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El derroche en contextos festivos fue tema de interés de estudios clásicos como el de Boas [1966]
acerca del Potlatch así como de otros relacionados [cfr. Rosman y Rubel, 1971], con énfasis en la
relevancia política de esta clase de rituales, además de que se insertaron en los planteamientos
teóricos los asociados con la redistribución y el otorgamiento de bienes a manera de dones
[Mauss, 1967], tópico que a la fecha continúa vigente en la antropología [cfr. Godelier, 1998]. De
hecho, hay múltiples ensayos relativos al folclor, la antropología y la arqueología que exploran
los nexos entre el intercambio de regalos o la entrega de dones, los festines, la conformación de
redes sociales y estructuras de poder, así como la construcción de la identidad. La “arqueología
de los festines” ha cobrado gran impulso recientemente, incluyendo a la etnoarqueología como
estrategia de investigación [cfr. Bray, 2003; Dietler y Hayden, 2001; Hayden, 1996; Lucero, 2003;
Mills, 2004; Rosenswig, 2007].
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PRESENTACIÓN
Así, los festines establecen un espacio-tiempo de convergencia en torno a
la comida y todo lo que se ingiere, propiciando que se activen y fortalezcan las
redes sociales que cohesionan a un grupo dado en su conjunto o a los actores
que son copartícipes de los convites rituales; en estos eventos se posibilita la
reconfiguración de los límites del grupo, se definen o restauran las jerarquías
internas además de que, al compartir alimentos, bebidas que pueden ser al-
cohólicas e incluso en ocasiones sustancias enteógenas, se llega a reducir la
tensión tanto individual como intergrupal y se crean estados de percepción y
expresiones comunes de efervescencia colectiva [cfr. Grignon, 2001].
Entre las categorías que define Grignon [2001] para el comensalismo,
son de importancia las que denomina de excepcionalidad, las segregativas y las
de trasgresión. La comensalía excepcional cubre los festines asociados con
eventos en el ciclo de vida de los individuos, así como las celebraciones que
implican compartir alimentos y bebidas con motivo de festivales religiosos.
El comensalismo segregativo se caracteriza como un medio para establecer
o restaurar a un grupo dado, sobre todo en sociedades con diferencias mar-
cadas entre estamentos o clases sociales, de manera que en los festines se ex-
cluye a individuos ajenos al grupo restringiendo la membresía, propiciando
la construcción de la identidad de sus integrantes a través de sentimientos
de euforia colectiva y definiendo, paralelamente, las divisiones o jerarquías
intragrupales. Para el caso de la comensalía de trasgresión, a pesar de que
están marcadas las fronteras y la oposición entre grupos sociales (caso sobre
todo de sistemas monárquicos), en los festines se derrumban las barreras
temporalmente de manera que se genere una relación de intercambio en-
tre las partes involucradas de diferente estatus económico o social; en esta
modalidad se reconoce la asimetría entre los sujetos que tienen una jerar-
quía alta o baja, el anfitrión es claramente reconocible entre los invitados al
ágape, a quienes les ofrece dones en este proceso, además de que todos los
asistentes consumen las mismas viandas y bebidas para que se establezca un
sentimiento de necesidades comunes [Donahue, 2003].
Una propuesta clasificatoria de los festines resulta de interés en esta ex-
posición aun cuando no es exhaustiva y la variabilidad puede ser más pro-
fusa dependiendo de los niveles de complejidad social; el esquema al que
referimos parte de las estrategias asociadas con la comensalía, es decir la
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FESTINES Y RITUALIDADES
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Como heurística este esquema es más explícito, de mayor alcance y aplicabilidad que el pro-
puesto por Dietler [1996, 2001] respecto a la función de los festines en la economía política de
sociedades tradicionales.
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PRESENTACIÓN
las Sociedades Complejas”, del Posgrado en Arqueología de la Escuela Na-
cional de Antropología e Historia, se deriva en parte de las exposiciones
que se presentaron en el marco del coloquio cuyo nombre le da el título a
este libro, celebrado en esa casa de estudios en noviembre de 2005. En esta
obra incluimos investigaciones llevadas a cabo por profesores, estudiantes
egresados del nivel de maestría, colaboradores del cuerpo académico citado
y otros especialistas en el estudio de las religiones.
El libro inicia con el ensayo de Stanislaw Iwaniszewski “Apuntes para la
arqueología del ritual: los lugares de culto en la sierra del Río Frío”, que ex-
presa la preocupación del autor por el estudio de los rituales en la arqueolo-
gía; argumenta que éstos son parte primordial en las vivencias de los sujetos
al estar en el mundo, son de carácter discursivo y recursivo, además de crear
sentimientos conducentes a producir experiencias religiosas en común. Para
el autor, el ritual es un conjunto de prácticas estereotipadas y específicas
que tienen fuerte contenido simbólico relacionado con las representaciones
colectivas del mundo y de la sociedad misma. El estudio de caso versa en
la construcción del paisaje acorde con las relaciones visuales espacio-tem-
porales y las actividades de culto vinculadas con la fertilidad en cimas de la
cuenca de México, en particular para el Posclásico Tardío en torno al numen
del agua, Tlaloc, tomando en cuenta la conformación de calendarios rituales
en función de ciclos de festividades.
Por su parte, Samuel L. Villela Flores se aboca a un estudio intitulado “El
culto a los cerros y los tamales tzoalli entre los nahuas de la montaña de Gue-
rrero, México”, mismo que deriva de acuciosos trabajos de campo, la base para
que el autor analice el ritual agrícola en la Mixteca nahua tlapaneca, donde en
la actualidad hay pervivencias de pautas rituales mesoamericanas. El autor
realiza una comparación entre varios elementos definitorios de ceremonias
registradas en diversas fuentes etnohistóricas respecto a entidades numinosas
de la lluvia, el agua, la tierra, los cerros sagrados y la fertilidad, con la ela-
boración, uso y consumo contemporáneos de tamales con representaciones
antropomorfas y zoomorfas de deidades entre los nahuas de la Montaña de
Guerrero. Con estas bases, se ilustra que en términos simbólicos y cosmovi-
sionales hay pautas culturales que se han resemantizado y adecuado al con-
texto actual para dar continuidad al ritual agrícola cíclico contemporáneo, en
función, incluso, de mitos genésicos.
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FESTINES Y RITUALIDADES
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PRESENTACIÓN
por lo general cuentan con escaso apoyo en la evidencia arqueológica. Con
esas bases, el autor propone una forma alternativa de aproximarse a la pro-
blemática de estudio a partir, por un lado, del análisis de la ritualidad religio-
sa que describen las fuentes coloniales como fuente para la construcción de
modelos arqueológicos y, por el otro, conforme a la confrontación de éstos
con las evidencias que se encontraron en algunos contextos de excavaciones
arqueológicas pertinentes, con la finalidad de evaluar su utilidad.
Rebasando las fronteras nacionales, Silvia Seligson nos conduce hasta
Asia con su estudio acerca de las “Ofrendas en los ritos chamánicos de Co-
rea”, centrado en el ritual de esta índole que, en esencia, es un festín para
todos los que participan en esas ceremonias. En este marco, los chamanes
se encuentran con los dioses y les comunican los deseos de las personas,
quienes los agasajan con ofrendas diversas que incluyen, además de bebida y
comida, música, danza y drama que se llevan a cabo con una amplia gama
de objetos rituales y colorida vestimenta. La autora nos habla de alimen-
tos que son ofrecidos y compartidos por todos dependiendo de los dioses y
el tipo de ritos involucrados, explicando su simbolismo. Asimismo, exami-
na algunos ritos confucianos tradicionales, los cuales presentan diferencias
importantes con los chamánicos, y manifiestan la polarización ideológica
prevaleciente en la sociedad coreana.
Continuando el recorrido por tierras asiáticas hasta épocas ancestrales,
Walburga Wiesheu presenta el estudio intitulado “Viviendo y gobernando
con los ancestros: fiestas funerarias en la China antigua”, con énfasis en que
el comensalismo ritual de alimentos y bebidas en ocasiones especiales se ha
convertido en un importante tema de estudio para la arqueología. La inves-
tigación versa en el desarrollo de fiestas realizadas como parte de los rituales
mortuorios y el culto a los ancestros, práctica que involucraba el uso de ela-
boradas vasijas de metal en las que se ofrendaban y consumían alimentos,
principalmente bebidas alcohólicas. Conforme a las creencias religiosas, es-
tos líquidos propiciaban que los ancestros continuaran formando parte de la
comunidad de los vivos, en una compleja relación de interdependencia mu-
tua conducente a asegurar la salud, paz y prosperidad de sus descendientes.
En el siguiente ensayo, de Rosa del Carmen Martínez Ascobereta, figura
la Grecia clásica plasmada en “Dionisos: del vino, el éxtasis y el escenario”,
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FESTINES Y RITUALIDADES
deidad polimorfa cuyo culto expresa una íntima relación entre la palabra
mítica y la ritualidad, del relato y la escenificación teatral dramaturgia. El
hijo de Zeus, hombre trastocado en numen, errante, extranjero, da origen
a un culto orgiástico que se aleja de lo oficial en un principio en la sociedad
griega al romper con los cánones establecidos para, posteriormente, pasar a
la institucionalización de las festividades cíclicas en su honor, con la fertili-
dad, la ingesta de vino como vía de comunión con el dios mediante el éxta-
sis, las danzas, la música, los excesos desenfrenados y la muerte como ejes
sustanciales del ritual, símbolos incluso del poderío ateniense en su época
de esplendor en el caso de las Grandes Dionisias. Según explica la autora, las
epifanías centradas en el dios y sus imprevistos mensajes, respondieron a ne-
cesidades espirituales y religiosas de los antiguos griegos según un contexto
histórico preciso. Los mitos y ritos de Dionisos sintetizan creencias funda-
mentales en que la exaltación de las emociones, los desenfrenos sensuales, la
liberación de las restricciones, tendían el puente para que los fieles alcanzaran
lo divino, para que el sujeto se convirtiera en el contexto festivo en “otro”.
“Una fiesta de amigos: Festividades dionisiacas en torno a la tumba de Jim
Morrison”, es el ensayo de autoría de Patricia Fournier y Luis Arturo Jiménez
que cierra el volumen. El análisis muestra que hay formas de religiosidad
civiles o seculares y rituales de esa naturaleza en la sociedad contemporánea.
A partir de datos recabados en el cementerio del Père Lachaise en París y
en un bar próximo a ese camposanto donde reposan los restos mortales de
Jim Morrison, se ilustran los mecanismos a través de los cuales los fans del
afamado cantante estadounidense de rock en la era de la psicodelia feste-
jan la vida y la muerte de su ídolo. Los festines que realizan quienes como
comunidad se consideran a sí mismos la “familia de Jim Morrison”, una tri-
bu moderna sensu Maffesoli, son una forma de actividad ritual que implica
el consumo de alimentos pero, sobre todo, bebidas alcohólicas e inclusive
narcóticos estimulantes, llegando a niveles casi orgiásticos en ocasiones.
Esta clase de rituales tienen un papel de gran importancia para fortalecer
tanto los lazos intracomunitarios como los mecanismos de identidad e, in-
cluso, en épocas recientes sirven para promover la definición de posiciones
de liderazgo y la conformación de estructuras de poder real o simbólico al
interior del grupo. En consecuencia, estos festines constituyen una arena
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PRESENTACIÓN
para las representaciones simbólicas y para la manipulación de las relacio-
nes sociales en el seno de esta neotribu.
Ya para concluir y una vez expuestos sucintamente los elementos bá-
sicos que desarrollan los distintos autores en este compendio, sólo resta
agradecer al Programa de Mejoramiento del Profesorado () el fi-
nanciamiento otorgado al cuerpo académico “Arqueología e Historia de las
Sociedades Complejas”, en el marco del 3.3, para que esta obra salga a la
luz, así como al Departamento de Publicaciones de la que llevó a cabo
la conformación del volumen. Dejamos pues al lector para que prosiga,
según sus intereses, con una o más de las ritualidades que encontrará en
este compendio, para que sea copartícipe de festines y experiencias en un
tratado que invita a reflexionar acerca de la arqueología y la antropología
de las religiones.
Patricia Fournier
Walburga Wiesheu
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Apuntes para
la arqueología del ritual:
los lugares de culto
en la sierra del Río Frío
S I
Posgrado en Arqueología,
A pesar de que son muchos los investigadores quienes estudian los espa-
cios rituales de las sociedades pretéritas, pocos se dan cuenta de que el
análisis del ritual en el pasado exige algo más que una simple descripción de
los objetos denominados rituales y mucho más que una sola identificación
del ritual basada en fuentes iconográficas o textuales. Al contrario, el es-
tudio del ritual en el pasado constituye un reto para el arqueólogo que tiene
que salir del contexto de sus marcos conceptuales acostumbrados con el fin
de entender la dinámica de los fenómenos rituales de otras épocas pretéritas.
Hay que hacer notar que la práctica ritual, como objeto de estudios arqueo-
lógicos, ha sido sistemáticamente relegada de la reflexión teórica. Aunque
existe una vasta evidencia sobre las prácticas rituales en el pasado, es muy
poco, casi nada, lo que de ellas se puede decir con algún grado de certeza. Si
se toma en consideración que los rituales desempeñaron un rol importante
en las sociedades antiguas al impulsar el desarrollo del sistema simbólico y
del pensamiento cognitivo, es necesario retomar el estudio de las prácticas
rituales desde una perspectiva que además de la misma arqueología tome en
cuenta las teorías propias de la antropología y de las ciencias sociales.
Con frecuencia en la práctica arqueológica se define el ritual como la
reproducción casi mecánica y convencional de las prácticas rutinarias y/o
cotidianas aparentemente desprovistas del sentido original cuyo inicio se
remonta al pasado lejano (la práctica ritual del quehacer cotidiano es, por
ejemplo, el ritual de la preparación y del consumo del té entre los japoneses,
FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
chinos o árabes). Otros conceptos del ritual recalcan la fijación de las reglas
y/o acciones institucionalizadas dentro del marco de lo sagrado: “una con-
ducta formal prescrita en ocasiones no dominada por la rutina tecnológica,
y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas” [Turner, 1999:21].
Ya que la definición turneriana ocasiona serios problemas epistemológicos
[Grimes, 1990] hay que retomar otra definición. Al tomar en cuenta el carác-
ter discursivo del ritual prefiero denominarlo como un conjunto de prácticas
estereotipadas y específicas con un fuerte contenido simbólico relaciona-
do con las representaciones colectivas del mundo y de la sociedad misma,
utilizadas por las comunidades que viven-en-el-mundo. En mi opinión, los
sujetos que actúan en el ritual interpretan los mensajes simbólicos que se
emplean con el fin de construir/memorizar/transformar sus propios con-
ceptos del mundo y de sí mismos. Debido a una densa carga simbólica, los
participantes en el ritual interactúan sobre todo mediante la comunicación
simbólica (sensu Habermas). Desde esta perspectiva, la parafernalia ritual no
se percibe como un conjunto de cosas que se usan a lo largo del ritual, sino
como parte de una estructura inteligible que comunica/orienta a los parti-
cipantes acerca del significado del mundo (imaginario y material). El ritual
hace que la visión del mundo sea más ostensible, mientras que la práctica ru-
tinaria se basa en los conceptos implícitos y dóxicos del mundo. Recalco este
aspecto porque varias corrientes arqueológicas reducen sustancialmente su
reflexión acerca de los rituales. Aquí pueden verse las siguientes posturas
frente al fenómeno del ritual:
. Los investigadores que describen su material arqueológico con frecuen-
cia citan los fragmentos de las conocidas descripciones textuales con
el fin de dar sentido a los artefactos y sitios estudiados. Evidentemente
sus descripciones no aportan nada nuevo porque a los artefactos se les
asigna el papel pasivo y se les trata como un mero reflejo del ritual. Su
rol ritual se explica mediante las citas correspondientes. El investiga-
dor concluye que tal o cual ritual se celebró en un sitio determinado.
En muchas ocasiones las descripciones textuales carecen de un con-
texto propio. No sabemos a ciencia cierta cuándo se recitaban los mi-
tos, quiénes los recitaban, para quiénes se recitaban, cuántas versiones
circulaban y cuáles de las versiones se recitaban en contextos variados,
entre otros aspectos. En conclusión, las descripciones textuales tienen
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
que usarse con la debida crítica de fuentes y su correspondiente her-
menéutica.
. Los investigadores que describen el material que se recupera mediante
excavaciones intentan reconstruir en detalle la práctica ritual asignan-
do a los lugares excavados diferentes valores (funcionales, estructu-
rales, de sentido), que pueden corresponder a las conocidas fases del
desenvolvimiento del ritual. La supremacía de la narrativa textual no es
cuestionada. Se usa el material arqueológico para corroborar lo que ya
se sabe. Igual no se justifica el gasto invertido en la investigación —se
confirma lo ya conocido.
. Los investigadores quienes recalcan la funcionalidad de los rituales
en el marco sistémico y los presentan como mecanismos adaptativos
que se usan para garantizar el equilibrio (en las relaciones entre la so-
ciedad y la naturaleza) y la cohesión social. Partiendo de los modelos
que conciben a la sociedad como un sistema que actúa con el medio
natural, se buscan las causas que originaron los rituales asignándoles
el rol específico dentro del sistema social. Es fácil observar que el me-
canismo causal se basa en la racionalidad moderna y por lo tanto no
corresponde a la causalidad tal como la concibieron las sociedades en
el pasado remoto. Además, el modelo social que trata a los individuos
como parte del sistema se basa en los conceptos de la sociedad origina-
dos durante los siglos y , por lo tanto tienen que descartarse
como las herramientas analíticas viables para estudiar los significados
de la cultura material en el pasado lejano [Thomas, 2004:100-103].
Para estudiar los rituales desde la perspectiva arqueológica hay que reva-
lorizar su valor discursivo: los mecanismos políticos y sociales así como los
vehículos ideológicos que naturalizan y objetivan las relaciones del poder y/o
representan la estructura social como algo dado por sentado y que, además,
se usan para asegurar la reproducción social, la memoria colectiva, etcétera
[Barrett, 1991:1-4].
En este ensayo discutiré el papel de los rituales en la creación de los sen-
timientos encaminados a producir la experiencia religiosa común. Mi inves-
tigación se basa en el estudio de los aspectos del culto de la fertilidad de la
sociedad mexica en la Serranía del Río Frío (figura 1).
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
F
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
T T
Durante los continuos ascensos efectuados entre 1999 y 2004 se localizaron
nuevos sitios rituales ubicados en diferentes lugares en el macizo del Cerro
Tláloc (4 150 msnm) en la Sierra del Río Frío [Iwaniszewski, 2002, 2004]. Los
sitios que se ubican en las vertientes norte y oeste del Cerro Tláloc fueron
identificados como “lugares de culto de los dioses de la lluvia y de los cerros”
[Broda, 1996:455; 1997:130, 140-145]. Ya que en el análisis arqueoastronó-
mico del recinto ceremonial del Cerro Tláloc [Iwaniszewski, 1994; Morante
López, 1992:33; 1997:113, 118, 121, figs. 4 y 5; Šprajc, 2001:332] se hizo
énfasis en la importancia del elemento visual en el posicionamiento y cons-
trucción de los lugares relacionados con el culto del agua, en la investigación
mencionada se tomaron en cuenta las características visuales de los sitios
descubiertos. Como se sabe, las líneas visuales trazadas desde la cúspide del
Cerro Tláloc pasan por La Malinche (4 461 msnm), San Antonio /Cuaziato-
nale (3 880 msnm), la Sierra Negra (4 581 msnm) y el Pico de Orizaba (5 700
msnm) indicando las salidas del sol entre el 7 y 12 de febrero, posiblemente
relacionándose con el inicio del año mexica [Broda, 1983].
Los sacerdotes mexicas celebraron las ceremonias anuales asociadas con el
culto del agua y de la fertilidad tanto en los templos ubicados en las ciudades,
barrios y aldeas como en los recintos rituales situados fuera de asentamientos
humanos. La elección de los lugares apropiados para rendir culto a la lluvia,
montaña, maíz y agua no fue contingente pues tuvo que ver con la posibilidad
de comunicarse con los númenes. Por lo general, los sitios y lugares en donde
se realizaban dichos rituales se sitúan cerca de un depósito de agua (lagos,
estanques y corrientes de agua, manantiales y ojos de agua), de un elemento
rocoso (abrigos rocosos y cuevas) o en la zona de la cima de cerros o de al-
gunas elevaciones secundarias. Al parecer éstos fueron los rasgos que de-
terminaron que ciertos lugares fueran idóneos para realizar dichos rituales
[Iwaniszewski, 2001b]. Las interpretaciones de las funciones posibles de
estos sitios usualmente se basan en la presencia de cerámica ritual, con fre-
cuencia incluyendo tiestos de las llamadas vasijas efigie de Tláloc, mangos
y platos de sahumadores, vasijas miniatura y fragmentos de las navajillas de
obsidiana. Estos sitios se identifican como “lugares de culto de los dioses de la
lluvia y de los cerros” mencionados arriba, es decir, como lugares en donde
se celebraron las ceremonias propiciatorias en el ciclo agrícola, en particular
las prácticas de petición de lluvias y de agradecimiento por recibirlas.
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
rodea se convierten en entidades inseparables. Heidegger propone la idea
del Dasein (estar-ahí), o sea, de la existencia humana que llega a construirse
a sí misma o a volverse consciente de sí misma, mediante la conformación
de su propia historicidad (el Dasein sitúa al hombre en una espacialidad y
temporalidad particulares constituyentes de su propia historicidad). Los cri-
terios espacio-temporales son los que le permiten al hombre definirse a sí
mismo y constituyen su subjetividad. Por lo tanto, su mundo se convierte
en una entidad subjetiva. El hombre se construye a sí mismo mediante sus
relaciones específicas y subjetivas con el medio natural, y este medio natural
se convierte en parte esencial de su identidad —los dos entes se vuelven in-
separables. En otras palabras, el individuo llega a construir su “yo” subjetivo
reconociendo en su entorno cierto orden o un modelo a seguir. Al percibir
la seguridad ontológica, el individuo se siente incuestionable en la realidad
que lo rodea.
No obstante, por otro lado, el hombre puede construirse a sí mismo cuan-
do se relaciona con los demás individuos. Las relaciones con los demás tam-
bién se sitúan en temporalidades y espacialidades particulares que entre los
individuos actuantes tienen que reconocerse como específicas y significan-
tes para poder crear relaciones significativas. Entonces el conocimiento de
esas temporalidades y espacialidades se vuelve intersubjetivo, compartido
por los individuos actuantes. Para que los individuos reconozcan que las
relaciones entre ellos son significativas tiene que existir un grado mínimo de
acuerdo común; y cuando los individuos tienen que coordinar sus prácticas,
ejecutadas bajo condiciones de común acuerdo, deben desarrollar un saber
intersubjetivo y/o objetivo para comunicarse. Este saber a su vez permite
que ellos mismos se entiendan en relación con la la situación en la cual se
encuentran y sobre la manera de resolverla [Habermas, 1987]. También el
mismo hombre, un ser potencialmente subjetivo se vuelve intersubjetivo/
objetivo cuando se ve activamente involucrado en relaciones espaciales y
temporales con los demás [Heidegger, 1999:116-129, 379-423]. No sólo el
medio ambiente natural se ve inseparable del ser humano, sino que se con-
vierte en el medio indispensable de la práctica social. Aún más, las diferentes
propiedades del entorno natural, las diferentes localidades en el espacio na-
tural, constituyen las condiciones para definir, crear, estructurar, realizar las
prácticas sociales correspondientes.
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
rieron a causa de Tláloc: los ahogados, los muertos por la caída de rayo, los
enfermos que padecían reumatismo, gota, osteoporosis, anemia. En el ima-
ginario mexica el Tlalocan fue un país fértil, enverdecido, en donde siempre
caía la lluvia y las cosechas eran abundantes [Códice Florentino 31, anexo
Cap. 2]. También el Tlalocan era el lugar en donde se engendraban y reunían
las nubes, neblinas y el vapor del agua. El Tlalocan era un país paradigmá-
tico, construido en los principios de todos los tiempos, un país mítico en
donde se hallaba toda la alimentación del hombre, los minerales, el agua y
los animales.
Cuatro eran los ayudantes de Tláloc llamados Tlaloques. En este contexto
Tláloc se percibía como Nappatecuhli (“Señor del Cuatro”) y cada uno de
los Tlaloque era el patrono de uno de los cuatro rumbos del universo, sim-
bolizados por un color y tipo de lluvia distintos. Los mitos [Leyenda de los
Soles III, 1-10; Códice Chimalpopoca, 1975:121] sugieren que al comienzo de
todos los tiempos los Tlaloques eran los dueños del maíz y de toda la alimen-
tación guardada dentro del Tonacatépetl. Otra categoría de los Tlaloques fue
identificada con los cerros observables en el paisaje. Ya que los mexicas
imaginaron que debajo de la superficie terrestre había un espacio acuático,
las cumbres de los cerros desempeñaban el papel de los recipientes o depó-
sitos del agua [Sahagún, Historia General Lib. , cap. , 1979:699-700].
Durante la época de lluvias los alisios húmedos y calientes provenientes del
Golfo traían las nubes cargadas con agua hacia el Altiplano. Cada mañana
era fácil percibir los nubarrones que se formaban alrededor de los picos más
altos denotando la llegada de la lluvia. Al medio día iniciaban su descenso
hacia el altiplano para más tarde descargar fuertes lluvias o granizos [Iwanis-
zewski, 1986:265-266]. Este fenómeno en el que se concentran y detienen o
paran las nubes en la cercanía de los cerros, metafóricamente puede descri-
birse por la expresión que atribuía a los cerros la atracción de la humedad y
de la lluvia.
Los lugares del culto, conocidos con el nombre de ayauhcalli (“Casas de
Neblina”) [González Torres, 1972], contaban con altares destinados a recibir
las ofrendas para Tláloc y con frecuencia se erigían, asimismo, altares más
pequeños en donde se depositaba la ofrenda para los pequeños ayudantes
de Tláloc. Por lo general, los ayauhcalli tenían la forma de un cuadrángulo
con sus lados correspondientes a los cuatro rumbos del universo. Se situa-
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
ban cerca de las corrientes del agua y manantiales (“venas del volcán/de la
volcana” en la terminología campesina actual), cuevas (en donde se perci-
bía la corriente del aire frío) y en las cumbres de los cerros que proveían
las milpas con las precipitaciones. Estas cualidades permiten identificarlos
e interpretarlos como espacios convenientes para establecer la comuni-
cación con los númenes que controlaban los fenómenos meteorológicos
y climáticos irregulares e importantes para la agricultura. El macizo de
montañas del cerro Tláloc tiene esas cualidades, pues tradicionalmente era
descrito como Tlalocan y/o Poyauhtlan (“Lugar Oscuro”, del color de las
nubes grises y oscuras de las tempestades). Aunque Tláloc y los tlaloques eran
deidades inmateriales e invisibles, al mismo tiempo se identificaban con los
cerros particulares. De la misma manera el Tlalocan, imaginado como un
país mítico y la morada de Tláloc, encontró su expresión material en forma
de un macizo de montañas concreto en la Sierra de Río Frío.
La confluencia de las deidades pluviales con las deidades de cerros con-
cretos fueron rasgos del paisaje que afectaron la estructura de los rituales
asociados con el culto del agua, dando como resultado la ordenación parti-
cular del paisaje mexica. La homogeneidad del material arqueológico encon-
trado en los sitios de culto en la alta montaña (los recipientes en miniatura
que imitan las formas de vasijas usadas en la vida cotidiana, sahumadores,
sonajas, piezas al pastillaje con tlaloques, navajas prismáticas de obsidiana,
puntas de proyectil, agujas de agave, etcétera) permiten determinar que
hubo una estandarización de las prácticas rituales. Las frecuentes imitacio-
nes locales de los recipientes hechos en la Cuenca de México parecen apoyar
dicha conclusión.
Uno de los más conocidos santuarios dedicados al culto a Tláloc se sitúa
en la cima del Cerro Tláloc (4 150 msnm). Sobre los restos de un templo
anterior, construido probablemente en los siglos -, los mexicas erigie-
ron durante el siglo un santuario majestuoso [Iwaniszewski, 1994]. Es de
suponer que después de la creación de la Triple Alianza durante los años 30
del siglo , el culto a Tláloc se convirtió en un importante elemento de la
religión estatal. Dada una nueva situación geopolítica, los rituales celebrados
en la cumbre del Cerro Tláloc además de expresar las tradicionales creencias
religiosas, se modificaron para manifestar la ideología estatal que justificaba
y legitimaba la conquista del Valle de México por los mexicas [para abun-
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
dar en detalles, véanse Broda, 1971:277-279, 1982:45-47, 1987:229-240, 248;
Iwaniszewski, 1994]. La apropiación del Tlalocan por los mexicas fue uno de
los medios para justificar la hegemonía de la Triple Alianza.
Había muchos templos semejantes situados en las cimas y pendientes de
los cerros que rodean el Valle de México, quizá algunos se encuentran en los
lugares más favorables y menos expuestos al peligro de una emboscada por
parte de los ejércitos enemigos, por ejemplo, el templo situado en la cima de
Cruz del Marqués en el macizo El Ajusco que ocupa un lugar prominente
en el paisaje de la Cuenca de México [Montero García, 2002:143-144]. Con-
viene destacar en este lugar que la preocupación que mostraban los mexi-
cas por guardar las ofrendas intactas, provocó que apostaran guardias que
custodiaban el templo hasta que las ofrendas se pudrieran. Es posible que lo
que determinó la elección de este lugar es su posición con respecto a Teno-
chtitlán y su Templo Mayor porque observado desde este recinto sagrado
se sitúa en el este, “allá en donde sale el sol” [Sahagún, Historia General
Lib. , Cap. , 1; 1979:435]. La localización del Tlalocan sobre el rumbo
oriental corresponde a las arquetípicas representaciones de esta morada de
Tláloc en la cosmovisión mesoamericana [Aveni et al., 1988; López Austin,
1994:189-190].
Ahora bien, los hallazgos de otros templos colocados cerca del templo en
la cumbre del Cerro Tláloc parecen indicar que no todo el macizo fue apro-
piado por los mexicas. Aunque algunos de estos templos, los más cercanos
al Cerro Tláloc, pueden denotar las estancias de la corte que acompañaba
a los dignatarios y sacerdotes de la Triple Alianza, otros tantos pueden ser
testigos de la continuidad de las prácticas realizadas por las poblaciones lo-
cales. Mientras la apropiación mexica del espacio ritual se limitó a la zona
de la cumbre del Cerro Tláloc, es probable que las poblaciones locales con-
tinuaran con sus tradiciones utilizando los templos situados en los lugares
menos llamativos. En mi opinión los sitios denominados como La Mesa,
Cerro Huixtoc, Cerro Tecorral y -2 pueden denotar esos templos locales
[véanse sus descripciones en Iwaniszewski, 2002, 2004].
No cabe duda que las ceremonias practicadas al interior de los templos
situados tanto dentro de recintos sagrados en el Valle de México como en la
cumbre del Cerro Tláloc, se asociaron con el ciclo de festividades definido
por el curso del calendario ritual. Es muy probable que la mayoría de ellas se
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
sociales, desde los dirigentes políticos, el sacerdocio y los funcionarios de la
burocracia estatal hasta las masas de los macehualtin. Como se sabe, el mo-
mento culminante del ritual fue cuando se sacrificaba a los individuos quienes
personificaron los aspectos específicos de las deidades (ixiptla). Las ceremo-
nias se caracterizaban por una gran espectacularidad y los diversos sectores de
la población participaban activamente en los ayunos, danzas, cantos, comilo-
nas y borracheras rituales, además de presenciar los asesinatos rituales. Ya que
todos estos rituales tenían carácter comunitario y se celebraban en espacios
públicos, suministraban los medios y estímulos para la práctica religiosa co-
mún (experiencia comunitaria del sacrum).
Sin embargo, existen rituales relacionados con la vida de los individuos.
Se trata de los ritos celebrados durante los momentos importantes de la vida
de la persona (nacimiento, enfermedades, matrimonio, muerte) y de su exis-
tencia (siembras y cosechas, viajes, transacciones comerciales). Algunos de
estos rituales requerían de la mediación de los sacerdotes-adivinos especiali-
zados en el calendario, quienes pronosticaban el destino y ayudaban a enten-
der la voluntad de las deidades. Según se ha documentado, el sistema mexica
de adivinación se basaba en el conocimiento de los valores mánticos de las
secuencias calendáricas específicas. No obstante, la interpretación final del
destino no dependió solamente de la aplicación mecánica de estas reglas.
La adivinación fue un proceso ritual durante el cual el sacerdote-adivino,
consultaba los tonalamatl, leía el significado de los signos calendáricos adi-
vinatorios, hacía cálculos apropiados, meditaba sobre los valores mánticos
producto de esta especulación y finalmente daba una respuesta a su cliente.
La mediación consistió en comunicarse con la deidad (experiencia del sa-
crum), aunque desconocemos si junto con el sacerdote el cliente participó
activamente en este proceso.
Otra categoría de actividades asociadas con la experiencia del sacrum fue
la embriaguez, la excitación y la pérdida del control sobre sí mismo por los
guerreros durante la batalla, así como por las mujeres durante el parto o por
los amantes durante el coito y después de ingerir enteógenos. Los mexicas
trataron de controlar la intromisión desorganizada del sacrum en el mundo
humano [Clendinnen, 1996:59-63]. La embriaguez ritual fue controlada ya
que el maguey, además de servir para la producción del pulque, personifica-
ba a la diosa Mayauel que debía ser venerada. Las prácticas sexuales ilícitas
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
estructuras cognitivas estándares mediante las cuales los individuos eran ca-
paces de interpretar sus propias experiencias de lo sagrado.
L ,
T
Ya que el conocimiento y el entendimiento del mundo resulta del proceso
de ser-en-el-mundo, la experiencia religiosa relacionada con el culto de Tlá-
loc se vincula con el conocimiento del paisaje [Arnold, 1999]. Tal como lo
demostraron Tolstoy (1958) y Parsons (1971), durante el Posclásico en las
inmediaciones del Cerro Tláloc se localizaban numerosas aldeas separadas
entre sí por distancias variables. Si bien algunas aldeas estuvieron habita-
das desde el Posclásico Temprano, la mayoría de los asentamientos tuvo una
historia relativamente corta y sus habitantes provenían de otras regiones o
valles. A pesar de estas dispersiones y migraciones continuas, para el siglo
los asentamientos se volvieron más estables logrando enlazar una compleja
red de alianzas y divisiones políticas que perduró hasta las primeras décadas
del siglo [Smith, 1979]. El vivir en un ambiente f ísico concreto durante
un periodo prolongado, dio origen a la asociación del país mítico conocido
como el Tlalocan con un rasgo concreto del paisaje, es decir el Cerro Tláloc.
Todo parece indicar que la concepción del Tlalocan se convirtió en un ele-
mento constitutivo de las relaciones sociales que entablaron los habitantes
de las comunidades aldeanas del Valle de México, funcionando como una
especie de verdad objetiva acerca del mundo. Cada grupo comunitario re-
sidente atribuía su variante del Tlalocan y del Tonacatepetl a las formas
del paisaje local. Entre los elementos constructivos en los lugares de culto
existieron, por un lado, principios simbológicos derivados de cosmovisiones
compartidas por toda la población y, por el otro, factores derivados del co-
nocimiento práctico del medio ambiente natural. Aunque en ocasiones esos
principios reconocidos y compartidos no concordaron armoniosamente con
los rasgos paisajísticos asociados, la organización, estructuración y forma
de los lugares de culto tuvieron que ajustarse a la necesidad de entablar una
comunicación exitosa con los númenes que controlaban los fenómenos cli-
máticos y meteorológicos. Se puede decir que los lugares exitosos, los que
pasaron la prueba, se convirtieron en los templos visitados anualmente
que al mismo tiempo otorgaron el sentido de permanecer en-el-mundo a
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
que parece existir entre las comunidades y sus lugares de culto denotaría
cierto grado de fijación de la forma de percibir el paisaje por las comunidades
locales. La experiencia de lo sagrado lograda mediante las peregrinaciones
a los lugares de culto y/o durante los rituales celebrados en estos tem-
plos, tendría el efecto de arraigar las comunidades de manera permanente
en sus paisajes, otorgándoles el sentimiento de pertenecer al mundo local.
Quiero recalcar que la experiencia del sacrum se orientó hacia el complejo
imaginario relacionado con Tláloc y encontró en la materialidad del paisaje
local las formas de su manifestación, por eso sostengo que la experiencia
religiosa asociada con esos rituales reafirmaba la unión de este dios con el
paisaje local.
En otras palabras, ciertos rasgos concretos del paisaje como los depósitos
de agua, las formas de la roca y de las cuevas, siluetas de las cúspides de los
cerros, etcétera, llegaron a convertirse en símbolos en la medida en que repre-
sentaron el “Floreciente País Montañoso” arquetípico; se trató, entonces, de
paisajes creados por varias comunidades, lugares donde vieron las manifes-
taciones de aquel país arquetípico. Las sociedades agrarias vincularon sus
símbolos con la manifestación de lo sagrado (hierofanías sensu Eliade) con el
fin de establecer canales de comunicación con los númenes que controlaban
los fenómenos meteorológicos y climáticos gracias a su conocimiento del
paisaje. En efecto, tal como ya observó Ricoeur [2003:74-75] la lógica que
generó los símbolos procedió “de la misma estructura del universo sagrado”.
La forma y la estructura de los lugares de culto siguieron un modelo sagrado
mostrando la correspondencia entre lo sacro y el mundo habitado por los
hombres.
La fusión de los lugares de culto con el paisaje se demuestra también por
la importancia dada a las relaciones visuales espacio-temporales. Si bien es
cierto que la recitación ritual y el uso de la parafernalia estandarizada tien-
den a fijar y congelar la forma del discurso religioso [cfr. Ricoeur, 2003:46],
también es verdad que la situación en la cual se establece la comunicación
con los númenes responsables por los eventos climáticos y meteorológicos
se define por los indicadores espaciales y temporales. Estos indicadores de-
terminan la situación interlocutiva de los participantes en el ritual, pues cada
ritual necesita sus espacios y tiempos específicos.
Lo que quiero recalcar es que se logra establecer la situación dialógica
con los númenes mediante esas relaciones visuales espacio-temporales. La
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
una búsqueda por fijar una orientación privilegiada. Todos estos lugares de
culto se sitúan específicamente para mantener las relaciones visuales con
otros lugares semejantes. La capacidad de dirigir la vista y la atención de los
participantes en el ritual hacia los fenómenos y formas del paisaje situados
en el horizonte lejano, es un rasgo característico de los lugares de culto y da
la idea de cómo conforman una red de relaciones espaciales-visuales, lo que
demuestra que existió una estructuración fija del paisaje.
Ya que el tiempo tuvo la expresión espacial en la cosmovisión mesoame-
ricana, no extraña el hecho de que los lugares de culto se alinearan con los
puntos de salida y puesta del sol en momentos calendáricamente impor-
tantes. El aspecto temporal de los rituales celebrados en los templos en la
montaña depende naturalmente de la estructura del calendario ritual y adi-
vinatorio (tonalpohualli). Al orientar los lugares de culto hacia otros centros
ceremoniales y hacia las formas del paisaje significativas se producía una
particular “geograf ía de lugares sagrados”, identificada por una red de rela-
ciones espaciales únicas. El marco común de referencia para identificar esa
red de lugares rituales quedó establecido con la idea del Tlalocan, sin embar-
go, las relaciones particulares entre los lugares específicos se percibían cuan-
do se “activaban” por la aparición del sol en el horizonte. Se puede decir que
los lugares de culto particulares proporcionaban identificaciones específicas
en épocas definidas del año, y la apreciación de estas relaciones espacio-
temporales resultó de vivir-en-el-mundo de las comunidades aldeanas. Al
visitar su lugar cultual en el momento adecuado, los participantes del ritual
se daban cuenta de las relaciones calendárico-astronómicas. Probablemente
esta percepción formó parte de la experiencia religiosa articulando una vez
más la relación entre lo sagrado y el paisaje. Las narrativas míticas sobre las
hazañas de las deidades pertenecientes al círculo de Tláloc eran inteligibles
cuando las relaciones visuales entre los cerros que personificaban estas dei-
dades fueron “descubiertas” por el movimiento solar. Desde el templo sobre
la cima del Cerro Tláloc se perciben unidas las siluetas de las cumbres de
Pico de Orizaba y La Malinche. Esta posición singular en la red espacio-
temporal cobra importancia cuando termina un ciclo de 260 días y arranca
el siguiente, o cuando concluye un año solar y se inicia otro [Iwaniszewski,
1994; Šprajc, 1999] (figura 3).
También los lugares de culto secundarios repiten la misma característica
temporal. Por ejemplo, el templo sobre el Cerro El Tecorral se sitúa y orienta
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
F
La salida del sol el día 3 de febrero del 2002. La vista desde la cumbre del Cerro Tlaloc. En el
primer plano se aprecia la cima de la Malinche, detrás se percibe la cumbre del Pico de Oriza-
ba. El disco solar se encuentra saliendo a la izquierda de los cerros San Antonio/Cuaziatonale
(3,880 msnm) y de la Sierra Negra (4,581 msnm). En los días 10 y 11 de febrero el sol sale detrás
de las cima de La Malinche y del Pico de Orizaba, respectivamente.
Fotograf ía: Stanislaw Iwaniszewski.
de tal modo que posibilita ver la salida del sol sobre el santuario mexica en la
cumbre del Cerro Tláloc en el mismo día cuando se produce el alineamiento
entre el Cerro Tlaloc, La Malinche y el Pico de Orizaba [Iwaniszewski, 2004]
(figura 4). Al parecer la legitimidad de este lugar ritual se basa en la habili-
dad de reproducir su relación específica con el santuario que simboliza el
Tlalocan. La estructuración de los lugares de culto en el paisaje denota una
jerarquía entre ellos (y la jerarquía de las deidades pertenecientes al círculo
de Tláloc). La organización de los rituales en los lugares de culto locales fija
y congela este esquema jerárquico ordenador.
Además de los eventos astronómicos, también los fenómenos meteoroló-
gicos dieron origen a la creación de metáforas religiosas. Las nubes blancas
que se generan alrededor de las cimas de los cerros han sido comparadas
con los pedazos de algodón (y borregos hoy día); los nubarrones oscuros y
densos, con las serpientes y culebras (y los toros en la actualidad); los cerros
mismos se percibieron como grandes recipientes o contenedores del agua; el
granizo fue denominado perlas, etc. Efectivamente, estas metáforas permi-
tieron articular, canalizar y objetivar las emociones y expresiones religiosas
asociadas con el culto de Tláloc; por otro lado resultaron del conocimiento
íntimo del medio ambiente natural y de la construcción del paisaje.
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APUNTES PARA LA ARQUEOLOGÍA DEL RITUAL
F
La vista desde el templo en la cumbre del cerro El Tecorral en la dirección del Cerro Tláloc.
Cuando el sol sale sobre la calzada que conduce al recinto ceremonial del cerro Tlaloc (el corte
en la foto), para el observador situado en el templo arriba el sol sale sobre el Pico de Orizaba (v.
figura 3). Fotograf ía: Stanislaw Iwaniszewski.
C
Aunque la estructuración del medio ambiente natural se hizo siguiendo las
reglas de la lógica simbólica mesoamericana, la imagen de Tlalocan fue el
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FESTINES Y RITUALIDADES | STANISLAW IWANISZEWSKI
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El culto a los cerros
y los tamales tzoalli entre
los nahuas de la Montaña
de Guerrero, México
S L. V F
Instituto Nacional de Antropología e Historia
P
Una práctica ritual contemporánea entre los nahuas de la región interétnica
conocida como Mixteca nahua tlapaneca, en el Estado de Guerrero, Méxi-
co, es la elaboración de los tamales tzoalli. Estos tamales son preparados con
masa de maíz tostado, piloncillo y calabaza, aunque en algunas localidades
aún se siguen elaborando con amaranto y maíz.
Los tzoalli siguen cumpliendo una función simbólica pues representan
entidades sagradas, derivadas de la cosmovisión mesoamericana. Las for-
mas que asumen, los lugares donde se producen, los rituales en que se les
usa y la función simbólico-ritual que desempeñan es el objeto de análisis en
este ensayo.
A
Los actuales grupos nahuas de la región de la Montaña de Guerrero provie-
nen de un flujo migratorio que les dio origen, en los siglos y , a raíz de
las hambrunas y conflictos que sucedieron en el Valle de México durante la
entronización de la Triple Alianza. En este proceso, documentado en varios
códices y documentos de la región [Jiménez y Villela, 1998:41-50], los na-
huas deben haber llevado consigo un bagaje cultural que los grupos contem-
poráneos de esa filiación conservan como parte de su cosmovisión.
Según refieren algunas crónicas, los tzoalli eran elaborados en las fiestas
de las veintenas entre los mexica, de la siguiente manera:
FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
1
“En esta mesma fiesta hazia de masa, que se llama tzoalli, la ymagen de uitzilopuchtli: tan alta
como un hombre, hasta la cinta, en el cu que llamavan uitznaoac…” [Sahagún, 1979: f. 34r].
2
“También componían de papeles a una estatua, como de hombre, hecha de semillas de bledos…
Ponían también tres tamales grandes hechos de semilla de bledos…” [Sahagún, 1997:128-129].
3
“…en la fiesta que se hazia, en este mes, cubrian de masa de bledos, unos palos que tenjan he-
chos, como culebras: y hazian unas ymagines, de montes fundadas, sobre unos palos, hechos a
manera de njños, que llamavan hecatotonti: era masa de bledos. La ymagen del monte, ponjanle
delante, junto unas masas rolliças, y largujllas de masa de bledos…hazian estas ymagines, a
honra de los mõtes altos, donde se junta las nubes: y en memoria de los que avjan muerto en
agua, o heridos de rayo…” [Sahagún, 1979:f. 75v, 76r]. “El décimo tercio, que llamavan Tepeil-
huitl, empeçava á tres de Octubre, y luego á quatro hazian vna fiesta á los más altos y eminentes
montes, hazian en estas fiestas vnas culebras de palo, y, de raizes, y labravanlas con sus cabezas,
y pintabanlas; hazian tambien vnos trozos de madera tan gruesos como la muñeca largos, que
llamavan Ecatotontin Ayresillos, á estos palos, y á estas culebras vestian, ó cubrían de massa de
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
Como puede verse en la relación anterior, la masa tzoalli servía para la
elaboración de ixiptla, “imágenes de los dioses”. Era, por tanto, uno de los
materiales con que se confeccionaba la imagen de las entidades sagradas y
divinas. De éstas, algunas correspondían a las principales deidades, como
“Huitzilopochtli, Omácatl…, Tezcatlipoca, etcétera” [Velasco, 2001:55]. Otras
eran representaciones de deidades de la lluvia, el agua y la fertilidad, tales
como “Tláloc, Chalchiuhtlicue, Matlalcuye, Ehécatl, Chicomecóatl y Cihua-
cóatl” [Broda, 1991:476]. Pero también se elaboraban aquellas que represen-
taban a los montes, a “los dioses de los montes”.
Dentro de la cosmovisión mesoamericana, había una estrecha asociación
entre entidades divinas de la lluvia, el agua y la fertilidad de la tierra, por
lo cual la elaboración de tamales tzoalli —representando a los tepictoton
o ixiptla tépetl, deidades de los montes— se daba en el contexto del culto
agrícola, ya sea al inicio o cierre del ciclo agrícola,8 y dentro de ritos en que
se invocaba a esos númenes.
Las imágenes de los montes divinizados adquirían forma humana: “…y
hacían las imágenes de los montes de tzoal; hacíanles los dientes de pepitas
Tzoali y vestíanlos á manera de montes, y ponianles sus cabezas de la misma masa como rostros
de persona en memoria de aquellos que se auian ahogado, ó auian muerto, sin poderlos quemar.
Estas Ymagenes colocavan en altares, y en otras muchas ceremonias...” [Serna, 1953:131].
4
“…ellos las subian, al cu de uitzilopuchtli; y llegando arriba, ponjan las maças, sobre la es-
tatua de uitzilopuchtli, que era hecha de masa de bledos… baxavan del cu trayendo consigo la
estatua de uitzilopuchtli captiva, que era de masa, y llevavanla para sus casas, y hazian combite
con ella a sus parientes, y a todos los de su barrio” [Sahagún, op. cit.:f. 87v].
5
“Hecho esto començavan a comer masa de bledos, que tenjan aparejados, ninguno dexava de
comerla; y estos tamales rolliços, no los partian con la mano, sino con un hilo de ichtli …” [Sa-
hagún, op. cit.:f. 85v].
6
“…en llegando [a sus casas], luego componjan,las ymagines, que estavan hechas, de masa de
bledos: algunos tenjan hechas cinco, algunos diez,y otros quinze: eran las ymagines de los mon-
tes, sobre que las nubes se arman, como es vulcan, y la sierra nevada, y la sierra de tlaxcalla, y
otras desta manera” [ibid.:91r, 91v].
7
“…a los diez dias, deste mes hazian tamales, de hojas de bledos, muy molidas…” [ibid.:f. 96r];
“…y daban a cada uno de estos mozos y muchachos un tamal hecho de bledos, que ellos llama-
ban uauhquiltamalli, los cuales todo el pueblo ofrecía aquel día, y todos comían de ellos por
honra de la fiesta; comíanlos muy calientes y bebían y rejocijábanse” [Sahagún, 1997:93].
8
“…el momento de la cosecha [era] la otra fecha cuando, de nuevo, en Tenochtitlan se daba culto
a los tlaloque como dioses de los cerros. Durante Tepeilhuitl (correspondiente a octubre)
y Atemoztli (correspondiente a la segunda mitad de diciembre), se hacían imágenes en
miniatura de los cerros” [Broda, 1991:477].
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
Descripción de los casos
Al igual que en la mayoría de las localidades indígenas de la región de estu-
dio, en las localidades nahuas de los municipios citados se llevan a cabo peti-
ciones de lluvia,9 que marcan el fin de la temporada de secas y el principio de
la de lluvias, con lo cual se abre el ciclo agrícola. Las peticiones de lluvia en la
Montaña alta se centran en una fecha de particular significación simbólica:
el 25 de abril, día de San Marcos.
Como ya he referido en otro lugar [Villela, 2004], la figura de San Marcos
ha sido resemantizada, desde concepciones mesoamericanas, para identificar
a la entidad sobrenatural que dio el maíz a los campesinos. De tal manera que
la fecha es propicia para que los campesinos indígenas invoquen a las deidades
de la lluvia, del viento y de la fertilidad. Y, como parte de la ofrenda (huentli)
y destinatarios de la misma, se elaboran tamales tzoalli de diversas formas,
destacando las que representan a los cerros o su vinculación con ellos.
Uno de los primeros eventos que he descrito [Villela, 1994] y de lo cual
retomaré algunos elementos centrales, es la petición de lluvias que se lleva
a cabo en la comunidad nahua de Petlacala, del municipio de Tlapa. Ahí, en
dos fechas un tanto contiguas —25 y 27 de abril en los cerros Petlacaltépetl y
Chichitepec y 1º y 3 de junio en los mismos lugares— se lleva a cabo el rito
petitorio. Previamente, las ayahucicame —asistentes del tlahmáquetl (el
sacerdote que pide la lluvia)— han elaborado los tzoalli, a los que se les dan
tres formas: de “idolitos” —representando una versión resemantizada de los
tepictoton o ixiptla tépetl—, de cerros y de culebra.
Ya durante el ritual, las ayahucicame colocan los tamales encima de cada
una de las piedras que configuran dos círculos de piedras: el primero
se encuentra en el paraje denominado Coapotzaltzin, justo frente al
altar de la cruz del cerro Petlacaltépetl; el segundo se encuentra frente a un
paraje contiguo, denominado Tonalixcatcingo. Sobre las piedras de ambos
9
Ya Ruiz de Alarcón [1953:36-37] llamaba la atención sobre lo extendido de esta práctica ritual
entre los indios de Nueva España: “DE LA ADORACION Y SACRIFICIO QUE HASIAN EN
LOS CERROS A LOS YDOLOS, Y MONTONES DE PIEDRAS... Este genero de ydolatria he
averiguado ser tan general, que tengo por cierto que ninguna generacion de indios se escapa
del, en especial en los pueblos que estan remotos y apartados de los ministros de doctrina y de
justicia”.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
10
Según la tradición local, la pareja mítica fundadora (Carlos y María Incolaza Jacinta), junto
con los tres principales también representados en el panel central del lienzo, “caminaron alrede-
dor de los límites de Petlacala y colocaron los altares que delinean las tierras comunales” [Oet-
tinger, 1983:47]. En otra referencia reciente sobre la continuidad de las demarcaciones rituales,
aún sin la presencia de tzoalli, Marcos Matías (1997) describe una pauta cultural respecto a la
consagración del territorio en la comunidad nahua de Acatlán, del municipio de Chilapa. Para
la toma de posesión de un nuevo comisario, a principios de año, se lleva a cabo un novenario. Al
final de éste, “...el comisario, el comandante y el suplente se preparan para <circular> al pueblo.
Son dos los <cordones> de protección que se <tienden> dentro del área urbana del pueblo; el
primer perímetro de circulación de los aposentos se hace en ocho esquinas, en el segundo nivel,
con 18 esquinas, queda circulada toda el área habitacional del pueblo. En el décimo día se inicia
la protección en los linderos del pueblo, se circula toda la superficie agraria de la comunidad...”
A este cercado de las tierras del pueblo, según el mismo autor [ibid.:137], se le llama tlatzacuili-
llo. Para mayores detalles acerca de las acciones rituales para demarcar y consagrar el territorio,
que se describen en documentos pictográficos, Títulos primordiales y prácticas rituales con-
temporáneas del actual Estado de Guerrero, véase a Jiménez y Villela (2003).
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
A la redonda de él [se trata de la estatua de Tláloc] había una cantidad de idolillos
que lo tenían en medio... y estos idolillos significaban todos los demás cerros y
quebradas que este cerro tenía a la redonda de sí. Los cuales todos tenían sus
nombres, conforme al cerro que representaba... Y así, los mismos nombres tenían
aquellos idolillos que estaban a la redonda del gran ídolo Tláloc, acompañándole,
como los demás cerros acompañaban a la sierra.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
F
“…y hacían las imágenes de los montes de tzoal; hacíanles los dientes de pepitas de calabaza y
los ojos de unos frijoles que se llaman ayocotli” [Sahagún, 1997:91]. Tzoalli en forma de idolitos
en la ofrenda de Coachimalco. 1 de junio de 1999. Fotograf ía: Samuel Villela.
También aquí se lleva a cabo una danza ritual por parte de las mujeres
quienes bailan alrededor del círculo de piedras. Su significación simbólica,
asociada con la fertilidad de la tierra, se vincula también con la demarcación
simbólica del territorio en el circuito de cerros. A la música que enmarca a
la danza se le conoce como sones del cerro.
Asimismo, se repite la acción parecida a la que conduce a la culminación
del rito en Petlacala: el tlahmáquetl mata simbólicamente a los tzoalli para
después ser repartidos y comidos por los asistentes, en un acto de teofagia.
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
En lo que refiere al pueblo nahua de Chiepetepec que se encuentra, tam-
bién, en el municipio de Tlapa, la petición de lluvias se lleva a cabo el día de
San Marcos y los primeros días de mayo, en el cerro Chiepetzin.
En la cima de este cerro, dentro de una pequeña área plana y descubierta,
se ubica la “mesa”, un pequeño altar en el suelo sobre el cual se deposita la
ofrenda. Ésta se encuentra conformada por velas, aguardiente y un grupo
de seis pequeños cestos de plástico, conteniendo los tamales tzoalli, ramos de
flores, pan, un canasto con idolitos11 de piedra, un guajolote y un pollo co-
cidos, así como las cabezas de unos chivos sacrificados, previamente asadas
al calor de las brasas del fogón donde se han preparado los alimentos para la
comida comunal. Los tamales tienen forma de gusanos, roedores,12 aves, así
como de la figura de la pareja mítica fundadora (Chiepetzin y Ma. Antonia),
el volcán Popocatépetl, el cerro de La Malinche y una culebra grande, repre-
sentando al arco iris (cuadro 2, figura 3).
C
Clave:
1. Gusanos y culebras
2. Cerdos, zorro, ratón
3. Pájaros
4. Sapos, Popocatépetl
5. Chiepetzin, Ma. Antonia y la culebra-arco iris
6. La Malinche
11
Que recuerdan a los tlaquimilolli de antes de la conquista, aquellos “paquetes” relicarios que
servían para sellar la alianza del pueblo con el dios tutelar [Gruzinski, 1993:156].
12
En la página 5 del códice Fejérváry-Mayer se encuentra representado un grupo de animales y
plantas “que rasguñan, muerden o pican” [Anders et al., 1994:199], junto a una ofrenda de ma-
nojos contados y ante la figura del señor 1 Muerte. Esta presencia de animales o plantas dañinos
dentro del contexto de una ofrenda y un ritual pareciese ser para convocarlos en un conjuro y
evitar los daños que causan en las milpas. Del mismo modo, en la ofrenda de Chiepetepec, las
plagas que amenazan a la cosecha —en su forma de tzoalli— son conjuradas y propiciadas para
evitar los daños a los productos del cultivo.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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13
En otros momentos rituales aparecen los cerros ordenados en cuanto a jerarquías de poder. En
Coachimalco, en una fase de plegaria donde se ennumeran los cerros, un cuerpo de éstos son
“tlatocuani”, mientras que otro grupo son “gobernadores” [Villela, 2001:344].
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
tra este fundador mítico, lo cual nos permite vincularlo a otras importantes
figuras míticas y numinosas asociadas con el interior de los cerros, como lo
son el tepeyólotl —corazón del cerro, de observancia en muchas comunida-
des hoy día— y San Marcos, el principal santo agrícola de los montañeros y
que, según el mito, extrajo el maíz desde el interior de un cerro para entre-
garlo a los campesinos [Villela, 2006:32-33].
Una vez que se ha terminado el evento ritual en el cerro, por la noche,
continúa la fiesta en la comisaría municipal. En la mesa donde despacha la
autoridad —otra de las acepciones de “mesa”—, que se encuentra al frente
de un salón de medianas proporciones construido con tabiques y cemento,
se han depositado nuevamente los objetos de culto, es decir los tzoalli y el
canasto con los idolitos, a los que se han añadido los bastones de mando.
Al lado de ellos, como ofrenda, se ha colocado una jarra con aguardiente
y cigarros. Tras la mesa se encuentran las autoridades del lugar (comisario
municipal y regidores), así como el oficiante.
Aquí, la presencia de los tzoalli, en tanto entidades sacras y fundadoras,
tiene como finalidad legitimar el ámbito desde donde se ejerce el poder co-
munal. La presencia de la pareja mítica fundadora, Chiepetzin y Ma. Anto-
nia, así como la del volcán “Presidente de la República”, refrendan el ejercicio
de un poder que ellos han fundado en un tiempo originario.
A diferencia de los otros casos anteriormente referidos, aquí no se des-
pliega una acción ritual de sacrificio sobre los tamales tzoalli. Simplemente,
se les distribuye entre los asistentes para, también, ser ingeridos.
Por otra parte, la cuadrilla La Libertad se encuentra en el municipio de
Olinalá, uno de los municipios más septentrionales de la parte nahua de la
región de la Montaña. La cabecera de dicho municipio es la famosa ciudad
guerrerense donde se elabora la artesanía de laca, reconocida internacional-
mente. Dicha cuadrilla se encuentra a escasos 10 km de la ciudad de Olinalá
y se ubica en una pequeña meseta, a orilla de la carretera y se accede a ella
por una corta y empinada brecha de terracería.
En su ya clásica obra, Mauricio Muñoz describió la pauta ritual de la ela-
boración de una culebra en masa de tzoalli:
En la cuadrilla La Libertad… se agradece una buena cosecha con una fiesta es-
pecial. El día 17 de octubre el pueblo coopera para hacer un dulce con la semilla
llamada “alegría”, que se tuesta y se le agrega piloncillo; el dulce [tzoalli] tiene la
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
forma de una culebra, lo suficientemente grande para que todo el pueblo pueda
comer una parte de ella.
Cuando la culebra de dulce está terminada, el pueblo se reúne y marcha hacia
un cerro cercano en cuya cúspide hay una cruz de madera. Se lleva el dulce en
charola; se hacen acompañar por música y en el camino se baila e ingiere mucho
aguardiente, parte del cual riegan en el trayecto. Permanecen en el cerro toda la
noche, durante la cual se reza, se baila, se come y se emborracha; al amanecer del
día 18 de octubre, día de San Lucas, se corta la culebra y se reparte entre todos
los asistentes, quienes después de comer su porción, dan por terminada la fiesta
[Muñoz, 1963:155].
14
En la región de la Montaña, parte medular del ciclo festivo y ritual, se lleva a cabo en las vísperas
del día preciso.
15
Aunque la práctica común es realizar el rito en un cerro sagrado que se encuentra frente a la
comunidad.
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
Esta forma estelar reviste significación especial pues puede tratarse de
una representación de Venus o puede, también, complementar el espacio
cosmogónico de la comunidad ya que representaría el espacio sideral, mien-
tras que los idolitos simbolizarían a los cerros —el eje cósmico que integra
el arriba con el abajo, el espacio celeste con el inframundo— y la culebra
representaría a las entidades numinosas que habitan el inframundo así como
a la fertilidad de la tierra y al arco iris, de signo negativo.
En todo caso, la velada se prolongó hasta tempranas horas de la madru-
gada, en que se realizó una nueva fase del ritual ya con una participación
masiva de los miembros de la comunidad.
Frente a la puerta de la iglesia del pueblo se colocaron dos arcos simétri-
camente dispuestos y frente al acceso al templo. Estos dos arcos, que tienen
la función simbólica de demarcar el espacio sagrado donde se efectuará el
ritual, son “umbrales” o “puertas”, demarcando un rectángulo donde se lle-
varán a cabo las acciones rituales. En cada lado de estos arcos se colocaron
tapetes de plástico donde se desplegaron los tzoalli.
Después de una serie de acciones rituales —que no cabe aquí describir—
y en un frenesí ritual, dos personas que habían estado acomodando y ejecu-
tando las acciones rituales en torno a estos tamales, procedieron a “matarlos”
con un pequeño instrumento de madera. Posteriormente, los idolitos fueron
entregados a los asistentes, también para una comunión ritual (figura 4).
16
Véase la referencia correspondiente en la nota 10 de este mismo texto.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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“…y daban a cada uno de estos mozos y muchachos un tamal hecho de bledos, que ellos
llamaban uauhquiltamalli, los cuales todo el pueblo ofrecía aquel día, y todos comían de ellos
por honra de la fiesta; comíanlos muy calientes y bebían y rejocijábanse” [Sahagún, 1997:93].
Petición de lluvias en La Cuadrilla La Libertad, Olinalá. 25 de abril de 1998.
Fotograf ía: Samuel Villela.
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
La elaboración de los tzoalli en forma de tepememe (cerros) e ixiptla
tépetl (deidades de los cerros), representa una continuidad desde prácticas
rituales mesoamericanas a partir de un núcleo duro cosmogónico, que es
“…un complejo articulado de elementos culturales, sumamente resistentes al
cambio, que actuaban como estructurantes del acervo tradicional y permi-
tían que los nuevos elementos se incorporaran a dicho acervo con un sen-
tido congruente en el contexto cultural” [López Austin, 2001:58]. En este
sentido, dicho núcleo conforma una “estructura o matriz de pensamiento y
el conjunto de reguladores de las concepciones” dentro de la cosmovisión
[ídem], núcleo que
... conservó su sentido agrícola porque las ideologías subsecuentes debieron man-
tener su capacidad funcional; tenían que seguir siendo convincentes ante una po-
blación formada mayoritariamente por cultivadores de maíz. Las concepciones
básicas de los mesoamericanos se mantuvieron, milenariamente, ligadas a la suer-
te de las milpas, a la veleidad de los dioses de la lluvia, a la maduración producida
por los rayos del sol [ibid.:60].
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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EL CULTO A LOS CERROS Y LOS TAMALES TZOALLI ENTRE LOS NAHUAS DE LA MONTAÑA DE GUERRERO
azuchil, copal y muchos muñequitos de masa de maíz: unos son los ‘Dueños
de la Tierra’, otros los ‘Dueños del Cielo’ y otros los ‘Dueños del Agua’ ” [Ce-
lestino, 2001:3; el énfasis es mío].
C
Visto de este modo, podemos concluir que los tzoalli tienen una polivalencia
simbólica que permite ubicarlos dentro de los dos tipos de símbolos que
propone Turner [1980:22]: los dominantes, como aquellos que “…se refieren
a valores que son considerados como fines en sí mismos, es decir, a valores
axiomáticos”; mientras que los símbolos instrumentales serían “…conside-
rados como medios para la consecución de esos fines… Son medios para el
fin principal del ritual” [ibid.:35].
Dado que los tzoalli representan a ixptla, fundadores míticos y entidades
numinosas que tienen que ver con la fertilidad de la tierra y de los agentes
naturales, se nos presentan como símbolos dominantes en el ritual, ya que
remiten a deidades y entidades centrales de su cosmovisión, a las cuales hay
que propiciar o conjurar para obtener el producto que permita la subsisten-
cia. Por otra parte, en tanto objeto y destinatarios de la ofrenda, se trata de
símbolos instrumentales.
Como parte importante de nuestra recapitulación, hemos de concluir que
entre los nahuas de Guerrero la elaboración de los tzoalli sigue manteniendo
una función semejante a la que desempeñaba en tiempos mesoamericanos,
aunque la connotación de algunas formas difiera un tanto. De esta ma-
nera, aunque los tamales en forma de idolitos ya no se identifiquen con los
tepictoton, se asocian actualmente a los “ángelus”, angelitos o trabajantes que
producen la lluvia y se relacionan con el “Señor de los trabajos” (San Marcos)
o a San Miguel como sus jefes o patrones. A final de cuentas, estos tzoalli
siguen representando a entidades numinosas que coadyuvan al logro de una
buena cosecha o a quienes hay que conjurar para lo mismo y, por ello, deben
ser propiciadas y formar parte de la ofrenda la cual, a la vez, está destinada
a esos númenes.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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FESTINES Y RITUALIDADES | SAMUEL L. VILELLA FLORES
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Reflexiones acerca
de la etnoarqueología visual
con base en un estudio de caso:
Los Graniceros de la Sierra Nevada
J B P | F L A
Egresado del Posgrado en Arqueología Posgrado en Arqueología
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
etcétera. La opinión tradicional sostenía igualmente que bajo condiciones
propicias los sujetos se olvidan de la presencia de la cámara y se conducen
normalmente como si los camarógrafos no estuvieran presentes [Gaspar de
Alba, 1995:86].
Rouch introdujo también la idea de improvisación y retroalimentación
entre sujetos y director para los filmes etnográficos, agregando comentaris-
tas, música de fondo, sonido sincronizado [ídem], pero lo más importante
es que gracias al Cinéma Verité la idea de objetividad del documental fue
perdiendo fuerza para dar paso a las reflexiones que hoy se tienen en torno a
la interrogación antropológica y su relación con la fotograf ía.
Gonzáles Ochoa [1997:66] afirma hoy que es posible enumerar cinco di-
mensiones que podrían esbozar un marco analítico para entender la imagen
antropológica:
1. Las señales del tiempo: el tiempo del acto fotográfico y los tiempos
significados en la imagen.
2. El lugar de la mirada.
3. El “sentido” del acontecimiento fotografiado y su inscripción en las tra-
mas narrativas de la memoria.
4. Las fisonomías del cuerpo: el cuerpo en el acto fotográfico y el cuerpo
desplegado en las imágenes, el problema de la violencia del acto foto-
gráfico.
Sin embargo, el dilema del registro audiovisual tiene otras peculiaridades
que inciden en la supuesta objetividad, en tanto que la percepción visual es
un proceso que incluye el conjunto de expectativas sobre las cuales se cons-
truyen hipótesis e ideas que están impregnadas de nuestro conocimiento
del mundo, es decir, contienen anticipaciones y preconcepciones. Además,
la imagen es un recorte de la realidad que dif ícilmente puede representar
al todo, de manera que el espectador tiene que llenar las lagunas con su
propia representación, con sus saberes y sus prejuicios [Gonzáles Ochoa,
1997:14-15].
Por esta razón, algunos autores han asumido que la antropología tiene un
valor de sustancialidad o complementariedad entre texto, discurso verbal y
la forma en que se insertan y conforman los registros visuales en el proceso
de construcción del discurso etnográfico-antropológico, una complemen-
tariedad que se fundamenta en la premisa de que existen dos discursos, el
visual y el escrito [Hernández, 2000].
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
En tanto ocurra el hecho de que el antropólogo sea quien decide qué regis-
trar o qué difundir, cómo y cuándo hacerlo y por qué y para qué, de acuerdo
con el proyecto de investigación, de registro o de difusión que previamente
ha elaborado el grupo analizado, cuyas peculiaridades se registran, o aquél
cuya información se requiere difundir, no tiene ninguna ingerencia en el pro-
ceso a pesar de que exista un cierto compromiso moral con el grupo bajo
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
estudio: la cultura hegemónica se sigue imponiendo sobre la subalterna [No-
lasco, 1993:40-41].
El problema de la dimensión colonialista que ha discurrido por la historia
de la antropología, se vuelve a manifestar en la antropología visual. Se tiende
a ver la otra cultura en relación a lo que es diferente, semejante o contrastan-
te con la propia, y por tanto se registra sólo aquello que se considera digno
de ser captado: fiestas, danzas, ceremonias, vestidos, casas, implementos,
etcétera, siempre y cuando no sean visibles y objetivamente iguales a lo pro-
pio [Nolasco, 1993:41]:
[...] existe un proceso inherente al oficio tradicional de la antropología visual en
México: ser cómplice en la expropiación de las imágenes de los indios cuyos signi-
ficados se insertan en un esquema interpretativo propio del dominio neocolonial.
Existe una suerte de modo de producción cultural de corte aún colonial, que reba-
sa las posibilidades de los productores de imágenes para atenuar su participación
en dicho esquema [Robinson, 1998:93].
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
y conocer los procesos de formación de los contextos arqueológicos de los
grupos humanos actuales a partir de teorías y métodos planteados por las
ciencias, cuya perspectiva es totalmente occidental en su conformación.
La idea de consignar espacios, objetos, actividades, ceremonias mediante
el registro audiovisual, así como entrevistar a las personas que participan y
a los investigadores de estos rituales para la interpretación de los procesos
de formación del contexto arqueológico, no deja de lado la mirada subjetiva,
los puntos de vista y las preconcepciones que están presentes para la com-
paración de las ceremonias rituales y la analogía que se puede hacer para
contextos del pasado. Es decir, se trata de una investigación que utiliza los
modos de registro de la antropología visual para la construcción de interpre-
taciones que puedan servir de base como heurística en torno al tránsito de
los contextos sistémicos a arqueológicos.
Las limitaciones de este registro tienen que ver con el hecho de que una
cámara no puede abarcar todos los espacios. Por supuesto en el proceso de
edición se detectan estas limitantes, pues se tienen que elegir, seleccionar
y discriminar una toma por otras y, aunque se intente, salta a la vista que
las imágenes resultantes han tenido como propósito consignar los aspectos
que se consideren importantes para analizar los espacios, sucesos y objetos
asociados en los rituales.
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
de la ingestión de drogas, así como atlantlachixqui (“el que mira las cosas
en el agua”) y atlan teittaqui (“el que ve en el agua a la gente”), adivinos
que descubrían cierto tipo de enfermedades. Sin embargo, en la región que
rodea a los volcanes, suelen recibir el nombre de “tiemperos”, quiatlazques,
“pedidores de agua”, ahuizotes, “conjuradores” y tienen en común un proceso
de iniciación chamánica que se inicia cuando un rayo cae sobre el cuerpo de
la persona [Glockner, 2001:302].
La mayoría de las comunidades del suroeste de la Sierra Nevada tienen
distintos sitios de culto como serían las cimas de los cerros, cuevas, ojos de
agua o afluentes cercanos a su comunidad y otros lugares no tan cercanos que
están orientados hacia, o en los mismos volcanes. En lugares próximos a las
comunidades que circundan la Sierra Nevada existen varios espacios ritua-
les de los trabajadores del tiempo. Por mencionar algunos pueblos al sur del
Popocatépetl, están Tetela del Volcán, Hueyapan y Alpanocan, entre mu-
chos otros. Estos sitios tienen como templo para sus ceremonias la cima de
varios cerritos que están ubicados entre el volcán y la comunidad y que son
considerados como los pies o los dedos del Popocatépetl.
También hay cuevas como la ya citada de “Las Cruces” (Canoahtitla), Al-
caleca y el Rostro Divino, entre otras, así como ojos de agua como María
Blanca (Iztaccihuatl) o Ameales (en Hueyapan). El templo de “Las Cruces” al
ser un abrigo rocoso formado de lava volcánica, principalmente basalto, ha
mantenido en su orograf ía sin cambios desde hace cientos de años.
Sabemos por las primeras fuentes escritas del siglo que los cultos re-
lacionados con el aseguramiento de buenas cosechas se desarrollaban en lu-
gares apartados (cimas de cerros, cuevas, manantiales, etcétera) y en ciertas
fechas específicas como todavía hoy en día los llevan a cabo los graniceros
de la Sierra Nevada.
En el sitio de Canoahtitla el ritual se incia con la limpieza del espacio,
normalmente cubierto por hojas secas. El barrido pone al descubierto el uti-
llaje utilizado en la ceremonia anterior como vasos y veladoras consumidas y
manojos de flores secas colocadas al pie de las cruces de madera [Glockner,
2001:322]. Por nuestra parte, hemos registrado, desde la perspectiva de la
etnoarqueología y la antropología visual, las ceremonias y prácticas ritua-
les de agradecimiento por las lluvias recibidas en la temporada del año y la
“obligación” que la acompaña así como la ceremonia de petición de lluvias
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
(figura 1). Ahí vemos cómo muchos objetos utilizados pasan a ser materia-
les de desecho en razón de diversas condiciones. Por ejemplo, las flores secas
de cempasúchil de ceremonias anteriores se desechan junto con las hojas
secas caídas de los árboles en el momento de limpiar el sitio previo a la ce-
lebración de un nuevo ritual en el área que hemos definido como basurero
F
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
F
Sitio de Canoahtitla. Digitalización de Patricia Fournier.
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
Anteriormente las mujeres cocinaban enfrente del área de la cuevita lla-
mada “cocina”. En la actualidad durante la ceremonia también se coloca una
ofrenda de flores y comida en honor de esas mujeres ya muertas, aunque el
ritual se lleva a cabo frente a la cueva principal de “Las Cruces” en el área a
la que ellos denominan “sala”.
En otros rituales registrados en el Cempoaltépetl y Quetzaltépetl, se ha
podido constatar que por la distancia y el largo recorrido que hay que hacer
en animales de carga (caballos, burros) o a pie, se preparan una o varias fo-
gatas para recalentar los alimentos previamente preparados en las casas de la
comunidad. Esos alimentos consisten en mole, atole, frijoles, café, tamales,
etcétera.
De acuerdo con las características de los espacios sagrados de los granice-
ros y por lo que hemos podido registrar en superficie, creemos al igual que
Schiffer [1990:89] que por tratarse de sitios con ocupación estacional, prin-
cipalmente hay desechos primarios. Una característica fundamental de estos
sitios es el agrupamiento repetitivo de elementos en ubicaciones discretas
y superpuestas. Para comprobar esta hipótesis sería necesario excavar en
áreas en donde año con año se han repetido estas ceremonias desde tiempos
inmemoriales, como por ejemplo frente a la cueva principal de Canoahtitla
o en los “calvarios” de las cimas de los cerros dedicados a estos cultos como
los ya mencionados con anterioridad.
En algunos templos de dif ícil acceso existen áreas cercanas donde se desa-
rrollan otro tipo de actividades económicas como sería la agricultura, la tala
de árboles, la extracción de ocote y copal, preparación de carbón, etcétera, o
son lugares de paso, por lo que a veces hay otro tipo de visitantes no rela-
cionados con el culto agrícola de los graniceros quienes, de alguna manera,
afectan los objetos y contextos formados durante el proceso ritual, tanto en
su ordenamiento espacial, como en la extracción selectiva de algunos com-
ponentes.
El abandono temporal de los espacios sagrados de los graniceros, entre las
dos ceremonias de “obligación” que llevan a cabo, genera entre quienes acuden
al lugar una ruptura f ísica y mental con dicho espacio [cfr. Darras, 2003:19],
pero que gracias a las ceremonias que allí se practican dos veces al año, entre
los sujetos que participan ya en sus comunidades les es posible tener como
aliadas, o enfrentar si es necesario, a las fuerzas sobrenaturales, para así desa-
rrollar sus actividades agrícolas sin que sus cultivos sean afectados.
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
de incensarios, figurillas, pequeños cuencos trípodes y tiestos de ollas, entre
otros.
C
La reflexión crítica sobre el registro y la construcción de los datos arqueo-
lógicos no ha sido frecuente en la arqueología. En la perspectiva histórica,
se ha transitado desde el dibujo, la pintura, la fotograf ía hasta la película y
hoy el video, que han ido de la mano de las palabras y los textos. Por muchas
razones, se había pensado que la imagen contenía una mayor fidelidad en la
representación de la realidad en tanto que su poder evocador es superior al
de los textos y de ahí que del dibujo y la pintura que permiten reconstruccio-
nes idealizadas, se haya transitado a la fotograf ía y a la película, con mayor
‘objetividad’.
Con todo, es necesario reconocer, desde una perspectiva de la arqueolo-
gía visual que las ilustraciones no son inocentes y que responden a nuestras
preconcepciones, conocimientos y teorías. Sin embargo, tienen un impacto
diferente, ya las imágenes son cápsulas del pasado, comprimen información y
la transmiten de manera eficaz: “una imagen vale más que mil palabras, pero
precisamente por eso mismo hay que tener presente que una imagen pue-
de engañar más que mil palabras” [Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 1996-
97:152].
Con estas precauciones en la construcción de datos arqueológicos y en la
búsqueda de analogías etnoarqueológicas para el conocimiento del pasado,
en el presente estudio hemos confirmado la utilidad del registro audiovisual,
etnográfico y arqueológico para describir las características del sitio, de los
objetos y de las personas que interactúan en los espacios rituales, en la búsqueda
de un soporte adicional para el conocimiento de los procesos de formación
y transformación del contexto arqueológico, como un camino para develar
la dinámica de procesos rituales análogos que pudieron ocurrir en el pasado
prehispánico.
El material utilizado para el análisis fue un registro en video realizado
durante las ceremonias de petición y agradecimiento por las aguas, así como
algunas entrevistas y visitas al sitio de Canoahtitla. Contamos, además, con
muchos otros materiales audiovisuales de otros pueblos cercanos y ceremo-
nias grabadas del 2002 a mediados de 2005, así como con las entrevistas a
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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REFLEXIONES ACERCA DE LA ETNOARQUEOLOGÍA VISUAL
El mismo Bonfil, aunque en términos generales, considera que la cere-
monia de petición y de agradecimiento son muy similares, además de que
describe en su artículo varias diferencias entre una y otra (Bonfil, 1968:120),
como sería el caso de las flores y los alimentos que varían dependiendo de
la temporada del año y de lo que se consiga para la ofrenda: en la ceremonia
de petición de lluvias el paisaje es seco y en la de agradecimiento está todo
verde.
Pero además de las diferencias entre una temporada y otra que ocurren
todos los años, hay una serie de contrastes que se dan siempre de una cere-
monia a otra a través del tiempo, lo que las hace a todas distintas.
En definitiva, podemos observar que diversos factores están presentes en
la formación de los contextos arqueológicos y que la revisión sistemática
del registro en video y audiovisual ayuda a una mejor comprensión. Las va-
riaciones las hemos señalado en este apartado, sin embargo queda una pre-
gunta sin responder: ¿es factible que a partir de las evidencias que detecte el
arqueólogo se puedan conocer las diferencias que observamos en el ritual?
Estamos conscientes de que este estudio requiere una mayor profundidad,
por lo cual son necesarias ulteriores investigaciones acerca de los elemen-
tos recuperados en campo para, así, tener una mejor comprensión acerca
de la formación de los contextos arqueológicos de los espacios sagrados de
los graniceros, desde la perspectiva de la etnoarqueología y la antropología
visual.
Ambas perspectivas permiten entender el plano de subjetividades y elec-
ciones del autor que realiza en la captura etnográfica y f ílmica; sin embargo,
el apoyo en la evidencia material arqueológica, en la re-visión de las imá-
genes fotográficas y f ílmicas además de las notas etnográficas, así como en
la visita constante de los sitios ya sea en tiempos de ritual o en momentos
de abandono, permite una aproximación al conocimiento de los procesos de
formación del contexto arqueológico en espacios sagrados, y obtener una
conciencia de sus posibilidades y limitaciones.
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FESTINES Y RITUALIDADES | JUAN BULNES Y FERNANDO LÓPEZ
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La permanencia en el paisaje
del santuario prehispánico
de Cocotitlan
A M G
Egresado del Posgrado en Arqueología
F
Ubicación del santuario prehispánico dentro del municipio de Cocotitlan, Estado de México.
Sección de la Carta Topográfica , Escala 1: 50,000. Fuente: [2000].
F
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
un manantial en las rocas de este afloramiento, mientras que también se
concebía que en el cerro de Cocotitlan había un brazo de mar [Sr. Liborio
Galicia, comunicación personal]. En la base de su sección norte se encuen-
tra un pequeño altar en honor a la virgen de Guadalupe, en tanto que en el
costado occidental de este afloramiento se localiza la impronta de un rostro
circular sobre la parte inferior de la piedra núm. 5, y en su extremo superior
se aprecia un diseño semejante a una cruz enmarcada por un polígono cur-
vilíneo, además de que sobre la parte más alta de esta roca se observa otra
gran poza de 40 cm de diámetro, con su canal de desagüe al oeste. Cuatro
metros al lado norte del rostro circular se ubica la roca 3 que presenta en su
parte superior un diseño abstracto, orientado hacia el noroeste y que por
encima presenta un círculo con una protuberancia en su centro. La piedra 4
se encuentra muy cerca de la pocita anterior y exhibe la imagen de un Tláloc
esquemático (figura 3) sobre su cara oeste. Un metro al sur se halla la roca
6 que en su cara norte presenta un diseño geométrico abstracto, mientras
que en su saliente oriental se esculpió un rostro en bulto orientado hacia el
F
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
1
Por su parte, Leticia Tello manifiesta que el grabado consistía en la imagen de una mariposa
acompañada por la bigotera de un Tláloc [Charles, 1993:70-71, fig. 9].
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
muestra un rostro humano indicado por dos orificios a manera de ojos y una
línea curveada hacia arriba, que indica su boca; este rostro está orientado en
dirección sureste. Sobre la piedra núm. 11 se encuentran dos rostros, también
orientados hacia el sureste. En el primero y más grande de los dos rostros se
observan dos círculos (ojos) y la boca a manera de media luna con sus puntas
hacia arriba y entre sus ojos se encuentra un orificio que, por desgracia, indica
que la intención era dinamitar este grabado. Por debajo de una mancha blanca
se puede observar un pequeño rostro señalado por dos pequeños orificios, su
nariz y su boca esbozada por líneas. En la roca codificada como el núm. 12
se vislumbra sobre la parte superior de su cara noreste la impronta de una
mano derecha apuntando hacia abajo, e inmediatamente en un plano infe-
rior se grabó otra yacametztli o nariguera en forma de luna, pero de una
forma más esquemática. La piedra núm. 13 cuenta en su cara norte con
una mano izquierda apuntando hacia abajo acompañada por dos círculos,
que en su centro presentan un orificio, emulando la imagen de vulvas. Las
rocas núms. 14, 15 y 16 forman un conjunto muy erosionado y solamente en
la núm. 11 se aprecian los restos de una flor o cempoaxochitl, mientras
que la núm. 17 constituye un rostro deteriorado que mira hacia arriba. El gra-
bado de la piedra 18 consiste de una media luna con sus cuernos hacia arriba
y que está plasmada sobre la cara norte, pero se encuentra en muy malas con-
diciones. La piedra núm. 19 exhibe en su cara norte dos representaciones de
Tláloc (tlaloques) orientados al noreste (figura 5). En la cara norte de la piedra
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
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Imagen que muestra el diseño de una “cruz punteada” localizada en el área de El Calvario.
Fotograf ía: Adán Meléndez García.
sirve de base a una enorme cruz metálica de color blanco (figura 7). Sobre su
parte sur se localiza un gran pozo de saqueo que permite observar el sistema
constructivo, consistente en un núcleo de piedras sin carear unidas con lodo
y revestido con adobes. También es posible apreciar sobre la superficie una
sección de un piso de estuco. Corresponde al santuario clasificado por Par-
sons como Ch-Az-169 y Ch-Tf-8, debido a que en su área inmediata ocurre
una alta presencia de cerámica del Posclásico Medio, Posclásico Tardío y del
Formativo Terminal [Parsons et al., 1982:117, 191 y 192]. Sobre el extremo
inferior de la ladera sureste del cerro se reportó la existencia de otro marca-
dor teotihuacano que en la actualidad ya no existe [Galicia, 1997].
Con base en la descripción expuesta hasta aquí, es posible determinar que
este santuario prehispánico tuvo al menos tres episodios de uso y reutiliza-
ción a través del tiempo, que abarcan los periodos de:
1) Formativo Terminal. Aquí las evidencias arqueológicas se encuentran
representadas por materiales cerámicos de este periodo en ambas par-
tes del santuario, en tres sitios que se ubican sobre el cerro mismo así
como en su base norte y suroeste [Parsons et al., 1982:117], además de
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
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Montículo prehispánico sobre la cima del cerro de Cocotitlan. Fotografía: Adán Meléndez García.
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
Tomando en consideración la proyección temporal del santuario de
Cocotitlan a través de estas tres épocas, ello nos conduce a inferir que
los habitantes de la región inmediata asignaron un fuerte sentido de “lugar
especial” a este emplazamiento tan tempranamente como la parte final del
periodo del Formativo, sentido que se ve reforzado en etapas posteriores, al
elegir intencionalmente este mismo emplazamiento para grabar el marcador
teotihuacano que debe de denotar algún tipo de actividad ritual. Es muy
probable que dicha elección haya respondido a una intención específica de
emplear un lugar que previamente ya había sido inhabitado, domesticado
y socializado por grupos humanos del Formativo Terminal. Sin embargo, a
través de la erección del promontorio cuadrangular de piedras, se manifiesta
con más fuerza una intencionalidad de reforzar concepciones ancestrales,
en primer lugar puesto que éste se estableció y se vinculó deliberadamente
junto a un objeto antiguo (cruz punteada) y con una ocupación pasada. En
este sentido es necesario señalar que el sólo acto (consciente) de emplear un
antiguo elemento cultural en desuso, constituye una acción de unión con
el pasado. La segunda razón se basa en la existencia de una intención por
parte de sus constructores al emplear un material (piedras) que por sí mismo
denota antigüedad histórica,2 de manera que al plasmar los diferentes petro-
grabados sobre este material se buscó hacer resaltar, rememorar y perdurar
permanentemente dentro del paisaje, la esencia ancestral generada por el
uso que le habían dado grupos humanos pretéritos.
En consecuencia, las conexiones simbólicas establecidas entre los petro-
grabados, los antiguos moradores que desempeñan el papel de ancestros y
el pasado, fueron los elementos que habrían proporcionado la permanencia
de este lugar a través del tiempo, así como los elementos que reproducían
su alto valor simbólico y religioso. A la par, esta delimitación demarca un
espacio que sirve para clasificar, controlar y establecer relaciones con más
facilidad, de modo que:
En el nivel ritual, un recinto de piedra es un recurso para crear un espacio de
potencial particular, sagrado, que es separado del entorno natural. Esta división se
convierte en un símbolo visual de las asimetrías sociales, separando los que tienen
una cierta autoridad en la práctica ritual de los demás pereginos [Iwaniszewski,
2001a:7].
2
Debe recordarse que las piedras actualmente son concebidas por varios grupos étnicos del país
como los huesos de los gigantes o ancestros.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
dicho santuario que se ubica en la parte norte de la actual población de Te-
nango del Aire (figura 8). También es posible visualizarlo desde el área de
Tlalmanalco al oriente y desde el área de Milpa Alta al oeste.
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Imagen que muestra en primer plano el cerro de Cocotitlan, visto desde el santuario de Santa
Rosa en el área de Tenango del Aire. Fotograf ía: Adán Meléndez García.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
ducían modelos en miniatura de los cerros más importantes de la Cuenca
de México, ya que tales rasgos fueron tomados como bodegas que guarda-
ban el maíz en su interior, a la vez de contenedores que retendrían el agua
durante la temporada seca. De acuerdo con el cronista Fray Diego Durán,
una de las principales elevaciones que se veneraban en esta veintena fue la
Sierra Nevada o Iztaccíhuatl [Durán, 1995, volumen II:278], montaña que
además de marcar la salida del sol durante dos fechas importantes del año
(12 de febrero y 30 de octubre), también fue concebida como el Tonacatepetl
o Cerro Bodega [Serna, 1953:68], es decir como un gran cuexcomate que se
encontraba repleto de todos los productos alimenticios que necesita el ser
humano para su mantenimiento.
Otra particularidad de la fiesta de Tepeilhuitl consistió en la veneración
de los dioses del pulque mediante su personificación y a través de la ingesta de
esta bebida embriagante. Tales deidades se encontraban relacionadas con
la luna, pero además eran consideradas como divinidades de la vegetación
y la fertilidad agrícola. Considerando la presencia de petrograbados en for-
ma de yacametztli o narigueras en forma de luna en el área del Calvario y
haciendo énfasis en que los mismos son características distintivas de los dio-
ses del pulque, podemos proponer que tales diseños son representaciones
simbólicas de dichas divinidades, lo que a su vez puede estar indicando su
veneración en el santuario de Cocotitlan durante la veintena de Tepeilhuitl.
Cabe tomar en cuenta el marcador teotihuacano del área de El Calvario,
en aquella interpretación según la cual algunos de estos diseños funcionaron
como un tipo de oráculo numérico-calendárico, destinado a contar las series
de días con valor mántico del calendario de 260 días para adivinar el clima
venidero y en particular la llegada de la temporada de lluvias [Iwaniszewski,
2001b:9] y, complementariamente, que entre las dos fechas en que se ob-
serva desde Cocotitlan la salida del sol sobre el pecho de la Iztaccíhuatl (12
de febrero y 30 de octubre), existe casi exactamente un periodo de 260 días
[Broda, 2001:183]; en consecuencia, es posible que los rituales realizados
aquí hayan tenido que ver, por una parte, con pronosticar el clima venidero
al inicio del año agrícola y, por otro lado, con una acción de agradecer las
cosechas obtenidas al final del año agrícola.
Puesto que hemos señalado que el cerro de Cocotitlan corresponde
sin lugar a dudas al santuario “Cocotl” que fue empleado por los mexicas,
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
3
De acuerdo con la investigadora Elena Vázquez Vázquez [1968:30], el texto náhuatl refiere al tér-
mino quaxochtli, mismo que siguiendo a Alonso de Molina se debe traducir como “mojonera”.
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LA PERMANENCIA EN EL PAISAJE DEL SANTUARIO PREHISPÁNICO DE COCOTITLAN
B
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FESTINES Y RITUALIDADES | ADÁN MELÉNDEZ GARCÍA
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Notas para el estudio
de la religiosidad prehispánica
en el occidente de México
L G G
Universidad de Guadalajara
I
El área mesoamericana denominada “Occidente de México”, compuesta
en su parte nuclear por los actuales estados de Colima, Jalisco y Nayarit,
es principalmente evocada a partir de las figuras cerámicas huecas pro-
cedentes del saqueo de las tumbas de tiro. A pesar de las investigaciones
arqueológicas que recientemente se han realizado por parte de una serie de
instituciones nacionales y extranjeras, aún quedan muchos aspectos de la
vida prehispánica por dilucidar. Entre ellos, son prácticamente vírgenes los
que afrontan cuestiones complejas, como la organización social de los pue-
blos de la época —quizá con excepción de la tradición Teuchitlán— o bien
la religiosidad de los mismos. Así, cuando estos temas se abordan, principal-
mente el último, se hace de manera superficial, que es más una repetición
de lo que se dice o se piensa para el Altiplano Central que un análisis de las
evidencias propias. A ello hay que agregar los problemas de la información
arqueológica en que se sustentan las visiones que se ofrecen sobre la región,
tales como la petrificación de la información, la gran masa de datos descon-
textualizados y la falta de enfoques teóricos que permitan ir más allá de lo
descriptivo. Esta caracterización se sustenta en las discusiones que vienen
desde la década de 1970. Desde entonces varios autores la han debatido,
o al menos reconocido, y entre ellos se encuentran Betty Bell [1971:697-700],
Xavier Rousseau [1994:193-204], Otto Schöndube [1974 a:1-5; 1989:19-24]
y Phil C. Weigand [1991:97-130; 1992:13-26 y 1993:69-79]. Más aún, ya en-
FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
trado el siglo , Lorenza López Mestas y Carlos López Cruz [2002:59]
llegan a señalar: “El referido aumento en las investigaciones arqueológicas
generó una cantidad considerable de talleres, mesas redondas y conferen-
cias, al igual que nuevos trabajos de síntesis. Sin embargo, no parece haber
propuestas concretas dirigidas a resolver los viejos problemas que aquejan a
la historia del desarrollo cultural de la región”.
Ahora bien, en este ensayo se buscará ofrecer una propuesta teórica que
explique de manera satisfactoria aquellos vestigios arqueológicos que hablan
de la religiosidad entre los pueblos precolombinos del Occidente de México.
Para ello, en primera instancia, se revisará cómo se ha planteado esta pro-
blemática en la subárea cultural; discutiremos después las dificultades de di-
chas perspectivas, y por último se formulará la proposición. Es probable que
para los estudiosos de otras regiones el tema pueda no resultar novedoso en
virtud de sus avances al respecto. No obstante, consideramos provechoso
abordarlo con la finalidad de hacer un llamado al debate y análisis en este
campo de estudio, cuando menos en el área de que se ocupa.
E
Antes de entrar al tema, es necesario revisar de manera breve el desarrollo de
la subárea, para más adelante contextualizar la discusión. Hemos señalado ya
que el área nuclear del Occidente de México se forma con los estados de Co-
lima, Jalisco y Nayarit. Sin embargo, autores como Clement Meighan [1974:
1254] consideran también a los estados de Michoacán y Sinaloa (figura 1).
Las evidencias de la presencia humana se remontan hasta tiempos pre-
históricos, pues en las cuencas lacustres de Zacoalco, Atotonilco y Sayula
(ubicadas al sur del estado de Jalisco) se han encontrado restos materiales
que sugieren una antigüedad mínima de 9000 años aC [Lorenzo, 1964]. Sin
embargo, éstos son escasos y no permiten trazar un cuadro coherente de
lo que fue la historia de aquellos pobladores. Ahora bien, para la época que
nos interesa, en general los estudios son más numerosos y sus resultados
permiten observar la existencia de diversas etapas previas a la llegada de los
europeos. Existen dos cronologías generales para la región. La más conocida
utiliza las mismas denominaciones de la que se aplica para Mesoamérica,
un tanto por uso y costumbre, evidencia de que sólo se usan las etiquetas y
no tanto los contenidos. La segunda hace caso de las particularidades de la
región, sin ocuparse demasiado por el resto de Mesoamérica [Schöndube,
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
F
1982 a y b]. Es de señalar que en modo alguno son excluyentes, y que aquí,
por simple comodidad del lector, utilizaremos la primera de ellas.
De tal manera, el Formativo, entre 2000 aC a 300 dC, se distingue por la
manifestación de desarrollos culturales como El Opeño y Capacha (1500
aC), conocidos sólo por sus aspectos funerarios. Una característica de esa
etapa compartida con el Clásico (300-600 dC) es la presencia de tumbas
de tiro en los estados de Colima, Jalisco y Nayarit, formando una amplia
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
tradición cultural. Para el Epiclásico, entre 600 y 900 dC, aparecen una serie
de desarrollos regionales vigorosos que vinculan sobre todo a las regiones de
Jalisco y Zacatecas. Por último, en el Posclásico, de 900 a 1531 dC, presunta-
mente se produce una “mesoamericanización” del Occidente, y destaca en el
estado de Michoacán una sociedad que claramente alcanzó el nivel estatal,
la tarasca.
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
bién se puede aplicar al segundo periodo. Más aún, para esta época el autor
hace una distinción clara con otras regiones mesoamericanas, pues indica
con respecto a las ofrendas de estos sepulcros que:
El arte de esta parte del Occidente es naturalista, aunque simple, y prácticamente
no hay representaciones de seres fantásticos o “irreales”. No hay ningún elemento
local que nos permita pensar que los constructores de las tumbas de tiro, tuvieran
en esta fase ‘Clásica’, conceptos religiosos similares a los de culturas contempo-
ráneas en la Mesoamérica nuclear; aquí en el Occidente, todo parece centrarse
en el hombre y sus actividades, no en los dioses (como es el caso digamos de
Teotihuacan). Lo anterior, y por otra parte la carencia de arquitectura ceremonial
en superficie (no negando que pudo haber existido, hecha en materiales perece-
deros), refuerza nuestra idea de un especial énfasis en el culto a los antepasados
[ibid.:357-358].
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
nudo sin variaciones estilísticas significativas. Esto parece ser de mucho mayor
significado del que es generalmente admitido [Furst, 1974:137].
Pero, ¿cuál sería éste? Partiendo de la premisa de que se está tratando con
“sociedades aldeanas agrícolas tempranas, no influenciadas por Teotihua-
can u otras civilizaciones complejas y evidentemente carentes de cualquier
arquitectura religiosa o secular de gran escala” [ídem], y entendiendo la es-
tandardización de los objetos como una característica de las civilizaciones
complejas, propone:
¿No sería más bien una posibilidad distinta que la explicación de la estandardiza-
ción de ciertas figurillas cae en el reino de lo sobrenatural —i.e. que los unicornes,
bicornes, bastones, armas, aspecto animal, indumentaria ceremonial, gestos ri-
tuales, etc.—, podrían ser características identificatorias de deidades o seres so-
brenaturales menores, además de sus personificadores humanos? [ibid.:138].
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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La “Diosa Madre”, figura hueca encontrada en una tumba de tiro. Fuente: Furst [1975:36].
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
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Un “chamán”, figura hueca encontrada en una tumba de tiro. Fuente: Furst [2000:186].
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
do, además de sus ejercicios rituales regulares, varias técnicas chamánicas, con-
forme lo requería la situación [ibid.:74-75].
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
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Representaciones de Xipe Tótec, procedentes del sur de Jalisco. Fuente: Schöndube [1994:488].
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
fenómenos religiosos del Occidente de México tiene los siguientes puntos
débiles. Por un lado, problemas teóricos debido a la falta de definiciones y
discusión de los conceptos que deben guiar un estudio sobre religiosidad.
Por lo tanto, no se ha delimitado claramente cuál es el tipo de fenómenos
de los que debe ocuparse esta temática. De igual forma, presenta un fuerte
carácter especulativo, al contar con escaso apoyo contextual, lo que llevado a
casos extremos significa que algunas de las interpretaciones ofrecidas pudie-
ran incluso ser falsas. Por otro lado, esa misma falta de contexto hace que las
visiones sean estáticas, puesto que no se presenta una visión que dé cuenta
de los procesos involucrados en cualesquiera fenómeno religioso.
De tal manera, hasta el momento es posible afirmar que en el Occi-
dente de México no ha habido una búsqueda arqueológica sistemática de
los fenómenos religiosos. Más bien se ha reaccionado ante los hallazgos,
la mayoría de las veces sin una reflexión oportuna para explicarlos ade-
cuadamente. Es claro que en una investigación arqueológica los contextos
y los materiales que se registran y se recuperan son variados. Entreverados
pueden o no encontrarse elementos que sean el resultado de una actividad
religiosa y el investigador debe ser capaz de identificarlos primero, para ana-
lizarlos después. Obviamente esto requiere de saber qué se busca para que
no pase inadvertido; con ello en mente se formulará aquí una propuesta.
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
de propiedades formales que les hacen susceptibles de estudio arqueológico.
Siguiendo a Rodrigo Díaz Cruz [ibid.:225-227], las cualidades de todo rito
son: a) repetición; b) acción; c) comportamiento “especial” o estilización; d)
orden —que incluye una serie de reglas y guías—; e) estilo presentacional
evocativo y puesta en escena; f ) dimensión colectiva —que puede incluir un
formato público o privado—; g) “felicidad e infelicidad”; h) “multimedia”; y
por último, i) tiempos y espacios singulares. Todo lo anterior nos habla de
una conducta prescrita y recurrente, así como de la necesaria utilización
de diversos objetos en su realización.
Si se considera que el ritual, tal como lo plantea el autor, es una “puesta
en escena”, por lo tanto una conducta, para examinarla habrá que descom-
ponerla en sus partes. Pensando en un performance, sus elementos cons-
titutivos son: un escenario, la escenograf ía, un director, los actores, su
vestimenta, un guión para las acciones, los objetos con los cuales éstas se
desarrollan, así como un público. En términos arqueológicos, todo encua-
dra con la propuesta de Colin Renfrew (1994) para el estudio de la religión.
Según este autor, si bien falta todavía una discusión teórica profunda, existen
principios que permiten reflexionar sobre el tema y que están materializa-
dos. Se trata de lugares especiales cuya construcción requirió de una gran
inversión de esfuerzo (un escenario), el uso de equipamiento especial en
rituales (vestimentas y objetos), la elaboración de representaciones icóni-
cas (escenograf ía) y, en ocasiones, la descripción de los rituales mismos (el
guión). En todos los casos la condición esencial para su estudio arqueológico
es estos elementos que deben estar preservados [Renfrew, 1994:49].
Ahora bien, ¿qué, de un ritual, es susceptible de ser conservado? Cuando
uno asiste a un ritual religioso y observa el desarrollo del mismo, es posible
apreciar al menos dos tipos de entidades que dejan huellas para la arqueolo-
gía. En primer término, están aquellos elementos que fueron construidos en
materiales inorgánicos de alta durabilidad —sean muebles o inmuebles— ta-
les como templos, altares, contenedores y otros elaborados en piedra, cerá-
mica o, en algunos casos, metal. Por otro lado, están aquellos constituidos
en materiales orgánicos que, por su misma naturaleza, se descomponen en
un tiempo relativamente corto, como los textiles, los vegetales y otros. Estos,
sin embargo, dejan huellas a nivel microscópico que son recuperables siem-
pre y cuando su uso fuese intensivo, se plantee su existencia y se utilicen las
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
res que son las posesiones de sus miembros [McAnany, 1995:16]. Allí nor-
malmente reside una familia extensa, que se relaciona a través de lazos de
consanguinidad y afinidad, sean reales o ficticios, que los reconocen como
una unidad. En lo que se refiere a la ritualidad, ésta se limitaría a los actos
litúrgicos realizados por sus miembros dentro de los confines de la casa:
“Solamente las instalaciones fijas y los medios de la casa —los altares, áreas
quemadas, ofrendas enterradas, habitaciones especiales y las tumbas— nos
proporcionan evidencias claras de la acción ritual dentro del espacio resi-
dencial” [Plunket, 2002:9]. Al parecer, para Mesoamérica existieron una serie
de prácticas y conceptos propios del culto doméstico a través del tiempo,
que se mantuvieron estables a pesar de los grandes cambios sociales y polí-
ticos que sufrió el área cultural durante su historia. Éstos fueron expresados
en la producción y el uso de objetos tales como incensarios e instrumentos
para la sangría, el formato arquitectónico y la decoración de las unidades re-
sidenciales [ibid.:1].
En lo que se refiere a la comunidad aldeana, en principio encontraremos
allí la suma de las actividades de las unidades domésticas, pero, además, las
acciones propias de la aldea misma puesto que también se reconoce como
una unidad frente a otras aldeas. Así, en cuanto al tema que nos ocupa,
los rituales comunitarios requieren de la participación de los miembros de la co-
munidad (esto es, de la comunidad doméstica) quienes habrían sido responsables
de la producción y almacenamiento de los trajes, máscaras, instrumentos musi-
cales y otro equipo requerido. La presencia de estos artículos en cada casa puede
decirnos mucho sobre el papel ritual jugado por los miembros de cada comuni-
dad doméstica, pero no aconsejaríamos asumir automáticamente que lo que está
en la casa solamente fue usado allí. Los miembros de la comunidad doméstica
probablemente usaron lo que estaba dispuesto en el espacio residencial, pero el
escenario de la acción ritual pudo haber sido un templo comunitario, una cueva o
un santuario en la cima de un cerro [Plunket, ibid.:9].
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
mas de los muertos, ocasionalmente coincidentes” [Price, 2001:3]. Estos
personajes contaban con una cultura material específica, que se exhibía en
todo su esplendor en las ceremonias que practicaban: “el extraño tocado y
las chaquetas adornadas con amuletos tintineantes, las plumas y la piel de
animales, imágenes de metal; las máscaras y los velos, las efigies y las figu-
rillas; pero sobre todo, los tambores” [ídem]. A partir de ello, se creó un
criterio académico que para algunos ha resultado de utilidad en la descrip-
ción de un patrón de creencias y conducta ritual identificados en las áreas
árticas y subárticas del mundo, y que investigadores que trabajan fuera de
ellas han extrapolado a sus situaciones específicas [ibid.:6], aun cuando en
muchos casos se ha cuestionado el uso de este concepto [Klein et al., 2002].
El comportamiento específico de los šaman se ha materializado en diversos
aspectos, como son el tratamiento ritual de partes específicas de cuerpos
animales, la delimitación de ciertos lugares como espacios sagrados —que
son separados de la naturaleza— y el uso de ciertos objetos que se consi-
deran animados [Jordan, 2001:103]. Como se aprecia, esta delimitación es
demasiado general, por lo cual para el reconocimiento de la presencia de
figuras equivalentes a este especialista religioso en otras latitudes se requiere
de su especificación precisa en cada contexto social.
Por último, respecto de la problemática cara a la región que es la de su
pertenencia a Mesoamérica, habría que señalar que durante largo tiempo se
ha debatido en torno a ello y aun en la actualidad existen opiniones que ob-
servan a la región como distinta al área cultural, sobre todo en sus periodos
más tempranos [Ávila y Llerenas, 1994]. En lo que se refiere a la temática,
presentamos la siguiente reflexión: Son bastante conocidos los alcances y lí-
mites del concepto “Mesoamérica”, ya discutidos en la Mesa Redonda de
la Sociedad Mexicana de Antropología. Allí, siguiendo la tónica de Kirchhoff
para definir dicha área cultural mediante un listado de rasgos, Schöndube
propuso que el Occidente de México es mesoamericano, cuando menos,
desde el siglo dC. Su aseveración se apoya en la existencia de guerreros
con ixcahuipilli, del juego de pelota, objetos de obsidiana pulida y el uso
del maguey para pulque [Schöndube, 1990:131]. Aquí el autor hace refe-
rencia a las figuras huecas y maquetas presentes en las tumbas de tiro, que
se presentan desde el Formativo. Si el razonamiento es correcto, entonces
en realidad el occidente es mesoamericano desde tal época. De tal forma,
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
E
A lo largo del ensayo se ha demostrado que no hay un estudio sistemático de
la religiosidad prehispánica en el Occidente de México. Los problemas y ca-
rencias en torno a ello son varios, pero puede decirse que el principal es que
la temática nunca ha sido central en las investigaciones que se han realizado
en esta región. Por lo cual, el cuadro que se tiene hasta la actualidad es suma-
mente fragmentario. Para comprender y explicar desde la arqueología este
universo es necesario trabajar en varias direcciones. Primero, la que se ha
planteado aquí, la reflexión teórica. Para dar contenido a la cuestión se de-
ben responder las preguntas clásicas, entre otras: ¿qué es la religión?, ¿qué es
una deidad?, ¿cómo se practicó el culto? y, sin falta, ¿cómo se puede detectar
todo ello a través de la evidencia arqueológica? Se ha bosquejado un camino,
pero no necesariamente es el único ni el mejor. Independientemente de ello,
es indispensable deliberar y tomar una posición al respecto.
Por otro lado, habrá que subsanar en campo una de las graves carencias de
la subárea: la falta de investigación sistemática. Como se expuso arriba, para
respaldar propuestas como la de un culto doméstico y aldeano, es menester
cubrir las áreas pertinentes. Ello debe ser planteado desde la formulación
misma de un proyecto, de modo que la obtención de dicha información sea
prevista y se evite que pase inadvertida. Deberá revertirse la observación de
Daria Deraga y Rodolfo Fernández [1986:393], desafortunadamente todavía
vigente, quienes señalan: “La relativa pobreza del panorama arqueológico de
Occidente, en términos del conocimiento de la estructura social prehispáni-
ca y su dinámica de desarrollo, se debe en gran parte a la casi total ausencia
de información sistemáticamente obtenida y analizada, sobre la actividad
doméstica de las poblaciones estudiadas”.
Por último, en gabinete, se debe considerar la realización de análisis di-
versos para detectar evidencia tanto microscópica como derivada de la apli-
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NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELIGIOSIDAD PREHISPÁNICA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO
cación de técnicas asociadas con la biología molecular. Estas herramientas
posibilitarían conocer si existieron “linajes” que dan lugar a la veneración de
los ancestros (según análisis genéticos de ) o bien detectar las huellas
dejadas por la actividad ritual. En este sentido, si bien es cierto que existen
dificultades en el nivel de las actividades domésticas para diferenciar entre
objetos rituales y utilitarios, tal como lo plantea Plunket [2002:5], también
es viable discriminar mediante análisis químicos y de huellas de uso si un
objeto fue utilizado, por ejemplo, para una sangría, desollar un conejo o des-
cortezar una rama.
¿Cuáles serían las ventajas de seguir esta propuesta de manera sistemá-
tica? Consideramos que se colocaría sobre bases sólidas el estudio de la re-
ligiosidad prehispánica de esta región, ya que se contaría con el apoyo de la
evidencia arqueológica debidamente contextualizada. Con ello se evita, en la
medida que esto pueda ser posible, la especulación que en la actualidad re-
viste a un buen número de las interpretaciones que hoy circulan. Permitiría
identificar con seguridad los comportamientos religiosos de los habitantes
prehispánicos de la región, formando con ello un inventario de rituales prac-
ticados en la época. Aunado a lo anterior, el conocimiento generado debe dar
una visión dinámica de los comportamientos religiosos, puesto que, como se
mencionó, los contextos con las características de nuestro interés deben ser
el resultado de las prácticas que realizaron los fieles.
A
La investigación y elaboración de este texto contó con el apoyo del Progra-
ma para el Mejoramiento del Profesorado de las Instituciones de Educación
Superior () de la Secretaría de Educación Pública, mediante el folio
-390 y el anexo / 2000-14-01; del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología, a través de la beca con número de registro 159397; así como
de la Universidad de Guadalajara. De la misma forma, se agradecen los co-
mentarios de la Dra. Patricia Fournier, la colaboración de Cristina Ramírez
Munguía en la captura de información, la obtención de materiales biblio-
gráficos y la elaboración de las referencias, además de las sugerencias de los
dictaminadores anónimos.
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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FESTINES Y RITUALIDADES | LUIS GÓMEZ GASTELUM
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Simbolismo
de las ofrendas
en el Kut*
S S
Instituto Nacional de Antropología e Historia
* Este ensayo está basado principalmente en textos que han sido traducidos del original en corea-
no y adicionalmente en la información recabada durante mi trabajo de campo en Corea (otoño
del 2006) gracias al apoyo de la Fundación Corea y la asesoría del profesor Yang Jongsung.
FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
El Kut es precedido por la colocación de las ofrendas en los altares y por
un rito de purificación del sitio donde se va a llevar a cabo, que puede ser
una habitación y/o patio de una casa particular o rentada, la capilla comuni-
taria, un auditorio o una plaza pública.
Una idea central del llamado chamanismo coreano o Musok es que el in-
dividuo tiene que depender de los poderes sobrenaturales de las deidades
para resolver todos los problemas que enfrenta durante su vida. La manera de
lograr la satisfacción de sus deseos es a través de las ofrendas y dependerá
de la respuesta divina; ésta se otorgará de acuerdo con la cantidad y calidad de
las ofrendas que devota y sinceramente reciban los dioses, las cuales son
de diversa índole, en vista de que cada uno tiene determinadas tareas y
responsabilidades hacia los seres humanos.
El dinero es una parte integral de la parafernalia y el chamán lo pide abier-
tamente por anticipado con la finalidad de preparar todo lo necesario para
llevar a cabo el ritual: renta del lugar, arreglo de altares y ofrendas, hono-
rarios de músicos y chamanes, asi como la comida que se sirve a todos los
asistentes. Después, durante el Kut, las personas otorgan más dinero para
complacer a los dioses y a los espíritus invocados. Por lo general es una
suma considerable, que representa más de un mes de salario, dependiendo
de la posición social del donante o cliente.1
El dinero simboliza la dedicación “de todo corazón” por parte de los que
solicitan un Kut, no se trata de buenas intenciones sino de manifestaciones
tangibles de sacrificio, de realmente “apretarse el cinturón y soltar el dinero”.
Extender el presupuesto familiar al límite es un signo tangible de la devoción
del individuo, y ésta le será recompensada por los dioses. Lo más importante
es la devoción y sinceridad con que las personas hacen sus ofrendas, por lo
que un tazón de agua puede tener tanto valor como un suntuoso altar reple-
to de comida; no obstante, una evidencia o prueba de ello es ofrecer lo que
la persona valora más, y hoy en día esto es, sin duda alguna, el dinero, y la
resistencia a gastarlo es vista como una ofensa a los dioses. Incluso una parte
del Kut es financiada por los mismos chamanes, quienes de esta manera
también expresan devoción y gratitud a sus dioses tutelares.
1
Varía entre un millón y medio y treinta millones de Won, un promedio de tres a nueve millo-
nes para Kut privados y de diez a cincuenta millones para los comunitarios [veáse Hogarth,
1998:63-65]. Mil Won equivalen aproximadamente a diez pesos mexicanos.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
cio sagrado en el sitio del Kut; se colocan en los altares junto con las ofrendas
en su honor (figuras 1 y 2).
F
Parte del altar principal para un Kut Chinjok con pinturas de deidades, frutas, figuras de
papel, flores y espejos colgantes. Fotograf ía: Yang Jongsung.
F
Parte del altar principal para un Kut Chaesu comunitario, con una variedad de pastelillos
de arroz (al centro), botellas de vino de arroz y la espada y el tridente (en el suelo, al lado del
cerdo). Fotograf ía: Silvia Seligson.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
2
El arreglo de los alimentos sigue dos reglas: la primera determina la orientación este-oeste, y la
segunda; la secuencia que debe tener la colocación de la fruta: dátiles, castañas, peras y pérsi-
mos; éste orden (de izquierda a derecha) obedece al número de semillas que éstas tienen, el cual
se asocia con las virtudes confucianas [véase Palmer, 1992].
3
El mito de Tangun narra que el hijo del Dios del Cielo descendió a la Tierra en la cima de la
montaña Baekdu (la más alta y sagrada de Corea) y ahí se casó con un oso que él convirtió en
una bella mujer. Su hijo, Tangun, fundó el primer estado coreano llamado Kochoson y tras go-
bernar por más de 1 500 años, se convirtió en el Dios de la Montaña o Sanshin, quien representa
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
Blanco: está relacionado con los espíritus celestiales chamánicos y budis-
tas, por representar tanto el cielo y el vacío, como el oeste, que es el sitio por
donde se mete el sol y hacia donde van las personas al fallecer. De ahí que el
blanco sea el color de luto y que las ofrendas para los difuntos y dioses rela-
cionados con la muerte sean predominantemente blancas o de colores páli-
dos, al igual que la vestimenta que usan los chamanes para personificarlos.
Estas ofrendas se ubican, por consiguiente, en el extremo oeste del altar,
mientras que las de color rojo están en el extremo este, sitio por donde sale
el sol, e implica nacimiento y la vida. Entre ambos se dispone una variedad
de coloridos alimentos dulces, principalmente pastelillos de arroz y fruta, que
representan el arcoiris que vincula el mundo de los vivos con el otro mundo.
La selección y colocación de las ofrendas se basa en la óptima com-
binación del Yin y el Yang e incluye productos vegetales y animales de la
tierra y del mar que son cruciales para la vida del hombre, además de obje-
tos valiosos como la seda y el jade. Predominan granos, verduras y frutas,
una variedad de alimentos preparados, así como carne cruda, especialmente
para los espíritus de generales y los dioses del inframundo, y cocida para
los funcionarios de alto rango, mientras que en los altares para los dioses
celestiales prevalecen los alimentos dulces. También se acostumbra ofrendar
un animal completo, o alguna de sus partes, y pescados; estas ofrendas se
acomodan del lado este junto con las de color rojo, las secas y las crudas, en
contraposición a las de color blanco y a los alimentos preparados. Al frente
se coloca el incienso que se quema en el momento de invocar a las deidades
y el vino destinado a darles la bienvenida (figura 3).
La ubicación de los altares, al igual que la de las ofrendas, está acorde con
“el orden cósmico y su armonía”; en el este se colocan el o los altares para los
dioses principales y en el oeste el de los espíritus de los ancestros, cerca de
la entrada al recinto está el altar de los dioses guardianes y en el exterior el
dedicado a los espíritus errantes4 [Lee, 2004:98-102].
al dios colectivo de todas las montañas, si bien cada una tiene el suyo propio que es la deidad
principal de la comunidad.
4
Algunos difuntos se aferran a este mundo debido a que sus deseos no se cumplieron y/o tuvie-
ron una muerte trágica o prematura, y por ello se quedan como espíritus errantes que dañan a
sus familiares vivos y que, a su vez, son atormentados por otros espíritus nocivos y “fantasmas
hambrientos”. Reciben diferentes nombres y son potencialmente peligrosos si no son adecuada-
mente honrados [véase Lee, 2004:98-102 y Hogarth, 1998:92-93].
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
F
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
“observar el Kut y comer ttok” y la frase “vamos a comer ttok “ usada por los
chamanes como sinónimo de “vamos a llevar a cabo un Kut” [Park, 1991:81
y Hogarth, 1998:37].
Fruta
La fruta es otro símbolo de sinceridad, trabajo y devoción del individuo,
además de representar el resultado o logro de su meta y de sus deseos. Se
ofrece una variedad de frutas, cotidianas y otras exóticas, de la mejor calidad
y en grandes cantidades, ya que conllevan el anhelo humano de obtener un
fruto, lograr su objetivo, ver la realización de sus anhelos. El ideograma chi-
no shill, correspondiente a la fruta, significa casa y monedas unidas entre sí
por un hilo, y expresa por analogía “una fruta llena de semillas maduras”; de
esta manera, con las numerosas ofrendas de fruta apilada, el donante espera
recibir una casa llena de dinero.
Las nueces o castañas representan el proceso de purificación. El quitar la
cáscara simboliza el remover el “yo contaminado”, mientras que lo carnoso
blanco es el renacimiento de un ser nuevo o puro liberado de la carga o cás-
cara. Las castañas son además símbolo de castidad y longevidad, porque los
castaños únicamente tienen una raíz y mueren si son trasplantados.
Los dátiles rojos son símbolo de la sangre y nueva vida, de la fertilidad y
preservación de la línea familiar, por lo que el mudang los comparte con los
asistentes y además, para efectos de adivinación, arroja algunos, junto con
un puñado de castañas, en el faldón del cliente y enseguida los cuenta, si
resultan números pares significa que éste tendrá buena suerte.
Animales
Sin duda alguna, la ofrenda más sobresaliente o notoria es la parte de un
animal, generalmente la cabeza de un cerdo, a veces flanqueada por un par
de patas de buey con todo y pezuñas, si es para un Kut corto y/o de bajo
costo, o bien el cerdo completo sin piel para un Kut más elaborado y costoso
(figura 3). En algunas ocasiones se ofrece la cabeza de un buey o el costillar
completo crudo y, muy rara vez, todo el animal.
Esta costumbre tiene su origen en las comunidades agrícolas donde tradi-
cionalmente se ofrenda el bien más preciado, o sea, un buey, con frecuencia
reemplazado por un cerdo que resulta más económico. Además de ser un
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
animal útil, es una extensión del trabajo arduo del hombre y de su vida; por
lo tanto, es como si éste mismo se ofreciera (por eso el animal lleva escrito
el nombre del donante en el lomo, o en un papel adjunto) y de esta manera
se simboliza la muerte del “ser contaminado” y su renacimiento como uno
purificado. En algunos ritos, el chamán carga al animal ofrendado sobre su
espalda compartiendo así la carga, los conflictos y la contaminación de
su cliente.
También por razones económicas, se acostumbra ofrecer tan sólo una
parte del animal, ya sea la cabeza —en representación del todo, lo que sig-
nifica dar la vida— o las costillas del buey; éstas simbolizan la devoción hu-
mana, debido a que están cerca del corazón, aunado a que son el manjar que
más aprecian los coreanos (por ende su precio es elevado), el cual podrán
disfrutar al finalizar el ritual (figura 4).
F
Ofrendas para espíritus de generales que incluyen la cabeza de una res con unos billetes en el
hocico y el nombre del donante escrito en un papel. Fotograf ía de Silvia Seligson.
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
mente como reminiscencia de la época cuando el hombre la consumía de
esta manera y, a la vez, como un deseo de preservar la integridad del animal.
El cazador ofrendaba las partes vitales de su presa (la cabeza, el corazón y la
sangre) con el propósito de devolver simbólicamente su vida a quienes se la ha-
bían otorgado, o sea, a los seres sobrenaturales o dioses que presiden sobre
el ámbito de la vida [Choi, 1991:65].
Agua
El agua desempeña un importante papel en los ritos chamánicos, como ofren-
da a los dioses relacionados con la fertilidad y la abundancia, y como ele-
mento de purificación del sitio donde se va a realizar el Kut y de los objetos
en él utilizados. A veces se le agrega un trozo de carbón o cenizas con la
finalidad de purificarla, además de chiles rojos para alejar a los espíritus ma-
lignos. Es un símbolo de prosperidad y fertilidad, un elemento venerado
como la fuente de la vida por sus poderes generativos y curativos; de ahí
que se denomine “agua de jade u oksu” y que también se utilice para pedir
salud y larga vida.
Im Chae-hae señala que en la mitología coreana el agua es el agente
conductor o dirigente de la creación del Universo y, al igual que el fuego,
un elemento esencial forjador de la civilización. Así, por ejemplo, cita a las
heroínas legendarias, entre ellas las madres de reyes fundadores de las prin-
cipales dinastías coreanas, quienes casi siempre emergen del agua.
O
En los altares también se ponen diversos objetos rituales que son empleados
por los chamanes para alejar a los espíritus malignos y para invocar a las
deidades y comunicarse con ellas.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
ofrendas para impedir el paso a los espíritus malignos (figura 1). Los espíri-
tus de los ancestros se representan con una esfera hecha con tiras de papel
blanco, llamada Nok Chongi, que la mudang se pone en el cabello, debido a
que se tiene la creencia que en el cráneo reside el alma del difunto.
Flores
Las flores en general representan la senda por la cual los dioses descienden
y el sitio donde permanecen, son símbolo de la magnificencia divina y tradi-
cionalmente algunas de ellas son flores de loto blancas, por ser emblema de
motivación, larga vida y paz nacional, de un mundo ideal y una vía para la
reencarnación e inmortalidad.
Dependiendo del ritual, de los dioses convocados y de la estación del año
en que se lleva a cabo, se requieren varias clases de flores y de determinados
colores; por lo que resulta más práctico hacer los arreglos con flores artifi-
ciales. Casi siempre las hacen los chamanes, excepto las más complicadas
que son hechas por especialistas, con papel tradicional coreano o de otra
clase, si bien recientemente algunas son de tela o de plástico.
Amuletos
Los amuletos sirven para reducir la ansiedad e incertidumbre y el temor del
impredecible futuro, así como para prevenir y atacar enfermedades. Con el
tiempo también se han producido o creado para pedir larga vida, riqueza y
salud. Su objetivo es combatir a los espíritus malignos y, a la vez, apaciguar-
les o hacerles sentir que son buenos, lo cual es una manera armónica del
Musok de reconciliarse con ellos.
Se elaboran con un papel especial de color amarillo, emblema de espe-
ranza, y contienen diversas imágenes abstractas e ideogramas chinos hechos
con tinta roja. El halcón es un animal frecuentemente representado con tres
cabezas y una sola pata, debido a sus poderes sobrenaturales para controlar
y eliminar a los espíritus nocivos; se emplea para prevenir las tres catástrofes
más temidas por los coreanos: inundaciones, incendios y guerras, las cuales
son ocasionadas por el agua, el fuego y el viento, respectivamente.
Los ideogramas chinos se escriben por todo el amuleto y se combinan
con complejos y misteriosos símbolos taoístas, budistas y chamánicos que
resultan incomprensibles para una persona ordinaria. Los más frecuentes
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
son el ideograma “día”, que significa la claridad que inactiva a los espíritus (ya
que éstos son nocturnos), el de “rey” es éxito y el número tres se relaciona
con longevidad y fertilidad. Una puerta es la entrada de riqueza, una espiral
es buena suerte y un laberinto representa el camino que recorre un espíritu
maligno [Yang, 2006:20-21].
Cascabeles
Idealmente deben ser noventa y nueve, o al menos múltiplos de tres, por ser
éste el número vinculado con la cosmovisión chamánica que simboliza la
perfección o armonía del cielo, la tierra y los seres humanos, así como con
sus principales dioses. Los chamanes consideran que tres veces tres, o sea,
nueve, constituye la perfecta encarnación o representación del universo; agi-
tan los cascabeles al inicio del ritual para apresurar el descenso de los dioses,
al igual que el abanico que es concebido como “su asiento”. Hay tres tipos de
abanicos, uno blanco y los otros dos principalmente con representaciones
pictóricas de deidades budistas o de las tutelares del chamán.
Banderolas
Son de los cinco colores asociados con los puntos cardinales; se emplean en
la adivinación y para invocar a los generales de las Cinco Direcciones.
Un par de cuchillos
Tienen tiras de papel blanco adheridas en la empuñadura y son empleados
en los ritos de purificación; el chamán los agita recorriendo el recinto y luego
6
Para ello el mudang realiza un acto llamado “sashil songi” el cual consiste en colocar al animal
ofrendado, junto con dinero, sobre un tridente erguido; si éste se tambalea y cae significa que
los dioses consideran que las ofrendas no han sido suficientes y, entonces, los clientes agregan
devotamente más billetes hasta que el tridente logre mantenerse firme y estable por sí mismo.
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
los arroja, si al caer apuntan hacia la entrada, ello quiere decir que los espíri-
tus malignos han sido expulsados del lugar.
Textiles
En el ritual dedicado a guiar el alma del difunto al otro mundo, se colocan
frente al altar algunas de sus prendas personales y dos rollos de tela, una de
algodón y la otra de lino, que representan el camino hacia el otro mundo y la
entrada a éste, respectivamente (figura 3).
C
Los cantos chamánicos Muga se subdividen en:
a) Largas narraciones épicas y míticas que se han transmitido de genera-
ción en generación; son recitadas o entonadas en forma monótona por
el chamán acompañándose con el tambor, y algunas pueden durar más
de tres horas. Su función es invocar a los dioses o espíritus al describir
su historia y los roles que desempeñan.
b) Canciones alegres y bulliciosas denominadas Taryong —que literal-
mente significa “percusión y orden” y también “transigir o avenirse con
las deidades”—. Son baladas melódicas preestablecidas que el chamán
canta mientras toca el tambor y baila con el objeto de suplicar a cada
dios, complacerlo y alabarlo. Al inicio de cada rito o Kori, canta al-
ternando cada estrofa con otro u otros chamanes auxiliares llamados
Kidae, y luego lo hacen a coro en las alabanzas divinas al finalizar el
rito. Después, son los dioses mismos quienes cantan principalmente
para divertirse, y también en el momento de otorgar sus bendiciones a
los participantes (figura 5).
Estas baladas expresan aspectos significativos del ritual, tales como
la relevancia de la vida comunitaria y los principios de reciprocidad.
Un ejemplo ilustrativo es el siguiente fragmento de “Taegam kori”, de-
dicado al vigilante del hogar7 [citado por Hogarth, 1998:44]:
7
Taegam es el título que recibían los funcionarios de la Corte, existen entre 53 y 99 que han sido
deificados como vigilantes del hogar que otorgan paz, salud, buena suerte y riqueza a la familia;
por ello exigen gran cantidad de ofrendas [Huhm, 1998:76].
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
F
En el Kori deTaegam éste baila portando algunas de sus ofrendas mientras las chamanes
Kidae cantan invitándole a tomar más copas de vino. Fuente: Huhm [1998:63].
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
- Narrar anécdotas, interpretar baladas, danzas y otros actos con la fina-
lidad de agasajar al dios convocado.
- Dar su mensaje divino o kongsu a los seres humanos.
- Expresar júbilo y agradecimiento al dios invocado por haber otorgado
lo deseado.
- Despedir al dios invocado.
- Las últimas cinco acciones se repiten con cada uno de los dioses in-
vocados en el ritual y, para concluir, todos los espíritus errantes son
invitados a disfrutar las ofrendas especialmente preparadas para ellos
[Huhm, 1998:14].
I
Por lo general, la música que acompaña al Kut se ejecuta al unísono con los
cantos del chamán y cuando éste baila, o en casos especiales tales como un
intermedio o mientras se lleva a cabo un determinado rito o Kori.
Los principales instrumentos musicales son: el tambor doble en forma de
reloj de arena “changgu”, gongs o “ching” de diferentes tamaños y los platillos
de latón “chegum”; así como un pequeño oboe “piri”, una flauta transversa
denominada “taegum” o “chottae” y un tipo de violín con dos cuerdas “hae-
gum”, los cuales son de bambú (figura 6).
El tambor changgu es el instrumento de percusión principal y el más
popular, tiene características peculiares, ya que uno de sus extremos está
cubierto con piel de vaca o becerro, la cual produce sonidos suaves y ba-
jos, mientras que el otro tiene piel de caballo (o de perro) que, por ser más
delgada, produce sonidos más fuertes y agudos; se asocian con la naturaleza
apacible, lenta y estable del bovino, que contrasta con la ágil movilidad del
equino o del can.
El gong ching y el tambor changgu simbolizan el orden cósmico, o sea, el
sonido del cielo (que es Yang) y de la tierra (que es Yin), respectivamente. Los
platillos de latón chegum representan al Sol y a la Luna, y el chamán los toca
al inicio del rito para atraer la atención de las deidades budistas. También
se emplean junto con el ching para reforzar el compás principal del patrón
rítmico en las danzas del chamán [Lee, 2004:51-55].
El sonoro y acelerado ritmo con que son ejecutados estos instrumentos
de percusión mientras el chamán danza frenéticamente, contribuye a que
éste alcance el estado de trance —posesión al inicio de cada Kori—. Además
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
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esta estridente música aleja a los espíritus malignos; por lo tanto, el ruido, al
igual que el fuego y el agua, es un potente elemento de purificación.
La música también contribuye a crear y expresar los variados estados de
ánimo durante el desarrollo del Kut, que es una sesión de catarsis en la cual
las personas ventilan sus sentimientos, los cuales van del enojo, resentimien-
to, frustración, dolor y mortificación, al regocijo o júbilo, la esperanza y ale-
gría. Por ello se requiere variedad en la música vocal y en la instrumental que
acompaña a las danzas y/o algunos diálogos.
Además de las danzas de posesión que realizan los chamanes y las de es-
parcimiento a cargo de los propios dioses, en el transcurso del Kut se llevan
a cabo otras danzas en las que participan los clientes y (al finalizar) todos
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SIMBOLISMO DE LAS OFRENDAS EN EL KUT
los asistentes, incluyendo los espectadores casuales, ataviados con vestidos
de los chamanes; este acto, denominado mugam, contribuye a la catarsis
mencionada.
C
El Kut es un acto comunitario del cual las ofrendas son la parte central y
aunque ef ímeras, preparadas para la ocasión y consumidas en el transcur-
so del Kut, con este acto todos los participantes comparten las bendiciones
otorgadas por los dioses y además se refuerzan los lazos de solidaridad y
pertenencia al grupo.
Las ofrendas también constituyen un diagrama de los tres niveles del cos-
mos y su eficacia se fundamenta en mantener la armonía o equilibrio en el
cosmos a través de su ubicación y del simbolismo de los colores y alimentos
elegidos, así como de los objetos rituales empleados.
El significado simbólico de las ofrendas es asimismo importante para en-
tender la naturaleza de las relaciones entre los dioses y los seres humanos.
Estas relaciones se basan en el principio de reciprocidad, en el intercambio
de dones u obsequios, es decir, las personas que financian un Kut dan ofren-
das para complacer a los dioses y, dependiendo de lo que reciben, éstos les
otorgan bendiciones y la promesa de solucionar sus problemas. Es por ello
que se eligen los bienes más preciados, de la mejor calidad en suficiente
cantidad y se ofrecen con gran devoción y sinceridad con la expectativa de
obtener a cambio salud, riqueza, abundancia y una larga vida sin conflictos
ni sufrimientos.
Por su parte, los cantos y narraciones rituales representan la memoria
histórica del grupo y también ponen de manifiesto la relevancia de la vida
comunitaria y las relaciones de reciprocidad a través del diálogo entre los se-
res humanos y los dioses; dicha comunicación la establecen los chamanes o
mudang, portavoces tanto de los deseos de sus clientes como de los mensa-
jes de los dioses a quienes personifican. El intercambio entre los chamanes y
sus clientes puede parecer a simple vista un trato comercial, ya que les piden
grandes sumas de dinero por anticipado para los gastos del Kut y para su
propia remuneración; pero, en realidad involucra una obligación emocional
similar a una relación de parentesco guiada por una profunda fe religiosa, así
como por una actitud altruista de los chamanes y la satisfacción de poder
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FESTINES Y RITUALIDADES | SILVIA SELIGSON
B
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Viviendo y gobernando
con los ancestros:
fiestas funerarias
en la China antigua
W W
Posgrado en Arqueología,
1
Dentro de una definición amplia de lo que se puede entender por ritual, éste no solamente se re-
fiere a actos prescritos y formales que se realizan en el contexto de un culto religioso, sino deno-
ta “...cualquier actividad con un alto grado de formalidad y un propósito no utilitario” [Buckser,
2000:450]. No pretendo entrar aquí en una discusión acerca de cómo una práctica ritual pueda
ser distinguida de una actividad cotidiana; autores como Edwards plantean que al analizar los
FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
aumentar el poder político, movilizar el trabajo y extraer excedentes [Dietler
y Hayden, 2001; Dietler, 2003]. En este último contexto, los esquemas de
explotación son disimulados mediante la celebración de fiestas de trabajo,
en las cuales se distribuye comida como parte del patrocinio de trabajos o de
recompensas de la participación en servicios laborales obligatorios. El hecho
de que en estas ocasiones el consumo de alcohol juega un papel importan-
te, se encuentra ampliamente documentado para Mesopotamia y la zona
andina. En lo que en las interpretaciones tradicionales se había calificado
como prácticas redistributivas para integrar a la población de una entidad
estatal, el consumo de cerveza en la primera y de chicha en la segunda zona,
constituyó un mecanismo ideológico sumamente útil en la movilización de
la fuerza de trabajo para los proyectos estatales.
En efecto, el alcohol como artefacto social y ritual constituye el agente
psicoactivo usado con más frecuencia en las fiestas de diversos tipos. Las
bebidas alcohólicas liberan endomorfinas y adrenalina. Su consumo facili-
ta la solidaridad e interacción social, y forma parte integral de patrones de
hospitalidad en que se establecen distinciones sociales importantes, a la vez
que refuerza las asimetrías de género; ello puesto que la preparación de co-
midas y bebidas se asocia la mayoría de las veces con las mujeres, en tanto
que en su consumo existe una obvia participación diferencial [Dietler, 1990;
Sorensen, 2000]. Al lado de eventos o reuniones informales en situaciones
seculares, la ingestión de bebidas alcohólicas la mayoría de las veces juega un
papel central en la vida ceremonial de la sociedad, dentro de la que:
...está imbuida de significado ritual y simbólico. Los rituales religiosos, los festiva-
les, los principales ritos de paso —como son nacimientos, bodas, iniciaciones, y
funerales— por lo general involucran convites, libaciones, brindis, o intercambios
de bebida. El grado de la integración de la ingesta de alcohol dentro del marco
ceremonial de una sociedad varía [Dietler, ibid.:60].3
3
De hecho, Dietler [ibid.] llama “ingestión integrada” a aquella actividad de consumo de alcohol
que se realiza en el contexto de ocasiones religiosas y ceremoniales, que es común en aquellas
sociedades en que tal costumbre se desarrolló en forma endógena.
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
4
Tal como observa Sorensen (2000), en la arqueología los alimentos por lo general han sido
tratados como un recurso básico de subsistencia y se han descuidado sus aspectos culturales y
simbólicos; también coincido con ella cuando señala que el uso ritual de la comida como una
arena social para la construcción de identidades, es un tópico que requiere de una mayor in-
vestigación arqueológica. Una aportación importante en estas direcciones la constituyen varias
publicaciones de Dietler y Hayden, así como las contribuciones incluidas en el tomo editado
por Bray (2003), tratándose de autores que privilegian el análisis de la dimensión política de la
comida, las fiestas y las vajillas de servicio, al plantear con base en un enfoque de la economía
política, que éstas figuran como un medio crítico en el cálculo político y las agendas oficiales de
los estados e imperios tempranos.
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
nósticos como la decoración o la pasta, se busca aquí relacionar la forma
con su función, en lo que también resulta muy útil el análisis del contenido
de los recipientes de cerámica o de otros materiales. Sin embargo, como
apunta Sorensen [op. cit.], la decoración de un recipiente también puede ser
un aspecto relevante en la presentación y exhibición de alimentos en situa-
ciones de un consumo conspicuo de los mismos, donde: “...su apariencia y
contexto del hallazgo sugieren que éstos son objetos especiales usados en
rituales en que la comida era una ofrenda o un regalo y su presencia visual
por tanto está enfatizada” [Sorensen, ibid.:115]. Tales utensilios colocados
en contextos mortuorios como parte del tratamiento funerario dado a los
difuntos no solamente representan un importante componente material del
comportamiento ritual sino también se pueden ver como el resultado de
prácticas que constituyen actos estructurados e intencionales cargados
de sentido [Fung, 2000 siguiendo a Bourdieu, 1978]. En el evento mortuo-
rio, que en la mayoría de los casos es relacionado con celebraciones sig-
nificativas que incluyen un consumo ritual de determinados alimentos, se
refuerza la identidad grupal y se establecen y recrean relaciones sociales no
solamente entre los vivos pero también entre los vivos y los muertos. Es más,
según Joyce [1997 apud. Fung, ibid.], los rituales mortuorios representan
las preocupaciones de aquellos que participaron en el acto funerario y los
artefactos encontrados en los entierros pueden ser usados para reconstruir
algunas de estas preocupaciones o aspiraciones.
En este sentido y junto con Fung se puede señalar asimismo que las ca-
tegorías funcionales de vasijas colocadas en un contexto mortuorio como
parte de tales prácticas intencionadas no reflejan simplemente el estatus del
difunto, sino que constituyen los vestigios de actividades específicas realiza-
das en el momento del entierro, aunque la cantidad de las vasijas usadas en
un banquete funerario a la vez de reflejar el número de personas que partici-
paban en este evento,5 nos puede servir junto con la calidad de los elementos
5
El hecho de que por medio del número de determinados recipientes resulta posible construir
algo así como una “lista de invitados”, ha sido propuesta no solamente para entierros en sitios
neolíticos de China (como pudieron ser los recipientes para la ingesta de bebidas alcohólicas)
[Fung, 2002], sino también para contextos funerarios del periodo del Dinástico Temprano de Me-
sopotamia, donde según Pollock [2003:26], la cantidad de las vasijas cónicas en éstos puede
indicar: “… cuántas personas la familia del difunto o una institución puede ‘darse el lujo’ de
invitar a la ceremonia comensal celebrada en la tumba, o el número de personas que el muerto
puede ‘ganarse’ mediante un festejo...”.
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
6
Es claro que, tal como advierte Wright (2004), la evidencia material del consumo de comida o
bebida puede indicar una actividad festiva, pero es necesario examinar si los restos analizados
son resultado de una actividad formal y ritual que no involucra una fiesta, ya que con frecuencia
se usan las vasijas para ofrendas o se ejecutan rituales como el de brindar o de dejar restos de
comida para el difunto; por tanto, la presencia de vasijas no constituye una evidencia a priori
de la realización de una fiesta en tanto que los restos no son tan sustanciales como para indicar
un consumo inusual de comida o bebida.
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
un mayor énfasis en la presentación de comida señalada por la aparición de
recipientes para servir alimentos, pero no está claro si el ritual mortuorio
aparte de la práctica de la ingestión comunal de bebidas alcohólicas, también
comprendía ya el consumo de alimentos.7
Pero es notorio que para el Neolítico Terminal incrementó en general el
número de vasijas para beber, como es en especial una especie de copa de
cerámica sumamente elaborada y con soporte alto del periodo de la cultura
Longshan (circa 2600 a 2000 aC), de manera que se puede inferir que el
consumo de alcohol como parte de prácticas rituales en el momento del
entierro era cada vez más importante. Quizás tales ritos ya no eran comuni-
tarios y dirigidos a todos los grupos de parentesco [Underhill, 2000], ya que
las evidencias de una creciente estratificación social en culturas neolíticas
de finales del tercer milenio aC nos hacen pensar que algunas personas pri-
vilegiadas recibían un tratamiento mortuorio diferencial que no solamente
implicaba la colocación de ofrendas constituidas por bienes suntuosos sino
también la celebración de festejos formales en ocasión del evento luctuoso.
En la China temprana, tales fiestas funerarias tenían una estrecha relación
con el culto a los antepasados, cuya existencia se remonta precisamente al
horizonte Longshan del periodo Neolítico Terminal y pudiera estar asociado
a la consolidación de sociedades complejas del tipo de las jefaturas. En estas
entidades políticas con una clara jerarquía social solamente determinados
individuos de un grupo de parentesco en particular deben de haberse
convertido en objeto de una veneración especial que se diferencia de una
atención general en el contexto de un culto a la muerte. A este respecto, y
según la definición de Patricia McAnany [1995:11], la veneración de los an-
cestros se refiere a “...rituales y prácticas vinculadas con el entierro y la con-
memoración, por nombre, de ancestros apicales de grupos de parentesco.”
Tal como anotaba ya el antropólogo Fortes [citado en ibid.:11]: “Un ‘espíritu’
ancestral no es considerado como una especie de ser nebuloso o una presen-
cia mística personificada pero en primer lugar como un nombre unido a una
reliquia... y representa una validación ritual de la ascendencia de un linaje y
la intervención mística en asuntos humanos”.
7
Al respecto Nelson (2003) se inclina a pensar que la colocación de partes de animales o de los
animales completos en los entierros de algunos sitios neolíticos más bien indica que únicamen-
te se dejaban alimentos para los difuntos, de manera que aún no se preparaban platillos especí-
ficos destinados al consumo por parte de aquellos que participaron en el evento mortuorio.
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
F
Ciudad-capital de Anyang (o Yin) del periodo de Shang Tardío, con su núcleo cívico-ceremonial
de Xiaotun, el Cementerio Real de Xibeigang (y detalle de la zona este de tumbas reales con
rampas y fosas de sacrificio asociadas), y señalando también la ubicación de la tumba de la
Dama Fu Hao. Fuente: Chang [1980, fig. 57].
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
brieron asimismo los archivos reales conformados por los llamados huesos
oraculares, cuyos registros constituyen el sistema de escritura más temprano
de Asia Oriental y que nos permiten reconstruir varios aspectos relaciona-
dos con las actividades políticas y religiosas del Estado shang, en que el culto
a los antepasados desempeñó un papel central.8 Las inscripciones plasmadas
sobre tales huesos de omóplatos de animales y de caparazones de tortuga
reflejan en primer lugar las importantes prácticas adivinatorias en las que
el rey o un adivino de la corte invocaban a los espíritus de los ancestros y a
veces también a los de otras entidades sobrenaturales.9
Con la ayuda de los ancestros se pronosticaban la lluvia y las cosechas, y
se tomaban decisiones gubernamentales vitales relacionadas con la conduc-
ción de guerras o la realización de rituales como son los de hacer sacrificios
a los ancestros en cantidades adecuadas y momentos propicios, o también se
consultaba el tipo de sacrificio que sería adecuado para un ancestro determi-
nado [Keightley, 1999]. Podemos mostrar como ejemplo la siguiente petición
hecha por un adivino llamado Shi respecto de sacrificios destinados a un
antepasado de nombre Fu Yi, que como es común en los registros de esta
vital institución que es esta práctica mántica, empieza con la anotación de
la fecha cíclica en que se efectuó la adivinación: “En el día yimao, adivinación
de Shi: ¿Hay que sacrificar un carnero a Fu Yi, o no? ¿Hay que sacrificar dos
carneros a Fu Yi o no, en el quinto mes?” [Kontler, 2002:22].10
8
Para la etapa dinástica anterior al periodo de Shang Tardío, es decir el periodo de la primera
dinastía de China, la de Xia (circa siglo 21-17 aC), y los periodos de Shang Temprano y Medio
(circa 1600-1400/1300 aC), resulta dif ícil de determinar la naturaleza de diversos aspectos reli-
giosos como es también el culto a los antepasados, ya que sobre los huesos adivinatorios aún no
se encuentran inscripciones, ni se han encontrados los entierros reales, aunque la existencia de
vasijas de vino, ahora en bronce, pudiera señalar la existencia de una importante continuidad
desde el Neolítico, e incluso una elaboración de prácticas religiosas en que la veneración de los
antepasados debe haber constituido un elemento crítico.
9
Si bien en la religión Shang existía una deidad suprema llamada Shangdi, ésta solamente se in-
vocaba a través de los espíritus de los ancestros; además de éstos se veneraban diversas fuerzas
de la naturaleza como son el cielo, ríos, montañas, la tierra y el viento.
10
Más específicamente, se trata de una práctica piromántica, puesto que los huesos adivinatorios
constituidos por omóplatos de animales y caparazones de tortuga fueron sometidos al calor
mediante un varilla candente que se introducía en hoyos preparados para este fin, lo que pro-
dujo grietas sobre los huesos, mismas que fueron interpretadas por el adivino según la peti-
ción hecha al espíritu ancestral invocado. Esta petición junto con el pronóstico y muchas veces
también el resultado fueron anotados sobre los huesos. Para más detalles sobre esta práctica
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
Como afirma Keightley (1978), el culto a los antepasados representó un
soporte psicológico e ideológico vital en la promoción del dominio político
de los monarcas shang, puesto que la capacidad del rey de determinar la vo-
luntad de los espíritus de los ancestros por medio de la adivinación y de su
influencia a través de los rituales de sacrificio, legitimó la concentración del
poder político en su persona: “Todo el poder emanó de este teócrata dado
que él era el canal, el único, que podía apelar a las bendiciones de los ances-
tros o a disipar sus maldiciones que afectaban a la entidad. Era el rey quien
hacía posible las cosechas abundantes y las victorias gracias a los sacrificios
que ofreció, los rituales que ejecutó y las adivinaciones que él hizo [...] el rey
dependió de sus ancestros” [ibid.:213].
El panteón de los ancestros shang incluía a soberanos o funcionarios
muertos venerados por los shang, diversos ancestros predinásticos, los an-
cestros dinásticos comenzando por el primer rey de la dinastía y algunos
ancestros dinásticos mujeres constituidas éstas por consortes de reyes de la
línea de descendencia principal (mas no de linajes colaterales), reforzando
así la sucesión directa de padre a hijo como un aspecto importante de la
legitimación del poder y de la consolidación de su autoridad. De modo que
para las dinastías de la Edad de Bronce existía toda una lista de ancestros
venerados a quienes se les otorgó un nombre póstumo conocido también
como “nombre de templo” que figura en las inscripciones sobre los huesos
oraculares [Keightley, 1999].
A todos ellos se les rendía culto siguiendo una secuencia regular de cinco
rituales repartidos a lo largo del año litúrgico,11 donde los antepasados di-
vinizados eran conmemorados en los templos de los ancestros mediante la
realización de determinados sacrificios en días particulares de la semana de
diez días combinado con un ciclo de sesenta días.12 Pero existía un ciclo más
adivinatoria, que después de los shang se convirtiera en el famoso sistema de los hexagramas
del Yijing o Libro de los Cambios, véase mi artículo en Wiesheu [2003].
11
No existe certeza aún acerca de la secuencia específica y el contenido de estos cinco rituales. En
opinión del estudioso chino Dong Zuobin, el ritual yong incluyó música tocada con tambores,
el de yi la ejecución de la danza de plumas, el de ji una ofrenda de carne, el de zai una ofrenda
de granos, y en el último, el de xie, quizás se combinaron varios tipos de ofrendas para concluir
el ciclo [Keightley, 1999].
12
De hecho se puede afirmar que tal liturgia relacionada con la veneración de aquellos que fue-
ron convertidos en ancestros dio lugar al calendario tradicional basado en lo que en tiempos
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
posteriores se conoce como el sistema ganzhi, que consiste en una combinación de los diez
tallos celestiales y las doce ramas terrenales de la milenrama. El ciclo específico de los rituales
dedicados a los ancestros conformó el sistema zhouji, que pudo ser reconstruido a partir de las
inscripciones oraculares [Ying Wang, 2004].
13
Aun cuando autoras como Ying Wang [ibid.] piensan que el hecho de que algunas consortes
reales se hubieran convertido en antepasadas dependió más bien de la posición ritual de sus
maridos y no tanto de que hubieran dado a luz a hijos varones y que acaso también eran here-
deros al trono. Ying Wang también menciona que la mayoría de los reyes tenían incluida a una
consorte en dicho ciclo ritual dedicado a la memoria de los ancestros, mientras que otros reyes
tenían incluidas a dos, todas las cuales en generaciones posteriores también eran posiblemente
consideradas como las consortes legales o reinas oficiales. Pero en el caso de las más de cin-
cuenta esposas que tuvo el rey Wu Ding, tres eran objeto de atención cúltica al ocupar el estatus
de antepasadas. Por lo contrario, debió haber sacrificadas como parte de la ceremonia funera-
ria, lo que seguramente fue el caso de la mayoría de las esposas y concubinas de los soberanos
reales.
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
debajo del suelo, que también incluían sacrificios de animales y de seres hu-
manos [Liu Li, op. cit.].
Por su parte y según afirma también Keightley (1999), el aroma del alco-
hol y el sabor que despedía el humo de la carne rostizada, eran de especial
agrado para los ancestros, tanto en los banquetes funerarios como en los
festejos que los mismos reyes llevaban a cabo para honrar a sus antepasados
en los templos dedicados a su memoria. En éstos se guardaba una tablilla
que encarnaba el espíritu del ancestro, mismo que el rey en uno de los ri-
tuales conocido como bin, allí lo “invitó” o lo “tuvo como huésped”, en pre-
sencia de la parentela más cercana conformada por miembros de la familia
o del linaje, y sin que interviniera una figura sacerdotal; algunos arqueólogos
chinos piensan que determinados objetos de piedra y jade de unos 7 cm
de largo encontrados en tumbas y sobre los que se encontraban grabados
los nombres de templo de ancestros, podían haber sido tales tablillas, pero
creen que la mayoría de éstas estaban hechas de madera, por lo que no se
han conservado.
Otro ritual, llamado xiang, cuyo signo retrata a dos hombres de cara a
un recipiente, parece haber consistido en ofrecer una fiesta a los espíritus.
Tal como observa asimismo Keightley [ibid.], esta misma palabra se usaba
para cuando el rey entretenía a sus aliados con fiestas seculares que también
son mencionadas en las inscripciones oraculares.14 En todas estas fiestas se
usaba una gran cantidad de vasijas rituales para la preparación y el consumo
de alimentos y bebidas, pero sobre todo de “vino”, cuya esencia degustaban
los ancestros en los festejos dedicados a su memoria o en aquellas fiestas
funerarias en que personajes destacados se convirtieron en tales. Como ya
se apuntó, hay evidencias de la existencia de toda una industria dedicada a
la destilación de bebidas alcohólicas. Cabe aquí la aclaración de que res-
pecto de tales bebidas en realidad no se trata de vino de uva sino de licores he-
chos de cereales como el mijo, que se fermentaban y se aromatizaban mediante
determinadas plantas adicionadas.15
14
Cook (1995) piensa que el término xiang se refería originalmente sólo a las fiestas mortuorias,
pero que después fue usado para designar diferentes tipos de fiestas, como aquellas en las que
se otorgaban regalos a miembros de la elite o en que se convenían formalmente las posesiones
feudales durante el periodo de la dinastía Zhou.
15
La palabra china jiu se refiere genéricamente a cualquier tipo de bebida alcohólica, pero por lo
general es traducido a otros idiomas como “vino”.
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
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cendientes. La evidencia existente incluso pudiera sugerir que las fiestas fu-
nerarias eran más importantes que las fiestas seculares, y conseguir el apoyo
de los ancestros difuntos debe de haber constituido una estrategia política e
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
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Copas trípodes yue de la dinastía Shang. Fuente: Kontler [2002, lámina 8, pág. 40].
ideológica crítica: “Tal parece que los fallecidos, tanto los que partieron re-
cientemente como los ancestros más antiguos, eran aliados más poderosos
que sus contrapartes terrenales” [Nelson, ibid.:65].
Las fiestas funerarias en ocasión del entierro de los soberanos reales de-
ben de haber sido casi orgiásticas, si nos imaginamos la cantidad de seres
humanos sacrificados en la ceremonia mortuoria. En el cementerio real
conocido como Xibeigang, ubicado al noroeste del núcleo central de la
ciudad-capital de Anyang en el periodo de Shang Tardío (figura 1), se han
localizado ocho tumbas con cuatro rampas y con cámaras subterráneas cen-
trales, además de dos tumbas con dos rampas y una con una rampa. Tanto
en las rampas como cerca o debajo de la cámara funeraria había víctimas hu-
manas que siguieron al rey al más allá, tratándose probablemente de deter-
minados parientes cercanos junto con esposas, concubinas y tal vez también
algunos funcionarios. Dichas tumbas se agrupan en dos grandes zonas, una
ubicada en la parte oeste del cementerio y la otra en su parte este. En esta
última, además, y asociadas a las tumbas más grandes, los arqueólogos han
revelado más de 1 300 fosas dispuestas en hileras, con los esqueletos mutila-
dos de un gran número de seres humanos inmolados quienes en su mayoría
debieron ser cautivos de guerra que se conseguían de pueblos enemigos, tal
como se puede desprender de las inscripciones oraculares. Se ha calculado
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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El último rey que fue víctima de la conquista de los shang por los zhou, quizás no fue objeto de
un entierro formal; una tumba de cuatro rampas no terminada en la zona este del cementerio
real quizás había sido destinada para él.
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
funerarios relacionados con su entierro le fue otorgado el nombre de templo
ya señalado de Mu Xin o Madre Xin.
Dicha tumba de la Dama Hao, conocida también como la Tumba No. 5,
no se localiza en el cementerio real de Xibeigang antes mencionado, sino
forma parte de un grupo de siete tumbas de menor escala y sin rampa que
están ubicadas a unos 200 m al oeste de los basamentos palaciegos y de los
templos ancestrales del núcleo cívico-ceremonial de Anyang (su ubicación
está señalada en la figura 1). Es de un tamaño de 4 por 5.6 metros así como
de un tiro de 7.5 metros de profundidad. En ésta se detectaron un total de
16 esqueletos de seres humanos sacrificados, de los cuales ocho se encontra-
ban en el ataúd exterior, otra víctima estaba junto con un perro en una fosa
debajo del ataúd, y cuatro esqueletos más estaban dispuestos encima de las
ataúdes, en tanto que otros tres se encontraban en nichos laterales.
Aun siendo una tumba menor dentro del conjunto de los entierros reales
de la capital de los shang, ostentó una gran cantidad de ofrendas funerarias.
Además de armas, instrumentos y recipientes de bronce que en total pesa-
ron más de 1600 kilogramos, se recuperaron más de 700 piezas de jade y
otros objetos de diversos materiales, junto con más de 7 000 piezas de con-
chas caurí [Bagley, 1999]. La presencia de armas en el entierro hace alusión
al destacado papel militar que desempeñó la Dama en vida, ya que como
se puede desprender de las inscripciones oraculares, ella tuvo importantes
logros como comandante o general militar y realizó varias campañas bélicas
en que hizo importantes conquistas para el Estado shang.
La mayoría de las ofrendas, incluyendo las vasijas rituales de vino, estaban
colocadas dentro del ataúd interior que era de laca roja y negra, pero los re-
cipientes de bronce más grandes se encontraban dispuestos a lo largo de tres
lados del ataúd exterior (figura 5); éstos entre otros incluían dos enormes cal-
deras rectangulares que pesaban más de 120 kilogramos cada una. Varios de
los recipientes tenían vestigios de tizne, lo que indica que de hecho habían sido
usados para preparar alimentos. Pero destaca que de los 195 recipientes de
bronce recuperados en esta tumba, 144 consistían en vasijas de vino, lo
que muestra la importancia del consumo de alcohol en ocasión del fes-
tejo mortuorio celebrado en su honor.18 Por su parte, un gran número de
18
Autores como K.C. Chang, quienes han postulado la existencia de un predominio de creencias
y prácticas chamánicas en la religión de los shang, creen que en diversos rituales se recurría a
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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Tumba de Fu Hao: a) sección vertical con tiro de la tumba y nichos laterales para sacrificios
humanos; b) disposición de las vasijas de bronces más grandes.
Fuente: Bagley [1999:195, basado en Wenwu, 1984].
la intoxicación con el alcohol para producir un estado de trance que facilitaba la comunicación
con los espíritus de los ancestros, tal como se puede inferir para el caso de las ceremonias
mortuorias realizadas en el contexto de entierros de la elite de la dinastía Zhou; véase para una
descripción y discusión al respecto, a Wiesheu [2005].
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VIVIENDO Y GOBERNANDO CON LOS ANCESTROS
taller y al mismo tiempo [Ying Wang, 2004], además de que cada molde para
la fundición de los recipientes era único, de modo que ya no podía ser usado
de nuevo; asimismo, los recipientes quizás eran llevados a la tumba en una
procesión funeraria [Nelson, op. cit.].
En algunos de los bronces que componía el ajuar funerario de la tumba
figuraba su “nombre de día” de Fu Hao o Hao, lo que indica que se trata de
recipientes que eran poseídos en vida por la Dama Hao y pudieran simboli-
zar de manera diacrítica su posición social y económica privilegiada; varios
de éstos de seguro derivaban de regalos o del pagos de tributos. Otro grupo
de 26 vasijas llevaban la inscripción de siqiaomu, “la niña inteligente y ama-
ble”, que pudo haber sido su apodo o nombre de niña, de forma que estos
bronces deben de haber sido parte de su dote o le fueron regalados por su
familia [Ying Wang, op. cit.].
Pero las inscripciones en una serie de recipientes enormes y en una esta-
tua de un buey señalan que los mismos estaban dedicados a la memoria de
la Dama Hao en su calidad de antepasada, puesto que llevaban su nombre
póstumo o de templo indicado en el ciclo ritual de la veneración de los
ancestros, el de Mu Xin o Simuxin, que quiere decir “Madre Xin conmemo-
rada”. Al respecto Ying Wang [ibid.:103] afirma que: “Sixin significa: ‘conme-
morar o dar ofrendas a la reina Xin’; si significa ‘ejecutar el ritual’. Simuxin es
dado por sus descendientes a su Madre Xin”.
Como un hallazgo único en la tumba de la Dama Hao se encontró una
pequeña estufa con tres ollas de bronce para cocinar alimentos al vapor (fi-
gura 6); éstos igualmente tenían huellas de tizne, por lo que quizás tam-
bién habían sido empleados en la fiesta funeraria celebrada en ocasión de
su entierro, pero los arqueólogos no han hecho ningún análisis respecto del
contenido de dichas ollas, para saber qué tipo de comida se preparaba en és-
tas. Sarah Nelson (2003) también piensa que después del banquete funerario
realizado para convertir en ancestro a la difunta real, los recipientes usados
en éste eran lavados y seguido envueltos en una tela fina, para ser finalmente
acomodados en su tumba.
Otro indicio de la realización de un rito específico llevado a cabo en el
funeral de la Dama Hao consiste en la detección de dos escudillas de jade
colocadas en el relleno encima del ataúd y de restos de huesos de res y oveja
cerca de su boca, así como de tres utensilios para comer que podían haber
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FESTINES Y RITUALIDADES | WALBURGA WIESHEU
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Estufita de bronce con tres ollas, tumba de Fu Hao. Fuente: Chen Qiu [2001:207].
servido de cucharas; Nelson [ibid.] se pregunta aquí si acaso el rey junto con
dos hijos de la Dama Hao habrían compartido un último platillo con ella...
Este tipo de evidencias arqueológicas que nos aportan entierros como el
de la Dama Hao de la última etapa de la dinastía Shang, reflejan una comple-
ja y elaborada ritualidad desplegada en una ceremonia mortuoria efectuada
con el fin de la ancestralización de un miembro del sector de la realeza que
vivió y gobernó con el poder emanado de sus ancestros divinizados. Pode-
mos, para concluir, resumir algunas de las características de las fiestas rela-
cionadas con esta importante institución política y dinástica que constituyó
el culto a los antepasados en la China antigua, con una cita tomada de una
sección sobre el poder de lo sagrado en un libro sobre arte chino, en el que su
autora, Christine Kontler [2002:21-22], destaca que éstas eran fiestas
… casi orgiásticas durante las cuales, por la abundancia de alimentos, los antepa-
sados degustaban la esencia de las preparaciones de los cereales y de las carnes,
reunían a los miembros de la familia real, vivos y difuntos. Se hacían grandes liba-
ciones [...]. Estas mismas ceremonias se celebraban en circunstancias especiales,
como el triunfo de una guerra, pero sobre todo durante los funerales de los reyes,
para sellar su apoteosis.
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Dionisos: del vino,
el éxtasis y el escenario
R C M A
Universidad Nacional Autónoma de México
Dionisos, llamado también Baco, es sin duda una de las deidades más com-
plejas y sorprendentes del panteón griego al cual conocemos, de acuerdo
con la tradición clásica, como el dios de la vid, del vino y del delirio místico.
Y en efecto, una de las personificaciones más frecuentes de Dionisos es la
del vino, unida al gran entusiasmo que produce el jugo rojo de la uva y que
llegaría a considerarse como la esencia divina, pero igualmente se le conoce
como dios de los árboles, de la vegetación y de la fertilidad en general. Suma-
do a esto tenemos que se le vincula también con otras expresiones religiosas:
el oráculo, los cultos mistéricos y el drama ritual junto con su respectiva
evolución al teatro griego.
Cabe señalar que algunas de estas facetas hunden sus raíces en el propio
suelo griego, mientras que otras acusan influencias de culturas vecinas de
Tracia, Creta, Egipto y el Asia Menor, lo cual contribuye a hacer más com-
pleja no sólo la figura del dios, sino también el rumbo que han seguido las
pesquisas en torno suyo.
En todo caso considero que la integración de los diversos elementos que
conforman la imagen más acabada de Dionisos, nos brinda una deidad po-
limorfa susceptible de analizarse, a mi parecer, a través de tres líneas fun-
damentales evocadas en el propio título de este trabajo: el vino, el éxtasis y el
escenario. Dichas líneas marcan además, en lo esencial, la evolución misma de
su culto, es decir, desde la etapa más antigua en la que destaca su carácter
de dios de la vegetación y de la fertilidad para pasar después, bajo el influjo
FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
L M
Según los diversos fragmentos y variantes del mito, Dionisos era hijo de Zeus
y de una mortal, Semele, hija de los reyes de Tebas, Cadmo y Harmonía. Los
amores entre el gobernante olímpico y la princesa tebana se prolongaron
durante algún tiempo hasta llegar al punto en que Semele pide a Zeus, quien
hasta entonces se presentaba como simple mortal, se le muestre en todo
su poderoso esplendor. Sin embargo ella cae fulminada al no poder resistir
la visión de los resplandecientes relámpagos que rodeaban al soberano del
Olimpo. Esto ocurrió cuando Semele se encontraba ya embarazada, alrede-
dor del sexto mes, así que Zeus se apresuró a extraerle del vientre el fruto de
sus amores y lo cosió en uno de sus propios muslos. De ahí nacería después
el pequeño Dionisos llamado por ello el “nacido dos veces”, o “el hijo de la
puerta doble”.2
En un primer momento la criatura le fue confiada al dios Hermes, quien
a su vez encargaría la crianza del recién nacido a la pareja real de la ciudad
1
Ver a este respecto las interesantes propuestas de Bermejo [1988:177 y ss].
2
Apolodoro: , 4.3; Apolonio de Rodas: .1137. Cabe hacer notar que las fuentes literarias
citadas en esta notas así como en las notas 4 a la 9 y 11 se encuentran en traducción en dersas
ediciones que el lector interesado puede consultar.
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
de Orcómenos, Ino (hermana de Semele) y Atamante, ordenándoles vestirlo
con ropas femeninas a fin de burlar los celos de la diosa Hera, quien buscaría
a toda costa deshacerse del fruto de los amores adúlteros de su esposo Zeus.
A pesar del disfraz femenino del pequeño Dionisos, Hera se percató de la ar-
timaña y como castigo hizo perder la razón a la pareja real de Orcómenos.3
A continuación Zeus se llevó al niño lejos de Grecia, al país llamado Nysa
(situado según algunos en Asia, y otros en África), en donde encargaría a las
ninfas de aquellas latitudes que lo criasen. Para evitar que Hera diera con su
paradero, el padre lo transformó entonces en cabrito. Este pasaje del mito
explica a la vez el epíteto ritual del “cabrito”, que lleva Dionisos y da quizá
una etimología de su nombre al aproximarlo al de Nysa, que acaso signifi-
que “el Zeus de Nysa” o bien “el hijo de Zeus”. Se dice también que fue en el
monte Nysa en donde años después Dionisos, ya adulto, descubrió la vid e
inventó el vino.4
La diosa Hera que no había cesado en su afán de encontrarlo, finalmen-
te lo reconoce y lo vuelve loco. Bajo ese estado de locura Dionisos anduvo
errante por el mundo, acompañado de su mentor Sileno y una corte de sáti-
ros y ménades que portaban un báculo con hiedra enroscada y con una piña
en la punta, llamado thyrso (figura 1).
En algunas versiones del mito se dice que fue en Frigia (Anatolia) donde
Dionisos fue recibido por la diosa Cibeles quien lo inicia en los ritos de su
culto y lo purifica. Curado ya de su locura continuó su vagabundeo por el
mundo y dícese estuvo en Egipto, India, Tracia y el resto de Europa, protago-
nizando numerosas aventuras que incluyen tanto huidas como conquistas,
combates , persecuciones y hasta capturas, rasgos todos característicos de
su leyenda.5
El ser errante se convertirá para él en algo tan natural que sus idas y lle-
gadas no podían arraigarlo en un solo lugar, y dadas las afinidades entre
la ausencia y la presencia, Dionisos aparecerá entonces con la máscara de
3
Eurípides: Bacantes 99-102; Pausanias: v, 37.3; Diódoro Sículo: .62; Himno orfico: x.6;
Clemente de Alejandría: Alocución a los griegos: .16.
4
Apolodoro; .4.3; Higinio: Fábula 182; Diódoro Sículo: -68-69; Apolunio de Rodas: .1131.
5
Eurípides: Bacantes 13; Pausanias: x.29.2; Diódoro Sículo: .38; Filóstrato: Vida de Apolonio de
Tiana .8-9; Arriano: Indica 5; Himno homérico a Dionisos 6 y ss.; Ovidio; Metamorfosis: ,
714 y ss.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
F
la extranjería, del dios que llega de fuera, del que viene de más allá, y que
mucho influirá no sólo en su desconocimiento sino también en su no reco-
nocimiento [Detienne, 1986:34].
En todo caso después de conseguir con muchos esfuerzos que su culto
quedara implantado por doquier y que su poder fuera reconocido, Dionisos
pudo finalmente ascender a las alturas. Antes, no obstante, quiso bajar al
Inframundo con el objeto de rescatar a su madre Semele, y ya fuese por la vía
de la negociación o del soborno a Perséfone y Hades, soberanos del reino de
las sombras, Dionisos lo consiguió ofreciendo a cambio una de sus plantas
favoritas, el mirto, con el cual por cierto se coronaban la frente los iniciados
en los Misterios dionisiacos.
Después de su ascensión al cielo la diosa Hestia le cede a Dionisos su
lugar en el Olimpo y Semele es presentada ante los demás moradores con el
nombre de Tione.6 Según algunas versiones del mito estando ya en el Olim-
po Dionisos descendería otra vez a la tierra para raptar a la bella Ariadna
en la isla de Naxos donde la había abandonado Teseo después de su salida
conjunta de Creta. Se casa inmediatamente con ella y la conduce de nuevo al
Olimpo en donde la pareja procrearía seis hijos7 (figura 2).
6
Apolodoro: ; Pausanias: 31.2.
7
Hesíodo: Teogonía 947; Higinio: Astronomía poética .5.
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
F
Parejas divinas asistiendo a un banquete: Dionisos y Ariadna al lado de Ares y Afrodita. Copa,
pintor de Kodros, 430-420 aC. Fuente: Londres, Museo Británico.
8
Teócrito: Idilios ; Ovidio: Metamorfosis: , 714 y ss.; Eurípides: Bacantes, passim.
9
En torno al regreso de Dionisos a Tebas ver la obra de Vernant [1999:171-191].
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
Arcaica, entre los siglos y aC, y sobre las que nos detendremos más
adelante al abordar su relación con el desarrollo teatral.
D
Volviendo ahora al discurso mítico nos referiremos a una serie de episodios
ligados a la introducción de la vid y del vino en el mundo griego, vinculación
esencial en la figura de Dionisos.10 Las diversas tradiciones relativas a la vid
hablan de su origen sobrenatural, entre muchas otras evocaré aquella que
refiere que cierto día desde las alturas celestes cayó a la tierra una gota
de sangre de los dioses. En medio de los campos germinó una viña salvaje
que crecía por sí misma y se enrollaba alrededor de los árboles. Cuando Dio-
nisos andaba errante por el mundo la encuentra y reconoce en la viña aquel
racimo de jugo rojo anunciado por los oráculos de la diosa Rea, la madre de
Zeus11 [Detienne, 1986:71] (figura 3).
F
Dionisos en cortejo precedido de un sátiro y detrás dos bebedores que se sostienen uno al otro.
Crátera, pintor de Gotinga, 490 aC. Fuente: Tarento, Museo Nacional.
10
Aunque como se sabe el vino no fue inventado por los griegos, la difusión del culto de la vid
por el norte de África, Asia y Europa, queda reflejada en los viajes míticos de Dionisos.
11
Nonnos: Dionysíacas, 293-297.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
En todo caso hemos querido detenernos en este punto sobre los orígenes
de Dionisos en virtud de que a partir del descubrimiento del periodo Micé-
nico (siglos - aC) no existe ya duda alguna sobre sus raíces griegas. El
hallazgo de un Dionisos (Di-wo-nu-so-jo) en las tablillas de la fortaleza de Pi-
los, vino a modificar por completo la percepción que se tenía sobre este dios
quien no resultaría ya un extranjero en suelo helénico donde era conocido
desde por lo menos el siglo aC [Martin y Metzger, 1977:145].
Probablemente las causas del rechazo a la evidencia arqueológica se deban
al hecho de que las obras literarias, como por ejemplo las Bacantes de Eurípi-
des, nos presentan a un Dionisos cuya presencia en suelo griego se topa con
la hostilidad y el desconocimiento, incluso en Beocia, cuna de su madre
Semele, y desde donde al parecer seguiría la difusión de su culto a Megara,
Corinto, Argos, el Atica y otras regiones de la antigua Hélade.
L R
Pasamos ahora a referirnos a la otra fuente que hemos elegido para ir en pos
del conocimiento de Dionisos, es decir, los ritos, mismos que complemen-
tan la información mitológica. Como punto de partida debo señalar que sus
epifanías y desapariciones periódicas se han identificado con los ciclos de la
vegetación: una alternancia continua de presencia y de ausencia semejante a
la propia alternancia de vida y muerte de la naturaleza. Su destino está uni-
do pues al de la vegetación, regida igualmente por un ciclo de nacimiento,
muerte y renacimiento, siendo este tipo de asociación el que prevaleció en
las etapas tempranas de los ritos en honor de Dionisos.
En todo caso sabemos que siglos más tarde las cuatro fiestas celebradas
a partir de la época del tirano de Atenas Pisístrato (siglo aC), guardaban
algunos elementos relacionados con viejas tradiciones campestres. De en-
trada cabe destacar que Dionisos tiene ya presencia en el culto oficial, lo
cual implica su pleno reconocimiento, si bien bajo la modalidad de un dios
ligado a la esfera de la fertilidad y de la muerte. Dichas fiestas fueron las Dio-
nisias Rurales, las Leneas, las Antesterias y las Grandes Dionisias, las cuales
nos proporcionan nuevos elementos que han de servirnos para completar la
imagen del dios.13
13
Una explicación detallada y amplia de estas fiestas se encuentra en la obra de Jeanmaire
(1970).
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
14
Sobre la presencia del falo en el culto de Dionisos consultar a Sissa y Detienne [1991:299-313].
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
con el propio Dionisos y la otra con una diosa, celebraban un matrimonio
sagrado (hierogamia) para asegurar la fecundidad y la fertilidad por todo un
año. Una vez más vemos aquí acentuado su carácter de dios propiciador de
las fuerzas reproductoras de la naturaleza.
Durante la última jornada, que es sobre todo una fiesta de los muertos, se
conmemoraba precisamente el regreso de las ánimas así como de las Keres,
las portadoras de las influencias maléficas del inframundo, que en tal fecha
podían vagar libremente por doquier. Después de efectuar diversos ritos de
purificación se pronunciaba la frase siguiente: “¡Todas las Keres a la puerta.
Se acabaron las Anthesterias!”, señal de que debían volver a su morada habi-
tual [Martin y Metzger, 1977:161]. Vemos entonces que durante las Anthes-
terias, fiestas de los vivos y de los muertos, se amalgaman diversas facetas
de la personalidad de Dionisos: como dios del vino, de la fecundidad y la
fertilidad, así como su relación con el Inframundo.
En cuanto a las Grandes Dionisias o Dionisias de la Ciudad, tenían lu-
gar entre marzo-abril y constituían no sólo una expresión del fervor que
la ciudad le rendía a Dionisos sino también una manifestación del poderío
ateniense, de ahí que fuera una celebración abierta a todos los griegos con
visos político-propagandísticos.
Además de los concursos teatrales que tanta fama le darían a la fiesta,
sabemos que había también sacrificios y procesiones en las que la estatua
de Dionisos se trasladaba desde un templo situado cerca de la Academia,
hasta el santuario edificado en el sur de la Acrópolis, de donde a su vez
era llevada a la luz de las antorchas, a la orchestra del teatro, espacio en
el que como veremos más adelante se desarrollará otra de las facetas de
Dionisos.
Además de las fiestas hasta aquí descritas, sabemos por otra parte que
uno de los ritos esenciales del culto dionisiaco era el diasparagmós, consis-
tente en perseguir por el campo a un toro y una vez atrapado se le degollaba,
se bebía su sangre y se desgarraban sus carnes, las cuales después se devo-
raban crudas. La naturaleza salvaje de estos ritos contrastaba abiertamente
con los valores cívicos del espacio urbano: “practicar el sacrificio dionisíaco
es una manera de asilvestrarse” [Bruit et al., 2002:150].
Sin embargo, más allá de su salvajismo, puede entenderse también como
un rito de comunión pues el toro no es el simple animal sagrado de Dionisos,
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
sino el dios mismo.15 Cuando sus adeptos consumen esas carnes crudas del
toro, en su estado más próximo a su calidad vigorosa y fecunda, participan
de lo divino que hay en el animal. Este sentirse parcialmente dios a través
del consumo de su esencia divina, provocaría la ebriedad y el embeleso en
lo irracional, quizá incluso antes de que se llegara al culto de la vid o de la
uva. Parece entonces que la naturaleza taurina de Dionisos, asociada con
la fecundidad, era más antigua que su naturaleza báquica asociada con el
vino, la cual se expresará más propiamente en el menadismo como veremos
adelante [Robert, 1991:89].
Será así entonces como mediante el consumo de esencia divina, el ado-
rador de Dionisos se siente parcialmente dios, engendrando ese éxtasis que
provoca en el individuo la sensación de estar infundido de un poder divino.
De hecho, como refiere Nilsson [1961:256], ese es el significado literal de la
palabra griega enthousiasmos, el estado en el cual “el dios está en el hombre”,
mismo que por antonomasia caracteriza el culto dionisiaco.
Por lo que se refiere al menadismo, constituye también un trance extático,
el del thiaso, es decir el cortejo báquico, integrado casi siempre por mujeres,
las ménades, presas de la locura divina, de la manía. Se dice que las ménades
eran en principio seres femeninos de naturaleza divina o semidivina que
integraban el cortejo del dios, en tanto que las bacantes serían las mortales
que integran el cortejo real de la fiesta dionisiaca. No obstante lo cierto es
que unas y otras llegarían a confundirse posteriormente.16
Así pues las ménades o bacantes, exaltadas por el vino, las danzas y la mú-
sica, deambulaban de noche por montes y bosques con la cabeza adornada
con cuernos, cubiertas de fango, vestidas con pieles de animales, blandiendo
antorchas y thirsos, es decir los largos bastones adornados con hiedra que
eran la insignia ordinaria de Dionisos (figura 4).
Su objetivo era ir al encuentro del animal (cabra, cabrito, toro, becerro, et-
cétera), en el cual creían se había encarnado el dios, para luego despedazarlo
y alimentarse con su carne sangrante. Según Nilsson [1961:121] en las orgías
dionisiacas el rito fundamental era la omofagia, ese despedazar y comer la
carne cruda de un animal, que los adoradores del dios hacían en medio de
la embriaguez y el éxtasis. Como Dionisos estaba encarnado en el animal, el
15
En cuanto a la relación de Dionisos con el toro cabe precisar que se le invocaba incluso bajo el
nombre de Axie Taure, es decir “Digno Toro”.
16
En relación con los integrantes del cortejo de Dionisos ver Martin y Metzger [1977:152-155].
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
F
Dionisos rodeado de ménades. Copa firmada por MaKron, 490 aC.
Fuente: Berlín, Staaliche Museen.
adepto lo recibía en su ser mismo por medio de la omofagia y en ese estado de
arrebato pasaba de la esfera humana a la divina. Era la propia identificación
con la divinidad y la posesión (manía), la que hacía posible aquellas experien-
cias normalmente inaccesibles al género humano: fuerza f ísica excepcional,
invulnerabilidad, familiaridad con serpientes y bestias salvajes.17
No obstante debo destacar que como la mayoría de los cultos primitivos,
el de Dionisos tuvo además en sus orígenes un objetivo práctico, el de pro-
mover la fertilidad de la naturaleza, de aquí entonces también la presencia
de los ritos fálicos en las distintas fiestas dionisiacas. Sin embargo, aunque
estos elementos sirvieron como base, lo que motivaría más tarde el auge del
dionisianismo fue justamente la embriaguez del éxtasis y el misticismo como
movimiento religioso, mismos que a continuación revisaremos.
17
Según Graves [1987:131], el dios nacía como serpiente en invierno, se convertía en león durante
la primavera y en el solsticio invernal lo devoraban como toro, ciervo o cabra. Estos animales
son entonces sus epifanías estacionales.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
E
Considero de entrada que el éxtasis dionisiaco puede entenderse como un
intento por superar la condición humana, por obtener una libertad inacce-
sible, e incluso hasta prohibida, en la vida ordinaria del individuo y que lleva
implícita también una liberación de toda regla y convención ético-social. Sin
embargo la experiencia dionisiaca en sí misma llegaba a niveles más profun-
dos, de ahí que las distintas acciones y gestos frenéticos efectuados por los
fieles del dios, puedan interpretarse también como una forma de comunión
con las fuerzas cósmicas y vitales, abalada por la posesión divina [Eliade,
1999:463].
No es pues de extrañar que la posesión se confundiera con la locura, la
manía y, en ese sentido, cabe recordar que según el mito Dionisos también
había experimentado la locura, así entonces sus adeptos no hacían más que
compartir las penalidades y sufrimientos de su dios. Esta era entonces otra
manera de entrar en comunión con Dionisos.
Vemos así entonces que las manifestaciones de delirio y de posesión entre
los fieles de Dionisos constituyen propiamente el orgiasmo, es decir, otra de
las expresiones propias del dionisianismo. Pero a su lado se encuentran tam-
bién las manifestaciones del trance, mismo que sirve para revelar el rostro
oculto que se encuentra en lo más profundo de cada ser. De este modo los
diversos rituales dionisíacos, desde el diasparagmós, la omofagia y el uso del
vino hasta la práctica del trance, propician la experiencia, individual o colec-
tiva, de lo que es el “otro” en uno mismo. Se trata, cierto, de un aprendizaje
peligroso que puede incluso conducir a la locura de no estar regulado por el
propio Dionisos: “el que vuelve loco y el que sabe curar la locura” [Bruit et
al., 2002:174].
De lo anterior se infiere además que esta posibilidad de ser el “otro” en
uno mismo permitirá a Dionisos, dentro del proceso evolutivo de su culto,
tener su ámbito propio en el teatro ya que la misma representación teatral
también permite al espectador la experiencia de sentirse y verse como otro.
Por lo que atañe específicamente al delirio místico, quisiera partir de la
noción misma de misticismo como modo de conocimiento experimental y
concreto de algo que rebasa al ser humano y le es inaccesible, de ahí que no
se trate de un conocimiento de índole racional o intelectual. Así entonces
considero que las creencias y las prácticas rituales asociadas con Dionisos,
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
tienden a conocer esa experiencia de la unión fusional con el dios e incluso
su absorción en él.
Del mismo modo el éxtasis, ese estado de arrobamiento propio de la expe-
riencia mística en el que el alma parece “salirse” del cuerpo, está presente en
el dionisianismo desde sus manifestaciones más antiguas como la manía, la
locura o aturdimiento, y que más tarde adquirieron un significado religioso.
El éxtasis místico es posiblemente la forma más elaborada de todas las
experiencias religiosas vividas y, de acuerdo con Michel Meslin [1988:121],
la experiencia mística “no tiene otro sentido más que la renuncia al ego y el
vacío de sí mismo, a fin de unirse al Otro”.
Pues bien, aunque resulte incuestionable atribuir un aspecto místico a al-
gunos de los ritos dionisíacos aquí evocados, nos preguntamos si constituían
también un culto de Misterios. Eurípides, en “Las Bacantes” [V, 470-474]
destaca lo siguiente: “¿Qué son según Tú esos Misterios?, pregunta Penteo
a Dionisos y el dios responde: Su carácter secreto prohíbe comunicarlos a
aquellos que no sean Bacantes… Pero son cosas dignas de ser conocidas”.
Como bien se sabe uno de los rasgos característicos de los cultos mistéri-
cos es precisamente mantenerlos ocultos a los profanos, a los no iniciados.
En todo caso lo que nos hace falta en los ritos dionisiacos es la alusión con-
creta a la esperanza de una suerte bienaventurada en el más allá, a la inmor-
talidad, otra de las características propias de este tipo de cultos.18 No existía
tampoco una institución estable, ni un santuario abierto en permanencia, ni
sacerdotes encargados del culto, si bien es cierto que la experiencia dionisia-
ca misma no era reductible a comportamientos reglamentados o fijados de
antemano. Existían además los ritos iniciáticos institucionalizados en Lerna
que conmemoraban el regreso anual del dios desde las profundidades del
lago, explícitamente identificado con el Hades (inframundo), y en Delfos se
conocen también los ritos del despertar del Liknites, la cuna de Dionisos, así
como la propia tumba del dios.19
18
Las palabras mysteria y mysterion, de donde deriva misterio, indican un rito secreto, oculto,
accesible únicamente al iniciado.
19
Apolo reconocía en Delfos a su medio hermano otorgándole un lugar en su santuario, Dionisos
“el de la cuna” a quien año con año la Thyades despertaban a la nueva vida. La propia tumba de
Dionisos en este sitio se explica en tanto que como dios de la fertilidad era de los que mueren y
resucitan.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
D
Como último punto a desarrollar dentro de esta nuestra aproximación al
culto de Dionisos, a saber su vinculación con el teatro griego, empiezo por
destacar que desde época temprana fue un dios de carácter popular, de ahí
entonces que siglos más tarde tiranos como Polícrates, Clístenes de Sicióne
o Pisístrato se apoyaran en su culto cuando buscaban el favor del pueblo y
favorecieron los progresos de las representaciones que eran ante todo un
evento popular.
Fue en particular Pisístrato quien dentro del marco de su política refor-
mista tendiente a democratizar la sociedad ateniense, trajo a la ciudad el
festival de Dionisios de Eleuteras, introduciendo así las Dionisias urbanas.
Quizá él mismo o sus hijos y sucesores mandaron construir un templo en
el temenos de Dionisios Eleutero, en la falda sur de la Acrópolis, donde más
adelante surgiría el teatro. La arqueología ha demostrado también que desde
mediados del siglo había un muro semicircular frente al que se extendía
una zona plana; los espectadores sentados en la ladera asistían allí a la repre-
sentación de cantos y danzas en honor de Dionisos [Domínguez Monedero,
1997:101]. En todo caso, para 531 aC, Pisístrato admitió oficialmente en las
Grandes Dionisias de Atenas el llamado “juego de Thespis”, es decir, las pro-
cesiones y las representaciones campestres sagradas, ligadas al culto de Dio-
nisos y en las cuales se encuentran los orígenes del teatro griego, marcando
así también otro de los momentos álgidos de la religiosidad griega.
20
Nilsson [1961:261] destaca que en el orfismo “desde un principio la muerte y reencarnación de
Dioniso fueron una de sus principales doctrinas”.
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
Y en efecto, se tomaron elementos del ritual dionisiaco como por ejem-
plo el cabrito o chivo (tragos) que da su nombre al tragicós tropos, variante
trágica o caprina del llamado ditirambo, que servía para acompañar los ritos
del diasparagmós y de la omofagia (que ya describimos en su momento), y
de donde derivaría la tragedia (tragodía).21 El ditirambo no era propiamente
una acción dramática sino el himno religioso danzado que se ejecutaba en
un sitio cualquiera destinado para ello específicamente, la orquestra. Tene-
mos aquí dos de los elementos fundamentales del futuro teatro griego: el
lugar destinado a la danza, es decir la orquestra (del verbo orqhéo, bailar), y
el ditirambo cantado por un coro de simples ciudadanos conscientes de que
practicaban un rito sagrado.
Los integrantes del coro iban recubiertos con una piel de cabra, por lo
que se les llamaba trágoi (machos cabríos), quienes cantaban loas a su dios y
a los héroes con él relacionados. Habría que destacar aquí la supervivencia
de ritos mágico-religiosos que después de perder su sentido original sólo
conservaron el aspecto exterior de los coros disfrazados de machos-cabríos,
pero que en sus orígenes creyeron encarnar los espíritus de la fecundidad de
los campos, impulsándola con sus danzas y cantos.
Paulatinamente el que dirigía el coro (corega) empezó a dialogar con los
coreutas y en ciertos momentos interpretaba algún personaje que intervenía
en la acción evocada por el canto. De aquí partiría el primer elemento de
forma dramática de la tragedia. Sin embargo todavía habrían de transcurrir
muchos años antes de alcanzar su modelo más acabado en el siglo aC.22
Fue un poeta llamado Thespis de Icaria el que dio el paso decisivo al trans-
formar la tragedia-ditirambo en auténtico drama. Fue por entonces también
cuando Pisístrato dio entrada en Atenas a la nueva forma artística, el “juego
de Thespis” y organizó las fiestas dionisiacas. Se sabe que Tespis recorría el
Ática con un grupo de coristas que ejecutaban el ditirambo, pero poniendo
de relieve el papel del coreuta (que después se convertiría en el primer actor)
y añadiendo además la indumentaria y las máscaras de lienzo pintado que
todos utilizaban y que desde tiempo atrás formaban parte del culto de Dio-
21
De acuerdo con Bosch-Gimpera [1969:15] la palabra tragodía significa “canto de bucos”. Por su
parte Harrison [1959:420] sugiere que dera de tragos, “espelta”, cereal empleado para hacer
cerveza.
22
Vernant [1989] proporciona una amplia información sobre el origen y desarrollo de la tragedia.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
23
Para lo relativo a la comedia ver a Carrière (1979).
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
Estas representaciones teatrales asumieron la forma de un concurso, pues si
se trataba de hacer brillar la celebración con un aire de triunfo, esto se con-
seguía por medio de la competencia. Un jurado integrado por cinco jueces
designaba a los tres ganadores, el autor de la trilogía trágica y los dos autores
de las comedias.
Tenemos entonces que el culto dionisiaco, al cual eran consustanciales la
danza, el canto y la representación, dio paso al drama griego y de este modo
la tragedia y la comedia pasaron a formar parte de las fiestas en honor del
dios, y en donde la pasión creadora de cada autor se fue sobreponiendo a las
emociones propias del simple creyente o adorador (figura 5).
C
A través del acercamiento que aquí hemos brindado a la enigmática figura
del dios Dionisos, no pretendimos dar una explicación nueva que se sumara
a las que eruditos historiadores, filósofos, arqueólogos y filólogos le han con-
sagrado a lo largo del siglo pasado. Dentro de las dimensiones de este texto
preferimos evocar a Dionisos a partir de los mitos y ritos más significativos
de su culto, destacando de manera particular sus vínculos con el vino, el
éxtasis y el escenario.
Hemos encontrado así que tanto sus diversas epifanías como sus impre-
vistos mensajes, fueron maneras de responder a las necesidades espirituales
y religiosas de los antiguos griegos, acordes por igual a un contexto histórico
preciso. Dionisos sintetiza en sus mitos y ritos toda la historia de una evolu-
ción y da testimonio de la vitalidad de una creencia en la que la exaltación de
las emociones, los desenfrenos sensuales, la liberación de las restricciones,
procuraban a sus fieles experiencias capaces de hacerlos sentir “otros” al su-
perar la barrera que los separaba de lo divino. De hecho la misma máscara
de Dionisos utilizada en el culto nos ofrece la imagen del Otro y de lo que
lo hace “otro”.
Podemos entonces considerar al dionisianismo como una fuerza vital de
la espiritualidad griega, en su búsqueda de una relación más estrecha con la
deidad y, así, a través del éxtasis del enthousiasmos será Dionisos quien in-
troduzca a los hombres en el mundo de los dioses y los transforme.
Pues bien, todo esto emanó de una sola y misma fuente: Dionisos, “el dios
misterioso en las fibras de la vid” como le llamara el poeta Baudelaire.
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
F
Dionisos. Crátera del pintor Pan, 460 aC. Fuente: Palermo, Museo Nazionale.
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DIONISOS: DEL VINO, EL ÉXTASIS Y EL ESCENARIO
B
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FESTINES Y RITUALIDADES | ROSA DEL CARMEN MARTÍNEZ ASCOBERETA
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Una fiesta de amigos:
festividades dionisiacas
en torno a la tumba
de Jim Morrison*
P F | L A J
Posgrado en Arqueología, Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla
* Deseamos expresar, como siempre, nuestro más sincero agradecimiento a la tribu morrisoniana
y sus asociados por todo su apoyo desinteresado en las cuatro temporadas de campo realizadas
en París, en particular a Michelle Campbell, Alex Patton, Imelda, Graham, Jöchen, François,
Ian, Stuart, Claire, Paco, Hubert (q.e.p.d.), Bad Cowboy y Gizmo.
1
Celebration of the Lizard, poema épico escrito hacia 1967 [Morrison, 1991:39]; la traducción de
este epígrafe y los subsecuentes es nuestra.
2
An American Prayer, poema escrito hacia 1967 [Morrison, 1991:10].
FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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UNA FIESTA DE AMIGOS
considerada la “Banda del Apocalipsis Estadounidense”, principal exponente
del llamado rock ácido [cfr. Sugerman, 1983] en la era psicodélica.
Para algunos [Reynolds y Press, 1995], la creatividad de The Doors se
caracteriza por un delirio fálico y una esencial virilidad candente, implí-
cita en las composiciones líricas y cadencias musicales a manera de un
balance rítmico entre la vida y la muerte, así como explícita en la presencia
y comportamiento escénicos de Morrison, un Adonis con entallados pan-
talones de piel negra y la personificación de Dionisos, un ángel en gracia
intoxicado por su poesía delirante con una risa impía [cfr. Manzarek, 1998;
Robbins, 1968] cuya trayectoria meteórica y fama quedaron truncadas por
su prematura muerte a los 27 años de edad, ocurrida en París el 3 de julio
de 1971.
En definitiva, fue una figura de gran relevancia asociada con la música
de la era del verano del amor, la revolución sexual y la contracultura, época
que algunos consideran como la del retorno a Dionisos cuando los jóvenes
de aquel entonces lograron generar una nueva sensibilidad con base en la
“exaltación del cuerpo, la danza, la música, la orgía” [Ariño, 1996:6], filosof ía
que perdura entre los fans de Morrison quien se ha convertido en un símbo-
lo multifacético o polisémico, ya que:
... un símbolo sólo llega a serlo de alguna cosa cuando realmente lo es para un
cierto número de individuos que se reconocen y que reconocen al unísono que
tienen algo en común. El símbolo está a disposición de sus usuarios…, es un ins-
trumento de reconocimiento colectivo [Augé, 2001:31].
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
ses, clase social e incluso origen étnico, se han sumado a las filas de quienes
llegan a ese lugar e, incluso, se ha dicho que la tumba del personaje es uno de
los más importantes atractivos turísticos parisinos [cfr. Baker, 2004; Chau-
vel, 1998; Mikelbank, 1995].
Según diversos testimonios [cfr. Campbell, 1994; Dahlburg, 2000; Four-
nier y Jiménez, 2003; Humpherys, 1994] quienes acuden ex profeso a la par-
ca tumba del autoapodado Rey Lagarto (figura 2) realizan en su memoria
F
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UNA FIESTA DE AMIGOS
trucción de una estructura organizativa del tipo de las communitas que los
propios participantes producen al congregarse [Turner, 1994].
Se trata, en consecuencia, de una comunidad de sentido que aglutina a
miles de individuos, sin bien el “núcleo básico” está conformado por aproxi-
madamente 150 personas en torno a las cuales pueden definirse varios cír-
culos en función de su relación estrecha y directa con el grupo nuclear, in-
tegrando a varios miles de individuos de todo el orbe aunque predominan
los europeos. En este conglomerado, las significaciones intersticiales que le
dan sentido son de naturaleza comunitaria, reforzadas por prácticas rituales
y una simbología en la que coparticipan sus miembros, lo cual permite que
se reafirme una comunión en los vínculos sociales para enfrentar la insegu-
ridad y la incertidumbre de la vida, a la par que se consolidan fuertes lazos
sociales [cfr. Carretero Pasín, 2003].
Cuando en antropología hablamos de sentido, nos referimos al que los in-
dividuos asignan a sus relaciones recíprocas, al sentido social [Augé, 1996],
es decir, “... el sentido directamente prescrito o indirectamente significado
de las relaciones de los hombres entre sí” [Augé, 1995:84]. Pero también
estamos considerando, siguiendo a Turner [1988, 1994], que los sujetos que
participan en esas festividades y reuniones dionisiacas son personas que no
obstante sus diversas filiaciones nacionales, de clase social, creencias y de-
más diferencias sociales, construyen el ambiente especial requerido en las
communitas, ya que todos los individuos como entes liminales se convierten
en homogéneos, es decir, se borran sus diferencias e identidades sociales de
origen creando momentáneamente una suerte de “identidades intersticia-
les”. Sin lugar a dudas, dichas situaciones remiten en definitiva a la relación
de la persona con la estructura social, ya que la communitas le permite al
sujeto darle dirección a dicha estructura.
Cabe señalar que para Turner es a través de la liminalidad que el individuo
queda preparado para convertirse en un miembro pleno de la comunidad,
al absorber la communitas y, así, quedar capacitado para participar en la ac-
ción social, es decir, aprende “los aspectos edénicos” de su estatus mediante
el proceso de la liminalidad; la dedicación de la persona a la communitas es
lo que le da dirección a la estructura social y posibilita su funcionamiento
[Bohannan y Glazer, 1994].
Por otra parte, un concepto operativo de relevancia en nuestro estudio y
que es conveniente definir es el de la fiesta, que algunos han caracterizado
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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UNA FIESTA DE AMIGOS
puede ampliarse al consumo de psicotrópicos; por ejemplo, la embriaguez
dionisiaca es un poder transfigurador de la realidad tanto de la naturaleza
como, sobre todo, del hombre [Diez de Velasco, 2004]. Además, un aspecto
de importancia de las fiestas es que al compartir los copartícipes alimentos
que constituyen dones y debido al poder simbólico de la comensalía, se ge-
nera un contexto de ficción sincera de generosidad desinteresada, a pesar de
que paralela e implícitamente se crean, recrean y definen las diferencias de
estatus entre los individuos [cfr. Dietler, 2001].
L
La gente necesita conectores
Escritores, héroes, estrellas,
líderes
Que le den forma a la vida
...
Ceremonias, teatros, danzas
Para reafirmar las necesidades y memorias tribales
un llamado a la veneración, unidad
sobre todo, regresión,
una añoranza de la familia y
la mágica seguridad de la niñez.3
Jim Morrison
El estudio de las fiestas que celebran en París quienes le rinden culto a Jim
Morrison, implica recurrir a un análisis que se deriva de la antropología sim-
bólica y la sociología, principalmente, acerca de eventos significativos en el
mundo contemporáneo [cfr. Augé, 1995] en donde se cruzan prácticas mo-
dernas con algunos matices que se pueden ubicar en lo tradicional.
Respecto al personaje que es el eje aglutinador en torno al cual sus adep-
tos constituyen una communitas, cabe destacar que Jim Morrison fue un
hombre en extremo culto, con un alto coeficiente intelectual y conocedor
de múltiples estudios acerca del teatro como el llamado de “la crueldad” de
Antonin Artaud o el “vivo” de Julian Beck; era además adepto a la mitología
3
Wilderness, poema escrito posiblemente hacia 1965 [Morrison, 1988:14].
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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UNA FIESTA DE AMIGOS
no sólo constituyen una imagen y la escenificación de trasgresiones para los
participantes, respectivamente, se trata además de una promesa de orden,
de límites que se establecen entre los vivos y los muertos, aun cuando en la
fiesta se detonen experiencias insólitas y podría pensarse que se cimbran los
cimientos de lo humano [Diez de Velasco, 2004].
Casi de manera inmediata a que se dio a conocer la noticia del deceso
del Rey Lagarto, los admiradores iniciaron su peregrinar hacia la modesta
tumba que se encuentra en el cementerio parisino de Père Lachaise, para
esbozar actitudes de culto [cfr. Campbell, 1994; Muller, 1978] así como com-
portamientos tan disímiles que han abarcado desde la tristeza al desaparecer
un icono de referencia; asombro y sorpresa por la noticia tan repentina de
la muerte de un personaje que forjó su fama y prestigio en el mundo de la
música popular; o bien duelo y dolor porque para muchos fans de The Doors
y de su cantante, ellos representaban una serie de alternativas de vida en el
mundo convulsionado y contradictorio de la época de la contracultura. Esa
diversidad de expresiones de los admiradores ante el fallecimiento de Mo-
rrison, fue y ha sido hasta hoy la de compartir sentimientos que consisten
para los fans en adentrarse en el conocimiento del personaje y de sus fuentes
de inspiración, con lo cual hay un proceso de identificación pero, al mismo
tiempo, de haber perdido con él una parte de sí mismos. Y es que Morrison
construyó su imagen, como atinadamente indica Augé [2001], no a partir de
su vida privada ni de su vida pública, sino a partir de su propia existencia, es
decir a través de la forma que se tiene de existir a los ojos de los demás, una
medida de la intensidad de ser. En definitiva, el Rey Lagarto se expresó ante
los demás en una variedad de imágenes que
…constituyen un signo de ilusión, esto es, de deseo, según Freud, pero es a través
de esa ilusión que se establece hoy en día lo esencial de nuestra relación con los
demás y con el mundo. La paradoja de nuestra época, y lo que le confiere a la vez
un carácter dramático, es que tan sólo la muerte puede <dar cuerpo>, dar forma,
a la imagen [Augé, 2001:30-31].
Esos hechos se siguen expresando sin interrupción hasta nuestros días con
motivo del aniversario luctuoso y en menor medida del natalicio del también
conocido como el chamán eléctrico. Los eventos a los que nos referiremos
son significativos pues la tumba del Rey Lagarto es una especie de Meca para
los fans en donde se llevan a cabo actos pletóricos de sentido; esto ocurre
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
pues estamos en una época en que los estados-nación y los grandes imperios
ideológicos, entidades gastadas y trastocadas por el paso del tiempo, instan-
cias que no proporcionan de manera eficaz certidumbre social, han comen-
zado a ceder el lugar o a “liberar” espacios a las “... comunidades de tamaños
diversos, que descansan más sobre un sentimiento de pertenencia que sobre
la noción moderna de contrato social, con la connotación racional o vo-
luntaria que se le vincula” [Maffesoli, 2005:42]; así, los sujetos conforman
“tribus modernas” compuestas por individuos capaces de ser protagonistas
de ambientes afectivos, lo cual los empuja a adherirse y a participar mági-
camente de esas colectividades [ibid.:43]. En otras palabras, tanto a nivel
nacional como internacional, existen varios eventos sociales que evidencian
sentimientos de pertenencia comunitaria o tribal que se “...erigen frente al
centralismo jacobino y alrededor de un héroe epónimo... o personalidad de
renombre” [ibid.:43] como Jim Morrison, que afirma un imaginario entre
quienes lo veneran. En efecto y en relación con la década de los años sesenta
del siglo pasado:
tras el vendaval agitado y fugaz del dionisismo contracultural, la fiesta siguió im-
poniendo su revancha estimulada por fuerzas diversas y adoptando múltiples
rostros. De un lado hemos visto proliferar conmemoraciones..., festivales, cente-
narios y toda clase de fastos... donde se pone en práctica una meticulosa y ardua
ingeniería cultural de masas. De otro, la convergencia de una crítica a las conse-
cuencias nefastas de la apoteosis de la razón instrumental y una eclosión de las
políticas de identidad (nacional, étnica, de género, de edad, etc.) ha producido un
poderoso y exuberante movimiento de revitalización festiva [Ariño, 1996:6].
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UNA FIESTA DE AMIGOS
es decir que se trata de una comunidad afectiva donde se comparten
imágenes, estilos y formas propios; dicha tribu es precaria, cambiante,
diferente a otras, caótica y con cierto grado de desorden. Esta configura-
ción social es una nueva forma de vivir en “armonía conflictiva”, con un
aspecto casi salvaje, emocional, contagioso, ritual, precario y dinámico,
caracterizada en sus aspectos organizativos y morales por cierta clase de
tolerancia infinita y las continuas trasgresiones a las normas en que incu-
rren sus integrantes cuando se congregan en París.
La tribu morrisoniana es típica de la posmodernidad, ya que es un grupo
que se resiste a los códigos de moralidad impuestos por la era moderna;
una tribu dionisiaca como la que aquí nos ocupa, constituye una fuente de
poder alternativo —en contraste con el poder institucionalizado— que es
la energía inherente y la fuerza vital de los individuos que le rinden culto al
Rey Lagarto [cfr. ídem]. Las actividades que desempeñan los fans en París
demuestran la efervescencia y la locura del consumo de la sociedad actual,
las expresiones del erotismo, de lo lúdico, con connotaciones dionisiacas
[Maffesoli, 1993]. Este referente es de importancia respecto al valor de los
sentidos, o sea, el sensualismo como un valor social posmoderno que remite
al presentismo y al hedonismo, que se contrapone al deber-ser moralista e
impositivo, que a su vez conlleva a una forma alternativa de relacionarse con
el otro y con la naturaleza, con lo sagrado y lo profano.
A través de la acción colectiva dicha “tribu posmoderna” que está forma-
da por sujetos liminales, conforma una communitas que culturalmente es
un estado edénico y paradisiaco; si bien las distinciones de rango, oficio y
estatus quedan temporalmente suspendidas en el contexto festivo, se crean
nuevas diferencias en el seno de la tribu [Turner, 1994].
En esta communitas conformada por entes liminales, sus miembros ex-
presan su pertenencia al grupo mediante objetos identificatorios (camisetas,
objetos de parafernalia morrisoniana, entre otros), posturas (pantalones de
piel y cortes de cabello en el estilo de los tiempos de plenitud del Rey La-
garto) o adornos corporales, caso particular de los tatuajes, pendientes y
collares, además de cierto tipo de actitudes emotivas y reverenciales. Todas
estas cuestiones son en realidad símbolos visuales y orales, recursos mne-
motécnicos que fungen a manera de contenedores de información respecto
a la cosmovisión, valores y principios culturales [Turner, 1994].
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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An American Prayer, poema escrito hacia 1967 [Morrison, 1991:5].
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resacraliza por las acciones de los fieles, que colocan ofrendas de toda clase
alusivas a la vida y preferencias de su héroe o ídolo, a veces concebido como
hombre-dios o profeta [cfr. Fournier y Jiménez, 2003].
A lo largo de los años setenta y ochenta del siglo , los asistentes po-
dían permanecer en el campo santo día y noche, dando rienda suelta a sus
impulsos eróticos, la ingesta de alcohol e incluso era común entre muchos
el uso de drogas, que simbólicamente compartían con Morrison al son de
la música de The Doors, danzando tanto hombres como mujeres en los
alrededores de la tumba como si fueran ménades.
Los festines dionisiacos se celebraron en el lugar sagrado donde reposan
los restos mortales del Rey Lagarto (figura 3) año tras año hasta 1991, cuan-
do el 3 de julio, fecha del vigésimo aniversario del deceso del personaje, las
autoridades del panteón optaron por cerrar sus puertas ante la imposibilidad
de controlar el acceso de los miles de admiradores de todo el orbe que se
congregaron; la abigarrada e indignada multitud que se arremolinaba ante el
portón principal del cementerio donde bebían, bailaban y cantaban en me-
dio de un frenesí dionisiaco, finalmente se dio a la tarea de forzar su entrada
infructuosamente hasta que intervino la policía parisina, acción que culmi-
nó en que varios resultaran heridos y muchos terminaran tras las rejas [cfr.
Campbell, 1994]. Después de esta infausta revuelta, se instauraron toda clase
de restricciones para evitar disturbios y conductas vandálicas en Père La-
chaise incluyendo el grafiteado, hasta que en marzo de 2004 las autoridades
del camposanto procedieron a colocar cercas metálicas que circundan una
amplia área, para evitar que los fans se aproximen a la tumba; este enrejado
ha violentado en extremo las conductas rituales in situ, trasladándose las re-
uniones dionisiacas a espacios profanos cercanos que, de cualquier manera,
eran parte del circuito ritual original.
Al respecto, a lo largo de los tres días de las festividades hay movimientos
continuos de los miembros de la tribu entre la tumba y el restaurant-bar La
Renaissance, ubicado en la esquina del boulevard Ménilmontant y la Rue
du Repos, en las proximidades de una de las puertas del cementerio que
resulta ser la más cercana al emplazamiento del sepulcro del Rey Lagarto.
En el establecimiento comercial, el dueño y los meseros de origen argelino
están preparados para que de fondo se escuche continuamente música de
The Doors a todo volumen; ante la presencia de los fans, es casi un sacrilegio
que la musicalización sea distinta, sin importar el género.
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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Festividades en la tumba de Jim Morrison, con motivo del 20º aniversario de su fallecimiento, 3
de julio de 1991. © Michelle Campbell, publicada con su autorización.
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UNA FIESTA DE AMIGOS
poco lo que consuman, sino que incluso el personal llega a interactuar acti-
vamente con ellos, conocen a muchos por su nombre, se sientan a charlar y
a beber con ellos, colaboran en la colocación de ornamentos alusivos a Jim
Morrison dentro del establecimiento y permanecen afables todo el tiempo,
a menos que alguno fume marihuana ahí dentro, motivo para que sea rápida
y no siempre cordialmente desalojado. Cabe señalar que en París la propina
está incluida en los precios de alimentos y bebidas, de manera que la actitud
del dueño y de los meseros no se relaciona con la expectativa de una retri-
bución monetaria.
Resulta extraño y asombroso para los transeúntes escuchar los cánticos que
entonan a viva voz los fans en La Renaissance, que se escuchan claramente
a pesar del ruido en las horas de tráfico pesado en la avenida Ménilmontant,
donde se ubica el acceso principal a Père Lachaise: las composiciones líricas
de Morrison han sido memorizadas por sus adeptos al igual que cualquier
giro vocal que quedara grabado en la discograf ía de The Doors. La musica-
lización forma parte necesaria para la construcción del ambiente de “fami-
lia” y de intimidad nada silenciosa, en el seno de esta comunidad afectiva
que mantiene vivo al Rey Lagarto rememorándolo en las proximidades de
su tumba. A menudo y en la medida en que el nivel de alcohol en la sangre
de los concurrentes se eleva o que se adereza con algún estupefaciente, ellos
mismos reorganizan las mesas y sillas —algo inusitado en París en los esta-
blecimientos comerciales de esta naturaleza— para hacer espacio y ponerse
a danzar y cantar en una especie de ditirambo dionisiaco.
En los festines que se celebran en La Renaissance concurren la gran
mayoría de fans, comúnmente cada uno de ellos adquiere las viandas que
consumirá o bien en grupos pequeños ordenan y comen platillos (figura
4) preparados para varios comensales, caso del sustancioso cous cous (del
menú típico de la cocina mediterránea y marroquí, preparado como sopa
con sémola granulada complementada con carnes rojas o pollo así como ve-
getales cocidos), que costean entre todos o bien alguien absorbe la cuenta.
Respecto a las bebidas alcohólicas (figura 5), la situación es diferente ya
que a través sobre todo del don y en segundo lugar de la reciprocidad, en-
tran en acción mecanismos redistributivos. Así, al interactuar festivamente,
independientemente del género del individuo, alguien puede hacerse cargo
de invitar una o más rondas de vino o cerveza, sin esperar que otro haga
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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UNA FIESTA DE AMIGOS
lo propio posteriormente; o bien dado que es común que circulen presentes
entre quienes mantienen lazos estrechos de amistad y conocen las predi-
lecciones de sus conocidos respecto a la clase de objetos que consumen o
coleccionan, la retribución para quien le otorga a otro, por ejemplo, un pen-
diente o llavero con una lagartija como motivo, un libro acerca de Jim
Morrison o una foto del Rey Lagarto, entre otros, se materializará en uno o
más vasos de vino o tarros con cerveza.
El consumo de drogas al aire libre, en particular pitillos de marihuana, es
también consuetudinario, ya que los fans holandeses asiduos quienes inclu-
so en sus hogares cultivan la planta sin restricciones en su país de origen, ge-
nerosamente redistribuyen la hierba sin esperar una retribución, aunque el
don suele hacerlos merecedores a una o más rondas de bebidas alcohólicas.
En la Rue du Repos, la angosta calle lateral al cementerio de Père Lachaise
ya que se cierran sus puertas en la tarde, se reúnen de decenas a cientos de
fans cerca de La Renaissance para gozar de la música y cantar festivamente;
sentados en el piso proceden a la ingesta de bebidas alcohólicas que ad-
quieren en las tiendas cercanas a precios drásticamente menores que si las
compraran para consumir dentro del restaurant-bar, además de que en la
calle pueden fumar o inhalar lo que deseen sin ninguna restricción. De
hecho rara vez bailan ahí para evitar llamar la atención de la policía parisina,
si bien esa vía de circulación es poco frecuentada en las tardes y noches, los
vecinos parecen estar acostumbrados a lo que ocurre unos pocos días al año
en los aniversarios morrisonianos, y mientras no haya disturbios magnos
dif ícilmente llegan a quedar fans detenidos.
Recientemente, integrantes del “núcleo básico” de la tribu se han dado a
la tarea de organizar homenajes a su ídolo que consisten en congregarse
en la Rue du Repos, a pocos metros del acceso lateral al camposanto, con el
objetivo de declamar poemas de autoría de Jim Morrison (figura 6) a la
par que consumen bebidas alcohólicas y fuman marihuana. Aun cuando
la invitación se hace extensiva a todos aquellos fans fuera del grupo nuclear
a los que llegan a conocer en Père Lachaise o en La Renaissance, en estos
tributos que se agregan a los otros rituales, se reconforman e instauran je-
rarquías entre propios y ajenos a la communitas, ya que destacan los mismos
organizadores así como aquellos que, rompiendo con la dinámica, comple-
mentan la lectura de la poesía del Rey Lagarto con los poemas que ellos
mismos escriben, alusivos o no a Morrison.
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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Fans congregados en el tributo a Jim Morrison organizado con motivo del 35º aniversario
luctuoso el 3 de julio de 2006, homenaje centrado en la lectura de poemas de autoría
de Morrison. Fotograf ía: Patricia Fournier.
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UNA FIESTA DE AMIGOS
Estas conductas rituales que suceden dos veces al año en torno a Jim
Morrison son procesos en los que los fans invisten a esos tres lugares con-
cretos con sentido y los convierten en espacios simbolizados, impregnados
de emoción colectiva, que surge en la medida en que todos los miembros de
la familia morrisoniana identifican los gestos y símbolos asociados con las
festividades, los cuales constituyen un marco cognitivo colectivo [Segalen,
2005]. Este proceso de simbolización permite que sean legibles para todos
aquellos que frecuentan los mismos lugares los múltiples esquemas orga-
nizadores, los puntos de referencia ideológicos e intelectuales que ordenan
lo social [Augé, 1995].
Ya que los espacios, objetos o símbolos sagrados se definen según las cargas
emocionales que les adjudiquen los sujetos más que por sus propiedades in-
trínsecas, su existencia depende de la creación y evocación compartidas de los
símbolos equilibrados emocionalmente. Si bien las creencias y ritos especí-
ficos muestran variaciones de una a otra sociedad, en realidad es a través del
marco duradero de los rituales que se actualizan esos símbolos y se define lo
sagrado al interior de una communitas [Sosis y Alcorta, 2003] como la tribu
morrisoniana. Si esos objetos simbolizados contribuyen a la constitución de
lo sagrado, con mucha más razón los sujetos que manipulan dichos objetos
y demás símbolos. En efecto, en el ritual y como entes liminales los adeptos
al Rey Lagarto se ubican fuera del sistema global y de sus conflictos: “tran-
sitoriamente se convierten en hombres aparte, y es sorprendente cómo el
término <sagrado> se puede traducir por <estar aparte> o <a un lado>, en
varias sociedades” [Turner, 1994:524].
En consecuencia, estas reuniones dionisiacas crean y solidifican las alian-
zas y nexos sociales entre los integrantes de esta comunidad afectiva, además
de que posibilitan la constitución de redes de obligaciones que pueden ma-
nipularse para que quienes fungen como anfitriones obtengan ventajas so-
ciales al interior del grupo a futuro [cfr. Hayden, 2002].
De esta manera, en las festividades orgiásticas el fundamento es la lógica
pasional, que es una forma de socializar contraria a la moralidad del deber-
ser y refiere a un inmoralismo ético que consolida los vínculos simbólicos de
la tribu; en el marco de los festines así como en las actividades asociadas o
derivadas, se llega a un clímax licencioso, contagioso, irrefrenable e incluso
a trasgresiones a las normas impuestas [Maffesoli, 1993].
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FESTINES Y RITUALIDADES | PATRICIA FOURNIER Y LUIS ARTURO JIMÉNEZ
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Las reuniones dionisiacas de la tribu morrisoniana se sustentan en la expe-
riencia religiosa civil, misma que es cíclica en la tríada ritualista cuando se
congregan todos los integrantes en la tumba, La Renaissance y la vía públi-
ca cerca de Père Lachaise, experimentando efervescencias colectivas en el
sentido durkheimiano [Durkheim, 1991]; la fiesta es seguida por periodos
prolongados en los que se dispersan los individuos, lo cual propicia que se
consolide el sentimiento de que hay tiempos y espacios sacros en París mien-
tras que, a lo largo del resto del año, en la vida cotidiana de cada uno de ellos
los ámbitos son fundamentalmente profanos. Por lo tanto, la efervescencia
colectiva se genera en el seno de la communitas cuando se reúnen sus inte-
grantes y están cerca del Rey Lagarto, lo cual ocurre cuando el individuo se
sumerge en un estado de unión con la tribu.
Estas son algunas de las actividades que frecuentemente realizan los in-
tegrantes de la “familia de Jim Morrison”, a la que prácticamente cualquier
ajeno que demuestre públicamente ser un fan de The Doors puede incor-
porarse sin que se requiera proceso alguno de iniciación: el convivir con
los que forman el “núcleo básico” de la tribu es suficiente para ser aceptado.
No obstante, al ser tan públicas, estridentes y profanas las actividades de la
“familia” en La Renaissance y la vía pública, llega a ocurrir que algunos fans
se sientan intimidados o bien, de acuerdo con su personalidad, prefieran fes-
tejar aislada y solitariamente pero cerca del restaurant-bar, que es un imán
por la música de The Doors que se escucha.
En la tarde del 3 de julio de 2005 observamos cómo un joven alemán,
desaliñado y que llevaba puesta una playera con el rostro de Jim Morrison,
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UNA FIESTA DE AMIGOS
mochila al hombro donde transportaba lo mínimo indispensable para per-
noctar posiblemente en algún parque parisino, y a quien en definitiva le hacía
falta una buena ducha, decidió ubicarse en la acera frente a la puerta princi-
pal de La Renaissance. Primero apoyado contra un árbol y después sentado
en la banqueta, saboreaba una cerveza enlatada mientras embelezado, casi
en estado de trance, con una expresión de gozo infinito, cantaba casi como
un susurro la música de The Doors; permaneció varias horas en el exterior,
forjó un par de cigarrillos que parecían no ser de tabaco, moviéndose meló-
dicamente al ritmo de las composiciones de Jim Morrison mientras fumaba
lentamente los pitillos. Así como llegó, así desapareció eventualmente, sin
siquiera intentar interactuar con la “familia de Jim Morrison” o que alguno
de sus integrantes se dirigiera a él, dado que todos estaban adentrados en sus
festividades y charlas.
De cualquier manera e independientemente de casos aislados como el
citado, precisamente cuando se celebran los festines se propicia que se re-
únan las personas a través del acto biológico de comer, o bien mediante
la ingesta de bebidas alcohólicas y psicotrópicos, quedando así senta-
das las bases para una intensificación de las interacciones humanas en un
marco lúdico. En la “fiesta de amigos” danzan como bacantes liberadas por
la magia dionisiaca, forman un torbellino símil de los rituales báquicos cual
ménades presas del delirio y frenesí, entre una y otra libación ritual a me-
nudo acompañada y estimulada por sustancias enteógenas, hasta alcanzar
el éxtasis en esta experiencia comunitaria: no sólo se trata de un banquete
o cónclave de bebedores simposiastas, sino sobre todo de una experiencia
colectiva performativa intrínsecamente religiosa cargada de componentes
simbólicos complejos, de erotismo y goce de los sentidos, a través de la cual los
participantes entran en comunión con el hombre-dios, Morrison-Dioniso.
La cultura festiva dionisiaca que caracteriza a la tribu morrisoniana abre
parcialmente las puertas de la percepción a las que refiriera Morrison al
darle nombre con base en William Blake al conjunto de The Doors del que
fue líder, pero, sobre todo, posibilita la apertura a lo sagrado a pesar de que
en la sociedad posmoderna el orden profano ha crecido y se ha hecho cada
vez más complejo a partir de prohibiciones y distinciones [cfr. Bergua, 2004].
Así, la idea religiosa surge en este medio social efervescente al llevarse a
cabo actos que podrían considerarse inauditos, en los que se desencadenan
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Buena Tinta s. a. de c. v. en papel bond de 90 gramos en tipo
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La edición se realizó en el Departamento de Publicaciones de la
. El diseño y formación estuvieron a cargo de Miguel Ángel
Arroyo Rosales, la correción de estilo, a cargo de Katia Vanessa
López González y el cuidado de la edición a cargo de Hilda Jimé-
nez Reséndiz.