WMacD Mundos Opuestos
WMacD Mundos Opuestos
WMacD Mundos Opuestos
William MacDonald
Editorial Berea
Apartado 1313
41080 Sevilla, Espana
Apsrtado 78
Estili, Nicaragua
CONTENIDO
Prefacio
4. ¡Rey Jesús!
18. Conclusión
PREFACIO
Todo se aclara grandemente una vez que veamos la realidad de que, básicamente,
sólo hay dos reinos. Por un lado está el reino al que la Biblia llama “el mundo”, y por otro
lado está el reino de Dios, también llamado el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Estos dos reinos son mundos opuestos.
1
EL MUNDO: UN REINO DE TINIEBLAS
Cuando hablamos del mundo en este sentido, no nos referimos al planeta tierra, el
cual Dios nos ha dado como morada temporal. Ni tampoco nos referimos al mundo de la
naturaleza, el cual Dios nos ha dado para que lo disfrutemos. Y, ciertamente, no nos referimos
a la humanidad, a la cual Dios quiere que amemos igual que Él (Jn. 3:16). Entonces, ¿a qué
nos referimos?
El mundo es la civilización que el hombre ha construido para satisfacer sus deseos sin
contar con Dios. No sólo es independiente de Dios, sino totalmente opuesto a Él. El sistema
del mundo está fundado sobre principios erróneos y promueve valores falsos. Es egocéntrico.
La riqueza, el sexo y el poder son elementos claves en su cultura. “Toda civilización sin Dios,
desde el principio, ha sido sellado con maldición; y todo lo que el hombre, sin Dios, llama
avance, invento y progreso, tan sólo se asemeja a la construcción de la torre de Babel,
esencialmente idólatra, y centro de vanagloria”. i
Satanás es quien otorga inspiración y energía a la sociedad. Como los santos ángeles
guardan al pueblo de Dios, así las potestades diabólicas están siempre activas en los asuntos
del imperio de maldad.
Un Espectáculo Hueco
En realidad, el mundo es algo vacío. Es una fachada irreal. Como un chiste que carece
de gracia, el mundo carece de sentido y valor. Nada de lo que ofrece puede satisfacer al
corazón humano. Hay un libro de la Biblia, Eclesiastés, enteramente dedicado a exponer la
vanidad del mundo, de la vida debajo del sol. Malcolm Muggeridge, al darse cuenta de esto,
escribió: “He llegado al punto de ver que la vida humana, en todas sus manifestaciones, ya
sean públicas o colectivas, no es más que un teatro, y el drama es uno barato y de muy mal
gusto”. ii
Y otra persona dijo: “El camino de mundo es pura imaginación; pero el reino [de
Dios] es realidad eterna”. La gente intenta obtener del mundo más de lo que realmente hay en
él.
Aun así, resulta muy atractivo. Se presenta a sí mismo como el summum bonum, el
bien supremo. Sus luces psicodélicas, música contemporánea y atuendos sensuales
deslumbran por doquier. Todo habitante del “país de Marlboro” es bien guapo, tiene un
caballo, y aparece recostado en el asiento de un descapotable, seduciendo o siendo seducido
por una mujer bella. Es un mundo de ensueño—una sociedad artificial. Es chapa
resplandeciente que carece de sustancia y valor.
¿Qué es Mundano?
Mundanalidad es amar cosas pasajeras. Es todo aquello que arrastra y aleja a un
creyente del Señor. Una persona mundana es aquella cuyos planes terminan en la tumba.
Jowett supo poner los puntos sobre las íes cuando dijo: “La mundanalidad es un espíritu, un
carácter. No es tanto un acto sino una actitud. Es una pose, una postura... La mundanalidad es
toda actividad humana que mantiene fuera a Dios. La mundanalidad es una vida sin
llamamiento celestial, sin ideales, sin alturas. La mundanalidad no reconoce nada en absoluto
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. No tiene montes; es una vida plana,
horizontal. La mundanalidad no tiene dimensión vertical. Tiene ambición, pero no tiene
aspiración. Su lema es el éxito, no la santidad. Siempre dice: “adelante”, pero nunca dice:
“asciende”. La persona mundana es la que nunca dice: ‘alzaré mis ojos a los montes’”. iii
En algunos círculos, la definición de mundanalidad se ha limitado principalmente a
cuestiones de beber, fumar, apostar, bailar, jugar a las cartas, ir al cine y actividades similares.
Pero abarca mucho más. El Dr. Dale escribió: “Ser mundano es abandonar la ley suprema a la
que debemos lealtad, las glorias y terrores del universo invisible que se revela a la fe, y
nuestra trascendente relación con el Padre de los espíritus por medio de Cristo Jesús nuestro
Señor, para ser llevado por intereses inferiores”.
“Hermano, si dieras la vuelta para vivir una vida mundana, tendrás que volver a través
de la tumba, pues ésta yace entre el cuerpo de Cristo, del cual tú formas parte, y el mundo que
le rechazó. El mundo le echó fuera de sí, y nosotros hemos sido sepultados en Cristo por el
mundo que aborrece a la iglesia”. iv
La paciencia divina tiene un límite para el que intenta obtener lo mejor de los dos
mundos.
2
EL REINO QUE IMPORTA
Ante todo esto y en sorprendente contraste, nos encontramos con el reino de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo. En Su reino, la prioridad y el énfasis está en lo espiritual, no en
la carne; el valor de lo eterno sobrepasa con creces al de lo temporal. No es tanto que se
desprecie el placer, sino que se busca en su forma y manifestación más pura, y tan sólo en su
verdadera fuente.
Puesto que sólo hay dos reinos, esto significa necesariamente que sólo hay dos
gobernantes: Satanás y Cristo. El diablo es el monarca del mundo. Es llamado el príncipe de
este mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11), el dios de este siglo (2 Co. 4:4), y el príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia (Ef. 2:2b). El apóstol
Juan nos recuerda sin rodeos que: “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Él
mantiene cautivas a las personas, y éstas necesitan ser despertadas de su sueño mortal.
Aunque el diablo es extremadamente poderoso, no es omnipotente, y está todavía bajo el
dominio de Cristo.
El diablo es el peor enemigo de Cristo y, por lo tanto, de Sus seguidores. Los otros
dos enemigos son el mundo y la carne. De la misma manera que el diablo se opone a Cristo,
así el mundo se opone al Padre y la carne al Espíritu. Esta trinidad de maldad se ha descrito
de la siguiente manera: El diablo es el adversario en nuestra contra; el mundo es el enemigo a
nuestro alrededor ; y la carne es el traidor en nuestro interior.
Su Cartera de Trucos
No desconocemos las artimañas del diablo. Pensemos en los métodos que él emplea:
Engaño. Él es el padre de mentira, y miente desde el principio (Jn. 8:44). Se disfraza
como un ángel de luz y manda a sus mensajeros disfrazados como ministros de justicia (2 Co.
11:14-15). Tergiversa la Palabra de Dios (Gn. 3:1). Hace milagros y prodigios mentirosos (2
Ts. 2:9). Busca la manera de sembrar duda y negación, y extraviar al pueblo de Dios de la
sincera y pura devoción a Cristo (2 Co. 11:3). Tienta a las personas para que mientan (Hch.
5:3).
Calumnia. Es el acusador de los hermanos día y noche (Ap. 12:10).
Imitación. Posee una falsificación para todo lo que proviene de Dios. Él capacitó a los
hechiceros egipcios para que imitasen los milagros de Moisés (2 Ti. 3:8). La cizaña en el
reino (los hijos del malo) imita al trigo (los hijos del reino) (Mt. 13:38). Como dice J. Oswald
Sanders, “Con razón San Agustín le calificó Simius Dei, el simio de Dios. Tiene su propia
“trinidad”: el diablo, la bestia y el falso profeta; su propia iglesia: la sinagoga de Satanás (Ap.
2:9); sus propios ministros: los ministros de Satanás (2 Co. 11:15); su propio evangelio: otro
evangelio (Gá. 1:6); su propia teología: doctrinas de demonios (1 Ti. 4:1); sus propios
sacrificios: sacrificios ofrecidos a los demonios (1 Co. 10:20); su propia mesa y copa (1 Co.
10:21-22)”.v
Desánimo. Otra estratagema del diablo es ganar ventaja sobre el cristiano haciendo
que sea “consumido de demasiada tristeza”, esto es, por el desánimo o desaliento (2 Co. 2:7-
11). También puede oprimir al creyente con tristeza y desespero.
Persecución. Él anda alrededor como un león rugiente para aterrorizar y destruir (1 P.
5:8; Ap. 2:10). De hecho, el propósito invariable de este ladrón es hurtar y matar y destruir
(Jn. 10:10).
Entrega Incompleta. De la misma manera que intentó persuadir al Señor Jesús para
que no fuese a la cruz (Mr. 8:31-33), así intenta persuadir a los creyentes a no llevar la cruz.
Soberbia. Sabe, por experiencia propia, que la soberbia precede a la condenación (1
Ti. 3:6). Así, él emplea esta táctica con otros.
Caída Moral. Tienta a las personas a causa de su incontinencia o falta de dominio
propio (1 Co. 7:5).
Falsa Doctrina. Ya en el amanecer de la civilización humana, tentó a Eva a que
creyese que podía llegar a ser como Dios (Gn.3:5).
Aflicción Corporal. El aguijón en la carne de Pablo era un mensajero de Satanás que
le abofeteaba (2 Co. 12:7). El diablo zarandea a los hijos de Dios por medio de circunstancias
difíciles (Lc. 22:31). Toda enfermedad, sufrimiento y tragedia proceden de él, pero en la vida
del creyente Dios puede transformar estas cosas para Su gloria, para el bien del cristiano y
para bendición de otros.
Estorbo del Evangelio. Él arrebata la semilla de los que oyen sin profundidad (Mt.
13:19). También ciega el entendimiento de los incrédulos para que no vean la verdad y sean
salvos (2 Co. 4:4).
Dilación. “Mañana”. Invita a las personas a que se demoren, a que aplacen el
momento de acción y decisión, especialmente en lo referente al evangelio.
4
¡REY JESÚS!
El Señor Jesús, por supuesto, es quien gobierna el otro reino. Él es nadie menos que el
Creador y Sustentador del universo. Posee lo que ningún otro rey alcanza: todo conocimiento,
todo poder, y toda presencia, esto es, que está en todo lugar. Siendo el Dios perfecto y
Hombre perfecto, es también el perfecto Salvador del pecado. Él conjuga, en Su Persona,
toda excelencia, belleza, virtud y gracia.
Es infinito, único e incomparable. Al tiempo presente, Él reina desde Su trono en el
cielo sobre todos aquellos que le reconocen como su Monarca supremo. Pronto volverá a la
tierra como Rey de reyes y Señor de señores, y reinará sobre toda la tierra teniendo a
Jerusalén como Su capital.
5
LOS CIUDADANOS DEL MUNDO
Todos los inconversos pertenecen al mundo. Se encuentran en todas y cada una de las
clases sociales, desde la crema y nata hasta las heces. Muchos son externamente morales,
gente decente, buenos vecinos. Otros, claro está, son inmorales, depravados e ingobernables.
Pero todos ellos tienen una cosa en común, y es que no quieren reconocer al Señor Jesucristo
como su Señor y Salvador.
Andan así: “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef. 2:2).El dios
de este siglo ha cegado su entendimiento: “para que no les resplandezca la luz del evangelio
de la gloria de Cristo” (2 Co. 4:4). Por el temor de la muerte, permanecen durante toda la
vida sujetos a servidumbre (He. 2:15).
Están a gusto en el mundo, aman al mundo y el mundo les ama a ellos (Jn. 15:19).
Son enemigos de Dios, atrapados en las manos del diablo. David les describió
como:“hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida” (Sal. 17:14).
6
CIUDADANOS DEL REINO SANTO
Como dijo Philip Hacking: “Nosotros, como Abraham, somos llamados a salir del
mundo porque somos diferentes, pero a volver al mundo porque somos sal y luz”.vii
Los cristianos no aman al mundo ni las cosas que hay en el mundo, sino que su deseo
es hacer la voluntad de Dios, sabiendo que el que tal hace permanece para siempre (1 Jn.
2:15-17). En un sentido muy real, ellos son no conformistas, que rehúsan adaptarse al molde
del mundo (Ro. 12:2). “La sociedad demanda conformidad. Si caes por debajo de sus valores,
te castigará; si te elevas por encima de sus valores, te perseguirá. Demanda una conformidad
aburrida, gris, monótona. Pero el cristiano marcha hacia arriba. Se sale del paso marcado,
pues él oye un tambor distinto. Ya no es un eco; es una voz. No es una cosa; es una persona.
Se ha quebrado el dominio de las masas”.viii
La vida cristiana es una vida de conflicto intenso. Como dijo Ronald Dunn: “No es un
deporte para que los espectadores lo observen desde cierta distancia. Nos encontramos en lo
más intenso y crudo de la batalla, personalmente involucrados en el conflicto, ya sea que nos
demos cuenta o no”.ix No es asunto de coexistencia o detente, sino que la relación que tiene el
cristiano con el reino de Satanás es adversa y activa. Testifica en su contra que sus obras son
malas (Jn. 7:7), y también proclama el mensaje de reconciliación, esto es, que el hombre
pecador puede ser reconciliado con Dios a través de la obra del Salvador en la cruz del
Calvario. Allí Dios, el Padre: “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21). Así que, aunque los
creyentes han de vivir en separación con el mundo, no tienen que vivir aislados. La
separación bíblica no requiere llevar una vida monástica. Como dijo alguien: “El cristiano
debe vivir en el mundo, pero no debe dejar que el mundo viva en él”. En uno de sus himnos,
Isaac Watts nos recuerda que: “este mundo vil no es un amigo de la gracia que nos ayude para
con Dios”. Al contrario, es despiadado en su hostilidad contra nosotros, y determinado a
destruir todo principio divino que podamos sostener. Intenta suplantar el creacionismo con la
evolución. Niega lo sagrado de la vida humana con el aborto. Logra la ruina y ruptura de la
unión familiar con el divorcio por cualquier razón. Niega la pureza de la relación matrimonial
con el sexo prematrimonial. Presenta la homosexualidad y el lesbianismo como estilos de
vida alternativos y aceptables. Mediante el feminismo militante, ridiculiza el orden y el
gobierno establecidos por Dios en la familia y la iglesia. La iglesia y el estado están tan
separados que han llegado a prohibir por completo la mención pública de Dios y Cristo. Se
trata con tolerancia amigable la obscenidad, pornografía, nudismo, grosería y violencia. Y así,
drogado e insensato, el mundo desafía cada una de las leyes de Dios y se precipita hacia su
abrasadora condenación.
La Linea de Combate
Si el mundo ama a uno que profesa ser creyente, esto prueba que no se ha convertido
genuinamente (Jn. 15:19). Si alguien dice que es creyente pero ama al mundo, demuestra que
el amor del Padre no está en él (1 Jn. 2:15b). Santiago nos dice, en su fuerte declaración:
“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (4:4). La
linea de combate está claramente definida y marcada.
Es malo para el creyente el día que alcanza popularidad con el mundo. Significa que
ha adulterado su mensaje de tal modo que se ha desvanecido la ofensa de la cruz; o significa
que su vida no se diferencia de la de los que le rodean, por lo cual no les condena. Se ha
dejado llevar por la corriente, en lugar de luchar y nadar en contra de ella. Igual que un
camaleón, se ha adaptado a su medio ambiente; y al hacerlo, se ha puesto bajo la dura
denuncia del Salvador: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!
Porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lc. 6:26).
El pueblo de Dios no tiene por qué intimidarse ante el ceño fruncido inofensivo del
mundo. Seguimos a Aquel que ha vencido al mundo (Jn. 16:33) y tenemos parte en Su
victoria. Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4). Esta es
nuestra garantía de poder. La fe nos capacita para ver cuán vacío y vano es el mundo. Es una
sombra pasajera, que no tiene nada de sustancia duradera. No puede dar satisfacción
permanente, sino que sólo ofrece los placeres temporales y fugaces de pecado.
En realidad, debiéramos gozarnos cuando experimentamos el odio y el rechazo del
mundo: cuando el profesor de la universidad se mofa de nuestra fe; cuando nuestros
compañeros de trabajo nos tachan de oscurantistas; cuando nuestra familia nos ridiculiza
diciéndonos que vivimos en un mundo irreal. Probablemente la mayoría de nosotros no
sufriremos siendo arrestados y apaleados por nuestra fe, ni apedreados, ni quemados en la
hoguera. Es bien poca cosa sufrir desprecio verbal. Debemos regocijarnos, como los primeros
discípulos, que seamos: “tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”
(Hch. 5:41).
J. G. Deck tenía razón cuando escribió estas líneas:
¿Quién es el Tonto?
Los súbditos del reino de Dios constituyen un enigma para los del mundo (1 Jn. 3:1b).
Como dice Pedro: “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en le
mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1 P. 4:4). Nuestros propósitos y actitudes les
resultan extrañas. Pero no puede ser de otra forma, ya que no somos del mundo, como
tampoco Cristo fue del mundo.
Dostoievski plasma esta ilustración con una habilidad exquisita en su libro, El Tonto.
La sociedad aristócrata de su época se hallaba obsesionada con el prestigio, poder, sexo y
posesiones. La verdad les importaba poco o nada. Se enzarzaban constantemente en amargas
discusiones, o en conversaciones frívolas. Había un interminable cotilleo, pero poca
verdadera nobleza de carácter.
Entre todo esto, el príncipe Myshkin resaltaba con evidente excentricidad. No le
importaba en absoluto el nivel social, la riqueza, el dominio o la conquista sexual. Lo que le
hacía atractivo es que era verdaderamente un alma bella.xiii
Pero esta figura de Cristo era tan extraña, tan “extraterrestre”, que sus
contemporáneos no lograban comprenderle. En su confusión mental, forjaban hacia él una
relación que entremezclaba amor y odio. No podían evitar el admirar la sencillez de su
carácter, pero a la vez se resentían, pues su nobleza les dejaba a ellos muy mal. Hablando de
forma clara, era un inadaptado en la sociedad. El no conformarse y su comportamiento poco
convencional tan sólo conducía a una conclusión: él era un tonto.
La cuestión entonces, igual que ahora, es, “¿Quién es el tonto?”
“El contraste entre el reino de Dios y el del hombre es enorme. El primero ejerce el
poder por el amor, el segundo por la ley. Uno dirige sirviendo, el otro manejando. En el reino
de Dios los valores que importan son espirituales: justicia, paz y gozo; en el del hombre son
consideraciones mundanas: protagonismo, avaricia y patrocinio político”.xiv
7
LO QUE OFRECE EL MUNDO
Realmente el mundo no tiene mucho que ofrecer a sus ciudadanos. Puede resumirse
todo con las palabras: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida” (1 Jn. 2:16). Aquí la palabra “deseos” significa apetito. Puede referirse a deseos
sexuales, pero abarca mucho más que eso.
“Los deseos de los ojos” se refiere al deseo insaciable del hombre de ver más
personas, lugares y cosas. Le gusta alimentarse con cualquier cosa que excite al animal
interno, sin importarle si deshonra a Cristo. Las películas, televisión y revistas del mundo,
todas ellas apelan a los deseos de los ojos. Ofrecen el disfrute de los deseos de la carne.
“Los deseos de la carne” significa su ansiedad de satisfacer todos los apetitos del
cuerpo. Muchos de estos apetitos no son malos en sí, pero llegan a ser malos cuando se
convierten en el centro de la vida, cuando se permiten en exceso, y cuando se usan
contrariamente a la Palabra de Dios.
“La vanagloria de la vida” es la preocupación del mundano en cuanto a su persona,
posesiones y placeres, cuando se está gloriando en cosas que pronto pasarán. Vive y se
desvive para el cuerpo, el cual en pocos años será comido por los gusanos. Vive para el
dinero, que podrá comprarle todo menos el cielo. Vive para el placer, que no puede
proporcionarle satisfacción duradera. La vanagloria de la vida incluye el deseo de clase y
prestigio social, fama y publicidad, riqueza y honores.
En una palabra, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida
se suman a la auto indulgencia.
Cuando Satanás tentó al Señor Jesús, le mostró en un momento todos los reinos del
mundo y la gloria de ellos (Lc. 4:5). No le costó mucho tiempo enseñarlo. Pero a Dios le
llevará toda la eternidad revelarle a Su pueblo “las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef. 2:7).
9
LAS DIFERENTES FACETAS DEL MUNDO
En Él Pero No De Él
He mencionado que el mundo controla cada aspecto del comportamiento humano,
excepto a la verdadera iglesia cristiana. Desafortunadamente, a menudo afecta incluso a la
iglesia. Un observador atento dijo: “Busqué a la iglesia y la encontré en el mundo. Busqué al
mundo y lo encontré en la iglesia”.xv
Poco antes de su muerte, Frances Schaeffer advirtió:
Y Wordsworth escribió:
Pensemos ahora en los métodos que el sistema del mundo emplea generalmente. Es
común ayudar a los que te ayudan. Perseguir a los no conformistas. Revolverse, pagando ojo
por ojo. Usar de violencia si es necesario. Hacer el menor esfuerzo posible por la mayor
ganancia posible. Mostrar favoritismo. Repartir con avaricia (Mt. 20:1-16). Superar a los
demás en un espíritu de competición (Stg. 3:14-16). Recurrir al soborno, el cohecho y la
corrupción.
No así en el reino de Cristo. Allí ayudas a los que no te pueden recompensar (Lc.
14:12-14). Aunque sufres por hacer bien (1 P. 2:20) muestras amor para con todos (Ro. 13:8).
Pagas bien por mal (Ro. 12:20; 1 Ts. 5:15). Practicas la no resistencia, poniendo la otra
mejilla (Lc. 6:27-29). Vas hasta la segunda milla (Mt. 5:41). Muestras amabilidad y haces
bien a todos los hombres (Gá. 6:10). Repartes según la necesidad, no conforme a la avaricia
(Mt. 20:1-16). Prefieres la cooperación a la competición (1 Co. 12:25). Y eres estrictamente
honesto, rehusando ceder ante cualquier práctica cuestionable (Ro. 14:17).
12
LAS ARMAS DE NUESTRA MILICIA
El mundo usa armas carnales. Aquí no nos limitamos a cosas como pistolas, tanques,
barcos de guerra y aviones bombarderos. Casi siempre el dinero se usa como un arma carnal;
el mundo cree que el dinero tiene la respuesta para todo, y que cada hombre tiene su precio.
Por eso es común el dicho: “Tanto tienes, tanto vales”. La propaganda puede utilizarse como
un arma carnal. El halago es una herramienta común, y no podemos olvidar la manipulación
psicológica de la gente.
Permítaseme ahora mencionar cinco “bombas” potentes que hay en la armería
cristiana, todas ellas vivificadoras, ninguna mortal.
Está el amor (Lc. 6:27-35). No hay que confundirlo con el afecto natural, pues todos
tenemos algo de éste, y no hay nada de especial en ello. El amor cristiano es sobrenatural, que
tan sólo se puede mostrar por el poder del Espíritu Santo. Se extiende hasta los indeseables.
Presta y no pide nada a cambio. Pone la otra mejilla y va la segunda milla. Llega a los
enemigos. Trata a los demás como gustaría que le tratasen a uno. Los del mundo no pueden
soportar semejante asalto.
La oración es un arma (Ef. 6:18). Puede mover a Dios para que haga cosas que de otra
manera no haría (Stg. 4:2). Puede alcanzar y mover a otros hombres por medio de Dios.
Puede cambiar el destino de naciones. El hombre se acerca a la omnipotencia cuando ora en
el Nombre del Señor Jesús. El mundo puede legislar contra la predicación del evangelio, pero
no hay manera en la que pueda frenar la oración. Ronald Dunn dijo así: “La intercesión es el
arma secreta del reino secreto. Los cristianos lo sabían y, negándose a inclinarse ante Cesar,
oraban por él. Es sobresaliente el que tanto Pablo como Pedro amonestaran a sus lectores a
honrar y a orar por la mismísima persona que estaba desencadenando tan sangrienta
persecución en contra suya—el rey (1 Ti. 2:1, 2; 1 P. 2:17)”.xxi
La Biblia es un arma. A semejanza de ningún otro libro, esta espada del Espíritu es
viva, poderosa y más cortante que cualquier espada de acero (He. 4:12). Puede iluminar el
corazón más oscuro. Puede sumir en profunda convicción de pecado al ser más impío. Puede
llevar el nuevo nacimiento al perdido, impotente y desesperado. Puede sustituir con gloria la
ceniza, dar óleo de gozo en lugar de luto, y manto de alegría en vez de espíritu angustiado (Is.
61:3).
Otro arma es la semejanza a Cristo. Una vida de este calibre es una realidad contra la
cual los hombres no pueden argumentar (Hch. 4:14). Una cosa es leer la verdad en un libro o
folleto, pero otra cosa es ver la verdad encarnada en una vida humana. Puede que a las
personas del mundo no les guste (por lo convincente que es), pero nunca la olvidarán.
La fe es un arma que vence al mundo (1 Jn. 5:4). Hace visible lo invisible y trae el
futuro al presente. Aumenta con la adversidad y no se desalienta frente a la imposibilidad.
Gana batallas, conquista reinos, libra a creyentes de fuego y leones. Puede trasladar
montañas, secar un mar y dar vida a los muertos.
Todas las armas del cristiano son espirituales, no carnales; no son impotentes, sino
poderosas. En comparación, las armas del mundo no son más que pistolas de juguete.
13
LOS HONORES VANOS DEL MUNDO
El mundo motiva a los suyos con uniformes deslumbrantes y honores tales como
placas, diplomas, guirnaldas, medallas, títulos, trofeos, copas recordatorias. Una vez
Napoleón, sosteniendo una pequeña condecoración, dijo: “con esto podría construir un
reino”.
Por dinero el hombre trabaja incansablemente, viaja sin cesar, pone el peligro su
salud, descuida su familia, da los mejores años de su vida a una sociedad anónima, y todo
para que le despidan cuando ya no les hace falta o le empiezan a fallar las fuerzas.
Exprime su cuerpo al máximo para conseguir fama atlética. Para lograr un título
prestigioso no escatimará ni el más grande sacrificio. ¿Qué no hará, para que aparezca su
nombre en una revista profesional o en un periódico local?
Pero los honores del mundo son huecos. Pronto caen en el olvido, y carecen de valor
duradero.
Spurgeon dijo que: “lo que el mundo da como recompensa es verdaderamente poco.
¿Qué hará por los que más ama? Cuando ha hecho todo lo posible, el último recurso del
mundo es entregarle un título al hombre (¿y qué es eso?). Entonces le da un pilar bien alto y
le coloca en la punta, para que allí soporte las inclemencias del tiempo, expuesto a toda
tormenta; y allí está, ante la vista de cualquier necio, uno de los grandes hombres del mundo.
Le han pagado en piedra. Eso es lo que, de todo corazón, le ha recompensado el mundo, pues
de eso está hecho el corazón del mundo”.xxii
14
LOS VERDADEROS HONORES
“A la hora de pagar, el mundo es tacaño y miserable; pero, ¿has oído alguna vez a un
cristiano que se queje así de su Maestro? ‘No’, te dirá, ‘cuando sirvo a Cristo, siento que mi
labor es mi paga; esa obra por Cristo es en sí su propia recompensa. Él me da gozo en la
tierra, y plenitud de bendición después’. Oh, Cristo es un buen amo... El que sirve a Cristo no
consigue a penas del oro y la plata que el mundo denomina preciosos, pero consigue el oro y
la plata que ni el último fuego refinador podrán deshacer, sino que resplandecerán entre las
cosas preciosas de la inmortalidad por toda la eternidad. El mundo es tacaño y miserable en
sus recompensas, pero Cristo no”.xxiii
El cristiano ve que los honores del mundo carecen de valor. “Si somos Suyos, no
tenemos nada que ver, ni aun con la chispa más bella de la gloria de este mundo. Ten por
seguro que aquello es tan solo una mancha de deshonra para el hijo de Dios. No importa cuál
sea el premio de este mundo. ¿Porque lo hemos de desear? ¿No son nuestras todas las cosas?
¿No hemos de juzgar al mundo—¡sí! y a los ángeles? No me detendré mucho recordándote
que estos objetos a menudo llevan en sí mismos el sello de su propia insignificancia y
carencia de valor, y que sus sabios confiesan que lo bueno está en la lucha por conseguirlo, y
no tanto en tenerlo. ¡Quién desconoce que aun una guirnalda es ‘suficiente’ recompensa para
los esfuerzos de toda la vida de una persona! Excepto en esto, éstos son hombres sensibles.
¡Qué no haría y soportaría el más noble y rico por una pequeña condecoración de tela
teñida!xxiv
Amy Carmichael, intrépida misionera en la India: “no deseaba lugar en la tierra sino
en el polvo al pie de la Cruz”. En enero de 1919 se le notificó a ella, junto con otros, que el
rey de Inglaterra quería honrarle. Ella rechazó tal invitación cortésmente, diciendo: “Me
molesta participar en una experiencia tan distinta a la de Aquel que fue despreciado y
desechado, no amablemente honrado”.xxv Bajo extrema presión, finalmente aceptó, pero no
fue a la ceremonia que se celebró en Madrás.
Baron von Welz, un acaudalado propietario holandés, fue conquistado y dominado por
el amor al Señor Jesús y el deseo de llevar el evangelio a las almas que perecían. Dejó de
amar su título y tesoros, y salió como misionero hacia la Guinea holandesa. Antes de partir,
dijo:
William Kelly es otro caso en cuestión. Cuando su sobrino fue a la universidad, los
maestros quedaron impresionados por su conocimiento del griego. Cuando le preguntaron, el
sobrino les explicó que su tío, William Kelly, le había enseñado. Más tarde, cuando hubo una
vacante en la facultad de griego, una delegación fue a visitar a Kelly para invitarle a suplir el
puesto. Les resultaba duro trabajo comprender su renuncia. Finalmente, uno dijo exasperado:
“¿Qué pasa, Sr. Kelly? ¿No quiere usted ganar un nombre en el mundo?” A lo que él
sencillamente respondió: “¿Qué mundo, señores?”
Dave Hunt dijo: “Los cristianos estarían negando a su Señor si disfrutasen de la
popularidad y los honores que este mundo presente puede prodigar. Esto no quiere decir que
un cristiano no pueda prosperar en el negocio, la ciencia, el mundo académico, etc. De
hecho, los cristianos deben ser lo mejor posible en todo lo que hagan. Pero, ¡cuidado!, porque
su habilidad, talento, y esfuerzo diligente ha de invertirse para la gloria de Dios, no para la
suya propia. Este mundo carece de atracción para los creyentes; no le aman ni a él ni a sus
aplausos. No se distraen de la carrera que deben correr (1 Co. 9:24-27; 2 Ti. 4:7-8) ni por las
críticas del mundo ni por sus felicitaciones. Saben bien que, realmente, lo único que importa
es la opinión que Dios tiene de ellos”.xxvii
En un sentido muy real, servir a Cristo es su propia recompensa. Esto me recuerda a
una mujer que, señalando a su perro, decía: “Este perro sólo desea dos cosas: saber lo que yo
quiero que haga, y hacerlo”. Un entrenador de perros pastores decía: “No tienes que premiar
a estos perros. Les basta con estar por las montañas, obedeciendo los silbidos del pastor”.
Pero para el creyente hay otras recompensas. Hay coronas al final de la jornada: la corona de
gloria, de justicia, de vida... y lo mejor de todo, las palabras del Salvador: “Bien, buen siervo
y fiel....entra en el gozo de tu Señor” (Mt. 25:23).
Michael Griffith pregunta: “¿Qué tendremos para mostrar a cambio de nuestra vida?
¿Será medida por los pequeños premios y éxitos de la vida, o quizás algunos certificados de
educación? ¿Copas de plata que indiquen la habilidad atlética, unas pocas medallas, o algún
recorte de periódico? ¿Alguna subida de nivel en el trabajo, o tal vez la posición social en la
comunidad? ¿Un reloj de recuerdo o un obsequio de jubilación? ¿Una esquela de defunción y
un funeral bien asistido? ¿Es esto todo lo que nuestra vida habrá significado?”xxviii
John Sung, evangelista chino, estaba volviendo a su hogar tras haber sacado un
doctorado en los Estados Unidos. Al ir acercándose el barco al fin de su destino él bajó a su
camarote, reunió sus diplomas, medallas e insignias universitarias, y lo arrojó todo por la
borda. Algunos días más tarde, tuvo un sueño en el que él estaba en un ataúd, vestido con la
toga y atuendos académicos, y sosteniendo un diploma en sus manos. Oyó una voz que decía,
“John Sung ha muerto—ha muerto al mundo”. Entonces el cadáver empezó a dar señales de
vida, y los ángeles lloraban. John dijo: “ángeles, no lloréis. Seguiré muerto al mundo”.
Mantuvo esta noble resolución a lo largo de toda su vida.xxix
“Estos son los peregrinos....Para ellos las regalías y glorias; los honores y los
galardones; los deleites e indulgencias de los hombres, no tienen atractivo. Son hijos de un
reino más sublime; miembros de una república más grande; burgueses de una ciudad más
noble que ninguna que el sol haya mirado jamás. Los extranjeros pueden robar a un inglés de
todo el dinero que lleve consigo; pero no resiente mucho perderlo, si todo su capital está bien
asegurado en su patria, en el Banco de Inglaterra. ¿Cómo puede un ducado en un principado
insignificante presentar atractivos al heredero de un imperio, que está pasando por el pequeño
territorio con toda la rapidez que el vapor y sus riquezas pueden darle, para asumir la
autoridad suprema de una monarquía poderosa? El peregrino no tiene otro deseo sino el de
pasar pronto sobre el camino señalado y llegar a su hogar—un camino bien pisado por todos
los siglos—cumpliendo con los deberes, desempeñando las demandas, haciendo frente
fielmente a las responsabilidades que le incumben; pero acordándose siempre de que aquí no
tiene ciudad permanente, y de que busca una venidera”.xxx
Ser hijo de Dios es un honor infinitamente mayor que cualquier cosa que el mundo
pueda otorgar.
15
EL HOMBRE DEL MUNDO
Dos reinos, ¡mundos opuestos! No podrían ser más contrarios. Uno es el imperio de
maldad, el otro un reino de santidad. Uno es superficial, falso y fingido. El otro está saturado
de realismo.
Cristo murió para librarnos del presente siglo malo (Gá. 1:4). “Tan peligroso es este
siglo en sus tentaciones, y tan terrible en sus juicios venideros, que el gran objetivo de la
misión de nuestro Señor era librarnos de ello; y los que viven en él, pero no son de él, son
como los que viajan en la cumbre de una montaña, o como Moisés sobre Pisga, pues ven la
relación de las cosas; comparan el desierto con la tierra prometida, el presente siglo malo con
el futuro siglo de gloria, y de este modo anticipan y saborean el siglo venidero, adquiriendo
un creciente disgusto por este siglo presente”.xxxiv
Somos crucificados al mundo, y el mundo lo es a nosotros (Gá. 6:14). La cruz (no el
crucifijo) es nuestra gloria. El creyente comete gran locura si entrega los mejores años de su
vida para logros mundanos, ofreciendo después al Señor la colilla de una carrera gastada.
Thomas H. Gill lo expresó bien:
Lutero reflejó la perspectiva correcta al declarar: “El imperio del mundo entero no es
más que una corteza para echársela a los perros”.
Que la determinación de nuestro corazón sea:
In Hoc Signo
i The Ministry of Keswick, First Series, Grand Rapids: Zondervan Publishing House,
1963, pág. 110.
ii The Boston Herald, 15 Nov. 1990.
iii Dr. J. H. Jowett, sin más documentación disponible.
iv F. B. Meyer, The Christ Life for Your Life, Chicago: Moody Press, n.d., pág. 78.
v The Best that I Can Be, Singapore: OMF Books, 1965, págs. 72, 73.
vi Lord of What’s Left, Grand Rapids: Baker Book House, 1982, pág. 83.
vii The Keswick Week, 1983, pág. 154.
viii E. Stanley Jones, Growing Spiritually, New York: Abingdon Press, 1953, pág. 18.
ix Don’t Just Stand There...Pray Something, Amersham-on-the-Hill, England: Scripture
Press, 1992, pág. 57.
x Christianity Today, 13 Ene. 1989, pág. 42.
xi Today’s Choices for Tomorrow’s Mission, Grand Rapids: Academie Books, 1988, pág.
199
xii Ronald Dunn, op.cit, págs. 212-213.
xiii Dostoievski le escribió a su sobrina que había intentado describir a una persona
moralmente perfecta, pero tenía que admitir que su héroe era defectuoso en muchos aspectos.
Nadie puede escribir la historia de una persona perfecta fuera de la inspiración divina. Como
dijo Renan: “Haría falta un Cristo para inventar un Cristo”.
xiv Kingdoms in Conflict, Grand Rapids: William Morrow/Zondervan Publishing House,
1987, pág. 274.
xv The Great Evangelical Disaster, Westchester, IL.: Crossway Books, 1984, pág. 142.
xvi The Epistles to the Thessalonians, New York: George Doran Co., n.d., pág. 161.
xvii Ronald Dunn, op.cit., pág. 212.
xviii
xix Michael Medved, The Battle Against Beauty and Truth, Readers Digest, Jun. 1991,
pág. 149.
xx
Tampa Tribune, Fl., 22 Ene. 1974.
xxi Op. cit., pág. 64.
xxii Words of Wisdom for Daily Life, Pasadena, TX: Pilgrim Publications, n.d., pág. 104.
xxiii Ibid.
xxiv William Kelly, no hay más documentación.
xxv Elisabeth Elliot, The Person Who Influenced Me Most, Christianity Today, 7 Oct.
1983, pág. 30.
xxvi Citado en la revista Uplook, Feb-Mar. 1993, pág. 18.
xxvii Boletín C.I.B., Bend, Oregon, Mayo 1991, pág. 1.
xxviii Sin más documentación disponible.
xxix Leslie T. Lyall, John Sung, Chicago: Moody Press, 1954, págs. 40, 41, 47, 48.
xxx F. B. Meyer, Abraham, Terrasa, Barcelona: Editorial CLIE, pág. 35.
xxxi Hide or Seek, Old Tappan, NJ: Fleming H. Revell Company, 1974.
xxxii Your God Is Too Small, New York: The Macmillan Company, 1958, pág. 101.
xxxiii Boletín C.I.B., Bend, Oregon, Mayo 1991, pág. 1.
xxxiv Arthur T. Pierson, Knowing the Scriptures, NY: Gospel Publishing House, 1910, pág.
87.
xxxv Genesis, Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1973, pág. 142.
xxxvi Christ Our Wisdom from God, The Ministry of Keswick, First Series, Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1963, pág. 110.