Jean Paul Sartre

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Otros sostienen que los valores dependen exclusivamente de nosotros, los sujetos que

los percibimos (subjetivistas).

*Jean Paul Sartre (1905-1980)

El subjetivismo contesta afirmativamente a la primera opción: el valor depende del


sujeto. Jean Paul Sartr, dice que con nuestra elección afirmamos el valor de lo que
elegimos. No hay ningún orden jerárquico de valores, pues cada hombre y cada época
construirán su jerarquía. Veamos el siguiente ejemplo.

Un alumno de Sartre fue a verlo para preguntarle qué debía hacer. El dilema era éste:
vivía solo con su madre (su padre y hermano habían muerto en la guerra) y era su único
sostén. El joven tenía la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas
francesas libres (lo que implicaba abandonar a su madre) o bien permanecer al lado de
su madre y ayudarla a vivir. Estaba frente a dos acciones muy diferentes: una concreta,
inmediata, que se dirigía a un solo individuo (cuidar a su madre); otra dirigida a su
colectividad nacional: luchar por el bienestar y la libertad de su país. ¿Qué debía hacer?

Sartre le respondió: “Elige cualquiera de las dos y comprométete en esa elección. La


que elijas será la correcta”.

Lo que prioriza Sartre es la libertad del hombre. “El hombre está condenado a ser libre”
es una de sus frases más conocidas. Lo que quiere decir es que no podemos no elegir,
porque no somos libres de dejar de ser libres. Las cosas que nos pasan no dependen
de nosotros, pero depende de nosotros la manera en que comprendemos lo que nos
pasa y actuamos en base a ello. El hombre es lo que él hace de sí mismo.

Retomando algunas de las cuestiones planteadas, podríamos hablar ahora de la


diversidad de los entes (extraído de Carpio:Principios de Filosofía)

Por lo menos según la experiencia corriente, puede decirse que no hay una sola especie
de entes, sino varias. Respecto de cuántos y cuáles son esos géneros, los filósofos han
discutido y seguirán discutiendo interminablemente. Aquí se adopta una clasificación
que no tiene por qué ser la mejor, pero que es de la más corrientes y que nos resulta
cómoda para nuestros propósitos. Se distinguirá tres géneros de entes: los sensibles, los
ideales y los valores.

a) Los entes sensibles (que algunos autores llaman "reales") son los que se captan por
medio de los sentidos, trátese de los sentidos fisiológicamente considerados, como la
vista, el olfato, el tacto, etc., sea el sentido íntimo o autoconciencia, que nos permite en
un momento dado darnos cuenta -por ejemplo- de que estamos tristes o alegres, o de
que estamos ejecutando un acto de atención o evocando un recuerdo. Los entes
sensibles se subdividen en físicos y psíquicos. Los entes físicos son espaciales, es decir,
están en el espacio, ocupan un lugar; como la mesa, la silla o nuestro cuerpo. Los entes
psíquicos, en cambio, son inespaciales; no tiene sentido, en efecto, hablar del espacio
que ocupa un acto de voluntad o un sentimiento de avaricia. Es cierto que, hasta donde
nuestra experiencia llega, van siempre ligados a un cuerpo orgánico, pero que vayan
ligados a él no quiere decir que sean lo mismo ni que tengan sus mismas características,
en este caso la espacialidad. Los entes sensibles, sean físicos o psíquicos, son todos ellos
temporales, esto es, están en el tiempo, tienen cierta duración, un origen y un fin. Ello
les ocurre tanto a las sillas y a las montañas cuanto a cualquier estado psíquico; aun la
pasión más perdurable, llega un momento en que fatalmente cesa y desaparece, ya sea
por la muerte o por el motivo, quizás menos consolador, de que todas las cosas humanas
tienen su momento de decadencia y desaparición.-Además, los entes sensibles están
ligados entre sí por un especial tipo de relación que se llama relación de causalidad: todo
ente físico es causa de otro posterior, y a su vez es efecto de otro anterior; y lo mismo
ocurre en el dominio de la actividad psíquica. La relación de causalidad está ligada al
tiempo, es un tipo de relación temporal, porque la causa es siempre anterior al efecto y
el efecto es posterior a la causa. (Obsérvese que la causa es una forma especial de
fundamento o razón, a que se refiere el cuarta principio ontológico).

b) Como ejemplo de entes ideales puede mencionarse los entes matemáticos: los
números, las figuras, los cuerpos geométricos (otros entes ideales son las relaciones,
como la identidad, la igualdad, la diferencia, la relación de mayor o menor, etc.) Los
entes ideales se caracterizan por su intemporalidad, por no ser temporales. Porque si lo
fueran, hubieran tenido un comienzo en el tiempo, es decir que tendría que pensarse
que hubo una época en la cual, por ejemplo, no existía aún el número 5, y que llegará
un momento en que el número 5 desaparezca. Pero los entes matemáticos, y las
relaciones que la matemática establece, no son nada que esté en el tiempo; éste no los
afecta en absoluto. El tiempo sólo tiene relación con el espíritu del hombre que los
conoce, y esto sí es susceptible de ser fechado, por lo que entonces puede decirse que
"en el siglo VI a.C. se descubre el llamado teorema de Pitágoras". El hecho de que se le
ponga un nombre al teorema -el de Pitágoras, por ejemplo- alude al (supuesto)
descubridor del teorema; pero que el descubrimiento tenga autor y fecha no supone
que también los tenga lo descubierto. Podría suponerse que los entes matemáticos han
sido "creados" por el hombre (y tal tesis puede defenderse con buenos argumentos);
pero entonces se plantearían curiosos problemas, como,por ejemplo, si antes de la
aparición del hombre sobre la tierra se reunían dos dinosaurios a dos dinosaurios, ¿no
hubiesen sido cuatro los resultantes? Por eso se dice con toda propiedad que el teorema
de Pitágoras, por ejemplo, ha sido "descubierto" -no inventado o "producido"-,
descubierto, que hasta entonces había estado oculto o cubierto para el hombre, pero
que sin embargo ya "era" de algún modo aunque ningún ser humano lo conociera. . El
descubrimiento del teorema, el proceso mental que alguien, en determinado momento,
realizó, esto sí es un ente psíquico, está inscripto en el tiempo y es perfectamente
fechable. Pero el teorema mismo, es decir, la relación que se da entre los lados del
triángulo rectángulo, es algo totalmente desvinculado del tiempo; porque, haya alguien
que la piense o no, esa relación vale desde siempre y para siempre. Una segunda
característica de los entes ideales es la relación de principio a consecuencia, o relación
de implicación, con la que se alude al especial tipo de vinculación que enlaza unos entes
ideales con otros. Esta relación se diferencia de la relación causal, entre otras cosas,
porque mientras esta última está enlazada con el tiempo, tal enlace no se da entre los
entes ideales. Piénsese lo siguiente: a = b, b = c, c = d……….x = y; luego a = y. ¿Quiere
esto decir que al amanecer a = b, a la mañana b = c, al mediodía c = d, y que sólo a altas
horas de la noche ocurre que x = y? Es evidente que no ocurre tal cosa, y es evidente
también lo absurdo del planteo. El matemático ordena estas igualdades para ir de lo que
se conoce primero a lo que se conoce después; pero las cosas mismas, los entes de que
aquí se trata, y las relaciones que los ligan, son todos a la vez. El libro de matemáticas
comienza sentando una serie de postulados o axiomas; luego sigue el teorema 1, que se
demuestra en función de los postulados o axiomas; viene después el teorema 2, que se
demuestra en función del anterior; luego se continúa con otros teoremas más, 3, 4, 5,
etc. Pero está claro que el orden en que aparecen los teoremas no es un orden temporal,
como si el teorema 5 hubiese aparecido o fuese verdadero varios meses después del
teorema 1. En rigor, todos los teoremas son verdaderos a la vez, sin ninguna relación
con el tiempo; y el orden según el cual se los dispone no es sino el orden que
corresponde a la relación de principio a consecuencia, a que unos se fundan o están
implicados por los anteriores -o también, si se quiere, se trata del orden que va de lo
más simple a lo más complejo.

c) El tercer género de entes lo constituyen los valores: la belleza, la fealdad, la justicia,


la injusticia, la utilidad, etc. Se trata de entes muy diferentes de todos los anteriores, y
la característica que los separa de ellos reside en que los valores valen: esto significa que
frente a ellos no podemos permanecer indiferentes, porque ante un valor siempre se
despierta en nosotros una reacción, una respuesta -la valoración o estimación- , que
puede ser de adhesión -si el valor es positivo- o de rechazo -si el valor es negativo-. La
disciplina que se ocupa del estudio de los valores se denomina axiología. A los objetos
sensibles en los cuales se dan los valores, o en los cuales éstos encarnan, se los llama
bienes -como una estatua, en que se da el valor belleza, o una máquina de escribir, que
es útil. Todo el mundo conoce la expresión "bienes de consumo", que se oye a diario, o
qué quiere decir que "Gómez posee cuantiosos bienes". De manera que "bienes" son
todas las cosas valiosas, como una sinfonía, o un acto de honradez, una heladera o un
automóvil.- Para evitar graves malentendidos, es preciso no perder de vista esta
diferencia: el valor, de una lado, y la cosa valiosa, el bien, por el otro. Una obra de arte,
como la Alegoría de la Primavera, de Botticelli, es un bien, una cosa valiosa, distinta de
cualquier otra (como, digamos, de La maja desnuda); pero ambas encarnan el valor
"belleza", que les es común. Una segunda característica de los valores es la polaridad:
que los valores poseen polaridad significa que frente a todo valor hay siempre un
contravalor o disvalor o valor negativo -frente a la justicia, la injusticia; frente a la
bondad, la maldad; frente a la utilidad, la inutilidad. La dualidad de las estimaciones -
adhesión o rechazo- está vinculada entonces a la polaridad de los valores. En tercer
lugar, los valores tienen jerarquía. Esto quiere decir que no valen todos uniformemente,
sino que hay valores que valen más que otros, que son más "altos", como suele decirse,
en tanto los otros son más "bajos"; uno: son "superiores" y otros "inferiores". Según tal
jerarquía los valores se ordenan en una serie o tabla de valores, desde los que valen
menos o son menos importantes, hasta los que valen en grado máximo. Hay valores
económicos, como la utilidad; valores vitales, como la salud, la enfermedad, la lozanía;
valores religiosos, como lo santo y lo demoníaco; valores éticos o morales, como el bien
y el mal; valores jurídicos, como la justicia y la injusticia; etc. Pero, ¿cuáles son los que
valen más y cuáles los que valen menos, y, en general, cómo están jerárquicamente
ordenados todos ellos? En este punto, las opiniones de los filósofos son muy
divergentes. Hay quienes sostienen que entre los valores hay relaciones jerárquicas
objetivas, rigurosas y absolutas (objetivismo axiológico); en tanto que otros afirman que
todas las relaciones jerárquicas entre los valores (y los valores mismos) son puramente
subjetivas o relativas (relativismo axiológico), es decir, que varían según las épocas
(relativismo historicista), o según los individuos (relativismo subjetivista), o de acuerdo
con el grupo social de que se trate (relativismo sociologista), etc. Cuál de estas teorías
esté en la verdad, es uno de los problemas más complejos, y cada una de las diversas
doctrinas dispone de fuertes argumentos. La experiencia muestra que, al menos en
primera instancia, son muchas las personas que adhieren con entusiasmo al relativismo.
Si los valores son relativos, si cada cual valora las cosas a su manera, en el fondo estaría
autorizado -parece- a hacer lo que le parezca; el relativismo, entonces, promete una vida
más fácil. Sin embargo, en cuanto se piensa la cuestión con un poco de cuidado, se nota
en seguida que lo que hagan los demás sobre la base del principio de que cada uno
puede hacer lo que le guste, bien puede repercutir desagradablemente sobre nosotros.
Si los valores son relativos, debiera admitirse que los valores proclamados por el
régimen nazi en Alemania, por ejemplo, eran valores tan legítimos como cualesquiera
otros, puesto que eran los valores relativos a ese régimen político. Pero ocurrió que con
ese régimen y con esa teoría se asesinaron millones de personas. Si se reflexiona sobre
esto, puede parecer entonces que el relativismo, si no se lo elimina, por lo menos hay
que restringirlo un poco; el ejemplo que se acaba de aducir nos lleva a pensar que debe
haber en ciertas zonas de la vida humana algunos valores absolutamente negativos,
valores que bajo ninguna circunstancia debieran ser admisibles, porque si no se correría
el riesgo de degradar nuestra propia humanidad. Piénsese además en lo siguiente.
Supóngase que de pronto la mayor parte de los seres humanos, por un problema
genético quizás, comenzasen a nacer ciegos. ¿Qué pasaría entonces con las obras de
arte pictórico? La última cena, de Leonardo, o el Guernica, de Picasso, ¿dejarían de ser
obras de arte, dejarían de ser obras que encarnan grandes valores estéticos? Pues bien,
así como hay ceguera fisiológica, y así como hay ojos que ven mejor que otros, de
manera parecida uno de los más grandes teóricos de la axiología, Max Scheler (1874-
1928), sostuvo que también hay ceguera axiológica, esto es, una incapacidad para captar
o acceder a ciertos valores, como, por ejemplo, a los estéticos; y efectivamente la
experiencia nos pone en contacto con "ciegos axiológicos", o poco menos, es decir, con
personas totalmente insensibles para el arte, o para las normas morales, o para los
fenómenos religiosos. Y bien, así como no se puede sostener que no hay cosas visibles
porque los ciegos nos las ven, de la misma manera -siguiendo el razonamiento de
Scheler- no se puede negar la existencia de valores, de obras de arte, v. gr., porque haya
personas axiológicamente incapacitadas para captarlos, o, en el caso de la jerarquía,
para aprehender adecuadamente el orden que objetivamente les corresponde.

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