Glock, Qué Es Filosofía Analítica
Glock, Qué Es Filosofía Analítica
Glock, Qué Es Filosofía Analítica
Universidad de Zúrich
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA
ANALÍTICA?
tecnos
Título original:
Whal isAnalytic Philosophy?
Diseño de cubierta:
Félix Pavón
PREFACIO................................................................................................................ Pág. 13
ID]
12 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ANALÍTICA?
B ibliografía.................................................................................................................... 320
DOCTRINAS Y TÓPICOS
Tal vez sean muchos los lectores que piensen que hasta ahora me he
entretenido demasiado andando por las ramas. En la medida en que la
filosofía analítica es una actividad, tradición o corriente genuinamente
filosófica, ¿no deberían sus cultivadores permanecer unidos por una
serie de lazos e intereses filosóficos? Hora es ya de presentar la suge
rencia más bien obvia de que la filosofía analítica se caracteriza por
una serie de tópicos y/o doctrinas. Podríamos llamar «material» al
conjunto de esos tópicos o concepciones doctrinales a fin de distin
guirlo de las concepciones formales (metodológicas y estilísticas) que
serán consideradas en el capítulo siguiente.
Los filósofos tienen una notoria inclinación hacia el desacuerdo, y
una inspección profunda no tarda en revelar la existencia de una diver
sidad incluso en el seno de las escuelas o movimientos realmente pa
radigmáticos. En el caso de la filosofía analítica, este fenómeno gene
ral es particularmente pronunciado. La mayoría de los comentaristas
concuerdan con la negación de Soames de que la filosofía analítica sea
una «escuela o enfoque de la filosofía altamente cohesionado, con un
conjunto de doctrinas fuertemente entretejidas que la definen» (2003,
p. xii). Incluso en lo tocante a corrientes específicas, los eruditos con
temporáneos se toman la molestia de subrayar que tales corrientes in
cluyen actualmente una variedad mayor de lo que comúnmente se
piensa. Tanto Hacker (1996, pp. 228-229) como Wamock (1998) afir
man que la etiqueta «filosofía del lenguaje ordinario de Oxford» fue
utilizada solamente por sus oponentes, y que la filosofía oxoniense de
posguerra no constituyó nunca una escuela uniforme. Similarmente,
los historiadores del positivismo lógico mantienen que éste no fue
nunca una facción filosófica monolítica de carácter popular (Haller,
1993; U ebel, 1991). Como tuvimos ocasión de observar (cap. 1.2),
muchos filósofos analíticos consideran a las escuelas filosóficas y a
[149]
150 ¿Q U É E S L A F IL O S O F ÍA A N A L ÍT IC A ?
teresarse por las cosas mismas y no por meras palabras, por la realidad
en lugar de los conceptos, fue ganando terreno (p. ej., W olterstorff,
1970, p. xii; ARMSTRONG, 1980, pp. 37-39). Incluso hoy, la mayoría de
los filósofos analíticos repudiarían la idea de que la ontología investi
ga el «Ser» o la «Nada» puesto que ambos conceptos están basados en
la cosificación (véanse Jubien, 1997, p. 1; J acquette, 2002). No obs
tante, se asume por lo general que la ontología se ocupa principalmen
te de dos problemas que son más fundamentales que los de la episte
mología, de la semántica e incluso quizá de la lógica (p. ej., Laurence
y M acDonald, 1998, pp. 3-4; cfr. G lock, 2003, cap. 2).
¿Qué clases de cosas existen?
¿Cuál es la naturaleza o la esencia de estas clases?
Mientras que la concepción naturalista de la ontología que sustenta
Quine rehabilitó la primera cuestión contra el positivismo lógico, la
segunda fue reinstaurada contra Quine por la reanimación del esencia-
lismo de Kripke. Como resultado de ambos desarrollos, la mayor par
te de sus actuales seguidores consideran la anterior hostilidad hacia la
ontología y la metafísica como una revuelta infantil de la filosofía ana
lítica. Putnam escribe: «mientras que en una época (durante el período
del positivismo lógico) [la filosofía analítica] fue un movimiento anti-
metafísico, esa tendencia se ha tomado en el movimiento más pro-me-
tafísico de la escena del mundo filosófico» (1992, p. 187). Aunque no
conozco cuáles puedan ser las alternativas que Putnam tenga en mente,
comparto su diagnóstico. Son muchos los filósofos continentales que
suscriben el proyecto de reconstruir la metafísica. Y la historia nos ha
enseñado que muchos filósofos tradicionalistas respetan los sistemas
metafísicos más por su propia ingeniosidad que por la posible informa
ción apodíctica que puedan ofrecer sobre la naturaleza de la realidad.
La actual corriente analítica confía, en cambio, en que un último es
fuerzo la pueda llevar hasta el fondo de las cosas (véase cap. 9.2). Di
cho en pocas palabras: la hostilidad hacia la metafísica está ausente
tanto en los comienzos de la filosofía analítica como en el presente. Por
ello tal hostilidad no ha proporcionado ninguna caracterización acepta
r e del movimiento analítico, aun cuando aportó toda una serie de im
portantes figuras representativas de la época de entreguerras.
por esta vía [...]. La filosofía analítica nació cuando se adoptó el «giro lingüís
tico» (1993, pp. 4-5, véanse caps. 2, 12-13).
2 Esto se apoya en aquellos pasajes de Cohén (1986, pp. 8, 12-34) en los que ar
gumenta en contra de la fecundidad filosófica del giro lingüístico. En cuanto a su
pretensión de definir a la filosofía analítica, Cohén objeta que los filósofos analíticos
no podrían discrepar unos de otros si el objeto de su interés fuese meramente el len
guaje. Ahora bien, com o la filosofía del lenguaje revela con deprimente claridad, no
hay razón alguna para suponer que los filósofos sean más proclives a alcanzar el con
senso en el lenguaje que en cualquier otro tópico.
D O C T R I N A S Y T Ó P IC O S 159
5 D ejo de lado el giro lingüístico que la teoría crítica tom ó cuando Habermas
ocupó el asiento del conductor (p. ej., Í979), puesto que juntamente con su am igo
A pel (1 9 8 0 ) am bos se inspiraron en parte en los filósofos analíticos.
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3. FILOSOFÍA Y CIENCIA
7 1996, pp. xi y 195, cap. i. La versión oficial de Hacker es histórica, puesto que
contem pla a la filosofía analítica com o un m ovim iento histórico, aunque uno que ex
cluye a Quine. V éase cap. 8, 2-4.
D O C T R I N A S Y T Ó P IC O S 173
57, pp. 47 y 51). Y para ello ofrece variadas exposiciones sobre el pa
pel que la filosofía ha de jugar dentro de la ciencia. En algunas ocasio
nes se sirve de la famosa imagen de la filosofía que ofrece Locke
como una criada: la filosofía es una «sirvienta de la ciencia» cuya ta
rea consiste en «tratar de atar cabos sueltos» tales como las paradojas
y las cuestiones de evidencia, problemas que los científicos tienden a
ignorar. En otras, se aproxima a la imagen aristotélica más lisonjera de
la filosofía como reina de las ciencias. La filosofía se ocupa de «con
ceptos generales más básicos de la ciencia» como son los de verdad,
existencia y necesidad (1994, pp. 47-48, 57). En pasajes más típicos,
Quine sige a Russell y expresa la misma idea por referencia a la reali
dad más que a los conceptos. La filosofía se interesa en «iluminar o
arrojar luz sobre los rasgos más generales la realidad»; investiga el
«mobiliario fundamental de nuestro universo», y difiere de la ciencia
sólo cuantitativamente en la generalidad y amplitud de sus cuestiones
y categorías (1960, pp. 161, 254, 228-229 y 275-276).
Hacker es consciente, por supuesto, de que la concepción de Quine
de la filosofía analítica como un continuo con la ciencia se retrotrae en
muchos respectos a la de Russell. Sin embargo, Quine mantiene que
este hecho no milita en contra de su propia concepción de la filosofía
analítica, puesto que la concepción russelliana permaneció dormida
durante cuarenta años, y que él mismo no comparte en absoluto la
explicación que ofrecía Russell del análisis lógico (1996, pp. 319-
320n). Las dos versiones son discutibles. Ni los americanos se convir
tieron al positivismo lógico (Nagel, Morris) ni la severa rama anti-
wittgensteiniana del Círculo de Viena dirigida por Neurath subscribió
una demarcación entre filosofía y ciencia. Como testigo del siguiente
contraste, escribía Schlick en 1930:
Pero, ¿qué es [la filosofía] entonces? N o una ciencia ciertamente, sino algo
tan grande y significativo que puede continuar viéndose honrada de aquí en
adelante, al igual que en los tiem pos antiguos, com o la reina de las ciencias;
pues en ninguna parte se ha dicho que la reina de las ciencias ha de ser también
una ciencia. Ahora discernimos en ella [...] no un sistem a de conocim iento,
sino un sistem a de a cto s; de hecho, la filosofía es la actividad mediante la cual
queda establecido o descubierto el significado de los enunciados. La filosofía
explica o aclara las proposiciones, la ciencia las verifica (1979, 11, p. 157).
1987, p. 98), a saber: algo que es parte del orden natural y que
(F o d o r ,
admite por tanto su ubicación en el ámbito de la ciencia. Por la misma
razón, la disciplina que se ocupe del fenómeno en cuestión tendrá que
transformarse en una rama de la ciencia que proporcione una explica
ción causal de tal fenómeno, por ejemplo, la psicología.
Un evidente problema para una definición naturalista de la filosofía
analítica se encuentra en el hecho de que cada uno de estos dogmas ha
sido invalidado por una ilustre y ciertamente paradigmática muestra.
Como ya hemos visto, correcta o equivocadamente una aplastante ma
yoría de filósofos analíticos anteriores a los años ochenta ha repudiado
la naturalización de la moralidad, y su bandera sigue ondeando entre
las manos de los actuales kantianos y neointuicionistas contemporá
neos. El intento de naturalizar la lógica no es otra cosa que psicologis-
mo. Este intento fue ridiculizado por Frege: la «explicación causal de
un proceso mental que finaliza tomando alguna cosa por verdadera, no
puede ocupar nunca el lugar de la demostración de lo que se ha toma
do por verdadero». Conviene distinguir entre las condiciones causales
para mantener una creencia y las condiciones lógicas para su verdad a
fin de no pensar, por ejemplo, que la prueba del teorema de Pitágoras
debería haber mencionado la cantidad de fosfatos que contiene nuestro
cerebro (1984, p. xviii; 1979; véase G l o c k , 1999b). Inspirado por
Frege, Geach no desmenuza sus palabras sobre el naturalismo reduc
cionista:
Cuando tenem os noticia de un nuevo intento de explicar al m odo naturalis
ta el razonamiento, el lenguaje o la elección moral, deberíamos reaccionar
com o si se nos dijera que alguien ha cuadrado el círculo o demostrado que V2
es racional: sólo una leve curiosidad es lo adecuado ¿cóm o, si no, podría haber
quedado encubierta esta falacia? (1977, p. 52).
con una realidad que está más allá del mundo físico del espacio, el
tiempo y la materia (un tercer ámbito platónico o las sustancias carte
sianas del alma, por ejemplo), sino porque estas cosas sólo pueden ser
adecuadamente entendidas desde una perspectiva normativa que es
ajena a las ciencias naturales. Hay conocimiento fuera de la ciencia
natural, conocimiento del lenguaje, de la lógica y de la matemática,
por ejemplo. Mas el estatuto especial de este tipo de conocimiento no
deriva de un carácter especial de sus objetos — entidades sobrenatura
les que están más allá del espacio y el tiempo; por el contrario, tiene
que ser explicado por referencia a prácticas normativas (hablar, razo
nar, calcular)— . Estas prácticas presuponen a su vez unos agentes con
capacidades instintivamente humanas. Pero mientras esas capacidades
no puedan ser adecuadamente caracterizadas en términos físicos, no
trascienden el mundo natural. Son características perfectamente inteli
gibles de animales de una especie única; y tanto sus prerrequisitos
causales como su emergencia evolutiva pueden ser explicados por la
ciencia.
Sin recurrir a la normatividad, Davidson (1980, cap. II) sigue un cur
so paralelo. Su monismo anómalo es un «monismo ontológico unido a
un dualismo conceptual». Con esto intenta reconciliar la tesis naturalista
(anti-platónica y anti-cartesiana) de que no hay ámbito alguno más allá
del mundo físico con un reconocimiento de que el discurso mental y
semántico no es ni reducible ni reeemplazable por la terminología de la
ciencia natural. «No existen cosas tales como la mente, pero la gente
posee propiedades mentales [...] Tales propiedades están en constante
cambio, y esos cambios son sucesos mentales» (1994, p. 231).
Strawson distinguía un naturalismo católico liberal blando frente a
un naturalismo duro, restrictivo oreductivo (1985, pp. 1-2, 38-41). En
ese mismo espíritu, McDowell distancia su propio «naturalismo de
segunda naturaleza» del «naturalismo escueto» (1996, caps. IV-V), y
Hornsby (1997) su «naturalismo ingenuo» de las versiones ciencistas.
Todo esto es indicativo de una tendencia general entre los que se opo
nen al ciencismo y al reduccionismo a fin de distinguir entre tipos
buenos (ontológicos) y malos (epistemológicos) de naturalismo. No
obstante, la filosofía analítica cuenta también con importantes pensa
dores que se resisten al atractivo de unos y otros (véase C orradin: y
L owe, 2006). Para apreciar esto no hay más que recordar que el natu
ralismo ontológico excluye al menos tres venerables posiciones —el
teísmo, el platonismo, y el dualismo de mente-cuerpo— . Ni un Dios
creador trascendente, ni entidades abstractas más allá del espacio y el
tiempo, ni las almas cartesianas, ni los egos o yoes son habitantes del
184 ¿ Q U É E S L A F IL O S O F ÍA A N A L ÍT IC A ?
4. DEFINICIONES TEMÁTICAS
MÉTODO Y ESTILO
(2’) Existe una y sólo una x tal que es una espada del Rey Arturo, y
x está en el rincón.
como de
(3’) Adam Smith es falible & Paul Ricardo es falible & Maynard
Keynes es falible, etc.
tuales que los hablantes ordinarios son capaces de reconocer, más que
a emprender nuevas investigaciones relativas o bien al mundo o bien a
los arcanos sistemas lógicos que subyacen a la competencia lingüística.
En un espíritu similar, Strawson (1952) sostuvo ampliamente que el
cálcu lo de predicados —el arma preferida por los analistas lógicos
anteriores— no revela la verdadera estructura del discurso ordinario.
El abismo entre las conectivas veritativo-funcionales y sus correlatos
vernaculares es más amplio que lo comúnmente aceptado. De manera
similar, al tratar de parafrasear las proposiciones referenciales singula-
rizadoras, la teoría de Russell de las descripciones interpreta mal el
papel distintivo de éstas, que es el de identificar las cosas de las que
hablamos. La sutileza y variedad del lenguaje ordinario quedan muti
ladas por el lecho de Procusto de la lógica formal, y ésta no es un
instrumento suficiente para revelar todos los rasgos (lógicos) estructu
rales de un lenguaje natural1.
De acuerdo con esto, los wittgensteinianos y el análisis conceptual
de Oxford rechazan la idea de que las proposiciones tengan compo
nentes últimos o incluso una estructura definida. Como resultado de
ello, el análisis en sus manos no significa ni descomposición en com
ponentes últimos o más básicos ni una paráfrasis lógica. Lo que signi
fica en su lugar es la explicación de conceptos y la descripción de las
conexiones conceptuales por medio de la implicación, de la presupo
sición y de la exclusión. Esta actividad sigue cualificándose como
«análisis conectivo» en el sentido de Strawson (1992, cap. 2). Mas
como el propio Strawson observa, el término «análisis» es desorienta
dor en la medida en que este proceder no es ya análogo al análisis
químico, y tal vez fuera más apropiado hablar de «elucidación».
En su época de apogeo durante las décadas de los cincuenta y se
senta, muchos analistas conceptuales emularon el análisis descompo-
sicional de Moore en un importante aspecto. Aunque no consideraron
a los conceptos como entidades constituyentes de la realidad, buscaron
definiciones analíticas de ellos, definiciones que especificaran condi
ciones individualmente necesarias y conjuntamente suficientes para la
aplicación de los términos que expresaban los conceptos. Esta ambi
ción se ha ido debilitando. Por tomar el caso más espectacular, si-
2. EL ESPÍRITU CIENTÍFICO
1 A sí, Srawson opera tanto con una noción de análisis m uy específica com o con
una muy amplia. Por una parte repudia el análisis atomista y reductivo, y cualifica su
propia advocación del análisis conectivo sobre la base de que «podría ser mejor utili
zar la palabra “elucidación” en lugar de “análisis”, puesto que este último sugiere con
demasiada fuerza un m odelo de desm antelam iento» (1992, p. 19). Por otra parte,
Strawson mantiene que hay un sentido más com prehensivo de análisis que abarca
«toda explicación sistem ática de una situación-problemática» (1995, p. 17).
202 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ANALÍTICA?
esta actitud la que provocó las burlas de Quine ante una «posición tan
iletrada» (1960, p. 261). Él mismo fue un promotor de los ideales de
una «filosofía científica» o «filosofía con espíritu científico» (p. ej.,
1970, p. 2; 1994, pp. 47-58; 1987, p. 109) que él había tomado de los
positivistas lógicos y que él inculcó a su vez en los naturalistas con
temporáneos. Por todo esto, una definición de la filosofía analítica que
excluyera no sólo a Wittgenstein sino también a Moore y a la filosofía
de Oxford sería un pésimo punto de partida. Lejos de estar muerto en
sus diversas manifestaciones, el análisis conceptual ha sido objeto re
cientemente de una buena reanimación. Además, la práctica cotidiana
de la filosofía analítica contemporánea sería impensable sin este lega
do. La discusión analítica en la filosofía práctica le debe significativa
mente más al análisis conceptual que al construccionismo lógico. In
cluso aunque las anteriores figuras mencionadas hubieran sido un
mero accidente en la tradición analítica, no podrían quedar excluidas
de esta tradición sobre la base de que sus opiniones han sido ya supe
radas. Bajo estos fundamentos, podríamos descalificar igualmente a
Russell y a los positivistas lógicos. Con independencia de que gozaran
o no del favor de su época, ninguno de estos pensadores puede ser se
parado de la historia de la filosofía analítica.
Por insistir en una última aunque tristemente familiar nota, la
concepción científica incluye también demasiadas cosas. Aunque el
naturalismo metafilosófico es una postura reciente, la orientación
más general hacia la ciencia que estamos considerando es la que ac
tualmente domina en la filosofía occidental. La matemática y la ló
gica desempeñaron un importante papel en la filosofía antigua y me
dieval, anticipando con ello su innegable posición central en la
filosofía analítica. La ciencia natural y la psicología fueron centrales
en la filosofía moderna desde Descartes en adelante. Kant, por ejem
plo, aportó una elaborada filosofía de las ciencias naturales, y con
tribuyó a la explicación del nacimiento del sistema solar. Algunos
historiadores de la filosofía analítica han sugerido que la filosofía de
Kant fue elaborada con independencia de los desarrollos de las cien
cias especiales (W edberg, 1984, pp. 1-2; C offa, 1991, p. 22). Cosa
que no pasa de ser más que un puro prejuicio. En un grupo de neokan-
tianos (imprecisamente llamado así) figuraban científicos tan emi
nentes como Helmholtz y Hertz. Por otra parte, incluso filósofos
neokantianos como Natorp (1910) y Cassirer (1921) podían saber
más sobre la ciencia —tanto natural como social— de sus días que lo
que el promedio de filósofos analíticos actuales puede saber sobre la
ciencia de nuestro tiempo. Y la escuela de neokantismo del sudoeste
206 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ANALÍTICA?
Los dos extremos de este intercambio dan por sentado que hay tam
bién una conexión íntima entre claridad por una de las partes, y filoso
fía lingüística y filosofía analítica más general por la otra. Price fue
uno de los primeros en utilizar el término «filosofía analítica». Intro
dujo este movimiento como «filosofía analítica o clarificadora», y lo
avaló mediante el credo de que la «clarificación es el objetivo funda
mental de la filosofía» (1945, pp. 16-17).
A lo largo de los años, incluso algunos de sus detractores han acep
tado que, para bien o para mal, la filosofía analítica aspira a una mayor
claridad que sus rivales. Así, Moore trató en Principia Ethica de «dis
tinguir claramente» entre diferentes tipos de cuestiones que los ante
riores filósofos morales «habían confundido siempre» (1903, pp. vii-
viii). Wittgenstein se mostró incluso más enfático. Escribió sobre su
apasionado «trabajo de clarificación» (1980, p. 19) y asignó a la filo
sofía la tarea de lograr la claridad.
212 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ANALÍTICA?
[la tradición del empirismo británico] es la tradición del sentido común [...] Ajus
tada a los hechos y cercana también a la observación, sin dejarse arrastrar por el
romanticismo alemán, el habla falaz, la oscuridad o la metafísica. En su conjunto,
es una tradición de la buena prosa. Cosa que es sumamente importante. Si se es
cribe buena prosa, se está a salvo de sucumbir ante la especie de sinsentido que
se obtiene de Alemania y ahora también de Francia (1 991, p. 212).
Más tarde introduce Ayer una concesión, aunque no sin hacer sonar
su propia trompeta:
214 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA ANALÍTICA?
Pienso que es absolutamente cierto que la gente que escribe muy claramen
te p u ed e ser superficial. Un modo de escribir claro consiste en evitar las cues
tiones difíciles. Pero creo que en m odo alguno es cierto que todo el que escribe
de manera clara tenga que ser superficial. Por el contrario, creo que un buen
escritor filosófico es aquél que es capaz de exponer las teorías difíciles -co m o ,
por ejem plo, mi construccionismo, que es extremadamente difícil— de una
manera clara. Uno de los mayores peligros en filosofía es lo nebuloso o lo con
fuso, y la confusión, particularmente entre los alemanes, va siempre acompa
ñada por una escritura muy poco clara (1991, pp. 224-225).
En una medida más que trivial, el ser miembro del grupo en cuestión era un
asunto de estilo. Había una consciente hostilidad hacia lo sublime, más que la
vaga actitud retórica de, por ejem plo, sus predecesores idealistas [...].
Se mostraba incluso una aversión más acusada hacia el discurso profundo
de doble sentido y cuajado de paradojas de la mayoría de los filósofos conti
nentales, con los cuales no era ciertamente posible ni probablemente practica
ble ningún tipo de com unicación académica. Bajo esta particular aversión se
escondía a m i entender un elem ento de desaprobación moral: se percibía que
los fantásticos y sobresaltados pronunciamientos de algunos sabios continenta
les no eran sólo improductivos sino también claramente falsos — un fraude in
telectual— , Hasta entonces, los modos tenazmente francos de G. E. Moore,
habían ejercido una influencia significativa; n i eí estí/o deí «lenguaje ordina-
r\o» se había separado mucho del estilo del positivism o lógico (1998, p . 149).
enem igos. Deseando que la filosofía sea a la vez profunda y accesible, se ofen
den con los tecnicism os pero se reconfortan con la oscuridad (1985, p. vi).
capítulo que requería a su vez una más amplia exposición (Rhees, 1984.
p. 159). En comparación con esta obra, las Investigaciones filosóficas
son un texto discursivo. Su redacción es lúcida y no-técnica (excepto las
observaciones concretas que son extremadamente densas y por tanto
opacas a la manera del Tractatus). Mas en todo caso, las Investigaciones
constituyen en su conjunto una obra muy difícil, en gran parte debido a
que la estructura y los objetivos de la argumentación siguen siendo os
curos. Ninguna de estas dos obras hace concesiones al lector.
No se modificará la tesis de la claridad inherente de la filosofía analí
tica si se exceptúan tanto a Wittgenstein como a una buena parte de los
que ahora la practican. En muchos casos, el Russell de mediana edad es
casi tan indigesto como el primer Wittgenstein: La discusión sobre la
Elegía de Grey en «Sobre la Denotación» goza de una notoriedad bien
merecida, y lo mismo ocurre con sus intentos de apuntalar su teoría rami
ficada de tipos (véase H a r t , 1990, p. 197). Igualmente la reputación de
la bien merecida y extensa lucidez de Russell se apoya principalmente en
las obras que compuso por haberse visto forzado a ganarse la vida a base
de unos escritos «bastante escandalosos» para una audiencia más amplia.
O consideremos a Elizábeth Anscombe y a Wilfrid Sellars. Filósofos ana
líticos seminales, ¡ciertamente! Autores lúcidos, ¡seguramente no!
Innecesario es decir que escribir de manera clara no es un requisito
suficiente para ser considerado como filósofo analítico. Platón, Descar
tes, Hume y Lichtenberg, por nombrar sólo a unos pocos, fueron supre
mamente claros, pero no forman parte de la tradición analítica. Lo que
procede decir que muchos escritores comúnmente clasificados como
filósofos continentales fueron no sólo elocuentes sino también claros.
Schopenhauer basó su propio estilo en Hume, y declaró que la forma
literaria era la «fisonomía del espíritu», una imagen del fluir del pensa
miento (1844, 1, p. 446; II, pp. 11 y 73). La enorme fuerza de Schopen
hauer se encuentra en su capacidad para montar una trama filosófica
emocionante, a lo que se añade su habilidad para establecer una interac
ción dinámica entre temas diversos. Es un talento que con frecuencia ha
sido comparado con el de un gran compositor, aunque sea alguien que
disfrute de crédito entre los autores de la tradición analítica.
Marx y Engels, por su parte, escribieron por extenso, ¡salvo sus
primeros manuscritos hegelianos que no se publicaron durante sus vidas !3
Finalmente, Nietzsche fue uno de los escritores más dotados que ha
yan existido. En Sobre la genealogía de la moral superó todas las me-1
1 Nada m enos que un escritor como R ussell comentó sobre el M anifiesto Comunis
ta, que éste era insuperable en mérito literario.
MÉTODO Y ESTILO 217
5. LA VOZ DE LA RAZÓN
Son muchas las cosas que están más allá de toda demostración: la existen
cia de objetos materiales, de otras m entes, además del mundo externo, la vali
dez de la inducción, etc. Se fueron los días en los que los filósofos se empeña
ban en demostrar toda suerte de cosas: que el alma es inmortal, que éste es el
mejor de los mundos posibles, etc., o en refutar mediante argumentos irrefuta
bles y sugerentes el materialismo, el positivism o, y el no ser. Demostración,
refutación, etc. —todas estas cosas son palabras muertas en filosofía, aunque
G. E. Moore se haya empeñado en «demostrar» ante un mundo perplejo que
éste existe— . ¿Qué cabe decir ante esto salvo, quizá, que el propio Moore es un
magnífico argumentador ante el Señor? (1956, p. 1).
MÉTODO Y ESTILO 221