Giraldo Aristiz Abal Liliana 2013
Giraldo Aristiz Abal Liliana 2013
Giraldo Aristiz Abal Liliana 2013
Directora:
Dra. ERNA VON DER WALDE URIBE
Yo, Liliana Giraldo Aristizábal declaro que este trabajo de grado, elaborado como
requisito parcial para obtener el título de Maestría en Literatura en la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Javeriana es de mi entera autoría excepto en donde se indique lo
contrario. Este documento no ha sido sometido para su calificación en ninguna otra
institución académica.
SEPTIEMBRE DE 2013
AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar a todos mis profesores, a mis compañeros, a las personas que me
colaboraron y a mis amigos, mis agradecimientos especialmente por lo que son más que
por lo que hicieron para contribuir a esta investigación. Todos han sido las personas más
atentas, los mejores cómplices y animadores de mi travesía por la literatura. Gracias a todos
por dar testimonio de lo que aprendí: la posibilidad de ser cada vez más consciente en la
búsqueda de la libertad, que en últimas es lo que hace posible vivir la vida.
Gracias a:
Alberto Gutiérrez B.
Gustavo Zafra R.
El crimen de honor..................................................................................................................... 5
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................ 105
INTRODUCCIÓN
En abril de 1981, se publicó Crónica de una muerte anunciada (en adelante CMA)
con 1’050.00 ejemplares agotados en pocas semanas. La novela puso fin a la “huelga”
literaria declarada en 1975 por Gabriel García Márquez para dedicarse a la militancia
política afirmando que “no pensaba escribir más novelas: de ahí en adelante, y hasta que
cayera del poder la junta militar capitaneada por el general Pinochet de Chile” (Martin
2009, 423). Pinochet no cayó, pero la compulsión del escritor por lo visto pudo más que la
convicción política
Los críticos dicen que soy el más alto representante del realismo mágico
sudamericano. En cambio creo ser el único poeta que tiene el sentido de la realidad.
Y entonces como mi realismo me dice que Pinochet no ha caído, por ahora no cae y
no se sabe cuándo caerá, yo publico mi libro. Entonces era útil políticamente hacer
aquel compromiso. Hoy es útil publicar. A la izquierda sudamericana le falta la
virtud del realismo. Pinochet no ha cambiado, yo cambio. ¿Qué significa eso? Yo
estoy vivo y él no. (García Márquez, citado en Canfield,1988: 322)
Curiosamente, aunque ha tenido mucha acogida del público lector desde que se
publicó y fue la primera novela del autor que fue pasada al cine (Francesco Rosi, 1987), la
respuesta de los críticos ha sido mucho menos copiosa y entusiasta que la recibida por sus
otras novelas. La escritora portorriqueña Rosario Ferré incluso tildó la novela de “fraude
literario” (citado en Pope 1987:183). La mayor parte del corpus crítico de CMA apareció en
los años alrededor de su publicación y no se encuentran investigaciones recientes sobre la
novela, tal vez como resultado de esta subvaloración que sufrió desde un comienzo.
Si pasamos a los críticos vemos que Carmenza Kline, por ejemplo, en su obra Los
orígenes del relato: los lazos entre ficción y realidad en la obra de Gabriel García
Márquez (1992) descarta la necesidad de estudiar Crónica de una muerte anunciada por
tratarse, según ella,
de un hecho que sucedió muchos años atrás y del cual hizo parte, si se quiere como
mero testigo, el escritor, y en donde cada uno de los acontecimientos relatados no es
otra cosa que una trasposición con mínimas variables de los hechos sucedidos (161).
El libro de Kline está dedicado a rastrear los contextos colombianos de la obra de
García Márquez y los procesos de ficcionalización de esa realidad, pero pasa por alto una
novela que trata de una de las actitudes más arraigadas en la sociedad latinoamericana, el
machismo, y en la que, como pretendemos mostrar en este trabajo, se explora la dimensión
de la costumbre en la formación de actitudes sociales, como la honra de la mujer y el honor
del hombre, que se erigen en una ley que termina por volcarse en contra de la misma
comunidad que se acoge a ella. Cabe anotar que la fidelidad de los hechos no implica que la
novela no tenga un alto grado de procesamiento como obra literaria.1
La noción de que Crónica es una obra menor sin gran sofisticación parece
confirmarse en la aproximación que realiza Dona M. Kercher en “García Marquez’s
Crónica de una muerte anunciada [Chronicle of a Death Foretold]: Notes on Parody and
the Artist” (1985), quien parte de la idea de que la novela es una obra inferior, mala
literatura. Según ella, hay un gesto deliberado de García Márquez de hacer este tipo de
literatura ligera, de fácil lectura, que la autora encuentra así mismo en otras obras
latinoamericanas, como sería el caso de El beso de la mujer araña de Manuel Puig (92).
Así, Crónica es una amalgama de géneros literarios menores, como la novela detectivesca,
el romance, la epístola, las memorias, las entrevistas y las crónicas periodísticas (100). Esto
daría cuenta, podríamos agregar, del atractivo que representa para el público y del menor
interés que suscita entre los críticos. Si bien Kercher trata de rescatar la obra señalando que
hace uso de recursos vanguardistas, al mismo tiempo recalca que,
A Death Foretold is an absurd tale for the 1980’s. The survival of the honor drama
in these days is incredible, even more so since A Death Foretold plays it out with
the lower classes (100).
Claramente, Kercher hizo caso omiso de la estructura temporal de la obra y dejó de
lado el hecho de que la reconstrucción de los acontecimientos que se hace en la novela
1
Diez años después, Kline retomó CMA en Violencia en Macondo (2002). Allí reitera con pocas variaciones la
frase que hemos citado. Sin embargo, para los fines de este trabajo crítico sí reconoce el valor de CMA y le
dedica un capítulo.
2
ocurre 27 años después. Aun cuando percibió la presencia de géneros menores, no supo
apreciar el valor de la cultura popular en la narrativa latinoamericana. Pareciera que
Kercher confunde lectura fácil con escritura fácil y no se adentra en la complejidad de la
obra, algo de lo que nos ocuparemos en el Capítulo I de esta monografía.
Consciente de la engañosa facilidad de Crónica, Randolph Pope señala en
“Transparency and Illusion in Garcia Marquez' Chronicle of a Death Foretold” (1987) que
detrás de una aparente transparencia se encuentra realmente un complejo laberinto. Pope
enfatiza en la importancia de la experiencia periodística de GGM para generar la ilusión de
autenticidad en un relato. Pero más profundamente, lo que resalta este crítico es que el
término crónica, además de su connotación periodística, remite al tiempo. La novela es una
intrincada construcción de tiempos y de miradas, un trompe l’oeil (184). No es el simple
relato de los acontecimientos sucedidos en Sucre muchos años antes. El narrador orienta la
mirada unas veces a las acciones de los hermanos Vicario, en otros puntos al romance de
Bayardo San Román y Ángela Vicario, pero la relación entre los dos no cierra, no queda
resuelta.
Más que nada se trata del proceso de reconstrucción, de una memoria a parches, de
silencios que no se logran cubrir, de “regiones de incertidumbre”, como dice Hernando
Valencia Goelkel (¿Qué sabía Santiago Nasar? 1993). Lejos de ser una reconstrucción “en
donde cada uno de los acontecimientos relatados no es otra cosa que una trasposición con
mínimas variables de los hechos sucedidos”, como afirma Kline, Crónica es para Valencia
Goelkel una “invención poética” (23). Este crítico rechaza la visión de que se trata de
“periodismo investigativo” o de la mezcla de verdad y ficción (23). Para Valencia, ese
arduo proceso de investigación muchos años después por parte de alguien que fue testigo y
partícipe resulta en un ejercicio elegante que pasa a un plano superior:
Katherine Callen King (1991), por su parte, apunta a la relación que establece la obra
entre los usos corrientes de la idea de lo que constituye una tragedia (la desgracia, para los
habitantes del pueblo, del honor y la dignidad ultrajados en el caso de Bayardo San Román)
con la verdadera dimensión trágica de la obra en su totalidad. Para King, Crónica
representa una versión actualizada del “conócete a ti mismo” que invoca Edipo rey de
Sófocles (1991:311).
Para Ángel Rama (“La caza literaria es una altanera fatalidad”, 1988), por otro lado,
Crónica es una tragedia de corte griego por el papel primordial que desempeña la fatalidad.
Cabe anotar, sin embargo, que en la novela se hace evidente que esa fatalidad, a diferencia
de la que acompaña a la tragedia griega, comienza a percibirse como algo creado por la
comunidad misma, por erigir en una ley ineludible una costumbre que 27 años después ya
perciben como nociva y destructiva: el crimen de honor.
El crimen de honor
El asesinato de Santiago Nasar saca a la luz el hecho de que la sociedad opera sobre
un conjunto de creencias y costumbres que el sistema jurídico no crea, sino que recibe. Las
costumbres son prácticas sociales generalizadas públicas y reiteradas que en últimas
reflejan los valores, imaginarios, creencias y sistemas de relaciones en una sociedad.La
existencia de las costumbres no lleva necesariamente a su incorporación dentro del corpus
de las normas jurídicas. No obstante, hay un residuo de la costumbre en ciertas normas
jurídicas, que si bien no gozan de protección, por implicación con otras normas resultan
protegidas. El crimen de honor que tiene por móvil el honor virgo es contemplado por la
legislación colombiana como un tipo penal que atenta contra el derecho a la vida, y es
condenado hoy en día. Sin embargo, en 1951, cuando ocurrieron los hechos en los que se
basa el relato de CMA, la costumbre de matar por ofensa a este tipo de honor no se
consideraba necesariamente un delito, pues la defensa del honor basada en determinadas
consideraciones éticas y sociales (como era la ofensa al honor virgo) era un bien
jurídicamente protegido, por encima del supremo derecho a la vida en tanto se consideraba
causa legítima que exculpaba el asesinato. En ese sentido, indirectamente, la ley protegía la
defensa del honor virgo, lo que lo constituye, a su manera, en un bien jurídico2.
La forma en que fue muerto Santiago Nasar revela desde el punto de vista del
Derecho Penal los estados emocionales excluyentes de la culpabilidad, como son la ira y el
intenso dolor presentes en el crimen pasional (Cancino 1983:139). El crimen de honor es un
referente explicativo en Crónica de una muerte anunciada que requiere una mirada
antropológica de las emociones para verlas más allá de una simple manifestación del poder
masculino. Tal y como lo afirma Myriam Jimeno (2004) la tensión de las relaciones entre
hombres y mujeres tiene que ver con la responsabilidad que le cabe a la mujer en la
preservación de la reputación del hombre y del grupo social y con una masculinidad frágil,
que se siente amenazada y requiere ser constantemente demostrada.
Armando Estrada Villa (2007) muestra las distintas formas de poder que se presentan
en la novela, como son el poder político, económico e ideológico, cuyo ejercicio hace que
se construyan prejuicios sociales que llevan a los sujetos a hacer justicia “por su propia
mano”, tal y como procedieron los gemelos Vicario al asesinar a Santiago Nasar. El crimen
de Santiago resulta entonces en la novela y a la luz del orden jurídico un acto de “legítima
defensa del honor”, lo cual es perfectamente explicable si se tiene en cuenta que para la
fecha en que tuvieron lugar los acontecimientos, se encontraban vigentes los principios
positivos que respaldaban o, por lo menos, permitían dicha interpretación (Cancino,
1993:138).
2
Se entiende por bien jurídico los bienes, tanto materiales como inmateriales, que gozan de protección por el
Derecho y que, por lo tanto, el aparato jurídico puede ejercer coacción para hacerlos cumplir o imponer
penalidades en caso de incumplimiento.
de utilidad para comprender, aun cuando no necesariamente justifique, que una comunidad
se impone ciertas costumbres como obligatorias para preservar creencias fundacionales que
considera sustanciales a su identidad y su reproducción social.
La fuerza de ley que cobra la costumbre de defender el honor virgo con la muerte de
quien ha cometido su ultraje es la que lleva a los gemelos Vicario a cometer el asesinato de
Santiago Nasar. El gran enigma de por qué no se evitó el crimen, aun cuando 27 años
después todos rinden testimonio sobre sus esfuerzos para impedirlo, nos lleva
necesariamente a indagar por el sistema de creencias, valores y relaciones entre hombres y
mujeres y ver cómo se enlazan unos y otros en esa sociedad.
Aquí queremos proponer una lectura de CMA que nos lleva a concluir que nadie
impidió la muerte de Santiago Nasar porque la sociedad en que vivía estableció una
costumbre con fuerza de ley que obligaba a su muerte, a cometer el crimen. A nuestro
parecer, la perpetuación de la costumbre esconde un deseo de eliminar o descartar la
posibilidad de ser otro, de ser más libres. En efecto, además del tiempo de los
acontecimientos centrales, en la novela se inscribe un segundo tiempo, el del cronista 27
años después, que nos permite ver la existencia de esa costumbre con fuerza de ley del
honor virgo, ver sus cimientos, poder mirar esa norma desde la distancia como nociva y
destructiva para una sociedad, y ver la posibilidad de otro tipo de justicia que se funde en el
respeto por la libre autodeterminación de la persona.
Por último, se discutirá también una lectura alternativa de los hechos narrados que
abre una perspectiva desde el punto de vista de Ángela Vicario, que es la historia que
plantea una visión del crimen como una especie de sacrificio que aprovecha la novia
repudiada para construir un sueño de libertad y autodeterminación como mujer con el acto
provocativo de seducir al hombre que la devuelve.
CAPITULO I -
ELEMENTOS TEMÁTICOS Y ESTRUCTURALES DE CRÓNICA
DE UNA MUERTE ANUNCIADA
El poco entusiasmo de la crítica con Crónica de una muerte anunciada tiene que ver
en parte con el hecho de que, como anotaba Randolph Pope (1987), los críticos se dejaron
engañar fácilmente por la aparente sencillez de la estructura narrativa. En este capítulo
exploraremos los aspectos centrales del debate acerca de la relación de la novela con los
eventos reales en los que se basa y la ambigüedad genérica del relato con el fin de
establecer la dimensión de compleja elaboración poética que se revela en el manejo de los
tiempos y otros elementos estructurales como el epígrafe.
Además de que representa el fin de la huelga literaria declarada por García Márquez
en espera de que cayera la dictadura chilena, la aparición de Crónica de una muerte
anunciada en 1981 vino acompañada por el revuelo que despertó la revelación hecha en la
revista Magazín al día por los periodistas Julio Roca y Camilo Calderón acerca del crimen
real en el que se basaba la novela. Según pudieron establecer Roca y Calderón, el 22 de
enero de 1951 en el municipio de Sucre “el joven sucreño Cayetano Gentile Chimento, de
22 años, estudiante de tercer año de medicina en la Pontifica Universidad Javeriana de
Bogotá y heredero de la mayor fortuna del pueblo, cayó abatido a machetazos, víctima
inocente de un confuso lance de honor y sin saber a ciencia cierta por qué moría” (Rama,
La caza literaria es una altanera fatalidad, 1988). El suceso de fondo era el repudio de un
hombre, Miguel Reyes Palencia, a su esposa, Margarita Chica, al constatar que ella no era
virgen. Gentile fue señalado por la mujer como autor del agravio, y los hermanos Chica
salieron a esperarlo en la tienda frente a su casa para matarlo. La madre del estudiante,
creyendo que el muchacho estaba adentro, le puso tranca a la puerta. Así murió el joven en
presencia de todo el pueblo y sin que nadie interviniera para impedir el crimen.
En una nota de prensa titulada “El cuento del cuento”, García Márquez señala que el
impacto emocional y la violenta e inexplicable muerte de Cayetano Gentile fueron sin duda
factores que le produjeron la necesidad apremiante de escribir lo sucedido. Cuenta que
sintió “tanta urgencia de contarlo, que tal vez fue el acontecimiento que definió para
siempre mi vocación de escritor” (1981). Cayetano Gentile era un amigo muy querido de su
juventud, compañero de aventuras, serenatas, parrandas y anfitrión de esplendorosos bailes,
dada su gran fortuna. Fue en casa de Gentile en Sucre donde García Márquez conoció a
Mercedes Barcha, quien habría de convertirse en su esposa. Sucre es un pueblo del interior
del Caribe colombiano donde vivía su familia y al que llegaba el escritor a pasar vacaciones
de colegio y universidad. Junto con esta profunda emoción producida por la tristeza de la
pérdida del amigo, el hecho resultó más impactante aún por haber sido el resultado de la
violencia social.
En Vivir para contarla (2002, 459-461) dice que cuando se enteró de la muerte de
Gentile, mientras iniciaba su trabajo como periodista en el diario El Heraldo de
Barranquilla, la primera reacción que tuvo fue la de trasladarse al pueblo de Sucre para
hacer un reportaje sobre lo ocurrido. Afortunadamente para la literatura, los directivos del
diario se lo impidieron alegando que su interés en hacer este reportaje obedecía a un
impulso sentimental. Pero la decisión estaba tomada: García Márquez escribiría sobre lo
sucedido aunque no sabía cuándo. Durante años realizó investigaciones sobre el asunto y
contó la historia muchas veces a sus amigos del Grupo de Barranquilla. Su madre le rogó
que no escribiera sobre el suceso mientras estuviera viva Julieta Chimento, madre del
difunto, madrina de bautismo de Hernando, el hermano número ocho del autor. Cuando
murió Julieta Chimento, su madre ya no tenía razones para impedir que “escribiera el
reportaje”, lo llamó a Barcelona y le dijo “–Sólo una cosa te suplico como madre: trátalo
como si fuera hijo mío”. Se levantó el veto materno y se terminó la huelga literaria. García
Márquez se pone a la tarea de escribir Crónica de una muerte anunciada.
11
latinoamericana se basaba en un hecho real, sobre todo si se tiene en cuenta que para esa
época GGM ya gozaba de fama mundial, tanto por el éxito de Cien años de soledad (1967)
como por sus reportajes y sus militancias políticas 1. La revelación hecha en la revista
Magazín al día llevó a García Márquez no sólo a referirse al hecho real de la muerte de
Gentile, como se observa en la nota periodística arriba mencionada, sino también a discutir
el proceso de creación de la novela, su estructura, sus personajes y los temas que desarrolla
en el relato en una serie de entrevistas, en su obra autobiográfica Vivir para contarla y en
varias notas de prensa escritas por él mismo 2. El claro origen del relato en un hecho real lo
llevó a dar explicaciones sobre el proceso de creación que no había realizado para ninguna
de sus obras anteriores.
Pocos meses después de que apareciera la CMA, entre agosto y septiembre de 1981,
GGM publicó en el diario El País de Madrid un artículo en dos entregas en el que hace
referencia al origen del relato. Sin hacer mención alguna de Cayetano Gentile, a quien se
refiere como “un grande y muy querido amigo de mi juventud”, hace un recuento de la
obsesión por la historia que lo acompañó durante décadas, de las múltiples veces que la
1
Según Eligio García Márquez, otros periodistas viajaron a la región para seguir investigando sobre ese tema
2
Ver “El cuento del cuento” (1981), “El cuento después del cuento” (1982), “Crónica de otra crónica” (1999),
Vivir para contarla (2002) y las biografías de Dasso Saldívar (1997) y Gerald Martin (2009).
contó a sus amigos y a su editora Carmen Balcells. Como prueba del hecho que tenía la
intención de escribir la novela mucho antes de que apareciera, abre el artículo diciendo que
el final, el hecho de que Bayardo San Román vuelve con su mujer Ángela Vicario, le fue
propuesto por Álvaro Cepeda Samudio poco antes de su muerte, acaecida en 1972. Es un
escrito curioso, porque aunque reconoce que la novela se basa en un hecho real, todas las
referencias al evento son contadas con los nombres de los personajes de la novela. Cierra el
artículo con una advertencia que hace eco a lo comentado a Plinio Apuleyo Mendoza en El
olor de la guayaba:
El título de la novela es parte del trabajo del autor y por supuesto de los editores de la
obra, pues la novela además de ser una obra de arte es una mercancía y como tal está sujeta
a estrategias de orden comercial. Es evidente que Gabriel García Márquez logró además de
un éxito de mercado, colocar un millón cincuenta mil ejemplares en el consorcio de cuatro
editoriales (Bruguera, Diana, Sudamericana y Oveja negra), establecer en el imaginario
social, sin proponérselo, un paradigma para expresar social y periodísticamente, los
acontecimientos que se manifiestan como inevitables.
3
Para realizar este trabajo se utilizó la primera edición de la novela publicada en 1981 por la Editorial La
Oveja Negra. En adelante, las citas de la misma vendrán acompañadas únicamente con el número de página.
y Osama, la muerte anunciada del último; pero también para anunciar la del “Mono Jojoy”
y la de la Ciencia Política como disciplina; la de la cantante Amy Winehouse, la de la ley
Linde de derechos de autor, la de un laboratorio médico Vitrex, la de las guerras en
Vietnam, la de los hospitales cerrados, la de las quiebras económicas etc. 4. La historia del
éxito del título de la obra, es también su condena, pues cayó víctima de la vulgarización
mediática.
El título Crónica de una muerte anunciada es nuestro primer encuentro con la novela
y tienen el poder de atraer la atención del lector. A la vez que resalta que el tema de la
misma es el relato de un evento que culmina en la muerte de alguien, la palabra “crónica”
en el título plantea, incluso antes de comenzar la obra, una ambigüedad respecto al género:
¿se trata de una novela o de una crónica periodística?
veintisiete años después cuando por fin decidí publicar mi libro muchos de los
protagonistas mayores habían muerto y las nuevas generaciones no tenían noticias
del drama. Fue entonces cuando decidí no sé por qué que la muerte se revelara
desde el primer capítulo. El añadido fue de solo tres palabras al final del primer
capítulo: Ya lo mataron. Sin embargo, ellas solas me cambiaron la perspectiva total
del libro que ya creía terminado, y tuve que reescribirlo en su forma definitiva, no
como un reportaje sino como una novela compacta en primera persona.
El cambio de género, por supuesto, me obligó a cambiar también la estructura lineal
y el realismo inmediato y apremiante del reportaje (1999, 79).
En el mismo año en que apareció publicada la novela, García Márquez le comentaba
a Plinio Apuleyo Mendoza que CMA era la que más le gustaba de sus novelas porque había
podido controlar todos los detalles, gracias a que estaba narrada con “la estructura precisa
de una novela policíaca” (El olor de la guayaba, 1982: 65).
4
Búsqueda de internet: http:// google/DsPm6k , consulta agosto 12 de 2013.
Ciertamente, al designar el relato como una “crónica”, GGM apunta a la relación
entre periodismo y literatura, tan central en su proceso como escritor. Edith Grossman, co-
traductora al inglés de la novela junto con Gregory Rabassa, menciona en su reseña de la
novela para la revista neoyorquina Review que GGM considera que esta novela es la que le
permitió por primera vez integrar a la perfección el periodismo y la literatura, siendo el
periodismo el que permite mantener un contacto con la realidad, mientras que la literatura
es la que enseña a escribir bien (McGuirk 1987, 170).
5
La discusión sobre qué es una crónica como género literario, llámesele “crónica, reportaje, perfil,
periodismo literario, periodismo narrativo, ornitorrinco” la ha planteado Darío Jaramillo, al lanzar al debate su
propia definición, advirtiendo que lo hace para seguir el juego y para contribuir a la confusión general. “La
crónica suele ser una narración extensa de un hecho verídico, escrita en primera persona o con una visible
participación del yo narrativo, sobre acontecimientos o personas o grupos insólitos, inesperados, marginales,
disidentes, o sobre espectáculos y ritos sociales” (Antología de crónica latinoamericana actual 2012, 17).
foretold 1987), lo periodístico es apenas un enmascaramiento de una obra sofisticada y
compleja, tras la aparente sencillez de un acontecimiento real.
Sin duda, la novela despliega varios métodos periodísticos tales como el uso de
entrevistas para la recolección de datos, la pretensión de objetividad cubriendo los diversos
puntos de vista, la descripción de los hechos utilizando los cinco sentidos, la exhaustividad,
el seguimiento paso a paso del acontecimiento, la variedad y la actualidad6.
Una posibilidad de resolver la tensión entre periodismo y literatura podría ser adoptar
el rubro de “novela de no ficción”, propuesto por Truman Capote para su A sangre fría:
Relato verdadero de un asesinato múltiple y sus consecuencias. Como señala David Lodge
en El arte de la ficción:
Ángel Rama señala que, efectivamente, la novela es una crónica, pero “diferente […]
de lo consignado en las crónicas de los periodistas” (La caza literaria es una altanera
fatalidad 1988, p. IX). Y también rechaza la noción de que se trata de una novela de no-
ficción, pues GGM se remite a los hechos acaecidos treinta años antes, no para hacer una
6
Algunos de estos elementos son los que señala Carmen Rabell en Periodismo y ficción en Crónica de una
muerte anunciada ([1985] 1994), una monografía dedicada a este tema, en la que la autora busca establecer la
importancia del elemento periodístico en el novelesco.
crónica policial, sino más bien una tragedia griega (Garcia Marquez entre la tragedia y la
policial o cronica y pesquisa de Crónica de una muerte anunciada vol. XII. No. I octubre-
diciembre 1982, 7).
Nuevamente, es GGM quien ha dado las pistas para esta visión de la novela, pero
además quien ha aclarado y puntualizado lo que estaba haciendo en esta obra. En el artículo
“El cuento después del cuento”, publicado un año después de la aparición de la novela, el
autor discute lo que considera que es el tema central. Remite al origen del relato, pero
suministra una interpretación de los hechos:
Recuerdo que cuando conocí la noticia y sus pormenores, mi primera reacción fue
de rabia, pues, por más que le daba vueltas y más vueltas, todo me parecía evitable.
A partir de entonces, todos los testigos con quienes he seguido hablando se siguen
preguntando cómo fue que ellos mismos no pudieron impedirlo, y en todos he
encontrado tanta ansiedad por justificar sus actos de aquel día que he creído
reconocer en esa ansiedad un cierto sentimiento de culpa. Yo creo que lo que los
paralizó fue la creencia, consciente o inconsciente, de que aquel crimen ritual era un
acto socialmente legítimo (El cuento después del cuento 1982).
Efectivamente, como en una tragedia griega, los personajes parecen moverse en el
escenario buscando esquivar un hecho, pero no pueden evitarlo y todo pareciera un
designio del destino, una fatalidad. Pero GGM cita a la periodista italiana Rossana
Rossanda, quien interpreta los eventos de manera distinta: “Este no es el drama de la
fatalidad, sino el drama de la responsabilidad”, a lo cual el autor acota: “Más aún: el drama
de la responsabilidad colectiva” (1982).
En esta breve elaboración sobre lo que hace la novela, podemos ver claramente que,
independientemente del origen en un hecho real, el proceso literario transforma, transmuta
poéticamente, el evento para darle un sentido, para comprender lo sucedido. Así, en ese
mismo artículo, GGM cuenta que en el pueblo circulaba el chisme que veinte años después
de haberla repudiado, Bayardo San Román (es decir, Miguel Reyes Palencia) quería volver
con Ángela Vicario (Margarita Chica), pero que esta vez había sido ella quien lo había
rechazado. García Márquez comenta al respecto:
Lo malo para todos es qué siempre aparece un aguafiesta desperdigado cuya única
función en el mundo es recordar lo que los otros olvidan (El cuento después del
cuento, 1982).
Esta frase, aparentemente marginal, de su comentario puede entenderse como una
clave más para leer la novela. Crónica de una muerte anunciada, independientemente de si
es crónica, reportaje, novela policial, novela de no ficción, de si está más cercana a la
literatura que al periodismo o viceversa, es un ejercicio de memoria. La novela nos presenta
un cronista narrador que arma su propia crónica, indaga, recupera en este proceso
“numerosas vivencias”, busca testimonios, pero se tiene que conformar con algunas frases
“sueltas de conversaciones” y con “otras pocas rescatadas” de sus recuerdos, para contarnos
la historia. Es un intento de comprender un suceso que cambia todo y al mismo tiempo
parece dejar todo igual. Los eventos sacudieron la existencia de todos los que participaron
en él, pero la comprensión que tiene GGM de lo sucedido parece diferir plenamente de la
comprensión de los testigos. Mientras ellos quieren olvidar, él considera que sólo
recordando se puede llegar a comprender.
Ahora bien, GGM no intenta ocultar del todo esta falta de objetividad. No es difícil
descubrir que el cronista-narrador-personaje es en muchos aspectos el mismo García
Márquez si rastreamos sus datos biográficos en el relato. García Márquez llegaba a pasar
las temporadas de vacaciones a la casa de sus padres en Sucre, la última de ellas construida
por su padre, mencionado sin nombre en la novela, lejos de la plaza en un bosque de
mangos frente al río (Vivir para contarla 2002, 412), morada que nos describe idéntica en la
novela. “Nuestra casa estaba lejos de la plaza grande, en un bosque de mangos frente al río”
(31). Aparecen además, miembros de su familia con nombres propios, su madre Luisa
Santiaga, su hermano Luis Enrique, compañero de parrandas, su hermana Aida Rosa, la
monja, su hermana Margot, su hermano número ocho, Hernando, el hermano menor, Jaime,
así como Mercedes Barcha, la mujer que se habría de convertir en su esposa, a quien
conoció en un baile en ese pueblo y le propuso matrimonio no en la fiesta de la boda de
Ángela y Bayardo, sino en un baile organizado por su gran amigo Cayetano Gentile
“cuando apenas había terminado la escuela primaria” tal y como ella se lo haría recordar
cuando se casaron catorce años después. El mismo autor ha reconocido que el narrador “por
primera vez soy yo mismo” (García Márquez y Mendoza 1982, 28).
En efecto, la famosa frase inicial de la obra: “El día en que lo iban a matar Santiago
Nasar se levantó a las 5 y 30 de la mañana para esperar el buque en que iba a llegar el
obispo” (9), nos muestra una acción insignificante, levantarse a las 5 y 30 de la mañana,
acompañada de una acción central y reveladora: que lo van a matar, pero la acción
insignificante, la de levantarse a las 5 y 30, permite valorar esos momentos tanto como el
hecho de que lo van a matar. Ésta misma técnica la utiliza el autor para marcar, entre otros,
los momentos de las horas del matrimonio y en la noche anterior al crimen. García Márquez
hace una extensa elaboración de los hechos, describe a los personajes, su conducta y nos
presenta una gran cantidad de testimonios, como lo hace una cámara, un investigador, un
cronista.
Los testimonios se presentan en el relato como un medio para probar y para justificar
las acciones y las omisiones de los personajes e impregnan el relato de un alto sentido de
objetividad, que valorará el lector para determinar las subjetividades de los personajes
envueltos en el crimen, las causas, los motivos y los efectos de la muerte de Nasar. Los
testimonios buscan entender la veracidad de los distintos relatos, permiten identificar y
configurar la subjetividad de los actores del crimen y la magnitud de su impacto tanto en las
personas como en la sociedad. La veracidad y la validez de los mismos para entender
quiénes son las personas y cómo se dieron los hechos, depende de la forma como ellos se
presentan en el relato y de la valoración que hace el lector. Hay testimonios que se
contradicen por parte de quien los rinde, como el caso de Victoria Guzmán, la cocinera de
la casa de Santiago Nasar. Hay testimonios de quienes sabían que iban a matar a Nasar y no
hicieron nada para impedirlo; hay testimonios de quienes sí trataron de impedir el crimen;
hay testimonios oficiales en el expediente, hay testimonios sobre los efectos del crimen, en
fin la novela abunda en testimonios7.
7
Ver ANEXO – CUADRO DE PERSONAJES113.
La utilización de fuentes documentales como medios para demostrar la veracidad de
algo y poner distancia entre las distintas versiones la podemos evidenciar en las cartas que
escribía la madre al narrador, en el documento que consigna los resultados de la autopsia y
en el expediente judicial que entra a formar parte del texto para tejer ese manto de aparente
objetividad.
Hemos visto cómo la narrativa utilizada en la novela nos muestra una aparente
objetividad al encadenar los sucesos y establecer la dependencia de unos y de otros a través
del procesamiento de datos, de las opiniones del pueblo, de los comportamientos, de lo que
dicen los testigos y una serie de seres indeterminados (muchos, otros) y además, a través de
las cartas, del documento de la autopsia y de los 322 folios rescatados del proceso judicial.
Con esta técnica García Márquez opta por las formas de una aparente objetividad muy
rigurosa, muestra solo lo que puede ver y recoger un ser humano acerca de otra persona, y
con ese material, a través del uso del tiempo lleva al lector a reconstruir los motivos, los
impulsos secretos de los actos de los personajes.
En CMA estamos ante un tipo de texto que se pregunta algo que se sale de lo
planteado por la novela de género policíaco. La acumulación de evidencia no va
encaminada a señalar lo que se expone en las primeras páginas, sino a tratar de comprender
lo que en realidad nunca se logra esclarecer: ¿Por qué no pudo evitarse la muerte de
Santiago Nasar? La investigación, en últimas, pretende establecer el papel que le cupo
desempeñar a cada cual en el drama:
Durante años no pudimos hablar de otra cosa. Nuestra conducta diaria, dominada
hasta entonces por tantos hábitos lineales, había empezado a girar de golpe en torno
de una misma ansiedad común. Nos sorprendían los gallos del amanecer tratando de
ordenar las numerosas casualidades encadenadas que habían hecho posible el
absurdo, y era evidente que no lo hacíamos por un anhelo de esclarecer misterios,
sino porque ninguno de nosotros podía seguir viviendo sin saber con exactitud cuál
era el sitio y la misión que le había asignado la fatalidad (126).
Si bien en este trabajo nos concentramos en este enigma, es importante señalar que la
novela plantea otros enigmas. Si en el género policíaco al lector se le distrae con pistas
falsas, conocidas como “red herrings”, en CMA se desvía la atención del enigma central con
una serie de enigmas subsidiarios que tampoco se resuelven, como el misterio acerca de
quién era realmente Bayardo San Román o si Santiago Nasar había sido realmente el
responsable de la desfloración de Ángela:
Nadie ha sabido todavía con qué cartas jugó Bayardo San Román. Desde que
apareció por fin de levita y chistera, hasta que se fugó del baile con la criatura de
sus tormentos, fue la imagen perfecta del novio felz.
Tampoco se supo nunca con qué cartas jugó Santiago Nasar. Yo estuve con él todo
el tiempo, en la iglesia y en la fiesta, junto con Cristo Bedoya y mi hermano Luis
Enrique, y ninguno de nosotros vislumbró el menor cambio en su modo de ser (57).
La novela en su sistema de relato breve crea un marco de ambigüedad donde no niega
ni afirma categóricamente nada, genera dudas sobre cuán fiables pueden ser los
testimonios, desde aspectos tales como si el día de los eventos llovía o no, qué hizo Pura
Vicario durante las dos horas después de haber golpeado a su hija cuando fue devuelta,
quién escribió el papel dentro de un sobre que habían metido debajo de la puerta de casa de
los Nasar “en el cual le avisaban a Santiago Nasar que lo estaban esperando para matarlo, y
le revelaban además el lugar y los motivos, y otros detalles muy precisos de la intriga” (23).
La ambigüedad también está dada por el tema del olor, tan presente en Cien años de
soledad, y que en CMA aparece ligado a la muerte como recuerdo de que hubo vida, a la
nostalgia, a la destrucción, a la corrupción de la materia, al tema erótico pariente de lo
corporal, de lo vital y de la destrucción de la materia 8. Con la presencia de los enigmas
sentimos que chronos nos acecha.
El cronista narrador vuelve al pueblo donde vivió y compartió con Nasar con la
intención de “reconstruir las astillas rotas del espejo de la memoria” (13); no presenció los
intentos de evitar el crimen, ni el instante en el que le asestan las puñaladas a Nasar, pero sí
fue testigo de la agonía y la muerte. El relato a veces se complementa con los de la sociedad
que habita el pueblo sin nombre, pero nunca se resuelve el enigma de por qué nadie impidió
la muerte de Nasar.
8
No es coincidencia que encontremos tantas similitudes con la obra de William Faulkner, el autor de la saga
de los Sartoris, de Mientras agonizo, del Sonido y la Furia, no sólo en el realismo, sino también en el manejo
del tiempo, en la obsesión con el olor, en el tema de la virginidad y del incesto. Todas las peripecias que los
personajes de Faulkner pasan con el cadáver insepulto, son semejantes a algunas de las escenas de La
hojarasca, pero también a muchos de las narraciones de los cuentos de García Márquez, donde se relaciona el
olor con cuerpos en descomposición, o con vegetales, minerales, aguas degradadas, atmósferas.
El crimen de honor y la indagación que realiza el cronista sobre él no se narran en
forma lineal. La narrativa del tiempo de los sucesos se hace de modo inverso: primero se
narra la reconstrucción judicial del crimen, después la autopsia y por último la muerte real,
de modo que el libro termina incrustado en el eterno presente de aguas estancadas,
intestinos al aire y el muerto consciente de su muerte.
La novela está dividida en cinco partes equivalentes a cinco capítulos sin nombre, de
similar extensión, que nos marcan la transición entre distintos tiempos y lugares. El primer
capítulo marca el inicio del tiempo el día en que iban a matar a Nasar, las 5y 30 de la
mañana, reconstruye todos sus movimientos y termina una hora y 35 minutos más tarde
cuando ya lo mataron. El segundo capítulo comienza 6 meses antes del día en que iban a
matar a Nasar y narra la vida de Bayardo San Román, la de la familia de éste, el
compromiso matrimonial, la boda y se cierra aproximadamente cuatro horas antes de la
muerte de Nasar cuando Ángela lo sentencia a muerte al nombrarlo como el hombre
responsable de su desfloración. El tercer capítulo es un salto en el tiempo, inicia con el
juicio a los asesinos por la muerte de Nasar, la versión oficial del Estado, y se devuelve a
los preparativos del crimen en las horas de la madrugada del día en que matan a Nasar y
nuevamente concluye con aspectos de la muerte del mismo. El capítulo cuarto inicia en la
tarde en que realizan la autopsia y termina 17 años más tarde en el reencuentro de Bayardo
y Ángela. El último capítulo comienza años después del crimen, un tiempo que no se cierra,
luego retrocede a doce días después del crimen, pasa a la mañana del mismo y reconstruye
los últimos minutos de vida de Nasar, el asesinato en todos sus detalles, y regresamos al
centro del tiempo, a la muerte de Santiago Nasar: “Se derrumbó de bruces en la cocina”
(156).
La historia del crimen parte de la muerte de Nasar; nos lleva hacia atrás, a la historia
de la familia y a su vez nos remite a la historia de las diversas personas que viven en el
pueblo y de las instituciones establecidas. Es un tiempo que nos muestra la vida de un
pueblo y de una sociedad. El autor al hacer referencias continuas a este tiempo a través de
todo el relato, permite que el lector pueda reconstruir los hechos, aunque él no los presenta
linealmente. Junto a este tiempo preciso y medible está otro tiempo, el tiempo que organiza
el relato, el cual tiene por lo menos 49 años, si contamos desde la memoria que éste invoca
para describir la familia de Nasar y los 27 años de indagaciones para hacer la crónica y que
nos resulta imposible medir, aunque tiene ciertos puntos marcados, porque se extiende
hacia a un tiempo que no termina, el tiempo del cronista no se cierra: “Durante años no
pudimos hablar de otra cosa” (126). La historia se va construyendo por fragmentos de
tiempos muy distintos, por alteraciones en lo temporal, adelantos, retrocesos y mientras
seguimos ese movimiento, constantemente nos remite al presente, al tiempo real de la
lectura donde el lector, sea cual fuese la fecha de lectura se encuentra situado en un
presente: el tiempo del relato.
Hay una enorme complejidad en la lectura del tiempo en la novela CMA. El tiempo
en la novela, como lo hemos dicho, nos acecha. El autor juega a introducir al lector en una
especie de laberinto, donde pasado, presente y futuro se entrecruzan en tramas confusas de
presentes que son pasado (“el día en que lo iban a matar”), de presentes estancados casi
eternos (“aguas dormidas”, “Lo vio desde la misma hamaca y en la misma posición en que
la encontré postrada por las últimas luces de la vejez”), de futuros que se predicen, se
anticipan, de modo que cuando se vuelven presentes, se tiene la sensación de que ya
sucedieron, pero que son más que el clásico deja vu, porque se reiteran pero de modo
diferente. (Conejos destripados/ Nasar muere con las tripas al aire; en mi entierro no quiero
que pongan flores/ muere Nasar). Hay también un tiempo onírico, otro tiempo que se
superpone con sus propios espacios de pasado, de presente y de futuro (“Había soñado que
atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue
feliz en el sueño.”, “la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, y que en el
instante de la desgracia estaba cayendo una llovizna menuda como la que había visto
Santiago Nasar en el bosque del sueño”). Los sueños no sólo anticipan, sino que reiteran el
presente o el pasado que ya conocemos, la muerte de Nasar, e incluso brindan un veredicto
sobre el drama. Así, el narrador cronista cuenta un sueño propio que tuvo la noche después
de que mataron a Nasar y que apunta al desperdicio de una vida, a la fatalidad “que le había
cobrado 20 años de dicha”. Cuenta que soñó “que una mujer entraba en el cuarto con una
niña en brazos, y que ésta ronzaba sin tomar aliento y los granos de maíz a medio mascar le
caían en el corpiño. La mujer me dijo: ‘Ella mastica a la topa tolondra, un poco al desgaire,
un poco al desgarriate’” (102). El destino devora vidas, un poco al desgaire, un poco al
desgarriate, sin razones ni explicaciones.
Entre la primera y la última hora que se mencionan en el relato solo han transcurrido,
como ya se señaló, cronológicamente, a lo sumo, una hora y cuarenta minutos, calculando
cinco minutos entre el tiempo del crimen y el recorrido de Nasar. El autor no nos indica la
hora exacta de la muerte, sino del crimen: 7.05 a.m. Queda en manos del lector calcular lo
que se tardó Nasar en llegar al sitio en el que finalmente muere, que le implicó recorrer cien
metros más y dar la vuelta por la casa vecina para entrar a su casa hasta derrumbarse en la
cocina. Esta hora y cuarenta es el tiempo real del evento central que se narra, pero contiene
todos los tiempos señalados antes, con la paradoja de ser más extensos los contenidos que
el continente, lo cual nos lleva a otras dimensiones del tiempo: el biográfico, el psicológico,
el intuitivo, el memorioso, el amnésico y el ontológico, además del tiempo histórico que se
remonta desde Francis Drake, naufragios, intentos de fusilamiento, las guerras civiles hasta
la Segunda Guerra Mundial.
Hay un tiempo adicional que podemos, sin más, llamar el tiempo de la justicia.
Veinte años después de los sucesos, el cronista logra enterarse que el expediente del crimen
se encuentra embolatado en los sótanos inundados en el Palacio de Justicia de Rioacha.
Cinco años se tarda en encontrar los 322 folios que quedan de los más de quinientos que
debía tener el expediente. Los folios no sólo no se recuperaron en forma completa, sino
tampoco en forma consecutiva. Como la reconstrucción testimonial, la judicial es
fragmentaria y no permite llegar a conclusiones
La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.
El tema del honor es uno de los temas característicos del teatro del Siglo de Oro
español, que Gabriel García Márquez ha reconocido como fundamental en su carrera
literaria. En dicha modalidad teatral se traen a escena los conflictos derivados de la honra
masculina por infidelidad de la mujer y se muestra la forma como opera a nivel del
individuo y de la sociedad. Las principales obras representativas de este período muestran a
los transgresores del código de honor como profanadores del orden establecido en la
sociedad y se convierten en chivos expiatorios que deben ser sacrificados para poder
restaurar el orden sociocultural y el código del honor.
En CMA, el autor ubica el tema del honor como centro temático de la obra, pero el
crimen de honor no es el medio para restablecer el orden en el grupo social, por el
contrario, es el causante de la destrucción de la comunidad. El tema del honor no sólo lo
podemos ligar a literatura del Siglo de Oro español, sino también a la vida del autor. Al lado
de la experiencia narrada al inicio de este capítulo, donde el autor vivió el desconcierto e
impacto de la muerte de su amigo Gentile, sintió en carne propia el terror de ser víctima
potencial de un crimen por honor cuando fue sentenciado a muerte por haber sido
encontrado en el lecho de la esposa del sargento del pueblo (2002, 265-275). Salió librado
porque el ofendido lo perdonó gracias a que su padre lo había curado de una blenorragia.
Como victimario del honor, en su vida está presente el fantasma del crimen cometido por su
abuelo Nicolás Márquez y como lo manifiesta el propio García Márquez “estos detalles me
impresionaban tanto en la niñez que no solo asumí el peso de la culpa ancestral como si
fuera propia, sino que todavía ahora, mientras lo escribo, siento más compasión por la
familia del muerto que por la mía” (2002, 52)9.
9
. Nicolás Márquez mató a Medardo Pacheco el 19 de octubre de 1908. Había preparado durante seis meses
un duelo en el que se jugaría la vida frente a su amigo, copartidario y subalterno en la Guerra de los Mil Días,
en un callejón del pueblo de Barrancas donde vivían los rivales. No hubo testigos presenciales del duelo y no
se conoce el expediente judicial. La versión más confiable, según el propio García Márquez, es que el asunto
comenzó por la ofensa del honor sentida por la madre de Medardo a raíz de un comentario difamatorio sobre
su comportamiento como mujer que Márquez hizo en una reunión en la plaza del pueblo. El infundio llegó a
Regresando a la novela, el tema del honor nos remite también a otra historia, nos
lleva a orientar la mirada hacia otro punto de vista: “La honra es el amor” (127). Esta
oración introduce otro tipo de tensión en el relato y es el contra-discurso que se opone al
discurso de CMA, el cual establece que “es legítimo matar por honor”. Si se fuera a hacer el
análisis desde la lógica, el discurso que se opondría se recogería en la oración: “No es
legítimo matar por honor”. Sin embargo, lo que la obra plantea, es la historia de amor que
supera las adversidades del repudio, de la violencia, de la soledad, de la incomunicación, y
logra capturar la atención del hombre, Bayardo San Román, quien termina después de un
largo proceso, seducido por la persistencia, tenacidad y obsesión de Ángela Vicario, que
maduró y creció a pesar de sus reconocidas limitaciones de juventud.
CMA está muy marcada por la actividad del cronista que se proyecta sobre un
escenario que muestra una realidad social que se analiza en el siguiente capítulo, una
sociedad cerrada y patriarcal y un Estado que establecen costumbres con fuerza de ley que
terminan volcándose contra la misma comunidad. En palabras de J.M. Coetzee (J. G. Cobo
Borda 2007, 142), CMA “constituye un aporte significativo al canon garcíamarquiano: se
trata de un relato ceñido y fascinante que además es una vertiginosa clase maestra en
aquello de cómo construir una serie de historias múltiples (y por tanto de múltiples
verdades) para cubrir un único acontecimiento”: el crimen de honor.
oídos de la madre que se sintió ofendida en su honor y mandó a llamar a su hijo para reparar la ofensa y
lavarla con sangre.
Según García Márquez, el Coronel desmintió el rumor públicamente, pero Medardo no quedó satisfecho y
continuó agraviándolo. Fue así como el Coronel se vio forzado al duelo en el que mató a Pacheco. El Coronel
se entregó al alcalde y al ser interrogado en la audiencia confesó la autoría y añadió que si resucitara Pacheco
lo volvería a matar. Una muerte a conciencia por un asunto de honor igual a la que confesaron Pedro y Pablo.
El abuelo fue enviado a Santa Marta y condenado a un año de prisión. Cumplida la condena el Coronel no
pudiendo volver a Barrancas, decidió radicarse con su familia en Aracataca el año de 1910 y nunca más
volvió a andar armado en las calles, aunque dormía como lo hacía el papá de Santiago Nasar y el mismo
Santiago “con el arma escondida dentro de la funda de la almohada,” para cuidar la casa. (García Márquez G.,
2002; Martin, 2009; Saldívar, 1997).
CAPÍTULO II -
LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL Y JURÍDICA DE LA COSTUMBRE:
DEL HONOR VIRGO EN CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
El carácter de pueblo olvidado que el autor le da al pueblo donde tiene lugar la acción
debe ser rescatado como una de las principales característica de esta sociedad, toda vez que
el mismo nos remite necesariamente a una condición que nos lleva a definir la sociedad
como cerrada, marcada por rígidos sistemas que gobiernan las relaciones en los diferentes
órdenes, y que determinan su peculiar forma de funcionamiento.
La novela nos sitúa en un pueblo sin nombre del interior del Caribe colombiano
aturdido por el calor, similar a Macondo y al pueblo sin nombre de El coronel no tiene
quien le escriba, que, si bien no podemos ubicar exactamente, sí podemos geo-referenciar
como cercano a Cartagena de Indias y al mar Caribe pues se describe que la ciudad y el mar
se podían divisar en “los días claros de verano” desde la terraza de la casa del viudo Xius 1.
La ausencia de nombre del pueblo y su calificativo de “pueblo olvidado” nos permite
situarnos en el pueblo escenario del relato en el año de 19512 y en muchos de los pueblos
no sólo en el Caribe, sino también en la gran mayoría de los más de 1000 municipios de
nuestro país, que son lugares verdaderamente abandonados, relegados e incomunicados, a
causa de la debilidad de los lazos de legitimidad política producto de la ineficacia del
Estado, cuyos signos podemos rastrear en múltiples frentes.
1
Si bien muchos tienden a identificar el pueblo de CMA con Sucre, el pueblo al que llegó a establecerse la
familia de GGM en los años 40s y donde el autor iba a pasar sus vacaciones escolares, este está ubicado más
al interior en la región de la Mojana.
2
Fecha que determinamos si damos cuenta de la fecha en que ocurrieron los hechos del asesinato de Cayetano
Gentile
3
“El río o caño de La Mojana, en cuyas márgenes se encuentra Sucre y otros quince corregimientos más, tuvo
hasta 1938, aguas propias. Nacía en la ciénaga de la Caribona y La Mojana, y su caudal era normal. Sólo que
en verano disminuía notablemente, interrumpiendo la navegación y aislando a esos pueblos por comunicación
fluvial, y por tierra, ya que, sin carreteras, lo más cercano era el puerto de Magangué, a ocho horas de viaje.
Ante esta dificultad que se repetía inexorable todos los años, y al descubrirse que el caño La Mojana pasaba
en un sector a solo 2 kilómetros del río Cauca, el misionero español, José Gavaldá, párroco del pueblo vecino
de Majagual, decidió abrir en dicha curva estrecha un pequeño canal, para verter en verano las aguas del
Cauca a la Mojana. El resultado fue catastrófico. El río perdió su cauce” (García, La tercera Muerte de
Santiago Nasar. Crónica de la crónica 1987, 65-66).
34
pudiera practicarse la autopsia. En cuanto a la educación hay escuelas de niños y niñas y la
educación de las mujeres está a cargo de la monjas o de mujeres como Pura Vicario, ellas
imparten una formación fuertemente influida sobre la concepción de inferioridad de la
mujer que pregona la Iglesia Católica, donde se limita el desarrollo de la libertad y se
forman, la gran mayoría de las veces, mujeres incapaces de valerse por sí mismas. Por eso,
las vemos desde niñas atravesar la plaza como verdaderas personas desvalidas; de ahí, que
sus uniformes sean de huérfanas.
La precaria presencia del Estado confirma aún más el carácter de “olvidado” del
pueblo de CMA. La función de administrar justicia debe ser desarrollada por un juez traído
de Riohacha y el juicio a los hermanos Vicario también se desarrolla en ésta ciudad. Las
funciones de policía se remiten a las labores de mensajería al servicio del poder formal
establecido, representado en el alcalde Lázaro Aponte, con perfil de tropero y sin formación
en labores administrativas que además lleva, seguramente por olvido del gobierno, 11 años
en el poder.
El mando inherente al poder del alcalde está altamente influenciado por las
costumbres de la sociedad, lo que nos hace ver poca distinción entre el campo de acción de
lo Público y lo Privado. Las acciones del Coronel Aponte, un viejo “rechoncho” dedicado a
estudiar espiritismo por correspondencia, están en buena dosis condicionadas por los usos y
por las costumbres de la sociedad. Por eso lo vemos prestando la mayor atención a
actividades netamente individuales, como alistarse para la visita del obispo, sin sentir la
urgencia de prevenir que maten a Nasar, y especialmente preocupado por concertar una cita
para una partida de ajedrez en el club social. Las pocas órdenes que imparte contravienen lo
establecido por la ley, y por ello ordena hacer la autopsia de Nasar aun cuando sabe que
carece de valor legal, retiene a los presos en su casa y satisface además las demandas
caprichosas de la clase dominante permitiendo la entrada de “mulatas” a la cárcel para
“acompañar” a los detenidos. Aunque el eje del poder político no es el punto central a
través del cual se articulan las relaciones sociales, lo cierto es que García Márquez, nos
presenta irónicamente en la figura del alcalde un poder más que débil y sin ninguna
autoridad derivada de su investidura. Lo percibimos como un pobre viejo abandonado por
el Estado, torpe, individualista y sometido a los caprichos del pueblo.
La novela nos muestra una iglesia cuya presencia está limitada a la celebración de
ritos y ceremonias que, nos atrevemos a decir, están instalados en sus fieles para proteger su
autoridad y para asegurar sus privilegios de orden económico. La visita del obispo va a
ocupar la atención del padre Amador por encima de los sucesos que se están desarrollando,
una visita que lejos de fortalecerlo, produjo el efecto contrario: un gran descontento en el
pueblo y reflejó su débil autoridad.
La visita del obispo es un acto ritual extraordinario que altera totalmente el orden de
la comunidad. La idea de ser objeto de atención de una alta autoridad llenó de ínfulas a los
habitantes del pueblo y demandó toda su atención, tanto en sus actos preparatorios como en
su fallida celebración. Para preparar este “magno” evento la gran mayoría del pueblo, en
acción orquestada por el padre Amador, ofrece dádivas, leña y una gran cantidad de gallos
con crestas apetitosas para hacer una sopa. La rutina ordinaria de un lunes cualquiera se
altera totalmente para recibir la visita del obispo, embruja y obnubila de tal forma al
sacerdote, a sus fieles y al Estado, que el hecho de que vayan a matar a Santiago Nasar pasa
a un plano inferior de atención.
El rito, la forma, es lo que importa y lo que fascina a esta sociedad. Todo cambia
alrededor de la visita del obispo, los niños no asisten a clases, Santiago Nasar se viste de
blanco pues “de no haber sido por la llegada del obispo se habría puesto el vestido de caqui
y las botas de montar con que se iba los lunes a El Divino Rostro” (11); la madre del
narrador personaje se viste “con un traje dominical de flores azules que se había puesto por
si el obispo pasaba a saludarnos” (32-33); el alcalde con especial cuidado se viste para
atender la visita y se cuelga “en el cuello el escapulario de la Congregación de María para
recibir al obispo” (33); Clotilde Armenta que vendía leche al amanecer “estaba levantada
más temprano que de costumbre, porque quería terminar antes de que llegara el obispo”
(73). En fin, “casi todo el mundo estaba despierto” (78-79) antes del amanecer para recibir
al obispo. Si los lectores percibimos la visita del obispo como un hecho que ocurre en el
trasfondo, para los habitantes del pueblo será el evento que consume su atención, hasta el
punto de que el anuncio de que van a matar a Santiago Nasar pasa a segundo plano.
El padre Amador está totalmente absorbido por este evento, su conducta es totalmente
individualista, solo está pensando y actuando en función de la parafernalia que encierra la
visita de su superior.
“Lo primero que pensé fue que no era un asunto mío si no de la autoridad civil, pero
después resolví decirle algo de pasada a Plácida Linero.” Sin embargo, cuando
atravesó la plaza lo había olvidado por completo. “Usted tiene que entenderlo -me
dijo-: aquel día desgraciado llegaba el obispo.” (93)
El obispo llegó, pero nunca descendió a tierra. Apareció como un espanto, no puso un
pie en la tierra, pasó por el río defraudando al pueblo y despreciando también al padre
ridiculizado o mejor, deslegitimando aún más la autoridad del padre Amador. El obispo
derrocha arrogancia y distancia. En un barco nuevo que no era común ver transitar por el
río, despliega su riqueza con ínfulas de colonizador acompañado de un “séquito de
españoles” y reafirma su poderío despreciando a su subalterno el cura, al pueblo que lo
reclama y las ofrendas que le ofrecen. “El obispo no se bajó del buque”, el buque ni
siquiera se detuvo
“Apareció en la vuelta del río, rezongando como un dragón, y entonces la banda de
músicos empezó a tocar el himno del obispo, y los gallos se pusieron a cantar en los
huacales y alborotaron a los otros gallos del pueblo” (93) y “el obispo empezó a hacer la
señal de la cruz en el aire frente a la muchedumbre del muelle, y después siguió haciéndola
de memoria, sin malicia ni inspiración, hasta que el buque se perdió de vista y sólo quedó el
alboroto de los gallos” (27).
La descripción del padre Amador como un hombre que estudió medicina y cirugía,
aunque no se graduó, frente a su comportamiento ante la muerte de Nasar, nos muestra las
paradojas del poder de la iglesia: ciencia para preservar vida contra “ciencia” para preparar
la muerte, el más allá, al que se debe llegar entre otras causas por la violación del código de
honor virgo , por eso el padre considera que la muerte de Santiago Nasar es justa y por ello
sentencia que los Vicario son inocentes ante Dios, confirmando así la posición de la iglesia
frente a la libertad sexual, más exactamente ante la virginidad de la mujer como condición
necesaria para contraer válidamente el vínculo del matrimonio. Si el acto de matar por
honor virgo es un acto inocente ante Dios, la iglesia anticipa su sentencia de inocencia,
acoge a los asesinos en su sede y califica como de “gran dignidad” el acto de rendición y
confesión de los gemelos Vicario. En resumen, la forma como se nos presenta la iglesia en
la novela nos remite directamente a percibir una desviación de la esencia del concepto de
religión que viene de ligare o sea el vínculo entre Dios y el ser humano. El obispo símbolo
de la iglesia católica, ha invadido el campo disciplinar del Estado y de la sociedad
cambiando su deber de garantizar la vida eterna, léase salvación del alma, por bienes
económicos y poder político temporal. El padre Amador está totalmente al servicio de los
ritos que movilizan la comunidad para asegurar un fin personalísimo y es el vocero que
confirma la validez del honor virgo, como fuerza de ley, que ha instituido la misma iglesia
católica.
“los padres de Santiago Nasar y Flora Miguel se habían puesto de acuerdo para
casarlos. Santiago Nasar aceptó el compromiso planeado en la adolescencia, y estaba
resuelto a cumplirlo, tal vez porque tenía del matrimonio la misma concepción utilitaria que
su padre “ (145)
quien también se había casado con Plácida Linero por conveniencia y Ángela Vicario
es obligada por sus padres y sus hermanas mayores y los maridos de éstas a casarse con
Bayardo San Román por dinero, pues una familia marcada por la pobreza no podía
desaprovechar la oportunidad de hacerse a la fortuna de hombre rico como San Román.
“Los hermanos fueron criados para ser hombres. Ellas habían sido educadas para
casarse. Sabían bordar con bastidor, coser a máquina, tejer encaje de bolillo, lavar y
planchar, hacer flores artificiales y dulces de fantasía, y redactar esquelas de compromiso. A
diferencia de las muchachas de la época, que habían descuidado el culto de la muerte, las
cuatro eran maestras en la ciencia antigua de velar a los enfermos, confortar a los
moribundos y amortajar a los muertos “… pensaba que no había hijas mejor educadas. Son
perfectas -le oía decir con frecuencia-. Cualquier hombre será feliz con ellas, porque han
sido criadas para sufrir” (44).
En la familia patriarcal de la novela, en lo que respecta a la construcción del honor
virgo y la sexualidad, están presentes por medio de voces que censuran, prohíben, niegan y
castigan convirtiéndose en un espacio inaccesible para formular preguntas o encontrar
respuestas sobre la libre autodeterminación: “Ángela Vicario se atrevió apenas a insinuar el
inconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demolió con una sola frase: -También el
amor se aprende” (48). Bajo este orden la relación con los pares del mismo género se nos
muestra como el único espacio donde se puede hablar de sexo y donde no hay espacio para
la censura. De ahí que se logre la complicidad ante la importancia de la información
compartida porque lo que se comparte es valorado por el otro, pues siempre es importante
sentirse parte de algo. “Las amigas de Ángela Vicario que habían sido sus cómplices en el
engaño siguieron contando durante mucho tiempo que ella las había hecho partícipes de su
secreto desde antes de la boda, pero no les había revelado ningún nombre” (130). Bajo este
sistema la mujer es considerada como un ser sexual, no como un ser social, por ello se le
vigila, se le acompaña en los lugares públicos, a las mujeres se les impone un cerco difícil
de romper “... Siempre iban juntas a todas partes, y organizaban bailes de mujeres solas y
estaban predispuestas a encontrar segundas intenciones en los designios de los hombres”
(44).
Crónica de una muerte anunciada está armada sobre un crimen de honor, la versión
de un cronista sobre el crimen y una historia de amor. Sobre este trípode, con sus formas y
técnicas narrativas, articuladas con las nociones de derecho y costumbre con fuerza de ley,
haremos nuestra lectura de la novela. Esta nos permite, por un lado, plantear que el honor
es una costumbre que opera con fuerza de ley para disfrazar una forma de dominación del
hombre sobre la mujer que comienza a percibirse como nociva para la sociedad y,
simultáneamente, la novela plantea en los intersticios la posibilidad de una transformación
social, de relaciones y vínculos menos gravosos, donde la vida de las personas no dependa
de la superioridad de unos sobre otros.
La novela nos lleva a comprender las razones que dan origen al marco simbólico de
significados sociales en donde se origina la acción del crimen y que, una vez cometido,
permite otorgarle un significado que lo convierte en legítimo y aceptable. Los pensamientos
y sentimientos que dan significado a la acción, y que se expresan a través de las
intenciones, los juicios y las motivaciones que las personas explican sobre la ocurrencia de
los eventos, permiten una lectura en la que podemos acercarnos a mostrar la forma como
los actores sociales, los autores del crimen, y los demás testigos, partícipes o copartícipes
de la farsa del honor comprenden, orientan y dan razón de los acontecimientos que llevaron
a la muerte de Nasar.
Este diálogo ilustra sucintamente el conjunto de creencias y de prácticas sociales que dan
razón de la conducta asesina de los Gemelos Vicario. Devela el imaginario de la identidad
masculina y la costumbre con fuerza de ley del honor que determina el comportamiento de
47
la sociedad. Un honor gemelo, como los asesinos, que se expresa como una forma de
dominación del hombre sobre la mujer y a la que subyace, por su parte, la masculinidad
débil que se siente amenazada, vulnerable de ser destruida por la mujer. Es por esto que lo
llamamos una farsa, porque su racionalidad última es la de mantener un estado de cosas en
el orden patriarcal.
El concepto de honor ligado al tema de CMA nos remite al campo del honor sexual y
más específicamente al campo del honor virgo que, podríamos decir que es algo así como el
buen nombre y reputación de la mujer, de la familia y del futuro esposo adquirido por la
virginidad que se exige a las mujeres para contraer matrimonio. Es pues la defensa del
honor del hombre y de la familia, sustentada en la virginidad de Ángela, el móvil o motivo
que envuelve todo el crimen de honor y su tratamiento social y jurídico. Miriam Jimeno en
su obra Crimen pasional señala cómo el género, la sexualidad y la reproducción son
1
Honor (Real Academia Española, 2001). 1. Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes
respecto del prójimo y de uno mismo.2. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las
acciones heroicas, la cual transciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea. 3.
Honestidad y recato en las mujeres y buena opinión que se granjean con estas virtudes.
Honra. (Real academia española, 2001) 1. Estima y respeto de la dignidad propia. 2. Buena opinión y fama
adquirida por la virtud y el mérito. 3. Demostración de aprecio que se hace de alguien por su virtud y mérito.
4. Pudor, honestidad y recato de las mujeres.
símbolos que operan de forma particular en el imaginario de cada sociedad (2004, 42).
Estos símbolos entran en juego para configurar el concepto de honor virgo y su peculiar
significado que depende de los esquemas morales, económicos y religiosos que operan en
una determinada sociedad. Valores, creencias, grado de desarrollo y religión son elementos
que se entremezclan para configurar en cada sociedad un significado y contenido sui
generis de honor y de deshonor.2 El imaginario bajo el cual está construido el honor virgo
en la novela opera bajo un doble orden simbólico, por un lado el orden de la dominación de
lo masculino sobre lo femenino y por otro el de la amenaza que representa lo femenino para
lo masculino. Podemos rastrear las raíces de este orden simbólico en los cánones de la
Iglesia Católica, reforzadas por las demás manifestaciones de la estructura social, tales
como su condición de pueblo olvidado, su economía pre-moderna y su organización
patriarcal.
2
Hay unas culturas que lo ligan más a la virginidad de la mujer como requisito para poder conformar una
familia; otras culturas lo ligan más a aspectos netamente religiosos, mientras que otras más, lo ligan con el
concepto de élites económicas y sociales. También culturalmente varían las sanciones que se imponen a
quienes violan estos códigos de honor: Se encuentran cánones culturales que sancionan con la muerte al
agresor, pero también hay cánones culturales que establecen compensaciones de carácter económico o de
pérdida de la libertad como casarse con la mujer ultrajada o el confinamiento de la mujer. La capacidad de
perdón y olvido de distintas culturas también muestra estándares diferentes, dependiendo mucho de si son
culturas influenciadas por patrones patriarcales o matriarcales donde los factores religiosos tienen una enorme
incidencia. No son lo mismo la respuesta de las culturas cristiana, a las de las musulmanas, a las de las judías
o agnósticas. El mapa de esta diversidad nos lleva a colegir tal y como lo hacen Mitchell J Casimir y Susanne
J Ung (Casimir y Jung 2009) después de una amplia investigación transcultural, que el concepto de honor es
una construcción social y puede ser diferente para cada sociedad.
que puede variar según el momento en que se pretenda graduarla. La mayor prueba de
masculinidad es el control que el hombre ejerza sobre las mujeres de las que depende su
honor. De allí que el comportamiento de la mujer sea un núcleo central tanto en el ámbito
masculino como en el femenino.
En la sociedad de CMA existen dos órdenes simbólicos sobre los que opera el honor
virgo: uno donde el mayor valor lo tiene lo masculino que condiciona lo femenino y es
articulado a través de relaciones de dominación. En el otro sucede lo opuesto, lo femenino
tiene un poder sobre lo masculino pero no opera como dominación. Ese se mueve entre la
amenaza y la seducción y está abierto, por lo tanto, a operaciones de cambio social y de las
mentalidades. En ese sentido, lo femenino puede cobrar un mayor valor social que el que le
adjudica la sociedad patriarcal en el campo de la dominación.
3
Valga aclarar que en lo que va corrido de la época en que sucede el asesinato que narra CMA, cuando
todavía regía el Código Canónico de 1917 al presente, en que rige el de 1983, hubo una significativa
transformación. Como se puede observar en el canon 1055 de 1983, para la Iglesia, el matrimonio se concibe
“como un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole” y no tan sólo para fines reproductivos.
El matrimonio se revela como una institución social que puede imponer una serie de
requisitos a la mujer, en la medida que la sociedad limita toda opción de supervivencia para
ella por fuera de este vínculo (salvo el convento o el prostíbulo). Así, las uniones se
establecen sobre una “mutua conveniencia” que hace caso omiso del hecho de que uno de
los contrayentes no tiene realmente la posibilidad de elegir.
En CMA es evidente que un gran número de uniones se basa en este tipo de
negociación, como se puede observar en el matrimonio de Plácida Linero con Ibrahim
Nasar, los padres de Santiago, el matrimonio convenido de éste desde los catorce años con
Flora Miguel y por supuesto el matrimonio de Ángela con Bayardo San Román, donde una
vez confirmada por parte de la familia su ascendencia y fortuna, la madre de la novia toma
la decisión de casarla más si se tiene en cuenta la precaria situación económica de la familia
Vicario.
El argumento decisivo de los padres fue que una familia dignificada por la modestia
no tenía derecho a despreciar aquel premio del destino. Ángela Vicario se atrevió
apenas a insinuar el inconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demolió con
una sola frase:
También el amor se aprende (48).
La hombría de Bayardo San Román está definida fundamentalmente por su condición
de rico y logra obtener el consentimiento de la familia desplegando su riqueza y el poder
que se deriva de ésta, además de las prebendas que representa el cargo político de su padre.
En la cultura hispánica que heredamos, la mujer debe aún hoy en día en algunas
sociedades llegar al matrimonio sin haber experimentado ningún tipo de relación sexual. Si
no hubiere existido el fenómeno social de la prostitución, la obligada doncella no habría
estado protegida de los deseos sexuales del futuro consorte antes del matrimonio. De ahí
que la sociedad, así sea con mojigatería, haya aceptado y tolerado el desarrollo de la
sexualidad masculina como una demostración de su virilidad y masculinidad que practica y
demuestra por fuera del matrimonio, en los prostíbulos.
En CMA como muestra de hombría se señala esta práctica que ejercía el padre de
Santiago Nasar sobre Victoria Guzmán, quien guarda un profundo odio y resentimiento
hacia los hombres de la familia Nasar al haber sido designada como cocinera cuando el
padre perdió el interés por ella. Contrasta con el sentimiento de Victoria Guzmán el
experimentado por su hija Divina Flor, quien “se sabía destinada a la cama furtiva de
Santiago Nasar, y esa idea le causaba una ansiedad prematura” que podemos percibir como
de complacencia con la idea de ser poseída sexualmente por Santiago Nasar. Para ella, “No
ha vuelto a nacer otro hombre como ése”. El alto grado de hombría de Santiago Nasar se
marca con esta práctica, no solo pretendiendo poseer sexualmente a Divina Flor, a quien
acecha como un ave de rapiña, como un halcón, sino también cuando anda por los campos
“cortándole el cogollo a cuanta doncella sin rumbo empezaba a despuntar por esos montes”,
al igual que lo hacía su padre.
El otro orden bajo el cual trabaja el imaginario y las relaciones de género en la novela
opera de forma opuesta al anterior y refleja un orden simbólico donde “la virtud femenina
vincula y cubre con su honor la honra masculina y la de las familias” (M. Jimeno 2004, 43).
En este ámbito el honor masculino depende de la virginidad y castidad de la mujer. La
mujer es entonces una persona capaz de ser potencialmente moral e inmoral. Su virtud,
además de configurar su honor propio, abarca el honor del hombre y el de la familia. Es por
esto que la mujer “representa una amenaza para el hombre en la medida en que sus acciones
inciden en la reputación masculina revelando la precariedad de la masculinidad” (M.
Jimeno 2004, 43)
Bajo este imaginario se entiende por qué se establece el cerco alrededor del mundo
femenino tal y como lo hace Pura Vicario, que no deja a las mujeres estar a solas con otro
hombre a no ser de que se trate de “velar a los enfermos, confortar a los moribundos y
amortajar a los muertos”, para garantizar así el valor de cambio de la virginidad, el cual
dicho sea de paso, muchas se encargan de proteger por méritos propios en señal de
acatamiento de la costumbre con fuerza de ley del honor virgo. Tal es el caso de las
hermanas de Ángela Vicario, que viven vigilantes por el temor de ver segundas intenciones
en los hombres y por ello sus fiestas son sólo de mujeres. Igualmente Prudencia Cotes, la
novia de Pablo Vicario sentencia “el honor no espera” y condiciona, para sí, su promesa de
matrimonio a que su prometido cometa el crimen de honor: que acabe con la vida de
Santiago Nasar por ser el supuesto responsable de la desfloración de su futura cuñada
Ángela Vicario.
De allí que el crimen de honor surja como una forma particular de autoafirmación del
honor masculino asociada a la noción de dominio sexual, pues en últimas reposa es en la
mujer. De ahí también la violencia y lo coerción que lo acompañan. Solo dentro de la
estructura de dominación que se quiere preservar es que se justifica y se comete el crimen
de honor.
En efecto, el crimen de honor narrado es el desenlace del potencial conflicto
inherente a las jerarquías, a los órdenes simbólicos y a la inscripción de lo masculino en lo
femenino, donde opera el honor virgo como el lugar en el que la sociedad pone en escena
esta dominación, que ante la posible amenaza de perder el control sobre la mujer cobra el
carácter de costumbre con fuerza de ley.
Para entender la fuerza de ley de la costumbre del honor es necesario hacer una
diferenciación entre usos, hábitos, reglas sociales, meras costumbre y costumbre con fuerza
de ley a la luz del derecho, pues este último es el que imprime la categoría de norma
jurídica al asunto de honor narrado en CMA y por tanto el que da la posibilidad de operar
con fuerza legítima para proteger el bien jurídico del honor virgo.
4
En esta sección nos acogemos a las definiciones de lo social que se aplican en la doctrina jurídica y la
sociología del derecho por ser éstas la base de la interpretación de las costumbres con fuerza de ley.
mediante el simple poder que emana de ellas, lo que hace que las personas las cumplan
voluntariamente o bien mediante la coacción que ejerce la autoridad: gobernantes, alcaldes,
policía y jueces.
5
Uso: Modo determinado de obrar que tiene alguien o algo, derecho: forma del derecho consuetudinario
inicial de la costumbre, menos solemne que ésta y que suele convivir como supletorio con algunas leyes
escritas.
Hábito: Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u
originado por tendencias instintivas.”
Costumbre 1: Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los
mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto.
6
Desde esta perspectiva la novela CMA está inundada de usos y hábitos sociales, ilustrados en los
comportamientos de los personajes del relato, que el autor algunas veces califica como costumbres,
equiparando así la noción de costumbre a la de uso y hábito. Así, por ejemplo, Pedro Vicario mandaba y tenía
la “costumbre de decidir por su hermano” (80); Placida Linero, a causa de la muerte de su hijo, “sucumbió a
la perniciosa costumbre de su tiempo de masticar semillas de cardamina” (128); Santiago Nasar dormía con el
armada descargada porque tenía la “costumbre sabia impuesta por su padre” (12); Luisa Santiaga les criticaba
a las hermanas Vicario “la costumbre de peinarse antes de dormir” (44). (subrayados nuestros).
Sin embargo, esta manera de referirse a la “costumbre” no corresponde a la noción de costumbre más estricta
y rigurosa en la ciencia del derecho como lo veremos más adelante.
El hábito de los amos que se transmite a los hijos de seducir las doncellas del
campo.
El uso social de la amistad íntima reducida a miembros del mismo género. La mujer
joven tiene amigas mujeres confidentes, así como los hombres entre ellos se
cuentan sus confidencias.
El uso social de atender las prostitutas en secreto a las personas más distinguidas.
Hay en la sociedad que se presenta en CMA otra serie de usos o hábitos que tienen
mayor fuerza de obligatoriedad, y que son más la base de reglas sociales de
comportamiento. Estos son los que en derecho se llaman los convencionalismos sociales y
comportan la convicción de que ese hábito reiterado y uniforme es importante para la
convivencia social, así no sea exigible legalmente (García Máynez 1995, 25-35). De este
tipo de reglas sociales referidas al tema del honor podemos citar a manera de ejemplo, la
regla social de acreditación de la identidad del novio a través de la visita del padre y madre
de éste, la de educar a la mujer para bordar, tejer, cuidar el hogar y la reproducción dentro
del matrimonio y, la regla social que establece que es a los padres a quienes les corresponde
autorizar los matrimonios de sus hijas, sin que opinen los hermanos varones, ni la mujer
contrayente.
2. La costumbre y el derecho
El vocablo consuetudo proviene del verbo suesco suescere, tener hábito de hacer
algo; y éste a su vez parece provenir de suére, el cual tiene un significado semejante.
La raíz de estos dos verbos es “sus”-suyo propio; como si dijéramos que el que tiene
la costumbre o el hábito de hacer algo, tiende a convertir en propia esa manera de
obrar. Además, la partícula “con” (consuetudo) implica el significado de
simultaneidad de la propia acción, con otras varias personas con quienes se tiene
señalada relación. Todas estas personas forman una comunitas cuyos miembros
tienden hacia un mismo fin, de manera permanente. (Cruz Díaz s.f., 191)
La costumbre es por tanto, en su acepción más amplia, el uso general, uniforme,
reiterativo y público de determinadas conductas que comportan el carácter de norma por
incorporar un sistema propio de control social, producto de la interrelación entre los
factores objetivos y los subjetivos que inciden en el actuar de las personas. Dentro de los
factores subjetivos podemos mencionar por ejemplo el temperamento, las culpas, los
temores al ridículo etc., que ciertamente condicionan la conducta de las personas; y, dentro
de los factores objetivos, podemos mencionar las relaciones de poder, las meras
costumbres, los usos o hábitos y las convicciones religiosas, que se instalan en la sociedad
como verdaderas creencias o como tabúes que tienen la suficiente fuerza para condicionar
el modo de actuar de los individuos.
Ahora bien, dentro del universo de las relaciones sociales que toman en cuenta la
conducta del otro o de los otros, encontramos aquellas que exigen una observancia
obligatoria para todos los individuos, independientemente de si han participado o no en su
creación y establecimiento, que, de no darse, acarrea o bien una sanción para quien la
incumple o bien el poder de obligar al incumplido a cumplir mediante el empleo de la
fuerza si esto es posible. Se trata de una fuerza externa que puede provenir de la simple
acción de las personas que se atribuyen el poder de aplicarla, de hacer justicia por su propia
mano, o del influjo y la acción del Estado, hecho que nos permite identificar
sociológicamente al derecho y distinguirlo de otras fuerzas sociales como las provenientes
de las normas morales y religiosas y situar allí, en el mundo del derecho, a las costumbres
con fuerza de ley. No todas las costumbres por el hecho de ser obligatorias, generales y
públicas son consideradas por la ciencia jurídica como normas con fuerza de ley, pues hay
regímenes jurídicos que no la reconocen como obligatoria y, dentro de los regímenes que sí
reconocen la fuerza de ley a la costumbre, únicamente dan esta categoría a las costumbres
sociales que no van en contravía de las normas escritas y que se conoce como costumbre
prater legem (es decir, una norma anterior a la ley)7.
7
De acuerdo con Ramón Eduardo Madriñán de la Torre (1997), la costumbre Contra legem no es considerada
por el derecho como fuente del mismo, no tiene fuerza de ley, por contravenir directamente las leyes vigentes.
En CMA, a este tipo de costumbre contra legem corresponden, a manera de ejemplo, la costumbre de importar
licor de contrabando y la de utilizar los bienes del Estado para fines propios, como lo hizo el general San
Román.
los principios de estado laico, de libertad de cultos y de diversidad cultural, consagrados en
la Constitución de 1991.
Por ello estamos planteando en este trabajo que se adicione al tema de la costumbre el
análisis de la congruencia y convergencia de la costumbre con el sistema social y de valores
de un momento concreto de la sociedad, y complementar la distinción entre hábitos
sociales, reglas sociales y costumbres jurídicas, con la analítica de la diferenciación en el
origen de las reglas, independientemente de que estas sean jurídicas o no alcancen a serlo,
mirándolas entre las originadas en actos deliberados y hechos sociales deliberados o no.
Los actos jurídicos suponen un derecho deliberado, delegado según las autoridades
que los establecen y que concluyen en un derecho que contiene “prescripciones normativas
jurídicas”. En cambio los “hechos sociales” conducen a un derecho espontáneo, informal,
que el sistema jurídico no crea, sino que “recibe” y que no lleva necesariamente a un
derecho prescrito en normas jurídicas. A veces produce normas jurídicas, a veces no.
Con un ejemplo, podemos citar la evolución que se dio en Colombia con la unión
marital de hecho, que realmente, como fenómeno social, no iba en contravía de lo dispuesto
por la ley, pero que se consideró en su inicio como una costumbre por fuera de ley (extra-
legem) y luego intra-legem pues fue reconocida como derecho explícito desde 1990 en
Colombia. El sistema termina absorbiendo a través de distintos “nomen juris” (concesión
de categoría jurídica) estas realidades sociales apabullantes.
Esta aclaración conceptual nos permite entender que el honor virgo opera como
costumbre con fuerza de ley, aunque el derecho de la época no regule la conducta del honor
virgo. No obstante el derecho termina reconociéndola indirectamente cuando se declara a
los gemelos Vicario como no responsables del asesinato de Nasar. Es decir, matar por honor
es permitido tanto por la ley, como por la costumbre del honor virgo.
De acuerdo con lo anterior y con lo planteado en esta tesis sobre que en CMA estamos
en presencia de una costumbre con fuerza de ley que es la costumbre del honor virgo
entendida como la obligación de la mujer de llegar virgen al matrimonio y cuya
inobservancia pone a andar el aparato de coacción de la sociedad con los resultados trágicos
que conocemos, cuya última pretensión era proteger el honor de la familia y de Ángela, lo
que nos lleva a entender el concepto de honor virgo como bien jurídicamente protegido.
No hay en CMA una ley formal que regule el comportamiento sexual de las mujeres
que van a contraer matrimonio. La sociedad la estableció, la cumple y la practica. Todos
saben que la conducta sexual de hombres y mujeres la determina la ley del honor virgo y
las relaciones de género se desarrollan conforme a los preceptos de la misma, que nos
atrevemos a plantear en los siguientes términos: la buena moral de la mujer antes del
matrimonio se funda en la abstinencia sexual. La prueba de la abstinencia es el himen de la
mujer, símbolo de su castidad y buen comportamiento. El honor masculino y el de la
familia se sustentan en un aspecto, en virginidad de la mujer antes del matrimonio; por
tanto
La mujer virtuosa es la que no tiene relaciones sexuales por fuera del vínculo
matrimonial.
Para que la mujer se conserve virgen el entorno social debe propiciarlo confinándola
a cierto tipo de actividades donde no haya hombres, alejándola de éstos y de
cualquier ambiente propicio donde se puede dar la atracción, como son los bailes.
No se le permite a la mujer estar a solas con su novio o pareja.
El hombre no está obligado a la abstinencia sexual.
La mujer que llega al matrimonio sin ser virgen se somete al repudio del esposo. En
este sentido, el esposo es ofendido por no haber tenido el derecho a la desfloración.
Su derecho parece ser el de ser el primero en tener relaciones sexuales.
Los hombres de la familia deshonrada por el repudio de la mujer deberán limpiar el
honor de la familia, obligando al responsable de la desfloración a casarse con ella si
es soltera y si no lo es, podrán proceder a matarlo.
Esta es la costumbre con fuerza de ley que da cuenta de las razones que condujeron a
la muerte de Nasar. El juez sin nombre traído de Riohacha para desempeñar esta función
encarna el derecho y la sentencia del “tribunal de conciencia”, técnicamente desde el
derecho jurado de conciencia, que acogió la tesis de la defensa alegando legítima defensa
del honor. Así, reconoce que es legítimo matar por honor y por implicación está
reconociendo la costumbre del honor virgo. Es importante recalcar que al declarar
absueltos a los gemelos Vicario, el Estado está claramente reconociendo como ley la
costumbre del honor virgo, que es la que establece ante la transgresión de la misma la
posibilidad de matar al causante de la desfloración de una virgen antes del matrimonio.
Los gemelos Pablo y Pedro Vicario son los autores del crimen, los obligados por la
costumbre con fuerza de ley a recuperar el honor de la familia por ser los únicos hombres
hábiles para hacerlo, pues el padre Poncio Vicario había perdido el sentido de la vista
practicando el oficio de “orfebre de pobres”, actividad de la que derivaba el sustento
humilde de la misma y que llevó a los hijos a encargarse entre otros, de los asuntos
económicos de la familia y a la cría y venta de carne de cerdo: “Pedro y Pablo Vicario.
Tenían 24 años, y se parecían tanto que costaba trabajo distinguirlos. ‘Eran de catadura
espesa pero de buena índole’, decía el sumario” (24) y así lo confirman el cronista y los
demás personajes en la novela, quienes los consideran tan buena gente que nunca pensaron
que fueran capaces de matar a Santiago Nasar. Son gemelos absolutamente semejantes,
dependientes, son la copia el uno del otro, representan en realidad una única figura del
delincuente, del autor del delito. Su dualismo es un juego de espejos que se rompe el día en
que recobran su libertad y se separan de forma definitiva. Si Pablo anuncia ante los
matarifes que van a matar a Santiago Nasar, Pedro lo hace ante Clotilde Armenta. Si al
comienzo, Pedro fue el más firme en la decisión de buscar a Nasar para matarlo, y creyó
que había cumplido su intención cuando el alcalde le quitó los cuchillos, Pablo toma el
mando y es el que se mantiene firme en cometer el crimen, después lo cometerán los dos.
Esta es la dualidad de todo ser humano ante ciertas circunstancias, decisión/indecisión,
hasta llegar a una determinación.
Los gemelos son responsables y más en el sentido jurídico del término porque el
crimen se pensó, se preparó, se sopesó. Hemos dicho que la costumbre del honor masculino
es una costumbre con fuerza de ley que exige la realización de determinadas conductas de
acuerdo al precepto que de ella emana y de la conciencia del individuo de obligatoriedad de
actuar conforme a esa costumbre con fuerza de ley. Indagar por la conciencia de los
hermanos Vicario, nos remite a indagar en el campo subjetivo y hablar de culpabilidad y de
la intención clara de terminar con la vida de Nasar. Comprometen su esfera intelectiva pues
saben que van a cometer un homicidio, y a la vez comprometen su esfera afectiva, porque
además de conocer lo que van a hacer (matar), deben hacerlo y orientan su voluntad para
ello aunque con un fuerte deseo de que alguien se los impida.
Pablo y Pedro Vicario por haber matado Santiago Nasar entrarían a configurar la
categoría de delincuentes, salvo que las mismas autoridades reconocen el crimen cometido
como crimen de honor con justa causa. Ahora bien, el apellido de los Vicario es
significativo, pues designa a quienes actúan no en nombre propio sino en representación de
otro.8 Es posible afirmar que ellos efectivamente actúan en nombre de toda la comunidad,
reinstaurando los derechos legítimos de honra y honor, en los que reposa en últimas la
dominación de la mujer.
En el relato se percibe el deseo de los hermanos Vicario para que los detengan en su
resolución de matar a Nasar; lo anuncian a todo el pueblo, juntos se lo dijeron a la gente, a
más de 12 personas que se encargaron de difundirlo por todo el pueblo y especialmente a
Indalecio Pardo, aparentemente la persona con mayor capacidad para evitar el crimen:
8
Vicarius- representante, suplente de una persona. Segunda acepción, esclavo, subalterno (Vox, 2011, p. 544
y 713)
Vicario: Que tiene las veces, poderes y facultades de otra persona o la sustituye. (Real academia española,
2001, P. 2295 Tomo II)
Era un desafío demasiado evidente. Los gemelos conocían los vínculos de Indalecio
Pardo y Santiago Nasar, y debieron pensar que era la persona adecuada para impedir
el crimen sin que ellos quedaran en vergüenza (133).
No sabemos en qué consistía esta capacidad de Indalecio Pardo. Lo cierto es que ni él
ni muchos otros intervinieron de forma adecuada para impedir el asesinato de Nasar. En el
comportamiento de los gemelos Vicario podemos ver su deseo de ser liberados de la
obligación. Los numerosos anuncios del crimen que iban a cometer es un grito a voces de
que se les impida, pero finalmente los miembros de la comunidad no alcanzan a ver en el
crimen de honor un hecho condenable que los lleve a actuar decididamente para impedirlo.
Si bien los testimonios de 27 años después hacen pensar que todos querían detenerlos y
evitar que mataran a Santiago Nasar, la realidad de los hechos parece indicar que pesaba
más la aceptación de una costumbre en la que reposaba el orden social que la condena de
un crimen. Así, los hermanos Vicario matan, en nombre de todos, al hombre acusado de
atentar contra el honor virgo:
Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asestó
un segundo golpe casi en el mismo lugar. «Lo raro es que el cuchillo volvía a salir
limpio-declaró Pedro Vicario al instructor-. Le había dado por lo menos tres veces y
no había una gota de sangre.» Santiago Nasar se torció con los brazos cruzados
sobre el vientre después de la tercera cuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató
de darles la espalda. Pablo Vicario, que estaba a su izquierda con el cuchillo curvo,
le asestó entonces la única cuchillada en el lomo, y un chorro de sangre a alta
presión le empapó la camisa. «Olía como él», me dijo. Tres veces herido de muerte,
Santiago Nasar les dio otra vez el frente, y se apoyó de espaldas contra la puerta de
su madre, sin la menor resistencia, como si sólo quisiera ayudar a que acabaran de
matarlo por partes iguales (152-153).
No volvió a gritar. [...] Entonces ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta,
con golpes alternos y fáciles, flotando en el remanso deslumbrante que encontraron
del otro lado del miedo. No oyeron los gritos del pueblo entero espantado de su
propio crimen (153).
-¡Santiago, hijo --le gritó-, qué te pasa!
Santiago Nasar la reconoció.
-Que me mataron, niña Wene -dijo.
Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. «Hasta tuvo el
cuidado de sacudir con la mano la tierra que le quedó en las tripas», me dijo mi tía
Wene.
Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se
derrumbó de bruces en la cocina (156).
De esta forma la novela nos narra cómo se realizó el salvaje asesinato de Santiago
Nasar, de 21 años, un joven de origen árabe y el mejor partido del pueblo por ser bello y
poseer una buena fortuna. Santiago Nasar a pesar de pacífico y dócil, es el hombre más solo
del mundo y por eso muere descuartizado. Su soledad no es el fruto de sus pecados, ni de su
indiferencia, ni su desamor. Su muerte es el resultado de la aplicación de la costumbre con
fuerza de ley del honor, para hacer valer la norma establecida sobre los prejuicios de una
cultura de poder machista, autoritaria, religiosa y pacata, que condiciona la identidad de la
mujer a conservar una tela inexistente: el himen antes de la boda, que debe ser el rito previo
al desgarre canónico del himen, con la consabida mancha de sangre en la sangre, como
prueba de que el himeneo se ha consumado dentro de la ley; lo que sacraliza no es si ha
sido hecho con amor, ni siquiera si ha sido hecho para la reproducción, sino que la aguja
sea ensartada por el hilo dentro del protocolo. Esta sociedad cuyo nacimiento está bautizada
desde el desamor, desde el matrimonio de conveniencia, desde la insolidaridad, construye
las reglas de la costumbre que impone asesinar a quien quebranta el rito del himeneo con la
hermana. No hay hasta aquí los grandes dramas de la tragedia griega, aunque sí se
encuentren regadas por el autor “astillas” de la tragedia en la novela.
En CMA también hay un pueblo que acompaña la acción, el cual hace las veces del
coro: conoce el secreto a voces, anticipa lo que le va a suceder a Nasar, con la ironía de que
sólo su madre especie de oráculo no lo sabe. Se trata de un elemento de la tragedia
griega al revés: el oráculo ignora lo que los demás saben, pero se mantiene al coro, el
pueblo que sabe, informando de lo sucedido para establecer cierto equilibrio. No hay
tampoco en la víctima directa, Nasar, inocente o no de la desfloración de Ángela, los rasgos
heroicos de los personajes griegos, aunque sí ciertos rasgos más bíblicos o de chivo
expiatorio, o de cazador cazado respondiendo en la cacería equivocada, la de su padre con
Victoria Guzmán, o la de él con respecto a Divina Flor. Así mismo abundan los presagios y
los sueños como en la tragedia griega, con la diferencia de que Nasar no puede
interpretarlos, ni su madre, eco de Tiresias, porque cuando lo hace, se equivoca. Lo
interesante es que Nasar ve anticipadamente su propia muerte, sin ser consciente de ello: ve
los conejos con las tripas destazadas, como lo estará él, unos minutos más tarde, en la
cocina de su casa.
“La puerta fatal” y “La fatalidad nos hace invisibles” son dos sentencias lapidarias
que plantean en apariencia un complejo problema. La discusión puede remontarse al primer
comentario de Ángel Rama (Anticipada crónica de una muerte anticipada 1993, 9-15)
donde se refirió a un supuesto título de la novela como “Crónica de una muerte anticipada”,
que debe leerse, no solamente como una imprecisión distraída del crítico uruguayo, sino
como el planeamiento de una aporía, de un pequeño rompecabezas que recoge muy bien
Gregory Rabassa al traducir al inglés la novela, y usar el adjetivo “foretold” para insinuar
que el título podría ser “Crónica de una muerte predicha” o si se quiere “vaticinada”. No se
trata sólo de una cuestión semántica, sino de un asunto con mucho fondo sociológico
¿Tenía salvación Santiago Nasar después de haber Ángela Vicario pronunciado su
“sentencia”? Algunas voces aisladas de personajes de la novela señalan que lo intentaron,
particularmente Clotilde Armenta y el autor o autora del mensaje anónimo debajo de la
puerta, Cristo Bedoya, y en menor proporción el padre de Flora Miguel. Mostraron algo de
solidaridad. Pero ¿cómo explicar que el resto de los testimonios, con excepción de Luisa
Santiaga, madre del escritor, asuman más bien la justificación de un papel anómico, pasivo,
y lamentable?
Las distintas voces de los miembros de esa comunidad refuerzan el discurso vigente
de un pueblo que se paraliza por la visita de un poder religioso, representando en un obispo
ausente, con los cruces de poder colonial, curas españoles que le acompañan, con toda la
simbología de campanas que lo mismo anuncian la llegada del amo que la presencia del
crimen, la comunicación a los cuatro vientos de la muerte en un pueblo en el cual es de
buen recibo que las mujeres fértiles se dediquen a amortajar en esa comercialización de la
vida y la muerte que fue el mercado fuerte de la iglesia católica de esos tiempos. ¿Qué
podía esperarse frente al tema de la virginidad de la mujer en una sociedad, medio sedada y
enguayabada como fruto de la fiesta circense del día anterior en que se convirtió el
matrimonio fallido de Ángela y Bayardo?
Pero hay cuestiones todavía más graves: los protagonistas de papeles circunstanciales
que la tragedia les termina imponiendo, reconocen con sus conductas que estaban
condenados a desempeñar ese y no otro destino. Es tal la fuerza del entramado social que se
les impone, ya sea por vía de costumbre y ley, que les es imposible buscar un mínimo de
razón y voluntad libres.
En una sociedad donde se nace para sufrir, donde el amor se vende y después se
aprende, donde el rumor y el prejuicio son las plataformas desde las cuales despegan las
conductas esperadas y predecibles, porque se le teme a la libertad, al amor y a la
solidaridad, poco espacio queda para el gesto humano de esperanza y salvación.
Los personajes mayores y menores de CMA tienen así una enorme significación aún
hoy; son aquellos que por impotencia o por incompetencia no son capaces de impedir un
linchamiento público.
En este caso, ¿la fatalidad tiene la grandeza de los griegos? No parece así frente a una
Antígona que opone el derecho natural al derecho positivo para enterrar a su hermano para
que su alma no vague errante; no tenemos al individuo capaz de arriesgar su lugar dentro de
la comunidad para hacer valer un principio que considera superior al de la colectividad
sometida por el tirano. La fatalidad de CMA se incrusta en la pasividad, en la indiferencia
frente al otro, en el temor de ir contra la corriente.
Las construcciones culturales necesarias para establecer el dominio sobre las personas
requieren de un complejo sistema de ideologías y de moral. En la novela, la religión
católica determina la abstinencia sexual para la mujer como conducta reguladora. Un
eminente jurista afirma:
En cuanto a la autoridad política, otra de las que representa la versión oficial del
Estado, el alcalde Lázaro Aponte se mueve entre la ilegalidad y la falsedad. Como cómplice
del crimen de honor y por tanto de los asesinos, no los detiene preventivamente. Es también
delincuente porque comete el delito de prevaricato por omisión 9. Como colaborador del
crimen de honor sugiere y acompaña la huída de Pura Vicario y de su hija al amanecer para
que nadie las vea, acoge a los gemelos Vicario en su propia casa, les de protección, amparo,
abrigo y para completar, sigue delinquiendo cuando ordena al padre Amador practicar la
autopsia que carece de valor legal.
La otra autoridad estatal, la más fuerte y representativa del poder del Estado, está
dada por la presencia del juez sin nombre y los fragmentos del sumario que dan cuenta de
cómo se realizó el juicio. Debemos hacer acá una precisión de orden procesal para
distinguir el papel del juez y el del jurado de conciencia dentro del sistema de administrar
9
Por no actuar cometió el delito que se tipifica así: el empleado oficial que omite, rehúsa, retarda o deniega
un acto propio de sus funciones. Tiene una pena de prisión de uno a cinco años e interdicción de derechos y
funciones públicas hasta por el mismo término. “Este es el llamado prevaricato por omisión. (Cancino
Moreno, 1983, p. 223)
justicia que plantea la novela. Dentro de dicho sistema el juez instruye la investigación, es
decir su papel primordial es recoger y practicar pruebas, pero no juzgar; quien juzga, quien
define si los gemelos Vicario son inocentes o culpables del delito, es el jurado de
conciencia, que generalmente estaba integrado por ciudadanos del lugar reconocidos por su
buena calidad moral y conducta intachable.
Así las cosas, la ficción del delito relacionada con el campo de poder del Estado está
dividida en la novela. El juez sin nombre es un personaje que viene de afuera y, junto con la
historia del cronista, desnuda las creencias (Ludmer, p. 510). Como investigador, a él no le
corresponde decidir sobre la culpabilidad de los hermanos Vicario sino garantizar que se
cumplan las normas procesales. Por eso puede darse el lujo de dictar marginalmente en el
mismo sumario su propia “sentencia” impregnada de literatura y filosofía: “La fatalidad nos
hace invisibles” (147) y “Dadme un prejuicio y moveré el mundo” (131). Pero además el
juez tiene el poder de dirigir el proceso y por ello consideró útil incorporar la autopsia
como prueba, así esta no tuviera validez. En rigor, cometió un acto ilegal, lo que le imprime
la calidad de delincuente. En cuanto al jurado de conciencia, su decisión es el reflejo de la
perfecta correlación de la farsa de la costumbre del honor en la sociedad y la complicidad
delEstado para mantener el sistema de dominación del hombre sobre la mujer; por eso se
declara inocentes a los gemelos Vicario, pues su acción fue en “legítima defensa del honor”
(66), tesis alegada por el abogado de la defensa.
Santiago Nasar había expiado la injuria, los hermanos Vicario habían probado su
condición de hombres, y la hermana burlada estaba otra vez en posesión de su honor
(109-110).
En este punto es importante hacer referencia al marco jurídico aplicable en el
momento del asesinato de Santiago Nasar y mencionar algunos de sus antecedentes y
desarrollos posteriores para establecer el grado de correlación entre el Estado y la sociedad,
pues dicha correlación entre el sistema de administrar justicia y el régimen jurídico vigente
en la época del crimen de honor narrado en la novela, nos ayuda a comprender mejor cómo
un código social puede convertirse o no en código legal. Además ayuda a entender que a
veces la justicia administrada por mano propia puede ser legítima, aunque no justa, y
justificada en ciertas sociedades y cómo dos personas que han asesinado bárbaramente
ensañándose en la víctima, pueden terminar legalmente absueltas bajo un posible código de
honor errado pero legalizado, donde vale más el honor que la vida.
El Código penal de 1936, positivista, vigente para el tiempo de los hechos en CMA,
permitía, como lo hemos señalado, alegar la tesis de la “legítima defensa del honor” para
eximir de responsabilidad a quienes por esta vía mataban a los supuestos ofensores del
honor. Hoy, la aproximación de la Constitución Política de 1991 y sus desarrollos
jurisprudenciales no admiten, por ninguna vía, ni por vía del honor o de la honra, que se
lesione el derecho a la vida por ser éste el bien jurídico esencial del cual se derivan los
demás derechos. El artículo 11 de la Constitución es categórico en este aspecto, cuando
dice: “El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte”.
La constitución de 1991 no menciona la palabra honor, pero sí construye un conjunto
sistémico de protección del mismo a través la protección del derecho a la honra, del
derecho al buen nombre y del derecho a la intimidad. Estos derechos a su vez se articulan
con el derecho a la igualdad y con el derecho al libre desarrollo de la personalidad y tiene la
categoría de derechos subjetivos constitucionales, fundamentales y por tanto son de
aplicación inmediata y además son susceptibles de protección judicial por vía de la acción
de tutela.10 La protección constitucional es más sofisticada hoy porque los bienes jurídicos
protegidos de la buena reputación o el buen nombre, la honra, la intimidad, se articulan en
un principio y valor y derecho constitucional fundante de la Constitución de 1991: la
dignidad de la persona humana.
Hoy desde el punto de vista jurídico, la dignidad humana, supone libre opción de
vida, autonomía, libre desarrollo de la personalidad, intimidad, el derecho a su propio
cuerpo, sin subordinar este plexo de derechos a opciones religiosas, filosóficas o políticas.
Si bien el concepto jurídico de honor se readecuó como un sentimiento de la dignidad de la
persona, subsisten hoy en día culturas en cuyo interior sigue presentándose el crimen de
honor (especialmente en la modalidad de crimen pasional). Las costumbres sobre el honor
alrededor de las relaciones de género que conducen a la violencia siguen operando en las
10
EL artículo 2 inciso 2º establece en lo pertinente “Las autoridades de la República están instituidas
para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra y bienes, creencias y demás
derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares.”
El artículo 15 en lo pertinente dice: “Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y
familiar y a su buen nombre y el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar ”
El artículo 21 dice: “” Se garantiza el derecho a la honra. La ley señalará la forma de su protección”. El
artículo 42 en lo pertinente dice: “La honra, la dignidad y la intimidad de la familia son inviolables”
El artículo 13 dice en lo pertinente: ”Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la
misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos , libertades y oportunidades sin
ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política
o filosófica”
El artículo 16 dice: “Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más
limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico”.
sociedades donde la mujer sigue siendo un blanco al que se apunta para asegurar el modelo
de dominación del hombre sobre la mujer.
Por sobre todo, la respuesta a este drama, más que en la aproximación del derecho de
la época, se encuentra en prejuicios y falsos códigos de honor, algunos de ellos de origen
románico que llegaron a través de las Siete Partidas a nuestro derecho, donde el hombre
tenía más libertad sexual que la mujer y ésta era reprimida más severamente, no sólo por el
riesgo reproductivo, sino por su condición de sumisión. Si a ello se añade la influencia del
Derecho Canónico por el monopolio de la Iglesia Católica sobre la conducta sexual
aceptable, simbolizada en la Virgen María, se entienden a todas luces, las ligaduras atávicas
a que Purísima sometió a Ángela Vicario. Sociedad y Estado, al estar representados en
perfecta sintonía con la ley de la costumbre del honor, son coautores metafísicos del crimen
de honor. Si bien se hizo “justicia” de acuerdo a la ley, hay otros desenlaces que nos llevan
a conciliarnos con la razón de la justicia, la de darle a cada uno lo que le corresponde.
La historia del cronista, complementada con la del juez, nos desnuda las creencias y
pone en evidencia lo frágil que es construir una sociedad sobre la desigualdad. El tiempo
del cronista 27 años después, así como el tiempo de lectura, permiten ver lo nocivo que ha
sido para la comunidad construir imaginarios que refuerzan costumbres que en el fondo
todos quisieran ver eliminadas pero que siguen ejerciendo una fuerza irracional sobre los
actos. El cronista desnuda las creencias, nos hace ver que no hay verdades absolutas y a su
vez nos lleva a soñar con una posible emancipación de las ataduras, que son creadas por
seres humanos y en ese mismo orden de ideas pueden ser disueltas por ellos. El crimen de
honor, la versión del cronista y la versión oficial del Estado, además de revelar las
creencias de la sociedad, nos permiten percibir una crisis social. Dicha crisis tiene una
correlación directa con el deseo de liberarse de mandatos que se intuyen como nocivos para
la misma comunidad, así la fuerza de la costumbre los imponga como la única acción
posible. Los costos sociales nos muestran otra razón de justicia distinta a la oficial y nos
reconcilian con los sueños de igualdad más allá de lo que determine el sistema de creencias
de la sociedad y el poder del Estado.
Para percibir la justicia no oficial vale la pena hacer una comparación entre el método
que usa Posner (Law and Literature 1998) particularmente en el capítulo dedicado al tema
de la venganza, de la justicia y de ciertos métodos intermedios que se podrían llamar
alternativos o de composición y restablecimiento de equilibrios perdidos.
Empecemos por sintetizar la aproximación que hace Posner de la Ilíada: Troya perece
porque Paris raptó a Helena. El balance se reestablece en el cambio de una mujer por una
ciudad. Sin embargo, en el fondo está en juego el honor de los griegos. El otro caso
analizado por Posner es más emblemático, el honor en Hamlet, ligado a la venganza de su
padre y de alguna manera, nuevamente aparece la mujer. La deshonra de su madre,
finalmente se ve reparada no solo con su muerte indirecta, sino con la muerte del Caín, el
hermano usurpador del trono. Pero además el desastre es mayor: con la muerte de Hamlet,
paga la dinastía, que pierde el poder; es decir, el precio de la ambición es su propia ruina.
En este contexto, y sin forzar mucho el relato de CMA, puede decirse que con las
historia personales de las víctimas del drama se da un ajusticiamiento salvaje y público.
Ello se representa en el esposo de Clotilde, uno de los Vicario, Flora Miguel, Plácida
Linero, Pura Vicario, el marido ciego, el otro Vicario y su esposa desterrados, Pornoy
encornado, los San Román ultrajados, el Alcalde enajenado espiritista, la Iglesia en Amador
con sus remordimientos, y la culpa colectiva del pueblo asumida o no asumida, simboliza la
historia de las víctimas de todos los tiempos, pasados y presentes, sin primeras, ni segundas
esperanzas.
La historia de Ángela Vicario, que puede considerarse como una novela romántica: es
la historia de un sueño de libertad. Ángela representa dentro del sistema de creencias de la
novela a la mujer que se verá excluida y marginada de la sociedad. Es pobre y es mujer,
está confinada al hogar donde se le vigila y donde se le esclaviza su cuerpo y su
personalidad. Pero como dice el autor, nadie contó con la honestidad de ella. Y aparece
como víctima y victimaria de lo que genera el código de honor dentro de la sociedad en la
que se encuentra, en la medida en que es sometida por las costumbres, pero al mismo
tiempo les saca ventaja.
Ángela es heroína y villana, igual que Hamlet. Ángela derrumba la fuerza de ley de la
costumbre del honor virgo, se revela contra la norma y a su vez se libera y libera a los
hombres y a la sociedad de la farsa del honor; abre la posibilidad de un mundo de libertad
en la relación entre hombres y mujeres, no solo al derrumbar la costumbre con fuerza de ley
del honor, sino porque además asume el galanteo, rito reservado en la cultura machista a los
hombres. Ángela es heroína porque desafía a su madre, porque se resiste a la farsa de la
huella de mercurio, porque su sangre derramada en la desfloración, que jamás se precisa
cómo y por quien fue, es verdadera, y así ella la recordará.
Ángela también es villana. Los indicios señalan que condenó a un inocente, Santiago
Nasar, o porque cree que sus hermanos son incapaces de hacerle daño, o porque de alguna
manera se desquita de quien la mira con desdén. No mostrará señal de arrepentimiento.
Nasar no cuenta. ¿Pero acaso no estaba haciendo indirectamente justicia colectiva? Los
halcones tarde o temprano la deben pagar. La garza guerrera, Ángela, la coherente, se las
cobra. Se cobra además por mano ajena con los excesos del padre de Santiago con Victoria
Guzmán. Está cobrando transgeneracionalmente la violencia contra la mujer.
De alguna manera para la venganza hay que ser villana por mano propia o ajena. La
venganza de la ley llamada “justicia” puede adquirir la configuración de mascarada.
Mascarada es la legítima defensa del honor. Mascarada es la virginidad. Mascarada es la
cópula sin deseo y placer si puedes exhibir la sabana manchada. Mascarada es renunciar a
los deseos, al cuerpo, a los sueños. Mascarada que exige dejar de ser mujer libre y pasar a
ser apéndice del otro. Ángela es villana porque rompe cánones. Va contra la iglesia que le
dice que debe ser virgen de mil partos. Va contra la familia que la quiere conservar como
mercancía y trofeo. Ángela no se rinde, apuesta por ser ella misma y por la libertad.
Más allá de todo, ¿quién es Ángela? Un ser como todos los seres, con la apuesta del
hambre y la sed por la vida. Lleva un muerto encima, pero todos llevamos uno y mil
muertos encima, porque los muertos de los vecinos son los nuestros, los muertos de la
violencia alrededor de las relaciones de género son los muertos de todos. De la lectura de la
novela queda un sueño que busca seguir en el camino, no negociar la dignidad y la libertad.
La rebeldía de Ángela se convierte en un sueño de emancipación: “Se volvió lúcida,
imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra
autoridad que la suya, ni más servidumbre que la de su obsesión” (122). Ángela logra
colocarse lejos de esa sentencia de muerte de su madre: “También el amor se aprende”,
pues como garza guerrera no esconde su condición de no virgen y escribe “sin cuartel
durante 17 años” (124).
La dignidad con que Ángela fue fiel a su destino nos deja, sin embargo, el
interrogante de su sentimiento ausente frente a Santiago Nasar. Independiente de si Ángela
mintió o no con respecto a Santiago, es evidente que no hay prueba en la novela de un
mínimo arrepentimiento por su muerte. Más aún no tuvo reparo en contar su historia
cuantas veces se la preguntaron. En cambio, su madre hizo del pasado un código secreto
negándose a hablar del drama de la muerte de Santiago y de la deshonra de su hija. ¿Cómo
puede explicarse esto? ¿Sería que Ángela conocía la fama de cazadores, de gavilanes
polleros de los Nasar, padre e hijo? ¿Encontró en Santiago la manera de sentenciarlo como
a una mariposa que se crucifica sin consideración? La novela no descifra este enigma.
Se pueden plantear algunas hipótesis. ¿Pensó, como señala la novela, que por el status
de Nasar, sus hermanos no se meterían con él? O al contrario, ¿pensó, como lo hizo Flora
Miguel, que lo harían casar con ella? ¿O sentía efectivamente que Nasar no la consideraba
como mujer y tenía conocimiento de que se refería a ella como “tu prima boba”? ¿O sería
posible que, como lo plantean Rahona y Sieburth, citadas por Hubert Pöppel (2001), que
Ángela estaba encubriendo a un hombre de la familia, a sabiendas de que el incesto sería un
delito más grave? En cualquiera de las hipótesis anteriores, Ángela tenía el suficiente uso
de razón para medir que si era devuelta, ni su madre ni sus hermanos permitirían que el
agravio a su virginidad se quedara impune. La novela no plantea una relación especial de
afecto hacia Ángela ni por parte de su padre, ni por su madre, ni por sus hermanos varones.
El único diálogo con ellos es breve, y sólo de Pedro Vicario
“Anda niña –le dijo temblando de rabia, Dinos quien fue.” Ella se demoró apenas
el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a
primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del
otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero como a una mariposa sin
albedrío cuya sentencia estaba escrita dese siempre. “Santiago Nasar”, dijo. (65)
Pablo y Pedro Vicario cuentan el hecho para no tener que matar; Ángela en cambio
cuenta para que haya a quien matar. Terminará ella creyéndose su propia versión que
ratificará dos veces más. Una en la declaración judicial y otra, años después, a su primo, el
narrador. El cronista sin embargo nos lleva a otro espacio donde Ángela ya fue lo
suficientemente victimizada por los códigos culturales, que consciente o inconscientemente
la alienaron como mujer. Más que el restablecimiento de un equilibrio simbólico de justicia
compensatoria contra los matrimonios de conveniencia, que por definición son las
antípodas del amor, la novela plantea la lectura de la libertad para que sea posible el amor y
de la recuperación del honor a través del amor.
El honor virgo parece ser entonces un vehículo indisoluble, una costumbre con fuerza
de ley que no admite escapatoria a no ser por la vía de la violencia. Se enaltece la
virginidad como un requisito sublime para la unión entre un hombre y una mujer. Ser una
mujer respetable es ser una mujer virgen hasta el matrimonio. Este código ejerce presión
normativa insoportable para algunos individuos, tal y como le sucedió a Ángela, cuya única
escapatoria es a través de la violencia. Ella lo sabía, ella se sabía no virgen y estaba
sometida a la fuerza de la costumbre del honor virgo. No pudo resistir la orden de su madre
de casarse con Bayardo San Román y su única salida en ese orden social parece ser
precipitar un acto de violencia para depurarse de la deshonra de ser vendida a un hombre,
en una relación sin amor.
Las personas configuran series de valores con las que se sienten identificadas y por
ello enjuician cada cosa, persona o situación en particular. La valoración de las personas y
de las relaciones es un proceso de gran complejidad y una operación que da cuenta de lo
que se elige, verdad/mentira, justicia/injusticia, libertad/sometimiento. Los valores no son
cosas, se sienten se estiman o se desestiman. La subjetividad no crea valores: los pondera,
los descubre y los actualiza (Gustavo García Fong). Soñar con la igualdad de las personas
por lograr una relación no violenta entre hombres y mujeres es un asunto que nos atañe a
todos en la sociedad. ¿Para qué sirve este sueño de libertad? Para caminar y seguir soñando.
A MANERA DE CONCLUSIÓN:
LA CULPA COLECTIVA
Crónica de una muerte anunciada cobra una especial vigencia en la actualidad y nos
permite hacer un ejercicio de hermenéutica sobre el conflicto violento colombiano y sus
multi-causalidades. Hay mucho de predicción, de vaticinio, cuando se estructura, de algún
modo, el concepto de la culpa colectiva de los pueblos y las sociedades y sus posibilidades
de segundas oportunidades si son capaces de memoria y perdón. Por ello, visibilizar los
fantasmas que no nos dejan dormir y convivir con ellos como lo hace el autor en la novela
nos remite a la realidad de nuestro país, donde la violencia es un “hecho protuberante”.
Crónica de una muerte anunciada es una pequeña muestra de ADN de la violencia que se
alimenta de costumbres sociales injustas. Aquí cabría preguntarse qué es más delirante:
¿Matarse por un color político? ¿O matarse por la ausencia de color en una sábana?
¿Aceptar innumerables muertes como un “mal necesario”? ¿Truncar la vida de un joven en
aras de una abstracción como el honor virgo?
Los acontecimientos iniciales, en los años treinta, de violencia política que lleva el
nombre de la Violencia, con mayúscula como si fuera la única o la mayor de nuestra
historia, se desarrollaron en los Santanderes, en Boyacá, con resonancias en Cundinamarca,
Antioquia y algunos lugares del Occidente de Caldas”. (Guzmán Campos, Fals Borda, y
Umaña, 1985, 24)1.
Si el crimen narrado en CMA se cruza con el drama real que le sirvió de referencia,
la historia de Cayetano Gentile y Margarita Chica en 1951 en la región de la Mojana
(municipio de Sucre), surgen elementos interesantes de contexto. El 9 de abril de 1948
había sucedido el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el momento más visible de la violencia
y el que la dispersa por los cuatro puntos cardinales. Como lo muestra la obra La violencia
en Colombia de Monseñor Germán Guzmán, Orlando Falls Borda y Eduardo Umaña Luna
(1985, 138), a partir de este hecho la violencia se va extendiendo por borbotones, como una
mancha, por el occidente, el Tolima grande, Antioquia, el viejo Caldas y se conforman las
guerrillas de los Llanos, a las cuales según los rumores del pueblo, perteneció Bayardo San
Román. En la región en los departamentos de Bolívar, Magdalena y Guajira, se presentan
1
Los hechos más dramáticos de esta época son los 150 muertos en la masacre de Ceilán, municipio de
Bugalagrande en el Valle del Cauca, y 27 muertos en San Rafael. La matanza de la Casa Liberal en Cali. La
matanza de Belalcázar (Cauca) de 112 personas fusiladas. En 1952 se suceden los incendios de El Tiempo, El
Espectador, La Dirección Liberal Nacional y las residencias de Carlos Lleras y Alfonso López Pumarejo.
algunos episodios en la frontera con Santander, en la zonas de Achí, San Pablo y San
Onofre, que podemos clasificar como coletazos de violencia unidos además a una cultura
de ilegalidad (contrabando) y del “ honor”, ligado a sexualidad y la religión. De acuerdo a
los datos estadísticos, en el departamento de Bolívar (que incluye el municipio de Sucre en
ésa época) se registraron trescientos muertos, que equivalen al uno y medio por mil del
consolidado.
Por tanto podemos concluir que al municipio de Sucre para la época en que ocurrió
el crimen de honor podría estar llegando algún primer oleaje de temor de lucha partidista y
ecos sobre los hechos violentos sucedidos tal y como la revela la novela al mencionar
guerrillas de los Llanos y luchas para mantener el orden público en las que participó el
coronel Aponte.
En 1950, el partido liberal decretó la abstención en las elecciones con ocasión de las
matanzas de las casas liberales de Cali y Medellín, y los enfrentamientos entre los “pájaros
y chulavitas” por un lado, y bandoleros liberales por el otro. Éstos hechos llevaron al
gobierno a declarar el llamado estado de sitio permanente que le otorgaba, entre otras, la
facultad de nombrar y mantener por largos años a miembros del aparato militar al frente de
los gobiernos municipales, como es el caso del Coronel Lázaro Aponte en CMA.2
Guzmán (2007, pp. 47-61) afirma que “No existen teorías universales que no puedan
ser refutadas”. En Colombia “Hay violentos en las ciudades y en los montes” y para
trabajar el fenómeno de la violencia no debe adoptarse ni un método específico o una
combinación ecléctica de métodos, ya que no existen métodos de validez absoluta en la
investigación de un fenómeno tan complejo como la violencia en Colombia. La aplicación
de un método especialmente diseñado para analizar la violencia en CMA supera los
alcances de este trabajo, por ello nos ceñiremos a mencionar algunos aspectos de orden
socio psicológico, sociológicos, político económicos que dan buena cuenta de las tensiones
que se generan en la sociedad de CMA y que parecen ser un buen caldo de cultivo para que
explote la violencia.
2
Bajo el régimen de estado de sitio en ésa época se suspendían ciertos derechos y civiles y políticos de
oposición al gobierno.
La violencia que genera el modelo económico en CMA podemos relacionarla con el
papel dependiente de la mujer, que sin duda limita su capacidad de actuar en torno a la
realización de un libre desarrollo de la personalidad. El sistema económico que condenó a
la mujer a sufrir en el hogar para ser buena esposa, a la ablación simbólica de su propia
sexualidad, a la incompetencia productiva laboral, y a la labor de la reproducción de la
especie como desiderátum único de su existencia atenta contra el derecho de la libre
autodeterminación de las persona. Si la mujer fue condenada a ese fatalismo, hoy se es
consciente que dicha época se extinguió por lo menos a la luz de muchas legislaciones,
aunque en el campo social siga imperando y regulando las relaciones de género. Al
respecto, Silvia A. Law en su texto “Equality: The power and the limits of the law (A
review essay on Zillah R Einsenstein, feminism and sexual equality” (1984) anota:
The claim that the law should treat women and men as individuals not as members
of a sexually determined class, necessarily denies that gender differences are natural
or inmutable. Our concepts of gender, and particularly our ideas about motherhood
and sexuality, cast man as strong, woman as subservient; man as irresponsible for
family care, woman as nurturant; man as sexually aggressive, and woman as victim,
whether virgin or whore. In Simone de Beauvoir”s classic words, “One is not born,
but rather becomes, a woman” (127).
[La exigencia de que la ley debe tratar al hombre y la mujer como individuos y no
como miembros de una clase determinada por el género, niega necesariamente que
las diferencias de género sean naturales e inmutables. Nuestros conceptos de género
y particularmente nuestras ideas acerca de maternidad y sexualidad, conciben al
hombre como fuerte y a la mujer como sometida, al hombre sin responsabilidades
en el cuidado de la familia, a la mujer como nodriza, al hombre como sexualmente
agresivo y a la mujer como víctima, sea como virgen o prostituta. En las palabras
clásicas de Simone de Beauvoir: “No se nace, sino que se deviene mujer”. (La
traducción es nuestra)]
Importante resulta mencionar las minorías sociales como semilleros de violencia. En
cuanto a las minorías sobre las cuales se ejerce poder en la sociedad de CMA aparece, como
tuvimos la oportunidad de estudiarlos, se encuentra la llamada minoría de origen árabe, a
los que se refiere en forma despectiva el alcalde y la esposa del dueño de la planta eléctrica
como “turcos”. En Colombia fue común usar el término “turco” para referirse a los
inmigrantes de Siria, Líbano, Turquía, La Capadocia, Palestina, atendiendo más que a su
lugar de procedencia, a sus rasgos árabes, a su lengua y a la actividad económica ligada al
comercio con connotaciones negativas. Si bien es cierto que en la Costa Caribe hubo una
mayor receptividad, las migraciones sirio-libanesas no estuvieron exentas en Colombia de
hostilidades. De público conocimiento es conocida por ejemplo, la desleal campaña que
sufrió el candidato a la Presidencia del Partido Liberal precisamente en 1946 Gabriel
Turbay Abideynader, cuyos contradictores los conservadores y los gaitanistas atacaron con
el lema: “Turco No.” Fue un hecho notorio que los rivales políticos de Gabriel Turbay
usaron este argumento racista y despectivo, al cual Turbay respondió con las llamadas
“alambradas de garantías hostiles”.
¿Quién habla por los árabes en la novela? Realmente lo evidente es el silencio. Se les
tilda por un lado de pacíficos, laboriosos, familiares, hábiles, inteligentes, pero por otro
lado se les considera indiferentes, desintegrados, sin poder real en la comunidad, y capaces
de conspirar para linchar a los Vicario o envenenarlos en la cárcel. Paradójicamente, de los
pocos rasgos de humanidad, de perdón, olvido y misericordia que se perciben en la novela,
es el de la matrona árabe que identifica el remedio que salvará al Vicario de la
deshidratación. En CMA esta minoría no tiene voz propia a pesar de que llevaban más de 50
años establecidos en el pueblo.
Pasando a otro campo bajo el que opera la sociedad de CMA, como ya lo hemos
reseñado, el modelo económico descrito es pre-capitalista, con una economía agraria y
ganadera, representada en la producción de alimentos y ganado menor preferentemente.
Una muy incipiente red de comercio, la plaza y las tiendas, una incipiente red de servicios,
telégrafo y planta eléctrica. Los servicios estatales de justicia, policía y cárcel. Cierta
actividad social alrededor de un club. Una élite agraria de la cual era parte la familia Nasar,
a la cual llega la inversión foránea que representa San Román, alterando en cierto modo la
economía del pueblo. “nada en oro”. Paga veinte veces más el precio de la casa del viudo
Xius (máximo valía 5000 y da diez gavillas de 10.000 cada una). La fiesta termina
financiada por él, para todo el pueblo. Se da el precio de ella y Nasar dice que la de él será
mejor y costará el doble de los 9000 que gastó San Román. Nasar se ha quedado corto.
Ángela termina vendida al mejor postor. El arribismo social de la madre de Ángela es
evidente. El amor es también una mercancía en la teoría del intercambio, y además se
aprende a amar o sufrir que es el destino económico social de la división del trabajo, donde
la mujer no cuenta en la vida política, pero asume roles de labores no remuneradas que
hacen funcionar el modelo económico desde la hegemonía del hombre. Todo esto se deja
leer en el libro, sin que sea muy claro que es la intencionalidad del autor. Hay también
economía ilegal, el licor que se da es parte de contrabando, de hecho se usa además la
marca de una ginebra inglesa para aplicarla al ron cerrero (gordolobo). Es curioso que se
describa sin intencionalidad la historia de la ilegalidad del delito de contrabando para
mostrar que es más fuerte la costumbre contra legem del uso y consumo de licor no
estampillado.
El papel de la iglesia podría dar buena cuenta de otra semilla de violencia, con un
obispo ausente rodeado de españoles y un cura mercadeando con gallos y toneladas de leña,
que hacen visible el cuadro de explotación económica. Para completar el cuadro de
explotación económica mencionamos los fantasmas esclavos de Senegal del buque hundido
y los caucheros de Vichada reminiscencia de la Casa Arana. El único intelectual consciente
parcialmente del modelo en la novela, es el médico Iguarán que por ello decide ausentarse
del circo pre-capitalista, confesional que para él representa la visita del obispo. En este
mismo sentido, hay un reproche a lo que representa la autoridad de la Iglesia en el hecho de
que Ángela no acepta la idea de que la case el obispo. Éste es su primer gesto de rebeldía de
la hereje en todo este asunto. En la misma línea de explotación económica, vale la pena
anotar que la familia San Román usaba los bienes públicos como privados, el clásico
peculado. Tanto el Ford T de las mujeres con placa oficial, símbolo de la industria
norteamericana, como el General el barco oficial del Congreso Nacional en el que llega a la
boda de su hijo (¡No ha cambiado en 62 años la realidad!)
Articulando toda esta reflexión con el caso particular de Crónica de una muerte
anunciada, lo que ella denuncia, y diríamos aquí que lo hace en sentido positivo, es el
canon absurdo que se le impone a Ángela Vicario de casarse con quien no quiere, y de
llegar virgen al matrimonio. También se denuncia el canon absurdo que lleva a los Vicario,
en su propia fatalidad a asesinar a Santiago Nasar.
El orden jurídico, las normas son un elemento que también se debe tener en cuenta
para hacer un análisis de la violencia. Ya hemos explicado como el Código de 1936
generaba esa concepción absurda del honor y que por tanto convalidaba por la vía de
exclusión de la culpa, el asesinato hecho en “legítima defensa del honor”. Sin embargo
surgen varios interrogantes si tenemos en cuenta que en 1951 año en que sucede el crimen
real de Gentile, Naciones Unidas ya había aprobado la Declaración Universal de Derechos
Humanos y si bien no se había aprobado todavía El Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos de Naciones Unidas (1968), ya existía también la Carta de la Organización de
Estados Americanos que privilegiaban el derecho a la vida, ante la tragedia espantosa de
más de 100 millones de muertos en las dos guerras mundiales. Para decirlo en Derecho, ya
existía un Corpus Juris pro vida humana que no fue tenido en cuenta por los Vicario, ni por
la Justicia colombiana de ese entonces. Se dirá nuevamente que la fatalidad condena a los
Vicario a cometer el crimen. Pero ¿y la sociedad?, Se dirá que también, que ella no puede
escapar al sino de sus propios usos y costumbres. Es el famoso espíritu del pueblo de
Savigny, que tanto criticó Thibaut, que abogaba para que Alemania tuviera una ley escrita
en un Código Civil Unitario, y no la norma de la sola costumbre basada en espíritu del
pueblo. (Magris, Literatura y derecho ante la ley 2008, 71)
Las miradas sobre la violencia no deben censurar sólo las conductas violentas activas,
sino también las de omisión que encuentran explicación, mas no justificación en las
relaciones entre poder, derecho, moral, costumbre con sus incidencias positivas y negativas
en el control social de las conductas que terminan lesionando la vida y la dignidad humana
de las personas. Las manifestaciones bien sea legales, sociales, morales que impiden una
verdadera igualdad de derechos y deberes, generan espacios donde las personas son
discriminadas, por raza, por sexo, por religión, por opinión, por opciones de vida, por
preferencias culturales, sociales o políticas, por su posición económica por empleo, por
capacidad y desarrollo intelectual. La opresión, el dominio sobre el hombre es en realidad
un semillero de violencia en la sociedad.
***
Para resumir:
Primero: Las costumbres son base de las relaciones sociales obligatorias. A veces
estas costumbres se sustentan en antivalores, prejuicios y atavismos anacrónicos e
irracionales causando desenlaces trágicos en las sociedades.
Quinto: Habrá siempre una posibilidad de esperanza y salida, aún en las almas más
sumisas si éstas deciden rebelarse contra los autoritarismos de distinta índole.
Séptimo: Desde el punto de vista literario, la novela nos ha comportado distintos retos
que nos sumergieron en el debate que ella ha despertado; creemos que es una novela corta
con un manejo experto de tiempos y espacios, que la alejan de los otros géneros, sin
desconocer las influencias de éstos, pero optando por desestimar las clasificaciones
dogmáticas de periodismo, non fiction novel, policiaca y crónica, entre otros, así existan
algunos rasgos de estos géneros.
Octavo: Entendemos el debate crítico del contexto en que la novela corta fue
producida; una larga abstinencia que debía atender a exigencias de mercado editorial, pero
no por ello se debe disminuir el trabajo maestro del autor.
Noveno: El debate sigue abierto frente a las críticas de una lectura colonialista
europeísta y anglosajona de nuestra literatura latinoamericana, que no debe ser encasillada
sólo bajo moldes de realismo mágico o maravilloso, macondismo, cuando en verdad
nuestro discurso y realidad son más complejos.
Podría decirse en su favor que la novela, basada en un hecho real, se limita a describir
lo sucedido, pero si se lee Crónica dentro del contexto de obras de GGM, como La
hojarasca, Cien años de soledad, El otoño del patriarca, El amor en los tiempos del cólera
y Memorias de mis putas tristes, para citar las más relacionadas con el tema de la
prostitución, es evidente que el mensaje de aceptación con algo de compasión, en vez de
jugar positivamente frente al papel de la mujer en la sociedad, juega negativamente.
No se trata de incorporar temas de género que no eran tan visibles en las discusiones
en la época en que CMA fue escrita, pero si se acepta que esta novela corta, en la pretensión
del autor aspira a ser clásica, el deber es también leerla en un contexto atemporal de las
relaciones hombre/mujer, lo masculino /lo femenino. En este contexto más amplio, es
evidente que la mujer no encuentra lógico, ni racional, ni emocional, ni justo que tenga que
cargar con el supuesto honor del hombre ni que las liberalidades toleradas o canonizadas
para el hombre, se hagan sobre la base de actos de violencia sobre ella. La penetración no
consentida, la violencia aun en las relaciones familiares legalizadas, es inaceptable entre la
especie humana, pero también lo son, la servidumbre de la prostitución no consentida, el
tráfico de seres humanos, o cuando el mismo Estado a través de la hegemonía de la cultura
masculina decide qué es delito o qué no es delito. La aberración de seguir impidiendo que
la mujer violada pueda disponer de su propio cuerpo, que fue invadido contra su autonomía
y su dignidad humana sigue siendo injusta por más que quiera camuflarse en otro tipo de
argumentos. En este sentido las nuevas tendencias igualitarias que la Corte Constitucional
viene prohijando, son también una forma poética de reconocimiento a las precursoras que
como Ángela Vicario desafiaron cánones igualmente injustos.
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AlguienN.N. debajo de puerta.
Hubiera podido
evitar el crimen
Coautor
Confesó de
Pedro Vicario homicidio de Si. Justifican su crimen Si Si
homicidio
Nasar
Coautor
Confesó de
Pablo Vicario homicidio de Si. Justifican su crimen Si Si
homicidio
Nasar
Si. Trató de Tratá de evitarlo
Clotilde Armenta
evitarlo mandando
razones
Rumor le llega
Margot Si tarde/hubiera protegido
a
Nasar
Si.por
Cristo Bedoya minutos
pudo
salvarlo
No
Si.causa ira Inculpa a Se ratifica en su No No probado
Angela Vicario No probado.
a los Nasar: "fue mi versión/ Se libera probado dudoso
d udoso
hermanos autor" dudoso
Instigadora No volvió a hablar No
Pura Vicario Si No
de sus hijos del suceso probado.dudoso
Luisa Santiaga Si Trata de salvar a Nasar
N. N. avisa muerte a
Pudo ser No
LuisaSantiaga
102
Referencias
Si. A
Bayardo San Román Si indirectas/Acepta
regañadiente
amor.victima que se
s
supera
Magdalena Oliver Si
Propietaria pension
103
CUADRO DE PERSONAJES EN CRÓNICA DE UNA MUERTE
ANUNCIADA
Testig Delito
os cometido
Incumplimie
Personaje Presencial Presencial De oídas Falso Omisión Detrminadore
Judicial Históri Asesinat Calumn Encubrimien Peculado nto de
del de la del testimo de s
co o ia to funciones
crimen muerte crimen nio denuncia homicidio
publicas
Hermanas mayores de
Ángela
Poncio Vicario Si Muere de pena moral
Si uso del barco
Petronio San Román Si del
congreso
Complices de Dudoso.
Hermanas Bayardo Si
peculado con ford probable
Alberta Simmonds. Complices de Dudoso.
Si
Madre peculado con ford probable
Bayardo
Viudo xius Muere de pena moral
Esposa viudo xius
N.N. dos amigas Conocían que Ángela no
confidentes era
virgen
Luis enrique hermano Dice antes del crimen
Si
narrador que
Nasar murio.
Padre narrador Si
Mercedes Barcha
Faustino Santos Si
carnicero
Rogelio de la flor Si
Capacidad de
Susana Abdala
perdonar manda el
remedio a vicario
Monja
"pueblo" Si Si
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ANEXO 3
BIBLIOTECA ALFONSO BORRERO CABAL, S.J.
DESCRIPCIÓN DE LA TESIS O DEL TRABAJO DE GRADO
FORMULARIO
SUBTÍTULO, SI LO TIENE
AUTOR O AUTORES
Apellidos Completos Nombres Completos
GIRALDO ARISTIZÁBAL LILIA
NA
FACULTAD
CIENCIAS SOCIALES
PROGRAMA ACADÉMICO
Tipo de programa ( seleccione con “x” )
Pregrado Especialización Maestría Doctorado
LITERATURA
Nombre del programa académico
MAESTRÍA EN
LITERATURA
Nombres y apellidos del director del programa académico
JAIME ALEJANDRO RODRÍGUEZ
TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE:
MAGISTER EN
LITERATURA
PREMIO O DISTINCIÓN (En caso de ser LAUREADAS o tener una mención especial):
PUJ– BG Normas para la entrega de Tesis y Trabajos de grado a la Biblioteca General – Mayo de 2010
MATERIAL ACOMPAÑANTE
DURACIÓ FORMAT
TIPO CANTIDA O
N
D
(minutos) C DV Otro
D D ¿Cuál?
Vídeo
Audio
Multimedi
a
Producción
electrónica
Otro
Cuál?
DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVE EN ESPAÑOL E INGLÉS
Son los términos que definen los temas que identifican el contenido. (En caso de duda para designar estos
descriptores, se recomienda consultar con la Sección de Desarrollo de Colecciones de la Biblioteca Alfonso
Borrero Cabal S.J en el correo biblioteca@javeriana.edu.co, donde se les orientará).
ESPAÑ INGLÉS
OL
Violencia social Colombia Social violence - Colombia
Costumbre con fuerza de ley Custom with the force of law
Crimen de honor y virginidad Crimes of honor and virginity
Libertad e igualdad de la mujer Women’s freedom and equality
Crónica de una muerte anunciada Chronicle of a Death Foretold
RESUMEN DEL CONTENIDO EN ESPAÑOL E
INGLÉS
(Máximo 250 palabras - 1530 caracteres)
Resumen: Se plantea un horizonte de lectura transdiciplinar de Crónica de una muerte anunciada que además
da cuenta de la composición estética de la novela, la cual se desarrolla en la sociedad y en la cultura
representadas en la misma. El centro de atención de la lectura lo constituye la convicción que CMA es una
aproximación literaria a los fenómenos de la fuerza de ley de la costumbre del honor y su crisis como un acto
anclado en las contradicciones inherentes a las relaciones entre la vida social y vida privada. La novela está
armada sobre un crimen de honor, la versión de un cronista sobre el mismo y una historia de amor. Sobre este
trípode, con sus formas y técnicas narrativas, articuladas con las nociones de derecho y costumbre con fuerza
de ley, la lectura establece que el honor es una costumbre que opera con fuerza de ley para disfrazar una forma
de dominación del hombre sobre la mujer que comienza a percibirse como nociva para la sociedad y,
simultáneamente plantea la posibilidad de una transformación social, en la cual las relaciones humanas y los
vínculos sean menos gravosos donde la vida de las personas no dependa de la superioridad de unos sobre otros.
Abstract: A transdisciplinary reading horizon of the Chronicle of a Death Foretold by Gabriel Garcia Marquez
is proposed, providing also an account of the aesthetical composition of the novel that occurs in the society and
culture represented on it. Reading focuses on the conviction that CDF is a literary approach to phenomena
related to the force of law of the customs of honor and its crisis as an action anchored to contradictions
inherent in the relationship of social life to private life. This novel is set up around a crime of honor, a
reporter’s version of it, and a love story. On this tripod, with its narrative forms and techniques articulated with
notions of law and custom with the force of law, the reading establishes that honor is a custom that operates
with the force of law to disguise a mode of domination of women by men that starts to be perceived as harmful
to society, and simultaneously proposes a possible social transformation where human relationships and links
are less burdensome and people lives do not depend on the superiority of some above the others.