La Vida, Don de Dios - Bioetica 26
La Vida, Don de Dios - Bioetica 26
La Vida, Don de Dios - Bioetica 26
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INDICE
PROLOGO A LA 2ª EDICIÓN 9
INTRODUCCIÓN A LA BIOETICA 13
1. Nombre 13
2. Actualidad 14
3. Historia 16
4. La luz de la fe 19
2. FECUNDACIÓN ARTIFICIAL 41
3. MANIPULACIÓN GENÉTICA 65
1. Experimentación humana 65
2. Manipulación genética 67
3. Diagnóstico prenatal 71
4. Terapia genética 74
5. Investigación y experimentación sobre embriones humanos 74
6. Congelación de embriones 76
7. Eugenesia 76
8. Hibridación 78
9. Clonado y partenogénesis 79
10.Trasplantes de órganos 80
11.Manipulación cerebral 81
4
4. NEGACIONES DE LA VIDA 83
1. Anticonceptivos 84
2. Esterilización 86
3. Pena de muerte 91
4. La guerra 93
5. Huelga de hambre 95
6. Drogas 96
7. Terrorismo 97
8. Inviolabilidad de la vida humana 98
5. ABORTO 99
1. Aclaraciones preliminares 99
2. Indicaciones o motivaciones del aborto 101
a. Aborto terapéutic
b. Aborto eugenésic
c. Aborto sentiment
d. Aborto psicosoci
3. Factores que llevan al aborto 104
4. Valoración moral del aborto 106
5. Legalización del aborto 107
6. EUTANASIA 111
5
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida
del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los
dolores del parto y con el tormento de dar a luz.
Apocalipsis 12
Es también la lucha a favor del hombre, de su verdadero bien, de su salvación. ¿No quiere
decir la Biblia que precisamente en la mujer, Eva-María, la historia contrasta una
dramática lucha por cada hombre, la lucha por su fundamental sí o no a Dios y a su
designio eterno sobre el hombre?.
Mulieris Dignitatem 30
6
DOCUMENTOS
7
OBISPOS DE ALEMANIA FEDERAL, -La protection de l'anfant avant sa naisance, en
Medicina e Morale 1(1986)207-211.
-La vida del hombre y la eutanasia: 15-6-75.
-Muerte digna del hombre y muerte cristiana: 20-11-1978.
8
PROLOGO A LA 2ª EDICIÓN
9
capacidad de defensa" (EV 11). En una sociedad basada en la eficacia, "se puede hablar de
una guerra de los poderosos contra los débiles. La vida que exigiría más acogida, amor y
cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable y, por tanto,
despreciada. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su
misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados,
tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar" (EV 12).
En estos atentados contra la vida se alían "la investigación científica, preocupada
por obtener productos cada vez más simples y eficaces contra la vida", la "mentalidad
anticonceptiva, que, además de contradecir la verdad plena del acto sexual como expresión
propia del amor conyugal, crea una cultura abortista, difundiendo una mentalidad hedonista
y egoísta respecto a la sexualidad" (EV 13). "También las distintas técnicas de
reproducción artificial dan pie a nuevos atentados contra la vida, pues, además de separar
la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal, producen embriones
supernumerarios que son suprimidos o utilizados como simple material biológico...Los
diagnósticos prenatales... con frecuencia son ocasión para proponer o practicar el aborto
eugenésico" (EV 14). Amenazas no menos graves afectan también a los enfermos
incurables y a los terminales, en un contexto social y cultural, que agudiza la tentación de
resolver el problema del sufrimiento anticipando la muerte del enfermo...Encontramos una
trágica expresión de ello en la difusión de la eutanasia, encubierta y subrepticia, practicada
abiertamente o incluso legalizada" (EV 16)...
"La humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo verdaderamente alarmante, si
consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se producen los atentados contra la
vida, sino también su singular proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo
que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la
implicación de una parte del personal sanitario... En esta conjura contra la vida están
implicadas incluso Instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas
campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Finalmente, no se
puede negar que los medios de comunicación social son con frecuencia cómplices de esta
conjura, creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la
anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso
y conquista de la libertad" (EV 17).
Frente a este panorama, que describe la encíclica Evangelium vitae, es preciso,
para comprender toda su gravedad, analizar las motivaciones y las consecuencias que se
derivan de esta cultura de muerte. No para quedarnos abrumados por una sensación de
impotencia, sino para, a la luz y con la fuerza de la fe en Cristo, anunciar, celebrar y servir
al Evangelio de la vida. "El Evangelio de la vida es buena y gozosa noticia" (EV 52).
"Iluminados por este Evangelio de la vida, con agradecimiento y alegría, sentimos la
necesidad de proclamarlo y testimoniarlo por la novedad sorprendente que lo caracteriza,
señalando al mismo tiempo todas las consecuencias del mismo, que se pueden resumir así:
la vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable, y por esto, son absolutamente
inaceptables el aborto procurado y la eutanasia; la vida del hombre no sólo no debe ser
suprimida, sino que debe ser protegida con todo cuidado amoroso; la vida encuentra su
sentido en el amor recibido y dado, en cuyo horizonte hallan su plena verdad la sexualidad y
la procreación humana; en este amor incluso el sufrimiento y la muerte tienen un sentido y,
aun permaneciendo el misterio que los envuelve, pueden llegar a ser acontecimientos de
salvación; el respeto de la vida exige que la ciencia y la técnica estén siempre ordenadas al
hombre y a su desarrollo integral; toda la sociedad debe respetar, defender y promover la
dignidad de cada persona humana, en todo momento y condición de su vida" (EV 81).
Deseo, por tanto, con Juan Pablo II, "anunciar el Evangelio de la vida, esplendor de
la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que sana la mirada oscurecida, fuente
inagotable de constancia y valor para afrontar los desafíos siempre nuevos que encontramos
10
en nuestro camino" (EV 6). Quiero contribuir a sostener "a la familia, para que también hoy
-aun en medio de numerosas dificultades y de graves amenazas- ella se mantenga siempre,
según el designio de Dios, como santuario de la vida...". "Espero ofrecer a nuestro mundo
nuevos signos de esperanza..., para que se afiance un nueva cultura de la vida humana, para
la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor" (EV 6).
11
INTRODUCCIÓN
1. NOMBRE
1
Cfr .H. KIEFFER, Bioética, Madrid 1983; L. WALTERS (Ed.), Bibliography of bioethics, 7 vol., Nueva
York 1975-1983;D. GARCIA, Fundamentos de bioética, Madrid 1988;A.C. VARGA, Bioética. Principales
problemas, Bogotá 1988.
2
Cfr. E. BONE, Bioéthique: nouveau chapitre d'une morale du XXI siècle, Foi et Temps 1984,p.249; J.
F.MALHERBE, Ethique et génétique, Louvain 1983.
3
Cfr. G.THIBON, Scientismo e fiducia, en VARIOS, Che cosa attendete dal malato, Brescia 1957.
13
humana en el área de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que dicha
conducta es examinada a la luz de los valores y de los principios morales".4
2. ACTUALIDAD
4
Enciclopedia de Bioética, Nueva York 1978, p.XIX.
14
Este proceso crea una espiral, por donde se mueven ciertos científicos,
experimentadores sin escrúpulos que buscan mostrar sus habilidades demiúrgicas, que
pueden llevar a la humanidad a un precipicio de consecuencias insospechadas. Por ello, ante
los descubrimientos sorprendentes que cada mañana nos ofrece la prensa, surge con fuerza
por todas partes una sensibilidad ética cada día más viva y alarmante. Son, por otra parte,
los mismos científicos y técnicos, quienes, en su mayoría, solicitan la constitución y la
actividad de Comités Eticos, preocupados ante los problemas inéditos y de enorme
significado para la humanidad entera, surgidos por los rápidos avances de las ciencias
biológicas y médicas. ¿Puede hacerse éticamente todo lo que puede hacerse técnicamente?
La ciencia reclama la ayuda de la conciencia, la técnica implora a la ética.
De aquí la actualidad de la bioética. Como escribe Arturo Falaschi, miembro del
Instituto de Bioquímica y Genética de la Universidad de Pavía: "Sí, es cierto, nos hallamos
en un momento mágico para los investigadores. Hay un continuo aumento de datos y, al
mismo tiempo, empiezan a concretizarse notables aplicaciones productivas. En suma, a sólo
treinta años del descubrimiento del DNA, la biología molecular comienza de verdad a dar
sus frutos. Un día quizás se podrá intervenir sobre las células somáticas humanas para
introducir el gene justo, capaz de producir la proteína que falta, reparando así la avería
natural. Pero este proceso no es nada simple. Aún no sabemos de qué modo el nuevo gene,
al entrar en la célula, conmoverá el DNA: su proceso es en gran parte indeterminado y
casual. Y en cuanto a las células germinales el proceso es aún más delicado. En las
intervenciones sobre los animales es posible deshacerse de los productos equivocados. Pero
con el hombre, según mi parecer, corremos el riesgo de crear más sufrimientos de los que se
puedan eliminar".
La bioética tiene como tarea iluminar los problemas angustiantes en este campo de
suma actualidad. El científico y el hombre de la calle se preguntan hoy: ¿Con qué criterios
se orienta la evolución humana? ¿Qué modelo de hombre informa los intentos biológicos
para el hombre futuro? ¿Tiene derecho el científico actual a determinar el futuro biológico
de las generaciones futuras? ¿El hombre seguirá siendo hombre? La ciencia necesita
urgentemente aliarse con la sabiduría si no quiere perderse en un laberinto sin salida.5
3. HISTORIA DE LA BIOETICA
6
Cfr.S. SPINSANTI, Documenti di deontologia e etica medica, Roma 1985.
15
consecuencia de la guerra misma, se descubren los antibióticos y se perfecciona
grandemente la cirugía. En 1952 Pincus pone en el mercado los contraceptivos químicos,
que determinan un cambio radical en el ejercicio de la sexualidad...En 1954 aparece, con su
compleja tecnología, la reanimación, que permite mantener en vida a personas que de otro
modo hubieran muerto irremediablemente. En 1959 nace en Bélgica el primer niño
concebido por inseminación artificial. Y en 1978 comienza un capítulo nuevo para la
humanidad.
A finales de julio de 1978 daba la vuelta al mundo la noticia del nacimiento de la
"primera niña probeta": Louse Brown, cuya concepción no tuvo lugar en el seno de su
madre, sino en el laboratorio de los doctores Edwards y Steptoe, biólogo y médico ingleses.
Los padres de Louse no podían tener descendencia a causa de la obstrucción de trompas de
la mujer. Edwards y Steptoe recogieron el óvulo en un ciclo regular de la madre mediante
precisas mediciones hormonales. Disponían, por tanto de un único óvulo, y posteriormente,
de un único embrión para ser trasferido al organismo materno. La técnica FIVTE fue
presentada inicialmente como una terapia de la esterilidad por oclusión de trompas.
Pero meses más tarde, la técnica se modifica. Se procede previamente a una
estimulación del ovario para, de esta forma, poder recoger simultáneamente varios ovocitos
próximos a su maduración. De esta forma, la técnica ahora utilizada permite disponer, al
mismo tiempo, de varios óvulos, que se ponen en contacto con los espermatozoides,
pudiéndose obtener simultáneamente varios embriones. Desde el punto de vista médico, la
inducción de esa multiovulación es sumamente ventajosa, ya que permite disponer de varios
óvulos, y embriones luego, haciendo frecuentemente innecesaria la repetición de la parte
más compleja, costosa y peligrosa de toda la técnica: la recogida de los ovocitos del interior
de la cavidad abdominal de la mujer mediante laparoscopia.
A comienzos de 1984 se anuncia, casi simultáneamente, el nacimiento de dos niños
en los que la madre, que los da a luz, no es la madre genética, es decir, la que les ha
trasmitido sus factores hereditarios. Por primera vez en la historia humana no se da
coincidencia entre maternidad de gestación y maternidad genética.
En el primer caso, en la Universidad de Melbourne, en Australia, la pareja era
estéril por oclusión de trompas de la mujer. Se sometieron a la FIVTE, obteniéndose tres
embriones. Dos de ellos fueron transferidos inmediatamente a la esposa. El tercero fue
donado a otra pareja en la que la mujer era estéril como consecuencia de una menopausia
precoz, por lo que su ovario había dejado de ovular definitivamente. El proceso embrionario
se interrumpió en la primera pareja, padres genéticos, mientras que tuvo éxito en la segunda,
donde el esposo no intervino para nada y la madre era sólo madre de gestación, mas no
genética...El segundo caso se realizó en la Universidad de California (Los Angeles). Se
trataba de una pareja en la que la mujer era estéril por causas ováricas. Su marido inseminó
artificialmente a otra mujer. Posteriormente se procedió a un lavado uterino de esta mujer,
extrayéndole el embrión aún no implantado. Este embrión fue transferido a la esposa
previamente preparada para el embarazo. A los nueve meses nacía un niño que, desde el
punto de vista genético, no era hijo de la esposa, sino de la otra mujer inseminada por el
marido.
Pocos meses más tarde viene al mundo una segunda famosa "niña probeta", que fue
calificada en los medios periodísticos como "la niña probeta congelada". En efecto,
mediante la FIV se obtuvieron en una pareja estéril por obstrucción tubárica cinco
embriones. Tres de ellos fueron transferidos inmediatamente, mientras que los otros dos
restantes fueron congelados a la temperatura de -196 grados. Al fracasar el embarazo con
los tres primeros embriones, se recurrió a la descongelación, dos meses más tarde, de los
dos embriones previamente congelados, que fueron transferidos al útero de la mujer. Uno de
ellos se implantó y completó los nueve meses de desarrollo embrionario. De este modo se
abría la posibilidad de congelación-descongelación de embriones humanos y se disponía así
16
de ellos para una utilización posterior por la misma mujer, para donación a otra pareja e
incluso para la venta.
En junio de 1984 -seis años después del nacimiento de Louise Brown- nace en
España la primera niña probeta: Victoria Ana Perea, en el Instituto Dexeus de Barcelona.
En el mismo verano se hacen públicos otros dos casos, que encuentran amplio eco
en la prensa (cada paso es precedido de quién sabe cuantos intentos que quedan en el
olvido). Se trata en primer lugar de la francesa Coryne Parpalaix, cuyo marido antes de
morir deja su semen en un banco de semen. Coryne, fallecido su esposo, reclama su semen
para ser inseminada artificialmente con él. La dirección del banco se niega a la inseminación
post-mortem. Pero Coryne acude a los tribunales, que le dan la razón en contra de la
decisión del banco.
Por la misma fecha se conoce el segundo caso. Se trata del matrimonio Ríos,
chilenos supermillonarios, residentes en California. Durante un tratamiento de esterilidad
habían dejado dos embriones congelados en Australia. Los dos mueren en accidente aéreo.
Los embriones "huérfanos" suscitan problemas y discusiones éticas y jurídicas
interminables, en los que inciden importantes intereses económicos.
El 28 de febrero de 1989, bajo la técnica del doctor Juan Coyotupa Vega, nace
Victoria, la primera niña-probeta del Perú.
A finales de 1984 se plantea el problema de la maternidad de alquiler. Se habla de
la existencia de agencias en Estados Unidos, que sirven de mediación para que parejas
estériles puedan tener descendencia mediante el recurso a la maternidad subrogada o
sustitutiva y a través de una importante suma de dinero.
En 1985 nace en España el primer niño concebido en Europa mediante la técnica
TIG (transferencia intratubárica de gametos). Una vez conseguidos los ovocitos, se
depositan junto con los espermatozoides en las trompas. Se trata de una técnica paralela a la
FIVTE, con la diferencia de que la fecundación no acontece in vitro, en el laboratorio, sino
en vivo, en las trompas, en donde tiene lugar según el proceso natural de la fecundación
humana.
Según la ley española sobre técnicas de reproducción asistida del 22 de
noviembre de 1988, para esa fecha habían nacido en España unos 2000 niños mediante la
inseminación artificial y unos 50 mediante la FIVTE.
Entre las posibilidades, algunas ya realizadas y otras en vías de realizarse en el
futuro, cabe señalar:
-La elección de sexo. A pesar de que a lo largo de la historia muchas mujeres
fueron repudiadas por sus maridos, acusadas de no darles descendencia masculina, sin
embargo hoy se sabe que la determinación biológica del sexo de los hijos depende del
varón. Todos los óvulos de la mujer son idénticos y todos ellos portadores del cromosoma
X. En cambio, el varón produce dos tipos de espermatozoides: los portadores del
cromosoma X, destinados a engendrar una niña, y los que llevan el cromosoma Y, que darán
origen a un varón. Pues bien, mediante centrifugación, es posible separar ambos tipos de
espermatozoides, haciendo de esta forma posible la selección del sexo de la descendencia.
-La partenogénesis. Mediante la fusión del óvulo con un corpúsculo polar se logra
que surja un embrión con exactamente los mismos factores genéticos de la madre. El hijo es
engendrado partenogésicamente, es decir, sin aportación masculina.
-Inducción a la gemelación. En el embrión de pocas células, cada una de ellas es
aún totipotente, es decir, capaz por sí sola de originar un ser completo. Con la división
pueden obtenerse varios individuos genéticamente idénticos.
-El clonado -cloning, en inglés, que los autores traducen por clonado, clonación o
clonaje; en realidad la palabra viene del griego klon=esqueje-. El clonado ya se ha
conseguido con ciertos animales. Se trata de tomar el óvulo de una mujer y sustituir en él su
17
núcleo por el de otra célula del cuerpo. El individuo que nace tendría los mismos factores
genéticos que aquel de quien se tomó el núcleo de la célula somática. El desarrollo y la
aplicación de esta técnica a la especie humana podría llevar a la producción de centenares o
millares de copias, genéticamente idénticas, de un mismo individuo. Se ha especulado con
la posibilidad de producir múltiples copias de personalidades tan distintas como A. Hitler,
A. Einstein o Marylin Monroe.
-La hibridación entre distintas especies. El desarrollo de las técnicas DNA-
recombinante está haciendo posible que las barreras biológicas, que separaban las distintas
especies, comiencen a desvanecerse. Quizás el ejemplo más ilustrativo es el actual intento
de crear plantas híbridas que produzcan bajo tierra patatas y sobre tierra tomates. Pero se
habla ya de la posibilidad de hibridación entre nuestra especie y el chimpancé. Se ha
afirmado que de esta forma podría crearse una especie de subraza humana que sirviera de
mano de obra barata o fuese utilizada para trabajos o investigaciones especialmente
arriesgadas. La casi totalidad de las legislaciones prohíbe estos intentos. Pero cuando algo se
prohíbe es porque ya se hace o se intenta hacer. Que yo sepa aún ninguna legislación
prohíbe robar o apagar estrellas.
La ciencia está comenzando a manipular el material genético de los seres vivos y se
comienza a vislumbrar la posibilidad de modificar o sustituir los factores genéticos de
nuestra especie. Se habla en "El proyecto Genoma humano" de cambiar los genes
responsables de ciertas enfermedades...Pero, dando un paso adelante, podría pensarse en la
programación del futuro individuo humano (?) mediante la introducción en su genoma de
factores genéticos considerados positivos para el desarrollo físico o psíquico del hombre.
Ante el creciente número de aberraciones como la creación de bancos de semen,
bancos de embriones, donadores de esperma, úteros de alquiler, embriones ya huérfanos,
hijos de donadores ya muertos, posibilidad de matrimonios incestuosos entre donadores de
semen y sus hijas de origen desconocido, posibilidad de procreación de parejas de
homosexuales..., la ciencia navega en el reino de lo técnicamente posible sin brújula de
orientación ética y humana. Con razón algunos científicos están alarmados y se retiran
del campo de experimentación humana. El doctor Shafiro quedó profundamente preocupado
al conseguir aislar el primer gen. Fue consciente de que se trataba de un hecho equiparable
al logro de la fisión del átomo por Becquerel, que tan dramáticas consecuencias acabó
teniendo en la historia de la humanidad. Para concluir esta rápida incursión histórica,
merece la pena mencionar el caso de J. Testart, "padre científico" de los primeros niños
probetas franceses y que ha decidido retirarse de esta investigación, asustado por las
consecuencias que podrían surgir de ella. Esta es su declaración, hecha pública en los
medios de comunicación: "Yo, Jacques Testart, investigador en el campo de la procreática,
he decidido acabar de una vez con esta carrera enloquecida hacia la novedad científica".
4. LA LUZ DE LA FE
7
SANTO TOMAS, I-II,1,3.
18
totalidad, unidad y profundidad de sus valores. O mejor aún, el objeto de la ética, más que
los valores del hombre, es el hombre mismo, es decir, el hombre en cuanto hombre.
El hombre es un ser que lleva inscrita, en su más íntima estructura -en el
dinamismo interior y en su finalidad esencial- una verdad, un significado (logos), que le
descubre su misma razón (recta ratio) y cuya salvaguardia es encomendada a su libertad.
Racional y libre, el hombre es responsable ante la verdad de su mismo ser. El hombre está
llamado a conocer, amar y realizar como hombre su ser humano:
La vida lleva escrita en sí misma de un modo indeleble su verdad. El hombre, acogiendo el don de
Dios, debe comprometerse a mantener la vida en esta verdad, que le es esencial. Distanciarse de ella
equivale a condenarse a sí mismo a la falta de sentido y a la infelicidad (EV 48).
Es de suma importancia redescubrir el nexo inseparable entre vida y libertad. Son bienes
inseparables: donde se viola uno, el otro acaba también por ser violado. No hay libertad verdadera
donde no se acoge y ama la vida; y no hay vida plena sino en la libertad... No menos decisivo es el
descubrimiento del vínculo constitutivo entre libertad y verdad. Separar la libertad de la verdad
objetiva hace imposible fundamentar los derechos de la persona sobre una sólida base (EV 96). 8
La norma moral no es otra cosa que la fidelidad del hombre al vínculo que el logos
o verdad del hombre crea dentro de su libertad, es decir, la fidelidad del hombre a su ser de
hombre. Seguir la norma moral es expresar en las decisiones y en los actos la verdad del
propio ser. Es la coherencia del hombre con su verdad. ¿Pero cuál es esta verdad del
hombre, cuál es su logos? Comparado con los demás seres creados, el hombre es un ser
personal, es persona, es decir, "la única criatura en la tierra que Dios ha querido por sí
misma y que no puede encontrar su propia plenitud si no es en el don sincero de sí mismo a
los demás" (GS 24).
El médico, que actúa sobre un paciente, debe conocer bien la anatomía, la fisiología,
la patología del órgano enfermo, pero nunca puede olvidar que está actuando sobre una
persona humana, que ha de ser valorada por sí misma. Lo mismo vale en relación a la
procreación humana, que da origen a una persona; se puede describir su proceso biológico,
en el que la anatomía y fisiología del organismo sexual expresan toda su causalidad con sus
recursos bioquímicos, neurológicos, endocrinos, etc, pero no se puede olvidar nunca que se
trata de un acto interpersonal, del que forman parte el afecto, la libertad, la responsabilidad,
la comunión de las personas y la cooperación con Dios, de quien procede y participa toda
paternidad humana.
No comprende un cuadro de Rafael quien se limita a estudiar la clase de tela usada,
la composición química de los colores, la fecha y el costo de la pintura, sin interesarse por lo
que Rafael quiso expresar y el arte con que lo logró.
La reducción de la antropología a la biología, de la biología a la química y de la
química a la física -si puede ser válida para una investigación parcial y sectorial-, no es
válida para la compresión global de la persona y de la vida humana. El hombre se distingue
de los minerales, de los vegetales y de los animales no sólo por el número de cromosomas o
por su morfología. Aunque el médico entre en contacto directo con la corporeidad del
hombre, no se puede nunca hacer abstracción de la libertad singular de la persona, de su
relación con la comunidad humana y de su relación con la sociedad.9
La racionalidad humana sería el postulado fundamental de la bioética. Pero
formulado así se corre el riesgo de sobrevalorar la razón humana, según un rousonismo
8
Cfr toda la encíclica Veritatis Splendor.
9
J.ECCLES.-D.ROBINSON, La meraviglia di essere uomo, Roma 1985;V.MARCOZZI, Però l'uomo é
diverso, Milano 1981;L. VILLA, Parliamo della vita umana, Medicina e Morale 3(1981)392-402;E.SGRECCIA,
Reduzionismo in medicina, Medicina e Morale 1(1985)3-9; B. LAMOTTE, Le réductionisme: methode ou
idéologie, Lumière et vie 172(1985)5-18. Esta reducción criticada es la que hace J. MONOD en su difundida
obra Le hasard et la nécessité o también J.P. CHANGEUX, en L'homme neuronal.
19
ingenuo. Como dice M. Vidal "existen tantos paradigmas de racionalidad ética cuantas son
las teorías filosóficas sobre la moralidad".10 En la aplicación a la bioética se dan los
paradigmas: consecuencista o utilitarista, que mide la moralidad por los resultados o
utilidad de la acción; evolucionista, que hace coincidir la moralidad con la superación de la
debilidad y la potenciación de la fuerza física y psíquica; el paradigma kantiano del orden
previo e independiente a las consecuencias de la acción; el paradigma de la libertad
absoluta, que declara lícito y bueno todo lo que el hombre hace libremente: "lo quiero,
luego es bueno"; el paradigma sociológico o estadístico, en el que el dato es tomado como
valor, lo que es es lo que debe ser; el paradigma científico tecnológico, que identifica la
posibilidad técnica con la bondad de la acción: lo que se puede hacer es bueno hacerlo...
La verdad es que la razón humana está ofuscada por la curiosidad científica, por la
arrogancia técnica, por el interés económico, por manipulaciones políticas e ideológicas,
por las modas que imponen los medios masivos de comunicación. De aquí que la
racionalidad caiga con frecuencia en pura irracionalidad. No todo progreso científico o
técnico es progreso humano. La bioética abandonada a la racionalidad humana fluctúa entre
la manipulación y la humanización, sin poseer los criterios claros para discernir entre una
y otra.11
Esta ambigüedad se manifiesta patentemente en la sociedad actual en relación al
valor de la vida. Por una parte se afirma el valor inalienable de la vida en declaraciones
continuas y, por otro lado, de hecho la vida humana es despreciada, violada y destruida
impasiblemente. Indice de tal ambigüedad es la contraria y simultánea reacción moral y
jurídica ante el aborto y la pena de muerte. "La conciencia ética de la humanidad no ha
logrado que el hombre actual destierre de su horizonte la muerte en cuanto realidad
impuesta y manipulada por el mismo hombre. Son patentes las agresiones al valor de la vida
humana: suicidios, más o menos justificados; homicidios, impuestos por uno u otro motivo;
muertes legales (desaparecidos, pena de muerte); abortos, eutanasia positiva, con la
afirmación del pretendido derecho a elegir libremente la propia muerte; guerras; secuestros,
torturas...El hombre actual, aún el más civilizado, no ha llegado a la plena concienciación
con respecto al valor de la vida humana. Alcanza tales límites su inconsciencia que hasta
hace objeto de contemplación y de diversión (cine, TV, etc) el que un hombre quite la vida a
otro".12
La razón humana, abandonada a sus luces, en su pretensión de escalar la montaña de
la vida, cargada con la enorme piedra de condicionamientos individuales, culturales y
sociales rueda siempre por la misma pendiente. El pecado, cuyo salario es la muerte, vence
todas las pretensiones del hombre de salvarse por sí mismo. La montaña de la muerte sólo se
vence saltando con la pértiga de la cruz de Cristo, vencedor de la muerte en su resurrección:
El está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya
que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural
manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en
el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida
humana. Un proceso que es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que
alcanzará su plena realización en la eternidad (EV 2).
El significado humano de la vida, del amor, de la sexualidad, del matrimonio y de la
familia no pueden quedar a merced de una ética meramente racional, que cambia con cada
nueva ideología. Es preciso que la bioética se inspire y nutra -además de todas las
aportaciones racionales- en una sabiduría más rica, que libere a la ciencia y a la técnica de
10
M. VIDAL, Bioética. Estudios de Bioética racional, Madrid 1989, p.19.
11
E. SGRECCIA, Il progresso scientifico-tecnologico di fronte all'etica, Medicina e Morale 4(1983)335-342;
J. LADRIERE, I rischi della razionalità, Torino 1978.
12
M. VIDAL, o.c.,p.28.
20
la idolatría de un progreso finalizado en sí mismo, haciéndolas auténticamente humanas,
puestas al servicio de la persona.
Como afirman los obispos españoles en su documento La verdad os hará libres:
Por parte de los católicos sería un error de graves consecuencias recortar, so capa de pluralismo o
tolerancia, la moral cristiana diluyéndola en el marco de una hipotética "ética civil", basada en valores
y normas "consensuados" por ser los dominantes en un determinado momento histórico. La sola
aceptación de unos "mínimos" morales equivaldría sin remedio a entronizar la razón moral vigente,
precaria y provisional, en criterio de verdad. Pero la moral del Evangelio no puede renunciar a su
original novedad, escándalo para unos y locura para otros (Cfr 1Cor 1,23).(n. 51).
El riesgo a que está hoy expuesto el hombre, con los diversos experimentos
técnicos, es el de caer en la tecnificación del ser humano. Se da una tendencia cada vez
más radical a la cosificación del hombre, náufrago en el gran mar de la producción-
consumo y de la civilización manipuladora del hombre. Con palabras de Juan Pablo II:
Uno de los riesgos más graves, a que está expuesta nuestra generación, es el divorcio entre ciencia y
moral, entre las posibilidades que ofrece una tecnología proyectada a metas cada vez más
sorprendentes y las normas éticas que emanan de una naturaleza cada día más descuidada...Por ello, es
necesario que todas las personas responsables coincidamos en afirmar la prioridad de la ética sobre la
técnica, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia...Sólo
con esta condición -repudiando una cultura que cosifica al hombre y asumiendo una cultura que le
ama, le sirve y le exalta en su verdad integral, con su incomparable dignidad de persona hecha a
imagen y semejanza de Dios-, sólo con esta condición, el progreso científico, que nos entusiasma en
tantos aspectos, no se trasformará en una especie de Moloth moderno que devora a sus incautos
seguidores.13
Juan Pablo II en este discurso es fiel intérprete del Concilio Vaticano II, que nos
dice cómo "la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe
perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a
la búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio
de lo visible hacia lo invisible". (GS 15). Y añade:
Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para humanizar todos los
nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no se forman
hombres más instruidos en esta sabiduría...Con el don del Espíritu Santo, el hombre llega por la fe a
contemplar y saborear el misterio del plan divino.
Para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones
que respondan a los principales problemas de nuestra época, la Iglesia se dirige a todos los
hombres, ofreciéndoles la "luz de Cristo, imagen de Dios invisible y primogénito de toda la
creación":
El pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del
Señor, que llena el universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los
cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los
planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la vocación
integral del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas.(GS 11).
La opción incondicional en favor de la vida alcanza plenamente su significado... cuando nace, viene
plasmada y es alimentada por la fe en Cristo (EV 28).
Convencido de que "la fe ilumina todo con nueva luz y manifiesta el plan de Dios
sobre la vocación integral del hombre", buscaré a la luz de la fe "las soluciones plenamente
humanas" a los interrogantes que hoy se nos plantean en la bioética, acogiendo la
invitación de la Congregación para la doctrina de la Fe en su Instrucción Donum vitae,
sobre el respeto de la vida humana por nacer y la dignidad de la procreación, que en
particular:
dirige una confiada y alentadora invitación a los teólogos y sobre todo a los moralistas, para que
profundicen y hagan más accesible a los fieles las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, a la luz de
una concepción antropológicamente correcta de la sexualidad y del matrimonio y en el contexto del
13
Discurso a los participantes al Convenio Médico Internacional sobre "Diagnóstico prenatal y tratamiento
quirúrgico de las malformaciones congénitas", el 3 de diciembre de 1982.
21
necesario enfoque interdisciplinar. De este modo se comprenderán cada vez mejor las razones y el
valor de estas enseñanzas: defendiendo al hombre contra los excesos de su mismo poder, la Iglesia de
Dios le recuerda los títulos de su verdadera nobleza. Sólo de este modo se podrá asegurar a la
humanidad del mañana, la posibilidad de vivir y amar con la dignidad y la libertad que nacen del
respeto de la verdad.
A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la tarea de poner de relieve las
razones antropológicas que fundamentan y sostienen el respeto de cada vida humana. De este modo,
haciendo resplandecer la novedad original del Evangelio de la vida, podremos ayudar a todos a
descubrir, también a la luz de la razón y de la experiencia, cómo el mensaje cristiano ilumina
plenamente el hombre y el significado de su ser y de su existencia (EV 82).
22
científico no es conocimiento del ser humano. La ciencia no podrá responder nunca, con sus
experimentos de laboratorio, a la pregunta existencial, que acompaña al hombre desde sus
orígenes: ¿Qué es el hombre?
Con el moralista italiano, experto en el campo de la bioética, E. Sgreccia, podemos
afirmar: "La bioética deberá ser una ética racional que, a partir de la descripción del dato
científico, biológico y médico, examine racionalmente la licitud de la intervención del
hombre sobre el hombre. Esta reflexión ética tiene como polo inmediato de referencia la
persona humana y su valor trascendente, con su referencia a Dios como Valor Absoluto".14
Cuando decimos que el hombre es una persona queremos decir que él no es sólo un
trozo de materia, como lo es el átomo, una espiga de trigo, una mosca o un elefante. El
hombre es esto, pero no como los demás. El hombre es eso y mucho más. Con su
inteligencia y voluntad se conduce a sí mismo; existe no sólo físicamente; su existir es
mucho más rico y elevado. Su existencia espiritual, manifestada en el conocimiento y en el
amor, le eleva por encima de los demás seres de la creación. El hombre es en sí un
microcosmos y no sólo una parte del universo; sino que en él se comprende todo el
universo. El amor, con el que el hombre se abre a otras personas, que están como él dotadas
de la capacidad de amar, le diferencia de todos los demás seres. "La persona humana, por
muy dependiente que sea de los más insignificantes accidentes de la materia, existe por la
existencia propia de su alma que supera la materia, el tiempo y la muerte. El espíritu es la
raíz de su personalidad".15
Como reconoce el Concilio Vaticano II, en general todos los juristas, filósofos y
teólogos interesados en el campo ético coinciden en afirmar que el criterio de la moralidad
debe ser el hombre en cuanto hombre. Pero, ¿quién es el hombre?. Este es el interrogante
fundamental para que la bioética pueda responder válidamente a su cometido. Leamos el
texto conciliar:
Creyentes y no creyentes están en general de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben
ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos. ¿Pero qué es el hombre? Muchas son
las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias.
Exaltándose a sí mismo como norma absoluta o despreciándose hasta la desesperación, terminando de
este modo en la duda y en la angustia (GS 12).
La Iglesia, aleccionada por la revelación divina, como maestra y madre, ofrece a los
hombres su visión del hombre, para iluminar sus dudas y liberarlos de su angustia.16
La revelación cristiana nos ilumina el ser del hombre como persona singular, única
e intangible. El hombre, creado por Dios a su imagen, en cuanto persona singular es
irreductible a todo. Cada persona significa una radical novedad. Cada persona en cuanto
persona es creada de la nada, no es fruto de ninguna otra cosa, pues no puede reducirse a
ninguna otra realidad. La realidad psico-física del hijo -cuerpo, funciones biológicas,
psiquismo, carácter, etc- se deriva de la de sus padres, y, en este sentido, es reductible a ella.
Su realidad psico-física, sí; pero su persona, no. Es decir, "lo que" el hijo es, sí tiene su
génesis en los padres; pero no "quién" es. El hijo, que es y dice yo, es absolutamente
irreductible al yo del padre o al yo de la madre, igualmente irreductibles entre sí. El yo es
único, singular e intransferible. Decir yo es formar una oposición polar con toda otra
14
E. SGRECCIA, Manuale di Bioética, Milano 1989, p.42.
15
Cfr. J. MARITAIN, Ragione e Ragioni, Milán 1982.
16
Cfr EV 78-80.
24
realidad posible o imaginable, y esa polaridad, en forma bilateralmente personal, es
precisamente la dualidad yo-tú.17
De aquí la repetida afirmación del Vaticano II: "El hombre es la única criatura
terrestre a la que Dios ha querido por sí misma" (GS 24). La Encarnación del Hijo de Dios
es el testimonio supremo de la dignidad de cada hombre para la fe cristiana.18 El Hijo de
Dios, encarnado en el seno de una mujer, es la afirmación más radical del valor único de
todo hombre, como expresaba Juan Pablo II en su Primer radiomensaje de Navidad al
mundo:
Si celebramos tan solemnemente el Nacimiento de Jesús, es para testimoniar que todo hombre es
alguien, único e irrepetible. Si las estadísticas humanas, los sistemas políticos, económicos y sociales,
las simples posibilidades humanas no logran asegurar al hombre el que pueda nacer, existir y trabajar
como único e irrepetible, entonces todo eso se lo asegura Dios. Para El y ante El, el hombre es siempre
único e irrepetible; alguien eternamente ideado y llamado por su propio nombre. 19
Es lo que, volcando su experiencia personal, apenas elegido Papa, comunicó a todos
los "hombres de buena voluntad", en su primera encíclica, documento programático de todo
su pontificado:
El hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está
privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo
hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor revela plenamente
el hombre al mismo hombre. Tal es la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta
dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad.
En el misterio de la Redención el hombre es confirmado y en cierto modo es nuevamente creado. ¡El
es creado de nuevo!...El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente
según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso
aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su
vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en El con todo su ser, debe
apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí
mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino
también de profunda maravilla de sí mismo.¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si
ha merecido tener tan grande Redentor (Himno Exsultet de la Vigilia Pascual), si Dios ha dado a
su Hijo, a fin de que él, el hombre, no muera, sino que tenga la vida eterna (Jn 3,16)! (RH 10).20
El hombre, pues, como persona es el único criterio moral capaz de dar una respuesta
auténtica a todos los problemas éticos y, en concreto, a los problemas que se plantean a la
bioética. Si se pierde de vista este criterio se destruye al hombre y, con él, se hunde la
misma sociedad. "Todo agravio a la persona es una lesión a la sociedad en su raíz y en su
vértice, pues la sociedad nace de la persona y en función de la persona".21
17
Cfr. J. MARIS, Antropología metafísica, Madrid 1983,p.77; J.L. RUIZ DE LA PEÑA, Anthropologie et
tentation biologiste, Communio 6(1984)66-79.
18
Cfr EV 29ss.
19
AAS 71(1979)66.
20
Cfr EV 37s.
21
.D. TETTAMANZI, Bioética. Nuove sfide per l'uomo, Casale Monferrato 1987; A.HORTAL.-R. AGUIRRE,
La vida y el Estado, Madrid 1985.
25
psíquicos, como en los locos o dementes; pero el hombre civilizado se diferencia del bárbaro porque
respeta esa personalidad cubierta con semejante envoltura. Puede hallarse también escondida, como en
el embrión, pero ya existe con pleno derecho. La personalidad da al hombre su dignidad; le distingue
de las cosas y le hace un sujeto. Una cosa tiene consistencia, pero no le pertenece; produce un efecto,
pero no tiene responsabilidad; tiene valor, pero no dignidad.
Se trata a algo como cosa cuando se lo posee, se lo usa y se termina por destruirlo, es decir, tratándose
de seres vivos, se les mata. Prohibir matar al hombre representa la culminación de la prohibición de
tratarlo como cosa... El respeto del hombre en cuanto persona es una exigencia que no admite
discusión alguna: de ella dependen la dignidad, el bienestar y la misma existencia de la humanidad.
Poner en duda esta exigencia es caer en la barbarie. Es imposible hacerse una idea de las amenazas,
para la vida y el alma del hombre, si, privado del baluarte de este respeto, el hombre queda a merced
del Estado moderno y de su técnica.22
La persona es siempre un sujeto. No puede nunca ser tratada como algo, sino que ha
de ser siempre considerada como un alguien. De aquí, como conclusión general de todo lo
anterior, el primer criterio que iluminará todos los temas concretos que expondré en los
siguientes capítulos, sería: "Es bueno todo lo que custodia, defiende, sana y promueve al
hombre en cuanto persona; es malo todo lo que le amenaza, hiere, ofende, instrumentaliza o
elimina".23 O mejor dicho, con palabras de la FC:
En la construcción de un nuevo humanismo, la ciencia y sus aplicaciones técnicas ofrecen nuevas e
inmensas posibilidades. Sin embargo, la ciencia, como consecuencia de las opciones políticas que
deciden su dirección de investigación y sus aplicaciones, se usa a menudo contra su significado
original: la promoción de la persona humana.
Se hace, pues, necesario recuperar por parte de todos la conciencia de la primacía de los valores
morales de la persona humana en cuanto tal. Volver a comprender el sentido último de la vida y de sus
valores fundamentales es el gran e importante cometido que se impone hoy día para la renovación de
la sociedad. Sólo la conciencia de la primacía de éstos permite un uso de las inmensas posibilidades,
puestas en manos del hombre por la ciencia; un uso verdaderamente orientado como fin a la promoción
de la persona humana en toda su verdad, en su libertad y dignidad. La ciencia está llamada a ser aliada
de la sabiduría. "Nuestra época -como dijo ya el Vaticano II-, más que ninguna otra, tiene necesidad de
esta sabiduría para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del
mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos en esta sabiduría" (GS 15)...Es esta una
exigencia prioritaria e irrenunciable (FC 8).
2. CORPOREIDAD
22
R. GUARDINI, Il diritto alla vita prima della nascita, Vicenza 1985, p.19-21.
23
D. TETTAMANZI, o.c., p.35.
26
efectos del juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual, exenta de toda
normatividad ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta a la conciencia del
Yo, más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de aquel pasatiempo inofensivo. La frívola
trivialización de lo sexual es trivialización de la persona misma, a la que se humilla muchas veces
reduciéndola a la condición de objeto de utilización erótica; y la comercialización y explotación del
sexo o su abusivo empleo como reclamo publicitario, son formas nuevas de degradación de la dignidad
de la persona humana (La verdad os hará libres 19).
En este horizonte cultural, el cuerpo ya no se considera como realidad típicamente personal, signo y
lugar de las relaciones con los demás, con Dios y con el mundo. Se reduce a pura materialidad: está
simplemente compuesto de órganos, funciones y energías que hay que usar según criterios de mero
goce y eficiencia. Por consiguiente, también la sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza: de
signo, lugar y lenguaje del amor, es decir, del don de sí mismo y de la acogida del otro según toda la
riqueza de la persona, pasa a ser cada vez más ocasión e instrumento de la afirmación del propio yo y
de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos. Así se deforma y falsifica el contenido
originario de la sexualidad humana. (n. 23)
La visión cristiana del hombre reconoce al cuerpo una particular función, puesto que contribuye a
revelar el sentido de la vida y de la vocación humana. La corporeidad es, en efecto, el modo específico
de existir y de obrar del espíritu humano. Este significado es, ante todo, de naturaleza antropológica:
El cuerpo revela el hombre (Audiencia del 14-11-1979), expresa la persona (9-1-80) y por eso es el
primer mensaje de Dios al hombre mismo, casi una especie de sacramento primordial, entendido
24
M. ARGYLE, Il corpo e il suo linguaggio, Bologna 1982; JUAN PABLO II, Teología del corpo, Roma
1982; V. MELCHIORE, Il corpo, Brescia 1984; G. ZAMBONI, Il problema dell'uomo, Palermo 1985; I.
FUCEK, L'unità e la dignità della persona nell'antropologia cristiana, Medicina e Morale 3(1989)465-489.
27
como signo que transmite eficazmente en el mundo visible, el misterio invisible escondido en Dios
desde la eternidad (20-2-80).
Hay un segundo significado de naturaleza teologal: el cuerpo contribuye a revelar a Dios y su amor
creador, en cuanto manifiesta la creaturalidad del hombre, su dependencia de un don fundamental que
es don del amor. Esto es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo,
pues, del amor como fuente de la que nació este mismo donar (9-1-80).(n.22-23)
Por ello, el cuerpo está destinado a volver a su fuente, a ser glorificado en Dios:
Incorporado por el bautismo a Cristo, el cristiano sabe que también su cuerpo ha sido vivificado y
purificado por el Espíritu que Jesús le comunica.
La fe en el misterio de Cristo resucitado, que por su Espíritu actúa y prolonga en los fieles el misterio
de la pascua, descubre al creyente la vocación a la resurrección de la carne, ya incoada gracias al
Espíritu que habita en el justo como prenda y germen de la resurrección total y definitiva
(Orientaciones sobre el amor humano 43)
Un segundo criterio moral, para esclarecer los problemas que hoy se plantean en el
ámbito de la biomedicina, se puede formular con palabras de la Donum Vitae:
La persona humana sólo puede realizarse como totalidad unificada. Pues, en virtud de su unión
substancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos,
órganos y funciones, ni puede ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que
es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta...Por ello, cualquier
intervención sobre el cuerpo humano afecta a la persona misma. Juan Pablo II lo recordaba con fuerza
a la Asociación Médica Mundial: "Cada persona humana, en su irrepetible singularidad, no está
constituida solamente por el espíritu, sino también por el cuerpo, y por eso en el cuerpo y a través del
cuerpo se alcanza a la persona misma en su realidad concreta. Respetar la dignidad del hombre
comporta, por consiguiente, salvaguardar esa identidad del hombre corpore et anima unus" (n.3).
3.SEXUALIDAD
25
P. LAIN ENTRALGO, La comunión interpersonal en la convivencia humana, Revista de filosofía
1(1962)80-81.
28
Este carácter interpersonal fundamental del hombre encuentra una expresión
específica en el hecho de que el hombre existe como varón o mujer. Como dice el citado
documento de la Cong. para la Doctrina Católica, citando de nuevo a Juan Pablo II:
El cuerpo, en cuanto sexuado, manifiesta la vocación del hombre a la reciprocidad, esto es, al amor y
al mutuo don de sí. "Precisamente atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el
hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su
existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y
feminidad. El cuerpo que expresa la feminidad para la masculinidad, y viceversa, la masculinidad
para la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del
don como característica fundamental de la existencia personal" (9-1-80) .(n.24)
En la sexualidad es donde la corporeidad humana revela las profundas posibilidades
interpersonales del hombre y donde la misma intersubjetividad se revela profundamente
corpórea. La sexualidad es una característica propia de la persona que, en la diversidad de
varón o mujer, posibilita la palabra íntima, unitiva y creadora, que se expresa en la unión
corporal. De este modo, la alteridad sexual revela la profundidad e intimidad de la
interpersonalidad humana. No hay mayor coefusión que el amor de entrega personal, en el
que los esposos llegan a ser una sola carne. Pero la condición dual de la persona humana -
por ser humana-, incluyendo la atracción sexual carnal, se realiza superando esta atracción y
situándose en la comunión y trasparencia del espíritu.
Las relaciones sexuales no pueden ser consideradas aisladamente en su dimensión
biológica, sino a la luz de la persona entera, aunque ciertamente están ligadas a la dimensión
corporal del hombre, pero visto el cuerpo en su significado esponsal, como expresión del
"sincero don de sí mismo" (MD 10). La sexualidad humana implica, por tanto, la totalidad
de la persona:
En el contexto de una cultura que deforma gravemente e incluso pervierte el verdadero significado de
la sexualidad humana, porque la desarraiga de su referencia a la persona, la Iglesia siente más urgente
e insustituible su misión de presentar la sexualidad como valor y función de toda la persona, creada -
varón y mujer- a imagen de Dios (FC 32).
Todo intento de acercarse a la sexualidad humana desde una óptica dualista, se
encuentra condenado al fracaso, ya sea eliminando la dimensión espiritual del cuerpo o
menospreciando la condición encarnada del espíritu. Una antropología dualista está viciada
desde sus raíces para captar el sentido y valor de la sexualidad. "El acto conyugal, con el
que los esposos se manifiestan recíprocamente el don de sí mismos, es un acto
indivisiblemente corporal y espiritual", afirma la Donum Vitae (II,B 4).
El significado humano de la sexualidad radica esencialmente en la relación entre
personas, esto es, en la reciprocidad del encuentro entre seres personales encarnados,
sexuados. Todo el misterio de la sexualidad humana se halla en este encuentro interpersonal,
que no puede agotarse ni separarse de las condiciones corpóreas. La sexualidad humana se
da únicamente en las relaciones entre personas que se reconocen como tales. Por ello como
dice A. Jeannière:
No es la sexualidad la que nos hace inventar el amor, sino el amor el que nos revela la naturaleza de la
sexualidad.26
Como dice el citado documento sobre el amor humano, "la persona humana, por su
íntima naturaleza, exige una relación de alteridad que implica una reciprocidad de amor. Los
sexos son complementarios: iguales y distintos al mismo tiempo; no idénticos, pero sí
iguales en dignidad personal; son semejantes para entenderse, diferentes para completarse
recíprocamente" (n.25).
26
A. JEANNIER, Anthropologie sexuelle, París 1964, p. 139.
29
La condición sexual del hombre, en su polaridad masculina y femenina, lejos de ser
una división o separación en dos mitades, que escindiese media humanidad de la otra mitad,
lo que hace es referir la una a la otra, instaurando la convivencia entre los dos sexos. La
sexualidad, en vez de separar, vincula al varón y la mujer. Masculinidad y feminidad son
dos estructuras recíprocas. Ser varón no quiere decir otra cosa que estar referido a la mujer;
y ser mujer, estar referida al varón. Desde el mismo momento de la creación, el ser humano
existe en la diferencia de sexo y en la recíproca relación sexual.
La sexualidad como don del Creador, con su bondad original y con las
implicaciones del pecado, confundiendo e incluso falsificando el lenguaje sexual, nos lleva
a Cristo que, con su redención, asume la sexualidad, la sana y restituye a su bondad original
de gracia y santidad:
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor lo ha
llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios
inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación del amor y de la comunión. El amor es
por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano (FC 11).
Como tercer criterio general de moralidad, hay que afirmar que "tan sólo el acto
conyugal posee las condiciones realmente humanas para engendrar una nueva persona
humana".
4. AMOR Y PROCREACIÓN
30
2,18), afirma que el hombre en solitario no realiza plenamente su esencia. La realiza
existiendo con alguien, y todavía más profundamente y más plenamente, existiendo para
alguien".
5. MATRIMONIO
27
Cfr EV 43.
31
los dos. Esta entrega mutua en el amor es portadora de fecundidad, como superabundancia
de amor, que se desborda de los dos, creando una nueva vida, expresión e icono de su
unidad en el amor: el hijo. Como dice bellamente la Humanae Vitae, el amor conyugal, por
su propia verdad interna y por su especificidad, está abierto a la vocación paterna:
Este amor es fecundo porque no se agota en la comunión entre marido y mujer, sino que está destinado
a continuar, dando origen a nuevas vidas (n.9).
Juan Pablo II ha repetido en sus discursos por todo el mundo esta visión sobre el
matrimonio y el amor conyugal. Y en su carta Familiaris consortio, la recoge,
actualizándola y presentándola, además, como fruto del Sínodo de los obispos sobre la
"Misión de la familia cristiana en el mundo actual":
Según el designio de Dios, el matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la familia,
ya que la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y
educación de la prole, en la que encuentran su coronación.
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don, y el amor conyugal, a la vez que conduce
a los esposos al recíproco conocimiento que les hace una sola carne, no se agota dentro de la pareja,
ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la que se convierten en cooperadores de
Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan
entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente
de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre.
Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor paterno
está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, del que proviene toda
paternidad en el cielo y en la tierra.28 Sin embargo, no se debe olvidar que, incluso cuando la
procreación no es posible, no por eso pierde su valor la vida conyugal. La esterilidad física, en efecto,
puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la persona humana, como
por ejemplo la adopción, las diversas formas de obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños
pobres o minusválidos (n.14).
La familia cristiana vive la adopción desde su fe. Así como su vida conyugal es
reflejo del amor nupcial de Cristo y la Iglesia, la adopción se hace espejo del amor adoptivo
de Dios Padre en Cristo a su pueblo. En la adopción manifiestan el amor de Dios Padre, que
en su Hijo nos ha adoptado como hijos suyos.29
La concepción cristiana del matrimonio y de la familia se basa en el orden mismo
de la creación. En efecto, "Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo
hombre y mujer y su unión constituye la expresión primera de la comunión de personas"
(GS 12). En consecuencia, leemos en la Familiaris Consortio:
La sexualidad, en la que el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos
de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona en
cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del
amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación
física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la
persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir
de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente. Esta totalidad, exigida por el amor
conyugal, corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a
engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca una serie
de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución durable y
concorde de los padres.
El único lugar que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor
conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima
de vida y amor, querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado
(FC 11).
La sexualidad conyugal constituye la expresión del don definitivo que el cónyuge
hace de sí mismo al otro y, por consiguiente, establece una comunión interpersonal total e
indisoluble entre los esposos. La unión sexual es la expresión de una previa unión afectiva y
28
Cfr EV 92.
29
Cfr EV 93; T. GOFFI, Adopción en DETM, p. 22-31.
32
espiritual, por la que hombre y mujer se entregan mutuamente de un modo total, exclusivo
y definitivo. Siendo la sexualidad una dimensión que implica a la persona humana en su
totalidad, la donación física sería falsa y egoísta si no respondiese a una previa donación
afectiva y espiritual completa, de la que se excluye todo tipo de reserva presente y futura.
La indisolubilidad del matrimonio no es otra cosa que la expresión de la exigencia
de fidelidad que brota del auténtico amor conyugal, de la alianza personal de los esposos,
del bien de los hijos y de la dimensión social del matrimonio, que rebasa los intereses
privados de los cónyuges. Por ello, en el plan de Dios, el vínculo conyugal del matrimonio
queda substraído a la voluntad privada de los esposos, por ser intrínsecamente indisoluble.
La procreación humana presupone la colaboración responsable de los esposos con el amor fecundo de
Dios; el don de la vida humana debe, por tanto, realizarse en el matrimonio mediante los actos
30
Nota de la Com. Episcopal Española para la doctrina de la Fe, del 7-5-77, n. 9-11.
33
específicos y exclusivos de los esposos, de acuerdo con las leyes inscritas en sus personas y en su
unión (n.5).
Así, pues, la fecundidad conyugal es participación del amor creador de Dios, fruto
de su bendición: "Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y
mujer los creó. Y los bendijo Dios, diciéndoles: Sed fecundos, multiplicaos y llenad la
tierra" (Gen 1,27-28). Esta palabra creadora de Dios comunicó a la unidad hombre-mujer la
fecundidad como participación de su fuerza creadora. La fecundidad es gracia y vocación,
que nace del amor para el amor. La fecundidad creadora de Dios se desborda sobre su
imagen, hombre-mujer, haciéndoles partícipes de su poder creador de vida. De este modo, el
amor conyugal crea comunión y comunidad:
La vivencia auténtica del amor conyugal, y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva,
tiende a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu en el amor del Creador y
Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia. En la misión de
transmitir la vida humana y educarla, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios
Creador y como sus intérpretes (GS 50).
En su amor fecundo, los esposos son signo y testimonio, sacramento del amor de
Dios Creador y Padre:
Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corona y lleva a perfección la
obra de sus manos; los llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder
de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida
humana (FC 28).
31
Cfr. B. HARING, La ley de Cristo, II, Barcelona 1961, p. 264.
32
Cfr EV 43-44.
34
En el plan de Dios, el amor conyugal crea comunión y comunidad, une a los
esposos y forma la familia. La unión conyugal, al unir en totalidad a los esposos, lleva
inherente la apertura a la transmisión de la vida. El significado unitivo del amor conyugal
lleva siempre la fuerza liberadora que salva a los cónyuges del egoísmo a dos. Por eso, a la
sexualidad, expresión plena del amor conyugal, le es esencial la dimensión creadora. Esta
apertura a la vocación creadora es esencial e intrínseca al matrimonio.33
El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la
bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre
(FC 28).
La unión conyugal es creadora en cuanto participación en la acción creadora de
Dios. Es cooperación al amor con que Dios crea al hombre a su imagen. Acoger el amor
conyugal quiere decir substancialmente acoger la bendición y misión de transmitir la vida
que Dios les ha concedido. Un amor conyugal que arbitrariamente se cierra a la fecundidad
rechaza su plena y genuina realización, lo mismo que la apropiación arrogante de la
paternidad, como si el hombre tuviera derecho a la procreación.
Lo propio del pueblo de Dios es su fe en Dios. Y Dios no está ligado a leyes o
ciclos biológicos. El hijo es don suyo, fruto de su bendición. El es quien ofrece el hijo a los
padres, aún siendo éstos estériles. Los hijos vienen, pues, de Yahveh (Gen 4,1;24,60;Rut
4,11;Sal 113,9); son, por tanto, herencia de Yahveh (Sal 127,3;Ez 16,21). Así, el nacimiento
de Seth es considerado como el cumplimiento de la bendición dada por Dios a la primera
pareja humana (Gen 5,1-3). Y Malaquías lo dirá de toda pareja: "¿No ha hecho Dios un solo
ser que tiene carne y soplo de vida? Y este único ser ¿qué busca? Una descendencia dada
por Dios" (2,14- 16). El hijo es el fruto de la unión en "una sola carne", unión conyugal en
el amor como don de Dios. Por ello, el hijo pertenece a Dios y ha de ser educado en la fe en
Dios:
La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y
recíproca de los esposos. El cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar
que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos
para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de
ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia. La fecundidad del amor conyugal no se
reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión
específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y
sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia
y al mundo (FC 28).
El creyente en Dios vive su paternidad como participación de la paternidad de Dios.
Los hijos son un don de Dios a los padres, pero son de Dios y como tales han de ser
considerados, ofreciéndolos a Dios como su herencia (Ez 16,20-21). Porque lo que se
manifiesta en todo nacimiento no es otra cosa que el acto creador de Dios (Is 43,7; Jr
1,5;Job 31,15). El hombre, que puede dar nombre a todas las cosas, y así poseerlas (Gen
2,20), recibe su nombre de Dios mismo (Gen 5,2). Esto quiere decir que el hombre ejerce,
en nombre de Dios, como donación, la soberanía sobre la tierra, pero él pertenece a Dios.34
Ni el hijo pertenece a los padres; ni es posesión suya, ni tienen derecho a él ni sobre él. Toda
manipulación sobre el hombre es un atentado al designio de Dios y al hombre en cuanto tal.
Es una violación del plan de Dios y de la autonomía del hombre, que no es nunca objeto de
posesión de ningún otro hombre. La vida humana, don de Dios, pertenece en exclusiva a
Dios, único Señor, como están llamados a proclamar y a transmitir a sus hijos los padres
creyentes:
Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahveh, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto
33
Cfr. IDEM, Sexualidad, en DETM, p.1004-1015.
34
Cfr EV 39s.
35
hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, al
acostarte y al levantarte (Dt 6,4-7).
El amor conyugal revela su verdad y valor cuando se le considera en su fuente suprema, Dios, que es
Amor (1Jn 4,8), "el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef 3,15). El
matrimonio es, por tanto, una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio
de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a
la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en
la generación y en la educación de nuevas vidas (n.8).
La sexualidad humana se vive en las fuentes de la vida. Y la vida, don de Dios, es el
criterio primero de la moralidad. Una fuente de vida envenenada se convierte en fuente de
muerte. Dios es el Dios de la vida. La sexualidad es participación de esta paternidad de
Dios. El amor de acuerdo a los planes de Dios es vida. Fuera de su plan es manantial de
muerte:
El don de la vida, que Dios Creador y Padre ha confiado al hombre, exige que éste tome conciencia
de su inestimable valor y lo acoja responsablemente. Este principio básico debe colocarse en el centro
de la reflexión encaminada a esclarecer y resolver los problemas morales que surgen de las
intervenciones artificiales sobre la vida naciente y sobre los procesos procreativos (DV 1).
Y tratándose de esposos cristianos, unidos por el sacramento del matrimonio, éstos
viven su amor fecundo bajo la fuerza del Espíritu de Cristo, infundido en su corazón por el
sacramento. Este "don del Espíritu, acogido por los esposos, les ayuda a vivir la sexualidad
humana según el plan de Dios y como signo del amor unitivo y fecundo de Cristo a su
Iglesia" (FC 33). Y, al mismo tiempo, la fecundidad de los esposos cristianos es un
testimonio de la fecundidad de la Madre Iglesia (LG 41).
35
Cfr EV 2;25;49-50;86.. CEC 2288s..
36
plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (GS 24). Juan Pablo II lo ha
expresado en su teología "esponsal del cuerpo":
El don revela una particular característica de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la
persona. Cuando Dios dice que "no es bueno que el hombre esté solo" (Gen 2,18), afirma que el
hombre en soledad no realiza totalmente su esencia. La realiza plenamente únicamente existiendo "con
alguien", o aún más profunda y más plenamente, existiendo "para alguien" (9-1-1980).
El cuerpo humano -sigue diciendo-, con su sexualidad, con su masculinidad y feminidad, visto en el
misterio mismo de la creación, no es sólo fuente de fecundidad y procreación, sino que encierra "desde
el principio" el atributo "esponsal", es decir, la capacidad de expresar el amor: aquel amor por el que el
hombre en cuanto persona se hace don y mediante el que actúa en el sentido mismo de su ser y existir
(16- 1-80).
La vida como valor fundamental del hombre prevalece siempre sobre valores como
la salud, el placer, la técnica, el arte, la ciencia: "¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si pierde su vida?, pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?" (Mc 8,36s);
pero no tiene primacía sobre los valores morales. El plan de Dios sobre el hombre tiene la
prioridad sobre la conservación de la propia vida. Cristo, en fidelidad a la voluntad del
Padre, entregó su vida por nosotros. El discípulo de Cristo, con la fuerza de su Espíritu, no
vive ya para sí, sino para Cristo y para los hombres. Su vida es un testimonio del amor de
Dios a los hombres. El martirio es la plenitud de vida para él.
2. FECUNDACIÓN ARTIFICIAL
37
del óvulo o del esperma o del embrión, aceptando el "útero de alquiler", la congelación de
embriones, clonado, hibridación, etc. Asistimos a una verdadera revolución ética, en la que
la vida humana se está transformando en una mercancía de uso y consumo. Un organismo
vivo ya puede ser patentado como un invento más, ofrecido a la explotación comercial,
como aparece en una sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos emitida en 1980, en
la que se dice: "El microorganismo montado en el laboratorio o las células resultantes de la
fusión de células humanas y de ratón para producir anticuerpos, han de ser considerados
fenómenos vivientes originales, fruto del ingenio humano, y como tales son patentables".
Pero la vida humana no puede reducirse a esta visión utilitarista, como si fuese un
producto. La vida es un don maravilloso de Dios, cuyo ámbito no puede ser la sala fría y
despersonalizada de un laboratorio, sino la relación interpersonal de los esposos.
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: "varón y mujer los creó" (Gen
1,27) confiándoles la tarea de "dominar la tierra" (Gen 1,28). La investigación científica,
fundamental y aplicada, constituye una forma significativa del señorío del hombre sobre la
creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su servicio y promueven su
desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la técnica, sin embargo, no pueden
indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por estar ordenadas al
hombre, en el que tienen su origen y su desarrollo, reciben de la persona y de sus valores
morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites.
Y "a causa de la vocación y de las responsabilidades sociales de la persona, el bien
de los hijos y de los padres contribuye al bien de la sociedad civil; la vitalidad y el equilibrio
de la sociedad exigen que los hijos vengan al mundo en el seno de una familia, y que ésta
esté establemente fundada en el matrimonio". "La tradición de la Iglesia y la reflexión
antropológica reconocen en el matrimonio y en su unidad indisoluble el único lugar digno
de una procreación verdaderamente responsable" (DV II,1). "La alteración de las relaciones
personales en el seno de la familia tiene repercusiones en la sociedad civil: lo que amenace
la unidad y la estabilidad de la familia constituye una fuente de discordias, desórdenes e
injusticias en toda la vida social" (II,2).
Por ello, a continuación, después de una breve descripción de las técnicas
biomédicas y de sus indicaciones terapéuticas o psicológicas, trataré de iluminarlas desde el
punto de vista moral, a la luz de los criterios presentados en el capítulo anterior. La ciencia y
la técnica no son moralmente indiferentes; exigen el respeto incondicionado de los criterios
fundamentales de la moralidad, el servicio a la persona humana y a su bien integral según el
plan de Dios. Las intervenciones artificiales sobre la procreación no se deben rechazar por el
mero hecho de ser artificiales, pero han de ser evaluadas moralmente por su relación con la
persona, dotada de una dignidad y vocación divina. Lo que es técnicamente posible no es,
por esa sola razón, moralmente admisible.36
a) Técnica
36
A.SERRA.-G. NERI, Nuova genetica, uomo e società, Milano 1987;VARIOS, Medicina e genetica verso il
futuro, L'Aquila 1986.
38
La técnica de la inseminación artificial consiste en llevar el semen del varón,
obtenido por masturbación, a la vagina o al útero de la mujer receptora.
El proceso de la inseminación artificial supone toda una serie de actos. Primero se
realizan en la mujer las exploraciones necesarias para saber si es estéril y descubrir la causa
de dicha esterilidad. Luego, se computariza la ovulación, para establecer el momento
adecuado de la inseminación, es decir, el momento mejor para el encuentro en el interior de
la mujer de los espermatozoides con el óvulo u óvulos maduros.
Hechas estas dos exploraciones, se procede a recoger el semen del varón. Se hace
por masturbación en el momento previo a la inseminación, si se quiere usar como semen
fresco; o se hace con anterioridad y se conserva congelado hasta el momento de la
inseminación. En los casos en que la esterilidad de la pareja depende del varón, antes de
transferir a la mujer el semen, es preciso "capacitarlo" en el laboratorio, seleccionando los
espermatozoides más vitales y con mayor movilidad y capacidad de penetración del óvulo
y, al mismo tiempo, eliminando los fluidos seminales que puedan ser causa de su
incapacidad o del rechazo por parte de la mujer.
Una vez hecha esta preparación del semen en el laboratorio, se pasa a la
inseminación. Por medio de un catéter se hace llegar al interior de la cavidad uterina el
semen capacitado para la fecundación del óvulo, en el momento adecuado previamente
determinado.
b) Indicaciones terapéuticas
A estos dos casos pueden reducirse los demás, como las malformaciones del aparato
genital de la mujer o del hombre, que impide la realización normal del coito o el encuentro
de los espermatozoides con el óvulo.
c) Motivaciones psicológicas
39
La ansiedad, que crea su sentimiento de impotencia para procrear, incrementa las
tensiones de la pareja, llevándoles a reprocharse el uno al otro la causa de la esterilidad. La
vida se llena de mensajes que les recuerdan a todas horas su deficiencia. De aquí, la
pretendida justificación del recurso a la inseminación artificial, como medio para salvar el
mismo matrimonio. Desde que en 1799 Hunter obtuvo, en los Estados Unidos, la primera
gestación artificial de una mujer con semen de su marido son muchas las parejas que han
recurrido a esta técnica.37
La IAC puede considerarse lícita, cuando entre los esposos se da un verdadero acto conyugal, pero es
necesario recurrir a la ayuda de la ciencia para hacerle eficaz, es decir, determinante de la fecundidad;
se trata de una relación conyugal normalmente realizada, pero que sin tal ayuda ciertamente sería
infecunda.38
37
VARIOS, El don de la vida. Ética de la procreación humana, Madrid 1987.
38
C. CAFFARRA, Riflessione etico-teologica sulla inseminazione artificiale, Medicina e Morale 2(1980)129.
40
e) Valoración moral de la IAC
Reducir la cohabitación de los cónyuges y el acto conyugal a una mera función orgánica para la
transmisión del semen, sería convertir el focolar doméstico, santuario de la familia, en un simple
laboratorio biológico. Por eso... hemos excluido formalmente del matrimonio la fecundación artificial.
El acto conyugal, en su estructura natural, es una acción personal, una cooperación simultánea e
inmediata de los cónyuges que, por la misma naturaleza de los agentes y por la propiedad del acto
conyugal, es expresión del don recíproco que, según la Escritura, realiza la unión "en una sola carne".
41
En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu
inmortal, el hombre está llamado al amor en esta totalidad unificada. El amor abarca también el
cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual...En consecuencia, la sexualidad,
mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los
esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en
cuanto tal (n.11).
El amor conyugal y el acto conyugal, que lo revela y encarna, tienen, si son
humanos -lícitos, pues- la estructura de la totalidad unificada. Comportan el don personal y
total; en él los esposos se dan -no tanto cosas, como el semen- sino su misma persona; y
esto de un modo total, como persona en cuanto ser único e indivisible: cuerpo, psique y
espíritu. De aquí se sigue que la procreación, "fruto y signo del amor conyugal" sea un
hecho indivisiblemente biológico-afectivo-espiritual (Cfr FC 37).
De aquí la clara respuesta de la Congregación de la Doctrina de la Fe en su
instrucción Donum Vitae:
El acto conyugal con el que los esposos manifiestan recíprocamente el don de sí expresa
simultáneamente la apertura al don de la vida: es un acto inseparablemente corporal y espiritual. En su
cuerpo y a través del cuerpo los esposos consuman el matrimonio y pueden llegar a ser padre y madre.
Para ser conforme con el lenguaje del cuerpo y con su natural generosidad, la unión conyugal debe
realizarse respetando la apertura a la generación, y la procreación de una persona humana debe ser el
fruto y el término del amor esponsal. Una fecundación fuera del cuerpo de los esposos queda privada,
por esa razón, de los significados y de los valores que se expresan, mediante el lenguaje del cuerpo, en
la unión de las personas humanas (II,4).
En su origen único e irrepetible el hijo habrá de ser respetado y reconocido como igual en dignidad
personal a aquellos que le dan la vida. La persona humana ha de ser acogida en el gesto de unión y
amor de sus padres; la generación de un hijo ha de ser por eso el fruto de la donación recíproca
realizada en el acto conyugal, en el que los esposos cooperan como servidores, y no como dueños, en
la obra del Amor Creador.
El origen de una persona humana es en realidad el resultado de una donación. La persona concebida
deberá ser el fruto del amor de sus padres. No puede ser querida ni concebida como el producto de una
intervención de técnicas médicas o biológicas: esto equivaldría a ser objeto de una tecnología
científica. Nadie puede subordinar la llegada al mundo de un niño a las condiciones de eficiencia
técnica mensurables según parámetros de control y de dominio (II,4).
39
B. Häring, Medicina e manipulazione, Roma 1976, p.283.
42
entusiasmo con que la prensa saluda constantemente la victoria sobre la esterilidad gracias a
la IAD.
Según la ley española del 22 de noviembre de 1988 sobre técnicas de
reproducción humana, para esa fecha "habían nacido en España con inseminación
artificial unos 2000 niños y varios cientos de miles en el resto del mundo".40
a) Indicaciones terapéuticas
40
Boletín Oficial del Estado nº 282, de 24-11-1988.
41
J.L. LEUVA, L'insémination artificielle jugée par l'amour, en L'insémination artificielle appliquée à l'être
humain, Genève 1982, p.70.
43
Si ya la IAC, con la necesaria intromisión del médico, creaba una separación entre
la comunión de cuerpos de los esposos y el momento de la fecundación, sometiéndolos a la
prueba de tener que aceptar la presencia de un tercero en la intimidad de su vida conyugal,
en la IAD esta presencia de un tercero se prolonga más allá del momento de la fecundación
a lo largo de toda la vida. El hijo, con sus rasgos heredados del padre genético, está
constantemente haciéndole presente entre los esposos, distanciándoles entre ellos.
La procreación de una nueva persona, en la que el varón y la mujer colaboran con el
poder del Creador, deberá ser el fruto y el signo de la mutua donación personal de los
esposos, de su amor y de su fidelidad. La fidelidad de los esposos, en la unidad del
matrimonio, comporta el recíproco respeto de su derecho a llegar a ser padre y madre
exclusivamente el uno a través del otro. Así, "los padres hallan en el hijo la confirmación y
el completamiento de su donación recíproca: el hijo es la imagen viva de su amor, el signo
permanente de su unión conyugal, la síntesis viva e indisoluble de su dimensión paterna y
materna" (DV II,1).
En realidad, la inseminación artificial con semen de un donante y -como se práctica
normalmente-, con la fecundación in vitro con semen congelado, procedente de un banco
de semen, supone numerosas disociaciones, que la hacen inaceptable moralmente, es decir,
humanamente: disociación entre el acto conyugal y la concepción, entre la concepción y el
embarazo y entre la paternidad genética y la paternidad social y educadora.
También aquí se tiende, dualísticamente, a relativizar la paternidad biológica para
exaltar la paternidad espiritual, llegando a separar los conceptos de fecundidad y
paternidad.42 La unidad psico-física de la persona es completamente disociada. El hijo,
ciertamente, ha de ser concebido en la mente y el corazón de los esposos, pero es este amor
el que llega a ser conyugal hasta hacer de los dos una sola carne, que se desborda en la
unión carnal, engendrando así al hijo. El amor y la procreación no se dejan reducir a mera
biología, pero tampoco la excluyen. Como humanos se caracterizan por la totalidad
unificada de la persona humana.
A la raíz de las tendencias, que quieren justificar la IAD negando importancia al
aspecto biológico de la fecundación, está el error del dualismo antropológico, que niega la
unidad sustancial de la persona como espíritu encarnado. La realidad integral del hombre es
asumida por el lenguaje del amor que, así, pronuncia la palabra de la vida, de la nueva vida
humana. No se puede, pues, despojar a la paternidad humana de una componente
fundamental de la persona, como es su enraizamiento corpóreo y sexual.
Por otra parte, el esperma pertenece a un orden de realidad y significado
completamente diverso de la sangre. No puede aceptarse la pretensión de algunos de
asimilar la donación del esperma con la donación de la sangre. El esperma goza de una
singularidad única al ser portador del patrimonio genético y ser, por tanto, recapitulación de
una historia, transmisor de los caracteres personales, expresión de una genealogía.43
Pero la razón fundamental de la ilicitud de la IAD está en que contradice
radicalmente la verdad del amor de los esposos entre ellos y de los padres en relación al
hijo. Como ha señalado Paul Ramsey, la IAD ha de ser considerada inmoral no sólo por la
"paternidad anónima"(con su peligro de incesto), sino sobre todo porque niega la conexión
fundamental entre la vocación unitiva y la vocación procreativa de los esposos.44
42
Cfr.J.M. AUBERT, L'insémination artificielle devant la conscience chrétienne, Revue de Sciences
Religieuses (1981)253-263.
43
Cfr. R. TROISFONTAINES, L'insémination artificielle. Problèmes éthiques, Nouvelle Revue Théologique
(1973)777;S. SPINSANTI, Ética biomedica, Roma 1987.
44
Cfr. P. RAMSEY, Fabricated Man. The Ethic of Genetic Control, New Haven 1970, p. 128; J. GAFO,
¿Hacia un mundo feliz? Problemas éticos de las nuevas técnicas reproductoras humanas, Madrid 1987.
44
La ofensa primera de la IAD es al amor conyugal en lo más típico y fundamental
de éste, que consiste en la recíproca donación total que lleva a los esposos a la comunión
hasta hacer de ellos "una sola carne". La intromisión de un tercero completamente extraño,
como es el donador, ofende y disocia esta unidad. Pero ya, cuando los esposos se deciden
por la IAD, están negando el amor entre ellos, pues el amor conyugal, en su singularidad y
totalidad, supone la donación al otro así como es y la acogida del otro como él es. Como
escribe H. Wattiaux, recurriendo a la IAD, "la esposa que se dona a su marido no lo acoge
con la herida de la esterilidad que le marca. Ella toma ciertamente lo que él puede darle de
placer, de ternura, de solicitud, de comprensión. Pero es de otro -no del marido, aunque sea
con su consentimiento- de quien ella se espera la valorización de su sexualidad con la
maternidad. Y en cuanto al marido, su consentimiento no anula la ruptura del legamen
conyugal en la interdependencia de sus elementos constitutivos: la intimidad sexual en el
amor y la manifestación de este lazo en el niño. Porque, a pesar del anonimato del padre
biológico, el niño que nace es el hijo de su esposa y del donador del esperma".45
El respeto de la unidad del matrimonio y de la fidelidad conyugal exige que los hijos sean concebidos
en el matrimonio; el vínculo existente entre los cónyuges atribuye a los esposos, de manera objetiva e
inalienable, el derecho exclusivo de ser padre y madre solamente el uno a través del otro. El recurso a
los gametos de una tercera persona, para disponer del esperma o del óvulo, constituye una violación
del compromiso recíproco de los esposos y una falta grave contra aquella propiedad esencial del
matrimonio que es la unidad.(II,2)
En conclusión, en la IAD el acto conyugal, expresión propia y exclusiva de los
esposos, aparece disociado de su doble y único significado: unitivo y procreador. En la IAD,
el esposo no es el padre y el padre no es el esposo. El elemento procreador está separado
del unitivo en cuanto que la procreación no es obra de la pareja, aunque sea querida por la
pareja.46
Estas razones determinan un juicio moral negativo de la fecundación artificial heteróloga. Por tanto, es
moralmente ilícita la fecundación de una mujer casada con el esperma de un donador distinto de su
marido, así como la fecundación con el esperma del marido de un óvulo no procedente de su esposa.
Es moralmente injustificable, además, la fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o viuda,
sea quien sea el donador (II,2).
45
H. WATTIAUX, Insémination artificielle, fécondation in vitro et transplantation embryonaire, Esprit et vie
24(1983)359; A. BOMPIANI.-N. GARCEA, La fecondazione in vitro: passato, presente, futuro, Medicina e
Morale 1(1986)47-72.
46
Cfr. E. CHIAVACCI, Inseminazione artificiale: aspetti etici, Actas del 2 Seminario Internacional sobre
Inseminazione artifiziale umana, tenido en Bari del 12-14 de mayo 1980 y publicadas en Palermo 1981.
47
G. MARCEL, Incidens psychologiques et morales, en L'insémination artificielle, París 1948,p.35-46.
45
La fecundación artificial heteróloga lesiona los derechos del hijo, lo priva de la relación filial con sus
orígenes paternos y puede dificultar la maduración de su identidad personal...Ofendiendo la vocación
común de los esposos a la paternidad y a la maternidad, al privar a la fecundidad conyugal de su
unidad e integridad, opera y manifiesta una ruptura entre la paternidad genética, la gestacional y la
responsabilidad educativa (II,2).
El hijo tiene derecho a ser concebido, llevado en las entrañas, traído al mundo y
educado en el matrimonio: sólo a través de la referencia conocida y segura de sus padres
pueden los hijos descubrir la propia identidad y alcanzar la madurez humana. Pero las
técnicas actuales han llevado a la distinción, y confusión, entre los lazos de los genitores y
el niño: lazos o parentela genética, que proviene de la transmisión de los cromosomas del
esperma y del óvulo; parentela gestante, que proviene de la mujer que ha llevado al niño
en su seno durante el embarazo (habría que incluir aquí los lazos con el esposo de la
gestante, que con su voz y caricias tiene también su influencia en el niño); y parentela
educativa, que asumen quienes se encargan de la educación afectiva y social del niño.
¿De quién es hijo este niño? Son muchos los que han intervenido en la formación de
su persona. ¡Hijo de varios padres y de varias madres!, ¿qué referencia tendrá el pobre niño
para identificarse a sí mismo con unas raíces vitales y con un espacio social, que han hecho
posible su llegada al mundo? ¿Habrá que hablar de adopción ya antes de nacer? ¿Podrán
hablar con verdad a este niño sus padres?
A estas razones fundamentales de la ilicitud de la IAD, hay que añadir otras razones
que confirman este juicio negativo. Todos los Códigos nacionales e internacionales, con sus
regulaciones y prohibiciones, nos alertan sobre los abusos a que puede dar lugar la IAD.
Recuérdese que la ley sólo regula y prohíbe lo que ya se hace. Por eso enumero algunas de
estas posibilidades, ya practicadas:
-la selección de donadores según ciertos cánones de fuerza, inteligencia o belleza,
que no son sino formas modernas de racismo, que contradicen la tan afirmada igualdad de
derechos y dignidad de la persona humana.48
48
Cfr. K. RAHNER, Il problema della manipulazione genetica, en Nuovi Saggi, III Roma 1969, p.374-377; E.
CHIAVACCI, Fertilitá e sterilità: l'approccio etico, en Rassegna di teologia (1982)415-416.
49
Cfr. D. FRISCHER, Les mères célibataires voluntaires, París 1979.
50
B. MARBEAU-CLEIRENS, Les mères célibataires et l'inconscient, París 1980, cita en p.67.
46
a cosa corre el peligro de agravarse con el desarrollo del sentimiento de posesión por parte
de la mujer, que se considerará madre y padre para el hijo.
Además, el recurso a la IAD por parte de una mujer sola, ya está viciado de
antemano, pues supone el rechazo del contexto de amor conyugal y del acto específico que
lo expresa, que es el "único lugar legítimo y digno de la procreación de una nueva persona
humana". De este modo, el niño es privado de la imagen y de la presencia del padre, algo
esencial en el desarrollo normal, psicológica, afectiva y espiritualmente. Es inadmisible
crear voluntariamente esta situación. Como dice E. Chiavacci, "si es una cosa buena adoptar
huérfanos, es completamente inaceptable crear huérfanos de padre".51
Los progresos de la técnica hacen posible en la actualidad una procreación sin unión
sexual, mediante el encuentro in vitro de células germinales extraídas previamente del
varón y de la mujer.
a) Técnica
51
Art. cit.,p. 415.
47
c) Fecundación in vitro: Preparados los óvulos y los espermatozoides, se pasa a la
fase de fecundación, poniendo en contacto cada uno de los óvulos con los espermatozoides.
En una placa de vidrio (in vitro) se mantienen unidos durante unas dieciséis horas. Con el
microscopio se comprueba la iniciación de la fecundación in vitro y la formación de uno o
varios cigotos. Los óvulos fecundados se mantienen aún en el medio de cultivo por unas
horas (de 12 a 24); durante este tiempo comienzan a dividirse las células en progresión
geométrica: 2,4,8,16...
d) Transferencia de embriones: Terminadas las fases de la fecundación in vitro
(FIV), se pasa a la última fase: transferencia de los embriones (TE) al útero de la mujer a
través del cuello del útero, operación que se lleva a cabo en el quirófano mediante un fino
catéter cuando, en la fase de división celular, se han formado de 2 a 16 células, unas ocho
horas después de la fecundación. Cuanto antes se realice es mejor, pues el contacto con la
mucosa uterina en los primeros momentos reduce el porcentaje de abortos. Terminada la
FIVTE, la mujer deberá permanecer aún en reposo durante un tiempo y, luego someterse a
controles regulares durante el tiempo del embarazo. Esta fase supone el momento más
difícil y es en la que se dan más fracasos. Para superar esta dificultad se transfieren al útero
femenino varios embriones con la esperanza de que alguno de ellos logre anidarse.52
A la FIVTE se equipara la TIG: transferencia intratubárica de gametos. Las dos
primeras fases son prácticamente idénticas; solo que la fecundación no tiene lugar in vitro,
sino que los óvulos y el semen capacitado se colocan juntos en el interior de la trompa de
Falopio, donde se efectúa la fecundación.
b) Indicaciones médicas
Terapéuticamente, la FIVTE está indicada en
-esterilidad por anomalías de las trompas de Falopio de la mujer, que impiden a
estas realizar su función.
-esterilidad por malformaciones congénitas de los ovarios, que impiden la
ovulación, haciéndose necesarios los óvulos de donante.
-esterilidad por alteraciones del semen masculino: escaso número de
espermatozoides, falta de movilidad o ausencia total de espermatozoides, requiriéndose el
semen de donante.
-impotencia del varón.
-incompatibilidad de base inmunológica entre el semen del varón y el moco del
cuello del útero; o en el caso de esterilidad por la producción de anticuerpos de la mujer
respecto de los espermatozoides.
-en prevención de diversas enfermedades genéticas transmisibles de la mujer al
varón, o viceversa, o al embrión.
Junto a estas indicaciones terapéuticas, orientadas a vencer la esterilidad, se
mezclan otras muchas intenciones en la técnica de la FIVTE. Se puede practicar la FIVTE
con finalidad puramente científica, es decir, para conocer el modo y características de la
fecundación humana y el desarrollo de la vida en sus fases iniciales. Otra intención puede
ser la eugenética, esto es, descubrir las taras hereditarias y buscar las formas de curarlas. A
veces se puede practicar para conocer el poder manipulador del hombre sobre la
fecundación y la gestación: ¿cuánto tiempo es posible mantener la vida humana en gestación
fuera de su ámbito natural? ¿Es posible a la ciencia y técnica producir "niños-probeta"? Las
fantasías descritas en Un mundo feliz, de Huxley, ¿son posibles en la realidad?...
52
Para una información más detallada, pueden verse:A. BOMPIANI, Gli aspetti tecnici della fecondazione in
vitro e dell'embryotransfer umano, en Federazione Medica (1984)5-13;VARIOS, La fecundación artificial:
ciencia y ética, Madrid 1985;VARIOS, Nuevas técnicas de reproducción humana: Biomedicina, Ética y
Derecho, Madrid 1986.
48
c) Valoración moral de la FIVTE
Pero, una vez más, hay que repetir que la ciencia no es el supremo valor del
hombre, ni el resultado técnico es la fuente de la moralidad, es decir, del desarrollo humano
del hombre. Con la FIVTE se podrá vencer en muchos casos la esterilidad, pero al precio de
la humanidad de la persona. Ya el primer precio es el incontable número de exámenes y
manipulaciones, con la ansiedad de esperas angustiosas y, frecuentemente, de reiteradas
desilusiones. Nuestra sociedad, en sus medios de comunicación, aplaude y se maravilla con
el nacimiento de cada "niño-probeta", sin darse cuenta del alto precio humano de sus
procedimientos...
El matrimonio constituye un modo específico de vivir el amor como don y, por
tanto, es una forma de realizarse el hombre como persona. En la reciprocidad hombre-mujer
y en su total donación mutua se expresa el ser personal del hombre. Y, en este contexto,
cobra todo su sentido la procreación del hijo, como ser personal: la nueva persona es
engendrada por el amor recíproco y total de los padres. Es lo que, dando voz a la
experiencia de los esposos, afirma Juan Pablo II en la Familiaris consortio:
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a
los esposos al recíproco conocimiento que les hace una sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya
que los hace capaces de la máxima donación posible, por la que se convierten en cooperadores de Dios
en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre
sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la
unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre.(n. 14)
La procreación de una persona es humana, es moral, cuando se inserta en esta
lógica de donación. La identidad de la persona como don, exige que en relación a ella -en
su gestación y en las siguientes etapas de su vida- se adopte un comportamiento conforme a
su ser: debe ser querida en sí misma y por sí misma, como don gratuito, no como medio
para colmar un vacío afectivo o de cualquier otra naturaleza. La gratuidad es la única forma
realmente humana de acoger una nueva vida. Es humana la procreación de un hijo cuando
acontece en el amor y por amor.
De aquí que la FIVTE sea, por sí misma, inmoral, ya que niega el contexto
humano a la procreación de un ser personal. Los padres que recurren a la FIVTE pueden
desear al hijo, pero no le conciben en su "una sola carne", como fruto y signo de su
donarse plenamente. El hijo es fruto de una serie de actos, distintos y separados (recogida de
gametos, capacitación, fusión y transferencia), de los que ninguno, en cuanto tal, tiene el
significado de encuentro personal. Más aún, el acto determinante de la procreación de la
nueva vida lo realiza el técnico, es decir, un extraño al matrimonio. Se trata no de
concepción, sino de producción de la vida. El hijo es el producto de una intervención que
depende del conocimiento, de la habilidad técnica y del rigor científico del procedimiento,
independientemente del amor de los esposos:
La FIVTE, incluso homóloga, se realiza fuera del cuerpo de los cónyuges por medio de gestos de
terceras personas, cuya competencia y actividad técnica determina el éxito de la intervención; confía la
vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la
técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí
contraria a la dignidad y a la igualdad que debe ser común a padres e hijos (DV II,5).
49
nunca pueda ser reducida a un objeto de uso; y esto ya desde su concepción. Por esto el acto
conyugal en el que los esposos expresan específicamente su comunión de amor
interpersonal constituye la única cuna digna del nuevo ser humano.
En la FIVTE, en cambio, frente a la lógica del amor, prevalece la voluntad de
dominio. Es cierto que los esposos concurren con su intención amorosa (se supone), pero se
trata de simple intención, no del lenguaje propio y original del amor en su donación integral
de mente, corazón y corporeidad sexuada. Y los mismos esposos, recurriendo a la técnica de
la FIVTE, con su deseo de "tener un hijo a toda costa", tienen el peligro de caer en la lógica
del poseer, en la voluntad de dominio. El riesgo de sofocar la personalidad del hijo con una
afectividad posesiva y egoísta será una consecuencia casi necesaria.
El deseo de un hijo -o al menos la disponibilidad para transmitir la vida- es un requisito necesario
desde el punto de vista moral para una procreación humana responsable. Pero esta buena intención no
es suficiente para una valoración moral positiva de la fecundación in vitro entre los esposos. El
procedimiento de la FIVTE se debe juzgar en sí mismo, y no puede recibir su calificación moral
definitiva de la totalidad de la vida conyugal en la que se inscribe, ni de las relaciones conyugales que
pueden precederlo o seguirlo (DV II,5).
El profesor Ancona, psiquiatra de la universidad Católica de Milán, ha resaltado las
consecuencias negativas de carácter psicológico sobre el niño concebido
extracorpóreamente. El niño, fruto de la técnica y del deseo desmesurado de superar la
esterilidad "no es un niño, sino un divo, un emblema, víctima inmediata de todo tipo de
publicidad. Al niño recién nacido y posteriormente durante su infancia se le priva de su
derecho natural a la intimidad. Al menos, sufre una fuerte sacudida, e incluso se imposibilita
la delicada tarea protectiva que debe desarrollar la madre, con el fin de hacer menos
traumático al hijo el paso del ambiente intrauterino al mundo externo. El carácter de
diversidad puede perdurar como un sello impreso sobre la vida futura del niño, causando
una profunda deformación en su disposición mental y en su adaptación social".53 La
vivencia de marginación, de extraneidad, de haber sido concebido en la frigidez de una
probeta deshumana, influirá notablemente en su personalidad.
53
En E. SGRECCIA, Il dono della vita, Milán 1987, p. 149-150.
50
constituye, en síntesis, una violación de la unidad conyugal y una alteración de la relación
hijo-padres.
* * *
4.EMBRIONES SOBRANTES
54
Cfr EV 14.
55
R.G. EDWARS, The case for studying human embryos and their constiutent tissues in vitro, New York
1982, p. 371-388.
51
observación, reducirlos "a conejillos de indias" en aras del progreso de la ciencia
biológica?.56
Como un aspecto preliminar, en estrecha conexión con la FIVTE, la Donum vitae
dice en relación a los embriones sobrantes:
La consolidación de la práctica de la fecundación in vitro ha requerido formar y destruir innumerables
embriones humanos. Todavía hoy presupone una superovulación en la mujer: se recogen varios
óvulos, se fertilizan y después se cultivan in vitro durante algunos días. Habitualmente no se
transfieren todos a las vías genitales de la mujer; algunos embriones, denominados normalmente
"embriones sobrantes", se destruyen o congelan. Algunos de los embriones ya implantados se
sacrifican a veces por diversas razones: eugenésicas, económicas o psicológicas. Esta destrucción
voluntaria de seres humanos o su utilización para fines diversos, en detrimento de su integridad y de su
vida, es contraria a la doctrina antes recordada a propósito del aborto procurado.
La conexión entre fecundación in vitro y la eliminación voluntaria de embriones humanos se verifica
demasiado frecuentemente. Ello es significativo: con estos procedimientos, de finalidades
aparentemente opuestas, la vida y la muerte quedan sometidas a la decisión del hombre, que de este
modo termina por constituirse en dador de la vida y de la muerte por encargo. Esta dinámica de
violencia y de dominio puede pasar inadvertida para los mismos que, queriéndola utilizar, quedan
dominados por ella (II).
Evidentemente, sea cual sea la intención, estos embriones son considerados como
puro objeto de observación y de experimentación o, aún peor, como tejido embrional para
reparar otros tejidos en los adultos o para preparar cosméticos o armas bioquímicas
selectivas. Todos estos casos suponen un desprecio del carácter humano de los embriones.
Como dicen los obispos de Gran Bretaña, en su juicio sobre el Informe Warnock:
Comprendemos los motivos que han llevado a la Comisión a aceptar la teoría y la práctica actualmente
casi universales de producir embriones en número mayor del que se requiere clínicamente para la
transferencia inmediata a la matriz. Pero esos motivos no son suficientes para justificar el menosprecio
de la dignidad humana y de los derechos que tal práctica conlleva inevitablemente. 57
La Congregación de la Fe, con razón, nos dice que sería ilusorio reivindicar la
neutralidad moral de la investigación científica y de sus aplicaciones. Y, por otra parte, los
criterios morales no se pueden tomar ni de la simple eficacia técnica, ni de la utilidad que
pueden reportar unos a costa de otros ni, peor todavía, de las ideologías dominantes. A
causa de su significado intrínseco, la ciencia y la técnica exigen el respeto incondicionado
de los criterios fundamentales de la moralidad: deben estar al servicio de la persona humana,
de sus derechos inalienables y de su bien verdadero e integral según el plan y la voluntad de
Dios. De aquí su valoración:
El ser humano ha de ser respetado -como persona- desde el primer instante de su existencia. Los
procedimientos de fecundación artificial han hecho posible intervenir sobre los embriones y los fetos
humanos con modalidades y fines de diverso género: diagnósticos y terapéuticos, científicos y
comerciales. De todo ello surgen graves problemas...
A este propósito, esta Congregación recuerda las enseñanzas contenidas en la Declaración sobre el
aborto procurado: "Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que
no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo.
Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre, la genética
moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el
programa de lo que será ese viviente: un hombre, este hombre individual con sus características ya
bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales
capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar"...
Los conocimientos científicos sobre el embrión ofrecen una indicación preciosa para discernir
racionalmente una presencia humana desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo
56
Cfr. A. SERRA, Il concepimento umano in vitro. Dati biologici e prospettive, en Embryotransfer, Verona
1982, p. 371-388;D. GARCIA, Ética de la calidad de la vida, Madrid 1985;J.L.BARBERO, Conflicto entre vida
y libertad, Madrid 1985.
57
En La Documentation Catholique 82(1985)397.
52
humano podría no ser persona humana? Por tanto, el fruto de la generación humana desde el primer
momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado
que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser
respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo
momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de
todo ser humano inocente a la vida (DV I,1).58
5. MADRE SUSTITUTA
58
Cfr. Santa Sede, Carta de los derechos de la familia, L'Osservatore Romano, 25 de noviembre 1983.
59
M. VIDAL, Bioética, Madrid 1989, p. 124-125.
60
B. HARING, Medicina e manipulazione, Roma 1976,p.289-290.
61
J.B. NELSON, Humanae Medicine. Ethical Perspectives on New Medical Issues, Minneapolis 1974, p. 115.
53
cromosomas todos los rasgos hereditarios. La verdadera madre, dicen impertérritos, es la
que proporcionó el óvulo. Y la gestación, ¿qué es? ¿Se puede decir que la relación entre la
madre gestante y el niño que lleva en su seno es una simple cohabitación en un mismo
cuerpo? ¿Y esto se puede decir hoy que se reconoce en el feto un cierto psiquismo y una
cierta capacidad de relación con quien le lleva en las entrañas?".62
En cuanto a la posibilidad para una mujer infecunda de tener un hijo de su marido recurriendo a los
servicios de una madre sustituta, se trata de un procedimiento en el que el ser humano es considerado
un medio o un producto. La "madre portadora" es un medio, una incubadora de un niño que es un
producto.63
La maternidad sustitutiva representa una falta objetiva contra el amor materno, contra la fidelidad
conyugal y contra la maternidad responsable; ofende la dignidad y el derecho del hijo a ser concebido,
gestado, traído al mundo y educado por los propios padres; instaura, en detrimento de la familia, una
división entre los elementos físicos, psíquicos y morales que la constituyen (DV II,3).
El deseo del hijo es el motivo que se aduce habitualmente para recurrir a la FIVTE.
La ciencia y la técnica hoy permiten la satisfacción del deseo de ser padres a los
matrimonios estériles, a quienes la naturaleza niega el hijo. Los medios de comunicación se
complacen en subrayar la intensidad del deseo del hijo por parte de los esposos, ya que
están dispuestos a someterse a tantos y tan costosos exámenes e intervenciones, superando
el desánimo de tantos fracasos en la fertilización o en la transferencia del embrión.
Evidentemente, el deseo de tener un hijo y el amor entre los esposos que aspiran a
vencer la esterilidad, recurriendo a la fecundación artificial, al no ser superable de otra
manera, constituyen motivaciones comprensibles; pero las intenciones subjetivamente
buenas no hacen que la fecundación artificial sea conforme con las propiedades objetivas e
inalienables del matrimonio, ni con la dignidad y derechos de los hijos y de los esposos.
Los valores fundamentales relacionados con las técnicas de procreación artificial
humana son dos: la vida del ser humano llamado a la existencia y la originalidad con que
esa vida es transmitida en el matrimonio. El juicio moral sobre los métodos de procreación
artificial tiene que ser formulado a la luz de esos valores. La comunicación de la vida
humana posee una originalidad propia, derivada de la originalidad misma de la persona
62
S. ZOLI, E ora di mamme non ce n'è più una sola, Corriere della Sera 23-2-1983, p. 12.
63
H. WATTIAUX, Insémination artificielle, fécondation "in vitro" et transplantation embryonnaire. Repères
éthiques, Esprit et Vie 24(1983)260.
54
humana. "Nadie, pues, puede lícitamente usar en ella los medios o procedimientos que es
lícito emplear en la genética de las plantas o de los animales".64 Los valores fundamentales
de la vida y de la procreación humana hacen que "lo que es técnicamente posible no sea, por
esa sola razón, moralmente admisible".
El ser personal del hombre, como totalidad unificada de cuerpo y espíritu, exige que
la procreación humana sea querida como fruto del acto conyugal, es decir, del gesto
específico de la unión de los esposos. Sólo así la procreación es realmente humana y
conforme al plan de Dios, "cuya acción creadora" concurre en el inicio de toda vida
humana: "En el origen de toda vida humana hay un acto creativo de Dios: ningún hombre
llega a la existencia por casualidad; es siempre el término del amor creador de Dios".65
Pero el intenso deseo del hijo llega a suscitar en los esposos estériles la idea del
derecho al hijo, un derecho a conseguir el hijo "a toda costa"; si no es posible por la vía
normal, ¿por qué no lograrlo artificialmente si hoy es ya posible? ¿Pero es real el derecho al
hijo?
Para los partidarios de la fecundación artificial, el derecho a procrear es un derecho
ilimitado y, por lo tanto, es coherente recurrir a cualquier método para conseguir el hijo. La
falacia de este argumento contradice el verdadero "derecho a tener un padre", propio de toda
persona humana. La Declaración de los derechos del Niño, de las Naciones Unidas, así lo
reconoce:
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión.
Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo
caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material (principio 2).
El hombre tiene derecho a "formar una familia", pero no tiene derecho a la
procreación. No puede ser objeto de un derecho humano algo que por su propia naturaleza
está fuera del campo de la libertad humana.
Dentro de la familia, ciertamente, los hijos representan para los esposos la plenitud
de su unión y amor conyugal. Por eso es comprensible el deseo del hijo y los esfuerzos por
vencer la esterilidad. Pero, en la búsqueda del hijo, el principal límite lo señala el valor y
dignidad que tiene en sí el hijo que se busca. El hijo no es un bien útil que sirve para
satisfacer necesidades de un individuo ni de los esposos siquiera. El hijo tiene su valor en sí
mismo y como tal ha de ser amado y buscado. La gratitud y no la utilidad es la ley de la
transmisión de la vida humana, como dice el texto ya citado de la Familiaris consortio:
En su realidad más profunda el amor es esencialmente don. Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí,
dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la
unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre (n.14).
El bien de los hijos postula el ámbito matrimonial como lugar adecuado de la
procreación. Esto hace ilícita, deshumana, la procreación en el caso de la mujer soltera o
viuda, o en el caso de la unión lesbiana u homosexual. Únicamente el matrimonio garantiza
la coherencia moral de la procreación. Sólo en él se mantiene la indisoluble unión entre
donación conyugal y transmisión de la vida y se garantiza la realización plena del hijo. Con
palabras de M. Vidal: "La consideración del bien del hijo impide caer en el vértigo de las
ideologías individualistas y libertarias según las cuales el 'derecho al hijo' es interpretado
como un derecho útil más o como una consecuencia de la borrachera incontrolable de la
libertad humana".66
64
Juan XXIII, Mater et magistra, III: AAS 53(1961)447.
65
Juan Pablo II, Insegnamenti VI, 2(1983)562.
66
M. VIDAL, Bioética, Madrid 1989, p. 90; B. HARING, Moral y medicina. Ética médica y sus problemas
actuales, Madrid 1973.
55
En sana lógica, jurídica, antropológica y teológicamente, en lugar del derecho al
hijo, hay que afirmar el derecho del hijo. No se da, ni puede darse, un derecho al hijo,
porque el hijo es esencialmente un don, como acertadamente afirma el Vaticano II: "los
hijos son un don excelentísimo del matrimonio" (GS 50).
El hijo es don en su origen: es el fruto del don mutuo de los esposos, que al darse
entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo. Así el hijo aparece como don vivo y
permanente, fruto y signo del recíproco donarse en totalidad los mismos esposos.
El hijo es don en sí mismo, pues, en cuanto ser personal, es "querido por Dios por sí
mismo", como ser único y singular, donado a los padres gratuitamente, sin que les asista
ningún derecho para ello. No pertenece a los padres; es más, el hijo no se pertenece ni a sí
mismo, pues la vida le es dada como a todo hombre. Nadie puede alegar un derecho a la
vida. La vida es un don de Dios. Y como don y no como derecho ha de ser deseada y
recibida, agradecida y vivida.
Pero la sensibilidad moderna, imbuida de mentalidad consumística, arrastra a los
hombres fácilmente por otros caminos. La sociedad actual, para mantener su ritmo de
producción, funciona suscitando necesidades ilusorias, que el bombardeo publicitario
convierte en necesarias exacerbando nuestros deseos. Multiplicando nuestras expectativas,
nos empujan a buscar la inmediata satisfacción de toda apetencia. Conseguir el hijo deseado,
como un objeto más, entra en esta lógica consumística; dar satisfacción al deseo de los
padres, que ponen su confianza en el genio de la ciencia y de la técnica, es el móvil
consciente o inconsciente que mueve el conjunto frenético del equipo que concurre en la
FIVTE. De aquí, el grito escandalizado, cuando alguien dice una palabra de orden moral,
que enturbia el goce de la satisfacción inmediata de un deseo. La moral, en lugar de ser vista
como defensa de la vida, como salvaguardia del hombre, es considerada como "aguafiestas"
de los logros de la ciencia.
El deseo del hijo, con frecuencia, se exacerba particularmente en la mujer. Es ella
quien constata, en su cuerpo, que el hijo deseado no llega. Mes tras mes siente en su carne
esta decepción. Es comprensible, ante los repetidos fracasos, la ansiedad, el deseo obsesivo
del hijo. Pero es aquí donde está el riesgo. El deseo legítimo del hijo propio, se transforma
en exigencia y necesidad del hijo, llevándola a olvidar que el hijo ha de ser esperado por él
mismo y no como medio para apagar sus ansias. El hijo, además, sella el amor de los
esposos, como signo y realidad de su amor; pero el deseo obsesivo del hijo puede llevar a lo
contrario, colocándose entre los esposos, absorbiendo mente, corazón y energías de la
esposa, el hijo deseado -o finalmente conseguido mediante la FIVTE- desplaza al esposo al
olvido. La "posesión" del hijo destruye al hijo y al esposo, arruinando la familia que se
quería salvar mediante la FIVTE.67
Los estudios psicológicos sobre el deseo de tener un hijo "a toda costa" revelan las
ambivalencias inconscientes de este deseo. La Iglesia, madre y maestra, experta en
humanidad, iluminada por la revelación y movida por el Espíritu del amor de Dios, tiene
una palabra de verdad y de vida para los esposos estériles:
El sufrimiento de los esposos que no pueden tener hijos o que temen traer al mundo un hijo
minusválido es una aflicción que todos deben comprender y valorar adecuadamente.
Por parte de los esposos el deseo de descendencia es natural: expresa la vocación a la paternidad y a la
maternidad inscrita en el amor conyugal. Este deseo puede ser todavía más fuerte si los esposos se ven
afligidos por una esterilidad que parece incurable. Sin embargo, el matrimonio no confiere a los
cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los actos naturales que de
suyo se ordenan a la procreación.
67
Cfr. G. DELAISI DE PERCEVAL, L'enfant à tout prix, Seuil 1983; M. BYDLOWSKY, Desir d'anfant-Refus
d'anfant, Stock-Pernoud 1980.
56
Un verdadero y propio derecho al hijo sería contrario a su dignidad y a su naturaleza. El hijo no es algo
debido y no puede ser considerado como objeto de propiedad: es más bien un don, el "más grande" y el
más gratuito del matrimonio y es el testimonio vivo de la donación recíproca de sus padres. Por este
título el hijo tiene derecho a ser el fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres y tiene
también el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción.
La esterilidad, no obstante, cualquiera que sea la causa y el pronóstico, es una dura prueba. La
comunidad cristiana está llamada a iluminar y sostener el sufrimiento de quienes no consiguen ver
realizada su legítima aspiración a la paternidad y a la maternidad. Los esposos que se encuentran en
esta dolorosa situación están llamados a descubrir en ella la ocasión de participar particularmente en la
cruz del Señor, fuente de fecundidad espiritual. Los cónyuges estériles no deben olvidar que, incluso
cuando la procreación no es posible, no por ello la vida conyugal pierde su valor. La esterilidad física,
en efecto, puede ser ocasión para los esposos de hacer otros importantes servicios a la vida de las
personas humanas, como son, por ejemplo, la adopción, los varios tipos de labores educativas, la ayuda
a otras familias, a los niños pobres o minusválidos (DV II,8).
3. MANIPULACIÓN GENÉTICA
1. EXPERIMENTACIÓN HUMANA
57
cosas nuevas que el hombre va descubriendo. Está en peligro el destino del mundo, a no ser
que surjan hombres más sabios".
La biología y la medicina contribuyen con sus aplicaciones al bien integral de la
vida humana, cuando desde el momento en que acuden a la persona humana respetan su
dignidad de criatura de Dios. Pero ningún biólogo o médico puede pretender decidir el
origen y el destino de los hombres, en nombre de su competencia científica. La vida humana
participa del misterio de la persona. No puede ser reducida a consideraciones parciales. Para
el creyente, la vida humana se abre al misterio transcendente del Dios vivo.68
La situación actual de la conciencia humana frente al valor de la vida humana
denota una notable ambigüedad. Por una parte, se afirma el valor de la vida; pero, por otra,
de hecho la vida humana es violada, manipulada y destruida constantemente. En las mismas
clínicas se realizan abortos, suprimiendo miles de vidas, y fecundaciones artificiales para
lograr una vida. Esta ambigüedad se manifiesta en la diversa actitud ante los diversos
experimentos que hoy se llevan a cabo con los hombres. Para aclararnos, en la
experimentación humana hay que distinguir la experimentación terapéutica de la simple
experimentación sin relación directa con la terapia de la persona sometida a
experimentación.
Pío XII ya dio la clave para discernir la moralidad de la experimentación humana.
El criterio supremo para discernir la moralidad de un experimento es la consideración del
hombre como persona. No existe ningún valor que justifique el reducir al hombre a objeto
o medio, ni la ciencia, "pues la ciencia no es el valor más alto al que todos los otros órdenes
de valores están ordenados", ni un interés injustificado del mismo paciente, pues el hombre
no puede disponer arbitrariamente de sí mismo:
El paciente no puede conferir más derechos que los que él mismo posee. En lo que concierne al
paciente, él no es dueño absoluto de sí mismo, de su cuerpo, de su espíritu. No puede, por tanto,
disponer libremente de sí mismo, como a él le plazca. (Discurso del 14-9-1952)
Con estos límites, hay que afirmar que el valor absoluto del hombre en cuanto
persona hace que no se puede realizar con él lícitamente ningún experimento sin su libre
consentimiento:
Nadie puede entrometerse en su esfera sin recibir de él específica autorización; él es el único
responsable de los compromisos asumidos frente a sí mismo, frente a la comunidad y frente a Dios;
nadie puede sustituirlo en sus acciones...Sólo en caso de urgencia, el consentimiento será presumible
con tal de que se haga a su favor.69
Esto hace ilícitos los experimentos llevados a cabo sobre encarcelados, sobre
condenados a muerte, los experimentos tristemente célebres llevados a cabo por los nazis y
tantos experimentos actuales que sacrifican la integridad y hasta la vida de seres humanos en
aras de la investigación y del progreso científico.
Por lo que se refiere a la experimentación terapéutica de nuevos medicamentos y de
nuevas prácticas médicas, es preciso, por tanto, el libre consentimiento de la persona objeto
del experimento y que éste no le cause daño, al privarla de otros medicamentos seguros o
exponiéndola a efectos secundarios perjudiciales, aunque no deseados, del nuevo
tratamiento.
En cuanto a la experimentación no terapéutica, en bien de la sociedad, otorgado el
consentimiento de la persona sometida al experimento, se puede aceptar el riesgo que
supone toda novedad, con tal de que no se ponga en peligro la vida o la integridad
psicosomática y exista una razonable proporción entre el posible daño y el bien que se
pretende con el experimento...Pero nunca es lícito someter a experimentación la vida
68
VARIOS, Manipulación genética y moral cristiana, Madrid 1988; P. RAMSEY, El hombre prefabricado,
Madrid 1973.
69
G. PERICO, Experimentación clínica, DETM, Madrid 1974, p. 370; S.J. REISER, La medicina e il regno
della tecnologia, Milano 1983.
58
humana. Pues, en todo caso, se trata de la vida humana, es decir, del hombre en su
totalidad unificada. Juan Pablo II se lo recordaba a los participantes a un Congreso sobre la
experimentación biológica, el 23-10-1982:
El hombre es, también para vosotros, el término último de la investigación científica, el hombre entero,
espíritu y cuerpo, aunque el objeto inmediato de las ciencias que vosotros profesáis sea el cuerpo con
todos sus órganos y tejidos. Pero el cuerpo del hombre no es independiente del espíritu como el
espíritu no es independiente del cuerpo por la unidad profunda y por la interferencia mutua que existe
entre ellos. La unidad sustancial entre espíritu y cuerpo, e indirectamente con el cosmos, es tan
esencial que toda actividad humana, incluso la más espiritual, está en cierto modo penetrada y colorada
por la condición corpórea; mientras el cuerpo ha de ser igualmente gobernado y orientado por el
espíritu...En consecuencia, no siento ninguna inquietud ante las experimentaciones biológicas
realizadas por científicos que, como vosotros, tienen un profundo respeto de la persona humana,
porque estoy seguro que sus experimentos contribuirán al bien integral del hombre.
Este bien integral del hombre, del que habla el Papa, no es sólo el bien individual y
privado, sino que siempre tiene en cuenta la dimensión social del hombre.70 La investigación
humana, si es humana, mira al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres. En
definitiva se trata del principio, que debería ser claro para todos: no es el hombre para el
progreso, sino el progreso para el hombre. Este criterio básico se obnubila, sin embargo,
cuando se hace un ídolo del progreso y a él se sacrifica todo, hasta la humanidad del
hombre. La Gaudium et spes, del concilio Vaticano II, lo formulaba así:
La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste, con su
acción, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende
mucho, cultiva sus facultades, se supera y se transciende. Tal superación, rectamente entendida, es más
importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que
por lo que tiene...Por tanto, esta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo a los designios y
voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como
individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.(n.35)
¿Cómo puede una cultura asumir la ciencia y la tecnología con todo su dinamismo,
sin perder su identidad?, se preguntaba Juan Pablo II, dirigiéndose a los científicos en
Hiroshima, el 25-2-1981. Y les respondía:
Para ello, es preciso evitar tres tentaciones. La primera es la tentación de buscar el progreso por sí
mismo. La segunda es la tentación de someter el progreso tecnológico a la utilidad económica según la
lógica de la ganancia y de la expansión económica sin fin. Y en tercer lugar, la tentación de someter el
desarrollo económico a la conquista y conservación del poder, como sucede cuando se emplea con
fines militares y cuando se manipula a los pueblos para poder dominarlos.
Dios ha puesto todas las cosas bajo el dominio del hombre, pero el hombre es "la
única criatura que ha querido por sí misma". No puede, pues, ser considerada como cosa o
medio nunca. Sólo Dios es Señor de la vida humana desde su comienzo hasta su término.
2. MANIPULACIÓN GENÉTICA
El hombre científico, en la actualidad, se siente ebrio de poder y pretende hacer el
papel de creador. Superando los linderos de la ciencia ficción, el hombre busca el dominio
de su misma naturaleza tratando de manipular las fuentes de la vida. Poner las manos en el
"árbol de la vida" le llena de entusiasmo, admiración y estupor. Es una fuerte tentación. El
desmedido afán de novedad, el deseo incontrolado de poder científico-técnico y la
curiosidad llevan a nuestra época a límites increíbles en lo que se llama el genio genético o
conjunto de ciencias y técnicas de manipulación de los genes y de las células vivientes.
Gracias a los descubrimientos de la biología, el hombre ha entrado en una nueva era: la
70
Cfr. B. HARING, Medicina e manipulazione, Roma 1976.
59
manipulación del mundo ha desembocado en la manipulación del hombre por el hombre,
descendiendo hasta los manantiales de la vida humana. Como escribe G.B. Garbelli:
Tras la época de la física, que ha marcado la primera mitad de nuestro siglo, con el descubrimiento de
los misterios del átomo, la desintegración nuclear y sus aplicaciones, hemos entrado en la que podría
denominarse la era de la biología. Las conquistas más recientes de las modernas disciplinas
bioquímicas y biológicas son el resultado de una apasionante investigación y comprensión de los
mecanismos celulares más íntimos y ofrecen a la humanidad un poder inimaginable hace tan sólo
algunos años, hasta tal punto que no se puede excluir que el hombre llegue a incidir sobre los
mecanismos más íntimos y delicados que sustentan la base de la vida e, incluso, llegue a poder
cambiar, para bien o para mal, la misma humanidad y los restantes seres vivientes.71
El proyecto genoma humano es el intento científico más importante de la biología
moderna. El genoma es un conjunto de instrucciones, agrupadas en unidades de
información, denominadas genes, que conjuntamente forman los cromosomas, situados en
el núcleo de cada célula del organismo humano. Todas nuestras células, desde la primera
que se formó en nuestra concepción al fundirse el gameto de nuestro padre con el de nuestra
madre, hasta un total aproximado de cien trillones, que forman un organismo adulto, tienen
idéntica carga genética.
Por genoma humano se entiende, pues, el conjunto de genes, que integran el
patrimonio biológico del individuo y que contienen las claves de la herencia. Su
conocimiento o lectura hace posible entender los procesos de transmisión de todo tipo de
características, incluidas las patológicas. El control de la información genética abre, por
tanto, perspectivas insospechadas: ¿Será posible manipular el genoma?, ¿cabrá eliminar las
taras físicas del embrión?, ¿habrá que discutir sobre la posible muerte de ese embrión ante la
demostrada presencia en él de graves defectos, con lo que se entraría en una nueva variante
de la eutanasia?
El profesor norteamericano Friedman, en una reunión de científicos sobre el
genoma humano, realizada en noviembre de 1990 en Valencia, se preguntaba ya si las
modificaciones genéticas con fines terapéuticos debían limitarse a las células somáticas o si,
por el contrario, podrían existir circunstancias morales o políticas en que fuese posible e
incluso necesaria la terapia genética en células germinales. La pregunta misma ya es
aterradora. Dicho en palabras simples, esta manipulación significa que ya no se manipulan
células normales como las somáticas, sino aquellas que están encargadas de la reproducción,
con lo que los efectos de la manipulación serían heredados.
Se sabe todavía muy poco de las consecuencias que podrán acarrear experiencias de
este tipo. Aterrado por el horizonte que se abre ante nosotros, en el mismo congreso, el
premio nóbel de Medicina, el francés Jean Dausset advirtió del gravísimo riesgo que se
corre de producir series humanas, esto es, auténticas legiones de esclavos de diferente
tipo: soldados, trabajadores manuales, etc.
Pero, aparte de estos riesgos, hay otro riesgo mayor y más radical, pues es la raíz de
todas las manipulaciones posibles. Se trata de caer en el reduccionismo científico como
método y como estrategia en relación al hombre. Este reduccionismo lleva a explicar los
fenómenos humanos como procesos de mecanismos puramente químicos o físicos. La
genética molecular reduce el hombre a ser neuronal. Con este reduccionismo se hace la
explicación del código genético, la explicación del origen de la vida y de su evolución, y
hasta la explicación del pensamiento mismo. El hombre resulta explicado como una
combinación de tipo mecánico: es el hombre máquina. Con esta concepción del hombre,
no tiene nada de extraño que la ciencia actual esté trabajando en la producción de la vida, la
concepción y la gestación en la frigidez del laboratorio, como se produce una máquina en la
fábrica.
71
G.B. GARBELLI, Manipulación e investigación biológica, en DETM, Madrid 1974, p. 616.
60
Pero ¿es equivalente descripción y explicación? La descripción de los procesos
neuronales, ¿nos pueden dar la explicación del hombre? Si la descripción no basta para
darnos el significado auténtico de una casa, de una obra de arte, ¿bastará para descubrirnos
el valor del hombre? Si no se puede explicar lo que es una casa describiendo el número,
color y forma de sus ladrillos, ¡mucho menos el hombre!.
En los programas de manipulación genética tales como el proyecto internacional
Genoma humano no falta la intención transformativa de la misma naturaleza humana. Pero,
en general, lo que suscita el entusiasmo y el aplauso de los medios de comunicación es la
proclamada intención terapéutica de las manipulaciones genéticas. Con ellas se pretende
corregir enfermedades hereditarias y, también, salir al paso de la degeneración biológica
que, dicen, acecha a la humanidad. El deterioro del patrimonio genético de la humanidad se
debe a la falta de selección natural, debida a la misma medicina, que se ha vuelto contra sí
misma al salvar vidas defectuosas, que sin ella hubieran muerto. Para remediar esta
situación, la manipulación genética se propone corregir las taras hereditarias y controlar así
el deterioro genético de la humanidad.
Esta intervención en los genes humanos recibe el nombre de ingeniería genética
cuando pretende la transformación del patrimonio genético del hombre. Es algo que hubiera
deseado Nietzsche o Hitler: mejorar la raza. Pero hoy, la revolución genética va más lejos,
queriendo manipular la misma especie humana.72
Pero es preciso afirmar que el deterioro genético, que está a la base de la ingeniería
genética, no es un dato científico, sino algo que corresponde a una visión utilitarista del
hombre en la que se valora al hombre, ser personal, no por lo que es, sino por lo que tiene:
fuerza, músculos, belleza, inteligencia o capacidad productiva. Esta mentalidad utilitarista
no respeta el misterio inalienable de la persona humana.73 De aquí la constatación de Juan
Pablo II, en su primera encíclica Redemptor hominis:
El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce...Los frutos de su actividad se
traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible contra el mismo hombre. Precisamente los
productos que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, pueden ser dirigidos de
manera radical contra él mismo, convirtiéndose en instrumentos de una autodestrucción inimaginable...
El progreso de la técnica, por tanto, no puede por menos de engendrar múltiples inquietudes. La
primera inquietud se refiere a la cuestión fundamental: ¿este progreso, cuyo autor es el hombre, hace la
vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, más humana?; ¿la hace más digna del
hombre? ¿El hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es
decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable,
más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a
dar y prestar ayuda a todos?.(Cfr n.14)
Las intervenciones sobre el patrimonio cromosómico y genético que no son
terapéuticas, sino que tienen como fin seleccionar el sexo u otras cualidades, "son contrarias
a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad".
La idolatría tecnológica de nuestra época lleva con frecuencia a olvidar que, en
estos experimentos, está en juego la persona humana. La genética humana supone un salto
cualitativo respecto a la genética de los otros seres vivos. No se puede extrapolar un
experimento hecho con las plantas o los animales, sin más, al hombre:
La manipulación genética se hace arbitraria e injusta cuando reduce la vida a un objeto, cuando olvida
que está actuando sobre un sujeto humano; o cuando lo trata según criterios no fundados en la realidad
integral de la persona humana, con el riesgo de poner en peligro su dignidad.74
72
A. SERRA, Interrogativi dell'ingegneria genética, Medicina e Morale 3(1984)306-321; J.R. LA CADENA,
Genética y condición humana, Madrid 1983; J. JONAS, Technique, morale et génie génétique, Communio
6(1984)46-65.
73
Cf VARIOS, Ingeniería genética, Madrid 1987; J.M. MORETTI.-O. DE DINECHIN, El desafío genético,
Barcelona 1985.
74
Juan Pablo II, A la Asociación Médica Mundial, el 29-10-1983.
61
La valoración ética sólo puede hacerse desde el hombre en cuanto tal, desde la
dignidad que le corresponde por el hecho de ser persona y no del reconocimiento de la ley,
de la ciencia, del resultado estadístico mayoritario, de los intereses económicos o políticos o
de los "beneficios" que pueda reportar a la humanidad. El parámetro de los "beneficios" es
algo tan ambiguo que puede llevar a algo como lo que afirma uno de los "padres" de la
primera "niña-probeta", el Dr. Edwars:
Yo creo que los beneficios que se pueden derivar sobrepasan toda objeción que pueda hacerse al
estudio de los embriones en el laboratorio...; yo creo que la necesidad de conocer es mayor que el
respeto que se merece un embrión precoz...Estos embriones no son embriones de reserva conservados
en las clínicas que tratan casos de esterilidad mediante la concepción in vitro, sino que se trata de
oocitos preovulatorios tomados de mujeres fértiles que consienten en donarlos. Estos oocitos recogidos
son fertilizados in vitro sin ninguna intención de transferir los embriones al útero femenino: son
simplemente usados con fines de investigación, para estudios de observación o experimentales.75
Esto no hace inmoral la terapia genética, con tal de que sea realmente terapia,
curación de enfermedades genéticas y no manipulación o transformación del patrimonio
genético del hombre. Mejorar la vida humana no es nunca, ni puede pretenderse, crear un
nuevo tipo de hombre. Por ello, dada la delicadeza de tales intervenciones, es preciso estar
muy atentos a los riesgos que suponen para el paciente y para la humanidad entera. Cada
descubrimiento científico o técnico, hoy, en poquísimo tiempo, llega al último rincón de la
tierra. Hoy se hace más palpable la dimensión social del hombre.
En nuestra sociedad industrializada ha penetrado profundamente la preocupación
por la calidad de la vida. De la preocupación por la supervivencia se ha pasado al deseo de
bienestar, de poseer una buena calidad de vida. Atender con todos los medios que nos
ofrece la ciencia a la calidad de la vida es una exigencia moral innegable, con tal de que se
trate de acciones orientadas a crear condiciones favorables para el desarrollo integral de
todo ser humano. Sin embargo, invocar la calidad de vida, tiene con frecuencia,
connotaciones muy ambiguas, degradantes incluso de la condición humana. El concepto
calidad de vida entendido desde una visión prevalentemente económica, es muy parcial y,
por tanto, sin validez alguna para iluminar decisiones referentes a la vida humana:
Los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la consecución del
propio bienestar material. La llamada calidad de vida se interpreta principal o exclusivamente como
eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las
dimensiones más profundas -relacionales, espirituales y religiosas- de la existencia (EV 23).
Lo mismo hay que decir de las cualidades físicas o mentales... Ante un ser con
deficiencias físicas o psíquicas, el concepto de calidad de la vida no puede ser invocado
para justificar la negación de esa vida; debe ser, sí, invocado para darle la mejor acogida
posible en la familia y en la sociedad y para posibilitarle una vida humana lo más plena
posible.
A la luz de estos criterios la Donum vitae da una respuesta clara a las preguntas
sobre la moralidad de las modernas técnicas biomédicas que actúan sobre los procesos de la
reproducción humana y sobre la vida humana en sus fases iniciales. Brevemente, paso a
presentar algunos de estos problemas con la respuesta de la Congregación de la Fe.
3. DIAGNOSTICO PRENATAL
El diagnóstico prenatal puede dar a conocer las condiciones del embrión o del feto
cuando todavía está en el seno materno; y permite prever, más precozmente y con mayor
75
R.G. EDWARDS, The ethical, scientif and medical implications of human conception in vitro, en Modern
Biological Experimentation, Ciudad del Vaticano 1984, p. 193-249.
62
eficacia, algunas intervenciones terapéuticas, médicas o quirúrgicas. Entre las técnicas que
actualmente se emplean para el diagnóstico prenatal están: la ecografía, que se sirve de
ultrasonidos para detectar las características somáticas y estructurales del feto; es una
técnica no traumática ni invasiva, que puede repetirse normalmente hasta tres veces por
embarazo sin causar daño ni al feto ni a la madre; esta técnica, sin embargo, no revela las
anomalías genéticas o cromosómicas. Una segunda técnica es la fetoscopia, que sí es
invasiva, pues consiste en la introducción del fetoscopio -construido de fibras luminosas- en
el interior del útero. Esta técnica permite extraer sangre del feto o del cordón umbilical o
tejidos fetales para analizarlas y ver si se dan anomalías genéticas. Comporta grandes
riesgos de aborto. Estos riesgos se dan igualmente en la placentocentesis. Hoy, aparte la
ecografía, el procedimiento más usado es el de la amniocentesis, es decir, la extracción de
líquido amniótico para el análisis bioquímico-genético, con el que se pueden detectar
algunos defectos del sistema nervioso central del feto.76
El diagnóstico prenatal es lícito si los métodos utilizados, con el consentimiento de
los padres debidamente informados, salvaguardan la vida y la integridad del embrión y de su
madre, sin exponerlos a riesgos desproporcionados. La obligación de evitar riesgos
desproporcionados exige un auténtico respeto del ser humano y la rectitud de la intención
terapéutica. Esto comporta que:
El médico antes de todo deberá valorar atentamente las posibles consecuencias negativas que el uso
necesario de una determinada técnica de exploración puede tener sobre el ser concebido, y evitará el
recurso a procedimientos diagnósticos de cuya honesta finalidad y sustancial inocuidad no se poseen
suficientes garantías. Y así, como sucede frecuentemente en las decisiones humanas, si debe afrontar
un coeficiente de riesgo, el médico se preocupará de verificar que quede compensado por la verdadera
urgencia del diagnóstico y por la importancia de los resultados que a través suyo pueden alcanzarse en
favor del concebido mismo.77
El diagnóstico prenatal, por tanto, es lícito "si respeta la vida e integridad del
embrión humano y si se orienta hacia su custodia o hacia su curación" (DV I,2). Pero, el
diagnóstico prenatal se opone gravemente a la moral cuando contempla la posibilidad, en
dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la
existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una
sentencia de muerte.
Lo que hace sospechoso de inmoralidad al diagnóstico prenatal es su frecuente
conexión intencional con el aborto. A partir de las informaciones ofrecidas por el
diagnóstico prenatal se ha difundido una mentalidad homicida. Basta pensar en los miles de
abortos -mal llamados terapéuticos, cuando son abortos selectivos o eugenésicos- de niños
afectados de malformaciones, de enfermedades, de graves minusvalías, incluso
incurables...Es inaceptable el juicio previo sobre la calidad de vida o sobre la felicidad o
infelicidad del niño minusválido. La historia de muchos de ellos es un testimonio de alegría,
de inteligencia y de amor. Y la vida de muchos esposos, con un hijo así, se ha renovado
gracias a la ternura, al afecto y atenciones que dicho hijo ha suscitado en ellos, en la familia
y en su ambiente. Los criterios materialistas y hedonistas sobre la calidad de la vida son
inhumanos y, por tanto, falsos e inmorales:
Los diagnósticos prenatales, que no presentan dificultades morales si se realizan para determinar
eventuales cuidados necesarios para el niño aún no nacido, con mucha frecuencia son ocasión para
proponer o practicar el aborto. Es el aborto eugenésico, cuya legitimación en la opinión pública
procede de una mentalidad que acoge la vida sólo en determinadas condiciones, rechazando la
limitación, la minusvalidez, la enfermedad (EV 14)... Semejante mentalidad es ignominiosa y
totalmente reprobable, porque pretende medir el valor de la vida humana siguiendo parámetros de
76
Cfr F. MANTEGAZZA, Tecnologie per la diagnosi prenatale, Medicina e Morale 1(1982)72-75; el n.
4(1984) de Medicina e Morale es monográfico sobre la diagnosis prenatal.
77
Juan Pablo II, Insegnamenti, V, 3(1982)1512.
63
"normalidad" y de bienestar físico, abriendo así el camino a la legalización incluso del infanticidio y de
la eutanasia (EV 63).
No es humano, -ni moralmente lícito, por tanto- negar el valor humano de un hijo
minusválido, aunque comporte sufrir con sus limitaciones e incapacidades. Un hijo que, con
su presencia, obliga a romper el egoísmo, es un don inestimable para el matrimonio,
"comunidad de amor". La estima, la solicitud constante y el respeto que como ser personal
reclama es la mejor escuela dentro de la familia sobre la dignidad humana, sobre el valor de
la persona por lo que es y no por lo que tiene o produce. El niño subnormal, con sus
limitaciones, es un manantial perenne de amor y humanidad para nuestra sociedad hedonista
y mercantilizada. Tratarlo como persona humana, sin avergonzarse de él ante los demás, sin
superprotecciones innecesarias, condividiendo sus limitaciones y sufrimientos, ayudándole a
gozar la vida que comparte con nosotros es ser hombre maduro, pues la madurez humana se
mide, -no por la capacidad de poder, de gozar o producir-, sino por la capacidad de amar.
En la cruz de Cristo se nos ha manifestado cómo el amor transforma el aparente
fracaso y triunfo de la muerte en victoria sobre la muerte. El amor hace la cruz gloriosa.
Aun cuando fuese posible modificar el patrimonio genético para obtener hijos según
el gusto y deseo de los padres, sería inmoral, inhumano, pretenderlo para mejorar el tipo de
hombre. El "superhombre" perfecto es la negación del hombre. Esto no quiere decir que no
sea deseable y recomendable intentar curar las enfermedades y anomalías del embrión desde
los primeros instantes de su aparición.
El esfuerzo de la ciencia será humano, moralmente recto, siempre que esté transido
de respeto por la dignidad de la vida humana. La obra de nuestras manos es, antes de nada,
obra de Dios. El primer deber del hombre no es dominar la vida, sino acogerla y
promoverla. Sólo Dios es Señor de la vida. Atentar contra la vida es atentar contra Dios:
Enraizada en Dios, la vida conduce a Dios: "Vuestra vida está escondida con Cristo
en Dios" (Col 3,3). En Cristo llegamos a ser hijos de Dios, animados por su Espíritu,
herederos de la vida eterna. Quien se deje guiar por la fe no puede despreciar nunca la vida
ni ninguna vida. Por consiguiente:
-La mujer que solicitase un diagnóstico con la decidida intención de proceder al
aborto en el caso de que se confirmase la existencia de una malformación o anomalía,
cometería una acción gravemente ilícita.
-Igualmente obraría de modo contrario a la moral el cónyuge, los parientes o
cualquier otra persona que aconsejase o impusiese el diagnóstico a la gestante con el mismo
propósito de llegar en su caso al aborto.
-También será responsable de cooperación ilícita el especialista que, al hacer el
diagnóstico o al comunicar sus resultados, contribuyese voluntariamente a establecer o a
favorecer la concatenación entre diagnóstico prenatal y aborto.
-Por último, se debe condenar, como violación del derecho a la vida de quien ha de
nacer y como transgresión de los prioritarios derechos y deberes de los cónyuges, una
64
directriz o un programa de las autoridades civiles y sanitarias, o de organizaciones
científicas, que favoreciese de cualquier modo la conexión entre diagnóstico prenatal y
aborto, o que incluso indujese a las mujeres gestantes a someterse al diagnóstico prenatal
planificado, con objeto de eliminar los fetos afectados o portadores de malformaciones o
enfermedades hereditarias.(DV I,2 Cfr. CEC 2274s)
4. TERAPIA GENÉTICA
Intervenir en los primeros estadios del desarrollo del embrión para curar sus
malformaciones es una meta ambiciosa de la investigación genética. El ya citado proyecto
Genoma humano, en sus mejores intenciones, es lo que pretende. Y todos están de acuerdo
en reconocer su valor e importancia para un futuro mejor del porvenir de la humanidad. Pero
el mismo hecho del multiplicarse de estudios y congresos sobre este proyecto, nos advierte
de los riesgos que implica la precoz manipulación de los genes humanos. Son riesgos
difíciles de calibrar, pues está en juego la integridad del desarrollo y de la historia personal
de cada individuo. Como criterio moral la Donum vitae nos da el matizado principio que
sigue:
Como en cualquier acción médica sobre un paciente, son lícitas las intervenciones sobre el embrión
humano siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos
desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su
supervivencia individual.(I,3)
Esto es lo que ya había formulado Juan Pablo II el 29-10- 1983, dirigiéndose a la
Asamblea General de la Asociación Médica Mundial:
Una acción estrictamente terapéutica que se proponga como objetivo la curación de diversas
enfermedades, como las originadas por defectos cromosómicos, será en principio considerada
deseable, supuesto que tienda a promover verdaderamente el bienestar personal del individuo, sin
causar daño a su integridad y sin deteriorar sus condiciones de vida. Una acción de este tipo se sitúa en
la lógica de la tradición moral cristiana.
Este principio básico lleva a rechazar todas las intervenciones técnicas que no
respetan la vida y la integridad del embrión, como la congelación y manipulaciones de
embriones para su observación o para investigaciones científicas y, menos aún, para fines
comerciales. Explícitamente lo afirma Juan Pablo II, dirigiéndose a los participantes al
Convenio de la Academia Pontificia de las Ciencias, el 23-10-1982:
Yo condeno del modo más explícito y formal las manipulaciones experimentales del embrión humano,
porque el ser humano, desde el momento de su concepción hasta la muerte, no puede ser explotado por
ninguna razón.
78
VARIOS, El respeto a la vida humana, Bilbao 1981; M. VIDAL, Ética fundamental de la vida humana,
Madrid 1985.
65
Ninguna finalidad, aunque fuese en sí misma noble, como la previsión de una utilidad para la ciencia,
para otros seres humanos o para la sociedad, puede justificar de algún modo las experiencias sobre
embriones o fetos humanos vivos, viables o no, dentro del seno materno o fuera de él. El
consentimiento informado, requerido para la experimentación clínica en el adulto, no puede ser
otorgado por los padres, ya que estos no pueden disponer de la integridad ni de la vida del ser que debe
todavía nacer.
Utilizar el embrión humano o el feto, como objeto o instrumento de experimentación, es un delito
contra su dignidad de ser humano, que tiene derecho al mismo respeto debido al niño ya nacido y a
toda persona humana...La praxis de mantener en vida embriones humanos in vivo o in vitro, para fines
experimentales o comerciales, es completamente contraria a la dignidad humana.(DV I 4)
Sólo cabe una excepción, que lejos de contradecir, confirma este principio: "En el
supuesto de que la experimentación sea claramente terapéutica, cuando se trate de terapias
experimentales utilizadas en beneficio del embrión como intento extremo de salvar su vida,
y a falta de otras terapias eficaces, puede ser lícito el recurso a fármacos o procedimientos
todavía no enteramente seguros" (Ibídem).
Si se trata, pues, de embriones vivos, sean viables o no, deben ser respetados como
todas las personas humanas; la experimentación no directamente terapéutica sobre
embriones es ilícita.79 Esto vale para los embriones obtenidos in vivo y también para los
obtenidos in vitro:
Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de derechos: su dignidad y su
derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir
embriones humanos destinados a ser explotados como material biológico disponible.(DV I 5)
En la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren todos los
embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos y otros son congelados. La Iglesia,
igual que condena el aborto provocado, prohíbe también atentar contra la vida de estos seres
humanos:
Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones
humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación
artificial o mediante la fisión gemelar.(DV I 5)
El investigador, que se comporta así, usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea
consciente de ello, se constituye en señor del destino ajeno, ya que determina
arbitrariamente a quien permitirá vivir y a quien mandará a la muerte, eliminando seres
humanos indefensos.
Y por lo que respeta a "los cadáveres de embriones o fetos humanos,
voluntariamente abortados o no, deben ser respetados como los restos mortales de los demás
seres humanos...También en el caso de los fetos muertos, como cuando se trata de cadáveres
de personas adultas, toda práctica comercial es ilícita".
6. CONGELACIÓN DE EMBRIONES
79
Cfr EV 63.
66
permite seguir en el laboratorio el desarrollo del embrión idéntico al embrión transferido al
seno de la madre o, en el caso de un defecto en el embrión implantado, usar el sobrante
como material biológico para repararlo:
Por haber sido producidos in vitro, estos embriones, no transferidos al cuerpo de la madre y
denominados embriones sobrantes, quedan expuestos a una suerte absurda, sin que sea posible
ofrecerles vías de supervivencia seguras y lícitamente perseguibles.(DV I 5)
7. EUGENESIA
La eugenética, como indica su nombre (buen origen, buen linaje), es la intervención
sobre el patrimonio cromosómico y genético, no con fines terapéuticos, sino en orden a la
producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo o a otras cualidades
prefijadas. Es el intento de mejorar la raza mediante la selección y promoción de los
"mejores" y la eliminación de los "inferiores" o inadecuados para la existencia común. Entra
en las pretensiones eugenésicas el deseo de tener un hijo superperfecto mediante la
selección de óvulos y de esperma obtenidos de donantes superdotados.
La eugenesia reúne "las acciones realizadas bajo control social que pueden mejorar
las cualidades hereditarias de las generaciones humanas, tanto en el aspecto físico como en
el mental. En otras palabras, trata de mejorar genéticamente las poblaciones humanas".80
La razón eugenésica -junto con la razón humanitaria, la razón científica, la razón
social o la razón económica- es invocada para justificar el aborto, la selección de semen
para la inseminación artificial o la fecundación in vitro. Con el cribado genético se intenta
evitar la descendencia defectuosa; para ello se recurre a la esterilización, a la contracepción
o la prohibición de engendrar, impuesta en forma coercitiva o con presiones sociales a las
personas con riesgo genético; o, en forma más drástica, eliminando la descendencia
defectuosa mediante el aborto o matando al recién nacido.
El eugenismo, tanto impidiendo la procreación de individuos "defectuosos" como
favoreciendo la reproducción de individuos "perfectos", supone una discriminación entre los
seres humanos, lo que constituye "un grave atentado contra la igualdad, contra la dignidad y
contra los derechos fundamentales de la persona humana" (DV III). Cuando los hombres
han querido deshacerse de una raza, de un grupo, o de una persona, previamente los han
descalificado en su mente y en su corazón. La eugenesia, -en cuanto razón eugenésica-, es
una filosofía de muerte.
Si nos remontamos en la historia, nos encontramos con la práctica espartana de
arrojar por el desfiladero de Taigetos a los recién nacidos débiles o con
malformaciones...Pero, si la consideramos en su concepción moderna, la eugenesia nace con
Galton a finales del siglo XIX.81 Por influjo del darvinismo se vive un optimismo científico
que considera a los grupos humanos más desarrollados como los portadores de las mejores
cualidades de la herencia humana. Se cree que, aplicando a la especie humana los métodos
empleados en la mejora animal, se mejorará fácilmente y en poco tiempo la especie humana.
80
J.R. LACADENA, Glosario de términos científicos referentes a la reproducción humana,en Nuevas
técnicas de reproducción humana, Madrid 1986, p. 197.
81
R. ALVAREZ PELAEZ, Sir Francis Galton, padre de la eugenesia, Madrid 1986.
67
Este optimismo científico se estrelló con los horrores de la eugenesia en la época nazi; la
higiene racial manchó para siempre la misma palabra eugenesia.
Pero, de nuevo, en los últimos años, el mito de la ciencia ha resucitado el
desaparecido optimismo del comienzo de la eugenesia. La creencia ingenua en el progreso
científico, tan ingenua como la fe en el evolucionismo darwinista, unida al temor del
cacareado deterioro progresivo del patrimonio genético han devuelto a la eugenesia nueva
vigencia.
Por otra parte, la concepción hedonista y utilitarista de la existencia humana, como
el elevado costo que acarrea a la sociedad la atención de las personas con deficiencias,
empujan a impedir, por todos los medios (englobados en el eufemismo de razón
eugenética), la presencia en este mundo de personas deficientes.
La pretensión de la manipulación genética es la de llegar a elegir el sexo, a
programar el aspecto físico, el sistema nervioso, el dinamismo intelectual y afectivo, de
modo que los padres ya no sólo tengan el numero deseado de hijos, cuando los quieren,
sino también como los quieren.
La eugenesia, salvo en el caso de terapia, viola la inviolabilidad de la vida humana,
la integridad e irrepetibilidad de cada persona, el derecho a la protección de la vida
comenzada, privando con frecuencia al matrimonio y a la familia de su derecho inalienable
a la unión conyugal plena, abierta a la vida singular de cada hijo. Y, por supuesto, la
eugenesia no tiene en cuenta que, privando a una persona de la vida en este mundo, la priva
de la vida eterna.
De todo lo dicho se deduce la conclusión de la Donum vitae:
Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su
identidad. No pueden justificarse de modo alguno a causa de posibles consecuencias beneficiosas para
la humanidad futura. Cada persona merece respeto por sí misma: en esto consiste la dignidad y el
derecho del ser humano desde su inicio.(I,6)
8. HIBRIDACIÓN
82
L. LOMBARDI VALLAURI, ,Bioetica, potere, diritto,"Jus" 1-2(1984)343-370. E. SGRECCIA, Manual de
bioética, p. 326-327.
68
Estos procedimientos son contrarios a la dignidad del ser humano propia del embrión y, al mismo
tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y a nacer en el matrimonio y del
matrimonio.(I,6)
Nadie puede reivindicar, antes de existir, un derecho subjetivo a iniciar la
existencia; sin embargo, es legítimo sostener el derecho del niño a tener un origen
plenamente humano a través de la concepción adecuada a la naturaleza personal del ser
humano: La vida es un don que debe ser concedido de modo conforme a la dignidad tanto
del sujeto que la recibe como de los sujetos que la transmiten.
9. CLONADO Y PARTENOGÉNESIS
69
ya que el hombre es varón o hembra y la conyugalidad se expresa con actos corpóreos y
espirituales y no mediante el dominio tecnológico del hombre sobre la procreación y sobre
el amor conyugal. La condena moral del clonado, al prescindir no sólo del contexto familiar
sino también de la sexualidad, es evidente:
También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad
mediante fisión gemelar, clonación, partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en
cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión
conyugal.(DV I 6)
Además, el futuro del hijo concebido fuera de la generación normal es una clara
indicación más de lo inhumano e inmoral de esta quimera, como la llama E. Sgreccia. Y el
hecho de que con el clonado se persiguieran solo fines experimentales, sin pensar en dejar
con vida los embriones clonados, no hace más que agrava agravar el juicio moral. La
Academia Pontificia para la Vida señala los siguientes “problemas éticos de la clonación
humana:
La clonación humana se incluye en el proyecto del eugenismo y, por tanto, está expuesta a todas las
observaciones éticas que merece el eugenismo... Es una manipulación radical de la relacionalidad y
complementariedad de la procreación humana, pues la clonación tiende a considerar la bisexualidad
como un mero residuo funcional, puesto que se requiere un óvulo, privado de su núcleo, para dar lugar
al embrión-clon y, por ahora, es necesario un útero para que su desarrollo pueda llegar al final. En la
clonación se adopta, por principio, la lógica de la producción industrial: se deberá analizar y favorecer
la búsqueda de mercados, perfeccionar la experimentación y producir siempre productos nuevos... Se
produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida a algunas de sus funciones biológicas
(prestadora de óvulos y del útero). ..En la clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la
persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad. La mujer
puede ser hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de su abuelo... La
clonación humana merece un juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada,
que vendrá al mundo como una copia biológica de otro ser, lo que constituye un atentado a su
subjetividad personal... La clonación es siempre inmoral por la arbitraria concepción del cuerpo
humano, considerado como una máquina compuesta de piezas. El cuerpo humano es parte integrante
de la identidad personal de cada uno y no es lícito usar a la mujer para que proporcione óvulos con los
cuales realizar experimentos de clonación... Es preciso, finalmente, subrayar una vez más, la diferencia
que existe entre la concepción de la vida como don de amor y la visión del ser humano considerado
como producto industrial...83
70
la que rige. No hay duda de que los órganos y funciones orgánicas, miembros, tejidos, etc,
están ordenados al bien de todo el organismo humano. Por lo tanto, en caso de necesidad o
conveniencia proporcionada para el conjunto, es lícita la extirpación de los órganos y la
suspensión de las funciones orgánicas. Y si, para salvar la vida de la persona, se puede
admitir la pérdida de un miembro, con mayor razón es lícito el trasplante de un miembro de
una parte a otra del cuerpo humano.
En cuanto a los trasplantes heteroplásticos, no hay ningún problema en el
trasplante dentro de la misma especie hecho de vivo a vivo cuando se trata "de una parte del
cuerpo que no deja, en su funcionalidad, consecuencias sustanciales. Tales son las
transfusiones de sangre, una cantidad limitada de piel, esquirlas de huesos, segmentos de
tendones, pequeñas secciones de glándulas o de vasos sanguíneos".85 Y, dado el avance
actual de la medicina, hoy es posible lícitamente el trasplante de órganos íntegros, como el
riñón, pues ya no supone un grave riesgo ni para el donante ni para el receptor. Es más, la
donación de un órgano es una manifestación de amor humano y cristiano.
Tratándose de dos personas humanas, donante y receptor, se supone, para su licitud,
que el trasplante se realice con plena libertad y consentimiento de ambos y que la
intervención tenga suficiente probabilidad de éxito. Por otra parte, como señalan las leyes de
casi todos los Códigos nacionales, tratándose de órganos humanos en función del hombre, la
cesión de un órgano ha de ser siempre una donación, y no es lícita su comercialización.
En cuanto a los trasplantes de un organismo animal al organismo humano no hay
ningún problema moral, con tal de que no produzcan una alteración de la personalidad
humana.
El caso del que más se ha discutido es el del trasplante de muerto a vivo. Pero la
discusión no versa sobre la intervención en sí misma. En sí mismos estos trasplantes son
lícitos, incluido el caso del trasplante de corazón. El problema está en los abusos a que se
presta con relación a la muerte del donante. Es ilícita la aceleración de la muerte para lograr
antes los órganos que se van a transplantar. Para que estos trasplantes sean lícitos es preciso
estar seguros de que el donante está realmente muerto y, además, es preciso el
consentimiento de los familiares a falta del consentimiento explícito del difunto.
Aparte lo señalado, queda una duda en relación a posibles trasplantes en un futuro
quizá próximo: ¿Serán lícitos los trasplantes cerebrales o de órganos genitales? La respuesta
teóricamente es sencilla: un trasplante es moralmente lícito siempre que con él no se corra el
riesgo de alterar la personalidad del receptor.
Dentro de las manipulaciones a las que puede ser sometido el hombre, ser personal,
singular e inviolable, cobra cada día más importancia el llamado control del cerebro
humano.
La exploración del cerebro humano, como los experimentos genéticos, afectan al
hombre en su totalidad, con el riesgo correspondiente de alterar su personalidad. La
utilización de fármacos psicoactivos, la cirugía cerebral, la estimulación electrónica o el
control mental, alterando el sistema nervioso central del hombre, pueden inducir al hombre
a un comportamiento prefijado científica y técnicamente, sin respetar la libertad y
singularidad de la persona humana.
Estas manipulaciones de la mente humana, como extrapolaciones de experimentos
sobre animales, pueden tener un uso en la terapia psicológica, pero ofrecen la posibilidad y
85
Ibídem, p. 1140.
71
el peligro de planificar una sociedad psicoprogramada. Rodríguez Delgado, con
optimismo ingenuo, ha escrito:
El destino natural de épocas precivilizadas suponía enfermedades, hambre, sufrimientos, vejez y vida
breve. La civilización ha cambiado este destino cruel y salvaje. De modo parecido se hace necesario
transformar el salvajismo mental del hombre actual. Su estructura mental ha de ser planificada con
objetivos a definir que dependen de la inteligencia, dignidad y esfuerzo que el hombre de hoy ponga en
la concepción de lo que debe ser el hombre del mañana. La realidad biológica y la aceptación del
principio de objetividad son los ejes de la planificación de las mentes futuras.86
En la exploración del cerebro humano y en la actuación sobre la mente humana hay
que tener en cuenta, para su licitud, el ser integral del hombre, respetando su identidad
personal, es decir que tengan un valor directamente terapéutico y no manipulador del
hombre.
Para concluir, este capítulo, señalaré "otras formas sutiles de manipulación del
hombre", citando la Instrucción de los obispos españoles La verdad os hará libres:
Llamamientos compulsivos al consumismo; imposición desde las técnicas de marketing de modelos de
conducta de los que están ausentes valores morales básicos; manipulación de la verdad con
informaciones sesgadas e inobjetivas; introducción abierta o subliminar de una propaganda ideológica,
oficial o de cultura en el poder, frecuentemente antirreligiosa y silenciadora o ridiculizadora de lo
católico...; el dirigismo cultural y moral de la vida social..., que constituye no sólo un abuso del poder
o del más fuerte, sino que, además, contribuye a imponer concepciones de la vida inspiradas en el
agnosticismo, el materialismo y el permisivismo moral.(n.15)
4. NEGACIONES DE LA VIDA
86
J.M. RODRIGUEZ DELGADO, Planificación cerebral del hombre futuro, Madrid 1973, p. 49.
72
sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida del hombres en nombre de los
derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino
incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además
con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias (EV 3 y 4).
Hoy nos hallamos "ante una sociedad moralmente enferma". Se aprecian más los
bienes materiales que la vida humana. La "falta de respeto al niño no nacido es un espejo de
la condición del hombre de nuestro mundo. En cada uno de los niños muertos antes de nacer
se pone en cuestión el valor de la vida de todos, también de los adultos". En nuestra
"sociedad desmoralizada" "se justifica, legaliza y practica el abominable crimen del aborto";
"se alzan voces en favor de la legalización de la eutanasia"; "se siguen eliminando vidas
humanas y cometiendo atropellos a las personas, por el persistente y execrable cáncer de la
violencia terrorista", "el ignominioso e incalificable tráfico de drogas y su degradante
consumo"; "y por último, la venta de armamentos que atizan los conflictos locales y pueden
llegar a producir situaciones de pérdida de la paz universal".87
Los rasgos más salientes de esta mentalidad que lleva a negar la vida, según los
obispos españoles en su Nota sobre el aborto, son:
-la concepción utilitarista del hombre, que privilegia la dimensión productiva del
hombre. En nuestra civilización, escriben los obispos españoles, "parece abrirse paso una
visión parcial y unilateral del hombre, en la que se le valora, no tanto por su intrínseca
dignidad, cuanto por su productividad y rendimiento económico" (n.8).88
-el consumismo, que hace depender la felicidad de la posesión y consumo de cosas.
En una civilización del consumo, competitiva además como la nuestra, el otro aparece como
un agresor ya desde el seno materno; viene a entrar en el reparto de los bienes. "Es
necesario, advierten los obispos, fomentar una concepción del hombre auténticamente
humana, menos condicionada por manipulaciones de todo género y por los nuevos ídolos y
tabúes de la sociedad de consumo. Esta conversión, que se debe operar en el hombre, es el
verdadero camino para remediar un mal, del que el aborto no es muchas veces sino una
manifestación externa" (n.15).
-El hombre de nuestra civilización industrializada y robotizada es una hombre que
busca su seguridad en la programación y planificación de sus actividades y de su vida en
general. Esta reducción unilateral le incapacita para acoger toda sorpresa que la vida le
depara. Un hijo no programado, una enfermedad no prevista, propia o de un familiar, el
sufrimiento y el amor le encuentran desarmado; y ante cualquier sorpresa no sabe reaccionar
de otra manera que eliminando los resultados no programados.
-Este hombre frío y calculador es, necesariamente, esclavo de la tiranía de las
emociones que no puede ahogar ni controlar. En sus decisiones vitales, no programadas, se
rige por una marea incontrolada de emociones instintivas. De ello se servirán los
manipuladores de masas en sus campañas ideológicas que explotan los casos conflictivos,
dolorosos y frecuentemente dramáticos, para contar con el apoyo democrático masivo para
sus propuestas de anticoncepción, esterilización, divorcio, aborto, eutanasia...
Es la civilización de la violencia, que engendra una cultura de muerte: "Vivimos en
un mundo en el que, si bien se ha adquirido una intensa conciencia de la dignidad de la
persona, son, sin embargo, muy frecuentes las violencias de todo orden dirigidas contra la
misma. Las guerras, la violencia ejercida desde distintas formas de poder, el terrorismo, la
indiferencia o insuficiente atención ante las catástrofes sufridas por pueblos y razas, el
mismo desorden en el desarrollo tecnológico, son muestras de una práctica depreciación de
87
Cfr Conf. Episcopal Española, La verdad os hará libres. La conciencia cristiana ante la actual situación
moral de nuestra sociedad, de 20-11-1990.
88
Cfr EV 23.
73
la vida del hombre" (n.6). Como punto de partida es conveniente recordar un texto clave de
la Gaudium et spes:
Todo cuanto se oponga a la misma vida, como los homicidios de cualquier género, el genocidio, el
aborto, la eutanasia o el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona
humana, como las mutilaciones, las torturas infligidas al cuerpo o a la mente, los intentos de coacción
espiritual; todo lo que ofende a la dignidad humana...; todas estas prácticas y otras parecidas son,
ciertamente, infamantes y, al degradar a la civilización humana, todavía deshonran más a los que así se
comportan que a los que sufren la injusticia.(n.27)
1. ANTICONCEPTIVOS
89
Cfr el análisis de la conexión entre anticoncepción y aborto en EV 13; M.L. DI PIETRO.-E. SGRECCIA,
La contragestazione ovvero l'aborto nascosto, Medicina e Morale 1(1988)5-34.
90
Cfr. F. VECCHIO, Rischi connesi con l'uso dei contraccettivi orali, Medicina e Morale 2(1978)167-180,
donde comenta los datos de dos estudios estadísticos hechos con 46 mil mujeres por 1800 médicos durante 8
años.
91
P. BARBERI.-D. TETTAMANZI, Matrimonio e famiglia nel magistero della Chiesa, Milán 1986; C.
CAFFARRA, La trasmissione della vita nella 'Familiaris consortio', Medicina e Morale 4(1983)391-399;E.
SGRECCIA, Il dono della vita, Milán 1987.
74
"el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los
usos ilícitos contra la generación" (GS 47).
El acto conyugal, en su verdad personal plena, comprende las dos dimensiones
intrínsecamente interdependientes y no accesoriamente unidas. Se manipula dicho acto
conyugal cuando se separa en él el amor y la vida: con esta reducción, la sexualidad no
expresa la totalidad del ser personal de los esposos:
El acto conyugal con el que los esposos manifiestan recíprocamente el don de sí mismos expresa
simultáneamente la apertura al don de la vida: es un acto inseparablemente corporal y espiritual. En su
cuerpo y a través del cuerpo los esposos consuman el matrimonio y pueden llegar a ser padre y madre.
Para ser conforme con el lenguaje del cuerpo y con su natural generosidad, la unión conyugal debe
realizarse respetando la apertura a la generación, y la procreación de una persona humana debe ser el
fruto y el término del amor esponsal.(DV II 4)
Queda excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el de sus
consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.(n.14)
Hay que añadir, además, que los anticonceptivos tuvieron su raíz en las dificultades
de las parejas en relación a la regulación de los nacimientos, pero en seguida se han
convertido en métodos y estrategia de colonización por parte de los países más desarrollados
e influyentes para condicionar el desarrollo demográfico de los pueblos emergentes. La
contracepción se ha convertido en un medio de control demográfico al hacer depender las
ayudas económicas de la planificación familiar. Determinadas fuerzas económicas y
organizaciones internacionales han impuesto a las naciones pobres este criminal chantaje, ya
denunciado por Pablo VI en la Humanae vitae y reiterado en la Familiaris consortio (n. 6 y
30).92
2. ESTERILIZACIÓN
92
Cfr E. JIMENEZ, Moral sexual. Hombre y mujer imagen de Dios, Bilbao 1990, p. 175-194.
75
anticonceptivo ideal, encuentra en la esterilización el método más seguro, inocuo y eficaz.
La misma Organización Mundial de la Salud declara que "la esterilización es actualmente
uno de los métodos principales para controlar la fecundidad en el mundo".93 Las políticas
demográficas de muchos países la promueven, ofreciéndola incluso como un servicio social.
Por otra parte, los avances de la ciencia médica, sobre todo en lo que se refiere a la
microcirugía, han convertido la esterilización, tanto en el hombre como en la mujer, en una
técnica de fácil realización, practicable en régimen ambulatorio y en un tiempo no superior a
veinte minutos. Esta facilidad técnica apenas da a quien la padece la sensación de haberse
sometido a una amputación quirúrgica.
Los métodos más usados en la esterilización masculina son la vasotomía: simple
sección del conducto deferente; y la vasectomía: extirpación de un segmento de dicho
conducto. Ambas técnicas imposibilitan la emisión de esperma fértil. La eficacia de la
vasectomía, en orden a la exclusión de un posible embarazo, es mucho mayor que cualquier
otro método del control de la fertilidad, excepción hecha de la ligadura de trompas en la
mujer. Las posibilidades de un embarazo son mínimas; se da alguna vez por recanalización
espontánea del conducto deferente, por oclusión o sección errónea, por duplicación
congénita del conducto o por la realización del acto sexual en el período posterior muy
cercano a la operación, cuando aún quedan acumulados espermatozoides en el aparato
reproductor.
La técnica más frecuente de esterilización de la mujer es la ligadura de trompas,
que puede realizarse con una minilaparotomía a través de una incisión en la piel no mayor
de dos centímetros. La simplicidad, eficacia y bajo costo de este procedimiento ha
contribuido a su multiplicación.
Para aclararnos, antes de dar el juicio moral sobre la esterilización, es conveniente
hacer algunas precisaciones. Por esterilización humana se entiende aquellas intervenciones
que tienen por objeto privar al que las sufre de la facultad procreativa.
La esterilización puede ser orgánica -extirpación o modificación de alguno de los
órganos indispensables para la procreación- o funcional -respetando la integridad de los
órganos, mediante sustancias farmacológicas se impide su normal funcionamiento. En los
dos casos se produce artificialmente una infecundidad biológica: incapacidad de fecundar o
de ser fecundada.
La esterilización puede ser temporal o permanente, según exista o no la ulterior
posibilidad de restablecer la función procreativa. La reversibilidad de la esterilización
quirúrgica está condicionada, en parte, por el tiempo que haya pasado desde que se realizó y
también -en cuanto a la recuperación efectiva de la función generativa- por la formación o
no de anticuerpos antiespermáticos. En cuanto a la ligadura de trompas, la reversibilidad
depende del tipo de técnica utilizada en la primera intervención y del lugar tubárico en que
se realizó la ligadura.
Recuperar la capacidad generativa no es sinónimo de recanalización, que la
microcirugía ha simplificado y es fácil. Pero no siempre queda garantizada la capacidad
generativa con la recanalización, pues la capacidad generativa depende de otros muchos
factores. Quien se somete a la esterilización debe saber que lo más probable es que sea
permanente.
Desde el punto de vista moral no se considera la esterilización indirecta, es decir,
cuando la esterilización no es buscada directamente, ni como medio ni como fin, sino que se
da como consecuencia inevitable de una intervención que tiene por objeto conservar o
93
OMS, Special Programme of Research Development and Research Training, 1977.
76
recuperar la salud gravemente comprometida por la disfunción de un órgano imprescindible
para la procreación.94
La motivación de esta esterilización terapéutica es salvar la vida o aliviar dolores
persistentes y graves, aunque ello comporte la supresión de la capacidad generativa como
una consecuencia inevitable. No ofrece ninguna duda el caso de la histerectomía realizada
para remediar un estado patológico grave del útero, cuando no existe otro tratamiento eficaz
menos mutilante. Así sucede, por ejemplo, en el caso del cáncer uterino, en el que el único
tratamiento eficaz posible consiste en la extirpación del útero con lo que se provoca
indirectamente un estado de esterilidad permanente. El mismo caso se da en algunos
cánceres de próstata que llevan consigo la extirpación testicular, o cánceres de mama con
dependencia hormonal de los ovarios, en los que junto a la mamectomía se debe practicar la
ovariectomía,
Una clarificación especial merece el caso de un útero con malformaciones o
debilitado con cicatrices múltiples como consecuencia de repetidos partos con cesárea. La
histerectomía estaría permitida a causa del deterioro en que se encuentra el útero en el
momento en que se realiza la intervención y no únicamente a causa del peligro que pudiera
provenir de un hipotético o posible embarazo.
La licitud de la esterilización no está ligada al número de cesáreas que haya sufrido
la mujer, sino a las condiciones reales en que se encuentra el útero. Es falsa la opinión de
que la mujer no puede tener sin grave riesgo más de tres cesáreas. La técnica de la cesárea
baja -única que se realiza actualmente- permite que se puedan realizar varias sin ningún tipo
de riesgo. Por esto no se puede admitir que tres operaciones de cesárea constituyan un
motivo suficiente para justificar la histerectomía. Sólo si el útero enfermo,
independientemente del embarazo, es la causa del peligro para la vida de la mujer, su
extirpación sería lícita, pues la esterilidad que se provoca no es buscada directamente ni
como medio ni como fin, sino que se trata de una consecuencia inevitable de un tratamiento
que tiene por objeto conservar la salud gravemente comprometida por la presencia del útero
enfermo. Esta es la respuesta dada ya por Pío XII en su discurso a los Urólogos y repetida al
Congreso Internacional de Hermatología:
La Iglesia, sin embargo, no considera de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos
verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar que se siguiese un
impedimento, aún previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier
motivo, directamente querido.95
94
Cfr L. CICCONE, Non uccidere, questioni di morale della vita fisica, Milano 1984; C. CAFFARRA, Il
problema morale della sterilizzazione, Medicina e Morale 19(1979)199ss; D. TETTAMANZI, La sterilizzazione
anticoncezionale: per un discorso cristiano, Brezzo de Bedero 1981.
95
AAS 45(1953)674-675; 50(1958)734-735.
77
Con la esterilización eugenésica se trata de evitar a toda costa el nacimiento de un
hombre tarado, pues se le considera una carga considerable para la sociedad; la
esterilización del cónyuge capaz de transmitir la tara es el medio más eficaz, ya que los
demás métodos anticonceptivos son difíciles de controlar y siempre más costosos.96
Dentro de este punto, Ch. Curran ha incluido el caso de la esterilización de las
mujeres que sufren un grave retraso mental. Opina que la esterilización puede estar
recomendada, cuando por violencia o ignorancia, una deficiente mental estuviese expuesta
al acto sexual y a quedar embarazada; e incluso para prevenir las hemorragias menstruales y
los problemas de higiene que se derivan de este hecho fisiológico... La esterilización en
estos casos "es un derecho que la sociedad debe tutelar".97
Sobre este particular de las retrasadas mentales baste la respuesta de E. Sgreccia:
"Parece absurdo que, para impedir un abuso, se procure un daño físico, no a la persona que
realiza el abuso, sino a la que lo sufre, y más tratándose, en el caso de la inhábil de mente,
de una persona que ya está disminuida".98 Los padres o las personas que las tienen bajo su
custodia, y la misma sociedad, tienen la obligación de velar por el bien integral de estas
personas. Las molestias que les puedan causar no son un motivo para esterilizarlas.
Pero la motivación que ha provocado más esterilizaciones en nuestro tiempo ha sido
la de contener el crecimiento demográfico. A comienzos de los años sesenta, la
esterilización es incluida dentro de los programas destinados a evitar la llamada explosión
demográfica. Gobiernos y organismos internacionales condicionan sus ayudas económicas
a los países pobres a la reducción de la natalidad por medio de una planificación familiar
que, no pocas veces, incluye la esterilización impuesta por la ley.
Otro fenómeno actual, en el que confluyen frecuentemente amenazas y atentados contra la vida, es el
demográfico... Como el antiguo Faraón, hoy no pocos poderosos de la tierra consideran como una
pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres
representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus Países. Por ello..., promueven e
imponen por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas
económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política
antinatalista (EV 16).
Uno de los casos más conocidos es el de la India. Desde que en 1958 entró en vigor
el primer programa de planificación familiar hasta el año 1980, se habían practicado más de
veinte millones de esterilizaciones; sólo en 1976 se practicaron ocho millones.
Otro país del que se han obtenido estadísticas oficiales de esterilizaciones coactivas
es China: treinta millones de mujeres y diez millones de hombres fueron esterilizados entre
1979 y 1984; casi una tercera parte de las parejas casadas en edad de procrear.
En el fondo, las soluciones dadas por los neomalthusianos para frenar la, según
ellos, explosión demográfica no son más que la conclusión lógica de una concepción
puramente materialista del hombre, a quien se considera exclusivamente como un ser
biológico que vive en una colectividad política sin dignidad personal. Se puede decir que los
criterios demográficos serían los mismos de la eugenesia aplicada a conservar o mejorar la
especie.
Pero, junto a la esterilización coactiva, hoy se ha extendido de forma alarmante,
sobre todo en los países desarrollados, la esterilización voluntaria, que se realiza con el
consentimiento de quien la padece, bien por propia iniciativa o por indicación médica, o por
96
Cfr J.M. CASAS TORRES, Población, desarrollo y calidad de vida, Madrid 1982.
97
Ch. CURRAN, New Perspectives in Moral Theology, Indiana 1976.
98
E. SGRECCIA, Manuale de Bioetica, p. 283.
78
acuerdo común de la pareja. La extensión del recurso a la esterilización por libre elección en
los últimos años, supone una cultura que separa, en la actividad sexual, el significado
unitivo del procreativo. El objeto directo es incapacitar a una persona para la procreación.
Puede ser practicada con el fin de evitar directamente los hijos o como medio para impedir
otras consecuencias que puedan derivarse inevitablemente del embarazo o del nacimiento de
un nuevo hijo.
Las motivaciones que se aducen para justificar la esterilización antiprocreativa son
innumerables; entre las más frecuentes se pueden señalar: el excesivo miedo a la
maternidad, el rechazo de las limitaciones de libertad personal que lleva consigo el
embarazo o los hijos, la escasez de medios económicos, problemas habitacionales, el temor
a transmitir enfermedades congénitas o hereditarias, el riesgo que supondría para la madre
un eventual embarazo, etc.99 Con el fin de evitar problemas que se derivarían de un nuevo
embarazo, se ha hecho práctica habitual en muchos hospitales la esterilización de multíparas
-con o sin consentimiento de ellas-, después de una segunda o tercera cesárea.
La condena de la esterilización, fiel a la tradición del magisterio de la Iglesia, sobre
todo en Pío XII, aparece de forma explícita y concisa en la Humanae vitae:
Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la
esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer.(n. 14)
99
Cfr G. PERICO, La sterilizzazione volontaria come metodo contraccetivo, Aggiornamenti Sociali
30(1979)198ss.
100
AAS 68(1976)738-739.
79
antropológico, que empieza por sacrificar el aspecto corpóreo, para terminar con la
destrucción de la persona.
Es cierto que se dan casos límites en la vida conyugal, en los que conjugar el amor
unitivo y la apertura a la vida según la voluntad de Dios sólo es posible "fomentando el
espíritu de sacrificio" (GS 50) y "cultivando sinceramente la virtud de la castidad conyugal"
(n.51). La castidad no es renuncia, sino ingrediente del amor. Los esposos cristianos, que
entienden su vida y su amor ligados al amor de Dios, estarán preparados para hacer lo que el
amor aconseja y para renunciar a lo que contradice el amor. La cruz de su vida se hace
gloriosa a la luz de la cruz de Cristo, liberando su vida conyugal del hedonismo, que mata el
amor.101
3. PENA DE MUERTE
Sin examinar las bases del derecho penal de la sociedad, hay que afirmar que la
defensa de la justicia por la violencia, hasta infligir la muerte, no es la mejor pedagogía para
sensibilizar en el respeto al valor de la vida. Brevemente, examino tres expresiones de esta
violencia: la pena de muerte, la tortura y la legítima defensa.
a) Pena de muerte
El hombre, por ser imagen de Dios, merece siempre que se le respete la vida. Dios
sale en defensa de la vida hasta del fratricida Caín (Gén 4,15). Y Cristo, redentor del
pecador, se declara contra la ley del talión, invitando a una actitud nueva, como signo y
expresión de su salvación: el amor a los enemigos (Mt 5,38-41). La dinámica de la
venganza, que añade muerte a muerte, es sustituida por la dinámica del perdón y el amor. La
justicia de Cristo, que se carga con el mal hasta dar la vida por el malvado, hace justo al
pecador. A la adúltera, que según la Ley mosaica debe ser lapidada, no la condena, sino que
con el perdón la regenera.
La vida y muerte de Cristo manifiestan la paciencia y misericordia de Dios, que no
desespera del hombre, dándole confianza hasta el último momento de su vida. La pena de
muerte es, en cambio, una expresión de desesperación y desconfianza del hombre. Es
negarle la posibilidad de regeneración. Las penas, que la sociedad inflige a los culpables,
deberían ir encaminadas a favorecer su recuperación. Esta función medicinal de la pena
desaparece con la eliminación del reo. En este sentido, la pena de muerte aparece como una
pobre justificación de las negligencias de la sociedad para resolver las causas de la
criminalidad o como un medio para eximirse de las propias responsabilidades respecto a los
inadaptados o discrepantes de sus ideas.
Respecto a la pena de muerte, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, hay una tendencia
progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición... Hoy, gracias a la
organización cada vez más adecuada de la institución penal, los casos de absoluta necesidad de
eliminación del reo, por no ser posible la defensa de la sociedad de otro modo, son ya muy raros, por
no decir prácticamente inexistentes (EV 56 y 27).
b) La tortura
Con la pena de muerte, hoy se sigue negando el valor y respeto de la vida en las
diversas y sofisticadas formas modernas de tortura. Desde los malos tratos físicos a las
variadas formas de tortura psíquica, con técnicas cada vez más "limpias" de huellas, en
nuestro mundo no ha desaparecido este recurso para obtener confesiones o informaciones o
101
VARIOS, Il problema della sterilizzazione voluntaria, Milán 1983, con amplia bibliografía.
80
para castigar a los disidentes. En 1975 la ONU daba esta definición de tortura, (no
ciertamente con intención didáctica):
Se entenderá por tortura todo acto por el cual un funcionario público, u otra persona a instigación suya,
inflija intencionalmente a una persona penas o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el
fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya
cometido, o de intimidar a la persona o a otros.
La tortura física atenta contra la integridad de la persona y toda tortura atenta contra
la dignidad del hombre: vulnera la libertad interior, anula o disminuye la racionalidad y
reduce al hombre a un objeto.102
c) Legítima defensa
4. LA GUERRA
102
Cfr Pío XII, AAS 45(1953)730-744;Pablo VI, AAS 68(1976)707-714; GS 27.
103
Cfr E. CHIAVACCI, Morale della vita fisica, Bologna 1976, p.155-170.
81
Pérsico. Esto prueba que el armamento, como ya afirmó el Vaticano II, se acumula no sólo
para disuadir sino para ser empleado.
La incoherencia de la guerra con el mensaje evangélico de la moral cristiana sobre
el don de la vida es algo evidente. La guerra actual, como toda guerra, es la consecuencia de
los mecanismos, climas personales y sociales, contextos y estructuras políticos que valoran
el nacionalismo, el orgullo, la economía o otros intereses por encima de la vida humana.
En el Evangelio de Cristo no se habla de la guerra, pero sí de la erradicación de las
causas de la guerra.104 Como escribe D.C. Maguirre "la apreciación de la dignidad de las
personas y el poder del amor que sufre señalan la fuente genuina de la paz; al dirigirse a la
pecaminosidad del hombre, el Evangelio pide una eliminación de las causas radicales de la
guerra. El sermón del monte ofrece los objetivos máximos de justicia y paz, para realizarlos
plenamente en la 'nueva tierra donde habita la justicia', pero que se han de realizar ahora en
una tensión creativa".
El testimonio de los primeros cristianos nos proporciona también la aversión a la
guerra por parte de la Iglesia primitiva. En los escrutinios de los catecúmenos se exigía para
acceder al bautismo la renuncia a la carrera militar y, cuando se mitigó esta praxis, el
juramento al menos de dejarse matar antes que matar. Más tarde, con San Agustín y Santo
Tomás se fue elaborando toda una doctrina sobre la guerra. Se empieza a hablar de la clásica
división de "guerra justa y guerra injusta".
Para que una guerra sea "justa" se requerían toda una serie de condiciones:
imposibilidad de una solución pacífica, una causa justa, decisión tomada por la legítima
autoridad, a la que corresponde velar por el bien común, e intención recta, es decir, no
buscar la venganza ni actuar por crueldad, sino por el deseo de hallar una solución justa a un
conflicto. Y, además, una vez en guerra, se exige que ésta se lleve con espíritu de
humanidad.
Quizás, para ser realistas, hay que reconocer el servicio que esta moral ha prestado a
la humanidad. En primer lugar, esta teología hizo de la guerra una cuestión moral, cosa
desconocida en el mundo antiguo ajeno al cristianismo. Al encuadrar la guerra dentro de un
planteamiento moral, de algún modo la liberó de su total irracionalidad y de los caprichos de
los poderosos de turno, exigiendo una causa justa y proporcionada. Y, aunque sea algo
prácticamente imposible, esta moral se preocupó de crear una actitud moral interior; no
basta para justificar la guerra la causa justa externa, sino que se pide la rectitud de intención.
Todas estas condiciones eran un freno para la guerra.
Hoy, el Vaticano II invita a "mirar la guerra con espíritu enteramente nuevo" (GS
80). Dado el potencial bélico acumulado, en estos momentos no cabe la posibilidad de que
se den todas las condiciones exigidas por la moral tradicional para que se pueda dar una
guerra justa. La guerra es una aventura sin retorno; es imposible calcular el costo en vidas
humanas y en desprestigio de la dignidad del hombre. Es la negación del hombre como ser
racional. La violencia no puede, por ello, ser un camino de paz.
La guerra va contra la lógica del amor y de la reconciliación que Cristo anuncia,
vive y ofrece al cristiano. La guerra confía la justicia al dictado de la fuerza, a la potencia de
las armas y no a la verdad de la razón y del amor. Y si la guerra es "un hecho irracional en
sumo grado", lo es también la carrera de armamentos de nuestra sociedad. El Concilio
Vaticano II se expresó así:
Por lo tanto, hay que declarar de nuevo: la carrera de armamentos es una gravísima plaga de la
humanidad y perjudica a los pobres de un modo intolerable. Hay que temer seriamente que, si perdura,
engendre todos los estragos funestos cuyos medios ya prepara.(GS 81)
104
Cfr EV 27.
82
La carrera de armamentos, según la síntesis de diversos documentos que hace J.
Javier Elizari, es:
-Una malversación de fondos, que podrían cubrir las necesidades humanas de los
países menos desarrollados y de las clases marginadas de las sociedades más ricas.
-"por su solo coste, las armas matan a los pobres, haciéndoles morir de hambre"105
-un escándalo a nivel mundial.
-un peligro de acudir a la utilización de esos armamentos tan destructores.
-una inversión, en cuanto que da la primacía a la fuerza sobre el derecho.
-una ilusión, pues toda seguridad basada en las armas y no en el primado de la razón
es frágil y ficticia
-se opone al espíritu cristiano.
-es una locura, pues crea una especie de histeria colectiva y favorece un clima
obsesivo de temor, un equilibrio del terror.
-es una contradicción: por una parte, se dice que las armas tienen fines disuasorios;
pero, por otra, se está dispuestos a utilizarlas.106
Dentro de la carrera de armamentos hay un aspecto que la Iglesia ha denunciado y
condenado con frecuencia: el comercio de armas. Este "comercio de la muerte" exacerba las
guerras, aumenta el peligro de que los conflictos locales se extiendan y generalicen.
Pero el desarme, para ser efectivo, implica un cambio de mentalidad, como puso de
manifiesto el Vaticano II:
Pues los que gobiernan los pueblos, que son garantes del bien común de la propia nación y, al mismo
tiempo, promotores del bien de todo el mundo, dependen enormemente de las opiniones y de los
sentimientos de las multitudes. De nada les sirve el trabajar en la construcción de la paz mientras los
sentimientos de hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios raciales y las ideologías
obstinadas dividen a los hombres y los enfrentan entre sí. Es de suma urgencia proceder a una
renovación en la educación de la mentalidad y a una nueva orientación en la opinión
pública...Tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en
aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore.(GS 82)
Una nueva evangelización, que ofrezca a los hombres el amor y reconciliación con
Dios, dará el verdadero sentido de la vida al hombre actual y cambiará su corazón de modo
que participe de las bienaventuranzas del Reino de Dios: "Bienaventurados los pacíficos
porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9).
5. HUELGA DE HAMBRE
Se puede partir, para buscar una valoración moral de la huelga de hambre, del
significado que da a esta expresión el Diccionario de la Real Academia: "Abstinencia total
de alimento que se impone a sí misma una persona, mostrando de este modo su decisión de
morirse si no consigue lo que pretende".
La huelga de hambre supone, por tanto, una decisión libre de privarse de alimento
hasta la muerte; el hambre es utilizada como instrumento de presión y de reivindicación de
un pretendido derecho conculcado. La presión se lleva a cabo causando un daño moral a
otra persona o a una institución, acusándola de inhumana hasta el punto de dejar morir de
hambre a alguien. Otro elemento fundamental de la huelga de hambre es la publicidad
máxima del hecho; para dar publicidad a la huelga de hambre, el huelguista sigue todo un
ritual: se elige el lugar, el día y la hora de su comienzo, preparando los cauces de
comunicación para dar relevancia al hecho. La entrega de lo más valioso -la propia vida- ha
105
La Saint-Siège, et le désarmement général, en DocCath 73(1976)604.
106
Cfr J.F. ELIZARI BASTERRA, Praxis cristiana, p. 142-143.
83
de aparecer como signo notificador del gran valor que se concede al derecho pretendido. La
presión psicológica sobre el otro o sobre la autoridad está en hacerla sentirse responsable de
un hecho tan inhumano como dejar morir a una persona a sabiendas, de hambre y
lentamente.
Siendo el alimento la necesidad más primaria, dejarse morir de hambre, es la mayor
violencia posible para el hombre, como desprestigio del carácter humanitario al que toda
persona e institución tiene derecho y cuyo reconocimiento apetece instintiva y
visceralmente. Cuando a una persona, a una institución o a la humanidad se le quita el
carácter de humanidad -ya que deja morir de hambre a sabiendas a una persona- se la está
destruyendo desde los cimientos. Se habla a veces de la huelga de hambre como de la
fuerza de la debilidad. En realidad es la violencia fría y calculadora más deshumana que
existe. Quien recurre a la huelga de hambre, hasta las últimas consecuencias, se mata a sí
mismo, declarando la muerte a la humanidad entera, pues se la priva de su valor de
humanidad.
La huelga de hambre no puede justificarse con las mistificaciones de tipo místico
sacrifical, como hacen ciertos grupos de presión pseudo-religiosos. No se puede justificar la
huelga de hambre como experiencia de comunión con el hambre que otros padecen por
necesidad. Es una burla del hambre impuesta por la necesidad. La fraternidad cristiana se
vive en el compartir el pan, no en el fingir compartir por un tiempo el hambre que el otro no
desea ni para sí ni para nadie.
La banalización de la huelga de hambre con su recurso frecuente, como su
manipulación por intoxicación ideológica de tipo político o pseudo-religioso, manifiestan la
negación de la vida como germen de ella. El delirio necrófilo que ha aparecido tantas veces
en la historia humana sigue hoy apareciendo en ciertos líderes visionarios e intransigentes,
que instrumentalizan a los pueblos, impulsándoles al suicidio, aunque ellos hablen de
heroicidad.
Llevar a la humanidad hasta el borde de la irracionalidad con la violencia moral que
ejerce la huelga de hambre es una prueba más de su inmoralidad. La vida humana no es sólo
un valor individual, sino social en contraste con la huelga de hambre. No se puede usar la
vida humana como medio, instrumento o táctica para conseguir unos bienes siempre
inferiores y que sólo tienen sentido supuesta la vida. Según la frase evangélica, "¿de qué le
sirve al hombre ganar todos los bienes de este mundo si pierde su vida?".
6. DROGAS
Las drogas son otra de las expresiones de la negación de la vida en nuestra sociedad.
La utilización de productos para modificar las condiciones psíquicas se ha dado desde
siempre en la humanidad. Pero la drogadicción hoy ha adquirido unas proporciones y
características enormes.
El uso de la droga, para lograr nuevas sensaciones o un estado psíquico "agradable"
o alucinógeno, tiene graves repercusiones sobre el drogadicto y sobre la sociedad. La
drogadicción produce una dependencia, que se manifiesta en la crisis de abstinencia con tal
fuerza que hace casi imposible la recuperación del drogadicto. El recurso a la droga o el
deseo de poseerla lleva frecuentemente a una conducta antisocial y supone una carga
económica elevadísima para la familia y para la sociedad, elevando el número de robos y
crímenes.
84
producido por la administración repetida de una droga y que conduce a la aparición de un
conjunto característico y específico de síntomas, designados como el síndrome de
abstinencia, cuando la administración de una droga cesa...".
Juan Pablo II, en una homilía, señalaba como factores que inciden en la toxicomanía
la falta de motivaciones para la vida y la incomunicación dentro de nuestra sociedad. En
concreto, como raíz, señalaba:
La falta de claras y convincentes motivaciones de vida. En efecto, la falta de puntos de referencia, el
vacío de valores, la convicción de que nada tiene sentido y que, por tanto, no vale la pena vivir, el
sentimiento trágico y desolado de ser viandantes desconocidos en un universo absurdo, puede impulsar
a algunos a la búsqueda de huidas rabiosas y desesperadas.
7. TERRORISMO
Como "última playa de ruina y de muerte", hay que señalar el terrorismo, que
aparece en nuestro mundo en todas sus latitudes como una amenaza irracional contra la vida
personal y social. El terrorismo, fruto de nuestra sociedad, es una amenaza constante e
interna para ella.
El terrorismo es una negación de la vida desde todas sus manifestaciones:
homicidios, atentados, secuestros de personas, lesiones, intimidaciones, impuesto
revolucionario, manipulación constante de la verdad, mutilando o falseando los hechos,
silenciándolos u orquestándolos según su conveniencia... La fuerza motriz de su acción es el
odio y con frecuencia el ensañamiento.
Los factores ideológicos, psicológicos o sociales que engendran el terrorismo de
nuestro tiempo son múltiples y variados. La conferencia episcopal alemana señala los
siguientes:
-Un ideal de sociedad justa e igualitaria, pero privado de vínculos trascendentes,
accesible con las meras fuerzas del hombre, cuya consecución sería lícita por cualquier
medio; así, un compromiso humanitario inicial se convierte en agente de destrucción.
-el rechazo radical de toda institución, concebida siempre como un freno al
desarrollo personal.
-un concepto de libertad no sujeta a normas y carente de límites.
-un tipo de sociedad que no da respuesta a las necesidades fundamentales del
hombre: una sociedad puramente pragmática, cuyo símbolo más elocuente es el
consumismo, una sociedad que produce un sentimiento de vacío y de absurdo.
A estas causas, los obispos añaden la vivencia deficiente de la fe, los reducionismos
teológicos de la fe, que impiden que el mensaje cristiano ejerza todo su poder de atracción y
de transformación de los hombres.107
107
Conf. Episc. Alemana, ¿De dónde procede el terrorismo?, en Ecclesia 1891(1978)9-15; Cfr Juan Pablo II,
Es necesario poner un dique al terrorismo, Ecclesia 1979(1980)8-11.
85
Todas estas causas no eximen de responsabilidad personal al terrorista. Quienes
exoneran a los terroristas de responsabilidad personal entran también ellos en la lógica del
terrorismo, reduciendo al hombre a un mecanismo del engranaje social, que es la forma más
radical y terrorista de negar la dignidad de la persona humana. Juan Pablo II expresa con
fuerza su rechazo del terrorismo:
Es necesario poner un dique al terrorismo, el cual no duerme... Acaso los desequilibrios sociales y
otras motivaciones han podido permitir una mentalidad crítica, tendiendo a hacer tabla rasa de todo
con la esperanza de un futuro mejor, como dicen. Pero, ¿qué futuro, qué futuro mejor puede
construirse sobre el odio, que ferozmente se enfurece contra los propios hermanos, qué mañana puede
surgir de una última playa de ruina y de muerte?.
Frente a estas u otras formas de negar la vida, fruto de una cultura de muerte, la
Iglesia se alza incansablemente en defensa de la vida, de toda vida humana. Para no
multiplicar las citas, me limito a un solo texto del Magisterio actual de la Iglesia:
La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo Dios, encuentra su
primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Se ha hecho habitual
hablar, y con razón, de los derechos humanos; como por ejemplo, sobre el derecho a la salud, a la casa,
al trabajo, a la familia y a la cultura. De todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria si no se
defiende con la misma determinación el derecho a la vida como el derecho primero y fontal,
condición de todos los otros derechos de la persona.108
La Iglesia no se ha dado nunca por vencida frente a todas las violaciones que el
derecho a la vida, propio de todo ser humano, ha recibido y continúa recibiendo por parte
tanto de los individuos como de las mismas autoridades. El titular de tal derecho es el ser
humano, en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepción hasta la muerte
natural; y cualquiera que sea su condición, ya sea de salud o de enfermedad, de integridad
física o de minusvalidez, de riqueza o de miseria.
En la aceptación amorosa y generosa de la vida humana, sobre todo si es débil o
enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión, tanto más necesaria
cuanto más dominante se hace una cultura de muerte. En efecto, la Iglesia cree firmemente
que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la
bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de
la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel "Sí", de aquel "Amén"
que es Cristo mismo (Cfr 2Cor 1,19;Ap 3,14). Frente al "no" que invade y aflige al mundo,
pone este "Sí" viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan
y rebajan la vida.(Christifideles 38)
5. ABORTO
108
Cfr toda la Evangelium vitae, veáse en particular n. 2; 5; 40-41; 53-54.
86
1. ACLARACIONES PRELIMINARES
Esta afirmación clara es confirmada por la misma ciencia genética, como reconoce
la misma declaración:
La ciencia genética aporta preciosas confirmaciones. Ella ha demostrado que desde el primer instante
queda fijado el programa de lo que será este ser viviente; a saber, un hombre y un individuo, provisto
ya de todas sus notas propias y características. Con la fecundación ha comenzado la maravillosa
aventura de una vida humana, cada una de cuyas capacidades exige tiempo para ponerse a punto y
estar en condiciones de actuar.(n.13)
Con la fecundación del óvulo por un espermatozoide se inicia una vida humana; de
dicha unión no se origina una vida que, una vez desarrollada, nos dé un elefante o una
merluza, sino un ser humano, una persona humana. El proceso de fertilización marca la
existencia de una realidad distinta de los progenitores, con toda la dotación cromosómica
propia y con capacidad de autodesarrollo. Ya en el momento de la fecundación, con la
fusión de los gametos, aparece un genotipo distinto del del padre y del de la madre, con
posibilidad de autodesarrollo homogéneo. El óvulo fecundado, por tanto, no pertenece a la
madre como un tejido o un órgano de ella; el embrión o feto no es "carne" o "cosa" de la
madre. Esa vida biológicamente distinta de la de la madre es única e irrepetible, con
mecanismos internos propios; el proceso de desarrollo y crecimiento es ordenado no por la
madre, sino por el propio embrión. De aquí que la vida humana merezca todo el respeto
desde el momento de la fecundación.
El segundo momento es el de la segmentación, proceso mediante el cual se realiza
el fenómeno de la individuación en el caso de los gemelos. La implantación o anidación en
el útero y la posterior aparición de la corteza cerebral no son más que momentos del
desarrollo de la vida humana comenzada en la fecundación. La actividad cerebral presupone
la estructura cerebral ya presente antes de empezar su funcionamiento. No se puede
argumentar con la analogía de la muerte: la desaparición de toda actividad de la corteza
cerebral marca el final de la vida biológica, ya que se verifica ahí la condición de
86
irreversibilidad, pero la aparición del funcionamiento cerebral no marca el comienzo de la
vida, ya que tal funcionamiento está exigido previamente.109
Como dicen los Obispos españoles en su Nota sobre el aborto:
El proceso embrionario es un proceso continuo en el que, desde el principio, estamos ya ante una
realidad humana... Aunque pudiera opinarse que en la primera fase del proceso embrionario no
existiera aún persona humana, sin embargo, nos encontramos ya desde el comienzo del mismo por lo
menos con una individualidad genética -distinta y diferenciada de la de los padres- intrínsecamente
orientada a la constitución de una persona humana, que origina un derecho fundamental a la vida.(n.2)
Los impíos con las manos y las palabras llaman a la muerte; teniéndola por amiga, se desviven por
ella... Porque se dicen: "Corta es y triste nuestra vida;... por azar llegamos a la existencia y luego
seremos como si nunca hubiéramos sido..." (Sb 1,16-2,1ss)
Dios es un Padre que ama la vida y no olvida a nadie que haya llamado a la
existencia:
Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues si algo odiases, no lo hubieras creado.
Y ¿cómo podría subsistir cosa alguna que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses
llamado? (Sb 11,24)
109
J. ELIZARI, El aborto ya es legal. ¿Qué hacer?, Madrid 1985;J. GAFO, El aborto ante la conciencia y la
ley, Madrid 1982;EPISCOPADO FRANCES, Vie et mort sur commande, La Document.Catholique de Nov 1984.
110
Cfr EV 60; G.B. GUZZETTI, Quando l'embrione è persona?, Rivista di Teologia Morale 73(1987)67-79;
S. LEONE, I diritti dell'embrione, Medicina e Morale 3(1985)583-603;VARIOS, Il diritto alla vita, Roma
1981;VARIOS, L'Aborto. Riflessioni di studiosi cattolici, Milán 1975.
87
2. INDICACIONES O MOTIVACIONES DEL ABORTO
a. Aborto terapéutico
b. Aborto eugenésico
111
Cfr E. BOMPIANI, Le indicazioni dell'aborto "terapeutico": stato attuale del problema, en L'aborto,
riflessioni...,p. 191-215;L. CICCONE, L'Aborto, en "Non uccidere". Questioni di morale della vita fisica, Milano
1984, p. 144-256.
88
La diagnosis prenatal permite, a veces, curas adecuadas del hijo o de la madre,
evitando posteriores sufrimientos. Gracias a este diagnóstico precoz, los padres pueden
quizás prepararse mejor para superar las dificultades psicológicas o espirituales que supone
la acogida de un hijo minusválido. A otros, obsesionados por el miedo a tener un hijo
subnormal, la diagnosis prenatal les calmará, quitándoles los temores infundados, liberando
al mismo tiempo al hijo de las consecuencias que esa angustia hubiese tenido para él. A
algunos padres, incluso, la diagnosis prenatal les librará del recurso al aborto.
Sin embargo, como ya queda dicho, en la actualidad, la diagnosis prenatal y la
perspectiva del aborto se hallan estrechamente vinculadas. Hay médicos que se niegan a
realizar esta diagnosis si los padres no dan antes su consentimiento al aborto en el caso de
que se descubra una malformación en el embrión. Se parte, pues, de la idea de que el niño
minusválido no tiene derecho a la vida, que se le ha transmitido. El Episcopado español, en
su declaración Actitudes morales y cristianas ante la despenalización del aborto,
contestaba esta visión:
Cualquier ser humano, tanto más cuanto más necesitado y desvalido se encuentre, tiene en sí la
grandeza de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza para desarrollarse libremente en el
mundo y alcanzar la plenitud en la vida eterna.(n.3, del 28-6-1985)
c. Aborto sentimental
Así se llama en Perú (donde escribo), pero este tipo de indicación, que califica al
aborto, recibe otros muchos nombres, todos ellos impropios, como "aborto humanitario" o
"aborto ético". Se trata del aborto procurado cuando el embarazo ha sido consecuencia de
una acción violenta, como la violación. También se da este nombre cuando el embarazo es
fruto de relaciones incestuosas, con menores de edad o con deficientes mentales. Se trata, en
definitiva, de una violación.
El embarazo, fruto de una violación, supone una situación anómala, pues el hijo no
es fruto del amor, sino de la violencia. Pero el menos culpable es el hijo engendrado. No es
él quien debe morir, ciertamente. Por otra parte, hay que decir que esta situación no es
frecuente; se dan muy pocos casos de fecundación por violación. Y siempre, en caso de
darse, queda la alternativa realmente humanitaria y ética de la adopción del hijo concebido
y alumbrado sin que la madre lo deseara.
d. Aborto psicosocial
89
Se denomina aborto psicosocial al aborto procurado cuando el embarazo resulta no
deseado por motivos de carácter social o psíquicos. Bajo esta indicación caben infinidad de
situaciones: problemas económicos, de vivienda, embarazos en mujeres solteras o como
consecuencia de relaciones extraconyugales, motivos psicológicos en la mujer, como temor
al embarazo o al parto... Es la panacea de los abortistas. En realidad, las indicaciones
psicosociales son la causa más frecuente del número de abortos provocados en el mundo.
El número elevado de abortos provocados -se calculan alrededor de 50 millones al
año-, que crece con la legitimación legal en la mayoría de los países en los últimos años, y
la poca importancia de las razones que sirven de justificación, ponen de relieve el
oscurecimiento del valor de la vida en gestación. Con razón se puede hablar de nuestra
sociedad como de una sociedad abortista y de nuestra cultura como cultura de muerte.
El hecho de que se tienda a considerar el aborto como un logro necesario o al menos
como solución para determinadas situaciones conflictivas, nos obliga a descubrir y combatir
las causas reales de la existencia del aborto voluntario, sea legal o clandestino, castigado o
permitido, clínico o privado, ya que la anunciada "píldora abortiva" podría trasladar al
ámbito doméstico lo que hasta ahora requiere una intervención médica. Al respecto, el
doctor francés Jerome Lejeune, refiriéndose a la píldora Ru486, a la que aluden los obispos
españoles, escribe:
Me avergüenzo de mi país, el país de Pascal, que hoy difunde como medicamento el primer pesticida
anti-humano de la historia, la primera píldora que no tiene otra finalidad que la de suprimir la vida...
Nos hallamos ante el primer preparado químico, cuyo porcentaje de éxito se mide en vidas suprimidas.
Los factores que han llevado a nuestra sociedad a esta cultura de muerte son
muchos.112 En primer lugar está la creciente permisividad sexual y la correspondiente
banalización de la sexualidad, reducida a la búsqueda egoísta del placer. Esta permisividad
va acompañada de la creciente aceptación social del aborto. Es innegable que el número
tiene una gran incidencia en la sensibilidad de las personas; la multiplicación numérica de
los abortos hace que ya no sea un hecho tan chocante.
El recurso al aborto es con frecuencia fruto de un abuso puramente egoísta,
alienante e irresponsable de la sexualidad, ejercida incluso de manera prepotente y aún
violenta, especialmente por parte del varón. Dentro de esta mentalidad surge la
reivindicación del aborto por parte de algunas mujeres para poder disfrutar de su cuerpo en
las mismas condiciones que los varones. El error de estas reivindicaciones está en dar por
buena una visión de la sexualidad que degrada a quien la acepta, tanto al varón como a la
mujer (Actitudes... 12).
La legalización del aborto no hace más que aumentar esta mentalidad abortista. La
permisividad legal, en concomitancia y consecuencia de una sociedad permisiva, contribuye
a la aceptación del aborto; es algo casi inconsciente el razonamiento de muchas personas: si
el aborto es lícito legalmente, ¿por qué no es lícito moralmente?
En todas partes donde se ha legalizado el aborto se ha constatado que la ley no ha
eliminado los abortos clandestinos, finalidad que alegan siempre los propulsores de su
legalización. Más bien, la ley abortista ha aumentado los abortos ilegales. La clandestinidad
no depende sólo ni primeramente del temor a la pena que pueda infligir el Estado; las
motivaciones son otras, como el secreto familiar y social que la ley no puede tutelar en
casos de concepciones por adulterio o en embarazos de mujeres sin casar y jovencísimas.
Además, como dice E. Sgreccia, una vez admitido por la ley que una persona puede abortar
112
Cfr EV 11;18-19.
90
a la luz del sol, no se entiende por qué no se va a poder hacer la misma cosa en el secreto de
un ambulatorio o de una casa, si se prescinde del valor moral.
113
Cfr EV 16.
114
Cfr M. SCHOOYANS, L'avortement, problème politique, NouvRevTh 96(1974)1031-1053 y 97(1975)25-
50.
91
tenga en cuenta. Si la autonomía, libertad o convivencia pacífica (?) nos llevan a dar muerte
a un niño inocente, ¿cómo garantizar la vida de los ancianos, de los impedidos, de los
deficientes mentales, de los miembros de otra raza, de los disidentes políticos o de cualquier
enemigo? Con razón la madre Teresa de Calcuta ve en la legalización del aborto la semilla
de la próxima guerra mundial.115
La supresión efectiva de la persona es la culminación de la violencia, que comienza
con la descalificación y descrédito de la víctima. No se mata si previamente no se ha
desacreditado a la victima. Desde la patológica autoestima de salvador mesiánico de la
humanidad, el violento mata a los que él previamente a descalificado, como ocurre en el
aborto, calificando al niño de "material biológico", "proyecto humano", "vida sin valor"...
La inviolabilidad de la vida humana hace irrelevante el momento en que se
encuentre el feto o embrión en su desarrollo. Dos días, quince días o tres meses no cambia
nada. Esté anidado, con la aparición de la corteza cerebral o con la formación somática no
cambia la valoración moral del aborto. Cuando la vida humana pierde su valor de persona se
mata al niño no deseado en el seno de la madre, al niño nacido con malformaciones, al joven
que con su delincuencia rompe la tranquilidad burguesa, al emigrante de otra raza que llega
a "robar" el puesto de trabajo, al adulto que, con una enfermedad crónica, se vuelve un peso
para la familia y para la sociedad, y al anciano improductivo y molesto. Y así se cierra el
círculo de muerte: madres abortistas engendran hijos eutanasistas.
115
Cfr EV 4.
116
Cfr EV 57-58;61-62; CEC 2271.
92
La Iglesia, movida por el deseo de proteger la vida de los no nacidos y tratando de
fortalecer la conciencia de los católicos en este punto, considera excomulgados a quienes
procuran un aborto, si éste llega a realizarse. Esta excomunión es una pena impuesta por la
Iglesia para subrayar la gravedad de una acción por la que, quien la comete, se priva ya a sí
mismo de la plena comunión espiritual con la Iglesia (n.7; can. 1398; 1321;1324).117
Cuando una ley aprueba una conducta moralmente ilícita, la misma ley se hace
inmoral. Y no vale decir que la ley, que legaliza el aborto, "no crea el aborto, sino que
regula el hecho del aborto" que ya existe en forma creciente en nuestra sociedad. Con esta
lógica se debería despenalizar el robo y el crimen que existen igualmente en forma creciente
en nuestra sociedad. La función de la ley y del Estado queda minada cuando un hecho ilícito
de tal gravedad como la supresión de la vida es reconocido como legal. Un hecho es que tal
cosa se dé contra la ley y otro muy distinto es que se dé con su aprobación. La función
pedagógica, social y moral de la ley desaparece.
La prohibición legal del aborto no es, ciertamente, el camino para proteger
eficazmente la vida no nacida. Pero, dada la mentalidad juridicista de los hombres, la
legalización jurídica lleva a la confusión entre licitud jurídica y licitud moral, como
demuestra el aumento de abortos allí donde se ha despenalizado. Las cifras tampoco
demuestran que, con la legalización del aborto, disminuyan los abortos clandestinos, que es
una de las pretensiones más vociferadas a la hora de proponerla. Es hipócrita, igualmente, la
pretensión de acabar, mediante la legalización del aborto, con la discriminación entre pobres
y ricos, pues la despenalización del aborto deja en situación de inferioridad total
precisamente a los seres más débiles, más carentes de recursos, situados en una condición
absoluta de indefensión.
Si se considera que la ley y la acción de los legisladores deben proteger siempre los
bienes fundamentales de la sociedad y de todos sus miembros, el hecho mismo de la
despenalización, aparte de la mentalidad abortista que crea, es en sí misma una decisión
moralmente injusta. La vida del nuevo ser humano queda sin la protección que le es debida,
como la de cualquier persona, abandonada a la voluntad de otros.
En vez de buscar soluciones positivas a las situaciones difíciles y dolorosas, que sin
dudan pueden presentarse, especialmente para los padres afectados, esta ley propicia la
solución más fácil al permitir la eliminación física del que va a nacer. De esta manera, se
quiera o no, el pueblo puede acostumbrarse a pensar que la supresión física de quien crea
dificultades es una manera legítima de resolver los problemas. Si se puede matar a un no
nacido en determinadas condiciones, ¿por qué no en otras? ¿y por qué no aplicar el mismo
criterio respecto a otras personas que no estén ya en plenitud de vida? (Ibidem, n.5).
117
Cfr EV 59.
93
Una sociedad que niega el derecho primario a la vida, ¿cómo puede garantizar los
otros derechos que proclama en tantas de sus declaraciones? ¿No serán papel mojado?
¿Qué quiere decir, cuando se admite el aborto, que "la preocupación por el interés del
individuo debe siempre prevalecer sobre los intereses de la ciencia y de la sociedad"?.118
Una vez más hay que afirmar que la ley no coincide con la ética. La ley no siempre
puede impedir todo mal o abuso en el ejercicio de la libertad personal de los ciudadanos,
pero debe siempre crear las condiciones para la vida moral de toda persona. Por ello, la ley
debería defender la vida de todos, especialmente la vida de los más indefensos. Si no tutela
la vida, la ley es inicua y es preciso oponerse a ella. "Es preciso obedecer a Dios antes que a
los hombres", respondieron los apóstoles al Sanedrín.
Por otra parte, la ley no puede imponer a nadie matar a una persona. No puede,
pues, exigir al médico que preste su colaboración al aborto. La objeción de conciencia es,
por tanto, lícita y obligatoria para el médico en el caso del aborto legalizado.119
Finalmente, hay que decir que para la eliminación o reducción del aborto no basta,
como ingenuamente creen algunos, con eliminar las causas sociales que se presentan como
indicaciones de muchos abortos: problemas de vivienda, de pobreza, de educación, de
sanidad, etc. "Los hechos, como constata F.J. Elizari, prueban cómo las sociedades y clases
más avanzadas siguen acudiendo al aborto, a pesar de tener en gran parte resueltos todos
esos problemas de empleo, vivienda, cuidado de la salud, etc. En el aborto influyen
poderosamente ciertos rasgos presentes en la mentalidad de nuestra sociedad: concepto de
libertad del cuño burgués más descarado, concepto utilitarista de la sociedad y del hombre,
civilización consumista, incapacidad para diferir las propias satisfacciones o renunciar a
ellas en virtud de una solidaridad humana, concepto consumista de la sexualidad, tiranía de
la programación, que llega hasta a eliminar con frialdad a los seres humanos no deseados o
defectuosos en las primeras fases de su existencia".120
Y, como raíz de esta mentalidad, está lo que ya descubrió San Pablo. Una sociedad
que niega a Dios, creador y señor de la vida, es una sociedad que niega la vida y engendra
una civilización de muerte. La fe en Dios, que ofrece la vida eterna en su Hijo Jesucristo da,
en cambio, valor a toda vida humana.
En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la "cultura de la vida" y la "cultura de la
muerte" es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporáneo: el eclipse del
sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el
secularismo. Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un terrible
círculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de
su dignidad y de su vida (Cfr EV 21-24).
118
Declaración mundial de Helsinki II. Cfr EV 20;68-72.
119
Cfr EV 73-74; C. CAFFARRA, Aborto e obiezione di coscienza, Medicina e Morale 1/2(1977)101-109;R.
VENDITTI, Le ragioni dell'obiezione di coscienza, Turín 1986.
120
F. J. ELIZARI BASTERRA, Moral de la vida y la salud, en Praxis cristiana, Madrid 1981, p. 103; E.
SGRECCIA (dir), Il dono della vita, Milano 1987.
94
consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio
entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida (EV 99;Cfr EV 59).
6. EUTANASIA
1. SUICIDIO Y HOMICIDIO
121
C. de la Fe, Sobre la eutanasia de 5-5-80, AAS 72(1980)542s.
122
Cfr. Didaché II,2;Carta de Bernabé 19,5 y 20,2; Tertuliano, Apologeticum IX,8 y De exhortatione
castitatis XII,5...
123
Carta de Bernabé, c. 9;Funk 1,53-57.
95
Pero, al ver al hombre como ser personal, la vida humana es además un bien de la
comunidad. Atentar contra la propia vida o contra la vida de un semejante es una ofensa a la
comunidad. Así continúa Santo Tomás:
Cada parte, en cuanto tal, es algo del todo; y un hombre cualquiera es parte de la comunidad y, por lo
tanto, todo lo que él es pertenece a la comunidad; luego el que se suicida hace injuria a la comunidad.
124
Cfr EV 8-9;66.
125
Cfr EV 46.
96
debilitado su libertad y percepción de los valores, aparte de hallarse frecuentemente bajo un
estado emocional que coarta aún más su libertad. Vale al respecto el juicio moral de la
Cong. de la Doctrina de la fe:
La muerte voluntaria, o sea, el suicidio es inaceptable, lo mismo que el homicidio: semejante acción
constituye, en efecto, por parte del hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de
amor. Además, el suicidio es a menudo un rechazo del amor a sí mismo, una negación de la natural
aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes de justicia y caridad hacia el prójimo, hacia las
diversas comunidades y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervienen, como se sabe, factores
psicológicos que pueden atenuar o incluso quitar la responsabilidad.(Sobre la eutanasia, I)
Esto no quita gravedad a la realidad creciente del suicidio como un síntoma más del
deterioro de nuestra sociedad, que con su mentalidad hedonista educa para el placer e
inutiliza al hombre para aceptar el dolor y enfrentarse a las dificultades de la vida. La cruz
sin Cristo manifiesta todo su absurdo y necedad hasta llevar al suicidio. Con Cristo la cruz
se hace gloriosa, permitiendo al hombre entrar en la realidad de la propia historia.
2. EUTANASIA
Eutanasia y aborto van unidos, como consecuencias de una cultura de muerte, que
suprime la vida al no reconocer el valor de la persona por sí misma. 126
Son muchas, ciertamente, las preguntas que se plantea el ser humano ante la muerte
y los, a menudo, difíciles momentos que la preceden. ¿Desean los pacientes realmente,
incluso los sometidos a grandes dolores o largas agonías, que su muerte sea adelantada? ¿Es
lícito ceder a las súplicas de un paciente atormentado, que pide la eutanasia? ¿Es la muerte
lo que de verdad desea? ¿Es lícito ceder a las súplicas de una familia abrumada por el dolor
impotente de un ser querido? ¿Es lícito abreviar la vida por piedad ante el sufrimiento?
El sentido etimológico del término eutanasia, buena muerte, muerte dulce, en el
lenguaje corriente se ha transformado en "supresión de la vida de un enfermo incurable a
petición del mismo enfermo, de los familiares, de los profesionales de la medicina o del
mismo Estado...". La Real Academia Española define la eutanasia como "muerte sin
sufrimiento físico y, en sentido restrictivo, la que a sí se provoca voluntariamente".127
La Congregación para la Doctrina de la Fe define la eutanasia con una precisión que
no aparece frecuentemente en otros escritos:
Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que, por su naturaleza o en la intención, causa la
muerte, con el fin de eliminar el dolor. La eutanasia se sitúa, pues, al nivel de las intenciones y de los
métodos usados.(Sobre la eutanasia, II)
126
Cfr EV 15; CEC 2277.
127
Diccionario de la lengua española, ed. de 1984.
97
muerte? Muchos en nuestra época se hacen individual y asociadamente sus sostenedores y
promotores encarnecidos.128
En una cultura de tipo liberal-radical, que toma como punto supremo y último de
referencia la libertad, se termina por destruir la vida y, con ella, la libertad. Según este
modelo de sociedad es lícito todo lo que es libremente querido o aceptado. Bajo esta
mentalidad se han propuesto la liberación del aborto, la elección del sexo del niño que ha de
nacer -o en el adulto, el cambio de sexo-, la fecundación extracorpórea de la mujer sola,
núbil o viuda, libertad de investigación y experimentación, libertad de decidir el momento
de la muerte (living will) y el suicidio como signo y expresión máxima de libertad...
La muerte es el último acto de la vida del hombre. El concepto de eutanasia depende
de la idea que se tenga sobre la vida y sobre el hombre. Una mentalidad eugenista, como la
racista o la nazi, reclamará con Nietzsche la eutanasia "para los parásitos de la sociedad,
para los enfermos a los que ni siquiera conviene vivir más tiempo, pues vegetan
indignamente, sin noción del porvenir". Los niños subnormales, los enfermos mentales, los
incurables o los pertenecientes a razas inferiores han de ser eliminados mediante la "muerte
de gracia".
Pero, quien considera la vida humana como vida personal, don de Dios, descubrirá
que la vida tiene valor por sí misma; posee una inviolabilidad incuestionable; no adquiere ni
pierde su valor por situarse en condiciones de aparente descrédito por la vejez, inutilidad
productiva o social. En su inviolabilidad nunca puede ser instrumentalizada para ningún fin
distinto de ella. De aquí la condena de toda acción que tienda a abreviar directamente la vida
del moribundo.129
La socialización de la medicina, que es un logro de nuestro tiempo, lleva consigo
una serie de implicaciones políticas y económicas con graves consecuencias éticas. Desde el
momento en que se destinan inmensas sumas de dinero a la asistencia médica para todos se
opera una elección de destino de los fondos según los criterios de costos-beneficio,
instaurándose una política sanitaria con todos los riesgos correspondientes.
Ante el aumento de la población anciana, con la prolongación de curas costosas de
enfermedades que el progreso de la medicina consigue muchas veces, más que sanar,
prolongar indefinidamente; ante criterios eudemonísticos -búsqueda del bienestar, placer,
felicidad, goce de la vida- y utilitaristas, la política sanitaria corre el riesgo de inclinarse
hacia programas que van contra la persona, instaurando la llamada eutanasia social. Estos
criterios ya han dado sus frutos en el aborto selectivo practicado en algunas naciones con el
screening masivo: se eliminan los fetos con malformaciones, porque son una carga
económica para la sociedad; por ello, la misma sociedad financia las diagnosis prenatales de
las personas propensas a estos riesgos. Esto se presenta como prevención de enfermedades
hereditarias. De este modo, la bioética afecta no sólo a los médicos, sino a los
administradores sanitarios y a los políticos de la sociedad.
La consecuencia primera de esta mentalidad es el abandono de los enfermos
incurables e improductivos para la sociedad, con la evidente discriminación en base a la
utilidad económica del presupuesto sanitario. Los recursos económicos de la seguridad
social se reservarían, prevalentemente, para aquellos enfermos que, una vez sanados, pueden
volver a la vida productiva y no a los ancianos o enfermos incurables. Es la llamada
"eutanasia social", que contradice precisamente la dimensión social del hombre.
128
Cfr EV 64; D. TETTAMANZI, Eutanasia, l'illusione della buona morte, Casale Monferrato 1985; L.
CICONE, L'eutanasia, en Non uccidere, Milano 1984; G. DAVANZO, L'eutanasia, en Etica sanitaria, Milano
1986, p. 245-293.
129
Cfr EV 94; J.R. FLECHA.-J.M. MUJICA, La pregunta moral ante la eutanasia, Salamanca 1985;
VARIOS, La eutanasia y el derecho a morir con dignidad, Madrid 1984. L. ROSSI, Eutanasia, en DETM; J.
GAFO (ed.), Dilemas éticos de la medicina actual, 2 vol., Madrid 1986-1988.
98
Por ello, con la C. de la Doctrina de la Fe, hay que afirmar:
Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, feto o embrión, niño o adulto,
viejo, enfermo incurable o moribundo. Nadie, además, puede pedir este gesto homicida para sí mismo
o para otro a él confiado; ni tampoco puede aceptarlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley divina, de
una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la
humanidad.(Sobre la eutanasia II)
Hoy son también muchos los que se oponen a la eutanasia en nombre de que ni el
nacer ni el morir -ni la vida ni la muerte- nos pertenecen. "Los creyentes ven en la vida un
don del amor de Dios, sintiéndose llamados a conservarla y a hacerla fructificar. Creyentes
y no creyentes se oponen también a la eutanasia porque temen, con razón, que la práctica de
la eutanasia destruya la confianza que los enfermos y minusválidos ponen en quienes les
cuidan, familiares y médicos".
Ciertamente, ante el moribundo o enfermo que, con todo su cuerpo grita su dolor, es
comprensible la tentación de la eutanasia. "Pero las súplicas del enfermo grave, que invoca
la muerte, no debe interpretarse como deseo real de la eutanasia; casi siempre se trata de la
petición angustiosa de ayuda y afecto" (II).
Otros, ante el grito de dolor del enfermo, no queriendo acelerarle la muerte, le
sumergen en la inconsciencia recurriendo al coctail lítico (mezcla de drogas que sumergen
al paciente en la inconsciencia y que, según cierta dosis, en realidad, aceleran el proceso de
la muerte). ¿Es el amor o no, más bien, para liberarse de la propia angustia ante el dolor
insoportable lo que mueve a recurrir a tales medios? Más que de una muerte dulce se
debería hablar de una muerte inhumana, pues se impide al moribundo el vivir
conscientemente sus últimos momentos y, al mismo tiempo, se le priva de toda relación con
los demás.130
Y, sin embargo, el grito de dolor debe escucharse. Y más aún cuando se ha perdido
toda esperanza de curación y se sustituyen las medicinas curativas por las curas paliativas.
"Además de las curas médicas, de lo que el enfermo tiene necesidad es de amor, del calor
humano y sobrenatural, con el que pueden y deben circundarle todos los que le están cerca,
padres e hijos, médicos y enfermeros" (Sobre la eutanasia, II). La agonía es el tiempo
propicio para que, con una libertad nueva, el enfermo se enfrente consigo mismo y con la
muerte. En esta agonía es preciso que el enfermo se sienta acompañado y sostenido por los
familiares y los médicos, dispuestos a acoger sus deseos y su último soplo de vida. Esta
cercanía le renovará la fe en la vida, abriéndole al Señor de la vida y a esperar que El, de su
mano, le lleve a la resurrección con Cristo.
3. TERAPIA DEL DOLOR
130
P. VERSPIEREN, Eutanasia? Dall'accanimento terapeutico all'acompagnamento dei morenti, Milano
1985.
99
El dolor físico es, ciertamente, un elemento inevitable de la condición humana; a nivel biológico,
constituye un signo cuya utilidad es innegable; pero puesto que atañe a la vida psicológica del hombre,
a menudo supera su utilidad biológica y por ello puede asumir una dimensión tal que suscite el deseo
de eliminarlo a cualquier precio.
Sin embargo, según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos
momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios; en efecto,
es una participación en la Pasión de Cristo y una unión con el sacrificio redentor que El ha
ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre. No debe, pues, maravillar si algunos
cristianos desean moderar el uso de los analgésicos para aceptar voluntariamente al menos
una parte de sus sufrimientos y asociarse así de modo consciente a los sufrimientos de
Cristo crucificado (Cfr Mt 27,34). No sería, sin embargo, prudente imponer como norma
general un comportamiento heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana y
cristiana sugiere para la mayor parte de los enfermos el uso de las medicinas que sean
adecuadas para aliviar o suprimir el dolor, aunque de ello se deriven, como efectos
secundarios, entorpecimiento o menor lucidez. En cuanto a las personas que no están en
condiciones de expresarse, se podrá razonablemente presumir que desean tomar tales
calmantes y podrán suministrárseles según los consejos del médico.
Pero el uso intensivo de analgésicos no está exento de dificultades, ya que el
fenómeno de acostumbrarse a ellos obliga generalmente a aumentar la dosis para mantener
su eficacia... Conserva validez la respuesta de Pío XII a un grupo de médicos que le planteó
esta pregunta: "¿la supresión del dolor y de la conciencia por medio de narcóticos... está
permitida al médico y al paciente... incluso cuando la muerte se aproxima o cuando se prevé
que el uso de narcóticos abreviará la vida?". El Papa respondió: "Si no hay otros medios y si
en tales circunstancias ello no impide el cumplimiento de otros deberes religiosos y morales,
sí". En este caso, en efecto, está claro que la muerte no es querida o buscada de ningún
modo, por más que se corra el riesgo por una causa razonable; simplemente se intenta
mitigar el dolor de manera eficaz, usando a tal fin los analgésicos a disposición de la
medicina.131
Los analgésicos que producen la pérdida de la conciencia en los enfermos merecen,
en cambio, una consideración particular. Es sumamente importante, en efecto, que los
hombres no sólo puedan satisfacer sus deberes morales y sus obligaciones familiares, sino
"también y sobre todo que puedan prepararse con plena conciencia al encuentro con Cristo"
(Sobre la eutanasia, III).
La ciencia y la técnica, orientadas a aliviar el dolor, pueden prestar al enfermo una
valiosa ayuda. Pero no son suficientes. En nuestra relación con el moribundo, nuestra
concepción del hombre, de su identidad y de su vocación, nos sugerirá internamente qué
actitudes tomar en cada situación. La eutanasia, como intento de procurar una "buena
muerte" abreviando los dolores a alguien, que nos lo pide explícitamente, será siempre una
tentación. Se comprende que algunos sucumban a ella, al hacérseles insoportables los
sufrimientos o desesperación de aquellos a quienes aman o, como médicos, atienden. Pero
es sabido que la petición de la muerte, frecuentemente, esconde la petición de otras ayudas.
Acertadamente escribe P. Verspieren:
La primera exigencia de orden ético, que nos llega a través de la petición de la muerte, es la apelación
a dar respuesta a las necesidades fundamentales de quien ha llegado a desear la muerte, para ayudarle a
salir de esa situación que él considera intolerable y así devolverle el gusto de la vida. Esta apelación
está cargada de exigencias: permanecer junto a quien se halla en tal prueba; aceptar el sufrimiento que
supone tal proximidad; tomar conciencia que dar la muerte al paciente, en estas circunstancias, es por
librarse a sí mismo del sufrimiento más que por liberar del dolor al otro.132
131
Cfr EV 65.
132
Ch. JOMAIN, Vivere l'ultimo istante, Roma 1986.
100
4. DISTANASIA
Si es evidente que la tentativa de reanimación constituye, en realidad, para la familia tal peso que no se
le puede en conciencia imponer, ella puede insistir lícitamente para que el médico interrumpa sus
intentos, y el médico puede condescender lícitamente con esa petición. No hay en este caso ninguna
disposición directa de la vida del paciente, ni eutanasia, la cual sería ilícita.134
133
Cfr EV 65; CEC 2278; C. NICOLAS ORTIZ, El derecho a la salud y los derechos de los enfermos, Madrid
1983; VARIOS, Derechos del enfermo, Bogotá 1982; S. SPINSANTI, Documenti di deontologia e etica medica,
Torino 1985; P. PERICO, Problemi di etica sanitaria, Milano 1985; A. BOMPIANI, Eutanasia e diritti del
malato "in fase terminale", Presenza pastorale 5-6(1985)76-119.
134
AAS 49(1957)1030.
101
sopesado todas las circunstancias, renuncian al empleo de medicinas y de medidas excepcionales, no
se les puede imputar el atribuirse un derecho a disponer de la vida humana. 135
El derecho a una muerte digna no significa derecho a elegir la propia muerte, sino
a aceptar la propia muerte. La muerte que nos llega, aunque sea a pesar nuestro, no nos
priva de nuestra dignidad. La dignidad del hombre no se reduce al apego a la vida. Se
expresa más profundamente en la disponibilidad a asumir nuestra existencia de persona
humana con todo lo que esto significa.
Ante la muerte, que ineludiblemente se acerca, se puede luchar no sólo alejando lo
más posible el final, sino buscando también las condiciones más humanas para entrar en la
muerte, ayudando al moribundo con la cercanía, con unas relaciones de estima, de afecto, de
respeto, de escucha. La libertad y ayuda personal ante la muerte, no se buscan sólo en las
aportaciones de una técnica terapéutica, que muy pronto deberá constatar su impotencia ante
la muerte, sino en la presencia de quienes con su amor pueden confortar al enfermo (Cfr Lc
22,41-44p).
Frente al encarnizamiento terapéutico, hay que defender la muerte digna del
hombre. El muro de tantos aparatos sofisticados, que se interpone entre el moribundo y los
familiares, le privan de la atención adecuada para entrar en un acontecimiento de tanta
importancia como es la muerte. No se trata, por ello, de disimularla, ocultando al enfermo la
realidad. La falsas esperanzas, las mentiras son una falta de respeto y de consideración para
el moribundo. Vivir la verdad con el moribundo, quizá en el silencio de la escucha atenta de
sus suspiros o deseos, mostrándole la cercanía con simples gestos de ayuda y de ternura,
sosteniendo con él el combate entre la angustia y la confianza, recibiendo su último suspiro
y sus últimas palabras... todo esto es dar a la vida humana, que se acaba, toda su dignidad.
De este modo, el moribundo no siente únicamente angustia y sufrimiento; vive también la
presencia afectuosa de quienes lucharon con él en la vida. Gracias a esta presencia, la
pérdida de la vida, con toda la ruptura que significa, se transforma en un lazo más íntimo e
intenso con quienes le circundan. La dignidad humana se expresa como nunca en esta
solidaridad en el último momento de la vida.
En el umbral de la muerte, el moribundo echa una mirada sobre su vida, buscando el
sentido de ella. Es el momento de sumar éxitos y fracasos, de averiguar la trama de tantos
acontecimientos aparentemente desligados. Es el momento en que siente la necesidad de
reconciliación consigo mismo, del reconocimiento y comprensión de los demás, del perdón
de sus faltas: de dar un significado a su vida y a su muerte. En esta recapitulación siente la
necesidad de ser escuchado y ayudado. Puede aún corregir, con una súplica, con el
desvelamiento de un secreto, con una palabra que nunca dijo, dar el verdadero significado a
su vida.
Para concluir, en relación a la distanasia, la Congregación de la fe hace una serie de
precisiones que pueden orientar nuestra respuesta moral:
En cada caso, se podrán valorar bien los medios confrontando el tipo de terapia, el grado de dificultad
y el riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se
puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y
morales.
135
En Ecclesia 25(1975)1239-1240.
102
-Es también lícito interrumpir la aplicación de tales medios cuando los resultados
defraudan las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar una tal decisión, deberá
tenerse en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus familiares, así como el parecer
de los médicos verdaderamente competentes; éstos podrán, sin duda, juzgar mejor
que otra persona si el empleo de instrumentos y personal es desproporcionado a
los resultados previsibles y si las técnicas empleadas imponen al paciente
sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los
mismos.
-Es siempre lícito contentarse con los medios normales que la medicina puede
ofrecer. No se puede, por lo tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un
tipo de cura que, aunque ya esté en uso, todavía no está libre de peligro o es
demasiado costosa. Su rechazo no equivale al suicidio; significa más bien o simple
aceptación de la condición humana o deseo de evitar la puesta en práctica de un
dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o
bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o la
colectividad.
-Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es
lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que
procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin
interrumpir, sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares.
Por esto el médico no tiene motivo de angustia, como si no hubiera prestado
asistencia a una persona en peligro (IV).
Los escrúpulos o temor a los remordimientos "por no haber hecho todo lo posible"
llevan a veces al médico o a los familiares a una lucha obsesiva por prolongar una existencia
de manera desproporcionada. Peor aun sería una actitud semejante cuando se tratara de
simple idolatría técnica.136
El asalto técnico es un abuso. En la práctica puede significar una orgullosa actitud
de confianza en la técnica, una idolatría de la vida, un miedo a enfrentar la muerte de cara.
Por otra parte, es un ataque a la dignidad de la persona, que puede quedar subordinada a
unos procedimientos técnicos, y una injusticia a la sociedad por un uso injustificado de
energías y recursos.
El enfermo o moribundo es una persona humana, cuya dignidad y libertad hay que
respetar y amar siempre. Nunca se le podrá tratar como un mero "caso clínico", como un
mero objeto de observación. En la actuación técnica y científica en relación al enfermo, el
médico, sin prescindir en nada de sus conocimientos técnicos o científicos que puedan
mejorar el diagnóstico y terapia del paciente o aliviar sus dolores, sabe que el único límite
con que se encuentra es el hecho de estar tratando a una persona, a la que debe respetar
siempre y en todas sus formas.
5. BIEN MORIR
Los cristianos ven la muerte como un "morir en el Señor". Dios es el Dios de la vida
y de la muerte. Incorporado a Cristo por el bautismo, el cristiano en su agonía y muerte se
siente unido a la muerte de Cristo para participar de su victoria sobre la muerte en el gozo
de la resurrección. El bien morir es la entrega, en aceptación y ofrenda a Dios, del don de la
136
P. VERSPIEREN, Face à celui qui meurt, Paris 1984, p. 159.
103
vida, recibido de El. Como Cristo, sus discípulos ponen su vida "en las manos de Dios" en
un acto de total aceptación de su voluntad.137
Médicos, como el celebre cirujano Ambriose Paré (1509-1590), han admitido en
todas las épocas los límites de su intervención: "Yo hice las curas, pero solamente Dios es
dueño de la vida y de la muerte, de la curación y de la agonía, de la angustia y de la
serenidad".
El derecho del hombre a bien morir supone, como exigencias para los demás, la
atención al enfermo con todos los medios que posee actualmente la ciencia médica para
aliviar su dolor y prolongar su vida humana razonablemente; no privar al moribundo del
morir humano, engañándolo o sumiéndole en la inconsciencia; para ello, es preciso liberar a
la muerte del ocultamiento a que está sometida en la cultura actual, que la ha encerrado en
la clandestinidad de los repartos terminales de los hospitales y los camuflamientos de
jardines de los cementerios; el acompañamiento afectivo del moribundo en sus últimos
momentos de vida; la participación con él en la vivencia del misterio religioso de la muerte,
como tránsito de este mundo al Padre de la vida.
No se puede privar al moribundo de la posibilidad de asumir su propia muerte, de
hacerse la pregunta radical de su existencia, de vivir, aún con dolores, su muerte. El
acompañamiento del enfermo en esta agonía es importantísimo.138
Una muerte en solitario, sin el acompañamiento y ayuda de los seres queridos en
momentos tan decisivos, resulta cruel, no respeta la dignidad del hombre y no responde a la
naturaleza social de la persona. Con palabras de la Conferencia episcopal alemana hay que
afirmar:
Nadie puede vivir solo su propia vida, nadie puede afrontar en soledad su propia muerte. Solo, es
decir, sin una ayuda esencial de los demás. Para muchos hombres la muerte está precedida de una
ruptura decisiva, a veces brutal, con el mundo que les rodea, y está acompañada de una soledad
creciente... Por ello, todos los hombres, en la última etapa de su vida, tienen necesidad de una
asistencia intensiva para poder conocer una muerte digna de un ser humano (D.c. 20)
137
Cfr EV 67.
138
C. IANDALO, Parlare col malato, Roma 1983; P. CATTORINI, Terapia e parola. Il rapporto medico-
paziente come nucleo essenziale della passi medica, Medicina e Morale 4(1985)781-799.
139
S. SPINSANTI, Umanizare la malattia e la morte, Roma 1986;VARIOS, Por un hospital más humano,
Madrid 1986;G. MORGANTE, Umanizzazione della medicina, Medicina e Morale 3(1984) 322-327; G.
BARBAGLIO, Morire sí, ma quando?, Roma 1977.
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