Sentencia RIT 019-2001
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Sala Única
PRIMERO: Que, con fecha 15 y 16 de Enero de 2002, ante esta Sala del Tribunal de
Juicio Oral en lo Penal de la ciudad de Temuco, constituida por el Juez Presidente de la
Sala Félix Vega Etcheverry y los jueces Leopoldo Vera Muñoz y Christian Alfaro
Muirhead, se llevó a efecto la Audiencia del Juicio Oral relativa a los Autos Rol Interno
019/2001, seguidos en contra de Fidel Alberto Venegas Abarzúa , chileno, cédula de
identidad 4.834.402.-K, domiciliado en calle Libertad N° 127 de Cherquenco;y,de
Rodrigo Alberto Venegas Durán, chileno, cédula de identidad 10.784.550-K,
domiciliado en calle Libertad N° 127 de Cherquenco,quienes estuvieron privados de su
libertad desde el 3 al 20 de Marzo de 2001, en esta ciudad.
Fue parte acusadora en el presente juicio el Ministerio Público con
domicilio en calle Aldunante N° 51 de Temuco, representado por el fiscal Eugenio
Arriagada Spano, acompañado del fiscal José Orella Laurent y la ayudante Carmen Gloria
Troncoso.
La Defensa del acusado estuvo a cargo de los abogados Matías Balmaceda
Manhs, Rolando Franco Ledesma; y, Nurieldín Hermosilla Rumié, domiciliados en calle
Antonio Varas N° 979, Oficinas 505 y 902, de Temuco.
SEGUNDO: Que, la Fiscalía de Temuco, formuló acusación en contra de Fidel Alberto
Venegas Abarzúa y de Rodrigo Alberto Venegas Durán, en calidad de coautores del
delito de secuestro, en grado de consumado. En efecto, señala que el día 2 de Marzo de
2001 la víctima del delito por el que formula aquella, Carlota Schindler Acuña, junto a su
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su acompañante. Ello lo corroboró la propia garzona que los atendiera, María Rosa
Arqueras Barrientos durante el juicio. Luego, según lo acreditaron las garzonas María
Angélica Rivera Poblete, que se ubicaba en la cocina muy cerca donde se encontraban los
comensales, y María Julieta Riffo Norambuena, quien fue la garzona que se adelantó a
atender a los Venegas, siendo rechazada violentamente por ellos; Carlota Schindler, fue
empujada y jalada por los pasillos del local, obligada a concurrir a la fuerza, hasta el
estacionamiento por éstos, principalmente por Fidel Venegas quien le exigía con
violencia y amenazas, vociferando fuertes groserías, que le pagara una deuda más o
menos considerable, al decir de la defensa, allí mismo, al instante. Sobre ello se extendió
pormenorizadamente el oficial de investigaciones Jorge Tong Soto al ser contra
interrogado por la defensa. Pues, así lo manifestaron ambos, padre e hijo, en varias
ocasiones; se trataba, según ellos, de una persona sumamente escurridiza, de carácter
atrozmente difícil, cuando no de una persona arbitraria e impredecible.
Llegados en dichas condiciones al estacionamiento del restaurante Ñielol,
Carlota Schindler fue arrastrada sobre unas piedrecillas o pequeños guijarros que cubren
dicho suelo, produciéndosele lesiones y excoriaciones en sus rodillas. Esto lo corroboró
médicamente la doctora legista Viera Barrientos Orloff durante el juicio. Incluso señaló
que las lesiones en los brazos de la ofendida se debían claramente a las secuelas por la
compresión que ejercieran con sus dedos y dejadas allí por quienes la arrastraron,
consignó. Florencio Antonio Segundo Candia, cuidador de autos del sector, de 69 años,
dijo durante el juicio que el señor mayor de los Venegas, esto es, Fidel Venegas, empujó a
su víctima, la que cayó de punta al suelo, indicando el lugar exacto. Inmediatamente, dijo,
la forzaron a subir a su propio auto amarillo en que la vio llegar, con otro señor distinto,
un joven más bien adulto. Venegas, Rodrigo, tomó la dirección del vehículo luego de
trajinar la guantera buscando la chequera de su dueña y una factura presumiblemente de
una venta de animales o madera según lo reconocieron tanto la defensa como los propios
acusados. Enseguida, tomó la dirección ,aparentemente, hacia el domicilio de su víctima,
siempre con el motivo de hacerse pago de su deuda instantáneamente, según lo
admitieron los acusados en la Audiencia, al par que privaba a aquella de un modo
absoluto de su libertad ambulatoria, impidiéndole incluso con su mano derecha que
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su proceder a la hora de sacar a viva fuerza a la ofendida del lugar en que se encontraba
en disposición de cenar, en compañía de un tercero, arrastrándola contra su voluntad en
dirección a su vehículo estacionado en el lugar, contiguo al restaurante, empujándola
prácticamente a subir a el, todo ello bajo amenaza, violentamente; alcanzando, incluso,
uno de los secuestradores a conducir dicho vehículo cierta distancia en plena vía pública,
antes de ser detenidos. Ningún elemento, ninguna aseveración, de los expresados testigos
y de la propia defensa; y, relativos todos a la explicitación de los motivos o antecedentes
psicológicos o personales de ambos acusados, autoriza de manera alguna a dar por
establecida la existencia, ni siquiera marginal, de orden atenuatorio, relativa a la comisión
de un simple delito falta de coacción en que pudieron haber incurrido sus defendidos,
llevados de sus temperamentos, costumbres locales, prácticas sociales o de orden
comercial al momento de conducirse frente al orden jurídico del modo como lo hicieron.
La libertad ambulatoria, resulta ser tan esencial en cuanto a su deber de observancia por
todas las personas, independientemente de su condición, sexo, estado civil, que aparece
impensable que los acusados Venegas Abarzúa y Venegas Durán, pudieren incurrir en
un simple error de apreciación de sus conductas en relación con el orden jurídico en el
que ellos reconocen desenvolverse. Admitir un alcance contrario al precedentemente
expuesto, esto es, confundir los motivos o antecedentes personales de los actores, con el
dolo de la acción o con la conciencia de la ilicitud de ella, importaría reconocer, sin lugar
a dudas, el carácter de frágil, inestable, precario, de los derechos más elementales de las
personas en relación a su observancia y validez práctica de los mismos, según lo
establecen tanto las normas constitucionales como simplemente legales del ordenamiento
jurídico vigente en nuestro medio. Ni qué decir, del respeto mínimo que se deben por
todas las personas, a las más elementales normas de cultura, así sean especiales los
particularismos tanto locales como de orden personal en todos y cada uno de los
involucrados en este juicio. Por último, admitir las alegaciones de la defensa en cuanto a
establecer la legitimidad de los títulos subjetivos en el accionar de sus defendidos, por los
que impetra su absolución, llevaría de manera tan imperceptible como peligrosa por su
poder de socavamiento, al desconocimiento del derecho más básico y esencial de las
personas, su libertad, antecedido tan sólo en la jerarquía de las Garantías
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Constitucionales por el derecho a la vida, dejándolo subsistente apenas, luego del arbitrio
de los sujetos que lo desconozcan, abriendo o haciendo lugar de manera inesperada al
ejercicio de la autotutela; minando, en suma, la subsistencia del propio orden jurídico que
lo protege, anima y conserva en nuestra sociedad, y que la hacen, precisamente, además
de posible, tolerable. Por ello, no se acogerán los planteamientos de la defensa en cuanto
insta a la absolución de ambos acusados.
Por último, importa recordarle también a la Defensa, que por ser el Código
Penal un catálogo discontinuo de ilicitudes, de aplicación última, luego de fracasados los
demás medios de control social, ello viene a ser indicativo del carácter sumamente
elemental, básico, al nivel de las personas más comunes y sencillas, cuyos mandatos
resultan reconocibles de manera inmediata por todas ellas en cualquier sociedad de que
se trate y que autoricen definirla según lo hace la Constitución de 1980 y sus
modificaciones posteriores. En consecuencia, los hechos antes tipificados, atendida su
gravedad y el carácter de esencial, básico, de los bienes jurídicos lesionados por ambos
acusados, no se hace lugar a declarar las mencionadas infracciones como constitutivas tan
sólo de un delito falta del Art. 494 N° 16 del Código Punitivo, sin perjuicio de señalar
que los hechos por los que se acusó a los Venegas, padre e hijo, fueron más allá de las
meras coacciones que se tipifican en la señalada figura jurídico-penal, siendo constitutivas
-como ya se dijo- de las lesiones del bien jurídico protegido por el Art. 141 inc. 1° y
sobre las que ya se ha razonado pormenorizadamente en los fundamentos que anteceden.
SÉPTIMO: Que, en cuanto a las circunstancias modificatorias de la responsabilidad de
los acusados, favorece a ambos la minorante del N° 6 del Art. 11, esto es, sus
irreprochables conductas anteriores a los hechos de esta causa, acreditadas con sus
respectivos Extractos de Filiación y Antecedentes exentos de anotaciones pretéritas y los
certificados de honorabilidad acompañados por la Defensa en estrados. Por otra parte,
contrariamente a lo que sostiene el Ministerio Público, no perjudica a aquellos la
agravante del Art. 12 N° 6, también del Código tantas veces indicado, vale decir, abusar
los hechores de la superioridad de su sexo, de sus fuerzas o de las armas, en términos que
la ofendida no pudiera defenderse con probabilidades de repeler la ofensa, como quiera
que al tenor de lo prescrito en el Art. 63 del mismo cuerpo legal; y, conforme lo apreciara
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I.- Que se condena a los acusados Fidel Alberto Venegas Abarzúa y a Rodrigo
Alberto Venegas Durán, ya individualizados, a cumplir la pena de QUINIENTOS
CUARENTA Y UN DIAS DE PRESIDIO MENOR EN SU GRADO MEDIO y a las
accesorias de suspensión de cargo u oficio público durante el tiempo de las condenas y al
pago de las costas de la causa, cada uno, como AUTORES del delito de secuestro en
grado de frustrado del Art. 141 inc. 1° del Código Penal, en relación con su Art. 7°,
perpetrado en perjuicio de Carlota Schindler Acuña el día 2 de Marzo de 2001, alrededor
de las 20 horas, desde el Restaurante Ñielol, ubicado en calle Caupolicán N° 1397 de
esta Ciudad; debiéndoseles abonar el tiempo que permanecieron ambos privados de su
libertad por esta causa, esto es, desde el 3 de Marzo al 20 del mismo mes del año 2001.
II.- Que se les concede a ambos sentenciados el beneficio de la remisión condicional de
las penas corporales antes impuestas, debiendo permanecer sujetos a los controles de la
autoridad penitenciaria en el Medio Libre de Gendarmería de Chile por el mismo lapso de
la condena, en los términos y condiciones que señala la ley 18216 y su reglamento.
III.- Que deberá devolverse a las partes la documentación que acompañaran y se leyera
durante la Audiencia.
Una vez ejecutoriada la presente sentencia, dése cumplimiento al Art. 468
del Código Procesal Penal, oficiándose a la Contraloría General de la República, Servicio
de Registro Civil e Identificación y al Centro de Cumplimiento Penitenciario de Temuco,
adjuntándose copia de esta sentencia con el atestado de encontrarse firme.
Acordada contra el voto del juez señor Vera, quien estuvo por condenar a los
acusados como autores del delito falta contemplado en el numerando 16 del artículo 494
del Código Penal, por las consideraciones que se exponen a continuación, haciendo lugar
en este punto a lo solicitado por su defensa:
1) Que el Fiscal del Ministerio Público libró acusación en contra de Fidel Venegas
Abarzúa y Rodrigo Venegas Durán, por estimar que participaron como autores en el delito
de secuestro de Carlota Schindler Acuña, perpetrado el 2 de marzo de 2001 en esta
ciudad, figura ilícita prevista en el inciso 1° del artículo 141 del Código Penal, que
sanciona con pena de presidio o reclusión menor en su grado máximo a aquel que sin
derecho encerrare o detuviere a otro privándole de su libertad.
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hechos relacionados con la venta de animales que aquel le había entregado en mediería y
que la querellada vendió, sin su autorización, a mediados de febrero de 2001, esto es,
pocos días antes de ocurrir el suceso que motiva este juicio.
e) La información relativa a Fidel Venegas Abarzúa, que emite el asistente social
de Gendarmería, Adiel Couchot Castillo en el informe presentencial incorporado al juicio
con las formalidades legales: "A nivel laboral se desempeña como empresario en los
rubros agropecuario y de madera, posee el fundo "El Cóndor" en Cherquenco y un
aserradero en esa localidad..." ..."A nivel de desajustes conductuales y delictuales previos,
el imputado no los registra, ya sea a nivel judicial e informal, teniendo un perfil
psicosocial diametralmente opuesto del típico infractor de ley penal", y lo narrado por
Venegas al mismo profesional, según allí se consigna: "Durante la entrevista psicosocial
realizada en el CRS de Temuco: Don Fidel la inicia con un contexto de la deuda
económica que tiene la ofendida con él, producto de un negocio con la crianza de
animales, la cual no quería cancelar, a pesar de haber realizado diversas gestiones
pertinentes. Reconoce que ese día actuó en forma ofuscada y desmedida y sólo tenía la
intención de cobrar el dinero que se le adeudaba y no de cometer un delito ..."
f) La reseña que el asistente social Couchot Castillo hace de la personalidad del
otro acusado, Rodrigo Venegas Abarzúa, en el informe presentencial pertinente, también
incorporado a este juicio en forma legal: "Con relación al delito cometido, realiza un
reconocimiento parcial de su participación en los hechos que se le imputan, no
visualizando el delito de secuestro como tal e incluso se reconoce como un mediador en el
conflicto entre su padre y la víctima..."; "...Se estima que el factor desencadenante sería la
decisión propia entendida en su contexto de lealtad al padre..."
5) Que, las circunstancias referidas en el apartado 2° de este voto, permiten
concluir que los acusados, al desplegar la conducta incriminada en la ocasión ya señalada,
no pretendieron otra cosa que arreglar, a su manera, las cuentas que tenían pendientes con
su socia Carlota Schindler Acuña, - derivadas más que nada de la venta inconsulta
efectuada por aquélla, de animales que habían tenido en medias, -, de donde resulta que
no existió en aquéllos el propósito ni el ánimo de encerrarla o detenerla, y a lo más la
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Pronunciada por los Jueces de la Sala Única del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal
de Temuco, Félix Vega Etcheverry, Presidente, Leopoldo Vera Muñoz; y, Christian
Alfaro Muirhead.