Esperando La Carroza
Esperando La Carroza
(Suena el teléfono)
Elvira.- ¡Hola! che, contame, qué pasó. No. Pero no. No. No me digas. No me digas... Contá. Pero no. Pero
qué atrocidad.
Nora.- ¿Es la vieja?
Elvira.- Pero decime: ¿no podemos velarla allí? ¡¿Aquí?! Pero Sergio, con lo sensible que es la nena. Si amor,
ya sé cómo te sentís... Claro que era tu madre. Yo también me siento muy mal, imaginate, a mí también me
duele, pero... Ah, oíme, antes que me olvide: que Susana no me pise esta casa, eh, que no me la pise. ¿Está
claro? Decime: demoran mucho en hacer esos trámites... Bueno, está bien. Hasta luego, querid... Ah, che,
viejo, te acompaño el sentimiento...
Matilde.- La van a traer acá, yo sabía, eh.
Elvira.- ¿Dónde querés que la velen?
Matilde.- ¿Qué se yo?
Elvira.- En la casa de donde la echó la bruta de tu tía. Andá a comer algo antes de que lleguen, que después
no vas a poder, andá.
Jorge.- Elvira: no pueden hacerme esto. Mi vieja vivió conmigo, mal o bien, pero vivió conmigo. Ustedes no
saben lo que pasó. No pueden hacerme esto.
Nora.- ¿Pero qué le estamos haciendo?
Jorge.- Antonio y Sergio dicen que como mamá no vivió feliz conmigo, tampoco hay que velarla en mi casa.
Elvira.- Ah, me parece una idea de lo más sensata. Al fin y al cabo se mató por eso, ¿no?
Jorge.- Sí, entonces yo también me mato. No pasa de hoy que me mato.
Elvira.- Ah... Ahora se acuerdan de su buen nombre.
Susana.- Cerrá el pico, arpía...
Elvira.- ¿Te das cuenta, Nora...
Susana.- Conventillera, chusma
Elvira.- ¿Te das cuenta con lo que hay que lidiar, no?
Susana.- Vos sos el mayor y tenés más derecho que los otros.
Elvira.- En buena hora se acuerdan de los derechos. ¡Qué pena que no pensaron en los deberes cuando
echaron a la pobre anciana...
Jorge.- Pero quién la echó, Dios mío, quién la echó. Lo que pasa es que Susana estaba haciendo una
mayonesa...
Elvira.- No, no aguanto más el cuento de la mayonesa. Ustedes querían que alguien se la llevara por un
tiempito, ¿no? Bueno, Dios los escuchó y se la llevó por un tiempito... largo, eso sí, un tiempito largo. Se la
llevó para siempre. ¿De qué te quejás ahora?
Jorge.- Vivió toda la vida conmigo y saldrá de mi casa para su morada final conmigo...
Elvira.- Sergio también es su hijo.
Nora.- Y Antonio.
Jorge.- Ah, sí, ¿desde cuándo?
Susana.- Para la gente, pero ¿cuándo fueron hijos para ella?
Elvira.- Eh... Con vos no hablo.
Nora.- Yo tampoco.
Susana.- Mejor, ¿quién te necesita?
Elvira.- Si no me necesitás, ¿para qué viniste? ¿Quién te llamó? ¿Yo te llamé, por ejemplo? ¿Alguien escuchó
mi voz llamándola?
Susana.- Vinimos porque pensamos que sos vos la que lleva los pantalones en esta casa y porque
conocemos la roca que tenés en lugar de corazón.
Elvira.- Que seas vos quien se atreve a hablar de mi corazón. Vos, que no tuviste el menor escrúpulo en
mandar a la muerte a una anciana mártir solo porque te echó a perder una mayonesa de mierda. Las lágrimas
que he derramado hoy por tu culpa...
Susana.- ¡Hipócrita!
Nora.- Muchachas: un poco de respeto por el alma de esa pobre anciana.
Elvira.- Eso, un poco de respeto por la vieja.
Susana.- Charlatana. ¿Por qué no te ocupás de otras cosas en vez de meterte en la vida ajena?
Elvira.- ¿De qué cosas por ejemplo?
Susana.- De Nora y de Sergio, por ejemplo.
Jorge.- Te voy a dar un sopapo, eh...
Elvira.- ¿Qué pasa con Nora y Sergio?
Nora.- (Se ríe nerviosa.) Pero criatura, cómo se te ocurre inventar una cosas así. Ay, estoy tentada. Justo en
este momento.
Elvira.- Pero esperá. ¿Qué quisiste decir con eso? Que Sergio y vos...
Nora.- La nena!
Elvira.- La nena. ¿Qué hacés acá, vos? Vaya para el fondo. Siempre con los grandes
Matilde.- Puta madre.
Elvira.- ¿Qué quisiste decir?
Susana.- Vamos Jorge, a ver si encima le tengo que hacer un dibujito para que se entere.
Elvira.- Ah, no. Vos no te vas. Vos arrojaste la piedra. Ahora no escondas la mano.
Nora.- Pero cómo podés tomar en serio una cosa como esta. En un momento así se dice cualquier barbaridad.
Además, Elvira hay que pensar en la pobre vieja.
Elvira.- ¿Qué pobre vieja?
Nora.- Mamá Cora.
Elvira.- ¡Mamá Cor... Mamá Cora!
Nora.- Claro, pobrecita, ¿cómo podés tomar en cuenta y ofenderte con lo que diga Susana en un estado como
este? Yo la perdono, mirá. ¿Te sirve de ejemplo? A mí me ofende más que a vos, sin embargo yo la perdono.
Elvira.- Así que yo soy la cornuda y a vos te ofende más.
Jorge.- Aquí pasaron cosas mucho más importantes hoy.
Susana.- Perdoname, Elvira. Inventé esa mentira para hacerte sufrir.
Nora.- No se hable más del tema. Las palabras son palabras y se las lleva el viento.
Elvira.- Para mí no. Salgan inmediatamente de esta casa antes de que cuente cinco.
Jorge.- ¿Y qué hacemos con la mamá?
Elvira.- Mirá, tu madre...
Nora.- No.
Elvira.- Soltame. Fuera.
Antonio.- ¿Prepararon el cuarto? La trajeron a mamita.
Nora.- Antonio... Antonio.-
Nora. Elvira.- Sergio.
Sergio.- Elvira.
Antonio.- ¡Qué dolor! Pero qué dolor tan grande.
Nora.- Qué horror.
Jorge.- Buaaaa...
Nora.- ¡Sergio: qué horror!
Sergio.- Matilde: la abuelita. Murió la abuelita.
Jorge.- Antonio... Sergio: dejá que la vele en mi casa.
Sergio.- No, señor. Salí de acá. Esto se descarga en mi casa. Jorge.- No. Esto se descarga en mi casa.
Jorge.- No. Esto se vela en mi casa. Antonio: dejá que la vele en mi casa.
No. Mi mamá se vela en mi casa. Mi mamá es mía.
Sergio.- Ayudame Antonio.
Antonio.- Pará, tranquilo.
Jorge.- No. Ladrones. Usurpadores. Ladrones de madre.
Sergio.- Salí de acá.
Jorge.- No... Ayudame Antonio.
Sergio.- Sáquenlo.
Jorge.- Buaaaaaa.....
(Paso de tiempo)
Elvira.- ¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo...
Matilde.- Bu, bu bu
Elvira.- Angelito, no llores más, mi amor te vas a hacer mal.
Matilde.- ¿Por qué me la metieron en mi cuarto?
Elvira.- Matilde!!
Matilde.- Es que los muertos me impresionan.
Elvira.- Pero es tu abuela.
Matilde.- Pero está muerta igual
Elvira.- Callate la boca, querés
Nora.- Hace tanto calor ahí adentro.
Elvira.- ¿Vos viste lo que es?...Che, que me contás del llanto de la hipócrita...
Nora.- Ay, pero quién no ha llorado, Elvira, yo estoy deshidratada.
Elvira.- Eh, si, tenés razón, habría que ser de piedra como para no llorar hoy....
Matilde.- Mamá, puedo ir a lo de la Pocha?
Elvira.- No, no podés. Qué va a decir la gente, quedate y llorá un poco. Andá a mi cuarto querida...
Matilde.- No quiero.
Elvira.- Acostate un poco en mi cama, andá. Andá y recostate en mi cama y llorá un poquito, andá...
Elvira.- Si, cuando lo velamos a papá desfiló medio Bs As, porque a papá lo quería todo el mundo.
Nora.- Pero hoy es Domingo, es verano, mucha gente se va a Mar del Plata.
Elvira.- Pero claro, hubiéramos tenido mucho más éxito si la vieja espera un poco, hasta invierno y día de
semana, porque Sergio tiene muchos amigos.
(Sale Sergio)
Sergio.- Shhhh.
Elvira.- ¿Qué?
Sergio.- No queda bien.
Elvira.- ¿Qué está haciendo nuestra querida cuñadita?
Sergio.- Llora.
Elvira.- ¡Falluta! Ah, este no sabe nada de aquello. ¿Sabés lo que me insinuó hoy? Que vos y Nora son
amantes.
Nora.- Ja ja ja, por mí que diga lo que quiera. Yo tengo la conciencia en paz.
Sergio.- ¡Mujeres! Cómo pueden ir y venir con chismes en un momento así.
Elvira.- ¿Quién va y viene con chismes?
Sergio.- Y a mí qué me importa lo que pueda inventar Susana. ¿No ves que sufro?.
Elvira.- ¿Y yo?, ¿te crees que no sufro? ¿Yo tengo corazón de piedra?
(Elvira ve a Doña Elisa. Sale)
Sergio.- ¿Justo hoy se le dio a Susana por hablar de lo nuestro?.
Nora.- Ay, si Antonio llegara a enterarse...
Sergio.- Pobre hermano mío, sería terrible, con lo que yo lo quiero.
Susana.- Es horrible, Jorge no me lo va a perdonar nunca.
Elvira.- (Entrando) Sí, te lo va a perdonar, es un pobre hombre sin carácter.
Susana.- Yo no me lo voy a perdonar nunca.
Elvira.- Ah, eso es otra cosa, si te sentís culpable...
Susana.- ¿Qué hacés vos para no sentir remordimiento?
Elvira.- ¿Yo? Yo nada, cumplo con mi deber, trato de no ser injusta.
Nora.- Yo que soy la menos culpable de las tres tengo unos remordimientos espantosos.
Elvira.- ¿Menos culpable por qué? Sos tan inocente como yo.
Nora.- Elvira, no quisiera poner el dedo en la llaga, pero al fin y al cabo Sergio y vos están viviendo en esta
casa que fue de Mamá Cora, y estos son sus muebles.
(Suena el teléfono)(Entran todos)
Elvira.- Sí, soy la esposa. ¿Qué? ¡¿Qué?! ¡¿Pero qué dice?! ¿Pero es un chiste? Ah, no sería la primera...No
lo que pasa es que yo no me fijé. Pero si los propios hijos, que son la sangre de su sangre, la carne de su
carne, no se dieron cuenta...
Jorge.- ¿De qué no nos dimos cuenta?
Elvira.- De que se equivocaron de muerta. Ese cadáver es de una intrusa.
Jorge.- Tenía los mismos zapatos.
Antonio.- ¿Qué pasó?
Elvira.- ¿Qué pasó? Que se equivocaron de muerta, estúpidos. Eso que está ahí es una húngara que le dejó
una carta a la policía antes de matarse.
Antonio.- Pero si eran los zapatos de mamá.
Elvira.- ¡Por los zapatos se reconoce a una madre! ¡Qué familia! Y aquí todos retorciéndonos de dolor como
unos idiotas.
Matilde.- Yo no duermo más en ese cuarto.
Elvira.- Usted cállese la boca.
Matilde.- Yo no me callo nada.
Elvira.- ¿Qué hacemos ahora?
Matilde.- Que alguien me saque a esa húngara del cuarto.
Elvira.- ¡Tanta lágrima inútil! ¡Tanto dolor malgastado! Pero por qué no se quedarán en sus países estos
comunistas muertos de hambre...
Antonio.- Hola. Antonio Musicardi habla. ¿Quién es, Ángel? Me das con el principal, por favor. Bueno, dame
con Menéndez, entonces. ¡¿Cómo?! ¿Y Fortunato? Necesito una información, ¿no hay ningún responsable?
Algún responsable tiene que haber. Fue a ver si hay. Circulen, che, hagan el favor.
Sergio.- Preguntá por Benigno, ese amigo tuyo que es tan importante.
Antonio.- Hace cuatro meses que está preso.
Sergio.- ¿Benigno?
Antonio.- Hola. ¡Benigno! ¿Qué tal, che? ¿Cuándo te largaron? Ah... Me alegro mucho. Mirá, querido, este,
nosotros llamamos hoy para hacer la denuncia sobre la desaparición de una anciana. Eh... Sí, sí esta tarde.
Bueno, resulta que dos horas después nos llamaron para decirnos que estaba en la morgue. Muerta, sí, claro.
Bueno, fuimos a la morgue y reconocimos el cadáver... por los zapatos. Si se tiró debajo de un tren,
imaginate...
Nora.- No la hagas tan larga, amor, abreviá un poco.
Antonio.- Sí, Benigno, aquí también me piden que abrevie un poco. Bueno, te la hago corta. Resulta que
después de un montón de, de... de líos, de trámites, de mover influencias, logramos traerla hasta aquí, a la
casa de mi hermano, con este calor. Después de cuatro horas de estar velándola, recibimos un nuevo llamado
telefónico de ahí, sí, de ahí llamaron. Hablaron con mi cuñada y le dijeron que el cadáver que tenemos acá no
es el de mi madre, es de una húngara. Sí, sí húngara. Yo qué sé cómo vino acá. Húngaros hay, eh... Haceme
la gauchada, Benigno, porque si resulta ser que estuvimos llorando inútilmente a una extranjera que ni
siquiera conocemos... ¿me entendés, viejo? Sí, haceme la gauchada. Sí, gracias. Fue a ver. Pero circulen,
viejo... Circulen.
Sergio.- Lo que es tener mala suerte. Todo me sale mal.
Jorge.- ¿Vos te quejás? Querés que te cuente cómo es mi vida? Yo estoy meado por los perros.
Antonio.- Hola, Benigno, sí, ah... Y no habrá nadie que... ¿Estás seguro? Y alguna... que podríamos... Aha,
bueno, bueno, gracias querido, y me alegro mucho de lo tuyo. Es justicia. Chau Benigno.
Varios.- ¿Y?
Antonio.- No saben nada de ninguna húngara.
Gertrudis.-, a seguir con el velorio. Aquí no ha pasado nada. Marche para allá. Dios te salve...
Todos.- Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres...
Elvira - Para qué nacerá uno...Puta que te parió. Tengo unas ganas de llorar, mire...
Nora.- Pero hacelo, que eso alivia mucho.
Elvira.- No, no lloro, para no impresionar a la nena, pero tengo que hacer unos esfuerzos para no llorar que
siento que me estoy herniando.
Nora.- Y... de sacrificios está tapizada la vida de una madre.
Elvira.- Así es, para que después los hijos se lo paguen a uno con una patada en el culo... trasero.
(Entra Mamá Cora)
Mamá Cora.- Elvirita...
Elvira.- ¿Qué me dice de esta tragedia?
Mamá Cora.- Hijas mías.
Elvira.- ¿Qué hacemos ahora, Nora, qué hacemos ahora?
Nora.- Vamos al dormitorio.
Elvira.- Venga conmigo, mamá Cora, venga conmigo.
Mamá Cora.- Alguien llora en el cuarto de Matilde.
Elvira.- No.
Nora.- No, es la televisión...
Mamá Cora.- Ah... la televisión.
Elvira.- Es la televisión de la casa de al lado.
Elvira.- Matildita: mirá qué sorpresa...
Matilde.- Ah...
(Entran todos)
Mamá Cora.- ¡Qué ilusión: toda la familia reunida! Qué lindas flores.
Elvira.- Para usted.
Mamá Cora.- ¿Para mí? ¿Pero qué pasa? ¿Quién cumple años?
Antonio.- ¿Dónde estuvo metida todo el día?
Mamá Cora.- Estuve, estuve ahí, ahí enfrente, en lo de la Dominga, ¿te acordás?
Nora.- Pero, ¿todo el día?
Mamá Cora.- Y, porque el Jorge y la Susana estaban muy nerviosos, entonces, para no molestarlos, pensé
dejarlos solos por unas horas. ¿Y por qué gritaba tanto Matilde cuando me vio? Ni que yo fuera un fantasma.
¿Por qué están todos acá?
Nora.- Vinimos a buscarla para ir a un velorio.
Mamá Cora.- ¿Quién murió?
Elvira .- Una húngara...
Mamá Cora.- Vos sabés que yo creo que conocí a una húngara, hace muchísimos años...
Nora.- Ah, debe ser esa misma.
Mamá Cora.- Debe ser, debe ser. Entonces no tendríamos que dejar de ir, eh... ¡Qué corta es la vida!
Elvira.- Bueno…vaya yendo.
Mamá Cora.- Digo yo: ¿será la misma húngara?
Elvira.- Pero mamá Cora: ¡¿qué duda cabe?!
(Sale Mamá Cora)
Elvira.- Che, Nora, Nora, ¿qué te parecería preparar algo, programar algo para el domingo que viene? Eh...
Algo divertido. No lo pasamos tan mal juntas, verdad.
Susana.- (Se ríe)
Elvira.- ¿De qué te reís?
Susana.- De vos. De todos nosotros me río...
Fin.