El Que Come Mi Carne (JN 6,51-58)
El Que Come Mi Carne (JN 6,51-58)
El Que Come Mi Carne (JN 6,51-58)
En aquel tiempo, Jesús dijo: 58 «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne
por la vida del mundo». 52 Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?» 53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad
les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no
tienen vida en ustedes. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera co-
mida y mi sangre verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mí, y yo en él. 57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado
y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. 58 Este es el pan
bajado del cielo; no como el que comieron los padres de ustedes y murieron;
el que coma este pan vivirá para siempre».
Seguimos con el capítulo seis de san Juan. Son cinco domingos litúrgicos dedicados
a la reflexión del más grande de los milagros de Jesús: la multiplicación de los panes.
Seis veces se cuenta este milagro en los evangelios, sin embargo es el milagro menos
comprendido de Jesús. Casi un verdadero flop. Aquella gente se quedó sorprendida con
el milagro, con la abundancia del pan material, y con el poder sobrenatural del Naza-
reno. Quién no quiere un rey así, capaz de quitar el hambre del pueblo con un simple
gesto. También nosotros habríamos ovacionado su candidatura (Jn 6,15). Por eso, la li-
turgia prefiere la extensa narración que hizo Juan tratando de explicar el misterio escon-
dido detrás de la multiplicación de los panes. Y otro detalle más del texto litúrgico. Este
domingo se repite el último versículo del evangelio anterior. Casi nunca sucede. Nor-
malmente se saltan algunos y muchos versículos. Significa que la homilía debe estar co-
nectada a la del domingo anterior.
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XX Domingo Ordinario (B) Seminario San Antonio Abad
(19.08.2018) P. Ciro Quispe
discutir de manera fuerte, dura e incluso violenta (machomai). «¿Cómo puede éste dar-
nos a comer su carne?» (58b). «Éste», a quien conocemos su familia, sus padres, sus as-
cendientes, su oficio, su proveniencia, cómo se atreve a tanto. «¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne?».
Aquella vez los judíos se escandalizaron ante tal afirmación. No era para menos.
Pues se necesita mucha fe para creer en estas palabras. Y además se requiere el entendi-
miento para captar las palabras del Maestro. Frente al completo escepticismo o la có-
moda indiferencia, frente a la apatía intelectual o al egoísmo incrédulo, frente a dejadez
mental o la duda metódica, frente a la total desconfianza o a la burla sarcástica… queda
al menos la discusión (machomai). Si hay esa rendija esperanzadora se puede avanzar,
se puede continuar con el diálogo; caso contrario es mejor no tirar las perlas… Así lo
hizo el Maestro. Continuó explicándoles el por qué dijo semejante afirmación: «…el
pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (58b).
Aquella vez los judíos incrédulos discutieron ásperamente. Hoy en cambio, muchos
la rechazan a priori; y los más tolerantes lo aceptan a su manera. Me explico. Para mu-
chos protestantes de nuestro entorno es inadmisible que Jesús nos dé su propio cuerpo
como alimento de vida (no creen en el misterio de la eucaristía). Puedes enumerar desde
las sectas cristianas a las no cristianas. Asimismo para los más tolerantes, los protestan-
tes más formales, la eucaristía se trata, por ejemplo, de un símbolo, de una representa-
ción o de un recuerdo. Pero imposible que sea el cuerpo de Jesús. Porque: «¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?» (58b).
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sino la verdad plena, vida eterna como lo dirá Pedro al próximo domingo. ¿Crees esto?
¿Te escandalizó a ti también el Maestro? ¿O prefieres discutir o ignorarlo a priori?