Virtudes de Un Cristiano. Keenan
Virtudes de Un Cristiano. Keenan
Virtudes de Un Cristiano. Keenan
vincia de Loyola, y uno de los traductores de este libro, Finalmente, después de ir al hospital, tomé el coche y
mi amigo Carlos, ha estado viviendo en nuestra peque marché a visitar a mi hermana y su familia. Mi sobrina
ña comunidad desde hace ahora tres años. Es un alum Megan celebraba su dieciocho cumpleaños. Era toda una
no del programa de doctorado aquí, en la Weston Jesuit fiesta. La casa estaba abarrotada de amigos suyos y de la
School of Theology, una facultad de teología que no di familia. Realmente, había muchos jóvenes de su edad
fiere en mucho de la de Comillas en Madrid. A lo largo por todas partes. Todos lo pasamos muy bien.
de los años Carlos y yo hemos llegado a ser buenos Hace dieciséis meses, a Megan le diagnosticaron de
amigos, aunque no siempre nos haya resultado fácil. repente una leucemia. Diez días después sufrió una he
Tenemos personalidades muy distintas, pero ambos morragia cerebral. Ahora, que ya ha pasado casi un año
amamos a la Iglesia y a la familia, y nos guardamos un tras la remisión del cáncer, había muchas razones para
profundo respeto el uno por el otro. Sobre esa base hemos celebrarlo. Contemplando a sus compañeros de clase, me
construido una amistad duradera. di cuenta de que, a pesar de la diferencia de años que nos
Carlos sabía desde hacía algunos años que su padre te separa, compartimos un afecto similar por una joven de
nía cáncer y, más recientemente, que su padre se moría. dieciocho años que ha sufrido mucho.
Con él he compartido mi experiencia de cómo es la pérdi Estas historias son de ésas que todo el mundo entien
da de un padre y, ahora que ha muerto, me hubiera gusta de. Son historias verdaderas que se aferran a la memoria
do haber estado allí junto a él, se madre y su hermano. y que seguramente son parecidas a otras conocidas por
Aunque no me fue posible, otro jesuita de nuestra comuni el lector. Muestran, de hecho, cómo a través de un suce
dad voló a España para acompañarle en esos momentos, so podemos adentrarnos por simpatía en la vida de otro:
para llevarle nuestra solidaridad. Carlos sabe cuánto nos dentro de su esperanza y gozo, o de su dolor y tristeza.
gustaría aliviar su pena a todos y a cada uno de sus com Ciertamente, hay mucho más que no alcanzamos a
pañeros de comunidad, porque, gracias a lo que nos ha ido comprender. Por ejemplo, no puedo conocer el dolor de
contando, hemos llegado a conocer cuánto se quieren los Carlos en su profundidad o la preocupación de Patricia o
cuatro y cuánto se preocupan unos por otros. la paciente esperanza de Marilyn. Pero escuchándoles,
Ayer tuve que ir al hospital para ver a otra alumna, puedo llegar a vibrar con ellos. Sus historias me tocan mu
Patricia. Su marido está muriéndose de cáncer y hacen cho. De hecho, están cargadas de sentido para muchos: ca
los preparativos para trasladarle a una residencia. Nun da una subraya que somos capaces de hablar los unos a los
otros atravesando grandes diferencias culturales. Marilyn
ca me habían presentado a su marido y ella quería que le
se sienta a hablar con gente cuya formación difiere mucho
conociese antes de que empiece a empeorar. Fue para mí
de la suya, Carlos comparte su vida con sus compañeros
un encuentro emotivo. El es un judío ferviente y ella una
americanos, Patricia habla con sus amigos judíos y yo con
católica devota. Ayer, sábado, fue un buen día para que los jóvenes camaradas de Megan. A pesar de las diferen
le visitase, puesto que sus amigos judíos, observantes del cias de educación, cultura, religión y edad somos capaces
descanso sabático, no podían visitarle; ayer fue el día en de comunicarnos, especialmente cuando nuestras expe
que los amigos católicos eran especialmente apreciados. riencias son tan verdaderas y conmovedoras. Cruzamos
Como Marilyn, Patricia se sienta al lado de la cama, aun muchas fronteras.
que, al contrario que Marilyn, Patricia contempla la Historias como éstas se recomiendan por sí mismas,
muerte en el horizonte. ya que la gente que aparece en ellas nos es familiar. Inde
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inútiles. Contra tal desafío, quiero presentarlas como
concretas, prácticas, útiles y necesarias. Nunca he enten-
dido las virtudes como ideas sino como prácticas. Por
eso me remitiré a historias de familia y iré tejiendo con
esas narraciones algo de la tela de nuestra tradición.
A lo largo de los años un buen número de personas
volcadas en su trabajo y acostumbradas a la reflexión
práctica me ha ido diciendo que leían mis columnas en
Church. Para ellos son estos ensayos: los ya publicados y
los ocho nuevos que en este libro añado. Juntos concen-
tran mi visión sobre cómo crecer como «cristiano de a
pie». Espero que también os digan algo a vosotros.
PRIMERA PARTE
Breve introducción
a la virtud
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VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F Keenan, S.¡'
guna fiesta. Salí a correr bastantes veces. Y me mantuve dWH en la carretera. Algunos conductores suelen perse-
alejado de algunos amigos incrédulos que estaban con- ¡J,ll ir de cerca al coche que llevan delante. Otros mantienen
vencidos de que no lo conseguiría. En una ocasión, soñé una velocidad constante de 50 km/h sin dejar el carril de
que estaba fumando, pero en realidad no había ocurrido. mk-lantamicnto. Los hay que adelantan, sin más, al vehí-
La verdad es que tampoco sabía qué hacer con los kilos 1-ulo ajeno, mientras otros prefieren demorarse admirando
que había ganado. 1·1 último modelo de coche que llevan delante y que que-
Puesto que la vida moral tiene que ver con la vida co- l'I'ííl n hacer suyo. Y junto a tales prácticas, cada uno tiene
tidiana, la moralidad no puede estar reservada a unas lnmbién sus recorridos preferidos. Y cada uno se va ha-
cuantas acciones de gran significado. Todo acto humano 1'íl -ndo a la idea de a qué velocidad debe conducir: por en-
es un acto moral. El modo de hablar, el tiempo que gas- rima, por debajo o al tope de la velocidad legal permitida.
tamos, los planes que hacemos, las relaciones que culti- I ':H ln s prácticas se convierten en hábitos. Algunas veces las
vamos, todo forma parte de la vida moral. La moral no , r{¡ cticas que desarrollamos en la carretera aparecen como
es primariamente el estudio de acciones graves; sino el Iiábitos en las reuniones sociales: los que pasan, los que si-
estudio del vivir humano. Y ser humano es una tarea tan guen, los que persiguen de cerca, los agresivos pasivos...
complicada y frustrante como lo es encontrar el momento no se encuentran solamente en las autopistas.
justo para dejar el tabaco. Continuamente adoptamos prácticas para realizar ac-
tividades tan simples como despertarnos, desayunar,
ducharnos, ir al trabajo, escribir cartas, llamar por telé-
Prácticas morales fono, saludar a los amigos, hacer deporte, divertirnos,
conducir, lavar la ropa, cocinar, tomar apuntes, utilizar
La vida humana de cada día se complica por la varíe- el ordenador, vestirnos, salir a cenar, irnos a la cama,
dad de relaciones, tareas y circunstancias que constitu- leer, conocer gente nueva, pasear por grandes almace-
yen el actual vaivén de la humanidad. Para manejarnos nes, relacionarnos con nuestros padres o hijos, escuchar,
en medio de esta selva intrincada desarrollamos «prácti- ver la televisión y lavarnos los dientes. Estas prácticas
cas». En su famoso libro, After Virtuc, Alasdair MacInty- regulares se convierten en hábitos, que a su vez llegan a
re explica que una práctica es una actividad regular que arraigarse profundamente en nuestra vida y a constituir
nos configura de tal modo que desarrollamos disposicio- dimensiones propias de nosotros mismos.
nes para actuar de una forma particular. Las prácticas Estos hábitos nos hacen lo que somos. Pero como
conforman hábitos. Por ejemplo, para sobrellevar el es- Mac-Intyre se inclina a pensar, ciertas prácticas nos afee-
trés de tener que escribir o de relacionarme con la gente, tan más profundamente que otras. Dos de estas prácticas
yo caí en la práctica de fumar. Por desgracia, la práctica tienen que ver con el estado de vida y la ocupación.
de fumar en mi mesa de trabajo y en las fiestas se exten-
dió al hábito de fumar en todas partes. Las prácticas nos
conforman. Estado de vida y ocupación
Para adaptarnos a las exigencias de la vida, adoptamos
ciertas prácticas. Consideremos el conducir. Reacciona- Respecto a lo primero, por ejemplo, yo soy religioso y
mos de muy diversos modos ante la presencia de otros co- vivo en comunidad. Aunque hay algunas analogías con
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la vida familiar (en mi comunidad, cocinamos, hacemos d10S «sospechosos» le hizo hombre lento para juzgar con
la compra, limpiamos la casa y lavamos la ropa; vemos \l~('l'eza, cauto a la hora de sacar conclusiones. Eso sí, una
la televisión juntos, y juntos salimos a comer y acogemos vez que tomaba una decisión, no cambiaba de opinión fá-
a los invitados de los demás como si fueran propios), hay cilmente. No era profesor, médico, enfermero ni sacerdote,
diferencias fundamentales entre los dos. En lo que res- l'1'il policía: veinte años de profesión le hicieron así.
pecta a flexibilidad, a dar y recibir, a superar las discu-
siones, a apreciar las personalidades diferentes y a afron-
tar situaciones de emergencia, mi hermana y mi cuñado El tiempo hace duraderos los cambios
están mucho más acostumbrados después de quince
años de matrimonio, con dos hijos inteligentes y activos, Cuando pensamos en la vida moral, algunas veces
que yo después de veinticinco años de vida religiosa. La olvidamos qué profundos son nuestros hábitos y cuán-
intimidad e independencia que la vida religiosa y clerical to tiempo ha llevado su formación. Por el contrario, al-
requieren son distintas de las responsabilidades de la vi- bergamos ideas simplistas acerca de la acción y el cam-
da familiar. Estas prácticas asociadas al estado de vida bio moral, como si éstos fueran simplemente asuntos de
conforman los más profundos hábitos en cada uno de In tención o voluntad.
nosotros. Pensamos, por ejemplo, que tras veinte años de decir
Nuestro trabajo también nos obliga a adquirir ciertas palabras malsonantes, de repente, un Miércoles de Ceni-
costumbres. Por ejemplo, antes de trabajar en la policía za, podemos renunciar a esa práctica. Y, por supuesto,
del estado, mi padre fue agente de policía en la ciudad nos quedamos perplejos por nuestra falta de voluntad
de Nueva York. Aquella «labor» tenía su propio lengua- cuando, dos días después, no paran de salir de nuestra
je. Yo crecí pensando que todos los varones contaban his- boca sapos y culebras.
torias sobre «criminales» y la jerarquía de valores de la Durante diez años he estado culpando, interiormen-
gente del hampa. Mi padre creía en la responsabilidad, te, de todos mis males a una persona determinada. Trato
en las normas, en el castigo, en el sentido de la disponi- de refrenar esos pensamientos, pero un buen día, como
bilidad y en la valentía. El «cuerpo» tenía sus propias por descuido, se me va la lengua y dejo caer esos juicios
historias y él las contaba tan concreta y específicamente u mi interlocutor. Cuando me doy cuenta del mal que he
como las vivía. En la Brigada de Homicidios de Manhattan hecho, me propongo firmemente no pensar mal de esa
Sur, estaba continuamente en contacto con gente que li- persona nunca jamás. Pero, a pesar de mi buena inten-
teralmente abusaba de los demás. Despreciaba a trafi- ción, en cuanto algo no marcha bien vuelvo a echar la
cantes de droga y proxenetas, pero tenía un profundo cu lpa a la persona en cuestión.
respeto por drogadictos y prostitutas; era testigo de que, Hasta que no nos convencemos de la fuerza que tie-
aunque ellos luchaban por su dignidad y supervivencia ncn las costumbres arraigadas, no dejamos de hacer de
(casi siempre sin éxito), no se olvidaban de sus colegas y continuo promesas irrealizables y de tomar resoluciones
los ayudaban y protegían. Como consecuencia de esto, imposibles de poner en práctica. Esas intenciones no son
mi padre huía de los hipócritas y de cualquiera que exa- más que manifestación de vagos deseos e ideas ilusorias.
gerase sus méritos. Amaba la integridad y odiaba a los y sólo las corregimos mediante otras prácticas contrarias
mentirosos. De igual modo su continuo investigar a mu- que cambien no sólo nuestros modos de pensar sino
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también nuestras formas de percibir y manejar la reali- :1. Debemos mantenernos vigilantes contra la creen-
dad. Como en el caso del fumador decidido a dejar de dn do que no tenemos necesidad de mejorar. Hemos de
serlo, necesitamos desarrollar costumbres útiles para su- rnunu-ner los ojos y los oídos abiertos a aquellos amigos
perar aquellos malos hábitos profundamente enraizados y vonocidos cercanos que en ocasiones nos hacen ver que
y largamente mantenidos. 111'l'l'si t<11l10S crecer. El autoconocimiento sin la voluntad
dI' vscuchar a otros conduce a vivir como quien se cree
qlll' Y¡l ha alcanzado la perfección. Muchos de nosotros
Cuatro ideas para la vida moral l'l'l'llrrimos al chantaje, a la murmuración, al engaño y
111 isín <1 la depresión con tal de no cambiar un punto de
1. La decisión de cambiar alguna dimensión de la vi- vislll.
da siempre tiene un contexto. No digo yo que no sea po- 4. Debemos saber, como cualquier ex-adicto lo ha
sible que alguien, un buen día, al despertarse, decida -sin comprobado. que si somos capaces de erradicar un mal
reflexión previa- que, tras fumar durante veinte años, a hábito y sustituirlo por otro sano, se debe en gran medí-
partir de ese instante no vuelve a encender un cigarrillo. dn no sólo a nuestro esfuerzo personal y al apoyo de los
11 111 igos, sino a la gracia de Dios, cuyo aprecio por noso-
y no sólo toma esa resolución sino que además deja de fu-
mar para siempre. Puede darse un caso así, pero la mayo- tros es tal que nos está animando siempre a dar pasos
ría no cambiamos ni podemos cambiar nuestros hábitos ndelante.
de repente. La decisión real de cambiar no es normalmen-
te una ocurrencia repentina. Cualquiera que conozca la
actividad y métodos de Alcohólicos Anónimos o haya
buscado ayuda por maltrato conyugal o por compulsión
sexual, o haya comenzado una terapia para corregir una
baja autoestima o una culpabilidad neurótica sabe lo lar-
go que es el camino hasta dar el primer paso hacia el cam-
bio. Como semillas que caen en terreno pedregoso, las de-
cisiones que no están hondamente enraizadas tienen corta
vida.
2. Del mismo modo que algunas personas pueden de-
jar de fumar con más facilidad que otras y que no hay dos
que lo hagan de la misma manera, hemos de tener presente
que el camino hacia el cambio debe estar, efectivamente, he-
cho a medida. Si creemos realmente que Dios nos quiere a
cada uno personal y especialmente, hemos de reconocer
nuestro carácter único y peculiar como condición para de-
terminar qué prácticas nos ayudan y cuáles no. El autoco-
nocimiento, con aprecio por uno mismo, tiene mucho que
ver con el crecimiento moraL
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VIRTUDES DE UN CRISTIANO
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cesa de exhortar a los católicos a que se consideren per- ''U trabajo que versa sobre las acciones vitandas, la des-
sonas responsables llamadas a una mayor libertad ante C'rtpci<'ln de los pecados, vendía más que cualquier otra
Cristo. Para hacer esto, necesitamos caer en la cuenta de
~"nl'l'l' de la Summa.
que la moralidad no es simplemente evitar el mal sino Podemos pensar, pues, que Santo Tomás tuvo una
hacer el bien. n~l'ndé1 no muy diferente a la que tiene uno al despertar-
En efecto, si revisas las dos listas que has hecho, po- Mtl pOI' la mañana: la suya contenía el cultivo de hábitos y
drás comprobar que la diferencia mayor entre ambas es- "l'ciones que contribuyen a enriquecer la vida.
triba en que la primera es una lista de pecados que hay
que evitar (eutanasia, aborto, divorcio); la segunda con-
tiene cosas que mejorarían la situación en la que estás. I,UH actos humanos son actos morales
La razón para hablar con tal persona, trabajar sobre tal
tema o prestar atención a esa otra tarea no es «evitar el En respuesta a la segunda pregunta, Tomás ofrece
pecado» sino mejorar, de hecho, tu situación: deseas tres ideas particularmente valiosas. Para lograr una for-
mantener unas relaciones cordiales con tus hijos, tus pa- mn positiva y más comprehensiva de moral, Tomás dejó
dres, tu cónyuge, tu equipo de trabajo, o con el párroco ...crito que todos los actos humanos son actos morales.
o tus compañeros de comunidad. Las cosas que te vinie- No hay afirmación de la teología moral más importante
ron a la cabeza al despertarte esta mañana forman parte que ésta. Significa que cualquier acto, comportamiento o
de tu agenda vital y gracias a ellas vas a enriquecer tu modo de proceder que intentemos entra dentro del cam-
propia vida y la de los que te rodean. po de la moralidad. Los modos de enseñar, de predicar,
Esas metas positivas amplían el campo de la morali- de hablar, de conducir, de discutir o de limpiar, etc., for-
dad. Santo Tomás de Aquino acometió una empresa pa- rnan parte de la conducta moral. Sabemos, por ejemplo,
recida. En el siglo XIII la mayor parte de sus colegas do- que el modo que tenemos de hablar con nuestros hijos,
minicos estudiaban una lista de acciones -en su mayor nuestros mayores, empleados, superiores, vecinos o cón-
parte, pecados (tomados de la Summa de casibus de Raí- yuges puede mejorar (o empeorar) su vida y mi vida. Es-
mundo de Peñafort)- como texto para predicar sobre la lnmos convencidos de que las oportunidades morales
vida moral. Tomás respondió escribiendo la Summa nbundan, razón por la cual nos despertamos pensando
Theologiae, en la cual, en lugar de escribir sobre las malas ('11 ellas.
acciones, lo hizo principalmente sobre el ser de Dios, so- La segunda idea de Tomás se centra en el hecho de que
bre Cristo y sobre lo que los hombres podíamos llegar a In mayor parte de las cosas que hacemos nos afectan pri-
ser. Hablando de esto último, abordó el tema de las vir- mariamente a nosotros mismos. Aunque el escultor, el pin-
tudes, arguyendo que nuestra tarea moral más impor- IOI~ el carpintero y el poeta crean obras de arte, la mayoría
tante no es sólo evitar pecados o actos pecaminosos, sino d l' las actividades de la vida no son cosas que creamos sino
más bien adquirir hábitos sanos cosas que hacemos.
Permíteme una broma. Seguro que si, en tiempos de Lo que hacemos nos afecta. Si lo hacemos bien, nos ha-
Santo Tomás, se hubiera hecho un estudio de ventas ce mejores; si lo hacemos mal, nos hace peores. Por ejem-
-como ahora- antes de editar su libro, los expertos en r)10, un buen partido consigue que el futbolista juegue me-
marketing habrían estado de acuerdo en que la parte de jor. Una danza bien ejecutada hace que el bailarín baile
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mejor. Las decisiones acertadas de los padres, los hacen ."mn8 importantes y urgentes de la vida y la muerte. Sin
mejores padres. Pero un partido aburrido, un ballet sin '1\1 In l'
n dudas, mucho de la vida moral atañe a lo co-
gracia o un juicio apresurado sobre alguien nos perjudica. ,r{llnll' y cotidiano. Santo Tomás nos lo ha dejado dicho,
Estas actividades (las actividades de la vida moral normal .t (1M que necesitamos el peso de una autoridad para estar
y corriente) son las que Tomás denomina «inmanentes». t'Ol1wllcidos de ello. (Incluso en nuestro adormilamiento
Los efectos de estas actividades redundan sobre el agente. matutino podemos descubrirlo.)
Esta es una idea importante y preciosa, que significa, ni
más ni menos, que «nos convertimos en lo que hacemos».
Suena verdadero. En castellano solemos decir que «somos
hijos de nuestras obras».
Si cuando vamos al trabajo conducimos como locos,
tenemos muchas posibilidades de llegar a convertirnos
en maniacos. Si tratamos a nuestros pacientes con con-
descendencia, hay grandes probabilidades de que haga-
mos lo mismo con nuestro cónyuge, nuestros colegas y
amigos. Si no guardamos las confidencias de algunos
amigos, no guardaremos las de los restantes. En una pa-:
labra, es ingenuo pensar que el modo como actuamos no .
va a tener efecto alguno en el futuro sobre nosotros: lo
que hacemos nos afecta.
Por último, para hacernos personas mejores y más li-
bres necesitamos reconocer y aprovechar las oportunida-
des morales que se nos presentan. Santo Tomás sugirió
que a través de ejercicios es como lo logramos. Puesto
que toda acción es un acto moral que nos afecta, debería-
mos ordenar y encauzar toda nuestra actividad de modo
que lleguemos a-ser ante Cristo la persona que deseamos
ser. Los actos morales consisten precisamente en ejerci-
tarse. Así, si necesitamos ser más discretos, necesitamos
ejercitar la discreción. Si lo que precisamos es valor, he-
mos de ejercitar la valentía. Si necesitamos crecer en fide-
lidad, debemos ejercitarnos en ser fieles. Estos ejercicios
nos ayudan a ser las personas que Dios nos llama a ser.
Estas ideas de Tomás nos ayudan a entender lo com-
prehensiva que es la vida moral y lo que podemos hacer
para ser personas más morales. Sobre todo, nos ayudan a
caer en la cuenta de que la vida moral abarca más que los
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VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, SI
morales
y complejos
1m
ser más fructífero discutir sobre virtudes que citar prin centro de pastoral. Tal vez parezca sorprendente que así
cipios y ofrecer soluciones. Los principios tienen cierta sea, acostumbrados como estamos a leer cosas en torno a
mente precisión y claridad pero, por eso mismo, carecen los grandes temas periodísticos como el aborto, el divor
de la sutileza, de la maleabilidad y de la flexibilidad que cio, la homosexualidad o el control de la natalidad. Des
los problemas de la vida ordinaria exigen. de luego que esos «grandes» temas afectan a muchos
cristianos, pero, cuando alguien solicita una entrevista
con alguno de los miembros del equipo parroquial, o
¿Ofrecer virtudes o principios? cuando alguien acude al acompañamiento espiritual, o a
celebrar el sacramento de la reconciliación, el tipo de
Sus comentarios reflejan bien, me parece, nuestra consejo que está buscando es mucho más complejo que
propia experiencia como personas dedicadas al trabajo la cuestión «divorciarse o no divorciarse», «abortar o no
pastoral. El hombre que pierde su trabajo, por ejemplo, abortar», Las preguntas que los miembros de la comuni
difícilmente resuelve los problemas que el paro le causa dad eclesial plantean son generalmente muy concretas y
(pérdida de autoestima, tensión matrimonial o dificulta enfocadas. Tienden a ser tan poco sutiles y tan corrientes
des económicas) por invocar principios claros. Una con como la vida misma.
versación sobre las virtudes de la amistad, la fidelidad o A diferencia de los debates que aparecen en las prime
la valentía puede serIe más útil, porque le proporciona ras páginas de los periódicos, estas conversaciones son en
un contexto más rico para su necesidad de comprensión cuentros cara a cara, entre personas que tratan de hallar el
y de compartir la situación que atraviesa. modo recto de proceder. En resumidas cuentas, estos en
De igual modo, la persona que ha sufrido el acoso de cuentros son, creo yo, encuentros llenos de prudencia.
un compañero de oficina o el maltrato de su cónyuge pue Hay una larga historia de tales encuentros.
de encontrar provechosa una charla sobre la valentía y la
justicia, en la que tengan oportunidad de salir a flote los
sentimientos que la víctima está experimentando. Breve reseña histórica del consejo moral
Alguien que tenga la vida de su ser más querido
mantenida a base de medios artificiales, sin esperanza A lo largo de los siglos, los cristianos se han dirigido
real de recuperación, puede acudir al sacerdote solicitan a los responsables de la Iglesia en busca de orientación
do ayuda, pero el tipo de ayuda buscada no será segura práctica. Entre los siglos Vy X, por ejemplo, los europeos
mente la que viene por un consejo específico sobre qué buscaban en la dirección espiritual el perdón de los pe
decisión tomar. Más bien será la ayuda que crea un con cados. Acudían a los monjes para comprender la grave
texto desde el cual pueda sopesar las diversas opciones dad de sus pecados y la naturaleza de las penitencias
disponibles para la continuación del tratamiento. que debían cumplir. De forma similar, del siglo XI al XV,
Por eso, la consideración de las virtudes proporcio los cristianos iban a escuchar los sermones de los predi
na un marco para el diálogo entre el que se ofrece a dar cadores de vicios y virtudes para entender mejor tanto a
consejo pastoral y el que lo solicita. sí mismos como el camino de salvación. Más tarde, el
Estos y otros muchos asuntos constituyen normal pueblo fue a los casuistas a fin de saber lo que en sus re
mente el objeto del consejo moral en la parroquia o en el laciones laborales, vecinales y en las celebraciones reli
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giosas estaba permitido y lo que estaba prohibido. Por cerdotes era una buena ayuda para ser prudentes. Tenían
último, en los dos siglos previos al Vaticano II, se recopi a mano respuestas, con listas de acciones permitidas y
laron y codificaron manuales repletos de ejemplos con prohibidas. No obstante, si tenemos en cuenta los cambios
cretos y casos prácticos, en los que bajo una gran varie de las últimas décadas, tales prácticas ya no son acepta
dad de nombres se abordaba la cuestión de la gravedad bles. Los responsables pastorales raramente han de apor
moral de la conducta humana ordinaria. tar un juicio específico o ponerle el sello a una decisión ya
En cada uno de estos períodos los teólogos morales tomada. Lo que generalmente se les pide es que sean ca
proporcionaron guía a los consejeros morales. Los mo paces de compartir su prudencia. Por descontado, no en
ralistas escribieron los «penitenciales», manuales que tiendo por prudencia el vicio de buscar el propio interés,
proporcionaban a los monjes detalladas categorías de como en los últimos tiempos se ha empezado a considerar
pecados y sus correspondientes penitencias. Tomás de (erróneamente). Por el contrario, la prudencia es la virtud
Aquino y otros escribieron las Summas, las cuales descri de la adopción de decisiones responsables. Al ponerse
bían las virtudes necesarias para una vida íntegra. De un metas moderadas y asumibles para determinar qué vida
modo semejante, los casuistas se ocupaban de los casos debemos vivir y para hallar los modos propios de actuar
que los confesores, a su vez, habían oído a los fieles. Por que nos posibilitan alcanzar esas metas, la prudencia nos
fin, los autores de manuales -leguleyos como eran- se ayuda a hacernos cargo de nuestras vidas.
concentraban aun más en examinar los materiales que Al buscar un consejero moral, el cristiano medio bus
aportaban los confesores que de las especulaciones de ca guía para sus decisiones personales sobre asuntos ob
los académicos. La teología moral estaba literalmente al jetivos. En realidad, lo que busca es un diálogo enrique
servicio de la Iglesia. cedor que le haga crecer en prudencia más que aportarle
Dar consejo en aquel tiempo, sin embargo, era cosa directrices prudentes: quiere hacerse una persona que to
bien diferente de lo que se pide hoy. Los penitenciales, ma decisiones responsablemente y está convencida de
las summas y los manuales fueron excelentes intentos de .
.,
que la adquisión y el crecimiento en la virtud de la pru
dar solución a las cuestiones básicas con las que los pas dencia (la toma responsable de decisiones) se facilita me
tores se encontraban. El catálogo de los casos clasificados diante la reflexión honrada sobre temas comunes con al
trataba de imaginar la variedad de acciones que un cris guien prudente.
I Por tanto, se ha producido un cambio fundamental
tiano podía presentar a un consejero espiritual y moral.
En ocasiones, los confesores únicamente necesitaban en el ámbito del consejo moral. Antes del Concilio Vati
consultar el texto para encontrar la acción en las listas y cano II, a los sacerdotes se les requería para emitir vere
evaluar su carácter moral. Por descontado, no era nunca dictos prudentes; hoy se les busca para que sean mento
tan simple, pero sí pretendía serlo. res en prudencia moral.
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~
La gente busca prudencia, no juicios
\:,
l.
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¿Por qué ese cambio?
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plo, cómo la vida familiar se ha visto afectada (y compli- vicción de que todo individuo tiene una conciencia que
cada) por las transformaciones demográficas; las empre- formar y a la que seguir. Esa tarea se va poniendo por
sas familiares han dado lugar al vertiginoso auge de las obra creciendo en la virtud de la prudencia.
corporaciones transnacionales; la vida familiar recibe la Si este libro pretende ser útil para consejeros morales
influencia, entre otros, de la televisión y demás medios de de hoy, entonces, no puede dejar de afrontar la cuestión
comunicación, así como del acceso generalizado a los mé- moral que la Iglesia se topa en la actualidad: ¿cómo pode-
todos de control de la natalidad y del movimiento en fa- mos, como pueblo de Dios, crecer en prudencia?
vor de los derechos de la mujer. Las cuestiones relativas al
tener hijos, al empleo, a la educación ya la armonía matri-
monial exigen ser abordadas con un cuidado impensable
hace no mucho tiempo.
2. Los miembros de la Iglesia reciben hoy mucha
más educación académica que en el pasado. Reciente-
mente el New York Times informaba que tanto los católi-
cos blancos como los de color estaban entre los nortea-
mericanos que más probabilidades tienen de completar
estudios de bachillerato y estudios universitarios. Sería
una necedad seguir pensando que esa gente, cuando va
a pedir consejo, pretende recibir directrices claras sobre
lo que está prohibido y lo que está permitido. Formación
y experiencia militan contra directrices fáciles y simples.
El creyente que busca consejo quiere crecer en prudencia
más que en obediencia; busca capacidad de comprender
la vida moral.
3. Derechos humanos e igualdades mayores, nuevas
democracias y la superación de estructuras de opresión
llevan aparejado el convencimiento de que las personas
adultas son capaces de guiar sus propias vidas. Tales
ideas, por lo demás, no son originales del mundo secu-
lar. En el siglo XIII, Tomás de Aquino escribía que deso-
bedecer a la conciencia era siempre pecado, siendo peor
desobedecer a la conciencia que ser excomulgado. En el
siglo XX, [ohn Courtney Murray escribió en defensa de
la conciencia y el Vaticano 11 proclamó la libertad religio-
sa. Recientemente, los obispos católicos han exhortado a
seguir la voz de la conciencia. Los movimientos religio-
sos y civiles continúan desarrollando en nosotros la con-
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que pretendían los que construyeron la Torre de Babel, o Lo. predicadores de los primeros siglos
los que, como el obispo Pelagio proponía, han creído que
con las propias fuerzas podemos ser perfectos. I In y excepciones. En los primeros cinco siglos de la Igle-
De nuevo Pablo nos lo dice con toda claridad: «No es IIIln, los que presiden y guían a los cristianos exhortan a se-
que lo haya conseguido ya ni que sea ya perfecto; yo ~\1I1' ¡JI Señor trabajando por mejorar la comunidad y por
continúo para alcanzarlo, como Cristo me alcanzó a mí» IllIIMII'l1I' amor en el aquí y ahora de la vida. Consideran có-
(Filipenses 3, 12). La llamada a luchar, a crecer, no pode- mil 11( idcrnos andar el camino del Señor viviendo en este
mos desatenderla. Antes al contrario, Cristo nos ha lla- nHII1l!o nuestro. Aquellos cristianos -Ignacio de Antioquía,
mado y nos ha dado la gracia que nos impele a respon- hum Crisóstomo, Ambrosio, Agustín, Gregorio Magno-
der. Dios mismo es quien nos impulsa a caminar hacia dnbnn la instrucción moral normalmente mediante la pre-
delante. ,UcnC'Í(m. Reflexionan directamente sobre los evangelios y
1
In vocación cristiana y nos animan a ir hacia adelante. Si-
110s después, sin embargo, sus sucesores nos previenen
Teología moral: fijar las malas acciones COI'tra la prisa y ligereza. Los primeros quieren que
'V~'Ilicemos,losotros nos piden que andemos con tiento.
El Concilio Vaticano invitó a la teología moral a «nu-i Los predicadores de los primeros cinco siglos se cuidan
trirse más profundamente de las enseñanzas de la Escri-í mucho de exigirnos caminar por el camino recto. Por esa
tura» (Optatam Totius, 16). Durante buena parte de su his rUó1i precisamente apelan a las virtudes. Al concentrarse
toria, la teología moral se ha dedicado a tasar pecados e In las virtudes o en la formación del carácter, no fijaban la
lugar de fijarse en el crecimiento de los cristianos com atención en las caídas y los obstáculos del camino. Su inte-
discípulos. En el capítulo precedente aludía a listas me, NI primordial se centraba en los ejercicios que pueden
dievales de pecados, a las Summas morales, y a la «ca ayudar al peregrino en su caminata.
suística». En los siglos XIX Y XX los teólogos morales s Si bien las virtudes ayudan al viajero a ponerse en
han dedicado a comentar lo realizado por sus predeceso ~llnl'dia ante las debilidades y a superar las dificultades, su
res: en «manuales» se relata si los casuistas y escolástico (lInción más importante es desarrollar las fuerzas. El acen-
lograban consenso en materias tales como la masturba tll profundamente personal y positivo de las virtudes que
ción, el control de la natalidad, el robo, la mentira, e plll lcmos encontrar en los sermones evangélicos de los pri-
adulterio y el divorcio. . ' moros siglos de cristianismo contrasta enormemente con la
Incluso en los últimos veinte años el debate más fre uhsesión posterior por los actos pecaminosos.
cuente ha girado en torno a si ciertos modos de actua liste vínculo entre la predicación del Evangelio y la
ción son siempre o no son en sí mismos malos, esto es Invocación de las virtudes vuelve a aparecer en los retos
intrínsecamente malos. Si leemos los penitenciales, la uuc plantean a sus contemporáneos Santo Domingo, San
obras de escolásticos y casuistas y los manuales, encoru l'rnncisco y Santa Clara invitándoles a marchar por el ca-
tramos miles de páginas sobre actos malos y muy poca mi no del Señor. A diferencia de la condición monástica
sobre el proceder de los buenos cristianos, cientos dé til' sus predecesores, estos líderes carismáticos del siglo
preguntas sobre pecados y escasas sobre metas, desarroll X111 van a las ciudades y a las universidades en plena
o crecimiento. l'fl'l'vescencia para predicar el Evangelio, y crean comu-
42 43
nidades religiosas con el propósito de realizar esa mi- VIRTUDES DE UN CRISTIANO ."".." ,-.,.. ~~.~ .. ~
sión. Al recordarnos que Dios se acerca a nosotros, nos James F. Keenan, S.J.
llaman a acercarnos a Dios.
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a jugar con los enchufes, evacuamos en el váter y nos la- nuestros padres, mayores y maestros. También con la
vamos las manos. Lo que pasa es que como adultos tene- historia y enseñanzas de la Iglesia y de las Sagradas Es-
mos que regirnos por una voz más importante -la con- \Ti turas. Asimismo, la contrastamos y conformamos con
ciencia-, cuya misión es discernir lo que está bien y lo 11Is ideas que recibimos de la cultura. Nuestra propia ex-
que está mal. pcriencia aporta una parte muy significativa. Por último,
11 prendemos de los amigos y de los educadores.
Lo más importante es considerar la formación de la No, nunca. Santo Tomás afirma que ir contra la con-
conciencia como un proceso que dura toda la vida. La ciencia implica pecar automáticamente, porque se estaría
vamos configurando con la moral que nos han enseñado actuando contra la voz de Dios. La reflexión no admite
48 49
dudas: proceder contra mi conciencia significa actuar al
margen o contravenir lo que ella me dicta que haga o de- do no nos esforzamos en estar al servicio de los demás o
je de hacer. en crecer como personas o en superar algún vicio. Pero
en otras muchas ocasiones, incluso cuando procuramos
hacer bien las cosas o evitar un mal, fallamos. Podemos
11. Actuar conforme a la propia conciencia ¿no da la lamentarnos de esas malas acciones o errores, pero eso
IlO significa que sean pecados, son equivocaciones.
seguridad de que se está procediendo correctamente?
50
51
.~
SEGUNDA PARTE
Virtudes teologales
52
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.J.
{dL
Un viaje a Dachau
~ i cencia a toda prueba. No suelo ir a orar así; lo que normal- anónima y solitaria princesa se entera de que no lejos de
n:.
;~,\(II'
mente hago es presentarme como me gustaría ser o como su palacio hay un templo que nunca ha visitado. Entra
creo que soy. Sin duda, generalmente vaya la oración como en él e inmediatamente descubre en las paredes frescos
creo que Dios quiere que vaya. Voy con una cara maquilla- en los que se narra la feliz historia de su hermana y Cu-
da, con una careta, con una máscara. Pero Dios respeta mi pido. Encolerizada por haber tenido que soportar sola
libertad y no me arranca la máscara. Dios viene a mi en- tan pesada carga, se encara con Dios y le reprende por
cuentro del modo que yo me presento ante Él. Pero, si yo no haber permitido todas las cosas que le han pasado: por
soy auténtico conmigo mismo, ¿cómo puedo entender lo qué ella se ha quedado sola, por qué es tan fea y tan du-
que Dios me ofrece cuando yo salgo a su encuentro? ra, por qué su vida ha sido tan difícil. Al no oír nada co-
Sólo cuando soy yo mismo, Dios me toca de verdad. Es mo respuesta, en un arrebato de ira, rompe a gritar. Ras-
cierto que Dios puede traspasar mi obstinación y mi artifi- ga la máscara que cubre su cara y de nuevo exige una
cio, pero también lo es que siempre respeta la libertad hu- respuesta.
mana como se hace patente en la crucifixión, donde Dios Al desaparecer la máscara de su rostro, se da cuenta
no interviene para salvar a Cristo o para parar la injusticia de que, a pesar de tantos tragos amargos como había te-
humana. A través de mi libertad y vulnerabilidad Dios nido que apurar, nunca había necesitado máscara ante
llega hasta mí. Dios. ¿Cómo podría encontrarse cara a cara con Dios, si ,1
1
Habitualmente, pensamos en la fe como creencia en no se mostraba a sí misma? Till We Have Faces nos hace
ji,
caer en la cuenta de que el único al que la princesa po-
1
permitido.
nosotros asentimiento. La fe no es una simple declara-
ción sino una creencia que brota de lo más hondo. La fe Con frecuencia llevamos máscaras. Por justas razones
suprimimos a veces una parte de nosotros mismos... en
I
1
¡J
sombra de ficción. Si hay algún lugar donde no necesita- VIRTUDES DE UN CRISTIANO
mos máscara es delante de Dios. Vivimos en fe cuando
nos ponemos delante de Él como nos ha hecho. La fe es James F. Keenan, S.J.
auténtica cuando somos nosotros mismos.
Es una paradoja: cuando más necesitaríamos maqui-
llarnos, es decir, cuando más baja tenemos la guardia es,
sin embargo, cuando mejor podemos encontrarnos con
Dios cara a cara. Como me sucedió a mí con la rabia que
sentí en Dachau o con la de la princesa, nos quitamos las
máscaras precisamente en el momento en que no esta-
mos de muy buen ver. Cuando la tristeza, la depresión,
la pena o la soledad nos hieren, nos volvemos hacia
Dios, no victoriosos sino agobiados, no bien arreglados y
compuestos sino vulnerables.
La fe es el santuario que Dios nos proporciona para
que podamos presentarnos ante El como n9s ha hecho y
donde podemos desear encontrarnos con El como El es.
PREGÚNTALE A UN SACERDOTE JOVEN que lle-
Porque la fe es el santuario donde podemos expresar
ve un par de años de ministerio si prefiere celebrar un
nuestros más hondos deseos de intimidad con el Crea-
dor, Redentor y Santificador. Ese santuario, cuando lo bautismo, una boda o un funeral. Me atrevo a afirmar
encontramos, no se queda en una cámara privada. Más que responderá: «Un funeral». En las bodas la atención
.. ,'. bien, como en el cuento de la princesa o en mi propia ex- se dispersa hacia focos diversos: la novia y su traje, el no-
periencia en la' iglesia de Dachau, el santuario está lleno vio, los padres, etc. En los bautizos está el niño, los pa-
de las historias de otros que han buscado al mismo Dios dres y los padrinos pendientes de lo que tienen que ha-
con la misma humilde verdad. cer a continuación... En ambos casos, la excitación es tan
alta que es difícil captar la atención.
No sucede lo mismo en los funerales. En ellos, la
atención de la gente está enfocada a la pena. Funeral y
entierro son las etapas finales de largos procesos que al-
gunos de los congregados han sufrido y que les hacen
llegar agotados. En el centro está el ataúd, que es un sig-
no seguro de tristeza. La invitación que siente el sacer-
dote para confortar y consolar es fuerte y clara. Pero po-
der hacerlo así requiere que el sacerdote esté muy atento
al sentido de pérdida que padecen los que lloran al
\I muerto. Consolar por el dolor de la pérdida no es fácil.
Era yo alumno de bachiller. Recuerdo que un vecino
:I -de unos treinta años de edad- se suicidó. Guardo clara
1I
~tt :
60 61
\:
memoria de que su mujer y sus hijos pasaron aquella no-
che en nuestra casa y del modo en que uno de los curas i
Muchos cristianos, turbados por la muerte de un ser
de la parroquia vino a consolarlos. Sin duda, él quería querido, con frecuencia no sólo no reciben consuelo en
consolar; llegó inmediatamente después de que la policía una liturgia de funeral sino que salen descorazonados y
le hubiese llamado. Pero estaba demasiado confuso. De- con menos fe. Aquí, en el asombro ante la debilidad de la
masiado alterado. Sonreía, reía y se mostraba muy sim- propia fe, se encuentra el sentido de la esperanza. Por-
pático. Tenía la intención de dar esperanza y en vez de que la esperanza es la determinación de no renunciar a la
eso lo que hizo fue provocar la negación de la realidad. propia fe, precisamente cuando, por así decir, no se saca
Algunos liturgistas actuaron con la misma falta de de- consuelo de ella.
licadeza hacia las necesidades de los que lloran la muerte
de un ser querido cuando reformaron la misa de funeral.
Dicho en pocas palabras, se fue en ese punto de un extre- ¿Es la muerte de un ser querido más llevadera
mo al otro. Antes del Concilio, la Iglesia en oración sufría para un creyente?
durante la misa de funeral por los muertos. Después del
Concilio, celebramos la misa de resurrección. Pasamos de Llegados a este punto es donde hemos de considerar
la pena al gozo, literalmente, del negro al blanco. Los li-
la curiosa suposición según la cual la muerte es más lle-
turgistas estaban en lo cierto al querer introducir la misa
de resurrección, pero sin olvidarse del contexto de la ex- vadera para los creyentes que para los ateos o agnósti-
periencia básica que vive la asamblea reunida para cele- cos. A todos la muerte nos arrebata clara, física y espiri-
brar la eucaristía: la muerte de un ser amado. Pedir a la tualmente la vida de esa persona a la que queremos. Para
gente en ese momento que se alegre en la resurrección ateos y agnósticos la muerte es el final. La puerta de la
no es sólo algo carente de realismo, es algo inhumano. vida se cierra. No hay duda del significado de la muerte.
La del funeral es una liturgia de esperanza, no una Los creyentes experimentan también el carácter final de
celebración de alegría. La alegría es lo que María y los la muerte y de manera no menos dramática.
discípulos vivieron no en la muerte de Jesús sino en el Sin embargo, los creyentes no están dispuestos a acep-
acontecimiento de su resurrección. Gozo es lo que viven tar la certidumbre que tienen los no creyentes. A pesar de
unos padres cuando les nace un hijo. Esperanza es lo que la experiencia de la pérdida y de la debilidad de la fe, de-
tenemos precisamente cuando no tenemos nada. En una jan la puerta de la muerte entreabierta. Por eso no es raro
misa de funeral, como mucho, tenemos esperanza. que a los que lloran, la fe no les conforte y sí les confunda.
En los funerales muchos creyentes pasan momentos En ese permanecer en fe es en lo que consiste la esperanza.
difíciles. Lo mismo a los que creen que a los incrédulos, Ante el rostro de la muerte, los creyentes eligen permane-
la pena les juega malas pasadas. Pero, para los creyen- cer, aunque impotentes y vacilantes, ante la promesa de
tes, además, puede haber confusión, porque quieren sa- resurrección. 111
11
ber dónde está el consuelo que da la fe, porque quieren Si no hubiera duda, ni incertidumbre, ni turbación,
saber por qué no sienten más la certeza de la resurrec- ni deseo de tener más fe, entonces no habría casi necesi-
ción. Los creyentes se preguntan cómo puede ser su fe dad de esperanza. Pero permanecer en esperanza -en
.,;
tan débil, ya que se sienten tan miserables como los que esperanza por lo que no tenemos- es ya experiencia de
no participan de ella.
resurrección.
62
63
" I
El símbolo de la esperanza es el ancla. Cuando nos labras nos faltan y, con todo, el deseo de articularlas
sacuden o vamos a la deriva o estamos descolocados, en- continúa. Como el abad, aterrorizados y de rodillas,
contramos en la esperanza el ancla que nos permite per- también nosotros esperamos cuando no podemos hacer
manecer amarrados a la fe. Precisamente cuando somos otra cosa que expresar el deseo de creer.
zarandeados, la esperanza nos ayuda. Como la valentía, Este deseo de creer está en el corazón de muchas
la esperanza es una virtud de resistencia, de tenacidad. personas que lloran la muerte de un ser querido.
Hace unos años esta idea de la esperanza apareció en
una historia de coraje escrita por Brian More y titulada
Catholics. Estamos en un tiempo futuro después del Vati- La esperanza como don
cano HI, y parece que hay ciertos problemas en una co-
munidad de vida monástica. Un visitador del Vaticano y en ese momento es cuando debemos ver la espe-
realiza una investigación. A lo largo del proceso vamos ranza como un regalo de Dios. Pensar que la tenacidad
sabiendo que el abad, un hombre bueno y sincero lleva de los que viven el dolor de una pérdida, que la actitud
años sin poder rezar. Cuando lo intenta, no siente nada. del abad de Catholics o de los lectores de la Carta a los
En el cuento queda patente la hondura de los sucesivos Romanos nace en ellos de confiar únicamente en sus pro-
combates del abad a medida que se los va refiriendo al vi- pias fuerzas significa que no hemos entendido lo que es
sitador. Al final, en la versión cinematográfica, se ve al la esperanza. Como la fe y la caridad, las otras dos virtu-
abad de noche, aterrorizado, solo y de rodillas, intentando des teologales, la esperanza no es algo que podamos ad-
pronunciar las palabras del Padre Nuestro. quirir o desarrollar por nosotros mismos. La eSf'eranza
El cuento refleja las palabras de San Pablo en su Car- es, igual que la fe y la caridad, don, puro don, expresión
ta a los Romanos. En el capítulo 8 (uno de los capítulos de la gracia misma.
sobre la esperanza) señala que esperamos las cosas que La esperanza, pues, es el Espíritu que entra en nues-
aún no hemos visto. (Si las viéramos, entonces ya no se- tras personas cansadas, exhaustas, temerosas, ofrecién-
ría esperanza, añade.) Sigue diciendo que la esperanza donos un camino para proseguir el diálogo, para conti-
nos ayuda, sobre todo, cuando somos débiles. Nuestra nuar firmes delante del Dios vivo. Todo lo que nos hace
debilidad puede ser tan grande que podemos incluso no posible seguir creyendo cuando tenernos que afrontar la
saber qué debemos pedir, pero -Pablo lo dice- ése es el muerte, la duda, la falta de certeza o el miedo, es espe-
momento de orar (nótese: es una situación de confusión ranza. La habilidad de perseverar, el ancla que nos da
y desconocimiento), en el que el Espíritu le habla al Pa- constancia cuando somos zarandeados, es la presencia
dre a través de nuestros gemidos. Así pues, cuando so- de Dios en nosotros.
mos incapaces de orar, el Espíritu ora por nosotros, a tra- Ver la esperanza como don es verla corno interés con-
vés de nosotros. creto de Dios por nosotros. Pero ese interés se expresa
En nuestro gemir, esperamos. Porque nuestro la- precisamente cuando estarnos en mayor debilidad. En-
mento es también un deseo (juna esperanza'). Mante- tonces, en nuestro estado más vulnerable, llega el don de
ner el diálogo con Dios incluso en medio de nuestros Dios corno Espíritu en esperanza. La esperanza es, sin
miedos más grandes es ya, en sí mismo, un acto de fe. duda, el regalo que Dios hace al hombre o la mujer vul-
La esperanza es permanecer en diálogo cuando las pa- nerable. Sobre todo, cuando estarnos exhaustos, sin voz e
64 65
[11
impotentes, es decir, en vulnerabilidad, cuando la vida VIRTUDES DE UN CRISTIANO
es de lo más oscura, entonces Dios entra en nosotros James F. Keenan, S.J.
para sostenernos.
Ahora bien, la aparición y existencia de la esperanza
no es rimbombante, tosca o ruidosa. No cambia repenti-
namente nuestra oscuridad en luz ni nuestro silencio en
elocuencia. Como el céfiro, la esperanza es sutil y suave.
Respeta nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestros
sentimientos. La esperanza no nos libera de los pensa-
mientos críticos, ni de las experiencias de desierto, ni de La cari madre
nuestros miedos más arraigados. Más bien, la esperanza de 1 des
entra en nosotros de forma delicada y sin ruido, hacién-
donos sentir la presencia del Espíritu en medio del albo-
roto. Su gentil presencia es fuerte, si no en volumen, sí en
profundidad. Es el ánimo del Espíritu que acude a la voz
de nuestros gemidos, dándonos la certeza de que en nues-
tros momentos más bajos, cuando estamos sin recursos, LA SEMANA PASADA fue la ordenación sacerdotal
Dios nunca nos abandona. de mi mejor amigo. Un acontecimiento gozoso donde
hubo, para mí, un momento particularmente importante.
Cuando mi amigo estaba postrado en tierra delante
del altar, me pasaron por la mente todas las dificultades
que había tenido que superar para llegar a aquel punto.
Tumbado en aquella posición de humillación, pensé
cuán sencilla es la vida y le pedí a Dios que se levanta-
se de aquel frío suelo de mármol como hombre nuevo,
consolado por la gracia y el amor de Dios.
Quedé sorprendido de mi reacción. Hasta recordé mi
propia ordenación doce años atrás. Postrado sobre el
mismo suelo, escuchando las magníficas voces que can-
taban las letanías, rezaban por mí, mientras yo sentía
una profunda tensión; no estaba en paz. Ansiaba la or-
denación, siempre lo había deseado, pero zonas de mí
mismo se hallaban, como San Pablo dice, «en guerra
dentro de mí».
Una parte de mí no estaba de acuerdo en que diera
ese paso que tanto había ansiado durante años. Una
parte de mí estaba enfadada con la Iglesia. Una parte de
66 67
mí sentía que no tenía derecho a ser sacerdote. Y otra cuenta de que, si continúa, cambiará para siempre. En la
parte de mí aún lloraba a mi hermano, muerto dos años luminosa claridad de tales instantes descubrimos la com-
antes. Con todo, sabía que eso era lo que quería hacer y plejidad de las propias motivaciones. Las motivaciones,
que Dios también lo quería. Ambas convicciones eran
como las elecciones, suelen ser complejas. Raramente ac-
más fuertes que las otras razones y me empujaron a or-
tuamos con una motivación simple, sea en el ámbito de
denarme. Cuando terminó el canto de las letanías, me lo trascendente, sea en el de lo mundano.
levanté aliviado y contento hacia el obispo para ver reali-
En ocasiones oímos lo conflictiva y complicada que
zado mi deseo más hondo. Doce años más tarde, rezan-
fue una decisión de profesar los votos religiosos, orde-
do por otro en su ordenación, pensaba: «Dios mío, no es
narse de sacerdote o contraer matrimonio, sobre todo
un momento fácil».
cuando se está en el proceso de dar marcha atrás. O reci-
Para comprender qué ocurre al tomar esas complejas
decisiones, es preciso recordar bimos versiones románticas sobre los compromisos de
por vida: «la idílica certidumbre» de personas casadas,
1) que nuestras motivaciones no suelen ser normal- religiosos o curas.
mente puras sino mezcladas y Sin embargo, es poco frecuente que nos lleguen las
2) cómo la virtud de la caridad nos hace capaces de inspiradoras historias de la gente que, a pesar de sus du-
seguir las motivaciones más auténticas. das y conflictos, decidió vivir una determinada vida y
efectivamente vive según lo que decidió. Aunque elegir
un camino que va a marcar el curso del propio futuro es
La mezcla de motivaciones una enorme tarea, muchas personas toman decisiones
así todos los días y perseveran en ellas.
Muchos de nosotros pasamos momentos o períodos
en la vida en los que algo afecta a todo nuestro ser. No se
trata de que la vida se nos revele de repente a una nueva El mito de la motivación pura
luz o se vuelva tinieblas espesas, pero sí que vislumbra-
mos algo importante para nosotros en unos instantes de- Una tarde, en una charla para estudiantes del MIT
terminados. Las parejas en el día de la boda, por ejemplo, (Massachussets Institute of Technology), dije que los huma-
pueden experimentar emociones y sentimientos encon- ,""
nos no tenemos motivaciones puras y que nos podemos en-
trados en el momento decisivo en que su compromiso se gañar a nosotros mismos pensando que sí las tenemos. Al-
va a hacer público y «la guerra interior» les presenta inte- gunos de mis oyentes pusieron objeciones. Pensaban que,
rrogantes y dudas nuevas y fundamentales. Podrían mar- desde luego, los hombres de negocios pueden tener moti-
charse del altar en ese mismo instante, pero la mayoría no vaciones turbias, pero no así los buenos científicos, a los
lo hace. Igualmente les puede pasar a los religiosos que cuales animaría «una motivación pura». Su visión del mun-
en la ceremonia de los votos experimenten un momento do de los negocios era un tanto despectiva; la de su propio
así, al percibir lo que están a punto de prometer con toda campo, bastante ingenua. Les recomendé leer a Einstein o
su densidad y todo su conflicto. Fermi, grandes científicos que nunca reclamaron pureza de
Tales momentos ocurren siempre que uno se ha pues- motivación en su investigación. Terminamos concediéndo-
l'
to en marcha hacia una determinada dirección y cae en la nos una tregua.
68 69
'fe,
Por supuesto, aspiramos a la pureza, pero porque La caridad como amor
carecemos de integridad dentro de nosotros mismos,
porque también está ausente en nuestras motivacio- La caridad también nos echa una mano para amar me-
nes. Para armonizar esas motivaciones, necesitamos jor. Amortigua la tendencia a prestarme demasiada aten-
que la caridad trabaje en las profundidades de nuestro ción, impide que la autocompasión se apodere de mi vida,
ser. me impulsa a seguir las motivaciones de la justicia y la fi-
delidad, y a estar alerta ante la intemperancia y la cobar-
día. La caridad es como una madre, nos guía amorosa y
firmemente para proceder de acuerdo con lo que amamos.
Caridad
La caridad es amor, la presencia misma de Dios en
Esta visión de la caridad puede sonar extraña, toda nuestra vida. Como tal, está constantemente cribando
vez que tendemos a pensar en la caridad como acto de nuestras motivaciones para que no nos quedemos estan-
dar a quien nos pide o como la virtud que nos hace ayu- cados. Como el amor de una madre, el foco de la caridad
dar a los marginados. Pero la caridad es, de hecho, la vir- es extravertido. No nos dice lo que hemos de hacer con-
tud que nos une a Dios. La caridad no está orientada pri- cretamente: la prudencia lo hace. Más bien, la caridad nos
mariamente hacia los otros, afecta a nuestras relaciones impulsa a ser más fieles y justos, más respetuosos con no-
con Dios en el centro de nuestro ser. sotros mismos y a tener más temperancia y valentía. La
La caridad es la más básica de las virtudes. Tomás de caridad permanece trabajando entre bastidores.
Aquino la llamó «madre» de todas las virtudes porque Santo Tomás se refería a la caridad como la virtud
todas se conciben dentro de ella. Como virtud funda- que crece en intensidad hacia lo profundo. Quería expli-
mental, la caridad concierne más a la vida interior que a car que la caridad habita en el hondón interior y que nos
los actos externos, atañe más al corazón que a las obras. anima a ver a aquél a quien amamos. La caridad es para
La caridad trabaja detrás del escenario. amar y para sentir intensamente amor por Dios, por el
A diferencia de otras virtudes que se adquieren me- prójimo y por uno mismo.
diante el ejercicio, la caridad es un don gratuito de Dios, Crecemos en caridad en la medida en que responde-
que nos capacita para descubrir lo que es más importan- mos a ella. La caridad nos pide que seamos día tras día
te para nosotros. Nos ayuda a integrar día tras día las más considerados con los compañeros de trabajo y dis-
motivaciones diversas que albergamos y que nos afectan pensemos más atención a la familia, así como que asu-
mamos cabalmente las responsabilidades. La caridad
en los niveles vitales más profundos.
Examinar el espectro completo de mis motivaciones siempre está invitándonos a ser mejores, a crecer en las
el día de mi ordenación, por ejemplo, me hizo percibir virtudes. Nos incita a conseguir lo central. La caridad co-
por un instante la complejidad de los impulsos actuantes noce nuestras motivaciones y nos enseña a distinguirlas
dentro de mí cada día. La caridad me ayudó a discernir y al mismo tiempo que las mezcla unas con otras en su di-
versidad. En última instancia, la caridad hace posible el
a centrarme en la llamada a la ordenación. La caridad me
ha seguido ayudando a lo largo de los años animándome logro de aquello que anhelamos. Gracias a ella, podemos
pronunciar -con tensión y lucha, pero también con fir-
a responder a esa llamada. meza- las palabras «sí, quiero» o «estoy dispuesto y
quiero» en momentos transcendentales de la vida.
70 71
Por supuesto, aspiramos a la pureza, pero porque La caridad como amor
carecemos de integridad dentro de nosotros mismos,
porque también está ausente en nuestras motivacio- La caridad también nos echa una mano para amar me-
nes. Para armonizar esas motivaciones, necesitamos jor. Amortigua la tendencia a prestarme demasiada aten-
que la caridad trabaje en las profundidades de nuestro ción, impide que la autocompasión se apodere de mi vida,
ser. me impulsa a seguir las motivaciones de la justicia y la fi-
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delidad, y a estar alerta ante la intemperancia y la cobar-
día. La caridad es como una madre, nos guía amorosa y
Caridad firmemente para proceder de acuerdo con lo que amamos.
La caridad es amor, la presencia misma de Dios en
Esta visión de la caridad puede sonar extraña, toda nuestra vida. Como tal, está constantemente cribando
vez que tendemos a pensar en la caridad como acto de nuestras motivaciones para que no nos quedemos estan-
dar a quien nos pide o como la virtud que nos hace ayu- cados. Como el amor de una madre, el foco de la caridad
dar a los marginados. Pero la caridad es, de hecho, la vir- es extravertido. No nos dice lo que hemos de hacer con-
tud que nos une a Dios. La caridad no está orientada pri- cretamente: la prudencia lo hace. Más bien, la caridad nos
mariamente hacia los otros, afecta a nuestras relaciones impulsa a ser más fieles y justos, más respetuosos con no-
con Dios en el centro de nuestro ser. sotros mismos y a tener más temperancia y valentía. La
La caridad es la más básica de las virtudes. Tomás de caridad permanece trabajando entre bastidores.
Aquino la llamó «madre» de todas las virtudes porque Santo Tomás se refería a la caridad como la virtud
todas se conciben dentro de ella. Como virtud funda- que crece en intensidad hacia lo profundo. Quería expli-
mental, la caridad concierne más a la vida interior que a car que la caridad habita en el hondón interior y que nos
los actos externos, atañe más al corazón que a las obras. anima a ver a aquél a quien amamos. La caridad es para
La caridad trabaja detrás del escenario. amar y para sentir intensamente amor por Dios, por el
A diferencia de otras virtudes que se adquieren me- prójimo y por uno mismo.
diante el ejercicio, la caridad es un don gratuito de Dios, Crecemos en caridad en la medida en que responde-
que nos capacita para descubrir lo que es más importan- mos a ella. La caridad nos pide que seamos día tras día
te para nosotros. Nos ayuda a integrar día tras día las más considerados con los compañeros de trabajo y dis-
motivaciones diversas que albergamos y que nos afectan pensemos más atención a la familia, así como que asu-
en los niveles vitales más profundos. mamos cabalmente las responsabilidades. La caridad
Examinar el espectro completo de mis motivaciones siempre está invitándonos a ser mejores, a crecer en las
el día de mi ordenación, por ejemplo, me hizo percibir virtudes. Nos incita a conseguir lo central. La caridad co-
por un instante la complejidad de los impulsos actuantes noce nuestras motivaciones y nos enseña a distinguirlas
dentro de mí cada día. La caridad me ayudó a discernir y al mismo tiempo que las mezcla unas con otras en su di-
a centrarme en la llamada a la ordenación. La caridad me versidad. En última instancia, la caridad hace posible el
ha seguido ayudando a lo largo de los años animándome logro de aquello que anhelamos. Gracias a ella, podemos
a responder a esa llamada. pronunciar -con tensión y lucha, pero también con fir-
meza- las palabras «sí, quiero» o «estoy dispuesto y
quiero» en momentos transcendentales de la vida.
70 71
Preguntas para la reflexión
TERCERA PARTE
Virtudes cardinales
72
11
'1
I
I 11
fortaleza.
Me interesa señalar que la justicia no se presenta sola.
Creo, como en otro lugar he expuesto (<<Proposing Car- ¡II
dinal Virtues» en Theological Studies 56.4 (1995) 709-729), I
1,
que la prudencia nos guía con relación a la justicia, a la 11
:1
consiste en tratar a todos de forma igualitaria. Es la vir- 11
;1
tud de la equidad, en la que no existe trato especial o
1
1I
76 t 77
í"f ,1,
:!,
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.¡'
La virtu idelidad
80 81
general: los hombres tendían a contar lo que hacían y reírse y comer con ellos. Las reuniones de Jesús con sus
cuáles eran sus logros; mientras que las mujeres general- discípulos llamaban tanto la atención que hasta ha que-
mente se describían en términos de relaciones. Unos y dado constancia del escándalo que les producían a los
otros se mostraban reacios a actuar de forma diferente a maestros de la ley. Con todo, éstas eran actividades mo-
como lo hacían. A pesar de las obvias dificultades que rales. De igual manera que la vida de Jesús nos marca la
surgen de distinguir hombres y mujeres en términos tan norma del seguimiento -ser justo como Ello fue- tam-
amplios y generales, las conclusiones de Gilligan susci- bién s~mos llamados a seguirle en la amistad: ser amigo
tan un importante tema. La autora implícitamente apun- como Ello fue.
taba que todos deberíamos tener dos preocupaciones en Margaret Farley explora la fidelidad en su obra Per-
la vida: la una, el ser justo y disponer de la autonomía sonal Commitments: Beginning, Keeping, Changing. La teó-
personal para reconocer lo que eso significa moralmente; loga católica presenta las vidas imaginarias de diez
la otra, ser fiel en las relaciones y no quedarse aislado e personas diferentes y examina cómo el arte de la rela-
incapaz de encontrarse con los demás como amigos en ción requiere una alta dosis de trabajo. Farley deja cla-
vez de verlos como tareas. Todos tenemos dos objetivos ro que la fidelidad precisa de ejercicios concretos para
morales primordiales: ser justos y ser fieles. desarrollarse. Así como nuestros padres nos enseñaron
a apreciarnos mutuamente a través de una extensa ga-
ma de actividades, también tenemos que implicarnos
La amistad: clave de la vida moral en otras similares si pretendemos crecer en la relación.
De hecho, incluso para mantener una relación debe-
En escritos recientes de algunos teólogos morales so- mos practicar formas de comunicar, compartir, acom-
bre la virtud de la fidelidad, hay dos aportaciones espe- pañar, dar y recibir. Y, como la experiencia de los pa-
cialmente destacadas. En Friendship and the Moral Lije, dres con sus hijos, nos damos perfecta cuenta de que
Paul Waddell recupera las enseñanzas de Aristóteles, tales actividades no vienen natural o fácilmente.
Agustín y Tomás de Aquino sobre la amistad, y demues-
tra convincentemente que, en la antigüedad, los maes-
tros morales sí comprendían el significado de la amistad. Practicar la fidelidad
Acaso porque creemos que ser moral es algo difícil, de-
ducimos que la amistad está lejos de ser un tema moral. Estas ideas son semejantes a las discusiones corrientes
En el instante en que nos percatamos de que grandes y -para frustración nuestra- muy frecuentes entre padres
pensadores han considerado a la amistad como la clave e hijos. Cuando un padre invita a sus hijos a que hagan al-
de la vida moral, podemos empezar a pensar en la mora- go para llevarse como buenos hermanos, se puede topar
lidad como algo mucho más humano, atractivo y vivifi- con la queja de uno de ellos que se cree tratado injusta-
cante y, en una palabra, más común. mente. En el caso reseñado, el padre desea que su hijo se
La investigación de Waddell subraya una dimensión porte bien con su hermana, pero el muchacho quiere pro-
a menudo olvidada de la vida de Jesús. Él no sólo enseñó teger sus derechos. La tendencia del chico hacia la justicia
y sanó a los que le seguían, sino que también fue amigo no ha de ser subestimada. El filósofo [ohn Rawls resalta lo
suyo, les llamó para estar juntos, para pasarlo bien, para que cualquier padre descubre, que la primera frase moral
82 83
que un niño dice es: «eso no es justo». Curiosamente, la quiaL De forma muy natural, la fidelidad es practicada
primera declaración de un niño no es un reconocimiento por los miembros del equipo parroquial que siempre son
de lo que es justo; el pequeño no puede determinar eso. puntuales, por el encargado de adornar el altar que res-
Sin embargo, sí puede percibir desigualdades y dispari- ponsablemente asume su tarea, por los jóvenes que ayu-
dades y protesta. ¿Por qué ha tomado más que yo? Sin dan a misa en una fría y triste mañana de domingo, por
pensar en otra posible respuesta, la queja de que «eso no los ministros de la eucaristía que llevan la comunión a un
es justo» brota de inmediato. Pretender enseñar fidelidad enfermo, por el miembro del equipo de pastoral de los
en un contexto así, no es tarea fáciL enfermos que asiste a una persona en trance de muerte,
Por lo mismo, intentar aprender fidelidad tampoco es por unos padres que organizan la liga de fútbol infantil,
empresa nada sencilla. Los compromisos nos parecen ar- por los alcohólicos anónimos que se disponen a celebrar
duos. Como los niños, nos molestan las desigualdades, des- su reunión, por la familia que trae comida para los pobres
confiamos del dar y recibir, disfrutamos con el control, nos y por los catequistas que, sin recompensa, enseñan la fe.
gusta contar lo que les damos a los demás para asegurar Formo parte de una parroquia en la que, cada mes de
que vamos a recibir, por lo menos, tanto como damos, nos mayo, el párroco pone una carpa en los jardines parro-
gusta hacer cosas juntos siempre y cuando sea lo que nos quiales y hace de anfitrión de tres eventos. La primera
apetece a nosotros. A menudo, compartimos nuestra vida tarde da las gracias a más de seiscientos voluntarios de la
con los amigos, por decirlo en una palabra, de mala gana. parroquia invitándoles a cenar. Al día siguiente, invita a
Poner, pues, la fidelidad en el centro de la vida moral los curas de la diócesis a una comida campestre. El tercer
nos invita a involucrarnos en ejercicios y prácticas con- día, organiza una merienda para toda la parroquia. El pá-
cretas que nos capaciten para entender y vivir mejor lo rroco sabe a través de su propia práctica que el hábito de
que Jesús y nuestros padres nos han enseñado: a crecer estar juntos es, sin duda, una costumbre que proporciona
juntos. Para tal fin, puede que necesitemos hacer más lla- felicidad.
madas de teléfono, escribir más cartas, cocinar alguna
vez más para los otros, dar más paseos, pasar un poco
más de tiempo con un amigo.
Nos puede venir bien deshabituarnos de contar o me- -1
dir lo que «el otro» hace o no hace. Puede que necesite-
mos ahuyentar el grito quejumbroso que nos corroe por
dentro: «ella (o él) siempre recibe (o gana) más que yo».
Puede que necesitemos, por el contrario, escuchar una
voz más madura que nos pide: «Llevaos mejor».
Fidelidad en la parroquia
ust
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91
fuera. Tal vez, en las fiestas de cumpleaños y en las cele- importante. Al principio acaso las sugerencias que ha-
braciones de graduación, al pensar a quién podíamos in- cíamos no eran especialmente beneficiosas, pero con el
vitar y a quién no, acaso alguna vez incluimos al chico al tiempo sí pasaron a serlo.
que casi nadie invitaba a nada. Al crecer aprendimos un Por eso, si queremos ser inclusivos y trabajar en favor
poco sobre el arte de la inclusión: dejar a gente al margen del bien común, no pensemos que el mundo va a ser más
no es una experiencia agradable ni para el que lo hace ni justo si lo dejamos en manos de unos pocos. Si no exclu-
para el que lo padece. yes pero, al mismo tiempo, no das voz, conviertes el
Aunque a veces pensamos (y aún lo seguimos hacien- mundo en un juego de títeres, en un guiñol: condenas a
do en determinados momentos) que nos iría mejor si sólo la mudez a los marginados (los dejas tan indefensos como
nos preocupásemos de nosotros mismos, en casa aprendi- niños) y a la sordera a aquellos que creen representarnos a
mos que esa creencia iba en contra de nuestros intereses. todos.
Recibimos la lección de que la cooperación es mejor que el Paulatinamente, aprendimos que ser injustos no tiene
aislamiento, que dar-y-recibir era mejor que pillar-todo-lo- nada que ver con ser descubiertos o pillados en falta. De
posible, y que interesarse por el bienestar del conjunto de la pequeños, creíamos que si nos castigaban era que había-
familia resultaba mejor que el autointerés. mos hecho algo mal. Si nos librábamos de la sanción era
Aquellas noches en las que negociamos con éxito con que no había nada que reprender. Pero cuando, con el
la canguro salieron bien porque actuábamos sobre la pre- tiempo, nos convertimos en «hacedores de normas», es de-
misa de que nuestros intereses eran tan importantes co- cir, cuando se desarrolló nuestra conciencia, supimos que
mo los de nuestros hermanos y como los de la chica en- la justicia o la injusticia no depende de lo que nuestros pa-
cargada de cuidarnos. Y la lección que nuestros padres dres u otras personas declaren.
nos enseñaron, una y otra vez, en la mesa, en el patio, en Al contrario, descubrimos que éramos injustos siem-
la sala de estar, o en el coche, tenía que ver con el bien co- pre que, sin razones justificadas y necesarias, excluía-
mún. Es la lección a la que [ohn Donne aludía al escribir: mos o silenciábamos a alguien o le hurtábamos su par-
«Ninguna persona es una isla cerrada en sí misma». te en el bien común. Cuando no cumplíamos con
nuestra jornada de trabajo o no dábamos un salario jus-
to, cuando no dejábamos la propina requerida o no pa-
El que «fija las reglas» gábamos los impuestos, actuábamos injustamente tanto
si éramos descubiertos como si no.
Estas dos lecciones de la inclusión y del bien común La justicia, entonces, no depende de la ley. Que una
conducen hacia otra. Nuestras expresiones evoluciona- sociedad no declare una determinada actividad ilegal no
ron desde el enternecedor «papaíto» al inquisitorial significa que tal cosa sea justa. De hecho, el racismo, el
«¿por qué?», desde el «se lo diré a mamá» hasta el «no se sexismo y otras formas de exclusión continúan siendo
lo contaremos a nuestros padres». Maduraron las frases, permitidas legalmente en muchas sociedades.
porque estábamos embarcados en la lucha por tener voz. Cometer injusticia no es sinónimo de ser sorprendido
Anhelábamos convertirnos en parte del proceso de la fi- en falta, ni tampoco coincide siempre con lo ilegal.
jación de reglas. Y, en efecto, ayudamos a nuestros pa- Aprendemos a valorar la justicia y la injusticia al desa-
dres a hacer mejores normas. Nuestra contribución fue rrollarnos como personas. Cuanto más actuamos en fa-
92 93
vor del bien común, siendo inclusivos y permitiendo que
los demás hablen por sí mismos, tanto más crecemos en VIRTUDES DE UN CRISTIANO
la buena dirección. Los adultos aprenden, como los ni- James F. Keenan, S.J.
ños, practicando. Por consiguiente, la clave real de la jus-
ticia estriba en esto: mientras nos queden años por vivir,
tenemos aún mucho que aprender sobre la virtud de la
justicia.
. ,,1
Autoestima
I
11
!
-Eso es mentira, humildad no es eso.
96 97
virtud cardinal tiene tres funciones. Primero, describe ta- A veces ponemos condiciones innecesarias y hasta
reas morales de gran calado para la persona. Decir que dañinas a la autoestima: creemos que la autoestima es-
estas cuatro virtudes son «cardinales» significa que para tá bien mientras no perjudique el bienestar de la comu-
ser moral hay que ser prudente, justo, fiel y respetuoso nidad, el ambiente de trabajo o la felicidad de la fami-
con uno mismo. No te basta con poseer una, dos o tres de lia. O que podemos tener buen concepto de nosotros
ellas. Necesitas adquirir las cuatro porque ésa es la meta mismos sólo si tenemos más alta consideración a nues-
de cualquiera que ame. tra comunidad o familia. Cuando la felicidad de la fa-
Segundo, éstas bastan. Como sugiere la palabra latina milia o el bienestar de la comunidad están en peligro,
cardo, todos los otros requisitos morales dependen de es- suspendemos nuestro derecho a la autoestima.
tas cuatro. Si alguno quiere saber qué significa ser huma- ¿Cuántas esposas, esforzándose en ser fieles a un es-
no moral podemos decir: «Aquél que ama, es decir, aquél poso que las maltrata psicológica o físicamente, aguan-
que busca la prudencia, la justicia, la fidelidad y la auto- tan humillaciones o golpes? ¿Cuántos empleados acep-
estima». Toda otra demanda moral encuentra su fuente tan que sus inmaduros jefes los minusvaloren o los
en una de estas virtudes. desprecien con sus arrebatos temperamentales... por el
Tercero, cada virtud cardinal se busca por sí misma. bien de la empresa? ¿Cuántos jóvenes llegan a admitir
Este último punto implica la importancia que tiene cata- que es un «derecho» de sus padres preferir a uno de sus
logar a la autoestima como una virtud cardinal. Mientras hijos en detrimento del otro... por el bien de la familia?
que perseguimos las otras virtudes por diversos moti- A no ser que la autoestima reclame su propio derecho
vos, una virtud cardinal tiene su propia recompensa. No a la felicidad -rio por la justicia o la fidelidad, sino como
haber descubierto esto es la razón más frecuente por la estas virtudes, por sí misma-la autoestima se ejercitará,
que no adquirimos autoestima. simplemente, «si el tiempo lo permite...».
Consideremos cuántas veces intentamos dejar de La justicia nos invita a considerar a cada uno como
maltratarnos a nosotros mismos simplemente por miedo igual; la fidelidad nos invita a considerar a nuestros
a que nuestro mejor amigo o nuestra pareja nos rechace amigos y familia como especiales; la autoestima nos lla-
si no lo hacemos. ¿Cuántos acontecimientos que nos ha- ma a considerarnos a nosotros mismos como únicos. Las
cen sentir desconcertados por nuestra pobre autoimagen exigencias de estas tres virtudes pueden simultanearse,
nos mueven a incluir en nuestro repertorio de amenazas conduciendo a la cuarta: repartir adecuadamente esta
la de que, si no actuamos mejor, acabaremos por no tener consideración de las tres virtudes cardinales restantes
ningún amigo? ¿Con qué frecuencia nos forzamos a la corresponde a la prudencia.
práctica de «querernos» sólo para demostrar a otros que
somos capaces de ello?
Cuando fomentamos nuestra autoestima para obtener Enseñárselo a los niños
el respeto del otro, en realidad estamos trastocando las co-
sas de forma infantil, diciéndonos a nosotros mismos que Las virtudes se adquieren por medio de su práctica. Al
nuestro autovalor depende de que ganemos el respeto de ejercitar las tareas propias de un padre o una madre, ense-
los demás antes que el nuestro propio. No podemos alcan- ñamos a nuestros hijos a ser justos, a tratar a los demás co-
zar la autoestima si buscamos la estima en otros lugares. mo ellos quisieran ser tratados, a incluir y no a excluir, a
98 99
dedicar tiempo a las amistades, y a estar disponibles para La Iglesia y la autoestima
los que nos quieren o necesitan. Al poner en práctica la jus-
ticia,les mostramos que toda persona tiene valor en sí mis- Seguro que ocho de cada diez cartas encíclicas publi-
ma. Al ejercitar la fidelidad, les enseñamos que las relacio- cadas por los papas de este siglo versan sobre la justicia.
nes humanas merecen la pena. Al practicar la autoestima Las homilías sobre la fidelidad -particularmente sobre
personal, también nuestros hijos aprenden su propio valor. la familia, el matrimonio y el divorcio- son temas comu- li
Gracias a nuestra solicitud amorosa y cuidado paternal, nes. Cuando pensamos en la fortaleza de Jesús, en la I
1
los hijos se sienten queridos y llenos de posibilidades. presencia siempre constante de Yahvé, en la Alianza, en
Les ayudamos a que entiendan que la promesa hecha a la Iglesia, nos damos cuenta de que 11
los sentimientos que experimentan nacen dentro la noción de fidelidad puede ser invocada a menudo en
"1:
de ellos y que su mundo interior es tan espacioso las homilías dominicales. Pero ¿qué encíclica nos dice
que nos veamos buenos, que nos tengamos a nosotros
-
como el océano
sus emociones positivas les permiten sentirse es- mismos como tesoros, y que recordemos la importancia I
peranzados, felices y soñadores y las negativas les
deprimen, asustan o les hacen sentirse necesitados
de protección
de la autoestima? ¿Qué homilía nos da orientaciones pa-
ra adquirir o reforzar nuestra autoestima? ¿Por qué no
se insiste más en las palabras de consuelo que Jesús di-
I
así como hay un mundo interior, también hay uno
exterior. Y deben aprender a manejarse en éste úl-
timo en su condición de miembros únicos y nue-
vos de él, aunque siempre partiendo de su propia
rigió a quienes se acercaban a Él? A veces parece que só-
lo en algunos grupos parroquiales (escuela de padres,
crecimiento personaL.) puede un católico encontrar una
afirmación clara de la importancia de la autoestima.
I1I
experiencia interior Necesitamos más reflexión sobre la autoestima. De-
así como a uno le lleva tiempo comprender a su bemos recordarnos a nosotros mismos que la autoestima
I
I1
hermano, a su amigo o compañero de clase, lleva es una virtud cardinal, que el deber moral de terminar IJ
su tiempo conocerse uno mismo. con el autodesprecio es tan firme como el de combatir la
injusticia. Y es verdad, el imperativo moral de desarro-
1.
De igual modo que los niños piensan de vez en cuan- llar la autoestima es tan urgente como la llamada a ser 1
1
I
1
100 101
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.].
tud
104 105
'''1
gar a ser más inclusivas y justas. Descubrimos que en al- adquirir otros virtuosos, considero la actitud que los pa-
gunas áreas de la vida estamos mal dispuestos respecto a dres tienen para con sus hijos como el mejor modelo pa-
ciertas personas por razones inadmisibles. ra esta virtud. Esto puede sorprendernos porque nor-
Nosotros, varones, no paramos de aprender, por malmente pensamos en los profesores, sacerdotes o
ejemplo, cuán arraigado y frecuente es nuestro sexismo, acompañantes espirituales como figuras prudentes, co-
y que debemos esforzarnos en cambiar nuestros hábitos mo gente con quien hablamos sobre nuestras decisiones
y adquirir otros nuevos si queremos tratar a las mujeres más importantes. Es verdad, en algunas ocasiones nece-
como iguales. sitamos conversar con esas personas. Pero la prudencia
Para cambiar nuestra forma de proceder necesitamos no persigue simplemente tomar decisiones acertadas.
prudencia, y ésta nos ayuda a planificar -imaginariamen- Más bien, consiste en estar atento a crear y buscar opor-
te- nuevos modos de anticipar situaciones. Así, debemos tunidades para un pleno desarrollo. Eso es lo que hacen
vernos evitando esos típicos comentarios machistas en los los padres. Los padres siempre están anticipando qué
que, a veces, todavía caemos. La prudencia nos ayuda a tendrá que afrontar Charo o Juanito.
comprender que tenemos esa tendencia particular y que Los padres se plantean grandes preguntas como, por
necesitamos controlarla. La prudencia también nos invita ejemplo, éstas: ¿en qué barrio crecerá mejor nuestra hija?,
a decir lo que pensamos; de ahí que necesitemos cambiar ¿en qué colegio recibirá una mejor formación? A menu-
no sólo nuestras palabras sino -yeso es lo importante- do se hacen otras más normaliias: ¿cómo se siente la niña
también nuestros pensamientos. La prudencia, de ordina- consigo misma?, ¿qué siente por los demás?, ¿es muy ex-
rio, nos enseña a superar reacciones de escasa calidad. travertida o introvertida?, ¿cómo reacciona ante los retos
Nos ayuda a adquirir hábitos útiles para considerar y tra- que se va encontrando?, ¿cómo evitar que tropiece con
tar a nuestras compañeras como iguales. Nos lleva a refle- las paredes o las mesitas?, ¿cómo aprender a ser un poco
xionar por qué hemos tenido una perspectiva tan injusta y menos tímida pero sin ser demasiado confiada?
nos pide desarrollar, de pensamiento y palabra, una vi-
En todo ese proceso que es la educación los padres
sión más completa. La prudencia como planificación, por
descubren lo irrepetible que es su hija. Se dan cuenta de
tanto, impulsa hacia la autotransformación interior.
La prudencia planifica las situaciones que pueden cam- que la niña sólo crece en situaciones que la interpelan tal
biarnos. Volviéndose hacia el futuro para cambiar al agente, como ella es en realidad. Pero incluso entonces, la mayo-
la prudencia reconoce que los problemas de la vida no es- ría de estas situaciones, para bien o para mal, se produ-
triban tanto en que el mundo sea injusto o infiel, sino más cen sin intervención previa por su parte.
bien en que nosotros somos los injustos e infieles. Si soy Los padres también saben que no pueden forzar a
prudente, intentaré crear situaciones donde pueda empe- sus hijos a aprender. Y, por tanto, tendrán que propor-
zar a adquirir los hábitos para actuar más justa y fielmente. cionarles oportunidades donde puedan llegar a intere-
sarse por aprender a su propio ritmo. Son conscientes de
que los chicos tienen en sí mismos una predisposición a
La prudencia como tarea propia de padres crecer, pero los padres se dan cuenta de que su papel
consiste únicamente en apoyar y refrendar semejante
Porque la prudencia busca imaginativamente antici- predisposición. Para conseguirlo intentan que la situa-
par situaciones donde abandonar los hábitos viciosos Y ción no sea ni muy dura ni muy fácil; tiene que ser nue-
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'V
va y, sin embargo, no del todo desconocida. Los hijos buscan el equilibrio entre los extremos con el único pro-
progresan pasito a pasito. La prudencia, entonces, re- pósito de que sus hijos se desarrollen plenamente. Estos
quiere no sólo conocer al retoño y proporcionarle nue- tres puntos (conocer, hacer crecer y equilibrio) son claves
vas oportunidades que le sean apropiadas: también exi- para los padres; también son claves para la vida moral.
ge encontrar «el medio entre los extremos». Los padres Si querernos transformarnos en personas justas, fieles
aprenden esto a base de experiencia. y que se aprecian, necesitarnos, ante todo, saber quiénes
Un padre sabe, por ejemplo, que debe estar atento a somos corno individuos y dónde residen nuestros límites
su vástago siempre y, a la vez, no protegerle demasiado; y fuerzas. El padre llega a conocer mejor a su hijo gracias
debe mostrarle un gran amor, pero sin exagerar, porque, al amor. Así también nosotros aprendernos a conocernos
si no, lo haría demasiado dependiente. Con todo, debe si nos apreciarnos a nosotros mismos. El amor siempre
estar seguro de que su hijo se siente realmente querido. quiere más y más para el amado: por eso debernos mirar
¿Qué dosis de afecto es la adecuada? Crecer en pruden- a nuestras virtudes para ver dónde necesitarnos crecer.
cia es saber responder con aplomo a estos interrogantes. Usando tanta imaginación corno un padre o madre
A medida que el niño va desarrollándose, el padre que se empeña en que su vástago pruebe algo nuevo, ne-
aprende también gradualmente que no debe permitir- cesitarnos planear situaciones en las que la posibilidad
le jugar con la puerta, los enchufes o los objetos con para el crecimiento diario se haga real. Ser más y más jus-
to, más fiel, más afectuoso consigo mismo es una tarea de
punta, so pena de arriesgarse a un descalabro, y que
toda una vida; así, cada uno de nosotros necesita apren-
no debe pasarse ni de áspero ni de complaciente. Debe
der cómo crecer a un ritmo asequible. Algunos de noso-
estar atento a las cerillas, al detergente, a la cristalería,
tros puede que hayamos dedicado años a interesarnos
a cualquier cosa en que el chiquillo pueda poner sus
más por el bien común, pero tal vez hemos descuidado la
manos y hay peligro de que lo haga. En esa situación, calidad de nuestras relaciones personales. Aprender la
¿qué significa que los padres deben ser firmes y cómo virtud de la fidelidad en edad tardía es una tarea desa-
compaginar dureza con tolerancia? gradablemente lenta. Otros pueden encontrar esa misma
Estas son algunas de las muchas preguntas que los exasperante lentitud a la hora de mejorar su autoestima,
padres se hacen con angustia. Las responden adecuada o después de descubrir que son razonablemente justos y
prudentemente cuando atinan con el término medio, con fieles.
ese difícil equilibrio. No hay ningún secreto que desvelar Para progresar, por tanto, debernos proceder con no-
si uno trata de conciliar demasiado rigor y demasiada in- sotros mismos al que igual que lo hacen los padres con
dulgencia, solicitud y despreocupación. Los padres aca- sus hijos: apreciando nuestra irrepetibilidad, anticipando
ban siendo unos expertos gracias a la dura escuela de la los problemas y comportándonos con paciencia pero sin
experiencia y la reflexión. desfallecer, porque es casi interminable el viaje que tene-
rnos por delante cuando tratarnos de adquirir las virtu-
des. A lo largo del camino la imaginación, que nos ayuda
La prudencia nos enseña a educarnos a planear y ejecutar, será nuestro más prudente aliado.
112 113
que normalmente aparentan. Se admite que la emergen- una misma realidad: la persona valiente no está dispues-
cia es excepcional, pero resulta un contexto muy adecua- ta a abandonar a la persona o a renunciar a un principio
do para comprender la valentía moral. El esquema es en cuestión. La verdadera fortaleza es la virtud de aquél
siempre el mismo: el valor se demuestra cuando, aun a que se niega a rendirse ante la amenaza.
riesgo de la vida, uno se olvida de sí y se lanza a salvar a
la persona en peligro. Los socorristas son, por excelencia,
profesionales del valor. La valentía del Calvario
Si ahondamos un poco más en el paralelismo, vemos 1
[1,
que hay ulteriores similitudes entre los valientes y fuertes, Si lo entendemos de este modo, en las Escrituras se 1
y los que se dedican al rescate: habla mucho de valentía. El valor de Jesús en el Huerto 1
En ambos casos, se trata de algo amenazador, sea no está solamente en su disposición a aceptar la cruz, si-
Ililll
la discriminación racial, la fuerza bruta, una tor- no en que la acepta precisamente por cumplir la volun-
menta o un incendio. tad de su Padre, que es salvarnos. La Encarnación, Pa- Ilil,
Ante la dificultad, el valiente intenta por todos los sión y Muerte de Jesús son, entonces, el acto último
medios que la situación no empeore, bien mante- (fundamental) de salvación. La fortaleza de Jesús se re-
niéndose firme en su decisión, bien movilizándose fleja en la valentía de María, su madre, de Juan, su discí-
rápidamente. pulo, de María Magdalena y de las otras mujeres que se
En ambos casos, el valiente cree que es capaz de mantienen firmes junto a la cruz y no le abandonan, co-
impedir que la situación empeore; de no ser así, mo hicieron los restantes discípulos. El coraje mostrado
estaríamos ante un temerario. Por ejemplo, si los en el Calvario es un momento definitivo en la historia de
huelguistas sufrieran golpes en la cabeza o la fuer- la humanidad.
za del agua a presión de las mangueras sin espe- No es sorprendente que los soldados se quedaran pas-
ranza alguna de conseguir sus objetivos en todo o mados ante el valor de Jesús en la cruz o que nos admire-
en parte, sus actos serían irresponsables. Del mis- mos de su frase en el evangelio de San Juan: «No hay II,
mo modo, si hubiese certeza de que un socorrista amor más grande que...», La virtud de la fortaleza no con- I
iba a quedar incapacitado en el curso del salva- siste en superar los miedos sino en afrontar la propia hu-
mento, entonces, su gesto de arrojarse al agua lo manidad, cuando ésta está amenazada. El soldado va a la
único que haría es empeorar las cosas. guerra a defender su país. Su valor reside en la negativa a I[
En todos los casos de rescate (yen muchos de re- abandonar a su patria, cuando ésta pasa por momentos
sistencia firme), los valientes dan muestras de so- de necesidad. Pero en la guerra, en ocasiones, también se
lidaridad con el vulnerable, esté éste atrapado en producen situaciones que requieren actos heroicos. El sol-
un edificio o sea víctima de una dictadura. Siem- dado valiente se convierte en héroe cuando no abandona
pre sopesan el peligro personal frente al coste de a un civil en peligro o a otro soldado que ha quedado ais-
renunciar. lado. El heroísmo en tiempo de guerra tiene por protago-
nistas a valientes defensores que se ven envueltos en ope-
Estas dos posturas, mantenerse firmes y arriesgarse a raciones de rescate. La bravura en la guerra no radica en
ayudar, parecen ser expresiones complementarias de luchar contra el miedo; radica en salvar vidas.
114 115
Crecer en valor La disposición a plantarle cara a la amenaza se hace
una virtud más perfecta por medio de la prudencia y la
Pero ¿cómo podemos incrementar nuestra valentía y solidaridad. Así, el soldado que pretende demostrar su
fortaleza? Para responder, consideremos por un instante bravura es exactamente lo que el ejército rechaza, pues-
la instrucción que reciben los soldados, para quienes, to que la vanidad, como la inseguridad, no es ni pru-
igual que para los policías, el valor es virtud esencial a su dente ni digna de confianza. En el conflicto, la valentía
vocación: mantener la paz en casa y fuera de ella. Esta del soldado se convierte en heroísmo cuando el equili-
función social incorpora las dos dimensiones del valor, brio se pierde en favor de la solidaridad por encima de
mantenerse firme y defender, por un lado, y combatir la prudencia, y el soldado se apresura a salvar a un ca-
cuando es necesario, por otro. marada o civil que ha quedado peligrosamente rezaga-
La disposición para estar en primera línea de la de- do. Heroísmo es que en tiempo de guerra los valientes
fensa de la nación es una clara manifestación del valor defensores lleven a cabo un rescate, desafiando la supe-
de un soldado. Pero ese valor no le mueve a meterse en rioridad adversaria. Así pues, el heroísmo y la temeri-
situaciones de riesgo, enfrentamiento o peligro. El solda- dad se diferencian precisamente en que el héroe está
do valeroso no provoca el conflicto, sino que reacciona a normalmente acostumbrado a la prudencia. En el solda-
la amenaza. El valor es siempre una actitud de respuesta; do valiente, la prudencia y la solidaridad son general-
no busca problemas, sino que ayuda a defender, proteger mente inseparables.
o salvar cuando algo o alguien se torna amenazante.
La disposición para proteger llega a ser una virtud
cuando se perfecciona por la prudencia y la solidaridad. Preparados
Los soldados valerosos se preparan para ser prudentes,
para estar disponibles y en situación de alerta ante la po- Cuando no te ves envuelto en guerras, resulta más
sibilidad de problemas y amenazas. Formado con senti- difícil imaginar situaciones en las que ejercitar el valor.
do de inteligencia práctica, el militar sopesa los peligros, El valor no se cultiva mediante ejercicios planeados de
las consecuencias y los riesgos. La disposición para el va- antemano; y/ a diferencia de virtudes como la fideli-
lor debe ir acompañada por la capacidad de prever y dad/ la justicia o la templanza, no goza de un reperto-
controlar la amenaza. rio de programas que nos puedan ayudar a crecer. Esto
A lo largo de su entrenamiento al soldado también se se debe a que el valor es lo que Tomás de Aquino llamó
le instruye en la solidaridad. Aprende a pensar en sí mis- virtud reactiva: sólo actúa ante la amenaza.
mo como un sujeto que nunca está sólo, que siempre, le Lo que podemos hacer es ejercitarnos en estar alerta y
guste o no, es miembro de un pelotón, compañía o bata- preparados. Podemos enseñarnos a mostrarnos firmes.
llón. El soldado solo no puede hacer frente a la amenaza; Como en el ejército, tales prácticas están orientadas a fo-
únicamente el pelotón, como una unidad, lo hace. Así, el mentar la solidaridad de unos con otros. A este respecto,
ejército fomenta un fuerte sentido de interdependencia, justicia y fidelidad son las virtudes que nos ayudan a
al tiempo que subraya la perversidad que entraña la de- constituir esa solidaridad. Estas virtudes nos hacen apre-
serción. El ejército imprime en el soldado la conciencia ciar la igualdad entre todos y mantener unas buenas re-
de que uno se mantiene firme junto a otros. laciones con la familia, los amigos y los vecinos. Nos dan
116 117
una unión más firme de unos con otros y nos ayudan en VIRTUDES DE UN CRISTIANO
aquellos momentos en que asoma la tentación de huir
ante la amenaza.
James F. Keenan, S.J.
Pero a veces necesitamos desarrollar un sentido de
nuestro propio valor de modo que podamos defender-
nos razonablemente contra la intimidación. Este deseo
se enraíza en la autoestima. La persona que ha sido
puesta en peligro, asustada y humillada, puede recu-
perar su dignidad manteniéndose firme en solidaridad
con gente que lo merece, resistiéndose a que se come-
tan nuevos abusos. Por otra parte, la persona que lucha
contra una adicción o una compulsión y que, de forma
reiterada, ha renunciado a su dignidad y ha sucumbi-
do ante el miedo, puede y debe recuperar el dominio
de sí, mantenerse firme y no darse por vencida.
Coraje viene del latín COI', corazón. Así que nuestro
valor aumenta cuando nuestra humanidad se enraíza
más profundamente en la justicia, la fidelidad y la auto- CUANDO ENSEÑABA ética teológica a los estudian-
estima. Acrecentamos el coraje cada vez que nos mante- tes de la universidad de Fordham solíamos hablar de las
nemos firmes, cada vez que nos esforzamos por avanzar, virtudes. Al presentar la primera virtud, la templanza,
cada vez que, preocupados por los que duermen, al oír les proponía el siguiente caso:
un ruido bajamos sigilosamente las escaleras para asegu- Imaginaos que vuestro compañero de habitación va
rarnos de que todo está en orden. Practicados por un sol- habitualmente a un montón de fiestas con dos amigos. Si
dado que defiende su nación, por unos padres que pro- vosotros fuerais a decirle que está yendo a demasiadas
tegen a sus hijos, por una persona que se planta con fiestas, ¿qué creéis que haría?
firmeza frente a la tiranía o la sinrazón, la valentía, el co- Todos coincidieron en la respuesta:
raje, la fortaleza aparecen siempre que hay gente que -Probablemente preguntaría a sus dos amigos si es
ama su humanidad tanto como para defenderla allí don- verdad que iba a demasiadas fiestas.
de está en peligro. La contestación fue especialmente sabia. A menudo,
cuando alguien critica nuestra conducta (a la hora de co-
mer, beber, trabajar demasiado o poco), tendemos a bus-
car el refrendo de la gente con quien compartimos la mis-
ma conducta. Esa segunda opinión es, normalmente, un
parecer que no aporta nada.
118 119
Hábitos y disposiciones Primer paso: admitir el problema
Los estudiantes de Fordham, sin embargo, estaban Como el estudiante que iba a demasiadas fiestas, el
abiertos a hacer autoexamen. A sus escasos veinte años adulto al que le falta templanza es reacio a abandonar
de edad, empezaban a darse cuenta de la importancia la intimidad de su aislamiento para cambiar sus hábi
de la templanza. Aunque tenían mejores hábitos de co tos no virtuosos. Por esta razón, en la serie de pasos
mer, beber, trabajar y dormir que los que yo tenía a su necesarios para adquirir la templanza, el proverbial
edad, necesitaban mejorar. Después de todo, algunos de «primero» es reconocer, simplemente, que uno tiene un
ellos cultivaban los más extraños hábitos de sueño, otros problema. La verdad es que, al admitir el problema,
esperaban hasta el último minuto para hacer sus traba uno supera la reticencia a afrontar deficiencias perso
jos, no faltaban quienes seguían dietas temerarias y nales. Más aún, una confesión como ésa significa que
unos cuantos bebían en exceso. La mayoría se daba uno está intentando acabar con el secreto, salir fuera de
cuenta de que deberían dejar los malos hábitos y adquirir su mundo privado, abandonar el aislamiento. Cuando
otros más adecuados. admitimos tener un problema, estamos intentando sa
No obstante, no sólo estaban cultivando hábitos per lir de un mundo de oscuridad, de autoengaño y sole
sonales. También se estaban habituando al arte de asistir dad, que son fatales para la libertad. Al admitir nues
a actos sociales... a beber, a entablar relaciones y crecer tro problema, damos el primer paso para regresar al
responsablemente. Mientras lo hacían, se ayudaban los mundo real.
unos a los otros. Desafortunadamente, aquellos que no
iban orientados positivamente -como el estudiante que
Segundo paso: dar con la persona adecuada
asistía a muchas fiestas- se apartaban a menudo del cír
culo de amigos que realmente les podía haber ayudado. Como todo aquel que ha vivido escondido o abando
Mientras unos adquirían hábitos nuevos y adecuados, nado, nos sentimos indefensos e inermes cuando reco
otros, no. Muy pronto, los estudiantes se aficionaban a nocemos abiertamente nuestro problema. Por esta razón
uno de los dos únicos tipos de fiestas: aquellas en las que el segundo paso para adquirir la virtud es igualmente
unos pocos bebían demasiado y aquellas otras en las (l Lle importante: encontrar la persona adecuada con quien
todo el mundo bebía demasiado. hablar. Despojarse del vicio y adoptar la virtud requiere
La mayoría de los que padecemos de falta de tem hablar con la persona adecuada. Sin embargo, a menudo
planza en algún área de nuestra vida nos apartamos de no tenemos a mano a la gente adecuada, a las personas
gente que es templada. Si tenemos un desorden en el que están familiarizadas con las dificultades por las que
comer, incidimos en él cuando nadie anda alrededor. Si pasamos y que son capaces de aconsejarnos.
bebemos demasiado, lo hacemos o bien con los que, co Encontrar la persona o personas idóneas con quien
mo nosotros, están aislados o, peor, cuando nadie nos hablar puede ser problemático. Mis alumnos, por ejem
ve. Si sufrimos algún tipo de compulsión sexual, la ejer plo, destacaban que si aquel que iba a demasiadas fiestas
cemos ocultamente. Porque el secreto rodea la falta de decidía finalmente hablar con alguien, había una buena
templanza, ésta y aislamiento van de la mano. probabilidad de que hablase con alguien en el otro extre
120 121
mo del espectro, en su caso alguien que nunca fuera a Como cualquier otra virtud, la moderación consiste
fiestas. Les pregunté por qué. Y me contestaron: en mejorarnos a nosotros mismos. Para lo cual necesita
mos realizar una serie de ejercicios. La palabra «ejerci
-Porque está buscando a alguien digno de confianza cio» es apropiada. El filósofo árabe Avicena usó este tér
con quien hablar. mino para hablar sobre las virtudes y Tomás de Aquino
-Pero ¿cómo no se va a dar cuenta de que esa persona también lo adoptó más tarde. Como los estudiantes que
no le será de ayuda? necesitan realizar ciertos ejercicios para regular el sueño,
-Porque, aunque esa persona no tiene ni idea de cómo para comer, beber y trabajar bien, para desarrollar hábi
son las fiestas, al menos no se emborracha regularmente. tos adecuados, también nosotros necesitamos el ejercicio
apropiado para crecer en templanza.
Como este estudiante, puede que nos acerquemos a al
guien que no comete los errores en que nosotros caemos, A) La tensión justa. Utilicemos la analogía de la gim
pero que no tiene tampoco ninguna experiencia. Es im nasia, de los ejercicios de musculación. Empezamos a
portante darse cuenta de que la persona ideal debe estar a avanzar cuando sabemos cuánto peso podemos levantar.
medio camino entre los dos extremos. Los principiantes comienzan a menudo con demasiado
Ciertamente cualquiera que esté familiarizado con el peso y les sobreviene una distensión muscular que les in
estilo de las terapias de grupo que tratan conductas com capacita para ejercitarse por algún tiempo. También es
pulsivas en la bebida, comida, sexo o trabajo conoce la posible equivocarse excediéndose en ejercicios que exi
importancia que tiene hablar con la persona adecuada, gen poco esfuerzo. Los levantadores de pesas distinguen
como lo sabe cualquiera que ha participado en un grupo perfectamente no sólo cuáles son demasiado pesadas, si
de apoyo. De hecho, necesitamos tener a mano conseje no también las que son muy ligeras. Si alzas con facili
ros prudentes porque la virtud de la templanza es difícil dad una pesa, harás poco ejercicio practicando con ella:
de adquirir. los músculos sólo se desarrollan cuando hay tensión. La
auténtica clave para el desarrollo de un cuerpo musculo
so consiste en calibrar la tensión justa que está entre el
Tercer paso: encontrar los ejercicios apropiados «es casi demasiado» y el «casi es poco».
Por desgracia, cuando pensamos en la templanza ten B) Hacia el equilibrio. La tensión depende no sólo de la 1"
demos a pensar sólo en la abstinencia. Cierto, la tem cantidad de peso que levantamos, sino también de cómo ,1
planza a menudo requiere que nos abstengamos en una lo levantamos. Al alzar las pesas desequilibradamente,
o dos áreas particulares de la vida. Por ejemplo, puede los principiantes soportan con frecuencia el peso con un
que nos tengamos que abstener de beber, si el beber con lado, brazo o pierna en detrimento del otro. Los novatos 1111
:
moderación significa que no puedo pasar sin beber algo necesitan normalmente un año de entrenamiento para
todos los días. No obstante, la templanza tiene que ver alcanzar el equilibrio apropiado.
con muchas otras actividades aparte de beber. Más que Una combinación similar de tensión y equilibrio se
abstenernos totalmente de hacer algo, la templanza sue necesita para desarrollar la templanza. Si el reto no es
le exigirnos alcanzar un equilibrio entre un exceso y un mínimamente significativo, no estimula nuestras ganas
I
I
buena forma o recuperarla era fácil. Por supuesto, tras serie de tareas. Es una virtud auxiliar que nos capacita
nochábamos cuanto nos daba la gana sin que afectase para vivir de las cuatro virtudes cardinales: prudencia,
mucho a nuestro rendimiento físico o intelectual. Pensá justicia, fidelidad y autoestima. Sin templanza, las cuatro
bamos que no íbamos a tener problemas a la hora de ex virtudes serían como deseos más que metas alcanzables.
presar a otros nuestros sentimientos. Creíamos ferviente
mente que podríamos vencer nuestras inseguridades
internas simplemente desoyéndolas. Pero nuestro tempe Cuarto paso: disfrutar con los ejercicios
ramento, como nuestro cuerpo, tiende a permanecer co
mo está a no ser que lo sometamos a ejercicios intensos. Si Como virtud que es, la templanza, según dice Aristó
no lo forzamos al límite, nuestro carácter no cambia un teles, tiene en sí misma su propia recompensa. Consiste
ápice. en disfrutar la vida. Consiste en ser capaces de sacar el
máximo provecho a nuestros talentos y posibilidades.
C) La integración. Al adquirir la virtud de la templan Aristóteles señaló que la templanza tiene que ver con
za, descubrimos en nosotros puntos fuertes y algunos la sensibilidad. Se trata de un equilibrio interno que per
puntos flacos. Desde luego, podemos acrecentar nuestro mite que florezca en todo su esplendor lo sensible que
lado positivo y despreocuparnos del negativo, pero, al hay en nosotros. Aristóteles pensaba atínadamente que
actuar así, no ganamos en templanza. Al igual que cuan ser equilibrado equivalía a ser feliz. Para él, equilibrio no
do se quiere conseguir un cuerpo musculoso, la modera significaba control, sino creatividad.
ción tiene que abarcar a la persona entera. De hecho, la Somos morigerados cuando damos con nuestro paso,
templanza sólo llega a ser, en realidad, virtud cuando con nuestro ritmo. La moderación es vivir en ejercicio
uno alcanza la integración. constante, un ejercicio que activa todas nuestras virtua
D) Constancia y resistencia. El progreso en el levanta lidades, sentimientos, inclinaciones, aspiraciones, etc., y
miento de pesas depende no sólo del equilibrio y la ten que nos insta a mantenernos en buena forma y sintonía.
sión, sino de la constancia y el aguante. Así como lleva Crecer en templanza implica efectos también en la
un año llegar a ser capaz de hacer alzadas equilibradas, dimensión más corporal de nuestra existencia. Después
los progresos en una virtud son lentos. Es indispensable de todo, la templanza nos desarrolla como personas
una dedicación constante. Además, a menos que conti «sensibles». Y más que avergonzarnos de esta dimen
nuemos ejercitándonos, nuestros músculos pierden su sión «visceral», los católicos tenemos razones sobradas
tono y fortaleza y pueden llegar a atrofiarse. Porque para sintonizar con ella. Nuestra fe nada tiene de desen
nuestro temperamento es así: los ejercicios esporádicos, carnada. Creemos, por ejemplo, que la segunda persona
independientemente de su intensidad, dejan sólo efectos de la Santísima Trinidad se hizo carne, comemos el
momentáneos. Los ejercicios constantes y apropiados pa Cuerpo de Cristo y bebemos su Sangre, sostenemos que
ra alcanzar un comportamiento morigerado son tarea de la vida eterna es la resurrección de nuestros cuerpos, y
toda una vida. llamamos a la Iglesia cuerpo de Cristo. Al hablar de la
La templanza, como la gimnasia corporal, no es un Encarnación o de la Eucaristía, de la resurrección o de la
fin en sí misma sino una ayuda para otros fines. La tem Iglesia, el lenguaje de nuestra fe es muy físico. Dicho sea
planza nos da la fuerza necesaria para llevar a cabo una de paso, uno de los actos más significativos de nuestra
124 125
vida eclesial, la elección del papa, tiene lugar en una sa- VIRTUDES DE UN CRISTIANO
la universalmente conocida por sus famosos frescos ¡de
cuerpos desnudos! James F. Keenan, SI
Mucha gente cree que la templanza es la virtud que
nos impide ir a peor: nos hace reaccionar contra la bebi-
da, la obesidad o la pereza. Pero la verdadera importan-
cia de la templanza no reside en lo que nos evita, sino en
aquello que nos proporciona. La templanza es una espe-
cie de anticipo de la vida eterna, ya que, al integrar ar-
moniosamente todo lo que somos, nos proporciona un
bienestar y felicidad que nace de nuestro propio ritmo.
. ."
inacion
Por supuesto, esa felicidad no es nuestro fin último;
Cristo es nuestro último fin. Pero gracias a la templanza,
aprendemos a saborear lo que significa ser humano, lo
que significa ser imagen de Dios. Cuando dejamos que
nuestra personalidad sea trabajada, desbastada y esti-
mulada por las virtudes cardinales, descubrimos dentro HACE DOCE AÑOS, siendo estudiante en la Univer-
de nosotros una preciosa huella de la promesa inscrita en sidad Gregoriana, empecé a pensar en una nueva teolo-
nuestro ser: la mayor gloria de Dios consiste en que el ser gía moral. La entonces vigente estaba desgarrándose en
humano alcance la «plenitud de la vida».
dos, debido a un debate sobre el mal intrínseco, un de-
bate que, para mi asombro, tenía que ver más con la pre-
gunta de si el control de la natalidad era un mal intrínse-
co que con la pregunta de si existía algún mal intrínseco.
Los teólogos morales se enzarzaron en una disputa inso-
luble que nunca podía tener fin. En lugar de entrar yo
también en ella, empecé a imaginar algún tipo de teolo-
gía moral que hablase menos de actos específicos y más
acerca de las personas. Busqué una agenda que contem-
plase no sólo actos momentáneos como el divorcio, el
aborto y el asesinato sino también las preocupaciones
diarias de menor envergadura.
En particular, soñaba con algo positivo, con una teo-
logía moral que no sólo desaconsejara a la gente lo que le
era dañoso, sino también que la ayudara a ser mejor.
¿Qué teología moral era ésa que podía servir a la gente
corriente -secretarias, empleados de banco, amas de ca-
sa, carpinteros, investigadores y empresarios- a la hora
126 127
de fijarse metas y directrices para su vida? Me concen- po después, cuando era ya profesora en la Universidad
tré en una teología moral cuyos pulmones respiraran el de Saint [ohn, expuso sus ideas de cómo la comprensión
aliento de los evangelios, que incluyera las parábolas del de Santo Tomás acerca de la prudencia es similar a la del
buen samaritano y del hijo pródigo. Quería una teología razonamiento práctico propuesto por las feministas de
moral que dependiera del establo, del monte y de la coli- hoy.
na, de la tumba y del cenáculo. Buscaba un método de Un sacerdote diocesano de Long Island estudió la
teología moral que pudiera ayudar a los sacerdotes a pastoral económica de los obispos americanos, y llegó
predicar y a los directores espirituales a acompañar; bus- a la conclusión de que el documento hubiera sido más
qué una forma de teología moral que estuviera enraiza- fructífero de haber usado el lenguaje de las virtudes or-
da en la tradición y que, al mismo tiempo, fuera fresca y dinarias en lugar de los principios técnicos y académi-
reciente en las postrimerías del siglo veinte. cos: así, los sacerdotes en sus homilías podrían haber
También esperaba encontrar algún cauce que sirviera empleado el documento para exponer sus ideas sobre
para que gente procedente de diversas culturas pudiera la justicia de modo más cercano e interpelante para sus
compartir su comprensión de la vida moraL Al buscar una comunidades.
teología moral útil a mis vecinos de Roma o de Nueva Una mujer, que es profesora en la Universidad Barry
York, también aspiraba a hallar algo que pudiera orientar de Florida, escribió sobre la autodeterminación y las vir-
mi propia vida. En mi búsqueda, descubrí las virtudes. La tudes de Santo Tomás. Un ministro menonita señaló la
obra de Santo Tomás sobre las virtudes me ofreció exacta- compatibilidad de la Ética de la Virtudes con las espiri-
mente lo que andaba buscando, una teología moral para tualidad cristiana. Un sacerdote ortodoxo griego se dedi-
la vida corriente que acompasase cada acción humana y có a investigar sobre la importancia de la virtud para la
animara a los lectores a alcanzar los fines de las virtudes comunión ortodoxa.
específicas practicándolas como medios. La teología mo- Hoy, en la Weston Jesuit School of Theology, tengo en-
ral construida sobre las virtudes ayuda a la Iglesia a ex- tre mis alumnos a un sacerdote marista que estudia lo que
presar el Evangelio, manteniéndola en sintonía con las la virtud ofrece a las democracias jóvenes, en un tiempo
cosas corrientes de la vida diaria. en que éstas buscan metas concretas para una ciudadanía
responsable. Algún día regresará a su Tonga natal, donde
gobierna un monarca absoluto. Un jesuita irlandés se pre-
Cómo estudiantes con imaginación para para un futuro trabajo de acompañamiento espiritual
usan las virtudes '1 escribiendo sobre la amistad en los escritos de San Aelred.
Un sacerdote diocesano australiano termina su tesis de li-
A poco de empezar mi tarea docente, recibí de mis
propios estudiantes la confirmación a la Etica de las Vir-
I,
cenciatura teológica sobre la relación histórica entre la ver-
güenza y el guerrero que regresa, y ahora empieza a tra-
tudes. Mis doctorandos en la Universidad de Fordham bajar para su doctorado en teología sobre la prudencia y el
aplicaban imaginativamente las virtudes a una gran autoengaño.
variedad de contextos. Una abogada americana estudia la depresión y el ra-
Una madre de cuatro universitarios hizo un estudio zonamiento moral, mientras que una ejecutiva de nego-
sobre la prudencia, Santo Tomás y la maternidad. Tiem- cios sudafricana estudia las virtudes y la contabilidad.
128 129
:j:11
1.1
1
En el momento de escribir este ensayo, un candidato al 1. Predicar. Aceptar las palabras y hechos de Jesús y
doctorado de Otawa se ha puesto en contacto conmigo explicarlos es más fácil que aplicarlos a la vida corrien- '1'
para hacerme una propuesta de investigación acerca de te. Las virtudes proporcionan un contexto encarnado
la prudencia y la paternidad, y otro del Boston College para materializar esa aplicación. Los que tenemos que 1
11
elabora su proyecto de tesis en torno a la reconciliación y predicar podemos hacer algunas analogías, por ejem-
la hospitalidad. plo, entre la prudencia como la conocemos y la pru-
III!III
Esta visión panorámica es una pequeña muestra del dencia de las cinco vírgenes (o la imprudencia del
futuro prometedor que se vislumbra para la teología mo- hombre que recibió un talento). Podemos hablar sobre
ral. Se presenta como una advertencia refrescante: la tra- la esperanza que anima a Zaqueo mientras trepa al ár-
dición católica es más rica de lo que muchos de los deba- bol, la caridad que impulsa a la viuda a entregar todo
tes actuales dejan ver, y pone de manifiesto que los lo que tiene o la fe del centurión que busca curación
católicos podemos enredarnos en asuntos particulares y para su hija. Pero también podemos usar estas intui-
perder de vista el panorama más amplio. Contemplar es- ciones como puntos de partida y preguntar: «¿qué sig-
te panorama, imaginativamente, nos ayuda a vencer las nifica, en realidad, la fe para el creyente? ¿Es igual la
divisiones. La lista de asuntos de la teología moral au- esperanza para un judío del siglo primero que para un
menta al usar las virtudes, que encierran la totalidad de español del siglo veinte?».
la vida humana. Las virtudes hablan a una variedad de Las virtudes debieran ser incorporadas a la vida con-
culturas, proporcionando un contexto para ese diálogo. temporánea; después de todo, están ordenadas a lo con-
Por ejemplo, aunque la paciencia pudiera no parecer la creto. Podemos predicar la virtud de los personajes bíbli-
misma en Los Angeles que en Biloxi o Madrid, sigue cos y también mostrar cómo esa virtud se vive en las
siendo paciencia, una virtud identificable en la mayoría vidas de los fieles de la parroquia. El espíritu generoso y 111
de las culturas. de perdón del padre del hijo pródigo, por ejemplo, no 1
Así mismo, las virtudes aparecen en diversas tradicio- sólo conlleva la extraordinaria bondad de nuestro Dios, 11
1'1
:11
nes religiosas, no sólo en las cristianas, sino también en las sino que ocasiona un momento concreto de reflexión so- ;lHi
culturas orientales, africanas y mediterráneas. Las virtu- bre el espíritu de reconciliación de nuestra parroquia. En
des aumentan nuestra habilidad para pensar en la vida los labios del que predica, las virtudes se tornan cauces
moral, extienden nuestros horizontes más allá de las fron- de comunicación entre la Palabra hecha carne y los que
teras y religiones, e incrementan nuestra capacidad para escuchan esa Palabra.
comunicarnos. 2. Educación en la parroquia. Los miembros de la parro-
quia a menudo se preguntan si sus convicciones son lo
suficientemente profundas, si cuando se preocupan por
Las virtudes en la vida de las parroquias sí mismos están siendo egoístas o, al contrario, están cui- '11
11
oportunidad extraordinaria de aplicar nuestra tradición rroquia también sienten deseos de saber si la tradición il11'
1
I
a la vida concreta de una parroquia. Ofrezco aquí tres su- puede darles los recursos suficientes para guiarlos en los ·
130 131
1
111
Saben que San Agustín, Santo Tomás y otros son figu- Del mismo modo que mis alumnos siguen impulsan-
ras importantes en la tradición, pero quizá no sepan que do la agenda de las virtudes cuando exploran áreas don-
la mayor contribución a la vida moral llevada a cabo por de éstas pueden aplicarse, así los que dirigen las parro-
estos santos está contenida en sus escritos sobre las virtu- quias pueden recurrir a las virtudes para ayudarles a
des. Muchos miembros de la parroquia se preocupan por realizar su misión. Después de todo, el legado de la vir-
sus familias, por saber qué virtudes son particularmente tud es hacer esta doble cuestión: ¿quiénes somos? y ¿qué
importantes. estamos llamados a ser? Responder es siempre una tarea
¿Qué significa la prudencia, por ejemplo, para una de la imaginación y de la prudencia.
madre, un padre o un adolescente? ¿Cómo es la fideli-
dad para un joven, un esposo? ¿Cuándo debiera un pa-
dre comenzar a cuidar de sí? ¿Qué significan la valentía
y la templanza en las vidas de los jóvenes? Como ricos
recursos tradicionales, diseñados para ayudar a los
Preguntas para la reflexión
miembros de la Iglesia en su vida práctica, las virtudes
bien merecen ser adoptadas por los actividades formati-
1. Cita ciertas acciones en que te ejercites pa-
vas de las parroquias.
ra crecer en fidelidad: por ejemplo, llamar
3. Metas e identidad parroquial. Las comunidades parro- a los amigos con frecuencia.
quiales se examinan continuamente a sí mismas y esta- 2. Enumera varias actividades o pasos que
blecen prioridades. La Etica de las Virtudes puede coad- das para crecer en justicia: por ejemplo,
yuvar en esta función. Cuando la parroquia empieza a unirte a Amnistía Internacional y apoyar
planificar, puede evaluarse en términos de virtudes: ¿po- los derechos de los presos de conciencia.
see la cualidad de la misericordia? ¿Es un centro de justi- 3. ¿Qué opinas de que en este libro se consi-
cia y se puede identificar por su fidelidad? El espíritu de dere el cuidado de uno mismo como virtud
prudencia, humildad y reconciliación ¿anima al consejo cardinal?
parroquial y a sus consejeros? La hospitalidad ¿es la acti- 4. Recoge dos ejemplos recientes en que justi-
tud de quienes reciben por primera vez a la gente que cia y fidelidad hayan entrado en conflicto.
llama al centro parroquial? ¿Se considera al párroco y 5. ¿Se resolvieron estos conflictos con la
sus colaboradores sabios, generosos, fieles y valientes? prudencia?
Así como los responsables de la parroquia establecen 6. ¿Crees que el cuidado de sí mismo debiera
los objetivos parroquiales, también pueden comprome- prevalecer sobre los intereses de la justicia
terse con las virtudes. Las virtudes, siempre preocupa- y / o la fidelidad?
das por los fines, expresan no sólo qué gente somos sino 7. ¿Cómo educarías a un joven en la virtud
la gente que podemos llegar a ser. Practicando las virtu- de la valentía?
des, las parroquias llegan a ser más virtuosas, superan- 8. ¿Cómo educarías a un joven en la virtud
do vicios como la mediocridad, la estrechez y el desáni- de la templanza?
mo. Las virtudes, entonces, llegan a ser conductos para 9. ¿Te ayudan las virtudes a organizar tu plan
la autocomprensión, el crecimiento y el mayor servicio. o proyecto de vida?
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