Revista Biblica 2012 Elsa Tamez Completo
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... ha sido arrestado por un funcionario romano debido a una acusación por
algún cargo (el cual ha sido presentado contra él por ciudadanos particula-
res, quienes han ganado el proceso, que lleva a la condena a muerte). En el
tiempo que escribió la carta, Pablo no sabe cuál será el veredicto del juicio.
La incertidumbre desesperada entre la vida y la muerte permea la primera
sección de la carta, y necesariamente se trasluce en todos los temas que
trata Pablo. Sin embargo, algunos comentaristas parecen pensar que Pablo
escribió su carta en un paseo de domingo 1.
Vaage / V. Wimbush (eds.), Asceticism and the New Testament. New York - London,
Routledge, 1999, p. 187. La traducción es mía.
2
Es interesante que tres de las cartas déuteropaulinas son escritas también des-
de la prisión: Colosenses, Efesios, 2 Timoteo. Esto indica que su condición de prisio-
nero marcó a las primeras comunidades relacionadas con él; Hechos lo comprueba.
3
Eptakis desma. La traducción de Daniel Ruiz Bueno está equivocada al tradu-
cir «seis veces». D. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos. Texto bilingüe completo. Madrid,
BAC, 21977, p. 182.
4
Cf. K. Wengst, Pax romana and the Peace of Jesus Christ. London, SCM Press,
1987, pp. 89-105.
5
E. Támez, Contra toda condena. San José, DEI, 1991, p. 64, nota n. 71.
ser que haya pasado hambre en la cárcel, según Flp 4,12. Pero si uno lee la
carta en su conjunto sabiendo desde dónde se escribe, en varias partes se
escucha la angustia y el grito de un prisionero que vive la incertidumbre de
una probable condena a muerte, como por ejemplo Flp 1,18-26.
Curiosamente, en las cartas pospaulinas, catalogadas como pseudo
epigráficas, encontramos más indicios, como en 2 Tim 2,9, donde el Após-
tol afirma que sufre la cárcel (desmw/n) como un criminal, y en 1,16, donde
afirma que Onesíforo no se avergonzó de sus cadenas (a[lusi,n). Lo mismo
podemos ver en Col 4,18, donde suplica a sus destinatarios que se acuerden
de sus cadenas (desmw/n). Esto puede explicarse por el hecho de que son
pseudoepigráficas, escritas muchos años después. Cuando el mismo Após-
tol escribe sus cartas desde la prisión, sabe que debe cuidarse mucho por la
censura que se hacía a los escritos salidos de la cárcel, fueran cartas, poe-
mas o declaraciones. Así pues, cuando Pablo habla de sus sufrimientos y
torturas en la cárcel, lo hace cuando está libre; podemos verlo en 2 Cor 1,8-
10: allí habla de los tremendos sufrimientos que tuvo en Asia, al punto de
pensar que iba a morir. Allí menciona que salió libre de una sentencia a
muerte, probablemente se trataba de un encarcelamiento en Éfeso, desde
donde tal vez escribió la carta a los Filipenses. Más abajo trataremos el
asunto del lugar donde Pablo escribió la carta.
Estas son sus palabras:
7
Ibid., pp. 140-167.
8
Chained in Christ. The Experience and Rhetoric of Paul´s Imprisonments. JSNT
S. Sheffield, Academic Press, 1996.
9
Paul in Chains. Roman imprisonment and the Letters of St. Paul, New York, A
Herder ad Herder Book/The Crossroad Publishing Co., 2001.
10
Domination and the Arts of Resistance. Hidden Transcripts. New Haven - Lon-
don, Yale University Press, 1990.
11
A. Standhartinger, «Aus der Welt eines Gefangenen», a. c., p. 155.
12
C. Wansink, Chained in Christ, o. c., pp. 33-40.
13
Ibid., p. 36.
14
R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., p. 46.
15
Los historiadores cuentan el caso de un prisionero que le suplicó al empera-
dor Tiberio que lo ejecutaran ya, pero que el emperador le respondió: «Aún no soy
tu amigo». C. Wansink, Chained in Christ, o. c., p. 32.
16
Cf. R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., p. 38. Se trata del relato de Diodoro sobre
el prisionero Perseo, de la prisión de Alba Fucens (Diodorus, Library of History
31.9.1-14).
17
C. Wansink, Chained in Christ, o. c., p. 37.
20
Esto fue en tiempos del emperador Justiniano, muchos años después, pero
seguramente ya existían estas modalidades en la época de Pablo. Lo deducimos
por testimonios bíblicos y extrabíblicos.
21
R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., p 37.
22
Ibid., p. 46.
23
E. Támez, Contra toda condena, o. c., p. 63.
24
R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., p. 42.
25
A. Standhartinger, «Aus der Welt eines Gefangenen», a. c., pp. 142-143.
26
R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., p. 48; cf. 2 Tim 1,8.
27
Ibid.
28
Cf. ibid., pp. 55-67. No hay plena seguridad al respecto. Hechos habla de tu-
multos causados por la predicación de Pablo, que causaron el arresto. Pero algu-
nas de las acusaciones son muy comprometedoras, como la que ocurrió en Tesa-
lónica, cuando Pablo fue acusado de actuar contra los decretos del emperador y de
afirmar que había otro rey (Hch 17.7).
29
Ibid., p. 56.
30
Cf. N. Santos Yanguas, «Acusaciones de alta traición en Roma en la época de
Tiberio». Universidad de Oviedo: Dialnet.
31
Cf. los casos ridículos narrados por Cassidy, o. c.
32
A. Standhartinger estudia en su artículo las condiciones de las prisiones, los
riesgos y estrategias de quienes escriben y los problemas en la recepción de la carta,
lo cual incluye los riesgos y la tarea de la descodificación del discurso de la carta.
tran más en discutir el lugar geográfico desde donde escribe Pablo su carta
a los Filipenses: si desde Éfeso, Roma o Cesarea. Sin embargo, si bien es
importante tener en mente un lugar geográfico, más importante es visuali-
zar el espacio físico de la prisión desde donde el autor escribe la carta. Es
decir, tomar en cuenta las dificultades, los riesgos, la censura y las conse-
cuencias de la intercepción de una carta. Por eso la pregunta para Standhar-
tinger es averiguar cómo eran las estructuras de comunicación con las que
tenían que lidiar las personas que estaban presas en aquellos tiempos. Im-
portante para ella es saber cómo se podía escribir, qué se podía decir en un
contexto de vigilancia extrema, de censura. Porque es claro que el escrito
no llega primero a sus destinatarios, sino a las manos de los guardias y los
jueces 33 y otros vigilantes. Para la autora, el discurso de Pablo implica to-
mar en cuenta estos riesgos y esperar un escrito cuyo discurso sea un tanto
ambiguo. Por otro lado, habría que tomar en cuenta también que los desti-
natarios de la carta, es decir, la comunidad cristiana de Filipos, tendría que
saber interpretar lo que el Apóstol intentaba decir en su carta. Esto signifi-
ca, entre otras cosas, leer entre líneas y distinguir dos discursos, uno público
y otro escondido.
Standhartinger, para analizar los riesgos de enviar cartas y las estra-
tegias que los prisioneros usaban en sus escritos, retoma los aportes de
James C. Scott en su libro Domination and the Arts of Resistance. Hidden
Transcripts 34. Para un análisis del discurso de Pablo en su carta a los Fili-
penses esto es fundamental, porque se tendría que tener en cuenta el doble
discurso: el público y el escondido. De esa manera se comprendería mejor
la falta de información, los vacíos, ambigüedades o códigos debido a la
cesura.
James Scott, en su libro que acabamos de mencionar, da herramientas
para ayudar a leer, interpretar y entender mejor ciertas conductas políticas
de grupos subordinados, cuando estos que no tienen poder están frente a los
poderosos y se ven obligados a adoptar estrategias para sobrevivir. Para ello,
Scott busca sacar a la luz las tensiones, contradicciones y posibilidades in-
herentes en las relaciones de poder asimétricas. Si bien Scott hace su análi-
sis a partir de las relaciones de poder entre grupos sociales, su análisis sirve
muy bien para el estudio de textos como cartas de prisión, como bien lo ha
percibido y aplicado Standhartinger.
Escribir en la prisión era peligroso, hay testimonios de muertes de-
bido a interpretaciones hechas por encargados que según ellos hablaban
33
Ibid, p. 145.
34
O. c.
Puesto que las cartas estaban en riesgo de ser leídas incluso por persegui-
dores, se hicieron intentos de opacar su contenido. En la antigüedad ya se
tenían sistemas de escritura secreta y de criptografía. Las técnicas de ocul-
tamiento incluían presentar un contenido tan opaco como fuera posible, ha-
bía el uso de pseudónimos, juegos de palabras, acertijos o el hecho de es-
cribir en otro idioma . 38
Filipenses es una carta escrita desde la prisión por un preso que ex-
perimenta una gran incertidumbre frente a su juicio y posible condena, una
situación de vida o muerte. Para un análisis de su discurso no se puede pa-
sar por alto esta realidad.
Por otro lado, también tenía implicaciones para los destinatarios,
pues frases, palabras o nombres explícitos podrían comprometerlos. Y es
35
A. Standhartinger, «Aus der Welt eines Gefangenen», a. c., p. 156.
36
Ibid., p. 157.
37
Ibid., p. 158.
38
Ibid. La autora incluye la siguiente cita de Cicerón escrita a su amigo Atticus:
«Pero escribo esto apurado, y ciertamente tengo miedo de decir demasiado. En las
próximas cartas escribiré todo con claridad, si encuentro un mensajero totalmente
confiable, o, si no, si escribo oscuramente, ustedes entenderán a pesar de todo. En
esas cartas tomaré el nombre de Laelius y tú Furius. El resto estará en lenguaje
velado [evn aivnigμoi/j])» (a. c., p. 159). La traducción es mía.
que, como indica Standhartinger, estar en contacto con los prisioneros con-
siderados subversivos era también riesgoso. No solo por la vergüenza de
tener un amigo o pariente en cadenas, sino por la comunicación vigilada
por las autoridades. Los espías de la policía secreta romana estaban presen-
tes en todos lados. Por eso había que ser precavidos en la comunicación de
los mensajes. Cualquier cosa sospechosa que se dijera podía ser utilizada
en su contra. Llama la atención que en los inicios del cristianismo encon-
tramos viudas y huérfanos que se encargaban de dar asistencia a los cristia-
nos encarcelados por su fe 39; sin desconocer que los líderes también visi-
taban a los prisioneros, no deja de sorprendernos que las viudas y los
huérfanos, así como los ancianos, tuvieran también esta tarea.
Pasemos ahora a analizar algunos detalles importantes de la carta a
los Filipenses, vista desde esta perspectiva.
39
En la carta de Luciano de Samosata a Cronio, cuando habla contra los cristia-
nos, menciona esta práctica de asistencia a los cristianos presos, entre ellos a las
viudas y a los huérfanos: «... y desde el amanecer se podía ver junto a la cárcel, es-
perando, a grupos de ancianos, viudas y huérfanos...», en Obras II. Sobre la muerte
de Peregrino. Madrid, Gredos, 1990, p. 246.
40
Las tres cartas, llamadas A, B y C, serían: A: 4,10-20; B: 1,1-3,1; C: 3.2-4.9.
41
Según A. Standhartinger, era frecuente la amnistía cuando había cambio de
emperador, podría ser que, al subir Nerón al trono, concediera libertad a los pre-
sos encerrados por sus ideas, como Pablo (a. c., p. 150).
42
Sisters Rejoice. Paul’s Letter to the Philippians and Luke-Acts as Seen by First-
century Philippian Women. Upsala, Tryckkontakt, 1988, pp. 59-67.
43
Ibid., p. 60.
también dice que por causa de Cristo estuvo a las puertas de la muerte. En
cuanto al riesgo que corren los destinatarios de la carta, llama la atención
la falta de información de un nombre de persona. Cuando Pablo exhorta a
Evodia y Síntique a que tengan el mismo sentir, alude a alguien sin men-
cionar su nombre para que ayude a estas dos líderes a que se pongan de
acuerdo. Le llama «mi compañero fiel», literalmente: «genuino compañero
de yugo» (gnh,sie su,zuge) 44.
Como el análisis de su discurso está condicionado por el contexto de
la prisión, nuestro análisis será contextual. Primero describiremos el con-
texto deducido desde la carta, o sea, el marco global que permite ubicar la
situación. Seguidamente analizaremos el discurso tomando en cuenta tres
aspectos importantes: la situación física y emocional de Pablo, su teología,
considerando la prisión o las cadenas como el locus teológico, y las exhor-
taciones a la comunidad de Filipo.
45
Cf. R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., pp. 178-184.
46
Recordemos que, según Hch 16,22-24, años atrás, al inicio de la fundación de
la comunidad, la gente de Filipos había acusado a Pablo y a Silas de hablar de cos-
tumbres inaceptables de aceptar y practicar para los romanos; y por ese motín que
se hizo, las autoridades los mandaron desnudar, azotar severamente, meterlos en
el cuarto más terrible de la cárcel y encadenarlos con un cepo (Hch 16,22-24). Los
convertidos seguramente tenían ya este testimonio de Pablo en su mente cuando
supieron que nuevamente estaba preso, pero en Éfeso (o Roma).
Como mencionamos arriba, no creemos que su,zuge sea nombre propio, como
47
algunos proponen.
Pablo habla poco de sus sufrimientos en la prisión. Por eso, para ha-
blar de su situación física, debemos leer entre líneas y visualizarlo en la
prisión. Según el análisis visto arriba, Pablo padece la custodia militar
(custodia militaris), ya que tiene visitas como Timoteo y Epafrodito, y
puede recibir dinero. Este tipo de custodia consistía en estar encadenado a
uno o más soldados, ya por los brazos, manos (manacles) o piernas y pies
(pedicles), lo cual era bastante incómodo. La carta tuvo que haberla dicta-
do, o pagarle al soldado para que le liberara un rato mientras escribía. En
su carta habla del pretorio. Si Pablo está en Éfeso, se trataría de un lugar
dentro del palacio del gobernador. Las prisiones, indica Wansink, no
solo se daban en edificios construidos exclusivamente para prisioneros,
sino cualquier edificio podía funcionar como prisión para algunos. El
extraño saludo al final, «de los de la casa del César», si no era una estrate-
gia o código de Pablo para pasar la censura, se trataría de esclavos del go-
bernador que se han familiarizado con Pablo y tal vez también con Timoteo
y Epafrodito. Esto nos hace pensar que tal vez le hayan hecho la vida me-
nos dura en la prisión. En 1,17 no niega el sufrimiento en la prisión al se-
ñalar que el grupo rival que predica por ambición personal cree añadirle
más sufrimiento a sus cadenas. Además, es muy probable que Pablo haya
pasado hambre. En 4,12 indica que ha aprendido el secreto (memu,hmai) de pa-
sar hambre y no solo de pasarla bien. Ha sido su experiencia la que le ha
llevado a arreglárselas en cualquier necesidad (4,11).
En cuanto a su situación emocional y psicológica, podemos percibir
a través de la carta varias cosas: su fuerza en la debilidad, su experiencia de
vivir en la incertidumbre con respecto a la condena y su preocupación por
sus destinatarios frente a su ausencia, y la hostilidad que enfrentan.
Su fuerza interior y firmeza la podemos percibir en 1,20, cuando
dice: tengo «la absoluta seguridad de que ahora y siempre Cristo manifes-
tará su gloria en mi persona, tanto si estoy vivo como si estoy muerto». En
2,17, cuando exhorta a los filipenses a que brillen en medio de la sociedad
perversa (2,15), afirma: «Y aunque tuviera que sufrir el martirio como
ofrenda sacrificial en favor de vuestra fe, me sentiría dichoso compartiendo
con todos vosotros mi alegría; alegraos igualmente vosotros de compartir
conmigo vuestra alegría». Pablo está seguro de lo que cree de sus ideales,
siente la fuerza del Espíritu de Jesucristo (1,19), por sus convicciones, por
su fe, ha luchado y está dispuesto a dar la vida. La experiencia de Pablo
encadenado nos ayuda a entender lo que había expresado a los corintios en
su segunda carta: «Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias,
Cf. otros prisioneros políticos como Bonhoeffer, Frei Betto, Mandela, Karl
48
Gaspar y otros.
49
Cf. R. Cassidy, Paul in Chains, o. c., pp. 194-195.
50
Potefaix escribe su libro Sister Rejoice, desde la teoría de la recepción de tex-
tos literarios, y su lectura la orienta desde el punto de vista de la recepción de las
mujeres de Filipos. Ella analiza el trasfondo cultural y religioso de las mujeres de
Filipos, porque considera que las mujeres eran las principales destinatarias de la
carta.
preocupen...» (merimna,w, 4,6), les dice; el término griego tiene que ver con
la preocupación y ansiedad que ocurre cuando se percibe un daño o desgra-
cia; por eso les asegura que Dios les va dar una paz más allá de toda com-
prensión y de toda lógica (4,7). Pablo les insiste en que tomen con alegría
esta dura situación, y les exhorta a no desfallecer en la opción que han he-
cho por el evangelio de Jesucristo, el Dios de paz les acompañará (4,9).
Además de la exhortación de que se alegren, el Apóstol les suplica
que se mantengan firmes (sth,kete) (1,2; 4,1), y sobre todo que permanez-
can unidos, teniendo el mismo pensamiento (frone,w). Desde el primer ca-
pítulo, la unidad es recalcada en la exhortación con diferentes términos; en
1,27 les exhorta: «Estad firmes» (sth,kete), «con un solo espíritu» (e`ni.
pneu,mati), «siendo un solo ser»(mia/| yuch|/) y «luchando juntos» (sunaqlou/
ntej). Con gran solemnidad inicia el segundo capítulo (2,1-2) rogándoles
de nuevo para que estén unidos; para él eso es tan importante que le colma-
rá de una gran alegría: si tienen un mismo sentir o manera de pensar (fronh/
te), el mismo amor (auvth.n avga,phn), unidos en un solo ser (su,myucoi) y un
mismo propósito/proyecto/pensamiento (fronou/ntej).
Tener el mismo sentir y pensar apunta al evangelio, al que llama aquí
«palabra de vida» (2,16). Es esta palabra la que deben mantener o creer con
firmeza (evpe,cw). La situación de peligro amerita que no haya divisiones
dentro de la comunidad, por eso Evodia y Síntique deben buscar la recon-
ciliación y ponerse de acuerdo, el contacto de confianza de Pablo (el amigo
fiel) puede ayudarles (4,3). Hay que evitar las quejas (goggusmw/n) y argu-
mentaciones (dialogismw/n) dentro de la comunidad (2,14), para no debili-
tarse como movimiento unido y ser más vulnerables frente los adversarios.
Hay que tratar de ser condescendientes (evpieike.j) con todos en esta situación
de opresión, pues el Señor está cerca (4,5).
Además de mantener el espíritu alto, alegrarse, estar unidos y man-
tenerse firmes en sus creencias, Pablo les exhorta a estar atentos, a discer-
nir para tener clara la naturaleza de las cosas (aivsqh,sei), a que comprueben
(dokima,zein) ellos mismos lo que verdaderamente importa, lo que hace la
diferencia (ta. diafe,ronta), a que sean intachables y puros, y llenos de fru-
tos de justicia (dikaiosu,nhj) (1,9). Esto sería llevar una vida digna de los
ciudadanos (politeu,esqe) (1,27), del señorío de Jesucristo. No deben ser
imitadores de quienes piensan solo en sí mismos en sus propios intereses y
placeres, los romanos, llamados aquí «enemigos de la cruz» (3,18), cuyo
modelo de vida es el emperador (en este caso sería Nerón), cuyos súbditos
los persiguen u hostigan (1,28). Al contrario, deben comportarse como hi-
jos de Dios, irreprochables, y así poder ser estrellas o antorchas en medio
de «una generación torcida y perversa» (2,15).
Hoy día contamos con cartas modernas del siglo xx escritas desde la
prisión. Entre la gente conocida mundialmente que fue encarcelada por sus
ideas y que escribió cartas desde su fe cristiana y/o desde la resistencia
frente las injusticias de su sociedad tenemos a Dietrich Bonhoeffer (preso
desde 1943 hasta su ejecución en 1945), miembro del grupo de resistencia
contra la dictadura de Hitler; Frei Betto (preso desde 1969 hasta 1973), do-
minico encarcelado por su resistencia contra la dictadura de Brasil; Karl
Gaspar, de la orden de los redentoristas, preso durante la dictadura de Mar-
cos en Filipinas, y Nelson Mandela (preso desde 1964 hasta 1990), líder de
la resistencia contra el apartheid de Sudáfrica 51.
Al leer las cartas de estas personas encontramos ciertas constantes
que se repiten y nos hace pensar en la posibilidad de contar con otro géne-
ro literario catalogado como cartas desde la prisión. La carta a los Filipen-
ses ha sido clasificada últimamente como «carta de amistad» o «carta de
amistad y finanzas» 52, de acuerdo a la tipografía de la epistolografía roma-
na. Sin embargo, no nos parece suficiente, porque no se está tomando se-
riamente en cuenta el contexto desde donde se escribe y la experiencia del
prisionero. Se hace necesario postular un nuevo tipo de carta, «cartas desde
la prisión». Se trataría de cartas escritas por personas encarceladas por sus
ideas, es decir, por pensar de forma diferente al status quo. Se trataría de
cartas de prisioneros políticos, pero no solo políticos, sino también por pri-
sioneros comunes encarcelados injustamente.
51
Escogí cartas de hombres porque Pablo es varón y la situación de mujeres en
las cárceles es diferente; a su sufrimiento de privación de la libertad se le añade el
relacionado a la humillación debido a su sexo y cuerpo femenino. El caso de las
mártires Felicidad y Perpetua en la cárcel es obvio.
52
A. Loveday (1989); B. Witherington (1994), G. Fee (1995) y otros.
3. Conclusión
Elsa Támez