Gutiérrez - Los Ritmos Del Pachakuti
Gutiérrez - Los Ritmos Del Pachakuti
Gutiérrez - Los Ritmos Del Pachakuti
1
Raquel Gutiérrez Aguilar
Los ritmos del Pachakuti
-1a ed.- México, D.F.: bajo tierra ediciones, 2009
335 p.; 20.5 x 14 cm.
Bajo tierra ediciones y Sísifo Ediciones en armonía con la presente obra, registran:
Los ritmos del Pachakuti de la autoría de Raquel Gutiérrez Aguilar, publicado bajo la
licencia legal de creative commons --Atribución-- no derivadas 2.5 México.
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2
Índice
Presentación
Introducción
Primera parte:
Tiempos de Rebelión: levantamientos comunitarios y democratizaciones plebeyas
Capítulo 1
La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida: la multitud irrumpe en el espacio
público desafiando el orden estatal.
1. ¿Quiénes conforman la Coordinadora y cómo a través de su acción conjunta
produjeron la Guerra del Agua?
2. La Guerra del Agua y una reflexión sobre los sucesos posteriores.
3. Los intentos de enlace y coordinación supra-regionales emprendidos por la
Coordinadora del Agua.
4. El horizonte de sentido abierto por la Coordinadora. La inauguración de un
"modo de decir".
Capítulo II
Los bloqueos aymaras en La Paz: lo comunal como fuerza de movilización
1. El entramado comunal andino. Apuntes mínimos sobre la organización
social en la zona de Omasuyos
2. La CSUTCB y la gestión del Mallku Felipe Quispe
3. Los momentos de la confrontación: movilización, bloqueos, levantamiento y
cerco a La Paz
4. Consideraciones sobre los alcances y límites de la movilización comunitaria
aymara
Capítulo III
Chapare: territorios en disputa. Las luchas cocaleras entre 2000 y 2003
1. Los cocaleros: autonomía política en regiones de predominio mercantil y
épocas liberales. Elementos de la lucha en defensa de la hoja de coca.
2. Movilización, bloqueos y participación electoral: en torno a las estrategias
políticas y prácticas organizativas del movimiento cocalero
3. La “Guerra de la Coca” y la expulsión de Evo Morales del Parlamento
4. “Somos pueblo, somos MAS”: la explosión electoral del MAS en 2002
Segunda Parte
2003-2005: del colapso del gobierno al Pachakuti suspendido
Capítulo IV
2003: política insurgente. El año rebelde
1. Febrero de 2003: una población que no está dispuesta a obedecer
2. Septiembre de 2003: las comunidades en defensa de Huampu
3. ¡El gas no se vende!
3
4. El Alto de pie: crónica sucinta de una victoria
5. ¿En qué consiste emanciparse? Primera aproximación
Capítulo V
El confuso 2004: reacomodos y “equilibrio catastrófico”
1. El difícil camino tras la caída de Sánchez de Lozada. ¿Qué hacer frente al
gobierno de Mesa?
2. La “Agenda de Octubre” vs. la estabilización del poder estatal de Carlos
Mesa
3. El referéndum sobre los hidrocarburos
4. La Ley de agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas y la preparación de
la Asamblea Constituyente
5. Las elecciones municipales de diciembre de 2004
Capítulo VI
2005: tensión creciente entre emancipación, autonomía, autogobierno y reconstitución
estatal
1. La Guerra del Agua en El Alto
2. Los precios de los combustibles y la cuestión de las autonomías
3. La segunda batalla en torno a los hidrocarburos: marzo a junio de 2005
4. Pachakuti in crescendo y nuevos compases en marcha…
Reflexiones finales
Bibliografía
4
Agradecimientos
Hay una gran cantidad de personas e instituciones tanto en México como en Bolivia a
quienes agradecer su apoyo, solidaridad, críticas y estímulo, para la realización de este
trabajo. En Bolivia, mi agradecimiento principal es a la Coordinadora de Defensa del
Agua y de la Vida, a Oscar Olivera y los hombres y mujeres de los barrios y valles de
Cochabamba, con quienes aprendí, imaginé, discutí y promoví muchas de las cuestiones
que hoy presento de manera ordenada y un poco más rigurosa. También en Bolivia,
agradezco profundamente a los hombres y mujeres aymaras de Omasuyos, Camacho,
Ingavi y Los Andes, y a los mineros de Caracoles y la Chojlla, cuyo destino compartí
durante casi dos décadas, por todo lo que me enseñaron y por el modo cómo me
formaron.
Para la realización de esta investigación especiales agradecimientos para Luis Gómez y
Marxa Chávez, apoyos invaluables, críticos constantes y amigos entrañables. Sin ellos
dos, que compartieron conmigo sus ojos y sus manos en Bolivia, esta investigación no
habría sido jamás terminada. A Fabiola Escárzaga le agradezco su compañía constante y
la fuerza que me brindó en 2006 en ocasión de mi regreso a Bolivia. En La Paz, Dunia
Mokrani, Luis Tapia, Claudia Espinoza y Pablo Mamani, me guiaron con sus
comentarios, pistas y sugerencias, más de lo que ellos saben. Agradezco también a Raul
Zibechi y al Colectivo Situaciones, por sus comentarios y críticas al borrador de este
trabajo.
Aquí, en mi lugar de nacimiento, mi agradecimiento profundo al pueblo mexicano que
con su trabajo financió la beca No. 174119 que me otorgó el CONACYT entre octubre
de 2004 y febrero de 2008. Sin ese apoyo la presente investigación no hubiera sido
posible. Agradezco también sinceramente al Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla por su apertura,
apoyo constante y calidez. Especial mención dentro del Instituto merecen mis maestros
John Holloway y Sergio Tischler, amigos entrañables e interlocutores siempre
desafiantes: muchas gracias. A Carlos Figueroa, Coordinador del Posgrado en
Sociología del ICSyH-BUAP, un agradecimiento especial por su siempre amable
disposición a colaborar con mi trabajo
Por último, agradezco profundamente el apoyo constante de mi familia, de Eugenia
Aguilar y de mis hermanos, con quienes ha sido siempre menos duro sortear tiempos
turbulentos y en quienes me recargo para alcanzar mis metas. Una mención especial a
José Luis Álvarez, compañero, equilibrio y ancla. Muchas gracias.
5
En memoria de Alfonso Gutiérrez Inzunza (1921-2007),
6
Introducción
I
En Bolivia, principalmente en el agreste y portentoso Altiplano paceño, en la Ciudad de
Cochabamba y sus amables valles aledaños y en los exuberantes y húmedos terrenos del
Chapare, miles y miles de hombres y mujeres protagonizaron, entre 2000 y 2005, una
oleada de movilizaciones y levantamientos que quebraron la hasta entonces hegemónica
trayectoria neoliberal de reorganización de la vida y la producción, estableciendo un
enérgico límite a la continuación del despliegue de dicho itinerario.
Esa vigorosa ola de capacidad social de intervenir en los asuntos públicos de múltiples
y polifónicas maneras abrió un espacio-tiempo de Pachakuti; esto es, configuró una
situación social de trastocamiento de lo que hasta entonces había sido admitido como
normal y cotidiano: la prerrogativa de unos hombres y mujeres, de cierta condición
social y adscripción étnica, a mandar y decidir sobre el destino y suerte de todos los
demás; la facultad, admitida como legítima hasta entonces, de usufructuar y gestionar la
riqueza social de manera depredadora, selectiva y, sobre todo, privada; es decir, sólo
para beneficio de unos cuantos, de esos mismos que durante décadas se han regodeado
en su capacidad de mando y en su díscola posibilidad de disfrute.
A partir de centenares de acciones colectivas de deliberación y toma de acuerdo, de
organización y construcción de confianza recíproca, de lucha y defensa de lo que es
común y que debiera ser gestionado y disfrutado también colectivamente, se produjeron
diversas situaciones en las cuales, el antagonismo étnico y social que atraviesa y
fragmenta a la sociedad boliviana se iluminó con la claridad que ofrecen los relámpagos
en las noches obscuras 1 . La visibilización y rechazo crecientemente colectivo de los
variados mecanismos de la dominación política y social que aseguran la capacidad ajena
de explotación de la Pachamama y de sus hijos e hijas, habilitó la multitudinaria
participación de miles y miles de hombres y mujeres, organizados en sus comunidades,
en sus sindicatos, en sus juntas vecinales, en sus federaciones, confederaciones y
coordinadoras, para trastocar y modificar ese conjunto de opresivas e injustas relaciones
sociales. En esto consistió la apertura de una temporada de Pachakuti.
En la investigación que está detrás de este trabajo, me propuse un objetivo doble. Por un
lado, volver inteligible el conjunto de sucesos que pautaron y dieron forma, sentido y
1
La metáfora de los momentos de lucha como relámpagos que nos permiten ver lo que estaba oculto en la
negrura de la normalidad es originalmente de Raúl Zibechi de quien la tomo en préstamo (Zibechi, 2006).
7
cuerpo a la tumultuosa participación social de comunarios aymaras, de vecinos de El
Alto y Cochabamba, de cocaleros del Chapare y, en general, de población urbana y rural
sencilla y trabajadora en Bolivia. Es decir, me propuse escuchar y entender los ritmos
del Pachakuti en la medida en la que se iban produciendo. Al hacerlo, encontré que a la
base de cada una de las cadencias que pude percibir están la dignidad recuperada en las
contundentes acciones de rechazo a lo injusto e inadmisible; la autonomía ejercida en la
deliberación y en la ejecución de lo decidido, en la confrontación al poder instituido y
en la pelea por la legitimidad de lo propio; y la capacidad de cooperar entre distintos en
condiciones más o menos paritarias jamás exentas de tensión. Dignidad, autonomía y
capacidad de cooperación, como notas fundamentales de una sinfonía in crescendo son
los hilos que he rastreado en los pasos y caminos de cada cuerpo social movilizado.
Por otro lado, también he buscado entender los contenidos y anhelos políticos
sumergidos y no completamente explícitos, anidados en las más íntimas profundidades
de las formas antiguas y modernas de organización de la vida social, que se volvieron
intermitentemente visibles durante la ola de movilizaciones y levantamientos. Esos
contenidos y esos anhelos son los que pueden ayudarnos a imaginar y producir un por-
venir distinto y un presente aceptable. Sólo desde ahí es posible hacerse la pregunta de
cómo avanzar en las tareas del Pachakuti. En tal sentido, he indagado en aquellos
elementos que configuran el horizonte de deseo del cúmulo de acciones de lucha que se
desplegaron en Bolivia entre 2000 y 2005.
La manera cómo desarrollé este doble propósito fue diseñando sobre la marcha misma
de los acontecimientos, una estrategia teórica para la comprensión sensible de las
luchas sociales y, al mismo tiempo, un dispositivo de rastreo que confrontara
sistemáticamente los alcances prácticos de cada lucha con el horizonte interior que en
las acciones colectivas se bosquejaba con mayor o menor nitidez. A propósito de todo
esto, valgan unas cuantas reflexiones preliminares.
II
2
La teoría como un lugar privilegiado para la mirada es una noción construida, casi
siempre, desde la posición social dominante. En tal sentido, a lo largo de esta
investigación no intenté desarrollar una teoría sino, más bien, bosquejar una estrategia
2
Las dos primeras acepciones al término "teoría" en el Diccionario de la Lengua Española de la Real
Academia, 21ª edición, establecen: "1. Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda
aplicación. 2. Serie de leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos".
8
teórica que permita por una parte, volver inteligibles las acciones de insubordinación
más profundas ocurridas en Bolivia entre 2000 y 2005 y, por otro, brindar elementos
para una reflexión más general sobre los múltiples horizontes de deseo que se
despliegan desde tales acciones colectivas de antagonismo e insubordinación y que, en
cierta tradición, han sido denominadas con el término “emancipación social”. En tal
sentido, este trabajo se afianza de manera doble entre el estudio de la historia reciente y
la reflexión filosófica y no está exento de las dificultades conceptuales y argumentales,
mucho más generales, que tiñen la relación entre historia y filosofía. El carácter teórico-
filosófico de la investigación –y no sólo histórico- deviene de la ambición de reflexionar
sobre ciertas regularidades del movimiento social que puedan servir para relacionar y
entender determinados fenómenos políticos cuya discusión apremia.
Una estrategia teórica para entender los movimientos y rebeliones sociales recientes en
sus alcances históricos, además, a diferencia del significado clásico de la palabra teoría
no tiene la pretensión de encubrir, a nombre de una noción de objetividad, al sujeto que
teoriza. Más bien, busca presentar los sucesos, los hechos, como producción práctica y
reflexiva de personas situadas socialmente, que asumen determinadas intencionalidades
políticas sean estas explícitamente señaladas o implícitamente asumidas. La estrategia
teórica que propongo se inserta entonces, no en la tradición que privilegia la producción
de conocimiento objetivo, sino en la que auspicia la comprensión práctica del
acontecimiento social de quiebre, resistencia e impugnación al orden social por aquellos
quienes lo producen. En tal sentido, asumo dos ordenes o niveles lógicos para la
comprensión de la emancipación: el primero y fundamental, tiene que ver con las
propias prácticas emancipativas inscritas en la actividad política concreta de los
distintos conglomerados de hombres y mujeres que, con sus acciones de levantamiento
y movilización en Bolivia abrieron nuevas perspectivas para producir y pensar la
convivencia social y las posibilidades “otras” de su auto-regulación. De ahí el lugar
privilegiado que la descripción detallada del acontecimiento de autounificación y lucha
tiene en este trabajo. Sólo después de ello cabe un segundo orden lógico: el de la
reflexión crítica de los significados explícitos y potenciales 3 de las acciones y sucesos
producidos por hombres y mujeres concretos.
3
En relación a lo anterior conviene situar la peculiar relación de interioridad que guardo con lo que es, de
acuerdo a cánones académicos, mi “objeto de estudio”: viví en Bolivia entre 1984 y 2001 y tengo el gusto
de haber conocido y participado en diversos esfuerzos organizativos y políticos en ese país.
9
III
Asumiré entonces una estrategia teórica que escudriña en los momentos constitutivos
de un quiebre social -o de una cadena de quiebres sociales-, con el afán de colectar,
trazar y proyectar elementos de una matriz explicativa que nos permita pensar -desear y
producir- la emancipación social. Entiendo por matriz explicativa un conjunto más o
menos ordenado de premisas, de conexiones conceptuales y de argumentos, que dota de
significado y vuelve inteligible una amalgama de fenómenos. En este caso, se trata de
abordar los quiebres sociales producidos por las luchas y levantamientos indígenas y
populares en Bolivia entre el 2000 y el 2005. Así, la estrategia teórica que seguiré se
empeña en no quedar atrapada en cánones representativos o en prisiones conceptuales, a
la hora de llevar a cabo la exposición del argumento. Más bien, tal estrategia se desea
como contribución desde y para uno de los polos del antagonismo social en marcha que
produjo la cadena de rupturas sociales aludidas.
Es por ello que en las siguientes páginas se encuentra el registro y recreación del
antagonismo en los momentos constitutivos de una época de convulsión, abandono y
desafío a las certezas y relaciones de dominación anteriores, es decir, de apertura y
posibilidad de transformación histórica. La intención es reflexionar sobre tales hechos
sociales y sobre sus alcances para erosionar y agrietar las formas de dominación
existentes en Bolivia hasta el año 2000; pensar acerca de las potencias emancipativas
anidadas en tales momentos políticos constitutivos, registrar sus límites y analizar las
dificultades que han confrontado. Aclaro desde un inicio que este trabajo no aspira a ser
una historia de las sublevaciones y acciones de resistencia ocurridas en Bolivia en el
pasado próximo para lo cual haría falta mucha más investigación. Más bien, mis
esfuerzos se dirigen al examen crítico riguroso de una selección específica de momentos
de despliegue del antagonismo, que intentan ser conectados por un hilo de comprensión
práctica –relativo al primer orden mencionado 4 y no a “teoría” específica alguna- a fin
de ensayar una manera de evaluar las potencias y límites de los momentos elegidos. En
tanto no pretende ser una historia, pido al lector benevolencia con las ausencias –y quizá
imprecisiones- que puedan hallarse en su desarrollo; al tiempo que llamo su atención
4
La pregunta central de la práctica política emancipativa concreta –el primer orden- que ocurre de
manera caótica al interior de un conjunto de flujos en marcha que constituyen una movilización o un
levantamiento es, sin duda alguna, ¿qué hacemos? ¿Cómo avanzamos? Interrogante enunciada siempre
desde el centro mismo del despliegue del antagonismo. Esto es, tiene que ver con lo que en la distinción
clásica de la izquierda revolucionaria del siglo XX se denominaba “táctica”, de cuya necesaria
concordancia con lo llamado “estratégico” siempre se hablaba, aunque la claridad de tal concordancia con
frecuencia quedara en duda.
10
hacia el esfuerzo realizado por establecer en detalle las distintas posibilidades históricas
abiertas en cada uno de los momentos estudiados. El espíritu que anima mi trabajo es el
auspicio de la cooperación para dotar de contenido al término “emancipación social”; y
no la competencia en la precisión descriptiva a partir de lo meticuloso que sea el
registro del evento estudiado.
IV
Una noción que subyace a toda mi actividad vital, y también a estas páginas, es la
certeza y la confianza en la posibilidad de autorregulación de la convivencia social más
allá del Estado moderno, del capital y de los fundamentos básicos de ambos: separación
de la producción y reproducción de la vida cotidiana de las condiciones materiales de su
realización y, por supuesto, de su conducción; delegación de la soberanía social en
representantes-“mandantes” como base de la actividad política y subordinación a los
opresivos límites del valor y del capital, de la capacidad humana de crear individual y
colectivamente valores de uso y bienestar. Esto es, tengo la certeza de que es posible la
producción colectiva de una forma más o menos estable –en el tiempo y en el espacio-
de convivencia social y de su regulación que no sea análoga a la forma de síntesis
moderna 5 : estatal, organizada a través de la delegación de la representación política y
fundada en el predominio del valor y la competencia sostenida, sobre todo, en la
propiedad privada de riqueza que debiera ser común 6 . Aclaremos un poco más este
juicio subterráneo que impregna el conjunto de la reflexión que sigue.
1. Parto de una posición que entiende a las sociedades modernas como desordenado
conjunto de fragmentos confrontados y antagónicos subordinados por el capital,
unificados ilusoriamente en totalidades aparentes y conflictivas atravesadas por
relaciones de explotación y dominación. Totalidades aparentes que se constituyen a
sí mismas como ilusoria síntesis social -estados en la época moderna- mediante la
construcción de dispositivos políticos y productivos que les permiten estabilidad en
el tiempo y en el espacio por la vía de la organización de la vida cotidiana y del
5
La noción de “síntesis social” como concepto que permite pensar la totalidad sin necesariamente recurrir
a la noción de “estado” –más cargada semánticamente-, la recupero de Sohn Rethel, aunque la utilizo de
manera un tanto diferente. (Sohn Rethel, 2001).
6
Aclaro que con esta afirmación no me comprometo con ninguna defensa de la “propiedad estatal” de la
riqueza; tampoco la rechazo. Señalo, sobre todo, que el fundamento de la dominación y explotación del
capital y del Estado se cimenta en la imposibilidad de que los más puedan vivir “sin tener que pedir
permiso a nadie”. Para un argumento en esta dirección ver, (Dómenech, 2004).
11
manejo y la contención del conflicto interno; no de su resolución 7 . A la gestión,
administración y manejo de tales conflictos es a lo que suele, en épocas recientes,
llamársele política.
2. Existen momentos históricos en los que los conflictos, antagonismos y
desgarramientos internos en una sociedad desbordan todo el andamiaje diseñado
para su administración y encausamiento. Tal es el caso de los años 2000-2005 en
Bolivia. En tales momentos, la ilusoria síntesis social estatal preexistente se erosiona
y agrieta por el despliegue del antagonismo social que cuestiona, repudia y pone en
crisis al menos tres de los pilares básicos de dicha síntesis estatal:
i) El monopolio de la decisión sobre las cuestiones fundamentales del asunto
público en manos de los dominantes.
ii) Los cimientos de la relación mando-obediencia dentro de la sociedad que se
erige, básicamente, sobre la creencia social en la legitimidad del monopolio
anterior. Tales cimientos se asientan en las estructuras simbólicas profundas del
imaginario social que habilitan y hacen reconocer como aceptables ciertas
formas de dominación, es decir, la relación mando-obediencia que se hunde en
las divisiones étnicas y genéricas drásticamente jerarquizadas, más íntimas de un
conjunto social.
iii) Las formas de organización política, económica, productiva y ritual, del
andamiaje normativo y administrativo de la vida social para resolver las
necesidades fundamentales del conjunto de la población admitido en la anterior
síntesis social.
Cuando estos tres pilares básicos de la relación estatal se ponen en crisis por la
confrontación política antagónica dentro de la sociedad, se derrumba total o
parcialmente la cadena de mando y los mecanismos aceptados de acceso a la autoridad
política en tal conjunto social. En momentos así se abre la posibilidad de profundizar el
trastocamiento del orden social anterior en múltiples niveles, sin necesidad de reinstalar
ni en el orden práctico ni en el del pensamiento formas únicas, universales y afirmativas
de reconfiguración social, esto es, sin recaer en la tentación sintética y positiva.
Reflexionar y discutir sobre esta posibilidad es el ejercicio más sistemático en este
trabajo. En cierto sentido, mantener dicha mirada resulta difícil pues se confronta a cada
paso contra aquello que durante varios siglos se ha considerado como “lo político” o
calificado como “teoría política”.
Hasta cierto punto busco inscribir mis eventuales aportes en una corriente de
pensamiento que se empeña en realizar una “inversión copernicana” en la comprensión
7
Para fines analíticos, en ocasiones considero válido concebir una totalidad social expresada en el Estado
sin dejar nunca de lado su calidad de síntesis ilusoria de un supuesto interés general. En todo caso, me
guío en todo momento por el criterio crítico de Bloch: “Lo que existe no puede ser verdad” (Bloch, 1959).
12
del asunto de la transformación política y social, desplazando la centralidad del “estado”
y del “poder instituido” como lugar privilegiado de lo político, para situarlo en la
polifónica y múltiple capacidad social de desconfigurar insistentemente el orden político
heterónomo y ambicionando, también, abrirse a la reflexión sobre esa gran
transformación social que puede capturarse –y también restringirse- con el término
moderno de “revolución social” o que se expresa con mayor precisión en la antigua voz
aymara Pachakuti. El punto de partida, entonces, consiste en afirmar con claridad la
idea de que para transformarse profundamente, la sociedad no necesita nuevos y
mejores proyectos de reconfiguración social sintéticos, que sean emitidos como rivales
del actual desde el lugar de emisión universal y afirmativo que es el espacio por
excelencia del discurso de la filosofía política. A partir lo anterior, la principal idea-
fuerza de mi trabajo, en lo relativo a la comprensión e impulso de la transformación
social consiste en construir y pensar maneras para desconfigurar permanentemente el
orden instituido desde distintos niveles y en distintas cadencias pero, eso sí, de manera
expansiva y permanente aunque discontinua 8 , es decir, pautando ritmos, generando
cadencias.
Situando la mirada de esta manera, la lógica de la argumentación sobre la
transformación social se trastoca profundamente al igual que la comprensión de los
eventos de antagonismo, resistencia y levantamiento. Lo que en un momento puede ser
debilidad, puede ser visto como virtud y vice-versa; lo que quedaba situado en el orden
argumental como finalidad ahora puede ser visto como medio, etc.
Ahora bien, hasta donde he avanzado, considero que la profundidad del trastocamiento
en el orden político y social en Bolivia puede estudiarse a partir de conocer el doble
juego combinatorio entre los alcances prácticos del quiebre en marcha -el nivel y
potencia efectiva de la confrontación social concreta-, y el horizonte interior de los
sectores sociales que confrontan lo instituido. En las siguientes páginas presento mis
reflexiones justamente sobre estas dos cuestiones, sobre sus combinaciones y sobre sus
desfases.
8
Con esta expresión de “permanente” aunque “discontínua” –que podría ser sustituida también por
“intermitente”- me refiero al tipo de ritmos que fundan casi todos los procesos vitales: desde el sístole-
diástole del sistema circulatorio hasta los flujos y reflujos de las movilizaciones sociales. Esta pauta de lo
que podemos llamar los “tiempos vitales” se contradice, antagoniza y desborda permanentemente los
falsos tiempos homogéneos, idénticos y lineales del capital y del Estado. Pensado así, el problema de la
permanencia intermitente de las “acciones sociales de desconfiguración del orden dado” consiste ante
todo, en no colapsar los ritmos vivos del antagonismo social, a los tiempos idénticos de la normatividad
del capital. La posibilidad de ello ocurre, fundamentalmente, en el universo del sentido, del significado y
no tanto en los ámbitos de las formas organizativas o de las “estructuras” institucionales aunque, por
supuesto, estas últimas son imprescindibles.
13
Lo que denomino alcance práctico de una lucha es más fácil de determinar, pues
consiste básicamente en su fuerza material real, su capacidad disruptiva, su vitalidad
interna para permanecer y avanzar, sus redes asociativas, su importancia en el conjunto
de luchas en un país y en el mundo, etc., esto es, elementos que pueden ser “registrados”
de manera exterior. Por su parte, el horizonte interior es más complejo y puede
estudiarse, principalmente, escudriñando en los desfases entre lo que se hace y no se
dice, entre lo que se dice y no se hace, en lo que se exhibe implícita o explícitamente
como deseo y como capacidad, etc.; es decir, se relaciona profundamente con el tipo de
subjetividad colectiva que se produce durante los momentos de ruptura de lo cotidiano,
de movilización y levantamiento, en los cuales se develan posibilidades comunes y se
articulan de forma compleja deseos, horizontes utópicos. Por lo general, los deseos y
horizontes utópicos son, antes que registrables, más bien perceptibles y formulables
como hipótesis para continuar.
Por cierto, después de un quiebre social de gran magnitud las relaciones sociales no
pueden ser las mismas. Tanto las relaciones de dominación y explotación, en su forma y
contenido, como las creencias básicas de categorización jerarquizada de los distintos
segmentos del conjunto social se ven alteradas drásticamente durante un quiebre
histórico. En caso de no ser así, lo que ello evidencia es que no hubo en el periodo
anterior un quiebre social de gran magnitud, pese a la eventual densidad de los
acontecimientos ocurridos. Es el quiebre y más aún, la profundidad del quiebre lo que
puede hacer traspasar al conjunto social el umbral de las transformaciones posibles,
produciendo alguna novedad histórica. La apuesta es, por tanto, aprender de la
experiencia boliviana reciente.
V
A partir de esta forma de comprensión de la dinámica entre estabilidad y transformación
en las sociedades contemporáneas, organizadas como ilusorias síntesis estatales regidas
realmente por el predominio del valor, esbozaré ahora la noción de emancipación que
alumbra mi reflexión sobre las recientes movilizaciones y levantamientos indígenas y
populares en Bolivia.
Una vez que una sociedad, a partir de las luchas locales de resistencia y a las múltiples
acciones defensivas y ofensivas de confrontación explícita entra en un momento de gran
inestabilidad política, en el cual no funcionan ni las formas antiguas de ejercicio del
mando ni los artefactos normativos para la gestión del conflicto en sus distintos niveles,
14
entonces se abre un umbral de transformaciones posibles que permite pensar en una
paulatina transformación social o "cambio de estado". Notar que hablamos de "cambio
de estado" con minúscula pues aludimos a la configuración social y a sus flujos y
ordenes internos (ie, a los modos de “estar” las personas en el mundo, de regular sus
relaciones entre sí y con y a través de las cosas) y no a un "Estado" como ha sido
entendido y estudiado en ciertas ramas clásicas de la filosofía política. La emancipación
consiste, básicamente, en un "cambio de estado" en la configuración social a lo largo del
cual la sociedad recupera su posibilidad de decidir de manera no delegativa sobre el
asunto público y donde paulatinamente se inhibe el predominio del valor sobre las
personas concretas generalizándose otro modo de relación social que descansa en el
despliegue del valor de uso de las cosas, a partir de su reapropiación por las personas
libremente asociadas para sus fines autónomos. En este sentido, el "cambio de estado"
que dota de contenido al concepto "emancipación", está constituido por un conjunto de
eventos que ocurren en el tiempo -ie, no es un lugar o un fin específico a conquistar que
sea distinguible de manera discreta-, e históricamente, el más grande problema de las
grandes acciones de confrontación social protagonizadas por hombres y mujeres
situados histórica y geográficamente que han abierto umbrales emancipativos, ha sido el
de la estabilización en el tiempo del ímpetu transformador, en tanto expansiva y
permanente aunque intermitente acción de desconfiguración del orden, más allá de la
propia acción de confrontación.
A partir de estas nociones, que más o menos arman una constelación conceptual en
torno al término "emancipación", intentando capturar rasgos de significado sin fijarlos
ni identificarlos en cánones de clausura conceptual, presentaré, a lo largo de los
capítulos de este trabajo, una revisión de los sucesos, discursos, intenciones y límites de
los levantamientos y movilizaciones indígenas y populares en Bolivia entre 2000 y
2005. La estrategia teórica que he seguido consiste en la reflexión rigurosa sobre los
momentos constitutivos, de irrupción fundante de tres grandes fuerzas sociales cuyas
acciones conformaron el periodo de quiebre que Bolivia ha vivido, y que permitieron el
actual proyecto de reconfiguración en curso –el llamado “Evismo”-.
Si la noción de "nacional-popular 9 " fue el modo en que Zavaleta pensó el tipo de
complejidad que existe en sociedades como la boliviana, trataré por mi parte de pensar
la noción de lo "comunitario-popular". Zavaleta reflexionó sobre la sociedad boliviana
en tanto "estructurada en parte por la dominación colonial y luego por el desarrollo del
9
Zavaleta, 1986: 9.
15
capital... pero a la vez manteniendo formas sociales y políticas anteriores” 10 . Por mi
parte, voy a pensar las posibilidades de irradiación estable de esas formas sociales y
políticas anteriores, eminentemente presentes en los momentos de exhibición del
antagonismo social, también como potencias estructuradoras y estables de composición
de lo social en tiempos de descomposición de lo estatal-nacional y de posibilidades de
imaginar formas de autorregulación y autogobierno no necesaria o plenamente estatales
ni capitalistas. En tal sentido, en este trabajo hablo: i) de lo que pasó en Bolivia entre
2000 y 2005, a partir de una serie de tablas cronológicas y de información sobre quienes
y cómo participaron en los sucesos; ii) de lo que no pasó y que los protagonistas de las
movilizaciones y levantamientos querían que pasara, basándome para ello en mi propia
experiencia personal en las luchas bolivianas, en los contrastes entre lo que los
dirigentes de las luchas locales dicen que quieren y lo que efectivamente hacen y
consiguen y iii) de lo que pudo ocurrir y que quizá puede llegar a suceder. Esta forma de
analizar y exponer se contrapone a otras maneras, hoy consagradas como legítimas para
el conocimiento dentro de la tradición académica predominante, por lo cual resulta
pertinente una breve discusión en relación a cómo comprender la lucha social.
VI
Asumiendo con Marx que “la historia hasta nuestros días es la historia de la lucha de
clases” 11 , sigue siendo fértil hacerse la pregunta sobre cómo estudiar “la lucha de
clases” o, expresado de manera más amplia, cómo comprender el despliegue del
antagonismo social.
Distinguiendo de manera esquemática se puede afirmar que hay cuando menos dos
acercamientos posibles en relación a cómo conocer y estudiar, i) quiénes luchan; y ii)
cómo se articulan los fines colectivos:
i) La manera que llamaremos “sociológica” que busca establecer o identificar
quiénes o qué son las clases sociales, y que sólo posteriormente registra los
modos concretos de sus “luchas”.
ii) La forma “crítica” que centra la mirada en la “lucha” misma, en el despliegue
concreto del antagonismo, en el modo específico de la confrontación; y a partir
10
Tapia, 2002c: 336
11
Marx, Manifiesto del Partido Comunista, en Marx-Engels, Obras Escogidas, Tomo I, Editorial
Progreso, Moscú, 1982.
16
de ahí, intenta mirar quiénes y cómo luchan, desde qué organismos sociales se
aglutinan y qué horizonte de sentido inauguran. 12
El acercamiento “sociológico” se inscribe en la tradición académica dominante, desde lo
que fue la izquierda “oficial” hasta las nuevas teorías acerca de los “movimientos
sociales” 13 entendidos como configuraciones más o menos fijas de sujetos aglutinados a
partir de intereses que son defendidos contra los de otros proyectos económicos,
sociales y políticos impulsados por otros “sujetos” igualmente identificables y cuyo
comportamiento es descifrable a partir de algunos principios, a los que se les otorga la
calidad de "racionales", que dan coherencia al conjunto de sus acciones.
El cimiento de esta manera de pensar es la identificación objetiva, aun si a través de ella
se sacrifica la comprensión de los sucesos. Identificar significa, en su sentido más
amplio, asociar de manera rígida un término -una palabra- a un "objeto" o referente y
fijar un significado que describa o contenga de la manera más precisa posible los rasgos
y/o atributos del referente en cuestión. Este es el nudo teórico más íntimo del programa
positivista del conocimiento y del logicismo que lo acompañó durante varias décadas. 14
Comprender, como acto subjetivo de orientación en la producción colectiva del mundo,
como experiencia subjetiva de enlace con los significados preexistentes al mismo
tiempo que como posibilidad de su transformación, es algo radicalmente distinto a lo
anterior.
Discutir lo relativo a la comprensión del despliegue del antagonismo social es el
objetivo más profundo de mi investigación, en tanto dicha experiencia subjetiva es la
12
El acercamiento crítico contemporáneo abreva, entre otras fuentes, en los aportes de la Dialéctica
Negativa de Adorno (Adorno [1966], 1990), en las Tesis sobre la Historia de Benjamin (Benjamin
[1942], 2005), en El Principio Esperanza de Bloch (Bloch [1959], 2004) y en la Teoría Crítica de
Horkheimer (Horkheimer [1968], 2003); pero ha sido desarrollada de manera independiente por autores
como John Holloway y su Cambiar el mundo sin tomar el poder (Holloway, 2001) y en los trabajos de
Sergio Tischler sobre Memoria, tiempo y sujeto (Tischler, 2005). Otras interpretaciones interesantes de
las luchas recientes y de las cuestiones relacionadas con la emancipación social, que tienen puntos de
acuerdo y diálogo con las ya mencionadas, aunque se nutren de otras fuentes filosóficas son las del
Colectivo Situaciones en Argentina y de Raúl Zibechi en Uruguay.
13
En relación a la forma tradicional de conocer la "lucha de clases" desde la izquierda, existió hasta los
80 un acercamiento que podemos llamar canónico organizado en diversos manuales auspiciados por la
Academia de Ciencias Sociales de la ex URSS y por el gobierno cubano. En particular, las versiones en
castellano de esta mirada dirigidas hacia América Latina fueron compiladas por Martha Harnecker y
tuvieron una amplísima difusión. En relación al acercamiento principalmente anglosajón a la
problemática del conflicto social cabe mencionar la llamada "teoría de los movimientos sociales", uno de
cuyos autores más influyentes en nuestro medio es S.Tarrow (El poder en movimiento: los movimientos
sociales, la acción colectiva y la política, Alianza, Madrid, 1997). En este trabajo no se discutirá
puntualmente con estas posturas sino que se presentará otra manera de comprender las luchas sociales.
14
Para una discusión sobre esto desde la filosofía de la lógica puede verse, Raquel Gutiérrez, Sobre la
naturaleza de las proposiciones de la aritmética y la noción de número. Mill, Frege, Cantor y Dedekind,
Tesis de Maestría en Filosofía, UNAM, México D.F., 2005.
17
base de posibilidad de la emancipación. En la tradición del marxismo crítico, dentro de
la cual inscribo mi trabajo, la categoría "lucha de clases" tiene un papel central.
Además, dentro de este término dual -"lucha" y "clases"-, el mayor énfasis lo coloco en
el registro, conocimiento y comprensión de la "lucha”. 15 Comparto con Sergio Tischler
la siguiente mirada:
¿La lucha? ¿La resistencia? De inmediato surge la pregunta sobre el contenido
de dichos conceptos y, ligado a ésta, la pregunta por el quién. Entonces es muy
probable que nos encontremos con muchos quiénes, muchas luchas y lo
colectivo no como una abstracción compuesta por un aglomerado de sujetos que
afirman su calidad de particulares, sino como forma real de existencia que se
produce como "instante" de negación/superación (en la forma de
colectivización) de la escisión en que se basan los particulares cerrados y el
dominio del capital (escisión sujeto/objeto, trabajo/capital, Estado/sociedad, etc.
En ese sentido, lo colectivo es una acción que traspasa y hace estallar la forma
aparencial de la objetividad social, plasmada como un mundo separado y
autónomo que somete a los seres humanos a su lógica. Y ese "instante" es la
clase entendida como condensación de la insubordinación de la materialidad de
la existencia humana en acto, condensación pues del trabajo como
autodeterminación en contra de su existencia como trabajo asalariado
(subordinado al capital), o del hacer humano frente al ser, para decirlo en
palabras de John Holloway. (Tischler, 2004. Los subrayados son míos RGA).
En este sentido, una de las claves de la lectura crítica de la realidad consiste en no partir
de la identificación-delimitación de los diversos conglomerados particulares que
constituyen el corpus social y entran en conflicto, sino de privilegiar el estudio de los
momentos en los cuales ocurre la negación/superación de tal calidad particular abriendo
momentos de colectivización y sintonía práctica; esto es, centrando la mirada en la
explicitación del antagonismo que rompe el fetiche conceptual de la identificación como
fundamento del conocimiento, abriendo momentos creativos e inciertos cuando los
diversos vínculos humanos se recrean ampliándose, complejizándose y dando paso a
variadas maneras de protagonismo social (Situaciones, 2002). 16
Así, durante la investigación que posibilitó este trabajo indagué en la historia de las
distintas colectividades humanas participantes en la lucha boliviana entre 2000 y 2005,
15
Comparto buena parte de los principios que ha sostenido John Holloway a lo largo de su obra y, en
particular, el punto de vista compilado en Clase ~ Lucha (Holloway, comp., 2004).
16
El Colectivo Situaciones, reflexionando tras los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001 en
Buenos Aires, Argentina, afirma contundentemente: "La insurrección de los días 19 y 20 de diciembre no
tuvo autor. No hay teorías políticas o sociológicas disponibles para comprender, en su amplitud, las
lógicas activadas durante esas más de treinta horas ininterrumpidas". Para comenzar esta tarea de
intelección propone que "el nuevo protagonismo social, como modalidad de intervención, comparte un
suelo común con el posmodernismo: las condiciones de mercado; pero rechaza sus conclusiones: que la
omnipotencia del mercado ya no deja lugar alguno para las luchas de liberación". (Colectivo Situaciones,
2002: 26 y 33).
18
en sus historias locales y en sus trayectorias institucionales, teniendo cuidado de no caer
en lo que puede llamarse la "paradoja de la teoría de los movimientos sociales en
América Latina". La paradoja consiste en que diversos teóricos de la izquierda, una vez
que documentaron la crisis de la llamada forma "clásica" o "fordista" de la clase obrera,
se lanzaron a la pesquisa de "nuevos sujetos" o de nuevas "formas" de organicidad y
presencia social interpeladora, conservando sin embargo, la matriz conceptual previa
que ciñe la mirada en el ser por sobre el hacer. Es decir, en vez de dirigir la atención al
despliegue práctico de las luchas -tanto de la ofensiva del capital como de la polifónica
ola de resistencia, levantamiento y rebelión-, se prefiere situar y fijar a los "nuevos
sujetos" con uno o más términos analíticos, lo cual nuevamente permite identificar y dar
cuenta externa y verticalmente de los conflictos que se presentan. Dentro de esta
paradójica superación de la antigua "lucha de clases", o bien las luchas de resistencia
son comprendidas como mera acción reactiva a las iniciativas y acciones desplegadas
por el capital (como por ejemplo sucede, en última instancia, a Negri y Hardt), 17 o bien
se reconoce la autonomía de las acciones sociales de insubordinación condensadas en
instantes de quiebre, pero se intenta obsesivamente ajustar tales acciones en esquemas
de comprensión rígidos que reinstalen "sujetos" exteriormente reconocibles e
identificables (el ejemplo más notable de este esfuerzo para Bolivia es García Linera). 18
17
La forma en la que Negri y Hardt proceden en sus dos famosos textos Imperio y Multitud (Negri y
Hardt, 2000 y 2004) es documentando primero las transformaciones ocurridas en el ámbito de la
dominación del capital y de la explotación del trabajo, explicando además cómo fue destruida la
centralidad del mundo del trabajo industrial de tipo fordista. Una vez documentado lo anterior, atienden a
la pluralidad de luchas de resistencia y a la multiplicidad de rebeliones recientes, proponiendo una
categoría comprensiva, "la multitud" que vuelve a instalarse en el marco de intelección de lo social en el
mismo papel que durante décadas ocupó el término vacío "clase obrera", dentro de la tradición marxista
oficial. De esta manera, por sustitución, ocurre la paradoja y la crítica pierde agudeza. En todo caso, lo
que se conserva y reinstala teóricamente es al capital como fetiche que se presenta como titular de la
soberanía social y la iniciativa política. Estas ideas han sido discutidas ampliamente en el Seminario de
Subjetividad y Teoría Crítica del ICSH de la BUAP durante 2004 y 2005.
18
En Bolivia, García Linera documentó utilizando cierta herramienta sociológica de Pierre Bourdieu, el
declive y desintegración de lo que él llama "antigua clase obrera boliviana" (García Linera, 1999 y 2001).
Recientemente el mismo autor junto a Costas y Chávez, dirigió y publicó una investigación financiada
por OXFAM y Diakonía titulada Sociología de los movimientos sociales en Bolivia que consiste en un
amplio registro de los diversos grupos humanos que protagonizaron las luchas entre 2000 y 2003
centrando la mirada en sus formas institucionalizadas y en los llamados "repertorios de movilización".
Esta forma de mirar ha sido funcional a la "estabilización" de los movimientos sociales que ha
emprendido el gobierno de Morales, convirtiéndolos tendencialmente en apéndices de la acción
gubernamental. (García Linera -coordinador-, 2004).
19
alcance de la interpelación que se presenta al Estado y al capital. En los sesenta y
setenta existía una clasificación de estos fines: económicos y/o políticos, democráticos
y/o socialistas, entre otros criterios. Y la caracterización de las luchas, con base en los
fines que explícitamente enarbolaban, también solía clasificarse bajo el par
reformista/revolucionaria, o democrática/socialista. Esta forma de clasificar cayó en
desuso después del colapso de la Unión Soviética; pese a ello, utilizando otros términos
y bajo otras formas argumentales, el esquema básico de intelección se ha recompueto
conservando, lamentablemente, los criterios clasificatorios básicos.19
Dos de los nudos fundantes de esta manera de entender y argumentar consisten en lo
siguiente:
• Al concebir -estudiar y comprender- a la sociedad como un todo, lo "político" se
entiende, básicamente, como manera de regular y/o dirigir a dicha totalidad. De esta
forma únicamente se entienden como "políticos" los proyectos y propuestas que se
plantean como "totalidad". A partir de esta premisa caben dos posibilidades: o bien
se entiende al "todo social" como internamente susceptible de armonización a través
de la ley -que es el fundamento teórico de las ideas liberales. 20 O bien se considera
que el "todo social" está desgarrado internamente por contradicciones antagónicas y
se plantea la necesidad de, a través de la revolución, restituir una nueva "totalidad
social", ahora no antagónica -noción fundamental de la versión dominante entre los
marxismos.
• Lo anterior se complementa con la premisa de que la sociedad debe ser gobernada
por un cuerpo especial de personas, los gobernantes, cuya tarea social es justamente
la administración y decisión sobre las cosas y la regulación de las relaciones entre
las personas a través de las cosas 21 .
A partir de estos dos principios subyacentes a todo el razonamiento político se
organizan, ahora sí, las distinciones: si la totalidad social -tal como existe- es
19
Principalmente la separación entre aquello que tendrá un carácter "social" o "económico" plenamente
distinguido del carácter "político" de los acontecimientos. A partir de esta dicotomía se levanta otra
caracterización establecida de manera confusa: el carácter “anticapitalista” y/o “antiestatal” de cada una
de las luchas concretas.
20
Entre los teóricos clásicos de esta tradición están John Rawls y Jürgen Habermas que han producido
interesantes y complejas teorías políticas para abordar los desgarramientos de la sociedad contemporánea
del capital sobre la base de su conservación. En particular vale la pena revisar Teoría de la Justicia
(Rawls, 1971), Liberalismo político (Rawls,1993) y Facticidad y validez (Habermas, 2001). En otro
terreno y para Bolivia, una postura heredera de otra tradición, pero que conserva de la concepción liberal
i) la noción de delegación de la capacidad social de decidir en un representante y ii) una compleja teoría
de la representación, es la que García Linera presenta en su folleto Estado Multinacional (García Linera,
2005)
21
Para una discusión más completa sobre esto se puede revisar, Avalos Tenorio (coordinador), 2002.
20
susceptible de armonización, de lo que se trata es de producir mediante distintos
ensayos de ingeniería social instituciones y prácticas que garanticen la
"gobernabilidad", sea ésta de derecha o de izquierda. Por otro lado, si la totalidad social
está desgarrada internamente por el antagonismo y el conflicto, de lo que se trata es de
superar el orden interno de esa totalidad para dar paso a un orden "otro" que constituya
una nueva totalidad. Esta última premisa, generalmente admitida por la tradición de la
izquierda revolucionaria, tiene diversas variantes y distinciones de múltiples niveles
según, a) las maneras que propone para superar el orden de la totalidad social actual, b)
lo que sugiere como "orden" básico de la nueva totalidad.
Resumiendo, el supuesto fundamental del esquema de intelección expuesto -compartido
por el pensamiento de las llamadas "derechas" e "izquierdas" clásicas, es la
comprensión de la sociedad como totalidad; el cual, una vez admitido, exige
comprometerse con otros principios abstractos que den coherencia interna al estudio de
lo que sucede al interior del cuerpo social. Uno de tales principios, que para los fines de
esta investigación nos interesa discutir, es la idea del marxismo vulgar clásico sobre la
"necesidad histórica" de la superación del orden del capital.
Dicho de manera esquemática, la idea de la necesidad histórica de la superación del
capital para el marxismo dogmático -y sus múltiples variantes- se funda en la
comprensión de la historia como un proceso objetivo e ineluctable que puede estudiarse
"científicamente" a partir de entender objetivamente el desarrollo de las contradicciones
entre las "fuerzas productivas" y las "relaciones de producción"; contradicciones que
son pensadas, a fin de cuentas, como fuerza motriz "en última instancia" tanto de la
historia como de la obligada caída del régimen del capital. En contraste con lo anterior
el marxismo crítico se plantea, ante todo, como una “teoría de la lucha social” antes que
como una teoría total de la explotación y la dominación del capital y de la necesidad
histórica de su superación. En este sentido, esta posición pone el acento en el
antagonismo social y en las maneras concretas en que determinados hombres y mujeres
resisten y luchan contra el capital. Esto es, entiende la lucha como el despliegue
concreto de alguna particularidad social confrontada a la totalidad de la dominación-
explotación y por esta vía rompe con una visión teleológica de la historia, en tanto a
cada lucha concreta la entiende como incierta y potencialmente susceptible de crear
21
novedad. 22 De ahí que un reto para este enfoque sea justamente construir una manera de
hilvanar la comprensión de las múltiples acciones de movilización y levantamiento
contra el orden del capital -es decir, de las particulares formas de despliegue de la
particularidad-, que permita construir un “horizonte de sentido”; esto es, que logre
explicar el contenido profundo de tales luchas, más allá de registrarlas, o bien como
meras anomalías 23 o como eventos que se agotan en sí mismos. 24 Justo en tal dirección,
mi postura es contrapuesta a la “gran narrativa” del marxismo ortodoxo donde a cada
acción social de lucha o resistencia se le asignaba una valoración dentro del “sentido
general de la historia”, previamente asumido.
La versión ortodoxa o tradicional del marxismo, a decir de Holloway, incluía en sus
diversas variantes dos supuestos fundamentales que funcionaron como cimientos de una
manera de comprender la historia: a) la teoría de la necesidad histórica de la superación
del capitalismo por el socialismo; y b) el privilegio del conocimiento de tal necesidad –
el conocimiento y comprensión de las leyes históricas que ineluctablemente
determinaban el declive necesario de la sociedad del capital-, sobre las luchas concretas
contra la explotación y dominación capitalista (Holloway, 2001: 174). A partir de tales
premisas, se construyó un sólido edificio argumental que organizó una comprensión
particular de los aspectos políticos de la lucha social durante un largo período de
tiempo. Tal visión de la historia incluía, entre otras, tres ideas rectoras:
i) La idea de que el propio desarrollo del capital prepara las condiciones materiales
para la instauración del socialismo.
ii) La comprensión del socialismo básicamente como “estatización de los medios
de producción” y “planificación de la economía”.
iii) La propuesta de que la actividad principal del “sujeto de la revolución” –fuera
éste la clase obrera, la clase obrera en alianza con los campesinos pobres, la
clase obrera organizada en partido revolucionario, etc.- debía orientarse a la
“toma del poder político”, condensado en el Estado para, a partir de ahí,
emprender la construcción del socialismo.
22
John Holloway sugiere que "el objetivo [de la teoría crítica] no es comprender la realidad sino
comprender (y por medio de esa comprensión intensificar) sus contradicciones como parte de la lucha por
cambiar el mundo" (Holloway, 2001: 165).
23
Diversas teorías que buscan dar cuenta de la tensión conservación-cambio en el fenómeno social,
consideran a los movimientos sociales únicamente como anomalías, como fluctuaciones disolventes del
orden social que deben ser asimiladas. La noción de fondo de este enfoque es la existencia de un supuesto
“equilibrio social general”, que opera a la base de la argumentación. En particular ver Jürgen Habermas,
Facticidad y validez, 2001.
24
Guillermo Almeyra por ejemplo, es un teórico de los límites y de la impotencia política de los
movimientos sociales contemporáneos (Almeyra, 2004)
22
Este conjunto de supuestos, que puede ser designado con el término “marxismo
ortodoxo”, con variantes en el acento puesto a cada una de las cuestiones mencionadas,
constituyó durante varias décadas del siglo XX la teoría general dentro de la cual se
comprendían, clasificaban y evaluaban los contenidos y significados políticos de la
lucha social.
El marxismo crítico parte, justamente, de la crítica a estas premisas. Asumiendo que la
sociedad está desgarrada entre quienes trabajan y quienes controlan y usufructúan del
trabajo de otros –contradicción capital/trabajo útil-, 25 centra la mirada en las múltiples
maneras en las cuales quienes trabajan, resisten y luchan contra las condiciones que les
son impuestas. En este sentido, para el marxismo crítico la trama de la historia puede
conocerse, básicamente, a partir del registro y comprensión minuciosa del despliegue
del antagonismo y, en particular, del polo de la confrontación social en la que se
condensan, de múltiples maneras, las iniciativas de quienes trabajan y producen la
riqueza. No hay entonces, necesidad histórica, sino continua acción de resistencia y
creación colectiva que, sin embargo, se produce en medio de determinadas condiciones
de producción material y de acumulación de capital. No existen leyes objetivas de la
economía que determinen la necesidad del socialismo, sino formas concretas de
despliegue del antagonismo social que configuran lo que en cada momento histórico se
denomina presente.
A partir de los supuestos anteriores, se abren al menos dos preguntas teóricas: ¿es
posible descubrir un sentido general, un horizonte político, en las recientes luchas,
movilizaciones y levantamientos contra el capital, que permita pensar su posible
sintonía o enlace? ¿Hasta qué punto tales acciones sociales son luchas que se dirigen no
sólo contra sino más allá del capital (Holloway, 2004)? En la investigación que está en
la base de este trabajo abordé una y otra vez estas interrogantes, esbozando posibles
respuestas. Además, al hacerme tales preguntas me topé insistentemente con dos temas
cruciales. El primero de ellos, ¿cómo poder entender los a veces drásticos y a veces
sutiles cambios en el temperamento social que habilitan amplias y creativas acciones de
25
John Holloway, a partir de una revisión del trabajo de juventud de Marx, propone recuperar una útil
distinción entre “trabajo abstracto” y “trabajo útil” como elementos del “doble carácter del trabajo”. La
distinción permite a Holloway indagar más profundamente en el carácter de la así llamada, “contradicción
capital/trabajo”. Holloway, analizando el “doble carácter del trabajo”, hilvana la siguiente secuencia de
conceptos con cada uno de estos rasgos: el trabajo abstracto es la auténtica fuente del valor y exige la
división del trabajo; por su parte, el “trabajo útil” (o “hacer útil” para dar más énfasis en la distinción),
está en la base de la producción de valores de uso y de la posibilidad de acciones de cooperación.
Holloway, “La crisis del Trabajo Abstracto”, ponencia presentada en el Seminario Internacional, Cambio
de Siglo, organizado por la revista Argumentos de la UAM-X, entre el 22 y 24 de mayo de 2007.
23
cooperación que ponen en jaque el orden social dominante, desbordando los marcos
institucionales? ¿Cómo vislumbrar, y también contribuir a producir un sentido general
de las transformaciones en marcha a partir, justamente, de esa subjetividad colectiva en
estado de insubordinación? Esto es, encontré también la necesidad de aclarar un poco
más la noción de “emancipación humana”, en tanto constelación conceptual que dota de
sentido a las luchas sociales recientes. Presento al amable lector/a algunos elementos
sobre estas dos cuestiones.
VII
Sobre el primer problema: considerando que en un mundo desgarrado internamente por
el conflicto y el antagonismo no existen los conocimientos puros o desinteresados, sino
únicamente los situados e intencionales; sostengo que el estudio analítico de los
llamados "nuevos sujetos" privilegiando su clasificación, a la larga o a la corta habilita
la recreación de algún tipo de relación de subordinación entre quienes componen el
"nuevo sujeto" estudiado y quienes lo clasifican de una u otra forma o, incluso, quien
paga para que se estudie justamente "de esa manera”. 26
En contraste con ello, la postura teórica -académica o militante- que centra la atención
en el conflicto mismo, en el despliegue concreto y contradictorio del antagonismo social
situado y, en particular, en la manera cómo tal despliegue es vivido por quienes lo
producen, podrá entender las variadas maneras cómo se configura de manera tensa y,
quizá, intermitente un tipo de subjetividad que impugna los variados dispositivos de
subordinación social, tanto desde la vida cotidiana como en los momentos de rebelión
social abierta. A través de este acercamiento, no sólo es posible distinguir entre distintas
profundidades de impugnación del orden social sin tener que apelar a una postura
teleológica, sino que incluso resulta posible comparar entre diversas experiencias,
contrastando sus potencias y límites en tanto son experiencias humanas análogas.
Entonces, si el antagonismo social contemporáneo desde el lado del capital, el
predominio del trabajo abstracto, el valor de cambio y el poder estatal avanza por las
26
En América Latina, durante los últimos años 90 hasta ahora han proliferado un gran número de
conflictos que por lo general son conceptualizados y ordenados como "movimientos sociales". El estudio
de esta temática consiste, ante todo, en ensayar formas de clasificación a partir de las "novedades
organizativas" que se han generado antes y después de los conflictos, o bien partir de hipótesis sobre la
génesis de tales acciones colectivas o en privilegiar el estudio de las "identidades" que se confrontan.
Hemos ya mencionado que en Bolivia, a partir de 2005 se ha establecido un "modo de mirar" lo relativo a
los "movimientos sociales" (García Linera -coordinador-, 2004) consagrado también por el hecho de que
su autor se convirtió en vice-presidente del país, que ha consolidado una forma de relacionamiento
subordinado entre el gobierno de Morales y algunos representantes de tales movimientos.
24
sendas del despojo, el saqueo, la sobre-explotación y el desprecio; desde el lado del
trabajo vivo, del “hacer-útil”, del privilegio del valor de uso y de la capacidad práctica
de las diversas comunidades humanas para cooperar entre sí, ese mismo antagonismo
camina por los senderos de la autonomía, la reapropiación de los bienes comunes, la
reconstrucción de un sentido de justicia y el respeto. 27
Preguntas abiertas mirando desde este ángulo son:
¿Qué es lo que podemos aprender de este variado, enérgico y multitudinario
conjunto de acciones colectivas?
¿De qué manera estas luchas iluminan formas emancipadas de convivencia?
¿En qué medida rompen con la subordinación y la explotación -aunque vuelvan a
quedar supeditadas al orden del capital- y, pese a todo, auguran un por-venir
distinto?
¿De qué manera nos orientan para contribuir a transformar las relaciones sociales?
27
En torno a estos ejes hemos visto desplegarse un tumultuoso y vasto conjunto de acciones sociales
multitudinarias en los últimos años en los diferentes países de nuestra América: la insurrección de muy
variados grupos urbanos y peri-urbanos argentinos en diciembre de 2001, o las movilizaciones y cercos
mediante los cuales bolivianos y ecuatorianos quitan presidentes y expulsan transnacionales. Entre las
acciones de insubordinación y lucha que se guían por estas claves también están, por supuesto, desde la
rebelión zapatista y su posterior construcción de Caracoles como instancia de autorregulación supra-
comunal, hasta los campamentos de los "sin tierra" brasileños y los recientes esfuerzos en Oaxaca por
construir un espacio de deliberación y politización no liberal.
28
Según Raúl Zibechi, todas las nuevas formas de protesta y despliegue del antagonismo social, de
alguna u otra manera "corresponden" a la estructura económica y política liberal marcada por la des-
industrialización, la pérdida de derechos colectivos y la subordinación a ultranza de los gobiernos locales
al poder transnacional (Zibechi, 2003). Desde entonces, pero con más contundencia posteriormente,
Zibechi propone no ceñirse al cánon explicativo que exige "fijar" y "definir" con total claridad a cada
25
que se expandieron por toda Bolivia a comienzos del siglo XXI y de aprender lo que
nos enseñan, una vez más, sobre la emancipación humana.
Para desarrollar esta tarea, una posibilidad es avanzar escudriñando los momentos más
caóticos de la fisura social, moviéndonos sin ninguna rigidez a través de tres niveles de
análisis que pueden, quizá, ayudarnos a distinguir lo que sucede:
i) ¿Cuáles hombres y mujeres dentro de una sociedad deciden luchar y cómo lo
hacen?
ii) ¿Cómo se organizan y qué discursos emiten?
iii) ¿Cuál es el espacio de sentido que inauguran?
Transitando de manera fluida entre estas tres cuestiones, a lo largo del libro bosquejaré
algunas ideas sobre cómo, durante los años de movilización en Bolivia, se produjeron
rupturas profundas con dos de las formas políticas emblemáticas del siglo XX: el
estatismo y el liberalismo. Las oleadas de movilización, confrontación y gestión
autónoma parcial de la vida y del asunto público rompieron entre 2000 y 2005, de
manera intermitente, tanto la restringida figura del ciudadano votante, limitado en el
ejercicio de sus derechos al privilegio de la propiedad privada y en su participación
política a la existencia de partidos tan caro a la democracia procedimental; como la
imagen del militante corporativo, adscrito a algún tipo de forma organizativa sectorial,
laboral o partidaria estable, donde lo que cuenta es la fidelidad a una serie de prácticas y
estructuras institucionalizadas y jerárquicas que en su sedimentación configuran un
Estado. Durante esos cinco años, en Bolivia se visibilizó y expandió la producción
colectiva, caótica e intermitente, de una democracia comunal y plebeya, que ocurre en
las asambleas, en los bloqueos de caminos y en las barricadas; forma democrática de la
acción y de la gestión de la vida social que, sin embargo, ha ido siendo paso a paso
devaluada simbólica y prácticamente, durante los años del gobierno de Morales, por los
profesionales del Estado, de la decisión política y la voz pública. Documentar y
reflexionar sobre tales rupturas es las contribución que pretendo hacer a la
emancipación social, entendida como constelación conceptual. Finalicemos esta larga
introducción con nuevas consideraciones sobre esta crucial cuestión.
VIII
"movimiento social", sino que propone la noción "sociedad en movimiento" para estudiar, justamente, las
formas, intensidades y modos del despliegue del antagonismo. Este camino me parece sumamente fértil.
26
Según el Diccionario de la Real Academia, "emancipación" es la "acción y efecto de
emancipar o emanciparse". Y el verbo "emancipar" tiene dos acepciones: "a) libertar de
la patria potestad, de la tutela o de la servidumbre; b) liberarse de cualquier clase de
subordinación o dependencia". Estas dos acepciones del verbo emancipar remiten a
romper una relación de sujeción. 29 Otra distinción posible en el verbo "emancipar" se
encuentra en si se considera tal acción como reflexiva -X se emancipa a sí mismo de Y-,
o sí ésta ocurre sobre un segundo término -X emancipa a Y. Para pensar la noción de
emancipación social, en este trabajo se asume, tal como señaló Marx del proletariado, la
primera posibilidad: así como "la emancipación de los trabajadores será obra de ellos
mismos", igualmente la noción de "emancipación social" que me interesa discutir no
puede pensarse sino como acción de un verbo transitivo y reflexivo, es decir, donde el
sujeto que actúa se ocupa de sí mismo. 30
Desde el punto de vista etimológico, el término "emancipar", según Toni Dómenech,
significa literalmente "quitarse de encima la mano del amo" -o del Padre o del Señor:
Pues "emanciparse" -liberarse de la tutela paterna- es "hermanarse": emancipado
de la tutela de mi señor no sólo podré ser hermano de todos los "menores" que
compartían la cotidianidad conmigo bajo la misma tutela señorial; podré ser,
además, hermano emancipado de todos aquellos que estaban bajo la tutela y la
dominación de otros patriarcas. (Doménech:14)
29
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, XXI edición, Madrid, 1992. En el
diccionario de Larousse, por su parte, son sinónimos de "emancipar": 1) liberar, independizar, libertar,
redimir, manumitir 2) desvincular, separar. Los antónimos de la primera acepción, por su parte, son:
dominar, colonizar, someter, esclavizar; y de la segunda, sujetar y retener. Considero conveniente tener
presentes estas variantes del significado de la palabra a lo largo del argumento. Tomo 2 del Consultor de
Larousse sobre sinónimos y antónimos. Ediciones Larousse, Barcelona-México D.F., 1ª edición.
30
En este mismo sentido puede leerse la afirmación de Raul Zibechi: “hablar de emancipación supone
remitirse a un sujeto social capaz de autoemanciparse, tarea que sólo puede hacerse realidad desde la
autonomía” (Zibechi, 1999: 15)
27
Hay una gran cantidad de material escrito sobre este tema y sobre algunas otras
cuestiones conexas, como son la "revolución" y el "comunismo". No es mi intención,
por ahora, presentar una versión ordenada de dicha discusión. Más bien, mi objetivo es
brindar algunos elementos del contenido del término "emancipación", entendiéndolo
como una noción abierta, negativa y particular en torno a la cual bosquejar una
"constelación conceptual". Según Adorno, “conocer al objeto en su constelación es
saber el proceso que ha acumulado” o, dicho de otra manera:
Percibir la constelación en que se halla la cosa es lo mismo que descifrarla –a la
cosa- como la constelación que lleva en sí en cuanto producto del devenir
(Adorno, 1966: 166)
Ahora bien, uno no puede reflexionar sin algún tipo de malla conceptual. En tal sentido,
considero que para pensar lo relativo a la emancipación conviene partir de ciertas
experiencias históricas de lucha sistematizadas en formulaciones filosóficas. En
particular asumo, con Holloway que hay que reflexionar sobre lo relativo a "cambiar el
mundo sin tomar el poder". Para ello, un primer paso es romper con la noción de
"cambio social" escrita dentro de la llamada "estrategia revolucionaria" vigente durante
el siglo XX -que ya hemos discutido pero que ahora presentamos de manera resumida.
Esquemáticamente, la llamada "estrategia revolucionaria" que daba contenido a una
cierta idea de cambio a partir de la noción de lucha por la toma del poder, consistía en
construir organizaciones altamente cohesionadas internamente, jerárquicas y
disciplinadas que pudieran organizar en torno a sí -y por supuesto, dirigir- el conjunto
de luchas sociales en un determinado país. Por lo general, a partir de esta finalidad la
actividad partidaria de corte revolucionario distinguió, calificó y buscó subordinar las
acciones, perspectivas e intenciones de las luchas locales y de los diversos
conglomerados de hombres y mujeres en sus múltiples luchas particulares. La noción
clave de esta estrategia era la confrontación radical y ordenada contra el Estado, con la
finalidad de desplazar a los segmentos sociales que ocupaban sus instituciones para,
posteriormente, trastocarlas en una prolongada acción de arriba hacia abajo. En este
sentido, los fundamentos lógicos de este argumento consisten en fijar la existencia -y
conceptualización- de, al menos, dos entidades específicas, distintas y confrontadas: el
Estado y el partido revolucionario y en dar cuenta de su "colisión". La noción de
"cambio" revolucionario queda en medio de este razonamiento, constreñida a: a) la
modificación del conjunto de ocupantes del aparato estatal; y b) la noción de
28
destrucción de las instituciones y relaciones de mando previas y de la construcción de
unas nuevas. 31
Ahora bien, si partimos de la premisa contraria, es decir de que el significado de
"emancipación social" consiste en "cambiar el mundo sin tomar el poder", entre otras
cosas es necesario romper con la ambición universal moderna de la definición general y,
simultáneamente, abdicar del punto de vista de la totalidad. Intentaré hacer esto en una
serie de tesis que bordearán el significado de "emancipación social" a modo de
constelación. Para fines argumentales modifico la tesis de Holloway de la siguiente
manera: “la toma del poder no es condición ni necesaria ni suficiente para cambiar el
mundo”.
Si emanciparse consiste en cambiar el mundo y viceversa, esto es, si la emancipación
es, ante todo, actividad política y práctica colectiva de transformación del mundo,
entonces es praxis de trastocamiento y fuga: trastocamiento material y simbólico del
orden existente y fuga de los contenidos semánticos y simbólicos que nos preceden y
que dan existencia material y significado a lo instituido. Por tanto, emanciparse consiste
básicamente en realizar en común acciones de resistencia y lucha para transformar las
relaciones sociales, económicas y políticas habilitando la decisión colectiva autónoma y
la regulación de la convivencia social con base en tales modos de decidir.
Actualmente, las luchas emancipativas ocurren en medio de relaciones capitalistas
neoliberales y bajo el orden político encarnado en estados nacionales cada vez más
transnacionalizados. De ahí que, en cierto sentido, el significado y los resultados de las
luchas emancipativas recientes sean ambivalentes, desconcertantes y hasta confusos. 32
31
Para una discusión más detallada sobre esto puede revisarse la compilación de Tischler y Bonefeld, A
100 años del ¿Qué hacer? Leninismo, crítica marxista y la cuestión de la revolución hoy (Tischler y
Bonefeld, 2003). Para una discusión sobre el tema en Bolivia, puede revisarse Gutiérrez et al, El fantasma
insomne. Pensando el presente desde El Manifiesto Comunista (Gutiérrez et.al, 1999).
32
La formulación más clara de esta apreciación la expresaron Miguel Guatemal y Pablo Dávalos,
ecuatorianos ambos, dirigente de organización de la CONAIE el primero y académico y luchador social
cercano al movimiento indígena el segundo, quienes en el contexto de las “II Jornadas Andino
Mesoamericanas. Movimiento indígena: resistencia y proyecto alternativo” en La Paz, Bolivia en marzo
de 2006, señalaron que en el Ecuador las reiteradas sublevaciones y movilizaciones indígenas han logrado
“triunfos que enmascaran derrotas”. Ambos transmitían la colectiva experiencia de haber vivido “la
euforia del triunfo colectivo” que, posteriormente, adquiere un significado de fracaso, se tiñe de una
desagradable experiencia de frustración. En particular, se referían a la movilización y toma indígena de la
ciudad de Quito en el 2000 contra la “dolarización de la economía”, cuando la fuerza del levantamiento
ocasionó la caída del presidente y la casi desaparición de las instituciones partidarias de mediación
política. Amargamente señalaban, sin embargo, que “tras el derrocamiento de Mahuad, la dolarización se
quedó entre nosotros”. Algo muy similar a esto es lo que relatan los participantes de los movimientos
sociales argentinos más importantes del 2000 y 2001 y, en cierta forma, es análogo a lo que se vive hoy
en Bolivia. En este sentido, la reflexión filosófica sobre el significado profundo de las acciones sociales
para entender lo que se expresa en el enunciado “triunfos que enmascaran derrotas”, es un tema relevante
que está pendiente en el balance de las luchas recientes en América del Sur.
29
En la última década, los diversos movimientos sociales han sido capaces de derribar
gobiernos y de poner límites a las acciones de saqueo y dominación neoliberales. En tal
sentido, las luchas recientes de los movimientos sociales en América Latina han sido
luchas emancipativas: han abierto cauces para que la sociedad, de manera directa,
intervenga en el asunto político estableciendo vetos a los distintos planes de los
gobiernos neoliberales. Sin embargo, una gran parte de tales planes sigue vigente y el
orden social de explotación y exclusión económica y política sigue en pie; peor aún,
aparenta haber conseguido un respiro a través de los distintos gobiernos “progresistas”
en América Latina.
Ahora bien, las luchas sociales y los levantamientos indígenas de la última década han
exhibido los profundos quiebres, desigualdades y antagonismos que desgarran a las
sociedades de los países de nuestro continente. Tales fracturas, al quedar explícitamente
expuestas por la movilización y el levantamiento indígena y popular en Bolivia
consiguieron el brusco colapso político e institucional de la clase dominante que, sin
embargo, rápidamente ha logrado una vigorosa reconstitución en marcha.
De esta manera, en la experiencia boliviana, se ha mostrado la fuerza de la inercia de la
dominación estatal y del orden del capital que dificulta, entrampa o inhibe el conjunto
de posibilidades abiertas para cambiar el mundo en medio de tales acciones de
insubordinación e insurgencia. Mi reflexión, pues, se dirige a pensar, justamente, las
dificultades para cambiar el mundo, transformando las relaciones sociales y políticas
heredadas, para que los hombres y mujeres de la sociedad llana logren construir auto-
gobierno a partir de sus propias organizaciones naturales. 33 De todo lo anterior, una
primera afirmación:
• De la estrategia de toma del poder (ETP) de corte revolucionario clásico, o de su
versión ligera de ocupación del aparato de gobierno mediante elecciones en medio
del horizonte de una próxima Asamblea Constituyente, no se deriva de forma
directa la emancipación social. 34
Y no se deriva de manera directa porque, sencillamente, la emancipación social consiste
en algo distinto a que un conjunto de personas, más o menos cercanas política y/o
33
“Construir autogobierno” es una forma de nombrar los desafíos que algunas fuerzas sociales ven frente
a sí mismos tanto en el Altiplano aymara como en el valle de Cochabamba. Es también, en cierta medida,
lo que los rebeldes zapatistas han comenzado a levantar en el territorio que ocupan en Chiapas, México, a
través del funcionamiento de los Caracoles. Este importante aspecto de la lucha emancipativa merece
también una reflexión específica.
34
Esto es lo que actualmente está ocurriendo en Bolivia y ya se escuchan voces que hablan del éxito de la
"estrategia boliviana" que "combina" la movilización social con la participación electoral.
30
étnicamente a los contingentes insurgentes, se ocupen de administrar el entramado
institucional de una sociedad “a favor del pueblo”. 35
Con más frecuencia de la que sería deseable, la ocupación electoral del aparato de
gobierno e incluso la toma del poder estatal por la vía revolucionaria han obstaculizado
la profundización del despliegue transformador y emancipativo de la acción humana de
insubordinación que, justamente, es la que abre la oportunidad política para que algún
partido o fracción partidaria llegue al gobierno, o para que una organización se haga del
control del Estado.
Más aun, el conjunto de experiencias concretas en las que ha ocurrido la ocupación del
gobierno o del Estado por algún partido revolucionario o “popular” ha significado el
declive tendencial de la capacidad colectiva de intervenir en el asunto público –lo que
constituye una parte importante de la lucha emancipativa contemporánea. 36 Esta
constatación, sin embargo, no permite concluir de manera tajante que, en toda ocasión,
es decir, para cualquier caso histórico, la ocupación del gobierno o el Estado por alguna
fracción de la población movilizada sea contraproducente y frene la lucha por la
emancipación.
En este sentido y en términos estrictamente analíticos, para clarificar la reflexión es
posible sostener que ambas cuestiones son lógicamente independientes una de otra.
Aunque en términos político-práctico concretos tal afirmación deba ser matizada. Es
decir, lo que se constata es, únicamente, que la acción colectiva emancipativa y su
práctica profunda de transformación de las relaciones sociales, económicas y políticas
necesita pensarse por un cauce distinto y separado de la lucha partidaria por la
ocupación del gobierno y del Estado dado que discurren por vías y tiempos distintos.
Estos dos conjuntos de acciones sociales son distintos, ajenos; pese a que ambos
guarden cierta relación entre sí porque es a partir de sus diversas acciones como se
35
Para reflexionar sobre la diferencia entre la “multitud” como sujeto de la acción emancipativa y el
“pueblo” como “objeto de gobierno”, una distinción pertinente y fértil es la que presenta Paolo Virno
entre “multitud” y “pueblo”. Para él, “multitud”, entre otros significados, es el “conjunto de ´individuos
sociales´” que llegan a la individuación como culminación de un complejo proceso de singularización y
que, por tanto conservan abiertos sus rasgos plurales y heterogéneos. Por su parte, el término “pueblo” se
refiere a la complicada confección moderna de una supuesta “voluntad general”, homogeneizadora y
unificante, que está a la base de la gestión del gobierno unitario. Ver, Paolo Virno, 2003.
36
Por aquí se puede entender el papel de los “gobiernos progresistas” y su significado actual en América
Latina. En cierta medida, tales gobiernos progresistas funcionan también –de ninguna manera
únicamente- como una especie de maniobra contrainsurgente, pues refuerzan las instituciones colapsadas
en el período de los levantamientos y las insurrecciones, reconstruyendo los tiempos y espacios estatales.
A partir de sus acciones y más allá de sus discursos, reeditan y afianzan ciertas relaciones de mando que
no tienen nada que ver con lo horizontal, autónomo y asambleísta; sobre todo en la medida en que re-
instalan de manera confusa la escisión entre gobernantes y gobernados reforzando el monopolio de la
decisión política anteriormente en jaque.
31
constituye la realidad política en un lugar y tiempo determinados; de tal manera que lo
que ocurre en uno de estos espacio-tiempos políticos no es irrelevante para lo que
suceda en el otro y viceversa.
En una reunión de la Coordinadora del Agua en Cochabamba, el 11 de marzo de 2006,
recién instaurado el gobierno de Morales, esta problemática quedó planteada del
siguiente modo: “la cuestión de cómo ejercer el gobierno es actualmente el problema
del MAS; la cuestión que sigue estando frente a nosotros es el problema del poder, de su
disolución y trastocamiento”.
Esta forma de plantear las cosas tiene varias virtudes:
i) En primer lugar, coloca en su justo lugar el problema del sujeto de la
emancipación social, distinguiendo entre la sociedad llana, diversa y múltiple
que tiene ante sí el problema de la disolución del poder-imposición y la
peculiar corporación que temporalmente ocupe el aparato del gobierno.
37
En los últimos años, los gobiernos progresistas de América Latina han emprendido acciones para
reconstruir el entramado institucional debilitado por las movilizaciones anteriores. En general, para poder
“restañar las heridas sociales” pretendiendo que construyen “un” sólo país anteriormente fracturado, se
han apropiado de los quiebres sociales más profundos en cada sociedad determinada: en Argentina apelan
a la herida que dejó la guerra sucia de los 70 y 80 y en Bolivia ponen énfasis en la cuestión indígena.
38
En el caso mexicano ocurre exactamente lo contrario y de ahí su carácter abiertamente conservador: las
elites empresariales son quienes hoy directamente ocupan las instituciones gubernamentales y detentan la
prerrogativa de la decisión política
32
pendientes es, sin duda, otra cosa, otro tema, tal como contribuye a aclarar la distinción
hecha en la Coordinadora del Agua de Cochabamba. Otra formulación igualmente
contundente, en consonancia con lo anterior, es el planteamiento zapatista de la
existencia no de una sola forma unificada y única de política sino de dos clases de
política: la oficial y “la otra”, aunque por lo pronto, no tengamos muy claro en qué
consisten los rasgos prácticos de esta "otra" forma.
ii) En segundo lugar, la formulación de Cochabamba distingue entre las tareas de
administración y gobierno de las instituciones heredadas y los desafíos de
quienes se empeñan en la emancipación social que, a estas alturas, no pueden
desentenderse de la reflexión sobre el poder y lo político. Esto es, el problema
del poder, de lo político, de la construcción del autogobierno sobre la base de
la autogestión de los bienes comunes y la riqueza social, está frente a las
luchas sociales de la última década exigiendo respuestas sobre las maneras en
las que puede regularse la convivencia colectiva de forma no liberal, ni basada
en la representación delegada ni en la enajenación de la voz propia y de la
capacidad directa de decidir sobre el asunto común.
39
La noción horizonte de deseo también es tributaria de la teoría de Bloch quien sugiere: “El impulso se
manifiesta, en primer término como ‘aspiración’, como apetencia en algún sentido. Si la aspiración es
sentida, se hace ‘anhelo’, el único estado sincero en todo hombre. El anhelo es menos vago y general que
el impulso, pero, al menos, está claramente dirigido hacia el exterior […] (Para que el anhelo pueda ser
satisfecho) tiene que dirigirse claramente a algo. Así determinado, cesa de moverse en todas las
direcciones, y se convierte en una ‘búsqueda’ que tiene y no tiene lo que persigue, en un movimiento
33
formulación de la CONAIE que afirma que “obtenemos triunfos que enmascaran
derrotas”. También se muestra en la analogía expresada por un poblador del Barrio 1º
de Mayo de Cochabamba, quien enuncia en relación al actual proceso político boliviano
que: “nosotros no queríamos construirnos un cuartito en la casa de ellos sino
construirnos otra casa”. O finalmente, con más nitidez se exhibe en el señalamiento de
Eugenio Rojas, actual alcalde de Achacachi y “kamayu” –organizador guerrero- de los
levantamientos aymaras entre 2000 y 2005, quien insiste en que “hemos sabido destruir
instituciones pero no hemos podido construir otras nuevas”. En esta última formulación,
además, se expresa con claridad la dificultad para expresar la ambición de que sea “la
propia manera de hacer las cosas” la que se consagre como legítima y legal.
Para poder pensar estas cuestiones, vale la pena reflexionar acerca de la doble
naturaleza del tiempo bajo el orden del capital. Hasta ahora es posible distinguir entre al
menos dos temporalidades distintas: el tiempo de lo cotidiano y el tiempo de la ruptura,
esto es, del quiebre de lo cotidiano. Por lo general, en las culturas tradicionales el
tiempo de lo cotidiano se pauta y se rompe por la fiesta. Y por eso las movilizaciones y
las luchas, cuando son realmente desde abajo, se parecen a las fiestas, son empresas
colectivas donde lo que se ha acumulado en tiempos normales, se derrocha en busca de
algún objetivo decidido en común. Así, resulta que el tiempo de quiebre de lo cotidiano,
sea en la fiesta o sea en la rebelión, está habitado por lo colectivo, lo tumultuoso, lo
inédito, lo excesivo y lo riesgoso.
Sin embargo, durante el tiempo de lo cotidiano, cada quien, cada individuo, cada unidad
doméstica, cada comunidad, sindicato, barrio o colonia, está ocupada en su asunto
productivo y administrativo local de manera singular, por lo general, con base en
conductas repetitivas y conocidas que marcan este tiempo como pronosticable, como
quieto. Este tiempo es el que, con mucha mayor facilidad, queda sumergido y es
fagocitado por el tiempo de la normalidad estatal. Si los tiempos de ruptura política de
lo cotidiano por parte del Estado y su dominio son los tiempos de la llamada “fiesta
electoral”, que por lo general se contraponen a los tiempos del exceso disruptivo y
festivo del levantamiento social, el tiempo normal del Estado se impone a partir de la
permanencia de lo que se suele llamar “normatividad”; es decir, el modo aceptado como
ordenado, deseable e impuesto como legal de hacer las cosas cotidianas en su minucia,
hacia un objetivo”. La ausencia de horizonte de deseo la entiendo, justamente, como ese moverse
actualmente el movimiento de insubordinación en todas las direcciones, lo cual lo fortalece en cierto
sentido, pero lo debilita en otros (Bloch, 1959:74).
34
que está teñido de la lógica dominante y la traslada hacia los vasos capilares del sistema
estatal. Sobre estos temas vale la pena ahora esbozar algunas ideas pues ahí se condensa
un aspecto decisivo de la “cuestión del poder”.
• La emancipación social –entendida, insistimos, como un conjunto infinito aunque
discontinuo, cambiante e intermitente de acciones colectivas de insubordinación,
autonomía y, tendencialmente, de autogobierno y no como un punto de llegada o
como la conclusión de un proceso acumulativo previo- consiste básicamente en
inaugurar un espacio-tiempo distinto tanto en lo económico y social como en lo
político, en contraposición y fuga al orden del capital y del Estado. Espacio-tiempo
autónomo que puede o no anclarse territorialmente, en el cual prevalezcan al menos
ciertos aspectos de tres rasgos de regulación no estatal y no capitalista de la
convivencia que han sido enarbolados hasta ahora por los hombres y mujeres en
lucha: el asambleismo deliberativo para la toma de decisiones, la horizontalidad
como rasgo organizativo fundamental y la rotación como mecanismo para designar
a quien debe realizar una función organizativa específica dentro del cuerpo colectivo
en movimiento.
40
En Bolivia, en los últimos años, la lucha contra el Estado se ha basado en una exitosa capacidad de
controlar el espacio; la cuestión actual es la lucha por la reapropiación del tiempo y por el derecho a
establecer las pautas que lo marcan. En México, la lucha zapatista y del movimiento indígena ha tenido
éxito al emprender sus acciones en un tiempo que puede pensarse como “autónomo”. En estos momentos,
la cuestión central en México es una lucha por la reapropiación del espacio, del territorio.
41
De alguna manera, este sería un buen modo de describir con un gran nivel de generalidad, la forma de
vida del entramado indígena comunitario andino más denso y sólido, que disfruta todavía de una gran
autonomía y de cierta capacidad de expansión relativa. Por su parte, en relación a la lucha de los pueblos
35
Este antagonismo por un “tiempo otro” y por un “espacio otro” se devela claramente en
momentos de intensa confrontación social. Sin embargo, tal antagonismo se diluye –
aunque pervive- en los “tiempos normales del Estado”, es decir, en los “momentos de
paz”, cuando se aquietan las aguas de la confrontación social explícita. Tal inercia del
“tiempo normal del Estado” es, quizá, uno de los más grandes obstáculos para la
emancipación, sobre todo porque su presencia y existencia es aparentemente intangible
o, cuando se hace visible, se la admite sin demasiadas objeciones al atribuírsele un
carácter casi natural.
Entre los testimonios que podemos documentar para expresar esta domesticación y
captura de la fuerza emancipativa de la población movilizada por la inercia estatal
desplegada en el tiempo, están las afirmaciones de Eugenio Rojas, encargado aymara
del Cuartel de Qalachaqa en la zona de Achacachi y hoy alcalde de esa ciudad quien
afirma:
“estamos presos de estas instituciones, aquí todo es con papeles y todo el tiempo
hay vigilancia... Nosotros hemos sabido destruir instituciones pero no hemos
sabido construir nuestras instituciones propias... Y ahora las organizaciones
sociales [aymaras] vamos a estar afuera [de la Asamblea Constituyente]
ladrando como un perro”.
Al señalar que “no hemos sabido construir instituciones” lo que se muestra, es que
Rojas no alcanza a postular la propia manera ancestral de hacer las cosas como la
forma legítima de diagramar los procedimientos del mando político y de la
“normatividad”. Rojas, lúcido represenante de los luchadores aymaras de los últimos
años, no afirma que los mecanismos de deliberación y organización de la cooperación y
la regulación de la vida productiva, política y ritual, que brotan desde las comunidades
son las insituciones que debieran, en algún momento, ser reconocidas como
legítimamente gubernamentales. Hay en esta formulación una dificultad que
exploraremos con detalle en algunos capítulos de este libro.
Por su parte, según palabras de Oscar Olivera expresadas en 2006, en diversas
asambleas y reuniones de la Coordinadora del Agua de Cochabamba se deliberaba
entonces la posibilidad de “construcción de municipios autónomos”. Tal discusión
ocurría, obviamente, antes de que la fundamental cuestión de la autonomía quedara
indígenas mexicanos, Francisco López Bárcenas sugiere la siguiente formulación: “la resistencia es el
esfuerzo colectivo de los pueblos por no dejar de ser lo que han sido. La lucha es el enfrentamiento por no
permanecer en el lugar en el que son colocados” (comunicación personal con López Bárcenas, marzo de
2006).
36
secuestrada como clave central del discurso de la recomposición de las clases
dominantes principalmente del Oriente del país, así como de la derecha política:
“(Pese a no estar conformes con la Ley de Convocatoria a la Asamblea
Constituyente en Bolivia...) el reto continúa siendo el ‘autogobierno’. Es posible
comenzar ‘constituyendo-armando’ los municipios autónomos, porque si vamos a
ser autónomos no es posible ceñirnos a las leyes antiguas. Nuestras formas
organizativas propias tienen que ser ‘legales’ y nuestras maneras de autorregularnos
y de ejercer control también tienen que ser legales. Lo nuestro tiene que convertirse
en ‘eje legal’ –y no sólo legítimo- del funcionamiento del país 42 ”.
Se trata pues, no solamente de pensar en nuevos diseños institucionales que, ahora sí,
favorezcan la participación más amplia de la población. Se trata, ante todo, de ocupar
espacio y de que las prácticas no estatales que regulan la convivencia social y la lucha
en zonas excluidas, marquen el ritmo del tiempo dotando de un nuevo sentido al
término “legalizar”. Con un carácter de concreción mucho mayor estos temas también
fueron abordados por los vecinos de la Zona Sur de Cochabamba, organizados en sus
comités independientes y cooperativas de agua potable, quienes todavía durante 2006
trabajaban en la toma de acuerdos sobre los siguientes objetivos: 43
i) Abrogación de la Ley de Participación Popular 44
ii) Manejo y decisión colectiva y autónoma sobre los recursos públicos.
iii) Validez plena de los acuerdos tomados por Cabildo o, en su defecto, realización
de reuniones públicas del Concejo Municipal.
iv) Rechazo a los mecanismos clientelares y nepotistas para el funcionamiento de la
Alcaldía. Estos mecanismos son, entre otros, la obligación de realizar
licitaciones para la construcción de obras, de acatar el registro oficial de las
empresas, de contar con un NIT –registro oficial para pagar impuestos, etc.
v) Entrega de cuentas claras sobre los fondos públicos manejados en la Alcaldía,
pero de acuerdo a los usos y costumbres. Que sean los contadores del Estado los
que aprendan de nuestra forma de llevar las cuentas, no al revés.
42
Palabras de Oscar Olivera expresadas en una asamblea de la Coordinadora del Agua realizada en
Cochabamba el 11 de marzo de 2006.
43
Reunión con el “Comité de agua potable” del Barrio 1º de mayo, el 10 de marzo de 2006. Este conjunto
de puntos constituyen un resumen de las distintas participaciones de más de 40 dirigentes de ASICA-Sur
en una reunión ampliada la noche del 10 de marzo de 2006. ASICA-Sur es la “Asociación de sistemas
independientes y cooperativas de Agua Potable de la Zona Sur de Cochabamba” que están deliberando
acerca de la pertinencia de constituirse en un Municipio autónomo y de qué significa eso en términos
concretos.
44
La Ley de Participación Popular es un cuerpo legal que, entre otras cosas, promovió la
descentralización de una parte acotada de los recursos públicos y la transferencia de múltiples funciones
anteriormente centrales a las Alcaldías. Los recursos que se distribuyen son pocos y las funciones a
realizar están fuertemente reglamentadas. Esta ley promulgada en 1995 durante el primer gobierno de
Sánchez de Lozada fue aplaudida por los apologistas de la democracia procedimental-liberal, quienes la
calificaron de “acción democratizadora del Estado”. La población de las villas y municipios, sobre todo
rurales y/o más pequeños, en poco tiempo comenzó a percibirla como el vehículo de un entrometimiento
estatal a nivel municipal, calificándola de límite para la decisión por usos y costumbres.
37
Es muy claro que el problema que enfrentaban a comienzos de 2006 los vecinos de
Cochabamba y sobre lo que discutían, no es ni cómo apoyar u oponerse al gobierno de
Evo, ni cómo “estabilizar” la vieja estructura de dominación con modificaciones
secundarias. La cuestión de fondo que ocupaba por entonces su atención era cómo
expandir y legalizar las formas colectivas propias de decisión y gestión. El problema
principal era, o bien cómo construir “nuevas” instituciones; o bien cómo “escapar” de
las lógicas que impregnan a las anteriores instituciones en momentos de “calma”. En
todo caso, el problema central es sin lugar a dudas, la estabilización en el tiempo de
prácticas políticas comunitarias territorialmente asentadas, que permitan la regulación
de la convivencia con base en otras lógicas políticas y en otros criterios éticos. Una vez
más: “No se trata de que nos hagamos un cuartito en la casa de ellos, se trata de que
construyamos una nueva casa”.
• Finalmente, la cuestión de refundar un país distinto, que es uno de los nombres del
horizonte emancipativo contemporáneo, pasa por sustraerse del entramado
conceptual y normativo heredado, esto es, por afianzar los cimientos, legitimar y
generalizar una forma de razonamiento y argumentación distintos y por legalizar las
prácticas sociales directas de autorregulación de la convivencia.
Según Silvia Rivera, el “ámbito de la nación es una camisa de fuerza de la lucha
indígena y popular en Bolivia”, no sólo porque se funda en una “ciudadanía
restringida”, sino porque en la idea de nación y por supuesto, en el Estado nacional, se
sedimenta “el monopolio de nombrar y normar”.45 Rivera tiene razón cuando señala que
en nuestros países, el monopolio de nombrar y de normar que detentan las elites, aunque
intermitentemente cercadas por la insubordinación de las multitudes indígenas y
populares, es una pesada ancla que fija en el pasado las relaciones sociales y que
dificulta y entrampa la producción colectiva de horizontes políticos. Habitamos en un
universo de sentido ajeno, y las luchas se despliegan en él.
Hasta ahora, la producción del sentido común de la disidencia en Bolivia se ha realizado
básicamente en los tiempos de confrontación. Ha sido en medio del despliegue explícito
del antagonismo social –en “guerra”- y casi siempre bajo formulaciones negativas -
contra la erradicación forzosa de la coca, contra la privatización del agua, contra la
venta del gas en las condiciones impuestas por las transnacionales, etc.-, cuando se han
45
Silvia Rivera, “La nocion de “nación” como camisa de fuerza de los movimientos indígenas”, en
Movimiento indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo en Escárzaga-Gutiérrez, 2006
38
generado los acuerdos deliberativos más profundos. Una excepción a esto es la llamada
en Bolivia, “Agenda de Octubre”, en donde se sintetizan en positivo los objetivos
multitudinarios de reapropiación de los recursos hidrocarburíferos y de otros bienes
comunes entregados a las transnacionales, y de realización de una Asamblea
Constituyente soberana, fundacional y sin mediación partidaria. Sin embargo, cuando la
población insurrecta le pone nombre a su deseo, cuando expresa contundentemente su
mandato, entonces entra a funcionar la “normatividad” para capturarlo y ceñirlo al
pasado.
Comenzando por el idioma en el que está hecha la ley y siguiendo por los conceptos que
se emplean en ella, no hay neutralidad alguna en el sistema normativo. En los marcos
legales liberales no caben categorías como la de la “propiedad pública-social” y no se
puede reconocer a corporaciones “privadas” el derecho a establecer multas, ni se
entiende que el derecho de participar está íntimamente ligado a la obligación de
participar y al hecho de habitar. Sin embargo, “propiedad pública-social” es el nombre
que le pusieron al tipo de empresa de agua potable que los vecinos de El Alto querían
construir para sí mismos cuando finalmente se fue la transnacional Suez-Lyonnese des
Eaux. El calificativo sirve para distinguir lo que desean: no quieren que la empresa sea
pública-municipal en el sentido tradicional, esto es, gestionada por grupos de técnicos
ajenos y por equipos burocrático-administrativos de corte partidario. Tampoco quieren,
por supuesto, que sea privada. Quieren implementar un tipo de propiedad colectiva
directa, y de posesión y gestión diferenciada, similar a cómo se organizan las demás
tareas “públicas” en las comunidades y en los barrios de la ciudad de El Alto. 46
En relación al derecho y obligación de participar conexo con el hecho de habitar que en
muchas comunidades aymaras y qhiswas es el fundamento de la posesión individual de
una porción de los bienes comunes –en este caso, tierra y agua-, este principio
sencillamente no concuerda, no cabe, en la normatividad liberal sobre tenencia de tierra
ni es admitido como legítimo para regular la propiedad de los bienes inmuebles. ¿Cómo
entonces se transforma la estructura de la propiedad? ¿Bajo qué marco conceptual se
enuncia un horizonte de deseo, si antes de ello se tiene que producir una gigantesca
acción de éxodo semántico? 47
Por otro lado, en relación a la forma de la representación política sucede algo similar.
46
Sobre las formas organizativas alteñas ver, Mamani (2005), Raúl Zibechi (2006).
47
Para Virno, el “éxodo [...] modifica las condiciones en que la protesta tiene lugar antes que
presuponerlas como un horizonte inamovible”. En la formulación “éxodo semántico” recupero esta idea
para el universo del significado (Virno, 2003:72).
39
Por “ampliación democrática”, desde el Estado se entiende organizar más y más
elecciones siempre ciñéndose a la mediación partidaria. Incluso el mecanismo del
referéndum vinculante adquiere una forma liberal, pues el gobierno conserva para sí,
entre otras cosas, la prerrogativa de formular la pregunta a ser consultada. Frente a esto,
¿cómo se legalizan el tipo de prácticas políticas que no caben en el entramado
conceptual y mucho menos en el andamiaje normativo de la república heredada? ¿Cómo
se “legaliza” al tipo de instituciones políticas comunitarias originarias y a las nuevas
asociaciones urbanas basadas en formas asambleistas de consenso, con participación de
carácter obligatorio y con dirigentes rotativos?
Para entender los eventos sociales recientes de resistencia, movilización y
levantamiento en América Latina es importante rastrear los múltiples, vastos e
intermitentes actos de insubordinación que hombres y mujeres han desplegado en los
últimos años y conocer las formas organizativas, las prácticas políticas que han
permitido tales acciones. Sólo en ellos podemos encontrar las claves para pensar la
emancipación. Para contribuir a ella, debemos ocuparnos colectivamente, entre otras
cosas, de la producción de significados que se fuguen de la cárcel de los términos, los
conceptos y las normas liberales.
Las preguntas y discusiones acerca de si estas agrupaciones y estas acciones son
meramente reformistas, o si son sólo conglomerados reunidos espontáneamente por la
necesidad o los esfuerzos partidarios y de otras organizaciones para "introducir" en esas
acciones un “discurso radical”, solamente entorpecen la comprensión de lo que se
configura como subjetividad crítica durante y después de las acciones de sublevación.
De lo que se trata, desde esta perspectiva, es de reflexionar sobre la auténtica
radicalidad de la acción llevada a cabo por conglomerados variados de hombres y
mujeres que se han ingeniado para potenciar su unificación con otras acciones y, a partir
de ahí, expandir el objetivo común.... Esta perspectiva, considero, enlaza con lo que
solíamos en otras temporadas denominar "emancipación" y trabajar en ello es, también,
contribuir a "cambiar el mundo". Mi trabajo pues, desea contribuir en algo a que el
segundo movimiento del Pachakuti, hoy parcialmente suspendido, pueda abrirse paso.
40
Primera parte
Tiempos de Rebelión:
levantamientos comunitarios y democratizaciones plebeyas
Capítulo I
La Guerra del Agua en Cochabamba: la multitud irrumpe en el espacio público
desafiando el orden estatal.
48
El “período democrático” es un término que designa el lapso de tiempo que comenzó en 1982 y se
mantiene hasta ahora, cuando terminó la época de las dictaduras militares. El primer presidente tras el
“retorno de la democracia” fue Hernán Siles Suazo. Desde entonces, todos los gobiernos han sido o bien
electos en comicios planeados con anterioridad, o en elecciones adelantadas (Paz Estensoro (1985) y Evo
Morales (2005)), o designados mediante mecanismos constitucionales de sucesión. Dada la historia de
inestabilidad política que ostenta Bolivia y la brutalidad de los golpes militares que han ocurrido, la
“conservación de la democracia” entendida como respeto a los procedimientos legales para hacerse del
gobierno es un valor compartido por amplios segmentos de la población. Sin embargo, una discusión en
torno a la democracia muy generalizada en Bolivia es la relativa a los “contenidos” de tal régimen de
gobierno.
49
La anterior ocasión en la que el "estado de sitio" fue desafiado de manera contundente y masiva fue en
el golpe de Natush Busch, el 1º de noviembre de 1979, en medio de un golpe de estado. La caída del
gobierno de Natush es conservada en el imaginario popular como el preludio de la caída de los gobiernos
militares y de la llamada "apertura democrática" de 1982.
41
las tres décadas siguientes. La población indígena y popular de ambos lados de la
Cordillera Real de los Andes no celebraba aquella fecha cívica y, más bien, se levantaba
nuevamente exigiendo ante todo, respeto a sus derechos. La cadena de mando de la
República de Bolivia comenzaba a quebrarse: las fuerzas militares en la calle, los
caminos y los pueblos no lograban acallar el descontento de la población detonado, en
lo inmediato, por la amenaza de privatización del agua. En el largo plazo, se condensaba
en la acción civil el hartazgo por una interminable cadena de agravios y saqueos.
En aquel abril inaugural, la gente expresaba su rechazo a los planes gubernamentales y
se negaba a acatar el orden estatal: lo hacía tumultuosa y desordenadamente del modo
en que ancestralmente ha aprendido a vivir, organizarse y movilizarse: a partir de sí
misma.
A lo largo de este capítulo dibujaré la manera en que se constituyó el momento de
quiebre abierto a partir del 2000. Considero que en las movilizaciones y levantamientos
más importantes de ese año, a modo de una semilla, puede encontrarse la matriz
política, organizativa y de sentido de la subsecuente "revolución social" que se desplegó
en Bolivia a lo largo de los siguientes años. En realidad, para fines de este trabajo, el
año 2000 comienza justamente en enero del 2000 y termina en algún momento a lo
largo del 2002, cuando la primera grande y enérgica oleada de insubordinación indígena
y popular aparentemente se aquieta. La intención es indagar, de manera variada, en los
rasgos básicos de esa matriz de significado que inaugura una "forma de politización"
(Tapia) y diagrama un modo de articulación social que puede, tendencialmente,
iluminar posibilidades de unificación y autorregulación social más allá de formas
estatales que desafíen, además, las lógicas de la perpetuación del capital. A lo largo de
tres secciones sucesivas, presentaré elementos de la inicial Guerra del Agua en
Cochabamba, de los levantamientos y movilizaciones indígena-comunales
principalmente aymaras del Altiplano paceño y de las movilizaciones y bloqueos de
caminos en defensa de la coca protagonizados por los cocaleros del Chapare. A lo largo
de las tres secciones de este capítulo, las preguntas centrales que recorren la exposición
son cuatro: ¿quiénes se movilizan?, ¿qué hicieron?, ¿qué dijeron? y ¿qué buscaban?
42
1. La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida: la multitud irrumpe en el
espacio público desafiando el orden estatal
43
Coordinadora queda compuesta como un espacio de coordinación y lucha para evitar el
despojo tanto del agua entendida como bien común y gestionada autónomamente por
los regantes, como de la red de distribución del agua potable hasta entonces municipal,
además de objetar los nuevos marcos legales de regulación del agua mediante
concesiones otorgadas por un ente estatal vertical e incontrolable: la Superintendencia
de Agua.
Resulta entonces que, desde su nacimiento, la Coordinadora se construye como un
espacio de encuentro entre distintos que, a partir de ciertas decisiones gubernamentales,
quedan colocados en la posición de estar obligados a superar una necesidad común: la
defensa del agua. Cada una de las partes involucradas sufre la agresión de manera
distinta y, por tanto, vive y entiende la amenaza de la ley 2029 y la concesión del
control y la distribución del agua potable de una forma específica. Sin embargo, a través
de la fundación de la Coordinadora, como espacio de deliberación por excelencia, se
logra comprender en común, en primer lugar, la específica manera en la que a cada
sector afecta lo que el gobierno está imponiendo; y en segundo, que cada una de estas
formas de sufrir la imposición estatal no es sino la manifestación específica de la
agresión general hacia todos en conjunto, hacia la sociedad llana en pleno. 51 A partir de
ese "acuerdo fundacional", poco a poco se va hilvanando una manera de superar
también en conjunto, la agresión planteada. Esta será la más importante experiencia de
la Coordinadora, aportada al acervo de la lucha boliviana reciente.
Revisemos brevemente quienes son y qué dicen algunos de los miembros de los tres
sectores que quedan enlazados en la Coordinadora, para avanzar en la respuesta a la
pregunta sobre "quiénes conforman la Coordinadora". Tal interrogante abre, desde mi
perspectiva, una mejor manera de entender en profundidad el significado del evento
social, que la pregunta "qué es la Coordinadora", aunque esta última forma de abordar el
estudio de la realidad social, en ciertos contextos, también sea pertinente.
51
En particular ver el documento "Coordinadora Departamental de Defensa del Agua y de la Vida" del 28
de enero de 2000 cuya estructura argumental tiene la siguiente forma: pregunta # 1, ¿Cuál es el problema
del agua en Cochabamba?, es decir, establecer con claridad el problema a superar. Pregunta # 2, ¿A
nombre de quiénes habla la Coordinadora del Agua? A lo que se responde que a través de la
Coordinadora hablan los regantes, los comités de agua potable urbanos no conectados a la red central de
distribución y los usuarios de agua potable conectados a la red central. En una tercera pregunta se indaga
en "Por qué no nos conviene, en tanto población de Cochabamba, la Ley 2029 ni el Contrato de concesión
con Aguas del Tunari. [Coordinadora, 2001] La manera en la que la Coordinadora expresó sus objetivos
y sus pasos se analizará con más detalle más adelante.
44
La principal fuerza social de la Coordinadora, desde su fundación, durante la Guerra del
Agua y por varios años más, fueron los regantes de cuatro regiones de la zona de valles
interandinos del departamento de Cochabamba. 52
Los regantes, asociados en FEDECOR desde 1997 y en organismos de defensa y
gestión del agua de riego desde 1992, son la gran mayoría de hombres y mujeres que
habitan y trabajan en los valles de Cochabamba, a partir de un entramado comunitario
cuyo elemento fundamental son las unidades domésticas.
En los valles de Cochabamba existe un conocimiento local ancestral para el manejo,
gestión y cuidado del agua, que toma cuerpo en un complejo y diferenciado mosaico de
"usos y costumbres" cuyo eje principal es la autonomía para regular el uso del agua con
base en complicados acuerdos supra-comunitarios que se deciden en asambleas y se
vuelven obligatorios para todos quienes dependen y usufructúan de una misma fuente
de agua. Omar Fernández y Carmen Peredo, protagonistas importantes de la defensa del
agua, afirman lo siguiente en relación a "las formas de los derechos de agua":
Los campesinos regantes establecieron varias formas de derechos de agua, reflejadas
en los diferentes tipos de relaciones en torno a su acceso y uso; de igual forma, en el
interior de cada sistema de riego, los grupos de riego paulatinamente vienen
definiendo y consolidando sus derechos de agua. Cada una de las familias regantes
tienen consolidados sus derechos de agua, expresados en "turnos" de agua, o
determinando el acceso al agua en horas y fechas determinadas. Las obligaciones
están definidas con base en las características de los derechos (Peredo, et al: 12).
52
"Los valles de Cochabamba tienen diversas superficies ubicadas en diferentes altitudes, de las que
tomaremos en cuenta a cuatro, por su participación en el conflicto del agua: la cuenca del Valle Alto,
Sacaba, [Valle] Central y [Valle] Bajo". [Peredo et.al., 2004: 11]
45
basado en antiguas prácticas andinas de manejo del suelo y del agua bajo control
comunal, con las lógicas administrativas modernas.
Por otra parte, a partir del crecimiento de la ciudad de Cochabamba las autoridades
vieron por conveniente ampliar el suministro de agua para uso urbano. El destino del
agua, en tanto bien escaso en la región abrió un ámbito de confrontación entre
funcionarios gubernamentales de distintos niveles y usuarios agrarios de fuentes de agua
en los valles cercanos. Omar Fernández explica lo siguiente:
Los regantes estábamos de forma dispersa, no había una organización, o sea,
había organizaciones naturales, se puede decir, que ni siquiera estaban en el
sindicato campesino, sino que existían ahí con sus propios usos y costumbres,
con su distribución, etcétera; pero no se habían logrado unir. Entonces, yo que
vengo de los regantes de Tiquipaya, ahí nos preguntábamos y dijimos: ¿por qué
no nos podemos unir? Además como a partir de 1985 han comenzado a salir
leyes, entonces hemos visto que esas leyes estaban un poco afectándonos, y
entonces así y otros motivos más nos unimos. Otro motivo muy fuerte para
unirnos ha sido que la ciudad de Cochabamba ha definido perforar pozos en
nuestras comunidades para llevar agua a Cochabamba, agua potable, y esto
inclusive ha causado sobreexplotación de aguas subterráneas con daños
ambientales. En muchas de nuestras comunidades, lo primero que ha ocurrido es
que han perdido sus vertientes. Para nosotros las vertientes son ojos de agua que
afloran en la tierra y con base en esos había también sistemas de riego, pero con
lo que han hecho pozos, esos ojos de agua se han secado y la humedad también
ha bajado [...] eso ha sido el primer impacto que hemos recibido (Ceceña: 52).
53
Suyu es una palabra quechua que significa espacio o lugar. También refiere a una determinada
extensión de tierra, a determinado derecho de agua o a una cantidad de trabajo. Mita es una práctica
andina que significa turno de agua o turno de trabajo. Fue utilizada durante la Colonia como institución
para regular el trabajo obligatorio de los indígenas a las minas de plata.
46
"existencia legal" y un "nombre" moderno: la Federación de Regantes, con su
personería jurídica. 54 En sus estatutos, acordados en 1997, la FEDECOR establece que
"es la organización matriz de todos los sistemas y organizaciones de regantes de los
valles de Cochabamba, cuya principal característica es al gestión integral del recurso
agua a través de usos y costumbres", lo cual, según Carmen Fernández, significa
"respeto a las autoridades naturales, a la forma comunitaria de solución de sus
problemas en el acceso al agua o mejora de su infraestructura, el respeto a sus derechos
de agua y sus tablas de distribución" (Peredo, 2001, citado en Peredo et al: 57).
Así, al menos desde 1997, esto es, tres años antes de la Guerra del Agua, la FEDECOR
se había convertido en un interlocutor del gobierno departamental y nacional en las
cuestiones y problemas relativos al agua, obra hidráulica, sistemas de riego, etc.
Además, desde ese entonces dos importantes dirigentes de FEDECOR, Omar Fernández
y Carmen Peredo estaban realizando estudios sistemáticos del significado del sistema
tradicional de manejo de agua. Omar Fernández presentó en la Universidad Mayor de
San Simón (UMSS), la institución pública regional de educación superior, la tesis de
licenciatura "La relación tierra agua en la economía campesina en Tiquipaya", y Peredo
en el 2000, presentó también una tesis en derecho titulada "Propuesta de Reglamento
para la aplicabilidad de la ley 2066 desde los usos y costumbres", también en la UMSS.
Esto es, para el 2000 había un gran trabajo organizativo y de investigación acumulado
en la FEDECOR.
Además, hubo también al menos tres grandes movilizaciones de regantes en el período
inmediatamente anterior a la Guerra del Agua:
i) El 21 de agosto de 1998 con una concentración de casi 20 mil regantes, y
coincidiendo con una movilización cocalera donde participó Evo Morales, los
regantes hicieron entrega a la brigada parlamentaria de Cochabamba de una
"Propuesta de ley de regulación del agua por usos y costumbres".
ii) A finales de 1998 se produce la llamada "Guerra de los pozos", cuando los
habitantes del Valle Central no permiten que la empresa Servicio Municipal de
Agua Potable (SEMAPA) perfore una serie de pozos profundos y se abre un
espacio de negociación.
54
La columna vertebral de FEDECOR es la Asociación de Sistemas de Riego Tiquipaya-Colcapirhua
(ASIRITIC), fundada en 1992 y que aglutina a más de 2000 usuarios-familias. Su primer presidente fue
Omar Fernández. (Peredo et al:2004, 57).
47
iii) Finalmente, el 4 de noviembre de 1999 se realiza un bloqueo de caminos de 24
horas en la zona de Vinto y hacia Sacaba. El ejército interviene militarmente el
bloqueo y encuentra resistencia por parte de los regantes. Es justamente después
del bloqueo del 4 de noviembre y de la represión subsiguiente, que el día 12 del
mismo mes se funda la Coordinadora (Entrevista a Omar Fernández, Ceceña: 58
y ss).
48
y denunciaba de esta manera los abusos más extraordinarios. Todo este trabajo de
conocimiento de la realidad laboral bajo el orden neoliberal le permitió a Olivera
conocer las formas concretas del trabajo familiar, artesanal y organizado en pequeños
talleres, que constituye el grueso de la fuerza laboral de la región en momentos en los
que las fábricas se desangran por los despidos y la contratación anómala y en los cuales,
por eso mismo, las estructuras sindicales formales pierden capacidad de interpelación al
Estado.
A lo largo de 1998 y 1999, las sistemáticas conferencias de prensa donde Olivera hacía
conocer públicamente las duras condiciones de trabajo que la población estaba
soportando, denunciando las peores violaciones a los derechos laborales, lo convirtieron
en un referente crítico, conocido y creíble de lo que eran "los efectos" del
neoliberalismo en Bolivia, al mismo tiempo que brindaron a los fabriles un
conocimiento mucho más preciso de lo que sucedía a nivel de la sociedad llana, del
despojo y saqueo que, de manera variada, afectaba a la población en su conjunto.
Por otra parte, la Federación de Fabriles de Cochabamba contaba asimismo, desde tres
décadas atrás, con ciertos recursos materiales que fueron puestos al servicio de la
población movilizada durante la época de la Guerra del Agua: una sede sindical en la
plaza principal de la Ciudad donde funcionaría por varios años la Coordinadora del
Agua, un Complejo Deportivo Fabril donde se llevaron a cabo diversas reuniones
amplias en un estadio propio y otra serie de inmuebles que, durante la lucha por la
defensa del agua, fueron puestos a disposición de las necesidades de los distintos
sectores de la población en lucha fueran o no trabajadores fabriles sindicalizados. Este
hecho, desde el año 2000 en adelante, significó una auténtica novedad en la conducta
sindical: frente al comportamiento normal de las instancias corporativas de trabajadores
que, bajo pautas de agregación fuertemente gremial sólo utilizan los bienes de los que
disponen para la defensa de sus propios afiliados, la Federación de Fabriles de
Cochabamba abrió sus espacios para que la población "sencilla y trabajadora" en su
conjunto, con contrato formal o no, afiliada a un sindicato o no, pudiera disponer de
ellos. Oscar Olivera afirma lo siguiente:
Orgánicamente el sector obrero, como tal, como en muchas partes del mundo -y
Latinoamérica principalmente- está totalmente debilitado. Cada vez son menos
los trabajadores organizados en sindicatos y más que una participación orgánica
de trabajadores fabriles que salieron a las calles y a los caminos a bloquear, a
protestar juntamente con los otros sectores, nosotros lo que hemos aportado es
ser un referente. [...] La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida es una
organización que es una especie de sindicato ciudadano que aglutina a varios
49
sectores sociales, tanto de la ciudad como del campo. La diferencia de los
sindicatos tradicionales sería porque es como un sindicato tradicional, gremial,
pero ampliado a toda la sociedad [...] (Ceceña: 68. El subrayado es mío).
Así, resulta que la oficina de la Coordinadora, los locales para reuniones, la línea
telefónica, el Auditorio de los fabriles y su "Complejo Deportivo" fueron puestos a
disposición de la población movilizada de Cochabamba, brindándole un soporte
material muy sólido a esa especie de "sindicato ciudadano" del que habla Olivera.
Contar con todos esos medios contribuyó de manera importante a que la energía social
que se desplegaba desde el campo se unificara de manera horizontal con el malestar que
existía en la ciudad, a través de las múltiples reuniones y asambleas convocadas por la
Coordinadora.
Por otro lado, Oscar Olivera habita en un barrio de la zona poniente de la ciudad de
Cochabamba que no está conectado a la red central de distribución de agua potable. Su
casa como la de sus vecinos, se abastece de agua a partir de un sistema de agua potable
colectivo y autónomo, desde un pozo que fue perforado con base en los aportes de los
vecinos y que es gestionado de manera local. Es decir, Olivera y su familia, como
muchos otros obreros formales de las fábricas, de los dirigentes sindicales y de los
habitantes de las zonas periurbanas de Cochabamba conocían, eran miembros y habían
participado en alguno de los variados sistemas independientes de agua potable que
existen en la ciudad.
Con esa experiencia, con un gran prestigio acumulado y contando con una amplia red de
relaciones hacia la prensa y hacia sectores intelectuales y sindicales, durante la segunda
mitad de 1999, Olivera y los fabriles tomaron conocimiento del problema del agua en
Cochabamba, del contrato de concesión de la empresa de distribución de agua potable a
la transnacional Bechtel y de la amenaza que significaba la ley 2029 para los regantes y
para la población de las zonas periurbanas. De esa manera quedaron convertidos en
pivote fundamental de la Coordinadora.
50
Ambiente y el Comité de Defensa del Agua. Formados durante el año 99, cuando
comenzó a discutirse entre las élites políticas la ley de privatización del agua, ambos
grupos se consolidaron tras conocerse la información sobre la firma del contrato de
concesión de la distribución de agua potable a la empresa Bechtel, bajo el nombre de
Aguas del Tunari. Gabriel Herbas, importante dirigente de la Coordinadora, explica lo
siguiente:
[...] en 1999, nos enteramos de la suscripción del contrato con Aguas del Tunari
por parte de la Alcaldía de Cochabamba. Como asociamos temas ambientales
con temas de agua, inmediatamente percibimos el problema tanto de la
concesión como del incremento tarifario posterior. Comenzamos a investigar [...]
y en el mes de julio de 99 sacamos un primer manifiesto como Comité de
Defensa del Agua, en el cual se incorporaron una serie de entidades asociativas,
de gremios, los colegios de ingenieros civiles, de arquitectos, de economistas, de
bioquímicos y otras instancias más que así hacen conocer su voz. Precisamente
convocamos a todos estos sectores que habían sido ignorados en el proceso de
concesión a Aguas del Tunari. Esto tuvo una buena acogida porque no eran los
partidos políticos los que estaban convocando sino que eran más bien,
organizaciones ambientalistas [...] (Ceceña: 30).
La presencia de estas organizaciones fue muy importante durante los meses previos a la
Guerra del Agua, puesto que realizaron diversas campañas de difusión organizando
foros, conferencias y publicando artículos en los periódicos donde se explicaba en
detalle en qué consistía la Ley 2029 de Agua Potable y cómo en ella, se "introducía de
contrabando" (Herbas, en Ceceña: 31) un artículo que privatiza virtualmente toda el
agua del país. De la misma manera, en sus intervenciones públicas los técnicos e
intelectuales del Comité de Defensa del Agua fueron explicando al conjunto de la
población, en primer lugar, los recovecos más obscuros del Contrato de Concesión y, en
segunda y quizá más importante a la larga, la nueva estructura estatal de regulación de
los recursos naturales armada sobre la limitación de la influencia de los antiguos
ministerios sectoriales y la implantación de las llamadas Superintendencias. Esta
transformación del aparato estatal, presentada durante el primer gobierno de Sánchez de
Lozada (1993-1997) como "modernización", implementaba en Bolivia la consolidación
de mercados para ámbitos productivos y de gestión de recursos anteriormente públicos
como la energía eléctrica, los hidrocarburos, los minerales y el agua. En este sentido, las
Superintendencias -de energía, de hidrocarburos, de minas y de agua- constituían los
órganos centrales de regulación de los nuevos mercados para cada una de las
actividades mencionadas concentrando todo el poder de decisión.
51
Todo lo anterior fue discutido y explicado profusamente en foros públicos durante el
año 99, lo cual permitió que la población cochabambina comprendiera muy bien que el
Estado había abandonado su anterior obligación de atender las demandas públicas -por
ejemplo, la dotación de agua potable- para, presuntamente, constituirse en una especie
de árbitro de un mercado dentro del cual las compañías privadas venderían servicios.
Toda esta información, además, sirvió para que la Federación de Fabriles y su "Escuela
Sindical 1º de Mayo" realizaran, también, amplias campañas de explicación sobre el
significado de la llamada "modernización" estatal.
A partir de este encuentro entre grupos de intelectuales y académicos, preocupados por
los procesos liberales de modernización del estado y por la entrega de los recursos
públicos a compañías privadas, con organizaciones sindicales y gremiales de amplia
base social, la información comenzó a fluir en distintos niveles y direcciones, dando
inicio al intenso proceso de politización que vivió en los siguientes años la sociedad
cochabambina: prácticamente no había barrio o lugar en todo el valle que no supiera qué
hacía una Superintendencia -en particular la de aguas- o la manera en la que se planeaba
implementar un "mercado de aguas", además de estar enterados, obviamente, de los
abusos y obscuridades del contrato de concesión del agua cochabambina en sí.
Este grupo de profesionales y expertos, pues, aportó conocimiento, capacidad técnica y
elementos críticos concretos que fueron utilizados ampliamente dentro de la
Coordinadora tanto para explicar lo que pasaba a la población como para discutir con
precisión con las distintas comisiones gubernamentales que buscaron negociar salidas al
conflicto durante enero y febrero de 2000. Además, lo que comenzó a develarse en
medio de estos heterogéneos y variados procesos de deliberación social de los asuntos
públicos fue que la confrontación iba más allá de la ruptura del contrato de concesión
del agua y que requería modificar tanto la ley 2029 como aspectos importantes de la
estructura estatal liberal de reciente creación. Se empezó a visibilizar que la cuestión de
fondo consistía en la “recuperación social de los bienes comunes” y que en ella se
anudaba una lucha tanto contra y más allá del poder corporativo de las transnacionales
como del Estado boliviano y sus regulaciones.
Cabe mencionar también que varios de los expertos más importantes al inicio de la
guerra del agua, muy rápidamente abandonaron ese papel habiendo dejado, sin
embargo, mucha información y argumentos a los que siguieron. 56 En la medida en que
56
Dos casos ejemplifican este extremo, el diputado Maldonado y el doctor Soria. Ambos personajes,
intentaron, por todos los medios y capacidades a su alcance encausar el movimiento por caminos menos
52
múltiples dirigentes sociales locales -de barrio, de gremio, de centro de trabajo, etc.-
comenzaron a entender el contenido y curso de las transformaciones liberales en el
entramado estatal, la pregunta que se volvió central en el discurso de los movilizados
fue "quién decide sobre el asunto público", impugnando la autoridad de los
superintendentes y, en general, la racionalidad estatal liberal. Este aspecto de la Guerra
del Agua significó una auténtica novedad política en la Bolivia de comienzos del siglo
XXI que merecerá una reflexión específica más adelante.
1.2 El curso de la Guerra del Agua y una reflexión sobre los sucesos posteriores
radicales intentando sacar ventaja personal de la situación. No fueron expulsados del movimiento, ellos lo
abandonaron.
53
por todos como una especie de acuerdo previo, definía y daba contenido al "nosotros" a
partir del cual se producían las discusiones y comenzaban los comunicados y
resoluciones de la Coordinadora 57 .
La primera acción de movilización de la Coordinadora se llevó adelante entre los días
10 al 14 de enero de 2000 a través de un bloqueo de caminos. Se levantó el bloqueo
porque se abrió la negociación. La manera cómo se comunicó a la población la decisión
de levantar el bloqueo, después de una tensa asamblea donde concurrieron cientos de
vecinos y regantes delegados por sus "puntos de bloqueo", fue explicando a la población
en su conjunto que se había "ganado la primera batalla de la larga lucha por la
recuperación del agua y de la vida". Esta forma de nombrar el propio acontecimiento
permitió, a la larga, establecer un sentido general del acontecimiento que se volvió, muy
pronto, el sentido común para la intelección de lo que colectivamente se iba haciendo: la
guerra del agua.
La segunda acción, o más bien, la "segunda batalla de la guerra del agua", consistió en
la llamada "Toma de Cochabamba" durante el 4 y 5 de febrero. Los fines de esta acción
eran, a decir de los organizadores, "sellar la unidad ciudad-campo en un abrazo" y
refrendar la potencia movilizadora de la Coordinadora en un marco de negociaciones
estancadas. Esto derivó en un motín civil, en una semi-insurrección en la que participó
toda la población de la ciudad de Cochabamba y amplísimos contingentes rurales.
Finalmente, el tercer momento de la Guerra del Agua es la confrontación de abril
propiamente dicha, pensada desde sus inicios como la "batalla final", que comienza con
un nuevo bloqueo de caminos, pasa por la toma de la empresa concesionada y termina
en una generalizada rebelión que no logra ser acallada por la imposición del estado de
sitio por parte del gobierno del Gral. Bánzer. Ver cuadro cronológico 1.
Cuadro 1
Cronología de los sucesos principales de la Guerra del Agua
57
En 2008, para celebrar el aniversario de la Guerra del Agua, se publicó el libro Nosotros somos la
Coordinadora, donde se recogen varios comunicados y documentos del año 2000. En ellos se puede
revisar la lógica interna del discurso de la Coordinaora: asentar el “nosotros” que está produciendo la
acción y describir su curso de la lucha de la manera más clara posible.
54
horas sólo el día 11 de enero.
Sus demandas eran: ¡No al contrato con Aguas del Tunari! ¡No al tarifazo!
¡No a la Ley 2029! (La ley 2029 es la Ley de agua potable y alcantarillado)
12/ I / 2000 El Comité Cívico levanta "su" bloqueo, y el bloqueo convocado por la
Coordinadora permanece desde la periferia de la ciudad.
13 / I / 2000 La Coordinadora convoca a un "Cabildo abierto", dado que las
"organizaciones sociales" (COD, trabajadores organizados en sindicatos, etc.)
no han respondido. La gente concurre al Cabildo en tanto "multitud".
Primer enfrentamiento bajo la forma de "motín civil" en torno a la Plaza 14
de Septiembre.
14 / I / 2000 Reunidos en Asamblea los integrantes de la Coordinadora deciden levantar el
bloqueo con la promesa de "revisión tarifaria" a discutirse con una "comisión
especial". Además, se excluye del contrato con Aguas del Tunari cualquier
referencia sobre pozos, infraestructura de riego y fuentes, que seguirán siendo
usufructuados con base en "usos y costumbres".
A lo largo de los distintos momentos de la Guerra del Agua hubo, cuando menos, tres
niveles de participación: la acción mucho más ordenada y consistente de los regantes
que sostuvieron los bloqueos de caminos a partir de su sistema de rotación y turnos,
58
Según el periódico Opinión del 8/II/2000, en la represión de febrero la policía utilizó el stock de gases
lacrimógenos que tenía para 6 meses.
55
similar al modo cómo gestionan el agua; la respuesta masiva y beligerante de la
población urbana que conformó los bloqueos urbanos y mantuvo la ciudad en estado de
conmoción y la participación de los "guerreros del agua", jóvenes estudiantes y vecinos
principalmente de la Zona Sur de la ciudad de Cochabamba que se convirtieron en
auténticas brigadas de primera línea, de manera autoconvocada.
Finalmente, cabe mencionar que en los momentos de mayor convulsión, durante los
enfrentamientos de enero, febrero y abril, los cocaleros del Chapare también se sumaron
a la lucha, mostrando solidaridad hacia los habitantes de la ciudad de Cochabamba y de
los valles interandinos cercanos.
Ahora bien, durante los meses de enero a abril, los dirigentes más visibles de la
Coordinadora que utilizaban el título de “vocero”, en particular, Oscar Olivera y Omar
Fernández, tuvieron que desplegar toda su capacidad para más o menos dar forma a los
acontecimientos que se iban sucediendo de manera vertiginosa. 59 De ahí la amplia
experiencia de enlace que ganó la Coordinadora, porque no es un asunto menor abrir la
posibilidad de unificación, sintonía y lucha conjunta entre contingentes tan distintos. Y
de ahí también la intermitente fortaleza y debilidad de la Coordinadora: en tanto es un
espacio de lucha, la Coordinadora adquiere visibilidad, presencia y se multiplican sus
actividades en momentos de lucha; al no ser una institución, prácticamente desaparece
en los momentos de "repliegue" de la población. En cierto sentido, la Coordinadora
confrontó un problema muy complejo para las articulaciones sociales que se piensan a sí
mismas como "espacios de confluencia para la lucha", que es la cuestión de la
permanencia en el tiempo. Sin embargo, en relación a lo organizativo la Coordinadora
siguió un interesante camino sobre el cual reflexionaremos en la segunda parte de esta
sección. Por lo pronto, conviene bosquejar lo que sucedió después de abril de 2000 tras
la expulsión de la Bechtel.
59
Los dirigentes más visibles de la Coordinadora entre enero y abril fueron Oscar Olivera, Omar
Fernández, Gabriel Herbas y el Diputado Maldonado.
56
como entidades legítimas para la prestación del servicio bajo el denominativo
"Entidades Prestadoras de Servicios de Agua Potable” (EPSA`s). En las siguientes
semanas la Coordinadora nombró al Ing. Jorge Alvarado como director de SEMAPA y
se conformó un nuevo directorio de la empresa integrado por personas designadas tanto
por la Coordinadora como por la Alcaldía de Cochabamba. Se abrió entonces un
periodo, que duró aproximadamente un año, de gran efervescencia y creatividad social.
La discusión pública y la acción política amplia de la población cochabambina se centró
en los siguientes temas:
• Fijar con claridad en el escenario público la no aceptación colectiva, bajo ningún
motivo, pretexto o forma, a considerar el agua como mercancía. Se discutía en ese
entonces si el agua debía ser entendida como un derecho público, si su acceso se
debía considerar como un derecho humano o si constituía un bien común. En todo
caso, se partía del acuerdo colectivo de que no era admisible su mercantilización. 60
• Discutir y realizar la "reapropiación social de SEMAPA". Bajo esta formulación se
llevó a cabo un complicado intento de operar tanto una transformación organizativa
y laboral al interior de la empresa municipal de agua "recuperada", como de
modificar la relación entre "la empresa" en cuanto tal y la población cochabambina
de tal forma que se construyera lo que en aquel entonces se denominaba "control
social”. 61
• A partir de lo anterior, al constatarse colectiva y prácticamente los límites del
entramado normativo -estatal liberal- en el que se realizaba el intento de
"reapropiación de la propiedad común bajo control social", se abrió paso la consigna
de realización de una "Asamblea Constituyente sin intermediación partidaria para
construir el país en el que queremos vivir”. 62
Vale la pena reflexionar sobre estos tres aspectos, pues fueron asumidos colectivamente
de forma activa y constituyeron, a la larga, la columna vertebral del "horizonte interior"
60
Una de las situaciones más importantes que ocurrieron en esta dirección fue por ejemplo que “La
comunidad de El Paso cedió gratuitamente a la población urbana (de la zona norte) el caudal de uno de
sus pozos de agua, durante algunas semanas y en un volumen equivalente a la mitad del agua procesada
por SEMAPA”. Declaración pública de Oscar Olivera el 8 de mayo de 2000. [Coordinadora Dossier:
2001]
61
En relación a los esfuerzos por realizar la "apropiación de la empresa de distribución de agua potable en
Cochabamba" y de "construir las formas del control social" se desplegaron múltiples actividades. Para
fines de esta investigación se considerará central el trabajo que realizó el "Equipo Técnico de Apoyo" a la
Coordinadora del Agua durante los meses de octubre de 2000 a febrero-marzo de 2001, donde participé
de manera directa como responsable.
62
Esta formulación -o variantes de ella- quedó plasmada en infinidad de volantes, discursos, folletos y
carteles. En particular, la consigna así formulada quedó ilustrada en un cartel de difusión masiva del año
2001.
57
de la actividad política de Cochabamba, marcando nítidamente el posterior escenario
político nacional.
En relación al primer punto, para la generalización y esclarecimiento de tales
distinciones -el agua como mercancía, como derecho o como bien común-, así como
para ampliar la comprensión colectiva del significado y las implicaciones profundas de
cada una de estas conceptualizaciones del agua, se organizaron decenas de foros,
conferencias, seminarios y coloquios. Algunos más pequeños e improvisados llevados a
cabo en distintos locales públicos, como el Auditorio de la Federación de Fabriles, las
oficinas de FOCOMADE 63 y distintas instalaciones universitarias; otros, mucho más
grandes y relevantes, con presencia de expertos internacionales en la temática, cuyas
conclusiones se divulgaban ampliamente por la prensa y que adquirían importancia
colectiva mediante la generalizada difusión y discusión de sus mensajes básicos a través
de la red de radios comunitarias y locales. 64
Todas estas acciones multiformes de deliberación pública sobre un asunto de
importancia decisiva para la vida colectiva, tuvieron la virtud de habilitar espacios de
politización multiformes en prácticamente toda la geografía de los valles
cochabambinos y entre los distintos segmentos sociales: durante muchos meses,
prácticamente nadie quedó al margen de la discusión acerca de qué hacer con el agua,
cómo encarar su cuidado y potabilización, cómo ampliar la red de distribución y, sobre
todo, se generalizó un sentimiento profundo de que no se consentiría ningún otro intento
de despojo por parte de las élites partidarias tradicionales y de las corporaciones
transnacionales.
En medio del vasto mar de opiniones, propuestas y discusiones desatado, la
Coordinadora del Agua decidió conformar un "Equipo Técnico de Apoyo". La finalidad
principal de este equipo consistía en elaborar una visión más o menos ordenada tanto de
la problemática del agua en Cochabamba, de SEMAPA como empresa y de las posibles
transformaciones a realizar en ella, así como lo relativo a promover la participación
social en el control de las actividades de la empresa. El Equipo Técnico detectó tres
problemas de fondo sobre los que centró su actividad: a) la cuestión de la propiedad
legal de SEMAPA; b) lo relativo a la reorganización administrativa y el funcionamiento
63
FOCOMADE: Foro Cochabambino del Medio Ambiente. Instancia de reunión de profesionales y
grupos medio-ambientalistas participantes de la Coordinadora del Agua.
64
El más importante de estos seminarios se realizó a finales de noviembre de 2000 con la presencia en la
ciudad de Cochabamba de Maude Barlow, conocida activista canadiense en defensa del agua, y de otros
influyentes personajes, sobre todo del mundo anglosajón.
58
de SEMAPA, haciendo hincapié en el trastocamiento de la relación entre los
funcionarios de la empresa y la población, con el fin de romper el vínculo "empresa-
cliente"; y c) a partir de lo anterior, generar las condiciones para la reconstrucción
integral de SEMAPA como "empresa pública bajo control social", para lo cual se
propuso "un ambicioso plan organizativo a nivel de base en el ámbito urbano"
consistente en contribuir a "asentar los comités de agua65 potable en los distintos barrios
de la ciudad, independientes de las juntas vecinales y de la influencia partidaria que las
corroe”. 66
En lo relativo a la propiedad legal de SEMAPA, la pregunta que se abrió después de la
toma-recuparación de lo que había sido privatizado fue la siguiente: "¿Cómo cristalizar
el sentimiento de propiedad pública expandido en toda la ciudadanía más allá de la
conservación del carácter legal de SEMAPA en tanto empresa municipal?” 67 Para
abordar la posible respuesta a esta pregunta se acuñó el término: "propiedad social",
mediante el cual se enfatizaba en el carácter distinto de lo que se ambicionaba construir,
tanto a las tradicionales formas de propiedad "estatal" -estatal, municipal,
descentralizada, etc.- como de propiedad "privada" -individual, por acciones,
cooperativa. 68
Las dificultades legales, para consagrar en el entramado normativo el nuevo carácter de
la empresa "desprivatizada" y "reapropiada" por la población cochabambina, hicieron
que, por un lado, se conservara el carácter de propiedad pública municipal, como
empresa descentralizada y con autonomía -limitada- de gestión y que, por otro, la
atención de la Coordinadora y su Equipo Técnico se centrara "en las maneras de
garantizar una vinculación real de SEMAPA con la población, desconcentrando las
decisiones e incorporando mecanismos de participación social." Así, la ambición de
65
Algunos años después, este esfuerzo organizativo temprano tomó cuerpo en la "Asociación de Sistemas
Independientes de Agua Potable de la Zona Sur" (ASICA-Sur).
66
Gutiérrez Raquel, "La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida a un año de la Guerra del
Agua", [Gutiérrez et al:2001].
67
[Gutiérrez:2001]
68
Estas distinciones fueron producto de deliberaciones igualmente amplias. El Grupo de Apoyo Técnico
organizó en diciembre de 2000 y enero de 2001, al menos dos reuniones amplias entre la población
cochabambina para discutir el carácter legal que se buscaría imprimir a SEMAPA, en medio de un
discurso gubernamental reproducido por los medios de comunicación que argumentaban la "ilegalidad"
tanto del directorio y del director de SEMAPA así como de la influencia que la Coordinadora del Agua
ejercía en aquel entonces en el conjunto de funciones y proyectos impulsados por la empresa. Entre las
propuestas de "cómo reorganizar SEMAPA" estaban algunas que sugerían "la formación de una especie
de sociedad por acciones distribuida entre el conjunto de usuarios y vecinos", hasta la organización de
una gran cooperativa, pasando por la conservación del carácter público-municipal de SEMAPA que fue la
opción que finalmente se impuso, sobre todo por las múltiples dificultades burocrático-legales que
requería cualquier variación del status jurídico, que incluían la necesidad de conseguir una "Ley de
transmisión del patrimonio público".
59
construir una "empresa de propiedad social autogestionaria" chocó con el andamiaje
legal existente y con el entramado burocrático que impedían ese extremo. Sin embargo,
durante toda esta experiencia deliberativa, analítica de los mecanismos y lógicas de la
normatividad estatal se abrió una pregunta de gran relevancia posterior: "¿cómo hacer
para impulsar la reapropiación social de la riqueza más allá del mero status jurídico de
las empresas como instituciones estatales?" La dificultad de brindar respuestas prácticas
a esta pregunta fue justamente lo que abrió, en Cochabamba, la discusión de la
necesidad de una Asamblea Constituyente.
A riesgo de esquematizar, es posible afirmar que se generalizaron de manera amplia y a
nivel de base, formas análogas al siguiente razonamiento: "Ahora que hemos des-
privatizado SEMAPA, no podemos construir una empresa tal como consideramos
necesario porque las leyes nos lo impiden. Conclusión: necesitamos cambiar las leyes".
Esta cuestión absolutamente simple habla de un profundo trastocamiento del
temperamento social durante al menos dos años en la ciudad de Cochabamba y valles
circundantes: al asumirse la población deliberante como soberana, y constatar que la ley
dibuja un marco de contención e imposibilidad para lo que se decide en común, se opta
por asumir la necesidad de cambiar la ley y no por la tradicional actitud de ceñir la
propuesta colectiva al marco normativo. Esto se hizo aun si el objetivo no podía
conseguirse de manera inmediata; de todos modos, dejaba abierta la discusión sobre lo
que se buscaba. Así comenzó a discutirse en Cochabamba, más allá de las diversas
dificultades prácticas para "reapropiarse de SEMAPA", lo relativo a la Asamblea
Constituyente. 69 La formulación sintética que se deliberó y difundió ampliamente en
esos años (2000-2001) fue la siguiente: "La Asamblea Constituyente se perfila como
una organización política de nuevo tipo gestada de participar, discutir y decidir sobre
asuntos colectivos”. 70
Esta manera de entender la Asamblea Constituyente como "organización política para
decidir" es claramente una proyección ampliada sobre otros temas, de lo que hasta
entonces constituía la novedosa experiencia de vida política recreada al interior de la
Coordinadora. En ese contexto la Asamblea Constituyente se imaginaba y prefiguraba,
básicamente, como una instancia de organización política de la sociedad civil, a través
de la cual los hombres y mujeres trabajadores recuperan la capacidad de deliberar e
69
Para una discusión concisa sobre el origen popular de la aspiración de Asamblea Constituyente puede
revisarse [Mokrani/Chavez: 2006]. También puede revisarse, [Olivera/Lewis: 2004] en particular el
capítulo, “For a Constituent Assemby. Creating public spaces”.
70
[Gutiérrez:2001] ibid.
60
intervenir en los asuntos comunes. Es decir, al considerar la Asamblea Constituyente
como "una forma de recuperación y ejercicio de la soberanía política, esto es, de la
capacidad de decisión y ejecución sobre el asunto público, actualmente hipotecada en el
sistema de partidos políticos", se hace evidente que en aquel entonces, la Asamblea no
se entendía como una forma de reorganizar la relación estatal sino como una
herramienta para romper la relación estatal y construir "capacidad de decisión sobre lo
público" basada en otras prácticas. 71 Estas ideas fueron explicadas por la Coordinadora
de muy diversas formas durante los siguientes años sin conseguir, salvo en momentos
excepcionales, una hegemonía conceptual, como existió en Cochabamba en 2000-2001.
Posteriormente, cuando en 2006 finalmente comenzó a funcionar la Asamblea
Constituyente, ya bajo el gobierno de Morales, los miembros y voceros más destacados
de la Coordinadora no estuvieron en ella.
71
Sobre esto puede verse, Periódico quincenal Así es, No. 1 y 2, La Paz, Bolivia. Igualmente, Actas del
Foro sobre Asamblea Constituyente realizado en noviembre de 2000 en Cochabamba. [Coordinadora
Dossier:2001b]
61
aymaras y cocaleros del Chapare, principalmente- los saberes y habilidades
desarrollados durante el año 2000. Si bien resulta casi imposible brindar un registro de
las múltiples acciones emprendidas por los dirigentes de la Coordinadora en esos años,
sobre todo porque su carácter no formalmente institucional implica una escasa atención
al "registro" y "documentación" de las actividades realizadas, vale la pena mencionar
una particularidad importante de esta forma organizativa: el espacio asignado a la
Coordinadora del Agua dentro de las instalaciones de la Federación de Fabriles en
Cochabamba. El llamado "Salón Azul" se convirtió durante muchos años en el espacio
central de la coordinación de las resistencias locales y, a veces, nacionales. 72
El Salón Azul es un espacio amplio en el tercer piso de la Federación de Fabriles en la
Plaza Central de Cochabamba, amueblado con una mesa grande para reuniones, unas 30
o 40 sillas, una línea telefónica y una computadora. Ese salón se convirtió en un espacio
donde la gente puede acudir a conversar con personas de otros sectores y, sobre todo,
donde acuden todos de manera totalmente informal en momentos de gran confrontación
social, para deliberar, tomar acuerdos y organizar acciones conjuntas. En cierto sentido,
el espacio físico de la Coordinadora constituye, incluso ahora, una especie de "ágora",
es decir, un lugar privilegiado de encuentro y toma de decisiones. La mayoría de
quienes acuden a este espacio pertenecen o representan algún tipo de organización
vecinal, gremial, sindical, laboral e incluso política formal; en las reuniones se valora lo
que ocurre a nivel nacional y se evalúa si es necesario realizar convocatorias más
amplias para deliberar y decidir sobre algún asunto cuando así es el caso.
Esta forma de articulación dúctil, autónoma, flexible, que fácilmente pasa de la reunión
pequeña entre representantes a la convocatoria abierta de Asambleas o Cabildos, que no
pertenece "a nadie" porque abriga "a todos" bosqueja la posibilidad de pensar, quizá, un
nuevo tipo de ciudadanía. Oscar Olivera expresa esta intuición cuando describe a la
Coordinadora como una especie de "sindicato ciudadano".
72
Si bien no existe un registro diario de actividades, reuniones y contactos, algunos miembros de la
Coordinadora conservan un dossier de cartas y documentos cuya revisión muestra lo que sucedía en
Cochabamba por entonces. Hay decenas de cartas de organizaciones gremiales, barriales, de asociaciones
de vendedores de los principales mercados, de pequeñas y grandes organizaciones políticas, etc., en las
cuales se documenta el específico problema que cada una de tales organizaciones está viviendo en
relación con el agua y se “pide” a la Coordinadora –palabras más palabras menos- que “tomen en cuenta
el problema específico”. Muchas de estas cartas fueron respondidas durante esos meses, de manera escrita
o verbal, más o menos con el siguiente argumento: “la Coordinadora no es una entidad para “gestionar
quejas” o “encausar trámites”; el problema específico de usted es similar a todos estos otros y tenemos
que imponer en común nuestras decisiones y soluciones posibles”. Aunque por supuesto, cuando estaba
en manos de alguien de la Coordinadora “echar una mano” en algún asunto específico, se facilitaba la
colaboración. [Coordinadora, Dossier :2001b]
62
La pertenencia a la Coordinadora parte hasta cierto punto, de la decisión voluntaria de
adherirse en términos individuales, pero más allá de las palabras, pasa por la
participación individual y sobre todo colectiva, en la discusión y decisión de las
cuestiones de competencia colectiva. Así, la Coordinadora ha continuado siendo un
espacio privilegiado de politización autónoma no institucional del conjunto de
heterogéneas redes sociales que componen el tejido social.
Esta forma asociativa laxa e informal, aunque comprometida y participativa tiene
amplias virtudes, pero también serios riesgos, en particular, en momentos electorales.
Varios diputados, senadores y funcionarios de distintos partidos han sido anteriormente
figuras visibles en la Coordinadora, aunque este espacio como tal y su vocero más
conocido, Oscar Olivera, se han mantenido siempre separados de la participación
electoral a la cual, sin embargo, respetan. En cierta medida entonces, puede decirse que
la Coordinadora, después de la Guerra del Agua ha existido, básicamente, a partir de sus
múltiples acciones y, a riesgo de simplificar demasiado, podemos resumir tales acciones
en los siguientes puntos:
• Despliegue de solidaridad activa, mediante la participación y la movilización, con
las luchas más importantes de esos años, en especial, los bloqueos de caminos en La
Paz y las luchas contra la erradicación forzosa de coca en el Chapare.
• Sistemática actividad de análisis, esclarecimiento, difusión y discusión de las
acciones gubernamentales generales y particulares que, o bien buscaban contener el
avance de otras luchas o que agraviaban específicamente a algún sector.
• Impulso constante a la deliberación amplia y pública de temas importantes para la
población en su conjunto, mediante la organización de innumerables encuentros,
"escuelas", foros, reuniones, cabildos y asambleas, principalmente en Cochabamba.
63
ha unido. (Pero) hay una gran diferencia de actitud entre los caudillos y la base.
Cuando logramos que esos dos caudillos se unieran, en cierto momento del
conflicto del altiplano (en septiembre de 2001), ¡era increíble verlos juntos! y la
gente lloraba por el abrazo que se dieron –yo estaba ahí de espectador-, eran los
campesinos que se re-encontraban y decían, ¡pero hermano qué bien que se ha
hecho esto!... Entonces tu veías el sentimiento de la gente, de alegría, de
esperanza. Pero llegamos a las elecciones –en 2002- y vuelves a ver la actitud
mezquina: van los dos separados porque uno no quiere cambiar el color de la
papeleta y él otro quiere ir primero porque es más viejo [...]” (Entrevista a Oscar
Olivera, Ceceña: 77).
Fueron diversos los intentos de acercamiento entre Quispe y Morales emprendidos por
Olivera y Fernández entre septiembre de 2000 y junio de 2002 cuando finalmente se
llevaron a cabo las elecciones generales. 73 La mayor parte de las veces tales acuerdos no
fueron fáciles y estuvieron casi siempre, marcados por la profunda competencia de
liderazgo entre estas dos figuras; en cierta medida, se limitaron a arreglos, no siempre
cumplidos para realizar movilizaciones simultáneas, incluso con pliegos de demandas
diferentes y a compromisos, igualmente, no siempre cumplidos, de presentarse a las
negociaciones de manera conjunta. Desde marzo de 2002 cuando se abrió la
convocatoria electoral y contando tanto Morales como Quispe con su propio partido con
“registro” ante la Corte Nacional Electoral –el MAS de Morales y el MIP de Quispe-
estos acuerdos se hicieron cada vez más difíciles. En una carta de Álvaro García Linera,
de diciembre de 2001, él narra lo siguiente que expresa muy bien estas dificultades:
En cuanto a la reunión con (Evo y Felipe), la reunión fue buena después de tanto
tiempo, aunque estuvo marcada por un sabor un poco desagradable por la
temática abordada: las elecciones. El Evo se vino con su escaparate de ofertas
[…] Felipe, por su parte, con sus dudas pero, apoyado por toda una camada de
angurrientos indianistas electoreros (jóvenes y viejos) dispuestos a jugarse el
todo por el todo para acceder, a nombre de la "causa india", a algún puesto. En la
reunión me di cuenta que no tengo estómago para esto, por lo que marqué
distancias, hice recomendaciones (que te las escribí hace tiempo) e intente
articular toda esta discusión con el futuro de los movimientos sociales. Todos
estaban de acuerdo pero, a la hora de (las decisiones), corrían a la pragmática de
los puestos, candidaturas, formas de elegir, etc. Parece ser que al igual que el
rollo armado, el rollo electoral tiene su propia lógica, su propia dinámica que se
autonomiza (de proyectos de transformación más profundos.) Lo único que me
73
2002 fue en Bolivia un año de elecciones generales. Estas fueron convocadas en marzo de 2002 y se
realizaron el 30 de junio de ese año. Entre los 11 partidos que participaron en los comicios estuvieron
tanto el MAS de Morales –que obtuvo el segundo lugar en la votación total-, como el MIP de Quispe,
creado en noviembre de 2001 y que obtuvo 6% del total de votos. Consultar: www.cne.org.bo A partir de
ese momento el MAS se volvió el principal partido de oposición con un importante número de diputados
y senadores.
64
quedó fue llamar por teléfono al Oscar y decirle que es bien poco lo que se
puede articular. 74
74
Correspondencia personal con Álvaro García Linera. Carta del 20 diciembre de 2001.
65
social emancipativa susceptible de trastocar el orden del capital y del Estado.
Abordemos, con cierto detalle, estas cuestiones.
Estas reflexiones de Olivera son importantes, pues expresan la voluntad entre los
voceros y figuras más importantes de la Coordinadora de Defensa del Agua de mantener
un espacio de enlace y articulación de las diversas fuerzas sociales, por fuera del
entramado normativo e institucional boliviano: la explícita voluntad de “ser ilegal”
significa, a mi entender, que no se desean someter al poder instituido. Es interesante
contrastar que, si bien Oscar Olivera en tanto Secretario Ejecutivo de la Federación de
Trabajadores Fabriles de Cochabamba (FTFC) y también Omar Fernández como
Secretario Ejecutivo de la Federación Cochabambina de Regantes (FEDECOR) eran,
ambos, cabezas formalmente electas de organizaciones con “personería jurídica”, ie,
con estatutos, reconocimiento legal y regulación interna, la asociación para la lucha que
ocurría en el espacio de la Coordinadora era percibido por ambos como un terreno que
no tenía que institucionalizarse.
Esta voluntad “no institucional” resultaba chocante no sólo al gobierno, sino también en
ocasiones al “sentido común” de las personas. Vale la pena mencionar, pues rebasa el
terreno de lo anecdótico, que “la Coordinadora” en muchas ocasiones fue confundida
66
con “una señora” que dirigía acertadamente el levantamiento y que nadie sabía quien
era. Siendo tan novedosa la forma de articulación para la lucha y sobre todo, por estar
fuera del entramado organizativo “normal”, esto es, conocido y previsible, de la lucha
popular boliviana: las formas sindicales o gremiales de asociación; muchas personas
que incluso participaban en las Asambleas y movilizaciones convocadas por “la
Coordinadora”, creían que ésta en realidad era una persona.
Un artículo del periódico Los Tiempos de Cochabamba de febrero de 2000 se titula:
“Más de una vez la Coordinadora fue confundida con una mujer”. 75 En el texto se citan
declaraciones de Oscar Olivera quien expresa lo siguiente:
Un dirigente fabril, en una acalorada asamblea que se realizaba antes de asumir las
medidas de presión a principios de año, afirmó en partes salientes de su discurso:
“compañeros, creemos que ha llegado la hora de que se haga conocer la Coordinadora”.
Los otros asistentes a la reunión tuvieron que explicarle que “los que estaban en la
reunión eran los representantes de la entidad defensora del agua”. En otra oportunidad,
en una asamblea de los comités de agua realizada en una zona periurbana de la ciudad,
después de escuchar las explicaciones de Omar Fernández y Oscar Olivera, un profesor
jubilado señaló: “ahora queremos que nos informen sobre los tratos con el gobierno, y
que lo haga la Señora Coordinadora de manera directa, queremos que se presente
.
El descontrol que se generó fue tal que casi se produce una suspensión de la reunión. La
más curiosa de todas las anécdotas sin embargo, ocurrió durante los enfrentamientos de
febrero cuando, durante una breve tregua en la gasificación policial y la ofensiva
popular, unas monjas lograron llegar al corazón del conflicto para ofrecer llevarse a “la
Señora Coordinadora” a su convento para protegerla ahí de la represión.
Por su parte también en febrero de 2000 un editorial del periódico cochabambino
Opinión decía lo siguiente:
“¡Yo quisiera conocer a la Coordinadora, ¿quién es pues esta señora tan valiente que
ha hecho tambalear al gobierno?” fue la pregunta pronunciada por una anciana al
medio día del 4 de febrero en plena revuelta k´ochala. La declaración ciertamente
ingenua de quien con seguridad desciende en línea directa de alguna de las heroínas
de la Coronilla, refleja por un lado la valentía, pero también el dramatismo que tuvo
esa gesta por la defensa de la vida. Admiración por un lado, pero también deseos de
seguir esa paradigmática conducta social. 76
75
Los Tiempos, 10 de febrero de 2000. A partir de aquì las notas de peròdicos y documentos estan
contenidas en, Coordinadora del agua 2001, 2001b
76
Opinión, 13 de febrero de 2000.
67
lucha, absolutamente ajena a la institucionalidad conocida, constituía el contenido del
término “Coordinadora”, y buscaban poder identificar con precisión a “una mujer”.
En este mismo sentido, también fue significativo que el gobierno tuviera que reconocer,
en los hechos, la existencia real de la Coordinadora más allá de su criticada
“inexistencia legal”. Esto es, fue la población movilizada, con sus acciones y su
persistencia, quien impuso al gobierno el reconocimiento de una entidad que,
abiertamente, decía que no iba a ceñirse a las leyes vigentes. En enero de 2000 antes y
durante la primera acción de movilización de la Guerra del Agua, “el primer cerco”, el
gobierno argumentó durante varios días que no tenía interlocutor legítimo pues la
Coordinadora del Agua “no existía” como “representante legal” de nadie, e incluso
acusaba a la “Coordinadora” de ser una “organización fantasma”. 77 Ante la
contundencia del bloqueo que no se levantaba, el gobierno finalmente tuvo que negociar
con “los inexistentes”. Este discurso institucional fue motivo de una profunda burla
popular. Ese año durante los desfiles y fiestas preparatorias del Carnaval, grupos de
jóvenes se disfrazaban de fantasmas adornándose con un letrero que decía “Aguas del
Tunari”, esto es, la acusación de “organismo fantasma” a la Coordinadora por parte del
gobierno fue respondida masivamente por la calificación de “Aguas del Tunari”, la
empresa concesionaria del agua contra la que se peleaba, como “empresa fantasma”.
Durante la Guerra del Agua la gente participó en las distintas acciones de movilización
y levantamiento de manera autónoma tanto en lo material como en el terreno político de
la toma de decisiones. Cada comité de agua, cada asociación vecinal, cada asociación de
vendedores y gremios, cada sindicato, etc. participó en las Asambleas y en los distintos
bloqueos y movilizaciones a partir de su propia organización, según sus propias
prácticas asociativas y formas de aglutinación. 78 Por su parte, tanto la Federación de
Fabriles y la Federación de Regantes –ambas organizaciones con personería jurídica,
ciertos bienes a su disposición y con fondos y recursos propios a partir de las
77
Periódicos Opinión y Los Tiempos, 10-15 de enero de 2000.
78
En un comunicado de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida, del 28 de enero de 2000,
puede leerse: “Nuestra voz no está comprometida ni con partidos ni con cargos. Tampoco se alquila a la
empresa privada ni a intereses oscuros. Hablamos de lo que sentimos y de lo que la población nos
comunica. Por eso somos diferentes a otras instituciones y personas que hoy reaparecen y se muestran
ambivalentes; de aquellos que nos dicen o bien que han sido engañados o que cumplieron funciones
públicas de manera indolente”.
68
contribuciones de los agremiados- pusieron tales recursos al servicio de la movilización.
Esto permitió que la Coordinadora tuviera un amplio grado de autonomía material –
tenía donde reunirse, donde llevar a cabo asambleas de distintos tamaños, tenía algunos
recursos monetarios para los gastos inmediatos más urgentes, etc.-, que permitió durante
años su total autonomía política. En cierto sentido, la Coordinadora habilitó la
posibilidad de utilización de todos los recursos acumulados tanto por sectores
sindicalizados, como por trabajadores no sindicalizados como “valores de uso” al
servicio de la movilización y la decisión colectiva. Con sus acciones, la Coordinadora
generó un enorme espacio para la cooperación entre distintos que resultó muy potente.
Cuando el gobierno comenzó a difundir, más o menos desde febrero de 2000, la
acusación de que “fuentes obscuras financiaban a la Coordinadora”, se llevó adelante
una campaña de respuesta por parte de los voceros de la Coordinadora, donde se
explicaba que en realidad, la movilización no resultaba “cara” pues los “costos”
consistían en utilizar colectivamente lo que ya se tenía. Después del impulso inicial de
las luchas, y sobre todo a partir del año 2001 y 2002 cuando fueron necesarios algunos
encargados específicos de ciertas tareas relativas a la gestión del agua, esto se modificó
y se abrieron una serie de nuevos problemas relativos, sobre todo, en el modo de
relacionarse una “entidad jurídicamente inexistente”, como continuó siendo hasta el
final la Coordinadora, con organizaciones internacionales de financiamiento y sobre
todo, con ONG´s. Estos problemas, vastos y complicados, merecen un tratamiento
especial que se abordará como parte de la reflexión general sobre las dificultades de las
unificación social por vías extra-institucionales.
69
podía reunirse, deliberar, decidir y ejecutar. 80 Estos componentes, junto con el logro de
haber construido un espacio de deliberación colectiva fueron los que marcaron el
comienzo de la generalización de un estado de ánimo en donde los hombres y mujeres
de Cochabamba se vivieron a sí mismos ya no como “obedientes” e “impotentes”
cumplidores de decisiones ajenas sino como capaces y responsables personas que
podían intervenir, conocer y dar solución a los problemas sociales. Todo esto fue
pensado en Bolivia como “nuevo sentido común de la disidencia”:
Durante más de 15 años, lo mejor que ha creado la sociedad laboriosa: la COB,
fue derrotada no tanto por la represión como por la ausencia de un horizonte
alternativo de sociedad. La legítima defensa de las conquistas nunca pasaron de
ser una evocación de los pactos del estado nacionalista, y el llamado
“socialismo”, una rehabilitación ampliada del capitalismo de estado […]
Cochabamba y hasta cierto punto el levantamiento de los aymaras del altiplano,
ha roto esta aciaga predisposición colectiva. La propuesta de la Coordinadora de
una empresa autogestionaria ha demolido la falaz dualidad entre
privatismo/estatismo que había guiado las propuestas políticas contemporáneas.
Así como la política se ejerció como un asunto gestionado por todos desde sus
asambleas hasta los cabildos, los bienes colectivos como el agua, afirma la
asamblea de la Coordinadora, debe recibir el mismo trato: ser gestionada por los
que la necesitan y la usan, debe ser autogestionada por los propios ciudadanos.
Surge con ello un nuevo sentido de la soberanía social anteriormente depositado
en el estado. Lo común, lo colectivo no es ya más el Estado que se ha mostrado
como una forma de propiedad privada de los funcionarios gubernamentales. Lo
común, lo general, no recae en una “comunidad ilusoria” de burócratas; es la
gestión regulada de todos, es un sentido ético de la responsabilidad y unas
técnicas pertinentes para tal caso, como la asamblea, el cabildo, la rotatividad de
cargos, la fiscalización social […] Quedan en pie dos nuevas proposiciones
sociales de largo alcance: autogestión y comunidad. Creemos que así como el
sentido común de la disidencia social de la que todos bebieron nació en los años
40 del siglo XX, hoy a inicios del siglo XXI ha nacido otro, con el ímpetu de una
rebelión social. La construcción de un horizonte de acción alternativo a lo
existente pasa desde ahora, inevitablemente, por esos dos grandes ejes
discursivos de la multitud en acción: la autogestión político-económica y la
comunidad o ayllu ampliado (Gutiérrez, García y Tapia, 2000: 177).
Las dos nociones básicas de este horizonte, comunidad y autogestión, con el tiempo se
convirtieron en el puntal de significado de una parte importante del levantamiento
boliviano en su conjunto: reapropiación social de la riqueza y refundación del país. Pese
a que uno de los resultados de todo esto, sobre todo después de la posesión de Morales
80
Claudia Espinoza, en una nota del semanario nacional Pulso (5 al 11 de mayo de 2000), señala lo
siguiente: “Lo que ocurrió en Cochabamba no fue una mera llamada de atención al sistema político para
que ajusten algunas tuercas […] Ahí no se pidió ni se demandó al Estado ‘justos derechos’ como
acostumbra hacer el viejo sindicalismo para acabar en convenios que negocian los términos de la
subordinación. Esta vez la organización popular impuso su propia forma de hacer política, pasando de
largo a la clase política y la legalidad que obtienen en las urnas”.
70
como presidente del país, haya sido hasta ahora, la recomposición del Estado como
entidad ajena y sobrepuesta al conjunto social.
En todo caso, tal como ya hemos mencionado, la Coordinadora inauguró un "modo de
decir", una forma de situar los problemas políticos basada en la pregunta: "¿Quién
decide sobre el asunto público?" La importancia de esto para la lucha emancipativa no
es menor e incluso ahora, este es el fundamento de la disputa política abierta en Bolivia.
En el Comunicado de la Coordinadora del 20 de enero de 2000 esto se expresa de la
siguiente manera:
Capítulo II
2. Los bloqueos aymaras en La Paz: lo comunal como fuerza de movilización
Del 5 al 9 de abril del año 2000 el bloqueo de caminos se hizo nacional. A los
campesinos de Huatajata, Huarina y Achacachi de la provincia Omasuyos, que
bloqueaban las carreteras que van a Copacabana y otra que une con el norte de
La Paz, se sumaron los de Patacamaya, Sica Sica y Caracollo, lo que afectó el
tránsito del camino principal que une La Paz y Oruro. Asimismo la vía Oruro-
Cochabamba fue obstruida por los campesinos de Parotani y Quillacollo del
(departamento de) Cochabamba; al igual que en La Paz, las provincias
[cochabambinas] fueron también afectadas por el bloqueo de Punata. Y en
Chuquisaca, un departamento pacífico y que se jacta de tener el mayor "orden
social", de igual forma fueron bloqueadas las rutas que van de Sucre a
Monteagudo por los habitantes rurales de Escaña, Sudañez, Tomina, Tarabuco,
Padilla y Monteagudo, y de Sucre a Potosí en Cachimayo. En la ruta de Sucre a
Cochabamba (el bloqueo) se presentó en Palma, Río Chico, Chuqui Chuqui. La
71
carretera Cochabamba-Santa Cruz fue bloqueada como siempre por los
cocaleros en Villa Tunari y otros lugares del Chapare. 81
81
Felix Patzi, "Rebelión indígena contra la colonialidad y la transnacionalización de la economía: triunfos
y vicisitudes del movimiento indígena desde 2000 a 2003" , [Hylton-Patzi,Serulnikov-Thomson:2003].
72
transformación substancial del orden de dominio y explotación colonial-
capitalista.
A diferencia de la Guerra del Agua, reconstruir con palabras los levantamientos
aymaras resulta mucho más complejo. En primera, por su calidad de movilización y
levantamiento indígena-comunal donde los tiempos y perspectivas adquieren otra
dimensión y, en segunda, por la dificultad de abordar los múltiples significados
desplegados a través de las acciones colectivas, dentro del dinámico mosaico de
relaciones de dominación y explotación específicamente bolivianas, donde el peso de la
jerarquización étnica, y del racismo derivado de ella, exigen discutir un conjunto de
elementos a manera de preámbulo. En tal dirección, en este capítulo presentaré, en
primer lugar, algunas consideraciones mínimas acerca del entramado comunal andino
que constituye el tejido social en el cual ocurren los "mundos de la vida”82 en las alturas
del Altiplano paceño, a fin de abordar de manera doble la cuestión de quiénes son los
movilizados y cómo se organizan. Aclaro que tales consideraciones no pretenden más
que ofrecer una visión panorámica del entramado comunal y de algunas de sus lógicas
internas. Básicamente, es un esfuerzo por brindar elementos para lograr comprender la
forma en que los comunarios aymaras hicieron lo que hicieron, las maneras cómo
decidieron bloquear, las formas cómo desafiaron al gobierno, lo que se dijeron a sí
mismos y lo que el resto de la sociedad boliviana, no aymara, entendió -o no entendió-
respecto de lo que sucedía.
Después de ello, dibujaré una imagen sucinta de lo que es la Confederación Sindical
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), instancia organizativa
dirigida durante la temporada de movilización y levantamiento por Felipe Quispe
Huanca, el Mallku, en calidad de Secretario General. Posteriormente, presentaré una
reseña sintética de los principales acontecimientos y, finalmente, esbozaré mis propias
reflexiones acerca de la manera en la que estos sucesos marcaron el devenir histórico
inmediatamente posterior y cómo y hacia dónde señalaron posibilidades de
emancipación social.
82
Entiendo por “mundo de la vida” el espacio-tiempo intersubjetivo de acciones dotadas de sentido en
que los seres humanos viven e interpretan su existencia cada día. Para un desarrollo sobre el uso de esta
noción puede verse, (Gilly, Roux y Gutiérrez, 2006).
73
En las alturas bolivianas del departamento de La Paz, pervive un entramado social
indígena comunitario que conserva de manera diferenciada y compleja una lengua
propia, una religión y una cosmología ancestrales, una peculiar forma de organización y
regulación de los asuntos productivos, tanto de la vida política y social así como de la
festividad ritual. ¿Qué es lo que define a este particular entramado social como
comunidad? ¿Es posible pensar en una definición? ¿Cómo entender esos mundos de la
vida, distintos a la modernidad occidental liberal y entablando una confusa relación con
ella: agredidos y cercados por algunos de sus rasgos y simultáneamente absorbiendo y
asimilando una parte de sus creaciones?
El rasgo social principal de la vida rural aymara es la comunidad. A lo largo del
Altiplano se asientan numerosas comunidades rurales que, ante todo, son un modo de
organización de la vida social, productiva, política y ritual. Resulta absolutamente
imposible pretender dar cuenta exhaustiva del modo de funcionamiento de las
comunidades rurales aymaras del Altiplano boliviano como un todo, primeramente
porque no hay idea más falsa que el prejuicio de la "inmutabilidad" de la forma
comunitaria de vida, que podría permitir identificarla a partir de la enumeración de
rasgos básicos fijos: formas de propiedad de la tierra, formas de gestión de la
producción y la vida social, formas de organización de la autoridad política, etc. 83 La
gran diversidad de regiones climáticas y agrícolas en el territorio donde se asienta la
población aymara boliviana, las distintas historias largas en cada zona a través de las
cuales se ha vivido-resistido la dominación colonial (sobre todo la existencia o no de
encomiendas, primero, y de haciendas, después), las variadas maneras mediante las
cuales en cada región las comunidades han sido integradas-subordinadas a circuitos
mercantiles de comercio en épocas más recientes, las diferencias demográficas, las
migraciones internas que una específica cualidad demográfica determina y el modo en
que tales migraciones habilitan relaciones supra-comunales, etc., hacen que la
pretensión de definir un "modo comunitario" de producción y vida sea prácticamente
imposible. Por su parte, la minuciosidad del estudio etnográfico local, que enfatiza las
distinciones entre las colectividades humanas organizadas en comunidades dispersas en
un mismo territorio, si bien documenta prácticas y composiciones sociales que exhiben
rasgos indígenas claramente no occidentales, tampoco aporta formas más o menos
83
Para exposiciones sobre las distintas posturas sobre la comunidad indígena aymara pueden revisarse
Rivera Silvia, 1984, 1993; Spedding y Llanos, 1998; Untoja, 1992; Canessa, 2006; Albó, 1996. Una
minuciosa exposición tanto de las diversas posturas teóricas como de la evolución histórica de la
comunidad aymara puede encontrarse en [Chávez Marxa: 2006].
74
sintéticas de entender la manera comunitaria de asumir la vida, realizar y organizar las
tareas cotidianas -que pueden variar según la época histórica- y, sobre todo, no alcanza a
entender las potencias múltiples de innovación-recreación comunitaria, a partir de lo
que tales colectividades humanas tienen efectivamente como experiencia histórica
incorporada y, en ocasiones, despliegan para sus propios fines hacia otros ámbitos de la
vida social.
En este sentido, no intentaré de ninguna manera establecer una definición de las
comunidades rurales aymaras, sino más bien presentar de manera sinóptica ciertos
rasgos básicos de sus lógicas internas, a partir de dos ejes históricos principales: en
primer lugar, la manera en la que, por lo general, las comunidades rurales aymaras han
encarado las tareas colectivas requeridas para superar específicas necesidades percibidas
como comunes y convenientes para todos y, en segundo, las formas y prácticas
organizativas, incluyendo algunos de sus principios básicos, que han sido estructurados
en los tiempos largos de la historia como instituciones -obviamente no estatales-,
tradiciones y "sentido común". Presentaré brevemente, entonces, un recuento mínimo de
ciertos rasgos de la experiencia histórica y los conocimientos prácticos de las
comunidades aymaras rurales que fueron puestos en tensión durante los años de los
levantamientos y que contienen profundas cualidades emancipativas. 84
Las comunidades rurales altiplánicas son conglomerados humanos que habitan desde
tiempos inmemoriales territorios situados en su generalidad a 4000 m.s.n.m. A esa
altitud, los hombres y mujeres aymaras, organizados en sus comunidades, han diseñado
laboriosamente un modo de convivir con la naturaleza, de producir alimento suficiente
con base en un sistema altamente eficiente de "administración del riesgo" productivo
que, además, es estable. Por lo general, la tierra ha sido -y continúa siendo en muchas
regiones- poseída en común y distribuida periódicamente en parcelas que son trabajadas
particularmente por los miembros de cada unidad doméstica. Es decir, todavía, en
diversas regiones, es la comunidad la que posee una determinada cantidad de tierra y
existe aún un sistema estacional autónomo de reparto y atribución de parcelas a las
unidades domésticas que componen la comunidad en amplias zonas del altiplano
84
Dos trabajos clásicos sobre “La identidad aymara” y sobre el “pensamiento político andino” que
brindan múltiples y valiosos elementos del imaginario y cosmogonía de los habitantes de las alturas
bolivianas y peruanas, a través de exhaustivas investigaciones históricas son, [Bouyesse-Cassagne:1987]
y [Bouyesse-Cassagne/Harris, Platt: 1987]
75
andino. 85 Esta forma productiva combina: i) terrenos de propiedad colectiva y formas
de ocupación diferenciada de esos terrenos; ii) parcelas de cultivo específico otorgadas
por la comunidad en posesión temporal a las unidades domésticas que gestionan y
usufructúan de los frutos de su trabajo de manera autónoma; iii) espacios de producción
colectiva -sobre todo ganaderos; y iv) obras colectivas de infraestructura. 86
Entre las comunidades aymaras existe también un sistema de intercambios –de
productos, de trabajo, de productos por trabajo, de trabajo por productos e incluso en
ocasiones de trabajo o productos por dinero- que no está completamente regido ni
subordinado al intercambio mercantil. 87 Tal sistema de intercambios constituye lo que
se conoce como “reciprocidad aymara” y sus formas más comunes son la minka y el
ayni que, sin embargo, no agotan sus infinitas combinaciones y variedades. La minka es,
a decir de Felipe Quispe, un “sistema de trabajo aymara en el que la retribución de la
85
Esta forma de ocupación y usufructo de la tierra poseída en común se conoce como aynuqa y
constituye una vigorosa tecnología social altamente eficiente de deliberación, toma de acuerdos y
organización de la ejecución de esos acuerdos. Felipe Quispe describe el sistema de aynuqa de la
siguiente forma: “es la rotación del cultivo de los distintos productos agropecuarios dentro de una
comunidad, haciendo descansar a la Pachamama periódicamente; por ejemplo, si en una comunidad
existen siete zonas de cultivo, entonces solamente sembramos 6 y una de ellas descansa todo el año
ocupándose a la vez para el pastoreo de nuestros animales. A la tierra descansada, siempre se siembra
papa, al año se siembra oca, luego haba, luego cebada, etc. Haciendo variar de año en año los cultivos
para que no se canse la Pachamama ancestral” (Quispe, 1988:11). Esta forma de organizar la producción
dota a las comunidades aymaras de una amplísima experiencia en el manejo de riesgos y en la
coordinación de vastas y complejas redes de actividades combinadas. Los aymaras, en este sentido,
conservan una extraordinaria habilidad no sólo para la organización de grandes acciones colectivas sino
también, para registrar lo que se ha hecho y lo que ha de hacerse.
86
Sin embargo, hay una gran cantidad de maneras en las que ocurre la propiedad-posesión de la tierra: en
algunas regiones solamente se “reparten anualmente” las áreas de pastoreo mientras que en otras también
se reparten los terrenos para el cultivo. Hay incluso algunas zonas donde la población de las comunidades
es más densa o que están más presionadas por el mercado, en donde se pierde la costumbre de la
redistribución periódica de la tierra y se produce sobre la base de parcelas fijas por unidad doméstica. Una
agresión muy importante al sistema comunitario aymara de tenencia de la tierra, basado en múltiples
variaciones de “usos y costumbres”, fue la implementación de la Ley de Participación Popular (LPP) y de
la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria (Ley INRA), cuya combinación de artículos atacó, entre
otras cosas, la forma tradicional de consagrar y revalidar el derecho a la tierra en las comunidades a partir
del cumplimiento de las obligaciones con la comunidad, esto es, de tomar parte en el sistema de cargos y
de cumplir con las obligaciones en las faenas y trabajos colectivos. A partir de la reforma estatal de 1995
se “habilitó” el mecanismo supuestamente alterno de “validación” de la tenencia de la tierra consistente
en pagar el “impuesto catastral anual”. Esto contribuyó a que se desataran una gran cantidad de problemas
intra-comunitarios, sobre todo en las zonas de amplia migración de familias comunarias hacia las
ciudades, pues estas personas, bajo los nuevos reglamentos, podían “pagar los impuestos” y presentarse
ante la comunidad con un papel expedido por el estado mediante el cual confrontar la lógica de
funcionamiento interno del ayllu. Hasta antes de tales reformas, las familias migrantes sabían muy bien
que tenían que, o bien volver periódicamente a las comunidades de origen para cumplir con sus
obligaciones con la comunidad, o bien hacer algún tipo de acuerdo con parientes, vecinos o compadres
que permanecieran en la comunidad para que ellos cumplieran “a nombre de la familia migrante” con las
obligaciones, quedando esta familia obligada con los primeros, bajo alguna forma de intercambio de las
que existen en los Andes y se conocen con el nombre genérico de “sistema de reciprocidad andina”.
Muchos ejemplos de estos conflictos intracomunitarios los observé directamente entre 1997 y 2001
cuando todavía vivía en Bolivia.
87
Sobre esto puede revisarse, entre otros, [Temple: 2003] [Arnold, Jiménez y Yapita:1992].
76
colaboración de trabajo en las faenas agrícolas se hace en producto” (Quispe, 1988:12);
el ayni, según la misma fuente, es un “sistema de trabajo aymara comunitario, en el cual
un comunario por ejemplo, se hace colaborar con varios comunarios en su trabajo
agrícola. Entonces este comunario está obligado a cumplir iguales días de trabajo en las
tareas de los que le han ayudado anteriormente. Todo esto se hace sin que exista
ninguna remuneración en dinero porque no hay relaciones mercantiles capitalistas en
nuestras ancestrales prácticas comunitarias” (Quispe, 1988: 12). Si bien la contundencia
de la última afirmación me parece discutible, es evidente que hay ámbitos amplios de la
vida social y productiva comunitaria que se realizan desde lógicas no subordinadas al
intercambio de equivalentes generales, sino que privilegian tanto el intercambio de
equivalentes concretos, como la ampliación-maximización de los valores de uso a ser
producidos en común. Puede decirse, entonces, que los intercambios entre personas de
origen aymara al interior y fuera de sus comunidades, así como los que se producen
entre comunidades y entre las comunidades y el Estado, se basan en una profunda
noción de “equilibrio justo” en torno al cual gira y se despliega toda la dinámica social.
Tristan Platt señala dos hilos fundamentales que siempre están presentes en las
interacciones sociales de intercambio en las alturas andinas: el primero es la noción de
“pacto” o “equilibrio” entre aquellos que intercambian –personas, unidades domésticas,
comunidades, comunidad-estado, etc.- que está permanentemente sujeto a
renegociación, limitando los desequilibrios extremos. El segundo es la noción de que las
“transacciones desequilibradas” deben necesariamente ser limitadas, rechazadas y que
es imprescindible devolverlas a un punto donde el “pacto” básico no se rompa. 88 Estos
rasgos compartidos de manera diversa por las comunidades y ayllus del altiplano así
como las habilidades organizativas de las personas que establecen y coordinan este
conjunto de acuerdos y operaciones, estuvieron en la base de los levantamientos de
2000 y 2002, pese al “formato sindical” que enmarcó las movilizaciones.
Además de lo anterior, para regular su convivencia interna las comunidades tienen un
sistema de cargos propio para asuntos productivos, para la construcción y
88
Platt ha estudiado detalladamente el complejo “vocuabulario y sintaxis para expresar con precisión las
características de las transacciones, sean éstas “equilibradas” o “desiguales”, “abiertas” o “cerradas”.
También presenta un interesante argumento de la manera de proceder aymara tras la conquista española,
renegociando permanentemente, por la vía legal y/o por el camino de la rebelión recurrente, los términos
de los tributos y obligaciones de las comunidades y de las “obligaciones” de las autoridades coloniales.
Ver, [Platt, 1987: 107-113].
77
mantenimiento de la infraestructura, para la utilización del agua 89 , para entablar
específicas relaciones con las instituciones estatales (educativas, de “asuntos
campesinos”, etc.) y para organizar su vida ritual interna que, por lo general, se
denomina “thaki” –camino, en castellano-. Hay dos principios del complejo sistema de
cargos aymara que vale la pena hacer notar, pues son nociones básicas que están fuera
de los conceptos fundamentales de las ciencias políticas modernas y “occidentales”.
Estos principios son la “obligatoriedad” y la “rotatividad” en el servicio. 90
En relación con la “obligatoriedad”, la forma en la que este principio opera es la
siguiente: si las unidades domésticas son la base del entramado comunal en cuanto tal,
la pertenencia a la comunidad requiere ser actualizada año tras año, a partir del
cumplimiento de alguna de las obligaciones colectivas. Para ello, la unidad doméstica
está obligada a participar en la gestión de la vida colectiva ocupando algún cargo cada
año; esto es, la forma de la participación política no está basada en la “libertad” de
elegir y ser electo, tal como es el principio liberal de la participación política, sino en la
“obligación” de ocupar algún cargo –de mayor o menor importancia- con sistemática
frecuencia en el conjunto de instituciones que regulan y organizan la convivencia
social. 91 A raíz de esta forma de organizar la convivencia común, la intervención
89
En relación al uso del agua, Rufino Yujra, de la sub-central de Marka Masa, puntualiza sobre los
métodos de rotación comunitaria en el acceso y aprovechamiento del agua: “[...] Nosotros, dos tipos de
riego tenemos en la comunidad; uno, somos parte de AUPA que es una organización de 30 comunidades.
En ese entendido, nosotros tenemos turnos, manejamos desde la matriz que viene, o sea que por turnos
nos distribuimos [...] Santia Grande, Putuini, Kasina, Kachani y Marcamasaya, esas cinco comunidades
manejamos. En la semana nos turnamos: lunes empieza uno, el martes otro y el miércoles es de nosotros.
Dos zonas hay en nuestra estancia, entonces, cuando nos toca un miércoles, el lugar de la planicie
manejamos la zona B, en la zona A es lo alto. Así manejamos, en la semana es una sola vez [...]” (Auza,
2005: 66).
Por su parte, Marxa Chávez explica: “En sectores como Villa Asunción de Corpaputo, existen sistemas de
administración y uso del agua que se realizan a través del Comité de Aguas, compuesto por 11
comunidades y regulado por ellas mismas. La dirección de esta organización está a cargo de una
comunidad por cada período, de manera rotativa y por turnos, lo cual garantiza un distribución equitativa
del agua entre las comunidades: “hay de la laguna San Francisco, un comité cada año se cambian, 11
estancias maneja, ellos administran el agua por igual […] allí se organizan y se turnan desde agosto, cada
tres meses, cuando hay sequía de agua, se turnan dos noches, dos días, va a una comunidad y otros,
depende, a la gente que habita aparece en noviembre el agua y no hay mucho problema, para eso es la
organización del comité de agua, para que no nos peleemos sobre el agua, hay una buena comprensión”.
Marxa Chávez, entrevista a R.Yanarico, Comunidad Tacamara, en Chávez Marxa, 2006.
90
Para una discusión de las dificultades que confrontan estas lógicas en medio de la regulación liberal
contemporánea puede revisarse, Gutiérrez, 2001 y Patzi, 1999
91
He mencionado que dicha participación obligatoria está en la base del derecho de pertenencia a la
comunidad y es la garantía del derecho de posesión de la tierra. Puede notarse que estos principios chocan
frontalmente con los conceptos básicos que organizan la estructuración política moderna en particular, los
sistemas de derechos básicos y sobre todo el “derecho a la propiedad sin obligación”, tal como es
criticado desde los ayllus. En este sentido la crítica de “irresponsabilidad civil” que los aymaras con
frecuencia hacen a los “q`aras citadinos”, que “ni siquiera saben cómo llega el agua a sus casas”, o “cómo
se amplía un camino” exhibe la percepción del sistema político liberal dominante claramente como ajeno,
como extraño e impropio. Conversaciones y participaciones en reuniones de las comunidades aymaras en
78
colectiva en el asunto público local es inmediata y continua para cada miembro de la
comunidad.
Por otro lado, el principio de la “obligatoriedad” de la participación se complementa con
el principio de la “rotatividad” en la ocupación de los principales cargos existentes.
Anualmente, la comunidad comienza a deliberar informalmente sobre la conveniencia
de que una u otra familia específica ocupe determinado “cargo”; esto posteriormente es
convertido en una propuesta formal y, en fechas fijas, se llevan a cabo tanto la elección
como la posesión en el cargo de los nuevos “encargados”, casi siempre en medio de
fiestas comunales. De esta manera nadie, o casi nadie, se queda fuera de las tareas
públicas de representación de la comunidad ante las demás comunidades y ante las
instituciones estatales, o de organización y conducción de los asuntos locales.
Vale la pena notar que hasta ahora hemos hablado de que el cargo lo ocupan las
unidades domésticas. En este punto las comunidades cabalgan sobre una contradicción
que las desgarra y que es importante exhibir: entre los aymaras se utiliza la palabra
“jaqi” para expresar la noción “persona adulta”. Sin embargo, este término alude, en
realidad, a una pareja unida en matrimonio que está a cargo de una unidad doméstica. 92
Así, en las comunidades se entiende que el “cargo” no es ocupado solamente por un
varón adulto sino por, en primer lugar, la pareja que funda a esa familia y, en segundo,
por la unidad doméstica en su conjunto que muchas veces incluye a otros parientes
dentro de sí. De hecho, un varón solo –soltero o viudo- o una mujer sola –soltera o
viuda- es muy difícil que ocupen los cargos de mayor importancia para los cuales se
considera necesaria la atención de al menos dos personas. 93 La noción de jaqi es
Omasuyos, Camacho y Los Andes entre 1986 y 2001. Para una reflexión más sistemática sobre esto ver:
Gutiérrez, “Forma liberal y forma comunal de política”, en Pluriverso. Teoría Política Boliviana,
Comuna, La Paz, [Gutierrez: 2001b]
92
Andrew Canessa, antropólogo que ha vivido y estudiado las comunidades aymaras de la provincia
Larecaja, señala lo siguiente: “El matrimonio es la unión de una mujer y un hombre y este ritual completa
la persona de un modo especial. Como es bien conocido, en muchas partes de los Andes se habla de la
pareja como chachawarmi o qhariwarmi, es decir, “hombremujer” como una sola palabra e identidad
complementaria. En Wila Kjarka se refiere a casarse como jaqichasiña: hacerse persona. Después de
casarse uno tiene el poder creativo de producir hijos legítimos, el derecho de poseer tierras, y el deber y el
derecho de asumir los cargos y responsabilidades comunales que representan un aspecto integral de la
existencia de la comunidad” (Canessa, 2006: 83-84).
93
A una persona “sola”, es decir, que vive sin pareja, sea varón o mujer, se le denomina “chulla” palabra
cuya traducción literal es “impar” y que tiene una carga negativa fuerte. En contraste, a la dualidad
masculino-femenina que subyace a la noción de “jaqi” –en tanto ser humano pleno- se le designa con el
término “chacha-warmi” –traducido por hombre-mujer, o pareja de esposos-. Esta importante
construcción epistemológica que hace que siempre se tenga en cuenta y presente que la “humanidad” está
compuesta por varones y mujeres que procrean nuevos hombres y mujeres, ha sido sin embargo empleada
con más frecuencia de la deseable en una invisibilización práctica de lo específicamente femenino. Para
una discusión más profunda sobre este tema puede verse Malena Rodríguez García, “Dualidad y
79
expresiva de un rasgo fundamental del pensamiento andino: la dualidad
complementaria o la complementariedad dual que se verifica, básicamente, en el
cotidiano uso de pares explicativos: femenino-masculino, abajo-arriba, etc.94 La
práctica de la transacción permanente en torno a ciertos equilibrios admisibles y
considerados justos, tiene sus cimientos en la concepción dual y complementaria del
mundo, que obliga a constantes acuerdos y renegociaciones acerca de lo que es justo y
equilibrado. 95
En la actualidad, pese a que, para acometer muchas de las tareas de la producción y la
fiesta, las comunidades aymaras operan claramente bajo estos principios, en términos de
las formas de articulación supra-comunal o de las funciones de representación política;
es muy frecuente que esta lógica “comunal” se estrelle con otros principios operativos y
de concepción que entran en contradicción con los primeros, sobre todo en niveles
alejados de lo estrictamente local. 96 Esto sucede, en particular, con el formato
organizativo sindical que, en la región de Omasuyus en la rivera del Lago Titikaka, se
superpone y entrelaza con las estructuras comunales: si bien a nivel de comunidad e
incluso de cantón, la fuerza social de las comunidades ha sido suficiente para
reconfigurar de diversas maneras las prácticas sindicales, subordinándolas a la lógica
comunal, en los niveles de articulación sindical superiores, provinciales o
departamental, tal capacidad se debilita y prevalecen formas de representación política
más cercanas a hechuras liberales, delegativas, sin tanto control de las bases, que por lo
mismo responden a principios más bien “modernos” de sistemas de “derechos y
deberes” y donde, además y por lo mismo, se elige preferentemente a los varones.97 En
todo caso, más allá de estas dificultades, el entramado comunitario, denso, autónomo,
80
antiguo y dúctil que constituye el alma del tejido social en el altiplano boliviano guarda
dentro de sí una gran vitalidad tal como se hizo explícito entre 2000 y 2003.
Por otro lado, el tejido social comunitario que hemos esbozado a brochazos gruesos ha
mantenido con el Estado boliviano, desde su fundación, una tensa relación de
desconfianza y confrontación. Para dar cuenta de ella, vale la pena brindar, en primer
lugar, algunos elementos panorámicos de la estructura estatal boliviana en sus niveles
capilares. En Bolivia hay un estado central, liberal y fuertemente jerarquizado. 98 El
territorio está dividido en nueve departamentos bajo la autoridad política de Prefectos,
que recién en las elecciones de 2005 fueron electos por voto directo. Anteriormente, el
cargo de Prefecto era ocupado por un representante directo del presidente y su papel
oficial consistía, justamente, en ser la encarnación departamental del poder ejecutivo a
través de la delegación discrecional de dicha facultad. Ahora bien, cada departamento
está dividido en provincias e, igualmente, el subPrefecto es la autoridad política máxima
en la provincia y es nombrada por el Prefecto del departamento; este cargo sigue sin ser
electivo. En el área rural, tal estructura política se complementa y superpone a nivel
local con las autoridades municipales, que desde 1995 son electas en toda la república
por voto directo a candidatos propuestos por partidos políticos –o por “agrupaciones
ciudadanas” desde 2004. En las elecciones generales se eligen, además del presidente y
vicepresidente de la República, los diputados y los senadores; los primeros divididos
entre uninominales –por circunscripción territorial- y plurinominales –por plancha
partidaria-. La descripción de la estructura estatal boliviana hace evidentes sus rasgos
piramidales, concentrados y verticales, que se traducen en que el aparato de gobierno
sea, antes que cualquier otra cosa, una especie de armazón política superpuesta al
conjunto de la población sobre todo rural y urbano-marginal, que tiene la finalidad
básica de controlar a los habitantes y cobrar los impuestos. Es decir, en su forma y
98
La Constitución Política del Estado boliviano –igual que las de otros países de América del Sur- son
herederas de la tradición del “liberalismo político” donde un punto nodal de la argumentación es la
“delegación” de la soberanía social. A la letra, el Art. 2 de la CPE dice que “La soberanía reside en el
pueblo; es inalienable e imprescriptible; su ejercicio está delegado a los poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial […]”. Esto se complementa con el Art. 4: “I. El pueblo delibera y gobierna por medio de sus
representantes […]. II. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya la soberanía del pueblo
comete delito de sedición.” Recientemente se añadió al Art.4. I. la afirmación de que el pueblo “gobierna”
también, “mediante la Asamblea Constituyente, la Iniciativa Legislativa Ciudadana y el Referéndum,
establecidos por esta Constitución y normados por ley”. Si bien una Constitución es sólo un pálido reflejo
de las relaciones políticas existentes en un país, contrástese lo anterior con el Art. 39 de la Constitución
Mexicana, que en la primera afirmación del Capítulo “De la soberanía nacional y de la forma de
gobierno” establece: Art. 39. “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo
poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en todo tiempo el
inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
81
todavía más en sus prácticas internas, el Estado boliviano conserva nítidos rasgos de su
origen colonial, esto es, de un artefacto político destinado, no a supuesta o idealmente
organizar la convivencia entre ciudadanos jurídicamente iguales, sino a controlar la
fuerza de trabajo y garantizar el pago de las tributaciones fiscales. En este mismo
sentido, el aparato político de gobierno –en tanto componente del Estado- sobre todo en
las áreas rurales, es básicamente un entramado institucional y normativo ajeno a las
comunidades y colocado por encima de ellas. La relación entre funcionarios estatales y
población de las comunidades ha estado históricamente marcada por la desconfianza
recíproca, así como por una drástica separación fundada sobre todo, en el desprecio
racista hacia lo comunitario originario.
La existencia de tal estructura estatal liberal con una forma cerrada, económica y
étnicamente excluyente y semi-colonial es parte de la explicación de la permanencia y
vitalidad de las comunidades aymaras: en tanto la solución de prácticamente todos los
problemas y cuestiones básicas para la vida cotidiana es encarada por la población de
acuerdo a sus propios conocimientos, formas organizativas y lógicas internas, el
entramado comunitario, sus prácticas deliberativas y sus capacidades regulativas,
permanecen en el tiempo aunque cercadas y agredidas intermitentemente por el aparato
estatal. Por lo general, a las autoridades estatales se les demanda atención –
dificultosamente prestada- para desarrollar proyectos o solucionar problemas que no
puedan ser resueltos por las propias comunidades y, la mayor parte de las veces, lo que
se defiende desde el tejido originario de comunidades y pueblos es un conjunto doble –y
en cierta medida contradictorio- de aspiraciones: por un lado, “que los dejen en paz”, es
decir, que las autoridades estatales bolivianas “no interfieran ni se metan” en los asuntos
locales de las comunidades; por otro, reclaman también la ampliación de los márgenes
de inclusión en el estado, de los derechos económicos colectivos y de los beneficios
sociales y ámbitos de bienestar público que puedan ser disfrutados en las áreas rurales. 99
Hasta cierto punto, esta doble intencionalidad: conservar la autonomía propia y buscar
la inclusión, está en el fondo de la noción ancestral de “pacto” y en las dos ideas
políticas más importantes del mundo aymara: el pachakuti y el tinku, respectivamente,
“la alternancia de contrarios” y “el encuentro de los opuestos”, según la explicación de,
entre otros, Bouyesse-Cassagne.
99
. Bouyesse-Cassagne, 1987. Estas ideas las discutiremos con más detalle en las páginas siguientes, pero
vale la pena tenerlas en mente en todo momento para poder entender el posible sentido interno de los
levantamientos para los protagonistas.
82
Es, entonces, desde el tejido social comunal aymara y en medio de esta forma de
relación con el Estado, donde estallaron los levantamientos de 2000-2001. Sin embargo,
en parte como herencia de la Revolución de 1952 y del limitado intento de ampliación
ciudadana y modernización económica que las élites nacionalistas revolucionarias
desplegaron durante algunos años, el entramado social comunitario y campesino en todo
el país adquirió un formato sindical de organización que copió la estructura piramidal y
jerárquica del estado boliviano para organizar la agregación. 100 Es así que un tema
importante de la discusión política en Bolivia ha sido justamente aquel acerca de las
contradicciones entre las formas organizativas modernas –sindicales- y las formas
organizativas tradicionales. Mi postura en relación a esta cuestión, concordante con la
visión inicial de Félix Patzi, distingue de acuerdo a los diferentes ámbitos y niveles
territoriales de organización. 101 Esto es, si bien a nivel local –de comunidad- y a veces a
nivel cantonal o de sección municipal, las estructuras comunitarias ancestrales se
imbrican de manera fluida con las formas organizativas sindicales modernas, a niveles
100
Tras la revolución de 1952, el MNR intentó organizar una estructura estatal corporativa para
implementar ciertos procesos de modernización desde arriba. Estos esfuerzos, comparándolos con otros
similares como el mexicano, resultaron fallidos; aunque en ciertos períodos hubo tensos intentos de
cooptación de la fuerza social agraria como, por ejemplo, durante el llamado “Pacto militar-campesino”.
Así, la conformación de una estructura sindical campesina nacional puede entenderse también –de
ninguna manera únicamente- como parte del esfuerzo de corporativización estatal de la sociedad anhelada
por el nacionalismo revolucionario. Por otro lado, en Bolivia, dentro de la tradición sindical minera y
obrera-fabril, la cuestión de la “independencia sindical”, es decir, de la no subordinación política ni al
gobierno ni al estado, ha sido siempre un punto nodal en el discurso político y sindical de los de “abajo”;
la tortuosa relación de independencia se ha mantenido tanto por la voluntad y capacidad de los de abajo
como por la debilidad, el prejuicio, el racismo y la miopía de los de arriba. A partir de esa influencia, el
“valor” de la independencia sindical hacia el Estado está en el origen del nacimiento de la CSUTCB.
101
“(No se ha hecho) un balance de lo que pasaba con los sindicatos en el seno de las comunidades o, en
caso de realizarlo, se aproximaron al análisis con un juicio antelado considerando perjudicial al sindicato
por ser occidental (tal como ha sido durante algunos periodos la postura del Taller de Historia Oral
Andina, THOA). Mientras tanto, al interior de las comunidades el sindicato tenía la misma función que
ancestralmente se había asignado a las autoridades originarias, aunque se habían quitado su poncho y su
chicote (notar que durante la rebelión estos símbolos de autoridad vuelven a aparecer). Es decir,
conservaban la rotación, la sucesión en el mando y las jerarquías continuaban con leves alteraciones. De
la misma manera, el ejercicio de un cargo sindical continuaba siendo obligatorio, tal como está instituido
para las autoridades “originarias” y es requisito básico para acceder a los diversos recursos existentes (en
la comunidad) […] Es decir, tenemos un panorama en el que diversos cargos políticos de la
administración estatal fueron hábilmente subsumidos por la lógica comunal, asignándoles un nombre
“moderno”: sindicato. De ahí que afirmamos que el sindicato sólo fue dañino a nivel supracomunal, es
decir, desde central agraria hacia arriba (federaciones provinciales, departamentales y confederación
nacional) ya que todas estas instancias se estructuraron bajo la lógica de la separación de la sociedad civil
y la sociedad política, donde los dirigentes flotan por encima de las bases. Como representantes, estos
dirigentes se atribuyen la potestad de tomar decisiones a nombre de las bases, para negociar con el Estado
y otros agentes de la sociedad. En estos espacios supra-comunales sí podemos decir que el sindicato fue la
fiel reproducción de la política liberal, basada en la usurpación de la soberanía colectiva” (Patzi, 1999: 61
y 62). Notar como en la explicación de Patzi, el sindicato es entendido también como un cargo político
que se ocupa de asuntos relativos a la “administración estatal” (los subrayados en la cita son míos. RGA).
Lo que quiero dejar claro es la compleja función de la “estructura sindical” campesina que ocupa un lugar
híbrido dentro de la relación “estado”-sociedad rural originaria.
83
provincial y departamental esto se vuelve mucho más complejo y, sobre todo a partir del
nivel de organización departamental, las formas organizativas tradicionales ceden
terreno ante los usos y costumbres modernos, delegativos y “junt`ucheros”. 102
Entonces, lo que presenciamos desde 2000 fue el levantamiento intermitente de las
comunidades aymaras en el altiplano boliviano a partir de sus estructuras organizativas
tradicionales que han asumido el nombre de sindicato, que pasaron de gestionar la vida,
la fiesta y la producción, a conducir y ejecutar las múltiples acciones de confrontación,
irguiéndose sobre sus propias lógicas internas y utilizando los mismos principios y
conocimientos ancestrales para coordinarse con las demás comunidades y para enlazarse
en las acciones de acoso y cerco al poder estatal. 103 Sin embargo, la oleada de
levantamientos que tuvo como vocero y cabeza visible a Felipe Quispe operó sobre la
estructura sindical previa, desbordándola en ciertos casos y momentos pero, al mismo
tiempo, siendo contenida y limitada por ella: el levantamiento comunitario destituyó
localmente el poder y la presencia del Estado a nivel local en varias oportunidades,
estrangulando mediante “cercos” a la ciudad de La Paz; es decir, exhibiendo de manera
contundente su capacidad de controlar territorios y de interrumpir el funcionamiento de
la vida cotidiana “moderna”, aunque manteniendo, al mismo tiempo, un discurso en dos
tonos: el de la autoafirmación indígena que busca trascender y modificar el orden de las
cosas, por un lado; y, por otro, el de la negociación sindical que demanda y exige al
gobierno que “cumpla” y “atienda” las reivindicaciones sociales.
Tal imbricación de formas políticas comunitarias contenidas en formatos organizativos
complejos –comunitarios y comunitarios-sindicales en lo local, y más nítidamente
sindicales en la cúspide- produjeron una paradoja que, con el tiempo, se convirtió en un
lastre: si bien fueron las comunidades, es decir, los hombres y mujeres de los ayllus
aymaras quienes bloquearon los caminos una y otra vez, quienes se enfrentaron al
ejército, marcharon a las ciudades, asfixiaron el mercado, etc., y si además lo hicieron
102
“junt`uchero”, “junt`ucha” es un término que alude a las prácticas de acuerdos o pactos por decisión o
interés personal a través de los cuales algunos “dirigentes” o “representantes” se separan del control de la
base comunitaria, comenzando a decidir por sí mismos. Es decir, cuando “se hace una junt´ucha” lo que
se expresa es que está operando ya el principio de delegación de la soberanía colectiva, la cual es
usurpada por uno o varios “mandantes”. En una “junt´ucha” ya no se “manda obedeciendo”, para decirlo
mediante la afortunada expresión zapatista.
103
“Existe una manifiesta relación simbiótica entre las dirigencias sindicales y sus bases comunitarias,
misma que se expresa en las entrevistas efectuadas a sus representantes. Esto porque el principio rotativo
y obligatorio de autoridad establece un circuito de enorme fluidez que activa la conexión, casi
permanente, entre las instancias comunitarias y los niveles dirigenciales, lo que atinadamente se concibe
como sindicato comunal”. Auza: 2005, 52.
84
sobre sus conocimientos y mecanismos organizativos ancestrales, tensando y ampliando
los ámbitos de sus sistemas de cargos, trabajo colectivo y prácticas de reciprocidad, la
“coordinación” central de toda esta gigantesca energía social se realizó desde la
estructura sindical campesina más importante de Bolivia, la CSUTCB, y se hizo patente
en la figura de Felipe Quispe Huanca. La paradoja consiste en que ambas instancias, las
comunidades movilizadas y sublevadas a partir de sí mismas sobre la base de la acción
de articulación de la CSUTCB con Felipe Quispe a la cabeza, aun cuando en un primer
momento se dieron recíprocamente fuerza, visibilidad y capacidad de intervención en el
asunto público de manera intempestiva y enérgica, a la larga se separaron en sus lógicas
internas y se confrontaron con sus propios límites. Esto es lo que abordaré ahora.
104
Para una discusión sobre esto ver Escárzaga, 2006
105
Los “Ayllus Rojos” –como eran también conocidos- publicaron y difundieron una gran cantidad de
folletos y tesis sindicales haciendo conocer públicamente sus posturas políticas y ocuparon cargos en las
dirigencias sindicales hasta el paso a la clandestinidad hacia 1989.
85
organización. Entre otros aportes en esta dirección, Felipe Quispe publicó -y re-editó
varias veces- una versión de la historia de la conquista de Bolivia y de las rebeliones de
los ayllus contada desde la perspectiva indígena, titulada ¡Tupak Katari vive y vuelve,
carajo!, que tuvo una gran influencia entre las comunidades.
El objetivo de la guerra de ayllus a desencadenar consistía, en sus formulaciones más
pulidas, en la construcción del socialismo de ayllus, mediante el cual se garantizara la
autodeterminación de las naciones originarias –aymaras y quechuas, principalmente- y
que pasaba necesariamente por hilvanar una alianza entre los trabajadores directos de
origen boliviano y las naciones oprimidas para conseguir la reapropiación de la riqueza
social.
Estas posturas fueron sistemáticamente expresadas, precisadas, difundidas y defendidas
por Quispe y otros miembros del EGTK entre 1986 y 1992; año en el cual varios
militantes y dirigentes de esta organización son detenidos, entre ellos Felipe Quispe.
Después de pasar cinco años en la Cárcel de San Pedro de La Paz, entre 1992 y 1997 y
de convertirse en una figura pública ampliamente conocida desde la prisión, Felipe
Quispe vuelve a la vida sindical en La Paz hasta ser electo en 1998 como Secretario
Ejecutivo de la CSUTCB, bajo la figura de “solución negociada” de la pelea faccional
entre las tendencias sindicales de Evo Morales y Alejo Veliz, pugna que se venía
arrastrando ya por varios años.
Esta brevísima exposición de la trayectoria personal de Felipe Quispe tiene la intención
de mostrar el peculiar significado de su elección como máximo dirigente campesino en
1998: no solamente se eligió a un dirigente aymara –en vez de un quechua- sino que se
escogía precisamente a un representante de la tendencia más radical del agro boliviano,
a un ex preso político que había defendido abiertamente la lucha armada durante mucho
tiempo y la había practicado. Cabe mencionar, también, que Felipe Quispe contaba con
un gran ascendiente moral y de respeto entre las comunidades, a partir no sólo de sus
largos años de esforzada militancia y de ser un comunario como cualquier otro, sino
también a partir de su propia fuerza interior y habilidad verbal que lo llevan a confrontar
el orden simbólico de la dominación étnica y económica en prácticamente todas sus
apariciones públicas. 106
106
Una de las más famosas respuestas que por su simplicidad y contundencia todavía se recuerda, es la
que Felipe Quispe dio a Amalia Pando, conocida periodista de la televisión, el día que fue presentado a la
justicia tras su captura. A la pregunta de la periodista de “¿Por qué se alzaba en armas para destruir a
Bolivia?”, Felipe Quispe le respondió: “Porque no quiero que mi hija sea tu sirvienta”; resumiendo en
esta sencilla frase toda su experiencia de antagonismo étnico y de clase entre las familias de los ayllus –
86
Antes de pasar a la reflexión sobre los levantamientos aymaras de 2000 y 2001 vale la
pena brindar algunos elementos sobre la CSUTCB, en tanto estructura organizativa
sindical, desde la cual se desplegaron las acciones de insubordinación más vigorosas.
cuyos hijos efectivamente o son los sirvientes o los empleados de los q´aras- y la población urbana
mestiza y adinerada.
107
Esta corriente cuyos personajes más visibles son Genaro Flores –primer dirigentes sindical de la
CSUTCB- y Victor Hugo Cárdenas –posteriormente vicepresidente del primer periodo de Sánchez de
Lozada (1993-1997)- decidieron en 1985 formar un partido político legal llamado Movimiento
Revolucionario Tupak Katari de Liberación (MRTK-L) cuyos documentos afirman la lucha contra el
“colonialismo interno” en Bolivia entendiendo las contradicciones sociales como aquellas entre un “eje
social colonial” que oprime y exlota a otro “eje social nacional”. Esto es pertinente pues muestra cómo,
tras la llamada “apretura democrática boliviana y al menos desde 1985, los dirigentes sindicales han
ensayado la incursión en actividades políticas partidarias formales, como una práctica frecuente, a la que
se alude como “construcción de instrumentos políticos” desde la fuerza sindical. El camino de
construcción tanto del MAS como del MIP, en cierto sentido, abreva de esta herencia. Para más
información, ver (Patzi: 1999, 37 y ss.)
87
b. aquellos que plantean la autodeterminación nacional de las naciones originarias
que reivindican plenamente a la comunidad desde sus formas económicas,
políticas y culturales, es decir, una posición que ambiciona la formación de una
nación confederada de aymaras, quechuas y otras nacionalidades” (Patzi, 1999:
12). A esta postura pertenecen Felipe Quispe y su entorno.
108
Los periodos de dos años para la dirigencia sindical se prolongaron a tres en el Congreso de 2001.
Estatutos de la CSUTCB.
88
Unos años antes de la elección de Felipe Quispe como Secretario Ejecutivo de la
CSUTCB la pugna entre “Evistas” y “Alejistas” estaba en un punto de gran intensidad.
(Patzi, 1999: 37 y ss. También, Quispe Ayar, 2003).
Así, la elección de Quispe permite que el movimiento sindical campesino boliviano
retome las banderas de la lucha indígena desde una perspectiva de la autodeterminación
política de las naciones indígenas. Según Félix Patzi, la elección de Quispe significa,
primero: la retoma del liderazgo y la autoridad aymara en el movimiento campesino;
segundo: la apuesta del campesinado por la propuesta de la constitución de un Estado
propio; tercero: el rechazo al pluriculturalismo y la carrera partidaria de dirigentes como
Román Loayza, Evo Morales, Alejo Véliz y otros. (Patzi, 1999: 121, citado también por
García, coordinador, 2004:121). Además, si algo tiene Felipe Quispe es su intermitente
tenacidad para el trabajo de base, para la sistemática y paciente visita a las
comunidades. Como él mismo explica:
Bueno, yo entro como Mallku Ejecutivo de la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia, el 26, 27 de noviembre de 1998 y
prácticamente el movimiento originario estaba totalmente destruido, casi de 4
patas, por qué no decir totalmente despolitizado [...] de ahí que primeramente
hemos tenido que visitar las comunidades, viajar a todos los lugares y desde ahí
comenzar a hacer el trabajo político ideológico; y eso es lo que hemos
propuesto, pero unos cuantos, no todo el comité Ejecutivo Nacional de la
CSUTCB, ya que en su interior hay personas de diferentes tendencias políticas
[...] entonces de ahí que en abril hicimos una prueba, pero hasta ese momento ya
habíamos saneado el pensamiento y la acción dentro del movimiento indígena
[...] entonces el primer chispazo que hemos dado es en abril. 109
109
“Organización y proyecto político de la rebelión indígena aymara-quechua, Entrevista a Felipe Quispe
Huanca, en [Gutiérrez: 2001].
89
Marxa Chávez menciona varios testimonios de “activistas” aymaras que, por su propia
cuenta y riesgo salían de sus comunidades y viajaban incluso a otras provincias a
“concientizar” sobre los perjuicios de la Ley de Aguas:
Como eran dirigentes conscientes ellos nomás salían así a estar caminando, pero en
otros lados, mayoría con sus propios recursos. Salían porque han hablado de que
nos va a pasar eso; con su recurso se movían, con su bicicleta, a veces se fregaba y
se saben estar prestando así nomás. No tenían ningún apoyo, yo así nomás he visto,
tal vez algunos chóferes ayudan también y así algunos los que están aquí, algunos
refresquitos y por lo menos darle una agüita, pero no tenía ayuda esos. Eran ex-
dirigentes, pero tenían esa política de pelear sobre estas leyes, entonces ellos se han
salido hasta diferentes lugares para concientizar a otros lugares, Murillo, otros
Patacamaya, otros en Laja, a contactarse: no estamos en esta pelea políticamente, sino
sobre la ley, sobre eso es, han podido concientizar: nosotros pasamos hambre, frío,
nosotros ese sufrimiento hemos pasado, tu tal vez no, pero por eso tenemos que llevarte
conmigo, bueno, si no llevas, bien, no vamos nosotros a ayudar, aunque nos quedemos
en la provincia mal, dijeron. 110
Ahora bien, tanto la primera gestión de Felipe Quispe (1998-2001), como su segundo
periodo como dirigente (2001-2004, que se extendió hasta 2006) estuvieron marcados
por constantes peleas internas que, incluso, llegaron a la división de la organización. 111
Un breve recuento de las desavenencias internas hasta el año 2000 se presenta en el
siguiente cuadro:
Fecha Suceso
Noviembre Elección de Felipe Quispe como Secretaro Ejecutivo de “consenso” para
de 98 limar las discrepancias entre “evistas” y “alejistas”.
110
Entrevista a Teresa, comunaria de base de Warisata, provincia Omasuyos. Citada en Chavez Marxa,
2006.
111
La reelección de Felipe Quispe ocurrió en el IX Congreso Ordinario de la CSUTCB celebrado entre el
16 y el 21 de abril de 2001, con la ausencia de las Federaciones de Santa Cruz, Oruro, Pando y Potosí.
112
La estructura sindical campesina siempre ha tenido una debilidad: la cuestión de la autonomía
financiera. Por lo general, aunque hay algunas excepciones, las comunidades y sindicatos de base no
“cotizan” para mantener la estructura sindical de niveles más altos. Esto ocurre en parte, quizá, porque tal
como ya hemos especificado, en el entramado comunitario la “obligación de dirigir” se entiende ante todo
como una “obligación de servir”. Esta carencia material de recursos del sindicalismo campesino –a
90
secretaria, chofer- y les cortan la luz y el teléfono. 112
25 de Agosto En el III Ampliado de la CSUTCB los “evistas” tratan de forzar la
de 99 renuncia de Felipe Quispe para que Román Loayza, hasta entonces
Secretario General, ocupe la conducción de la Confederación.
15 de Nov. Durante la marcha en memoria de Tupak Katari, el dirigente Humberto
99 Choque, “evista” de La Paz, intenta evitar que Felipe Quispe tome la
palabra.
18 de Enero El Ampliado de cocaleros de la región de Yungas desconoce a Quispe y
de 2000 pide se convoque a un Congreso Extraordinario.
17 al 27 de Durante el XII Congreso de la Central Obrera Boliviana el conflicto
Enero de entre facciones campesinas se traslada a ese escenario. Mientras Quispe
2000 abandona el Congreso, Felix Santos –de la fracción evista- es electo
como Secretario General de la COB.
Junio y El II y el IV Ampliado de la CSUTCB, en Chuquisaca y Cochabamba
agosto de respectivamente se suspenden porque alguna de las facciones no
2000 concurre o boicotea la reunión.
Fuente: elaboración propia con datos de Ayar Quispe, 2003 e información de prensa.
diferencia del sindicalismo minero, por ejemplo- ha facilitado la intromisión política de distintos
“financiadores”, ya sean partidarios u ONG´s. Hasta cierto punto, los sucesivos gobiernos que enfrentaron
las rebeliones de 2000-2003 (Bánzer, Quiroga y Sánchez de Lozada) intentaron limar el filo de la
insubordinación rural mediante la entrega de algunos bienes: una sede sindical, vehículos, etc. En ese
sentido, “quitar los fondos para el gasto corriente en la CSUTCB” era una manera directa de debilitar la
postura de Felipe Quispe.
113
Marxa Chavez y otros, "Organización y proyecto político de la rebelión indígena aymara-qhuechua.
Entrevista a Felipe Quispe", enero de 2001, en [Gutiérrez: 2001]
91
Esto afirmaba Felipe Quispe durante los bloqueos del año 2000 mostrando que los
problemas más sensibles de las zonas rurales eran tres: la privatización del agua, la
erradicación de la coca y la usurpación de la tierra por parte de las elites, sobre todo en
el oriente del país, así como el régimen normativo e impositivo a la propiedad rural que
agredía el tejido comunitario en el altiplano. El rechazo a los proyectos
gubernamentales, comenzando por la Ley de Aguas, inauguraron la etapa de
movilizaciones y levantamientos comunales de 2000 que se detallan en la siguiente
cronología.
Cuadro 2
Inicio del conflicto y enfrentamientos de Achacachi
4 de abril El bloqueo se amplía a otras provincias paceñas como Ingavi y Los Andes.
Contingentes organizados por las Federaciones de Oruro, Cochabamba y
Chuquisaca salen a las carreteras para realizar los bloqueos.
Por su parte, el gobierno moviliza fuerzas militares hacia la carretera de Oruro
y hacia las provincias del norte paceño
Ocurre el primer enfrentamiento entre bloqueadores y militares en Laja,
camino a Guaqui.
6 de abril Cabildo en Achacachi. Se invita al presidente Bánzer a "la capital del mundo
aymara" a dialogar "de presidente a presidente", según dice Felipe Quispe.
Es muy importante esta manera de presentar las cosas pues, sobre la fuerza del
bloqueo de caminos, Felipe Quispe comenzó a difundir y aclarar la idea de que
existen “Dos Bolivias”: una, la de los q´aras y sus gobernantes y otra, la de
“abajo”, la de los aymaras, quechuas y de otras naciones originarias, junto a los
trabajadores.
92
8 de abril Enfrentamientos en Patacamaya y Lahuachaca -sobre la principal carretera del
país. A las 8 de la mañana fuerzas militares intervienen una reunión de vecinos
y comunarios que iba a realizarse en el Colegio Germán Busch de Patacamaya,
donde se registraron 4 heridos por bala. Más tarde, el ejército avanzó hasta
Lahuachaca, donde las tropas del Regimiento Patacamaya y el Motorizado de
Viacha, con tanques y balas de guerra, cruzaron la barricada levantada por las
comunidades que se hallaban realizando la vigilia y dispararon contra la
concentración de gente, que trató de resistir con piedras lanzadas con
q`urawas. La intervención culminó con la muerte de dos personas, ambas por
heridas de bala.
Los bloqueos se extienden por la carretera principal hacia zonas limítrofes con
la ciudad de El Alto, como San Roque. Hay enfrentamiento con fuerzas
policiales y el bloqueo no cede.
El discurso y la movilización de los comunarios se radicaliza a partir de las
muertes de Lahuachaca y Patacamaya. La federación provincial de Omasuyus
convoca a una marcha de protesta para el día 9 de abril.
Felipe Quispe es apresado y confinado con otros dirigentes en San Joaquín.
93
compuesto mayoritariamente de mujeres entra por él, lo sacan del hospital
llevándolo hasta la plaza y lo matan entre todos.
Cuadro 3
Expansión del conflicto y primer Convenio con el gobierno
Inquisivi, Yungas y Murillo (La Razón, 12 de abril del 2000). Se unen a la movilización los
de abril
productores de hoja de coca de La Paz, que logran interrumpir la vía principal que conduce
Por otro lado, las comunidades del sur de la ciudad de La Paz, deciden prohibir el envío de
14 de abril Tras el establecimiento de una mesa de negociación, se firma un acuerdo entre el gobierno
militares de las carreteras y pagar la curación de los heridos así como indemnizar a las
El acuerdo incluía, además, otros 14 puntos, el primero de los cuales señalaba la suspensión
del tratamiento legislativo de la Ley de Aguas, que según los términos suscritos, debía ser
114
Esta exigencia había sido pactada también con los movilizados en Cochabamba.
94
establecen varias comisiones que se encargarán de elaborar propuestas y establecer
Cuadro 4
Cronología del bloqueo de septiembre de 2000
18 de Ante el incumplimiento de los “Acuerdos de Abril” por parte del gobierno, la CSUTCB
Las provincias Los Andes y Omasuyus inician las medidas en alianza con el magisterio
20 de Cesa el envío de alimentos hacia la ciudad de La Paz y el bloqueo se extiende hasta las
septiembre zonas aledañas a la ciudad de El Alto (zona San Roque). El gobierno militariza las
carreteras principales.
federaciones cocaleras del trópico cochabambino bloquean las rutas del Chapare en este
departamento.
24 de Enfrentamientos en las localidades de Parotani (Cochabamba) y Guaqui (La Paz), entre comunidades y el
ejército.
septiembre
Regimientos y volquetas enviadas por la alcaldía de Guaqui intentan levantar las barricadas y recoger las piedras
que bloquean la carretera, gasificando y disparando a los campesinos, los cuales respondieron con piedras. Fallece
Modesto Mamani por un disparo de bala.
Esta nueva confrontación con un muerto, provoca la indignación de las comunidades movilizadas y de los
dirigentes de la CSUTCB, quienes en Ampliado, deciden la intensificación y ampliación de los bloqueos hasta
llegar al borde de la ciudad de El Alto, es decir, a la difusa frontera campo-ciudad.
95
septiembre bloqueados. Se registran algunos enfrentamientos entre militares y comunarios en las
Los bloqueos se radicalizan y ya no sólo se arrojan piedras a la carretera, sino que se abren
27 de Se incorporan a la movilización las federaciones campesinas del sur de La Paz. Durante una
septiembre marcha logran tomar y destruir el puesto de peaje de Lipari, zona que colinda con los
barrios de clase alta del Sur de La Paz. La marcha y el bloqueo avanzan hacia las
ciudad. Comunarios intentan tomar la represa de Jampaturi, para impedir la llegada del
"Cerco a la Ciudad".
septiembre Huarina, al norte de La Paz, son intervenidos por contingentes militares, que efectúan
disparos de balas de guerra, apoyados por avionetas que sobrevuelan la zona. Maestros
rurales y campesinos intentan resistir con piedras. Sin embargo, ante la magnitud de la
represión se repliegan. Durante la intervención mueren tres comunarios y otros cinco son
heridos. Después de estos sucesos, los Ampliados de emergencia que realizan las
asesinatos del día anterior y se comprometieron, todos, a continuar con los bloqueos.
115
Según Marxa Chávez, durante el bloqueo de septiembre se produjo una novedad interesante en el
ámbito de la organización de los sindicatos agrarios –de base-: la decisión, en forma independiente y
autónoma del ingreso, forma y conducción de la movilización. Esto aumentó muchísimo la fuerza general
del bloqueo y su radicalidad. Un comunario de la zona de Achacachi explicó a Chávez lo siguiente: “En
septiembre la participación de la gente ya ha sido organizada al reves, no se ha obligado al bloqueo, tanto
de la CSUTCB, ni asumiendo voto resolutivo de la CSUTCB, sino que ha sido resolución propia: hay
esto, se ha determinado bloquear, entonces cada sindicato a través de la central, “traigan sus propuestas
de como se va hacer, como se va a asumir”, directamente se ha procedido al bloqueo”. Chávez M., 2006,
Capítulo IV.
96
1º de octubre A instancias de la Iglesia se intenta abrir el diálogo entre el gobierno y la dirección de la
CSUTCB. Sin embargo, Felipe Quispe abandona la mesa de negociación con duras
increpaciones públicas a los ministros de estado por los “asesinatos de comunarios” que
están llevando a cabo los “carniceros del gobierno”. Pese a ello, comienza la negociación
los líderes.
encienden fogatas en las calles principales de El Alto. Se quema la caseta de peaje situada
otros sectores como Achocalla, al sur de La Paz, varias comunidades encienden grandes
llevadas a cabo en una oficina de la Iglesia fueron transmitidas por los medios de
presentó sólo para acusar de “asesinos” a los miembros del gobierno, con un discurso
emotivo y dramático.
cumplirá.
116
Cabe destacar la sui generis manera en la que se expande y consolida la rebelión alternando relaciones
de “competencia” dentro del gigantesco fenómeno cooperativo en que consistía el levantamiento.
Comunarios de la zona de Warisata lo expresan así: “Los dirigentes tenían un gran trabajo, organizando
cada día la movilización, en cada provincia ya se sentían obligados a participar en la movilización, en
parte porque no podían permitir que de otra central les vayan a decir que había que movilizarse o que
ellos no se habían movilizado. Ya era competencia” (Chávez M, 2006, Capítulo IV). El encendido de
fogatas en los cerros es parte de esta lógica de la presencia y busca, entre otras cosas, que los demás
miren y sepan quienes han llegado.
97
4 de octubre Se realiza el Segundo Gran Cabildo en Qalachaka (Achacachi), para discutir lo relativo al
comienzo de las negociaciones. Este cabildo fue mas grande que el del 29 de septiembre, y
En este Cabildo se presentó además, el Manifiesto de Achacachi, que tiene dos puntos principales: i) lucha
conjunta de las provincias “para el renacimiento del poder indígena”, es decir un pacto entre todas las provincias
presentes en esta gran reunión, que según el manifiesto, constituirían el Jach´a Umasuyus –Gran Omasuyus-, en
recuerdo a los antiguos territorios que componían la parcialidad Umasuyus 117 , rompiendo la división territorial
impuesta por la colonia y la república. ii) La expulsión de la policía y del ejercito de todo el territorio de Jach´a
Umasuyus.
Desde octubre de 2000 –y nuevamente en 2001- el cerro de Qalachaka a la entrada del pueblo de Achacachi se
convertirá en la “sede” del “Cuartel Indígena”. Esta denominación exhibe el ritmo creciente de la movilización que
comienza a utilizar términos militares, pensando la acción de levantamiento como la entrada en acción de un
“Ejército indígena” cuyo cuartel –entendido como lugar para la deliberación- es Qalachaka. 118
* Elaboración propia con base en revisión hemerográfica en los periódicos paceños La Razón y La Prensa,
Desde la segunda semana de octubre de 2000 se abrieron las “mesas de diálogo” para
negociar las reivindicaciones expuestas por los comunarios y campesinos durante las
movilizaciones. El ambiente era de enorme tensión: la población urbana de La Paz no
atinaba a entender de dónde había surgido la descomunal fuerza aymara. 119 La
población de las comunidades igualmente estaba admirada de su propia audacia. En
decenas de reuniones se reflexionaba sobre lo que habían hecho que sucediera y se
preguntaban cómo continuar. Se había quebrado el temperamento hosco y desconfiado
aunque resignado, que el sentido común dominante –urbano paceño- atribuye a los
117
Manifiesto de Achacachi, 6 de octubre del 2000.
118
“En el mes de abril –de 2000- hubo pues un enfrentamiento con el regimiento Ayacucho de aquí, de
Achacachi y aquí murieron dos hermanos y un militar. Entonces, en septiembre han llegado a este lugar –
Qalachaka- de las diferentes provincias, aquí nos hemos reunido después del bloqueo de septiembre, y
aquí hemos hecho un compromiso para continuar con las peticiones. Desde ahí se ha llamado el “Cuartel
Indígena de Qalachaqa”: Guzmán Gustavo, “Un helado de frutilla en el Cuartel Indígena”, en Pulso,
semanario del 20 de julio al 26 de julio, 2001.
119
Era frecuente en esos días que columnistas o editorialistas en periódicos, radio y televisión, calificaran
a los aymaras de “irracionales”, a sus bloqueos como “agresión” y a sus líderes como “dementes”. Para
un discusión sobre esto, ver Mamani, 2004, Capítulo 2.
98
habitantes aymaras, para dar paso a un belicoso sentimiento de insubordinación, de
confrontación directa contra unas relaciones sociales opresivas, racistas e injustas.
Comenzaba a producirse por entonces, de la mano del levantamiento, un quiebre
simbólico de magnitud: los nietos de Zárate Willka y de Tupak Katari y Bartolina Sisa,
que se habían mantenido en silencio durante un siglo, hablaban con la fuerza de sus
cuerpos y su organización social. Habían comenzado los “tiempos de guerra”, el Awqa
Pacha.
Después de septiembre de 2000 lo más importante fue, quizá, que quedó expuesta a
nivel público la fractura social boliviana y sus ribetes étnicos, pero ya no como discurso
político de algunos activistas sindicales o indianistas sino como realidad patente de la
configuración del Estado nacional. Dos fuerzas contrapuestas se confrontaron
directamente entre 2000 y 2001: la de los aymaras reclamándose como una nación y la
de los q´aras defendiendo “su” república. A Felipe Quispe, en diversas entrevistas, los
periodistas le preguntaron si quería “dividir” a Bolivia. Él contestaba que no, que
“Bolivia ya de por sí está dividida”. 120 Y explicaba que lo que había sucedido en abril y
septiembre de 2000 era que la “Bolivia oculta” había aparecido de repente. Ahora bien,
esta densa diferenciación discursiva, asentada en la capacidad de control territorial, se
expresó también, de manera colectiva, en la sistemática presencia pública de los
comunarios aymaras portando además de su propia bandera –la wiphala-, sus símbolos
emblemáticos y originarios de distinción y prestigio (el poncho rojo, o el chicote
terciado que revela que quien lo porta es autoridad). Sin embargo, los sucesos ocurrían
como habitando un escenario doble: el de un levantamiento en marcha porque las
relaciones políticas no podían continuar como hasta entonces y, simultáneamente, el de
una potente movilización sindical donde los dirigentes están obligados a “negociar” con
el gobierno. Indaguemos un poco más en este doble significad del movimiento.
En relación con las tres principales demandas de la insurgencia colectiva en su formato
sindical: rechazo a la “ley de aguas”, suspensión del proceso de saneamiento de tierras
instruido por la ley INRA sobre todo en la región occidental del país y suspensión de la
erradicación forzosa de la hoja de coca; la modificación y renegociación de la ley de
aguas fue la única que prosperó en ámbitos parlamentarios, en parte por el empuje
combinado de las luchas, tanto en Cochabamba como en el Altiplano paceño, en contra
120
La noción de que Bolivia es un país fracturado por una brecha principalmente étnica y de clase puede
rastrearse desde la obra de Fausto Reinaga, “La revolución india”. En medio de la movilización de 2000,
Quispe recupera y re-elabora estas ideas dándoles una enorme fuerza.
99
de la ley inicialmente aprobada. En relación a las otras dos cuestiones, posesión y
gestión de la tierra y producción y venta de hoja de coca, la negociación se diluyó hasta
el levantamiento de junio-julio de 2001, en una sucesión interminable de reuniones con
comisiones gubernamentales sin capacidad de decisión. Sin embargo, habiendo
experimentado los comunarios aymaras su propia fuerza y adquiriendo los productores
de coca del Chapare la ventaja de no ser el principal ni único foco de conflicto, los
hombres y mujeres de ambas regiones se dedicaron a ejercer una autonomía local de
facto en torno a las cuestiones más sensibles: mantener y proteger los cultivos de coca y
resistir el proceso de saneamiento de tierras implementado desde el INRA. En la región
de Omasuyos del altiplano paceño, por ejemplo, diversas voces manifestaban cuestiones
como la siguiente:
Flora Quispe, ejecutiva de la Federación de Mujeres Campesinas de La Paz -
Bartolina Sisa, resalta el carácter de propiedad que tanto los dirigentes como los
comunarios ejercen sobre el recurso tierra: “…Saneamiento interno es lo que
pedimos al gobierno, pero éste no quiere. Nos dicen que va a costar en dólares;
eso es lo que no queremos. Hasta hoy estamos luchando, porque la tierra es
nuestra, queremos manejarla nosotros y sanearla personalmente, no son las
tierras del gobierno. Él es un extranjero, viene de afuera...”.
Es evidente que las dirigencias sindicales, sobre todo de la provincia Omasuyos,
no están dispuestas a tributar por concepto de posesión de tierras. El secretario
de justicia de la Sub-Central Churubamba, Alberto Quispe lo corrobora con estas
palabras:
“Solamente sabemos que (se) está llevando (a cabo) un ampliado en la
federación, para un saneamiento propio, eso estamos planteando aquí todos del
agro […] Nos están dando diez años para el saneamiento de tierra [...] El
gobierno nos quiere sacar mucho dinero a nosotros, porque en la provincia
Omasuyos hay todo tipo de tierras, no es igual […] Pero nosotros estamos
pidiendo que sea de acuerdo al convenio firmado de los 75 puntos, eso estamos
planteando como federación todos pedimos, como central, sub-central [...]”
(Auza, 2005, 44-45).
100
paceñas y la urbana de la ciudad de El Alto, se hablaba de la reconstitución de la
“nación aymara”, de la dignidad recuperada por los hombres y mujeres tradicionalmente
humillados y discriminados, de los múltiples malestares generados por las políticas de
los sucesivos gobiernos de los q´aras y, también, se hablaba de cientos de
reivindicaciones locales, pequeñas y grandes, desoídas y no atendidas durante años y
años. Es decir, se producía en común, amplificándose y profundizándose, un belicoso
temperamento colectivo de desafío al orden existente que reforzaba el ambiente de
rebelión, que cancelaba la vacilación así como cualquier disposición a transigir con
nuevas y reiteradas maniobras gubernamentales para postergar con las demandas
explícitas.
En ese marco de deliberación constante, en medio del estado general de apronte para
conseguir los objetivos convenidos, los hombres y mujeres aymaras, rurales y urbanos,
comenzaron a producir-recuperar un sentido amplio de inclusión, un sentimiento de
hermanamiento y auto-reconocimiento horizontal y masivo, sobre la base de la
diferenciación con el gobierno, el estado y la población q´ara dominante: “ellos y
nosotros”, se volvió una categoría básica de distinción y organización del mundo a
partir de la cual planear los pasos a seguir. La potencia de este sentido de inclusión se
revela en la profundidad del quiebre que las luchas aymaras produjeron durante los
siguientes años. Sin embargo, una vez establecido el par dicotómico y antagónico,
“ellos y nosotros”, que ordenaba la intelección de la realidad de una determinada forma,
la cuestión decisiva que se hizo presente fue la del término –la palabra- con el cual
denotar a ese “nosotros” en vigorosa auto-construcción, para poder dotarlo de todos los
significados y contenidos que bullían en la efervescencia de la deliberación pública.
Diversos términos se ensayaron durante varios meses, “nosotros la Nación Aymara”,
“nosotros los hombres y mujeres aymaras del campo y la ciudad” o, simplemente,
“nosotros los aymaras”. Esta auto-identificación en marcha, fundada en una distinción
étnica fundamental, chocaba, pese a todo, con varias dificultades: ¿cómo podía “caber”
por expresarlo de algún modo, este “nosotros” diferenciado y confrontado a lo boliviano
q´ara-dominante en un formato sindical de organización y enunciación, la CSUTCB y
su andamiaje sindical, destinado a promover y negociar reivindicaciones ante los
gobernantes, sobre la base, justamente, del reconocimiento del derecho y facultad de los
otros a gobernar? ¿cómo podía este “nosotros” diferenciado y confrontado a lo
boliviano-q´ara dominante, tender puentes de asociación y enlace con otros segmentos
de la población boliviana trabajadora del campo y la ciudad, de otros orígenes étnicos y
101
que habita en otras matrices culturales además de en otras regiones geográficas de los
diversos territorios que ocupa Bolivia? ¿cómo podía este “nosotros” étnicamente
diferenciado y confrontado a lo boliviano q´ara dominante, articular la posibilidad de
comunicar a los demás los diversos contenidos del horizonte interior en gestación y
consolidación al interior del propio movimiento?
Todas estas preguntas tienen un grado de dificultad enorme y, por lo general
confrontaron un problema difícil: para establecer categorías positivas que correspondan
al contenido “ellos y nosotros”, sobre la base de una nítida diferencia étnica y de clase,
o bien se ha utilizado la categoría de “nación” o, desde otra perspectiva, se emplea la
noción de “pueblo” o de “pueblo indígena”. Ambos términos acarrean dificultades. El
mayor problema de la utilización de la categoría “nación” consiste en que, por lo
general, en el sentido común dominante de lo político, la existencia plena de una
“nación” remite inmediatamente a que ésta tenga su propio “estado”. A partir de ahí, la
reivindicación de liberación y emancipación nacional se hilvana en clave de “soberanía
nacional” y el problema principal es construir el aparato gubernamental y de fuerza que
encarne dicha soberanía 121 . Esta, sin embargo, no es la única posibilidad, aunque si la
más inmediatamente presente dentro del imaginario moderno.
Por su parte, la categoría “pueblo” o “pueblo indígena”, si bien no queda
inmediatamente relacionado, asociado en el pensamiento, a una formación estatal;
presenta la dificultad de la imprecisión del vocablo: ¿a qué específicamente nos
referimos al emplear el término “pueblo indígena” o, más específicamente, “pueblo
aymara”. Es cierto que la laxitud del término “pueblo”, tiene la virtud de ser susceptible
de irse dotando de contenido y precisión a partir de la propia acción de auto-
identificación en marcha que ocurre durante el despliegue de las acciones de
antagonismo. Para ello, sin embargo, es necesario que tal objetivo esté claramente
presente en la intencionalidad de los movilizados, en tanto que un “pueblo” en lucha y
sobre todo un “pueblo indígena” en estado de levantamiento, puede ensayar otros
caminos a sus aspiraciones emancipativas étnicas y de clase, no necesariamente
circunscritos a cánones estatal-nacionales, a partir del ejercicio, defensa y expansión de
su propia autonomía, tal como discutiremos más adelante.
121
Remito al lector a las reflexiones sobre estos mismos problemas que Francisco López Bárcenas viene
elaborando para el contexto mexicano, aunque no únicamente para él. (López Bárcenas, 2007). Más
adelante volveré sobre todas estas dificultades con mayor claridad.
102
Sin embargo, durante las rebeliones entre 2000 y 2005, los aymaras en lucha no
lograron construir de forma colectiva respuestas plenamente satisfactorias al conjunto
de interrogantes mencionado. En lo que resta de este capítulo, la revisión de los
acontecimientos del levantamiento de 2001 tendrá como unos de sus objetivos
principales indagar en las distintas respuestas que se fueron construyendo, práctica,
teórica y discursivamente en torno a este conjunto de problemas, que está en el corazón
de la cuestión de la emancipación, en tanto centra la mirada en las dificultades de por
donde avanzar, de cómo caminar en la movilización en la consecución de objetivos
comunes y propios. Ahora bien, antes de entrar de lleno a dicho análisis, conviene tomar
en cuenta algunas lecciones históricas de otras rebeliones comunitarias en siglos
anteriores a partir, principalmente, de una revisión de las estrategias y reivindicaciones
esgrimidas por los hombres y mujeres que las llevaron a cabo.
103
institucional y normativo de la colonia, instaurando efímeramente “gobiernos de indios”
donde se promovía tendencialmente que los mestizos y criollos asumieran las prácticas
y usos comunitarios indígenas. 3. Finalmente, la tercera postura estratégica de nada más
que una de las múltiples rebeliones glosadas por Thomson, la de Tupac Amaru en el
Perú que se extendió hacia amplias zonas de lo que hoy es Bolivia y entonces constituía
el Alto Perú, se planteó la independencia política general de España, sobre la base de
una alianza entre indígenas, mestizos y criollos.
La distinción de estas tres formas estratégicas reiteradas en las múltiples rebeliones del
siglo XVIIII ayudan a entender aspectos de los contenidos más profundos de las
rebeliones aymaras del siglo XXI. Las cuestiones i) del ejercicio y defensa de la
autonomía de facto en la región circunlacustre del altiplano paceño y en otras regiones
rurales y, ii) de la confrontación contra el orden de las cosas; están fuera de duda.
Sin embargo, los aspectos relativos a la autonomía de hecho y a las complejas maneras
indígenas de negociar la “inclusión” en la relación estatal, no merecieron por aquel
entonces una reflexión de fondo; más bien, los análisis políticos de la época hicieron
hincapié en la potencia de la confrontación, que sin duda era un elemento relevante
pero no era el único. 122 En cierto modo, la propia forma de la relación estatal que
diagramé en páginas anteriores, que “admite” ciertos ámbitos de autonomía de facto
siempre y cuando estén subordinados a un orden gubernamental general semi-colonial;
contribuyó a que el rasgo más notable y visible de la acción aymara de insubordinación
fuera la confrontación anti-estatal.123 Dadas las relaciones de poder en los términos
dibujados, en el levantamiento contemporáneo se exhibe tanto la potencia de la
autonomía de facto como también la impugnación al orden general abarcando un amplio
abanico que va desde su desconocimiento –o ambición de “inversión”- hasta la demanda
de nuevos “términos” de inclusión. Considero que lo anterior bordea el concepto de
“plasticidad política indígena” que Pablo Mamani utiliza para designar la abigarrada
gama de acciones y demandas políticas que se conjugaron en la temporada de los
levantamientos. 124
122
Sobre esto ver, Patzi 2003, García 2001, Mamani 2004.
123
Patzi, explicando en México lo sucedido en Bolivia entre 2000 y 2003 expuso lo siguiente: “En el
2000, por primera vez en muchos años, los indios tan dominados que agachaban la cabeza para entrar en
los bancos y en las oficinas, tan humillados y discriminados siempre, pusieron en jaque al gobierno
paralizando la parte occidental del país. En aquellos momentos, Felipe Quispe dijo al entonces presidente
Bánzer: “Si vamos a conversar, lo haremos de presidente a presidente”, aludiendo a que los aymaras
conforman una nación”. (Patzi, en Escárzaga y Gutiérrez, 2005: 6-69)
124
Mamani sostiene que la existencia de “varias bolivias” dentro de Bolivia, es el problema fundacional
del Estado. Según él, “hay una superposición entre sí de todas ellas como dos, tres o cuatro capas
104
Ahora bien, es un hecho que el concepto de autonomía no estuvo presente en el discurso
político boliviano de manera generalizada sino hasta 2005 cuando la oligarquía cruceña
lo introdujo con fuerza en el debate público. Sin embargo, durante los bloqueos de abril
y septiembre de 2000, los comunarios de Omasuyos expulsaron a las autoridades locales
de la alcaldía de Achacachi, quemaron los papeles y archivos que contenían los trámites
de saneamiento de tierra, abrieron las cárceles, quemaron igualmente los expedientes
judiciales, se negaron a pagar impuestos y rechazaron radicalmente la nueva ley de
aguas. 125 Asimismo, destruyeron y quemaron las oficinas policiales, en particular el
odiado “Tránsito”, expulsando a los miembros de la policía nacional destacados en el
pueblo; insistieron en no cumplir con el “servicio militar obligatorio” y exigieron una y
otra vez que los cuarteles militares existentes en la zona fueran cerrados y que el destino
de los conscriptos se sujetara a la vigilancia de la autoridad comunitaria. 126 Después de
llevar adelante todo esto, se sentaron a, supuestamente, “negociar” con el gobierno la
modificación de una serie de leyes. La ausencia de una reflexión de fondo sobre los
contenidos “autonomistas” de todas estas acciones fue sin duda una carencia grave del
levantamiento boliviano y puede explicarse en parte, por la inexistencia de una tradición
explícita de negociación de márgenes de autogobierno local, municipal o regional, 127
entrecruzadas donde domina el Estado-nación boliviano, pero donde las otras capas subyugadas están en
permanente movimiento o ebullición”. Sugiere, además, que existe una “lógica de la plasticidad del poder
y de las parcialidades”, específicamente andina, que podría estar en la base de la construcción de un
artefacto político “multiverso” al cual designa como “estado multiverso” o como “jach´a uta” –casa
grande [Mamani et.al.:2007, 52-53].
125
Con relación al agua, vale la pena mencionar dos testimonios sobre cómo se entiende su gestión y
usufructo: “Flora Quispe, ejecutiva de la FSUTCLP–Bartolina Sisa, resalta este sentido de pertenencia,
manifestado por los comunarios de cada una de estas provincias: “[...] El agua es nuestra y no
permitiremos que el gobierno la maneje, nosotros lo queremos manejar [...] En el año 2002, hemos
peleado por esta Ley de Aguas, se tenía que pagar del agua. El movimiento ha roto estas leyes, pero hoy
se ve que el gobierno está en lo mismo, existen hermanos y hermanas que han hecho dar la vuelta la Ley.
En otros lugares donde sacan agua se tenía que pagar. En mi provincia, Los Andes, tenemos agua, nos
proveemos de los nevados [...]”.
Benito Tallacagua, dirigente provincial, contextualiza la problemática del agua, desde la perspectiva de la
lucha que se ha vivido en Achacachi y Warisata: “Bueno, una vez que se quiso promulgar la Ley de
Agua, el pueblo de Achacachi y el pueblo de Warisata se han levantado. De ninguna manera nosotros
podemos perder nuestra riqueza que es primordial, el agua. De ninguna manera el Estado puede
aprovecharse. Yo creo que donde sale el pozo y es vertiente, por hecho, nos corresponde y no podemos
pagar del agua […] Por eso nosotros estamos conscientes (que) aún no se ha rechazado eso […] pero de
ninguna manera nosotros vamos a aceptar […] Creo que nos ha costado sangre y muerte de personas
[…]” (Auza, 2005: 69). Un trabajo riguroso desde el punto de vista, sobre todo, de las contradicciones
legales entre el Estado bolviano y algunas comunidades quechuas de Cochabamba, que rastrea hilos de la
tensión entre la autonomía fáctica de las comunidades y los esfuerzos –jurídicos- de los gobernantes por
controlar la vida cotidiana, se encuentra en (Orellana, 2004)
126
En relación a qué hacer con los cuarteles existe una postura complicada tal como se discutirá en las
páginas siguientes.
127
En la mayoría de las comunidades aymaras en Bolivia, la autonomía de facto se ejerce y no se habla
demasiado de ella. De tanto en tanto, desde el poder político estatal se implementan reformas políticas o
proyectos que buscan “civilizar”, “modernizar” o “democratizar” a las comunidades, acciones desde
105
pero también de inclusión real en la relación estatal, 128 tal como históricamente ha
ocurrido, por ejemplo, en México. Insisto, el análisis que se hizo entonces enfatizó los
rasgos “anti-estatales” y su radicalidad 129 , antes que lo que estaba siendo buscado por la
población movilizada y el modo en que pudiera haber sido consolidada dicha
autonomía de facto y negociada la inclusión deseada.
En una interesante investigación que en 2004 hicieron Jorge Viaña y Silverio Maidana
para indagar lo que había sucedido con las instituciones del estado boliviano durante los
levantamientos de 2000 y 2001, encontraron lo siguiente:
Achacachi como primera sección de la provincia Omasuyos fue el centro de las
movilizaciones del 2000, en especial en abril de 2000 que es cuando se toman
las instituciones del estado. Las tomas de la subprefectura, la policía, los
juzgados por un tiempo y la destrucción de la cárcel fueron parte de una
movilización masiva y comunitaria. Hasta el día de hoy (2004) no existe cárcel
ni tránsito, pero lo más importante es que no se realizan esfuerzos muy
significativos de sustitución de las funciones estatales por formas comunitarias
sino hasta el 2003 (cuando se construye una especie de “policía comunitaria”
para garantizar la seguridad. RGA).
En el año 2002 a principios de año regresa la subprefectura para ser vuelta a
expulsar en la movilización de octubre del 2003 y lograr volver definitivamente
a mediados del 2004. Sin embargo el subprefecto que debería ser elegido por el
prefecto ahora es elegido en un ampliado provincial de la federación campesina,
de igual forma la designación de los corregidores (que antes eran atribución de
los subprefectos), se realiza por medio de ternas que plantean los 23 cantones de
la provincia. De hecho desde la gestión de Nicolás Quenta en la mayoría de las
provincias de La Paz los subprefectos son elegidos por las bases campesinas y
proclamados por el prefecto, aunque los partidos tradicionales (MIR, MNR)
intentan siempre manipular el proceso. Una cuestión muy importante que hay
que recalcar es que la subprefectura de Achacachi antes del 2000 contaba con 14
funcionarios. Hoy solo cuenta con un funcionario (El secretario general) más el
subprefecto. Son estructuras estatales que han sido apropiadas por las lógicas
comunitarias y en este estatus intermedio en el que se encuentran se podría decir
arriba que, por lo general, son resistidas desde abajo por dos vías diferenciadas: la negociación
institucional de derechos y prerrogativas y la rebelión y el levantamiento. Esta tendencia a la combinación
superpuesta de la negociación y la rebelión es un rasgo de larga data del relacionamiento entre
comunidades y gobierno, desde que en los territorios andinos bolivianos funcionaba la Audiencia de
Charcas adscrita sucesivamente al virreinato del Perú o del Río de la Plata.
128
En las páginas siguientes haré un ejercicio de lectura del pliego de demandas de la movilización del
2001 justamente con estas claves: consolidación y potenciamiento de la autonomía comunitaria y, a partir
de ahí, modificación de los términos de inclusión en el estado que significaba, básicamente, la voluntad
de trastocamiento profundo de la estructura estatal.
129
Alvaro García, por ejemplo, insistía en aquellos años en la siguiente idea: “La rebelión aymara del
altiplano precisamente ha podido acontecer porque allí se han agolpado penurias contemporáneas con
herencias históricas y representaciones de la vida que leen el pasado, que significan el mundo vivido
como un hecho de dominación colonial que debe ser abolido. De ahí la profunda carga política de la
acción de las comunidades pues en su acción, en sus simbolismos, en su discurso corporal y en su manera
de escindir el mundo entre q´aras y aymaras hay toda una recuperación de la historia, una denuncia del
racismo interno que acompaña la vida republicana y una propuesta de democratización del poder, de lo
público y de lo común” (García, 2001: 67).
106
que son meramente formales y decorativas, de hecho no cuentan con
presupuestos propios para ningún tipo de actividad. 130
Cuadro de las fechas de tomas y retorno de las instituciones estatales en las tres
capitales de Provincia (Omasuyos, Los Andes, Camacho)
130
[Maidana Silverio y Jorge Viaña:2004]
131
El reconocimiento obligado por parte del prefecto del departamento de La Paz –ie, un funcionario
estatal de cierta jerarquía- del subprefecto elegido por las bases comunarias en algunas provincias fue, en
aquellos años, parte de este tenso juego entre autonomía, inclusión negociada, democratización política y
trastocamiento de la relación estatal. Vale la pena destacar que la investigación de Maidana y Viaña no
fue publicada en Bolivia: el conocimiento de tales tensiones no resultaba relevante para quienes tenían
recursos para publicar.
107
Ahora bien, en relación a la segunda postura estratégica históricamente desplegada por
las rebeliones indígenas en los Andes estudiadas por Thomson, la que se propone
explícitamente la “inversión del orden” político, en el mundo aymara hay una larga
tradición de reflexión sobre ello que se conoce con el nombre de Pachakuti. El término
Pachakuti puede traducirse literalmente como “vuelta o inversión” del tiempo y del
espacio y se utiliza, por lo general, para referirse a un tiempo mítico de redención en el
cual volverán a reinar, de manera general, los principios que hoy rigen sólo la
convivencia social al interior de las comunidades en medio del conjunto de relaciones
de dominación y explotación liberales padecidas por todos. 132 Para Thomson y otros
historiadores, el Pachakuti, en su sentido político, alude a un tiempo “donde sólo
reinasen los indios […]”. No estoy muy convencida de la fecundidad de esta
formulación o, más bien, considero que ella no contempla el conjunto de nociones
políticas exteriores al pensamiento liberal-capitalista-masculino, que se anudan en el
término Pachakuti. 133 Por un lado, entender el Pachakuti como el tiempo “en que sólo
reinasen los indios”, obligatoriamente nos acerca a la noción clásica de la izquierda del
siglo XX, de revolución como “toma del poder por parte del proletariado que ejercerá
desde ahí su dictadura”. Esto es, nos sitúa en un contexto de razonamiento a partir de la
simetría: lo que está arriba antes estaba abajo y lo que está abajo antes estaba arriba. Sin
embargo, otra noción contenida en la inversión ambicionada en el Pachakuti es la
alteración del “adentro hacia afuera” que no puede entenderse únicamente como
variación simétrica, sino que supone y exige un trastocamiento profundo de los modos
de convivencia sociales. Pensar la transformación del “adentro hacia afuera” no consiste
en producir una inversión basada en una “rotación” de lo de arriba hacia abajo y vice-
132
Bertonio traduce “pacha kuti” o “awqa pacha” como el “tiempo de las guerras”. Bouyesse-Cassagne
aclara, además, que el término awqa “pone en juego toda una serie de relaciones entre dos elementos o
dos grupos humanos”. Para ello, glosando a Bertonio, señala: awqa: “contrario en los colores y elementos,
y de las cosas así, que no pueden estar juntas, v.g., contrario es lo negro de lo blanco, el fuego del agua, el
día de la noche, el pecado de la gracia”. Según esta misma autora, los caminos posibles para la
convivencia de estos contrarios son, o bien la alternancia –kuti- o bien el encuentro -tinku (Bouyesse-
Cassagne, 1987: 194 y ss.).
133
En términos de ambición de transformación política, algo similar a las dificultades que han
experimentado las comunidades andinas para precisar lo que se anhela utilizando el término Pachakuti, es
lo que ha ocurrido al pensamiento feminista: de lo que se trata es de modificar sustancialmente los modos
y términos de la convivencia social entre varones y mujeres, entre jóvenes y viejos, entre niños y adultos
y, por supuesto, entre clases sociales que trabajan y las que viven del trabajo ajeno. No se trata de invertir
el orden del mando y de colocarnos “nosotras” en el lugar de “ellos”, como establece el temor masculino
más conservador y pueril. Una de las dificultades para el pensamiento feminista emancipador está en
pensar los términos de la alianza o el pacto a conseguir con los otros. Insisto, algo similar anida en la
dificultad expresiva del término Pachakuti.
108
versa –transformación simétrica, sino en “dar la vuelta” por ejemplo, a un guante, que si
antes servía para la mano izquierda ahora servirá para la mano derecha y vice-versa. Por
otro lado, deben tomarse en cuenta otros dos rasgos decisivos del pensamiento político
aymara: las nociones de pacto y de “equilibrio justo”, que mencionamos con
anterioridad. En tal sentido, vale la pena recordar que el Pachakuti es una noción
complementaria y diferenciada a la idea de Tinku: uno entendido como el momento de
la confrontación entre contrarios y el otro como tiempo de encuentro entre opuestos.
Ambos son necesarios y ambos se alternan y se recombinan produciendo la vida.
Con todos estos elementos, entiendo la noción de Pachakuti como, efectivamente, la
ambición, el anhelo, la búsqueda de una inversión del orden fundamental de las cosas.
Básicamente, como una inversión del orden político donde lo que estaba adentro, en las
comunidades, como su lógica más íntima –y, por supuesto, abajo-, ahora queda
colocado como lo visible, lo válido, lo legítimo, “lo de afuera” y “arriba”: se trata pues
de un trastocamiento general del modo de convivir, no sólo de una modificación en
quienes ejercen el gobierno o el mando. Estos anhelos, además, tienen como cimiento la
idea de la necesidad de establecer un nuevo “pacto”, de determinar y consolidar los
términos de un nuevo “acuerdo” para habitar el mundo en condiciones nuevas: esto es,
justamente lo que las comunidades movilizadas expresaron en 2001 sin demasiado éxito
pese al gran despliegue de fuerza derrochado.
Entonces, en las rebeliones del 2000 y 2001, más allá de lo que se hacía y se lograba,
comenzó a gestarse un embrionario anhelo de Pachakuti. La hipótesis que defiendo, sin
embargo, es que el significado comunitario inmediato de la noción de Pachakuti, se
“enredó” por expresarlo de algún modo, con el discurso izquierdista clásico de “toma
del poder” como fundamento de la posibilidad de cualquier transformación política y
social y, peor aún, posteriormente quedó atrapado en los mecanismos formales de
democracia procedimental y en la competencia electoral para la ocupación del aparato
gubernamental.
En los siguientes dos secciones, para apoyar los argumentos esbozados, haré dos cosas.
Por un lado, discutiré el discurso de Felipe Quispe a un año de los sucesos de abril de
2000 y por otro, analizaré con cuidado el “pliego de demandas” del levantamiento de
2001 en el cual encuentro un planteamiento de “inversión del orden” político que
considero un camino hacia el Pachakuti, reflexionando al mismo tiempo sobre sus
dificultades y límites. En ambos casos, una búsqueda general paralela será el contenido
109
del enunciado “nosotros los aymaras” y un análisis de los distintos términos con los que
este sentimiento y esta fuerza se denominaron.
En esta formulación es muy claro que Quispe percibía con claridad la enorme debilidad
del gobierno ocasionada por la generalización del bloqueo y del levantamiento. Esa
claridad es la que en el posterior levantamiento de 2003, lo impulsó a promover la
prolongación del bloqueo de septiembre-octubre que terminó con la caída de Sánchez de
Lozada. 135 Sin embargo, es muy evidente también que no tenía muy claro cómo avanzar
una vez que se había conseguido echar para atrás la Ley de Aguas y que se había
establecido el reconocimiento de hecho al llamado “saneamiento interno” de las tierras
en el altiplano. Felipe Quispe, en 2001, habla de no estar preparados para “tomar el
poder” y de no querer luchar por “otro doctorcito o militar”, como efectivamente
sucedió en 2003. ¿Qué significaba en 2000-2001 “prepararse” para “tomar el poder”?
Para responder a esta interrogante, Quispe osciló durante los siguientes años entre varias
vías: por un lado, habló en diversas ocasiones de la necesidad de “prepararse
militarmente” para un enfrentamiento de gran envergadura, para una “guerra civil” tal
134
[Gutierrez et al:2004]
135
En una conversación con Felipe Quispe en marzo de 2006, él me contó con lujo de detalle la manera
en la que, durante principios de octubre de 2003 y en medio de una huelga de hambre de dirigentes
sindicales campesinos simultánea a un creciente bloqueo de caminos, él evitó la negociación con el
gobierno durante el mayor tiempo posible valiéndose de todo tipo de argumentos, porque percibía que en
esa ocasión Sánchez de Lozada “sí se caía”. Esto lo presentaré en detalle en el siguiente capítulo.
110
como se gritaba en los momentos de mayor confrontación con el estado; por otro, fundó
y registró formalmente un partido político –el MIP- y contendió en elecciones y,
finalmente, perseveró en la búsqueda de atención a las demandas del pliego petitorio,
negociando con los sucesivos gobiernos e imprimiéndole a la negociación un carácter
rudo e insolente que contribuyó a minar y cercar, también simbólicamente, a los
funcionarios estatales y a sus intereses. En este abanico triple de acciones que
desembocó más tarde en nuevos levantamientos, la cuestión de la “toma del poder”,
esgrimida tanto como aliento a los suyos y como amenaza contra los enemigos,
contribuyó a opacar la atención que hubiera requerido lo que desde las propias
comunidades se iba desarrollando, en términos de consolidación de la autonomía y de
construcción compleja de formas de autogobierno.
Por otro lado, en el Manifiesto de Achacachi, proclamado un año después del primer
bloqueo nacional de caminos, se muestra ampliamente el curso de la reflexión aymara
en marcha y también se exhiben los límites en relación a las perspectivas y caminos a
seguir. Citamos en extenso este documento para poder reflexionar sobre él.
No podemos seguir callando y soportando la injusticia y la violencia con la que
nos han tratado históricamente los diferentes gobiernos de turno desde la época
de la colonia, la república hasta los actuales gobiernos neo-liberales de hoy. Ha
llegado el momento de denunciar y de hacer respetar nuestros derechos
milenarios a la autodeterminación y la autonomía de nuestras Naciones
originarias
Nosotros, ¿somos la otra Bolivia? No. Nosotros somos el Qullasuyu. Los
gobiernos bolivianos hablan de "integrarnos" a la civilización y a la nación
boliviana. ¿A cuál civilización y cuál nación se refieren? La nación boliviana
como tal no existe por si misma, somos nosotros los que le damos a Bolivia la
identidad cultural que tiene ante el mundo, sabiendo que los "bolivianos" no son
mas que un remedo de las culturas occidentales
El año 2000 amaneció con nubarrones negros en el horizonte andino, lo que la
prensa del mundo indígena calificó como la "Tempestad Indígena en las
montañas del Qhanti", al gran levantamiento y triunfo del Pueblo Qhichwa-
aymara en Cochabamba y Jach'ak'achi, contra el gobierno neoliberal de Hugo
Bánzer Suárez.
Nuevamente el PUEBLO AYMARA-QHICHWA está movilizado, porque el
gobierno neoliberal de Bolivia, en vez de cumplir los compromisos contraídos,
prefiere afilar cuchillos, para pasar a degüello a sus enemigos, ¿quiénes son sus
enemigos? Nosotros los que padecemos la pobreza, el hambre y la muerte por
inanición. Los que somos gasificados en las calles, perseguidos en las carreteras
y masacrados en T'ulata (1974), en Amaypampa y Qhapasirka (1996), en
Cochabamba, Chapari y JACH'AK'ACHI (2000).
Esa tempestad se desató en los Andes orientales (abril 2000) y la ciudad de
Cochabamba fue el escenario de la derrota de AGUAS DEL TUNARI, una
empresa transnacional usurera, favorecida por el gobierno y defendida por las
FF.AA. de Bolivia. El año 2000 declinó en los Andes occidentales (septiembre
111
de 2000) siendo JACH'AK'ACHI el escenario más radical de resistencia, donde
se logró doblegar al gobierno que firmó un compromiso de 50 PUNTOS
reivindicativos para el movimiento indígena el 7 de octubre de 2000.
Cochabamba y Jach'ak'achi han sido dos epicentros con efectos espirales para
todo el territorio Aymara-qhichwa.
Jach'ak'achi marka, 9 de abril de 2001
En este documento se muestran de manera enlazada los tres grandes ejes discursivos,
que son en cierta medida auto-contradictorios, sobre los que oscilaba el discurso de la
dirigencia sindical-comunal aymara por entonces: 1. Un tajante rechazo a “la injusticia
y la violencia con la que nos han tratado históricamente los diferentes gobiernos” junto
a la afirmación de que es la hora de “hacer respetar nuestros derechos milenarios a la
autodeterminación y la autonomía de nuestras Naciones originarias”; 2. Énfasis en la
autoindentificación como “distintos”, como “ajenos” a la condición de bolivianos:
“Somos el pueblo aymara-qhiswa”. 3. Una reafirmación de que existe “el compromiso
de los 50 puntos” negociado justamente con el gobierno boliviano y de que una tarea es
empeñarse en su cumplimiento. Para comprender mejor, conviene analizar el
significado inscrito en el “uso” de determinados términos en este discurso: el concepto
de “autodeterminación”, sobre todo si es usado en un discurso emitido por una
“nación”, remite a la necesidad de una formación estatal que la encarne. Esto, por
supuesto, si se razona en cánones de pensamiento y argumentación modernos. La
pregunta derivada de ello es: ¿se proponen los aymaras construir un estado
independiente?, ¿qué relación han de establecer con los habitantes de la otra parte del
país que hoy se llama Bolivia? 136 Tales cuestiones, por lo general, han sido abordadas
por los aymaras únicamente en la polémica anti-estatal. 137 En contraste con lo anterior,
en relación a la obligada recomposición estatal que se hace necesaria si se sostiene una
postura autonomista, lo pertinente es la clarificación de los márgenes de autogobierno
que se busca preservar y las maneras de articulación con una estructura estatal más
136
Estas contradicciones surgen, sobre todo, cuando muchos habitantes de los pueblos indígenas del
oriente, así como trabajadores bolivianos de esas regiones, acusan a los aymaras –o a los qullas, en
general- de un “etnocentrismo” que los deja desprotegidos y dificulta la producción de anhelos
compartidos. Sobre esta contradicción ha operado una parte del discurso de la derecha. La expresión de
este malestar es sumamente confusa y por lo general, sólo puede aparecer en términos burlones
abriéndose paso a través del humor. Por ejemplo, he escuchado a personas trabajadoras y originarias del
oriente boliviano criticar la postura de “Refundación del Qullasuyu” diciendo que se requiere –desde
oriente- el respeto a un “Tawantin-mío”.
137
Felix Patzi intenta en su trabajo Sistema Comunal, 2004, diseñar una “alternativa” al sistema liberal
centrada en ciertos códigos y lógicas indígenas y comunitarias.
112
amplia, diversa y republicana. 138 Por su parte, Francisco López Bárcenas presenta el
siguiente razonamiento: la autodeterminación, si responde a una “nación” que aspira a
conformar un Estado, tiene que leerse en clave de “soberanía” -nacional-. Sin embargo,
esta no es la única posibilidad: la lucha por la autodeterminación también puede leerse y
comprenderse considerando que “los sujetos de la autodeterminación” son los pueblos
indígenas, en cuyo caso, la cuestión central es la autonomía política y económica de
estos pueblos, y ya no la soberanía. Esta formulación abre posibilidades para pensar
formas de articulación diferentes y, en cierta medida, iluminan la lectura de los
argumentos aymaras expuestos durante el levantamiento en 2001. 139
Sin embargo, en los momentos de la movilización, las fuerzas levantadas no pusieron
suficiente atención ni en el análisis ni en la comunicación de todo esto. De todas formas,
en la exigencia de cumplimiento de los 50 puntos, se sintetiza de manera compleja tanto
la voluntad de conseguir mejores términos en la inclusión estatal, como el empeño en su
trastocamiento –tal como mostraré al analizar el pliego de demandas en detalle.
En todo caso, el conjunto de argumentos e ideas del Manifiesto antes citado, insisto, son
en cierta medida autocontradictorios pensados desde una lectura moderna y occidental –
donde un principio lógico básico es el del tercero excluido-, pues se afirmaba la
necesidad de “hacer respetar los derechos milenarios a la autodeterminación y la
autonomía de nuestras naciones originarias”; admitiendo simultáneamente la necesidad
de establecer acuerdos “reivindicativos” con el gobierno, esto es, de reconocerlo como
“gobierno” aunque sea de manera defensiva e incómoda y de aceptar cierto margen de
“heteronomía”. Esta combinación de reivindicaciones y apuestas políticas constituye el
núcleo de las dificultades para enunciar un proyecto político que exprese las
aspiraciones más profundas de la enérgica fuerza social en rebelión, derrochada en los
caminos bloqueados y en las movilizaciones.
138
Hasta cierto punto aquí se han centrado los esfuerzos de Álvaro García en su trabajo sobre el Estado
multinacional que, por otra parte, ha sido desde hace décadas una de sus preocupaciones teóricas y
políticas. Más adelante discutiremos con más detalle algunas de sus ideas. También Luis Tapia ha
abordado estas cuestiones desde otra perspectiva en su trabajo La invención del núcleo común, 2006
139
López Bárcenas, 2007. El autor, al hablar de “pueblos indígenas” señala: “si se asume que la
autonomía es una expresión concreta del derecho de la libre determinación, y que éste es un derecho de
los pueblos, no se puede olvidar que los sujetos titulares de los derechos indígenas son los pueblos
indígenas, no las comunidades que los integran, menos las organizaciones que ellos construyen para
impulsar su lucha. Por eso es que junto con la construcción de las autonomías los movimientos indígenas
asumen el compromiso de su reconstitución –como pueblos” (López Bárcenas 2007: 43). Esta postura
permite entender, a mi juicio, la multiplicidad de estrategias, acciones y discursos aymaras entre 2000 y
2003, donde convivían posiciones y llamados como los contenidos en los dos Manifiestos de Achacachi,
tendientes a la reconstitución del pueblo aymara-qhiswa y a la reterritorialización de los fragmentos
republicanos, junto con la contundente defensa autonómica que buscaba la transformación radical del
Estado.
113
Conservando todo lo anterior en mente, resulta muy interesante analizar el “pliego de
demandas” 140 elaborado durante los bloqueos de 2001, pues en tal documento se
formuló, desde la perspectiva que sostengo, un conjunto de pasos para el Pachakuti, es
decir, para “la inversión del orden de las cosas”.
114
Osvaldo Díaz, por tanto el Congreso fijó llevar el bloqueo de caminos el 1º de
mayo, donde el 28 de abril se llevó un Ampliado Nacional en La Paz, donde el
Mallku consulta a la mayoría de los asistentes al Ampliado, donde fijaron postergar
por un mes; luego esto se debe organizar bien para este bloqueo.
El 8 de junio se lleva un Ampliado Departamental de Federación Departamental
Única de Trabajadores Campesinos de La Paz, Tupac Katari, donde fijaron para
iniciar el bloqueo de caminos el día 21 de junio en recordación al año nuevo aymara,
donde todos los Ejecutivos Provinciales firmaron el documento para realizar
bloqueo de caminos en las 20 provincias de La Paz y otros departamentos.
Causa. La causa de este conflicto es que la CSUTCB en la pasada gestión, el 8
de octubre, firmaron un convenio de 50 puntos donde esto no ha sido atendido
favorablemente. Ahora en el presente el Mallku prepara otro pliego intersindical
de 45 puntos campesinos, choferes sindicalizados, maestros rurales de La Paz y
gremiales de La Paz. 143
Después de esto, Gumercindo Gutiérrez enumera los 45 puntos de este nuevo pliego
“intersindical” añadiendo algunas notas aclaratorias. Como antecedente, cabe mencionar
que también durante junio de 2001 se configura el llamado "Pacto Intersindical" entre la
CSUTCB, los maestros rurales de La Paz (Federación de Maestros de Educación Rural
de La Paz), los maestros rurales de Bolivia (Confederación de Maestros de Educación
Rural de Bolivia), los transportistas interprovinciales de La Paz (Federación de
Transportistas Interprovinciales de La Paz), los gremiales de la Paz (Federación
departamental de trabajadores gremiales de La Paz) y los gremiales de Bolivia.
El "Pacto Intersindical", en una serie de reuniones durante finales de mayo y principios
de junio de 2001, elaboró un pliego petitorio de 45 puntos, en el cual se reorganizó el
"Pliego de los 70 puntos" enarbolado por la CSUTCB durante los bloqueos de 2000,
añadiéndose a éstos las demandas sectoriales de los nuevos aliados: maestros rurales,
gremiales y transportistas de La Paz y de Bolivia. Así, el “Pacto Intersindical” resumía
dos procesos simultáneos: por un lado, confirmaba el alto grado de influencia y
prestigio que las acciones de los comunarios rurales aymaras habían conseguido con sus
acciones del 2000, de tal suerte que lograban articular en torno a sí mismos, a otros
segmentos populares tradicionalmente distintos y muchas veces en competencia con
ellos: los transportistas, los gremiales y los maestros rurales. Por otro, el Pacto adquiría
la forma de una coalición formal de organizaciones sindicales diversas que acordaban
143
Notas del cuaderno de Gumercindo Gutiérrez, Secretario de Actas de la provincia Omasuyos, La Paz,
sobre el conflicto de junio-agosto 2001, fotocopias
115
emprender la lucha de manera conjunta en pos de un conjunto de reivindicaciones.
Volvía a presentarse en 2001, pues, la tensión entre lo que cada vez con más claridad se
percibía y se generalizaba como un levantamiento expansivo desde las comunidades,
que ampliaba sus ámbitos de irradiación hacia otros segmentos incluso urbanos y los
formatos sindicales, a partir de los cuales se organizaban las distintas acciones comunes.
El pliego petitorio del "Pacto Intersindical" consiste en una lista de 45 puntos donde
pueden distinguirse tanto reivindicaciones al estado como propuestas de radical reforma
estatal, agrupadas sin ningún orden clasificatorio. Para efectos de exposición, en el
presente análisis voy a reordenar tales puntos en cuatro grandes rubros, dependiendo del
contenido de cada uno de ellos. Los cuatro rubros son: a) "modificación" de leyes, b)
medidas de protección y bienestar social, c) tierras, títulos y deudas, c) varios. En la
lista siguiente incluyo referencias a 28 de los 45 puntos por ser el resto, o reiteraciones
de lo ya contenido o aspectos de enorme generalidad. Lo más importante del documento
en cuestión es que en él queda expuesta una de las vertientes del contenido y carácter de
las reivindicaciones de la movilización campesina-aymara-popular, donde se bosqueja
144
Descripciones de los sucesos de 2001, excelentes análisis de sus particularidades como el
establecimiento de los cuarteles indígenas de Calachaqa y Rojorojoni, así como de la consigna “Guerra
Civil”, pueden revisarse Mamani, 2004, Patzi et al, 2003.
116
un camino de Pachakuti, una vía para trastocar el orden de mando y las facultades del
estado boliviano, sin asumir ninguna simetría política con lo viejo y decadente, en la
propuesta de nueva forma de regular los asuntos públicos. Es decir, tendencialmente, en
las formulaciones de las “demandas” del Pacto Intersindical se bosqueja un camino de
trastocamiento del estado y su poder, sin engancharse en el discurso de “toma del
poder” y sin entrar a disputar el lugar de enunciación afirmativo y universal desde
donde se emite, por antonomasia, el discurso del poder estatal.
Modificación de Leyes
1. Modificación del texto de la Ley Forestal, en particular de dos artículos, el 4º y el
32º. En relación a las modificaciones exigidas, en el Art. 4º el reclamo consiste en
que se establezca explícitamente que: "los bosques y tierras forestales son del
dominio originario de las naciones originarias conforme a su territorio y del pueblo
trabajador, no del Estado boliviano neoliberal actual". Respecto al Art. 32, lo que se
propone es que "las autorizaciones de aprovechamiento en tierras de propiedad
privada y en tierras comunitarias de origen" deben cumplir con la autorización de las
autoridades originarias del lugar; y no sólo con el permiso de alguna comisión
estatal establecida para tal fin en la misma Ley.
Si leemos lo anterior con atención, notamos que lo que se pone a discusión por la vía
del cuestionamiento de la ley Forestal, es la impugnación de dos pilares de la propiedad
moderna estatal o privada: a saber, las prerrogativas sobre el dominio y el usufructo de
un bien. En este caso, de los bosques y tierras forestales. En contraste con el conocido y
rechazado uso de la forma “propiedad nacional”, que en realidad coloca los bienes
comunes bajo la tutela de los funcionarios estatales, en la propuesta aymara los bienes y
recursos forestales quedan establecidos explícitamente como patrimonio común sin
mediación estatal. Es decir, se aspira a recuperar el dominio directo sobre los recursos
por parte de “las naciones originarias y el pueblo trabajador”. Por otra parte, en lo
relativo al usufructo de tales recursos, en la propuesta se objeta drásticamente la
prerrogativa del Estado y los gobernantes a decidir sobre el destino, gestión y uso de
esos bienes, sugiriendo que tal usufructo –en el sentido jurídico más amplio- debe
quedar subordinado a otra lógica al ceñirse a la “autorización” en última instancia, de
las autoridades originarias de la región donde se encuentren tales bienes. Esto es, de
manera bastante directa se sugiere la inversión de las formas instituidas y legales para
el usufructo de los bienes comunes, en este caso forestales.
117
Estas dos ideas, dominio “originario”, es decir, facultades de control y disposición de la
riqueza natural existente para los pueblos originarios en vertiginoso proceso de
reconstitución desde sus propias luchas; y reglamentación del usufructo de tales bienes,
subordinándolo a las prácticas políticas de las comunidades; constituyen, a mi juicio,
el contenido más profundo de la lucha emancipativa aymara, con fuertes rasgos
autónomos, que da un sentido nuevo a la formulación: “ejercicio de la libre
determinación”, permitiendo su lectura, ya no en clave estatal-nacional sino bajo pautas
de comprensión comunitarias-populares. En relación a los demás recursos, las
“demandas” del Pliego del Pacto Intersindical siguen la misma lógica:
118
10. Creación de universidades agrarias y decreto de autonomía para la UPEA. 145
Expulsión de las universidades privadas y católicas de las áreas rurales, y utilización
de esa infraestructura para la construcción de centros de enseñanza públicos y
laicos.
11. Creación del Banco Campesino Originario para garantizar créditos de fomento a las
actividades rurales.
12. Control campesino y cogestión de todos los proyectos estatales para el área rural
13. Seguro de riesgo de cosecha.
14. Creación del Instituto de Urbanismo de Vivienda Rural.
Varios
17. Dotación inmediata de sedes sindicales departamentales y regionales a las
Federaciones afiliadas a la CSUTCB
18. Que se disponga mediante ley que en lugar de Bolivar y Sucre, en forma obligatoria
en los lugares públicos deben estar nuestros héroes como Tupak Katari, Bartolina
Sisa, Zárate Willka, Apiaguayki Tumpa y otros según las regiones del país. 146
19. Devolución de Fósiles: exigencia de que sea recuperada para el Estado, una
colección de fósiles entregada a una universidad de Florida, EE.UU.
20. Elección directa por parte de los comunarios, de los subprefectos y otras autoridades
administrativas, sin injerencia del Poder Ejecutivo.
21. Designación por parte de la CSUTCB de dos de los vocales en la Corte Nacional
Electoral y dos vocales en las Cortes Departamentales.
22. Retiro de efectivos policiales de las provincias, secciones, cantones y comunidades
y organización, en su reemplazo, de guardias municipales y comunitarias para la
vigilancia.
23. Aprobación de la Ley de las Trabajadoras del Hogar.
24. Derogatoria del Art. 55 del D.S. 21060.
25. Rechazo a la Ley de Transportes.
145
En relación a la demanda de autonomía de la Universiad Pública de El Alto (UPEA), en ella se exhibe
de manera muy clara la tensión entre la capacidad de auto-organización y autonomía desde abajo en
medio de relaciones estatales marcadas por el colonialismo interno. Son notables los esfuerzos colectivos
realizados por los vecinos y trabajadores de la ciudad de El Alto, tanto para la construcción de la UPEA
como para asegurar su funcionamiento; acciones que nos hablan de la enorme capacidad colectiva de
organización y ejecución para el logro de propósitos propios. Sin embargo, un punto de conflicto
profundo en El Alto por aquel entonces, era la “declaratoria de autonomía” de la propia universidad; esto
es, el reconocimiento por parte del sistema universitario boliviano de la potestad de la UPEA de conducir
sus propios asuntos. Sobre esto ver [Medina:2007].
146
Nótese que en esta exigencia de lo que se trata no es sólo de reivindicar la presencia de los héroes
propios sino de conseguir que “todos”, esto es, que “los otros” también reconozcan a las figuras que
encarnan el significado heroico de la lucha indígena como legítimas.
119
26. Pliego petitorio específico del Magisterio centrado en el aumento salarial.
27. Pliego petitorio específico de los Transportistas centrado en la rebaja de impuestos,
mantenimiento de carreteras, control de cobros indebidos y disminución de las
multas "legales", entrega de la gestión de las gasolineras a los transportistas y otros.
28. Pliego petitorio de los gremialistas centrado en el rechazo a lo que se conoce como
"doble tributación" y rechazo a la intervención municipal para la ubicación espacial
del comercio informal.
Sin temor a equivocarme, considero que este "Pliego Petitorio" expresa una interesante,
variada y compleja propuesta de transformación política de Bolivia, una “inversión del
orden de las cosas”, un Pachakuti en el sentido discutido anteriormente. El significado
del Pachakuti se abre paso de forma tortuosa en medio de la madeja de exigencias
indígenas y populares que se proponen: i) afianzar y consolidar la autonomía local; ii)
conseguir mejores condiciones de inclusión colectiva en el Estado por la vía del
aseguramiento de ciertos derechos sociales; y iii) trastocar el orden de decisión y mando
limitando las prerrogativas de decisión del Estado al sujetarlo a la voluntad directa de
las comunidades. En el Pliego Petitorio se busca, básicamente, que lo de adentro y
abajo, es decir, los modos comunitarios de deliberación, toma de acuerdo y
autorregulación de la convivencia, se coloquen por encima, “arriba y afuera”, de lo que
tradicionalmente es el orden político: la arquitectura estatal organizada con base en
comisiones de expertos, consultores, funcionarios y ministerios. La reconstitución en
marcha de un pueblo indígena distinguible y auto-entendido como una “nación”, a
través de los Manifiestos de Achacachi y otros documentos, no necesita leerse en clave
estatal y de acuerdo con la argumentación de la “soberanía nacional”. Son las claves de
la autonomía y de la emancipación, las que nos permiten entender lo que se pretendía
con este cúmulo de demandas y exigencias. En las demandas del Pliego del Pacto
Intersindical, tal como ya se analizó, se aborda la cuestión de la propiedad de la riqueza
colectiva, es decir, del dominio y el usufructo de los bienes comunes, no en medio de
los conocidos cánones modernos de la política, aludiendo a la “toma del poder del
estado”, “o a la reconstitución de la propiedad estatal de tales bienes” sino que, más
bien, se proyecta un camino, una vía, una posibilidad de disolver, de dispersar dicho
poder, tal como explica la afortunada formulación de Raúl Zibechi. La disolución del
poder estatal en la capacidad social generalizada de intervenir y decidir sobre los
asuntos públicos o dispersión del poder, se afianza en dos pilares fundamentales: no se
coloca ante el estado bajo ninguna ambición de simetría, esto es, no se trata, de ninguna
manera, de “ocupar el puesto de mando” del andamiaje estatal capitalista-colonial
120
existente. Se busca, más bien, desconcentrar la capacidad de regulación, gobierno y
mando actualmente concentrada en un cuerpo legal y un entramado institucional,
disolviéndolo o dispersándolo para que pueda quedar subordinado a la autoridad
comunitaria más cercana y controlable por el conjunto de la población. En tal sentido, y
este es el segundo pilar de la energía emancipativa anidada en tales ideas, no se habla
nunca desde un lugar afirmativo y universal, sino que se destaca y se pretende
consagrar como legal el carácter particular y negativo de la decisión de las autoridades
comunitarias de cada localidad y región. En torno a estas ideas versaron los argumentos
que impugnaron de manera más profunda tanto las relaciones de poder como el orden de
mando de la República Boliviana durante los años de los levantamientos.
147
Resulta muy ilustrativo contrastar esta experiencia con, por ejemplo, la rebelión y levantamiento
zapatista de 1910 cuando la proclamación del “Plan de Ayala” se produjo como manifiesto de las
comunidades de Morelos en rebelión y no como explicitación de reivindicaciones “al interior” de un
estructura de agregación ya instituida y colocada de antemano en una posición subordinada al gobierno.
Igualmente, los planes, propuestas y discursos que han sido proferidos por el zapatismo moderno, en todo
momento han buscado construir su propio lugar de enunciación por fuera del orden estatal.
121
son entregados en concesión privada, explotados por el Estado, o por alguna otra vía-,
debe pasar por la decisión de la autoridad originaria local del sitio donde estén
asentados tales bienes; dicha autoridad es quien conserva, en última instancia, la
potestad de autorizar o no las actividades productivas de acuerdo a sus valoraciones y
criterios, adjudicándose facultades políticas por encima de las del estado central a través
de sus distintas oficinas especializadas en cuestiones técnicas y jurídicas.
Esto es, las propuestas contenidas en los puntos 1 a 4 del pliego petitorio de junio de
2001 contienen una radical propuesta de reorganización política, que invierte el sentido
del mando tradicional sujetando cualquier acción económica o proyecto político a la
decisión de las autoridades originarias de cada localidad, es decir, a las autoridades más
cercanas y controlables por el conjunto de la población. Sin embargo, el proyecto
político contenido en esta manera de formular las propuestas sociales aymaras y
populares, lamentablemente, no fue colocado en el centro del debate y quedó inmerso
en un marco de “negociación” con el estado y el gobierno. Así, los rasgos que
establecían la voluntad colectiva de llevar adelante un auténtico Pachakuti, esto es, una
inversión radical del orden de las cosas, en particular, de la cadena de mando y de la
relación gobernantes-gobernados en la sociedad boliviana, quedaron entrampados en las
coordenadas de la “negociación” sindical. Se hizo evidente durante los siguientes meses
que, desde una estructura y un discurso sindical no se pueden “negociar” los términos
de la transformación radical del orden de las cosas. Considero, pues, que pese al
cataclismo social que significaron los recurrentes levantamientos aymaras entre 2000 y
2001, esto es, a su contundente alcance práctico a partir de la capacidad colectiva de
irrumpir y bloquear el territorio trastornando de cabo a rabo la vida cotidiana en las
ciudades, el horizonte interior de las movilizaciones fue difuso, pese a la fuerza y
radicalidad de la impugnación civilizatoria148 anidada en la enérgica capacidad de
control territorial del levantamiento..
148
A lo largo del 2001 diversos grupos, comunidades, asociaciones y personajes de origen aymara
produjeron un sinnúmero de discursos que eran proferidos de manera paralela o enlazada a los “Pliegos”
que guiaban las movilizaciones, sin asumir directa y sistemáticamente el conjunto de planteamientos que
en un vasto proceso deliberativo quedaban recogidos en ellos. Tal es el caso, por ejemplo, del “Acta de
Reconstitución del Gobierno de la Nación Aymara Qhichwa”, firmado por las centrales, subcentrales y
sindicatos agrarios de la provincia Omasuyus, la Federación de Maestros y la Federación Departamental
de Mujeres Campesinas, Bartolina Sisa, hecho conocer durante los bloqueos de junio-julio de 2001. En
este documento, tal como se había ensayado desde los bloqueos de 2000 se declaraba la Reconstitución
del Jach´a Umasuyus, convocando a la unión de las antiguas regiones pertenecientes a la parcialidad
circunlacustre, aunque sin hacer referencia explícita a lo que en términos de transformación de las
relaciones estatales se planteaba en el Pliego Intersindical. Es evidente que en el discurso de la
reconstitución puede leerse un esfuerzo por constituir un lugar de enunciación distinto al de la CSUTCB,
desde el cual quizá hacer posible el desarrollo del conjunto de propuestas y objetivos políticos expresados
122
Por su parte, la derogación de la Ley 1008, la modificación de la Ley de Organización
Judicial y la reforma sugerida a la Ley del Servicio Militar, tal como fueron formuladas
en el pliego, apuntan en el mismo sentido. En relación a esta última resulta sumamente
interesante cómo se aborda en momentos de fuerza social la cuestión de la conscripción
y del servicio militar obligatorio, no por la vía de su desconocimiento o rechazo sino
igualmente, por la vía de buscar controlar desde los niveles comunales locales, el
ingreso de los jóvenes en el Ejército. Eugenio Rojas menciona que es, justamente, en "el
cuartel" donde los aymaras aprenden masivamente a manejar armas, lo cual resulta
importante para las comunidades en momentos de confrontación.149 En el pliego,
entonces, lo que queda claro es que los comunarios no buscan excluirse de una
institución -el Ejército- en la cual aprenden cosas que consideran útiles sino que, de
acuerdo a la propia lógica comunitaria, se proponen conquistar que sus miembros
jóvenes no queden a merced de la decisión de los mandos militares al menos en lo
relativo a la ubicación, sino que permanezcan cercanos a sus lugares de origen.
En relación al segundo gran bloque de reivindicaciones sociales, es decir, las relativas a
la ampliación de derechos sociales para la población agraria, es muy claro que estas no
pasan necesariamente por el planteamiento de reconstrucción de un "Estado de
bienestar" aunque pueden quedar atrapadas en el imaginario político heredado de la
Revolución del 52. Desde mi punto de vista tales demandas expresan, más bien, un
deseo profundo de ampliación de la protección y seguridad social sin comprometerse
explícitamente con el anhelo de una forma estatal. Esto es, señalan el interés y ambición
colectivos de bienestar y disfrute de derechos sociales que pueden leerse como afán de
mejora en los términos de inclusión en el Estado –sin demasiados cambios en su forma-,
dando pie a una lectura estatalista de este tipo de reivindicaciones; pero no sólo
expresan eso: apuntan, también, a la posibilidad de un profundo trastocamiento de la
relación estatal. El problema en 2001 se centró en cómo entender, comunicar y producir
nuevos acuerdos y consensos en torno a estas aspiraciones.
En el tercer bloque de reivindicaciones, los puntos sobre la propiedad de la tierra, la
titulación de la propiedad y las deudas, la posición recogida en el Pliego Petitorio es
muy floja, e incluso ambigua. Esto puede deberse, quizá, a que la postura de al menos
en algunos de los puntos del Pliego del Pacto Intersindical. Estos esfuerzos, sin embargo, no tuvieron
éxito, sobre todo porque Felipe Quispe eligió, unos meses después de los bloqueos de 2000, dedicar sus
esfuerzos a la construcción de un partido político con registro electoral.
149
Entrevista a Eugenio Rojas en Achacachi, Omasuyos, en marzo de 2006.
123
una parte de la CSUTCB sobre estos temas, consistía en la elaboración y presentación
de la Ley INDIO como cuerpo legal sustituto a la Ley INRA. 150
Por último, en lo relativo a los puntos varios he recogido los más representativos y que
expresan la multiplicidad de tendencias y ambiciones políticas existentes al interior del
movimiento: desde la clásica y legítima aspiración indianista de ver consagrados a sus
héroes como personajes nacionales con derecho a estar en todas las oficinas y espacios
públicos, hasta la postura de integrar y participar en los organismos electorales oficiales
de manera corporativa, etc. El bloque de "puntos varios", a mi parecer exhibe con
claridad la pluralidad de las voces movilizadas y la posibilidad de la dirigencia de la
CSUTCB en momentos ascendentes de la lucha social, de admitir y mantener en torno a
sí a esta gran gama de posturas.
Asimismo, es importante mencionar que una gran debilidad para esta forma de enlace y
deliberación en movimiento es la dificultad que se confronta a la hora de intentar
bosquejar y comunicar de manera general, tanto lo que la población movilizada está
haciendo como las aspiraciones profundas de la acción colectiva. Por ejemplo, al
endurecerse el bloqueo de junio-julio de 2001, en el Boletín de Prensa # 3 del Comité
Urbano de la CSUTCB, a la pregunta "¿Cuántos indios más tenemos que morir para que
seamos oídos y respetados por los gobernantes?", se argumenta "Convencidos de que
luchar por reconocimiento, por igualdad y democracia no es un delito, reafirmamos
que la rebelión contra el mal gobierno se justifica...". Es decir, el conjunto de demandas
explorado anteriormente se conceptualiza como "lucha por el reconocimiento, por
igualdad y democracia": lo que es muy útil para explicar lo que sucede a la población
urbana constituye, al mismo tiempo, la consagración de una auto-limitación para la
expresión de los múltiples contenidos propios.
Por otro lado, cuando finalmente se abrió la negociación con el poder ejecutivo, las
demandas de la CSUTCB y sus aliados fueron traducidas y encajonadas en los códigos
conceptuales y lingüísticos estatales dominantes de donde, a la larga, considero que no
pudieron salir. Para demostrar la anterior afirmación, es interesante contrastar el "Pliego
150
La Ley INDIO es una propuesta de reorganización de la tenencia de la tierra, elaborada por los
dirigentes de la CSUTCB, como alternativa a la Ley INRA. Hay en Bolivia antecedentes de la
elaboración de propuestas de ley por parte la organización sindical campesina y de la posterior presión,
casi sin ningún éxito, para su aprobación. En palabras de Felipe Quispe, “la Ley Indio se opone tanto al
latifundio como al minifundio y propone formas de reorganizar la propiedad agraria”, Declaraciones de
Quispe en el Congreso Tierra Territorio, celebrado en Sucre, El Correo del Sur, 26 de enero de 2002. La
Ley Indio fue discutida en comisiones parlamentarias durante todo el año 2002 y, finalmente, fue
presentada al Congreso boliviano en octubre de ese año; no consiguió ser aprobada.
124
Petitorio" elaborado en una serie de Congresos, Ampliados, asambleas y reuniones
formales e informales, con el documento titulado "Contrapropuesta" del 8 de agosto de
2001, es decir, dos meses –y un bloqueo gigantesco- después del primer documento. El
documento "Contrapropuesta" es la respuesta elaborada igualmente en una reunión
ampliada en Villa Tunari a la "Propuesta de atención al pliego petitorio" presentada por
el gobierno.
Cabe observar que en tal documento, la forma de clasificar las demandas y propuestas
del pliego es la que impuso el Estado, a partir de su lógica interna. De tal manera que las
demandas sociales quedan organizadas de la siguiente forma:
a. Seguro social indígena originario
b. Derechos humanos
c. Ley INRA, forestal, biodiversidad y otros
d. Medio ambiente
e. Coca
f. Educación, salud y cultura, con sus secciones: "universidades", "reivindicaciones
del magisterio", "cultura" y "salud".
g. Transporte y comunicación
h. Desarrollo rural indígena originario
i. Comisión de electrificación y telecomunicaciones
La inclusión de este punto sobre "derechos humanos" es muy interesante pues, como se
argumentó entonces, y también posteriormente, los costos de las luchas que se cuentan
en vidas y heridos para los movilizados tiene que costar, al menos en dinero, al Estado.
Por otro lado, la inclusión del aspecto relativo a la "corrección de los errores
ortográficos" en actas de nacimiento, libros del registro civil y otros documentos de la
125
República deben ser realizados de oficio y de forma gratuita es una interesante manera
de exhibir y de oponerse a uno de los rasgos coloniales más inmediatamente padecidos
por la población aymara rural y urbana: la prerrogativa de los funcionarios públicos de
registrar oficialmente la identidad de las personas y, por, supuesto de lucrar y ejercer un
opresivo y detestable poder sobre la gente a través de ello.
3. En la sección "Ley INRA, Forestal, Biodiversidad y otros" las demandas
campesinas, populares y originarias han variado de la siguiente forma:
• Se ha ingresado al lenguaje de los derechos. Por ejemplo en el Punto 8 dice "El
gobierno debe garantizar el derecho de la propiedad sobre la tierra, territorio (suelo,
subsuelo, sobresuelo y vuelo) de todos los pueblos indígenas".
• Se negocian una serie de medidas sobre la ley INRA y su aplicación, que aceptan el
orden de cosas existente: suspensión de las actividades de saneamiento hasta la
realización de una "Auditoría Técnica-Jurídica y Administrativa" al INRA y la
Superintendencia Agraria con la participación de la CSUTCB. (En relación al tema
forestal, se aprueba admitir medidas similares: intervención de la superintendencia
por un comité mixto y auditoría técnica-administrativa, jurídica y financiera).
126
• En lo relativo a la biodiversidad, se admite la suspensión definitiva del tratamiento
del Proyecto de Ley de Biodiversidad -por aquel entonces a discusión en el
legislativo- y se acepta la realización conjunta (CSUTCB-gobierno) de "seminarios
informativos" sobre la nueva propuesta de Ley de Biodiversidad que deberá
ajustarse a la Ley INDIO. Los ponentes y recursos para estos seminarios serán
designados y estarán en manos de la CSUTCB.
• El gobierno informará sobre concesiones forestales, sobre el derrame de petróleo en
el Río Desaguadero y prohibirá la internación de alimentos transgénicos.
4. En el tema de la Coca se exige la abrogación de la Ley 1008, el cese de la
erradicación de cultivos en Yungas y la CSUTCB se compromete a presentar una
Ley de la Coca.
5. Sobre las universidades, se acuerda que se instruya al Congreso la inmediata
creación de tres universidades originarias, que serán autónomas. Igualmente el
gobierno se compromete a recuperar las piezas arqueológicas en manos de
extranjeros.
6. En lo relativo a "desarrollo rural originario", se acuerda que la CSUTCB, a través de
CORACA, será la instancia encargada de planificar, ejecutar y evaluar el "desarrollo
rural integral" en La Paz, con un presupuesto de 40 millones de dólares. Además, se
adquirirán 1000 tractores que se distribuirán en distintos lugares del departamento
de La Paz y se creará un "fondo rotativo comunitario" para créditos de los pequeños
agricultores, de 15 millones de dólares a cargo del Estado. Entre otros fondos a
entregar también se menciona la asignación de 10 millones de dólares a la
FNMCB"BS" para implementar programas y proyectos de género.
De todo esto, es sumamente poco lo que se cumple, y estos puntos volverán a aparecer
en las movilizaciones de 2003. 152
Finalmente, vale la pena destacar que desde noviembre de 2000, Felipe Quispe junto a
varios dirigentes de las movilizaciones y autoridades indígenas, decidieron formar un
partido político formal, el Movimiento Indio Pachakuti (MIP). Sobre esta organización
política, Felix Patzi señala lo siguiente:
El MIP por ejemplo después del bloqueo de caminos en septiembre de 2000 y
una vez deslegitimada y develada la estructura colonial del país, había decidido
como movimiento organizarse en Partido Político el 14 de noviembre del mismo
año en una concentración multitudinaria en Peñas, lugar donde fue descuartizado
Tupaj Katari en 1781. En ese contexto de multitud recolectar firmas para
registrarse en la Corte Nacional Electoral no fue problema, en una semana ya
habían más de 60 mil firmas, suficiente cantidad para habilitarse en las
elecciones generales de 2002. (Patzi, 2003: 238)
Los documentos básicos del MIP aclaran que no pretenden constituir un partido político
formal sino un instrumento político del movimiento indígena, “de los verdaderos
dueños de estas tierras”. Plantean la “reconstitución del Qullasuyu y del Tawantinsuyu”,
como sistema de autoridades y sistema económico a partir del código moral andino:
152
Un balance provisional de lo conseguido puede encontrarse en Félix Patzi et al, 2003.
127
Ama suwa, Ama Llulla, Ama Qhella 153 (No robar, no mentir, no holgazanear). 154
Plantear la reconstitución del Qullasuyu y del Tawantinsuyu como un objetivo explícito
comprometía al flamante partido, en el mejor de los casos y de manera inmediata, con la
aspiración positiva de construcción de una estructura de gobierno y de definición de un
conjunto de relaciones estatales. Esto, si bien hubiera limitado aspectos del filo crítico
del Pachakuti que se gestaba y expresaba en la movilización misma, hubiera al mismo
tiempo impulsado el quiebre político alcanzado hasta entonces. Sin embargo, Felipe
Quispe, más allá de la enunciación, no implementó paso alguno en esta dirección.
Por tal razón, si bien la creación de un nuevo partido formal de corte indianista entre
2000 y 2001 fue significativa 155 , no estudiaremos aquí al MIP en tanto “instrumento
político” en detalle, sobre todo porque no aportó demasiadas novedades, ni políticas y
menos aún organizativas desde la perspectiva de la emancipación. Hasta cierto punto, se
trató de un partido indianista bastante laxo ideológicamente que estuvo marcado durante
toda su existencia por un fuerte cuestionamiento de nepotismo; criticado –con razón-
por ser más un “instrumento político” del propio Quispe que del movimiento aymara en
cuanto tal. El MIP participó en las elecciones generales del 2002 y obtuvo 6 curules en
la Cámara de Diputados, en las mismas elecciones en las que el MAS obtuvo el segundo
lugar en la preferencia electoral, y cuando fue electo presidente Sánchez de Lozada. Lo
que resulta relevante desde la perspectiva que sostengo, es que la existencia del MIP
como partido añadió un nuevo flanco de complejidad en la lucha aymara: a las
dificultades expresivas de la rebelión, de por sí atrapadas en el formato sindical, se
añadió la existencia de un partido político con registro que participó en dos elecciones
generales y unas elecciones municipales. La superposición de lógicas políticas,
comunales, sindicales y partidarias, contribuyó sobre todo, a aumentar las dificultades
153
MIP, Programa de Gobierno, 2002.
154
Patzi presenta una serie de críticas a los planteamientos del MIP señalando, entre otras cosas: “[…]
ideológicamente si bien (el MIP) va reivindicando lo ancestral como aglutinador del movimiento, sin
embargo esto lo hace tan solo a nivel lírico y poético; no retoma con claridad el sistema comunitario
como una alternativa al sistema de capital, por eso en relación a la concepción del manejo de recursos tan
sólo dirán “que la tierra no es propiedad privada, sino que la tierra pertenece al hombre” frase que no dice
nada” (Patzi, 2003: 239).
155
Los partidos indianistas reconocidos y con registro, aunque con perspectivas radicales, colapsaron
alrededor de 1985 cuando Quispe y otros importantes dirigentes fundaron la organización anti-electoral
“Ayllus Rojos”. Quedó en pié únicamente el MRTKL –vertiente del katarismo “pluri-multi” o “light”
según los códigos bolivianos- del pedagogo Victor Hugo Cárdenas que años después fue vicepresidente
en el primer gobierno de Sánchez de Lozada. En este sentido, la construcción de un nuevo partido
indianista y su registro ante la Corte Nacional Electoral, hasta cierto punto puede leerse como un
despliegue de la fuerza política aymara hacia otros terrenos anteriormente abandonados; también puede
interpretarse de esta manera el hecho de que en las elecciones de 2002, “los indios votaran por indios”
refiriéndose al alto porcentaje de votos que obtuvo sobre todo Evo Morales y a las seis diputaciones que
alcanzó el MIP en la región occidental de Bolivia.
128
de comunicación de la lucha aymara con las demás vertientes de insubordinación social,
y a profundizar las tensiones y rivalidades entre los propios aymaras.
156
Para una reflexión muy bien documentada sobre esto, en particular en la región de Oruro, ver Mamani,
2004, en particular lo relativo a la reconstrucción en lucha del Jach´a Karanqas. También pueden
revisarse las múltiples reflexiones de Prada respecto a la territorialización como logro fundamental de la
rebelión y sobre los sucesos del departamento de La Paz.
157
Ver sobre todo, García, 2001.
158
Mamani, 2004; Patzi, 2003.
159
En términos generales, casi todos los análisis de los levantamientos, escritos desde perspectivas
“amables” y más o menos rigurosas que buscaron comprender lo que iba ocurriendo, destacan estos cinco
ejes argumentales poniendo mayor o menor énfasis en cada uno de ellos.
129
Estos efectos tuvieron la calidad de un auténtico cataclismo social –y epistemológico-
en tanto hicieron colapsar las anteriores certezas y argumentos instalados en el
imaginario social como “sentido común” de lo político y de lo cotidiano. Lo
intempestivo y relativamente “novedoso” de los hechos, contribuyó a que su
comprensión fuera sumamente difícil. 160 En cierta medida, la vitalidad de la
sublevación produjo una especie de “deslumbramiento” colectivo: era muy difícil por
entonces comprender qué estaba sucediendo y, más difícil todavía, reflexionar acerca de
qué era posible que sucediera –función utópica- a partir de la capacidad común de
impugnar el orden político y las formas existentes de dominio. Dos posturas destacaron
en esta dirección entre 2000 y 2003: por un lado, la de Alvaro García quien, retomando
algunos elementos de sus antiguas reflexiones sobre la revolución social y política y la
transformación del estado, se sumergió sin embargo, en los códigos liberales
dominantes y defendió una versión más profunda de reforma estatal que la hasta
entonces implementada por la derecha, aunque emparentada carnalmente con ella dada
la aceptación de los fundamentos teóricos y discursivos del liberalismo político. García
Linera defendió la necesidad de construir un auténtico estado multi-nacional,
proponiendo cuestiones como la siguiente: “Una tercera opción […] sería diseñar una
nueva estructura estatal capaz de integrar en todo el armazón institucional, en la
distribución de poderes y en su normatividad, a estas dos grandes dimensiones de la
cualidad social boliviana: la diversidad étnico-cultural y la pluralidad civilizatoria de los
regimenes simbólicos y técnico-procesuales de la organización del mundo colectivo”
(García, 2005: 57). A partir de ahí, de lo que se trataba era de producir diseños
institucionales capaces de contener lo anterior sobre la base de una “ciudadanía
diferenciada”. Por tanto, la lucha concreta y las propuestas de cómo desmontar las
relaciones de poder que brotaban desde la población movilizada, quedaron desplazadas
en la atención de este influyente autor, hacia un segundo plano.
Por otro lado, también se escuchó la postura de Félix Patzi, quien centró sus esfuerzos
en proponer un “Sistema comunal”, “alternativo al sistema liberal”, valiéndose de la
teoría de sistemas de Luhmann como herramienta analítica. 161 Patzi, quien durante
160
Hablo de “relativamente novedoso” porque lo que ocurría surgía, en realidad, de lo más profundo y
antiguo del tejido social: las comunidades rurales, los ayllus y las markas. El trabajo de Hylton, Thomson,
Patzi y Serulnikov, “Cuatro momentos de insurgencia indígena” contribuyó a incorporar la dimensión
larga de la historia en la comprensión de lo que pasaba en el siglo XXI.
161
Esto puede verse claramente en los trabajos de ambos autores contenidos en Escárzaga y Gutiérrez,
2005; escritos en 2003 antes de la caída de Sánchez de Lozada cuando la pregunta abierta era justamente:
130
varios años había realizado una sistemática crítica a las nociones modernas de propiedad
y delegación del poder, sugería la posibilidad de construir un “sistema comunal”
generalizable al conjunto del país desde ciertas nociones fundamentales de la vida y
práctica comunitaria, como la propiedad comunal y los criterios de obligatoriedad y
rotación en la participación política.
Ahora bien, ambas posturas que además comenzaron a presentarse como rivales, hasta
cierto punto destacaron y pusieron atención en lo que las propias luchas iban
demoliendo del edificio de dominación colonial, aunque inmediatamente después se
ocuparon de buscar y proponer, cada quien a su manera, la vía mediante la cual un
cierto “orden estatal”, una “síntesis política y económica”, podría ser reconstruida. En
cierta medida, las dos propuestas comenzaron a ocupar el lugar que en el discurso sobre
la transformación social, había ocupado el término “socialismo” o “construcción del
socialismo” en la constelación conceptual revolucionaria predominante durante el siglo
XX: una versión más moderada y “reformista”, la de García Linera, y una propuesta
más ambiciosa y “sistemáticamente alternativa”, aunque ideal, la de Patzi.
En todo caso, desde mi perspectiva, ambos decidieron proponer y desarrollar sus
argumentos desde el lugar de emisión universal afirmativo que, tal como ya discutimos,
es por antonomasia, el lugar del Estado y del poder; y no el del Pachakuti. Así, en vez
de continuar la reflexión desde la negatividad particular en marcha que se iba
desplegando en el movimiento mismo, decidieron reinstalar como central el locus
eminentemente estatal, favoreciendo en los hechos el límite de la propia potencia del
“horizonte interior” que se develó en los momentos de mayor conflictividad social.
Todo ello contribuyó, hasta cierto punto, a que quedara encapsulado el horizonte
“autogestivo” y “comunitario”, aprisionado en la comprensión canónica de lo político
como “asunto de gobierno” y como forma estatal. El horizonte interior de las luchas
aymaras que se concentra en “impedir” que las cosas ocurran de una manera
desfavorable a la decisión de la mayoría enfatizando además en la deliberación colectiva
sobre los modos de superar problemas, que en cierta medida es lo que la gente estaba
haciendo, no logró una formulación precisa y susceptible de ser comunicada más allá de
la confrontación, lo cual obscureció, por supuesto, la discusión sobre sus propias
posibilidades de despliegue y profundización.
¿Por dónde avanzar? Versiones más amplias de esos textos fueron publicadas después como libros de
manera separada por cada uno de ellos.
131
Las críticas anteriores no tienen ni un afán polémico ni buscan “culpabilizar” de lo que
ocurrió o no ocurrió a nadie –lo cual sería un despropósito desde la perspectiva que
sostengo-, simplemente buscan respuestas para una cuestión complicada: siendo las
luchas aymaras las de mayor “alcance práctico” entre 2000 y 2002 en términos de
ocupación territorial, desplazamiento de las instancias estatales, autonomía de hecho y
potencia en la confrontación contra el gobierno y el estado; al mismo tiempo son las
luchas que, a la larga, han conseguido la menor influencia o efectividad en el curso
concreto de las transformaciones posteriores. Hasta cierto punto, profundizar la
reflexión sobre este desfase entre el alcance práctico de la confrontación aymara contra
el Estado boliviano y la explicitación del horizonte interior anidado contradictoriamente
en el propio tejido comunitario, es no sólo necesario sino urgente. Sobre todo, porque
esta misma tensión vuelve a aparecer en el Altiplano y en El Alto, ahora bajo el
gobierno de Evo Morales.
Capítulo III
Chapare: territorios en disputa. Las luchas cocaleras entre 2000 y 2003
132
septiembre de 2001 y febrero de 2002 en uno de los momentos más violentos de la
prolongada “Guerra contra la Coca” que, entre otras cosas, dejó como saldo la expulsión
de Evo Morales del Congreso Nacional. En contraste con ello, el 30 de junio de 2002, la
fórmula electoral del MAS encabezada por el mismo Morales junto a Antonio Peredo
como candidato a vicepresidente, ocupó el segundo lugar de la preferencia ciudadana en
las elecciones generales, alcanzando la mayoría en 4 de los 9 departamentos que
constituyen la República Boliviana y el 21% del total de votos, prácticamente igual que
el partido ganador, el MNR de Sánchez de Lozada, que obtuvo el 22.5% del total.
Para entender este conjunto de sucesos, que se hilvanan en la ola de luchas y
movilizaciones bolivianas, en las siguientes páginas abordaremos las luchas, prácticas
organizativas y horizontes políticos de los cocaleros del Chapare, como tercer torrente
nítidamente distinguible de la lucha social que produjo el quiebre del dominio
neoliberal entre 2000 y 2002. Anteriormente mencionamos algunos momentos de la
participación cocalera tanto en la Guerra del Agua como en los “bloqueos nacionales de
caminos” convocados entre 2000 y 2001 por la CSUTCB encabezada por Felipe
Quispe. Sin embargo, la lucha cocalera, ella misma de larga data, debe ser estudiada en
su particularidad y sólo puede entenderse como respuesta a la llamada estrategia de
“Guerra contra las Drogas” patrocinada por el gobierno de los EE.UU. y seguida por el
conjunto de gobiernos locales en América del Sur desde mediados de los 80. 163
En esta dirección, en primer lugar presentaré algunos elementos de la estructura social
de la región cocalera de Chapare; después discutiré la doble estrategia seguida por los
cocaleros, consistente en la sistemática resistencia a la erradicación de los cultivos de
hoja de coca combinada con la participación política formal electoral desde 1995 y,
finalmente, estudiaré con cierto detalle los acontecimientos ocurridos entre septiembre
de 2001 cuando comienzan los enfrentamientos conocidos como “Guerra de la coca” y
junio de 2002 cuando Evo Morales se consolida como la segunda fuerza electoral del
país.
163
Algunos autores sitúan el comienzo de la “Guerra contra las Drogas” en 1973 cuando se creo la Drug
Enforcement Administration (DEA). Sin embargo, el mayor énfasis norteamericano en el “combate al
narcotráfico” comenzó en el gobierno de Reagan en 1986 cuando se definió oficialmente al narcotráfico
como “amenaza de seguridad nacional”. Entre otros, ver Ronken, 1994
133
En el Chapare cochabambino se concentra una parte sustancial de la historia reciente de
Bolivia. El Chapare es una región del departamento de Cochabamba, exactamente en el
centro geográfico del país que, además, constituye un espacio intermedio entre las
tierras altas del occidente del país y las extensas llanuras bajas del Oriente. Entre 2,500
y 300 m.s.n.m., la húmeda región del Chapare se extiende por las provincias de
Chapare, Carrasco y Tiraque habitadas por diversos pueblos originarios que desde la
colonia han sido desplazados hacia el norte y poblada, después de la conquista, a partir
de diversas oleadas de migración y colonización. En las últimas tres décadas del siglo
XX pueden distinguirse al menos dos momentos de la migración interna hacia el
Chapare: el primero, ocurrido durante los 70 cuando amplios grupos humanos
provenientes de las zonas de Potosí, Chuquisaca, el Valle Alto cochabambino y
regiones de Oruro se asentaron en el Chapare 164 durante la época conocida como “auge
de la coca”, cuando existían en la región muy pocas vías de comunicación; y, el
segundo, posterior a 1986 cuando, entre otros, numerosas familias mineras despedidas
de sus anteriores centros de trabajo decidieron asentarse en la zona 165 . El centro
económico de la región del Chapare es Villa Tunari, aunque formalmente es sólo la
capital de la tercera sección de la provincia Chapare. En relación a la primera ola
migratoria entre fines de los 60 y principios de los 80, Spedding afirma lo siguiente:
La gran mayoría de las actuales colonias (que existen en el Chapare) se
establecieron de forma espontánea. Normalmente, un grupo de personas entraba
a la zona, ubicaba un lugar no ocupado y se establecía allí. Al principio se
mantenían con víveres que traían del valle, hasta establecer sus primeros cultivos
de autoconsumo (arroz, maíz, bananos y demás). Al ir de visita a sus lugares de
origen, reclutaban más gente dispuesta a lanzarse a la aventura; con ellos
organizaban un sindicato y distribuían la tierra en lotes o “chacos”, como se los
164
Durante la ola migratoria de los 70, el Estado hizo algunos esfuerzos de “organizar” y dirigir la
colonización. Es curioso lo que se afirma en el siguiente “balance” del Departamento de Desarrollo
Regional de la OEA publicado en 1980: “El estudio del Chapare (1978-79) se inició con el objeto de
integrar y racionalizar el desarrollo de los recursos en un área de 24 500 km2 abierta a la colonización. El
Gobierno boliviano (que había iniciado programas de erradicación de la coca en el área con ayuda de la
AID de los Estados Unidos) procuraba que los nuevos colonos tuvieran adecuados servicios sociales y de
transporte y alternativas económicamente viables para la producción agrícola. Como los colonos
independientes estaban obteniendo mayores rendimientos en sus cosechas que los que lograban los
colonos apoyados por el gobierno, las autoridades también querían sacar provecho de estos éxitos
orientando la asistencia a aquellos colonos que pudieran hacer el mejor uso de las nuevas tecnologías, del
crédito y los servicios”. Estudio de caso de la región del Chapare, Bolivia. Ver,
http://www.oas.org/dsd/publications/unit/oea72s/ch21.htm
165
Los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) permiten calcular un crecimiento del
total de población de la provincia Chapare del 42% entre 1992 y 2001. En ese mismo periodo, la
población total de Carrasco aumentó en 49% y la de Tiraque 11%. Algunas fuentes (Llorenti, 99: 24)
aluden a un pico en la migración hacia el Chapare entre los años 1981 y 1986 durante los años de
desastres naturales –sobre todo sequías- que afectaron las zonas de valles y el altiplano sur. Según este
autor, el 75% de la población en el Chapare proviene de los propios valles de Cochabamba, 14% de
Potosí y 5 % de Oruro.
134
conoce localmente. Para afiliarse al sindicato sólo debían pagar la cuota sindical
de cinco pesos al mes, comprometerse a residir permanentemente en el lugar y
participar en los trabajos comunales para abrir sendas. Mucho después, iniciaban
el trámite de titulación de sus terrenos ante el Servicio Nacional de Reforma
Agraria. (Spedding, 2005: 92).
Los colonos de esta primera ola migratoria llegaron a ocupar extensiones de tierra de
hasta 10-12 has; 166 de tal manera que durante el auge de los precios de la hoja de coca,
muchos colonos ampliaron sus cultivos de coca estableciendo relaciones de aparcería
con los nuevos migrantes recién llegados. 167 Sin embargo, el precio de la hoja de coca
cayó abruptamente después de 1986 cuando el gobierno de Paz Estenssoro (MNR,
1985-1989) -del cual Gonzalo Sánchez de Lozada fue Ministro de Economía- puso en
marcha el llamado “Plan trienal de lucha contra el narcotráfico” que tenía tres pilares
básicos: la militarización de la región del Chapare tropical para impedir tanto la
expansión de las áreas de cultivo como para destruir los “cocales ilegales” y controlar el
mercado; la implementación de proyectos de “erradicación compensada de cocales” en
las zonas de transición; y la ejecución de proyectos agropecuarios de “sustitución de
cultivos” apoyados por la llamada “cooperación internacional”. En este contexto de
múltiples y sistemáticas agresiones y límites a la producción de coca es que se configura
el escenario social del Chapare.
Ahora bien, las familias asentadas en el Chapare no producen únicamente coca. Por lo
general, las unidades domésticas cultivan arroz, maíz, plátanos, cítricos, yuca y walusa
además de coca. Los primeros productos mencionados se destinan generalmente al
autoconsumo y la venta de la coca permite a la unidad doméstica conseguir recursos
monetarios. Según Laserna, hasta los años 90, la producción de hoja de coca
proporcionaba “entre el 40 y el 75% del total de los ingresos de los colonizadores”
(Laserna, 1996). Es decir, la producción de hoja de coca ha representado a lo largo de
las últimas décadas la opción más rentable –en términos monetarios- para el trabajo
agrícola del Chapare. Sin embargo, este cultivo también ha sido el más perseguido
166
Evo Morales y su familia llegaron al Chapare al final de esta primera ola migratoria entre 1980 y 1981,
cuando adquirieron tierras en la colonia San Francisco.
167
Para un excelente y exhaustivo análisis de las relaciones sociales de trabajo y propiedad a través de las
cuales se realizó la colonización del Chapare puede verse el trabajo de Spedding, 2005, quien además las
contrasta con lo que ocurre en la zona cocalera de La Paz conocida genéricamente como Yungas. En su
investigación, la autora muestra cómo a lo largo del tiempo, y a partir de la ilegalización del mercado de
coca desde 1986, se fueron hibridando distintas relaciones de trabajo y propiedad dando lugar a una forma
de ocupación del espacio y de racionalidad económica propiamente campesina basada la cohesión interna
de las unidades domésticas y en el uso intensivo de la mano de obra disponible en ellas, como estrategia
productiva central.
135
policial y judicialmente tras la adopción, por parte del gobierno de los EE.UU. de una
“política antidrogas” consistente en eliminar al “primer eslabón” de la cadena
productiva de los estupefacientes -los productores de materia prima; política
desarrollada en acuerdo y coordinación con los distintos gobiernos del país. Ahora bien,
una gran parte de la producción de hoja de coca se destina al llamado “mercado legal”
o tradicional boliviano. Otra parte, cuya cuantificación es sumamente difícil, se utiliza
en la elaboración de cocaína destinada, sobre todo, al mercado exterior.
Si en 1986 comenzó el “Plan Trienal” que trajo la militarización del Chapare, la caída
de los precios y el inicio de la política de erradicación de cocales, en 1988 se promulgó
la llamada Ley del Régimen de la Coca y Sustancias Controladas, conocida como “Ley
1008”. La lucha contra la Ley 1008, sus disposiciones y efectos será central para la
lucha cocalera desde entonces. La Ley 1008 divide las zonas de cultivo de hoja de coca
en dos tipos: legales e ilegales. Las legales se denominan “zonas de producción
tradicional” y las ilegales, a su vez se subdividen en “zona de producción excedentaria
en transición […] sujeta a planes anuales de reducción, sustitución y desarrollo” y
“zonas de producción ilícita”, donde la producción de hoja de coca “será objeto de
erradicación obligatoria y sin ningún tipo de compensación”. 168 La primera gran batalla
de los cocaleros fue, justamente, contra la aprobación de la Ley 1008, y se conoce en
Bolivia como la “Masacre de Villa Tunari”. 169
Es claro que la organización sindical local estuvo en la base misma de la “forma de
colonización” y también constituyó el fundamento de la resistencia.170 Alison Spedding,
con gran agudeza, describe al “sindicato de base” en el Chapare de la siguiente forma:
Es una organización con fines múltiples. En realidad, cumple funciones de
gobierno a nivel comunal. Un sindicato de base suele tener entre 30 y 80
afiliados. En primer lugar, cuando se establece una colonia o asentamiento
nuevo, se forma un sindicato que asigna los chacos (lotes) a cambio de participar
en trabajos comunales y de una cuota mensual […] El mismo sindicato se ocupa
luego de tramitar los títulos ante el Instituto Nacional de Colonización o el
Instituto Nacional de la Reforma Agraria, sirviéndose de la cuota sindical para
168
Ley 1008, Arts. 8º, 9º, 10º, 11º, 17º. En la época de la discusión y posterior promulgación de la Ley
1008 esta división de las zonas de cultivo fue fuertemente criticada no sólo por cocaleros sino por juristas
y académicos en tanto era violatoria de los derechos “económicos” de los campesinos. Igualmente, en
materia de los derechos constitucionales al debido proceso y a la presunción de inocencia, la Ley 1008
desconoce directamente estos principios (Arts. 16º, 108º y 109º). Para un análisis de la Ley 1008 puede
verse, entre otros, Laserna, 1996.
169
“Yo recuerdo que en 1988, cuando se estaba aprobando la ley 1008, perdimos a dos o tres compañeros
–de mi región- en una masacre de 18 o 19 compañeros que murieron porque nos resistimos a que se
aprobara dicha ley…” Leonida Zurita, “La organización de las mujeres cocaleras en el Chapare”, en
Escárzaga-Gutiérrez, 2005: 89. Zurita es actualmente Senadora de la República por el MAS.
170
Entre otros y con todas las reservas de la fuente, puede leerse Pinto y Navia, 2007.
136
pagar los gastos. El sindicato media en disputas sobre linderos, da su aval en
casos de compra-venta de lotes (velando que la compra no sea fraudulenta y que
el nuevo comprador se comprometa a asumir los deberes sindicales) e interviene
en casos de conflictos entre herederos. Cada afiliado tiene el derecho de vender
su lote si quiere, pero siempre y cuando el comprador esté dispuesto a afiliarse
también, y bajo el compromiso de que no va a manejar el terreno como una
propiedad privada independiente. En las colonias recién establecidas, si un
afiliado abandona su lote y lo deja sin trabajar, el sindicato puede declararlo
baldío y asignarlo a otra persona que lo va a trabajar, previo pago de una cuota
de ingreso. (Spedding, 2005: 299)
La historia de vida del cocalero más famoso, Evo Morales, es ilustrativa de esta manera
de ocupar el territorio, organizar la producción, defenderse de las agresiones
gubernamentales y asociarse en distintos niveles sindicales para la defensa de los
intereses colectivos.
Ahora bien, desde estos sindicatos de base, los campesinos del Chapare consolidan una
importante Federación Sindical, llamándose a sí mismos “productores de hoja de coca”.
Desde 1988, dicha Federación, al asumir la defensa de los intereses cocaleros se mueve
en dos líneas argumentales: i) el rechazo a la erradicación “obligatoria” o “compensada”
arguyendo, principalmente, la rentabilidad mercantil de la producción de coca, superior
a la de cualquier otro producto agrícola de la región (yuca, cítricos, plátano, etc.) y ii) el
carácter “sagrado” de la hoja de coca en tanto herencia ancestral con una gran
importancia ritual en la vida comunitaria y popular. 171 Fueron años de movilizaciones,
denuncias, resistencia local y enfrentamientos contra las fuerzas policiales, negociación
de los límites entre las zonas de cultivo en transición y las prohibidas, regateo en los
montos por la llamada “erradicación voluntaria”, etc.
Así, durante los 90 en la región del Chapare se produjo una vigorosa acumulación
política basada en la “defensa de la hoja de coca” que combinó una multiplicidad de
estrategias, discursos y formas organizativas. Durante toda esa década, profundos y
violentos antagonismos sociales, de manera muy compleja, se sintetizaron en el Chapare
habilitando la auto-organización de un potente y diverso movimiento social que
confrontó de manera “interior” y “exterior”, simultáneamente, dos pilares de la
dominación neoliberal: el predominio -hipócrita- del “libre mercado” y el énfasis en la
“democracia formal”. El centro de la confrontación social giró en torno al derecho a
171
Leonida Zurita decía en 2003: “Creemos que defender la coca es defender la tierra madre, defender la
tierra madre que nos da vida es defender la coca. Una cabeza de plátano que tiene más de cien plátanos
cuesta dos, tres bolivianos; la coca es el único cultivo que nos puede dar el dinero necesario para la
educación, la ropa, los víveres de la semana y nuestra salud […]”. Zurita en Escárzaga-Gutiérrez, 2005:
86.
137
sembrar y vender hoja de coca, de tal manera que su defensa abarcó una gama
amplísima de argumentos: desde su calidad de “hoja sagrada”, regalo de los dioses a los
habitantes de los Andes, hasta la vigorosa denuncia de los costos que para cada una de
las familias cocaleras significaba “perder” el derecho a producir y vender hoja de coca
en medio del predominio de relaciones mercantiles. Fue así que a lo largo de los años se
negociaron diferentes convenios siempre incumplidos por los sucesivos gobiernos:
acuerdos sobre el derecho a sembrar coca en al menos un chaco por familia e insistente
disputa sobre el tamaño admitido; negociaciones sobre los montos a ser pagados por
“erradicar voluntariamente” una determinada cantidad de hectáreas de cocal, etc.
Asimismo, la resistencia cocalera denunció una y otra vez la no rentabilidad de los
cultivos que los gobernantes proponían como “alternativos” a la producción de hoja de
coca, confrontando las políticas de erradicación con diversos y contundentes
argumentos mercantiles. Por otro lado, los heterogéneos contingentes colonizadores del
Chapare de manera muy temprana decidieron combinar la lucha y movilización contra
las políticas “antidroga”, llegando a constituir amplias redes de comités de autodefensa,
con la participación electoral, primero a nivel municipal, para conseguir “legalización”
y reconocimiento público de sus formas de organización y gestión locales.
Para ordenar todos estos elementos, presentaré inicialmente una apretada panorámica de
los sucesivos esfuerzos gubernamentales por “erradicar” la producción de hoja de coca,
señalando al mismo tiempo ciertos hitos de la movilización y defensa de la coca, en la
medida que estas luchas, tras la llamada “apertura democrática” del 82, configuran los
antecedentes y rasgos principales de la participación del movimiento cocalero en la
época de movilización y levantamiento entre 2000 y 2002.
138
Revolucionario (MNR) para gobernar con estructurales. El ministro
Presidente: Víctor Paz Acción Democrática de economía de la época,
Estenssoro Nacionalista (ADN), gestor de las medidas
partido de la derecha neoliberales fue Gonzalo
militar. Sánchez de Lozada.
1986 – Se establece el “Plan Trienal de Lucha contra el Narcotráfico” con apoyo de
EE.UU. Se implementa una combinación de tres estrategias: militarización de la región del
Chapare; políticas de erradicación “compensada” de los cultivos de coca y múltiples
programas para alentar la “sustitución de cultivos”.
139
período de gobierno el en la Guerra del Agua.
vicepresidente Jorge
Quiroga)
El programa de erradicación implementado por Bánzer Suárez fue llamado “Plan
Dignidad” y consistía, nuevamente, en conseguir la erradicación completa de los cultivos
de hoja de coca. Casi todas las fuentes refieren una agudización de la represión a partir de
1997, año en el que ocurre la segunda detención de Evo Morales.
Desde 1998 se producen intermitentes enfrentamientos armados en el Chapare172 . En el 98
mueren tres miembros de las FFAA. En 2000 “desaparecen” 5 oficiales de las fuerzas
antinarcóticos. En septiembre de 2001 se produce un contundente bloqueo de caminos en la
carretera que conecta Cochabamba con Santa Cruz.
En enero de 2002 Evo Morales es expulsado del parlamento.
En 2002, el gobierno de Quiroga Blanco decidió ilegalizar los mercados de la hoja de coca
en Cochabamba, principalmente el de Sacaba. Bloqueos de caminos y “guerra de la coca”.
172
La llamada “Estrategia boliviana de lucha contra el narcotráfico” y el “Plan Dignidad” establecieron
que: “de abril a junio de 1998 se pagaría por hectárea erradicada individualmente, 1650 dólares y 850 a la
compensación comunitaria. De julio a septiembre de 1998 se pagarían, 800 dólares por compensación
individual y 1700 de compensación comunitaria. De octubre de 1998 en adelante se pagaría únicamente
compensación comunitaria por un monto de 2,500 dólares por ha. que iría disminuyendo gradualmente
hasta llegar a cero compensación en 2002. CEDIB, citado por García Linera et al, 2005: 386.
173
Las seis federaciones son: Federación de Centrales Unidas Tiraque Tropical, Federación de
Colonizadores de los Yungas del Chapare, Federación de Colonizadores de Chimoré, Federación de
Colonizadores Mamoré, Federación de Colonizadores de Carrasco Tropical, Federación del Trópico de
Cochabamba. Ciertas fuentes afirman que la unificación de las seis federaciones ocurrió en 1988 y otras
la ubican en 1992.
140
unificadas no siguen exactamente la división política oficial que distingue provincias y
secciones provinciales, sino que se produce, más bien, a partir de la manera concreta en
la que ha avanzado la colonización. Ahora bien, hacia los niveles superiores del
sindicalismo campesino, la Federación Especial del Trópico de Cochabamba no se
afilia, a su vez, a la Federación Departamental Única de Trabajadores Campesinos de
Cochabamba y, a través de ella, a la CSUTCB; sino que algunas de sus propias
federaciones filiales continúan siendo parte de la Federación de Colonizadores y otras se
integran directamente a la CSUTCB, en tanto “Federación Especial”. Dada la
importancia numérica y económica del sector cocalero, la FETC se convierte
paulatinamente en una instancia con gran influencia dentro de la organización
campesina matriz y con un amplio grado de autonomía dada la especificidad y
significado nacional de sus reivindicaciones. En este sentido, la Federación Especial del
Trópico de Cochabamba, posteriormente “Coordinadora de las Seis Federaciones del
Trópico de Cochabamba”, aprovecha la tradición y experiencia del sindicalismo agrario
y minero, pero no se ajusta exactamente al modelo de agregación y organización
representado por la CSUTCB, sobre todo en la región occidental del país.
Lo sobresaliente de la compleja estructura de organización sindical en el Chapare es,
por un lado, la relevancia y vitalidad de los sindicatos de base que la conforman y, por
otro, el control del territorio que desde tales sindicatos, se va construyendo hacia niveles
más amplios en una gran cantidad de Centrales y Federaciones, que coordinan y enlazan
las acciones de los sindicatos locales. 174 En tal sentido, los productores de la hoja de
coca se organizan desde finales de los 80 en un complicadísimo mosaico de control
territorial, en permanente disputa con las diversas políticas antidrogas dispuestas por el
gobierno central y en confrontación directa con las fuerzas policiales y militares que
continuamente aumentan su presencia en la región del Chapare.
Así, durante toda la década de los 90 son los productores de la hoja de coca el sector
social que más conflictos, negociaciones y enfrentamientos tiene con los sucesivos
gobiernos. Los temas de la confrontación son diversos, aunque todos giran en torno al
174
Al respecto es interesante la información que brindan García Linera y otros [García Linera et al, 2004:
393 y ss.], a partir de una serie de entrevistas tanto a Evo Morales como a otros dirigentes cocaleros
realizadas en mayo de 2004. Estas fuentes describen la complejidad de las formas asociativas de niveles
“superiores”, así como la importancia decisiva de los sindicatos de base en tanto asociaciones para la
gestión de la convivencia de las distintas unidades domésticas que los conforman. Por su parte, Llorenti
señala que el entramado sindical del Chapare está constituido por alrededor de 600 sindicatos de base,
articulados en 74 Centrales que, a su vez, conforman las 6 Federaciones. La Federación Especial de
Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba es la más grande de todas ellas con 27 Centrales
afiliadas. (Llorenti, 1999: 30)
141
derecho a seguir sembrando hoja de coca. Entre ellos están: 1) la anticonstitucional
distinción entre zonas de cultivo tradicionales, en transición e ilegales; y dentro de este
punto las discusiones giran en torno a quiénes y por qué habitan en alguna de tales
clasificaciones; 2) el derecho a sembrar al menos una cantidad específica de hoja de
coca para todas las familias del Chapare –y en este punto se discute y negocia
ferozmente el tamaño del cocal permitido; 3) los montos a ser percibidos por los
afectados de la “sustitución compensada” de cultivos de coca; 4) el repudio al ingreso
de tropas extranjeras al Chapare y al aumento de la presencia militar y policial
boliviana.
Es decir, cuando menos desde 1988 los productores de hoja de coca se vieron obligados
a vivir, producir y organizarse en un ambiente de confrontación continua con los
sucesivos gobiernos, que se intensificó hacia el año 2000 al acercarse el tiempo de
“erradicación completa” de la coca excedentaria sin compensación, pactada entre el
gobierno boliviano y las fuerzas antidroga norteamericanas. A lo largo de toda esa
década hubo dos marchas a pie desde el Chapare hasta la ciudad de La Paz en 1994 y
1995, una gran cantidad de bloqueos de caminos, movilizaciones hacia la zonas donde
se asentaban las tropas “t´iracocas”, conformación de comités de autodefensa locales y
de redes de ellos para impedir el paso de los destacamentos militares de erradicadores
por las sendas más angostas y, por supuesto, también hubo centenares de detenidos,
torturados y asesinados.
En tal sentido, considero que la larga lucha en defensa de la hoja de coca, sobre todo en
el Chapare, constituye antes que nada una profunda y extendida lucha de resistencia en
defensa de un recurso natural –la coca- y del derecho a producirlo y comercializarlo,
que durante años significó una oportunidad para trabajar y vivir en medio del mar de
desprotección, precarización laboral y exclusión social generada tras las reformas
liberales del 85. En tanto lucha de resistencia, la prioridad de los cocaleros durante un
largísimo periodo de confrontaciones se basó, por un lado, en fortalecer su cohesión
interna y, por otro, en sensibilizar a otros segmentos sociales de la importancia de la
defensa de la coca y del derecho a vivir de su producción y comercialización en tanto
emblemática planta ancestral. De ahí surge tanto la consistencia y densidad de su propia
organización social: compacta y múltiple instancia para defender la hoja de coca de
todos los modos posibles y en todos los terrenos, como la habilidad de tejer vínculos
hacia otros sectores sociales y segmentos en lucha que pudieran prestarles apoyo. El
142
surgimiento del MAS como estructura política formal no puede comprenderse si no se
toma en cuenta lo anterior. Revisemos esto un poco más detalladamente.
Hemos mencionado ya la manera en que, sobre todo los sindicatos de base en vastas
zonas del Chapare, se ocupaban de resolver prácticamente todos los problemas
cotidianos de los afiliados: desde la propiedad o posesión de los chacos, hasta las
obligaciones derivadas de dicha propiedad y los conflictos que pudieran suscitarse entre
vecinos, así como de la organización de la defensa de los cocales ante las amenazas
cotidianas de erradicación y persecución policial. En tal sentido, no es exagerado
señalar que los sindicatos de base del Chapare constituyeron desde su inicio la principal
autoridad civil de la zona, practicando una autonomía de facto; en permanente
confrontación, además, con las autoridades militares y policiales que implementaban las
decisiones tomadas por el gobierno central en relación a la “guerra contra la producción
de coca”.
Es en este contexto que en medio de las continuas movilizaciones contra las políticas de
erradicación y tras la promulgación de la Ley de Participación Popular en 1994, diversas
organizaciones campesinas incluyendo las chapareñas, decidieron participar en
elecciones y comenzaron a discutir la tesis del “instrumento político”. 175 La cuestión de
la participación electoral de los campesinos no es nueva, pues desde 1979 en la región
del Altiplano se formaron cuando menos dos partidos campesinos-“indígenas” en torno
o cercanos a la estructura sindical 176 Sin embargo, después de 1994 fueron los cocaleros
–aunque no únicamente ellos- quienes realizaron los esfuerzos más sistemáticos para
construir una organización política formal ligada a la estructura sindical agraria. En tal
dirección, en los VI y VII Congresos de la CSUTCB, realizados en Cochabamba y
Santa Cruz en 1994 y 1996 respectivamente, varios delegados impulsan la ratificación
175
La Ley 1551 de “Participación Popular”, promulgada el 20 de abril de 1994 durante la primera
presidencia de Sánchez de Lozada, acarreó una reforma política y una re-municipalización del país. Lo
que nos interesa destacar aquí es que, tras su promulgación, en las áreas rurales se abrieron espacios de
participación política formal al volverse elegibles las autoridades municipales de las capitales de
provincia. Estas autoridades municipales del área rural debían, sin embargo, ceñirse a la mediación
partidaria para poder ser electos. Para una crítica detallada de la Ley 1551 puede revisarse, [Patzi:2002].
176
Félix Patzi señala lo siguiente: “Para los indígenas no es una experiencia nueva organizar partidos
políticos en función de participar en las elecciones presidenciales. Dicha experiencia data inclusive desde
1970 con el Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA), la participación del Movimiento Revolucionario
Tupaj Katari de Liberación (MRTKL) fue muy importante durante la década de los 80 y otras grupos que
generalmente se aliaron con los partidos del sistema. Sin embargo, la característica particular de esta
última época es la de haber conjuncionado el movimiento sindical con el partido, o sea, el movimiento
sindical concibió por esta vez constituirse en instrumento político y desde la palestra del Estado hacer
valer sus intereses” (Patzi, 2003: 237).
143
de la necesidad de construir el Instrumento Político precisando la idea de la siguiente
manera:
Ha llegado el momento en que nos representemos a nosotros mismos, ha
llegado el momento en que los pueblos originarios, la clase obrera y los
explotados de las ciudades empecemos a forjar nuestro destino con
nuestras propias manos, con nuestras propias ideas y nuestros propios
representantes […] Las desviaciones indianistas son una forma de
favorecer a los enemigos, por lo que debemos dar el segundo paso:
incorporar a los explotados y oprimidos de las ciudades a la construcción
y consolidación del instrumento político. 177
Según Félix Patzi: “En marzo de 1995 se lleva a cabo en la ciudad de Santa Cruz el
Primer Congreso de Tierra, Territorio e Instrumento Político, en el cual se discute la
idea de conformar un movimiento político denominado Asamblea por la Soberanía de
los Pueblos (ASP)” (Patzi, 99: 117). Este primer intento de construcción confronta
muchos problemas: por un lado, la Corte Nacional Electoral, instancia estatal en la que
debían inscribir el nuevo “instrumento” rechaza en dos ocasiones los documentos
presentados por los productores de coca y sus aliados; por otro lado, el conjunto de
fuerzas que pugnaba por inscribir la ASP estaba marcada por fuertes contradicciones
internas, sobre todo por la rivalidad entre Alejo Veliz, dirigente departamental agrario
de Cochabamba y Evo Morales, Secretario Ejecutivo de la Federación Especial del
Trópico de Cochabamba.
En tal sentido, en el mes de enero de 1997 algunos dirigentes quechuas entre ellos Felix
Santos, Secretario Ejecutivo de la Federación Departamental de Trabajadores
Campesinos de Potosí; Evo Morales, Ejecutivo de la Coordinadora de las Federaciones
del Trópico de Cochabamba; y Román Loayza, Ejecutivo de la CSUTCB, llevan
adelante un Segundo Congreso del Instrumento Político y el Territorio, constituyéndose
en Consejo de Poder Originario (CPO), organización que no funcionó muy bien desde
su fundación (Patzi, 99: 118)
Pese a las dificultades que enfrentaron ante la CNE, los sindicalistas campesinos que
buscaban constituir un instrumento político, avanzaron por dos caminos: por una parte,
persistieron en su esfuerzo por conseguir “una sigla política propia”, tal como se decía
entonces; y, por otra, realizaron alianzas con otros partidos políticos con registro –en el
95 con la Izquierda Unida (IU)- para participar en los distintos procesos electorales
177
CSUTCB, VII Congreso. Documentos y Resoluciones, CEDOIN, La Paz, 1996. Citado por Patzi, 99:
118.
144
municipales y generales, posteriores a la promulgación de la Ley de Participación
Popular. 178
En el siguiente cuadro detallamos las distintas experiencias de participación electoral
impulsada principal, aunque no únicamente, por los campesinos cocaleros:
Elecciones Alianzas Resultados
178
La LPP consiste, tal como hemos mencionado, en una re-municipalización del país que buscaba
reorganizar la geografía parcelando las asociaciones y vínculos comunitarios y populares existentes e
imponiendo formas de control y gestión del territorio más manejables para tecnócratas y administradores
públicos y privados. También impone la pertenencia a partidos políticos oficiales, con registro y
reglamento, como la única forma legal y reconocida de participación política y posibilidad de gestión
pública en ámbitos locales. Para un análisis de la LPP puede verse, [Félix Patzi, 2002] y también
[Gutiérrez R./García A, 2002].
179
En la página personal de Evo Morales (http://www.evomorales.net), se explica lo siguiente: “La
negativa de la Corte Nacional Electoral y la clase política para otorgarles una sigla y personería jurídica
propia hace buscar a los del ASP-IPSP una solución al impasse: pactaron su participación electoral en las
listas de la Izquierda Unida (IU), una coalición de partidos izquierdistas que capitaneaba el Partido
Comunista de Bolivia (PCB). En la primera prueba electoral, las municipales del 3 de diciembre de 1995,
la IU conquistó 10 alcaldías y 49 concejalías, todas en el departamento de Cochabamba”.
180
Evo Morales es electo diputado uninominal por la región del Chapare y Carrasco. Como diputado
uninominal, obtuvo más del 60% de la preferencia del electorado, convirtiéndose en el más votado
proporcionalmente, entre todas las circunscripciones existentes.
181
En la misma página citada http://www.evomorales.net, la conformación del MAS se argumenta así:
“Puesto que quería participar en las elecciones locales del 5 de diciembre de 1999, Morales se puso de
acuerdo con el jefe del MAS-U, David Añez Pedraza -un potentado empresarial y antiguo militar que en
el pasado se había distinguido por su oposición visceral a los movimientos indígenas, luego este arreglo
tenía mucho de paradójico-, para que el IPSP tomara en lo sucesivo la sigla masista. Sellado el acuerdo, el
IPSP-MAS inició su andadura en enero de 1999, con Morales de presidente. Como agradecimiento por
esta absorción con adquisición del nombre y los colores del MAS-U, un partido moribundo, Añez fue
hecho "presidente vitalicio", con carácter honorífico, del IPSP-MAS, pronto llamado simplemente
Movimiento Al Socialismo (MAS)”. Notar la manera de explicar la historia donde todo se produce a
partir de las decisiones y sagacidad de “un gran hombre”.
182
Esta fue la segunda gestión presidencial de Sánchez de Lozada que se interrumpió en 2003.
145
Hay pues dos aspectos interesantes de la organización cocalera desde abajo que vale la
pena discutir con más detalle. En primer lugar, la versatilidad de los argumentos
esgrimidos durante sus largos años de lucha en defensa de la coca, en particular un
cierto “pragmatismo” dada la sistematicidad de la agresión política y policial-judicial
soportada. En segundo lugar, su perseverante esfuerzo por trabar alianzas políticas sobre
todo para la participación electoral. Analicemos uno por uno.
En relación al primer aspecto, los primeros conflictos en el Chapare –en los inicios de la
década de los 80- versaban sobre el destino –legal o ilegal- de la producción
“excedentaria” de hoja de coca, esto es, el argumento gubernamental para el control de
la actividad cocalera era que la coca producida mayoritariamente en el Chapare tenía
como destino la fabricación de cocaína y no el llamado “consumo tradicional”. Tras la
aprobación de la ley 1008 y la clasificación de las regiones productoras de hoja de coca
en “tradicionales”, “en transición” e “ilegales”, la discusión pública giró alrededor de
dos grandes temáticas: la legalidad de esta clasificación y la necesidad, desde el punto
de vista de las unidades domésticas productoras de coca, de tener derecho a producirla
en virtud de que era el único producto “con precio” en el mercado. Los dirigentes
cocaleros –y Evo Morales de manera destacada- se convirtieron en hábiles polemistas
contra los defensores del libre mercado en su versión hipócrita y colonial. En una gran
cantidad de foros, entrevistas y apariciones públicas debatieron el derecho a producir
coca argumentando que se habían impuesto en Bolivia los términos de la libre
competencia y que ellos –los productores de coca- habían encontrado un nicho
productivo altamente rentable. Esto es, los cocaleros no presentaron nunca argumentos
generales o abstractos “en contra” del mercado, sino contra la forma hipócrita de
manipular el mercado, ilegalizando la mejor mercancía que ellos podían producir. 183
Cuando comenzó la ofensiva erradicadora de cocales, además, defendieron y negociaron
simultáneamente diversas posturas: si bien en sus intervenciones públicas más
difundidas afirmaban una y otra vez su decisión de no aceptar la erradicación, los
cocaleros de algunas zonas simultánemante aceptaban la erradicación en algunos
cocales, presionando hacia arriba el monto de los pagos por “erradicación”. En este
sentido existen interesantes historias que ejemplifican lo que cierta tradición llama “el
arte de la resistencia”. 184
183
Sobre esto puede revisarse Noah Friedman-Rudovsky, 2000.
184
Existen muchas historias de la manera en la que los cocaleros aprovechaban cualquier resquicio del
embate contra ellos para intentar lograr alguna ventaja: por ejemplo, dada la relativa facilidad para
sembrar un cocal, en los momentos cuando “la compensación” por erradicar era alta, muchas familias
146
Esta tenaz resistencia, muchas veces incomprensible a los actores externos pues, así
como en un momento los cocaleros criticaban y repudiaban las políticas de sustitución,
después negociaban nuevas condiciones para ellas; a la larga, al ampliarse la
intervención militar norteamericana bajo los argumentos de abierta “guerra contra las
drogas”, permitió a los cocaleros hilvanar un enérgico discurso anti-imperialista, eso sí,
con base en la más contundente “oposición a la erradicación forzosa”. Ese fue un límite
que exigió a los cocaleros afinar su discurso anti-intervencionista y anti-estadounidense,
en torno al cual pudieron vincularse con otros segmentos de las clases medias e
intelectuales; consiguiendo además, que la hoja de coca se volviera emblema y símbolo
de la resistencia cultural y política “anti-imperialista”. Una consigna burlona
insistentemente repetida durante años fue: “Gringos: erradiquen sus narices”, que era la
manera de expresar que la “guerra contra la cocaína” tenía que desarrollarse contra la
distribución y uso de estupefacientes en Estados Unidos y no contra los productores de
la, entre muchas otras cosas, materia prima de su elaboración. Finalmente, cerca del
2000 cuando la política de erradicación adquirió una agresividad inusitada y se
disminuyeron los montos pagados por hectárea de cocal erradicado, los cocaleros
insistieron en su derecho a sembrar cuando menos “un cato” de coca por familia para
asegurar ciertos ingresos monetarios. 185
La versatilidad de los discursos utilizados por los cocaleros y su combinación constante
de búsquedas de acuerdos con el gobierno, movilizaciones, luchas e incluso el
enfrentamiento localizado contra la fuerza pública, junto a la negociación en diversos
niveles de pequeñas y significativas prerrogativas y modificaciones en las maneras de
implementar los diversos “planes” anti-coca; nos muestra cómo entre los productores de
hoja de coca del Chapare no existía un vigoroso acuerdo ideológico a la base de su
impugnación de las decisiones políticas en materia antidroga, sino más bien una intensa
ampliaban su área de siembra, acudían ante las autoridades, erradicaban sus cocales, cobraban la
compensación y volvían a sembrar. Posteriormente esto ya no fue costeable pues, en primera, se
redujeron los montos pagados por hectárea erradicada y, también, porque el gobierno comenzó a llevar un
censo más preciso. Los múltiples juegos y posibilidades de combinar las actividades de los miembros de
la unidad doméstica, conservando un área de cultivo de hoja de coca fija ya sea para obtener ciertos
recursos monetarios de la venta del producto o de la transacción “erradicación / re-siembra”, con la
producción de otros cultivos locales así como el aprovechamiento de algunos subsidios o apoyos
brindados como parte de las “políticas de sustitución de cultivos”, simultáneamente denunciando a tales
proyectos como “incosteables” y argumentando a través de ello la necesidad de permitir una extensión
determinada de cultivo de coca, convirtieron a los chapareños no sólo en maestros de los juegos tácticos
de la resistencia, sino también en personas altamente pragmáticas, en el mejor sentido del término.
185
Ver la explicación de Leonilda Zurita, en Escárzaga y Gutiérrez (coordinadoras), 2006: 85 y ss.
147
cohesión para la defensa colectiva de sus intereses comunes, aprovechando para ello,
también, cualquier resquicio del discurso o las instituciones gubernamentales.
Toda la experiencia cocalera de, en términos prácticos, vivir en confrontación
permanente sufriendo la ilegalización continua de su principal actividad económica
durante más de una década, están sin duda alguna en los cimientos de la teoría del
“instrumento político” y de su decisión de participar en elecciones. Es decir, la ASP y
algunos otros antecedentes del MAS, e incluso este mismo partido, ni comienzan ni
crecen como un esfuerzo ideológico y organizativo sistemático y disciplinadamente
construido, como por ejemplo, algunas experiencias partidarias de izquierda en la propia
Bolivia o en varios países de América Central; sino que, más bien, la participación
electoral se presenta como una más de las maneras de resistir la continua embestida
anti-coca de los sucesivos gobiernos. 186 Esto es, sobre todo durante las primeras
elecciones municipales en 1995, la votación masiva por “uno de los suyos”, ie, por un
cocalero salido de las filas sindicales experimentado en las múltiples acciones de
defensa de la coca en los caminos y en la negociación, fue asumida por grandes
segmentos de la población local como una más de las tareas de defensa que era
necesario emprender.
A partir de 1999, cuando finalmente se consolida el MAS como partido político con
registro y presencia propia, las alianzas con otras fuerzas de izquierda se producen sobre
la base de que existe ya en el Chapare, una potente organización política electoral a
nivel local con un perfil cocalero y campesino nítidamente distinguible. 187 El partido
asume ciertos contenidos étnicos dentro un discurso más bien tradicional de izquierda.
Sin embargo, la fuerza y cohesión del partido en la región del Chapare presiona hacia la
conformación de un tipo de alianza poco frecuente hasta entonces en Bolivia: los
cocaleros, Evo Morales y su entorno más cercano, se convierten en el centro de una
especie de coalición ampliada de fuerzas campesinas y de clases medias, siendo ellos –
los cocaleros- quienes conservan los hilos de las decisiones más importantes en
cuestiones electorales. Es decir, la tradicional alianza de la izquierda mestiza y criolla,
en búsqueda de una base social a la cual dirigir, se invierte radicalmente al paso de los
186
“El comportamiento político electoral de los productores de coca asentados en la zona del Trópico de
Cochabamba, demuestra un rotundo rechazo a la política implementada por diferentes gobiernos en
relación a la erradicación de los cultivos de coca y la violenta represión producto de ésta” (Llorenti,
1999:29).
187
Pablo Mamani (Mamani, 2004) analiza con cierto detalle la doble naturaleza política de la
organización cocalera y del MAS en tanto “partido campesino” y movimiento social con reivindicaciones
y prácticas étnicas aymaras y quechuas.
148
años, y los términos de las asociaciones electorales son otros: una base social compacta,
organizada y con fines autónomos –la defensa de la coca en primer término- en
búsqueda de otras figuras y apoyos en otras regiones del país, con una prístina claridad
acerca de su propia fuerza y de la debilidad orgánica de los otros. 188
Por otra parte, a partir del año 2000, en medio del paulatino endurecimiento de la
política erradicadora y represiva de Hugo Bánzer, ocurrió la Guerra del Agua en la
ciudad y los valles cochabambinos y se inauguró el período de acelerada movilización
sobre el que estamos reflexionando. Entre 2000 y 2002, los cocaleros apoyaron
comprometida y contundentemente la movilización, sobre todo en Cochabamba. No
sólo bloquearon el camino hacia el Chapare en varias ocasiones, sino que incluso
significativos contingentes de cocaleros participaron en las batallas urbanas con toda su
experiencia de enfrentamiento en los caminos. Sin embargo, la articulación entre estas
fuerzas distintas nunca estuvo exenta de tensiones pues la participación cocalera no era
mera y únicamente solidaria. Más bien, buscaban enlazarse y reforzar la lucha por el
agua, calculando sus tiempos y posibilidades de impulsar y negociar de mejor manera
su propia causa: la defensa de la coca. Igualmente ocurrió con las luchas y bloqueos
comunitarios y campesinos a nivel nacional convocados por la CSUTCB: los cocaleros
se sumaron y dieron fuerza a la movilización colectiva, en septiembre de 2000, por
ejemplo, aunque casi siempre lo hicieron calculando sus propios ritmos y centrando la
atención y el esfuerzo en la resolución de su propia problemática.
De todas maneras, entre 2000 y 2002 se configuró un tiempo y un ritmo de cooperación
de las diversa luchas, que acrecentaron la capacidad e influencia de cada uno
singularmente. Sin embargo, la fuerza y los intereses cocaleros no se desplegaban
únicamente dentro del formato de potente estructura sindical de base y de articulación
en la Federación Especial del Trópico de Cochabamba. Para entonces, con sigla propia,
iban conformado un partido político de izquierda entablando acuerdos eminentemente
políticos –en el sentido canónico- y electorales con una gama amplia de organizaciones
no gubernamentales y con otros grupos partidarios. Esto se convirtió, a la larga, en una
188
El Informe de Derechos Humanos escrito por Llorenti en 1999 brinda la siguiente información: “en las
elecciones generales de 1989, el movimiento cocalero respaldó a la Izquierda Unida que postuló a
Antonio Araníbar (ex Ministro de Relaciones Exteriores de Sánchez de Lozada) para la presidencia de la
República. Este frente ocupó los primeros lugares en las siguientes poblaciones chapareñas: Chimoré con
el 25.9% de la votación total, Puerto Villarroel, 36.5% y Villa Tunari con el 43%.” El resultado total de la
votación de IU ese año resultó catastrófico, es decir, desde comienzos de los 90 los cocaleros sabían que
ellos eran capaces de obtener votaciones muy altas en su región y que no obtenían demasiado –aparte de
la llamada “personería jurídica”- de las alianzas con los partidos tradicionales de izquierda. Para mayor
información sobre la historia electoral boliviana puede revisarse, [Romero, 1998].
149
dificultad para la unificación en marcha de la lucha social, aunque también, tal como
ocurrió en 2002 -y luego en 2005- exhibió que los mecanismos electorales de
contención política iban paulatinamente siendo invadidos y ocupados por representantes
destacados de las fuerzas de la insubordinación, inmersos en nuevas y cada vez más
complejas contradicciones y dificultades. Además, el espectacular crecimiento del MAS
durante 2002 merece atención especial en virtud de las muy particulares alianzas que se
gestaron entonces.
En resumen, lo relevante de todo lo hasta aquí mencionado es que en el Chapare, los
hombres y mujeres productores de hoja de coca organizados desde sus sindicatos de
base sostuvieron durante más de una década una larga lucha de resistencia en defensa
de la coca actuando como movimiento social y consolidando un partido político propio;
defendieron su derecho a la siembra de, al menos, determinadas extensiones de cocales
y pelearon por ese derecho de todas las maneras posibles incluyendo los comités de
autodefensa; operaron como autoridad civil de facto y, sólo posteriormente, como
autoridad municipal legalmente reconocida consolidaron una posición de fuerza para
negociar con posibles aliados.
Ahora bien, en comparación con las anteriores fuerzas sociales que produjeron el
quiebre de 2000-2002 analizadas a lo largo de este capítulo, los productores de coca del
Chapare tenían una ventaja: la centralidad de la demanda de la coca esgrimida desde un
inicio les permitió hacer alianzas múltiples con otros movimientos y otras fuerzas, a la
manera de una gigantesca sumatoria –que es lo que a la larga habilitó también el triunfo
electoral del 2005. Si bien en un momento inicial, entre 2000 y 2002 los cocaleros
tendieron puentes sobre todo hacia la lucha cochabambina por el agua y, con mayor
dificultad a través de vínculos nunca exentos de conflictos y rivalidades con las
movilizaciones aymaras de occidente y con algunos sectores comunarios de La Paz,
Oruro y Potosí; después de 2002 oscilaron combinando una estrategia de profundización
de la lucha social entrelazada, a veces contradictoriamente, con la participación
electoral.
A partir de 2002, el movimiento cocalero, el MAS y su dirigente mas visible, Evo
Morales, privilegiaron en muchas ocasiones la consolidación de su propio partido y sus
perspectivas de expansión política formal y triunfo electoral. A fin de mostrar esta
tensión entre la lucha social y la perspectiva electoral, tal como quedó constituida a
partir de 2002, abundaré un poco más, primero, en los conflictivos momentos entre
fines de 2001 y principios de 2002, que constituyen un momento central de la
150
consolidación de los cocaleros del Chapare como fuerza social y política a nivel
nacional; finalmente, revisaré lo ocurrido después del triunfo en la “Guerra de la Coca”
cuando, tras la elecciones de junio de ese año, el MAS surgió como la segunda fuerza
electoral de Bolivia.
189
La hoja de coca se distribuye “al mayoreo” con base en ciertos mercados que son llamados primarios.
Dos son los más importantes, el mercado de Villa Fátima en La Paz y el de Sacaba en Cochabamba. En
esos mercados, los “rescatistas”, es decir, los comerciantes de coca que compran el acopio a los
productores directos en los distintos pueblos y localidades, deben concentrar toda la mercancía para que
se pueda ejercer cierto control policial; posteriormente, desde ahí se realiza la reventa de la coca a los
diversos comerciantes y distribuidores mayoristas y minoristas que la llevan a todo el país. En este
sentido, si se declaraba “ilegal” una vasta región del Chapare como productora de hoja de coca, toda la
producción se “ilegalizaba”, se expulsaba del “mercado legal” –primario- y se amenazaba con cárcel a
151
sea sorprendido transportando o comercializando coca será encarcelado entre doce u
ocho años”. Esta disposición afectaba de manera particular a la región del Chapare que
es donde se asientan la mayoría de las zonas de cultivo catalogadas como “ilegales” y
que hasta ese entonces habían sido consideradas como regiones “en transición”.
Durante todo diciembre hay una gran inquietud en toda la región y ocurren una gran
cantidad de enfrentamientos entre fuerzas policiales y cocaleros en distintos puntos del
Chapare. En este clima de tensión y hostigamiento, en diversas reuniones y ampliados
se elabora un pliego de reclamos con varias exigencias: i) derogación del D.S. 26415; ii)
aclaración de la muerte del cocalero Casimiro Huanca; iii) suspensión de la erradicación
forzosa de la hoja de coca; iii) extradición del ex mandatario Hugo Bánzer Suárez por
aquel entonces en tratamiento en Estados Unidos; y iii) que no se realice el desafuero
del diputado Evo Morales. Por su parte, el gobierno decide no atender ninguna de las
demandas y procede a cerrar el mercado de coca de Sacaba, una población a la salida de
la región del Chapare muy cercana a la ciudad de Cochabamba.
En otro frente del antagonismo, por esas mismas fechas se discutía en el parlamento la
cuestión del desafuero de Evo Morales, por entonces el diputado con mayor legitimidad
si nos ceñimos a los criterios de la democracia representativa, en virtud de que fue
electo por más del 60% de la votación en su circunscripción. Esta medida política de los
parlamentarios de los partidos tradicionales contra el dirigente cocalero y diputado tenía
como antecedente, además del desprecio racista de sus colegas hacia un diputado
popular de origen indígena con prestigio y enorme habilidad verbal, una serie de
demanda judiciales que algunos empresarios de la región del Chapare habían
interpuesto contra Morales por “daños y perjuicios” a sus actividades económicas
durante la luchas y bloqueos de caminos del año 2001. Así, en enero de 2001 se
buscaban pretextos para conseguir el “desafuero” de Evo Morales y el trámite
correspondiente avanzaba lentamente entre la Presidencia del Congreso y una Comisión
de Ética que debía elaborar un dictamen. La intención partidaria de las elites de expulsar
a Morales del Congreso, era percibida por una gran parte de la población como una
especie de abuso intolerable, como una acción mafiosa e indigna contra una persona que
había resultado electa en las urnas, estuvieran o no de acuerdo con él y su política.
En medio de este clima de crispación contra los intereses del movimiento cocalero en
dos frentes: ilegalizando el comercio de su hoja de coca y promoviendo el desafuero de
quienes comerciaran con ella. De este tamaño fue la amenaza que confrontaron en 2001 los cocaleros de
el Chapare.
152
Morales, los productores de coca convocaron a una manifestación en el Chapare y en
Cochabamba para el 14 de de enero de 2002, que es el comienzo de una durísima batalla
contra el D.S.26415 y por el derecho a comercializar la coca de toda la región. En el
siguiente cuadro presentamos una reseña de los eventos más importantes de esta
confrontación:
153
versiones de prensa, en manos de los cocaleros.
En la misma fecha se informa sobre la desaparición de dos miembros de
las fuerzas policiales y militares.
18 de Enero Son encontrados en la localidad de Sacaba los cadáveres de dos
de 2002 uniformados, un policía y un subteniente de las Fuerzas Armadas, que
según informes oficiales, fueron victimados por cocaleros la noche del
17 de enero tras ser sacados y arrastrados de las ambulancias en que se
transportaban.
19 de Enero La Sede Sindical de los cocaleros del Chapare en la ciudad de
de 2002 Cochabamba es intervenida violentamente por efectivos militares y
policiales, dando como resultado la detención de aproximadamente 100
cocaleros, de los cuales treinta fueron retenidos en celdas de la PTJ
(Policía Técnica Judicial), mientras que el resto fue trasladado
nuevamente al trópico cochabambino.
Entre los treinta cocaleros detenidos se encontraban Silvia Lazarte,
Leonilda Zurita, Delfín Olivera y Feliciano Mamani.
Aquel día, el gobierno emitió sesenta mandamientos de apremio en
contra del movimiento cocalero por los delitos de asesinato, instigación
pública a delinquir y atentados contra bienes públicos.
En los alrededores de la Sede sindical cocalera en la ciudad, se
denuncian excesos por parte de la policía, que tras haber sacado del
local a los dirigentes, los habrían golpeado formando un “callejón”
donde, según los pobladores, les dieron de patadas y culatazos para
luego llevárselos en calidad de detenidos.
Ante tales acontecimientos, el dirigente cocalero Evo Morales ratifica la
intención de la toma del mercado de la coca en Sacaba, así como
también ratifica los bloqueos en las carreteras de Cochabamba, medida
que es apoyada por la Coordinadora de Defensa del Agua y la
Federación Departamental de Regantes.
21 de Enero Evo Morales es acusado por el gobierno, los congresistas de los partidos
de 2002 de derecha y los medios de ser el autor intelectual de la muerte de los
cuatro uniformados en la localidad de Sacaba. Argumentando lo
anterior, varios diputados nacionales pertenecientes a los diferentes
partidos tradicionales, intentan apresurar el trámite de desafuero de
Morales. La “Comisión de Ética” de la Cámara de Diputados, se
compromete a entregar el informe requerido para tomar la decisión en
un tiempo record de 48 horas. El objetivo es privar a Morales de la
“inmunidad parlamentaria” y encarcelarlo.
23 de Enero Los congresistas de ADN, MIR, UCS, MNR y NFR –es decir, todos los
de 2002 partidos tradicionales con representación en el- se alían y alcanzan un
acuerdo para firmar y ejecutar el “Acta de Entendimiento” que separa
de manera definitiva a Evo Morales del Parlamento.
Ante tal acción, Evo Morales se declara en huelga de hambre y busca la
solidaridad de los demás cocaleros que, por entonces, se encuentran en
vigilia en la ciudad de La Paz en instalaciones de la Universidad Mayor
de San Andrés.
25 de Enero Cochabamba vive una violenta confrontación, considerada similar a las
de 2002 jornadas de la “Guerra por el agua”. En esta ocasión los combates en las
calles fueron en contra de la suspensión del diputado Evo Morales y por
la liberación de los 21 cocaleros detenidos en celdas de la PTJ.
154
La marcha de protesta en Cochabamba, que había sido convocada para
demandar la restitución de Evo Morales al parlamento, por la liberación
de los detenidos y por la derogación del Decreto Supremo 26415,
transcurrió de manera pacífica hasta que al finalizar la concentración y
luego de pronunciados los discursos, los llamados “guerreros del agua”
junto a estudiantes universitarios se reunieron frente al Comando
Departamental de Policía exigiendo la libertad inmediata de los
detenidos y arrojando piedras. La policía intervino disparando balines y
gases lacrimógenos, afectando a toda la población en general que no
tardó en unirse a la protesta universitaria. Comerciantes, vecinos y hasta
algunos guardias de seguridad encendieron rápidamente fogatas y
armaron barricadas por las calles de la ciudad de Cochabamba. Como
consecuencia de todo ello se registraron dos heridos de gravedad por
impactos de cápsulas de gas lacrimógeno.
Por otro lado, Felipe Quispe Huanca, máximo dirigente de la CSUTCB,
declaró su solidaridad con el dirigente Evo Morales y con todo el
movimiento cocalero y anunció, en el congreso de “Territorio y Tierra”
de la CSUTCB, que dicha organización daba un plazo de cinco días al
gobierno para que se derogue el Decreto Supremo 26415 y se trate el
tema del incumplimiento al acuerdo de Pucarani. 190
26 al 28 de Continúan las presiones y los cocaleros amenazan con bloqueos si no se
Enero cumplen sus exigencias. Al reclamo se suma la Coordinadora por la
de 2002 Defensa del Agua y la Vida de Cochabamba que dice que lo que debe
cerrarse no es el mercado de Sacaba sino el Parlamento boliviano.
29 de Enero Se anuncia la muerte de un cocalero en la localidad de Shinahota por un
de 2002 disparo en la espalda cuando, según los reportes oficiales, fue
sorprendido por los efectivos policiales intentando bloquear la carretera
junto a sus demás compañeros.
30 de Enero Se protagoniza una nueva marcha cocalera que se instala en la plaza 14
de 2002 de Septiembre –centro de la ciudad de Cochabamba- para realizar ahí
un “acullico 191 ” masivo. Esto genera el cierre de todo el centro de la
ciudad al tráfico vehicular. La manifestación es reprimida duramente y
los vecinos del lugar protegen y protestan junto a los cocaleros. Crece la
indignación social por el grado de represión y las constantes agresiones.
Ese día son detenidas 17 personas (todas heridas debido a la violencia
policial).
31 de Enero al Se registran diversas manifestaciones y bloqueos esporádicos tanto en
7 de Febrero la ciudad como en el campo. Las comunidades aymaras y qhiswas
190
De acuerdo a un balance escrito en la época por Alvaro García: “Esto dio un giro definitivo al
conflicto. No solo era la ciudad valluna la que se coaligaba con los cocaleros, sino también todo el
movimiento indígena campesino con gran capacidad de movilización en los departamentos de La Paz,
Oruro, Potosí, parte de Sucre y Santa Cruz. Esto marco el inicio de la derrota de la estrategia
gubernamental pues ella se sostenía sobre la localización del conflicto; pero con la incorporación de la
Coordinadora y más aún de la CSUTCB, el conflicto asumía un carácter nacional con decenas de frentes a
ser atendidos simultáneamente. A los pocos días de esa declaratoria, los caminos del altiplano, de la
carretera Oruro-La Paz, La Paz- Copacabana, La Paz-Desaguadero, La Paz-Rio Abajo, Oruro-Potosi,
Oruro-Cochabamba, ademas de la carretera Cochabamba-Santa Cruz que ya estaba anteriormente
bloqueda, quedó alfombrada de piedras. Las técnicas comunales de movilización lentamente se ponían en
acción”. [García Linera, 2002]
191
Acullicar la hoja de coca es el nombre del proceso de insalivación y “mascado”, que hace que las
sustancias contenidas en la hoja se incorporen al torrente sanguíneo.
155
de 2002 convocadas por la CSUTCB, los cocaleros del Chapare y de los Yungas
protagonizan bloqueos de caminos en los departamentos de La Paz,
Chuquisaca, Potosí, Oruro y Cochabamba.
Cochabamba colapsa al quedar aislada del país por todas las vías
terrestres. El bloqueo entre Cochabamba y Santa Cruz, protagonizado
por los cocaleros es total.
9 de Febrero Finalmente, tras casi un mes de conflicto, los cocaleros llegan a un
de 2002 acuerdo con el gobierno y se levantan todas las medias de presión. El
gobierno se compromete a suspender la aplicación del Decreto Supremo
26415 durante al menos 3 meses, además de liberar a los detenidos e
indemnizar a los familiares de los fallecidos. Morales queda fuera del
parlamento.
La unificación alcanzada para la lucha entre Morales y Quispe se
quiebra en el momento de la firma del convenio. Los cocaleros levantan
el bloqueo antes que los demás, que se quedan ciertamente
descolocados y con las fiestas de Carnaval encima.
*Elaboración propia con base en la revisión de notas de prensa de los periódicos La Razón y La Prensa
de la Paz y Los Tiempos de Cochabamba entre el 20 de noviembre de 2001 y el 10 de febrero de 2002.
192
[García, 2002]
156
rayana en lo escandaloso del embajador norteamericano en esos días, así como la
ferocidad de la represión desatada, hacen consistente tal hipótesis. Esto es, tras la salida
de Bánzer del gobierno en razón de su enfermedad, el gobierno de Quiroga asesorado
por el gobierno estadounidense, habría intentado establecer un límite militar al avance y
coordinación creciente de las luchas sociales en Bolivia, aislándolas entre sí y
confrontando inicialmente al segmento por entonces más frágil y localizado
geográficamente: los productores de coca del Chapare.
Esto, tal como se sigue de la relación de los hechos contenida en el cuadro cronológico,
definitivamente no ocurrió. Y, más bien, entre enero y febrero la confrontación se
produjo, por primera vez de manera claramente coordinada y a nivel departamental y
nacional, en defensa de la hoja de coca y sus mercados. Sin embargo, tal como también
señala García Linera en el momento de la “victoria”, las tres fuerzas principales de esta
batalla: los cocaleros, la población cochabambina aglutinada en la Coordinadora y los
comunarios aymaras y qhiswas organizados en la CSUTCB, caminaron cada quien para
su lado:
Después de una semana de bloqueo generalizado y tres de batallas urbanas en
Cochabamba, el gobierno había sido derrotado moral, militar y políticamente. Sentados
en la mesa de negociación, los ministros estaban dispuesto a abdicar ante el mando
insurgente. Para salvar el honor ante los extranjeros, pidieron que no se tocara lo de la
expulsión parlamentaria de Evo; el resto, derogatoria de decretos, liberación de
detenidos, cumplimiento de los acuerdos de Pucarani, indemnización a las víctimas,
reducción de las tarifas de luz, etc., era inmediatamente atendible.
El estado había perdido en toda la línea, retrocedía, desandaba su prepotencia; abatido
moralmente aceptaba tener que tolerar nuevamente otros sistemas de poder y autoridad
politico-social.
Sin embargo, ya sobre la victoria, los mandos que habían conducido estas contundentes
acciones de masa, flaquearon, comenzaron a buscar la imposición de sus escenarios
particulares: aquél que les redituara más prestigio o más liderazgo, para unos, más votos
para otro.
En sentido estricto, pareciera que al momento de la victoria, no estaban a la altura del
esfuerzo de la gente baleada, perseguida, gasificada y atrincherada en los bloqueos. Los
rumores, los chismes que descalificaban a unos a favor de otros, el afán por sobresalir
más que los otros lideres dilatando el encuentro, el apuro de las instituciones
mediadoras que querían regalarle el carnaval a la clase media, el afán de los lideres por
quedar bien con todos, llevaran, el viernes en la noche (el 9 de febrero), a un acuerdo
mutilado donde quedaran estampadas las firmas sólo de dos de los tres auténticos
conductores sociales (Quispe, Olivera, Morales) que habían conducido a este triunfo. Al
final, quedó solo el caudillo indio con su ejército de comunarios aymaras en las
carreteras.
Con toda la fuerza ganada en las confrontaciones de enero y febrero de 2002, los
cocaleros se prepararon para participar en las elecciones de junio siguiente. Sin
embargo, tras la victoria en la Guerra de la Coca, también se hizo evidente que Morales
157
y Quispe no podrían volver a caminar juntos y que, en caso de cooperar, lo harían de
manera ambigua buscando cada uno la manera de hegemonizar y subordinar al otro. En
cierta medida, más allá de las rivalidades personales, las desconfianzas y los odios
recíprocos entre los entornos de ambos, considero que después del 2002 y con una
“clase política” en franco proceso de colapso, lo expresado y buscado por cada una de
las dos fuerzas sociales representadas por Morales y Quispe se volvió incompatibe. Los
cocaleros se propusieron avanzar institucionalmente, ocupando más y más cargos en el
aparato estatal, tras conseguir una victoria clave en su durísima lucha de resistencia. Las
comunidades aymaras y de algunas regiones qhiswas perseveraron en su levantamiento,
bloqueando caminos y cercando ciudades para trastocar, desplazar y confrontar de
manera más profunda las relaciones sociales. Cada uno siguió su camino y, hasta cierto
punto, ambos torrentes tuvieron éxito.
En cuanto a la consolidación del MAS como segunda fuerza electoral de Bolivia en las
elecciones de junio de 2002, valgan unas cuantas consideraciones en torno a esto.
158
4. “Somos pueblo, somos MAS”: la expansión electoral del MAS en 2002
El 30 de junio de 2002 en Bolivia se celebraron elecciones generales y el MAS,
inesperadamente, surgió como la segunda fuerza electoral en el país. En aquellos
comicios el partido cocalero, expandido a punta de múltiples alianzas obtuvo 27
diputados y 8 senadores. El repentino triunfo MASista obligó a que en algunos lugares,
como en Potosí, se produjeran acuerdos políticos de lo más curiosos: en ese
departamento el MAS no había inscrito ante la Corte Nacional Electoral (CNE) a
ningún candidato a segundo senador; sin embargo, al obtener la mayoría de la votación
en ese departamento, correspondían al partido cocalero dos senadores por Potosí, de un
total de tres. En negociaciones con otras fuerzas políticas el MAS consiguió que la CNE
emitiera una resolución estableciendo que todos los candidatos efectivamente inscritos
por el MAS en ese distrito subieran un escalón: el primer diputado plurinominal pasó a
ser el segundo senador faltante, el segundo diputado pasó a ser primero, etc. Hasta
cierto punto, la expansión del MAS resultó tan contundente y asombrosa, que algunos
llegaron a calificarla de “insurrección electoral” (Mamani).
¿Qué había ocurrido para que se produjera este triunfo electoral tan amplio y
contundente? Por un lado, algunos ensayaron la tesis de que como fruto de las
movilizaciones ahora “los indios votaban por indios” (AGL); otros argumentaban que
las agresivas intervenciones del embajador estadounidense Manuel Rocha durante la
campaña electoral, en esta ocasión habían producido el efecto contrario al esperado:
inducir a la masiva votación por el MAS. 193 Todos estos elementos contribuyen a
entender la expansión electoral del partido con sus virtudes y defectos, aunque no dan
cuenta del modo en que tal cosa ocurrió. En contraste, considero que la principal
explicación del triunfo electoral está en la vigorosa política de alianzas que el partido
cocalero estableció con un conjunto de fuerzas y organizaciones sociales locales,
personalidades de distintos orígenes políticos y académicos, miembros y activistas de
ONG´s y organizaciones políticas de la vieja izquierda, configurando un mosaico de
193
Manuel Rocha, por entonces embajador de EE.UU. en Bolivia, en una visita al principal cuartel
policial en el Chapare dijo ante los medios de comunicación: “yo no votaría por alguien que está en la
lista negra de los EE.UU. bajo sospecha de narcotráfico y terrorismo”. Esta afirmación, insistentemente
difundida por la prensa fue respondida contundentemente por Evo Morales y su equipo de campaña por
un lado, exigiendo pruebas de las acusaciones vertidas y, por otro, presentando públicamente la pregunta
de quién debe decidir sobre quiénes pueden ser los gobernantes en Bolivia: la población boliviana o un
embajador extranjero. A partir de este episodio el MAS subió 4 puntos porcentuales en la intención de
voto. Por su parte, Morales, de manera sarcástica, comenzó a referirse a Rocha como su “jefe de
campaña”, de tal manera que el debate político electoral desbordó las formas clásicas para convertirse en
una confrontación continua entre Evo y Rocha.
159
vínculos, un tramado de ligazones y nudos muy exitoso, aunque igualmente complejo y
difícil de comprender. Esto es, la expansión del MAS no puede entenderse como una
articulación política tradicional en torno a una postura hegemónica organizada y
abarcativa sino, sobre todo, como la generalizada y múltiple sintonía electoral de una
variedad de fuerzas y organizaciones de base en una realidad social diversa, en torno al
movimiento cocalero del Chapare y a su dirigente principal, Evo Morales. 194
Las campañas electorales de 2002 comenzaron más o menos cuatro meses antes del día
de los comicios, casi inmediatamente después de la Guerra de la Coca, con el
movimiento cocalero estrenando en elecciones generales, ahora sí, su propia sigla, el
MAS. Esto es, sin ninguna otra alianza previa con otras fuerzas de izquierda ya
constituidas (como había sido el caso de la alianza con la IU) que le restaran capacidad
de maniobra. 195 En esas condiciones el esquema de expansión que diseñó el equipo de
campaña del partido fue privilegiar los contactos y acuerdos con movimientos locales,
organizaciones de base y dirigentes intermedios de organizaciones más grandes con
fuerte arraigo territorial. El acuerdo consistía, a grandes rasgos en lo siguiente: sobre
una plataforma electoral más bien vaga, discursivamente antineoliberal, centrada en la
defensa de la coca y aceptando la candidatura de Evo Morales para presidente de la
República, el MAS ofrecía su sigla para que la organización local con la cual establecer
alianza, inscribiera a sus candidatos sin que el partido se entrometiera demasiado en
dicha selección que, más bien, quedaba sujeta a la decisión local –muy diversa de
acuerdo a la región. 196 Una vez formalizado el acuerdo y nominados los candidatos
194
Según Luis Gómez el partido “formal”, la estructura del MAS en cuanto tal, con registro ante la CNE
y una serie de dirigentes y secretarios visibles, nunca fue concebido como la parte central de la
organización electoral sino como el “parapeto” ante la legalidad boliviana: “tenían todo ante la CNE,
secretarios de esto y de lo otro, Tribunal de Honor, etc.; pero internamente lo que pesaba en realidad era
la popularidad y prestigio de la gente, su “arrastre”…”. Luis Gómez, entrevista realizada en La Paz el
29/X/07.
195
El candidato a vicepresidente por el MAS en 2002 fue Antonio Peredo Leigue, hermano mayor de dos
guerrilleros que participaron en el esfuerzo revolucionario del Ché Guevara en Bolivia en 1967. Peredo,
periodista comprometido con la labor de denuncia y análisis crítico de las políticas neoliberales, de
filiación “guevarista” y siempre cercano a otras experiencias guerrilleras pro-cubanas no tenía pertenencia
partidaria clara; se mantenía hasta entonces, más bien, como un hombre de izquierda radical
comprometido y solidario con las causas populares y con una gran cantidad de contactos entre los
militantes de izquierda. Es interesante notar el lugar de candidato a vicepresidente que Peredo ocupa en
las elecciones de 2002 sellando una alianza, en tanto representante urbano de una izquierda añeja, con el
ascendente movimiento cocalero y su partido donde, sin embargo, Evo Morales va a la cabeza. Algo
similar aunque no idéntico ocurrirá en 2005 cuando el candidato a vicepresidente será Alvaro García.
196
Luis Gómez, quien participó en el equipo de campaña de aquellas elecciones, señala que el
planteamiento básico consistía en asumir que: “no vamos a ganar la presidencia pero estableceremos un
reducto “nuestro” dentro de sus instituciones, lo más sólido posible”. A partir de ello la negociación de las
alianzas era bastante pragmática: con diversos grupos políticos y organizaciones de base la “transacción”
que se hacía era: “Apoyo a la campaña de Evo y a quienes quieran incluir en la lista y establecer qué
quieren a cambio”. En todos los casos donde era posible, además, se replicaba el formato de la alianza
160
locales –a diputados principalmente-, el MAS los incluía en su lista y acordaba una
visita de campaña de Evo Morales a la comunidad o región, cuya organización y costos
quedaban a cargo de las organizaciones de base locales –sindicatos agrarios, gremios,
asociaciones de vecinos, de colonizadores, etc.- De esta forma, el MAS podía asegurar
la realización de una campaña prácticamente nacional desembolsando pocos recursos
desde la estructura del partido –que no contaba con ellos- y, más bien, comprometiendo
al conjunto de la población en la participación directa en la organización de los actos de
proselitismo electoral. Curiosamente los cargos “más altos” puestos en juego, como las
senaturías -2 por departamento como máximo posible- no entraban a mayor negociación
pues todos creían muy difícil obtener suficiente votación como para alcanzarlos. En este
sentido, una fuente de la estructura partidaria de la ciudad de El Alto recordaba como
“en 2002 nadie quería ser candidato a senador por el MAS; los cargos importantes, los
que se negociaban con los artesanos y los gremiales eran las diputaciones titulares y las
suplencias. Por eso, en La Paz anotaron a Esteban Silvestre. Era un reconocimiento
formal al apoyo a Evo que iba a dar Genaro Flores”. 197
Resulta entonces que la campaña electoral se desarrolló más o menos de la siguiente
manera: respetando ampliamente las autonomías locales y permitiendo la configuración
de una especie de malla o tejido múltiple de alianzas, aunque muchas veces localmente
para la presidencia: un dirigente social o local en primer plano y un mestizo de la academia o de la prensa
“atrás de él, respaldándolo”. La misma fuente señala que en términos organizativos se creó por entonces
un equipo operativo que diseñaba las respuestas políticas de coyuntura para la campaña donde convivían
periodistas, militantes de izquierda y dirigentes cocaleros y campesinos, al que se referían como “Comité
Central”. Esa estructura no correspondía plenamente a la dirección formal del partido. Entrevista a Luis
Gómez en La Paz, el 29/X/07. Lo expresado por Gómez coincide completamente con lo que me
explicaron fuentes ligadas al MAS en el departamento de Santa Cruz en entrevistas realizadas en esa
región en marzo de 2006 para aclarar lo relativo al “triunfo electoral de 2005”.
197
Entrevista a un dirigente regional del MAS en El Alto que prefiere que su nombre no figure, realizada
en El Alto el 30/X/07. Genaro Flores es aymara y fue el primer dirigente de la CSUTCB en la época de
los bloqueos de caminos de 1979 contra la dictadura militar. Por su parte, Gómez comenta que entre los
ocho senadores que resultaron electos en 2002, el origen social era de lo más variopinto. Hasta cierto
punto, para esos puestos se privilegió a figuras del ámbito intelectual y de la izquierda, en tanto eran los
puestos más difíciles de alcanzar que tenían, por tanto, menor importancia en términos de los acuerdos
operativos para realizar la campaña. Por Cochabamba resultaron electos Filemón Escóbar, antiguo mentor
político de Evo y tradicional apoyo del movimiento cocalero del Chapare y Marcelo Aramayo, pastor
metodista “guevarista” y catedrático de la UMSS. En La Paz fueron electos Esteban Silvestre, que viene
de la cuota de Genaro Flores, y también Alfonso Cabrera. En Oruro, resultaron electos el Ing. Carlos
Sandy, comunista educado en la Universidad Patricio Lumumba y Alicia Muñoz, antropóloga y ONG´ista
que ha trabajado el tema de mujeres indígenas –posterior primera Ministra de Gobierno en 2006-. En
Potosí sólo estaba considerado Félix Vázquez, militante antiguo del movimiento obrero y popular con
arrastre y prestigio local. Después de que el MAS obtuvo mayoría en el departamento se incluyó a
Bonifaz Bellido como segundo senador. Este último es potosino, residente en La Paz, fundador del MAS
y dirigente juvenil, anotado en las listas como primer candidato a diputado plurinominal por Potosí. El
heterogéneo conjunto de senadores por el MAS en el periodo 2002-2005 resultó a la larga muy difícil de
coordinar y controlar por Escóbar, quien se convirtió en jefe de la bancada, y los senadores recibieron
todo tipo de acusaciones: desde la de aceptar sobornos hasta la de “traición” al votar en contra de lo
decidido por el partido en algunas resoluciones.
161
contradictorio. Luis Gómez refiere, por ejemplo, la negociación del MAS con el gremio
de los carniceros de La Paz en los siguientes términos: “se acordaba apoyar al Evo y
estos gremialistas metían plata fuerte para organizar la campaña; a su vez, nombraban a
un candidato a diputado de entre ellos y no importaba mucho el pasado o las posturas de
esa persona. Después aparecían, por ejemplo, las vivanderas de El Alto y sugerían otra
persona. Entonces comenzaba una especie de puja; el que aportaba menos introducía un
candidato suplente a las franjas de seguridad y así con todos los sectores. (Es decir) no
es una estructura política en términos clásicos, es una enorme alianza donde no se
esconden las relaciones de compra y venta aunque no sólo son eso”. 198 De esta manera,
en 2002 se extiende la estructura organizativa electoral y aparece “presencia” del MAS
en lugares de Bolivia donde no existía anteriormente.
Por otro lado, en 2002 los MASistas aprovecharon bien todas las oportunidades para
exhibir las fracturas étnicas y de clase en la sociedad boliviana en el contexto de la
pretendida igualdad política asociada a la democracia procedimental. Un momento
importante en la campaña electoral fue el debate entre candidatos presidenciales
organizado por los medios de comunicación y otras instituciones en el Hotel Radisson
de La Paz; debate al que, por supuesto, no invitaron a Evo argumentando que él sólo
encabezaba una fuerza local. El equipo de campaña de Evo decidió que el candidato de
todos modos se presentara al evento aunque fuera solamente para “hacerse botar” de las
instalaciones y ambientes de la elites; lo cual efectivamente sucedió. La transmisión
televisada y narrada por radio de la trifulca que se armó a las puertas del hotel entre la
policía y el entorno de Morales, que una vez más quedaban “afuereados” del debate
político tradicional, resultó muy importante durante la campaña. Por otro lado, la idea
central que Evo defendía en los múltiples actos de campaña a nivel local, era “no
estamos solos […] miren, aquí estamos todos, gremios, campesinos, organizaciones,
intelectuales honestos, todos […]”. 199 Estas explicaciones enriquecían la consigna
“Somos pueblo, somos MAS” que alentaba la idea de que el triunfo electoral era
posible. En tales circunstancias, en diversas regiones del país comenzaron a
multiplicarse los actos de campaña: “aparecen más actos, más reuniones, más gente que
quiere aliarse”.
198
Gómez, entrevista citada.
199
Gómez, entrevista citada y también, entrevistas en Santa Cruz en 2006 a fuentes que prefieren guardar
en reserva su nombre.
162
La expansión electoral del MAS en 2002 consistió, pues, en la propagación en
momentos de efervescencia social como los que se vivían entonces de, por un lado, la
estrategia seguida por los cocaleros del Chapare de ir ocupando cargos y puestos
políticos de representación formal como vehículo para conseguir reivindicaciones
económicas y sociales y también como anhelo de inclusión en la relación estatal en
mejores términos. Por otro, se propagó una exitosa forma de asociación cooperativa
para invadir el espacio político formal hasta entonces ocupado de manera monopólica
por partidos criollos o mestizos principalmente de derecha aunque también de
izquierda. 200 En contraste con lo hasta entonces practicado por los políticos
tradicionales, para ampliar y tensar esta red de alianzas el MAS movilizó los códigos de
la asociación desde abajo de manera muy hábil. 201 En términos de la plataforma política
del MAS, éste afirmaba su compromiso de llevar adelante los principales puntos que
desde la movilización social fueron convirtiéndose en agenda pública y, al mismo
tiempo, delimitaba con claridad un perfil anti-imperialista y anti-intervención
norteamericana más bien clásico sobre la experiencia en la defensa de la hoja de
coca. 202 Todos estos elementos configuraron el triunfo electoral del MAS en 2002 y
generaron también, posteriormente, una gran cantidad de problemas exhibiendo lo
contradictorio del sistema político liberal frente y contra la dinámica y lógica interna de
la lucha social. Valgan algunas reflexiones en torno a esto.
200
En el espectro político boliviano de 2002, la única otra fuerza importante de la izquierda era el
Movimiento Sin Miedo (MSM), liderado por Juan del Granado, entonces alcalde de La Paz. Proveniente
de las antiguas élites vallunas, del Granado entablaba relaciones fuertemente instrumentales con los
dirigentes sociales, conservando y reforzando todos los códigos de la jerarquía social étnica y de clase: los
que deciden y piensan son los “doctores”, los que “trabajan y apoyan” son los “indios” y los
“trabajadores”. El MSM decidió no participar en las elecciones generales de 2002 y, más bien, hacia
mayo de 2002, esto es, casi al final de la campaña electoral, decidieron “sumarse informalmente al
MAS”, con todos sus pertrechos y aparato.
201
En las campañas políticas bolivianas que se realizan en áreas rurales por lo general se superponen dos
lenguajes de manera muy peculiar: sobre una especie de “fiesta comunal”, con sus rituales, su
organización del tiempo y su exhibición de ciertos símbolos, se montan los discursos y arengas de la
política partidaria “moderna”. En tal sentido, es evidente la incomodidad, producto de la impostura, que
sienten los candidatos “criollos” o “q´aras” en algunos actos de campaña en los que se les colocan
guirnaldas se les arroja mixtura, se viste determinado atuendo, se escuchan prolongadísimos discursos de
acogida o se hacen determinadas cosas. En contraste con esto, en la campaña de Morales ocurría el
“sellado de la alianza” ritual en un lenguaje y compartiendo unos códigos de comprensión comunes, es
decir, Morales sabe qué hacer cuando se brinda con chicha de determinada manera, entiende qué significa
la invitación a bailar en un determinado momento, sabe ser paciente cuando en los actos públicos los
anfitriones hablan, etc. Además de esto, a decir de quienes participaron en la campaña del MAS en 2002,
en esa ocasión el discurso de Morales ponía énfasis en la calidad de la alianza generalizada que se estaba
construyendo, antes de insistir en que se estaba pidiendo un voto para él.
202
Desde la primera gestión de Morales como diputado se publicaba un periódico mensual con el nombre
de Soberanía, en el cual se desarrollaban, entre otros temas, argumentos en pro de la soberanía nacional y
contra la intervención estadounidense, sobre todo en materia de política antidrogas. El equipo que
producía ese periódico, durante la campaña lo transformó en un semanario más grande y a color que se
convirtió en una útil herramienta de propaganda.
163
En primer lugar, cabe insistir que la exponencial ampliación electoral del MAS tuvo
como fundamento, antes que un crecimiento organizativo o partidario clásico, la
capacidad de articulación de diversos contingentes y organizaciones sociales a partir de
acuerdos, alianzas y transacciones una vez aceptados ciertos puntos mínimos
relacionados con: defensa de la hoja de coca, defensa de la soberanía, la tierra y el
territorio y defensa de los recursos naturales. Si bien el movimiento cocalero, Evo
Morales y la estructura partidaria original del MAS tenían un armazón político-electoral
mínimo apoyado económicamente sobre todo por algunas ONG`s, la campaña se
expandió a partir de las alianzas descritas e igualmente se amplió el “programa”: de
manera similar a la sumatoria de demandas bajo una consigna general ocurrida en las
luchas sociales, el programa del MAS incluyó un sinfín de reivindicaciones locales,
sectoriales, gremiales, etc., situando como eje principal la cuestión de la defensa de la
hoja de coca. La idea que se discutía entonces era que esa lista de reivindicaciones,
aspiraciones y exigencias ahora no sólo iba a ser peleada desde los caminos y las calles,
sino que se iba a “viabilizar” desde el Congreso. El poco éxito de la “viabilización”
parlamentaria de reivindicaciones sociales, antes que disuadir a esta postura la impulsó
a apoderarse también, aunque más tarde, del Poder Ejecutivo.
Por otra parte, desde agosto de 2002 el MAS, de buenas a primeras convertido en
segunda fuerza electoral del país, se fue transformando ya no sólo en una gran alianza
tejida sagazmente con base en pactos locales y acuerdos a diversos niveles, sino en una
compleja fuerza política con dinero, influencia e infraestructura estatal a su disposición.
En ese sentido, desde que los nuevos parlamentarios tomaron posesión de sus curules
surgieron dentro del nombre “MAS”, tres “bloques” claramente distinguibles aunque a
veces intersectados entre sí: en primer lugar, el bloque de los cocaleros del Chapare con
sus diputados y su senador; en segundo lugar, la estructura partidaria en cuanto tal –el
parapeto-, que ahora tenía a disposición una gran cantidad de dinero de las
prerrogativas electorales otorgadas por la CNE que, por supuesto, comenzaron a ser
objeto de disputa; finalmente, en tercer lugar, estaba el bloque de diputados y senadores
MASistas, los cuales, por su número e importancia se convirtieron en presidentes y
primeros secretarios de diversas comisiones legislativas, también con gran cantidad de
recursos a su disposición. Evo Morales, en medio de este juego a tres bandas, por
expresarlo de alguna manera, se erigió exitosamente como un árbitro del conjunto de
intereses políticos y económicos que comenzaron a ponerse en juego y a tensarse
internamente en más de una ocasión.
164
Tras la toma de posesión de la amplia bancada parlamentaria del MAS sucedió un
fenómeno que expresa vívidamente tanto las dificultades al interior del propio MAS
para mantener los juegos de fuerzas y equilibrios hechos en las alianzas electorales,
como las tensiones entre lo que fue, en parte, una exitosa avanzada de la lucha social al
terreno electoral y las dinámicas políticas estatales, más allá de las personas que ocupan
los cargos: desde todos los rincones de Bolivia comenzaron a aparecer en La Paz, en el
Congreso y en las oficinas del partido, dirigentes de las organizaciones sociales aliadas,
por un lado con sus listas de personas “apadrinadas” para ocupar cargos en el aparato
estatal y partidario y, por otro, con sus exigencias de solución a sus problemas y su
premura para que se “calendarizara”, en la discusión parlamentaria, la atención a sus
reivindicaciones más sentidas. Por ejemplo, llegaban a La Paz, al Congreso, los
dirigentes de alguna federación o gremio de Potosí trayendo a sus tres o cuatro
“apadrinados” para que tengan cargos públicos, argumentando la obligación de contar
con una “tasa de recuperación” de lo invertido en la campaña; y, en segunda, con algún
proyecto de ley largamente postergado o con alguna declaración congresal que querían
que se apruebe… La proliferación de estos “cobros” políticos, tanto en empleos como
en soluciones a las demandas sociales, configuró un ambiente de grandes discrepancias,
rivalidades, enconos y pelas. Una vez electos los diputados y senadores, el trabajo
parlamentario ya no podía seguir funcionando como una enorme sumatoria: la
yuxtaposición de reivindicaciones tenía que dar paso a soluciones que no podían
brindarse desde el poder legislativo y, aparentemente, tampoco desde el ejecutivo.
La posibilidad de solución a las necesidades sociales y a la aspiración de transformación
social, según la perspectiva que sostengo, no podía provenir de alguna ingeniosa gestión
parlamentaria –y, tampoco, de una hábil gestión gubernamental por sí misma. El
camino, sencillamente, se encuentra en otro lado. Así, si en el Chapare el movimiento
cocalero había tenido cierto éxito relativo y, sobre todo, permanencia en la
administración municipal, el factor de cohesión más importante del movimiento en
cuanto tal estaba en la continuidad de la lucha en defensa de la hoja de coca y en ningún
otro lado.
Entonces, cuando tras las elecciones los miembros de diversas y variopintas
organizaciones sociales de base llegaron al Congreso a exigir a sus representantes
políticos, ahora consagrados por el poder formal, el cumplimiento de los acuerdos
previos, tanto políticos como laborales, estos representantes no podían cumplir con las
demandas que se les planteaban pues no era ahí desde donde la mayor parte de los
165
problemas podían resolverse. 203 Tal extremo comenzó a generar, en primer lugar, una
gran frustración –en todos, en los representados y en los representantes, aunque de
distinta manera. Y, en segunda, amplió la brecha entre representados y representantes
con el agravante de que la voluntad de los representados había quedado, ahora,
delegada, enajenada, en los representantes a quienes no podían revocar.
En tanto el alma de la política liberal es la delegación de la capacidad colectiva de
intervenir en el asunto común, lo más que los parlamentarios MASistas lograron fue
poner en marcha una especie de proceso de redistribución acotado pero, a la larga,
impotente en la modificación de la relación estatal.
Algo similar ocurrió al interior de la estructura formal del MAS en cuanto tal: cuando
recibieron los fondos para financiar las actividades políticas, aparecieron de todas partes
otros dirigentes sociales para “cobrar” las cuentas pactadas por el apoyo brindado, esto
es, acudieron a La Paz a exigir apoyo monetario y pedir atención. El argumento inicial
de estas exigencias era que los funcionarios partidarios “ni siquiera contaban en
términos del trabajo y la importancia creciente de la organización”. Sin embargo, claro
que estos funcionarios “contaban”, en tanto “por ley” fue a ellos a quienes correspondió
administrar una gran parte de los recursos públicos.
En estas condiciones comenzó el decisivo año 2003. Después de la Guerra del Gas, de
la caída de Sánchez de Lozada y de la práctica disolución del MNR como partido, el
MAS quedará convertido en la primera fuerza partidaria en Bolivia y, hasta cierto
punto, en el principal apoyo del gobierno de Carlos Mesa durante 2004. En todo caso,
considero importante entender la peculiaridad de la expansión electoral del MAS y,
sobre todo, registrar los rasgos de respeto a la autonomía local –en el nombramiento de
candidatos, organización de actos de campaña, expresión de demandas locales, etc.- y
de acción cooperativa desde abajo con fines electorales que se produjo durante el primer
semestre de 2002. Una estrategia de expansión todavía más amplia y generalizada,
aunque similar a esta, fue la que precedió al triunfo del MAS en 2005 cuando Morales
llegó a la presidencia de la República: las alianzas en esa ocasión, en tanto lo que estaba
en disputa era el poder a nivel nacional, ya no sólo fueron con organizaciones locales y
fuerzas políticas de base de alcance regional, sino con otras capas, cuerpos y
organismos de la sociedad.
203
Para una discusión cuidadosa y detallada de las posibilidades e imposibilidades de los representantes
políticos indígenas ver, [Chávez Patricia, 2005].
166
El éxito de los cocaleros en su estrategia electoral, inmediatamente después de su
victoria en la movilización en defensa de los cocales y de los mercados de la coca, los
convirtió en piezas decisivas para el curso de las luchas en los siguientes dos años: ya
“no sólo” era una “lucha social” –en el sentido peyorativo que cierta comprensión de los
eventos políticos da a este término; ellos desplegaron también una lucha política
tradicional en toda la línea, incluido el terreno institucional y la contienda electoral. Sin
sostener la clásica dicotomía que caracteriza cualquier esfuerzo electoral como
reformista, contraponiéndolo a un hipotético purismo revolucionario que únicamente
brota de la lucha social, considero que hasta cierto punto, los acuerdos electorales, los
tiempos y procedimientos parlamentarios, así como la amplitud de las alianzas hechas
por el MAS, capturaron parte de la fuerza disruptiva y desestructurante que brotó
enérgicamente desde abajo en el Chapare, al menos hasta 2002; al mismo tiempo que
contribuyeron, sin duda alguna, a consolidar una estructura política que fue capaz de
sortear la aún más aguda inestabilidad por venir en 2003 y 2005 sin sumergir al país y a
toda su población movilizada y levantada, en una desastrosa guerra civil.
En todo caso, si acaso vale la pena establecer alguna periodización dentro de una ola de
insubordinación e insurgencia, considero que una primera fase de este ciclo rebelde se
desarrolló entre 2000 y 2002, a partir del imbricado conjunto de sucesos que hasta aquí
he reseñado. Las antiguas categorizaciones maoístas para pautar la “guerra popular
prolongada”, con todas las reservas del caso y sobre todo considerando que aquí no es
un “partido” quien promovió, llevó adelante y dirigió la lucha, pueden quizá arrojar un
poco de luz sobre este ciclo: en 2002 culminaba la fase de la ofensiva táctica y la
defensiva estratégica. Se había alcanzado un equilibrio de fuerzas, tal como quedaría
demostrado en octubre de 2003 y se refrendará en 2005. De esto me ocuparé en el
siguiente capítulo.
Segunda Parte
2003-2005: del colapso del gobierno al Pachakuti suspendido
Capítulo IV
2003: política insurgente. El año rebelde
Tres grandes luchas coincidieron durante 2003: una vasta y generalizada movilización
“en defensa del gas”, que fue precedida por amplias experiencias deliberativas y
167
contradictorios esfuerzos de articulación; la movilización, bloqueos de caminos y cerco
a la ciudad de los comunarios aymaras, una vez más, tanto por el pliego de los 70 (72)
puntos como por la libertad de Edwin Huampu; y el levantamiento de los vecinos y
gremios de la ciudad de El Alto en contra del “impuesto disfrazado” contenido en los
formularios Maya y Paya, como en defensa de sus connacionales aymaras asesinados en
Warisata el 20 de septiembre, en defensa del gas. La gigantesca movilización y
levantamiento de septiembre-octubre de 2003 ocurrió, además, en medio del profundo y
general malestar indígena y popular ocasionado por la llamada “Ley de seguridad y
protección ciudadana”. 204
Por otra parte, algunos meses antes de tales acontecimientos se produjo el levantamiento
urbano conocido como “Febrero Negro”. Así, para analizar los sucesos de 2003,
comenzaremos por un breve repaso a lo ocurrido en febrero que, a mi entender,
constituye un antecedente de los sucesos posteriores, en tanto fue la primera gran acción
de confrontación en La Paz y otras ciudades contra el gobierno de Sánchez de Lozada –
que había tomado posesión el 6 de agosto de 2002-, donde la población urbana
enfurecida por el aumento de los impuestos exhibió su voluntad de no acatar las
decisiones de los gobernantes y ensayó radicales formas de enfrentamiento.
Posteriormente, hilvanaré los principales cauces del antagonismo que se desplegó en
septiembre-octubre, para reflexionar sobre sus perspectivas emancipativas y sobre las
dificultades y obstáculos que se hicieron patentes entonces.
204 Jaime Paz Pereira, diputado nacional por aquel entonces e hijo de Jaime Paz Zamora,
dirigente histórico del MIR, había presentado una propuesta de “Ley de Seguridad Ciudadana”
(Ley No. 2494) que contenía los siguientes dos artículos: “ARTICULO 213°. (Atentado Contra la
Seguridad de los Medios de Transporte). El que por cualquier modo impidiere, perturbare o
pusiere en peligro la seguridad o la regularidad de los transportes públicos, por tierra, aire o
agua, será sancionado con reclusión de DOS a OCHO años. ARTICULO 214°. (Atentados
Contra la Seguridad de los Servicios Públicos). El que, por cualquier medio, atentare contra la
seguridad o el funcionamiento normal de los servicios públicos de agua, luz, substancias
energéticas, energía eléctrica u otras, y la circulación en las vías públicas, incurrirá en privación
de libertad de TRES a OCHO años”. Es decir, entre otras cosas, convertía en delito con pena
de cárcel al bloqueo de calles y caminos, uno de los principales métodos de la lucha social.
168
de la Infantería boliviana, se agarraron a tiros en la Plaza Murillo, centro y corazón
político de la ciudad de La Paz. Horas más tarde se desató en La Paz y El Alto un
levantamiento urbano que durante la noche se dedicó a quemar y saquear edificios
públicos y oficinas de partidos políticos. En Cochabamba y Santa Cruz, a menor escala,
ocurrieron acciones semejantes.
Así reportaron las agencias de información los sucesos de entonces:
205
La Jornada, 13 de febrero de 2003.
169
impuesto directo al salario –el impuestazo- que afectaría, sobre todo, al pequeño
contingente de asalariados formales: maestros, médicos y enfermeras, trabajadores
fabriles y policías. 206
Desde el lunes 10 de febrero una multitud de voces se opuso al aumento en los
impuestos que condenaba a mayores penurias a un amplio grupo social. Evo Morales
llamó a la población a rechazar el impuestazo y a realizar acciones de desobediencia
civil. La Central Obrera Boliviana también llamó a la resistencia 207 y a tales
convocatorias, de manera un tanto oportunista a consideración de muchos, respondió el
cuerpo especial de la Policía Nacional Boliviana conocido como GES (Grupo Especial
de Seguridad), dirigido entonces por el llamado Mayor Vargas. 208 Cabe destacar que la
policía nacional estaba ya envuelta en un conflicto con el gobierno por el reiterado
retraso a sus pagos y por los bajos montos percibidos por los policías de bajo rango. En
ese contexto, el GES decidió “acuartelarse” en sus instalaciones ubicadas en una de las
esquinas de la Plaza Murillo y fue sólo cuestión de tiempo que se iniciara la balacera
entre ellos y los militares convocados por el entonces Ministro del Interior, Alberto
Gasser para proteger las instalaciones del gobierno. Los militares, además, colocaron
una gran cantidad de francotiradores en diferentes edificios públicos del centro de la
ciudad, y es a ellos a quienes se culpa de las 34 personas muertas y 182 heridas que se
contabilizaron en las siguientes 36 horas. 209
Un dato interesante, percibido por el Mayor Vargas y comunicado a Jim Shultz durante
su investigación, es el origen étnico y las prácticas deliberativas de los policías de bajo
rango:
Tan pronto como el Presidente hizo el anuncio –del nuevo impuesto- se
convirtió en el tema de discusión en los cuarteles policiales a lo largo de
la capital. Vargas recordó que la reacción entre los oficiales de la tropa
era característica de la cultura indígena aymara a la cual muchos
206
“A principios de 2003, los funcionarios del FMI decidieron que era hora para que el gobierno de
Bolivia asumiera una posición fuerte y enfrentara el déficit –fiscal- con una acción seria. El FMI exigió
que en el lapso de un año el déficit fuera cortado en casi un tercio, o lo que equivale a decir, (que
quedara) por debajo del 5.5% del PIB. Alcanzar esa meta sería una condición para recibir ayuda a largo
plazo (Para lograr tal objetivo) el gobierno tendría que realizar una combinación de recortes
presupuestarios e incremento de los impuestos en más de 250 millones de dólares” (Shultz, 2005: 26). El
trabajo de Shultz y su equipo de investigadores revisó en detalle las comunicaciones y documentos que
hubo en enero entre el FMI y el gobierno boliviano; posteriormente, realizó una larga entrevista al
entonces vicepresidente Carlos Mesa. Lo que tal investigación muestra es la discusión que se produjo
dentro del propio gobierno de Sánchez de Lozada, entre dos posturas para conseguir cumplir el objetivo
estipulado por el FMI: una opción era aumentar los impuestos a las transnacionales que explotaban el gas
y otra consistía en establecer el impuesto directo al salario que finalmente se decidió imponer.
207
[APDHB, 2004]
208
El Mayor Vargas fue posteriormente dado de baja de la Policía y organizó un partido político.
209
[APDHB, 2004]
170
pertenecían. Entre los aymaras la toma de decisión de la comunidad se
respeta, está cerrada a los ajenos y refleja la última palabra: ´Primero se
callan… es típico del comportamiento aymara. Se quedan callados,
esperan a que el que es ajeno a su clase social se retire. En ese caso a mi
me han dicho: ´Gracias mi Mayor. Lo vamos a llamar si lo vamos a
necesitar. Gracias´. Yo me retiro, ellos se juntan, se reúnen, conversan.
Luego de estas discusiones, los policías anunciaron que se opondrían al
impuestazo e inmediatamente demandaron una reunión con el Ministro
de Gobierno, Alberto Gasser” (Shultz: 35).
Así, ya desde febrero de aquel 2003 se produjo un levantamiento urbano con quema de
edificios públicos y saqueos. Multitudes urbanas –o muchedumbres- 210 iracundas
desparramaron con fuego su rechazo contundente a las decisiones de los políticos la
noche del 12 al 13 de febrero, exhibiendo, además, que no estaban dispuestos a
obedecer y acatar las decisiones de los gobernantes en cualquier circunstancia. En esto
los acompañaron hasta algunos contingentes policiales.
Es claro también que desde febrero, a raíz de la discusión y aprobación del Presupuesto
de la Nación y del fallido intento del MNR de subir los impuestos para equilibrar el
déficit fiscal, la cuestión de los ingresos que el gobierno boliviano obtenía por concepto
de regalías y gravámenes a las transnacionales comenzó a ser objeto de atención
pública. Por aquel entonces comenzó a difundirse y discutirse de manera amplia el
hecho de que las corporaciones petroleras que operaban en Bolivia pagaban sólo el 18%
de impuestos sobre los volúmenes totales de gas y petróleo extraídos y que, además, tal
producción total no era controlada por ninguna entidad estatal sino que se daba por
buena y fiable la información contenida en las “declaraciones juradas” de las propias
empresas.
Este ambiente de profundo hartazgo social, de malestar y desconfianza hacia las
decisiones gubernamentales junto a la disposición colectiva de enfrentarlas, llegando
210
Álvaro García Linera introdujo en aquella temporada una distinción entre “multitud” y
“muchedumbre” para intentar diferenciar entre las distintas formas de acción colectivas que se habían
despertado en Bolivia. García Linera en Memorias de Octubre, precisó así su distinción: “(En febrero de
2003) quienes se movilizaron fueron personas que carecen de una filiación organizativa primordial y que,
por tanto, son capaces de actuar de manera electiva, en torno a un objetivo sin rendir cuentas a nadie, sin
seguir a nadie y sin tener ningún comportamiento que no emane de su criterio individual, de sus
expectativas individuales, de sus angustias e intereses personales" [García, 2004: 45]. A partir de esa
afirmación, García distingue entre multitud y muchedumbre: "La muchedumbre es la manifestación
colectiva de una individuación vaciada, de un desarraigo de las tradiciones sin sustituto cognitivo, de un
porvenir cerrado, sin rumbo y sin más meta que el sobrevivir a cómo dé lugar. Esta muchedumbre es la
coalición temporal y facciosa de individuos provenientes de los mas diversos oficios que no le deben nada
a nadie, ni al sindicato, ni al gremio, ni a la junta de vecinos y mucho menos a un Estado que los ha
abandonado a su suerte o sólo existe para extorsionarlos" [García, 2004: 46]
171
incluso a la quema y destrucción de edificios públicos que no puede ser contenida, pues
la policía y el ejército estaban en esos momentos enfrentados entre sí, exhibe aspectos
del temperamento social que comenzó a configurarse. Exhibe, también, tanto el grado
de deterioro de la de por sí débil institución estatal boliviana, como la elección
gubernamental de la represión militar como camino para enfrentar los problemas
políticos y constituye, en tal sentido, un antecedente importante de lo que ocurrirá en los
siguientes meses hasta desembocar en el conjunto de sucesos que produjeron aquel
octubre rojo.
Unos días después se abrió una investigación policial. Sin embargo, no detuvieron a
“ningún sospechoso ni tampoco han encontrado los cadáveres de las dos víctimas
ajusticiadas [...] Los comunarios se negaron a revelar información sobre lo sucedido y
guardan silencio ante los interrogatorios de la Policía”. 211 El tono de ésta y de las demás
noticias aparecidas en los periódicos bolivianos, a decir de Luis Gómez, era de
escándalo y de condena por el suceso. El 27 de julio una jueza de Pucarani ordenó la
detención de Edwin Huampu por el asesinato de los dos abigeos, la policía cumplió la
orden y Huampu fue recluido en el Penal de San Pedro de La Paz. La comunidad de
Cota Cota manifestó su descontento con la detención de su dirigente y llevó el caso a la
CSUTCB que incorporó la exigencia de la liberación de Huampu como una de sus
211
La Prensa, 25 de julio de 2003.
172
principales reivindicaciones en la negociación que supuestamente desarrollaba con el
gobierno MNRista. El resto de las reivindicaciones exigidas por la CSUTCB consistía
en el “cumplimiento del Pliego de 70 puntos” que se había presentado desde 2001,
aunque el curso concreto de la negociación versaba entonces en torno a la “entrega de
1000 tractores a los productores del campo”. 212 El pliego de los 70 puntos, en cierta
medida era una versión ampliada del Pliego del Pacto Intersindical de 45 puntos, que
quedó en la mesa de negociación al levantarse los bloqueos de 2001. Este documento lo
hemos analizado en detalle en el Capítulo II, así como la “captura” parcial de su
significado emancipativo en medio de la negociación con el Estado. Para 2003, los
aspectos de mayor filo crítico, expresados en el Pliego del Pacto Intersindical dos años
antes, habían quedado sumergidos en un mar de negociaciones y regateos por
concesiones importantes aunque definitivamente de menor relevancia.
En este contexto, el 10 de septiembre por la tarde, las autoridades y dirigentes
campesinos aymaras realizaron una asamblea en el auditorio de Radio San Gabriel, en el
barrio alteño de Villa Adela, en donde más tarde se concentraron también estudiantes de
la Universidad Pública de El Alto (UPEA) y dirigentes del Transporte Interprovincial de
La Paz. Luego de discutir los avances en la negociación, los dirigentes exigieron de
plano la liberación inmediata e incondicional de Edwin Huampu, dando como hora final
para ello las 5 pm... de hecho, de acuerdo por lo dicho ese día por el Mallku, ese punto
“era la llave para abrir el diálogo”. Cuando se venció el plazo, “automáticamente”,
como ya habían decidido, los aymaras rompieron el diálogo e iniciaron una huelga de
hambre por tiempo indefinido 213 y decretaron el bloqueo de caminos por todo el
Altiplano. 214
Esta huelga de hambre masiva y, posteriormente, rotativa, que fue objeto de burla y
escarnio por parte de analistas y políticos, tuvo un papel central en el curso,
perseverancia y radicalidad del conflicto de septiembre-octubre pues se constituyó en la
dirección colectiva y asambleísta, en deliberación permanente y con una radio a su
disposición, del conjunto de sucesos posteriores. 215 Según explicó Felipe Quispe
212
La Razón, 30 de julio de 2003.
213
“DOS MIL CAMPESINOS AYUNAN”, La Prensa, La Paz, jueves 11 de septiembre del 2003
214
Felipe Quispe declaró el 10 de septiembre la “automática” cancelación del diálogo e instalación de la
huelga de hambre señalando: “Hemos esperado hasta las cinco a que el gobierno venga con el hermano
Huampu, pero no llegó y sólo nos mandó una carta que dice que el caso ya está cerrado”.
215
“La huelga, donde para hacer sus turnos se habían trasladado los mandos militares de varias
comunidades, fue inmediatamente custodiada por la “policía originaria”, la cual además de custodiar la
sede donde se llevaba a cabo la huelga, realizaba “cambios de guardia” portando los símbolos de
autoridad como el chikote, mientras los huelguistas gritaban consignas en aymara contra la venta del gas
173
posteriormente, la huelga de hambre funcionaba más o menos así: si bien inicialmente
fueron las autoridades sindicales de base –autoridades comunitarias- quienes iniciaron la
huelga, se le imprimió un carácter “rotativo”; es decir, las autoridades de cada cantón
debían de enviar un número específico de huelguistas que rotaban según lapsos
establecidos. 216 La selección de los relevos, a su vez, se hacía echando a andar el
mecanismo rotativo de todas las comunidades pertenecientes al cantón. Comenzó a
marchar de esta manera, según describe Quispe, un enorme dispositivo comunitario de
cohesión que, en primer lugar, conformó un cuerpo estable y al mismo tiempo móvil de
lucha, deliberación y decisión que permitía que todos se controlaran entre sí, esto es,
que todos quienes ingresaron a la huelga de hambre verificaran que llegaban los relevos
de los distintos cantones de las diversas provincias, con la ventaja de que podían
conocer directamente el curso de las negociaciones y discutir los pasos a seguir.
Además, como las discusiones y asambleas permanentes se producían en el local de
Radio San Gabriel, resultaba posible que la información se dispersara por múltiples
canales; en primer lugar, después de cada asamblea o cada decisión, de inmediato se
informaba de ellas a toda la población aymara a través de las ondas de radio: se hablaba
sobre las novedades en la negociación o de las decisiones acordadas, se reprendía a los
comunarios que no habían llegado a la huelga de hambre, se instruía sobre los siguientes
turnos, etc. Además, la gente que volvía a sus comunidades podía, a su vez, informar
directamente y cara a cara a los demás comunarios sobre lo que sucedía en La Paz,
sobre la actitud de los gobernantes, la disposición de lucha de los demás, etc. Es decir,
si algún sentido tiene el término “asamblea permanente” es, a mi entender, justamente
éste.
Ahora bien, tal como me explicó Claudia Espinoza, periodista que colaboraba entonces
con el equipo urbano de difusión de la CSUTCB, al paso de los días y sobre todo
cuando el bloqueo de caminos –que ciertamente tuvo sus altibajos y dificultades- se
volvió más contundente después de los sucesos de Warisata el 20 de septiembre –ver
más adelante-, muchos comunarios “con turno para la huelga de hambre de Radio San
Gabriel” al no poder llegar a La Paz, encargaban a sus familiares y paisanos asentados
en la ciudad de El Alto que “cumplieran sus turnos por ellos”. 217 Según Espinoza, que
observó directamente lo anterior, esto contribuyó de manera decisiva a reforzar,
y contra Sánchez de Lozada”. Descripción de la huelga de hambre de septiembre de 2003 realizada por
Marxa Chávez.
216
Entrevista a Felipe Quispe realizada en Achacachi el 8 de marzo de 2006.
217
Entrevista a Claudia Espinoza en marzo de 2006.
174
profundizar, consolidar y dar un significado distinto a la alianza entre los aymaras
rurales y urbanos: los alteños que iban a “cubrir el turno” de un pariente o un paisano,
posteriormente traían a su zona información de primera mano acerca de lo que ocurría y
la tansmitían en las reuniones de su Junta Vecinal, fortaleciendo y estrechando los
vínculos y coordinación entre las acciones y aspiraciones de los aymaras rurales con
aquellos asentados en la ciudad de El Alto.
En relación a las demandas exigidas entonces por las comunidades movilizadas, desde
el inicio de septiembre había comenzado la discusión colectiva sobre el “Pliego”. En
innumerables reuniones y asambleas se recordaron los sucesivos acuerdos previos, “los
incumplimientos de los gobiernos”; se estableció que era necesaria la entrega de
tractores y créditos, así como la libertad de Huampu. Asimismo, se demandó la
anulación de la Ley de “Protección y Seguridad Ciudadana” 218 y se ratificó la oposición
a la venta del gas por Chile. Ahora bien, a partir del análisis que realicé en el capítulo II
del “Pliego petitorio del Pacto Intersindical” en 2001, podemos afirmar que, en realidad,
las “demandas” de septiembre de 2003 contenían nuevamente una larga lista de
exigencias y peticiones, al lado de la búsqueda de derogatoria o anulación de
prácticamente todas las leyes que habían afectado a las comunidades campesinas
indígenas.
El viceministro de Asuntos Campesinos de ese momento, Javier Núñez, en su calidad de
“encargado de la negociación” a mediados de septiembre afirmó ante los medios,
categórico, que de los 72 puntos que tenían en agenda de negociación con la dirigencia
campesina aymara, “se habían logrado algunos avances en varios puntos” y, por tanto,
“no tendrían motivos para protestar” 219 ...y ahí pareció estancarse el conflicto, al menos
para el gobierno, que durante los días siguientes mantuvo similar discurso, reprimiendo
otras movilizaciones e insistiendo en dialogar simultáneamente. Lo más lejos que llegó
en su respuesta sobre la libertad de Edwin Huampu, fue asignarle un par de defensores
públicos para que lo representaran en el proceso. Esto, por otro lado, era un derecho del
detenido y no una concesión. Por otro lado, cabe destacar que, de acuerdo a lo
expresado por Felipe Quispe, era muy claro tanto para él como para muchas de las
autoridades comunitarias reunidas en Radio San Gabriel, que no había manera de
negociar el “Pliego petitorio” con el gobierno y que, de lo que se trataba, era de ganar
218
Esta ley básicamente proscribía el derecho a movilización y bloqueo como formas legítimas de
protesta de las organizaciones sociales y, como medida punitiva, sugería aplicar la detención ipso facto de
los “bloqueadores”. Ver nota 1 en este capítulo.
219
Citado por Gómez, 2004: 26-28
175
tiempo para preparar la rebelión centrando la atención en la libertad de Huampu, a la
cual el gobierno no iba a acceder, a fin de que en las comunidades madurara la decisión
de salir nuevamente a un bloqueo de caminos contundente. 220 En contraste con esta
claridad en relación a la recuperación del uso del tiempo, es decir, a pautar los tiempos
de manera autónoma para que pueda ponerse en movimiento el complejo mecanismo
deliberativo de las comunidades, la cuestión de los contenidos de la rebelión que en su
versión más radical tendían a impugnar el orden general del estado a través del
cuestionamiento a las leyes recientemente aprobadas y a sujetar las decisiones políticas
a la autoridad inmediata de las comunidades, quedó, una vez más, sumergida en el
discurso sindical de “peticiones” y “exigencias” al gobierno. Además, tal como veremos
en las páginas siguientes, cuando la cuestión de la defensa del gas se generalizó y se
convirtió en la demanda central y unificadora de la movilización, las perspectivas
políticas aymaras que daban contenido al radical llamado a la “guerra civil”, tal como
comenzó a escucharse por aquel entonces, quedaron todavía más obscurecidas. 221
Por su parte, ante la inminencia de los bloqueos, el gobierno comenzó el despliegue de
tropas a las carreteras, los caminos y varios puntos clave para garantizar “la
transitabilidad” pese a afirmar que la negociación continuaba. La ocupación militar de
las carreteras, que no fue capaz de evitar el bloqueo de caminos, realizado en esta
ocasión de manera totalmente dispersa, al lado de las continuas afirmaciones de los
distintos ministros y voceros gubernamentales en relación a que “las carreteras se
encontraban expeditas”, fueron la causa de que casi dos centenares de turistas de
diversas nacionalidades se quedaran varados tanto en Sorata como en Copacabana. Las
afirmaciones gubernamentales de que “no pasaba nada”, alentaron a que las empresas
de turismo se comportaran, efectivamente, como si nada sucediera enviando a los
viajeros extranjeros, por tierra, a las distintas poblaciones al pie de los nevados andinos
en la mejor temporada del año: comienzos de la primavera austral. Cuando estos turistas
220
En la entrevista a Felipe Quispe realizada en marzo de 2006, él insistió una y otra vez en que, sobre
todo en septiembre de 2003, fue decisivo el que lograron “traer al gobierno de aquí para allá” ganando
tiempo para la organización de las comunidades.
221
“EL MALLKU PREPARA LOS BLOQUEOS Y ANUNCIA UNA `GUERRA CIVIL”, La Prensa,
viernes 12 de septiembre del 2003. Quispe, al afirmar que el bloqueo se iniciará desde el 15 de
septiembre, “anunció ayer que se prepara un bloqueo de caminos y un cerco a La Paz, y prometió una
`guerra civil´ para que el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada esté al servicio de los bolivianos y no
de las transnacionales”. El ampliado que se realizó el jueves 11, fue respaldado por el magisterio rural, el
transporte interprovincial, la UPEA y la COB. En ese Ampliado, “hubo unanimidad para pedir al
dirigente cocalero Evo Morales que se una y respalde el movimiento que empezó el miércoles con una
huelga de hambre”. Sin embargo, esto resultó muy difícil por el “paralelismo sindical” existente entonces
entre una CSUTCB de Román Loayza –cercano al MAS- y otra CSUTCB de Felipe Quispe que en ese
momento llevaba la iniciativa.
176
se vieron atrapados, tanto en Sorata como en Copacabana por los bloqueos de caminos,
el gobierno decidió organizar un operativo militar para “rescatarlos”. La primera
intervención militar para este fin, concluyó con los enfrentamienos y masacre de
Warisata, población por la que tiene que pasarse en el camino a Sorata.
El 19 de septiembre de 2003 por la noche, un contingente militar encabezado por el
Ministro Sánchez Berzaín, recorrió el Altiplano en dirección a Sorata. En Warisata, la
población opuso resistencia al paso de los camiones y se produjo un enfrentamiento que
fue brutalmente reprimido. Juan Condori cuenta los sucesos de la siguiente manera: “El
sábado 20 estábamos ya organizados, cuando por la madrugada comenzaron a pasar los
camiones con soldados que iban, dice, a rescatar los turistas […] A eso de las dos de la
tarde han llegado de Achacachi cinco camiones llenitos de soldados […] Después
comenzó la balacera. Aquí estaba gente de todo el cantón, como el setenta por
ciento” 222 .
El enfrentamiento en Warisata fue durísimo: diversos contingentes militares intentaron
durante todo el día 19 y la mañana del 20, quebrar la resistencia que miles y miles de
comunarios de la región de Omasuyos oponían a su paso hacia Sorata. Las operaciones
eran dirigidas directamente desde un helicóptero por el entonces Ministro de Gobierno,
Carlos Sánchez Berzaín, apodado “el Zorro”. Y para quebrar la resistencia en ese
famoso y querido poblado, cuna además de la reconocida Normal Superior Rural de
Warisata, se utilizó incluso a la fuerza aérea. Este despliegue de brutalidad estatal
durante todo el fin de semana, que dejó varios cadáveres entre ellos el de dos niños
pequeños, conmovió a la población boliviana en su conjunto.
Por su parte, Felipe Quispe afirma: "el día 20 de septiembre realizamos la "emboscada
de Warisata", aludiendo a que después de la sorpresa del día 19, los aymaras fueron
rápidamente capaces de ponerse en estado de apronte y presentar resistencia, también
militar, utilizando viejas armas en manos de las comunidades. De ahí la ferocidad del
enfrentamiento y la represión del día 20 de septiembre. En los siguientes días, de lo que
se trató, también según Quispe fue de "estirar el tiempo", dificultando y entorpeciendo
todo lo posible la apertura de cualquier negociación, que era la postura del gobierno
después del descrédito que le caía encima tanto por el fallido operativo de “rescate de
los turistas” como por los nuevos muertos que entraban en su ya abultada cuota de
sangre: "Que queremos negociar en Warisata", que podemos negociar en el Cuzco. (…)
222
Entrevista a Juan Condori, comunario de la zona de Warisata, realizada en octubre de 2003, que me
fue facilitada por Luis Gómez.
177
Y entonces si se separan todos del Goni y comienzan las maniobras de los politiqueros...
que si triunvirato militar-campesino, que si participación en el gobierno. En realidad,
somos nosotros los que hemos impulsado (sin querer) para las elecciones generales". 223
Por su parte, los viajeros de Copacabana sólo pudieron llegar a La Paz después de un
periplo de más de 48 horas donde lo determinante fue un salvoconducto para permitir su
paso por el territorio aymara expedido por Felipe Quispe. 224
A partir de la capacidad aymara de ocupar el territorio y controlarlo en los momentos de
la rebelión, instituyendo incluso “estados de sitio indígenas”, se hace evidente no sólo la
capacidad de despliegue de una vigorosa autonomía de facto, sino el tendencial
contenido de búsqueda de autogobierno propio por parte de la población rural –y
posteriormente urbana- del altiplano paceño. En ese mismo sentido se expresa una
reflexión posterior de Quispe, cuando afirma que “el ascenso del Evo no es un milagro...
Ya en el 2000 se dio la autonomía y la autodeterminación. Y nosotros empujamos el
Pachakuti que es una transformación de fondo”. La cuestión problemática, según la
perspectiva que guía esta investigación, son las causas por las cuales estas acciones
colectivas y el belicoso discurso que se venía gestando en las acciones de movilización
y bloqueo, quedaron atrapadas tanto en la institucionalidad boliviana dominante como
en el imaginario estatalizante de la transformación política, es decir, por qué si bien
fueron contra, no claramente avanzaron más allá del Estado. Sigamos con el análisis del
curso de los acontecimientos para entender cómo se configuró la caída de Sánchez de
Lozada un mes después de la masacre de Warisata.
223
Entrevista a Felipe Quispe el 8 de marzo de 2006 en Achacachi.
224
Para una crónica detallada del regreso a La Paz de los turistas atrapados en Copacabana ver Gómez,
2004: 57 y ss. Por su parte, después de los sucesos del 19-20 de septiembre, Felipe Quispe, a nombre de
su pueblo y de la Confederación Sindical Única de Trabajadores del Campo de Bolivia, dijo: “La
CSUTCB ha declarado duelo nacional de 30 días, las wiphalas estarán con crespón negro en todos los
lugares. Se instruye a las federaciones departamentales y regionales a sumarse a este bloqueo de caminos
y económico, mantener el bloqueo indefinido en todos los lugares y estar alerta, y no hacerse masacrar.
También se ha decretado estado de sitio en todo el altiplano”. Quispe explicó que el estado de sitio
indígena significaba que ni soldados ni policías tenían garantías dentro de su territorio y que quedaba
prohibido el patrullaje “en nuestras comunidades”. (Gómez, 2004: 50)
178
y sindicales. 225 En la medida en que la lucha en defensa del gas fue convirtiéndose, al
paso de los días de conflicto, en la demanda articulatoria central de un levantamiento
social en expansión, es conveniente presentar algunos elementos relativos tanto a la
problemática del gas, como a la Coordinadora de Defensa del Gas.
225
De hecho, el repudio inicial a la exportación del gas hacia México a través de los puertos chilenos ya
era durante la primera quincena de septiembre una consigna que articulaba las distintas movilizaciones
sociales, tal como se verá en la siguiente sección que aborda los sucesos de la ciudad de El Alto.
226
La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003.
227
COMUNICADO DE PRENSA DEL MAS, La Prensa, La Paz, Jueves 4 de septiembre del 2003.
179
Indígena Originario y Popular, que no obedecería las ordenes emanadas de las cúpulas
partidarias masistas al considerar que debía conseguirse algo más que un aumento de los
impuestos. 228
Así, la forma de relacionamiento entre el estado boliviano y las empresas
transnacionales comenzó a ser objeto de análisis y denuncia, generalizándose la
indignación social a diversos niveles: ¿cómo era posible que el estado boliviano fuera
tan pobre y careciera de fondos para casi cualquier proyecto de promoción social, si un
recurso de alta rentabilidad, el gas, estaba siendo explotado y comercializado por
diversas empresas extranjeras, supuestamente en condiciones de “sociedad” con el
Estado? Esta pregunta, o variantes de ella, comenzó a circular en una gran cantidad de
editoriales periodísticas, comentarios radiofónicos y se organizaron, como en la víspera
de la guerra del agua, una gran cantidad de conferencias, foros y reuniones, donde se
discutían tales cuestiones.
Por otro lado, entre agosto y septiembre de 2003, el gobierno de Sánchez de Lozada
llegó a un acuerdo con el gobierno mexicano del entonces presidente Fox para exportar
un gran volumen de gas para la producción de energía eléctrica en México. Ese gas
boliviano a ser exportado a México, debería salir al mar por los puertos chilenos de
Arica e Iquique que en el siglo XIX pertenecieron a Bolivia y que fueron anexados por
Chile, durante la confrontación militar conocida como “Guerra del Pacífico” en 1879.
En tales condiciones es que se forma, en abril de 2003, la Coordinadora de Defensa del
Gas, de la cual Oscar Olivera también fue vocero. 229 Si bien la Coordinadora de
Defensa del Gas, re-editó en 2003 algunas de las experiencias deliberativas y
organizativas que el propio movimiento popular había adquirido en el 2000, no alcanzó
en esta ocasión la eficacia organizativa y política de la Guerra del Agua; quizá, entre
otras razones, porque en 2003 se abordaba una temática más compleja y de carácter
nacional –y no básicamente regional como en el 2000 que, además, era mucho menos
cercana a la población “sencilla y trabajadora” de lo que había sido la cuestión del agua.
Es decir, no es lo mismo que una población con gran experiencia en la gestión
228
La Prensa, miércoles 3 de septiembre del 2003. En 2003 la brigada parlamentaria del MAS consistía
en 27 diputados y 8 senadores.
229
Según la prensa de la época, la Coordinadora del Gas se conformó en septiembre agrupando a
sindicatos, instituciones cívicas, vecinales, campesinas, profesionales, universitarias, e inclusive militares
y policiales junto con partidos opositores como el MAS, PS, MIP y MSM. Si bien todas estas fuerzas
participaron en las primeras reuniones y mantuvieron hasta el final el acuerdo de oponerse a la venta del
gas por Chile y a las condiciones de explotación de los hidrocarburos fueron pocos los demás acuerdos
alcanzados más allá de la movilización conjunta el 19 de septiembre, “NACE EN ORURO UNA
ENTIDAD DE DEFENSA DEL GAS”, La Prensa, sábado 6 de septiembre del 2003.
180
tradicional del agua, se enfrente a una ley que pretende arrebatar este recurso para
privatizarlo, a que esa misma población objete y rechace la manera en la cual el Estado
ha entablado contratos con las transnacionales y decida gestionar y usufructuar los
recursos comunes.
Así, se produjo con anterioridad al 19 de septiembre un consenso generalizado de que
las condiciones de exportación del gas eran inaceptables y de ahí brotaron dos de las
consignas más importantes de lo que siguió: “El gas es nuestro, carajo”, “El gas no se
vende” 230 . Sin embargo, en relación a cómo dar curso a los esfuerzos por la
“reapropiación social de los hidrocarburos” –que era la manera en que Oscar Olivera
expresaba la aspiración social- había diversas posturas: desde la posición oficial del
MAS de elevar los impuestos, hasta las voces que exigían nacionalización inmediata de
los hidrocarburos sin indemnización.
Entonces, si bien en el 2003 volvió a aparecer en el centro de la discusión la pregunta de
“quién decide sobre el asunto público” y se impugnaron de manera contundente las
decisiones del gobierno de Sánchez de Lozada, no era ni inmediato ni sencillo imaginar
colectivamente cómo se podría producir tal “reapropiación social de los hidrocarburos”.
En relación a la Coordinadora del Gas, en una entrevista en 2004, Oscar Olivera señala
lo siguiente:
Bueno, (la Coordinadora del Gas) nace en abril del año 2003 como una
necesidad de establecer un espacio que pueda articular esfuerzos
colectivos y dignos, pero muy fragmentados; un espacio de los sectores
sociales y también de los profesionales, que ante todo decidieron, a
partir del año 2000 cuando se recuperó la empresa de agua aquí,
cuando los intereses de las trasnacionales estaban puestos en
apoderarse del agua, como se habían apoderado de todo el patrimonio
nacional, compuesto por todas las empresas y los recursos naturales
aquí en Bolivia. (Por eso) es que a partir de aquel momento, con esa
experiencia de establecer espacios participativos, horizontales, con
objetivos claros, y que incluyan a la totalidad de la población, sin
distinción, es que se convoca una reunión de estos sectores y allá se
procede a establecer un primer manifiesto, diríamos, a la Nación,
indicando que era totalmente imprescindible, necesario, establecer,
230
Testimonios en primera persona de mujeres alteñas que participaron en la Guerra del Gas, contando las
múltiples discusiones previas a los sucesos de Octubre, donde se produjo el consenso que las animó a
involucrarse en la lucha social pueden encontrarse en, Choque, Britto, Hylton, La Guerra del Gas
contada desde las mujeres, CPMGA, El Alto, 2005.
181
reitero, un espacio que empiece a luchar por la recuperación de los
Hidrocarburos.
Esto se consolida después de la decisión de Gonzalo Sánchez de
Lozada de vender el gas a Estados Unidos y México, vía Chile. De tal
forma que el 5 de septiembre del año 2003, básicamente, en la ciudad
de Oruro se forma la Coordinadora de Defensa y Recuperación de los
Hidrocarburos, diríamos, con una fuerte presencia indígena, campesina,
urbana y profesional, para establecer justamente ese espacio, que no
solamente había promovido una labor de concientización y de
información a la gente sobre el tema hidrocarburífero, sino ante todo se
habían elaborado una serie de propuestas que permitan por la vía de la
proposición, así como por la vía de la movilización, la recuperación de
nuestros hidrocarburos. Esta Coordinadora lanza su primera
convocatoria de una movilización para el día 19 de septiembre del 2003,
y (nosotros la) vemos como un preámbulo de lo que finalmente después
significó (la lucha en) septiembre y octubre y la salida de Gonzalo
Sánchez de Lozada del gobierno nacional. 231
aguas” –Ley 2066- en el 2000, lo que hicieron tanto la Coordinadora como los
con el Estado, fueron emitidos casi siempre desde una postura negativa y
231
ENTREVISTA A OSCAR OLIVERA, COORDINADORA POR LA DEFENSA DEL GAS
(COCHABAMBA, BOLIVIA 17/08/04). Publicada en diversos periódicos electrónicos; entre ellos:
http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=631
182
particular. En contraste con esto, en el 2003 existían al menos dos “propuestas
populares tanto del MAS como del MIP en el Parlamento Nacional. En relación
En tal sentido, la valoración positiva que el propio Oscar Olivera hace del hecho de que
en 2003, la Coordinadora del Gas contara con una propuesta de ley, bajo la perspectiva
de análisis que sostengo, en realidad constituía una debilidad, pues contribuía a armar
un escenario en el cual la lucha partidaria legal en el Parlamento ocupaba un lugar
central por encima de la movilización social y subordinando a los límites estatales de lo
“posible”, los enunciados y consignas elaborados desde abajo. Desde mi perspectiva, el
hecho de contar con “una propuesta de ley” debilitaba hasta cierto punto los filos más
claramente anti-corporaciones transnacionales de la pelea por el gas, restituyendo los
términos del conflicto al ámbito del estado-nación.
Por otra parte, a diferencia de la lucha del 2000, en el 2003 había una clara polarización
entre dos posturas políticas confrontadas que dividían al conjunto de los movilizados:
por un lado, la postura de Evo Morales y el MAS, que propugnaba reformas parciales en
la estructura estatal, en lo que se avanzaba en la acumulación de “capacidad política
electoral”; y por otra, la postura de transformación social radical propugnada desde las
comunidades aymaras enredada con las pugnas partidarias al interior del MIP de Felipe
Quispe, de modo que si bien lo profundo del malestar social se expresaban coreando la
232
Una buena resumen del conjunto de difíciles y complejos aspectos en torno a la gestión estatal del gas
y a las distintas posturas presentes en el debate durante 2004 se encuentra en el trabajo de Carlos
Villegas, posteriormente Ministro de Hidrocarburos del gobierno de Morales, “Nueva ley de
hidrocarburos: el debate de los temas centrales continúa vigente y sin solución”. Villegas, 2005.
183
consigna “guerra civil” y hablando de la posibilidad de “Refundar el Qullasuyu”, no se
ponían en práctica enérgica y explícitamente los contenidos de la transformación
política anhelada 233 . Una muestra de esto la encontramos en la información de prensa
que el 20 de septiembre de 2003 daba cuenta de la movilización en defensa del gas
ocurrida la víspera en Cochabamba:
Tal como estaba previsto en Cochabamba a partir de las 9 am. de seis lugares
estratégicos se realizó la manifestación en Defensa del GAS y los recursos
naturales con la asistencia de más de 60.000 participantes de diversos sectores de
la población.
Pese a que los puentes de acceso a Cochabamba estaban custodiadas por policías
y militares la marcha concluyó positivamente en la plaza 14 de Septiembre.
Desde los balcones de la Federación de Fabriles hicieron uso de diferentes
representantes de organizaciones populares como Oscar Olivera de los fabriles,
Luis Choqueticlla de la COB, Evo Morales de los cocaleros, Beneméritos,
profesionales y campesinos, quienes después de un juramento a los marchistas
coincidieron en señalar que se debe recuperar el GAS en manos de los
transnacionales y se debe impedir con las movilizaciones la venta del GAS a
Chile [...]
Hubo algunos que llevados por la conmoción plantearon el bloqueo en ese
momento y la huelga "general indefinida" a partir de hoy, pero la mayoría de las
manifestaciones comprendió que debemos prepararnos y organizamos en mejores
condiciones para la batalla final por el GAS. La marcha concluyó pacíficamente
como se consensuó y se planificó con los movimientos sociales. 234
Es muy claro que la referencia a que “el bloqueo de caminos debe esperar”, es un
llamado a desconocer la convocatoria de Felipe Quispe promovida, en esos mismos
momentos, desde La Paz. 235 Los sucesos de Warisata, justo esa noche, y los combates
militares en la región norte del altiplano entre el ejército y los comunarios durante los
siguientes días, contribuyeron a que poco a poco variara esta postura. Sin embargo, tal
como se registró en la prensa en aquel año, los sectores sociales más cercanos al MAS
retrazaron la movilización y la solidaridad con la lucha empujada en el occidente del
país por los aymaras, cuando menos hasta mediados de octubre de 2003, después de la
masacre en la ciudad de El Alto. Por su parte, Oscar Olivera, con una posición mucho
233
Pablo Mamani realiza una interesante reflexión sobre esto en su trabajo, “Declaración de Guerra Civil
Indígena en Warisata, Región de Omasuyus”, Mamani, 2006: 127 y ss.
234
19 de septiembre en Cochabamba según la información del Equipo Tinku, ver:
http://www.nodo50.org/serpal/especial/19sep.htm
235
Felipe Quispe, en varias intervenciones púbicas, había insistido en convocar a Evo Morales a sumarse
al bloqueo de caminos que con algunas dificultades comenzaba en el Altiplano. Entre otras razones, el
“paralelismo sindical” creado entre Román Loayza y Felipe Quispe dentro la CSUTCB, dificultaría una
movilización conjunta: “Hubo unanimidad para pedir al dirigente cocalero Evo Morales, que se una y
respalde el movimiento que empezó el miércoles con una huelga de hambre”, “EL MALLKU PREPARA
LOS BLOQUEOS Y ANUNCIA UNA `GUERRA CIVIL`”, La Prensa, viernes 12 de septiembre del
2003.
184
más consistente, los días posteriores al 19 de septiembre emprendió una marcha a pie
hacia la ciudad de La Paz y el territorio aymara para expresar la solidaridad con las
familias de los caídos y contribuir a su lucha. 236 En los conflictivos y acelerados
momentos de octubre de 2003 ocurrió también el práctico rompimiento de los canales
de comunicación entre Olivera y Quispe, mantenidos hasta ese entonces pese a las
dificultades y desconfianzas que se habían producido, cuestión ésta que complicará
enormemente la posibilidad de emprender pasos políticos más claros tanto tras la caída
de Sánchez de Lozada, como en 2004 durante el gobierno de Mesa.
Pasemos ahora a reseñar lo que fue la expansión de la lucha aymara hacia la ciudad de
La Paz y la caída del gobierno de Sánchez de Lozada.
236
“El martes 30 –de septiembre- por la mañana salió de Cochabamba la marcha de la Coordinadora del
Gas, compuesta de 300 personas, que quería unirse solidariamente a los aymaras en Warisata. Encabezada
por el líder fabril (y vocero de la coordinadora) Oscar Olivera, esta marcha se conviritó en el primer
intento de articulación entre los diversos sectores que confrontaban al gobierno. Olivera, antes de iniciar,
dejó claro que los trabajadores se oponían a las políticas neoliberales, pero también al gobierno de
Sánchez de Lozada “que ahora pretende rifar lo único que nos queda a los bolivianos: el gas”. Los
cocaleros del Chapare se reunieron a su vez en un ampliado inmenso en Villa Tunari, a 300 km. de
Cochabamba, para decidir su propia agenda de bloqueos y otras movilizaciones, pero como su máximo
dirigente, Evo Morales, hacía un viaje a Ginebra en esos días, decidieron dejar las decisiones en suspenso
hasta el 10 de octubre.” (Gómez: 66)
237
Instituto Nacional de Estadística -Bolivia, 2002.
185
rural, comenzaron a habitar los agrestes parajes cercanos al “centro” de la ciudad de El
Alto, conocido como “la Ceja de El Alto”, haciendo aparecer una gran cantidad de
barrios y asentamientos nuevos. La velocidad con la que ocurrió el proceso de
“urbanización” ocasionó que las instituciones municipales fueran totalmente rebasadas
por las enormes y recurrentes oleadas de migrantes internos que llegaban a establecerse
en El Alto, en lo relativo a la provisión de servicios básicos y, en general, organización
de la vida urbana. Raúl Zibechi describe esta situación en los siguientes términos:
La trama urbana de El Alto es atípica y muestra la forma como se asentó
la población. Lo único que se mantiene del trazado primitivo de la ciudad
son las grandes vías de salida: las carreteras a Viacha, Oruro,
Desaguadero y Copacabana, y las grandes avenidas que conducen a esas
carreteras. Entre esas vías, aparece un conjunto de asentamientos o
urbanizaciones o barrios injertados formando una suerte de puzzle o
rompecabezas, que otorga al tejido vial una gran discontinuidad aunque
cada unidad es homogénea y tiene sentido por sí misma. Las piezas de
este rompecabezas son más de 400 urbanizaciones en las que se han ido
asentando los migrantes. A una escala mayor, puede diferenciarse entre
El Alto Norte y El Alto Sur: en la primera se asentó la población de las
provincias de Omasuyus, norte de Camacho y en general los que
provienen del norte del altiplano, mientras en el Sur se asentaron los que
provienen de Aroma, Pacajes y otras regiones sureñas del altiplano.
(Zibechi, 2006: 44-45). El subrayado es mío.
Hay igualmente, sobre todo en El Alto Sur, varios “barrios mineros” donde se
establecieron de forma más o menos compacta, los relocalizados de algunas minas
como Chojlla, Caracoles, etc. Esta forma de ocupar el espacio urbano, conformando
unidades más o menos “homogéneas y que tienen sentido por sí mismas”, tal como
señala Zibechi, constituye la base material y la trama organizativa sobre la cual se
desarrolló el levantamiento de El Alto en 2003. En relación a la forma de ocupar el
espacio Gómez señala lo siguiente:
Los alteños, migrantes asentados definitivamente y migrantes temporales,
guardan estrecha relación con sus comunidades. Barrios enteros de la
ciudad son espejos de las provincias del interior. La gran mayoría de los
pobladores de Villa Ingenio, por ejemplo, son orginarios de Achacachi y
Warisata, en la provincia Omasuyos. Respetuosos de las formas
organizativas, los vecinos eligen a sus dirigentes en asambleas generales
y abiertas, delegando en ellos la voz y el mando pero no todo el poder,
que puede ser revocado por el mismo mecanismo. También de las
provincias llegan a los hogares alteños decenas de productos agrícolas y
ganado para el consumo, y van para ellas alimentos procesados, zapatos,
ropas y herramientas necesarias [...] el flujo de personas y productos
escapa, medianamente, a la lógica mercantil: es básicamente resultado
186
del natural intercambio entre personas de la misma sangre, de la misma
comunidad (Gómez: 16).
En tal sentido, cada uno de los barrios que conforman la ciudad está organizado de
múltiples maneras –asociaciones deportivas, de padres de familia, fraternidades para las
distintas fiestas patronales, etc.- y, para fines tanto de ejecución de las tareas colectivas
relacionadas con el hecho de habitar un territorio –cavado de las zanjas para el drenaje,
levantado de los postes para la luz, construcción del cordón de acera, de las áreas
recreativas, etc.-; como de las funciones de representación y gestión de trámites ante la
Alcaldía, la población de los barrios se organiza en las llamadas Juntas Vecinales. 238
Estas agrupaciones son, en cierta medida, una especie de recreación urbana de la
autoridad tradicional y/o sindical de las comunidades rurales y, sobre todo en los barrios
con mayor presencia aymara, funcionan de manera similar a los sindicatos campesinos
de base. Por lo general, las funciones de las Juntas Vecinales consisten en organizar el
conjunto de tareas colectivas que los vecinos de El Alto tienen que cumplir como
“contraparte” de las inversiones que la Alcaldía hace en sus barrios. Pero, además, en
momentos de álgida confrontación con el estado, como en el año 2003, también se
constituyen como una especie de “microgobiernos barriales” tal como los llama Pablo
Mamani (Mamani, 2005).
Por otra parte, las Juntas Vecinales se organizan, a su vez, en la Federación de Juntas
Vecinales de la Ciudad de El Alto, FEJUVE-El Alto, fundada en 1979. En FEJUVE y
en la Central Obrera Regional de El Alto (COR-El Alto), afiliada a la COB, se han
articulado “una red de organizaciones barriales y sindicales fuertemente enraizadas en
bases territoriales ocupadas en la solución de necesidades básicas de la población.
Juntas de vecinos y gremios se han constituido como modos de autoorganización de la
población, por mano propia o mediante la canalización de demandas al poder central, (y
para) reivindicar la satisfacción de necesidades básicas” (Montoya y Rojas, 2004: 23).
Esta estructura vecinal de base no tiene atribuciones legalmente reconocidas en lo
relativo a la propiedad de los lotes que son poseídos a título personal por algún miembro
de la unidad doméstica que los habita. En cierto sentido, puede decirse que en El Alto
existe un “mercado inmobiliario” que se ciñe hasta cierto punto a lógicas de
funcionamiento más claramente mercantiles; aunque en muchos barrios un vecino que
quiere vender su predio, debe contar para ello con la autorización de la junta de vecinos.
238
Para mayor información sobre la estructura y formas organizativas de las juntas vecinales ver Montoya
y Rojas, 2004
187
En la medida en que todas las mejoras en el barrio y en el nivel de vida (acceso a luz,
agua potable y alcantarillado, pavimentado de las calles, etc.), por lo general se obtienen
a través de las gestiones que las Juntas Vecinales realizan ante la autoridad municipal
competente y con base en acuerdos de colaboración entre vecinos y funcionarios; es
decisivo que quien “compre” un predio asuma ante la Junta el compromiso de participar
en las obras colectivas. Es así que las Juntas Vecinales tienen no sólo una gran
importancia para los vecinos, sino que se mantiene –regulada sobre todo por la presión
social- la obligación de participar en ella del conjunto de la población de un
determinado barrio, como mecanismo para emprender de forma colectiva cualquier obra
o gestión de interés común. Este entramado organizativo de base, desparramado en los
cientos de barrios de la ciudad de El Alto, es lo que “hacia arriba” se engarza en la
estructura de la Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) condensando en ella una
amalgama de saberes prácticos que reconstruyen, modifican y conservan las técnicas de
rotación y obligación de las comunidades agrarias para llevar a cabo empresas
conjuntas 239 .
Ahora bien, durante largos años las dirigencias de las juntas vecinales fueron presa del
clientelismo partidario en la gestión de la vida urbana, lo cual introdujo profundas
disputas y fracturas entre barrios. Sin embargo, en septiembre de 2003 la estructura
organizativa y los saberes prácticos de FEJUVE se pusieron al servicio de la
movilización, tanto para la deliberación de los pasos a dar y los fines a obtener como
para, concretamente, organizar la ocupación de la ciudad de El Alto:
En el caso de la FEJUVE […] las decisiones para las movilizaciones de octubre
se las tomaba en ampliados de presidentes. En donde el comité ejecutivo
convocaba a estos ampliados a los cuales asistían todos los presidentes y los
delegados de las diferentes zonas. En allí se discutían las determinaciones y
tomaban las decisiones para actuar de forma pertinente y adecuada […] Cada
zona organizaba su manera de lucha, pero aquí se ha definido el bloqueo
principal porque ellos tenían que organizar su sistema de bloqueo […] si en una
junta […] hay mil habitantes, entonces 500 participaban al día y 500 alternaban,
era al menos en mi junta eso ha ocurrido” (Entrevista al Secretario de
Organización de FEJUVE, Julio Pavón, el 19 de julio de 2004, citado en
Montoya y Royas: 52-53).
Con estas someras explicaciones sobre los movilizados y sus formas de articulación en
mente, pasaré a describir los sucesos de septiembre-octubre en la ciudad de El Alto.
239
Diversos acercamientos a las prácticas cotidianas y a la historia de El Alto pueden encontrarse en la
Revista de Análisis de la Realidad de El Alto, AltoParlante, cuyo No.1 apareció en agosto de 2005.
188
Septiembre y octubre rojos: ¡Fuera Sánchez de Lozada!
Desde comienzos de septiembre la población de la ciudad de El Alto se había
movilizado contra los formularios catastrales “Maya-Paya” que, para los vecinos,
constituían una imposición por parte del entonces alcalde de la ciudad, José Luis
Paredes. 240 Las primeras marchas de protesta contra el “Maya-Paya” ocurridas desde los
primeros días de septiembre, terminaron en enfrentamientos con la policía.241 En los
debates previos y durante la marcha, también se hizo referencia a otros temas de interés
nacional como el rechazo al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y
contra la Ley de Seguridad Ciudadana, que incrementó el rechazo y la indignación de la
gente común contra los partidos políticos, el parlamento y el gobierno nacional.242 Cabe
señalar también la activa participación de la Central Obrera Regional de El Alto (COR-
El Alto) que llevó a cabo otra marcha –distinta a la convocada por la FEJUVE-, donde
la represión dejó un saldo de 6 heridos por la gasificación y enfrentamientos contra 200
policías que resguardaban la alcaldía, hacia donde se habían dirigido los agremiados
para exigir “hablar con el alcalde”. 243 Tras estas primeras marchas de protesta ocurridas
durante dos días seguidos, en asamblea de dirigentes vecinales, los alteños decidieron
ingresar a un Paro Cívico contra la medida impositiva del alcalde Paredes.
Durante esos mismos días y mientras las posibilidades de diálogo entre población y
gobierno se alejaban cada vez más, nuevos sectores comenzaron a participar y a
movilizarse: el “Estado Mayor del Pueblo” 244 anunció a principios de septiembre una
“guerra contra la salida del gas por Chile”.245 Los estudiantes de la Universidad Pública
de El Alto (UPEA) también iniciaron movilizaciones exigiendo autonomía para la
universidad, y posteriormente jugaron un papel muy importante en las movilizaciones,
240
Los formularios “Maya” y “Paya” –que significan respectivamente “uno” y “dos” en aymara-, eran
parte de un plan de revisión y regularización del catastro municipal por parte de la Alcaldía alteña,
tendiente, según temían los vecinos, a instaurar nuevos impuestos. A los alteños no les interesaba ni
estaban dispuestos, tal como insistieron una y otra vez, a que los “registrara” la Alcaldía.
241
La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003. La marcha del 1º de septiembre convocada por la
Federación de Juntas Vecinales contra el intento de registro catastral para el cobro de impuestos congregó
a una gran cantidad de gente; según las estimaciones de periódicos locales unas 30 mil personas
participaron, organizadas en torno a las más de 120 juntas vecinales alteñas. Además, en esa misma
marcha se perfilaron otros reclamos contra la contratación de una empresa de recolección de basura
(ENASA) en la ciudad de El Alto.
242
La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003.
243
“Violenta marcha en El Alto deja un saldo de 6 heridos”, La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003.
Ver también, (Medina,2007).
244
El “Estado Mayor del Pueblo” era el nombre de la intermitente y frágil coordinación que en algunos
momentos logró articularse entre Felipe Quispe, Evo Morales y Oscar Olivera, principalmente. La
reunión de ellos tres, junto a otros dirigentes medios de los distintos sectores y regiones a los que
pertenecen, ocurrieron sólo en momentos de gran confrontación y su persistencia fue efímera.
245
La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003.
189
tanto por su apoyo a la huelga de hambre de la CSUTCB y la Federación Tupak Katari
como por la resistencia a las tropas militares en octubre del 2003. 246 Por otra parte, en
esos mismos días Evo Morales propuso la realización de un “plebiscito sobre la venta
del gas”, en contraposición a un posible “referéndum no vinculante” del que comenzó a
hablarse desde el gobierno.
En las siguientes dos semanas de septiembre la movilización no decayó y más bien
continuó incrementándose. Dos marchas llegaron a la ciudad de La Paz durante esa
semana; una desde Huarina, en la región del altiplano, encabezada por la Federación
Departamental de Trabajadores Campesinos de La Paz “Tupak Katari” y otra desde
Caracollo, en la región de Oruro, que había sido organizada por la COB, la COR-El
Alto y a la cual se había plegado la dirección de la CSUTCB de Felipe Quispe. Los
participantes en las dos columnas expresaban así sus reivindicaciones:
[…] el rechazo a la venta del gas –a cambio piden industrializar el energético, en
el país-, la abrogación de la ley de seguridad ciudadana que penaliza las
protestas sociales, el rechazo al nuevo código tributario que dispone cárcel para
los evasores y el cumplimiento de los convenios de 72 puntos (firmados en 2001
– 2002), entre el gobierno y la CSUTCB en Pucarani y la Isla del Sol en los que
está incluida la dotación de mil tractores para los campesinos. 247
En tanto el gobierno eligió la represión como camino para disuadir la protesta social, el
temperamento colectivo continuó caldeándose y se fueron sumando cada vez más
contingentes a la movilización, combinando de manera compleja añejas
reivindicaciones locales con la más general exigencia de evitar la venta del gas por los
puertos chilenos. En el siguiente cuadro se resume una parte de tales acciones
colectivas:
246
La Prensa, martes 2 de septiembre del 2003.
247
La Prensa, Domingo 7 de septiembre del 2003.
190
Bloqueo de caminos Yungas Cotapata-Santa Bárbara,
disminución del costo anual
del “seguro obligatorio para
el autotansporte”.
15-16 de septiembre Comunarios de Omasuyos, Liberación de Huampu y
Reinstalación del bloqueo de Camacho, Huayna Capak, atención al pliego de 70
caminos (de manera diversa y Los Andes y Aroma puntos.
móvil esta medida continuó
hasta octubre de 2003)
18 de septiembre (jueves) Comunarios de provincia Liberación de Huampu y
Marcha masiva hacia La Paz Murillo atención al pliego de 70
puntos.
18 de septiembre Comunarios, transportistas y Igual que el anterior
Concentración y decreto de maestros
Paro Cívico en Achacachi
18 de septiembre Diversos sindicatos y Disminución del costo del
Paro de actividades asociaciones de transportistas
“seguro obligatorio para el
del departamento de La Paz
autotransporte”.
19 de septiembre La Paz: FEJUVE, El Alto “1.-Revisión de la Ley de
Movilización general en Cocaleros junto a Hidrocarburos,
defensa del gas y por las organizaciones de específicamente el Art. 7 que
múltiples reivindicaciones habla de la propiedad del
transportistas de Yungas.
sectoriales recurso natural en boca de
Central Obrera Boliviana y
pozo.
choferes del departamento de
La Paz. 2.- Industrialización del gas
Cochabamba: cocaleros, en territorio nacional. No
regantes y población en vender el recurso en su estado
natural.
general convocados por la
Coordinadora de Defensa del
3.-Plebiscito o referéndum
Gas para la elección de un puerto
de salida del gas”. 248
20 de septiembre (sábado) Masacre de Warisata y enfrentamiento a balazos entre
comunarios y militares cuando estos últimos intentan romper
el bloqueo. Masacre de la población cuando los militares
ocupan el pueblo.
21 de septiembre Comunarios de Sorata toman
el pueblo y queman las
oficinas de gobierno.
Desde el 21 de septiembre el bloqueo de caminos se A las demandas anteriores se
generalizó radicalizándose. añadieron dos más:
indemnización para los
asesinados y heridos de
Warisata y salida del ejército
de las comunidades aymaras.
*Elaboración propia con información de La Prensa y La Razón, Gómez, Espinoza y comunicados de las
organizaciones.
248
La formulación de estas tres demandas relativas a la explotación-exportación del gas ocurrió en
Cochabamba en el gran cabildo ocurrido el 19 de septiembre. Así lo informó la red informativa indymedia
ese mismo día.
191
de Distrito de La Paz, decidió poner en libertad provisional al dirigente campesino
Edwin Huampu que pudo volver a su comunidad. El gobierno intentaba por entonces,
“desinflar” el conflicto que amenazaba alcanzar nuevos bríos tras las muertes en
Warisata, cediendo en algunas de las demandas Sin embargo, el lunes 22 de septiembre
se produjeron nuevas detenciones sobre todo en los bloqueos de la ruta La Paz–Oruro.
Por esos mismos días, la COB llevó a cabo un ampliado en la localidad minera de
Huanuni, donde se resolvió convocar a bloqueo y movilización permanente a partir del
29 de septiembre. Por su parte, las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba
también anunciaron el inicio del bloqueo de caminos en la región del Chapare para el
día 29.
El domingo 28 por la noche, el Mallku hizo conocer que el diálogo con el gobierno
estaba roto y señaló que esperarían “unos días más por si el gobierno cambia de actitud,
si no vamos a retirarnos a nuestras comunidades a organizar el gobierno de los
indígenas, la nación del Qullasuyu”. Durante esa semana comenzó a generalizarse el
pedido de renuncia del presidente que, de ser una más entre las posibilidades que se
barajaban, se convirtió paulatinamente en grito unánime después de la masacre de la
ciudad de El Alto, la segunda semana de octubre. Por su lado, el gobierno comenzó a
insistir en que sólo admitiría negociaciones sectoriales y por demandas concretas,
rechazando la discusión sobre los puntos “duros” de la confrontación social: las
decisiones sobre el destino y usufructo de los hidrocarburos y, por supuesto, la renuncia
del Presidente.
En este clima de crispación se sucedieron movilizaciones y acciones de protesta en una
zona cada vez más amplia del Occidente del país, con bloqueos y marchas en caminos y
ciudades, mientras el gobierno intentaba dar al conflicto una solución militar,
reprimiendo las movilizaciones y deteniendo a dirigentes. El bloqueo de las rutas en el
Chapare se fue produciendo de manera intermitente.
La acción de fuerza final y decisiva que produjo la caída de Sánchez de Lozada provino
de la ciudad de El Alto donde se inició un paro indefinido a partir del 8 de octubre. 249
Se instalaron nuevamente bloqueos en las principales avenidas de El Alto así como en
casi todos los barrios. Los jóvenes de El Alto que se movilizaron el 8 y 9 de octubre
gritaban la consigna “Gas, constituyente, renuncia”, sintetizando lo que era común y
249
Una crónica detallada de los sucesos de El Alto, además de en (Gómez, 2004), puede encontrarse en
(Mamani Pablo, 2005). Pablo Mamani establece el 8 de octubre como el día de inicio del “levantamiento
de El Alto” hasta la caída de Sánchez de Lozada. Otra crónica que explora los múltiples esfuerzos de
unificación y movilización realizados desde la base puede encontrarse en (Mamani Julio, 2006).
192
más visible al conjunto de acciones de insubordinación (Gómez: 72). Es decir, para la
primera semana de octubre la población movilizada en su conjunto tenía claro que el
gobierno de Sánchez de Lozada era inadmisible y tenía que caer. Las otras dos
reivindicaciones: “gas y constituyente”, aludían, una vez más a los contenidos por los
que la población sencilla y trabajadora en Bolivia venía luchando desde 2000:
recuperación de la riqueza pública saqueada o de los bienes comunes enajenados; y
reorganización completa de las formas y modos de convivencia y regulación política en
el país, con énfasis creciente en la afirmación de la prerrogativa social de intervenir
directamente en la decisión sobre los asuntos públicos de mayor importancia.
En este agitado océano de confrontaciones y luchas, la escasez de alimentos y
combustibles en la ciudad de La Paz era cada vez más aguda. Así, bajo el argumento de
garantizar la provisión de gasolina, el gobierno decidió implementar, el día 12 de
octubre, un operativo militar para hacer llegar un convoy de carros cisternas desde la
Planta de Senkata, un complejo de procesamiento y almacenamiento de hidrocarburos
en el extremo sur de la ciudad de El Alto, hasta la ciudad de La Paz. Para ello, era
necesario que el convoy de cisternas acompañado por vehículos militares atravesara
toda la ciudad venciendo los innumerables obstáculos que la población movilizada
había colocado para asegurar sus bloqueos. Habiendo decidido optar por la “solución
militar” del conflicto, el gobierno firmó el 11 de octubre el llamado “ decreto de la
muerte”:
Artículo 1.- (Emergencia Nacional)
Declárase emergencia nacional en todo el territorio de la República para
garantizar el normal abastecimiento de combustibles líquidos a la población a
través del resguardo de instalaciones de almacenaje, asegurar el transporte de
combustibles por camiones cisternas y otros y la distribución y suministro de
estaciones de servicio por el tiempo de hasta noventa días.
Artículo 2.- (Orden expresa)
En cumplimiento de los artículos 7 y 11 de la Ley 1405 de 30 de diciembre de
1992, se ordena a las Fuerzas Armadas de la Nación hacerse cargo del transporte
en camiones cisterna y otros, resguardar instalaciones de almacenaje, poliductos,
estaciones de servicio y todo tipo de infraestructura destinada a garantizar la
normal distribución y suministro de combustibles líquidos a la población en el
Departamento de La Paz. A tal efecto el Ministerio de Defensa establecerá los
mecanismos necesarios para su ejecución.
Artículo 3.- (Garantías)
Cualquier daño sobre los bienes y personas que se pudiesen producir como
efecto del cumplimiento del objeto del presente decreto supremo, su
resarcimiento se encuentra garantizado por el Estado boliviano. 250
250
Decreto Supremo 27209 del 11 de octubre de 2003 firmado por Sánchez de Lozada y todo su gabinete.
193
Es decir, no sólo se establecía que las Fuerzas Armadas debían encargarse de hacer
llegar el combustible a La Paz, utilizando cualquier medio para vencer la resistencia de
la población; además, el Estado boliviano se comprometía a “resarcir” (sic) cualquier
daño “sobre los bienes y personas”, lo cual en aquellos días quería decir que los
militares destinados a proteger el abastecimiento de gasolina tenían “licencia para
matar”. Así lo entendieron y así lo hicieron.
El 12 de octubre por la tarde, la “orden” presidencial de abastecer de gasolina a La Paz
aplastando a la ciudad de El Alto bloqueada por sus habitantes fue acatada. Luis Gómez
reseña:
Eran poco más de las seis de la tarde cuando los vieron salir. Poco más de
trescientos soldados y decenas de policías custodiaban una caravana de cisternas de
gasolina. Desde el puente bajaron corriendo decenas de vecinos que custodiaban el
cruce: un poco más al sur, donde inicia la carretera a Oruro, vieron a los vehículos
iniciar su marcha por la avenida en medio de una nube de gas. Del depósito de
gasolina de Senkata, propiedad de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos, había salido un convoy de 24 cisternas, algunas tanquetas,
varios camiones de carga llenos de soldados y alimentos, algún automóvil... así
comenzarían las 36 horas de masacre por decreto que definieron el rumbo de la
contienda y provocaron la rabia incontenible de los alteños (Gómez: 78).
Lo que siguió fue la insurrección de la ciudad de El Alto cuyos habitantes, que durante
dos días combatieron contra el convoy militar, hicieron caer los puentes peatonales en
algunas avenidas, movieron viejos carros de ferrocarril para reforzar ciertos puntos de
bloqueo, cavaron zanjas en las avenidas principales, construyeron muros en las calles de
entrada a los barrios, hicieron guardias, cuidaron heridos y velaron muertos. También
destruyeron las instalaciones de la compañía de energía eléctrica Electropaz y las de
Aguas del Illimani, enfrentándose al ejército en una batalla desigual en la que se
produjeron 257 heridos y 63 decesos. 251
La heroica resistencia alteña modificó sustancialmente el escenario pues aceleró el
aislamiento, ahora también político, del gobierno del MNR. En los días posteriores a la
insurrección y masacre de El Alto la exigencia de renuncia de Sánchez de Lozada se
hizo general. Segmentos de la clase media urbana de La Paz comenzaron a movilizarse
251
Memoria Testimonial de la Guerra del Gas, coordinado por Verónica Auza, publicación financiada
por la Diócesis de El Alto, CEPAS-CARITAS y la Comisión de Hermandad, s/f. Entre los fallecidos 10
eran albañiles, 9 choferes y 7 obreros. Esta publicación, además de información documentada y precisa
contiene también narraciones de los protagonistas y una exhaustiva crónica de los 11 días entre el 8 y el
17 de octubre de 2003. Otros detalles interesantes, como descripciones de las acciones colectivas de
colgamiento de perros y de zorros blancos –representando los perros a los militares y el zorro al entonces
odiado Ministro del Interior, Sánchez Berzaín, apodado “el Zorro”- en algunas zonas de El Alto, pueden
revisarse en Mamani Julio, 2006.
194
del modo que pudieron, organizaron debates y concentraciones incluso en algunas
avenidas y plazas en el Sur de la ciudad, zona de habitación de los segmentos más
acomodados de la población. Posteriormente instalaron una huelga de hambre en una
iglesia en el tradicional barrio de Sopocachi donde participaron, entre otras, la ex
Defensora del Pueblo, Ana María Campero y el grupo feminista, Mujeres Creando. En
esos mismos días, el gabinete de Sánchez de Lozada comenzó a colapsar, diversos
Ministros de Estado fueron disimuladamente presentando sus respectivas renuncias. Por
su parte, las movilizaciones, bloqueos y marchas hacia La Paz y en otras ciudades,
continuaron de manera cada vez más potente y masiva durante toda esa semana hasta
que, finalmente, el 17 de octubre Sánchez de Lozada abandonó la residencia
presidencial de San Jorge en un helicóptero para ir a Santa Cruz y desde ahí abandonar
el país. Había renunciado el asesino.
De las tres exigencias sintetizadas en la consigna “gas, constituyente, renuncia”, la
primera en cumplirse fue la renuncia. Sánchez de Lozada renunció y ocupó su lugar el
hasta entonces vicepresidente Carlos Mesa. La población tenía la convicción de que
había dejado un mandato: Mesa sería presidente sólo si detenía la venta del gas en las
condiciones que su antecesor había pactado, si modificaba la ley de hidrocarburos.
Sobre la realización de una Asamblea Constituyente se abrió, por aquel entonces, un
espinoso tema de discusión: ¿debía convocarla el Estado o la población movilizada y
sus organizaciones podían convocar a una Asamblea Constituyente por sí mismas? La
lectura ex post de los sucesos de octubre muestran cómo aquí hubo una especie de
quiebre: la expulsión del presidente Sánchez de Lozada se transformó en un límite para
el avance del movimiento en la medida en que, de inmediato, se delegó en las manos de
Mesa, “el presidente cercado”, el cumplimiento de la “agenda” pergeñada en las calles y
en los caminos durante los meses previos.
Para concluir este capítulo vale la pena realizar una reflexión crítica sobre el contraste
entre la potencia y alcance de la rebelión y levantamiento en 2003 y los resultados
políticos de los dos años siguientes, que culminan con la llegada a la presidencia de Evo
Morales, en elecciones anticipadas. Para entender dicho contraste, vale la pena volver
con más detalle sobre las acciones y discursos de cada una de las fuerzas movilizadas
195
durante la tercera semana de octubre, que comienza con la Masacre de El Alto el día 12
y culmina con la caída de Sánchez de Lozada, el 17.
El 13 de octubre de 2003, es decir, cuando la sociedad boliviana en su conjunto aún no
salía de su indignado asombro ante la brutal represión desatada en El Alto, tanto la
CSUTCB, como la Coordinadora del Gas y el propio MAS hicieron conocer su voz a
través de documentos que se difundieron ampliamente mediante prensa escrita, radio y
en centenares de reuniones y asambleas. La revisión comparada de cada una de estas
posturas resulta ilustrativa de las preocupaciones y búsquedas de cada quien. Eran
momentos en los que todo parecía posible y la apuesta al porvenir estaba en marcha.
196
Pero el pueblo no tiene miedo ni doble cara. Es una sola palabra la que exige la renuncia del
sanguinario… El Alto no está solo. La Paz no está sola. Desde el Altiplano por varias vías
vienen hermanos y hermanas por la Cordillera, por las carreteras. Vienen a dar su apoyo moral
y material a los combatientes alteños que ya han resistido la muerte de más de 30 hermanos y
decenas y decenas de heridos desde el día 9 de octubre […] Vienen con el mandato de tres
puntos:
- Sitiar a la ciudad de La Paz por todas sus entradas;
- No permitir el ingreso de nuevos militares que van a reprimir y matar;
- Realizar velorios públicos en las plazas de los sectores que tuvieron caídos.
El contraste entre las tres posturas es elocuente; refleja tres distintas maneras de mirar y
tomar posición ante lo que se iba configurando como la mayor confrontación social en
Bolivia desde la revolución de 1952. La postura de la CSUTCB, en tanto cabeza
articulatoria de la mayor fuerza de movilización desde septiembre, centra su llamado en
la conducción inmediata y efectiva del conflicto expresando de manera sintética lo que
ya estaba sucediendo –velorios públicos y masiva concurrencia a La Paz desde las
provincias. Adhiere a la exigencia de renuncia de Sánchez de Lozada y no dice nada en
relación a la manera en que se puede recuperar el gas o sobre la perspectiva política
expresada en la consigna de Asamblea Constituyente.
197
La postura de la Coordinadora del Gas, por su parte, centra la atención en la única salida
política que se vislumbraba entonces para el conflicto: renuncia de Sánchez de Lozada y
respeto a la sucesión constitucional del vicepresidente Mesa. Además, pone énfasis en
señalar el conjunto de pasos que ese gobierno “constitucional” deberá cumplir
modificando puntos centrales de la legislación sobre hidrocarburos. En tal sentido, el
documento propone un camino por donde el conflicto pueda continuar: que se cambie el
presidente y que el nuevo cumpla con lo señalado desde la sociedad.
Finalmente, el documento político emitido en esa misma fecha por el MAS se esfuerza
básicamente por fijar su postura estratégica: no se puede arriesgar “el proceso
democrático” el cual debe ser “enriquecido”; adhiere a la exigencia de renuncia de
Sánchez de Lozada y coloca como central para la transformación política la realización
de una Asamblea Constituyente.
En relación a los contrastes entre las tres posturas, vale la pena destacar un frecuente
mecanismo político-discursivo, mediante el cual de distancian y contraponen posiciones
que hasta un cierto momento logran ámbitos de cooperación y sintonía: la parte más
radical del movimiento en 2003, la constituida por la articulación en lucha de las
comunidades rurales aymaras y los barrios urbanos de El Alto, siendo además la que
soportaba los mayores niveles de represión estatal, se concentra en los aspectos de la
conducción operativa del conflicto, anima a los que están en la primera línea de
combate con la pronta llegada de refuerzos y, en términos de las posibilidades políticas
del momento, únicamente señala que a Sánchez de Lozada hay que hacerlo caer. Por su
parte, entre la postura de la Coordinadora y la del MAS se va perfilando con nitidez la
escisión y privilegio diferenciado entre los aspectos “políticos” y los aspectos
“económicos” –o estratégicos, de fondo, según se considere- en el conjunto de
exigencias de los movilizados. Si la Coordinadora pone el acento en la cuestión del gas,
en la necesidad de que se diagrame un camino para recuperar lo saqueado, de tal manera
que la voluntad social expresada en calles y caminos logre avanzar; el MAS prefiere
centrarse en la cuestión más claramente “política” –en el sentido tradicional- que estaba
en disputa: lo relativo a la Asamblea Constituyente.
Resulta comprensible, además, que a partir de estos tres documentos, los interlocutores
y aliados potenciales de cada una de las fuerzas en pugna sean distintos. La CSUTCB
habla directamente a los comunarios movilizados; la Coordinadora busca nuevamente
detonar un proceso de deliberación entre la población en su conjunto y el MAS hace
guiños a todos aquellos interesados en organizar una Asamblea Constituyente más o
198
menos formal para una reconstrucción institucional en momentos de colapso de
cualquier orden heredado. Uno de los principales destinatarios de las señales de Morales
era, justamente, Carlos Mesa, tal como quedará claro en el capítulo siguiente.
Por otro lado, en relación con los dos temas centrales que expresaban las aspiraciones
más generales de transformación social en aquel octubre de 2003, además de la renuncia
del presidente: Asamblea Constituyente y recuperación de los hidrocarburos; había
también posiciones contrapuestas y significados contradictorios asociados a tales
consignas. En el siguiente cuadro resumiré algunas de las diferencias con que se
expresaban las distintas perspectivas de transformación social:
253
En una entrevista a Felipe Quispe, realizada a finales de 2003, a la pregunta sobre las diferencias entre
su postura política en relación a la del MAS, Quispe centra la atención sobre todo en los “métodos de
lucha”, lo cual es ilustrativo de la dificultad para formular y comunicar sus intenciones políticas:
“Pregunta del entrevistador: ¿Se trata de posiciones tan irreconciliables?
Respuesta de Quispe: Sí, porque el MAS sólo aspira a llegar al gobierno por la vía pacífica, en cambio
nosotros queremos llegar al poder por la lucha armada. Si bien ahorita estamos inmersos en el campo
democrático, eso es algo simplemente temporal, táctico-estratégico”. www.libertaddigital.com
199
la Coordinadora. En diversas pública de aquello que se
oportunidades tanto Olivera modificaba y se incorporaba.
como sus aliados discutieron La otra idea clave era
sobre la posibilidad de lanzar habilitar el “control social”.
una convocatoria a Asamblea Bajo esta pauta se lograba
Constituyente por cuenta disputar, aunque fuera de
propia, aunque nunca la manera lenta y paulatina, la
llevaron a cabo.
titularidad de la soberanía
social: se avanzaba fijando
con claridad aquello que
NO se permitiría a ningún
gobernante.
Seis Federaciones del “Asamblea Constituyente” “Recuperación de los
Trópico (cocaleros), Evo convocada por el Estado hidrocarburos”.
Morales, Román Loayza y donde se combinara la Anulación de la Ley 1689
CSUTCB paralela, MAS, representación política y sustitución por otra Ley
ONG´s y aliados. partidaria y no partidaria. promovida por el MAS,
centrada en el aumento de
los impuestos a las
corporaciones.
Lo que queda claro en el anterior cuadro son las diferencias de fondo entre las distintas
voces y posturas que participaron en el levantamiento de octubre de 2003, así como
algunos de los problemas que, a la larga, resultaron insuperables. El gobierno de Carlos
Mesa, tras tomar posesión de la presidencia, tendió puentes hacia las posturas del MAS,
el cual tenía una importante representación parlamentaria. Cómo se comenzó a limar el
filo de estas aspiraciones colectivas de transformación social y política será el tema del
siguiente capítulo.
De momento, vale la pena realizar un primer ejercicio de elaboración de conclusiones
provisionales sobre la “capacidad emancipativa” de las acciones de antagonismo y
transformación de los levantamientos bolivianos entre el 2000 y el 2003. Sobre todo
porque los sucesos de octubre pueden leerse como uno de los puntos más álgidos de
despliegue del antagonismo social, de mayor cohesión en el enfrentamiento y en la
disputa sobre la prerrogativa de decidir sobre el asunto público que protagonizaron los
diversos hombres y mujeres movilizados e insurrectos. En tal sentido, antes de revisar lo
que efectivamente sucedió entre 2004 y 2005 me parece pertinente reflexionar acerca de
i) por qué sucedió lo que sucedió; ii) lo que podría haber sucedido; y este ejercicio no es
tanto una acción de imaginación o especulación sino de reflexionar con cuidado sobre lo
que la población movilizada efectivamente consiguió hacer, aun si después declinó en
sus acciones o modificó el sentido de sus esfuerzos y búsquedas.
200
En la Introducción de este trabajo, formulé el siguiente razonamiento que está en la base
de mis argumentos: “La capacidad emancipativa de los movimientos de
insubordinación, tanto de aquellos que surgen básicamente a partir de acciones de
confrontación, como de los más estables que tienden a instaurar también formas de
regular la satisfacción de las necesidades cotidianas de otra manera, se puede apreciar a
partir de su posibilidad de pasar con mayor o menor fluidez de la autogestión de la vida
cotidiana al antagonismo y viceversa. Lo decisivo, al menos en términos teóricos, en
relación a su capacidad emancipativa está en rechazar asumir el punto de vista de la
totalidad -que es la mirada estatal y, en última instancia, del capital-, manteniendo a flor
de piel la expresión de la inagotable calidad particular de la lucha de cada quien”,
además de perseverar en el “éxodo semántico” del significado que el Estado intenta
asignar y fijar a las acciones colectivas. Con esto en mente, puede afirmarse, en relación
a i) que, algo que resulta muy claro es que en 2003 se llegó a un punto en el cual lo que
seguía era una guerra civil generalizada, en donde la victoria de cualquiera de las dos
fuerzas confrontadas –población vs. gobernantes- era incierta. En tal sentido la caída de
Sánchez de Lozada ocurrió, fundamentalmente, a) gracias al esfuerzo de lucha
desplegado por los hombres y mujeres aymaras del campo movilizados en el bloqueo de
caminos; b) a partir del sentido general, compartido por una gran parte de la ciudadanía,
de oposición y rechazo a cierta forma de explotación de los hidrocarburos: y c) por la
insurrección generalizada en la ciudad de El Alto.
Sin embargo, para el desenlace que se produjo en octubre fue decisivo, igualmente, que
una gran parte de las clases medias y de las elites económicas se convencieran de que la
manera en que Sánchez de Lozada y su gobierno pretendían conducir el país era ya
insostenible. Asimismo, fue decisivo para el curso de los eventos posteriores, también,
que el MAS se hubiera colocado ya, para ese entonces, como segunda fuerza electoral
de Bolivia tras las elecciones de 2002 y que sus intenciones privilegiaran, más allá de
los discursos y ciertos momentos de confrontación, tanto la preservación del “proceso
democrático” como la realización de una Asamblea Constituyente auspiciada desde el
Estado. Estos dos elementos son inseparables: amplios segmentos de las clases
dominantes comprendieron en octubre de 2003 que se estaba avanzando por un camino
sin retorno en la confrontación social, que podía ser muy peligroso para la conservación
de sus propios privilegios, por lo cual era necesario, antes que perder más, sacrificar a
uno de los suyos. Las clases medias, por su parte, encontraban que a través del MAS
podían ampliar sus márgenes de influencia sin tener que dialogar, negociar o
201
directamente subordinarse a lo que fueran proponiendo los aymaras movilizados o las
fuerzas móviles de la Coordinadora del Gas.
Por otro lado, la fuerza social-comunitaria y barrial aymara que para entonces tenía gran
influencia en otras organizaciones tradicionales de Bolivia, como la COB, la COR-El
Alto y varios otros organismos sindicales, continuó desplegando, en condiciones de
creciente dificultad por las pugnas internas que para 2003 habían aflorado ampliamente
entre ellas, una estrategia tanto de movilización y repudio a las políticas
gubernamentales; como de ejercicio directo de soberanía, es decir, de autonomía en la
solución de los más variados temas. La Coordinadora del Gas, por su parte, continuó
tenazmente impulsando un camino parecido al transitado tras la Guerra del Agua:
convertir en central la prerrogativa civil de fijar la agenda pública y de decidir sobre los
asuntos que a todos incumben: recuperación del gas y constituyente como
complementos de la renuncia de Goni.
Ahora bien, si el momento de la movilización y el levantamiento sólo puede entenderse
indagando en la producción de gigantescos esfuerzos cooperativos –donde hasta cierto
punto se moderan y disimulan las rivalidades y competencias entre posturas y facciones
políticas- para obtener determinados fines; en tiempos de atenuación de la
confrontación, esto es, en los episodios de relajamiento en el despliegue del
antagonismo tras un lapso de enorme tensión de las fuerzas sociales, afloran con
virulencia los rasgos competitivos y las rivalidades entre posturas políticas distintas.
Esto sucedió claramente en la cada vez más irreconciliable relación entre las fuerzas
sociales afines a Felipe Quispe y a Evo Morales; donde, además, la presencia de Oscar
Olivera como posible bisagra, comenzó a perder el ímpetu anterior: Morales se
distanciaba de Olivera por su sistemática negativa de aceptar alguna candidatura a algún
cargo público por parte del MAS; mientras que Quispe, quien a partir de 2004 comenzó
a perder su influencia política, despreciaba y criticaba acremente a Olivera –como a casi
todos los demás dirigentes y voceros, hasta quedarse aislado e impotente en 2005-
acusándolo de las cosas más descabelladas.
Por otro lado, hasta 2003 las demandas más importantes, las consignas más claras y con
mayor capacidad de movilización habían buscado, fundamentalmente, establecer vetos a
la decisión y acción gubernamental sobre diversos temas, abriendo caminos para la
autonomía de facto de las comunidades, sindicatos, barrios y distritos sobre los asuntos
más relevantes para cada quién; esto es, las aspiraciones profundas de las luchas giraban
en torno al anhelo y decisión local y/o sectorial de “colocar” al Estado y a los
202
gobernantes en un sitio distinto al que institucional y legalmente ocupan: el de
“mandantes”. Al hacer esto una y otra vez durante los años de rebelión y levantamiento,
rechazaban y abandonaban, por la vía de los hechos y de manera colectiva aunque local,
el papel de obedientes. Se trataba pues del “desplazamiento” local del gobierno tanto
limitando su capacidad de imponer como cuestionando su potestad de hacerlo.
Recapitulando las exigencias sociales más profundas y reiteradas durante los casi cuatro
años de luchas analizados hasta aquí, encontramos que estas versaron en torno al
despliegue particular y negativo de específicos “vetos” sociales que consiguieron
descolocar al poder, ya sea por la vía de impedirle llevar a cabo sus decisiones políticas,
como por el camino de su desconocimiento local de hecho:
- No a la Ley de Aguas,
- No a la Ley de Tierras, ni al “saneamiento” conducido por el Estado
- No a la erradicación de la coca
- No al formulario Maya-Paya 254
254
Otras dos demandas particulares en esta misma dirección eran: “no al seguro obligatorio”, esgrimido
por los choferes y el general: “no a la elevación de los impuestos”.
203
¿Intento sostener, por si acaso, que en aquellos momentos estuvo mal, “fue una
claudicación”, detenerse en la elección de Carlos Mesa como reemplazante de Sánchez
de Lozada, tal como dicen una y otra vez ciertas corrientes troskistas? Por supuesto que
no. Mi lectura de los acontecimientos es absolutamente contraria a tales posturas.
Más bien, lo que me interesa discutir en tanto considero que, efectivamente, fue una
debilidad que a la larga limitó la capacidad emancipativa de los levantamientos y
movilizaciones, es la cuestión de que después de octubre de 2003 no se perseveró con la
tenacidad que el momento requería en el horizonte de sentido que, hasta cierto punto,
Felipe Quispe comenzó a bosquejar: “Mesa es un presidente que tiene que cumplir lo
que nosotros hemos decidido” y si no, “volvemos a quitarlo”. Argumentemos un poco
más sobre esto.
He mencionado ya que en momentos cúspide de despliegue del antagonismo social –
como fue sobre todo, octubre de 2003- se repudian y ponen en crisis al menos tres de
los pilares básicos de la síntesis estatal:
iv) El monopolio de la decisión sobre las cuestiones fundamentales del asunto
público en manos de los dominantes.
v) Los cimientos de la relación mando-obediencia dentro de la sociedad que se
erige, básicamente, sobre la creencia social en la legitimidad del monopolio
anterior. Tales cimientos se asientan en las estructuras simbólicas profundas del
imaginario social que habilitan y hacen reconocer como aceptables ciertas
formas de dominación, es decir, la relación mando-obediencia que se hunde en
las divisiones étnicas y genéricas drásticamente jerarquizadas, más íntimas de un
conjunto social.
vi) Las formas de organización política, el andamiaje normativo y administrativo de
la vida social para resolver las necesidades fundamentales del conjunto de la
población admitido en la anterior síntesis social
Los dos primeros pilares se vieron drásticamente interpelados y cuestionados entre 2000
y 2003; el tercero logró resistir a los embates de la movilización popular introduciendo
cambios en su propia regulación. Vayamos con más detalle sobre esto: en 2003 se
respetaron las reglas dominantes para el cambio político “de emergencia” consagradas
en la propia regulación boliviana. Sin embargo y pese a tal “respeto” a lo instituido,
anidaba en la acción lograda la certeza de haber invertido uno de los fundamentos del
orden de mando liberal: la delegación de la soberanía social. Es decir, mucho más que
por el voto, la población entendía –y Felipe Quispe lo decía- que Mesa estaba sentado
en la silla, sobre todo, porque ellos así lo decidían. Y si no hacía lo que la población
204
había decidido, en sus manos estaba la posibilidad de nuevamente destituirlo. 255 Claro
que invertir los mecanismos del mando político no resulta tan sencillo como esgrimir
una convicción 256 , tal como discutiremos en el siguiente capítulo.
Por otro lado, en relación a todas las demás cuestiones de interés local sobre todo para
aymaras rurales y urbanos, cocaleros, regantes y usuarios de agua en distintas partes de
la geografía boliviana, los hombres y mujeres organizados en sus distintos cuerpos de
agregación –comunidades, sindicatos, comités, etc.- conservaron una gran fuerza local
habilitando tensamente una especie de interregno autonómico fáctico que, sin embargo,
no logró conceptualizarse como una estrategia de emancipación en marcha. Esto es, si
bien la fuerza de la movilización, la energía social desestructurante derrochada hasta
2003 puso fin a un gobierno insoportable y cambió sustancialmente los términos de lo
socialmente necesario y deseable, no reforzó ni amplió el horizonte de sentido de la
transformación social en marcha inaugurado desde 2000, en la Guerra del Agua.
En 2003 hubiera sido necesario, según mi postura, volver a hilvanar una narrativa
autónoma de los acontecimientos, de los logros alcanzados y de los todavía no
conseguidos, de los nuevos fines emancipativos de transformación social que hasta
entonces habían aflorado, con la cuestión de la autonomía fáctica y las posibilidades de
autogobierno local como centro del argumento. Es decir, en aquel año decisivo hubiera
sido muy útil construir una versión abierta de lo alcanzado y pensar los nuevos sucesos
de transformación social local posibles con una perspectiva ni estado-céntrica ni acotada
a una comprensión de lo “universal-afirmativo” como lugar por antonomasia del poder.
Pues el poder que brota desde ese lugar de emisión es, únicamente, el poder del estado
en alguna versión. Dicho de otro modo, en vez de teorizar sobre los “límites de lo
realizado” admitiendo la normatividad estatal como frontera inapelable de la propia
lucha social, la cuestión era intentar iluminar las nuevas posibilidades de expansión de
la lucha desde los bordes, a partir de entender la capacidad de irradiación de los
múltiples antagonismos negativos y particulares que continuaron desplegándose, aunque
siempre atravesados por la fuerza de gravitación emitida por el discurso de la
transformación centrada en lo estatal, tanto como práctica concreta y, sobre todo, como
horizonte de posibilidad.
255
El comunicado de la Coordinadora del Gas del 13/X/2003 citado anteriormente presenta argumentos
que tienen esta misma lógica interna.
256
Agradezco a Adolfo Gilly por hacerme notar que el “mando político” no es más que uno de los rasgos
del ejercicio del poder, aunque uno de los más importantes.
205
No quiero, ni por un instante, explicar los sucesos por las ausencias que pudiera
encontrar en el curso de su despliegue. Me interesa, eso sí, hacer notar desde ahora la
ausencia de una reflexión más profunda sobre las posibilidades abiertas en Bolivia tras
octubre de 2003 en virtud de la importancia para la emancipación de la formulación de
un horizonte utópico, del peso y repercusión de contar nítidamente con una perspectiva
todavía-no alcanzada, pero deseada, imaginada y susceptible de deliberación y
construcción colectiva. Señalo y reitero, además, que dicha perspectiva, para ser
emancipativa, necesariamente hubiera tenido que ser hilvanada desde la multiplicidad,
negativa y particular, de la polifónica lucha social de aquellos años. El camino de la
“sustitución” del grupo social en la cúspide del mando político, bajo la premisa de que
lo políticamente decisivo es la ocupación del lugar de enunciación universal y
afirmativo, como en casi todas las experiencias del atormentado y convulso siglo XX,
una vez más se va mostrando como estafa, como amarga contra-finalidad que impregna
todo de desilusión y desencanto.
Vale la pena proseguir con el recuento y análisis de algunos sucesos de los años
posteriores, a fin de ampliar la discusión sobre de las dificultades con que se topan las
perspectivas emancipativas porque, tal como con frecuencia y socarronamente comenta
Adolfo Gilly, en la lucha de clases “el otro lado también juega”.
Capítulo V
El confuso 2004: reacomodos y “equilibrio catastrófico”
206
civil, tras la muerte de casi 100 personas y de innumerables heridos graves. 257 La
estructura de las Cámaras de Diputados y de Senadores, organizada con base en las
elecciones generales de 2002, continuó igual.
En la enorme concentración de comunarios aymaras en el centro de La Paz el lunes 20
de octubre, organizada para festejar y exhibir su fuerza antes de volver a sus
comunidades, ayllus y markas, el presidente Mesa se presentó sin haber sido invitado.
La gente lo aceptó, le permitieron subir a la tribuna y le plantearon, entre otras muchas,
la demanda popular que había unificado al movimiento: “¡El gas es nuestro!”. Carlos
Mesa se comprometió en ese momento no a cumplir con lo que la población toda había
demandado los días de la rebelión, sino a organizar un referéndum para que
“democráticamente”, se decidiera sobre el “destino” de los hidrocarburos. Felipe Quispe
señaló entonces que la CSUTCB le daba 3 meses de “tregua” para que hiciera su
trabajo. 258 En tal contexto, una cuestión fundamental que quedó imprecisa y abierta fue
establecer con mayor claridad cuál era el trabajo de Mesa. Por un lado, estaba en el
centro del debate la posibilidad o no de “expulsar” a las transnacionales petroleras de
257
Oscar Olivera, en entrevista realizada a finales de 2003 señala: “Yo sí creo que (la renuncia de Goni)
era una demanda básica, fundamental; que no ha sido, digamos, lo mejor que podría haberse pedido,
porque sabíamos, por experiencia del pueblo, que cambiar las cabezas no cambia nada, si no se cambia la
estructura económica, la estructura política, para poder cambiar las condiciones de vida de la gente aquí.
Pero creemos que en ese momento, para evitar, quizás, mayor derramamiento de sangre y evitar un mayor
esfuerzo humano, que ya era bastante prolongado, es que se planteó esta demanda, que creo que es una
demanda que fundamentalmente vino de los sectores medios. Quizás, producto del temor que el país
pueda entrar en una escalada de violencia muy grave, que evidentemente fue apoyada por los sectores
populares, eso no lo podemos negar. Una especie de demanda por los crímenes que hasta ese momento se
habían ido cometiendo”. Puede escucharse el audio en http://www.bolivia.indymedia.org/.
258
En entrevista a Felipe Quispe, realizada por Ximena Ortúzar y publicada el 26 de octubre por La
Jornada, el dirigente aymara señaló lo siguiente:
- (Nosotros, a Carlos Mesa) le dimos 90 días para que revise las leyes, estudie las demandas y nos
cumpla. En el aniversario de la fundación de La Paz (20 de octubre) nosotros nos concentramos en un
cabildo abierto en la plaza histórica San Francisco. De pronto apareció en la concentración Carlos Mesa,
sin que nadie lo hubiese invitado. O quizás algunos dirigentes con los que ha tenido contacto directo lo
invitaron. Pero yo no sabía que iba a estar en ese acto. Entonces, en su presencia, le hemos dado 90 días
de plazo. En ese lapso vamos a entrar en un proceso de diálogo para que se cumpla lo que hemos
planteado a Carlos Mesa y su gobierno.
-¿Y si no cumple?
-Entonces estaremos obligados a salir nuevamente a la vera de los caminos para cortarlos, cortar las
carreteras, cortar la entrega de nuestros productos agropecuarios, estrangular la ciudad. Y otras ciudades
también se levantarán, como lo hicieron en octubre y septiembre.
-¿Cree que Carlos Mesa podrá cumplir las demandas?
-Más vale que las cumpla, porque sólo así podríamos lograr vender nuestros productos agropecuarios en
buenas condiciones y lograr estabilidad para los campesinos
-¿Están ustedes de acuerdo con la consulta popular acerca de la venta de gas? […]
-Veremos cómo viene esa consulta.
-¿Participarían ustedes en una Asamblea Constituyente?
-No. No es nuestro plan ni es un proyecto del MIP. Los indígenas de hoy no estamos por refundar
Bolivia; vamos a plantear la reconstitución del Qullasuyu, y autodeterminarnos como nación indígena en
la república del Qullasuyo. Lo demás es como decir "como la ropa está muy vieja, vamos a ponerle unos
parches". Aquí hay que cambiar todo, incluyendo el nombre de este país.
207
manera análoga a como se había hecho durante la guerra del agua con la Bechtel; otra
opción consistía en la “modificación de los contratos” entre el Estado y las petroleras,
que podía abarcar lo relativo a la gestión y al usufructo de los hidrocarburos por vías ya
sea de política fiscal –aumento de impuestos- o ampliando las maneras de intervención
estatal en la gestión y administración de las empresas –destino de la producción,
fijación de los precios, etc. Sin embargo, entre el conjunto de fuerzas movilizadas no
había consenso sobre qué debía hacerse; de tal manera que fue justamente sobre esta
ausencia donde Carlos Mesa, i) cimentó su política de recuperación mínima de la
estabilidad estatal y de la prerrogativa de mando del gobierno; y ii) acotó las
posibilidades de la expansión de la confrontación social, recapturando simbólicamente
para el Estado la potestad de traducir el significado de las aspiraciones sociales de
transformación y reinstalando a la población movilizada en el lugar de obediente y
demandante en relación a las cuestiones y decisiones más importantes y a nivel
nacional. 259
Resultó entonces que las palabras de Felipe Quispe –similares, en términos muy
generales, a la postura de Oscar Olivera- en relación a que Carlos Mesa “tenía 90 días
para hacer su trabajo”, exhibían una debilidad extrema pese a la vigorosa energía social
que continuaba siendo derrochada en la Plaza de San Francisco, en tanto no establecían,
no fijaban, aunque fuera a grandes rasgos, los pasos que el flamante presidente Mesa
tenía que seguir. En la entrevista de Quispe citada anteriormente esto se hace palpable:
“le dimos 90 días para que revise las leyes, estudie las demandas y nos cumpla…”: es
él, el presidente Mesa quien tiene que “revisar las leyes”, “estudiar las demandas” y
“cumplir”. 260 En la formulación se percibe el esfuerzo que hace Quispe por invertir los
términos de la relación sociedad-gobierno: “es él –el nuevo presidente- quien tiene que
sujetarse a nosotros”; y simultáneamente, se observa la imposibilidad de afianzar tal
quiebre simbólico: es el presidente quien revisará las leyes y “nos cumplirá”, bajo
amenaza de hacerlo caer. Es decir, si bien hay un esfuerzo nítido por invertir uno de los
pilares del orden liberal del mando, la delegación de la soberanía social, no se persevera
en ello y se hipoteca parcialmente tal soberanía social, afianzada en octubre de 2003 en
259
Una expresión utilizada por Mesa en aquella temporada, en torno a la amplia deliberación pública que
sobre el tema del gas se había generado y se profundizó todavía más, era “no se puede gobernar a un país
de 8 millones de expertos en temas de gas”.
260
Oscar Olivera y algunos miembros de la Coordinadora del Gas tenían mucha más claridad en relación
a la necesidad de acotar la posibilidad de maniobra de Mesa estableciendo, desde la sociedad, con la
mayor nitidez posible elementos relativos a las “formas” de la recuperación de los hidrocarburos. Sin
embargo, tenían muchísima menos fuerza social real –el “alcance práctico” de sus posiciones era
claramente menor.
208
las incontables acciones de fuerza desplegadas por cientos de miles de personas, en las
decisiones que tome el nuevo presidente para “cumplir”… ¿con quién?, ¿con qué?,
¿cómo? Esto quedó vacío.
A partir de ese momento el ritmo del Pachakuti comenzó a variar: si hasta ese momento
el compás había sido marcado, en forma de un crescendo sinfónico, por las sucesivas
oleadas de levantamiento y movilización; ahora el pautado del tiempo se modificaba. El
gobierno de Mesa trataría de poner en marcha su propia melodía, comenzando por re-
establecer versiones remozadas de los viejos ritmos estatales. Así, en 2004 los ritmos
del Pachakuti atenuaron su fuerza; se inició el tortuoso y tenso camino de disputa por
clausurar el horizonte del sentido que había despuntado en 2000 cuando gran parte de la
población centró sus esfuerzos de maneras variadas y heterogéneas colocando en el
centro de la pugna política de la época las cuestiones acerca de i) quién decide sobre el
asunto público; y ii) la recuperación colectiva de la riqueza social. Por supuesto que tal
horizonte de sentido no se clausuró de un portazo; es más, en Bolivia hasta ahora -2007-
todavía no está cerrado. Sin embargo, el 2004 fue un año en el cual las cuestiones
fundamentales de la disputa política y social, aquellas que habían abierto el cauce a la
movilización generalizada de la población trabajadora, comenzaron a ser desplazadas,
su significado se vio restringido y limitado por nuevas formas de contención y
entorpecimiento para volver a aflorar, en un nuevo escenario, a mediados de 2005. Todo
esto podremos comprenderlo si volvemos a centrarnos en el modo cómo continuó
discurriendo el antagonismo: del arrinconamiento temporal de las luchas a niveles
locales cada vez más radicales, pero sin la cualidad expansiva del antagonismo
desplegado hasta entonces; a los sistemáticos esfuerzos estatales por recuperar la
capacidad de mando.
En los últimos meses de 2003 la gente volvió a sus comunidades y barrios y, en algunas
regiones rurales comenzaron, o se reforzaron las tomas de tierra. En el sur de La Paz,
por ejemplo, desde junio de 2003 el Movimiento sin Tierra había ocupado terrenos
agrícolas de la hacienda Collana exigiendo la entrega de tales predios, pertenecientes a
la familia Iturralde de la esposa de Sánchez de Lozada, a la comunidad. 261 Tras la caída
261
Bolpress, 30 de junio de 2003. Para los detalles de este conflicto puede revisarse el texto, (Fundación
Tierra,2003).
209
del presidente, los comunarios volvieron a movilizarse afianzando su posesión de los
terrenos en disputa. En la prensa del 29 de octubre se registra esta noticia:
La toma (de Collana) fue pacífica y los dirigentes de los campesinos aceptaron dialogar
con las autoridades encargadas del "saneamiento" de la propiedad de extensos predios
ubicados en el área rural paceña, pero que son acusados de no imponer celeridad en los
procesos o favorecer a los empresarios hacendados que utilizarían la tierra para "engorde",
es decir para especular con el precio sin darle utilidad.
Hasta ahora se desconocen los avances de esta negociación entre
campesinos y representantes del gobierno para solucionar el problema de la
hacienda Collana. 262
262
Bolpress, 29 de octubre de 2003. “Bolivia: comienzan tomas de tierras de ex autoridades”. Unos meses
más tarde, en junio de 2004, los comunarios de Ayo Ayo, que es el municipio donde se encuentra la
hacienda Collana, lincharon al ex alcalde Benjamín Altamirano, acusado de malversación de fondos y de
estar aliado a los enemigos de la comunidad, y defendieron su derecho a ejercer la “justicia comunitaria”.
Durante junio de 2004 se dio en los medios de comunicación un álgido debate entre dos posturas: la
“obligación” de Carlos Mesa y su gobierno de restablecer la autoridad en esa población sometiendo a los
comunarios al orden estatal y, por otro lado, la decisión de los comunarios de recuperar las tierras
arrebatadas y ajustar cuentas con quienes, a nivel local, se opusieran a tal propósito. Sobre esto puede
leerse, Indymedia-Bolivia, “La historia y la justicia en Ayo Ayo”, 24 de julio de 2004
263
Indymedia-Bolivia, 24 de julio de 2004
210
ese momento sumergidos en los laberintos burocráticos de unas oficinas públicas de
“asuntos campesinos” que, como en otros países de América, ya no se ocupan de un
hipotético “reparto agrario” sino que vehiculizan la concentración de la propiedad rural
a través del nuevo mercado de tierras impuesto por ley desde 1995. 264
Unos meses después, acciones locales de ocupación y “toma” de los recursos
disponibles se extendieron también a las minas, aunque con un carácter sumamente
confuso. La mina Caracoles, por ejemplo, productora de estaño, anteriormente de
propiedad estatal y privatizada durante los años 90 fue ocupada por miles de “mineros
cooperativistas”. Los “cooperativistas” son, hasta cierto punto, antiguos mineros
asalariados despedidos durante la llamada “reestructuración productiva” previa a la
privatización de la empresa. 265 En muchos centros mineros los “cooperativistas” se
asentaron en los alrededores de las bocaminas para trabajar por su cuenta,
“aprovechando” algunos socavones no explotados por las empresas como parte de los
llamados “relaves” -los cerros de mineral ya tratado que se acumulan en los alrededores
de los ingenios. Durante la ocupación de Caracoles por parte de los cooperativistas,
además de con la empresa, se produjo también inicialmente una confrontación con los
mineros asalariados que trabajan en ella.
Un caso extremo de protesta que cimbró a la sociedad boliviana a comienzos de 2004
fue la muerte de Eustaquio Picachuri, un minero sin trabajo que reclamaba un aumento
a su jubilación, quien se dinamitó a sí mismo en el Parlamento después de meses y
meses de trámites legales para lograr su demanda. Con esta desesperada acción y
exigiendo además que se modificara la Ley de Pensiones, Picachuri exhibió igualmente,
aunque en sus aspectos más autodestructivos, la voluntad popular de que las cosas no
continuaran igual que antes.
264
En capítulos anteriores me he referido ya a los nocivos efectos que sobre las comunidades en
Occidente y en Oriente tuvo la llamada Ley INRA –del Instituto Nacional de Reforma Agraria-, aprobada
durante el primer gobierno de Sánchez de Lozada.
265
Decimos “hasta cierto punto” pues en el sistema cooperativo minero se ha producido una hibridación
de formas laborales que disfrazan la existencia de relaciones asalariadas entre empresarios mineros
medianos y pequeños, “asociados” de múltiples maneras con trabajadores mineros despedidos, para la
explotación de algunos parajes en los centros mineros.
211
institucionales. Por su parte, el gobierno de Mesa entendía que debía abrir el juego
político para, cuando menos, simular atender las exigencias puestas en el tapete de la
discusión por la propia población movilizada, es decir, Mesa tenía que ocuparse de y
neutralizar desde el Estado la llamada “Agenda de Octubre”. Su gobierno exhibió
mayor habilidad de la que cabía esperar de un gobierno provisional aparentemente tan
débil.
En líneas generales, lo que hizo Carlos Mesa fue implementar una serie de acciones
eminentemente políticas –en su acepción clásica- tendientes a limar el filo del
contradictorio cúmulo de anhelos sintetizados en la Agenda de Octubre. Analicemos
esto con cuidado. Desde enero de 2004, Carlos Mesa y su gobierno desplegaron una
contraofensiva con dos ejes principales. El primero se dirigió a capturar y neutralizar el
sentido profundo de la tumultuosa ambición de democratización plebeya y comunitaria,
expresada de manera compleja e incluso contradictoria en las consignas “Asamblea
Constituyente sin intermediación partidaria”, “Refundación del país” o “Refundación de
Qullasuyu”. El segundo buscó limitar y encausar estatalmente la decisión social de
impedir la continuación de los negocios transnacionales con los hidrocarburos
bolivianos, expresada hasta ese entonces bajo las siguientes formulaciones:
“reapropiación social de los recursos públicos”, “defensa de los bienes comunes”,
“expulsión de las transnacionales” o “nacionalización –con y sin indemnización- de los
hidrocarburos bolivianos”.
Así, el 4 de enero de 2004 el presidente Mesa presenta un plan proponiendo la
realización de una Asamblea Constituyente donde la representación política no fuera
monopolizada por los partidos políticos tradicionales. Su oferta consistía en ampliar las
maneras liberales de representación haciéndolas más accesibles a los ciudadanos,
aunque conservando como único legítimo el formato básico de la representatividad
partidaria fundada en la delegación de la soberanía y, por lo mismo, desconociendo de
facto, la legitimidad y pertinencia de cualquier otra manera de participación y/o
representación política. Además, se comprometió a destinar recursos y esfuerzos
estatales hacia tal fin. En ese mismo plan de gobierno, Mesa incluyó también la
realización de un referéndum vinculante sobre el destino del gas y la redacción de una
nueva Ley de Hidrocarburos. Por este medio, aparte de hilvanar un proyecto para
modificar las relaciones entre el estado y las corporaciones petroleras, simultáneamente
devaluaba simbólica y prácticamente tanto los acuerdos alcanzados durante 2003 por la
población movilizada y levantada en defensa del gas, como las diversas propuestas que
212
habían comenzado a escucharse en relación a como reapropiarse colectivamente de lo
hasta entonces acaparado por las transnacionales petroleras. 266
El plan de Mesa se presentaba, además, en un año electoral. En diciembre de 2004,
según el calendario establecido de antemano por la Corte Nacional Electoral,
correspondía realizar elecciones en los 315 municipios bolivianos para elegir alcaldes y
concejales; es decir, estaban en juego una gran cantidad de puestos públicos con el
aditamento de que, en dicho proceso electoral sería más fácil para los ciudadanos
proponer y registrar candidatos. Antes de analizar las diversas medidas del gobierno de
Mesa para “estabilizar” la capacidad de mando del estado, fuertemente cuestionada en
los casi cuatro años de luchas previos; conviene visualizar el conjunto de acciones
emprendidas por ese gobierno, a fin de poder apreciarlas como esfuerzo sistemático de
“pautar el tiempo” de manera que cierta capacidad básica de contención política
volviera a manos del estado. En el siguiente cuadro presentamos un resumen de los
pasos del gobierno de Carlos Mesa
Los pasos del gobierno de Carlos Mesa y otros sucesos relevantes del 2004
Fecha Suceso
4 de enero Mesa presenta su plan 2004-2007. Propone Asamblea Constituyente,
referéndum vinculante sobre el gas, Ley de Hidrocarburos, austeridad y
reactivación económica.
Se conocen posturas encontradas en relación al referéndum, por parte de la
Coordinadora del Gas, la CSUTCB y el MAS.
Por otro lado, el 20 de enero la UCS presenta un recurso de
inconstitucionalidad contra el referéndum.
20 de febrero Mesa promulga la Ley de Reformas a la Constitución, que incluye la
Asamblea Constituyente, la iniciativa ciudadana y el referéndum
18 de mayo El gobierno de Mesa presenta las cinco preguntas del referéndum del gas,
comienza una álgida discusión en torno a ellas.
266
Durante los primeros meses de 2004 una de las formulaciones con las que los vecinos de la ciudad de
El Alto criticaban el plan de Mesa consistía en afirmar: “El Alto ha peleado por nacionalización, no por
referéndum”.
267
“El 12 de mayo de 2004 la cámara de Senadores ratificó el convenio de inmunidad con Estados
Unidos, por el cual Bolivia se comprometió a no remitir a la Corte Penal Internacional (CPI) a ningún
ciudadano norteamericano para su juzgamiento. El convenio ratificado pasó a la cámara de Diputados, la
cual debe revisar el mismo; sin embargo, en esta instancia parlamentaria algunos partidos políticos, entre
ellos el Movimiento Al Socialismo (MAS), anunció una dura batalla para evitar su ratificación y posterior
promulgación”. http://www.resumenlatinoamericano.org , 26 de mayo de 2004.
213
Mayo 2004 Filemón Escóbar es expulsado del MAS
26 de mayo Felipe Quispe renuncia a su curul
214
filosos y profundos puestos en juego durante las grandes acciones colectivas de
insubordinación, tendientes a trastocar y hacer variar el orden político y las relaciones
de poder que configuran el status quo. En estas coordenadas, lo sucedido durante el
gobierno de Mesa es el desarrollo de un plan de contención, por medios políticos, de lo
que las distintas fuerzas sociales habían venido diseñado como horizonte de sentido de
sus luchas y bosquejando como anhelo desde 2000.
Vale la pena, pues, analizar en detalle tanto el referéndum de julio de 2004 y la ley de
hidrocarburos de Mesa, como la manera en que comenzó a organizarse desde el Estado,
la realización de una Asamblea Constituyente. 269 Simultáneamente, conviene registrar
la profundización de las diferencias entre las distintas fuerzas sociales cuya historia de
levantamiento y movilización hemos ya analizado; y cuya capacidad de cooperar –aun
si esto no ocurrió de manera tersa y plena todo el tiempo- posibilitó el quiebre de
octubre de 2003. En el contexto abierto tras la asunción de Mesa al gobierno, la relación
de competencia en que cayeron las diversas fuerzas con capacidad de movilización,
paulatinamente opacó la claridad de la impugnación política anterior.
269
El 20 de febrero de 2004, fueron promulgadas las enmiendas a la Constitución Política del Estado un
día después de que el Congreso las aprobara. 15 artículos fueron reformulados. Se incluyó la figura de la
Asamblea Constituyente como uno de los tres mecanismos con los que contaría la ciudadanía “para poder
participar en las decisiones del país”. Los otros dos mecanismos fueron la iniciativa legislativa ciudadana
y el referéndum. Es interesante la re-interpretación gubernamental de en qué consiste una Asamblea
Constituyente: no se trata de construir un espacio de deliberación y decisión política soberano para
“refundar el país”, se trata de habilitar mecanismos para que la población pueda “participar” en las
decisiones. Para mayor información ver, CEJIS-CENDA-CEDIB, “Antecedentes de la Asamblea
Constituyente”,
http://constituyentesoberana.org/3/antecedentes/indice-prefec.html
215
2. ¿Está usted de acuerdo en la recuperación de los hidrocarburos en boca de pozo
para el Estado boliviano?
3. ¿Está Ud. de acuerdo con refundar Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB), recuperando la propiedad estatal de las acciones de los bolivianos/as en
las empresas capitalizadas de manera que pueda participar en toda la cadena
productiva de los hidrocarburos?
4. ¿Está Ud. de acuerdo con la política de Carlos Mesa de usar el gas como recurso
estratégico para negociar una salida útil y soberana al Océano Pacífico?
5. ¿Está Ud. de acuerdo con que Bolivia exporte gas en el marco de una política
nacional que:
- cubra el consumo de gas de las y los boliviana/os
- fomente la industrialización del gas en territorio nacional
- cobre impuestos y/o regalías a las empresas petroleras llegando al 50% del
valor del gas y del petróleo en favor del país
- destine los recursos de la exportación e industrialización del gas,
principalmente para educación, salud, caminos y empleos?
El gobierno, una vez que dio a conocer estas preguntas, comenzó una insistente
campaña para que la población votara por el SI. 270 Una primera cosa que salta a la vista
es que el SI, sobre todo en las primeras tres preguntas, es un confuso reconocimiento del
propio gobierno de la necesidad de modificar las relaciones entre el estado boliviano y
las empresas transnacionales en materia de hidrocarburos, conservando el mayor
margen de maniobra posible al no comprometerse en absoluto con la cuestión acerca de
cómo hacer eso. La segunda cosa que queda clara es que la disputa de fondo, es decir,
aquella entre la población trabajadora boliviana y las corporaciones que el gobierno
buscó neutralizar en el referéndum, es hasta dónde era posible recuperar la riqueza
social monopolizada por las segundas; esto es, cuánto del patrimonio nacional
enajenado podía volver a ser puesto bajo propiedad y dominio público, y de qué
manera. 271
En relación a la pregunta 1, el problema no es tanto la derogación de la Ley de
Hidrocarburos de Sánchez de Lozada, contra la cual el pueblo boliviano reaccionó en la
Guerra del Gas, sino, en primer lugar, el hecho de que ella no es más que una parte de la
nueva regulación neoliberal establecida a partir de la “capitalización” –privatización- de
las empresas estratégicas del estado boliviano; y, en segundo, la cuestión más
apremiante de por cuál ley se sustituye. En tal sentido, desde la óptica de quiénes habían
270
Mesa gastó varias decenas de millones de dólares para propagandizar “su” referéndum; la
participación en el cual era obligatoria, bajo pena de multa si no se acudía a las urnas.
271
Sin entrar en mayores consideración sobre las dificultades para desconocer y revertir paulatinamente la
privatización de los hidrocarburos, cabe señalar que una variante muy similar a lo propuesto por Mesa, es
la que ha llevado a cabo el gobierno de Evo Morales. Tal como mostraré, considero que Mesa ni siquiera
se proponía llevar esto adelante y, más bien, intentaba contener por otros medios el desborde de Octubre.
216
protagonizado el quiebre de octubre de 2003, la disputa de fondo no sólo era la
derogación y posterior sustitución o modificación de la ley, sino ante todo, o bien la
expulsión de las transnacionales, o su tendencial y paulatina limitación en el negocio
gasífero y petrolero, así como las maneras de transparentar lo que se decidía y hacía y
de poner todo esto bajo “control social”. Por tal razón, la transformación de la situación
exigía de manera inmediata un cambio general del esquema productivo y de propiedad
neoliberal en el país, que la pregunta tal como fue formulada, por supuesto,
invisibilizaba y bloqueaba.
Las preguntas 2 y 3 por su parte, de manera muy ambigua, señalan la forma que el
gobierno de Mesa buscó imprimirle a este cambio: la menor posible. La pregunta 2
respecto a la propiedad boliviana de los hidrocarburos “en boca de pozo” es la más
engañosa, pues el problema no es tal propiedad “imaginaria” sino el ejercicio de las
prerrogativas y derechos que surgirían de ella: si no se recupera el control de los pozos
de extracción, de las plantas y centros de distribución y de las empresas de refinación,
es decir, si no se recupera el patrimonio público real –v.gr., la empresa que fue
entregada a las compañías petroleras-, no hay manera siquiera de saber cuánto de dichos
“hidrocarburos” que supuestamente pertenecen a los bolivianos “en boca de pozo” está
siendo extraído, trasladado y exportado. El gobierno de Mesa, en este sentido, consiguió
fijar un significado claramente controlable desde el Estado como límite del contenido de
la reivindicación de la lucha de Octubre: modificación de la relación Estado-
transnacionales por el camino del aumento de los impuestos y/o de la modificación de
los contratos. Justamente sobre este punto se produjo la primera gran fractura de la
anterior capacidad cooperativa –conflictiva y complicada, pero existente-, de las
distintas fuerzas sociales que configuraron el levantamiento de Octubre: el MAS, como
estructura político-partidaria, decidió convocar a votar por el SI en las tres primeras
preguntas y por el NO en las dos últimas; múltiples organizaciones locales del oriente
llamaron a participar en el referéndum y a rechazar, después, el contenido de las
preguntas escribiendo la palabra “nacionalización” en las boletas. Por el contrario,
distintas fuerzas sociales de El Alto y de la zona rural aymara convocaron a rechazar
drásticamente el referéndum, impidiendo la instalación de las urnas o quemando las
ánforas. Por su parte, la Coordinadora del Gas buscaba, sin conseguirlo, compaginar de
alguna manera todas estas posturas.
Vale la pena tomar en cuenta, de todas maneras y una vez constatada esta limitación
tanto de la pregunta 2 como de la intención del Presidente Mesa, que en Bolivia es quizá
217
en el único país donde se discutió durante 2004 la posible subida de impuestos a la
inversión petrolera extranjera con el escándalo internacional consiguiente en términos
de constituir “amenazas a la seguridad jurídica”.
Finalmente la pregunta 3, que habla de la “refundación de YPFB”, consigna que
también fue discutida ampliamente en diversas reuniones y encuentros de “población
sencilla y trabajadora”, como se llaman a sí mismos los participantes de la
Coordinadora del Gas, por la manera en que está formulada, significa literalmente
refrendar la aceptación de la manera cómo se realizó la privatización en Bolivia del 95
en adelante, bajo un esquema de convertir las empresas públicas en sociedades
anónimas y, supuestamente –porque esto también fue una “operación imaginaria”-
distribuir el 50% de la propiedad de esas empresas, en acciones ahora pertenecientes
individualmente a cada habitante de Bolivia. 272
Señalado lo anterior es claro que la disputa por la “reapropiación social de los recursos
públicos hoy expropiados”, tal como algunos expresaban el significado del conflicto en
octubre de 2003, continuó abierta. Ahora bien, el gobierno de Mesa no se detuvo ahí.
Tras la legitimidad obtenida a través del “referéndum”, hicieron conocer su nuevo
“Proyecto de ley de hidrocarburos”, que estuvo en el corazón de la disputa política
boliviana hasta 2005.
Analicemos brevemente tanto la cada vez más abierta confrontación entre las fuerzas
sociales que comenzó a gestarse antes y después del referéndum, como la propuesta de
Ley de hidrocarburos de Carlos Mesa.
272
La operación imaginaria de distribuir con base en acciones, la “propiedad” anteriormente estatal a
todos los bolivianos mayores de 18 años hasta una determinada fecha, fue la forma específica de la
privatización de las principales empresas estatales en Bolivia, durante el primer gobierno de Sánchez de
Lozada. Una discusión más completa sobre esto puede encontrarse en, Gutiérrez/Mokrani, 2007
218
consolidado en los años anteriores, ONG´s y expertos en la temática, etc., para discutir
lo que el gobierno de Mesa estaba haciendo y para bosquejar caminos por donde
continuar la lucha social por la reapropiación de los hidrocarburos. En este sentido los
encuentros no eran: i) ni reuniones “orgánicamente” planeadas por alguna entidad
instituida; ii) ni espacios de “coordinación” para fines específicos entre representantes
formales de las distintas organizaciones sociales. Eran, insistimos, espacios de
deliberación abiertos para intentar re-encausar las perspectivas políticas de la sociedad
en movimiento 273 en términos amplios, y para alentar la toma de acuerdos entre
dirigentes de las diversas y heterogéneas organizaciones sociales constituidas. 274
Vale la pena destacar la inasistencia a estos encuentros de Felipe Quispe o de otros
representantes de la dirigencia aymara de la CSUTCB cercanos a él, en primera por su
“creciente desconfianza” a las posturas de Oscar Olivera a quien acusaban de ser
“MASista”. Además, en aquellos momentos Quispe estaba enfrentando una gran
cantidad de problemas pues el mayo anterior había renunciado a su curul en la Cámara
de Diputados afirmando que “retornaba a la lucha social”, aunque también lo hizo a fin
de prepararse para las elecciones municipales, conservando la dirección del MIP.275
273
Zibechi, 2006.
274
Los dirigentes de antiguos organismos sindicales “formales” como la COB y otras federaciones, si
bien participaban en los Encuentros acudiendo a los llamados de la Coordinadora del Gas, no entendían
claramente el contenido profundo de sus deliberaciones y acciones: la conformación de “común-unidad”
en marcha para la cual se construyen de manera flexible instancias de aglutinación. Por lo general, los
dirigentes sindicales, acostumbrados al funcionamiento organizativo asentado en aparatos con capacidad
de control de la base, no entendían que estas multitudes libremente asociadas se movilizaran solamente
cuando así lo decidían ellas mismas. En los días previos al referéndum por ejemplo, Jaime Solares, por
entonces Secretario Ejecutivo de la COB, se dedicó a inventar fechas de movilización por su propia
cuenta y riesgo que, por supuesto, no tuvieron ni la convocatoria, ni la fuerza ni la contundencia que
lograron en Bolivia, en otras oportunidades, las acciones auto-convocadas por la propia multitud
deliberante, a partir de las organizaciones de nuevo cuño, básicamente territoriales y temáticas, que se
articulan entre sí en determinados momentos.
275
Entre las explicaciones que dio Felipe Quispe en una carta pública explicando su decisión, cabe
mencionar: i) “que el gobierno defiende los intereses de las empresas transnacionales”: ”Yo he visto que
el Parlamento produce leyes a favor de los ricos y no faltan diputados que defienden a las empresas
transnacionales, el Parlamento es no más de los ricos y es como un estado mayor; en la puerta uno tiene
que desvestirse es humillante, desde el hecho de sangre que ha ocurrido (la muerte de Picachuri. RGA).
Los diputados no quieren rebajar a su dieta parlamentaria, ellos mantienen a fuerza, ese plan de austeridad
no cayó bien". Carta de Felipe Quispe renunciando a su curul de diputado, publicada en Bolpress el 3 de
junio de 2004.
219
hidrocarburos, sobre el régimen fiscal boliviano en la materia y sobre las propuestas del
gobierno de Carlos Mesa, no se lograron acuerdos políticos inmediatos sobre cómo
responder al referéndum de julio. En este sentido, si bien los encuentros lograron
producir consensos básicos entre la población movilizada acerca de lo que era
inaceptable, no consiguieron afianzar nuevos acuerdos prácticos y, más bien,
visibilizaron rupturas insalvables.
Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, en la Asamblea de Movimientos Sociales en
Cochabamba el 5 de julio de 2004, donde la discusión se centró en qué postura asumir
el día del referéndum. Sobre un anterior acuerdo implícito de denunciar el referéndum
como un “tramparéndum”, lo urgente entonces era discutir las formas de su rechazo:
repudiándolo drásticamente, quemando ánforas o impidiendo su instalación tal como
proponían sobre todo los contingentes de El Alto o, más bien, acudiendo a las urnas y
escribiendo “nacionalización” en las boletas, es decir, “anulándolas” según el
reglamento del propio referéndum que era la postura mayoritaria en Cochabamba y de
diversos grupos cruceños. No llegar al día del referéndum con una propuesta práctica
uniforme no hubiera sido tan grave si hubiera sido claro que la posición de rechazo era
general. De hecho, la postura que la Coordinadora del Gas y Oscar Olivera, intentaron
asumir durante la preparación y realización de la Asamblea tiene justamente esta forma:
establecer el rechazo y respetar las diversas formas de exhibirlo. 276 Sin embargo, ese
mismo 5 de julio el MAS –en tanto estructura política- se manifestó públicamente con
una postura que avalaba el referéndum. El MAS y Evo Morales convocaron a participar
en la consulta y a votar por el SI en las tres primeras preguntas y por el NO en las dos
últimas. Esto introdujo una gran confusión, profundizó las rivalidades y desencuentros y
generó el colapso de facto del anterior formato cooperativo en el modo de afrontar la
lucha contra el gobierno y sus políticas, admitiendo y respetando las distintas
perspectivas y formas de lucha de cada quien. 277 La posibilidad de generar y articular
consensos se rompió, justamente porque a partir de aquí, con mucha mayor claridad que
antes, se contrapusieron dos posturas opuestas: “rechazo o participación” en el
276
Puede escucharse un clip de radio con intervenciones directas de los actores explicando sus posturas en
“Asamblea Nacional contra el referéndum sobre el gas en Bolivia”:
http://www.radiomundoreal.fm/rmr/?q=it/node/2437.
277
Según Oscar Olivera, un argumento de Morales, repetido varias veces en la discusiones acerca de qué
hacer frente al referéndum fue el siguiente: “Si Mesa no gana el referéndum, aún si es tramposo como
está planteado, su gobierno va a caerse. Si el gobierno de Mesa se cae, no habrá elecciones en diciembre.
Y nosotros debemos de cuidar que sí se celebren tales comicios”. Este razonamiento mezcla,
evidentemente, los cálculos político-partidarios con las tareas urgentes para impulsar el movimiento
social y popular. Comunicaciones personales con Oscar Olivera entre mayo y julio de 2004.
220
referéndum, es decir, ya no se podía articular las distintas formas de rechazo –más
radicales o más moderadas- para continuar habilitando posibilidades de cooperación
aunque fuera a regañadientes. 278
En cierto sentido entonces, el 18 de julio de 2004 marca un punto de inflexión en la
lucha social boliviana, pues la capacidad hasta entonces desplegada de convertir la
heterogeneidad de posturas existentes en fuerza sintonizada al amparo de perspectivas
políticas más o menos consensuadas y autónomamente decididas con un contenido
contra y más allá del poder del estado, se convirtió paulatinamente en encono,
rivalidad, impotencia y tristeza; aunque no únicamente en eso. La capitulación egoísta
ante el Estado y sus límites, de la dirección de uno de los torrentes de insubordinación
social que habían habilitado la época de luchas fue un golpe muy duro para la fuerza
emancipativa del conjunto. En el Ampliado del MAS del 4 de julio, el partido decidió
enfocar todos sus esfuerzos hacia la “preservación del proceso democrático”,
centrándose en salvaguardar la celebración de las elecciones municipales del siguiente
diciembre. 279 Todas las decisiones y acciones del MAS como estructura política y de
sus dirigentes más visibles irán a partir de aquí, en esa dirección. Además, comenzará a
ocurrir un paulatino reacomodo de fuerzas que conmoverá a las organizaciones de todo
el país modificando el horizonte del quiebre político hasta entonces alcanzado. El
Pachakuti quedará poco a poco en suspensión y brotará nuevamente y poco a poco en el
imaginario colectivo la aceptación, como legítimos y pertinentes, de los procedimientos
estatales para la decisión pública sobre lo acordado y promovido por la población en
lucha. En tal sentido, la última gran movilización estudiada en esta investigación: la de
mayo-junio de 2005 si bien geográficamente es la más significativa y contundente, no
pondrá en el tapete novedades políticas demasiado importantes.
En este contexto de disputa interna y confusión, Carlos Mesa presentó su “Proyecto de
Ley de Hidrocarburos” el 30 de julio de 2004, 12 días después del referéndum. 280 El
278
La postura de “rechazo” y “participación” que trataron de hilvanar los contingentes orientales era
ciertamente muy confusa: “debemos participar porque eso –el referéndum- lo hemos ganado nosotros,
pero hay que participar para rechazar escribiendo nacionalización en las boletas”. Escuchar
www.radiomundoreal.fm
279
Ver la nota elaborada por Alex Contreras –posteriormente vocero del gobierno de Mesa- en
Narconews, “Bolivia dividida por el referéndum”, del 6 de julio de 2004. En esa nota, Contreras cita las
palabras de Morales quien explica así su posición: “Quienes quieren boicotear y se oponen al referéndum
están defendiendo la política del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. La mayoría de los bolivianos
queremos fortalecer la democracia y por eso vamos a participar en el referéndum; ahora, si el gobierno no
escucha el clamor popular de la nacionalización vamos a salir a las calles y a las carreteras para exigirla”.
280
Los resultados del referéndum no fueron del todo alentadores para el gobierno: de la gente que acudió
a las urnas, la mayoría (el 70%) votó por el SI, que era la opción promovida por el gobierno y por el MAS
–en las tres primeras preguntas. Sin embargo, más de la mitad del padrón, o bien no acudió a votar o
221
proyecto de ley profundizaba los esfuerzos gubernamentales por “fijar” el significado de
los cambios promovidos por la movilización en un formato de reforma legal limitada,
centrándose en aumentar los impuestos a las petroleras y en construir una entidad estatal
llamada Petrobolivia. El análisis de la propuesta gubernamental, además, comenzó a
convertirse cada vez más en materia de análisis de expertos.
En un documento titulado “Cinco motivos para rechazar la ley de hidrocarburos de
Mesa”, 281 elaborado por el Observatorio de Políticas Energéticas de Bolivia y el CEDIB
en conexión con la Coordinadora del Gas, se establecen las siguientes conclusiones:
anuló su voto. Las acciones radicales de repudio al referéndum fueron aisladas y pocas, pese a la amenaza
de Felipe Quispe de declarar nuevamente “estado de sitio” en el Altiplano durante su celebración. Así,
pese a los esfuerzos mediáticos por construir una alterada realidad estadística insistiendo en una drástica
victoria del gobierno en la contienda, ellos mismos la sabían dudosa, frágil y altamente volátil. Lo que sí
se fracturó fue la posibilidad de instalar en la discusión pública, de manera contundente, el rechazo
razonado a lo que Mesa iba haciendo.
281
Este documento circuló profusamente en aquel entonces y contiene un exhaustivo análisis de a Ley
Mesa sobre hidrocarburos. Puede encontrarse en, http://www.selvas.org/download/cedibgas051004.doc.
222
distribución en la hacienda pública, esto es, la utilización y destino de estos ingresos
estatales; iii) el problema de la industrialización del gas; y iv) el asunto de la
refundación de YPFB como empresa pública bajo “control social”.
La discusión en torno a estos puntos ocupó el espacio público en los siguientes meses,
superponiéndose las opiniones vertidas en torno a unos y a otros temas. En agosto de
2004, la Coordinadora del Gas emitió un comunicado fijando su postura e intentando,
nuevamente, salirse del marco de significados que iban siendo fijados por el gobierno,
es decir, una vez más intentó “fugarse semánticamente” de lo establecido por el
gobierno de Mesa aunque lo hacía en condiciones de cada vez mayor debilidad práctica
dado que, por un lado, las fuerzas, organizaciones y grupos articulados en o cercanos al
MAS tenían otras intenciones y las fuerzas sociales cercanas a Felipe Quispe y la
CSUTCB desconfiaban de la Coordinadora y buscaban maneras para expresar un
rechazo general a lo que iba percibiéndose cada vez más en Occidente como una re-
edición del proyecto “gonista” ahora implementado por Carlos Mesa. Todo esto ocurría,
además, en vísperas del comienzo del proceso electoral municipal de diciembre.
Revisemos brevemente el documento dado a conocer por la Coordinadora del Gas el 4
de agosto:
1. El día 30 de julio, al presentar su llamado “Proyecto de Ley de Hidrocarburos”, el Sr. Carlos Mesa,
presidente de este país por voluntad nuestra, una vez más ha mostrado que pese a ser historiador de
profesión, no entiende las lecciones de la historia reciente de nuestro país:
El Proyecto de Ley de Hidrocarburos presentado por el Sr. Mesa es sólo una copia
de la Ley de Hidrocarburos 1689, promulgada por el asesino Sánchez de Lozada.
Esa ley, y cualquier otra versión semejante, el pueblo boliviano ya las repudió en las
calles, caminos y comunidades en septiembre-octubre pasados. Este rechazo costó
más de 100 vidas de hermanos y hermanas nuestras: ¡Y la sangre derramada en el
esfuerzo soberano de la sociedad toda, por dotarse de un presente de dignidad y de
un futuro mejor... NO SE NEGOCIA! Esta es la lección más importante de la
historia reciente y más le vale al Sr. Mesa reflexionar sobre ello.
223
2. Con la presentación de este “Proyecto de Ley de Hidrocarburos”, el referéndum que el mismo Sr.
Mesa alentó y promovió el 18 de julio pasado, se muestra también en su auténtico y verdadero
carácter: como una gigantesca acción de manipulación, mentira y cinismo. El presidente, apoyándose
en unas instituciones que han perdido cualquier carácter republicano pues son sordas a la voz del
pueblo y que hoy sólo bloquean la participación multitudinaria de la sociedad para decidir sobre lo
que mejor le conviene, presentó unas timoratas preguntas a la ciudadanía. 12 días después muestra
que ni siquiera está dispuesto a cumplir con esa propuesta de moderado y leve cambio en la relación
entre el Estado y las transnacionales petroleras que hoy saquean los recursos colectivos que nos
pertenecen por derecho. El pueblo boliviano todo, y la población trabajadora de las demás naciones
de este territorio, decimos que no estamos dispuestos a soportar más burlas y que no aceptaremos a
un manipulador, cínico y sin palabra en el lugar presidencial.
3. Nosotros, todos los hombres y mujeres que participamos en la Coordinadora de Defensa del Gas,
tenemos la siguiente Propuesta de Refundación de YPFB:
- Derogación de la Ley de capitalización, de la Ley de Hidrocarburos 1689 y Refundación inmediata
de YPFB con TODO SU PATRIMONIO hasta 1994.
- Cancelación del mercado de hidrocarburos en Bolivia tal como queda diseñado a partir de 1995.
- Desaparición inmediata de la Superintendencia de Energía como organismo regulador de las
actividades relacionadas con petróleo y gas.
- En la medida en que el nuevo YPFB será nuevamente la entidad encargada de explorar, explotar,
distribuir, industrializar y exportar el petróleo y el gas; cualquier arreglo, convenio o contrato con
empresas transnacionales será decisión de dicha empresa, en acuerdo con el Estado y con la sociedad
boliviana a través de sus mecanismos autónomos de deliberación. Se requerirá por tanto, la
renegociación de todos los contratos de riesgo compartido con empresas transnacionales, ahí donde
tales acuerdos sean aceptables y convenientes para los intereses del pueblo boliviano
- Elevación de los impuestos que paguen las transnacionales que celebren nuevos contratos de riesgo
compartido con YPFB a 50%.
224
una parte de esa batalla comenzó a gestarse cuando el sector de los transportistas
sindicalizados del occidente del país protagonizó un contundente paro para protestar
contra la continua subida en los precios de los hidrocarburos. Esta se convirtió en una
jornada de lucha contra la política energética de Carlos Mesa sobre todo en La Paz. Y
sobre este mismo asunto, sobre la política de los hidrocarburos y sobre los costos de los
combustibles inició desde Santa Cruz el conflicto de enero de 2005. Esto queda
pendiente para el último capítulo de este trabajo. Por lo pronto, revisemos la manera en
que el gobierno de Mesa encaró el tema de la crisis de la representación política a través
de mecanismos partidarios, que fue el otro asunto importante del que se ocupó.
La otra gran acción política del gobierno de Mesa tendiente a capturar el sentido más
profundo de la impugnación previa al orden estatal fue la promulgación, también en
julio de 2004, de la “Ley de agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas”. La
promulgación de dicha ley tenía un doble objetivo: por un lado, permitir la
“democratización” de la vida política boliviana por cauces liberales lo cual, ante la
inminencia de las elecciones municipales, habilitaba un nuevo espacio de participación
política mucho más controlable que la rebelión y el levantamiento; por otro, desplazar
un pilar del significado de la Asamblea Constituyente tal cual había sido defendida y
promovida por el movimiento social: quebrar el monopolio partidario de la
representación política 282 .
La “Ley de agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas” (Ley 2771) estableció en sus primeros dos
artículos su objeto y alcance: establecer un cauce, es decir, normar las formas de participación política
legítimas, tanto en el ámbito de las elecciones ordinarias –generales o municipales- como de las
extraordinarias –para elegir representantes a una Asamblea Constituyente.
ARTÍCULO 1° (Objeto). La presente Ley tiene por objeto normar la participación de las
Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas en la postulación de candidatos a procesos
electorales, en el marco de lo dispuesto en la Constitución Política del Estado y el ordenamiento
jurídico.
282
En esta investigación hemos omitido el estudio de las acciones de movilización y deliberación de los
pueblos indígenas del Oriente boliviano, los cuales desde 2001 protagonizaron una serie de marchas y
debates para impulsar la realización de una Asamblea Constituyente sin intermediación partidaria. Varios
de los sucesos más importantes ocurridos en Santa Cruz y Beni, durante 2001 y 2002, están descritos en
Romero Bonifaz, 2005. En ese mismo trabajo pueden encontrarse documentos y entrevistas con los
participantes de la llamada Cuarta Marcha de Tierras Bajas. El trabajo de Romero Bonifaz da cuenta de la
“captura” del significado de las consignas más importantes producidas por los pueblos originarios de las
Tierras Bajas en el Oriente, en códigos estatales de reforma acotada del cuerpo legal boliviano.
225
ARTÍCULO 2° (Alcance de la Ley). Las disposiciones de la presente Ley regulan la
organización, reconocimiento, registro, funcionamiento y extinción de la personalidad jurídica de
las Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas reconocidos electoralmente, las alianzas entre
ellas y de éstas con los Partidos Políticos, cuando sus fines sean los de participar en elecciones
generales y/o municipales o en la elección de Constituyentes.
Además, estableció dos nuevas figuras jurídicas para convertirlas en depositarias de “la actividad política
lícita y democrática” en el país: las agrupaciones ciudadanas y los pueblos indígenas:
Tras establecer estas bases conceptuales de demarcación de lo que ha de comprenderse por “actividad
política lícita”, la Ley 2771 señala los procedimientos para registrar una agrupación ciudadana o un
“pueblo indígena”: la presentación de firmas en número igual o mayor al 2% de los votos válidos
emitidos en la elección anterior (a nivel nacional, por circunscripción o por municipio) así como tener
estatutos (conteniendo formas organizativas y derechos y deberes de los militantes, entre otras).
Esta reforma política, efectivamente, democratiza y amplía la posibilidad de participación electoral; 283 en
tal sentido, puede leerse como una reforma política progresista si nos ceñimos únicamente a concepciones
liberal-procedimentales de la vida política. Sin embargo, en un país como Bolivia, que venía de un
vigoroso y polifónico proceso de politización extra institucional, la Ley 2771 sólo pude comprenderse: i)
estratégicamente, como una medida de contención de las aspiraciones de democratización plebeya
desplegadas en las movilizaciones y levantamientos; ii) operativamente, como un “achicamiento” del
ámbito de lo político construido colectivamente en los años anteriores; y iii) tácticamente, como un
señuelo para distraer la atención de diversos contingentes de hombres y mujeres que en los anteriores
años habían participado de diversas y variadas maneras en la solución de sus problemas por la vía de la
deliberación pública y de la participación política en heterogéneas asociaciones y acciones colectivas.
Así, la promulgación de la Ley 2771 tuvo éxito porque restó energía a otras discusiones
en marcha en tanto muchísimas personas se dedicaron a organizar sus agrupaciones
ciudadanas y/o a buscar el reconocimiento como “pueblos indígenas” a fin de participar
en las elecciones de 2004; 284 además, porque sentó las bases de la nueva forma legítima
283
Con la apertura a las postulaciones no partidarias, el número de organizaciones participantes
habilitadas por la Corte Nacional Electoral para las municipales de diciembre ascendió a 430: 17 partidos
políticos, 69 pueblos indígenas y 344 agrupaciones ciudadanas (Erick Torrico, 2005: 86).
284
La primera participación de las agrupaciones ciudadanas y los pueblos indígenas en un proceso
electoral se dio en las Elecciones Municipales de diciembre de 2004. En esa oportunidad, alrededor de
900 formaciones iniciaron el trámite para obtener personalidad jurídica y más de 400 de estas
organizaciones lograron inscribir candidatos en los municipios de todo el país. (Salvador Romero
Ballivián, 2006).
226
de la representación política que el gobierno del MAS decidió respetar a la hora de
llamar a elecciones para constituyentes en marzo de 2006.
Pero la ofensiva estatal por capturar el significado de la Asamblea Constituyente no se
dirigió solamente a ordenar la representación política ciñéndola en marcos electoral-
procedimentales. Los primeros meses de 2004 se instaló la Oficina para la Asamblea
Constituyente y comenzó a auspiciarse, también desde el Estado, una amplia discusión
pública sobre este tema. Sin embargo, los contenidos y formatos que se imprimieron a
tal discusión modificaron abruptamente los significados de lo discutido en años
anteriores. Tal como hemos dibujado, dos eran las temáticas que se abordaban, desde
abajo, con mayor o menor énfasis: las formas de representatividad y el carácter de la
propiedad pública. En contraposición a esto las cuestiones centrales de las discusiones
auspiciadas por la nueva oficina estatal para la Asamblea Constituyente se centraron en:
el carácter originario o derivado de dicha Asamblea y “los derechos” a ser consagrados
en el nuevo texto constitucional. Para organizar reuniones, foros, conferencias y debates
sobre dichos temas, la Oficina para la Constituyente recibió una gran cantidad de fondos
y eligió interlocutores “expertos en Asambleas Constituyentes”. 285 A partir de ahí, el
debate sobre la Constituyente fue quedando capturado en los procedimientos y
limitaciones estatales y, sobre todo, se desplazó de un tajo el punto sobre la prerrogativa
indígena y popular de auto-convocarse, por fuera y más allá del estado, para reconstruir
el país.
285
El 13 de abril de 2004, en un Comunicado Público firmado entre otros por Oscar Olivera a nombre de
la Coordinadora del Gas y de Leonilda Zurita por las Mujeres Cocaleras del Trópico de Cochabamba, se
denuncia lo siguiente: “Las organizaciones sociales invitadas al SEMINARIO REGIONAL SOBRE LA
ASAMBLEA CONSTITUYENTE, denunciamos públicamente la intromisión de organizaciones
promovidas por el gobierno de los Estados Unidos, que pretenden influir en la convocatoria de la
Asamblea Constituyente, demanda legitima expresada por el pueblo boliviano desde hace años atrás. Se
trata del Instituto Democrático Nacional para Asuntos Internacionales (NDI: National Democratic
Institute for International Affaires), y del Instituto Republicano Internacional (IRI: Internacional
Republican Institute)…”
227
votados por la ciudadanía y de acuerdo a los pactos que puedan armar los partidos al
interior del Consejo. Este procedimiento hace que las elecciones municipales, al ocurrir
simultáneamente en todos los municipios del país constituyan un vigoroso momento
político liberal-procedimental con una fuerte visibilización de los discursos, intereses y
posturas partidarios. En 2004, además, en las elecciones participaron ya las nuevas
organizaciones ciudadanas y “pueblos indígenas” que durante los meses previos se
constituyeron para tal fin. Durante los meses posteriores al referéndum de julio, se
produjo en Bolivia una masiva ola de conformación de este tipo de entidades políticas
que complejizó en gran manera la vida institucional-electoral de Bolivia. Para mostrar
lo anterior, revisemos brevemente algunos datos de la participación política electoral en
los comicios de diciembre de 2004.
A nivel nacional se registró inicialmente la conformación de casi medio millar de agrupaciones
ciudadanas tanto en capitales de Departamento como en los municipios provinciales; por su parte, 14
partidos políticos reafirmaron su participación en los comicios de diciembre. 286 Es decir, una gran
cantidad de agrupaciones ciudadanas aparecieron en la escena electoral principalmente en el ámbito
urbano. Con este nivel de generalidad podemos distinguir dos tipos de procesos políticos en la formación
de estas nuevas entidades políticas sobre todo en las ciudades: i) diversas figuras y personajes de los
distintos partidos políticos tradicionales se escindieron de sus antiguas organizaciones y contendieron en
las municipales con su flamante sigla como “organizaciones ciudadanas”; ii) algunos dirigentes sociales,
cívicos y personajes públicos de diversa índole igualmente promovieron la formación de “agrupaciones”
de este estilo. Entre los casos más conocidos del primer tipo de proceso –recomposición partidaria a nivel
nacional con relevancia posterior- cabe mencionar al anteriormente MIRista, Doria Medina, quien fundó
la agrupación Unidad Nacional, o de José Luis Paredes, también exMIRista quien organizó Plan
Progreso. 287 Otros políticos tradicionales con cierta presencia a nivel local o regional utilizaron una
estrategia similar: organizar agrupaciones ciudadanas para deslindarse de sus antiguos partidos o para
negociar en mejores condiciones con las direcciones nacionales de los mismos. Este es el caso de, por
ejemplo, Percy Fernández, que fundó la asociación AI -Agrupación Independiente-, de la agrupación San
Felipe de Austria, en Oruro, encabezada por el ex-UCSista Edgar Bazan o de Fidel Herrera militante del
MBL, quien pasó a formar el Movimiento Poder Ciudadano (MPC) en Sucre. 288 Por su parte, entre las
agrupaciones ciudadanas constituidas en torno a personajes de la lucha social, cabe destacar los esfuerzos
de Abel Mamani, dirigente alteño de la FEJUVE y de Roberto de la Cruz de la COR-El Alto para
286
“Avalancha de candidaturas”, Correo del Sur, 9 de Agosto de 2004.
287
Tanto Doria Medina como Paredes fundaron “agrupaciones ciudadanas” de alcance más que local;
participaron con ellas en las elecciones generales del 2005 y en los comicios del 2006 para diputados
constituyentes. Es decir, éstas junto al caso de PODEMOS, son típicos de la manera en que ciertos
elementos de la “clase política” más añeja lograron sortear el quiebre social manteniendo su presencia
política. De ahí también el terrible significado que tuvo, posteriormente, en la Ley de Convocatoria a la
Asamblea Constituyente, ya durante el gobierno de Morales, el respeto al monopolio de la representación
política de los partidos y las agrupaciones, que ha estado en la base de la metamorfosis de la Asamblea
Constituyente en una especie de réplica del Congreso boliviano con sus divisiones y pugnas clásicas.
288
(Romero, 2006)
228
participar en aquellas elecciones con la agrupación M-17 (Movimiento 17 de Octubre); así como la
participación, por cuenta propia, del alcalde de Potosí, René Joaquina. 289
A nivel rural lo que ocurrió fue que, por un lado, algunas organizaciones sociales y
sindicales decidieron “armar” agrupaciones ciudadanas, o buscar reconocimiento formal
como “pueblos indígenas”, como prolongación de sus demás actividades reivindicativas
y de lucha a fin de contender en las municipales de manera directa; por otro, diversos
grupos locales de personas con cierta influencia, ligados o no a las organizaciones
sociales –y a veces, en contraposición a ellas-, formaron también sus agrupaciones
adoptando las más variopintas posturas. Casos del primer tipo son la experiencia de la
Central de Pueblos Indígenas del Beni (CPIB), de la región nor-oriental de Bolivia o el
registro como fuerza electoral local de la Sub Federación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Ancoraimes, una de las secciones municipales de la
Provincia Omasuyus de La Paz, que desplazó al MIP de Quispe en la preferencia
electoral el día de los comicios.
Entre las organizaciones políticas del segundo tipo, en la llamada “Sala Provincias” de
la Corte Electoral del Departamento de La Paz, con un total de 800 mil habitantes en el
área rural, se registraron las siguientes agrupaciones y “pueblos indígenas”, aunque no
todas ellas participaron en las elecciones:
- Taraku Marqa
- Marca Camata (MCO)
- Marka de Ayllus Comunidades Originarias de Jesús de Machaca (Macojma)
- Marka Originario San Pedro de Ulloma (CUMI)
- Marka Tumarapi (Tumarapi)
- Marka Calacoto (Calacoto).
- Cabildos Ayllu Originarios de San Andrés de Machaca (Caosam)
- Tayka Marka Comanche (Comanche)
- Comunidad Zapana Taraco (PIM-TE)
- Jacha Suyu Pakajaqi (JSP)
- Cajcachi del Municipio de Mocomoco (Cajcachi)
- Marka Originario Santiago de Machaca (MOSMA)
- Vilaque Copata de la provincia Aroma (MIV)
- San Andrés de Topohoco (PPQA)
- Ayllu Niño Corín (Tukuy)
- Taraku Marqa (CAOTM)
- Tayka Marca Achiri-Axawin (Markasanlayco) 290
289
“Algunos alcaldes postularán a su reelección sin partidos”, La Prensa, 21 de Marzo de 2004.
290
Información de La Prensa, 8 de octubre de 2004.
229
ya sea para presentar candidatos por sí mismos, o bien para negociar las alianzas con el
MAS en mejores condiciones. Entre los casos más importantes en esta región podemos
mencionar las “agrupaciones” locales SACABA, COSAU, SOL, etc.
Finalmente, en la región oriental de Santa Cruz hubo también una especie de fiebre de
fundación de agrupaciones ciudadanas: ARENA, FPC, MACA, MANDE, AFB,
CHARAGUA-N, etc., son ejemplos de la sopa de siglas nuevas y recompuestas que se
inscribieron en Santa Cruz para participar en la política local por la vía electoral. Entre
las experiencias más importantes en aquel departamento está el registro de la
Organización Indígena Chiquitana (OICh), como “pueblo indígena”, que participó en
los comicios con gran éxito y desplazó del control municipal a la vieja y racista
oligarquía terrateniente de la zona. 291
La información hasta aquí presentada exhibe la gran voluntad de participación política
también electoral que se hizo patente en casi toda Bolivia entre agosto y diciembre de
2004. Hasta cierto punto, la masiva forma en que la población urbana y rural registró
agrupaciones ciudadanas, sobre todo a nivel local, permitió atenuar el rasgo de
estrategia de contención política que las élites políticas y Carlos Mesa buscaban
imponer a la reforma electoral discutida anteriormente. Considerando que un “registro
partidario” brinda a los ciudadanos reconocidos como dirigentes de tales entidades, un
“capital político” a partir del cual competir en el mercado electoral y negociar con otras
fuerzas sociales locales y nacionales, podría decirse que lo que ocurrió durante esos
meses fue una especie de “devaluación” drástica del valor de las siglas partidarias y, por
supuesto, de su capacidad de control de los dirigentes y organizaciones sociales por
medio de la oferta de puestos y cargos públicos. Al convertirse en algo más fácilmente
conseguible, los registros políticos tuvieron un doble significado: por un lado,
distracción de la atención de hombres y mujeres anteriormente movilizados y
concentrados en lo que ocurría con el gas y otros temas nacionales; por otro, apertura de
posibilidades de participación política formal en condiciones de mayor autonomía en
tanto que “cada quien” podía conseguir su sigla.
No vale la pena comentar en detalle los resultados de una elección tan heterogénea y
dispersa como aquella; sin embargo, resulta pertinente analizar brevemente algunos
291
En conversación con Luis Gómez en julio de 2007 tras una visita a la Chiquitanía, él refiere lo
expresado por las actuales autoridades municipales de la Chiquitanía, pertenecientes a la OICh: “En 2004,
cuando todavía estaba la vieja alcaldía –las anteriores autoridades locales-, ni siquiera nos dejaron entrar a
la Alcaldía. De ahí que dijimos, “vamos a sacarlos”. Y lo hicimos”.
230
aspectos de tales resultados electorales en algunas regiones donde ocurrieron las
principales luchas sociales durante los años previos.
En Omasuyos, en las secciones Achacachi y Ancoraimes, regiones centrales para la lucha aymara, la
participación electoral de la población se elevó significativamente en relación a oportunidades anteriores.
Esta región, desde 2001, fue el bastión electoral del MIP (Movimiento Indígena Pachakuti de Felipe
Quispe). Los resultados del 2004 fueron los siguientes: en Achacachi ganó el MIP con un 30.22% de
apoyo, seguido del MAS que obtuvo un 11.52%. En parte, la exitosa votación del MIP estuvo
fuertemente marcada por la presencia como candidato de Eugenio Rojas, conocido dirigente y
participante activo de las movilizaciones del 2003. El tercer y cuarto puesto fueron ocupados por Unidad
Nacional con un 11.11% y el PSC con un 6.94% de la votación.
292
En los 80 municipios de La Paz, el MIP ganó, además de Achacachi, en otros 9, extendiendo su
presencia a otras provincias: Pacajes, Camacho, Ingavi, etc. Obtuvo segundos y terceros lugares en 5 de
los 28 municipios existentes en el departamento de Chuquisaca; logró victorias en 3 muncipios de los 38
de Potosí y consiguió importante representación en cinco municipios de tierras altas del departamento de
Cochabamba.
231
rurales con un porcentaje de votación que oscila entre el 6.6% y el 87.12 % de la
preferencia electoral. 293 En los departamentos de Oruro y Potosí, el apoyo al MAS fue
también notable, pues la preferencia electoral en la mayoría de los municipios resultó
entre el 26,96% y el 87.12%. 294 En Cochabamba, bastión tradicional del MAS, su
votación se expandió rebasando las fronteras de las zonas cocaleras; 295 consiguió 26
alcaldías de 45 y logró representación en el Consejo Municipal en 40 de ellas. 296 Como
dato curioso: en el departamento de Cochabamba, en Ayopaya, zona de tierras altas,
arrasó una agrupación ciudadana local llamada Movimiento Comunero Quechua Martín
Uchu, desplazando al MAS.
La más importante victoria del MAS como estructura política ocurrió hacia el Oriente,
en el departamento de Santa Cruz. Si bien no logró más que unas cuantas alcaldías, se
hizo patente su expansiva presencia: en Cotoca y Porongo, municipios cercanos a la
ciudad de Santa Cruz en la provincia Andrés Ibáñez, el MAS llegó en un cuarto puesto,
mientras que en La Guardia llegó en tercer lugar con un 14.68%; en El Torno su
votación le permitió situarse en el quinto lugar, con un 15.10%. En regiones de la
provincia Ñuflo de Chávez el MAS ganó en Concepción con un 35.92 %, en San Javier
con un 27.11%, en San Julián con un definitivo 42.12%, y en Cuatro Cañadas con un
26.20%. También ganó en la zona de Santa Rosa en la provincia Sara. 297
Por último, en las elecciones municipales de 2004 los llamados “partidos tradicionales”
disminuyeron drásticamente su votación sobre todo en la región occidental del país. El
partido ADN, del ex presidente Bánzer, ni siquiera presentó candidatos en diversos
municipios de la región occidental. En la zona del oriente, Santa Cruz, Beni y Pando,
estos partidos mantuvieron su presencia aunque retrocediendo en comparación a la
votación obtenida en las anteriores elecciones municipales o en la elección nacional de
2002. Quizá lo más significativo de esto consiste en, por un lado, el “arrinconamiento”
de la influencia electoral de los partidos tradicionales de derecha a sus bastiones
consuetudinarios en algunas ciudades grandes o intermedias y, por otro, en la
recomposición de estas elites desplazadas y con poca fuerza electoral,
proporcionalmente hablando, en la agrupación ciudadana PODEMOS, de Jorge
293
(Romero, 2006).
294
Ibíd.
295
En el Chapare y la región cocalera el MAS arrasó en los 3 municipios en disputa. En Villa Tunari
obtuvo el 87% de la preferencia electoral: el consejo municipal en pleno resultó MASista.
296
“El MAS arrasó con alcaldías La corte departamental electoral prevé concluir hoy el computo de las
mesas en la región cochabambinas”, Los Tiempos, 9 de Diciembre de 2004.
297
Información de la Corte Nacional Electoral, Elecciones municipales 2004 www.cne.org.bo.
232
Quiroga, vicepresidente de Bánzer que ocupó el cargo principal tras el retiro del ex
dictador. PODEMOS apoyó en aquella ocasión a diversos personajes de derecha con
presencia regional y dificultades al interior de sus partidos y con ello, puso los
cimientos de la reorganización partidaria de la derecha y las élites económicas
regionales.
El escenario político oficial que se dibujó tras las elecciones: partidos políticos
tradicionales debilitados y recomposiciones frágiles de sus fuerzas, potente ampliación
de las zonas de presencia e influencia del MAS, consolidación local de organizaciones
sociales “con registro” como la OICh o la Sub Federación de Ancoraimes entre otras, y
declive tendencial de la preferencia electoral del MIP en La Paz pese a su expansión
hacia otros departamentos, será el teatro donde ocurrirá la última gran confrontación
social que abordaré: las movilizaciones de mayo/junio de 2005 hasta la caída de Carlos
Mesa y la convocatoria a elecciones generales anticipadas.
Capítulo VI
2005: tensión creciente entre emancipación, autonomía, autogobierno
y reconstitución estatal
¿Qué es lo que usted está proponiendo don Abel Mamani? ¿Vamos a tomar el
Aeropuerto Internacional de El Alto? Hace tres días, un grupo de desaforados
pretendió romper una de las mallas que controla el Aeropuerto Internacional de
El Alto, e ir a la pista e interrumpir los vuelos. Usted, supongo don Abel
Mamani, que quiere una ciudad de El Alto moderna, supongo que quiere una
ciudad de El Alto que crezca y que produzca, pero a la vez quiere tomar el
Aeropuerto Internacional.
Usted, ¿sabe lo que pasa cuando un grupo de desaforados toma una aeropuerto
internacional? La calificación internacional de ese aeropuerto cae, deja de ser un
Aeropuerto Internacional y, no volveremos a ver un vuelo de American o de
Varig, o de Lan Chile, o de cualquier línea internacional que cubre a la ciudad
de El Alto y a la ciudad de La Paz.
Y, eso que hemos construido en años, de años, de años, lo tiramos a la basura en
un segundo y, a usted qué le importa. Claro, no, luego vendrá (ante) el gobierno
y dirá: que el Presidente arregle.
En esta locura estamos, y yo no estoy dispuesto, créame don Abel Mamani, no
estoy dispuesto, no estoy dispuesto a hacerle a usted el juego de la
233
irresponsabilidad; no estoy dispuesto a seguir en esta comedia vergonzosa en la
que estamos, esta comedia que nos está llevando a la destrucción de Bolivia,
con acciones conscientes de quienes han decidido bloquear Bolivia, bloquear El
Alto. Toda responsabilidad para el Presidente y su gobierno, todo delirio y
exigencia, para usted. Conmigo no cuenten.
[…]
En este escenario, yo debo decirles a ustedes: yo no soy un títere, no he venido a
gobernar Bolivia para hacer lo que un grupo corporativo A, B, C, o D quiere
que yo haga. Yo he venido a gobernar Bolivia con responsabilidad, mi
compromiso es con usted, con usted que está allí en la base, con usted al que
estrangulan todos los días -lo digo desde el punto de vista figurado-, porque lo
estrangulan en las calles porque no lo dejan circular, porque no lo dejan
producir, porque no lo dejan trabajar, porque todo el día nos viven amenazando.
Este es el país de los ultimátums. Este es país de si usted no hace esto lamento
mucho pero se va a atener a las consecuencias. Este es el país de las personas
que se enrollan con dinamita para exigirnos que hagamos cualquier cosa que se
les ocurra, buena, mala o regular. No voy a continuar en esa lógica, porque
Bolivia no se puede gobernar en esa lógica. 298
Estos razonamientos son una parte de las desdichas e impotencias que el día 6 de marzo
de 2005, en cadena nacional, Carlos Mesa contó a su estupefacta audiencia, minutos
antes de avisar a los ciudadanos y ciudadanas que “presentaba renuncia al cargo de
presidente de la República”, porque no podía hacer nada ante la situación que se
gestaba. En su largo discurso televisado, el presidente exhibió su completa
imposibilidad de reconstituir cierta capacidad de gobierno con un mínimo de eficacia.
Las viscerales críticas y el racista escarnio 299 del presidente no tenían como único
destinatario a Abel Mamani, por entonces Presidente de la Federación de Juntas
Vecinales de El Alto (FEJUVE). Las diatribas y reproches más duros fueron contra Evo
Morales. La censura más razonada fue contra “las élites orientales”.
¿Qué había sucedido? ¿Por qué un presidente, que afirmaba que tenía el 60% de la
aprobación de la población, elegía como camino para gobernar no el uso de la fuerza
pública, sino el chantaje televisado dirigido a los “ciudadanos” y “ciudadanas” aludidos
de manera individual? Mesa, en marzo de 2005, exhibía su condición real de
298
Transcripción estenográfica del discurso del Presidente Carlos Mesa del 6 de marzo de 2005, Agencia
Boliviana de Información.
299
(Mamani y otros, 2007)
234
“presidente cercado”, política y geográficamente, después del agotamiento del ímpetu y
límites de sus planes de 2004. Glosemos un poco más la extensa arenga de Carlos Mesa
pues hay en ella pistas importantes de lo que sucedía y, además, no siempre es posible
conocer la voz de un gobernante hablando desde esa posición de impotencia radical ante
la confrontación que se acercaba:
Ciudadanas y ciudadanos de Bolivia:
El pasado viernes, el honorable diputado nacional Evo Morales, además jefe del
Movimiento Al Socialismo, el principal partido en este momento en el país, ha hecho
conocer a Bolivia que ha decidido un bloqueo nacional de caminos y que ha decidido
también la movilización de sus partidarios en todas las ciudades de Bolivia.
La decisión del diputado Evo Morales responde, según sus propias palabras, a que el
Parlamento nacional apruebe la Ley de Hidrocarburos y que se lleve adelante la
Asamblea Constituyente.
Adicionalmente, el dirigente de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, Abel
Mamani, ha decidido radicalizar sus medidas con un bloqueo total, desde la ciudad de
El Alto contra la ciudad de La Paz, para forzar a la salida inmediata de Aguas del
Illimani de la ciudad de El Alto, es decir, que se entregue a SAMAPA la administración
del agua y que se obligue a Aguas del Illimani a salir y además que se intervenga la
empresa.
Estas dos decisiones plantean que a partir de las próximas horas podemos tener en muy
poco tiempo el país totalmente bloqueado, bloqueadas las principales carreteras,
bloqueadas las principales ciudades, de hecho, Sucre, la capital de la República, está
ahora totalmente aislada del resto del país, con serios problemas de abastecimiento de
gasolina y con graves problemas incluso ya de abastecimiento alimentario.
Es previsible que en tres o cuatro días, hacia el miércoles o jueves, las principales
ciudades pero particularmente la ciudad de La Paz no tengan combustible y empiecen a
tener problemas de abastecimiento de alimentos.
Ante una situación como esta se preguntará usted que me está viendo ¿cuál es la
decisión del gobierno?, ¿qué es lo que el gobierno va a hacer, y el objeto de este
mensaje que le estoy dando tiene como objetivo por supuesto responderle a esa
pregunta.
El poder ejecutivo boliviano lo que había decidido era “renunciar” o, mejor, esgrimir su
renuncia como un chantaje para que la población, capaz de movilizarse y “bloquear
todo”, no volviera a aparecer en acción, interponiéndose en sus “razonables” propuestas.
Mesa se dirigía a los ciudadanos, a la ficción liberal de individuos aislados con
235
prerrogativa de voto, y hablaba de los dirigentes de dos sectores por entonces
movilizados como si la decisión sobre qué hacer dependiera de ellos, de tales dirigentes
y no de las colectividades que encabezaban y que les daban visibilidad y fuerza.
Carlos Mesa quería convencer a “su” población, a “sus ciudadanos” –no podía decir a
“mis votantes” porque su calidad de presidente estaba fundada en la destitución de
quien lo había escogido a él como aliado-, que la única forma correcta de hacer las
cosas era la suya. A Evo Morales, le cuestionaba no aceptar los términos de la
constituyente y de la ley de hidrocarburos tal como los entendía el gobierno:
¿Necesita Bolivia un bloqueo para convencer a alguien, para convencerse a sí misma de
la necesidad de la Asamblea Constituyente? Por supuesto que no.
Si el presidente Carlos Mesa y los bolivianos le hubiéramos dicho al conjunto de la
sociedad, no queremos Asamblea Constituyente, podría entender perfectamente que sea
necesaria una medida de presión, pero esto no es así.
Por lo tanto, plantear un bloqueo nacional para llevar adelante una Asamblea
Constituyente, es, simple y sencillamente una falacia, una presión, una actitud
autoritaria inadmisible.
¿No será que el honorable diputado Evo Morales lo que quiere es una Asamblea
Constituyente a su imagen y semejanza? La que él quiere, como él quiere y en los
términos que él nos quiere obligar a plantear? Espero que no.
[…]
El segundo elemento que plantea el señor Evo Morales está vinculado a la aprobación
de la Ley de Hidrocarburos, ¿qué Ley de Hidrocarburos? La Ley de Hidrocarburos que
plantea el honorable Evo Morales, jefe del MAS, es una ley inviable e imposible.
Quiero subrayar lo que estoy diciendo: ¿es una ley inviable e imposible porque lo digo
yo? En absoluto. Si yo creyera que el planteamiento de proyecto de ley de la Comisión
de Desarrollo Económico de la Honorable Cámara de Diputados tiene viabilidad
práctica, podríamos discutir los elementos de diferencia. Lo que plantea la ley del señor
Evo Morales, es una ley que la Comunidad Internacional no acepta, y que las empresas
petroleras van a llevar al arbitraje.
Y las empresas petroleras llevan al arbitraje una ley que coloca al país en una situación
de imposibilidad de llevar adelante ninguno de sus proyectos y programas. Que eso es
justo o es injusto, es un tema de discusión y de debate, pero, está claro y nos lo han
dicho todos, nos lo ha dicho el Brasil, nos lo ha dicho España, nos lo ha dicho el Banco
Mundial, nos lo ha dicho Estados Unidos, nos lo ha dicho el Fondo Monetario
Internacional, nos lo ha dicho Gran Bretaña, nos lo ha dicho el conjunto de la Unión
236
Europea: señores bolivianos aprueben una ley que sea viable y aceptable para la
Comunidad Internacional.
237
No contento, con lo que va a hacer, luego me va a venir a gritar a Palacio de Gobierno
para que yo pague esos 17 millones de dólares, o para que no los pague, porque a usted
no le importa, no tiene que hablar con el presidente del Banco Mundial, tengo que
hablar yo.
Y, sabe de dónde salen los 17 millones de dólares, don Abel Mamani, no de mi bolsillo,
del bolsillo de sus compatriotas, que bastante han hecho ya con lo que tenemos que
sufrir, en función de construir una economía mejor, para tener encima que cargar 17
millones de dólares y otros 50, si perdemos un juicio con Aguas del Illimani, porque en
este carnaval de locos, don Abel Mamani, todo se reduce a consignas, todo se reduce a
organizaciones no gubernamentales que chillan desde Dinamarca, desde Suecia, desde
Francia, desde cualquier punto del planeta y me envían correos electrónicos: estamos
solidarios con El Alto, porque esos señores toman agua en Estocolmo, en París, no en El
Alto.
238
Mesa también percibía como un peligro el resurgimiento de la derecha agazapada en las
organizaciones empresariales de Santa Cruz y otros departamentos del Oriente. 300 Es
evidente, sin embargo, que su mayor enojo era contra Abel Mamani y las
movilizaciones de El Alto: en ellas se jugaba el futuro.
300
En el mismo discurso del 6 de marzo, Mesa dedicó las siguientes palabras a la “elite” cruceña,
acusándola básicamente de hipocresía y no de “locura” e “irracionalidad” como a los demás:
“Permítanme hablar de las autonomías, el planteamiento de la elite cruceña, que logró un cabildo
multitudinario, para forzar a un referéndum de autonomías. Quiero recordarle a Santa Cruz y a Bolivia, el
20 de abril del 2004, dos meses antes de junio y ocho o nueve meses antes de enero, de ese famoso
cabildo, yo como Presidente, planteé las autonomías, pero no solamente eso, planteé un decreto de
descentralización de la educación y la salud. Ese decreto, fue volteado por el conjunto de los sindicatos de
salud y educación, incluyendo los sindicatos de salud y educación de Santa Cruz. Muy buena es la elite
cruceña para plantearle al Presidente autonomías y, cuando yo planteé la autonomía específica de la salud
y la educación, ustedes que después me despellejaron, diciendo que yo soy enemigo de Santa Cruz, me
voltearon la espalda cuando yo les pedí, apóyenme en la descentralización de la salud y la educación.
Hechos y no palabras, mis queridos amigos. Quiero despejar una falacia sobre las autonomías. Las
autonomías, no dividen a Bolivia, lamentablemente, Santa Cruz, ha cometido un error, aislarse del resto
del país, plantear la autonomía como si solo fuera un interés cruceño, cuando es un interés de todos los
bolivianos”.
301
Documento “Aguas del Illimani debe irse de la ciudad de El Alto”, elaborado por la Fundación Solón
y presentado en un Foro organizado por FEJUVE a fines de 2004.
239
espacios comunes en nuestros barrios, sólo que de manera ampliada”, explicaba por aquel entonces Abel
Mamani, entonces dirigente de FEJUVE-El Alto.
Así, más o menos desde noviembre de 2004, los pobladores, vecinos y vecinas de los diversos barrios de
El Alto establecieron el 10 de enero de 2005 como fecha límite para la permanencia de Aguas del Illimani
en su ciudad. En enero de 2005 llevaron adelante un contundente paro cívico de 72 horas con la demanda
central de cese del contrato y expulsión inmediata de dicha empresa. El gobierno de Carlos Mesa les dio
la razón en lo relativo a sus argumentos. No discutió ninguno de los datos aportados por Abel Mamani en
relación al conjunto de incumplimientos a su contrato cometidos por AISA y, pese a ello, creyó posible
implementar un plan de contención del descontento similar al que ejecutó después de Octubre de 2003:
aceptar y avalar las razones esgrimidas por los pobladores, manifestar la voluntad gubernamental de dar
los pasos necesarios para romper el contrato y enmarañarlos, posteriormente, en una confusa madeja de
procedimientos estatales, estableciendo siempre, como un límite inamovible la “normatividad
internacional” y las “obligaciones del gobierno ante la comunidad de naciones”.
Resulta pues que a finales de enero, la población de El Alto “celebró” la recuperación de sus aguas; sólo
para conocer unos días después que esto no era el caso. Es decir, el contrato inicialmente firmado entre
AISA y el estado boliviano se había roto, pero únicamente para que se celebrara otro inmediatamente
después. De ahí la realización de nuevos paros, movilizaciones y bloqueos en El Alto exigiendo la
expulsión inmediata de AISA, mucho más radicales que el “Paro Cívico” de enero, en los cuales incluso
se querían bloquear las pistas del aeropuerto; lo que tanto alarmaba al presidente Mesa en marzo.
La población, los vecinos de El Alto, agrupados en FEJUVE y encabezados por Abel Mamani no estaban
dispuesto a admitir el “engaño” gubernamental. Contra eso, Carlos Mesa, que no estaba dispuesto a
imponer sus decisiones por la fuerza, no podía hacer nada salvo renunciar. 302 Valgan unas reflexiones
más generales en torno a esto.
Si entendemos la lucha emancipativa que despliegan los pueblos movilizados intransigentemente en pos
de alguna finalidad que han decidido por sí mismos, también como la acción creativa de producir
colectivamente novedades contra y más allá del capital y del Estado (Holloway), se muestra con claridad
la doble y tensa relación entre la lucha contra el Estado –ie, básicamente contra la dominación política en
su formato más visible- y el conjunto de luchas colectivas, indígenas y populares contra el capital, el
Estado y sus lógicas combinadas –ie, contra la manera de sujetar y explotar al trabajo útil y de organizar
la producción de la vida cotidiana-, que asumen entre otras la forma de luchas contra el saqueo, el despojo
y la explotación. Esto era justamente lo que pasaba en El Alto a principios de 2005: la lucha contra el
despojo del agua por un consorcio transnacional, en la que como primer paso se exigía la expulsión de tal
empresa y el cese de cualquier relación económica con ella; iba avanzando, tendencialmente, hacia más
allá del Estado y del capital, pues lo que se proponía y deseaba era: por un lado, establecer la “propiedad
social” de la empresa de distribución de agua potable y alcantarillado de la ciudad de El Alto, sin que el
problema de la incapacidad del marco legal para contener dicha figura hiciera mella en lo que se decía
desde las bases, en los distintos barrios. Por otro lado, también de manera tendencial, las luchas se
302
Carlos Mesa desde su caótica asunción a la presidencia en octubre de 2003, se comprometió a no
utilizar la fuerza pública para reprimir a la población y cumplió su palabra. A lo largo de su discurso se
exhibe que si un gobernante rechaza el uso de la fuerza, o hace lo que la población le va indicando o se ve
obligado a renunciar.
240
proponían objetivos que iban más allá del estado y el capital, en tanto entendían el “control social”, bajo
el cual querían colocar a la empresa, como una más de las múltiples actividades de autorregulación de la
vida cotidiana que desde sus propias organizaciones sociales –las juntas vecinales, en este caso particular-
, diseñan, organizan y ejecutan sistemáticamente. Estas intenciones y la decisión con que los vecinos de
los barrios alteños estaban dispuestos a realizarlas, chocaba frontalmente contra la intención de Mesa y su
gobierno de conseguir un mínimo de estabilidad para que el status quo se conservara.
Ahora bien, la dificultad para comprender estos dos aspectos de la lucha social emancipativa, esto es, su
calidad de lucha anticapitalista y sus rasgos de lucha anti-estatal se funda, hasta cierto punto, en la
permanencia de cierta noción del Estado como hipotética e ilusoria comunidad política del conjunto de
fuerzas sociales que componen una nación o que habitan un territorio. Mesa, en el discurso que hemos
glosado habla desde ese imaginario y fantástico lugar del interés general; aunque se da cuenta,
desesperado, de que ése es un sitio de enunciación vacío si no apela a la fuerza militar para imponer su
decisión sobre el conjunto. Sin embargo, sobre tal noción ilusoria de comunidad política asentado en un
territorio determinado, que sigue siendo considerado “nacional”, Mesa intentó presentarse como un
responsable “gobierno progresista”, que busca, de forma limitada, vertical y férreamente centralizada,
establecer algunos límites a las acciones y decisiones más depredadoras del capital transnacional, con el
objeto de re-encausar el destino y finalidad de un bien público o un recurso común como el agua,
manteniendo simultáneamente intactos una serie de “usos y costumbres” estatales a través de los cuales se
establece y reproduce la diferenciación y la jerarquización social en lo cotidiano y permanente: de ahí
también el escarnio, la burla, la adjetivación y la puesta en escena del mensaje presidencial con el cual, a
modo de exhibición ritualizada de un sinfín de fetiches simbólicos, Mesa buscaba apaciguar a la
población de El Alto, furiosa y levantada 303 .
Durante la Guerra del Agua de El Alto, a principios de 2005, dicha tensión entre los contenidos
anticapitalistas y anti-estatales de la lucha social, enérgicos aunque muchas veces implícitos o expresados
de manera caótica y abigarrada; y los esfuerzos gubernamentales de mediación y contención, se
manifestaba con una deslumbrante, y quizá enceguecedora, claridad. Los alteños en lucha desconocían y
cuestionaban no sólo a Aguas del Illimani, sino que buscaban barrer con el conjunto de procedimientos y
regulaciones normativas consagradas estatalmente con el atributo de la legalidad.
En el umbral de este cúmulo de trastocamientos posibles, el significado de los contenidos anti-capitalistas
y anti-estatales desplegados en las luchas sociales –en El Alto y no sólo ahí- confrontó una dificultad
tanto práctica como teórica: ¿Cómo continuar?, ¿bajo que marcos conceptuales volver inteligibles el
conjunto de sucesos que acontecían entonces a gran velocidad? ¿cómo dotar de sentido y expresar con
palabras los cambios que se ambicionaban, distinguiéndolos de los que efectivamente se producían y
apuntando hacia nuevas posibilidades?
303
Vale la pena reflexionar, a partir de estos elementos, sobre la similitud que han tenido varios mensajes
a la nación del actual gobierno de Morales, con lo que a principios de 2005 se exhibía de forma
descarnada: el uso de una escenografía que impregna a quien usa de la palabra de una autoridad que viene
del pasado, de la inercia, del propio aparato estatal; la pensada utilización de cierto lenguaje docto y
aparentemente mesurado, que pretende ser proferido desde un lugar donde, imaginariamente está
encarnada la voluntad general. Muchas de las dificultades del gobierno de Morales pueden comprenderse
–y criticarse- desde esta perspectiva.
241
Esta discusión, que comenzaba dificultosamente a abrirse paso una vez más durante los primeros meses
de 2005, se topó bruscamente con la contraofensiva política emprendida desde Santa Cruz, bajo el
auspicio y conducción de los empresarios más prósperos durante el período neoliberal, que veían lo que
sucedía en el Occidente del país con azoro y temor. Ellos entendían, además, que el gobierno de Mesa
había podido darles un respiro durante 2004, para recomponerse de los sobresaltos del año rebelde, del
vertiginoso y relampagueante 2003; pero, al mismo tiempo, tenían claro que ese gobierno y esa barrera de
contención del desborde comunitario y popular no lograría mantenerse en pié por mucho tiempo más.
Eligieron, por tanto, otro camino: presentarse a la escena pública de la confrontación directamente. Lo
hicieron preparando una maniobra política de gran magnitud: organizando el paso del gobierno de Carlos
Mesa hacia uno de los auténticamente suyos, Hormando Vaca Díez; e instalando en la discusión pública
el tema de la autonomía departamental.
304
“¿Por qué tomé la decisión de subir el diesel y la gasolina? Lo hice porque habían razones concretas,
absolutamente insuperables si no tomábamos la decisión. Quiero recordarles simplemente, que
comenzamos enero del 2004 con un precio internacional del barril de petróleo de alrededor de 32 dólares.
En octubre del 2004 ese precio llegó a 57 dólares, y estamos en este momento en un promedio de entre 42
y 43 dólares por precio de barril de petróleo a nivel internacional. Esa subida impresionante del precio,
generó sobre nosotros una fuerte presión. ¿Cuál fue esa presión?, el que tuvimos que subsidiar muchísimo
más el diesel que importamos”. Agencia Boliviana de Información, “Mensaje a la Nación del Presidente
Carlos Mesa, el 31 de diciembre de 2004”.
242
Desde principios de enero de 2005 comenzaron las movilizaciones contra la elevación
del precio del diesel en la región cruceña pues, efectivamente, es un combustible
ampliamente utilizado en la agroindustria. Unos días después, tras varias marchas en la
principal región productora de oleaginosas, auspiciadas por las organizaciones
empresariales y tras un bloqueo de caminos protagonizado por colonizadores realizado
cerca de la población de El Torno, Carlos Mesa decidió “bajar” el precio del
combustible. Sin embargo, el Comité Cívico Pro Santa Cruz, organismo de
representación regional supuestamente amplio, pero hegemonizado por las principales
organizaciones empresariales, cámaras de comercio e industria, ya había decidido
realizar un “Cabildo Departamental” el 28 de enero. 305 La cuestión fundamental a ser
discutida en el Cabildo era lo relativo al “régimen de autonomía regional” y la “elección
de prefectos”. De esa manera, las elites orientales combinaron hábilmente el enorme
descontento social causado por el alza de los hidrocarburos, que afectaba sobre todo a
los pequeños productores en época de cosecha, con la organización de un acto de masas
en donde inscribir en la agenda política una demanda añeja: la autonomía regional.
Fue así que durante la segunda quincena de enero de 2005 se llevó en cabo a todo lo
largo y ancho del departamento de Santa Cruz una intensa campaña publicitaria, en
primer lugar, denunciando al “gobierno central de La Paz” por tomar decisiones que
afectan principalmente a la población cruceña. Y, en segundo, una sistemática ola de
propaganda negra que contraponía a la “Bolivia bloqueadora” –indígena, qulla y pobre
del occidente del país- con la “Bolivia del progreso y el trabajo”, asentada en el oriente,
cuyos anhelos de “progreso” y “prosperidad”, se expresaban en la demanda de
autonomía departamental. La consigna política de la autonomía departamental oscilaba
permanentemente entre dos contenidos semánticos contradictorios: por un lado, se
explicaba como el derecho de los cruceños a elegir sus propias autoridades
departamentales y, por otro, se insinuaba como intención de disponer de los recursos
naturales existentes en el departamento, sobre todo del gas, de acuerdo a sus propios
criterios.
305
Las organizaciones de Santa Cruz involucradas en la organización del Cabildo fueron, entre otras, la
Unión Juvenil Cruceñista, grupo de choque altamente agresivo que en varias ocasiones desde 2000 se ha
confrontado con otros “cambas” rurales cuando estos han realizado protestas y movilizaciones; el
Movimiento Autonomista Nación Camba, que sostiene la posición más radical y racista entre las elites
cruceñas y el Comité Cívico Pro Santa Cruz. Dentro de éste último, sumamente activas estuvieron la
Camara de Industrias, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO) y la Cámara de
Industrias Oleaginosas.
243
Así, el 28 de enero se llevó a cabo, después de una insidiosa y agresiva campaña
mediática, el “Cabildo por la Autonomía” en la ciudad de Santa Cruz. De acuerdo a
algunas descripciones, el Cabildo fue una especie de gigantesco festival pre-
carnavalero, con conjuntos de música, baile y exhibición de las fraternidades y
comparsas de las elites. 306 Todo el evento fue pagado mediante contribuciones de las
más poderosas empresas cruceñas, e incluso a todos los trabajadores y empleados se les
dio libre el día para que acudieran al Cabildo y la patronal controló su asistencia. 307
Durante el Cabildo, el acto político consistió en que Rubén Costas, presidente del
Comité Cívico de Santa Cruz, presentara a la concurrencia las siguientes tres preguntas:
¿Están ustedes de acuerdo que hoy se constituya esta asamblea, que nos
represente y conduzca en el proceso para instaurar la plena vigencia de la
Autonomía del departamento de Santa Cruz? El cabildo respondió sí.
¿Están ustedes de acuerdo en autorizar a esta Asamblea para que convoque a
elecciones del primer prefecto electo de Santa Cruz, en caso de que el gobierno
nacional no lo haga? El cabildo respondió sí.
¿Están ustedes de acuerdo en autorizar a esta Asamblea para que convoque a
referéndum vinculante por autonomías, en caso de que el gobierno nacional no
lo haga? El cabildo respondió sí. 308
306
En particular, ver la nota de Irene Roca Ortiz, “Santa Cruz, la mascara de Carnaval de la Autonomía”
publicada en Narconews el 30 de enero de 2005. Ella señala que: “el famoso cabildo fue sobre todo una
fiesta, con bandas típicas tocando taquiraris y carnavales, el famoso grupo Azul Azul (inspirados autores
de “La Bomba”) y… papel picado distribuido por un avión”. Otras descripciones similares del desarrollo
del Cabildo aparecen en http://www.eldeber.com.bo/20050129/santacruz_7.htm l.
307
http://www.eldeber.com.bo/20050126/santacruz_3.htm l
308
http://www.eldeber.com.bo/20050129/santacruz
309
En Santa Cruz y, en general, en el Oriente boliviano, el par de distinción camba-qulla alude a la
procedencia y origen étnico de la población y la jerarquiza económica, social –y más tarde- políticamente.
Lo “camba” refiere a lo cruceño y, en la última década, ha pasado de ser un insulto (en tanto remitía al
campesino cruceño sobre quien pesaba el prejuicio de ser flojo), para convertirse en una identificación
autoafirmativa, prácticamente sinónima de “moderno”, “burgués” (o aburguesado), “blanco y rico” (o
blanqueado y enriquecido). El término “camba” se contrapone constantemente al despectivo “qulla” con
el que se califica tanto a la población del occidente, como a los migrantes agrarios y urbanos de otras
regiones de Bolivia asentados en Santa Cruz. La polarización “qulla”-“camba” ha aumentado en
intensidad y en estridencia en los últimos años.
244
flamante agroindustria cruceña de la caña, el algodón y las oleaginosas, financiada con
las divisas obtenidas por la exportación del estaño en la antiguas minas estatales.
Después de 1985 y con la aprobación de las reformas liberales, las élites agrarias
cruceñas, antiguas subsidiarias del Estado central asentado en La Paz, ampliaron y
desarrollaron sus propios negocios de exportación de productos agrícolas en el mercado
internacional y establecieron sus propias alianzas con las corporaciones transnacionales,
ofreciéndoles servicios o asociándose con ellas en condiciones de socios menores 310 .
Así, el antiguo regionalismo cruceño, que recelaba de los migrantes de origen indígena
que llegaban a sus campos y ciudades, subordinando y excluyendo sus prácticas
culturales y haciendo escarnio de la apariencia y las costumbres de los qullas, se vio
fortalecido por un enriquecimiento económico acelerado al abrirse nuevos mercados. Lo
peor del regionalismo tradicional se entrelazó con lo peor de la polarización económica
generada por las políticas neoliberales, abriendo espacio a la participación política de
unas elites conservadoras, ricas, superficialmente liberales, extranjerizantes y
profundamente racistas y machistas. 311
Usando como trampolín la cuestión del aumento del diesel y la generalizada oposición
cruceña a esa medida del gobierno central de Mesa, en enero de 2005, estas elites se
dotaron de una consigna política, la autonomía regional, que había madurado al menos
desde diez años atrás, cuando cesó la dependencia económica del oriente,
consolidándose una cierta autonomía económica del empresariado cruceño, ya no
subordinado plenamente al gobierno central sino, más bien, ligado al capital
transnacional. A partir de entonces, la autonomía departamental ha sido el caballo de
batalla de la ofensiva reaccionaria. Bajo esa consigna, se impugnan las decisiones del
gobierno central, sobre todo si éste es presionado a asumir medidas impulsadas por las
movilizaciones y, además, se contrapone un supuesto espacio de “orden y trabajo”, el
oriente, al desordenado y conflictivo occidente, indígena y popular.
310
Una interesante historia “del Oriente boliviano” que contiene una detallada explicación de la
conformación de las élites de Santa Cruz y Beni, se encuentra en Roca, 2001. José Luis Roca es un
conocido historiador cruceño, en cuyo trabajo puede rastrearse el conjunto de tensiones y rivalidades
regionales entre el “Oriente” y el “Occidente” boliviano a lo largo de los siglos.
311
Hacia finales de los años 90 el tradicional “regionalismo” cruceño tomó cuerpo en un incipiente
pensamiento político articulado en un artefacto discursivo llamado “Nación Camba” y su correlato
organizativo denominado “Movimiento Autonomista Nación Camba”. Hacia 2003, Iván Paredes,
migrante paceño en Santa Cruz y activista social, respondió a una parte de los planteamientos de la
“Nación Camba” en un texto titulado Nación camba popular o crítica de la nación camba patronal,
intentando abrir la discusión sobre el lugar adecuado para la inclusión social y política de los trabajadores
formales e informales, mayoritariamente qullas que habitan en las regiones orientales de Bolivia (Paredes,
2003).
245
Hasta finales de 2004, la consigna de la autonomía estuvo presente en ocasiones,
aunque todavía subordinada a la disputa fundamental por el cumplimiento de la
“Agenda de Octubre”. Sin embargo, el uso y sentido que posteriormente ha adquirido
esta reivindicación regional, las maneras en que a través de su manipulación se ha
confrontado al gobierno de Morales y se ha hecho colapsar el tímido esfuerzo reformista
de la Asamblea Constituyente, nos indica hasta cierto punto, que la consigna de
autonomía departamental fue una especie de cuña que las élites orientales lograron
imponer en la discusión pública en momentos de efervescencia social. Queda pendiente,
para otro trabajo, un registro más sistemático de la manera como eso ha ocurrido.
246
“calca de la ley gonista” y por las organizaciones y partidos de la derecha como
“inviable” y “peligrosa”. Esta Ley de Hidrocarburos, tal como analizamos en el capítulo
anterior, se proponía modificar, cautelosa y lentamente, la relación entre el Estado
boliviano y el conjunto de empresas petroleras transnacionales que operan en Bolivia,
sobre todo a partir de modificar el régimen fiscal convenido. La discusión sobre el
particular, abierta a comienzos de 2005 en el Congreso, versaba sobre cuánto y hasta
dónde tal extremo era posible. Así, en un primer nivel, cabe afirmar que la generalizada
movilización social entre marzo y junio de 2005 se detona, justamente, como una gran
disputa sobre las maneras de modificar la relación entre las transnacionales petroleras y
el estado boliviano. O, más bien, como un esfuerzo de la población boliviana, atenta y
dispuesta a movilizarse una y otra vez, por no permitir que se desnaturalizara y
sumergiera en el obscuro vórtice de la negociación parlamentaria y la decisión de
expertos, su voluntad mil veces expresada desde 2003 de “reapropiarse del gas y del
petróleo”. El escenario general donde todo esto ocurría presentaba, a grandes rasgos,
los siguientes elementos:
• Existían, para marzo de 2005, dos proyectos de “nueva” Ley de Hidrocarburos a
discusión: la propuesta del gobierno de Mesa trabajosamente modificada en
sucesivas discusiones en el Congreso y la propuesta del MAS. Las cuestiones
reguladas en ambos proyectos se abordaban de manera técnica y obscura,
versando sobre la propiedad de los recursos “en boca de pozo”, los contratos –
entre el estado y las corporaciones-, los impuestos a ser pagados y la
industrialización del gas dentro de Bolivia. El proyecto gubernamental
modificado buscaba, básicamente, aumentar la contribución de las
transnacionales del gas al erario, estableciendo como máximo tasas del 18% de
regalías y 32% de impuesto sobre la producción total. 312 Por su parte, la
propuesta de ley defendida por el MAS, establecía que debía cobrarse al menos
el 50% de regalías a las corporaciones. 313 En todo lo demás, ambos proyectos
eran bastante parecidos; es decir, la diferencia central entre ellos era la cuestión
de cuánto y hasta dónde se consideraba posible modificar los contratos entre el
Estado y las transnacionales en materia fiscal.
312
La diferencia entre regalías e impuestos es, básicamente, que las regalías no admiten deducibles y un
porcentaje fijo de ellas es destinado obligatoriamente a inversiones en las regiones productoras; mientras
que los impuestos directos, admiten “deducciones” y “compensaciones”.
313
Comunicado No.2 de la Coordinadora del Agua y del Gas, Cochabamba, 7 de marzo de 2005.
247
• Por otro lado, en particular en El Alto, la población estaba muy sensible a lo que
percibía como “nuevas trampas gubernamentales”, a partir de la experiencia de
la ruptura del contrato con Aguas del Illimani y su posterior re-establecimiento.
En cierta medida y con esa experiencia, el debate sobre la ley de hidrocarburos y
las cada vez más complejas discusiones acerca de las disposiciones específicas,
los reglamentos, las instituciones reguladoras, los procedimientos y, en general,
las leyes locales e internacionales que entraban en consideración; eran
entendidas por la población de El Alto antes que como un entramado legal a
acatar, más bien como una camisa de fuerza a destrabar.
En el siguiente cuadro pueden verse, de manera esquemática, el conjunto de hilos que
comenzaron a anudarse en el mes de marzo:
6 de marzo Discurso de Carlos Mesa donde anuncia que renunciará si es bloqueado políticamente
en su plan de aprobación de la Ley de Hidrocarburos y de convocar a elecciones para
una Asamblea Constituyente.
7 de marzo Se realiza un gran Cabildo en El Alto donde se acuerda que “no importa si Mesa se
va”. Se exige la salida de la Suez-Aguas del Illimani y la nacionalización inmediata
de los hidrocarburos.
9 de marzo Se firma un “pacto antioligárquico” entre todas las fuerzas sociales movilizadas
10 de marzo Ocurren marchas en Santa Cruz, Tarija y Cochabamba organizadas por los
empresarios, empleados públicos y clases medias, a favor de la Ley de Hidrocarburos
de Mesa y, sobre todo, exigiendo que los nuevos impuestos sobre las transnacionales
sean administrados y usufructuados por las regiones.
15 de marzo Mesa propone adelantar las elecciones para agosto. El Congreso rechaza la propuesta
de renuncia del presidente.
314
La Razón y La Prensa meses de enero y febrero de 2005.
248
16 de marzo “La Cámara de Diputados de Bolivia aprueba el proyecto de ley de hidrocarburos que
establece en 18 por ciento las regalías que deben pagar las petroleras y les fija un 32
por ciento de impuestos “no deducibles ni compensables”. Evo Morales declara que la
ley: “no es todo un éxito, pero en la mayor parte, en los puntos centrales, el pueblo
boliviano ha ganado”. 315
Quedan pendientes, en términos de trámite, una serie de pasos procedimentales y la
promulgación de la Ley de Hidrocarburos por el presidente.
17 de marzo Se termina la “crisis de la renuncia” de Mesa y se levantan los bloqueos en El Alto y
en el Chapare, pues nuevamente “se rompe” el contrato con Aguas del Illimani
abriéndose una mesa de discusión.
Se generaliza la discusión pública sobre la Ley de Hidrocarburos oscilando las
posiciones entre “nacionalización inmediata” (demandada por los alteños y otros) y la
revisión y aumento de las cargas fiscales (cocaleros y MAS). El ambiente de la
discusión es, sin embargo, muy confuso.
Es muy evidente la profunda crisis política e institucional que en aquellos momentos se vivía en Bolivia:
un presidente que amenazaba con renunciar, una Ley que reemplazaba la del odiado Sánchez de Lozada y
cuya redacción era objeto de escrutinio y discusión en todos los rincones de Bolivia –esto es, sobre la cual
los parlamentarios no podían decidir únicamente a partir de sus intereses-, pues se entendía como
herencia y conquista –aún si deformada- de la Guerra del Gas. Un movimiento social –los cocaleros- que
bloqueaban caminos en defensa de otra versión de dicha Ley y una ciudad, El Alto, que no estaba
dispuesta a tolerar una deformación de su audaz y sacrificado esfuerzo de 2003, admitiendo una simple
“subida de impuestos a los saqueadores”. Todo esto se confrontaba en Bolivia en marzo de 2005,
mientras las élites orientales y sus representantes políticos, atornillados a sus curules, maquinaban
maniobras políticas y hacían cálculos.
Con más claridad que en el Octubre Rojo de 2003, entre los movilizados se distinguían dos posiciones
contrapuestas: “nacionalización inmediata de los hidrocarburos” Vs. Ley de Hidrocarburos del MAS y su
propuesta de aumento de regalías al 50%. Este desdoblamiento cada vez más notorio de lo que hasta una
año atrás había sido una especie de tenso cuerpo cooperativo de movilización y lucha conformaba un
escenario que se complejizaba todavía más, en tanto que las élites orientales junto a los partidos
tradicionales se presentaban en franco proceso de distanciamiento del gobierno de Mesa. Así, a finales de
marzo podía distinguirse el creciente antagonismo y competencia entre al menos cuatro grandes fuerzas:
gobierno central, élites orientales, MAS y población alteña y comunarios aymaras en pié de lucha. Con
estos múltiples elementos que diagramaban el paisaje de la lucha social a finales de marzo de 2005, el
despliegue del antagonismo durante los meses siguientes tomó la forma de un gigantesco remolino.
315
Agencia Periodística de Información Alternativa (APIA),
http://www.apiavirtual.com/2005/03/17/articulo-5600/
249
en la vasta discusión sobre el destino del gas boliviano y de las condiciones a las que debían ceñirse las
transnacionales petroleras que quisieran operar en el país. El Presidente alegaba que no era posible
obligar a las corporaciones a admitir tasas tan altas de nuevos impuestos. Esta posición generaba mucha
confusión pues, aunque una parte de la gente movilizada en El Alto y en otras ciudades rechazaba la
actitud de Mesa y coreaba la consigna de “nacionalización del gas”, hasta cierto punto quedaba colocada
en el escenario de “regateo” fiscal en el cual se movía por aquel entonces, el MAS de Evo Morales.
Dada la fuerza simbólica –que no material- que todavía tenían el gobierno y el Congreso, parecía que lo
máximo a conseguir era la modificación de los contratos con las petroleras para imponerles una carga
fiscal de 50% a sus ganancias, 32% en impuestos no deducibles y 18% en regalías. El 16 de mayo se
cumplían dos meses de este estira y afloja presidencial en torno a la firma de la ley aprobada. Si el
presidente no firmaba el documento en ese plazo, el presidente del Senado, Hormando Vaca Díez, tenía
capacidad para hacerlo y para promulgar la Ley.
En este ambiente la población boliviana, sencilla y trabajadora, comenzó a movilizarse a partir del 16 de
mayo. Ese día hubo enormes marchas en La Paz y El Alto, organizadas por los vecinos y vecinas de la
ciudad de El Alto, por la COR-El Alto, por maestros y universitarios y, en general, por una gran cantidad
de organizaciones sociales. También ese día 16, partió desde Caracollo, en la principal carretera que
conecta La Paz con el resto del país, una marcha de cocaleros y trabajadores auspiciada por el MAS, que
exigía la modificación de la Ley que debía firmarse, en el sentido de “elevación de las regalías”; es decir,
la consigna de la marcha de Caracollo era la aprobación de la Ley que el MAS había defendido desde
finales de 2004.
El 17 de mayo, Hormando Vaca Díez, militante del MIR de Jaime Paz y por entonces presidente de la
Cámara de Senadores, firmó la Ley de Hidrocarburos aprobada por los diputados en marzo. Esta acción
significaba un desconocimiento de hecho de la autoridad de Carlos Mesa, colocando al presidente en la
disyuntiva de volver a presentar su renuncia ante el Congreso. La jugada política de Vaca Díez consistía
en que, en esta ocasión, la renuncia presidencial sería aceptada y el cargo recaería en él mismo, dado que
el orden de sucesión constitucional en Bolivia, en caso de vacío presidencial, señala que el siguiente
funcionario llamado a ocupar tal cargo es el presidente de la Cámara de Senadores 316 . Prácticamente
todos los sectores movilizados consideraban esta eventualidad como la peor posible, dado que Vaca Díez
no es más que un político tradicional del viejo MIRismo, experto en todo tipo de maniobras y acuerdos
subterráneos, con fama de autoritario y, además, cercano a las más añejas élites político-empresariales de
la región oriental del país de donde es originario. Sin embargo, dados los acontecimientos, la muy posible
presidencia de Vaca Díez se cernía sobre todos los movilizados de manera amenazadora.
En los siguientes días, saturados de todo tipo de rumores, informaciones contradictorias y frenética
deliberación pública también a través de las radios, mediante los múltiples programas de “micrófono
abierto” que existían entonces; se produjeron, entre otras acciones, enérgicas manifestaciones de los
trabajadores mineros que en numeroso contingente se habían también trasladado a La Paz. Tanto la
316
Walter Chávez señala que ,“según un informe de inteligencia que circuló en los ámbitos políticos,
personeros del Comité Cívico de Santa Cruz viajaron a Estados Unidos para entrevistarse con el ex
presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Sánchez Berzaín, de allí habría salido una línea de
acción politica que apuntaba a asfixiar al gobierno de Carlos Mesa, bien para arrancarle concesiones
inmediatas para la autonomía o para obligarlo a renunciar.” Para las ambiciones de Vaca Díez todo
pasaba por la renuncia de Mesa. El Juguete Rabioso No. 131, junio de 2005
250
Federación de Mineros como la COB señalaron que ninguna de las versiones de la Ley de Hidrocarburos
era admisible, exigiendo una vez más la nacionalización inmediata del gas y del petróleo. 317
Con la postura del gobierno de Mesa cada vez más debilitada, permanecían en el escenario institucional
del antagonismo, por un lado, la amenaza de un eventual gobierno de Vaca Díez y, por otro, la postura del
MAS en defensa de su propia versión de la Ley de Hidrocarburos. Este conflicto se medía y se
confrontaba, a su vez, con la creciente y cada vez más enérgica voz pública de decenas de organizaciones
sindicales y sociales que exigían nacionalización y que expresaban en las calles y caminos, de manera
autoconvocada y de forma debordada, su decisión de conseguir la recuperación de los hidrocarburos
bolivianos de manos de las transnacionales. Así se arribó al lunes 23 de mayo, día del comienzo del
nuevo y último levantamiento por el gas y contra el contragolpe de la derecha empresarial y partidaria.
Ese día, lunes 23, llegó a La Paz la marcha procedente de Caracollo, organizada por el MAS. En la Plaza
de San Francisco se había convocado un gigantesco Cabildo Abierto para el cual, todos los dirigentes y
autoridades de El Alto y de las comunidades aymaras cercanas a La Paz habían hecho amplia difusión
durante el fin de semana.
Al Cabildo, poco después de medio día, con la plaza llena a reventar, llegó la columna de marchistas que
encabezaba Evo Morales. De inmediato se confrontaron las dos posturas de la población movilizada: los
vecinos y trabajadores alteños que habían bajado a La Paz en grupos densos y compactos, así como los
millares de comunarios aymaras con sus autoridades tradicionales y su atuendo de guerra, corearon hasta
enronquecer la consigna: “Ni 30, ni 50, nacionalización”, deslindándose de los teje-manejes
parlamentarios. Evo Morales tuvo que soportar ese día una rechifla de casi un cuarto de hora. Después de
ese larguísimo abucheo, cuando finalmente le llegó el turno de hacer uso de la palabra, pronunció ante el
Cabildo un discurso plegándose a la consigna de nacionalización y retirando la defensa legislativa de su
proyecto de Ley.
Con ese impulso, miles y miles de aymaras rurales comenzaron a ocupar la ciudad de La Paz durante los
días siguientes. Ahora ya no se trataba de bloquear caminos o de establecer cercos a la ciudad; más bien,
decidieron asentarse en la propia sede del poder y ocupar todas las calles céntricas y cruceros principales.
Se estableció, además, un cerco físico al edificio del Parlamento Nacional para que en él se aprobara, de
inmediato, una Ley de Nacionalización de los Hidrocarburos. Luis Gómez, quien en aquellos momentos
desde La Paz hacía la crónica inmediata de los sucesos diarios e informaba al mundo a través de diversas
páginas de Internet, escribía el día 24 de mayo:
Eran casi las 12 del día, bajo el sol quemante, cuando llegamos con los hermanos aymaras al
cruce sur, Comercio y Colón, a veinte metros de un costado del edificio del Congreso. Ahí
comenzó la batalla en toda forma. La gente decidió empujar a la vista del edificio donde tantas
leyes en su contra se han fraguado. Y los policías que apenas podían resistir, comenzaron a
jalonear a los dirigentes. En la pelea, por poco se llevan a Eugenio Rojas, que logró soltarse
ayudado por sus compañeros… pero en uno de los edificios cercanos, sede de varias comisiones
legislativas, aparecieron los cañones de los francotiradores, y eso terminó por enfurecer a la
gente, que lanzó cartuchos de dinamita a las ventanas del edificio. Aparecieron entonces las
primeras granadas de gas lacrimógeno, los disparos de balines comenzaron a incrustarse en la
ropa y en los cuerpos de la maquinaria de guerra más poderosa de los Andes… porque, queridos
lectores, a estas alturas ya pueden establecer una diferencia entre la marcha de ayer y la de hoy:
317
La Razón, 20 de mayo de 2005.
251
los aymaras no vinieron a manifestarse, vinieron a pelear por recuperar lo que por derecho les
pertenece y, hartos de promesas y mentiras, tomar control de su vida definitivamente 318 .
A partir del 30 de mayo todo fue movilización, deliberación pública y radicales acciones de repudio a
todo aquello que representara el odiado poder colonial-liberal. Gualberto Choque, entonces dirigente de la
Federación de Trabajadores Campesinos de La Paz, Tupak Katari, hablaba de que habían llegado ya los
“tiempos de guerra”. La discusión en las calles, entre otras cosas, versaba sobre la pertinencia y necesidad
de auto-convocarse, por sí mismas, las organizaciones sociales y la gente movilizada en general, a la
Asamblea Constityente que se reclamaba desde hacía años y que el presidente Mesa había ido ajustando a
formatos, ritmos y tiempos estatales. La manifestación más visible del rechazo que comenzaba a
producirse a todo lo que significara o recordara el poder ajeno, el predomino q´ara sobre las decisiones
del conjunto, fue dramática: en varios puntos de los bloqueos urbanos, principalmente en el barrio de
Sopocachi, donde se asientan diversos ministerios y oficinas públicas, los comunarios y vecinos que
desarrollaban los bloqueos comenzaron a “cortar las corbatas” que vestían los funcionarios y oficinistas
que intentaban cruzar los obstáculos desparramados en parques y vías públicas. Ese mismo 30 de mayo,
en una enorme concentración llevada a cabo en la Plaza San Francisco durante la tarde, se convoca a
todas las federaciones, ayllus y markas a emprender el bloqueo general de caminos. Al día siguiente,
además, completando el cuadro de colapso institucional, el Regimiento Policial No. 1 situado cerca del
centro de la ciudad de La Paz, anuncia que ha decidido ya no salir a reprimir las manifestaciones: de
hecho, la Policía en La Paz sabía que era inútil cualquier intento de contención y represión; era tantísima
la gente movilizada y exhibía tal disposición a ocupar y paralizar la ciudad, que un regimiento o dos de
policías era muy poco lo que podía hacer.
Para el 2 de junio, el Servicio Nacional de Caminos (SENACO) informó que más del 60% de las
carreteras del país estaban bloqueadas. Iba quedando claro que, en esta ocasión, era prácticamente todo un
país el que se levantaba. Mientras tanto, Carlos Mesa, en un último y tardío esfuerzo político por
distender la confrontación, mediante Decreto Supremo (D.S.28195), convoca a elecciones para la
Asamblea Constituyente el 16 de octubre; y propone la realización de un “referéndum vinculante sobre
autonomías departamentales” para la misma fecha. Nadie estuvo de acuerdo con esto: ni el Comité Cívico
de Santa Cruz, ni los diversos contingentes movilizados en todo el país. Casi nadie se tomó la molestia
siquiera de responder al presidente. Sin embargo, una convocatoria prácticamente idéntica a la propuesta
por Carlos Mesa en sus últimos días de presidente, fue la que presentó el gobierno de Morales, unos
meses después 319 .
318
Ver, Gómez, “Pacha de guerra en Bolivia”, http://narcosphere.narconews.com/notebook/luis-
gomez/2005/05/
319
Tras una serie de negociaciones entre las fuerzas políticas formales con representación parlamentaria,
principalmente entre el MAS y la organización ciudadana PODEMOS de Jorge Quiroga, el 6 de marzo de
2006 se conoció la “Convocatoria a elecciones para los representantes a la Asamblea Constituyente y
referéndum sobre autonomías”, firmada por Alvaro García como Presidente del Congreso. En tal
convocatoria, no sólo se reunían en un solo proyecto el curso y organización de la Asamblea
Constituyente y la cuestión del referéndum sobre autonomía departamental; sino que, además, se
respetaba la forma partidaria –ampliada- de representación política, exigiendo que los candidatos a
diputados constituyentes fueran presentados ya sea por algún partido constituido, o mediante asociaciones
ciudadanas o “pueblos indígenas” formalmente reconocidos. Mediante tal convocatoria, lo único que se
consiguió, a la larga, fue replicar en la Asamblea Constituyente una especie de copia deformada del
252
El lunes 6 de junio, la tensión continuaba creciendo. Ese día, por segunda vez, los alteños y los aymaras
rurales “ocuparon” La Paz. Volvieron a instalar bloqueos en distintos cruces de la ciudad y generalizaron
el “cortado de corbatas” a prácticamente todos los transeúntes que las portaban. Horas más tarde, Carlos
Mesa presentó una vez más su renuncia al cargo de Presidente de la República, esta vez de manera
irrevocable. La formalidad institucional boliviana exigía, sin embargo, que tal renuncia debía ser
aprobada por el Congreso, para lo cual era necesario que los congresistas pudieran reunirse. Sin embargo,
con la ciudad de La Paz absolutamente bloqueada y con el edificio del Congreso cercado, era imposible
que eso ocurriera. Hormando Vaca Díez, que por fin veía acercarse la posibilidad de apoderarse del cargo
presidencial decide, en su calidad de Presidente del Congreso, convocar a sus colegas a sesionar en Sucre.
La maniobra que había urdido este oscuro personaje consistía pues, en esta ocasión, en trasladar la sede
del poder legislativo a Sucre, oficialmente capital de la República y donde se asienta la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, para desde ahí aceptar la renuncia de Mesa.
Durante los días siguientes, 7, 8 y 9 de junio, poco a poco los legisladores fueron logrando trasladarse, en
aviones de las fuerzas armadas o alquilando transporte aéreo, hacia la ciudad de Sucre: no había manera
de moverse por tierra y en La Paz, era incluso una hazaña llegar al aeropuerto. Las fuerzas de la
movilización ocupaban todo el territorio urbano de La Paz y El Alto; en otras ciudades, asimismo, se
produjeron masivas movilizaciones y concentraciones. En ese ambiente, junto al tema de la
nacionalización de los hidrocarburos se comenzó a hablar de la “triple renuncia”: que el Congreso acepte
la renuncia de Carlos Mesa, que Hormando Vaca Díez renuncie a ser el sucesor de Mesa y que,
igualmente, lo haga Mario Cossio, Presidente de la Cámara de Diputados y siguiente en el orden de
sucesión presidencial de emergencia. Con esas tres renuncias, el cargo de presidente debería ser ocupado
por el Sr. Rodríguez Veltzé, hasta ese entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La única función de este “último” presidente de emergencia previsto en la ley sería convocar a nuevas
elecciones en un lapso no mayor de 6 meses. Esta “salida política” comenzó a discutirse como posibilidad
para alcanzar una pausa en la convulsión generalizada.
Paralelo a todo esto, el día 8 de junio se realizó un todavía más gigantesco Cabildo Abierto en El Alto; los
oradores comenzaron a hablar de “Asamblea Popular” y autogobierno, con una ciudad completamente en
sus manos. 500 kilómetros al Sur de la sede de gobierno, en el departamento de Chuqisaca, en la ciudad
de Sucre, la población urbana había también empezado a movilizarse y los comunarios quechuas de
Chuquisaca y Potosí, junto a nutridos contingentes mineros llegaban por centenares a la periferia de la
ciudad para ocuparla y establecer un cerco a toda la ciudad de Sucre y, en particular, a la “Casa de la
Libertad”. En ese lugar, donde se firmó el Acta de Independencia de Bolivia en 1825, debían reunirse los
congresistas para aceptar la renuncia de Mesa y aceptar la presidencia de Vaca Díez, según los planes de
la derecha; o para que ocurrieran las “tres renuncias” y se posesionara a Rodríguez Veltzé, según la
mayoría de los movilizados.
En medio de una tensa calma amaneció Sucre el 9 de junio. La movilización de comunarios y
trabajadores tenía paralizada toda la ciudad. Había contingentes de mineros y comunarios de las
Congreso boliviano. Queda claro, después de toda la exposición anterior, que lo que el gobierno de
Morales decidió consagrar como mecanismo legal para la transformación fue lo mismo que el propio
Carlos Mesa había ya ofrecido en junio como válvula de escape para la confrontación que, por entonces,
se desbordaba por todos los rincones del país.
253
provincias cercanas, ocupando plazas y calles. La voz que salía de cada una de estas concentraciones era
una sola: únicamente se admitiría el trámite de la “triple renuncia”. Se advertía a los congresistas de los
distintos departamentos que se les permitiría reunirse únicamente para ello. El cerco a la Casa de la
Libertad era estrecho, la gente estaba nerviosa y en apronte. Después de una tensa tarde, donde la furia
comunitaria y popular crecía por segundos, sobre todo tras conocerse que un minero había muerto al ser
atacada la volqueta que traía a más trabajadores a reforzar el cerco a Sucre, finalmente, sin pena ni gloria,
se produjo la aceptación de la renuncia de Carlos Mesa y la renuncia al “derecho constitucional” a ocupar
la presidencia por parte de Vaca Díez y Cossío. Rodríguez Vetzé fue posesionado en el cargo de
presidente de la República de Bolivia y se le encomendó la tarea de convocar, inmediatamente, a nuevas
elecciones: las del 18 de diciembre cuando el MAS arrasaría en todo el territorio nacional y que llevarían
a Morales a la presidencia del país.
La narración de esta cadena de acontecimientos muestra cómo ocurrió, desde marzo de 2005, la
confrontación a cuatro bandas que más o menos bosquejamos. En primer lugar, el gobierno de Mesa,
tratando de salvarse a sí mismo y de defender obstinadamente los intereses de las transnacionales
petroleras, que se esforzó hasta el final por ceder lo menos posible e intentando, muy tardíamente, abrir
ciertos cauces políticos para la expresión –y administración institucional- de la vasta y profunda acción
colectiva de impugnación al orden político que sacudía al país. Las extemporáneas, contradictorias e
insuficientes “concesiones” políticas que Carlos Mesa propuso a comienzos de junio, en medio de esta
última gran movilización; a saber, convocatoria a la elección de constituyentes y referéndum sobre
autonomías tienen, a la luz de los posteriores pasos del gobierno de Evo Morales, también la calidad de
haber sido una especie de desesperada “cabeza de playa” del status quo, para comprometer el porvenir.
En segundo lugar, estaba la posición de Vaca Díez, que intentó un prematuro y abortado ensayo de
reorganización institucional de la derecha por la vía de la renuncia de Mesa y el apoyo a la demanda
autonomista de la élite principalmente cruceña.
Por el lado de las fuerzas movilizadas, en esta última gran movilización ya es nítidamente distinguible la
oscilante postura del MAS y sus fuerzas sociales allegadas y la efervescente y radical fuerza que, ya sin
Felipe Quispe al frente de los movilizados 320 , actuaba desde los barrios y comunidades aymaras del
departamento de La Paz, afirmando que sólo aceptaría la nacionalización de los hidrocarburos saqueados.
Morales y el MAS sistemáticamente defendieron la posición del aumento de los impuestos a las
transnacionales como único camino posible, desestimando la generalizada exigencia social de
nacionalización de los hidrocarburos hasta el Cabildo del 23 de mayo. El posterior deslizamiento del
MAS hacia la postura de la movilización generalizada, se basaba en gran medida en los cálculos
partidarios hechos a toda prisa, sobre la posibilidad de hacerse del gobierno, por la vía electoral, antes de
lo previsto. Así, si bien durante los acontecimientos de marzo a junio de 2005, el MAS aportó su gran
capacidad para instalar en el escenario político opciones tácticas de corte institucional que evitaran una
320
A mediados de 2005 Felipe Quispe seguía siendo formalmente el Secretario Ejecutivo de una de las
divisiones de la CSUTCB. Sin embargo, su popularidad y legitimidad estaban muy disminuidas incluso
en la región de Omasuyos, su tradicional bastión. Las razones para ello, entre otras cosas, consistían en
las ya inmanejables contradicciones surgidas al interior de su partido político que ocupaban una gran
parte de su tiempo y, también, en su alejamiento paulatino de las bases durante el año 2004.
254
confrontación mayor, simultáneamente introdujo confusión al interior de las filas movilizadas con su
permanente vaivén entre la postura de elevación de los impuestos a las transnacionales y la aspiración de
nacionalización. Por otro lado, desde mediados de mayo los operadores del MAS se concentraron en
buscar un camino para echar a Carlos Mesa, abriendo un período extraordinario de elecciones que sabían
que iban a ganar. Tuvieron un éxito contundente en su afán, aunque al precio de ceder, limitar y
finalmente vaciar de contenido, la exigencia más profunda de la sociedad boliviana trabajadora
movilizada en su conjunto: la reapropiación de la riqueza común por la vía de la nacionalización de los
hidrocarburos, la ruptura de los contratos con las transnacionales y la búsqueda de un futuro armado por
la propia cuenta y riesgo de la sociedad levantada.
Finalmente, los múltiples segmentos, organismos, asociaciones y grupos de la población
movilizada, sostenidos principalmente por la fuerza aymara urbana y rural, organizada
en la FEJUVE y otras estructuras asociativas de El Alto y en las diversas organizaciones
sindical-comunales del departamento de La Paz; alentados discursiva y políticamente
por los tenaces esfuerzos que brotaban desde Cochabamba a través de la Coordinadora
del Agua y del Gas, son quienes en definitiva desplazaron al gobierno de Mesa,
impidieron la temprana consolidación de una nueva estafa política –la re-instauración
barnizada de la misma ley de hidrocarburos gonista- y pararon en seco el contragolpe de
la derecha consistente en desplazar a Carlos Mesa e instaurar a Vaca Díez como
reemplazo.
En 2005, una vez más y de forma ampliada, las fuerzas movilizadas lograron establecer
un contundente veto a los planes del gobierno, los intereses de las transnacionales y la
oligarquía oriental y los políticos tradicionales. La capacidad de cooperación entre las
distintas fuerzas movilizadas logró articular una potente acción de cerco en una tercera
ciudad, Sucre, después de haber sitiado varias veces La Paz a partir del 2000 y
Cochabamba en 2002. La movilización adquirió un carácter auténticamente nacional
por la vía de la generalización de un objetivo compartido y de la sintonía de una
multiplicidad de fuerzas, que realizaron pequeñas y grandes acciones de participación y
lucha. La importancia de fijar con claridad aquello a ser defendido: en aquellos
momentos, “nacionalización de los hidrocarburos” y “no a Vaca Díez”, como elementos
decisivos del esfuerzo general por la reapropiación social de la riqueza común; una vez
más se mostró como auténtica palanca para el refuerzo recíproco y la cohesión y
capacidad colectiva. 321
321
De ahí que sea tan grave la estridencia con la que el MAS presentó, después del 1º de mayo de 2006,
un tímido comienzo de recuperación de la propiedad hidrocarburífera anteriormente enajenada,
respetando los cauces legales, como “LA Nacionalización” –así, con mayúsculas-. Como se dice
coloquialmente, “dar gato por liebre” siempre introduce una enorme dosis de confusión desmovilizadora.
255
Entre marzo y junio la movilización urbana y los sistemáticos levantamientos rurales, la
ocupación de las ciudades por trabajadores del campo y la ciudad, las continuas
asambleas y reuniones donde decenas de miles de hombres y mujeres bolivianos se
comprometieron a recuperar lo suyo y a establecer límites para las acciones del
gobierno, toda esta energía social, durante esos meses no aceptó límite alguno y se
dispuso a enfrentar el conjunto de amenazas y riesgos legales y militares que significaba
confrontarse con el poder corporativo de las transnacionales, pautando sus propios
tiempos y decidiendo sus ritmos. Justamente en ese sentido se entendió la apertura de un
cauce político formal y democrático para desplazar del gobierno a las aborrecidas elites
económicas y partidarias. La salida política de las “tres renuncias” –Mesa, Vaca Díez y
Cossío- y la instauración de un gobierno provisional que únicamente convocara a
elecciones, resultó aceptable para el conjunto de la población. El masivo y contundente
triunfo electoral de Evo Morales y el MAS en las elecciones del 18 de diciembre de
2005 testifica, antes que cualquier otra cosa, la decisión generalizada de continuar con
las transformaciones sociales iniciadas años atrás.
Los pasos del gobierno de Evo Morales no son ya objeto de este trabajo. Únicamente
señalar que en lo hecho por tal gobierno hay un amargo sabor a estafa, que el presente
se parece demasiado al pasado como para ser satisfactorio y que, después de la
profundidad del quiebre político y de los perseverantes esfuerzos sociales por
transformar el mundo, es todavía mucho lo que queda pendiente.
256
Reflexiones finales
I
Sin duda alguna, la oleada de levantamientos y movilizaciones bolivianas de comienzos
del siglo XXI nos deja elementos muy valiosos para volver a pensar sobre los caminos,
posibilidades y trayectorias de la auto-emancipación social y sobre las posibles vías para
transformar el presente y abrir paso al por-venir.
Los sistemáticos esfuerzos colectivos de lucha, de creación, de imaginación y organización que
encontramos en la experiencia en cuestión, nos permiten afirmar que la auto-emancipación social es,
fundamentalmente, un intermitente y continuado juego móvil de tensiones y antagonismos entre el
rechazo de múltiples grupos, asociaciones, cuerpos y colectivos de hombres y mujeres que no viven del
trabajo ajeno, a la subordinación política y económica al orden instituido y la capacidad y disposición
práctica de dicho orden por prevalecer, más allá de transformaciones superficiales. Esto es, la
emancipación social entendida como actividad individual y colectiva en marcha consiste básicamente en
el insistente y variopinto rechazo al imperio del capital y del valor de cambio sobre el trabajo útil, así
como en la perseverante confrontación a y permanente fuga de la normatividad, procedimientos y fines
del Estado.
La emancipación social es, en este sentido, ante todo un camino a recorrer, un conjunto de rutas
a hilvanar y no un sitio de llegada, una finalidad o un “estado” a alcanzar. Las trayectorias de la
emancipación son, en primer lugar, actividad práctica de cooperación, autorregulación colectiva
y trabajo útil, desplegándose de manera incómoda aunque expansiva bajo el peso de lo real a ser
transformado.
Bajo esta clave, los logros conseguidos a partir de las grandes acciones cooperativas de
lucha que impugnan lo existente y fijan un cierto rechazo al orden del capital y del
Estado son siempre dobles en su naturaleza: dibujan una posibilidad para profundizar el
trastocamiento del orden instituido, para crear y fortalecer otra configuración social,
económica y política colectivamente satisfactoria; y, al mismo tiempo, representan un
límite para ambos. La cuestión central para el impulso práctico de las variadas y
múltiples trayectorias emancipativas es su continuación, esto es, su tenacidad para
preservar la cualidad expansiva y de socavamiento de la impugnación alcanzada y para
afianzar en el tiempo las creaciones sociales y novedades políticas producidas en los
momentos de despliegue del antagonismo.
II
En la experiencia de las luchas bolivianas entre 2000 y 2005 distinguimos tres torrentes principales: i) la
lucha social rural y principalmente urbana de nuevo cuño, que avanza con entereza desplegándose desde
257
la autonomía, organizada de manera laxa y sosteniéndose, ante todo, en la disposición a la cooperación de
diversos organismos y grupos sociales, estableciendo “vetos” a los planes de los gobernantes, tal como
ocurrió, en particular, durante la Guerra del Agua, reiterándose de forma ampliada en los años
subsiguientes; ii) los potentes y vastos levantamientos y sublevaciones rurales que brotaron del entramado
comunitario principalmente aymara, estableciendo una y otra vez vigorosos cercos físicos, materiales y
simbólicos a las representaciones y sedes del poder colonial-liberal ajeno; iii) la tenaz lucha social de
resistencia de los cocaleros del Chapare que paulatinamente, junto a sus múltiples y perseverantes
estrategias defensivas, fue diagramando un camino de ocupación de cargos públicos y de desplazamiento
de las élites tradicionales de los puestos de mando del estado por cauces electorales. A partir de esta
caracterización general, descubrimos una dura tensión, sistemática y creciente entre una perspectiva
“comunitaria-popular” y otra, más bien, ceñida a un horizonte “nacional-popular”.
Para pensar la perspectiva “comunitaria-popular” son muy útiles algunos de los hilos con los que Zavaleta
reflexionó sobre lo “nacional-popular” en Bolivia como horizonte de las luchas sociales hasta principios
de los 80. 322 El eje de la idea de Zavaleta, según la lectura de Luis Tapia, consiste en poner atención a la
forma y calidad del vínculo entre el Estado y la sociedad, y a los múltiples modos en que cada uno se
presenta frente y contra el/la otro/a. 323 En contraste con ello, considero que lo más importante de la
propuesta comunitaria-popular, es la reformulación de la relación entre el gobierno y la sociedad,
reconfigurando y renegociando los ámbitos de autonomía y la desconcentración del poder, como
estrategia fundamental para reorganizar la relación estatal, entendida como pacto de convivencia
admisible. Con esta idea general como noción básica, considero que en los tres torrentes de las luchas
bolivianas recientes es posible encontrar elementos nítidos –en los objetivos explícitos de las acciones
colectivas en ciertas ocasiones, en las formas de lucha empleadas para conseguirlos, en las prácticas
asociativas ensayadas en y más allá de las luchas, en las modalidades organizativas y deliberativas
inauguradas- que desbordan ampliamente la perspectiva “nacional-popular” como horizonte político de
los esfuerzos de movilización comunes.
Entonces, si en cierta medida el horizonte nacional-popular consiste en la re-definición del vínculo entre
el Estado y la sociedad civil –con toda la heterogeneidad conexa al caso boliviano-, instaurando una serie
de mediaciones a fin de establecer modos mínimamente satisfactorios de inclusión económica y política
de la heterogeneidad social en una totalización política abarcativa y tendencialmente igualitaria; esto es, si
el horizonte nacional-popular puede entenderse como la aspiración social generalizada de dotarse de y
representarse colectivamente en un Estado nacional incluyente y democrático, las luchas bolivianas del
2000 al 2005 rebasaron dicho horizonte y ambicionaron y ensayaron la conformación de enlaces y
sintonías políticas distintas, autorregulativas, novedosas, no exentas de dificultades y, sobre todo, carentes
de formas de expresión y comunicación comprensibles y claras, más allá de consignas negativas de gran
322
“El problema que interesa estudiar […] es el que propone la formación de lo nacional-popular en
Bolivia, es decir, la conexión entre lo que Weber llamó la democratización social y la forma estatal. Con
esto entendemos las pautas de socialización tal como existieron y sus índices de poder así como los
llamados proyectos de masa. En otros términos, la relación entre el programa y la factualidad” (Zavaleta,
1986: 9).
323
Tapia presenta el “programa de investigación” de Zavaleta señalando que “la estrategia de explicación
[…] consiste en estudiar las relaciones de articulación entre el estado y la sociedad civil no de manera
estática sino en términos de proceso” (Tapia, 2002: 336).
258
radicalidad (“guerra civil”, “refundación del Qullasuyu”, “reapropiación social de los bienes comunes”,
“Asamblea constituyente sin intermediación partidaria”, etc.). En este sentido, la expresión más pulida de
la perspectiva comunitaria-popular de transformación de la relación estatal entendida como pacto de
convivencia a ser renegociado, en medio de una era de Pachakuti, se expresó en el Pliego Petitorio del
Pacto Intersindical durante los bloqueos de 2001. En dicho documento se presentaron formulaciones que
impugnaban y “volteaban desde adentro y abajo hacia fuera” el orden político dominante pues, lo que se
pretendía, era sujetar la posibilidad de mando de los de arriba, en relación a los recursos comunes, a las
decisiones y aprobación de las autoridades comunitarias locales. Este ambicioso programa de, por un
lado, impugnación del carácter privado y/o estatal de la propiedad como únicas opciones posibles,
colocando en el centro de la discusión política lo relativo a la “propiedad colectiva” y; por otro, de radical
inversión de los términos del ejercicio del mando político, vaciando al llamado “poder central” de toda
posibilidad de imposición, constituye la formulación más lograda del horizonte utópico comunitario-
popular, cimentado en la exhibición orgullosa de la propia fuerza y en la defensa intransigente de la
autonomía local.
Además, estas formulaciones se sintonizaron entre 2000 y 2002 de manera bastante fluida, con la
perspectiva más moderna y urbana, popular-comunitaria, de la Coordinadora del Agua y sus esfuerzos
por invertir, de maneras variadas y polifónicas, la relación de obediencia entre gobernados y gobernantes.
Poniendo en el centro de la discusión y disputa política la cuestión sobre quién finalmente decide sobre
las cuestiones que a todos incumben, la Coordinadora abrió una vía de entendimiento –no exenta de
dificultades- con las perspectivas comunitarias de las luchas altiplánicas.
En la densidad de los sucesos analizados a lo largo de toda la investigación, que constituyen auténticos
momentos constitutivos 324 de una realidad social colectiva que se desea distinta a lo que existe, que se
confronta con la inercia del pasado siendo capaz de inventar o de recrear formas de vinculación y de
lucha anidadas en lo más profundo de las prácticas cotidianas, y que se esfuerza por escapar de la norma
pautada desde el estado y la historia oficial; en todo ello, es posible leer la trama más vital y enérgica –si
bien no la más clara y explícita- de un horizonte “comunitario-popular” que postula como legítimas y
válidas maneras autónomas de producir la convivencia colectiva y de organizar la autorregulación
política; que exhibe prácticamente su habilidad para detonar procesos cooperativos de gran alcance sin
ceñirse a formatos instituidos y que, además, se atreve a ensayar maneras de apropiación de la riqueza
común y de disfrute del excedente social en, y también más allá del Estado, de sus normativas y sus
instituciones. Si algo faltó durante todo este periodo a la perspectiva “comunitaria-popular”, fue la
formulación de algún dispositivo teórico y discursivo, más allá de las nociones básicas del pensamiento
liberal, que permitiera abordar lo relativo a la equivalencia política de las diferencias 325 . Más allá de la
324
“La idea de momento constitutivo implica una noción de historia como despliegue de programas de
vida en la sociedad, programas que salen en los momentos de la refundación de la sociedad, en los que
hay una situación de fluidez, de sustitución y de implantación de nuevas formas y contenidos. No se trata
de programas que están de manera completamente consciente en el conjunto de la sociedad, ni siquiera en
una parte de ella, son programas que están concentrados en algunos núcleos y ámbitos de la sociedad,
pero también dispersos en otros diversos ámbitos y rincones de la misma […] El momento constitutivo
genera un subconsciente colectivo que generalmente sólo se revela en los momentos de crisis” (Tapia,
2002: 303).
325
Uno de los únicos esfuerzos, perseverantes y sistemáticos en esta dirección fue realizado por Luis
Tapia quien, en sus trabajos de esos años, una y otra vez se empeñó en aportar a la solución de esta difícil
259
apuesta por una Asamblea Constituyente sin intermediación partidaria, donde fueran reconocidas como
legítimas las prácticas organizativas y la fuerza colectiva de cada segmento de la población trabajadora,
no llegó a formularse ninguna propuesta aceptable –y generalizada- de reconfiguración de un pacto de
convivencia múltiple en clave no estatal.
Con esta pauta de comprensión, pueden entenderse cabalmente casi todos los momentos de confrontación
y lucha social abordados en esta investigación: desde los esfuerzos cochabambinos, aymaras y cocaleros
por mantener el agua y el territorio a disposición y bajo control de la población llana y su entramado
organizativo inmediato; hasta las grandes acciones colectivas y coordinadas para recuperar el gas y
defender el derecho a sembrar y vender hoja de coca donde se ensayaron sistemáticos cercos a las
ciudades. Incluso un tiempo tan contradictorio como el período electoral de 2002, puede hasta cierto
punto ser interpretado con esta mirada, dada la dinámica interna de la expansión electoral del MAS con
base en la consolidación de una compleja red de alianzas, acuerdos y transacciones explícitas, marcados
por el afán de desplazar de los cargos de gobierno a los representantes de la partidocracia tradicional.
Este conjunto múltiple de elementos organizativos y prácticas autónomas, de rasgos del comportamiento
y sabiduría colectivos, abren la posibilidad de pensar, de vislumbrar algunas líneas de un horizonte
comunitario-popular que rebasa los límites admitidos por la perspectiva nacional-popular tributaria férrea
de los cánones de conocimiento y lucha social del siglo XX y, por supuesto, del Estado que se levanta,
como relación social y como aparato normativo y de coerción a partir de la delegación social y colectiva
de la capacidad de la sociedad de intervenir directamente en todo aquello que le incumbe, le compete y le
es necesario.
No sostengo ni por un instante que el horizonte comunitario-popular sea completamente antagónico y
ajeno a una perspectiva nacional-popular. De ahí la dificultad de percibir y aislar los rasgos básicos del
primero. Ambos se presentan conflictivamente combinados en cada participante en una lucha, en tanto
cada uno oscila entre, por un lado, la incierta y difícil posibilidad de abrir un tiempo nuevo de creativa
producción y ampliación de relaciones sociales cooperativas y cercanas, con base en lo hasta entonces
oculto o sumergido en los formatos de dominación y explotación estatal. Y, por otro, la perspectiva
aparentemente mucho más cierta, de conquistar mejores condiciones de inclusión, políticas y económicas,
en el tiempo heredado y cotidiano, conocido y presente. La oscilación entre ambas miradas se expresa en
sistemáticas contradicciones entre el anhelo de hacer desaparecer o de disolver el orden político y
económico anterior para generalizar formas distintas de convivencia; y la intención, igualmente presente
en las propias luchas, de conseguir mejores maneras de quedar incluidos en ese orden antiguo. Esta
disyuntiva, en Bolivia se presentó intermitentemente desde las elecciones de 2002 y abiertamente desde
2004, bajo la forma de contradicción entre aquello que constituían los anhelos profundos de las
movilizaciones, y los límites que los ceñían y ajustaban a lo que se entendía, inmediatamente, como
posible. La diferencia y conflictividad entre las consignas esgrimidas en los momentos más álgidos de la
movilización y levantamiento social: “reapropiación social de los recursos hidrocarburíferos entendidos
260
como bienes comunes” o “nacionalización sin indemnización de los recursos petroleros 326 ”, expresa
justamente esta doble perspectiva y configura la tensión entre los contenidos de las transformaciones en
marcha. Hasta cierto punto, en la tensión entre lo programático y la factualidad, esbozada por Zavaleta,
pensar lo relativo a la emancipación es tomar partida por lo utópico, por lo por-venir, por lo todavía no
formulado con claridad contra y más allá del límite de lo que se presenta como “posible” impulsado por el
peso inerte del orden anterior.
En Bolivia, lo comunitario-popular y lo nacional-popular quebraron el paradigma liberal de forma
contundente y abrupta después de 2000; en cierta medida ambas formas de mirar y desear se intersectaron
y se confundieron intermitentemente, se fortalecieron mutuamente en ocasiones y, en otras, se
confrontaron. La dificultad de potenciar los contenidos comunitarios-populares de las múltiples luchas
sociales, sobre todo después de octubre de 2003, se cimentó no únicamente pero si de manera importante,
en la imposibilidad de clarificación práctica y conceptual de lo más novedoso y enérgico que estaba
siendo realizado en común.
En este sentido, tras la consolidación de la fuerza de lucha cocalera en un partido formal con gran éxito
electoral en 2002, los elementos comunes entre lo comunitario-popular y lo nacional-popular comenzaron
a separarse, diferenciándose y tensándose a partir del conjunto de otros hilos enunciativos y prácticos con
los que poco a poco cada perspectiva se fue entrelazando. Así, las expansivas acciones de confrontación y
lucha desplegadas por múltiples fuerzas sociales en 2005 en prácticamente todo el territorio boliviano, si
bien similares en su forma exterior –aparente- a las acciones de lucha del 2001, 2002 y 2003, no tenían ya
la misma calidad interior: poco a poco se anclaron a un horizonte nacional-popular en el que las
reverberaciones de la perspectiva comunitario-popular fueron quedando como ruido interno, como eco
pasado, manifestándose en las incomodidades y en las ausencias, soportando el peso del desconocimiento
y el aislamiento, hablando con dificultad a través de la voz de los ausentes del proyecto hegemónico
MASista y sus todavía contradictorios límites nacional-populares.
En todo caso, lo relevante de la lucha boliviana reciente y de este complicado juego de tensiones,
rivalidades y desplazamientos entre dos perspectivas y horizontes políticos, es que se exhibió con claridad
la posibilidad de un por-venir más allá de lo instituido, más allá de lo dado, del gobierno y su ocupación,
del estado y sus códigos, dinámicas y cánones de jerarquización y exclusión. Una vez más, en las luchas
bolivianas recientes se puso en la mesa de discusión la posibilidad de alterar la realidad social de manera
profunda para conservar, transformando, mundos de la vida colectivos y antiguos y para producir formas
de gobierno, enlace y autorregulación novedosas y fértiles. De alguna forma, las ideas centrales de este
camino pueden sintentizarse en la tríada: dignidad, autonomía, cooperación; que constituye el contenido
más potente y disruptivo de las movilizaciones.
La propia distinción de un horizonte interior comunitario-popular que desborda y recompone la
perspectiva mucho más tradicional de lo nacional-popular y sus expresiones gubernamentales
“progresistas” contemporáneas, es fruto de los esfuerzos de miles de hombres y mujeres bolivianos que
pusieron en esos años sus cuerpos, su sabiduría, sus recursos y su tiempo. Afirmar y precisar todo lo
posible tal distinción de perspectivas políticas y de horizontes sociales en marcha, hace viable la reflexión
326
Es claro que estas dos formulaciones no expresan lo mismo; en la segunda, que comenzó a escucharse
con más fuerza en 2005, hay una clara influencia de la visión política de la izquierda tradicional que sólo
atina a concebir al estado como agente de cambio.
261
renovada sobre la emancipación y sobre otros temas que hacen al contenido de dicho término: la relación
gobierno-sociedad, la desconcentración-dispersión del poder del estado, la desprivatización y gestión
social de los bienes comunes, la posibilidad de construir equivalencias políticas que permitan inventar
formas más ciertas de igualdad, etc.
Valga aquí una reflexión sobre esto, y sobre el carácter anti-estatal y anti-capitalista de
las luchas contemporáneas.
III
En tanto la lucha emancipativa puede entenderse, también, como la acción creativa de producir
colectivamente novedades contra y más allá del capital y del Estado (Holloway), cabe afirmar que existe
una doble y tensa relación entre la lucha contra el Estado –ie, básicamente contra la dominación política
en su formato más visible- y el conjunto de luchas colectivas, indígenas y populares contra el capital, el
Estado y sus lógicas combinadas –ie, contra la manera de sujetar y explotar al trabajo útil y de organizar
la producción de la vida cotidiana-, que asumen entre otras la forma de luchas contra el saqueo, el despojo
y la explotación. La tensión en la comprensión de estos dos aspectos de la lucha social emancipativa, esto
es, en su calidad de lucha anticapitalista y en sus rasgos de lucha anti-estatal se funda, hasta cierto punto,
en la permanencia de cierta noción del Estado como hipotética e ilusoria comunidad política del conjunto
de fuerzas sociales que componen una nación o que habitan un territorio. Sobre tal noción ilusoria de
comunidad política en determinados territorios que siguen siendo considerados “nacionales” han surgido
los llamados “gobiernos progresistas” y, junto a ellos, una manera limitada y estatalmente gestionada, de
establecer algunos límites a las acciones y decisiones del capital transnacional o de re-encausar el destino
y finalidad de porciones del excedente social, manteniendo intactos una serie de “usos y costumbres”
estatales a través de los cuales se establece y reproduce la diferenciación y la jerarquización social en lo
cotidiano y permanente. En el caso boliviano esto último ha ocurrido en detrimento de las tumultuosas y
caóticas acciones colectivas de impugnación y enfrentamiento al, mucho más general, orden económico y
político del capital en general, visibilizado en las instituciones, procedimientos y normativas consagrados
estatalmente con el atributo de la legalidad. En el umbral de este cúmulo de trastocamientos posibles, el
significado de los contenidos anti-capitalistas y anti-estatales desplegados en las luchas sociales recientes
confrontó una dificultad tanto práctica como teórica.
Tal dificultad ha sido encarada por las más importantes luchas sociales en América del Sur y en
Bolivia en particular, asumiendo la forma de distancia y contradicción creciente entre
determinados “gobiernos progresistas” y el conjunto de sus proyectos estatales, contra la
capacidad y posibilidad de diversos contingentes sociales para mantener su propia autonomía
política y perseverar en la confrontación a los límites impuestos por la normatividad y la inercia
de lo instituido. Por lo general, los afanes de la lucha social más radical, en términos de sus
contenidos anti-capitalistas y anti-estatales, i) han versado sobre la expulsión pura y llana de las
corporaciones transnacionales de los territorios donde operaban el saqueo de determinado
recurso –agua, petróleo, en Bolivia-; ii) con sus acciones han puesto en el tapete de la discusión
262
pública la cuestión del carácter de la propiedad de los bienes comunes, impugnando la obligada
dicotomía moderna entre “propiedad estatal” y/o “propiedad privada” y ensayando maneras de
alterar tal opción dual, igualmente insatisfactoria desde el punto de vista de los contingentes en
lucha; iii) por último, han establecido como central, en términos políticos, la redefinición de la
relación entre gobernantes y sociedad llana, intentando ceñir las acciones de los primeros a las
prerrogativas de la segunda en su multiplicidad. Estas propuestas y búsquedas quedaron
incómodamente expuestas en la voluntad de realizar una Asamblea Constituyente desde abajo,
sin intermediación partidaria, para abordar y reformular los términos de las relaciones sociales
más profundas –la propiedad de las tierras, de los bienes comunes, las formas de la organización
política del país, etc. Este conjunto de búsquedas, sin lugar a dudas, fue erosionado primero y
quedó en suspensión después, en medio de lo que podemos llamar “la formación cotidiana del
Estado”, es decir, la re-configuración de sus lógicas desde múltiples ámbitos y rincones del
orden social.
Sin embargo, a partir de la profundización de los quiebres sociales y políticos producidos por la
insubordinación continuada y creciente de vastos contingentes sociales, se abrió la discusión sobre las
maneras pertinentes, satisfactorias y posibles de regular la vida social en su conjunto; esto es, afloraron
rasgos plenamente políticos y anti-estatales en los contenidos de la lucha, sin adoptar modalidades
sintéticas de explicitación. La impugnación de y discusión sobre toda la legislación vigente, la voluntad
colectiva de sujetar las decisiones más importantes al control de las múltiples comunidades movilizadas,
el anhelo de consagrar las formas de hacer las cosas propias y desde abajo como maneras legítimas y
legales de convivencia, etc., son hilos que aunque dispersos, nos señalan caminos en esta dirección. El
nombre “general” que asumió este proceso en marcha, fue el de realización de una Asamblea
Constituyente y para su convocatoria autónoma y soberana se confrontaron dudas y conflictos
permanentes hasta que, ya en 2006 la convocatoria a la Asamblea Constituyente se instaló, sin ningún
éxito, dentro de los más pesados límites de posible y dificultosa reconstrucción del horizonte nacional-
popular.
Así, entre 2000 y 2005, la experiencia de las luchas bolivianas iluminó con fuerza un camino doble de
confrontación y expulsión territorial de algunos de los segmentos más ambiciosos y depredadores del
capital trasnacionalizado en su forma corporativa, junto a un complejo abanico de formas de asedio,
perturbación y ruptura del poder político instituido. Ese conjunto de acciones colectivas reinauguró una
abigarrada ruta de Pachakuti, heredera de antiguas tradiciones de regulación de la convivencia indígenas
y populares que, además, se ha nutrido de otras experiencias de lucha obrera y popular. La posterior
limitación de esas rutas desde el propio gobierno que los movimientos de insubordinación pusieron en el
centro del mando político en Bolivia, exhibe la necesidad de profundizar en la comprensión de los rasgos
anti-estatales y anti-capitalistas de tales acciones colectivas así como en la reflexión acerca de las maneras
no estatales de auto-unificación social, esto es, de conformación de nociones incluyentes que aporten
claves para configurar figuras de agregación plural: nociones de múltiples nosotros más allá de la ilusoria
unificación estatal.
IV
263
La posibilidad de configurar de manera horizontal, colectiva y autónoma dispositivos discursivos y
prácticos de inclusión plurales que habiliten diversas formas de enunciación de un nosotros real, concreto,
no estatal ni abstracto, está en la base de la capacidad política de impugnación del orden del capital y del
Estado. En Bolivia entre 2000 y 2005, para la articulación abierta y móvil de esos diversos “nosotros”, ha
sido fundamental la producción común de un horizonte de significado, compartido y general de lo que los
propios contingentes movilizados están haciendo en cada momento específico de lucha, como cuestión
central para el despliegue de variadas estrategias políticas desde la autonomía, y también como elemento
básico de la posibilidad de autogobierno –así sea por trechos- y del trastocamiento de fondo de la relación
estatal.
Para producir en común ese “nosotros” real, cabe resaltar el alcance y trascendencia de la construcción de
espacios auténticamente deliberativos entre los componentes de los diversos movimientos,
organizaciones y contingentes movilizados como asunto central para su propia potencia auto-unificatoria.
La deliberación franca y horizontal para tomar acuerdos sobre los problemas a enfrentar en común, sobre
la manera de conducir la acción colectiva y, sobre todo, los objetivos a conseguir en y con cada acción, es
el rasgo fundamental de toda construcción de auténtico “control desde abajo” en la experiencia boliviana
reciente. Los diversos recursos organizativos para garantizar tal control –la rotación en los cargos, o el
asambleísmo, por ejemplo-, pese a toda la importancia que tienen en la democratización de la vida
pública, en Bolivia se han mostrado como subsidiarios de la construcción de espacios de deliberación
autónoma, en los que las personas se viven a sí mismas y junto a las demás como auténticos soberanos.
En este sentido, el asunto de la “auto-unificación” social tanto para la lucha como para ir más allá del
Estado, no es un problema esencialmente orgánico, organizativo, estructural; es, ante todo, un problema
de acuerdo y horizonte político acerca de aquello que colectivamente ha de alcanzarse.
A lo largo de todo el trabajo, he mostrado cómo una parte importante de la potencia de la lucha boliviana
reciente se asienta en la claridad con que los distintos torrentes de lucha lograron expresar las finalidades
y objetivos de sus acciones, inmediatas y a mediano y largo plazo. Los límites prácticos de sus luchas
pueden, igualmente, volverse inteligibles a partir de los escollos para hilvanar un sentido propio, un
horizonte de deseo autónomo en cada circunstancia concreta. Sin embargo, esta cuestión no tiene nada
que ver con lo que en la tradición de la vieja izquierda se denominaba “conciencia revolucionaria”,
contraponiéndola a algo que se calificaba como “espontaneísmo”. Tal como deja claro la experiencia
boliviana reciente, la potencia de una lucha no se determina a partir de una cuestión de “conciencia”. La
superación de los problemas más importantes que zanjan los contingentes de hombres y mujeres que
impugnan el orden existente, por supuesto que requieren de un conocimiento claro respecto a qué está
sucediendo. Sin embargo, su solución no es cuestión del conocimiento conceptual de las posibilidades de
recomposición teórica de la situación. Su solución –o apertura continuada de la situación- se funda ante
todo, en la perseverancia y claridad con la que se busca lo colectivamente anhelado, lo cual remite tanto a
las condiciones materiales de vida y de enlace con otros, como a la habilidad para volver a colocar en el
centro de la situación lo que colectivamente se ha asumido como horizonte de deseo.
Finalmente, a lo largo del trabajo he dado gran importancia a la búsqueda de los elementos que
conforman el actual universo de sentido para comprender la noción de emancipación en Bolivia, pues
264
considero necesario contar con una serie de nociones más o menos ordenadas que nos permitan continuar
una doble tarea: por un lado, profundizar la crítica de los antiguos paradigmas teóricos y políticos que
guiaban la comprensión tanto de las luchas sociales como de las transformaciones económicas y políticas
anidadas en ellas. Por otro, asumir colectivamente, a partir de la deliberación horizontal y respetuosa, la
elaboración, interpretación y comprensión de los mapas con los cuales orientarnos en las nuevas
situaciones de despliegue de la lucha social y en la producción de los deseos colectivos de emancipación.
Expresando mi intención, esquemáticamente, en términos de lo que Kuhn sugiere para abordar las
“revoluciones científicas”, considero necesario y he intentado ir aislando los elementos más íntimos y
fundamentales de una matriz de significado sobre la emancipación social, a fin de poder develar,
comprender y quizá prever y evitar algunas de las contrafinalidades y obstáculos en las diversas acciones
de lucha social. Es este un terreno movedizo en la medida en que pretende realizar algún tipo de síntesis,
por más que sea provisional, y quizá sus resultados no tendrán mayor utilidad que ser enunciados
ordenados, aptos para ser sometidos a nuevas críticas. De todas maneras, considero fértil esbozar algunos
elementos de esa síntesis provisional.
• Los espacios deliberativos autónomos, horizontales, amplios, dotados de un orden propio y
respetuosos aunque sin demasiada estructura, fueron centrales para la organicidad y potencia del
movimiento social boliviano en sus momentos más decisivos. Muestra de ello es la permanencia
de la fuerza moral de la Coordinadora del Agua y sus diversas posiciones durante varios años;
así como la compactación, fuerza y capacidad de la lucha aymara entre 2001 y 2003 tras la
construcción del cuartel de Qalachaqa en 2001 y de la “huelga de hambre” rotativa en Radio San
Gabriel en 2003, pese a los problemas orgánicos que la estructura sindical rural enfrentaba en
aquellos años.
• La Coordinadora del Agua y el largo alcance de sus luchas, es una muestra de que son posibles
las “asociaciones plebeyas” diversas y laxas en momentos de crisis y debilidad de las antiguas
estructuras de agregación social institucionalizadas (sindicatos, centrales obreras, frentes, etc.).
Constituye, en tal sentido, un embrión de esperanza en la posibilidad de auto-unificación social y
de constitución de sentidos amplios y plurales de inclusión que tengan eficacia en el ámbito
político, más allá de otras estructuras de agregación más estables y con capacidad de coordinar
con ellas.
• Asumiendo la lucha emancipativa como trayectoria o recorrido autónomo y colectivo y no como
finalidad a conquistar o lugar a alcanzar, es posible comprender los principales sucesos de la
lucha boliviana reciente como una estrategia doble de “cerco y fuga”. Denomino “cerco” –físico,
geográfico o político- a la acción de antagonismo que vuelve impotentes las acciones de los
dominantes. El “cerco”, en ocasiones, en Bolivia se completó con la expulsión territorial –como
en el caso de la empresa Bechtel de Cochabamba, o como se intentó hacer con la Suez-Lyonesse
des Eaux en El Alto-. Otros ejemplos de este tipo de movimientos son el cerco político que se
estableció en torno al ex presidente Sánchez de Lozada hasta obligarlo a abandonar el cargo o el
gigantesco cerco levantado en mayo-junio de 2005 contra diversos miembros de los partidos
políticos tradicionales que buscaban hacerse de la presidencia precipitando la caída de Carlos
Mesa. Incluso, hasta cierto punto, el repentino triunfo electoral del MAS en 2002, cuando este
265
partido se consagró como segunda fuerza política formal en Bolivia en virtud del mosaico de
alianzas que armó en torno a la candidatura de Morales, tiene, en su origen, rasgos de esta
calidad de cerco, en este caso electoral y formal hacia y contra los partidos tradicionales y la
añeja ocupación de los cargos públicos por miembros de las elites económicas y étnicas.
Por su parte, la “fuga” consiste, ante todo, en la habilidad colectiva para escapar de los
significados que el estado asigna a las finalidades y objetivos pergeñados desde abajo,
limitándolos y carcomiéndolos. En el caso boliviano reciente, he revisado detalladamente la
tensión, vigente aun ahora, entre la elaboración autónoma y colectiva de lo que se denomina la
“Agenda de Octubre”: reapropiación social de los hidrocarburos y refundación del país y de sus
instituciones; y la captura, devaluación simbólica y desnaturalización que tanto el gobierno de
Carlos Mesa como hasta cierto punto el de Evo Morales, han implementado desde el Estado. La
cuestión de la “fuga” alude ante todo, a la acción de desconocer y eludir, una y otra vez, los
pesados vericuetos normativos y administrativo-burocráticos donde la inercia estatal ancla su
posibilidad de permanencia.
Por último, valga una breve reflexión provisionalmente sintética sobre la compleja imbricación entre
las luchas contra el Estado y las luchas contra el capital a partir de la reflexión sobre el caso
boliviano:
• Las tumultuosas y variopintas luchas anti-capitalistas que se sucedieron en Bolivia entre 2000 y
2005 –contra el saqueo y el despojo transnacional de los recursos o como defensa de la
autonomía de facto de determinados territorios, afirmando el derecho a gestionar y usufructuar la
tierra y los recursos de la manera decidida de forma colectiva- abrieron un cauce directamente
anti-estatal contra el pesado orden político de dominio étnico y clasista que, en formatos
liberales, reactualizó durante década y media las viejas jerarquizaciones y exlusiones que fueron
confrontadas por los pueblos indígenas bolivianos y los trabajadores desde la Guerra Federal -
1899- y durante todo el siglo XX.
Tales luchas cuestionaron el orden del capital en su conjunto porque centraron la atención,
primordialmente, en las formas válidas de propiedad de las riquezas comunes y en las prerrogativas que
emanan de tal propiedad. En este sentido, los levantamientos bolivianos fueron los más radicales de la ola
de luchas anti-neoliberales que ha resurgido en América Latina desde comienzos del siglo XXI.
Solamente entendiendo el carácter profundamente anti-capitalista de este conjunto de luchas, pueden
comprenderse, también, las complejidades de sus rasgos anti-estatales. En el caso boliviano, la relación de
las fuerzas sociales movilizadas y el Estado boliviano después de 2000 fue sumamente compleja,
abriéndose una doble posibilidad tendencial: o bien expulsión de las corporaciones –y de sus funcionarios
afines, gubernamentales y no gubernamentales- del suelo boliviano y reapropiación colectiva de lo
usurpado; o bien renegociación de los términos de los contratos entre las empresas transnacionales y el
gobierno, ampliando las prerrogativas estatales sobre los recursos antes completamente enajenados.
La primera posibilidad, corazón del horizonte comunitario-popular de las luchas y motor de su
radicalidad, en tanto puso en el centro de la disputa la cuestión de visibilizar, expandir y consolidar
formas distintas de convivencia, autorregulación y disposición de la voz pública, así como asuntos
relativos a la decisión sobre asuntos comunes, y sobre los recursos y la riqueza, asumió simultáneamente,
266
sin embargo, los límites fijados por la perspectiva nacional-popular predominante en el imaginario
político boliviano por más de cinco décadas. La voz aymara del augurio del Pachakuti, en este sentido, se
alzó contundente pero confusa en los bloqueos del 2001 y en la propuesta de vaciar la capacidad política
del estado heredado, sujetándolo en todas las cuestiones principales, a la decisión local.
En Bolivia, entre 2000 y 2005, el conjunto de luchas anticapitalistas y anti-estatales no propuso de forma
sintética, desde las profundidades de la movilización, ningún sistema sustituto al orden de explotación y
domino político del capital, más allá de la intermitente formulación de consignas difícilmente explicables
al conjunto de la población. Vale la pena continuar la reflexión sobre la transformación del mundo,
asumiendo la premisa de que el contenido anti-capitalista y anti-estatal de las luchas es así; es decir, que
esa voluntad de transformación no ha de lograr expresarse en una nueva totalidad –o no al menos no lo
conseguirá durante los próximos años- por la razón de que, primero, requiere afianzarse en la expresión,
visibilización y afloramiento reiterado de lo particular, de lo sumergido, dominado y clandestino. Bajo
esta perspectiva, el carácter anti-capitalista y anti-estatal de un conjunto de luchas, consiste ante todo, en
su compromiso con la exhibición y visibilización de la particularidad de los mundos de la vida desde los
que se nutre la propia posibilidad de luchar. De ahí la necesidad de trabajar y reflexionar con seriedad,
sobre los temas que este camino y esta mirada dejan sobre la mesa: la cuestión de la configuración de un
“nosotros” abierto, no “nacional” ni “estatal”, que permita y refuerce la cooperación; las posibilidades de
ensayar maneras de equivalencia política de nuevo tipo más allá de la ciudadanización liberal que camina
por el fantasmagórico sendero de la aparente igualdad jurídica y, finalmente, la tarea colectiva de pensar,
poco a poco y reuniendo todas las experiencias pasadas y presentes, las posibilidades de estabilzación y
permanencia no estatal de la energía social que se presenta con la luminosidad del relámpago y la fuerza
del huracán en momentos de despliegue de la lucha social.
En Bolivia, esa fuerza social desplegada hizo colapsar sistemáticamente las formas de dominio anteriores,
mediante la expansión del antagonismo social y a través de la disposición comúnmente expresada y
lograda de transformar el orden de las cosas. Esta capacidad colectiva, creativamente sostenida por
antiguas y nuevas asociaciones, intermitentemente en expansión, nos hablan de la posibilidad de retomar,
en otro tono, los ritmos del Pachakuti que actualmente se desarrollan, atenuándose y debilitándose, en
clave nacional-popular.
En todo caso, en Bolivia, tras 2005 han quedado pendientes las cuestiones relativas a la reapropiación
colectiva de la riqueza pública más allá del Estado y a la recomposición democrática de la convivencia
social y de las instituciones y normas políticas, igualmente, más allá del Estado. En el lenguaje de
Holloway, si bien la lucha boliviana constituye el ejemplo más exitoso de lucha reciente contra el capital
y contra el Estado en América Latina; queda pendiente, como desafío y como convocatoria para todos, la
cuestión de las posibilidades y formas de avanzar más allá del capital y del Estado. Los ritmos del
Pachakuti se perciben cuando se producen. Mientras tanto, es útil registrar las cadencias que quedan
reverberando en las alturas de los Andes, en la vegetación de los Valles, en las llanuras del Oriente y en
los ríos de la Amazonía.
Ciudad de México-La Paz, septiembre-octubre de 2007
267
Apéndice I
Esbozo metodológico
La investigación que durante varios años llevé a cabo para escribir este trabajo tiene como pauta
metodológica, a fin de entender la historia como lucha de clases, un camino doble. Por un lado, el registro
sistemático y minucioso de lo que llamo “alcance práctico” de una determinada lucha social, es decir, su
significación regional o nacional, sus específicas formas de exhibición y despliegue del antagonismo, las
maneras de agregación, composición o articulación que produce o recrea, su capacidad de incidir en el
conjunto de relaciones de fuerza y de poder en una sociedad específica en un momento determinado, etc.
Por otro lado, e igualmente decisivo en tanto no sólo busca comprenderse “lo que es”, sino también “lo
que puede ser”, realizo el contraste exhaustivo y riguroso, con lo que va siendo producido en la lucha
misma como su “horizonte interior”, esto es, con lo que se expresa como búsqueda e intención explícita
por quienes se movilizan, con lo que dicen en sus consignas y documentos y también con lo que no
expresan con claridad pero sugieren y bosquejan implícitamente con sus acciones y a través de otras
formas de expresión, con las contradicciones e incoherencias entre lo que dicen y hacen antes, durante y
después de los momentos más álgidos de lucha, etc. La valoración sobre la fertilidad o no de este
acercamiento a la lucha social queda en manos del lector. Lo que en última instancia es la intención
explícita y sostenida de mi trabajo es dotarme de herramienta no sólo para entender, insisto, lo que es y lo
que pasa, sino también para vislumbrar lo que podría pasar, lo que puede llegar a suceder como fruto y
resultado de los esfuerzos comunes.
En el siguiente cuadro, de manera muy esquemática y por lo mismo, defectuosa y distorsionada, muestro
elementos ordenados de esta forma de proceder, a fin de ilustrar mi propuesta metodológica.
327
Para abordar la comprensión de la creación colectiva de un “nosotros” he desarrollado, en otro lugar,
la idea de construcción de “sentidos de inclusión” no institucionalizados, en contraste con otra forma más
conocida de establecer identidades consistente en instituir “códigos de pertenencia”. Inclusión y
pertenencia son dos tipos básicos de relación entre elementos y conjuntos claramente distinguibles en la
moderna Teoría de Conjuntos. Hasta cierto punto la distinción aquí propuesta recupera razonamientos de
dicha tradición. Ver, Gutiérrez, 2006.
268
Alcance práctico de la lucha Rasgos del horizonte interior
Movimiento Alcance práctico regional, aunque con gran capacidad de Horizonte interior centrado, de manera implícita, en
aymara, rural y incidir en la vida política nacional, a partir de su capacidad la defensa y búsqueda de la autonomía local sobre
urbano. de cercar y/o inmovilizar a La Paz. todo en los temas decisivos para la vida colectiva:
Quiebre social profundo, radical y polarizante dado el el agua y la tierra; posteriormente también del gas
cuestionamiento a rasgos centrales de la constitución entendido como palanca para la construcción de
social boliviana: exhibición práctica de la fractura étnica y futuro.
de clase que atraviesa a la sociedad boliviana más allá de Tendencial construcción de autogobiernos supra-
la apariencia republicana. Conmoción social comunales con énfasis en el desplazamiento de las
desestructurante del conjunto de relaciones mando- estructuras estatales ajenas y el refuerzo de la
obediencia más profundas que ordenan la vida política. capacidad de confrontación anti-estatal y la
Tensión entre el tejido social comunitario y vecinal de autodefensa.
origen aymara movilizado entre 2000 y 2005 y los órganos Búsqueda de trastocamiento de la relación estatal
institucionalizados de unificación: CSUTCB, MIP y utilizando un discurso múltiple y en ocasiones
FEJUVE, entre otras. ambiguo: toma del poder, destrucción de Bolivia,
reconstrucción de Qullasuyu, “guerra civil”
alternadas con negociación y participación
electoral.
Elaboración dentro del levantamiento, de una
propuesta de trastocamiento de la relación estatal
invirtiendo “el orden general de las cosas” que
cuestionó dos pilares básicos de la propiedad en el
sentido moderno: su carácter dicotómico estatal y/o
privado y las prerrogativas que surgen de la
ostentación de la propiedad. Centralidad de la
propiedad colectiva como inversión de la propiedad
privada. Sin embargo, grandes dificultades
expresivas del objetivo buscado, que pueden
comprenderse indagando en los esfuerzos por
disperar-desconcentrar el poder del Estado en un
tejido múltiple de capacidad comunitaria.
Predominio de múltiples prácticas de autonomía
fáctica sin enunciación de reflexiones explícitas
sobre ellas. Dificultad de comunicarse con los otros
contingentes en lucha.
Superposición de los niveles de resistencia y lucha:
autonomía-autogobierno-guerra civil y,
simultáneamente, tensa búsqueda de inclusión en el
estado y en la nación en mejores condiciones.
269
Movimiento Alcance práctico local y regional de la Horizonte interior centrado, de manera decisiva en
cocalero y MAS lucha en defensa del derecho a cultivar y la defensa del derecho a sembrar y comerciar con la
vender hoja de coca; con la característica hoja de coca. Movimiento altamente cohesionado y
notable de perseverar en el objetivo con coherente a partir de la consecución de tal finalidad.
férrea tenacidad y de exhibir un gran Duplicidad del carácter de movimiento social con
pragmatismo discursivo y político. amplia experiencia en el ejercicio y defensa de
Superposición de niveles organizativos ciertos ámbitos de autonomía local, junto a la
sindicales y político-partidarios. ocupación de puestos gubernamentales municipales
Movimiento social fuertemente y legislativos.
estructurado bajo pautas sindicales con Búsqueda explícita de ocupación del gobierno
gran experiencia en la defensa de la central, logrado con base en un complicado
autonomía local y, simultáneamente, entramado asociativo con múltiples fuerzas locales
exitosa organización política formal con que, en un comienzo conservaron su autonomía y
capacidad expansiva hacia los intersticios privilegiaron formas cooperativas de enlace aun en
de otras luchas de resistencia en base a el terreno político formal. Elaboración tendencial
pactos y acuerdos puntuales y explícitos. de un complejo discurso de reivindicaciones étnicas
y de transformaciones políticas centradas en la
acción desde el Estado.
270
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Entrevistas
Entrevista a dos militantes del MAS oriundos de San Julián, Santa Cruz que prefieren
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Entrevista a un dirigente alteño militante del MAS que prefiere guardar su nombre en
reserva realizada en el Alto el 30 de octubre de 2007.
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Otros títulos de
Bajo Tierra Ediciones-Sísifo Ediciones.
Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el
semiocapitalismo. Franco Berardi Bifo. Italiano autonomista, “Bifo”,
desarrolla una serie de ensayos que abordan el cambio epocal del
reordenamiento del capital-trabajo y la aparición de el “cognitariado”
refiriéndose a la hegemonía del trabajo inmaterial en las formas productivas
globales. Bifo centra su atención en los efectos sociales de esta
transformación en las nuevas generaciones y las conexiones patológicas
provocadas por las aberraciones del “semiocapitalismo” enraizadas en
relaciones hiper-competitivas, que des/ordenan nuestra comunicación,
nuestros mecanismos y formatos cognitivos, acelerando y saturando la
información con efectos depresivos, consumistas, banalizadores,
a/sexualizantes y dis/placenteros. Generación post-alfa es una contribución
al entendimiento del mundo globalizado y probablemente “pos-moderno”.
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