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de drogas
MODULO 1
La construcción social de la problemática de las
drogas
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
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Índice
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Introducción
“Desviación” y socialización
Cada sociedad establece normas y leyes y experimenta violaciones a esas reglas por
parte de algunos individuos. Los sociólogos estadounidenses caracterizan la violación de las
normas sociales como desviación. Sin embargo, lo que es caracterizado como desviación en
un momento dado puede no serlo en otro. La definición social de lo que se considera como
conducta desviada es algo relativo. Algunos actos pueden ser aceptados en una cultura y
considerarse como “desviados” en otras. Por ejemplo, el islamismo prohíbe consumir bebidas
alcohólicas. En Arabia Saudita, importar, fabricar o consumir alcohol se castiga con la cárcel,
multas o azotes. A diferencia de estas culturas, el judaísmo y el cristianismo incorporan el vino
en sus rituales religiosos.
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Las representaciones sociales pueden definirse como formas de percibir la realidad compartidas
socialmente y construidas culturalmente.
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Este concepto se define más adelante.
3
Los esfuerzos que la sociedad realiza para prevenir y/o corregir el comportamiento
desviado integran lo que se denomina el control social. El instrumento más poderoso de control
social es la socialización, a través de la cual la sociedad logra que los niños internalicen sus
normas, proceso que constituye una presión para que las personas hagan lo que se supone
que deben hacer, ya sea a través de sanciones morales o legales.3
Otra modalidad importante de control social es la que se ejerce a través de lo que
Howard Becker (1971), un sociólogo estadounidense, llamó etiquetamiento, por el cual una
persona es clasificada como “desviado”, a partir de que ha infringido una norma. Estamos
acostumbrados a pensar que la desviación crea la necesidad de que existan controles sociales,
pero la teoría del etiquetamiento muestra cómo los controles sociales pueden crear ellos
mismos la desviación. Para los partidarios de esta teoría, ningún acto es desviado en sí mismo,
sino que la desviación es un proceso por el que los que sustentan el poder definen cierto
comportamiento como desviado, clasifican a las personas que lo cometen como desviadas y
las sancionan a raíz de caracterizarlas de esa manera.
Emile Durkheim, un autor francés considerado el padre de la sociología, escribió en
1895 que las altas tasas de desviación que pueden darse en un momento en una sociedad son
el resultado de lo que llamó anomia (falta de normas). Caracterizó a este estado como la
pérdida de las reglas sociales aceptadas en una sociedad. Esto puede ocurrir cuando existen
grandes inconsistencias y ambigüedades en una sociedad, como ocurre en las sociedades
modernas. En las sociedades tradicionales las personas saben cuál es su lugar en el orden
social, y esperan vivir como lo hicieron sus padres. Sus vidas son predecibles. En períodos de
grandes cambios sociales, las viejas reglas ya no se aplican más, las personas deben
encontrar su propio camino, el futuro se torna imprevisible. Esto lleva a que las personas
queden obligadas a actuar por sí mismas, sin respetar las normas.
El sociólogo estadounidense Robert Merton continuó las ideas de Durkheim, al plantear
que la desviación es un producto del sistema social y no debe explicarse por la anormalidad
individual. Para él, las personas cometen conductas desviadas cuando la cultura en la que
viven estimula deseos que no pueden ser satisfechos por medios socialmente aceptados. Por
ejemplo, se promueve a través de los medios de comunicación de masas el consumo de
ciertos bienes, en una sociedad en la que muy pocas personas tienen acceso a esos objetos,
que se muestran como lo más deseable.
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Algunos autores consideran que la socialización no se limita a la niñez, sino que se desarrolla durante
toda la vida en diferentes espacios sociales.
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Dado que en la sociedad occidental actual se parte de la idea de que el uso/consumo
de drogas es un “problema”, la respuesta más frecuente frente a él vino (viene) durante largas
décadas de la mano del disciplinamiento social, lo que se tradujo en la estigmatización y la
discriminación de las personas que llevan a cabo dichas prácticas.
En la base de ambos conceptos está el de estereotipos sociales, que alude a creencias
referidas a grupos, que son compartidas por los miembros de una cultura, por las que se
adjudica un conjunto de atributos a un determinado grupo social. Cuando los estereotipos están
ligados a evaluaciones negativas hacia determinados grupos sociales estamos en presencia de
un prejuicio. La estigmatización mencionada más arriba es el proceso por el que los atributos
negativos adjudicados a una persona o un grupo quedan fijados a su identidad como estables e
inmutables, padeciéndolos los imputados como una carga difícil de sobrellevar. Cuando la
estigmatización y el prejuicio implican la adopción de conductas de rechazo hacia grupos
sociales específicos, en diferentes matices y dimensiones, hablaremos de discriminación.
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explicar que la mayoría de los usuarios de drogas tanto ilícitas como lícitas no cometen
crímenes o actos violentos?
Estos y otros estereotipos vinculados al consumo de drogas pueden dar lugar a la
discriminación de los usuarios, es decir, a su descalificación como sujetos de derechos. Una
forma de la discriminación es la estigmatización, que implica las siguientes operaciones:
generalización, por ejemplo, como vimos: todos los drogadictos son delincuentes;
descalificación, por ejemplo: los consumidores de drogas son vagos e inútiles;
segregación, por ejemplo: es mejor que los usuarios sean recluidos en comunidades
aisladas;
quitar derechos, por ejemplo: no vale la pena intentar recuperar a los adictos porque
recaen en el hábito o porque no tienen "cura";
impedir el ejercicio de los derechos, por ejemplo: los adictos no pueden tratarse en los
servicios de salud comunes;
negar la capacidad de elección de los usuarios, por ejemplo: los adictos no pueden elegir el
tratamiento que consideren más apropiado a su estilo de vida porque han perdido la
capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que está mal.
Hay que tener en cuenta también que la problemática de género atraviesa el consumo
de drogas, como lo hace con casi todas las esferas de la vida social. Inicialmente este tipo de
consumo era protagonizado fundamentalmente por los varones, tanto en relación con el
consumo de alcohol y tabaco como con el de drogas ilícitas. Poco a poco se ha registrado un
gradual crecimiento del porcentaje de mujeres en estas prácticas. Algunos estudios recientes
dan cuenta de las especificidades en cuanto a las características del consumo por ejemplo de
paco (Camarotti y Touris, 2010) o de drogas de síntesis como el éxtasis (Romo, 2001).
A fin de organizar la exposición, primero llevaremos a cabo el recorrido histórico-
político-ideológico que da cuenta de la construcción del consumo de drogas como “problema
social”. En relación con lo anterior, se desarrollarán y analizarán luego los diferentes modelos
que se utilizan desde las diferentes disciplinas y políticas para explicar y abordar el consumo
de drogas.
De consumidores de drogas a
“drogadependientes y/o drogadictos”
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Asimismo, existía una incuestionable fe en un Estado fuerte que resolvería el problema.
Las políticas prohibicionistas estatales rápidamente tuvieron un intenso anclaje en la sociedad
y no hubo ningún sector de la población que opusiera resistencia sobre este punto. Nadie
cuestionó la primacía y la experticia del Estado para llevar a cabo las políticas de “lucha contra
la droga”.
Por el contrario, estudios posteriores, incluyendo definiciones como la de la
Organización Mundial de la Salud – OMS – (1974) y de antropólogos como Oriol Romaní
(1999) y Eduardo Menéndez (1990), evidenciaron que las diferentes sociedades humanas
conocieron y utilizaron desde siempre distintos productos para estimularse, sedarse, paliar el
dolor, experimentar sensaciones placenteras, alterar el estado de ánimo, alucinar, acceder a
formas de conocimiento diferentes a las habituales, etc.
Es importante recordar que la OMS define la droga como una “sustancia que, introducida
en un organismo vivo, modifica una o varias de sus funciones”. Esta definición puede ser aplicada
tanto a las sustancias “lícitas” como a las “ilícitas”, según la clasificación del discurso jurídico.
Cuando hablamos de sustancias lícitas podemos distinguir entre las permitidas pero de
circulación regulada, que están en el mercado con fines terapéuticos –medicamentos– y las
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permitidas y socialmente estimuladas desde los medios masivos de comunicación, como el alcohol
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y el tabaco.
Por otra parte, si bien hablamos de sustancias ilícitas o prohibidas aquí y ahora, de
acuerdo con la legislación actual (heroína, LSD, cocaína, marihuana, etc.), esta prohibición, que se
da en el nivel jurídico-normativo, no tiene necesariamente relación con su nivel de perjuicio o
peligrosidad.
Otra clasificación que hoy está cuestionada es la de drogas “blandas” –término que
minimiza su peligrosidad– entre las que se incluyen el tabaco, el alcohol y la marihuana, y drogas
“duras”, por ejemplo, la cocaína, la heroína y la pasta base.
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Para aclarar los términos la SEDRONAR ofrece las siguientes definiciones:
Medicamento: preparación o producto farmacéutico empleado para la prevención, el diagnóstico y/o
el tratamiento de una enfermedad o estado patológico.
Nombre genérico: denominación de un principio activo o droga farmacéutica adoptados por la
autoridad sanitaria nacional.
Estupefacientes: sustancias que han sido consideradas prohibidas por el Poder Ejecutivo Nacional y
que figuran en las listas I y II de la Convención Única de Estupefacientes de 1961.
Sustancias psicotrópicas: en la práctica el término se utiliza como sinónimo de estupefacientes.
Las sustancias ilícitas a las que la SEDRONAR denomina de forma general drogas son
fundamentalmente: cannabis y sus resinas (marihuana); cocaína; adormidera; heroína; opio;
mescalina, tetra-hidro-cannabinol, etc.
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Para obtener información más detallada sobre las características de las sustancias y sus efectos
recomendamos acceder a la página web http://www.paho.org/Spanish/DD/PUB/neurociencia-libro.pdf
(páginas 67 a 109).
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Consumo problemático de drogas
El sentido común nos indica que el consumo problemático abarca las dos últimas
categorías de esta clasificación, lo que no es tomado en cuenta en algunas estadísticas, en las
que se indaga acerca de si en el último mes o en el último año la persona ha consumido algún
tipo de drogas, sin tener en cuenta que puede haber sido una única vez. Sin embargo, no hay
que olvidar que un consumo experimental u ocasional también puede ser problemático si se
consume en forma excesiva, aunque sea una única vez. Lo que es especialmente problemático
del consumo es el hecho de haber perdido el control de sí mismo o el haber incurrido en
prácticas de riesgo para sí mismo o para los demás bajo los efectos de una sustancia (por
ejemplo conducir un vehículo después de haber tomado alcohol o haber consumido otra
droga).
Según Touzé en su texto Prevención del consumo problemático de drogas (2010)
existen diferentes formas posibles de vincularse con las drogas. Cualquiera de ellas puede
provocar daños a las personas, si se constituye en un uso problemático.
La autora extrae una definición del concepto de consumo problemático de drogas de El
Abrojo (2001: 26) en donde se expresa que un uso de drogas puede ser problemático para una
persona cuando el mismo afecta negativamente -en forma ocasional o crónica- a una o más
áreas de la persona, a saber:
1. su salud física o mental;
2. sus relaciones sociales primarias (familia, pareja, amigos);
3. sus relaciones sociales secundarias(trabajo, estudio);
4. sus relaciones con la ley.
En general, los estudios sobre los distintos usos de drogas coinciden en considerar una
interacción constante entre tres elementos que forman parte del fenómeno y que son
necesarios a la hora de realizar cualquier análisis: sustancias, individuos y contexto.
Teniendo en cuenta estos tres elementos, se define el uso de drogas como la
utilización de sustancias con el propósito de aliviar una dolencia (por ejemplo usar
medicamentos debidamente recetados por un facultativo) o de experimentar sensaciones
placenteras (por ejemplo fumar o tomar alcohol de forma moderada en las comidas o fuera de
ellas). Como se ve, el uso de drogas es medido y planificado y está en relación con normas
consensuadas por la mayoría de las personas que integran una cultura determinada, que
consumen en contextos específicos (por ejemplo acompañando la ingesta de comidas en el
caso del alcohol, siguiendo prescripciones médicas en el caso de los medicamentos, etc.).
Puede existir también un uso esporádico de drogas no aceptadas socialmente como la
marihuana.
El abuso de drogas, en cambio, se refiere a su consumo con cierta periodización y en
dosis importantes; por lo general este tipo de consumo es aceptado por grupos minoritarios en
una sociedad. Entran en esta categoría por ejemplo los bebedores excesivos de alcohol que
consumen en reuniones o durante los fines de semana.
Las adicciones se dan cuando las personas sienten que no pueden prescindir de una
sustancia o de una actividad, que se consume o se realiza de forma continuada en el tiempo.
Hablamos de adicciones a actividades y no sólo a sustancias porque el mismo patrón de
conducta que se establece en relación con las drogas puede establecerse en relación con
actividades como por ejemplo mirar televisión, interactuar con la computadora o jugar
compulsivamente. Se habla entonces de dependencia física y/o psicológica en el caso del
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consumo de sustancias y psicológica en el caso de actividades y de síndrome de abstinencia
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cuando se prescinde del consumo.
En el caso de la dependencia de drogas, ésta está en estrecha relación con un
determinado estilo de vida y no sólo con un tipo y efecto farmacológico de una sustancia sobre
el individuo. Lo farmacológico tiene un papel importante, pero no se lo puede considerar como
el factor causal único de la dependencia. Romaní (1999) sostiene que la adicción o
toxicomanía es un estado complejo que desarrollan ciertas personas usuarias de drogas en el
que influyen las propiedades farmacológicas de las sustancias usadas, los aspectos genéticos,
el entorno social, los rasgos psicológicos y las experiencias personales.
A mediados del siglo XX tanto desde la medicina como desde el derecho comienza a
visualizarse el uso de drogas como una actividad “anti-social” que provoca una afección bio-
psico-social. Algo que hasta ese momento no era concebido como problema social comenzó a
serlo. El argumento sobre la peligrosidad y la amenaza hacia terceros que genera el consumo
de drogas fue el más utilizado para justificar los tratamientos que recomendaban los
especialistas para los “adictos a las drogas.”
El consumo de drogas se construye como problema a partir de estereotipos. Como
plantea Graciela Touzé (2006), el primero de ellos se vincula con la arbitrariedad con la que se
presenta la definición del concepto de droga, que al no responder a una lógica científica,
incluye caprichosamente ciertas sustancias (cocaína, marihuana, éxtasis, etc.) y excluye otras
(alcohol, tabaco, psicofármacos). Los fundamentos que se ofrecen no tienen correlato en el
daño social, en la nocividad de la sustancia o en la dependencia que ocasionan.
Las acepciones del término “toxicómano”, “adicto”, “drogadependiente” o “drogadicto”
también responden a construcciones que varían a lo largo de la historia y que dependen de
quién las expresa. Analizar estos conceptos implica dar cuenta de los diferentes modelos
ideológicos que subyacen al análisis. Siguiendo categorizaciones previas (Nowlis, 1975;
Kornblit et. al., 1989; Touzé, 2006) podemos diferenciar cinco tipos de modelos que ayudan a
entender y a caracterizar cada una de las diferentes concepciones e interpretaciones acerca
del consumo de drogas (algunas de las autoras desarrollaron cuatro, el último, denominado
geo-político estructural, comenzó a plantearse a finales de los años ´80). La principal diferencia
entre ellos es el grado de relevancia que otorgan a cada uno de los elementos interactuantes –
droga, sujeto, contexto– desprendiéndose por tanto medidas sociales, preventivas, legislativas
y sanitarias de muy diversa índole en función del enfoque que se tenga en cuenta.
Modelo ético-jurídico
El paradigma punitivo, basado en el Derecho, categorizó el consumo de drogas como
un delito, planteando que los sujetos, al trasgredir la ley con total responsabilidad e
intencionalidad, se convierten en culpables y por ello deben ser castigados.
Este modelo está centrado en la sustancia como referente y enfatiza las medidas
legales y penales dirigidas a los usuarios de drogas. Estos son percibidos como “delincuentes”
que infringen la ley. Como “la droga” se concibe bajo el prisma del delito, el modelo lleva a la
criminalización y a la estigmatización de los usuarios, a la vez que produce la creación de un
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Se habla de tolerancia para describir el fenómeno biopsicológico por el que el organismo se acostumbra
a funcionar con drogas. Cuando la tolerancia aumenta, los efectos que se buscan sólo se consiguen con
mayores dosis.
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mercado negro cada vez más poderoso. Este modelo es el eje central del paradigma
prohibicionista.
Según Graciela Touzé (2006) el modelo presenta una paradoja intrínseca, por un lado
se presenta al consumidor como vicioso y a sus conductas como ilegales, razón por la cual se
convierte en un delincuente, pero por otro, el modelo considera como sujeto activo a la droga,
no a la persona, que es sólo su víctima; por esta razón el consumidor de drogas se convierte
en delincuente y víctima simultáneamente.
El modelo jurídico busca dificultar la disponibilidad de la sustancia. Para ello, su
estrategia preventiva se basa en divulgar las terribles consecuencias que genera la utilización
de drogas, destacando tanto sus efectos nocivos como las penas reglamentadas por su cultivo,
producción, distribución, venta, uso y posesión. En los casos en los cuales las personas se
encuentran consumiendo drogas el modelo las aísla del resto de la sociedad para castigarlas
por su conducta desviada. Estas medidas implican que se destina un importante porcentaje de
recursos públicos y privados a este fin, lo cual está motivado por la necesidad de garantizar
seguridad a la sociedad.
Este modelo sigue siendo el que concita más adhesiones en la población en general y
es el más utilizado por los medios de comunicación social, que asocian sistemáticamente el
consumo de drogas con la delincuencia.
Modelo médico-sanitario
En un segundo momento se produce un salto desde el paradigma punitivo a otro
basado en la desviación. La medicina, como agencia encargada de dar respuesta a esta
problemática, considera que los sujetos/ “pacientes” no son responsables de la práctica de
consumir drogas. En este sentido, el rótulo de “enfermo”, y ya no de vicioso, lo hace acreedor
de un “tratamiento” en vez que de un “castigo”.
Según Touzé (2006), la medicalización de la vida, concepto que retoma de Iván Illich
(1975), llevó a que una gran parte de situaciones que antes no eran definidas como problemas
comenzaran a ingresar en la jurisdicción de la medicina. En lo que respecta a nuestro objeto de
estudio, nos centraremos en lo que la medicina consideró y rotuló como la medicalización de la
anormalidad. Las definiciones médicas de la conducta “desviada” aumentaron
considerablemente con el surgimiento de las sociedades industrializadas. De este modo, el
análisis médico vino a suplir lo que antes, según los discursos religiosos, era considerado
pecaminoso, inmoral o lo que más tarde a partir del discurso jurídico fue caracterizado como
criminal. Para algunos autores la rehabilitación médica vino a reemplazar el castigo, aunque de
un modo encubierto.
Asimismo, el auge que fue obteniendo en estos tiempos el modelo médico hegemónico
(Menéndez, 1990), caracterizado por la medicina alopática, científica y “oficial”, llevó a que
muchos conflictos socio-personales que no eran abordados hasta ese momento por esta
disciplina, se convirtieran en problemas médicos sobre los que se interviene fundamentalmente
desde una óptica biologista e individualista; de esta manera la drogadependencia se convirtió
en materia de estudio de la medicina.
Para este modelo el “drogadicto” es considerado un “enfermo” al que hay que curar
(diagnosticar, prescribir y tratar) y reinsertar en la sociedad. En general las intervenciones
curativas del especialista se apoyan más en la prescripción, consejo e información que en la
“escucha” personalizada de lo que está necesitando cada persona en particular. Las drogas,
las personas y el contexto se analizan en términos de “agente”, “huésped” y “ambiente”, según
la misma lógica con la que se estudian las “enfermedades infectocontagiosas”. La falta de
prescripción médica en la administración de una droga es lo que hace que esa sustancia sea
nociva para las personas.
En la primera mitad del siglo pasado este modelo tuvo un papel central pero luego
quedó opacado a causa de la importante presencia social que fue adquiriendo el modelo
anterior. Sin embargo, hacia el inicio de la década de los ´70 surgió con fuerza la idea de que
los drogadictos no son delincuentes sino enfermos; por esta razón se debía introducirlos en los
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dispositivos médicos que implicaban su institucionalización, como enfermos primero, como
convalecientes más tarde y, en algunos casos, a mitad de camino entre la re-inserción y la
manifestación de una cierta cronicidad, lo cual les otorgaba un nuevo rol social como “ex-
drogadependientes” o “adictos en recuperación” (Romaní, 1999).
Modelo psicosocial
A diferencia de los otros dos, este modelo, que surge a mediados de los años ´80,
corre el foco de la sustancia y lo coloca en el sujeto. Por ello, interpreta que el adicto es un
enfermo y que la adicción es la resultante de un malestar psíquico. El interés se centra en el
tipo de vínculo que una persona establece con la sustancia. El discurso psico-social entiende el
concepto de adicto como sinónimo de “esclavo” (Touzé, 2006).
Se plantea que lo no dicho queda tapado u obturado por la práctica del consumo. Por
eso, más que buscar formas que permitan “detectar” signos de drogadicción, es importante
desde esta postura estar atentos a las dificultades que presentan algunas personas y buscar
otras formas del “decir”, más allá del síntoma del consumo.
Este modelo se sustenta en el reconocimiento de la complejidad de cada individuo y del
peso que tienen los factores psicológicos y ambientales sobre sus decisiones. Al centrarse en
el sujeto, busca saber cuáles son las necesidades que lo llevaron al abuso de sustancias
tóxicas. Basado principalmente en el encuadre psicológico, es el de mayor peso en
comunidades terapéuticas y centros de rehabilitación actuales. Las causas que se esgrimen
para explicar por qué una persona comienza a consumir drogas enfatizan la importancia que
tiene en primer lugar la familia como responsable de la socialización primaria y en segundo
lugar el grupo de pertenencia (amigos, compañeros). Se enfatiza así el peso del medio social
cercano, disminuyendo el del medio social más amplio –político, económico, cultural, social –.
La población en general y los usuarios de drogas en particular han incorporado de
manera acrítica este discurso, difundido por los profesionales de comunidades terapéuticas y
de centros de rehabilitación.
Modelo sociocultural
Este modelo postula que el significado asociado a las drogas está determinado no por
sus propiedades farmacológicas, sino por la forma en que una sociedad define el consumo de
las mismas y por las estrategias preventivas que utiliza con los consumidores. El fundamento
que lo rige es que una verdadera política preventiva no puede hacer abstracción de la
estructura socioeconómica y de los aspectos culturales que constituyen el contexto social de
los consumidores de drogas. Las desigualdades, la falta de oportunidades para grandes
sectores de la población, la marginación, la pobreza, el desempleo, el abandono escolar, la
discriminación, el analfabetismo, la carencia de una vivienda digna, los procesos de
urbanización e industrialización sin una planificación adecuada, deben considerarse como
factores causantes de la aparición masiva de las drogadependencias.
Se trata de un modelo menos instalado en la sociedad actual, por lo que no es tan
usual encontrar explicaciones del abuso de drogas que tengan en cuenta estos aspectos. Se
privilegian en él los significados que los sujetos otorgan a las prácticas de riesgo y de
protección a partir de su pertenencia a determinados contextos culturales. Los programas de
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reducción de daños implementados en la última década parten de este modelo, que posibilitó
el surgimiento de políticas más tolerantes, que buscan generar la aceptación y tolerancia del
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Como veremos en el Módulo 3, el objetivo de estos programas es moderar los efectos adversos del
consumo de drogas sobre la salud y situación social de los usuarios. Para reducir los potenciales efectos
(sobredosis, infecciones, enfermedades transmisibles) en los usuarios que no puedan o deseen abandonar
el consumo, los programas de reducción de daños promueven el acceso a la información, alientan el
reemplazo de ciertas sustancias por otras menos nocivas y facilitan el contacto de los consumidores de
drogas con las instituciones de salud.
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consumo y de los consumidores como un hecho más de nuestras sociedades; mostrar la
peligrosidad que generan tanto las drogas legales como las ilegales; ofrecer información veraz
y objetiva y, sobre todo, no generar alarma o miedo en la población.
Según Touzé (2006) para este modelo la droga funciona como una forma de evasión
de la realidad. El consumo de drogas nuevamente forma parte del síntoma, pero, en esta
oportunidad, ya no en términos psicopatológicos sino sociales, es decir, como catalizador de
una disfunción del sistema. El supuesto preventivo que funciona por detrás es que si
disminuyen las situaciones de conflicto y desigualdad social, disminuirá la demanda de drogas.
Sin embargo, la emergencia de la condición económica como “determinante” fundamental hace
que se establezca una asociación inmediata entre pobreza y consumo de drogas, lo que abre
la posibilidad de estigmatizar por estas prácticas a los sectores de menores recursos.
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Modelos que explican el consumo de drogas: estereotipos y representaciones
Representación social que construye el
Modelo Estereotipo
modelo
El usuario de drogas es Trasgresión de normas - delincuente
ETICO-
simultáneamente Inseguridad, miedo
JURÍDICO
DELINCUENTE y VICTIMA Usuarios víctimas de la sustancia
Las sustancias alteran y afectan el buen
funcionamiento del organismo
MÉDICO- El usuario de drogas es un
El sujeto no puede hacer nada para evitar el
SANITARIO ENFERMO
consumo
La adicción es un emergente
El usuario de drogas es un El consumo de drogas es un síntoma que
ESCLAVO. evidencia un malestar psíquico
PSICO-SOCIAL Son personas con Falta o mal funcionamiento de una red
dificultades de adaptación y familiar y social que contenga al usuario
maduración
El consumo de drogas implica una evasión
de la realidad
El entorno cultural y económico determina
El usuario de drogas es una
los tipos de drogas y las formas de consumo
SOCIO- VICTIMA (condicionado por
El uso de drogas ilegales es característico
CULTURAL su entorno socio-
de las sociedades industriales avanzadas
económico)
Las desigualdades sociales producen
vulnerabilidad en relación con el consumo de
drogas
La oferta (tráfico) y la Politiza y redimensiona el problema como
GEO-POLÍTICO
demanda (consumo) son fenómeno global y como un problema social
ESTRUCTURAL
una unidad indivisible
Si bien estos modelos se han ido desarrollando en forma secuencial y cada uno
representa un mayor nivel de inclusión de factores respecto del anterior, ninguno ha perdido
vigencia. Todos siguen presentes, encarnados en los diferentes discursos de los sectores que
intentan explicar el fenómeno de las drogas. El análisis de los diferentes modelos nos permite
cuestionar la idea de que “el problema del consumo de droga” sólo tiene una única forma de
abordaje.
Es importante tener en cuenta que para entender el consumo de drogas, tal como
comenzamos expresando en este módulo, es necesario comprender su carácter polifacético y
complejo, lo que nos obliga a utilizar enfoques cada vez más inclusivos, como los que están
presentes en los tres modelos que reseñamos a continuación.
El modelo ético-social
En 1975 el FAT (Fondo de Ayuda Toxicológica) de Buenos Aires presentó en la
UNESCO el Modelo Etico Social, que toma en cuenta no sólo la interacción de la tríada
sustancia-sujeto-contexto, sino también la preocupación por la existencia, por el sentido de la
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vida. Para determinar los alcances de una “ética social” afirma que es necesario construir un
proyecto grupal guiado por las siguientes premisas:
1. La felicidad es producto del tiempo creador, es decir, se debe privilegiar la participación
activa de docentes y alumnos en las actividades preventivas
2. La enseñanza preventiva en drogadicción debe dirigirse preferentemente a los
educadores y a los padres
3. La metodología de enseñanza debe tender a desarrollar un proyecto común entre
docentes y alumnos
El modelo multidimensional
Desarrollado por Touzé (2006), este modelo considera el consumo de drogas como un
proceso multidimensional en el que interjuegan la sustancia, los procesos individuales del
sujeto y la organización social en la que se produce el vínculo de los dos elementos anteriores,
incluyendo las dimensiones política y cultural. Se analizan los factores de riesgo y los factores
protectores como condicionantes que pueden incidir en el consumo, pero enfatizando que se
deben tomar como probabilidades y no como determinaciones.
Por lo tanto, el modelo preventivo apunta a la interrelación dinámica entre las
características individuales, las del entorno cercano (familia, grupo de pares, etc.) y las del
entorno macrosocial.
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Seleccione dos de los siguientes ejemplos de consumos de drogas, e identifique para cada uno
qué particularidades tienen y qué vínculos existen entre los tres elementos que constituyen el
fenómeno –sustancias, individuos y contexto–:
1) Existen en el norte de nuestra zona costera unos grupos indígenas, herederos de la civilización
Tairona, que utilizan drogas naturales. Uno de los momentos más importantes de su vida es el día que
reciben el Poporo. Allí, cuando un joven tiene sus primeras poluciones nocturnas, se hace un ritual de
paso, mediante una ceremonia en la que se le entrega un calabazo y una rama de árbol de zoco, símbolo
de la unión y la armonía entre el hombre y la mujer. Durante la noche el joven recoge y pulveriza conchas
de caracol, sustancia calina que guarda en el calabazo y extrae con el palo, para mezclar con hojas de
coca. Este ritual de paso, de niño a adulto, tiene un doble significado de cambio: el acceso a las drogas y
el acceso a la sexualidad.
2) Observemos un circuito de empleo de basuco - pasta básica de cocaína -. En una “olla” o sitio donde la
gente consume, las personas llaman al basuco “un susto”; “vamos a meternos un susto”, dicen aludiendo
a esta práctica social. Y cuando se encuentran en la calle y están caminando hacia el sitio, la expresión
frecuente es “vamos a paniquiarnos”, es decir, aluden a la emoción de experimentar pánico. Una vez en el
acto del consumo, la interacción del habla es breve con relación al tiempo de permanencia en grupo, y
generalmente está referida a la sustancia. Es una experiencia de uso que tiene, para ellos, un cortísimo
período de gratificación, emoción, deseo y exploración del cuerpo, y otro tiempo únicamente destinado a
la necesidad de armar otro “madurito” –cigarrillo mezcla del basuco con marihuana-, para así volver a
iniciar el ciclo: sensación de miedo, de placer corto, de larga ansiedad. En ese contexto los correlatos no
son deseables: desesperanza, miedo, marginalidad social y afectiva, desvinculación de la oferta de
servicios y bienes culturales.
3) Detengámonos ahora en otra sustancia, la cocaína. A diferencia del basuco, la cocaína circula por los
escenarios de nuestros “yupis”, o puede instalarse en comportamientos valorados en la cultura actual. La
cocaína “juega bien” con el consumismo, con el exitismo y el eficientismo como criterios de
posicionamiento y ascenso social. En la experiencia subjetiva se potencia el individualismo como
condición de éxito y de resolución de problemas; el usuario de cocaína justifica su utilización aduciendo
que bajo sus efectos se siente una persona “más poderosa” y con mayores habilidades para la interacción
social. Resulta, por lo menos, llamativo que se asocie su empleo con percepciones de mejor habla y
pensamiento y con formas de romper la rutina y tener más tiempo (“el tiempo es oro”) y más tiempos de
vigilia. Pocos rasgos de parentesco muestra la cocaína con el basuco, a pesar de su común patrimonio
estimulante y común procedencia de la hoja de coca (“hijos de la misma madre”); ella, la cocaína, prefiere
“los altos mundos”, y quien la consume, en lugar de pensar en asustarse o en paniquiarse, generalmente
sólo busca “las cumbres del delirio megalómano y los mundos de las ideas grandilocuentes”.
4) Pasemos una rápida mirada por algunos circuitos de uso de drogas preferentes entre las mujeres.
Hacia los cuarenta años, paseándose entre los fantasmas y las verdades producto de las crisis por la
juventud que se aleja, por la menopausia que se acerca, por la soltería que parece se instala para
siempre, por las pérdidas amorosas, por los tiempos desgastados del trabajo, puede encontrarse un
“buen remedio” tranquilizante: las pastillas. El recurso se hace disponible luego de charlas con las amigas
-o porqué no, posterior a la visita a su médico-. Pero luego de un comienzo muy juicioso ella descubre
que este paraíso alopático que la ayuda a soportar su crisis está a su disposición, y entonces decide
automedicarse. El contexto de la auto-administración es útil para interrogar tanto sobre las competencias
y conocimientos acerca de las sustancias, como sobre la pretensión de autonomía y decisión sobre el
cuerpo y los consumos. Aquí ya no estamos frente a un uso ritual, ni ante una mediación indicada por un
experto legitimado por la academia médica. Estamos ante el uso indebido de un medicamento.
5) Aunque la MDMA –o éxtasis- fue patentada en 1914, recién en las décadas de los años 80 y los 90 se
ha publicitado y empleado masivamente. Este mismo producto que hasta 1985 estuvo disponible con
indicaciones médicas para el manejo de “pacientes” psiquiátricos, y que se vendía aún sin fórmula, ha
cambiado de escenario. Hoy el éxtasis se vistió de rumba electrónica y se pasea entre jóvenes y músicas
tecno y trans; pero el cambio de escenario también lo ingresó al mundo de las drogas ilegales, en la lista
número uno de las sustancias más controladas en el mundo. La pregunta que cabe entonces es, ¿cuáles
fueron las condiciones que cambiaron, no solamente para que se transformara en droga ilegal, sino para
que su empleo se masifique con tanta velocidad?. Las respuestas son contradictorias. Los estudios,
etnográficos en su mayoría, ponen de manifiesto una especie de aura de “droga segura, droga para
pasarla bien, y droga de rumba corrida” en la percepción de los jóvenes. Para los expertos el uso de
16
MDMA se expresa en los grandes centros urbanos constituyéndose en un psicoactivo peligroso por los
efectos biológicos y por la frecuencia con que se mezcla con otras drogas.
6) En Bogotá existe un festival de rock que, en mi percepción, constituye una excelente experiencia de
convivencia en la cual los participantes son en su mayoría jóvenes. Ahí se reúnen durante tres días más
de cien mil muchachos, escuchan las bandas de músicos jóvenes, conversan, exhiben las ropas de moda,
coquetean, fuman algo de marihuana que ingresan clandestinamente, y juegan “fuchi” con una pelota
pequeña rellena de arroz. En estos primeros años del festival los jóvenes han cuidado mucho que este
espacio facilite una buena convivencia y las autoridades han comprendido que se pueden compartir
escenarios con grupos juveniles. Un indicador muy alentador es que las peleas, que se presentan en un
número muy bajo, se resuelven en pocos minutos con la mediación de otros grupos de jóvenes
encargados de la seguridad del lugar. He ahí otro circuito de consumo que logra ser regulado, con baja
presencia de conflicto.
7) Finalmente veamos los consumos de alcohol. Si uno tiene mucho dinero va al “Club”, ojalá uno de los
más importantes de Bogotá, y toma Chivas Reagal para celebrar cualquier cosa, ganándose de paso la
página social de la revista “Semana” que circula por nuestra “gente de mundo”. En cambio en los sectores
populares, con objeto de celebrar lo mismo, se compra aguardiente y otros tragos para tomar en casa; o
bien si alguien se muere, luego del acompañamiento al cementerio, algunos deudos van a la tienda “La
Última Lágrima” a terminar de despedirlo. En las universidades comienzan a beber desde el “juerves” o
"viernes pequeñito" en lugares donde al medio día han almorzado, o en lugares cercanos a las aulas.
Pero el uso de alcohol merece ser analizado con más cuidado, dado que un número importante de
muertes violentas registran alcoholemias positivas – 49% en homicidios con arma de fuego, 38% en
accidentes de tránsito, 33% en suicidios, 10% en muertes accidentales-. En la ciudad de Medellín,
durante el día de la Madre, y en Bogotá, durante el día del Amor y la Amistad, se producen la mayor
cantidad de muertos que presentan alcoholemias en estos eventos.
Ejemplos tomados del texto de María Elsa Pulido: "Los agenciamientos sociales y la prevención integral
del uso indebido de drogas: una lectura cultural". En M. Hopenhayn (comp.) Prevenir en drogas: enfoques
integrales y contextos culturales para alimentar buenas prácticas. CEPAL: Serie Políticas Sociales Nº 61,
Santiago de Chile, 2002.
No podemos finalizar este módulo sin referirnos brevemente al rol de los medios de
comunicación masivos en la formación de las representaciones sociales sobre las drogas.
Ya en 1973 la UNESCO advertía que la información puede llegar a propagar el uso de
las drogas y puede agravar las reacciones de la sociedad para con los “drogadictos”,
traumatizar a los padres y provocar el aislamiento de las personas dependientes. En esa
misma declaración se señaló cómo los detalles sobre el consumo de drogas difundidos por los
medios de información tienden a rodear el tema de una aureola indeseable y de un
sensacionalismo indebido cuyos efectos, en algunos casos, son equivalentes a los de un
manual de instrucciones para administrar drogas (del Olmo, 1997).
17
En un 60% de las noticias no se explicita de qué droga se está hablando. Todo esto concurre a
plasmar un discurso sensacionalista que fomenta el pánico irracional frente al tema.
Para profundizar en este tema recomendamos leer el siguiente artículo de la socióloga Rosa
del Olmo: "Los medios de comunicación social y las drogas". Comunicar, 9, 1997, pp. 119-124:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=634168&orden=76984
A partir de la lectura del artículo, proponemos la siguiente tarea que puede utilizar como
insumo para el trabajo final:
Durante el desarrollo del curso, vaya buscando en medios de comunicación locales o
nacionales las noticias sobre consumo de drogas y analícelas según lo que aquí se afirma con
respecto al tratamiento que hacen los medios del tema.
Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o falsas: V F
La tajante separación entre drogas legales e ilegales es hoy científicamente y
socialmente insostenible. No puede hablarse del problema de “la droga” sin
relacionarlo con la expansión del consumo regular no terapéutico de drogas
psicoactivas lícitas como la nicotina, el etanol y varios psicofármacos.
El proceso de socialización se desarrolla sólo en ámbito familiar.
La anomia es la falta de respeto de las normas sociales.
Según Merton, la explicación acerca de por qué las personas adoptan conductas
desviadas debe buscarse en los trastornos psicológicos que sufren.
La palabra consumismo se refiere específicamente al consumo de drogas.
Actualmente circulan discursos que ponen a los jóvenes o grupos juveniles como
protagonistas de un gran número de prácticas que se vinculan con la falta de límites, el
descontrol, la participación activa en episodios de violencia, y todo ello se relaciona
con los excesos en el consumo de drogas legales e ilegales.
18
Organización Mundial de la Salud: http://www.who.int/substance_abuse/
IREFREA: http://www.irefrea.org/
Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico. Presidencia de la Nación: http://www.sedronar.gov.ar/
Observatorio Argentino de Drogas. Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico. Presidencia de la Nación:
http://www.observatorio.gov.ar/
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19
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20
Prevención del consumo problemático
de drogas
MODULO 2
Periodización del consumo de drogas
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
21
Índice
22
Introducción
Como sucede con otros fenómenos sociales que implican cuestiones ilegales es difícil
contar con datos confiables sobre el consumo de drogas, teniendo en cuenta su carácter de
prácticas penalizadas por la ley y realizadas en espacios privados. De todos modos, en los
últimos años se ha observado una tendencia positiva en Argentina en cuanto al esfuerzo
gubernamental por sistematizar el relevamiento de datos sobre el tema.
Asimismo, en nuestro país la información de los programas asistenciales sobre drogas
no se encuentra debidamente centralizada. Esta falta de sistematización de los datos hace que
se desconozca por ejemplo, cuántos usuarios de drogas decidieron o les impusieron hacer un
tratamiento en comunidades terapéuticas, cuántos lo concluyeron y cuál es el porcentaje de
recaídas de los ex usuarios que obtuvieron el alta en dichas instituciones. Cabe destacar que
desde el 2005 la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha
contra el Narcotráfico (SEDRONAR) comenzó a llevar a cabo un registro de los pacientes que
realizan tratamiento a causa del consumo de drogas. En este aspecto debemos tener en
cuenta que las respuestas sociosanitarias que se brindan en nuestro país, al no ser sólo
estatales, son diversas y, en muchos casos la falta de regulación estatal de las instituciones
asistenciales que dan respuestas a estas problemáticas hace que la información que se
registra sea parcial.
En el presente módulo se busca dar cuenta del proceso de incorporación y consumo de
diferentes drogas en Argentina, es decir, abordaremos los principales aspectos que
caracterizan lo que podríamos denominar las etapas del consumo de drogas. El análisis
histórico del uso de las distintas sustancias nos permite analizar cuáles fueron los elementos
que lo favorecieron, así como también reflexionar en torno a las políticas preventivas aplicadas
en nuestro país.
23
En 1963 Argentina, a partir del Decreto 7.672 y luego con la Ley 17.818 de 1968,
ratificó la Convención Única e impulsó la diferenciación que ésta proponía entre uso y abuso de
drogas. Según Antonio Escohotado (2008), la diferencia entre ambos sólo radicaba en que el
consumo de drogas que se lleve a cabo tenga o no autorización legal. De las cuatro listas
confeccionadas se agruparon en la lista I, por ejemplo, sustancias sin ningún uso médico, las
que quedarían sometidas al mayor control y en la lista IV sustancias con numerosos usos
médicos, con un control más leve.
Si bien la Argentina adhirió al listado de la Convención, presenta un dato que sorprende
y es la reforma general del Código Penal (Ley 17.567) en 1968, que introdujo una cláusula que
dejaba por fuera de la penalización a todos los que tuvieran en su poder sustancias
estupefacientes o materias destinadas a su preparación en cantidades que no excedieran el
uso personal (Touzé, 2006).
Como explica Guillermo Aureano (1998), la despenalización de la tenencia para uso
8
personal fue introducida por un gobierno de facto que reivindicaba los valores perdidos y se
caracterizaba por ser autoritario, conservador y moralista. Esto evidencia la escasa alarma
social que hasta el momento suscitaba el consumo de drogas en nuestro país.
Los nuevos patrones de consumo ilegal de drogas en la Argentina se asociaban
prioritariamente a la marihuana (derivado del cáñamo) y a los alucinógenos. Asimismo
comenzaba a surgir un incipiente consumo de drogas obtenidas en farmacias, como
barbitúricos y anfetaminas. Para muchos “jóvenes inconformistas” fumar marihuana era un
símbolo de rebeldía, un elemento que los hacía sentirse diferentes al resto de la sociedad. Sus
historias con el consumo de drogas estaban vinculadas con cambiar la sociedad, poder
construir algo diferente; la propuesta partía de la idea de rebelarse contra el sistema.
Una sustancia consumida en esos años era el jarabe para la tos llamado Codelasa
(que contiene codeína) y un medicamento antiparkinsoniano: Artane, sustancia que en dosis
pequeñas (una o dos pastillas) produce una poderosa excitación, insomnio, taquicardia e
hipertensión y que en sobredosis produce delirio interpretativo y alucinaciones. También
circulaba dentro del mercado de drogas ilegales el cloruro de etilo que produce hipoxia
cerebral, reduciendo el oxígeno que llega al cerebro; para los consumidores de esta sustancia
éste resultaba un sedante de la angustia.
8
En 1966 es derrocado el presidente Arturo Illia y comienza un nuevo período de gobiernos de facto que
recibieron el nombre de “Revolución Argentina”, a cargo de los generales Juan Carlos Onganía (1966-
1970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Acosada por una
insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral, en la cual
participó el peronismo.
24
En 1971 la Convención de Viena extendió el sistema internacional de fiscalización e
incluyó en la Lista 1 a nuevas sustancias, entre ellas a los alucinógenos LSD, mescalina y
psilocibina.
En 1973 asume como presidente en nuestro país Héctor Cámpora, quien deroga las
normas sancionadas durante la dictadura militar (1966-1973), curiosamente no penalizadoras
del consumo. Según Aureano (1998), este paso atrás en la legislación puede atribuirse a la
demanda de una “puesta al día” de la legislación nacional, promovida y reclamada por las
diversas instituciones que comenzaban a ocuparse de la problemática del consumo y del tráfico
de drogas.
Luego de la renuncia de Cámpora se convoca a elecciones especiales en las que
asume Juan Domingo Perón en su tercera presidencia (1973). En 1974 muere el General
Perón y lo sucede la vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón. El Ministro de Bienestar
Social, José López Rega, presenta un proyecto de ley que se sanciona como ley 20.771, que
penaliza la tenencia de drogas. Lo significativo o novedoso de esta ley es que por primera vez
se liga la pena con una medida curativa, es decir, se articulan los discursos jurídico y médico.
Es la primera vez que se recomienda una terapia rehabilitadora, ya que el consumidor es
considerado un “delincuente” a la vez que un “enfermo”. El artículo 9 de dicha ley expresa que:
Cuando el condenado por cualquier delito dependiere física o psíquicamente de
estupefacientes, el juez impondrá, además de la pena, una medida de seguridad curativa
que consistirá en un tratamiento de desintoxicación adecuado y los cuidados terapéuticos
que requiera su rehabilitación (La Ley, 1974).
Esta ley es casi simultánea a la sanción de la ley 20.840, que reglamenta la llamada
“lucha antisubversiva”, que legitima en el país la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, el
9
discurso de la dictadura militar del período 1976-1983 para intentar legitimar el terrorismo de
Estado.
Ambas normas extendieron así el control sobre el mismo sector social: “los jóvenes”,
sospechados de interpelar al statu quo (Rossi y Touzé, 1997). Esta asociación entre guerrilla y
juventud queda ejemplificada en un programa de televisión en el que el entonces Ministro de
Salud y Acción Social, José López Rega y el embajador de Estados Unidos, Robert Hill, hacen
pública la colaboración entre ambos países, señalando: las guerrillas son los principales
consumidores de drogas en la Argentina, por lo tanto la campaña antidrogas será
auténticamente una campaña antiguerrilla (del Olmo, 1992). Durante el siguiente gobierno
militar se profundizarían estas medidas.
En el ámbito nacional, las sustancias percibidas como “drogas” fueron los
alucinógenos, en particular el LSD, y la marihuana. Su consumo seguía asociado a una señal
de oposición al orden vigente. La imagen social del consumidor de drogas en nuestro país era
la de un sujeto peligroso para la seguridad, un joven contestatario que cuestionaba el orden
establecido. Así, el consumo de drogas se volvía un problema social y político (Touzé, 2006).
En este contexto, cualquier intento por “desviar la moral dominante” –patriarcal y machista–
sería criminalizado. La psicodelia, el hippismo, la contracultura y las tendencias políticas de
izquierda debían ser vigiladas y especialmente castigadas.
Esta etapa se caracterizó por el consumo de fármacos (pastillas, jarabes, etc.),
alucinógenos, derivados del opio, marihuana y sal de anfetamina. Como consecuencia de esta
etapa, tanto en Europa como en Argentina, el consumo de drogas comienza a ser percibido
como un grave problema social. La asociación directa entre drogas y problemas sociales –
delincuencia, violencia, inseguridad, marginalidad–, se produjo tanto en España como en
Argentina. En este sentido, surgió la urgencia de generar nuevas estrategias para abordar el
tema, definir el problema, los tratamientos y la prevención.
9
En 1976 María Estela Martínez de Perón es destituida y detenida por el poder de la Junta de
Comandantes, quienes designan como presidente de facto a Jorge Rafael Videla. Esto dará inicio a lo que
se denominó el Proceso de Reorganización Nacional, que impulsó el terrorismo de Estado.
25
La creciente alarma social en Argentina llevó a requerir de la figura del “experto” en
drogas y de instituciones especializadas en esta temática. En 1971 se crearon el Servicio de
Toxicomanías en el Hospital Borda y el Centro de Prevención de la Toxicomanía (CEPRETOX)
en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Mientras que el primero
funcionaba como servicio de hospitalización, el segundo ofrecía, además de tratamiento
ambulatorio, actividades de información y programas preventivos. Por otra parte, se comienza
a delinear una política de drogas para dar cumplimiento a las convenciones internacionales con
las que se había comprometido el país.
Tercera etapa (1983 - 1991): la cocaína es “la reina” del consumo de drogas
ilegales
Como explica Touzé (2006), hacia fines de 1970 en Estados Unidos se acrecentaba el
uso de cocaína en la población. La incorporación de esta sustancia, producida únicamente en
América latina, delimitó un tipo de discurso en la región, el cual logró trascender de la mano de
tres geopolíticas persistentes en el continente americano.
En primer lugar, las constantes crisis económicas que sufre América latina explican el
desarrollo y consolidación de la industria de las drogas, así como también que amplios sectores
de la población accedan a dedicarse a actividades ilegales de producción, exportación y
mantenimiento de drogas.
La segunda razón se asocia directamente a la guerra contra la insurgencia que desató
Estados Unidos en todos los países de América latina, calificándola como un problema de
Seguridad Nacional, interpretación que rápidamente fue incorporada de modo acrítico por parte
de los países de la región. Según Rosa del Olmo (1992), la vinculación entre las dos guerras:
contra “la droga” y contra la “subversión” y la conexión entre estos dos enemigos comunes se
han difundido en términos de narcoguerrilla, narcoterrorismo, narcosubversión.
La tercera geopolítica que se repite en América latina es la “guerra contra las drogas”
que declara en 1982 el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan. A pesar de que
Argentina no es un país productor, no logra escapar a este tercer punto. En esta oportunidad el
enemigo externo impulsado por los EE.UU. quedará estereotipado en la figura del joven
delincuente latinoamericano, principalmente colombiano.
En Argentina esta tercera etapa se caracteriza por un aumento del consumo de
sustancias en cantidad y variedad, lo que se denomina policonsumo. El consumo endovenoso
tímidamente comienza a extenderse, siendo su característica principal los escenarios privados
y poco accesibles, aun para los propios usuarios.
Recordemos que en 1983 en Argentina asume el presidente Raúl Alfonsín, luego de
una sostenida y brutal dictadura militar. En este clima de transición, los funcionarios y las
políticas que formulaban difícilmente podían mostrarse como autoritarias y como la “guerra
contra las drogas” era un estandarte que había caracterizado a los gobiernos de facto
anteriores, el rol del Estado democrático frente a los consumos problemáticos de drogas debía
ser diferente. De este modo se produjo un traspaso de la figura del adicto como culpable y
delincuente a otra que lo suplantaba y lo definía como enfermo. Como expresa Touzé (2006) la
imagen social del usuario de drogas comenzó a distinguir entre el adicto enfermo y el traficante
delincuente. Si bien esta imagen social comenzaba a diferenciarse de los discursos jurídicos,
también facilitó la construcción de otra imagen de los usuarios de drogas como
autodestructivos, suicidas en potencia.
Las medidas gubernamentales que se tomaron se basaron en la postura abstencionista
y represiva, que “demonizaba a la sustancia”. El consumo de drogas, cualquiera fuera su vía de
administración, era considerado “potenciador de tendencias autodestructivas”,
“desencadenante de actos suicidas” y “determinante de conductas promiscuas”.
Con la vuelta a la democracia la cocaína (inhalada) se transformó en “la reina”; se
consumía en todos los niveles sociales y dentro de una franja etárea amplia. Esto no significa
que en la etapa anterior no hubiera consumo de cocaína, sino que en esta etapa éste comienza
a masificarse.
26
A mediados de la década de 1980 las respuestas del gobierno se sustentaban en dos
líneas de trabajo: por un lado, se llevaba a cabo la lucha contra el narcotráfico y por otro, se
abordaba la prevención y la reducción de las consecuencias negativas del consumo. Asimismo,
algo que hay que destacar es que el gobierno colaboró para legitimar nuevos discursos
preventivos, amplió y diversificó la oferta asistencial y reavivó el debate legislativo, pasando la
drogadicción a ser un tema prioritario de la agenda pública.
De este modo se multiplicaron en nuestro país los centros de atención a usuarios de
drogas en el ámbito gubernamental y no gubernamental, ampliándose también las modalidades
de atención para los usuarios de drogas. En estos años se crea la Comisión Nacional para el
Control del Narcotráfico y el Abuso de Drogas (CONCONAD), primer organismo encargado del
diseño de políticas preventivo-asistenciales que funcionaba en el ámbito del Ministerio de Salud
y Acción Social.
En 1986 la CONCONAD presentó ante el Fondo de las Naciones Unidas para el
Control del Abuso de Drogas, el Plan Maestro para la implementación y apoyo a las actividades
del Plan Nacional de Control y Prevención del Uso Indebido de Drogas (1986-1989), que
describía la situación en los siguientes términos:
Si bien no podemos decir que la República Argentina sea un país de producción de
drogas ilícitas o que el consumo de éstas haya adquirido proporciones alarmantes (no se
registran consumidores de heroína), se la considera país de tránsito de drogas ilícitas y
productora de sustancias precursoras químicas esenciales. Asimismo las estadísticas
existentes muestran un aumento rápido del consumo en los diez últimos años de las
drogas en el siguiente orden: 1) marihuana (hay un alarmante crecimiento del ingreso de
esta droga al país y se registra un aumento de la producción local), 2) psicofármacos
(sobre todo anfetaminas y barbitúricos), 3) cocaína (clorhidrato y sulfato), 4) LSD (…) El
Gobierno Nacional ha decidido enfrentar decididamente el problema del narcotráfico y el
abuso de drogas aprovechando la posibilidad de combatirlo desde una óptica preventiva,
que permite la planificación y programación coherente, privada de la urgencia de enfrentar
un problema incontrolable (CONCONAD, 1986: 1).
A partir de la democracia, nuevos actores sociales y discursos pudieron incorporarse
para dar respuestas sociales a los consumos problemáticos de drogas. Las organizaciones de
la sociedad civil, en plena expansión, fueron actores clave en este sentido. A mediados de los
ochenta estas organizaciones se habían multiplicado, creciendo significativamente durante los
años `90.
El gobierno menemista disuelve la CONCONAD y crea la Secretaría de Programación
para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR),
dependiente de la Presidencia de la Nación, con lo que se unificó en una sola institución tanto
el objetivo de la reducción de la demanda (prevención, tratamiento y capacitación) como el
control de la oferta (políticas en narcotráfico, lavado de dinero y registro de precursores
químicos).
El intento de esta Secretaría por reducir la demanda se orienta a la prevención y a la
asistencia. Para procurar el primer propósito, la institución diseña, ejecuta y supervisa
programas y planes de carácter nacional, referidos a la prevención y a la capacitación de
agentes de la comunidad en la temática del uso indebido de drogas y alcohol y sus
consecuencias. Su alcance se extiende a todo el país, con el consenso y la cooperación de
organismos gubernamentales y no gubernamentales. En cuanto al segundo objetivo, procura
facilitar la asistencia y la rehabilitación de personas que abusan o dependen de drogas y que,
carentes de recursos adecuados, no pueden acceder al tratamiento o recuperación que
necesitan. Para ello, disponen de un centro de consulta y orientación que se encarga de
asesorar a quien lo solicita, a la vez que selecciona a los beneficiarios de las becas para los
tratamientos en instituciones especializadas en adicciones, las cuales deben estar registradas y
son supervisadas por la SEDRONAR.
Como especificamos anteriormente, el incremento en el consumo de drogas exigió, a
nivel nacional, respuestas de acuerdo a las circunstancias que se estaban enfrentando. Las
políticas sociales sufrieron cambios importantes enmarcados en lo que se denominó el modelo
de Estado neoliberal menemista. Además de la reforma administrativa y de las privatizaciones,
también se produjo descentralización, delegación de actividades nacionales al ámbito municipal
27
y a la sociedad civil. La atención en el sistema de salud participó de cambios notoriamente
considerables. Asimismo, la epidemia del VIH/sida se volvió muy visible y preocupante; la
misma se relacionaba directamente con los usuarios de drogas por vía endovenosa.
Hay que señalar que en Argentina las políticas públicas sobre drogas no lograron
diferenciar los tratamientos por tipo de sustancia, sino simplemente por drogas legales o
ilegales. Esto dificultó la creación de políticas públicas más acordes a la realidad de cada
consumidor, en tanto resulta inadecuado suponer que una persona consumidora de cocaína de
modo inyectable, tenga las mismas necesidades y problemas que alguien que busca
tratamiento por ser consumidor de marihuana.
10
Desarrollaremos este punto en el Módulo 3.
11
Incidencia: número de casos nuevos/ población expuesta.
28
Para 1998, el 41 % de la población total del país enfermos de sida eran usuarios de
12
drogas por vía endovenosa . Esta situación contribuyó a reforzar el estereotipo de los usuarios
de drogas como personas autodestructivas y no preocupadas por su salud, percepción que se
agravaba por la creencia de que ahora también eran “culpables” por diseminar la epidemia del
sida.
Consideramos que los programas de reducción de daños pueden haber contribuido a
disminuir el porcentaje de personas con antecedentes de uso de drogas por vía inyectable
entre los nuevos infectados por el VIH, que se da a partir de 1996. Sin embargo, un dato a
considerar es que el 57 % de los nuevos diagnósticos del grupo de UDIS13, lo hace cuando
aparecen los síntomas, mientras que en el resto de la población esta proporción desciende al
14
33%. Este es un punto importante a ser tenido en cuenta por los programas que atienden a
los UDIS, que muestra la dificultad de esta población para acceder a los servicios de salud.
El tercer punto relevante en esta etapa es el que denominamos consumo recreativo de
drogas de síntesis. Resulta interesante remarcar que en Argentina se consolidaba de manera
simultánea por un lado, un nuevo tipo de consumo, que tenía la particularidad de ser recreativo,
permitir la experimentación, especialmente en jóvenes de niveles socio-económicos y niveles
de instrucción más altos, y por otro lado, se incrementaba el consumo de drogas por vía
endovenosa entre los jóvenes urbanos de niveles socio económicos bajos, con altos niveles de
fracaso escolar y dificultades de inserción social (Kessler,2004; Kornblit et al., capítulo 3, 2004).
Este fenómeno tiene su correlato en la agudización de las diferencias en la distribución
de la riqueza a la que condujo el modelo liberal en muchos países occidentales, lo que llevó a
la falta de trabajo, la pobreza extrema y la exclusión social de amplios sectores en la sociedad.
En oposición a estos sectores marginales, aparece otro sector cada vez más reducido, que
logra intensificar su riqueza. Dada esta polarización, las sustancias que se consumen varían
según el sector social al que se pertenezca. Los sectores más vulnerables consumen drogas
15
baratas y de mala calidad como la pasta base, el paco, pegamentos, etc., mientras que los
16
sectores sociales más altos se inclinan por las denominadas drogas de síntesis , entre ellas
éxtasis, popper, ketamina, y anfetamina en polvo.
12
Programa Nacional de Lucha contra los Retrovirus del Humano, SIDA y ETS, Ministerio de Salud y
Acción Social de la Nación. Boletín sobre SIDA en Argentina, 1998.
13
Usuarios de drogas por vía inyectable.
14
INFOSIDA, 2003.
15
Existe algunas controversias respecto de las características del paco; algunos especialistas utilizan las
denominaciones paco y pasta base como sinónimos, criterio que compartimos, mientras que otros las
diferencian porque consideran que su composición es distinta.
16
Las drogas de síntesis se elaboran por procedimientos químicos en laboratorios clandestinos, ya que se
fabrican a partir de productos farmacéuticos que ya no se usan; otras imitan la estructura química de
sustancias de origen botánico.
29
Quinta etapa (2002 hasta la actualidad): masificación del consumo de drogas
En cuanto a la reducción de daños y los logros que se habían conseguido en la etapa
anterior, podemos decir que en el 2003 se produce un hecho histórico para la reducción de
daños en Argentina: el Ministro de Salud de la Nación de ese momento, Ginés González
García, lanza el proyecto regional de “Prevención de Drogas y del SIDA en Países del Cono
Sur”, con el auspicio de ONUSIDA y la Oficina contra la Droga y el Delito de la ONU, que
entregó jeringas y preservativos en la Capital y el conurbano bonaerense a usuarios de drogas.
El proyecto fue financiado por ONUSIDA y ejecutado por la Asociación Civil Intercambios, con
apoyo del Ministerio de Salud y de los municipios.
Podemos destacar que en los últimos años se intensificaron y masificaron las
tendencias de las últimas décadas: se incrementa el consumo de drogas legales (alcohol y
tabaco) entre los jóvenes, sosteniéndose una progresiva feminización en estos consumos;
aumenta la medicalización de la vida cotidiana, y por último, se consolida la diferenciación que
se establece en la etapa anterior entre dos perfiles muy marcados de consumidores de drogas:
los jóvenes de sectores más vulnerables que acceden a drogas baratas y de mala calidad y los
jóvenes de sectores sociales medios y altos que consumen drogas de síntesis; en ambos
grupos se da un sostenido crecimiento en los niveles de consumo de drogas.
Los estudios estadísticos nacionales (SEDRONAR, INDEC17, OAD,18 OPS,19 entre
otros) coinciden en señalar que el consumo de alcohol y tabaco son los de mayor prevalencia
en la población de 16 a 65 años. Aproximadamente el 40% de la población fuma y el 70% toma
alcohol.
Con respecto al consumo de tabaco, según la Tercera Encuesta Nacional de
Estudiantes de Enseñanza Media, llevada a cabo por el Observatorio Argentino de Drogas, en
20
el período 2001-2007, la edad de inicio de consumo ha permanecido sin variaciones en los 13
años, siendo la prevalencia de vida (haber fumado alguna vez en la vida) de 43,7 en 2001 y
47,3 en 2007. Es importante tener en cuenta para entender esta conducta el siguiente cuadro,
que resume los factores que influyen en su adopción por parte de los adolescentes.
El consumo problemático de alcohol (medido a través de la Escala Breve de Beber
Alcohol, EBBA) muestra que el consumo es mayor entre la población más joven, de 12 a 24
años (18,7%). En la población de 12 a 65 años es el 12,8%. Asimismo, es mayor entre los
21
varones que entre las mujeres (14,8% y 9,9% respectivamente).
En lo que respecta a estimulantes y/o tranquilizantes, y basándonos en los resultados
del Estudio Nacional en Población Urbana de 12 a 65 años, encontramos que las tasas de
consumo de drogas difieren significativamente según la sustancia. Teniendo en cuenta la
22
prevalencia en el último año encontramos que: 8,3% de varones y 5,5% de mujeres fumó
marihuana; 3,0% de varones y 2,1% de mujeres consumió cocaína; 0,6% de varones y 0,3 %
de las mujeres consumió pasta base y 0,4% de varones y 0,5% de las mujeres consumió
éxtasis. Estas cifras difieren según la fuente de datos, el tipo de sustancia y las pautas de
17
INDEC: Encuesta Nacional sobre Prevalencias de Consumo de Sustancias Psicoactivas 2008 -
ENPreCoSP-2008.
18
OAD: Observatorio Argentino de Drogas.
19
OPS: Organización Panamericana de la Salud.
20
Si bien el observatorio de drogas de la SEDRONAR anunció la realización de la encuesta 2009 los
datos no estaban disponibles al momento de escritura del curso.
21
Estudio nacional en población de 12 a 65 años, sobre consumo de sustancias psicoactivas,
SEDRONAR/OAD, 2006
22 Según la definición que utilizan los estudios de la SEDRONAR/OAD (2006) la prevalencia de año
indica la proporción de personas que declaran haber consumido cada una de las sustancias en los últimos
12 meses anteriores al momento de responder la encuesta.
30
23
consumo. Entre los pacientes en tratamiento se observa que cerca del 80% inició el
24
tratamiento por policonsumo.
23 Diagnóstico de situación del UISPA (Uso Indebido de Sustancias Psicoactivas), SEDRONAR, 2006.
24 SEDRONAR/OAD (2007). Tercera Fase del Registro Continuo de Pacientes en Tratamiento.
25 Observatorio Argentino de Drogas (2007). El consumo de medicamentos psicotrópicos en adultos.
31
Para profundizar en este tema recomendamos ver los siguientes documentales realizados por
26
el Canal Encuentro en el programa “Mejor hablar de ciertas cosas”:
Adicción al alcohol: http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=260
http://www.vimeo.com/12349544
Sinopsis: Los adolescentes que abusan del alcohol pueden
caer en la adicción, con consecuencias mortales. Leonardo
Gómez y Daiana Fretes, adictos en recuperación, nos
cuentan sus vidas. Especialistas entrevistados: Dr. Javier
Honorio Pueyrredón, Dr. Roque Carlos Pantaleone, Lic.
Liliana Vázquez y Lic. Alicia Dongui.
Luego de ver los documentales, proponemos las siguientes preguntas para seguir
reflexionando:
a) ¿Cree que existe presión social para que los jóvenes consuman alcohol? ¿De qué tipo?
b) ¿Cuáles son las razones que dan los jóvenes acerca de por qué consumen alcohol?
c) ¿Por qué en los últimos años el consumo de alcohol aumentó?
26
Para poder ver los videos subidos en la página www.vimeo.com, es necesario ir a “Log in” e ingresar
los siguientes datos: Email: consumoproblematico@gmail.com - Password: consumoproblematico. Una
vez ingresados, puede ir al video que desea ver y reproducirlo haciendo click en el ícono de “Play”.
32
prácticas ilegales, lo cual nos permite inferir que la prevalencia de todos los consumos de
drogas es mayor a la que los estudios logran captar. Respecto de los pacientes en tratamiento,
en tres años la cantidad de consumidores de pasta base se quintuplicó y creció el consumo en
sectores medios y el número de adolescentes que buscan atención por esta droga (Estudio
Nacional sobre la asociación entre el consumo de sustancias y la consulta de emergencia -
SEDRONAR/OAD, 2007).
Cabe destacar que la aparición de la pasta base de cocaína en los asentamientos y
barrios pobres del sur del conurbano y sur de la Ciudad de Buenos Aires experimentó una
rápida expansión durante y después de la crisis del 2001-2002.
No hay evidencia científica acerca de lo que contiene la pasta base, más allá del
acuerdo que existe en que es el residuo que se produce en el proceso de elaboración del
clorhidrato de cocaína. Tampoco se logra precisar si es una nueva forma de consumo de una
sustancia ya conocida o de una sustancia nueva en el país.
En un estudio realizado en la Ciudad de Buenos Aires en los años 2006 y 2007 en
usuarios de pasta base de cocaína se encontró una prevalencia de VIH del 2,9%. Asimismo se
observó un 22,4% de complicaciones broncopulmonares y un 70% que refirió pérdida de peso
asociado al consumo (Vila et al., 2008). Esto marca una diferencia notoria entre los consumos
de drogas de sectores vulnerables de hace algunos años, entre los cuales se destacaba el
consumo por vía endovenosa, con una prevalencia del VIH superior al 40%. Estos datos
muestran que entre los consumidores de paco el VIH dejó de ser un problema de urgente
resolución, presentándose otro tipo de enfermedades –tuberculosis, sífilis, desnutrición,
problemas broncopulmonares, entre otras– como las más urgentes de ser atendidas.
La falta de trabajo, la precariedad y el desplazamiento de éste hacia actividades
ilegales que garanticen la subsistencia de los usuarios (Kessler 2002; Epele, 2003), la
profundización de la criminalización, la violencia y la represión, el acelerado incremento de los
índices de muerte joven por causas evitables, son algunos de los aspectos que evidencian los
cambios abruptos ocurridos en los patrones de vulnerabilidad y de morbi-mortalidad entre los
jóvenes usuarios de drogas en los últimos años. Todo esto da cuenta de la complejidad de la
situación y de la urgente necesidad de estudios confiables que ofrezcan resultados para poder
dar respuestas socio-sanitarias efectivas que tengan en cuenta estos contextos, las sustancias
nocivas que se están consumiendo en estos barrios y las características de los sujetos que las
consumen.
Nos parece importante destacar que en las últimas décadas hubo una fuerte
diferenciación social en las poblaciones urbanas, lo que llevó a que se establezcan cambios
abruptos en el tipo y la calidad de las drogas que consumen los diferentes grupos sociales. En
este sentido, son los grupos más desfavorecidos los que sufren las consecuencias que
generan los procesos de marginalización, empobrecimiento y exclusión social, entre ellas:
Fragilidad e inestabilidad en las relaciones y vínculos sociales.
Situaciones de desamparo y vulnerabilidad, en especial, niños en situación de calle,
mujeres a cargo de familia, etc.
Desempleo, precarización laboral, agravados por la situación de personas que nunca
accedieron al mercado laboral.
Cambios en la magnitud de la violencia y cambios en los modos como se manifiesta,
fundamentalmente en los barrios marginalizados.
Dificultades en los adolescentes y jóvenes para construir proyectos de vida.
Imposición de una cultura de consumo que impacta y afecta más fuertemente en los
sectores con menos recursos económicos.
33
altos. Esta modalidad de consumo de drogas alcanzó mucha fama en los medios de
comunicación como un problema que necesita pronta solución. En nuestro país sólo contamos
27
con los indicadores generales que registra la SEDRONAR sobre la prevalencia de vida en el
consumo de éxtasis, que corresponde al 1,4 % en población general de 12 a 65 años.
La vida recreativa nocturna es uno de los espacios donde los jóvenes construyen su
identidad, aquello que los define como jóvenes. Los espacios dedicados al ocio por parte de los
jóvenes son ámbitos en los que construyen sus identidades de maneras heterogéneas, al igual
que lo hacen en su transitar por la familia, la escuela o el trabajo. Por ello, para romper con las
miradas homogeneizadoras sobre la “cultura juvenil” es necesario captar las diferentes formas
de ser jóvenes en la actualidad.
Como consecuencia de un largo proceso social, histórico y económico, en las
sociedades actuales el espacio destinado a la diversión, el juego y el disfrute, además de haber
pasado a formar parte de las necesidades básicas, se ha transformado en un lugar clave. La
diversión conlleva la comunicación, el afecto y las emociones y los jóvenes pasan cada vez
más tiempo participando de ese tipo de espacios. El culto a la diversión está adquiriendo tal
dominio que adquiere potencialidad como ámbito creador de valores.
En diversos estudios acerca de la nocturnidad juvenil se sostiene que la noche
constituye un territorio recorrido por los jóvenes –aunque no ausente de adultos–; es un tiempo
especial percibido a contracorriente de las rutinas y las obligaciones. Es un tiempo propicio
para la fiesta y allí hay lugar para la libertad, la rebelión, la subversión de los poderes, el goce y
la imaginación. Un tiempo donde es permitido invertir las condiciones habituales de existencia
generando la ilusión de libertad. Sin embargo, la cultura nocturna no deja de estar regulada por
las formas de legitimación y dominación presentes durante el día, siguen predominando las
lógicas de distinción, exclusión y jerarquías donde el mercado sigue definiendo los espacios
recreativos que serán apropiados por los jóvenes.
En este sentido, podemos mencionar que entre los cambios que se observaron en los
últimos años en relación al mercado de las drogas, resulta significativo el corrimiento que tuvo
el consumo de drogas hacia un público prioritariamente juvenil. Es un público eminentemente
joven el que consume drogas masivamente y uno de los cambios que se han producido para
que esto ocurra es que los jóvenes de los sectores medios altos, especialmente, comenzaron a
tener poder adquisitivo, cosa que históricamente nunca antes había ocurrido. Asimismo, las
drogas se han diversificado –ninguna droga que ingresó al mercado del consumo ha
desaparecido–, así como también existe una mayor oferta y disponibilidad de sustancias
ilegales. Es decir, las drogas ilegales se han vuelto un artículo de consumo de fácil alcance,
que apunta a un público juvenil, con una tendencia a la reducción de su valor monetario (esto
se observa en que no han sufrido la inflación de los otros productos que ofrece el mercado) y
posicionándose como un artículo de consumo “necesario” para los jóvenes en los espacios
recreativos nocturnos en los que circulan.
El uso de drogas en contextos recreativos comenzó a mediados de la década del 90.
Sus primeros antecedentes se registran en Europa, más específicamente en Ibiza, España. Se
trata de nuevas prácticas en las que la utilización de sustancias psicoactivas como el llamado
éxtasis se asocia a momentos de ocio y recreación. Según Calafat et al. (2009) el eje central de
la socialización para una buena parte de los jóvenes en su camino hacia la integración y el
éxito social pasa por las prácticas de ingesta de drogas con el fin de divertirse. Estas prácticas
se dan en su mayoría en un contexto de fiesta (raves o fiestas electrónicas) en las que la
música, el baile y la interacción con los pares tienen un importante protagonismo.
34
Para concluir, retomamos las conclusiones del informe de la CEPAL (2004) sobre el
proceso de adaptación social de la población joven en América Latina. Según este informe, la
juventud en la región está signada por una serie de tensiones y paradojas: actualmente los
jóvenes cuentan con mejor y mayor acceso a la educación pero menor y peor acceso al
trabajo; gozan de mejor y mayor acceso a la información pero de menor acceso al poder y a la
toma de decisiones; cuentan con más expectativas de autonomía y un espacio simbólico que
los empodera pero con menos opciones para materializarla, aspecto que se relaciona con el
cada vez mayor acceso al consumo simbólico, que los tiene casi por protagonistas exclusivos,
pero con un acceso fragmentado al consumo material. Finalmente, en el plano de la salud, los
jóvenes se encuentran mejor provistos de salud pero más amenazados por muertes violentas y
conductas de riesgos. En resumen, estas tensiones hablan de una fuerte autodeterminación y
protagonismo de la población juvenil respecto a épocas anteriores, pero en un contexto de
mayor precariedad institucional y desmovilización social o grupal.
1. Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o V F
falsas:
El consumo de éxtasis ha ido atrayendo a diversos sectores poblacionales que
frecuentan ambientes recreativos nocturnos populares como por ejemplo bailantas.
La asociación entre drogadictos y guerrilleros se inició con el gobierno militar de 1976.
El policonsumo se refiere al consumo de una sustancia en grandes cantidades.
En la Argentina existieron desde el comienzo políticas públicas dirigidas a cada uno de
los tipos de drogas.
El modelo abstencionista exige que los usuarios dejen de consumir para iniciar el
tratamiento.
El consumo de drogas de síntesis se da particularmente entre los jóvenes de los
sectores populares.
Entre los consumidores de paco el principal problema de salud es el VIH.
La medicalización de la vida cotidiana se refiere a las asiduas consultas a los médicos.
35
Teniendo en cuenta la periodización sobre el consumo presentada en el módulo, les
proponemos que reflexionemos en el foro a partir de las siguientes preguntas:
a) ¿La experiencia de ustedes como estudiantes se vincula en alguna medida con lo expuesto
en el texto? ¿por qué sí o por qué no?
b) ¿Qué cambios perciben entre los principales tipos de consumo de drogas de esa época y
los actuales?
36
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38
Prevención del consumo problemático
de drogas
MÓDULO 3
Las respuestas legales y sociosanitarias frente
a los usos problemáticos de drogas
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
39
Índice
40
Introducción
La globalización está dando lugar, entre otros aspectos, a la creación de una gran
cantidad de normas jurídicas acerca del uso de drogas. Por ello, no podemos dejar de tener en
cuenta los tratados internacionales en estos temas y analizar cómo repercuten en nuestro país.
Es posible establecer como el origen del paradigma seguido por la mayoría de los
países del mundo para establecer sus políticas respecto a las drogas, la aprobación en el año
1961 del Convenio Único de Estupefacientes de Naciones Unidas. El mismo establece pautas
represivas dirigidas a eliminar el cultivo, la producción, el consumo y el comercio de drogas
ilícitas.
Los principios rectores establecidos por el instrumento citado se profundizaron años
más tarde con la sanción del Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas en 1971 y la
Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias
Psicotrópicas de 1988. Para acordar con estos principios, la mayor parte de los países del
mundo adoptaron políticas destinadas a eliminar la producción y el consumo de drogas a través
de la intervención de los aparatos penales del Estado. De esta manera, se adoptaron
28
La pena que puede establecerse está entre 1 mes y 2 años de prisión.
41
legislaciones que ubicaron a los usuarios de drogas dentro del sistema penal y se criminalizó -
y aún se criminaliza - a una franja de la población.
La aprobación de los convenios citados también ratificó el indudable liderazgo de
Estados Unidos en el movimiento jurídico internacional en materia de drogas y la adopción de
una política global que intenta eliminar el consumo y la producción de drogas a través de la
intervención de los aparatos punitivos de los Estados. De esta manera, y en particular respecto
a América latina, la llamada “Guerra contra las Drogas” (declarada por los presidentes
norteamericanos Richard Nixon a principios de la década del 70 y Ronald Reagan en 1982)
fabricó un enemigo que posibilitó la injerencia de las fuerzas armadas, generando las
condiciones para que un problema policial como el narcotráfico pueda ser considerado desde
una lógica militar.
Los resultados que la política mundial de prohibición de drogas está arrojando, en
relación con el número de los usuarios de drogas y con el aumento del consumo de las
mismas, son desalentadores. Esto evidencia el fracaso de la “cruzada contra las drogas”.
En el año 1968, durante la dictadura militar encabezada por el General Juan Carlos
Onganía, se promulgó la ley de facto 17.567 que sancionaba al que “sin estar autorizado,
tuviera en su poder cantidades de drogas que excedan las que correspondan a un uso
personal…”. La exposición de motivos de la ley vinculaba a la tenencia de dosis para el
consumo personal con las acciones privadas de los hombres concernientes a la esfera de la
libertad individual, consagrada en el artículo 19 de la Constitución Nacional y que por lo tanto
se encuentran más allá de la autoridad de los magistrados. Por lo tanto, aun durante el
transcurso de una dictadura militar que cercenó las garantías constitucionales, no se
consideraba que la tenencia de drogas para consumo personal debía someterse a la autoridad
de los magistrados.
Según opina el juez federal Horacio Cattani (2000), la adopción en el país del discurso
sobre la “Guerra contra las Drogas” y su importancia para la llamada “doctrina de la seguridad
nacional” se produjo en el año 1974, con la sanción de la ley 20.771, que reguló la cuestión en
nuestro país hasta 1989. El proyecto de esta ley surgió en el Ministerio de Bienestar Social de
la Nación, a cargo de José López Rega, fundador de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple
A), el grupo parapolicial que fue precursor del Terrorismo de Estado en nuestro país.
Como vimos en el Módulo 2, se comenzó a vincular de este modo “droga” con
“subversión”, tanto en la oferta como en el consumo de drogas. Según rezaba la exposición de
motivos de la ley, el control penal de las drogas era necesario para tutelar la “seguridad
nacional” y la “defensa nacional”. El artículo 6 de la ley 20.771 imponía la pena de 1 a 6 años
de prisión al que tuviere en su poder estupefacientes aunque estuvieren destinados a consumo
personal, definiendo a dichas sustancias como las que son “capaces de producir dependencia
física o psíquica, que se incluyan en las listas que elabore la autoridad sanitaria nacional”.
Es importante hacer una breve referencia a los diferentes criterios jurisprudenciales que
adoptó la Corte Suprema de Justicia de la Nación respecto a la tenencia de drogas para
consumo personal en las últimas décadas. En el año 1978, durante la última dictadura militar,
42
la Corte dictó el fallo “Collavini”, en el que rechazó el pedido de declarar inconstitucional el
artículo 6 de la ley 20.771 por considerar que la tenencia de estupefacientes no se constituía
en una de las acciones privadas de los hombres exentas de la autoridad de los magistrados
establecidas en el artículo 19 de la Constitución Nacional, dado que el criterio de los jueces de
ese momento fue que “ese obrar afectaba el orden público y el derecho de terceros y ofendía el
orden y la moral pública”.
Esta tendencia jurisprudencial se revirtió en el año 1986 cuando, ya en democracia, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó los fallos “Capalbo” y “Bazterrica”, que declararon
la inconstitucionalidad del artículo 6 de la ley 20.771 que incrimina la tenencia de
estupefacientes para consumo personal. El argumento del Máximo Tribunal fue que la citada
norma invadía la esfera de la libertad personal contemplada en el artículo 19 de la Constitución
Nacional, la que se encuentra excluida de la autoridad de los órganos estatales.
La ley 23.737
Como ya se mencionó anteriormente, en el año 1988 se sancionó la Convención de las
Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, por la
cual las naciones signatarias de la misma se comprometieron a establecer como delito la
posesión, compra o cultivo de drogas para fines de consumo personal, no medicinal.
La sanción de la Convención citada tuvo como consecuencia la inmediata adopción por
parte de nuestro país de una legislación que avanzó en la penalización del consumo de drogas,
pese a lo establecido por la Corte Suprema menos de tres años atrás. De esta manera, el 11
de octubre de 1989 se sancionó en el Congreso Nacional la ley 23.737, que penaliza la
tenencia de estupefacientes incluso “cuando por su escasa cantidad y demás circunstancias,
surgiere inequívocamente que la tenencia es para consumo personal”.
29
Nos referimos al Comité Científico Asesor en Materia de Control del Tráfico Ilícito de Estupefacientes,
Sustancias Psicotrópicas y Criminalidad Compleja sobre los Usuarios de Drogas y las Políticas para su
Abordaje, creado en 2008. En 2009, por el Decreto 1359 del Poder Ejecutivo Nacional, este Comité fue
transformado en Comisión Nacional.
43
cómo evitarlas (por ejemplo, con relación al virus VIH, el uso de preservativos, la
descontaminación de jeringas, la accesibilidad a equipos de inyección estériles, etc.).
Muchas personalidades denunciaron que la prohibición entraña, al encuadrar como un
delito la posesión de estupefacientes para consumo personal, una grave y flagrante violación a
los derechos humanos. En esta línea argumental estuvo sustentada la intervención de la
Licenciada Silvia Inchaurraga en representación de la Red Latinoamericana de Reducción de
Daños (RELARD), en oportunidad de la Sesión Especial sobre SIDA en la Asamblea de las
Naciones Unidas, realizada en Nueva York el 25 de junio de 2001, cuando señaló que “si
coincidimos en que el respeto a los derechos humanos reduce la vulnerabilidad al VIH/SIDA,
no podemos desconocer a los usuarios de drogas y cómo el VIH los afecta. No podemos
desconocer que más del 22 por ciento de la población con VIH/SIDA se inyecta drogas. Ni
hasta qué punto las condiciones en que las personas consumen drogas las expone incluso en
ocasiones a mayores riesgos y daños que los que pueden causar las drogas. Condiciones de
desinformación, pobreza, desigualdad, ilegalidad, encierro, estigmatización, criminalización”.
c) Se la considera inconstitucional
Uno de los aspectos que más discusión genera es si la tenencia de estupefacientes
30
queda amparada o no en lo normado por el artículo 19 de la Constitución Nacional, que
establece que las acciones privadas que no afecten a la moral ni al orden público quedan
exentas de la autoridad de los magistrados.
Las discrepancias en relación con esto se originan en la valoración de si la tenencia de
estupefacientes es lesiva o no al orden y la moral pública y, en consecuencia perjudicial para
terceros. Es decir, el punto a discutir es si la tenencia es lesiva del derecho de otro y escapa
por lo tanto al ámbito de protección del artículo 19.
Las citas jurisprudenciales que apoyan la penalización de la tenencia para consumo
personal, como por ejemplo: “su conducta social está alterada y afecta a su familia, círculo
cercano y amigos” o “el adicto es un medio de difusión del vicio”, son demostrativas de que lo
que se quiere penalizar no es una acción, sino una condición o carácter personal del sujeto, en
el que la situación de tenencia se presenta como síntoma de peligrosidad para la “misma
supervivencia de la Nación”.
Esto muestra que la incriminación de la tenencia de estupefacientes para consumo
personal tiene la falla técnica de constituir un tipo penal basado en presupuestos sobre la
peligrosidad del autor más que en su relación con el daño o peligro concreto que pueda
producirse a derechos o bienes de terceros, por lo que puede afirmarse que se desconoce la
30
Constitución Nacional, artículo 19: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo
ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas
de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda
la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.
44
restricción establecida por el artículo 19 de la Constitución Nacional.
Tomando como base este argumento, el 25 de agosto de 2009, la Corte Suprema de
Justicia de Argentina resolvió, por unanimidad de todos sus integrantes, declarar la
inconstitucionalidad del segundo párrafo del artículo 14 de la Ley de Estupefacientes (N°
23.737), que reprime la tenencia de estupefacientes para consumo personal con pena de
prisión de 1 mes a 2 años (sustituibles por medidas educativas o de tratamiento). Según la
Corte, la inconstitucionalidad del artículo es aplicable a aquellos casos de tenencia de
estupefacientes para consumo personal que no afecten a terceras personas.
45
La defensa de la ley 23737
El actual Secretario de la SEDRONAR, Dr. José Ramón Granero ha expresado su oposición a
los anteriores argumentos, planteando que a pesar de que la humanidad no ha podido resolver
el problema de venta legal como tabaco y alcohol, las más peligrosas por el daño social que
provocan, al promover la legalización de una droga prohibida como la marihuana, se agranda
su espacio de circulación.
Por otra parte, según expresa, legalizar ciertas drogas es jugar a favor de quienes ya lucran
con ellas o lo harán en el futuro. Despenalizar el uso de drogas, afirma, no es progresista. Por
el contrario, es una expresión de oscurantismo, puesto que provocará inexorablemente la
31
aparición de nuevos adictos, es decir, de seres dependientes .
31
http://www.sedronar.gov.ar/images/novedades/biblioteca/despenalizar%20no%20es%20progresista.pdf
46
sustancias, aunque este consumo se realice en cantidades mínimas. En Estados Unidos, por
ejemplo, la prohibición se refleja en importantes penas de cárcel por posesión, consumo y
distribución a pequeña escala de las sustancias prohibidas.
En los Países Bajos, en cambio, si bien la fabricación y venta de drogas están
legalmente prohibidas, respondiendo a varios tratados de Naciones Unidas, sin embargo los
bares y pubs venden marihuana en pequeñas cantidades. Estas ventas no están sometidas a
fiscalización. En cambio, sí se persigue a los grandes traficantes.
Las políticas sobre drogas en el resto de los países occidentales se sitúan entre estos
dos modelos. En los últimos años, la Unión Europea, Canadá, Australia y Nueva Zelanda se
están alejando del extremo más punitivo del continuum.
Las principales respuestas que dan los países al consumo de estupefacientes y a la
tenencia para uso personal son:
a) Considerar delito a la posesión y/o el consumo de estupefacientes, con la alternativa de
poder suspender el proceso o la ejecución de la sentencia si el usuario se "somete" a
un tratamiento terapéutico. Ejemplos de los países en los que se ha adoptado este
criterio son Alemania, Argentina, Brasil, Uruguay, Italia y Venezuela.
b) Considerar dichas conductas como una mera contravención, alternativa adoptada por
ejemplo por Suiza y Colombia.
c) Desincriminar los mencionados comportamientos, como se ha hecho por ejemplo en
Grecia, España, Bolivia y Perú.
d) Penalizar legalmente la posesión y el consumo, pero no llevar esto a la práctica, como
ocurre por ejemplo en Holanda e Inglaterra.
En cuanto a qué sustancias son consideradas "drogas ilegales", algunas legislaciones,
como la de Francia, hacen hincapié en la "dependencia"; otros países, como Gran Bretaña, las
definen en relación con su influencia sobre el sistema nervioso central; en otros, como en
Grecia, se toman en cuenta ambos criterios. Otras legislaciones remiten la determinación de
las sustancias consideradas drogas a las listas aprobadas por las autoridades competentes,
como ocurre en Dinamarca, Italia y España. Finalmente, en algunos países como Argentina y
Brasil, se exige que, además de la necesidad de encontrarse incluidas dichas sustancias en los
listados, las mismas produzcan dependencia (Vázquez Acuña, 1999).
Levine (2003) plantea que durante los últimos 80 años todos los gobiernos del mundo
adoptaron las políticas de prohibición de drogas y las incorporaron a sus países. Resumiendo,
plantea que:
Desde finales de los años ´60 ninguna nación del mundo en la actualidad cuenta con las
facultades necesarias para poder acabar con sus propios regímenes nacionales de
prohibición de drogas. Debido a los tratados internacionales, así como a las sanciones
económicas y políticas que vinculan los países a los tratados, la mayor parte de las
naciones del mundo pueden reformar independientemente sus leyes de prohibición de
drogas y hacerlas menos punitivas, pero no pueden derogarlas (Levine, 2003: 78).
Argentina forma parte del grupo de países que consideran el consumo de drogas
como algo peligroso, que debe ser perseguido y combatido, lo cual puede entenderse como
una respuesta a la situación internacional que se venía imponiendo.
47
Argumentos a favor y en contra de la
penalización del consumo de drogas
48
asistencia necesaria; el usuario, condenado por este ilícito, tendrá un antecedente criminal
que lo acompañará en el futuro, causándole un daño irreparable al dificultarle seriamente
acceder a un trabajo, circunstancia que constituye una consecuencia contraproducente en
su inserción social.
g) Por último, este tipo de políticas conspira contra la supuesta "lucha" contra el narcotráfico
porque tanto el sector policial como el judicial se abarrotan de este tipo de procesos,
impidiéndoles dedicarle el tiempo necesario a las investigaciones de envergadura.
Dentro de esta diversidad están los grupos de autoayuda, basados en los Doce Pasos
de Alcohólicos Anónimos, liderados por ex consumidores, que son redes de apoyo integradas
por personas que se encuentran en situaciones similares y se reúnen con el fin de apoyarse en
el esfuerzo de mantener la abstinencia.
El modelo abstencionista
La respuesta sanitaria prevaleciente en Argentina en relación con el consumo de
drogas es el modelo abstencionista, que tiene como objetivo la abstinencia total de sustancias
como condición previa de un tratamiento.
Desde el punto de vista asistencial el modus operandi del modelo abstencionista es la
comunidad terapéutica (CT). Las CT son ambientes residenciales libres de droga en los que en
general se mantiene una férrea disciplina, apoyada en relaciones sociales jerárquicas. El
modelo terapéutico comprende etapas de tratamiento que reflejan niveles cada vez mayores de
responsabilidad personal y social. Se utiliza la influencia entre compañeros, mediada a través
de una variedad de procesos de grupo, para ayudar a cada persona a aprender y asimilar las
49
normas sociales y desarrollar habilidades sociales más eficaces.
Los beneficios que más reconocen los usuarios de drogas que siguen estos
tratamientos tienen que ver con la aceptación de rutinas que los ayudan a manejarse en lo
cotidiano y con haber recibido el afecto necesario para sentir que se es alguien para alguien y
que se forma parte de una trama sostenedora, siendo éste el convencimiento que más los
ayuda para salir de su adicción.
Existe un alto porcentaje de recaídas en el consumo por parte de las personas que se
someten a este tipo de tratamiento, que durante mucho tiempo constituyó la única alternativa
terapéutica ofrecida. Las recaídas se explican por la alta exigencia implícita en el modelo, que
pretende transformar aspectos esenciales de la existencia de los usuarios.
Para profundizar en este tema recomendamos ver el siguiente documental realizado por el
32
Canal Encuentro en el programa “Mejor hablar de ciertas cosas”:
Paco: http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=253
http://www.vimeo.com/12739471
Sinopsis: La crisis socioeconómica del país trajo
aparejada la aparición de una nueva droga: el paco o
pasta base. Jeremías Albano, un adicto en
recuperación, y Coquito, un ex usuario, de Chaco,
cuentan sus vivencias. Especialistas entrevistados: Lic.
Ignacio O’Donnell, Lic. Jorge Tasin, Dr. Carlos Damin,
Dra. Débora Serebrisky y Dr. Jose Capece.
Luego de ver el documental, proponemos las siguientes preguntas para seguir reflexionando:
a) ¿Qué particularidades tiene el consumo de paco en nuestro país?
b) ¿Cuáles son las líneas de acción que se proponen para afrontar esta problemática?
32
Para poder ver los videos subidos en la página www.vimeo.com, es necesario ir a “Log in” e ingresar
los siguientes datos: Email: consumoproblematico@gmail.com - Password: consumoproblematico. Una
vez ingresados, puede ir al video que desea ver y reproducirlo haciendo click en el ícono de “Play”.
50
La reducción de daños
Como se afirma en el Informe del Comité Científico Asesor en Materia de Control del
Tráfico Ilícito de Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas y Criminalidad Compleja sobre los
Usuarios de Drogas y las Políticas para su Abordaje (2009), del universo de personas que
consumen drogas, una inmensa mayoría no incurrirá en consumos problemáticos. Estos se
producirán entre las personas que se hallan en una especial situación de vulnerabilidad bio-
psico-social. A esta población se debe llegar con medidas preventivas de tipo específico e
inespecífico.
51
interés por el modo de abordar este grupo vulnerable).
En la Argentina las instituciones más importantes que se ocupan del tema son
organizaciones de la sociedad civil, fundamentalmente la Asociación de Reducción de Daños
de la Argentina (ARDA), con sede en Rosario y la asociación Intercambios, con sede en la
Ciudad de Buenos Aires.
Cuando las acciones promovidas por la reducción de daños se centran en el segmento
poblacional que está utilizando sustancias psicoactivas como el paco, no se limitan a encarar
problemas sanitarios, como la prevención de infecciones y de sobredosis, sino que encaran
también la marginalización, la exclusión social, la criminalización y la estigmatización.
52
la principal vía de transmisión hasta 1996 es el uso compartido de equipos de inyección
durante el consumo de drogas, luego las relaciones sexuales sin protección entre hombres y en
tercer lugar aparecen las personas que tienen como única vía de transmisión la heterosexual.
Varios factores incidieron para que las principales vías de transmisión del virus se
modificaran en cuanto a sus porcentajes, de modo tal que en la actualidad el consumo de
drogas aparece como la vía de transmisión menos importante estadísticamente. Entre esos
factores la implementación de los programas de reducción de daños, con su énfasis en la
necesidad de no compartir jeringas y en su desinfección, ha tenido importancia.
Un hecho relevante en materia legal fue la reunión que se organizó en 1999 en la
SEDRONAR, donde se debatió sobre la reducción de daños con sectores representativos del
campo de las drogas y del sida y donde participaron también funcionarios de todo el país y
dirigentes de las organizaciones de la sociedad civil. En el mismo año se creó el Programa
Regional de Reducción de Daños en la Provincia de Santa Fe, declarado de interés provincial.
En el 2000 comenzó una fuerte campaña por parte de la Asociación de Reducción de
Daños de la Argentina (ARDA, con sede en Rosario), que tuvo como objetivos lograr la
despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal, detener los arrestos por
consumo de marihuana y defender la investigación científica sobre los usos terapéuticos de
esta sustancia.
A fines del 2000 el programa LUSIDA, dependiente del Ministerio de Salud de la
Nación, promovió múltiples y diversas intervenciones en materia de reducción de daños en
Buenos Aires y Rosario. Participaron del proyecto la Asociación de Reducción de Daños de la
Argentina (ARDA), la Fundación Red y el Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencia
y Sida (CEADS) de la Universidad Nacional de Rosario.
Otro importante apoyo a este tipo de intervenciones provino del Fondo Mundial de
Lucha contra la Tuberculosis, la Malaria y el Sida, que subvencionó una serie de proyectos
desde 2002 a 2008, tendientes a fortalecer las instituciones que trabajaban en el país con el
paradigma de reducción de daños.
53
parificarla con el consumo de otras sustancias no incriminadas penalmente para posibilitar
abordajes preventivos y asistenciales, no interferidos por el sistema penal.
2. En los casos en que el consumo problemático de sustancias legales e ilegales requiera
necesariamente de un tratamiento con o sin internación, éste siempre le será brindado
teniendo en cuenta su condición de sujeto de derecho acreedor al más alto nivel posible de
salud, mediante prácticas reconocidas y supervisadas por la autoridad sanitaria.
3. El consumo de estupefacientes no puede ser considerado como delito. Se trata de una
problemática de naturaleza socio-sanitaria que exige políticas públicas enmarcadas en este
contexto, que incluyan según los casos estrategias de reducción de riesgos y daños.
4. La principal dificultad para incriminar al consumidor de sustancias es el hecho comprobado
de que un número grande de personas, teniendo una amplia cantidad de sustancias
legales a su disposición, utilizan aquellas prohibidas penalmente justamente porque están
prohibidas y porque el sistema penal los confirma en el rol trasgresor que buscan.
5. Por todo ello resulta imprescindible centrar las políticas públicas en las personas y sus
necesidades y dejar de lado toda utopía de solucionar el problema sacando a las drogas de
circulación. Es claro que su presencia en la sociedad está satisfaciendo necesidades reales
o imaginarias de la gente y que éstas no desaparecerán sólo mediante la implementación
del modelo jurídico.
¿Cuáles son las principales respuestas sanitarias frente a los consumos problemáticos de
drogas que se ofrecen en su comunidad? Puede buscar información en los siguientes sitio web:
Narcóticos Anónimos: http://www.na.org.ar/
Alcohólicos Anónimos: http://www.aa.org.ar/
FONGA (Federación de ONGs Argentina): http://www.fonga.org.ar/
ARDA (Asociación de Reducción de Daños de Argentina): http://www.infoarda.org.ar/
Intercambios Asociación Civil: http://www.intercambios.org.ar/
También puede buscar información en el hospital o centro de salud más cercano sobre los
servicios que se prestan a los consumidores problemáticos de drogas.
54
En suma, podemos terminar diciendo que el objetivo de las modificaciones legales que
se propugnan es evitar reducir la prevención a lo biomédico, alentando por el contrario la
promoción de la salud basada en el mejoramiento de las condiciones sociales e institucionales
que favorecen la autonomía de los ciudadanos.
Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o falsas: V F
La ley 23.737 no sanciona la tenencia de estupefacientes para consumo personal.
La ley sobre consumo de drogas promulgada durante el gobierno de Onganía
sancionaba la tenencia de estupefacientes para consumo personal.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha mantenido desde 1970 un criterio
uniforme con respecto a la tenencia de drogas para consumo personal.
El principal argumento de la actual Corte Suprema con respecto a la tenencia de
drogas para consumo personal es que la legislación actual al respecto viola los
derechos humanos.
Cada país tiene la autonomía necesaria para derogar, si lo considera pertinente, sus
leyes que prohíben el consumo de drogas.
Los grupos de autoayuda están liderados por ex-consumidores.
El porcentaje de recaídas en el hábito de consumir drogas en personas que han
egresado de las comunidades terapéuticas es bajo.
Los tratamientos para lograr que las personas abandonen el consumo deben ser
homogéneos para todos.
55
Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico. Presidencia de la Nación: http://www.sedronar.gov.ar/
Observatorio Argentino de Drogas. Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico. Presidencia de la Nación:
http://www.observatorio.gov.ar/
Observatorio de Investigación sobre Adicciones. Políticas Sociales en Adicciones. Desarrollo
Social, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires:
http://www.buenosaires.gob.ar/areas/des_social/adic/observatorio/?menu_id=23850
Narcóticos Anónimos: http://www.na.org.ar/
Alcohólicos Anónimos: http://www.aa.org.ar/
FONGA (Federación de ONGs Argentina): http://www.fonga.org.ar/
ARDA (Asociación de Reducción de Daños de Argentina): http://www.infoarda.org.ar/
Intercambios Asociación Civil: http://www.intercambios.org.ar/
56
Cattani, H. (2000) “Tóxicos prohibidos y afectación del bien jurídico” Versión del Seminario
“Drogas y Control Social” en la Carrera Interdisciplinaria de Especialización de
Posgrado de Problemáticas Sociales Infanto Juveniles del Centro de Estudios
Avanzados en la Universidad de Buenos Aires.
CEADS-UNR (Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y Sida de la Universidad
Nacional de Rosario) y ARDA (Asociación de Reducción de Daños de la Argentina)
(2003).“Las Drogas, entre el fracaso de los daños y la prohibición. Nuevas perspectivas
en el debate despenalización-legalización”.
Comité Científico Asesor (2009). Documento oficial del Comité Científico Asesor en Materia de
Control del Tráfico Ilícito de Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas y Criminalidad
Compleja sobre los Usuarios de Drogas y las Políticas para su Abordaje. Buenos Aires.
Disponible en: http://www.jgm.gov.ar/archivos/comisionnacional/DO1usuarios.pdf
Granero, J. R. (2005) “Despenalizar el uso de droga no es progresista”, Revista Hablemos, 2.
Disponible en:
http://www.sedronar.gov.ar/images/novedades/biblioteca/despenalizar%20no%20es%2
0progresista.pdf
57
Prevención del consumo problemático
de drogas
MODULO 4
Transformaciones en el lugar de la escuela y en
las relaciones entre jóvenes y adultos
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
58
Índice
59
Introducción
60
optimista acerca de que el desarrollo social se logra a través de cambios en la mentalidad de
cada persona, y en esta transformación la escuela juega un papel fundamental. Este principio
estuvo en el centro de los discursos y debates de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino
Sarmiento. Mientras para el primero la inmigración, los ferrocarriles y las leyes eran
instituciones socializadoras33 mucho más eficientes que la escuela pública, para Sarmiento,
que hacía hincapié en la dimensión política de la ciudadanía, la educación era un instrumento
estatal imprescindible para la solución del problema de las luchas internas y de la “tendencia
del gaucho nativo a la disolución social” (citado por Tedesco, 2003).
Esta última posición terminó predominando en las creencias laicas que sostuvieron el
sistema educativo nacional desde fines del siglo XIX. El programa de la naciente escuela
secundaria se basaba en la transmisión de los valores de “la razón y el progreso”, a través de
la vocación docente, hacia los individuos/ciudadanos –en principio, de la elite y, poco a poco,
del resto de la sociedad. Los planes de estudio de 1884 no sólo no preveían ninguna
orientación vinculada al mercado laboral, sino que tampoco separaban los establecimientos de
currículo fundamentalmente humanista de los de currículo fundamentalmente científico.
Establecía la escuela única (no diferenciada por especialidades), mantenía el latín como
materia y acentuaba el predomino de las disciplinas humanísticas sobre las científicas
(Tedesco, 2003). Se priorizaba, entonces, la preparación para seguir estudios superiores, a
partir de una base humanística.
De esta manera, uno de los núcleos sobre el que se constituyó y legitimó el sistema
educativo fue el corte entre el mundo escolar y el mundo social. Este corte con el mundo social
se basó en los siguientes ejes fundamentales:
La diferenciación entre alumno y niño/adolescente/joven: la escuela se dirigía únicamente
al alumno, es decir, a la parte de la razón de la que todos disponen, desconfiando de todo
lo que es privado, afectivo y utilitario –la familia, la economía, el cuerpo–. El niño y el
adolescente tenían que dejar su niñez y adolescencia en la puerta de la escuela.
La autonomía de la cultura escolar: la escuela desconfiaba de la cultura de la economía y
del trabajo. La jerarquía de los valores escolares era únicamente escolar: colocaba en la
cima las enseñanzas más abstractas y las que proporcionaban la menor “utilidad” en lo
inmediato.
Desde mediados de la década de 1970, la profundización en nuestro país de los
procesos de desigualdad social y de crisis socioeconómica, junto a políticas educativas
contradictorias, a la masificación y fragmentación del sistema educativo y la diversificación de
las subculturas juveniles34, vienen impactando en el modelo tradicional de la escuela. Estos
factores no provocan solo una “crisis” de las instituciones encargadas de la socialización
(familia, escuela), sino una nueva modalidad de vinculación entre valores, normas e individuos,
es decir, una nueva forma de socialización (Dubet, 2006; Tiramonti, 2004).
33
Se consideran instituciones socializadoras a aquéllas, como la familia y la escuela, que proveen a las
personas de las experiencias interpersonales significativas a través de las cuales van adquiriendo los
valores, las actitudes y las habilidades necesarias para lograr su integración a la comunidad.
34
Se denominan culturas o subculturas juveniles al conjunto de valores, creencias y prácticas
compartidas por un grupo de jóvenes, que implican una determinada visión del mundo, una cierta estética
y el gusto por determinados géneros musicales, en base a los cuales toman distancia del mundo adulto y
constituyen espacios de encuentro en los cuales comparten intereses e inquietudes.
61
En este marco, como desarrollamos en la próxima sección, si bien la escuela sigue
siendo para muchos jóvenes –y en el caso del nivel medio, en forma creciente– la única
institución pública con la cual se vinculan cotidianamente, hoy se encuentra atravesada por los
35
citados fenómenos de fragmentación, crisis de legitimidad y por la multiplicación de
demandas sociales y políticas, muchas veces contradictorias. La demanda de intervenciones
asistenciales (becas, comedor, gestión de programas sociales, contención psicológica), así
como el avance de las tecnologías, implican para las instituciones escolares nuevas exigencias
de una rápida adaptación a las transformaciones económicas y sociales.
La escuela tiene ahora alumnados heterogéneos y ya no le bastan los objetivos y las
normas de antaño para conseguir cumplir su cometido con los educandos. En las últimas
décadas las subculturas y las experiencias juveniles, durante mucho tiempo mantenidas fuera
de los muros de la escuela, irrumpieron en la misma con sus modelos, conflictos y
preocupaciones. Las nuevas pautas de socialización juvenil hacen evidente, por
contraposición, la pérdida de importancia de la cultura escolar clásica: el predominio de la
lectura, la valorización del conocimiento y del trabajo sistemático, la postergación de
satisfacciones y la valorización del pasado como patrimonio que se ha de transmitir y del futuro
como proyecto para el cual es preciso formarse. La educación no garantiza ahora a los jóvenes
una integración con perspectivas de movilidad social ni tampoco facilita el acceso a lo valorado
por las subculturas juveniles dominantes (Tenti Fanfani, 2000).
Una de las cuestiones que ha surgido en la escuela en las últimas décadas, vivida por
los docentes como un problema para el cual no tienen herramientas que les permitan
encararlo, es el tema del consumo de drogas. Movidos por la dificultad para comprender
conductas de los jóvenes que les parecen muy alejadas de lo que fue su propia juventud,
muchos docentes se acercan al tema del uso de drogas cargados de prejuicios, lo que provoca
un distanciamiento aún mayor con los alumnos. Frente a esto, como plantea el educador
español Amando Vega (1984) es necesario tener en cuenta que el docente no tiene por qué ser
un especialista en el tema, sino simplemente un educador que no desconoce su realidad. Pero
¿qué significa no desconocer la realidad? En primera instancia, aceptar y respetar la diversidad
y la necesidad de volver a construir acuerdos que permitan recuperar la experiencia de la
comunidad educativa.
Como se expresa en el documento El lugar de los adultos frente a los niños y los
jóvenes, del Ministerio de Educación de la Nación (2007), "el consenso así construido conlleva
el compromiso de aceptar una decisión tomada por quienes participaron del mismo aunque
ésta no represente exactamente lo que individualmente cada uno quería." (pág. 9).
35
La expresión “crisis de legitimidad” se refiere a una situación en la que los actores sociales cuestionan
más o menos radicalmente la validez de un sistema político. Por extensión, se suele aplicar también dicha
expresión a una situación en la que se cuestionan los basamentos, normas y valores de una institución, en
este caso la escuela.
62
Ese período de mora en el cual cierto segmento de la población llegado a la madurez
sexual, a su plena capacidad biológica para reproducirse, no termina de consumarse como
un adulto y se encuentra a la espera de adquirir los atributos que lo identifiquen como tal
(Urresti, 2000: 21).
Como sintetiza la antropóloga argentina Mariana Chaves (2005; 2006), las
concepciones sobre la juventud en América latina están signadas por “el gran NO”:
a) la juventud es negada: desde el punto de vista legal se le niega existencia como sujeto
acabado, por el contrario, es concebida como un estado de transición, incompleto, no
se es ni niño ni adulto);
b) es negativizada, en el sentido de que se evalúan negativamente sus prácticas y se la
concibe como juventud problema, joven desviado, ser rebelde, delincuente, drogadicto,
etc., lo que conlleva actitudes y conductas represivas.
Estas concepciones sobre la juventud, muchas veces vehiculizadas por los medios
masivos, tienen presencia en algunos de los discursos y prácticas de los agentes escolares en
torno a los jóvenes.
Por otra parte, desde la década de 1960 hasta la actualidad una serie de profundas
transformaciones económico-sociales y culturales generan importantes cambios en la condición
juvenil y sus vinculaciones con las instituciones educativas. Estas transformaciones son:
63
(...) los obstáculos objetivos (dificultades económicas de la familia y escasez de oferta, etc.)
y subjetivos (desinterés, apatía, baja motivación, etc.) para continuar la carrera escolar
determinan una inserción temprana y defectuosa en el mercado de trabajo. A su vez, la
educación deficiente será un lastre cuyo peso se hará sentir durante toda la trayectoria
laboral de estos individuos (Tenti Fanfani, 1998: 38).
Actualmente las culturas juveniles valoran aspectos que son en general ajenos a lo que
se intenta transmitir en la escuela. Así, confieren importancia al cuerpo, a la música, a las
imágenes más que al lenguaje verbal como forma de transmisión de contenidos, a la utilización
de las nuevas tecnologías, a la afectividad contrapuesta a la razón como dimensión
fundamental de las relaciones sociales. Por otra parte, se ha producido un cambio en el sentido
de la temporalidad, con un predominio del presente como dimensión dominante que se impone
frente a la consideración del pasado y del futuro.
En la medida en que la escuela no ha asimilado estos cambios, se ha producido un
progresivo alejamiento entre ella y las experiencias sociales juveniles. Por ende, la pérdida de
predicamento de la escuela sobre los estudiantes radica, en gran medida, en la crisis de
sentido que afecta a la institución educativa en el actual contexto histórico-social, en el que ha
perdido su lugar estratégico como parte del gran articulador social en el eje trabajo-estudio y
como espacio de construcción de las identidades juveniles (Urresti, 2008).
Los usos de los distintos tipos de drogas atraviesan muchas de las citadas experiencias
de sociabilidad de los jóvenes, lo que las hace en la mayoría de los casos difíciles de aceptar y
entender por los adultos. Sin embargo, es necesario hilar más fino y diferenciar, como vimos en
el módulo 1, el consumo esporádico, frecuente, habitual y la adicción, así como las
circunstancias en que se produce el consumo. No censurar a los jóvenes, abrir el diálogo con
ellos, pero marcarles límites es el desafío del rol que los adultos deberían poder desempeñar
en relación con los jóvenes que asumen los riesgos de consumir drogas.
La antropóloga mexicana Rossana Reguillo (2004) afirma que frente a la pérdida de
predicamento de las instituciones tradicionales con respecto a los jóvenes surgieron dos modos
(hegemónicos) de abordar esa ruptura:
a) Por un lado, continuando con el mandato clásico de socializar a los jóvenes a través de
la escuela y el trabajo, se postula que los jóvenes deben incorporarse a dichas
instituciones “a como dé lugar” o sea, “como puedan”. De esta manera se ocultan los
conflictos que pueden surgir del encuentro entre estas concepciones del mundo
diferentes, si no opuestas, y el hecho de que las valoraciones tradicionales se intenten
imponer a los sujetos, desoyendo sus aspiraciones y deseos.
b) Otra postura –que muchas veces se complementa con la anterior–, se basa en una
visión del sujeto joven como alguien centrado en el placer, con experiencias nómades y
36
cambiantes según las “tribus” a las que adhieran y cuyas prácticas no parecerían
tener otra razón de ser que “la perpetuación indefinida del goce” (Reguillo, 2004: 51).
36
La expresión “tribus urbanas” fue utilizada por primera vez en 1990 por el sociólogo francés Michel
Maffesoli en un libro titulado El tiempo de las tribus, para referirse a los grupos de jóvenes que se forman
en las grandes ciudades compartiendo una determinada estética que los diferencia de otros y para los que
el grupo opera como una comunidad emocional.
64
Ambas posturas no contribuyen a pensar cómo los jóvenes podrían insertarse
participativamente, con sus intereses y sus críticas, en la institución escolar. Abrir el juego para
que esto pueda darse es responsabilidad de los docentes y especialmente de las autoridades
escolares. Y en esta tarea no existen las recetas, sino que se trata del trabajo de cada docente
según su comunidad, sus alumnos, su contexto social…
Chaves (2005) afirma que por lo general lo que los adultos piensan en torno a los
jóvenes en el contexto escolar se basa en cinco grandes concepciones:
Concepción naturalista: define a la juventud como una fase natural en la evolución de los
individuos. Por ende, las características de la misma estarían determinadas por las
dimensiones biológicas de los seres humanos. Esta concepción se legitima, actualiza y
transmite desde los saberes científicos y, especialmente, desde el modelo biomédico
hegemónico o predominante en el campo de la salud.
Concepción psicologista: complementaria de la anterior, en ella se define a la juventud
como un momento de confusión, de crisis, que será superado en el proceso de maduración
y constitución de la personalidad individual. De aquí proviene la significación del
adolescente como aquél que adolece de algo; la juventud está asociada así con dolencia y
sufrimiento.
Concepción de la patología social: la juventud es el sector de la sociedad que está enfermo
o es el más vulnerable a las enfermedades. El joven es visto como expresión de las
consecuencias negativas de los cambios sociales (socioeconómicos, familiares, culturales,
etc.). Esta concepción constituye una mirada negativa, fuertemente asociada a diversos
problemas y/o patologías sociales: alcoholismo, sida, drogas, embarazo adolescente,
violencia, y está plagada de términos médicos, psicológicos, legales y/o sociológicos, tanto
en torno a los diagnósticos de las patologías como a los diversos tipos de estrategias para
su tratamiento, prevención, control y/o contención.
Concepción del pánico moral: reproducida sistemáticamente por los medios masivos de
comunicación, esta concepción se basa en una fuerte asociación entre los jóvenes y los
miedos sociales. El joven “desviado” y/o peligroso cumple en un determinado momento en
la sociedad el rol de chivo expiatorio o enemigo interno. Se suele seguir una secuencia
típica: a) en primer lugar, se presenta un evento dramático (por ejemplo, episodios graves
de violencia entre estudiantes), que genera inquietud en la población; b) a partir de esto se
desarrolla una campaña de censura moral en la que se culpabiliza a los jóvenes, sin
analizar las situaciones en su complejidad; c) se implementan acciones de mayor represión
(ligadas a lo que se ha denominado “tolerancia cero”)37.
Concepción sociologista: coincide con la de la patología social en presentar al joven como
víctima de las condiciones sociales: de la globalización, del posmodernismo, de los medios
de comunicación, de las instituciones familiares y escolares que no funcionan, de los malos
profesores, etc. Si bien esta concepción busca alejarse de la estigmatización de los
individuos desviados o peligrosos, coincide con la anterior en negarle a los jóvenes la
posibilidad de ser sujetos sociales creadores. Por ende, no se piensa que pueden construir
37
La “tolerancia cero” fue una política adoptada por el alcalde R. Giuliani en la ciudad de Nueva York
entre 1990 y 1997, para ejercer un control estricto sobre los delitos considerados “menores”, bajo el
supuesto de que el control de este tipo de delitos conlleva también una importante reducción en el número
de actos delictivos más graves. Se trata de una ideología sobre el delito que tiene como objetivo
demostrar que los índices delictivos pueden ser reducidos más allá de la influencia que tengan sobre ellos
los factores estructurales como la pobreza y el desempleo.
65
otros caminos que los impuestos por los determinantes familiares, socioeconómicos,
culturales, espaciales, escolares, etc.
De esta manera, se conciben negativamente las prácticas de los jóvenes, asociándolas
fundamentalmente a las violencias, transgresiones y/o riesgos sociales –drogas, delito,
infecciones de transmisión sexual (ITS), VIH/sida, etc. Al abordar la problemática del consumo
de drogas los medios de comunicación masiva contribuyen a reproducir estas concepciones,
especialmente en cuanto a la asociación delito-consumo de drogas. Las drogas aparecen así
como un elemento central en torno al cual giran la decadencia y la desintegración social, lo que
oculta el análisis de las causas que llevan a esas condiciones.
La percepción de una profunda brecha entre el mundo de los adolescentes que es visto
como no reflexivo, incivilizado, violento y el de los adultos, visto como reflexivo, civilizado,
genera en algunos docentes y directivos sensaciones de una creciente incapacidad para
ejercer el rol para el cual fueron formados. Esto los enfrenta a la crisis de la autoridad y de la
institución escolar, lo que a su vez profundiza sus sentimientos de malestar y estrés laboral.
Las consecuencias de estos fenómenos en la práctica pedagógica –desgano, dificultades para
controlar las propias reacciones y establecer una comunicación con estudiantes y pares–
retroalimentan en un círculo vicioso las sensaciones de malestar de los docentes y las
situaciones de conflictividad en la escuela.
66
La crisis de la escuela como institución socializadora se manifiesta cotidianamente en
38
disrupciones, transgresiones y diversos tipos de incivilidades mediante las cuales los jóvenes
revelan la pérdida de sentido para ellos de su experiencia escolar. Los estudiantes explicitan
cotidianamente esta falta de sentido mediante diversos modos de impugnación de la autoridad,
entre las cuales el antropólogo argentino Gabriel Noel (2009) identifica tres grandes tipos:
Impugnación personal: consiste en una recusación basada en la imputación de que la
persona que reclama autoridad carece de determinadas características personales que lo
avalen para el desempeño de su rol.
Impugnación posicional: consiste en rehusar el cumplimiento de lo que se demanda por la
afirmación de que la persona que reclama autoridad se extralimita en sus funciones.
Acusación de autoritarismo: consiste en negar el consentimiento a lo que es formulado por
los docentes por razones morales, haciendo equivaler automáticamente cualquier reclamo
de autoridad a alguna forma de autoritarismo y declararlo, por ende, moralmente
condenable.
En las experiencias escolares de los jóvenes tienen una gran importancia diversas
prácticas cotidianas de los docentes y directivos que ellos identifican como injustas, autoritarias
y/o de falta de respeto hacia ellos. Estas percepciones del menosprecio de los docentes
movilizan a los estudiantes hacia una verdadera lucha por el reconocimiento, es decir, los
fuerzan a intentar que se los valore por lo que son e intentan ser. Esta lucha, a su vez, puede
analizarse desde dos dimensiones: a) una dimensión dirigida al rechazo de la autoridad
escolar, y b) una dimensión positiva, en la que se entienden estas manifestaciones como el
deseo de los estudiantes de ser reconocidos como personas con derechos. Las reacciones –
muchas veces violentas– y las demandas de los estudiantes –no siempre articuladas
verbalmente– frente a lo que perciben como experiencias de injusticia, autoritarismo y/o falta de
respeto, pueden entenderse, en parte, como expresiones de sus luchas por ser reconocidos
como sujetos. Los jóvenes viven las diversas formas de ausencia y/o falta de interés de los
adultos en la institución escolar como verdaderas manifestaciones de desprecio:
(...) en un momento en el cual la subjetividad está tan fuertemente valorizada, muchos
alumnos no tienen el sentimiento de ser reconocidos en sus aprendizajes escolares. Se
sienten ignorados por la escuela, tienen el sentimiento de que su sensibilidad y su
inteligencia no son ni movilizadas ni aceptadas por parte de la escuela. Muchos se instalan
en una dualidad oponiendo el mundo de la escuela al mundo de la juventud, el mundo de
los aprendizajes al mundo de la vida. Desde su punto de vista, la escuela los ignora y los
desprecia, aun cuando los docentes no manifiesten ningún desprecio explícito (Dubet y
Martuccelli, 2000: 264).
En el mismo sentido Rafael Gagliano (2005) afirma:
Muchas adolescencias en la Argentina de hoy sencillamente no son reconocidas y los
jóvenes atraviesan vidas devaluadas porque nadie los ve, nadie los inscribe y les hace
pertenecer a un nosotros diverso y plural (…) la adolescencia es un sistema complejo de
adioses, de dolorosas despedidas (…) los adolescentes recorren angustiantes corredores
de un laberinto en el que, muchas veces, están absolutamente solos (…) un adiós que
conoce, una despedida fundada en el conocimiento, sólo es posible cuando aquel/aquello
de quien nos separamos fue en su momento bienvenido.39
Las investigadoras argentinas Duschatzky y Corea (2002) afirman que los fenómenos
de las violencias escolares deben entenderse en el marco del proceso de declive de las
instituciones familiares y educativas en tiempos de fragmentación social. Estas instituciones
38
El término incivilidades se usa en los trabajos sobre violencia en el ámbito escolar para referirse a las
infracciones a las reglas de convivencia (por ejemplo las groserías, palabras ofensivas, etc., que
constituyen ataques cotidianos al derecho a ser respetado). Estas conductas son la principal fuente de
quejas de los docentes y ello da cuenta de un nivel de malestar que es importante tomar en cuenta tanto
por sí mismo como por su posibilidad de convertirse en fuente de episodios graves de violencia.
39
Citado en Aportes de la tutoría a la convivencia en la escuela. Coordinación de Programas para la
Construcción de Ciudadanía en las Escuelas. Ministerio de Educación, 2009.
67
pierden su poder de formación en relación con los jóvenes, para los que las experiencias en las
que adquieren mayor protagonismo son los encuentros en espacios de sociabilidad juvenil, el
choreo (robo), el consumo, el faneo (drogarse), etc. De esta manera, la sociabilidad entre pares
surge como una alternativa más poderosa que las instituciones tradicionales (familia y escuela)
en relación con la construcción de la identidad.
68
A la par que los estudiantes denuncian el alejamiento de la institución escolar con
respecto a sus intereses y cuestionan la autoridad escolar y sus dispositivos de control y
disciplinamiento, demandan simultáneamente a la escuela la generación de espacios que
propicien diversas formas de participación, reflexión y expresión. De esta manera, la
experiencia social escolar juvenil se expresa cotidianamente en una tensión entre el
desencantamiento –que finalmente lleva al abandono escolar– y la disputa por la
reconstrucción de nuevos sentidos, vínculos y escenarios que propicien el reconocimiento de
sus intereses y aspiraciones.
69
en los objetivos escolares, así como falencias en la organización de la escuela, ya sea por falta
de aplicación de las normas o por exceso de control.
Según los resultados de una reciente investigación realizada en escuelas secundarias
de todo el país (Kornblit, 2008), entre los aspectos del clima social escolar, es especialmente el
grado de autoritarismo de los docentes –tal como es percibido por los alumnos– la variable que
más incide en la adopción por parte de estos últimos de conductas contestarias, entre las que
podemos incluir el uso de drogas.
Si bien no pueden establecerse relaciones causales directas entre clima social escolar
y la adopción de conductas de riesgo, sí puede decirse que los climas sociales favorables,
donde se propicia el diálogo, se abren canales de comunicación, se valora el esfuerzo del
alumno, se minimizan las prácticas autoritarias y se desarrollan prácticas pedagógicas que
facilitan la integración y participación de los alumnos, disminuyen considerablemente la
atracción de los jóvenes por escenarios y prácticas de riesgo, uno de los cuales es el consumo
de drogas.
Para profundizar en este tema recomendamos ver el siguiente fragmento de la película “Entre
40
los muros” (Francia, 2008): http://www.vimeo.com/12640462
Sinopsis: François es un joven profesor de lengua francesa
en un instituto difícil, situado en un barrio conflictivo. Sus
alumnos tienen entre 14 y 15 años. No duda en enfrentarse
a Esmeralda, a Souleymane, a Khoumba y a los demás en
estimulantes b atallas verbales, como si la lengua estuviera
en juego. Pero el aprendizaje de la democracia puede
implicar auténticos riesgos. François -autor de la novela en
la que se basa la película, con formato de docudrama- y los
demás profesores se preparan para enfrentarse a un nuevo
curso. Llenos de buenas intenciones, deseosos de aportar la
mejor educación a sus alumnos, se arman contra el
desaliento. Pero las culturas y las actitudes se enfrentan en el aula, microcosmos de la Francia
contemporánea. Por muy divertidos y estimulantes que sean los adolescentes, sus
comportamientos pueden cortar de raíz el entusiasmo de un profesor que no cobra bastante.
La tremenda franqueza de François sorprende a sus alumnos, pero su estricto sentido de la
ética se tambalea cuando los jóvenes empiezan a no aceptar sus métodos.
Luego de ver el fragmento de la película, proponemos las siguientes preguntas para seguir
reflexionando:
a) ¿Cómo se presentan en la película los vínculos entre los jóvenes y los adultos en el
contexto escolar?
40
Para poder ver los videos subidos en la página www.vimeo.com, es necesario ir a “Log in” e ingresar
los siguientes datos: Email: consumoproblematico@gmail.com - Password: consumoproblematico. Una
vez ingresados, puede ir al video que desea ver y reproducirlo haciendo click en el ícono de “Play”.
70
b) ¿Qué similitudes y diferencias pueden identificar con respecto a sus experiencias como
docentes?
c) ¿Cómo caracterizaría el clima social escolar presentado en la película? ¿Cuáles aspectos
del mismo le parece que favorecen y cuáles obstaculizan la integración y reconocimiento
de los estudiantes?
1. Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o V F
falsas:
En Argentina, la oferta escolar que se dio como respuesta al aumento masivo de la
matrícula escolar ha sido homogénea.
La expresión "escolaridad de baja intensidad" de Kessler se refiere a que muchos
jóvenes en situación de pobreza que están escolarizados, concurren a escuelas en las
que la calidad de la enseñanza es baja.
Actualmente las culturas juveniles valoran especialmente todo lo que tiene que ver con
la expresión verbal.
El discurso más habitual de los medios de comunicación masiva sobre los jóvenes es
el del "pánico moral".
Según investigaciones realizadas sobre el estrés docente, el factor más estresante
identificado por los docentes son los bajos salarios que perciben.
En relación con la construcción de la identidad, los factores más importantes para los
jóvenes de hoy en día son la familia y la escuela.
El concepto de clima social favorable en la escuela se refiere a relaciones amistosas
entre los diferentes actores de la comunidad educativa.
Redacte un breve trabajo (1 o 2 carillas) para enviar al tutor, a partir de las siguientes
consignas:
a) ¿Estas situaciones podrían haberse dado en la o las escuela/s en la/s que Ud. trabaja?
¿Por qué sí? o ¿por qué no?
41
Testimonios extraídos de El lugar de los adultos frente a los jóvenes y los niños, Ministerio de
Educación de la Nación y la Universidad Nacional de San Martín, 2007.
71
b) ¿Cuál es su postura frente a las situaciones relatadas? Explique sus argumentos de
acuerdo o desacuerdo con respecto a la conducta del rector en el primer caso y del
docente en el segundo.
c) ¿De qué manera resolvería estas situaciones, teniendo en cuenta la importancia de
sostener las normas en la escuela?
72
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73
Prevención del consumo problemático
de drogas
MODULO 5
La promoción de la salud en las escuelas
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
74
Índice
75
Introducción
Según los objetivos que se intente lograr se suele hablar de tres niveles de prevención:
primaria, secundaria, terciaria.
Prevención primaria
Evita la aparición de un proceso o problema o reduce su incidencia, con la intervención de
agentes de salud que trabajan en la comunidad. Puede ser específica, si su acción está dirigida a
evitar una enfermedad o un grupo de enfermedades en particular, como cuando se aplican
inmunizaciones; o inespecífica, si se hace promoción de la salud en general, por ejemplo a través
de orientar para el uso del tiempo libre o para el mejoramiento de la calidad de vida.
En el caso del consumo problemático de drogas en los jóvenes se hace prevención
primaria específica cuando se desarrollan programas centrados en brindar información sobre las
drogas o en fortalecer actitudes que eviten el consumo, como el desarrollo de la capacidad para
resistir la presión de los pares. Se trabaja en prevención primaria inespecífica cuando se
organizan, por ejemplo, actividades deportivas o culturales continuadas que puedan motivar a los
jóvenes suficientemente como para alejarlos de consumir drogas como recurso frente al hastío o el
aburrimiento. La propuesta de las tutorías escolares también puede considerarse una iniciativa de
prevención inespecífica, dado que se las define
76
(…) como una estrategia pedagógica orientada a hacer del vínculo con la escuela una
experiencia rica en posibilidades de aprendizajes que contribuyan a la construcción de la
ciudadanía, la vinculación con el mundo del trabajo, la continuidad de los estudios, la diversidad
de proyectos de vida” (Ministerio de Educación, 2009).
Es decir, la prevención inespecífica en la escuela está diseminada en todo el proceso de
aprendizaje. Se pone en práctica cuando se favorece la integración social a través de la
participación responsable, la actitud crítica, el respeto por las diferencias, proponiendo actividades
relacionadas con los deseos de los jóvenes, de modo de que tengan la oportunidad de encontrar
espacios alternativos.
Desde la década del 80 la prevención específica en los temas que nos ocupan ha sido
cuestionada. Como dice Picchi (1989):
No puede hacerse prevención hablando de drogas: es indispensable aumentar la autonomía
intelectual en los jóvenes de modo que puedan discernir y elegir frente a la manipulación, la
presión del grupo, la homologación de la masa; la prevención es algo que no se delega, la hace
todos los días quien está en contacto con los jóvenes.
Sin embargo, muchas veces los alumnos piden contenidos específicos o los programas
los exigen. La idea es que se puede brindar información, pero que ella se contextualice y se
englobe en otras actividades preventivas.
Para poder trabajar de forma activa con los alumnos en estos temas en necesario que los
docentes se interroguen con respecto a sus propios sentimientos y pensamientos en torno a ellos:
cómo se fueron conformando sus propias opiniones, de qué manera la opinión pública, los medios
de comunicación y sus experiencias de vida han influido en ellas; qué supuestos y prejuicios han
asimilado y cómo hacer para que los alumnos puedan ir trabajando sobre sus propios supuestos.
Prevención secundaria
Se basa en el diagnóstico temprano, la captación oportuna y el tratamiento adecuado de
los diversos trastornos de salud. Se lleva a cabo al realizar un diagnóstico que permite una
temprana identificación del daño y un tratamiento precoz. Los diversos tratamientos psicológicos,
las comunidades terapéuticas y los programas de reducción de daños para drogodependientes
son ejemplos de este tipo de prevención. En la escuela, los gabinetes psicopedagógicos pueden
cumplir este rol cuando realizan derivaciones a tratamientos psicológicos en alumnos que están
viviendo una conflictiva psicológica que amerita tal derivación.
Prevención terciaria
Busca la rehabilitación y/o la reinserción social, una vez declarado el problema. La terapia
física, la ocupacional y la psicológica tratan de conseguir que los individuos se adapten a su
situación y puedan ser y sentirse útiles a sí mismos y a la sociedad. Los programas llamados de
“reinserción social”, desarrollados en algunas comunidades terapéuticas para adictos como última
fase del tratamiento son un ejemplo de este tipo de prevención. La escuela también lleva a cabo
actividades que pueden ubicarse en esta categoría, cuando se estimula a un alumno que está
realizando un tratamiento por consumo de drogas para que se incorpore o que continúe en ella.
Es importante entender que no todos los consumos de drogas deben pasar por esta etapa
terciaria de prevención. En muchos casos en los cuales los consumos no son abusivos o no
generaron dependencia o en los que las redes familiares y/o afectivas están consolidadas no es
necesaria la etapa de rehabilitación o de reinserción social. Recordemos que la mayoría de los
77
consumos juveniles en nuestra sociedad son experimentales, por curiosidad o por presión de los
pares, lo que nos está evidenciando que la escuela tiene mucho para hacer ya que en la
prevención primaria y secundaria -las que le competen a la escuela- se encuentran la mayoría de
los casos de consumo de drogas. En este sentido, es muy importante poder trabajar CON los
jóvenes en proyectos que busquen tematizar el consumo de drogas, tanto legales como ilegales,
que los hagan reflexionar al respecto, que les muestren los intereses económicos que se ubican
detrás de los mismos. Es decir, los proyectos elaborados por ellos y “acompañados” por los
docentes son la clave para que resulten creíbles y acordes a sus realidades. Asimismo, los
docentes deben tener conocimiento de los diferentes tipos de respuestas socio-sanitarias
existentes en nuestro país para aquellos casos que necesitan llevar a cabo la prevención
secundaria. Debemos tener en cuenta que ni todos los tratamientos son iguales ni todas las
personas que llevan a cabo consumos de drogas problemáticos necesitan las mismas respuestas.
Tener la información sobre la existencia de diferentes tratamientos y establecer un buen
diagnóstico de cuál es la respuesta que ese joven necesita puede evitar que tenga que transitar
por diferentes dispositivos de tratamientos recayendo una y otra vez. Las recaídas en muchos
casos se deben más a la falta de adecuación del tratamiento que a la falta de voluntad de una
persona en dejar de consumir drogas.
Enfoque de riesgo
Otra dimensión a tener en cuenta en relación con la prevención es lo que se denomina el
enfoque de riesgo. Desarrollado por los epidemiólogos y los médicos sanitaristas, este enfoque
consiste en asociar ciertas vulnerabilidades de los grupos sociales con la noción de factor de
riesgo, definido como una circunstancia que aumenta la probabilidad de que se produzca un daño
o resultado no deseado, como una enfermedad o un hábito como la drogadicción. Los factores de
riesgo están asociados con la posibilidad de desarrollo de una enfermedad, pero no son
suficientes para provocarla. Por ejemplo, para el consumo problemático de drogas en los
jóvenes son factores de riesgo los grupos familiares no continentes, la falta de posibilidades de
inserción en el mercado laboral, el abandono escolar, etc.
La incorporación del concepto de factores protectores ha enriquecido la utilidad de este
enfoque y, a diferencia del enfoque anterior, ha permitido no estigmatizar a las personas
consumidoras, ya que se pone el énfasis en la promoción de la salud más que en la prevención de
posibles daños. Los factores protectores facilitan el logro o mantenimiento de la salud y pueden
encontrarse en las personas mismas, en las características de los microambientes (familia,
escuela, etc.) y/o en las instituciones más amplias de la comunidad (educación, trabajo, vivienda,
etc.).
En los últimos años se ha observado con creciente interés la capacidad de reacción o
“inmunidad” que pueden desarrollar algunos niños y jóvenes cuando están expuestos a
situaciones difíciles o agresiones, al punto de superar los resultados comúnmente observados en
otros niños en situaciones similares. Dichas personas logran sobrepasar los niveles de resistencia,
y hasta terminan con más “energía” protectora que antes de la exposición a las situaciones
adversas. Esta capacidad de recuperación es comparable en cierto modo a la propiedad de los
cuerpos elásticos de recobrar su forma original liberando energía cuando son sometidos a una
fuerza externa, lo que se denomina resiliencia.
El concepto es inverso al de “riesgo” o complementario de él. En lugar de poner el énfasis
en los factores negativos que permiten predecir quién va a sufrir un daño, se trata de ver aquellos
factores positivos que, a veces sorprendentemente y contra lo esperado, protegen a un niño o a un
joven.
El interés en descubrir los factores “resilientes” va unido a una jerarquización de las
acciones de promoción de la salud y a la búsqueda de intervenciones o actividades que en lugar
de evitar daños específicos tiendan a mejorar las condiciones de vida de los seres humanos.
Este modelo se esquematiza diciendo que las fuerzas negativas, expresadas en términos
de daños, encuentran a veces en el niño o joven una especie de escudo (“resiliencias”), por lo que
dichas fuerzas no actúan tan linealmente como influencias negativas, sino que se transforman en
un desafío que puede incluso llegar a ser un factor de superación.
78
DAÑOS sucumbe PATOLOGÍA
A modo de rastrear los primeros indicios que fueron consolidando las bases para
implementar en Argentina el modelo que se basa en la promoción de la salud podemos partir
de las políticas de salud de la década de 1940 y comienzos de los ´50, como las primeras
79
políticas de salud centradas, al menos en los discursos, en la condición de ciudadanía. En
Argentina, de la mano de Ramón Carrillo como ministro de salud, fue la primera vez que se
logró articular las políticas de salud con otras políticas sociales. Esta política integral recibió el
nombre de medicina social o preventiva.
El Plan Sanitario de Ramón Carrillo (1951), proponía una serie de acciones articuladas
entre agentes estatales y organizaciones de la sociedad civil tendientes a la ampliación de lo
que se denominaría conciencia sanitaria popular, que buscaba propiciar un cambio de hábitos
centrándose en los aspectos positivos del concepto de salud y no en los negativos de la
enfermedad.
Sin embargo, las acciones impulsadas por el citado documento estaban dirigidas al
fortalecimiento de las instituciones estatales, partiendo de una definición de la categoría de
salud que, aunque ampliada, se encontraba fuertemente cerrada y científicamente legitimada
por el saber bio-médico.
Por otro lado, desde el campo educativo, el educador brasilero Paulo Freire publica en
la década de 1970 su libro Pedagogía del oprimido. Su propuesta teórico-práctica no sólo
iluminó el campo pedagógico, sino que tuvo una gran influencia en el denominado movimiento
de la medicina social desarrollado en Brasil desde la década de 1970. Estos nuevos
paradigmas rápidamente filtraron en el modelo de salud pública tradicional argentino y dieron
nacimiento a un nuevo modelo denominado salud colectiva. Una de las premisas de este
movimiento era considerar a las prácticas en salud como prácticas sociales complejas, dentro
de las cuales los médicos y sus organizaciones resultan ser un actor más.
La medicina social reconoció la determinación social de la enfermedad como una
determinación que va más allá de la biológica, así como la necesidad de tener en cuenta la
influencia de las diferentes formas de malestar que sufren los diferentes grupos sociales,
entendiéndolos como los diferentes estratos socio-económicos, géneros, grupos etáreos, entre
otros.
42
Se entiende por empoderamiento el proceso por el que las personas pertenecientes a grupos vulnerables
que participan de intervenciones de desarrollo social son ayudadas a fortalecer sus capacidades para
controlar sus vidas, a través de facilitarles el acceso a los recursos y a la toma de decisiones y de que se
perciban a sí mismas como capaces para ocupar un espacio en cuanto a la toma de decisiones que les
competen. A través del “empoderamiento” se intenta alentar la capacidad de las personas para actuar
sobre sus circunstancias, mediante técnicas de aprendizaje participativo que las ayuden a identificar las
elecciones que pueden hacer. Tradicionalmente se ha trabajado en el empoderamiento de las mujeres para
que no asuman mandatos de género que las conducen a actitudes de sumisión y entrega afectiva. Encarar
una mayor autoafirmación de su parte en las relaciones de pareja es una tarea difícil y que exige
continuidad en el tiempo. La escuela es un ámbito en el que estos temas, vinculados con la posibilidad del
autocuidado, deberían tratarse. Un modo de hacerlo es por ejemplo, reflexionar con los alumnos acerca de
situaciones vinculadas con riesgos para la salud, como es el caso del uso problemático de drogas. Los
alumnos pueden reunirse en grupos y elaborar argumentos para convencer a sus pares de la necesidad del
autocuidado. Estaríamos así desarrollando las capacidades personales de los alumnos para la negociación,
la autoafirmación, el control de situaciones de riesgo, etc.
80
que con el modelo informativo sólo no alcanza para que la gente adopte medidas de cuidado.
Es indispensable para la modificación de las prácticas, las actitudes y las creencias, que los
sujetos participen en el proceso de aprendizaje.
Trabajar con este modelo implica suprimir la modalidad con la que se trabaja en la
educación formal que “baja línea” y ofrece modelos explícitos y reemplazarla por otra en la que
el proceso de aprendizaje se transforma en una construcción conjunta en la que es muy
importante la apertura hacia el otro y hacia su entorno. La clave está puesta en escuchar,
aprender y comprender, ya que el concepto de salud se construye socialmente y de acuerdo a
las diferentes culturas.
Según el antropólogo argentino Eduardo Menéndez (2005), no resulta pertinente
entender a la salud como un concepto acabado; la misma, en cambio, debe ser considerada
como un proceso colectivo de salud-enfermedad-atención. Estos procesos son a la vez
organizadores de la vida cotidiana y emergentes de las condiciones históricas de vida de
cualquier sociedad. Todo esto debe pensarse dentro de un escenario conflictivo y de disputas
entre los distintos actores sociales en donde se ponen de manifiesto las diferentes relaciones
de poder y se interrelacionan de manera compleja aspectos económico-sociales, políticos y
culturales.
81
Cuadro 1. Diez ejes para el desarrollo de Escuelas Promotoras de Salud
82
Primeras experiencias en escuelas promotoras de salud
Si bien durante los últimos diez años se han multiplicado a nivel mundial los estudios y
experiencias que retoman los documentos y propuestas de la OMS y la OPS, resignificándolos
y/o adaptándolos a las diversas realidades regionales y nacionales, la mayoría de las iniciativas
en torno a las EPS se encuentran aún en lo que Young (2005) denomina fase experimental
inicial, compartiendo las siguientes características:
43
Los primeros innovadores (organismos internacionales, ONG , instituciones académicas)
presentan la cuestión de la PS a los agentes del sector educativo.
El sector de la enseñanza al principio tiende a percibir la salud en términos biomédicos más
que como un modelo social, lo que constituye un obstáculo en la articulación entre el sector
educativo y el sanitario.
Los servicios de salud escolares responden principalmente a un modelo de prevención
tradicional (especialistas que suministran información).
Las ONG trabajan temas de salud puntuales con escuelas concretas y con autoridades
educativas específicas.
Pueden producirse de vez en cuando algunos cambios rápidos, impulsados (y alimentados)
por intereses políticos relacionados con temas específicos como el VIH/sida, los
embarazos adolescentes o las drogadependencias.
De un modo general, la promoción de la salud entre los jóvenes contempla las
siguientes metas:
fomentar la capacidad de autocuidado, especialmente en relación con las conductas de
riesgo;
incrementar el apoyo mutuo: la capacitación de líderes juveniles para la prevención de
conductas de riesgo ha dado buenos resultados en la protección de los jóvenes
vulnerables;
proteger los ambientes donde los adolescentes viven y realizan sus actividades: la familia,
la escuela, los lugares de trabajo y de recreación, entre otros, por ejemplo mediante
actividades tendientes a estimular conductas saludables;
incrementar la participación de los jóvenes en las organizaciones juveniles y otras
entidades de la comunidad: clubes barriales, ONGs, murgas, agrupaciones políticas,
centros estudiantes, iglesias, orquestas juveniles, bandas de rock, para que colaboren en
actividades como campañas de salud, de vacunaciones, de mejoramiento de espacios
públicos;
promover, a través de la educación y la participación, estilos de vida saludables y
comportamientos sanos.
43
Organizaciones No Gubernamentales.
83
paradigmas bien diferenciados, presentes en los abordajes que articulan educación y salud: el
moralista y el democrático. A continuación, sintetizamos las principales características de
dichos paradigmas, en torno a las siguientes dimensiones teórico-prácticas: concepción de
salud, marco pedagógico, marco operativo, evaluación. Retomando aportes de la teoría social,
la pedagogía y reflexiones recientes del campo de la PS, incorporamos una quinta dimensión
analítica –concepción de subjetividad– desde la que pueden articularse las anteriores,
contribuyendo al análisis de los límites y potencialidades de la PS en la actualidad.
Paradigma moralista
Como se ilustra en el Cuadro 2, desde el paradigma moralista –actualmente dominante
en los abordajes que articulan educación y salud–, se reproduce una concepción de salud
definida y reglada por los discursos biomédicos, orientada hacia la enfermedad como un
problema individual. Esto bloquea la consideración de las dimensiones socio-políticas y de las
condiciones estructurales en las que se enmarcan los problemas de salud, lo que los aleja de
las definiciones más complejas, socio-políticas y globales del bienestar individual y colectivo,
que fueron surgiendo a partir de las diversas críticas y experiencias desarrolladas desde la
medicina social y que fueron parcialmente plasmadas en los documentos de la OMS (2009).
44
Asimismo, el marco pedagógico, el currículum oculto y el tipo de relación docente-
estudiante retomados en este paradigma están basados en lo que Paulo Freire (1997)
denomina modelo bancario, que consiste en la imposición de normas y saberes que provienen
del saber que tiene el docente, sobre los educandos considerados como objetos pasivos.
Desde esta postura las acciones de PS en las instituciones educativas buscan imponer
concepciones racionales del bienestar y de las conductas saludables sin tener en cuenta las
definiciones, experiencias y capacidades de reflexión sobre sí mismos de los sujetos
implicados.
Desde este paradigma las dimensiones que definirían a una escuela saludable serían
mensurables sólo a partir de datos objetivos: cambios observables en las conductas de sus
agentes, mejoramiento en las condiciones físicas del ambiente escolar, etc. (ver Cuadro 2). Sin
embargo, sabemos que los cambios “objetivos” sólo se alcanzan a partir de procesos por lo
general largos, complejos y a veces no tan visibles, pero no por eso menos importantes.
En la concepción de la promoción de la salud que estamos describiendo se recurre a
conceptos como “factor”, “grupo” y “comportamiento de riesgo”, utilizados en estrategias de
investigación e intervención en prevención del consumo de drogas o de VIH/sida e infecciones
de transmisión sexual. Sin embargo, como se ha demostrado en numerosos estudios, estas
categorías generan mayores consecuencias negativas que beneficios. Los prejuicios contra los
denominados “grupos de riesgo”, la despreocupación con respecto a las personas que no
encuadran en ellos y la culpabilización de los individuos que “adoptan comportamientos de
riesgo” son algunos ejemplos de los efectos negativos generados por el uso de estos
conceptos. Al aplicárselos habitualmente a los jóvenes, contribuyen a los procesos sociales de
negativización de las juventudes (ver Módulo 4).
Paradigma democrático
Actualmente, en muchas experiencias de PS en escuelas se presenta un segundo
paradigma al que Jensen (1997), retomando el primero de los ejes del citado documento de la
OMS (ver Cuadro 1), denomina democrático. Como se observa en el Cuadro 2, dicho
paradigma está basado en la concepción sobre salud desarrollada por el movimiento de la
44
El currículo oculto comprende el conjunto de aprendizajes no previstos que en forma no intencional
tienen lugar en el medio escolar. La expresión fue usada por primera vez por P. Jackson en 1968 para
referirse a los componentes, dimensiones o contenidos, transmisión de valores y de normas, formación de
actitudes, prácticas de convivencia, etc., que se dan en la escuela y que tienen consecuencias sobre los
educandos, más allá del currículo explícito.
84
medicina social y postulada a nivel internacional por la OMS, que toma en cuenta la interacción
entre las condiciones socio-estructurales y las experiencias personales.
A partir de que comienzan a reflexionar acerca de los determinantes socio-estructurales
y de sus influencias sobre las prácticas y representaciones individuales, las personas
comienzan a desarrollar sus potencialidades para modificar ambas condiciones, orientándose
hacia estados de bienestar deseados.
En este sentido, el paradigma democrático retoma las propuestas pedagógicas
desarrolladas por Paulo Freire (ver Cuadro 2). Superar la concepción educativa bancaria para
construir espacios democráticos en las escuelas, basados en una pedagogía dialógica, que
fomenten la participación y el reconocimiento de todos los sujetos, requiere desarrollar
profundos cambios en el tipo de relación docente-estudiante y, en general, en los tipos de
climas sociales escolares dominantes (ver Módulo 4).
45
El modelo médico hegemónico es un concepto propuesto por el antropólogo Eduardo Menéndez. Hace
referencia al sistema asistencial organizado por la medicina profesional o biomedicina. Se define como
“el conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como
medicina científica". El modelo establece como principales parámetros para entender y actuar sobre la
salud y la enfermedad, los siguientes: a) biologismo, ahistoricidad y asocialidad, es decir que reduce a los
individuos a su dimensión física aislándola de toda condición social, histórica y espiritual, b) concepción
de la enfermedad como ruptura, desviación y diferencia, y de la salud como normalidad estadística, c)
práctica curativa basada en la eliminación del síntoma, d) relación médico – paciente asimétrica, de
subordinación social y técnica del paciente, e) la salud – enfermedad como mercancía y tendencia
inductora al consumismo médico, f) medicalización de los problemas, y g) identificación ideológica con
la racionalidad científica como criterio manifiesto de exclusión de otros modelos. En general, se trata de
una concepción mecanicista del ser humano, que lleva, entre otras cosas, a la separación entre la mente y
el cuerpo, y entre el individuo, la sociedad y el universo; a la búsqueda de certidumbres y de verdades
absolutas; a la creencia en la causalidad lineal como única forma de relación; y a la subvaloración de la
subjetividad (Adaptado de Cultura y salud, Salud y cultura, 12 de marzo de 2009).
85
En el marco del paradigma democrático, Jensen (1997) propone que las actividades de
PS en las instituciones educativas se desarrollen tomando en cuenta cuatro momentos o
aspectos que integran un modelo al que denomina acción-competencia. Describiremos a
continuación cada momento y el modo como se aplicó en una experiencia de promoción de la
salud con alumnos del séptimo año de una escuela dinamarquesa, que contaban 13 años de
46
edad.
Conocimiento/insight
Se propicia la construcción participativa de un conocimiento coherente acerca de la
naturaleza y complejidad del problema visualizado por los sujetos, analizando su surgimiento,
desarrollo, consecuencias y posibilidades de superación. A diferencia de la mera adquisición
pasiva de información, esta definición retoma el sentido constructivo y abierto de la educación,
para el cual es fundamental partir de las experiencias y conocimientos anteriores de los
sujetos.
Los alumnos decidieron que querían trabajar sobre el tema de consumo de
alcohol, el que también fue de interés para sus padres. En esta fase analizaron el
tema desde una perspectiva biológica, sociológica, cultural e histórica. A través del
análisis de estadísticas aprendieron acerca de las enfermedades y accidentes
relacionados con el consumo de alcohol. También descubrieron que el consumo
de alcohol depende de las condiciones económicas de la sociedad: entre otros
aspectos, analizaron el consumo de alcohol durante el último siglo y lo
compararon con ciertas tendencias económicas sociales, como las tasas de
desempleo, etc. Al entrevistar a personas de diferentes orígenes étnicos que
estaban viviendo en el área, exploraron cómo el alcohol es usado de modo
diferente en diferentes culturas y religiones. También prestaron atención a cómo
una cantidad de factores podían influir en su propio consumo, tales como la
presión de los pares, la publicidad, la soledad y la infelicidad.
Compromiso
Se encuentra articulado con lo anterior y constituye un puente fundamental para lograr
el vínculo entre conocimientos y prácticas. Por ello, el nivel de involucramiento y participación
genuina de los agentes en las actividades de las escuelas promotoras de salud es uno de los
principales objetivos que deben evaluarse, más que los cambios de actitudes o niveles de
información.
El relevamiento activo de información desarrollado por los alumnos y sus
sugerencias acerca de qué fuentes consultar en la comunidad local son modos de
comprometerse con el tema.
Visiones/imágenes de futuro
Resulta fundamental incorporar desde el inicio de las actividades las diversas visiones
que tienen los sujetos en torno a cómo desearían que fueran sus vidas y las condiciones socio-
estructurales en las que ellas se desarrollan. El desarrollo y complejización de estas imágenes
de futuro son imprescindibles para lograr el involucramiento de los agentes.
Los estudiantes imaginaron cómo crear una sociedad y una escuela donde las
personas tuvieran un enfoque equilibrado y responsable en relación con el beber,
donde el alcohol pudiera ser visto como una contribución positiva a la cultura y
46
Traducido de B. Jensen y V. Simoska: “Involving students in learning health promotion processes –
clarifying why? what? and how?” Promotion & Education, 2005, 123/4, pp. 150-156.
86
donde las personas no se dañaran a sí mismas o a otros como consecuencia del
consumo de alcohol. Discutieron cómo sería tal sociedad y cómo asegurarse de
que todos los ciudadanos tuvieran oportunidades iguales para vivir una vida
estimulante. Por último, imaginaron una sociedad (y una escuela y una familia)
donde nadie se sintiera excluido o solo.
Experiencias de acción
Para profundizar y articular las problematizaciones y conocimiento construidos con las
visiones de futuro, aumentando el compromiso de los sujetos, resulta fundamental, durante
todo el proceso de aprendizaje, desarrollar acciones concretas dirigidas al cambio de las
condiciones socio-estructurales y personales identificadas como límites para el bienestar. Si
bien dichas experiencias se irán encontrando con diversos tipos de límites (condiciones que
exceden las posibilidades que tienen los agentes de modificarlas), servirán para ir reformulando
los otros momentos señalados, concretizándolos y mejorando sus posibilidades de generar
cambios reales.
Una de las acciones que los estudiantes decidieron llevar a cabo fue aconsejar a
sus padres acerca de cómo deberían actuar con sus hijos, de acuerdo con el
punto de vista de los estudiantes, en relación con el consumo de alcohol. Los
alumnos pensaban que sus padres tenían ideas equivocadas acerca de lo que
estaba sucediendo sobre este punto entre sus hijos. Los seis consejos que les
dieron fueron:
1. Los jóvenes también tienen opiniones sobre el alcohol.
2. Tengan fe en los jóvenes y en sus hijos.
3. No es su problema si otros jóvenes beben.
4. Permítanles a sus hijos ir a fiestas, nada va a suceder.
5. Permitan a sus hijos probar alcohol.
6. Permitan a sus hijos consumir bebidas con un porcentaje bajo de alcohol.
Las ideas de los jóvenes fueron usadas como estímulo para un debate general
entre padres, docentes y alumnos. La acción tangible de los estudiantes consistió
en planificar un encuentro de toda una tarde con los padres. Convocaron a los
padres a una reunión con el objetivo de presentarles su trabajo, sus ideas y sus
consejos, y discutir toda la cuestión. Todos los padres concurrieron y las siete
sugerencias presentadas por los estudiantes fueron usadas como un punto inicial
del debate en pequeños grupos entre estudiantes y padres, con el cuidado de que
los padres no estuvieran en el mismo grupo que sus hijos. Después del trabajo
grupal se desarrolló una discusión. A partir del encuentro los padres dijeron que
habían aprendido mucho acerca de la actitud de sus hijos con respecto al alcohol
y algunos reconocieron que habían cambiado sus puntos de vista, sobre la base
de la presentación de los estudiantes y de los comentarios de otros padres. La
reunión no finalizó con gran acuerdo en cuanto a cuándo, cómo y cuánto beber,
sino más bien con una mayor comprensión del tema. Todos coincidieron en que
había sido una experiencia estimulante.
87
personales y socio-políticas. Para acceder a dicho objetivo, es necesario promover en los
estudiantes y en los docentes un pensamiento crítico y reflexivo. El análisis de publicidades y
de mensajes de prevención del consumo de drogas emitidos desde diferentes actores sociales
es un instrumento adecuado para comenzar a desarrollar la mirada crítica en relación con el
tema.
A medida que se propicien desde las instituciones de salud y educativas las acciones
de PS centradas en este tipo de pensamiento, se abren nuevas posibilidades para la
construcción de un diálogo entre los diversos sujetos que participan cotidianamente en las
mismas, que se orientará hacia sus diversos horizontes de felicidad, que incorporan también
las dimensiones éticas y estéticas de la existencia –visiones/imágenes de futuro– (Jensen,
47
1997; Ayres, 2002).
47
“Nosotros, efectivamente, no nos hemos preguntado, cuando dialogamos sobre la salud, sobre lo que
sueñan las personas (nosotros mismos) para la vida, para el buen vivir, para la salud. Al fin y al cabo,
¿cuál es nuestro “vacío” soñado, cuando nos hallamos lidiando con cada uno de los diferentes obstáculos
que encontramos en nuestro camino hacia la salud? Sin dedicarnos consecuentemente a esta reflexión, nos
vemos condenados a la negatividad de la enfermedad para definir la salud y al conocimiento de sus
regularidades para saber como controlarlas” (Ayres, 2002: 10).
88
1. Para profundizar en este tema recomendamos ver los siguientes documentales
48
realizados por el Canal Encuentro:
Música de orquesta, Programa: “Pequeños universos”:
http://www.vimeo.com/12583414
http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=436
Sinopsis: A partir de la historia de un estudiante de trombón en
la Orquesta de Villa Lugano, y la de un estudiante de violín en la
Orquesta Escuela de Chascomús, el Chango Spasiuk nos
introduce en la magia de la orquesta y los instrumentos que la
conforman.
Escuela Nro. 4441 de Luracatao, Depto. Molinos, Salta, Programa: “Escuelas argentinas”
http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=386
http://www.vimeo.com/12584957
Sinopsis: Es una escuela donde funciona una radio. La radio
puede seguir al aire a través del convenio entre la ONG y el
Instituto de Energías No Convencionales (CONICET - UNSa.).
48
Para poder ver los videos subidos en la página www.vimeo.com, es necesario ir a “Log in” e ingresar
los siguientes datos: Email: consumoproblematico@gmail.com - Password: consumoproblematico. Una
vez ingresados, puede ir al video que desea ver y reproducirlo haciendo click en el ícono de “Play”.
89
Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o falsas: V F
Mediante las campañas preventivas masivas es posible modificar los valores y las
representaciones de la población sobre los consumos problemáticos de drogas.
La prevención primaria inespecífica y la promoción de la salud convergen en sus
objetivos.
La modificación de la conducta de riesgo depende de cuán persuasivo es el mensaje
preventivo.
La transmisión de información sobre las drogas es lo fundamental en los mensajes
preventivos.
El paradigma moralista de la educación toma en cuenta la capacidad de reflexión de
los sujetos sobre sí mismos y sobre sus conductas.
El modelo bancario de la educación de que habla Paulo Freire se enlaza con el
paradigma democrático de la educación.
Lea sobre la experiencia de fútbol callejero que lleva a cabo la Fundación Defensores del
Chaco en Moreno, Provincia de Buenos Aires:
http://www.defensoresdelchaco.org.ar/LigaFutbol/LigaFutbol.html
Luego de leer sobre la experiencia, proponemos que reflexionemos en el foro a partir de
las siguientes preguntas:
a) ¿Qué tipo de prevención cree que está llevando a cabo esta fundación?
b) ¿Conoce otras experiencias similares que se estén desarrollando en su comunidad? En
caso de conocerlas, descríbalas y reflexione brevemente sobre ellas.
c) ¿Qué otra/s actividad/es de promoción de la salud, similares a esta, podría/n llevarse
adelante en su comunidad desde la escuela? ¿Cuáles serían los obstáculos y cuáles los
facilitadores para llevar adelante esa/s actividad/es?
90
Ayres, J. R. C. M. (2002). “Conceptos y prácticas en salud pública: algunas reflexiones”, en
Revista de la Facultad Nacional Salud Pública, 20 (2), pp. 67-82. Disponible en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/120/12020206.pdf
Castoriadis, C. (1983). La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires, Tusquets.
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(3), pp. 377-389. Lanús, Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional de Lanús.
Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/731/73111844006.pdf
Freire, P. (1997). Pedagogía del oprimido, Madrid, Siglo XXI.
Jackson, P. (1992) La vida en las aulas, Madrid, Morata.
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Kornblit, A. L.; Mendes Diz, A. M. y Bilyk, A. (1990). "Vos decidís: un programa de prevención
del consumo de drogas en la escuela media", en Medicina y Sociedad, vol.13, 5-6, pp.
34-40
Kornblit, A. L. y Mendes Diz, A. M. (2004). “La escuela como ambiente preventivo: la
prevención del consumo abusivo de alcohol en jóvenes”, en A. L. Kornblit (coord.),
Nuevos estudios sobre drogadicción. Consumo e identidad, Buenos Aires, Biblos.
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http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1851-82652005000100002&script=sci_arttext
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de Ciudadanía en las Escuelas. Aportes de la tutoría a la convivencia en la escuela.
Disponible en: www.me.gov.ar/construccion/pdf_coord/aportes_tut_conviven.pdf
Mogensen, F. (1997). “Critical thinking: a central element in developing action competence in
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Vol. 12, 4, pp. 429-436. Disponible en:
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democracy. Conference Resolution, Thessaloniki-Halkidiki, WHO. Disponible en:
http://www.schoolsforhealth.eu/upload/pubs/TheHPSaninvestmentineducationhealthand
democracy.pdf
Young, I. (2005). “Health promotion in schools – a historical perspective”, en Promotion y
Education, Vol. XII, 3-4, Saint-Denis Cedex.
91
Prevención del consumo problemático
de drogas
MÓDULO 6
Abordajes en torno al consumo problemático de
drogas en la escuela
Dra. Ana Lía Kornblit: médica, socióloga, psicóloga y doctora en antropología, egresada de la
Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como coordinadora del Área de
Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es investigadora principal del CONICET con sede
en dicha casa de estudios. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre temas de ciencias
sociales y salud, algunas de las cuales se han focalizado en estudiantes y docentes de
escuelas medias de todo el país. Sus publicaciones, entre las que figuran textos para docentes
y alumnos secundarios, abarcan entre otros temas varios libros sobre la prevención del
consumo de drogas.
Dr. Pablo Francisco Di Leo: doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales,
Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Políticas Sociales, Licenciado en Sociología de
la UBA. Actualmente se desempeña como Profesor Regular en la Carrera de Sociología de la
UBA y como Investigador Asistente del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Realiza diversas actividades de
investigación e intervención y es autor de numerosos artículos y capítulos en los temas de
promoción de la salud en escuelas, juventudes, violencias y consumos de drogas.
92
Índice
93
Introducción
Muchos docentes se acercan al tema del uso problemático de drogas con planteos que,
si bien manifiestan una preocupación válida, son estereotipados y cargados de prejuicios.
Como bien dicen Beer et al. (1990), se plantean por ejemplo la pregunta de ¿cómo detectar a
un adicto?, frente a la cual la respuesta puede ser una enumeración de síntomas que no
necesariamente corresponden a un supuesto adicto, sino a un alumno que está atravesando un
momento difícil. ¿Qué adolescente no tuvo alguna vez problemas en la escuela, bajó su
rendimiento, se mostró irritable, cambió su estética, o cambió su grupo de amigos? Por otra
parte, es muy difícil encontrar “adictos” a las drogas que sigan escolarizados, lo que sí existen
son jóvenes que “usan” drogas o que las “consumen”.
Hay que tener en cuenta que los educadores pueden sentirse presionados por muchos
padres que consideran que multiplicar los controles en el tema drogas constituye la mejor
protección para sus hijos.
Es diferente si un docente se pregunta ¿cómo hacer para individualizar a un alumno
con dificultades? Tratar de conocer a un alumno ya implica una actitud de acercamiento a su
persona que es de por sí preventiva.
Muchas veces los docentes necesitan recurrir a “expertos” que supuestamente tienen
las soluciones a los problemas que se les plantean con los alumnos. A este respecto, de la
Garza y Vega (1993) plantean:
Si por especialista entendemos al policía, al médico u otra persona ajena a la escuela,
pensamos que la educación no puede estar bajo su responsabilidad, aunque en momentos
concretos puedan colaborar. Si nos referimos a maestros, psicólogos, asistentes sociales,
etc., que trabajan en la escuela y que están especialmente preparados sobre el tema,
creemos que resultan muy convenientes. Ellos pueden actuar como orientadores, pero
siempre en perfecta conexión con los docentes…. El docente no tiene por qué ser un
especialista en el tema, sino simplemente un educador que no desconoce su realidad”.
94
A continuación exponemos algunas de las herramientas conceptuales que han sido
vinculadas con abordajes preventivos pertinentes para el tema que nos ocupa.
En el documento El lugar de los adultos frente a los niños y los jóvenes, del Ministerio
de Educación de la Nación (2007: 11-12) se plantea que:
(…) es fundamental que seamos capaces de construir marcos comunes a partir de los
cuales el proceso educativo pueda tener lugar y, de este modo, todos nuestros niños y
jóvenes puedan participar de una educación que les permita adquirir y vivenciar un conjunto
de saberes y experiencias cuyo sentido pedagógico y político sea significativo para su
participación ciudadana y para su integración a la vida cultural y productiva, y esa es una
responsabilidad que nos compete a los adultos. (…) se trata de generar una relación de ida
y vuelta en donde podamos preguntarnos qué pueden hacer las familias y la comunidad por
la escuela, pero también, qué puede hacer la escuela por las familias y la comunidad a la
que pertenece. (…) de ahí la importancia de generar espacios de diálogo e intercambio en
los cuales cada uno de nosotros pueda aportar sus conocimientos y sus experiencias para
que de esta manera podamos asumir en forma colectiva un compromiso con el cuidado de
los niños y los jóvenes. (…) El desafío es entonces aceptar que, como adultos, también
tenemos dudas e incertidumbres, sin que esto nos paralice. Porque cuando esto sucede los
que se perjudican son nuestros niños y jóvenes, que quedan librados a sus propios
recursos porque no podemos proveerles los marcos de referencia necesarios para su
paulatina integración en la vida social.
Las dudas e incertidumbres de que habla el texto pueden llevar a, por un lado, adoptar
posturas rígidas y censurantes frente a conductas que nos parecen inadmisibles, como por
ejemplo el consumo de drogas. Pero también pueden llevar a adoptar una postura de tolerancia
extrema frente a las conductas contestarias, basada en un difuso sentimiento de culpabilidad
por el mundo que les hemos dejado.
En ambos casos no estaremos cumpliendo con lo que los niños y jóvenes necesitan:
que sostengamos de un modo firme y no rígido el lugar de las normas, lo que permite marcar
límites y saber con claridad cuáles son las "reglas de juego". Qué es lo que la convivencia
social requiere aceptar y hasta dónde puede llegar la confrontación para que resulte
innovadora y no destructiva.
Como plantea el psicoanalista inglés Donald Winnicott (1971: 193),
(…) Que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos a ver el mundo en
forma renovada; pero donde existe el desafío de un joven en crecimiento, que haya un
adulto para encararlo. Y no es obligatorio que ello resulte agradable (citado en el
mencionado Documento del Ministerio de Educación).
Las reflexiones anteriores apuntan a que podamos pensar el tema del consumo
problemático de drogas por parte de los jóvenes con una actitud no censurante pero tampoco
permisiva. Pensar estrategias para cada situación particular desde este lugar es el desafío que
tenemos como docentes, pero en primer lugar como adultos.
95
Herramientas conceptuales para abordar el consumo
problemático de drogas
96
caso específico que nos ocupa, la permanencia en la escuela y el aprovechamiento de lo que
en ella se imparte como proceso de enseñanza-aprendizaje.
Ahora bien, ¿cómo puede la escuela colaborar en el desarrollo del cuidado de sí y del
autocuidado, tal como los hemos definido más arriba, en su relación con el consumo
problemático de drogas? Si partimos de la idea de que éste es una respuesta de los jóvenes
frente a un mundo que se les aparece como hostil y que dificulta su inserción social, todo
aquello que favorezca su desarrollo respetando sus formas de pensar y su creatividad, a la vez
que aliente el comportamiento pro-social, entendido como el respeto al otro y la tolerancia
frente a las diferencias, contribuirá al cuidado de sí.
49
Estas profesionales pertenecen al equipo de las reconocidas educadoras españolas Montserrat Moreno y
Genoveva Sastre, de Cataluña.
97
Habilidades para la vida
La promoción de la salud busca potenciar las capacidades humanas, para lo cual es
indispensable pensar cuáles son las dimensiones que favorecen el cuidado de sí en el sentido
al que nos referimos en el apartado anterior; estas dimensiones han sido caracterizadas como
habilidades para la vida.
Los programas educativos de habilidades para la vida se fundamentan en la Carta de
50
Ottawa y persiguen mejorar la capacidad de las personas para vivir una vida más sana y
gozosa, con mayor control sobre los determinantes de la salud y el bienestar, y participando en
la construcción de sociedades más justas, solidarias y equitativas.
Estos programas, que han despertado el interés en muchas escuelas en los últimos
años, buscan agregar al desarrollo de los temas de promoción de la salud, el desarrollo de
factores protectores (ver Modulo 5), a través del “…fortalecimiento de las competencias
emocionales, las habilidades psicosociales y los recursos simbólicos que las personas
necesitan para tomar decisiones, resolver conflictos y desenvolverse en situaciones de la vida
cotidiana” (Meresman, 2002: 64).
En 1993 la División de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
lanzó la Iniciativa Internacional para la Educación en Habilidades para la Vida en las Escuelas.
El propósito de esta iniciativa era difundir mundialmente la enseñanza de un grupo genérico de
diez destrezas psicosociales, consideradas relevantes en la promoción de la competencia
psicosocial de niñas, niños y jóvenes para acercarlos a una “vida saludable” y alejarlos de la
asunción de conductas de riesgo, entre las que figuran el consumo problemático de drogas.
51
Estas destrezas son:
Autoconocimiento
Conocer mejor nuestro ser, carácter, fortalezas, oportunidades, actitudes, valores,
gustos y disgustos. Conocerse a sí mismo también significa construir sentidos acerca de
nosotros mismos, de las demás personas y del mundo en que vivimos.
Conocerse, saber qué se quiere en la vida e identificar los recursos personales con que
se cuenta para lograrlo, son aspectos que le permiten a una persona tener claridad sobre el
proyecto vital que quiere emprender y desarrollar las competencias que necesita para lograrlo.
Conocerse es el soporte y el motor de la identidad y de la capacidad de comportarse con
autonomía. Conocerse no es sólo mirar hacia dentro de sí, también es saber con qué fuentes
sociales de afecto, ejemplo, apoyo o reconocimiento se cuenta; saber con qué recursos
personales y sociales contamos en los momentos de adversidad.
Empatía
“Ponerse en la piel” de la otra persona para comprenderla mejor y responder de forma
solidaria, de acuerdo con las circunstancias.
La empatía es una capacidad de las personas que permite “tender puentes” hacia
universos distintos al propio, para imaginar y sentir cómo es el mundo de la otra persona,
incluso en situaciones en las que no estamos familiarizados por experiencia propia. Esto no
quiere decir que las personas nazcan con la habilidad desarrollada, requiere ejercitarse en ella
y tener oportunidades para ponerla en práctica.
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Como hemos visto en el Módulo 5, la Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud es el Documento
procedente de la Primera Conferencia Internacional sobre Promoción de la Salud, que tuvo lugar entre el
17 y el 21 de noviembre de 1986, en Ottawa, Canadá.
51
En la definición de las destrezas psicosociales seguimos los contenidos del portal
www.habilidadesdesparalavida.net, desarrollado por profesionales españoles y colombianos.
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Poder sentir con la otra persona facilita comprender mejor las reacciones, emociones y
opiniones ajenas, e ir más allá de las diferencias, lo que nos hace más tolerantes en las
interacciones sociales.
Comunicación asertiva
Expresar con claridad, y en forma apropiada al contexto y la cultura, lo que se siente,
piensa o necesita.
La persona que se comunica asertivamente expresa en forma clara lo que piensa,
siente o necesita, teniendo en cuenta los derechos, sentimientos y valores de sus
interlocutores. Para esto, al comunicarse da a conocer y hace valer sus opiniones, derechos,
sentimientos y necesidades, respetando los de las demás personas.
La comunicación asertiva se fundamenta en el derecho inalienable de todo ser humano
a expresarse, a afirmar su ser y a establecer límites en las relaciones con las demás personas.
Así se aumentan las posibilidades de que las relaciones interpersonales se lesionen menos y
sea más sencillo abordar los conflictos.
Relaciones interpersonales
Establecer y conservar relaciones interpersonales significativas, así como ser capaz de
terminar aquellas que impiden el crecimiento personal.
Con esta destreza existen dos aspectos claves. El primero es aprender a iniciar,
mantener o terminar una relación. En la vida de las personas es normal encontrar relaciones
que se fortalecen o malogran; todos conocemos a personas con dificultad para iniciar una
relación, para conservarla en el tiempo o para terminarla cuando sea necesario.
El segundo aspecto clave es aprender a relacionarse en forma positiva con las
personas con quienes se interactúa a diario, especialmente cuando no se decide con quién se
comparte la vida cotidiana, en el caso del trabajo o en el caso de la escuela.
Toma de decisiones
Evaluar distintas alternativas, teniendo en cuenta necesidades, criterios y las
consecuencias de las decisiones, no sólo en la vida propia sino también en la ajena.
Decidir significa hacer que las cosas sucedan en vez de simplemente dejar que ocurran
como consecuencia del azar u otros factores externos. Continuamente estamos tomando
decisiones, escogiendo qué hacer tras considerar distintas alternativas, en nuestra vida
cotidiana o en situaciones de conflicto.
Esta habilidad ofrece a las personas herramientas para evaluar las diferentes
posibilidades en un momento dado, teniendo en cuenta, entre otros factores, necesidades,
valores, motivaciones, influencias y posibles consecuencias presentes y futuras, tanto en la
propia vida como en la de otras personas.
99
flexible, viéndolos como oportunidades para crecer, hacer cambios y enriquecer distintas
dimensiones de la vida humana.
Pensamiento creativo
Usar la razón y la “pasión” (emociones, sentimientos, intuición, fantasías e instintos,
entre otros) para ver las cosas desde perspectivas diferentes, que permitan inventar, crear y
emprender con originalidad.
Pensar creativamente se refiere a la capacidad de inventar algo nuevo, de relacionar
algo conocido de forma innovadora, o de apartarse de esquemas de pensamiento o conducta
habituales. Esto permite abordar la realidad de forma nueva, romper el hábito, abandonar la
costumbre.
En todos los escenarios de la vida es posible pensar creativamente. Todas las
personas pueden ser creativas, dado que como cualquier otra destreza es posible aprenderla,
con tiempo y práctica para desarrollarla. Gracias a la creatividad podemos despojarnos de
hábitos e ideas preconcebidas y encontrar alternativas y caminos no recorridos.
Pensamiento crítico
Analizar con objetividad experiencias e información y ser capaz de llegar a conclusiones
propias sobre la realidad. La persona crítica se pregunta, investiga y no acepta las cosas en
forma crédula.
En términos muy amplios, pensar críticamente significa “pensar con un propósito”:
demostrar una idea o hipótesis, interpretar el significado de algo o solucionar un problema.
El pensamiento crítico depende de dos factores principales: una serie de habilidades
cognitivas y las disposiciones afectivas. Lo cognitivo implica aplicar destrezas básicas del
pensamiento, como la interpretación, el análisis, la evaluación, la inferencia, la explicación y la
autorregulación, en un proceso activo de pensamiento que permite llegar a conclusiones de un
orden superior. Las disposiciones afectivas se refieren a la actitud personal; hace falta también
querer pensar.
100
aumenta la frecuencia cardíaca y respiratoria, la presión sanguínea, el metabolismo y el flujo de
sangre hacia los músculos.
Las tensiones son inevitables en la vida de todas las personas y se presentan desde el
nacimiento hasta la muerte. El reto que afronta cada ser humano no consiste en evadir las
tensiones, sino en aprender a vivirlas sin llegar a un estado crónico de estrés.
Estas diez habilidades psicosociales no son materia nueva. En cierta forma son tan
antiguas como la propia humanidad, porque todas tienen que ver con la manera en que
manejamos las relaciones con nosotros mismos, con las demás personas y con el entorno
social. Y entonces, ¿en qué consiste lo novedoso? Sobre todo, en que cada vez se reconoce
más la importancia de incluirlas como parte de diversos programas educativos dirigidos a
niños, niñas y adolescentes, tanto en la escuela como en otros escenarios de trabajo.
Muchas veces los docentes expresan que este tipo de actividades son muy difíciles de
llevar a la práctica en las escuelas por falta de tiempo y recursos. Contraponiéndose a este
argumento,
Viola Zalaffi afirma: “Es un problema falso. Hacer prevención es simplemente vivir con los
alumnos, entrar en sus problemas, tener experiencias en común, despertar su interés en un
clima abierto y cordial. (…)
Según Vittorino Andreoli: “Hacer prevención no requiere una nueva profesionalidad, antes
bien, un modo distinto y, a veces sólo ligeramente, de desarrollar la propia actividad de
educador. No hay nuevos manuales que estudiar u otras nociones que adquirir y transmitir.
La prevención necesita, ante todo, de un proceso a través del cual relevar necesidades,
motivaciones y nuevos objetivos.” (citado en Touzé, 2010: 81)
Proyecto de vida
La formulación de un proyecto de vida incluye las alternativas futuras posibles para una
persona, teniendo en cuenta sus condiciones de vida.
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Muchos estudios coinciden en señalar que una de las mayores diferencias entre
jóvenes usuarios problemáticos de drogas y jóvenes que no lo son es el hecho de que los
segundos orientan sus vidas de acuerdo con proyectos de vida elaborados. Esto implica la
planificación de acciones destinadas a superar el presente y a abrirse camino hacia el futuro.
La ejecución del proyecto, vale decir, de una serie de posibilidades, abre nuevos caminos y da
lugar a la construcción de nuevos proyectos.
Un proyecto de vida contiene en forma explícita los siguientes elementos:
Objetivos o metas que se desean alcanzar.
Motivaciones que orientan hacia los objetivos deseados (se tiene claro por qué se eligen
determinados objetivos).
Medios (materiales, humanos, etc.), necesarios para alcanzar los objetivos.
Planificación en el tiempo de las diferentes fases de elaboración y ejecución de lo
proyectado.
Con respecto a las metas, aquellas a largo plazo indican la posibilidad de plantearse
objetivos que aunque no se alcancen de inmediato, pueden mantenerse como tales. Los
proyectos con metas a corto plazo obligan a replantearse objetivos después del logro de las
metas planteadas, lo que puede dar lugar a etapas de incertidumbre y desconcierto.
También es importante diferenciar si se trata de un proyecto de vida independiente o
dependiente. Esta diferencia se refiere a la capacidad de una persona para elaborar un
proyecto propio o aceptar el que otros le formulen. Ningún proyecto personal es total y
exclusivamente obra de uno mismo, dado que en su formulación están presenten todas las
influencias que el sujeto ha recibido a lo largo de su vida y que le han servido en mayor o
menor medida como modelos. Pero se trata de una cuestión de grados. Algunas personas
aceptan seguir los derroteros que sus padres u otras personas trazan para ellos, y los hacen
suyos, mientras que otras no descansan hasta formularse proyectos a los que sienten
realmente como propios, y si es posible, con poca influencia de sus allegados.
Durante la adolescencia, el joven construye su proyecto de vida utilizando sus
experiencias, sus posibilidades teniendo en cuenta sus intereses y motivaciones, y las
alternativas concretas que le ofrece el ambiente en el que vive. Utiliza las alternativas que se le
ofrecen para moldear su vida, aceptando también el ser moldeado en parte por dichas
alternativas. Es por eso que puede decirse que el proyecto trata de armonizar lo real y lo ideal.
A diferencia de lo que sucede en la niñez, en la que el proyecto se basa fundamentalmente en
los deseos, a partir de la adolescencia el proyecto se apoya cada vez más en la realidad,
aunque su motor siga siendo el deseo de alcanzar las metas planteadas. La capacidad de
organizar un plan para la consecución de dichas metas es una característica que se alcanza en
la adolescencia, al igual que la capacidad para aplazar las gratificaciones inmediatas en aras
de embarcarse en el intento de alcanzar metas mediatas.
El proyecto se va construyendo por ensayo y error, por lo que muchas veces el joven
toma caminos que luego abandona, frente a alternativas que se le aparecen como más
interesantes. No es posible pensar en la formulación de un proyecto de vida acabado y
completo. El proyecto siempre se está reelaborando y tiene la función de organizar
gradualmente el mundo interno del individuo y su mundo externo. Orienta en cuanto a en qué
mundo quiere vivir el sujeto y qué clase de persona quiere ser.
Un proyecto de vida no sólo deriva de valores y significados atribuidos por una persona
a sí mismo y al mundo que lo rodea, sino que también es fuente de significados. Es decir,
otorga guías para la interpretación de la realidad y para la reflexión sobre la propia identidad.
102
Esto es lo que está ausente o debilitado en determinados casos de consumidores de drogas
que se dejan llevar por la satisfacción inmediata de impulsos y por la influencia de otros.
¿Qué nos dicen los jóvenes adictos a las drogas con su conducta? Nos pueden estar
diciendo que están mal, que viven una situación de angustia existencial profunda, que no
tienen respuestas a sus preguntas, que no han podido, en síntesis, construir para ellos un
proyecto de vida. Tal vacío existencial se vincula muchas veces con la ausencia de un medio
familiar y social continente y con la ausencia de otros modelos sociales que resulten lo
suficientemente válidos y atractivos como para motivar al joven hacia la construcción de un
proyecto vital que lo aparte de la conducta de satisfacción inmediata de impulsos.
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En la extensa bibliografía sobre individualismo-colectivismo se acentúa el hecho de que
los mismos se diferencian por las concepciones de la persona como ente autónomo o la
persona como sumergida en el medio. En el caso de que la cultura abone la concepción de la
persona como ente autónomo, se favorecerán valores que alienten la autonomía de
pensamiento, sentimiento y acción. Por el contrario, si se enfatiza la concepción de la persona
como sumergida en el medio, se favorecerán los valores de participación e identificación con el
grupo.
El individualismo otorga una importancia central a los objetivos personales, mientras
que el colectivismo enfatiza los objetivos grupales. Existen sociedades que pueden calificarse
como individualistas y sociedades que pueden caracterizarse como colectivistas. Sus
diferencias se sintetizan en el siguiente cuadro:
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Algunos de los patrones de consumo de drogas muestran la búsqueda por parte de los
jóvenes de la sensación de estar inmersos en un momento colectivo en el que la individualidad
de cada uno desaparece. Por ejemplo, todas las formas de la música dance, en cuyos
encuentros es habitual el consumo de éxtasis, comparten como objetivo la creación de un
sentimiento colectivo de goce y liberación en la pista de baile. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que este goce colectivo no es necesariamente positivo. Se ha sugerido que la lógica
fascista de inmersión total, la comunión que transforma las singularidades en una masa
homogénea, puede ser tan peligrosa como el individualismo puro. Las fiestas masivas de este
tipo evidencian una utopía comunitaria en la que estar juntos es el motivo central, a la par que
se trata de una búsqueda hedonista, comprometida con la búsqueda del placer.
105
Y todo espacio, dispositivo o estrategia que permita la reflexión, la comunicación y la
construcción o reconstrucción de lazos sociales sobre la base del trabajo sistemático en
torno a los valores, las experiencias individuales, las normas sociales y la reflexión crítica
sobre los paradigmas que sostienen la práctica docente.
106
Sin embargo, como surge de los análisis de Fernando Onetto (2004), en la generación
y puesta en marcha de este tipo de proyectos y/o espacios, las instituciones educativas deben
diferenciar entre su zona de preocupación y su zona de incumbencia. Hay que delimitar qué es
lo que sí puede hacer y qué es lo que no puede hacer la escuela, no le compete, no tiene
herramientas para afrontar. Por ejemplo, la escuela no puede modificar la dimensión estructural
y tampoco puede hacerse cargo de las principales causas de la expansión del tráfico y los
consumos de drogas que, como indicamos en los módulos 1, 2 y 3, son producto de diversos
procesos socio-económicos, culturales, políticos y legales, desarrollados tanto a nivel nacional
como global. De esta manera, al concentrarse en su zona de incumbencia acaba operando
indirectamente en la zona de preocupación –en este caso, la promoción de la salud y, en
particular, la prevención del consumo problemático de drogas–.
El trabajo en red entre las escuelas de la zona permitirá también el intercambio que
posibilite estrategias comunes en relación con un abordaje comunitario que muestre relaciones
fluidas entre la escuela y las instituciones barriales.
Finalmente, pero no por eso de menor importancia, hay que mencionar el vínculo con
los padres, para intentar construir con ellos una postura frente al consumo de drogas que no
implique el ocultamiento y la negación (el “de eso no se habla”) ni un grado de alarma que
paralice y haga difícil el vínculo padres-hijos. El ejemplo que vimos en el Módulo 5 acerca de
una iniciativa de los alumnos de invitar a los padres a la escuela para debatir el tema del
consumo de alcohol entre todos es una estrategia posible frente a este tipo de problemas.
52
A partir de experiencias con centros educativos en zonas rurales de la Provincia de Buenos Aires,
Bacalini et al. (1995: 142) presentan una definición de redes sociales “como sistemas abiertos mediante
los cuales se produce un intercambio dinámico tanto entre sus propios integrantes como con integrantes
de otros grupos y organizaciones, posibilitando así la potencialidad de los recursos que poseen”.
107
A modo de cierre y apertura: potencialidades de la promoción de la salud y la
prevención de los consumos problemáticos de drogas en las escuelas
Como señalamos en el Módulo 4, los climas sociales escolares negativos
contribuyen a acentuar las distancias entre las instituciones educativas, los docentes y las
experiencias juveniles. En estos escenarios, no sólo no se previenen, sino que se multiplican
las situaciones de discriminación y los estereotipos, muchos de ellos vinculados a los
consumos de drogas. En este sentido, el crecimiento de los fenómenos de discriminación entre
jóvenes y adultos –en torno a diferencias socioeconómicas, estéticas, étnicas, sexuales y/o de
género–, se basa en negar las propias insuficiencias, menospreciando a los otros.
Dichos escenarios escolares contribuyen a la profundización de la actual crisis de las
instituciones y de la autoridad escolar (ver Módulo 4). De este modo, quedan limitadas las
posibilidades de las escuelas para aportar a la construcción de relaciones de confianza,
fundamentales para el desarrollo de espacios de promoción de la salud (propuesta presentada
en el Módulo 5) y prevención de los consumos problemáticos de drogas que respeten y
potencien la autonomía de los sujetos.
Sin embargo, como surge de nuestros análisis de las experiencias de jóvenes en torno
a actividades de promoción de la salud, en las instituciones educativas también puede
identificarse la presencia de climas sociales favorables. A nuestro entender, en torno a este
tipo de escenarios se abren nuevas posibilidades para aportar desde la escuela a la creación
de espacios públicos democráticos, en los que se traspasa la oposición entre las diferencias y
se produce un intercambio, una interacción que las modifica de tal manera que genera un
tercer término al que llamamos “nosotros”. Una nueva identidad común. Se instala el poder vivir
juntos (Onetto, 2004).
Para finalizar, consideramos oportuno retomar la categoría de shifters o mediadores de
Michel de Certeau (1995), quien utiliza este término para referirse a la capacidad de ciertas
personas e instituciones (como pueden ser los docentes y las escuelas) para poner en
circulación los conocimientos y saberes sociales en aras de la transformación de los sujetos.
Estos mediadores sociales operan en la vida cotidiana posibilitando la concurrencia de saberes
y experiencias de “otros”, relativizando las “verdades” individuales.
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Analice cada una de las frases que siguen y marque si son verdaderas o falsas: V F
El autocuidado en el plano de la salud se refiere a las conductas que una persona
adopta para prevenir enfermedades.
Los mensajes preventivos que no inspiren algo de temor si no se cumple con ellos no
son eficaces.
Las destrezas psicosociales se refieren a las habilidades que permiten acercarse a
una "vida saludable".
La empatía es la capacidad innata de una persona para ponerse en la piel de otra.
Todas las personas tienen la posibilidad de terminar las relaciones que impiden su
desarrollo personal.
Un proyecto de vida se refiere al planeamiento futuro que una persona hace de su
vida, independientemente de sus condiciones actuales.
La pérdida de valoración del trabajo se vincula con la conducta hedonista.
Todos los consumos de drogas pueden caracterizarse como conductas individualistas.
Trabajo final:
La consigna del trabajo final del curso se encuentra disponible en la sección Recursos.
109
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Baccalini, G.; Ferraris, S. y Marano, G. (1995). Centros educativos para la producción total, en
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