Campos de Urnas
Campos de Urnas
Campos de Urnas
La cultura de los Campos de Urnas surge en Centroeuropa a mediados del s. XIII a. C. Surgen
sobre la base poblacional de las anteriores culturas del Bronce Medio, sobre todo, la cultura de
‘los túmulos’.
El territorio ‘original’ de lo que conocemos como cultura de los campos de urnas (en sentido
primigenio) ocupaba más o menos el mismo territorio que la cultura de los túmulos. Entre
ambas culturas hay continuidad socioeconómica, y por ello vemos que este cambio fue una
evolución gradual de estas comunidades. Desde Austria y Hungría, en muy pocas décadas ya
vemos esta cultura extendida por Alemania, República Checa, Polonia, Bélgica, Países Bajos,
Francia occidental y meridional y también por gran parte del centro y norte de Italia y por el
nordeste español.
Túmulo de Kernonen (Bretaña, Bronce Antiguo 1.800 a. C.). Es un túmulo mayor a los de
Centroeuropa.
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Tanto es así, que hasta hace pocas décadas, las cronologías no estimaban a la cultura de los
campos de urnas y para ellos todo era ‘hallstático’ (dividido en A, B, C, D, siendo A y B
pertenecientes a la Edad del Bronce).
En definitiva, las gentes de Campos de Urnas surgen por una evolución lineal de la inmensa
mayoría de las culturas centroeuropeas vistas anteriormente. Las principales diferencias, a
parte del rito, entre unas y otras por ejemplo se dan en sus poblados. Prácticamente todos los
poblados están fortificados, además con amplias defensas tanto artificiales como naturales.
Son especialmente relevantes, las fortificaciones del llamado grupo de ‘Lausacia’ en Polonia.
También el poblado de Biskupin.
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La utilización del hierro no fue algo que surgiese de manera repentina, antes de
conseguir manufacturarlo fue empleado de forma ocasional, pero en estado natural.
Muchos milenios antes de la fabricación de objetos de hierro el mineral del hierro
meteórico ya se trabajaba desde inicios del IV milenio a . C. en Egipto y Mesopotamia.
En el III milenio a. C. en Anatolia y en Sumeria ya se registra la elaboración de
orfebrerías con este metal, pero se realizaba sin aplicarle los procesos de reducción y
fusión, y por lo tanto no son objetos metalúrgicos, y ni mucho menos su aparición
conllevó modificaciones socioeconómicas. Estos pueblos que se han citado llamaban a
este metal en estado natural ‘cobre negro del cielo’ (así aparece en los registros
egipcios) o simplemente ‘metal del cielo’ (tal y como dirían los sumerios).
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estructura molecular para que resulte un objeto diferente. La reducción se consigue a
partir de los 800 º C, sin embargo la fusión se consigue a partir de los 1.536 º C. Por
ejemplo, los hornos de cerámica alcanzan los 1.000 – 1.100 ºC, el problema del horno
no es que alcance una temperatura alta, sino que esta temperatura se mantenga en
una constante y en una temperatura decreciente que se mantenga igualmente
‘estable’.
Todo ello posibilitó una rápida difusión de los objetos de hierro por amplios territorios,
había más puesto que su materia prima era abundante. Además, su dureza concedía
ventaja militar y sobre todo mejores herramientas para la producción y la
construcción. Este es uno de los aspectos socioeconómicos más destacados, al poder
roturar mejor, la producción aumenta, los campos de cultivo producen más (se puede
arar, se pueden quitar mejor las piedras,…).
(Faltan 26-2)