Aguilar Santur, Javier - Los Profesores Contra Velasco PDF
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Bachiller:
Asesor:
A Trent Reznor,
Y a Angelina y a Belén,
Índice
Introducción……………………………………………………………………...2
1. El Gobierno Militar…………………………………………………………….................... 11
1.1. Los motivos del golpe…………………….……………………………………………11
1.2. Características del GRFA…………………………………………………………….. 14
1.3. El equipo de Velasco………………………………………………………...................18
1.4. Las reformas de Velasco…………………………………………………………........20
2. La Reforma Educativa………………………………………………………………………26
2.1. La Comisión y sus miembros…………………………………………………………26
2.2. Enfoque Teórico de la Reforma…………………………………...............................29
2.3. Enfoque Práctico de la Reforma………………………………………………..........35
2.4. Balance y recepción de la Reforma………………………………………………….40
Conclusiones. ....……………………………………………………………………………………....79
Bibliografía . ....……………………………………………………………………………………......83
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Introducción
A inicios del siglo XX, la educación pública en el Perú era un privilegio al que
solo podían acceder las clases altas. Si bien el nivel de alcance era reducido, la calidad de
la educación brindada era elevada, y los maestros, formados en Escuelas Normales
gozaban de un enorme prestigio social (Contreras 1996).
periodo de cuatro años. Esto no pudo materializarse debido a que significaba un costo
insostenible para el estado; y el estado se vio obligado a frenar los aumentos tras el
incremento correspondiente a 1966; y esta expectativa no cumplida generó un profundo
descontento entre los maestros (Oliart 2013).
Del mismo modo, durante la década del 60 se crearon nuevas escuelas formales,
continuando la tendencia a la multiplicación del número de maestros se multiplicó, aun
cuando este aumento de maestros en formación no correspondía a las necesidades
educativas del estado (Gall 1974). Por ello, la reforma se propuso resolver estas y otras
deficiencias que venían siendo arrastradas desde décadas pasadas y que no habían sido
corregidas por gestiones anteriores.
A pesar de las innovaciones presentadas por la reforma, esta no fue bien recibida
por los maestros peruanos. Mientras la CRE se encontraba preparando el proyecto de ley,
los maestros llevaban a cabo la titánica tarea de articular un sindicato que represente sus
intereses a nivel nacional. Luego de varios congresos de unificación, el 6 de Julio de 1972
los profesores miembros del magisterio peruano fundan el Sindicato Único de
Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), y desde ese primer momento no dudaron
definir su oposición al gobierno (SUTEP 1972, Thorndike 1997 y Peace 1974), incluso
dentro de sus propios estatutos.
La fundación del SUTEP supone un hito dentro de la historia sindical del Perú, y
procedería a convertirse en un actor político de suma relevación durante la dictadura
militar peruana.
Este trabajo se propone estudiar los motivos detrás de la oposición del SUTEP a
la Reforma Educativa de 1972, en base a la siguiente hipótesis. La oposición de los
maestros tuvo tres motivos principales: la ausencia de inclusión de representantes del
magisterio en el proceso de concepción de la reforma, una oposición de carácter político
de parte de la dirigencia del SUTEP hacia el GRFA, y el que la reforma no alivie
problemas directos que afectaban a los maestros, como las paupérrimas condiciones de
ciertas escuelas a nivel nacional y los bajos sueldos, congelados desde 1968.
Las fuentes principales consultadas para este trabajo se dividen en tres grupos. En
primer lugar están los borradores de Actas de la Presidencia del Consejo de Ministros,
recopiladas de Octubre de 1968 a Octubre de 1975. Estos documentos son borradores de
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documentos oficiales cuyo público objetivo era el reducido grupo de oficiales en el poder.
Si bien muestran una versión reducida y censurada de las discusiones que se dieron en
una alta instancia de Gobierno, permiten conocer la agenda del gobierno, las opiniones
de Velasco y dirigentes afines, y realizar un seguimiento desde la perspectiva del gobierno
a eventos de relevancia para la investigación trabajo como las distintas huelgas del
magisterio y las negociaciones con Horacio Zeballos.
Por último, este trabajo se apoya en prensa de la época. Si bien el GRFA tomó
acciones para regular el contenido de la prensa, este control se dio recién en 1974, por lo
que resulta válido el uso de la prensa para rastrear opiniones y comentarios sobre eventos,
personajes y la ley de reforma educativa. El politólogo Henry Pease García realizó una
compilación de titulares de relevancia nacional que fueron publicados bajo el título de
Cronología Política Política en 10 volúmenes, que también fue consultado como
referencia.
El país que Velasco intentó cambiar ha sido estudiado extensamente por las
ciencias sociales. El principal libro para entender este contexto es Clases, Estado y
Nación, clásico escrito por Julio Cotler como una extensa explicación histórico-social del
país durante los inicios de la república y durante la mitad del siglo XX. En este libro
Cotler concluye que la incapacidad de la élite peruana de convertirse en una clase
dirigente se tradujo en la ausencia de un proyecto nacional que pueda englobar también a
las clases bajas; y la inclusión indirecta al mercado capital de estos sectores de la
5
Por otro lado, los textos Desborde Popular y Crisis del Estado de José Matos Mar
y El Perú Fracturado de Francisco Durand, explican la problemática situación
socioeconómica que atraviesa el país y cómo las masivas migraciones del campo a la
ciudad, sumadas a la imposibilidad del Estado para atender los reclamos de este segmento
de la población, van transformando y creando nuevas normas de convivencia y de
relaciones interpersonales que generan la expansión de un mercado informal.
sistema escolar en el Perú, brinda un recuento de todos los proyectos educativos que tuvo
el Perú, dedicándole además un subcapítulo al proyecto de Reforma del Gobierno
Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Oliart ha publicado, como parte de una colección
sobre historia del pensamiento educativo del Perú, un libro titulado Educar en tiempos de
cambio, 1968-1975, donde analiza las ideas que sustentaron el proyecto de reforma
educativa de Velasco y argumenta también el carácter político de la oposición de los
maestros a la reforma educativa de 1972.
Por otro lado, las ideas de Paulo Freire tuvieron una fuerte repercusión dentro de
la academia pedagógica de fines de la década de 1960 e influenciaron también la reforma
educativa. Freire es considerado como uno de los exponentes de la pedagogía crítica, e
innovó al incorporar un análisis socio-estructural, de influencia marxista, a la
problemática de la educación latinoamericana. En el primer capítulo de La Pedagogía del
Oprimido, publicada por primera vez en 1968 y considerada su obra principal, Freire
argumenta en defensa de un cuestionamiento de dogmas de la sociedad para “liberar” al
educando por medio del pensamiento crítico.
Por último, esta sección recoge cuatro trabajos que evalúan y brindan un
comentario o crítica sobre la reforma educativa: La reforma educativa peruana, de
Normal Gall; La reforma de la Educación en Perú de Judith Bizot; El modelo peruano
de innovación: la reforma de la educación básica de Stacy Churchill y por último Reforma
de la Educación: balance y perspectivas de Teresa Tovar. Los textos de Bizot y Churchill
son particularmente interesantes. Fueron publicados en 1976 y 1980 respectivamente, y
corresponden a una evaluación de parte de la UNESCO sobre el proceso de reforma
peruano. Ambos, si bien critican la ejecución, reconocen amplias virtudes al
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planteamiento y los ideales detrás del proyecto. Por último, el texto de Tovar, publicado
el 85, supone una evaluación crítica de la implementación de la reforma, y explica a
detalle las limitaciones y falencias del ambicioso proyecto.
en Maoism in the Andes, explora de forma más profunda este último punto, y argumenta
que la penetración de Patria Roja en el magisterio peruano se debió a su propia postura
de radicales, así como un extenso trabajo de base tanto en gremios estudiantiles como de
profesores rurales. Ambos estudios se complementan con el texto Qué difícil es ser Dios
de Carlos Iván Degregori quien al estudiar la aparición de Sendero Luminoso en la década
de los 1980, apunta a la revolución de los manuales de marxismo en la década de 1970 y
explica el repentino brote del marxismo-maoísmo en las universidades provincias. La
lectura de la realidad de los partidos maoístas concuerda en buena medida, y se critica a
la reforma de Velasco por alejarse de un planteamiento ortodoxo, según el cual el
gobierno Velasquista no era más que un títere del “imperialismo yanqui” y sus reformas
estaban alineadas tanto a la defensa de las clases altas como a la defensa de las potencias
extranjeras.
Además de los trabajos académicos, una fuente de singular valor proviene del
periodista Guillermo Thorndike, quien escribió una “novela-verdad” donde narra la vida
de Horacio Zeballos antes y durante su gestión como presidente fundador del SUTEP. La
obra de Thorndike, si bien no se puede considerar un trabajo académico, fue escrita tras
un extenso trabajo de investigación periodístico, y el autor recogió valiosas anécdotas
sobre la vida de Zeballos, así como de la fundación del SUTEP y de los encuentros entre
el dirigente sindical y el dictador militar.
Capítulo 1
El Gobierno Militar
La historia política del siglo XX peruano antes de la instauración del GRFA estaba
marcada por un continuo enfrentamiento entre la oligarquía nacional y las fuerzas
emergentes que buscaban disputarle el poder. A diferencia de otros países de América
Latina, para la década de 1960, la élite peruana aún seguía ostentando una fuerte
presencia:
Para el sociólogo francés Francois Bourricaud, la tan mentada oligarquía peruana no habría
sucumbido a la crisis de los años treinta, no habría sido barrida por algún proyecto nacional-
popular semejante al peronismo argentino o al cardenismo mexicano. Muy al contrario, esa
red de familias o clanes que asentaba su poder en la exportación de azúcar y algodón, con una
posición intermedia entre el desarrollo capitalista internacional y la heterogénea sociedad
peruana, había sabido gestionar la transición hacia una nueva expansión económica en la que
12
1 .
El centro reformista planteaba tomar medidas para generar una igualdad de oportunidades en la
población, aumentando la presencia y responsabilidades del estado sin oponerse al libre mercado.
13
la Democracia Cristiana (DC). Si bien todo indicaba que Haya de la Torre había ganado
los comicios, las fuerzas armadas dieron un golpe de Estado institucional poco antes de
la toma de mando, cancelando las elecciones, alegando sospechas de fraude electoral y el
deber de las fuerzas armadas de guardar el orden constitucional. El verdadero motivo del
ejército era impedir que el APRA llegue al poder, debido a la enemistad histórica que
ambas instituciones guardaban entre sí. Se forma entonces una junta de Gobierno dirigida
por el General Ricardo Pérez Godoy, que gobernó hasta el siguiente año y se encarga de
convocar a elecciones.
La Junta Militar dirigida por Pérez Godoy y posteriormente por el General Nicolás
Lindley López, en el corto período en que estuvieron al mando del país, iniciaron políticas
desarrollistas y progresistas tales como la creación del Instituto Nacional de Planificación
y la reforma agraria del Valle de la Convención (Sánchez 2002: 80); lo que indica, como
se profundizará más adelante, la sintonía de los militares para con este tipo de ideas y
políticas de estado, que serían posteriormente aplicadas por el GRFA encabezado por
Velasco.
Para las elecciones de 1963, Acción Popular logra una alianza con la Democracia
Cristiana, y los votos sumados llevan a un claro triunfo de Fernando Belaúnde Terry. Sin
embargo, el APRA, histórico partido de centro-izquierda2, realizó una alianza
parlamentaria con la Unión Nacional Odriísta que había perseguido al APRA durante
todo su gobierno, el “ochenio”, de 1948 a 1956.
De esa manera, estos antiguos enemigos jurados comenzaron a operar en conjunto
dentro del congreso, logrando impedir que se realice el ambicioso plan de reformas
propuestas por Belaúnde en campaña. Concretamente, los apristas y odriístas se opusieron
a la medida inicial a la Construcción de la Carretera Marginal de la Selva, la versión
inicial de la Reforma Agraria, y censuraron de 10 ministros, incluyendo a Oscar Trelles
Montes, Presidente del Consejo de Ministros en 1963(Viva 2017); hecho que se repetiría
en numerables ocasiones durante el gobierno acciopopulista. Esto generó un clima de
inestabilidad política en la precaria democracia peruana.
Sin embargo, además de las dificultades en el parlamento, la ejecución completa
del plan de Belaúnde era difícil debido a los problemas fiscales. Para algunos, como para
2
El APRA se concibió como una alternativa ni capitalista ni comunista, que buscaba desarrollar un
modelo propio en defensa de los intereses de las clases populares.
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fundamentales para el desarrollo del país por los políticos e intelectuales, algunas de las
cuales que incluso guardaban parecido con las propuestas iniciales de Fernando Belaúnde
Terry.
El contenido de la política de Velasco fue el producto de una interpretación de los
problemas socioeconómicos del Perú que prevalecía en la comunidad política en la
década de 1960, (…) Los principios subyacentes a dicho análisis eran que el
subdesarrollo del Perú provenía del poder político y económico desproporcionado en
manos de una clase alta anacrónica, de la falta de integración nacional de un estado
débil y una excesiva dependencia del mercado internacional. (Cleaves y Pease 1983:
240)
El por qué un gobierno de militares se inclinó por este tipo de posturas se debe a
varios factores. Una de las teorías comunes refiere a la influencia del CAEM (Colegio de
Altos Estudios Militares). Desde mediados de la década anterior, se había impulsado el
desarrollo de escuela, a la que atendían los más altos cargos del ejército, donde también
pasaron a dictar cátedra reconocidos intelectuales progresistas del país, hecho que
permitió que se desarrollara una conciencia social dentro de los oficiales del ejército,
incluyendo a algunos que posteriormente formarían parte del equipo de Velasco.
La concepción de desarrollo integral discutida entre los miembros del CAEM desde la década
del sesenta no era formulada solamente por teóricos militares. A los conferenciantes
permanentes en el CAEM se les habían agregado personas aliadas con el Movimiento Social
Progresista, compuesto por intelectuales progresistas capitalinos entre quienes se incluían
Bravo Bresani, autor de un estudio clásico sobre la oligarquía peruana; Matos Mar,
antropólogo y fundador del Instituto de Estudios Peruanos; Roel, historiador y hombre de
ideas progresistas; los hermanos Salazar Bondy, filósofos, que luego serían los arquitectos
principales de la reforma educativa de Velasco; Ruiz Eldredge, más adelante uno de los
principales asesores civiles de Velasco; y Chiapo, que colaboraría en la reforma de la prensa.”
(Kruijt 1989: 64)
Una de las teorías con respecto al carácter ideológico del GRFA defiende que la
influencia del CAEM fue vital para la “izquierdización” del régimen. Sin embargo, cabe
destacar que Velasco mismo no asistió al CAEM, y que, si bien esta puede considerarse
como una influencia, no es la única ni la principal.
En contraste con el argumento del CAEM, Leónidas Rodríguez, quien estuvo a
cargo del SINAMOS durante sus primeros años, manifiesta que una de las causas para
que el ejército en su conjunto haya estado a favor de tomar el poder y ejecutar un gobierno
progresista, era el alto nivel de contacto que tenían los miembros del ejército con la
realidad socioeconómica nacional. La constante rotación de lugares de servicio para los
16
oficiales hacía que pasaran periódicamente por diferentes regiones del país y entraran en
contacto con situaciones de atraso y de pobreza. Además, producto de la formación que
recibida, se comenzó a gestar también un nuevo perfil de oficial: el “intelectual militar”,
que ocupaba labores mucho más complejas. La cúpula del régimen ocupó cargos en el
Servicio de Inteligencia del Ejército y en el estado mayor. Así, es errado asumir que los
militares que apoyaron el golpe eran personas que simplemente obedecían órdenes. Por
el contrario, ellos habían conseguido desarrollar un pensamiento más crítico, producto de
un análisis político-militar (Kruijt 1989: 57), y esto convenció a los militares que era
posible generar un cambio desde un golpe de estado (Del Pilar Tello 1983: 65-66).
Por otro lado, la experiencia con las guerrillas los llevó también a considerar la
pobreza, así como la ausencia de reformas en el país, como un riesgo para la seguridad.
Esto es importante puesto que marca un giro con respecto a décadas anteriores donde la
seguridad era percibida únicamente como seguridad frente a un enemigo externo. En ese
sentido, la necesidad del desarrollo económico era vista durante la década de 1950 como
necesario para satisfacer las necesidades de defensa nacional (Villanueva 1972: 56), pero
esto cambió. Para la década de 1960 se percibía la profunda desigualdad del país y la
pobreza como potenciales amenazas a la seguridad nacional puesto que podría alimentar
una insurrección mayor. Así, se volvía imposible desvincular los problemas de defensa
de las necesidades inmediatas de desarrollo de la nación:
Identificando el concepto de defensa nacional con el de bienestar y desarrollo económico y
social, y considerando esta aspiración como la finalidad fundamental del estado, se puede
deducir fácilmente (sic) que la fuerza armada, instrumento principal de la defensa nacional,
ha de prepararse, en primera urgencia, para satisfacer la necesidad permanente que es el
bienestar, colocando un segundo término al estudio de actividades bélicas que sólo tienen
aplicación en el caso eventual que es una guerra (Villanueva 1972: 59).
Una vez en el poder, las políticas y la organización del GRFA son comúnmente
comparadas con el modelo de “revolución desde arriba”, trabajado por Ellen Kay
Trimberger en Revolution from above: Military bureaucrats and development in Japan,
Turkey, Egypt and Peru (1978). En ella la autora establece que a diferencia de
revoluciones populares, como la mexicana o la cubana, una revolución desde arriba es
ejecutada por obra de técnicos/burócratas, quienes luego de tomar el control de facto del
país desde los más altos cargos, decretan leyes que alteran radicalmente las estructuras
económicas del país y a la larga terminarían actuando en detrimento de la antigua clase
dominante.
17
Educación. En muchos casos, se prefirió contar con antiguos profesores del CAEM, con
quienes el ejército ya había tratado anteriormente.
El “núcleo duro” en torno a Velasco estuvo conformado por catorce oficiales que gozaban
de diferentes niveles de confianza para con el líder de la revolución: algunos eran amigos
de años, mientras que otros tenían cargos importantes en el ejército y, por lo mismo, no
podían simplemente ser dejados de lado en un golpe que pretendía ser institucional.
Velasco inició su carrera militar en 1940; y destacó tanto en las áreas de inteligencia
militar y/o como en la docencia de escuelas militares. De estos catorce oficiales, tres eran
generales, y fueron quienes ocuparon el cargo de Primer Ministro (Ernesto Montagne,
Edgardo Mercado Jarrín y Francisco Morales Bermúdez, todos además miembros de la
clase alta urbana). El resto eran coroneles, que seguían el perfil de “intelectual militar”, y
todos ellos habían contribuido tanto en el planeamiento como en la ejecución del golpe a
Belaúnde. Los tres generales gozaban de alto prestigio social y político: tanto Montagne
como Morales Bermúdez incluso habían formado parte de gabinetes ministeriales del
presidente Belaúnde. Por otro lado, los coroneles, la mayoría contemporáneos entre sí,
vivieron la crisis política de los años 30 y la aparición de ideas e ideologías reformistas
tales como las del APRA inicial. Varios provenían de las provincias, y Velasco poseía,
un perfil más similar a ellos que al resto de generales. A partir de la toma de gobierno,
los miembros de su equipo fueron nombrados como parte del Comité de Asesoramiento
a la Presidencia, llamado el COAP, desde donde se les designó a ocupar puestos clave
durante el gobierno (Kruijt 1989: 72-79):
El equipo de Velasco fue esencialmente un equipo político: compartía sus ideas, actuaba como
su memoria colectiva, le asesoraba y a veces lo criticaba (pocos se atrevían a hacerlo entre los
hombres de Velasco), interviniendo en todas las reformas y asuntos importantes del Estado.
(Kruijt 1989: 75)
Por otro lado, el equipo de Velasco tuvo una formación bastante homogénea, y, producto
de llevar los mismos cursos, muchos desarrollaron lazos de amistad bastante duraderos
(Ibid: 81). Además, compartían una visión ideológica similar. En su investigación sobre
la cúpula del GRFA, Kruijt encuentra entre los oficiales estuvo, en primer lugar, aquella
relacionada con los miembros progresistas del clero: principalmente, de la Teología de la
Liberación, el Movimiento Social Progresista y la Democracia Cristiana. También existía
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simpatía por lecturas de José María Arguedas y José Carlos Mariátegui, así como por
otros académicos nacionalistas tales como Jorge Basadre. Sin embargo, cabe resaltar que
el conocimiento académico de estos oficiales estaba casi limitado al Perú, razón por la
cual manejaban muy poca información sobre países vecinos y Latinoamérica en general
(Kruijt 1989: 80 – 87).
Si bien los oficiales del equipo de Velasco poseían estas características comunes,
progresivamente fueron formando facciones claramente definidas, y estas se hicieron
mucho más visibles a raíz de deterioros en la salud del presidente.
En Febrero de 1973, Velasco sufrió de un grave problema de salud. El médico de
palacio detectó que estaba por crearse un aneurisma, y el entonces presidente tuvo que
ser llevado a un hospital para ser operado de emergencia (Thorndike 1997: 107-108). No
era la primera vez que Velasco tenía problemas físicos, pero si fue una ocasión
sumamente grave. En una entrevista a María del Pilar Tello, Tantaleán narra cómo
Velasco sufrió una segunda recaída tres días después del primer incidente. Fue regresado
a Cuidados Intensivos, donde recibió una comunicación de Fidel Castro, quien ofreció la
ayuda de médicos cubanos para tratarlo de emergencia. Toda la situación terminó con
Velasco perdiendo una pierna. A pesar de esta situación, los generales y ministros jamás
llegaron a cuestionar la autoridad de su líder, y Velasco continúo como jefe de gobierno
y de la revolución (Thorndike 1997: 108). Javier Tantaleán Vanini, Ministro de Pesquería
del régimen recuerda, posteriormente:
¿Cómo no voy a admirar a un hombre que en el lapso de cuatro años ha tenido un
aneurisma abdominal roto, le han cortado una pierna, dos derrames en el cerebro y un
cambio de la aorta, y persiste en vivir, no en el sentido de vegetar, sino vivir intensa
y plenamente de acuerdo al palpitar de su país al que tanto ama? (Tantaleán 1978:
108)
Si bien nunca hubo un cuestionamiento directo a la autoridad de Velasco, temores
en torno a una posible necesidad de determinar un sucesor en caso de su fallecimiento,
agruparon a los oficiales en tres facciones: progresistas, institucionalistas y “la misión”.
Es importante destacar estas divisiones puesto que si bien los militares poseían las
similitudes ideológicas anteriormente mencionadas, también poseían diferencias
insalvables relacionadas a su aproximación con su relación con las masas populares, lo
que posteriormente tendría una repercusión en el manejo de conflictos con Patria Roja.
Los progresistas eran ante todo leales a las ideas iniciales de Velasco y a cómo se
había estado llevando el gobierno hasta la fecha. Por lado, “la misión” (nombre mediante
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el cual el resto de oficiales terminó por referirse a esta facción) era más a la derecha (la
cual Luisa North describe como proto-fascista), y era encabezada por Tantaleán Vanini.
La facción progresista era más proclive a alternativas socialistas-no marxistas y apostaba
por lo que se entendía como “completa democracia social participatoria”. Por su parte, si
bien el anticomunismo era un factor presente en toda la cúpula, los oficiales de “la
misión” eran particularmente radicales y manifestaban una completa aversión hacia los
partidos comunistas, tanto que su líder Javier Tantaleán fue quien impulsó el combatir la
presencia de los partidos maoístas en los sindicatos por medio de organizaciones políticas
controladas directamente por el Estado como el SERP.
Sin embargo, muchos de los militares quedaban al margen de estos grupos.
Sostenían una posición neutra y terminaban aproximándose a uno de esos espectros por
conveniencia personal y dependiendo del tema en cuestión. A este grupo Henry Pease le
atribuyó el nombre de “liberales burgueses” (McClintock 1985: 306), que pueden
identificarse también como “institucionalistas”; y son ellos quienes, con el golpe de
Morales Bermúdez, buscan asegurar la transferencia del poder para salvaguardar al
ejército como institución.
Luego del incidente de 1973 “la misión” obtiene una clara hegemonía dentro de
la toma de decisiones del gobierno. La repercusión más clara es aquella relacionada con
la autorización de la creación de dos instituciones populares/sindicatos que no están
estaban bajo el control directo del SINAMOS (controlado por los oficiales progresistas y
más acorde a la línea original del régimen). La CTRP (Central de Trabajadores de la
Revolución Peruana) y el SERP (Sindicato de Educadores de la Revolución Peruana). A
diferencia de SINAMOS y de los progresistas que buscaban articular el movimiento
popular, tanto la CTRP como el SERP actuaban con la intención de disputar espacios de
representación y alejar a obreros y maestros de sindicatos comunistas. Para Leónidas
Rodríguez, la CTRP se formó con mucha manipulación, y fue muy mal recibida por las
agrupaciones populares existentes en dicha época. La aparición de estos sindicatos hizo
que Rodríguez renuncie a su dirigencia del SINAMOS como forma de protesta ante lo
que claramente era una usurpación de funciones.
Por otro lado, si bien los militares tenían una idea vaga de cual era el objetivo que
deseaban, carecían de un verdadero consenso sobre qué hacer con el sector industrial y
de cómo levar a cabo una reforma en dicho rubro. Por lo mismo, se buscó el apoyo de
civiles y, con su asesoría, se promulgó la Ley de la Comunidad Industrial, cuyos
principales creadores fueron el Almirante Jorge Dellepiane y el economista Virgilio Roel,
Ministro de Industria y un antiguo profesor del CAEM respectivamente. Si bien Velasco
tenía una posición tibia al respecto, Dellepiane parecía mucho más radical y
confrontacional con el sector industrial, y su posición quedó plasmada en la ley.
El proyecto de Reforma Industrial fracasó. Como explica Rosemary Thorp, el
gobierno cometió el error de tomar falsos presupuestos. Por ejemplo: dieron por sentado
que, en primer lugar, los empresarios nacionales irían de acuerdo al plan y generarían
inversión; en segundo lugar, que la nacionalización traería mucho más excedente
inmediato que lo planificado, y por último, parecían creer que sus reformas, que incluían
nacionalizaciones y expropiaciones que alienarían el estado de derecho y la propiedad
privada, no alterarían la intención del capital extranjero de invertir en el país. Se esperaba
en vano un efecto positivo cuasi inmediato, lo cual nunca sucedió (Thorp 1985: 68-69).
En contra de lo previsto por el gobierno, el sector privado industrial se opuso a la
reforma. Su negativa era válida: por una norma dentro de la misma, se disponía que los
obreros de todas aquellas empresas con más de cinco empleados formaran comunidades
industriales que terminarían recibiendo el 10% anual de los beneficios contables de la
empresa, así como el 15% de las nuevas acciones, con el fin que pasaran de ser
propietarios asociativos paulatinamente. Esta norma recibió un fuerte rechazo de parte de
los empresarios. Además, estas comunidades estarían representadas en el directorio de
manera proporcional a las acciones que poseían. Esto, en suma, suponía un importante
recorte tanto de ingresos como de poder a los propios empresarios, lo que desalentó a
buena parte de los industriales y volvió reacia su cooperación (McClintock 1985: 320)
Además, es importante resaltar que durante el gobierno de Velasco se produjo una
crisis económica internacional, (la “crisis del petróleo”), que incrementó
exponencialmente el precio de cada barril de petróleo crudo y tuvo repercusiones en el
manejo económico de las potencias occidentales, lo que, sumado a la retórica incendiaria
del gobierno de Velasco, contribuyó a alejar la inversión externa. Debido a que buena
parte de las reformas iniciadas por Velasco tenían objetivos de largo plazo, la situación
económica terminó retrasando y/o impidiendo la correcta ejecución de las mismas.
Además, una vez que Velasco es depuesto en 1975, no hay una verdadera intención de
24
por completo. El GRFA consideraba esta participación como positiva y hasta cierto punto
buscaba incentivar la activación política de la sociedad pero, tenía la intensión de
controlarla por completo, estableciendo SINAMOS para generar una organización
vertical que atravesara diferentes espacios tanto de la gestión pública como de la vida
cotidiana de los peruanos (Cotler 1985: 54-57). Así SINAMOS era una contradicción:
debía organizar y canalizar a las clases populares, al mismo tiempo que desplazaba y
debilitaba a las organizaciones populares ya existentes, sean estas partidos o sindicatos,
lo que hacía que se gane el repudio de las propias personas que buscaba apoyar. Era
natural que los ciudadanos sintiesen que se estaba restringiendo su propia autonomía.
SINAMOS fue perdiendo apoyo del gobierno progresivamente debido a disputas
dentro del cuerpo de oficiales que conformaban la directiva del gobierno, y también a
cambios en las organizaciones sindicales del país. El gobierno comenzó a obtener la
impresión de que los sindicatos y federaciones apuntaban ante todo a respaldar objetivos
trazados por los partidos políticos que influenciaban en su dirigencia. Por ello es que,
después, el GRFA adopta medidas para buscar que los sindicatos “vuelvan” al control de
la población. En el Plan Inca se detalla cómo es que se perciben los sindicatos por el
gobierno y qué es lo que se planea hacer con ellos:
22. TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL
a. Situación
(...)
(4) Sindicalismo politizado con dirigencias corruptas
(...)
c. Acciones
(...)
(4) Reorganizar el sistema sindical en el trabajo y establecer una adecuada política salarial
(Plan Inca citado en Zimmerman 1975: 344-345)
Estas decisiones serán analizadas a profundidad en el tercer capítulo de este
trabajo.
El gobierno de Velasco llega a su fin el 29 de Agosto de 1975, cuando se da un
golpe al interior del gobierno. Velasco Alvarado es depuesto por el Presidente del Consejo
de Ministros, el también general Francisco Morales Bermúdez, lo que da inicio a una
segunda etapa en el GRFA. Esta fase marca el reconocimiento de los errores del gobierno,
y se procedió a descontinuar progresivamente las reformas iniciadas a la vez que se
preparaba el terreno para un retorno a la democracia. Una de las reformas que más padece
con esta transición es la Reforma Educativa, sobre la cual versa el siguiente capítulo.
26
Capítulo 2
La Reforma Educativa
con un nuevo enfoque “humanista”, que busca su bienestar de forma integral (Freire 2015:
54-55).
La CRE es afín a estas ideas. En sus propias palabras:
Se comprende que la Reforma, para ser profundamente humanista, tiene que definirse como
un movimiento orientado al desarrollo y al cambio estructural de la sociedad peruana y en
consecuencia a la liberación y afirmación de nuestro ser nacional. Solo así puede contribuir a
la realización de las grandes mayorías nacionales a superar su marginación y su opresión
seculares y a canalizarlas hacia la creación colectiva de una sociedad justa y de plena
participación y de cultura original y fecunda, por vez primera auténticamente nacional
(Comisión de Reforma Educativa 1972: 4).
De esta concepción humanista parten algunas de sus ideas principales. En primer
lugar, que la propuesta educativa debe de alcanzar a todos los ciudadanos del país, sin
excepción alguna, y pueda adecuarse a las necesidades especiales que se demanden,
actuando con mayor dedicación en zonas empobrecidas del país. Por otro lado, la reforma
busca una redefinición de lo que se concibe como trabajo, el mismo que, sobre todo el
manual, ha sido menospreciado por una mentalidad aún colonial y aristocratizante como
lo señalan (CRE 1972: 3): el trabajo debe de servir entonces como una herramienta para
la auto-realización personal ya que así se contribuirá a la transformación estructural del
país.
Ahora bien, lo único que no se desprende directamente de esta concepción
humanista, pero que es agregado a la ley de todos modos, es lo referido a la perspectiva
nacionalista de la educación peruana. Esta ley concibe que la liberación y el desarrollo
pleno solo se conseguirán mediante un estrecho vínculo con el desarrollo del propio país,
debido a que, por definición, el trabajo se realiza dentro de una comunidad (el país), y es
entonces necesario velar por sus intereses y participar activamente de la misma para
transformar la sociedad en una esencialmente democrática.
La separación entre el individuo y su medio ambiente social, - fenómeno moderno endémico
de la alienación - tendría que dar paso a un auténtico intercambio, en el que individuo y
sociedad se estimularían y reforzarían mutuamente. La plenitud e independencia del
individuo, la comunidad y las subculturas, formarían parte de un proceso que condujese a la
eliminación de la sociedad de la marginalización interna que ha sido durante tanto tiempo la
epidemia de Perú (Bizot 1976: 24).
A partir de la noción de desarrollo individual, la comisión reconoce que este
trasciende el espacio de la educación tradicional, es decir, la escuela. El desarrollo y la
formación personal se da en múltiples instancias de la vida cotidiana, por lo que la
comisión llama a tomar conciencia de esta particularidad y busca incorporar a la
34
comunidad educativa en general en este proceso. Así, la reforma incentiva a que las
familias se entrevisten con los maestros y viceversa, de modo que todos estén más al tanto
del desempeño del educando y puedan complementar mejor su formación. Además,
siguiendo esta línea de pensamiento, se busca encontrar una manera de convalidar la
educación extra escolar (sea la educación comunitaria, la autoformación u otras) de modo
que sean reconocidas por el Estado (Comisión de Reforma Educativa 1972: 6). Siguiendo
esta misma lógica, adoptan el concepto de Educación Permanente, que además de reforzar
la idea que el proceso de formación no es solo exclusivo a la escuela, tiene como objetivo
el poder educar a personas que han pasado la edad promedio de la escuela.
La CRE se inspira en varias otras medidas utilizadas a lo largo de la historia de la
educación en el Perú. En el Libro Azul se rescatan algunos de los conceptos del proyecto
educativo indigenista de Luis E. Valcárcel, quien fue ministro de educación durante el
gobierno de Bustamante y Rivero, y promovió la creación de núcleos de escuelas rurales
que pudieran apoyarse mutuamente a fin de maximizar recursos. La CRE utilizaría esta
idea posteriormente, y tomaría otras medidas de carácter indigenista que influyeron en la
política cultural del GRFA como el volver el Quechua un idioma oficial del país.
Continuando con su interés de corregir, las críticas que la comisión realiza al status
quo previo, la comisión identifica ciertas instituciones ineficientes tanto en su accionar
como en su planteamiento, cuestiona la necesidad de su existencia y las remueve. Esta
reforma institucional apunta a una descentralización de la burocracia educativa, ya que
considera que la dependencia de la capital es, a fin de cuentas, una manera alterna de
colonialismo y dependencia con el fin que se puedan incentivar y realizar proyectos o
iniciativas surgidas en las provincias con mayor facilidad.
Entonces, los principios que guían la reforma son los siguientes:
Bizot añade:
38
Esto lo hicimos por responsabilidad. Claramente no era bien aceptado por las comunidades,
cada una de ellas quisiera tener su pedagógico, eso les da estatus y permite que los jóvenes no
vayan a otro sitio (el problema es que esto orienta) a muchos jóvenes que no tienen mucha
vocación (docente) a tomar la única opción de estudio superior (a su alcance). Eso da lugar a
que se pierda lo más importante que es la vocación para el magisterio, porque se entra por
necesidad y la situación económica los obliga a ir a esa actividad. Esto amenaza la calidad
(Oliart 2011: 49)
Además de lo anterior, se creó tanto el Instituto Nacional de Investigación y
Desarrollo de la Educación (INIDE), el Instituto Nacional de Cultura y el Instituto
Nacional de Teleeducación. El primero fue creado con la intención de realizar y financiar
proyectos de investigación por parte del gobierno, además de pasar a ocuparse de la
producción de textos y materiales para la capacitación tanto de alumnos como de
docentes, lo que volvía al estado no solo un gestor sino un productor de insumos para la
educación. Por su parte, el Instituto Nacional de la Cultura se concibió como un
organismo del Estado encargado del resguardo del patrimonio cultural, con derecho a
intervenir y patrocinar la actividad cultural en el país. Así, se encargó de formar cuerpos
de música, teatro y de danza, e modo similar a lo realizado en los países del bloque
soviético; enfatizando en cada una de estas artes la reivindicación de lo nacional, lo que
permitió que muchas manifestaciones folclóricas encuentren buena recepción y
aceptación por el público. Sin embargo, esto también vino de la mano de una relegación
de todo aquello que se consideró como alienante. Por último, se invirtió en el empleo de
las telecomunicaciones como una herramienta que sirva a la educación nacional mediante
la producción de cine y programas de televisión (Oliart 2013: 38-40). El Gobierno utilizó
estaciones de radio y periódicos nacionalizados para llevar a cabo este fin. Barrantes se
manifestó a favor de su utilización:
El atractivo y el influjo de la televisión sobre todos son enormes. La utilización de la imagen,
accesible a nos y a otros; la oferta de programas durante el día y la noche; su adaptación a las
preferencias del gran público; el ámbito del hogar, donde se disfruta de las comodidades
habituales, son suficientes para concederle la mayor atención posible y para utilizarla al
servicio de la cultura y la educación con su propio lenguaje, que es el televisivo. (Barrantes
1990: 35).
Por último, una de las mayores innovaciones de la Reforma Educativa fueron los
Núcleos de Educación Comunal (NEC), continuando lo impulsado por Valcarcel años
atrás. Su objetivo era poder articular e integrar la comunidad campesina rural junto con
las escuelas de forma que ambas se retroalimenten y permita la extensión de los servicios
40
superior, y esto se mantuvo incluso hasta fines de la década (Churchill 1980), generando
una disparidad y haciendo que, en la práctica, la reforma sea solo a medias. Esto se
refuerza, además, con el hecho que la Educación Básica Laboral no llegó a despegar
realmente, y se limitó a ofrecer cursos nocturnos en locales escolares (en vez de volverse
un sistema educativo alterno), y su calidad fue sumamente baja debido al escaso
entrenamiento del magisterio para su público objetivo (Tovar 1985: 51-52). Así, la crítica
de la ineficiencia del estado (que provenía a veces incluso de la derecha), era válida.
El que la reforma se haya planteado objetivos a largo plazo terminó jugando en
contra, debido a que los gobiernos siguientes no tuvieron intención verdadera en
continuar con el proyecto. Según Patricia Oliart (2013), varios especialistas concuerdan
en que la reforma fue “saboteada” desde 1975, por más que el plan Túpac Amaru
publicado en 1977 señale que intenta reforzar la reforma educativa. Sin embargo, tras el
golpe de Morales Bermúdez, se desatienden aspectos clave de la Ley, dejando de lado,
por ejemplo, lo relativo al fortalecimiento de la nuclearización de la educación. Tovar
comenta:
En un segundo momento (1974-1976), conforme avanza el proceso político y los protagonistas
de la escena oficial antes hegemónicos son desplazados, la Reforma Educativa sufre traspiés,
los ataques de la derecha encuentran mayor espacio de actuación, hay censuras parciales,
desconcierto general en el desarrollo e instrumentación de la medida y movilización de
sectores populares que, incluso al margen de las dirigencias de izquierda, empezaban a tener
injerencia e interés en el fenómeno educativo… Este es el momento más contradictorio del
proceso de la Reforma Educativa donde a la vez que algunos avances son cancelados, otros
logran impulso y acción a partir de la gestión de determinados sectores o de iniciativas locales,
en medio de una crisis política de hegemonía que aún no se configura en viraje total (Tovar
1985: 37).
A nivel ideológico, la reforma supuso una innovación significativa al criticar y
cambiar viejos paradigmas educativos, incorporando novedades académicas como el
enfoque de la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, aunque, como ya se mencionó
anteriormente, estos no fueron materia de discusión en la opinión pública, que esbozaban
una crítica al gobierno y su accionar mas no a la política en si misma.
Además de las deficiencias logísticas, hubo un mal enfoque en lo que refiere a
capacitación de los maestros. Judith Bizot señala:
Algunos maestros encuentran difícil el renunciar al sistema antiguo, renunciar a los libros de
texto, reemplazándolos por la discusión, indicar al estudiante donde puede encontrar la
información que necesita en lugar de suministrarle una serie de datos abstractos, el unirse al
44
estudiante para encontrar soluciones de problemas, sin limitarse únicamente a dictar normas
(Bizot 1976: 46).
Estos entrenamientos fueron un punto de choque entre el gobierno y los maestros.
En Maestra Vida, una novela escrita a encargo que recopila una buena cantidad de
información histórica sobre la creación del SUTEP, el periodista Guillermo Thorndike
realiza una parodia de una de estas sesiones. El autor entrevistó a varios personajes
involucrados en todo el proceso de reforma educativa y si bien lo que narra no es
empírico, ofrece información desde una perspectiva diferente:
Siete grandes expertos habían tenido que explicar la reforma a mil quinientos maestros de
primaria reunidos en Puno. Cada uno de los sabios explicaba una parte de la nueva educación.
Todos eran varones. Concluidas las siete exposiciones, el jefe de los sabios había pedido que
les hicieran preguntas. Una maestra puneña quiso saber si alguno de los sabios enseñaba
primaria. No, ninguno. Eran educadores, sociólogos, doctores, todos. La mujer insistió. ¿No
tendría el gobierno un maestro de primaria que pudiese explicar la reforma en términos
adecuados a otros maestros de primaria? Los sabios cambiaron miradas de confusión. Y
además… ¿por qué no había una mujer entre los siete expositores? No tenían respuesta los
pobres sabios. La reunión acabó con silbatinas, no con aplausos (Thorndike 1997: 98)
Gall añade:
El tipo de problemas que parecen aguardar en el futuro se vuelve un ejemplo dramático en los
programas de reentrenamiento magisterial, que han sido un esfuerzo central de reforma
durante los últimos tres años… Es imposible llegar a percibir la dinámica de la reforma
educativa peruana sin comparar esta retórica con los dantescos procedimientos de
adoctrinación que el régimen militar trata de remodelar el pensamiento de una amarga y
recalcitrante masa de maestros (Gall 1976: 78).
Como comenta Stacy Churchill, los entrenadores eran personas que compartían y
defendían a capa y espada los valores y objetivos de la revolución, y su trabajo buscaba,
directa o indirectamente, que las personas con quienes se contactaban compartan también
este mensaje. Sin embargo, el grueso de los maestros poseían una lectura de la realidad y
del régimen velasquista influenciada por los manuales de marxismo, por lo que resultaba
imposible que ellos compartieran este cambio de mentalidad. En el estatuto del SUTEP
se menciona:
Nuestro trabajo obligado por el Estado es principalmente el de retransmitir los patrones
ideológicos y políticos de las clases en el Poder. Sin embargo, cada vez más amplios
contingentes de maestros se niegan a una transmisión ciega o sumisa y procuran desarrollar
alternativas ideológicas, políticas, pedagógicas y culturales acordes con la realidad social de
nuestra patria y los intereses del pueblo. (Estatuto del SUTEP 2012: 01)
Esto se desarrollará a profundidad en el siguiente subcapítulo.
45
Es importante recalcar que uno de los factores que contribuyó a este problema fue
el hecho que el golpe de Velasco haya sido una “revolución desde arriba”. Si contrastamos
el proceso de toma de poder del GRFA con otros ejemplos de revoluciones como la
Méxicana, la Soviética o la Cubana, se tiene que vino acompañada de cambios en la
mentalidad, estereotipos y paradigmas sociales y se dio mediante un proceso extenso con
la participación activa de varios sectores de la población que se vieron en vueltos en una
serie de eventos que alteraron toda la sociedad. Este no es el caso de Velasco, quien de
un día a otro llegó al poder. En ese sentido, si bien la revolución del GRFA tenía el poder
para cambiar ciertos aspectos de la sociedad a la fuerza, como el manejo económico y la
participación política, no podía transformar violetamente la mentalidad de la sociedad y,
lamentablemente, la reforma educativa esperaba y obligaba a que ese cambio suceda. En
ese sentido, algunas dificultades que Stacy Churchill nota para el avance de la reforma ya
a fines de la década de 1980, son en realidad los problemas de la sociedad peruana en su
generalidad: ausencia de tradición descentralista y de participación en cooperación con el
Estado, lo que en conjunto termina debilitando el funcionamiento a nivel general de los
NECs (Churchill 1980: 68).
Luego que Morales Bermúdez tomase el poder, se removieron, además, todo tipo
de páginas y mensajes que pudieran ser interpretados como cargados de resentimiento
social o que alentaban al enfrentamiento entre clases bajas y altas. Por otro lado, el
Segundo Gobierno de Fernando Belaúnde Terry terminó de rematar los rezagos de la
reforma velasquista al buscar eliminar expresamente todo resto ideológico en el currículo,
por lo que se removió de circulación todos los textos producidos durante el proceso de
reforma. Además, Belaúnde ordenó en 1980 la reapertura de todas las escuelas normales
que Velasco había cerrado (Oliart 2013: 44-45) y, tras la desarticulación de los niveles de
enseñanza de Gobierno, se puede concluir que, a grandes rasgos, salvo con
modificaciones a nivel institucional, se había retornado al sistema previo a 1968. Emilio
Barrantes, en un momento posterior a la reforma, señala:
Es comprensible que durante los gobiernos que sucedieron a la Revolución se tratara de
destruir las reformas, en general, y, entre ellas, la Reforma de la Educación. No podían
comprenderlas. Las miraban, más bien, como una herejía. El Perú sufre los efectos de esta
actitud y esta conducta que se podría calificar de anti-históricas. Volvimos a la tradición
republicana, continuación del espíritu y la práctica de la Colonia, pero quedó el fermento que
nadie puede eliminar. (Barrantes 1990: 39)
Sin embargo, desde una postura más crítica, Teresa Tovar sentencia:
46
El desarrollo capitalista exigía una mejor adecuación del aparato educativo a los procesos
productivos y una ampliación de la cobertura de la enseñanza. A esto intentó responder la
Reforma Educativa con un proyecto impregnado de espíritu humanista, concientizador y
crítico, sin bases suficientes que garantizaran la transformación radical de la sociedad y con
mermada infraestructura. En estas condiciones, sus limitados logros fueron más bien un
acicate para los procesos sociales que venían desarrollándose en torno al problema educativo.
(Tovar 1985: 59)
Sin embargo, Tovar concede que la Reforma Educativa tuvo una repercusión en
un crecimiento y consolidación de la demanda social por la educación, la misma que se
aceleró en base a las expectativas creadas, y sirvió como punto de referencia para
posteriores enfoques humanísticos en la educación (Tovar 1985: 59).
Por último, Morales Bermúdez decidió dejar de lado la ley de Reforma Educativa
debido tanto a su coste como a la férrea oposición de los maestros, quienes tuvieron una
recepción esencialmente negativa de la reforma.
Por ello, el siguiente capítulo estará dedicado a explicar a fondo los motivos de la
oposición de los educadores al proyecto de reforma educativa.
47
Capítulo 3
El magisterio contra la Revolución Velasquista
El siglo veinte ha sido el siglo de la educación en el Perú. Nunca antes se puso un empeño tan
vasto en abrir escuelas, colegios y universidades en las diversas regiones del territorio
nacional. Iniciativa que corrió más del lado del Estado, que de los sectores privados o la
“sociedad civil”. Hasta 1970, aproximadamente, la educación fue pensada desde el Estado,
como la estrategia más eficaz para lograr la irresuelta tarea de integración nacional de la
población y abrir el camino a la prosperidad con justicia. (Contreras 1996: 5)
La carrera docente sufrió cambios drásticos a lo largo del siglo XX. Parte de estos
cambios responden a concepciones en torno a cómo se debía manejar la llamada
“integración” del país, la misma que fue una preocupación constante para la clase política
peruana.
Enfrentados a una situación de retraso y pobreza, los gobiernos de inicios del siglo
apuntaron a modernizar el Perú. Se consideró que el amplio número de indígenas era una
de las principales causas del atraso del país, por lo que se discutieron medidas para reducir
48
dentro del debate. Por un lado, la generación joven, dirigida por José Pardo, incorporaba
a pensadores como Javier Prado y Antonio Miró Quesada (Basadre 2005: 37-38) apostaba
por una mayor apertura y democratización del país, mientras que la denominada “vieja
guardia” civilista, conformada por aquellos que habían sobrevivido a la guerra y eran más
reticentes a otorgar beneficios a las clases bajas y a los indígenas, estaba a favor una
educación orientada fundamentalmente hacia las clases altas. Esta corriente de opinión se
encontraba encabezada por Alejandro Deustua, quien argumentaba que no se podía forjar
una nación en base a indios, ya que esto constituía un desperdicio de ingresos fiscales. De
esta manera, siguiendo una lógica de costo – beneficio, consideraba que el país era
demasiado pobre para emprender un ambicioso programa educativo.
“Una de las preguntas obvias que Deustua formula es ¿con quiénes vamos a fundar la nación?
Dirá Deustua: ¿Será, quizás, con los indios? (…) ¿Se puede acaso construir nación con
hombres que no han llegado a la edad de la razón? ¿Qué es el indio? Deustua se responde que
es una máquina. No es otra cosa – según él – que un instrumento en las manos de su amo (…)
no tiene el menor sentido construir una nación sobre ellos.” (Castro 1996: 38-39)
Sin embargo, si los indios estaban descalificados por incapacidad biológica,
Deustua señalaría también que los criollos estaban descalificados por una incapacidad
moral, debido a que eran fundamentalmente codiciosos y egoístas. Por eso concluye que
se debe de forjar una nueva generación, y concentrar el presupuesto estatal en mejorar la
educación para los privilegiados, pero no apoyar la masificación de la misma. Por ello,
en la mayoría de las intervenciones otros jóvenes civilistas le recriminan el tomar en
cuenta solo la realidad de Lima y del Callao, debido a que él prefería que la educación se
perfeccione para la élite capitalina. Además, la educación propuesta por Deustua era una
formación basada en filosofía y marcada por nociones de sensibilidad estética, arte y
belleza (Castro 2013: 23), que difícilmente podrían ser aplicadas fuera de la crema y nata
de la sociedad peruana de inicios del siglo XX.
En contraste, el pensamiento de Pardo, cuya campaña empleó como lema la frase
“Escuelas y Caminos” puede resumirse en la siguiente cita:
El Partido Civil aleja de su gestión política las disensiones doctrinales que separan a los
hombres y acomete reformas del progreso material y de la cultura del país que unen a esos
hombres; y abriga esta convicción profunda: que harán la grandeza del Perú los políticos
trabajadores y no los políticos doctrinarios (Basadre 2005: 38)
Un punto central de la discusión entre ambas tendencias fue sobre la re-
estructuración de los niveles de la educación ofrecida por el Estado, y los contenidos de
la misma. Si se buscaba expandir la educación hacia las clases bajas, había necesidad de
50
aligerar todo el plan de estudios, aunque esto podría perjudicar a quienes perseguían una
educación secundaria y una superior. Se terminó optando por una educación diferenciada
para indios, donde se removían asignaturas como Historia, Geometría o Física, y
versiones más ligeras de otros cursos. En síntesis, se aprobó un plan para las escuelas
comunes de tres años, y se creó un plan alterno para indígenas de dos años, mucho más
limitado (Cchuana 2014: 100-101).
Este debate concluyó con la elección de José Pardo, quien una vez en el gobierno
puso en práctica un plan diseñado por su vicepresidente José Salvador Cavero Ovalle, un
destacado jurista ayacuchano, que implementó medidas que apuntaban a la
democratización del acceso a la educación.
Las nuevas generaciones del civilismo apostaban por un proyecto de modernización social
amplio, que tenía como otra de sus principales aristas a la educación básica, como medio para
el desarrollo laboral de los distintos grupos sociales. Para el civilismo, el indígena sería
redimido solo bajo el efecto de la educación y el trabajo; ya fuera en la industria o en el campo
tecnificado. (Ccahuana 2014: 113)
Este enfoque involucraba una serie de medidas importantes. En primer lugar, no
solo retirar el cobro por matriculas u otros gastos en educación, sino invertir en la creación
de materiales para la enseñanza e indumentaria para las escuelas. Algunos colegios
incluso incluyeron servicio de comedor, con el fin de evitar enfermedades infantiles y
mejorar “la raza” mediante la nutrición (Contreras 1996: 13). Pero, sin duda, lo más
importante venía de la mano de la enorme tarea que significaba centralizar la educación
debido a la poca presencia que tenía el estado y sus instituciones en las áreas rurales. La
intromisión de la educación estatal era percibida también como un recorte dentro del
poder que ostentaban los terratenientes y autoridades locales en provincia, quienes se
oponían firmemente a los intentos de regulación por autoridades estatales.
El provincialismo excesivo corroía a los planteles existentes. Los municipios, bajo cuya
jurisdicción funcionaba la instrucción primaria, dedicábanse a otras atenciones y no contaban
con personal preparado en el campo pedagógico. La ley de 1901 pretendió iniciar una reacción
contra ese estado de cosas. Procuró echar las bases para la unidad del sistema con una oficina
central para cautelar la marcha de todas las escuelas, o sea la Dirección de Primera Enseñanza.
Correspondió a esta entidad vigilar el cumplimiento de las leyes y resoluciones concernientes
a ese nivel (…) De hecho, sin embargo, la enseñanza primaria continuó bajo la dependencia
de los recursos municipales (Basadre 2005: 82)
Desde 1901, los civilistas, por medio de la Ley Orgánica de Instrucción, intentaron
tomar un mayor control de la educación a nivel nacional, aún sin entrar en un conflicto
abierto con la élite terrateniente en las provincias. Así, la ley mantenía un rol
51
De cualquier modo, al final del predominio civilista la presencia de la escuela era todavía débil
en la sociedad rural peruana. En 1920 en todo el departamento de Ayacucho funcionaban sólo
137 escuelas, con 148 maestros. Éstos debían atender una población total de 300 mil
habitantes. En el más vasto y poblado, de Puno, la realidad era más o me nos la misma: 143
3
Véase los detalles estadísticos del censo en Contreras: 1996.
53
escuelas, con 165 maestros; no variaba mucho, aunque mejoraba un tanto, en Junín, con 248
escuelas y 341 maestros, o Cajamarca, con 225 y 294 respectivamente, pero que a su vez
contenían una población mayor (ver cuadro 6). El fenómeno característico era, pues, la escuela
“unidocente”, en la que un sólo preceptor debía atender a un medio centenar de alumnos que
cursaban dos o tres grados diferentes. Muchos de ellos debían caminar varias horas al día para
asistir a la escuela, por lo que su continuidad en ella era más una cuestión de resistencia física
que de aprovechamiento intelectual. El maestro, en un panorama que se iría modificando en
la segunda mitad del siglo, era un personaje solitario. (Contreras 1996: 19)
Una segunda etapa dentro de la historia de la educación se perfila entre 1945 y la
década de 1960. El Estado adoptó una postura indigenista y contó con intelectuales
influenciados por esta corriente, los cuales ocuparon cargos en el ministerio de educación.
Liderados por los planteamientos de Luis E. Valcarcel, hicieron un especial énfasis en la
alfabetización en lenguaje indígena (Quechua), sentando las bases para lo que
posteriormente sería la educación intercultural. De este modo, el fin seguía siendo el
mismo: integrar la nación peruana, pero esta vez ya no se trataba de una imposición de
un modelo de peruanidad inspirado en lo foráneo sino de su “conquista” por el propio
indio (Contreras 1996: 22).
El deseo de los comuneros de educar a sus hijos era uno de los factores más significativos para
migrar a la costa. Sin embargo, en los años 50 el gobierno comenzó a expandir las
oportunidades educacionales en el campo. Y hacia 1961, un estudio de 700 comunidades
indígenas legalmente reconocidas indicó que en la mayoría de ellas o en alguna comunidad
cercana había escuelas primarias. (Handelman 1990: 161)
Además de la alfabetización en idioma indígena, se propuso aumentar la
remuneración de los maestros y ampliar la cobertura de la educación, al tiempo que se
daba un fuerte impulso a la gratuidad de la educación. Así, esta segunda ofensiva logró
aumentar exponencialmente las estadísticas respecto a la educación y volvió obligatoria
a la secundaria, lo que significó un importante logro y permitió igualar a la población en
términos culturales.
Si bien el crecimiento iba parejo entre sierra y costa, esta última terminó
despuntando, en parte debido a una mayor demanda producto de la migración hacia
ciudades costeras.
Un hecho que significó un fuerte obstáculo para progresar la estadística nacional
fue el desinterés, tanto por parte de la sociedad campesina como del Estado, frente a la
educación de la mujer. Dentro de la mentalidad campesina, donde la separación de roles
de género estaba bastante enraizada, se consideraba que la educación de la mujer ocupaba
un lugar secundario. Existía, asimismo, la creencia de que las mujeres debían permanecer
54
Para proceder con el argumento, a continuación se expondrá cómo fue que se dio
la influencia de los partidos dentro del magisterio.
primado ante todo los caudillismos y las personalidades por encima de los acuerdos de
las bases. Por ello, había el deseo de crear por fin una entidad que represente
genuinamente los intereses de los maestros (ibid 1997: 100), lo que se concretó en la
fundación del SUTEP el 6 de Julio de 1972. Inmediatamente después se pasó a una
votación por la elección del comité ejecutivo nacional. Se enfrentaron dos propuestas:
Arturo Sánchez Vicente, un maestro que había sufrido la deportación por el régimen
velasquista y que era respaldado por del Comité Magisterial de Unificación y Lucha
(COMUL) y por Patria Roja; y, por otro lado, Horacio Zeballos, un maestro arequipeño
que era reconocido por su ímpetu, compromiso con los paros y huelgas de maestros, así
como su habilidad para la negociación y su estilo amigable. Además, políticamente era
un independiente, lo cual le facilitaba el maniobrar políticamente. Recibió el apoyo de
varias otras facciones, incluyendo el APRA, la Democracia cristiana (Thorndike 1997:
100-101) (quienes lo apoyaron en oposición a Patria Roja), así como de los
independientes que asistieron al congreso. La lista de Zeballos ganó la mayoría de
posiciones en el comité ejecutivo, pero la elección del secretario nacional resultó en un
empate, con una mitad favoreciendo a Zeballos y la otra a Sánchez Vicente.
Curiosamente, en señal de respeto, ambos habían votado el uno por el otro, lo cual, debido
a que además los votos eran públicos, fue motivo de aplausos en todo el auditorio. Sin
embargo, en la tercera y última votación, Sánchez Vicente votó por su rival, y Zeballos
votó por el mismo, lo cual le dio la victoria (ibid 1907: 102 y Navarro: 2006).
Uno de los factores que hizo que el SUTEP tenga tanta influencia y peso dentro
de la escena política nacional era, como señala Thorndike, que se había llegado a crear en
medio de toda la oposición del gobierno, y por obra y gracia de las bases nacionales, no
por el deseo arbitrario de algún partido. Así:
Horacio Zeballos se había convertido en el más poderoso líder sindical del país a los
veintinueve años de edad. Nadie como él personificaba el espíritu de la oposición popular (…)
no necesitaba llenarse de razones. Venía del pueblo. No mentía. No pretendía ser distito o
mejor que otros. Sólo eso era: un maestro de primaria con las entrañas quemadas por su amor
a la vida y a la gente. (Thorndike 1997: 104)
La elección de Zeballos favoreció ampliamente a Patria Roja, debido a las alianzas
políticas regionales y distritales que habían logrado trazar y a un amplio trabajo de base
realizado con anterioridad; tanto es así que SINAMOS, en un documento que reporta
sobre la situación de los partidos políticos de izquierda, atribuye la creación del SUTEP
directamente al accionar de Patria Roja (SINAMOS 1974: 48). Tras dicho congreso, el
60
SUTEP pasó a representar los intereses de los maestros, se aprobó el Plan y Programa de
Acción del Sindicato, así como otros elementos importantes como los principios
fundamentales (que incluían principios netamente maoístas) y estatutos de la
organización. En el estatuto el SUTEP se menciona:
Los Sindicatos tienen su origen en la necesidad de los obreros de conformar organizaciones
que les sirvan de defensa frente a la explotación de la que son objetos por el capital (…) El
sindicato (…) plantea la lucha directa contra los explotadores, exigiéndoles a ellos la solución
a dichos problemas. El Estado reaccionario, aparato burocrático-militar, organizado por las
clases explotadoras para mantener la sociedad basada en la explotación del hombre por el
hombre, es el obstáculo principal para la solución integral de los problemas de las masas.
(Estatuto del SUTEP 1972: 01)
Estos acuerdos le dieron al SUTEP un carácter clasista y economicista, reflejando
la influencia del sindicalismo clasista y de las agrupaciones que se encontraban en dicho
congreso de fundación; lo que se reflejó en su propio documento de fundación:
En nuestra sociedad peruana, semifeudal y oprimida por el imperialismo, el papel de los
sindicatos, se mantiene, en lo fundamental con las mismas características de una sociedad
capitalista. (…) Los maestros, a diferencia de los obreros, no participamos de forma directa
en la producción de bienes materiales; nuestra relación con los explotadores se da
indirectamente, con sus representantes, los miembros del aparato burocrático integrante del
Estado, en este caso, con el ministerio de Educación (Estatuto del SUTEP 1972: 01).
Además, el SUTEP busca hacer énfasis en el problema de los salarios:
Recibimos una remuneración mensual por nuestro trabajo, la que pierda cada vez más su
capacidad adquisitiva, lo que en cierto modo nos plantea el mismo problema principal que los
obreros: la lucha por el mejoramiento del salario. Los trabajadores en la educación, al igual
que el proletariado, luchamos por mejores condiciones de trabajo y por libertad de
organización y otros derechos democráticos. (Estatuto del SUTEP 1972: 01).
De ahí también partió la necesidad de establecer un frente único entre todos los
trabajadores (ya sea este un sindicato, pero preferiblemente una institución no limitada
por el gobierno), para unir los esfuerzos de todos los obreros frente al resto del país y
desde el cual impulsar una revolución en la sociedad.
La aceptación de esta postura radical era, dentro de todo, un producto natural del
manejo político del país durante la primera mitad del siglo. Julio Cotler, en Democracia
e Integración Nacional en el Perú, expone cómo las clases bajas fueron excluidas
constantemente del manejo político. En dicha represión surgió también una oposición que
sentó las bases para la difusión de las teorías de clase:
Por sus rasgos señoriales y la subordinación al capital extranjero, la burguesía y el Estado no
contaban con la disposición de ánimo, ni con las posibilidades reales para establecer
mecanismos que acomodaran los nuevos intereses populares con los dominantes. Tal reajuste
hubiera requerido el reconocimiento de las clases populares como ciudadanos (indios en su
mayoría). Para los blancos "peruanos-extranjeros" tal posibilidad quedaba descartada... De ahí
que la única alternativa real del Estado fuera reprimir el movimiento popular, dejando ver su
incapacidad política para canalizarlo institucionalmente. Esta situación de incompetencia
política del Estado frente al reclamo popular marcó el sucesivo desarrollo de la sociedad
peruana. (Cotler 1985: 27)
Al igual que los manuales sindicalistas, en la década de 1970 aparecieron también
otros manuales de marxismo que se difundían en las universidades, principalmente en la
sierra sur del país. En La Revolución de los Manuales, texto corto publicado en 1989 por
el célebre investigador Carlos Iván Degregori, se estudia explica este fenómeno:
En la década de 1970, un conjunto de textos invade las universidades nacionales. Son
manuales de materialismo histórico, materialismo dialéctico y economía política producidos
por la Academia de Ciencias de la URSS durante los años del stalinismo y reeditados una y
otra vez a lo largo del hoy denominado “estancamiento brezhneviano”. (…) Esos textos
contribuyeron a crear y/o fortalecer un sentido común que entiende las ciencias sociales como
un sistema cerrado de verdades universales; que apela al “principio” de autoridad” para
legitimarse y que considera la política fundamentalmente como confrontación, choque frontal
y eliminación del adversario. (Degregori 2011: 161)
Degregori argumenta sobre la importancia de la educación occidental como una
importante herramienta de dominación, hecho que data desde la época colonial, y cómo
es que la población andina rural la tomó como parte del camino hacia la integración con
el mundo occidental-urbano. Los estudiantes provincianos, ante una modernidad urbana
que deslegitimaba y despreciaba su pasado andino, comenzaron a encontrar en los
manuales de marxismo maoísmo un sistema cerrado de verdades, que se presentaban
63
la cifra es exorbitante: uno de cada seis universitarios estudiaba ciencias sociales o economía
(…). (Degregori 2011: 170)
No obstante, a pesar de esta expansión de la oferta educativa, el país no había
podido consolidar una integración verdadera. La promesa de inclusión no cumplida,
además de la aceptación del “atraso” propio de la cultura rural/andina, dejó a esta nueva
clase letrada-rural en una situación de descontento ideológico. En ese contexto, el
marxismo de manual se presentó como una ideología que buscaba explicar el mundo
mediante un sistema de verdades absolutas y cerradas, a la vez que prometía un futuro
mejor del cual ellos podrían ser parte:
La ola de provincianos que, por los años sesenta, afluyó hacia los institutos del saber. Soñaba
con el progreso y la modernización de las comunidades andinas a las que pertenecían. Hicieron
de la educación, garante del poder, su instrumento privilegiado de combate (Degregori 1990:
9-10). Aquellos jóvenes campesinos tenían como ambición descubrir la verdad, la que sabría
darle sentido al mundo que los rodeaba. Soñaban con dicha verdad como el soñador sueña con
la luna y ellos encontraron, en lugar de nubes, escritos marxistas con promesas
tranquilizadoras. Recordemos las palabras del citado Carlos Iván Degregori, según el cual
estos recién llegados “creen encontrar lo que buscan en esa ideología rígida que se presenta
como verdad única y les da la ilusión de coherencia absoluta: el marxismo-leninismo maoísmo
(Degregori 1990: 19 citado en Dorais 2012: 11)
Esta situación originó que el marxismo comenzara a penetrar dentro de sindicatos
y universidades y fuera adoptado de una manera dogmática. La utilización del marxismo
y el clasismo, a ese nivel, terminó generando prejuicios de todo tipo.
Para ilustrar el nivel de dogmatismo del sindicalismo de la década de 1960, me
refiero a la siguiente cita del texto “Historia de los Orígenes y Formación del SUTEP”,
conjunto de artículos a modo de memoria sobre la fundación del SUTEP. En el libro del
profesor Liborio Quispe, miembro de dicha organización, se esboza un recuento histórico
de los hechos que llevaron a que los maestros se organizaran, y asimismo se encuentra la
raíz del problema en el devenir histórico de inicios del siglo XX. También propone una
diferenciación entre el “país legal”, al cual pertenecen tanto la burguesía y la oligarquía
costera, como el “país profundo”, habitado por las clases bajas a espaldas del gobierno.
Por ello, plantea la siguiente pregunta (la cita es extensa, pero me parece sumamente
pertinente):
Fernando Belaúnde Terry, ¿a cuál de éstos países pertenece?... veamos sus antecedentes, nació
en Lima en 1912, es hijo del Sr. Rafael Belaúnde, Diplomático, hermano menor de Víctor
Andrés Belaúnde “patriarca” de gran actuación en la política peruana, por su línea paterna es
descendiente de la rancia Aristocracia arequipeña de los Belaúnde y los La Torre, descendiente
65
directo de los La Torre, uno de los trece de la Isla del Gallo… Si la carrera Diplomática así
como la mayoría de las instituciones del Estado de la República Aristocrática, hasta la década
del 70 estaban reservadas para el círculo de las familias del “país legal”, los directores de estas
instituciones practicaban el nepotismo de clase, muy rara vez algún privilegiado rompía estas
normas… Por eso cuando el Sr. Arquitecto Fernando Belaúnde T. ingresó a Palacio de
Gobierno el 28 de julio de 1963 hablando un fluido francés y un inglés culto, seguramente la
higuera de Palacio al escuchar los latidos de su corazón, sintió una inmensa alegría al constatar
que su sangre era de la misma estirpe de los Pizarro… los mismos que hace más de 400 años
en Cajamarca pidieron al último inca un cuarto lleno de oro para respetar su vida, pero una
vez obtenido el metal precioso que colmaba su codicia y sus ansias de riqueza, faltando a su
palabra de hombre, le quitaron la vida, por estos antecedentes definitivamente el Arquitecto
F. Belaúnde no era un advenedizo, era mas bien el fiel representante del “país legal”, y ¿cómo
nosotros del “país profundo” que somos la inmensa mayoría nos dejamos embaucar con
hombres del otro bando?.. El Gobierno de Belaúnde tiene naturalmente sus particularidades
propias, lo anecdótico resulta que siendo un representante nato de la Aristocracia gobernante
se presenta como un hombre “progresista”, con aires de “populismo.” (Quispe 1992: 41-42)
Posterior a esta cita, en un capítulo siguiente, se realiza un análisis similar y
concluye que, basándose en sus antecedentes, Velasco pertenecía al llamado “Perú
profundo”. Sin embargo, traicionó sus intereses de clase al no gobernar en representación
del “Perú profundo”, sino que solo realizó reformas propias del “País legal”. De este
modo, se concluye que la teoría clasista terminó deviniendo en una serie de prejuicios que
se articulaban sobre la base de arbitrariedades y terminaban descalificando a una persona
tomando en cuenta sus antecedentes.
Sin embargo, esta unidad deseada y buscada por los marxistas nunca llegó a
concretarse, principalmente debido al sectarismo con el que se manejaba la izquierda
peruana, hecho que repercutía en los sindicatos. Así, la impresión de que los sindicatos y
federaciones apuntaban ante todo a respaldar objetivos trazados por los partidos políticos
que influenciaban en su dirigencia era generalizada. Por ello es que, más adelante, el
GRFA adoptaría medidas para que los sindicatos “vuelvan” al control de la población.
Por otro lado, existían varias corrientes de pensamiento dentro del marxismo.
Entre 1960 e inicios de la década de 1970, en el Perú tomaron fuerza dentro de la izquierda
peruana dos grupos de corte maoísta: Bandera Roja y Patria Roja. Bandera Roja fue el
primero en aparecer, siendo una división frente al Partido Comunista del Perú – Unidad,
división que respondió a la situación internacional que acontecía en los años 1963-1965.
La primacía de la corriente maoísta se explica por dos motivos principales.
66
Primero, cabe mencionar que el antecedente de estos dos partidos maoístas era el
Partido Socialista del Perú, fundado por Mariátegui en 1919. A la muerte del “Amauta”,
sin embargo, el Partido Socialista se transformó en el Partido Comunista Peruano (PCP),
y adoptó una posición pro-soviética, alineada con los objetivos del comunismo
internacional. Si bien esto tenía un atractivo inicial, tomando en cuenta el discurso y la
agresiva política exterior de Stalin, con el pasar de los años los comunistas peruanos
comenzaron a tener sus reservas y críticas frente a la idea de la “coexistencia pacífica”
desplegada por la dirigencia soviética. Esta actitud más condescendiente con el
imperialismo norteamericano, enemigo jurado de los radicales de todo el mundo,
coincidió con la aparición en la escena internacional de la China de Mao Tse-Tung, quien
asumió una oposición más radical e intolerante frente a los Estados Unidos y el
capitalismo (Lynch 1990: 65). La distancia entre las posturas Chinas y Soviéticas era
importante. Degregori señala, refiriéndose ya a la década de 1970 como el maoísmo
resultaba más atractivo para los militantes peruanos:
Frente al “revisionismo” y el anquilosamiento de la URSS brezneviana, destacaba la China de
la “gran revolución cultural proletaria”. Sus juveniles guardias rojos “bombardeaban el cuartel
general de los seguidores del capitalismo” y prometían sucesivas revoluciones culturales hasta
conquista el comunismo: la juventud permanente. Pero tanto o más importante es que el
maoísmo ofreciera una versión campesinista de la revolución para los países semifeudales.
(Degregori 2011: 177)
Por otro lado, en Perú, al igual que en algunos países vecinos, se vio de forma
favorable que la teoría se centrase en un contexto predominantemente agrario y un
discurso orientado al campesinado en vez de al proletariado urbano, que en comparación
era menos numeroso. Para los comunistas peruanos, la tesis de Mariátegui sobre el
“problema del Indio” y el “problema de la tierra”, que reflejaban la histórica desigualdad
socioeconómica del país, seguían siendo relevantes (Navarro 2006: 16) y se vinculaban
principalmente a dificultades afrontadas por la población rural.
Numerosos intelectuales peruanos, muy influenciados por los escritos de José Carlos
Mariátegui, encontraban en las doctrinas maoístas algo conocido; coincidían con un
imaginario colectivo fuertemente marcado por la imponente figura de aquel pensador
marxista. Mariátegui estaba en efecto convencido que, a diferencia del Viejo Continente, las
masas explotadas en el Perú no eran de naturaleza proletaria. Las filas de los oprimidos las
componían más bien indios y campesinos. Por lo tanto, sus teorías hacían de la masa
indocampesina el motor de la revolución marxista que se tenía que llevar a cabo (Vanden
1979: 74; Vanden 1978; Angotti 1986). (Dorais 2012:11)
67
que respondía directamente a él. Esto fue visto como una maniobra para empoderarse, lo
que, sumado a otras críticas (algunas apuntaban a que Paredes parecía querer instaurar un
culto a la personalidad) con respecto a la organización y la estructura del partido, llevaron
a algunos miembros y líderes históricos a crear un grupo llamado “Ching Kang” (en honor
a un episodio de la revolución China) junto a todos aquellos que criticaban la actual
dirigencia de BR. Este grupo operó dentro de BR y llegó a poseer una influencia
considerable, tanto que Abimael Guzmán, entonces militante de BR, declaró que el
“Ching Kang” era un “partido dentro de un partido”. Dentro de todo, esta experiencia
forzó a sus líderes a aprender estrategias para controlar un partido de alcance nacional. A
pesar de aglutinar a una importante cantidad de miembros, incluida prácticamente toda la
Juventud Comunista de Bandera Roja, no tuvieron intención de separarse del partido sino
reformarlo, ya que (en palabras de sus líderes) el problema había sido que, tras la ruptura
con Unidad, habían cambiado a las personas pero se mantenían las mismas ideas
revisionistas, por lo que querían arreglar el partido (Navarro 2013: 39-45).
Como era de esperarse, la dirigencia de BR, encabezada por Saturnino Paredes,
comenzó a atacar a los miembros de “Ching Kang”, acusándolos de Trotskistas e
inmaduros, mientras a su vez ellos respondieron afirmando que Paredes había perdido su
impulso revolucionario al desear participar de las elecciones complementarias al
congreso, lo cual iba en contra de lo que se esperaba de BR y lo establecido en su Quinta
Conferencia Nacional. Debido a estos conflictos, Paredes convocó a una Sexta
Conferencia Nacional con la intención de expulsar a las facciones disidentes del partido
y, ya cansados de estas discusiones, los miembros de “Ching Kang” se prepararon para
alejarse definitivamente de BR y formar el Partido Comunista del Perú – Patria Roja (PCP
del P – PR, en adelante PR), en 1969 (Navarro 2013: 51).
SINAMOS identificó erroneamente a José Sotomayor como dirigente de Patria
Roja, y concluyó que ese nuevo partido propugnaba la lucha por el poder y el socialismo
por la vía de la violencia y la lucha armada (SINAMOS 1974: 7). Esto tenía, sin duda una
explicación:
Otro elemento que también favorece el desarrollo del maoísmo es la ausencia de canales de
participación política en la década del setenta, así como la ausencia de una tradición política
democrática anterior en el Perú, lo que facilitaba la comparación del régimen estatal y de la
coyuntura política con lo sucedido en la revolución china incitaba al uso de métodos similares.
Antonio Ruiz señala que esto los lleva a identificar revolución con violencia y con guerra
popular, como una sola cosa que no admitía la separación, en su lógica consecuencia, de
70
ninguno de los elementos; es decir, no había revolución si esta no era violenta, y la violencia
tampoco era tal si no era la de la guerra popular. (Lynch 1990: 65-66)
Así, la idea de una insurrección armada tomaba una fuerza mayor a cuando se
proponía frente a un gobierno democráticamente elegido, como lo fue el de Fernando
Belaúnde Terry.
Sin embargo, antes de pensar en una revolución, PR tuvo que enfrentarse a varios
problemas, incluyendo el cómo desligarse por completo de BR. En la práctica, en su
nacimiento, a nivel estrictamente ideológico, no existían diferencias significativas entre
uno y otro grupo. Ambos partidos tenían una lectura similar del proceso de la revolución
militar, creyendo que Velasco respondía ante los intereses del imperialismo
norteamericano y que las reformas que adoptaba buscaban beneficiar a la oligarquía
(lectura que, por cierto, era completamente contraria a la realizada por la derecha del país)
Si bien reconocían los beneficios que a corto plazo traerían las reformas del gobierno, en
concreto la reforma agraria, sostenían que era solo una estrategia para frenar el potencial
revolucionario del campesinado rural (Dorais 2012: 14-16). Asimismo, creían que la
reforma agraria no llegó a cambiar del todo el esquema de dominación, puesto que incluso
las nuevas cooperativas eran dominadas por nuevos hacendados:
Los documentos de propaganda de Bandera Roja y de Patria Roja ponían respectivamente en
guardia al pueblo peruano contra la “falsa reforma agraria” de 1969 que tenía otros objetivos
que los anunciados. Denunciaban que, en tanto que criatura del imperialismo yanqui, dicha
reforma disfrazaba sus trapos contra revolucionarios bajo sutiles artimañas. Ambos grupos
maoístas pretendían que el régimen militar de Velasco, títere del imperialismo yanqui, se
esmeraba en aplicar, desde el interior mismo del Perú, las instrucciones de las fuerzas
reaccionarias que explotaban y avasallaban a las masas populares. (Dorais 2012: 16)
Un punto de diferencia inicial fue que mientras PR denominaba al régimen militar
como semi-fascista, BR no dudaba en calificarlo como completamente fascista. El PCP-
Unidad tomó partido por el Gobierno Militar, lo que le supuso la desaprobación por un
sector radicalizado de la población y los sectores radicales que se oponían al gobierno.
Ambos partidos dedicaron arduos esfuerzos a realizar un amplio trabajo de bases
y así difundir su ideología e influencia por el país, pero nunca llegaron a articular una
propuesta en conjunto: buena parte de las energías de estos grupos maoístas se dirigieron
a desprestigiarse entre sí y no en buscar la aplicación u la aceptación de sus programas
políticos. Lo que es peor aún, como señala Dorais, es que estos grupos creían que, en
efecto, ya se encontraban en una posición de poder frente al gobierno y que la población
aceptaba a cabalidad toda su doctrina. Ellos creían que la revolución era inminente gracias
71
a su obra individual, pero en la realidad a ambos les faltaba una forma clara para poder
transformar todas sus ideas en propuestas concretas.
La acción divisionista de los maoístas tenía dos principales causas: primero, el
maoísmo incentivaba a la confrontación por encima de la conciliación. Como explica
Ernesto Toledo Bruckmann, en un pasaje que fácilmente puede ser extrapolado a las
discusiones ideológicas:
Para el Pensamiento Mao Tse Tung, la guerra popular enseña a dar principalmente batallas de
aniquilamiento contra el enemigo y no de simple desgaste o contención, a buscar este
aniquilamiento del adversario, por encima del intento de controlar determinados territorios; a
aniquilar al enemigo en aquellos puntos en que es más débil cuando se encuentra dividido; a
comenzar por golpearlo en el campo y en las ciudades medias, para más adelante derrotarlo
en las grandes ciudades, donde el enemigo es más poderoso (Toledo Bruckmann 2016: 47).
Por otro lado, los conflictos personales entre líderes de diferentes facciones se
habían vuelto ya irreconciliables. Estos factores, incentivaban el conflicto entre los
propios grupos de izquierda al buscar deslegitimar al otro para posicionarse cada uno
como la “verdadera” opción:
A cada uno de los grupos le gustaba tildar al otro de revolucionarios de cafetín, de amantes de
los planes fomentados desde la cálida comodidad de los salones. Se acusaban mutuamente de
complacerse en interminables debates e interpretaciones falaces de la realidad peruana, sin
atreverse nunca a mojarse el pellejo." (Dorais 2012: 31)
SINAMOS resume las diferencias de la siguiente manera:
El análisis que se hace de la posición ideo-política adoptada por Patria Roja, nos muestra que
las divergencias con el grupo Bandera-Roja se basan principalmente en la estrategia y tareas
a cumplir para llevar adelante la Revolución. Esta Revolución tiene dos etapas
interrelacionadas, la primera es la llamada etapa democrática, nacional y popular; y la segunda
es la etapa socialista.
La estrategia principal de Patria Roja consiste en formar el Frente Único Revolucionario, que
sería la plasmación de la unificación de las fuerzas populares revolucionarias. En cambio,
Bandera Roja se preocupa, principalmente, por la formación del Ejército Popular de
Liberación para desencadenar la guerra armada popular. (SINAMOS 197: 5)
Pero, de nuevo, por más que se hablase de “unidad”, en la práctica no había intento
por negociar entre colectivos y agrupaciones de izquierda, sino que se buscaba tomar el
control de instituciones de representación popular para de allí expandir y ejecutar su
agenda política.
Las diferencias entre ambos grupos se hicieron evidentes recién años después de
la creación de PR, que coincide además con el ocaso de BR. El nuevo partido tuvo que
comenzar buscando un nicho dentro de la escena política nacional, tomando en cuenta
72
que la izquierda estaba saturada de una miríada de partidos con pocas o nulas diferencias
ideológicas entre sí, para poder sobrevivir sus años iniciales y posteriormente proceder a
desplegar la revolución popular.
En un primer momento, PR centró su atención en tres frentes: la política
universitaria, buscando de ese modo conseguir nuevos cuadros y ampliar sus bases
(muchos de los miembros de PR comenzaron su vida política ya sea en gremios
estudiantiles o en la JC de BR); y posteriormente en los sindicatos de mineros y de
maestros, y en tratar de conseguir una alianza entre obreros y campesinos.
A nivel de sindicatos, PR llegó a adentrarse en la FNTMMP (Federación Nacional
de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú). Si bien muchos sindicatos eran
reticentes a la hora de aceptar y/o escuchar a militantes de partidos, PR adoptó una táctica
diferente: sus miembros asistían a los pueblos donde el sindicato tenía mayor presencia,
con el fin de mudarse y de tomar trabajos allí. De esta manera, no solo asistían a los
mineros brindando charlas o repartiendo panfletos, sino que se volvían parte de la red
educativa, y así ganaron mayor aceptación por parte de la población (Navarro 2006: 71).
Por otro lado, muchas agrupaciones habían intentado anteriormente posicionarse
dentro de la política estudiantil. BR, por ejemplo, lo había logrado excepcionalmente. Sin
embargo, la salida del grupo de PR, junto con el grupo que eventualmente se llamaría
Sendero Luminoso, y otro denominado Estrella Roja (que desapareció rápidamente),
debilitó la posición de BR en las universidades. Aprovechando esta situación, por medio
de Rolando Breña, un cuadro joven de PR que ingresó a la universidad en 1959, el nuevo
partido se insertó en San Marcos, ocupando cargos de representación. Lograron
posicionarse bastante bien en San Marcos, venciendo a otros partidos y colectivos
estudiantiles y, eventualmente, Rolando Breña logró ser elegido al cargo de Presidente de
la Federación de Estudiantes del Perú (FEP), la más importante organización estudiantil
del país, que había contribuido en históricas luchas como la jornada de 8 horas a inicios
del siglo, y desde la cual pudieron operar.
Así, PR se benefició de la radicalización y el dogmatismo existente entre los
estudiantes en las universidades peruanas y también de los sindicatos.
SINAMOS, que escoge primero un membrete y luego busca adeptos. Según el SUTE-12, los
objetivos del SINAMOS al crear el SERP son:
a)Lograr de los maestros “el apoyo incondicional a las reformas burguesas del Gobierno
Militar”
b)Buscar “aparentar división del magisterio peruano ante la opinión pública, para aislarnos de
su apoyo”.
c)Dar votos a la “sinamista” CTRP para que pueda capturar la directiva de la Central Única
“que el Gobierno ha ordenado constituir”. (Propaganda mecanografíada del 10 de Marzo,
citada en Pease 1975: 801)
Estos puntos, como lo evidencian muchas de las actas de gobierno, eran ciertas.
El acta de la sesión del 2 de Enero de 1973 incluye un debate sobre la creación de una
central de trabajadores (que vendría a ser la CTRP), y sobre las atribuciones que esta
debería de tener, así como quien estaría encargada de dirigirla:
El Ministro de Trabajo informó en nombre de la Comisión de Ministros, el cumplimiento de
la misión encomendada respecto a la creación de la Central de Trabajadores de la Revolución
Peruana, que ha terminado con el Registro Oficial de la Central el día 30 de Diciembre pasado.
Como después debía entregarse a SINAMOS, habían conversado al respecto y estimaban que
si no se les daba todo el apoyo económico necesario, no se desarrollaría.
Leyó al respecto un programa cuyos puntos principales son: ayuda económica; entrevistas a
alto nivel, mecanismo de seguridad y control; que se apruebe el Presupuesto Administrativo
en forma reservada y que se fije la política de coordinación de la Central con el Gobierno.
(Acta 2 de Enero 1973: 1)
El acta del 8 de Enero de 1974 indica cómo es que se buscaba manipular a los
maestros frente a la opinión pública:
El propio Jefe del Estado solicitó informe al Titular de Educación, respecto al SUTEP,
manifestando éste que la presión ha bajado; que hay 242 maestros subrogados; que se viene
prestando apoyo al Sindicato de Maestros que se ha constituido con ayuda del Ministerio del
Interior. El señor Presidente recomendó al Ministro de Educación reciba a los maestros que le
soliciten audiencia a fin de atraerlos a la causa revolucionaria, expresando el Titular de
Educación que realiza una política de puertas abiertas, la misma que continuará. Por su parte
el General Marcó del Pont dijo haber recibido en Arequipa un memorial de las esposas de los
maestros detenidos, solicitando sean liberados y que como presume que tal actitud se va a
repetir con todos los Ministros que visiten Provincias, sería necesario tomar acuerdo sobre lo
que conviene responder. (Acta 8 de Enero de 1974: 1)
Así, la creación de estos sindicatos responde ante todo a una lógica
fundamentalmente corporativista, término que refiere a una visión de la sociedad en que
esta está organizada y estructurada de acuerdo a intereses económicos planteados por la
propia sociedad o el estado (Capling 2001: 141). Así:
75
Velasco, al oír aquello, como lo manifiesta la sesión del consejo de ministros del
mismo mes, decide cortar el diálogo y retomar la persecución de este sindicato (Thorndike
1997: 193).
El último intento de encarar al SUTEP y buscar disminuir su presencia de una
forma distinta a la supresión se da en Agosto de 1975, en la última sesión de Consejo de
Ministros antes del golpe de Francisco Morales Bermúdez. Allí, se propone elevar el
sueldo al magisterio en 400 soles mensuales, que irían directamente al bolsillo de los
profesores.
Entonces, como se puede observar, ante la aparición y el éxito de la convocatoria
del SUTEP, el gobierno de Velasco fue incapaz de tomar medidas que lleguen a
neutralizar efectivamente su influencia. Así, la oposición de los maestros, junto con el
golpe de Morales Bermúdez y la reducción de presupuesto al rubro educación, hicieron
que la Reforma Educativa sea abandonada, y que se busque retornar al sistema previo.
La conclusión de este enfrentamiento, entre maoístas y militares revolucionarios,
fue que Patria Roja y sus cuadros a cargo del SUTEP y otros sindicatos de oposición al
gobierno emergieron empoderados dentro de la izquierda peruana, reforzando la posición
radical del maoísmo, que continúo, con altibajos, durante el gobierno de Francisco
Morales Bermúdez.
78
Conclusiones
Primero, el GRFA instaura un trato radicalmente diferente para con los maestros
en contraste con el gobierno de Acción Popular. Fernando Belaúnde Terry, por medio de
la Ley 15215, había prometido un incremento considerable en los sueldos de los maestros.
Sin embargo, el costo de este aumento era insostenible para el estado y no se llega a
cumplir esta propuesta. Por ello, para 1972, el sueldo de los maestros continúa congelado,
y la política del GRFA no mejora esta situación particular. Además, Velasco, siguiendo
el diagnóstico de la Comisión, cierra un gran número de escuelas normales, lo que no es
recibido adecuadamente por los maestros. Por otro lado, la Comisión de Reforma
Educativa no había realizado consultas con los maestros en el diseño del proyecto en lo
absoluto. Esto llevó a que el magisterio vea la propuesta como una imposición en vez de
una “conquista” que los beneficiara, y también complicó la asimilación de los contenidos,
que eran en exceso teóricos, a maestros escolares que no terminaron de comprenderlos.
Por otro lado, la oposición de los maestros estuvo motivada también en un factor
ideológico. La reforma requería que los maestros adopten una postura pro-GRFA, que los
maestros no compartían y a la que miembros de su dirigencia se oponían activamente.
Para la década del 70, los sindicatos de maestros se encontraban altamente
politizados, y sus dirigencias o militaban en partidos de izquierda maoísta, o eran afines
a ellos. El maoísmo obtiene difusión durante la última mitad de la década de 1960,
principalmente mediante manuales de marxismo difundidos en universidades y en
sindicatos. Luego de las divisiones internas, Patria Roja emerge como el partido maoísta
más influyente durante la década de 1970, debido a que la alianza entre el gobierno y el
Partido Comunista – Unidad (moscovita) fue mal percibida por parte de la izquierda
marxista. PR encuentra un nicho importante dentro de la política universitaria y dentro de
los sindicatos de maestros, lo que le permitió destacar por encima del resto de partidos.
La visión maoísta consideraba que el gobierno de Velasco estaba en contra de los
intereses de las clases populares y favorecía a la oligarquía y al imperialismo
estadounidense, lo que los volvía incompatibles con la postura del gobierno.
La relevancia del tema educativo en la década de 70 hace que los sindicatos de
maestros se conviertan en actores relevantes en la escena política de la dictadura, y
Horacio Zeballos destaca en su liderazgo del SUTEP y su oposición frente al GRFA. El
magisterio, mediante medidas de protesta, se logra detener la implementación de la
Reforma Educativa de 1972.
El gobierno intentó amedrentar al SUTEP por medio de detenciones a dirigentes
y suprimiendo sus manifestaciones. Al ver que esto no detenía su poder de convocatoria,
81
decidió crear la SERP para intentar captar la atención de los maestros, pero a pesar de
todo el financiamiento y respaldo del gobierno, un número bajo (en comparación con el
SUTEP), se adhirió a este nuevo sindicato.
El tercer paso para intentar detener al SUTEP fue negociar con la dirigencia. Para
ello se concedieron una amplia cantidad de beneficios y perdones a maestros y dirigentes,
e incluso se llegó al punto donde de considerar reconocer legalmente al SUTEP. Sin
embargo, este diálogo se vio interrumpido por radicalismo de parte de facciones dentro
del magisterio, que mediante un pronunciamiento reconocieron al gobierno como fascista
y se votó por un rechazo a la ley de reforma educativa. Ante esta postura, Velasco cortó
el diálogo. Las reuniones duraron de Marzo a Octubre de 1974.
Así, para fines del gobierno de Velasco, al GRFA le fue imposible persuadir a los
maestros de apoyar la reforma, que ya de por sí venía teniendo obstáculos severos.
Posteriormente, Morales Bermúdez presenta nulo interés en sacar adelante la reforma,
que ya para 1974 carece de presupuesto para completar su ejecución. Los enfrentamientos
no se detienen con la salida de Velasco, y a raíz de la oposición frontal, los maoístas
terminan en una posición empoderada dentro de la izquierda nacional.
82
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