Mia Esta Noche-J. S. Scott
Mia Esta Noche-J. S. Scott
Mia Esta Noche-J. S. Scott
Casta Mestiza
Castas 32
LORA LEIGH
CASTA
MESTIZA
Castas 32
~1~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Gracias, Cristina.
Y a mi hijo, Bret, has seguido este camino conmigo desde que Cassie llegó por primera vez,
viste mis sueños hacerse realidad y te mantuviste a mi lado a través de cada historia escrita y
publicada. Eres el chico romance y una de las anclas más fuertes de mi vida.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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ARGUMENTO
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Lora Leigh
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—Ciencia —gritaron sus creadores, que lucharon para excusar los experimentos
dementes y depravados.
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Lora Leigh
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Las familias lloraban en las calles y en las pantallas de una nación a otra.
Sollozaban por el horror que sus hijos, hermanas y nietos sufrieron. Gritaban por
justicia para los niños, sin importar su genética o mutaciones, y elevaban los puños
en demanda de expiación.
Las compañías que revelaron haber proporcionado fondos para los experimentos
depravados y horribles vieron colapsar sus acciones y se destruyeron corporaciones
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Lora Leigh
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Los líderes del gobierno de una nación tras otra cayeron en medio de la furia hasta
amenazar con diezmar administraciones enteras, a menos que los gobernantes
encontraran una manera de preservar las vidas que habían sufrido tan terriblemente.
Pero la libertad sigue siendo una quimera, un sueño que los Castas están
buscando. Porque ni siquiera las leyes redactadas para protegerlos pueden silenciar
las voces que se levantaban contra ellos.
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Lora Leigh
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—Dios no los creó —gritaba la minoría, sus voces ahogadas por aquellos que
exigían justicia.
Fueron ignorados.
Eran la minoría.
Solo ha comenzado.
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Lora Leigh
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Prólogo
Solo tenía dieciocho años y sabía que moriría pronto. Aquí, en esta hermosa isla
que poseía Seth Lawrence, rodeada por la fuerza protectora de un ejército de Castas
como ningún otro, Cassie sabía que no se iría con vida.
Sin embargo, no sería esta noche. Aún no. Pero estaba llegando. Tendría que morir
para que otros pudieran vivir.
Pasando por delante de las amplias puertas dobles que se abrían hacia el enorme
patio interior, levantó la vista hacia el techo abovedado de cristal, que permitía que la
noche se hundiera en el jardín cerrado y tuvo que luchar contra la amargura. La ira.
Girando, se encontró con los ojos de los Enforcers de pie detrás de ella, sus
miradas resueltas pero compasivas, y cerró las puertas de golpe mientras la miraban
en silencio.
—¿Pido disfrutar de los jardines por la noche y esto es lo que recibo? —murmuró,
girándose para dejar que su mirada recorriera el enorme recinto de ladrillo y vidrio
que la rodeaba.
La hierba bajo sus pies era sorprendentemente real. Un amplio paseo de piedra
conducía a la verde sombra, el exuberante y denso olor a humedad y fragantes flores
la arrastraban a lo más profundo.
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Lora Leigh
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El patio interior, como Seth lo había llamado. Era un maldito invernadero y nada
más. Una habitación bien protegida, con paredes de vidrio y resistente a las balas,
con solo una entrada, las puertas anchas por las que había entrado.
Esto era simplemente perfecto. Era exasperante, y podía sentir la salvaje necesidad
de libertad arañando sus sentidos.
Los árboles estaban totalmente cubiertos de hojas y de lo que parecía ser rocío. La
humedad en realidad provenía del agua que goteaba en las tuberías que corrían a lo
largo del marco de acero que sostenía el vidrio de arriba.
El olor de la noche no estaba aquí. El chirrido de los insectos, las carreras de las
criaturas creadas para acechar tal belleza sombreada, no estaban aquí. Era estéril.
Creado por el hombre en lugar de por la naturaleza.
Lo odiaba.
Al menos en su balcón podía oler la noche, las criaturas que la habitaban y el mar
que rodeaba la isla Lawrence.
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Lora Leigh
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Tragando con fuerza, Cassie se sentó en la áspera y plana piedra que bordeaba el
estanque, y se despojó de la bata que cubría el delgado camisón blanco sin mangas
que llevaba. Dejando descansar los pies sobre la piedra, pasó los brazos bajo de las
rodillas y apoyó la barbilla sobre ellas mientras miraba el agua que goteaba.
¿Qué pasaba con ella? Sabía lo peligroso que era permitirse permanecer en el
balcón, a la vista, como un objetivo para cualquier enemigo con la intención de
matarla. ¿Qué fuerza la había atraído allí, la había empujado a quedarse a plena
vista?
El precio sobre su cabeza era por secuestrarla con su virginidad intacta cuando
fuera entregada a los científicos que trabajaban secretamente con lo que quedaba del
Consejo de Genética.
Pero ella era aún más rara que eso. No fue creada a partir de la genética de una
única especie animal, sino de dos. Fue creada a partir de la genética Lobo y Coyote.
El bueno y el malo. El orgulloso y perdurable ADN de Lobo se alteró y quedó
ensuciado para siempre por la impureza del ADN del Coyote.
Ella tenía cinco años, permanecía con nada más que las bragas blancas que llevaba,
temblando, enferma por el toque de los dedos del bastardo en la marca en su
hombro. La sombra de una huella de pata. Un marcador genético. Pero a medida que
crecía, otra sombra comenzó a manchar su carne, una que ni siquiera sus padres
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conocían, una que se parecía a la de los cortes dentados hechos con garras. La marca
del Coyote manchaba la carne justo sobre su útero.
—Ella fue creada para parir monstruos—se burló su padre mientras Cassie temblaba con
lágrimas e incredulidad.
Una parte de ella sabía que él no era su verdadero padre. A diferencia del de su madre, el
olor de su padre no se parecía al suyo. El aroma de su madre se parecía al de ella. Y su madre
la amaba.
Ella sabía que estaba muerto. Cayó al suelo, la sangre derramándose de su pecho mientras
miraba a Cassie con odio.
Trece años. Habían pasado trece años desde esa noche, y aun así, Cassie recordaba
cada segundo como si solo hubiera sucedido momentos antes.
Pariría monstruos.
El punto era discutible, porque estaría muerta. Había visto cómo la sangre
explotaba de su cabeza, se veía caer, y en esa visión, sus ojos se habían cerrado
lentamente mientras el aullido de furia de su padre se derramaba en la noche.
Nunca había sido besada, nunca había tenido una cita. Estaba cuidadosamente
protegida, y aquellos que la protegían temían demasiado a Dash Sinclair, su
verdadero padre en los aspectos más importantes, para arriesgarse a desearla. Ella
socializaba dentro de la comunidad Casta, raramente entre personas no-Castas. Y si
por casualidad en esas raras ocasiones un hombre humano le mostraba alguna
atención, entonces no era permitido por mucho tiempo.
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Lora Leigh
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Quien la había mirado mientras estaba en el balcón ese día la codiciaba de una
forma que nunca había sentido con los jóvenes de su edad. Había una sensación de
madurez, de experiencia, en la mirada hambrienta centrada en ella. Lo había sentido,
como una ola de calor extendiéndose hacia ella. Curioso y hambriento. Él sabía quién
era y no le importaba.
No le tenía miedo, aunque intuía que debería tenerlo. Debería estar aterrorizada.
—¿Crees que lo harán? —La divertida forma de hablar arrastrando las palabras
era burlona, juguetona, su acento un poco extraño—. Ellos no sabían que yo estaba
allí cuando revisaron el área antes de dejarte entrar. Y fueron bastante minuciosos.
Él permaneció detrás de ella, escondido entre el espeso follaje que había rozado su
espalda cuando se sentó. Y le dejó estar escondido, porque no quería saber... Le
gustaba la sensación de su calor contra su espalda cuando sintió que se agachaba
detrás de ella, el calor de su aliento contra el cuello.
—Sabes que lo harán. —Su voz tembló—. ¿Estás aquí para matarme?
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Qué incorrecto parecía que lo que estaba sintiendo ahora fuera por el Casta que la
mataría. Y él era un Casta. Podía sentirlo, percibirlo, aunque no estaba segura de qué
designación de Casta.
Algo hambriento.
Sus ojos se cerraron cuando sintió una caricia contra su pelo, dedos trenzándose
en él, examinando los rizos, mientras un zumbido de apreciación acariciaba sus
sentidos.
El silencio se encontró con su pregunta, pero sabía que la había escuchado, sabía
que no se había ido. Podía sentirlo en el aire que respiraba, en las lentas caricias en su
cabello.
—¿Qué te hace estar tan segura de eso? —La curiosidad llenó su voz. Una voz que
era oscura, sensual.
—Sé cosas... —A veces, ella sabía cosas terribles. Cosas que no quería saber, que
no quería ver o sentir—. A veces veo cosas...
—No dejaré que mueras, pequeña halfling1 —susurró justo detrás de ella,
haciéndola temblar por el calor de su aliento en su oreja—. Te cuidaré.
1 Nombre que reciben en diversas novelas y juegos las razas ficticias. En algunas historias de
fantasía se utiliza este término para describir a una persona nacida de progenitor humano y otro de
otra especie.
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—¿Por qué? —Ella necesitaba saber. Necesitaba algo a lo que aferrarse, para hacer
soportable los siguientes días.
Se puso rígida de indignación, furiosa, pero antes de que pudiera darse la vuelta y
decirle lo loco que estaba, se había ido.
Con los ojos muy abiertos y el corazón acelerado, contempló las oscilantes hojas de
los enormes helechos que tenía detrás y escuchó un susurro de risa en algún lugar de
la oscuridad.
—Cassie. —Las puertas del patio interior se abrieron mientras la voz de su padre
resonaba a través del claro artificial, oscura por la amenaza, con advertencia.
Sus Enforcers corrieron por el lugar, al menos media docena, convergiendo sobre
ella mientras se ponía la bata y ataba las cintas de raso que la mantenían cerrada.
—¿Qué está pasando? —Ella se puso en pie de un salto, mirando a los Castas Lobo
de repente buscando en el espacioso patio interior, revisando las áreas de grandes
matorrales con un propósito peligroso.
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—Cassie, cariño, es hora de irnos, ahora. —Dash Sinclair se abrió paso entre el
follaje que la ocultaba de la puerta, su mirada ambarina penetrante mientras la
recorría—. ¿Estás bien?
¿Estaba bien? Sus guardias habían revisado el área antes de que ella entrara; nadie
sabía que el visitante había estado allí.
—¿Por qué no lo estaría? —Miró alrededor del patio interior, viendo a los Castas
que todavía buscaban, se volvió hacia él, dándose cuenta con tristeza de que su
tiempo allí había terminado—. No es como si estuviera afuera, ¿verdad?
Él miró detrás de ella, entrecerrando los ojos, con las aletas de la nariz
ensanchadas como si examinara el aire en busca de olores desconocidos.
—Y, por supuesto, todavía soy una niña que no tiene idea de cómo defenderme, ni
tengo guardias en el culo las veinticuatro horas del día. —Ella ignoró su mano
extendida y pasó junto a él empujándole—. Por el amor de Dios, papá, no tengo diez
años.
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No esperó su respuesta o la confusión que sabía que iba a vislumbrar en sus ojos.
No podía entender, no podía saber en el infierno en que se estaban convirtiendo sus
sueños o la rabia que la sacudía con cada segundo que pasaba.
Si su padre la hubiera dejado esta vez, en este lugar, tal vez podría haber robado
algo para ella. Tal vez podría haberse dado cuenta de por qué el hombre cuya mira
había sentido en el balcón fuera de su habitación no la aterrorizaba.
Porque ansiaba su calor por un momento, solo por esta noche. Porque mañana por
la noche sería demasiado tarde. Ella había visto la visión de la bala, la sangre. Se
había visto caer dentro de ese sueño despierto.
Estaría muerta.
* *
La observó irse, una sombra dentro de una sombra, y esperó a que los Enforcers
que siguieron a su padre despejaran la habitación. Les costó un tiempo.
Por supuesto, ellos sabían que él estaba allí. Lo que no podían oler, lo podían
percibir, y lo percibían. En lugar de moverse o ponerse nervioso debido a su
búsqueda continua, simplemente esperó, paciente, despreocupado. Al principio, la
mitad de ellos se fue; los otros se quedaron quietos y en silencio, esperando el
movimiento. Esperaron un cuarto de hora; entonces todos se fueron, excepto uno.
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—Eres bueno —susurró la voz en la oscuridad—. Quien quiera que seas, eres
malditamente bueno.
—Estaré esperando —le aseguró el Lobo escocés, su acento escocés más claro
ahora—. Si quieres vivir, te mantendrás alejado de ella.
El Casta no intentó ocultar sus movimientos ni su ira cuando fue dando pisotones
hacia las puertas y desapareció a través de ellas.
Casi había sido atrapado, y ese hecho no era normal en él. No había estado
prestando atención; había estado demasiado ocupado escuchando la aceleración de
la respiración de ella, oliendo lo picante de su excitación inocente, su dulzura. Había
sido asumir un gran riesgo.
Ella era una mujer por la que valía la pena arriesgar su vida.
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Lora Leigh
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Capítulo 1
Ésta era una muy mala idea. Sabía que era una mala idea, pero aun así estaba allí,
y lo iba a hacer. Se detuvo en la puerta de la suite a la que había sido dirigida, pasó la
tarjeta de seguridad, abrió la puerta y entró.
El olor a humo de cigarro llegó a sus sentidos en el momento en que Cassie entró a
la habitación de Navajo Suites donde le habían dicho que se encontrara con el Casta
con el que ahora tenía una deuda inmensa. El aroma del tabaco, en lugar de acre y
desagradable, era un poco meloso y balsámico. Parecido, como ella sabía, al que se
permitían otros Castas.
Eso era al menos algo familiar, algo no tan desconcertante como la decisión que
había tomado de venir aquí.
Dios, ni siquiera sabía su nombre. Todo lo que sabía era el número que le habían
dejado seis años atrás y el mensaje que lo acompañaba. Eras hermosa a la luz de la luna,
pequeña halfling. Si me necesitas, llama. Pero siempre habrá un precio a pagar, ponía la
nota.
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Lora Leigh
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Y a menudo había hecho la llamada a lo largo de los años, aunque nunca estuvo
segura de por qué podía confiar en él tan fácilmente. El precio había comenzado a
pequeña escala, pero con cada llamada hecha había aumentado constantemente. Aún
así, había disfrutado el juego.
Hasta ahora.
Cerró la puerta detrás de ella suavemente, puso el pestillo y miró hacia las puertas
abiertas del balcón donde se encontraba la sombra de un Casta grande y poderoso.
La punta de un delgado cigarro se iluminó cuando inhaló, luego se atenuó, apretó
entre sus dientes blancos y fuertes mientras brillaban en una breve sonrisa.
La sonrisa de un Coyote.
Dios, si hubiera sabido antes que su gemela, Kenzi había sido capturada... Se
suponía que debía estar a salvo. Y ella se había dado cuenta demasiado tarde, había
intuido el peligro en el que su hermana estaba después de que fue atrapada en lugar
de antes.
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El regalo con el que había sido maldecida de niña casi la había abandonado ahora,
a sus veinte años. Cuando más lo necesitaba. Cuando de verdad podría ayudarla en
lugar de destruirla. Y esta vez casi había llegado demasiado tarde para garantizar su
seguridad.
Sin embargo, ahora estaba a salvo. Cassie había escuchado el informe de que
Kenzi estaba en manos de Castas. En el momento en que se anunció que habían
encontrado a Kenzi, Cassie se había escabullido de los apartamentos de la Oficina de
Asuntos Castas para encontrarse con su salvador tal como él le había indicado.
Podría haber ignorado su trato una vez que Kenzi estaba a salvo. Pero nunca, en
todos estos años, él había roto su palabra. No importaba cuán peligrosas fueran sus
peticiones, sin importar lo difícil que fuera, él siempre haría lo que hiciera falta por
ella.
—Oh, creo que es importante —respondió en voz baja—. Creo que importa
mucho.
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—¿Estamos aquí para hablar o terminar el trato? —No, ella no quería saber lo que
pensaba; quería terminar con esto y regresar a la sede de la Oficina, donde estaba a
salvo.
Caminando hacia la pequeña mesa al lado del sofá, él encendió una luz tenue,
aunque ninguno de los dos realmente lo necesitaba. Hubiera preferido que dejara la
luz apagada.
Si lo hubiera hecho, entonces ella no podría haber visto sus facciones en una
exhibición tan descarnada y un salvajismo impresionante.
No debería ser tan guapo, fue su primer pensamiento. ¿El segundo? Él era peligroso.
Uno de los Castas más peligrosos que alguna vez había visto.
Podía verlo en las líneas duras y salvajes de su rostro, en los penetrantes ojos
grises, en la altura y la fuerza fibrosa de su cuerpo.
Era uno de los Castas más poderosos que había percibido en su vida. No solo
físicamente, sino en ese núcleo interno de fortaleza. Y el núcleo de fuerza de este
hombre no tenía fin.
Era más profundo que el de su padre, más profundo que el de Jonas, y eso era por
decir algo. Posiblemente era incluso más profundo que el suyo, y eso era aterrador.
El cabello rubio oscuro y lacio le caía sobre la frente amplia, las pestañas más
oscuras bordeaban sus ojos gris acero, y una barbilla fuerte y poderosa le aseguraba
que no sería solo decidido, sino muy arrogante.
Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. Solo un indicio de sonrisa, una que
le aseguró que no era la única con los sentidos finamente adaptados. Sus instintos
Casta se erizaron, se calentaron, y algunas partes de ella exigieron que lo desafiara,
mientras que otras solo querían someterse.
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—¿Todavía no habías escuchado ese pequeño apodo? —Se rió entre dientes.
Dirigiéndose al bar que estaba al otro lado de la habitación, él sirvió dos vasos
medio llenos de licor. Recogiendo las copas, caminó sin prisas hasta donde estaba y
le tendió una.
—La perfecta pequeña Casta —dijo mientras ella aceptaba la bebida—. Capaz de
argumentar la Ley Casta con un encanto que puede convencer al Consejo de separar
a los compañeros y a los abogados humanos para que permitan que un hijo humano
sea quitado de su padre. La Casta con la voz de una sirena.
—Eso es ridículo —espetó ella—. No todo el mundo conoce las leyes que
gobiernan a nuestra gente, o las entiende...
—Como dije, muy inteligente. —Brindó por ella con su bebida antes de
bebérsela—. Con la voz de una sirena.
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Su corazón estaba acelerado; qué inusual. Su respiración era elevada, y ella juraría
que se sonrojó. No quería hablar sobre su genética ni de nada más. Quería que esto
estuviera hecho. Terminado.
—Hiciste un trato con un Coyote, pequeña halfling —dijo arrastrando las palabras,
su expresión sombría a pesar de la burla en su mirada—. Te has enterado de eso.
¿Verdad?
Si no lo hubiera estado antes, se había dado cuenta al momento en que entró por la
puerta.
—Estoy enterada. —Ella era una Casta después de todo; podía oler el Coyote en
él... aunque era débil—. He sabido todo el tiempo lo que eras.
—Puede que se esté acabando. —Él regresó a la barra, se sirvió otra bebida y
bebió—. Y tienes razón; vinimos aquí para terminar un trato.
Terminó la bebida, y antes de que ella pudiera hacer otra cosa que estremecerse,
golpeó el vaso contra la barra, dio dos pasos y logró agarrar su cintura con un fuerte
brazo y tirar de ella hacia él.
—Ahora, veamos, ¿cuál fue el trato? —Eso fue un gruñido definitivo, una chispa
de ira en su mirada—. Sin besos. —Su pulgar rozó sus labios—. No puedo comer lo
que sin duda es un coñito dulce. Y no puedo correrme en tu interior. ¿Son esas las
reglas?
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Lora Leigh
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¿Por qué diablos estaba su corazón corriendo fuera de control y por qué ella de
repente deseaba su beso cuando nunca había deseado nada en su vida? Deseaba su
beso en todas partes.
—Solo por esta noche —estuvo de acuerdo—. Me voy antes del amanecer.
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Lora Leigh
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No es que alguna vez hubiera estado en esta situación particular antes, y mientras
la conducía más allá de la sala de estar y hacia el dormitorio, casi perdió el valor.
La puerta se cerró detrás de ellos, casi en silencio; sin embargo, le costó mucho
controlar su estremecimiento.
—Vete a casa, princesa. —El hastío afilaba su voz mientras le lanzaba una mirada
de desprecio—. Considera el trabajo de esta noche como un regalo.
Ira. Ella podía sentirla dentro de él. No estaba emanando de él en oleadas; salía
como burlona indiferencia, pero estaba allí de todos modos.
Ella había hecho el trato. Sus hermanas estaban a salvo, y había llegado hasta aquí.
Si se retiraba ahora, nunca recuperaría su coraje. Y tal vez él nunca estaría allí para
ayudarla de nuevo.
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Lora Leigh
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Entonces, con los mismos movimientos sin prisa, él se sentó y se quitó las botas.
Después, levantándose una vez más, se sacó la camisa de los pantalones y comenzó a
desabotonarla.
Lentamente, soltó el ancho cinturón de cuero que ceñía sus caderas y liberó el
botón y la cremallera de los pantalones de color pardo que llevaba.
Miedo.
Incertidumbre.
Nunca había hecho esto antes, así que ni siquiera podía adivinar. No sabía cómo
hacer esto.
Estaba de pie desnuda, excepto por las bragas que ocultaban la marca genética del
Coyote justo bajo su útero, frente a este Casta. Un Coyote...
Tragando con fuerza, enganchó sus dedos en la banda de encaje negro y la bajó,
obligándose a deslizarla sobre sus muslos antes de dejarla caer al suelo. La mirada de
él tocó las puntas endurecidas de sus pezones, entonces bajó a esa marca. Las líneas
tenues, en forma de cicatrices dentadas, le ensombrecían la piel y tenían el aroma de
la lujuria masculina clavándose en el útero.
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Lora Leigh
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Mientras hablaba, la alzó en sus brazos y se dirigió hacia la cama, donde la acostó
en mitad del colchón. Tumbado a su lado, bajó la cabeza, pero mantuvo su palabra.
Él no besó sus labios.
Lo que hizo fue aún más enloquecedor, más erótico. Sus labios tocaron la comisura
de los suyos; solo la punta de su lengua los bordeó antes de moverse hacia su cuello,
su lengua degustaba ligeramente su carne mientras su respiración se aceleraba.
Una mano se enredó en su cabello, agarrando los rizos y tirando lo suficiente para
que la leve sensación fuera una fusión de erotismo y el borde del dolor. Y a ella le
encantó. La necesidad oscura y esa fuerza inquieta y sombría en su interior se
fusionaron, arañándola, exigiéndole que tomara lo que era suyo.
—Ahí, pequeña halfling —susurró mientras movía los labios hacia su cuello,
acariciando su piel mientras su lengua, ah misericordia, sus dientes, despertaban
terminaciones nerviosas que ella no sabía que tenía.
Antes de que se diera cuenta, sus manos estaban sobre sus hombros mientras él se
alzaba sobre ella, después en su cabello, deslizándose a través de los bonitos
mechones, asiéndolos mientras se arqueaba hacia él. Y trató de darle sentido a las
sensaciones que corrían a través de ella.
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Lora Leigh
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que los jugos fluían de su sexo y aumentaba la demanda dentro de ella para que se
abandonara, se rindiera y liberara el furioso hambre que la atravesaba.
—Sabes cómo el cielo. —El sonido de su voz era más profundo, más animal—.
¡Joder!, amor, sabes bien.
—Oh Dios. Sí... —Ella no pudo contener su gemido mientras sus labios cubrían un
pezón sensibilizado, llevándolo a su boca, chupando con firmes y hambrientas
succiones, lamiéndolo y raspando las terminaciones nerviosas con tal placer.
Ella se arqueó ante las sensaciones, cerró los ojos, aunque quería mantenerlos
abiertos. El calor estaba creciendo, sensación a sensación mientras él se movía de un
pezón inflamado a otro. Quería estar más cerca...
Quería su beso.
Se suponía que no debería sentirse bien. No así de bien Ella pudo sentir la
transpiración acumulándose en su piel, oír sus propios gemidos cuando lo sintió
bajarse los pantalones.
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Lora Leigh
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Cada latido duro y pulsante fue seguido por un placer intenso, como una ráfaga
de fuego líquido llenándola, aliviándola, amplificando las sensaciones.
Ella se arqueó hacia él, sabiendo que no debería, sabiendo que había algo que
debería recordar; algo no estaba bien. Entonces él estaba empujando en su interior, el
placer y el dolor, al rojo vivo, se fusionaron, la atravesaron cuando breves estocadas
desgarraron su virginidad, se alargaron, se volvieron más rápidas y fuertes,
enterrándolo dentro de ella completamente.
Podía sentir el fuerte latido de su polla, seguido por una sensación de calor y un
placer increíble.
No podía detener los gritos que salían de sus labios, no podía detener el torbellino
de sensaciones que anulaban todo excepto el placer. Con una sensación de
incredulidad, se dio cuenta de que había perdido completamente el control; entonces,
incluso ese pensamiento fue apartado bruscamente cuando él comenzó a moverse
dentro de ella.
Cada empuje era seguido por el dulce y ardiente rastro de calor, la contracción de
su vagina y una oleada de líquido placer cayendo de ella. Sus caderas se levantaron
mientras luchaba por más, más profundo, más duro.
Podía oírlo susurrar contra su hombro, sus labios y su lengua acariciando, sus
dientes raspando mientras las estocadas se volvían más rápidas y rítmicas,
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Lora Leigh
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empujándola hacia una tormenta que podía sentir corriendo fuera de control dentro
de su propio cuerpo.
Le clavó las uñas en los hombros mientras cada golpe de su pene la empujaba más
profundo y el placer, tan extremo, tan brutal que lindaba con el dolor, comenzaba a
tensarse dentro de ella. Empujándola, apretando su sexo, su clítoris, bandas de placer
y dolor hasta que sintió su orgasmo implosionando, destruyendo...
Estaba gritando su placer incluso mientras sentía que se le caían las lágrimas.
Revelándose en la sensación de los dientes enterrados en su hombro, su lengua
lamiendo la herida, su polla derramando su semen.
Físicamente, nada podría ser tan bueno. Era el placer más intenso e increíble, y la
estaba destruyendo.
—Bueno, joder, supongo que las reglas no se aplican ahora... —Y sus labios
estaban sobre los de ella, duros, hambrientos... adictivos.
* *
~30~
Lora Leigh
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Esto trajo algo que remotamente se parecía al miedo. En ese momento se dio
cuenta de que podría haber manejado un compañero después de todo. Un
compañero Casta Lobo, un Casta Felino, demonios, un Casta Reptil o un compañero
humano.
—Respira, Cassie —susurró, esos fuertes brazos que una vez había anhelado sentir
a su alrededor encerrándola como hierro. Como una prisión. Una celda de la que no
había escapatoria—. Está bien, cariño, solo respira.
Cariño.
Sólo respira.
Rabia.
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Lora Leigh
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Se suponía que los compañeros nunca se mentían el uno al otro. Ella nunca le
había mentido. Siempre había sido completamente sincera con él. Siempre.
Esos fuertes brazos se deslizaron lejos de ella, pero esa sensación de prisión no
retrocedió. No era posible retroceder. No había escapatoria.
Su aroma la siguió. Sentada en el borde de la cama, apoyó los codos en las rodillas
y se cubrió la cara con las manos. Quería acunarse a sí misma, gritar, enfurecerse,
arañarle el rostro. Quería ceder ante el dolor demente que crecía en su interior y
mostrarle el instinto letal y asesino que provenía de ella. El que tenía adentro,
siempre escondido, refrenado.
—Bueno, pequeña halfling, debes admitir que lo sospechaste; de otra forma, nunca
habrías inventado esas reglas ridículas—dijo con un gruñido, como si eso lo
excusara.
La diversión burlona era una marca registrada que ella siempre había sentido, sin
embargo, hasta ahora, él nunca la había vuelto en contra de ella.
~32~
Lora Leigh
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Castas 32
Ella le deseaba de nuevo. Quería que su carne palpitara entre sus labios, quería
que su lengua se enterrara dentro de su sexo, extendiendo más de esa horrible
hormona.
Su mano se cerró sobre su boca cuando sintió que su útero se tensaba, exigiendo
su liberación, exigiendo que inundara su cuerpo con su semen nuevamente.
Por un momento, todo lo que pudo hacer fue sentirlo por su madre, su padre.
Anhelar pedirles que arreglaran esto como habían hecho con muchas otras cosas en
su vida. Para suavizarlo, para mejorarlo, para ayudarla a encontrar una salida.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Sí, eso era lo que ella deseaba, gritó en silencio y la desgarradora agonía la
atravesó. Que la follara como el animal que ahora sabía acechaba en su interior.
Una baja risa masculina la siguió mientras ella negaba con la cabeza y se dirigía a
la ducha. Tenía que pensar. Tenía que descubrir qué hacer.
—Cassandra...
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Lora Leigh
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Castas 32
El beso fue como una explosión sensual. Implosionó dentro de sus sentidos,
destruyó la lógica, el sentido común, los sueños, las esperanzas, la certeza de que
podría vencer aquello para lo que había sido creada.
Largos minutos más tarde, aturdida, drogada por el calor sensual, echó la cabeza
hacia atrás. Sin soltar su cabello, se encontró con el desafío en esos salvajes ojos grises
y los rasgos menos que perfectos. Mientras lo miraba, una ancha y callosa palma
ahuecó su pecho; los dedos se aferraron a su pezón, apretaron y su cabeza chocó
contra la pared.
~35~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Aflojando la presión, él lo hizo de nuevo, esta vez más fuerte, arrastrando un grito
enloquecido de sus labios mientras deslizaba su otra mano entre sus húmedos
muslos.
Todavía agarrándole el pelo, ella tiró de su cabeza hacia sus pechos, jadeaba, su
pecho tenso por los gritos que estaba conteniendo, las negaciones a las que tan
desesperadamente quería dar voz.
Sus manos le agarraron las piernas por debajo de las rodillas, las levantaron y
obligaron a que pusiera los pies en la parte superior de la mesa. Con los dientes
apretando su pezón y su lengua azotándolo, su mano se movió entre sus muslos
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Eso es —gruñó él, levantando los labios mientras ella luchaba por montar sus
dedos—. Monta mis dedos, compañera. Mira. —Él se levantó lo suficiente como para
mirar hacia abajo por sus cuerpos, observar sus caderas, ver la penetración de su
cuerpo mientras ella se restregaba contra su palma—. Nena codiciosa. ¿Cuánto
quieres? ¿Cuánto antes de pedirme que me detenga?
¿Pedirle que se detuviera? Ella podía tomar cualquier cosa, todo lo que él quisiera
dar.
—Vete al infierno—gritó, pero no pudo evitar mirar cómo sus caderas se retiraban,
revelando la gruesa capa de espesos jugos que se adherían a sus dedos, antes de que
los volviera a meter, enterrándolos en su interior.
Ella se congeló por solo un segundo. Antes de que pudiera detener el empuje
hacia abajo, él añadió un tercer dedo y lo metió profundamente, en el mismo
momento en que ella estrelló las caderas contra la penetración. Podía sentir sus
músculos apretados alrededor de la invasión, contrayéndose con espasmos
involuntarios.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Hazlo —gruñó—. Fóllame y termina con eso. Adelante, coyote bastardo. Haz lo
que quieras.
Las estrellas estallaron detrás de sus ojos fuertemente cerrados y sollozó con una
mezcla de éxtasis y miedo. Porque ella sabía que nada, nada, podría volver a ser lo
mismo otra vez.
~38~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Capítulo 2
El sol estaba alto y pintaba el desierto con el calor inminente de un mediodía que
se acercaba rápidamente, no que los penetrantes rayos pudieran abrirse paso hacia el
centro de comunicación de la Oficina Occidental de Asuntos Castas. Desde allí, las
pantallas digitales del desierto y las ciudades circundantes fueron encendidas,
puntos de luz que indicaban que las fuerzas Castas trabajaban en patrones de
búsqueda mientras exploraban la tierra en busca de una pequeña y delicada hembra
Casta.
El gruñido de rabia que se le escapó hizo que los agentes del Departamento, tanto
humanos como Castas, saltaran y huyeran de la sala de comunicaciones mientras los
técnicos y las operaciones por satélite se ponían a trabajar.
~39~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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La única Casta que contenía la genética de no solo uno, sino de dos de los
depredadores utilizados para crearlos, esperma Casta Lobo alterado con genética
Coyote y utilizado para fertilizar un óvulo humano inalterado, era algo inaudito. Y a
medida que Cassie maduraba, era obvio que esa genética de alguna manera estaba
mutando, fortaleciéndose de maneras que Jonas no podía entender. De maneras que
él nunca sabría si ella no era encontrada.
Jonas salió de la sala de operaciones, el gruñido animal que surgió de sus labios
era aterrador en su furia pura.
Tenía que ser el Consejo. Esos jodidos científicos y perros de guerra que se unieron
para crear y después torturar a los Castas nunca se detendrían, si él no encontraba
una manera de destruirlos. Y que Dios los ayude si tuvieran a Cassie. No existía un
Casta fuera de esas líneas que no estallara en pura ira animal si la tenían.
Con los puños apretados, se apresuró por los pasillos de la Oficina Occidental de
Asuntos Castas, y en lugar de tomar el ascensor, subió las escaleras de tres en tres.
Corrió hacia su oficina con la intención de llamar a cada equipo, a cada Casta, a cada
mercenario que empleaba la Oficina, para encontrarla.
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Lora Leigh
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Tenían horas. Solo horas para descubrir lo que había sucedido. Callan Lyons, el
Líder de los Felinos, ya estaba preparando a los Castas León de la comunidad de
Santuario para la guerra, tal como se preparaban Haven y Ciudadela, los bastiones
de los Castas Lobo y Coyote respectivamente, mientras sus Alfas se unían a la
búsqueda.
Quienquiera que se hubiera llevado a Cassie pagaría, porque sin duda, antes de
que pudieran alcanzarla, estaría muerta; eso, o tan dañada, que los mismos actos que
la dañaron enviarían torrentes de furia a través de los Castas.
Eran humanos, pero también eran animales. El mundo no tenía idea de lo que
estaba a punto de desatarse, y por una vez, Jonas no intentaría detenerlo.
Seis poderosos y salvajes guerreros Casta entrenados durante dos décadas para
nada más que la muerte. Doce más estaban con su compañera y su hija.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Retrasa esa orden. —La ronca pronunciación escocesa de esa voz hizo que Jonas
y su servicio se giraran rápidamente para hacer frente al Casta que se movía
relajadamente por el pasillo a pesar de las armas apuntadas hacia él.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Styx? —gruñó Jonas, mirando al gigante
pelirrojo mientras pasaba rozando a los otros Castas—. Vuelve con tu compañera.
—Querrás esperar unos minutos más —le informó el Lobo—. Al menos hasta que
tú y yo hablemos un minuto.
Él era uno de los pocos Castas con los que Jonas no tenía que bajar la cabeza para
encontrar su mirada. Estaban de pie cara a cara, y algo en los ojos del otro Casta lo
advirtió que ésta no era una reunión ordinaria.
—Será mejor que valga la pena—informó Jonas a Styx mientras golpeaba su palma
contra el escáner de seguridad junto a la puerta—. Poner en peligro a mi familia no es
algo que tome a la ligera.
Entró en la oficina, esperó a que Styx se uniera a él, y cerró de un golpe la puerta.
Y se congeló.
—Dios. Cassie. —Las palabras fueron una oración de acción de gracias mientras
corría hacia ella.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Solo para detenerse a un metro de distancia, los brazos que había levantado para
abrazarla cayeron a sus costados mientras el aroma que la rodeaba golpeaba sus
sentidos. Al igual que el rastro de lágrimas en el rostro de Cassie. Él la miró
confundido. Debería haber olido su presencia mucho antes de llegar a la oficina,
especialmente teniendo en cuenta la potencia del aroma de acoplamiento que ella
llevaba. Sin embargo, era como si ella hubiera logrado hacerlo retroceder, contenerlo
a unos pocos metros de ella. Alguien no Casta tenía el poder de hacerlo,
especialmente en lo que se refería a la fortaleza de sus sentidos.
En su vida, él podía contar con una mano las veces en que estuvo realmente
conmocionado. Ésta eclipsaba a todas las demás.
Cassie asintió con la cabeza y se alejó de él, cruzando los brazos a la altura de sus
pechos defensivamente. Como si pudiera esconder o ignorar el aroma que la
rodeaba.
Un aroma de acoplamiento.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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—Sabía exactamente dónde estaba. —Sonaba tan perdida como parecía mientras
ponía más distancia entre ellos—. Estaba haciendo un intercambio, podrías decir. —
La amargura llenaba su voz.
Él dio un paso hacia ella, solo para detenerse cuando Cassie levantó la mano en un
gesto que le decía que permaneciera donde estaba.
Se detuvo, pero solo porque esa mano delicada lo mantuvo quieto mientras la
miraba. Estaba temblando. Nunca había visto temblar las manos de Cassie. Ni por
nervios, debilidad o cualquier otra razón.
—Ah, sí, Cassie, eso va a funcionar. —Encontrar su equilibrio una vez más no fue
fácil—. Tu padre tirará mi puerta unos treinta minutos después de que se suspenda
la orden. Él, Callan, Wolfe, Del Rey y todos los jodidos líderes alfa que andan por el
desierto en tu búsqueda.
El líder de los Castas Lobo, Wolfe Gunnar, así como el Coyote Coy, Del Rey
Delgado, estaban desplegando toda su considerable fuerza para aliarse con el líder
de los Castas León, Callan Lyons, para encontrarla.
Jonas no podía tocarla, pero nada quería más que estrecharla en sus brazos,
asegurarse de que Cassie estaba allí y tratar de aliviar el dolor que podía sentir
saliendo de ella.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Su respiración se atascó, sus dedos se sacudieron para cubrir sus labios mientras
luchaba por el control y negaba con la cabeza rápidamente.
—No. —La palabra salió estrangulada y desgarrada, pero él no sintió una mentira.
—No supe nada de Kenzi a tiempo, no hasta su secuestro. —Su voz tembló—. No
hasta que fue demasiado tarde. —Ella negó con la cabeza y le dio la espalda,
encogiéndose de hombros como para evitar un golpe—. No había tiempo para
contactar contigo. Pero sabía que él estaría en su lugar; después de todo, ¿no es
siempre el primero al que llama el Consejo? —Estaba luchando contra los sollozos
que podía sentir crecer en ella—. Me puse en contacto con él para asegurarme de que
ella estaba a salvo si él estaba en la zona. —Cassie se giró hacia Jonas lentamente y
otra lágrima cayó antes de que volviera a contenerlas—. Estuve de acuerdo con el
precio. Simplemente no esperaba el resultado.
Dios, ni siquiera podía matar al bastardo hijo de puta. No podía matarlo, porque
sin importar lo que estuviera en juego, sin importar la furia que se propagaría a
través de la comunidad Casta si supieran la verdad de quién la había acoplado, él
todavía era su compañero.
—¿Puedes creer que fue un Coyote? —La incredulidad llenó su voz, su expresión,
mientras la culpa despellejaba a Jonas.
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Lora Leigh
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—Lo sabías. —Exhaló las palabras, el sonido era desgarrado, lleno de dolor y
traición.
—De matarlo primero —gruñó—. Compañero o no, no hubiera permitido que esto
te sucediera.
Cassie parpadeó para contener las lágrimas y él juró que podía sentir que ella
liberaba esa increíble reserva de fuerza que Jonas siempre supo que poseía.
—Styx voló de Santuario ayer. Él puede ayudarme por un día más o menos. —Ella
ignoró por completo su declaración—. Estarás bastante ocupado con otras cosas, y
necesito un amigo...
Una sonrisa amarga retorció sus pálidos labios mientras su mirada volvía a Jonas.
—Y eso que es conocido por ser agradable y fácil de entender. Tendré que
consultar con Storme y ver si ella le cortó de nuevo el suministro de chocolate.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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—Si quieres evitar al Casta que te ha acoplado, envía a Styx a casa —le aconsejó
Jonas—. Tu pareja no permitirá esto y lo sabes. Tu nombre estaba relacionado con
Styx románticamente antes de emparejarse con Storme. El hecho de que su
compañera confíe en él no significa que el tuyo lo hará.
La furia pura brilló en sus ojos, iluminándolos, haciéndolos más misteriosos que
antes.
—Coyote Bastardo —enunció con un tono afilado como una daga—. Tendrá suerte
si no lo castro yo misma.
—Cassie...
—Él sabía que éramos compañeros —gritó de repente, la ira estalló con tal furia
que Jonas sintió la necesidad de dar un paso atrás—. Él lo sabía, y me dejó hacer ese
maldito trato de todos modos. Todos estos años no había hecho nada más que
manipularme cuando debería habérmelo dicho.
Lo que ella dijo simplemente no era posible. Incluso Jonas no lo sabía, y él había
pasado su ADN a través de cada muestra que tenían, buscando una pareja. Incluso lo
había pasado a través de esa base de datos de ADN Coyote y había resultado
negativo.
—Él lo sabía. —Estaba tan tensa, tan decidida a controlar esa furia, que su cuerpo
estaba tan tenso como un arco—. Lo sabía antes de tocarme. Antes de...
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Lora Leigh
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Pero el olor de ese acoplamiento era uno de los más fuertes que olía desde que
había aprendido lo que significaba el aroma. Eso significaba que cualquier toque,
masculino o femenino, sería doloroso, demasiado doloroso para que lo intentara.
Ella se frotó los brazos desnudos, respirando con dificultad mientras se lamía los
labios y miraba hacia Styx.
—Tienes más sentido común que eso, Cassie. No sucederá. Acaban de enterarse de
su existencia, pero sigues siendo su hija. —Apoyó las manos en las caderas, y por
mucho que lo odiara, hizo retroceder su afecto por ella, su arrepentimiento por su
posición e inyectó la cantidad justa de censura en su tono—. Levanta la cabeza,
maldita sea. Te entrené mucho mejor que esto y me condenaré si te dejo convertirte
en una de esas pequeñas y afligidas mujeres ¡pobre de mí!
No es que ella no tuviese una buena razón para dejar que su infortunio interior
fuera el de una damisela pobre de mí; él simplemente se negaba a permitir que se
hundiera a ese nivel.
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Lora Leigh
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voluntario, entonces los Castas se enfrentarán con los Castas en lugar de con los
humanos. ¿Es eso lo que quieres?
—¿Es lo que quieres?—gritó, dando dos rápidos pasos y bajando la cabeza hasta
que estuvieron casi nariz con nariz, hasta que el olor de su Calor abofeteó sus
sentidos con la exigencia de que se retirara.
—¡No! —Le gritó a su vez a él—. Es por eso que vine a ti, tú dominante y engreído
León. Totalmente seguro que no era por tu comprensión.
—Pero lo entiendo —dijo, con un tono amable—. Más de lo que sabes. Pero tú
supiste en el momento en que la hormona golpeó tu sistema lo que tenías que hacer.
Ahora, por Dios, hazlo.
Ella no habló, pero no tuvo que hacerlo. La había conocido lo suficiente, la conocía
bastante bien y sentía las cosas lo suficientemente profundo como para saber que ella
sabía exactamente lo que tenía que hacer.
—¿Sí? —Eso era definitivamente una pizca de diversión en el tono del Lobo.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Capítulo 3
No era de los que dudaban cuando sabía que había que hacer algo. En el momento
en que había interceptado la transmisión de que el Consejo tenía una hermana de
Cassandra Sinclair, sabía que tendría que ir tras ella. Fue simplemente un golpe de
suerte lo que le puso en el lugar correcto en el momento indicado.
El hecho de que ella hubiera aceptado reunirse, darle su cuerpo por una sola
noche, había presentado un desafío que no pudo resistir. Era casi un reto, y él le
había advertido una vez que no le desafiara.
Su compañera.
Sabía desde hacía años que era su compañera, así como sabía que ella lucharía
contra él. El conocimiento de ese enfrentamiento lo había detenido. Se había
concentrado en otros asuntos, en la libertad de los Castas y sus engaños contra el
Consejo de Genética. Hasta anoche.
Hijo de puta.
Pasándose los dedos por el pelo, se llevó la botella de whisky a los labios y dio un
largo trago. No es que pudiera emborracharse con la maldita mierda matarratas que
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Lora Leigh
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Había dado por hecho que si obedecía las locas condiciones de ella todavía podría
tenerla sin las consecuencias que acarreaba acoplarse con su compañera. Al no
compartir la hormona que había llenado las glándulas debajo de su lengua,
seguramente ella escaparía relativamente ilesa y él todavía podría tocarla, follarla.
Había evitado esto durante seis años. Desde aquellos momentos robados en el
patio interior de Seth Lawrence cuando se había dado cuenta de lo que era para él,
había intentado evitarlo.
¿O no? No había estado pensando claramente durante semanas, desde que captó
el más leve aroma de otro Casta aferrándose a ella. Tan débil al principio, que no
había estado seguro de que estuviera allí. Había tenido que acercarse, rozarla, y su
cabeza casi había estallado de ira.
Dog solo gruñó. Jonas vivía en una etapa de todo-o-nada. Era parte de su genética.
—Él dice que el Lobo Styx está en la oficina del director con ella. Sin embargo,
nadie sabe qué diablos está pasando —agregó Mongrel.
Styx Mackenzie. Ese puto Casta Lobo casi había conseguido una bala más de una
vez por su intimidad con Cassie. Si él no se hubiera acoplado cuando lo hizo,
entonces probablemente estaría muerto.
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Lora Leigh
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Iba a tener que conseguir una bebida mejor si quería emborracharse. Demonios,
podría tener una buena borrachera ahora mismo.
Dane Vanderale, un Casta híbrido, hijo del Leo, y un manipulador hijo de puta
diferente a cualquiera que Dog hubiera conocido alguna vez, seguro iba a meter su
maldita nariz en la situación.
Pasando sus dedos inquietos por su cabello, Dog colocó la botella cuidadosamente
sobre la mesa y se giró para mirar al otro Casta.
—Inicia evacuación inmediata —le ordenó con decisión, sabiendo lo que tenía que
hacer—. Saca a nuestra gente, haz que se reúnan en la casa. Necesitaré a todos en su
sitio.
—Ya está hecho. Envié la llamada yo mismo. Todos están moviéndose—le aseguró
Mongrel—. El olor de acoplamiento es condenadamente fuerte. No importa a dónde
vayas, no podrás ocultarlo.
A veces podía estar cubierto, incluso oculto por cortos períodos de tiempo, con los
tratamientos hormonales correctos. Pero para algunos, no había forma de ocultarlo.
Había esperado demasiado tiempo, la hormona solo se había fortalecido en su
organismo a lo largo de los años, y ahora estaba rugiendo a través de él.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Mierda. Dane se lo había advertido. Ahora iba a tener que escuchar el “te lo dije”
del bastardo. Eso nunca era agradable. Demonios. Debería haberla retenido.
Ahora iba a tener que encontrar una manera de meterse en la oficina de Jonas, y en
la cama de su compañera. Porque incluso si el Calor no la estaba quemando viva aún,
por Dios, estaba malditamente seguro que ardía a través de él como un reguero de
pólvora.
Maldita sea, ¿no había sucedido eso ya? Al menos, de acuerdo con su compañera
enfurecida.
—Nah, va a ser cada vez más interesante. —Él sonrió, una tensa y dura curva de
diversión burlona—. Eso es todo, hermano. Solo se va poner más interesante.
Jonas le estaba esperando. Empujando para abrir lo que parecía ser una sección de
la pared una hora más tarde, Dog entró en la oficina del otro Casta mientras Mongrel
se colocaba detrás de él.
Mongrel2. Ese nombre tenía el poder de irritarlo a veces, tal como lo hacía el
nombre de su otro compañero, Mutt3. El suyo propio, había aprendido a convivir con
2 Mestizo
3 Chucho
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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él. ¿Qué podían esperar cuando eran conocidos por seguir al Consejo de Genética en
lugar de luchar por la libertad de los Castas?
Pero, por primera vez en toda su vida adulta, Dog admitió que lamentaba no
haberle dado a Cassie ninguna razón para sospechar que no estaba bajo el control del
Consejo.
Sí, eso era una acción deliberada para distraer la atención si alguna vez hubo una.
Sin embargo, la mirada en el rostro de Jonas le aseguró que no iba a funcionar. No es
que Dog lo hubiera esperado.
La mirada que Jonas le disparó estaba plagada de frustración, y tal vez incluso de
enfado. Con este hombre, no siempre era fácil estar seguro de cuál era cuál, pero Dog
nunca había dejado que la mirada lo molestara tampoco.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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fácil soportar los efectos del Calor de Acoplamiento. No sería tan malo si pudieran
encontrar una droga similar para los hombres.
Eso era, si funcionaba para ella. Se rumoreaba que los Coyotes no respondían tan
bien a los tratamientos hormonales.
—¿Sinclair está aquí, entonces? —Sí, también había esperado eso, y esa reunión él
podría no estar deseándola.
Dash Sinclair era un Alfa increíblemente poderoso. Si dejaba que se supiera que
quería ocuparse de Dog, entonces la supervivencia podría ser dudosa.
Jonas se echó hacia atrás, con los brazos cómodamente apoyados en los
apoyabrazos del sillón del escritorio, y se limitó a mirar a Dog silenciosamente
durante largos segundos.
¡Y una mierda! Nada, ni una maldita cosa en su vida, había sido tan bueno como
estar enterrado en su compañera.
—No es asunto tuyo. —Tampoco iba a ser interrogado por este Casta—. Ahora,
llévame a la habitación de mi compañera o prepárala para irse conmigo. Una cosa u
otra...
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Lora Leigh
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Dog avanzó sobre el escritorio, se inclinó hacia adelante hasta que sus palmas
quedaron planas sobre la madera y miró a Jonas a los ojos.
Segurísimo que tenía mejor criterio que desafiar a Dog en tal situación. No había
sobrevivido en medio del hedor del Consejo y su maldad sin aprender a controlar el
curso de cualquier desafío a sus decisiones o sus acciones.
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Lora Leigh
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—Me haces desear tener planes para hacer lo contrario, Director. —Él sonrió—.
Por la simple alegría que encontraría al aceptar ese pequeño reto que acabas de
lanzar. —Se apartó, queriendo reírse.
Demonios, era un puto Coyote. ¿Qué hizo que Jonas pensara que podía
intimidarlo tan fácilmente?
—Has sido un gran aliado a lo largo de los años. —Jonas suspiró—. Pero mucha
gente cree que eres del Consejo primero...
—¿Y la operación que has estado realizando? —preguntó Jonas cuando Dog se
apartó de él—. ¿Qué hay de tu gente, Dog? ¿La información que has estado
trabajando para conseguir?
—La orden de evacuación salió —le informó Dog—. Desde el momento en que
reclamé a mi compañera, no tuve más remedio que cambiar la agenda. Sin embargo,
llevará algunos días conseguir los equipos en el lugar. Hasta entonces, en lo que a ti,
Sinclair o cualquier otra persona respecta, soy del Consejo. ¿Me entiendes?
—No podrías hacer nada fácil, ¿verdad? —gruñó Jonas—. Debería haber esperado
esto. Hijo de puta si yo no debería haberlo esperado.
Ante eso, Dog se encogió de hombros mientras le lanzaba una sonrisa dura.
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Lora Leigh
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* *
Iba a vomitar.
Cassie podía sentir las náuseas aumentando. De nuevo. Ya había vomitado dos
veces durante el examen que se vio obligada a soportar por la especialista en Castas
Lobo, la doctora Nikki Armani, y la especialista en Coyotes, Katya Sobolova.
Durante más de cuatro horas, ella lo soportó antes de levantar la mano cuando
volvían sobre ella.
—No discutáis conmigo —espetó—. ¡Ya estoy harta! Me voy a duchar, vestirme y
vuelvo a mi habitación.
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Lora Leigh
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—Entonces él puede ser territorial por sí mismo. —Ella levantó su hombro con
despreocupación mientras se bajaba de la mesa, consciente del silencio de su madre
mientras estaba de pie al lado de la cama de examen—. Ahora dejadme en paz.
—Elizabeth. —Armani se volvió hacia su madre casi suplicante—. Habla con ella.
Recogiendo su ropa, Cassie se preguntó si esta sería la única vez que su madre se
puso de su lado.
Cassie se tensó. ¿Su examen? ¿Le tocarían? ¿Lo verían desnudo y excitado? Algo
salvaje se elevó dentro de ella.
~59~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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La mujer que arriesgó su propia vida, innumerables veces, para salvarla. La madre
que luchó por ella y casi muere por ella. Y creía en la bondad que Cassie mostraba al
mundo. Ella nunca, nunca quiso que su madre supiera lo que escondía dentro. No
quería ver nunca el asco y la desilusión que estaba segura de que su madre sentiría si
siquiera sospechaba el animal que Cassie tenía contenido.
—Bueno, eso no fue divertido. —Soltó una pequeña e incómoda risa cuando su
madre entró y cerró la puerta detrás de ella—. No es de extrañar que todos lo eviten
tanto como sea posible.
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Lora Leigh
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Dios, su madre no parecía mayor que cuando Cassie tenía nueve años. En quince
años, no parecía haber envejecido un año. Su piel todavía estaba inmaculada, a sus
ojos azules agudos no se les escapaba nada. El cabello castaño oscuro le caía justo por
debajo de los hombros, y todavía estaba delgada, con una ligera constitución atlética.
—¿Qué quieres que diga? —Exigió, más agitada ahora de lo que había estado
durante el examen—. Dijiste que mi compañero estaba aquí. Necesito verle.
Se sonrojó. Era una mentira, pero no lo era. Su cuerpo estaba muriendo por él.
Solo saber que él estaba en el edificio era suficiente para aumentar la excitación.
—Quiero que me asegures que esto es voluntario —dijo su madre en voz baja. —
Tu padre y yo necesitamos saber que esto es lo que quieres.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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¿Estaba loca su madre? ¿De alguna manera ella y su padre se habían vuelto seniles
y ella no lo había visto, sospechado? ¿Y pensaba que la conocían tan bien?
¿Que él lo sabía?
No iba a llorar. Ella no dejaría que sus labios temblaran, sus lágrimas cayeran. No
se rendiría a la traición que sentía, sin importar lo mucho que quisiera.
—Sé lo que los otros creen que es —dijo finalmente, usando la línea que Jonas le
había dado—. Así como sé que no es lo que otros creen. Él es mi compañero.
Tenía que mirar fijamente a los ojos de su madre y decir esas palabras. Tenía que
mentirle a su madre. No era la primera vez que lo hacía, pero era la mentira más
grande que le había contado y Cassie lo odiaba.
Gracias a Dios que no fue su padre quien le preguntó. Él podía oler una mentira.
No sabía si tenía suficiente autocontrol para mentirle y evitar que ese olor emanara
de ella. Incluso en el mejor de los casos, esa habilidad era dudosa.
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Lora Leigh
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—Muy bien. —Su madre asintió—. Dejaré que tu padre lo sepa. Pero sabes que él
querrá veros pronto, ¿verdad? Tanto a ti como a tu compañero.
Levantó la barbilla.
—Tiene un nombre.
Miró a su madre con actitud desafiante, y ni siquiera podía decir por qué, porque
odiaba al cabrón de mierda.
—Él querrá hablar contigo y con Dog pronto, entonces —dijo suavemente, casi
rompiendo la decidida fachada de Cassie—. Sabes, Cassie, tu padre y yo haríamos lo
que fuera necesario para garantizar tu felicidad. Solo tienes que pedirlo.
Por mucho que odiara al Coyote, estaba atrapada con él por el momento.
Posiblemente de por vida.
Sin enamorarse. Sin un felices para siempre. Sin un compañero del que al menos
sabía algo bueno. No, su compañero era un Coyote. Un Coyote del Consejo además.
La había ayudado cada vez que necesitaba. Había salvado a Kenzi, y al hacerlo,
salvó la cordura de Cassie.
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Lora Leigh
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—¿Ya has visto a Kenzi? —le preguntó a su madre, con la esperanza de cambiar
de tema cuando salieron del baño.
—Se niega a vernos. —La tensión en la voz de su madre se podía escuchar ahora—
. Dejé a tu padre para hablar con Rhyzan. Parece que hay un problema entre él y
Kenzi.
Rhyzan Brannigan era el Coyote que Jonas había elegido como subdirector de la
Oficina Federal de Asuntos Castas. Un Casta excepcionalmente imponente y frío.
—Él podría ser un problema —admitió Cassie—. Por alguna razón a Rhyzan no le
gusto mucho. Eso podría afectar la forma en que trata a Kenzi.
No tenía ni idea de por qué Rhyzan era hostil con ella, pero desde el momento en
que se conocieron, ella lo había percibido, a pesar de sus intentos posteriores de
seducirla.
—Nunca me lo dijiste. —Una vez más, una declaración con una pregunta detrás.
Su madre era increíblemente buena en eso.
—Soy una niña grande, mamá. Aprendí a hacer mi trabajo sin permitir que el
disgusto de otra persona por mi presencia me moleste.
Ella era una Casta Mestiza. Había escuchado la distinción con demasiada
frecuencia. No era ni Coyote ni Lobo para otros Castas. Para la mayoría.
Curiosamente, eran los Felinos quienes más la aceptaron. Pero la conocían desde la
infancia. La mayoría de los Lobos y Coyotes que conocía la miraban con recelo;
algunos, como Rhyzan, simplemente lo ocultaron mejor.
—Discutiré esto con tu padre, entonces. Jonas tendrá que revisar su decisión de
mantener a Rhyzan a cargo del interrogatorio de Kenzi. No dejaré que la intimiden.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Después de todo, ha pasado por mucho. —La tristeza en la voz de su madre era
profunda, el olor fuerte.
Kenzi era su hija. La hermana carnal de Cassie a pesar de que Kenzi había sido
creada sin el ADN de Lobo.
—La veré pronto también —prometió Cassie, aunque sintió el hecho de que Kenzi
no la recibiría.
Podía sentirlo dentro, en lo profundo, donde el don que una vez había poseído se
había retirado.
—También estoy aquí para ti, Cassie —prometió su madre cuando entraron en el
ascensor y Cassie presionó el botón que la llevaría al nivel de residencia de la
Oficina.
—Lo sé, mamá. —Ella miró hacia adelante, negándose a ceder a la necesidad de
derramar el dolor, la aflicción, en los amorosos brazos de su madre.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Capítulo 4
No estaba armado, al menos no podía ver ni oler ninguna arma sobre él. Tenían
un olor distintivo, uno que le recordaba a la muerte.
—Bueno, compañera, ¿obtuvieron todas sus muestras de ti? ¿Al menos hasta
después de que volvamos a tener sexo? —Una ceja rubia y oscura se arqueó con
curioso sarcasmo.
Bastardo.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Él movió el sillón reclinable hasta quedar sentado, sus pies calzados con botas se
encontraron con la alfombra mientras lo miraba con recelo. Y se rió de ella.
Ahora sabía por qué Ashley, la hembra Coyote con la que trabajaba, juró que
dispararía a su compañero a primera vista.
—Solo puedo esperar que ésta sea la excepción. —Tenía la sensación de que era
todo menos eso.
La excitación ardía a través de ella, creando una fina película de sudor a lo largo
de su frente, y sus manos estaban a punto de temblar.
Saborearle.
Bastardo arrogante. ¿Pensaba que ella no podría entender eso por sí misma?
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Vaya, compañera, creo que lo soy. —Se estaba riendo de ella otra vez.
¿Estaba preocupada por el nombre que gritaría cuando llegara al orgasmo, cuando
el aroma de su Calor era como una droga que golpeaba su sistema?
Ni siquiera tuvo tiempo de decirle lo que pensaba sobre esa exigente afirmación
antes que ella se volviera con un pequeño fruncimiento de la nariz, sacudiera la
cabeza y entrara por la puerta de su dormitorio.
¿Alguna vez alguien había respondido con una reprimenda tan mordaz solo para
alejarse de prisa antes que él pudiera dar una respuesta ingeniosa?
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Puede que ella no dijera las palabras, pero cada mirada, cada palabra de su boca
inteligente, era un desafío evidente, y era hora de enfrentar ese desafío de una
manera que no podía refutar.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Y no había una maldita cosa que él pudiera hacer para solucionarlo. No se atrevió
a dar voz a sus propios secretos, porque una vez que tocasen el aire a su alrededor,
ya no serían secretos, y él no podría protegerla si eso sucediera.
—Así que dime, compañera —dijo en su lugar—. ¿Qué nombre preferirías que
tuviera?
—¿Hay algo más que prefieras llamarme? —No había nada burlón, cruel o
censurador en su tono. Él habló como si simplemente sintiera curiosidad en cuanto a
su respuesta.
Por un segundo, bajó la cabeza y miró hacia el suelo, mientras lentamente se daba
cuenta del hecho de que el agua que fluía a su alrededor se había vuelto mucho más
cálida, humeante de hecho. Y dentro de la calidez Cassie podía jurar que el hambre
que emanaba de él se estaba hundiendo dentro de ella y aumentaba el suyo.
Cuando él levantó la cabeza, esos ojos gris acero se encontraron con su mirada, y
aunque no podía sentir ninguna emoción particular de él, en lugar de azotarla, su
lujuria parecía rodearla, casi reconfortándola.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Le preguntó en cambio—. Todos estos años nos
hemos enviado mensajes, ¿por qué no me dijiste que eras mi compañero? Lo sabías.
Sé que lo sabías.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Lo sabía. Lo supe desde la primera vez que te vi y capté tu olor fluyendo hacia
mí. Y creo que demostré una moderación notable a la espera de reclamarte.
Luchó por respirar, por contener todas las necesidades y sensaciones, luchó contra
el hambre golpeándola, empujando el control, contra la confusión, el miedo y el
deseo de estirar el brazo hacia él.
Oh Dios, le deseaba. Necesitaba su toque como nunca había necesitado nada antes
que él.
Su cuerpo era muy fuerte, más de lo que era normal para la mayoría de los
machos Casta. Hombros anchos, bíceps duros, piel dorada extendiéndose a lo largo
de su pecho y abdominales sin grasa y musculosos. Fuerza perfeccionada por el
entrenamiento y la necesidad, cada centímetro de su cuerpo construido para la
resistencia y en las mejores condiciones.
El agua corría por su cuerpo, el vapor saturado con el olor de la lujuria masculina
y del macho frente a ella. Intenso, con el aroma del desierto, un susurro de
seguridad, un toque de tormenta. Duradero. Vivo.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Ella trataría con su nombre más tarde. Por ahora, esta necesidad de él la estaba
arañando, destruyendo.
Ella recordó cómo él había presionado su pene en sus labios en la habitación del
hotel, el sabor de él, y de repente, estaba más allá de la desesperación por más.
Estaba muriendo por él.
Sus labios se separaron cuando la amplia punta se apretó contra ellos, su lengua
atrapó la esencia de la hormona de acoplamiento que se filtraba desde las glándulas
debajo de ella mientras su boca se cerraba sobre la ancha punta.
Seda sobre acero. La redondeada punta oscura latió, el leve sabor del fluido pre-
seminal llenó sus sentidos.
—Eso es, compañera. Chúpame. —Su boca se tensó ante el gruñido explícito, su
mano se levantó, cubriendo la suya donde él agarraba su carne dura.
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Lora Leigh
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Su cuerpo se sensibilizó aún más con el sabor, su boca se volvió más codiciosa.
Cassie movió su lengua sobre la gruesa punta, hambrienta de más de él. Su sabor,
su necesidad de ella, el hambre por él cada vez más elevado. Ella le deseaba
ardientemente, sus gruñidos irregulares, las palabras explícitas alimentadas por su
necesidad.
—¡Joder! Sí... —El sonido fue un gruñido de placer mientras ella lograba llevarlo
más profundo—. Eso es, cariño... tan jodidamente bueno.
Cada empuje superficial lo llevaba casi hasta su garganta ahora. Follaba su boca,
cada empalamiento era controlado incluso cuando ella rápidamente perdió su
habilidad para contenerse.
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Lora Leigh
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Ella chupó la punta de su polla, reforzó las succiones de su boca, aumentando los
movimientos de su lengua contra la sensible parte inferior de la carne dura como el
hierro.
La avaricia sensual se hizo cargo. El sabor de su liberación hizo que ella lo chupara
con abandono, desesperada por cada bocado mientras tragaba su semen y sentía que
aumentaba su intensa necesidad.
Manos fuertes tiraron de su pelo cuando él la obligó echar la cabeza hacia atrás y
la puso rápidamente de pie. En el instante siguiente la empujó hasta que ella estuvo
de espaldas a él, colocó su mano debajo de su rodilla y empujó su pie hasta el asiento
de la ducha construido a lo largo de la pared. Y antes de que ella pudiera respirar, su
erección estaba separando los pliegues de sus resbaladizos labios internos.
—Tu coño está mojado, Cassie. Muy caliente, húmedo y dulce. —Mientras la
sostenía con firmeza, sus caderas se movieron, su polla empujando dentro de ella—.
Tan jodidamente apretado.
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Lora Leigh
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—Dulce y apretado coño —gruñó mientras el Casta se corría dentro de ella otra
vez—. Tan jodidamente caliente... tómame, nena. Toma todo de mí...
Gritos jadeantes salían de sus labios mientras ella se impulsaba hacia atrás en cada
embestida, necesitando más. Estaba muriendo por él, desesperada por cada vigorosa
estocada de placer agonizante.
—Es bueno, Cassie —canturreó, su voz gutural, áspera por su placer. Él pulsó de
nuevo, más fuerte esta vez, la eyaculación del fluido hormonal aumentó la necesidad,
de ella la sensibilidad de su carne y su lujuria—. Tan apretada alrededor de mi
polla... succionándome...
—Por favor... por favor... —No tenía ni idea por lo que estaba rogando en este
momento. Las sensaciones eran más intensas, impulsándose más profundo, más
duro dentro de ella que antes. El exceso de placer, el dolor y el hambre desesperada
era todo lo que sabía, todo lo que podía procesar.
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Lora Leigh
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—Tranquila, cariño. —Él gimió cuando otro duro pulso de calor empapó su
carne—. Maldita sea, vuelves más estrecha cada vez que te follo. Pequeño coño
codicioso chupando mi polla.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Cassie apenas fue consciente de que se separó de ella algún tiempo después.
Apagando el agua, él levantó su cabello con una mano y rápidamente logró asegurar
una toalla alrededor de la longitud empapada. Luego, alzándola, la llevó de vuelta al
dormitorio y la acostó suavemente en su cama.
Cuando se movió, ella asumió que había terminado, que volvería a la televisión y
la dejaría sola. En lugar de eso, cuando regresó, retiró la toalla suavemente de su
cabello húmedo y comenzó a frotar la humedad con una toalla seca.
Ella se dejó llevar por las olas de relajación, distantemente sorprendida cuando la
hizo rodar sobre su espalda, terminó de secarle el cabello y se puso manos a la obra
separando la masa en secciones y peinando los enredos. Murmurando pacientemente
su apreciación por la textura sedosa y los rizos ingobernables, pasó el peine a través
de ellos. Y cuando terminó con los mechones casi secos, los tejió en una trenza suelta
y los aseguró.
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Lora Leigh
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Capítulo 5
Cassie se despertó justo antes del amanecer a la mañana siguiente, sola, muy
consciente de que no debería estarlo. El reloj de la mesilla de noche le aseguró que no
había dormido más de unas pocas horas a pesar de que su reloj interno le aseguraba
que era hora de despertar.
Sin embargo, cuando ella había archivado los informes antes de acostarse, había
habido un gran pesar. Le había gustado trabajar con Jonas y los agentes que le había
asignado. Alejarse de eso dolía. Pero era mejor hacerlo voluntariamente, con la
cabeza bien alta que verse obligada a renunciar a su trabajo.
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Lora Leigh
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Veinticuatro años de logros, de garantizar que todos pudieran pasar por alto su
genética Coyote, si no olvidarse de ello, ¿y qué hacía? No solo se había acoplado con
un Coyote, sino que lo había hecho con uno conocido por el hecho de que a menudo
trabajaba para los mismos monstruos que crearon y torturaron a los Castas durante
tantas décadas.
Y no solo cualquier Coyote del Consejo tampoco. Demonios, no, ella se había
acoplado con uno de los coyotes más notorios y letalmente peligrosos conocidos. Una
manera increíble de convencer tanto a los Castas como a los humanos de que su
genética Coyote no importaba.
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Lora Leigh
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Cuando apareció la pantalla, ella miró el mensaje que mostraba con incredulidad.
ACCESO DENEGADO
ACCESO DENEGADO
ACCESO DENEGADO
A menudo se burlaban de la pieza de joyería cada vez que la usaba, pero nadie le
prestaba atención. Es más, cuando ella pasara por los escáneres fuera del ascensor en
el vestíbulo, el pequeño chip oculto dentro de él sería indetectable. En el peor de los
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Lora Leigh
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casos, podría enviar una señal de emergencia a su padre. Pero aparte de eso, ahora
estaba desprotegida. Es más, no tenía ni idea de dónde estaban sus servicios de
seguridad o los de sus padres para el caso. Y no podía vagar por la Oficina
buscándolos. Además, ni en sueños suplicaría a alguien que se pusiera en contacto
con ellos.
Cuando se abrió la puerta, no estaba segura de cuál de ellos se sentía más aliviado:
ella o el Enforcer.
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Lora Leigh
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—Señorita Sinclair. —El Casta que manejaba los escáneres era frío, cortés, donde
siempre había sido amistoso en el pasado.
—Puta del Consejo... —El dolor colisionó contra su costado, robándole el aliento y
poniéndola de rodillas mientras su visión se oscurecía y se sentía caer al suelo.
Mientras sentía que la conciencia se le escapaba, podría haber jurado que escuchó
a Dog gritar su nombre y la voz enfurecida de su padre uniéndose a él.
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Lora Leigh
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* *
Estaba loco por haber dejado que su lujuria y posesividad por su pequeña halfling
le superara, pensó Dog mientras metía el Dragoon entre los sedanes, SUV y
camionetas en el estacionamiento. Los instintivos sentidos animales que él poseía se
habían vuelto locos al pensar en otro Casta tan cerca de ella que la esencia de su
aroma había quedado en ella. Había hecho ese maldito trato con Cassie, creía que
podría tenerla sin provocar el Calor de Acoplamiento, y ahora, solo había
complicado sus vidas y había asegurado la desconfianza no solo de su compañera,
sino de aquellos Castas de los que ella dependía.
Y no había una maldita cosa que él pudiera hacer para arreglarlo. Al menos no
todavía.
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Solo podía rezar para que continuara sin problemas, aunque sabía que una vez
que la noticia de su acoplamiento con Cassie llegara a los rangos superiores dentro
del Consejo, se tomaría nota.
Alcanzando la consola, agarró la bolsa llena con el desayuno para compartir con
su compañera, abrió la puerta y salió del Dragoon, muy consciente de los Castas
Lobo que se deslizaron a ambos lados del vehículo.
Los ojos marrones iluminados con ámbar y una pizca de avellana se estrecharon
sobre él entre pestañas negras. El espeso cabello negro estaba pulcramente recortado,
casi militar, a pesar de que llevaba quince años fuera del ejército. Con su metro
noventa, Sinclair lo igualaba en altura y, sin duda, cuando se trataba de pelear sucio,
a Dog no le resultaría fácil derrotarlo sin liberar la furia demente de la criatura que
acechaba en su interior.
Hijo de puta. Si se peleaba con el padre de su compañera, o con los Castas que lo
seguían, entonces ella no estaría feliz en lo más mínimo. Cassie quería a sus padres, y
una pelea con este Casta garantizaba que la haría enfadar. O peor aún, la lastimaría,
haría que desconfiase de él si su padre sufría algún daño.
Demonios, si ellos atacaban, iba a tener que dejar que le patearan el culo. Ella
nunca toleraría que golpeara a su padre, y aún no había asegurado sus emociones, y
mucho menos la lealtad suficiente para equilibrar su ira por él.
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Lora Leigh
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—Bueno, joder, termina de una vez —gruñó, levantando su labio con una mueca
de desdén—. Pero te prometo, que voy a hacer que ella sienta tanta pena por cada
hematoma y hueso roto que pasarán años antes de que te perdone.
Recibir una paliza era algo que nunca había hecho en su vida. Incluso durante su
breve tiempo en un laboratorio del Consejo. Él nunca lo permitió. Saber que iba a
tener que permitirlo ahora estaba seguro de que le iba a irritar.
Sinclair cruzó los brazos sobre el pecho e inclinó la cabeza hacia un lado, la
sorpresa parpadeó en su expresión.
—Creo que me matarías si ella no fuera a sufrir por eso —gruñó, colocando la
bolsa de comida en el capó del Dragoon.
—¿Y qué tiene que ver ese bastardo escocés con todo esto? —espetó Dog, aún más
celoso de ese tonto pelirrojo de lo que le gustaba admitir.
—Styx captó un rastro de tu aroma en ese patio interior hace seis años, y no lo
olvidó. Tu olor. Sabías que Cassie era tu compañera y la engañaste para que te
conociera, ¿no es cierto? —Nadie podría acusar a este Casta de falta de inteligencia.
—“Engañar” es una palabra bastante fuerte —admitió con una sonrisa arrogante—
. Me limité a sugerir una reunión. —El gruñido que tiró de sus labios no fue del todo
voluntario—. Esperé seis años para reclamarla; tuviste mucha suerte de que no lo
hice entonces.
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—¿Ella sabe que tú también eres el bastardo que casi la mata en esa isla? —El tono
gutural, áspero con el animal levantándose dentro del Casta, era indicativo de la ira
gestándose dentro de él.
—Lo sabe. —Dog se había asegurado de que lo supiera hacía varios años durante
una de las llamadas telefónicas poco frecuentes que había negociado.
—Maldita sea—murmuró Dash, haciendo una mueca ante el arma que pensaba
que tenía, aunque Dog no estaba seguro del bien que pensó que haría.
Girando hacia la entrada de la Oficina, la buscó, seguro de que tenía que estar
equivocado. No saldría en público cuando el olor de su Calor era imposible pasar por
alto.
Cuando ella se detuvo, un grupo que cruzaba la calle le bloqueó la vista durante
unos preciosos segundos. Pero aún oyó su grito saliendo desde el interior del grupo.
Cuando ellos se distanciaron, él gruñó con furia, corriendo para llegar hasta ella,
gritando su nombre mientras la veía caer de rodillas y lentamente desplomarse hacia
un lado.
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Lora Leigh
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Dog pasó corriendo, dirigiéndose a la puerta que una de las hembras Coyote
estaba manteniendo abierta para él, su expresión llena de preocupación.
—Está en camino; fue notificada inmediatamente junto con Jonas —le aseguró
Ashley mientras Dog bajaba corriendo las escaleras hacia el área médica de la
Oficina.
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Lora Leigh
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Cassie yacía inerte en sus brazos, inmóvil, su rostro pálido. Apenas parecía con
vida. Tenía el corazón en la garganta, la ira latía en su cabeza. Apenas era consciente
de los gruñidos que salían de su garganta o del salvajismo que resonaba en ellos.
Ese ataque no fue para capturarla; no habría sido ordenado por el Consejo. Estaba
destinado a lastimar. Un ataque impulsivo de Castas. Más de uno. Él captó el olor de
su ropa, lo respiró, lo memorizó.
Dobló la esquina hacia el centro médico para ver que las doctoras ya estaban allí,
gritando preguntas, dirigiendo a Dog a una camilla situada dentro de la habitación.
—No se está jodidamente moviendo. —La rabia llenó el gruñido cruel que salió de
sus labios mientras ellas retrocedían de sus caninos y él miraba fieramente a la
especialista en Coyotes.
—Dog, tienes que dejar que lleguen a ella. No pueden ayudarla si no te mueves —
espetó Dash, empujándolo hacia atrás, esperando que el poderoso Coyote intentara
arrancarle la garganta. Cualquier toque que no fuera el de una compañera puede
causar una reacción extrema en algunos Castas masculinos.
Styx y tres de los alfas Lobo que lo siguieron desde Colorado se movieron para
contener al Coyote, sabiendo que el aroma enfurecido que salía de Dog resultaría en
un estallido de violencia.
Y casi lo hizo. Dog se tensó, sus brazos se contrajeron, el olor del Coyote se
fortaleció con una nitidez inusual cuando los ojos grises que se encontraron con los
de Dash se volvieron casi negros.
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Lora Leigh
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Cuando sus miradas se encontraron, el animal se levantó dentro del otro Dog con
una fuerza tan inusual que Dash se detuvo. Observó cómo la mirada del Coyote
parpadeaba, sintió la batalla que se desarrollaba dentro de él, antes de que el negro
se volviera gris y el animal se retirara lentamente, dejando al Casta en tensión, pero
ya no con una furia asesina.
—Dejadme ir. —Esa voz, sin embargo; Dash había oído un sonido similar una o
dos veces, aunque aquel Casta había sido Felino, no Coyote. Y el Casta del que lo
había escuchado era diferente a cualquier otro que hubiera conocido.
—¿Qué eres? —Dash mantuvo su voz baja, casi sin sonido—. ¿Qué diablos eres?
Dog se apartó de él, su mirada se movió hacia Cassie otra vez mientras Dash
observaba, y su expresión se endureció. Entonces tensó la mandíbula antes de darse
la vuelta y salir de la sala de exámenes, dejando a Dash mirándole conmocionado.
* *
Control. Nunca había sido tan difícil de mantener, de controlar al animal que lo
arañaba. Mientras luchaba contra la creciente furia, era consciente de la potencia cada
vez más aguda de su vista, su sentido del olfato. Tanto que cuando salió por las
puertas del vestíbulo, dejando una grieta en el vidrio reforzado, supo exactamente
dónde lo esperaban Mutt y Mongrel, así como el rastro de olor de los atacantes de
Cassie.
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Lora Leigh
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Sus ojos serían negros, el color amenazaba con deslizarse en los blancos que
rodeaban la pupila. Sus músculos más duros, su carne tensa, absorbiendo los matices
del aire mientras los pelos finos, casi invisibles que cubrían su cuerpo se erizaban,
recogiendo los cambios más sutiles en el aire. El poder lo infundió, llenándolo en
oleadas cada vez mayores, presionando su mente, su carne, arañando sus sentidos
mientras la criatura amenazaba con abrirse paso violentamente más allá de la
conciencia humana y tomar el control.
Lobo. Eran Castas que a menudo había visto por la Oficina. Eran conocidos por su
lealtad a la causa de los Castas y a sus fuerzas. Eran Castas que habrían jurado
proteger a Cassie. En cambio, se habían convertido en su enemigo, una amenaza que
él no podía permitir que siguiera viviendo. Habían atacado a su compañera, la
habían lastimado, podrían haberla matado. La fuerza de esos golpes habría quitado
la vida a un ser humano, y no les habría importado si su ataque le hubiese arrebatado
la vida.
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—No puedes matarlos, Dog —le advirtió Mutt desde el otro lado—. Arriesgarás a
tu compañera si pueden promulgar la Ley Casta sobre ti.
El mercurio plateado de los ojos del Casta León atestiguaba la fuerza del Primario
que poseía y lo cerca que caminaba de la superficie. El Primario, la tercera fuerza de
la genética Casta. La genética humana y animal combinándose con tanta fuerza que
se convertía en un animal por derecho propio.
Los Castas que habían atacado a Cassie tenían restricciones, cabezas bajas, pero
podía sentir la fuerza de su odio por él, por Cassie. Dog no tenía más remedio que
dejarlos vivir, por el momento. Pero se aseguraría de que ese tiempo llegara a su fin
pronto.
Se hizo a un lado y vio a los Enforcers escoltar a los dos Castas fuera del edificio,
dejando a Jonas a solas con ellos.
—Me encargo de esto—le dijo a Dog, la orden en su voz firme—. Pagarán por lo
que hicieron.
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Capítulo 6
—¡Estoy bien! —No era la primera vez que Cassie hacía la declaración en las
cuatro horas transcurridas desde que se había despertado en el laboratorio médico de
la Oficina, y estaba muy cansada de que se ignorara la demanda—. ¿Quieres dejar de
pincharme?
Le dolía la cabeza, como resultado de lo que las doctoras sugirieron que era un
puñetazo en la parte posterior de la cabeza. Sus costillas estaban doloridas por otro
golpe. Por alguna razón, se había caído de rodillas antes de desplomarse y su
contacto con el cemento no había sido fácil.
Odiaba lo que le había sucedido a su madre durante esos dos años. El miedo, la
batalla por mantenerse un paso por delante del monstruo decidido a llevarse a su
hija y los constantes ataques casi habían destruido a Elizabeth.
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Cassie recordó la noche en que Dash las encontró en aquella parada de camiones
en medio de una tormenta de nieve. El auto en el que se encontraban no podía viajar
más lejos; el aroma de la sangre de su madre, su desesperanza y su determinación de
luchar hasta su último aliento habían sofocado a Cassie.
Entonces allí estaba Dash, con la carta que ella le había enviado en una mano,
prometiendo seguridad con la otra. Ahora, quince años después, Elizabeth era más
fuerte, estaba bien entrenada por su esposo para defenderse a sí misma y a sus hijos,
y aún luchaba por proteger a su hija.
Por el rabillo del ojo vio que Sobolova avanzaba hacia ella otra vez.
—Si me tocan una vez más, voy a perderlo—murmuró, mirando a su madre desde
debajo de sus pestañas, luchando por contener la ira que se acumulaba en su interior.
Recogiendo sus zapatos del estante de metal al lado de la cama, ella esperaba, no,
rezaba, que Dog estuviera todavía cerca. Tal vez necesitase ayuda para llegar a su
habitación por sus propios pies.
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Oh sí, claro. De ninguna manera iba a contarle a su madre sobre sus teléfonos.
Elizabeth estallaría de furia y Dash probablemente forzaría a Cassie a regresar a
Colorado.
Tal vez podría hacer que Dog llamase. Ella realmente no estaba dispuesta a
explicar el hecho de que sus teléfonos habían sido anulados. Anulados de forma
remota. Quien lo había ordenado ni siquiera había tenido la cortesía de pedir los
teléfonos o simplemente tomar la línea de la Oficina.
Mientras consideraba si podía caminar sola hasta los ascensores, se abrió la puerta
de la sala de examen y entró Dog. Alto. Poderoso. La sensación de alivio que la
invadió fue debilitante.
Ella no había notado cuán fría estaba realmente hasta que sintió su calor, sintió el
latido de su corazón, sus brazos rodeándola.
—Hay guardias en nuestra puerta —le dijo ella cuando el ascensor se cerró y
estuvieron solos.
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Él era letal No había un Casta que ella conociera que no fuera al menos receloso de
él.
—Por favor, no discutas. —Simplemente no podía lidiar con eso. Ahora no—.
Aquí no.
—Estás a punto de volverte cara de satisfacer, cariño. Disfruto de una buena pelea
—le dijo cuando se abrieron las puertas del ascensor—. Pero esta vez, seré un buen
chico.
No fue inesperado.
Cada vez que se movía por las salas de la Oficina, ya en el piso residencial o en
otras áreas, ella captaba los olores que le llegaban, normalmente de los Lobos en
lugar de los Felinos, aunque rara vez podía identificar de quién provenían las
emociones.
Ella sabía a qué se refería y solo podía encogerse de hombros en respuesta. No era
inusual. Al menos esta vez, ella podía identificar a los Castas de los que provenía.
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Lora Leigh
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¿Realmente creían que estaban a salvo de él? ¿Que no los atacaría simplemente
porque las emociones no estaban dirigidas a él? ¿Que no lo tomaría como un desafío
personal?
—¿Con qué frecuencia dejan que su ignorancia se muestre así, Cassie? —Le
preguntó con indiferencia, con cuidado de mantener a raya su ira.
Una vez más, ella se encogió de hombros, sin mirarlo mientras dejaba caer los
zapatos al suelo junto a la cama y se apoyaba contra las almohadas.
—¿Quieres que les vaya a preguntar? —Cruzando los brazos sobre el pecho, se
reclinó contra el tocador y la observó, solo dejando que una leve curiosidad se notara.
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—Rara vez es tan fuerte —le sorprendió con la respuesta directa y firme—. Pero
salir y golpear algunas cabezas no lo cambiará. Normalmente solo me permiten
sentirlo si estoy sola. Han aprendido a no mostrarlo en ningún otro momento.
Debido a que las pocas veces que su padre lo había sentido en aquellos primeros
años, había estallado con tal salvajismo sobre los Castas que se atrevieron a
demostrarlo que a algunos les llevó semanas recuperarse por completo. Pero eso no
había logrado que aquellos que la temían fueran mejores. Solo habían aprendido a
ocultarlo mejor.
—Entonces, como no puedes golpear sus cabezas, ¿se niegan a mostrar respeto
cuando estás sola? —No se molestó en esconder el gruñido en su voz—. ¿Y todavía
no te has ocupado de esto? —Eso no sonaba como la mujer, la Casta, que él sabía que
estaba entrenada para ser. O el animal que acechaba con impaciencia debajo de la
superficie.
Y no era su estilo. Era tan respetuosa que dudaba que alguna vez se rindiera ante
la necesidad de enfrentarse a semejante estupidez. Pero la necesidad de hacerlo
estaba allí; él podía sentirlo. Fluía a través de ella con un hambre que rechazaba
enfrentar y probablemente ni siquiera reconocía.
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Lora Leigh
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Por ahora lo dejaría pasar. Trataría con los dos en la puerta y con cualquier otro
que él mismo sintiera. De la misma manera como estaba preparado para enfrentar el
ataque de esa mañana. Mutt y Mongrel estaban en la pista del tercer Casta Lobo que
la había atacado. El que Jonas desconocía. El tercero, pronto lo tendría detenido y
Dog se aseguraría de que los otros dos supieran lo que les esperaba.
Pronto sabría quién era, y el bastardo no viviría mucho más. Ningún Casta, sin
importar quién era, merecía vivir después de un ataque así. Si hubieran atacado a
Dog, podría haberlos dejado vivos, si estaba de buen humor, pero en vez de eso,
habían atacado a su compañera.
—Ha sido así desde que era niña, Dog. —Ahí estaba el cansancio, el dolor—. No
siempre fui tan discreta como podría haber sido en cosas que sabía. Los Felinos en su
mayoría nunca se molestaron por eso. Algunos fueron cautelosos a veces, pero no
desconfiados. Los Coyotes toman todo con calma. —La ironía en su tono no podía
fallar—. Pero los Castas Lobo, creo, reaccionan instintivamente a los aromas mixtos
del ADN que poseo, así como a los rumores sobre habilidades que realmente no
poseo. Y ellos conocen la amenaza que represento en las vidas que están
construyendo si alguna vez soy capturada por el Consejo. —Ella lo miró
solemnemente—. Los Felinos, los Castas Lobo de papá, y Jonas personalmente irían a
la guerra si eso sucediera. No habría un Casta vivo al que no arrastraran dentro.
¿Estaba inventando excusas para ellos? No podía creer lo que estaba oyendo. Pero
ella tenía razón. No había un Casta Felino que él supiera que hubiera conocido a
Cassie y que no le gustara; muchos la adoraban. Los Coyotes desconfiaban de su
habilidad para argumentar sobre la Ley Casta pero, aparte de eso, encontraban su
carácter juguetón y su encanto fascinantes.
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Lora Leigh
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Nunca había escuchado que los Castas Lobo sintieran algo diferente, pero
pensándolo bien, rara vez ellos oían hablar de algún Casta Lobo, pero su padre
tampoco decía nada sobre ella. Y había sido un Casta Lobo quien la había atacado.
Había estado seguro de que estaba volviéndose loco al verla caer de rodillas, con
los ojos muy abiertos, aturdida por los golpes en su cuerpo. Una neblina roja había
borrado todo menos el conocimiento de que había sido atacada, herida. Y aquí estaba
ella sentada disculpándolos. No solo a su atacante, sino a todos los Castas que se
atrevieron a mostrarle falta de respeto al permitirse liberar el olor de ello.
—No son todos Castas Lobo. —Balanceando sus piernas sobre la cama, se agarró a
un lado del colchón mientras lo miraba fijamente—. Hasta los dos en la puerta, nunca
estuve segura de dónde venía eso. Quizás fueron solo esos dos.
Mentira.
Sabía que el olor de su cautela combinada con su Calor estaba a punto de volverle
loco. Desde el momento en que la acostó en la cama, su excitación había estado
~100~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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creciendo. Y él había estado tratando de ignorarlo. Había sido atacada, tenía que
estar sufriendo, no tenía que lidiar con su lujuria además.
—¿Por qué saliste de la suite esta mañana? —Y esa era la pregunta más
importante.
—Tenía cosas que hacer, Dog. Normalmente no doy vueltas en mi suite todo el
día. Y no jugaré a la prisionera y comenzaré a hacerlo ahora. —La voluntad y la
determinación del acero llenaron su voz.
Observó esos extraños ojos azules iluminarse solo un poco y su expresión se tensó
obstinadamente.
No había duda de por qué tantos Lobos estaban teniendo problemas con ella y los
Coyotes no. Los Coyotes amaban el desafío que representaba una hembra alfa; los
Castas Lobo tendían a verlo de manera más sospechosa a menos que fuera un rasgo
adquirido que la compañera de un Alfa hubiera desarrollado.
—Me escuchaste. —La miró fijamente, tratando de encajar las piezas del
rompecabezas que sabía sobre su intrigante pequeña halfling—. ¿Qué cosas tenías que
hacer esta mañana a la luz del día que requerían salir del edificio? Especialmente
sola.
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Lora Leigh
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—Cosas que hacer —murmuró, apenas controlando una sonrisa—. Lugares para
ir. Gente que ver.
—¿Cosas del Consejo? —La ola de enfado que le disparó pudo haber intimidado a
un Coyote más débil.
El aroma que lo golpeó cuando terminó de hablar fue tan intrigante que su pene se
endureció hasta convertirse en hierro y las glándulas debajo de su lengua
comenzaron a palpitar con la necesidad de besarla. Le provocó tal puñetazo de
lujuria en las pelotas que casi le robó la respiración. Porque ese olor era uno de tal
desafío y audacia, que los instintos que anidaban en la parte más oscura de él casi se
escapan.
—Sí, tus cosas causaron ese ataque. —Poniéndose de pie, ella lo miró. Sin sus
tacones, con los hombros derechos, ella lo miró con furia. —Me llamaron puta del
Consejo antes de que ese puño conectara con mi cabeza. Y yo estaba afuera porque
estaba buscando un taxi para llevarme a donde había escondido un teléfono móvil
seguro, porque los míos fueron anulados. Teléfonos, tabletas y ordenador portátil.
No podía contactar con nadie y no tenía acceso a ningún piso excepto éste, y había
guardias para evitar que accediera a los otros pasillos. Podía usar el ascensor para ir
al vestíbulo. Punto. Por tu culpa. —Delicado, elegante, un dedo se clavó en su pecho
con imperiosa ira femenina—. Y debido a tus cosas del Consejo, ni siquiera pude
contactar con los Enforcers que mi padre envió para mi protección, y mucho menos
los que Jonas me asignó.
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Lora Leigh
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Una vez que comenzara a matar, podría comenzar con Jonas. Había pocos que
podían dar la orden de tenerla tan impedida. Muy pocos. Y Jonas estaba en la cima
de esa cadena en particular.
El Calor estaba aumentando en ella, pero era mucho más lento que el suyo, lo que
indicaba que su cuerpo estaba tratando de sanar en lugar de acoplarse. Cassie no
había mentido antes cuando dijo que tenía hambre, y debajo de todo, podía sentir la
furia impotente que provenía de su creencia de que su compañero era el enemigo.
—¿Por qué no te quitas esas ropas rotas y te vistes con algo para que puedas
relajarte? Pediré algo de comida —sugirió.
—No quiero uno de tus juguetes del Consejo—le gruñó, caminando a grandes
zancadas y en dirección a su armario—. Conseguiré el mío.
—Vas a conseguir ser follada antes de alimentarte si no vigilas todos los pequeños
desafíos que estás lanzando —espetó, incapaz de no responder al desafío constante—
. Ahora, por Dios, haz lo que te pido, solo por esta vez.
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Lora Leigh
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Antes de que ella pudiera soltar otra réplica inteligente, se volvió y salió de la
habitación. Pero en lugar de hacer la llamada para la cena, caminó hacia la puerta, la
abrió de un tirón, y antes de que los Castas Lobo que la protegían pudieran hacer
algo más que saltar, estaba sobre ellos. La parte plana de su mano hacia el diafragma
llevó al más cercano al suelo, luchando por respirar. El otro se llevó un puñetazo de
lleno en la cara, garantizando que estaba inconsciente al estrellarse contra el suelo.
—Sabes por qué fue eso. Deja que suceda de nuevo, y estás muerto. —Dándose la
vuelta, volvió a entrar en la habitación y se encontró frente a la mirada furiosa de su
compañera.
Cerró la puerta, sacó el teléfono del cinturón y le lanzó una sonrisa perezosa.
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Lora Leigh
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Capítulo 7
Vestida con pantalones de algodón gris y una camisola a juego, Cassie se recostó
en su silla, los restos de la cena casi inexistentes. El filete, las patatas rellenas, las
ensaladas y los panecillos le parecieron demasiada comida para terminársela cuando
Dog vació las bolsas que le entregaron.
Ahora repleta, todo lo que tenía que hacer era reprimir la molesta excitación que
comenzaba a acumularse en su interior. También podía sentir despertándose una
sensación de advertencia imperiosa. Sin embargo, esa advertencia había comenzado
antes del ataque. Había empezado la noche en que el miedo y el pánico de su
hermana Kenzi habían llegado hasta ella.
No sería fácil para su hermana; había perdido a los padres adoptivos que habían
sacrificado tanto para protegerla, solo para finalmente perder la vida. Y ahora tenía
que enfrentarse a los padres de los que había sido apartada.
Aunque su padre y ella nunca hablaron de eso, cuando Cassie había madurado, su
aroma paterno subyacente había comenzado a surgir. Era débil debido a la genética
Coyote que poseía, demasiado débil para que la mayoría de los Castas lo detectaran,
pero todavía estaba allí. De alguna manera, el Consejo había conseguido la genética
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Lora Leigh
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Sus cejas se levantaron. Los nano-ghost eran aún más difíciles de construir y
programar que los nano-nits. Su encriptación y su capacidad para acceder a Internet a
través de las conexiones inalámbricas a su alrededor sin dejar rastro los hacía
altamente valiosos.
—Porque soy así de bueno. —Él sonrió, mostrando esos caninos de los que parecía
tan malditamente orgulloso.
Levantándose de la silla, se preguntó qué decía eso de ella, que estaba tan
dispuesta a romper las reglas de la Oficina al aceptar tal dispositivo. No es que la
atraparan haciéndolo. Detectar nano-nits era bastante difícil. Los nano-ghost eran
imposibles de detectar a menos que el programador supiera exactamente lo que ella
o él estaban buscando.
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Lora Leigh
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—Lo intento. —Su expresión era sensual y conocedora—. Pero también tienes un
poco de maldad dentro de ti, halfling. Admítelo.
¿Un poco de maldad? A veces se sentía en peligro de ser poseída por instintos que
no tenía idea de cómo manejar. Jonas dijo una vez que sentía la batalla entre el Lobo
y el Coyote de los que había sido creada y se preguntaba cuál ganaría al final.
Cassie se había alejado del debate, aterrorizada de que él hubiera visto eso dentro
de ella. Esa batalla entre lo bueno y lo malo.
A veces, quería desgarrar a aquellos que permitían que su odio hacia ella marcara
su olor, que permitían que su repulsión la tocara. Percibirlo y olfatearlo realmente
eran dos cosas diferentes. Permitir que otro Casta percibiera esos sentimientos era
considerado el último insulto.
—¿Y crees que los Castas Lobo o Felinos son naturalmente agradables?— Se rió de
la idea—. Cariño, estás tan decidida a negar el pequeño Coyote agazapado y listo
para defenderse, que sorprendes a todos los que realmente te conocen. Los Castas no
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son agradables. No importa su designación. Así como los humanos no son realmente
agradables. Simplemente lo ocultan mejor el uno al otro.
Sin embargo, estaba de acuerdo con Dog. Los Castas no siempre eran agradables.
No cuando se trataba del enemigo o del prejuicio que salía de los humanos. Pero
tampoco eran crueles. Tomaban cada situación tal como venía y la resolvían. No se
lamentaban de sus vidas ni gimoteaban por la sangre que tenían que derramar, pero
tampoco querían derramar esa sangre.
Sin embargo, la necesidad de derramar sangre era cada vez más difícil de
rechazar.
Lanzándole una furiosa mirada, ella pasó a su lado y entró en su habitación hacia
el armario. Allí, guardó el teléfono y la tableta. Antes de volver a cerrarlo, la
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Los mantenía ocultos porque llevarlos se sentía demasiado natural, y más de una
vez, la necesidad de usarlos había sido abrumadora.
Sí, ese fue otro error que ella compartió con él. Ignorar los desafíos y retos que le
arrojaban de manera burlona los Castas Lobo que la miraban con tanta sospecha y
repugnancia. Muchas veces la necesidad de enfrentar esos desafíos había sido como
una fiebre que se rehusaba a disminuir.
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Lora Leigh
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Ella, se dio cuenta de que, no había querido nada más que llevar su marca esa
noche. La inquietud que la atormentaba había sido uno de esos períodos en los que
había reinado su genética Coyote.
—Deja de intentar comenzar una pelea, Dog. Ve a atacar a los guardias Lobo de
nuevo si no puedes controlar tu necesidad de ser desagradable.
Si ella cediera, solo una vez, todo habría terminado. Nunca controlaría esos
impulsos de nuevo. Nunca recuperaría el control de sí misma o de la criatura
demasiado dispuesta a atacar.
Antes de que pudiera alejarse, él extendió la mano para agarrarla, para dominarla.
Ella sintió que él se preparaba para moverse, sintió su necesidad de controlarla.
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Lora Leigh
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Antes de que pudiera tocarla, Cassie saltó lejos de él, girándose en un giro perfecto
mientras Dog se movía para hacerle frente.
Cuando se agazapó y lo miró a través de los rizos que caían sobre su cara, antes de
enderezarse rápidamente para fulminarlo con la mirada.
Y él se rió de ella. Sus ojos grises brillaban con júbilo y la alegría que Cassie sintió
la tenían mirándole con recelo.
El Calor destelló dentro de ella, intenso, caliente y devorador. Sus pechos estaban
tan hinchados, tan sensibles que sus pezones realmente dolían. Entre sus muslos, su
clítoris se hinchó, su vagina se tensó, y el sedoso deslizamiento de la excitación se
liberó.
Respirando con dificultad, ella le devolvió la mirada echando fuego por los ojos.
Era el Calor de Acoplamiento, se dijo con rabia; eso era todo. La ira lo empeoraba; lo
había escuchado durante años.
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Lora Leigh
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cada parte de ella dictaba ciertos rasgos y fortalezas que poseía. Sin embargo, era la
hembra Coyote quien lo enfrentaba ahora. El aroma de su Calor era particularmente
potente, un narcótico para sus sentidos. Era un puñetazo de lujuria en sus pelotas y
las glándulas debajo de su lengua se llenaron instantáneamente con la hormona de
acoplamiento.
Una hembra alfa natural. El tipo de mujer creada para liderar al lado de su
compañero, no detrás de él.
—Puedo oler tu Calor, Cassie. Te estás quemando viva. Y cuando te deje en esa
cama, lo primero que voy a hacer es chupar esos pequeños pezones duros
presionados contra esa camisa delgada que estás usando. Entonces voy a arrancar
esos pantalones de tu cuerpo y meter mi lengua en ese coñito caliente. Voy a lamer
cada jodida gota de crema que huelo saturándolo en este momento.
Él juró que vio cómo se le nublaban los ojos. Su rostro se sonrojó y sus pezones se
volvieron imposiblemente más apretados, apuñalando contra la tela de la camisola
con exigencia. El Calor llenaba el aire ahora, su dulzura especiada hizo que la lengua
le doliera por saborearla.
Dejó caer la camisa al suelo, observando como su mirada se movía hacia ésta y
después volvía a mirarlo con recelo.
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Ella atacó.
—¿De verdad, Cassie? —Él se rió, alejándola de él, observándola mientras ella
giraba, su cabello ondeando como una capa a su alrededor—. Vigila esa rodilla,
halfling. Odiaría estropear tu diversión una vez que te ponga de rodillas.
Al verla saltar sobre sus pies y volar hacia él con una patada, se rió con pura
alegría, entonces gruñó cuando su pie golpeó su pecho, arrojándolo contra la pared.
—Bueno, eso va a doler más tarde. —Él se rió entre dientes, sin dejar de mirarla
mientras ella se ponía de nuevo en cuclillas.
A ella le gustó esa idea más de lo que admitiría nunca, supuso él, porque el
gruñido que se liberó fue un sonido de pura anticipación.
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Cassie saltó, preparada para patear de nuevo. Esta vez, la tomó de la cintura y la
arrojó a la cama, asegurándose de arrancarle la camisa como él había hecho. Antes de
que ella pudiera apartar esa masa de cabello de su cara, Dog se las arregló para
quitarse los pantalones y bajarle los suyos por las caderas.
La sujetó del pelo, con cuidado de no agarrar los mechones cerca del área donde la
habían golpeado, mientras se sentaba a horcajadas sobre sus piernas y las mantenía
cerradas con las rodillas. Echando la cabeza femenina hacia atrás, él inclinó la suya,
le mordió los labios y gruñó cuando ella trató de morder.
El sabor de Dog hacía que su lengua se acariciara contra la de él, el olor del Calor
de ella era una oleada de feromonas inductoras de lujuria que casi lo hicieron
correrse contra los muslos femeninos.
Los ojos entornados por la excitación, el azul reluciendo como llamas, sus labios
entreabiertos y húmedos. Ella era la criatura más hermosa que había visto en su vida.
Los dedos de Cassie agarraron sus muñecas, una estaba cerca de su cabeza, la otra
estaba en su hombro, le clavó las uñas, agarrándose con fuerza a él.
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—Quieres ser desagradable conmigo. Puedo sentirlo. Vamos, soy solo yo. Nadie
tiene que saber que disfrutas follando a tu compañero Coyote. Te lo prometo, no me
chivaré.
—Déjame verte ser mala por solo un minuto. Juega con esos bonitos pezones
mientras observo; entonces los chuparé para ti. Vamos, dame un poco de tu maldad,
y te daré mucha de la mía.
Ella sintió que sus dedos lo soltaban, como si se obligara a soltarlos uno a uno
mientras él retrocedía, su polla latiendo mientras descansaba en la unión de sus
muslos. La gruesa punta descansaba justo debajo de su clítoris, el calor de su
resbaladiza humedad sirviéndole de almohada.
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Lora Leigh
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Con los ojos entornados, él observó cómo lentamente acunaba sus pechos, las
yemas de sus dedos al principio se movieron casi imperceptiblemente sobre las
puntas rígidas, causando que de sus labios saliera un suspiro irregular.
—¿Así es como quieres que los chupe? —Estaba ardiendo vivo por ella—.
¿Agradable, dulce y fácil como eso?
Ella agarró sus pezones, sacudiéndose con fuerza en su agarre, un destello salvaje
de anticipación llenó su mirada cuando sus pulgares e índices apretaron con fuerza.
Un desgarrador grito escapó de sus labios, su cuerpo se arqueó y las puntas rosadas
se sonrojaron, oscureciéndose mientras sus dedos las apretaban y soltaban,
hinchando los pequeños pezones mientras su hambre perfumaba el aire.
—Si chupo esos bonitos pezones, entonces vas a atormentarme un poco, solo para
castigarme—sugirió, bajando la cabeza para soplar suavemente sobre una punta
excitada—. Me volvería loco si viera esos bonitos dedos entre tus muslos,
proporcionándote placer. Ya sabes lo malditamente posesivo que puede ser un
Coyote del placer de su compañera.
Levantó la vista a tiempo para ver cómo su mirada se oscurecía, sintió el azote de
lujuria abrumadora tomar el control de ella.
—Déjame tener uno, compañera —gimió—. Déjame chupar uno de esos pezones
dulces.
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Lora Leigh
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Y oh Dios, ella necesitaba. Necesitaba ser tocada allí. Su clítoris estaba inflamado,
muy hinchado y dolorido. La carne entre sus muslos estaba resbaladiza con la rica
humedad derramándose de ella.
—Dog, es tan bueno… —Las palabras salieron de sus labios mientras sus dedos
separaban sus pliegues—. Hazlo más fuerte, chúpame más fuerte.
El gruñido que vibró en su pezón fue una advertencia primitiva para detenerse. Y
una que ignoró. Levantando las caderas, atravesó la entrada con sus propios dedos,
su cabeza se sacudió cuando los labios de él se movieron hacia su otro pezón y sus
dedos encontraron su mano.
Dog la empujó, llevando sus dedos más profundamente en su interior. Y aún así,
no fue suficiente. Nunca había sido suficiente en el pasado cuando ella intentaba
complacerse a sí misma. No importaba lo que hiciera, nunca podía encontrar el
orgasmo que necesitaba.
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Apenas fue consciente de sus labios liberando el pezón, sus besos extendiéndose
por su vientre. Cuando él le apartó los dedos y sus labios encontraron su clítoris, sus
manos se hundieron en su cabello, desesperadas por mantenerlo allí.
Estaba tan perdida en el placer, en la lujuria, que solo pudo gritar cuando sus
dedos se deslizaron dentro de ella. Lubricado por el exceso de humedad que se
derramaba de su vagina, sus dedos tomaron su trasero con una facilidad que la
sacudió. Estirándola, abriéndose paso en su interior, hasta que ella estaba empujando
en cada penetración y rogando por más.
—No. —Ella se sacudió, estirándose hacia él, solo para encontrarse boca abajo
mientras Dog movía sus caderas hacia él, poniéndola de rodillas.
Un grito escapó de ella. Dejó que su cabeza y sus hombros cayeran de nuevo a la
cama, sus dedos apretaron las mantas mientras sentía un pulso de pre-eyaculación
caliente derramándose contra la entrada.
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Lora Leigh
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Ella empujó hacia atrás, sintiendo el pulso de calor cuando sus músculos se
separaron aún más por la punta. El placer azotador se mezclaba con un dolor
desconocido mientras el hambre que la llenaba la impulsaba a tomar más, a sentir
que él la tomaba, a confiar en él para guiarla a través de eso.
Cada vez que los músculos se tensaban, otro pulso de pre-eyaculación hormonal
se disparaba en su interior; resbaladizo, caliente, construyó un placer tan exigente
que estaba temblando por la fuerza de ello.
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—No te muevas, Cassie. Muévete, y te juro que te haré esperar horas antes de
darte lo que necesitas —gruñó cuando pensó que ella podría protestar.
Oyó que se abría la puerta del baño y oyó correr el agua. Un minuto después, el
aroma del jabón con el que él se había lavado le estimuló las fosas nasales cuando
sintió que se movía hacia la cama detrás de ella una vez más. Ella estaba aturdida con
las necesidades todavía palpitando a través de ella. Su clítoris estaba muy hinchado,
los pliegues entre sus muslos sensibles y su vagina se tensaba con contracciones
involuntarias.
Cuando él se agachó sobre ella una vez más, sus dientes se cerraron sobre su
hombro, sus estocadas conduciendo su endurecida carne en su interior, sintió que se
estaba muriendo. Sabía que se estaba muriendo. En realidad, nada podría estallar a
través de ella con tanta fuerza, con un éxtasis tan devastador, y dejarla sobrevivir.
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Lo que él le había hecho, no estaba del todo segura. Fue más allá del placer físico;
fue más allá de lo que ella había conocido con él antes. Y cuando todo terminó,
cuando finalmente se apartó de ella, lo único que pudo hacer fue desplomarse en la
cama, el cansancio la dobló bajo su peso y la arrastró al sueño.
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Capítulo 8
A la mañana siguiente, Dog se puso las botas, monitorizando las horas antes del
amanecer y la actualización que estaba esperando sobre la evacuación de su gente. Su
mirada tocó a su compañera durmiendo cuando sintió al Casta que entró en la sala
de estar. Frotándose fatigosamente la nuca, se levantó de la silla y se dirigió hacia la
puerta del dormitorio. Abriéndola en silencio, salió de la habitación antes de cerrarla
y enfrentar al Casta.
—Tenemos que hablar. —La voz de Jonas se mantuvo baja—. Pero aquí no. Al otro
lado del pasillo si tienes un minuto.
Dog miró al Director con los ojos entrecerrados. Le gustaba pensar que ya conocía
bastante bien a Jonas. El hombre era tan engañoso y calculador como cualquier
Coyote nacido, a pesar que era un León.
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Lora Leigh
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Jonas abrió la puerta que daba al pasillo e inclinó la cabeza hacia éste. Siguiendo al
otro hombre desde la suite residencial, a través del pasillo hacia otra suite igual, Dog
se obligó a contener un gruñido impaciente.
Cerrando la puerta detrás de ellos, Jonas se dirigió, pasando junto a él, al bar en el
otro lado de la habitación, donde se sirvió un trago. Teniendo en cuenta lo avanzado
de la hora, el hecho de que Jonas estuviera bebiendo era una indicación de su nivel
de irritación.
—Joder, elegiste un pésimo momento para sacar esta mierda. Desearía que me
hubieras advertido. —El otro Casta se volvió hacia él, sus ojos plateados brillando
con ira mientras tomaba su bebida de un trago.
—Hemos discutido esto —le recordó al otro Casta mientras se dirigía al bar y
aceptaba la bebida que Jonas le tendió.
—No tiene otro compañero. —El entrenamiento, los años de control, cada
emoción, cada posibilidad de delatarse, casi se malogran.
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La mirada de Jonas era intensa, casi confusa, mientras lo miraba fijamente, como si
estuviera tratando de descifrar un rompecabezas que nunca había visto. Esto no era
un juego para Jonas. Dog sabía que no estaba mintiendo, porque esa era la razón por
la que él había reivindicado su reclamo como lo había hecho, antes de que ese hijo de
puta que había perfumado con su olor a su compañera pudiera hacerlo.
—Esas pruebas dicen lo contrario. Y el Coyote con el que fue emparejada era
consciente de la posibilidad. No puedo decir que no hará lo que amenazó y probar la
posibilidad de que pueda cambiar el resultado. —Jonas hizo una mueca, frotándose
el cuello con cansancio—. Hijo de puta. No necesitamos esto ahora.
Rhyzan Brannigan. El Coyote hijo de puta que Jonas había elegido como su
asistente en la Oficina Federal de Asuntos Castas. Dog no tenía dudas de que era el
Coyote con el que ella había probado ser compatible. El solo hecho de que su olor se
hubiera atrevido a aferrarse a Cassie después de haber bailado juntos varias semanas
antes, había asegurado que Dog viniera a buscarla, que la reclamara.
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—Mi compañera.
—Mierda, Jonas. Nadie engañó a Cassie. —Dog resopló—. Ella hizo un trato. Sabía
que yo era un Coyote. Conocía los riesgos y fue advertida de ellos. Simplemente
pensó que podría controlarlo.
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—¿Y si cree que puede controlar mejor el acoplamiento con Rhyzan?— Jonas
inclinó la cabeza, mirándolo de cerca.
Dog se congeló ante esa información. Sabía que había sido bloqueado el acceso de
su teléfono y tableta, pero no sabía que era tan extremo. O tal vez simplemente no
había considerado lo que significaban los borrados electrónicos.
—Así como sabe que tendrá que irse. Te lo dije, Cassie entiende la Ley Casta mejor
que cualquiera de nosotros. Ella sabe lo que significa el acoplamiento. Por el amor de
Dios, déjame ir a los Alfas al menos y revelar lo que has estado haciendo.
—Es muy pronto, Jonas. Demasiado pronto. Primero quiero a mi gente fuera y
quiero la información que han reunido.
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—Va a perder todo lo que conoce cuando lo sepa a menos que te involucres, Dog
—le advirtió Jonas—. Y no te agradecerá ocultarle este secreto. Conozco a Cassie.
Puede que ella no te perdone.
A menos que revelara sus secretos y abandonara la batalla por la que había
luchado durante tantos malditos años. Demasiados años.
—Eres un riesgo para la seguridad de esta Oficina en lo que respecta a los Alfas, a
los agentes, así como para cualquier información confidencial que tengamos. Si fuera
alguien más que Cassie, no se le hubiera permitido quedarse tanto tiempo. Pero es
Cassie. Por ella, me han dado veinticuatro horas para solucionar esto; luego tendrá
que irse.
¿Podría protegerla sin ese lazo? ¿Podrían él, Mutt y Mongrel protegerla sin el
respaldo de la comunidad Casta y los recursos a los que podría recurrir hasta que
tuviera a su propia gente en el lugar?
—Los Alfas pueden temer que estés dispuesto a arriesgar su vida o incluso
entregarla al Consejo. De acuerdo con aquellos con los que he hablado, estarían
dispuestos a darle a Rhyzan la oportunidad de probar un posible acoplamiento solo
por esa razón —le advirtió Jonas.
Dog levantó su labio con una sutil burla a la sugerencia del Director. Había
trabajado con Jonas a lo largo de los años; él conocía la dedicación completa del Casta
a la comunidad Casta.
Jonas era un hombre en cuya palabra se podía confiar, uno que ponía a prueba el
temperamento, pero uno que Dog sabía que se mantendría firme.
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Él podría hacerlo. Odiaría hacerlo. Con certeza eso lograría que consiguiera unos
pocos enemigos, pero lo haría para mantener a Cassie.
Se encontró con la mirada plateada fija en él, dejó que el León sintiera su propia
determinación y la veracidad de su palabra. A Jonas le gustaba pensar que lo sabía
todo, todos los secretos de todos, las interioridades de todos. Sin embargo, cuando se
trataba de él, el otro hombre no sabía una mierda.
Entonces, Jonas frunció el ceño, la extraña mirada plateada se hizo más profunda a
medida que el animal primigenio que albergaba asomaba. Sin duda, las garras
pinchaban la puntas de sus dedos cuando el animal se acercó a la piel.
Dog dejó que una sonrisa curvara sus labios. Como Casta, Jonas era uno de los
más poderosos, pero como Coyote, Dog tenía una ventaja sobre él.
—Doce horas, Dog —le recordó Jonas cuando Dog no dijo nada más—. O me
permites discutir esto con los Alfas del Gabinete y revelar el trabajo que has estado
haciendo. Piensa más allá de ti en esto. Piensa en Cassie.
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—No cometas ese error, Director. No querrás enfrentarte cara a cara sin un
respaldo. ¿No te gustan mis opiniones? Realmente me importa una mierda, porque
creo que las tuyas también son una mierda. Ahora, si me disculpas, creo que iré a
desayunar con mi compañera.
Y a hacer planes.
* *
Vestida con un suave conjunto para estar por casa negro y zapatillas a juego,
Cassie estaba de pie en el centro de la sala de estar y se enfrentaba no solo a su padre,
sino también al subdirector de la Oficina Federal de Asuntos Castas, Rhyzan
Brannigan. Había esperado a su padre en algún momento esa mañana, pero no tan
temprano. Y totalmente seguro, no con el Coyote Rhyzan.
—Tu madre está con Kenzi. Finalmente accedió a hablar con ella —le dijo su
padre, su voz suave mientras se movía hacia el sofá—. Yo quería verte ahora en lugar
de esperar hasta última hora de esta tarde y le pedí a Rhyzan que me trajera.
Sí, realmente tenía sentido. Su padre sabía exactamente dónde estaba su suite y
sabía cómo llegar allí. Él no necesitaba a Rhyzan.
—¿Kenzi está bien, entonces? ¿Puedo verla? —Se moría de ganas de ver a su
hermana.
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Tantos años sintiendo esa conexión, sin saber qué era, quién era, solo para
descubrir que tenía una gemela, la habían dejado con hambre de ver a la otra mujer.
Cassie asintió con la cabeza cuando se sentó junto a él, juntando las manos en su
regazo.
Miró a Rhyzan mientras éste retiraba el otro sillón de orejas de su posición contra
la pared y lo colocaba al otro lado de ella, demasiado cerca para su comodidad. De
repente, se sintió acorralada.
—¿Cuánto hace que sabes de Kenzi? —le preguntó su padre, volviendo a llamar
su atención—. ¿Por qué no nos lo dijiste a tu madre y a mí?
Podía sentir su corazón acelerarse ahora, una advertencia ominosa que comenzaba
a hormiguear a través de ella. En lugar de permitirles sentir tanto como un indicio de
su incertidumbre, se encontró con sus miradas con fría calma mientras reprimía
cualquier emoción que pudiera liberarse.
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Lora Leigh
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—Cassie, ¿crees que te induciría a admitir algo que te haría daño? —Su padre la
reprendió suavemente—. Rhyzan no está aquí para censurarte por cualquier cosa que
hayas o no hecho en lo que respecta a la Ley Casta.
Observó a su padre, odiando el hecho de que sentía que debería protegerse contra
él. Mantuvo a Rhyzan en su periferia, sus sentidos protestaban por esta reunión,
advirtiéndole que se alejara de ella. Sin embargo, escapar no era tan fácil.
—Y según tu conversación con Jonas, has estado en contacto con el Casta del
Consejo, Dog, durante varios años también, ¿no? —cuestionó Rhyzan, su tono de
interrogación.
—¿Por qué está aquí? —le preguntó a su padre, apenas reprimiendo su ira ahora.
Su padre podría no estar tratando de tenderle una trampa, pero ella no estaba tan
segura del Coyote.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando aquí, pero sabía que no le gustaba. Se
sentía atrapada por sus miradas, juzgada. Por un momento, tuvo que obligarse a
contener el sonido de disgusto que le subió a la garganta y se la cerró a modo de
advertencia. Los instintos y el poder cambiante que ella podía sentir demasiado cerca
de la superficie ahora estaban demostrando ser imposibles de hacerlos retroceder.
—Cassie, cariño. —Su padre hizo una mueca, miró a Rhyzan, entonces volvió su
mirada a la de ella—. ¿Sabías que Rhyzan y tú fuisteis probados como compatibles al
Calor de Acoplamiento?
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Ella quería escapar. La necesidad de saltar y correr era casi abrumadora, pero por
la forma en que su padre y Rhyzan estaban posicionados, nunca los superaría.
—Detente —exigió—. Antes de que esto vaya más allá, antes de que se diga algo
que no se pueda retirar. Solo detente.
—¿Y por qué no me dijiste esto antes? —Ella fulminó a Rhyzan con la mirada,
luego a su padre—. ¿Por qué no me lo dijiste cuándo las pruebas terminaron? Como
se suponía que debías.
—Quería estar seguro. Estaba esperando que las pruebas se completaran con los
Castas Lobo sin acoplamiento. Quería asegurarme de que no había un acoplamiento
con tu genética Lobo antes de decírtelo.
No había querido que se acoplara con un Coyote. Las palabras no fueron dichas,
pero daba igual. Tal como lo había dicho Dog, el hecho de que ella fuera una Casta
Mestiza había sido deliberadamente omitida durante tantos años que a veces se
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Lora Leigh
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—Pero ahora que no queda tiempo, ¿puedes hablarme sobre Rhyzan? Cualquier
Coyote es mejor que el que elegí, ¿verdad? —exigió.
—El punto es discutible de todos modos. —Ira y dolor rugieron dentro de ella
mientras le lanzaba una mirada fulminante a Rhyzan—. Cualquier otra prueba no
importa. Ahora tengo un compañero.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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—No está loco —se burló—. Sabe que también lo agarrarían y que correría la
misma suerte. Él no ha sobrevivido en ese mundo siendo estúpido, padre.
Todo dentro de ella estaba gritando en negación, en dolor. Ella podía ver la
decepción de su padre y la estaba matando. No le había dicho que Rhyzan podía ser
su compañero porque quería ver si podía acoplarse con un Lobo. Cualquier cosa que
no fuera un Coyote.
—¿Cuántas veces tengo que rechazar uno de tus avances? Por el amor de Dios,
Rhyzan. Cada vez que he estado en tu compañía puedo sentir tu desprecio y
desconfianza. ¿Por qué te querría como compañero? —Ella se puso en pie de un
salto, sofocada entre la decepción y la desaprobación combinadas de su padre y del
subdirector de Jonas.
Su padre y Rhyzan se pusieron de pie cuando ella pasó corriendo entre ellos.
¿Dónde demonios estaba su compañero? Se suponía que debía estar aquí, se suponía
que debía evitar que esto sucediera, al menos hasta que pudiera manejar las
hormonas que se propagaban rápidamente por su cuerpo.
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Lora Leigh
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No fue solo la mofa; era la sensación de que la idea de sus habilidades anteriores
era visto con desprecio. Él la veía con un dejo de desprecio.
Eso era todo. Él era frío. El Casta tenía un cubo de hielo por corazón y Cassie no
pensó que ella disfrutaría de la congelación.
—¿Has olvidado con quién te estás metiendo, gilipollas? —gruñó, haciendo caso
omiso de su padre mientras se enfrentaba a un Casta que estaba empezando a ver
como el enemigo ahora—. Voy a torcer tu petición en tantas direcciones tan
rápidamente que te dará un latigazo cervical.
—No eres la única que conoce la Ley Casta —afirmó, y la confianza en sí mismo se
apoderó de su expresión.
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observaba a Rhyzan con una mirada despectiva—. ¿Y entonces sugerir que puedes
forzarlo? Te cortaría la garganta si lo intentaras y me marcharía como si nada.
—Cassie —susurró su padre, el dolor retorcía su rostro—. Dog hará que te maten.
Ella observaba fascinada a Dog mientras se acercaba al lugar donde él antes había
tirado su mochila descuidadamente. Sin apartar los ojos de ellos, extendió la mano
hacia un lado, sacó un cigarro delgado, lo colocó entre sus labios y lo encendió.
La llama del anticuado fósforo hizo que sus facciones adquirieran un extraño
resplandor antes de bajarlo, apagó la llama y lentamente soltó una nube de humo
fragante.
Tardó unos preciosos segundos en darse cuenta de que Cassie estaba negando con
la cabeza lentamente mientras lo miraba fijamente, con la ira aún rugiendo como una
tormenta dentro de ella. Esto no podría suceder. Ella no podía permitir que se
derramara sangre aquí. Que Dios la ayudara, nada podría sucederle a su padre, y si
Dog atacaba a Rhyzan, su padre sentiría que el honor le obligaba a auxiliar al
subdirector.
Ella había dado un paso hacia él cuando la mano de su padre tocó su brazo con
tan solo una pizca de incomodidad, haciendo que le mirara.
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—Te quiero, Cassie —dijo suavemente—. Y haré lo que sea necesario para
protegerte. Incluso de tu compañero.
Su cabeza se levantó mientras contenía las fuertes palabras que querían escapar.
—Yo le elegí —le aseguró con firmeza—. Me puse en contacto con él. Le pedí que
fuera mi amante, sabiendo que era un Coyote, sabiendo que había una posibilidad de
que fuera mi compañero. —Ella le lanzó a Rhyzan una mirada asesina—. Si hubiera
querido a alguien más, podría haberlos elegido a ellos.
Sin derramamiento de sangre. Sin guerra. La única forma de luchar contra una
Reconsideración era mantenerse firme, segura de sí misma, y que nadie sospechara
siquiera por un instante que él no era el compañero que habría elegido si ella lo
hubiera sabido.
—Alfa Sinclair, realmente tengo algo de respeto por ti —afirmó, con un tono
razonablemente respetuoso—. Por eso, te aseguro que conseguir que maten a mi
compañera o sea capturada es lo último que debes temer. Pero si cometes el error de
tratar de usar su amor por ti y tu desilusión con respecto a su elección; entonces eso
cambiará. No creo que ninguno de nosotros quiera lastimar a Cassie de esa manera.
—En cuanto a ti. —Dog se volvió hacia Rhyzan—. Vete de aquí. El olor de tu
superioridad moral me está molestando.
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—Lo siento, cariño —dijo en voz baja cuando se acercó a su lado y bajó la cabeza
para besar la parte superior de la suya—. Te quiero. Si me necesitas, solo tienes que
llamar. Lo sabes.
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—Creo que será mejor que empiece a empacar. Parece que estamos siendo
desalojados.
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Capítulo 9
Cassie logró hablar con Ashley y varios de los otros agentes con los que había
estado trabajando y les puso al día en cuanto a su nuevo estado, o la falta de él. Ella
no se había reunido con Jonas, pero cada vez que lo consideraba, rechazaba la idea
con la misma rapidez. Un instinto le advirtió que ahora no era el momento.
Finalmente, esa noche, no había nada más que hacer que empacar. No es que
tuviera mucho que empacar. Ropa y zapatos en su mayor parte. Ella no había traído
mucho más, además de algunas joyas, cuando había venido a Window Rock.
Dog se había ido y regresado varias veces, su expresión adusta cada vez que
regresaba a la habitación. Cuáles eran sus planes cuando se fueran, no tenía idea.
Cuáles eran sus planes mientras estuvo en la residencia de la Oficina con ella, Cassie
todavía no sabía. Todo lo que sabía era que fuera lo que sea en lo que estuviera
trabajando, estaba decidido a guardárselo para él.
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—No puedo impedirla. Tendría que poder acceder a los artículos de la Ley de
Acoplamiento. Mi acceso de seguridad fue anulado, así como cualquier posibilidad
de presentar la documentación adecuada sin pasar por el Tribunal Casta para
obtener permiso para acceder a ella. —Frunció el ceño al considerar las opciones que
tenía—. Todo lo que puedo hacer es negarme a verlo hasta que el Tribunal Casta
acepte escuchar mis argumentos. Pero aún pueden alejarme de ti hasta ese momento.
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Fue su tono, la fuerza en él, el débil gruñido que surgió de su garganta, la oleada
de posesión y determinación que de repente llenó la habitación.
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Maldito Rhyzan. ¿Qué diablos estaba tratando de hacer? Una cosa era cierta: su
sangre se derramaría si seguía este derrotero.
—No le llevará mucho tiempo recibir una respuesta. —Ella mantuvo la voz baja
mientras tomaba la mano que él le ofrecía.
Dios bendiga el corazón de Jonas, pero ¿cómo demonios había sabido Dog sobre el
acceso oculto?
Tardó solo unos minutos en encontrar una escalera. Dog se movió rápidamente, en
silencio, a pesar de su tamaño, bajando los peldaños que amortiguaban el sonido
hasta que llegaron a otro largo pasillo. Haciendo una pausa, escucharon durante
largos segundos, entonces la condujo hacia la puerta al final del pasillo.
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Ella conocía a los dos Castas. Sus socios, Mutt y Mongrel. Dios, iba a tener que
discutir nombres con ellos.
—¿Por qué los laboratorios? —les preguntó Cassie—. No hay ninguna razón para
que me quede allí.
—Le dio órdenes a Sobolova y Armani para que consigan una hormona que
contrarreste lo que él llamó tu infección —dijo Mutt, burlándose—. Él quiere darle a
cualquier hormona que tenga la oportunidad de asegurar un acoplamiento.
—Está loco —siseó, mirando fijamente a Dog mientras la miraba en silencio—. Eso
no es posible.
—No con Lobos o Felinos —dijo Mongrel arrastrando las palabras—. Parece que
piensan que podría ser posible por un corto período de tiempo con ADN de Coyote.
Aunque parece que Sobolova y Armani están amenazando a Rule Breaker y a Jonas
Wyatt con protestas formales por intentarlo.
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Los otros dos se subieron a la parte trasera mientras Dog se acercaba al lado del
conductor y entraba. En cuestión de segundos, el Dragoon salía del garaje y se
alejaba de Window Rock.
—¿A dónde vamos? —Dios, ella rezó para no estarse equivocando. Estaba sola con
tres de los Castas del Consejo más notorios que conocía. Era una compañera y
también la Casta que el Consejo de Genética había intentado secuestrar desde que
tenía nueve años.
—Donde Rhyzan no pueda tocarte —dijo Dog con un gruñido, mirando la noche
mientras las luces del Dragoon cortaban una franja en la oscuridad.
—Es más sensata que eso—masculló Dog, pero ella vio la mirada que esos ojos
entrecerrados le lanzaron—. Estaría con Rhyzan si eso fuera lo que pensaba. ¿No es
así?
—Sí —le respondió con firmeza, en lugar de dar voz a esa incertidumbre—. Eso no
significa que no espere saber qué demonios vas a hacer. No soy una niña o una tonta
y soy totalmente capaz de contribuir a lo que sea que hayas planeado si sé cuál es el
plan.
Ser mantenida ahora en la oscuridad solo la volvía loca. Antes, las respuestas que
había necesitado siempre habían estado disponibles, y si no las respuestas, al menos
una garantía de seguridad o peligro. Esas formas fantasmales ya no venían a ella, y la
incertidumbre de lo que se avecinaba estaba a punto de romper su control.
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El aroma del tabaco no era áspero o acre, y si no se equivocaba era el mismo tipo
de cigarro y tabaco que fumaba Dane Vanderale. Y Dane fumaba exclusivamente el
fino rollo de tabaco que una de las compañías de Vanderale fabricaba en África.
Estaba fumando cigarros Vanderale. ¿Cómo demonios los consiguió? Ella sabía a
ciencia cierta que esa marca de tabaco en particular estaba hecha exclusivamente
para Dane. No era importado y no podía ser comprado. Y Dane no se los
suministraba a nadie, especialmente a los Castas del Consejo.
Era suave; el toque de cereza mezclado con un sabor que le recordaba el coñac
fluyó sobre sus sentidos. Sosteniendo el cilindro entre dos dedos, lo colocó entre los
labios de él una vez más, ignorando la sorpresa que obviamente había silenciado a
los tres hombres.
Alzando su mano, Dog apartó el cigarro el tiempo suficiente para mirarlo, luego
de repente volvió a sonreír antes de devolverlo a sus labios y aumentar la velocidad
del Dragoon.
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No debería tener esos cigarros, como tampoco debería haber sabido sobre la ruta
de escape de Jonas.
—¿Estará Jonas allí, o Dane? —preguntó ella, entrecerrando los ojos mientras él
exhalaba, el olor a humo envolvía sus sentidos.
—Rhyzan está jugando algún juego. —Ella exhaló bruscamente, capaz de pensar
más claramente ahora que estaban lejos de la Oficina y la amenaza de intromisión de
Rhyzan detrás de ellos—. Pero creo que él es consciente del hecho de que yo no soy
su compañera.
Eso la había molestado, por qué ella y el otro Casta habían probado ser
compatibles. No tenía sentido y no debería haber sucedido.
—Bueno, me aseguraré de que no sea nada personal cuando le mate —le aseguró
Dog—. Porque le mataré, Cassie, si continúa en este derrotero.
—Recibir el permiso del Tribunal Casta para separar compañeros es solo el primer
paso. Incluso en los compañeros Coyote se ha establecido que después de un tiempo
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—Entonces, ¿cuánto tiempo tardará en suceder eso? —Él le lanzó una rápida
mirada.
—Han descubierto que os habéis ido. Rhyzan ha ordenado que el heli-jet esté en el
aire —interrumpió Mutt—. Este bastardo me va a hacer cabrear, Dog, ¿lo sabes?
—No tengo noticias todavía. Dudo que tengamos mucho tiempo. Necesitamos
darnos prisa. Todavía estamos a varios kilómetros del segundo Dragoon. —La
tensión en la voz del Coyote se hizo más profunda—. Te dije que deberíamos haberlo
matado cuando Jonas se negó a retractarse y lo colocó en la Oficina.
—No estamos muy lejos de Graeme y Cat. —El Casta Bengala estaba más loco que
una cabra, pero sabía que los ayudaría si supiera lo que estaba pasando.
—Lo tengo, compañera. —La confianza pura llenó la voz de Dog—. Espera, ésta
será una parada rápida. —Miró por encima del hombro a los dos Castas detrás de
él—. Listos para achicar.
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—¿A dónde vamos? —Ella endureció su voz mientras lo miraba con exigencia—.
No me guardes secretos. No te gustará lo mal que lidio con eso.
Una risa baja y juguetona susurró como el viento sobre sus sentidos mientras la
miraba. La mirada era aprobatoria, desafiante.
—Tengo una casa a unos diez kilómetros de aquí —respondió mientras el otro
vehículo pasaba junto a ellos—. Mutt y Mongrel se asegurarán de que aún sea segura
antes de que lleguemos. Con un poco de suerte, estaremos allí sanos y salvos antes
de que Rhyzan gire su heli-jet en esta dirección.
—Entonces las cosas se van a estropear muy rápido —gruñó—. Porque si ese
estúpido hijo de puta sigue jodiéndome, Cassie, lo mataré. Hay una razón por la cual
Jonas y yo no revelamos exactamente lo que he estado haciendo durante años o
quién soy. Y si solo uno de mi gente termina muerto por la ignorancia de Rhyzan,
entonces te prometo que no sobrevivirá a mi ira.
Era un agente doble, una trampa dentro de las filas del Consejo. Sabía que Jonas
tenía varios dentro de las filas Castas que el Consejo de Genética todavía controlaba,
pero éste era un golpe maestro del Director.
—Esa es una discusión para después. —Suspiró antes de tomar otra calada del
cigarro—. Cuando estemos a salvo. Cuando mi gente esté a salvo. Hasta entonces,
soy lo que todos creen que soy. Un perro de guerra del Consejo con un sentido del
humor estúpido y la princesa Casta como compañera. —Él le lanzó otra sonrisa
burlona—. No he cambiado, Cassie.
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—Nunca imaginé que lo hubieras hecho. Entonces, ¿por qué no pudiste decirme
todo esto después que nos acoplamos? ¿Por qué esperar hasta ahora? —Hubiera sido
más fácil para ella si hubiera sabido al menos parte de con qué estaba lidiando.
—No dudaste cuando te dije que Rhyzan había presentado esos papeles. No me
preguntaste cómo lo sabía o exigiste la prueba. Me seguiste. Confiaste en mí ¿Por
qué?
Y él la había dado. Cualquier otro Casta se habría enfurecido con su padre cuando
escuchó esa conversación, pero Dog sabía que un ataque contra el padre de Cassie la
hubiera destruido. Y un ataque contra Rhyzan habría forzado a su padre a defender
al otro hombre.
Durante seis años, Dog había hecho todo lo que le había pedido, sin importar cuán
difícil, y a menudo el pago era un esfuerzo tan flagrante para atraer su interés que
ella no pudo evitar estar de acuerdo.
Tomar el sol en bikini hizo que sus padres la regañaran durante semanas cuando
la atraparon en el techo de la casa. Una chalina que ella había usado en una fiesta
dejada atrás. Una vez le había exigido que simplemente hablara con él durante varias
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horas en un teléfono seguro que había dejado para ella. Había pasado la mitad de la
noche en ese maldito teléfono satelital, escuchando su voz, riéndose de su humor a
menudo obsceno.
—Si no hubiera confiado en ti, no habría jugado ese estúpido juego contigo
durante seis años y estoy segura de que no te habría encontrado en el hotel —le dijo
ella en voz baja mientras el Dragoon daba un rápido giro desde la carretera a tierra
privada—. Pero eso no significa que confíe en ti en algo que no sea mi vida, Dog. Y
guardar más secretos, mantenerme a oscuras acerca de lo que está sucediendo ahora,
solo me lo hará más difícil.
Maldito Rhyzan.
* *
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Dog no podía explicar exactamente lo que estaba sintiendo, o qué diablos era lo
que se ablandó en su pecho en el momento en que Cassie le había seguido sin
preguntar. Ella no dudó, no se había resistido. No había exigido llamar a su padre o a
Jonas; había confiado en su compañero.
Ella no tenía ningún motivo para confiar en él, realmente no. Seis años de
mensajes y llamadas poco frecuentes cada vez que necesitaba algo no era una
amistad; no era una relación. Aunque era todo lo que lo había mantenido cuerdo.
Desde el momento en que sus labios rozaron los de ella en aquel maldito hospital
después de haber sido forzado a herirla en la isla de Seth Lawrence, no más que un
susurro contra labios suaves como pétalos, había vivido en el infierno.
Quien pensara que los Coyotes lo tenían más fácil con el Calor de Acoplamiento
obviamente no había estado hablando con los machos. Era hielo en sus entrañas, un
frío que calaba hasta los huesos, una necesidad del calor de su compañera que se
sentía como garras arañando debajo de su piel. Hasta que estaba cerca de ella.
—Necesito comprobar con Mutt y Mongrel antes de irnos a dormir. —Se aclaró la
garganta cuando ella se volvió para mirarlo, su expresión sombría—. No tardaré
mucho.
Maldita sea, las emociones no eran su fuerte, y estaba condenado si sabía cómo
manejarlas.
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—Me parece bien. —Ella asintió con la cabeza mientras se sentaba en la silla
colocada cerca de la cama y comenzaba a desatar sus botas—. No empaqué nada
para dormir.
—Toma una camisa de mi mochila. Tengo de repuesto allí —le dijo—. No debería
tardar demasiado, pero necesito estar al corriente de los movimientos de Rhyzan
durante algún tiempo.
Ella deseó que hubiera una manta eléctrica. Estaba fría y sola. Y demasiado
insegura sobre el Casta que había aceptado como su compañero. O el futuro que
ahora les esperaba.
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Capítulo 10
Ese pensamiento penetró en su sueño, llenó su mente cuando sintió a Dog meterse
en la cama junto a ella, su poderoso cuerpo cálido mientras la atraía hacia sí. No
había sabido lo fría que se sentía hasta que la abrazó, o lo excitada que estaba hasta
que sintió su miembro endurecido contra su vientre.
—Tú también. —La diversión retumbó en su voz, pero ella podía sentir la
inquietud debajo.
—¿Todo está bien? —Ella presionó un beso en su pecho, sintiendo los músculos
tensarse.
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Cassie empujó contra su hombro, una vaga sensualidad se apoderó de ella. Era
diferente a todo lo que había experimentado hasta ahora con él. Era más profundo,
sobrepasándola, pero sin la carrera imperativa por la satisfacción. Era salvaje,
hambriento, pero con la necesidad de saborear cada muestra, cada toque.
—Mi compañero. —Sus labios rozaron los suyos, entonces su lengua—. Todo de
él.
Cuando ella se echó hacia atrás, sus labios se deslizaron por su cuello, mordiendo
la dura piel sobre su yugular, lamiendo su nuez y abriéndose camino hacia su pecho.
Sus manos acariciaron sus hombros, sus costados. La necesidad de tocar así como de
saborear, de dar placer como de tomarlo, pasó sobre ella como una tormenta erótica.
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Bajando sus manos a las sábanas debajo de él, apretó sus dedos en la tela y aflojó
el control que tenía sobre la bestia interior luchando por levantarse para satisfacer su
hambre. Solo un poco, se dijo a sí mismo. Podía sentir a la criatura que ella ocultaba,
extendiendo la mano, buscando, y sabía lo que buscaba. Esa conexión en un nivel
nunca antes conocido.
Mientras dejaba que esos instintos se liberaran, sintió que el animal de ella saltaba,
se acercaba. De repente, su piel estaba más sensible, su polla más dura si cabe,
palpitando desesperadamente por enterrarla en su interior.
El desgarrador gruñido que salió de él se encontró con uno femenino. Sus manos
acariciaron a lo largo de su abdomen hasta sus muslos, sus labios se separaron sobre
la punta de su polla y lo chupó dentro del calor húmedo, solo para liberarlo
momentos después.
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pelotas. Allí, Cassie lamió, jugó, besó y chupó la carne sensible hasta que la
necesidad por ella fue agonía.
—Oh, demonios, Cassie —gimió cuando ella regresó lamiendo—. Esa pequeña
lengua caliente me va a volver loco.
Ella rodeó con la lengua el glande, lamiendo el pulso pre-seminal antes de meter
otra vez la punta en su boca.
Cuando sus labios se levantaron segundos más tarde, él tuvo que contener la
necesidad de forzar a que su boca volviera.
—Me encanta cómo sabes —suspiró contra la sensible piel del glande—. La
sensación de ti follando mi boca, follando mi coño.
Todo su cuerpo se sacudió con fuerza ante el sensual susurro. Ah joder, sí, le
encantaba escucharla hablar sucio.
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Un grito escapó de los labios de Cassie mientras sus caderas se sacudían, tomando
más de él. Con cada centímetro que forzaba dentro de ella, el pulso de la hormona la
llenaba, relajando los músculos, sensibilizándolos, haciéndola sentir más caliente,
más viva, mientras sensibilizaba su propia carne.
Ella estaba más apretada que un puño envuelto alrededor de la punta de su polla.
Sus caderas se balanceaban, se movían, se levantaban y volvían a bajar mientras lo
metía trabajosamente dentro de ella hasta que Dog estuvo seguro de morir por el
increíble placer. Era como hundirse en el centro de un éxtasis tan puro que podía
sentirlo contra su piel, saborearlo contra su lengua.
—¿Asustada, cariño? —le susurró mientras ella negaba con la cabeza, sus manos
agarraron repentinamente sus muñecas mientras se ponía más derecha y sus caderas
se restregaban contra las de él—. Estás tan apretada... Es placer y dolor a la vez.
Ella estaba tratando de contener sus gritos así como el hambre que estaba
aumentando en su interior.
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Ah, joder. Estaba enterrado hasta las pelotas dentro de ella, palpitando, su agarre
en su polla muy apretado y varias eyaculaciones de la hormona la llenaron una tras
otra. Él liberó su pecho y su espalda golpeó la cama, arqueando las caderas mientras
obligaba a sus ojos a permanecer abiertos, solo para mirarla.
Sus gritos lo cubrieron. Enderezándose, ella echó la cabeza hacia atrás y comenzó
a moverse, a frotarse, levantándose y dejándose caer mientras su cabello le acariciaba
los muslos y lamía sus pelotas. Su fantasía cobró vida, su pequeña y salvaje halfling
cabalgándole mientras esos sensuales rizos atormentaban su carne con el toque más
ligero.
Era la experiencia más erótica, el placer más sensual que había conocido en toda
su vida, y no quería nada más que abrazarla para siempre. Solo dejar que el mundo
retrocediera y no hacer nada más que pasar su vida enterrado en el calor y la
aceptación con que esta mujer lo envolvía.
Entonces la sintió ponerse rígida, sintió que perdía el aliento. Agarrando sus
caderas, él le dio lo que necesitaba, moviéndose debajo de ella, empujando fuerte y
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Hijo de puta...
Fue como morir en éxtasis. Escuchó sus gritos haciendo eco a su alrededor, la
sintió desplomarse contra él, y todo lo que pudo hacer fue abrazarla mientras sus
caderas se sacudían entre sus muslos y cada eyaculación lo secaba.
La satisfacción primaria que corría a través de él era casi tan embriagadora como
la liberación física. Ella era suya. Completa e irrevocablemente. Dios ayudara al
hombre o Casta que pensó que la robaría de sus brazos.
* *
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cuerpo curvado sobre ella, sosteniéndola contra él. Su mano apoyada en su corazón,
la de él cubriéndola. Y Dog estaba durmiendo. Es curioso, pero en el tiempo que
pasaron juntos, ella solo lo había visto tomar una siesta.
Al principio, pensó que tenía que estar soñando. En todos los años que había visto
espíritus caminar a su alrededor, nunca había tenido la ocasión de tener una visita
masculina. Y definitivamente era un espíritu. Alto, ancho, obviamente el padre de
Dog dado el hecho de que compartían los mismos rasgos, el mismo color.
El espíritu estaba de pie, erguido como un militar, con los brazos cruzados sobre el
pecho, su expresión curiosamente amable a pesar de la salvaje expresión de sus
facciones. Iba vestido con uniforme militar y la camisa manchada de sangre. Su
sangre si la tela desgarrada en el pecho era alguna indicación.
Reía cuando era niño, dijo el espíritu en voz baja, la voz llena de arrepentimiento.
Tenía un cachorro de coyote que salía de la guarida de su madre y jugaba con él. Su risa
siempre me recordaba a su madre.
La perdí, en el parto. Él la miró, pero solo por un segundo. Estaba demasiado débil, por
el daño a su cuerpo días antes, cuando nos encontraron de nuevo, para sobrevivir. Mientras
sostenía a nuestro bebé, ella se me fue.
Él tenía diez años cuando me encontraron. Lo dejé en las montañas mientras buscaba
suministros. Miró su pecho y suspiró antes de mirar a Dog una vez más. Intenté
entrenarlo para sobrevivir en caso de que, en algún momento, no regresara, pero diez años es
muy joven para que un niño se quede solo. Incluso uno entrenado para sobrevivir.
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Con diez años era demasiado joven, ella estuvo de acuerdo en silencio.
Le juré a su madre que siempre cuidaría de él, para que ella pudiera ir pacíficamente al otro
lado. Que no lo abandonaría hasta que su compañera lo encontrara, como la mía me encontró.
Un hilo de diversión tocó su voz susurrante. Es un chico obstinado. Llevarlo a esa isla y
ponerlo en el lugar para que pudiera hacerte salir al balcón ese día requirió un esfuerzo
considerable, ¿sabes?
Se dio cuenta de que era su presencia lo que ella había sentido todos esos años
atrás. Escondido de la vista pero empujándola de todos modos. Él era la razón por la
que había aceptado esos tratos a lo largo de los años, confiando en Dog cuando la
lógica le decía que era una locura. Porque él estaba allí, asegurándole que se podía
confiar en Dog.
Lo sabías. No tuve que decírtelo. Aunque a veces, lo admito, puedo haber susurrado
garantías a la criatura dentro de ti. Tu animal escucha mucho mejor que tú cuando se trata de
mi chico. Él inclinó su cabeza cuando Dog se movió en su sueño, la presión de su
brazo aumentó a su alrededor.
Él sobrevivió, susurró, una vez más sombrío. Un niño, no más de diez años. Solo. Y
hasta ti, él nunca olvidó que estaba solo. Contigo, encontró esperanza.
Y él le había dado esperanza. Pero su corazón dolía por el espíritu que estaba
vigilando a su hijo adulto tal como debía haberlo vigilado de niño.
Le llamé Cainis, le llamé Cain, le dijo el espíritu, volviéndose hacia su hijo. No sabía
cómo ser padre, pero cuando sostuve a mi hijo y vi morir a mi compañera, supe que ese
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pequeño ser era lo único que importaba. Y cuando morí, incapaz de alcanzarlo, no pude
abandonarlo. Lo había jurado.
Sintió una lágrima deslizarse por su mejilla, dolida por este Casta y por su
pérdida, así como por la de Dog.
Podía verlo hablar, sus labios moviéndose, su mirada feroz mientras se desvanecía
de la vista, dejando solo su pena y su miedo por su hijo.
El miedo se hizo más intenso en su pecho, un sudor frío le atravesó la piel cuando
Dog se incorporó y tiró la colcha a su alrededor antes de arrastrarla hacia la calidez
de su pecho.
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Ella estaba muy fría. Brutalmente fría. El hielo fluía por sus venas y ella juró que
podía sentir la muerte respirando sobre su hombro.
—Está bien. Shhh. Está bien, Cassie. —Dog besó la frente de su compañero y trató
de calentarla mientras la obligaba a recostarse contra su pecho—. Está bien. Déjame
calentarte.
Hasta el día en que el hombre al que llamó padre no había regresado al desierto.
Cain. Su padre le había llamado Cain, pero nunca permitiría que se conociera la
versión abreviada de su nombre. Si alguna vez le preguntaban su nombre, él era
Cainis. Él era Dog. Debía tener cuidado con el Mayor, y su madre era un ángel.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Esa foto estaba metida en su mochila, escondida en una hendidura que había
cortado en el cuero.
Y la única forma en que Cassie podría haber sabido algo de esto era si el fantasma
de uno de sus padres había acudido a ella.
Debía haber sido su padre, decidió, recordando al hombre sombrío y taciturno que
lo había criado. Él no había sido uno para dar abrazos; los había evitado. Pero a
menudo había encontrado formas para que Dog tuviera una razón para reírse. En
algún momento, Dog se dio cuenta de que su risa infantil aliviaba el dolor que sentía
venir de su padre.
Joder.
Maldición.
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Lora Leigh
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Capítulo 11
Al día siguiente, Cassie observaba a Dog con cautela. Siempre era consciente de él
mientras trabajaba en la tableta que él le había proporcionado, utilizando una puerta
trasera6 en los archivos de la Oficina para acceder a los Artículos de la Ley de
Acoplamiento.
Los dos Coyotes con los que tan a menudo peleaba también sentían algo dentro de
él. Les miraban a ella y a Dog, sus expresiones a veces pensativas, a veces confusas.
Ella lo soportó hasta que cayó la noche y terminó de descargar los archivos que
necesitaba y comprobar dos veces si había algo más que se había perdido.
6
Back door o puerta trasera como se traduce el término en algunos países, es un mecanismo que
permite entrar a ver información saltándose las autenticaciones (usuario/password) y las validaciones
para ingresar al sitio.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Terminó su trabajo, apagó la tableta, volvió a servirse café y terminó el guiso que
había preparado más temprano para la cena. Una vez que lavó los platos, caminó
hacia la amplia entrada que separaba la sala de estar y observó a los tres Castas
silenciosamente durante largos momentos mientras revisaban los mapas y discutían
el progreso de la fuga que la gente de Dog había hecho.
—No hay nada más que podamos hacer, por ahora—anunció él, levantándose de
la silla y cerrando su propia tableta mientras Mutt y Mongrel lo miraban.
Ellos se pusieron lentamente de pie, sus miradas se deslizaron hacia ella, las
mismas pensativas y confusas expresiones en sus rostros.
—Iremos, eeh, a revisar las cosas afuera. —Mongrel carraspeó mientras Mutt
asentía enérgicamente con la cabeza.
Los dos se dirigieron de prisa hacia la puerta que conducía al garaje y la cerraron
rápidamente detrás de ellos.
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Lora Leigh
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Castas 32
Cuando era niña, no siempre había sido tan cuidadosa como debería con respecto
a los Castas que eran seguidos por espíritus o por las imágenes de sus propios
demonios interiores. Eso había comenzado la aversión que muchos de los Casta Lobo
sentían por ella. Sin embargo, en general, los Coyotes siempre habían pensado que
era algo genial, como uno había expresado. Fue agradable saber que no estaba sola.
—Está bien. —Ella inspiró lentamente— ¿Al menos me dirías quién es el Mayor?
—Mierda si lo sé, y he estado tratando de resolverlo desde que tenía diez años.
Supongo que lo sabremos pronto, ¿verdad?
—Si pudiéramos repasar todo lo que recuerdas juntos, tal vez podríamos
resolverlo…
—Dije que ahora no, maldita sea—espetó él, su voz baja, llena de furia—.
Simplemente ahora no, Cassie.
Sus labios se abrieron, la ira se disparó a través de ella, para devolverle el golpe
por el tono cortante de la voz.
—Bueno, amor, ¿no fuiste y elegiste a un bastardo hosco para acoplarte? —El
acento sudafricano estaba teñido de diversión y afecto cuando Dane Vanderale entró
en la habitación detrás de ellos.
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Cassie se dio media vuelta, enfrentando al Casta que la mayoría del mundo creía
que no era más que un benefactor y filántropo de los Castas. No tenían ni idea del
Casta agazapado y listo para salir dentro de él.
Los híbridos eran hasta ahora un misterio para los científicos. Su genética rara vez
se presentaba hasta su adolescencia, y parecía que los sentidos animales y humanos
que poseían estaban mucho más integrados que los de los Castas creados por los
científicos.
Lanzando a Dog un pequeño paquete que llevaba en el momento en que Dog pasó
junto a ella, Dane se dirigió hacia el bar, se sirvió un trago y se volvió hacia ellos. Ella
captó el aroma apenas perceptible que le llegaba de la caja, lo que indicaba que
contenía los delgados cigarros que él le proporcionaba a ciertos Castas.
El propio Dane era un maestro del control, pero junto con el olor de los cigarros
había uno de furia pura y sin precedentes apenas contenida.
Vestido con pantalones de seda de color gris y una camisa blanca de manga larga,
cuyas mangas estaban dobladas hasta los codos, se parecía menos a un Casta Híbrido
y más al hombre de negocios como acostumbraba a retratarse. Es decir, si uno
obviaba el cabello enmarañado del color de la arena del desierto y no detectaba el
animal que acechaba detrás de esos ojos verde esmeralda. Ojos que, por lo general,
distorsionaba con lentes de contacto de colores.
Cassie observó al híbrido con los ojos entrecerrados, viendo mucho más que la
burla, el encanto complaciente y el peligro latente que siempre captaba. Por primera
vez desde que lo conocía, Dane estaba a punto de perder el control de ese animal
interior que albergaba.
—Por cierto, tus padres y el mío, se están uniendo a Callan y Jonas en Window
Rock. —Levantó su vaso en un brindis silencioso a Cassie—. Dash y Callan han
llamado al Leo y le han pedido que él y mamá te ayuden en esto. Parece que tu padre
pudo haber intentado matar a Rhyzan cuando presentó esa petición después de tu
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desaparición. —Se llevó la bebida a los labios—. Bien, maldita sea, segurísimo que no
lo culpo.
—¿Papá está bien? —Cassie suspiró con cansancio, mirando al híbrido mientras
daba sorbos a su bebida ahora. Estaba sorprendida, tenía la impresión de que su
padre aprobaría las acciones de Rhyzan.
—En perfecto estado. —Su sonrisa burlona era dura—. Sin embargo, creo que
pudieron haber tenido que separarlo a la fuerza de Rhyzan. Escuché que trató de
matarlo a golpes. También que estuvo cerca de tener éxito. La nariz del cabrón está
ligeramente fuera de lugar, y he oído que corre peligro de perder un canino debido a
los golpes que recibió de tu padre.
—¿Por qué papá y Callan pidieron ayuda a Leo? —Cassie negó con la cabeza
entonces.
Dos compañeros.
Rhyzan no era su compañero y ella lo sabía, pero sus pruebas demostraron una
compatibilidad...
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El gruñido irritado de Dog hizo que ella quisiera poner los ojos en blanco.
—Eso también pensó mi madre. Pero Rhyzan debería ser consciente de ello. Ha
estado bastante con Kenzi, interrogándola. Lo que da lugar a la pregunta, ¿por qué se
mantiene firme en la postura, deseando separarte a ti y a tu compañero antes de que
la mutación del acoplamiento se complete dentro de ti y de Dog?
Rhyzan estaba jugando un juego, y Cassie lo sabía, Jonas lo sabía, pero no podía
adivinar de qué juego se trataba. No tenía sentido que, incluso con la compatibilidad,
intentara algo así. Él tenía orgullo de sobra. Nunca admitiría que otro Casta,
especialmente un Coyote del Consejo, había tomado a su potencial compañera. O que
él lo había permitido.
—No importará una vez que lo encuentre. —La sonrisa de Dog era la curva de la
Parca cuando se volvió hacia Dane—. ¿Cuál es el estado de mi gente? —El hecho de
que estaba furioso no estaba oculto—. Perdí la conexión con el equipo hace horas.
Dane miró al suelo, esa rabia comenzó a arder dentro de él una vez más.
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—¿Había niños? —Dog no le había dicho que había niños. Él solo había dicho que
su gente tenía que escapar de una misión en la que estaban involucrados antes de
que su condición de espía fuera descubierta.
—La mayoría de ellos eran niños. Esa era la información en la que Dog y sus
equipos han estado trabajando en el interior de las filas del Consejo. La ubicación de
varias docenas de niños Casta. Algunos todavía bebés…
—¿De qué está hablando? —La pena que podía sentir derramándose de Dog hizo
que su estómago se encogiera de miedo.
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corazón que le habían trasplantado cuando era más joven. Cuando comenzó a
madurar, y el corazón a desarrollarse, sus padres fueron asesinados en un esfuerzo
por llegar a él y destruirlo antes de que alguien se enterara de los cambios que estaba
experimentando a partir de ese trasplante.
—Murió de sus heridas unos días después. —Dane hizo una mueca—. A pesar de
lo guerrero que era, las heridas eran demasiado severas para salvarlo.
Niños. ¿Un niño Casta había sido asesinado para proporcionar un corazón a un
niño humano?
—¿Qué cambios? —El horror arrastrándose a través de ella era destructivo. Los
monstruos que aún trabajaban como hombres de ciencia iban más allá de la maldad
con la que originalmente habían comenzado.
—Cambios Casta. —Dog terminó la bebida antes de caminar hacia al otro lado de
la habitación—. Estaba empezando a mostrar anomalías a nivel de ADN. Me llevó
años encontrar a las personas correctas en el lugar correcto o ubicar a las personas
indicadas y a los laboratorios donde se encuentran los Castas utilizados para los
trasplantes. Increíble a lo que una persona se aviene en un esfuerzo por vivir. Los
padres de ese niño sabían que un niño Casta moriría para suministrar ese corazón y
lo permitieron. Pagaron una pequeña fortuna por ello.
Cassie se llevó una mano al estómago, enferma por dentro al pensar en los
horrores que los niños Casta habían enfrentado. ¿Qué le había sucedido a la ciencia
que algunas de las mentes más inteligentes del mundo estuvieron involucradas en
esto?
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Y un niño se había perdido porque Rhyzan había decidido forzar algo que habría
percibido que no era un verdadero acoplamiento. Una compatibilidad visible en
muchas pruebas, pero hasta ahora, las pruebas eran muy poco fiables frente a un
aumento real del Calor de Acoplamiento entre los Castas examinados.
—Científicos de primer nivel, Dog. Lo más florido de la cosecha del Consejo. Mis
equipos se están trasladando al lugar para atrapar a tantos de los que escaparon
como sea posible y matar a los que no podemos conseguir. Con un poco de suerte,
nos estamos acercando a los hijos de puta que financian esto. Los Enforcers de Jonas
se van a unir a mis equipos en una hora para comenzar a descargar información y
recopilar evidencia dentro de los laboratorios. Todo lo que tenían. No tuvieron
tiempo de destruir nada. Sus soldados siguieron a los que se fugaron y abandonaron
los laboratorios. Mis equipos se acercaron y los protegieron, pensando que no había
forma de que pudieran rastrear a los demás. Estábamos equivocados.
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En todos los años transcurridos desde que el mundo se enteró de los Castas, cada
vez que se descubría un nuevo laboratorio, los registros y la información almacenada
se habían dañado antes de que los Enforcers pudieran acceder a eso. Nunca habían
logrado conseguir una instalación con todos los registros y la información
almacenada intactos.
—Así parece. De ahí la ira de Dash Sinclair. —Evidentemente, eso no tenía sentido
para Dane más de lo que tenía sentido para ella o Dog—. Rhyzan ha exigido una
reunión a pleno del Gabinete en la Oficina de Window Rock para mañana por la
tarde. Jonas está haciendo volar a los miembros del Gabinete necesarios esta noche.
—Se volvió hacia Cassie—. Un tipo decidido, ¿verdad?
—Así parece. —Poniéndose de pie, Cassie se frotó los brazos, frunciendo el ceño
confundida mientras dejaba a Dog y a Dane continuar discutiendo de la misión que
se había llevado a cabo mientras Dog luchaba por conservar su lugar en la vida de
ella. El solo hecho de que Rhyzan todavía estuviera vivo la sorprendía.
Dog no era conocido por su paciencia frente a cualquiera que intentara robar
incluso un cigarro. El hecho de que no hubiera matado al asistente del director
federal la sorprendía.
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Había muchas cosas sucediendo ahora para mantenerse ocultos así, no solo para
Dog sino también para ella. Y no era como si el planteamiento de Rhyzan se
mantuviera al conocer la posición de Dog. Además, no era la primera vez que la
compatibilidad se mostraba entre hermanos con una compañera. Había ocurrido
hace varios años, con dos hermanos Bengala, pero solo uno había sido el
compañero...
Ella se sentó derecha, las respuestas fluían por su mente mientras rápidamente
pasaba a través de cada ángulo, cada objeción que Rhyzan podría hacer, cada contra-
objeción. Y aun así, solo había una conclusión para extraer.
—Tengo que presentar una contrapetición. —La respuesta llegó tan rápido que se
sorprendió de no haber pensado en eso antes. Se giró rápidamente hacia Dane—.
Contacta con Callan. Necesito el formulario de contrapeticiones enviado a la tableta
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de Dog, así como el formulario para una Petición de Restricción. Él puede acceder a
esos para mí si como líder de la manada, no está de acuerdo con las acciones que se
toman. Yo los tengo, pero necesito mostrar pruebas documentales para mantener mi
puerta trasera a los archivos abierta.
—No eres parte de su manada; tu padre tendrá que interponer esa protesta—
señaló Dane—. Y se le considera parcial a tu favor.
—Dane, fui parte de la manada de Callan cuando tenía nueve años, antes de que
papá estableciera su propio manada. Esa admisión nunca fue anulada porque iba de
visita muy a menudo. —Se volvió hacia Dog—. ¿Te consideran alfa tus equipos o
respondes a alguien más?
—Por supuesto. He tenido uno cerca de la Oficina durante meses. —¿No tenía
todo el mundo su propia casa?
—Por supuesto—murmuró, con los labios todavía curvados con esa extraña
sonrisa—. Entonces, ¿vamos a esa pequeña reunión y enfrentaremos a Rhyzan?
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—Vamos. Llenaré los formularios cuando Callan los envíe y los enviaré a todas las
partes involucradas. Todo lo que necesito es la verificación de Callan y la aceptación
del reclamo para asegurar que las manos de Rhyzan estén atadas hasta que Elizabeth
pueda completar las pruebas de acoplamiento con Kenzi, que será antes de la
reunión. —Ella negó con la cabeza—. Debería haber pensado en esto, maldición. Lo
hubiera hecho si no hubieras mantenido mi cerebro hecho papilla.
Dog enarcó su ceja mientras Dane se reía entre dientes ante la acusación.
* *
Era todo lo que Dog podía hacer para obligarse a no seguirla, para inclinarla sobre
la cama y asegurarse de que todavía era el alfa en este acoplamiento. Él estaría
condenado si ella no desafiara esa posición cada vez que tuviera la oportunidad.
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El problema era que no estaba tan seguro de que ella sintiera lo mismo. Sabía que
estaba decidida a hacer funcionar el acoplamiento. Aunque no era su determinación
lo que él quería; el hambre por su corazón crecía día a día.
Él quería su amor.
El mundo, o a los Coyotes que Dog dirigía. A lo largo de los años, había tenido
varias docenas bajo su mando. Más de seis alfas por derecho propio y Castas que
tenían hambre de un hogar, de una vida que no incluyera vivir entre los monstruos
que habían trabajado para destruir.
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Él tenía mucho más apoyo para eso de lo que había imaginado hasta que el
Bengala que trabajaba con Lobo, le informara sobre el respaldo que tendría.
Aceptaría ese respaldo también, si fuera a sacar adelante sus planes.
Demonios, pensándolo bien, todo lo que necesitaba era que Cassie luchara por él.
La halfling con su voz de sirena y la capacidad de discutir sobre la Ley Casta como si
ella misma la hubiera escrito.
—Los Castas de Callan y Wolfe están marcando un hito con sus equipos militares
y de rescate. Los Coyotes de Del Rey están aliados con los Casta Lobo en Colorado y
sus propias fuerzas de seguridad y tienen una gran demanda. He discutido esto con
los Alfas. Creo que vamos a buscar más en el sector privado en lugar del militar o de
ataque.
—Lo que sea que necesites, Vanderale estará allí para ti. —Dane asintió con la
cabeza—. Como parece que nos vamos de fiesta esta noche, notificaré a mis hombres
sobre el cambio en los planes y me prepararé para retirarme. ¿Utilizaremos el heli-jet
para transportar a tu compañera a la ciudad? Creo que podemos aterrizar detrás de
su edificio de apartamentos. Enviaría un comunicado.
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No hasta que supiera que sus partidarios estaban en el lugar. Lo que significaba
que necesitaba hacer algunas llamadas y conseguir un favor o dos. Y el apoyo que
tenía en mente definitivamente enviaría un comunicado.
Y luego tendría que enfrentar un pasado que había tratado de ignorar durante
demasiados años, pero que nunca había olvidado.
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Capítulo 12
DC Insider News
¿ASOCIÁNDOSE CON EL
ENEMIGO?
Se obtuvieron fotos de la princesa Casta, Cassandra Sinclair, en los brazos de quien fuentes
informadas afirman es su amante.
Conocido solo como Dog, y según varias fuentes no identificadas por ser un aliado
conocido del Consejo de Genética, el poderoso Casta Coyote aparece como “renegado” dentro
de la base de datos Casta nacional, lo que significa que no ha declarado afiliación con la
comunidad Casta legítima y es sospechoso de crímenes contra la Ley Casta.
La señorita Sinclair, conocida como la experta legal más importante de los Castas en lo
referente a la Ley Casta, y una asesora de la Oficina Federal de Asuntos Castas, no pudo ser
contactada para hacer comentarios, pero otras fuentes dentro de la comunidad Casta afirman
que la aventura no es más que un amorío o posiblemente un engaño. Ellos dicen que se espera
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Se rumorea que la señorita Sinclair, conocida compañera del director adjunto Brannigan,
ya se ha comprometido en matrimonio. Entonces, ¿por qué fue visto Dog del Consejo de
Genética llevando a la señorita Sinclair a través de la entrada de la Oficina Occidental de
Asuntos Castas en Window Rock?
La joven Casta se refugiaba en los brazos del Casta Coyote, con la cabeza apoyada
en su hombro. Era la cara del Coyote lo que lo atrapó, lo que le hizo seguir cada
plano y ángulo de las imponentes facciones.
Los incisivos ojos gris plomo eran penetrantes detrás de las gruesas pestañas de
color arena. Una frente alta, una nariz aristocrática y un mentón imponente.
Generaciones habían perfeccionado esas facciones y desarrollado el cuerpo alto y
poderoso. El ADN Casta que ahora las estropeaba solo las agudizaba y hacía que el
cuerpo fuera más poderoso y fuerte.
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Sin embargo, no podía apartar los ojos del rostro del Casta. Había sospechado que
él existía... demonios no, una parte de él había sabido que existía. Cuando el cuerpo
de su padre había sido devuelto, no había habido ni un rumor de un niño, pero no
había duda de que una criatura había nacido de la madre.
Su cuerpo había sido encontrado casi un año después de la fuga. Los científicos
que supervisaron la autopsia estaban seguros de que había muerto justo después de
parir al bastardo.
Porque lo que él era podía ser descubierto, y seguramente no quería eso. No, nadie
quería eso, y tenía que ser detenido antes de que sucediera. Tenía que detenerse
antes de que el mundo supiera que la señorita Sinclair posiblemente podría parir a su
hijo. Un niño que ninguna prueba en el mundo revelaría como un Casta. Un niño que
podría infectar el mundo si era engendrado.
—Hola, abuelito. —La alegre joven que se sentó en la mesa del desayuno le hizo
levantar la cabeza, el remordimiento lo avergonzaba mientras la miraba fijamente, a
pesar de que le devolvió la sonrisa.
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No es que lo lamentara a menudo, excepto por el hecho de que eso aún lo dejaba
sin un heredero varón. No había manera de que pudiera dejar su fortuna a esta niña
tonta, a menudo olvidadiza.
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Capítulo 13
Ella estaba vestida con su habitual falda tubo de seda negra, una blusa de seda
blanca sin mangas abotonada metida en la pretina de la falda y un fino cinturón
negro que ceñía su cintura. La blusa estaba abotonada justo por encima de la
hendidura de sus senos, la confección a medida no era ajustada, sino que ensalzaba
sus pechos, mientras que el corte sin mangas mostraba la piel de seda de sus brazos.
Vestía medias casi del mismo color que su piel y unos zapatos negros de tacón de
diez centímetros que aumentaban su estatura y, a veces, su confianza. Los largos y
revoltosos rizos que normalmente caían a su alrededor ahora estaban retirados de su
rostro y entretejidos en una trenza suelta, gentileza de Dog.
Los artículos de la Ley Casta bailaban dentro de su cabeza, todas las piezas se
encastraron y exhibieron cada resquicio legal para permitirle presentar una
declaración mordaz y severa en contra de las acciones tomadas por el subdirector de
la Oficina de Asuntos Castas.
Mientras trabajaba, su concentración era más aguda de lo que había sido antes, su
conciencia de Dog de alguna manera se intensificó. Él había trabajado con ella
durante toda la noche, repasando los artículos de la ley y encontrando varias áreas
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que había pasado por alto. Ella sabía que él era muy inteligente, calculador y lógico,
pero mientras discutían y se evaluaban mutuamente contra cada argumento, se dio
cuenta de que también era increíblemente intuitivo y poseía una comprensión de la
ley que no había esperado.
Su cabello rubio oscuro estaba peinado hacia atrás, un poco más pulcro que su
aspecto normalmente melenudo, aunque tenía que admitir que a ella le gustaba esa
dura apariencia de chico malo. No era solo una apariencia; él era realmente un chico
malo, y era suyo.
Cassie casi se detuvo ante ese pensamiento antes de dejar que se hundiera en su
interior, y se permitiera aceptarlo. Fuese lo que fuese lo que el futuro les deparara,
fuese lo que fuese lo que resultara de la reunión con el Gabinete, sabía que él era
suyo, así como que ella le pertenecía. Le había pertenecido desde que salió al balcón
de la suite de invitados de Seth Lawrence y sintió que la mira del arma de Dog se
posaba sobre ella.
Y él también le pertenecía.
—Halfling, esa mirada en tu cara me está poniendo duro. —El sexy retumbo en su
voz la hizo levantar la mirada de la tableta y luchar contra una sonrisa.
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En algún momento de esa mañana, se había dado cuenta de que muchas de las
emociones contradictorias y confusas que habían estado agitándose en su interior
habían sido simplemente un proceso de aceptación. El Calor de Acoplamiento
aseguraba que los compañeros tuvieran que resolver esos conflictos iniciales, los
cambios y diferentes puntos de vista que tenían, para encontrar ese lugar donde algo
más profundo, algo más duradero, estaba esperando para que lo encontraran.
—Sigue así y haré algo al respecto de nuevo—le prometió, echando una mirada a
la pantalla digital del reloj colgado en la pared—. Y entonces llegaremos tarde.
De nuevo. Él había hecho algo al respecto dos veces durante la noche. Una vez,
inclinada sobre el respaldo del sofá mientras la penetraba impetuosamente, su voz
ronca mientras susurraba su nombre. Después, cuando se ducharon, sus poderosos
brazos la abrazaron mientras las rodillas femeninas agarraban sus caderas y ella lo
montaba con delirante placer.
Por un segundo consideró dejarle hacerlo, antes de rechazar la idea con pesar.
—Tenemos que irnos. —Apartándose de él, se dirigió hacia la mesa del comedor y
a la maleta de cuero llena de carpetas y pruebas de los artículos de la Ley Casta que
respaldaban sus argumentos.
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Las lágrimas punzaron en sus ojos antes de que parpadeara rápidamente tratando
de contenerlas.
—Tampoco dejaré que te pierdas, Dog. —¿Lo sabía él? ¿Realmente sabía que ya no
estaba solo?
—No he estado perdido desde que una halfling se encontró con mi mira y lanzó su
pequeño desafío. —Bajó la cabeza, sus labios rozaron los de ella en la más leve
caricia—. Ahora, vamos a azotar el culo de Brannigan.
Apartándose de ella, le tendió la mano, y fue natural, fue correcto, cuando sus
dedos se unieron a los de ella y la condujo a la puerta.
Sin importar lo que sucediera en la audiencia del Gabinete, sin importar las
decisiones de los demás, no dejaría de luchar por lo que estaba encontrando con él.
Ahora, si pudiera hacer algo con ese cosquilleo contra su piel, ese conocimiento
interno de que el peligro no era necesariamente la reunión del Gabinete o Brannigan.
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El Gabinete Casta estaba formado por doce miembros Castas, incluidos el Primero
y la Primera de los Castas Felino, Lupin y Lupina Gunnar, y Coy y Coya Delgado, así
como Jonas Wyatt y Dash Sinclair, el más nuevo alfa de la manada Lobo, Lobo
Reever, un Casta Bengala que representaba a la Nación Navajo, Graeme Parker y
Rule Breaker, el director de la Oficina Occidental de Asuntos Castas.
Cassie hizo una nota mental para asegurarse de programar tiempo con el Gabinete
de Gobierno Casta en los próximos meses para asegurarse de que este artículo en
particular fuera cambiado. Se sentía como si de alguna manera estuviera siendo
rehén, su futuro con su compañero ya no estaba bajo su control y el de Dog.
Delante, las amplias puertas dobles de la sala de reunión se abrieron y los Casta
León que los escoltaban se dividieron para permitir que Dog, Cassie y luego Dane
entraran.
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Detrás de eso y extendiéndose cinco filas hacia las puertas dobles había asientos
de banco, aunque los que estaban detrás de Rhyzan estaban desiertos. A la derecha,
las doctoras Armani y Sobolova estaban en la primera fila; detrás de ellas estaba la
madre de Cassie, y junto con ella estaban el Leo, Leo Vanderale, y su esposa,
Elizabeth, así como las hembras Coyote, Ashley y Emma Truing.
El subdirector era una figura impresionante a pesar de sus heridas; ella siempre
había admitido eso. De un metro noventa y ocho de estatura, largos y lacios cabellos
negros y ojos verde celta. Sin embargo, los ojos eran más bien un color inusual para
un Coyote. Como todos los Castas, era fuerte, genéticamente diseñado para una
apariencia robusta y un físico poderoso. Aunque estaba empezando a pensar que su
genética, a diferencia de la de los demás, además se inclinaba hacia la locura.
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Cassie se congeló.
No.
—Según Kenzi, la niña estaba allí. Ella ha sido interrogada por tres interrogadores
y se considera que dice la verdad. En eso al menos. —La diversión en el tono de
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Rhyzan era inconfundible—. Todas las partes presentes en aquella noche que aún
viven han sido interrogadas, excepto el compañero de la señorita Sinclair.
Maldito sea.
El hijo de puta la estaba destruyendo, y ella ni siquiera había sabido que estaba a
punto de suceder.
—¿En qué momento mis acciones o cualquier decisión que tomé dentro de mi
competencia con la Oficina han sido consideradas cuestionables?—preguntó ella,
manteniendo su tono agradable, sin hostilidad.
—Podemos discutir eso durante una revisión de tu cargo. Estamos aquí para
hablar de tu compañero.
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—¿Un fantasma te lo dijo?—se burló él—. ¿No estás cansada de jugar esa carta,
señorita Sinclair? Creo que tu compañero, en tu competencia dentro del Consejo, te
informó sobre el secuestro y transporte de tu hermana y la otra niña esa noche. Así
como creo que conspiraste con él en el pasado, especialmente con respecto a la menor
que estaba en ese transporte.
Eso era la última forma de falta de respeto entre los Castas y se consideraba
inaceptable cuando se reunían. Incluso hasta los Castas del Consejo mantenían eso
bajo control cada vez que se encontraban con otros Castas en público.
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Sin embargo, había algo más en la voz de Graeme, algo que Cassie no podía
señalar, pero podía percibir.
—Es mi postura que el Gabinete de Gobierno Casta debe ser convocado para esto,
considerando los fuertes lazos que la señorita Sinclair tiene con cada uno de vosotros,
y vuestra abrumadora parcialidad hacia ella—concluyó.
—Debo admitir que apenas he conocido a la señorita Sinclair. —El Alfa Reever le
lanzó una sonrisa cortés antes de volverse hacia Brannigan—. Y creo que el Alfa
Parker y la señorita Sinclair no han sido más que presentados. Sin embargo, creo que
estaríamos de acuerdo en que su solicitud es extraña, al igual que era mi opinión que
su petición sí lo era. Acepté escuchar el caso por la incredulidad de que Wyatt lo
permitiera.
Coy Del Rey Delgado dejó que una sonrisa burlona torciera sus labios.
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—No soy muy fanático de la señorita Sinclair, ya que fue su argumento lo que me
separó de mi compañera, a petición de ésta, durante casi un año. Pero incluso yo
encontré la petición, y ahora esta solicitud de ignorar el protocolo, extrañas. Si el
subdirector desea interrogar al compañero de la señorita Sinclair, puede presentar las
solicitudes correspondientes. ¿En cuánto a interrogar a la señorita Sinclair? —Él negó
con la cabeza lentamente—. Yo votaría en contra de eso. Su habilidad para saber
cosas que no debería saber, tal como lo entiendo, es una que ha tenido desde que era
una niña. Y más bien dudo que conspirara con su compañero a los nueve años.
Rhyzan estaba furioso. Pero, ¿cómo podía haber esperado algo diferente?
—Funciona para mí. —La conformidad de Rhyzan fue más bien una sorpresa—.
¿Ahora?
—No a menos que ambos queráis estar encerrados. —Jonas se puso de pie una vez
más, la exigencia en su voz era inconfundible—. Las leyes redactadas por esta
sociedad se hicieron así por una razón. Ahora, por Dios, podéis ceñiros a ellas. —Se
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volvió hacia Rhyzan y le lanzó una mirada salvaje—. Este Gabinete se suspende, la
petición que nos trajo aquí se anula. Si tienes otros asuntos que plantear, presenta el
jodido papeleo correspondiente.
Echando la silla hacia atrás bruscamente, Jonas salió del estrado, abrió
bruscamente la puerta que conducía a una habitación privada y la cerró de golpe con
furia.
Cassie se volvió y observó mientras Rhyzan recogía sus carpetas con calma, de
acuerdo a todas las apariencias no le preocupaba en lo más mínimo. Pero ella podía
sentir su furia, apenas contenida, hirviendo bajo la superficie.
—Él va a ser un problema—dijo Dog, sin molestarse en bajar la voz—. Uno del
que me encantará encargarme. —Mientras hablaba, deslizó una nota en su dirección.
No conocía a Graeme, pero conocía a Cat. No bien, pero lo suficiente para saber
que la otra mujer estaba más que un poco preocupada.
~197~
Lora Leigh
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—¿En serio? —Una cerrilla ardió, y el aroma a tabaco encendido atrajo su atención
de vuelta hacia él.
Él estaba más que simplemente furioso. Dando una calada al cigarro, deslizó su
mirada hacia Rhyzan nuevamente antes de volver a ella. Ella solo pudo encogerse de
hombros ante su tácita pregunta. Demonios, no tenía idea de cuál era la queja que el
otro Casta tenía contra ella.
Por el rabillo del ojo vio que Rhyzan recogía su maletín y se movía en su dirección,
deteniéndose finalmente junto a la mesa. Poniendo su mano en el hombro de Dog,
ella le devolvió la mirada en silencio.
—He presentado una solicitud para que tú y tu compañera no salgáis del área—
afirmó, haciendo un buen trabajo para contener una sonrisa burlona—. El Gabinete
tendrá los papeles adecuados antes de que se acabe la hora.
Leo eligió ese momento para acercarse a la mesa, su mirada fija en Rhyzan, el
absoluto poder de la orden en esa mirada imposible de pasar por alto para el Casta.
Rhyzan inclinó la cabeza hacia el Leo y se dirigió hacia las puertas que conducían
fuera de la sala de reuniones.
~198~
Lora Leigh
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—Él es un problema—dijo Leo cuando las puertas se cerraron detrás del Coyote—.
Y no ha terminado con esto.
—Será mejor que termine, porque no había niños allí aquella noche. —Se puso de
pie lentamente, deslizando su brazo alrededor de Cassie y atrayéndola hacia él—.
Pero él sigue en esta dirección y va a encontrarse en un terrible problema que
segurísimo no desea y yo voy a asegurarme de ello.
~199~
Lora Leigh
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Capítulo 14
Entrando en su suite residencial varias horas más tarde, Rhyzan cerró la puerta
despacio, muy consciente de que no había cerrado las cortinas sobre las puertas del
balcón cuando se había ido esa mañana. Las luces estaban apagadas, dejando la
habitación casi totalmente a oscuras. No es que necesitara luces, no más que el Casta
sentado frente a él en el gran sillón las necesitaba.
—Ya me serví. —Jonas levantó el vaso cuando Rhyzan se volvió hacia él.
Conocía a Jonas desde hacía muchos años, lo había visto en diferentes estados de
ánimo y creía haberlo visto en su estado más furioso. Era posible que se hubiera
equivocado, porque a lo que estaba haciendo frente ahora iba más allá de la furia.
—¿Tienes deseos de suicidarte? —El bajo y felino sonido de furia susurró a través
de la habitación—. Puede que a Sinclair no le importe mucho el compañero de su
hija, pero es su compañero. Él te matará.
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Lora Leigh
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Sí, lo había adivinado el día anterior cuando Sinclair intentó molerlo a palos. Él
había soportado esa paliza. No había respondido, porque lo entendía, incluso lo
esperaba.
—Si yo no le gano. —El ruido raspante se hizo más intenso, el primitivo sonido,
emergió por completo, causando que los pelos de la nuca se levantaran en señal de
advertencia.
Sí, lo había percibido antes de marcharse. Hubiera sido muy difícil pasarlo por
alto. Desafortunadamente, era exactamente lo que él había pretendido. Aunque no
había tenido elección en lo que había hecho.
—No hay ninguna niña perdida. —El gruñido se hizo más profundo; los caninos
brillan junto con los ojos plateados—. Kenzi te dijo que creyó haber oído a los
guardias hablar sobre una niña. Podría haber habido una niña. Mentiste.
Oh, había habido una niña, Rhyzan no tenía ninguna duda de eso, pero en
realidad no era la niña lo que lo preocupaba. Su investigación inicial le aseguró que
la niña estaba a salvo, posiblemente mejor protegida que cualquiera de ellos.
La niña era un arma, nada más. Un arma que necesitaba para amenazar la libertad
del Coyote Dog y hacer salir a un enemigo al que había estado acechando durante
años.
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Lora Leigh
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—Los seguí durante años—le dijo a Jonas mientras un dedo con una garra en la
punta abría la carpeta—. Al abuelo, luego a Dog y Cassie. —Había fotos, muchas
fotos.
~202~
Lora Leigh
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Caminando hacia el sofá, Rhyzan se sentó y se inclinó hacia adelante cuando Jonas
colocó tres de las fotos una al lado de la otra.
—Enciende la luz. —El gruñido seguía siendo un brusco ruido raspante, pero ya
no tenía los pelos de la nuca de Rhyzan en punta.
Extendiendo la mano a la lámpara que estaba sobre la mesa junto a ellos, Rhyzan
la encendió, observando el brillo derramarse sobre las fotografías.
—¿Por qué no me trajiste esto? —Aún áspera, pero relajándose un poco más, la
voz retumbó con desagrado.
Por el rabillo del ojo, vio las garras en la punta de los dedos de Jonas retraerse
lentamente debajo de las uñas perfectamente cuidadas y tuvo que combatir un
suspiro de alivio.
~203~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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—Él estaba aquí, Jonas. —Rhyzan lo miró fijamente—. Y el interés que está
mostrando en las acusaciones contra Dog y Cassie no es normal. El hecho de que se
haya ido no significa que vaya a dejar ir a su nieto.
Rhyzan volvió la mirada hacia las fotos. Cuando se colocan una al lado de la otra,
era imposible negar que estaban emparentados. Abuelo, padre, hijo y, por encima de
ellos, una joven hembra Coyote rubia.
—La madre Casta murió de las heridas sufridas cuando casi fueron capturados,
apenas horas después de dar a luz a su hijo. El padre desapareció, y el abuelo gastó
miles de dólares tratando de encontrarlo. Diez años más tarde fue asesinado por un
equipo Coyote que lo rastreó hasta el estado de Washington. De acuerdo con lo que
me enteré, pasaron varias semanas tratando de saber si lo habían visto con un niño,
pero no encontraron pruebas para sustentarlo.
~204~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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—¿Qué pruebas tienes de que es uno de los doce? —Jonas lo inmovilizó con esos
escalofriantes ojos de nuevo.
—El padre. —Rhyzan hizo un gesto hacia la carpeta con una mano—. Tenía una
hermana. Cuando él desapareció, ella logró enviarle un par de cientos de miles de
dólares cuando él la contactó. Alrededor de un año después de su muerte, cuando los
rescates de Castas estaban en su apogeo, ella recibió una carta que él había arreglado
para ser enviada si algo le sucedía. Ella murió varios meses después, pero su hija
encontró esa carta recientemente y contactó conmigo.
—Él sabe que Dog es su nieto—dijo en voz baja, poniendo su dedo sobre el sobre y
mirando a Jonas mientras el Casta giraba la cabeza lentamente, sus miradas se
encontraron—. No tiene heredero ahora. Sabe que los híbridos posiblemente pueden
dar a luz un niño que no puede ser identificado como un Casta. Y sabe que se han
acoplado.
—Todavía…
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Lora Leigh
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Rhyzan se frotó la cara con las manos, negó con la cabeza y se puso de pie para
recoger su maletín. Archivaría las solicitudes para interrogar a Dog. Lo último que el
senador Ryder querría era que su nieto fuera condenado por la Ley Casta. Eso
llamaría demasiado la atención.
Ella había amado a su hermano, se preocupaba por él. Era su hermano mayor. El
hecho de que hubiera desaparecido y le ordenara que no le dijera a su padre que la
había contactado cuando él desapareció la había llevado a sospechar que su abuelo
estaba detrás de la muerte de su madre.
* *
—¿Quieres decirme qué demonios pasó allí? —Dog cerró la puerta de la suite a la
que él y su compañera se habían dirigido después de la audiencia, observándola
mientras ella se paseaba por la habitación, frotándose los brazos mientras miraba
fijamente al suelo.
~206~
Lora Leigh
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—No estoy segura. —Ella negó con la cabeza, su confusión fue genuina al decir las
palabras, su desconcierto en aumento.
Ella permaneció en silencio, sin protestar por la amenaza. Se detuvo junto a las
puertas del balcón, justo detrás de las cortinas, y se quedó mirando el paisaje bañado
por el sol.
Era la misma mirada que había tenido cuando Rhyzan le preguntó por esa niña
que no existía. Afligida, casi temerosa.
La miró entrecerrando los ojos, se sirvió otro trago y la consideró por largos
momentos.
~207~
Lora Leigh
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Siempre supo que Cassie guardaba muchos secretos encerrados dentro de ella. Eso
quedaba al descubierto a veces en el cansancio de su expresión, en las sombras
rondando sus ojos. Sin embargo, esta vez tenía la sensación de que el secreto que
guardaba Cassie podía consumirlos a los dos.
Ella se congeló por un segundo, entonces con un profundo suspiro, negó con la
cabeza.
—Pero había una niña, ¿no? Cuando ese transporte aterrizó, Kenzi no estaba sola.
—Él atravesó la habitación con paso impetuoso, mirando fieramente mientras ella lo
enfrentaba.
—No lo sé. —El grito apenas sofocado estaba lleno de dolor y confusión—. Todo
lo que supe entonces, y ahora, es que si ella no estaba allí cuando Kenzi fue
encontrada, entonces estaba a salvo, y donde se suponía que debía estar. No sé nada
más.
Cuando pasó junto a él, el aroma de todas esas emociones embotelladas, miedos,
lágrimas contenidas y dolor azotaron los sentidos masculinos. Volviéndose, la miró
mientras ella le devolvía la mirada con los labios apretados y sus ojos exóticos
brillando con humedad.
—¿Cómo supiste de ella y Kenzi para empezar? ¿Quién vino a ti? —¿Qué espíritu,
el fantasma de quién, lo que diablos fuera?
~208~
Lora Leigh
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—He sentido a Kenzi durante un par de años, sentí que esto llegaría. No sabía
quién era ella, no hasta la noche en que te contacté. Durante años, los
acontecimientos se han interconectado, siempre atrayéndome hacia ella. Y sabía que
ella era importante. —Sus puños se apretaron cuando la emoción tensó su rostro—.
No sabía que era mi hermana.
Y el asistente lo haría también. Lo que sea que quisiera, lo que sea que estuviera
buscando, estaba más que dispuesto a usarla a ella y a Dog de la forma que fuera
necesario para conseguirlo.
Ese verano en la isla de Seth Lawrence, se percató ella. Fue el primer conocimiento
que el exitoso acoplamiento de Seth Lawrence y la Casta Puma Dawn Daniels era
fundamental para su futuro.
~209~
Lora Leigh
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Mientras hablaba, trataba de encontrar las palabras para hacer comprender a Dog
que no se trataba de algo diciéndoselo, o incluso mostrándoselo. Era esa conexión.
Era un repentino destello de intuición, un encuentro, un mirar a los ojos de alguien y
saber dónde tenían que estar.
—La noche en que me contactaste, sabías dónde estaría ese transporte y cuándo—
le recordó él—. ¿Cómo lo supiste?
Ella se lamió los labios resecos, sabiendo que él haría esa pregunta. Sabía que esa
pregunta se avecinaba.
Esa conexión repentina casi la había puesto de rodillas. Cassie apenas recordaba
haber corrido a su oficina, buscando a tientas, luchando por encontrar la información
de contacto de Dog en su teléfono y enviar aquel mensaje.
~210~
Lora Leigh
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Oyó maldecir a Dog, sintió que chocaba violentamente contra ella y la tiraba al
suelo mientras se escuchaba un pop-pop-pop constante justo por debajo de las alarmas
que de repente chillaban a través del sistema de intercomunicación de la Oficina. Las
maldiciones de Dog estaban sonando en sus oídos cuando golpearon el suelo, cerca
de la puerta cuando ésta se abrió con un estallido.
Podía sentir el brazo de Dog alrededor de su cintura mientras corría por el pasillo,
casi alzándola a veces mientras la mantenía cerca de él. Se abrieron camino a través
de las puertas del sótano y en cuestión de minutos estaban en el subsuelo y entrando
al Comando de Información.
—Quédate aquí. —Dog la giró para que lo mirara, la fulminó con la mirada
mientras se ataba apresuradamente un arma, sus ojos grises fríos y duros—. Aquí
mismo hasta que regrese.
La sola idea de que no regresara no era algo que ella pudiera soportar. Ella no
podría enfrentarlo.
~211~
Lora Leigh
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—Ni por un instante. —Curvó la mano en su nuca, y bajó la cabeza, sus labios de
repente se encontraron con los de ella en un beso que sacudió todo su cuerpo a pesar
de su brevedad.
Su compañero.
* *
Alguien supo el momento adecuado para estar allí, y exactamente dónde estarían
los equipos patrullando el desierto. Era solo cuestión de tiempo, pero ¿qué les hizo
pensar que la bala penetraría en una ventana calificada para soportar un ataque
mucho más poderoso?
Habían sabido que la ventana fallaría, lo que significaba que alguien ya había
saboteado la electrónica de alta calidad de la ventana.
~212~
Lora Leigh
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Los dos Castas, ambos altos, uno con toques rojizos en su cabello castaño, el otro
de pelo negro con algunas canas, se tensaron ante su entrada. Lo miraron en silencio,
sus ojos moviéndose de Mutt y Mongrel a él.
Dog alzó la ceja, su mirada cayó a los fragmentos de la ventana bajo sus pies.
—Cierto. —El Casta inclinó la cabeza, el olor a confianza, fuerza interior y control,
nunca se alteró—. Simplemente curiosidad.
Mmm. La curiosidad era un defecto Casta, admitió, él mismo era muy curioso.
Aún así, esto no parecía mera curiosidad; esto se sentía más como una orden para él.
—En realidad no. —El Casta suspiró y miró a su alrededor lentamente antes de
encontrarse con la mirada de Dog una vez más—. Pero nos iremos ahora. Perdonad
la intrusión.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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¿Quién dijo que los Castas no podían ser corteses? No es que lo fueran, pero esto
demostraba que éste sabía cómo serlo.
Pudo haber habido un destello de diversión en las duras facciones cuando sus
miradas se encontraron nuevamente.
—Nombres—dijo en voz baja con una mano apoyada en el arma atada al muslo.
—John Kodiak. —Su cabeza se inclinó hacia el Casta más vigilante—. Troy Rain.
La atmósfera de constante vigilancia nunca cambió. Ni una sola vez hubo indicios
de agresión, odio o conflicto. Simplemente se quedaron allí, todos pacientes y
tranquilos, esperando que Dog se apartara.
Los dos Casta Lobo miraron hacia atrás por largos momentos.
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Lora Leigh
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—Mmm. —Dog frunció los labios. Él tenía muchas dudas al respecto—. Sabes que
no te creo, ¿verdad?—señaló.
—¿Esa es nuestra única opción? Un día terrible cuando un Casta no puede sentir
un poco de curiosidad. No es como si tú y tu compañera no hubierais sido
trasladados de aquí.
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Lora Leigh
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Capítulo 15
Nada.
Cassie miró airadamente los informes que entraban en la tableta que llevaba
cuando Ashley y ella salieron del ascensor y se dirigieron por el pasillo al
apartamento que les habían asignado a Dog y a ella.
Sabía que él había regresado al edificio mucho antes de eso. Los diagnósticos sobre
los restos de la ventana habían llegado incluso antes de que él volviera, así que no
podía estar esperando eso. Jonas y Rule junto con el subdirector, Rhyzan Brannigan
estaban actualmente en una reunión con Seth Lawrence y su compañera, Dawn, con
respecto a la ventana. Lawrence Industries fabricaba el vidrio y la electrónica que
reforzaban las ventanas que usaba la Oficina.
~216~
Lora Leigh
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Ni siquiera un rumor. Había un rumor, siempre había; solo tenías que encontrarlo.
Y normalmente, era malditamente buena encontrando esas murmuraciones todo-
excepto-silenciosas. Pero entonces, normalmente, su cuerpo no estaba amotinándose
por el toque de su compañero tampoco.
Coyote listilla.
—Bien, rápido—espetó, los tacones de sus zapatos hacían clic en las baldosas de la
entrada—. Muy rápido si no te importa.
Siempre había algo. Tenía que haber más de lo que habían encontrado hasta ahora.
—¿Sabes cuántas veces ha fallado una de las ventanas creadas por Lawrence
Industries por un ataque como el de hoy? —Su nuca estaba hormigueando, su
estómago tenso por la preocupación.
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Lora Leigh
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—Eso pude encontrarlo. Las únicas fallas fueron aquellas causadas por
interferencia externa. Tres, creo. —Ladeando la cadera, la pequeña Casta Coyote
rubia, consultó su propia tableta. —Cada una se debió a la interferencia con el
blindaje electrónico. —Levantó la mirada, sus ojos grises mirando compresivos a
Cassie—. Los diagnósticos encontraron el chip de interferencia y Jonas y Rule
encontrarán al tirador.
—No sin una dirección adonde mirar—obligó a que las palabras pasaran entre sus
dientes apretados—. Ese es nuestro trabajo.
—Y haremos nuestro trabajo. —Ashley se colocó el cabello detrás del hombro con
un pequeño encogimiento de éste—. Mientras hacemos nuestro trabajo, necesitas
saltar sobre los huesos de tu compañero y relajarte un poco. Sabes que esto llevará un
minuto.
—Iré y acosaré al culo Coyote para que trabaje más rápido. —Ashley giró hacia la
puerta cuando el aroma de Dog llegó a Cassie, atrayéndola, haciendo aumentar
rápidamente la necesidad mientras giraba hacia la puerta al otro lado de la
habitación.
Estaba de pie, apoyado contra el marco, mirándola con calma, su mirada sombría
en lugar de divertida. Tenía el pecho desnudo y los pies descalzos. Se había duchado
si la humedad de su cabello era una indicación. Los pantalones de color pardo que
llevaba tenían la cremallera subida pero no estaban abrochados, y debajo de ellos
podía ver el bulto pesado que indicaba su erección.
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Lora Leigh
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—¿Encontraste algo en el lugar? —Sabía que los informes hasta ahora decían que
no, pero a veces había agujeros en los informes, ella lo sabía.
—Solo lo que te enviamos. —Él negó con la cabeza, haciendo una mueca—. Rule
envió rastreadores a buscar la moto de cross, pero no es optimista. Una vez que
llegue a la autopista será imposible de rastrear.
Ella quería ir a él. Necesitaba tocarlo. Sin embargo, había algo que la frenaba, algo
que no tenía sentido. Tragando saliva, miró las cortinas cerradas sobre las puertas del
balcón y se frotó los brazos nerviosamente.
—Vista al sur. —Ella se volvió hacia él—. No hay espacio satelital allí. No podrán
hacer el mismo intento.
¿Dónde estaban los espíritus, las imágenes vagas que una vez la guiaron, que la
ayudaron cuando necesitaba tan desesperadamente respuestas? Por primera vez
desde que se acoplaron, ella sintió una distancia en Dog, a pesar del vínculo de
acoplamiento que se había estado fortaleciendo entre ellos.
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Lora Leigh
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—No pasa nada. —Finalmente negó con la cabeza, tendiéndole la mano—. Sin
embargo, necesito a mi compañera.
Ella miró su mano, avanzando lentamente hacia él, odiando el miedo que
aumentaba dentro de ella y la incertidumbre creciendo como una premonición de
peligro zumbando en su cabeza.
Extendiendo la mano, ella tomó la suya y dejó que la condujera al dormitorio. Una
luz tenue brillaba en la mesa junto a la cama extra grande. El edredón y la sábana
estaban tentadoramente retirados. A pesar de la excitación que ardía en su interior,
un escalofrío recorrió su columna vertebral mientras la llevaba hasta la cama.
—Estaba tan malditamente duro mirándote en esa reunión del Gabinete que no
podía decidir si debía arrancarle la garganta a Rhyzan o sacarte a rastras de allí y
follarte. —Sus labios se curvaron tristemente mientras empujaba la blusa sobre sus
hombros, forzándola a mover los brazos para permitir que el tejido siguiera a la
falda.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Sus manos enmarcaban sus pechos, su toque envió una oleada de debilitante
placer y la necesidad se precipitó por ella, casi borrando el miedo que se había ido
acumulando en su interior.
Sus pulgares rozaron sus pezones, raspando el encaje contra las puntas apretadas
y sacando un gemido involuntario de ella mientras luchaba por respirar.
—Me debilitas—susurró ella, temblando por el placer que corría por su cuerpo y
aumentaba la necesidad.
—Me fortaleces.
Sus labios cubrieron los suyos, separándolos en un beso por el que se dio cuenta
que se había estado muriendo. Mientras sus sentidos giraban vertiginosamente por la
repentina descarga de la hormona de acoplamiento que ardía a través de ella, la alzó,
recostándola sobre su espalda y viniendo encima de ella.
Él soltó las copas de su sujetador y se lo sacó, pero cuando las manos femeninas
volvieron a acariciar sus hombros, su espalda, sus uñas clavándose contra la dura
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Lora Leigh
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Castas 32
piel, un gruñido retumbó en el pecho viril. Él ahuecó su seno, sus labios se movieron
a lo largo de su cuello, depositando besos ardientes y rozándolo con los dientes.
Cassie empujó la cintura de sus pantalones, gritando cuando sus labios cubrieron
el tenso pezón. Se arqueó, abrumada por los punzantes arcos de exquisita sensación
apenas fue consciente de que él se soltaba los pantalones y los bajaba por sus muslos
hasta que se los quitó pateando.
—Me encanta tu sabor. —El placer gutural en su voz hizo que ella se quedara sin
aliento.
Sus besos se movieron más abajo. Suaves lamidas mientras sus labios bajaban por
los montículos de sus pechos, por su vientre mientras deslizaba sus bragas por sus
muslos, revelando los pliegues resbaladizos e inflamados de su sexo.
Separando los muslos, se movió entre ellos y esos diabólicos besos se movieron
hacia su montículo.
Se quedó sin aliento, un grito escapó cuando le dio un beso caliente a su clítoris.
Cada caricia breve y firme provocaba que el manojo de nervios se hinchara aún más,
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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Los besos se movieron a su cadera, donde mordió y lamió, dejando una marca
ardiente contra su piel que la hizo lloriquear de placer. El calor aumentó y se
expandió, delineando una fina película de sudor sobre su piel. Él apartó las manos de
su pelo, las presionó contra la cama, gruñendo con erótica orden cuando ella trató de
levantarlas de nuevo.
Ella no podría soportar este placer lento y dichoso. Mientras sus labios y su lengua
la acariciaban, sus manos acariciaban sus muslos, separándolos más mientras ella
trataba de cerrarlos para atrapar su toque entre ellos.
Él se rió entre dientes cuando le rozó el clítoris con los labios y ella se arqueó,
tratando de capturar un toque más firme.
Dog estaba decidido a amarla, a tocarla, a llevar cada matiz de ella dentro de él.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Por si acaso.
Por si acaso la perdía. Por si acaso nunca tenía la oportunidad de tocarla así de
nuevo.
Su sabor era exquisito. Sabía que sin importar lo que traería el mañana, el sabor de
ella llenaría sus sentidos mientras viviera. Viviría dentro de él, lo atormentaría si
nunca más la saboreaba.
Podía sentirla perderse en él, y había soñado con eso sucediendo. Soñaba con el
día en que su pequeña halfling estuviera tan perdida en el placer que le daba que solo
pudiera yacer debajo de él y sus gritos llenaran el aire alrededor de ellos.
El dulce aroma caliente de su coño llenó su cabeza cuando sus besos volvieron a
sus muslos. Su clítoris asomaba por los pliegues resbaladizos, una pequeña perla
húmeda hinchada y reluciente por la necesidad de su toque.
Pero cuando sus labios rozaron el dulce sabor de ella otra vez, supo que estaba
perdido. Él tenía que saborear.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
El primer lametazo a través de los pliegues sensibles entre sus muslos lo dejó sin
aliento. Cassie jadeó, su cuerpo se movió ante el agonizante placer que la atravesó en
una oleada aguda de crecientes sensaciones.
Cada empalamiento hacía que sus sentidos gritaran con la sensación aumentando,
ahogándose en el éxtasis que casi podía alcanzar, que casi podía sentir estallando a
través de ella.
La estocada dentro de ella hizo que su vagina se contrajera, se apretara con una
feroz necesidad que le hizo arquear las caderas y hacer lo que le ordenó, montar cada
embestida, luchando para alcanzar ese borde de locura donde solo existía el éxtasis.
Sus ojos se abrieron mientras él se metía entre sus muslos. La levantó y tiró sobre
su vientre, sus manos aferraron sus caderas, levantándolas hasta que sus rodillas
estuvieron debajo de ella cuando la cubrió.
~225~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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Ella podía sentir su vagina luchando por relajarse a pesar del constante latido de
su polla y cada chorro de líquido pre-seminal que derramaba en su interior. Él no le
dio la oportunidad de recuperar el aliento, de encontrarse dentro de la tormenta de
sensaciones que atravesaba su cuerpo.
Sosteniéndola con una mano debajo de sus caderas, con los dientes clavados en el
hombro, comenzó a follarla, sus gemidos se mezclaron con los gritos femeninos
mientras ella lo apretaba, sus músculos contrayéndose de placer con cada estocada.
La estaba matando. Él la estaba matando con las sensaciones creciendo sin parar,
empujándola más alto con cada embestida hasta que estuvo sollozando, suplicando.
—Por favor... —Intentó gritar, pero el sonido fue un jadeo, agonizaba mientras se
estremecía, temblando de necesidad—. Oh Dios, Dog, por favor... por favor...
~226~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
un lugar que no tenía sentido. Un lugar lleno de tanto amor, tanto amor y devoción,
y soportar esos sentimientos profundos del alma era un dolor que ella no podía
definir.
Cuánto tiempo duró, ella no sabía. La realidad era algo que no existía, que no
importaba, ya que estaba sacudida por el éxtasis y la emoción. Era consciente de que
se derrumbaba debajo de él, su cuerpo todavía trabado con el de ella.
~227~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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Capítulo 16
Mientras la miraba, los recuerdos de las batallas que había luchado para
reclamarla pasaron por su mente.
Mierda, ¿cuántas veces casi lo habían atrapado tratando de acercarse a ella? Para
oír su risa, ver su sonrisa, oler su aroma único y tentador. Ella había sido su sueño y
él se había convertido en alguien mejor por ella.
Toda una vida de vivir en las sombras, creyendo que vivía solo para el día en que
encontrara al hombre responsable de la muerte de sus padres, eso había cambiado el
día en que la mira de su arma habían aterrizado sobre ella.
La pequeña halfling por la que el Consejo estaba dispuesto a pagar una fortuna que
ningún hombre podría lograr gastar jamás. La deseaban sin acoplar, una virgen, su
genética única impoluta por la hormona que inclinaría la balanza en cualquier
dirección y les permitiría usarla para experimentar más.
Acoplada, su único valor era el de cualquier otra compañera, a menos que ella
concibiera. Y al haberse acoplado con un Coyote, ella valdría incluso menos para
ellos. En general, se estaba de acuerdo en que los Coyotes fueron aún más un fracaso
que los otros Castas. Faltos de ambición y perezosos, eran llamados. Buenos solo
para matar, y al final del día, rara vez hacían incluso lo que se les ordenó.
~228~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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Todas las hembras Casta eran fuertes, pero al igual que en la naturaleza, las
hembras normalmente no lideraban, y no solo debido a la fuerza física. Carecían de
la astucia y la capacidad de juzgar instantáneamente la debilidad de los machos y
usarla contra ellos. Pero era también ese algo sin nombre, una presencia natural que
irradiaba desde el núcleo de un alfa, lo que creaba líderes.
Cassie poseía todo lo antedicho. Ella se quedaría a su lado, nunca detrás de él. A
medida que la genética madurara y la inteligencia inherente y el ingenio rápido
aumentaran dentro de ella, se convertiría en una fuerza para la Sociedad Casta como
ninguna otra.
Diablos, Cassie ya era eso, admitió. La llamaban la princesa Casta por una razón.
Era la belleza, la inocencia, la inteligencia y la fuerza interior que Castas y humanos
encontraban imposibles de resistir.
Y era su compañera.
~229~
Lora Leigh
Casta Mestiza
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derramar lágrimas hasta que yació junto a su compañera y supo que cuando se
obligara a salir de la cama, la estaba abandonando.
Luchaba por los Castas con una determinación feroz, pero mientras estaba de pie
en la reunión del Gabinete defendiéndolo, sintió algo que se extendía de ella y que
nunca había sentido por nadie más. Decidida, feroz, ella había llegado a todos en esa
habitación con una silenciosa declaración de lealtad. Lealtad hacia él.
Su halfling.
¿Qué carajo iba a hacer sin ella? Porque Dios sabía que cuando esta noche
terminara, estaría muerto o sería acusado de asesinato. Y el asesinato de un senador
de los Estados Unidos no era algo que pudiera ocultarse.
Era gracioso. Podía recordar cuando tenía diez años, las horas pasadas con su
padre en las montañas de Washington. Dog nunca había sabido el nombre de su
padre; él había sido simplemente papá, un SEAL sombrío y endurecido. Pero cuando
miraba a Dog, el niño de diez años había conocido el amor de su padre.
No abrazaba al hijo al que llamó Cain; había sido muy duro con él para asegurarse
de que Dog supiera cómo sobrevivir durante las veces en que su padre se vio
obligado a dejarlo por suministros. No se había dado cuenta hasta que fue mayor que
su padre no podía permitirse verlo como un niño, por si acaso lo encontraban.
Porque si hubieran encontrado a Dog con el hombre que él conocía como su padre,
entonces podría no haber sobrevivido al infierno al que se enfrentaría.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
En ese momento, no se había oído hablar de un Casta híbrido, pero los científicos
habían soñado con superar el modelo genético original para ver nacer uno. No se
habían dado cuenta de que los Castas necesitaban mucho más que los humanos para
concebir. Los Castas necesitaban esa persona, ese corazón y alma que les pertenecía
solo a ellos.
Darse cuenta que eso era algo que nunca haría había rebanado su alma con
afiladas hojas de afeitar.
Su halfling.
Comenzaría a adaptarse, a fortalecerse, y él pensó que estaría allí para verlo, para
aprender a jugar con ella, para mostrarle cómo la amaba.
Había tanto que quería mostrarle. Cassie nunca había sido libre. Nunca había
tenido la libertad de ver el mundo como debería, sin una pared de guardaespaldas
rodeándola. No es que alguna vez pudiera estar sin seguridad, incluso con él, pero
podría haberle dado cierta libertad.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Dane se haría cargo de los Castas que lo habían seguido durante tantos años. Eran
espías naturales, capaces de adaptarse y convertirse en lo que necesitaban. Ellos
sobrevivirían sin él. La doctora Sobolova podría aliviar los síntomas del calor de
acoplamiento con los tratamientos que había perfeccionado para los Coyotes.
Tocó los rizos rebeldes a un lado de su rostro, probó uno, lo vio regresar a su lugar
y quiso aullar de rabia. Sus dedos se apretaron en los sedosos rizos, la calidez de
éstos como una brasa contra la palma de su mano.
Tuvo que obligarse a soltarla y le tomó cada gramo de fuerza que poseía obligarse
a abandonar la cama. Separarse de la calidez de su cuerpo y del consuelo que
encontraba a su lado.
Había esperado durante seis años, había esperado a que creciera, hasta que supo
que podría manejar su fuerza emergente. Y pensó que estaría allí para guiarla a
través de eso.
Tenía una parada más que hacer, y esa iba a ser una mierda. Podría terminar
muerto antes de lograr llevar a cabo su matanza. Y en este momento, él estaba
esperando con ilusión su propia muerte.
* *
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Era una voz del pasado, una que no había escuchado en muchos años. El espíritu
que ella llamaba su hada.
Tienes que salvarlo de sí mismo... El espíritu miró hacia la puerta del dormitorio,
claramente preocupado. Date prisa, Cassie, no tienes mucho tiempo.
La navaja enfundada estaba atada al muslo opuesto, había metido munición extra
en sus bolsillos traseros.
Cassie nunca, jamás, había visto al espíritu molesto. Cuando era niña, la forma
nebulosa de la mujer había sido imperativa, instándola a darse prisa, pero nunca tan
molesta.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Su abuelo.
Vine hacia ti cuando supe el peligro que enfrentabas, susurró la presencia. La compañera
de Cain La compañera de mi hijo. Tienes que salvarlo, Cassie. Como te salvé a ti y a tu madre,
tú debes salvar a mi hijo.
El shock la atravesó, casi haciendo que se mareara mientras luchaba por darle
sentido a lo que decía el espíritu.
Ve. El miedo embargaba a la pálida visión. Tienes que darte prisa. Vamos…
Todos esos años había sido la madre de Dog viniendo a ella, alejándola del
peligro, guiándola a través de su infancia.
Para que Cain sobreviviera, tenías que sobrevivir, dijo la forma, su voz melódica
susurró alrededor de Cassie mientras corría por los pasillos de la Oficina detrás de
ella. Para que él encuentre la felicidad, prospere, para que las muertes de su padre y la mía no
hayan sido en vano, tenías que sobrevivir, Cassie...
Cuando todo esté bien, y sea el momento adecuado, prometió el espíritu mientras Cassie
se abría camino a través de las puertas de la escalera, vendré a ti. Te hablaré de su padre
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Lora Leigh
Casta Mestiza
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y de un amor donde un excepcional asesino encontró un alma y la Casta a la que amó conoció
la alegría. Más tarde, Cassie, cuando Dog esté a salvo...
—¿Qué está haciendo?—jadeó ella, bajando a toda prisa por las escaleras,
sosteniéndose de la baranda y saltando de un nivel al siguiente para continuar con el
espíritu—. ¿Dónde encontró al Mayor?
Los Castas creen que ellos estaban corrigiendo un error. El suspiro del espíritu susurró
a su alrededor. Tenían la llave del rompecabezas y no lo sabían. Traté de mantenerlos
alejados de Cain, pero Cain es terco. Decidido. No pude hacerlo alejarse cuando los encontró.
Date prisa, Cassie, instó el espíritu, esperando en las puertas que daban al garaje.
Debes darte prisa.
Los frenos chirriaron y los neumáticos dejaron marcas negras cuando el vehículo
se detuvo bruscamente, con la parrilla a escasos centímetros de su cara. Poniéndose
lentamente de pie, sosteniendo el arma con ambas manos y apuntando al conductor,
volvió a gruñir.
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Lora Leigh
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* *
—Déjala ir—le recomendó el ayudante del senador con voz tranquila. No fue una
advertencia; fue un recordatorio—. No la quieres allí, Cain.
—Mutt. —Apretó los puños, la rabia le ardía en las entrañas ante la orden que
sabía que tenía que dar.
—Ay, vamos, tío—murmuró Mutt, el tono bajo no hizo nada para disimular la
súplica—. No me hagas hacer esto.
—Ahora.
—Dog, Coyote puñetero y sarnoso. ¡Trae tu maldito trasero aquí! —Su grito, tan
lleno de rabia y confusión, le desgarró las entrañas.
—Ahora, Mutt. —Había ido demasiado lejos para dar marcha atrás ahora.
—Te odio—gruñó Mutt, pero abrió la puerta de un empujón y salió del vehículo.
* *
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Moviendo el arma sobre él, ella dejó los dientes al descubierto, sus respiraciones la
estrangulaban ante la pena que vio en su rostro.
—Cassie, déjalo ir. —El Coyote levantó las manos mientras se acercaba—. Vamos,
nadie lo está forzando a irse.
—No puedo hacer eso, Cassie. Dog va a irse sin importar lo que digas o hagas.
Déjalo ir…
Ella disparó.
Él saltó sobre ella, su brazo rodeó su cintura, una mano le sujetó las muñecas
mientras ella disparaba, disparaba y disparaba, gritando en agonía y furia ante su
toque mientras la limusina pasaba volando.
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Ella corrió desde la salida del garaje, gritos desgarradores salían de su garganta,
moviéndose tan rápido como pudo, peleando, luchando por alcanzarlo. Él no podía
irse. No podía dejarla.
Era su compañero.
Era suyo...
Y se había ido.
La fuerza abandonó sus piernas, ralentizándola hasta que sintió que sus rodillas
golpeaban el pavimento y escuchó el grito de un animal enfurecido estallar de ella.
Echó la cabeza hacia atrás, un sonido demente, no un grito, no un aullido, estallando
de ella, el arma cayó de sus dedos mientras se sentía sollozar y escuchó el grito salir
de su garganta de nuevo.
Él la había dejado.
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Él había estado con ella durante tantos años. La nebulosa forma del Coyote que
albergaba dentro de él la había seguido, siempre fuera de la vista, e incluso eso ya no
estaba.
Él se había ido.
* *
Largos y alborotados cabellos negros la azotaban y las lágrimas caían de sus ojos.
Todo el control por el que Cassie había luchado toda su vida había desaparecido,
destrozado, borrado mientras luchaba como un animal para liberarse de sus padres.
Pero fue lo que sintió derramando de ella lo que más lo impactó. Ya no había más
perfumes separados de Coyote y Lobo aullando de dolor. Se habían fusionado, y
mientras observaba cómo sus luchas se calmaban lentamente, cómo las lágrimas y los
gritos se silenciaban, sintió la fuerza que se forjaba dentro de ella.
Cualquier dolor que debería haber sentido ante el toque de sus padres amainó,
hundiéndose dentro de ella, fusionándose con los aullidos ahora silenciosos que él
podía sentir haciéndose eco dentro de ella.
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armas listas sin idea de qué combatir, qué matar, para aliviar el horror y el dolor
enfurecido que aún llenaba el aire.
Los líderes alfa siempre la habían observado con recelo, desilusionados por su
calma, su aire de constante fortaleza. Desconfiaban de las tímidas sonrisas y de las
propuestas de amistad de la joven Casta que siempre parecía carecer de las pesadillas
de bordes oscuros que la mayoría de los Castas tenía.
Ahora sus pesadillas estaban liberadas. Toda una vida de ellas, y una acababa de
ser agregada. Y la comprensión de que la calma que ella siempre había proyectado,
que aunque desconfiaban de ella, aún les había dado un atisbo de paz cada vez que
estaba cerca, se había hecho añicos.
—Era Dog.
—El Consejo…
—Cassie me disparó.
—Necesito un Dragoon, Jonas. —Mutt se paró frente a él, con los ojos
malditamente taladrados con la pena que brotaba de él—. Tengo que reunirme con
Dog.
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Jonas lo soltó lentamente y dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza, seguro de que
no podía haberlo escuchado bien.
—¿La dejó?
La sangre goteaba del hombro del Casta mientras caminaba de prisa hacia el
Dragoon más cercano, entraba arrastrándose en él y salía como un rayo del
estacionamiento haciendo chirriar los neumáticos.
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Capítulo 17
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Solo unos pocos buscaban sin tener idea de lo que estaban buscando. Ella no era
tonta. Ese gélido corazón lógico que había crecido lentamente a lo largo de las horas
se aseguraba de eso. Podría estar ardiendo de rabia, pero ese corazón frío y duro,
donde antes había estado Dog, la sostenía.
Un sollozo seco la sacudió. Lloró durante horas, gritando con el dolor enloquecido
que la había destruido. Ella había tenido a su madre llorando; Ashley, su hermana
Emma y la compañera de Graeme, Cat habían llorado con ella. Sus toques no la
habían molestado. Los abrazos de sus padres simplemente la insensibilizaron.
Poniéndose de pie, cerró el estuche sobre la tableta, alisó la falda negra que llevaba
puesta y se aseguró de que la blusa sin mangas del mismo color estuviese colocada
pulcramente. Los tacones de casi doce centímetros no eran necesarios para tener
confianza. Los demás esperaban que se vistiera de cierta manera, y ella sabía que
sería mejor darles lo que esperaban.
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—Estoy segura de que no es por eso que estás aquí. —La compadecía, y tan
cariñosamente como se sentía esa compasión, estaba muy fuera de lugar.
—No sientas lástima por mí, Styx. —Salió y cerró la puerta detrás de ella—. Siente
lástima por ese Coyote. Él va a necesitar tu compasión mucho más.
—Lo sé. —Avanzó a grandes zancadas hacia la oficina de Rule, con la cabeza alta,
preparándose para lo que se avecinaba—. Aunque no hay nada de qué hablar.
Entrando a la oficina de Rule, consciente de que sus padres estaban detrás de ella,
se enfrentó a Rule, Jonas, Brannigan y los tres líderes de la comunidad Casta, Callan,
Wolfe y Del Rey.
Ella lo conocía desde que era una niña pequeña. Se había burlado de él por su
nombre, le había gastado bromas pesadas cuando era una adolescente, lo había
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admirado cuando maduró. Ahora lo único que podía hacer era situarse frente a él y
esperar.
—Termina esto de una vez por todas—exigió—. Solo termina inmediatamente con
esto.
Ella apretó los labios con fuerza mientras él levantaba dos formularios de papel de
su escritorio y se los entregaba.
Ella los aceptó lentamente, bajó la mirada a cada uno y se sintió destrozada. La
agonía que se precipitó por ella no era tan aguda como la del día anterior, pero la
sintió destrozar su alma.
No. No. Podía oír el susurro del espíritu persistiendo detrás de ella, la incredulidad
y el dolor de una madre. Y todo lo que Cassie podía hacer era mirar el fin de su
mundo como lo conocía.
Ella no sabía que dolía tanto. Lo mal que podía resonar la agonía dentro del
espíritu.
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¡Y una mierda!
Dejó caer el papel sobre el escritorio de Rule. Ni siquiera había una objeción que
pudiera presentar. Se le negaba toda la información que pudieran tener sobre su
paradero. Ni siquiera podían decirle si estaba vivo.
Ella podía sentir esa mentira. La miraba a los ojos y le estaba mintiendo.
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No hubo demanda, ninguna orden, solo un suave sonido que desgarró su corazón
e hizo que la criatura que daba zarpazos dentro de ella se detuviera.
—¿De verdad pensaste que funcionaría con un alfa de la fuerza de Rule, cariño?—
le preguntó amablemente.
Era consciente de que su padre la miraba con los ojos entrecerrados, su mirada
pensativa y atenta.
Su compañero.
—Yo te lo habría dicho. —Solo existía ese dolor agonizante, una ira salvaje
golpeando su cerebro y la traición—. No te tiraría esta mierda, Rule, no después de
todos estos años. Te lo diría.
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—¿Qué vas a hacer? —Fue su padre quien hizo la pregunta, todavía pensativo,
mirándola, midiendo lo que podía sentir dentro de ella.
Era su padre, y ella lo amaba, pero ya no era su alfa. Era solo su padre.
Jonas se frotó la nuca; la cabeza de Del Rey se volvió, mirando a Callan y Wolfe
con sorpresa. Callan solo podía negar con la cabeza mientras Wolfe la observaba con
atención.
—¿Quieres ayuda?
Podía sentir que ella buscaba algún indicio de engaño y dejó que sus labios se
curvaran a sabiendas.
—No. —Esos ojos azules estaban resplandeciendo, como gemas iridiscentes que
brillaban con el dolor atrapado en su interior. Pero lo que tenía hipnotizado a cada
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Dog le había advertido hacía meses que su hija era mucho más de lo que había
imaginado, y Dash no le había creído a pesar de que, durante años, había percibido
algo tratando de liberarse dentro de ella. Sin embargo, lo que estaba sintiendo ahora
no lo podía creer.
Nunca había existido una hembra alfa, solo un título honorífico. La compañera de
un alfa, aunque no física ni instintivamente más fuerte que los machos, mandaba en
lugar de su alfa. Era una cosa de jerarquía, una parte de la naturaleza. Pero nunca
había oído acerca de algo como lo que sentía irradiando de su hija. Ella no solo era
alfa, era lo que Jonas llamaba Primario. Un Casta cuya genética excedía lo humano o
animal. Una criatura engendrada por la fuerza decidida, la furia y liberada solo en
las circunstancias más extremas. Pero una vez liberada, siempre sería parte del Casta
que la transportaba.
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Dash la agarró del brazo, gruñó en su rostro y atrapó su atención. Seguía siendo su
padre, y si éste era el camino por el que iba a transitar, entonces sería mejor que
aprendiera rápido cómo mantenerse en él.
—Media hora—aceptó, el cambio en su voz todavía era un shock para él. Era más
suave, un sonido melódico que resonaba con poder y tal profundo dolor, que su
corazón volvió a romperse por ella.
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de un alfa que exige ayuda. Demandando que detengan cualquier agonía que la
estaba torturando.
Se pasó los dedos por el pelo y fue consciente de que su esposa lo estaba
alcanzando, moviéndose silenciosamente a su lado hasta que llegaron a su
habitación. Tenía miedo por su hija, no estaba segura de la decisión que habían
tomado cuando Dash le había advertido sobre lo que había sentido en Cassie seis
años antes. Cuando ese conocimiento se había ido fortaleciendo a lo largo de los
años, se habían prometido que la apoyarían, sin importar a dónde la llevara.
Su vida, los peligros que había enfrentado, las decisiones que había tenido que
tomar, la habían estado empujando más cerca, y aunque no había esperado esto, se
había prometido que estaría allí para ella, sin importar la dirección en que la fuerza
la llevara.
El conocimiento de que el “hada” que había guiado a Cassie era la madre fallecida
de Dog podría haberlo sorprendido, pero él no dudaba de ella. Cassie siempre había
sabido cosas que no debería haber sabido, había tomado decisiones que Dash sabía
que estaban forjando su futuro, y había habido momentos, en raras ocasiones, en los
que había percibido algo en Cassie que ahora tenía sentido.
Se sentó a un lado de la cama y la atrajo hacia sí, mirándola con más amor del que
había sentido el día anterior y el día anterior a ese. A lo largo de los años, había
aprendido a no pensar que no podía amarla más, porque su amor crecía a diario, y la
capacidad de su corazón crecía con eso.
—Es su destino—le dijo en voz baja—. Así como tú eras el mío. Ella me trajo a ti,
comoquiera que supo hacerlo. Esto es a lo que se ha estado dirigiendo, Elizabeth, y
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no confío en que nadie más vigile su espalda tan bien como confío en mí. No sé a lo
que se enfrenta, pero no la dejaré enfrentarlo sola.
Las lágrimas llenaron los ojos de ella, pero no eran lágrimas de dolor.
—No tengo que decírselo. —Negó con la cabeza—. Cassie lo sabe. Siempre lo ha
sabido.
HACIENDA REEVER
Y si él la miraba con interés, ella estaba asimilando casi tanto como él. El azul de
sus ojos todavía no se había apoderado completamente del blanco, y dudaba que
hubiera rayas, pero no lo sabría durante algún tiempo todavía.
Un ceño se marcó entre esas cejas negras perfectamente arqueadas y pudo sentir lo
que todavía estaba atrapado, luchando por la libertad. Este Primario era fuerte. Lo
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Era el primer acoplamiento híbrido, se consoló a sí mismo. Podría ser algo que
aparecía en híbridos. Si era así, la comunidad Casta podría estar jodida. También
existía una posibilidad de que fuera simplemente una anomalía.
—¿Lo sentiste? —Se volvió hacia su padre mientras la curiosidad sacaba lo mejor
de él—. ¿Eso siempre ha estado allí?
—Mmm. —Retraer las garras era bastante fácil; las rayas permanecieron.
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Esta voz. Graeme podía sentir un escalofrío subiendo por su espina dorsal ante el
tono hipnótico y cautivador. Era hermosa. Clara como el cristal, tirando de los
sentidos, de esa parte dentro de un ser vivo que hacía que uno necesitara dar lo que
sea que la voz demandara.
Esa voz. Dios ayude a los Castas y a los humanos cuando lo Primario dentro de
ella hubiera madurado por completo. Esa voz exigiría que todos se sentaran y
escucharan.
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Cuando Cassie Sinclair se apartó de la bandeja donde había colocado las muestras,
rápidamente anotó la información y se la entregó.
Dash hizo una mueca, una mirada de preocupación destelló sobre su expresión.
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Capítulo 18
No había nada más que pura furia demencial al rojo vivo. El tipo de furia que se
apoderó de él ante la vista de las manos de otro sobre su compañera, controlándola y
reteniéndola. La rabia enloquecida mientras se veía obligado a permanecer inmóvil,
en silencio ante el sonido de los brutales alaridos y el conocimiento de que su
compañera estaba corriendo desesperadamente por él.
No miró hacia atrás, pero no tenía que hacerlo. Desde el instante en que la vio
catapultarse sobre el coche del segundo guardaespaldas y aterrizar de cuclillas en
una perfecta posición de defensa, había estado en sintonía con ella como nunca antes.
Incluso en esos frágiles momentos, seis años antes, después de que ella había
despertado en el hospital, su grito furioso resonando a su alrededor, no había sido
tan fuerte.
Simplemente había clavado los ojos en el hombre que le había traído la oferta de
su abuelo y lo observó palidecer lentamente mientras Dog luchaba por ocultar la
prueba física de esa ira.
No se había vuelto así de nuclear desde que era un niño mirando las noticias del
cuerpo no identificado encontrado en un callejón con un agujero en el corazón. Lo
que sucedió entonces fue que destruyó la pequeña cabaña y todo lo que había en
ésta, así como los recuerdos de Dog de cómo lo había logrado.
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Lora Leigh
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Había tenido diez años, había estado destruido por tanta pena, tanto enojo, que
había permanecido en esa madriguera durante días. Los soldados encontraron la
cabaña y le prendieron fuego. Lo habían perseguido, junto con varios Castas Coyote.
Cuando se acercaron a la madriguera, el animal que lo protegía asomó la cabeza por
la abertura, gruñendo a los Castas. Ellos se habían retirado, sintiendo nada más que a
ella y sus cachorros, y finalmente abandonaron su búsqueda.
Dog podía sentir esa furia que lo desgarraba ahora, pero ya no tenía diez años. Y
no permitió que esa criatura lo controlara. Él controlaba a la bestia, hasta que
decidiera que era hora de liberarla.
El viaje desde la Oficina de Asuntos Castas al aeropuerto privado fue más largo de
lo que esperaba, varias horas, se percató en el momento en que el humano le había
dado las instrucciones a Mongrel. Mutt los alcanzó mucho antes de llegar, el
Dragoon los seguía de cerca.
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Al parecer, su abuelo esperaba una reunión de algún tipo. Sus condiciones habían
sido exigentes. Separarse de su compañera, reunirse con este débil hijo de puta y
volar hacia él. Sin duda, era una trampa, pero no importaría. Quienquiera que fuera
el Mayor, iba a morir. Su melindroso ego iba a sangrar como un cerdo descuartizado.
Dog iba a asegurarse de eso.
—Ella es bonita—le dijo vacilante, y ante el ceño fruncido de Dog casi se meó.
Ahora sabía a qué se refería Graeme cuando decía que todos perdían la vejiga
cuando se enfrentaban ante la ira de un Casta.
—Mierda, tío, ¿podrías cerrar la puta boca?—gruñó Mongrel desde el asiento del
conductor, el gruñido en su voz exigiendo mientras su mirada cautelosa revisaba el
espejo retrovisor nuevamente—. Él desgarrará tu jodida garganta. Idiota maricón,
culo servil. ¿No pueden los humanos percibir nada?
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Lora Leigh
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Eso fue éxtasis. Ese fue el mayor placer que se podía encontrar en cualquier vida.
Sentir que su compañera se deshacía ante su toque, su alma tocando la suya,
llenando la suya mientras la abrazaba y sentía que se convertía en parte de su
espíritu.
Se volvería loco sin ella, y lo sabía. Presentar esa petición lo había debilitado con la
agonía que le había provocado. Saber que había cortado ese lazo, sin importar lo
poco que eso contaba para el acoplamiento, conduciría a la bestia dentro de él a la
locura.
Pero la protegería.
Una Separación aseguraba que cualquier crimen que pudiera cometer contra la
Ley Casta, ella no sufriría por ello. Eso era todo lo que importaba, que su compañera
no sufriera más de lo que ya lo haría. La Negación evitaría que Jonas o Rule le
permitieran saber dónde estaba, o acudir a él una vez que fuera capturado. Y lo sería.
Se daba cuenta que era débil sin ella. Su voluntad de luchar contra la Ley Casta sería
inexistente.
Su halfling.
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Todavía podía sentir la salvaje furia femenina latiendo dentro de su alma. Había
pensado que se mitigaría a medida que el viaje se prolongaba, pero aún podía
sentirla. Sus lágrimas, sus gritos. Si la agonía que atravesaba su cuerpo no disminuía,
entonces no podría contenerla el tiempo suficiente para llegar hasta su presa.
Eso fue lo que se dijo cuando los Castas con los que se había encontrado en la
antigua suite de Cassie le habían contado sobre su búsqueda del Mayor y sobre este
hombre. El emisario, lo llamaron ellos. La búsqueda en los archivos informáticos del
emisario había revelado la información sobre Dog y Cassie y que los resultados de su
vigilancia sobre los dos había sido remitida al Mayor.
Sí, él había estado de acuerdo con eso. Había contactado con este humano
insignificante y había hecho todos los movimientos correctos, y cuando le habían
ordenado que se alejara de su compañera si quería su herencia, Dog se había alejado.
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Su furia se metió en su alma, mezclándose con la de él, hasta que estuvo seguro de
que la locura vendría en el siguiente segundo.
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Capítulo 19
ARLINGTON, VIRGINIA
Un césped prístino se extendía delante de ella, con pocas áreas para ocultarse. La
iluminación del paisaje estaba ubicada para disipar la más densa de las sombras,
pero a las tres de la mañana, los guardias humanos que patrullaban la propiedad no
estarían en su mejor momento. Es decir, a menos que los sensores de movimiento
fueran activados o el personal de seguridad electrónica fuera diligente.
Tres equipos de dos hombres patrullaban el exterior de la casa, junto con los
perros que caminaban al lado de ellos. Los perros no le preocupaban demasiado.
Estaban bien entrenados y alertas, pero ella ya había tocado sus sentidos, los había
tranquilizado, les aseguró que solo amigos estaban invadiendo su territorio esta
noche.
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—No uses tus ojos—siseó Graeme, el sonido felino desfigurado la alcanzó donde
estaba agazapada encima de la pared que rodeaba la propiedad, escondida por las
pesadas ramas de una acacia blanca—. Usa tus sentidos. Tu compañero es la razón
por la que existe esa criatura que se tensa dentro de ti. Compañero a compañero. Lo
encontrarás si la dejas hacer como ella quiere.
Compañero a compañero.
Ella cerró los ojos, captando el valor de todo lo que tenía que enseñarle, lo
necesitaba. Cuanto más se acercaban a la propiedad de Aaron C. Ryder, más había
aumentado la furia dentro de ella.
La locura casi salvaje de esa furia era todo lo que los unía. Ella se había entregado
a él, en cuerpo y alma. Pero en las largas horas después de que él se marchara, se
había dado cuenta de que él no se había entregado.
Él había tocado su alma, la había llenado, tal como había llenado su cuerpo, y ella
ni siquiera se había dado cuenta de que no la había dejado entrar en la suya.
Mientras dejaba que sus sentidos se expandieran sus ojos se abrieron lentamente
de nuevo, sus sentidos alertados del espíritu al que se había acostumbrado tanto
~264~
Lora Leigh
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cuando era niña. La forma trémula de la madre de Dog, débil, muy débil, brillando
contra la oscuridad, estaba de pie en el césped justo detrás del árbol que los ocultaba
de la vista.
Girando, el espíritu señaló una ventana del primer piso, la que estaba en el centro
exacto. Una oficina de algún tipo, o una biblioteca, supuso, apenas capaz de atisbar
estantes de libros a través de una rendija en las cortinas blindadas.
Podía sentir a Graeme tensarse, soltar gruñidos que apenas se escuchaban, cuando
debió haber percibido el espíritu.
—Primer piso, ventana del centro—le dijo a Graeme—. Él está allí, pero no está
solo.
Allí, ella esperó, observando, consciente de Graeme, su padre, Cullen, Cat y Claire
mientras se movían más lentamente y se ubicaban junto a ella.
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Lora Leigh
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Entraron en lo que obviamente era una sala de descanso para los guardias,
afortunadamente desierta. El espíritu no se detuvo mientras los conducía a través de
las oscuras habitaciones antes de detenerse frente a un par de puertas dobles abiertas.
* *
~266~
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Su abuelo.
Aaron estaba sentado rígidamente en el sofá de cuero frente a Dog, sus cansados
ojos grises se levantaron hacia donde él estaba silenciosamente de pie en medio de la
habitación.
Compartía sangre con este hombre. Podía oler el vínculo de sangre, y lo maldijo.
Mutt estaba de pie junto a la entrada con uno de los guardias de seguridad de
Aaron. Un ex SEAL. Un soldado de ojos duros que observaba con curiosidad. Dog no
podía sentir odio o prejuicios viniendo de él, pero percibía la determinación de hacer
su trabajo y proteger a su empleador.
Detrás de él, Mongrel estaba de pie con el otro guardia de seguridad. Ese apestaba
a odio y desaprobación. Humanos. Nunca prestaban atención a todos esos
documentales sobre los Castas que ellos observaban, que predicaban la agudeza de
los sentidos de un Casta para captar tales emociones.
~267~
Lora Leigh
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—¿Por qué esperabas eso? —Deja al bastardo cavar este agujero un poco más
profundo. Si tuviera suerte, mucha suerte, entonces podría decir algo que exoneraría
a Dog cuando le cortara la garganta.
Aaron bajó su canosa cabeza y miró la bebida que sostenía. La pena se derramó de
él. No predominaba sobre el olor de la maldad, pero era pena.
Eso podría hacer que un hombre odiara. Su padre había odiado a este hombre y
Dog lo sabía. No es que recordara a su padre diciéndolo, pero él lo había sabido,
incluso de niño.
—Sí, podía. —Esa pena otra vez. El hijo de puta—. Antes de que entrara en esos
laboratorios para entrenar a los Castas, Carson, tu padre, era un soldado endurecido.
Conocía el valor del programa, entendía el trabajo que se estaba realizando allí. Sin
embargo, todo eso cambió con ella. —Observó a Dog durante largos momentos,
como si esperara que dijera algo—. Ella ni siquiera tenía un nombre. Sin embargo, él
la llamó Ángel.
Dog podía sentir su piel picando por la furia que reprimía, su cabeza llena de tanta
ira que amenazaba el control del que él tenía dominio absoluto.
~268~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Dog dejó que una sonrisa curvara sus labios ante el resentimiento que desgarró al
soldado, el sentimiento de que él era mejor que un sirviente para aceptar esas
órdenes.
Aaron aceptó la bebida del soldado, aunque Dog detectó una repentina cautela
que no había estado allí antes.
—La edad trae una perspectiva diferente. —Aaron exhaló bruscamente—. Mis dos
hijos se han ido, la herencia que hubiera dejado tras mi muerte se ha ido. —Había un
leve indicio de una súplica en esos ojos cuando Dog lo miró fijamente—. Carson me
ronda. —Tragó saliva con fuerza—. Las elecciones que hice me persiguen.
Dog quería reírse. No estaba seguro que era lo que mantenía a raya la rabiosa
carcajada.
~269~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—¿Y crees que amenazarme con la seguridad de Cassie, con revelar mi línea de
sangre al Consejo de Genética sin el beneficio de tu fortuna para protegerme, es la
forma de manejar eso? ¿Qué te hace pensar que necesito tu fortuna para protegerme?
—Cain...
Seh, seh, los buenos legados familiares, ¿verdad? Eso no había hecho mucho bien a
sus padres.
—¿Y por qué debería confiar en que tienes información que los Castas no han
obtenido?
~270~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Oh, Chet no era un soldadito feliz si el olor de alevosa ira que venía de él era un
indicio. Pero evidentemente era un buen soldadito. Agarró un gran sobre de una
mesa auxiliar y se acercó a Dog, extendiéndolo en silencio.
Sin perder de vista a Aaron, Dog abrió la carpeta y extrajo las hojas. Había tres.
Los nombres estaban eliminados, pero no hubo duda de que se trataba de una copia
impresa de un expediente más grande que detallaba las identidades de tres de los
miembros del Consejo que formaban parte del Consejo de Genética.
—Es tuyo. —Aaron lo miró astutamente—. Todo será tuyo en un año... —Se
detuvo cuando Dog negó con la cabeza.
El soldado se enderezó, su mano se posó en el arma que llevaba cuando Dog se rió
a sabiendas.
~271~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Eso se puede discutir más tarde. —Se volvió hacia Aaron—. Esa no es la
información que quiero.
Podía sentir una vibración en el aire, silenciosa pero constante, el peligro se movía
cada vez más cerca mientras Chet se preparaba para matar. Todavía no. Quería
sobrevivir al derramamiento de sangre, percibió Dog. Pero llegaría pronto.
—Quiero saber qué hace que un hombre dé la orden de matar a su propio hijo. —
Dog quería pruebas—. ¿Qué te hizo pensar que cazarlo como a un animal, amenazar
a su mujer, asesinarla y luego perseguir a su hijo, funcionaría para ti?
—No había orden de matar. —Aaron se puso de pie, la pena, la ira, el odio, lo
inundaban—. Carson debía ser devuelto. Se suponía que debía volver a casa. —
Cruzó la habitación y golpeó violentamente el vaso contra la barra antes de agarrar el
borde con ambas manos y estremecerse—. No les dejó otra opción. El Consejo dio la
orden que si no podían llevarlo con vida, lo mataran. —Se volvió hacia Dog, con el
rostro agobiado por el peso de esa pérdida—. Él eligió morir.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—No puedes hacer nada, Cain. —Aaron negó con la cabeza pesadamente—. Soy
un senador de los Estados Unidos. Todo lo que puedes hacer es solicitar el alegato de
tu Ley Casta. Matarme equivale al suicidio. Tu propia gente te perseguirá.
—Si él muere, ella morirá de todos modos. —El soldado que habló desde la puerta
lo hizo sin enojo, sin previo aviso. Fue una declaración, nada más—. Esa orden ya
salió. El francotirador que desactivó esa ventana y la apuntó fue solo una
advertencia.
—Primero tendrá que pasar por encima de los fantasmas que la protegen. —Dog
soltó un bufido, consciente de las veces que incluso él había sentido que algo del otro
mundo la seguía—. ¿Cómo crees que ha sobrevivido tanto tiempo?
—Ahora, ¿quieres morir por este bastardo? —Le dirigió una mirada al soldado
que en verdad lamentaría matar—. Puedes irte. Sin daño, sin mancha.
~273~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
No era por lealtad. La extraña nota en la voz del soldado se mezclaba con su
arrepentimiento.
—No tiene importancia. Voy a matarlo. —Le dio al senador una sonrisa dura y
fría—. Por mi madre. Por los diez años de pena que sufrió mi padre, por tu traición.
Por el peligro que representas para mi compañera. Te enviaré al infierno, hijo de
puta.
Estaba listo para saltar hacia Chet primero, confiando en Mutt y Mongrel para
asegurarse de que los otros dos no representaran ninguna amenaza. Antes de que
pudiera alcanzar al bastardo, un cuchillo pasó volando junto a su nariz y se enterró
en el pecho del soldado, atravesándole el corazón.
Él conocía ese cuchillo. Pasó justo junto a su nariz; un aliento más cerca y habría
perdido su preciosa carne.
—¿Estás loca? —Giró lo suficiente como para recibir el impacto total del puño de
su compañera cuando se estrelló contra su mandíbula, y toda la furia salvaje en su
gruñido mientras barría sus pies.
~274~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Hijo de puta. Su halfling había venido por él. Su intención quizás fuera saborear su
sangre, pero aun así, había venido por él y no solo estaba exigiéndole que lo
mereciera, sino que lo estaba tomando. Ella era su igual y se lo estaba dejando saber.
Nunca caminaría detrás de él, nunca se sometería completamente en ningún lado
excepto en su cama, y cuando ella reclamó esa última parte de él no pudo evitar
sonreír.
—Maldita sea, halfling, eres tan jodidamente hermosa que me robas el aliento. Hijo
de puta si tú no...
~275~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Capítulo 20
Echó un vistazo al Bengala demente. Las rayas ya no estaban, así como las garras.
El blanco de sus ojos era normal ahora, la inclinación menos felina.
Hijo de puta. De alguna manera había contactado a Jonas y ella lo sabía. Como si
lo necesitaran. Ella no había necesitado que viniera cabalgando con la caballería.
Estaba manejando muy bien a su compañero sin ayuda ajena.
Ella le dedicó otra mirada, recibiendo otra de esas sonrisas arrogantes por las que
era famoso mientras le lanzaba un beso. Ella le mostró los dientes antes de darse la
vuelta.
~276~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Una suave risa masculina hizo que le lanzara a Graeme una mirada de odio
cuando él se dejó caer en la silla junto al taburete bajo en el que estaba sentada.
Él estaba loco.
Lo único que mantenía a este Casta en el lado correcto del pensamiento racional
era la compañera que lo miraba con pura adoración.
Su vínculo era seguro. Se habían entregado el uno al otro. Esta criatura dura y
salvaje había abierto su alma y dejado entrar a su compañera.
Él podría decir que había hecho lo que hizo para protegerla hasta que el infierno
se congelara. No cambiaba los hechos. El hecho de que cualquier Casta vivo pudiera
sentir la marca profunda en el alma que él le había puesto, pero él no tenía una marca
similar.
~277~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Él se rió de eso.
—Ah, Cassie. —Suspiró, negando con la cabeza—. Te equivocas. Ese Casta lleva tu
marca en su espíritu. En el momento en que pusiste a ese Coyote sobre su culo con el
cuchillo en la garganta, incluso yo sentí que el vínculo entre vosotros encajaba con un
chasquido en su lugar. Si te había mantenido alejada antes, en ese segundo, él abrió
su alma y te dejó fluir dentro de él. Cuando vuelvas a ser completamente racional, te
darás cuenta.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—Soy totalmente racional. —Ella apretó los dientes, obligando a las palabras a
pasar a través de ellos.
—Ven aquí.
Ella levantó la mirada y se congeló. Los blancos se habían ido, sus iris azules casi
resplandecían, llenando sus ojos y centellando con furia en su rostro. El cabello
enmarcaba su rostro, desatado, los rizos se amotinaban sobre sus hombros y bajaban
por su espalda, dándole una apariencia hechicera, de otro mundo.
—Dog me dijo una vez que su compañera era una sirena. Que su voz podía hacer
llorar a Castas adultos, que sus ojos podían hipnotizar, y desde el momento en que
había tenido su mira puesta en ella, ella había garantizado que él no cayera en el
vacío negro en el que se estaba convirtiendo su alma. Los Primarios caminan al borde
de la locura, o al menos, parece que los machos lo hacen. —Inclinó la cabeza hacia un
lado mientras la miraba a través del cristal casi enigmáticamente—. Quizás eres
simplemente una anomalía.
Suspiró pesadamente.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
provoques. Y es más fácil despertarlo sin ese fenómeno. Aunque aprenderás cuánto
más agudos son tus sentidos cuando está completamente despierto dentro de ti.
—Por qué diablos no. —Apoyó el codo sobre la rodilla, la barbilla en la mano y
exhaló con fuerza—. ¿Cuándo van a hacerlo volar sobre el volcán de Jonas y terminar
con esto?
Graeme de repente se inclinó hacia delante, mirándola con casi excitado interés.
El poderoso Casta casi hizo un puchero, pero sus brazos rodearon a su compañera
y su mentón descansó sobre su hombro.
Cassie los desconectó, sin ganas, sin poder escuchar sus bromas. Ella todavía
estaba demasiado en carne viva, demasiado desgarrada por dentro.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Poniéndose de pie, decidió que también había tenido suficiente. Era hora de que
regresara a la Oficina. Ya había tenido suficiente de esta casa, del hedor a odio y
corrupción.
* *
—Dog. —Dash lo detuvo antes de que pudiera escapar—. Lo que pasó en ese
garaje... —Hizo una mueca y su expresión se tensó ante el recuerdo—. Lo que sea que
la esté destrozando…
—Sé lo que le sucedió—le aseguró Dog al otro Casta, el azote de culpa que sentía
era imposible de olvidar por el momento—. Ella estará bien, Dash. Lo juro.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
No había otro consuelo que pudiera darle al padre que estaba herido por su hija,
que sufría con ella, que luchaba por protegerla.
—Te haré cumplir eso. —El Casta Lobo asintió bruscamente—. Asegúrate de que
ella lo esté.
* *
No llevaba bragas.
La agonía salvaje que había sentido hacer eco en su alma hasta el momento en que
se encontró tendido sobre su espalda se había aliviado. Sin embargo, no era
~282~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
reconfortante, porque la sensación de soledad que sentía era peor. Ella se había
alejado tanto de él que apenas podía sentir las emociones que Cassie estaba luchando
por contener.
Había tenido diez años cuando la criatura se levantó dentro de él. Diez cuando se
había liberado. Le tomó tres días hacerla retroceder, para permitir que la razón, la
cordura, regresaran al chico que había sido. Estaría maldito si le diera a Cassie tres
días. De ninguna manera la dejaría a la deriva sola en ese vacío negro.
Desnudándose y echando la ropa sucia en el cesto que siempre le había visto usar
antes, activó el cabezal adicional de la ducha y entró con ella. El pequeño gruñido de
advertencia y el sonido de violencia inminente que escapó de su garganta le hicieron
sonreír.
Sus ojos seguían siendo de ese increíble azul neón, ardiendo como gemas
llameantes dentro de su rostro pálido. Una vez que el Primario, como lo llamaba
Graeme, se retirara, el agotamiento la reclamaría. Y por Dios que él se proponía tener
esto solucionado antes de que su organismo se cerrara completamente a él.
Él estaba lleno de pesar por el motivo, pero casi abrumado por el orgullo también.
Esa pequeña criatura enfurecida había hecho lo que los Castas adultos no podían. Lo
había puesto sobre su culo, su cuchillo en su garganta, y él había visto la amenaza en
esos enfurecidos ojos azules.
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Lora Leigh
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Castas 32
Lo que había hecho era imperdonable, y lo sabía. Pero ella le perdonaría; no podía
permitir que no lo hiciera. Cassie era su corazón y su alma.
—Estabas fuera de esa habitación, sabes lo que sucedió, sabes por qué sucedió—le
dijo él en voz baja—. Puedes estar cabreada, Cassie, puedes estar resentida, puedes
enfurecerte desde ahora hasta el infierno se congele, pero eso no cambiará nada,
cariño.
Siguió trabajando la espuma por sus cabellos, frotando los mechones entre sus
dedos, amontonándolos y masajeando su cuero cabelludo.
—Si eso te quitara el dolor que te causé en ese garaje, te dejaría cortar mi garganta
mil veces—le dijo entonces y sintió el estremecimiento casi imperceptible que la
atravesó—. Mientras viva, sabré lo que te hice, lo reviviré en mis pesadillas, porque
sentí cada segundo de eso desgarrando mi alma.
Ella intentó apartarse de él, la ira resonó en el gruñido bajo y furioso que llenó la
ducha. Sus dedos la sujetaron firmemente, agarrando su cabello con una mano, el
brazo opuesto envolviendo sus caderas para empujar su espalda contra él.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Estaba tan tiesa como antes, el agua corría sobre ellos, la espuma blanca brillante
del jabón enjuagándose a su alrededor, sedosa y suave, pero no tan suave como los
largos mechones de cabello acariciando el cuerpo de Dog.
Él todavía podía sentir esa ira azotando a través de ella, destruyéndolos a los dos.
Apoyando su frente sobre la coronilla femenina, exhaló con fuerza, luchando contra
la devastación que recordaba lo arrolló.
Él cerró los ojos, recordando la vista de las manos de otro Casta en sus brazos
desnudos, escuchando sus gritos de dolor y furia salvaje.
—Me traicionaste. —Derrotada, desgarrada por el dolor, pero aún así la voz más
hermosa que había escuchado en su vida—. Permitiste que me tocara. Me negaste.
Me abandonaste.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
en sus ojos era mejor que esto. Gemas brillantes, desbordantes de lágrimas y llenas
de dolor.
La furia estalló en sus ojos. La furia de una mujer. La furia de una compañera.
Ella lo poseía.
—Un compañero—gruñó, incapaz de creer que ella haría semejante amenaza. No,
mientras la miraba, temió seriamente que eso fuera más una promesa—. Deshazte de
mí, halfling, y no hay otro.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Y él era un hijo de puta enfermo, porque su polla estaba tan dura, llena de sangre
y latiendo con algo más allá de la lujuria, que no tenía nombre para eso.
—Ponme a prueba. —Él la atrajo violentamente hacia sí, levantándola hasta que su
rostro estuvo a la altura del de él. Las rodillas femeninas se agarraron a sus caderas,
los pliegues exuberantes y calientes de su coño atormentaban la punta de su polla—.
Incluso considera intentar tener otro compañero por alguna razón y te mostraré
exactamente cómo me ocuparé de eso.
—Te desafío.
~287~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Capítulo 21
Ella lo desafiaba.
Dog no pudo evitar reírse entre dientes mientras apretaba los dedos en su cabello
y arrastraba su cabeza hacia atrás. Tomó el beso que deseaba. Las glándulas debajo
de su lengua estaban inflamadas, latiendo, la hormona de acoplamiento tan potente
ahora que fue como un subidón, uno increíblemente alto cuando golpeó su sistema.
Girando, la empujó contra la pared, una mano fue a su trasero, llenándola con una
de sus nalgas redondas y la levantó donde la necesitaba.
¿Lo desafiaba?
Él rogó a Dios que ella no lo esperara agradable y fácil. El sonido de esas palabras
resbalando de sus labios fue como tirar gasolina al fuego. Las llamas azotaron sus
sentidos, chamuscaron sus células cerebrales y liberaron un torrente de lujuria.
Inclinando sus labios sobre los de ella y bombeando su lengua entre ellos, la obligó
a saborearlo. Cuando se echó hacia atrás y la lengua femenina lo siguió, y él la atrapó
entre sus labios, la chupó y lamió. La dulzura especiada que enviaba las llamas en
una ráfaga de ardiente intensidad desgarró lo último de la contención masculina.
No había contención con ella ahora. No había cerrarse, ni siquiera una pequeña
porción de su alma para ella ahora. El vínculo de acoplamiento era como un cable
electrificado conectándolos, fusionándolos. Corazón a corazón. Alma a alma.
~288~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Alejando los labios de los de ella, sus besos le llovieron por el cuello mientras él
gemía, sintiendo los de ella contra el suyo. Sus dientes le rozaron la línea de la
garganta y le robaron el aliento. Su lengua lo lamió allí antes de que los labios
femeninos se cerraran sobre su piel y la chuparan, marcándolo. Pero él siempre
estaba marcando la de ella. Los dientes de Dog mordieron lo suficiente como para
raspar la piel, antes de lamer la herida, justo sobre la pesada vena que corría allí.
Ella le rodeó los hombros con los brazos, y sus caderas se menearon, acariciando la
punta de su polla con los pliegues calientes y resbaladizos de su coño. La excitada
humedad que se derramaba de ella recubría la punta inflamada de su erección, la
calentaba, la sensibilizaba. Cuando el ancho glande presionó contra la entrada, una
dura eyaculación de pre-semen, llena de hormonas, pulsó dentro de ella.
Bajando la cabeza aún más, capturó el endurecido pezón, chupándolo dentro del
calor de su boca, lo lamió mientras un desgarrador gruñido escapaba de su pecho. El
sabor de ella, la sensación de ella... ni siquiera era lógico lo que le hacía, lo que le
hacía sentir. Solo olerla cerca de él era suficiente para serenar su alma, un alma que,
antes de verla en la lente de su arma, había estado seguro que no poseía.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
El orgasmo más intenso que el que había experimentado la última vez que anudó
su coñito apretado. La hinchazón de su polla dentro de los músculos como
abrazaderas le hizo gruñir en su hombro y sus dientes se clavaron una vez más.
Llenándola, destruyéndolo, mientras su semilla bombeaba desde su polla en
exquisito éxtasis.
—Ah, Dios, Cassie... halfling... Te amo tanto. Mi vida... —Echó la cabeza hacia
atrás, apretando los dientes mientras un gruñido de éxtasis puro y azotador
abrumaba sus sentidos.
Estaba rodeado de un placer que iba tan profundo que llenaba cada rincón de su
alma, sanado las heridas que la vida había puesto allí. Un placer lleno de esperanza,
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
con una salvaje determinación de aferrarse a ella, y una emoción tan feroz que lo
abrumó.
Para siempre.
* *
Y no estaban solos.
Ella abrió los ojos lentamente y los clavó en la forma brumosa de la pareja. Carson
y Angel. Los padres que no habían podido pasar a un lugar donde no había
preocupación, ni miedo, porque su feroz devoción por su hijo se negaba a permitirles
abandonar su lado.
Verte crecer, tu fuerza, tu corazón, ha sido una alegría, Cassie, susurró a través del
vínculo que habían establecidos hacía años. No podría haber elegido una mejor
compañera para mi hijo, ni haber deseado una más verdadera. Él nació, como tú, no fue
creado. Mi compañero lo crió con amor, le enseñó en lugar de entrenarlo, y el corazón que
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
posee es más feroz para que alguien a excepción de ti pueda conocerlo. Y ten la certeza de que
siempre estaremos cerca si es necesario.
Cassie le devolvió la mirada al espíritu, solo entonces se dio cuenta de que una
parte de ella había temido que Angel no estuviera allí para advertirla cuando el
peligro se acercaba demasiado.
Ambos podemos estar cerca, juntos ahora, le aseguró Carson. Háblale a nuestro hijo de
nuestro amor por él. Esa emoción resonó tan profunda y pura del espíritu masculino
que Cassie sintió que las lágrimas llenaban sus ojos. Él es la mejor parte de nosotros dos.
Y ha cumplido todos los sueños que sus padres alguna vez tuvieron para él.
Ella lo haría.
Por su seguridad cuando niña, por la guía, pero sobre todo, por su compañero.
Ellos se desvanecieron lentamente, yendo a donde fueran los espíritus hasta que
sentían que los necesitaban.
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Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—¿Los viste? —La sorpresa la llenó. Nadie los había visto antes.
—Los vi. Los escuché. Finalmente. Soñé con ellos juntos cuando era niño, y ahora
me has dado ese sueño. —Sus labios tocaron los de ella—. Cada sueño que he tenido,
Cassie, tú lo has hecho realidad.
Sus labios rozaron los de ella, una caricia tierna y apasionada que reafirmaba sus
palabras. El beso era una bendición, una promesa, un voto.
Ella era lo que era, lo que debía ser, en el corazón de su compañera, en sus brazos.
La compañera de Dog.
~293~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Epílogo
Ahh rayos, pensó Graeme mientras leía el mensaje enviado a su tableta. Más
muestras llegarían en el transcurso de una hora, otro acoplamiento Coyote, más
preguntas. Le encantaban las preguntas. Junto con su compañera, era todo lo que le
mantenía cuerdo.
Por un tiempo pareció que los científicos Casta se enfocaban en los Casta Coyote,
creyendo que las anomalías del Calor de Acoplamiento dentro de esa especie tenían
las respuestas que estaban buscando, y que dos ex científicos rusos habían
encontrado una clave con las vacunas que habían inventado más de dos décadas
antes. Las vacunas eran interesantes, al igual que las anomalías de los Coyotes. Sin
embargo, los Casta Lobo ahora eran interesantes. Su incapacidad para concebir
incluso dentro del Calor de Acoplamiento se estaba convirtiendo en un problema
para las hembras.
No es que este sería fácil. Solo una vez había conocido a una mujer más obstinada.
Su compañera era, por supuesto, más obstinada, pero a él le gustaba pensar que tenía
lo mejor en todas las cosas, ¿verdad? Pero esta hembra, podría competir
perfectamente por la más obstinada con su compañera.
~294~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Levantando la jeringa que él había colocado cerca varias horas antes, la miró
mientras ella giraba su hombro hacia él. Su perfil estaba abatido, algo demasiado
reflexivo, demasiado sombrío se reflejaba en él.
~295~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
* *
Khileen Langer miró fijamente al Casta Bengala, segura de que no podía haberlo
escuchado correctamente. No era posible. Tenía que estar equivocado.
Graeme Parker era como el Dr. Jekyll, Mr. Hyde y el Einstein de la genética Casta
y la mierda del acoplamiento, todo en uno. Conocía su mierda de atrás hacia
adelante y de adelante hacia atrás. No era posible que no tuviera una respuesta para
esto.
Una mueca de disgusto tensó su rostro y él negó con la cabeza ante la objeción.
Ella podía sentirse temblando. Miedo, desesperación y dolor. Las emociones que
había estado conteniendo durante los últimos dos años estaban comenzando a
dispararse por ella, amenazando con escapar a toda esperanza de control. Negó con
la cabeza, mirando a Graeme de manera suplicante, segura de que tenía que estar
equivocado.
~296~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—No. No. —Su mano cortó en el aire mientras la ira se deslizaba de la cuerda que
ella había mantenido sobre ésta.
—Khi, la espera te está matando y está matando a Lobo. Tienes que solucionar
esto con tu compañero—le dijo, no por primera vez.
—A pesar de tus afirmaciones de odio hacia él, Lobo parece haberse encontrado
incapaz de decirte esto. Y te advertiré ahora, lo estás empujando demasiado lejos. Él
es tu compañero. Un Lobo Alfa que se ha contenido para darte tiempo a adaptarte a
lo que sabes es la verdad. Es hora de comenzar a adaptarse a eso. —El tono de
Graeme se endureció, sus ojos adoptaron esa extraña y aterradora mirada que
siempre fingía que no la perturbaba.
—Entonces me iré...
~297~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
—¿Y hacer qué, niña? Una vez que el Calor de Acoplamiento comience a quemar
en tu interior, ¿crees que puedes ocultarlo? Y quemará, Khi. Lo has retrasado hasta el
punto de que una vez que te patee, cada Casta a un kilómetro o más de distancia lo
sentirá. Si no permites el acoplamiento antes de que esto suceda, volverás loco a
Lobo. No quieres eso. —La advertencia era otra que había escuchado antes.
Ella sabía lo que él creía que sucedería, cómo el Calor se despertaría violentamente
dentro de ella una vez que la hormona con la que la estaba inyectando perdiera toda
efectividad.
—Aun así estuvo casado con ella. —Ahora casi estaba temblando de furia—. No
importa si está viva, muerta o en algún maldito lugar en el medio.
Jessica Langer Reever. Ella había asegurado la muerte de su primer marido, había
intentado matar a su esposo Casta, así como a su única hija. Era pura maldad. No
tenía corazón. No tenía alma.
Ella no podía enfrentarlo. No podía permitir que sucediera. La mujer con la que se
había casado no era cualquier mujer, era su madre. Y no importaba lo que Graeme
creyera, lo sabía, sabía que Lobo había tenido relaciones sexuales con esa perra
confabuladora. Lo sabía desde la semana después de su decimosexto cumpleaños
cuando entró en el dormitorio de su madre y los atrapó.
~298~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Tragó saliva con fuerza, el odio y la repugnancia fluyeron dentro de ella con el
recuerdo. Desnudos, sus cuerpos brillando de sudor, los poderosos músculos de
Lobo contrayéndose, sus caderas moviéndose entre los muslos de Jessica Langer
mientras se enterraba dentro de ella. El recuerdo la enfurecía, quemaba como ácido
en su interior y la carcomía de una forma que no podía explicar.
—Khi, tienes que hablar con Lobo—le aconsejó Graeme entonces—. No sigas
presionándolo. No lo sigas desafiando.
—Tiene que haber una forma de detener esto. —Tenía que haberla.
—He hecho todo lo que puedo hacer, realicé todas las pruebas que puedo
imaginar. No hay forma de detenerlo.
~299~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Él pensaba que sabía mucho. Él y Lobo. Pensaban que sabían mucho más sobre
ella de lo que ella misma sabía.
* *
Lobo salió de la caverna de conexión cuando la puerta que daba a la casa principal
se cerró sobre ellos con la fuerza suficiente como para resonar en las habitaciones
subterráneas.
Deslizando las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones, levantó la vista, se
quedó mirando hacia la puerta y suspiró pesadamente. Dios lo ayude. Si él pudiera
cambiar algo de esto, lo haría, por ella. Si hubiera podido asegurar un acoplamiento
entre ella y Tiberius, lo habría destruido, pero lo habría hecho. Por ella.
—Oh, deja de sentir tanta pena por ella—gruñó Graeme, el disgusto llenando su
voz—. Si tú y Tiberius dejarais de permitir que esa chica entierre su cabeza en la
arena y se oculte de la verdad, entonces todos estaríais mucho más felices.
~300~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Lo harían, reflexionó Lobo, sin dejar de mirar las escaleras, con el olor de su
compañera en las fosas nasales, la necesidad aumentando la de él, recordándole por
qué se mantenía lo más lejos posible de ella.
~301~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Maldito científico loco, pensó Lobo con disgusto. Algunos días, Graeme parecía
tener las respuestas a cualquier problema Casta, genético o fisiológico, que pudiera
surgir. Entonces, en insólitos días, podía ser sorprendentemente reticente.
—Graeme, ¿qué pasa? —Lobo podía sentir una sospecha que iba más allá de la
superficie ahora. Algo que el Bengala no estaba diciendo, pero debería.
—¿Cuánto tiempo tiene ella?—preguntó entonces, mirando hacia las escaleras una
vez más—. ¿Antes de que comience el Calor?
Graeme hizo una pausa, el verde de sus ojos oscureciéndose sobre el oro mientras
sus pestañas se entrecerraban.
Setenta y dos horas. No lo suficiente como para encontrar una manera de hacerle
entender cuando ella se negaba a hablar de algo más que de la hora que era con él. Ni
de cerca lo suficiente...
~302~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
Glosario Casta
Armored Sergeants Dragoon: Vehículo con el mismo diseño que el Dragoon Elite,
pero construido principalmente para todo terreno.
Gabinete criminal Casta: Miembros Castas y humanos que actúan como una
especie de gran jurado para decidir si la Ley Casta se ha roto y si un asunto debe
remitirse al Tribunal Casta. El Gabinete Criminal Casta es parte de la Iniciativa de
Defensa Casta
Iniciativa de Defensa Casta: medida creada por Cassandra Sinclair, Kane Tyler,
Malachai Morgan y Braden Arness para la defensa de Castas o humanos acusados de
violar la Ley Casta.
Ley Casta: Mandatos de leyes firmadas por el presidente Marion y todos los
representantes elegidos por el estado y miembros del Congreso que rigen el
tratamiento, castigo, actos de discriminación, odio u otros crímenes relacionados
contra los Castas, sus comunidades, compañeros o hijos. Debido a la cantidad de
miembros electos y oficiales militares, así como de científicos respaldados por el
~303~
Lora Leigh
Casta Mestiza
Castas 32
gobierno que participaron en la creación y crueldades infligidas a los Castas, las leyes
fueron creadas y aprobadas para permanecer intactas por la eternidad, salvo que
sean abolidas, corregidas o señaladas como no necesarias por los propios Castas.
Tribunal Casta: Grupo que supervisa las leyes que rigen la sociedad Casta. Tiene
autoridad en los crímenes contra los Castas o las comunidades de Castas por Castas,
sus compañeros o cualquier afiliado humano que firmara el acuerdo de los Mandatos
Casta que gobiernan las comunidades de Castas. Compuesto por los miembros del
Tribunal de los Casta Felina, el Tribunal de los Casta Lobo y el Tribunal de los Casta
Coyote, así como el comandante Casta elegido y el director de la Oficina Federal de
Asuntos Castas.
Castas del Consejo: Castas cuyas lealtades permanecen para con los científicos y a
esos que les respaldan.
Soldados del Consejo: Soldados Castas y humanos que siguen las órdenes dadas
de capturar o matar a aquellos que pertenecen a la sociedad Casta.
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Lora Leigh
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Líder Coy: Jefe de todas los Castas y/o manadas Coyote. La ubicación de la base es
Ciudadela, con vistas a Haven, Advent, Colorado.
Dragoon Elite: Vehículo que se sitúa cerca del suelo, construido para la velocidad
y agilidad en autopistas congestionadas y calles de la ciudad. Equipado con el
mínimo de armas de a bordo, dos asientos con un baúl y un área para asientos
traseros vacía para permitir el almacenamiento. Ventanas resistentes a las balas con
una película protectora que confunde telescopios u otros dispositivos utilizados para
observar a los ocupantes. Chasis resistente a explosiones y artefactos caseros y
estructura totalmente blindada.
Hembra Alfa: Casta hembra nacida naturalmente con el mismo sentido inherente
de mando y fuerza interior con los que nacen los alfas masculinos. Tal mujer puede
convertirse en Primaria. Cualquier hembra Primaria es una hembra alfa, pero una
hembra alfa no es necesariamente Primaria.
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Lora Leigh
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Ley de Auto-Condena: Ley que decreta que cualquier Casta puede, una sola vez,
aceptar el castigo y/o la muerte por cualquier acto criminal que el Casta considere
que causaría daño indebido a su compañero, hijo, padre u otro pariente asociado.
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Lora Leigh
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Primer Líder: Cabeza de todas los Castas Felinos y/o manadas. La ubicación de la
base es Santuario, en Buffalo Gap, Virginia.
Puristas/Sociedades de sangre pura: Grupo que cree que los Castas deben ser
exterminados para garantizar que su genética mutada no se pueda mezclar con la de
los humanos. Ellos creen en una sociedad de sangre pura.
Castas Renegados: Castas sin vínculos oficiales con la sociedad Casta, ya sea
conocida o desconocida.
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Lora Leigh
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Fin
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