Introducción

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Introducción

Pregunta: ¿Son las teorías de género “contranatura” o esencialmente humana?

El presente trabajo refiere a la temática de Teorías de Género y Sexualidad, abordada a


lo largo del curso, pretendiendo realizar un análisis de interés académico y profesional,
específicamente sobre los conceptos de: sexo, género (particularmente el sistema sexo-
género), identidad de género y orientación sexual.

Discernir sus relaciones, divorcios y antagonismos, para luego en base a dichos análisis
desarrollar una conclusión y reflexión personal. Comprender la dicotomía existente
entre naturaleza y cultura, como así el origen de las desigualdades de género. Por dicho
motivo se expresa que la asimilación de las teorías de género pueden contribuir a
subsanar conflictos, desigualdades, en post de una sociedad más digna, sana, igualitaria
y justa.

Partiendo de una premisa controversial, que es (a mi entender) esencialmente funcional


a los principales argumentos y discursos que niegan y denuncian las incoherencias y el
valor negativo que produciría la aceptación de toda literatura, filosofía y lenguaje que se
desprende de la teoría de género.

Por tanto el objetivo del trabajo es proponer, brindar herramientas conceptuales que
permitan una compresión integra de la temática, y además entendiendo que su
justificación esta dimensionada por su trascendencia social, política y académica.
¿A+B=C?

Debemos concebir las diferencias entre sexo y género, puesto que muchas veces se
enredan generando confusión, para luego comprender la génesis de las teorías de
género; sus postulados y críticas.

Al sexo lo podemos definir sencillamente como el conjunto de características


biológicas; fisiológicas y anatómicas con la que nacemos los seres humanos que se
traducen en masculinidad y feminidad. Está determinada por la naturaleza y es gracias a
dichas diferencia, que es posible la reproducción, la perpetuación de la especie.

El género es el conjunto de características socioculturales, políticas, psicológicas,


jurídicas, etc., que la sociedad impone a las personas a partir de la masculinidad y
feminidad; una forma de organizar estas dos categorías binarias. Es decir, son
construcciones socioculturales que varían a través del tiempo y el espacio, que se
traducen en atributos, expresiones, mandatos y roles fuertemente arraigados, ya que son
impuesto mediante la socialización y participan diversas e importantes instituciones
(familia, educación, legislación, imaginario social, religión, etc.).
Resumiendo, el sexo es determinación biológica, el género es construcción social,
histórica, política; el ser humano es un animal biopsicosocial que se distingue del resto
de las especies por su pensamiento abstracto, no sólo lo rigen las leyes de la naturaleza
y el instinto, sino que puede y de hecho hace del mundo, su entorno y de sí mismo una
creación, en consecuencia el género puede estar en constante transformación; es
dinámico, en cambio el sexo, es más estático (aunque puede cambiar por elección).
Ambos conceptos, que se relacionan y confunden muchas veces, pueden seguir caminos
independientes, muy independientes, hasta dicotómicos.

La identidad de género “define el grado en que cada persona se identifica como


masculina o femenina o alguna combinación de ambos. Es el marco de referencia
interno, construido a través del tiempo, que permite a los individuos organizar un
autoconcepto y a comportarse socialmente en relación a la percepción de su propio sexo
y género. La identidad de género determina la forma en que las personas experimentan
su género y contribuye al sentido de identidad, singularidad y pertenencia.”
(Organización Panamericana de la Salud, y Organización Mundial de la Salud, 2000:7).
Por tanto la identidad de género parte de la propia autopercepción subjetiva de sí mismo
en cuanto a su género, que podría coincidir o estar en fricción con sus características
sexuales y las características socioculturales asignadas a ésta. Es personal, no
determinada por la biología ni impuesta por la sociedad, se va configurando a través de
experiencias internas y externas por medio de la interacción (alejamiento e
identificación)
Y la orientación sexual parte de la atracción erótica y/o emocional/afectiva hacia otras
personas, personas que pueden ser o no del mismo sexo o hacia combinaciones de
ambos sexos (lesbianas, geys, trans, etc.)
-Sexo= biología; características anatómicas y fisiológicas.
-Género= social, cultural, política, histórica; características asignadas a las
características sexuales.
-Identidad de Género: subjetivo, autopercepción, Quien soy-a veces en sintonía, a veces
en fricción con el sexo y la construcción del género.
-Orientación sexual: deseo, atracción, sentimientos, hacia los demás. Que o Quienes me
gustan.
En estos cuatro vértices cabemos tod@s, en donde la complejidad humana vaga
libremente.
Comprendiendo estos conceptos podemos deslizarnos hacia los aspectos problemáticos
que hacen del tema un asunto de transcendencia, debates y cuestionamientos.
El primer cuestionamiento que se revela tiene que ver con esas construcciones
socioculturales impuesta a los géneros; la relación sexo/género, que se traducen en
desigualdades, discriminación, sometimiento y opresión de un sexo al otro. Esas
construcciones atribuyen una jerarquía de opresión y subordinación en cuanto al sexo
biológico; determinismo biológico.
Los antecedentes a este cuestionamiento los encontramos en los trabajos feministas de
Magaret Mead (antropóloga y poeta), en su obra extremadamente influyente: “Sexo y
temperamento en tres sociedades primitivas” en donde, al convivir y analizar tres
culturas distintas en Nueva Guinea, majestuosamente introduce la idea de que nuestra
naturaleza humana es flexible, maleable, autoconstruida por los contextos
socioculturales, espaciales y temporales. En donde los mandatos y roles asignados a
hombres y mujeres no son biológicos, naturales, sino culturales.
En dicha obra uno de sus objetivos fue descubrir en qué medida el temperamento de los
sexos era determinado por la cultura, y como lo que se puede considerar un rol, por
ejemplo masculino, era representado por mujeres, es decir por el género femenino, que
variaba de una cultura a otra.
Ya en la introducción de dicha obra Mead nos revela y nos invita a reflexionar sobre la
importancia de la cultura en las sociedades; “El hombre no se limitó a ser una de esas
bestias que se apareaban, luchaban por el alimento y morían, sino que se convirtió en un
ser humano, con un nombre, una posición y un dios. Cada pueblo erige su edificio de
manera diferente, selecciona unas claves y prescinde de otras, y pone el acento en un
sector diferente del arco total de potencialidades humanas” (Mead; 1973:19).
En dicha frase nos permite pensar y entender que lo que la sociedad elije como sus
pilares sobre los cuales edificarse, no se designan por un orden natural incuestionable,
sino que es producto de nuestra propia actividad.
Otro gran aporte, fue la introducción del concepto género, un tanto confuso pero
introdujo y problematizo por primera vez el uso de la diferencia sexual como una clave
para configurar un orden social determinado. Es así que a partir de la década de los 70
las feministas acuñaron y se apropiaron del concepto de género como una piedra
angulas sobre la cual explicar, entender y por tanto criticar las relaciones de poder
desiguales entre los sexos. Afirmando que las construcciones socioculturales, valga la
redundancia, no son naturales y por tanto modificables; si se construyeron se pueden
reconstruir.
“Cada una de estas tribus (en Nueva Guinea) tiene, como toda sociedad humana, el
elemento de la diferencia sexual para usarlo como tema en el argumento de la vida
social y cada uno de estos pueblos ha desarrollado esta diferencia diferentemente. Al
comparar la forma en que han dramatizado la diferencia sexual, es posible ampliar
nuestros conocimientos sobre cuales elementos son construcciones sociales,
originariamente irrelevantes respecto a los hechos biológicos de sexo-género.”(Mead
apud Stolk; 2004:82)

Y en la obra celebre de la escritora y filosofa, Simone de Beauvoir; “El segundo sexo”


(1949), en donde analiza las condiciones, mandatos y roles sociales impuestos a las
mujeres, dichos mandatos y roles son, básicamente, de sometimiento del hombre a la
mujer.
El título de la obra hace referencia a que la mujer encarna el segundo sexo, como el
segundo lugar, como “la otra” del y para el hombre, quien sería “el primer sexo”,
hablando jerárquicamente.

Introduce ideas de gran impacto y revolución para el feminismo moderno; “No se nace
mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura
que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización
el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de
femenino” (Simone de Beauvoir, 1949, 109).

-“No se nace mujer: se llega a serlo”, afirmación que niega rotundamente el


determinismo biológico, y permite pensar que nuestro ser parte de una autoconstrucción
subjetiva de sí mismos, ni la biología, ni la cultura, ni la educación ni la crianza; el ser
no es, se construye. Lo esencialmente humano es contar con la capacidad y libertad de
elegir, de crear, imaginar, de forjar nuestro destino.

-“El castrado al que se califica de femenino”, se concibe a la mujer como inferior,


inferior porque le falta algo (que serían los genitales masculinos). El pene, símbolo de la
masculinidad, la tenencia o no determinará la superioridad e inferioridad.

Entonces cabe preguntarse: ¿Qué es ser mujer?, ¿qué es ser hombre? ¿Qué o como se
determinan dichas categorías?

Ambas obras nos permiten comprender las implicaciones existentes entre sexo y género,
configurando un sistema de relaciones sociales desiguales basadas en las diferencias
sexuales, que tal como señala Gayle Rubin (1975), éste sistema de sexo-género,
consiste en “un conjunto de mecanismo sociales que sirven para transformar la
sexualidad biológica en un producto de la actividad humana” (Rubin apud McDowell;
2000:30). Es decir, utilizar lo naturalmente biológico como un instrumento para el
control, organización y sometimiento, naturalizando y legitimando así los estereotipos
de género y prácticas sociales existentes.

Estos mecanismos sociales, oprimen, someten, configuran una jerarquía, en donde la


mujer es considerada el “sexo débil”, inferior y por tanto objeto de posesión y
dominación por parte del “sexo fuerte”; el hombre, y es así que sometimiento social,
cultural, institucional, económico provoca en las mujeres consecuencias morales,
psíquicas e intelectuales tan profundas que parecen ser causados por las fuerzas de la
naturaleza.

En suma, “la categoría de sexo es una categoría totalitaria que para probar su existencia
tiene sus inquisidores, su justicia, sus tribunales, su conjunto de leyes, sus terrores, sus
torturas, sus mutilaciones, sus ejecuciones, su policía. Forma el espíritu y el cuerpo,
porque controla toda la producción mental. Posee nuestros espíritus de tal manera que
no podemos pensar fuera de ella”(Wittig, M;2010: 23)
El sistema sexo-género se sustenta en la subordinación de la mujer por el hombre, y los
roles, mandatos, status, son impuestos a la feminidad y masculinidad, se inculcan en la
socialización a través de las instituciones sociales y por dicho motivo resulta difícil
escapar de ellas.

Comprender que como expresaron claramente Ortner y Whitehead (1981) “los aspectos
naturales del género, y los procesos naturales del sexo y la reproducción, son sólo un
telón de fondo, sugerente y ambiguo, de la organización cultural del género y la
sexualidad. Qué es el género, qué es un hombre y qué es una mujer, que relaciones
existen o deberían existir entre ellos […], estos interrogantes no sólo se plantean a partir
de “hechos” biológicos reconocidos, sino que son también, en gran parte, producto de
procesos sociales y culturales”(Ortner y Whitehead abud Mcdowell, 2000, pág. 30).
A éste sistema sexo-género que se expresa en relaciones sociales, políticas, económicas
y psicológicas desiguales, de sometimiento de la mujer por el hombre, lo podemos
denominar como patriarcado; “un sistema sociocultural en el cual se considera que los
hombres deben tener el poder y mandar sobre las mujeres, tanto en la familia, el trabajo
como en la sociedad en general.”(Huberman, H; y Tufró, L; 2012: 5). Se respalda en
una diferencia jerárquica en función del sexo.
El patriarcado es una forma de organización social, política y económica, que se
sustenta sobre relaciones de poder desiguales, en donde los mecanismos y fuerzas
coercitivas, son (no siempre) sutiles y casi invisibles. Se expresan en todos los ámbitos
de la vida individual y colectiva de las personas, son exteriores y anteriores a estas.
Se despliegan por medio de tradiciones, costumbre, mandatos, roles, estereotipos,
formas de pensar, de sentir y de actuar.
El hombre oprime a la mujer, se apropia de su fuerza productiva y reproductiva, su
cuerpo, deseos y libertades, además demanda de ésta la predisposición y aceptación de
tal sometimiento, de no hacerlo el hombre tiene el “derecho” a usar la fuerza o
violencia, un poder legitimado socialmente.
Son muchos los ejemplos que se asignan e imponen a partir del sexo; niño de azul, niña
de rosa, “los hombres no lloran”, son fuertes, las mujer son débiles, delicadas y
emocionales, la esfera de actuación del hombre es la pública, sale a trabajar; es
productivo, en cambio el lugar de la mujer en la sociedad es privado; trabajo doméstico,
cuidados y reproductivo (división sexual del trabajo-trabajo no remunirado), esto se
traduce en una falta de autonomía económica de la muje, el hombre gana más en igual
posición y función laboral que la mujer, los hombres ocupan la mayoría de los cargos de
poder tanto en la familia, empresas, ámbito intelectual y hasta en la legislación, el
hombre sexualmente activo es más hombre, es un “alfa”, mujer sexualmente activa es
una pu#a, estigmatizada. A todas estas prácticas sociales, formas de pensar, creencias,
conductas, en fin ideología, se denomina machismo, que es sencillamente dominación
masculina en todos los ámbitos de la sociedad.
En el sistema patriarcal “la baja condición de la mujer […] ha sido gradualmente
retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no,
ni mucho menos, abolida.” (Friedrich Engels, 1884:22).
La sociedad impone sobre las personas modos de ser, pensar y actuar, estereotipos de lo
que se supone debe ser una mujer y un hombre, aunque en esos modelos imperen
relaciones desiguales y abusivas, se deben aceptar. El poder es tal que influye en la
conciencia y psiquis de las personas para que acepten ese supuesto “orden natural y
universal”, configura identidades socio-simbólicas fuertemente arraigadas, las cuales
encarnar roles, valores y costumbres.
Los mecanismos de imposición moldean conciencias y cuerpos, el adoctrinamiento esta
inyectado en todos los aspectos de la cotidianidad de las personas, tanto público como
privado, en instituciones, en expresiones de habla y escritura, en todo.
Pero la sociedad se construye, es un reflejo de la propia esencia humana, no un orden
natural inalterable y por tanto se puede trasformar. ¿Cómo transformar? deconstruir para
reconstruir, una construcción en base a la igualdad, aceptación a la diversidad y justicia.

El ordenamiento desigual, jerárquico entre hombres y mujeres (patriarcado) se sustenta


sobre las diferencias sexuales, y se mantiene por mecanismos ideológicos, normativos y
estereotípicos; la ideología sexual legitima y justifica la relación de poder existente
entre hombres y mujeres, es decir, legitima y justifica el sometimiento de la mujer (ser
“castrado”, inferior, objetivadas como objetos) por el hombre, lo normativo impone las
formas de ser, a través de las cuales se esperan determinados comportamientos, se
regula la conducta en función del sexo biológico, y vinculado directamente a éste, los
estereotipos; las ideas y modelos preconcebidos sobre cómo deben ser y que rol
cumplir.

Pero existe un ámbito o mejor dicho, dimensión, en donde se espera lo mismo tanto para
hombre como para mujeres que es su orientación sexual, una norma igual para ambos:
la heterosexualidad, la heterosexualidad es socialmente obligatoria, es decir dentro del
sistema patriarcal, la heterosexualidad es el comportamiento sexual y afectivo esperado
y demandado. La heterosexualidad se convierte en norma, se idealiza la
heterosexualidad como el comportamiento “natural”, normal, lógico, racional, lo que
hombres y mujeres deberían ser, lo aceptado socialmente; el estereotipo sexual y
afectivo. Se demandará como expectativa que las personas sean heterosexuales, sino
sufrirán represión, discriminación y restricciones de diversas índoles, los
comportamientos “desviados” de esta norma son rechazados brutalmente.

A esta norma impuesta, obligatoria, se denomina heteronormatividad, en donde la


sexualidad (la orientación sexual heterosexual) se establece como norma universal, se
regula e institucionaliza.

Lo sexual, el deseo, la atracción, no es algo exclusivamente privado, sino que es


también publico, reglamentado. La aceptación de la orientación sexual ésta determinada
por esta norma. Bajo el mandato de esta norma, los hombres también pueden sufrir
discriminación y opresión si su orientación sexual no se condice con dicha norma, hasta
el momento, en el régimen patriarcal, el hombre es el poseedor del poder, quien lo
ejerce sobre la mujer pero este hombre tendrá el poder siempre y cuando sea
heterosexual.

Pero, entonces, ¿qué sucede, bajo éste sistema sexo-género, con las personas que
escapan o se encuentran fuera de sintonía con todos los estereotipos, normas,
idealizaciones, mandatos, roles, etc., que la sociedad impone a partir del sexo (binario),
lo que se supone debería hacerlos hombre o mujer? ¿Cómo serán tratados o cuáles serán
las consecuencias de estar por fuera de ese universo impuesto?
L@s Otr@s

La diversidad sexual, la orientación sexual e identidad de género, la supuesta “libertad


de elección” que poseemos como sujetos de derechos tiene un alto costo si se está por
fuera del sexo binario y sus construcciones de género. Las orientaciones sexuales e
identidades de género que no están en sintonía con las construcciones del sistema sexo-
género (patriarcado) serán victimas de todo tipo de estigmatizaciones, prejuicios,
discriminación, opresión y violencia, ya que su ser; sus deseos, sentimientos, formas, su
autopercepción, singularidad, identidad, no se condice o está en fricción con esas
construcciones, construcciones que se imponen como naturales, universales, normales,
por tanto la sociedad no aceptará y rechazará.

Lesbianas, gays, transexuales, transgénero, conforman una categoría distinta a la del


sexo binario (hombre-mujer), están por fuera de las trayectorias, estereotipos,
idealizaciones esperadas en tanto a su sexo biológico y las construcciones de género.
Podemos encontrar cientos de ejemplos en la historia de como la sociedad reacciona
ante estas minorías; tratándolos como personas trastornadas, enfermas, perversas,
histéricas, pero al entender como el sistema sexo-género configuro un universo de
significaciones, idealizaciones, normas y estereotipos en función del sexo binario,
comprendemos por qué la sociedad con sus instituciones, leyes, imaginario social, actúa
tan agresiva. Por ejemplo la homofobia puede ser entendida como un mecanismo que
rechaza violentamente todo aquello que escapa al sistema sexo-género y sus
construcciones, ya que muchas veces el miedo, odio, hacia personas homosexuales
provienen de prejuicios irracionales provenientes de su educación familiar y/o religiosa.

Como ya mencioné al principio del trabajo, la identidad de género es algo propio,


individual, que cada persona experimenta en su interior, lo que lo hace único, escapa a
las imposiciones sociales, culturales, políticas. Aun así la influencia social, cultural y
normativa es tal que muchas veces las personas reprimen su esencia para evitar la
discriminación, o bien configuran identidades falsas para evitar la marginación, llevan
una “doble vida”. Su libertad se ve coartada porque su identidad, singularidad no se
condice con lo que su género reclama.
A lo largo de la historia es evidente como se han tratado a las personas que definen su
identidad de género distinta a su sexo biológico, tratados como enfermos, leprosos,
perversos, depravados; una amenaza innegable, tan sólo por sentir una separación entre
su sexo biológico y su percepción subjetiva, es decir, incompatibilidad entre su sexo y
su género. Ha sido la historia de los culpables, castigados por su sentir, al parecer
dignos monstruos.
Conclusión

Lo que se deriva de la propia actividad humana es sólo suya, dicha actividad se orienta a
la transformación; de su entorno (naturaleza) para dominarla, y de sí mismo como
individuo y como colectividad. Elije y actúa en consecuencia (conciencia), no está
determinado por cuestiones meramente biológicas, precisamente esta capacidad es lo
que nos identifica y determina como especie; una especie esencialmente flexible y
maleable.

Elegimos como edificar, construir y organizar nuestras relaciones, cultura, sociedades,


es en base a nuestra propia actividad y no producto de reflejos del instinto, nuestra
naturaleza deriva de nuestra capacidad de imaginar, diseñar y crear.

Construimos en base a las diferencias sexuales; anatómicas y fisiológicas; el sexo, una


compleja edificación de significaciones, símbolos, idealizaciones e imaginarios para
cada una de sus categorías, el género. El sistema sexo-género va a determina la
ubicación en esta edificación, la posición favorable, de poder o desfavorable, de
sometimiento, es decir, la construcción del orden social es jerárquico.

El sistema sexo-género se ha traducido en una jerarquía en donde el hombre es el


poseedor del poder, y la mujer (el “segundo puesto o sexo)”, sometida, discriminada,
considerada inferior. Pero esa construcción no es natural sino cultural, en cada cultura
se imponen las formas de ser hombre y mujer. Por ejemplo la discriminación racial se
fundamenta en la superioridad de una “raza” sobre otra, se elige una característica para
codificar mecanismos en donde dicha diferencia se traduzca en prácticas.

“La conciencia moderna tiende a otorgar a la distinción entre lo normal y lo patológico


el poder de delimitar lo irregular, lo desviado, lo poco razonable, lo ilícito y también lo
criminal. Todo lo que se considera extraño recibe, en virtud de esta conciencia, el
estatuto de la exclusión cuando se trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de
explicar. El conjunto de las dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura,
distribuyen a ambos lados del límite las conformidades y las desviaciones, encuentra así
una justificación y la apariencia de un fundamento.”(Foucault, M; 1996:13)
Los roles, mandatos, idealizaciones, estereotipos, pueden ser desmantelados si quitamos
el pilar sobre los cuales se edificaron. Pero no es una tarea fácil desmantelar algo que se
ha considerado como “natural” y ha prevalecido por tanto tiempo, “si siempre fue así
para que cambiar”, además atienta contra toda la organización y sus instituciones, ya
que dependen de dicho pilar. Primordialmente distinguiendo y separando las
construcciones socioculturales de la biología, es necesario deconstruir para reconstruir,
una nueva construcción en base a la igualdad, aceptación a la diversidad y justicia;
respetando los derechos y libertades tanto de hombres como mujeres como un valor
universal e inalienable.

La situación desigual de la mujer con respecto al hombre ha sido una constante, aunque
se han realizado transformaciones, gracias a las críticas literarias feministas,
cuestionamientos y las luchas de movimientos sociales, la desfavorable condición de la
mujer no se ha abolido del todo aún.

Las repercusiones de todas las críticas y luchas, ha logrado que en todo el mundo, en
diversas sociedades y culturas, las mujeres hayan conquistado sus derechos, derechos
que son universales e inalienables para todexs, como el acceso a la educación, al
sufragio, protección de sus derechos sexuales y reproductivos, leyes contra la violencia
de género, etc., transformaciones que se dan paulatinamente, generación tras
generación, en la que la sociedad en su conjunto debe participar y entender que los
motores para promover más cambios en post de la igualdad, justicia, respeto, equidad,
es la educación, la cultura, legislación y actitudes personales de cada persona.
Reflexión

Las teorías de género parecen ser entendidas como un virus que pretende la destrucción
de la naturaleza biológicamente “asignada” a la especie humana, (o específicamente a
los sexos), que atenta contra el “sentido común”.

La analogía entre teorías de género y virus me resulta adecuada a la hora de abordar


dicho tema, ya que las primeras referencias que nos vienen a la mente al escuchar la
palabra virus podrían ser “infección”, “veneno”, “nocivo”, algo que deriva en
enfermedad, degradación, y por tanto motivo más que suficiente para negar, tratar,
reprimir o eliminar.

Al parecer reclamar la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres,


es un absurdo porque la superioridad del hombre sobre la mujer; que todo el
sometimiento, discriminación y opresión es algo natural, y este hecho niega la
posibilidad de cambiarlo. Para esto es fundamental desmantelar la cultura, los valores y
los roles tradicionales de género que producen, reproducen y mantienen la
subordinación de las mujeres por el hombre, es una transformación que la sociedad debe
lograr en conjunto.

Parte de reflexiones y cuestionamientos que cada persona debe hacerse sobre cómo han
sido educadas y como actúa, y en base a eso elegir éticamente lo correcto, en base a la
igualdad, justicia, equidad, respeto, etc. Desnaturalizando todo aquello que deviene del
“sentido común” y comprender los trasfondos, indagar los supuestos “deber ser” tanto
para hombres como mujeres, y vislumbrar las relaciones de poder existentes.

Como se puede hablar de derechos y libertades universales si ciertos sectores, son


discriminados, segregados, estigmatizados, oprimidos, tan solo por poseer determinadas
características, que en su origen pueden ser biológicas pero nuestra actividad humana
decidió construir atribuciones y prácticas que violan los mismos derechos
supuestamente universales, en la que todxs somos sujetos de derecho y obligaciones. Se
debe defender la dignidad inalienable de todos los seres humanos, independiente de su
sexo, género, etnia, creencias religiosas, etc.
Una sociedad justa y sana no se debería instituir sobre pilares que producen y
reproducen relaciones desiguales de poder, provocando barrera entre las personas; sobre
las diferencias para luego establecer relaciones de dominio y sometimiento, lo que
deben ser pilares son la igualdad, el respeto a la dignidad y el valor humano
independiente de cualquier condición física, emocional, étnica, religiosa, aceptación a la
diversidad, cuestión fundamental para ello es la educación y la política, con la
participación activa de la ciudadanía entendida como un organismo.

Un buen ejemplo para analizar cómo educar desde un enfoque de género resulta
inclusivo y beneficioso el video se desarrolla en el sistema de salud, en donde no poseer
el enfoque de género lleva a diagnósticos superficiales, erróneos y ofensivos. Lo
particularmente curioso es que desde la medicina, una ciencia “dura” podríamos decir,
está plagada de todas esas construcciones de género; idealizaciones, estereotipos, etc., y
nos permite dimensionar el alcance de toda esa edificación del sistema sexo-género.

El video se titula ¿Cuál es la diferencia? Que es parte de la iniciativa de "Centros Libres


de Homofobia", organizada por Ovejas Negras, el Ministerio de Salud Pública, RAP,
ASSE, la Universidad de la República y UNFPA.

https://www.youtube.com/watch?v=doyf6m79Zls

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