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Estudio
preliminar y selección de historia y política, periodismo, estética y crí
tica literaria y crónica de Claudia Canales. Ensayo crítico y selección de
obra narrativa, José María Martínez. Ensayo crítico y selección de poe
sía, Gustavo Jiménez Aguirre. México: Fondo de Cultura Económica /
Fundación para las Letras Mexicanas / Universidad Nacional Autónoma
de México, 2014 (Viajes al siglo XIX).
o como el propio Nájera la llama en uno de sus célebres ensayos —el entrecru
zamiento de escrituras— que como sabemos es inherente a la mayoría de sus
textos. El ejemplo más inmediato de esto son los Cuentos frágiles (1883), único
libro publicado en vida del escritor. En opinión del especialista, esa reunión de
cuentos es “una buena muestra de la flexibilidad” con que se aplicaban diversos
términos a varias modalidades de narrativa. Son varias las obras del mexicano
a las que según Martínez hermanan la heterogeneidad y lo inusual de sus ele
mentos, entre los que puedo mencionar la novela corta Aventuras de Manon
(1884), incluida en la antología, o la que es —hasta donde sabemos hoy— la
única novela folletinesca del escritor: Por donde se sube al cielo (1882), cuyo
valor según el académico “es más testimonial, cultural, o histórico que propia
mente estético”. Finalmente, la mejor adjetivación que Martínez propone para
la narrativa najeriana es la de “atípica y vanguardista”; la primera, en sentido
estricto respecto del canon literario tradicional y, la segunda, por su carácter
indudablemente innovador en cuanto a la estética decimonónica a la que es
tructuralmente ya no se puede asimilar.
Como en casi todo el conjunto de los textos de Nájera, es difícil contemplar
la poesía independientemente de la figura y de las circunstancias de su autor;
en su estudio a los versos reunidos para la sección de versos de Marfil, seda y
oro, Gustavo Jiménez Aguirre caracteriza la figura del escritor en dos senti
dos: por una parte, como representante de “las aspiraciones cosmopolitas de
la sociedad porfiriana y, a la vez, [como] un escritor en el filo de la tradición
romántica y la fundación de la modernidad literaria”.
Desde esta óptica, Jiménez opina que el Duque Job, como pocos artistas
de su momento, “sabía que el país se encontraba tironeado entre los afanes de
modernización política y cultural de sus élites y el rezago económico y social
de su inmensa mayoría”, panorama nada ajeno a más de un siglo de distancia.
En su crítica a los versos del modernista, el editor enfatiza el origen “sentimen
tal y elegiaco” de los primeros poemas de Nájera y distingue dos tradiciones
líricas fundamentales en los versos de nuestro autor: la primera de ellas es la
tradición “religiosa-descriptiva”, cercana a personalidades como la de Manuel
Carpio y José Joaquín Pesado. La segunda tradición que Jiménez observa en
la trayectoria de Nájera es la “romántica-erótica” afín a la producción lírica de
Ignacio Rodríguez Galván, Manuel Acuña o Manuel M. Flores.
Como en la crónica y en el artículo periodístico, el Manuel Gutiérrez Náje
ra poeta abordó los “rituales y rutinas del poder político y cultural” en la misma
medida en que fue “cantor íntimo y felizmente aburguesado del ámbito do
méstico”. Poemas como: “Cuadro de hogar”, “En bata”, “Jugar con la ceniza”
o su célebre “Duquesa Job”, son buena muestra de esa faceta del artista, salpi-
cada, por otra parte, de muestras de la conciencia social que en las historias del
Duque Job o en las crónicas de Recamier tiene un contundente eco: el poema
Literatura Mexicana XXVI.1, 2015, pp. 147-151 151