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Índice de Contenido
Unas breves palabras previas 3
Simplemente Ventas 9
Ofrece servicio 13
Encabezados 20
Psicología 24
El arte en la publicidad 35
Información 42
Estrategia 45
Campañas de prueba 49
Individualidad 55
Publicidad negativa 57
La escritura de cartas 58
Un buen negocio 63
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Algunas cosas puede también que estén un poco desfasadas, como preguntarse
por el uso del color en los anuncios, pero la cuestión es que este libro sentó las ba-
ses de la publicidad moderna por parte de uno de los mayores genios en este senti-
do que han existido y que funciona, se lo aseguro.
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guía para todos los que continúan. Así, en el curso de décadas, tales agencias se
convierten en tesoros de experiencias de publicidad, principios probados y méto-
dos.
Las agencias más grandes también tienen un contacto íntimo con expertos en
cada departamento de negocio. Así ven los resultados de incontables métodos y
prácticas. Casi cualquier cuestión de ventas que surge en el negocio se puede res-
ponder de manera acertada por lo aprendido tras muchas experiencias.
Bajo estas condiciones, la publicidad y el marketing que convierten en ciencias
exactas
Aprendemos los principios y los probamos mediante tests repetidos. Esto se ha-
ce a través de publicidad enfocada, analizando devoluciones o por el uso de cu-
pones. Comparamos un modo con muchos otros y registramos los resultados.
Cuando un método invariablemente prueba que es el mejor, ese método se con-
vierte en un principio fijo en todo
La publicidad por correo se registra hasta la fracción de céntimo. El coste por
respuesta y el coste por dólar de venta se muestran con exactitud.
Un anuncio es comparado con otro, un método con otro. Cabeceras, disposi-
ción, tamaños, argumentos e imágenes son comparados para reducir el costo de
resultados incluso en un 1%, lo cual es mucho en algunas campañas por correo.
Así que no se permite la adivinación, uno debe saber lo que es mejor. De ese mo-
do las campañas por correo se establecen conforme a muchas de nuestras leyes bá-
sicas.
En las líneas de acción donde los retornos directos son imposibles comparamos
una ciudad con otra. Las puntuaciones de los métodos pueden ser comparadas de
esta manera y medidas por el costo de venta.
Pero el modo más común es por el uso del cupón. Ofrecemos una muestra, un
libro, un paquete gratis... algo para inducir respuestas directas. Así aprendemos la
cantidad de acción que genera cada anuncio.
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Estas cifras no son finales. Un anuncio puede traernos muchas respuestas que
no valen para nada, mientras otras respuestas son valiosas. Así que nuestras conclu-
siones finales se basan siempre en el coste por cliente o el coste por dólar de venta.
Algunas cosas que aprendemos de esta manera se aplican sólo a productos par-
ticulares. Pero incluso eso nos suministra principios básicos para otras empresas
análogas.
Otras experiencias se pueden aplicar a todas las líneas de producto. Se convier-
ten en fundamentos para la publicidad en general, de modo que son universalmen-
te aplicadas.
Proponemos en este libro tratar con esos fundamentos, esos principios universa-
les. Para enseñar sólo técnicas establecidas.
La ausencia de estos fundamentos ha sido uno de los principales problemas con
la publicidad en el pasado. Cada trabajador hacía la guerra por su cuenta. Todo el
conocimiento previo, todo el progreso en un producto, era un libro cerrado para él.
Era como un hombre intentando construir una moderna locomotora sin apoyarse
primero en lo que otros habían hecho, era como Colón intentando descubrir una
tierra nueva.
Los hombres se guiaban por modas y brisas cambiantes y raramente llegaban a
su puerto. Cuando lo hacían, normalmente por accidente, había sido un largo ca-
mino lleno de rodeos.
Cada antiguo marinero en este mar trazaba su propia ruta por separado, no ha-
bía mapas para guiar a uno, no había un faro que marcaba el puerto. Los fallos no
se registraban, de ese modo incontables iniciativas encallaban una y otra vez en las
mismas rocas.
La publicidad era una apuesta, una especulación. La opinión de un hombre so-
bre el camino correcto era tan buena como la de cualquier otro. No había pilotos
seguros, porque pocos habían navegado por la misma ruta dos veces.
Esa situación ha sido corregida. Ahora las únicas incertidumbres pertenecen a la
gente y a los productos, no a los métodos. Es difícil de medir el comportamiento
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humano, las preferencias y prejuicios, los gustos y disgustos que existen. No po-
demos decir que un artículo será popular, pero sabemos cómo venderlo de la ma-
nera más efectiva.
Las iniciativas pueden fallar, pero los fallos no son desastres. Las pérdidas y las
causas son factores que no tienen nada que ver con la publicidad.
La publicidad ha florecido bajo estas nuevas condiciones. Ha multiplicado en
volumen, en prestigio y en respeto.
El ciego guiando al ciego es ridículo. Es una pena que ocurra en un campo con
tan vastas posibilidades. El éxito es una rareza, un éxito masivo una imposibilidad,
a menos que uno se ha guiado por las leyes que son tan inmutables como la ley de
la gravedad.
Nuestro principal propósito aquí es mostrar esas leyes y decirle cómo puede
probarlas por usted mismo. Tras ellas vienen una miríada de variaciones
No hay dos campañas de publicidad iguales, la individualidad es esencial, la
imitación reprochable. Pero esas cosas variables que dependen del ingenio y de
cada momento no tienen lugar en un libro de texto sobre publicidad, son sólo para
el trabajo de campo.
Nuestra esperanza es proporcionar un mejor entendimiento de la publicidad.
Colocarla en una perspectiva de negocio. Reconocerla como una de las aventuras
más seguras que lleva a grandes beneficios. Los éxitos muestran sus posibilidades.
Su variedad es prácticamente ilimitada. Esperamos que este libro arroje nuevas lu-
ces sobre el tema.
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Simplemente Ventas
Para entender adecuadamente la publicidad o para aprender incluso sus rudi-
mentos uno debe comenzar con la concepción adecuada. La publicidad es venta.
Sus principios son los principios de la venta. Los éxitos y fracasos en ambas líneas
son debidos a causas similares. Así, cada pregunta sobre publicidad debería ser
contestada de acuerdo a los estándares de la venta.
Déjame enfatizar este punto. El único propósito de la publicidad es hacer ven-
tas. Es rentable o no rentable de acuerdo a sus ventas reales.
La publicidad no es para causar un efecto general. No es para mantener tu
nombre ante la gente. No es principalmente para ayudar a tus otros vendedores.
Trátala como un vendedor más. Fuérzala a que se justifique por ella misma. Com-
párala con otros vendedores. Averigua su coste y resultados. No aceptes excusas
que los buenos vendedores nunca pondrían. Si lo haces así no puedes ir equivoca-
do.
La diferencia es sólo de grado, pues la publicidad es venta multiplicada. Puede
apelar a miles mientras que un vendedor sólo habla a uno. Implica un coste, algu-
nos gastan 10$ por palabra (téngase en cuenta este coste en los años 20) y por tan-
to cada anuncio debería ser un supervendedor.
El error de un vendedor puede costar poco, el error de un anunciante puede
costar miles de veces eso. Por tanto sé más cauto y más exacto. Un vendedor me-
diocre puede afectar a una pequeña parte de tu negocio, una publicidad mediocre
afecta a todo tu negocio.
Muchos piensan en la publicidad como escritura de anuncios. La cualificación
literaria tiene que ver lo mismo que la oratoria en el caso de las ventas. Uno debe
ser capaz de expresarse breve, clara y convincentemente, tal y como debe hacerlo
un vendedor. Pero la escritura y el estilo literario son de hecho una desventaja. Ro-
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ban la atención del objetivo del anuncio y revelan el gancho. Todo estudio que se
ha hecho muestra que la venta, si es aparente, crea su correspondiente resistencia.
Eso es así tanto en la venta personal como en la "venta escrita". Los buenos ha-
bladores raramente son buenos vendedores. Inspiran a los compradores con el
miedo de la sobre- influencia, con sus discursos crean la sospecha de que se está
haciendo un esfuerzo por venderles que va más allá de los méritos del producto.
Los vendedores exitosos raramente son buenos haciendo discursos, tienen poca
gracia oratoria, son hombres llanos y sinceros que conocen a sus clientes y sus
productos. Lo mismo ocurre con el anuncio escrito. Muchos de los más capaces en
publicidad son vendedores consumados. Los mejores que conozco han sido de he-
cho vendedores puerta a puerta. Conocen poco de gramática, nada de retórica, pe-
ro saben cómo usar palabras que convencen.
Hay una sencilla manera de contestar muchas preguntas sobre publicidad. Pre-
gúntate a ti mismo: "¿Esto ayudaría a un vendedor a vender su producto?" "¿Me
ayudaría a vender si me encontrara a un comprador en persona?" Una respuesta
sincera a esas cuestiones evitan incontables errores. Pero cuando uno intenta im-
presionar, o hace simplemente las cosas que le gustan a él, es difícil que toque al-
guna cuerda de las que lleva a la gente a gastar dinero.
Algunos discuten por los eslóganes, otros gustan de conceptos inteligentes. ¿Los
usaría en la venta personal? ¿Puede imaginar a un cliente al que tales cosas le im-
presionen? Si no, no confíe en ellas para vender "por escrito".
Algunos dicen: "Sé muy breve. La gente lee poco". ¿Le diría eso a un vendedor?
Con un interesado en persona ante él, ¿Le confinaría a un cierto número de pala-
bras? Eso sería un handicap inaceptable. Lo mismo ocurre en la publicidad. Los
únicos lectores que tendremos serán gente a quien lo nuestro le interesa. Nadie lee
anuncios por diversión, largos o cortos. Considérelos como interesados que están
ante usted, buscando información. Déles la suficiente para que actúen.
Algunos abogan por grandes encabezados, sin embargo no admiran a los ven-
dedores que hablan a gritos. La gente lee lo que le importa incluso si está a tamaño
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Ofrece servicio
Recuerda que la gente a la que te diriges es egoísta, como somos todos. No les
importa más que sus intereses o su beneficio. Buscan servicio para ellos mismos.
Ignorar este hecho es un error común y muy caro, en la publicidad. Los anuncios
suelen decir: "Compra mi marca, dame a mí lo que le das a otros, dame tu dinero".
Eso no resulta muy popular.
Los mejores anuncios no le piden a uno que compre, porque es inútil. A menu-
do no dicen un precio y no dicen que los distribuidores manejan el producto. Los
anuncios están basados enteramente en el servicio. Ofrecen información deseada,
dan ventajas a los usuarios. Quizá ofrezcan una muestra o el primer paquete gratis,
o enviar algo con su permiso, de manera que el cliente pueda probar lo que se dice
sin costes ni riesgos.
Algunos de estos anuncios parecen altruistas, pero están basados en el conoci-
miento de la naturaleza humana. Los escritores saben cómo se guía a la gente a
comprar, y aquí de nuevo entra la venta. El buen vendedor no se limita a gritar un
nombre, no dice "Compra mi artículo", sino que todo lo hace desde la parte del
servicio que tiene que ver con el cliente y lo que éste quiere, hasta que el resultado
natural es la compra.
Un fabricante de brochas tiene aproximadamente 2.000 vendedores que ven-
den su producto de casa en casa. Es enormemente exitoso en un ámbito que es
muy difícil, y también lo sería para sus hombres si pidieran a los dueños de las ca-
sas que compraran, pero no lo hacen. Llegan a la puerta y dicen: "Me han enviado
para darle una brocha, tengo aquí las muestras y quiero que haga su elección".
Los dueños de la casa son todo sonrisas y atención, al elegir una brocha ven va-
rias que desean, además de que hay una inclinación por compensar el regalo, de
modo que el vendedor obtiene un pedido.
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Sin embargo hay miles de anunciantes que hacen eso. Gastan grandes sumas
simplemente basándose en adivinación, y están haciendo lo que ese hombre hizo,
pagar por ventas que iban de 2 a 35 veces lo que tenían que costar en realidad. Un
estudio de publicidad por correo revela muchas otras cosas dignas de ser aprendi-
das, es un campo de estudio esencial, para empezar porque sabes lo que te pro-
porciona. Por tanto la publicidad será buena si se aplica en esa línea.
La probabilidad es que ese anuncio sea el resultado de muchas comparaciones
comprobadas, esa es la mejor publicidad, la que no es teórica. Esa no te engañará,
las lecciones que enseña son principios que todo hombre sabio aplica a toda la
publicidad.
La publicidad por correo se escribe siempre en letra pequeña, de hecho en letra
más pequeña que en el caso de otros elementos impresos. La economía del espa-
cio es universal, y prueba de manera concluyente que las letras más grandes no
funcionan. Recuerda que cuando doblas el espacio, doblando el tamaño de la le-
tra, el anuncio puede ser aún rentable, pero los retornos comprobados muestran
que estás pagando el doble de precio por las ventas.
En la publicidad por correo no hay espacio desperdiciado, se utiliza cada línea
y apenas se usan bordes. Recuerda eso cuando estés tentado de dejar espacio va-
lioso sin ocupar.
En la publicidad por correo no hay líos ni fanfarroneo, sólo super-servicio, no
hay charla inútil, no hay un intento de entretener, nada con lo que divertir. La pu-
blicidad por correo normalmente contiene un cupón, está ahí para recortar y re-
cordar algo que el lector ha decidido hacer.
Los anunciantes por correo saben que los lectores olvidan. Están leyendo una
revista interesante, están absorbidos por una historia, una gran parte de gente que
lee y decide actuar habrá olvidado esa decisión en cinco minutos. El anunciante
sabe eso por el resultado de sus pruebas y no está dispuesto a aceptarlo, de modo
que inserta ese recordatorio que tiene que recortarse y que está ahí preparado para
cuando el lector esté listo para actuar.
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Pon texto que cabe en la mitad de una página ocupando una página entera y do-
blarás el coste en los retornos. Hemos visto muchas pruebas que lo corroboran.
Observe un anuncio de la Mead Cycle Company, un típico anuncio de correo.
Han estado mostrándose durante años, los anuncios no cambian. El señor Mead le
dijo al escritor que ni por 10.000 dólares cambiara una sola palabra en esos anun-
cios. Por muchos años los han comparado con otros y los anuncios que vemos hoy
son el resultado de todos esos experimentos. Dése cuenta de las imágenes usadas,
los encabezados, la economía del espacio y la letra pequeña. Esos anuncios son
casi perfectos para su propósito.
Así es también en cualquier otro anuncio por correo que se continuado a lo lar-
go del tiempo. Cada característica, cada palabra e imagen enseñan publicidad de
la mejor manera. Pueden no gustarte, pueden parecer poco atractivos, difíciles de
leer o lo que quieras, pero las pruebas han determinado que esos anuncios son los
mejores posibles y son rentables.
La publicidad por correo es el juez definitivo. Venden productos rentables de
una manera difícil. Es mucho más duro conseguir una venta por correo que hacer
que alguien visite una tienda. Es duro vender mercancías que no pueden verse, por
eso los anuncios que consiguen eso son excelentes ejemplos de lo que la publici-
dad debería ser. No se pueden seguir siempre todos los principios de la publicidad
por correo, aunque sabemos que deberíamos.
El anunciante fuerza un compromiso, quizá el orgullo en que los anuncios tie-
nen una influencia, pero cualquier cosa que se aparte de esos principios se añade
al coste de la venta, por tanto siempre está la cuestión de cuánto estamos dispues-
tos a pagar por nuestras frivolidades. Aquí como mínimo podemos saber lo que pa-
gamos, podemos hacer comparaciones, un anuncio contra otro. Cuando quiera
que lo hagamos encontramos invariablemente que cuanto más cerca estamos de
un anuncio por correo comprobado, más clientes obtenemos por nuestro dinero.
Este es otro importante capítulo. Piénselo. ¿Qué diferencia real hay entre inducir
a un cliente a que compre por correo o que compre del distribuidor? ¿Por qué los
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Encabezados
La diferencia entre la publicidad y la venta en persona radica esencialmente en
el contacto personal. El vendedor está ahí para demandar atención, no puede ser
ignorado, la publicidad sí. Pero el vendedor desperdicia mucho tiempo en contac-
tos que puede que nunca lleguen a estar interesados, no puede elegirlos. La publi-
cidad es leída sólo por gente interesada que, por propia voluntad, estudia lo que
tenemos que decir.
El propósito de un encabezado es seleccionar a la gente a la que puedes intere-
sar. Cuando deseas hablar a alguien en una multitud, lo primero que dices es "Hey,
Bill Jones" para obtener la atención de la persona adecuada. Así pasa también en la
publicidad. Lo que tienes sólo interesa a cierta gente por ciertas razones. Sólo te
preocupa esa gente, de modo que crea un encabezado que apele únicamente a
ellos.
Quizá un encabezado ciego o alguna vanidad inteligente puede llamar la aten-
ción y atraer a muchos, pero muchas veces serán temas que poco tengan que ver
con el producto que ofreces, y la gente que realmente busca lo que tienes puede
no darse cuenta de que el anuncio se refiere a algo que quieren.
Los encabezados de un anuncio son como los de una noticia. Nadie lee el pe-
riódico entero, unos están interesados en las noticias económicas, otros en las de
política, algunos en sociedad, deportes, etc. Hay gran cantidad de páginas en un
periódico que no leemos mientras que otros van directamente a ellas. Elegimos lo
que queremos leer por los encabezados y no queremos que esos encabezados nos
engañen sobre lo que vayamos a dedicar tiempo. La escritura de los encabezados
es una de las artes más grandes del periodismo, porque esconden o revelan un in-
terés.
Supongamos que el artículo de un periódico dice que cierta mujer es la más be-
lla de la ciudad. Ese artículo será de gran interés para esa mujer y sus amigos, pero
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Así que comparamos encabezados hasta que sabemos cuál es mejor. Por su-
puesto eso difiere con el producto. En nuestro caso el escritor de un anuncio tiene
ante él los retornos de alrededor de 2000 encabezados utilizados para un único
producto. La historia de esos anuncios es casi idéntica, pero los retornos varían
enormemente debido a los encabezados. Así, con cada retorno de nuestros regis-
tros, aparece el encabezado que se usó. De esa manera aprendemos el tipo de co-
mienzo que tiene mayor aceptación.
Un producto tiene muchos usos: aumenta la belleza, previene la enfermedad,
ayuda en la limpieza... Lo que aprendemos es exactamente qué cualidad buscan
más nuestros lectores. Esto no significa que menospreciemos las otras. Una caracte-
rística puede traer la mitad de retornos que otra pero aún así ser lo bastante impor-
tante como para ser rentable, nunca se subestima nada que pueda traer beneficios,
pero sabemos qué proporción de nuestros anuncios debe, en el encabezado, atraer
a cierta clase.
Por esa misma razón empleamos una gran variedad de anuncios. Si estamos
usando 20 revistas podemos usar 20 anuncios diferentes. Esto es porque la distri-
bución de superpone, y porque un considerable porcentaje de gente se ve atraída
por diversas formas de aproximación. Queremos atraerlos a todos.
En un jabón, por ejemplo, el encabezado "Esté limpio" puede atraer a un por-
centaje muy pequeño. Es demasiado común. Igual que el encabezado "Sin grasa
animal", a la gente puede no importarle mucho eso. La cabecera "Flota" puede ser
interesante, pero un comienzo referido a la belleza puede atraer muchas veces
más. Un anuncio de coche podría referirse a sus juntas universales, pero no conse-
guiría nada porque muy poca gente sabe de juntas universales. El mismo anuncio
con el encabezado "El diseño más deportivo de los deportivos" podría conseguir
más éxito en proporción de 50 a 1.
Esto es suficiente para mostrar la importancia de los encabezados. Cualquiera
que pruebe y controle anuncios se maravillará de las diferencias. Lo que más nos
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Psicología
El anunciante competente debe entender la psicología. Cuanto más sepa de
ella, mejor. Debe aprender que ciertos efectos llevan a ciertas reacciones, y usar
ese conocimiento para incrementar resultados y evitar errores.
La naturaleza humana es perpetua, en muchos aspectos es la misma hoy que en
los tiempos del César. Los principios de la psicología son fijos y perduran, nunca
necesitarás "desaprender" lo que aprendas sobre ellos.
Hemos comprobado, por ejemplo, que la curiosidad es uno de los más podero-
sos incentivos humanos, por eso la empleamos en cuanto podemos. El trigo y arroz
inflado se convirtieron en exitosos en gran parte por la curiosidad. "Granos hin-
chados hasta 8 veces su tamaño". "Alimentos disparados desde armas". "125 mi-
llones de explosiones de vapor causadas en cada grano". Estos alimentos fueron un
fracaso antes de que ese factor fuera descubierto.
Hemos aprendido que lo barato no es un elemento muy atractivo. Los america-
nos son extravagantes, quieren gangas pero no cosas baratas. Quieren sentir que
pueden permitirse comer y ponerse lo mejor. Trátalos como si no pudieran y se re-
sentirán por tu actitud.
Hemos aprendido que la gente juzga mucho por el precio. Porque no son ex-
pertos. En la British National Gallery hay una pintura que se anuncia en el catálogo
por 750.000 dólares. Mucha gente al principio ni la mira, luego avanzan por el ca-
tálogo y ven el precio...
Entonces vuelven y la rodean.
En cierta tienda se anunció un sombrero a 1.000 dólares y el suelo apenas po-
día sostener a todas las mujeres que venían a verlo. A menudo empleamos este fac-
tor en psicología. Quizá estamos anunciando una fórmula valiosa, pero decir eso
no sería muy impresionante. Así que establecemos, como un hecho, que hemos
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pagado 100.000 dólares por esa fórmula. Cuando hemos intentado eso hemos ga-
nado una gran cantidad de respeto.
Muchos artículos se venden bajo garantía, es tan común que las garantías han
dejado de ser tan impresionantes, pero cierto comerciante hizo una fortuna ofre-
ciendo una garantía firmada. Era el distribuidor quien la pagaba si se le pedía. Así
en vez de un extraño lejano, era un vecino quien daba esa garantía. Los resultados
han llevado a muchos a probar ese plan y siempre se ha mostrado efectivo.
Muchos han anunciado: "Pruébelo una semana, si no les gusta le devolveremos
su dinero". Entonces alguien concibió la idea de enviar mercancías sin ningún ade-
lanto y diciendo: "Pague en una semana si le gusta". Eso se ha mostrado varias ve-
ces más impresionante.
Un gran anunciante expuso la diferencia de esta manera: "Dos hombres vinie-
ron a mí, cada uno ofreciéndome un caballo. Ambos expusieron las mismas cosas,
que eran buenos caballos, amables e inteligentes, un niño podría montarlos. Uno
de los hombres dijo: "Pruebe el caballo una semana. Si lo que digo no es cierto,
vuelva a por su dinero". El otro hombre también dijo: "Pruebe el caballo por una
semana", pero añadió: "Venga entonces y págueme". Naturalmente compré el ca-
ballo al segundo hombre.
Ahora incontables cosas: cigarros, máquinas de escribir, lavadoras, libros, etc.
son enviados de esta manera y hemos descubierto que la gente es honesta. Las
pérdidas son muy pequeñas.
Un anunciante ofreció un surtido de libros a hombres de negocios. La publici-
dad no era rentable, así que consultó a otro experto. Los anuncios eran impresio-
nantes, la oferta parecía atractiva, "Pero", dijo el segundo hombre, "déjenos añadir
un pequeño toque que he encontrado efectivo. Déjenos ofrecer poner el nombre
del comprador, con letras doradas, en cada libro".
Se hizo y con apenas otro cambio en los anuncios vendieron algunos miles de
libros. Mediante algún peculiar elemento de la psicología humana se encontró que
los nombres en dorado dieron mucho valor añadido a los libros.
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pre. Es muy diferente pagar de vuelta los 15 céntimos y dejarte probar el artículo
que simplemente decir que "es gratis".
Lo mismo ocurre con las muestras. Dale un producto no deseado a un ama de
casa y apenas le dará importancia, no verá sus virtudes, pero consigue que pida
una muestra tras leer tu historia y estará en una posición muy diferente, ahora co-
noce lo que prometes y estará interesada en el producto (porque si no, no actua-
ría). Y por supuesto esa persona espera encontrar las cualidades que le has dicho.
Hay una gran ventaja en dejar una impresión mental. Envía tal cual 5 artículos
casi iguales y cinco personas elegirán uno cada uno, pero apunta a algunas cuali-
dades que merecen la pena en uno de ellos y todo el mundo elegirá el mismo artí-
culo.
Si la gente puede enfermar o estar bien por impresiones mentales, también pue-
den mirar favorablemente una marca por este medio. Y eso, para algunos produc-
tos, es la única manera de vender.
Dos empresas vendían prendas para mujeres. Apelaban a mujeres pobres que
querían vestir mejor. Una las trataba como chicas pobres y les hacía la oferta tal
cual. La otra puso una mujer al cargo, una mujer capaz, amable y digna. Hacían
negocio basándose en su nombre, usaban su imagen, ella firmaba los anuncios y
cartas, escribía a estas mujeres pobres como si fuera una amiga, ella misma sabía
lo que significaba para una mujer no poder vestir como de verdad quería. Les su-
ministraba de buena ropa y les daba toda la estación para pagar.
No tardó mucho en suceder que la primera empresa tuvo que abandonar.
Los socios de ese negocio exitoso de ropa vendían también muebles y utensilios
para la casa. Enviar catálogos promiscuamente no funcionaba y dar crédito a largo
plazo era una de las opciones que se contemplaban. Pero cuando una mujer casa-
da compró ropa a la señora _____ y pagó como estaba establecido, le escribieron a
esa mujer algo como esto:
"La señora _______, a la que conocemos, nos ha dicho que usted es una de sus
buenas clientes. Ha tratado con usted, y dice que cumple lo que promete. Así que
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le hemos abierto un crédito en nuestros libros, para cuando desee, cuando necesite
algo para la casa simplemente pídalo. No pague nada por adelantado, estaremos
muy contentos de enviárselo sin necesidad de investigación previa en una persona
recomendada como es usted".
Eso resultaba muy halagador, naturalmente esas personas, cuando necesitaban
algo para la casa, lo pedían a esa empresa.
Hay infinitas fases en la psicología, algunas personas las conocen por instinto,
muchas de ellas son enseñadas por la experiencia. Cuando vemos un método ga-
nador, lo anotamos para usarlo cuando la ocasión surge.
Estas cosas son muy importantes. Una oferta idéntica hecha de manera diferen-
te, puede multiplicar el retorno. En algún lugar de las minas del negocio debemos
encontrar el mejor de esos métodos.
Ser específico
Las obviedades y las generalizaciones se salen pronto del entendimiento huma-
no, no dejan ninguna huella. Decir "El mejor del mundo", "El precio más bajo",
etc. son, como mucho, proclamar lo que ya se espera. Sugieren tendencia a exage-
rar y poco cuidado por la verdad. Lleva a los lectores a descontar todas las afirma-
ciones que hagas.
La gente reconoce ciertas licencias a la hora de vender como las reconocen en
el caso de la poesía. Un hombre puede decir "Supremo en calidad" sin parecer un
mentiroso, aunque uno sepa que las otras marcas son igual de buenas. Uno espera
que el vendedor ponga su mejor pie por delante y excusa cierta exageración naci-
da de la pasión por el producto. Por esa razón las afirmaciones generales cuentan
poco y alguien inclinado a los superlativos debe esperar que cada una de sus frases
sea tomada con precaución.
Pero cuando alguien hace una afirmación específica está, o diciendo la verdad,
o mintiendo. La gente no espera que un anunciante mienta, saben que no pueden
mentir cuando se anuncian en los grandes medios. Hay un respeto creciente en la
publicidad de manera que una afirmación definida es normalmente aceptada, nú-
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meros concretos no son generalmente descontados como falsos y los hechos espe-
cíficos, cuando se muestran, tienen todo su peso y efecto.
Considerar esto es muy importante en la venta personal o por escrito. El peso de
un argumento puede multiplicarse haciéndolo específico. Dí que una lámpara de
tungsteno da más luz que una de carbón y dejarás alguna duda. Dí que proporcio-
na 3 veces y un tercio más de luz y la gente se dará cuenta de has hecho pruebas y
comparaciones.
Un distribuidor puede decir "Nuestros precios han sido reducidos" y no crear
ninguna impresión. Pero cuando dice "Nuestros precios se han reducido un 25%",
obtiene todo el valor de ese anuncio.
Un vendedor por correo ofrecía ropa para las clases más bajas, durante años
usó el eslogan "Los precios más bajos de América". Todos sus rivales copiaron eso.
Entonces garantizó el precio mínimo y sus rivales hicieron lo mismo. Pronto aque-
llas afirmaciones llegaron a ser comunes en cada anunciante de esa línea de pro-
ductos.
Entonces, asesorado, cambió su afirmación a: "Nuestro beneficio neto es del
3%". Esa era una afirmación definitiva y probó que era bastante impresionante.
Con su volumen de negocio era evidente que sus precios debían ser mínimos, na-
die espera que alguien haga negocio con menos del 3%. Al año siguiente su em-
presa vio un incremento sensacional.
Una vez, en el negocio del automóvil, se generó la impresión de que los bene-
ficios eran excesivos. Un bien asesorado anunciante saltó con esta afirmación:
"Nuestro beneficio es del 9%". Después citaba los costes ocultos de un coche de
1.500 dólares. Sumaban 735 dólares en cosas que difícilmente un usuario podía
ver o ser consciente. Este anunciante tuvo un gran éxito.
Los fabricantes de jabón de afeitar se anunciaron durante mucho tiempo con
cosas como: "Espuma abundante", "no seca la cara", "actúa rápidamente", etc.
Entonces un recién llegado a ese difícil contexto, afirmó hechos específicos.
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Ninguna generalidad tiene peso, es como preguntar "¿Qué tal estás?" Cuando
realmente no tienes intención de averiguar nada sobre la salud del otro. Pero afir-
maciones específicas realizadas por escrito tienen todo su valor.
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una segunda lectura, los rendimientos constantes vienen de obtener nuevos lecto-
res.
En cada anuncio considera sólo a los nuevos clientes, la gente que ya está
usando tu producto no va a leer tus anuncios, ya lo han hecho y se han decidido.
Podrías anunciar cada mes a tus clientes actuales que lo que ofreces es veneno y
nunca lo sabrían. Así que no gastes una sola línea de espacio en decir algo a tus
usuarios actuales, a menos que lo puedas decir en el encabezado. Ten en cuenta
siempre que tienes que dirigirte a un interesado no convertido.
Cualquier lector de tu anuncio está interesado, si no, no sería un lector. Estás
tratando con alguien dispuesto a escuchar, así que hazlo lo mejor posible, pues ese
lector, si lo pierdes, puede que nunca más llegue a leer nada tuyo.
Eres como un vendedor en la oficina de un hombre ocupado. Puede que haya
costado horrores entrar, puede que no le vuelvan a admitir, es la única oportunidad
de actuar y debes aprovecharla al máximo.
Esto nos trae de nuevo la cuestión de la brevedad. La expresión más común que
escucharás sobre los anuncios es que la gente no lee mucho. Sin embargo una gran
cantidad de los anuncios pagados muestran que la gente en realidad sí lee mucho.
Hay una regla fija sobre el tema de la brevedad. Una frase puede contar una histo-
ria completa de un producto como el chicle, o bien necesitar un artículo para con-
tarla sobre la crema o el maíz, pero sea larga o corta la regla es que la historia con-
tada en un anuncio sea razonablemente completa.
Cierta persona deseaba un coche, importándole poco el precio. Quería un
vehículo del que sentirse orgulloso. Siendo un buen hombre de negocios, quería
valor a cambio de su dinero. Su inclinación era hacia un Rolls Royce, también
consideró un Pierce Arrow, un Locomobile y otros. Pero estos coches famosos no
ofrecían información. Sus anuncios eran muy cortos. Evidentemente los fabricantes
consideraban poco digno comenzar a comparar méritos.
El Marmon, por el contrario, contaba una historia completa. Leyó columnas y
libros sobre él, de modo que este hombre compró un Marmon, y nunca se arrepin-
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tió, aunque aprendió luego cosas de otro coche casi tres veces más caro y que hu-
biera estado dispuesto a comprar de haberlas sabido antes.
Es poco sensato gritar el nombre de un producto como ese y luego solamente
añadir unas pocas generalidades breves. Un coche puede ser una inversión de por
vida, es un gasto importante. Un hombre lo bastante interesado como para com-
prar un coche leerá un volumen entero sobre él mientras sea interesante.
Así es con todo. Puedes intentar que alguien cambie de algo tan simple como
un desayuno a otro, o de pasta de dientes o de jabón, pero está "casado" con lo
que usa, quizá incluso lo ha estado usando durante años, de manera que es una
dura tarea. Si no lo cree, vaya e intente hacer cambiar, no sólo probando una
muestra sino haciendo que adopte su marca. Cualquiera que intente eso no lo hará
con breves anuncios, nunca dirá que "una frase basta" o gritar un nombre será sufi-
ciente.
Tampoco empleará esa táctica quien haya trazado sus resultados y haya com-
probado que los anuncios breves nunca han dado un buen resultado. Tenga en
cuenta que cada anuncio que ha dado un buen retorno ha contado una historia
completa, aunque cueste columnas enteras el narrarla. Nunca se ha conseguido
nada con anuncios no comprobados, ni se ha obtenido resultado porque algún
anunciante desinformado considera que algo está bien porque lo dice él, nunca se
guíe por el camino de la mano de un ciego.
Aplique a sus anuncios el sentido común y no tome la opinión de nadie que no
sepa sobre sus retornos.
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El arte en la publicidad
Las imágenes en un anuncio son caras. No sólo porque cuestan de hacer sino
también por el coste del espacio. Entre un tercio y la mitad de una campaña es
apostada al poder de las imágenes. Cualquier cosa que sea cara debe sernos efecti-
va, sino es así es un desperdicio. De manera que el uso del arte en los anuncios es
un estudio de importancia vital.
Las imágenes no deberían ser usadas sólo porque son interesantes, para atraer la
atención o para decorar un anuncio. Ya hemos cubierto esos puntos anteriormente.
Los anuncios no se escriben para interesar, divertir o complacer, se escriben por un
motivo serio, el motivo de gastar dinero, además de que te diriges a una minoría
restringida.
Use sólo imágenes para atraer a quien sea rentable, úselas sólo cuando sean un
mejor argumento de venta que ese mismo espacio ocupado por letras.
Los anunciantes por correo, como hemos dicho, usan las imágenes como si fue-
ran una ciencia. Algunos las utilizan grandes, otros pequeñas y otros las omiten en-
teramente. Un hecho notable es que ninguno de ellos usa un arte caro. Estáte segu-
ro de que todas las cosas dan resultado y trabaja según tus propias pruebas, ya que
es ciertamente poco sabio gastar grandes sumas en aventuras dudosas.
Las imágenes en algunos tipos de producto son un factor clave. En collares o
ropa, las imágenes se han mostrado de lo más convincentes, no sólo mostrando el
producto, sino también mostrando personas que los demás envidiamos en contex-
tos que desearíamos. Las imágenes sugieren sutilmente que esos artículos ayudarán
a las personas a obtener esas posiciones deseadas.
Lo mismo ocurre con las escuelas por correspondencia, que muestran un argu-
mento convincente mediante la imagen de personas en posiciones de importancia
o que dan pasos importantes.
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¿Es mejor usar arte exclusivo o más bien ordinario? Algunos anunciantes pagan
hasta 2.000 dólares por dibujo, ya que como el espacio es caro el coste de ese arte
es pequeño en comparación, de manera que consideran que tener lo mejor com-
pensa el coste. Otros alegan que la mayoría de la gente tiene poca educación con
respecto al arte y que por tanto no merece la pena, de manera que llevan a cabo
sus ideas por una fracción de ese coste. Los anunciantes por correo suelen encua-
drarse generalmente en esta segunda clase. El buen arte compensa tan bien como
lo puede hacer uno más mediocre, y el coste de preparar anuncios es pequeño
comparado con el coste de la inserción.
¿Debería tener cada anuncio una imagen? ¿O repetir una determinada ilustra-
ción? Ambos puntos tienen quienes les apoyen. Como siempre estamos tras clientes
nuevos no es probable que recuerden la imagen que hemos usado antes, y si lo ha-
cen, la repetición no resta.
¿Son mejores las imágenes a color? No generalmente por la pruebas recogidas
aunque hay excepciones, ya que ciertos alimentos atraen mucho más en color.
Cuando se trata de postres, naranjas, etc. el color compensa.
Sin embargo usar el color para divertir o conseguir atención es como cualquier
otra cosa que usemos para ese propósito, puede atraer muchas veces a mucha gen-
te, pero es probable que no sepamos de aquellos que nos interesa conseguir. La re-
gla general se aplica de nuevo aquí. No hagas nada para simplemente interesar o
divertir, no es ese nuestro campo. Haz sólo lo que consiga ganar a la gente que
queremos de la manera más barata posible.
Sin embargo todo esto no son más que pequeños detalles, no afectan de modo
esencial a los resultados de una campaña.
Algunas cosas pueden reducir tus resultados a la mitad, otras pueden multiplicar
esos resultados. Los costes menores son insignificantes para nuestro propósito y
uno puede hacer negocios desde un palacio mientras otro los hace desde una ca-
baña, pero eso da igual. La gran pregunta es cuál es el poder que tenemos para
conseguir máximos resultados.
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de la avena. Su fama como alimento para niños es antigua y los médicos la han re-
comendado durante generaciones. La cuestión es que la gente que no come copos
de avena es difícil que quieran comenzar, quizá sus objeciones son demasiado im-
portantes, la cuestión es que da igual, el coste se ha probado como imposible de
compensar.
Hay anunciantes que conocen estos hechos y por tanto no piensan en dedicar
una campaña a estos objetivos imposibles, sin embargo algunos dedican un poco
de espacio a ese objetivo. Eso es la misma insensatez pero a pequeña escala, no es
buen negocio.
Ningún cultivador de naranjas o pasas intentaría incrementar el consumo de
esos frutos, el coste sería mil veces el retorno. Sin embargo miles agricultores com-
binados sí lo han conseguido en estas y otras líneas de producto. Aquí reside una
de las grandes posibilidades del desarrollo de la publicidad, se puede incrementar
el consumo general, pero debe ser hecho mediante una amplia cooperación.
Ningún anunciante por sí solo puede permitirse educar a la gente en las vitami-
nas o los germicidas. Tales cosas son hechas por las autoridades, a través de incon-
tables columnas de espacio que no pagan. Pero sí ha habido grandes éxitos yendo
a esa gente ya educada y satisfaciendo sus necesidades creadas.
Es algo muy astuto observar el desarrollo de una tendencia popular, la creación
de nuevos deseos, y en el momento adecuado ofrecer algo que satisfaga esos de-
seos. Eso se ha hecho en levaduras y antisépticos y puede ser realizado, cada año,
en cosas nuevas que se convierten en moda popular y extendida. Sin embargo todo
esto es muy diferente a crear una moda, gusto o influencia nueva en tu campo.
Hay algunas cosas que sabemos que podrían venderse a la mitad de hogares del
país. Un germicida por ejemplo, pero el consumo sería muy pequeño, de manera
que una botellita podría durar años. Los clientes costarían 1,50 dólares cada uno, y
el beneficio por cliente no compensaría eso ni en 10 años. Las ventas por correo
de artículos individuales, aunque populares, raramente cuestan menos de 42,50
dólares cada uno.
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Algunos reclamos que no son lo bastante populares como para resaltar princi-
palmente pueden sin embargo ser aún suficientemente interesantes de considerar.
Influencian a un cierto número de gente, digamos que un 25% de los posibles
clientes. Tales reclamos deben ser propuestos como ventaja en un porcentaje de los
encabezados y de hecho ser incluidos en alguna parte de cada anuncio, pero como
todo, eso lo debe decidir el conocimiento extraído de las pruebas.
Este capítulo, como cada uno de los otros, apunta a una muy importante razón
para conocer nuestros resultados. La publicidad científica es imposible sin eso,
igual que la publicidad segura y la obtención del máximo beneficio.
Caminar en la oscuridad en este campo ha costado probablemente bastante di-
nero como para pagar la deuda nacional, es de lo que están llenos los cementerios
de la publicidad, es lo que ha desincentivado a miles que podrían haberse aprove-
chado de este campo. Y el amanecer del conocimiento es lo que está trayendo un
nuevo día al mundo de la publicidad.
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Información
Un escritor de anuncios, para tener alguna posibilidad de éxito, debe tener in-
formación completa sobre lo que anuncia. La biblioteca de una agencia de publi-
cidad debería tener libros sobre cada producto para poder investigarlo a fondo. Un
buen anunciante leerá durante semanas, quizá en muchos volúmenes encontrará
nuevos hechos que utilizar, pero sólo uno de ellos puede ser la clave del éxito.
Yo mismo he completado una enorme cantidad de lectura, médica y de todo
tipo, sobre el café. Es para anunciar café sin cafeína. Un artículo científico entre
mil dio la clave a ser usada en esa campaña. Era el hecho de que la estimulación
por cafeína viene a las dos horas de beberlo.
Así que los efectos inmediatos que la gente busca con el café no vienen de la
cafeína, quitarla no arrebata ese incentivo y no modifica lo delicioso del café, ya
que es inodora e insípida.
El café sin cafeína se ha anunciado durante años. La gente lo veía como una ca-
si-cerveza, pero sólo con semanas de lectura encontramos una manera de darle
otra perspectiva. Para anunciar pasta de dientes también tuve que leer muchos vo-
lúmenes científicos y pesados, pero en medio de uno de ellos encontré la idea que
me ayudó a hacer millones para ese fabricante de pasta de dientes, e hizo de esa
campaña toda una sensación en el mundo de la publicidad.
La genialidad es el arte de soportar el dolor. El anunciante que se ahorra noches
sin dormir nunca llega muy lejos. Antes de anunciar un producto alimentario, 130
hombres fueron empleados para entrevistar a toda clase de consumidores. En otro
producto se enviaron cartas a 12.000 médicos. Cuestionarios son enviados a me-
nudo a decenas de miles de hombres y mujeres para conocer el punto de vista de
los consumidores.
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Estrategia
La publicidad se parece bastante a la guerra, excepto por el veneno. O más
bien, si lo prefiere, es como un juego de ajedrez. Estamos ahí para capturar la forta-
leza del otro o conseguir el negocio del otro. Debemos tener habilidad y conoci-
miento, entrenamiento y experiencia, además del equipamiento adecuado.
Debemos tener la munición adecuada, y la suficiente cantidad. No debemos
atrevernos a subestimar a los oponentes, nuestro departamento de inteligencia es
un factor vital, como se ha visto en un capítulo anterior y necesitamos alianzas con
los distribuidores, como veremos más adelante. También necesitamos la estrategia
más capaz, para multiplicar el valor de nuestra fuerzas.
A veces en una campaña surge la cuestión del nombre. Eso es muy importante
porque el nombre es un anuncio en sí mismo, puede contar una historia casi com-
pleta, como "trigo en tiras", "crema de trigo", "Arroz inflado", "Chicle de menta",
"jabón Palmolive", etc.
Eso puede ser una gran ventaja. El nombre es normalmente mostrado de manera
destacada y muchas veces un nombre se ha demostrado como el factor más impor-
tante para el éxito de un producto. Otros nombres muestran a veces una ventaja
distintiva, como copos de maíz tostado, por ejemplo.
Muchos nombres sin significado han tenido éxito. Kodak, Karo, etc. Son exclu-
sivos. El anunciante que les da significado nunca necesita compartir su ventaja, pe-
ro un nombre significativo que ayuda a crear la impresión de un reclamo dominan-
te es ciertamente una buena ventaja. Los nombres que cuentan una historia se han
mostrado valiosos por millones de dólares, así que una gran cantidad de investiga-
ción precede a la selección de un nombre.
A veces hay que decidir también el precio. Un alto precio crea resistencia, tien-
de a limitar el campo de actuación. El coste de obtener un beneficio añadido pue-
de ser más que el beneficio. Es un hecho bien conocido que los beneficios más
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Campañas de prueba
Casi cada pregunta puede ser respondida de forma barata, rápida y definitiva
con una campaña de prueba. Y esa es la manera de contestar, no con discusiones
alrededor de una mesa, hay que ir al juez definitivo, los compradores del producto.
En cada nuevo proyecto aflora la cuestión de vender un producto de manera
rentable. Tú y tus amigos podéis quererlo, pero la mayoría de la gente no. Algún
producto rival puede ser mejor y más barato, o puede estar sólidamente atrinchera-
do en el nicho, con lo que puede costar mucho conseguir clientes.
La gente puede comprar y no repetir, el artículo puede durar demasiado o ape-
lar sólo a un pequeño porcentaje, de manera que toda tu publicidad es un desper-
dicio.
Hay muchas sorpresas en publicidad, un proyecto aparentemente irrisorio pue-
de tener un gran éxito y otro que crees seguro fracasar. Y todo porque los gustos di-
fieren, nadie conoce lo suficiente los deseos de la gente como para obtener un
punto de vista medio.
En los antiguos días los anunciantes se aventuraban según sus propias opinio-
nes. Unos adivinaban correctamente y la mayoría de manera errónea. Eran tiempos
de desastres en publicidad e incluso los que tenían éxito se quedaban cerca de que
no fuera así. No sabían su coste de adquisición por cliente o su venta por cliente.
El coste de vender podía tardar mucho en rentabilizarse o ni siquiera conseguir
eso.
Ahora dejamos que miles decidan lo que harán millones. Iniciamos una peque-
ña campaña y vemos costes y resultados. Cuando aprendemos lo que cuestan mil
clientes, sabemos exactamente lo que costarán un millón y cuando sabemos lo que
mil comprarán, también sabemos lo que querrán adquirir millones.
Establecemos las medias a pequeña escala y esas medias luego siempre se man-
tienen. Sabemos nuestro coste, nuestra venta, nuestro beneficio o nuestra pérdida,
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El anunciante más importante del mundo hace negocios empezando esta clase
de proyectos. Uno por uno va encontrando ganadores y ahora tiene 26, los cuales
le hacen ganar millones anualmente.
Estas campañas de prueba tienen otros propósitos y contestan a incontables
cuestiones que surgen en los negocios.
Un gran anunciante de comida creyó que su producto sería más popular de otra
forma, él y todos sus anunciantes tenían esa certeza, estaban dispuestos a actuar
con esta suposición sin consultar a los clientes, pero al final la sabiduría prevale-
ció.
Insertó un anuncio con cupón en algunas ciudades, válido para un paquete en-
tero en cualquier tienda. Luego escribió a los usuarios sobre ello y el rechazo fue
casi unánime.
Después hizo lo mismo con otra presentación y un 91% votó por ello, de mane-
ra que ahora tiene un nuevo producto que incrementa enormemente sus ventas.
Estos tests costaron alrededor de 1.000 dólares cada uno. El primero salvó de un
costoso error y el segundo le trae grandes beneficios.
También usamos campañas de test para probar nuevos métodos de anuncio, de
manera que encontramos nuevas formas exitosas sin necesidad de interrumpir los
planes.
En 5 años para un mismo anunciante de alimentos se han probado 50 planes
separados. Cada poco tiempo encontramos alguna mejora, de manera que los re-
sultados de nuestra publicidad crecen constantemente. Después de 5 años hemos
encontrado el mejor plan, que reduce el coste de venta en un 75%. Es decir, que es
cuatro veces más efectivo que el mejor plan anterior.
Eso es lo que hacen los anunciantes por correo. Prueban plan tras plan para re-
ducir constantemente el coste. ¿Por qué un anunciante general debe ser menos
cuidadoso?
Otro servicio que proporcionan las campañas de test es este:
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Esto está en consonancia con la publicidad general, tan popular hace tiempo.
Echando pan al mar y esperando que nos vuelva, así era mucha publicidad hace
veinte años.
Ahora ponemos las cosas a prueba, comparamos coste y resultado de cada for-
ma de gasto. Es fácil y se eliminan muchos errores costosos.
La publicidad científica ha alterado muchos viejos planes y concepciones. Ha
probado que muchos métodos tradicionales y establecidos eran erróneos. ¿Por qué
no aplicar esa forma de actuar a otras formas de venta o a los costes de fabrica-
ción?
Tu objetivo en toda publicidad es comprar nuevos clientes a un precio que dé
beneficio. No tienes interés en centrar el negocio en ninguna tienda en particular.
Aprende lo que los consumidores cuestan y lo que compran. Si cuestan un dólar
cada uno, entonces piensa que cada dólar desperdiciado te cuesta un posible
cliente.
Tu negocio debe ser construido de esa manera, no con la ayuda a distribuidores.
Debes hacer tu propia venta, fabricar tu propio éxito. Conténtate con que los dis-
tribuidores rellenen los pedidos que les proporcionas, elimina tus desechos y gasta
toda tu munición donde haga más efecto.
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Individualidad
Una persona que desea dejar impresión debe destacar de alguna manera de la
masa general. Y de una manera agradable. Siendo excéntrico o anormal no cuenta.
Pero hacer cosas admirables de una manera diferente le da a uno una gran ventaja.
Lo mismo pasa con los vendedores, ya sea en persona o mediante anuncio es-
crito. Hay una manera de ser único que enerva y otra que incentiva. Afortunado es
el vendedor que tiene esta última.
Nosotros tratamos de dar a cada anunciante un estilo propio. Lo hacemos dis-
tintivo, quizá no en apariencia, pero sí en sus modos y tono. Se le da una indivi-
dualidad que encaje con la gente a la que se dirige.
Una persona parece fuerte y honesta donde cuentan la fuerza y la honestidad.
Otro puede parecer una buena persona donde importen el favor y lo personal. En
otros productos alguien destaca impresionando como si fuera una autoridad.
Ya hemos citado el caso de una mujer de éxito que vendía ropa a chicas, y so-
lamente a través de una personalidad creada que resultaba ganadora.
Por eso tenemos anuncios firmados, para darles una autoridad personal. Un
hombre es quien habla y no una corporación sin alma. Cuando es posible, intro-
ducimos una personalidad en el anuncio. Haciendo a un hombre famoso, se hace
su producto famoso. Cuando anunciamos una mejora, nombrar a quien la ha he-
cho efectiva incrementa el efecto.
Una vez conseguido tratamos de no variar una individualidad que se ha proba-
do exitosa. Antes de que alguien escriba el anuncio de un producto, se introduce
en el espíritu adoptado por el anunciante. Hace su parte como la hace un actor.
En la publicidad exitosa se toma mucho cuidado en no cambiar nunca el tono,
el que ganó es más susceptible de seguir ganando otros. La gente llega a conocer-
nos y se construye más sobre esa confianza, en vez de introducir algo extraño. La
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gente no sólo nos conoce por el nombre solo, sino por cómo somos y nuestras ma-
neras. Aparecer de manera diferente cada vez nunca construye confianza.
No queremos nunca que la gente piense que la venta se hace para ordenarles,
que nuestras características positivas son creadas, estudiadas o artificiales. Deben
parecer que vienen del corazón, y siempre del mismo corazón, excepto cuando
algo que salga mal obligue a un cambio completo.
Hay personalidades ganadoras en los anuncios como las hay en la gente. Para
algunos somos agradables de escuchar, otros nos aburren, algunos son frescos y
otros los tenemos muy oídos. Algunos inspiran confianza y otros precaución.
Crear la individualidad adecuada es un logro supremo. Tras eso la creciente re-
putación de un anunciante de ese producto le trae un prestigio creciente. Nunca
subestimes esa parte, recuerda que un cambio en nuestras características llevaría a
nuestros propios mejores amigos a cambiar sus preferencias.
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Publicidad negativa
Atacar a un rival nunca es buena publicidad. No señales las falta de otros. No
está permitido en los mejores medios y nunca es buena política. El propósito egoís-
ta es aparente, parece injusto y poco deportivo. Parece siempre un buen compañe-
ro.
Muestra la cara amable, la atractiva y feliz, no la oscura de las cosas. Muestra la
belleza y no la fealdad, la salud y no la enfermedad. No enseñes las arrugas que
quieres quitar sino la cara que conseguirán. Tus clientes ya lo saben todo sobre las
arrugas.
Cuando anuncies un dentífrico muestra dientes bonitos, no destrozados. Habla
de las condiciones buenas que conseguirán, no de las malas que existen. Cuando
anuncies ropa muestra gente bien vestida. Muestra personas de éxito y no fracasos
cuando anuncies un curso de negocios. Muestra lo que otros quieren ser, no lo que
son ahora.
Nos atrae el sol, la belleza, la felicidad, la salud y el éxito, de modo que apunta
a eso, no a lo contrario.
Muestra gente envidiada y no al envidioso. Dile a la gente lo que hacer, no lo
que evitar. Haz que cada anuncio respire alegría, siempre evitamos lo lóbrego.
Asume que la gente va a hacer lo que le pides. Dí "Envíe esto ahora para con-
seguir una muestra", no digas "¿Por qué no aprovechar esta oferta?” Eso sugiere
que la gente no aprovecha. Invítales a seguir a la multitud Compara los resultados
de dos anuncios, uno negativo y uno positivo. Uno presentando la cara oscura,
otro la amable. Uno advirtiendo, otro invitando. Te quedarás sorprendido, encon-
trarás que el positivo gana 4 a 1, al menos según nuestra experiencia.
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La escritura de cartas
Hay otra fase de la publicidad que debemos considerar. Está en todas o casi to-
das las campañas. Muchos hombres de negocios reciben cartas y en gran número,
lo que hace que la mayoría vayan directamente a la papelera. Sin embargo hace lo
que otras le dicen o las archiva como referencia futura.
Analiza esas cartas. Las que consiguen hacer actuar o guardas tienen un enca-
bezado que atrae el interés. De un vistazo ofrecen algo que quieres, algo que de-
seas saber.
Recuerda eso en toda tu publicidad.
Un cierto comprador gasta 50.000 dólares al año. Cada carta, cada circular que
llega a su escritorio obtiene su merecida atención. Quiere información de los pro-
ductos que compra.
Observándole hemos visto como en un segundo tira la carta a la papelera o la
aparta a un lado. Ese comprador ha ganado varios premios por artículos sobre có-
mo comprar bien, basados en buena información. Sin embargo grandes cantidades
de cosas que le llegaron nunca obtuvieron más que una mirada fugaz.
Los mismos principios se aplican a toda la publicidad, pero los escritores de
cartas los ignoran igual que lo hacen los anunciantes, fallan en intentar conseguir
la atención adecuada, fracasan en saber qué desea el cliente.
Una revista envía millones de cartas al año. Algunas para obtener suscripciones,
otras para vender libros. Antes de enviar 5 millones, prueba con unos miles. Envía
25 tipos de cartas, cada tipo a unos mil interesados. Aprende qué le van a costar
los resultados. Quizá abandona el plan porque parece que va a ser no rentable, de
lo contrario la carta que mejor resultado da es la que usa.
Justo lo que hacemos nosotros ahora con la publicidad científica.
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Los anunciantes por correo hacen lo mismo. Prueban sus cartas como prueban
sus anuncios. Una carta general nunca se usa hasta que no se ha probado exitosa
con resultados reales.
La escritura de cartas tiene mucho que ver con la publicidad. Cartas de respues-
ta a dudas, de seguimiento... Cuando sea posible deberían ser probadas, cuando
no basarse en los conocimientos conseguidos por otras pruebas.
Encontramos las mismas diferencias en las cartas que en los anuncios. Algunas
consiguen acción, o venta, y otras no, algunas no dejan impresión alguna.
La experiencia muestra que una carta de 2 céntimos no consigue más atención
que una de 1 céntimo. La importancia reside en el asunto.
De hecho hemos encontrado que los panfletos muy caros disminuyen el efecto.
Indican un esfuerzo por vender mediante otros motivos que no sean el mérito. Eso
tiene el mismo efecto en cartas que en anuncios.
Una carta que va a alguien que pregunta es como un vendedor que acude a ver
a un interesado. Sabes que has creado ese interés, así que sigue en esa línea, no
con un argumento diferente. Completa la impresión que ya has creado, no empie-
ces con otra basada en una intuición.
En la carta, como en los anuncios, el gran objetivo es conseguir acción inme-
diata. La gente deja las cosas para luego por naturaleza, posponen la acción y eso
significa que la olvidarán a menudo.
Si es posible haz algo para obtener acción inmediata, ofrece algún incentivo pa-
ra eso, o di lo que el retraso puede costar. Ten en cuenta como muchas cartas de
venta exitosas ponen un límite a la oferta, expira en una cierta fecha. Eso se hace
para incitar a una decisión y vencer la tendencia a posponer.
Un anunciante por correo ofrecía un catálogo, el interesado podía recibir 3 ó 4
catálogos similares, había competencia para conseguir esa venta.
De modo que escribió una carta al enviar el catálogo e incluyó una tarjeta per-
sonal. Decía: "Es usted un nuevo cliente, y queremos que se sienta bienvenido. Así
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que cuando envíe su pedido por favor incluya la tarjeta. El escritor quiere ver que
obtiene un regalo con su pedido, algo que pueda gustarle y mantener".
Con un cliente ya conseguido daba otra razón para el regalo, de modo que la
oferta despertaba la curiosidad. Daba preferencia a ese catálogo. Sin tener ninguna
otra razón de peso para hacer el pedido en otra parte, acababan realizándolo a esta
empresa. El regalo se compensó varias veces con las mayores ventas obtenidas por
catálogo.
Las maneras de obtener la acción son muchas y raramente la misma puede ser
aplicada a dos productos, pero los principios son universales. Golpea cuando el
hierro está caliente, obtén en ese momento la decisión, síguela con una rápida ac-
ción en cuanto puedas.
Puedes permitirte pagar por una acción rápida en vez de perderla por el retraso.
Un anunciante indujo a cientos de miles de mujeres a comprar seis paquetes de su
producto asegurando una oferta muy buena pero sólo por una semana.
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de su marca. Sería interesante especular sobre cuánto más beneficioso habría sido
acuñar un nombre.
En un producto patentado debe recordarse que el derecho al nombre expira con
la patente. Nombres como Castoria, Aspirina, Biscuit, etc. se han convertido en
propiedad común.
Este es un punto muy serio a considerar, porque convierte a veces a la patente
en un medio de protección no deseado.
Otro fallo serio es acuñar nombres basados en la frivolidad. Buscando ser úni-
cos se vuelven triviales a veces. Y ese es un handicap fatal en un producto impor-
tante, impide respetarlo.
Cuando un producto debe ser llamado por un nombre común, la mejor ayuda
es la de incluir el nombre de una persona. Es mucho mejor que un nombre acuña-
do, porque muestra que la persona está orgullosa de su creación.
Así la cuestión del nombre es de seria importancia cuando se emprende algo
nuevo, de hecho algunos nombres se han convertido en un gran factor de éxito,
otros han hecho perder cuatro quintas partes del negocio que se podía haber con-
seguido.
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Un buen negocio
Una rápida corriente discurría por mi casa de niño. Dicha corriente giraba una
rueda de madera y ésta hacía funcionar un molino. Bajo tan primitivo método sólo
una fracción del potencial de la corriente se perdía.
Entonces alguien aplicó métodos científicos a ese río, puso una turbina y dina-
mos. Ahora, con la misma agua, se consigue alimentar a una gran fábrica.
Pensamos en ese río como si fuera potencia de publicidad perdida. Lo vemos
por todas partes, cientos de ejemplos. Enorme poder usado para hacer girar una
rueda de molino, mientras que otros lo usan con un efecto muchas veces mayor.
Vemos incontables anuncios año tras año que sabemos que no son rentables.
Gente que gasta 5 dólares para conseguir 1, que obtienen un 30% de retorno
cuando podrían obtener un 150%. Y estos hechos pueden ser fácilmente probados.
Vemos espacio desperdiciado, frivolidad, entretenimiento. Costosas páginas lle-
nas de palabrería que, si fuera empleada por un vendedor, daría muestra de su po-
ca cordura. Esos anuncios nunca se comprueban en resultados. El dinero es gasta-
do ciegamente, sólo para satisfacer algún capricho publicitario.
Y no sólo son anunciantes nuevos. Muchos veteranos no tienen ni idea de sus
resultados. El negocio crece por efecto de muchos esfuerzos combinados y atribu-
yen a la publicidad una parte del crédito.
Un anunciante de muchos años, gastando hasta 700.000 dólares anuales, me
dijo que no sabía si su publicidad era rentable o no. A veces pensaba que su nego-
cio sería igual de grande sin ella.
Yo repliqué: "Yo lo sé. Tu publicidad es poco rentable, y puedo probarlo. Finali-
za un anuncio con la oferta de pagar 5 dólares a cualquier que escriba diciendo
que ha leído el anuncio. La escasez de respuestas te sorprenderá".
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Publicidad Científica - Claude Hopkins
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Nuestra línea de negocio será mejor, más limpia, cuando la apuesta sea eliminada.
Y estaremos más orgullosos porque seremos juzgados en base al mérito.
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