Historia Madrid Iii. El Madrid de Los Austrias PDF
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PROCESO DE GUÍA Y ASISTENCIA TURÍSTICAS CURSO 2018-19 PROFESORA: MARTA DE FRÍAS ALCANTARILLA
La orden data del 8 de mayo de 1561. Hasta 1561, dentro de la estructura del reino de Castilla no había
designada ninguna capital, o lugar donde la Corte residiera de forma permanente. Se trataba de cortes
itinerantes en donde el rey y su séquito iban residiendo por ciudades o villas del interior del reino como
Madrid, Burgos, Valladolid, o Alcalá. De todas estas ciudades los monarcas castellanos tuvieron una gran
predilección por Madrid y Valladolid. La razón era simple, eran ciudades de realengo, con apenas nobleza
relevante, y sobre todo, carecían de sede episcopal, por lo que cuando los monarcas residían en estas
ciudades no tenían ningún contrapoder que pudiera ocasionarles molestias.
Además, mientras que en otros lugares como en Valladolid los monarcas se tenían que alojar en casa ajena,
Madrid disponía de su propio Alcázar, y de una inmejorable tierra de bosques para su esparcimiento; por
esto, ya desde principios del siglo XIV, los monarcas se sentían en Madrid como en su propia casa.
Las continuas ausencias de Carlos I, fueron pronto suplidas por el príncipe heredero Felipe (futuro Felipe II),
quien es designado oficialmente en 1543 regente del reino. Felipe, va a cuidar con una extraordinaria
atención las obras del Alcázar, interesándose por sus progresos y vigilando su ejecución. Además, a partir de
1543, las obras del Alcázar van a ir acompañadas por una política de la Casa Real tendente a establecer una
zona entorno al Alcázar para disfrute exclusivo de la monarquía, y que además sirviera para aislar la
residencia regia del resto de la ciudad.
Es muy probable, por tanto, que Felipe II, durante su etapa de príncipe heredero, barajara ya la posibilidad de
instalar permanentemente la Corte –hasta entonces itinerante- en la villa de Madrid. La razón era obvia: el
Imperio español cada vez era más importante, y el aumento de burocracia que ello exigía, era incompatible
con una Corte itinerante.
En 1556, y tras la abdicación de su padre Carlos I (quien se retiró al Monasterio de Yuste) Felipe II fue
proclamado rey, y a principios de junio de 1561, Felipe II y su tercera esposa, Isabel de Valois, se instalaron en
el Alcázar madrileño.
Éste será el hecho histórico más importante para la villa, que pasó de ser un centro agrícola a ser el núcleo
político administrativo más importante del Imperio.
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Refugiado en Valladolid siguió gozando de privilegios, hasta que Felipe IV y el Conde Duque de Olivares
ordenaron apresarle. Juzgado, fue condenado a devolver lo robado.
La historia de su hijo, el duque de Uceda es similar. Fue juzgado y condenado al destierro por su mala gestión.
Termina en la prisión de Alcalá donde muere en 1624.
4. LA ESTRUCTURA VIARIA
Una de las principales características de las ciudades medievales era la irregularidad del trazado viario, que
dificultaba el tránsito de los peatones y de carruajes. Además, este tipo de calles retorcidas y oscuras
favorecían la delincuencia. Por esta razón, los nuevos tratadistas y constructores insistían en que las ciudades
debían tener plazas regulares y abiertas, así como calles rectas y amplias que facilitaran el tránsito a peatones
y carruajes.
Siguiendo esta premisa, en esta época se proyectaron las alineaciones de la C/ Segovia, Atocha y Mayor.
Teniendo ésta última gran importancia, hasta entonces esta calle se había llamado, desde la actual calle
Bailén a la Plaza de la Villa, calle Nueva de Santa María, de aquí a la Puerta de Guadalajara, calle de Platería,
siendo el primer tramo que se llamó calle Mayor al que iba desde la Puerta de Guadalajara hasta la Puerta del
Sol.
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6. EL ALCAZAR DE MADRID
El Alcázar de Madrid estuvo continuamente ampliándose desde el siglo XIV hasta el siglo XVIII. Juan II hizo
una primera ampliación añadiéndole la Capilla Real. Posteriormente la ampliación más importante fue la
realizada durante los reinados de Carlos I y Felipe II, que duplicaron la superficie hasta entonces existente.
Más tarde, durante el siglo XVII se hizo una nueva fachada principal, se construyó la torre de la Reina, y
aparecieron nuevas estancias como la Galería del Cierzo.
7. LA CARCEL DE CORTE
También llamado Palacio de Santa Cruz y hoy conocido por albergar las dependencias del Ministerio de
Asuntos Exteriores.
Este edificio fue mandado construir por Felipe IV para albergar a la Sala de Alcaldes de Casa y Corte,
institución de la Corona encargada de controlar el orden público y la seguridad de la Villa, así como el
ejercicio de la justicia civil y criminal y el control de los abastos.
En su interior también se estableció la Cárcel de Corte donde internar a los presos condenados por la Sala.
El edificio fue construido por Juan Gómez de Mora entre 1629 y 1636 y está inspirado en la arquitectura
clásica italiana y española. Es de planta rectangular y tiene dos patios cuadrados interiores simétricos que
distribuyen el espacio. Destaca la fachada principal, de estilo herreriano, flanqueada por dos torreones
coronados con chapiteles flamencos (remate de las torres en forma piramidal).
El edificio de la Sala de Alcaldes y Cárcel de Corte fue el único edificio estatal que, con la excepción del
Alcázar, hubo en Madrid hasta el siglo XVIII.
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8.1.3. El robo
Además del homicidio, el otro delito más numeroso era el robo, que en buena parte de los casos también se
combinada con el de homicidio.
Los escaladores llegaron a ser una plaga. Así en marzo de 1627 detuvieron a 12 ladrones escaladores de
casas; a una mujer y nueve hombres les impusieron penas de azotes, galeras y destierro. Pero a un negro y
una mulata del grupo, su destino fue la horca.
Otra “plaga” importante era el bandolerismo en las inmediaciones de la ciudad. En el siglo XVII destacó la
banda de Martín Muñoz, en donde muchos de sus integrantes vivían en Madrid, como Juan González “el
rubio”, buhonero de 26 años y que tras ser apresado dijo que se metió a bandolero por estar aburrido y sin
qué comer.
9. LA CASA DE LA VILLA
A principios del siglo XVII, Madrid, Corte de la Monarquía todavía no tenía un Ayuntamiento donde el concejo
de la Villa pudiera celebrar sus plenos. Recordemos como desde la Edad Media el concejo se reunía en una
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sala capitular que había sobre el pórtico de la parroquia de San Salvador, situada en la calle Mayor frente a la
plaza de la Villa.
Así, no fue hasta 1629 -casi setenta años después de que Felipe II instalara la Corte en Madrid- cuando Felipe
IV concedió licencia al Ayuntamiento para que construyera su sede.
El lugar elegido fue la plaza de San Salvador (hoy plaza de la Villa), sobre el solar de unas casas propiedad de
Juan de Acuña
El edificio, concebido también como Cárcel de Villa, fue construido a partir de 1644 según un proyecto del
arquitecto Juan Gómez de Mora, continuado a partir de 1648 por José de Villareal, y más tarde por Teodoro
Ardemans y José del Olmo. Las obras finalizaron en 1696, si bien en 1789 Juan de Villanueva hizo una reforma
consistente en la instalación de un balcón con columnas en la fachada que da a la calle Mayor.
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1 Caben destacar los escritos de Ruy González de Clavijo (h. 1360-1412), de Fernán Pérez de Guzmán (¿1380?-¿1460/70?)
y de Juan Álvarez Gato (1440/50-1510/12).
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Por motivaciones semejantes, la novela cortesana encuentra en la corte un escenario adecuado en el que se
pueden crear aventuras amorosas basadas en cruces equívocos de damas y galanes, cuya confusión de
identidades se debe tanto a la indumentaria, la oscuridad y el parecido físico, como a la dificultad de
reconocimiento que el caos madrileño presuponía.
También el teatro, en especial el de capa y espada, se sirvió del ambiente de la corte y su entramado social,
de hecho, los actores hallaron una excelente escuela dramática en sus calles, pues con una cierta capacidad
de observación y percatarse de lo que hacían la mayoría de los habitantes, luego se podían llevar a la escena
con éxito las mismas técnicas interpretativas y argumentos. Madrid era, en efecto, el reino del teatro. Los
lugares teatrales permanentes surgen directamente relacionados con la iglesia, ya que son dos cofradías
religiosas, la de la Sagrada Pasión, fundada en 1565, y la de Nuestra Señora de la Soledad, fundada en 1567,
las que consiguen el usufructo de los beneficios teatrales y establecen lugares estables de representación,
con el objeto de poder atender a las necesidades de alimento, vestido y atención sanitaria de la enorme
cantidad de indigentes que llegaban a Madrid. De este peculiar modo las cofradías adquieren, en un primer
momento, tres corrales de comedias: el de la calle del sol, el de la Pacheca (arrendado a Isabel de Pacheco)
en la calle del Príncipe, y el de la Puente (alquilado, algunos años después, ya en 1574, a Cristóbal de la
Puente), en la calle del Lobo -hoy llamada de Echegaray-. Como la demanda del público iba en aumento, muy
pronto construyeron sus propios teatros, el primero en la calle de la Cruz, en 1579, y el segundo, en la calle
del Príncipe, en 1582, en el mismo lugar donde se encontraba el corral de la Pacheca, ampliado con la
adquisición de algunas casas contiguas2.
Los primitivos patios de comedias eran patios rodeados de casas por tres de sus lados, con un tablado en uno
de sus extremos y cubiertos con un toldo en verano para proteger del sol. Los primeros teatros se limitaron a
seguir este esquema, añadiendo diversos elementos con el paso del tiempo, como bancos móviles que se
situaban frente al escenario y bancos fijos que se situaban en los laterales, por los que se cobraban
localidades más caras que a los mosqueteros, que se situaban de pie detrás de los bancos móviles. Todo esto,
que hoy constituiría el patio de butacas de un teatro, estaba reservado para los hombres, pues las mujeres se
situaban detrás, en una galería o corredor que popularmente se denominaba cazuela y a cuyo acomodador se
llamaba, significativamente, apretador. También a ambos lados, en un primer nivel, estaban las ventanas o
palcos, que representaban las localidades más caras y estaban reservadas para la nobleza, los caballeros y los
hidalgos.
Las representaciones comenzaban a las dos de la tarde en invierno y a las cuatro en verano y duraba mucho
tiempo, pues además de los tres actos de la comedia se incluían los pases de tres entremeses, que con el
tiempo se redujo a uno sólo, y de una loa precedente. Si a ello unimos que los espectadores tenían que
soportar largas colas y que el espectáculo empezaba a la hora de comer, comprenderemos porque se
llevaban la comida al teatro. Además, el público era muy bullicioso por la incomodidad que suponía a los
mosqueteros estar largas horas de pie y por lo alborotadoras que eran algunas mujeres de la cazuela, siendo
2El actual Teatro Español es fruto de varias remodelaciones realizadas sobre el Teatro del Príncipe, lo que le convierte en
el más antiguo de España, sobreviviendo a más de 400 años de avatares e incendios, algunos muy graves, como los de
1745 y 1802.
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frecuentes las discusiones, los alborotos y los altercados, con lo que era francamente difícil para los actores
captar la atención de los espectadores, de ahí que cuando se conseguía, la representación tomaba tintes muy
exagerados para nuestros hábitos actuales, los actores gesticulaban excesivamente y los diálogos subían de
tono, a veces con gritos y voces. Y es que la incomodidad hacía muy ruidoso al público barroco y, por lo tanto,
muy difícil de contentar, hasta el punto de que si no le gustaba la comedia arrojaba sobre los actores cuanto
encontraban a su alcance, aunque fuera parte de sus almuerzos. En consecuencia, es comprensible el miedo
que tenían los actores al público.
Junto a este teatro popular, había un teatro cortesano patrocinado por la corona y por los nobles. Una de las
primeras representaciones tuvo lugar en Aranjuez, en 1622, donde la propia reina y las damas de su cámara
representaron La gloria de Niquea, del conde de Villamediana. Existían dos lugares teatrales palaciegos
permanentes, por un lado, en el salón dorado o sala de embajadores del antiguo Alcázar, donde las obras a
representar se concebían para ser montadas en estas dependencias, tales como Los celos hacen estrellas de
Juan Vélez de Guevara y, por otro lado, en algunos salones del nuevo Palacio del Buen Retiro, con
representaciones como La selva sin amor (1629) de Lope de Vega.
Eran muchas y muy notables las diferencias entre el teatro popular de los corrales y el teatro cortesano que
se representaba en los palacios, pues mientras que en el primero los versos tenían que suplir la falta de
recursos, en el segundo todo era a lo grande y con mucho lujo, ropajes, atrezos, artesanos trabajando para la
escena y los decorados.
Por último, una vez al año, coincidiendo con la festividad del Corpus, se celebraban los autos sacramentales.
En el siglo XVI estas representaciones se hacían encima de unos carros que se ubicaban en las plazas públicas,
pero en tiempos de Felipe IV estos escenarios móviles ya contaban con tramoya y con todo lujo de aparatos,
de música y de danza. Los autos llegaron a alcanzar casi las mismas dimensiones que la comedia, eran piezas
de carácter religioso y eucarístico, así como los temas cortesanos eran básicamente mitológicos,
caballerescos o pastoriles, y las comedias públicas eran de tema urbano, campesino, novelesco e histórico. El
ayuntamiento de Madrid, como debía representar ante el rey, se reservaba la mejor compañía de actores y
les obligaba a que estrenaran indumentarias nuevas, lo que hacía de los autos madrileños los más cuidados
de la monarquía, además de estar monopolizados por la pluma de Calderón.
Junto al madrileño Calderón de la Barca (1600-1681) había otros dos grandes dramaturgos que daban vida al
teatro, el también madrileño Lope de Vega (1562-1635) que llegó a escribir 1.500 piezas y Tirso de Molina (h.
1582-1648).
Al ser Madrid el reino del teatro y de la cultura, también se contaba con gran número de imprentas y
librerías, y se celebraban tertulias y certámenes poéticos en las academias literarias y en los mentideros. No
es de extrañar que en este universo madrileño también estuviera el complutense Cervantes, cuya primera
edición del Quijote se editó en 1605 en la imprenta que Juan de la Cuesta tenía en la calle de Atocha, o que
dos madrileños, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, fueran los mejores poetas de su tiempo junto al
cordobés Góngora. De hecho, Madrid contaba con un barrio de poetas, que se extendía por la actual zona de
Huertas, y en el que tenían sus residencias Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora, además de tener
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muy próximo el mentidero de los comediantes, porque la literatura, como otras noticias de la corte, se vivía,
se sentía y se discutía.
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• Palacio de Camarasa
• Iglesia de San Ginés
• Convento de la Encarnación
• Iglesia y Convento del Santísimo Sacramento
• Colegiata e Instituto de San Isidro
• Convento de las Descalzas Reales
• Convento de las Carboneras
• Iglesia y Convento de las Trinitarias
• Iglesia de las Comendadoras de Santiago
• Capilla de San Isidro en S. Andrés
• La Capilla del Obispo
• Capilla del Cristo de los Dolores de la V.O.T. (Venerable Orden Tercera de San Francisco).
• Hospital de la V.O.T.
• Iglesia de Santa Isabel
• Convento de San Placido
• Convento de D. Juan de Alarcón
• Iglesia de S. Antonio de los alemanes
• Parroquia del Carmen
• Convento de las Góngoras
• Posada del Peine en la C/ Postas
• Iglesia de la Concepción Real de Calatrava
• Palacio del Buen Retiro
• Casa de Lope de Vega
• Iglesia de San Cayetano
• Iglesia de Santa María la Real de Montserrat
• Casa de las Siete Chimeneas
• Iglesia y Convento de San Jerónimo el Real
• El Puente de Segovia
• Quinta y parque de la Fuente del Berro
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