El Alacrán

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El Alacrán, historias y tradiciones

Yinette Wisdom Viña y Mailin Camilleri Pardiñas • La Habana


Foto: Cortesía de Santos Ramírez

http://epoca2.lajiribilla.cu/2008/n379_08/379_14.html

Nuestra madre

La comparsa Los Marqueses de Atarés fue de las primeras en constituirse en el Cerro, organizada por
los abakuá del barrio. Precisamente, en Atarés se sacramentó la nueva potencia Isún Efó, a principios
de 1938.

La coreografía, a cargo de Ambrosio Díaz, representaba una boda de la aristocracia colonial, donde
un comparsero disfrazado de cura casaba a los novios. Aparecían además otros muchos personajes
complementarios y significativamente no se olvidaba a los curros de Carraguao. Toda la dramaturgia
se hacía con ademanes supuestamente refinados, ofreciendo ―tal vez sin proponérselo― una imagen
caricaturesca de aquella hidalga burguesía.

Integraba la comparsa casi un centenar de hombres, mujeres y hasta niños, en su mayoría negros y
mulatos. Al margen de lo que representaban dentro de la coreografía, muchos fueron realmente
personalidades muy alegres y pintorescas.
La música de la comparsa era altamente movilizadora y contagiosa, y predominaba la percusión. En
su módulo instrumental se distinguían el bombo, los redoblantes, los bongoes, las maracas, los
cencerros, las claves y los cornetines. Durante el recorrido se interpretaban minuetes, rigodones y
piezas de cuadro, aunque el plato fuerte eran las rumbas y las congas.

La cadencia de Los Marqueses de Atarés, a diferencia de otras comparsas, sería un poco más lenta,
como tratando de remendar el tono mesurado de la aristocracia. No hemos podido precisar si la
variante rumbera "Palatino" es tributaria al ritmo de los Marqueses; o si por el contrario, son los
Marqueses quienes asumen esta variante rumbera. Queda para pesquisas futuras. Lo cierto es que se
enriquece el baile popular, y el baile carnavalesco habanero. Por eso, el tema musical preferido de la
comparsa, decía así:

El ritmo de paso suave,

lo sacó el Marqué,

y todas las comparsas,

y todas las comparsas,

lo quieren coger.

Nosotros estamos orgullosos,

porque así se vé,

que la enseñanza,

la ha dado el Marqué...

La "enseñanza", el impulso y el entusiasmo inicial, efectivamente lo había dado Atarés. Y al carnaval


siguiente, en 1908, una nueva comparsa aparecía: El Alacrán.

Nuestra cuna

Así surgió también la comparsa El Alacrán, a raíz de estas tradiciones y frente a disímiles condiciones
debutó por primera vez en 1908 y fue creada en el solar 'Los carretones' en la calle Vives entre Águila
y Alambique, en el antiguo barrio de Jesús María. Tenía sus orígenes en la antigua comparsa Los
Moros Azules, de Jesús María, el barrio natal de su fundador: Santos Ramírez Arango. "El Niño",
prestigioso músico y abakuá de la potencia Usagaré Sangri Moto, había crecido en El Canal y quiso
refundir la tradición comparsera de Jesús María, con los aires de el Cerro.

Los primeros pasos

En un principio la mayoría de sus integrantes eran hombres blancos disfrazados de negro,


exceptuando a Santo Ramírez Arango (alias el Niño), personaje que dentro de la escenografía
personificaba la figura del contramayoral. Todos pertenecían a la Sociedad Secreta Abakuá, de origen
carabalí.
El Niño fue uno de los más grandes organizadores de la comparsa. Su participación en septetos como
los Azules Tradicionales, la Rosa y Botón de Oro, y su experiencia como compositor y como artista,
hizo que no solo se convirtiera en uno de los más grandes músicos cubanos de aquella época, sino
que revolucionó el estilo y la identidad de la comparsa El Alacrán.

Musicalmente, El Alacrán era la síntesis de muchas formas populares en el uso de la percusión y los
metales, incluyendo el aporte de individualidades de varios músicos cerrences como el rumbero y
guaguancosero María Dreke "Chavalanga".1

Participaban 25 músicos y los instrumentos utilizados eran clarinetes y timba. Por un largo tiempo se
prohibieron los instrumentos de percusión y es a partir de 1938 que Santos Ramírez logra
incorporarlos.

Riñas

Cuando todavía no existían los carnavales, las comparsas salían a cantar y a bailar por los barrios
habaneros, fundamentalmente por los municipios de La Habana Vieja y Centro Habana. Casi todas
las comparsas respondían a un barrio y entre ellas se daban disímiles enfrentamientos que una y otra
vez provocaron disputas entre los grupos de distintas zonas. Las peleas ocasionaron que muchas veces
se suspendieran las salidas de estas comparsas y no fue hasta 1912 que volvieron a resurgir y a arder
con nuevos ritmos y emociones las calles habaneras al calor de las comparsas.

Un ejemplo fue la disputa del parque Trillo, situado en el actual municipio de Centro Habana, ese
mismo año. La comparsa El Alacrán fue retada por la comparsa Los Gavilanes, en el lenguaje abakúa.
El alacrán había sido raptado y enterrado en el torreón de San Lázaro con un cartel que decía: "Si en
el barrio de Jesús María hay hombres, tienen que venir a librar este alacrán que los Ebión Efó tenemos
en prisión”.

La potencia Ekereina que dominaba el alacrán respondió al reto, y rescataron el animal al precio de
varios muertos y heridos. Esto causó un gran escándalo en los 43 barrios de la Habana. La riña fue
una de las más grandes de la época y nuevamente fueron suspendidas las salidas de las comparsas.

Años después, en 1937, la comparsa El Alacrán, en su entrada al Cerro, tuvo otros encuentros
violentos, principalmente con una comparsa atípica que ya existía, llamada Serrana, cuyos integrantes
eran hombres homosexuales.

Nuevos pasos

La comparsa fue reorganizada ese mismo año cuando llega al municipio Cerro. Se realizó una
profunda campaña para reivindicar esta manifestación cultural, con el apoyo del Centro de Estudios
Afrocubanos y su director Fernando Ortiz, después de muchos esfuerzos para que esas fiestas de
cabildo se convirtieran en lo que hoy es el carnaval habanero.

No es hasta febrero de 1938 que sale por primera vez esta ilustre comparsa con el alacrán llevado por
Santos Ramírez Arango (el Niño), en el carnaval habanero. Con una variación radical en su
coreografía y en la cantidad de participantes e instrumentos musicales, Santos Ramírez incorpora
otros instrumentos de percusión. La comparsa tenía entonces 45 parejas, 38 músicos y 47 figurantes,
15 faroleros e igual número de bailarines que danzaban sobre una carroza en forma de barracón.

Ensayos e innovaciones

La comparsa originalmente ensayaba en un placer ubicado en la calle Cepero y Recreo, del municipio
Cerro. Después se trasladaron a Recreo y Resguardo. En aquellos momentos en la comparsa existía
mucha disciplina. Era allí donde se enriquecía el espectáculo con coreografías, toques, congas y
bailes.

El baile desde el punto de vista coreográfico es muy sencillo, se reduce básicamente a marcar el
compás del ritmo y levantar ligeramente la pierna cuando se produce la síncopa, acompañada de otros
movimientos bruscos del cuerpo. Este esquema básico puede variar de acuerdo a la imaginación del
director.2 En el caso de la comparsa El Alacrán, los bailarines simulaban el corte de la caña de azúcar.

Una de las canciones principales que interpretaba la comparsa lleva por título "El alacrán", y en la
década de los 60 la puso en boga Pedro Izquierdo Padrón, conocido por Pello “El Afrocán", aunque
también ha sido interpretada por diferentes orquestas con variados ritmos:

Oye, colega, no te asombres cuando

veas

al alacrán tumbando caña,

al alacrán tumbando caña...3

La figura de la mujer también juega un papel relevante en la comparsa El Alacrán. Las mujeres eran
representadas por una directora que en el baile de El Alacrán personificaba a la Abuela, esposa del
gallego a la que mordía el alacrán en el pie. En 1946 una de las directoras fue Bacilia Massip y le
sucedió Theodora Valdés.

El Alacrán y su religión

La comparsa del Alacrán nace también bajo la influencia de fuertes tradiciones religiosas. La
presencia africana de nuestros antepasados se patentizó en negros y mulatos descendientes de aquellos
que fundaron las comparsas congas. La gran influencia de la cultura africana se hace evidente en
ritmos, instrumentos y formas danzarias, propias de su tierra de origen, únicos elementos que, junto
a la religión, pudieron conservar de sus culturas.

Otro aspecto que se corresponde con el aporte africano a la integración de la cultura cubana fue la
sociedad secreta abakuá. Los abakuá o ñáñigos tendrían un papel fundamental en la gestación de la
rumba y las comparsas.

La comparsa El Alacrán se identifica con la religión abakuá, compuesta por potencias o juegos de
distintos nombres con diferentes patrones en representación del santo en adoración. El juego o
potencia representativo se llamaba "Usagare Sangrimoto". Su patrona y diosa es madre de las
profundidades del mar, la Santísima Virgen de Regla. Como símbolo de su poder y su colorido, los
comparsantes visten con sus colores: el azul y el blanco (fundamentalmente con tela de guinga). La
ceremonia en honor a este santo es la más larga, por ser ella la reina del Alacrán.
El carnaval surge desde 1937 y se mantiene hasta la actualidad. En este evento los comparsantes
bailan al compás de los tambores, haciendo gestos y movimientos folklóricos. Cantan y bailan para
los santos y los muertos, pues dicen que sin estos últimos no hay existencia. Los santos se apoderan
de sus cuerpos y sus mentes, y sienten una fuerza más allá de su poder como hombres que los envuelve
y libera su espíritu, enlazándolos a sus antepasados, que llaman también encarnación. Cuando esto
sucede, se los limpia y sacude con hierbas y se libera al espíritu encarnado.

La comparsa en sus inicios llevaba 15 farolas. Cinco de ellas representan a los cinco santos
reglamentarios y son bautizadas todos los años, días antes de comenzar el carnaval. Hilda Pardiñas,
reina del alacrán en 1953, describe así el bautizo de la farola: "El bautizo de la farola es tan viejo
como la comparsa, aquello era un verdadero espectáculo... Los que construían las farolas eran muy
profesionales, aquellas farolas eran verdaderas obras de arte". Si los faroleros eran buenos
construyendo farolas, eran mejores bailándolas. Las farolas se bendecían con cervezas, tomadas en
jícaras.

Las fiestas incubaron y conservaron hermosas tradiciones, mantenidas a pesar del tiempo y los
inconvenientes que cada época les ha impuesto. La tradición se ha trasmitido de padres a hijos, de ahí
su firme arraigo popular. La familia Valdés, de diez hermanos, fue el corazón de esta comparsa. Hijos,
nietos y bisnietos entregaron su amor y corazón a su formación y difusión. Familias como los Alonso,
los Morales, los Menéndez, los Massip y muchos otros dedicaron sus vidas al desarrollo de esta
comparsa tradicional, realizando muchos esfuerzos por mantener sus colectivos.

Los fundadores la organizaron con miembros de su generación que envejecieron en la comparsa, al


mismo tiempo que incorporaron a los más jóvenes de la familia. Tal es el caso de estas familias que
la han visto nacer y que luchan día a día para mantener su naturaleza totémica y su carácter de
rememorar ancestrales tradiciones y mitos africanos.

Notas
1. Mario Dreke, “Chavalonga”, plantea, según Yamir Macías, que su tema “Invasora
arrolladora” sirvió de base a Pello El Afrocán para elaborar su ritmo El mozanbique. Véase
Macías, Yamir. El Sabor del Cerro, Mat. Mec. 1999.
2. Virtudes Feliú Herrera: “Fiestas y tradiciones cubanas”. Centro de investigación y desarrollo
de la cultura cubana Juan Marinello, 2003, p. 173
3. Luis F. de Armas: “el alacrán en la cultura cubana contemporánea. Una aproximación”.
ARACNET9 – Revista Ibérica de Aracnología, 4 (2001): 99-103.

Fragmentos del estudio “Apuntes a la historia de la comparsa El Alacrán”, cortesía del Museo
Municipal del Cerro.

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