Giordano Bruno 1600-2000
Giordano Bruno 1600-2000
Giordano Bruno 1600-2000
COMPILADORES
GIORDANO BRUNO
1600-2000
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y L E T R A S
U N I V E R S I D A D N A C I O N A L AUTÓNOMA D E MÉXICO
GIORDANO BRUNO
1600-2000
COLECCIÓN JORNADAS
Primera edición: 2002
DR © Facultad de Filosofía y Letras, U N A M
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. K
Impreso y hecho en México
ISBN: 970-32-0082-6
Prólogo
'Hl Corpus hermeticum, datado por la filología crítica entre los siglos 11 y ni d.
C. del helenismo tardío, fue considerado por los humanistas del Renacimiento
como depositario de verdades divinas reveladas, alternativas al cristianismo. Estos
escritos fueron atribuidos a Mermes Trismegisto, que los humanistas consideraron
un profeta de la época de Moisés en el antiguo Egipto, que habría transmitido una
teología primaria o esencial (nota del editor).
Ramón G. Mendoza # 1 1
Este texto es de capital importancia para darnos a conocer la lu-
cidez y profundidad con que Bruno había penetrado en la ontología
de los presocráticos. En primer lugar identifica claramente a quie-
nes incluye y a quienes excluye como precursores de su nueva filo-
sofía. Estos últimos son "Sócrates, Platón, Trismegisto y nuestros
teólogos". Pero sobre todo el adverbio "quizás", refiriéndose a la
idea que tenia Anaxágoras de nous como entidad divina y trascen-
dente, demuestra la conciencia que ya tenía Bruno de la incerti-
dumbre sobre su naturaleza.
La afinidad del pensamiento bruniano con las ideas de los
presocráticos se pone de manifiesto, ante todo, en sus respectivas
concepciones de Dios, el cosmos y la relación entre ambos. El
principio de Empédoclcs que de la nada, nada se genera deviene
parte esencial de la visión bruniana de Dios y del mundo. 5 Al des-
embarazarse de la idea de la creación ex nihilo del universo por un
dios personal trascendente y distinto del cosmos, Bruno pone el
fundamento de un monismo panteísta afín al de los filósofos
presocráticos.0
Entre todos los modelos del cosmos elaborados por la astrono-
mía y la cosmología tanto pre como postsocráticas, el modelo de
Epicuro, expuesto detalladamente por Lucrecio en su De rerum
natura —autor y obra predilectos de Bruno— le pareció al nolano
satisfacer más que ningún otro las condiciones que la concepción
de universo infinito y homogéneo requería, al incluir la mayoría de
las características del universo atomista de Demócrito. Sin embar-
go, a pesar de la aparente idoneidad del modelo epicúreo para aco-
modar su visión del cosmos, su mecanicismo le resultaba inaceptable
al nolano por concebir los movimientos atómico y astral como to-
talmente fortuitos y arbitrarios.7
Durante su permanencia en Inglaterra, Bruno por fin vio clara-
mente la necesidad de elaborar su propio modelo, uno que mantu-
viera las características fundamentales del atomismo clásico pero
Los átomos, según Bruno, no sólo tienen alma sino que tienen
que tener además alguna forma de inteligencia
Por consiguiente, el agente racional de orden y movimiento en un
universo atomista debía ser una mente o intelecto universal, ya que
los átomos no podían tener cada uno sus almas e intelectos particu-
lares autónomos, independientes unos de otros, lo que supondría
que tendrían que concurrir en producir las innumerables formas de
suma complejidad que se encuentran en el mundo, y aun en ese
caso habría que postular la existencia de un agente racional único
que les impartiera a los átomos tanto la inclinación como la capaci-
dad de unirse. En una palabra, era necesario un agente inteligente
universal que gobernara los movimientos atómicos para crear orden
en el cosmos.
El lagos de Heráclito
Aunque los doxólogos frecuentemente han considerado el logos de
Heráclito principio ontológico, según Jonathan Barnes este término
no denota un intelecto universal sino que significa simplemente "dis-
curso" o "palabras", lo que no excluye que Bruno lo haya entendido
en sentido ontológico como lo hicieron los estoicos.11 Es cierto, sin
embargo, que Heráclito fue verdadero precursor de la cosmología y
ontología brunianas por su concepción de un universo eterno c
increado, y sobre todo por su doctrina sobre la coincidencia de
los contrarios. 12
La nous de Anaxágoras
Según Diógcnes Laercio 4 Anaxágoras fue el primero en poner mente
(nous) en la materia".14 El filósofo de Clazomene fue también el
primero en afirmar en términos inequívocos la homogeneidad del
universo, negando la división del cosmos en dos regiones esencial-
mente diferentes yfísicamenteseparadas, una superior celeste y
otra inferior terrestre, puesto que el cielo está compuesto sólo de
piedras.15 Fue Giordano Bruno quien, después de mil ochocientos
años de olvido, llegó a la misma conclusión.
Anaxágoras, sin embargo, en otro pasaje referido por Diógcnes
Laercio, concibe a nous como una especie de demiurgo adventicio,
al afirmar que "Todas las cosas estaban juntas; entonces vino nous y
las ordenó".16 Simplicio especifica aún más la relación de nous con
las cosas en el siguiente fragmento: "En todas las cosas está presen-
te una porción de todo, excepto nous; y en algunas cosas también
está presente nous".17 Está afirmando Anaxágoras el hecho trivial
de que algunas cosas tienen inteligencia y otras no, o más bien que
hay cosas en que nous no está, mientras que en otras sí. ¿Se trata
29
30 # Las funciones de la escala en Bruno
ración de las etapas progresivas en la historia; los grados y formas
en la conciencia sobre estos fenómenos, junto con las modalida-
des de su puesta en práctica, generan formas y grados de ambición
y poder humanos; conforme crece la propiedad aumenta el deseo
de posesión.
El conocimiento no es en absoluto ajeno al proceso de apropia-
ción, por el contrario constituye un aspecto original e indispensable
del mismo; el conocimiento, sobre todo el específicamente humano,
representa una forma especial y necesaria de apropiación; en la pro-
ducción y apropiación histórica de los contenidos y estructuras del
conocimiento radica el potencial de la práctica humana; el afán de
posesión del conocimiento puede llegar a desligarse hasta cierto
punto del de la propiedad de medios de producción y de consumo,
adquiriendo incluso la apariencia de inocente actividad de contem-
plación. Pero en sus formas más radicales (de filosofía, ciencia, re-
ligión, poesía y ahora también tecnología) en realidad entraña una
ambición más radical y soberbia de la apropiación: la comprensión
del conjunto de la realidad, de lo absoluto, compartiendo así la pa-
radoja del afán de santidad y de la auténtica religiosidad: la pose-
sión de Dios.
El pecado de la dialéctica
Entre las formas más radicales de este afán de posesión destaca lo
que se puede denominar el "pecado" dialéctico, pues representa la
pretcnsión aún más soberbia de querer apropiarse teóricamente de
la realidad como totalidad en toda la riqueza de sus determinacio-
nes, de sus procesos, de su movimiento, de sus relaciones, de sus
estructuras, con sus diversas manifestaciones y con sus contradic-
ciones. Sin duda el ideal hegeliano del saber absoluto constituye la
las condiciones objetivas que a él le pertenecen y sólo se realizan a través de la
misma producción. La apropiación real no consiste en la relación imaginaria,
sino en la relación activa, real, con estas condiciones, postuladas realmente como
las condiciones de su actividad subjetiva". Carlos Marx, "Formas que preceden a
la producción capitalista", en Grundris.se. Lincamientos fundamentales para la
crítica de la economía política. Trad. de Wenceslao Roces. México, FCE, 1985,
1.1, p. 351.
Ernesto Schcttino • 3 i
expresión más sincera y abierta de semejante ambición y soberbia
teóricas. Pero de hecho ambas están presentes, en menor o mayor
medida, en todo sistema filosófico, aunque se manifiesten con fre-
cuencia bajo formas paradójicas, veladas, inconscientes o reprimi-
das. José Gaos tenía razón al afirmar que en el fondo de las grandes
construcciones metafísicas, en la base de los grandes sistemas filo-
sóficos, estaba la raíz del subjetivismo extremo.
Además, frente a cualquier otra postura teórica, las concepcio-
nes dialécticas elevan al máximo tal actitud al cobrar conciencia de
que la verdad está más allá de la parcialidad, del producto del análi-
sis, del fenómeno aislado e inconexo, de las visiones maniqueas de
la realidad, de la concepción estática de los hechos, de las abstrac-
ciones paralizadoras que descoyuntan lo real. Conciencia que impulsa
a quienes la obtienen a buscar la totalidad, la unidad de la multiplici-
dad, la coincidencia de los contrarios, la continuidad en la disconti-
nuidad, los vínculos e influencias entre las cosas aparentemente
aisladas e independientes, la relación de todas las cosas a través de
todas, la unión de los principios con los medios y los resultados, la
riqueza infinita de las determinaciones, la serie de las relaciones,
así como los nexos entre los opuestos: de lo absoluto con lo relati-
vo, de lo máximo con lo mínimo, de lo bueno con lo malo, de lo
justo con lo injusto, de lo bello con lo feo.
Desde el balbuceo de concepciones dialécticas en las religiones
orientales, pasando por las de la filosofía griega y medieval, hasta
llegar a las doctrinas modernas y contemporáneas, bajo diversos
grados y formas nos topamos con diferentes expresiones de este
afán de posesión absoluta, de este esfuerzo radical de comprensión
que no se detiene ni se conforma con partes ni parcelas. Tal tenden-
cia la expresa Bruno en el inicio del De immenso ei innumerabilibus:
"fin efecto, siempre que consideramos que queda alguna verdad
por conocer y mientras queda algún bien por conseguir, siempre
investigamos la una y siempre deseamos al otro. Por consiguien-
te, el final de la investigación y del anhelo no estará en el poseer
tina verdad limitada y obtener un bien con limitaciones. Es innato
el deseo irrefrenable de todos y de cada uno de abarcar todas las
cosas; siempre se anhela ser todo lo que alguna vez se es; ver en
todas partes lo que en algún lado se ve; tener universal mente lo
32 • Las funciones de la escala en Bruno
que se tiene singularmente; disfrutar de todo lo que se disfruta en
parte; desea dominar todas las cosas que pueda, incluso aquello
que somete a todas; y no está conforme con lo logrado mientras
hay algo más allá que se pueda obtener".3
Ahora bien, uno de los factores que explica la complejidad del
pensamiento bruniano radica precisamente en dicho pecado capital
de la dialéctica: el pretender captar la totalidad de lo existente en
toda su riqueza de determinaciones y relaciones y en todo su movi-
miento. Bruno es bien consciente de la dificultad radical (por no
decir la imposibilidad real) del camino emprendido, pero resulta
que una vez que se es consciente de que la verdad, de que la autén-
tica realidad está justamente en semejante totalidad, dejan de satis-
facer cualesquiera resultados parciales. Tal es el núcleo del programa
que se propone realizar en sus tres poemas latinos, como lo plantea
en la respectiva introducción que antecede al De immenso.4
Semejante concepción dialéctica radical, sobre todo en la medi-
da que se acompaña de un alto nivel de conciencia y de un arraiga-
do espíritu crítico, genera necesariamente problemas teóricos de
estructuración y en el manejo de aspectos para la explicación de la
realidad, entre otros, los rodeos5 de diversa índole, en particular en
su forma de expresión ya que no es nada fácil manejar la riqueza de
una concepción de la totalidad, de sus determinaciones y conexio-
41 "Por eso, la semejanza y la analogía aritméticas son más adecuadas que las
geométricas para guiarnos, a través de la multiplicidad, a la contemplación y apre-
hensión de aquel principio indivisible, al cual, por ser la única y radical sustancia
de todas las cosas, no es posible asignarle cierto y determinado nombre, ni [enun-
ciarlo] con palabras que envuelvan una significación positiva antes que negativa
[..,] Conforme con esto es el grado de las inteligencias, pues las inferiores no
pueden comprender muchas cosas sino con ayuda de muchas especies, semejanzas
y formas; las superiores, con pocas, comprenden mejor; y las altísimas, con muy
pocas comprenden cumplidamente. La inteligencia primera con una [sola] idea
comprende el todo con toda perfección; la mente divina y la unidad absoluta, sin
especie alguna, es ella misma, a la vez, lo que entiende y lo que es entendido. De
esta manera, pues, así como nos elevamos al perfecto conocimiento, vamos unifi-
cando la multiplicidad; del misino modo crue en cuanto se desciende a la produc-
ción de las cosas se. va desplegando íá unidad, El descenso se hace de un ser a
individuos infinitos y a especies innumerables; la ascensión se hace de éstps hacia
aquél" Causa, diálogo quinto, op. ciL, pp. 147-148 [BOcuC III, p. 295-297].
Ernesto Schettino • 53
ción pertenecientes a la sustancia. [...]; lo mismo que de todas las
cosas, subiendo desde el ínfimo grado de la naturaleza hasta el supre-
mo de ella, subiendo desde el mundofísico,conocido por los filósofos,
hasta las alturas del [mundo] arquetipo, creído por los teólogos, si
asi os place."42
Si no nos quedamos en y con lo inmediato, en lo evidentemente
finito, en la representación sensible, sino que penetramos hacia los
grados cada vez más profundos y comunes del ser, hacia los funda-
mentos, hacia las causas y hacia los principios, nos percatamos de
que lo inmediato es vicisitud, es complexión, es "vanidad" (térmi-
nos precisos de Bruno para destacar ío cambiante, lo contingente,
lo determinado); pero también que "atrás", "abajo", de esto existe
un algo que los trasciende y así sucesivamente en la escala del ser
hasta llegar a la sustancia suprasustancial, hacia el fundamento últi-
mo, hacia el primer "eficiente", etcétera, es decir, hasta Dios en su
concentrada totalidad (complicatio); también que la multiplicidad
noes¡ajena a la unidad y, que ésta, a su vez, carece de. sentida sin
aquélla, o sea, que están inexorablemente unidas en una vía dialéc-
tica; y lo mismo ocurre con las otras direcciones que se inician para
nuestro conocimiento en los determinados: lo mínimo nos conduce a
lo Máximo y, a partir de él, tenninamos por rescatar el Mínimo; lo con-
tingente nos conduce a lo necesario y de ahí un rescate de lo
contingente hasta quedar superado al concebirlo a su vez como
manifestación necesaria de lo necesario; lo cambiante a lo perma-
nente; etcétera; en una racionalidad dialéctica donde la coincidentia
oppositorum se nos presenta como el verdadero camino no sólo de la
auténtica racionalidad, sino, sobre todo, de la verdad acerca de lo real.
Las variables de la escala del ser tienden a manejar el paso de lo
abstracto a lo concreto, de lo universal a Iq particular, de lo simple a
lo compuesto, de lo sustancial a lo accidental, del género supremo a
los individuos, de lo uno a lo múltiple, de la luz a las tinieblas, de lo
máximo a lo míniinQ, de la causa primera a los últimos efectos, del
principio primordial a lo principiado, de lo complicado absoluto a
^absolutamente explicado.y viceversa. Los cuales no siempre y en
todo —a veces sí, otras no— se corresponden, con excepción de
Dios que siempre representa el factor último de unidad y de cohe-
42 Causa, diálogo quinto, op. city pp. 142-143 LBOeuC 111, p. 28].
54 • Las funciones de la escala en Bruno
rencia hacia el resto. En todos los casos nos encpntraiiios.con la
serie de mediaciones entre uno y otro polo, que son lo que más
cambia, pero que se tornan fundiunental.es en la.,e?q)lica^
real y de lo ideal, de lo corporal.y.de lo espiritual, de lo metafisico
(a veces identificado con lo divino), lo físico (natural, corporal, que
es uno de los aspectos fundamentales), lo matemático (en ocasiones
lo geométrico), lo lógico, lo etico.
Los contrarios absolutos generan los grandes modelos de esca-
las, pues de otro modo no serían tales contrarios, sino entidades
independientes. Para ser verdaderos contrarios requieren enfrentar-
se a través de los medios y, mientras más ricos sean éstos, más po-
tentes y absolutos serán los contrarios: mínimo y máximo; átomo y
universo, finito e infinito; "tinieblas" y "luz"; etcétera:13 "He aquí,
pues, de qué manera no sólo coinciden el máximo y el mínimo en
un mismo ser — conforme lo hemos demostrado otras veces—, sino
que además en el máximo y el mínimo vienen a ser uno c indistintos
los contrarios."44
61
62 • HI atomismo como enlace entre Bruno y Descartes
de las formas sustanciales y, en segundo lugar, quiero hacer expresa
la forma en que Descartes toma la propuesta atomista y cómo la
convierte en un corpuscularismo mecanicista de fuerte sabor
aristotélico.
<Ibid., p. 89.
} Ibid., p. 96.
p. 121.
Laura Benítcz Grobct • 65
stuff del universo permanecería siempre el mismo y adoptaría de
acuerdo a las circunstancias diversas modalidades.
Por otra parte, en esta misma cita resalta la tipificación de lo cor-
póreo como extenso con propiedades cuantificables, algo que nos
remite a Descartes, no porque fuese el único autor renacentista que
aludiera a las propiedades cuantificables de la materia, sino por la
definición directa de sustancia corpórea como extensión. Como se
sabe es muy difícil establecer el vínculo entre Descartes y Bruno pues
casi todos los autores posteriores a él se cuidaron muy bien de no men-
cionarlo con frecuencia. Así, cuando Descartes se refiere a la ¡limita-
ción del universo, menciona a Nicolás de Cusa pues no admite la
infinitud positiva del universo que implicaba la posición de Bruno.
Como quiera que sea otra interesante coincidencia se refiere a la
terminología de patencia y evidencia intelectual respecto a la materia
última del universo. Dice Bruno:
... hay cosas que sólo se hacen evidentes por las manos y el tacto,
otras por el oído, otras sólo por el gusto, otras sólo por los ojos,
del mismo modo esta materia de las cosas naturales, no puede
hacerse patente sino al intelecto.9
9 M , p. 95.
]0Ibid.t p, 74.
66 • El atomismo como enlace entre Bruno y Descartes
Lo único que se puede admitir al respecto es la idea de mínimo
como parte primera, como fundamento, como materia primera,
pero precisamente esto significa la superioridad ontológica del
mínimo que, por definición, carece de partes. 11
17 lbid.} p. 50.
18//?/</., p. 52.
]9IbicL,\\ 53.
70 • Hl atomismo como enlace entre Bruno y Descartes
No se trata pues de la mera sustitución de una doctrina expli-
cativa por otra, sino de las consecuencias que ello trajo consigo.
Si todo cambio se debe a las características internas de los cor-
púsculos, una de estas tiene que ver con su dinamismo. Sin em-
bargo, conservadoramente. Descartes siguió pensando en la
inercia de la materia y su problema fue explicar todos los cam-
bios materiales comenzando por la cohesión y la densidad sin
apelar a las fuerzas internas de los corpúsculos. Por supuesto
Newton se dará cuenta de que en Descartes la noción de movi-
miento tendencial remite a fuerzas internas, de lo cual concluye
que Descartes no fue ajeno a las "fuerzas ocultas".
Así pues, parece que ningún corpuscular i smo pudo resultar
ajeno a las fuerzas internas de los corpúsculos, abierta o velada-
mente, directa o indirectamente, pues si los cuerpos no son sino
agregados de partes de dónde les vienen la estructura, el cam-
bio, el movimiento etcétera a esos cuerpos.
Conclusiones
Como se sabe, una de la implicaciones más fuertes de la materia
como extensión es sin duda la del plenismo. Para Descartes el mundo
está tan lleno como puede estarlo pero su doctrina de los elemen-
tos intenta darnos alguna salida para el movimiento corpuscular.
Así Descartes deposita la explicación de la cohesión y la den-
sidad de los cuerpos en el elemento fuego ignis con grandes
dificultades. 23
Con todo, a pesar del rechazo al vacío y conservar la idea de
que la materia es inerte, Descartes no es realmente un aristotélico
pues se muestra contrario a las formas sustanciales, con lo cual es
completamente partidario de la unidad material del universo físico
y de la ¡limitación del universo a través de la consideración de la
extensión como el modo esencial de la sustancia corpórea, (algo
que Bruno sostenía en el De la causa...).
20 Rene Descartes, El mundo o tratado de la luz. Trad. de Laura Denítez. Méxi-
co, IIF, LÍNAM, p. 71.
2J Ibid, pp. 57-58.
22 T. Grcgory, op. cit.y p. 23,
21 Laura Benítez, "La materia en Rene Descartes" en Materia. México, HF,
UNAM, 1993, pp. 26-32,
72 • El atomismo como enlace entre Bruno y Descartes
Es claro que Descartes no comparte con los heterodoxos el mate-
rialismo, el animismo ni el panteísmo, más bien le une a ellos el
deseó de combatir las formas sustanciales aristotélicas y ello no de
una manera muy abierta pues como le dice a Regius más vale suge-
rir que tales formas no sirven para nada que entrar en arduas polé-
micas.25
En suma, el lazo entre Bruno y Descartes no es muy estrecho a
primera vista; sin embargo, comparten la actitud antiaristotélica que
permitió a la ciencia del siglo xvn discurrir por nuevos cauces.
Introducción
Durante la segunda mitad del siglo xvi, la Iglesia católica y la nue-
va astronomia copernicana coexistieron sin conflicto. La sentencia
y ejecución de Giordano Bruno, la condenabas/ mortem a Copernico
en los albores del siglo xvn y el largo proceso seguido a Galileo,
son parte de un cambio en la relación entre la autoridad católica y el
conocimiento del mundo.
En este contexto, mi proposito aquí es examinar la decisión de
René Descartes de no publicar su obra El mundo o Tratado de la
luz. Esto ha sido motivado por la interpretación que manifiesta
Stephen Gaukroger, en Descartes: Una biografìa intelectual, don-
de sostiene que la condena de Galileo lo llevó a un cambio de direc-
ción en su trabajo, relegando la filosofía natural, manteniendo inédita
su obra al respecto y avocándose a una fundamentación metafísica
de sufísica.1Esta visión ha sido cuestionada por Daniel Garber,
quien afirma que no fue la condena de Galileo, sino consideracio-
nes internas sobre su trabajo las que hicieron a Descartes actuar
así.2
Intento esbozar, en esta breve presentación, algunos elementos
tanto de la historia de los procesos, como de las concepciones de
Bruno y de Galileo que nos permitan comprender mejor la decisión
de Descartes de no publicar El mundo, así como de las discrepan-
cias interpretativas de Gaukroger y Garber.
1 Stephen Gaukroger, Descartes: an InteUectual Biography. Oxford, Clarendon,
1995, pp. 290-292.
2 Daniel Garber, "Who was that masked man?", en British Journal for the History
ofScience,3\, 1998, pp. 55-59.
73
74 • La muerte de Bruno, la condena de Galileo
La condena de Galileo
El nombre de Bruno no se menciona en la condena de Copérnico, ni
en el proceso de Galileo. Sin embargo, Koyré, como otros estudio-
sos, está convencido de que fue debido a Bruno que la Iglesia cató-
17 Cf. R. J. Blackwell, op. cit., pp. 125 y ss. La reunión de Belarmino con Galileo
-5e realizó antes de haber emitido el decreto, luego que el papa recibió los resultados
à de censura de los consultores. RI memorandum aparece en ibid., p. 128, tomado de
Opere xix, 321 -322; Pagano, / Documenti, 101-102. Trad. de Langford, 1966, p. 92.
l5i Cf. R. J. Blackwell, op. cit., p. 95.
,L 19 A. Koyré, Do Mundo..., pp. 38-39.
?««*°/¿wW.,pp. 45-46.
Zuraya Monroy Nasr • 79
las Cenizas Bruno hace un elogio a Copérnico y, a la vez, reconoce
las limitaciones que él mismo está seguro de superar.21 En esta obra,
también, Bruno desarrolla una serie de argumentos contra las obje-
ciones particulares de los defensores de la concepción aristotélica y
ptolemaica, quienes están en contra del movimiento, tanto de rota-
ción como de traslación, de la Tierra.22
Bruno propuso una visión de universo infinito que rompe con la
concepción tradicional de un cosmos esférico, finito y jerarquizado.
A través del helioecntrismo, nos dice Granada, Bruno establece "la
premisa necesaria para el desmantclamiento de toda falsa arquitec-
tura cosmológica del aristotelismo [...] frente a la sensibilidad vul-
gar del geocentrismo",23 La astronomía infinitista y heliocéntrica de
Bruno le exige también explicar junto con el movimiento de la Tie-
rra, la trayectoria de los cuerpos al caer. Bruno acepta como nadie
antes el reto, y aporta la noción de sistemafísicoen la cual funda-
menta la concepción de conjuntofísicode cuerpos y la explicación
de su unidad. Emplea la teoría del ímpetus (que es la fuerza que ani-
ma al móvil y produce el movimiento) en un contexto totalmente
novedoso del universo heliocéntrico,24 También, en la concepción
bruniana del movimiento hay una noción de sistema mecánico, en el
cual los cuerpos están unidos por su participación en un movimiento
común.25 Al aproximarse a la hipótesis heliocéntrica de forma
mecanicista y no matemática, Bruno hará necesaria, como lo seña-
lan Koyré y Gatti, la reformulación de lafísicaen su totalidad.26 Más
aún, dice Gatti, "Galileo llevaría a cabo este programa al nivel de la
física experimental. Bruno, por su parte, permanece en el con-
texto filosófico y teórico de la argumentación, aunque no sin per-
catarse de la necesidad de proceder en dirección a la observación
y la medida". 27
En el heliocentrismo copernicano radicalizado por Bruno, au-
nado a su poderosa crítica de la física aristotélica, los descubri-
21 Cf ixi cena iy v.
72 Cf. La cena iii, pp. 126 y ss y v, pp. 156 y ss.
23 ML A. Granada, op. cit., p. 37.
21 Cf. Hillary Gatti, op. cit, p. 60.
25 A. Koyrc, Estudios..., pp. 159-164.
26 Cf. Ibid.: 11. Gatti, op. cit., p. 60,
27 Cf. H. Gatti, op. cit., p. 60.
80 • La muerte de Bruno, la condena de Galileo
mientos de Galileo parecen haber encontrado una base conceptual
adecuada para el desarrollo de su propio marco teòrico. Hay acuer-
do entre los historiadores de la ciencia en cuanto a la influencia de
Bruno en el pensamiento de Galileo, así como en el deliberado y
prudente silencio que guardó en relación con su obra.28 E. Schettino
hace un balance de lo que signficó, para la gestación del pensa-
miento científico moderno, la radicalización de Bruno de las tesis
copernicanas y la rica filosofía que construyó. En relación a
Galileo nos dice que lafísicaunificada, parte de la revolución
bruniana que elimina el divorcio entre física terrestre y celeste,
preparando "directamente la unificación de astronomía (ciencia
matemática) y cosmología (en parte metafísica, en parte filosofía
natural) que será sobre todo obra de Galileo...". 29
La prudencia de Descartes
S. Gaukroger afirma que fue la condena de Galileo la que influyó
decisivamente en Descartes para no publicar El mundo. D. Garber
afirma que no está convencido de que Descartes haya sido afecta-
do por la condena de Galileo de 1633.3Ü Lo que está atrás de estas
afirmaciones es la convicción, de Gaukroger, de que las conside-
raciones políticas externas hacen a Descartes buscar la aceptación
de sufísicaa través de su fundamentación metafísica. Garber, en
cambio, está convencido que las razones cartesianas son internas
y previas a la condena de Galileo. Me parece que ambos, en cierto
sentido, tienen razón.
Si, como Schettino ha dicho, en los tiempos de Bruno "era su-
mamente peligroso pensar por cuenta propia",31 en los tiempos de
Galileo y de Descartes, que son inmediatos, aún lo es. Tres lustros
2* Cf A. Koyré, op. cit., p. 159; E. Schettino, "Prólogo", en La expulsión de la Bestia
Triunfante. Trad. de E. Schettino y M.L. Rojas, México, Conacuita, 1991, p. 17, n, 12 y
"Algunas ..."p. 11.
29 R. Schettino, "Algunas Determinaciones..pp. 9-10; cf. también E. Schettino,
"Summa Académica", Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadíst
ca, T vin, 1995-96. pp. 733-755.
so D. Garber, op. cit., p. 57.
31 E. Schettino, 1991, pp. 13-14.
Zuraya Monroy Nasr • 81
después de la muerte de Bruno, el copernicanismo era condenado
y se pretendió comprometer a Galileo a no pensar heliocéntrica-
mente. Tres décadas después de la ejecución de Bruno, Galileo,
pertinaz, obcecado y desobediente, publicó el Diálogo. También,
entre 1630 y 1632, Descartes elaboraba su ambicioso proyecto El
Mundo y el Tratado del Hombre.
Sobre la decisión de Descartes de no publicar El Mundo, es elo-
cuente la carta que le envía a Mersennc, en noviembre de 1633,
disculpándose por no tener lista su copia del tratado para dárselo
como regalo de Año Nuevo y agrega:
Pero debo decirle que, mientras tanto, me di a la tarea de pregun-
tar en Leiden y Amsterdam si el Sistema del Mundo de Galileo
estaba disponible, pues pensé haber oído que se publicó en Italia
el año pasado. Me dijeron que sin duda había sido publicado,
pero todas las copias habían sido quemadas inmediatamente en
Roma, y que Galileo había sido condenado y penalizado. Esto
me sorprendió tanto que por poco decido quemar todos mis pa-
peles o, al menos, impedir que alguien los viera. Pues no puedo
entender que él —un italiano y, según creo, que goza de los favo-
res del papa--- haya sido convertido en un criminal, sin otra razón
que la de haber intentado, como sin duda lo hizo, establecer que
la Tierra se mueve. Yo sé que algunos cardenales ya habían cen-
surado esta concepción, pero pensé haber escuchado que aún así
se enseñaba públicamente incluso en Roma. Debo admitir que si
esta concepción es falsa, también lo son todos los fundamentos
de mi filosofía, pues puede demostrarse a partir de éstos clara-
mente. Y está tan estrechamente entretejida con cada parte de mi
tratado que no podría removerla sin hacer deficiente todo el tra-
bajo. Pero por nada quisiera publicar un discurso en el cual pu-
diera encontrarse una sola palabra que la Iglesia desaprobara; así
que prefiero suprimirlo a publicarlo mutilado.32
Epílogo
En vida, la prudencia de Descartes le fue favorable. Pero durante la
segunda mitad del siglo xvn, los cartesianos (predominantemente
-5 Laura Benítez, "Consideraciones sobre el simular y el disimular en la Carta
de Descartes a Regius de enero de 1642" en Dianoia, 42, México, IIF, 1996, p. 166.
i(' Cf carta a Mersenne, 28 de enero de 1641, en R. Descartes, Œuvres de
Descartes, voi. 111, pp. 297-298.
84 • El atomismo como enlace entre Bruno y Descartes
jansenistas y oratorianos) fueron perseguidos en Francia. Fueron
condenadas varias proposiciones fundamentales del corpuscularis-
mo y la filosofía mecánica. Por ejemplo, se condenó la teoría cartesiana
de la materia, la doctrina de la extensión como atributo principal de
la materia, la extensión indefinida del mundo y el rechazo al vacío.
En 1663, a trece años de su muerte, la obra de Descartes fue
puesta en el índice de Libros Prohibidos, doñee corrigantur, "hasta
ser corregida". En Francia se publicó en 1671 un decreto condena-
torio del rey, parcialmente adoptado en las universidades de la ciu-
dad. La persistente defensa de los cartesianos llevó a la Universidad
de París a condenar formalmente, en 1691, once proposiciones carte-
sianas, incluyendo que: "Debemos deshacernos de toda clase de
prejuicios y dudar de todo antes de tener certeza de cualquier
conocimiento". 37
Introducción
Corría el año de 1596. Finalmente, la comisión delegada para el
proceso inquisitorial de Giordano Bruno expurgaba la obra dispo-
nible del nolano a fin de extraer las tesis heréticas o erróneas que
habrían de conducirlo a la hoguera, en 1600. Entre ellas figuraban:1
la necesaria infinitud del universo, el movimiento de la Tierra y la
idea de ésta como un ser vivo, dotado de alma intelectiva, la plura-
lidad de los mundos y la homogeneidad cosmológica, sin dejar de
mencionar la concepción bruniana de la permanencia de una sus-
tancia única que excluye la realidad de la muerte y el temor a la
misma. Base de esta última concepción era la de la mutación uni-
versal de todas las cosas y su correlato: el incesante movimiento y
acción de la realidad natural, en cuyo seno es contradictoria la con-
cepción de la existencia humana signada por el estancamiento, la
fijación y la pasividad.
En ese mismo año, 1596, nació Rene Descartes, quien 26 años
más tarde, a través de una memorable misiva, llevaría al cabo un
discreto pero cabal y elocuente homenaje al talento filosófico. En
ella, Descartes presenta un listado breve y representativo de los
pensadores que merecen tal calificación, entre ellos se encuentra
* Este trabajo es una versión ampliada del que presente en la reunión
"Giordano Bruno 1600-2000", organizada por el área de historia de la
filosofía del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la U N A M en el
mes de septiembre del 2000.
1 Ver L, Firpo: //processo di Giordano Bruno, Ñapóles, 1 949. Cit. por
Miguel A. Granada: "Introducción", en Giordano Bruno, Cabala del Ca-
ballo Pegaso. Madrid. Alianza Universidad, 1990, p. 55, n. 112.
99
100 • Ignorancia y conocimiento en la Cabala del Caballo Pegaso
Bruno. Conmino al lector a que, tras recorrer estas líneas, aprecie
si en el contenido de la epístola podemos reconocer un particular
tributo al nolano, sin menoscabo de que su nombre figure entre
otros, ni de las intenciones explícitas de su autor. Dado que, en
toda la obra de Descartes la única mención a Bruno aparece
en esta carta a Isaac Beeckman del 17 de octubre de 1630 creo, en
efecto, que el contenido de la misma podría leerse como la callada
y sobria ofrenda de Descartes al talento creativo del filósofo en
general y al de Bruno, en particular. Pues, ¿de qué otra forma pue-
de un filósofo evocar la memoria de otro, si no es aludiendo,
fecundamente, a sus ideas? De ello, la tácita alusión de Descartes,
al meollo ético del pensamiento de Bruno, en la referida carta,
parece no dejar duda. Descartes menciona ahí al nolano, como se
ha dicho, al lado de otros filósofos y científicos, entre los que se
encuentra Vanini —también condenado a la hoguera, en 1619—
con el propósito de ejemplificar la genuina disposición creativa
del pensamiento propositivo. La verdadera aportación del intelecto
activo y apto para el descubrimiento se opone al estado espiritual
pasivo e infértil, como el movimiento se opone al estancamiento y
como el original se opone a la copia. Así, es el tema de la falsa
atribución del trabajo intelectual, lo que lleva a Descartes a dirigir
una elegante y rigurosa, pero no menos vehemente, lección ética a
su otrora amigo Beeckman, quien habiendo defraudado su con-
fianza exhibió algunos trabajos matemáticos cartesianos, ante el
círculo de amistades comunes, como propios, acusando a Descar-
tes de plagio. De tal modo, el tema de la falsa atribución del pen-
samiento ajeno, pero también el de la loa inmerecida, el del
auténtico saber y el de la fértil ignorancia, son llevados al examen
filosófico por Descartes, quien lejos de lanzar rudos vituperios a
su corresponsal, analiza el núcleo del tema de la apropiación inte-
lectual, subordinándolo a las preguntas: ¿qué es lo que, realmente,
puede aprenderse de otros? y, en general, ¿qué tipos de saber inno-
vador puede, un pensador, concebir? Estas cuestiones nos condu-
cen, directamente, a la reflexión bruniana de la Cúbala del Caballo
Pegaso, diálogo ético que, como veremos, recorre algunos de los
aspectos mencionados. En la parte final de esta presentación,
volveremos a las preguntas cartesianas.
Alejandra Velázquez • 101
La figura del asno en lafilosofíade Bruno
El tema de la ignorancia —y la ambigüedad que la reviste, como
condición, punto de partida del legítimo saber y promotora de la
actividad; pero también como pasividad, inercia e indolencia— es
el núcleo de la Cabala del Caballo Pegaso. La obra fue publicada
en Londres, en 1585, un año después de la aparición de La expul-
sión de la Bestia Triunfante de la que se considera su culminación,
en la medida en que lleva a sus últimas consecuencias la crítica al
cristianismo pero, sobre todo, porque desarrolla un asunto volunta-
riamente postergado por el nolano, es decir, el de la ignorancia.
De acuerdo con Miguel A. Granada, La Cabala nos presenta
. .una disquisición profunda (cabala) en la que se revelan los dis-
tintos significados del caballo pegaso, es decir, del asno y de la
asinidad, ya que [aclara Onorio, personaje que representa al asno en
el diálogo segundo de la obra] por el honor y la facultad de las alas
no han querido algunos, que tienen a ese animal por cosa indigna,
llamarlo asno, sino caballo pegaso".2 Tanto en la Cabala como en
algunas obras anteriores, entre las que se encuentra La cena de las
cenizas, el asno es una figura simbólica ambivalente, de tal modo
que —aclara Granada—, en su sentido general, ocupa un lugar es-
tratégico entre la sabiduría, la verdad y la prudencia; en tanto que,
en su sentido concreto, la asinidad está representada por el cristia-
nismo y sus aliados, el aristotelismo y el escepticismo. 3
De acuerdo con Bruno, la ignorancia y la asinidad se hermanan
en cuanto comparten el suelo común de la ambivalencia. El contex-
to literario que rodea a La Cabala, tanto el remoto como el inme-
diato, muestra el complejo simbolismo que tal animal entraña.
Nuccio Ordine, en su reconocida obra La cabala delVasina? reco-
rre mitos, anécdotas y algunas obras de la literatura clásica, para
reconstruir el significado simbólico del asno, mismo que expone
La asinidad positiva
Porque nuestro saber es ignorar o por-
que no hay ciencia de nada y no hay
aprehensión de verdad alguna o por-
que si hay acceso a ella no lo hay más
que por la puerta que nos abre la igno-
rancia, la cual es a la vez el camino, el
portero y la puerta.8
Mediante estas palabras de Saulino, personaje también presente en
la Expulsión de la Bestia Triunfante, Bruno propone en la Cabala la
asinidad positiva como una condición de la sabiduría o, todavía más,
como parte de la sabiduría misma. La asinidad o ignorancia, como
mediadora entre el saber y la verdad, es un atributo de la verdadera
sabiduría humana. Gracias a esta conciencia de la propia limita-
ción, así como al espíritu paciente, humilde y constante, el hombre
puede alcanzar la verdad mediante su acción permanente sobre la
naturaleza.
Los atributos del asno son, así, los que convienen al hombre que
aspira a alcanzar la verdad, esto es, al filósofo. Por ello, a quien le
interese esta senda, sigue Saulino: "...le es absolutamente necesa-
rio ser sobrio y paciente y tener mostacho, cabeza y espalda de asno;
debe tener el ánimo humilde.. .",9 en suma, debe poseer la disposi-
ción requerida para llevar a cabo la esforzada tarea del conocimien-
to, ya que, a la contemplación de la verdad, continúa Saulino: fi\. .se
elevan unos por la vía de la doctrina y el conocimiento racional, por
la fuerza del intelecto agente que se introduce en el ánimo excitan-
do la luz interior."10 Tarea tal no puede ser efectuada desde el ocio,
la inmovilidad o el estancamiento. La pasividad se identifica con lo
negativo, en tanto que la acción se identifica con la sabiduría, pues
ésta es el medio para el conocimiento de la realidad natural conce-
bida como ". ..la inmersión en el movimiento incesante de lo natu-
ral, único mediador con la divinidad absoluta y trascendente a la
8 7 M . , p . 108.
9Ibid., p, 102.
10 /¿)/t/.,p. 108,
104 • Ignorancia y conocimiento en la Càbala del Caballo Pegaso
cual se intenta llegar [a través del] conocimiento del vestigio natu-
ral en que se ofrece."11 Sin embargo, este tipo de asno es muy raro;
la asinidad positiva del esfuerzo permanente vuelto a la conquista
del saber, a través de la mutación natural, . .transformándose mer-
ced al conocimiento de la realidad natural en que se sumerge.,. 12
reclama una altura y fuerza de espíritu que sólo poseen los escasos
auténticos buscadores de la sabiduría.
En suma, el elogio bruniano de la asinidad, dirigida a la asinidad
positiva, se deriva del principio de la mutación universal y de su
correlato en la esfera del hombre, quien no puede dejar de expresar
en su vida el movimiento, la mutación y la actividad de la vida uni-
versal. La cabal comprensión que conduce a la búsqueda de la ver-
dad tiene como base cierta clase de ignorancia, que nos remonta,
sin duda, al Gusano, cuyas palabras resuenan fuertemente en Bru-
no: ".. .a ningún hombre, por más estudioso que sea, le sobrevendrá
nada más perfecto en la doctrina que saberse doctísimo en la igno-
rancia misma, la cual es propia de él. Y tanto más docto será cual-
quiera cuanto más se sepa ignorante."13 La concepción del saber
como ignorancia, que posee uno de sus más significativos capítulos
en Bruno, llegaría, desde luego a Descartes, quien nos lega numero-
sos pasajes en los que expresa una idea positiva de la ignorancia, la
cual resulta preferible que poseer conocimientos erróneos o ignorar
la propia carencia de saber. Así, confiesa en su Discurso que, tras
haber terminado sus estudios "Tantas dudas y errores me embarga-
ban que, habiendo intentado instruirme, me parecía no haber alcan-
zado resultado alguno si exceptuamos el progresivo descubrimiento
de mi ignorancia."14
La asinidad negativa
Si a la contemplación de la verdad algunos se aproximan, como
hemos visto, por la vía de la doctrina y el conocimiento racional,
cuyo conducto es la senda esforzada que se inicia en la ignorancia
sapiente, también es cierto que, señala Bruno, otros:
...están afectados de esa ignorancia llamada de simple negación
y tales individuos ni saben ni presumen de saber; otros [padecen]
de la llamada ignorancia de prava disposición y los tales cuanto
menos saben y más embebidos están de falsas informaciones tan-
to más creen saber, por lo que para informarse de la verdad nece-
sitan de un doble esfuerzo, esto es, deben abandonar el hábito
contrario y adquirir el otro. Otros individuos están afectados de
aquella ignorancia ensalzada como adquisición divina y son los
que ni afirmando ni pensando saber, resultan ser verdaderamente
doctos por reducirse a aquella gloriosísima asinidad y locura,17
2Í> F. Alquié nos informa que Sébastien Basson, en 1621, había publicado una
obra en contra de la filosofía aristotélica. Lucilio Vanini (1585-1619) fue, como
Bruno, condenado a la hoguera. En lo que toca a estos tres últimos nombres del
listado no queda duda del tributo de Descartes a la defensa de las ideas propias» sin
menoscabo de sus consecuencias. F. Alquié, editor (selección y notas) de la ver-
sión francesa de las obras de Descartes (Descartes; Œuvres philosophiques..op.
cit., vol. I. p. 274, notas 2 y 3).
27 AT I, 158, Trad. de la autora de la versión francesa de F. Alquié (selección y
notas)» de las obras de Descartes (Descartes: Œuvres philosophiques..., op. cit.,
vol. I, pp. 273-274).
112 • Ignorancia y conocimiento en la Cúbala del Caballo Pegaso
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Fantasía, imaginación y vínculos mágicos
en Giordano Bruno
• E R N E S T O P R U N I SAISÓ
1 Giordano Bruno. "De magia* ' » en Cause, Principie and Unity. Cambridge,
Cambridge Univcrsity Press, 1998, p. 142.
2 Cf. G, Bruno, op. cit., p. 105.
3 /¿/rf.,p. 132.
4 Cf. CJ. Bruno, "De vinculiis in genere" en Cause..., p. 158.
5Cf.Ibid.,p. 149.
113
114 • Fantasía, imaginación y vínculos mágicos en Giordano Bruno
ra.5 Así, los vínculos se presentan como momentos específicos den-
tro del flujo del tiempo, que hacen de la magia no un dominio sobre
las fuerzasfísicas,espirituales o divinas, sino la capacidad de perci-
bir y reconocer la naturaleza de esas conjunciones. Dirá Bruno en
De vinculiis in genere:
Incluso un estúpido y romo de pensamiento puede ver la belleza
de las cosas naturales y artificiales, aunque no pueda, al mismo
tiempo, asir y admirar el talento que ha generado todas las cosas.
Para el, "las estrellas no hablan de la gloria de dos." 6
- G. Bruno. "De vinculiis in genere" en Cause, Principie and Unity and Essay
on Magia P. 155.
9 Cf Joan P. Coluano, Eros and magia Translated by Margare! Cook, Chicago.
The University of Chicago Press, 1987, p. 58 y Robert Klein, La forma y lo inteli-
gible. Trad. de Inés Ortega Klein, Madrid, Taurus, 1990, p. 69.
116 • Fantasía, imaginación y vínculos mágicos en Giordano Bruno
Para explicar esta novedad a profundidad, es necesario que nos
detengamos a examinar algunas de las ideas sobre las que se cons-
truirá la psicología renacentista y, en particular, su teoría de la sen-
sibilidad, a partir de la cual Bruno no sólo reflexiona sino sobre la
que construye su propia tesis.
Una de las constantes del pensamiento renacentista es la inquie-
tud por la intermediación. Es decir, por aquello que teje la red de
relaciones entre los dos niveles básicos de la realidad: el divino y el
material.; La preocupación no es nueva, por supuesto, las fuentes
herméticas de la filosofía del renacimiento ya apuntan en esa direc-
ción. En el famoso pasaje del diálogo hermético Asclepio, que reco-
ge Giovanni Pico, se dice del hombre: "Tal es su posición, su
privilegiado papel intermedio, que ata (diligat) a los seres que 1c
son inferiores, y es amado por aquellos que le son superiores."10
Pero si el hombre, como totalidad y en esencia, posee un papel in-
termedio, dentro de él mismo hay algo que realiza esa función de
intermediación y atadura entre los dos planos de su propia existen-
cia: esa es la labor de los sentidos interiores y de su vehículo, los
espíritus.
Sabemos que Aristóteles distingue una serie de funciones dentro
del alma humana que explican el proceso de la percepción: el senti-
do, la memoria y la fantasía, que terminan por desembocar en el
juicio.11 Este esquema básico será retomado más adelante por Plotino
que integrará esta visión aristotélica con el concepto de pneuma
estoico. Así, explica Summers, "Para Plotino este cuerpo pneumático
era la forma somática que el alma retiene de los astros en su descen-
so hasta la tierra. Una vez en la tierra media entre las partes supe-
riores y las inferiores*'.12
De esta manera, las funciones del alma aristotélica —sentido,
memoria, fantasía y juicio— serán las funciones de un nuevo cuer-
po sutil, colocado entre la pura materialidad de los sentidos exterio-
res y la inmaterialidad del nous.
15 Jerome Langford, Galileo, Science and the Chitrch. Ann Arbor, University of
Michigan Press, 1992.
1(1 Klaus Fischer, Galileo. Münchcn, Beck Verlag, 1983.
17 Lloyd Motz y Jefíerson llano Weaver, The Stoty of Physics. Nueva York,
Avon Books, 1989.
18 Alberto Elena, introducción a una compilación de textos de Copérnico, Digges
y Galileo, Opúsculos sobre el movimiento de la tierra. Alianza Editorial, 1988, citado
por Oscar K. Ornelas, "Vuestro miedo al juzgarme es mayor al mío de ser juzgado:
Los 400 anos de Giordano Bruno" en El Financiem, 21 de julio de 2000, p. 50.
v> W. F. Bynum, E. J. Brownc and Roy Porter, A Dictionary of the History of
Science. Macmillan, 1981,
Mauricio Schoijct • 129
De esta breve revisión de textos surge que la mayoría no lo con-
sidera un científico, ni un mártir de la ciencia. Citan poco sus hipó-
tesis cosmológicas. Su relación con la historia de la ciencia, si es
que la hay, parecería por lo menos problemática.
La idea de la pluralidad de los mundos es muy antigua. Ya la
habían sugerido algunos de los antiguos griegos, como Leucipo y
Demócrito, que no sólo creyeron en ésta sino en su impermanencia,
con lo cual se formarían algunos mientras desaparecían otros,20 una
idea que ha reaparecido en el desarrollo moderno de la astronomía.
Aparentemente Bruno habría sido el primero en recuperarla en los
comienzos de la ciencia moderna.
Cabe mencionar que Mondolfo lo considera, junto con Francis
Bacon y Baruch Spinoza, como un precursor del materialismo his-
tórico.21 También tuvo ideas políticas radicales que se expresaron
en una crítica a la conquista europea del Nuevo Mundo, de manera
similar a la del gran humanista español Luis Vives. Escribió en su
Cena que los europeos perturbaron la paz de los nativos, aumenta-
ron sus defectos a través del comercio, introdujeron nuevos vicios,
propagaron por la violencia nuevos desatinos, impusieron la fuerza
sobre la razón c introdujeron nuevos instrumentos y recursos para
tiranizar y asesinar.22
Las preguntas
¿Cuáles serían las preguntas fundamentales que podríamos hacer-
nos acerca de Giordano Bruno?
¿Fue un científico? Si respondemos de manera afirmativa, cabe
preguntar si fue un mártir de la ciencia, pero su calidad de científi-
co no implica necesariamente la segunda. Lo sería si y sólo si sus
proposiciones científicas hubieran sido un motivo importante para
su condena. Y last but no! leasu haya sido o no un científico, o sea
incluso si fue solamente un filósofo o un teólogo, si admitimos que
filósofos y/o teólogos pudieron haber jugado un papel en la historia
de la ciencia, ¿cuál es su relación con la historia de la ciencia, qué
papel jugó en esta historia?
2<i 1 léléne Védrinc, "La nouvelle image du monde: de Nicholas de Cusa jusqu'a
Giordano Bruno", en Francois Chatclct, comp., Histoire de la philosophie, París,
llachette, 1972, vol 11.
Mauricio Schoijet # 135
Bruno se inspiró en una antigua fuente greco-egipcia. No sabe-
mos casi nada del autor o autores de un texto atribuido a, o supues-
tamente inspirado por Hermes Trismegisto, nombre griego del dios
egipcio Toth, excepto que pudo haber sido un greco-egipcio del si-
glo ni dC. Dentro de una espesa envoltura mística propuso una tesis
fundamental del materialismo, la del movimiento como propiedad
intrínseca de la materia. Bruno extendió esta sugiriendo que todos
los cuerpos celestes tienen un movimiento de rotación.
Copérnico llevó a cabo una operación de dcscentramiento que
transformó la Tierra en un planeta, es decir un miembro de una
clase de objetos dentro del sistema solar, y ya no centro del univer-
so. Pero su teoría no era incompatible con la transferencia al sol de
esta posición central, ni con el carácter único del sistema solar. El
copernicano inglés Thomas Digges dio un paso más en su Perfil
Description of the Ccellestial Orbes, publicado en 1576. Introdujo
la idea de un universo infinito, en el cual las estrellas ya no estaban
pegadas a una esfera sino diseminadas más allá de ésta. Sin embar-
go, el universo de Digges retenía algunos rasgos de la concepción
antigua, ya que el sistema solar seguía siendo único y ubicado en un
centro, mientras que la distancia entre estrellas vecinas era menor
que la existente entre el sol y la esfera.26
Bruno socavó esta posición implícitamente moderada de
Copérnico, así como el híbrido de Digges, volviéndose el seguidor
más radical de Copérnico. No hay evidencia acerca de ello, pero se
podría especular sobre la posibilidad de que la audacia de sus hipó-
tesis haya sido un factor en su condena. Probablemente no fue ca-
sual que después de ésta la posición de la Iglesia católica sobre el
coperuicanismo, inicialmente tolerante o indiferente, se hubiera
vuelto despiadadamente hostil.
Podemos conjeturar que ello pudo haberse debido a que Bruno
desarrolló todo el potencial subversivo que estaba implícito en las
ideas de Copérnico, en otras palabras liquidando tanto el carácter
único del sistema solar como su posición central en el universo.
También liquidó la esfera celeste, que Copérnico solamente había
agrandado y desplazado hacia una posición mucho más lejana. Con
ello socavó la localización material del Cielo teológico y del Trono
76 T. Kuhn, The Copernican Revolution, pp. 233-234.
136 • Revalorización del gran ninguncado Giordano Bruno
de Dios. Nuestra visión actual del mundo comenzó con la demoli-
ción copernicana del geocentrismo, pero Bruno hizo la contribu-
ción más importante para llevar a término su construcción.
En realidad Bruno no afirmó que el centro del universo no exis-
tiera sino que estaba en todas partes. Se trata de una diferencia pu-
ramente verbal. En tanto que no sabemos si el universo es finito, la
visión actual es la de Bruno y no la de Copérnico: no sabemos si el
universo tiene un centro, pero para cualquier efecto práctico es como
si no lo tuviera, y nadie piensa actualmente que el sistema solar sea
el centro del universo.
La idea de que el universo tiene un centro desaparece en los
cosmólogos posteriores a Bruno, y recibe el golpe de gracia cuando
se comienzan a calcular las distancias de las estrellas. Cuando se
establece que están a distancias diferentes, con ello se desvanece
finalmente la realidad material de la esfera celeste, por consiguien-
te la idea de un centro de esta esfera.
Hay un problema importante en la historia de la ciencia, hasta
ahora ignorado por los historiadores. Como lo mencioné, la verifi-
cación de las hipótesis de Bruno parece haber avanzado de manera
gradual, durante un largo período histórico, sin que nadie mencio-
nara la existencia de su autor. ¿Quién fue el primero en percibir que
Bruno ñie el primero en formularlas? Y ¿por qué no mencionan los
libros de historia de la ciencia que nuestra visión del mundo es la de
Bruno y no la de Copérnico?
30 Cari Pfluger, "Considcr the Crank" en Harper 's, noviembre 1991, pp. 23-27;
originalmente publicado en Southwesf Review, Dallas, Southern Mcthodist
Univcrsity.
Mauricio Schoijct • 141
A diferencia de los casos de Copérnico, Galileo y Newton, que
escribieron gruesos volúmenes de contenido científico, la contribu-
ción científica de Bruno puede escribirse en una o dos páginas, pero
tuvo un efecto trascendental sobre nuestro visión del mundo. No
fue, como lo sugiere el Dictionary ofScientific Biogmphy un pre-
cursor, sino el fundador más importante de la actual visión del mundo,
el líder revolucionario que liquidó la idea de un centro del universo
y de la posición única del sistema solar.
Esta revolución ideológica es inseparable de la científica, y si es
así, si este cambio trascendental no sólo significó la elaboración de
una nueva teoría del movimiento y del sistema solar sino una nueva
visión del mundo, entonces Bruno tiene que ser considerado un per-
sonaje de la misma importancia que Copérnico, Galileo y Newton.
Si ello no ha sido reconocido hasta ahora, tal vez sea porque a veces
los efectos de la persecución no terminan con el asesinato del per-
seguido, sino que duran siglos.
Presentación
El caso particular del atomismo, como aquella noción que apunta a
la existencia de entidades últimas en la naturaleza, me ha servido
para ofrecer un ejemplo de las continuidades y discontinuidades
que han acaecido a lo largo del transcurso de la historia de la filoso-
fía. He decidido usar este ejemplo porque a pesar de los casi cien
años que median entre los dos filósofos que a continuación mencio-
naré, podemos descubrir en sus escritos, tanto ideas compartidas
como ideas totalmente encontradas tales filósofos son Giordano
Bruno (1548-1600) y George Berkeley (1685-1753).
Para comenzar quiero señalar la discontinuidad existente en las
propuestas de ambos autores; la materia puede verse como un ele-
mento de ruptura entre los mismos y de esto se siguen los distintos
tipos de atomismo a los que se refieren; mientras Bruno nos habla
de un atomismo material, Berkeley rechaza la materia y su atomismo
será, entonces, "perceptual". Esto es, sus supuestos ontológicos son
totalmente diferentes; sin embargo, habrá una fuerte similitud en su
forma de concebir los átomos y es en esto donde me parece que
radica su continuidad. Posiblemente Berkeley leyó a Gassendi quien
recuperó en su traducción de Epicuro el atomismo griego. Este tipo
de atomismo fue de gran importancia para Bruno y los renacentistas;
sin embargo, no me quiero comprometer con la afirmación de que
Berkeley, en efecto, tuvo conocimiento de ciertas tesis brunianas y,
más aún, que las recuperó, pienso que Gassendi fue quien propia-
mente estableció la conexión entre ambos pensadores.
143
144 • Continuidad y discontinuidad en la historia de la filosofía
Discontinuidad ontológica: el atomismo bruniano y el
atomismo berkelcyano
Bruno
En su libro The cosmology of Giordano Bruno, Paul-Hcnri Michel1
nos da un recuento de lo que es el atomismo bruniano; el autor nos
dice que en su dedicatoria a Candelato (1582), Bruno escribió:
El tiempo quita y da todo. Todas las cosas cambian. N a d a es
aniquilado. Sólo la unidad es incapaz de cambiar; sólo la uni-
dad es eterna y es capaz de persistir eternamente una, unifor-
m e e idéntica.2
Así, podemos ver que los supuestos que Aristóteles sostiene en este
argumento son que los átomos no pueden tener partes, por lo que no
pueden hallarse en un continuo y que, de ser extensos, deberán ser
divisibles al infinito.
Ahora bien, Bruno fue muy influenciado por Cusa y sus pro-
puestas sobre la identificación de lo matemático con lofísico,error
que parecía fundamental en la argumentación aristotélica contra el
atomismo pues, según Sennert lo había mencionado ya, Aristóteles
parecía haber adscrito equivocadamente las características del conti-
nuo matemático al de los existentesfísicosen acto. Según Sennert,
matemáticamente un continuo sí es divisible al infinito, pero si se
realiza la división en un cuerpo sensible, se tiene que llegar necesa-
riamente hasta partículas que no puedan dividirse más.12
Por otro lado, Bruno, como señalé, mantuvo un vínculo muy
importante con los atomistas griegos, al afirmar que los objetos
evidentes de la percepción sensorial, son compuestos, formados por
elementos mínimos. Sin embargo, a diferencia de los atomistas,
Bruno afirmaba que las bases para aceptar el concepto de "átomo"
deben ser lógicas y nofísicas.Esto es, nosotros debemos aceptar el
concepto de átomo, no porque podamos llegar a él por medio de la
divisiónfísicade un cuerpo, ya que nunca tendremos la certeza de
que la divisiónfísicaque realizamos ha llegado hasta un indivisi-
ble; sino que, debido a que se mantiene el presupuesto de que el
cuerpo es un compuesto debe, en consecuencia, haber partes míni-
ma que sirvan como el principio necesario de cualquier compuesto.
Esto lo afirma Bruno, en De la causa, principio y uno, de la si-
guiente manera:"Es necesario, por tanto, que haya un principio de
la existencia de todas las cosas existentes.113
11
Cf. I. Leclcrc, The nature or physical existence. Great Britain, Clarke, Doble
&BrendonLtd, 1972, p. 167.
12 En I. Leclerc, op. cit. se cita, de Sennert, Epitome sciential natural ist 1633,
la. edición, 1618.
n En G. Bruno, De la causa, principio y uno, Dial. IV
150 # Continuidad y discontinuidad en la historia de la filosofía
Pero eso no es todo, existe otro cuerno del dilema que es el si-
guiente: si los átomos fueran inextensos, ¿cómo pueden constituir
los objetos sensibles extensos? La extensión no podrá generarse de
70 G. Berkeley, Comentariosfilosóficos439.
Ibid.,p.l(l
154 • Continuidad y discontinuidad en la historia de la filosofía
lo que no la tiene, dirá Berkeley, por lo que no puede aceptar ese
lado del dilema tampoco.
Así que Berkeley opta por postular la existencia de mínimos
perceptualcs, indivisibles y extensos. Asimismo, nuestro autor con-
vergerá con la propuesta bruniana al enfrentarse al problema de la
divisibilidad al infinito: en la época de Berkeley, la noción de infi-
nitesimal era comúnmente aceptada entre los matemáticos pero la
misma nos lleva, según la doctrina berkeleyana, a aceptar que los
objetos de la percepción, siendo finitos, están compuestos por un
infinito de partes y esto, le parece una contradicción manifiesta.
Así que intentemos, con Robles, reconstruir el problema tal y
como se le presenta a Berkeley:
.. .en caso de suponer que los mínima sensihilia sean parte cons-
titutiva del objeto de percepción (que es el que parece ser el su-
puesto más acorde con las tesis de Berkeley) y, según hemos visto
con respecto a los mínima visibilia, en caso de que estas entida-
des tengan extensión, ¿cómo se presenta ahora el problema de la
divisibilidad infinita?... consideremos un objeto de percepción
visual formado, entre otros, por los mv y a?, que podemos su-
poner contiguos en la presentación total, ¿no podríamos, de este
agregado a y a2, formar el mínimo visible a3, constituido en par-
te por a, y en parte por a ? ? ?2
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