Despale y Frontera Agricola

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El despale acecha Nicaragua

Es considerado el tercer problema más grande del ecosistema

El planeta podría quedarse sin oxígeno en pocos años, gracias al maltrato


ambiental que por años ha provocado el ser humano.

Varias zonas boscosas de San José de Cusmapa, en Madriz, son víctimas del
despale, según pobladores de esta localidad. San Lucas y Somoto no se
quedan atrás. Sus caminos son fieles testigos de los camiones que pasan a
toda hora del día cargados con madera.

El despale ambiental es una de las situaciones más crueles hacia la madre


naturaleza. De acuerdo con el especialista en temas ambientales, Kamilo
Lara, el despale es sinónimo de deforestación y esto se traduce como el
saqueo de los recursos forestales cuando no hay un plan de manejo aplicado.

“Nosotros podemos hacer un aprovechamiento del bosque de manera


sostenida, pero eso no es despale porque es en base al análisis de la
capacidad de extracción de la madera”, expresa Lara.

En tercer lugar

Los problemas ambientales no cesan en este país, la basura o desechos


sólidos son unos de los mayores problemas ambientales, a esta lista le sigue
la contaminación del agua y en el tercer lugar se ubica el despale
indiscriminado.

“El despale ha causado un gran impacto ambiental porque se ha venido


haciendo sin una planificación estratégica, y eso lamentablemente nos lleva
a las cifras aterrorizantes que enfrenta actualmente el área verde del
país”, aclara el experto.

La cultura de cocinar en fogones con leña es una de las principales razones


por las que ha incrementado el despale indiscriminado, a pesar de que hemos
tenido un cambio en cuanto a las opciones de cocinar en Nicaragua, un buen
porcentaje de la población aún hace uso de la leña.

“Managua es uno de los departamentos más consumidores de leña en el país,


la gente está acostumbrada a este estilo de vida, a pesar de que ahora
tienen la opción de cocinar en las estructuras ‘Lorena’, construidas con lodo
y arena las que fueron fabricadas pensando en que a la hora de la cocción se
gastara menos leña porque estas mantiene mayor calor, pero no ha habido
tanta aceptación de estas por parte de la población, entonces se sigue
consumiendo mucha leña”, asegura Lara.

Mafias madereras

Otras de las razones por las que Nicaragua pierde sus bosques, afirma Lara,
es por las mafias madereras, los incendios forestales y la falta de
protección a las áreas verdes, como los guardabosques, lo que se da a causa
de la falta de recursos económicos.

“En el occidente del país podrían existir algunos sitios desérticos, para el
año 2020, y la frontera agrícola podría tomar más auge en la región del
Caribe, esta es una situación alarmante que hay que tener muy en cuenta”,
finaliza el ambientalista.

Cifras que alarman

Según Lara Nicaragua tenía alrededor de 8 millones de hectáreas de


bosques en 1950, a la fecha ha reducido su cobertura boscosa hasta 3.76
millones de hectáreas, significa que en el país hemos acabado con el 62% de
la masa forestal boscosa original.

Anualmente se despalan 65,000 mil hectáreas en territorio nacional. “Estos


son datos alarmantes, porque nos encontramos en una situación contra el
reloj, la reforestación que es una herramienta clave para disminuir el
despale apenas andará como en 20,000 hectáreas cada año, a lo sumo
25,000 mil y eso que Nicaragua se ubica como el país que posee la tasa de
reforestación más alta a nivel centroamericano”, recalca Lara.

Bosawás pierde 42 mil hectáreas por año

La que podría ser la principal joya de Nicaragua comienza a perder su brillo.


Se trata de la reserva de biósfera de Bosawás, el bosque tropical más
grande del país, pulmón de Centroamérica y patrimonio de la Humanidad,
según declaración de la UNESCO de 1998.

Un informe publicado por la Agencia Alemana para el Desarrollo Sostenible


(GIZ) y por la UNAG, revela que Bosawás ha perdido, desde 1987 hasta
2010, más de 564 mil hectáreas de bosque, con un promedio de pérdida de
más de 42 mil hectáreas anuales desde 2005. La agricultura y ganadería, la
tala ilegal, el negocio de la tierra y el olvido gubernamental amenazan en
convertir a Bosawás en un desierto.

La reserva tiene una extensión total de 20 mil kilómetros cuadrados, casi


del tamaño de El Salvador y más del doble de la dimensión del Gran Lago de
Nicaragua. Representa el 14% del territorio nacional. El informe de la GIZ-
UNAG analiza las causas de la deforestación y el avance de la frontera
agrícola en las zonas de amortiguamiento y zona núcleo de Bosawás. El
estudio coordinado por el investigador Marcial López, demuestra
exhaustivamente cómo el bosque ha perdido terreno en Bosawás, pasando de
más de un millón 604 mil hectáreas en 1987 a un millón 039 mil en 2010.

Sólo en el quinquenio 2005-2010, Bosawás perdió más de 42 mil hectáreas


de bosque anuales. En cuanto al bosque virgen de la reserva, éste pasó de un
millón 170 mil hectáreas en 1987, a 832,237 en 2010. Es decir que hasta esa
fecha se había perdido un total de 3,379 kilómetros cuadrados de bosque
virgen, más de tres veces el tamaño del Lago de Managua.

Las principales causas de la pérdida de bosque en Bosawás son el avance de


la frontera agrícola, el aumento de la actividad ganadera, la especulación
con el uso de las tierras en la zona, la tala y el comercio ilegal de madera,
pero también las concesiones legales que se entregan bajo oscuros
acuerdos. Sin embargo, el estudio advierte que la especulación con las
tierras de la región puede ser una amenaza más grande para Bosawás que la
ganadería o la extensión de cultivos de granos básicos.

“La ganadería no es ni la mayor, ni la única amenaza que presiona el cambio


de uso del suelo en este territorio”, se advierte en el estudio. “Es más
amenazante la ocupación y el tráfico ilegal de propiedades, la tendencia
rentista de la tierra que propicia la ampliación de áreas para alquilar, recibir
ganado de terceros, sembrar granos básicos, vender y avanzar descremando
los remates y otras formas especulativas y extractivas de los recursos”, se
lee en el informe.
Una red que destroza el bosque

Hay ocho municipios que forman parte del perímetro de Bosawás. Entre los
municipios más importante de la zona están los del Triángulo Minero,
conformado Siuna, Rosita y Bonanza. En esa región se estima que en ese
territorio hay unos 10 mil finqueros, según el Censo Agropecuario Nacional
de 2001, dedicados a la crianza de más de 100 mil cabezas de ganado. Sin
embargo, el autor de la investigación, Marcial López, aseguró en entrevista
con Confidencial que el subregistro en la región es tal, que por ejemplo en
Siuna se habla de más de siete mil fincas, pero en las autoridades sólo
tienen registradas 86.

Esa falta de información es el principal problema que afrontan las


autoridades locales para enfrentar el deterioro del bosque de Bosawás. Con
la falta de información comienza toda una intrincada red que incluye a
acopiadores y madereros poderosos de Managua, Estelí, Masaya y León,
ganaderos y agricultores que no tienen interés en conservar los árboles
porque no le generan mayores ganancias, mientras que la venta de la madera
sí; intermediarios, autoridades y funcionarios locales, y pequeños
extractores que, basados en permisos legales emitidos por las instituciones
de Gobierno, extraen madera de forma ilegal que sale por puntos ciegos o
camuflada entre verduras y granos.

“El 40% de la madera que circula en el país es ilegal”, asegura López. “Esa
tala ilegal es el resultado de una actividad en la que participan muchos
actores, aunque muchas veces el extracto se hace con permisos de Inafor,
que usan para camuflar la madera ilegal”, explica López, experto en
desarrollo rural. “Hay una red inmensa de inversionistas privados,
importadores, informantes”, agrega.

Y siempre hay dinero. El hambre por materias primas en las grandes


economías hace que los precios de la madera sean lo suficientemente
atractivos para mantener un negocio ilegal a flote. López no usa el término
mafias para designar a quienes se lucran del negocio, prefiere llamarlos “red
articulada maderera”. Y señala a inversionistas chinos entre los principales
grupos dispuestos a ofrecer el dinero que mantiene aceitada la maquinaria
que destruye Bosawás.
En la rebusca y sin control

El problema de la pobreza también juega contra el bosque. López explica que


en esas regiones del país la gente “anda en la rebusca”, ganarse la vida con
lo que salga, y la tala es una excusa para ganar algo de dinero. O también la
toma de tierras. El autor del estudio cuenta que una de las zonas indígenas
cercanas a Bosawás en 2007 más de 220 familias habían colonizado una
espacio de tierra, pero que para el periodo 2010-2011 el 80% de esas
familias ya no estaban en la zona colonizada. “El tráfico ilegal de
propiedades es uno de los mayores problemas”, asegura López. “Toda la
actividad de compra-venta de la zona es ilegal”, agrega.

Juega a su favor la falta de control de las autoridades. Nadie se hace cargo


del problema: las autoridades locales porque no cuentan con los recursos ni
la información suficiente, ni el Gobierno porque prácticamente ha
abandonado esa vasta zona del país. El estudio muestra que en Bonanza, por
ejemplo, no hay presencia del Inafor ni del Magfor. Tampoco hay
procurador ambiental, ni Intendencia de la propiedad. “La representación
del Gobierno regional es débil, sus instituciones no tienen mayor presencia,
ni beligerancia; la Procuraduría Ambiental tiene su sede en Siuna, pero no
tiene incidencia en Bonanza, donde ni siquiera llegan, porque no tienen
medios ni recursos para trasladarse”, especifica la investigación.

López asegura que en la zona “nadie regula ni controla” y que esa desidia de
las autoridades es aprovechada “por quienes tienen la plata para hacer el
negocio”, en contraste con los humillantes recursos que se asignan a la
protección del bosque. Recursos que contrastan además con la riqueza que
produce la zona, que según López entre extracción de madera, agricultura y
ganadería suma unos 140 millones de dólares anuales.

Según la investigación GIZ, se estima que en la región hay unos 2 mil


tumbadores de madera preciosa, que trabajan tanto de forma legal como
ilegal, cuyo peso económico se calcula entre 10 y 20 millones de dólares por
año. Luego se desarrolla una larga cadena comercialización y producción, que
incluye alistadores, rastreadores, transportistas, finqueros, negociantes y
que termina en los compradores, que adquieren la madera en la zonas o en el
extranjero. Estos últimos representan un fuerte peso económico de 118
millones de dólares, según datos del Banco Central de Nicaragua (BCN), lo
que representa el 2.5% del PIB. Toda una efervescente actividad que está
matando a Bosawás: la tala forestal se calcula en 70 mil hectáreas en el
país, de las que 42 mil corresponden a los bosques de ese patrimonio de la
Humanidad. Una joya que pierde esplendor a vista y paciencia del país que la
contiene.

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