La Interacción Maestro-Alumno en El Aula.
La Interacción Maestro-Alumno en El Aula.
La Interacción Maestro-Alumno en El Aula.
INTRODUCCIÓN:
Concentraremos nuestra atención en lo que sucede en el interior del aula. El tema es cómo hacer para ir más de
los paradigmas mecanicistas que niegan toda capacidad a los agentes (maestros y alumnos) para determinar la vida
social. O bien son agentes de estructuras que determinan sus prácticas (dime qué lugar ocupas en la institución
educativa y te diré qué haces) o bien se considera que los agentes deciden libremente su acción en función de su
conciencia, objetivos, intereses y estrategias. La interacción en el aula es siempre una mezcla de determinismo y
autonomía.
La relación docente-alumno se caracteriza por una asimetría: el maestro tiene una autoridad sobre sus
alumnos. Los actores sociales no actúan en el vacío, sino que lo hacen en contextos estructurados, es decir que ambos
actúan en el seno de una institución constituida por un conjunto de reglas y recursos que estructuran y en parte
determinan lo que los sujetos pueden o no hacer.
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Existe una gran cantidad de grillas de observación que incorporan elementos como los gestos, las miradas, el
tono de voz, etc.
El uso de estas técnicas afirma que la capacidad de aprendizaje de los alumnos es inversamente proporcional
al nivel de dependencia que tienen con el docente, es decir, cuanto mayor es la dependencia de los alumnos respecto al
docente, menos probabilidades tienen los primeros de desarrollar sus propias estrategias de aprendizaje.
Para comprender lo que fabrica la escuela no basta con estudiar los programas, los roles y los métodos de
trabajo, también es necesario captar la manera con que los alumnos construyen sus experiencias, a través de los cuales
se construyen a ellos mismos.
Entre las críticas que se hacen es que mediante estas técnicas sólo pueden medirse lo que se observa, es decir
conductas y comportamientos. Las intenciones y los significados a lo que hacen, quedan fuera del análisis. Sólo
permiten captar aquello que puede ser medido y cuantificado. Las miradas y los gestos no son observadas por el
investigador.
Entonces Marco Polo habló…..la cantidad de cosas que describió de un pedacito de madera por ejemplo: tipo
de maderas, creció en años de sequías, una yema destruida por una helada, como fue tallado, etc.
Esta técnica pre-estructurada de observación olvida que el lenguaje tiene una cualidad estructural, está
indexicalizado, es decir, no se desprende de su contenido intrínseco, sino que solo aparece en el de la situación y
contexto de actuación. Si un maestro le pregunta a un alumno ¿Qué estás haciendo?, cuando los otros están
escuchando una explicación, lo que quiere decir es ¿Por qué no estás escuchándome?. La misma pregunta tiene otro
significado durante una clase experimental de ciencias naturales.
La mirada del antropólogo tiende a la exhaustividad, llamada “etnográfica” comienza con un amplio ángulo de
visión, luego va enfocando aquellos aspectos que les interesa indagar.
Para ver a una cosa hay que comprenderla. El salvaje no puede percibir la Biblia del misionero…Si viéramos
realmente al universo tal vez lo entenderíamos.
La investigación antropológica del aula, lo mismo que el análisis de interacción, comienza con la descripción.
El primero se rige por categorías de observación predefinidas. El segundo está abierto para la construcción de nuevas
categorías a medida que va avanzando en la observación.
Las críticas de los interaccionistas-cuantitativistas dicen que la observación exhaustiva de situaciones no
permite realizar extrapolaciones o inferencias que vayan más allá de las situaciones observadas.
En realidad detrás de la disputa entre partidarios de diversas técnicas de observación está la disputa teórica
acerca de cómo rendir cuentas de las prácticas y procesos sociales. Tanto el Conductismo que descompone la
interacción escolar en unidades muchas veces carentes de sentido como la observación exhaustiva y cualitativa de la
tradición antropológica no alcanzan a rendir cuentas de la lógica y significado de las prácticas sociales.
Entonces, lo que puede hacerse mediante el uso de estas técnicas analíticas depende de la capacidad de “ver” y
de “interpretar” que tiene el observador y no tanto de las cualidades de las técnicas de observación empleada.
El secreto está en clavar la mirada en el aspecto decisivo de un objeto y construir el discurso entorno.
3. Expectativas recíprocas
Todos nos parecemos a la imagen que tienen de nosotros.
Los maestros y los alumnos no sólo se definen por lo que objetivamente son sino por el modo en que son
percibidos. Para entender la lógica de la práctica pedagógica no basta con tomar en cuenta las características
materiales de los actores (edad, sexo, etc.) sino también sus cualidades simbólicas por ejemplo las que distinguen a un
maestro exigente de uno permisivo, según las percepciones de los alumnos. En la interacción, los agentes producen y
usan una serie de tipificaciones recíprocas, construidas a partir de esquemas de percepción y apreciación de las
cualidades materiales objetivas. Estas tipificaciones no son una simple representación, sino que contribuyen a construir
el objeto representado.
Creo que nos transformamos en aquello que nuestro padre nos enseñó en los tiempos muertos, mientras no se
ocupaba de educarnos.
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Al nombrar y etiquetar, realizamos un acto productivo. En parte contribuimos a constituir aquello que
nombramos. En la docencia pasa lo mismo. El niño se ve en el maestro como en un espejo, pero también se ve a través
de sus padres, hermanos, amigos, etc. El maestro nombrado por autoridad oficial, tiene autoridad particular y esta
autoridad hace que “poner nombre” tenga una productividad particular.
De esta manera docentes y alumnos existen dos veces: son como son, y son como son percibidos, clasificados,
tipificados por los otros.
Toda clasificación no solo produce una jerarquía, sino que por le general está acompañada de una expectativa,
de un resultado esperado con respecto a la conducta de los otros, y esto influye en el tipo de relación que mantengo
con el otro. Si el maestro espera un desarrollo mayor mostrarán los alumnos realmente tal desarrollo.
El hecho de ir a la escuela es vivido de distintas maneras según las características socioculturales de los
alumnos. Un estudio realizado en Bs. As. 1.987 y ante la consigna “cuando veo a mi maestra siento que….” Con
respuestas libres. Se decidió dar 5 valores a la variable del estado o sentimiento expresado por los niños que fueron:
1- Actitud general de aceptación: sensación de bienestar, aprecio, admiración, son factores relacionados con:
nos enseña bien, puedo charlar y hacerle bromas, es buena, es justa.
2- Actitud general de rechazo: sentimiento de temor, reacciones críticas desfavorables, negativas. Relacionado
por un exceso de tareas, castigo, exámenes sorpresa, es injusto.
3- Indiferencia: ningún sentimiento particular.
4- Actitud de ambivalencia de aceptación, valoración y de rechazo/crítica “nos va a dar tarea, por dentro yo
digo qué feo, pero en realidad aprendo lo necesario para comunicarme y conocer el mundo.”
5- Actitud de expectación: interesado y expectante en conocer el estado de ánimo o el humor cotidiano y
variable del maestro, en la predisposición que él cree encontrar en el maestro a partir de ciertos indicadores externos e
inmediatamente visibles tales como el gesto. “Si lo veo de buen humor siento que la voy a pasar bien, pero si la veo de
mal humor no sé que va a pasar ese día”. El sociólogo norteamericano Erving Goffman denomina “fachada personal”,
algunos alumno tienen la capacidad de leer esta fachada y actuar en consecuencia.
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Presentamos algunas indicaciones acerca de la importancia relativa que los sociólogos han asignado al mundo
de las prácticas.
4- Teoría y política
La no observancia de estas dos dimensiones de lo social, estrechamente relacionadas no sólo aumenta la
probabilidad de cometer errores de diagnóstico, (por ejemplo, explicar un conflicto en base a factores “personales”, o
por la acción de un reglamento) sino que también induce a la formulación de políticas parciales, incompletas e
ineficaces.
“Hay que modificar el sistema para cambiar las prácticas de los agentes y sus productos”. Así múltiples
reformas educativas se reducen a transformar leyes, reglamentos, etc., con la esperanza de que las prácticas de los
maestros cambien automáticamente. Muchas veces, después de estas transformaciones estructurales, los agentes no se
acomodan mecánicamente a las nuevas estructuras y por ello, pueden construirse reproductores de las estructuras del
pasado.
Tanto el análisis como la intervención sociopedagógica se dirigen a la transformación de las
“intencionalidades”, “valores y capacidades” y “competencia” de los agentes. (Hay que cambiar al hombre). Apuesta
todo al cambio de valores y conocimientos mediante la concientización y la capacitación. Pero si se dejan intactos los
condicionantes estructurales de la acción, los hombres nuevos no están en condiciones objetivas de cambiar el modo
de hacer las cosas en el sentido deseado porque se lo impiden las normas, la escasez o inadecuación de los recursos
disponibles, los sistemas de autoridad, etc.
En síntesis, necesitamos visiones integrales, complejas para rendir cuenta de las prácticas y para orientar políticas de
transformación eficaces.