La Neutralidad Ciencia
La Neutralidad Ciencia
La Neutralidad Ciencia
La "neutralidad" de la ciencia
Alcira B. Bonilla
Con el término "psicoterapia" (terapia de la psique y por la psique), hacemos referencia ante todo a una
modalidad específica de la praxis de la salud. Si damos al término "psicoterapia" una extensión mayor,
encerramos en él modelos específicos de curación de la psique o de prevención, es decir, nos estamos
refiriendo con esto meramente a un saber de tipo técnico.
Pero este último aspecto no brota sólo de un experimentado ejercicio de la profesión, sino que emana de una
particular intersección de la praxis de la salud psíquica con la actividad científica propiamente dicha. Este
espacio interseccional va a constituir, entonces, el lugar desde el cual se abren las posibilidades de una
investigación psiquiátrica y psicológica propiamente dicha y, por otra parte, el lugar desde donde se plantean las
relaciones de la investigación aludida con la problemática epistemológica y ética como tal.
El tema se encuentra en el centro de la problemática epistemológica y ética contemporánea y, por eso, debe ser
tomado en cuenta por los investigadores en psicoterapia antes de fijar las propias metas, temas y métodos de
investigación. Aunque no se abordarán los problemas éticos y axiológicos particulares que emanan de la
relación terapéutica cotidiana, la consideración de los aspectos elegidos puede, igualmente, ofrecer elementos
indispensables para la elaboración del marco teórico fundamentador de una deontología profesional.
En la actualidad, puede observarse la persistente toma de conciencia por parte de la humanidad del lado
tenebroso del progreso civilizatorio alcanzado. Basta la enumeración de algunos elementos que integran este
pretendido progreso: a) la investigación nuclear y los avances en computación, conjuntamente, se manifiestan
en manera periódica en generaciones siempre renovadas de material bélico que ponen a la humanidad y a toda
especie viviente ante el riesgo de su extinción, en el caso de una guerra total de efectos desvastadores
incontrolables.
b) El abuso de los recursos del medio ambiente, también debido a los hallazgos científico-tecnológicos,
evidencia ya los límites de carga y explotación de los ecosistemas terrestres, al punto de avizorarse como futuro
posible la destrucción del ecosistema global; c) los desarrollos de la ingeniería genética, de la psicología, la
psicotecnología y la psiquiatría, al par que los de la sociología y de la informática, ya citada, posibilitan un
control cada vez mayor de la libre decisión de los individuos, de los grupos y de los Estados mismos. En
expresión de Héctor Mandrioni, por este camino podría llegarse pronto del homo faber actual, a un homo
fabricatus (1)o "robotizado".
El progreso de la civilización, entendida ésta como desarrollo científico tecnológico, alcanza así su estadio
crítico y es puesto en tela de juicio ante la latencia paradójica de peligros extremos para el conjunto de la
humanidad misma.
EL "USO" DE LA CIENCIA
Investigación científica y desarrollo tecnológico sin trabas, por una parte, y supervivencia humana del hombre
por la otra, parece constituir los polos de un conflicto social y plantean el problema de las relaciones entre ética
y ciencia, hoy formulado en los términos de neutralidad o compromiso axiológico de la ciencia. Todo parecería
indicar que en las situaciones-límite a las que la humanidad ha llegado introducen de manera dramática y
compulsiva en la ciencia los valores que ella, en nombre de su propia pureza, había expulsado de su seno.
Porque el conflicto aludido, al igual que el desarrollo científico-tecnológico que lo posibilita, hunde sus raíces
en los orígenes de la modernidad misma, cuando ya perdida la unidad metafísica del ente y lo bueno, David
Hume establece el hiato entre "ser" y "debe ser". (2)
el desarrollo de una conducta práctica en el cual los otros no aparezcan como medios de nadie, sino sólo como
fines y en la medida en que los fines que no sean universales para todos (p. 40-41).
Se trataría, en este último caso, de un uso más que práctico de la ciencia, como lo designa San Martín con
terminología de raíz Kantiana, de un uso humano de la misma.
Volviendo al tema de la neutralidad axiológica propiamente dicho, es en el campo de las ciencias sociales, el
campo, por otra parte y como veremos, en donde cuaja la idea de una Wertfreiheit, o una Wertfreie
Wissenschaft, en donde se encuentra la idea de que las ciencias no implican, ni suponen, ni obligan una acción
determinada. Las ciencias, simplemente, se limitan a proporcionar medios técnicos para conseguir fines puestos
previamente.
Tal apresurada neutralidad de las ciencias, definida sobre todo por las posiciones positivistas, ha recibido una
formulación exagerada y una moderada.
La formulación más radical se apoya en tres supuestos básicos: 1) las ciencias sólo se ocupan de hechos y las
leyes científicas son nada más que generalizaciones empíricas; 2)los hechos son independiente de las teorías o
interpretaciones; 3) entre hechos y valores o normas existe un hiato insalvable en una doble dirección. De los
hechos no pueden derivarse normas, ni sirven para fundamentar valores y, por otro lado, las valoraciones y las
normas no pueden afectar la objetividad de los datos fácticos sobre los que se apoya la ciencia.
Este neutralismo exagerado es algo ingenuo. A nivel valorativo, que es el que nos interesa, Mario Bunge ha
señalado, por ejemplo, que la propia ciencia es ya un valor. También se ha señalado que la metodología
científica es un sistema normativo y esto resulta importante, sobre todo en el sentido de que muchas reglas del
método científico y de los valores de la ciencia son estrictamente reglas y valores morales: por ej., la sinceridad
de las declaraciones de los científicos en los intentos de refutar o falsear teorías.
El neutralismo moderado sostiene que es posible que la investigación científica necesite apoyarse en un sistema
determinado de valores. Por ej., el desarrollo de la ciencia sólo es posible en el marco de un cierto clima natural
y la vigencia de un sistema de valores, como el valor de la libertad de expresión. Pero esta relación entre ciencia
y valores permanece unilateral y extrema, al punto que, en la dirección contraria sigue existiendo un hiato
insalvable: la ciencia puede afectar derivadamente al sistema de valores de una sociedad, pero en sí misma y por
sí misma no crea valores.
LA NEUTRALIDAD
Como decíamos antes, la frase de combate contemporánea Wertfreiheit ("neutralidad axiológica"), no surge de
las ciencias exactas o físico-naturales, a primera vista el ámbito más apropiado para su aparición.
La fórmula arquetípica proviene del trabajo de Max Weber de 1917, El sentido de "neutralidad" valorativa de
las ciencias sociológicas y económicas, aunque ya la había esbozado casi programáticamente desde 1903.
Si bien Weber distingue lúcidamente entre objetividad y neutralidad, postula una heterogeneidad radical entre
el plano axiológico (normas éticas y juicios valorativos) y el de verdades derivadas de las comprobaciones
científicas (empíricas), con la formula siguiente: ...es correcta la distinción entre cuestiones puramente lógicas
o empíricas, por un lado y valoraciones prácticas -éticas o basadas en una concepción del mundo-, por el otro.
Para su comprensión plena, la fórmula debe contextuarse en las discusiones metodológicas y académicas del
medio alemán de la época, con particular referencia a las distinciones Weberianas entre objetividad y
neutralidad y entre la relación de "valor" y "juicio de valor". Tampoco Weber ignora que, en cuanto hombre, el
científico posee valoraciones que determinan su operar profesional, pero estas tomas de posición prácticas no
pueden ser sostenidas científicamente. (4) La investigación científica como tal discierne lo que es (los hechos) y
no está determinada por lo que debe ser (los valores y las normas) ni lo determina. Resumiendo la posición de
Weber, Osvaldo Guariglia en Ideología, verdad y legitimación (5) dice: "en Max Weber está de antemano
excluída toda toma de partido, semejante a la del científico social actual, por un paradigma orientado hacia la
eficacia como más "científico" o más válido que aquel otro orientado hacia la eficacia como más "científico" o
más válido que aquel otro orientado hacia la justicia".
Pero la situación límite ante la que se enfrenta la humanidad hoy y a la que se ha visto conducida por un
desarrollo científico-tecnológico sin coacciones éticas, muestra que no ha existido de hecho una ciencia
absolutamente neutral y que es necesario redimensionar el conflicto planteado en términos de neutralidad
axiológica, por un lado, o de adhesión a una escala de valores cosificada, por otro, en un contexto más amplio
que el tradicional.
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Las propuestas contemporáneas para justificar, atenuar o suprimir la distancia ética y ciencias o, lo que es lo
mismo, para redimensionar el conflicto planteado, reconocen, además de la incitaciones que vienen del campo
fenomenológico con su descubrimiento del "mundo de la vida" (Lebenswelt) como suelo de toda formación
científica, la centralidad de la conocida polémica entre Adorno y Popper, continuada por Habermas y Albert, de
comienzos de la década del 60. (6) Las dos décadas y media subsiguientes proveen de frondosa literatura, cuya
síntesis resulta imposible aquí.
Con el objeto de mostrar alguno de los caminos posibles para el redimensionamiento del conflicto, haremos
referencia a las posiciones de la Escuela de Frankfurt y al punto de vista sistémico adoptado por el
neurofisiólogo Stephan L. Chorover, puesto que ofrecen algunos puntos de contacto que nos interesan destacar.
NECESIDAD DE CONECTAR
El desenmascaramiento más importante, a nuestro entender, de la ciencia contemporánea ha sido el operado por
la llamada escuela o teoría crítica de Frankfurt, que se propone como tarea fundamental la necesidad de
conectar el conocimiento de los procesos sociales y de las investigaciones empírico-analíticas con una
organización racional del comportamiento sociopolítico.
Para los Frankfurtenses, el dualismo entre conocer y valorizar que enarbolan los llamados "positivistas" reduce
el conocimiento racional al campo de las ciencias experimentales. En este sentido, la razón sería, exclusiva y
limitadamente, la función de utilizar con corrección las reglas metodológicas y los conceptos de la lógica
formal. Queda así eliminada toda competencia de la razón respecto de las cuestiones de la praxis social, y, por
ende, se defiende la neutralidad de la ciencia. Pero esta eliminación de la razón implica lógicamente el peligro
que el campo de la praxis sea dominado y organizado de manera decisionista por los políticos de turno, es decir
por los grupos que detentan el poder.
La escuela Frankfurt postula la necesidad de concebir al sujeto cognoscente desde la continuidad de la praxis
social pues tanto él como la realidad objetiva a conocer, son modos del mismo proceso histórico. En este
sentido, Adorno en la Introducción que precede a la publicación de la polémica arriba citada dice: "la ciencia,
incluida la lógica formal, no es sólo una fuerza social productiva, sino también una relación de producción
social" (o. c., 14). Por esto, aclara a continuación, ...lo primero que convendría investigar es si realmente se da
una disyuntiva necesaria entre el conocimiento y el proceso real de la vida. Sino existiría más bien una
mediación del primero respecto del segundo, es más, si lo cierto no será, en realidad que esa autonomía del
conocimiento en virtud de la cual éste se ha independizado y objetivado productivamente respecto de su
génesis, hunde sus raíces en su propia función social (id.).
Para los filósofos críticos de Frankfurt, hay que buscar "en el desacreditado ámbito de lo precientífico", usando
la expresión de Adorno, los intereses latentes que dan lugar al proceso de formación de la ciencia. De esta
forma, resulta imposible concebir una ciencia libre de valores; si los valores no están reconocidos por los
científicos, igualmente el filósofo crítico puede comprobar su existencia subrepticia y dominante. Nuevamente
cito a Adorno: ...así como una postura estrictamente apolítica se politiza en el contexto de las diversas fuerzas
políticas, en la medida que acaba por no ser sino una capitulación ante el poder, la neutralidad en el dominio
de los valores: termina generalmente por subordinarse, de manera no reflexiva a lo que entre los positivista
recibe el nombre de sistema vigente de valores (o. c., 71).
A partir de los trabajos de Horkheimer, la escuela de Frankfurt pone el acento en la relación conocimiento-
interés. Desde los albores de la humanidad, el conocimiento fue el instrumento por excelencia del hombre para
resolver sus conflictos con la naturaleza y con los demás hombres. Hasta el Renacimiento, el interés de la
investigación científica se concibió práctico-ético, pero a partir de entonces, el interés ha sido la dominación del
hombre y de la naturaleza por medio de una actuación regida por los principios del éxito y de la rentabilidad. La
conexión conocimiento-interés no puede ser superada, sino esclarecida mediante la auto-reflexión de la ciencia
sobre sus propias premisas y condiciones de desarrollo.
En esta auto-reflexión puede aparecer como posible la instauración de un interés emancipador, es decir, la
organización de la praxis según principios racionales y humanistas diferentes de la mera discusión técnica sobre
los hombres por parte de aquellos intereses que aprovechan la labor de invención e investigación de los
científicos y su pretendida neutralidad.
CIENCIA Y VALORES
A manera de resumen, citamos un texto de Adorno: ...en tanto que, por un lado, los pretendidos intereses
científicos no son sino canalizaciones y en cierto modo neutralizaciones de intereses extracientíficos que
penetran en la ciencia en versión atenuada, el instrumental científico que proporciona el canon de lo que debe
considerarse como científico no deja de ser instrumental de un modo inimaginable para la propia razón
instrumental: un medio para responder a preguntas cuyo origen queda fuera del alcance de la ciencia y que, en
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realidad, van más allá de ella. En la medida en que la racionalidad medio-fin de la ciencia ignora el telos
implicado en el concepto de instrumentalismo y se convierte en fin único y exclusivo, contradice su propia
instrumentalidad. Esto es, precisamente, lo que la sociedad exige de la ciencia (o. c., 28-29).
Como neurofisiólogo, Chorover (7) ha trabajado en programas de control de la conducta de animales y seres
humanos. Los hallazgos técnicos de la psicotecnología contemporánea en sus diversas formas (psicofármacos,
psicocirugía, métodos de condicionamiento conductistas, sociobiología, etc.) es decir, la proliferación de
herramientas materiales y de técnicas disponibles para medir y controlar las ideas, sentimientos y acciones de
los seres humanos evidencian que el poder para controlar la conducta se ha incrementado notablemente en los
últimos años.
A partir de esta evidencia, Chorover no sólo se pregunta por la legitimidad del empleo por estos medios, sino
que su pregunta viene acompañada de la demostración de que siempre ha existido una conexión entre los
esfuerzos por ejercer el poder y de controlar la conducta y los esfuerzos por definir el significado de la
naturaleza humana: ...para entender el carácter fundamental de este nexo, es necesario entender el carácter
del más amplio contexto social del que estos esfuerzos interrelacionados son partes. Hablando en términos más
generales, lo que he intentado ha sido demostrar que la interacción entre significado y poder es un rasgo
constante de la existencia social humana y que su análisis, en cualquier instancia dada, conlleva poner de
manifiesto las conexiones entre los factores conceptuales y materiales que tienden a reflejar los intereses y
objetivos de individuos o grupos relativamente poderosos. La psicotecnología deviene comprensible tan sólo
como parte de un proceso social más amplio dentro del cual las conexiones entre el significado de la
naturaleza humana y el poder del control de la conducta se alterna, solapan, interpenetran y combinan para
configura una trama global. Es un proceso en el que las disputas sobre las psicotecnologías terminan
habitualmente revelándose como disputas sobre los esfuerzos de algunos por regular la conducta de los otros.
(o. c., 11).
Detrás de toda práctica teorético-científica entonces, se sitúa la presencia universal de preconcepciones sociales.
La ciencia, por consiguiente, es inseparable de la escala de valores de una sociedad. No podemos evadir el
ejercicio del poder y del control social. Ya la misma definición de los problemas científicos, el modo cómo son
definidos, las soluciones propuestas para resolverlos (y las no propuestas) suponen un ejercicio del poder pues
se fuerza al conjunto social a participar en soluciones que no siempre están al servicio del bien común.
REFERENCIAS
1) Mandrioni, H.: "Sobre humanismo y técnica", en La Nación, Buenos Aires, 28 de junio de 1987, sec. 6º, p. 1.
2) Hume, D.: A Treatise of human Nature, Clarendon Press, 1967, p. 469.
3) San Martín, J.: "Ciencias Humanas y Antropología filosófica", en Jesús Muga y Manuel Cabada: Antropología filosófica: planeamientos,
Madrid, Luna, 1984, pp. 35-66.
4) Cf. el texto de 1917 y la conferencia de 1919 Wissenschaft als Beruf.
5) Guariglia, O.: Ideología, verdad y legitimación, Buenos Aires, Sudamérica, 1986, p. 207.
6) La disputa del positivismo en la ideología alemana, Madrid, Grijalbo, 1973.
7) Chorover, S. L.: Del Génesis al genocidio, Madrid, Orbis, 1985.