Francia y Los Filósofos de La Diferencia
Francia y Los Filósofos de La Diferencia
Francia y Los Filósofos de La Diferencia
Introducción
El objetivo del siguiente texto es dar cuenta de las obras Panorama de la filosofía contemporánea,
de Alain Badiou, y Nietzsche y los filósofos de la diferencia, de Diana Muñoz. Ambos textos
buscan definir las bases que conformarían el pensamiento filosófico de Francia durante la segunda
mitad del siglo XX, en particular, se tratará la filosofía de la diferencia, cuyos principales
pensadores son: Derrida, Deleuze, Foucault y Lyotard.
Palabras claves: operación alemana, sujeto, estilo, inversión platónica, lectura fragmentaria,
lectura hermenéutica, diferencia.
Biografías
Alain Badiou: es actualmente profesor emérito de la École Normale Supérieure, donde fue
nombrado profesor en 1999. Nació en 1937 en Rabat, de un padre matemático y una madre
profesora de francés. De 1961 a 1969, realiza el servicio militar, después enseña en el liceo y en
el Collège universitario de Reims. En ese periodo publica dos novelas, Almagestes (19649
y Portulant (1967), y una obra de filosofía lógica, El concepto de Modelo (1969). De 1969 a 1999,
es maestro de conferencias y profesor de filosofía en la Université de Paris VIII.
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Universidad Santo Tomás.
Facultad de Filosofía Y Letras.
Licenciatura en Filosofía Y Lengua Castellana.
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En efecto, la primera mitad del siglo XX vivió una ruptura de pensamiento liderada, por un
extremo, de la pluma de Henri Bergson, quien funda una filosofía de la interioridad (una filosofía
vitalista del devenir), y del otro extremo, por un pensador coetáneo, León Brunschvicg, cuya
filosofía se fundamenta en el concepto apoyado en las matemáticas; hablamos aquí de una suerte
de dicotomía donde vida en tanto existencia y concepto en tanto símbolo formal se convierten, de
cabo a cabo, en el campo de batalla para la filosofía de la segunda mitad del siglo XX. Aun así,
hay allí un punto de encuentro entre ambos, pues todo el pensamiento de la época se encuadra en
un pensar el sujeto, la primera mitad de siglo será el sujeto reflexivo de Descartes y, la segunda,
el sujeto inconsciente de Freud.
Así las cosas, Badiou pasa a caracterizar la segunda mitad del siglo a través de las operaciones
intelectuales practicadas por los nuevos pensadores, quienes viendo en crisis a la filosofía por
culpa de determinismos académicos, la reciente segunda guerra mundial y la muy presente guerra
fría, buscan nuevas formas de esculpir sus ideas.
La primera operación sería la alemana, esta consistió en ir a buscar una nueva relación entre el
concepto y la existencia en los pensadores alemanes, de ahí que se tomen por maestros al grupo
de las tres Hs (Hegel, Heidegger y Husserl), así también, a los filósofos de la sospecha (Marx,
Nietzsche y Freud, dejando de lado la nacionalidad vecina de este último). Como veremos más
adelante los filósofos de la diferencia tomarían a Nietzsche como su filósofo de cabecera, de quien
tomarían las maneras del estilo y los tratos con la diferencia.
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La segunda operación sería la científica que buscaba mover a la ciencia del campo del puro
conocimiento para acercarlo a su sentido lato en tanto poiesis, posición creadora, luego alcanzaría
su punto de culminación en Deleuze donde se convertiría, a través de modelos de invención y
transformación, en poética, posición artística. En efecto, se buscaba hacer de las filosofías
estructurales y cientificistas que pululaban allí, un género entre literatura y filosofía formal; los
escritos más literarios de Nietzsche son un claro ejemplo del espíritu en que participaron estos
filósofos.
La tercera operación, operación de la praxis, consistió en hacer ver que la relación concepto-
existencia guardaba en sí misma una pragmática de la vida; es decir, que tomar la vida y la
existencia como fundamento, era ya, de por sí, poner en antesala la función práctica del intelecto.
Cabe mencionar el hecho de que tanto el Merleau-Ponty de post guerra, Foucault, Althusser,
Deleuze y nuestro caso más cercano hasta ahora, Sartre, fueron activistas políticos. Por ejemplo,
En el existencialismo es un humanismo, Sartre al provocar la toma de conciencia sobre la libertad
inmanente en cada uno de nosotros y la auto-proyección consecuente de la misma, busca una
acción colectiva sobre el quehacer existencial.
La cuarta y última es la operación moderna, cuyo principal interés fue contagiar la filosofía con
las nuevas maneras que comenzaron a despuntar en los ámbitos artísticos y sociales; Badiou da
aquí varios ejemplos de grandes pensadores que a su vez se convirtieron en clásicos de la literatura.
Se trató entonces de buscar nuevas formas de registrar el pensamiento, en palabras del autor, “esta
invención de escritura consiste en dar una nueva vida al concepto, una vida literario al concepto”
(Badiou, 2006:8), recordemos además, que es en esta segunda mitad del siglo XX donde aparece
el nuevo sujeto, ya no puramente racional a la manera de Descartes, sino vinculado a la vivencia
humana, este es el sujeto del psicoanálisis; teniendo así que la filosofía de esta época se enfrascaría
en una discusión perenne entre la significación del sujeto, siendo el psicoanálisis interlocutor entre
las distintas posturas aparecidas.
Empero, dejemos la cuestión del sujeto hasta aquí, para volver a la primera de las operaciones y
quedémonos con la cuestión del nuevo estilo literario que harán de puente hacia el texto de Muñoz;
el más disiente en tanto abre las puertas a la filosofía de la diferencia.
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Badiou denunciaba con sus operaciones algo que tomaron los franceses de Alemania, pero Muñoz
va más lejos al afirmar que no es Alemania en sí, sino uno de sus pensadores aquello que tomaron;
en efecto, esta autora muestra la gran influencia que tuvo el pensamiento nietzscheano, a finales
de los sesenta, para los filósofos de la diferencia: Deleuze, Derrida, Foucault y Lyotard, quienes,
como llegan a afirmar varios, no podrían haber desarrollado sus filosofías sin la presencia de la
obra nietzscheana. Sin embargo, y esto lo recalcan tanto Badiou como Muñoz, no se deben caer
en reduccionismos diciendo que la filosofía francesa contemporánea es simple filosofía
nietzscheana, en verdad hay en cada autor un plano filosófico distintivo y son pocos los intentos
de entablar conversación entre el uno y el otro, dándose así que no hay una filosofía de la
diferencia, sino varias, como varias serían las interpretaciones del autor del Zaratustra. El objetivo
de estos textos es, en conjunto, intentar develar las bases que subsisten entre cada uno para
describir así las tendencias intelectuales de la época, tal que, si para cada uno de los autores la
diferencia se constituye en formas únicas intrínsecas al mismo, es claro que cada uno de ellos
tienen en común hacer de la diferencia un eje importante de su filosofía.
En vida, Nietzsche se consideró afín al espíritu francés al punto de afirmar que su pensamiento
sería alcanzado por pensadores franceses antes que alemanes; palabras que no fueron ajenas a la
realidad, pues su obra tuvo una mejor acogida entre literatos y artistas de Francia debido a su estilo
rebelde y original, por el cual, con toda la pena del caso, sería tachado de poeta antes que filósofo
entre sus congéneres, cuyas criticas venidas a cuento gracias al “desorden” que invadía su obra, le
llevarían a enemistarse con el academicismo imperante en su tierra. Empero, la verdad es que
también en Alemania aparecían prontamente literatos a su favor, quienes comenzarían a interesarse
profundamente por su obra e incluso Heidegger seria el mayor propagandista de sus ideas al ser él
el primero en leerlo como un filósofo, aun cuando para la mayor parte de pensadores franceses su
interpretación del autor del Zaratustra fuera errónea.
En efecto, varios autores criticarían la lectura secuencial y dogmática que hizo Heidegger de
Nietzsche al buscar la manera de reivindicar el pensamiento nietzscheano mostrando así lo que la
lectura sistemática insistía en eliminar. De esta pelea en contra de Heidegger saldría una ingente
cantidad de textos que avivarían las llamas de las que se alimentó el renacimiento del autor alemán.
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2) El Nietzsche de Heidegger
Hay dos maneras de leer a Nietzsche, la primera es la fragmentaria, o bien la literaria, donde cada
segmento puede verse como una unidad que no se basta para decir todo lo que puede, y que por lo
mismo, no permite la fácil compresión del lector; la segunda manera de leer a Nietzsche fue
presentada por Heidegger, quien buscó dar un sentido secuencial a las ideas en “desorden” que
daban a Nietzsche, según las malas lenguas, su carácter de literato. Ahora bien, como veníamos
diciendo, el vasto contenido que dejó Heidegger del ya fallecido pensador fue altamente criticado,
pero cualquiera que deseara estudiar a Nietzsche tenía que pasar antes, sin duda, por la obra
heideggeriana, la principal razón de esto, como bien lo dice Heidegger, parte del hecho de que a
Nietzsche hay que saber leerlo, pues la manera personal y poco común del autor alemán llega a
confundir a las personas al, en un principio, afirmar posiciones que acabaría negando con toda
facilidad luego. Heidegger hace notar como Nietzsche escribió sobre la marcha de una manera
cuasi experimental, donde lo literario y lo filosófico de su pensamiento se entrelazan en una
abrumadora armonía.
La obra del hombre de las máscaras, sería pues, un abrazo enfermizo del pensamiento al que se
enfrentaría Heidegger teniendo la esperanza de separar al filósofo del poeta, principal razón de las
críticas que le harían. Sin embargo, con ese intento de separación y posible destrucción de la obra
original, nace una interpretación aventajada al tener siempre en cuenta la conexión entre lo que
significa, de un lado, leer y, del otro, comprender. El primero no puede ser un simple acto de
movimiento visual y sentimental sobre la obra; una lectura que ignora la intención intelectual del
autor se queda en el mero título, en la portada, y más aún, si observamos el estilo nietzscheano
donde la tarea de leer se torna la mayor parte de las veces fáciles al lector, quien prefiere quedarse
en el sentimiento satisfactorio de una primera lectura, lectura por tanto… engañosa, como
afirmarían algunos defensores de la interpretación de Heidegger.
La ventaja que tiene la lectura de Heidegger parte de ser el primero en considerarlo como un
filósofo y por lo tanto leerlo y comprenderlo como tal, manteniendo reticencias sobre su posición
como poeta, una problemática que con dificultad dejaría pasar Nietzsche, pero que, en todo caso,
dejaría de lado al enterarse de la posición filosófica que se le confiere en la red que teje Heidegger
alrededor de su obra; aquel, para desgracia del indefenso cadáver de Nietzsche, lo piensa como un
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metafísico más, ¡el más grande metafísico y por ello el ultimo!, podría haber espetado Heidegger
mientras interpretaba los laberinticos pasajes que nos quedaron antes de la noche de la locura.
Recordemos que Nietzsche juraba por su emblemático mostacho, estar en contra de la metafísica
y que su filosofía daría las herramientas necesarias para superarla; desde esta perspectiva la visión
que tiene sobre él Heidegger llamó mucho más la atención de la crítica.
Heidegger dirá entonces que Nietzsche continua, recoge, termina y agota toda la línea del
pensamiento metafísico el cual, para Heidegger, no es más que el olvido de la pregunta por el ser
en tanto ser; es decir, que también Nietzsche responderá a la errónea pregunta por el verdadero ser
del ente. La teoría nietzscheana quiso abatir la metafísica a partir de Platón, el filósofo que crea la
errónea pregunta por el ser según Heidegger, pero en vez de ello, al inducir a la inversión del
platonismo, cambiando de lugar lo suprasensible, la idea, y lo sensible, la sensación, dando más
importancia a este último, termina por consumar la propia metafísica al completar los puntos
ciegos que habría dejado Platón. Aun así, aunque simple, la inversión del platonismo permite a
Nietzsche replantear una posición altamente subjetiva, en tanto, la sensación es juzgada desde la
voluntad de poder del sujeto (metafísica subjetiva), recordemos la importancia del sujeto en el
siglo XX.
Ahora bien, según Heidegger, Nietzsche expone la amalgama de su teoría metafísica a través de
la 1«voluntad de poder», concepto que se entrecruza en un dialogo constante con los temas 2«eterno
retorno de lo mismo», «nihilismo» y «superhombre». En primer lugar, 1 y 2, nos dice, son caras
de la misma moneda, de modo que la voluntad de poder lleva eventualmente a pensar el eterno
retorno. Por otro lado, el nihilismo nace en contra de lo efímero que contiene la vida humana, la
caída de o valores y la consecuente decadencia dentro del tránsito de la vida, al punto de negarla
y entregarse a la búsqueda de un más allá del hombre; es decir el superhombre.
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Antes de dejar a Heidegger, es necesario decir que ir en contra de su lectura hermenéutica, permitió
extender el entendimiento de Nietzsche dentro de un nuevo campo, creando más lecturas del
mismo; pero a su vez, esta lucha permitió crear más lecturas de Heidegger, que dejan hablar de un
renacimiento del mismo en el futuro; así mismo, se hablaría de la importancia imperante entre las
concepciones que dejarían ambos para el futuro de la filosofía.
La otra manera de leer a Nietzsche, la fragmentaria, produjo en los pensadores franceses un aire
de familiaridad que reposaría en sus presupuestos filosóficos, por un lado “hubo quienes
escribieron sobre su obra y, por otro lado, los que escribieron a partir de ella el estilo de Nietzsche”
(Muñoz, 2006: 43) y entre estas maneras de tratar la obra nietzscheana hubo también
reproducciones pobres que aportaron nada o poco al pensamiento. Cabe resaltar también el papel
que jugó el método de Nietzsche a la hora de criticarlo a él y a sus seguidores empobrecidos.
Ahora bien, volviendo a la cuestión del estilo, en Nietzsche, este término tiene aún más peso que
en cualquier otro filósofo porque tiene una fuerte conexión con su contenido; así, para leer a
Nietzsche es necesario dirigir la atención a sus maneras literarias (poesía, aforismo, ensayo, carta,
etc.) que son ya de por si filosofía; una filosofía que comenzaba a develar los problemas de la
tradición filosófica en categorías como “universalidad, identidad, totalidad, autoridad, etc.,
categorías que comenzaron a ser vistas, precisamente, como estando a la raíz de tantas violencias
y desmanes ocurridos en la historia occidental” (Muñoz, 2006: 23).
Esa intención en contra de la estructura fue tomada rápidamente por los filósofos de la diferencia,
quienes basarían sus ideas en la obra nietzscheana definiendo la diferenciad de distintas maneras;
es decir, cada interpretación e Nietzsche se traducía en una manera de entender la diferencia, de
ahí que se hable de las filosofías de la diferencia y no de una sola, a la manera de un archipiélago
donde cada isla es considerada una diferencia única y distinta junto a otra, conformando entre todas
un aire común.
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Cuando Deleuze publicó su obra Nietzsche y la filosofía, la academia estaba dominada por el trato
hacia los filósofos de generaciones anteriores, en particular aquellos pertenecientes a la tres Hs;
esta obra, anunciaba de forma rebelde el camino que seguiría su pensamiento, en un principio
reproductor y luego innovador en tanto que, utilizando su propio lenguaje: Deleuze deviene
Deleuze elaborando su Nietzsche y éste deviene en un Nietzsche deleuziano, hay una
transformación mutua. Deleuze lee a Nietzsche para re-crearlo y, por ello, no encontramos a
Nietzsche sino un Nietzsche deleuziano.
Deleuze convierte la relación entre fuerzas reactivas y activas en una relación de diferencias entre
fuerzas, de allí que tome en Nietzsche a la fuerza, en último sentido, como diferencia. Es decir,
que activo y reactivo son cualidades que solo pueden aparecer en tanto una fuerza choca con otra
y la subyuga o se deja dominar, al suceder esto, ambas fuerzas gozarían de su propia diferencia,
afirmando en ultimas, sus grados de cantidad y calidad. El otro caso de diferencia que observa
Deleuze se halla en la voluntad de poder que, por un lado, crea las fuerzas y por ende determina el
grado de diferencia de calidad y cantidad entre una y otra, pero por otro lado, al servirse de estas
fuerzas se determina así misma en la confluencia de la diferencia. El Nietzsche deleuziano muestra,
en ultimas, el pluralismo, el movimiento y dinamismo de las fuerzas hasta llegar con el eterno
retorno a la diferencia pura.
Derrida describe dos maneras de entender el acto de la interpretación que, por un lado, es grave
como lo sería la lectura que hace Heidegger de Nietzsche en donde el primero procura poner un
límite al juego de las diferencias de significado, ignorando así muchas veces el estilo propio del
autor del Zaratustra; mientras, por otro, lado habría un tipo de interpretación lúdico, como lo es el
de Derrida, en donde, la diferencia aparece cuando afirma que “la escritura es pura producción de
diferencias” (Muñoz, 2000: 47). Con esto Derrida quiere mostrar que en el acto de escribir,
describir o interpretar, los sentidos de los significados son otorgados a partir de la diferencia que
ocupan respecto a otros significados.
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Este autor toma de Nietzsche la genealogía de la historia para enfatizar el aspecto de la búsqueda
del origen propio de los individuos, la importancia que le da a este acto reside en la liberación de
los arquetipos históricos. Además, toma también la dinámica de las fuerzas, en tanto el estado es
una fuerza busca dominar las demás fuerzas individuales.
De este filósofo se dice que bebe poco de Nietzsche, pues al hablar de meta-relatos observamos
un carácter de diferencia, en tanto Lyotard dice que estos relatos que buscan generalizar y
categorizar la historia habrían de desaparecer con el tiempo, reafirmando así las historias pequeñas
y difíciles de encasillar, es decir el micro-relato.
Conclusión
Hoy, tan lejos de la objetividad que soñaba Hegel y más cercanos que nunca a una subjetividad
más y más radical, no puedo evitar preguntarme hasta qué punto la relación de diferencias entre
uno y otro sujeto se ha normalizado, y por ello, corrompido, pues el sujeto planteado por autores
como Husserl o Freud, tan individualizados en un principio, son hoy en día pura alteridad, peor
aún, otredad y alienación de la propia conciencia.
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Referencias
Meca, D., (2000). Nietzsche en Deleuze: hacia una genealogía del pensamiento crítico.
Recuperado de: http://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/2413/05_Theoria_1 0_2000
_Sanchez_65-83.pdf;jsessionid=08360413DA424D235A548002AB44D3D1?sequence=1
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