Buenas Prácticas en Arquitectura y Urbanismo

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EL ORIGEN DE LA VIVIENDA OBRERA EN


LA CIUDAD DE LAS PALMAS (1874-1930)
Saro Alemán Hernández

La diseminación de la vivienda popular y obrera en Los Riscos, Los Arenales y la


Isleta

De la vivienda popular en los Riscos - “montañas” que cierran a poniente el espacio


urbano de los barrios del “llano”, Vegueta-Triana, poco se sabe. Algunos viajeros
decimonónicos se fijaron en éllos por la irregularidad de su arquitectura y trazado y J.J.
Williams dejó algunas imágenes pintorescas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
(1839) que así los representa. Las terribles carencias sanitarias hizo que fuera en esos
barrios donde el cólera morbo de 1851 atacara con especial virulencia.

El primer asentamiento documentado de estos primeros barrios marginales es el del


plano de Pedro A. del Castillo (1686) y si seguimos atendiendo a la cartografía, todavía en
1857 no se ha alcanzado cierta consolidación por encima de sus calles reales. De ahí para
arriba se contrapone una compleja e irregular trama morfológica que deja vacíos espacios
intermedios. Algo más consolidada está esa misma estructura urbana en 1911 (plano de
Fernando Navarro) en los siete Riscos de San José, San Juan, San Roque, San Francisco,
San Nicolás, San Bernardo y San Lázaro. Ahora su morfología tras las realineaciones de
sus calles reales es la de una combinatoria de un cierto orden con una trama reticulada y
parcelas ortogonales y la de un crecimiento espontáneo y complejo. Por esos mismos
años gran parte del habitat en cuevas pasó a ser de casa-cueva por el añadido de una o
varias habitaciones, retrete, cocina y patio o, incluso, por
adición de varias crujías, la de una cuartería de habitacio-
nes-vivienda en torno a un patio (figs. 1, 2 y 3). Lo más
común fue el tipo de casa cueva con patio en fachada que
conduce desde lo más público a lo más privado.

Un nuevo barrio en los arenales de “fuera la portada”


nació con el proyecto del ingeniero Antonio Molina (1858).
El único instrumento fue el trazado de vías paralelas y per-
pendiculares al gran eje longitudinal -la carretera- con el
ancho de la antigua portada de Triana. El proyecto con-
templó que se podían “construir las casas más adentro de
la rasante, con las que formen un emberjado y la casa que
se construya con un jardín o bosque”.1 Sin embargo, pocas
solicitudes de concesión de terreno contemplaron esta idea.
Figura 1. L. Arroyo. Piezas anexas Por el contrario se urbanizó con manzanas compactas,
a cueva. 1908. A.H.P. de L.P.: P. y reticulares, mayormente rectangulares y con una trama más
O. leg. 37; exp. 616-13.
regular que la de la ciudad de dentro de la derruida muralla
que, en 1852, se derribó.

2911
Figura 2. P. López Martín Romero. 1912. Figura 3. F. Navarro. Cuartería. Ladera de San José.
A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 27; exp. 542-1. 1910. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 40; exp. 27.

El “fuera la portada” fue más que un toponímico. Fue una auténtica metáfora de las
clases sociales que no cabían en la ciudad histórica y que, tampoco, tenían sus sitio en los
“Riscos”. La metáfora del nuevo barrio en su inicio tuvo su figura, casi exclusiva, en la
casa terrera, base cuantitativa arrolladora y, aunque en menor medida, en el poco ejemplar
modelo de la cuartería, portón o ciudadela de muchas habitaciones en torno a patios.

Pero donde surgió el problema del alojamiento obrero fue en el ensanche portuario
y, en concreto, en la parte de la Isleta. El nuevo barrio del puerto -pensado para 20.000
habitantes- tenía en 1910 unos 10.000 y, hasta 1914, siguió un ritmo de crecimiento ascen-
dente, siendo sus habitantes unos 15.000. El acuerdo establecido en el Plan de Ensanche
entre morfología y barrio obrero fue desbordado pronto. Por una parte la calle sexta (hoy
Tecén) perdió su posición de límite desde la primera década del siglo y comenzó la ocupa-
ción libre y “laberíntica” con las calles 7, 8, 9 y 10 y sus transversales, oblícuas, quebra-
das. Se repetía de este modo el modelo de los Riscos en el sentido de la inadecuación del
plano para el control de la expansión suburbial.

El problema del barrio obrero

Desde 1899 otro nuevo barrio en la ciudad de Las Palmas, el del Puerto de la Luz
que surgió con el Plan de Ensanche de Laureano Arroyo y Velasco (1890), era “el más
moderno y más infecto”.2 En 1910, de los 10.000 habitantes que tenía el nuevo barrio,
unas 1.500 ó 2.000 personas vivían en chozas (fig. 4).

Luis Millares Cubas -médico higienista-


dejó el testimonio de las condiciones de vida de
los obreros y propuso un “barrio obrero” en sus
pláticas populares de higiene (1899). Recogió
Luís Millares el nuevo interés de la clase media
española por las condiciones higiénicas y fami-
liares de los obreros, plasmado en revistas profe-
Figura 4. El Puerto de la Luz, hacia 1910. sionales desde la medicina (Pedro Monlau), la
legislación (Posada Herrera) o la arquitectura
(Mariano Belmás, Julio Saracibar) que dieron publicidad al “problema de la vivienda obre-
ra”. Pero no fue hasta la creación del Instituto de Reformas Sociales (1903) 3 del que

2912
emanó legislación sobre la “cuestión social” de la vivienda, cuando se institucionalizaron
las diversas corrientes que, desde el krausismo al catolicismo social y las posturas más
conservadoras, aceptaban la complejidad del problema.

El alojamiento obrero había sido abordado desde diferentes puntos de vista: los he-
rederos de las revolución de 1868 abogaron por la vivienda en propiedad, mientras otros
defendían el sistema de “casa de renta”, el sistema mixto del bloque en el que se distri-
buían las clases sociales estratificándolas por pisos.4 Si para los primeros el ideal era el
contacto forzoso entre las clases y el medio para educar al obrero en la higiene, la moral y
la religión, para otros, como Mariano Belmás -autor de varios proyectos en Las Palmas5-
era la casa económica bien dispuesta y unida lateralmente a otras.

En este contexto, Luis Millares ante la postura de derribar las chozas de la Isleta y
que fueran sustituidas por el “horrible sistema de las actuales ciudadelas”, propuso el
barrio obrero de viviendas alineadas que enlaza con Mariano Belmás y con la realizacio-
nes de la sociedad “Constructora de Edificios Urbanos de Las Palmas”. La nueva propues-
ta del progresismo filantrópico de Millares era la de primero urbanizar -calles de 10 me-
tros, instalación previa del subsuelo (cloacas y servicios de aguas)- y edificar viviendas
higiénicas con baño, letrina, patio y todas con “un espacio de dos metros limitado por un
muro bajo o sencilla verja de madera, en el que cada familia cultivará dos o más árboles”.6
Nada dijo Millares sobre que fueran viviendas en propiedad. Más bien en un texto pesi-
mista y objetivo denunció que bajo los principios de “Patria y Caridad” harían un barrio
con “mezquinas” ciudadelas. No entenderán, dijo, que su barrio obrero podría ser “un
buen negocio compatible con acierto científico...” .7

Ni que decir tiene que Millares Cubas co-


nocía bien cual era el modelo de la burguesía
local que sintonizó poco con el debate citado.
Los informes emitidos en 1909, 1914 y 1916
confirmaron sus temores. En 1914 más de 4.500
personas necesitaban de alojamiento saneado y
se carecía de pavimentación, agua y cloacas en
Arenales, el Puerto y los Riscos.8 Desde 1907 se
produjeron diversas epidemias de peste
neumónica mientras que las autoridades loca-
les seguían informando sobre un “estado sanita- Figura 5. Detalle del plano de La Isleta. Le-
vantamiento. 1932 Chozas, cuarterías y estado
rio excelente”. Hubo de esperarse a 1927 cuan- de la edificación.
do la prensa extranjera se hizo eco de ese esta-
do sanitario y el Gobierno francés, entre otros, lo declaró “sucio” para que se acometiera
el saneamiento urbano de la Isleta que el médico Millares proponía desde principios de
siglo: la destrucción de todas las chozas (unas 186 con 427 habitaciones sólo en la parte
más a norte de la Isleta)(fig. 5), la construcción de nuevas habitaciones higiénicas y com-
pletar el alcantarillado.9

Los modelos de la vivienda obrera en Las Palmas

Ahora se trata de afrontar el estudio el estudio tipo-morfológico y la distribución de


los espacios de la vivienda obrera realizada en la Isleta pero, también, en los Arenales y en

2913
los desordenados Riscos. El tejido residencial de vivienda
obrera se hizo a partir de dos tipos fundamentales: la “mez-
quina” ciudadela o cuartería a las que se denominó popular-
mente “portón” y la casa económica entremedianeras (una a
una o en grupos).

La cuartería era, como en los corrales sevillanos, sólo


unas habitaciones en torno a un patio o a un “patio-pasillo”.
Los servicios “comunes” se sitúan en ese patio central o en
patios transversales (fig. 6 y 7). Pero en Las Palmas se cono-
ce un portón de planta alta en la línea del corral-casa que se
localizó en frente del Hotel Santa Catalina en un interior de
manzana (fig. 8).
Figura 6. L. Arroyo. Cuartería.
Aunque sea medieval el origen de este tipo de vivienda Puerto de la Luz. 1908. A.H.P. de
y sus dos variables (tanto la de los adarves L.P.: P. y O. leg. 23; exp. 510-5.
hispanomusulmanes para el corral con galería en planta alta
como la de la ciudadela-portón 10 y que se conozca
documentalmente un corral en la calle Constantino,11 este
hilo de conexión, por lo menos en las islas, es muy débil. Y es
que la difusión de la vivienda en “portón” es la de este mo-
mento de la expansión de la ciudad liberal cuando la pobla-
ción creció atraída por la construcción del puerto. Si esto es
así, los cinco portones que contabilizó el profesor Morales
Padrón12 en 1973 no pueden ser sino vivienda obrera del XIX
ya que se localizaban en Arenales.

El portón o “habitaciones para obreros” se sitúa en el


extremo de la vivienda obrera en cuanto a la ausencia de los
valores de intimidad, domesticidad, confort e higiene y que
tuvo su ejemplo más deleznable en un portón de Francisco de Figura 7. F. Navarro. Siete vi-
la Torre (maestro de obras) de 1887 con sólo una habitación viendas. Arenales. 1901. A.H.P.
por vivienda y abiertas a la calle (fig. 9). Carentes del hogar de L.P.: P. y O. leg. exp. 510-3.
familiar, estos sistemas de habitación en común fueron de los
más “inmorales, antihigiénicos y antisociales”.13

Pero la base cuantitativa fundamental de


la vivienda obrera fue la de la casa terrera que
conectó con un prototipo inicial en esta ciu-
dad, el de la casa terrera y que Francisco de
la Torre había extendido desde mediados del
XIX por los Arenales. Se trata de una
pervivencia de la casa popular que se había
denominado “terrera” y que, en el S. XVIII,
era la casa de los campesinos y gente baja.14
El esquema distributivo es muy sencillo pues
Figura 8. F. Navarro. Cuartería de dos plantas.
1912. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 45; exp. 58.

2914
a partir de los únicos muros
de carga -las medianerías- se
distribuyen habitaciones se-
paradas por tabiquería. En
otras se conforma una prime-
ra crujía con un muro en pa-
ralelo a la fachada. El predo-
Figura 9. Cuartería. Arenales. 1885. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 11;
minio del subtipo con
exp. 290.
patinillo en la medianera fue
casi absoluto (fig. 10). Un segundo subtipo con el patinillo de aireación centrado fue mi-
noritario. La lógica sistemática de la parcelación profunda de “ensanche” no primó este
tipo derivado de un germen preexistente en la ciudad aunque de mayores dimensiones de
parcela y de programa.

La regularidad de la manzana del “ensanche” y de urba-


nizaciones como Arenales, con la construcción repetitiva del
módulo, dieron lugar a manzanas con hileras de casas unidas
también por la medianería trasera y que precisaban aperturas
en la edificación para el acceso y la circulación interior o bien
con un pasaje interior para tres hileras de viviendas (fig. 11).

En cuanto a los alzados, el lenguaje formal y la compo-


sición son, también, muy sencillos y carecieron de la “forma”
artística de la arquitectura ochocentista. La ornamentación,
escasa por lo general, queda reducida a las molduras de los
huecos. La composición se regularizó en las correcciones que
hacía “Ornato” y se sistematizó un lenguaje mínimo de zóca- Figura 10. L. Arroyo. Ciudadela.
los, pilastras, cornisa y parapetos de madera. La imagen urba- Arenales. 1891. A.H.P. de L.P.: P.
na de la metáfora de “fuera la portada” fue la de la reiteración y O. leg.14; exp. 353-2.
de un tipo de alzado de tres huecos15 -ventana, puerta, venta-
na- o el más reducido de puerta-ventana. Estos alzados sencillos, regulares y económicos
y por ello carentes de alguna forma estilística fueron adecuados para otros programas
como almacenes, cuadras para animales, o incluso para una “casa de gallos”.

La tipificación de los alzados se estableció en 1865 cuando Francisco de la Torre


presentó a la Comisión de Ornato “tres planos de modelos de casa y cinco planos de
Arenales”.16 En esa fecha debió normalizarse ya que, en adelante, se acabaron las conti-
nuadas correcciones que la Comisión hacía a las casas terreras y siempre a partir de la
regularidad aunque fuera en demérito de la novedad, de la fantasía. Sin embargo, ninguna
corrección se hacía a las plantas que, por otra parte, comenzaron a ser vigiladas por la
Comisión municipal de “Policía y Ornato”.

A partir de 1875 se prohibió en toda la ciudad la construcción de casas terreras por


razones de “ornato y salubridad”. Sólo se permitieron en los Riscos, Arenales y en las
partes de San José que no alcanzaran la vista por el sector alto de Vegueta y, en 1908, se
prohibió que las reedificaciones de la calle León y Castillo fuesen de una sóla planta. Sin
embargo, cuando la ciudad se extendió por el Puerto también se extendió esa misma ima-

2915
gen urbana horizontal y de fachadas “exactamente igua-
les”. La persistencia de la casa terrera en esta expansión y
su valor cuantitativo en la historia urbana anterior y poste-
rior al nacimiento de la ciudad moderna, fue recogido por
los nuevos profesionales arquitectos que desde José A.
López Echegarreta, Laureano Arroyo, Fernando Navarro a
Eduardo Laforet, Pelayo López, Rafael Masanet y Miguel
Martín.

A pesar de ser vivienda individual, muchos modelos


de casas terreras no contaron con el mínimo de tres habita-
ciones dormitorio -para los padres, para los hijos y para las
hijas-,17 además de la sala y comedor. Sólo a partir de 1913
y la “Ley de Casas baratas” se alcanzó esa moralidad con
un nuevo tipo “económico”, terrera o de planta alta (fig.
12). A partir de 1910 se introduce el dispositivo de la hi-
Figura 11. F. Navarro. 19 casas
económicas. Arenales.1904. A.H.P. giene con habitaciones individuales para baños.
de L.P.: P. y O. leg. 29; exp. 566-6.

Figura 12. F. Navarro. Casa para Figura 13. F. de la Torre. Cuatro ca-
la Asociación Constructora de sas contíguas.Arenales.1888. A.H.P. de
Casas Baratas. c/. Venegas / L.P.: P. y O. leg. 12; exp. 313-2.
Cebrián, 1914. A.H.P. de L.P.: P. y
O. leg. 49; exp. 112.

El discreto encanto de la vivienda burguesa

Si tal como lo define C. Devillers “el tipo es una estructura de correspondencia entre
modelos culturales que rigen las prácticas sociales y, de otra parte, el espacio proyectado
del edificio”, en los ejemplos estudiados fue la menor o mayor complejidad funcional,
distributiva y espacial la única diferencia entre vivienda obrera y burguesa. Esta diferen-
cia se evidencia en la presencia de una sala común de varios usos y con acceso directo
desde la calle, alcoba, cocina y excusado y la necesaria circulación entre habitaciones
desde la calle hasta llegar al patio de aireación en medianera (fig. 13), mientras que las

2916
Figura 14. Tres viviendas contíguas.
Figura 15. P. López Martín Romero. Casa económica de planta
c/. Cebrián. 1867. A.H.P. de L.P.: P.
alta. San Juan. 1915. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 51; exp. 76.
y O. leg. 5; exp. 148-73.

promociones de la Compañía de Construcciones Urbanas -para una clase media propieta-


ria- tiene esos dispositivos de la intimidad y privacidad burguesa al permitir una doble
circulación -entre habitaciones y por un patio-galería-, y están presentes la sala, un dormi-
torio, dos alcobas, el comedor más los servicios al fondo (fig. 14)

La historiografía sobre el movimiento obrero en Canarias no ha recogido ningún


debate substancial sobre modelos de vivienda obrera. En tal sentido solo se recogen artí-
culos sobre las condiciones de vida del obrero y las propuestas de esas casa terrera o las
posteriores “Casas Económicas” donde los ámbitos de lo más público y lo más privado se
segregan por plantas (fig. 15).

La misma imitación de las prácticas


burguesas en una “casa económica” para
dos viviendas en el barrio de San José
donde además de los dispositivos antes
comentados se introduce el water closet
entre la alcoba y un dormitorio y, al fon-
do, cocina, office y despensa. Que el pro-
totipo de habitación para los obreros es
el de la vivienda terrera entremedianeras
y con el programa y las distribuciones
próximos al modelo burgués aunque más
Figura 16. F. Navarro. Cuatro casas terreras. La Isleta. reducido lo muestra la promoción de
1912. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 46; exp. 130. cuatro viviendas iguales en la Plaza del
Pueblo de la Isleta para los familiares de
las víctimas del 11 de noviembre de 1911 (fig. 16).18 La carencia de una habitación inde-
pendiente para el baño y la presencia de un simple excusado muestra que la racionalidad
higiénica todavía no se ha alcanzado. Sin embargo cuando se derriban las chabolas de la
Isleta -a partir de 1928- se construyen ya con ese dispositivo higiénico y de intimidad pero
mientras todas tienen la doble circulación y una habitación para comedor, en los ejemplos

2917
más reducidos se elimina las tres piezas del esquema esencial por lo que la sala y la habi-
tación común habría de ser la alcoba en fachada (figs. 17 y 18).

Figura 17. E.Laforet. Casa Terrera en La Isleta. Figura 18. E.Laforet. Dos viviendas en
1932. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 65; exp. 333. casa terrera. La Isleta.1932. A.H.P. de
L.P.: P. y O. leg. 58; exo. 75.

Otra operación distinta se introdujo en la ciudad en 1924 (figs. 19 y 20). Una man-
zana cuadrangular de 41,70 m. de lado y al sur del ensanche portuario (hoy Ruiz de Alda,
Montevideo, 29 de Abril y Secretario Artiles) se dividió en dos para fábrica de ladrillos y
viviendas de los trabajadores. Un ingeniero -Manuel Gonzalez- y un arquitecto (Miguel
Martín Fernández de la Torre) lo proyectaron. Ni la combinación de un programa fábrica-
vivienda, ni la tipología industrial habían sido experimentadas. Así esta fábrica no tuvo
ningún elemento tomado de modelos locales. Constaba de un cuerpo de tres naves dis-
puestas en profundidad para la fábrica más otro cuerpo de tres crujías y diversas alturas.
La estructura de armaduras de madera se expresa en los alzados y en este valor de lo
constructivo descansa la expresión del carácter del edificio.

Por su parte el edificio de viviendas para vecinos -cinco viviendas por planta- lo fue
para los trabajadores de la fábrica. Con programas similares -sala, tres dormitorios, come-
dor, cocina y baño- eran similares dos a dos y su disposición en la parcela rectangular
sigue un mismo esquema básico a partir de los tres accesos -portal y escalera- más los

Figura 19. Manuel González. Fábrica de ladrillos para D. Eufemiano Fuentes. c/. Ruíz de Alda.
1923. A.H.P. de L.P.: E.I. leg. 2; exp. 65; 1923.

2918
patios de aireación. Miguel Martín utilizó en fachada un depurado de aquellos elementos
eclécticos presentes en sus proyectos contemporáneos en otras partes de la ciudad como
en la calle de Triana. Si bien esta interpretación es plausible, hay que tener en cuenta que
su arquitectura comenzaba ya a purificarse de citas historicistas.

Del mismo arquitecto sólo se conoce un proyecto de viviendas sociales y hemos de


esperar a 1940 (fig. 21). Entonces ya ha realizado sus obras racionalistas, los proyectos
públicos para la “gran ciudad”, las viviendas individuales en Ciudad Jardín y ejecuta la
“Casa del Niño” (1938). Se trata de un proyecto no realizado para viviendas sociales en
la Isleta (calle Bentache y al mar) y lo formaban dos bloques en paralelo, a distinto nivel
y formando grupos de dos y tres viviendas. A partir de romper los bloques para los accesos
y de estructuras de duplex se garantizaba a los interiores una idea de privacidad a partir de
un programa mínimo. A pesar de que no se construyera ni éste ni ningún otro proyecto de
“casas baratas”, su posterior desarrollo en el momento del “Mando Económico” bien me-
recería un análisis comparativo.

Figura 20. M. Martín Fernández de la Torre. Díez viviendas en casa de


planta alta. c/ ruíz de Alda. A.H.P. de L.P.: P. y O. leg. 63; exp. 38; 1924.

Figura 21. M. Martín Fdez. de la Torre. Casas baratas. c/ Bentagache. 1940.

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NOTAS
1
A.H.P. de L.P.: P. y O., leg. 2; exp. 56-19.
2
Millares Cubas, L.“El barrio obrero”. En Revista del Museo Canario, tomo VII (7/VII-22/XII de 1899).
3
Palacio, Juan I.. “Crisis política y crisis institucional: la experiencia del Instituto de Reformas Sociales en
el periodo 1914-1924. En La crisis de la Restauración en España. VV.AA. 1986.
4
Alabarcez, S.M. Los barrios obreros de Madrid en el S.XIX. pp. 1-2 y 40.
5
Belmás, M. “Construcciones económicas” en La Ilustración Gallega y Asturiana. Tomo III, n. 9. Madrid,
29.III.1881, pp. 100-101 y “Conferencia dada en el Fomento de las Artes...”, Revista de arquitectura, n.
5 y 6 (1881).
6
op. cit. nota 2.
7
op. cit. nota 2.
8
Informe de 1909 citado por F. Martín Galán. La formación de Las Palmas: ciudad y puerto. Cinco siglos
de evolución (1984).
9
Memoria del comité de saneamiento urbano y defensa sanitaria del Puerto de Las Palmas. 1931.
10
Quir´s Linares, F. “Casa de corredor, patios, corrales y ciudadelas”. Notas sobre viviendas obreras espa-
ñolas en Homenaje a Alfonso Trujillo. VV.AA. 1982, tomo I, pp. 746-747 y 759.
11
Martín Rodriguez, F.G. Arquitectura doméstica canaria. (1978) pp. 189-190.
12
Morales Padrón, F. “Los corrales de vecinos de Sevilla” (1974) p. 11.
13
I. Cerdá ante las viviendas comunes en torno a un espacio común se preguntó ¿Qué moral?, ¿Qué higie-
ne?, ¿Qué sociedad?. en Teoría General de la Urbanización. Tomo 1 (reedición de 1968) p. 404.
14
Glass, G. Descripción de las Islas Canarias. ((1764), (1976), p. 115.
15
La similitud entre la casa terrera de las islas y las de Almería, por ejemplo, señala la vía de penetración a
través de los maestros de obras.
16
Aunque este expediente no se encuentra en el Archivo Histórico de Las Palmas consta como leg. 4, exp.
130 (1865). Como quiera que Francisco de la Torre es quien firma todos los proyectos en años siguientes
se puede entender que están adecuados a esos modelos.
17
Se pensaba que el “contagio de la inmoralidad y el vicio” podía ser combatido por la arquitectura . Ver R.
Evans “Il contagio del inmoralià. Casa e famiglia nella Londres dell´Ottoccento” en Le macchine imperfette.
Architettura, probgrama, istituzioni nel XIX secolo. VV.AA. a cargo de P. Morachiello e G. Teyssot.
(1980) pp. 268-293.
18
Tras los asesinatos de varios obreros a la salida de un colegio electoral en el barrio de Arenales se formó
una sociedad de apoyo a las familias de los obreros. Su presidente fue Franchy y Roca, líder del Partido
Republicano Federal.

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