Almaas Presencia y Esencia

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Presencia y Esencia

A. H. Almaas

En general, la gente raramente tiene, y nunca reconoce como tal, la experiencia de la


esencia. Así, empezaremos por considerar una clase de experiencia relacionada con ella,
de la cual se siente y se habla más comúnmente: la cualidad de presencia. La expresión
«estoy presente» se usa a menudo en círculos espirituales y psicológicos, asumiéndose
que el significado es comprendido. Nos preguntamos: ¿Qué significa esta expresión?
¿Qué significa, en realidad, estar presente? La mayoría del tiempo la expresión no es
usada de una manera muy definida o clara; si se le pregunta, la mayoría de la gente es
incapaz de explicar lo que significa «estar presente».

Pero debe haber una condición real que garantice el uso de la expresión «estoy
presente». Ella significa literalmente que hay un «Yo» que está presente en el tiempo.
¿Es exacto este significado literal?

Obviamente cuando decimos «estoy presente» no significamos exactamente que estamos


conscientes, de otra manera lo diríamos así. Hay una diferencia entre el significado de
«estoy presente» y el significado de «estoy consciente», aunque los dos puedan coincidir
frecuentemente ¿Qué hace que digamos «presente» en lugar de «consciente»? ¿Qué hay
en la experiencia de «estoy presente» que sea diferente de la experiencia de «estoy
consciente?

Queremos averiguar el significado de presencia contemplando y analizando la efectiva


experiencia de presencia. Examinemos una situación familiar, la experiencia estética.
Mis ojos captan la visión de una hermosa rosa roja. De repente mi vista está más clara,
mi olfato más penetrante. Me parece estar en mi vista, me parece estar en mi olfato. Hay
más de mí aquí, viendo, oliendo y apreciando la rosa.

Este fenómeno no es simplemente uno de consciencia acrecentada, sino cuanto más de la


rosa es experienciado a través de mis ojos y fosas nasales, así tanto más de la rosa es
experienciado a través de mi sistema perceptual.

En la experiencia de presencia aumentada, es como si yo encontrara mis percepciones a


medio camino. Es como si algo de mí, algo más o menos palpable, está presente en mis
ojos y en mi nariz. Algo en mí, además de mis canales perceptuales, está participando en
la experiencia de la rosa y esto es algo que no es memoria, ni asociaciones pasadas con
respecto a las rosas.

En un sentido, mi mayor consciencia realmente aumenta la presencia de la rosa, o de


cualquier otro objeto estético, tal como un trozo de música o una pintura. Algunas veces
una mayor consciencia aumenta solamente cierta cualidad de un objeto: la belleza de la
rosa, su color, su olor o su frescura. Pero algunas veces la rosa como rosa, como una
presencia en sí misma, es sentida. Si esa experiencia es suficientemente profunda,
nuestra propia presencia es intensificada. «Me parece estar más aquí», sería la expresión
adecuada. Pero, ¿qué es esta presencia? ¿Hay realmente un «yo» que esté más presente o
qué es, exactamente? Puede ser la experiencia del asombro cuando se es confrontado
con la inmensidad del océano o la grandeza de una cadena de montañas. Puede ser la
experiencia de admiración cuando uno es testigo del heroísmo en un individuo o en un
grupo, o del coraje o intrepidez de un explorador.

Estamos considerando los momentos, aunque raros, cuando sentimos como si hubiera
algo más de nosotros participando de la experiencia. Queremos entender lo que significa
«más de nosotros» ¿Más de qué? ¿Cuál es el elemento que da a nuestra experiencia este
sabor de presencia?

Estamos también conscientes que algunos individuos tienen mayor presencia que otros.
Decimos «El tiene más presencia», o «El tiene una presencia imponente». Pero,
¿podemos decir a qué nos estamos refiriendo realmente? No nos estamos refiriendo a la
cualidad de la presencia de la mente, la cual es una mayor consciencia. La «presencia»
en sí misma es más que eso.

La presencia puede también ser sentida en momentos de intensa y profunda emoción


cuando una persona está plenamente sintiendo un estado emocional, no controlándolo o
inhibiéndolo, cuando está involucrado sinceramente en el sentimiento, totalmente
inmerso en él de una manera libre y espontánea sin juicio o vacilación. Esto
generalmente sucede cuando la persona se siente totalmente justificada en sentir las
emociones.

Por ejemplo, un individuo podría tener la experiencia de una pérdida, como la muerte
de un ser querido, y así sentirse justificado de sentir la pena y la tristeza. Podría
involucrarse tanto en la tristeza, estar tan inmerso en ella, que los sentimientos se
profundizarán como si estuvieran a millas de profundidad, llegando a honduras y
profundidades cada vez mayores. Este estado podría llegar a ser tan excesivo y denso a
medida que se llega a estar más inmerso en él, tan hondo y tan profundo como para
sentirse penetrado por una especie de presencia. Es como si la profundidad y la
hondura fueran una presencia real, palpable y completamente clara allí.

Otro ejemplo: una persona puede sentirse justificada de tener ira e indignación por ser
insultada o tratada injustamente. El enojo puede llegar a ser tan fuerte que si se deja
llevar sin reservas por este sentimiento, la persona experimentará en su ira una especie
de fuerza que la potencia. Esta fuerza o poder es tan claramente manifiesto que asume
una presencia palpable. Es como si el poder creciente de la irrestricta emoción evocara
más de la persona. El se siente tan presente en la emoción, tan en su centro, que una
presencia substancial claramente sentida parece impregnar la emoción y llenar el
cuerpo. Su cuerpo se siente lleno de poder, tan densamente que el poder llega a ser una
presencia. Esta presencia parece ser la fuente de la emoción y del poder, ambos en ella y
detrás o bajo ella. En tales momentos, la persona experimenta un intenso contacto con el
cuerpo, junto con una asombrosa capacidad de usarlo y dirigirlo. Es como si en ese
momento el individuo realmente existiera en sus brazos, por ejemplo, y por ello poder
usados con una inusual capacidad de control, eficacia e inmediatez.

Bien, ¿qué es esta presencia que existe en los brazos, en el cuerpo, que parece traer
consigo poder, energía, contacto y consciencia? Vemos que la presencia es más una
realidad que una idea o metáfora. Estamos teniendo la sensación de que la presencia es
mucho más profunda, más real que sentimiento o emoción. Nos estamos acercando,
aunque todavía vagamente, a una apreciación de lo que es la presencia.

La presencia que uno experimenta no tiene que ser la propia y no tiene que ser
individual. Uno puede experimentar la presencia de otro. Todo un grupo puede estar
consciente de una presencia. Incluso uno que no esté particularmente sintonizado con la
cualidad de la presencia no puede sino contactarla en algunas circunstancias únicas e
inusuales. Una de tales situaciones es que una madre dé a luz una creatura.

Algunas veces, cuando la madre no está bajo medicamentos, cuando ella está
participando plenamente en el nacimiento, su presencia puede manifestarse. La madre
puede sentir una plenitud, una fuerza, una determinación sólida, una inconfundible
sensación de que ella está presente en la experiencia, enteramente involucrada en ella.

La situación de dar a luz es real; no es social, y no puede ser fingida. Para que una mujer
lo pueda hacer en plena consciencia, sin la ayuda de medicamentos anestésicos, ella
tiene que emplear a fondo todos sus recursos, aunar toda su fuerza muscular y su
determinación, y estar genuinamente presente.

Esta total presencia de la mujer también puede ser percibida por otros. Uno puede verla
como la presencia de intensidad, de intenso sentimiento o sensación, o intensa energía y
atención. Uno también puede estar consciente de que la mujer está presente en una
forma inusual para ella. Parece tener una plenitud, parece tener un fulgor, una
radiación. La presencia es inconfundible, hermosa y poderosa.

Si uno es sensitivo y consciente, puede darse cuenta que la experiencia de presencia en


esta situación no reside sólo en la madre. Si todos los presentes están participando
plenamente -y esto a menudo sucede en tales ocasiones por su dramática intensidad-
entonces la presencia invade la habitación, llenándola e impregnándola. Hay una
intensidad en la habitación, una vitalidad palpable, la sensación de una presencia
viviente.

La experiencia de presencia se siente más claramente cuando la creatura ha nacido,


cuando ha entrado al mundo. Uno puede entonces experimentar un cambio, una
expansión en la energía de la habitación. Uno siente que ella tiene definitivamente una
nueva presencia, una presencia fresca. Se experimenta a la creatura no solamente como
un cuerpo, sino como algo mucho más vivo y mucho más profundo. Uno puede, si está
sensitivamente atento, contemplar al recién llegado como una presencia clara y definida.
La creatura es un ser. Un ser está presente, sin nombre, sin historia, Y allí, está
bendiciendo.

Uno puede, en efecto, observar que diferentes recién nacidos tienen diferentes
cualidades de presencia. La cualidad de la presencia no es un asunto de tamaño, de
apariencia o de qué sexo tienen. Cada uno parece tener su propia y única cualidad de
presencia, la cual es completamente obvia al nacer, y que continúa siendo el modo de
ser de esa particular creatura. Uno puede captar la emergente presencia como una
dulzura, una suavidad, una ternura. 0 la presencia es sentida como una paz, un silencio,
una quietud. Sin embargo, otro nos confronta con una presencia de claridad,
luminosidad y alegría. Otro puede llenar la habitación con fuerza, solidez y firmeza.

Esta experiencia de una situación que es llenada con cierta presencia también puede
sentirse en la pureza y soledad de la naturaleza. En momentos de quietud y soledad,
una persona llega a estar consciente de que el ambiente natural en sí mismo tiene una
presencia que afecta profundamente su mente y corazón. No es raro, cuando uno no está
ocupado con las preocupaciones del mundo, cuando la mente está vacía y tranquila, que
la naturaleza se presente no sólo como los objetos que la constituyen, sino como una
presencia viviente.

Una cadena de montañas altas y rocosas puede entonces sentirse como una inmensidad,
una solidez, una inmovilidad, que está viva, que está ahí. Esta inmensidad e
inmovilidad parecen algunas veces confrontarnos, afectarnos, no como un objeto
inanimado sino como una presencia clara y pura, Parece contactarnos, tocarnos. Y si
somos abiertos y sensitivos podemos participar en esta inmensidad. Podemos sentirnos
uno con la inmensidad, la inmovilidad, la vastedad.

Tal como las montañas tienen su presencia particular, así la tienen los bosques, océanos,
ríos y praderas, Uno puede sentir la presencia de un árbol, como Krishnamurti relata en
una de sus contemplaciones solitarias:

«Había una intensidad alrededor del árbol, no la terrible intensidad de alargarse, de


tener éxito, sino la intensidad de estar completo, simple, solo y sin embargo parte de la
tierra. Los colores de las hojas, de las pocas flores, del tronco oscuro, estaban
intensificadas miles de veces ».

Podemos extender nuestra investigación considerando la presencia en una situación de


peligro. Una persona frente a un extraordinario peligro, cuando su habilidad de
funcionar podría esperarse que estuviera reducida, se salvará por un sorprendente
poder o capacidad que surge desde dentro. Su percepción lleganá a ser repentinamente
aguda, su mente lúcida, su cuerpo ágil y de respuesta rápida. El experimentará un nivel
de coraje e inteligencia con los cuales no cuenta normalmente, una extraordinaria fuerza
y voluntad, un dominio inusual sobre su mente, emociones y movimientos.

En tales ocasiones podrían realizarse grandes proezas en respuesta a necesidades


vitales. Una persona podría sentir nebulosa o lúcidamente que un poder ha despertado
en ella. Es como si todo el ser se hubiera reunido en una intensidad integrada, que hace
posible la emergencia de una fuerza tranquila, una presencia conmovedora que,
deliberadamente y con conocimiento, actúa de acuerdo a las necesidades del momento.
La excitación se ha ido, las emociones están ausentes, la mente está en silencio. Lo que
queda es exactamente lo que se necesita para afrontar la emergencia.

En aquellas raras crisis de vida y muerte, cuando nuestras ordinarias capacidades de


percepción y acción nos fallan, puede emerger en nosotros un poder hasta ahora
desconocido: una presencia tranquila y serena que puede hacerse cargo y actuar sin ser
estorbada por nuestros pensamientos y estados emocionales. Esta condición no es
simplemente experimentada como la ausencia de pensamientos molestos y conflictos
emocionales. Hay más bien una presencia positiva de poder, de una inteligencia
superior que no es fisica, emocional o mental.

Este aumento potencial de presencia en situaciones peligrosas es utilizado por algunas


personas, tipos aventureros o atléticos, para buscar o planear situaciones peligrosas, que
haga necesario para ellos el estar intensamente presentes. No estamos hablando de la
persona que busca una excitación emocional, involucrándose en situaciones peligrosas.
Este potencial de situaciones de extraordinaria coacción es reconocida y utilizada por
algunos sistemas de desarrollo personal. El discípulo es estimulado a permanecer
despierto y presente en situaciones de extrema dificultad emocional o fatiga física. En
tales momentos la mente común de cada día no puede funcionar. El individuo tenderá a
descargarse emocionalmente o irse a dormir, si la fatiga es el resultado de prolongada
falta de sueño. Pero si se mantiene despierto, y voluntariamente intentando estar
presente en esta situación, podría emerger de él una inteligencia o una fuerza que
cambiaría todo su estado.

En el Budismo Zen esto se logra dando al discípulo un koan, una frase o pregunta
enigmática que no puede ser entendida por la mente discursiva. La persona la examina
en todas las formas posibles para ella, hasta que llega a un agotamiento mental y
emocional. Si está listo, y la situación está madura, un momentáneo silencio y quietud
en él le traerá un destello de satori, una realización sin emoción y sin palabras. Los
seguidores inexpertos generalmente asumen que la realización debe ser una especie de
percepción interna. Sin embargo, las realizaciones más profundas en el Zen son
chispazos de plenitud de ser, de ser tal cual se es, de la presencia de realidad. La
realización profunda es la experiencia de la presencia.

G. I, Gurdjieff, el maestro ruso, usaba el método de someter a los estudiantes a extremo


rigor. Frecuentemente ponía a sus discípulos en situaciones tan difíciles que la mayoría
de ellos creía que no era posible tolerar. Los estudiantes debían caminar largas
distancias varios días, más allá de su capacidad ordinaria de soportar, o debían realizar
por días tareas domésticas sin dormir.

Algunos pensaban que el propósito de estos esfuerzos era lograr cierta clase de fuerza y
resistencia, lo que es parcialmente verdadero. El real significado de aquellas situaciones
emerge cuando comprendemos que se suponía que al mismo tiempo los estudiantes
practicaran el «recuerdo de sí». El recuerdo de sí es definido aquí como poner atención a
la vez al ambiente interno y externo. Algunos de sus estudiantes afirman que el
recuerdo de sí también significa mantenerse consciente de que uno está poniendo
atención.

En efecto, esta práctica es solamente un ejercicio que conducirá a su tiempo a un real


recuerdo de sí, que no puede ser explicado a una persona que nunca lo ha
experimentado. Si Gurdjieff hubiera significado por recuerdo de sí dividir la atención en
dos -una parte dirigida hacia el interior y otra parte hacia el exterior- habría dicho:
ponga atención hacia adentro y hacia afuera. ¿Para qué usar la palabra «sí» y la palabra
«recuerdo»?

Uno podría argumentar que «recuerdo de sí» significa lo que uno experiencia
internamente, más nuestra consciencia o atención, Esto incluiría nuestras emociones,
sensaciones y pensamientos, más nuestra consciencia de ellos, pero esta perspectiva es
limitada. Se debe a no saber que nuestra experiencia interna incluye realmente otras
categorías de experiencia.

Vemos la práctica de Gurdjieff de recuerdo de sí como el primer paso, el esfuerzo inicial


y necesario para que suceda un verdadero recuerdo de sí. Sin embargo, si nos limitamos
a este entendimiento, no podríamos nunca reconocer la experiencia de un verdadero
recuerdo de sí, porque nuestras preconcepciones funcionarán como barreras a nuestra
experiencia.

Gurdjieff insistía que los esfuerzos usuales son inútiles para el desarrollo personal. El
hablaba de superesfuerzos, esfuerzos que trascendían los límites acostumbrados de la
personalidad y que no están dirigidos a satisfacer las pequeñas necesidades habituales,
«El hombre debe entender -decía- que los esfuerzos ordinarios no cuentan, solamente
los superesfuerzos cuentan». Y así es siempre en todo. «Aquellos que no quieren hacer
superesfuerzos harían mejor en renunciar a todo y cuidar de su salud».

Superesfuerzo «significa un esfuerzo más allá del esfuerzo que es necesario para obtener
un propósito dado», decía Gurdjieff.

Imagine que he estado caminando todo el día y estoy muy cansado, El tiempo está malo,
está lloviendo y hace frío. En la tarde llego a casa. He caminado tal vez veinticinco
millas. En la casa hay cena: está caliente y agradable. Pero, en vez de sentarme a comer,
salgo a la lluvia otra vez y decido caminar otras dos millas a lo largo del camino y luego
volver a casa. Esto sería un superesfuerzo. Mientras iba a casa era simplemente un
esfuerzo y éste no cuenta. Iba en mi camino a casa; el frío, el hambre, la lluvia, todo esto
me hacía caminar. En el otro caso, yo camino porque yo mismo decido hacerlo. Esta
clase de superesfuerzo llega a ser aún más difícil cuando yo no lo decido, sino que
obedezco a un maestro, el que en un momento inesperado requiere de mí un nuevo
esfuerzo cuando yo había decidido que los esfuerzos por el día estaban terminados.

Por supuesto que tales superesfuerzos desarrollarán fuerza y voluntad; pero Gurdjieff
está más interesado en el recuerdo de sí que en el fortalecer la capacidad de resistencia
de una persona. Ciertamente, parte del propósito yace en desarrollar esta capacidad,
pero no es el propósito principal. Un individuo necesita solamente alistarse en el ejército
para aprender resistencia; no necesita trabajar con Gurdjieff.

El método de Gurdjieff es para causar una fricción entre la consciencia del individuo y
sus manifestaciones habituales, así en el tiempo y las circunstancias correctas emergerá
de él un sabor del recuerdo de sí. Al escribir acerca de considerar cómo lograr ciertas
tareas que él se puso a sí mismo, él describe cómo la totalidad de sus reflexiones lo
conduce a la convicción de que podía realizar todas sus tareas como resultado de las
fuerzas que emergerían de la fricción de su consciencia con las manifestaciones
automáticas. El describe cómo al final de esta percepción «todo mi ser estaba lleno por
un singular sentimiento de alegría, nunca hasta ahora experimentado...
Simultáneamente con esto, dentro y por sí sólo, sin ninguna manipulación de mi parte,
apareció por decirlo así el «recuerdo de sí», también con un vigor nunca experimentado
antes.»

Es obvio que aquí Gurdjieff se refiere al recuerdo de sí como una sensación y no como
una actividad o un discernimiento. Pero nos preguntamos, ¿sensación de qué? El dice
que es la sensación de recordarse a sí mismo. Pero nosotros estamos tratando de
entender lo que recordarse a sí mismo significa. Hasta aquí solamente entendemos que
el recuerdo de sí es una sensación de algo.

Entendemos aquí que esta sensación no es otra cosa que la sensación de presencia en
uno mismo. Los métodos de Gurdjieff fueron diseñados para ayudar a la persona a estar
tan presente en aquellas situaciones de esfuerzo que la presencia llegue a ser una
experiencia palpable y definida. Cualquiera que tenga una impresión de Gurdjieff a
través de experiencia personal o a través de sus escritos y obra, sin duda tendrá una
experiencia de Gurdjieff como presencia. Podemos llamarlo poder, podemos llamarlo
voluntad, o podemos llamarlo fuerza. No obstante, la impresión es definitivamente la de
una presencia impresionante y poderosa. Esta es una presencia que nos confronta. Es
una presencia que está más allá de las palabras y de acciones específicas, una presencia
que es Gurdjieff.
Y la presencia de Gurdjieff es Gurdjieff, Por eso es que él usa el término «recuerdo de
sí». Es él quien está presente como una presencia verdadera y palpable, más allá de sus
palabras, sus ideas, sus acciones. Así podemos decir que lo que significaba recuerdo de
sí es justamente eso. Es el recuerdo de sí mismo. Gurdjieff empleaba la frase literal y
simplemente. La gente que no lo entiende hace que esto suene totalmente complicado,
pero cuando el recuerdo de sí ocurre, se ve literal y simple; lo que es real en la persona
está presente, recordado después de ser olvidado. Gurdjieff tituló su último libro: «La
vida es real solamente entonces, cuando yo soy». Hay realidad solamente cuando yo me
recuerdo a mí mismo, cuando yo experimento que «yo soy». El también asegura en el
mismo libro que una persona puede hacer -es decir, actuar consciente e
intencionalmente, y sin condicionamiento- sólo si está presente, si existe
conscientemente.

Aquí recordamos aquellas situaciones de extraordinaria dureza donde un individuo


puede actuar no obstaculizado por los habituales estados de consciencia. Así, de
acuerdo con Gurdjieff, estas situaciones involucran estados de recuerdo de sí. Lo que
llamamos presencia se ve aquí como la presencia de lo que es real en una persona.
«Estoy presente» significa «Lo que es real en mí está aquí». Es la experiencia consciente
de existencia. Es la experiencia de «yo soy».

Aunque hemos hecho la conexión entre presencia, recuerdo de sí, y la experiencia de


«yo soy», una persona podría objetar que es muy vago y nada ha sido probado hasta
ahora. Esto es verdad. No estamos tratando de probar nada. Este no es un razonamiento
lógico. Estamos solamente buscando una apreciación, un saborear un reino de
experiencia que la mente no puede captar directamente. Este es un reino que no se
puede alcanzar por la lógica y la argumentación. Puede sólo ser experimentado
directamente, y por eso hay escuelas y sistemas dedicados sólo a originar y desarrollar
esta experiencia.

Al discutir el uso del recuerdo de sí de Gurdjieff, hemos sido capaces de conectar la


experiencia de presencia con la experiencia de existencia. «Estoy presente» es la
experiencia consciente de «yo existo». Es la consciencia de una presencia viviente que
existe, que es, no es simplemente la consciencia de los muchos pensamientos,
sentimientos y emociones, por lo que el darse cuenta es el requerimiento preliminar del
recuerdo de sí, y no el recuerdo de sí como tal.

Gurdjieff llamó a la verdadera parte de nosotros, la parte que puede tener la experiencia
de «yo soy», nuestra esencia. El definió la esencia como la parte con la cual nacemos y
que no es el producto de nuestra crianza o educación. Así en la experiencia de presencia
lo que está presente es la esencia, nuestra verdadera naturaleza, la cual es independiente
del condicionamiento.

Presencia y esencia son lo mismo. Hemos discutido la presencia para dar un sabor de lo
que es la esencia. Como vemos, la esencia es la parte de nosotros que es la experiencia
del «yo soy». La esencia es la experiencia directa de la existencia, Por supuesto la esencia
puede experimentarse como otras cosas, tales como amor, verdad, paz, etc. Pero el
sentido de existencia es su característica más básica. Es lo más claro, es el aspecto más
definido que lo separa de otras categorías de experiencia. La esencia es, y eso es lo más
básico de su experiencia.

Esta experiencia de «yo soy», de directa aprehensión de existencia, no es una experiencia


mental o emocional y no puede ser comprendida desde las acostumbradas perspectivas
de experiencia, La mente puede pensar acerca de la existencia, pero no puede alcanzarla.
Nosotros hemos visto esto al discutir la presencia. La respuesta a la pregunta «¿Qué es
la esencia?» es «Aquel dentro de nosotros que puede tener la experiencia de «yo soy».
La esencia es la única parte dentro de nosotros que está directamente consciente de su
propia existencia. Consciencia de su existencia es una intrincada cualidad de la esencia.
Un autor tibetano dice: «Por lo tanto, (experiencialmente) un estrato fundamental de
existencialidad (Sku), y una fundada y prístina cognitividad (ye-shes), habiendo existido
como tales desde el principio, por lo que una no puede ser añadida o sustraída de la
otra, están presentes como la misma naturaleza del sol (y su luz).»

Uno podría argumentar que toda la gente sabe que existe, aunque no pudieran conocer
su esencia. Esto es a la vez verdadero y falso. Ellos saben que existen, pero no lo saben
directamente. El acostumbrado conocimiento de la existencia es a través de la inferencia:
no es un conocimiento directo. Este punto ha sido discutido extensivamente por los
filósofos. El modo habitual del conocimiento de la existencia es sintetizado por
Descartes, Cogito ergo sum (Pienso, luego existo). Podemos inferir la existencia
solamente por variadas clases de experiencia. Generalmente pensamos que existimos
porque podemos ver nuestros cuerpos, oír nuestras voces, sentir nuestras sensaciones,
etc. Descartes fue más refinado al decir que nosotros sabemos que existimos, porque
sabemos que pensamos.

Así hay siempre una inferencia de alguna percepción y la inferencia es algo de lo cual
tenemos una idea muy vaga. Cuando una persona dice: «Yo pienso, luego existo», ¿qué
quiere decir la persona por «yo»?, ¿tiene claridad de lo que significa?

Y porque hay inferencia, no hay tal certeza. Podría ser lógico, podría ser una certeza
existencial real, profundamente sentida. La certeza no existe en la inferencia porque la
certeza de la experiencia existencial necesita la experiencia directa, de hecho, la más
directa percepción y experiencia. Y ésta es la de identidad, cuando somos lo que
experimentamos, cuando la percepción es tan directa, cuando lo que percibes y lo que es
percibido es la misma cosa. Esto es exactamente la experiencia de esencia.

Aquí no hay inferencia de algo más. Es la experiencia más directa. El que experimenta y
la experiencia son la misma cosa. No hay separación entre sujeto y objeto. El sujeto y el
objeto son lo mismo: la esencia.
No es solamente que no hay inferencia. No hay tampoco un medio que permita la
percepción. Generalmente hay un medio intermediario que posibilita al sujeto
experienciar un objeto, Cuando el ojo ve un objeto el medio intermediario es la luz, pero
cuando la esencia es consciente de sí misma, no hay intermediario. El objeto, el sujeto y
el medio de percepción son todo lo mismo. También el órgano de percepción es la
esencia misma. Hay en la experiencia solamente esencia. La esencia es el sujeto. La
esencia es el objeto. La esencia es el medio de percepción, la esencia es el órgano de
percepción. La esencia es la experiencia. No hay separación alguna, no hay dualidad y
no hay diferenciación.

La experiencia de la esencia como existencia, la experiencia de «yo soy» no es como si


hubiera un sujeto que es el actor de la existencia. El «yo» y el «soy» no están separados,
El «yo soy» es una experiencia unitaria. La naturaleza de la esencia, del verdadero sí
mismo, es existencia. El «yo» mismo es existencia.

Así, es más preciso decir que la parte de mí que existe está presente. La esencia es la
única parte de mí que realmente existe, en el sentido de experimentarse a sí misma como
pura existencia, pura presencia.

Hemos investigado la cuestión de la presencia y hemos visto que la presencia es la


presencia de nuestra esencia. Es la parte verdadera en nosotros, la parte no
condicionada o producida por el ambiente. Es nuestra intrínseca naturaleza. Hemos
visto que la esencia es la única parte que está consciente de su propia existencia directa e
íntimamente, y con certeza.

Traducido y extractado por Sofía Roepke de:


"Essence"
Samuel Weiser Inc.

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