MC0002574 PDF
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Caballo de Copas
BIBLIOTECA DE NOVELISTAS
I
, Zig-Zag,- S. A. 1957.
Derechos reservados.
Inscri~cidnN.0 19726.
Santiago de Chile.
195'7.
E M P R E S A E D I T O R A Z I G - Z A G , S. k
F E R N A N D O A > L E G R I A
CABALLO.
L DE
COPAS
z I G - z A G
Ei STA mafiana, como todos 10s dias, recogf el “San
Francisco !Chronicle” del jardin, y lUeg0, sentado a la
mesa, sorbiendo el cafe con Ifentitud, acept6 el reto de
las letras de imprenta y mire (el titular mas grande.
La columna negra es hoy un crespdn de luto. Lei las
palabras con objetivfdad rdejle, luego, que st? asenta-
ran, goteando Ietra por lletra, hasta su altimo residua
Despues pens6 en ellas. Y me pareci6 increible. Un
flujo de sentimientos angustiosos me sacud.ib interior-
mente. ‘No, no puede ser. LPor ‘que? LDor que a &,pFe-
cisamtente a el?
La noticia d e una muerte siempre v i a e con una
descarga retardada. La impresidn primera es parecida
a 1.121 desdoblamiento. Una parte de nosotros mismos
nos enfrenta y nos repite, esforzandose por convencer-
nos, que la noticia es veridica. A veces nos sorprende
-ic6mo no se sorprenderan 10s dem&s!- el no sen-
tir lzinguna emwibn y el no poder expliesar ninguna
pena que parezcatsincera. Nos hacen falta iagrimas y
sollozos. Frios y mudos, nos quedamois meditando. Oe
repente advertimos que la i’dea de esa muerte ya ha
prendido en nosotros, y, ial notar que nos hemos altos-
turnbrado a ella, la desesperaci6n estalla y nos vuelca
el alma e n un vbrtice de quejas. Entonces si sab’emos
que hacer. Babemos cdmo se llora ante la impotencia.
Pero supongamos que el muerto fue un caballo. No una
persona que se comport6 en vida como un caballo, sin0
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un caballo, u n verdadero caballo. Equus cabaZZus. iC6-
mo se reacciona entonces? El que sonria y descuente el
hecho como una simple tonteria, se equivoca; se equi-
voca profundamente. La dama retirada que ha idola-
trado por aaos a su gat0 pequines y lo pierde de im-
proviso, vlctima de un ataque cardiac0 d, 10s albores del
dia en un Oejado de agosto, .ella comprendseria. La per-
dida de unla mascota que ha CreCidQ en el calor sacro-
santo de nuestro instinto paternal, es un g0;pe tan ru-
do como la muerte del deu'do m&, querido de nulestra
familia.
Sin embargo, este cabago n'o era una mascota pa-
-' ra mi. iC6mo va a ser una mascota un caballo cuya
muerte se anuncia en el "San Francisco Chronicle", con
Eetras mas gordas que las qu'e anunciaron el atentado
contra la vida del pwsidente Truman? Este caballo, er,
un momento dado, fue el eje central de mi vida. Fue el
poder que hizo madurar mi espiritu y organiz6,y ende-
re26 mis 'esfuerzos, transformandome, del aprendiz de
picaro que fui en a o s pmados, en el hombre m&s o
menos respetabl'e y equilibrado que soy ahora.
Miro a mi alrededor. Vivo en un ambiente que pu-
diera llamarse de lujo. Los objetos y 10s muebles for-
man en mi contorno una atm6sfera mnelle, que jam&
parece tocarme directamente. Todas las llneas se di-
suelven aqui. Las mesas y las sillas, del m8s depurado
estilo vanguardista, llegan hzsta mi como en ondas
producidas en una superficie de agua tranquila. Acaso
sea el efecto de un lin6leo color arcilla y u n a esteras
de pelusa blanca. Acaso todo el departamento respon-
de a.la 11.12 lejana del cielo de mayo: luz turquesa em-
polvada de celajes. Los estantes se achatan como ga-
tos de angora. La chimmenea abre la boca y muestra
parte de un paladar ceniciento. En la tibieza del aire
primaveral perduran 10s ruidos confortables de las ca-
sas vecinas. Suena una m a i c a sinf6nica en alguna par-
te, y su tono es rico, per0 moderado y bajo. Siento
c6mo transitan por 10s jardines las viejecillas de pinto-
rescos sombreros de paja. En la acera opuesta diviso a
la esposa joven, una rodilla en el suelo, el muslo desnu-
do y fresco, la cadera cefiida por el pantal6n corto azul,
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el cabello rubio sobre la frente, las manos hurguetean-
do las raices de las petunias que ha plantado en franjas
ante el cesped de Su casa.
D e a e el balcon veo la bahia envuelta en una lige-
ra bruma, que a rates parece (espuma de mar, a veces
nube de gaviotas que no consiguen remontar el vuelo.
~1 agua es celeste y verde. Una que otra chimenea de
Richmond suelta espirales de humo. No hay barcos.
a 1 0 eucaliptos y pinos en 1 s eolinas de Albany, a1 bor-
de del mar. Peru mi vista se mantiene fija en el enor-
me galpon verde y blanco de Golden Gate Fields. &Que
soledad mas sorprendente que la de un hipodromo
abandonado? Por la ancha piSta de tierra no corre mas
que la brisa, Y, supongo, la tusa del cardo, y, tal vez,
uno que otro boleto amaxillento de la ultima tempora-
da. El pasto y las amapolas crecen desordenadamente.
Como la distancia es larga, las galerias ofrecen un as-
pecto dudoso. Podrfan estar pobladas de fantasmas.
Todos 10s carreristas que he conocido en mi vida fue-
ron seres de intensa y profun'da espiritualidad. Todos
tenian pasta de mediums. Todos, a mi juicio, eran ca-
paces de desdoblarse y salir la penar sen vida por 10s
hipodromos solitarios donde vendieron su alma a1 dia-
blo. Asi, pues, muy bien pudieran hallarse ahora con-
gregados ahi, mirando silenciosamente hacia mi ven-
tana, observandome, juzgandome, atentos al gesto de
angustia que creen adivinar en mis labios. Asimismo,
algunos anteojos de larga vista flotan solos en el inte-
rior de las torres de 10s jueces. Ellos si me calan hasta
el fondo del alma. Ese mutism0 me desconcierta. For-
mo parte de el, y esta estructura, en la que me acomo-
do burguesamente placido, tambien est& hecha de se-
mejante irrealidad, y es parte del mismo paisaje.
'Coda ella representa un minuto cuarenta y cuatro
semndos y tres quintos en la vida de ese caballo. Una
revolucion de su organism0 perfecto, una armonica
combinaci6n de patas delanteras y patas traseras, una
distension y una contraction d e sus musculos sober-
bios y un trabajar ritmicof de sincronizacion absoluta,
de su coraz6n heroic0 y generoso. Fue apenas un pufia-
dito de tiempo. El deshoje de una minuscula poreion
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de vida. Como sello de t a n espectfieular divisi6n del
tiempo, aaCi6 teste departamento. Los mu~ebles,10s li-
bros, 10s discos, 10s cuadros, Be reprodujeron en W a s
las aristm y planos del a r k modern0 y en la mullida
- rusticidad californiana. Junto a este mundo material
conquisto mi espiritu da clalma y la hondura pma apre-
ciar mi nueva posici6n en la vida y darme una medida
aproximada de su apasionante compbejic€amd y engafiosa
consistencia.
Y ahora.. ., meste caballo se ha muerto, y mi segu-
, ridad burguesa muestra una bepentinla grieta. La gen-
te tendra La impresibn de que testa muerte significa mi
ruina. Be dira que el veterinario de ?ranforan 56 preci-
pit6 y le quit6 la vida a1 caballo cuando a a n habi’a po-
sibilidades de que se salvara, y, POTlo tanto, nfirmaran ,
que <elLloyd be Lonrdres se negara (a pagar el seguro.
jDe d6nde puede salir ,este c-Cunulo de negras predic-
ciones, esa creencia de qule en este tranae perdere todo
el caudal atesorado en momentos de trascendental ins-
piracibn equina? Tengo la sospecha de qu’e mis amigos
razonarfin ~asi:“EF1 pobge ya habia pagado las inscrip-
ciones para el Clfisico ,de Taniforan. Ahora, con el ca-
b a l b muerto y el seguro que no se lo pagaran, no le
queda otro camino que el de la miseria”.
Y hasta ci6erto puntio, tienen penfecto derecho a
r m n m de este modo, porque, jc6mo saben ellos lo que
aconteci6 detrh de las bambalinas en estos altimos
dim? jSaben la relaci6n qule texiste entre la muerte del
caballo y el viaje a Chile del famoso jinete Hidalgo,
alias el Siete Millones? LGaben qule la otra noche sola-
mente.. . ? Buerio, para que sigo adelante, si estos he-
chos, narrados asf, deshilvanadamente, carecen en ab-
mluto de significacion. Lo mtejor les proseguir en orden,
y, recapitulando, reconstruir una breve historia, que
es, si no dramatica, a1 menos festivamente humana; la
pequefia historia del papel que desempefi6 en un en-
trernks d e mi vida este animal noble, sufrido, humilde;
amalgama de contradictorias cualidades; orgulloso y ti-
mido, sabio e ingenuo, audaz y precavicdo, aventurero
y conserwdor, hecho, a1 parecer, de pasta privilegiada
-aunque las proporclones .se confundieron en la reoe-
10
ta--; gran bromista, POT lo general personalmentie bur-
lado; gran SOSpwhosO, soplado de ironia Y a ‘tropezo-
nes siempre con una honda tristeza que Jle empujabzt
hacia un callejon sin salida.
Mi caballo ,era asi: grande en sus bondades y ad-
mirable en s~ desamparo. Supongo que era un genio.
N~ tuve tiempo (de COnOC~erka fondo. P O C O s son 10s
que, nacidos en arrabal sudamericano, surgm a1 domi-
nio de 1%f m a y cteslumbran a un publico internacio-
rial. “;w-uladores maestros abundan, y se les tiolera con
mayor 0 menor benevolencia. Per0 el genuino cam-
peon es inconfundible. Para el no hay terminos medios
en la admiracidn *del publico; nadie intenta entur-
biar su aureola. Es unico. El campeon verdadero, he-
cho como est& con la substancia misma be ia victoria,
jam&, decepciona a sus partidarios, que le simen hasta
la muerte. Es heroe absoluto. Venga de donde viniere,
bruto entre 10s brutos, animal entre 10s que m a usan
las patas. No importa. Se trata ‘del vencedor, 0,mejor
dicho, del que se niega a aceptar una derrota y la trans-
forma siempre (en victoria.
Mi campeon venia de un vallecito suredo de mi
Chile natal. Gentauro cretado entne chacolies y alcoho-
les de madera, rapido ante la esencia de la cebolla y el
anca rubia de las yeguas. No conocia sino el habla que
habla la uva, el volantin de sus tiempos dte potrillo y la
chaucha de quienes le iniciaron en las pistas del Hip&
dromo Chile. He aqui un caballo que so10 conwe cobra-
dores de gondolas y conductores de golondrinas. A
quien 10s fabricantes be vino con apellido vslsco no
mencionaban en el Club de la Union, y quien, en cam-
bio, apoyo la candidatura del m h vasco de todos:
“Olaverry”, ilustre vencedor del Santa Anita Handicap,
idol0 Y maestro de mi criollo campeon. Naci6 entre hu-
mo be cigarrillos “Joutard” y calor de tusa de choclo.
La doctrina cristiana la aprendio con el Siete Millones,
jinete retirado hoy -ya se vera por que-, ex caballe-
Tizo del famoso Molter. De Chile recordaba 10s ados
nuevos, le gustaba evocar #elperfume de la albahaca y
10s ramitos de clavel. En las notches de fonda de la Ala-
meda y el Parque, euando 10s cohetes reventaban con-
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tra las paredes de adobe de Ban Francisco, 61 Pensaba
con algo de nostalgia en el ranchito pelado y la media-
luna del fundo lejano. Per0 era deliz. Sali6 a navegar,
porque todo chileno es “pata:e perro”. Incluso 10s ca-
ballos. Y caballo mhs “pata’e perro” que mi campe6n,
dificulto que hubiera...
per0 d e jemonos ‘de sentimentalismos. Cuando em-
peck a escribir estas notas, % . venfa por la ventana, a
grandes booanadas, el tibio ,aroma de la primavera. La
cortinilla de lino se infla a veces con una brisa suave,
y se agita, a1 descender, como el pecho candido de una
adolesoente. A veces lquiere salirse y entregarse, per-
dida, e n h e 10sdedos rojos de una fucsia que la palpa
anhelosamente. Siempre retorna a su rlecato; sin em-
bargo, y, mientras yo la observo con mirada risuefia, la
cortina se a h a 10s pliegues y se queda silenciosa con-
tra la pared.
Mi departamento est& rofbeadode flolres. La ancia-
aa duefia de casa camina dulcemente entre sus rosas,
azaleas, rododendros y camelias. Lleva en la mano una
regadera que le gotea sobre el delantal gris, y. deja mi-
nWu1a.s manchas de lodo en sus zapatos de tenis. Su
cabello blanco luce todavia 10s tornasdes de la anilina
que us6 el mes pasado. Sus ojitos celestes me hacen
musarafig detras de 10s anteojos. Yo le sonrio con tris-
teza y miro, por encima de su cabeza, la hxerta de
Oro, que se alza aparatosamente en la boca del oceano.
Exactamente entre yo y el mar crece un eucalipto im-
pertinente. Ignoro que me esconde entre sus ramas ha-
rapientas. Para madana s6lo tiengo presentimientos. La
historia d e por que lese caballo, que en vida construy6
mi fortuns, y en la hora de su muerte‘ ya no me per-
tenece, sorprenderh a todos 10s que, dia a dia, siguieron
nuestra carrera de proezas, y, quizhs, tambien a quie-
e e s ogen hablar de nosotros por vez primera.
Urn cbiletzo en Sun Fyarncisca
zando el ambiente.
Hidalgo seguiia hablando en Aspero duelo contra
una corneta que insistia den dar una version impudica
de algo que semejaba un himno de sinagoga.
-Pa que tie voy a mentir -dijo de pronto-; hoy,
cuando me contabas tus andanzas, yo pensaba en mis
planes; porque yo tengo mis planes, huecho culebra.
LO principal, mijito, es Itener plata, harta plata, y la
plata s 6 b se gana en 1% plstas de aqui.
-in las pistas?
-Claro, pues, {enlas pistas. A M cs donde esta la
pbata.
. +&Que soi payaso? I ' \
\
-4WerceIdes -respondib, y Iluego, diTigi6ndsse 8 Hi-
dalgo, dijo-: &TO eres jinete?
La pregunlta nos sorprendib.
-&!Por que lo dices?
-Aqui vienen muchos, isabes? Tienen amigas en-
tre las muchachas.
[Camenzaron a hablar de jinetes y de carreras.
Mercedes Ire prestaba a Hidalgo una atenci6n regocija-
da. (;“orno a un mufiequito de cuerda. Sus grnndes ojds
verdes, burlonles y sabios, resbalaban por encima de
61 y buscaban alrededor las miredas de deseo y admi-
raci6n de otros hombres; luego volvia la cara a Hidalgo
y recibia las bromas dle 6ste con la nariz respingada
y la bma hameda, sonriente. A Hidalgo lo escuchaba
y a mi me observaba con intm6s. Pero como YQ no in-
sistia, se olvidaba de mi y se ponia a hablar del cabaret,
que odiaba, y de la duefia, una vieja bruja que la man-
tenia prisionera con un contrato infame.
-La maldita dice que me seguirh juicio si me voy,
Y que perderft a mi ,padre.. . El pobre no tiene sus pa-
peles muy claros, porque vino de Espafia como refugia7
do; era republicano, leal, tO sabes.
La vieja andaba de mesa en mesa, sacando la cuen-
t a de sus ganancias. Aparentaba unos cincuenta afios,
p e ~ otendria sesenta. E h la atm6sfera nocturna del
cabaret, sus arrugas pawcian mrgir sobre el polvo
blanco como lineas ‘decordillera en un mapa en relleve,
per0 ella se daba mafia para disimular, y con gestos
insinuantes atraia la atenci6n de 10s bmrachos adoles-
oentes con quienes bai’laba para sobarlos. ,
-Tiene un querido -contaba Mercedes-, y lo tie-
ne viviendo aqui mismo, en 10s altos. F un i$aliano
vag0 y perezoso. La vieja lo mima como a un perro
faMero. &Vas a creer que en menos Be u n mes le com-
pr6 un Lincoln y luego un Cadillac, porque el Lincoln
no le gustaba?
Mercedes hablaba ‘con odio de sus compafieras de
rtrabajo. “Por diez d6lares te llevas a cualqui*erst”,de-
cia. A una le habia cobrado especial ojeriza. Nos la
ensefid con desprecio. ‘Zs lesbiana la pobre, y se la co-
me la tuberculosis.” Se lexant6 Meroeides y se alejd en
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aireccidn a 10s camadnes. Le tocaba su turno de can-
tar. Momentos antes de entrar al tablado pude verla,
mientras el maestro de ceremonias le dedicaba una es-
pectacular presentaci6n. Ije adivinr5 la inquietud, esa
aguda ansiedad que se posesiona del artista antes de
enfrentarae a sly pttblico, y la senti con ella. Parecid
unirnos una corriente frfa como una navaja cortaado
el hum0 azul que obscurecfa la sala. Me encontrd la
mirada y con una especie de interrogacih tierna y
confusa me sonrib, Entr6, en seguida, a1 circulo m&giCO
del reflector y la perdi, transfigurada. Se abrid el ros-
tro en una sonrisa profesional, la luz se metid golosa
entre ws duros pechos y acentud el vestido de colm
or0 obscuro, cefiido audazmente a1 suerpo. De medio
perfil la vefa marcar el ritmo con un adpe apenas
perceptible del tac6n, y ese movimiento ligerisimo era
seguido, como un eco, por igual movimiento de la pier-
n a y, lapenas, apenas, de la cadera. Me enternecieron
su sensualidad juvenil y el pudor que debfa atenuarla
y que s610 la exarsera,ba, pudor aprendido, por cierto,
con otras armas del teatro.
La esperamos, Hidalgo y yo, la la hora en que el
cabaret se cerraba. Habis d r o s individuos en igual ex-
pectaci6n. Salid y se vino sanTiendo hacia nowtTos.
Nos tom6 de la mano y nos arrastr6 hasta un grupo de
, , m-Clsicos y actores. Nos present6 a todos, y, detenien-
dose frente a un sujeto, le cogid de las solapas y le
estamp6 un aran beso .en la mejilla. Mi primera inten-
ei6n fue la de hacerme a un lado, pero ella me detuvo
rimendo. I
-Te dejarfa que me acompafiaras a casa 4 i j o - ,
pero, ya ves, estoy compromertida.. ., y Qte tjene malas
pulgas; creo que se enfadarfa.
El hombre era un poco m&s alto que yo. fornido y
grueso, con lesa actitud lenteca Ide ciertos espafioles. La
cara firme, el ment6n cuadrado y sblido, la mirada me
parecib dura. La blhsa era de cluero y el pantal6n de
dril. En la cabeza ilevaba la gorra blanca de 10s obreros
estibadoms.
--Con6zcanse -dido Mercedes--; dste -aAadiQ,
empujando cmsl 81 hombre-, este es mi padre.
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Crei que bromeaba.
-LTU pap&?
-&Y por que no? -preguntd el otro-. GAcaso me
ves demasiado joven? Ya ves, chica, c6mo es mejor que
me digas tio o hermano.. . A la orden -continu6,
cambiando de tono-, y. sera buenas noches, j6venes,
porque lo que les yo, tengo que trabajar mafiana tem-
prano. Andando, hija. Venid a vernos. LYa les has di-
cho donde vivimos?
-No s610 se lo he dicho; le he insinuado a Csk - '
dijo, indic&ndome con un movimiento de la boca- que
se pase a la pensi6n. El jinete no, porque ya est& ins-
talado en un departamento. Per0 Cste, Lsabes d6nde
se ha metido? En un hotelucho de esos de la calk
Rearny.
-Malio, malo. Sal de ahi, muchacho. Esa es mala
compafiiia. Ven a la pensibn, no te pesar8. Hasta la vis-
ta -dijo, estrujfindome la mano en su garra dura y
~ huesuda.
-Te vere mafiana -me dijo Mercedes--; ven a
verme; el viejo no andar& por allf, estar& trabajando,
y me aburro. LOyes? A eso de lais ares o cuitro de la
tarde.
-1rC -respondi-, claro que ire. Hasta mafiana.
Me despedi de Hidalgo sin prekmbulos. ViCndome
tan decidido, se fue. Le vi aleiarse por Stockton, y lue-
go perderse Pacific aviba. Yo tom6 por Broadway y
me puse a caminar despacio. Y o era un hombre solo,
tocado por la rutina proletaria y la pobreza, que me
* cubrfan como un hhbito. i.Un aventiurero? Acaso, per0
en aventuras grises, hunAdido en la sombra fria de 10s
restaurantes y las cocinas, con un ojo puesto en 10s
muelles, adormeciendo la nostalgia que me tiraba a
la tierra lejana -otra pobreza y otra rutina-, domes-
tichndola, engafi&ndola, para darle otra opoTtunifdad
a la fortuna, que insistfa en desconocerme, confundien-
dome con la rnasa triste de 10s sin esperanza Un ho-
telucho de filipinos en San Francisco, un delantal de
moeo, un muelle y un barco de carga siempre aguar-
dhdome, eso era yo. Y ahora, de pronto, me reconocfa
en el QrnbSto de maravilla creado par Nerceldes y me
a1'
dejaba estar en 61, disolvf6ndome mmo en una gran
cafda, despacio e intensamente, a traves de un cielo
de verano aprebsdo de estrellas. Una pequefia alegrfa
me iba creciendo y t r a n s f m a b a las cosas a mi alre-
dedor. Ekos bloques de cement0 pardo y hamedo, esos
aleros siniestros donde iran a parar 10s muertos de
China Town, 10s muelles vacios y hondos, 10s papeks
que flotaban sobre el agua aceitosa, hasta 10s Tincones
donde se apilaban' 10s desperdicios de las cocinas y
donde las ratas se empujan voraces, todo iba perldien-
do su sentido sombrio y ee tramformaba en ukl am-
bienae familiar y benigno, como el de mis pobres ba-
rrios en la patria lejana. Dim6 el puente de Oakland,
30 vi salir entre las paredes, torres y chihenem de bar-
co, luminoso y recto, hacia un mar de espumas y es-
trellas. Senti la emoci6n adolescente, inconfundible,
mezcla de querer irse sin saber ad6nde y d e sentirse
sujeto por un cielo bajo y caliente. Alli estaljan ttam-
. bien 1 s jarcias de 10s barcos, la mancha blanca de un
pufiado de gaviotas, el chuqueo suave y ritmico de la
marea galpeando contra 10s pontones apolillados y mus-
g o w del muelle, y, por encima de todo, la sensaci6n
alegre, triste, profundamenk inquietante, de saber que
mafiana estaria buscandola a ella, 'mi bailarina, la de
las piernas de fuego, la hija del obrero estibador.
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Arroz con bocheros
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CQP&8.-S
mos en largas bancas sin respaldo, por orden de llega-
da, comenzando por (elextremo mas Cerca de la cocina,
donde ponian primero las fuentes de comida, hasta el
extremo cerca de la puerta del corredor, adonde las
fuentes iban a parar mas bien vacias y cubiertzls de
impresiones digitales.
La victrola era una de esas macizas maquinarias
de todos colores a las cuales es precis0 echarles una
moneda para que rebuznen. En Mexico las llaman “cin-
queras”, y en 10s EE. UU., “nikelorium”, con ese gusto
que ostentan aca por el latin bien vulgar. La primera
noche que comi en la pensi6n ser0 para mi inohitdable.
No conocia sino a1 duefio y a su mujer, a causa de
haber contratado con ellos mi cuarto; a Mercedes, que
me 10s habia pTesent.ado, y a su padre, Marcel. Baje
a1 comedor a las seis y media. Crei de buen tono lrlegar
ligeramente atrasado. AI abrir la puerta y atravesar el
umbral, vi todos 10spuestos d e la mesa ocupados. Los
comensales me miraban con ojos muy abiertos. Yo va-
cile, un poco azorado. El d U e f i 0 , desde su puesto, grit6
a voces:
+Pa.%, muchacho! A ver, ha’cedle alli un puesto.
Vamos, muevete, culbn, que ocupas toda la mesa, y tti
y tti, ia moverse!
Se apartaron y me hicieron lugar. Yo, m&s con-
fundido atin, no me (di cuenta de que Mercedes me sa-
ludaba ,desde la otra punta de la mesa, y me sent6
torpemente entre dos indivitduos, quienes pi siquiera
1 % ~
53
E l cowboy de la azotea
copas.-5
Seguf la direccidn de su mirada. Afirrnado en la
barrera divisoria, el jinete escuchaba las palabras del
entrenador. Engreido, indiferente, el enano vestido de
seda dejaba vagar la vista por encima del pablico y de
sus adversarios. La gorra echlada para atr&s,le daba un
aspecto desvergonzado. Sus facciones eran las de un
niAo rubio, pero niAo duro, especialmente en la quija-
da y en 10s ojos, unos ojos azules, crueles. Mascaba
chicle, y, de vez en cuando, soltaba un escupitajo, mjen-
tras asentfa con la cabeza a 10s consejos del otro. Me
fii6 en sus manos. Eruesas y toscas, que jugaban ame-
nazantes con el ]&tigo.
-Ah, chingados 4 i j o alguien Q mi espalda-,
Lusted Cree que le est& diciendo cbmo debe ganar la
carrera? No m&s est&n hablando de c6mo lo van a su-
jetar.
-A 6se no tienen que sujetarlo, mano, se sujeta
solo.
Por el redondel iban y venian 10s caballos. Los mo-
20s 10s conducfan por la brida, el freno tirante y corto.
De vez en cuando un caballo se paraba, y, separando
un tanto 10s cuartos traseros, dejaba caer la bosta ver-
de y humeante. Un empleado venfa entonces con una
pala, a llevarse su presente. Otro caballo se detenia,
de immoviso, como reconociendo una caTa conocida en-
tre 10s espectadores. Miraba atentamente, con QamaAos
ojos. El mozo le daba un poderoso jalbn, y el bruto, sa-
cudiendo la cabeza y piafando, segufa su paseo. Se res-
piraba-en el aire una mezcla intoxicante de bosta y
aserrin. Uno de 10s jueces toc6 un botbn, y en un table-
ro se encendib la palabra “Up”.A prisa, con gestos ner-
vio~os,montaron 10s jinetes. ayudados por 10s entrena-
dores. Los dueiios se quedaron comentando en voz
baja, mientras 10s caballos iniciaron su desfile hacia
la pista.
-Bueno, ~y ya tlenes el ganador? -le pregunte a1
Cowboy.
-Hay tres caballos en la carrera -me resgondib-,
y auizgs ~€110 dos. Si, no m&sque dos; yo creo que fodo
est6 entre Cste y 6ste. -Me seAal6 dos nombres en el
programa. I
66
-;A cusll le vas a jugar?
El Cowboy me mirb, con algo de disgusto.
-Tienes mucho que aprender en esto de la hlpi-
ca. Primer0 que nada, jarngs me preguntes a a u i h voy
a apostar, porque no te lo dire. No podria decirtelo;
bastaria con que yo t e nombrara el caballo, para aue
nerdiera. -Luego, como tratando de awldame, afia-
dib-: la carrera esth entre estos dos: “Frie3dly Dog”,
elxfaoorito, y “Double Flakh”. No s6 cdmo el favorito
se puede perder.
-Entonces hay que jugarle a1 favorito, a “Friend-
ly Dog”.
-No tan ligero, amiro. Tambien puecle perder.
“Double Flash” paaa muv bien: est8 cuatro a uno en
las apuestas. “Friendly Dog” esth seis a cinco; no paaa
nada. Pero no veo cdmo se puede perder “Friendly
Dog”.
Me quede con la firme idea de que “Friendly Dog”
no podia perder. La multitud comenzaba a agitarse
junto a nosotros; iban y venian con un murmullo ma-
ritimo. De nuevo tuve la sensacidn de estar abando-
nado en medio del oceano, Y de flotar a1 vaiv6n de 10s
ernmjones y codazos. E3 Cowboy mascaba su ISpiz, lefa
y leia y releia el Racing Form y el programa. Parecia
decidirse, y, luego, volvia a-flaquear, comparando tiem-
pos, distanciss y pesos. Salirnos a la barrera, junto a la
pista. Mi amigo miraba atentamente a 10s caballos que
desfilaban hacia la partida. Queria penetrarlos con la
vlsta, calarlos hasta adivinar sus m8s esoondidas in-
tenciones. Maldecia en voz baja. Sonreta, be tornaba
serio, arrurabs el cefio, temblaba, bafiado en sudor;
escupia, volvfa a contemplar 10s caballos, y nuevamen-
t e maldecia.
-!Que carrera tan dificil! No veo cdmo puede per-
der “Friendly Dog”.
Me mir6 vagamente. Estaba en trance. Los efectos
del licor se habian esfumado. El color violace0 de su
pie1 se volvfa ceniciento. Bufria intensamente. Era la
suya una crisis honda, que comprometia todas sus fa-
cultades. Se jugaba all1 su destino. Los caballos galo-
f
67
paban ahora por la recta lejana. Algunos se vefan m&s
alertos que otros, m8s veloces en 10s reducidos piques.
Qtros se veian m6s resistentes, galopaban largo y pa-
rejo, la cabeza,ladeada bajo la presi6n de las riendas.
Son6 un timbre y despues otro. Dos minutos para la
partida. Se abalanz6 la muchedumbre en pos de las
ventanillas. El Cowboy permanecid inm6vi1, mudo, mi-
rando con tal fijeza, que me asust6. Era la imagen de
un profeta comunicftndose con 10s poderes celestiales.
Aguardaba el supremo instante d e la revelaci6n. El 6x-
t a s k Y lo tuvo, ni duda cabe que lo tuvo. De pronto le
vi empinarse, tenso, Iocido, sonrien’te; mir6 un caballo
a la distancia, un caballo que daba su Llltimo galope,
- consult6 el programa, y murmur6 algo entre dientes.
Sali6 corriendo como un desesperado, empuj ando, pa-
teando,- maldiciendo. Le segui hasta la ventanilla don-
de ,vendian 10s boletos. No pude Ilegar, sin’ embargo,
hasta el uendedor. Me pareci6 que oia a1 Cowboy mur-
muran,do: “. . .per0 no s6 c6mo puede perder”.
Se corri6 la carrera. Tres cuartos de milla. Y gan6
“Friendly Dog”; gan6 a1 trote, con una superioridad
absurda. Mire a1 Cowboy para felicitarle. Per0 61 tenia
8 10s ojos vueltos a la lejania. Sac6 de la bolsa dos bole-
tos de a cinco d6lares, 10s estrujd brevemente y 10s bo-
t6. Eran del nfxmero once: “Jomarojo”.
-i“Jomarojo”? LPero no era “Friendly Dog” el ga-
nador?
El Cowboy no me respondib. De “Jomarojo” no ha-
bfa hablado nunca, n o le habia honrado con marca
alguna ni en el Racing Form, ni en el programa, ni
en 10s recortes. Y,sin embargo, fue “Jomarojo”. LPor
que? jQue le indujo con fuerza tan avasalla’dora? jFue
&a la visidn final, segundos antes de la carrera? LPe-
ro, que, precisamente?
-jPw que, pero, por que?
El Cowboy torci6 la boca en un rictus de furia.
-Por esto, porque “Jomarojo” era el caballo de la
carrera. El anico. No podia perder.
c
-Per0 perdi6.
-Perdid, porque el jinete es un boquiabierto. iAh,
- 68
Dios mfo! Se quedd en la partida. El caballo quiere co-
locarse dando la primera curva; el idiota lo sujeta y
lo sac& a correr por fuera. Lo tapan entrando a la rec-
ta, y el lo saca m& afuera aim. Ese caballo corri6 una
milla m8s que 10s otros. Era un robo, iUn robo!, iun
robo!
Pasaba la tande. El Cowboy hablaba. Con cada ca-
rrera aumentaba su inspiraci6n.
-Si hubiera empezado a atropelmlar antes, habria
sido un robo.. . Ese tipo no es jinete. Tiene almorranas.
&6mo puede ser jinete una persona que sufre de al-
morranas? LSabes cdmo le dioen? Sit-tight Peter. No
se agarra del caballo con las piernas; se agarra con 10s
cachetes; un dia se va 8 tragar la montura.. . Lo ta-
paron.. . Eso no es caballo, es una mula, es un cerdo.
Has visto. Es un perro. Si todavia viene corriendo. Ese
corre solo y llega segundo. Hijo de.. .
El sol empezaba a dumbrar como un medall6n
oxidado. Tintas carmesies y a p e s tefiian el cielo y lo
dejaban flotando como una copa en la brisa de la tar-
de. Yo sentia la invasidn fresca y olorosa del valle cali-
forniano. Olor a legumbres recien regadzis, a tierra
fertil, a Ilechuga, a tomate, a lim6n. Sobre las colinas
de San Bruno venia zumbando el viento del oceano, y,
entre chiflones y nubes de todos colores, descendian lus,
aeroplanos en el aeropuerto municipal. El Cowboy no
paraba de mascullar. Ya no lo escuchaba. El aire cris-
talino me sostenia maravillado, agradecido del atarde-
cer, de la luz, de la muchedumbre excitada, de ese sen-
timiento d u k e y melancolico que me empujaba hacia
todos, 'carreristas, caballos, putarronas, jubilados, poli-
cias, marihuaneros, suplementeros, filipinos, negros,
italianos, vztscus, mexicanos, sefioras con pieles y sefio-
ras de apretados pantalones y blusas transparentes. To-
dos confundidos en el polvillo de or0 del crephculo,
hediondos a sudor y cerveza, perdida la esperanza, una
gran flor de amargura en la garganta, 10s pantalones
sucios, per0 la mirada fraterna, solidaria, perruna.
En la altima carrera, el Cowboy me pus0 dos d61a-
res en la mano, y me dijo:
\
69
-Apuesta, apuesta a1 que quieras, per0 apUeSta.
-iQue voy a apostar! No, toma ,tu dinero.
-Apuesta, te digo, apuesta a1 que sea.
Era una suplica suya, esa mano tremula que me al-
canzaba desde el fracaso. Observe a 10s caballos. Nin-
guno sobresalia. Hubiera querido tener una revelacibn.
Per0 nada. A todos 10s caballos 10s veia iguales. Uno
m$s guaton que otro, tal vez. El de all&s i n cola; este
con las mechas sobre la frente, como un compaiiero que
tenia ,en el liceo; otro de tamafios colmillos y patas
manchadas; el ultimo iba con las cuatro patas venda-
das; era absurd0 que pudiese ganar con‘esos calceti-
nes.
-No, te digo que va a Gr plata perdida. No se me
urre nada. Apuesta tu.
7 TI^ vas a apostar, Tendrh la suerte de 10s prin-
cipiantes.
El Cowboy empezaba a lloriqueaq.
-A ver, dejame ver el programa.. . Dote caballos.
“Terremoto”. Este.
-6 CUBl?
-Ute, el siete, “Terremoto”.
Apost6 a1 siete, porque su nombre me recordaba a
m’i tierra, pais de remezones y fugas despavoridas en
la madrugada, y porque el jinete se llamaba Bravo, Jo-
. Bravo. El Cowboy estudi6 su biblia, y me mir6 con
s5
dexonsuelo. Y por aquellas razones, y por ninguna
otra, “Terremoto” gano. Pag6 treinta y tres d6lares a
ganador. El Cowboy no demostr6 ninguna emoci6n. Es-
peraba mi triunfo. Ademas, no quiso recibir ni un cen-
timo, excepto :os dos ddlares iniciales de la apuesta,
que consider6 un prestamo.
La victoria me llen6 de una intoxicante alegria;
~ quise corresponder a la generosidad del Cowboy, y le
sugeri que fueramos a buscar a mi compatriota Hidal-
go, para que celebraramos 10s tres con el dinero de mis
ganancias. El Cowboy conocia 10s vericuetos de las pe-
sebreras y no tuvo dificultad en hallar la cuadra de
Molter. Encontramos a mi amigo sentado en un balde,
observando pacientemente a un caballejo blanco que
SO
el mozo de la cuadra paseaba en grandes circulos. Le
presente a1 Cowboy, y le conte mi exito. Escucho con su
carita de laucha, sin decir nada, p r o la invitacion si
la acept6 agradecido. Me pareci6 que el Cowboy e Hi-
dalgo no podrian entenderse: el Cowboy, alla arriba,
con su estatura de gigante, y mi compatrfota, abajo, a
ras del suelo. Pero me equivocaba. Se entendian por te-
lepatia. Eran almas hermanas, unidas por una cola de
caballo. Tal vez porque ellos callaban, yo notaba con
espanto mi propia palabreria. En la euforia del triun-
fo, record6 a Mercedes, y hablaba de ella como de la
novia maravillosa que mis amigos no podian dejar de
conocer, como si no fuera la que me abandon6, la que
salid en la noche prendida de un hombre corpulento,
voluntarioso y sin cara.
TANGO,
P
viento y en la superficie lisa de las torres y edificlos.
Voy aun gozando la tierna emocion de Mercedes. Es
una intoxication del CrepfisCUlO. Pasamos frente a 10s
pequefios bares de la Costa Barbara. “Chichi” “Monas”,
“Tomy’s”, “440”. La tripulacion del vicio comienza a
despereZarse, y, preparando sus armas, se alista a1
ataque. Este bar es de lesbianas. Alli se reunen mujeres
rubias exclusivamente a conquistar negros y filipinos.
Aquel es un famoso antro de homosexuales escandalo-
sos, cargados de complejos, unidos en extrafios matri-
monios: matrimonios respetables de maricoiies ya vie-
jos; matrimonios inquietos, chismosos, pendencieros,
de viejo con adolescente; rnatrimonios tragicos de ma-
ricones jovenes. Ese otro bar comienza, e, inseguro aun, -
ensaya una politica doble: 1% meseras son todas ma-
rimachos; el maestro de ceremonias y 10s artistas son
inclasificables. Junto a nosotros pasa un grupo de MU-
chachas peinadas como hombres, palidas y eespinillen-
tas; visten chaquetas de cuero y pantalones grises, que
les aprietan fuertemente las cederas. Nos miran con a
insolencia y agresividad. Hay quienes van en pareja; la
m& hombruna conduce a la otra con gesto protector,
y, a1 pasar, a nuestro lado, se le acerca m b , repenti-
namente celosa.
El “Rancho” hierve a1 tiempo de mambo. La mu-
chedumbre se aglomera en el pasillo, junto a1 bar, de-
tras de las columnas. Pasan las meseras en sus trajes
de china poblana, haciendo equilibrios para no derra-
mar 10s vasos. Atras queda el perfume estatico, y con
61 un sudor de mujer rolliza y morena. El ritmo seco de
10s bongos va a contrapunto con el tintineo del cence-
rro. La pista ?de baile esta repleta. Gran noche, gran
negocio. La vieja duelia se pasea como gallina por su
corral, sacando la CUenta de sus ganancias. Nos condu-
ce ella misma a una mesa. No me reconoce.
-iVan a cenar? -pregunta, mirando ‘a1 Cowboy,
per0 este no le presta aterici6n.
Pedimos una botella de whisky.
-?,Una botella? -pregunta la vieja.
76
-Una botella. Lo que usted vera aquf es la cele-
braci6n de un buen dia en las carreras.
La vieja llama a voces a una de sus criadas. Vie-
ne Csta corriendo. Es una rubia oxigenada y crespa,
con enormes ojos cafe, coquetos y reidores. Los senos
se le abalanzan por la blusa escotada. Se me acerca y
me rodea el cuello con su brazo desnudo y moreno. No
puedo resistir la tentacibn, y le doy un beso detras de
la oreja. Le agrada que resulte t a n apreciativo de su
faena. Hidalgo me mira muy serio, y dice:
-Chitas que es entrador
El Cowboy mira alrededor como capitan de barco
ballenero. Avizor, per0 seguro de si mismo.
-Puchas que est5 callado --dice Hidalgo, indican-
dole con un gesto de su boca iruncida.
-As1 es este gallo. Alcohdlico an6nimo. Asi le lla-
man sus intimos. Toma y calla; per0 no creas, se fija
mucho.
Qer5 como el loro.
- h i mismito. Como el loro.
-LCual loro? -pregunta el Cowboy.
-El del cuento.
-(;”uCn t aselo.
-No, i p a que? Si ya lo sabfs. Todo el mundo lo
sabe, pus.
-Yo no lo SC - d i c e el Cowboy con gran seriedad.
-CWntaselo.
-No, pus, si me ‘est8 pitando. Cdmo que no lo va
a saber.
Bebemos grandes sorbos de whisky helatdo.
-Habia una vez U n loro.. .
Veo a Mercedes que acaba de llegar y pasa rapids-
mente a su camarin. Quisiera seguirla. Lleva un abri-
go blanco; sobre el cuello se suelta, esponjoso y rizado,
el pelo castafio. Tiene el paso firme y ritmico, corto y
taconeado; se adivinan unas pantorrillas hgiles y unos
tobillos esbeltos y poderosos. “Ah1 va mi bailarina”,
quisiera gritar, per0 no dig0 nada.
-...el lor0 no decia n i esta boca es mfa. . .
Me quede observando atentamente la puerta de 10s
m
camarines, que est& a1 extremo opuesto lde la sala. Vie-
ne la chiea que sirve a nuestra mesa, y se sienta a mi
lado. Advierte mi distracci6n. Me acaricia el pelo, rie;
me gusta su risa sin sentido, falsa y comercial, per0 bo-
nita; me gusta su boca. La dejo hacer. De pronto veo
abrirse la puertecilla del fondo. Entre la gente que bai-
la o pasa junto a las mesas, veo un instante a Merce-
des. Presiento que viene, Me h a visto y se acerea. Est8
vestida ya para su nfxmero de baile, per0 el abrigo
blanco cubre 10s detalles. Su rostro, maquillado para
10s elfectos luminosos de Ids reflectores, es extraordi-
nario: 10s pkrpados pintaldos de verde; las pestafias
enormes, negras y crespas; la boca dibujada con un 18-
piz morado o violeta, parece la imagen estilizada de
una mufieca cubista.
--Hela - d i c e .
-Hola.
La mesera se va inmediatamente. Mis amigos per-
manecen callados. Mercedes se sienta, y &Denastoea el
vas0 con whisky que he puesto frente a ella. Miia a su
alrededor sin detenerse en nadie. Los pachucos la exa-
minan con avidez, con veneracicin.
-Dame un cigarrillo -dice. Time ldificultad en
sujetar el cigarrillo con 10s labios tan espesamente
pintados. Se lo enciendo, y s610 entonces noto crue tiem-
bla, y adivino sus ojos, sus verdaderos ojos, mirhndome I
83
EL EXCENTRICO SEROR GONZALEZ
94
-DespuCs lo venden para hacer hot-dogs. Pbr
kilos.
-LPero que le pasa?
-Le pasa -dijo Julian- que no es caballo de ca-
rrera. Sera caballo de circo, jefe; per0 de carrera no es.
-Naci6 para repartidor de pan.
-No, mano, mAs que eso. El caballo tiene su clase.
De circo dig0 yo, 0 pa que lo monken unas gueraS muy
finas en el club de saltos.
-iPalabra! Eso le gustarfa a1 condenado; echarse
a la espalda unos buenos cueros rubios.
--Si quisiera correr --continu6 Julian-, serfa bue-
no, por lo menos pasable. Per0 no le provoca. Prefiere
pasearse por la cancha como turista. imango miis ra-
PO y extraordinario! Tiene personalidad. iSabia usted?
No m&s pasa una yegua y se pone a soltar pedos y pa-
tradas. Quisiera trag&r&las. Y cuando va a1 paseo, ino
lo ha visto? Se Cree campebn. Tiene un paso de rumba
que se reserva para antes de la partida. La gen%e se
muere de risa. Diwn que se lo aprendi6 a Kid Gavilhn.
Y se entrena solo el jodido. Si no lo sacamos en la
mabana, se pone a correr por las pesebreras y poco
falta pa que bote el galp6n a1 suelo. Los otros duefios
se quejan y ni siquiera le permiten caminar por la ca-
Ile de 10s establos. Hay que llevarselo por un desvio
para que no alborote a todo el hip6dromo.
-iPero cuando corre!
-Ah, per0 si eso no es corrser. No es que se raje.
No, eso no. Tiene muchos huevos para andarse rajan-
do. Lo que pasa es que no tiene la cabeza puesta en lo
que va haciendo. Es indiferente. Se va punteando, co-
mo si todo fuera un juego. Cuando de v e r s empieza la
carrera y 10s otros caballos se le vienen encima, en-
tonces se hace galantemente a un lado y se va a la .
cola mirando c6mo 10s otros caballos se sacan lo que
no tienen corriendo. Despues de-la carrera vuelta con
10s pasos de rumba; llega a la cuadra y se da unos aires
como si hubiera ganado el Santa Anita Handicap. El
Patr6n est& ya reteh'astiado.
-Vamos a darle una mirada.
-6Qu6 horas son?
95
Va a ser la una.
-Bueno, que despierte el chingado. No se va a pa-
6&r todo el dfa durmiendo la siesta. Hay que llevarlo
a la caneha a las cuatro. Va en la altima.
-Una milla y un cuarto.
-Si, en una carrera de reclamo por tres mil d6-
lams. Per0 yo s(? que el jefe lo vende hasta por mil
quinientds.
Abri6 la puenta Juli&n y por primera vez tuve la
visidn de este raro caballo, venido de mi patria, que
tanto daba que hablar. Me llamaron la atencibn 10s
ojos medio abiertos, inyectados de sangre. Ojos de
trasnochado. Un mech6n canoso le colgaba en la frente.
Cuando abrimos la puerta se pus0 a m'ear gruesa y
sonoramente. Como un huaso borracho en irna pared
de la Estaci6n Central. Me fije en las patas cortas y el
vientre abultado, tan guatbn, en efecto, que a primera
vista sdaba la impresibn de (estar esperando familia.
Pero, observando de cerca, se notaba que no todo ese
bulto era panza, sino qae habia allf pechuga tambibn,
firme y musculosa. Las caAas me parecieron increible-
mente finas. Podia ser ilusidn dptica, debido ai con-
traste del pecho, 10s iiares y 10s muslos tan poderosos.
-Ya est& quemado -hice notar:
- -Bueno, per0 no le hace. Estaba echando un so-
brehueso en la pata izquierda, y, claro, hubo que aue-
marlte las dos. - J u l i & n se inclind v con el pulgar y el
indice rode6 la cuantilla del caballo-. Tierna y mas
fina que la mufieca de una mujer -me dijo sonrien-
do-. Per0 ya est& bien, retefirme.
Sobre la pelusa tordilla se notaba el tejido cha-
muscado que deiara la aguja. El caballo era cabezdn,
y esto lo hacia simp&tico de inmediato, aunque un ex-
perto hubiera considerado tal cos8 como una mancha
en su linaje. Era simpatico para nosotros, sus compa-
triotas, que conocemos esta clase de gentes en el cam-
po. Porque el caballo 6Ste era tan chileno como Hidalgo
o como yo. Indudablemente. Se le wia a la lema. No
tenia que hablar para que lo reconocieramos. Cabezbn,
corto de patas, pechug6n, y ese color blanco sucio, de
rancho de adobe y cal, todo eso y lo que nos habia
96
contaclo Julihn no podian originarse sino en una media
luna surefia de mi tierra. CDigase que era chifladura.
Per0 yo reconocia en C1 a un compatriota y le habria
dado la mano, si no hubiese adivinado en sus ojos bo-
rrachos una cierta picardia socarrona y muy bruta que
suele anteceder, no a1 saludo, sin0 a la patada en mis
pagos. Como si la bestia pensara: “Ya me miraste bas-
tante; toma, por jetbn.. .” Sin embargo, sacudi6 la ca-
bezota un par de veces y yo acepte eso como un saludo.
De vez en cuando daba una patada en el suelo 0 tiraba
la cola a1 aire.
-6Cbmo te Ilam&i, huacho culebra? -le pregun-
te yo.
4 e llama “Gonzhlez” -respondi6 Hidalgo.
Yo lo mir6 con la bwa abierta y so1t6 la risa.
-No me est& jorobando.. .
-No .es chiste. Asi se llama. “Gonz&lez”.
-No friegues. 6C6mo se va a llamar “Gonzhlez”
un caballo?
-Pos asi le pusieron en Chile -interrumpi6 el
mexicano-; el patr6n lo inscribe con el nombre de
“Sefior Gonzhlez”. &‘Nove que hay otro “Gonzhlez” co-
rriendo en las ferias?
-Que fregar; asi es que te llam&i “Gonz&lez”.
-No es tan raro. , p o %e acuerdas de “O’laverry”.
Hay mucha gente en Chil’e que se llama Olaverry. Re-
bnena familia, pus.. .
Yo me doblaba de la risa.
-.. .puros vascos, de la mejor aristocracia.
-Y este sera de 10s de la clase media.
-N000000, pues, este fiato es pueblo, pur0 pueblo.
&Que no le ves la pinta? ,3610 le falta el habla pa roto.
En verdad, ‘,‘Gonzhlez” tenia, asi a primera yista,
algo de roto. Quizhs en la actitad apocada per0 agre- ‘
siva, en la mezcla de fortaleza y debilidad, y, sobre todo,
en ese aire suyo de querer salir corriendo desmandado
y de repente.
-El jefe dice -continu6 Juliftn- que en Chile ga-
n6 muchas carreras.
--Claro, pues, corria e n el Hipbdromo. Yo me
acuerdo 4 i j o Hidalgo-. Corria puras carreras largas
97
CbpES.-7
y tenia mucho aguante. All& se llamaba “Policarpo
Gonzalez”. . . LDe que t e refs? -me preguntd Hidalgo,
. un tanto resentido por mis carcajadas-. Si es coman
que le p n g a n a un caballo #elnombre de un pariente
0 un amigo del duefio.
-Si, per0 no con nombre y apellido.
-Con nombre y apellido, tal como suena. Nunca
fue muy>bueno; no, pues, regular no mfs.
Hidalgo se despidid de Julihn, y yo le s g U f hacia
el hip6dromo.
que te pareci6 ese caballo?
-Bueno, por Io que vi.. ., no me parecid nada. Un
caballo como cualquier otro. Except0 que es un don
caballo, puesto que se llama “Gonzalez”.
-No, sin fregar. LLe hallaste pinta.de algo?
-&Cdmo podrfa decir? Tendrla que verlo correr.
LPor que me preguntas? LQuieres que le apueste hoy?
-Ni loco. No es por eso que t e traje a conocer a
“GonzBlez”. Se trata de otra cosa. Mira, Qye lo que t e
voy a decir. -Hidalgo me causaba risa con su seriedad
tan extrafia a 1% circunstancias, pero sus ojos afila-
dos como un corvo me imponian respeto. Para hablar-
me torcia su cabecita y se empinaba en sus tacones d e
huaso-. TO has ganado algo de plata y pareae que vas
a seguir ganando. Naciste con suerte. No te voy a pre-
guntar c6mo lo haces, n i te dire que entiendo tu buena
suerte. Ea cuestidn es que naciste parado. Apusestas y
ganas. Est& bien. Per0 lo que n o est& bien es que no
aproveches t u plata. No, pues, compafiero, &as son
huevas. La plata hay que reproducirla, invertirla para
que se transforme en fortuna. Hay que explotar tu bue-
n a suerte.
A h . . ., pens6 yo, sobresaltado, jser& que me dedi-
can un cuento del tio?
-+,Per0 que tiene que ver est0 con “GonzBlez”? -
pregunte con aire de inocencia.
-A eso .voy, no mme apures. “GonzBlez” ses tan re-
malo, tan requetemalo, que su duefio va a llegar a re-
galarlo. Se va a desesperar. Acuerdate de lo que digo.
Y lo vendera por tres chauchas. Entonces es cuando
uskd entra en la cola. Con unos mil y tantos ddlares,
te lo compras. Te lo compras, por la cresta. Y yo te lo
preparo y te lo corro.
Tal seria 1s cara de sorpresa y desconcierto que
yo puse, que Hidalgo se detuvo y me agarr6 del brazo.
-&No te estoy diciendo que es una mina de oro?,
¬ e das cuenta? Ese caballo tiene que ganar algixn
dla. Si yo mismo lo vi ganar en el Hip6dromo Chile.
Con una carrera que gane sacamos todos 10s gastos;
con dos hacemos fortuna y nos vamos a Chile.
-LComprar un caballo? LYO?LY de ddnde vamos
a sacar la plata para mantenerlo? LY ddnde lo vamos
a tener? LEn la “Pensi6n Espafiola”?
-Todo eso corre por mi cuenta 4 i j o Hidalgo en
forma cortante--. Reclamamos el caballo y lo aloja-
mos e n la cuadra de un preparador aleman que yo co-
nozco. Nos cobrarh diez d6lares al dia por todo: ali-
mentacibn, entrenamiento, la pesebrera, todo. Si el
caballo se enferma, claro, hay que pagar lhs medicinas
y las cuentas del veterinario. Per0 “GQnZBl&’ est&
curtido. No se nos enfermarh. De esos diez dblares,
nlgo nos rebajarh el gringo, porque yo voy a cuidar a1
caballo, yo lo montare y me ocupare de entrenarlo. To-
tal, sera casa y comida lo que necesitara “Gonzhlez”.
Nos puede salir por unos doscientos ddlares a1 mes. Y o
te garantizo que, si yo lo preparo, “GonzBlez” gana
una carrera antes de un mes. Con un solo premio te-
nemos para todo el aiio.. .
Hidalgo hablaba con inspiracidn mistica, escupia
de entusiasmo, se le trababa la lengua, rye frotaba las
manos, daba saltos y patadas. Los otros cabatlerizos y
entrenadores que pasaban a nuestro lado se nos que-
daban mirando sorprendidos. Tal vez creian que aca-
babfimos de asesinar a alguien. Para mf,jaquel proyec-
to era una locura. Pero Hidalgo insistia y abundaba en
razones. Su elemento de persuasicjn no era la 16gica;
era su impulso vital, su fuerza constante, insistente,
ciega. Le Entia pegado a mi como una arafia. Me aho-
gaba como una ventosa. El chiste w transform6 en pe-
sadilla, y, luego, en obsesi6n. Yo habia tomado a este
homb:’ecillo por un payaso inofensivo, y se me iba
transformando en un ser diab6lico. Me besconc~ertaba.
99
V
!
L
139
Donde la tierra derecha no es la recta final
163
Caballo de copas, caballo de trizcnfo
,
,
.
harto iieque, per0 no gana, no gana nunca. Llega ter-
cero, segundo, per0 no gana. Es intitil. Puede suceder,
per0 me tinca que no va a ser esta vez. La carrera esta
entonoes entre “On Trust”, “Mafosta” y “Gonzalez”.
La concurrencia le contemplaba con tamafios ojos,
en profundo silencio, como si estuviera predicando el
evangeiio. Despues de cobrar un ganador, Hidalgo siem-
pre decia, refiriendose a 10s perdedores: “No lestudian
y quieren pasar”. . . En Nesos instantes se sentfa un te6-
rico de la hipica, un iluminado. Y o le veia crecer, con
su cara tragica pegada en un plato y cruzada de tene-
dores y cuchillos, igual que un escudo de armas. A esa
hora las luces de la cafeteria adoptaban un extra50
resplandor purpurino. La pie1 se volvia cenicienta, aun
en 10s pechos y 10s brazos de las sirvientas, y 10s ojos
se enturbiaban con tonalidades malsanas. Frente a la
vidriera de 10s pasteles habia una fila de individuos
esperando. Algunos eran marineros; las mangas de sus
chaquetones azules apenas les cubrian las muiiecas, y
dejaban colgar las manos, rojas de frio, exanimes, co-
mo bolsas; otros eran soldados de rostros campesinos,
de sonrosadas rnejillas, torpes y timidos; o estibadores
de gesto agrio, la gorra blanca sobre el ojo, la chaqueta
de cuero abierta, 10s pantalones de pana metidos ten
las botas; algunos meran conductores de tranvia; per0
la mayoria eran viejos vagabundos vestidos de negro,
chatos y sucios, con las manos negras y peludas, y las
orejas moradas. hstos viejos producian a1 andar extra-
fios ruidos, provenientes, acaso, de 10s papeles que se
ponian debajo de la camisa 0 dentro de 10s zapatos.
Tenian la mirada abstraida de 10s hambrientos, per0
si uno 10s observaba con atencion, respondian a la mi-
rada de inmediato, listos a cualquier proposici6n cri-
minal que significara ganancia. Daban asco, sorbiendo
a tragos cortos y moqueando adentro de las tazas.
La voz de Hidalgo llegaba vibrando con la campa-
nilla de un tranvia. Debatiame entre el inter& de oirb
y la tentacion de dormir, vencido por el cansancio y la
monotonia. Afuera, el viento formaba remolinos de pa-
peles, y desde 10s zaguanes de 10s edificios comerciales
166
nos miraban 10s vendedores de peribdicos, temblando
de frio.
-.. .“On Trusit” lleva muoho peso. Con cienb
treinta libras no gana nadie; llegara tercero. Acuer-
dense de lo que digo. Quedan “Mafosta” y “Gonzalez”.
Estos dos van a llegar separados por una nariz, y cOmO
la nariz de “Gonzalez” es borbonica, ganamos nosotros.
En oratorias y conciliabulos nocturnos pas6 el
tiempo, hasta que lkgo el dia de la gran carrera. &Sera
necesario decir \que yo vivia en trance, que hablaba de
“Gonzalez” dia y noche, que sodaba con fabulosas vic-
torias; que Mercedes no me soportaba ya cuando, apre-
miada y nerviosa, venia a verme a mi departamento,
y, en vez de caricias y dukes palabras, yo no le ofrecfa
sin0 tiempos dte millas y genealogias de caballos?
El dia de la carrera, Eidalgo vino a buscarms al-
rededor de las once de la mafiana. Me sac6 a firones
de ia cama, levant6 las persianas y dej6 que el sol
se derramara sobre 10s montonles de ropa en las sillas,
sobre 10s platos sucios y 10s ceniceros apestosos e inun-
dados de‘ colillas.
-Ya esta. Lleg6 el momento solemne. No te hagas
el pesado. Levantate, por la cresta. LSabes lo que va-
mos a hacer?
Y o lo miraba arrugando los‘ojos y lo veia m&s chi-
quito y mas moreno que nunca, con su boca fruncida
por la emoci6n.
-No, no s6. &Quevamos a hacer?
Caminando a tientas, en calzoncillos, fui por el ba-
fio y despues a la cocina a calentar el cafe. Hidalgo
rebosaba optimismo.
-Nos vamos a ir a1 Cerrito, a1 otro lado de la ba-
hia. Alli haremos nuestras apuestas.
-&A1 Cerrito? i Y para que? -le pregunte, mien-
Eras buscaba 10s calcetines debajo de la cama, pues
sentia que el frio del lin6leo se me pegaba como un
sapo a las plantas de 10s pies-. iPor que no aposta-
mos en el hip6dromo?
-No seas bruto. En el hipddromo apuesta toda la
genk. Si nosotros apostamos alli rtambien, 10s dividen-
dos van a bajar. Capaz que “Gonzalez” resulte favorito.
-No me hagas reir. LY ta Crees que lo que nos-
otros vamos a apostar le ibajaria 10s dividendos a
“GonzBlez”?
-Todo menta, y, adem&, la gente se pone sospe-
chosa si ve aparecer una tendencia en las apuestas
muy temprano. Contimh que toda la gallada d e 10s
establos ya sabe el dato. Vieras c6mo ha cundido la
copucha.. . Hasta 10s gatos le van a apostar a “Gon-
ZBlez”. Per0 tti y yo, mister Hamburguer, el Cuate, Ju-
lian y el Cowboy le apostaremos en el Cerrito.
He ahi un antro que no formaba parte aan de mi
caudal. El Cerrito resulta inolvidable, no por sus vir-
tudes ni por sus bellezas civicas, que si las tiene, sino
por una rareza de caracter legal que le da a1 pueble-
cillo una fisonomia y una reputacidn en extremo cu-
riosas. Hay en el Cerrito una zona que no pertenwe
Iegalmente a ninguna ciudad. Es el dugar de nadie. Por
inexplicables circunstancias, qued6 (esa zona sin ser
incorporada n i a Berkeley, ni a Richmond, ni a Al-
bany. Por lo tanto, ningan organisno gubernamental
de ninguna clase ejerce alli autoridad. Ni la policia, ni
10s bomberos, ni el juzgado. Cuando alguien comete un
delito y se llama a la policfa de alguna de las ciudades .
vecinas, conkstan que lo sienten mucho, per0 que esos
predios no estBn .en su jurisdicci6n. Si una casa se esta
incendiando, entr’e llamaradas y rogativas, cuando al-
guna compafiia se resigna a ir, de la casa no quedan
mas que 10s cimientos. Reina en esta zona, como se
comprendera, la libertad m& ca6tica.
Mr. Hamburguer, que guiaba el autombvil, llevaba
a su lado a Julian y a1 Cuate. En el asiento de atrBs
ibamos el Cowboy, Hidalgo y yo. Era una maiiana es-
plendorosa, azul y blanca, sin nubes, cruzada apenas
por una brisa suave, que parecia peinar el lomo verde
del mar y llevar su lustre a 10s metales rojos del puente
y de alli a 10s edificios grises de la bahia. Nitidamente
aparecfan 1% colinas de Berkeley y Oakland, el hongo
granate del ciclotr6n, la torre del Tribune, hasta cuya
misma base se extendian las ramificaciones del puente.
Mr. Hamburguer pas6 largo tiempo recorrieiido el Ce-
rrito, como si, inseguro de la direcci6n, buscara a l g a
168
,
I
indicia que le sirviera de guia. Pasaba y volvia a pasar
frente a una taberna, en cuya puerta colgaba un rotulo
con el nombre de “The Wagon Wheel”. Algo no recibia
su aprobacion, a l g u detalle que yo no captaba.
-Ahora 4 i j o el Cuate-, jahora!
-No hay moros ,en la costa. iAhora, ifior, aptmse!
Mr. Hamburguer freno el auto cerca de la taberna,
retrocedio y, con una rapida maniobra, se metio por
un garage de apariencia insignificante. Una gruesa
puerta de vigas cruzadas se abrio, y un hombre de
chaqueta blanca nos dio la pasada despues de inspec-
cionarnos a vuelo de pajaro. De pronto nos encontra-
mos en u n gran solar donde habia una docena de au-
tomoviles estacionados y donde numerosos grupos de
gentes conversaban, agitando periddicos y pequefios
trozos de papel. Los rostros eran serios, apesadumbra-
dos; las alas de 10s sombreros obscuros les ocultaban
10s ojos. Hablaban en voces apagadas y gesticulaban
con exageracion. Sentados en el suelo, dos ancianos y
una muj er gordisima fumaban en silencio, mirandose
10s zapatos. A1 fondo del solar se veia una paerta. El
hombre de la chaqueta blanca mantenia alli su guar-
dia. Un cigarro habano, todo nordido y mojado, le
colgaba del labio, cubriendole el pecho de ceniza. Desde
ahi nos hizo sefias con 10s ojos. Caminamos abriendo-
nos paso con dificultad. Llegamos a la puerta, y Mr.
Hamburguer se adelanto, saludando amigablemente al
de guardia.
-Adelante 4 i j o &be, observandonos con ojo
.
crit ico
Cuando pasaba Julian, el hombre le detuvo, PO-
niendole su mano pesada y dura contra el pecho.
--iQue edad tienes? -le preguntb.
Julian se pus0 palido y no atin6 a responder.
--iQuien, este? -interpus0 el Cuate, que se habia
quedado atras.
-Si, e&. Bien saben que no deben traer aquf me-
nores de edad. LCuantos afios tienes?
-No sea chistoso 4 i j o el Cuate-. Julian tiene
treinta afios. LVerdad, Julian?
169
Mr. Hamburguer se acerc6 y, sin decir nada, le
pus0 un billete en la bolsa a1 hombre.
-&Verdad que tienes treinta afios?
-Si, sefior, treinta afios -repiti6 Julian, que s610
1
tenia catorce. t
-Ya ve, dejelo pasar. Tiene treinta afios y es den-
tista. LVerdad que sos dentista?
-Pasen, pues --dijo el otro, mirando para otro
lado.
Entramos a una atmbfera negra de humo y he-
dionda a patas y a sudor. No distingui m& que som-
bras. Acaso un centenar, acaso m&s, en una especie de
zagdan de reducidas proporciones. Todo un lado de la
pared estaba cubierto de pizarras. Un hombre, subido
en un andamio, escribia con tiza 10s nombres de 10s
caballos, la carrera en que participaban, el hip6dromo
en que corrian; escribia 10s Fesultados que iban Ile-
gando por radio, anunciados por una voz de sapo. En
el otro lado de la habitaci6n estaban las ventanillas
donde se recibian las apuestas. Formamos una fila,
con Mr. Hamburguer a la cabeza. Yo me sentia apri-
sionado en el medio. Por mks esfuerms que hacia, no
lograba distinguir rostros. Oia voces, sentia alientos,
roces de mujeres y hombres, que se pegaban como ani-
males obstinados y ansiosos; vela a traves del humo
la figura del hombrecillo en 61 andamio. Una gran
rnasa humana, pegajosa, ciega, me estrechaba y hun-
dia, robandome el aliento.
-& . . .y si la policia llegara? -of a Julian pregun-
tandole a1 Cuate.
-&Que policia? No hay policias POP aquf, y si 10s
hubiera, estarian comprados para no molestar. . . Mira
la pizarra. iQue pais Cste! Mira, ahi estan 10s resul-
tados d e cuanto hip6dromo existe en 10s cuatro puntos
cardinales. Si quieres, le puedes apostar a un caballo
que corre en el Congo.
-No hay carreras en el Congo. :. LPero si vinie-
ran, asi como en las peliculas, en camiones y con si-
renas y fotografos? Porque esto es prohibido. Nos Ile-
.
varian a todos.. A mi no me Cogen vivo, Cuate; yo me
les escabullo.
170
Desde adelante de la fila se oia:
--“Gonzalez”, septima carrera en Tanforan. cln-
cuenta dolares a ganador.
--“Gonzalez”, septima carrera en Tanforan, quin-
ce d6lares a ganador y quince a place.. .
-“Gonzhlez”, sCptima carrera en. . .
“GonzBlez”, “Gonzalez”, “Gonzalez”. El nombre se
iba repitiendo Como una consigna. Le lleg6 el turn0 a1
Cowboy.
--“Gonz$lez”, septima carrera en Tanforan, qui-
nientos d6lares a ganador.
La voz del Cowboy, llena de esa resonancia del que
habla rara vez y que cuando habla no sabe controlar
sus tonos, atrajo toda la atenci6n de la muchedumbre.
Se produjo un silencio jextrafio. Podian escucharse (elco-
rrer de la tiza sobre la pizarra y 10s resoplidos de sapo
en el altoparlante. Be adivinaba que todas esas som-
bras amorfas, hediondas, envueltas en humo, habfan
vuelto la cara hacia nuestra fila y aguardaban inquie-
tos, desconcertados.
-&%anto? -pregunt6 el cajero.
-“GonzBlez”, septima carrera en Tanforan, qui-
nientos d6lares a ganador -repiti6 el Cowboy, y ru-
bric6 la apuesta con un elefantihsico eructo.
Se not6 una repentina conmoci6n, voces sordas,
arrastrar de pies en el suelo, sonajera de papeles, gri-
tos, insultos, toses y lamentos. 8 e vino un trope1 a las
ventanillas.
-iHuev6n! -gritaba Hidalgo-, jquiCn le manda
gritar su apuesta! &Que no ves como se vienen todos?
Todos quieren apostar a “Gonzhlez” ahora.
Mayor revuelo se habia armado d e t r a de las ven-
tanillas. Los gangsters de baja categoria que recibian
1 s apuestas desaparecieron y regresaron acompadados
de sus jefes. Something is cooking, decian. ~ Q u 6pasa?
iQue pasa? L“Gonzalez”? 6QuiBn zes “Gonzalez”? Pero
nuestra fila avanzaba y repetia implacable: “Gonza-
lez”, septima carrera en Tanforan.. .” Pronto no se
OY6 sino una voz en todo el recinto: “Gonzalez”. Co-
rrian las sombras y se metian por 10s rincones, re-
uniendo dinero, como ratones que amontonan mendru-
171
gos. Salian, entraban. Una y otra vez resonaba el mismo
sonsonete: “Gonzalez”, septima carrera. .. Lleg6me el
turno.
.
-“Gonz&lez”. . -empece a decir.
--Ya, ya, y a se. LCuanto?
-Veinte d6lares a ganador y veinte d6lares a place.
Escribi6 el otro la apuesta en un gran libro de
contabilidad, anot6 mis iniciales y be quedd mascu-
llando. Cuando saliamos y nos disponiamos y a a subir
a1 automovil, cinco gangsters rodearon a Mr. Hambur-
guer. Se lo llevaron rapidamente y desaparecieron con
61 detrh de la cortina de humo del garito.
-No se asusten 4 i j o el Cowboy-, s610 quieren
saber de que se trata. Estos no se meten en lios, quiero
decir, en 110s de poca monta.
A1 poco rat0 regres6 Mr. Hamburguer. Su cara pla-
cida y regordeta era la expresibn misma de la beatitud.
Se sent6 d e t r h del volante, arranc6 el motor, manio-
br6 con toda pericia y sali6 lentamente. El de la cha-
queta blanca nos miraba con gesto asesino.
-&Quihubole? -dijo el Cuate-, &queno les gust6
“Gonzhlez”?
-Bonita torta les dejamos -respondid Mr. Ham-
burguer-; no hay nadie all1 que no le haya apostado
a “Gonzalez”.
-LY si no pagan? -pregunt6 Julian.
-Calma 4 j o Mr. Hamburguer-; en primer lu-
gar, ni sabemos si “Gonzalez” va a ganar. Si pierde,
10s cartilleros haran una fortuna. Nos habran dexue-
rado a todos.
-Si, per0 LY si gana? LSe van a tragar la p6rdida?
Tendrian que ser muy brutos.
-Uta gente siempre paga. Son m u de confiar que
el Banco de Londres.
-Usted exagera.
-A ellos no les convienen 10s l€os. La policia 10s
Ueja operar mientras pagan su qoima y no arman pe-
loteras que molesten al vecindario. Ellos no quieren lios
con la policia n i con nadie. Por eso siempre pagan.
Per0 no pierden nunca.
-Y eso cbmo.. .
172
-Sencillamente llevan el dinero que nosotros apos-
tamos a1 hlpbdromo y se lo meten a “Gonzklez”. ..
-Entonces no nos sirvid de nada venir a apostar
aqui; 10s dividendos bajarkn all& de todas maneras.
--Exactamente -continub Mr. Hamburguer-; por
desgracia, provocamos demasiado esckndalo. Ellos se
van a llevar el dinero a Tanforan. Si ‘LGonzBlez”gana,
se han cubierto muy bien: pagan con dinero del hip&
dromo. No hay pCrdida. Si “Gonzklez” pierde, han per-
dido el dinero nuestro, no el de ellos. Dejan de ganar,
pero no pierden. Esta es una medida de emergencia,
para casos como el de hoy, que no entiendm por que
ni saben a que atenerse. Lo dnico que querian saber
es si el duefio se corria una fija con “GonzBlez”. Les
tuve que decir que 10s duefios Cramos nosotros. Partie-
ron de inmediato a Tanforan a cubrirse. Y eso no es
todo; por su cuenta le van a meter otros dbiares en el
negocio de otra banda de cartilleros. Por si acaso.
A1 llegar a Tanforan nos fuimos directamente a
)as caballerizas. “GonzBlez” hacia la siesta. Nos sen-
tamos todos alrededor de su pesebrera. El Cuate y Ju-
likn en el suelo, Mr. Hamburger, Hidalgo y yo sobre
el fondo de unos baldes, mientras que el Gowboy per-
manecia en cuclillas. Pronto llegaron otros personajes;
venian desde 10s establos: aprendices, mozos, uno que
otro preparador. Se conversaba como e n el camarin
de un boxeador antes be la pelea por el campeonato.
-~Cbmo est& el caballo? -preguntb un desco-
mo$ido.
-No se ha visto mejor en su vkda -respondib Mr.
Hamburguer-; listo, como una navaja.
-Entonces, ~ g a n a r k ?
-LQuiBn sabe? Son muy buenos sus contrincnn-
tes, per0 nuestro caballo tiene mucho m8s corazbn.
--iValdrk la pena echarle un par a ganadores?
-M&s le vamos a echar nosotros. Per0 usted sa-
br&. En carreras no hay nada seguro.
-iPor la cresta! -exclam6 Hidalgo-, es ahora o
nunca. Si no la hacemos ahora, huachito, seria el colmo
de la mala pata. +Me habia agarrado el brazo y me
lo apretaba con furia.
173
-No te desahogues conmigo; ya te montaras en
“Gonzhlez”.
Hidalgo era una mezcla de calma absduta y de
ansiedad f ebril, preso entre dos condiciones irreconci-
liables. Fumaba cigarrillo tras cigarrillo, enterraba 10s
tacones de las botas en el lodo y escupia. Luego se que-
daba abstrafdo mirando un punto lejano y su rostro
se iba soltando lentamente, hasta alcanzar una lumi-
nosidad candorosa.
-Sock -me dijo-, &te acuerdas de una vez que
hablamos de una playita en Mejillones o Tocopilla,
donde yo quiero hacer mi negocio de pesca, donde me
gustaba tirarme de guata y oler la arena y 10s cho-
ros?. . . En eso estoy pensando ahora. Debe ser prima-
vera. Hace un calor seco y no hay una nube en el cielo.
Te metes a1 agua y la espuma t e hace cosqgillas en el
peoho, en 10s sobacos, en las verijas. El Zgua esta fria,
pero sabrosa; te toea y t e unta como con sal y yodo;
sientes que t e aprietan el cuerpo. No se ve un alma
por ninguna parte. A lo sumo un quiltro. Estoy solo,
solo y metido en el mar como dedo metido en una bo-
tella verde. iTe das cuenta? Vacio absolute, y una
calma, una serenidad. El cielo est& encimita y el co-
chayuyo te cuelga del cuello y se te enrosca en 10s
brazos. De repente te bada la cara una ola, y es como
si te hubiesen echado un jarro de gloriado con todo el
vino tinto y toda la fruta helada. No te puedo explicar
en palabras. -Se mordia las uiias, botaba un pucho
y guifiaba 10s ojos, palido, serio-. Y t u &quepensai?
“&Ganar&“Gonzalez”?”, quise decir; pero vi que
Hidalgo hacia lo posible por desentenderse de lo que
ocurria esa tarde.
-En estos casos es mejor no pensar. Quando yo
voy a una prueba --le dije-, .a una prueba que se que
resultara jodida, de cualquier clase, yo no pienso; en-
tro a1 peligro de perfil, le pongo el hombro con todos
10s sentidos alertos, per0 sin pensar. No falla. Es en-
tonces cuando veo 10s ases en el naipe y 10s ganadores
en las carreras. Si reflexionara estarfa perdido, se va
el toque magico. Hay que entrarle a la suerte como
una daga, de punta y hasta la cacha. Sin pensar.
174
Hidalgo guard6 silencio un rat0 y luego me pre-
gun t6 :
-LY ahora? LSientes que ganaremos?
La verdad era que en ese sexto sentido de tabor
que Dios me h a dado habia una extrafia y confusa
sensacibn. Me parecia que iba a cobrar. Si, de eso no
cabia duda. Per0 no sentia que ibamos a ganar. Algo
no encajaba bien, algo muy sutil, indefinible.
-+Para que te voy a mentir? -respondi-. Es co-
mo siempre. Si siento algo, no s6 c6mo podria expli-
ckrtelo; es cuesti6n.. .
-iPUChW, que par d e iluminados! -exclam6
Hidalgo.
-De eso se trata aquf, Hidalgo; las carreras son
para 10s iluminados. LQuibn m&s podria entenderse con
10s caballos?
Lleg6 la hora fatidica. Se march6 Hidalgo porque
debia ir a vestirse a la sala de 10s jineks. Mr. Ham-
burguer sac6 a “GonzBlez” de la pesebrera y se lo en-
treg6 a JuliBn para que lo guiara hasta el paddock. Me
despedf del Guate y del Cowboy, y me encamin6 con
Mr. Hamburguer hacia la cancha. Las piernas me tern-
blaban y se me habia secado la garganta hasta el ex-
tremo de que no lograba sacar la voz. “Gonzalez”, en
carnbio, parecia demasiado tranquilo. Mr. Hamburguer,
que acaso adivin6 mis temores, dijo:
-Los caballos engafian, 5610 10s tOntOS creen que
el caballo m6.s saltarin es el ganador de la carrera. Yo
he visto caballos dando brincos como si fueran el ‘epi-
tome de la energia, y despu6s de un cUart0 de milla
necesitaban muletas para caminar. No, >esono tiene
nada que ver; cuando sea el momento de correr, y a
VerBs c6mo “GonzBlez” resucita. .
“GonzBlez”, con las cuatro patas clavadas en el
suelo, parecia a punto de dormirse; levantaba de vez
en cuando la cabeza y me miraba de reojo. Casi mle
guifiaba para darme Bnimos. Un mhculo de la pierna
6e contraia y temblaba, por all&lejos, cerca del anca,
un gran trozo de piel; ‘era como agua tocada apenas
POr un aleteo d e moscardbn. La cola daba un brochazo
en el aire. A pocos minutos de entrar a la prueba de
175
fuego, con el destino suyo y el nuestro en la balanza,
bajo la mirada de veinte mil personas que lo conside-
raban un bruto y como bruto lo tratarian, “Gonz&lez”
parecid despertar y desplegd entonces un temple de la
m9s fina ley. ESeria posible? EEra, en verdad, un cam-
pedn, un aut6ntico campedn? Aquellas miradas le es-
t a b m comparando a sus adversarios, y “GonzBlez”,bien
badado, bien peinado, lustroso y brillante el pelaje, la
cola blanca como noble melena de poeta, la mirada
slibitamente alerta, las orejas alzadas como antenas, se
veia tranquilamente orgulloso de su prestancia criolla.
Nada tenla que envidiar a 10s ases rubios y morenos.
Poco a poco, esa confianza suya, esa thcita conciencia
de su superioridad empezd tambiCn a invadirme, y
pude contemplar sereno la perspectiva de lo clue guar-
daba el destino para nosotros esa tarde. Llegaron 10s
j in etes.
Johnny Longden, el famoso Longden, entrd a pa-
sitos de nifio, con su hociquito de perro y la cara arru-
gada, despreciativo y paternal a la vez, seguro de su
maestrfa y respaldado por una fortuna de milIones de
ddlares. Detr&s venfa Glisson, la gorra echada para
atr9s, mascando chicle, sonriendo despreocupado; Wes-
trope, con su boca ancha de payaso y su mirada equi-
voca; Shoemaker, el Silencioso, 10s labios ligeramente
abiertos bajo la presidn de una plancha de dientes
descmunal, 10s ojos orientales minlhsculos, todo 61 he-
cho ‘de acero; Adams, cuadrado y cabezdn como enano
de 10s cuentos de hadas; Willy Fry,el diminuto indio,
una miniatura de hombre, con el pot0 parado y la pun-
ta de 10s pies para adentro; Neves, el portugu&, re-
concentrado e impenetrable, que murid una vez en una
cafda y resucitd horas m9s tarde. Hidalgo no desento-
naba con su vestido negro y rojo, cruzada la cara por
honda cicatriz, 10s ojos obscuros y brillantes. Desde que
llegd a1 paddock no abrid la boca. Era todo fuerza y
resolucidn, la mirada fija en “Gonz9lez”.
El director dio una seiial, y, a la voz de “Riders up”,
montaron 10s jinetes y salieron en fila hacia !a pista.
-Adids, huachito -le grit6 a Hidalgo-; ibuena
suerte!
176
-iBuena suerte! --le grit6 Mr. Hamburguer.
Hidalgo no se volvi6 ya a mirarnos. En 10s O j O s le
vi que habfa dejado nuestro mundo y entraba de lleno
a otro de lucha cruel y violenta.
-iNO t e rajes, mano! -le grit6 el Cuate desde
alguna parte, escondido por 1% muchedumbre.
Afwra, frente a1 tab1ero que anunciaba las apues-
tas, 1Mr. Hamburguer me dijo:
-iTreinta a uno! Es increible. Per0 me lo imaqi-
naba; nadie le ve chance. Le han jugado s610 10s ilu-
sos, la colonia y 10s cartilleros del Cerrito. Sus compa-
triotas no tienen mucho dinero. e-
182
-No, compafiero, dfgales que no fue si;digales
por favor. Si no fue n a un foul. Digales a1 tiro.
-Yo no puedo decir nada -respondio Mr. Ham-
burguer-; se lo tendras que decir to a 10s jUeCeS.
-Fer0 es que Usted se lo podria decir mejor en
ingles. A mi no me van a entender. &Que no s e da
cuenta? iNos van a quitar la carrera! No 10s deje, ibor,
por la cresta; hhbleles, expliqueles.. .
-Ta tienes que ir ante 10s jueces y prestar tu de-
claracibn. Ellos veran la pelicula, y si no hay evidencia
de foul no nos pueden quitar la carrera. Hhblales con
franaueza. Nada m&. Diles exaictamente lo que pas&
-Per0 &corn0se les ocurre que iba a botar yo a un
jinete adrede? Seria un asesino. No, le juro que no
fue asi.
La cdlera se habia transformado en mi en deses-
peracibn, porque vi que Hiddlgo no podria convencer
a nadie. tComo iba a convencer con su media lengua,
su sese0 de rotito, su cara de afligido, su vocecita de
pulga? Ya no era el pequeiio idolo de hierro prendido
con Bpica fortaleza a’ la bestia. Habia desaparecido la
sombra fatidica de su rostro. Las arrugas se confun-
dian con la cicatriz, el sudor le corria por las sienes y
la frente, las manos le temblaban. Antes de que se lo
llevaran a la sala de 10s jueces tuve una oportunidad
de hablarle a solas. Mientras caminaba, con la montu-
ra, a pesarse, le dije:
-Dime la verdad, hermano; no importa que nos
quiten la carrera; lo que me importa es saber si “Gon-
ZaleZ” de veras la gan6. LES cierto que empujaste a
esos caballos?
Hidalgo me mir6 con ojos en que se mezclaban la
cblera, la impotencia y la amargura; temblandole la
voz, con un sollozo, me respondio:
-No; te lo juro que ese caballo tropez6 antes de que
empezara a pasarlo.. ., t e lo juro.. .
Tal vez era ridiculo, per0 senti que Hidalgo me de-
cia la verdad. A cualquier otro jinete le hubleran crei-
do, pero a e1 no le creerian ni aunque lo jurase con
una pata en la tumba. Nos sentamos, Mr. Hamburguer
9 Yo, en 10s peldafiios de una escalera a esperar el des-
183
enlace. La gente continuaba las discusiones. Los sabios
afirmaban con el mayor desparpajo que ellos “habian
visto” como Hidalgo empujara.
-Le metio un caballazo 4 e c i a uno.
d u e por el anca que lo empujo.. ., y despues em-
puj6 a Longden.. .
.
-Venia empujando desde la partida.. -afiadib
un borracho.
iDesde la partida! Cuando “Gonz&lez’yvenia a do-
ce cuerpos de distancia, a la cola.. .
-Lo van a poner Qltimo, y a verhn. Bien se lo me-
rece por sinverguenza ...
Poco a poco se nos fueron juntando 10samigos. El
Cuate se frotaba las manos y cerraba 10sojos; parecia
un hilo a punto de Cortarse. La cara palida y barbuda ‘
se le descomponia en extrafiias muecas de nerviosidad
y angustia. Se ponia en cuclillas, se levantaba y echa-
ba a correr. Volvia dandose mandtazos en las piernas.
-Todavia no deciden 10schingados. Ay mi mama,
que no nos quiten la carrera. Yo le meti toda mi lana,
.
maestro. .
-Haga una manda, Cuate.
-Si ya la hice. La morenita de Guadalupe no me
abandona; le voy a prender candelas hasta por la es-
palda. Palabra que soy capaz de irme de rodillns desde
Tijuana hasta la capital si no nos quitan la carrera.
’ -Que no lo‘vaya a castigar la Providencia por
hoeicon.
-Si no, jefe, lo digo en serio. Ua hice mi promesa.
No &a, pero otra muy en serio.
Todos se afanaban en consolarnos. Claro, alimen-
tando nuestras esperanzas, se daban ‘valor ellos mis-
mos, porque la verdad era que todos habiamos compro-
meticlo hasta el ultimo centimo e n la carrera. Solo el
Cowboy no decia nada. Alli estaba, balancehdose en
10s tacos y la punta de las botas, muy por encima de
la muchedumbre, la cara apopletica arrugada en gesto
de cansancio, pero 10s ojillos azules muy alertos, mi-
rando a1 tablero luminoso. Me le acerque y, dandole un
codazo, le dije: i
187
Elogio de 10s chicos
196
Marcha de 10s estibidores
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Contribucidn a la printauera: Segumdo mouimiento
i
de “GonzSLleZ”. Pa llen6 su cometido. Asi como yo llen6
el mio. A ti te queda mucho por delante. LCuSLntos aiios
tienes? LVeintidbs, veinticinco? T$ no has nacido para
esta vida. Que lo digan 10s amigos aqui. TU tienes que
sentar cabeza, hacer algo digno, y no perder tu tiempo
de vago y atorrante. Y cuando quieras sentar cabeza
te va a hacer falta todo el dinero que ahora tienes y
mucho mas. En cuanto a “Gonzalez”, no te preocupes.
LQui6n te dijo que lo va a pasar mal? Para mucha
gente, “Gonzalez” es una mina de oro. QuizSLs no para
10s muy entendidos, per0 en 10s hipodromos por aca
sobran 10s ricachos que no saben nada de caballos y
que se mleten por la copucha, para figurar. A ellos no
les importa si el caballo gana o no; les basta con ver
sus colores.len el paddock y oir su nombre por 10s al-
toparlanks. A “Gonztilez” lo venderemos bien, y el que
lo compre le dara m’ejor cuidado que nosotros, lo pon-
dra en una cuadra mejor, comer& mejor, tendra me-
dicinas y doctores, y eel dia que y a no pueda mover pata
en la pista, lo retiran a una hacienda a la cria, y ahi
k n d r a s a “Gonz&lez”como un pacha con su haren de
gringas, en buenos pastos y mejor clima, relamido
como un actor de cine, feliz entre palmeras y piscinas,
dfmdole gusto a1 sable por el rest0 de la eternidad.
iQu6 hermoso final para “Gonzalez”! La pura ver-
dad. Eso si era un destino para 61, @soera la realizacion
suprema de un potro. El hombre ambicionara otra co-
sa, tal vez. Per0 un potro se realiza en eso: en sus ye-
guas, bajo un cielo de sleds, sobre pastos suaves y mu-
’ llidos, a la sombra de Arboles de lujo, aislado por cercas
blancas, mojado por el agua templada de fuentes color
turquesa, temido y respetado por la cuadrilla de mi-
llonarios, despidiendo a sus potrillos a la puerta del
f’errocarril que 10s lleva a las pistas famosas de Ken-
tucky. Ese si era un final digno. “Gonzalez”, condteco-
rado, viejo e ilustre, rodeado de hembras y descendien-
tes, relinchando de vez en cuando una vaga y pO6tiCa
nostalgia por la tierra de 10s huasos, que Ya no seria
su mundo.
-Est& bien, Hidalgo, est& bien. Hagamos lo que to
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I .
222
trenamientos est6 quebrando todos 10s records, 8chalo
a correr contra un a s q u e apenas si est%preparado.
Ya verss lo que pasa. Con s610 tenerlo a1 lado y sentir
el trabajo fisico del campebn, la seguridad con que se
mueve y el desprecio con que lo va apretando contra
10s palos, zdiQ velocidad: el caballuco se entrega. A la
Ilegaba, el coraz6n ;4e le sale por las orejas.
Pas6 una yegua baya por el camino, ,y “GonzSLlez”,
a1 verla, dio un relincho escandaloso. La yegua, asus-
tada, corcovre6 y se fue moviendo la cola nerviosamente.
-Hijuna.. ., no se le acabara nunca lo lacho.
Abierto de patas, el cue110 tieso, 10s ojos muy abier-
tos, “Gonzalez” quiso irse detras de la yegua, per0 Hi-
dalgo lo sofren6 de un tir6n. Qued6 inquieto, rascando
el suelo, pelinchando y moviendo la cabeza. Poco a PO-
CO notamos con desaz6n que comenzaba a despllegar
sus atributos de macho, y su postura se hizo ridicula.
Hidalgo y yo nos hicimos 10s desentendidos. Mercedes
mir6 aquello con asombro.
-Bueno, creo que ya iremos andando.. . -dije-.
Y de la compra, ihay algo?
-Mister Hamburgu’er vendrh esta tarde con uno
de 10s interesados, un italiano de Los Angeles, duefio de
varios restaurptes. A lo mejor cuaja ai tiro. Yo te
avisar6 si resulta la cosa.
“G~nz$lez”segufa e n su postura grotesca. Hubiese
qu’erido acercarme a 81 y despedirme con mas afecto,
per0 en esas circunstancias habria sido absurdo. Un
caballo asi, tan hombre, Be merecia un apret6n de
manos, hasta un abrazo. Si la venta se verificaba, no
volveria a verlo m o hermano; yo seria un extrafio pa-
ra 61, un carrerista mas a quien llenar la cabeza de
falsas ilusiones; acaso no le vohiera a ver m$s. Si el
nuevo duefio era de Los Angeles, se lo llevaria a correr
all$, y a118 dispondria de 81 cuando advirtiera su in-
capacidad.
-Bueno, guachito -le dije a1 caballo-, sera has-
ta otra vez.
Lo mire a 10s ojos, quise hacerle sentir mi agra-
decimiento y mi carifio, per0 no s’e dign6 entenderme.
Permaneci6 all1 gozando las cosquillas que el cepillo
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