Lectura y Comprension
Lectura y Comprension
Lectura y Comprension
Por eso, una exposición que tenga como concepto central el hecho de
fomentar el hábito de la lectura en los más jóvenes es, no sólo un
buen tema, sino una inversión a largo plazo. Existen muchos libros
que son adecuados para los jóvenes, ya que no sólo les permiten
adquirir el hábito, sino que encuentran en la literatura una distracción
saludable y enriquecedora.
A pesar de que estos libros pueden ser los adecuados, es posible que
un adolescente común se interese por otro tipo de libros, prefiriendo
adquirir el hábito leyendo manuales, guías prácticas, biografías de
personajes famosos, libros de historia, entre otras temáticas.
Por qué se habla tan poco de ello, qué debe sentir alguien con un trastorno, el
estigma social que suponía en el pasado un diagnóstico y el modo en el que
aún hoy en día sigue existiendo ese prejuicio, cómo puede afectarles y cómo
son visualizados por la sociedad son algunos de los temas de debate que se
proponen. Este es un tema de debate que incluye un claro componente ético.
La experimentación animal
Medicamentos, cosméticos y otros elementos deben ser testados antes de
poder comercializarse por tal de comprobar sus efectos. Tradicionalmente se
ha empleado en laboratorio a diversos animales para comprobar dichos
efectos, e incluso si hoy en día disponemos de pieles sintéticas para probar
elementos como los cosméticos se siguen empleando otros seres vivos en la
experimentación e investigación.
¿Es necesaria la experimentación animal? ¿Se lleva a cabo con
ética? ¿Que utilidad tiene si al fin y al cabo se testan en un tipo de ser que no
comparte todas nuestras características?
O aún más. ¿El fin justifica los medios? ¿Qué aspectos deben tenerse en
cuenta a nivel profesional para ejercer correctamente? ¿Qué límites no hay
que cruzar? ¿Es ética la propia ética? Estos y otros aspectos permiten realizar
tertulias y debates profundos en los que resaltar valores y creencias.
Debatir sobre su importancia y los cambios que han podido surgir a lo largo
del tiempo respecto a qué se considera buena imagen puede ser interesante.
Antes de la sociedad rápida y científica que caracteriza a nuestro siglo, fueron muchos los médicos
que se preocuparon por el papel de la mente en el desarrollo de enfermedades físicas, en cómo las
emociones y sus correspondencias fisiológicas afectaban al cuerpo y por lo tanto, también los
tumores cancerígenos.
No es que ahora esté en desuso este principio, pero bien es cierto que la medicina que deben ejercer
nuestros doctores en los hospitales se establece a un ritmo desenfrenado, y quizás, debido al avance
de la ciencia (bendita ciencia) la mente y las emociones han quedado en un segundo plano en la
medicina actual, aunque hay que reconocer que se vislumbra cierto movimiento a volver a acordarse
de la psicología en estas afectaciones, y cada vez llegan más pacientes derivados de médicos
comprometidos con la salud integral de las personas, y por supuesto, siempre ha existido la
psicología y la medicina psicosomática, que lejos de alejarse de este ámbito, ha seguido
profundizando más en él.
Después de estos médicos más intuitivos, que necesitaban relacionarse con el paciente y los
familiares para buscar la causa de las afectaciones, el estudio del cáncer se dirigió a factores
externos, a causas fuera del organismo, lo que amplió mucho el conocimiento de estas afectaciones y
en muchos casos, aceleró la cura. Pero ya sea porque el cáncer se produzca desde el exterior o desde
el interior de la persona, lo que parece claro es que no hay una línea clara entre cuerpo, mente y
mundo que nos rodea.
Es por ello que ha vuelvo a crecer la importancia en nuestros tiempos de fijarse no solo a la
contaminación, el tabaco o los alimentos en la formación del cáncer y otras enfermedades, sino
también a cómo percibimos el mundo, cuál es nuestra actitud hacia las cosas que nos pasan,
cómo vivimos nuestras vidas y cuánto estrés tenemos, porque quizás en entender que las personas
no pueden dividirse estaba la solución al problema de por qué si un grupo de personas eran
expuestas a ciertas sustancias cancerígenas, un porcentaje de ellas enfermaba pero otro no.
¿Genética, suerte o regulación emocional?
Parece que los estudios han ido confirmando que las emociones estresantes tienen una fuerte
influencia en el desarrollo de diversas enfermedades, entre ellas el cáncer. Parece que las personas
que experimentan frecuentemente la tristeza o ira no expresada, desesperanza, tienen sentimientos de
impotencia, o una baja autoestima, podrían ser perfiles propensos a ciertas enfermedades. En
general, el estrés mantenido en el tiempoparece tener mucha relación con el cáncer, la diabetes tipo
2, los derrames cerebrales, los infartos, etc.
Estresarse es una cuestión evolutiva, nos ayudaba a luchar o huir en caso de peligro, cuando
vivíamos a merced de los depredadores. La respuesta fisiológica que produce el estrés es muy
beneficiosa si tenemos que salvar nuestra vida en un momento puntual, pero esta liberación de
hormonas, entre otros, enferma nuestro cuerpo si no tiene un fin. Y este es uno de nuestros
principales problemas, que estamos siempre estresados, varias veces al día, todos los días, aunque ya
ningún animal salvaje nos vaya a matar, algo que probablemente pasaba de manera puntual.
¿Podemos reducir nuestro estrés?
Reducir el estrés no es fácil en la sociedad en la que vivimos, sobre todo en ciudades grandes como
Madrid, donde los estímulos vienen de todos lados, sin dejar casi a nuestro cerebro descansar.
Ruidos, contaminación, luces, imágenes por todos lados, gente que se mueve deprisa, coches que se
mueven despacio... Acabar con el estrés de nuestras vidas, significa reconectarse nuevamente con
nosotros mismos, dejar un poco de lado el mundanal ruido y volver a “nuestra esencia”.
Recupera tus vínculos: pasar tiempo con tu pareja, hablar con tus padres, tomar algo
con los amigos, escuchar a tus familiares, las relaciones íntimas y cercanas mejoran la
presión arterial, reducen los niveles deestrés, ansiedad, reducen la sintomatología
depresiva, y como este tipo de patologías propician enfermedades corporales o disminuyen
su recuperación, las buenas relaciones también contribuyen a prevenir o recuperarse del
cáncer, entre otras afectaciones.
Y desecha a las personas tóxicas. Si el estrés genera enfermedad, las personas que te
estresan tienen esa capacidad. Deséchalas y no sufras por ello, al final es tu salud y tu vida
las que están en juego.
Desecha tus problemas: muchas veces las cosas del pasado, nuestros traumas, nos
persiguen y molestan. Deséchalos. Técnicas psicológicas como el EMDR, la
terapiasensoriomotriz, la Caja de Arena, acompañadas de una buena terapia psicológica, te
pueden ayudar a librarte de esos fantasmas que vuelven una y otra vez.
Cuida tus emociones: Todas las emociones son adaptativas, hasta las que menos nos
gustan. Pero una cosa es vivir estas emociones de forma pasajera, y otra quedarse anclado
en ellas. Se ha visto que emociones como la ira, la tristeza, la ansiedad o el miedo, cuando
se sostienen indefinidamente, producen alteraciones en nuestra salud como dolores de
cabeza, enfermedades arteriales, trastornos digestivos, etc. No solo porque cambian
nuestras respuestas fisiológicas dañando nuestro cuerpo (hipertensión, elevación de la
frecuencia cardíaca, etc.) sino porque nos alejan de las conductas de salud (buena
alimentación, deporte, relaciones sociales) y de las emociones positivas o placenteras, que
aumentan el bienestar y sirven de protección para la enfermedad. Practicar la felicidad es
posible, solo hay que saber cómo.
Cuida tu alimentación: pero no a forma de dieta, sino como estilo de vida. Alimentos
vegetales como base para una dieta sana son fundamentales, así como ciertos aditivos como
la cúrcuma, por ejemplo.
Practica deporte: libera endorfinas, por lo tanto, felicidad. Correr, nadar y sobre todo,
aquellos que conectan con tu interior, como el yoga o el tai-chi, pueden ser grandes
opciones para volver a recuperar tu paz interior y cuidar tanto tu mente, como tu cuerpo.
Vive de acuerdo a tus principios: vivir en base a lo que nos dicen otros o lo que dicta
la sociedad genera estrés y tristeza, por lo tanto, enferma nuestro cuerpo. Tener valores,
principios y vivir en torno a ellos, sintiendo que cada objetivo que das está de acuerdo a un
fin, te hará sentirte más valioso y sobre todo positivo frente a los problemas de la vida.
Luchar contra la desidia no es fácil si no sabes cómo hacerlo. Parece que cuando
queremos emprender un nuevo proyecto llaman a nuestra puerta los fantasmas del miedo,
la pereza, o quizás empecemos pero fácilmente nos quedemos en el camino.
Procrastinar es lo que conocemos más familiarmente como “dejar para mañana lo que
puedes hacer hoy”. Llenamos nuestro tiempo con actividades irrelevantes en lugar de
hacer aquello que es totalmente necesario, y al final dejamos ese informe que debemos
entregar siempre para el último momento, entregando cosas que podrían estar mejor, y sin
sufrir los agobios y las prisas. O quizás lleguemos siempre corriendo a ese viaje que
hemos comprado en el último momento, porque antes nos daba pereza buscar ofertas y
destinos.
Las dos preguntas lógicas que nos vienen a la mente son: ¿Por qué se produce esto? ¿Es
posible emprender algo y no morirse en el intento? En el presente texto intentaré dar
respuesta.
Estas técnicas leelas junto a otras estrategias que te propusimos para ser feliz
Recuerda que si quieres algo, solo tiene que ir, y alcanzarlo. Espero que este artículo te
ayude a conseguir tus objetivos, y por último, recuerda la siguiente frase:
“Nuestra cobardía y nuestra desidia tienen la culpa de que el ayer y el mañana sean
iguales” (J.L. Borges)
Si no puedes llevar a cabo estos consejos, no lo posterges e inicia un tratamiento
psicológico que te ayude a superar la procastinación
Su desempeño personal y profesional será mayor, siempre que exista armonía entre
nuestra mente racional y la parte emocional. Podemos tomar decisiones desde una u otra,
pero nunca serán completas ni obtendremos todos los beneficios posibles si no vemos al
otro y a nosotros mismos como un todo.
Existen un número de emociones innatas con las que todos nacemos y otro grupo que se
considera adquirido y ambas se pueden desarrollar en mayor o menor medida,
dependiendo de los estímulos que recibimos desde niños. En este aspecto el papel de la
crianza es fundamental.
Existen personas privilegiadas que desarrollan habilidades relacionadas con la
inteligencia emocional a partir de sus emociones innatas y con pocos estímulos
externos, pero en la mayoría de los casos es algo que aprendemos y el primer lugar de
aprendizaje es nuestro hogar.
Para un buen desarrollo de ella, es necesario que la familia cultive esta inteligencia en las
primeras etapas del desarrollo, esto se consigue creando un buen ambiente afectivo,
utilizando un lenguaje psicoemocional, empatizando con las emociones del niño, así como
con las de los demás, fomentando la curiosidad y la posibilidad de cometer errores,
enseñándole a tolerar la frustración de una manera adecuada y cooperando entre todos.
Cuando esto no ocurre en el seno familiar, no está todo perdido, se puede aprender en
cualquier momento. Conociendo nuestra historia y sabiendo más de cómo hemos ido
conformando nuestra personalidad a partir de nuestra familia, de nuestra escolarización,
podemos trabajar y desarrollar una buena inteligencia emocional.
Son cuidadosos con su lenguaje verbal y no verbal, para ser asertivos con los
demás en lo que dicen.
Poseen una gran capacidad de comprensión ante los motivos que tenemos para
reaccionar de una determinada manera. Su capacidad de juicio se dirige hacia la
construcción de sí mismo y de los demás.
Se esfuerzan por influir positivamente en los demás, por descubrir que necesitan,
qué pueden aportarles y para que puedan potenciar sus propias cualidades.
Tienen la capacidad de estar en sintonía con el otro, con sus sentimientos, con sus
dificultades, sus conflictos. Esta facultad es muy beneficiosa a nivel laboral,
especialmente cuando tienen personas a su cargo, favorece mucho la labor de
liderazgo.
Para desarrollar una buena inteligencia emocional necesitamos motivación, querer
mejorar y beneficiarnos de todas las actitudes que podemos adquirir, porque si se quiere
se puede y además nos ayudará a llevar una vida más exitosa, cómo dice Daniel
Goleman: “La inteligencia emocional representa el 80 por ciento de éxito de la vida”.
Bibliografía:
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¿Qué es la Resiliencia?
A día de hoy utilizamos el término Resiliencia para referirnos a la capacidad del ser
humano de adaptarse de manera positiva a las situaciones de adversidad que se le
presentan.
Con adaptación positiva nos referimos al hecho de que la persona logra alcanzar objetivos
y expectativas esperables a pesar de los grandes desajustes que haya vivido.
Pero además, el término resiliencia va más allá, se refiere también a la capacidad de, ante
la adversidad, salir fortalecido de la experiencia. Que esta experiencia les haya servido
para crecer y desarrollar sus potencialidades. Esto implica reestructurar los recursos
psicológicos de lo que disponíamos para adaptarnos a las nuevas circunstancias. Esto es
lo que el psiquiatra Boris Cyrulnik(Burdeos, 1937) que trabajaba con niños traumatizados
y tras sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial, denominada el “Renacer del
Sufrimiento”.
La duda que nos surge es, ¿Era esto una cualidad innata? No. La resiliencia implica un
proceso fruto de las experiencias que permite el florecimiento de ciertas capacidades
psíquicas, físicas, sociales e incluso espirituales que nos permiten llegar a ese sentido de
la vida que mencionábamos antes. La resiliencia es una forma de entender la vida, no una
cualidad aislada.
Ahora bien, ¿Qué factores tienen en común las personas resilientes? Aquí tienes algunos
Son por tanto personas flexibles, y con esto nos referimos a la flexibilidad psicológica, o la
capacidad de ver más allá, de vislumbrar otras formas o caminos, de irnos adaptando a las
circunstancias. Esto les hace tener un mayor equilibrio emocional frente al estrés, pues
si es algo que ellos puedan solucionar se ponen manos a la obra y son resolutivas, pero si
se escapa a su control, tratan de tranquilizarse y esperan a que pase la tormenta.
Además las personas resilientes son mucho más creativas, pues son capaces de imaginar
formas y caminos muy variados para alcanzar lo que les motiva y para solventar las
dificultades. El sentido del humor es otra estrategia que suelen utilizar y que les define.
Suelen ser personas con una autoestima sólida que confían en ellas mismas, saben
cuales son sus fortalezas y sus capacidades y no dudan en ponerlas en marcha. Sus
metas son realistas, objetivas y alcanzables, y no se montan castillos en el aire. Aun así,
suelen tener una visión muy optimista de los resultados y se permiten soñar con otros
horizontes. Al igual que conocen sus potencialidades, también conocen sus limitaciones, y
cuando se topan con una de ellas piden ayuda a los demás.
Son personas empáticas, saben conectar con otras personas, y ante situaciones adversas
buscan el apoyo social como una manera de afrontar y sobrellevar lo que les esté
aconteciendo.
Entienden las dificultades como momentos puntuales de la vida que acabarán pasando e
intentan enfocarlos como oportunidades de aprendizaje y de desarrollar nuevas
capacidades.
Son personas que practican la conciencia plena, el aquí y ahora, qué no se enredan en el
pasado ni anticipan en el presente. Son conscientes de cómo el pasado les ha podido
influir para bien o para mal, y de hacia donde quiere seguir caminando en pro de un
presente fiel a su sentido de vida.
PARA SER MÁS RESILIENTES PUEDES SEGUIR ESTOS 8 SIMPLES PASOS PARA
SER EMOCIONALMENTE MÁS FUERTE
Cuando una persona es dependiente emocional, es muy probable que sea la última en
darse cuenta de ello y cuando eso es así, es muy doloroso y frustrante, porque ha
recorrido un largo camino en el que se ha encontrado cómoda y perdida a la vez.
Por eso os dejamos a continuación unos tips, para que vosotros mismos comprobéis si os
identificáis con ellos, es decir, si sois dependientes emocionales:
FOCALIZAR LA VIDA EN LOS DEMÁS: Tu vida está más enfocada en los otros, en la
pareja, los amigos, la familia. Otorgándole mucha más importancia a ellos que a ti mismo.
BAJA AUTOESTIMA. Sentir que no eres lo suficientemente bueno, necesitando la
valoración de los demás para asegurarte tu valía
DIFICULTAD PARA TOMAR DECISIONES: Temes a equivocarte, necesitas del otro para
que te diga si lo que haces está bien o mal, que todo el tiempo esté pendiente de si lo que
quieres hacer corresponde o no corresponde, si es o no lo que él/ella o lo que la mayoría
haría.
OLVIDARTE DE TI MISMO: Tus necesidades, tus aficiones, tus sentimientos, etc., pasan
a estar regulados en función de la otra persona o personas. La empatía se traspasa y va
más allá, pasas a identificarte tanto con la otra persona, que tú pasas a un segundo plano
en tu vida, anteponiendo siempre a la otra persona a tus sentimientos y necesidades, sin
valorar las consecuencias que esto puede tener para ti.
CAMBIOS EN TUS AFICIONES: Para poder compartir más tiempo con la persona
de la que eres dependiente, te interesarás por actividades que nunca hubieses hecho por ti
mismo, ni siquiera te plantearás si te gustan o no, simplemente lo verás como algo positivo
para compartir todo el tiempo posible.
4- Inteligencia artificial