El Lagar Mistio PDF
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El Lagar Mistio PDF
Adrián Contreras-Guerrero
contreras@ugr.es
PAI– Grupo HUM 806. Universidad de Granada
Resumen Abstract
El significado del Lagar Místico fue enrique- The meaning of the iconography called “Christ
ciéndose desde su nacimiento en el contexto in the wine press” (Lagar) was enriched since
medieval europeo hasta que cruzó el Atlán- its origins in the medieval European context
tico para quedar repartido por numerosos until it crossed the Atlantic to be distributed
museos y templos de toda Iberoamérica. En in numerous museums and temples through-
ese proceso de codificación de la imagen, se out all Latin America. In the process of encod-
impuso un modelo concreto de Lagar entre la ing the image, and among the wide variety of
gran variedad de versiones que había tenido versions that it had had untill then, a particu-
hasta entonces, sirviendo como herramienta lar model of “Lagar” became the prevalent
vehicular para su propagación el grabado fla- one. Being its spreading fostered by the use
menco tan en boga en la pintura virreinal del of Flemish engravings, which enjoyed great
momento. El presente texto conecta entre sí popularity at the time. This text links all the
todos los discursos sociales, teológicos y ar- social, theological and artistic discourses that
tísticos que alumbraron tan poderosa imagen. gave birth to such a powerful image.
Palabras clave: Pintura virreinal, Contrarreforma, Keywords: Colonial Painting, Counter Reformation,
Lagar Místico, sangre de Cristo, imágenes Christ in the wine press, blood of Christ, allegorical
alegóricas, Wierix, fuentes grabadas. images, Wierix, graven sources.
Identificadores: Hieronymus Wierix, Alardo de Identifiers: Hieronymus Wierix, Alardo de Popma,
Popma, Diego de Borgraf, Nicolas de Bussy Diego de Borgraf, Nicolas de Bussy
Topónimos: Europa; España; América Place Names: Europe; Spain, America
Periodo: Siglos 15-18 Period: 15-18th Centuries
- ¿Por qué están rojos tus vestidos y tu túnica como quién pisa en el lagar?
- Yo he pisado el lagar solo y de otros pueblos nadie me ayudaba.
1 Los trabajos de los autores que se citan a continuación están reseñados en la bibliografía. Vid. Mâle, 1908. Vloberg,
1946. Alexandre-Bidon, 1990. Kubiak, 2009: 483-492. Carmona, 2013: 65-78. Sebastián, 1981.
lo que ha redundado en el interés historiográfico de estos países por el tema del Lagar,
que en las líneas generales trazadas sobre el tema ha ignorado las derivaciones tran-
satlánticas de esta iconografía. Sólo algunos autores del ámbito español -naturalmente
inclinados hacia lo iberoamericano- como Santiago Sebastián, han referido pequeñas
notas que testimonian la presencia de este tipo de obras en el Nuevo Mundo.
Por todo lo expuesto, el presente trabajo pretende explorar sistemáticamente tan
rica iconografía, conectando su nacimiento y desarrollo en Europa con el capítulo ame-
ricano de su historia, que como veremos presenta unas marcadas características. Para
ello haremos especial hincapié en el punto de unión de ambos mundos, esto es, España,
que hasta ahora ha sido bastante desatendida en esta clase de estudios2.
2 Incluso se ha llegado a afirmar que el Lagar Místico constituye una rareza en el panorama artístico español. Matiza-
remos esta afirmación.
Cuestiones Sociológicas
La relativa abundancia de Lagares Místicos que se pueden encontrar en el territorio
americano se explica en primer lugar atendiendo a las circunstancias sociales. Pero
para explicarlas no bastaría con partir del mundo virreinal en que se gestan estas re-
presentaciones, sino que como en tantas ocasiones ocurre con lo americano debemos
comenzar reflexionando acerca de la sociedad prehispánica. Como es natural, las fechas
de la conquista no suponen una ruptura súbita con la realidad anterior. Las prácticas
y creencias autóctonas pervivieron durante el periodo de aculturación subsiguiente3 y
como ha quedado demostrado en numerosos estudios, algunas partes del pensamiento
prehispánico que presentaban una cierta coincidencia con los nuevos postulados4 fue-
ron asumidas por los nuevos poderes religiosos y civiles para hacer este tránsito más
atemperado. A continuación reseñamos algunas de las costumbres y ritos religiosos que
tanto en el momento prehispánico como en el virreinal, convergieron en la concreción
de la imagen del Lagar Místico.
El momento prehispánico
A efectos de nuestro estudio son dos los puntos que nos interesa destacar, por una parte
el sentido ritual que tenía la sangre dentro de la práctica religiosa indígena, y por otra,
la existencia de ciertos paralelismos que demuestran lo abonada que se hallaba la reli-
giosidad prehispánica para la recepción de ciertas partes de la liturgia cristiana.
La más destacada coincidencia es el preeminente lugar que ocupan la sangre y el
sacrificio dentro de ambos mundos. En la liturgia cristiana todo se articula en torno
al sacrificio del pan y del vino, esto es, la Eucaristía. De la misma forma, sacrificio y
sangre son palabras irreemplazables a la hora de hablar del culto de los pueblos pre-
hispánicos. El papel que la sangre tenía en el contexto ritual prehispánico ha sido una
de las cuestiones que más ha interesado a los investigadores, y al respecto se ha hecho
especial hincapié en algunos puntos siendo uno de ellos es el hecho de que la sangre
había de entrar en contacto directo con los ídolos que representaban a la divinidad. Son
constantes las crónicas que nos hablan de que con ella se untaba la cara de los ídolos,
e incluso los oficiantes se embadurnaban con sangre coagulada. Esto queda patente en
3 Por ejemplo Durán dice de los indios en el prólogo de su obra que “Como no están aún acabadas las idolatrías, juntan
con la fe cristiana algo del culto del demonio”. Durán, 1984: 3.
4 Con respecto a la contrariedad que les causó tal circunstancia, las explicaciones fueron diversas: mientras que fray
Diego Durán abogó por la presencia ancestral de algún apóstol cristiano venido a América antes de la llegada de los
españoles, de cuyas enseñanzas primitivas se había degenerado en lo que allí encontraron, otros lo atribuyeron a una
especie de burla sarcástica implementada por el demonio, tergiversando maliciosamente el sentido de los sacramen-
tos cristianos, como el padre jesuita Joseph de Acosta. Vid. Acosta, 1963: 43.
las palabras de Bernal Díaz que describe la terrible impresión que él y sus compañeros
recibieron cuando por primera vez escalaron las gradas del Templo Mayor: “Todo esta-
ba allí lleno de sangre, así paredes como Altar, y era tanto el hedor que no veíamos la
hora de salirnos fuera”. En el mismo sentido se sitúa lo que Durán5 nos cuenta sobre el
rito celebrado en el Templo de Tláloc, situado en el cerro homónimo.
El papel protagonista de la sangre parece claro dentro del ritual prehispánico. Pero
las crónicas nos hablan de algo que a nuestro propósito es auténticamente revelador:
prácticas religiosas en las que se ingieren bebidas o comidas que significan a la divini-
dad. Y esto ya es un paralelismo muy elocuente con lo que se hace durante el rito de
la Eucaristía. Durante la fiesta dedicada al dios Huitzilopochtli, principal dios de los
mexicas, las mujeres consagradas a su culto -“mozas del recogimiento” que las llama
Durán-, realizaban un curioso ídolo a imagen y semejanza del que guardaba la capi-
lla del templo, sólo que hecho de una pasta a base de semillas amalgamadas con miel
-y puede que también con sangre humana-. Hoy sabemos que esta escultura contenía
bolsas con jades, huesos y amuletos que cumplían con la función de darle vida, y que
finalmente se complementaban, como continúa relatando la crónica de Durán, con to-
cados de plumas y vestidos de textiles muy elaborados. La mañana de la fiesta una hora
antes de que amaneciese se sacaba al patio del templo y entonces se paseaba el ídolo en
rápida procesión por la ciudad, hasta que llegado a las gradas del templo, se subía hasta
su cima y junto a él se depositaban multitud de huesos fabricados en la misma masa de
semillas. El clímax de la fiesta consistía en el sacrificio en honor del dios de multitud de
presos de guerra y tras esto el reparto del cuerpo de pasta con que estaba hecho el ídolo
entre todo el pueblo. Su ingestión representaba la comunión con la deidad y estrechaba
el vínculo entre el hombre y sus creadores. Así lo narra Durán (1984: 35):
Después de acabado el sacrificio, lo cual era que, después de muertos todos los que de vícti-
mas habían servido, y el ídolo de masa y aquellos trozos que en nombre de carne y huesos
de aquel ídolo estaban consagrados, todos muy bien rociados de aquella sangre humana […]
los sacerdotes y dignidades del templo tomaban el ídolo de masa y desnudábanle aquellos
aderezos que tenía, […] hacíanlos muchos pedacitos y, empezando desde los mayores, los
comulgaban con ellos a todo el pueblo, chicos y grandes, hombres y mujeres, viejos y niños,
y recibíanlo con tanta reverencia y temor y lágrimas que era cosa de admiración, diciendo
que comían la carne y huesos del dios; teniéndose por indignos de ello.
El mismo Durán usa la expresión “los comulgaban con ellos a todo el pueblo”, por
ser la palabra que en su vocabulario mejor designa ese mismo sentido trascendente.
Pero no deja de advertir lo siguiente: “Note el lector qué propiamente está contrahe-
cha esta cerimonia endemoniada la de nuestra iglesia sagrada que nos manda recibir
el verdadero cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre por Pascua florida”. No es la única coincidencia que hace notar el religioso ya
5 Sobre un sacrificio en el que se degollaba uno o más niños para recoger su sangre en un lebrillo y untar con ella los
ídolos y las ofrendas del templo Vid. Durán, 1984: 84-85.
El momento virreinal
Ya hemos visto algunos de los puntos de encuentro entre las creencias indígenas y cris-
tianas con una especial atención a la sangre como el elemento más emblemático en
ambos contextos. ¿Pero cuál es el sentido de la devoción a la sangre de Cristo que se
instalará con plena vigencia en el contexto indiano durante el periodo virreinal? En
realidad el mismo que en la metrópolis: asociado a la redención del género humano y
en conexión con la escatología defendida por la Iglesia. Aunque hay que advertir que
el cambio operado era cualitativamente opuesto ya que se pasa de la sangre humana y
animal derramada en ofrenda a un dios para complacerlo, a recibir la sangre de la pro-
pia divinidad como regalo generoso para nuestra salvación. La direccionalidad, quién
derrama su sangre y en beneficio de quién, queda invertida.
Durante los siglos XII a XIII comienzan a surgir en el ámbito europeo numerosas
cofradías entre las que van cobrando una creciente importancia las devociones rela-
cionadas con la Pasión de Cristo. La eclosión de las cofradías plenamente penitenciales
se dará a finales del siglo XV o ya en el XVI, momento coincidente con la aparición
y desarrollo de la iconografía del Lagar Místico. En ambas tendencias detectamos un
primer momento de génesis en torno a los siglos XII y XIII y una verdadera eclosión en
el tránsito del Gótico al Renacimiento. Es lógico pensar que la veneración de la Sangre
de Cristo, tan característica de los siglos bajomedievales7, engendró la iconografía del
Lagar que ahora analizamos. Junto a ella se generaron numerosos temas iconográficos
que tenían por protagonista a la sangre vertida por Cristo como la “Fons Vitae”, el Va-
rón de Dolores o el Cristo de la Sangre.
En todos los territorios de la Monarquía Hispánica, el culto a la sangre de Cristo será
objeto de especial atención en el contexto barroco postridentino y al igual que en la
metrópoli la evolución de las cofradías virreinales nos permiten vislumbrar los rum-
bos que tomaban las diferentes devociones, dado su marcado carácter de agrupación
laica. En este sentido y teniendo en cuenta la fuerte vinculación que tuvo el tema del
6 En lo que refiere al tema de la sangre no es la única ocasión en que Durán cita la ingestión de la misma en el contexto
de un rito, pues por ejemplo durante el desarrollo de los festejos de la diosa Toci refiere lo siguiente: “bajábase el
indio que representaba a la diosa y mojaba el dedo en aquella sangre humana y chupábase el dedo con la boca”. Vid.
Durán,1984: 147.
7 Un análisis más completo sobre el tema se puede encontrar en Sánchez, 1999: 411-432.
Lagar Místico con otras advocaciones como la eucarística o la de ánimas del Purgatorio,
podemos suponer que su fortuna debió correr pareja a éstas. A finales del XVII fray
Agustín de Vetancurt (Morera, 2001: 77-78) en su obra Teatro Mexicano hace una crónica
de las provincias de la orden franciscana en la Nueva España: registrando en 1698 hasta
ochenta y seis casas, casi todas con una cofradía de ánimas8.
La estrecha relación que mantuvo la iconografía del Lagar Místico con la de las áni-
mas se pone de manifiesto en obras como la de la Axerquía de Córdoba9, donde se com-
binan ambas representaciones: la cuba donde es prensado el cuerpo del Redentor que-
da instalada en medio del campo de almas condenadas que se abrasan a su alrededor
(Fig. 1).
8 Tan populares debieron ser estas cofradías sacramentales y de ánimas que casi todas se salvaron de la extinción
cuando a finales del XVIII el virrey Revillagigedo solicitó a los obispos novohispanos la confección de un censo sobre
las cofradías instaladas en sus territorios con el objeto de suprimir aquellas que no pudieran demostrar su solvencia.
9 Esta obra se ha venido relacionando con la crisis existencial derivada de la epidemia de peste de 1649 y se cree cos-
teada por el mercader Juan Jacinto de Góngora, cuyo retrato se presume en la esquina inferior derecha del lienzo.
Aunque muchos de los milagros y escritos que tienen a la Eucaristía por protagonis-
ta son anteriores a la irrupción del luteranismo, la Contrarreforma vendrá a exaltar-
la con grandes pompas: literatura y artes plásticas ensalzarán la Eucaristía durante el
Barroco, apareciendo sus representaciones más enseñoreadas en aquellos países cuyo
compromiso con el movimiento fue mayor. El nuevo arte se ocupó de elogiar los sacra-
mentos que los protestantes rechazaban, las imágenes y la oración por los difuntos, en
10 Aunque la representación más extendida es ésta, otra variante del tema iconográfico presenta al santo succionando
la leche directamente del pecho de la Virgen, como en la miniatura conservada en el Museo Condé de Chantilly,
manuscrito 1078, fol. 178.
una tarea a la que se entregaron sin reservas artistas y comitentes que privilegiaron el
carácter sangriento de algunas de sus representaciones, ya que, según Weisbach:
En cuanto sirve a lo divino, vale como instrumento psicológico, que favorece el despertar del
estremecimiento piadoso, como síntoma de sentimiento religioso. En el movimiento cultural
vemos destacarse alternativamente una mayor o menor fuerte espiritualización o sensuali-
zación de lo sangriento. La profundización en la representación sensible y en la contempla-
ción de lo cruel y espantoso fue para la contrarreforma en muy especial manera un elemento
estimulador de la fantasía religiosa (Weisbach, 1942: 86).
11 Incluso contamos con testimonios tan elocuentes como la Real cédula expedida por Carlos II en 1682 en que remite
a todos los obispos, arzobispos y provinciales de las órdenes religiosas de Indias, una copia del texto escrito por el
Obispo de Canarias instando a los fieles a socorrer a las “afligidas Almas del Purgatorio”. Este documento es ilustra-
tivo del discurso general que debieron escuchar a los curas los habitantes de los virreinatos americanos. A cambio
de los sufragios, las ánimas habrían de ayudar con su protección a los “piadosos españoles” tanto en vida como en el
momento de la muerte, actuando como sus abogados ante el tribunal divino. Morera, 2001: 58-60.
llevará por tanto el auge de las representaciones eucarísticas y de sangre que inten-
tan traducir visualmente este mensaje, lo que en América coincide con el momento de
mayor efervescencia artística, y, con la particularidad social ya comentada: el pueblo
mesoamericano estaba acostumbrado a aquella otra contemplación de lo cruel, a favor
de los dioses. Todo ello confluye en la poderosa imagen del Lagar Místico.
Por su parte San Juan en el Apocalipsis narra lo siguiente: “Y salió del altar otro
ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, di-
ciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están
maduras” (Apocalipsis, 14: 18). Como en otras muchas ocasiones, el lenguaje críptico de
este libro se prestó a interpretaciones simbólicas que también sirvieron de soporte a
la iconografía del Lagar. Pero sin duda el pasaje de más hondo calado en la concreción
de esta poderosa imagen fue el del profeta Isaías, de donde se extrajo el fíat “Torcular
calcavi solus” que sanciona de manera escrita muchas de las pinturas del Lagar:
¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosra, con las ropas enrojecidas? ¿Quién es ése, vesti-
do de gala, que avanza lleno de fuerza? –Yo que sentencio con justicia y soy poderoso para
salvar. -¿Por qué están rojos tus vestidos y la túnica como quien pisa en el lagar? –Yo solo
he pisado el lagar y de otros pueblos nadie me ayudaba. Los pisé con cólera, los estrujé con
furor: su sangre salpicó mis vestidos y me manché toda la ropa. Porque es el día que pienso
vengarme, el año del rescate ha llegado. Miraba sin encontrar un ayudante, espantado, al no
haber quien me apoyara; pero mi brazo me dio la victoria, mi furor fue mi apoyo; pisoteé a
los pueblos con mi cólera, los embriagué con mi furor, para que su sangre bajara a la tierra
(Isaías, 63: 1-6).
Además de esta literatura bíblica, escritos tempranos como los de Tertuliano (ss. II-
III), San Cipriano (s. III) y San Agustín (ss. IV-V) en los que se entendía la imagen de la
prensa bíblica como una metáfora del episodio de la Pasión, fueron poniendo las bases
para las posteriores representaciones medievales de nuestra iconografía.
De nuevo es Trens (1952: 172) quien nos da noticia sobre la evolución de las reflexio-
nes que se hacían sobre el tema del Lagar en el albor del Medioevo: “En el siglo V sor-
prendemos ya un diálogo entre la Virgen y los Reyes Magos en el que María ya se teme
que Herodes, el impuro zorro, corte el dulce racimo antes de llegar a la madurez” y en
el siglo XII encontramos el testimonio de Rupert de Deutz que intenta conciliar el papel
de Cristo como víctima y verdugo al mismo tiempo diciendo que “En todo lagar, una
cosa es el lagarero y otra el racimo pisado. En cambio, en la Pasión de la Cruz, tanto el
que pisa como el que es pisado es lo mismo. Cristo pisa, porque se entregó por nosotros;
es pisado como un racimo porque bajo la presión de la cruz se exprimió de su cuerpo el
vino de su sangre y su espíritu”.
Desde entonces se prefirió la imagen de Cristo masacrado en el interior de la prensa
en favor de la salvación humana. Pero el movimiento contrarreformista aún tendría
algo que añadir y al sentido eucarístico que hasta entonces había tenido, se le añadió
en ocasiones un valor redentor asociado al mundo del Purgatorio. Serpi Calaritano en
su tratado (1603), reconoce al profeta Isaías entre la nómina de santos y personajes del
Antiguo Testamento de cuya doctrina se infiere que hay purgatorio o que escribieron
directamente sobre él. De la misma forma el Lagar mantuvo una íntima relación con
muchas otras iconografías que también tenían a la sangre redentora de Cristo como
protagonista, como la Fons Vitae o las pinturas de ánimas. Por ello no es raro encontrar
imágenes en que se funden varios de estos temas.
Por último, creemos necesario hacer un apunte para entender el modelo del Lagar
difundido en América. Jesús había dicho a sus apóstoles “La mies es mucha y los sega-
dores pocos” (Lucas, 10: 2) en clara referencia a lo que esperaba de ellos. Estas palabras
justifican que en las imágenes del Lagar Místico sean los apóstoles los que portan la
uva desde las parras al lugar donde va ser pisada por el Redentor, pues él abandera
la obra que ellos deberán continuar. Si bien en los primeros siglos de nuestra era esa
labor evangélica tuvo como escenario el Occidente, a partir de 1492 se prolongaría en
los territorios americanos continuada por esos otros apóstoles de la fe que marcharon
al Nuevo Mundo.
Cuestiones formales
El tema del Lagar Místico empieza a ser frecuente en las miniaturas francesas y alema-
nas de los siglos XIV y XV. Ejemplos de ello son la ilustración de un manuscrito con-
servado en la Biblioteca Nacional de Austria (cod. 3676, f. 14r) que data de 1400-1410,
la Biblia moralizada de Felipe el Atrevido (siglo XV), o la ilustración que aparece en el Libro
de Oración de Ulrich von Montfort (ca. 1515-1520). En el siglo XVI se operará un cambio
decisivo en la evolución de la iconografía del Lagar, pues el ámbito centroeuropeo y el
nórdico que tan propensos habían sido a la representación de esta imagen, experimen-
tarán un punto de inflexión a partir de las desavenencias luteranas. En efecto, la crítica
de Lutero a las imágenes de sangre, influiría profundamente en la praxis artística de
la Reforma y de su contestación católica. De hecho Lutero habló específicamente del
tema del Lagar en sus comentarios sobre Isaías de los años 1527-1529, expresándose en
los siguientes términos: “Ellos han interpretado falsamente este texto a propósito de
la Pasión, ellos han hecho una pintura de Cristo en la Prensa, también con un cordero,
pero es una absurdidad. La Prensa significa aquí el castigo mismo, la masacre, el desas-
tre, allí donde quema el pueblo, dónde le matan. Como en el Apocalipsis” (Müller, 1990:
183-185). Asimismo, la otra gran figura de la Reforma, Calvino, también interpretó el
pasaje de Isaías en 1551 como profecía del castigo de los enemigos de Dios, aunque dos
años antes se había servido del pasaje que habla del Lagar para criticar la institución
eucarística, insistiendo en la palabra “solus” para afirmar que el sacrificio que llevó a
cabo Jesús en el padecimiento de su Pasión era un acto único y que no había que repe-
tirlo en la misa.
A partir de entonces, la imagen del Lagar Místico aparecerá en el mundo protestante
bajo diferentes ópticas. En la Biblia luterana impresa en Wittenberg en 1550 por Hans
Lufft con xilografías de Brosamer se muestra a Cristo dentro de la Prensa en una escena
que lo sitúa junto a la puerta de entrada al templo, mientras un apóstol indica el camino
a un grupo de personas. Sin embargo, en otra edición bíblica de 1565, ilustrada por Jost
Amman se representa la vendimia divina del Apocalipsis mostrando a Dios Padre y a
varios ángeles empuñando la hoz en el registro celestial mientras que en la tierra el que
aparece pisando uva en el interior de la cuba es un ángel, en lugar de Cristo. Aunque en
el contexto luterano del que hablamos es obvio que se ha preferido desechar la imagen
cruenta de Jesús exprimido, se conocen algunas obras equivalentes en el contexto cató-
lico. Así, la Basílica Imperial de San Martin de Weingarten, al sur de la actual Alemania,
conocida precisamente por tener entre sus tesoros una reliquia de la Sagrada Sangre
de Jesús, tiene entre los motivos decorativos de sus techos, un fresco dedicado preci-
samente al Lagar Místico. En esta obra fechada entre 1718 y 1720, se ha prescindido de
la presencia física de Jesús, no sabemos si por exigencias compositivas o por influencia
protestante. En el interior de la prensa sólo hay racimos de uvas, que son estrujados eso
sí, por la presión de una cruz. Un angelito ha recogido parte del jugo resultante en un
copón, mientras que otro parece hacer lo propio sobre una biblia. La lectura es obvia.
Conforme avance el movimiento reformista de Lutero, se tenderá a la desaparición
de las llamadas “imágenes de piedad” de origen medieval en los territorios afines al mo-
vimiento, así como aquellas otras relacionadas con las indulgencias o las que muestran
a los santos y la Virgen como intermediarios. También las del Lagar en sentido eucarís-
tico, cuya administración compete a la Iglesia. Para concluir con esta breve panorámica
acerca de los usos de la imagen del Lagar en el mundo protestante, no podemos dejar de
citar el subversivo grabado de Romeyn de Hooghe que encabezaba un panfleto antica-
tólico de Cornelis Dusart, aparecido en 1690 con motivo de la Revocación del Edicto de
Nantes y la persecución de los protestantes durante el reinado de Luis XIV (Fig. 2). En
este grabado se muestra a diversos monjes torturando a Cristo en el Lagar mientras que
otros clérigos recogen las piezas de oro que sangran del cuerpo masacrado. La crítica a
las prácticas y abusos de la curia romana, principal garante de la iconografía del Lagar
Místico, es aquí bastante ácida.
2. Romeyn de Hooghe. Compendio del clero romano (ca. 1690). Grabado sobre papel. Colección particular.
(Foto: gentileza del coleccionista)
12 Para más información acerca del retablo de Recloses Vid. Alexandre-Bidon, 1990: 245-281.
13 La llegada de las estampas de Wierix a los virreinatos americanos ha sido estudiada en diferentes ocasiones como el
estudio de Laura Liliana Vargas para el ámbito de la Nueva Granada (Vargas, 2013).
14 Sebastián, 1981: 167-169. Una de las circunstancias que ha podido influir en esta adjudicación es la íntima relación
que el ideólogo de la Psalmodia tuvo con los territorios americanos: Melchor Prieto fue vicario general de la orden de
la Merced y visitador Real en América, llegando a ofrecérsele los obispados de Cartagena de Indias, Quito y Asunción.
15 Este personaje aparece en otras versiones europeas del Lagar como la pintura anónima de principios de siglo XVII
que se conserva en el Museo del convento de Santa Catalina en Utrecht. También podemos compararlo con obras del
siglo siguiente como la que se encuentra en la Colección de Daniel Liebsohn, que también es de manos novohispanas.
que su autor, Alardo de Popma, usó a su vez la estampa anónima de 1568 o la grabada
por Mallery para concretar el cuerpo de su Cristo. Pablo Ruiz Martínez-Cañavate (Ruiz,
2011: 151) señaló ya varios de los modelos que Popma combinó para su Lagar: la sala
está tomada de la estampa número 70 del libro de Nadal, de cuyo libro parece provenir
también el Calvario del fondo, mientras que la vestidura y la posición del pie de Dios Pa-
dre encuentran su referente en una estampa grabada por J. Sadeler. Nosotros podemos
agregar a este cuidado desglose la procedencia de su motivo central16.
5. Atribuido a Diego de Borgraf. El Lagar Místico (s. XVII). Óleo sobre lienzo. Iglesia de San Mi-
guel, Puebla de los Ángeles, México. (Foto: Héctor Crispín, Puebla, México)
Definida la fuente, reseñemos algunos de los Lagares que se reparten por museos y
templos americanos. Santiago Sebastián estudió la obra de Diego de la Peña conservada
en el Convento de Santa Teresa de Cochabamba (Bolivia), única pieza que parece haber
tenido una cierta trascendencia en la historiografía española. Sin embargo podemos
encontrar pinturas con el mismo tema a lo largo de toda la geografía hispanoamerica-
na, desde México hasta Argentina. En el Virreinato de la Nueva España encontramos
varios de ellos: dos anónimos y dos con autoría, cosa verdaderamente singular en este
tipo de obras. Se trata por una parte de los ejemplos que atesoran la Colección Daniel
Liebsohn y la Capilla de San Francisco de Asís de Ozumba, ambos del siglo XVIII, y por
otra de dos pinturas conservadas en el Estado de Puebla, la ya referida de Diego de Bor-
graf en el templo de San Miguel y la de Juan de Villegas en San Diego de Alcalá (Huejo-
tzingo). La última citada presenta la novedad de añadir a Santo Domingo, San Francisco
y San Miguel Arcángel que acuden con sus cestas llenas de uva para ayudar a Cristo.
6. Anónimo quiteño. El Lagar Místico (s. XVIII). Óleo sobre lienzo. Monasterio
de Santa Clara, Quito, Ecuador. (Foto: PESSCA Archive, 701B)
En Ecuador y Argentina hay obras similares todas emanadas de Wierix, tales como
la del Monasterio de Santa Clara de Quito (Fig. 6), la del Museo Central del Banco Na-
cional del Ecuador o la que hay en la Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria de la Viña en
Salta. Todas son del siglo XVIII. En el caso del Virreinato del Perú siguen la misma línea
sin grandes novedades la de la Parroquia de la Virgen Asunta en Cusipata (Fig. 7) que
está invertida con respecto al original, así como la de las Iglesia de la Virgen del Pilar
de Lima. En la misma ciudad pero en la Iglesia de San Pedro, encontramos un Lagar
cuya composición queda enmarcada por dos robustos brotes de vid que, situados a los
lados, ramifican en la zona superior sirviendo como orla a tres bustos de San Joaquín,
San José y Santa Ana. Además se representa a los principales santos de la orden a los
pies de la cuba, recogiendo el fruto de la divina vendimia: San Ignacio y San Francisco
Javier. También jesuita y desmarcada del diseño base prodigado por el grabado de Wie-
rix es una pintura de colección particular que fue subastada por Sotheby’s en 1980 cuyo
formato es romboidal. De nuevo irrumpe aquí el corporativismo de los jesuitas cuyos
santos se afanan en el acarreo de la uva.
Sin embargo hay un Lagar Místico que cobra un especial protagonismo al separarse
de las generalidades que acabamos de trazar en este artículo: se trata de el Cristo del
Lagar de San Francisco de Lima (Fig. 8), ya identificado por Ewa Joana Kubiak y actual-
mente ubicado bajo una escalera del convento. Su gran valor reside en ser una de las
tres únicas piezas de esta iconografía elaboradas en escultura. Las otras son el Cristo de
la Sangre, de Nicolás de Bussy en la Iglesia del Carmen de Murcia y uno de los relieves
del retablo de Recloses.
8. Anónimo peruano. El Lagar Místico (s. XVII). Escultura en madera policromada y pintura
mural. Convento de San Francisco, Lima, Perú. (Foto: PESSCA Archive, 2871C)
Conclusiones
El Lagar Místico (en latín torculus Christi) es un motivo iconográfico presente en lienzos
barrocos de toda Latinoamérica, desde la Nueva España hasta la Argentina. Su origen
es europeo y medieval, estando presente ya desde el siglo XII en las miniaturas de los
códices franceses y alemanes, y resultando relativamente frecuente encontrarlo en los
de los siglos XV y XVI. A partir del Concilio de Trento, tras el empuje que experimentan
las iconografías que ponen de relieve la redención del género humano por la sangre
de Cristo, se renueva el interés por el tema y la hallamos también en la Europa más
meridional, esto es, Italia17 y España, países en clara sintonía con los postulados contra-
rreformistas. Es entonces cuando el Lagar da el verdadero salto a la pintura, pues hasta
entonces había preferido en gran medida otros géneros artísticos como la obra gráfica,
e incluso, los vitrales franceses.
Aunque se ha señalado en varias ocasiones la rareza artística que supone el tema
del Lagar Místico en España –por ejemplo Emile Mâle se pronunció en estos términos-,
cada vez son más las obras que vienen a incrementar el catálogo de esta iconografía en
nuestro país. Pero además, enunciar esta “rareza” significa no tener en cuenta todos los
territorios de ultramar que conformaban la Monarquía Hispánica en la Edad Moderna,
donde el asunto del Lagar obtendrá aún mayor difusión que en la propia metrópoli,
éxito que se explica desde las razones sociales y religiosas que ya hemos detallado. Si
bien la construcción iconográfica del Lagar concentraba en sí misma muchos de los más
importantes postulados del catolicismo, lo que la hacía adecuada a ojos de las jerarquías
eclesiásticas, también debió encontrar sincera aceptación por parte de la gran masa de
población neófita americana proveniente de una religiosidad donde regía el sacrificio y
la sangre. Podríamos afirmar por tanto que de esta manera se dio el feliz maridaje que
posibilitó la popularidad del Lagar en tierras americanas.
En cuanto a la concreción formal de las obras del Lagar, debemos señalar que en el
ámbito americano todas ellas son legatarias del mismo modelo plástico: el grabado de
Jerónimo Wierix de hacia 1613, al que siempre demuestran un fuerte apego. Compa-
radas con la riqueza compositiva de las europeas, estas obras pueden llegar a parecer
una interminable nómina de pinturas monótonas, aunque sin embargo, cada una tiene
matices locales que las particularizan. La lectura que se debe hacer de esta circunstan-
cia, es la que nos conduce a confirmar una vez más el importante papel que tuvieron
los modelos grabados de origen europeo en la producción artística del Nuevo Mundo.
Por último debemos señalar que si bien la iconografía del Lagar Místico llegó a los
territorios americanos después de un largo proceso de elaboración y sedimentación
que llevó varios siglos, allí se resignificó con la adición de otros muchos significados
propios del contexto concreto virreinal.
17 Andrea Mainardi por ejemplo, pinta en 1594 un lienzo para San Agustín de Cremona.
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