La Evolución de Los Océanos
La Evolución de Los Océanos
La Evolución de Los Océanos
Licenciatura en Biología
Bioestadística
Grupo 1OM2
28 de febrero 2018
Uno de los nombres con los que se conoce a la tierra es "el planeta azul". Vista desde el
espacio, la Tierra parece azul debido a la abundancia de agua que hay en su superficie: tres
cuartas partes de la Tierra están cubiertas por mares y océanos, lo que supone 361
millones de kilómetros cuadrados de agua salada. Los mares y océanos contienen
prácticamente todo el agua del planeta, el resto es agua dulce de los ríos, los glaciares y los
casquetes polares. El medio marino es enorme, complejo y de difícil acceso. Su estudio
resulta costoso y complicado, por lo que los conocimientos que tenemos sobre él son
limitados. Pero hoy sabemos que los océanos del mundo y sus mares adyacentes, así como
los recursos biológicos y no biológicos que contienen, son un elemento necesario para la
continuidad de la vida, tal como la conocemos en su forma actual. El aire que respiramos, el
agua que bebemos, los alimentos que comemos y el clima en que vivimos están
condicionados por los océanos (Declaración de la Comisión Oceanográfica
Intergubernamental de la UNESCO - COI - para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible de 2002).
En un principio, el agua de los océanos era dulce. A lo largo de millones de años se fue
llenando de sales minerales y de material biológico que transportaban los ríos. Estas sales
son el resultado de la descomposición de las rocas submarinas y de los gases emitidos por
los volcanes a través de la corteza terrestre. Esto hizo que el agua de los océanos se fuera
convirtiendo en agua salada.
El fondo oceánico no es llano, sino montañoso, está formado por una corteza oceánica
fragmentada. El fondo está lleno de cadenas montañosas, cuya altura y anchura oscilan
entre uno y cuatro kilómetros y se extienden 60.000 kilómetros a lo largo del océano. Sobre
el fondo de ellos se encuentra un magma rico en minerales que proviene de las
profundidades de la Tierra y renueva constantemente la corteza oceánica. En determinados
lugares, este magma emerge violentamente, en formas de erupciones volcánicas
submarinas; su profundidad puede variar entre 6.000 y 11.000 metros.
Se distinguen tres grandes océanos: Índico, Pacífico y Atlántico, y dos pequeños; océano
Glaciar Ártico y el Antártico. El Pacífico es el más grande de todos, contiene la mitad del
volumen total de los océanos, seguido del Atlántico y el Índico. Aunque estos tres océanos
se han separado en tres cuencas diferentes, sus aguas convergen en el hemisferio Sur para
formar el Océano Glaciar Antártico. El Ártico, que se encuentra en el Polo Norte, está
cubierto de hielo y tiene dimensiones más reducidas, pero se le considera igualmente un
océano. Los mares son de menor tamaño y forman enclaves más o menos separados de
los océanos. Rodean a los continentes y pueden adentrarse en mayor o menor medida en
las aguas oceánicas.
Podemos encontrar vida en cualquier parte de los océanos. Algas, medusas, crustáceos,
peces, cetáceos y otros animales marinos viven en él. Se estima que existen unas 250.000
especies animales distintas. La mayoría de ellas se encuentran en la capa superior- hasta
los cien metros de profundidad- y especialmente en las zonas del litoral y en aquellas donde
las aguas frías suben desde las profundidades. En estos lugares es donde las aguas
contienen suficientes elementos nutritivos, como el plancton vegetal, por ejemplo, que
prolifera en la superficie, y permite que se nutran todos los organismos que se encuentran
en el origen de la cadena alimentaria marina: zooplancton, peces, moluscos, mamíferos
marinos. Entre las 250.000 especies animales podemos encontrar, según los expertos,
100.000 especies de moluscos, 50.000 de algas, 25.000 de peces, 5.000 de esponjas y
alrededor de 150 especies de mamíferos marinos.
Las especies marinas se clasifican en dos grandes categorías:
● Las que viven en el fondo de los océanos, llamadas bénticas y que pueden ser
especies fijas o móviles: mejillones, cangrejos, erizos de mar.
● Las que viven en la masa de agua, a cierta distancia de las costas, llamadas
pelágicas. Ejemplo de ellas son los tiburones y los grandes mamíferos marinos como
focas, delfines y orcas y también las especies que consume el hombre.
Hace 4.500 millones de años en la Tierra existían innumerables volcanes, cuya actividad
expulsaba millones de toneladas de magma, un líquido viscoso y ardiente de rocas en
fusión. El magma contiene cantidades enormes de gas que formaron la primera atmósfera,
llamada primitiva, rica en vapor de agua. La Tierra se fue enfriando, el vapor de agua se
condensó, esto es, se volvió líquido y cayó como un verdadero diluvio en forma de
precipitaciones que se acumularon en las zonas huecas del relieve formando charcos, lagos
y originando poco a poco los mares y los primeros océanos; de esto hace 4.000 millones de
años. Con el tiempo la composición de los océanos cambió, pero la cantidad de agua que
contienen sigue siendo la misma: alrededor de 1.500 millones de kilómetros cúbicos.
Durante el proceso de acumulación de rocas, sustancias como el agua y gases inertes se
concentraron debajo de la superficie de la corteza, por lo que los científicos creen hoy en
día que la mayor parte del agua que existía sobre la Tierra brotó desde el interior de ella
como resultado de la actividad volcánica, de la fuerza giratoria y de la gravitación de todo el
cosmos. El geólogo Arnold Urey supone que alrededor del 10 por ciento del agua que se
encuentra actualmente en los océanos existía ya, como agua superficial, al terminar de
formarse el planeta. En esa época la Tierra quizás estuvo rodeada por una atmósfera
primitiva constituida por gases pesados como el kriptón y el xenón, por otros más ligeros,
como el neón y el argón y por pequeñas cantidades de hidrógeno y helio. Con seguridad,
esta atmósfera se fue perdiendo para dar lugar a una "segunda atmósfera" conformada por
los materiales volátiles que escapaban del interior de la Tierra, como el nitrógeno, el bióxido
de carbono y el vapor de agua; su temperatura era muy elevada debido al calor emitido por
la tierra sólida, razón por la cual no existía agua líquida. Con el tiempo, la nueva atmósfera
se enfrió, y se piensa que, cuando ésta alcanzó una temperatura crítica de 374°C, el agua
líquida fue apareciendo en pocas cantidades, conservando también el vapor de agua. Es
posible que las lluvias hayan empezado a caer cuando descendió la temperatura. El agua
se encontraba entonces en forma de vapor, en nubes cuyo espesor probable era de miles
de kilómetros. En un principio, la corteza sólida estaba tan caliente que el agua de las
lluvias, al posarse sobre ella, se evaporaba instantáneamente. Sin embargo, la temperatura
bajó todavía más, lo cual permitió que en algunos puntos se depositaran pequeñas
cantidades de agua líquida.
La lluvia siguió cayendo con abundancia durante siglos. Los terrenos bajos, las cuencas y
hondonadas se llenaron de agua, y los ríos bajaron caudalosamente desde las montañas
para dar origen a los océanos. Las lluvias arrastraban hacia la Tierra gases atmosféricos
como el metano, el amoníaco, el dióxido de carbono y el ácido clorhídrico, que por medio de
las reacciones químicas fueron integrando los compuestos característicos tanto de la tierra
como de las aguas. La composición del agua del mar se fue complementando debido a la
acumulación de sales y minerales. Al principio la concentración era mínima, pero creció a
medida que los ríos erosionaban la corteza sólida de la Tierra, y conforme las fuertes
mareas reducían las costas a arena; además, como resultado de la influencia del clima
sobre los mismos minerales metálicos, éstos se fueron añadiendo al océano en cantidades
crecientes. Las sustancias disueltas se vieron incrementadas por las erupciones,
probablemente muy frecuentes, de volcanes submarinos y terrestres, erupciones ocurridas
debido al escaso grosor de la corteza recién formada, lo que produjo la salinidad del mar.
A medida que crecieron los primeros océanos, los ríos que llevaban el agua de lluvia
arrastraban desde la tierra minerales disueltos, entre ellos la sustancia más abundante: el
cloruro de sodio (NaCl), llamado comúnmente sal; además, llegaron al océano otras
sustancias químicas en cantidades menores: cloruro de magnesio, sulfato de magnesio y
sulfato de calcio, entre otras. Actualmente, el cloro (Cl), el sodio (Na), el magnesio (Mg), el
azufre (S) y el calcio (Ca) son los elementos más comunes disueltos en el mar, aunque
también se encuentra cobre (Cu), plomo (Pb), uranio (U), oro (Au), estaño (Sn) y otros. Uno
de los hechos más significativos de aquella época fue la aparición de la vida en los
océanos. Los organismos vivientes más simples se pudieron formar gracias a que los
compuestos químicos existentes se volatilizaron y fueron transportados a la alta atmósfera
activados por la luz ultravioleta o por descargas eléctricas.
Al formarse como planeta la Tierra quedó integrada por una corteza sólida o litósfera; por
una líquida o hidrósfera, que dio origen a los océanos, ríos, lagos, glaciares y agua
subterránea, dejando al descubierto las partes emergidas de la litósfera, que son las que
forman los continentes e islas, rodeadas por una capa externa gaseosa llamada atmósfera.
El material rocoso que apareció en las cuencas oceánicas comprimió la corteza superficial
hacia los continentes, por lo cual los grandes océanos se extendieron hasta alcanzar la
dimensión que se conoce en nuestros días. Los fondos oceánicos se configuraron durante
un periodo muy prolongado, y en la actualidad presentan un relieve muy rugoso. La
estupenda escena oculta en las profundidades se compone de altas montañas, empinados
cañones y asombrosas trincheras y hendiduras. Al conjunto de agua salada que cubrió
estos fondos oceánicos, formando una masa única por estar en libre comunicación, recibió
el nombre genérico de océano. Si nos situamos en el Polo Sur podríamos observar que las
aguas rodean al continente Antártico y se extienden hacia el norte entre los demás
continentes, formando tres enormes golfos. Por esta razón, la masa oceánica se ha dividido
en tres partes: Atlántico, Índico y Pacífico. Dentro del Atlántico se encuentra el mar Ártico, el
mar de Noruega, las aguas del Archipiélago canadiense y todos los mares adyacentes que
se comunican con él. El Pacífico baña las costas occidentales de América y las orientales
de Asia, y continúa hasta el continente Antártico. El Índico está limitado por África, Asia y
Oceanía.
Los geofísicos marinos han descrito la historia y la constitución de las dos terceras partes
de la superficie terrestre que se encuentra bajo las aguas oceánicas. Asimismo, han dividido
dicha superficie, según sus características estructurales y topográficas, en regiones o
provincias. Tal es el caso de los márgenes continentales y de las cuencas oceánicas, dos
de las más importantes. El mayor margen continental o precontinental incluye la zona donde
los continentes y los océanos están en relación, es decir, corresponde a aquellos sectores
de los fondos marinos que clásicamente se han denominado plataforma y talud continental y
que hacen que el paso de los continentes a las profundidades oceánicas no sea repentino.
● Plataforma continental. Es el sector más plano. Continúa el relieve del continente y
se extiende a una profundidad de 200 metros.
● Talud continental. Corresponde a una zona de pendientes más acentuada, por
debajo de los 200 metros de profundidad. Su extensión varía en los diferentes
mares.
● Borde continental. Se sitúa al pie del talud. Forma el límite del precontinente y su
unión con los grandes fondos oceánicos.
Desde la época primigenia de los océanos hasta la era actual, han pasado miles de
millones de años, en los cuales se han presentado una serie de cambios fisicoquímicos
y geológicos. Dentro de estos cambios, es importante resaltar que la mayor parte del
agua existente en el planeta brotó del interior de la corteza terrestre como resultado de
la actividad volcánica, durante su desarrollo geológico.Los ciclos químicos que
sucedieron en el océano durante 4 500 millones de años, fueron fundamentales para la
evolución de la vida sobre el planeta. El océano se pobló de seres vivos que se fueron
desarrollando y al aumentar en número invadieron la Tierra. La aparición de la vida
determinó que los cambios químicos en el océano primitivo se incrementaran. Este
tenía poco o nada de oxígeno, contenía sales inorgánicas y complejas moléculas
orgánicas que proporcionaron las bases para los primeros procesos vitales.
Otro de los ciclos químicos que se realizan en el mar, es el de los elementos llamados
nutrientes que intervienen, de manera básica, en la vida de los océanos. Estos
nutrientes son indispensables para la producción de alimento hecha por los vegetales.
Están compuestos a base de nitrógeno, fósforo, sílice, manganeso, cobre y hierro; en
su ciclo intervienen una serie de procesos químicos y biológicos, que determinan su
concentración en las diferentes capas del agua del mar. Cuando los organismos
expulsan los desechos de su metabolismo o mueren, la materia orgánica queda en las
capas superficiales y se hunde por gravedad hasta las profundidades donde, por
acción de las bacterias y de la actividad química, se descompone, liberándose así los
nutrientes, los cuales pueden ser utilizados nuevamente por otros vegetales para
elaborar nueva sustancia orgánica por el proceso de fotosíntesis y pasar a los
animales. La circulación del agua interviene en la concentración de estos nutrientes en
las diferentes capas del océano y se puede considerar que los nutrientes se
encuentran en los primeros 1 000 metros de profundidad y la degradación de la materia
orgánica puede ocurrir en toda esta zona; mientras que la fotosíntesis se realiza en los
100 metros de profundidad oceánica en la llamada zona eufótica, que es aquella en
que penetra la luz del Sol. Los nutrientes salen nuevamente a la superficie, por
corrientes de agua ascendentes, que se producen al cambiar la temperatura de las
diferentes masas de agua, en las llamadas zonas de surgencia o afloramiento, donde
los toman los pequeños vegetales que forman el fitoplancton, los que al utilizar la
energía solar y el dióxido de carbono vuelven a elaborar sustancia orgánica.
Los ciclos químicos del océano son muy complejos, por lo que no se les conoce
profundamente. Los ciclos de los metales que sólo presentan rastros, los de los gases
disueltos y los de la materia orgánica, son quizás los más difíciles de comprender, pero
se continúa trabajando para llegar a ello. Para subrayar la importancia de este
conocimiento, basta considerar la plaga que afecta a la humanidad: la contaminación.
Durante mucho tiempo el hombre creyó que la inmensidad de los océanos podían
absorber sin consecuencias todos sus desechos. Pero todo lo que vertimos al océano
altera su equilibrio: nada desaparece. La contaminación de los océanos puede
proceder de los continentes y también del transporte marino:
Bibliografía
Lugo Hubp, José. (2003). Orígenes: La evolución de los continentes, los océanos y la vida
en nuestro planeta. Investigaciones geográficas, (51), 145-146. 24 de febrero de 2019,
tomado de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-46112003000200010&lng
=es&tlng=es.
Cifuentes Lemus, J. L., Torres-García, P. & Frías M.. (2009). El océano y sus
recursos II. Las ciencias del mar: oceanografía geológica y oceanografía química.
febrero 21, 2019, de Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa
Sitio web: h ttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2
/12/htm/sec_18.html