La Pelea Del Siglo

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La pelea del siglo.

Bitácora nacional / Por. J. L. Pacheco Salazar.

El pasado sábado asistimos como telespectadores a una nueva “pelea del siglo”. Como es
costumbre, antecedida de un impresionante marketing que llevo a la trifulca centenaria a
romper records de recaudación, pago de honorarios, cobros para tv por cable, venta de
derechos a países (Venezuela la tuvo en tres señales) y astronómicos precios de entradas.

Las entradas al “Grand Garden Arena” en Las Vegas, cuyos precios oscilaban entre 450 a
150.000 dólares se agotaron en 60 segundos. Claro, solo salieron a la venta del publico
1.000 de las 16.500 localidades. Las demás fueron a los boxeadores, casinos, promotores
y patrocinantes, elevando su precio en la reventa a 350.000 dólares por entrada.

Documentales de promoción de extraordinaria ejecución visual y rítmica nos hacían


anticipar una confrontación definitoria entre dos gladiadores atemporales, que
representados en fotografías intervenidas y ampliadas a tamaños que cubrían edificios de
más de 50 pisos, nos llevaban a la épica de Aníbal de Cartago, al Coliseo romano con
Marcus Atilius o Carpóforo el famoso bestiari (luchaba cuerpo a cuerpo contra fieras) por
decir lo menos.

Acomodados en nuestras butacas, esperábamos reeditar históricas refriegas que cosa


curiosa, también llevaban el apelativo “del siglo”. Desde muy temprano nos toco
acompañar los devenires del regreso al ring del renegado de Vietnam: Muhammad Ali.
Quince rounds y una zurda bestial de Frazier en 1971, parecían terminar la carrera de
quien había osado desafiar al ejército imperialista gringo negándose a combatir en
Vietnam. Era impresionante ver el rostro inflamado de Alí con la frustración retratada en
el. Pero solo cuatro años después Alí lograría la hazaña de noquear al demoledor George
Foreman en 8 rounds en Zaire y así recuperar el campeonato perdido en tribunales. Al año
siguiente Alí enfrentaría a Frazier por tercera vez (la revancha de la revancha) en una
contienda de proporciones homéricas que pasaría a la historia como la más emocionante y
disputada confrontación de cualquier época. La pelea se detuvo en el round 14 cuando
Frazier, con el rostro como un mapa físico del macizo guayanés, fue retenido en su
esquina por su entrenador Eddie Fuch.

Pero de aquellos años setenta a hoy hemos tenidos mas refriegas centenarias, donde
guardan su lugar en cualquier listado histórico la Leonard – Hearns, batalla de estrategia y
pundonor que revirtió todas las predicciones de expertos cuando el “estilista” Leonard
contra el “matador” Hearns derivó en que cada vez que tropezaron, fue el “golpeador” el
que cogió piso. Aquí rodo la cátedra.
Leonard haría rodar de nuevo a los eruditos del boxeo al definir la supremacía del
momento contra el llamado “Maravilloso” Marvin Hagler, al ganarle por golpiza y llenarlo
de chichones luego de 3 años de retiro.

Ya en esos años 80, la televisión se había convertido en el gran negocio, al hacer posible
audiencias masivas con peladores de cualquier peso. Es decir, ya las estelares no
necesitaban de peleadores de gran tamaño y peso necesarios para la visual de las grandes
arenas y los grandes públicos que eran indispensables de los 20 a los 70. La televisión y
Sugar Ray Leonard, pesando solo 164 libras, producía más dinero que cualquier peso
pesado de su época. Se abría el camino a los pesos pequeños, solo tenía que tener calidad
y se haría sonar la caja registradora.

Así vinieron a los primeros planos los combates millonarios de De La Hoya, Julio César
Chávez, Roberto “Mano è piedra” Durán, Marvin Hagler y un largo etcétera donde la
excepción serian los pesos pesados, que si los hubo de regular calidad; Tyson, Holyfield,
Lewis. Pero ya cualquier peso podría encabezar una cartelera y generar extraordinarias
ganancias.

Ese sábado, luego de unas preliminares acompañadas de tostitos y quesitos (todo un lujo
hoy día) subieron al ring los gladiadores. En el set anfitrión de televisión, los
presentadores se trajearon en uniformes que recordaban la Billo`s de los años 70`s, pero
de bajo presupuesto; trajes negros y “pajaritas” de colorines. Los expertos solo nos
hablaban de dinero. Frases como “cualquier cosa puede pasar”, “no habría sorpresa con
cualquier resultado”, “las apuestas están para Mayweather pero podría ganar Pacquiao” y
toda suerte de ambigüedades y solo apuntaban a certezas cuando se hablaba de los
dólares en juego. Nadie hablaba de la edad de los boxeadores, que no es la más adecuada
para presentarlos en sus mejores condiciones, ni del ascenso en el peso de ambos, lo cual
limita, disminuye la “pegada” y potencia del boxeador. Ninguno tenía nada que decir. Ni el
equipo criollo, ni el argentino, ni el mexicano. Nada.

En el primer round, los peleadores parecen no poder resolver el planteamiento del


contrario. Eso es normal en un primer round. El problema es que todos los otros once
rounds fueron calcados del primer round. Nunca empezó la pelea, nunca hubo pelea. No
se puede llamar pelea a un negrito pretencioso corriendo para que no le peguen y a un
filipino incapaz de arrinconar a un boxeador que solo lanza cachetadas. Al final de 12
rounds, de 48 minutos de televisión (me niego a llamar eso pelea) no había pasado nada
en el ring. Los contendientes estaban frescos, sin un roce, listos para pelear otros 160
rounds iguales a los anteriores 12. Los 16.500 espectadores, que pagaron lo que pagaron
pitaron a Mayweather al final de la pelea. Claro, los estafó. Pero nuestros comentaristas
obviaron la pita. Se limitaron a especular sobre lo que los jueces habrían anotado en sus
tarjetas y una posible revancha. No vieron lo evidente, lo que millones de espectadores
habían visto y sentían en ese momento y que no es otra cosa que haber sido objeto de
una burla, de una gran estafa.
A los 5 minutos de finalizar la pelea, Oscar De La Hoya publicó en su cuenta tuiter: “Sorry
boxing fans (lo lamento fanáticos del boxeo)” con 34000 retuits en el primer minuto.
Tyson también comentó: “cinco años ¿para esto?”. La pagina web de CNN colocó una
encuesta con la pregunta “¿Es Floyd Mayweather el más grande de todos los tiempos?” El
resultado de 83 a 17 en contra los llevó a eliminar la consulta. Se iniciaba la defensa de la
estafa, del negocio.

Aparecieron expertos analizando el resultado y hasta unas estadísticas de los golpes


lanzados y acertados. Mayweather habría lanzado 435 golpes y acertado 148, mientras
Pacquiao habría lanzado 429 y acertado 81. Yo la verdad, no vi golpe alguno. Si vi varias
cachetadas y le diría a quien llevó esa estadística, sea computadora o persona interesada,
que si un varoncito le propina a otro, no digo 80 o 150 trompadas como él dice, solo dos o
tres, no queda usted fresquito y lozano como muñeco de porcelana, no señor, esa no
existe.

No es posible que se mantenga invicto un boxeador como Floyd Mayweather, que es


incapaz de plantear pelea, de “llevarse” al adversario, de dominar al oponente y definir la
pelea a su favor. Un boxeador sin ofensiva no puede ganar ninguna pelea. Eso es para el
boxeo como si se pudiera ganar un juego de tenis sin un saque efectivo o un juego de
beisbol sin anotar carreras; eso es imposible. Las reglas y la dinámica propia del juego no
lo permiten. Ningún comentarista de ningún canal, ni venezolano (y repito: fueron tres los
canales nacionales, dos del estado que pagaron 2.3 millones de dólares por este fraude) ni
argentino ni mexicano cuestionaron lo evidente; dos boxeadores que no hicieron nada en
el ring, se ganaron entre ambos 300 millones de dólares por timar en televisión global a
medio planeta.

A última hora, este martes, apreció Bob Arum informando que Manny Pacquiao habría
peleado con un desgarre del manguito rotador del hombro derecho, por lo cual la comisión
de boxeo de Nevada está obligada a investigar al filipino que estará de baja al menos por
nueve meses. Es grave suponer que el político e ídolo nacional de Filipinas haya subido
lesionado al ring en conchupancia con el hampón de Arum. Es grave pero posible.

Este enorme fraude me hizo recordar a Caritos González. Fue “Carlitos” un comentarista
sui generis, por honesto y valiente. Su imitador fundamental: Onorio Torrealba, tomaba
para su caracterización frases que lo definían: “Que me lleven ante un tribunal, pero....”y
venia el argumento polémico, o “Aunque se moleste la Señora Mayweather, ese lo que
esta es corriendo”. Su entrega invocaba un conocimiento profundo de lo que decía, amor
y respeto por la disciplina, por el público y por el deporte.

Recuerdo que una vez contaba Carlitos, recordando al legendario y ocurrente pitcher
negro Satchel Paige, quien por la discriminación racial llegara a las grandes ligas a los 42
años de edad, la oportunidad en que le tocó enfrentar a Ted Williams, seguro uno de los
mejores bateadores de todos los tiempos. Era una calurosa mañana y abría el inning Ted
Williams al bate. A la voz de “play ball” Paige no contesto, se limito a mirar hacia el
dogout de los Medias Rojas de Boston (equipo de Williams). El árbitro llamo de nuevo a
juego y Satchel Paige volvió a mirar al dogout de los Medias Rojas. Entonces el árbitro se
aproximó a la lomita y le preguntó a Paige si acontecía algo. Paige lo vio y volviendo la
vista al dogout del Boston dijo: “Estoy esperando si alguien telefonea a Ted Williams, a
ver si no tengo que recibir un tablazo hoy”.

Creo que el negro Paige, con esta ocurrencia fue más honesto que todo el negocio del
boxeo de hoy. Y mucho más entretenido.

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