Lectura de Cuarto Los Robots
Lectura de Cuarto Los Robots
Lectura de Cuarto Los Robots
Robots
Los robots son asombrosas máquinas que pueden programarse para que
funcionen solas.
Pueden ir a muchos lugares peligrosos, desde el espacio exterior hasta lo
profundo del mar.
Los robots tienen ojos, oídos y boca; reciben información externa por medio
de sensores.
El robot Sony tiene sensores que registran el sonido y cámaras que capturan
imágenes.
Los robots que son trabajadores manuales suelen realizar diversas tareas. Sus
manos les permiten sujetar y usar diversos tipos de objetos y herramientas.
Se mueven mediante ruedas, bandas de oruga (como los tanques) o piernas.
Los robots tienen piernas como los humanos. Los controladores son el
cerebro del robot: les permiten tomar decisiones y accionar sus partes. Los
controladores suelen ser computadoras.
El robot Deep Junior es un veloz pensador, porque puede pensar tres
millones de jugadas de ajedrez por segundo. Jugó una partida con el
excampeón mundial de ajedrez Garry Kasparov.
Otro robot, llamado Emuu, tiene sentimientos: interactúa con las personas y
puede expresar muchos estados anímicos, como la felicidad, el enojo y la
tristeza.
Algunos robots son controlados directamente por personas; otros son
autónomos. Por ejemplo un robot japonés que aprende a caminar solo.
Los robots con brazos son los más comunes. Su brazo articulado puede
moverse en varias direcciones, como el humano. Los brazos de muchos
robots tienen manos, llamados sujetadores. Éstas cuentan con sensores de
presión que les permite calcular la fuerza necesaria para agarrar un objeto.
Algunos robots tienen forma de animales.
A veces es así porque son modelos animatrónicos para una película.
Las serpientes robot S5 pueden deslizarse a lo largo de tubos y otros espacios
estrechos.
El modelo de la mariposa monarca aletea usando músculos de alambre que
se acortan cuando se les aplica electricidad.
El robot Afghan Explorer, algún día podrá visitar zonas de guerra. Como
reportero, enviaría fotos y entrevistas a un estudio ubicado en un lugar
seguro.
Los seres humanos han soñado siempre con que alguien haga lo que a ellos
no les gusta hacer. Yo
también quisiera un robot... para que fuera al mercado en mi lugar. ¿Y
ustedes? ¿Para qué quisieran tener un robot?
Gifford Clive, Robots.
México, SEP-Altea, 2005.
Un mundo sin sol
Los océanos esconden paisajes asombrosos. Lejos, bajo las olas, hay enormes
cordilleras y volcanes activos. La roca fundida del centro de la Tierra sale por
algunas grietas de la corteza terrestre. Esas grietas se llaman fallas.
Hasta hace muy poco, los científicos sólo podían adivinar cómo era el fondo del
mar. Creían que era una región fría y oscura que no tenía vida, o que la tenía muy
poca. La luz del Sol no llega hasta las profundidades del océano, a muchos
kilómetros de la superficie. Que en esas regiones hubiera muy poca luz y un frío
extremo hacía creer a la gente que allí no podían existir seres vivos.
Entonces, en 1977 los geólogos a bordo del Alvin, un pequeño submarino diseñado
para sumersión profunda, hicieron un gran descubrimiento. Descendieron 2,591
metros, para alcanzar la Falla de las Galápagos, una grieta en el suelo del Océano
Pacífico oriental.
Allí las luces del Alvin revelaron un oasis lleno de vida. Había agua caliente que
brotaba de las grietas del suelo. Algo en el agua proporcionaba el alimento
necesario para mantener vivos a una gran variedad de raros animales.
Había lombrices de un rojo sangre que se retorcían, algunas de cuatro metros de
largo. Había cientos de almejas y ostras de conchas lisas largas como reglas. Unos
cangrejos, que parecían langostas, barrenaban el suelo marino.
Criaturas como flores de diente de león, ancladas con hilos delicados, se mecían en
el agua. Peces largos de color rosa estaban cabeza abajo sobre las fuentes del agua
caliente.
En 1979, los científicos encontraron nubes oscuras de agua muy caliente que salían
de formaciones rocosas parecidas a chimeneas de fábricas submarinas.
La mayoría de las criaturas de la Tierra dependen para vivir de un proceso llamado
fotosíntesis. Mediante este mecanismo, las plantas producen su propia comida con
la ayuda de la luz del sol, y los animales se comen las plantas. Pero en las
profundidades del océano, donde la oscuridad nunca es rota por los rayos del sol,
lo que mantiene vivas las minúsculas bacterias es la quimiosíntesis, un proceso
diferente, que produce alimento con ayuda de la energía química...
Catherine O’Neill, “Un mundo sin sol” en Grandes misterios de nuestro mundo. México, SEP,
2002.