La Parabola Del Buen Samaritano

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LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

Lc.10:25

Interprete de la ley: Escriba: Enseñar las escrituras y las tradiciones, doctores


de la ley, la torah. Enseñaban pero ellos mismos no la practicaban: Lc. 11:46

Lc.10:26-28

Es por ello que Jesús le pregunta acerca de la ley ya que ellos podían
responder por ser conocedores del tema en cuestión.

Lc.10:29

Prójimo: (G-PLESÍON): Vecino, compañero, paisano, amigo, alguien cercano,

Lc.10:30

Jerusalén: A 28Km de Jericó y una diferencia de casi 1km en altura, zona


montañosa y de difícil acceso.

Jericó:

Lc.10:31-33

Sacerdote: Judío

Levita: judío, Los levitas provenían de la tribu de Leví pero no eran


descendientes de Aarón. Ayudaban a los sacerdotes en las labores del templo.

Samaritano: Judío-Pagano (Jn.4:9 judíos y samaritanos no se tratan entre sí)

El hombre asaltado y robado (casi seguramente un judío) yacía medio muerto


en el camino a Jericó. El sacerdote y el levita judíos rehusaron ayudar; quizá
temieron que fuese una trampa, o pensaron que si se detenían también ellos
serían asaltados. Fue un odiado samaritano el que acudió al rescate, quien
aplicó los primeros auxilios, que llevó la víctima a un mesón, y que dio provisión
para que fuese cuidado. Para el samaritano, un judío necesitado era su prójimo.

¿Ves porque Jesús te escogió a ti y a ti y a mí?


Lc.10:34

Aceite y Vino: Es probable que la mayoría de viajeros los llevaran en


pequeñas cantidades como una especie de primeros auxilios. El vino era
antiséptico y el aceite ayudaba a mitigar y sanar las heridas.

Lc.10:35

Dos denarios: Es decir, el salario por dos días de trabajo

No nos resulta difícil ver en el sacerdote y el levita una figura de la impotencia


de la ley para ayudar al pecador muerto; la ley mandaba: «Amarás a tu prójimo
como a ti mismo», pero no daba el poder para obedecer. Tampoco es difícil
identificar al Buen Samaritano con el Señor Jesús, que vino a donde nosotros
estábamos, nos salvó de nuestros pecados e hizo una provisión plena para
nosotros de la tierra al cielo y para toda la eternidad. Los sacerdotes y los
levitas pueden fallarnos, pero el Buen Samaritano jamás lo hará.

La historia del Buen Samaritano tuvo un giro inesperado. Comenzó para


responder la pregunta de «¿Quién es mi prójimo?», pero terminó proponiendo
la pregunta, «¿Con quién actúas tú como prójimo?».

DE JERUSALÉN A JERICÓ

Aunque Jericó está al noreste de Jerusalén, los viajeros siempre «bajan» a


Jericó. El historiador judío Josefo (37-93 d.C.) explicó que en el siglo primero la
carretera se prolongaba aproximadamente por 150 estadios romanos (28
kilómetros). Un viajero descendía de la altura de Jerusalén, que estaba
aproximadamente a 2500 pies (762 metros) sobre el nivel del mar, hasta las
profundidades de Jericó, unos 825 pies (251 metros) bajo el nivel del mar. En
ese reducido espacio geográfico, el descenso era aproximadamente de un
kilómetro. Viajeros, comerciantes, peregrinos y soldados han bajado para subir
(viajando hacia el norte, a Jericó) y han subido para bajar (viajando al sur, a
Jerusalén).

Un cambio tan dramático de altitud traía consigo un cambio sorprendentemente


rápido en las condiciones ambientales, que eran agotadoras para cualquier
persona que hiciera el viaje. La cuesta empinada y estrecha creaba como una
«sombra de lluvia». Mientras que Jerusalén recibía unas veinte pulgadas (508
mm) de lluvia al año y experimentaba un clima mediterráneo, Jericó recibía
solamente ocho pulgadas (200 mm) de lluvia al año y era más parecida a
África, en cuanto a su clima. De hecho, Jericó fue, y sigue siendo, un oasis
situado en medio de un desierto; y hubiera sido puro desierto de no ser por la
presencia de una fuente de agua, comúnmente conocida como «la fuente de
Eliseo».

Los cambios climáticos producían características ambientales muy particulares.


Después del paraje en el camino, donde las lluvias ascendían a dieciséis
pulgadas (400 mm) anuales, no había más árboles. Después de la línea de
doce pulgadas (300 mm) de precipitación, la vegetación se reducía a una
cubierta de arbustos de sabana y, por último, después de la línea de ocho
pulgadas (200 mm) en adelante, solo las plantas del desierto encontraban
suficiente humedad para sobrevivir. Incluso sin la amenaza siempre presente
de bandidos, el camino era arduo, empinado, seco y peligroso.

Un viajero saliendo desde Jerusalén por este camino debía dar la vuelta por el
monte de los Olivos. Una mirada hacia atrás desde este punto hubiera sido
premiada con el paisaje de la explanada del templo como despedida. El camino
entonces bordeaba de paso a Betania y procedía a través de una pendiente
escarpada. En un punto, aproximadamente a 20 kilómetros de Jerusalén y a 8
kilómetros de Jericó, el viajero llegaba a un pasaje que estaba casi a 855 pies
(260 m) sobre el nivel del mar y 1685 pies (513 m) por encima de Jericó. Con
toda probabilidad la carretera romana pasaba por aquí, ya que es la ruta más
corta entre las dos ciudades. El nombre del paso en árabe es tal'ed-damm, que
significa subida de sangre. El árabe se corresponde con el hebreo que significa
la cuesta de Adumim (Jos 15:7 y 18:17). Adumim significa objetos rojos, que
probablemente en este caso se refería a la roca roja del lugar. El historiador
cristiano Eusebio (260–-340 d.C.) sostuvo que allí había un castillo y Jerónimo,
patriarca de la iglesia (347–420 d.C.), registró que su nombre era Maledomni y
argumentó que era equivalente a la terminología griega que significaba Cuesta
del rojo. Explicó que el nombre se debía a la sangre que con frecuencia vertían
los bandidos en este lugar. Jerónimo también sostuvo que un castillo o posada
se encontraba en el sitio y que fue construido estratégicamente para ayudar a
los viajeros. Incluso concluyó que era muy probable que el viajero de la
parábola de Jesús hubiera sido atacado en este lugar. Esto se mantuvo así en
la tradición a pesar de que Eusebio, quien escribió antes que Jerónimo, no
conectó la ubicación con el incidente de la parábola.

Aproximadamente 3 kilómetros más adelante, el viajero se acercaba a Jericó.


Ahora el wadi Querit (Wadi el-Kelt) se veía mejor. La ruta llegaba desde el
suroeste y seguía a lo largo de la ribera sur del wadipor más de 4 kilómetros.
Wadi es una palabra árabe que designa una corriente o lecho de río. Puesto
que muchas corrientes en la antigua Palestina solo fluyeron estacionalmente,
los wadis estaban a menudo completamente secos. También podían ser muy
cavernosos, como era el caso con el Wadi Querit, al cual Herodes lo encontró lo
suficientemente grande como para construir en él un acueducto y varios
puentes. Herodes utilizó el agua que fluía a través de este sistema para
abastecer la ciudad de Jericó, donde había edificado su castillo de invierno, y
para mejorar el riego de la llanura que rodeaba la ciudad. De hecho, el nombre
Querit se dice que deriva del latín cultus o «cultivado». Sin duda este era uno
de los pocos lugares de la región donde se podía cultivar.

Desde la cumbre donde se posaba el castillo de Herodes se podía observar un


panorama de toda la ciudad de Jericó. Esta se extendía en la llanura y el
castillo se elevaba sobre ella desde el sur.

En el mundo antiguo, la construcción de carreteras por los tramos más difíciles


se hacía según la necesidad. Los senderos eran aceptables en sociedades
donde la preocupación principal era la adquisición de alimentos para la familia y
el ganado, y los animales de carga eran mulas, burros y asnos salvajes. Pero la
aparición del caballo para montar y los camellos como animales de carga
requería de carreteras más adaptables para la herradura y la pata ancha y
sensible del camello. Fue por esto que las vías se convirtieron en carreteras, y
con el tiempo en carreteras mejoradas para acomodar el comercio y el
movimiento militar. La extensión de una red de carreteras era la indicación más
clara del crecimiento y la prosperidad de una región. El camino entre Jerusalén
y Jericó experimentó una gran expansión durante el siglo primero d.C., cuando
la zona prosperó debido al comercio y a las peregrinaciones.

Pese a que el clima y el terreno montañoso eran bastante inadecuados para


hacer una carretera, más caminos se construyeron aquí que en cualquier otra
parte del país, incluyendo las regiones con mayor población. La razón era muy
simple: la cercanía a Jerusalén. Ya que Jerusalén se encontraba cerca de las
montañas donde se cruzaban todas las rutas de los cuatro puntos cardinales,
era un lugar estratégico comercial y militarmente. Además, muchos peregrinos
venían a la ciudad. En la época del segundo templo de Herodes el Grande,
cientos de miles de peregrinos hacían el viaje tres veces al año en los días de
fiesta. La carretera de Jericó a Jerusalén se convirtió en un conducto natural
que era utilizado por caravanas comerciales, escuadras militares romanas y
peregrinos. Por la cantidad de viajes y el estatus de los viajeros, el camino se
convirtió en un destino atractivo para las muchas bandas de asaltadores que
vagaban por los campos.

La evidencia arqueológica indica que los romanos juzgaron que el camino,


aunque estratégico, era inseguro. Puestos de centinela se establecieron a lo
largo de la ruta, probablemente para actuar como protección en contra de los
bandidos que sabían que el desierto circundante les permitiría escapar con
facilidad y les proporcionaría, además, un lugar seguro para esconderse.
Muchas personas que viajaban por el camino eran atacadas, como lo indica la
parábola del buen samaritano de Jesús.

Debe señalarse también que la carretera de montaña entre Jerusalén y Jericó


no fue completamente diseñada hasta la guerra de los años 66-70 d.C. Los
romanos emprendieron la compleja empresa para hacer que el camino fuera útil
para las máquinas de asedio que traían para ser usadas contra las murallas de
Jerusalén. Pero durante la época del ministerio de Jesús, muchas partes de la
carretera de Jerusalén a Jericó estaban solo cubiertas por piedra caliza suave y
escamosa, que se erosionaba rápidamente. Durante y después de la guerra, los
romanos allanaron los caminos principales de Palestina y los marcaron con
hitos. Para evitar la erosión de la superficie de las carreteras montañosas, como
la de Jerusalén a Jericó, fueron construidos a menudo muros de contención de
piedras puestas verticalmente una sobre otra, a cada lado de la carretera.

La fama de este camino, sin embargo, no comenzó con los romanos. La


importancia estratégica e histórica de la ruta se remonta bien atrás en la historia
de Israel. El camino de Jerusalén a Jericó se menciona en varios relatos
bíblicos. Uno de los relatos más famosos (2 Sam 15:23-16:14) narra la historia
de cómo David y sus seguidores escaparon de Jerusalén por esta ruta después
de que el hijo de David, Absalón, se declarara a sí mismo rey. Sedequías, rey
de Judá, utilizó la carretera para intentar escapar del avance de los caldeos en
586-587 a.C. (2 Re 25:4). Seiscientos años más tarde, Jesús viajó por este
camino cuando avanzaba en su ministerio hacia Jerusalén (Mc 10:46-11:1). Y
Josefo nos dice que la décima legión romana utilizó este camino, de Jericó a
Jerusalén, cuando marchaba a sitiar a Jerusalén en el año 69 d.C

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