El Mito de Sísifo Resumen

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Resumen de El mito de Sísifo

Para Albert Camus lo absurdo implica que nada tendría sentido, y como respuesta
se daría el suicidio filosófico o salto, la esperanza que conlleva la noción
religiosa, y la rebelión que es asumir lo absurdo, como impulsores de un
entendimiento o aceptación del mundo y sus verdades, que no son
necesariamente las verdades. De pensadores como Chestov la razón en lo
absurdo no existe y no hay nada más que la razón.

En Kierkegaard, padre del existencialismo, para Camus, en El mito de Sísifo, lo


absurdo reside en sacrificar el intelecto en aras de glorificar a Dios. Como solución
al absurdo Camus condena el suicidio real y filosófico, y propone como final al
drama de Sísifo, crear y cultivarse en el arte, para acabar con lo absurdo.

Resumen por capítulos de El mito de Sísifo


El mito de Sísifo explora el concepto del absurdísimo, que sitúa al ser humano
apartado de su entorno al no hallar sentido a la vida; para exponer su idea en este
ensayo Albert Camus lo divide en cuatro partes y en cada una hace las reflexiones
sobre la relación entre lo absurdo y cuestiones como el suicidio, la libertad, la
religión, las ideas de algunos grandes escritores, El mito de Sísifo y la filosofía de
F. Kafka.

El razonamiento absurdo

Para desarrollar su análisis, Camus cuestiona fundamentalmente si vale la pena


vivir la vida. Establece que encontrar una razón para vivir es equivalente a
encontrar una razón para morir. Concluye que para la mayoría de los hombres, la
verdad no es una razón de peso para sacrificar la vida, y ejemplifica que Galileo
abjuró de una verdad científica porque esa verdad no valía la hoguera. Se
desprende entonces que las cosas obtienen su importancia en función de a qué
actos nos obligan. No parece, además, que el suicidio será la salida que todo
individuo buscará en una situación desesperada. Según Camus, el suicidio es un
mal interior antes que un mal social.

Camus pasa a mencionar que el ser humano tiene la necesidad compulsiva de


racionalizar, entender y explicar todo. En su análisis identifica dos formas de
pensamiento, la de Perogrullo y la de don Quijote. El mítico personaje de
Perogrullo se va a la evidencia excesiva, casi ridícula, como cuando uno dice “está
lloviendo”. Don Quijote va al lirismo extremo, la imaginación, el sueño, la fantasía,
la utopía. Según Camus, el ejercicio de la razón oscila entre las verdades de
Perogrullo y las abstracciones quijotescas. La combinación de ambas da el
equilibrio entre evidencia y fantasía, entre conocimiento y emoción.

Hay 3 posturas que el hombre puede adoptar con respecto al absurdo:

El suicidio como salida. La fatal confesión de que la vida nos ha superado, que no
la entendemos, que no la podemos explicar y que concluimos que no vale la pena
vivirla.

La evasión, ya sea por abrazar los placeres hedonistas como distracción de la


realidad, o por cifrar toda esperanza en el ejercicio de la fe en credos religiosos.
En el primer caso, se ignora o se niega el absurdo, se soslaya la muerte, se evita
traer estos temas a colación. En el segundo caso se explica el absurdo con
dogmas: Donde el hombre ya no es capaz de encontrar explicación empieza el
concepto de Dios. Ese es el famoso "salto" del que hablan, entre otros, Leon
Chestov, Edmund Husserl y Soren Kierkegaard, todos pensadores citados por
Camus.

La tercera postura es la aceptación y la vivencia del absurdo. Aceptar el absurdo,


renunciar a buscar explicación y vivir la vida con la independencia, la
autodeterminación y la significancia individual que se desprenden del supuesto de
que esto es todo cuanto hay, de que no hay Dios ni vida futura en otro tiempo y
lugar, pero sin jamás perder de vista que, a pesar de todo, la vida vale la pena
vivirla.

¿Cómo llega el hombre a esa encrucijada? La sensibilidad o el sentimiento del


absurdo es el proceso gradual de toma de conciencia del paso de tiempo y sus
nefastas consecuencias para nosotros: deterioro, envejecimiento y muerte. Ese
mismo proceso ocurre durante los años y años de rutina repetitiva, mismos que
anteceden a la noción del absurdo, el despertar del hombre, el momento en que
tomamos plena conciencia de la futilidad y fugacidad de la existencia, de que el
mundo y la vida superan por mucho nuestra capacidad de razonamiento,
entendimiento y comprensión.

Suele suceder que las decoraciones se derrumban. Levantarse, tomar el tranvía,


cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo,
la comida, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el
mismo ritmo, es una ruta que se sigue fácilmente la mayor parte del tiempo. Solo
que un día, el “porqué” y todo se alza y todo comienza con esa lasitud teñida de
asombro...
Asimismo, y durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva. Pero
siempre llega un momento en que hay que llevarlo. Vivimos del porvenir:
“mañana”, “más tarde”, “cuando tengas una posición”, “con el tiempo
comprenderás”. Estas inconsecuencias son admirables, pues, al fin y al cabo, se
trata de morir. Llega, no obstante, un día en que el hombre hace constar o dice
que tiene treinta años. Así afirma su juventud. Pero, al mismo tiempo, se sitúa en
relación con el tiempo. Ocupa en él su lugar. Reconoce que se halla en cierto
momento de una curva que confiesa que debe recorrer. Pertenece al tiempo, y con
ese horror que se apodera, reconoce en él a su peor enemigo. El mañana,
anhelaba un mañana, cuando todo él debía rechazarlo. Esa rebelión de la carne,
esto es lo absurdo.

Es evidente, entonces, que cuando Camus habla de los muros absurdos, alude al
tiempo y la rutina, a los decorados con que construimos la realidad a la que nos
circunscribimos y limitamos. Cuando llegan la lasitud y el hartazgo, la frustración y
el sinsentido; el despertar del absurdo derrumba los decorados y nos deja frente a
la realidad desnuda: La vida no tiene sentido, la vida es absurda.

El suicidio filosófico

Es llamativo que Camus use la metáfora de “el salto” para identificar el momento
en que dos de los pensadores que cita, Chestov y Husserl, dan paso a algo eterno
e inexplicable con la razón humana, pero a la vez, en ese acto niegan el absurdo e
intentan explicarlo.

Según Chestov, donde la razón se queda corta, entra el concepto de Dios. Según
Camus, Chestov reemplaza la frase correcta: “Miren, he aquí el absurdo” y en su
lugar dice: “Miren, he aquí Dios”.

Husserl y los fenomenólogos, en cambio, dan a cada cosa un sentido propio y


esencial, que a la vez explica el todo. No hay nada más, no se debe buscar
significado, solo se describe sin explicar. Eso pareciera encajar en el absurdo. Sin
embargo, en cuanto Husserl reconoce algo de celestial y eterno en las cosas de
este mundo material y les concede “esencias extratemporales”, una esencia
privilegiada que se nutre de la esencia de cada única cosa, pasa a conferir a la
razón un alcance mucho mayor del que le es permisivo. La razón tiene límites,
pero Husserl se los remueve al postular que esa esencia privilegiada da sentido a
cada esencia menor o relativa.

En ambos casos se da el suicidio filosófico, “el salto”. Chestov humilla la razón y


da el salto a Dios. Husserl hace triunfar la razón y le atribuye el poder de explicarlo
todo. Ese es también un salto por cuanto la razón no puede explicar las cosas con
nada que vaya más allá de este mundo y de esta existencia. En los dos análisis
planteados el absurdo derrota al hombre y este salta a una forma insostenible de
explicación y esperanza.

La libertad absurda

Lo contrario del salto o suicidio filosófico es la libertad absurda. Si al contemplar el


absurdo, en lugar de buscar explicarlo (saltar), buscamos asumirlo, aceptarlo y
vivirlo, entonces encontramos la libertad absurda.

Vivir una experiencia, un destino, es aceptarlo plenamente. Ahora bien, no se


vivirá ese destino, sabiendo que es absurdo, si no se hace todo para mantener
ante uno mismo ese absurdo puesto de manifiesto por la conciencia. Negar uno de
los términos de la oposición de que vive es eludirlo. Abolir la rebelión consciente
es eludir el problema...Vivir es hacer que viva lo absurdo. Hacerlo vivir es ante
todo contemplarlo. Al contrario de Eurídice, lo absurdo no muere sino cuando se le
da la espalda. Una de las posiciones filosóficas coherente es la rebelión. Es una
confrontación perpetua del hombre con su propia oscuridad. Es exigencia de una
transparencia imposible. Vuelve a poner al mundo en duda en cada uno de sus
segundos… No es aspiración, pues carece de esperanza. Esta rebelión es la
seguridad de un destino aplastante, menos la resignación que debería
acompañarla…Esta rebelión da precio a su vida… y esa rebelión al día testimonia
su única verdad, que es el desafío. Esta es la primera consecuencia.

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