Cuidado de La Madre Tierra
Cuidado de La Madre Tierra
Cuidado de La Madre Tierra
Introducción
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palabras, la vida será inviable dado que el clima se ocupará de nuestra propia
destrucción. El planeta es la suma de pequeños equilibrios que han hecho
posible la vida tal y como la conocemos. Nosotros mismos somos el resultado
de esos accidentes evolutivos que nos han convertido en seres racionales, pero
a la vez hemos terminado siendo los forjadores de nuestra propia extinción, a
raíz de nuestra incapacidad de entender el frágil equilibrio que sostiene la vida.
Hemos cambiado nuestra esperanza de futuro por papel moneda y de este modo
nos hemos entregado a la cancelación del mañana.
“Me llamo Greta Thunberg, tengo 16 años, soy sueca y he venido a hablaros en
nombre de las generaciones futuras.
En el año 2030 yo tendré 26 años. Mi hermana pequeña, Beata, tendrá 23. Igual
que muchos de vuestros hijos o nietos. Nos han dicho que es una edad genial
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en la que tienes toda la vida por delante. Pero no estoy segura de que vaya a
ser tan genial para nosotras.
He tenido la suerte de nacer en una época y en un lugar donde todos nos dicen
que soñemos en grande, que podría convertirme en lo que quisiera, que podría
vivir en cualquier sitio que quisiera. La gente como yo lo ha tenido todo y más.
Cosas con las que nuestros abuelos ni siquiera se atrevían a soñar. Hemos
tenido todo lo que podíamos desear y, sin embargo, ahora podríamos acabar sin
nada. Probablemente ya ni siquiera tenemos futuro.
Nos habéis mentido. Nos habéis dado falsas esperanzas. Nos habéis dicho que
el futuro era algo que anhelar. Y lo más triste es que la mayoría de los niños ni
siquiera sabe el destino que nos espera. No lo comprenderemos hasta que sea
demasiado tarde. Y, sin embargo, somos los más afortunados. Los que se verán
más afectados ya están sufriendo las consecuencias. Pero sus voces no son
escuchadas.
Alrededor del año 2030, dentro de 10 años, 252 días y 10 horas, habremos
desatado una reacción en cadena irreversible que escapará todo control humano
y que seguramente pondrá fin a nuestra civilización tal como la conocemos. Eso
es lo que sucederá a menos que en el tiempo que nos queda se tomen medidas
sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, incluida una reducción de
al menos el 50% en las emisiones de dióxido de carbono.
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Y estos cálculos científicos tampoco contemplan el calentamiento atrapado en la
contaminación tóxica del aire. Ni el aspecto de equidad o justicia climática que
se estableció claramente en el Acuerdo de París y que es absolutamente
necesario para que los cambios funcionen a escala global.
También debemos tener en cuenta que estos son sólo cálculos. Estimaciones.
Eso significa que los "puntos de no retorno" pueden ocurrir un poco antes o un
poco después de 2030. Nadie puede saberlo con exactitud. Sin embargo, sí
podemos estar seguros de que ocurrirán en esos períodos de tiempo, porque
estos cálculos no son opiniones ni suposiciones hechas a lo loco.
En los últimos seis meses he viajado por toda Europa. He pasado cientos de
horas en trenes, coches eléctricos y autobuses para repetir una y otra vez estas
palabras que pueden cambiarnos la vida. Pero nadie habla de eso y nada parece
haber cambiado. De hecho, las emisiones siguen aumentando.
Cuando viajo para dar discursos en diferentes países, siempre me ofrecen ayuda
para escribir sobre políticas climáticas específicas en países específicos. Pero
eso no es necesario. Porque el problema esencial es el mismo en todos lados.
Y el problema esencial es que no se está haciendo nada para poner freno, o
siquiera reducir, el colapso climático y ecológico, a pesar de todas las palabras
bonitas y las promesas.
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Desde 1990 el Reino Unido ha logrado una reducción del 37% de sus emisiones
territoriales de dióxido de carbono, según el Proyecto Global del Carbono. Y eso
suena sorprendente. Pero estas cifras no incluyen las emisiones de la aviación,
los barcos y aquellas asociadas con importaciones y exportaciones. Si se
incluyeran estas emisiones, la reducción desde 1990 sería de alrededor del 10%,
o un promedio de 0,4% al año, según el Centro Tyndall Manchester.
Y la causa principal de esta reducción no son las políticas climáticas, sino una
directiva de la Unión Europea de 2001 sobre la calidad del aire que básicamente
obligó al Reino Unido a cerrar viejas plantas de carbón que eran
extremadamente contaminantes y reemplazarlas por estaciones energéticas de
gas que son menos sucias. Y por supuesto, al pasar de una fuente de energía
desastrosa a una menos desastrosa, las emisiones se reducen.
Pero quizá la idea más equivocada sobre la crisis climática es que tenemos que
"reducir" las emisiones. Porque eso está lejos de ser suficiente. Si queremos que
el calentamiento baje a menos de 1,5 o 2 grados, tenemos que poner freno a las
emisiones. Por supuesto que es necesario "reducir" las emisiones, pero eso es
sólo el comienzo de un proceso rápido que debe llevar al fin de las emisiones en
un par de décadas o menos. Y cuando digo "fin" quiero decir cero y luego pasar
rápidamente a cifras negativas. Eso descarta automáticamente la mayoría de las
políticas actuales.
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lo único que tenemos que hacer es mirar la curva de emisiones. Y, lo siento, pero
sigue siendo ascendente. Esa curva es lo único que deberíamos mirar.
Cada vez que tomamos una decisión, debemos preguntarnos: ¿Cómo afectará
esta decisión a la curva? No deberíamos seguir midiendo nuestra riqueza y
nuestro éxito según el gráfico que muestra el crecimiento económico, sino según
la curva que muestra las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya no
deberíamos sólo preguntarnos: "¿Tenemos suficiente dinero para poder
hacerlo?", sino también: "¿Podemos lograrlo cumpliendo ampliamente con los
objetivos de las emisiones de carbono?" Ese debería el foco de nuestra nueva
forma de autoevaluación.
Muchas personas dicen que no tenemos ninguna solución para la crisis climática.
Y llevan razón. ¿Cómo íbamos a tener una solución? ¿Cómo se "soluciona" la
mayor crisis a la que se ha enfrentado la humanidad? ¿Cómo se "soluciona" una
guerra? ¿Cómo se "soluciona" llegar por primera vez a la luna? ¿Cómo se
"soluciona" inventar cosas nuevas?
La crisis climática es a la vez el conflicto más fácil y el más difícil al que nos
hemos enfrentado. El más fácil porque sabemos lo que tenemos que hacer.
Tenemos que poner fin a las emisiones de gases de efecto invernadero. Y el más
difícil porque nuestra economía actual depende casi totalmente de los
combustibles fósiles y de la destrucción de los ecosistemas para poder generar
un crecimiento económico perpetuo.
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naturaleza salvaje y de la necesidad de una transición justa. Y vosotros no
entendéis de qué estamos hablando.
Nosotros decimos que esas soluciones que necesitamos no las conoce todo el
mundo y que entonces debemos unirnos en respaldo de la ciencia y encontrar
juntos esas soluciones por el camino. Pero vosotros no nos escucháis. Porque
esas son respuestas para resolver una crisis que la mayoría de vosotros no
comprende bien. O no queréis comprender.
Los jóvenes estamos haciendo esto para que vosotros los adultos despertéis.
Los jóvenes estamos haciendo esto para que pongáis vuestras diferencias a un
lado y comencéis a actuar como lo haríais en una crisis. Los jóvenes estamos
haciendo esto porque queremos recuperar nuestras esperanzas y nuestros
sueños.
Espero que mi micrófono haya estado encendido. Espero que hayáis podido
oírme.”
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El discurso de Greta nos puede parecer una llamada de atención contundente y
honesta respecto a lo hemos construido como sociedad. En los hechos, los
adultos de este tiempo han perdido la voluntad de heredar un mañana para sus
propios hijos, en razón de un irracional deseo de acumulación de dinero. La
lógica con la que hemos organizado nuestras sociedades en la actualidad ha
quebrado el natural instinto de sobrevivencia para materializar un desadaptado
impulso de acumulación. Hoy en día nadie quiere producir para salvaguardar el
mañana, sino nos esforzamos por producir para consumir todo cuanto podamos
devorar.
“El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere
comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de
amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque
sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta
pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas
de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá
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confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno
de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es
posible que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de
un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva,
cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida
de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la
historia del piel roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar
entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues
ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de
nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, la
gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de
las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la
misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea
comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que
nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y
nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta
de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para
nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los
ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les
vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán
enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas
limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi
pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
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Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras
canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes
deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los
suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le
dedicarían a cualquier hermano.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea
porque soy un salvaje y no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde
se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un
insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido
parece solamente insultar los oídos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas compar-
ten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo.
Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona
agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre
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blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire com-
parte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos
su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra
tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta
el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de
los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si deci-
dimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los ani-
males de esta tierra como a sus hermanos.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre
moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en
breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de
sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enrique-
cida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a
los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le
ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escu-
piendo en sí mismos.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió
el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al
tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo,
no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a
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pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco
llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero
no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre
piel roja como para el hombre piel blanca.
Apenas ahora acabamos de ver como las religiones pueden ser instrumento de
la devastación. Básicamente una postura religiosa puede ser contraria o a favor
de medio ambiente si nuestro imaginario de dios nos empuja a creer que somos
dueños de la creación o más bien parte integrante y armónica de una comunidad
recíproca. Precisamente desde el cristianismo ha habido una reconsideración a
sus argumentos y una toma de conciencia respecto al papel humano en la crea-
ción. Esto ha supuesto dejar de lado las categorías veterotestamentarias y asu-
mir e incluso incorporar filosofías mucho más acordes con los signos de los tiem-
pos.
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El cristianismo católico le ha puesto especial atención al discurso de los pueblos
indígenas. Ha mirado incluso sus perspectivas religiosas y su relación armónica
con la naturaleza para escribir dentro de su dogma una nueva postura que
oriente a los fieles hacia una comunión con el mundo. La fe cristiana, heredera
del relato hebreo que considera al ser humano dueño de la creación, ha tenido
que mirar otras posturas religiosas para entender que lo humano es apenas un
fragmento de todo lo viviente y que su contribución en el orden y la armonía es
decisiva para sostener la vida. Ese cambio de perspectiva es indispensable para
garantizar cualquier mañana. Los fundamentalismos religiosos e incluso los ra-
cionalistas pretenden que el gobierno de lo humano y la razón son incuestiona-
bles, pero hoy somo testigos de que esa soberbia nos está llevando a nuestro
propio fin.
“Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero «derecho del ambiente» por
un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte del ambiente.
Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos
que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre, aun cuando está
dotado de «capacidades inéditas» que «muestran una singularidad que tras-
ciende el ámbito físico y biológico» (Laudato si’, 81), es al mismo tiempo una
porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, quími-
cos y biológicos, y solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico
le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humani-
dad. Segundo, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes,
tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdepen-
dencia con las demás creaturas. Los cristianos, junto a otras religiones mono-
teístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador,
que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de
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sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y
mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas,
el ambiente es un bien fundamental (cf. ibíd., 81).
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humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños
y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas,
terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de esta situa-
ción y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda
tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en
las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente
efectivas en la lucha contra todos estos flagelos.
Para que estos hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza ex-
trema, hay que permitirles ser dignos actores de su propio destino. El desarrollo
humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser im-
puestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada familia, en
comunión con los demás hombres y en una justa relación con todos los círculos
en los que se desarrolla la socialidad humana –amigos, comunidades, aldeas y
municipios, escuelas, empresas y sindicatos, provincias, naciones–. Esto supone
y exige el derecho a la educación –también para las niñas, excluidas en algunas
partes–, derecho a la educación que se asegura en primer lugar respetando y
reforzando el derecho primario de las familias a educar, y el derecho de las Igle-
sias y de las agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la
formación de sus hijas e hijos. La educación, así concebida, es la base para la
realización de la Agenda 2030 y para recuperar el ambiente.
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Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos
puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para
formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo
social. Este mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y
tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad
religiosa, el derecho a la educación y todos los otros derechos cívicos.
Por todo esto, la medida y el indicador más simple y adecuado del cumplimiento
de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inme-
diato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda
propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua
potable; libertad religiosa, y más en general libertad de espíritu y educación. Al
mismo tiempo, estos pilares del desarrollo humano integral tienen un fundamento
común, que es el derecho a la vida y, más en general, el que podríamos llamar
el derecho a la existencia de la misma naturaleza humana.
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«salvar las futuras generaciones del flagelo de la guerra» (Carta de las Naciones
Unidas, Preámbulo) y de «promover el progreso social y un más elevado nivel
de vida en una más amplia libertad» (ibíd.) corre el riesgo de convertirse en un
espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabras vacías que sirven de excusa
para cualquier abuso y corrupción, o para promover una colonización ideológica
a través de la imposición de modelos y estilos de vida anómalos, extraños a la
identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables. La guerra es la
negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se
quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar
incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los
pueblos.
Para tal fin hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable
recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la
Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental. La expe-
riencia de los 70 años de existencia de las Naciones Unidas, en general, y en
particular la experiencia de los primeros 15 años del tercer milenio, muestran
tanto la eficacia de la plena aplicación de las normas internacionales como la
ineficacia de su incumplimiento. Si se respeta y aplica la Carta de las Naciones
Unidas con transparencia y sinceridad, sin segundas intenciones, como un punto
de referencia obligatorio de justicia y no como un instrumento para disfrazar in-
tenciones espurias, se alcanzan resultados de paz. Cuando, en cambio, se con-
funde la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable
y para eludir cuando no lo es, se abre una verdadera caja de Pandora de fuerzas
incontrolables, que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cul-
tural e incluso el ambiente biológico.
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a la comunidad internacional, en particular a través de las normas y los mecanis-
mos del derecho internacional, a hacer todo lo posible para detener y prevenir
ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas» y para
proteger a las poblaciones inocentes.
En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siem-
pre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millo-
nes de personas. Otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades
con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra «asumida» y pobremente comba-
tida. El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de perso-
nas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de
otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de
la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos,
una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras institucio-
nes.
Quisiera ahora que mis palabras fueran especialmente como una continuación
de las palabras finales del discurso de Pablo VI, pronunciado hace casi exacta-
mente 50 años, pero de valor perenne, cito: «Ha llegado la hora en que se im-
pone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi de oración:
volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino
común. Nunca, como hoy, [...] ha sido tan necesaria la conciencia moral del hom-
bre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utiliza-
dos, podrán [...] resolver muchos de los graves problemas que afligen a la hu-
manidad» (Discurso a los Representantes de los Estados, 4 de octubre de 1965).
Entre otras cosas, sin duda, la genialidad humana, bien aplicada, ayudará a re-
solver los graves desafíos de la degradación ecológica y de la exclusión. Conti-
núo con Pablo VI: «El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de ins-
trumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a
las más altas conquistas» (ibíd.). Hasta aquí Pablo VI.
La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una
recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad
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de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los an-
cianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de
los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera
más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hom-
bres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de
la naturaleza creada.
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Estados sabrán dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar since-
ramente el servicio del bien común. Pido a Dios Todopoderoso que así sea, y les
aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la
Iglesia Católica, para que esta Institución, todos sus Estados miembros y cada
uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un
servicio respetuoso de la diversidad y que sepa potenciar, para el bien común,
lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano. Que Dios los bendiga a Todos.”
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Bibliografía
Discurso de Greta Thunberg:
http://www.lr21.com.uy/mujeres/1398761-greta-thunberg-discurso-cambio-
climatico-parlamento-britanico-joven
Carta del jefe Seatle:
https://www.umng.edu.co/documents/10162/629184/Carta+que+el+Jefe+indio+
Seattle+1.pdf
Discurso del Papa Francisco en Naciones Unidas:
https://www.aciprensa.com/noticias/visita-y-discurso-del-papa-francisco-a-la-
asamblea-general-de-la-onu-nueva-york-32387
Iglesia Católica. Papa (2013 - : Francisco)., & Francisco, P. (2015). Laudato SI':
Carta encíclica del Sumo Pontífice Francisco: a los obispos, a los presbíteros y
a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre el
cuidado de la casa común / Papa Francisco. Lima: Paulinas.
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