José Eusebio Caro Poetas
José Eusebio Caro Poetas
José Eusebio Caro Poetas
Pero antes de haber dado a la imprenta el Canto fúnebre, José Antonio Maitín sufrió los avatares políticos y
las desgracias personales que parecen determinar la trayectoria vital y literaria de cualquier poeta
romántico, sea cual sea su lugar de origen. En efecto, tras la caída de la Primera República se vio obligado a
exiliarse, primero en Curaçao y posteriormente en Cuba. A su regreso a Venezuela en 1824, comenzó a brillar
con luz propia en los cenáculos culturales caraqueños durante la presidencia de José María Vargas, a cuya
política era afecto el floreciente vate; pero de nuevo la inestabilidad política de su tierra, marcada ahora por
el golpe de estado de 1835, le obligó a abandonar el ámbito cultural de Caracas para refugiarse, ahora, en
casa de sus padres. Allí, en Choroní, acaeció la muerte de su esposa, circunstancia que le llenó de dolor y le
inspiró su famoso Canto fúnebre. Se trata de un largo poema que, a pesar de carecer de unidad y mostrar un
amplio abanico de formas métricas que no siempre resultan adecuadas a sus contenidos, encierra algunos
versos en los que la soledad y la intimidad del poeta, transido de dolor, logran reflejar una conmovedora
melancolía doméstica, una sensación de opaca tristeza alojada en todos los espacios de ese hogar al que
daba razón de ser la esposa desaparecida. Desde el momento de su aparición se subrayó el depurado lirismo
de esta pieza, caracterizada además por una emoción y una sinceridad que inmediatamente la auparon a la
cabeza de la poesía romántica hispanoamericana.
En Choroní, donde permaneció hasta su muerte, José Antonio Maitín se dedicó a componer otros poemas
marcados por su hondo dramatismo, algunos de los cuales, si bien no llegaron a alcanzar el valor literario e
histórico del Canto fúnebre, sí pueden considerarse dentro de la mejor poesía de su tiempo. Entre todos
ellos, destaca el titulado Las orillas del mar, que en 1851 apareció recogido en la publicación conjunta de su
producción lírica, presentada bajo el marbete de Obras poéticas.
Como animador cultural de su tiempo, es obligado destacar la labor que realizó en compañía de un
compañero de generación, el también poeta Abigail Lozano, autor de dos poemarios en los que la estética
romántica se empapa de inspiración popular: Horas de martirio (1847) y Tristezas del alma (1845). Maitín y
Lozano fundaron varias publicaciones literarias, y juntos constituyeron una primera formulación del
romanticismo venezolano, en la que hundieron sus raíces las obras de otros destacados poetas románticos
posteriores, como Jacinto Gutiérrez Coll (1835-1901) y Manuel Pimentel Coronel (1863-1905).
Gregorio Gutiérrez González
De su educación se sabe que realizó los estudios elementales en el colegio seminario de Santafé de
Antioquia, y los secundarios, en el Seminario de Medellín. Posteriormente, se trasladó a la capital y bajo
el cuidado de su primo Juan de Dios Aranzazu, concluyó los estudios de Filosofía y Literatura en el
seminario de la Arquidiócesis de Bogotá, y los de Jurisprudencia, en la Universidad Nacional (Colegio de
San Bartolomé). En 1847 obtuvo el grado de doctor y el título de abogado en la Suprema Corte de la
Nación. En su vida no ocurrieron grandes sucesos. En Sonsón contrajo matrimonio con doña Juliana
Isaza Ruiz, hermana del obispo de Medellín, José Joaquín Isaza. Esta unión dejó una numerosa
descendencia. Dentro de la carrera judicial desempeñó importantes cargos: fue magistrado del tribunal
en Medellín y en varias ocasiones ocupó una curul en la Cámara de Representantes por el Estado de
Antioquia.
Desafortunadamente, en los últimos años de su vida su situación económica cambió. Fue miembro
fundador de la sociedad literaria que se creó en Bogotá el 1 de julio de 1845. Su publicación quincenal,
El Albor Literario, apareció por primera vez el 20 de julio del mismo año y solo llegó al número octavo.
Esta sociedad literaria surgió a raíz de las clases de literatura española que dictaba el profesor español
Diodoro Pascual en el Colegio San Bartolomé, las cuales fueron importantes porque dieron a conocer el
romanticismo y fomentaron una corriente de seguidores. A Gutiérrez González se le sitúa entre el
Romanticismo y el Realismo. Antonio Gómez Restrepo dice: “Por una parte era adepto al romanticismo
entonces en boga, y por otro lado, se sentía atraído [... ] al cultivo de la poesía realista, a la
interpretación sencilla de la naturaleza. Marcelino Menéndez y Pelayo lo confirma: “Puede decirse que
Gutiérrez González sirve de puente entre el romanticismo y el realismo limpio.
La obra de este poeta antioqueño llegó a todos los estratos sociales”. La Memoria del cultivo del maíz en
Antioquia (1866) es, tanto por la forma en que está escrita como por su tema, el poema que más fama le
ha dado. En él se describen detalladamente todas las etapas del cultivo del maíz: desde los terrenos
apropiados que requiere, hasta los métodos de cultivo y riego. Como Gutiérrez González dijo:, “Está
escrito en antioqueño y no en español”. Entre otros poemas también pueden mencionarse A Julia, ¿Por
qué no canto?", Aures, A los Estados Unidos de Colombia y algunas traducciones de poesías de Byron y
Víctor Hugo. [Ver tomo 4, Literatura, pp. 75-76].Helena Caro.
Manuel Acuña
Biografía
La incipiente afición a las letras se impondrá muy pronto en el espíritu del joven
aspirante a médico que, ya en 1869, dispuesto a redimir a la humanidad por medio
de la enseñanza, las artes y las ciencias, se lanza a lo que va a ser una prolongada y
fecunda serie de colaboraciones en distintos diarios y revistas mexicanos. Manuel
Acuña comienza así a colaborar en las páginas de numerosas publicaciones
periódicas, como El Renacimiento (1869), El Libre Pensador (1870), El Federalista
(1871), El Domingo (1871-1873), El Búcaro (1872) y El Eco de Ambos Mundos (1872-
1873).
Influido a veces, como en Hojas secas, por el tardío romanticismo español de Gustavo
Adolfo Bécquer y transido otras (en Ante un cadáver, por ejemplo) de un materialismo que
cuestiona la propia existencia de Dios y se pregunta por el origen y el destino del
hombre, por el sentido de su vida en la Tierra, por las razones del amor y el desamor,
por la causa final de la injusticia, Acuña va adoptando un tono de encendida protesta
existencial y revolucionaria, que no se ve mitigada por la fe religiosa o por el
conformismo que debiera ser fruto natural de una cierta madurez, pero que asume
en sus poemas humorísticos descarnados acentos de burla.
Perteneciente al Liceo Hidalgo, como su amigo el poeta Juan de Dios Peza, funda con
Agustín F. Cuenca la Sociedad Literaria Nezahualtcóyotl, que se inspira en el ferviente
ideario nacionalista del escritor, educador y diplomático Ignacio Manuel Altamirano, con
su deseo de lograr que las letras mexicanas fueran, por fin, la fiel expresión de la
patria y un elemento activo de integración cultural. El 9 de mayo de 1872, Manuel
Acuña pudo ver cómo subía a los escenarios mexicanos El pasado, la única obra
dramática que ha llegado hasta nosotros (pues escribió otra, Donde las dan las toman,
que se ha perdido). Violentamente romántico, este drama plantea la redención de
una joven prostituta gracias al amor y, en sus páginas, pueden ya rastrearse todas
las características de la personalidad humana y literaria del joven poeta; una
personalidad balbuciente todavía y que, desgraciadamente y por su propia voluntad,
no tendrá tiempo para llegar a sazón.
Olegario Víctor Andrade
Nació el 6 de marzo de 1839 en Río Grande Brasil y en el Estado Oriental del Uruguay, donde se radicaron sus
padres, fugitivos de la dictadura rosista. Volvió a su pueblo natal en 1853, después de la Batalla de Caseros,
que puso fin al gobierno del general Rosas. Hasta 1858 estudió en el Colegio de Concepción del Uruguay,
donde fue amigo y discípulo de Julio A. Roca.
En 1857, cuando finalizó sus estudios oficiales, se casó con Eloísa González,
uruguaya de Carmelo, con quien tuvo muchos hijos. Una de sus hijas, Agustina,
es considerada la principal poetisa enterriana del siglo XIX.
Labor de escritor
Por último se radicó definitivamente en Buenos Aires, donde dio a conocer las mejores producciones de su
estro. Su primera poesía, publicada con motivo de la repatriación de los restos del general San Martín, y
famosa desde entonces, fue El nido de cóndores, vibrante y solemne canto al héroe de la independencia
argentina.
Es notable por la magnificencia de las descripciones, la sonoridad de los versos y la fuerza de la expresión. En
general, tales son las cualidades y defectos de la poesía civil de Andrade, de quien Menéndez y Pelayo dijo
que se trataba de
"un poeta efectista, que escribió para ser leído en voz alta y resonante y para ser aplaudido a cañonazos.
Pero éstas resultaban de una especie de sucesión de cuadros vigorosamente trazados, sin unidad ni
proporción poética, productos tan sólo de su exaltada fantasía creadora. Su romanticismo se afilió al estilo
de Víctor Hugo, por el que sentía gran predilección. Su oda a Víctor Hugo fue compuesta a la muerte del gran
poeta francés. La Atlántida, canto al porvenir de la raza latina en América, es una arbitraria síntesis de la
historia de la mencionada raza.
Muerte
Pérez Bonalde era el noveno hijo de una familia de escasos recursos. Tanto su educación como
su afición a la lectura se fraguaron en aquel hogar modesto. A los doce años sabía alemán y leía
a los poetas románticos. Sus padres, Juan Antonio Pérez y Gregoria Bonalde, tuvieron que emigrar
en 1863, cuando Venezuela se hallaba sumida en el caos de la Guerra Federal (1859-1863), la
más larga contienda civil desde las guerras de Independencia. Durante los cinco años que duraron
las exacciones de caudillos y montoneras y las epidemias de malaria y disentería que las
acompañaban, perecieron en Venezuela (de cerca del millón ochocientos mil habitantes que
contaba entonces el país) entre 150.000 y 200.000 venezolanos, es decir, del ocho al once por
ciento de la población del país.
El joven Pérez Bonalde tenía quince años cuando conoció su primer exilio. Su padre era un liberal,
y se le conminó a escoger entre el destierro o una muerte casi segura. Sin recursos, en la mayor
pobreza, la numerosa familia fue a parar primero a Puerto Rico y después a Santo Tomás. Juan
Antonio ayudaba a su familia dando clases de piano y haciendo de maestro de escuela. En 1864
regresó a Venezuela y colaboró con publicaciones liberales.
En 1870 se incorporó a una Sociedad Patriótica que asumió posturas críticas ante el nuevo
gobierno autoritario del general Antonio Guzmán Blanco. Pérez Bonalde era ya conocido como poeta
entre sus amigos, quienes lo incitaron a escribir una sátira contra el presidente. Esto bastó para
que las autoridades lo expulsaran del país. Para hacerse una idea del clima imperante bajo el
gobierno del "Americano Ilustrado", baste una conocida anécdota. En 1873, en un certamen
literario cuyo tema impuesto era la exaltación de un genio de la ciencia, resultó vencedor el autor
de un poema en el que se cantaban loas a Copérnico y que llevaba por título El poder de la idea. Pero
como el desafortunado ganador había omitido mencionar en su panegírico al presidente de la
República, éste ordenó que no se le hiciera efectivo el premio. "Que le cobre a Copérnico", fue su
comentario, para que el poeta tuviera "una idea del poder".
Juan Zorrilla de San Martín
En 1880 consiguió una cátedra de Literatura en la universidad, de la que, sin embargo, sería
destituido; tuvo que sufrir además la persecución del Gobierno, encabezado por el general
Máximo Santos, a causa de sus ideas políticas y de sus campañas periodísticas, por lo que
emigró a Buenos Aires, ciudad en la que participó en los preparativos de la revolución del
Quebracho de 1886, muy bien descrita en su crónica por el escritor Javier de Viana.
Antes, había contraído matrimonio con Elvira Blanco, que moriría en el año 1887, y había
fundado y dirigido el periódico católico El Bien Público (1878), en cuyas páginas se criticaba la
política de Latorre. Entre 1887 y 1890 desempeñó el cargo de diputado; un año después sería
nombrado Ministro Plenipotenciario ante España y Portugal; más tarde, en 1894, pasó a París
y en 1897 a la Santa Sede.
Destituido en ese mismo año, se trasladó a Montevideo, donde volvió a hacerse cargo de la
dirección de El Bien Público y donde ocuparía una cátedra de Derecho Internacional. Desde
1905 fue Delegado del Gobierno en el Departamento de Emisión del Banco de la República.
En el 1907 enviudó de su segunda esposa; tenía entonces trece hijos, cinco de ellos fruto de
su primer matrimonio.
Su obra, iniciada entre los años de 1874 y 1877 con la publicación de algunos versos y
leyendas en la revista La Estrella de Chile y con su primer libro poético Notas de un himno (1877),
tiene un hito en el extenso poema titulado Tabaré, cuya composición le llevó casi diez años.
Éste fue publicado en París en el año 1888. Antes, con La Leyenda Patria (1879), escrita para
un concurso literario de exaltación patriótica, del que, sin embargo, fue excluida por su
excesiva extensión, había obtenido ya el reconocimiento como uno de los poetas
contemporáneos más destacados.
En Tabaré, poema impregnado de un intenso lirismo y de un tono elegíaco, recrea en la figura
de su protagonista, el mestizo Tabaré (hijo de un cacique charrúa, raza que supuestamente
habría poblado Uruguay en el pasado lejano, y de la cautiva española Magdalena), los rasgos
más destacados del héroe romántico, en el que la soledad, el sentimentalismo, la desdicha y
la nobleza son sus rasgos predominantes.