¿O Será Cuestión de Gustos? Gerbaudo
¿O Será Cuestión de Gustos? Gerbaudo
¿O Será Cuestión de Gustos? Gerbaudo
En esta operación de Gruss advierto una conexión con este escrito que pongo a consideración en el que ajusto decisiones
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teóricas y metodológicas tomadas al momento de formular el proyecto de investigación que también introduce.
Trato de explicar aquí dos cuestiones que sintetizo a partir de dos preguntas. Una: ¿por qué elegir la poesía de Aldo Oliva,
Juan Manuel Inchauspe, Estela Figueroa y Concepción Bertone como material de análisis? Dos: ¿cómo se liga este trabajo
con las preocupaciones que mis investigaciones vienen manifestando por las relaciones entre teoría y crítica literarias y
didáctica de la literatura?
En parte esta explicitación de decisiones opera como una suerte de marco para el trabajo posterior y se sitúa en línea de
continuidad con la puesta en circulación de papeles de investigación que ayuden a revisar el modo en que se han
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configurado algunos ¨obstáculos epistemológicos¨ en las aulas de literatura en el nivel medio de enseñanza . Proceso de
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Este trabajo es la primera comunicación de la investigación realizada en el marco del Proyecto presentado para el Ingreso a Carrera de
Investigador Científico y Tecnológico del CONICET. Tema: Poesía y poética en una constelación de autores de Santa Fe (Aldo Oliva, Juan
Manuel Inchauspe, Estela Figueroa, Concepción Bertone). Aportes para una cartografía cultural (1960-2005). Dirección: Dra. Susana
Romano Sued.
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Hablo de continuidad ya que esta investigación se liga a otras dos: una en curso, otra finalizada. La investigación en curso se centra en la
detección de ¨obstáculos epistemológicos¨ (Bachelard, 1948, Camilloni, 1997) en las aulas de lengua y de literatura de EGB3 buscando
generar modos de intervención que ayuden a revisarlos (Obstáculos epistemológicos en la enseñanza de la lengua y la literatura en el nivel
EGB3: notas para una agenda didáctica actualizada, Curso de Acción para la Investigación y el Desarrollo -CAI+D 2005-, UNL). Este
estudio grupal realizado bajo mi dirección trabaja con datos recogidos entre los años 2003 y 2005. La muestra no sólo recorta diferentes
escuelas de la ciudad sino que, a través del Sistema Multimedial de Educación a distancia de la Universidad Nacional del Litoral, hemos
podido incluir referencias de propuestas didácticas desarrolladas en otras provincias. Centramos nuestro análisis en la detección de las
representaciones sobre la literatura, sobre la didáctica de la literatura, sobre el lugar de algunas prescripciones y/o construcciones
emanadas desde los organismos oficiales en los procesos de enseñanza y, especialmente, sobre el lugar de la lingüística, la teoría y la
crítica literarias en las decisiones del docente (qué conceptos se decide enseñar o no enseñar a cada grupo de alumnos y por qué; desde
qué marco se promueve la lectura de la literatura y por qué; qué actividades se practican en torno de la lectura y de la escritura generada a
partir de un texto literario, etc.). Recuperamos para ello el concepto de ¨obstáculo epistemológico¨ (Bachelard, 1948) con algunas
modificaciones exigidas por la naturaleza de los problemas relacionados con la enseñanza de la literatura ya que dicho concepto ha sido
pensado, aún en sus reformulaciones (cf. Camilloni, 1997), más bien para la enseñanza de las ciencias y no del arte. A partir de este marco
básico tratamos de detectar qué es aquello que se cree que se sabe y que bajo la forma de saber-cristalizado genera una suerte de inercia
que dificulta el proceso de construcción de un saber nuevo. Partimos del supuesto de que alumnos y profesores pertenecemos a una
cultura que suele compartir representaciones respecto de los objetos que la integran que muchas veces van en detrimento de una mirada
reflexiva: pareciera observarse cierta tendencia a confirmar los saberes mayormente extendidos sobre dichos objetos más que intentar
observar lo que los contradice, lo que los interpela, lo que abre nuevas preguntas y/o desestabiliza las respuestas. Cuando en el marco de
una microesfera de la cultura no aparecen preguntas sino sólo respuestas o cuando una respuesta se enquista, ¨el obstáculo
epistemológico se incrusta sobre el conocimiento que ya no se cuestiona.¨ (Camilloni, 1997: 13).
En relación con este proyecto, la investigación realizada como Becaria Postdoctoral del CONICET me permitió, por un lado, empezar a
despejar qué motiva estas cristalizaciones en la escuela media y, por el otro, me ayudó a construir propuestas alternativas sobre cada tema
puntual abordado. Además el estudio de las ¨operaciones¨ (Panesi, 1998) de importación de teorías realizado por la crítica literaria
argentina entre 1960 y 1970 desde las universidades nacionales muestra la responsabilidad que le cabe a las instituciones de formación
superior y al Estado en lo que suele señalarse como ¨problema¨, ¨carencia¨ o ¨déficit¨ en las aulas de nivel medio (Tema: Importación de
teorías en la crítica literaria argentina (1960-1970): análisis de las operaciones de pasaje. Directora: Dra. Susana Romano Sued. Co-
directora: Dra. Adriana Gonzalo). Analizar en qué medida las incrustaciones devienen de un conjunto de operaciones promovidas por las
mismas comunidades de formación de profesores y maestros y/o por la interrupción por parte del Estado de procesos potentes
desarrollados por las instituciones educativas, entre otros factores, permite incluso la apertura de canales de diálogo entre sectores
distanciados y entre niveles educativos que rara vez intentan verdaderas articulaciones sin descalificar lo que se hace en el otro: entre y en
las instituciones educativas suele darse una actitud necia de delegación de la responsabilidad respecto de las acciones emprendidas,
especialmente cuando las consecuencias de estas acciones distan de la representación deseada. Delegación que puede significar el
traspaso de un problema de una institución a otra, de un nivel de la educación formal a otro, de una cátedra a otra, etc. Al asumir el grado
de responsabilidad que le compete a cierto sector de la comunidad universitaria en la gestación y consolidación de muchos de los
obstáculos epistemológicos que dificultan la tarea de la lectura de la literatura, especialmente en EGB3 y Polimodal, se abre también una
vía para que otros sectores revisen sus propias historias y examinen su grado de responsabilidad en este problema. Esta vuelta sobre las
operaciones de pasaje implicadas en los procesos de importación de teorías en los estudios literarios generados en Argentina en el período
1960-1970 también intentó quitar del olvido potencial ¨buenas prácticas¨ (Litwin, 1997) de enseñanza. Centrándome en el período 1960-
1970, analicé los programas de cátedra de materias como ¨Introducción a la literatura¨, ¨Literatura Argentina¨ y ¨Literatura Latinoamericana¨
(o ¨Iberoamericana¨, ¨Hispanoamericana¨, según los casos) de dos instituciones (elegidas por el trabajo emprendido en esos años) en
cruce con los papeles de investigación producidos por los profesores a cargo de dichas materias. Triangulé el trabajo con entrevistas a
informantes clave (los propios profesores y/o sus compañeros de trabajo y/o sus discípulos).
Esta investigación concluida como la que está en curso permite examinar ¨viejas y nuevas formas de dominación cultural y social¨ que
recaen sobre lo que Dalmaroni llama ¨el sujeto secundario¨ (Dalmaroni, 2006a: 18), destinatario indirecto de nuestras prácticas.
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En un artículo de mediata edición Panesi (2003b) presenta una lectura de los modos en que se desarrollan las confrontaciones de ideas
en el actual sistema universitario. Distingue para ello la ¨discusión¨ de la ¨polémica¨ trazando un paralelo cercano a la diferenciación entre
el rol del ¨experto¨ y el del ¨intelectual¨ (Neiburg y Plotkin, 2004). Así, mientras las ¨discusiones¨ estarían más bien replegadas al espacio
universitario constituyendo el ¨motor de un juego académico en el que sería ingenuo ver solamente el interés por construir la verdad más
allá de las disputas por el poder y el prestigio institucional de las distintas capillas¨ (Panesi, 2003b: 12), las ¨polémicas¨ desbordan dicho
espacio: las cuestiones que suscitan tienen un ¨interés cultural¨ y unos ¨alcances más vastos¨ (Panesi, 2003b: 11) ya que se ligan a la
interrogación de ¨acuerdos tácitos y hegemónicos¨ que el polemista pone en entredicho y que afectan a quienes actúan por fuera del
edificio de la institución universitaria.
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He utilizado criterios externos para fijar el recorte temporal que comprende esta investigación: la cartografía cultural, sesgada desde la
atención a la constelación poética sobre la que se trabaja en función de realizar aportes a la lectura de la poesía en contextos de
enseñanza, se enriquecerá con el rastreo de los diferentes modos de pensar ¨la poesía de Santa Fe¨ atendiendo a las variaciones
históricas, especialmente, los golpes de Estado de 1966 y 1976, la reinstalación democrática y la crisis del 2001 (hechos que marcan de
diferentes modos las discusiones sobre el arte, su importancia, los modos de leerlo). He utilizado también criterios externos para dividir los
tiempos y ordenar las etapas del trabajo: los tres cortes temporales (1960-1980, 1981-2000, 2001-2005) permiten separar tres etapas de
doce meses cada una. Si bien no son rígidos (es decir, quedarán sujetos a las cuestiones puntuales que se aborden -habilitación que
también otorga el concepto de ¨tiempo¨ sostenido en una conjunción de categorías de Derrida y de Benjamin), ayudan a ordenar el
relevamiento de materiales y permiten elaborar conclusiones provisorias que deberán cotejarse al finalizar la última etapa (por ello es que
ésta incluye solamente el período comprendido entre 2001 y 2005, es decir, para dejar margen a este proceso de síntesis).
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La categoría zona de borde se inspira en lecturas de la obra de Derrida. Los artículos de Clémens (1996, 1998) y de Giovannangeli
(1996) subrayan el modo en que su escritura itera figuras que desafían los límites entre lo que parecía estar claramente circunscrito en un
espacio determinado y lo que quedaba fuera de ese espacio. Por ejemplo, parergon es la categoría que Derrida crea para cuestionar la
demarcación obra/fuera de obra, texto/contexto, pintura/marco, texto/paratexto, etc. Por otro lado sus textos, deliberadamente, intentan
situarse en lo que los investigadores llaman el espacio del ¨entre¨. ¨Entre¨ de los géneros del discurso que parece agregar uno nuevo al
catálogo de los existentes.
Por extensión llamo zona de borde a los espacios que se crean en los límites de las disciplinas, sin incluirse de modo completo en ninguna
y recuperando conceptos de varias. Zona que responde a una verdadera ¨transdisciplinariedad¨ (Bixio y Heredia, 2000) toda vez que
entendamos por ello la confluencia de puntos de vista, categorías y resultados de investigaciones aportados por distintas disciplinas que
cooperan en el estudio de un problema complejo.
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Quisiera tomar distancia del modo en que se ha introducido una selección de textos y un video que preparamos con María Angélica
Hechim para un Programa de Promoción de la lectura organizado por ATE y por la UNL en el año 2005. Si bien rescato el modo en que
abordamos la producción literaria, revisaría la primera parte de la introducción que ambas instituciones anexaron al material. Esa parte del
escrito dice: ¨Son nuestros: nacieron, vivieron, escribieron aquí¨ (cf. Hechim y Gerbaudo, 2005: 1). ¿Son nuestros?
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Dado que sobre este punto me he referido en un artículo disponible en versión digital, remito directamente a él (cf. Gerbaudo, 2006b). Me
limito a añadir que las propuestas de lectura que se generan desde una toma de distancia del uso de esta adjetivación (aún empleándolo) y
desde la actitud contraria suponen la adscripción a dos modelos didácticos sostenidos en diferentes bases teóricas, epistemológicas,
políticas y axiológicas. Cito dos ejemplos en contraste. Como muestra del primer caso, remito a los trabajos de María Adelia Díaz Ronner
quien repetidamente ha hecho referencia a las ¨traiciones¨ a la literatura producidas cada vez que se la reduce a un ¨mensaje¨ desde la
moral y la ética adultas, cada vez que se busca su ¨utilidad¨ desde la pedagogía, cada vez que demasiado rápidamente se recomienda un
texto atendiendo al ritmo psicoevolutivo del lector (cf. 1998, 2001a, 2001b, 2003, 2006). ¨La literatura para chicos debe ser abordada desde
la literatura a partir del acento puesto sobre el lenguaje que la institucionaliza¨, señala (1998: 17). Díaz Ronner confiesa que Cara y cruz de
la literatura infantil, el libro fundacional de este punto de vista, surge como producto del ¨hartazgo¨ de prácticas promovidas por Dora
Pastoriza Etchebarne y Marta Salotti, entre otros. Dice: ¨era un campo que estaba absolutamente vapuleado, usufructuado, embargado,
con un afán de adoctrinamiento muy fuerte¨ (2006: 31). Como muestra del segundo caso, remito a un trabajo editado hace algún tiempo en
una revista académica. En ¨Literatura juvenil. Un viaje de descubrimiento¨, Dolores Comas ubica a Dora Pastoriza de Etchebarne en un
sitio de reflexión importante para el campo. Si bien en su trabajo cita a Díaz Ronner, cabe anotar la inscripción de puntos de vista que se
ubican en lo que ésta ha cuestionado y que brevemente se ha descripto en esta nota. Cito a modo de ejemplo algunos pasajes que
visualizan esa oposición: ¨Al colocar en las manos de un joven lector un clásico como lo es Madame Bovary, La guerra y la paz, En busca
del tiempo perdido, Ana Karenina, debemos sopesar cuál es su experiencia de vida, sus conocimientos históricos y geográficos, cuál es su
dominio lingüístico y sobre todo cuál es su capacidad de atención sostenida para sobrevellevar obras tan ricas y complejas...
Indudablemente la extensión de estas obras sería un primer impedimento para que el adolescente se entregue absolutamente a la lectura
confiada y tenaz. Colocar estos libros demasiado apresuradamente en manos de un lector incipiente puede significar perderlos como
lectores y encaminarlos hacia obras de escasa calidad o hacia la historieta que rápidamente transforman a estos lectores potenciales en
carentes de sentido crítico o indiferentes a la lectura. Por eso es conveniente proponer siempre libros con valores éticos y también
estéticos que puedan facilitar el pasaje entre la literatura infantil a la Literatura¨ (Comas, 2005: 51). Más adelante, entre los criterios que
recomienda que el docente tenga en cuenta para seleccionar estas ¨obras de transición¨ entre la ¨literatura infantil y la Literatura¨ (¿se
sigue que la primera no sería ¨literatura¨?) llama la atención el siguiente pasaje que además instala el controvertido problema de la
¨identidad nacional¨. Dice: ¨Los temas deben considerar los centros de interés de cada etapa evolutiva, pero además considerar los temas
que abordan específicamente la idiosincrasia nacional¨ (Comas, 2005: 53).
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Un ejemplo de esta confusión puede advertirse en el trabajo de Yolanda Martínez-San Miguel (2000) que usa la categoría escritura
femenina para dar cuenta de un estudio de Margo Glantz sobre distintos textos firmados por mujeres (Rosario Castellanos, Elena Garro,
Elena Poniatowska, Carmen Boullosa, Bárbara Jacobs y Silvia Molina) en el que en realidad se analizan las figuraciones de la mujer. Cito
un fragmento a los fines de ilustrar este problema. Luego de aclarar que Glantz trabaja desde la escritura femenina, Martínez-San Miguel
dice: ¨Margo Glantz estudia a una serie de escritoras contemporáneas mexicanas que se conciben como hijas de la Malinche. Muchas de
las novelas de Rosario Castellanos, Elena Garro y Elena Poniatowska utilizan una estrategia similar: la protagonista es una niña de clase
alta que crece bajo la tutela de su madre biológica y de una nana indígena. De este modo, las protagonistas de estos relatos pertenecen a
ese lugar borroso del mestizo cultural, en la medida en que no representan del todo ni los intereses de la casa grande ni los saberes de la
cultura indígena. Desde el lugar intersticial de la tradición y la culpa simbolizados por la Malinche, se crea una serie de territorios
desiguales que incorpora problemáticamente a la mujer a la historia oficial de la segunda mitad de este siglo... Carmen Boullosa, Bárbara
Jacobs y Silvia Molina... abandonan la figura mediadora de la Malinche y la metáfora genealógica para reclamar por derecho propio un
espacio identitario y narrativo¨ (2000: 237)
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Sobre las ¨fábulas de identidad¨ creadas y también desarticuladas luego desde la literatura ver Montaldo, 1999; Retamoso, 1994;
Dalmaroni, 2006a; Minelli, 2006. En ¨Cultural Studies: Reworking the Nation, Revisting Theory¨, Sarlo (2002) señala cómo las polémicas
aparentemente novedosas planteadas por los ¨Estudios culturales¨ sobre esta cuestión retoman las sostenidas desde los textos
fundacionales de la ¨nueva crítica latinoamericana¨ con Ángel Rama y Antonio Cándido a la cabeza e invita a retrabajar los conceptos de
¨identidad¨ y de ¨Nación¨ ya que entiende que así como en el pasado se ha cuestionado el esencialismo nacionalista o regionalista,
conviene advertir que la globalización, más que desplazar la idea de Nación, la ha conquistado con consecuencias que no entiende
productivo ¨celebrar¨. Retomando a Bhabha (1992) y en línea de continuidad con la discusión abierta por Sarlo, Moraña (2005) construye la
categoría de ¨identidades contingentes¨ para explicar el fenómeno al que también alude Martín Barbero como ¨el retorno de las
identidades¨ (2001) ante la globalización. Lucrecia Escudero revisa las teorías fuertes sobre la identidad de sujetos, clases y
nacionalidades que marcaron el siglo XIX y buena parte del XX. También Raúl Bueno retoma la discusión al centrar su trabajo sobre lo que
acontece en Perú discutiendo un conjunto de equívocos que llevan a constructos falsos toda vez que se quiere hablar de la cultura peruana
o la realidad peruana (2001). En relación con Cuba, Duno Gottberg (2001) precisa las diferentes inscripciones sociohistóricas de la
¨cubanidad¨.
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Entre las marcas de esa literatura ¨regionalista¨ D’Anna señala la ¨idealización¨ de los referentes que, por otro lado, deben poder ser
reconocidos como ¨propios de la región¨ a la que el texto alude (2005: 73-80).
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Puede llamar la atención que Saer esté incluido en esta serie dado el rótulo que la rubrica. Obsérvese que Prieto escribe este artículo en
1968 cuando Saer había publicado En la zona (1960), Responso (1964), Palo y hueso (1965), La vuelta completa (1966) y Unidad de lugar
(1967). Es decir, podemos hablar de un período ¨inicial¨ de su escritura que si bien era recepcionada con cierta dificultad por los lectores
santafesinos dadas las decisiones estéticas que estos escritos revelaban (cf. Calosso, 2007), no obstante se oscilaba entre su inclusión en
el realismo y en el regionalismo incluso. Puede entenderse que hayan sido necesarios varios años para advertir que la referencia a ¨la
zona¨ no necesariamente habilita su inclusión en estas tipologías (cf. Prieto, 1999; Foffani y Mancini, 2000).
Foffani y Mancini elaboran una tesis impecable para mostrar por qué Saer está ¨más allá del regionalismo¨ y del realismo. Dicen: ¨la pasión
descriptiva tiene lugar en la escritura y no en la superficie referencial¨ (2000: 275). Frase breve y precisa que se ve ampliada por tesis
subsidiarias. Retomo una que ayuda a discutir los principios del regionalismo y exhibe por qué la frase anterior puede ser extendida no
solamente a Saer sino a toda literatura que, tomando como referente una región, luego la reinventa desde su escritura: ¨Si los regionalistas
Obsérvese una expresión: ¨poesía de la región¨. Se pone la atención a un locus de enunciación sin acotar con adjetivos las
características de lo que se escribe desde ese lugar. Movimiento cercano al de Lafforgue que compila escritos producidos a
lo largo de toda su carrera bajo el título Cartografía personal. Escritos y escritores de América Latina. Nuevamente la
nacionalizan el color local, Saer lo reinventa en la escritura para hacer de él un paisaje literario en consonancia con la idea de Borges de
que la literatura es un ‘sueño voluntario’, definición tentativa que depende primordialmente de una condición: al ser argentino lo funda el
abandono de serlo¨ (Foffani y Mancini, 2000: 269).
A partir de Saer, y poniéndolo en serie con los textos de Juan L. Ortiz, de Hugo Gola, de Paco Urondo, Martín Prieto explica el proceso de
desconstrucción del binomio literatura regional/literatura argentina que promueven estos autores: ¨La definida poética de Juan José Saer...
mantiene no tan secretos vínculos con lo que, en su obra poética, sostiene Juan L. Ortiz (1896-1978)... Pero esta relación no es
excluyente, también se pueden establecer parentescos con la obra de Hugo Gola (1927) e incluso con el primer Francisco Urondo (1930-
1976), unidos todos en ese rescate de lo que podría denominarse lo local o lo zonal. Configuración escrituraria para la cual designaciones
como ‘literatura del interior’ o ‘regionalista’ resultan totalmente impropias y deficientes. (...) Autores que desde sus textos mismos, ... se
levantan contra la ‘siesta provinciana’, recuperan el referente que potencian por la vía de una intensificación poética y desafían códigos de
la canonización en curso. Son obras cuyo valor reside en sí mismas, en su proyección significante, pero de las que no hay que excluir el
ingrediente crítico que las conecta con sacudimientos que afectan a la cultura toda del país... Entre todos indican que la llamada literatura
argentina se lleva a cabo en toda la extensión del país a partir de un trabajo constante en el trazado de redes de significación en las que
reside su identidad¨ (Prieto, 1999: 354).
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No es casual que Sarlo (2002) cuando advierte respecto de la falsa novedad de los estudios culturales (etiqueta norteamericana que no
haría más que volver a designar el tipo de trabajo que ya había iniciado la ¨nueva crítica latinoamericana¨) rescate como figuras centrales a
Ángel Rama y Antonio Cándido. Este último realiza un aporte conceptual al problema que vengo trabajando al analizar las inscripciones
regionalistas en la literatura escrita desde Latinoamérica como respuesta a la demanda de los europeos, una sujeción a las
representaciones que ellos esperaban encontrar en nuestras literaturas. Como salida, su concepto de superregionalismo permite precisar
qué literatura, aún aludiendo a lo local, no obstante se escapa de este mandato. Cándido descalabra la tensión regional/nacional/universal
a partir del constructo universalidad de la región. A partir de una descripción de los emergentes que descubre en la literatura
iberoamericana dice: ¨Lo que ahora vemos ... es una floración novelística marcada por el refinamiento técnico gracias al cual se
transfiguran las regiones ... llevando a los rasgos, antes pintorescos, a descarnarse y adquirir universalidad. Descartando el
sentimentalismo y la retórica, nutrida de elementos no realistas como el superrealismo, el absurdo, la magia de las situaciones; o de
técnicas antinaturalistas como el monólogo interior, la visión simultánea, el escorzo, la elipsis, la novelística actual aprovecha, sin embargo,
lo que antes era la propia sustancia del nativismo, del exotismo y de la documentación social. Esto nos llevaría a proponer una tercera fase
que se podría llamar superregionalista (...). De este superregionalismo es tributaria, en Brasil, la obra revolucionaria de Joao Guimaraes
Rosa, sólidamente plantada en lo que se podría llamar universalidad de la región. (...) Ya no se exigirá, como antes acaso se exigía, que
Cortázar cante la vida de Juan Moreira o Clarice Lispector explote el vocabulario sertanejo¨ (Cándido, 1970: 353).
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La biblioteca ¨Constancio Vigil¨ es para D´Anna ¨una de las experiencias culturales más decisivas que vivió Rosario¨ (2005: 133) y,
probablemente puede considerarse una de las propuestas culturales más originales realizadas en ese campo en la provincia de Santa Fe.
Organizada por vecinos del barrio La Tablada, contaba con su propio órgano editorial, escuela, teatro, observatorio astronómico. Fue
también ¨la primera editorial del interior que pagó derechos de autor¨ (D’Anna, 2005: 133). Espacio diezmado el 25 de febrero de 1977 por
la intervención de la dictadura.
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Dice Tizón en el marco de una conferencia dada en la Universidad Nacional del Litoral: ¨¨El acierto de la literatura y su razón de ser está
en parecer fiel siendo infiel. (...) Es verdad que la tarea de un narrador, aunque comparta ciertos procedimientos comunes, no es la de un
antropólogo o la de un sociólogo, sino la de un artista (los primeros enumeran, explican y clasifican y postulan enunciados o leyes). Al
escribir, para lograr convicción, quizá le sea conveniente saber el nombre de las flores, las piedras, los árboles, los insectos, el pan que
come, pero si no son circunstancialmente necesarios debe alejarse de esas exactitudes, hacer como si las ignorara y volverlas a crear. La
exactitud de los datos sólo debe adivinarse en el contexto de una obra literaria, no en su cuerpo textual. Un escritor... debe narrar lo que
conoce reordenándolo o recreándolo, pero sin consideraciones fundadas en la ética, la ciencia, la militancia, la crítica o la piedad. (...) Debe
... huir de las jergas, del dialecto eclesial y del mero color ‘local’... No debemos degradar a los lectores al nivel de la patanería so capa de
un populismo del habla, tan pernicioso como todos los demás populismos¨.¨ (Tizón, 1992: 21).
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Dice Tizón en la misma conferencia: ¨Un escritor debe escribir sobre aquello que conoce. (...) ¿Por qué escribo como lo hago y sobre lo
que escribo? Pues, porque no conozco otro lugar tan bien como el mío. Nacer es una casualidad pero también una fatalidad, puesto que
nadie elige por sí mismo el lugar donde nacer. De modo que un escritor ronda y da vueltas sobre los mismos hombres y las mismas cosas.
Nunca tendrá tiempo de conocer a fondo otras, es decir, tan bien como conoce las suyas propias y, a la vez, aprender a escribir cada vez
mejor. No es que deba exaltar su medio, sino que necesariamente... lo evoca, contabiliza lo que conoce que probablemente no sea ni
mejor ni peor que otros, sino que es lo único que de verdad tiene y lo único que de verdad conoce.¨ (Tizón, 1992: 18).
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Quiero destacar que otros autores han conceptualizado desde lugares diferentes el tema de la literatura escrita en provincias (cf. Serra,
1977, 1981; Valli, 1992; Barcia, 2004). Su recuperación en trabajos publicados en revistas académicas y en investigaciones sistemáticas
muestra diferentes modos de abordarlo (cf. Agresti, 2005; Heredia, 1994). Se advierte que lejos de presentar consenso en el campo de la
crítica, abre las más variadas líneas de lectura en fuerte relación con los encuadres teóricos desde los cuales se lo estudia. Vale también
destacar el carácter prácticamente inconmensurable de los posicionamientos. Piienso, por ejemplo, en el punto de vista de Retamoso
(1993, 1994) y en el de Serra (1977, 1981). Cito un pasaje de los resultados finales de investigación que Serra publica, intentando
visualizar ese contraste. Elijo un fragmento en el que se exponen los criterios que justifican la elección de los autores sobre los que trabaja:
¨Habida cuenta de sus respectivos perfiles singularizadotes, en todos alienta una impregnación auténticamente regional en el contenido y
la expresión de su obra. Sus narraciones, sus novelas o sus poemas han incorporado -tal como también lo supieron hacer otros, Mateo
Booz, por ejemplo- la ‘gracia provinciana’ como esfera semántica y artística de nuestra literatura nacional¨ (Serra, 1977). Cito un pasaje
donde explica los criterios que orientaron la investigación posterior cuyos resultados presenta en el texto de 1981: ¨El propósito de nuestro
trabajo es, pues, mostrar aspectos significativos de la narrativa argentina desde una de sus perspectivas regionales -precisamente la del
Litoral-, pero menos por ser manifestaciones surgidas de determinado espacio geográfico que por estar alimentados en alguna manera y
medida de una experiencia raigal del país interior, de cuya región respectiva el escritor puede incluso haberse alejado físicamente aunque
no por cierto vivencialmente. Consideramos así la expresión literaria regional con criterio funcionalista, como una faceta creadora y como
una perspectiva de enfoque del territorio literario argentino, vale decir, como integrante del mapa totalizador donde acontecen las ricas
variantes del fenómeno literario en su unidad. (...) Arraigadas en la experiencia de la región -entendida como horizonte cultural nutricio de
manifestaciones literarias- se hallan si duda las representaciones narrativas examinadas en el presente volumen. (...) Son todos
testimonios literarios de una suerte de ‘lógica del lugar’..., una cara de lo nacional donde ‘lo universal concreto’ se manifiesta y expresa
como espacio de significación con validez humana y estética en virtud de la forma como es concebido el mensaje. (...) Lejos de una visión
angosta de localismo, la perspectiva regional surge a nuestra indagación como un ‘espacio creador’ que trasciende la fijeza del lugar
literario para devenir en sus figuraciones imagen del país, del continente, del mundo... Evaluar la dimensión de lo concreto universal en los
diversos procesamientos literarios en los textos individuales, discernir sus alcances y sus valores, ha sido el objetivo de nuestros
respectivos análisis de las estructuras narrativas en el corpus propuesto. (...) Si este volumen -como el anterior, Literatura del Litoral
Argentino- alcanzase a responder, por cierto que sería solamente en parte, a esta saludable apetencia de todas las inflexiones del espíritu
nacional, estimulando la frecuentación y el asedio de las creaciones que nos representan, nuestro esfuerzo hallaría su mejor
compensación¨ (Serra, 1981: 9).
La realización de congresos específicos destinados a discutir de forma puntual esta cuestión pone de manifiesto el interés en esta
discusión de ningún modo concluida (ejemplo de ello son las Jornadas Nacionales ‘Literatura de las regiones argentinas’ organizadas por la
Universidad Nacional de Cuyo en 2004 y en 2006).
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Zulma Palermo ha trabajado en cartografías de la literatura de Salta. Sus últimos textos (2005a, 2005b) se inscriben en la polémica sobre
las identidades locales y nacionales desde una óptica postcolonial. Bossi no intenta trazar un mapa pero sí elige una zona y seis poetas
contemporáneos de Jujuy que presentan la misma marca escrituraria: la ¨puesta en crisis del lenguaje y una borradura de los límites entre
lírica y narrativa¨ (2001: 15). Marca que se cruza con el eje que atraviesa el libro: las figuraciones sobre la muerte en la poesía
contemporánea.
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Uso el término ¨obra¨ en la acepción derrideana, es decir, para dar cuenta del conjunto de textos firmados por un autor que provocan
operaciones de pensamiento (cf. Gerbaudo, 2005a, Cap. I: ¨Protocolos de lectura y escritura de la desconstrucción filosófica¨, Cap. VI:
¨Derrida, lector de literatura. Una interpretación de sus protocolos escriturarios ‘tardíos’¨).
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Un antecedente de este tipo de abordajes puede encontrarse en las investigaciones de Dalmaroni sobre Saer que, partiendo de su
literatura, estudia las relaciones que trama con discusiones, polémicas, movimientos artísticos que se producen en el contexto referido (cf.
Dalmaroni, 2006b). Cabe destacar no obstante que el objetivo al que apunta mi trabajo de cartografiado se teje en relación a otras
búsquedas: intenta relevar datos que ayuden a entender el proceso de canonización de la poesía escrita en Santa Fe (operación que
siempre implica selección y, simultáneamente, exclusión) y de las perspectivas teóricas a partir de las cuales se la ha abordado. Por
ejemplo, no es un dato menor señalar que actualmente a la ciudad de Santa Fe llega con dificultad el Diario de poesía y es prácticamente
imposible conseguir ediciones de Hablar de poesía, La guacha, La pecera; Poesía de Rosario, Plebella; se sigue que el trabajo que se
ejerce desde la crítica universitaria juega un papel importante en la circulación de textos y en la revisión de los criterios a partir de los
cuales se decide leer poesía y enseñarla en las aulas de literatura.
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Marca derivada de los diálogos que estas escrituras traban entre ellas (la poesía de Figueroa envía a la de Inchauspe; la de Bertone, a la
de Inchauspe y a la de Oliva) y también, aunque en segundo plano, con la de otros escritores (Juan José Saer, Hugo Gola, Jorge Conti,
Hugo Padeletti, Juan L. Ortiz, Jorge Luis Borges, Raúl Gustavo Aguirre, Emily Dickinson, César Vallejo, Juan Gelman, Francisco Urondo,
René Char, Henri Michaux, entre otros). La primera forma de ¨envío¨, la que me interesa profundizar, se liga también a un lazo que se
funda en la herencia y en la deuda poéticas. Herencia y deuda de Estela Figueroa para con Juan Manuel Inchauspe, de Concepción
Bertone para con Aldo Oliva y para con Juan Manuel Inchauspe. Herencia y deuda ligadas al trabajo escriturario que funda, que hace lugar
a una política de la amistad (Derrida, 1994) desde la poética del envío. Modo indirecto también de armar una constelación a partir de una
lógica espectral de la herencia (Derrida, 1993: 69): es desde una interpretación transformativa de aquello que se hereda y que en este
caso, se transfigura, como se hace lugar a una nueva escritura. Proceso de creación que, mientras reconoce el legado, lo reinventa (cf.
Gerbaudo, 2005a) trayendo como un eco la voz espectral del otro al que se nombra: ¨’Dès lors les absents même sont presents [...] et, ce
qui est plus difficile à dire, les morts vivent’ (Cicéron)¨ (Derrida, 1994: 9). Esta poética del envío se ve reforzada desde los textos críticos
que firman los autores cuyas obras forman la constelación de la que me ocupo. Por ejemplo, cabe atender al trabajo de Figueroa (1994)
prologando la Poesía completa de Juan Manuel Inchauspe; al de Bertone escribiendo sobre Aldo Oliva (2001-2002).
21
Si bien se registran trabajos sobre la poesía de Inchauspe (Herrera, 2000; Battilana, 2002; Aguirre, 2006b), de Oliva (Retamoso, 1997,
2000; García, 2001, 2003; Saer, 2005; Gianera, 2005; Aguirre, 2006a; Dobry, 2006; Barrilla, 2006; Monteleone, 2003, 2006; Piccolli, 2006;
Arteca, 2006; Samoilovich, 2006; Ritvo, 2001, 2004, 2006, Prieto, 2006) y de Bertone (Prieto, 2006; Andrade, 2006; Bellessi, 2006; Bisso,
2006; Cwielong, 2006; Roffé, 2006), no obstante no se incluyen en proyectos de estudio sistemáticos sobre sus obras.
22
Las investigaciones de Eduardo Romano sobre los procesos históricos de canonización de ciertas ¨literaturas regionales¨ por los
supuestos ideológicos que éstas contienen (operación avalada desde el Estado y bajo la ¨complicidad¨ de la crítica) así como también sus
precisas formulaciones respecto de cuándo y cómo la literatura escrita desde las regiones y la crítica literaria han puesto en jaque estas
intervenciones (cf. Romano, 1998, 2004) forman parte de los antecedentes del recorte en zona de borde que esta investigación realiza.
23
Una excepción a esta posición en el marco de las prácticas docentes en la provincia se observa en algunas cátedras de las
universidades nacionales del Litoral y de Rosario. Recupero por un lado la labor docente de Dina San Emeterio (Facultad de Humanidades
y Ciencias, UNL, 1992-1998) y por el otro, de Roberto Retamoso y su equipo que crean la cátedra libre ¨Felipe Aldana¨ (Facultad de
Humanidades y Artes, UNR) gestando paralelamente proyectos de investigación centrados en la poesía de Rosario (cf. Retamoso, 2002,
2007). Por otro lado, como extensión de la cátedra cabe destacar la organización de actividades conjuntas con historiadores y poetas (por
ejemplo, el libro de D’Anna, Nadie cerca o lejos, se escribe a partir de un seminario dado en dicha cátedra).
24
He desarrollado este tema por extenso en mi tesis doctoral, especialmente en el apartado III.7.: ¨Acerca de las instituciones (o las
‘comunidades de práctica’): la política del des-leer como práctica situada¨ y en el capítulo X: ¨Leer literatura desde la de(s)construcción:
replanteos de una nueva epistemología y de una nueva poética¨ (cf. Gerbaudo, 2005a).
25
He dedicado un apartado de mi tesis al análisis de algunos de los malentendidos más frecuentes y más importantes en la teoría literaria
a la hora de leer los supuestos teóricos y políticos del programa desconstruccionista (cf. IX.2. ¨Tergiversaciones, malentendidos y
polémicas: una de las caras más conocidas de la desconstrucción derrideana¨). En la crítica literaria escrita desde Latinoamérica también
es posible registrar estas confusiones, especialmente cuando se consume la versión anglo-norteamericana de la desconstrucción francesa
que, para distinguirla apelando a la diferencia de traducción, he denominado deconstrucción (cf. Gerbaudo, 2005a). Por ejemplo en la
reseña que Carlos García Bedoya prepara de un volumen sobre el estado actual de los estudios culturales editado por Mabel Moraña no
distingue con la suficiente precisión las diferencias entre la desconstrucción francesa y la deconstrucción anglonorteamericana realizando
equiparaciones entre el ¨programa¨ derrideano (cf. Derrida, 1967) y el anarquismo epistemológico (cuando pocas teorías promueven un
control epistemológico sobre la tensión entre la intencionalidad de quien firma y el texto, sobre las interpretaciones ¨miopes¨ tal como lo
promueve Derrida -cf. 1972-). Al describir el texto de Román de la Campa (que sí distingue el efecto de traducción cultural) se refuerzan
algunos de sus pasajes más problemáticos. Por ejemplo, la equiparación de la revisión de la ¨metafísica de la presencia¨ con el
multiculturalismo obviando las múltiples diferencias entre los modos de trabajar de Derrida (quien realiza exégesis cercanas a los textos, a
las operaciones de construcción de las conjeturas) y de quienes se han apropiado de sus teorías (entre ellos, multiculturalistas; tal vez el
propio Frazer a quien De La Campa cita incurriendo en el error de monologizar qué se entiende por intervención política -cuestión que he
desarrollado por extenso en relación a las políticas de la desconstrucción en dos artículos recientes -cf. Gerbaudo, 2005b-; 2006c-).
Transcribo un pasaje, la nota 5 del trabajo de García Bedoya, donde de modo equívoco se apoya en una cita de John Ellis arrasando con
las distinciones señaladas y promoviendo confusiones teóricas importantes (los adjetivos que García Bedoya emplea también son clara
muestra de su posición, que no comparto): ¨Una aguda reflexión crítica sobre las repercusiones teóricas del deconstructivismo en la
academia norteamericana puede hallarse en el libro de John M. Ellis, Against Deconstruction (Princeton: Princeton University Press, 1989).
Ellis concluye sus planteamientos señalando que ‘Before deconstruction, theory of criticism worked against the laissez-faire tendencies of
criticism; but now deconstruction, an intensified form of those tendencies, has attempeted to seize the mantle of theory in order to pursue
this antitheoretical program.’¨ (García Bedoya, 2001: 210)
26
El abordaje de la obra de cuatro autores indica el carácter sesgado de esta cartografía: se relevará lo que desde la crítica literaria, desde
los programas universitarios, las reseñas periodísticas, las entrevistas en los medios y la producción artística afecte la lectura de los cuatro
autores cuyas obras conforman el corpus.
27
En el diseño original del proyecto usaba el concepto de metapoesía para describir las vueltas que desde la escritura poética los autores
realizan sobre sus propios escritos. Prefiero retomar la categoría de Hofstadter (1979) ya que su formulación, al apelar a la idea de
¨jerarquía enredada¨, despeja cualquier credo en la posibilidad de un nivel ¨meta¨, objetivo, desde el cual se aborde con cierta distancia el
nivel anterior. Dado que me ocupo de un movimiento que se realiza desde la poesía sobre la poesía y dado que pretendo hacerlo además
desde una apropiación de los constructos armados por Derrida (que desde los inicios de su programa -cf. 1967- ha mostrado desconfianza
respecto del modo en que el estructuralismo ha pretendido trazar demarcaciones netas intentando separar lo que estos enredos del
lenguaje impiden distinguir con tanta seguridad), entiendo que es más ajustado el uso de esta categoría de Hofstadter.
De allí
esos largos silencios
en nuestras conversaciones (Figueroa, 2005)
Agrego: ¿quién habla en esa otra poesía marcada por un yo, generalmente mujer, que repetida y obsesivamente vuelve
sobre la escritura de la poesía (¿la propia y la de otros poetas?) y aparece firmada con el nombre de Concepción Bertone?
¿Quién dice ¨La poesía / Parnaso del perdón: / la miel / del vaso / cuando encuentra sus límites¨ (Bertone, 2003: 58).
Agrego: ¿quién deja oír su voz por medio de esos trazos que alcanzamos a descubrir en la edición manuscrita de un
libro firmado por Juan Manuel Inchauspe y dibujado por su amigo Federico Aymá? ¿Quién dice ¨Hay momentos en que la
palabra / no está en ninguna parte.¨? ¿Es el poeta que se queja por el abandono de la musa? ¿Es él quien habla y nos
acerca ahora su voz fantasmal que nos trae el eco de una fría noche de Santa Fe del año 1969 que se nos vuelve ahora
cercana a través de esos rastros, lejana a través de esos rastros, de esas huellas que la letra prolija y ordenada nos hace
aparecer? ¿Es quien firma quien dice?: ¨Afuera las últimas estrellas tiemblan, / vacilan. La frialdad es perfecta. / Todo
parece estar en su justo lugar. / Sólo yo sé que esta noche no debe volver.¨ (Inchauspe, 1969: 3).
Agrego: ¿quién habla en este poema, aparentemente escrito en 1994 e incluido entre los textos sueltos firmados por
Aldo Oliva? ¿Quién describe y se incluye junto a esos otros, transidos de búsqueda y de ignorancia y movidos, tal vez por
ello, a la poesía?: ¨Si el ser no es la abdicación / de saber, sólo un movimiento / conocemos que se abre como piernas / en
el parto y se ofrece al nacimiento / de una imagen que, virtualmente / amamos consagrar como poema. / Y andar, erectos,
en las titilaciones / de una iluminación, accedemos. / ¿Quiénes? Los que se nieguen / a no saber y parten.¨ (Oliva, 1994:
376).
28
En sus trabajos sobre los ¨poetas de Rosario¨, Retamoso subraya la imposibilidad de hallar una marca que los reúna desde la estética
(cf. 1995; 2004). En un artículo sobre la obra de la cineasta salteña Lucrecia Martel, Arancibia deja entrever el modo en que desde sus
films se discute no sólo un modo de narrar propio de Salta sino también los valores asociados a la ¨salteñidad¨. Después de caracterizar
sus trabajos, Arancibia recoge diferentes efectos de recepción de sus películas en la propia Salta para resaltar este cuestionamiento
realizado desde una estética que, filmando desde Salta y sobre Salta, desdibuja lo que se espera sea dicho sobre Salta así como también
desfigura los modos más convencionales de la narración cinematográfica. Cito, a modo de muestra, algunas de las valoraciones de los
espectadores de La ciénaga y de La niña santa: ¨‘es espantosa, no muestra ni un paisaje bonito, ni un cardón, ni un poncho, nada de lo
que hace a Salta tan linda’, ‘la Martel inventa cosas que no existen’, ... ‘encima no tiene final’¨ (Arancibia, 2005: 67).
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