Fusiles, Racismo y Protesta. Manuel Villacorta.
Fusiles, Racismo y Protesta. Manuel Villacorta.
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OFRECIMIENTO
Dedico este libro con diáfana humildad a los millones de guatemaltecos
pobres, a los sin tierra, a los explotados, a los marginados.
Cinco siglos de opresión es demasiado tiempo, 25 generaciones
de seres humanos que han surgido y desaparecido identificadas
todas por el sufrimiento provocado por unos pocos.
Su resistencia y su silente heroísmo no pasarán en vano.
Más temprano que tarde, la justicia llegará, Guatemala será
lo que siempre hemos reclamado: Una patria para todos.
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Índice
Introducción .......................................................................................................7
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8. Sociedad civil y participación política: breve revisión histórica ............101
El sector privado organizado....................................................................101
El movimiento sindical y popular .............................................................107
El movimiento indígena guatemalteco ......................................................112
Las iglesias y su participación social .......................................................119
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En ese contexto y después de que los siglos pasaron sin modificar el carácter
del Estado guatemalteco: violento, autoritario, excluyente y dependiente, a finales
del siglo XX, guatemaltecos progresistas apoyados por una comunidad internacional
más consciente y comprometida, decidieron iniciar un proceso de paz que además
de impedir la continuidad del trágico conflicto armado interno, estuviera basado en
ciertos acuerdos o compromisos en un intento por establecer necesarias y profundas
transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales. Descalificados los
gobiernos militares de la época por corruptos, represivos e ineficientes, evidenciada
la descomposición definitiva del sistema político-electoral, así como por el desen-
lace del conflicto Este-Oeste, los años ochenta y noventa incubaron un período de
trascendentales cambios. El más importante fue sin duda la finalización del conflicto
armado interno, como resultado de intensas y complejas negociaciones. El producto
de este último fenómeno fue la elaboración de una serie de Acuerdos de Paz, que
de consumarse generarían una sustancial mejoría en las relaciones sociales y el
desarrollo integral de la nación. Lamentablemente la ejecución de estos acuerdos
de paz se realizó con grandes restricciones, en muchos casos, incumpliéndose con
sus contenidos.
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1. CAUDILLAJE Y OPRESIÓN
Eduardo Galeano
El siglo del viento
Madrid, 1986
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Hombre hábil y sin piedad. Narran los autores citados que “en lo político sus
ambiciones y hasta sus propósitos no pueden ser más sencillos: imitar al ex dictador
Rafael Carrera en lo posible sin abandonar el disfraz de ser un respetuoso liberal. Sólo
quiere poder, fortuna y satisfacción personal. Y como no puede obtenerlos a solas,
ha de imitar a Carrera, quien lo hizo sometiéndose al clero y al Vaticano. Prontamente
adivina y reconoce desde el primer momento a sus futuros amos: los cafetaleros
alemanes, los prestamistas ingleses y a los todopoderosos norteamericanos, que
no sólo toman pronto en sus manos los ferrocarriles, sino que hasta comienzan a
financiar su gobierno y desarrollan la nueva riqueza agroexportadora: el banano”.
(HÜBNER y PARRILLA, 1996: 373).
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Explican los autores referidos que “la vigilancia y la desconfianza como es-
trategia, son las primeras y más fecundas creaciones del cabrerismo. Vigilar a un
funcionario con otro, espiar a un espía con otro y hacer lo mismo con los amigos
y hasta con las familias entre sí. Todos, así, tendrán desconfianza de todos; nadie
confiará en nadie; por tanto, se evitará alzar un dedo o siquiera un pensamiento contra
el omnipotente Don Manuel, que tiene en sus manos el hilo de cada confidencia”
(HÜBNER y PARRILLA, 1996: 376).
Es indudable que el rígido control civil establecido por Estrada Cabrera, así
como la implacable forma de juzgar a quienes consideraba sus enemigos, le per-
mitió controlar el poder político por mucho tiempo. A ello hay que agregar que la
imposibilidad de la sociedad para articularse, y encauzar sus demandas de forma
colectiva, garantizaban la permanencia del dictador en el gobierno. Asimismo, la
audacia de Estrada Cabrera le había permitido establecer relaciones amistosas con
los gobiernos de Estados Unidos y Alemania, y más particularmente, con inversores
de esos dos países. Conocedor de la influencia de la Iglesia católica como institución
internacional, no le había confrontado, pero se asegura, le guardaba un especial recelo.
Cabrera recurría a prácticas religiosas misteriosas, mezclando costumbres indígenas
y cristianas. En una de sus más conflictivas situaciones, cuando su gobierno había
entrado en crisis, intensificó desesperadamente estas prácticas. Exponen los autores
citados que “en una ocasión, Estrada Cabrera meditaba profundamente. Estaba tan
preocupado que llama a sus consejeros de las grandes crisis: los brujos indígenas
momostecos. Toda la noche, en la pieza donde están encerrados los shamanes de
Momostenango con el señor licenciado y excelentísimo señor Presidente, se escuchan
susurros, ayes, invocaciones en lengua indígena; un pertinaz olor a pom (incienso)
sale por los intersticios de la puerta hermética. Al día siguiente de madrugada, se
abre paso hasta su sala más privada el jefe de la policía secreta. Es su pariente y
hombre de mayor confianza. Los soldados momostecos lo dejan pasar. Cuando abre
la puerta, se detiene petrificado: Don Manuel, el señor Presidente, estaba vestido en
hábito blanco de dominico, rezando, hincado ante la imagen de la Virgen del Rosario.
Se pone en pie de un salto y aprieta la muñeca del paralizado polizonte: ¡esto sólo
Ud. lo ha visto. Fíjese bien, sólo Ud. lo ha visto. Estaba cumpliendo un voto! El infeliz
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La represión social, las alianzas sofisticadas que Estrada Cabrera había forjado
con el capital foráneo y su política de no confrontar a la Iglesia católica, le habían
generado estabilidad en el poder. Sin embargo, esa relativa estabilidad empieza a
demostrar su vulnerabilidad. Primeramente, ya para 1920 año en que el dictador
es expulsado del poder, varios empresarios guatemaltecos habían ido acumulando
fortunas considerables y con ello, su intención de participar y controlar en lo posible
una significativa cuota política, hecho que con Estrada Cabrera no era posible. Con
la Iglesia católica el distanciamiento era irreversible. Asimismo, cuando los intereses
geopolíticos y geoeconómicos de los Estados Unidos y de Alemania se enfrentaron,
el dictador tiene que optar por uno de ellos. A disgusto, se orienta a favorecer al
capital norteamericano.
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Revista Tiempo
México, N. 114, 1994.
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Tras una década dirigida por tres diferentes gobernantes: Carlos Herrera
(1920-21), José María Orellana (1921-26) y Lázaro Chacón (1926-30), se convoca
a elecciones, las cuales se realizan los días 6 y 8 de febrero de 1931. Gana con
308,334 votos a favor el general Jorge Ubico. Tal es la situación del país, que los
grupos fácticos no esperan a que Ubico se instale en el poder treinta días después de
ocurridas la elecciones. Le piden que adelante la toma de posesión, y éste satisfecho
y sin dilación, lo hace el 14 de febrero.
Ubico llega al poder como una especie de instancia necesaria para intentar
estabilizar el país luego de once convulsionados años, producto de administraciones
públicas ineficientes y corruptas. En otros términos, con su arribo al poder, se res-
tituían las características de la dictadura de Estrada Cabrera, quien había inspirado
muchas de las acciones y el propio carácter de Ubico. Al hacerse con el poder Ubico
manifiesta públicamente que su gobierno estará centrado en cuatro instancias: trabajo,
honradez, justicia y progreso. Trata de impactar a la población decretando la Ley de
Probidad, mediante la cual todo funcionario debería declarar su estado patrimonial
al tomar un cargo público y reiterar su estado patrimonial en declaración jurada al
finalizar sus servicios como empleado del Estado.
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Manuel R. Villacorta O.
existente, como una especie de “profilaxis política” orientada a evitar que en Guatemala
se reproduzca una experiencia como la ocurrida en El Salvador. En realidad Ubico no
veía viable el auge comunista en Guatemala, lo que buscaba bajo ese pretexto era
cerrar todos los espacios de expresión social y consolidar su dictadura.
Hübner y Parrilla consideran que “la Alemania nazi tenía un plan de domina-
ción para Hispanoamérica. En 1933 Ubico ha obtenido y no por casualidad, una
aparentemente simple cortesía: una medalla de oro del Instituto Iberoamericano de
Hamburgo. En realidad es el Instituto de Berlín quien la otorga, dirigido por el doctor
Boelitz pero que pasa pronto en 1934, a quedar bajo la mano férrea y especializada
del temido general Wilhelm von Faupel. Éste conoce a fondo América Latina. Fue
profesor de la escuela militar de Buenos Aires de 1911 a 1914. Regresó a Argentina
como consejero militar del inspector general del ejército en 1921. En 1926 pasó a
Brasil, contratado en la mejor forma posible por el ejército brasileño. Al año siguiente,
el dictador peruano Augusto Leguía lo llama y lo hace inspector general de las fuer-
zas armadas. Luego pasa a Bolivia con el mismo cargo. Este alemán tiene un odio
patológico contra la clase obrera. Domina muy bien el español y conoce la realidad
de la región, era el hombre clave de Hitler para consumar el plan de dominación.
Se adentra en el problema español y llega a dominarlo en tal manera que, desde la
visita de Sanjurjo hasta la sublevación de Franco, hay que buscar en Berlín, en su
Instituto, la raíz de muchos de los acontecimientos españoles. Y Ubico es el hombre
que elige von Faupel para hacer de Guatemala la futura cabeza del puente alemán en
América Central. Ubico no se demora en dar pronto los dos pasos que necesitaba
Alemania aquel año de 1936, comienza por denunciar el pacto de la Liga de las
Naciones y se retira arrogantemente de Ginebra, queriendo demostrar a Hitler que él
también menosprecia la Liga en donde se habla mucho y no se hace nada. El otro
paso, ya realmente audaz, es el reconocimiento del gobierno de Burgos, del Caudillo
y Generalísimo Francisco Franco, el 8 de noviembre de 1936, en los días en que ya
se anuncia la caída de Madrid”. (HÜBNER y PARRILLA, 1996: 606, 607).
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
en la región. Por su parte, Ubico pensó que al establecer una estrecha relación
con esas fuerzas europeas, podría dirigir y administrar la región centroamericana
e incluso, el sur oeste de la república mexicana, al momento que el fascismo se
hiciera con el triunfo.
En 1937 llega un enviado del gobierno español, Rafael Rodríguez Triana y Blasco,
con el título de ministro plenipotenciario, de un régimen que solo han reconocido la
Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón militarizado. Hübner y Parrilla relatan en su
obra que un 30 de enero de 1938 aparece el primer número de Amanecer, periódico
quincenal definido como el Órgano de la Falange Española Tradicionalista de las
J.O.N.S. de Guatemala, con una portada roja y negra, en la cual campea en rojo el
águila imperial española y, al fondo, con la mano levantada, recortados en negro,
tres falangistas. El resto de la portada presenta naturalmente, un retrato del Señor
Presidente de Guatemala, General Don Jorge Ubico, con una hermosa y emotiva le-
yenda. El 13 de marzo, en la legación de Franco, ubicada en el No. 52 de la 6ª avenida
norte, bajo la vieja nomenclatura citadina, se lleva a cabo una fiesta azul, en que los
hombres visten el uniforme falangista y las mujeres y los niños gorros adecuados.
Queda fundada entre intensa emoción y marchas militares, la Sección Femenina. Se
elige delegada a doña Amparo Alvarez del Valle, tesorera a doña Mercedes López
de Espejo y secretaria, a la señorita María del Pilar Yurrita y Anzueto. La delegada
agradece cantando el himno Generalísimo Franco. Y el ingeniero José María Sagone
e Ibánez, profesor de la Universidad de San Carlos y cerebro guatemalteco del Mo-
vimiento, lee su poesía inédita Sedientos de Imperio. Luego la Falange organizó un
acto que debía conmover a toda la Guatemala reformista: los funerales del extinto
José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, hijo del marqués de Estella
y fusilado por los leales en los comienzos del levantamiento faccioso. El espacioso
templo de San Francisco se atestó del más distinguido público el 20 de noviembre
de 1938. Los falangistas –varones, mujeres, adolescentes y niños–, asistieron en
número superior a 300, militarmente uniformados y organizados. Hicieron la guardia
junto al féretro simbólico. Pudieron verse camisas pardas y negras, los alemanes nazis
y los italianos fascistas, habían hecho acto de presencia, apoyando a través de sus
organizaciones locales tan especial celebración. Ubico se apasiona tanto que ordena
entonces militarizar toda la educación pública secundaria de Guatemala, emulando las
prácticas fascistas de Europa, que le maravillaban por sus peculiares características.
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Manuel R. Villacorta O.
Puerto Barrios y Puerto San José. Los Estados Unidos le obligan a publicar una lista
de los empresarios alemanes y guatemaltecos leales a los nazis. Finqueros, industriales
y comerciantes que desde este país hacían negocios con el “Eje” y que políticamente
simpatizaban con el mismo, son expuestos a conocimiento público. Irónicamente, son
los mejores aliados y tradicionales amigos del presidente Ubico. La evidencia no podía
ser mayor, el principal diario nazi denuncia que los Estados Unidos, han victimizado al
gobierno de Ubico, su antiguo y fiel aliado. Ubico se apresura a desmentir esa compro-
metedora apreciación, y reitera su simpatía con los Estados Unidos y su compromiso
hacia la democracia. Cínicamente, condena el ataque japonés a Pearl Harbor y dice estar
indignado por la acción, llamando a toda América Latina a unirse en contra del “agresor
expansionista”. Ubico se doblega ante los Estados Unidos en forma impresionante,
pública, sin condiciones. Su falsedad se revela y pierde virtualmente la simpatía que al
interior del país había conquistado a través de su “mano dura” y el orden incuestionable
que la dictadura había impuesto. Por entonces, se inician las expropiaciones de los
bienes en poder de los alemanes, el 50% del comercio exterior se hacía con Alemania
y el 50% de las fincas productoras de café estaban en poder de alemanes.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Barnoya Gálvez, Manuel María Avila, Jorge Luis Arriola, Manuel Galich, Rafael Arévalo,
Augusto Charnoaud MacDonald, Alfonso Bauer Paiz, Otto Raúl González, José Torón
España, Mario Méndez Montenegro y Julio César Méndez Montenegro, entre otros.
Puede considerarse a manera de síntesis, que del inicio del siglo XX al año
1944, cuando triunfa la llamada Revolución de Octubre, Guatemala experimenta una
fuerte pugna entre fuerzas externas e internas. Externamente, los Estados Unidos
consolidan su hegemonía política y económica en el país, desplazando los intereses
alemanes hasta convertirlos en pequeños reductos dispersamente focalizados, sin
coherencia ni organización. El ejército nacional queda desarticulado para conformar
posteriormente, y como producto de los principios revolucionarios, una nueva forma
de organización castrense, apuntalada en una doctrina diferente orientada hacia el
compromiso institucional. La Iglesia católica opta por un discreto distanciamiento en
torno a los sucesos políticos. El sector empresarial guatemalteco aún embrionario
e inexperto en acciones políticas, tal como lo revelan sus contradicciones durante
la crisis y el desenlace del gobierno autoritario de Ubico, no obtiene una cuota po-
lítica representativa en ese nuevo orden institucional, pero cabe destacar que se va
perfilando desde entonces una ideología empresarial caracterizada por proyectar su
desconfianza hacia la organización popular, particularmente, frente al sindicalismo,
las demandas agrarias y la participación activa de las organizaciones populares de
tendencia reivindicativa.
21
2. DEMOCRACIA Y
CONTRARREVOLUCIÓN
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gobierna brevemente hasta el triunfo de la Revolución. La renuncia de Jorge Ubico,
fue lacónica, e incluso, leída por miembros del Estado Mayor Presidencial, ya que
el dictador estaba tan afectado emocionalmente que no pudo hacerla pública por
voz propia. El breve texto de la misma expresa: “Guatemala, 01 de julio de 1944.
Honorable Asamblea Legislativa: en vista de la intranquilidad provocada por indivi-
duos y estudiantes que se encuentran, según dicen, en desacuerdo con el gobierno
que presido, me veo en el caso, para que la paz y el orden reinen en todo el país, de
renunciar irrevocablemente al cargo de Presidente de la República, ante esa Honorable
Asamblea. Jorge Ubico”. (CONTRERAS, 1994: 13)
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Manuel R. Villacorta O.
2. Serán respetados los bienes que legalmente corresponden a las personas desig-
nadas en el número anterior; 3. Las tropas acatarán las órdenes que debe girar el
presidente Ponce para que se entreguen inmediatamente y desarmadas, para ser
concentradas en los locales que designe la Junta Revolucionaria, incluyendo a las
tropas que se encuentran en el Palacio Nacional y demás guarniciones militares de
la república y el cuerpo de policía; 4. El cuerpo diplomático amparará el asilo del
presidente Ponce y su séquito en las misiones diplomáticas en que se recogerán
mientras abandonan el país. Se hace constar que el mando del gobierno de la república
lo asume inmediatamente la Junta Revolucionaria. En fe de lo cual se firma esta acta
en triplicado, con los representantes de las partes nombradas y los miembros del
cuerpo diplomático. (CONTRERAS, 1994: 73).
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
público, todos entonces con calidad de burócratas. Les unía además su actividad en
determinados institutos, e incluso, el pertenecer a un departamento de la república
en particular. En tal sentido, puede considerarse que ese sector aprovechó la unidad
institucional que el mismo gobierno les otorgaba, superando la imposibilidad de
organizarse como grupo de presión y de denuncia, debido a la vigencia dictatorial y
las prácticas represivas. En las primeras manifestaciones realizadas en las calles, los
maestros iban a la vanguardia. A ellos se les debe el rompimiento del “cerco” creado
por la dictadura. Manifestaciones que tienen su principal protagonismo un 25 de
junio de 1944, cuando una marcha del sector fue violentamente desarticulada por las
tropas militares y la policía montada al servicio del dictador. En esa acción oficial, se
produce como resultado la muerte de una joven maestra guatemalteca llamada María
Chinchilla. Era ella sin saberlo, la primera mártir nacional en ese iniciado e indetenible
intento por conquistar la libertad y despojar del poder a la dictadura. Con este hecho,
el magisterio se consolidó como grupo social orientado hacia el desafío y el reclamo.
El compromiso magisterial hacia la Revolución había quedado definitivamente sellado.
Otro sector muy importante desde el marco cualitativo, fue representado por la
intelectualidad guatemalteca. Este sector políticamente bien representado, optó por
la publicación de cartas abiertas o manifiestos, en las que se registraba la insatisfac-
ción en contra de la dictadura. Un documento histórico, denominado “Comunicado
de los 311”, orientó la tendencia del sector. En el mismo, luego de una detallada
exposición de motivos, sin exabruptos ni apasionamientos, los firmantes le solicitan
al dictador que renuncie al cargo por el bien de la patria. Evidentemente no era un
movimiento de masas, sino de cuadros. Cuadros dentro de los que se encontraban
amigos personales del dictador Ubico, hecho que sin duda, causó un gran impacto
emocional en el autoritario militar.
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La universidad pudo abrir sus puertas a los nuevos vientos de cambio y mo-
dernización. Dejó de ser esta una fortaleza oscura, obsoleta y medieval, divorciada
de su pueblo. El primer gobierno de la Revolución le otorgó el pleno derecho a su
autonomía. Las nuevas profesiones empezaron a brotar con vibrante impulso: ciencias
sociales, ciencias humanísticas y ciencias técnicas, como la ingeniería, la agronomía
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Para superar esta situación nacional, la comisión dirigida por el doctor Britnell,
sugiere implementar varias acciones específicas. En materia agrícola propone: A.
Intensificar la producción de café y mejorar su rendimiento. B. Diversificar la agri-
cultura a través del fomento de nuevos cultivos como la caña de azúcar, el algodón
y promover la ganadería. C. Desplazar a la población indígena concentrada en el
altiplano occidental del país hacia la zona sur, específicamente a la región de la boca
costa, con el objeto de promover una unificación entre recursos naturales y recursos
humanos, fomentando el empleo, elevando la productividad y mejorando sensible-
mente la calidad de vida de los habitantes vernáculos de Guatemala. D. Rediseñar
las funciones productivas de las fincas nacionales. E. Modernizar los métodos de
productividad agropecuaria en el altiplano, para incrementar la productividad y el
desarrollo integral de la región. F. Rediseñar la situación de las tierras potencialmente
productivas, con el objeto de evitar su desuso o su explotación irracional e intensiva,
e impedir con ello la generación de daños medioambientales irreversibles. En materia
de comunicaciones, infraestructura y transportes, la comisión sugirió lo siguiente:
A. Diseñar la estratégica carretera hacia el océano Atlántico. B. Construir un puerto
moderno y para uso internacional en Izabal. C. Creación de fuentes productoras de
energía hídrica aprovechando los abundantes recursos disponibles en el país.
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atlántica denominado Santo Tomás de Castilla, para competir con el exclusivo puerto
de la United Fruit Company” ( JONAS, 1994: 53).
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Manuel R. Villacorta O.
urbanas, dejó de lado la posibilidad de que los grupos sociales pudieran participar
por la defensa de la Revolución y particularmente, en defensa de los significativos
logros alcanzados durante esas dos administraciones gubernamentales, la primera
dirigida por el doctor Arévalo y la segunda, por el coronel Arbenz. A pesar de ello,
ya existían pequeños y primarios grupos de campesinos organizados, formados en
materia política, que en su momento, solicitaron urgentemente al gobierno se les
dotara de armas y municiones para defender militarmente el proceso. Proceso que
para ellos significaba, preservar las tierras que la Revolución les había proporcionado.
El presidente Arbenz se negó, porque conocía la magnitud y la poderosa influencia
de la oposición. El habilitar un conflicto armado interno, según su criterio, hubiese
sido altamente costoso para la población pobre, que de todas formas, hubiese
quedado diezmada ante el implacable poder de la oposición contrarrevolucionaria,
tal como habría de expresarlo en su último mensaje presidencial dirigido al pueblo
de Guatemala, horas antes de su salida hacia el exilio.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Pero las fracturas dentro del ejército eran evidentes, a tal extremo que el propio
presidente designado, Carlos Castillo Armas, es asesinado en su centro de poder,
la Casa Presidencial. Este hecho reveló las profundas contradicciones militares y
políticas que la contrarrevolución incubaba en su seno desde sus inicios. Una breve
descripción del caudillo y su trágico final resulta necesaria. El historiador Daniel
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Manuel R. Villacorta O.
Contreras expone que “el coronel Carlos Castillo Armas era un militar graduado en
la Escuela Politécnica, a la que ingresó en 1933, y sirvió en el ejército hasta 1949.
En noviembre de 1950 (en pleno auge de los gobiernos revolucionarios) intentó
tomar la Base Militar de la Aurora, pero fracasó y fue herido. Estuvo preso en la
Penitenciaría Central, de la cual escapó en julio de 1951. Se asiló en la Embajada de
Colombia saliendo posteriormente hacia ese país, pero apoyado por el gobierno de
Estados Unidos, volvió a Centroamérica y organizó la rebelión contra el presidente
Arbenz. Cuando Castillo Armas llegó a Guatemala el 3 de julio de 1954, asumió la
presidencia de la Junta Militar de Gobierno, la que derogó la Constitución de 1945 y
convocó a elecciones para una Asamblea Constituyente que debía elaborar la nueva
carta constitucional. En ese mismo evento eleccionario, celebrado el 10 de octubre,
se consultó al pueblo si estaba de acuerdo en nombrar a Castillo Armas presidente
de la República. La respuesta fue afirmativa, puesto que obviamente no participaron
en ese plebiscito los opositores del movimiento contrarrevolucionario. La Asamblea
se instaló el 30 de octubre y el 4 de noviembre declaró electo a Castillo Armas como
presidente, para un período que debería terminar el 25 de marzo de 1960. Pero el
presidente no llegó a cumplir su período de gobierno, porque el 26 de julio de 1957,
fue asesinado en la Casa Presidencial, cuando se dirigía a cenar. Se dijo (según una
irrisoria versión) que había sido asesinado por el soldado Romero Vázquez Sánchez,
quien poco después se habría suicidado con el mismo fusil con el cual había dado
muerte al caudillo. Al soldado se le acusó de mantener correspondencia secreta con
el gobierno comunista de la Unión Soviética. Pero esa versión nunca fue aceptada y
hasta el momento no se sabe con certeza quién o quiénes fueron los responsables
del asesinato” (CONTRERAS, 1998: 133).
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3. SURGIMIENTO, CONSOLIDACIÓN Y
CRISIS DEL MOVIMIENTO ARMADO
REVOLUCIONARIO
El triunfo del movimiento contrarrevolucionario en 1954 violentó el desarrollo
normal que el modelo político guatemalteco venía experimentando desde 1944, año en
que triunfa la llamada Revolución de Octubre. Esta violenta ruptura abortó un proceso
de consolidación institucional que recién se iniciaba. Ruptura que se expresa en la
cancelación de varios partidos políticos, particularmente, el Partido Guatemalteco del
Trabajo (PGT), cuyos dirigentes se exilian mayoritariamente en México, aunque peor
suerte corrieron algunos de sus activistas de base, los cuales al no poder abandonar
el país, experimentaron una constante persecución, incluyendo la eliminación física
de algunos. El PGT era un partido de ideología obrero-socialista, y que a pesar de
sus únicos dos años de existencia (1952-1954), había establecido una notable red
organizacional, que incluía como principal tarea, la capacitación política de sus
dirigentes, afiliados y simpatizantes.
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Manuel R. Villacorta O.
Según Sussane Jonas “la estrategia del foco insurreccional de las FAR dependía
mucho de la experiencia de Cuba y Vietnam, y más tarde, de los escritos del Che
Guevara y Regis Debray que le dieron forma. El foquismo era una estrategia de guerra
irregular que impulsaba la insurrección popular, y que creaba las condiciones subjeti-
42
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
vas es decir, generaba niveles de concientización política desde la propia base social,
por medio de acciones ejemplares ejecutadas por un movimiento de vanguardia y
revolucionario. El centro de operaciones de la guerrilla fue diseñado para politizar a
la población local, crear zonas liberadas en el campo y, con el tiempo, conseguir el
suficiente apoyo para sentar las bases para la toma del poder. Las actividades de las
FAR incluyeron autodefensa armada (liberación de un área o pueblo y su defensa de
posibles ataques) y propaganda armada (ocupación de pueblos de manera temporal
para explicar sus programas y organizar la resistencia dentro de los pueblos mismos).
Las FAR construyeron una considerable base de apoyo, al operar en una de las áreas
que habían sido muy afectadas por la reforma agraria y por su posterior revocación.
Sus operativos militares incluían asaltos a estaciones de policía y militares para
conseguir armamento, robos a los bancos y secuestros de destacados capitalistas
y diplomáticos” (JONAS, 1994: 89).
43
Manuel R. Villacorta O.
Aun cuando existen diversos criterios en torno a las causas que generaron el
fracaso del movimiento insurgente en esa primera etapa de su vigencia, pueden ser
propuestas algunas hipótesis. Primeramente, nunca se superó la división latente entre
el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13) y el Partido Guatemalteco del
Trabajo (PGT), aun cuando formalmente hubieran estado fusionados bajo la estructura
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
importante, que le habría permitido además captar recursos materiales para fortalecer
sus estructuras operativas y militares. Los revolucionarios cubanos a diferencia, sí
utilizaron este recurso, apoyándose en varios gobiernos representados en diversas
organizaciones internacionales y recurriendo a los medios de comunicación de
cobertura internacional para favorecer su lucha.
A inicios de la década de los años 70, las diversas corrientes de tendencia revo-
lucionaria e insurgente, buscaban los medios para reconstruir sus organizaciones o
para configurar nuevas estructuras. Búsqueda que incluía la creación y aplicación de
una plataforma política e ideológica, la cual además de ajustarse a la realidad nacional,
incluyera modalidades específicas orientadas a no repetir los graves errores que había
cometido el movimiento alzado desde sus inicios. Así, en 1972, en forma incipiente
pero significativa para el futuro, surgen dos nuevas organizaciones revolucionarias
independientes: el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), y la Organización Revolu-
cionaria del Pueblo en Armas (ORPA). La primera, como producto del transformado
Frente Guerrillero Edgar Ibarra, y la segunda, derivada del Frente Regional Occidente.
En ambas organizaciones, excombatientes e ideólogos disidentes de las Fuerzas
Armadas Rebeldes e incluso, del Partido Guatemalteco del Trabajo, tuvieron una
importante participación. En términos generales, para 1972 el movimiento insurgente
incluía separadamente a cuatro organizaciones: el Ejército Guerrillero de los Pobres
(EGP), la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA), las Fuerzas
Armadas Rebeldes (FAR) y el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
Otro aspecto tratado con meticulosidad por el liderazgo insurgente fue la de-
terminación del “enemigo a combatir”. Es decir, que basándose en la experiencia
anterior ocurrida en los años 60, ahora se buscaba que el frente de lucha (político y
militar) identificase con facilidad al adversario: los ideólogos de la izquierda armada
plantearon entonces, el concepto de “alianza oligárquica co-gobernante”, en la cual
incluyeron al capital privado externo, caracterizado por las grandes transnacionales
estadounidenses; al capital privado interno, representado por las familias empre-
sariales de mayor influencia en el país asociadas al capital foráneo; y, al ejército
de Guatemala, básicamente al llamado “alto mando”, que según esta tesis, ya no
era un vasallo subordinado del capital sino un socio entrañable, a lo interno de esa
alianza oligárquica co-gobernante. Desde esa perspectiva, los partidos políticos eran
clasificados como instituciones al servicio de la oligarquía, encargados solamente
de “legitimar” el orden institucional a través de rituales electorales temporales. Debe
reconocerse que tal estrategia funcionó.
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miento insurrecto activo en el Tercer Mundo. Gobiernos tanto comunistas como social
demócratas y organizaciones internacionales como la de los países no alineados,
iglesias, universidades, organizaciones laborales y organizaciones no gubernamenta-
les del exterior, fueron ampliando sus redes de apoyo hacia el movimiento guerrillero.
Organizaciones de Estados Unidos, Canadá y Europa (con énfasis en Suecia, Noruega,
España, Alemania y Francia), se volcaron en favor de los postulados insurgentes y
de sus acciones internas. Las llamadas “jornadas de solidaridad y de denuncia” se
fueron expandiendo vertiginosamente. Cientos de publicaciones y producciones de
audio y video orientadas a la denuncia fueron realizadas para contribuir con el intento
insurgente dirigido a la conquista del poder.
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4. CONTRAINSURGENCIA Y
MILITARIZACIÓN DEL ESTADO
En enero de 1982 el EGP, la ORPA, las FAR y el Núcleo del PGT constituyen la
Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Esta expresión de unidad era
significativa en el contexto del movimiento insurgente guatemalteco, porque había
implicado muchos años alcanzarla. Según Sussane Jonas “para la primavera de
1982, la infraestructura del movimiento revolucionario en la capital había soportado
graves pérdidas, y el ejército había dado inicio al holocausto de la población indígena
del altiplano. La URNG había perdido la iniciativa y varias de sus debilidades estaban
surgiendo a la superficie. Estas debilidades unidas a cambios importantes en el
ejército y la coalición gobernante, permitieron al ejército conseguir el dominio de la
situación y asestar golpes decisivos a la insurgencia. Durante los años siguientes, la
URNG estuvo a la defensiva, antes de poder tomar, a finales de los ochenta, nuevas
iniciativas importantes” (JONAS, 1996: 154).
En su obra La Batalla por Guatemala, Jonas plantea algunos de los motivos que
favorecieron al ejército en su lucha contrainsurgente y por tanto, en el implacable
debilitamiento de la insurgencia. Según la autora “en primer lugar y sobre todo, los
insurgentes no estaban preparados (o no habían imaginado) el grado o la ferocidad
de la contraofensiva lanzada contra ellos. Subestimaron la capacidad del ejército
para tomar represalias y sobrestimaron su propia fuerza militar y apoyo popular, lo
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Los objetivos fundamentales del nuevo gobierno de facto eran básicamente dos:
primero, proseguir con la política militar contrainsurgente, que fue replanteada pero sin
perder el implacable carácter que le caracterizaba; segundo, intentar la recomposición
institucional, porque para ese entonces, las instituciones del Estado habían perdido
total legitimidad y no poseían credibilidad alguna. Ese replanteamiento de la política
militar contrainsurgente se orientó a desmovilizar a muchas poblaciones indígenas
ubicadas en el altiplano, específicamente en las áreas en donde la insurgencia había
alcanzado verdaderos niveles de organización y apoyo. Como seguimiento, fueron
creadas las llamadas aldeas modelo, a las cuales se les dotó de servicios mínimos
como agua potable, teléfono comunal y energía eléctrica, servicios realizados por el
ejército por medio de las denominadas “Jornadas de Acción Cívica”, que tenían un
objetivo eminentemente psicológico: mejorar su posicionamiento institucional ante
una desarticulada y temerosa población indígena y civil fuertemente afectada por
la represión. En realidad estas aldeas modelo eran áreas de concentración humana
estratégicamente diseñadas, para con ello poder ejercer un pleno e implacable
control militar sobre la sociedad civil y evitar o cortar en definitiva sus lazos con los
miembros de las organizaciones insurgentes alzadas en armas. Asimismo, por sus
rasgos, al controlar el ingreso o el egreso debidamente registrado de cada uno de
sus habitantes, estas aldeas modelo eran verdaderos campos de concentración. A
la sumatoria de varias aldeas, se denominó polos de desarrollo, que integralmente
unidos respondían a un impresionante plan de contrainsurgencia y dominación
territorial. En este contexto se crearon las llamadas Patrullas de Autodefensa Civil
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En relación con este agotamiento del modelo militar tradicional, dos autores,
Héctor Rosada y Juan Rial, elaboraron una serie de consideraciones importantes,
dentro de las cuales sobresalen las siguientes: “con el Acuerdo sobre Fortalecimiento
del Poder Civil y Función del Ejército en una Sociedad Democrática, las fuerzas
armadas dejaron de ocupar el primer plano de la acción política en la que estuvieron
involucradas desde los años cuarenta. El proceso se inició en 1982 con la transición
política y se perfeccionó con la firma de los acuerdos de paz. Estos ponen las bases
para la conformación de una institución estatal de carácter profesional, cerrando
así una etapa histórica. Queda un legado del pasado y una cultura por cambiar, así
como reformular nuevas definiciones para la institución, pero se ha dado un paso
relevante para el cambio. Guatemala, fue uno de los escenarios de la violencia durante
la guerra fría. Un conflicto armado de larga duración, que se extendió entre 1960 y
la firma de la paz, a finales de 1996. Durante este período, el ejército de Guatemala,
no sólo fue un instrumento militar, sino un actor político dominante, pues era parte
de una alianza de actores sociales que ejerció el poder político en el país” (ROSADA
y RIAL, 1998: 177).
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Todas estas reformas dentro del ejército de Guatemala no deben hacer olvidar
aspectos fundamentales en el contexto de un proceso que se considera necesario para
construir la democracia en el país. Uno de ellos, y sin duda el de mayor importancia,
gira en torno a las futuras relaciones entre la autoridad civil y los mandos militares.
El investigador político y comunicador chileno, José Rodríguez Elizondo, considera
que en Latinoamérica ha habido generalmente un divorcio entre civiles y militares,
exacerbado por los conflictos armados y las confrontaciones políticas radicaliza-
das. Expone, refiriéndose a la diferencia sensible entre civiles y militares, que “sin
duda, tal inercia es favorecida por el enclaustramiento incrementado de los militares
latinoamericanos, durante los años de su rol (paradójicamente) diversificado. Una
colectividad cualquiera que se aísle, o que simplemente no tenga el mismo grado de
integración que las restantes colectividades de su entorno social, tendrá una mayor
propensión a seguir valorando ideas, actitudes y conductas que el resto de la socie-
dad, al evolucionar, considerará anticuadas. Lo había advertido, en 1984, el militar
español Julio Busquets, en una obra ya considerada clásica (El militar de carrera en
España). Busquets cita al general argentino Ernesto López Meyer, y a quien acredita
las siguientes palabras: Nacemos en el hospital militar, nos educamos en el liceo
militar, después vamos al colegio de oficiales, a las fiestas del círculo, estamos todo
el día en el cuartel y nos entierran en el panteón militar” (RODRÍGUEZ, 1995: 20).
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tad de los ejércitos locales, ante condicionamientos de interés bilateral, pero que
actualmente son parte de la agenda prioritaria en política y seguridad exterior de los
Estados Unidos: el combate al narcotráfico, la prevención del terrorismo, la lucha
contra la delincuencia organizada, el combate a las migraciones ilegales e incluso,
el intento por evitar mayores daños al medio ambiente.
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Carlos Sarti, expone que “aunque la crisis política de principios de los ochenta
alcanzó un punto culminante bajo el régimen de Lucas (1978-1982), la misma tenía
sus raíces en la contrarrevolución de 1954. Fue una crisis de legitimidad, una debi-
lidad fundamental en las reglas de dominación de la clase dirigente, porque estuvo
totalmente basada en la coacción y carente por tanto del consenso social” (SARTI,
1987: 56). Carlos Figueroa, más extremo, concluye en que “el proyecto de Lucas
García, fue un intento de fortalecer la dominación del Estado autoritario y represivo,
mediante el terrorismo total” (FIGUEROA, 1982:52). El agudizamiento de la crisis
política durante la administración del general Lucas García fue el producto de una
convergencia de factores promovidos por las bases y el origen mismo del modelo:
autoritarismo, exclusión y represión. La tradicional relación entre dominadores y
dominados se alteró significativamente. La concepción marxista de que la política es
la expresión de la lucha de clases una por preservar el poder y otra por conquistarlo,
tuvo en este caso, una indiscutible verificación.
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C. El auge de las demandas sociales organizadas y la cada vez más mayor presencia
de las fuerzas guerrilleras en la mayoría de los departamentos de la república
de Guatemala.
F. Una crisis económica interna sin precedentes: fuga de capitales (1.5 mil mi-
llones de dólares), crecimiento negativo del Producto Interno Bruto, inflación
ascendente y una dramática baja en la oferta de empleo.
En términos generales el golpe de Estado no era una alternativa: era una acción
urgente y necesaria promovida por militares, políticos y empresarios vinculados a la
coalición gobernante, pero que habían ya renunciado a otorgar por más tiempo su
apoyo al gobierno de Lucas García, básicamente, por temor a profundizar la crisis
y perder con ello sus propias posesiones e intereses. Los ejecutores del golpe de
Estado del 23 de marzo de 1982 intentaron así presentar como una “medida para la
salvación nacional”, lo que en realidad era una estrategia meticulosamente formulada,
con dos objetivos fundamentales: 1. Evitar el colapso del sistema replanteando el
futuro modelo político a partir de una nueva lógica para el desarrollo institucional.
2. Una nueva práctica militar contrainsurgente, más sofisticada y precisa, que res-
catara el prestigio de una institución militar fuertemente cuestionada.
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5. CAUSAS EXÓGENAS Y GEOPOLÍTICAS
QUE INCIDIERON EN EL INTENTO
DE TRANSICIÓN POLÍTICA HACIA EL
MODELO DEMOCRÁTICO
Conviene apuntar que no sólo existieron causas internas en ese proceso de
cambio y transición ocurrido en Guatemala a partir del golpe de Estado de 1982.
Incidieron también aspectos exógenos y geopolíticos que, por su importancia, no
pueden dejar de ser considerados. Los dos gobiernos de los Estados Unidos en esa
época (Carter y Reagan), se vincularon directamente con la compleja problemática
regional centroamericana y con la situación de Guatemala, en particular. Un documen-
to de gran significado y obligada consideración, que debe ser estudiado, analizado y
criticado por su impacto en esa época, fue el Informe Kissinger para Centro América,
fundamentalmente porque provino de instituciones públicas y académicas de los
Estados Unidos, país con alta responsabilidad en la dinámica histórica de la región.
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A propósito del desafío político, el informe expone que “el argumento de los
antiguos dictadores en el sentido de que una mano dura es esencial para evitar la
anarquía y el comunismo y de que sólo a través del autoritarismo es posible alcanzar
orden y progreso, ha sido rebatido por la experiencia. Aquellas naciones de América
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Latina que han estado avanzando hacia la apertura de sus estructuras políticas, y
que han utilizado procesos electorales honestos y abiertos, se han distinguido por
una estabilidad sorprendente, a la luz de la miseria que aún aflige al hemisferio”
(INFORME KISSINGER, 1985: 8).
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humanos, si se desea lograr seguridad en Centroamérica; y que el apoyo externo a
la insurgencia debe ser neutralizado con igual propósito. El deterioro de la América
Central ha sido tal, que no podemos permitirnos la paralización de la defensa de
nuestros intereses y el logro de nuestros propósitos nacionales. El hecho de que
tal paralización resulte de una falta de consenso nacional, respecto a la política
exterior de los Estados Unidos de América, no disminuye las consecuencias de un
fracaso. Creemos que el consenso es posible y debe alcanzarse sobre un asunto
de tanta importancia para nuestra seguridad nacional. Esperamos además, que un
compromiso claro de los Estados Unidos de América en este camino, mejoraría
por sí mismo las perspectivas de la negociación exitosa, de manera que las armas
vendrían a ser un apoyo, en lugar de un convertirse en sustituto de la democracia”
(INFORME KISSINGER, 1985: 56).
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6. LA ALTERNATIVA POLÍTICO-
ELECTORAL Y EL INTENTO DE
LEGITIMAR LAS INSTITUCIONES
El golpe de Estado que se produjo el 23 de marzo de 1982 tuvo como objetivo
fundamental, la implementación de dos grandes estrategias: A. El replanteamiento de
la política militar contrainsurgente. B. La reestructuración institucional. En el primer
caso, ya se han explicado los detalles de la referida estrategia. En el segundo caso,
la reestructuración institucional estaba orientada a rescatar al sistema político y ad-
ministrativo de un inminente colapso. El gobierno del general Lucas García (1978-82)
había favorecido la consumación de una crisis institucional iniciada originalmente
desde 1954, cuando triunfa la contrarrevolución. Esta crisis implicaba el descrédito,
la desconfianza y la pérdida de legitimidad de las instituciones públicas, producto de
la incapacidad operativa de las mismas, el aumento de la corrupción y la indiscutible
militarización del Estado. El sistema político-partidario que funcionaba como un burdo
mecanismo de legalización de las estructuras institucionales, había llegado al límite
del descrédito; los fraudes electorales constantes, la creación y favoritismos hacia
los partidos oficiales, la eliminación física de políticos opositores y el sometimiento
de la mayoría de los medios de comunicación, había generado en la sociedad gua-
temalteca un abierto rechazo hacia el sistema.
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Los artículos citados llaman a la reflexión porque resulta evidente que cerraban el
paso a la organización político-electoral de la izquierda (este argumento fue utilizado
por los dirigentes guerrilleros para justificar su opción por la vía armada). Asimismo,
el requisito de que para formar un partido político era necesario contar con cincuenta
mil afiliados, cerraba también las posibilidades reales de generar partidos oposito-
res al régimen. Por el contrario, el régimen había favorecido la creación del Partido
Institucional Democrático (PID), llamado popular y coloquialmente también como el
partido de los generales. Cuéntase al respecto una peculiar y expresiva anécdota.
Cuando los oficiales militares guatemaltecos en 1974 se mostraban inquietos por
la proximidad de las elecciones generales, aún teniendo todo el aparato público a
su favor, la oposición política les amenazaba con derrotarles en las urnas como
muestra del rechazo social hacia los gobiernos autoritarios. El general Anastasio
Somoza, presidente de Nicaragua, inversor, banquero y empresario con intereses
económicos en toda la región, viajó a Guatemala, y en una célebre reunión con los
militares guatemaltecos de alto rango, les dijo lenta y textualmente: “ustedes son una
partida de pendejos, en estos países no ganan las elecciones quienes sacan más
votos. En estos países ganan las elecciones quienes cuentan los votos”. La referencia
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de Somoza era simple pero efectiva. Con esta sugerencia los militares en el poder,
recurrieron a un artículo que la Constitución de 1965 les permitía para realizar el
fraude electoral. La citada Ley estipulaba: Artículo 34. Se crea el Registro y el Consejo
Electorales, con funciones autónomas y jurisdicción en toda la república. Artículo
35. El Registro Electoral como órgano administrativo permanente, estará a cargo de
un director designado por el Organismo Ejecutivo, para un período de cuatro años.
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realización de una segunda vuelta electoral en caso de que ninguno de los candidatos
a la Presidencia obtenga mayoría absoluta de votos (mitad más uno) durante los
sufragios. La Constitución derogada en 1982 y vigente desde 1966, permitía que en
caso de no haber mayoría absoluta de votos, fuese el Congreso instalado producto
de dichas elecciones, el que seleccionaría al presidente de entre los dos candidatos
con mayor número de votos. De esta manera el partido que obtenía la mayoría en la
primera vuelta, generalmente obtenía también el mayor número de diputaciones en el
Congreso y así de una vez, aseguraba la confirmación de su candidato en la presidencia.
Con la nueva Constitución esta situación se corrigió y una vez concluida la primera
ronda, si no hay mayoría absoluta se procede a una segunda vuelta electoral, que
es definida por los mismos ciudadanos empadronados (...) En lo que respecta a la
participación social, los cambios que introdujo la Constitución de 1985 reconocieron
a los trabajadores del Estado el derecho de sindicalización. En los preceptos constitu-
cionales previos, tal derecho estaba expresamente prohibido (...) En el campo social,
la Constitución vigente también garantiza el derecho de asociación y manifestación.
En períodos precedentes toda manifestación pública requería de autorización previa,
misma que solo podían obtener agrupaciones o entidades con personalidad jurídica.
Dicho carácter era casi imposible de alcanzar por federaciones de trabajadores o
agrupaciones sociales cívicas, surgidas con posterioridad a los años cincuenta. Por
ejemplo, para que el Comité Nacional de Unidad Sindical (CNUS), nacido en 1976
pudiese convocar a una marcha pública, era indispensable que alguna de las centrales
que lo integraban y que tenían personalidad jurídica presentara la solicitud expresa y
signada por sus representantes que a su vez, se hacían responsables de las mismas.
Aún así, muchas manifestaciones debidamente autorizadas fueron reprimidas. En tal
sentido, la garantía brindada por la nueva Constitución garantiza y protege el derecho
ciudadano a manifestarse públicamente y también a asociarse con libertad y sin más
limitación que su propio albedrío (...) La creación de la Corte de Constitucionalidad
independiente, como tribunal autónomo, representa uno de los logros más importantes
contenido en la Carta Magna vigente. En medio de muchas dificultades ha sido garante
de la institucionalidad del país”. (CEH, 1999, arts.451-461).
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militar estaban refundadas, aptas para permitir una nueva etapa: la realización de
elecciones generales mediante las cuales habría de elegirse Presidente de la República,
diputados y alcaldes municipales de 330 municipios.
3. La Ley define además como órganos de los partidos políticos los siguientes:
Órganos Nacionales: Asamblea Nacional y Comité Ejecutivo Nacional. Órganos
Departamentales: Asamblea Nacional Departamental y Comité Ejecutivo Departa-
mental. Órganos Municipales: Asamblea Municipal y Comité Ejecutivo Municipal.
La Asamblea Nacional es el órgano de mayor jerarquía dentro del partido y se
integra por dos delegados con voz y voto de cada uno de los municipios del país,
en donde la entidad tenga organización partidaria, los cuales serán electos por
la Asamblea Municipal respectiva. Esta meticulosa organización política perfila
la modalidad política del sistema, tratando de ampliar la base participativa de
la sociedad en estas importantes instituciones de derecho público.
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Del golpe de Estado del 23 de marzo de 1982 a las primeras elecciones generales
libres y democráticas realizadas en 1985, un único proceso electoral intermedio se
realiza: la elección de diputados para constituir la Asamblea Nacional Constituyente
en 1984. En este evento se demuestra la recuperación paulatina de confianza pero
consistente de la población hacia las instituciones y al modelo de transición, por
cuanto el 78% de los ciudadanos empadronados emitieron el sufragio. Esa decisión
permitió a la Asamblea Nacional Constituyente gozar de una base sólida en el marco de
la legitimidad. El tránsito del autoritarismo hacia la democracia política iba lentamente
consolidándose, pero sus bases –hasta ese momento– prometían o proyectaban una
solidez institucional considerable.
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7. ANÁLISIS DE LA CONDUCTA
ELECTORAL EN GUATEMALA
Desde el inicio de la transición se han realizado nueve procesos electorales
de importancia nacional; el primero, con el objeto de elegir una Asamblea Nacional
Constituyente. Luego seis procesos consecutivos que se constituyeron como elec-
ciones generales para elegir presidente, diputados y alcaldes municipales, y dos
procesos restantes, una Consulta Nacional para modificar la Constitución Política
de la República y la elección en 1994 que permitió la instalación de un Congreso
Nacional “depurado”.
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lo que se esperaba del mismo y lo que finalmente resultó ser. El ocaso del gobierno
demócrata cristiano puede considerarse como el primer colapso contemporáneo de
la clase política guatemalteca. La incapacidad y el desgobierno de la referida admi-
nistración, generaron los primeros pero impactantes síntomas de rechazo popular
hacia los gobiernos civiles. No se cae en error si se asegura que este período político
protagonizado por la Democracia Cristiana, propinó una severa crisis de credibilidad
ciudadana hacia el proceso de transición política, y en donde la administración de
Vinicio Cerezo carga con la responsabilidad histórica directa de haber iniciado el
colapso de lo que pudo ser el inicio de la resurrección de la democracia en Guate-
mala, abortada en 1954 cuando se consolida la llamada “contrarrevolución liberal”.
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Los resultados fueron los siguientes: Unión del Centro Nacional (postulando
nuevamente a Jorge Carpio Nicolle) 399,679 votos; Movimiento de Acción Solidaria
(postulando a Jorge Serrano Elías) 375,119 votos; Partido Democracia Cristiana
(postulando a Alfonso Cabrera) 271,842 votos; Partido de Avanzada Nacional (pos-
tulando a Alvaro Arzú) 268,776 votos. Como puede notarse ningún partido político
obtuvo la mayoría absoluta, lo que exigió realizar una segunda elección presidencial
el 6 de enero de 1991. En esta los resultados finales fueron: Movimiento de Acción
Solidaria (postulando a Jorge Serrano) con 936,385 votos; y Unión del Centro Nacional
(postulando a Jorge Carpio) con 439,011 votos. Jorge Serrano es electo presidente
con un 68% de los votos, mientras Jorge Carpio obtiene la segunda posición, con el
32% de los sufragios. Un dato revelador es que el abstencionismo siguió incremen-
tándose, en la primera vuelta se situó en un 44%, en la segunda un 55%. Es decir, que
el distanciamiento entre la sociedad civil y los partidos políticos siguió ampliándose,
con la consecuente debilitación de la transición política.
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Son varias las causas que favorecieron la desatinada decisión de Serrano Elías.
La decisión hecha pública a mediados de abril por los dos principales partidos de
oposición (Democracia Cristiana Guatemalteca y Unión del Centro Nacional), de dar
por concluido el acuerdo parlamentario que desde finales de 1991 habían establecido
con el presidente Serrano y su pequeño partido Movimiento de Acción Solidaria,
movimiento este conocido como la “triple alianza” gracias al cual se garantizó la
gobernabilidad del país durante todo 1992. Al presidente y su partido les fue difícil
entonces a partir de ello, mantener una activa y eficaz influencia en el Congreso
(este rompimiento provocó una fractura insuperable entre el gobierno de Serrano e
importantes grupos empresariales del país). Las críticas, las denuncias y las acu-
saciones contra Serrano crecían día a día. Incluso se reclamaba una investigación
sobre abuso de autoridad, soborno y malversación de fondos del Estado, lo que
eventualmente podía desembocar en un juicio político en contra del presidente, como
ocurría precisamente durante esa época en la República de Venezuela (y que con-
cluyó con la destitución del ex presidente Carlos Andrés Pérez). La oposición social
se incrementa haciéndose evidente cuando un sector de estudiantes de enseñanza
media, se lanza a las calles para rechazar medidas vinculadas con el aumento al precio
del transporte público, lo que genera luego nuevas manifestaciones públicas, más
constantes y por tanto, enfrentamientos con la policía. Afectó al gobierno también
el empantanamiento del diálogo de paz entre el gobierno y la Unidad Revolucionaria
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Esta ruptura del orden constitucional generó reacciones no sólo internas sino
también externas. En poco tiempo se emitieron decenas de comunicados de gobiernos
latinoamericanos y europeos condenando el golpe. Varios parlamentos extranjeros
manifestaron también su rechazo a la arbitraria decisión de Serrano Elías de disolver
el Congreso Nacional. La Organización de los Estados Americanos (OEA) hizo pública
una enérgica nota en la que solicitaba al gobernante guatemalteco a deponer su acti-
tud y permitir el retorno inmediato al orden constitucional. En Guatemala la Corte de
Constitucionalidad emitió un comunicado en el cual rechazaba la validez jurídica de la
acción emprendida por Serrano Elías y la calificaba de inconstitucional. Manifestaba
además la imposibilidad de que el Presidente fuera sustituido por el Vicepresidente ya
que este último también había avalado el intento de golpe de Estado al acompañar a
Serrano Elías en la conferencia de prensa del 25 de mayo, en la cual se comunicó la
arbitraria decisión. La Corte de Constitucionalidad solicitó además a los Ministerios
de Gobernación y de Defensa, actuar para impedir la consumación de tan arbitraria
decisión, pero la pasiva actitud de los ministros hacía sospechar un contubernio en
el planeamiento y la imposición del cambio.
Serrano procedió con una fuerte censura en contra de los medios de comunica-
ción, interviniendo los canales de televisión, las radiodifusoras y los medios escritos.
Algunos de estos, no se sometieron al gobierno, rechazando la intervención de
“censores oficiales” en sus redacciones noticiosas, prefiriendo no editar y no hacer
circular sus ejemplares en rechazo desafiante en contra del régimen. El gobierno optó
incluso, por la imposición de una cadena oficial y nacional de comunicación, medio
con el cual trató de manipular la opinión pública para evitar un rechazo generalizado
en contra de su arbitraria decisión. Se crearon dos plataformas intersectoriales
importantes para enfrentar al régimen. La “Instancia Nacional de Consenso (INC)”,
impulsada por el sector empresarial como la Cámara Empresarial y el CACIF, los
partidos políticos Unión del Centro Nacional, Democracia Cristiana Guatemalteca,
Frente Republicano Guatemalteco, Partido de Avanzada Nacional, Partido Socialista
Democrático, la Central General de Trabajadores de Guatemala (CGTG), la Confede-
ración de Unidad Sindical de Guatemala (CUSG) y algunas organizaciones vinculadas
al movimiento cooperativista y de la pequeña y mediana empresa. La otra plataforma
se denominó “Foro Multisectorial Social (FMS)”, que integró a la Unidad de Acción
Sindical y Popular (UASP), la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), la
Fundación Rigoberta Menchú Tum (FRMT), y varias organizaciones campesinas e
indígenas del país.
Ante la amenaza del continuismo del régimen de Serrano con la eventual llegada
a la presidencia de Gustavo Espina (entonces vicepresidente), la “Instancia Nacional
de Consenso”, cobró especial importancia. Bajo el liderazgo y por interés de la cú-
pula empresarial, se rechazó rotundamente la postulación de Espina y se ejerció una
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fuerte presión en contra del apoyo inicial que el alto mando del ejército brindó a éste,
lográndose efectivamente su renuncia. En trabajo compartido por todos los sectores
que la integraban, la INC presentó una propuesta para el retorno a la constitucionalidad,
propuesta que constituye una síntesis de consenso de las demandas expresadas
por las diversas partes: la nominación de un nuevo presidente y vicepresidente por
el Congreso, la formación de un gobierno transitorio respaldado por la población,
la depuración y restauración inmediata de los Organismos Ejecutivo, Legislativo y
Judicial, reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, y la institucionalización de
una instancia que canalice la participación de grupos representativos de los diversos
sectores sociales. Además, propuso al Congreso un perfil del candidato para la pre-
sidencia y le planteó la terna definitiva para la elección del nuevo presidente. La INC
logró que el “Foro Multisectorial Social” (FMS) se adhiriera a tal resolución, generán-
dose una unidad generalizada entre todas las organizaciones sociales de Guatemala.
El rol del Ejército fue confuso, después que Serrano abandonó el cargo el uno
de junio de 1993. Los funcionarios militares más cercanos al presidente (el ministro
de Defensa José Domingo García Samayoa y el jefe del Estado Mayor Presidencial
Francisco Ortega Menaldo), informaron en declaraciones a la prensa que “fue hasta
pocas horas antes de emprender su acción inconstitucional, que Serrano les comu-
nicó lo que se proponía hacer (...) el 2 de junio el vicepresidente Espina revocó su
renuncia, el ministro de la Defensa lo apoya públicamente, declarando a la prensa
que el ejército reconocía a Espina como el nuevo presidente (...) No fue sino hasta
que la Corte de Constitucionalidad declaró, el 4 de junio que Gustavo Espina estaba
constitucionalmente inhabilitado para asumir la presidencia, que la actitud del mi-
nistro García Samayoa cambió nuevamente, retirándole su apoyo a Espina (...) Visto
retrospectivamente, puede afirmarse que el rol que en el golpe de Estado jugaron el
ministro de la Defensa nacional, general García Samayoa, el jefe del estado mayor de
la defensa, general Jorge Perussina, y el jefe del estado mayor presidencial, general
Francisco Ortega Menaldo, suscita muchas interrogantes y dudas (...) Es más, hasta
se especula que el general Ortega, quien durante todo el gobierno de Serrano manejó
la agenda diaria del presidente así como el sistema de información reservada de la
presidencia, debería considerarse como un inspirador oculto del golpe de Estado
(...) Al día siguiente de su juramentación como designado presidente provisorio de la
República, Ramiro De León Carpio (ex Procurador de los Derechos Humanos) nom-
brado por el Congreso de la República, procedió a realizar cambios en la estructura
militar. El ministro de la defensa nacional, general García Samayoa, fue puesto en
situación de retiro, y en su lugar, fue nombrado el hasta entonces jefe del estado
mayor del ejército, general Roberto Perussina Rivera. Al cargo anterior de Perussina
fue ascendido el también general Mario Enríquez, hasta entonces subjefe del estado
mayor del ejército. En su lugar llegó el entonces viceministro de la defensa nacional,
general José Quilo Ayuso. Como nuevo viceministro de la defensa nacional ascendió
el general Fidencio Otzoy Colaj, quien tenía el cargo de inspector general del ejército.
Al delicado puesto de jefe de estado mayor presidencial fue nombrado el coronel Otto
Pérez Molina, anterior jefe del departamento de inteligencia del ejército, mientras que
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En todo caso el triunfo del “Sí”, gozaba de legalidad como producto de un proceso
político establecido como mecanismo constitucional, pero carecía de legitimidad, se
reitera, de esa legitimidad que proviene del consenso social mayoritario. El período
presidencial efectivamente se redujo de cinco a cuatro años, se redujo además el
número de diputados de 116 a 80, y se aprobó la “supresión legal” del Congreso, el
cual debía disolverse luego de que la población eligiese un nuevo cuerpo legislativo
en agosto de 1994. Es muy importante analizar el virtual rechazo de la población
hacia el sistema político en general, dado que solo un 16% de ciudadanos emitieron
el voto. La desalentadora experiencia social con la administración demócrata cristiana
(1986-90), así como el intento del rompimiento constitucional ejecutado por Serrano
Elías y la aberrante solución que el sistema otorgó al caso, permitiendo el exilio del
ex gobernante y sus principales allegados, fueron creando un clima reactivo de la
población hacia la política, los partidos y las instituciones del Estado. El resultado
de la consulta popular en síntesis, certificó la decadente situación de la transición
política a solo ocho años de haberse iniciado.
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Manuel R. Villacorta O.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
En medio de ese agotamiento definitivo del régimen político se realizan las quintas
elecciones generales. En la primera vuelta los candidatos más votados fueron Oscar
Berger (PP-MR-PSN) con 921,233 votos; Alvaro Colom (UNE) con 707, 578 votos;
Efraín Ríos Montt (FRG) con 518,328 votos; y Leonel López Rodas (PAN) con 224,127
votos. Al no haberse obtenido mayoría absoluta se realizan elecciones de segunda
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
vuelta, los resultados fueron: Oscar Berger (PP-MR-PSN) 1,235,303 votos; Alvaro
Colom (UNE) 1,046,868 votos. Como resultado Oscar Berger asume la presidencia
de la república en enero del año 2004.
El gobierno de Alvaro Colom (2008-2011) no pudo superar los cada vez más
galopantes flagelos que afectan a Guatemala: la corrupción, el crimen organizado, el
narcotráfico, la pobreza y la exclusión hacia la mayoritaria y empobrecida población
indígena. Su gobierno evidenció la falta de políticas públicas sustentables, la pobreza
en las áreas rurales se incrementó como nunca antes, la inequidad social siguió
ampliándose, muchos de sus funcionarios se involucraron en delitos graves como
narcotráfico, lavado de dinero y sobrevaloración de obra pública. Basó su estrategia
política en programas sociales dirigidos a la redistribución de bienes y servicios hacia
pobladores pobres, réplica defectuosa de los programas sociales implementados
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Manuel R. Villacorta O.
en los países de América del Sur. Terminó su mandato con bajísimos niveles de
aprobación pública. La deuda pública y privada del Estado alcanzó cifras nunca antes
experimentadas. Tanto el ex presidente Alvaro Colom como su vicepresidente, Rafael
Espada, aprovecharon de inmediato la oportunidad amparada en la legislación para ser
juramentados como diputados al Parlamento Centroamericano (PARLACEN), acción
que les otorga inmunidad parlamentaria, lo que dificulta que ambos sean sujetos
procesales como producto de acusaciones de corrupción en su contra.
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8. SOCIEDAD CIVIL Y PARTICIPACIÓN
POLÍTICA: BREVE REVISIÓN
HISTÓRICA
Los aspectos tratados anteriormente, han descrito la dinámica operativa de
los partidos políticos fundamentalmente. Es importante anotar que durante un
proceso de transición estos poseen un valor trascendental, básicamente porque a
ellos corresponde la delicada tarea de construir las nuevas instituciones del Estado.
La calidad de los partidos políticos fundamentada en la capacidad para operar el
cambio sin mayores sobresaltos, posee una estrecha relación con la calidad de la
transición y el valor cualitativo que de la democracia puedan hacer los ciudadanos.
Para el caso guatemalteco, es evidente que la reiteración de conflictos políticos y la
ausencia de ética y eficiencia en los partidos, generó un descontento social severo,
teniéndose como efecto serias contradicciones y por tanto, el establecimiento de
una conducta social basada en el rechazo hacia la participación político-electoral, en
donde el abstencionismo se constituye como el fenómeno más preocupante, porque
el sistema pierde aceleradamente su legitimidad.
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Manuel R. Villacorta O.
La Revolución de Octubre, bajo los gobiernos de Juan José Arévalo y sobre todo
con la administración de Jacobo Arbenz Guzmán, generó las primeras reacciones
del sector empresarial conservador guatemalteco. Los grandes latifundistas fueron
quienes asumieron un rechazo radical en contra de las medidas adoptadas por estos
gobiernos reformistas: el Código de Trabajo, la implementación de programas de
seguridad social y el programa nacional de alfabetización, fueron considerados (desde
una visión restringida y reaccionaria) como factores dislocantes en las relaciones
obrero-patronales tradicionales, basadas en la explotación del trabajo. Esta posición
de los latifundistas, se exacerba cuando el gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán, decide
implementar un programa orientado a reestructurar el régimen agrario, basándose
en el Decreto 900, denominado Ley de Reforma Agraria. A partir de entonces, los
latifundistas de Guatemala inician en alianza con la compañía United Fruit Company,
una fuerte oposición en contra del gobierno de Jacobo Arbenz, que culmina con el
derrocamiento de éste. Es entonces cuando se genera una meticulosa y decidida
intervención política por parte del empresariado guatemalteco, favoreciendo toda
acción (particularmente partidaria), orientada a preservar el establecimiento eco-
nómico y social vigente. El temor a enfrentar nuevos gobiernos revolucionarios, así
como la desconfianza hacia la potencial organización tanto de campesinos como de
obreros urbanos, hace que las diferentes fracciones del empresariado guatemalteco
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Susanne Jonas afirma que “desde 1954 y a pesar de ciertos conflictos internos,
el empresariado guatemalteco se ha destacado por su unidad como clase, simboli-
zada por el CACIF. La experiencia de haber sufrido durante la Revolución un reto a su
poder como clase dominante, forjó su determinación de mantener un frente unido de
beligerancia contra cualquier desafío en el futuro, por mínimo que fuera. Esta unidad
monolítica va emparejada con una postura especialmente excluyente hacia las clases
populares. Como una consecuencia más de su muy angosta base social y política
interna, los empresarios y sus aliados necesitaron apoyo financiero, político y militar
de Estados Unidos, especialmente durante los primeros años de la contrarrevolución
y de nuevo en los años sesenta” (JONAS, 1996: 67).
A partir de la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, entre el gobierno del
presidente Alvaro Arzú y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG),
el CACIF desarrolla hábilmente una nueva estrategia, con el objeto de modificar la
visión que tanto los sectores sociales internos como influyentes actores externos
tenían sobre la institución gremial. Dicho comité expone su orientación hacia el
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
esta universidad ha creado un programa específico para captar oficiales del ejército
de Guatemala, a fin de que los mismos obtengan un mayor nivel de calificación
profesional, en lo que podría denominarse como un relanzamiento en la tradicional
alianza “sector privado-alto mando militar”. El objetivo principal sería no descuidar la
histórica relación entre ambos sectores fácticos de poder, aun después de finalizado
el conflicto armado interno. En todo caso, esta compleja trama en un contexto de tan
variados y contradictorios intereses, no ha culminado en un producto determinado,
por el contrario, refleja la tradicionalmente conflictiva relación entre los empresarios
locales, y en donde cada coyuntura política condiciona sus acciones en función de
sus intereses evidentemente sectoriales, carentes de una visión colectiva y más
aun, incapaces de construir una agenda estratégica conjunta, que les preserve a
través de la eficiencia frente a la internacionalización de la economía, una vigente
y verdadera responsabilidad social empresarial, así como el cumplimiento con sus
obligaciones tributarias.
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Manuel R. Villacorta O.
Por vez primera en muchos años, se celebran encuentros conjuntos entre traba-
jadores del sector público y del sector privado, asimismo, entre trabajadores agrícolas
e intelectuales comprometidos con las reivindicaciones laborales y sociales. El CNUS
se transforma en una especie de institución matriz para muchos trabajadores que
encuentran en la organización, un cauce viable para canalizar sus demandas. Los
empleados públicos deciden articular sus diversos objetivos favoreciendo la creación
del Comité de Emergencia de Trabajadores del Estado (CETE). El movimiento sindical
y popular sigue así su proceso de organización y auge participativo. En noviembre de
1977 miles de mineros provenientes de Ixtahuacán, Huehuetenango, emprenden una
marcha pacífica hasta la ciudad capital de Guatemala, con el objeto de denunciar el
cierre arbitrario de la empresa en que laboraban, denominada “Minas de Guatemala”.
La marcha obtuvo un inusitado respaldo de muchas organizaciones sindicales y
populares, la más importante, sin duda, la que ofreció el Comité Nacional de Unidad
Sindical (CNUS), para entonces se reitera, eje del movimiento laboral en el país.
Según fuentes de la época, se concentraron en la plaza central de la capital más de
100 mil manifestantes, hecho sin precedentes en la historia reciente de Guatemala.
El movimiento sindical y popular tuvo que enfrentarse con una fulminante ofensiva
en su contra. En 1978 es asesinado el abogado laborista Mario López Larrave, com-
prometido profesional con la defensa de la clase trabajadora. López Larrave fue asesor
de varias organizaciones sindicales. Creó la Escuela de Orientación Sindical (EOS) en
1971, hecho que sin duda, le significó una especie de “condena ineludible”, finalmente
ejecutada siete años después, por un grupo de sicarios al servicio del gobierno militar.
A partir de ese asesinato, se multiplican las acciones violentas en contra de los prin-
cipales líderes de la sociedad civil. La violencia institucionalizada orientó sus ataques
también hacia el área rural. Un 29 de mayo de 1978 se produce una masacre en la
cual mueren más de cien campesinos indígenas del departamento de Baja Verapaz. El
objeto era despojarlos de sus tierras, finqueros de la región y militares a su servicio,
fueron responsabilizados de tan grave matanza. El ascenso del general Lucas García al
poder en julio de 1978, incrementa la represión generalizada. Las protestas populares
prosiguieron, las demandas y manifestaciones en contra de la represión, los despidos,
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
el alto costo de la vida y la exigencia del respeto a los derechos humanos, se hicieron
cada vez más constantes y radicales. El gobierno recurre a las desapariciones forzadas,
al secuestro y al asesinato. Uno de los casos más dramáticos fue el ametrallamiento
del líder estudiantil Oliverio Castañeda De León, asesinado por elementos del gobierno
el 20 de octubre de 1978, luego de que realizara un enardecido discurso en contra del
gobierno. El 24 de enero de 1979 fue asesinado el abogado y líder socialdemócrata,
Alberto Fuentes Mohr. Otro eminente político, el también abogado y ex alcalde capitalino,
Manuel Colom Argueta, muere el 22 de marzo de ese mismo año, acribillado a balazos.
Colom Argueta luego de enfrentar graves presiones y amenazas, había logrado registrar
una nueva organización, el partido político Frente Unido de la Revolución (FUR), orientado
hacia la izquierda socialdemócrata.
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Manuel R. Villacorta O.
El 23 de marzo de 1982, fecha del golpe de Estado en contra del general Lucas
García (reemplazado por una junta militar) marca una época distinta. En esa época,
el movimiento sindical y popular estaba de hecho completamente desarticulado. La
represión alcanzó a todos los sectores y a todas las organizaciones, tanto urbanas
como rurales. La represión asimismo, y aun después del golpe de Estado, prosigue
en forma selectiva, exacerbándose a veces, pero sus dimensiones en cuanto a sus
efectos no disminuyen. Para los ideólogos de la represión militar, se habían logrado
sus objetivos: desarticular a las organizaciones populares y aterrorizar a toda la
sociedad. El Comité de Unidad Campesina (CUC), fundado en abril de 1978, había
pasado a la clandestinidad. Ser miembro de esa organización significaba “simpatizar
con el terrorismo guerrillero”, según la clasificación utilizada por las fuerzas policiales
y militares de la época, hecho suficiente para justificar la eliminación física inmediata
de cualquier persona. La llamada Comisión de Derechos Humanos de Guatemala
(CDHG) solo pudo proseguir sus acciones desde el exilio. Asimismo, la Conferencia
de Religiosos de Guatemala (CONFREGUA), fundada en 1961, tuvo que ampararse en
el tutelaje de enviados internacionales, con objeto de no ser sometida a la represión
al igual que el resto de organizaciones sindicales o populares. Por ello sus acciones
a inicios de los años ochenta fueron extremadamente prudentes y de bajo perfil, con
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
Para el efecto, los rasgos que ha adquirido el modelo descrito, se han basado
en los intereses de los propietarios de la tierra, los grandes hacendados o finqueros,
que con el transcurrir del tiempo se han transformado no en pocos casos, como
propietarios de agroindustrias y fundadores propietarios de grandes bancos e insti-
tuciones financieras. En el marco de la productividad agropecuaria, han encontrado
una fórmula aberrante pero funcional, basada en la dualidad “latifundo/minifundio”.
Los indígenas fueron expulsados de sus propiedades agrícolas originarias muy pro-
ductivas desde la instauración de la conquista y la colonización. El espacio territorial
de Guatemala, reporta un 25% del mismo apto para la producción agropecuaria
(denominada comúnmente como “frontera agrícola”). El restante 75% está integrado
por ríos, lagos y zonas boscosas no aptas para tal actividad. Las tierras más fértiles
se ubican en la llamada “bocacosta” es decir, las grandes planicies ubicadas al sur
del país, pródigamente dotadas de recursos hídricos para cultivos de regadío y con
un excelente clima, que contribuye a proveer a los cultivos de la zona de condicio-
nes inmejorables para elevar la productividad y los rendimientos. En esta región se
siembran y producen los llamados cultivos extensivos, básicamente para el comercio
internacional a través de las exportaciones: caña de azúcar, café, hule, palma afri-
cana, banano y en menor medida algodón. A diferencia de esta pródiga zona, hacia
el norte y noroccidente, existe una considerable área territorial restante, ubicada en
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
regiones volcánicas y montañosas, poco apta para los cultivos extensivos, en donde
se practica la economía familiar de subsistencia, viviendo con grandes privaciones,
familias campesinas indígenas se dedican al cultivo del frijol, maíz y hortalizas. (Ver
MANUEL VILLACORTA E., Apuntes sobre la reforma agraria en Guatemala, Editorial
Universitaria, USAC, Guatemala, 1979).
La población indígena ha orientado por lo tanto sus demandas hacia dos as-
pectos fundamentales: primero, la urgente necesidad de promover una reforma en el
régimen de la propiedad agraria; segundo, tener acceso a condiciones de vida más
dignas y justas, superando –además de la explotación laboral– una de las prácticas
más inhumanas que han sufrido: el racismo. Esta situación tiene como corolario, la
sistemática marginación de la sociedad indígena en el contexto político. Irónica realidad
si se considera que en Guatemala más del 70% de la población es indígena. Muchas
denuncias realizadas por líderes campesinos e indígenas han obtenido como respuesta
la violencia institucionalizada, en algunas ocasiones estas acciones han podido salir
a la luz pública, mientras que otras han quedado perdidas en un silencio deliberado.
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Manuel R. Villacorta O.
los años sesenta, apoyado por la cooperación externa, fundamentalmente por los
gobiernos de los Estados Unidos, principalmente durante la administración de John
F. Kennedy con el programa llamado “Alianza para el Progreso”. Estos programas
evidentemente tenían un objetivo contrainsurgente, básicamente porque ya había
brotado el primer movimiento armado revolucionario en el país aglutinado en las
FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes). Se pretendía con ello, contrarrestar las llamadas
“condiciones objetivas”, la pobreza y marginación que favorecían el fortalecimiento
de las “condiciones subjetivas”, el ideario revolucionario. Correspondió en la década
de los años sesenta al partido Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG), iniciar un
acercamiento con las comunidades campesinas e indígenas con objeto de ejecutar
el referido programa. Este partido logra por tanto, a través de la reclusión de varios
líderes indígenas en su estructura, una sensible ampliación en sus acciones. Se
fundan filiales del partido en regiones en donde el cien por ciento de la población
tenía origen indígena, incluso, los primeros alcaldes indígenas electos en Guatemala,
fueron promovidos por el partido Democracia Cristiana Guatemalteca. En todo caso,
se establecen los primeros conductos de comunicación entre la población indígena a
través de sus diferentes liderazgos, con dirigentes políticos urbanos, la mayoría de las
veces de origen ladino o mestizo. La “problemática indígena” como fue denominada la
compleja realidad social de este importante sector étnico guatemalteco, llegó incluso
a convertirse por primera vez, en un tema a ser abordado por las universidades del
país, dentro de las cuales dos orientaron su atención al citado caso: la Universidad
de San Carlos de Guatemala y la Universidad Rafael Landívar. La realidad social de
los indígenas dejó de ser tratada como un simple contexto sociocultural, folclórico e
incluso turístico, para insertarla en el campo político. Fenómeno que ha dado paso
al surgimiento de líderes indígenas y profesionales de este sector, cualitativamente
e intelectualmente más calificados, lo que ha permitido una relativa y mejor direc-
cionalidad en el contexto de sus históricos reclamos.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
El 31 de enero de 1980 marca el inicio de lo que sería una más directa partici-
pación política de la población indígena en ese proceso de lucha y búsqueda por el
establecimiento de una situación social, económica y política distinta. Un grupo de
20 campesinos de origen quiché, apoyados por varios estudiantes universitarios, se
instalan en la sede de la embajada de España, con el objeto de denunciar su difícil
situación así como la eliminación física de varios de ellos en la región de Uspantán.
El hecho, ya explicado con anterioridad, culmina con el asalto a la citada misión
diplomática por parte de elementos de la policía y el ejército de Guatemala, cuando
fungía como presidente el general Lucas García. La sede diplomática es incendiada
muriendo 37 de sus ocupantes, incluyendo funcionarios españoles y dos políticos
guatemaltecos, uno de ellos ex vicepresidente y el otro, ex canciller. El hecho im-
presiona al mundo entero, y sellaba trágicamente el fin de una época de reclamos
y acciones campesinas, para dar paso a otra fase en su lucha: la incorporación de
muchos líderes indígenas al movimiento guerrillero guatemalteco, debido a que los
espacios para la denuncia habían sido cerrados definitivamente.
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Manuel R. Villacorta O.
país para asentarse en la fronteriza región de Chiapas, México. Otros miles quedan
dislocados como comunidades de población en resistencia, movilizándose constan-
temente en las zonas boscosas del país, huyendo de nuevas agresiones. El conflicto
armado interno que se vivió en Guatemala, dejó aproximadamente 200 mil personas
muertas o desaparecidas, decenas de miles de viudas y huérfanos, y un tejido social
dramáticamente desgarrado. La mayoría de las víctimas eran indígenas. Los líderes
indígenas apelan entonces a la conciencia mundial. Una de estas personalidades
es la indígena quiché Rigoberta Menchú Tum. Santiago Bastos y Manuela Camus
comentan al respecto que “en mayo de 1989, la prensa recogía la propuesta del
Partido Socialista Italiano de nominar a Rigoberta Menchú para el Premio Nobel
de la Paz en 1992. La campaña se fue afianzando; en el II Encuentro de Xela, se le
apoyó incondicionalmente, y en diciembre de ese año 1991 era inscrita oficialmente
por las mujeres Parlamentarias de Noruega, Adolfo Pérez Esquivel y Desmond Tutú.
A partir de este momento, se va generando en el país un debate interno en torno
a su legitimidad. Los sectores conservadores y más reaccionarios, temían que la
dirigente quiché, lograse la obtención del premio. Con este proceso se va afianzando
la figura de Rigoberta Menchú como una líder de carácter nacional, lo cual se hace
evidente durante la visita al país que realiza en julio de 1992” (BASTOS y CAMUS,
1996: 181). La concesión del Premio Nobel de la Paz, hizo que Rigoberta Menchú
surgiese como un potencial eje cohesivo de luchas y manifestaciones indígenas, no
sólo para el caso de Guatemala, sino para todas aquellas comunidades vernáculas de
América y el mundo. Ese éxito reposicionaba particularmente y muy cualitativamente
al movimiento indígena guatemalteco.
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El mismo autor cita que “durante los 173 años de vida independiente que ha
tenido Guatemala, la conducta clásica del Estado ha sido la exclusión y la descalifi-
cación de los mayas. Su participación política en la esfera legislativa se ha iniciado
solamente a partir de 1974 y ha sido accidental, marginal y nada o poco representativa:
2 diputados mayas electos para el período 1974-1978, 10 mayas nombrados para
conformar el Consejo de Estado entre 1982 y 1984, 8 diputados mayas electos para
el período 1985-1990, constituyendo el 8% del total de diputados, 5 diputados electos
para el período 1991-1994, constituyendo apenas el 5% del total de los congresistas.
Este tipo de participación contrasta con la realidad demográfica y étnica del país
puesto que hay cerca de 5 millones de mayas estructurados en 23 comunidades
étnicas” (COJTÍ, 1997:128-9)
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Manuel R. Villacorta O.
Hubert Miller expresa que “poco después de la visita de Su Santidad Juan Pablo
II a Guatemala, en 1983, muere el Cardenal Casariego, su precaria salud se había
deteriorado más por los preparativos de dicha visita y por las preocupaciones que
le acompañaron, de las cuales no fue menor la actitud del gobierno. En esa época,
el Jefe de Estado era el general Efraín Ríos Montt, quien había conquistado el cargo
como producto del golpe militar el 23 de marzo de 1982, y quien pertenecía a la
iglesia protestante “El Verbo”, cuya sede central se encuentra en California, Estados
Unidos. La gestión del Cardenal Casariego al frente de la Arquidiócesis de Guatemala
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
La autora citada explica además, que el éxito de las iglesias evangélicas en las
áreas de conflicto “no fue mal visto por los jefes del ejército de Guatemala, que con-
sideraron en ellas las instituciones religiosas capaces de reemplazar la vieja alianza
con el catolicismo. En 1980 el régimen de Lucas García trataba de convencer a los
pasivos evangélicos para que se establecieran en la Franja Transversal del Norte, una
zona de colonización que se había hecho conflictiva, y en donde la guerrilla gozaba de
apoyo. En algunas áreas los militares aprovechando la interpretación literal evangélica
de la admonición bíblica de someteos a las autoridades que gobiernan, persuadieron
a algunos evangélicos indígenas para que actuaran como informantes del ejército. La
llegada del general Ríos Montt al poder en 1982, modifica aun más la relación entre
religiosos y militares. Ríos era un cristiano evangélico, nacido de nuevo, miembro
de la Iglesia Pentecostal, con sede en California, llamada Gospel Outreach (extensión
del evangelio). Pocas horas después de tomar el poder, Ríos Montt declaró que la
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
religión habría de ser el centro de gravedad de su gobierno, origen y sostén del mismo:
Confío en mi Señor y Rey, que El me guiará, porque sólo El da y quita la autoridad,
dijo solemnemente en el mensaje televisivo dirigido a la nación la noche del día del
golpe. Casi de inmediato después de asumir el poder, nombró a dos hermanos de su
iglesia, como consejeros personales en los cargos de Secretario de Asuntos Privados
del Presidente y Secretario General de la Presidencia. La más prominente institución
protestante de socorro, la Fundación de Ayuda al Pueblo Indígena (FUNDAPI), estaba
integrada por personal de varias iglesias entre ellas, Verbo, la iglesia de Ríos Montt”
(GARRARD, 1998: 269 y 270).
La segunda fase del crecimiento repentino de la iglesia protestante –el cual revela
dos épocas: 1976 con el terremoto y 1982 luego del golpe de Estado–, estuvo vincu-
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Manuel R. Villacorta O.
lado a la simpatía del entonces jefe de Estado hacia esa corriente religiosa. Muchos
burócratas fueron removidos de sus cargos para ubicar en cambio, a miembros de
las iglesias evangélicas, dado que éstos “tenían mejores hábitos de conducta”, según
declaraba con frecuencia el propio Ríos Montt. Además, la tradicional indiferencia
política que habían mostrado los sectores evangélicos hacia la problemática social,
le garantizaba al Estado militarizado, una función distinta: a diferencia de la Iglesia
católica ferviente partidaria del cambio estructural y de la denuncia constante, la iglesia
evangélica habría de servirle como “brazo ideológico” para mediatizar las demandas
populares, básicamente a través de la predestinación divina, según la cual “los ricos
irían al infierno, mientras los pobres alcanzarían las alturas celestiales”. En 1983 Ríos
Montt fue depuesto por su ministro de Defensa, general Oscar Mejía Víctores, quien
entre otras justificaciones para proceder con el cambio en las estructuras del poder,
argumenta que el Estado estaba favoreciendo a un sector religioso, lo que le restaba
credibilidad ante la sociedad en su conjunto. En uno de los primeros comunicados
emitidos por el nuevo gobierno, se dijo: “un grupo religioso, fanático y agresivo se
aprovechó de las posiciones de poder para su beneficio, no tomando en cuenta el
principio fundamental de separación entre Estado e Iglesia”.
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9. LA DEBILIDAD ESTRUCTURAL DEL
SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS
EN GUATEMALA
La teoría política define al Estado, como la organización más acabada y mejor
lograda en materia del pacto, el acuerdo y la coordinación de la actividad social; lo
considera como el conjunto de diversos elementos fundamentales entre los cuales
sobresalen: el régimen político y administrativo o gobierno, una población civilmente
registrada, un territorio geográficamente delimitado y el reconocimiento jurídico in-
ternacional. En esa orientación, es el tipo de régimen político vigente en Guatemala
el que interesa analizar, y más precisamente, el sistema de partidos políticos: su
caracterización y su dinámica operativa.
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Manuel R. Villacorta O.
económicos utilizados por los partidos políticos; los fallos en la cobertura geográfica
cuando tienen lugar eventos electorales, relegando a poblaciones que por no ser
municipios en donde se encuentran sus sitios de asentamiento, no son habilitadas
con mesas electorales; y deficiencia en programas de divulgación, para favorecer
la cultura político-electoral y la participación ciudadana en los procesos electorales.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
revolución cívico-militar en 1944 que defenestra a la segunda dictadura del siglo XX.
2. Una contrarrevolución en 1954 que implanta la dicotomía ideológica radicalizada
en el país. 3. Cuatro golpes de Estado (1954, 1963, 1982 y 1983). 4. Tres procesos
electorales fraudulentos (1974, 1978, 1982). 5. Una destitución presidencial pro-
ducto de un rompimiento constitucional en 1993 y una desginación presidencial por
métodos parlamentarios para dirigir el aparato público. B. Fragmentado: se instituye
un sistema político fragmentado, caracterizado por un pluripartidismo extremo, en
donde pocos partidos logran preservarse como tales, mientras muchos otros surgen
y desaparecen repentina o efímeramente. Los elementos que favorecieron esa frag-
mentación son: 1. Causales históricas (se reitera la convulsionada historia política
de Guatemala durante los últimos 50 años). 2. Causales legales (la Ley Electoral
plantea que para formar un partido político se necesita un afiliado por cada dos
mil habitantes, lo que implica en una población como la guatemalteca, tener 5 mil
afiliados). 3. Causales socio-culturales (las graves diferenciaciones que se presentan
en el sistema económico, social y cultural guatemalteco). C. Violento: caracterizado
por una confrontación ideológica, exacerbada por el conflicto armado interno que
perduró 36 años en el país.
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1. La privatización de la política
La fragmentación del poder y nuevos liderazgos. Este apartado ha sido deno-
minado por ideólogos suramericanos (Ansaldi, Boeninger o Alfonsin) como “la pri-
vatización de la política”. El fenómeno de la globalización económica implicó nuevos
condicionamientos de las decisiones internas. Los grandes consorcios financieros
adquirieron un peso político antes desconocido. El poder económico asimilaba vir-
tualmente al poder político, la innovación tecnológica se volvió determinante, de ese
modo, los sectores empresariales, los ejecutivos y la llamada tecnocracia, pasaron a
ejercer una especie de poder invisible, pero altamente eficaz, mediante el lobby en los
espacios políticos. Muchas de las negociaciones más trascendentales empezaron a
realizarse por fuera de la institucionalidad política, las preguntas comunes eran para
entonces: ¿Quién toma las decisiones? ¿Quién ejerce realmente el poder? ¿Quién
defiende a las mayorías? Preguntas cada vez más frecuentes. Estos nuevos lideraz-
gos fraguados aceleradamente en los grandes consorcios económicos, dieron lugar
a los llamados outsiders, empresarios o periodistas que se lanzaron a la política,
apuntalados con una estrategia bondadosamente provista de recursos económicos y
técnicos. Al perder entonces vigencia las estructuras de intermediación (los partidos
políticos), surgieron los líderes personalistas u outsiders, apoyados por sus propios
asesores técnicos, por sus propios operadores políticos, y con una extraordinaria
disponibilidad financiera. Este desplazamiento del poder y del liderazgo ha dejado
sin respuesta a la gran mayoría de partidos políticos en la región latinoamericana.
2. La “pulverización de la política”
En Guatemala se ha producido una segmentación en las organizaciones sociales
con graves y perjudiciales efectos. A este fenómeno se le ha denominado “la pulve-
rización de la política”, un proceso inverso al de la concentración, especialización y
en cierto sentido, privatización de la política y el poder. Una impresionante gama de
gremios, asociaciones, fundaciones y ONG´s, surgieron repentinamente. La agenda
de estas incluso fue muy amplia: la lucha por las reivindicaciones étnicas, por los
derechos humanos, por los derechos de la mujer y de la niñez, el medioambiente y
el desarrollo comunal, entre otros. Esto abrió un gran espacio al individualismo y a
las actitudes exacerbadas por capitalizar recursos nacionales o foráneos, vinculado
esto al deseo evidente de fomentar protagonismos deliberados. Estas instituciones
se perfilaron ante la sociedad como alternativas inmediatas en no pocas ocasiones, y
en muchos países, generaron un corrimiento de los partidos políticos, apropiándose
de las funciones de representación e intermediación, tradicionalmente practicadas
por los partidos políticos.
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de ellos posea. B. Que el partido político posea una verdadera representación social,
es decir, determinar con las organizaciones de la sociedad civil, los canales que per-
mitan que ésta encuentre en los partidos, el apoyo necesario para la defensa de sus
intereses. C. En base al requisito ineludible anterior, que exista por interés del partido
político, una eficiente intermediación entre los sectores sociales que se representan
y las instituciones públicas o del Estado. D. Es necesario como complemento, que
exista un importante nivel de organización, formación cívico-política y participación
en la sociedad civil, fenómeno que permite una fiscalización permanente respecto a
las acciones estabelcidas por los partidos.
134
10. CONJETURAS SOBRE LA TRANSICIÓN
POLÍTICA EN GUATEMALA
A continuación se desarrollan específicamente tres conjeturas relacionadas con
el desarrollo de la transición política en Guatemala. En estas se plantean aspectos
que podrán ser comparados con el marco histórico referente a tres importantes
transiciones (España, Chile y Argentina) expuestas en el anexo final.
135
Manuel R. Villacorta O.
cional reconstituido, sino por la legitimidad producto del consenso social expresado
en las urnas. Formal y resumidamente, la transición política en Guatemala intentó
iniciarse el 23 de marzo de 1982, fecha en que el golpe de Estado interrumpe la
secuencia de gobiernos fraudulentos y autoritarios, para concluir el 14 de enero de
1986, cuando un presidente civil, popularmente electo, se instalara al frente de los
asuntos públicos o del Estado.
136
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
El profesor Juan Linz, advierte que “es importante distinguir desde el principio,
entre aquellas sociedades que ya han disfrutado durante un período significativo de
un gobierno democrático desplazado por uno no democrático, tal como Alemania,
Austria, Italia o España, y aquellas sociedades en las cuales los regímenes no demo-
cráticos sucedieron a gobiernos coloniales o tradicionales sin haber sido precedidos
por una democracia. El primer caso implica un proceso de redemocratización. En el
segundo caso, la instauración del régimen democrático se crea por primera vez, no
habrá experiencia del funcionamiento de las instituciones democráticas, ni una memo-
ria colectiva de las dificultades que condujeron a su crisis y quiebra” (LINZ, 1990: 9).
137
Manuel R. Villacorta O.
138
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
139
Manuel R. Villacorta O.
evidente libertad o independencia con que éstas operan en todo el territorio nacio-
nal. A propósito de un modelo de Seguridad Social que permita a los sectores más
vulnerables enfrentar los graves índices de pobreza y enfermedad existentes en el
país, puede asegurarse que el mismo en Guatemala, además de poseer una escasa
cobertura social (solo el 25% de la población económicamente activa está afiliada
a la Seguridad Social), carece de recursos técnicos, humanos y financieros para
proveer de asistencia a los más necesitados. Conviene anotar que según informes del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), del Banco Interamericano
para el Desarrollo (BID) y de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL),
en Guatemala más del 70% de la población se encuentra en un severo estado de
pobreza, más del 50% de la población económicamente activa está subempleada
o desempleada, el 70% de los niños menores de 05 años presentan evidencias de
desnutrición y desnutrición severa, mientras que la tasa de mortalidad infantil se
presenta como una de las más altas del mundo, afectando particualrmente a la
población campesina e indígena.
Pero hay que reiterar, que tanto el autoritarismo como el populismo, se asientan
finalmente en la fuerza bruta, la arbitrariedad o en la demagogia, de ello que generen
una especie de “gobernabilidad precaria”, producto de ser gobiernos probablemente
legales (llegan al poder por la vía de los procesos electorales), pero no son legítimos,
si se considera que la legitimidad la genera el consenso. Y un régimen que se inserte
en el poder para luego generar una gobernabilidad precaria, no podrá resolver los
problemas nacionales a través de la negociación sectorial, dado su propio carácter
enmarcado en la intolerancia y la exclusión, tampoco podrá por tanto, alcanzar objetivos
de beneficio colectivo. De ello, que la historia ha demostrado reiteradas veces, que este
tipo de gobiernos al encontrarse en medio de circunstancias complejas o adversas,
recurren a su última instancia: el uso de la violencia (sea esta física o psicológica).
140
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
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Manuel R. Villacorta O.
dades políticas. Cuando la decisión de usar la fuerza no puede ser tomada sólo por
las autoridades políticas, sino que requiere la consulta o la aprobación de los que
controlan las fuerzas armadas, entonces el gobierno se enfrenta con una seria pérdida
de legitimidad” (LINZ, 1996: 107). Esto último planteado por el profesor Linz ocurre
reiteradamente en Guatemala, llegándose a casos, en donde la población solicita
directamente la “mano dura del ejército” para combatir la delincuencia, hecho que a
su vez, ha generado que diferentes gobiernos, fomenten la creación de las llamadas
“fuerzas combinadas”, que no son más que oficiales militares, dirigiendo contingentes
policiales, rasgo evidente de una estructura política basada en lo autoritario, que
delega funciones, o lo que es peor, que reniega de la autoridad civil.
142
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
143
Manuel R. Villacorta O.
taba para recurrir a las llamadas “elecciones fundacionales”, las cuales concluidas,
darían a su vez al sistema nuevas autoridades y que éstas al instalarse en el poder,
estarían fungiendo como las “parteras de la democracia”. Si bien estas fases eran
vitales para el desmantelamiento formal de la dictadura, no lo eran todo. En concreto,
no se modeló un proyecto de democracia real, no hubo una verdadera liberalización
en los derechos cívicos y políticos de la sociedad, durante el período de transición la
represión persistió, y en algunos casos gravemente. Los pactos políticos volvieron a
ser “encerronas de camarillas” sin respetar el derecho de los diversos grupos sociales
a expresarse y a proponer el modelo deseado. De ahí que la transición siempre tuvo
una caracterización nebulosa o poco definida, tal y como se puede detectar en los
enfoques que algunos intelectuales guatemaltecos realizaron entonces al respecto. Esto
podría apoyarse en el criterio del profesor Juan Linz, al decir que en algunos casos,
como ocurrió en Guatemala, no existía conciencia plena de la democracia, porque
no se estaba refundando la misma, como sucedió en Chile o en España. Por ello el
enfoque de O´Donnell y Schmitter al inicio de su obra citada, tenga tanta validez, al
extremo de que merezcan reiterarse esos conceptos: “el presente volumen se ocupa
de los procesos de transición que llevan de determinados regímenes autoritarios a
alguna otra cosa incierta. Esa otra cosa, puede ser la instauración de una democracia
política o la restauración de una nueva forma, posiblemente más severa, de régimen
autoritario. También notables, algunas de las cuales son inéditas en otros procesos
latinoamericanos de cambio. Se trata de una transición otorgada, controlada plenamen-
te en su desarrollo por la parafernalia del Estado contrainsurgente construido durante
décadas, y con una muy reducida capacidad de maniobra y de participación de los
partidos políticos y de una sociedad que no llegó a sancionar con su voto el texto
de la nueva Carta Fundamental. El elemento motor primordial de la transición fue el
decidido impulso de los Estados Unidos, mientras que la idea de pacto se encontraba
ausente a lo largo de su devenir, y se alzaba como realidad inquisitorial la marginación
de todo el espectro de la izquierda política” (ALCÁNTARA, 1999: 184).
144
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
3. La democracia precaria
Esta conjetura califica al régimen político guatemalteco “como una democracia
precaria”. Muy lejana a las democracias en consolidación (Chile y Argentina) y más
aun, a las democracias avanzadas (Francia y Estados Unidos, por ejemplo). Luciano
Tomassini afirma que “es el caso señalar la herencia autoritaria prevaleciente en
Guatemala, que también se refleja en la casi inexistencia de una cultura política
democrática; es decir, no hay tradición en la búsqueda de consensos, en la práctica
de negociaciones o en el ejercicio de la tolerancia como praxis política. A ello se
suma la debilidad de la sociedad civil, en cuanto a la organización y capacidad ciu-
dadana para expresar sus demandas y participar activamente en su consecución.
Las razones son las mismas: la represión y el aniquilamiento de generaciones de
líderes políticos, comunales y sindicales como producto de la guerra, así como
el elevado grado de marginalidad e ignorancia de la mayor parte de la población.
Todo esto hace que, en el presente, nos encontremos con un tejido social débil y
poco articulado, escasa conciencia y limitados hábitos de participación ciudadana”
(TOMASSINI, 1999: 44, 45 y 46).
145
Manuel R. Villacorta O.
Más implacable es Olivier Dabéne, quien considera el caso como una “demo-
cracia decepcionante” remitiéndose a las alternancias, cohabitaciones y pactos.
Expresa que “en los años noventa, los guatemaltecos se mostraron profundamente
decepcionados por la incapacidad de los diversos gobiernos para distribuir más
equitativamente los frutos del crecimiento recuperado y para luchar contra la insegu-
ridad (impunidad). Más allá de los gobiernos, era el régimen democrático, que tantas
dificultades tuvo para asentarse a lo largo de todo el siglo XX, el que no resultaba
satisfactorio para la población” (DABÉNE, 1999: 222).
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
plantear entonces, que los enfoques anteriores expuestos por los académicos cita-
dos, no pretenden encubrir la realidad: en el caso de haberse superado o concluido
la transición, la sociedad guatemalteca muestra un abierto desencanto en contra
de la política, no encontró en el cambio la instauración de una democracia real y
participativa, en la cual el producto de ésta (un mejoramiento integral en la calidad
de vida) incidiese en el beneficio colectivo. Por ello que los calificativos tales como
“democracia precaria”, “democracia de baja intensidad” o “democracia de fachada”
hayan ido afianzándose en la terminología utilizada en muchos de los análisis y
enfoques del presente.
Hay que concluir, afirmando que los responsables directos del escaso avance
en el proceso de consolidación de la democracia serían precisamente los partidos
políticos. Estas organizaciones no han logrado fortalecer los necesarios niveles de
representatividad social que la realidad les exige. Asimismo, no han sido capaces de
generar una eficiente intermediación entre la sociedad civil (por los escasos o inexis-
tentes niveles de representación) y el aparato público. Han reproducido los trágicos
hábitos del clientelismo, el nepotismo, la corrupción y la reformulación de elites en
la dirección de sus estructuras. Han optado además, por someterese a los grupos
fácticos de poder tradicionales en el país, lo que impide de hecho, la posibilidad de
propiciar una real y consistente participación social, particularmente, en la importante
tarea de formular e implementar las diversas políticas públicas. Por esta conjetura
optan los más optimistas, que creen superada la fase de la transición política, pero
que aprueban consciente o inconscientemente, el trágico reduccionismo relativo en
torno a que la existencia de un incipiente marco jurídico y político, y la ejecución de
elecciones más o menos libres, implican un pase posible para situar ya a la sociedad
guatemalteca en un estadio democrático.
147
11. RESUMEN Y CONCLUSIONES
A. La conquista española ocurrida en el año de 1524 impuso las estructuras de
un Estado teocrático y feudal, que con el transcurso de los siglos evolucionó
hacia un Estado militarizado, autocrático, mercantilista y racista.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
L. Las potenciadas y acuciantes demandas sociales así como la irrupción del crimen
organizado como desafío a las estructuras institucionales tradicionales, están
generando un extraordinario desafío para la gobernabilidad autoritaria tradicional,
que se ve amenazada en sus funciones y capacidades, lo que ha promovido la
urgente necesidad de reformar la institucionalidad política en Guatemala.
149
12. ANÁLISIS COMPARATIVO: LA
TRANSICIÓN POLÍTICA EN ESPAÑA,
CHILE Y ARGENTINA
1. EL CASO DE ESPAÑA: DE FRANCISCO FRANCO A FELIPE GONZÁLEZ
150
FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
En el marco del evento citado, Juan Pablo Fusi Aizpurúa detalló una serie de
elementos importantes que coincidieron en el tiempo y que como contexto, contri-
buyeron a la aceleración de la crisis política del franquismo. En principio, la vigencia
de un Estado autoritario en un contexto internacional en donde la democracia política
ya había logrado consolidarse en diversos Estados (fundamentalmente europeos), y
en donde las prácticas electorales y la vigencia del Estado de Derecho, se asentaban
consistentemente. A diferencia de ello, en la España de entonces, surgían acciones
contraproducentes impulsadas por el franquismo, como por ejemplo, la implacable
reacción gubernamental hacia los intentos de organización sindical que pretendía la clase
trabajadora. La libertad de expresión no existía, quedando los medios de comunicación
(radio, prensa y televisión) a merced de las disposiciones oficiales. La radical posición
política de Don Juan de Borbón, radicado en Portugal, quien reiteraba su rechazo a la
prosecución de una dictadura en España y quien solicitaba la necesaria apertura política
a favor de la democracia. La función de la Iglesia católica que en el contexto de sus
cambios internos desplazó a la jerarquía conservadora, para dar paso luego del Concilio
Vaticano II, a una nueva corriente interna orientada a la llamada “opción popular”, y la
cual fija su distanciamiento definitivo del régimen franquista con la publicación de una
Carta Pastoral en la cual la institución pide perdón por los excesos cometidos durante
la guerra civil y en donde pudo estar involucrada; para entonces, los sacerdotes vascos
y catalanes ya habían sobresalido en sus posiciones antifranquistas. Y sin duda, la
fragmentación interior que empezaba a minar la estabilidad del régimen, al definirse la
posición de los “aperturistas” frente a los “inmovilistas”, incluyéndose dentro de estos
últimos a la mayoría de altos oficiales militares españoles.
Para una mejor situación temporal de ese importante proceso político, a continua-
ción se desarrolla una resumida cronología de los principales hechos que incidieron
en la desarticulación del régimen franquista, el surgimiento de la transición política
y el nacimiento del modelo democrático en España.
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Manuel R. Villacorta O.
En junio de 1973 Franco nombra al Almirante Luis Carrero Blanco como Pre-
sidente del Gobierno, por primera vez en la historia de su régimen una figura de tal
rango se inserta en la estructura de poder.
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1975 fue un año que ablandó la moral y la rigidez del régimen. La oposición
política implementa una ofensiva sin precedentes. Felipe González es elegido como
Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, apoyado por la Internacional
Socialista y los principales líderes de ese movimiento algunos gobernando en Europa.
Se crea la llamada “Plataforma Democrática” sometida al liderazgo ya indiscutible
de Felipe González, la cual logra incluir además del PSOE, a la Unión General de
Trabajadores (UGT) y a la Central Nacional de Trabajadores (CNT). La otra instancia
de la oposición más visible la representaba el Partido Comunista Español (PCE),
dirigido por Santiago Carrillo. Considerando la inviabilidad del marxismo-leninismo
y el desmarcaje necesario de la órbita soviética, se crea el “Eurocomunismo”, mo-
vimiento en el cual Carrillo sobresale como uno de sus principales impulsores. El
Eurocomunismo tenía como objetivos desligarse del llamado “imperialismo soviético”,
favorecer su convivencia con gobiernos no socialistas, la existencia de capital mixto
(público y privado) y el rechazo a la violencia como método para obtener el poder:
era sin duda, un acercamiento hacia los principios ya tradicionalmente estipulados
por la social democracia.
155
Manuel R. Villacorta O.
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de las Cortes para los mismos, particularmente, porque en estas, la mayoría de los
parlamentarios eran de tendencia conservadora. Santiago Carrillo ingresa clandesti-
namente en España desde Francia.
Los cambios proseguían en España. Manuel Fraga se reúne con Felipe González
y discuten sobre el carácter de la transición. El 6 de mayo de 1976 se publica por
primera vez el diario El País, tribuna de diferentes criterios en donde el aperturismo
encuentra un sensible espacio de expresión. Torcuato Fernández Miranda (presidente
de las Cortes, amigo del Rey y adepto a la apertura) prepara el camino para proceder
con las reformas legales al seno del Parlamento. El 2 de junio de ese año, los reyes
de España viajan a Washington y son recibidos por el presidente Gerald Ford. El Rey
Juan Carlos habla ante el Senado y el Congreso de los Estados Unidos, reiterando
su deseo de instaurar una monarquía democrática y consolidar las libertades en el
país. Pocos días después, el 25 de mayo, las Cortes aprueban la Ley de Reunión y la
Ley de Asociación Política. Surge Adolfo Suárez, habla en el Parlamento de la urgente
necesidad de establecer la democracia y el pluralismo social en España y apela por
una reforma política profunda y ordenada. Un mes más tarde, el 1 de julio, tras una
157
Manuel R. Villacorta O.
delicada estrategia establecida por el Rey Juan Carlos, Torcuato Fernández Miranda,
Manuel Fraga y Adolfo Suárez, el presidente del gobierno Arias Navarro es cesado
de su cargo. El Rey nombra a Adolfo Suárez como sustituto de Arias. Suárez es un
político hábil pero poco conocido, por lo que habría de desplegar una compleja red de
acciones para concluir con éxito el proceso de transición política hacia la democracia.
Ante el nombramiento de este último como presidente de gobierno, los ministros de
exteriores y del interior, Areilza y Fraga, respectivamente, deciden renunciar a sus
cargos, ambos esperaban que la decisión del Rey les favoreciese como potenciales
presidentes del gobierno. Suárez forma entonces su nuevo gobierno dando particular
importancia a cuadros jóvenes, poco conocidos pero sin duda, ya preparados para
apoyar el cambio político que se proyectaba para toda España.
Pero el año 1977 se inicia con violencia. Los grupos más reaccionarios a los
cambios inician una serie de acciones destinadas a alterar el proceso. Santiago
Carrillo es detenido por la policía para ser luego liberado. Para algunos este hecho
se produjo por las constantes apariciones públicas del líder comunista a pesar de
su ilegal situación en España, mientras que otros creen que con ello se le salvó la
vida ante un inminente atentado establecido por grupos franquistas. Mueren varios
manifestantes al enfrentarse a la policía. Cinco abogados laboristas son asesinados
por la extrema derecha en la Calle de Atocha. El GRAPO mata a tres policías y se-
cuestra al General Villaescusa. En medio de esa agitación, en un intento de salvar
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Los resultados son: UCD 35% de los votos (165 diputados). PSOE 29% de los
votos (118 diputados). PC 9% de los votos (20 diputados). AP 8% de los votos (16
diputados).
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Manuel R. Villacorta O.
José Oneto logró entrevistar al Rey Juan Carlos cuando ya España poseía una
nueva Constitución, y cuando el pueblo ya disponía de autoridades democráticamente
electas. El monarca expresó: “Yo creo que el camino recorrido ha sido duro, que
hemos tenido muchos sobresaltos, pero que ese camino no había más remedio que
recorrerlo, si efectivamente queremos que la Corona sea un poder arbitral por encima
de los partidos políticos, que vele por el cumplimiento de la Constitución, que el Rey
sea el Rey de todos los españoles y que el futuro de nuestro país se base en un
consenso de concordia nacional, sin el cual sería inútil todo intento de consolidar la
democracia” (ONETO, 1992: 153). Santiago Carrillo, en el marco de las Jornadas
1975-2000: 25 años de la transición política en España, afirmó: “si alguien merece
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
el reconocimiento de haber actuado como eje central en todo ese complejo proceso
político vivido en España, es sin ninguna duda y a criterio mío, el Rey Juan Carlos”.
Pierre Vilar considera igualmente que la transición política española fue posible
gracias a la eficiente participación de la realeza y por los pactos establecidos, no
dejando de mencionar el carácter propio de esa transición: “una transición política
producto de acuerdos establecidos por arriba”. Expone el autor citado que “el Pacto
de la Moncloa, comprometió a todos los partidos parlamentarios, incluidos los co-
munistas, a repartir equitativamente los sacrificios entre todas las clases sociales.
Pero Vilar se pregunta: “¿qué quiere decir equitativo? ¿qué pensaron de esto los
obreros o los parados? Y, si se aplica en la democracia una auténtica justicia fiscal
¿el descontento no alcanzó también a las empresas entonces en crisis? Ni la lucha
de clases, ni las conmociones coyunturales del capitalismo desaparecen mediante
acuerdos políticos tomados por arriba. No pueden dejar de plantearse algunas otras
cuestiones. ¿Quién cree gobernar y quién gobierna en realidad? ¿Qué quieren las
masas, los grupos, los hombres? ¿Aspiran sólo al cambio político o, también, al
cambio social? ¿Solamente a la libertad, o también a la igualdad? ¿Solamente a las
“autonomías regionales” o también, a través de ellas, a una federación de socialismos?
¿Quién sueña con la revolución y quién con la distribución de carteras ministeriales?
Con la transición y la eclosión democrática española se inicia una nueva batalla,
parecida –demasiado parecida– a las de 1931, 1934 y 1936.” (VILAR, 1999: 177).
Vilar sin duda aborda temas importantes. Era difícil encontrar en muchos
estudios y análisis políticos y sociales de la época, un interrogante que se repetía
una y otra vez: ¿Y después de Franco qué? Vilar ha trascendido esa pregunta y ha
propuesto otra no menos importante: ¿Y después de la transición y la democracia
qué? Porque, en efecto, trascendiendo el cambio político y tratando de comprender
los anhelos más sensibles de la población española, es posible detectar que se aspira
a un nuevo orden social, teniendo este anhelo como causa fundamental una mejor
funcionalidad en la mayoría de las instituciones, desde la familia hasta el Estado,
como centro político y administrativo de la nueva España, de la España renovada.
163
Manuel R. Villacorta O.
Fraga Iribarne, Manuel. En busca del tiempo servido. Edit. Planeta. Barcelona, 1987.
Martín Villa, Rodolfo. Al servicio del Estado. Edit. Planeta. Barcelona, 1984.
Areilza, José María de. Cuadernos de la transición. Edit. Planeta. Barcelona, 1983.
Calvo Sotelo, Leopoldo. Memoria viva de la transición. Edit. Plaza y Janés. Barcelona, 1990.
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Prego, Victoria. Así se hizo la transición. Edit. Plaza y Janés. Barcelona, 1995.
2. EL CASO CHILENO:
IRRUPCIÓN Y CAÍDA DEL AUTORITARISMO MILITAR
Sin ser una democracia envidiable, el régimen político chileno demostró a lo largo
del siglo XX, una proliferación de partidos políticos de las más variadas tendencias,
elecciones periódicas y una relativamente escasa interferencia militar en los asuntos
políticos, a excepción del período 1973-1989 cuando se consolida una dictadura
implacable dirigida por el general Augusto Pinochet. Hasta antes del golpe de Estado
en septiembre de 1973 y luego del inicio de la transición, en Chile surgieron y han
competido por el poder instituciones políticas radicalmente diferentes, como por
ejemplo: el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido Falangista, el Partido
Nacional Socialista, el Partido Radical, el Partido Liberal y la Democracia Cristiana,
entre otros. En Chile puede afirmarse que se dio un proceso de “redemocratización”
luego de la culminación del régimen pinochetista. El profesor Juan Linz sostiene la
tesis de que hay sociedades que pueden interrumpir temporalmente un proceso
prolongado de cambios gubernamentales democráticos en el poder, instaurándose
entonces una dictadura o un gobierno autoritario temporal, pero que luego las fuerzas
internas pueden reencontrar los medios para la restauración de la democracia. A
este proceso el investigador citado ha llamado “redemocratización política”. Caso
ocurrido en Chile.
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las casi paralelas administraciones políticas de Raúl Haya de la Torre en Perú y Juan
Domingo Perón en Argentina.
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noviembre de 1992, premio Nobel de la Paz en 1978 y que durante dieciocho años
había desempeñado un papel primordial en la defensa de las víctimas de la represión
política (ALCÁNTARA, 1999: 168).
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advirtieron que se abría una puerta y el Pontífice era invitado a traspasarla. Abajo,
en la plaza, se concentraba inquieta una bulliciosa multitud. La puerta abierta no era
un simple acceso, sino el paso a un balcón situado sobre la calle Moneda, encima
de decenas de miles de asistentes que agitaban pañuelos y banderas ubicados en
la Plaza de la Constitución. Juan Pablo II había roto el protocolo, pidió saludar a la
multitud antes de encontrarse a solas con Pinochet. Ambos luego se trasladaron
al Salón Carrera, donde intercambiaron presentes. El Papa otorgó al dictador unas
medallas vaticanas y éste le retribuyó con un par de aves de plata chilena. La reunión
duró 45 minutos aun cuando estaba establecido en el programa que durara tan solo
unos 20 minutos. Los dos estuvieron a solas. Nada que esté plenamente confirmado
se sabe sobre esa conversación, los dos protagonistas han guardado el secreto con
la más hermética confidencia de años. Esa noche cenando en la Nunciatura, Juan
Pablo II confió parte de la conversación a cuatro prelados: el nuncio Sodano, el car-
denal Fresno, y los obispos Piñera y Cox. Ellos permanecen bajo secreto pontificio,
cuya violación acarrea la excomunión. Se sabe sin embargo, que el Papa transmitió
algunos mensajes y consejos a Pinochet. En 1988 a las puertas de la compleja
apertura democrática en Chile, el Pontífice le envió un mensaje a un alto dirigente de
la Iglesia chilena: “Dígale al general que no se olvide de lo que le dije”. (CAVALLO,
SALAZAR y SEPÚLVEDA, 1997: 449).
Esa visita papal marcó una nueva ruta para la democratización en Chile. Se abrían
aun más los espacios para la participación social y en el marco de esa participación,
los partidos políticos aprovecharon con particular éxito la oporunidad. Pero para el
profesor Alcántara, hay que insistir en la importancia que luego de la transición han
tenido los partidos políticos chilenos, y con ello, la participación política de la sociedad
civil. Siendo estos (los partidos) los principales actores en esa “resurrección de la
democracia”. Para este investigador, “el sistema de partidos de Chile muestra una
continuidad asombrosa en términos latinoamericanos, acoplándose perfectamente
desde la década de 1930 a una sociedad que se encuentra escindida en tres bloques:
derecha, centro e izquierda. Las diferentes basculaciones del centro o la polarización
de los extremos son los factores que han generado los momentos de mayor tensión
en el sistema político, llegando a propiciar incluso la quiebra de la democracia. El
régimen de Pinochet intentó aprovecharse de este comportamiento político mediante
una ley electoral que incentivaba la necesidad de establecer alianzas políticas para
maximizar la representación. De esta manera, se pretendía tanto quebrar la lógica de
los tres tercios como asegurar una presencia notable, superior a su fuerza electoral
de la derecha en la arena política. El mantenimiento de esta situación en lo que atañe
a las alianzas labradas en las vísperas del plebiscito de 1988, en la continuación de
la ley electoral y en la solidez de las clientelas partidistas hacen que Chile registre
uno de los índices de volatilidad electoral más bajos de América Latina para la última
década (3,7 para el periodo 1989-97) a pesar de tener un número efectivo de partidos
relativamente alto” (ALCÁNTARA, 1999: 164, 165).
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en el poder, convivieron con una fórmula evidentemente cuestionable (el poder militar
de Pinochet), pero que se hacía necesaria con el objeto de alcanzar las elecciones
fundacionales base de la redemocratización chilena.
Para ampliar contenidos sobre los aspectos anteriormente tratados pueden ser
consultados los siguientes documentos:
Gabriel García Máquez. “Cómo Mataron a Chile”, folleto publicado en Honduras por
el Comité de solidaridad con el pueblo de Chile, impreso UNAH.
Claudio Orrego Vicuña. Solidaridad o violencia: el dilema de Chile. Editorial Zig Zag,
Santiago, 1995.
Julio César Jobet. El Partido Socialista de Chile. Ed. Prensa Latinoamericana, San-
tiago, 1971.
Carlos Altamirano. Dialéctica de una derrota. Siglo XXI Editores, México, 1977.
Nathaniel Davis. Los dos últimos años de Salvador Allende. Plaza y Janés Editores,
Barcelona, 1986.
A. Alaminos. Chile: transición política y sociedad. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1991.
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3. EL CASO ARGENTINO:
LA SÚBITA CAÍDA DEL AUTORITARISMO MILITAR
Gran parte del siglo XX en Argentina produjo una compleja época plagada de
contradicciones y enfrentamientos (1930-1983). Solamente a inicios y a finales
del siglo, este país pudo experimentar una relativa estabilidad institucional. Pocos
países en Latinoamérica estuvieron tan influidos y tan afectados por la radicalidad
ideológica de las extremas (tanto izquierda como derecha). En su seno eclosionó uno
de los movimientos populistas más importantes del siglo XX. Fascistas, comunistas,
socialistas, radicales y conservadores, entre otros grupos ideológicos y políticos, se
activaron profusamente en su historia interna, llegándose en reiteradas ocasiones a
conflictos severos plagados de violencia y grave confrontación. Los golpes de Estado,
el fraude electoral y la corrupción se fueron haciendo cada vez más recurrentes,
desacreditándose por tanto, las instituciones y dejando de observarse y acatarse
las diversas constituciones que en esa república han existido.
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FUSILES, RACISMO Y PROTESTA
Ese mismo año el 16 de septiembre, los tres cuerpos militares (Aviación, Infan-
tería y Marina) se levantan nuevamente contra Perón. El movimiento es denominado
la “Revolución Liberadora”, se producen enfrentamientos entre las tropas alzadas y
los grupos leales al gobierno, en solo tres días que dura el conflicto mueren más de
cuatro mil personas y muchas salen al exilio. La crisis volvía a instalarse en Argentina.
Es nombrado como Jefe de Estado el general Eduardo Lonardi quien sustituye a Perón
que se asila en Paraguay. A sólo dos meses del golpe, se produce un segundo y
violento relevo en el poder, Lonardi es destituido para que el teniente general Pedro
Eugenio Aramburú asuma el cargo. En 1956 hay muchos levantamientos de grupos
sociales vinculados al peronismo, el gobierno militar los reprime, centenas son
encarcelados y 38 fusilados sumariamente. En un intento por restituir el orden los
militares convocan a elecciones presidenciales en 1958, pero su candidato oficial
es superado por el peronista Arturo Frondizi, quien al ganar permite el regreso de
Juan Domingo Perón a Argentina. Conflictos entre Frondizi y Perón hacen que este
último le retire su apoyo en 1961. Con esta acción se reabre una grave crisis en el
gobierno. Tratando de evitar que los militares de nuevo intenten un golpe de Estado,
se convoca al pueblo para elegir presidente en 1963, pero descartando la posibilidad
de que los peronistas participen. Gana el moderado Arturo Umberto Illia, promovido
por el Partido Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). La crisis persiste, y en 1966 se
produce un nuevo golpe de Estado, y tras cruentos enfrentamientos entre militares, se
sustituyen en el poder consecutivamente los oficiales Onganía, Levingston y Lanusse.
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terna como vicepresidenta del gobierno. Tras una serie de alteraciones en su salud
Perón muere al año siguiente. En 1974 asume su viuda el cargo, pero tiene que
enfrentar una ola de manifestaciones violentas en todo el país y una inestabilidad
institucional irreversible. Se suma a ello una escalada inflacionaria, desempleo y
recesión. El golpe de Estado no se hace esperar y en 1975 asume el poder el militar
Jorge Rafael Videla, quien disuelve de inmediato el Congreso, impone la Ley Marcial
y gobierna a través de decretos ley.
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En España se procedió con una transición política integral, capaz de agotar cada
una de las fases principales de la transición: el socavamiento y desmontaje del aparato
autoritario, el surgimiento de la liberación social, el establecimiento de los pactos
políticos, la constitución y vigencia de un nuevo marco jurídico y la ejecución de las
elecciones fundacionales, para finalmente, depositar el poder político en las nuevas
autoridades civiles, surgidas como producto de la elección popular.
Para el caso chileno puede plantearse el fenómeno como una transición tutelada
por el régimen castrense, en donde el pausado desmontaje del aparato autoritario y el
proceso de liberalización social, los pactos, el andamiaje legal y las elecciones fun-
dacionales, surgen principalmente como producto del agotamiento del modelo militar,
certificado por el rechazo social a su prolongación, dos veces expuesto en las urnas
electorales a través de las consultas populares realizadas en 1988 y 1989. Es impor-
tante considerar particularmente el plebiscito realizado en 1988 en donde se intentó
“legalizar” la estancia del general Pinochet por nueve años más al frente del gobierno
militar, si la sociedad hubiese votado a su favor, la dictadura no se hubiese desmontado.
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