Te Digo Adiós Lucía Tamargo
Te Digo Adiós Lucía Tamargo
Te Digo Adiós Lucía Tamargo
DIGO ADIÓS
LUCÍA TAMARGO
A mi padre, por entenderme y apoyarme
Índice
1.Prólogo
2.Me gusta mucho
3.Nos vemos, Brianna
4. Debíamos repetir aquello
5.Espero una cita memorable
6.Como tú
7.Sí, jefa
8.Una buena noticia
9.Se lanzó a la cama
10. Podía controlarlo
11. Ella aceptó
12. Conectaron
13. La oportunidad
14. Cogió su mano para acercarla
15. El vacío en mi estómago
16. Yo cuidaré de ti
17. Aguantarme
18. Escógeme
19. Llegaré tarde
20. Te quiero, Aves
21. Eres tremenda
22. La llave
23. Mi respiración entrecortada
24. Aquella noche tan intensa
25. El amor no se finge
26. No montes una escenita
27. Señorita Thompson
28. Sólo Harper sabe
29. Olvidarme de Tyra
30. ThompCo Magazine
31. ¿Es cierto?
32. Dejémoslo en dos
33. Me tendrás a tu lado
36. Perdón
37. Descansa
38. Esto es sólo el principio
39. Epílogo
1. Prólogo
Tyra
—Sois lo peor... —le dije a mis amigas que me miraban divertidas ante la
apuesta que había aceptado —¡No vale!
Mi nombre, Tyra Thompson, era conocido a nivel mundial. En primer lugar,
era la pequeña de la familia de multimillonarios afroamericanos que había
terminado en la cárcel por cometer varios delitos contra la salud pública. Eso me
había hecho ganarme un montón de enemigos, que habían decidido juzgarme
antes de conocerme. Yo no tenía nada que ver con mis padres y mi hermano.
En segundo lugar, había llevado la empresa familiar a lo alto, desde que
entrara a presidirla diez años atrás, con veintitrés. Thompson Corp había pasado
de ser una empresa poco competitiva, a estar en la cima mundial de las empresas
tecnológicas. Tenía varias sucursales repartidas en varios países, además de
haber invertido en otros negocios, como la revista ThompCo, que era uno de mis
favoritos.
Presidía ambas empresas, que estaban en la misma ciudad, donde residía.
Stockton era todo lo tranquila que puede ser una gran urbe, con buena gente que
se caracterizaba por su tolerancia.
Mis mejores amigas, Brianna Scott y Morgan Rivera, trabajaban para mí. Las
había conocido en mi empresa. Brianna era una preciosa mujer de pelo castaño y
ojos avellana que ocupaba el puesto de directora de finanzas de Thompson Corp,
mientras que Morgan era una joven belleza latina de melena negra y ojos
castaños, y mi secretaria en ThompCo. Yo trabajaba, al menos, doce horas
diarias, pero eso era lo que tenía sentido para mí.
Fuera del trabajo y mis amigos, la vuelta a casa siempre era solitaria y vacía.
Yo era una mujer hermosa, astuta y fría. Tenía un carisma difícil de ocultar, y los
hombres caían rendidos ante mis encantos. Cuando me apetecía tener una noche
de sexo, visitaba uno de los bares cercanos y podía escoger entre un montón de
personas encantadas de acompañarme a mi casa.
Pero sólo una vez. Mi norma era no implicarme sentimentalmente con
ninguna pareja. Era sólo sexo, una noche de sexo desenfrenado y estupendo, si
tenía suerte. Si no, al menos me habría quitado las ganas.
Ese día, estábamos celebrando una fiesta gigantesca con todos los empleados
y sus amigos y familiares que quisieran asistir. Había cientos de personas en
aquel salón, apoyando los diez años de presidencia por mi parte. Con música,
alcohol y muchas risas, la noche fue desarrollándose.
Yo estaba con Brianna y Morgan, acompañadas por Payton, la hija
adolescente de la joven Scott, tan parecida a su madre que siempre llamaba la
atención. Llevábamos allí un par de horas cuando Morgan propuso un juego.
—Apuesto a que no puedes conseguir, aunque sea, un beso de cualquier
persona de este salón —me dijo sonriendo maliciosamente.
—¿Que yo no puedo conseguir un beso? —contesté, alzando una de mis
cejas —¿Sólo un beso? Eso es pan comido, Morgan.
Payton se rio y centró toda su atención en nosotras.
—¿Creéis que sois un buen ejemplo para mi hija? —preguntó Brianna.
—No haberla traído —se quejó Morgan, desviando sus ojos castaños de los
de color avellana de mi mejor amiga.
—¡Oye! —exclamó la niña.
—Payton siempre es bienvenida en mi vida —la reñí, mirando con ternura a
la niña, que me regaló una de sus sonrisas.
—Bueno —siguió, haciendo una mueca —¿Aceptas o no?
—Claro que acepto. ¿Qué quieres apostar?
—Pues... Me vendrían bien un par de semanitas de vacaciones...
—Vale... ¿Y si gano yo?
—¿Qué quieres? —me preguntó sonriendo.
—Que incrementes tu jornada estas dos semanas, acompañándome desde que
comienzo a trabajar hasta que salgo.
—¡Pero si te pasas la vida en el trabajo! —protestó.
—Dos semanas de vacaciones frente a aumento de jornada... Tú decides...
—Está bien —aceptó —Pero yo escojo.
Brianna y Payton nos miraban divertidas.
—Pero no valen casados —advertí.
—Está bien... Uhmmm —susurró pensativa mientras miraba a cuanta gente
había a su alrededor y Brianna se acercó a su oído para ayudarla en la tarea —
¡Oh! —exclamó sonriéndole y dándole la razón a la directora de finanzas —Ya
tengo objetivo.
Seguí su mirada y me encontré a una rubia solitaria sentada a la barra,
mirando su reloj, impaciente.
—¿Qué? ¿Estáis de broma? —pregunté.
—No está casada... —rio Morgan.
—Sois lo peor. ¡No vale! No sé ligar con chicas. Y, además, ¿qué
probabilidades hay de que le guste su mismo sexo? —pregunté —Me has
engañado, Morgan.
—¡Claro que no! La conozco. Se llama Ava Davis y es reportera en tu
revista. Lleva una columna diaria. Y es lesbiana, seguro. De hecho, creo que
hasta tiene una novia.
—¿Novia? Pues no sé a quién espera, pero no se está portando muy bien —
dije cuando la vi resoplar al mirar de nuevo el reloj.
—Bueno, saca tus encantos a relucir —pidió Brianna, bajando un poco el
vestido para que se viera más mi generoso escote —y vete a conquistar a esa
rubia.
—Suerte, tía TyTy —rio Payton.
Caminé insegura hacia ella. Yo no sabía cómo gustarle a una mujer. Los
hombres eran sencillos. Un poco de carne, fingir que necesitas su ayuda, y el
héroe salvador que todos quieren ser sale a relucir. Pero con ella... ¿Qué podía
interesarle a ella? Bueno, un poco de carne no estaría mal, pensé, y me coloqué
bien mis pechos en su sitio.
Ella sólo se concentraba en su reloj, y miraba constantemente el móvil para
revisar si algo nuevo había entrado, y volvía a resoplar.
—Te estás perdiendo una fiesta estupenda —le dije al aproximarme.
—¡Señorita Thompson! —exclamó al centrar sus ojos azules en los míos —
Está siendo una noche maravillosa, gracias.
—Llámame Tyra, ¿quieres? —pregunté y ella asintió con una sonrisa —No
parece que lo estés pasando muy bien, Ava. ¿Puedo llamarte Ava?
—No tenía ni idea de que supiera quien soy, señorit... Tyra —se corrigió.
—Tutéame, Ava. ¿Y qué hay de raro? Tú también sabes quién soy yo.
—Pero usted tiene cientos de empleados a lo largo del mundo —me sonrió
—Yo sólo tengo una jefa.
—Cierto —reí —Pero tú eres Ava Davis. Tu columna es mi favorita de toda
la revista.
—¿Mi columna...? —preguntó confusa —Pero si sólo doy consejos a los
adolescentes sobre educación sexual... Creo que ya tengas superado cómo
utilizar un preservativo —volvió a sonreír sonrojada.
—¡Oh! —exclamé odiando a Morgan por haber omitido sobre qué escribía
Ava, y la vi reír cuando desvié mi mirada a la zona donde estaban las tres chicas
—Pero es algo muy importante que nuestros jóvenes tomen consciencia de su
propio cuerpo y de cómo disfrutar de él de manera responsable —intenté arreglar
lo raro de la situación.
—Sí, eso sí.
—¿Y te formaste en el tema o fue autodidacta? —sonreí levantando mi ceja,
haciendo que ella desviara su mirada nerviosa mientras reía.
—No es algo tan técnico lo que cuento, pero sí, estoy informada sobre el
tema —contestó mientras volvía a mirar su reloj.
—¿Puedo preguntar a quién esperas tan angustiada? ¿Algo va mal?
—No, todo está bien. Sólo que ella me dijo que llegaría hace más de media
hora, y estoy empezando a enfadarme.
—¿Tu amiga?
—Mi novia —corrigió.
—¡Oh! —volví a exclamar. Al menos, ese dato era correcto.
—Dijo que vendría y ni un mensaje, ni una llamada. Y, encima, no contesta.
—Puede que esté en algún apuro... Quizás surgió algún imprevisto.
—No creo —cuestionó ella —Anna está obsesionada con su trabajo.
—¿De qué trabaja?
—Es agente del FBI.
—¡Oh! —exclamé por tercera vez —¡Qué interesante!
—Sí, eso podrías pensar en un principio. Pero ella prioriza su trabajo por
encima de nuestra relación. Hace horas de más de manera voluntaria, si
necesitan gente, ella la primera, si está en medio de un caso, ni siquiera la veo en
días. No duerme en casa.
—¿Vivís juntas?
—No de manera oficial, pero si ella no duerme en mi apartamento, yo lo
hago en el suyo. Así que...
—Vivís juntas...
—Sí.
Su teléfono empezó a vibrar y miró la pantalla.
—Lo siento, es mi hermana. He de contestar.
—Claro.
Me giré en mi taburete para dejarle un poco de intimidad. Mientras, miré a
mis amigas que hacían gestos para preguntarme cómo iba, y yo sólo me encogí
de hombros. Cuando colgó, volví a mirarla.
—¿Todo bien?
—No vendrá —informó—. Era Harper para decirme que Anna no iba a
venir, que se les había complicado un caso y que ya sabía cómo era ella. Sí, sé
cómo es... Ni siquiera tiene tiempo para realizar la llamada ella. Si no es por
Harper, aún seguiría esperando.
—Harper es tu hermana —concluí.
—Sí, mi hermana mayor. Trabaja con Anna. De ahí la conocí yo.
—Siento mucho que no vaya a venir —dije sincera, ante la cara de tristeza
de aquella rubia, mientras apoyaba mi mano encima de la de ella —Pero ahora
puedes pasar el tiempo que queda de fiesta conmigo. Soy lo más parlanchín y
divertido que encontrarás por aquí.
—Me parece bien —me sonrió —Seré la protegida de la jefa por hoy.
—¿Y cómo es que escribes esa columna? —cambié de tema, mientras
soltaba su agarre.
—Pues fue la única que me ofrecieron. Sólo tengo que documentarme un
poco sobre algunas cosas. A veces, contacto con algún sexólogo o con algún
psicólogo, para que me recomienden cómo plantear ciertos temas.
—Suena interesante.
—Lo es. La verdad, me aterraba cuando me plantearon el trabajo, pero ahora
estoy encantada. Es genial trabajar aquí.
—Me alegra que estés contenta en la empresa. Necesitamos que los
empleados se sientan cómodos.
No tenía ni idea de qué hacía. Había utilizado la táctica de enseñar carne, mi
mirada seductora, mi alzada de ceja, el roce de su mano... Pero es que yo no
quería ligar con ella. Me gustaba, me caía bien. Era dulce y agradable, y mi
mente rechazaba la idea de verla como una conquista.
Pero no quería perder aquella apuesta. Así que fui a por todas y llevé mi
mano a acariciar su rostro. Vi cómo se tensó, pero no me apartó, así que acerqué
mis labios a los suyos y ella me esquivó.
—Perdona —me disculpé con cierta vergüenza.
—Aunque esté enfadada con ella, y aunque seas mi jefa y puede que me
arriesgue a perder mi trabajo, no voy a engañar a mi novia, Tyra.
—Lo siento —volví a decir —Y no debes temer por tu trabajo. Jamás
despediría a nadie por eso. Discúlpame. Yo ni siquiera quería hacerlo...
—¿Cómo? —preguntó sorprendida, pero yo ignoré la cuestión.
—Sólo fue un estúpido juego de idiotas —confesé y ella me indicó que me
explicara —Me retaron a ligar con quienes ellas escogieran. Lo hicieron contigo
porque al ser una chica, sabían que no lo conseguiría. Lo siento. Un juego de
idiotas, como dije.
—Pues sí —contestó algo molesta —No deberías jugar con los sentimientos
de la gente.
—Que tu jefa borracha te pida un beso, no creo que pueda considerarse
hablar de sentimientos...
—No sabes lo que siente la otra persona. No está bien.
—Quizás no —dije recapacitando —Tienes razón, perdona.
—Ya puedes abandonar la charla y volver con tus amigas. No voy a besarte.
Estaba molesta. Era cierto que me acerqué a ella únicamente con la intención
de ganar la apuesta, pero, al final, me había agradado aquella conversación y
aquella persona.
—¿Quieres venir con mis amigas y conmigo? Te sentirás mejor si estás
rodeada de gente. Puedes reírte de mí cuando Morgan se burle de que ha ganado
dos semanas de vacaciones.
—¿Morgan Rivera?
—Sí.
—Ella gana dos semanas de vacaciones si yo no te beso.
—Ajá.
Sin mediar más palabra, se lanzó a mis labios y los juntó con los suyos,
fugazmente, hasta que se apartó para mirarme a los ojos.
—¿Así vale? —preguntó y yo asentí —Pues vamos a presentarnos ante tus
amigas.
2. Me gusta mucho
Ava
Estaba cabreada y muerta de asco en aquella fiesta esperando por Anna. Me
dijo que iba a llegar a tiempo, hasta que dejó de contestarme. Echaba humo por
las orejas.
—Te estás perdiendo una fiesta estupenda.
Alcé la cabeza y ahí estaba ella. La mismísima Tyra Thompson, la mujer más
preciosa que había visto en mi vida, mi jefa.
Era una chica negra, de intensos ojos verdes que te dejaban hipnotizada, y de
cabello alisado y decolorado en las puntas. Su look era increíble.
Me pidió que la llamara Tyra y la tuteara, y hablamos un rato desenfadadas.
Me preguntó cosas de mi vida, de Anna. ¡Me halagó sobre mi columna en la
revista! ¡Dijo que era su favorita!
Desde que terminé mis estudios, mi intención siempre fue trabajar para
aquella empresa que tanto admiraba. Me entrevistaron y me ofrecieron un puesto
en una columna de educación sexual. No tenía ni idea del tema. Bueno, no es
que yo no tuviera idea del sexo, por supuesto que sí, pero no sabía cómo educar
a los adolescentes. Aun así, acepté. ¡Y entonces Tyra me dijo que era su columna
favorita!
Mi móvil vibró y vi el nombre de Harper en la pantalla, así que le dije que
me disculpara para poder contestar.
—Dime, Harper.
—Ava, mira. Se nos complicó un caso y...
—Y Anna se ha olvidado de que existo —concluí.
—Lo siento, Ava. Ya sabes cómo es. Ama tanto su trabajo...
—Ojalá me pusiera por encima de ese amor...
—Tengo que seguir con esto. Hablamos.
—Adiós, Harper. Gracias por avisarme.
—¿Todo bien? —me preguntó mi jefa.
Nada iba bien. Anna había vuelto a negar mi existencia. Se había olvidado de
mí una vez más, pero Tyra me invitó a pasar el resto de la jornada con ella y
acepté de buena gana.
Conversamos un rato hasta que ella me miró seria y me acarició el rostro. Me
tensé. ¿Qué iba a hacer esa mujer? Un segundo después intentaba besarme. Me
habría dejado de no existir Anna, pero ella estaba en mi vida, era mi novia y,
aunque me apeteciera estrangularla en ese momento, yo la quería. Me aparté de
ella y le recriminé su actitud.
Fue entonces que me confesó que aquello era una apuesta. Tyra Thompson
era hetero y su amiga le había retado a besar a una chica para conseguir un par
de semanas de vacaciones. Le dije que aquello estaba mal, que no debía jugar
con la gente, pero cuando me enteré de que la amiga que ganaría las vacaciones
era Morgan Rivera, la besé para que perdiera.
Dios, odiaba a Morgan, y es muy difícil que yo odie a alguien. Pero apenas
llevaba unas semanas en el trabajo nuevo, cuando Tyra apareció ante todos y nos
planteó cómo vender más ejemplares, pues los números habían bajado los
últimos meses.
Nos dejó a solas, pensando, mientras estábamos haciendo café. Algunos
plantearon la idea de poner portadas más agresivas, para los más jóvenes. Otros,
darle más glamour, y ser una revista de élite.
—¿Y si se está planteando mal el público al que se destina? —solté
tímidamente —Quiero decir, está muy bien que todas las edades puedan comprar
y disfrutar de las noticias, las secciones, los artículos... Pero ¿qué edades son las
que más tiempo libre, más dinero ahorrado y más ganas de encontrar un
pasatiempo que no implique salir de casa tienen? Los ancianos, las personas
mayores, ellos pueden dar el dinero que necesita la revista.
No me tomaron en serio y decidí callar cuando apareció Tyra. Preguntó
propuestas y las desestimó una a una, y yo me mantuve en silencio, aterrada de
que la mía terminara en la basura con el resto.
Lo que no había visto mientras soltaba mi idea, era que la secretaria de la
señorita Thompson estaba en aquella sala sirviéndose un café.
—¿Puedo hablar? —preguntó.
—Claro, Morgan, adelante —contestó la jefa.
—¿Qué te parecen los ancianos?
—¿Ancianos?
—Es un público al que no enfocamos directamente la revista. Pero ellos son
los que tienen más tiempo, dinero y ganas de consumir este tipo de producto.
¿No crees que si les damos más secciones que les gusten, las ventas vayan a
aumentar?
No podía creer lo que escuchaba. Mientras decía todo aquello, sonreía sin
mirarme. Tyra quedó en silencio, pensativa y después clavó su vista en ella.
—¡Es una idea estupenda, Morgan!. ¡Enhorabuena! Vamos a llevarla a cabo.
¡Señores! —llamó nuestra atención —Si entre todos los periodistas no sois
capaces de hacer que una revista salga a flote, y sea una secretaria la que tenga
que dar ideas sobre cosas que no conoce, creo que vamos por mal camino.
Ese fue el día en que comenzó mi odio por Morgan Rivera. Pero la tipa no se
conformó con eso. Le encantaba destacar, aunque tuviera que pisotear a la gente,
así que repitió algunos comportamientos negativos a lo largo del tiempo.
—Ella es Brianna Scott, y su hija Payton —dijo presentándonos —Y ella es
Morgan, que ya os conocéis.
—Bueno, nos hemos cruzado un par de veces —dijo la estúpida.
Se le olvidó decir que me conocía por robarme la idea que mejoró las cifras
de ventas, así que Tyra le regaló un viaje pagado a Hawái durante quince días.
Yo debería haber bailado la danza Hula y no ella.
—En una de esas ocasiones en que nos cruzamos, me derramaste un café
encima cuando tenía una reunión importante —dije, para que recordara que no lo
había olvidado, sin mirarla, tendiéndole la mano a Brianna —Ava Davis,
encantada —hice lo mismo con la niña que me sonrió.
—¿Eras tú? No recuerdo a todas las reporteras torpes que se chocan
conmigo.
—Es decir, que es habitual en ti ensuciar los trajes de la gente con café
hirviendo —provoqué.
—Sólo si esas personas no saben caminar y hablar al mismo tiempo.
—Bueeeeno —intervino Tyra —Vamos a pedir unas copas, ¿no? He ganado
la apuesta, Morgan. Estas dos semanas trabajas doce horas.
Al escuchar aquello, sonreí. Ella me miró con disgusto y se fue a pedir la
bebida.
Durante un rato, conversamos ufanas hasta que mi móvil comenzó a vibrar.
Miré la pantalla. Anna.
—Ava, cariño, lo siento —me dijo nada más descolgar—.
—No, Anna. No empieces. Me estoy empezando a cansar de esto.
—Es que el caso estaba tan complicado que...
—Harper lleva el mismo que tú, y ella sí sacó tiempo para llamarme.
—Iré ahora mismo a la fiesta. Te compensaré.
—Ni se te ocurra aparecer aquí —amenacé —No quiero verte. Además,
estoy rodeada de un grupo de mujeres preciosas que me ofrecieron su compañía
cuando me dejaste plantada.
—Ava...
—Pasa buena noche, Anna.
Colgué con un nudo en el estómago. No me gustaba discutir, pero no
entendía cómo ella podía ser así.
—Has hecho lo correcto —dijo Tyra —Que le den esta noche. Ahora estás
con nosotras.
—¡Oye! —preguntó Brianna, ya bastante borracha —Y, desde tu opinión
como lesbiana, ¿seríamos lo que una chica busca? ¿Somos preciosas para las
chicas? ¿Más posibilidades que con chicos?
Su amiga Morgan le golpeó el brazo riendo, tan borracha como ella.
—No hay un gusto estándar —contesté —No a todas las lesbianas nos gustan
las morenas de ojos verdes.
—¡Guau! —exclamó entonces Brianna —¿¡¡Te gusta Tyra!!?
—¿¡¡Qué!!? ¡¡¡No!!! —exclamé y miré a mi jefa —Me refería a mi novia.
Anna.
Tyra sonrió. Creo que le gustó la idea de que yo me sintiera atraída por ella.
Me pareció un poco ególatra.
—¿Quién es la que más te gusta de las tres? —me preguntó Brianna entonces
y deseé que no hubiera bebido tanto.
—No puedo contestar a eso.
—¡Oh, vamos!
Mi móvil vibró de nuevo y me salvó. Era un mensaje de Harper.
"¿Yo puedo ir? Porfis…"
"Tyra?"
"Anna te ha estado enviando mensajes pidiendo perdón, imagino"
"Sí, jeje"
"Te habrás hecho la dura, espero"
"Sí, jajaja"
"Bien jugado. Nos vemos mañana, señorita educadora sexual"
Brianna
—No vas a liarte con esa mujer, ¿verdad? —me preguntó Payton.
—¿¡Qué!? ¡¡¡No!!!
Había hecho un ridículo tremendo la noche anterior. Muchas veces me
llevaba a Payton a los eventos e, incluso, teníamos noches de chicas, con Tyra y
Morgan. Pero es que mi hija ya tenía quince años y yo sólo treinta y uno. Su
padre no quiso saber nada de mi embarazo, y yo la crié sola hasta que me fui a
vivir con Jack, con el que llevaba unos meses, cuando mi niña tenía sólo cuatro
años.
Él la crio, le llamaba papá y, cuando Payton tenía once años, discutimos.
Jack se fue, y jamás volvió a telefonearla siquiera. Sufrió muchísimo. No me
perdoné jamás no haber aguantado un poco más los desplantes, las noches sin
que volviera a casa, los gritos. Pero me prometí a mí misma no volver a meter a
nadie en la vida de mi hija.
Ella tampoco quería que nadie se interpusiera entre nosotras, lo dejó claro en
más de una ocasión. Éramos sólo las chicas y nosotras, y yo estaba bien con eso.
Pero, ese día, había hecho un ridículo espantoso con aquella morena con
corte de pelo estilo garçon. Habíamos bebido de más, y Tyra se trajo con
nosotras a una chica de su trabajo a la que había besado por una apuesta. Era una
rubia muy agradable, lesbiana, así que el alcohol me hizo preguntarle cosas de
las que luego me arrepentí.
Pero, como una hora más tarde, apareció su hermana. Llevaba un corte de
pelo atrevido, teñido de negro, una chaqueta de cuero y una camiseta de "Guns N
Roses". De ella no me habría sorprendido descubrir que también le gustaban las
chicas. Supongo que estamos condicionados por los prejuicios.
—Harper Davis —me dijo, ofreciéndome su mano—.
—Brianna Scott.
Debido a mi embriaguez, noté un deseo poco apropiado hacia aquella chica.
Conversamos un rato y luego Payton me ofreció a ir con ellas a jugar al billar.
Acepté porque la pelirroja dijo que me enseñaría.
Cada vez que me tocaba jugar a mí, se colocaba detrás y noté cómo su
cuerpo rozaba al mío en alguna ocasión. Estaba tan excitada que me avergonzaba
y me daba por reírme.
—Vamos, Brianna. Es sencillo —me dijo —Agacha tu cuerpo y apunta.
Le hice caso, y noté cómo mis nalgas golpearon contra su pubis. Mi
respiración se entrecortó y erré el tiro.
—Soy muy mala —disimulé, pero no fue ese el motivo de la derrota—.
—No —me sonrió —En la siguiente, ya verás.
En un momento dado, mi hija se fue. Ni me di cuenta de que se alejara, pues
sólo me centraba en aquella mujer por la que sentía esa atracción desconocida.
—¿Eres lesbiana? —pregunté desinhibida debido al exceso de bebida—.
—Sí —contestó sin preocupación mientras lanzaba la bola—.
—Y, ¿crees que yo tendría éxito entre las mujeres? —pregunté—.
—¿Por qué quieres saberlo?
—No sé —reí —Porque estoy borracha, supongo.
—¿Por qué no ibas a gustar?
—¿No buscáis chicas rudas, masculinas, no sé?
—Algunas. ¿Buscáis todas vosotras chicos atléticos, cachas...?
—No todas.
—Pues eso.
—¿Y tú? —pregunté lo que realmente me interesaba saber —¿Te parezco
atractiva?
—Estás borracha, Brianna. Déjalo.
—No, venga —dije sonriendo —Dímelo.
—No, Brianna. Vete con tu hija —pidió molesta—.
—Ok...
Me alejé un poco y me volví con mis amigas, un tanto decepcionada,
mientras Harper seguía con su cerveza terminando la partida.
Estuvimos un rato más allí. No dejaba de beber y de enviarle miradas a
aquella mujer. La encontraba divertida, inteligente, preciosa... No dejaba de
pensar en ella, en querer sentirla, en excitarme, así que, cuando fue al baño, la
seguí y la abordé.
—¡Brianna! —exclamó sorprendida cuando me vio tras ella—.
No le dije nada. Me acerqué y sujeté su rostro para acercar nuestros labios.
Ella me lo permitió, pero cuando iba a profundizar el beso, me apartó.
—Puedo pedirle a Tyra que se lleve a Payton a casa. Podemos ir a mi
apartamento —pedí, desesperada por notarla—.
—No, Brianna. No voy a irme contigo.
—¿Por qué? ¿No te gusto? —pregunté con temor, mientras que dejaba que
el alcohol hablara por mí—.
—Porque no has dejado de hablar en toda la noche de cuánto quieres a tu
hija, de que te dolería mucho hacerle daño teniendo una relación con alguien,
de lo doloroso que le resultó que tu ex os dejara. Pero, sobre todo, porque estás
borracha y no voy a aprovecharme de una curiosa borracha.
—No es por eso. No soy una curiosa. Yo no...
—¿Y quieres que el ejemplo para tu hija sea que te vayas a casa con una
mujer que acabas de conocer en plena borrachera? Para acostarte con ella y no
volver a verla más, claro. Porque no quieres relaciones a largo plazo por culpa
de ella.
—Harper...
—Mira— me calmó y cogió mi móvil del bolsillo del pantalón —Te grabaré
mi número. Si quieres volver a verme cuando estés sobria, estaré encantada de
invitarte a un billar, ¿vale?
—Vale... —me resigné—.
—¿Y por qué no dejas de mirar el móvil con el número de Harper? —
preguntó mi hija.
—Porque tengo que llamarla para pedirle disculpas por mi comportamiento y
me da una vergüenza terrible.
—Todas estabais borrachas ayer. ¿Por qué disculparte tú? ¿¡Hiciste algo
cuando yo no veía!?
—¡No! Vamos, Payton, ¿qué iba a hacer?
—Dios, la besaste.
—¡Payton!
—¡La besaste!
—Estaba borracha —terminé por confesar —No es algo de lo que esté
orgullosa.
—¿Te gusta? —preguntó molesta.
—Claro que no —mentí —Sólo que ayer no podía pensar con claridad.
—Bien... Y vas a dejar el alcohol una temporada.
—Sí, mamá —me burlé de ella, sacándole la lengua y provocándole una
carcajada.
Sí me gustaba. Ese día estaba sobria y aun así me gustaba. Nunca me había
sentido así por una mujer, pero poco importaba, porque Payton no quería que
volviera a comprometerme en una relación, y yo no quería que ella sufriera.
De todas formas, no me quedó más remedio que dar la cara y enfrentarme a
lo que había hecho.
—Agente Davis —sonó al otro lado del teléfono y yo me maldije por haberle
echado los trastos a una agente federal—.
—Hola, Harper. Soy Brianna Scott —quise parecer formal.
—¡Oh! Hola, Brianna. ¿En qué puedo ayudarte?
—Verás, me gustaría invitarte a un café y disculparme por mi
comportamiento del otro día.
—Ya, imaginaba que te sentirías así —rio —Pero no te preocupes, no es
necesario.
Era un desastre de persona, y ella lo sabía.
—Insisto, por favor. Es lo menos que puedo hacer.
—Está bien. ¿Cuándo quieres que nos veamos?
Me senté en aquella mesa impaciente, mientras frotaba mis manos con
nerviosismo. Harper llegó, en un traje elegante, pero para nada su estilo. Sin
duda, venía del trabajo. Llevaba su pelo hacia atrás, y aún me pareció más sexi.
—¿Qué tal? —preguntó mientras se sentaba enfrente sonriendo.
—Hola, Harper. ¿Cómo ha ido tu día?
—Bien. Oye, Brianna —me cortó —¿Puede ser breve? Me están esperando
para un caso que tenemos pendiente.
—Sí, claro, perdona. Verás, Harper... El otro día me comporté como una
idiota. Dije e hice cosas de las que me siento profundamente avergonzada.
—Está bien. Todas estabais un poco perjudicadas, mi hermana incluida.
—Lo sé. Pero te abordé, te besé —dije en un susurro.
—Lo recuerdo. También me dijiste que era la mujer más hermosa que habías
visto, —rio recordando —que mi sonrisa detendría el mundo, que no había nada
que desearas más que verme desnuda, por no hablar de la palmada en el culo que
me diste en un momento que me giré.
—¿¡¡¡¡Qué!!!!? No recuerdo nada de eso. ¡Dios! ¡Lo siento!
—Estabas muy borracha. No pasa nada... Me gustó —volvió a reír —
¿Quieres quedar conmigo otro día...?
—Harper, Payton...
—Como amigas, Brianna. Soy consciente de lo que ocurrió, no eras tú. Pero
me caíste bien, y ahora también. Eras más divertida el otro día, pero ¿qué le
vamos a hacer? —soltó una carcajada —Me gustaría invitaros a un billar a
Payton y a ti. Sin más alcohol que un par de cervezas.
—Suena genial, Harper.
Pasamos las siguientes semanas saliendo juntas, conociéndonos. Payton fue
reticente al principio, pero le aseguré que no había nada entre nosotras y aceptó
bien. Congenió con Harper y se divertían incluso cuando yo no estaba.
Por su parte, Tyra y Ava también salieron a menudo, y ya considerábamos a
la rubia de nuestro grupo de amigas. Yo no confesé los deseos ocultos que sentía
por Harper a nadie, ni siquiera a Tyra. Me tragué mis sentimientos y deseé ser
una buena madre para mi hija.
Un día, en el sofá de mi apartamento, veía una película con la agente
mientras devorábamos un cuenco de helado de chocolate. Payton se había ido
con una amiga a última hora, así que sólo éramos la morena y yo.
—¿Algún caso interesante? —pregunté entonces.
—No puedo hablar de ningún caso en activo —dijo seria, mientras miraba a
la tele, pero su gesto se fue torciendo hasta que dibujó una sonrisa —Es broma
—rio —Nada nuevo ahora. ¿Tú?
—Ningún asesinato en Thompson Corp —reí yo.
—Me alegro.
Me miró y sus ojos se fueron a mis labios.
—Tienes... —con el pulgar de su mano derecha, acarició la comisura para
eliminar un poco de helado que me había ensuciado. Después, llevó el dedo a su
boca y lo chupó. Abrió los ojos, sorprendida de lo que había hecho. Yo, sin
embargo, noté una sensación de calidez y de complicidad. Y un cosquilleo entre
las piernas —Lo... Lo siento —dijo levantándose —Lo siento mucho. Me voy.
—Harper... —supliqué.
—Nos vemos, Brianna —terminó, antes de coger su chaqueta y salir de mi
apartamento—.
4. Debíamos repetir aquello
Tyra
El domingo después de la fiesta, recibí la visita de Brianna. Ambas nos
sentíamos físicamente fatal, pero mi amiga además estaba avergonzada
completamente.
—La besé —confesó.
—¿¡¡La besaste!!? —exclamé e, inmediatamente, sentí un pinchazo en la
cabeza y me llevé las manos a ella.
—Sí, Tyra —dijo, sentándose en el sofá —¿Por qué me dejaste beber tanto?
—¡Oh! ¿Ahora es culpa mía? —pregunté atónita —¿Y cómo reaccionó ella?
—Como una persona decente, mierda. Dijo que no se aprovecharía de
alguien borracha. Gracias a ella, hoy sólo me estoy arrepintiendo de haberla
besado. No me llevó a su apartamento. ¡Dios! Cada vez que lo pienso...
—O sea, ya no quieres irte a su apartamento.
—¡No! —gritó mintiéndome.
La conocía muy bien, pero no iba a encararme con ella. Si no quería admitir
que se sentía atraída por aquella mujer, no iba a ser yo la que dijera lo contrario.
Al final me tiré con ella encima del sofá y dormitamos un rato antes de que
decidiera volver a su casa.
De tarde, me encontraba mejor. Me levanté, me duché y estuve trabajando en
unos datos. Pero a la mente me venía la noche anterior, con aquella rubia que
acababa de conocer, tan distinta a mis amigas. Ella era una mujer fiel, con una
relación en la que, a pesar de estar peleadas, ni se le pasó por la mente engañarla
con una desconocida. Su jefa, de hecho. Y, sin embargo, me besó, porque algo le
había pasado con Morgan. Me quedó claro que se caían fatal, aunque ninguna
habló.
Me llamaba la atención todo aquel capaz de mantener una pareja un tiempo.
Siempre los roces, la convivencia, las manías de cada uno echaban por tierra los
esfuerzos por llevarse bien. Pero había gente que lo conseguía, a pesar de todo.
Decidí buscar entre los datos de mis empleados para conseguir su teléfono y
le escribí preguntándole si su novia le había dado guerra esa tarde. Apenas tardó
nada en contestarme. Le pedí que se hiciera la dura y, cuando se despidió de mí
llamándome jefa, le envié un corazón.
Al día siguiente, su novia le llevó un ramo de flores. Escuché el revuelo y fui
a mirar. Me podía la curiosidad por ver a la mujer que prefería su trabajo a estar
con aquella maravillosa dama que no la quiso engañar, ni siquiera conmigo...
Encontré una chica de pelo negro y ojos verdes, de rasgos exóticos,
tremendamente preciosa. Iba con un traje oscuro, que la hacía ver elegante y
sexi.
Ava claramente no quería quedar con ella ese día, así que cuando le preguntó
el motivo de su negativa, yo salté en su ayuda, y le informé de que saldríamos
juntas.
Era mentira. No habíamos hablado de quedar en ningún momento, pero Ava
no reaccionaba y alguien tenía que decir algo. La eché de allí. No sé por qué,
pero le profesaba un poco de antipatía a esa mujer.
Cuando se fue, recibí una mirada de complicidad y agradecimiento de Ava.
Le sonreí y me volví a mi despacho. Debería haber estado ya en Thompson
Corp, pero ese día parecía no querer irme de allí.
Unos minutos después, la joven rubia apareció allí. Morgan me anunció su
llegada y yo le di permiso para entrar.
—Muchas gracias, Tyra —me dijo sonriéndome —Ha sido muy generoso
por tu parte.
—No te salía ninguna mentira que contarle —me reí.
—¡No! —siguió el juego.
—Pues de nada.
—¿Dónde vamos a ir, entonces?
¿Qué? Ava pensó que hablaba en serio cuando le dije que saldríamos juntas,
pero yo sólo quise quitarle aquel marrón de encima.
—No sé... —contesté confusa —¿Quieres cenar conmigo?
—Me encantaría —me sonrió —¡Una cita con la jefa! —bromeó entonces,
pero vi que sus mejillas ardían.
—¿Alguna preferencia?
—Sorpréndame, señorita Thompson.
Anna era una mujer tremendamente sensual, pero Ava no se quedaba atrás.
Cuando pronunció la frase, me sonrió de medio lado y clavó sus ojos azules en
mí, y yo noté algo entre mis piernas. ¿Una mujer me había excitado?
Seguro que todo eso era culpa de Brianna y sus ganas de comerse a su
morena. Aun así, me desconcerté a mí misma eligiendo un buen sitio donde
llevar a mi empleada a cenar. Quería que fuera una velada grata.
Pasé las ocho horas en ThompCo y sólo estuve unas tres en Thompson Corp.
Había quedado con Ava a las nueve de la noche, y aún quería pasar por casa para
prepararme.
—Genial, me libro del castigo gracias a la rubita tonta —dijo Morgan.
—De eso nada —le contesté cuando marchaba —Cumplirás las doce horas
aquí, atendiendo mis llamadas. Luego puedes irte.
—¡TyTy! —protestó.
—No hay TyTy que valga. A trabajar Morgs...
—Si te cuenta algo sobre mí, ¡es mentira! —me gritó cuando me iba.
Llegué a mi apartamento y me duché en tiempo récord. Recogí mi pelo en
una cola y me maquillé y vestí con una blusa azul y unos pantalones negros para
salir corriendo a la dirección que me había dado. Cuando llegué, pasaban dos
minutos de las nueve y me esperaba abajo mirando impaciente el reloj, como
cuando la había visto por primera vez. Iba muy arreglada, con su pelo en un
bonito recogido y un vestido color rosa palo.
—Sólo un par de minutos —le dije al bajarme del coche.
—¡Tyra! —exclamó y vino a abrazarme.
—¿Y ese entusiasmo? —pregunté.
—Sabía que ibas a Thompson Corp y...
—Estás acostumbrada a que la gente ponga por encima su trabajo que a ti —
adiviné.
—Lo siento...
—Estás preciosa, Ava —cambié de tema, para darle un respiro.
Me sonrió de oreja a oreja y se detuvo a mirarme.
—Tú también, jefa.
—¿Quieres pasar? —pregunté apartándome y mostrando la puerta del coche
abierta.
Se metió dentro y la seguí. La llevé a uno de los restaurantes más lujosos de
la ciudad. Había que reservar con antelación, pero siempre tenían un hueco para
Tyra Thompson.
—Buenas noches, señorita Thompson —me saludó el maître.
—Buenas noches, Bernard. ¿Tendrías una mesa para mí?
—Por supuesto. ¿Cenará con la señorita? —preguntó mirando a Ava, que le
sonrió nerviosa.
—Sí, por favor. Es Ava Davis —contesté, para que pudiera dirigirse a ella.
—Encantada —le dijo ella.
—Muy bien. Señorita Thompson, señorita Davis, pueden acompañarme por
aquí.
Me agarré del brazo de Ava y fuimos detrás del maître. Nos sentó en una
mesa apartada con unas velas que encendió inmediatamente.
—Creen que estamos en una cita de verdad —me susurró cuando se alejó
Bernard.
—Es que vienes muy provocativa, Davis... —dije alzando una ceja.
Ella se rio ruborizada.
—¿No te molesta? Eres conocida y la gente hablará.
—¿Y qué? ¿Contarán que tuve una cita con una rubia preciosa que está
lagrimeando porque se ha puesto lentillas para verse mejor para mí?
—¡Mierda! —exclamó secando sus ojos con un pañuelo —¿Se nota? ¡Odio
las lentillas!
—¿Y por qué no has traído gafas? —me reí.
—No sabía dónde ibas a traerme y quise parecer lo más elegante posible.
—Con gafas te ves muy elegante. ¿No sabes de las secretarias sexis? Una
buena secretaria sexi lleva gafas, no puede serlo sin ellas —rio ante el
comentario —No estés incómoda cuando estés conmigo, por favor.
—Vale, llevaré gafas a partir de ahora —prometió.
—¿Le traigo una botella de vino, señorita? —me preguntó Bernard.
—Por favor.
—¿Cuál desea esta noche?
Miré a mi acompañante y puso cara de no saber ni una opción para elegir, así
que me reí.
—Escoge tú, Bernard. Lo que creas conveniente.
—Como desee, señorita Thompson.
La cena fue pasando entre risas y comentarios sarcásticos. Aquella mujer era
inteligente, mucho más que con el exceso de alcohol de la noche de la fiesta.
—¿Qué te hizo Morgan para que la odies? —pregunté —No pareces de las
que odian a nadie.
—No creo que deba acusarla a la jefa —contestó —Pero no se portó como
una persona decente.
—Aun así, la encubres.
—Supongo que soy mucho más decente que ella.
—Eso no lo dudo ni un minuto —reí —Pero lo averiguaré, tenlo por seguro.
Y te compensaré si está en mi mano.
—Ya no importa, Tyra. Pero muchas gracias —me sonrió.
—¿Pedimos postre?
—Eh... Bueno, si tú no quieres... —titubeó y yo volví a reír.
—Eres golosa, señorita. Eso está bien. Bernard —llamé alzando la mano —
Queremos postre.
—¿Qué desean pedir?
—¿Ava? —ella miraba la carta indecisa. La veía casi salivar —Traiga de
todo, Bernard.
—Lo que ordene.
—¿De todo, Tyra? —me miró sonriendo.
—Probaremos un poco de cada uno y escoges lo que más te gusta para la
próxima.
Me asintió y se le hizo la boca agua cuando nos pusieron toda esa comida
enfrente. Tímidamente al principio, comenzó a probar todo aquello. Después de
unos minutos, la vergüenza se le había ido y casi comía a dos manos.
—Perdón —rio ella mientras yo la miraba divertida.
—¿Cómo puedes comer tanto y estar tan delgada?
Se encogió de hombros y se limpió con la servilleta. Un rato después, pagué
la cuenta, con el enfado de ella por no dejar colaborar.
—La próxima pagas tú —le ofrecí.
—¿Habrá una próxima? —preguntó incrédula.
—Bueno, si tú quieres...
—¡Claro que sí! —casi gritó.
—Bien, ¿nos vamos?
Mi chófer la acercó a casa y yo salí del coche para despedirla. Me abracé a
ella y besé su mejilla.
—Gracias por la cita —me sonrió.
—Gracias por haberte arreglado. Ya que mañana hablarán de mi súper cita
lésbica en los diarios amarillistas, al menos que vean que mi acompañante era
una preciosidad.
Ava se rio de nuevo y se despidió de mi chófer saludándole con la mano.
—Gracias por traerme —le dijo.
A él le extrañó el gesto. No estaba acostumbrado a tanta amabilidad por parte
de mis compañías. Pero, sin duda, aquella no era una mujer normal. Era
simplemente extraordinaria.
Me sorprendí a mí misma sonriendo en mi apartamento mientras me
desmaquillaba pensando en ella. Debíamos repetir aquello. Me encantaba y
quería que se convirtiera en una buena amiga.
—Ava Davis —dije frente al espejo —Eres magnífica.
5. Espero una cita memorable
Ava
—¿Quieres cenar conmigo? —preguntó Tyra y me emocioné.
Quedamos en vernos a las nueve. Ella me recogería en mi casa, así que, en
cuanto salí del trabajo, me fui a mi apartamento a decidir qué me pondría.
—Pareces una adolescente en su primera cita —me dijo Harper —Y aún
faltan unas horas.
—No es una cita —protesté.
—Bueno... Ella te invitó a cenar. ¿Tan bien fue el otro día? —sonrió
pícaramente.
—¿¡Qué!? ¡No! Simplemente intervino para que Anna me dejara en paz. Le
dije que ya tenía planes, pero no me salió ninguna excusa que darle, así que Tyra
dijo que saldríamos juntas.
—¿Y cómo terminó haciéndose realidad esa mentira? —preguntó.
—¿Cómo?
—Si lo hizo por salvarte, ¿cómo acabó invitándote a salir?
Entonces, me di cuenta. Fui yo la que di por supuesto que lo que había dicho
era real, que saldríamos juntas.
—¡Dios! —exclamé —Di por hecho que íbamos a salir y entré a preguntarle
dónde me llevaría.
—¿¡Qué!? —rio ella —¿Y cómo reaccionó?
—¡Pues invitándome a cenar! —grité —¡Soy imbécil, Harper! Ella no quería
venir. Tengo que llamarla.
—¡No, Ava! Lo hecho, hecho está. Ahora vas a salir con tu jefa y le
agradecerás la cita.
—Soy una idiota —terminé por decir—.
A menos diez, bajé a la calle a pesar de que Harper pidió que esperara arriba.
Cada segundo que pasaba hacía que mis manos temblaran un poco más. ¿Y si, a
pesar de todo lo que me había esforzado por verme bien, no venía?
Miraba el reloj por centésima vez, cuando una voz me distrajo.
—Sólo un par de minutos —se disculpó por su tardanza.
Sentí un alivio tremendo al verla allí. Temía que hubiera preferido trabajar a
estar conmigo, así que me abracé a ella. Estaba preciosa, como siempre que la
había visto. Ella me dijo que yo también lo estaba.
Pasamos una velada estupenda, y volvió a dejarme en casa. Me sentí como
una princesa con todas esas atenciones que recibí de su parte. Ni siquiera le
importó que la gente pensara que estábamos en una cita. Dijo que yo estaba a la
altura de las circunstancias y no le importaría que nos emparejaran en las
revistas. Además, me dijo que le gustaría repetirlo.
Llegué a mi apartamento suspirando, pero toda mi alegría se fue cuando me
encontré a Anna en el sofá. Harper apareció cuando escuchó la puerta cerrarse y
vio mi cara de malestar.
—Te avisé, pero no lees los mensajes.
—Estaba ocupada con su jefa —dijo Anna celosa.
—Sí, lo estaba —contesté cabreada, y vi a Harper alzar las cejas y retirarse a
su habitación —Porque quedé con ella y apareció.
—¿Te besó al dejarte en el portal?
—¡Claro que no! —me hice la ofendida porque, aunque nos habíamos
besado, fue en circunstancias atenuantes y, en realidad, no había mentido. Ni
siquiera había sido ese día.
—¿Te gusta? —preguntó inquisitiva —Te has arreglado mucho para ella. Ni
siquiera llevas tus gafas.
—Ya está bien, Anna. Deja de hacer el ridículo. Es mi jefa y ahora
intentamos ser amigas.
Me aterraba plantearme esa pregunta. ¿Me gustaba? Yo amaba a Anna y Tyra
era hetero. Era una chorrada pensar en eso.
—Lo siento, Ava —susurró, arrimándose a mí para abrazarme —Te quiero
tanto...
—Yo también lo hago. ¿Crees que, si no te quisiera, permitiría que me
pusieras en el puesto número dos en las prioridades de tu vida?
—No volveré a hacerlo, te lo prometo.
—No prometas cosas que no vas a cumplir, Anna —me quejé.
—De verdad. Jamás te volveré a dejar plantada.
Buscó mis ojos con los suyos, y por un segundo pensé que miraba los de
Tyra. Tenían un tono parecido. Enmarcó mi cara y me besó profundizándolo tras
un segundo. Bajó a mi cuello y empezó a excitarme.
—¿Lo prometes? —pregunté, esperando una respuesta que me hiciera
devorarla.
—Sí, mi amor —la empujé contra el sofá y le quité rápidamente la camiseta,
totalmente descontrolada —Ava, está tu hermana ahí. Vamos a la habitación.
Me volvía loca. La quería y la deseaba como a ninguna. Le hice caso y
fuimos chocando con las paredes hasta llegar a mi cama.
Tyra
—¿Cómo pudiste hacerle eso a Ava? —pregunté, intentando averiguar qué
era exactamente lo que había pasado y que la rubia no quiso confesar.
—¿Te lo contó, la muy puta? —exclamó y me enfadó que se refiriera así a
ella.
—No la insultes, tú fuiste la culpable.
—Aproveché el momento, Tyra. Ella no se atrevió a contar su idea e iba a
perderse, así que la tomé. Si acabé en Hawái fue gracias a mi iniciativa.
¿Era eso? ¿Había robado la idea de Ava y se había aprovechado de los
beneficios?
—¿Ava tuvo la idea?
—Pero ¿no te lo dijo ella ya?
—No, idiota. Ella no quiso acusarte, y no entiendo por qué. Ha sido una
jugada asquerosa, Morgan. No sé ni cómo te atreviste.
—Sabes que soy ambiciosa. Vi una oportunidad y la tomé.
—¿Sabes? No quiero gritarte, pero si no quieres que te despida harás algo.
—¿Despedirme? ¡TyTy!
—Te quitaré esas dos semanas de vacaciones de las de este año. Y te bajaré
el sueldo quinientos dólares los próximos seis meses.
—¿¡Qué!?
—Oh, y tienes estas dos semanas para pedirle disculpas a Ava. Sé que te
dolerá en el alma, por eso te doy margen. Pero ha demostrado ser mucho mejor
persona que tú, y mira que no te merecías nada, Morgan.
—Pero, Tyra...
—Sal de mi despacho, ahora. Ponte a trabajar y no me molestes con ruegos.
Estaba cabreada. ¿Cómo podía haber hecho eso? Había estado de vacaciones
con todos los gastos pagados, y gastó mucho más de lo que iba a recuperar con
su sueldo. No era el dinero, era el engaño. ¿Acaso no era mi amiga? Pues era una
amiga horrible, y una persona aún peor. Y, sin embargo, Ava se lo había
guardado para ella. No me extrañaba que la odiara.
—Pues que sepas que la dulce Ava anda diciendo por ahí que el café es una
mierda, y que mejor perder unos minutos en salir a tomar uno de fuera —soltó
antes de cerrar la puerta de golpe.
Ojeé la revista que había comprado. Allí estábamos Ava y yo, en una
supuesta cita. Sonreí ante la posibilidad de estar saliendo con ella. Me resultaría
tan extraño... Miré el reloj cuando ya pasaban las ocho. Ava ya debería haber
llegado. Cogí el teléfono y apreté el botón que me comunicaba con mi secretaria.
—Tráeme unos cafés. Pero de la cafetería de enfrente.
En unos minutos regresó y yo me encaminé a ver a Ava. Le entregué uno de
ellos y le enseñé nuestras fotos. Ella se indignó, pero yo no le daba importancia.
Le hablé de que ya conocía el secreto de Morgan y le pregunté si quería irse a
Hawái con su novia.
No entendí por qué, pero me arrepentí al instante. Sería porque Anna me caía
fatal, por haberla hecho sufrir aquel día, pero no quería que se fuera con ella.
Rechazó la idea y yo decidí que debía compensarla de alguna manera.
Para empezar, compré una máquina de café nueva. Mi cuerpo se llenó de una
sensación placentera cuando vi su reacción. Sólo pude sonreírle.
Entonces, me invitó a salir el sábado, y decidí tomarme el día libre para estar
con ella.
—Lleva ropa de abrigo —me pidió.
—¿Por qué? ¿A dónde me llevas?
—No puedes saberlo todo, Thompson. Tendrás que esperar.
Estaba nerviosa cuando picó a la puerta. Llegó más tarde que yo y le echó la
culpa a la cantidad de coches que había en aquella ciudad. Una idea cruzó mi
mente.
Cogimos un taxi y nos llevó a una pista de patinaje sobre hielo. Me miró
entusiasmada para descubrir mi reacción y yo sólo tenía la boca abierta.
—¿Te gusta la idea?
—¡Me encanta, Ava! Pero no tengo ni idea de patinar.
—Eso no importa. Ven.
Nos pusimos los abrigos y fuimos a por unos patines. Pagó los alquileres y
me ayudó a entrar en la pista. Yo iba riendo, con pánico, pues no podía moverme
apenas sin pensar que caería de culo.
—¡Voy a matarme! —le grité mientras reía a carcajadas.
—Te caerás, Tyra. Todos lo hemos hecho. Pero no importa, vamos.
Cogió mi mano y me acompañó lentamente en aquella recta. Cuando
llegamos al final, me tambaleé y me agarré a ella con fuerza. Se quejó y se rio,
pero siguió ayudándome.
Unos minutos después, y unas pocas culadas también, ya estaba más suelta.
Nos movíamos de la mano sin dejar de sonreírnos la una a la otra.
En una curva, volví a perder el equilibrio, pero esa vez me abracé a ella.
Nuestros rostros quedaron pegados y noté una descarga eléctrica por todo mi
vientre. La miré a los ojos y tragué saliva. ¿Por qué tenían que ser tan
condenadamente bonitos? Ella sonrió.
—Lo has hecho bien, Tyra.
Abandonamos el edificio tras una hora de ejercicio. Me llevaría un par de
recuerdos morados de aquella visita, pero Ava había acertado totalmente. Me
encantó.
Después, se ofreció a llevarme a cenar a un restaurante turco y me intrigó el
por qué de esa elección.
—Estudié periodismo con una compañera de cuarto turca. Me enseñó un
montón de recetas y me enamoré de su comida.
—Estoy deseando probarlo.
El restaurante era modesto. Nada que ver con donde yo la había llevado, pero
todo era familiar y me sentí bien recibida.
—Buenas noches, Ava —le dijo un hombre de cabello rizado y negro, al
igual que su barba —¿Traes una nueva amiga hoy? ¿Meto la pata si pregunto por
Anna?
—Hola, Acar. No —rio —No metes la pata. Ella está bien, pero hoy vengo a
cenar con una amiga. Se llama Tyra.
—Buenas noches, Tyra. ¿Quieres la misma mesa de siempre? —se dirigió de
nuevo a mi acompañante.
—Sí, por favor.
Nos acomodaron con amabilidad. El trato era muy cercano. Casi parecía que
comiéramos con familiares de la rubia que me hacía compañía. Con el primer
plato, intenté indagar sobre la idea para el regalo.
—¿Y sabes conducir, Ava?
—Tengo carnet, pero... ¿Quién a día de hoy quiere un coche en esta ciudad?
Es de locos.
—¿Y nunca te has planteado comprar un vehículo pequeño?
—Antes tenía una scooter e iba a todos lados con ella. ¡Me encantaba! Hace
un par de años se estropeó y me acostumbré al transporte público —contestó
encogiéndose de hombros.
—No te imagino en una chisma de esas —me reí.
—¿Por qué? Ahí iba yo, con mi casco, toda elegante —puso caritas que me
hicieron soltar una carcajada.
—Te creo, te creo.
—¿Y tú? ¿No conduces?
—La verdad es que no... Siempre me han llevado de un sitio a otro sin
preocuparme. A mi hermano le encanta la velocidad. Me llevó a algunas
carreras. Él mismo competía, pero a mí nunca me entusiasmó.
—¿Les echas de menos? A tu familia, digo.
—Sí, claro que sí. A pesar de lo que hicieron, los quiero. Voy a visitarles de
vez en cuando, aunque me avergüence reconocerlo. Muchas veces termino
llorando en mi casa. ¿Cómo puedo sentir pena de alguien que hizo que cientos
de personas enfermaran y muchas murieran, sólo por conseguir más dinero?
¡Murieron niños, Ava! —exclamé con lágrimas en los ojos.
—Lo sé. Pero son tu familia, Tyra. No tienes que avergonzarte por quererlos.
Es comprensible.
Sujeté su mano por encima de la mesa, al notar que realmente me apoyaba en
algo que la mayoría de la sociedad criticaba. Mucha gente me odiaba por mi
apellido y, cada vez que salían fotos de una nueva visita a la cárcel por mi parte,
los rumores de mi maldad volvían a salir a la luz.
—Gracias —dije y ella sólo sonrió.
Al terminar una velada tranquila y preciosa, nos dirigimos a casa. Ava me
acompañó primero a la mía y salió del taxi para abrazarme. Había pagado todo
ella aquella noche, como prometió. Le di las gracias por haberme regalado una
noche inolvidable, pues los moratones de las caídas tardarían unos días en
desaparecer.
—Si lo sé, te invito a la bolera en lugar de a la pista de patinaje.
—¿¡Bolos!?
—¿Te gustan?
—No sé. Nunca he jugado.
—¿Que nunca has...? —preguntó sin terminar la frase, pues estaba con la
boca abierta haciéndose la sorprendida —¿Estás libre el sábado que viene?
Quiero invitarte a los bolos, y a comer comida basura en la bolera. ¡Va a
encantarte!
—Lo siento. El sábado vendrán unos amigos a casa.
—Oh... —dijo y la encontré decepcionada.
—Puedes venir a mi casa también. Tráete a tu hermana. Brianna estará allí.
—Y Morgan.
—Sí...
—Está bien, le diré a Harper —me sonrió.
—¿Haces algo este miércoles al salir de trabajar? —me preguntó entonces.
—No. ¿Tienes algún plan?
—Cena en la bolera suena bien.
Ava
Dios, ¡Tyra me había regalado una Vespa! ¡Y era la Vespa más bonita del
universo! Cuando me asomé a la ventana y vi aquella scooter con un enorme
lazo rojo, me llevé las manos a la boca. No podía creer que tuviera la suerte de
tener a Tyra de amiga.
—¿Dónde vas tan corriendo? —preguntó Harper mientras me iba.
—¡Me compró una moto! ¡¡¡Una moto, Harper!!! —grité y la vi dirigirse a la
ventana.
Bajé corriendo las escaleras, tropezando en algunos peldaños, hasta que
llegué a ella.
—¿Me llevas al trabajo? —me preguntó y yo abrí mis ojos aún asombrada.
—¿Esto va en serio?
—Dije que iba a compensarte por el dinero que me hiciste ganar, y pensé que
te gustaría una Vespa. ¿Acerté?
¿Era por aquello? No merecía una Vespa por una simple idea. Además, ni
siquiera me atreví a contársela. Aun así, le agradecí. ¡Era tan generosa!
—¿Bromeas? ¡Es perfecta! —ella sonrió, como si se guardara algo —
Gracias, Tyra. Eres maravillosa...
—Tú lo eres, Ava. Te lo mereces todo.
Me ofreció el casco y ella se puso el otro. Me fijé bien en ellos y sonreí.
—¿Son personalizados? —pregunté.
El que ella se colocó, era de color negro, con una franja verde y las letras
"TT" en un lateral. El mío, amarillo con la franja azul y las letras "AD".
—Claro que son personalizados. Para que no le prestes mi casco a nadie —
sonrió.
—Lo guardaré como mi mayor tesoro. Sólo lo usarás tú, señorita escrupulosa
—me reí.
Me monté en la moto y ella subió detrás. Me abrazó por la espalda y apoyó
su cara en mi hombro. Me tensé un segundo. Mi respiración se aceleró. Pero era
una tontería, simplemente por la cercanía de otra mujer, una preciosa en este
caso.
—Te confío mi vida, Ava —susurró en mi oído e hizo que todo mi cuerpo se
erizara.
—No te preocupes —contesté divertida —Soy una conductora responsable.
Suspiró mientras se apretaba más contra mi cuerpo, y una descarga eléctrica
se instaló entre mis piernas, molestándome.
Llegamos al trabajo un tanto agitadas, pero le agradecí enormemente el
regalo más caro que nadie me había entregado jamás.
—¿Mañana vendrás a buscarme para ir a los bolos en la moto? —me
preguntó.
—Si tú quieres... —dije sin saber si quería repetir o no.
—Me encantaría, Ava.
El día fue tranquilo, y Tyra se despidió de mí antes de irse a Thompson Corp.
Le dediqué una sonrisa mientras se iba de allí.
Estando yo ya en casa, mi hermana y mi novia llegaron del trabajo.
—Hola —saludó Harper y yo le contesté con una sonrisa.
—¿¡Es una broma!? ¿Por qué esa mujer te regala una moto? —preguntó
Anna según entró por la puerta.
—Buenas tardes, cariño —le contesté en modo regañina por no saludarme
antes.
—Perdona, amor... ¿Qué tal tu día?
—¡Pues genial, Anna! ¡Me han regalado una moto! Ahora es cuando tú me
reprochas que mi jefa me haya regalado una Vespa preciosa.
Ella rodó los ojos.
—Y, cuéntame. ¿Por qué? Harper sólo os vio marchar juntas en ella.
—La llevé al trabajo —informé —Y me regaló una moto porque una de mis
ideas le hizo ganar un montón de dinero.
—Ya... Seguro que es eso...
Cenamos las tres juntas y Harper se despidió mientras sonreía mirando el
móvil. Llevaba embobada varios días con esa amiga de Tyra, Brianna. Le pedí
que no hiciera tonterías. Ella misma me había hablado de que Brianna no quería
una pareja estable, pero Harper me aseguró que sólo eran amigas.
Se pasaba un montón de tiempo hablando con ella por teléfono, mandándose
mensajes como adolescentes. Pero nos alegró poder pasar un tiempo a solas en el
salón gracias a su partida.
Anna acarició el lateral de mi cara en cuanto Harper desapareció de escena, y
llevó sus labios a mis pómulos para besarlos con delicadeza. Después continuó
con cada poro de mi cara, hasta que juntó nuestras bocas, haciendo que poco a
poco nos fuéramos encendiendo más y más.
Esos últimos días, el sexo era apasionado y no pasaba un día sin que nos
comiéramos la una a la otra. En medio de la sesión de besos ardientes, frenó y
me miró.
—Ava, vivamos juntas —pidió.
—¿Cómo? —pregunté sorprendida ante aquella inesperada proposición.
—¿Qué sentido tiene continuar en este apartamento, preocupándonos de si
Harper va o viene? Podemos mudarnos al mío, o a uno diferente si lo prefieres.
¿Qué me dices?
Me miró con una cara de completa emoción. Lo pensé un segundo. ¿Quería
irme de ese apartamento, de vivir con Harper, para estar con Anna? ¿Quería estar
con Anna? ¿Y por qué no? Era preciosa, sexi, divertida, valiente y nos iba muy
bien. No tendría sentido negarse.
—Sí, cariño. Vivamos juntas.
Tyra
Pensar en que Ava traería a su novia a mi casa me ponía de mal humor. Creía
firmemente que no la merecía. La rubia era una dulzura, lo daba todo por quien
fuera, era generosa y siempre anteponía a los demás a ella misma.
Sin embargo, Anna no tomaba en serio esas virtudes. Prefería estar
trabajando a pasar tiempo con ella, aunque Ava me había dicho que, desde la
última discusión, cuando yo la conocí, su novia parecía haber cambiado. Incluso
estaban muy cariñosas la una con la otra, cosa que también me molestó.
Habían sido dos semanas perfectas, viendo a Ava todos los días excepto los
domingos, y con varias salidas después del trabajo. La moto le había encantado,
así que estaba feliz. El viernes, justo antes de marcharme a Thompson Corp, le
recordé a Morgan que era el último día para disculparse con Ava.
—¿Qué? ¡No, Tyra! —volvió a protestar —No voy a pedirle perdón por ser
una cobarde y no contarte su idea.
—Vale —ella sonrió satisfecha, como si a mí me hubiera bastado esa
explicación —Pues estás despedida, Morgan. Recoge tus cosas.
—¿Hablas en serio? —preguntó nerviosa.
—O te disculpas o te vas. Ahora no soy tu amiga, soy tu jefa.
—TyTy...
—Morgs... —me burlé —Ahora.
Gruñó y se levantó de su mesa, para dirigirse al escritorio de Ava. Yo me fui
detrás de ella, a unos pocos metros, para escuchar que realmente hacía lo que
debía.
Carraspeó para que la rubia levantara su cabeza y la mirara.
—Hola —dijo Ava, extrañada de verla allí y sus ojos se desplazaron a los
míos. Yo sólo le sonreí.
—Mira, chica... Tú no te atreviste y yo lo aproveché. No le veo tanto
problema. Te enseñé a ser valiente, a creer en ti.
No podía creer lo que escuchaba y me acerqué a ella.
—Llamaré a recursos humanos para que preparen tu marcha —amenacé.
—¡No! No, ya me comporto —masculló —Ava, —dijo masticando las
palabras —siento haberme apropiado de tu idea.
—Gracias —contestó la rubia poniéndose seria, pero mirándome con sorna
—¿Algo más?
—Actué mal y ya he sido castigada por ello —siguió de mala gana —Espero
que tú puedas perdonarme.
—Sí, eh... Lo pensaré mientras me da la brisa en mi nueva Vespa —contestó
y yo me tuve que reír, mientras mi secretaria temblaba de rabia —Pero deja de
sufrir ya, Morgan. Te perdono, porque si no esa vena que se te está hinchando en
el cuello explotará de un momento a otro y salpicarás a Tyra.
—Gracias —dijo a regañadientes y se dio la vuelta para irse delante de mí.
Ava me sonrió y yo le guiñé el ojo.
—Pasa buen día, Ava. Nos veremos mañana en la noche en mi casa, ¿de
acuerdo?
—Claro. No trabajes demasiado, Ty.
Me encantaba que acortara mi nombre de esa forma. Era la segunda vez que
lo hacía. Nadie me llamaba Ty. Yo era TyTy para Morgan y para Brianna cuando
nos poníamos un poco ñoñas. Brie y Morgs las llamaba a ellas.
—No te preocupes, Ava —le sonreí—.
Ava
Cuando descubrí que Tyra había tenido sexo con aquel tipo que ni conocía,
me sentí fatal con ella. O conmigo misma. O con Anna. Bueno, no entendía bien
qué sentía, pero me dolió, y no tenía motivos para ello.
Después, descubrí dos de sus antiguas parejas, si podían llamarse así. Tyra
era mujer de una sola vez. Quise hacer una broma, y me arrepentí al instante. Me
miró con los ojos llenos de dolor y no pude soportarlo. Huyó y la seguí, y
cuando la encontré llorando, me sentí horrible. Yo había hecho llorar a Tyra y era
lo último que deseaba.
Me disculpé y ella me recriminó por no haberle contado que me mudaría con
Anna. ¿Cómo iba a hacerlo, si Tyra la odiaba? Mi novia no era un monstruo,
sólo una adicta al trabajo. Sin embargo, negó que yo la quisiera, y cuando
confirmé mis sentimientos por ella, se echó a llorar de nuevo.
Estuvimos abrazadas un rato mientras ella se recomponía.
—No sé qué me ocurre hoy, Ava. Estoy tan sensible... Y borracha...
—No importa, Ty. Desahógate.
—Me encanta que me llames así, ¿sabes?
—¿Ty?
Me sonrió y agarró mi cara con las manos. Me acarició el pómulo con su
pulgar y me estremecí. Acercó su rostro al mío, lentamente, mientras me miraba
a los ojos, y deseé que me besara. Quise que sus labios volvieran a rozar los
míos, pero sólo la sentí en mi mejilla. Un segundo después, me sentí fatal por
desear su contacto cuando mi novia estaba en su apartamento.
—Gracias por aguantar este estallido de drama —me dijo, con sinceridad.
—Creo que deberíamos volver y no beber más. Hay cosas que empeoran con
el alcohol, y el drama es una de ellas —me reí —Además, mañana vamos a tener
una resaca terrible.
—¿Sabes que estoy a punto de conseguir una medicación que elimina por
completo las consecuencias del alcohol?
—¿De verdad? —me reí.
—¿La probarás conmigo cuando la tenga? —me preguntó sonriéndome.
—¿Qué tendríamos que hacer?
—Pues... —se encogió de hombros —Beber mucho, como estamos haciendo
últimamente... Y al día siguiente tomar la pastilla.
—De acuerdo —levanté mi mano para prometer —Yo seré tu conejillo de
indias.
Volví a llevarla arriba y nos despedimos en pocos minutos. Nos fuimos a
casa y Harper me besó la mejilla para irse a su habitación.
—¡Por fin solas! —exclamó Anna antes de lanzarse a besarme —No podía
dejar de pensar en desnudarte en esa fiesta.
Me bajó los tirantes y el vestido cayó al suelo, pero yo la aparté y lo recogí.
No quería a Anna tocándome esa noche. No dejaba de pensar en aquel
sentimiento que me embriagó cuando Tyra acarició mi rostro.
—Lo siento, no estoy de humor —le dije.
—Pero, ¡cariño! ¡Estás tan preciosa hoy...!
—Tú también, Anna. Lo siento, pero no quiero hacerlo hoy.
—Está bien, está bien —me sonrió acariciando mi rostro —Vamos a dormir.
Harper
Conocí a una mujer maravillosa en la fiesta a la que acudió Ava. Si bien es
cierto que ese día estaba completamente borracha y fuera de sí, tuvimos unas
citas en las que me divertí mucho con ella.
Tras aquel día, ella me llamó por aquel comportamiento que había
demostrado liberada por el alcohol, pero yo la invité a jugar al billar junto a su
hija.
Quedamos esa semana las tres juntas. La niña era simpática y me caía bien,
aunque era el motivo por el que su madre no se permitía intentar ser feliz junto a
una persona. Llegó con cara de pocos amigos. Sin duda había notado la química
entre nosotras dos. Y en nuestra segunda salida, me abordó.
—Si mi madre ya te ha dicho que no quiere una relación contigo, ¿por qué
sigues insistiendo? —preguntó —¿O es que quieres ganártela, tirártela y en paz?
—¡Payton! —exclamó Brianna, cogiendo su brazo para que la mirara —¿Por
qué eres tan maleducada?
—Porque me criaste junto a Morgan —respondió la niña y yo reí.
—Está bien, Brianna. No importa. Verás, Payton —contesté con calma —
Quizás te cueste entender esto —dije con sorna —Pero las lesbianas también
podemos tener amigas sin tener que querer llevarlas a nuestra cama. Mucha
gente parece no comprenderlo, pero no nos gustan todas las mujeres del mundo.
—Ya —contestó Payton —Vas a decirme que mi madre no te gusta. Eso es
imposible, veo como la miran los hombres.
—Es preciosa, no lo niego —dije mirando a una ruborizada Brianna —Y aun
así, puedo ser su amiga sin querer tocarla. ¿Puedes comprender eso? ¿Tú tienes
amigos atractivos con los que no quieres nada?
—Y amigas...
La miré y reí de medio lado. Parece que la niña había salido a su madre en
cuanto a sexualidad. Brianna no entendió lo que quiso decir, pero acababa de
intentar confesar que no era heterosexual.
—Bien, pues entonces, me entiendes, ¿no? No voy a intentar acostarme con
tu madre, ni para una vez ni para siempre.
—Está bien.
Miré a Brianna y estaba totalmente colorada y avergonzada, quizás también
decepcionada, aunque no lo supe descifrar bien. Yo le sonreí quitándole
importancia y continuamos la velada sin más percances.
—¡Esa moto es una pasada! —exclamó Payton al ver mi moto cruise cuando
nos despedíamos al salir del bar.
—¿Te gusta la Harley? —pregunté sonriendo —¿Quieres dar una vuelta?
—¿¡Qué!? ¡Sí!
—¡No! —exclamó Brianna —Es peligroso.
—¡Mamá!
—Lo siento, Payton —reí yo.
—Mamá, por favor... —suplicó —Tendré cuidado, de verdad. Harper es
responsable, no como tus otras amigas. Por favor...
Brianna me miró sonriéndome, y supe que cedería.
—Hagamos una cosa —propuse yo —No vamos a dejar a tu madre sola en
esta calle de noche. Puedo ir a buscarte un día al instituto y llevarte a casa.
—¡Mañana! —gritó ella —¡Mañana estaría bien!
—¿Te parece bien, Brianna? —le pregunté a la madre.
Ella asintió y yo le sonreí, antes de ponerme el casco.
—Nos vemos mañana entonces, Payton. ¿Te veré en casa, Brianna?
—Estaré en Thompson Corp trabajando hasta las cuatro. Llegaréis antes que
yo.
—De acuerdo. Pues ya quedaremos.
—Me encantaría.
Harper
—Hola, Ty —le dijo mi hermana a su jefa mientras le daba un abrazo —
Espero que lograras descansar.
—Tranquila. Estoy acostumbrada a dormir poco —le sonrió.
—Y gracias por salvarme ayer. Estaba enfadada y hambrienta y tú
solucionaste las dos cosas.
—Siempre estaré ahí cuando me necesites —sonrió con dulzura —Estoy
feliz de estar a tu lado.
—¿¡Hola!? —exclamó Payton —Hay más gente aquí a la que invitaste a salir
—protestó —¿Quieres que os dejemos a solas? ¿Busco en Google el hotel más
cercano?
—¡Payton! —la riñó Brianna, pero yo tuve que reírme. Esa niña no se
cortaba un pelo.
—¡Calla, mocosa! —gritó Tyra mientras se lanzaba a hacerle cosquillas y la
niña suplicaba auxilio.
—Eres idiota, Payton —le dijo Morgan —¿Cómo va Tyra a fijarse en Ava?
Que ella sea de la otra acera no significa que Tyra vaya a caer rendida a sus
pies...
Esa chica me caía fatal. Ni las frases que utilizaba eran las adecuadas, ni las
formas. Además, creo que la niña era bastante más inteligente que ella, porque
estaba claro que la morena estaba interesada en mi hermana. Me daba igual si no
había estado nunca con una mujer, o si ella quería negarlo el resto de su vida,
pero le gustaba Ava. Lo dejó patente cuando el rubor se hizo presente en las
mejillas de ambas.
—Idiota tú —contestó la niña.
—Payton, ya vale... —volvió a reñir su madre.
—Si ella insulta, nadie la corrige. Si se lo envío de vuelta, yo soy la
regañada. Es injusto.
—Sólo porque no quiero que salgas tan maleducada como Morgan, ¿de
acuerdo?
Morgan le sacó la lengua a Brianna y ambas rieron, pero vi a Payton darle un
empujón discretamente mientras la adelantaba.
Yo miré a su madre y la vi observándome de reojo mientras sonreía. Me
hacía sentirme confusa. Sabía que ella no quería nada conmigo por sentirse
culpable por lo que ocurrió en el pasado con su anterior pareja. Lo respetaba.
Pero, en otras circunstancias, ¿estaríamos comiéndonos a besos en mi casa? Me
miraba de una forma que me hacía pensar que así era.
Entramos en la primera tienda. Payton estaba entusiasmada con encontrar
nueva ropa para ella. Toda esa actitud tenía un nombre, Mia. Quería
impresionarla, gustarle. Sin embargo, cada vez que encontraba una prenda negra,
venía a enseñármela.
—Uso varios colores aparte del negro, ¿eh?
—Es que te ves tan guay de oscuro... Pruébate estos, porfa.
Me entregó unos apretadísimos pantalones de cuero y vi a Brianna
mirándome deseosa de que los probara, así que entré en el habitáculo. Quité mis
botas militares y mis tejanos para ponerme aquellos tan ajustados. Fue un horror
subirlos, pero tuve que reconocer que me sentaban bien. Me estaba poniendo las
botas cuando la cara de Payton apareció entre la cortina.
—¡Mucho tardas!
—Me das los pantalones del infierno y luego te quejas de que tar...
—¡¡¡¡¡Ah!!!!! —gritó y me asustó —¡Te quedan genial! —abrió la cortina y
me encontré a su madre mirándome de arriba abajo, con la boca entreabierta,
hasta que llegó a mi cara y sonrió —¿Verdad, mamá?
—Estás preciosa, Harper —me dijo y tuve que tragar saliva.
Los quité y por supuesto que iba a comprarlos, viendo la reacción de mi
amiga, pero sería lo único que compraría, porque era un buen puñado de dólares.
Recordé entonces que estábamos de compras con Tyra Thompson... Nada iba a
ser barato.
Salí y vi a mi hermana colocarle el pelo a Tyra para que luciera mejor en
aquel vestido con abundante escote que llevaba. Su jefa la miraba con ojos
acaramelados.
—Creo que ese vestido merece que Tyra Thompson lo luzca —dijo Ava y
ella sonrió —Es demasiado bonito para que no te lo pongas tú.
Dios, me iba a dar un ataque de diabetes. ¿En serio no se daban cuenta de
que se gustaban? Supongo que tenían que ir lentamente. Yo no iba a darles
ningún empujón. Anna era amiga mía.
Cuando fuimos a pagar, saqué mi tarjeta, pero Tyra me apartó.
—Cuando invito a alguien a salir de compras, es para pagar yo —me dijo.
—Pero si a mí ni siquiera me invitaste —contesté —No me parece bien,
quiero pagar yo.
—Te invitó Ava, es lo mismo. Eres de la familia, Harper —y la vi
ruborizarse —De la familia de Ava, quiero decir.
Reí por dentro. "Ambas sabemos que quieres llamarme cuñada, Tyra...",
pensé y le sonreí sin querer.
—Me siento más cómoda si pago yo, Tyra. Déjame hacerlo, por favor —le
pedí.
—Está bien, está bien. Pero ni se te ocurra decirme lo mismo, Ava —exigió
mirándola —Ese vestido sólo lo compraste porque yo lo pedí.
Ella levantó los brazos y negó con la cabeza. Pagamos y fuimos recorriendo
otras tiendas. Me enamoré de una cazadora granate, pero ya había despilfarrado
mucho en los pantalones, aunque no confesé el motivo de por qué no la
compraba.
—¿De verdad te gusta? —preguntó Payton con cara de desaprobación —Es
granate...
—Pero, ¿y esta niña? —le pregunté riendo a su madre —Te he dicho que
visto varios colores. Te llevaré a ver mi armario.
—¡Sí! —gritó la adolescente —¿Podemos ir a su apartamento, mamá?
—No era una invitación, Payton... —rio su madre.
—Sí lo era —la corregí —Me gustaría que vinieras a tomar algo —le
propuse —Y que la meticona pueda ver mi ropa.
Asintió con una sonrisa entusiasta y nos fuimos a otra tienda, todas ya
cargando con alguna bolsa. Yo no me despegaba de Brianna, que no dejaba de
probarse cosas y yo disfrutaba viendo su cara de entusiasmo. Cuando se fue al
probador con un vestido, quedé esperando para verla, pero llegó su hija y abrió
la cortina sin avisar.
—¿Ya, mamá?
Vi a Brianna con cara de pánico, en ropa interior, mirándome sonrojada.
Encogió su cuerpo mientras yo desviaba la mirada al suelo y ella le gritaba a su
hija, que sólo reía.
Dios, era preciosa y me sentí demasiado violenta con los pensamientos que
me rondaron la cabeza, así que me fui con mi hermana.
—¿Alguien puede hacerme caso? —preguntó Morgan molesta —¿Tyra? ¿Ya
no tienes más amigas que una?
—Lo siento, Morgs —se disculpó la CEO —Te queda genial.
—¿Me lo compro?
—Deberías... —le sonrió.
—¡Genial! Me lo llevo.
La verdad, esa mujer abusaba. Sí es cierto que todas habían permitido que
Tyra les comprara alguna cosa, pero Morgan llevaba tantas bolsas que no podía
ni caminar.
Esa misma tarde, recibí la visita de Brianna y Payton en el apartamento. Me
sentí dichosa una vez más de tenerlas conmigo. Payton quedó satisfecha con los
colores que veía. Dijo que le servía que tres cuartas partes fueran negro o blanco.
Ava pasó la tarde con Anna, ni sé las cosas que se dirían, pero cuando volvió,
su cara no era de felicidad. Aun así, me dijo que seguían juntas, pero que era su
última oportunidad.
Al lunes siguiente, me entregaron un paquete de la tienda donde había visto
aquella preciosa cazadora. Lo abrí y allí estaba, junto a una nota.
"Espero que no te ofenda este regalo. Entiende que me encantan mis amigas,
y ¿para qué quiero mi dinero si no puedo hacer feliz a la gente que estimo? Eres
una mujer maravillosa, Harper, y me alegra mucho que Brianna y Payton te
tengan en su vida ahora. Me encantaría que formaras parte de la mía también.
Pasa un buen día. T.T.."
Sonreí. Esa mujer era de lo que no había. Me alegraba que Ava estuviera
congeniando con ella. Al final, tenía claro, seríamos familia, aunque tardaran un
siglo en decidirse. Yo iba a dejarlas a su ritmo.
Sin embargo, ese jueves, después de ir a ver aquella exposición, Ava me dijo
que Tyra la había besado. ¡Un punto para ella! Siempre pensé que sería ella
quien diera el paso. Era una mujer segura de sí misma. Pero mi hermana le quitó
importancia y dijo que no lo repetirían. "Sí, estoy segura de eso", reí por dentro.
Pasaron las semanas junto a mi amiga. Brianna se convirtió en alguien muy
importante para mí y cada día era más difícil reprimir mis sentimientos.
Una tarde estábamos viendo una película a solas mientras comíamos helado.
Brianna se ensució la comisura del labio y, sin pensarlo, llevé mi dedo para
limpiarla. Luego, lo introduje en mi boca y me sentí excitada. Mis ojos se
abrieron al darme cuenta de la estupidez que había hecho. Éramos amigas, sólo
amigas. Me levanté nerviosa para irme de allí.
—Harper... —me llamó.
—Nos vemos, Brianna.
Pero yo cogí mi chaqueta y salí de la casa tras despedirme. Ella me siguió, lo
noté al escuchar sus gritos acercándose a la puerta.
—¡Harper! ¡Por favor! ¡Está bien, no te vayas!
"Déjame, Brianna. No sabes lo que estoy sintiendo en este momento".
—¡Harper! —abrió la puerta —¡Quédate!
"Déjame o no podré evitar hacer lo que quiero hacer", pensé.
—Por favor... Vuelve —me suplicó.
Me giré y la miré. Sus ojos me rogaban que no la dejara. Era tan buena y
preciosa... La deseaba tanto. La amaba tanto... "No puedo dejar de pensar en ti,
Brianna...".
—Quédate conmigo...
Aceleré el paso cuando volví a ella e hice que chocara con la pared mientras
empujaba su pelvis contra el muro con mis manos. Ella aceptó aquel movimiento
y, tras mirarla a los ojos para ver que me permitía seguir, besé sus labios con
todo el deseo que llevaba reprimiendo tantas semanas.
12. Conectaron
Ava
Qué buena fue esa mañana con Harper, Tyra y sus amigas. Habíamos estado
probando unas cosas y Tyra nos había comprado lo que quisimos. Se empeñó en
regalarme un vestido para nuestra salida de la próxima semana y ella se compró
otro con un escote que me hizo temblar las piernas. Esa mujer era fuego puro.
—¿Crees que a tu hermana le molestará si me ofrezco a comprarle esa
chaqueta que le gustó? —me preguntó mi jefa susurrando.
—No lo permitirá, no te esfuerces. Si antes no quiso, ahora no habrá
cambiado de opinión.
—¿Y si se lo envío a casa?
Le sonreí. Esa mujer no se daba por vencida nunca.
—¿A santo de qué?
—De que es tu hermana, que es muy agradable y quiero ser su amiga, de que
quiero agradecerle que trate a Payton como la trata y de que está enamorando a
Brianna cuando no se había permitido sentir nada desde hace años.
—¿Brianna está enamorada de mi hermana?
—Eso creo —sonrió tapándose la boca, como quien cuenta un chisme
emocionada —Y la veo tan feliz...
—Mi hermana también lo está, creo. A veces pasa de la euforia a la tristeza.
Creo que porque piensa que no tiene nada que hacer con ella.
—Pues que se mantenga a su lado, porque lo va a conseguir.
Tyra
¿Qué había hecho? ¡Dios! ¡Era estúpida! Había besado a Ava. No lo había
podido remediar con lo que me dijo. Siempre haciéndome cumplidos. Incluso
me dijo que era más bella que Anna. ¿La había visto bien? Anna era lo más
ardiente que había visto jamás.
Me lancé a sus labios y me estremecí. Noté deseo, pero ¿en qué estaba
pensando? Ava era mi amiga, no el ligue de una noche. Si no la quisiera tanto,
habría intentado acostarme con ella... Ese deseo estaba ahí desde hacía días, pero
no iba a joderlo todo por satisfacer a mi sexo. Hacía mucho que no me acostaba
con nadie. Tenía que ser eso... Iba a arreglarlo.
Mentí diciéndole que hacía eso con mis amigos, y ahora tendría que
disimular delante de ella. ¿Qué iba a hacer cuando me viera encontrarme con
ellas? ¡Por Dios! ¿Por qué había sido tan ridícula?
Me metí en el coche y pedí al chófer que me llevara a un bar. Necesitaba
despejarme... O quizás todo lo contrario. Necesitaba beber algo. Allí estaba, con
mi segundo whiskey, cuando un chico de unos treinta años se acercó. Era
francamente atractivo. Me invitó a dos copas más y acabamos en mi
apartamento. Por fin me libré de ese deseo sexual que me estaba matando. Pasé
una buena noche, aunque llegué sin descansar demasiado al trabajo al día
siguiente.
Noté a Ava triste, aunque me sonreía como de costumbre. Procuré no salir de
mi despacho y sentí que aquel tipo no me había ayudado en nada. Esos orgasmos
no me quitaron las ganas...
Nada más ver a Brianna ese viernes, me confesé. No quise decirle nada a
Morgan porque se burlaría de mí, pero sabía que mi mejor amiga no lo haría.
—¿¡La besaste!? —se llevó las manos a la boca.
—Sí... —dije cabizbaja —Pero ni sé por qué. O sea, me dijo que era lo más
bonito de aquel sitio. ¿Te habrías contenido?
—Depende de quien fuera... Si no me gustara, podría hacerlo perfectamente
—contestó para que entendiera por dónde iba.
—Llevaba mucho sin sexo, eso me confundió. El deseo que sentí por ella no
era más que la falta de un maravilloso orgasmo.
—¿Llevabas? —preguntó sonriendo.
—Ayer fui a un bar y no regresé sola.
—¡Tyra! ¡Menuda noche ayer! —exclamó —¿Y obtuviste tu orgasmo?
—Dos.
—O sea, que ya no hay deseo quemándote por dentro.
—No...
Pero no era verdad. No había logrado apartar de mi mente la idea de volver a
besarla, de tocarla... ¿Y si me acostaba con otra chica? ¿Y si era la curiosidad, el
deseo de probar algo nuevo?
—¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Cómo disimularás?
—Tendré que inventarme algo...
La semana siguiente había una gala benéfica. Había invitado a Ava a venir
conmigo, pero le dije que pasara por mi casa para entregarle algo que llevar al
cuello.
Le regalé un bonito y caro colgante que había comprado en alguna ocasión
que no recordaba y que había puesto un par de veces. Todo era debido a que, la
primera vez que se acudía a aquel evento, realizado una vez al semestre, se debía
donar algo por lo que el resto del público pujaría.
Pero no quise arruinarle la sorpresa, así que simplemente le dije que era para
ella esa noche. También le presté uno de mis bolsos de mano, al ver la cara que
puso al verlo. Y unos pendientes, porque hacían juego.
—Son demasiado bonitos, Tyra. Y caros. No es necesario.
—Insisto, Ava, por favor. Llévalos a la fiesta hoy.
—¿Y si los estropeo? ¡O los pierdo!
—Vamos, sólo son objetos. Déjame hacerte feliz.
Ella sonrió y apartó su melena cuando me puse a colocarlo en su cuello. Vi
su piel y la rocé con mis dedos. Todas esas sensaciones bajaron rápidamente a
buscar mi centro y volví a odiarme por sentir aquello.
Fuimos a la gala. Todo el mundo nos miraba y supe que íbamos preciosas.
Ava estaba impresionante esa noche, con ese vestido negro que realzaba su
bonito cuerpo y contrastaba con su pelo y sus ojos claros.
A lo lejos, vimos a las chicas ya reunidas. Harper no había ido aquel día, y
Brianna no me quiso decir por qué. Me pidió el domingo para hablar conmigo
largo y tendido.
—Ve a saludarlas —me pidió Ava y entonces caí en la cuenta. El saludo —
Mientras voy a decir hola al señor Sawyer.
Me dirigí a ellas mientras miraba de reojo a Ava, esperando que se volteara y
no me viera, pero no me quitaba el ojo de encima mientras me acercaba a mis
amigas.
—Hola, Le... —comenzó Brianna.
No la dejé terminar y le planté un beso superficial en los labios.
—¡¡¡Vaya!!! —exclamó Payton —¿¡Qué me he perdido!?
—Luego os lo explico —dije mientras me abrazaba a mi mejor amiga, que
era la única que sabía por dónde iban los tiros y sonrió divertida —Ahora, —
seguí besando la frente de Payton —voy a besarte a ti también, Morgan.
—Ni se te ocurra, Tyra —pidió mi amiga —Yo no soy de pescado y no
quiero que me metan en ese saco.
—Morgan... —mascullé —¡Hazlo! —decía intentando sonreír con el gesto
más falso que había hecho nunca.
Ava se acercaba y la iba a cagar.
—No lo haré.
—Morgs, somos amigas, por favor... Luego te lo explico, venga...
Prolongaba el abrazo a Payton para darme algo de tiempo, pero tuve que
soltarla. Morgan me miró con cierto malestar, pero luego se encogió de hombros
y fue ella la que besó mis labios, con más ganas de las que hubiera querido. Me
soltó y me miró con cierto rencor.
—Ahora creerán que soy bollera, joder... —se quejó.
—No, Morgan. Somos amigas saludándose y ya. Nadie cree nada.
—Al menos, —pensó —bollera con gusto, no como la marimacho de la
hermana de ésta —dijo, viendo acercarse a Ava.
—Eres idiota, Morgan —dijo la niña con desprecio y su madre la apoyó,
yendo detrás de ella mientras se alejaba.
—¿Qué? —me preguntó y yo la regañé con la mirada antes de que llegara mi
amiga.
Fuimos a apuntar nuestros nombres y reconocieron a Ava como una
"primeriza".
—Luego pasarás por el escenario para la iniciación —le señaló el hombre.
—¿Cómo? —me preguntó ella a mí.
—No te preocupes, es una tontería. Lo harás bien. Sólo dales algo.
Brianna y Payton volvieron unos minutos después. Vi que la niña había
llorado y Brianna juraría que también. Se sentaron a mi lado y vi que la castaña
se inclinaba a hablarle a Morgan.
—Harper no es una marimacho —le dijo —Es una mujer extraordinaria que
no mereces ni tener su nombre en tus labios. Y como escuche una sola palabra
ofensiva más hacia alguien a quien le atraiga su mismo sexo, voy a patearte el
trasero y sacarte de nuestra vida, ¿de acuerdo?
—¿A qué viene esto ahora? —le preguntó la latina.
—Has hecho llorar a Payton por tus desagradables palabras. Ella no es
ninguna de todas esas palabras feas que empleas, ni yo tampoco. Quizás no
quieras rodearte de mujeres a las que les gusten otras mujeres. Pues hay unas
pocas aquí —le dijo y me sentí orgullosa de ella.
Acababa de confesarle que le atraía su mismo sexo. Pero, ¿también a
Payton? Ese domingo habría mucho de qué hablar.
—Bueno... Está bien, era una broma —contestó mi secretaria —¡Relájate!
—¿Puedes pedirle perdón a Payton? —pidió Brianna.
—¿Que le pida…? ¡Arg! —gruñó. Morgan frunció el ceño, pero luego se
adelantó apoyando su cuerpo sobre la mesa —Pay —la llamó y la niña la miró
—Lo siento... No sabía que te iban las tías, pero lo respeto.
—¡Morgan! —riñó Brianna.
—¡Guau! —exclamó mi sobrina postiza —Tres minutos tardaste en contarlo,
mamá.
—Lo siento, cariño. Pero no es nada malo.
—Lo sé —contestó mi sobrina postiza —Harper me lo dice casi a diario.
—Oh... —intervino Morgan —Y siento haber llamado marimacho a tu futura
mamá. Es buena gente.
—¡Morgan! —volvió a regañarla Brianna.
La niña rio de medio lado y yo solté una carcajada. No te aburrías con
Morgan, había que reconocérselo.
Empezaron a salir primerizos, que ya sabían qué debían hacer, así que
llevaban el objeto en la mano y explicaban qué era. La gente pujaba.
En un momento dado, llamaron a Ava, que me miró extrañada y fue al
escenario, mientras yo sonreía.
—Bueno, señorita Davis, ¿qué va a donar?
—¿Cómo? —dijo delante del micrófono.
—Los primerizos donan un objeto para la subasta.
—¡No tenía ni idea! ¡No he traído nada! —contestó abochornada.
—Bueno... Siempre se tiene algo... ¿Qué me dice de ese estupendo colgante?
Le sonreí, para eso le había entregado aquello. Pero ella no lo entendió.
—No puedo, ni siquiera es mío. Es un préstamo —dijo sonriendo nerviosa.
¡Qué desastre de mujer!
—Bueno, entiendo —habló un poco molesto —Y ¿ese bolso?
—Tampoco.
—¿Los pendientes?
—No...
—¿Lleva algo encima que sea suyo, señorita?
—El vestido.
—Pero no es plan desnudarla delante de tanta gente —susurró delante del
micrófono para que escucharan todos y una carcajada generalizada se extendió
por la sala.
Yo también me reí, por verla tan colorada, colocándose las gafas.
—¿Qué ha traído usted hoy?
—Sólo a mí misma...
—Bueno... —pensó el hombre —No es mala idea. ¿Le parece si subastamos
su compañía en la cena de hoy?
—De acuerdo... —contestó, no muy convencida.
Pero... Iba a cenar a mi lado. Planeamos compartir del plato, porque seguro
que había varias cosas que queríamos.
—Bien, pues... Señoras y señores, ¿quién desea pasar la velada de hoy
compartiendo anécdotas con la señorita Davis? Periodista, escribiendo una
columna en la ThompCo Magazine.
—Cincuenta dólares —dijeron por mi derecha.
—Cincuenta dólares, genial.
—Sesenta.
—¡Sesenta y cinco!
—Setenta.
—Las pujas van bien... Cuente algo de usted ¿Qué columna escribe,
señorita?
—La de educación sexual.
—Doscientos —gritó un hombre.
—Trescientos.
—¡Quinientos!
Una a una, se sucedían las pujas. Yo no podía dar crédito. Todos querían
escuchar a Ava hablar de sexo y me horrorizó.
—Mil setecientos dólares a la una...
—Diez mil dólares —alcé mi mano y todos se voltearon a verme, incluyendo
mis amigas.
Clavé mis ojos verdes en los azules de mi amiga. "Nadie va a quitarme la
oportunidad de pasar un segundo contigo, Ava", pensé.
14. Cogió su mano para acercarla
Payton
Tía Tyra me encantaba. Me hacía reír, se preocupaba por mí, me reñía sólo si
era necesario, pero confiaba en que hiciera las cosas bien por mí misma.
Sin embargo, conocí a una mujer que me maravilló. Era guay. Me gustaba su
forma de vestir, de actuar y de tratarnos a mi madre y a mí. Primero, no quise
saber nada de ella, porque creí que quería acostarse con mi madre y dejarnos ir,
pero mamá y ella me confirmaron que sólo serían amigas. Entonces la admití.
Toda esa inseguridad por las parejas de mi madre empezó cuando mi padre,
que no era mi padre en realidad, si no el hombre que me había criado, nos
abandonó unos años atrás. Llevaba una semana sin verle cuando le pedí a
Morgan que me llevara a su trabajo.
—Pay, tu madre me matará si lo hago —me dijo la morena—.
—Si no me llevas tú, voy a escaparme y puede que pese en tu conciencia si
alguien me hace algo malo.
—¡Oye! Eso es chantaje.
—Tía Morgs, por favor...
Accedió tras varios minutos de ponerle ojitos y mintió diciendo que iba a
acompañarla a comprar algo que necesitaba.
Aparcó delante de su trabajo y esperamos más de una hora a que saliera.
Cuando lo vi, mis ojos se iluminaron y él se sorprendió.
—¡Payton! ¿Qué haces aquí?
Me dolió que no me llamara "cariño" o "Pay", como siempre hacía. Yo le
quería tanto, tantísimo... Era mi padre...
—Papá, hola.
—Hola. ¿Sabe tu madre que estás aquí? —preguntó cortante—.
—No...
—Debes irte. Te reñirá.
—Sólo quería pedirte que vengas conmigo a tomar algo. Tengo que contarte
muchas cosas que me han pasado esta semana.
—Oh, bueno... —contestó pensativo —De acuerdo.
Le vi con tan poco entusiasmo, cuando yo lo desbordaba, que un nudo en el
estómago me dificultaba respirar.
—Bueno, papá, si tú quieres... No te sientas obligado... —dije encogida por
el dolor—.
—Entonces, mejor no, Payton. Tu madre y yo nos hicimos daño y quiero
cerrar esa etapa de mi vida. Mejor dejarlo aquí— soltó, antes de irse,
dejándome con el corazón roto y con los ojos llenos de lágrimas, sabiendo que
había perdido a alguien a quien quería tantísimo—.
Nunca le dije a mi madre que le había visto, y Morgan prometió hacer lo
mismo, pero me rompí por dentro y mi madre decidió llevarme a un psicólogo.
Realmente me ayudó, pero siempre me quedó ese terror de que mamá volviera a
meter a alguien en nuestras vidas que nos abandonara más tarde. Sin embargo,
Harper era todo lo que deseaba en una posible pareja de mi madre, pero me daba
mucho miedo.
Tenía una compañera en el instituto, Mia, que me encantaba. La conocía de
hacía algo más de tres meses cuando me di cuenta de que con ella había algo
diferente. Me gustaba pasar tiempo con ella, que me besara y me abrazara. Fue
cuando se acercó a decirme algo al oído que me di cuenta de que quería besarla,
como había besado a aquel chico el verano pasado. Y me dio miedo, mucho
miedo.
Quería contarlo, pero no podía. No me atreví con nadie, hasta que lo solté de
forma disimulada delante de mi madre y Harper, pero sólo la morena se enteró
de lo que había dicho. Fue ella la que me hizo sentirme bien por ello. Al fin y al
cabo, ella también quería a las chicas y era lo más guay del universo.
Aun así, estaba insegura, y apenas nadie más lo supo. Una amiga a la que se
lo confesé se burló y quiso contarlo a todos, pero Harper también lo arregló.
Supe que el día que me marché con Mia a su casa, Harper y mi madre
discutieron. Yo sabía que estaban saliendo juntas, por más que mi madre siguiera
insistiendo en que no. Cuando llegué a casa, la encontré llorando muerta de pena
y dolor.
—Mamá, ¿qué ocurre? ¿Estás bien?
—Nada, Payton —sollozó —Tranquila, cariño.
—¿Es por Harper? ¿Habéis discutido?
Sin contestarme, ella se abrazó a mí, llorando en mi hombro. Me rompía el
alma verla así.
—No voy a hacerte daño de nuevo, mi amor —me dijo.
No entendí lo que quiso decir, pero caí en la cuenta de que otra vez había
perdido a una figura que adoraba. Aunque en esa ocasión iba a ser fuerte, por mi
madre. Aun así, deseé escribirle a Harper. Deseé decirle que la quería, que no se
fuera, que la necesitaba. Pero no quería volver a sentir aquel rechazo que me
destrozó el corazón unos años atrás.
El fin de semana fuimos a una gala benéfica a la que Tyra siempre nos
llevaba. Tía Morgan estaba a mi lado cuando tía Tyra besó a mi madre en los
labios. No sabía de qué iba aquello, pero Morgan se negó a repetirlo. Al final,
accedió, pero escucharla insultar a Harper una vez más me hizo temblar de la
rabia. La insultaba por ser lesbiana. ¿Y yo?
Hui de ellas, y saqué mi móvil. Otra vez me sentía impotente, nerviosa,
insegura. Entré en los mensajes de Harper. El último era del día anterior, antes de
haberlas dejado a solas en casa.
"Te necesito"
Escribí con lágrimas en los ojos.
"¿Pasó algo?"
"Sí..."
"¿Estás en la gala?"
"Sí"
"Voy para allá"
Harper no era como mi padre. Puede que discutiera con mamá y que ya no
estuvieran juntas, pero ella no parecía querer abandonarme.
—¡Payton! —exclamó la voz de mi madre detrás de mí —¿Qué ocurre? —
preguntó cuando vio mis ojos llenos de lágrimas —Mi amor... —susurró
mientras me abrazaba y yo comenzaba con un llanto descontrolado —Mamá está
aquí... Shhhh... —sollozó y me apreté contra ella —Sabes que puedes contarme
lo que quieras, ¿verdad?
—Lo siento tanto...
—Cariño, voy a quererte por siempre. No importa a quién quieras tú.
Parecía que ya lo sabía. Quizás Harper le hablara de mí.
—Lo siento, mamá —insistí.
—Payton... Yo me siento atraída por chicas también, ¿vale?
—Harper...
Lo sabía, yo lo sabía. Pero Mary Harris me había llamado viciosa. Decía que
la gente que nos gustaban ambos sexos lo éramos, y me hacía sentir fatal.
—Sí, Harper —contestó tristemente —Así que no te sientas mal, o culpable.
Nada. Todo lo que sientes es normal, y no importa si es con un chico o con una
chica, ¿de acuerdo?
—Te quiero, mamá.
—Y yo a ti, mi amor.
—Siento mucho lo de Harper.
—Lo sé. Yo también —durante unos segundos nos quedamos en silencio, y
luego ella intentó cambiar de tema —Y… ¿quién es esa niña que te gusta? —
preguntó.
—Pues —sonreí —Mia.
—¡Ah! ¡Esa niña tan preciosa y tímida!
—Sí —me reí, aún con lágrimas en los ojos.
—¿Y ella siente lo mismo? ¿Estáis saliendo?
—¿Saliendo? ¡No! —casi grité, nerviosa —Ella no es como yo...
—Vaya... Lo siento, mi vida.
Volvimos a la mesa y Morgan se disculpó... a su manera. La tía Morgan era
así. Me sentí tan bien por tener allí a mi madre... A los veinte minutos, vi a
Harper aparecer y me di cuenta de que ella había prometido venir. Apareció muy
bien arreglada, con el pelo ondulado y un vestido de noche. Mi madre la vio con
ojos suplicantes, pero la morena apartó la mirada.
—¡Harper! —exclamó su hermana —¿Qué haces aquí?
—Payton me necesitaba —dijo un poco cortada mientras saludaba a todas
con la mano.
—Estás preciosa, Harper —concluyó mi tía Tyra —Siéntate aquí.
Hizo un espacio para que se sentara a mi lado y lo hizo. Inmediatamente me
abracé a ella.
—Gracias por venir, Harper —sonreí.
—¿Estás bien? —susurró para que nadie oyera.
—Sí —contesté a su mismo nivel —Antes, Morgan dijo algo que me
ofendió, pero ya me pidió perdón y eso hizo que hablara con mi madre sobre
Mia. Debería haberte avisado que no hacía falta que vinieras, pero quería verte.
—No importa ¿Ya le has contado? —sonrió.
—¡Sí! Me alegra mucho haberlo hecho.
—Te lo dije, cariño.
Al escucharla, me lancé de nuevo a sus brazos y ella besó mi mejilla.
—¿Cómo has tardado tan poco en llegar si vienes así de preciosa? —
pregunté entonces, con un tono de voz normal.
—Porque ya estaba arreglada —dijo un poco avergonzada.
—¿Ibas a salir? ¡Lo siento!
Mi madre nos miró y agachó la cabeza. No debería haber llamado a Harper,
le estaba haciendo daño tenerla allí.
—No te preocupes. No era nada importante. Siempre que me necesites,
estaré aquí para ti, Payton.
Cenó con nosotras y luego nos esparcimos entre la multitud. Yo fui a buscar
a algún conocido de mi edad. En aquellas galas muchos repetíamos, y tenía
alguna amistad por allí.
Pedí una bebida en la barra y un chico se acercó. Era alto y rubio y se veía
que se creía un ligón.
—Hola, preciosa. ¿Cómo estás?
—Hola —respondí tímidamente.
—¿Sólo un refresco? ¿Puedo invitarte a una copa?
—No puedo beber alcohol —le informé. Parecía no saber que yo era menor
de edad.
—No puedes comprar, pero yo sí. Luego te la doy, espera.
—No, no quiero, de verdad —le dije cuando levantaba la mano para llamar
al camarero.
—Bueno, está bien. Soy Carl. ¿Cómo te llamas?
—Payton —contesté —Mis amigas vendrán ahora y...
Quería que se fuera y no sabía cómo echarle de allí.
—No importa. Me quedaré hasta que lleguen. Luego puede que quieras
quedarte conmigo en vez de irte con ellas.
Cada paso que daba hacia mí era uno que yo retrocedía. ¿Dónde estaba mi
madre o mis tías? ¿Harper? Necesitaba ayuda.
—¿Cuántos años tienes?
—Quince.
—¡Vaya! ¡Pareces mayor! Quizás porque resultas madura e interesante. Yo
ya voy a la universidad de Stockton. Mi padre es el rector. Si quieres entrar,
puedo mover algunos hilos.
—Ah, sí. Gracias.
—Espera, dame tu teléfono y quedamos para hablar de ello otro día, ¿vale?
—No, no te preocupes. Saldré de la ciudad.
—¡Oh! Quieres alejarte de mamá, ¿eh? —rió.
Seguía avanzando y avanzando, haciendo que yo llegara a la pared y no
tuviera escapatoria. Cuando la noté en mi espalda, sentí miedo de no poder huir.
—¿Sabes? —se acercó a susurrarme a mi oído y yo cerré los ojos, incómoda
—Eres preciosa.
Entonces, se alejó de forma brusca de mí, cuando alguien le empujó desde
atrás.
—¿Qué haces, idiota?
—¿Quién eres tú y por qué me agarras? —preguntó mirando su muñeca
cogida por la mano de Harper.
Le soltó con asco.
—¿Sabes que acostarte con una niña de quince años te llevará directamente a
la cárcel? —preguntó, mostrando su placa.
—¡Eh, eh! ¡Sólo estábamos hablando!
—Lárgate de aquí antes de que te rompa esa bonita cara que tienes.
El chico me miró e hizo un gesto de desaprobación antes de alejarse de
nosotras. Yo me abracé a la agente.
—No te alejes de nosotras, Harper, por favor —le rogué —Sed amigas.
Inténtalo.
—Payton, no sé si es posible...
—Por favor...
Me devolvió el abrazo sin decir nada y las chicas aparecieron detrás. Habían
visto la escena de lejos.
—¿Qué le has dicho a Carl Sperlton? —preguntó Morgan —Le has agarrado
de forma violenta.
—Estaba molestando a Payton.
Mamá se acercó y sujetó mi mano.
—¿Pero tú sabes quién es? Su padre es alguien muy importante y rico.
—Y su hijo quería acostarse con una niña de quince años.
—¡Vamos! Sólo tiene veinte y está bien que Payton haga contactos.
—¡Morgan, no! ¿Estás loca? —preguntó mi madre.
—Mira —dijo tranquilamente Harper —Me da igual quien sea su padre o su
bisabuela. Si le pone una mano encima a esta niña, le corto las pelotas,
¿estamos?
Noté la mano de mi madre temblar.
—Bueno, tranquila... No te pongas en plan "psycho killer".
Harper la miró con desprecio y se volteó hacia nosotras así que mamá volvió
a bajar la mirada. La agente cogió su mano para acercarla un poco.
—Brianna, ¿podemos hablar?
15. El vacío en mi estómago
Brianna
Harper salió avergonzada de mi casa y yo corrí tras ella. La llamé, le
supliqué que no me dejara. La necesitaba conmigo. Se había convertido en
alguien demasiado importante como para dejarla ir.
Me miró de una forma que me congeló el alma y vino a buscar mis caderas
con sus manos, hasta apoyarme contra la pared. La deseaba de tal manera que no
pude hacerla parar, y me besó. Me besó una y otra vez, mientras sus manos se
introducían bajo mi camiseta y recorrían mi espalda, haciéndome estremecer.
Me sentía tan bien, tan deseada, tan enamorada... La puerta de mi vecina se
abrió, llamándome, y yo empujé a Harper lejos de mí, lo que hizo que me mirara
con disgusto.
—¿Brianna? ¡O qué susto! —exclamó la señora Wilson, una sexagenaria que
conocía desde pequeña, pues había sido cliente de mi madre —Cuando te
escuché suplicarle a la tal Harper, pensé que era un hombre, perdona —rio,
llevándose una mano a la boca —Pero tan sólo es tu amiga, la agente.
—Sí —sonreí de mala gana —Sólo es mi amiga Harper.
—Tss —hizo la morena dolida por lo que acababa de decir.
—Menos mal. No quiero volver a ver a Payton en aquella situación. Me
alegra que no se tratara de una pareja.
—Claro —intervino Harper —Porque soy una mujer ya da por hecho que
sólo somos amigas. No es como si sintiéramos algo la una por la otra, ¿no,
Brianna? ¡Qué disparate!
Mostraba rencor, lo vi en su mirada.
—Bueno, es que Brianna no es de esas. Brianna es normal y, además, quiere
demasiado a su hija como para verse involucrada en un escándalo así.
—Sí, sería escandaloso... —se burló —¿No vas a decir nada? —me preguntó
entonces.
—Harper...
Volvió a rechazar mi respuesta con una sonrisa dolida.
—¿Qué quiere decir, Brianna? —me preguntó la vecina —Tú no eres de
esas, ¿no? No puedes serlo. Tú pareces normal, eres buena chica.
—¿Por qué no se mete en sus asuntos, señora? ¿No cree que es hora de
descansar del cotilleo?
—¡Oye, jovencita!
—No, señora, no oigo —dijo mientras se acercaba a ella y vi que se
inclinaba sobre mi vecina para decirle algo al oído.
La señora Wilson abrió la boca sorprendida y la miró.
—¡No! —exclamó mientras se iba sin mirar —¡Eso es mentira! —le gritó.
Me sentí impotente. Quería gritarles a todos que sí, que me había enamorado
de ella, pero Payton no merecía pasar por todo otra vez. Mi deber como madre
era evitar que sufriera.
—¡Harper! —grité yo para que se quedara, pero a modo de respuesta vi su
mano alzada, saludando —¿Qué le dijo? —le pregunté entonces a mi vecina
cuando la perdí de vista.
—¡Mentiras! —exclamó —Dijo que no soltara propaganda homófoba
delante de Payton porque, si la hacía sentir mal con ella misma, volvería a
patearme el culo...
¿Cómo que sentirse mal consigo misma? ¿Harper insinuaba que mi hija era
homosexual? No tenía ni idea de eso. Nunca lo había sospechado, pero ¿por qué
habría dicho eso si no? ¿Se había abierto Payton a Harper en vez de a mí?
—Tengo que irme —le dije.
—No será verdad lo que antes insinuó esa maleducada, ¿no? ¿No estarás con
ella?
—No —contesté antes de cerrar la puerta.
No lo estaba, pero lo deseaba sobremanera. Sólo el amor que sentía por mi
hija me impedía aquello.
Me senté en el sofá y comencé a llorar cuando todos esos sentimientos me
golpearon. La quería, la deseaba, me había hecho temblar con aquellos besos y
estremecer con sus caricias. Cuando por fin me calmé, cogí el móvil para
llamarla. Mis nervios se acumularon en el estómago.
—Hola —dijo al contestar con una voz más triste que cabreada.
—Harper, lo siento mucho —comencé.
—No, ya está bien, Brianna. Dejémoslo.
—Es que es una gran amiga de mi madre y, si se entera, mi madre también lo
hará.
—Sí, ya sé que no quieres que nadie sepa por quién sientes algo, ¿no?
Porque lo sientes.
—Harper...
Me pedía confesarme, pero yo no podía.
—Da igual.
—Si no fuera porque mi hija iba a sufrir, de verdad que yo...
—Nunca lo harás, Brianna —contestó —Te escudas en Payton, pero el
miedo que sientes no te dejaría contarlo. Vi la vergüenza con la que me miraste
antes, cuando casi nos descubren.
—No me avergüenzo...
—¿No? ¿Le has contado a alguien que sientes algo por una mujer? A tu
madre ya has dicho que no. ¿A Tyra? ¿A Morgan? ¿A tu hija? —guardé silencio
a modo de respuesta —Por eso, Brianna.
—Pero es que con Jack lo pasó fatal. Tú no la viste.
—Pero él no soy yo, ¿sabes? Crees que, si alguien termina una relación y
busca otra, se arriesga a que sus hijos sufran. Pero también se arriesga a que
encuentren una nueva figura que los ame y los guíe. Mi madre se casó con John
cuando yo tenía diez años. Ahora le llamo "papá" y es el padre que James nunca
supo ser.
—Ya lo sé, Harper.
—Adoro a Payton y ella me quiere a mí.
—Antes, lo que le dijiste a mi vecina... —recordé aquella amenaza.
—Sí, es una chismosa. No sé de qué me extraña que te lo contara...
—¿Payton es homosexual, Harper? —pregunté sin rodeos —No me importa,
sólo quiero apoyarla.
—Brianna... Habla con ella... A Payton le gusta una chica y está sufriendo.
Yo intento ayudarla, pero necesita que su madre sepa y entienda.
—¡Dios, Harper! —exclamé, muerta de dolor al enterarme de que mi niña lo
pasaba mal por no atreverse a contármelo —Gracias por decirme.
—De nada, Brianna...
—¿Podemos seguir así? ¿Podemos vernos como antes?
—No, no podemos... —dijo, rompiéndome el corazón de nuevo.
—¡Harper! ¡Por favor! Mis días se hacen extraños si no te veo o te hablo...
—Ya no me siento con fuerzas de seguir ocultándolo. No quiero esconderme,
ni a mí por si nos pilla alguien, ni a mis sentimientos si decides que no vuelva a
tocarte. No puedo ser amiga tuya, ya no —comencé a llorar al teléfono y escuché
cómo ella hizo lo mismo —Lo siento —me dijo antes de colgar.
Volví a llorar un rato pensando en que había perdido a la mujer de mi vida, a
la única que merecía la pena de cuantas personas había conocido.
Me serené mientras pensaba en lo que me había dicho. ¿Era verdad? ¿Me
daba miedo confesarme? Decidí entonces volver a marcar un número de
teléfono. Iba a hacerle caso, porque tenía razón.
—Hola, mamá.
—Brianna, ¿qué sorpresa?
—Necesitaba contarte algo.
—Claro, cariño, ¿qué es?
—Debí decirlo hace tiempo. Esto no es nuevo, sólo que ahora no pude
controlarlo. Hay una persona que me ha hecho ver que lo que estaba haciendo,
ocultarlo, posponerlo, sólo era por miedo.
—¿Qué ocurre? —preguntó preocupada mi madre.
—Hace unas semanas conocí a una mujer maravillosa, mamá.
—Bien... —dijo para que continuara.
Mis ojos se llenaban de lágrimas y un nudo se instaló en mi garganta,
impidiéndome hablar con normalidad.
—Y me enamoré de ella —solté de una vez—.
Tyra
Había pagado diez mil dólares para cenar con Ava. No me gustaba que me
cambiaran los planes, y mucho menos que me alejaran de ella. Bajó de aquel
escenario para volver a mí con ojos sorprendidos y me abrazó al alcanzarme.
—¿Tantas ganas tenías de estar conmigo en esta cena? —me sonrió.
—En esta cena y en todo momento, Ava. No hay nadie con quien me
apetezca más estar.
Ella se sonrojó y yo besé su mejilla cuando se sentó a mi lado. Pasaron otros
primerizos por el micrófono cuando apareció Harper. Venía preciosa, preparada
para aquella gala, pensé yo. Había tensión entre Brianna y ella. Ni siquiera se
dirigió a saludarla. La senté entre Payton y yo y comenzó a hablar con la niña.
En la cena, en mesas redondas, nos sentamos las seis, con otros dos invitados
más, un matrimonio mayor que conocía de otras galas.
—Buenas noches, joven —me dijo la mujer.
—¿Qué tal señorita Thompson? —preguntó el marido —Veo que tenía ganas
de cenar con su amiga —rio por la forma en que había pujado.
—La verdad, sí. No hay nadie con quien me apeteciera más —sujeté la mano
de Ava al decirlo—.
—Lo sé, Tyra —continuó la mujer —Leo las revistas de actualidad. Me
alegro de que encontraras a alguien que te llenara por fin.
Me reí. Aquellas personas pensaban que Ava y yo estábamos saliendo. Miré
a la rubia y sonreía sonrojada mirando su plato, mientras el resto de nuestras
acompañantes conversaban ajenas a aquello. ¿Podía ser más adorable?
—Les presento a Ava Davis —dije entonces haciendo de anfitriona —Es una
gran periodista que está realizando un importante papel para nuestros jóvenes.
—Encantada, niña.
—Sí, encantado.
—Lo mismo digo... —Ava hizo una pausa para que los presentara a ellos.
—Oh, perdón. Son Emma y Thomas White.
—Encantada, señores White —dijo la rubia.
Nos trajeron los primeros platos, y cuando llevaba mi tenedor a la comida de
Ava, tuvimos la primera guerra con los cubiertos.
—¡Oiga, señorita! —dijo divertida —¡Deje de robarme! —pidió antes de
interponer su tenedor ante el mío.
—Pagué diez mil dólares por poder comer de mi plato y del tuyo. ¿Cómo te
atreves? —contesté exagerando mis reacciones y la hice reír.
—Bueno, está bien, pero debes dejarme probar tu panocha.
La cara que puso cuando se dio cuenta del doble sentido de la frase hizo que
estallara en carcajadas.
—¡Ty, calla, por dios! —me susurró, pero no podía dejar de reír.
—¿Quieres comer de mi panocha, Ava? —grité y toda la mesa nos miró.
—¡Tyra! —exclamó Morgan, que era fina cuando quería, como en ese
momento, que se hacía la ofendida.
Payton empezó a reírse mientras la rubia se tapaba la cara con las manos y
tuve que besar su mejilla para que me perdonara.
—Tyra, eres muy mala...
—Lo siento, cariño, pero es que no viste tu cara. Tuve que aprovecharlo.
Me sonrió por fin, quizás por ese "cariño" que se me había escapado. Pero es
que le tenía uno muy grande.
Cuando por fin terminó la fiesta, nos despedimos a la entrada. Yo me ofrecí a
llevar a la rubia de nuevo a su casa, pero dijo que se iría con su hermana, lo cual
era lógico. Yo me llevé a Brianna y Payton a su apartamento y luego volví al
mío.
Al día siguiente, Ava regresó por su moto, que había traído el día anterior a
buscarme, y la invité a desayunar conmigo. Ya lo había hecho en casa, pero por
ella engordaría un poco con un doble desayuno.
—Siento no poder quedar hoy de tarde contigo, pero le prometí a Brianna
que hablaría con ella —le dije mientras ella mordía un donut —Creo que
discutió con tu hermana o algo.
—Se besaron —contestó mientras intentaba tragar.
—¿Qué? ¿Y por qué están mal entonces?
—Porque Brianna la rechazó, la negó y no quiere saber nada de ese tema.
—Dios, voy a matarla... —mascullé —Bueno, pues que no podré verte hoy.
—No importa. Voy a ir a ver a Anna.
—Oh, ya... —contesté, algo molesta otra vez.
—Voy a cortar con ella.
Brianna llegó con cara de funeral. Estaba peor incluso que el día anterior. La
invité a sentarse y le ofrecí una copa de vino.
—Deja la botella por aquí —pidió cuando iba a guardarla y sonreí,
concediéndosela.
—A ver, ¿qué has hecho?
—No hice nada, vengo a confesarme contigo.
—¿No hiciste nada? No es lo que me han dicho.
—¿Quién...? ¡Ava! —comprendió —Bueno... Ahora te cuento lo que Ava ya
adelantó. Sólo déjame pronunciar en voz alta esto, ¿vale?
—Sí, está bien. Habla.
—TyTy, también me gustan las mujeres y estoy enamorada de Harper —
soltó, como si se quitara un peso de encima —¡Uf! ¡Ya está! Lo dije...
—Ni que fuera un secreto —contesté tan tranquila —Si os coméis con los
ojos, Brianna...
—Pues quería decírtelo en persona, no que tú dedujeras ¿vale? Oh, y a
Payton también. Ella no se atreverá a decírtelo, creo.
—¿La pequeña Payton tiene novia? —pregunté entusiasmada.
—No, no la tiene. Pero hay una niña que le gusta. La conozco, es adorable.
—Como tu hija... —sonreí —Bien, ahora cuéntame qué fue lo que pasó el
viernes.
—Bueno, vale. Empezó porque Payton nos dejó a solas y nos pusimos a
comer helado. Me manché en la comisura y Harper acercó su dedo para
limpiarlo.
—¡¡¡Oh!!! —exclamé con ternura.
—Y luego se metió el dedo en la boca.
—¡Oh! —volví a decir —¡Dios, qué sexi! Espero que te lanzaras a comerle
la boca.
—No. Ella se avergonzó y huyó.
—¿Y por eso os enfadasteis? Ava me dijo que os habíais besado.
—Déjame seguir, impaciente.
—Adelante —puse cara de interesada y la hice reír.
—Pues yo la seguí y le rogué que se quedara. Me miró de una forma... Me
hizo temblar. Y vino, y me sujetó por las caderas, y me empujó contra la pared,
y...
—Dios, me estoy poniendo cachonda —confesé y ella me miró feo y me
tuve que reír.
—Me besó de una forma como no me habían besado nunca. Esa mujer es
fuego.
—Madre mía...
—Pero mi vecina, la amiga de mi madre, ¿recuerdas? —asentí —Pues ella
apareció y empezó a decirme que menos mal que era una chica y no una pareja y
patatín y patatán.
—¡Qué oportuna y hábil la señora!
—Sí. Y yo le dije que no, que sólo era mi amiga Harper.
—Ups...
—Sí... Harper la puso en su sitio, pero cuando me pidió apoyo, me hice la
loca. No quise confesar.
—¡Brie! —grité.
—Me daba miedo y, además, Payton está ahí, me frena —se disculpó —
Aunque fue ella la que consiguió que quedáramos como amigas. Harper ya no
quería verme.
—¿Me estás diciendo que estás enamorada de ella pero que vais a ser
amigas? ¿Que te besó como no lo habían hecho, y no vas a repetirlo? ¿Que te
hizo temblar las rodillas y notaste un hormigueo entre las piernas cuando notaste
sus labios y...?
—Eso yo no lo he dicho... —me miró extraña y me di cuenta de que no
hablaba de ella.
—Pero seguro que lo sentiste...
—Sí.
—Pues eso. ¿Vas a dejarla ir?
—Pero Payton no quiere que estemos juntas y yo no quiero hacerle daño.
—¿Le has preguntado? —cuestioné.
—No, pero no me ha dicho lo contrario.
—Mira, Brianna. Payton adora a Harper. No hay más que ver que cuando se
siente mal la llama para que la ayude. ¿Y Harper? Se había arreglado para algo y
¡lo dejó todo por ella!
—Estaba en una cita.
—¿Sí? ¡Vaya! En una cita por despecho, Brianna. No esperes a que ella
vuelva, tienes que ser tú la que dé el paso. Habla con Payton. Ya no es una niña.
Dile que la quieres, que ella podría significar algo muy bueno en vuestras vidas
y tienes que arriesgarte.
—No sé, TyTy...
—Hazlo, Brie. Intenta ser feliz...
Una lágrima cayó de su rostro y yo la abracé.
Ava
Cuando Tyra pujó diez mil dólares sólo para que yo cenara junto a ella como
habíamos planeado, me temblaron las manos, las piernas y hasta las ideas.
¿Cómo no iba a enamorarme de alguien como ella? No porque gastara su dinero
en mí, sino porque lo hacía porque deseaba desesperadamente tenerme a su lado.
Al día siguiente fui a recoger mi moto y me invitó a desayunar. Fue entonces
que lo vi claro. No podía seguir con Anna. Se estaba esforzando, estaba haciendo
las cosas bien, pero no era ella. ¿Qué importaba que mis labios se saciaran, si no
lo hacían con los suyos? ¿Qué importaba que mi cuerpo reaccionara al roce de
unas manos, si no era ella quien me acariciaba?
Tyra Thompson. Era lo único en lo que se centraba mi mente. Tyra
Thompson... Y Anna no se merecía eso. No era justo.
—Voy a cortar con ella —le dije esa mañana a Tyra.
—¿De verdad? —preguntó —Quiero decir, ¿estás segura?
—¿Crees que no debería?
Estaba insegura. Es decir, iba a romper mi relación por ella, y ella no estaba
interesada en mí, así que era lógico que me hiciera dudar.
—Claro que sí, Ava. Si es lo que tú crees que es correcto, adelante. No voy a
mentirte, sabes que nunca fui fan de esa relación. Creo que ella no te merece.
—Lo sé, Tyra...
—Pero estaré aquí cuando termines, ¿vale? Llámame.
Un rato más tarde, Tyra apareció con un gran bulto bajo el brazo. La ayudé a
meterlo en casa. Era un oso de peluche gigante.
—Espero que ni Harper ni tú me reclaméis por el nuevo inquilino...
—Ty, pero ¿en qué estabas pensando? ¿Y ahora esto por qué?
—Para que no me eches de menos por las noches. Como dices que parezco
un osito de peluche...
—Eso lo dijiste tú... —protesté.
—Mira, huele —contestó, ofreciéndome una pata del muñeco.
Acerqué mi nariz y adiviné el olor de aquel peluche.
—¡Le has puesto tu perfume!
—Como sé que te gusta...
—Dios, gracias, Ty...
—Me encanta verte sonreír.
Y, como respuesta, obtuvo una sonrisa tonta, embobada de lo enamorada que
estaba de ella. Salimos juntas todo el día y, al llegar a casa, me encontré con
Harper ya encerrada en su habitación y a aquel peluche al que nombré Madison,
por el segundo nombre de Tyra, esperándome.
Me lavé, cepillé y me fui a la cama. Ya era tarde y al día siguiente sí
trabajaba. Me abracé a mi nuevo amigo de algodón y aspiré su aroma. Era el de
ella.
Me maldije por desearla tanto, por amarla tanto. La maldije a ella por ser tan
perfecta, tan bella. Sólo quería que terminara ese deseo incontrolable, porque
hasta entonces iba a sufrir una decepción tras otra.
Tyra, por favor, deja de ser tan amable y cariñosa conmigo, o no voy a poder
aguantarme mucho más.
18. Escógeme
Brianna
Aquel domingo, Tyra me hizo pensar en lo que realmente quería. Mis deseos
tenían un único nombre y era Harper Davis. Sin embargo, nada había cambiado
y no tuve valor para decirle nada a Payton.
Al día siguiente, Tyra no fue a trabajar. Había estado todo el día con Ava
porque, al parecer, había roto con su novia. Estaba segura de que Ava estaba
enamorada de Tyra, y estaba claro que Tyra empezaba a sentir algo por primera
vez en su vida, cosa que debía aterrarla.
—Le he comprado un peluche —me dijo por teléfono, con un tono de ilusión
en su voz —¿Será muy idiota?
—¿Idiota? Vas a derretirla, Tyra —respondí, riendo.
—Hasta le he puesto mi perfume, porque me dijo que olía muy bien.
Calada hasta los huesos.
—Eso es muy romántico, TyTy. Tiene suerte de que seas su novia —me
burlé.
—Boba... —rio al teléfono —¿Y tú? ¿Ya has pensado en lo que te dije?
—Sí, Tyra, pero no puedo traicionar a Payton.
—¡No es una traición, vamos! —me regañó.
—Yo lo veo así... Me gustaría ir a tomar algo con ella hoy, jugar un billar...
—Ella quiere jugar contigo a las casitas, y tú a los médicos...
—¡Tyra! —grité.
—¿¡Qué!?
—¿Sabes si trabajaba en turno de mañanas?
—Sí. Se iba ya cuando yo me fui. Saldrá a la vez que tú.
—¿Puedo...? —pregunté sin realmente hacerlo.
—Sal antes y vete a ver a tu chica, Brie.
Al día siguiente, ahí estaba yo, de nuevo, esperando que la mujer de mi vida
entendiera lo que venía a decirle. Necesitaba contarle todo. Llevaba un discurso
hecho en mi cabeza, preparada para soltarlo en cuanto la viera. Mis manos
temblaban. "Acéptame, Harper, por favor... Me muero por besarte de nuevo".
La vi bajar y mis piernas flaquearon. Ella me miró dolida. Sabía que se sentía
mal por lo que me había dicho, pero no iba a confesármelo.
—Hola —saludó cortante.
Iba a soltar todo aquello que había planeado, pero los celos ganaron a la
razón y no pude evitarlo.
—¿Te acostaste con ella? —pregunté.
—Dios, ¡eres increíble! —soltó y rio enfadada —¿Quieres saberlo? —
preguntó entonces —Sí, me acosté con ella. ¿Contenta?
Las lágrimas acudieron a mis ojos. Yo me lo había buscado.
—No vuelvas a hacerlo, por favor...
—¿No? ¿Por qué no debería?
—Porque estoy enamorada de ti —le confesé por fin, pero eso ella ya lo
sabía.
—¡Ya! —exclamó —Brie no quiere una relación conmigo, pero tampoco
quiere que me acueste con nadie porque está enamorada de mí. El sexo
prohibido entonces, ¿no?
—¡No! —no estaba entendiendo nada —Sí puedes tener sexo.
—Ah, que tú decides entonces con quién puedo y con quién no, ¿cierto?
Entonces, dame una lista. ¿Qué mujeres tengo permitidas?
Todo el rato empleaba un tono cínico, burlón. Estaba tan enfadada...
La miré a los ojos, donde las lágrimas empezaban a asomar y las mías se
derramaron. Me lancé a sujetar su rostro con mis manos y uní nuestros labios,
delante de todas aquellas personas que pasaban cerca nuestra. Ella me devolvió
aquellos besos cargados de sentimientos.
—Conmigo, Harper —dije en cuanto nos separamos —Acuéstate conmigo
—ella me miró desconcertada —Lo siento mucho, he sido una imbécil, pero
dime que llegué a tiempo. Escógeme a mí, por favor —supliqué—.
19. Llegaré tarde
Harper
Ava había dejado a Anna. Llegó destrozada y yo no era capaz a consolarla.
No creía que la razón de que estuviera así fuera la propia ruptura, si no el motivo
de ella, que no quiso aclararme. Pero yo sabía el nombre de aquel motivo, y
justamente entró por la puerta.
Con ella allí, logramos calmarla. Durmieron juntas, motivo por el que la
molesté un rato, pero me dijo que no ocurría nada entre ellas.
Me ayudó a distraerme de la única cosa en la que pensaba. Brianna. Brianna
siempre en mi cabeza. Brianna rechazándome. Brianna negándome. Los besos
que nos dimos.
Había abandonado una cita con Sarah Prince por ayudar a su hija, que estaba
en problemas, pero habíamos vuelto a quedar aquel lunes.
Cuando salí de trabajar ese día, después de los morros de Anna toda la
mañana, como si yo tuviera la culpa de algo, me encontré con Brianna
esperándome para invitarme a salir. Le dije que no podía, tenía la cita con Sarah,
y fue la propia rubia la que me abordó y me besó antes de presentarse a Brianna.
La castaña me pidió que no saliera con Sarah, y me hizo enfadar. Ella no
quería nada conmigo, pero tampoco quería que saliera con alguien que sí. Intenté
herirla y lo conseguí. Se fue dolida y yo me fui a preparar para mi cita.
Sólo quería llorar cuando aparqué delante del apartamento de la rubia. Bajó
con una ropa bastante parecida a la mía. A Payton le encantaría. Me maldije por
pensar de nuevo en la familia Scott.
Me besó y se subió a la moto. La verdad, apenas nos conocíamos, pero sabía
que esa mujer no perdía el tiempo, y era lo que yo necesitaba en ese momento.
No como una relación a largo plazo. En ese instante de mi vida, sólo necesitaba
que alguien me hiciera sentir algo que no fuera frustración y dolor.
Tomamos unas copas y Sarah no dejaba de meterme mano. Yo reía, pero no
me sentía todo lo cómoda que debiera. Era preciosa, ¿qué me pasaba? Tenía que
estar completamente excitada y deseando devorarla en el baño, pero quería irme
de allí.
Empezó a besarme de forma salvaje en aquel sofá de ese antro de ambiente.
Brianna... Metió su lengua dentro de mi boca. Brianna... Ascendió su mano y
rozó mi cintura. Brianna... Apretó mi pecho por fuera de la camiseta.
Me levanté, avergonzada y cabreada conmigo misma, y me disculpé para
irme.
—¿En serio, Harper?—preguntó enfadada —Ya no habrá más oportunidades.
No habrá un tercer plantón.
—Siento haberte hecho perder el tiempo, Sarah... Sólo que no debería estar
aquí...
—Ya, esa tal Brianna... Vi cómo os mirabais.
—Lo siento, de verdad —dije cogiendo mi chaqueta sin negar la evidencia
—Nos vemos en el trabajo.
—Ya, hasta otra, Harper.
"Ok, mañana"
"Gracias"
Luego, entré a escuchar el mensaje de voz.
"Hola, Harper. Necesito hablar contigo, es importante. Supongo que estarás
con esa chica hoy. Mañana volveré a buscarte al trabajo, por favor, concédeme
unos minutos".
Adoraba todo de ella, incluso su voz. Hizo que se me pusiera un nudo en el
estómago imaginando qué quería contarme. Se escuchó triste, sobre todo cuando
nombró a Sarah. Al día siguiente iba a adivinar de qué se trataba.
Volví a encontrármela a la salida y lo primero que hizo fue preguntarme si
me había acostado con mi compañera. ¡Uf! ¡Volvió a enfadarme! Le dije que sí,
quería hacerle daño una vez más, y me pidió que no lo repitiera, porque estaba
enamorada de mí.
Mi corazón dio un vuelco al escucharlo, pero aun así me hice la dura. Le
pregunté con quién debería acostarme, según ella, y se lanzó a besarme. Ni
siquiera pude reaccionar. Me pilló desprevenida, pero respondí a sus besos con
ganas.
—Escógeme a mí, por favor —me pidió al final.
—¿Sin escondernos? —pregunté, intentando averiguar.
—Sin escondernos.
—¿Ni siquiera de Payton?
—Harper... —sujetó mi mano y yo temblé un instante —Fui a decirle a
Payton que no podía evitar más el estar contigo, el intentarlo al menos. ¡Y ella
pensaba que estábamos juntas! ¡Todo este tiempo lo pensó! Y está bien con eso.
Te adora —dijo mirándome a los ojos.
—Y yo a ella.
—¿Qué me dices, Harper? preguntó con miedo —Ya me confesé con todos
los que me importan. ¿Me eliges a mí?
No dije una palabra. No quería hablar en ese momento. Sólo agarré su mano
y eché a correr escaleras arriba, arrastrándola conmigo. Ella me siguió,
desconcertada, pero me siguió, sin hacerme una sola pregunta, simplemente
confiando en mí.
La deseaba sobremanera y la arrastré al baño de la planta baja. Me fijé en
que no hubiera nadie y la empujé delicadamente hacia un cubículo. La apoyé en
aquella pared y ella jadeó, sabiendo lo que vendría a continuación.
La besé, y mientras ella se sujetaba a mi nuca, una de mis manos se enredaba
en su melena y la otra acariciaba su cuerpo por encima de la ropa. Tiré del final
de su camisa para sacarla del pantalón y por fin pude meter mi mano para rozar
su piel.
Busqué sus pechos y me alejé de su boca para besar su cuello. Ella gimió
ante aquel contacto. No decíamos una palabra, no hacían falta. Desbordábamos
deseo una por la otra y lo sentíamos.
Apreté uno de sus pechos y llevó su cuello hacia atrás, evitando un nuevo
sonido, consciente de dónde estábamos. Con sus manos, buscó mis nalgas y
empujó mi pelvis hacia la suya, mientras que sus labios se encontraban de nuevo
con los míos, haciendo que aquella sala que estaba en silencio hacía unos
minutos, ahora obtuviera el eco de nuestros sonidos roncos y llenos de lujuria.
—No me acosté con ella —susurré.
—¿Qué?
—No me acosté con ella.
—¿De verdad? —preguntó incrédula.
—Sólo te deseo a ti —terminé antes de besarla de nuevo.
Los besos se sucedían uno tras otro, deleitando nuestros oídos con ese
maravilloso y húmedo sonido que escuchaban. Desabrochó el pantalón ejecutivo
que llevaba, ardiendo en el deseo de que yo frenara aquel pulso que se instalaba
en su entrepierna, igual que había hecho en la mía.
Llevé mi mano dentro de su ropa interior y noté la suavidad de la piel de su
sexo. La llevé de vuelta a mi cara y me aparté de sus labios para poder introducir
dos de mis dedos en mi boca, para impregnarlos de saliva. Observó el gesto y
tragó nerviosa.
Los llevé de nuevo a sus pantalones y empecé a rozarla de delante a atrás,
estimulando con cuidado su zona más sensible. Gimió y llevó a esconder su cara
en el ángulo que formaba mi cuello, rodeándome con sus brazos.
Al cabo de un minuto, soltó un sonido ronco y prolongado en mi oído,
mientras apretaba su abrazo y notaba cómo se contraía de puro placer.
Cuando recuperó el aliento, me besó de forma intensa, pero alguien entró por
la puerta. Llevé mi mano a tapar su boca, la misma que había utilizado para darle
aquel orgasmo y la apartó de ella sonriendo. Lamió los dedos y yo negué con la
cabeza mientras le devolvía la sonrisa, ambas en silencio.
Aquella mujer se lavó las manos y se fue de allí, así que yo abrí la puerta y
fui a hacer lo mismo.
—Mejor seguimos en mi apartamento —dije, mirándola a través del espejo
—Si tú quieres...
Aún no me creía lo que acabábamos de hacer. No podía creer que Brianna
me estuviera aceptando. Acababa de conseguirle un orgasmo en el baño de mi
trabajo.
Como única respuesta se acercó a mí. Aprovechando que estaba inclinada
hacia delante para lavar mis manos, me abrazó desde mi espalda, apoyando todo
su cuerpo sobre el mío, y besó mi nuca mientras me acariciaba el vientre.
Tyra
Dormí con Ava esa noche, porque me dijo que en cuanto me fuera volvería a
derrumbarse. Mi pobre Ava...Lo estaba pasando mal.
A oscuras, acaricié su cuerpo y su cara, sin una pizca de ese deseo que me
embriagaba a veces, sólo la necesidad de hacerla sentir bien. Me envolvió la
ternura y mi corazón se agitó. La quería tantísimo y ella estaba sufriendo.
Se durmió entre mis roces y la abracé. Me inundó su aroma y me dormí
también.
En la mañana, desperté antes que ella y vi que me abrazaba con fuerza. Me
quedé sonriendo embobada ante aquel sueño que la hacía poner ese gesto tan
bonito. Despertó y me miró avergonzada. Verla sonrojarse me resultó
nuevamente tierno.
—¿Te sientes mejor? —le pregunté.
Me dijo que abrazarme era como hacerlo con un osito de peluche, así que
decidí comprarle uno para que la acompañara por las noches cuando yo no
estuviera en su cama.
Cuando llegué a Thompson Corp hablé con Brianna. Me dijo que iba a
declararse, que había hablado con Payton y que la niña lo aceptaba. Por supuesto
que sí. Esa pequeña era muy inteligente y sabía que la agente era algo muy
bueno en la vida de su madre. Le deseé suerte y, cuando terminaba la jornada de
Ava, me despedí.
—Cada vez trabajas menos —rio ella.
—¿Eso es malo?
—No. Es genial.
—Y tú lárgate, no hagas esperar a tu chica.
—¿Y yo? —preguntó Morgan desde el escritorio —Tú te vas con tu rubia, tú
con tu morena... ¿Tengo que buscarme una chica para poder salir antes del
trabajo?
—Anna está libre —contesté —Si consigues ligártela, te doy dos meses de
vacaciones.
—¿De verdad? ¿Pero hasta donde tendría que llegar? ¿Un beso? Podría
tirármela, está muy buena...
—¡Morgan! —riñó Brianna.
—Adiós, Morgs —reí yo mientras me iba —Sólo te quedan treinta minutos.
No exageres.
—¡Espera! ¡TyTy! ¡¡¡TyTy!!!
Harper
Ava nos pilló y me avergoncé un instante. Al fin y al cabo, estábamos
devorándonos delante de ellas. Nos separamos un momento, pero en cuanto
cerraron la puerta, miré a Brianna y me sonrió ruborizada, esperando que
comenzara de nuevo.
Me lancé de nuevo a su boca, y fui empujándola poco a poco hasta el muro.
La agarré de las muñecas y subí sus brazos, apoyándolos contra la pared. Besé su
cuello y ella jadeó.
Desabotoné su pantalón, permitiendo que bajara los brazos. Quería sentirla
otra vez. Ella me ayudó a quitarlo, bajándose de sus tacones. Se puso casi a mi
altura, aunque aún era unos centímetros más alta que yo.
Me agaché para sacar sus perneras mientras ella bajaba la ropa interior con
más urgencia de lo que lo hacía yo. La miré sonriendo y la vi respirar
agitadamente.
—Te deseo, Harper —dijo entrecortadamente.
Me levanté para besarla de nuevo en su boca. Yo también la deseaba, me
moría por sentirla, por saborear cada centímetro de ella. Me alejé un segundo
para fijarme en su pubis y agarré su pierna sosteniéndola en alto por debajo de su
rodilla con mi mano izquierda.
La derecha la necesité para buscar su interior. Sentí cómo mis dedos
resbalaron dentro de su cuerpo y los saqué e introduje con un ritmo acompasado
a sus espasmos.
Gimió mientras yo seguía en mi empeño de estar dentro de ella, acariciando
sus paredes, que se contraían a mi paso. Noté cómo la humedad llegaba a mi
palma al paso del tiempo, producto de su excitación.
Mi centro se estaba empapando de igual manera, al tenerla jadeando y
gimiendo en mi oído. La hacía soltar algún pequeño grito cuando intentaba
penetrarla más profundamente, y terminó con uno largo, ronco, gutural, cuando
su cuerpo se inundó de dicha.
Dejé su pierna volver al suelo y subí mi mano para lamer mi dedo índice
mientras la miraba a los ojos, pero ella cogió mi muñeca para acercarla a ella e
introducir los dos dedos en su boca mientras aún jadeaba.
—¿Quieres calentarme, Brie? —me burlé.
—¡Ah! ¿Qué aún no lo estás? —me sonrió.
—Estoy muriendo por que me toques.
La vi suspirar. Estábamos enamoradas. No era obsceno, era el deseo
acumulado después de tantas semanas queriéndonos sin tocarnos.
—Desnúdame, Harper.
Obedecí. Me agaché para quitar las medias que llevaba. No quería que nada
me entorpeciera la vista de un solo milímetro de su piel y, allí, arrodillada, desaté
mis zapatos. Quité cada uno con la ayuda del otro pie al volver a alzarme y
Brianna me esperaba para despojarme de la chaqueta.
La dejó caer al suelo, y cada una desabotonaba la camisa de la otra, con
urgencia, pero con delicadeza. Fui la primera en terminar y pude abrirla para
contemplar su abdomen y sus pechos, cubiertos de un tierno sujetador de color
celeste. Logró acabar para ver el mío negro, de puntilla.
—Eres tan tierna... —suspiré, muriendo por seguir descubriendo su cuerpo.
—Y tú tan sensual...
Vino a besar mi cuello y me di cuenta de que quería tomar la iniciativa. Dejó
caer mi camisa y luego se quitó la suya rápidamente, sin dejar de besarme, con
movimientos erráticos.
Fue ella la que me quitó los pantalones y arrastró las medias con ellos,
dejándome con la braga perteneciente al mismo conjunto.
Llevó sus manos a su espalda y desabrochó primero su sujetador para luego
hacer lo mismo con el mío. Juntó nuestros cuerpos en un abrazo, haciendo que
cada una notara la piel de la otra en sus pechos y en su vientre.
Bajó a besar mis clavículas e hizo lo mismo con la parte superior de mis
pechos, que la esperaban expectantes y erectos. Recogió con suavidad con la
palma de su mano uno de ellos y lo acercó a su boca. Su lengua lo acarició con
lujuria y gemí, mientras entrelazaba mis dedos entre sus mechones.
Cogió mi mano y me llevó al sofá, empujándome de espaldas contra él y
haciendo que me tumbara mientras sus pupilas me observaban dilatadas.
Apoyó una rodilla entre mis piernas para deshacerse de la última prenda que
me quedaba. Rozó con sus dedos toda la piel de mis muslos, mientras la retiraba
de forma pausada, sin dejar de mirar mi sexo desde que le había permitido
aparecer.
Lanzó la ropa interior lejos de nosotras, y adelantó su rodilla para ponerla
justo pegada a mi pelvis. Dejó caer la suya sobre mí, haciendo que nuestros
sexos quedaran en contacto. Levanté la pierna para permitirla reposar sobre el
respaldo y así dejar más expuesta la zona.
Bajó su torso contra el mío para buscar juntar nuestras bocas de nuevo. La
recibí con gusto, mientras mis manos comenzaron a acariciar su nuca y su
espalda.
Empezó a moverse de manera sensual, rítmica, haciendo que el roce
aumentara nuestra excitación y nuestro pulso. Me agarré a sus nalgas para
apretarla contra mí e incrementar el contacto.
En unos minutos, la habitación se empezó a inundar de jadeos y gemidos
acompasados. Ella bajó su pierna del sofá para poder embestirme con más fuerza
y noté cómo una sensación eléctrica se extendía desde mi sexo a todo mi cuerpo,
contrayendo mis músculos y haciendo que un grave sonido saliera de lo más
profundo de mi garganta.
Brianna siguió moviéndose, prolongando el placer que me embriagaba, hasta
que ella consiguió el suyo propio.
Se dejó caer exhausta, encima de mi pecho. Notaba la humedad que
desprendía toda nuestra piel, debido al esfuerzo y al aumento de la temperatura.
Me abrazó y dio un leve beso en lo alto de mi pecho derecho.
—Gracias por tenerme tanta paciencia, Harper —susurró con la respiración
agitada, mientras apretaba el abrazo.
Besé su frente mientras acariciaba su espalda con la yema de mi dedo.
—Te amo, Brianna.
Noté cómo tembló encima de mí. Iba a escucharlo muchas veces a partir de
ese momento, mejor que se fuera acostumbrando.
Sentí cómo mi pecho se humedecía debido a que una de sus lágrimas había
llegado hasta él, así que le devolví el abrazo, apretándola fuerte contra mí para
que se sintiera protegida.
Nuevamente, me despertaron unas horas más tarde, esta vez con el grito
acelerado de mi acompañante.
—¿¡Qué ocurre!? —exclamé preocupada.
—¡Payton! ¡Dios, son las siete de la mañana! ¡Payton! ¡Nos dormimos!
¡Dios, Harper, Payton!
—Relájate, Brianna, tiene quince años... No es ninguna niña...
Ella se levantó corriendo en busca de su móvil y vio que había dejado el
bolso en el salón. Miró a los lados y tuve que reírme cuando la vi acelerar el
paso para evitar la posibilidad de que mi hermana la viera desnuda.
—Ava está en el baño ya. Estará duchándose —dije cuando la vi rebuscar en
el bolso.
Volvió a sentarse en la cama y yo me acerqué por detrás para besar su cuello.
Brianna me acarició la mejilla con la mano que no sostenía el teléfono.
—¡Payton! —exclamó cuando la niña contestó.
—¡Menudo homenaje os habréis pegado!— escuché reír a su hija al otro lado
del teléfono—.
—Por dios, lo siento, cariño. Me dormí con la película...
—Ya...
—¿Estás bien? ¿Cenaste? ¿Ya te has levantado? ¿Estás desayunando?
—Sí, sí, sí y no. Estoy preparando tortitas.
—¡Por dios, no vayas a quemar nada! —exclamó.
—Tranquila, mamá. Sé el número de los bomberos... —solté una carcajada y
Brianna me golpeó en la cadera —Dile hola a Harper.
—Te está oyendo —informó.
—Hola, cariño —dije al teléfono que sostenía su madre.
—Escucha —continuó Brianna —Voy ahora mismo. Llego en taxi, cojo el
coche, te llevo al colegio, me vuelvo, me ducho, me cambio y me vuelvo a ir
para llegar tarde a trabajar.
—¡Qué suerte que tu jefa es tu mejor amiga!— rio—.
Le quité el teléfono de la mano forcejeando un poco.
—¿Payton? Prepárate. Hoy no trabajo. Voy a llevar a tu madre a casa para
recogerte y llevarte al instituto. Entonces le dará tiempo a todo y no llegará
tarde. ¿Te parece?
—Hola, Harper —contestó la niña como quien saluda a alguien a quien
admira —Me encantará llegar en la Harley al instituto.
—Mia te verá.
—Sí —rio.
—Te veo ahora, preciosa.
Colgué el teléfono y Brianna me miraba falsamente ofendida.
—¿Tienes que arreglarlo todo? —preguntó.
—Voy a ducharme mientras Ava se prepara en el baño. Tardo dos minutos.
Come algo que nos vamos.
Cogí ropa limpia y salí corriendo desnuda en dirección al baño. Piqué y entré
sin esperar una respuesta.
—¡Harper! —riñó mi hermana al ver mi desnudez —Oh... ¡Oh, Harper! —
exclamó entonces —¿Sí estabais en la habitación?
—Dormíamos cuando llegaste —dije con risa nerviosa.
—¡Eres tremenda!
—Voy a ducharme —dije sacándole la lengua —Llega tarde.
22. La llave
Tyra
—Bueno, ¿qué? Cuenta, ¿no? —preguntó Morgan cuando vimos a Brianna
en la oficina —¿Te comiste a la chica dura?
Brianna sonrió, entre avergonzada y divertida.
—Pues, la verdad... Sí que lo hice —contestó llevando su mano a la boca
para tapar lo que había dicho.
—¿¡Qué!? ¿De verdad? ¡Serás perra! —le gritó —¡Cuenta! ¿Lo has oído,
Tyra? —me preguntó a mí.
Claro que lo había oído, pero no estaba segura de si quería saber más. Había
visto a Ava por la mañana, y el deseo seguía presente. Me entregó un nuevo café
con una nueva frase.
"Me encanta cerrar los ojos y, simplemente, pensar en ti".
Recordé la noche anterior. Yo también los había cerrado y había pensado en
ella, pero lo había hecho para masturbarme, porque no podía evitar desearla.
—Sí, lo he oído —contesté —Enhorabuena, Brianna. Me alegro de que por
fin hayas decidido dar el paso y arriesgarte.
—Pero, cuenta... ¿Es tan ardiente como parece? —preguntó mi secretaria.
—Pues es ardiente, pero también es dulce. Me encantó todo lo que hicimos.
—Te encantó, ya...
—¿Qué?
—¿Te corriste? Eso es lo importante.
—¡Morgan! —la reñí yo.
—¿¡Qué!? ¿Que tenemos, cinco años? ¿Somos monjas? Puede contestar a
eso...
—Tuve varios orgasmos —sonrió Brianna —Fue una noche genial. Sabe
dónde tocar, cómo llevar el ritmo, me retorcía de placer y acabamos agotadas.
Incluso me dormí y Payton pasó la noche sola.
—¡Vaya! —exclamó la latina —¡Te olvidaste de la mocosa! Sí que debe ser
bueno el sexo lésbico...
—¡No me olvidé, me dormí! —se quejó —Oye... ¿Por qué te interesa tanto
este tema? —preguntó entonces.
—Bueno... He estado viendo algunos vídeos... Quizás me interese probar...
—¿¡Qué!? —preguntó entonces Brianna riendo.
—¿Qué? Hay que probarlo todo, ¿no? —se defendió.
Comenzaron con una discusión acalorada a la que no le presté la más mínima
atención. Mi mente divagaba entre confesarme ante mis amigas o callarme.
—Quiero acostarme con Ava —pronuncié en voz baja, ocultando mi rostro
tras mis manos, mientras ambas discutían, y cesaron la conversación para girarse
y prestarme atención con sus ojos bien abiertos.
—¿Qué has dicho? —preguntó Morgan, incrédula.
—Que llevo un tiempo sintiendo un deseo horrible por ella. Ayer...
—¿Os besasteis? ¿Le tocaste una teta? ¿Le diste una palmada en el culo? —
preguntó mi secretaria con entusiasmo y me hizo mirarla mal.
—Ayer pensé en ella mientras me...
—¡Dios! ¡Te tocaste pensando en la mosquita muerta! —gritó.
—No la insultes, por favor —pedí.
—¿Y qué vas a hacer? —me preguntó Brianna, mucho más tranquila —¿Has
hablado con ella?
—No, claro que no.
—Sientes curiosidad, como yo —dijo entonces Morgan —Tíratela y ya está.
—No es así, Morgs. Ava es mi amiga y no puedo ignorar el hecho de que ella
no es mujer de una sola noche.
—Pues tírate a otra tía... Yo estoy disponible —se encogió de hombros.
—¿¡Qué dices!? ¿¡Estás loca!? ¡No pienso acostarme contigo!
—Bueno, no hace falta ofender... —masculló —Pues busca a otra. Hay miles
de mujeres deseando acostarse con Tyra Thompson.
Piqué al timbre y Ava me recibió con una sonrisa en los labios, labios que
juntó inmediatamente con los míos para saludarme.
—¿Qué tal, jefa? —preguntó nerviosa antes de dejarme pasar.
Ya era sábado y Ava quería celebrar su cumpleaños conmigo a solas, para
agradecerme las cosas que yo le había dado. Habíamos salido un par de veces
esa semana, y ese día, Ava había echado a su hermana del apartamento, cosa que
agradeció por pasar el día con Brianna y Payton.
—¿Cómo está mi empleada favorita? —pregunté.
—Brianna se va a enfadar si te escucha decir eso...
—¡No le digas! —pedí poniendo cara de pánico y la hice reír.
—¿Me has traído regalo? —preguntó con cara de ilusión.
—Pero... Me pediste que no trajera nada, Ava —me quejé —Deja, vuelvo en
un minuto, voy a...
Me alejaba hacia la puerta cuando ella agarró mi muñeca y me frenó.
—Era broma, Ty... Acompáñame.
Me llevó hasta el sofá y me hizo sentarme. Me agarró ambas manos y me
miró a los ojos.
—Ava...
—Ty, déjame hablar un momento, ¿vale? Quiero que sepas lo que siento... —
hice amago de hablar, pero negó con la cabeza —Calla un segundo —cerré la
boca —Quiero que sepas que llegaste a mi vida en un momento que me
planteaba hacia dónde me llevaba mi relación. Eras mi jefa, pero me sentía
extrañamente bien contigo, y acabaste siendo mi mejor amiga en este poco
tiempo. Te quiero muchísimo, Tyra.
—Yo también, Ava —tuve que decirle, sin poder evitarlo.
—Me alegra, porque quiero quedarme en tu vida para siempre. Me ayudaste
en mis momentos más duros, sin importar el lugar, la hora, nada. Conseguí ser
quien yo quería ser en tu revista, y contigo a mi lado, tomé una decisión difícil
pero acertada. Dejé a la que por tanto tiempo había sido mi novia, pero no me
pesa. Hice lo correcto.
—Sí, Aves. Te lo mereces todo.
—Ojalá llegue, Ty —dijo un poco triste —Pero, mientras tanto, vamos a
hablar de las que sí han encontrado el amor. Vamos a hablar de mi hermana y mi
cuñada. ¡Necesito detalles que Brianna te haya contado!
—Bueno —reí —Dice que Harper es una bomba en la cama.
—¡Ugh! —exclamó —No ese tipo de detalles, Tyra.
Me reí. Al fin y al cabo, era su hermana.
—¿Qué quieres saber entonces?
—¿Qué opina la niña de que su madre salga con una mujer? ¿Brianna está
enamorada de mi hermana?
—Completamente enamorada. Nunca la había visto tan feliz. Y Payton...
Adora a Harper. Tu hermana es genial. Nadie había conquistado a esa niña tan
rápido.
—Sí que lo es. Y, como siempre ha querido ser madre, se derrite con esa
adolescente descarada.
—Vuelve loca a su madre cuando contesta como si fuera una anciana
malhumorada —reí —La amo con toda mi alma.
—Tiene suerte de tener a su tía TyTy —sonrió —Todas la tenemos.
No pude evitar colocar un mechón de su cabello detrás de la oreja y vi sus
ojos brillar.
—Ava...
—¿Sí? —preguntó como hipnotizada viendo mi mirada.
—No sé qué estás preparando, pero sale humo de la cocina.
Dejó de mirarme, con los ojos bien abiertos, y se volteó a ver la sala. Gritó y
echó a correr hacia el origen del humo, así que la seguí. Abrió el horno y el olor
a quemado la envolvió. Comenzó a toser mientras movía sus manos intentando
apartar de ella toda aquella nube oscura.
Corrí a abrir las ventanas y ella sacó la bandeja del horno. Cuando yo llegué,
la encontré llorando, mirando aquella comida chamuscada.
—¿Por qué soy tan inútil? ¡Quería prepararte tu comida favorita!
—¡Ava! No llores, cariño. No importa en absoluto. Sólo intentaste darme una
velada perfecta, eso ya la convierte en especial.
—Pero me llevó un siglo cortar todas esas verduras en rodajas...
—¿Hiciste ratatouille?
—¡Lo intenté, Tyra! ¡Mira! —señaló aquella bandeja con un pegote de cosas
negras y no pude evitar soltar una carcajada —¡No te rías! —me riñó,
contagiándose con mi risa —Eres mala...
—Ava, eres una ternura, de verdad —besé su mejilla —Voy a llamar a un
restaurante francés y encargar una bandeja de ratatouille.
—Pero no lo habré hecho yo...
Saqué mi móvil y busqué por internet.
—Sí, ¿podrían preparar una bandeja para dos personas de ratatouille? Vale.
¿Podrían poner con vinagre balsámico en una esquina "Ava"? —ella sonrió —Sí.
A—V—A. Gracias —les di la dirección de su apartamento —Si está firmado, es
como si lo hubieras hecho tú —le dije al colgar.
—Siempre salvándome la vida.
—¡Tu héroe! —grité y la hice reír.
—Menos mal que la cena no era lo único que tenía pensado darte hoy...
—¿Tengo más?
—Verás... Sé que tienes dinero para comprarte lo que quieras y más, así que
buscar un regalo material a la altura no me resultó factible.
—No tenías que comprar nada.
—Sólo tengo esto...
Me entregó un paquete del tamaño de un libro y sonreí como una niña
ilusionada antes de desenvolverlo. Lo hice rápidamente, y me encontré con una
agenda, elegante, sí, pero una agenda.
—¡Oh, vaya, gracias! Es muy útil. Gracias, Ava.
—Es sólo una agenda, pero ábrela, Ty —me pidió.
Obedecí y la encontré en blanco, hasta llegar a los datos personales. Había
cubierto mis datos de contacto, con su letra tan bonita, y en la parte de "contacto
de emergencia" había escrito: "Llamar a Ava Davis, a la hora que sea. Siempre
estoy aquí para ella, en lo bueno y en lo malo, como ella ha hecho conmigo
siempre". Y, a continuación, su número de teléfono.
—Ava... Es precioso... —contesté con un nudo en el estómago.
—También tengo esto, Tyra —me entregó una pequeña cajita adornada con
un lazo —Sé que puedes ir donde quieras, pagar el mejor hotel, cualquier cosa.
Pero aquí siempre serás bienvenida, sea cual sea el motivo que te traiga.
Abrí la caja y encontré una llave. La llave de su apartamento. Me daba
permiso para visitarla sin avisar, para entrar cuando ella no estuviera.
—¡Ava! —me abracé a ella sin querer evitarlo. ¡Dios, cómo podía ser tan
tierna! Era lo mejor de mi vida —Te quiero, cariño...
23. Mi respiración entrecortada
Ava
Se me había quemado el plato favorito de Tyra, pero no pareció importarle.
Me quedé mirándola a los ojos, pensando en que estaba a punto de besarme,
cuando me dijo que salía humo de la cocina. Me hizo volver a la tierra, donde yo
era una lesbiana y un desastre en la cocina, y ella ninguna de las dos cosas.
Es que, cada vez que me llamaba "cariño", crecían mis esperanzas de que me
viera como algo más que su amiga. Pero luego se esfumaban.
Se emocionó cuando le entregué la agenda y la llave. Harper me dijo que era
demasiado para sólo tratarla de amiga, que estaba exponiendo mis sentimientos y
que, si ella no se daba cuenta de que estaba enamorada, es que era idiota.
—Estoy enamorada —confirmé, en voz alta.
—Lo sé, Ava... Y lo siento mucho... —contestó mi hermana —Pero deberías
decírselo. Quizás ella sienta lo mismo por ti, ¿no?
—No lo creo, Harper...
—Díselo, no seas idiota —me riñó entonces.
Iba a hacerlo, ese día que la invité a comer su plato favorito, pero no me
atreví. Pasamos una velada estupenda, como todas, pero no logré abrir mi
corazón a ella.
—¡Mi casa está repleta de flores! —le dije a Tyra, que me sonreía en el
despacho.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿Quién habrá sido?
Me reí y ella me sonrió de medio lado.
—No tenías que hacerlo... —la reñí.
—Sí, tuve que hacerlo. Para demostrarte que eres importante para mí, Ava.
Mucho.
—Tyra, lo sé —contesté mientras iba a abrazarla —Gracias por las flores y
por la nota, y por estar en mi vida y por consentirme de esa forma.
—Feliz cumpleaños, cariño.
Salí con Harper, con Brianna y con Payton, para terminar arreglándome en
casa para verme perfecta para Tyra. Picó al timbre y me encontré a mí misma
bajando las escaleras como una colegiala. Quería verla, besarla en los labios y
decirle lo preciosa que estaba.
Me la encontré frente a una limusina y me quedé sin habla. Ella sonrió al ver
mi reacción y sujetó mi mano. Yo me lancé a besar sus labios y ella me recibió
con gusto.
—Espero que te apetezca un viaje por la ciudad en este trato.
—¿Bromeas? —me lancé al interior como si me hubieran dado el juguete
más ansiado y ella entró sonriendo a mi lado.
—Estás preciosa hoy, Ava.
Mis ojos se centraron entonces en ella. Llevaba un vestido rojo y su pelo
recogido en un gracioso moño.
—Tú estás perfecta.
—¿Quieres champagne?
Sacó unas copas de un compartimento y me entregó una en cuanto la rellenó.
—Mañana trabajamos. Debemos tener cuidado con el alcohol.
—¿Sabes? El sábado tras tu cumpleaños probaré esa pastilla experimental.
¿Harás de conejillo conmigo?
—¿Piensas emborracharte?
—¿Tú no? —rio—.
El viernes fueron llegando poco a poco los invitados. Mis padres, Elizabeth y
John, llegaron los primeros y me ayudaron a prepararlo todo.
Brianna y Payton aparecieron una hora después, y Harper la presentó
entusiasmada a sus nuevos suegros. Le había advertido que estarían allí y que la
presentaría como su novia si ella así lo quería, y aceptó de buena gana.
Morgan y Tyra llegaron desde Thompson Corp. Venía entera de negro. Se
habría cambiado allí, puesto que en la mañana no iba tan elegante. Llevaba un
vestido espectacular con un escote que me quitó el hipo, con sus medias negras y
sus zapatos de tacón. Una mujer de infarto.
—Felicidades, preciosa —me dijo Tyra entregándome una cajita de alguna
joyería cara —Espero que te guste.
Abrí con entusiasmo aquel regalo. Era el que más esperaba de todos, y no
porque seguramente fuera el más caro, sino porque sabía que adoraría cada cosa
que ella me diera.
Me encontré un colgante de color plateado, con nuestras iniciales unidas por
el símbolo del infinito, con una piedra azul incrustada en mi lado y una verde en
el suyo.
—Las piedras son nuestros ojos mirándonos siempre.
—Dios, Tyra, ¡es muy bonito!
—¿Te gusta de verdad?
—¡Claro que sí, Ty! ¡Gracias! —exclamé sincera.
—Tengo otra cosa que entregarte, pero te la daré más tarde.
—¿Haciendo sufrir a la cumpleañera? —dije, y la hice reír.
Poco a poco llegaron algunos amigos más, como Sean de la oficina o Barry
del instituto. La fiesta se animó poco a poco. La comida y la bebida abundaban y
los invitados empezaron a hablar cada vez más y más alto.
Barry cogió el karaoke y comenzó a cantar. Le entusiasmaba y yo lo sabía,
por eso lo dejé preparado. Pronto, una Harper un poco borracha se unió y le
dedicó una canción a Brianna, que se escondía tras sus manos mientras sonreía.
Cuando ya todos estábamos bastante tomados, comenzaron poco a poco a
despedirse.
—Voy a asegurarme de que estas chicas lleguen sanas y salvas a su destino
—dijo mi hermana masticando las palabras.
—Te quedarás a dormir, no vas a volver otra vez —informó Brianna —Estás
muy borracha, Harper.
—¿Puedo dormir abrazada a ti? —preguntó, ignorando que la niña la estaba
oyendo y no sería demasiado agradable escuchar aquello.
—Claro, cariño.
—¿Desnudas? —puso ojitos de cachorro y Payton se alejó levantando los
brazos, como quejándose de que la gente ignorara su presencia.
Nos dejaron a solas, pues Tyra se ofreció a ayudarme a recoger.
—¿Vas a darme mi otro regalo? —pregunté con una risita propia del alcohol
cuando ya terminamos.
—Ah, sí —se fue a recoger su bolso y sacó de él unas píldoras y un sobre —
Esto —dijo —para la resaca de mañana. Tómalas al despertar. Y esto... Espero
que te guste —sonreí y abrí aquel sobre. Saqué un par de billetes de avión con
destino a Ankara —Allí seguro que tu comida turca está más buena.
—¡Dios! ¡Tyra! ¿¡Esto es real!?
—Son dos, me gustaría irme contigo... —pidió.
—¡Sí, Ty! ¡Gracias! —grité, lanzándome a besar sus labios.
Esa vez, fue diferente. No fue tan superficial, ni tan breve, ni como
despedida o saludo, y nos quedamos mirándonos a los ojos en cuanto nos
separamos.
—No hay de qué —contestó, estirándose a besar de nuevo mis labios, más
rato, más intenso, más sentimental.
—Sí, porque eres demasiado buena conmigo —insistí, devolviéndole un
nuevo beso.
Mi corazón palpitaba desbocado. Tyra apoyó su frente contra la mía y noté
que nuestras respiraciones eran erráticas. Jadeábamos en la boca de la otra y
acerqué mis labios a los de ella. Iba a besarla. Me moría de ganas por hacerlo,
pero ella se despegó de mí y cogió su bolso.
—Nos vemos, Aves. Cuídate.
No reaccioné. Salió de mi apartamento dejándome un vacío por dentro. Me
quedé embobada, mirando a la puerta, mientras sentía una opresión en el pecho.
Quería llorar, quería gritar, quería correr detrás de ella para gritarle que la
amaba.
El sonido de unas llaves en la cerradura me hizo centrarme de nuevo allí. La
puerta se abrió dejando ver a Tyra con cara de urgencia. Cerró y lanzó las llaves
al sofá y el bolso al suelo, sin dejar de mirarme.
Mi pecho se movía descontroladamente por mi respiración entrecortada, y la
vi venir hacia mí, sin poder mover un sólo músculo.
Se agarró a mi nuca y me besó de forma intensa, profunda, apasionada.
Durante unos segundos no escuché más que nuestros besos, no sentí más que
nuestras lenguas explorándonos, no imaginé más que nuestras manos
desnudándonos.
—Te deseo tanto... —susurró en mi oído—.
24. Aquella noche tan intensa
Tyra
Nos estábamos besando, superficialmente, pero besándonos, y me entró
pánico. Ella estaba preciosa, con un ligero vestido de gasa, y yo quería tocarla
por todos sitios.
—Nos vemos, Aves. Cuídate —dije, de forma cobarde, huyendo de ella.
Salí del apartamento deseosa de acariciar su cuerpo de arriba a abajo. Me
frené en la escalera. Mi respiración estaba agitada. Necesitaba sentirla, no podía
evitarlo más.
Rebusqué en el bolso y saqué el llavero al que había añadido aquella llave
que ella me entregó. Abrí y la miré a los ojos. Vi el deseo también en los suyos y
lancé las llaves al sofá y dejé caer el bolso, para lanzarme a sus labios y besarla
una y otra vez, mientras mis manos buscaban cada curva, cada poro...
Se despegó de mi boca para besar mi cuello, y yo sujeté su nuca con mis
manos, para acercarla más a mí. Jadeaba, me encantaba sentirla. Se fue a mi
clavícula para después meter su cara entre mis pechos y dejar un beso superficial
en el espacio entre ellos.
Cuando aspiró el aroma que desprendía la piel de esa zona, mi cuerpo se
encendió por completo, haciendo que soltara un gemido. Ella aprovechó y llevó
sus manos a mi espalda, sin abandonar mis labios a los que había regresado, y
bajó la cremallera de mi vestido.
Lo dejó caer y yo salí del él empujándola contra la encimera. Me miró, con
aquellas medias que me llegaban a mitad del muslo y aquellos tacones que casi
me dejaban a su altura. Mi ropa interior negra la retaba a no apartar la vista.
Me agaché en cuclillas y besé su abdomen por encima de la tela, mirándola a
los ojos, y busqué el final del vestido. Lo subí por sus caderas y ella alzó los
brazos para que lo sacara por su cabeza.
Quedé mirando aquel tanga de color rosa chicle, a juego con el sujetador. No
pensaba que Ava fuera de tangas, pero agradecí poder tocar la piel de esa zona.
Mis manos se agarraron a sus nalgas y apreté mis dedos contra ellas, intentando
confirmar que aquello era real.
—Eres preciosa, cariño —le susurré.
Lo era, y me estaba encendiendo mucho, muchísimo. Su cuerpo era una
belleza, y encajaba a la perfección con el mío. Seguimos tocándonos,
besándonos, acariciándonos, hasta que me alejé de ella para ir a su habitación,
mirándola por encima de mi hombro mientras le sonreía, invitándola a seguirme.
Gateé sobre su cama, y separé mis rodillas, exponiendo el culotte que me
cubría el sexo. Mantuve mi pelvis en alto, y agaché el pecho para apoyar mi cara
de lado sobre la almohada, mirándola con desesperación para que se acercara a
mí.
Entendió perfectamente lo que quería, y corrió a ponerse detrás. Metió su
cara entre mis nalgas, y lamió la tela que cubría toda la zona. Al notar su lengua
estimulando aquel sitio que jamás había permitido a nadie acariciar, bajé la braga
con urgencia, para dejarla actuar.
Estaba poseída, Ava era diferente al resto de parejas con las que había estado.
Jamás había deseado tanto a alguien. Me ayudó a retirar la ropa interior hasta las
rodillas, y volvió a meter su cara entre mis glúteos. Su lengua me rozó, me
estimuló haciendo círculos alrededor de aquel hueco hasta entonces prohibido.
Suspiré, era terriblemente placentero y gemí su nombre. Con su mano,
empezó a rozar mi sexo mientras seguía lamiendo y yo empecé a jadear al paso
del tiempo. Noté entonces cómo me penetraba con una mano, mientras con la
otra se agarraba a mi nalga izquierda.
Aquello era el paraíso. Empecé a sentir cómo mis músculos se contraían,
atrapando también los dedos de Ava, y anticipándose al orgasmo más completo e
intenso de cuantos había tenido. Me agarré a la almohada y apreté mi cara contra
ella cuando me inundó por completo.
Me dejé caer, exhausta, y me puse rápidamente boca arriba para observarla.
Respiraba de forma agitada, muerta de deseo, pero insegura por si no me gustara
tenerla allí. Ella no sabía cuantísimo ansiaba sentirla yo también.
No pude dejar de fijarme en toda su boca húmeda de mí. Cogí su mano y la
empujé para tirarla encima, y poder besarla de nuevo, después de aquello que me
había regalado. Sus manos acariciaron mis hombros, impregnando uno de ellos
de mi esencia.
Buscó el broche del sujetador y me despojó de él, dejando a la vista una parte
de mí que siempre pensé que le gustaba. Había visto como en alguna ocasión los
miraba.
Besó todo mi abdomen y mis pechos, recreándose mucho en ellos, en notar
lo tersos que se ponían ante sus caricias.
Lanzó lejos los tacones y me quitó las medias junto a la ropa interior que me
quedaba y me dejó totalmente expuesta. Mi centro palpitaba aún, debido al
orgasmo que había tenido unos minutos atrás, y decidí que quería regalarle uno a
ella.
Me moría por verla desnuda, por probar el sabor de su piel, de su sexo, de
toda ella. La empujé y me puse encima. Suspiró, como quien mira una maravilla
que no esperaba, y volví a su boca, para rápidamente tirarme a lamer su cuello.
Seguí ascendiendo hasta rozar el lóbulo de su oreja, tierna, hasta que dejé un
pequeño mordisco en él que me regaló un gemido ronco.
—¿Te gusta? —pregunté.
No respondió. Sólo me besó mientras desabrochaba aquel sujetador con un
ligero relleno. La ayudé y lo lancé lejos, para luego apoyar mis pechos en su
abdomen y poder lamer los suyos. Fue una experiencia nueva y placentera.
Nunca había introducido un pezón en mi boca y me maravilló. Era tan terso y
hacía que ella se retorciera.
Fui a la zona que más me interesaba investigar. Ella me miraba con las
pupilas dilatadas, muerta porque la tocara. Besé el interior de sus muslos, de
forma superficial, aunque algunos fueron húmedos, con mi lengua queriendo
tomar protagonismo.
Llegué a aquella tela rosa, y la besé por encima. Vi cómo se tensó. Estaba
preparada y lista para recibirme, así que la retiré, con suavidad, como quien
descubre un tesoro, y eso hallé. Una mínima parte de vello recortado encima de
los labios, que escondían la maravilla que imaginaba desde hacía semanas.
Separé sus piernas y llevé mis labios a aquella zona. Deposité sonoros besos,
para luego abrir mi boca e impregnarme de ella, mientras mi saliva la inundaba.
Mi lengua recorrió cada pliegue, haciendo que ella se retorciera.
Agarró mi cabeza con una mano, para apretarme más contra ella, y miré
hacia arriba. Su cuello estaba estirado y su ceño fruncido, muerta por el placer
que empezaba a embriagarla. La adoré por ese gesto tan sensual.
Después de unos minutos en que su cuerpo sufriera algunos espasmos, decidí
introducir los dedos, como había hecho ella, y seguir con aquel ritmo que hacía
que jadeara con fuerza.
Gimió en una intensa contracción de su musculatura, para tener
posteriormente pequeños espasmos, que prolongaron su placer.
La tenía jadeando, boca arriba, completamente relajada y con la boca abierta.
Esa boca... Quería que me diera placer de nuevo. Tiré de sus piernas para bajarla
un poco en la cama, y gateé hasta llegar al cabecero.
Cogí un par de almohadas y las coloqué bajo su cabeza, mientras ella me
miraba cómplice. Pasé una pierna por encima de su cara, colocando ambas
rodillas a los lados de su cabeza. Ava agarró mis caderas y comenzó a lamer mi
sexo abierto para ella.
Lo hizo con fuerza, penetrándome con su lengua en alguna ocasión. Mi
pelvis se movía sobre su cara. Esa chica sabía exactamente lo que hacía. No
podía controlar mi propio cuerpo, y en alguna ocasión pensé que podría
lastimarla.
Nos movíamos más y más rápido, más y más intenso, más y más sensual. Yo
gemía sin descanso, aquello era terriblemente placentero. Mis músculos se
contrajeron, haciendo que dejara de moverme, y sólo ella siguió buscando
prolongar aquellas sensaciones.
Me tiré a su lado, besando su cuello, ambas jadeando. Volvía a estar
impregnada de mi esencia. Lamí la comisura de sus labios, mientras ella sonreía,
satisfecha.
Estuvimos un rato en silencio, ambas observando a la otra con una sonrisa
permanente. En un momento dado, acaricié su abdomen hasta llegar a su sexo, e
introduje los dedos entre sus labios.
—¿Quieres volver a encenderme?
—Por favor...
Me moría por seguir. Había sido mágico, no podía terminar ya. Se puso
encima de mí, con sus rodillas entre las mías, obligándome a separar las piernas.
Me miraba a los ojos, cuando su pulgar empezó a estimular mi centro.
Sólo le aguanté la mirada un par de minutos, porque después empecé a
distraerme y sólo tenía como objetivo volver a sentir esa descarga eléctrica.
Cuando empecé a notar que mi cuerpo se preparaba para algo nuevo,
introdujo dos de sus dedos, que me penetraron con fuerza y con profundidad,
metiéndolos y sacándolos sin cesar. Noté un ligero dolor placentero con las
embestidas más profundas, lo que me hizo gemir.
Sus dedos se deslizaban con suavidad, puesto que estaba completamente
lubricada. Nunca había experimentado aquellas sensaciones tan seguidas e
intensas. Un sonido ronco salió de mi boca cuando estimuló con ganas la pared
anterior. Me contraje de puro placer mientras me miraba satisfecha.
Me sonrió y me dio la espalda. Pude ver aquellos magníficos glúteos, que
puso a ambos lados de mi cuerpo. Se agachó para buscar mi sexo, nuevamente,
con sus labios, y yo alcé mi torso para llegar a morder aquellas nalgas y
empujarla hacia mí, agarrando sus caderas, para poder darnos placer
mutuamente.
Durante unos minutos nos embriagó el placer de la otra, aunque Ava no llegó
a tener su orgasmo. Yo aún era principiante en aquel tipo de sexo... Sin embargo,
yo recibí el cuarto de aquella noche.
Vino a buscar mi boca cuando volví a experimentar el placer. Ya estábamos
exhaustas las dos. Llevábamos más de una hora en aquella cama. Pero aún había
algo que quería hacer. Quería unirme a ella.
Me puse encima y Ava me miró.
—Adoro tus pechos, Ty.
Sonreí y me lancé a besar uno de los suyos. También lo adoraba. La adoraba
a ella por completo.
Le pedí que separara sus piernas y puse una de las mías en medio. Empecé a
rozarme contra ella, en movimientos sensuales y rítmicos de mi pelvis. Era un
intenso placer el que sentía mientras nuestros sexos se acariciaban.
Apoyé mis manos sobre su abdomen mientras ella se agarraba a mis nalgas,
apretándome contra sí. Jadeamos, gemimos y exclamamos el nombre de la otra
al tiempo que extendíamos el cuello.
Nuestros músculos contraídos nos daban placer. Ella sufrió de espasmos
antes que yo, mientras un sonido gutural salía de su garganta.
Yo tardé unos minutos más antes de sentir la dicha de nuevo. Me tiré a su
lado, agotada, sudorosa, para abrazarme a ella. Nos dormimos, tras aquella
noche tan intensa, en la que me había visitado el placer hasta en cinco
ocasiones.
Sin duda, la mejor noche de mi vida.
25. El amor no se finge
Payton
Aquel martes, Mary Harris me llamó desviada cuando crucé mi mirada con
la suya. No le había dicho nada a Harper, porque no volvió a amenazarme con
contarlo por redes sociales, pero me insultaba cada vez que me veía a solas.
—¿Por qué la llamas así? —preguntó su nueva mejor amiga, mientras reía.
—Porque... —sonrió.
—¡Mary, no! —le pedí yo, pero me miró con desprecio.
Suplicaba con la mirada mientras negaba con la cabeza, pero ella no pensaba
dejarme en paz.
—Porque le gusta Mia —soltó y una punzada me encogió el estómago.
—¿De verdad? —rio la otra chica —¡Vaya! ¡No me lo esperaba! —me miró
y se encogió de hombros, sorprendiéndome con lo que me dijo a continuación —
Pero, bueno ¿qué más da si le gusta una chica?
La miré aliviada, pero Mary rabiaba. Pensaba que iba a apoyarla en
insultarme, pero esa nueva amiga era bastante mejor que ella.
Mary marchó como loca y, a la salida, vi como todos los chicos de aquel
instituto me miraban. Algunos se reían, otros cuchicheaban, otros alzaban el
puño dándome ánimos, y los más idiotas me hacían movimientos con los dedos
enfrentados con sus manos, simulando sexo lésbico. Encendí los datos del móvil
y me llegaron mil mensajes, preguntándome si era cierto...
Me pusieron nerviosa, muy triste, pero no quería darle la satisfacción a Mary
de verme llorar. Fue entonces cuando vi cómo fueron hasta Mia, riéndose
mientras me miraban y negué con la cabeza, suplicando de nuevo.
Observé cómo hablaban con ella, señalándome, y vi los ojos sorprendidos de
Mia dirigirse a los míos. No pude sostener su mirada y me fui, comenzando a
llorar sin remedio.
La estúpida de Mary acababa de decirle a mi mejor amiga que estaba
enamorada de ella. Y lo estaba, pero no quería que ella lo supiera. Mia no tenía
interés en mí, y ahora ni siquiera la conservaría como mi amiga.
Llamé a Harper para decirle que no viniera a la salida. Ya estaba de camino,
pero yo ya no estaba allí.
—Recógeme donde la cafetería, ¿vale?
—¿Hay algún problema, preciosa?— me preguntó ella—.
—No quiero hablar de eso —pedí, casi rompiendo a llorar de nuevo.
—Ahora llego.
Apagué el móvil y Harper tardó un par de minutos en aparecer. Lo que hizo,
nada más aparcar a mi lado, fue bajarse de la moto y abrazarme, sin preguntarme
nada. Me apreté contra su cuerpo. Harper me hacía sentir extrañamente bien.
Apenas llevaba un tiempo saliendo con mi madre, pero la sentía muy cercana a
mí. Podía confiar en ella.
—Mary... —logré decir.
—Esa maldita niña... ¿Qué ha hecho ahora?
—Les ha contado... —hipaba mientras intentaba contarle —A todos... Y
Mia... Mia...
—Se ha enterado —concluyó ella.
Me apreté contra ella con fuerza.
—Va a odiarme.
—No lo hará. Te adora, Payton —intentó animarme.
—No, ya no... Ahora sabe que siento algo por ella.
—Payton, —me llamó —si de verdad es tu amiga, querrá conservar esa
amistad. No debe importarle si tienes una orientación u otra, ¿de acuerdo? Si no
está interesada, te lo dirá y te pedirá seguir siendo amigas. Tú eres la que puede
elegir serlo o no.
—Claro que quiero ser su amiga... —sollocé.
—Pues lo seréis, ya verás.
En casa, mi madre me ofreció salir con ellas a tomar algo, pero yo no estaba
de humor, así que le dije que tenía deberes que terminar. Harper vino y besó mi
mejilla, entendiendo qué ocurría.
—Llámanos si nos necesitas. Te quiero, preciosa.
No contesté, pero miré a mi madre sorprendida. Ella sonrió sonrojándose. Yo
sabía que adoraba que Harper me considerara alguien importante, y no la hija de
su pareja. Cuando se acercó a ella, mi madre le dio un beso en los labios.
—Gracias —le dijo.
—No sé qué he hecho, —sonrió la morena —pero si me lo vas a agradecer
así, me parece perfecto.
Ava
Me desperté con un gran dolor de cabeza, desnuda y sola. Los recuerdos de
la noche anterior me golpearon con fuerza. Me había acostado con Tyra, y había
sido una experiencia inigualable. ¡Dios, estaba tan enamorada de ella!
Recordé lo que le había hecho. Nunca había lamido en esa zona a ninguna de
mis antiguas parejas, pero me sentí tan bien cuando vi que le gustaba... Ahora
estaba avergonzada. Ella se había ido, sin despertarme, sin despedirse.
Me levanté y me cubrí con una bata, para ponerme a buscar por la casa las
pastillas que me había dado. Mi cabeza iba a explotar y tenía unas ganas terribles
de vomitar.
Tomé una y me volví a mi móvil. Buscaba algún mensaje, algo de ella que
explicara su huida, porque no quería que la razón fuera la obvia. Se arrepentía de
lo que había hecho, al fin y al cabo, estábamos borrachas.
Aunque, por muy borracha que estuviera, no pudo fingir que eso lo hacía por
gusto. El alcohol no te hace dar sexo oral a una chica si no te sientes atraída por
ellas. A Tyra le gustaban las mujeres, eso me había quedado claro.
¡Dios, Tyra me había hecho sexo oral! No podía pensar con claridad. Mi
cuerpo temblaba. Miré el reloj, ya eran las once y cuarto de la mañana. Me fui a
duchar justo para recibir a Harper al salir.
—Ava... —me dijo medio sonriendo —¿Por qué tu vestido reposa en el suelo
del salón? ¿Te lo quitaron anoche? —vio mi cara, entre triste y avergonzada y
me cubrió con la toalla que yo había preparado —¿Algo va mal?
—Nos acostamos —confesé.
—¿¡Qué!? ¿¡En serio!? —preguntó atónita —¿Y qué ha ido mal? ¿Por qué
esa cara de funeral?
—Porque desperté y ya no estaba. Huyó, Harper.
—Bueno, Ava... No quiere decir nada. Es una mujer ocupada. Los sábados
suele trabajar, ya lo sabes.
—Pero no se despidió... —dije con miedo.
Las pastillas que me había dado eran sumamente eficaces. Ya no sentía dolor
ni mi estómago estaba revuelto.
—¿No has visto lo adorable que eres durmiendo? ¡No querría despertarte,
tonta! —las lágrimas acudieron a mis ojos porque sabía que Harper sólo quería
darme ánimos, pero estaba segura de que Tyra se había ido porque se arrepentía
de haber pasado esa noche conmigo —Ven aquí, anda.
Me abrazó en silencio mientras yo la empapaba.
—¿Te has tomado la pastilla? —le pregunté entonces.
—Sí, es una maravilla. Y Brianna también está perfecta. ¿Tú no?
—Sí, todos los síntomas de haber bebido como una loca ayer han
desaparecido.
—Sí... Oye, Ava... ¿Y qué tal fue? ¿Te sentiste cómoda con ella? Yo creo que
estáis hechas la una para la otra. No hay más que ver cómo os miráis, cómo os
tratáis y cómo os hacéis reír.
—Fue increíble, Harper. Aunque no fue tanto como suelo ser yo... No fue tan
tierno, ya sabes.
—Sí, mi hermanita tierna —sonrió, acariciando mi mejilla —¿Y cómo fue?
—Fue como liberar todo ese deseo acumulado que sentía por ella, y que, al
parecer, ella sentía por mí.
—Si Tyra te desea, no hay más problemas, Ava. Te quiere, eso lo tengo claro.
Si juntas a eso el deseo, seréis una pareja envidiable.
—No sé, Harper.
—Hazme caso... Y, ¿estuvo bien? —preguntó con curiosidad.
—Muy bien —confesé —Le... Olvídalo.
—¿¡Qué!? ¿Vas a dejarme así? ¡Era algo jugoso!
—No, da igual.
—¡Confiesa, Ava!
—Bueno, yo... Ya sabes... La abordé por detrás y... Pues eso...
—¡No! —rio —¿Con la lengua? —asentí sin mirarla —¡Dios! ¡Eres mi
nuevo ídolo! —rio—¿Y le gustó?
—Ella lo pidió, Harper. Ha estado con un montón de personas diferentes. Lo
habrá probado todo ya.
—Menos a una mujer.
—¿Y si sólo es eso? —me di cuenta entonces —¿Y si sólo soy otra de las
cosas que hacer antes de morir?
—¡Ava, no!
—Voy a vestirme —contesté, alejándome de ella—.
Estaba claro que Tyra no estaba bien con lo que había ocurrido... Debería
haberla frenado, debería haberlo evitado, y seguiríamos siendo mejores amigas.
Ahora, en todo el fin de semana no iba a verla. ¿Desde cuándo yo no estaba
invitada cuando quedaba con Brianna y Morgan?
Las horas pasaban lentas. La tarde del sábado la pasé con Harper, pero el
domingo ella llevó al cine a Payton, así que yo me dispuse a comerme la cabeza
una vez más. El móvil vibró y miré la pantalla con la esperanza de encontrarme
un mensaje de ella.
"¿Hoy tienes planes con Tyra?"
"Podemos salir a tomar un café si estás libre"
Era Anna.
"Te espero"
—¿Qué te tiene tan preocupada? —me preguntó cuando estaba mirando al
infinito, con la cerveza en la mano.
—Nada, Anna, lo siento. ¿Qué me decías?
—¿Habéis dado un paso? —insistió.
Dudé un momento en si contarle.
—Uno gigante —terminé por decir.
—¿Os habéis acostado?
Asentí.
—Te juro que no ocurrió nada mientras salíamos juntas. El viernes fue la
primera vez.
—Sí, lo sé, Ava. No te preocupes —dijo cogiendo mi mano —Obraste bien,
no te culpo. Uno no elige de quién se enamora —sonreí —¿Y por qué algo va
mal? ¿No le gustó?
—Estábamos borrachas, pero sí le gustó.
—Como a Morgan —rio.
—¿A Morgan? ¿¡Te acostaste con Morgan!? —pregunté atónita.
—No sé qué ocurrió esa noche de tu cumpleaños, pero desinhibió a un
montón de heteros.
—¿Pero cuándo?
—Pues al terminar la fiesta, se fue a mi casa. Había investigado dónde vivía.
Sabe moverse por internet, esa loca.
—¿¡En serio!? ¿Y qué pasó al día siguiente?
—Pues que no deja de llamarme para volver a quedar —volvió a reír —Creo
que le he abierto un mundo nuevo de sensaciones...
—Ya...
Ojalá ocurriera lo mismo con Tyra. Ojalá ella estuviera suplicándome para
verme otra vez. Estaría dispuesta a complacerla en todo lo que pidiera.
—Dale tiempo, Ava. Con ella hay sentimientos implicados. No es lo
mismo...
Tyra
Me desperté en la cama de Ava, desnuda y dolorida. La miré, eran sólo las
siete de la mañana y seguía durmiendo. Me levanté despacio para no despertarla.
Los nervios se apoderaron de mi estómago.
Recordé lo que había pasado hacía unas horas y sentí un agobio muy grande.
La había cagado. Me había acostado con mi amiga, y fue perfecto, pero ¿y ahora
qué?
Había hecho el amor, por primera vez en mi vida. Sólo podía explicarlo así,
porque no había sido ni parecido a lo que había experimentado hasta ese
momento. Y no fue porque fuera una chica. Si hubiera sido cualquier otra,
aunque hubiera logrado mis orgasmos igual, no me habría sentido así.
La observé antes de recoger mi ropa interior y mis zapatos del suelo. Era
preciosa y deseaba tocarla de nuevo, pero no iba a despertarla porque no sabría
cómo enfocar la conversación.
Me tomé una de las pastillas cuando me vestí en el salón y salí corriendo de
la casa. Llamé a mi chófer para que viniera a buscarme y, tras ducharme y
cambiarme de ropa, decidí que lo mejor era ir a trabajar para que se despejara mi
cabeza.
Las pastillas eran milagrosas. Todo el malestar físico se había esfumado,
pero no podía sacarme de la cabeza lo que había ocurrido.
Tras unas horas en el trabajo, decidí escribir a las chicas para que me
aconsejaran, así que busqué el grupo que Morgan había creado hacía un par de
años. "Consejo de sabias".
"No te preocupes"
—Me acosté con ella —confesé cuando mis dos amigas me prestaban toda su
atención —Hice el amor con Ava el viernes.
Cogí por sorpresa a ambas.
—¿De verdad? —preguntó Brianna.
—Hice el amor... —repitió Morgan —Tú no haces el amor, Tyra. Tú tienes
noches de sexo alocadas, aunque sea con la mosquita muerta. Todo lo alocado
que dé esa mujer...
—No es igual con ella, Morgan —me quejé —Fue completamente diferente.
No voy a decir que fue tierno, no lo fue. Fue apasionado, porque nos
desbordaban los sentimientos, el deseo de sentirnos. Me hizo unas cosas...
Mis manos temblaban mientras les hablaba. Necesitaba sentir su apoyo.
Necesitaba sentirme comprendida. Brianna lo vio y se acercó a abrazarme.
—Todo está bien, Tyra. No vamos a juzgarte. Cuéntanos qué te preocupa.
—Sí —siguió Morgan —Hazlo, pero primero cuenta qué te hizo. Porque me
da una curiosidad terrible de esa poca cosa.
—¡Morgan, ya está bien! —riñó Brianna y yo le agradecí, porque ni fuerzas
para discutir con ella tenía.
—Perdón. Cuenta qué te hizo la dulce Ava —se burló.
—Pues ella... Dios, es tremendamente sensual. Besó todo mi cuerpo —sonreí
—¡Tuve cinco orgasmos, joder!
—¿¡Cinco!? —exclamó mi secretaria —Me quedé con la mitad de la pareja
que no debía —ambas la miramos extrañadas —Ya, luego os cuento. Ahora dime
qué hizo para conseguir eso...
—Pues de todo, Morgan. ¿Qué quieres que te cuente?
—¿Hubo tijeras?
—¡Oh, por dios! —exclamó Brianna, hastiada.
—¿Qué? Tú no cuentas nada. Pero TyTy, sí. ¿Hubo?
—Hubo de todo, Morgan —contesté.
—Te metió los... —hizo un gesto con los dedos como quien hace un tacto
rectal.
—Sí, Morgan. ¡Basta ya!
—Guau... ¿Y te comió el...? —me encogí de hombros —¿Y tú a ella?
—Incluso... Ella se fue a mi...
—¿Qué? —preguntó entusiasmada —¿Dónde se fue?
Hice un gesto con mis palmas ahuecadas como si fueran unas nalgas y metí
mi rostro entre ellas.
—¡Vaya! —exclamó Brianna.
—¿¡Te comió el culo!? ¿¡En serio!? —rio Morgan —Pero si siempre has
dicho que en esa zona no dejas que se arrime nadie.
—Pero con ella todo es diferente. Es más íntimo, más sensual... Fue una
noche increíble.
—¿Y qué quieres que te confirmemos, Tyra? —preguntó Brianna con media
sonrisa —¿Que estás enamorada? Lo estás.
—¿Que va a estar enamorada, Brie? —soltó la secretaria —Tyra no es de
esas. Ni ella ni yo lo somos. Es una noche y ya.
—¿Quieres volver a hacerlo? —me preguntó la joven madre —¿Quieres
besarla de nuevo?
—Sí... Quiero tenerla conmigo siempre. No dejo de pensar en ella.
—Tyra, no seas idiota —siguió la latina —Lo que tienes que hacer es tirarte
a alguien más, ¿vale? Debes sacarla de tu cabeza. A ver... Cinco orgasmos no es
algo fácil de conseguir. No niego que la chica tenga talento. Pero, ¿te vas a
perder todo lo que la vida te ofrece por una sola mujer? Y además ese
aburrimiento de mujer, dios. Búscate a una mejor, anda.
Discutimos toda la tarde. Brianna quería que reconociera que estaba
enamorada, pero era algo que temía sólo pensar. Tenía más de treinta años y no
sabría sobrellevar eso. Morgan quería que me acostara con el primero que
apareciera, pero pensar en tocar a otra persona que no fuera Ava me daba
vértigo.
Ella nos contó que había pasado una noche con Anna, y que quería esas
vacaciones. Yo no la creí, a ver, era Morgan, y me dijo que me encontraría
pruebas.
Cuando se fueron, aún debatí internamente qué debía hacer. Al día siguiente
iba a verla sin remedio y tenía que enfrentarme a todo. Debía decirle lo mucho
que sentía que la hubiera puesto en ese aprieto, sabiendo que ella no era una
mujer de una sola noche, y que yo era su amiga.
¿Éramos sólo amigas?
Imaginé a Ava saliendo con otra persona y me sentí fatal. ¿Por qué no
alegrarme de que fuera feliz? ¿No debería apoyarla?
No éramos sólo amigas.
Tyra
Estaba tan furiosa... ¡Dios! Morgan me había enviado al idiota de Misra
como si fuera a arreglar mis problemas echándome un polvo. Y no quería
acostarme con nadie, ¡mierda! Bueno, sí quería, con Ava quería.
Me senté en mi asiento de nuevo y llamé a través del teléfono que nos
comunicaba.
—Morgan, ven aquí ahora mismo.
Entró sonriendo, como quien ha hecho el mayor favor del mundo.
—No vale para mucho, pero es una opción que siempre está ahí. Espero que
te funcionara —rio.
—¿Eres imbécil, Morgan? —pregunté con rabia —¿Me mandas a ese idiota
salido a acostarse conmigo porque no sé gestionar mis sentimientos hacia Ava?
—Quería que vieras que nada ha cambiado para ti, TyTy —se disculpó
cambiando el tono y acobardándose.
—¡Todo ha cambiado, Morgan! ¡Todo!
—Tyra, tú y yo éramos inseparables. Las tres. ¿Cómo va a cambiar todo por
la mosquita muerta?
—Mira, Morgan... Te advierto que la vuelves a insultar una sola vez más y
estás despedida, ¿de acuerdo?
—TyTy...
—Largo de aquí, Morgan, y madura de una puta vez, que no tienes quince
años, joder.
Me senté intentando calmarme, mientras ella se iba en silencio. Me tomé
unos segundos para reponerme. Tener a alguien desnudándose detrás de ti sin
que tú lo desees es incómodo y aterrador. Al fin y al cabo, una mujer está
indefensa ante un hombre de ese tamaño.
Cuando recobré la calma, me levanté y me dirigí al escritorio de Ava. Iba a
enfrentarla, a hablar con ella. Iba a pedirle perdón, por ser tan idiota, y tiempo,
para pensar en lo que ocurrió, pero llegué y no había nadie.
—Se fue hace un minuto —dijo un compañero —¿Quiere que le diga que
vaya a verla cuando regrese?
—No importa, la veré más tarde.
Quizás había tenido que salir por alguna investigación, pero me resultaba
extraño que no hubiera venido a verme primero. Aunque, después de lo fría y
distante que había sido, tampoco era tan raro.
Me volví a mi despacho a seguir trabajando, esperando que regresara de
donde hubiera ido. Morgan me pasaba algunas llamadas con la voz temblorosa.
Por fin entendía que sus actos tenían consecuencias y que, quizás, terminara
despedida si no cambiaba esa actitud horrible que tenía.
Al cabo de un rato, Ava entró sin que mi secretaria me lo anunciara. Venía
con el rostro compungido, los ojos rojos de haber llorado pero, sobre todo, de
una rabia que parecía acumularse en ellos.
—¡Ava! —exclamé al verla acercarse a mi escritorio. Posó una carta en él y
se retiró a la misma velocidad que vino —¿Ava? —la llamé pero, al no obtener
respuesta, abrí la nota rápidamente y vi que era una carta de renuncia, así que me
levanté y corrí detrás de ella —¡Ava! ¡Espera! —le grité cuando ya estaba fuera
del despacho —¿Qué es esto?
—¿No sabes leer? —preguntó cuando se dio la vuelta y pude observar sus
ojos llenos de lágrimas.
—No la acepto. No acepto tu renuncia —le dije, y me di cuenta de que ya
todos estaban pendientes de nuestros gritos.
—Ese es tu problema. Yo me voy de aquí.
—Pero, Ava, ¿por qué?
—¿¡Por qué!? —rio dolida —Porque estoy enamorada de ti, y te acostaste
conmigo sin que yo significara nada. Porque no sabes amar, porque te importa
una mierda lo que sientan los demás.
—No, Ava...
—¿No? Diles a todos tus empleados lo que sientes por mí —miró a su
alrededor y gritó —Nos acostamos la otra noche, que lo sepáis, pero no soy nada
más que otra conquista, ¿no, Tyra? —me preguntó entonces —¿Vas a decirles
que sientes algo por mí? —la cobardía me frenó. No pude contestarle y el
silencio la hirió —¿¡Que Anna era mala para mí!? ¿Acaso eres tú mejor? Me
utilizaste, y no era difícil adivinar que para mí lo significabas todo.
—Pero somos amigas...
Mis ojos se llenaban de lágrimas también. ¿Por qué no podía retenerla
conmigo? La iba a perder.
—No voy a ser amiga de una maldita egoísta —escupió —Dejé a Anna por
ti, porque me enamoré de ti como una idiota. Pero tú nunca encontraste a nadie a
tu altura, ¿por qué pensé que yo podría ser diferente?
—¡Lo eres, Ava! —confesé sincera.
—¿Sí? Ya lo has demostrado antes. Ya he visto cuánto te importo —y las
lágrimas se arrojaron por sus mejillas, mientras yo no sabía muy bien de qué
hablaba —No quiero volver a verte nunca más, Tyra.
—Ava...
—Que te den —sentenció antes de salir de mi vista—.
T.T."
Me fui de allí y esperé una llamada, pero nunca llegó. Telefoneé a Brianna,
pero dijo que Harper no quería traicionar a su hermana. Que le había dicho que
tenía toda la casa llena de flores, pero que Ava no había llegado a su apartamento
a dormir.
Estaba frustrada. Sólo debía explicarle qué ocurría para que pudiera
perdonarme. Al día siguiente, después de toda la noche sin dormir, intentando
contactar con ella por todas las formas posibles, volví a la revista, sin más
novedades por parte de Ava.
A primera hora, alguien irrumpió en mi despacho como alma que lleva el
diablo. Levanté la vista del ordenador cuando escuché cómo Morgan la
perseguía.
—¡Anna, no puedes pasar hasta que te dé permiso! —pidió Morgan, detrás.
—¡Anna! —exclamé yo cuando llegaba a mi lado.
Una sonora bofetada me cruzó la cara y quedé paralizada.
—¿Quién te crees que eres? —me dijo —Has tenido la oportunidad de estar
con la persona más maravillosa de este mundo y ¿la traicionas de esa manera?
—¡Anna! —gritó Morgan mientras agarraba su brazo para echarla —¡Vete
de aquí!
—¿Y tú, estúpida arrogante? —se dirigió entonces a ella y, por temor, mi
secretaria la soltó y se alejó un paso atrás —¿La humillas de esa manera? ¿Por
qué? ¿Por celos de que se haya llevado a tu mejor amiga? ¡Eres patética!
—¿A qué se refiere? —le pregunté a Morgan —¿Qué humillación?
—Esta idiota le dijo a Ava que no significaba nada para ti, que se fuera por
dónde llegó, porque esa noche era lo único que querías y ya lo habías
conseguido. Oh, y que no montara una escenita, para no dejarte mal —rio con
rabia —La hizo sentirse una imbécil, un trofeo que, una vez conseguido, se
abandona en una estantería.
—TyTy, lo siento, yo...
—Lárgate —pedí.
—Pero, Tyra...
—Lárgate antes de que te lleves un puñetazo en esa cara de imbécil, Morgan
—le pedí.
—¿Me voy a...?
—Estás despedida —la corté.
—Tyra...
No respondí, sólo me eché a llorar y Morgan, al verme, se fue. Anna se
quedó mirando la conversación sin entender nada.
—Por favor —le pedí a la morena —Dile a Ava que es mentira. Yo no dije
esas cosas, ni me acosté con mi empleado. Díselo —supliqué —Dile que estoy
enamorada de ella.
Anna se quedó cortada ante lo que acababa de confesar. Venía a gritarme, a
golpearme, no a apiadarse de mí.
—No puedo, Thompson. Se fue...
—¿Cómo que se fue? Pensé que había dormido contigo hoy, o con sus
padres.
—Durmió en mi casa, pero decidió alejarse a una cabaña que tienen. Ni
siquiera sé si en este estado... ¿De verdad no hiciste esas cosas? ¿Significa algo
para ti? Está destrozada, Tyra...
—Tengo que encontrarla, por favor... —supliqué llorando —No quiero que
sufra. No quiero que Ava sufra por mi culpa. La quiero tanto...
—No puedo ayudarte, de verdad. Sólo Harper sabe dónde está. Es la cabaña
de sus padres.
29. Olvidarme de Tyra
Ava
Tyra se había acostado con Kurt en su despacho y mi mundo terminó de
derrumbarse. Me sentí traicionada, herida, humillada. Morgan era una persona
horrible y lo había dejado claro una vez más, pero era sincera, al menos, no
como Tyra.
Me fui de allí, con la respiración agitada. Hipaba, intentando no llorar, y
corrí hasta el baño. Me encerré en un cubículo y dejé salir todo lo que tenía
dentro.
Lloré desconsolada durante varios minutos, para después intentar
recomponerme. Pensé en lo que debía hacer a continuación. Para empezar,
necesitaba una voz amiga, así que llamé a mi hermana, pero estaba trabajando y
no contestó.
Entonces supe que las decisiones debían ser completamente mías. Yo debía
asumir en ese aseo, sola, que no significaba nada para la mujer de la que estaba
enamorada. Me había traicionado, me había engañado. Si hubiera dicho: "Ava,
esto será cosa de una noche y ya está", yo no habría accedido a hacerlo, aunque
me muriera de ganas, porque la amaba, y eso ahora me estaba matando por
dentro.
Ella se había reído de mí. No podría soportar verla a diario sabiendo lo que
me hizo. Aunque dejáramos de ser amigas, yo no quería verla, nunca más, ni en
el ámbito profesional.
No me quedaba otra, no había más opciones que renunciar y así terminar con
nuestra relación de cualquier tipo. Ya no sería más mi amiga, ni mi amante, ni mi
jefa.
Me fui a mi escritorio y me puse a redactar una carta de renuncia. Primero
empecé a escribir con toda mi rabia, echándole en cara cuantas cosas me había
hecho, pero después decidí que ni a eso tenía derecho. Si lo hacía, luego se
reuniría con Morgan y ambas se reirían de mi dolor. Sólo esperaba que Brianna
no fuera igual a ellas, por el bien de mi hermana.
Comencé a escribir de manera formal, describiendo mi puesto, las fechas en
que lo había ocupado, dándolo por finalizado aquel veintisiete de septiembre.
Escribí mi deseo de irme de la empresa por motivos personales que nada tenían
que ver con el buen nombre de la revista.
Repasé una y otra vez las frases y, cuando estuve lista, la imprimí. Fui
rápidamente al despacho de Tyra, y Morgan se levantó de la silla sin darle
tiempo a decirme ni una sola palabra. Entré como alma que lleva el diablo y
deposité la carta encima del escritorio.
Se sorprendió al verme y me llamó, varias veces, pero yo me fui de nuevo.
Me persiguió y me preguntó que qué era aquello, así que me giré para gritarle
que si no sabía leer. Estaba claro lo que era. ¿Por qué no me dejaba en paz y
podía irme sin montarle la escena que tanto miedo les daba?
—No la acepto. No acepto tu renuncia —me dijo la muy egoísta.
¿Qué quería? ¿Aprovecharse de mi trabajo haciendo como que no había
pasado nada? Eso nunca iba a ocurrir.
—Ese es tu problema. Yo me voy de aquí —dije furiosa y, entonces, ella
preguntó por qué. Me entró una rabia y una frustración difícil de describir. ¿En
serio preguntaba eso? Me había utilizado —¿¡Por qué!? —grité riendo —Porque
estoy enamorada de ti, —confesé, por fin, aunque no merecía oírlo —y te
acostaste conmigo sin que yo significara nada. Porque no sabes amar, porque te
importa una mierda lo que los demás sientan —ella negó —¿No? Diles a todos
tus empleados lo que sientes por mí. Nos acostamos la otra noche, que lo sepáis,
pero no soy nada más que otra conquista, ¿no Tyra? —le pregunté —¿Vas a
decirles que sientes algo por mí? —guardó silencio, ya sabía que no lo sentía y,
aun así, volvió a doler —¿¡Que Anna era mala para mí!? —cuestioné, pues ella
siempre me lo había dicho —¿Acaso eres tú mejor? Me utilizaste, y no era difícil
adivinar que para mí lo significabas todo.
A estas alturas mis ojos estaban enrojecidos por las lágrimas y la ira.
—Pero somos amigas... —dijo, y la rabia aumentó.
—No voy a ser amiga de una maldita egoísta. Dejé a Anna por ti, porque me
enamoré de ti como una idiota —seguí con las confesiones, mientras todos
nuestros compañeros nos miraban, algunos incómodos y otros divertidos —Pero
tú nunca encontraste a nadie a tu altura, ¿por qué yo pensé que podría ser
diferente?
—¡Lo eres, Ava!
Pedazo de cínica... Se acostó conmigo y no quiso volver a verme, y a los dos
días me encuentro con que acaba de tener relaciones en su despacho con otra
persona...
—¿Sí? Ya lo has demostrado antes. Ya he visto cuánto te importo —y
comencé a llorar de nuevo, porque ella sí me importaba a mí, y no podía evitarlo
—No quiero volver a verte nunca más, Tyra —escupí y ella me llamó —Que te
den —dije antes de irme—.
Me fui a casa y preparé una maleta. Necesitaba alejarme de allí y tenía miedo
de que ella apareciera por casa, no entendía bien por qué, pero no parecía querer
dejarme ir. Supongo que lo que más deseas es lo que no tienes.
Había bloqueado su número, el de su despacho y el de la imbécil de Morgan.
Si volvía a escuchar su asquerosa voz una sola vez más, gritaría. Lloré un rato
hasta que mi móvil sonó.
Me entró una llamada y miré la pantalla.
—Harper... —dije muerta de pena.
—Dios, Ava, ¿qué ha ocurrido? —preguntó al notar el tono de mi voz—.
—Acabo de renunciar, Harper. Voy a irme a la cabaña de Palos Verdes.
—¿Qué, qué, qué? Espera. ¿Qué?— cuestionó, intentando procesar la
información que le había dado—.
—Fui a verla, y mientras yo esperaba a la puerta, ella se estaba tirando a mi
jefe. A Misra.
—Dios, ¿a ese? ¿Por qué?— dijo. Sabía que le parecía una persona horrible
—.
—Porque le da igual uno que otro, Harper. Sólo somos números.
—Eso es mentira, Ava. No digas esas cosas. Te quiere, estoy segura.
—¡Se acaba de follar a otro! —le grité.
—Sí, está bien...— calló, dándome la razón —¿Y vas a huir?
—No quiero enfrentarme más a ella. Me hirieron, me dijeron cosas horribles,
Harper...
—¿De verdad? No puedo creerlo, Ava... Espera— le decía a una voz al otro
lado de la línea —Anna, déjame, estoy hablando, Anna...
—¿Ava? —preguntó entonces mi ex, que le acababa de arrebatar el teléfono
a mi hermana —¿Qué ha ocurrido?
—Se ha reído de mí, Anna —volví a decir porque quería soltarlo a todo el
mundo, para autoconvencerme de que era verdad, de que no era ningún
malentendido que resolvería en un segundo y yo volvería llorando a sus brazos
—No significo nada para ella...
—Voy a buscarte a casa —aseguró —Tienes que hablar con alguien.
—No, quiero salir de aquí.
—Pues ve a mi apartamento, te veo allí.
—Está bien —acepté, pues sí necesitaba hablarlo con alguien—.
Dormí en el sofá, por mucho que Anna insistiera en que me quedara con la
cama y, al día siguiente, me despedí de ella para permitirle irse a trabajar. Besó
mi mejilla, con lentitud, con mucho cariño, y me sonrió.
—Te prometo que vas a encontrar a quien te merezca, rubia —me llamó,
como cuando empezamos a salir.
La abracé y cogí mi maleta, para dirigirme a la estación de autobús y
comprar el billete que me llevaría a aquel lugar que me permitiría limpiar mi
alma y olvidarme de quien me había hecho tanto daño.
Olvidarme de Tyra Thompson.
30. ThompCo Magazine
Tyra
Tenía que ir a ver a Harper. No podía dejar que Ava estuviera sufriendo vete
a saber dónde. Necesitaba encontrarla ya. Tenía que explicarle todo, suplicarle
perdón, decirle lo que en realidad sentía por ella.
Anna me había dicho que Harper trabajaba, y ella también debería estar
haciéndolo, pero había salido unos minutos para enfrentarse a mí y darme esa
tremenda bofetada que, por otra parte, sentía que merecía.
Me informó que salía a las cuatro de la tarde, aunque insistí toda la mañana
en su teléfono. Sobre las dos, me llamó de vuelta.
—Lo siento, Tyra, pero no podía cogerte la llamada. Imaginaba cuál iba a
ser la conversación y estoy en el trabajo.
—Ya, Harper, perdona, pero estoy desesperada —le dije —No quiero
importunarte en tu trabajo.
—No te preocupes —contestó amable —Ahora he salido un momento. Dime.
—Necesito encontrar a Ava, por favor. Tengo que explicarle que todo es
mentira. Yo no dije esas cosas, de verdad.
—¿Por qué la evitaste? —me preguntó con cierto rencor —Mi hermana
lleva sufriendo desde el sábado. No fue el día que Morgan le dijo todo eso. Fue
desde el día que huiste y la ignoraste. ¿Sabes cómo se sintió?
—He de pedirle perdón... Yo sólo... Estaba aterrada. Es estúpido, lo sé.
Tengo treinta y tres años y me da miedo lo que estoy sintiendo, como si fuera
adolescente.
—¿Es porque es una chica?
—No, claro que no. Eso jamás me ha importado.
—¿Y por qué te lanzaste a los brazos de ese tipo? Me horrorizó, pero pensé
que quizás quisieras probarte a ti misma que no te gustaban las mujeres. A veces
ocurre, la negación.
—No lo hice... Todo fue cosa de Morgan, quiso que volviera a mi antiguo yo
—me defendí —Quiso que recordara que mi vida con sexo de una noche era lo
que nos motivaba, pero jamás me acostaría con él, Harper. Con nadie —sollocé
—Me da igual si Ava es una mujer, o un hombre, o un unicornio violeta. Me
enamoré de ella. Es preciosa por fuera, pero por dentro lo es aún más. Jamás me
había sentido así con nadie.
—¿De verdad la quieres? —cuestionó, como buena hermana —No quiero
que Ava sufra... Es lo mejor del mundo.
—Lo sé. Pero la amo, te lo prometo. Ahora lo sé.
—Pero no puedo decirte dónde está. No voy a traicionarla. Es nuestro
refugio. Ni siquiera Anna lo supo nunca.
—Por favor, tengo que verla...
—Ella me llamará una vez al día. Sólo enciende el móvil para eso. Cuando
cuelgue, te mandaré un mensaje rápidamente, y si aún lo tiene encendido,
podrás hablar con ella.
—No puedo esperar a una oportunidad diaria...
—Yo le diré lo que me has contado. Insistiré, te lo prometo.
Estuve el día entero con el móvil en la mano. Rechazaba llamadas, sólo para
que estuviera libre. A las siete y media, Harper me mandó el mensaje.
Rápidamente, entré en rellamada y marqué su número, con los nervios a flor
de piel.
"Ava, por favor... No apagues el móvil... Tengo que explicarte... Déjame
hablarte...".
La tensión hacía que los nervios me oprimieran el estómago. Mis manos
temblaban. Necesitaba oírla.
El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos.
Me eché a llorar desesperada. Estaba en mi despacho de Thompson Corp, sin
secretaria, porque no podía permitirme el lujo de perder mi tiempo en eso en ese
momento... Lloré y lloré, por frustración, con rabia, con todo el dolor que
albergaba mi corazón abandonado.
La necesitaba cerca de mí. "Ava, vuelve..."
"¿Has conseguido hablar con ella?"
Era Harper.
"No"
"Harper, dímelo..."
"No voy a traicionarla..."
"Ya siente que muchas personas le han fallado en la vida. No voy a ser yo
otra"
Mis manos temblaban, pero la comprendía. Sólo quería protegerla.
Lo hice, me fui de allí y lloré sin consuelo los días siguientes. Brianna había
sido mi apoyo desde que todo ocurrió. Se enfadó con Morgan también, y no
habíamos vuelto a saber nada de ella. Pasaron un montón de días hasta que me di
cuenta de que la había perdido para siempre.
Me costó aceptarlo, pero Brianna estaba a mi lado, siempre dispuesta a
escuchar lo que tenía que decir, a secar mis lágrimas y a acompañarme mientras
ahogaba mis penas.
Le dije adiós un miércoles, después de escribir un artículo en su sección, que
se publicaría el viernes. Payton, que también estuvo muy pendiente de mí, me
ayudó a revisar currículum para contratar a mi nueva secretaria, una pelirroja
increíblemente inteligente llamada Hope.
Ava
Me instalé en la cabaña y me relajé. Había sido nuestro refugio desde
siempre. Nos veníamos cuando estábamos a tope de trabajo y queríamos
desconectar. Había pasado algunos fines de semana memorables con Harper en
esa cabaña. Alcohol, música, películas y muchas risas.
Pasé un día perrero, intentando olvidar todo lo que había vivido las últimas
horas. Llamé a Harper después de despertarme de una siesta provocada por las
cervezas del mediodía.
—Hola.
—¿Cómo has llegado? ¿Bien?
—Todo bien, Harper. Estoy tirada en el sofá, adormilada —confesé.
—Te noto mejor, más tranquila.
—Estoy un poquito borracha, no mucho.
—Ya... —dijo mi hermana —Oye, Ava, hablé con Tyra.
—Harper, acabo de decirte que estoy tranquila. ¿Por qué quieres
perturbarme?
—Debes escucharla, Ava, no es lo que parece, ¿vale?
—Ya está, por favor. Cállate —le pedí, ya cabreada.
—No se acostó con ese tipo, me lo dijo.
—Te mintió, Harper, ¿vale? ¡Te mintió! —grité —¡Siempre miente! Ni
siquiera le caía bien. Morgan me dijo que sólo me buscaba para conseguir una
noche con una mujer, ¿entiendes? Sólo sabe mentir.
—No, Ava, de verdad. Sé cuándo la gente miente...
—Mira, Harper, si vas a defenderla, dejaré de llamarte, porque intento pasar
página, olvidarme de ella, superarla. No puedes estar recordándomela a cada
minuto.
Harper llegó el sábado por la mañana. Haber hablado con ella me había
puesto mal. Le eché en cara que la defendiera y estaba segura de que había sido
ella quien le había dicho cuándo telefonear. Las llamadas perdidas eran de un
minuto después de apagarlo tras hablar con ella.
—Te quiere, Ava —insistió —Te llenó todo de flores, te compró unos
peluches muy románticos. ¿Qué me dices de los regalos de tu cumpleaños? Es el
símbolo del infinito, maldita sea.
—Todo lo que hace, lo compra su maldito dinero. No significa nada para
ella. Tiene para derrochar cuanto quiera.
—Te he traído la carta que te escribió —dijo dándomela.
La agarré y la miré con rabia. La rompí en pedazos y la tiré a la basura.
—No quiero hablar de ella, no quiero verla. Mi relación con ella se terminó,
Harper. No quiero volver a verla nunca más.
—La quieres, Ava.
—¡La odio! —grité, intentando convencerme —¡La odio!
—¡No la odias! —me gritó de vuelta —¡Por eso estás aquí! ¡Estás
enamorada de ella y ella está enamorada de ti!
¿Por qué me decía eso? Sentí una rabia intensa. La abofeteé, sin saber muy
bien por qué. Sólo quería que se callara. Mis ojos se llenaron de lágrimas igual
que los suyos.
—Lo siento... Lo siento, Harper. Perdóname —supliqué y ella se lanzó a
abrazarme.
—Está bien, Ava —no llores —No hablaremos más de ella.
T.T."
Quedé paralizada, sin poder reaccionar ante aquello que estaba leyendo. Tyra
realmente sentía algo por mí. ¡Dios, sentía muchas cosas! Decía que estaba
enamorada de mí, me explicaba todo lo que no le había permitido con mis
desplantes.
Y me regalaba la empresa... ¿Era en serio? ¿Me regalaba la revista?
Unos minutos después, Harper entró y me encontró con lágrimas en los ojos.
—¿Lo has leído? —preguntó y asentí, con ambas manos tapando mi boca —
Te ama, Ava, joder, que te acaba de regalar una empresa que vale millones.
—No la quiero... —susurré como pude, entre sollozos.
—¡Dios, eres una maldita cabezota! —gritó exasperada.
—La quiero a ella —continué —La revista me da igual, sólo la quiero a ella
—confirmé —Llevo días aquí intentando olvidarla, pero no puedo. Jamás podré
hacerlo. Pero mi necedad me impidió permitirla explicarse. Me ama, Harper...
—Llevo días diciéndotelo, maldita sea...
—Me voy —dije entonces, dando un salto del sofá —Voy a hablar con ella
cara a cara.
Harper
Cuando tenía días libres en el trabajo, generalmente de fin de semana, me iba
a pasarlos con Ava en la cabaña. Le había prometido no volver a hablar de Tyra,
a pesar de que Brianna me suplicaba que lo hiciera, porque su amiga estaba fatal.
El resto de los días trabajaba y pasaba el tiempo libre con mi novia y su hija.
A veces volvía a mi apartamento, a veces me quedaba a dormir, otras Brianna me
acompañaba a mi casa, cuando Payton insistía en cuidar de su tía, aunque yo
sabía que lo hacía para dejarnos a solas.
—¿Has vuelto a ver a Sarah? —me preguntó un día, sentadas en mi sofá.
—Sí, algún día me la cruzo —le contesté.
—¿Qué razón le diste para dejar de verla? Supo que tú y yo…
Nunca más habíamos hablado de aquello más. Nuestro trato había sido
cordial desde entonces, pero por supuesto que sabía que yo estaba con Brianna.
Yo no se lo ocultaba a nadie.
—Claro que lo sabe, Brianna. Yo no le oculto a nadie que tengo pareja.
—Pero, ¿te preguntó?
—Ni falta hizo. Ella supo aquel día que me iba porque estaba enamorada de
ti. Me fui, no pude terminar lo que Sarah estaba comenzando.
—Si os hubierais acostado, no habrías hecho nada malo, Harper. Yo te había
dicho que no quería más que ser amiga tuya —contestó comprensiva.
—¿Quieres decir que no te dolería que lo hubiera hecho? —pregunté
sonriendo.
—¡Oh, claro que sí! —exclamó —Odiaba pensar que te habías acostado con
ella mientras yo era una cobarde que no podía dejar de pensar en ti —besé sus
labios —Pero aun así, no podría haberte culpado de nada.
—No pude hacerlo porque estaba completamente enamorada de ti —dije —
Lo intenté, estaba enfadada contigo. Quería demostrarme que lejos de ti había un
mundo lleno de chicas esperándome, pero fue imposible, porque estabas dentro
de mi cabeza.
Ella se acurrucó en mi regazo.
—Así va a pasarle a Tyra, ¿sabes? —me dijo —Jamás la podrá olvidar.
—Ni mi hermana a ella. Esa estúpida cabezota...
—¡¡¡Sí!!! —exclamó Payton cuando la bola entró y nos ganó la partida.
—No debí enseñarte tan bien —le dije, mientras ella seguía celebrándolo.
Un tipo de mediana edad, de ropa cara y aspecto ebrio, se acercó a Brianna.
—Hola, preciosa —comenzó —Soy Rick ¿Puedo invitarte a algo?
—Estoy acompañada —contestó ella, intentando que se fuera.
Él se acercó un poco más. Brianna no me miraba, pero yo los observaba
mientras Payton colocaba las bolas de nuevo, también alerta.
—A ellas no les importa —insistió.
—No me interesa, gracias —volvió a eludir ella.
—¡Venga! ¡Deja a tu amiga y su hija y ven a tomar algo conmigo!
—No es mi amiga —contestó Brianna —Y quiero quedarme con ellas.
El tipo me miró intentando averiguar.
—¿Tu hermana?
Brianna me pidió ayuda con la mirada y fue suficiente para acercarme a él.
—Hola, Rick —saludé —¿Un buen día?
—Sí, ¡hola! ¿Tú eres?
—La novia de la chica a la que te intentas ligar —le solté sonriendo —¿Por
qué no te vas a otro lado, Rick? Estás haciendo el ridículo —susurré esto último
a su oído.
—Espera, espera —intentaba procesar —¿Novias? Tú... Vale. Pero esta
preciosidad no tiene pinta de marimacho —soltó y empecé a cabrearme.
—No lo es. Es una mujer. ¿Puedes irte, Rick?
—¿Os interesa un trío?
—¡Oh, Dios! —exclamó Payton exasperada.
—No, no nos interesa —contesté pacientemente.
No quería que aquel tipo hiciera una estupidez, porque tendría que detenerle
y estaba siendo una tarde muy divertida para tener que irme a cubrir papeleo.
—Yo puedo curarte eso —volvió a insistirle a Brianna —Con mi... Ya sabes
—sonrió, señalando su pene.
—Mira, pedazo de idiota —me metí en medio de los dos —Ya me estás
cabreando… Voy a decirte una cosa. Soy agente del F.B.I. ¿Quieres ver la placa?
—él negó —Bien. Si haces o dices algo más, voy a tener que detenerte por
acoso, tanto si se lo haces a ella como a cualquier otra persona. Pero, fuera de
eso, si tocas a esta mujer, voy a tener que romperte la nariz, porque ella no
quiere que la toques y yo tampoco, ¿de acuerdo, Rick?
Su semblante cambió y se alejó de nosotras sin decir nada más.
—No puedes romperle la nariz —sonrió Brianna —Te meterías en
problemas.
—Que toque a alguien a quien quiero y verá si se queda con el puente
intacto.
—¿Es normal que la quiera más cuando amenaza a tipos que nos molestan?
—preguntó Payton riendo.
—Es nuestra dama de brillante armadura —rio y yo la besé, consciente de
que Rick aún estaba mirándonos—.
Ava ya había vuelto, así que ese fin de semana invité a Brianna a la cabaña
de Palos Verdes.
—¿De verdad que no te importa que conozcan nuestro refugio? Tú nunca se
lo contaste a Anna.
—Llévalas si quieres hacerlo, Harper. Está bien. Es muy importante para ti, y
es mi cuñada —sonrió.
—Gracias, Ava —dije besando su mejilla.
Cuando se lo conté a mi novia, le encantó la idea. Y Payton sonrió cuando le
planteé que invitara a su amiga.
—Bueno, si a tu madre le parece bien.
Brianna lo pensó un segundo y luego asintió.
—Pero... ¿Cuántas habitaciones hay? —preguntó la niña y sonreí.
—Tres.
—Entonces, no me dejaréis dormir en la misma que ella, ¿verdad?
—Bueno, Payton... —decía su madre... —Si es lo que quieres, puedo confiar
en ti.
Brianna se rio, mirándome divertida. Payton aún era muy niña, y Mia más.
Ninguna de las dos estaba preparada para aquello, y sabíamos que a Payton le
aterraba la idea, y no quería dormir con su novia.
—No, mamá... —dijo la niña —Sé que sois muy modernas y todo eso, pero
no puedes dejar que tu hija de quince años duerma con su novia bajo tu mismo
techo. Debes ser un poco estricta...
—Ya... —volvió a reír —Soy una madre pésima...
—Bueno, tampoco eso, mamá. No te tortures. Pero quizás un poco
permisiva, sí.
—Tienes razón, mi vida. Creo que deberíais dormir en habitaciones
separadas.
—Así, sí. ¿Ves? No es tan difícil, mami.
Recogimos a la niña en su casa. Habíamos hablado con su padre y él sabía
que las niñas estaban saliendo. Mia era una cotorra. De primeras era tímida, pero
con quien tenía confianza no callaba un instante.
—No se preocupe, las tendremos vigiladas —le dije a aquel hombre, que me
miraba con algo de temor ante la idea de que su hija comenzara ya en los temas
sexuales.
—Entiéndame, señorita Davis. Payton es una buena chica, educada, amable,
pero creo que aún son muy pequeñas, más mi Mia, que es un año más joven.
—De verdad —intervino Brianna —Payton está aterrada con ese tema. No
está preparada, y dormirán en habitaciones separadas. No van a hacer nada, se lo
aseguro.
—Me alegra que mi hija haya encontrado a alguien sin tener que sufrir un
rechazo por su condición. Me lo confesó cuando conoció a Payton, ¿saben? No
tiene claro nada aún, pero sí me dijo que se sentía atraída por una niña. Créanme,
le di todo mi apoyo. Esa niña es mi mundo entero desde que mi mujer murió.
—Mia tiene suerte de tenerle —le dije —Y no se preocupe —repetí —La
obligaré a llamarle al menos dos veces al día, ¿de acuerdo?
—Muchas gracias —nos estrechó la mano a ambas —Espero que tengan un
buen fin de semana.
Tyra
Mis manos temblaban cuando la escuché pronunciar aquello. Claro que era
verdad, mi empresa era suya.
—Sí, Ava. Eres la nueva jefa. ThompCo es tuya.
—No hablo de eso, Tyra. La revista me da igual. Hablo del resto. Dijiste...
—Que te amo —la corté.
Su respiración se paralizó, como si estuviera confirmando algo que aún no
creía posible.
—Lo dijiste delante de todos. Por no hablar de que saliste del armario a nivel
mundial —sonrió y mi corazón recobró la vida que había perdido semanas atrás.
—Tenía que explicarme, Ava. Fui una cobarde, no lo niego. Pero jamás hice
todo lo que pensabas que hice. Todo fue cosa de Morgan... Maldita sea...
—Me humilló —me miró con los ojos cubiertos de lágrimas.
—Y en cuanto me enteré, la despedí, Ava. Nunca permitiré que nadie de
haga daño si puedo remediarlo. Por eso, tras esos primeros intentos de hablarte,
me alejé, porque comprendí que la que te dañaba entonces era yo.
—Debí haberte escuchado...
—Te hice daño por ser una estúpida, lo entiendo... Sólo quisiste pasar página
—pronuncié, con un nudo en el estómago —Y entiendo si lo has hecho, de
verdad. Sólo necesito que me perdones, por favor.
—He estado días y días en soledad, intentando sacarte de mi cabeza, Tyra —
me dijo con la voz triste —No lo conseguí. Agoté mis lágrimas y seguías
doliéndome.
—Ava… —susurré, esperando que me confirmara que ya todo estaba bien.
—¿De verdad me quieres? —preguntó con cierto miedo.
—Con mi vida —contesté —Por eso, dime que podemos ser amigas de
nuevo, Ava.
No contestó, sólo me miró y se lanzó a abrazarme.
—Debí haberte dado la oportunidad de explicarte. Tenías todo el derecho a
estar confusa, a tener dudas, a necesitar tiempo —dijo apretándose contra mí.
—No las tengo, ya no —contesté, alejándome para mirarla a sus preciosos
ojos azules. Luego me centré en sus labios, y el deseo de volver a besarlos fue
insoportable. Me arrimé unos centímetros a su boca, pero me frené y me alejé de
nuevo, avergonzada por lo que estaba haciendo —Perdona, Ava. No sé si quieres
que seamos amigas o...
Agarró mi nuca mientras sonreía y sus ojos se llenaban de lágrimas de
nuevo. Fue ella la que me besó, lenta, profundamente, nada que ver con aquella
noche. Sus besos estaban cargados de sentimientos, no de deseo.
—Me moría por besarte. Mi mente lo imaginó tantas veces mientras
intentaba alejarlo de mis pensamientos... —confesó.
Le devolví los besos con pausada emoción. Acaricié su rostro y coloqué sus
mechones tras las orejas.
—Te amo tanto... —susurré mientras dejaba un pequeño mordisco en el
lóbulo de su oreja.
—No quiero la revista, Tyra —me dijo mientras su respiración empezaba a
agitarse.
—Ya es tuya, Ava. Serás una estupenda directora.
—Bueno, ya discutiremos eso más tarde —contestó con prisa, mientras iba a
besarme el cuello y con su mano levantaba el final de mi falda.
Era una urgencia. Habían pasado muchos días desde la vez que habíamos
hecho el amor y el deseo nos mataba. La introdujo dentro de mi ropa interior y
temblé al notarla en mi sexo. Ardía de ganas por volver a sentir todo lo que me
había regalado la otra noche.
Un par de golpes en la puerta, y mi empleado entró sin esperar.
—Disculpe, señorita Thompson. Ya hemos... Oh, perdón —se disculpó
dándose la vuelta mientras yo me volvía a colocar la falda en su sitio —Venía a
enseñarle lo que me pidió.
Ava avanzó hacia él, abriendo la puerta e invitándole a irse.
—No dudo que será un trabajo estupendo, pero la señorita Thompson va a
estar ocupada —informó —Cuando terminéis, podéis iros, ¿de acuerdo? El lunes
ella os atenderá.
Cerró la puerta detrás de él y yo solté una carcajada. Ella se encogió de
hombros poniendo cara de niña buena, la cara más dulce que conocía.
—Cierre el pestillo, señorita Davis, porque no quiero que vuelvan a
molestarnos.
Me hizo caso y yo caminé veloz hasta ella. Me recibió con sus labios al
tiempo que la empujaba contra la puerta. La besé vorazmente, porque me había
encendido hasta tal punto que ya no iba a dejarla escapar.
Ella me condujo poco a poco hasta mi escritorio y apartó las cosas que
reposaban sobre él, dejándome espacio para acostar mi cuerpo. Se subió encima
de mí y, mientras se apoyaba en una mano, sin descuidar mis labios con los
suyos, comenzó a desabrochar mi camisa.
—Voy a hacerte el amor hasta que caigamos rendidas —prometió, y yo
terminé por romper los botones de mi blusa al abrirla con fuerza, porque la prisa
me estaba matando—.
Ava estaba abrazada a mí, con sus ojos cerrados, en aquel sofá. Estábamos
desnudas y quedándonos heladas. Me puse a moverme y ella se apretó más
contra mí.
—Lo siento —dijo soltando mi agarre y permitiéndome levantarme.
—No voy a irme, Ava —le dije abrazándome de nuevo a ella —Ya nunca
más, te lo prometo.
La habíamos hecho insegura, Anna y yo. Era una mujer buena, inteligente,
divertida y preciosa, y la habíamos hecho sentirse insegura de sí misma, porque
la abandonamos, cuando ella esperaba que estuviéramos allí.
—Soy una niñata, perdona. Vamos a pillar un resfriado.
—Es mi culpa, pero te lo compensaré.
—¿Vas a regalarme otra empresa? —sonrió y yo besé sus labios.
Me levanté y fui a recoger nuestra ropa. Cogí su tanga azul y me arrodillé a
sus pies. Ella alzó uno y luego otro, para permitirme que la ayudara a vestirse. Se
levantó para poder colocarlo en su sitio y yo besé su abdomen, aprovechando la
proximidad.
Me senté a horcajadas sobre ella, y reposé mi sexo en sus muslos. Cogí uno
de sus brazos e introduje un tirante por él, para luego hacer lo mismo con el otro.
Coloqué las copas en sus pechos, aprovechando para rozarlos de nuevo. Me
recibieron erectos y Ava tragó saliva cuando los toqué.
Lo abroché en su espalda y comencé a cubrirla con aquella camiseta de
tirantes que llevaba bajo la sudadera. Luego me aparté y le puse sus pantalones y
el calzado. Me lancé sobre ella y la besé de nuevo.
—Sigues desnuda, Ty. Vas a coger frío.
—No te imaginas el calor que siento ahora —le susurré.
No me había saciado de ella. Necesitaba más.
—Quieres que... Olvídalo —me dijo.
—Sí, quiero —contesté con mayor entusiasmo del que me habría gustado
aparentar —Me gustó cuando...
—Nunca lo había hecho —confesó con rubor, cortando mi frase —Nunca
había ido a esa zona.
—Yo tampoco había permitido que nadie me lamiera ahí. Nunca.
—Me gustó —sonrió, sin mirarme a los ojos.
—Me volviste loca, Ava.
Como si hubiera dicho la frase correcta para hacerla reaccionar, me agarró
por las nalgas para poder levantarse y alzarme con ella. Entrelacé mis piernas a
su cintura y ella besó el espacio entre mis pechos, lamiendo el lateral de uno de
ellos.
Me acercó al escritorio y rápidamente me bajé de su cuerpo para subirme a
él, a cuatro patas, dejando mi intimidad a la altura de su cara.
Se arrimó y lamió cuanto quiso. Humedeció toda mi zona con su saliva y con
mis propios fluidos. Me llevó al éxtasis una vez más, mientras me penetraba con
sus dedos sin dejar de estimularme con su lengua.
—Eres maravillosa —le dije cuando volví a centrarme —Gracias por
permitirme volver a tu vida. Y a lo grande —reí, aún jadeando.
Ella me besó antes de ayudarme a bajar de allí arriba.
—¿Vas a irte? —le pregunté a Ava cuando se levantó del sofá, donde me
había dormido viendo aquella película que yo misma había escogido.
—Iba a por una manta. No quiero que enfermes.
—Quédate esta noche —le pedí —Mañana iremos juntas a presentarte como
la nueva presidenta de la revista.
—No sé si estoy preparada, Ty... —volvió a la carga. Habíamos pasado gran
parte del día discutiendo aquello.
—Escucha esto... ¿Te importa compartir despacho?
—Trabajaba en una sala con otros doce periodistas rodeándome.
—Bien, —seguí —pues podemos compartir despacho al principio. Tú eres la
jefa, yo sólo te echo una mano en lo que necesites. Te ayudo a entender cómo
funciona, para que, cuando te sientas segura, te quedes al mando.
—¿Y si quiero tenerte siempre ahí? —me preguntó aterrada.
—Pues me tendrás a tu lado.
34. ¿Te apetece?
Ava
Había regresado, nos habíamos perdonado, habíamos hecho el amor mil
veces ese fin de semana, y habíamos discutido sobre el futuro de ThompCo
Magazine.
Yo sólo era una periodista, no me veía cualificada, por no hablar de que veía
innecesario que me regalara su revista.
Pero, entonces, se ofreció a trabajar conmigo. ¿Cómo podía negarme a
aquello? Había despedido a Morgan, no había vuelto a hablar con ella, y eso le
pesaba, porque habían sido muchos años de amistad. Pero estaba muy enfadada
con ella, y yo también, por lo que me había dicho. Me humilló.
Sin embargo, pensaba llamarla. Pensaba hablar con ella para intentar
explicarle lo estúpida que había sido por perder a Tyra de esa manera y pedirle
que intentara arreglarlo, pero cambiando su actitud.
—¿Estás bien, cariño? —me preguntó Tyra cuando llegamos a la puerta
principal del edificio.
—¿Lo preguntas por mi cara de pánico o por el sudor? —dije y ella rio.
—Lo haremos genial, Ava. Estamos juntas.
Asentí y llegamos a la oficina, yo completamente insegura. Algunos de mis
compañeros, ahora empleados míos, me saludaron al entrar. Algunos, con
envidia, no podían ocultarlo en sus ojos. Otros, juzgándome, pensando quizás en
que me había metido en la cama de Tyra para conseguir eso. Los menos, me
felicitaban con sinceridad.
—Enhorabuena, jefa —me dijo Sean al pasar a su lado, y le sonreí.
—Llámame Ava, ¿vale?
—Claro, jefa —rio.
Tyra tomó mi mano y me llevó hasta el despacho. Yo sólo la miré con mis
ojos completamente embelesados, y los suyos me recibieron de la misma
manera.
Miré aquella sala y maldije que fuera toda de cristal, porque no podría
desnudarla encima de ese escritorio. Ella rio viéndome pensar.
—Qué? —pregunté.
—Estabas imaginándote lamiendo mi cuerpo encima de esa mesa, ¿verdad?
—¡Claro que no! ¿Por quién me tomas? —me hice la ofendida.
—Ya... Pues yo sí que lo imaginé. Y he pensado que, quizás, podrías dejarme
probar eso que me haces y me vuelve loca, a ver si te ocurre lo mismo.
Me sonrojé, medio por la vergüenza, medio por el deseo de imaginarme la
cara de Tyra en esa parte de mi cuerpo, acariciando con sus dedos mi sexo.
¡Dios! ¡Debía pensar en otra cosa!
Me tomé mi tiempo para centrarme. Tyra había pedido que trajeran una
nueva silla de escritorio pues ambas lo compartiríamos. Me senté en ella y Tyra
se puso a mi lado.
—¿Preparada para comenzar, jefa? —me preguntó y yo suspiré.
—Te quiero —dije a modo de respuesta.
—Lo sé, cariño. Y yo a ti. Y te quiero siempre en mi vida, ¿vale? Nada de
viajes a cabañas lejanas —pidió.
—Claro que iré a esa cabaña —ella levantó una ceja, esperando un final que
le convenciera —Te llevaré conmigo. Pasaremos días románticos, días en
familia, días divertidos.
—Me apetece mucho, Ava.
—Sé que estuviste allí —le dije.
Harper me lo había contado. Tyra había contratado un detective privado para
conocer la ubicación de mi escondite. Al principio, me enfadé mucho. Luego,
me di cuenta de que lo había hecho por la desesperación de no encontrarme.
Creo que habría hecho lo mismo en su lugar.
—Lo siento, fui una estúpida. Quería...
—Encontrarme —terminé la frase.
—¡Sí! Quería explicarme. Tenía que hacerlo.
—Está bien, Ty. No tienes que decir nada —la calmé, cuando vi sus ojos
entristecerse de nuevo —Pero ahora quiero que compartas esa cabaña con mi
familia.
—Gracias, cariño.
—Y, Tyra... Me gustaría acompañarte a ver a la tuya, cuando los visites.
—Ya les he hablado de ti —sonrió.
—¿De verdad? ¿Qué les has dicho?
—¿Qué les voy a decir? Que conocí a una persona, me enamoré de ella y la
perdí por tomar malas decisiones. Eso es cosa de familia, ¿sabes?
—Estoy aterrada de lo que puedan pensar de mí.
—Ava, están en la cárcel por atentar contra la salud pública. Mataron a
personas. ¿Qué te preocupa exactamente?
—Que piensen que me aproveché de ti para conseguir esto —pronuncié la
última palabra señalando la sala.
—No van a hacerlo. Y, además, me importa un pimiento. Nos enamoramos,
sin que nadie nos obligara a ninguna. Y yo te regalé esto sin coacción. Sólo
porque lo mereces, Aves...
—Hay un montón de personas aquí que no opinan lo mismo.
—Estás imaginando cosas...
Picaron a la puerta y entraron. La gente no parecía entender que hay que
esperar a que te den permiso para continuar.
—Hola, Tyra. Tengo que hablar contigo —dijo Kurt Misra, con cara de
pocos amigos.
—¿Ya no soy la señorita Thompson? —preguntó ella con sorna.
—No eres mi jefa, ¿no?
—Bien, KURT —pronunció con hincapié su nombre —¿En qué puedo
ayudarte?
—¿Crees de verdad que ella —dijo señalándome —está capacitada para
dirigir esta empresa?
—Completamente —respondió sin pestañear, mientras yo empezaba a
sentirme más y más insegura.
—¿Sí? ¿Y por qué estás tú aquí?
—Para procurar que no te desnudes también con la nueva jefa —sonrió de
medio lado —Te arrancaré el pene si siquiera se lo acercas —pronunció
tranquilamente, mientras le miraba sin inmutarse.
—Querías follarme, Tyra —contestó él asqueado —Siempre quisiste.
—Sí. Lo deduces por las treinta veces que te rechacé. Muy inteligente.
—Porque eres una maldita racista —escupió.
—¡Oh, Kurt! —exclamó con pena —Me he acostado con algunos hombres
hindúes —entonces me miró —Lo siento, cariño —yo sólo sonreí y me encogí
de hombros. Estaba disfrutando de que pusiera a Misra en su sitio —Nada tiene
que ver de dónde vengas, eres tú, estúpido arrogante. Entérate de una vez.
—¿Sabes qué? —preguntó cabreado —¡Dimito!
—Gracias por evitarme tener que despedirte. Sería muy precipitado mi
primer día —dije, intentando parecer segura de mí misma.
—Cierra la puerta al salir, casanova —terminó Tyra.
Se volteó y salió de un portazo, estremeciéndome un poco. Me había dejado
un poco nerviosa, después de todo. Sentí la mano de Tyra entrelazándose con la
mía.
—Ty... —nombré mientras noté cómo mi cuerpo temblaba.
—Te dije que no dejaría que nadie te dañara, ¿vale?
—No sé si debería haber venido —dijo Morgan, cuando le ofrecí entrar a mi
apartamento.
—Mira, no te caigo bien, lo comprendo. Puedo sobrellevarlo, pero a Tyra le
duele haber perdido a una amiga de tantos años, a pesar de que sea... bueno, de
que seas tú.
—La echo de menos —confesó —A las dos. Y a la cría también...
—Deberías empezar a pensar en que las acciones tienen consecuencias. Me
destrozaste. No te imaginas cómo me hiciste sentir.
—Lo siento —pronunció sin que yo lo esperara, y las lágrimas se apostaron
en sus ojos —Lo siento mucho, Ava —dijo, y se lanzó a abrazarme.
—Vaya, no esperaba...
—¡Ava! —exclamó y me asustó —Sé que he sido toda mi vida una egoísta y
una estúpida. Estaba celosa de tu relación con Tyra —la miré con duda —No
digo que esté enamorada de Tyra, no te vuelvas loca... Sólo que antes pasábamos
un montón de tiempo juntas y, de repente, llegaste tú y ya se terminó todo.
Estaba enfadada... —sollozaba.
—Y te comportaste como una estúpida.
—Una perra celosa. Sí. Y te hice daño, y a Tyra. Y las echo de menos y yo...
y yo...
Aspiraba los mocos que empezaban a caer de su nariz y no sabía si me daba
más pena o asco.
—Toma, anda —dije, ofreciéndole un pañuelo.
—Gracias.
—Tyra vendrá ahora, así que ya puedes intentar convencerla de que te
perdone, ¿de acuerdo? Porque quiero una novia que no esté triste por haber
perdido a su amiga.
—Sí, sí.
Tyra
Había quedado con Morgan en mi apartamento. Allí, Brianna y Payton,
además de las hermanas Davis, me acompañaban.
—¡Vaya! —exclamó al entrar —Pensé que estaríamos a solas.
—¿Querías estar a solas conmigo? ¿O tienes miedo de ellas?
—No es miedo —les dijo mirándolas con vergüenza —Es que quería
disculparme una a una con todas vosotras. De verdad que siento haber sido tan
estúpida. Alguien tuvo que venir a decirme lo idiota que era.
—Tía Morgs... —dijo Payton yendo a abrazarla.
Payton era una persona muy sentida. Perder a alguien le dolía sobremanera, y
nunca lo ocultaba. Era una niña adorable y había compartido muchas cosas con
Morgan a lo largo de los años. Era tan tía de ella como yo.
—Mi niña... —sollozó la morena —Te he echado tanto de menos...
—¿Vas a dejar de ser una idiota para que no se enfaden contigo? —pidió la
adolescente.
—Prometido, Pay —sonrió —Siento haberte hecho sentir mal por gustarte
una niña.
—Estoy saliendo con ella ahora —rio mi sobrina.
—¿De verdad? —exageró la expresión —Me alegro mucho, cariño.
Todas la miramos extrañadas. Morgan jamás había llamado "cariño" a
Payton. La latina caminó hasta Brianna, con Harper al lado agarrando su mano.
—Hola —saludó mi cuñada, a la que nunca le había caído bien Morgan.
—Hola, Harper. Brianna... —saludó —Mira, es cierto que metí la pata. Más
que eso. Fui una idiota con Ava, a la que ya le he pedido perdón. Por favor,
concedédmelo también —suplicó —Me alegro mucho de que estéis juntas.
Harper es una buena persona, Brianna, y tú eres un amor.
—¿Ya no te aterran las relaciones entre personas del mismo sexo?
—Nunca lo hicieron... Sólo que soy una cínica. Incluso, puedo decir que
ahora albergo ciertos sentimientos hacia mi salvadora, la señorita Hill.
—¡Oh! —exclamó mi mejor amiga.
—¿Kate Hill? —preguntó Harper.
—Así es, ¿la conoces?
—Bueno, digamos que frecuenta algunos bares de ambiente que yo también
he visitado.
—Ahí la conocí —confesó Morgan y Payton se llevó las manos a la cabeza,
exagerando su reacción.
—¿También te gustan las chicas? —preguntó entonces la niña.
—No tenía ni idea hasta que me acosté con su ex —dijo señalando a Ava —
Fue entonces que descubrí que me gustaba el sexo con una chica, que era lo que
me había limitado en ese aspecto, y que me gustaba mucho.
—¿Deberías seguir hablando de esto con mi hija aquí? —preguntó Brianna.
—¡Oh, te gustará mucho! —informó a mi sobrina —Te lo aseguro ¿O lo has
hecho ya?
—¡No! —exclamó la niña.
—Pues cuando lo hagas, te acordarás de mí.
—Bueno, pues espero que no, la verdad —dijo la niña confusa—.
Payton
Me daba miedo pensar en sexo. Cuando mi madre planteó que me dejaría
dormir con Mia, entré en pánico. Se suponía que yo era la mayor, tenía casi un
año más que ella. Ambas éramos del dos mil cuatro, pero yo era de finales de
enero y ella de principios de diciembre. Ella estaba a punto de cumplir los
quince años. Entonces, ¿era yo la que tenía que guiarla? ¿La que debía llevar el
ritmo? Me moría de miedo...
Además, mi cuerpo me avergonzaba un poco. Es decir, no creía que fuera
perfecta. Tenía unas pequeñas estrías en las caderas, mis pechos no me gustaban,
alguna espinilla en mi espalda, y cómo iba a mostrarle a Mia mi... No, no
podía...
Como conseguí que lo prohibiera, descansé tranquila. Pasamos un día
estupendo las cuatro, dándonos algún beso furtivo cuando Harper y mi madre no
miraban. En la noche, me acosté en la cama que la novia de mi madre me
asignó.
Habían pasado unos minutos en los que no conseguía dormirme, pues sólo
rememoraba el día que habíamos tenido. La puerta se abrió y vi la cara de Mia
gracias a la poca luz que entraba de fuera. Me asusté. Si mi madre la viera allí...
Cerró la puerta y entró corriendo hasta meterse bajo las sábanas conmigo,
con una sonrisa en la cara.
—¡Mia, nos van a reñir!
—Pero no quiero dormir lejos de ti, Payton... —me puso morritos —Estamos
bajo el mismo techo, quiero estar siempre contigo...
—No quiero acostarme contigo —le espeté sin pensar, pues era lo que quería
que supiera.
—¿Cómo acostarte? ¿De sexo hablas?
—¿Qué...? Bueno, sí... —estaba nerviosa.
—¡Payton! ¡No quiero acostarme contigo aún! Bueno, sí que quiero, pero no
creo que esté preparada para eso...
—Yo tampoco —suspiré aliviada.
—¿Quieres que me vaya? —me preguntó triste.
—Quédate, Mia. Quiero dormir contigo.
Buscó mi cara para besar mis labios, y se abrazó a mi cuerpo, mientras yo
estaba tumbada boca arriba. Apoyó su cabeza en mi pecho y se quedó
profundamente dormida en unos minutos. Yo no podía conseguirlo, estaba
demasiado nerviosa. Me sentía abochornada de mí misma. Tenía casi dieciséis
años. Algunas de mis amigas ya no eran vírgenes y nada había ocurrido... ¿Por
qué a mí me daba tanto miedo?
La cara de Harper apareció por la puerta, esperando vigilar mi sueño, o
quizás darme las buenas noches. La mía se tiñó de pánico, al haber sido pillada
por la novia de mi madre, abrazada a la mía en la cama, en mitad de la noche.
—Yo... Ella quería dormir conmigo... Yo... No hemos hecho nada... —
susurraba intentando justificarme mientras Harper sólo sonreía.
—Shhhh —me pidió callar para no despertar a Mia —Hora de dormir,
preciosa.
Mia llevaba semanas dejando caer el tema. Quería acostarse conmigo. Ella
iba a cumplir diecisiete años y yo en un par de meses cumpliría dieciocho.
—Estoy preparada, Payton. Quiero que demos un paso más —me dijo un día
—Te quiero, no. ¡Te adoro! Quiero crecer contigo en cada etapa de mi vida, y
ahora quiero entregarme a ti.
Seguía siendo insegura, seguía temiendo el momento, pero yo también la
deseaba, así que hablé con quien me daba la seguridad para todo, con mi madre.
Pero mi madre de pelo negro.
—¿Qué te preocupa, cariño? —preguntó Harper.
—Mia y yo... Mia quiere... —ni siquiera sabía cómo decirlo —Cree que ya
estamos preparadas.
—Quiere acostarse contigo.
Yo asentí.
—Me gustaría concedérselo el día de su cumpleaños. Quizás un hotel, o no
sé —me tapé la cara con las manos —No tengo ni idea.
—¿Tú quieres hacerlo? —me preguntó.
Claro que quería, me moría por tocarla. Pero no podía quitar de mi cabeza
todas esas inseguridades.
—Sí que quiero...
—Bien, escoge el sitio, Payton, que yo te ayudaré.
—¡Es precioso! —exclamó con esos preciosos ojos castaños mirándome con
ternura —Muchas gracias por traerme aquí.
—De nada, Mia —le sonreí.
Quería hacerlo, e íbamos a hacerlo. Me moría por verla desnuda. Por tocarla,
por sentirla... Pero sólo podía pensar en que iba a decepcionarla, por mil cosas.
Todos los defectos que me encontraba día a día se multiplicaban.
—Va a ser perfecto, Payton...
Estuvimos un rato conversando, tiradas en la cama, como hacíamos en la mía
muchas veces. En un momento dado, Mia se giró para ponerse encima de mí y
comenzó a besarme, desesperada ya por sentirme. Los besos fueron
encendiéndose, de inocentes y superficiales, a apasionados y profundos.
Me estaba excitando muchísimo, y Mia también. Se apoyó en sus rodillas
para levantarse de encima de mí y salió de la cama. Mirándome fijamente,
mientras me sonreía, se quitó la sudadera y yo ascendí para poder sentarme.
Vi aquel sujetador y deseé arrancárselo. Desabrochó el pantalón y se lo sacó.
Se puso muy colorada cuando la miraba en ropa interior. Lentamente, se retiró el
sostén y la braga, y se encogió de hombros sonriéndome, como diciendo “es lo
que hay”.
La miré, era preciosa, la viera por donde la viera, y eso me hizo sentirme un
poco peor.
—¿Hay algo mal? —me preguntó.
—Eres demasiado hermosa —contesté, y se lanzó encima de mí de nuevo.
Me besó de forma apasionada, y yo sólo quería irme de allí. No iba a
gustarle, no podía compararme a ella.
—Para, por favor —pedí, cuando introdujo su mano dentro de mi blusa —No
quiero seguir…
Quedó cortada, paralizada, pero se retiró de encima.
Payton
—Mia, perdóname —supliqué en cuanto descolgó.
—No, perdona tú, Payton —sollozó —Ya había pensado en esa posibilidad.
Quedé un poco desconcertada. ¿Ya había pensado que quizás me
acobardaría?
—¿Qué posibilidad, Mia?
—Pues que mi cuerpo no te gustara. Quizás te gusten más los chicos, Payton.
No pasa nada —lloró al teléfono —Quizás pensabas que eras bisexual pero no lo
seas... Quizás sólo te gusten los chicos.
—¡Mi vida! —exclamé al escucharla —Estoy enamorada de ti, de todo tú.
Tienes un cuerpo precioso, y eso fue lo que me asustó —confesé —El mío no
puede compararse a él. Eres perfecta.
—¿Qué dices, Payton? ¿Ese fue el problema? Eres lo más bonito que vi en la
vida...
—No me has visto desnuda, Mia...
—Bueno... En realidad... —dijo sin terminar la frase.
—¿Qué? —pregunté muerta de miedo —¿¡Cuándo!?
—El mes pasado... En la cabaña... Entré sin llamar, pensé que el baño estaba
vacío. Tú te secabas el pelo desnuda, con los ojos cerrados y bailando una
canción de Queen.
—¡Oh, dios mío!
—Me resultaste tan tierna cantando con un cepillo en la mano "I want to
break free".
—¿Por qué no dijiste nada?
—Porque me quedé mirando más de la cuenta —rio entre sus lágrimas —Y
deseé tocarte, Payton. Eres preciosa, joder.
—¿Pero no viste mis kilos de más, mis estrías, mis horribles pechos...?
—Por dios, ¿de qué hablas? Cállate o tendré que ir a darte un capón, por
idiota —me riñó —Tengo la novia más guapa del universo, aunque parezca no
creer en ello.
—No... Yo tengo a la más guapa...
—Bueno, sí. Está bien —rio y me contagió —La segunda más guapa...
Escribí un mensaje a Harper desde mi móvil.
"¡Harper!"
"Bueno, ordenaré tu cuarto, por si acaso"
"¡Harper!"
"Iré a buscar a mamá y te dejaré la tarde libre"
"Te quiero, preciosa"
"Gracias, Harper"
"Te quiero"
—¡Mia! —le grité a mi novia cuando la vi venir a mí —¿Tienes planes?
—¿Qué me propones? —rio ella llegando y besándome los labios.
—¿Te apetece una peli?
No íbamos a ver una película. Iba a desnudarme ante ella y, esperaba, hacer
el amor si ella accedía. Estaba muy nerviosa, pero habiendo hablado con mis
madres y con la propia Mia, me sentía un poco mejor.
Llegamos a casa y ella dejó nuestras mochilas en las sillas del salón.
—¿Hago palomitas? —me preguntó con una sonrisa.
—No, Mia. Espera...
Tragué saliva, muerta de miedo y vergüenza. Me quité la camiseta y quedé
en sujetador. Capté toda su atención.
—No tienes por qué hacerlo si no estás segura.
—Lo estoy.
Quiso acercarse, pero le dije que esperara. Me descalcé y me deshice de los
pantalones.
Su cara demostraba urgencia. La mía, pánico.
—Déjame acercarme, por favor —me suplicó.
Yo sonreí y vino a besarme. Me acarició la piel desnuda con la yema de sus
dedos. Me recorrió la espalda y llegó hasta mi sujetador.
—Vamos a mi cuarto... —pedí.
Caminamos con nuestras bocas unidas, mientras Mia me dejaba con los
pechos al aire al quitarme la tela que los cubría. Se paró a mirarlos. Siempre me
habían avergonzado, y no quería que ella rechazara nada de mí.
Los acarició con sus dedos y me resultó extremadamente placentero. En
cuanto decidió que debía saborearlos, mi cuello se inclinó hacia atrás,
experimentando un deseo que no había conocido hasta ese entonces.
Me ayudó a posarme en la cama y me quitó la última prenda que me cubría.
Asomó la porción de vello recortado y Mia sonrió.
—Te quiero.
Sonreí y ella empezó a desnudarse, despacio, mientras yo la miraba. La
braga era lo que más le costaba quitarse, pero, aún con indecisión, lo hizo, y
pude ver de nuevo aquel mechón negro en su pubis.
—Te adoro.
Corrió y se lanzó encima de mí, poniéndose a besarme como poseída.
Respondí a sus besos voraces y su cuerpo comenzó a rozarse contra el mío,
haciendo que una sensación placentera nos recorriera.
Sus pechos rozaban mi piel, sus perfectos y adorables pechos. Los míos se
rozaban contra la suya, procurándome placer.
Bajó por mi cuello y volvió a rozarme con su lengua. Dejó húmedos besos
por todo mi vientre y besó la cara interna de mis piernas. Dejó también uno en
mi pubis, al comienzo de mis labios, haciendo que una descarga eléctrica me
recorriera.
Volvió a ascender, para buscar mi boca. Entonces, extendió su brazo y buscó
mi sexo con su mano. Mi respiración se entrecortó. Introdujo su dedo anular
dentro de mí, mientras que la palma, haciendo hueco, me estimulaba mi zona
más sensible.
—Si no te gusta dímelo —me susurró al oído —Es lo que más placentero me
resulta de lo que me hago yo.
Mia masturbándose. Era en lo único que pudo centrarse mi mente, en Mia
masturbándose. Haciendo exactamente los movimientos que ahora había ideado
para mí. Yo también me masturbaba, desde hacía años, pero pensar en ella
dándose placer era realmente sensual.
Ciertamente, me gustaba lo que me hacía. Poco a poco, mi cuerpo se fue
preparando, anticipándose al placer que me embriagó unos minutos después,
expulsando de mi boca un sonido ronco.
Mia sonrió satisfecha. Ascendió un poco la mano, pero la volvió a bajar
sonrojada.
—¿Qué ibas a hacer? —pregunté.
—Nada.
—Mia... —jadeé.
—Iba a probar a ver cómo sabes —susurró avergonzada.
Reí y me lancé a su boca. La besé y rebesé mil veces. Bajé por su pecho, su
abdomen, sus piernas. Notaba que estaba tensa cada vez que llegaba cerca de su
sexo, y apretaba las piernas.
—Mi amor, relájate —le pedí y separé un poco aquellas piernas, pues
necesitaba ver qué escondían.
—Lo siento, es horrible —me dijo con tristeza —Debimos bajar la persiana.
Así no se vería tan mal.
Me fijé en lo que la avergonzaba. Uno de los labios internos era
significativamente mayor que el otro. Me pareció tierno, diferente. Sólo pude
responder como me vino. Agaché mi cabeza y besé su sexo.
—Payton... —me llamó, visiblemente emocionada.
—Relájate, Mia. A ver si esto se me da bien.
Me concentré, quería hacerlo bien. Primero, la visité con sonoros besos, que
hacía que el silencio que reinaba se viera interrumpido.
Luego, comencé a rozar despacio, con mi lengua, haciendo hincapié con la
punta en la zona sensible.
En un momento dado, se agarró a mi pelo, haciendo que el ligero dolor que
me producía me resultara placentero. Al cabo de unos minutos, se contrajo de
puro placer, gimiendo mi nombre.
Ascendí y me abracé a ella, agradeciéndole su paciencia. Quería hacerle eso
por el resto de nuestra vida.
—Debo agradecerle a Harper por dejarnos la casa para esto —sonreí.
—¿Les has contado a tus madres? —me preguntó estupefacta.
—¿Vas a decirme que tú no le has dicho tus intenciones de acostarte
conmigo a tu padre?
—Claro que sí... —confesó con el ceño fruncido —Pero con ellas me da
vergüenza...
—Lo siento —reí —Pero no tenemos de qué preocuparnos. Tenemos unas
familias geniales.
Ava
Estaba encantada con la vida que llevaba en ese momento. Tenía una novia
espectacular en todos los sentidos. Era la mujer más hermosa de cuantas había
visto, lo había sabido desde que la conocí. Después me enamoré de ella y ella lo
hizo de mí.
Ahora presidía una compañía, una revista, con su ayuda, claro. Apenas
llevaba unas semanas allí. Además, mi hermana había conocido una mujer
estupenda y también estaban juntas. ¡Y yo ahora tenía una casi sobrina! Una niña
adorable y muy inteligente.
Había conocido a mis suegros y mi cuñado. No lo dije en voz alta, pero qué
suerte que esa mujer estuviera en la cárcel, porque no iba a caerle del todo bien
nunca. Esa navidad, Tyra iba a cenar con nosotras y yo le iba a presentar a mis
padres... Pero todo iría bien.
Ese día, Harper y yo preparamos la cena, bajo la atenta mirada de mi novia,
con el móvil en la mano por si tenía que encargar algo.
—Me pones nerviosa si no confías en mí.
—La última vez el ratatouille era de color negro, cariño —contestó y Harper
rio —¿De verdad no puedo ayudaros en algo?
—Es tradición desde que vivimos nosotras dos solas que la cena de navidad
la preparemos mi hermana y yo —le informé —Así que hoy sólo podrás mirar.
—No me dirás eso cuando te lleve a la cama por la noche —sonrió de
manera pícara.
—¡Eh! —gritó Harper —¡Frases con doble sentido delante de la hermana
mayor no!
Soltó una carcajada y se disculpó. Yo le di con la cadera a Harper, pues
teníamos las manos ocupadas, y la hice sonreír.
—¿A dónde vamos, Ty? —le pregunté por enésima vez desde que habíamos
arrancado una hora atrás.
Había pasado un año desde la anterior navidad, y era el fin de semana antes
de la gran cena, que haríamos en el apartamento de Tyra porque éramos
demasiados invitados para el mío.
—Ava, por favor... No me arruines la sorpresa... Quiero mostrártelo en el
momento, ¿de acuerdo?
Asentí y ella se acercó a besar mi mejilla.
—¿Va a gustarme? —pregunté sonriendo.
—Pues espero que sí, cariño.
Apenas un cuarto de hora después, llegábamos a San José. Tyra me miraba
entusiasmada a ver qué decía.
—¿Vamos a pasar el fin de semana en un hotel de San José? —pregunté.
—Sí y no —respondió sonriendo.
—¿Cómo? Explícate.
Estábamos en un barrio residencial, con unas inmensas mansiones a nuestro
alrededor. Tyra señaló una de ellas y yo me quedé en silencio. ¿Querría decirme
que nos quedábamos en aquella gigantesca casa? Sólo éramos ella y yo. No
había necesidad de haber alquilado algo tan grande.
—Sé que os encanta la cabaña, pero sólo tiene tres habitaciones —me dijo —
Y me gustaría en algunos momentos tener a toda la familia junta. Tu hermana y
Brianna, tus padres, Payton y su novia, incluso el señor Chang quizás algún día,
si le apetece... —sonreí pensando en los planes que había ideado —Podríamos
invitar a Morgan si no te parece mal, algún fin de semana, junto a la señorita
Hill. No me importaría tampoco que Anna y Laura nos visitaran...
—¿Dónde quieres ir a parar?
—Compré esta mansión, Aves...
—¿¡Comprada!? —pregunté exclamando.
—Quiero tener un sitio donde reunir a la familia. La mansión Thompson—
Davis —sonrió —Tiene diez habitaciones —la miré como diciendo que estaba
exagerando un poco —Tampoco sabemos si en algún momento va a crecer la
familia, cariño.
Harper
Habían pasado unas semanas desde nuestro compromiso. Nuestras familias y
amigos nos felicitaron por la gran noticia. También les dije que adoptaría de
forma legal a Payton, para que constara como mi hija. Ni siquiera teníamos que
hablar con el padre, pues legalmente no tenía ninguno. Brianna nunca había dado
el nombre del padre biológico cuando la niña nació.
Estábamos acostadas en la cama, desnudas, después de haber hecho el amor
unos minutos antes. Me abrazaba a ella, que acariciaba con la yema de su dedo
índice mi clavícula.
—Quiero tener otro hijo, Brianna —le dije con cierto temor, pues nunca
habíamos hablado de ello.
Giró su cabeza rápido, para poder mirarme, y sentí miedo. No la miraba a los
ojos, sólo observaba mi mano que fue en busca de la suya para recibir apoyo.
Ella bajó por mi cuerpo hasta llegar a mi vientre, y depositó un beso en él.
Temblé. Llevó su mirada entonces a buscar la mía y me encontró sobrecogida.
—Me muero por ver este precioso vientre crecer, albergando a nuestro hijo
—me dijo.
Volvió a subir para besarme y la recibí con todo el amor del que era capaz de
entregarle.
—¿Estás de acuerdo con un bebé? —pregunté.
—Sí, Harper. Claro que sí —respondió entusiasmada —Cuando Payton
nació yo era una niña, más de lo que ella lo es ahora. Fue precioso, no te digo
que no, pero ahora tengo otra manera de pensar, de ver la vida, tengo a alguien a
quien amo y que me quiere de vuelta. Va a ser maravilloso.
—Pero no quiero quedarme embarazada, Brianna.
—¿No? Yo no quiero volver a pasar por eso, Harper... Un embarazo fue
suficiente...
—No quiero decir eso, cariño. Es sólo que... Sabes que Ava fue adoptada,
¿verdad? Ella era un bebé y yo sólo tenía cinco años... No recuerdo nada de eso.
Siempre ha sido mi hermana.
—Sí, lo sé.
—Me gustaría darle la oportunidad a un niño de crecer en una familia que le
quiera por sobre todas las cosas, que se vea rodeado de amor, de comprensión,
de todo lo que podamos darle. ¿Te parecería mal si no llevara nuestra sangre?
—Harper, cariño, ¿cómo iba a parecerme mal? Eres tan buena, mi amor —
susurró, besándome de nuevo—.
Tyra
Nos fuimos juntas a Turquía, a Hawái, a Puerto Rico, a donde nos apeteció.
En algunos sitios podíamos mostrar nuestro amor en público. En otros, sólo
éramos dos buenas amigas que se iban de vacaciones, hasta que la puerta de la
habitación del hotel se cerraba y nos inundábamos de caricias y besos.
Me encantó reunir aquel verano a todos en la mansión Thompson —Davis.
Por fin conocimos a fondo a la señorita Hill. Era una mujer que inspiraba
respeto, y nunca nadie, fuera de Morgan, la llamaba por su nombre de pila.
Me alegraba un montón de tener a mi amiga de vuelta. Además de que era
una versión más adulta de mi amiga. No sabía cómo agradecerle a su novia.
Laura también era sarcástica, y verla interactuar con Anna me hizo feliz.
No podía olvidar la bofetada que me dio. Me centró en lo que quería y me
dio la oportunidad de recuperar a Ava. Mi novia me contó que la había dejado
cuando se admitió a sí misma que se enamoró de mí. Entonces entendí las
lágrimas de aquella noche que dormimos juntas por primera vez en la misma
cama.
Esa noche, Ava no lloraba por haber roto con Anna, lloraba porque sentía
que yo jamás la iba a corresponder. Había abandonado una relación de años por
haberse enamorado de un imposible.
Intenté compensarla por todo lo que había sufrido, la quería ver feliz. Era lo
único que deseaba en la vida. Éramos dos empresarias jóvenes, dirigiendo
empresas multimillonarias, que al final del día terminaban viendo una película
de Netflix mientras se abrazaban.
Las relaciones de las Scott también avanzaban. Payton seguía con esa niña
preciosa que había conocido en el instituto más de tres años atrás. Había
empezado a la Universidad de Stockton a estudiar finanzas, negocios
internacionales y marketing. Cuando terminara, Thompson Corp la estaría
esperando.
Por su parte, Mia se fue a la Universidad de San José con una beca. Me
ofrecí a pagarle los estudios en Stockton para que las niñas no se separaran, pero
su padre se negó. Fue duro, a pesar de que estaban relativamente cerca. Pero no
se rendían. Esas dos jovencitas se querían de verdad.
A Mia se le daban mejor las letras, así que estaba estudiando periodismo.
También había participado en algunos concursos sobre novelas cortas. Payton
estaba muy orgullosa de ella, y le pidió a su tía que la empleara una vez que
terminara la carrera. Eso no había ni que pedirlo.
Harper y Brianna se casaron poco después de que el estado le concediera a la
morena la adopción de Payton. Ahora mi sobrina tenía legalmente dos madres.
Ese mismo día, nos anunciaron que empezarían con los papeles para aumentar la
familia. Pocos días fuimos tan felices como aquel.
Brianna le había propuesto matrimonio casi a la vez que mi cuñada lo había
decidido. Gracias a la actuación de la niña, lograron adelantarse. Payton rechazó
a Harper cuando ella le contó sus planes. Le rompió el corazón, pero mi sobrina
sólo quería que su madre tuviera tiempo de sobra para poder ser ella la que diera
el paso. Al final, todas terminaron abrazadas, al saberse una familia.
La ceremonia de la boda fue íntima, a petición de mi cuñada. Éramos apenas
treinta invitados entre familia y amigos por ambas partes, pero no necesitamos
más para pasar un día fantástico. Mi cuñada vistió un vestido de color crudo, y
Brianna uno azul tan claro que casi parecía blanco. Dios, estaban preciosas.
Harper lloró cuando Payton le entregó a su madre en el altar. Brianna lloró
cuando la morena leyó sus votos para ella y para su hija. La niña lloró cuando la
invitaron a participar en el primer baile como matrimonio, porque desde ese
entonces serían tres, y nunca dos.
Bueno, todos lloramos en algún punto, porque ambas mujeres se merecían
ser inmensamente felices y porque eran tremendamente adorables juntas.
Vi a Ava llorar por su hermana en varias ocasiones. Vi la ilusión de sus ojos.
Vi cómo decía lo preciosas que iban. Vi que ella quería lo mismo.
Tenía que pedirle que se casara conmigo, pero merecía una pedida de mano
extraordinaria, porque ella lo era. No iba a casarme con cualquiera. Quería
casarme con Ava Davis, la mujer más impresionante del planeta.
Ideé un plan, en el que nuestras amigas estaban implicadas. Las necesitaba a
todas ellas. Ese día, ella vendría a buscarme a Thompson Corp, pero Hope sabía
lo que tenía que decirle. Ese día, después de decir sí, me abordaría en el
aparcamiento para besarme como si no lo hubiéramos hecho nunca.
Ava
Había quedado con Tyra en su despacho para llevarla a casa, pero cuando
llegué, su secretaria me dijo que se había ido.
—Le ha dejado una nota en su escritorio, señorita Davis —me informó.
Entré extrañada de que Tyra no me hubiera llamado si una urgencia la había
hecho dejar la empresa. Un sobre de color azul y un corazón pintado reposaba
sobre la mesa.
Lo abrí y comencé a leer la carta que me había dejado.
"Ésta es la última de tus cartas azules, cariño. Sólo quiero decirte que te
amo muchísimo, que ya no puedo imaginar una vida sin ti y que necesito
preguntarte algo. ¿Vienes a verme? Ve a buscarme al sitio que siento más
romántico, porque jamás había tenido una cita semejante. Nunca pasaba de una
cena y una cama, pero contigo todo fue diferente. Ese día me sentí realmente
especial, mi vida, a pesar de los moratones en el culo.
La amaba tanto que, si ocurría lo que estaba ya claro que iba a ocurrir, me
pondría a llorar, me lo temía. La nota me hizo sollozar. Ya no aguantaba más la
emoción. Quería verla ya.
LUCÍA TAMARGO
Cuando te conocí, de Lucía Tamargo